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1 A LA ESCUCHA DEL MAESTRO La reflexión teológica de la Vida Religiosa se alimenta y tiene como marco de referencia el seguimiento de Cristo. La vida cristiana y en especial la Vida Religiosa no es el desarrollo de una filosofía, sino la experiencia de vida desde la fascinante relación con la persona de Jesús de Nazaret, el Maestro y Señor. La Vida Religiosa adquiere un trasfondo especial cuando cada consagrado/a se identifica y configura sus sentimientos y su vida como discípulo, de tal forma que se ve implicado en el camino del Maestro, quien es aquel que siempre está llamando y “precede”. El verbo que cualifica el discípulo es akolutheo, “seguir”, en el sentido de andar físicamente detrás del Maestro y, metafóricamente, de compartir la experiencia y el modo de vida de Jesús. Esto genera una escuela de formación con los discípulos, creando así una relación significativa que aparece desde el inicio de su ministerio en Galilea. Cada momento y cada experiencia era una oportunidad formativa del Maestro con los discípulos. Con sus discípulos Jesús establece relaciones de profunda comunicación, un nexo de vida que ni siquiera la traición y la muerte alcanzará a destruir. Ser discípulo de Jesús es practicar el amor sacrificial como él lo hizo. Los discípulos tienen que compartir unos con otros (Lc 6,30). El discípulo tiene que ser un servidor hasta el punto de estar dispuesto a ocupar el último lugar a fin de servir como el mismo Jesús sirvió (Mc 9,35). CONDICIONES para seguir a Jesucristo: no se trata de cómo hacerlo, no son reglas o como algo que nos da respuestas hechas y por supuesto no es método de perfección. Si nos fijamos en Pedro, toda la vida desde que comienza a seguir a Jesús, va dando cabezada tras cabezada hasta el final y así Jesús confía en él. Para seguir es necesario ser llamado,

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A LA ESCUCHA DEL MAESTRO

La reflexión teológica de la Vida Religiosa se alimenta y tiene como marco de referencia el seguimiento de Cristo. La vida cristiana y en especial la Vida Religiosa no es el desarrollo de una filosofía, sino la experiencia de vida desde la fascinante relación con la persona de Jesús de Nazaret, el Maestro y Señor. La Vida Religiosa adquiere un trasfondo especial cuando cada consagrado/a se identifica y configura sus sentimientos y su vida como discípulo, de tal forma que se ve implicado en el camino del Maestro, quien es aquel que siempre está llamando y “precede”.

El verbo que cualifica el discípulo es akolutheo, “seguir”, en el sentido de andar físicamente detrás del Maestro y, metafóricamente, de compartir la experiencia y el modo de vida de Jesús. Esto genera una escuela de formación con los discípulos, creando así una relación significativa que aparece desde el inicio de su ministerio en Galilea. Cada momento y cada experiencia era una oportunidad formativa del Maestro con los discípulos. Con sus discípulos Jesús establece relaciones de profunda comunicación, un nexo de vida que ni siquiera la traición y la muerte alcanzará a destruir. Ser discípulo de Jesús es practicar el amor sacrificial como él lo hizo. Los discípulos tienen que compartir unos con otros (Lc 6,30). El discípulo tiene que ser un servidor hasta el punto de estar dispuesto a ocupar el último lugar a fin de servir como el mismo Jesús sirvió (Mc 9,35).

CONDICIONES para seguir a Jesucristo: no se trata de cómo hacerlo, no son reglas o como algo que nos da respuestas hechas y por supuesto no es método de perfección. Si nos fijamos en Pedro, toda la vida desde que comienza a seguir a Jesús, va dando cabezada tras cabezada hasta el final y así Jesús confía en él. Para seguir es necesario ser llamado, adhesión personal a Jesús. No es adhesión a una causa, sino a una persona (Mc. 1,16-20). Muchas veces seguimos reglas, preceptos, pero no a Jesús y eso no puede satisfacer a nadie. Esto puede llevar al divorcio entre fe y vida. La experiencia se hace formal, de obligación. Eso no es adhesión personal, ya que la relación personal es un riesgo y mucho más la relación con Jesús. Si desde el principio de la VR no encaminamos a una experiencia con Jesús, a apasionarse por su persona, eso se vaciará inmediatamente. Si no tenemos esa experiencia podemos tener la seguridad de que esa vocación no durará mucho. El entrar con seriedad al seguimiento implica asumir la vida como proceso: entrar en un camino que no termina y que nunca hemos llegado y por otro lado, someternos a la crítica y confrontación del Evangelio. Entrar en la vida religiosa es iniciar un proceso de transformación e identificación que no se acaba. El contenido del seguimiento es la vida. La vida comunitaria, social, política, etc. y vivirlo como Jesús.

