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 El maestro Beltrán fue uno de los miembros más destacados del Taller de la Gráfica Popular (TGP). Su impresionante estilo artístico y sus convicciones políticas lo encumbraron como uno de los autores más memorables en la gráfica nacional. Aun sin ubi- car su autoría, sus dibujos forman parte de las imáge- nes que todos los mexicanos hemos disfrutado en distintos momentos y lugares. Después de José Gua- dalupe Posada, como maestro en el arte de grabado, Beltrán fue uno de los autores más prolíficos, versáti- les y sólidos en las artes plásticas mexicanas del siglo XX. En la ciudad de México, en el barrio bravo de Te- pito, Alberto Beltrán García nació el 22 de mayo de 1923 y no pudo estudiar más allá de la primaria. Con muy poca educación formal, se desarrolló de manera autodidacta, destacando por su facilidad para dibu- jar. A los dieciséis años, esto es en 1939, con tenaci- dad ingresó en la Escuela Libre de Arte y Publicidad –años más tarde sería su direc tor– en la que precis ó sus inquietudes, que posteriormente le llevaron en 1943 a la Escuela Nacional de Artes Plásticas, donde enc ontr ó exc ele ntes mae str os: Carl os Alv arado Lang, quien lo encauzó con firme pulso y sapiencia en el arte del grabado, y Alfredo Zalce, quien en ple- na juventud le descubrió los secretos de la pintura al fresco y de la litografía. Este último lo vinculó al TGP, donde participó durante catorce años. Así, de 1945 a 1959, formó parte del célebre taller, del cual fue presidente en varios períodos y creó lazos muy estrechos con Leopoldo Méndez, Pablo O’Higgins, Adolfo Mexiac, Fanny Rabel, José Chávez Morado, Celia Calderón, Elizabeth Catlett, Andrea Gómez, Mariana Yampolsky, Raúl Anguiano y otros artistas; nada menos que los más activos, comprometidos y radicales de la época. Su paso por este taller lo marca- ría en un estilo en toda su creación artística, para su producción numerosísima de grabados, dibujos y ca- ricaturas con un corte nacionalista y revolucionario. Trabajó como colaborador con cartones de cari- catura política en el  Excélsior,  Novedades,  Diario de la Tarde,  La Prensa  y  El Popular. A inicios de los sesenta ingresó a uno de los rotativos más importan- tes de su época:  El Día, donde figuró como socio fundador, posteriormente como subdirector, y para el día de su fallecimiento ya era presidente de su Consejo Editorial y uno de sus colaboradores más ac- tivos (de acuerdo con su última voluntad, en las ofi- cinas de este diario fueron velados sus restos morta- les). Creó el famoso suplemento cultural de dicho periódico,  El Gal lo Ilu str ado, mismo que dirigió y donde mostró su incansable productividad; sus dibu- jos periodísticos ahora están en las hemerotecas na- cionales como una herencia inmortal. Al final de su productiva y activa existencia, participó en la edi- ción de  Agua-Cero, periódico de la ejemplar y valo - rada Cooperativa Pascual. En sus múltiples grabados, el artista y muy acu- cioso observador que era Beltrán, adentrándose en pueblos de serranías abruptas y en bravas barriadas urbanas, conociendo los humildes trabajos popula- res, relacionándose con la gente y dibujando lo que veía, nos heredó una visión comprometida en cada una de sus muy intensas y artísticas imágenes. Era como un reportero gráfico de primer nivel para co- cultura * Profesor de tiempo completo en la Escuela Nacional de Antropo- logía e Historia (ENAH). Alberto Beltrán,  JOSÉ GENIS* In Memoriam el arte del grabado  al servicio del pueblo  45

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El maestro Beltrán fue uno de los miembros másdestacados del Taller de la Gráfica Popular (TGP).Su impresionante estilo artístico y sus conviccionespolíticas lo encumbraron como uno de los autoresmás memorables en la gráfica nacional. Aun sin ubi-car su autoría, sus dibujos forman parte de las imáge-nes que todos los mexicanos hemos disfrutado endistintos momentos y lugares. Después de José Gua-dalupe Posada, como maestro en el arte de grabado,Beltrán fue uno de los autores más prolíficos, versáti-les y sólidos en las artes plásticas mexicanas del sigloXX.

