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1. Algunas precisiones históricas necesarias 1.1 La IV República 1830-1998 tuvo una existencia de 168 años. Se inició con la presidencia del general José Antonio Páez en 1830 y concluyó con el manda- to de Rafael Caldera en 1998. El Puntofi- jismo 1958-1998 fue la decadencia polí- tico-ideológica final de la IV República.. 1.2 El capitalismo venezolano depen- diente, subdesarrollado, atrasado y autoritario, violador de los Derechos Humanos, explotador y discriminador de nuestro pueblo, desarrolló dos for- mas de gobierno: la dictadura militar clásica (Páez, Guzmán Blanco, Juan Vicente Gómez, Pérez Jiménez) y el ré- gimen burgués, liberal, representativo, partidista, como el de AD y COPEI en tiempos del Puntofijismo. 1.3 Durante la IV República dominó siempre una burguesía comercialista y parasitaria, primero sobre la base de la explotación del cacao y el café. Y luego, en el siglo XX, con el petróleo, lo que no condujo al modelo minero-petrolero, agotado hoy. Orlando Araujo en su libro La Venezuela Violenta, la caracteriza así: Son los representantes de aquella burguesía comercialista que encon- tramos al comienzo del siglo XX, la misma que traspasó las concesiones petroleras a los grandes consorcios internacionales, la misma que sali- da del latifundio y anudada con él, se hizo poderosa en el comercio im- portador y en los negocios financie- ros a la sombra de la explotación pe- trolera y gracias a la mediatización del poder político. Es la burguesía parasitaria y estéril que domina y se organiza en FEDECÁMARAS... esta clase no inicia el capitalismo en Venezuela, es sencillamente la proyección colonial de un sistema capitalista foráneo más avanzado... no es pues una burguesía producto- ra sino una burguesía estéril 1 . 2. La Venezuela de 1936 y el gobierno del general Eleazar López Contreras. El gobierno de López Contreras fue un régimen de transición, de la dictadura gomecista a la democracia liberal re- presentativa capitalista. Venezuela tenía una población de 3.500.000 aproxima- -Las circunstancias de la Venezuela de entonces y la Venezuela Bolivariana de hoy- 80 Años de la huelga petrolera de 1936

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1. Algunas precisiones históricas necesarias

1.1 La IV República 1830-1998 tuvo una existencia de 168 años. Se inició con la presidencia del general José Antonio Páez en 1830 y concluyó con el manda-to de Rafael Caldera en 1998. El Puntofi-jismo 1958-1998 fue la decadencia polí-tico-ideológica final de la IV República..

1.2 El capitalismo venezolano depen-diente, subdesarrollado, atrasado y autoritario, violador de los Derechos Humanos, explotador y discriminador de nuestro pueblo, desarrolló dos for-mas de gobierno: la dictadura militar clásica (Páez, Guzmán Blanco, Juan Vicente Gómez, Pérez Jiménez) y el ré-gimen burgués, liberal, representativo,

partidista, como el de AD y COPEI en tiempos del Puntofijismo.1.3 Durante la IV República dominó siempre una burguesía comercialista y parasitaria, primero sobre la base de la explotación del cacao y el café. Y luego, en el siglo XX, con el petróleo, lo que no condujo al modelo minero-petrolero, agotado hoy.

Orlando Araujo en su libro La Venezuela Violenta, la caracteriza así:

Son los representantes de aquella burguesía comercialista que encon-tramos al comienzo del siglo XX, la misma que traspasó las concesiones petroleras a los grandes consorcios internacionales, la misma que sali-da del latifundio y anudada con él, se hizo poderosa en el comercio im-

portador y en los negocios financie-ros a la sombra de la explotación pe-trolera y gracias a la mediatización del poder político. Es la burguesía parasitaria y estéril que domina y se organiza en FEDECÁMARAS...esta clase no inicia el capitalismo en Venezuela, es sencillamente la proyección colonial de un sistema capitalista foráneo más avanzado...no es pues una burguesía producto-ra sino una burguesía estéril1.

2. La Venezuela de 1936 y el gobierno del general Eleazar López Contreras.

El gobierno de López Contreras fue un régimen de transición, de la dictadura gomecista a la democracia liberal re-presentativa capitalista. Venezuela tenía una población de 3.500.000 aproxima-

-Las circunstancias de la Venezuela de entonces y la Venezuela Bolivariana de hoy-

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damente. El régimen de cambio era sobre la base del patrón oro, no se habían im-puesto los llamados Acuerdos de Bretton Woods, ni mucho menos la violación de estos acuerdos por el presidente Nixon en la década del setenta; ni mucho menos la situación de hoy en que el capital especu-lativo transnacional se ha apoderado de la economía productiva mundial y nos ha conducido al proceso que los economis-tas llaman estanflación.