¿Qué significó para los discípulos estar con Jesús? Significó convivir, dejar cosas, dejar la familia, dejar las riquezas, dejar las redes, la mesa de impuestos... pasaban lo mismo que Jesús. ¿Por qué no conseguimos lo mismo para nuestras vidas?

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Seguir es pasar continuamente de muerte a vida. Teóricamente lo aceptamos, pero cuando vivimos las muertes concretas de la historia no las sabemos aceptar. No interpretamos pascualmente, lo interpretamos sociológicamente, espiritualmente, pero no nos pasa por la cabeza qué nos está diciendo Dios con esas muertes.

Mirar el seguimiento del lado de Jesús. Nuestro seguimiento ha de tener ciertas características que son esenciales en el modo de Jesús.

1.- Jesús en su vida aparece como un hombre des-centrado de sí. Significa que vive su vida completa en función de lo que el Padre quiere de él. Lo que llamamos obediencia de Jesús es el lado abierto y en búsqueda siempre de lo que el Padre le dice a través de la vida y los acontecimientos. De ahí que el seguimiento cristiano ha de incorporar esa actitud de búsqueda, escucha y obediencia, sin dejarle de dar el matiz realista. A Dios no se le escucha sólo en la capilla, sino en lo que está pasando. Eso significa que el centro, no es lo que yo capto, yo veo, yo necesito, sino ver lo que Dios me está diciendo a través de lo que vivo. Jesús vive de Dios y para Dios. Por eso en su vida, vivía una actitud filial. Esa experiencia de filiación es la que llevó a los discípulos a decir: vivió eso porque era Hijo. Esto tenemos que rescatarlo en nuestra experiencia cristiana. Muchos de los despistes de nuestra vida son porque estamos centrados en nosotros mismos. Cuando nos olvidamos de esa relación vivimos como si todo empezara en nosotros y terminara en nosotros, perdemos el horizonte y cada vez se nos va haciendo más estrecho. Jesús vive para los otros, esta es la misión de Jesús. Misión que no es hacer cosas, sino estar abierto a los otros. Sentirse enviado a otros. Su vida no termina en sí, sino que está para los otros. Se deja conmover por la realidad de los otros. Jesús es un excéntrico, en el buen sentido de la palabra, porque nos muestra cómo una vida humana se puede realizar plenamente viviendo no sólo para los otros, sino de los otros y de Dios. Realizarse es salir de sí mismo.

2.- La coherencia entre lo que dice y lo que hace: una especie de armonía entre lo que dice y lo que hace, lo que dice se hace, porque lo que Él vive es en sí mismo una palabra. Es más que una coherencia moralista. La misión de Jesús no se puede medir por lo que hizo (milagros, curaciones, etc.) sino por lo que vivió. La persona de Jesús y su mensaje son inseparables. Esa es la coherencia profunda de su vida. La persona de Jesús encarna algo que se hace palabra y obra. Las personas ven que su palabra nace de una vivencia. En la VR la primera misión es vivir, porque si no, hagamos lo que hagamos, se va a caer. La autoridad al religioso le viene de su coherencia, de su vivir en el cada día.

3.- Alguien abierto al futuro. Aquí se juega la fidelidad de Jesús. La verdadera adhesión a lo que Dios quiere, significa que no tiene respuestas hechas al futuro. En la VR creemos que sólo se puede dar un paso cuando todo lo tenemos arreglado. Tenemos que aprender a estar en búsqueda constante, asumir las dudas, tentaciones e incluso los errores. La fidelidad se construye así, a través de cambios. Si creemos que venimos de Dios y vamos a Dios, el futuro nos lo da Dios. Esto es dejar que Dios sea Dios y no querer encajarlo en lo

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que nosotros queremos o desearíamos que fuese. Fidelidad es estar descubriendo la vida constantemente.