En la ciudad de México, en el barrio bravo de Te-pito, Alberto Beltrán García nació el 22 de mayo de1923 y no pudo estudiar más allá de la primaria. Conmuy poca educación formal, se desarrolló de maneraautodidacta, destacando por su facilidad para dibu-jar. A los dieciséis años, esto es en 1939, con tenaci-dad ingresó en la Escuela Libre de Arte y Publicidad–años más tarde sería su director– en la que precisósus inquietudes, que posteriormente le llevaron en1943 a la Escuela Nacional de Artes Plásticas, donde

encontró excelentes maestros: Carlos AlvaradoLang, quien lo encauzó con firme pulso y sapienciaen el arte del grabado, y Alfredo Zalce, quien en ple-na juventud le descubrió los secretos de la pinturaal fresco y de la litografía. Este último lo vinculó alTGP, donde participó durante catorce años. Así, de1945 a 1959, formó parte del célebre taller, del cualfue presidente en varios períodos y creó lazos muyestrechos con Leopoldo Méndez, Pablo O’Higgins,

Adolfo Mexiac, Fanny Rabel, José Chávez Morado,Celia Calderón, Elizabeth Catlett, Andrea Gómez,Mariana Yampolsky, Raúl Anguiano y otros artistas;nada menos que los más activos, comprometidos yradicales de la época. Su paso por este taller lo marca-ría en un estilo en toda su creación artística, para suproducción numerosísima de grabados, dibujos y ca-ricaturas con un corte nacionalista y revolucionario.

Trabajó como colaborador con cartones de cari-catura política en el Excélsior, Novedades, Diario dela Tarde, La Prensa y El Popular. A inicios de lossesenta ingresó a uno de los rotativos más importan-tes de su época: El Día, donde figuró como sociofundador, posteriormente como subdirector, y parael día de su fallecimiento ya era presidente de suConsejo Editorial y uno de sus colaboradores más ac-tivos (de acuerdo con su última voluntad, en las ofi-cinas de este diario fueron velados sus restos morta-les). Creó el famoso suplemento cultural de dichoperiódico, El Gallo Ilustrado, mismo que dirigió ydonde mostró su incansable productividad; sus dibu-jos periodísticos ahora están en las hemerotecas na-

cionales como una herencia inmortal. Al final de suproductiva y activa existencia, participó en la edi-ción de Agua-Cero, periódico de la ejemplar y valo-rada Cooperativa Pascual.

En sus múltiples grabados, el artista y muy acu-cioso observador que era Beltrán, adentrándose enpueblos de serranías abruptas y en bravas barriadasurbanas, conociendo los humildes trabajos popula-res, relacionándose con la gente y dibujando lo queveía, nos heredó una visión comprometida en cadauna de sus muy intensas y artísticas imágenes. Eracomo un reportero gráfico de primer nivel para co-

cultura

* Profesor de tiempo completo en la Escuela Nacional de Antropo-logía e Historia (ENAH).

Alberto Beltrán,

 JOSÉ GENIS*

In Memoriam

el arte del grabado al servicio del pueblo 

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nocer a México desde adentro, su visión era auténti-camente popular. No pretendía ensalzar un modoideal de vida, sino presentar una imagen real y vívidade lo que pasaba en el país.

Participó además en campañas de alfabetización,donde ilustró las cartillas de alfabetización en lenguaindígena. Trabajo que, como todos los de su genera-ción, pertenece al universo de símbolos logrados apartir de la codificación de ideales revolucionarios ymatices nacionalistas llevados a iconos como el no-pal, el maguey, el huarache, el machete, el sombrerode palma, el sarape, etc. Este interés por trabajar contantas comunidades étnicas lo llevó a vincularse du-rante varios años al Instituto Nacional Indigenista(cuando Juan Rulfo dirigía la labor editorial del des-aparecido instituto) y a la Dirección General de Arte

Popular de la Secretaría de Educación Pública(SEP), de la cual fue director. En estos trabajos reali-zados para un público rural e infantil, se advierte elgran amor y la inmensa atracción que ese mundoejerció sobre Alberto Beltrán.

Sus imágenes sobre las culturas indígenas, son deuna autenticidad admirable y producto de un cono-cimiento sobre el terreno, en el campo mismo, por loque sus ilustraciones sobre las comunidades indíge-nas son el verídico resultado de sus innumerablesviajes por toda la República. Entre los libros y folle-tos que ilustró para el Instituto Nacional Indigenista,son célebres los grabados para el texto póstumo deRoberto Weitlaner: Relatos, mitos y leyendas de laChinantla (Oaxaca).