Para aquella época existía el tipo de cambio llamado “Dólar Petrolero”, de Bs 3,09 por dólar, y el presupuesto público anual no llegaba a Bs 300 mi-llones. Se iniciaba la llamada moderni-zación, que trajo consigo crecimiento urbano y una infraestructura material y técnica. En ese proceso, la opinión del célebre arquitecto Carlos Raúl Villanue-va jugó un papel importante, pero luego sus planes fueron abandonados, lo que

nos condujo al desorden2. La malaria y las enfermedades, el analfabetismo y la pobreza eran dominantes en la Vene-zuela de entonces.

DESPUÉS DE GÓMEZ Un revolucionario marxista de la épo-

ca que vivió y analizó esas coyunturas y momentos políticos fue Salvador De La Plaza, quien en su libro El petróleo en la vida venezolana señala:

Un dirigente obrero que participó directamente en la huelga petrolera fue Jesús Faría, quien recoge un valioso testi-monio sobre el conflicto y sus vicisitudes en su autobiografía. Allí indica cómo se inició todo. Presentamos su testimonio:

Estalla la huelga.El día 11 de diciembre -fecha deseada y

temida- se acercaba. El conteo regresivo, anunciaba la inminencia de la gran jornada.

-¿Cómo saldremos? me preguntaban con insistencia.

-¡Bien, compañero, saldremos bien!Yo tenía una tranquila seguridad

en que los trabajadores iban a parar totalmente la principal industria. Una

de mis responsabilidades consistía en que el departamento donde yo trabajaba, 167 obreros, no habría rompehuelgas.

El día diez por la noche nos asignaron lugares para madrugar, evitar que entrarán obreros, persuadidos, controlar y traer la información a eso de las diez de la mañana.

La brigada nuestra llegó a las cinco de la mañana a las puertas de la empresa en La Salina. Muy contados obreros recalaron por el portón y no iban en traje de trabajo, sino como observadores y voluntarios a unírsenos.

El júbilo, el inmenso y justificado: el paro era total.

A las diez de la mañana tendría lugar una enorme asamblea, donde se informaría de la

Testimonio de un protagonista:

Jesús Faría

Lagunillas, 1937. Colección Archivo Histórico de Miraflores.

Jesus Faría en Celestino Mata, Historia Sindical de Venezuela, Caracas, Urbina Fuentes Editores Asociados, 1985.

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situación en cincuenta departamentos de tres grandes compañías y las contratistas. También se darían instrucciones, tareas y orientación para eludir las provocaciones y los choques con el Ejército.

Había empezado una jornada antimperia-lista qué habría de tener profundas reper-cusiones en el futuro de luchas de clase en Venezuela. Estábamos inmersos en esta lucha y la mayoría no comprendíamos toda la complejidad de los combates de clase.

Fui designado para un cargo importan-te: mantener la solidaridad moral de los desempleados con los huelguistas. Se temía que aquella masa de hombres hambrientos pudieran aceptar las tentadoras ofertas de los patrones para romper la huelga, para así continuar las actividades.

Todavía yo no había subido a la tribuna para hablar por primera vez. En cambio, era activo entre los pequeños grupos. Sin embargo, no todo era hablar. Se necesi-taba dar dos comidas a miles de parados y a los huelguistas. En primer lugar, había

que buscar encontrar la comida y, luego, prepararla y distribuirla. Busqué ayudantes, aunque la responsabilidad principal, en uno y otro caso era mía.

Durante los primeros días y semanas se conseguía carne, pescado, queso, frijoles, leche, plátano y otros alimentos con rela-tiva facilidad. Había recursos, la solidari-dad era vigorosa.

El Congreso de Trabajadores celebrado en Caracas, en plena huelga, fue una invalo-rable ayuda solidaria. Aquí se aprobaron planes de ayuda, recibir centenares de hijos de los obreros en huelga y atenderlos en la capital, entre otros, mientras se mantenía que el combate clasista. Esta resolución levantó una furiosa campaña de calumnias por parte de la prensa vendida al imperialis-mo. Se decía que los niños habían muerto, que los comunistas los habían matado, y hasta se llegó a decir que había comunistas antropófagos que se habían comido algunos niños. Esta campaña nos creó problemas y tuvimos que traer a los niños antes de tiem-

po, aparte de que paralizó el envío de otros grupos a la capital.

Con ellos se perdió en efecto político y psicológico positivo que se generaba en la incorporación de las fuerzas revoluciona-rias de Caracas de esta manera tan activa a nuestra lucha.