4.- La preferencia innegable de Jesús por los pobres y pequeños. Dato que no se puede cuestionar en los Evangelios. Jesús se preocupó por ellos de manera preferencial. Él vivía situado en un contexto. Su toma de posición delante del mundo es consecuencia de ese situarse de un lado. Se situó de un lado para que se viera el problema.

5.- La Kénosis. En Jesús es una manera de vivir. La forma, el estilo y los medios que utiliza son todos pobres, impotentes. La marca de la encarnación de Jesús es la impotencia, no tiene fuerza, no tiene ejércitos, no tiene nada. No utilizó el poder ni medios grandiosos. La kénosis marca todo el seguimiento. Nosotros nos hemos acostumbrados a medir los resultados por la eficacia. La vida de Jesús es coherente con este despojo que Él vivió. En término de eficacia, no tiene sentido que por varios años se haya pasado escondido de la gente. Ahí aparece el despojo. Ahí podemos descubrir por qué el Evangelio habla de la luz que ilumina, del fermento. Jesús transforma por dentro. El Evangelio tiene otras utopías, lo germinal, poner aliento, dar sentido, dar sabor, y eso está perdido en la masa. Esa utopía de lo germinal es mucho más importante que transformar la sociedad porque lo que le falta a la vida es sabor y sentido. La dinámica evangélica de la misión de Jesús no se puede realizar de cualquier manera. Tiene su coherencia y sus exigencias, a veces los medios pueden destruirlas. Los medios pueden ser muy modernos, pero poco evangélicos.

6.- Jesús es alguien que fue hasta el fin. ¿Qué habrá supuesto para Jesús sentir que estaba perdiendo inútilmente la vida? Más de una vez se habrá preguntado ¿vale la pena? Se abandona al Padre con la seguridad de que el Padre no le abandona. Ir hasta el fin, es abandonarse ciegamente en manos del Padre, sabiendo que el Padre no puede fallar. Eso es la Resurrección, la toma de posición del Padre de esa vida.

Podemos darnos cuenta del camino que ha hecho la VR en su esfuerzo de renovarse, de volver a sus fuentes más originales. El cambio desde el Concilio al hoy se nota. Es necesario dar pasos concretos.

El seguimiento nos da referenciales claros y objetivos para caminar. El lugar del seguimiento es la vida. La realidad tiene que ser configurada según el estilo de Cristo. Muchas veces encaramos la realidad haciendo cosas, y no buscando formas nuevas de cómo hacernos presentes. Con eso estamos tocando la misión, que muchas veces reducimos o empobrecemos cuando la limitamos a proyectos que hay que hacer. Recordemos que la primera misión es vivir, estar presentes y configurar la vida y la realidad de otra forma. El seguimiento nos tiene que llevar a descubrir el hecho de que Jesús nos envía a esa realidad para que ella se pueda configurar con los valores del Evangelio.

Darse cuenta de eso es esencial para poder vivir nuestra vida y dejarnos enviar por Jesús a su modo y su estilo. Primero hay que vivir, pero vivimos tan artificialmente nuestra vida

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religiosa que vamos a hacer cosas, eso nos viene del siglo XIX, que empezó a vivir la VR de modo cuantitativo. Éramos geniales, se medía la vida religiosa por sus obras, vocaciones y tomó tal proporción que ya poco importaba el cómo vivía.

Resumiendo: a partir del seguimiento tenemos que aprender que nuestra misión principal es ser servidores de la misión de Jesús. Estar al servicio de la misión de Jesús, eso es lo que nos da la mística de nuestra misión, la raíz de nuestra experiencia de ser enviados por Él y de ahí tiene que derivar nuestra misión. En el fondo es sentirse que Él nos envía para ser lo que Él es. La misión se mide por el estilo de estar al servicio, no de cuánto hacemos.

Jesús es la referencia constante y no el hacer cosas. Si nuestra vida transparenta a Jesús estamos siendo sus servidores.

El reto es poder llegar a una experiencia de Jesús que unifique nuestra vida en todas sus dimensiones, porque ahí se juega nuestra identidad. La vida se hace profecía, signo y expresión de algo, por eso tenemos que estar poseídos por Alguien.