En el libro Los mexicanos se pintan solos, con tex-tos de Ricardo Cortés Tamayo e ilustrado por él,tomó nota gráfica de las más variadas situaciones po-pulares mexicanas, escenas citadinas y cotidianas delos años cincuenta y sesenta. La sociedad urbanade la ciudad de México, ahí está retratada con diá-fana veracidad. Beltrán logra con la gestualidad cor-poral y facial de sus personajes comunicar toda una

situación (hasta en los albures), al grado que el es-pectador puede imaginar inclusive los diálogos delos retratados. Es difícil no acompasar mentalmentesus dibujos, tan bellos como realistas, con las cancio-nes de don Salvador “Chava” Flores Rivera, maestrotambién en la descripción de la cultura popularurbana de nuestra bella ciudad de México. El muyconocido (y recomendable) libro Picardía mexicana,de Armando A. Jiménez, certeramente ilustrado porBeltrán, y que tantas ediciones ha tenido, también esun auténtico tratado sobre la cultura popular urbanade nuestro país.

En ediciones como la novela antropológica JuanPérez Jolote, de Ricardo Pozas, de La visión de los ven-cidos, de Miguel León Portilla, en La ruta de HernánCortés, de Fernando Benítez, o en Todo empezó eldomingo, de Elena Poniatowska, por nombrar unoscuantos libros; en realidad, son muchísimos los títu-los magistralmente ilustrados por él. Con su excelen-te serie de grabados artísticos y realistas, auténticospor su fondo, carácter y espontaneidad, que confor-man de hecho la imagen de la identidad mexicana,más que una ilustración al texto, la participacióngráfica del maestro es una coautoría por lo certero dela imagen, con base en un conocimiento profundodel tema tratado.

Recibió el Primer Premio de Carteles de Alfabeti-zación en 1953, el Premio Nacional de Grabado en

1956, el primer premio de grabado en la Bienal Inte-ramericana de Pintura y Grabado en 1958, y fuemiembro fundador de la Academia de Artes en 1966.Por sus comentarios de sucesos de actualidad, en for-ma gráfica bajo la categoría de cartones, recibió elPremio Nacional de Periodismo en 1976. Tercer lu-gar en el Concurso Sátira para La Paz, otorgado porla ex Unión Soviética en 1984, y el Premio Nacionalde Ciencias y Artes en 1985. Desde 1993 fue nom-brado “creador emérito” en el Sistema Nacional deCreadores, de Conaculta. Académicamente, fue de-signado en 1968 miembro de la Academia de Artes yen 1980 integrante del Seminario de Cultura Mexi-cana. Pocos premios para alguien que dedicó cadadía de su vida para testimoniar en imágenes las prolí-ficas culturas de la diversidad mexicana.

También fue muralista y en 1959 Beltrán hizo losproyectos que sirvieron de base para la decoraciónen relieve de la parte superior del Instituto de Neu-mología del Centro Médico Siglo XXI, los cualesfueron realizados en colaboración con Francisco Zú-ñiga. De 1967 es su mural Quetzalcóatl y el hombrehoy, realizado en mosaico, caracoles de mar y cerá-

mica, para el exterior del Museo de Antropología en Jalapa, Veracruz; el cual fue posteriormente trasla-dado al Paseo de los Lagos, en frente del Águila deRectoría de la Universidad Veracruzana, en esa ciu-dad. Dos años después realizó un mural de mosaicoen la bóveda del Museo de la Ciudad de Veracruz

 y, en 1972, un vitral monumental en el edificio delRegistro Civil de ese puerto. En 1988 pintó un muralcon la utilización de acrílicos en la Procuraduría dela ciudad de México.

La amplia cultura histórica de Alberto Beltrán,producto de sus dilatadas lecturas, de su conoci-

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miento de las épocas, de los lugares, costumbres, in-dumentaria y personajes, rigurosamente definidos ycaracterizados con base en una estricta documenta-ción, otorga a su obra un alto valor testimonial, conuna confiabilidad extrema. (Al grado que la tesisdoctoral en historia de Luciano R. Hurtado, “Del ta-ller a las calles”, presentada en la Universidad Autó-noma de Aguascalientes, se sustenta en un célebregrabado del maestro Beltrán sobre el CongresoConstituyente de 1917 en Aguascalientes.)

Como anécdota, durante décadas se exhibió en la

estación del Metro Zócalo, con el crédito de “autoranónimo del siglo pasado”, una reproducción muralde un grabado de Alberto Beltrán, conocido como“Entrada de Benito Juárez a la ciudad de México el15 de julio de 1867”. El grabado que muestra el in-greso del carro presidencial de Benito Juárez a laciudad de México bajo un usual arco alegórico deci-monónico, es una obra magistral, tanto por la imagi-nación prodigiosa del autor, el realismo que priva enla representación de la época, el entorno y los perso-najes, cuanto por la magistral destreza técnica del ar-tista. En vida, el maestro decía: “ojalá fuera yo artista

del siglo pasado, pero no, soy de este siglo [XX]”, enrealidad nunca se preocupó por la desinformación oel reconocimiento de su obra.