Apenas iniciaba la huelga, aparecieron las provocaciones. Un capitán del ejército vendido a las compañías, donde quiera que veía un grupo de obreros oyendo noticias por la radio, bajaba su patrulla del camión y le ordenaba “raciones” de planazos contra los obreros inermes y pacíficos. Esta situación se agudizaba día por día. Los trabajadores reclamaban orientación frente a las agresiones.

El comité de huelga ordenó prepararse para responder. Había que armarse con lo que se pudiera y, sobre la base de la supe-rioridad numérica, hacer frente a los agre-sores. Esto dio buen resultado unos. Unos cuarenta obreros armados discretamente se ubicaron donde ya había planeado a otros.

“En diciembre de 1935, Juan Vicente Gómez murió apaciblemente en su cama rodeado de familiares y áulicos, ungido con los santos óleos. Su condición de Prín-cipe Romano, título que le había otorgado un Papa fue pretexto para que arzobispos, obispos y curas le cantaran el Te Deum en iglesias y oratorios. Atendiendo a la invoca-ción de algunos intelectuales que se apre-suraron a redactar manifiestos clamando por “la paz y la confraternidad de todos los venezolanos”, López Contreras, ministro de guerra, asumió el poder, sorteando las intrigas de los jerarcas gomecista que a su vez aspiraban la Presidencia. En las calles y plazas de Caracas y ciudad del interior, se aglomeraban las masas populares pen-diente de una consigna que las orientara. De mano en mano circulaban las octavi-llas que editaba el Grupo Bolivariano”.

Agrega De La Plaza que a Eustoquio Gómez “lo ajustician en el mismo edi-ficio de la Gobernación y se producen algunos ‘saqueos’ de casas de gomecista connotados. Las Garantías son suspendi-das y el Gobierno crea una Junta de Cen-sura para amordazar la prensa y el 14 de febrero la guardia acantonada en la go-bernación dispara sobre la muchedumbre que en la plaza Bolívar daba gritos a la libertad. Corre la sangre de héroes anóni-

mos y, en la tarde, parte de la universidad hacia Miraflores una manifestación enca-bezada por profesores y estudiantes que se engruesa a medida que avanza. López Contreras y su secretario, Diógenes Esca-lante, prometen destacar a los “asesinos”, reorganizar el gobierno, restablecer las garantías y el 20 de ese mismo mes, dan a conocer el programa de febrero. En el

Zulia, en los campamentos petroleros, se han producido también acciones. Varios de los verdugos han sido incinerados en los mismos ‘mechurrios”3.

INSURGEN LOS SINDICATOS De La Plaza señala que una vez resta-

blecidas las garantías, “los exiliados polí-ticos que habían logrado ingresar al país, dan inicio a la organización de Sindicatos Obreros, de ligas campesinas y de partidos políticos. Pero, desde entonces, hace su aparición la tendencia al maniobrismo re-formista. En una concentración en el Nue-vo Circo, Rómulo Betancourt acompañan-do la palabra del gesto, pide al pueblo allí reunido que, tapándose la nariz con un pa-ñuelo, permita que los congresantes desig-nados por Gómez se integren en Congreso para ‘salvar el hilo constitucional”.

Ante la presión que va ganando fuer-za, López Contreras, en mensajes emiti-dos por la radio, “no se cansa de pedir ‘calma y cordura’, al mismo tiempo que ofrece toda clase de garantías a los inver-sionistas extranjeros, especialmente las compañías petroleras”4.

Continúa De La Plaza: “Uno de los partidos recién creados, el Partido Re-publicano Progresista (PRP), plantea sin embargo, en su programa, el fracciona-

La Esfera, Diario de la mañana, Miércoles 16 de diciembre de 1936

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El oficial ordenó parar el vehículo y bajar la tropa, diez en total. Avanzar un poco, pero viendo que los obreros no huían como antes, sino que salieron al encuentro, el capitán habló en tono reposado sobre la conveniencia de evitar choques, dispersarse, esperar en sus casas.

Los trabajadores no pusieron objeción y así pudo evitarse una masacre. A partir de aquel día se terminaron las planazones, aunque continuaba el patrullaje.

La huelga se mantenía de una manera ejemplar. Un silencio imponente reina-ba durante aquellos días en los centros más ruidosos de Venezuela. Ahora tenía-mos asamblea todos los días. Las fiestas navideñas fueron distintas. No había tristeza, aunque tampoco esa alegría tradicional que caracterizan la Navidad en nuestro país. Dieta restringida y de inferior calidad, en ciertas perspectivas para el año nuevo.

El balance final de ese primer año de actividad política y social en lo que va de

siglo resultó altamente positivo, aunque sólo hubiera sido por el número de hom-bres y mujeres que se incorporaron a las luchas de clases.

Sin embargo, esto no era todo. -Esta huelga y la de junio-, el Congreso de Traba-jadores, la Ley del Trabajo, los sindicatos, los partidos, la libertad de prensa, inclusi-ve así restringida, como todos los demás que se consiguió en 1936, no figura ni en mis sueños doce meses atrás. Ahora eran realidades, de las cuales miles disfrutamos y por la cual luchamos para consolidarlas y conseguir el avance.

Por el lado negativo había que lamentar numerosos atropellos donde perdieron la vida obreros y otra gente del pueblo, destacando la matanza del 14 de febrero en Caracas y la de junio en Mene Grande.

En esta última estaban reunidos casi todos los obreros petroleros en el cine San Felipe, discutiendo la huelga, cuando se presentó un capitán del ejército y lanzó la tropa contra la multitud allí reunida.

Cinco obreros resultaron muertos y dece-nas de heridos.

Unos soldados ensartaron a un obrero asesinado en las puntas de sus bayo-netas caladas y lo sacaron levantado, como una bandera, rociando con la sangre de aquel mártir inocente la tierra del Zumaque N° 1.

Treinta y cinco años más tarde veríamos las fotografías de soldados Yankis exhibien-do como trofeos de guerra las cabezas de los niños y mujeres vietnamitas, vilmente asesinados por los invasores, y no pudimos menos que asociar los dos acontecimien-tos separados por tantos años por miles de kilómetros de distancia.”

Jesús Faría padre continúa en su relato como fiel testimonio de sus vivencias:

La huelga continúa, 1937.Los primeros días de 1937, las compa-

ñías y el gobierno enviaron a sus agentes a buscar rompehuelgas a los estados vecinos. Llegaban camiones cargados de

miento de los latifundios y la entrega de las parcelas a los campesinos pobres y peones; la revisión de las concesiones petroleras; la instalación de una refine-ría lo suficientemente grande como para abastecer al país de sus productos; la creación de una impuesto progresivo so-bre las ganancias de las Compañías pe-troleras y que esos ingresos fueran des-

tinados al desarrollo de una economía nacional, industrial y agropecuaria”.

El PRP, acota el autor, se dedica prin-cipalmente “a la organización de sindi-catos y ligas campesinas. En Cabimas, Lagunillas y Maracaibo los sindicatos de los obreros petroleros luchan contra el régimen de excepción que regía en los “campos petroleros” y en las carreteras,

logrando apreciables conquistas. En ju-lio de 1936, el Congreso sanciona una ley del Trabajo en cuya redacción parti-cipa un delegado enviado por la Liga de las Naciones, quién presiona para que sean consagrados tanto el derecho de los obreros a sindicalizarse como el de de-clararse en huelga. En diciembre se reúne el Primer Congreso de Trabajadores con

Colección Archivo Histórico de Miraflores. Manuel Taborda en Celestino Mata, Historia Sindical de Venezuela, Caracas, Urbina Fuentes Editores Asociados, 1985.

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campesinos, a quienes movían de un lado para otro bajo las órdenes y planes de un “técnico” (norteamericano) en la mate-ria... y promovido con gran despliegue en la prensa de Maracaibo.

El nuevo personal se movía, pero no podía mover la industria. Era imposible y lo sabíamos.

De todos modos, la presencia de aquellos “traidores” nos hacía daño.

Alguno de estos eran extranjeros, trinita-rios en particular, a quienes nunca pudimos incorporar al sindicato.

Una tormenta empezó a incubarse entre las masas, pero faltaban dirigentes de garra y experiencia que pudieran capitalizar a que el potencial Revolucionario que se presentía en el rumoroso comentario: ¡Algo hay que hacer!

Por fin apareció un personaje a quién nadie conocía. Unos cincuenta fuimos seleccionados para asistir a una reunión clandestina, bajo el mayor secreto y a una hora fija.

El que no pudiera llegar a tiempo, pues que no llegara.

Un “catire” que había vivido en Estados Unidos -después nos enteramos de que era un comunista, el “Catire Ló-pez”- nos explicó cómo había que tratar a los esquiroles.

-“No podemos tolerar que rompan la huelga. Hay que actuar a partir de esta mis-ma noche- nos decía enérgicamente”.

Se empeñaba en convencernos de algo que entendíamos y deseábamos hacer, pero para lo cual hacía falta la orden del Comité de Huelga.

Cuando terminó su encendido discur-so preguntó:

-¿Estamos de acuerdo? -Si, de acuerdo. -Fue la única respuesta.-Bueno, entonces a preparar las brigadas

de apagadores y saboteadores. Nos dispersamos felices. ¡Por fin, tronaría la “majagua”!

Al día siguiente, amanecieron en el hospital un muerto y dieciocho heridos

graves, aparte de otros que escaparon sólo con aporreos.

El comentario al día siguiente: “entró en vigencia la ley Vera”. Se le llamaba así, porque esa era la madera empleada para fabricar garrotes. Todas las noches eran apaleados algunos “rompe-rompe”, como se decía. La cosa se puso tan oscura para estos enemigos de sus propios hermanos de clase, que tenían que dormir tras las alambradas de las compañías protegidos por las fuerzas armadas.

Algunos regresaron tocados por la prédica del sindicato, la cual les llegaba por distin-tos canales.

Pero sí fue fulminante el ataque a los esquiroles, el sabotaje a las instalacio-nes resultó una sorpresa tan grande, que se decía que tales actividades habían sido realizadas por expertos de otros países.

Cuando se echaron al suelo Las Torres y postes que conducen la energía eléctrica de Cabimas para Lagunillas,

representantes de doscientos mil obreros y campesinos del país. Al mismo tiempo, en el Zulia, invocando las disposiciones de la ley del Trabajo, los trabajadores pe-troleros presentan a las Compañías un pliego en el que reclaman y le sean reco-nocidos sus sindicatos y les aumenten sus salarios. Ante la negativa, se declaran en huelga paralizando totalmente las activi-dades de las Compañías”.

En ese contexto, “el Congreso de Trabajadores acuerda una entusiasta y decidido apoyo a esa huelga. Comités de solidaridad y ayuda a los huelguistas son creados en todo el país y, los del Zulia, organizan cocinas populares en las que son preparados y distribuidos los alimentos con los que contribuyen los campesinos. Esa huelga que duran-te los 42 días de su duración conmovió al país y sacudió a la población del le-targo en que había estado sumida con respecto a lo que para ella significaba la explotación de su petróleo por Trust Extranjeros, no sólo imprimió al movi-miento características nacionalistas de repudio al imperialismo, sino que se proyectó sobre el comportamiento futu-ro tanto de sectores de la misma clase dominante frente a las Compañías pe-troleras, como en el de estas que tuvie-

ron que modificar las formas represivas que empleaban con sus trabajadores”.

De la Plaza señala además que “López Contreras, por Decreto, suspendió la huel-ga ordenando a las compañías aumentar en un bolívar diario los salarios y, sobre la marcha, desencadenó una violenta re-presión: ilegalizó los sindicatos, las ligas campesinas y los partidos políticos y ex-

pulsó del país a sus dirigentes. El Estado “democrático” cumplía así su función de aparato represivo al servicio de la clase dominante y de los Trust Extranjeros, para garantizarles la “pacífica” explotación de las masas trabajadoras.

3. El contexto político de 1936. La huelga. Causas, propósitos y fines principales. Líderes obreros del movi-miento huelgario.

Un escritor venezolano, Mariano Picón Salas, dijo que el siglo XX venezolano comienza en 1936 y no en el 1900. Por cuanto, antes lo que hubo fue obscuran-tismo, autoritarismo y atraso cultural y político. En el 36 entra la modernidad en el país y se inicia otra época. La verdad, a nuestro juicio, es que todavía no se ha escrito la historia política contemporánea del siglo XX venezolano. Existen escritos importantes en la historiografía venezola-na con diversos enfoques y concepciones ideológicas. Nos hace falta la historia del capitalismo y el socialismo venezolano en el marco del debate de las ideas, de la lucha de clases y el papel jugado por los oprimidos, explotados y dominados. Las ideas del socialismo y el comunismo se discutían en círculos intelectuales clan-destinos muy reducidos como el caso del

Valmore Rodríguez. Colección Archivo Audiovisual de la Biblioteca Nacional.

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dejando a obscuras todo un distrito, cuando se fundaron los transformadores eléctricos sobre el lago, cuando fueron cerradas las válvulas de los oleoductos submarinos y otras actividades por el estilo, los experimentados jefes de las compañías comprendieron que el “ene-migo” había aprendido demasiado en poco tiempo y que era necesario poner fin al conflicto. Esto se lo hicieron saber al gobierno con la enérgica persuasión que les caracteriza a estos conquistado-res. Por otro lado, a medida que avanzó el mes de enero, la solidaridad raudalo-sa de diciembre languideció.

El hambre apretaba en los hogares proletarios, pues los bodegueros que no daban crédito estaban exhaustos. Mis clientes aparecían por la cocina al mediodía, pero el “rancho” no era ni la sombra. Yo salía temprano en busca de amigos y no regresaba hasta conseguir algo. Era la misma gente que al comen-zar la huelga nos traían cargamentos

de comidas de las haciendas lejanas. Muchos obreros estaban bajo presión de sus mujeres para que volvieran al trabajo. Cuando los niños reclamaban comida, las madres le respondían: -¡Co-man “huelga”!

Y se reían, no porque fueran felices, sino para molestar al hombre que observaba contrariado.

Yo regreso a la casa tarde por la noche, sudoroso y cansado. Algo solía llevar, aunque fuera unos frijoles. Irma, nuestra anfitriona, preguntaba:

-“¿Esta vaina es todo lo que traéis?- Y se alejaba desgranando comentarios más amargos que el hambre.

Los huelguistas estábamos firmes y los actos de sabotaje menudeaban. Los rom-pehuelgas no asomaban la cabeza. Las veinticuatro horas del día estaban bajo la segura protección del ejército.

En Caracas se rumoró algo sobre planes del gobierno para poner fin a la heroica resistencia de los trabajadores.

A los campos petroleros llegaron refuerzos militares superiores a todo lo normal. El patrullaje era más intenso y los oficiales mostraban rostros sombríos.

Era evidente que los habían “envenenado” antes de enviarles para “el frente”.

El gobierno pone fin a la huelgaPor fin el sábado 23 de enero de 1937

anunciaron que el presidente de la República había puesto fin a la huelga mediante un decreto y debíamos regresar al trabajo el lunes 25. Cuando nos reu-nimos para discutir el decreto, domingo 24 de enero, el ejército había rodeado en formación de combate el local de reuniones. Sin embargo, los obreros discutieron en tono agresivo. Durante los primeros discursos nadie se atrevía a tocar el fondo del problema: ¿aceptar el decreto o rechazarlo?

Algunos hablaban de emigrar para el Uru-guay, donde si había democracia. Abando-

revolucionario Pío Tamayo y su escuela de la Carpa Roja en las cárceles del gomecis-mo. Con la muerte del dictador Gómez, y la nueva situación política que se genera a partir de 1936, el debate sobre el socialis-mo fue mucho más abierto.

Luchadores de la época, como Carlos Irazábal, Miguel Acosta Saignes, Salvador de La Plaza, Rodolfo Quintero, Juan Bau-tista Fuenmayor y otros en la década del cincuenta y sesenta del siglo pasado y así como nuevos historiadores contemporá-neos, han opinado sobre diversas coyuntu-ras y momentos políticos del siglo XX, pero no existe un análisis profundo sobre todo el siglo, de tal manera que el positivismo, el estructural funcionalismo y el empiris-mo siguen opinando sobre la apariencia y los fenómenos de la historia nuestra con-temporánea, sin llegar a la esencia real de la situación del movimiento de masas, su participación y expectativas.

Volviendo al tema de la huelga petro-lera de 1936 y el sacrificio y heroísmo de los trabajadores petroleros de la Costa Oriental del lago de Maracaibo y de otras áreas que participaron en el estallido de la huelga del 11 de diciembre y durante 45 días los trabajadores desafiaron a las compañías extranjeras, al gobierno, al sistema y al imperio. Pero no fue posible

lograr la victoria plena de los objetivos reivindicativos sociales y políticos, que planteó la Unión Sindical Petrolera de Ve-nezuela (USPV).

La clase obrera venezolana estaba na-ciendo con el movimiento obrero petrole-ro, no había madurez ni experiencia; sus cuadros obreros y políticos venían de la lucha antigomecista con la generación del 28, no existía unidad programática entre los trabajadores: los de Oriente no se le-

vantaron y, según testimonio de Juan Bau-tista Fuenmayor, los aliados de la refinería de Curazao y del Caribe que eran mas de 4.000 trabajadores no se sumaron al paro y la solidaridad de otros gremios no se manifestó con fuerza militante. El gobier-no de López Contreras y las compañías extranjeras seguían teniendo fuerza sufi-ciente para aplastar el conflicto huelgario, en esas condiciones, más allá de la rabia y la impotencia del movimiento de masa,

HONOR Y GLORIA A LA CLASE OBRERA DE 1936

Olga Luzardo, Manuel Taborda, Jesús Faría, Valmore Rodríguez, Max García, Dilio Marín, Domingo Mariani, Luis Emiro Arrieta, Jesús Martínez Pozo, Juan Bautista Fuen-mayor, Isidro Valles, Jose A. Mayobre, Rodolfo Quintero, Bernardo Pérez Salinas, Salvador De La Plaza, Carlos Irazábal, y demás combatientes que participaron, con sacrificio y con solidaridad esta gesta heroica del pueblo venezolano.

Petróleo, 6 de enero de 1937.

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nar este mísero país gobernado por traidores vendidos al imperialismo.

A medida que pasaban las horas, la tropa se acercaba a la asamblea bayoneta calada. Éramos objeto de una presión descarada.

Finalmente, el comité de huelga pro-puso volver al trabajo bajo los términos del decreto presidencial. Un bolívar de aumento y otro bolívar por concepto de vivienda. Es decir, después de 45 días de rudo batallar habíamos conseguido lo mismo que un solo día en 1925, cuando la gran manifestación de obreros de La Rosa. Y antes de esta, también se había conseguido otro aumento de un bolívar con una manifestación que tuvo lugar en Mene Grande.

¡Maldito presidente, traidor! ¡Maldito el inspector del trabajo, autor del informe que sirvió de base al decreto traidor!

Los campamentos eran ríos de rumores y comentarios cargados de amargura, los cuales recaían justamente sobre los diri-gentes de la huelga, porque habíamos di-

cho que unidos y organizados podíamos vencer. Pero esta bola de confusión pasó rápido, no tenía asidero estaba claro que habíamos luchado bien, como jamás lo habían hecho los obreros del país. La Ve-nezuela democrática nos acompañó en la primera Gran Batalla contra el impe-rialismo. Los sectores patrióticos estuvie-ron a nuestro lado, cuando el presidente López guillotinó la huelga.

Más allá de los resultados obtenidos, uno de los aspectos más importantes de esta huelga, el acontecimiento más im-portante de la lucha antiimperialista que registra la historia hasta el momento, lo constituyó la poderosa actividad unitaria de la clase obrera con todos los otros sectores democráticos y patrióticos de la Venezuela antigomecista.

El Gobierno desencadenó una feroz persecución contra los dirigentes sindicales y políticos. Estos últimos fueron encarcelados y expulsados del país. Los dirigentes obreros fueron

despedidos de sus empleos, encarcela-dos, confinados en inhóspitos lugares y también expulsados.

Los sindicatos derrotados quedaban sin dirigentes y, además, cargados de obligaciones.

¿Cómo pagar las deudas? ¿Cómo cumplir con la solidaridad? Los trabajadores aban-donaron los sindicatos.

En el SOEP de Cabimas, de alrede-dor de cinco mil que había, quedaron pagando sus cuotas unos setenta. Nos daban la espalda cuando pedíamos el bolívar de la cuota semanal, ahora que tanto lo necesitábamos. Nos reunimos para buscar una solución que salvar a la organización. Lo primero que hicimos fue subir las cuotas de los pocos que habíamos quedado, hasta cinco bolívares por semana. Esto nos permite pagar la luz eléctrica, el local y un funcionario que mantuviera abierta las oficinas.

“Maldito amor,” ¡qué amargas son las derrotas!”5.

lo apropiado era volver al trabajo, hacer el balance político y reorganizar las fuerzas. Como al final decidieron las plenarias de los trabajadores. El PCV estaba en cons-trucción y venía de las luchas de la resis-tencia, de las cárceles del gomecista y del exilio. Tenían contradicciones significati-vas que afloraron en el futuro, y la unidad organizada ni mando único no era posible por las otras corrientes nacionalistas y so-cialistas. Pero el movimiento político de las

masas no salió derrotado ideológicamente y vuelve a surgir en otros acontecimientos de 1936 y 1937. Lamentablemente el es-tallido huelgario no fue nacional y había un cierto agotamiento cansancio por las limitaciones y dificultades en la logística, esa que refirió la narrativa de Jesús Farías.

4. La Venezuela Bolivariana de hoySi bien seguimos siendo el mismo

pueblo venezolano, mestizo, rebelde,

luchador por la independencia, la eman-cipación y por la libertad, solidario con las causas justas y soñador, bolivariano y mirandino que nos viene de la histo-ria y perseverante en la idea de la Patria Grande, democrática, antiimperialista y con Repúblicas Democráticas Confe-deradas en función de la unión, hoy la correlación de fuerzas, nuestro pueblo y nuestro país podemos decir que somos libres, democráticos y soberanos en un

Olga Luzardo en Fina Petzoldt y Jacinta Bevilacqua, Nosotros también nos jugamos la vida. Testimonios de la mujer venezolana en la lucha clandestina 1948-1958. Caracas, Editorial Ateneo de Caracas, 1979. Maracaibo, s/f. Colección Archivo Audiovisual de la Biblioteca Nacional.

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Referencias • De la Plaza, Salvador. El Petróleo en la vida vene-zolana. 1976.• Battaglini, Oscar. El Betancourismo 1945-1948: Rentismo petrolero, populismo y golpe de Estado. Caracas, Monte Ávila Editores, 2008.• Faría, Jesús. Mi línea no cambia, es hasta la muerte. Caracas, Ediciones Imprenta de la Cultura, 2015.• Maduro Moros, Nicolás. “Por el Buen Gobierno Económico”. Caracas, 2016.

mundo y en una geopolítica compleja, difícil y exigente.

Con la Revolución Bolivariana y sus ca-racterísticas esenciales de: constituciona-lista, humanista, antiimperialista, antica-pitalista, ecológica y socialista, definimos el rumbo histórico a seguir como pueblo. Con sus principios, valores y logros socia-les hemos concretado en la construcción de la República Bolivariana de Venezuela como base de la patria socialista, el sueño de nuestro procerato civil y militar, los li-bertadores de ayer y de hoy, con Bolívar y Chávez ahora bajo el mando del Presiden-te Maduro y la nueva etapa de la Revolu-ción, que él llamó el “Sacudón” Revolu-cionario y ello se expresa en :• Consecución y fortalecimiento de la soberanía política frente al asedio del im-perialismo yanqui y la oposición apátrida.• Conversión de la propiedad transnacio-nal de los medios de producción en pro-piedad nacional.• Conversión de la propiedad nacional de los medios de producción en propie-dad social.• Las orientaciones básicas para superar las complejidades y dificultades de la co-yuntura política están en comprender el contenido esencial del texto constitucio-nal, como el programa que se abandonó en 1830 con la muerte del Libertador Bo-lívar y la disolución de Colombia, la Gran Colombia, el Plan de la Patria, las leyes del poder popular, y específicamente la Ley Orgánica de los Trabajadores y las Traba-jadoras (la ley más avanzada del mundo en materia laboral), las cinco revoluciones en el seno de la Revolución Bolivariana (la Revolución Económica productiva, la Re-volución del conocimiento, la Revolución política del Estado, la Revoluciones del socialismo territorial, las revoluciones de las misiones socialistas) y la Agenda Eco-nómica Bolivariana y sus 15 motores para enfrentar y derrotar la guerra económica y sus diversas manifestaciones como la in-flación, el bachaqueo, el acaparamiento,

el contrabando, el desabastecimiento, la corrupción, el paramilitarismo y las men-tiras mediáticas entre otras.

AGENDA ECONÓMICA BOLIVARIANAEl presidente Maduro ha definido que

“...el camino económico, trazado en la Agenda Económica Bolivariana y bajo la dirección de la gran misión Abastecimien-to Soberano, ha de continuar por esa mis-ma senda, sorteando el neoliberalismo y construyendo el Socialismo Bolivariano del Siglo XXI; y confiamos en el trabajo de los venezolanos para salir adelante”6.

En síntesis, hoy, con propiedad y con la verdad de la historia, podemos afirmar que a 80 años del estallido de la primera huelga petrolera proletaria y su carácter antiimperialista, se han dado cambios y transformaciones como pueblo comba-tiente por la independencia y por la liber-tad, como clase obrera y como nación. Tenemos una Patria Libre y Soberana y no de la oligarquía y del imperialismo yanqui como en 1936.

Que tenemos una República esencial-mente humanista y democrática, con un presidente legítimo y constitucional, hijo del Comandante Chávez: el presidente obrero Nicolás Maduro, nieto de aquellos héroes proletarios que hace 80 años se atrevieron a desafiar a aquellas compañías petroleras yanquis-inglesas y a un gobier-no socarrón y autoritario que pretendió con un “decreto” apagar la llamarada li-bertaria expresada en 1936.

Hoy tenemos Patria y plena soberanía petrolera. No pudieron ni podrán, somos libres para siempre.

Fernando Soto RojasCaracas, diciembre de 2016

1 Battaglini, Oscar. El Betancourismo 1945-1948: Rentismo petrolero, populismo y golpe de Estado. Caracas, Monte Ávila Editores, 2008.2 Sin un plan urbanístico coherente que tomara las necesidades reales del pueblo se dio un proceso de crecimiento donde la ciudad de Caracas, la de los “techos rojos”, desapareció. El sur oeste se llenó de ranchos y miseria, el este de anchas y solariegas casas o quintas, de edificios y centros comerciales sin planificación y en forma desordenada.3 De la Plaza, Salvador. El Petróleo en la vida venezolana. 1976.4 Idem5 Farías, Jesús. Mi línea no cambia, es hasta la muerte. Caracas, Ediciones Imprenta de la Cultura, 2015.6 Tomado del folleto “Por el Buen Gobierno Económico”. Caracas, 2016.

Pozo petrolero La Rosa, 1936. Colección Archivo Histórico de Miraflores.