Existe incertidumbre sobre la ubicación de la pro-lífica obra de Alberto Beltrán. En el último año de suvida se hicieron tres exposiciones en honor al maes-tro (cuando se sabía que su salud cardiaca estabamuy deteriorada), pero fue difícil reunir material enbuenas condiciones para su exhibición. Tal fue elcaso de la exposición que se hizo en la Casa de laCultura de la Universidad del Estado de México,donde muchas imágenes tuvieron que ser expuestasen fotocopia, pues los valiosos originales se habíanperdido. Lo mismo sucedió para una exposición en elMetro y otra en el Instituto de Geografía e Historia,donde se exhibieron obras en mal estado y mal en-

marcadas. Finalmente, un año después de su deceso,se hizo una breve exposición temporal en el Museode Culturas Populares (en Coyoacán) con más foto-copias y fotografías que con grabados originales (al-gunos forman parte del acervo de dicho museo).

No se sabe a ciencia cierta cuánta obra dejó nidónde está toda. Aunque, hay que decir que ahorasus trabajos se valoran monetariamente en formamuy considerable.

Una parte de su obra, presumiblemente la ma- yor, la donó a la UNAM y esta universidad editóen forma póstuma (2003) el libro Alberto Beltrán,1923-2002. Cronista e ilustrador de México, con uncatálogo de la exposición realizada antes de su dece-so, la más completa que se le ha hecho, para recibirel archivo personal que Beltrán le confirió. El libro seacompaña de cuatro ensayos que sobre su vida yobra escribieron Vicente Quitarte, Ernesto de la To-rre Villar, Silvia González y Elena Poniatowska.

Otra parte importante de su obra debe estar enlos archivos del TGP, así como las placas originalesde sus grabados. El Museo de la Caricatura, en elCentro Histórico de la ciudad de México, también

posee dibujos originales de Beltrán. Habrá que haceruna relación precisa de todas sus obras y su localiza-ción, lo que representa una tarea ardua y compleja.

Años ante de su deceso, en 1971, por una inicia-tiva personal de él, se formó el Centro de Infor-mación y Documentación que desde 2005 lleva sunombre (CID “Alberto Beltrán”), incorporado ini-cialmente a la Dirección General de Arte Popular,antes dependiente de la SEP y ahora se supone quede la maraña burocrática de Sari Bermúdez en Cona-culta, y ubicado a un costado del Museo de CulturasPopulares (en Hidalgo Nº 289, en el centro de Co-

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Ilustración del libro: “Relatos, Mitos y Leyendas de la Chinantla”,editado por el Instituto Nacional Indigenista.

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 yoacán). El CID “Alberto Beltrán” custodia tambiénuna pequeña parte de su obra gráfica, pero principal-mente resguarda una considerable cantidad de testi-monios documentales sobre fiestas populares, cívicas

 y religiosas, danzas, pinturas, arquitectura, descrip-ción de mercados populares, artesanías y culinariapopular, entre otros aspectos antropológicos; cuentacon cinco acervos: fototeca, fonoteca, acervo docu-mental, acervo hemerográfico y biblioteca.

Otro libro colectivo que intenta hacer un balancesobre su obra es Apuntes, retratos y testimonios de unartista inolvidable. Homenaje a Alberto Beltrán, edita-do por la Dirección General de Culturas Populares eIndígenas en 2005, que muestra una visión panorá-mica y sucinta de su obra.

Alberto Beltrán falleció en la ciudad de México,

a consecuencia de un infarto cerebral que se sumó asus males coronarios, el viernes 19 de abril de 2002,a los casi ochenta años de edad. Su valor como lumi-naria artística de la gráfica nacio-nal es indiscutible, aunque aún noha sido apreciado en toda su mag-nitud.

Entre su considerable obra,principalmente cuando participa-ba en el citado TGP a mediadosdel siglo pasado, destacan sus gra-bados que se sostenían sobre laideología en contra el imperialis-mo norteamericano, el nazismo,el fascismo y el franquismo enEspaña; al mismo tiempo, se apoyaban sobre los in-tensos movimientos sociales que vivía México. Para-lelamente a los trabajos del notable grupo del TGP,Beltrán ejecutó grabados para carteles o propagandacultural y política que integran una obra vasta e im-portante. Con una clara ideología nacionalista ycomprometida con las clases populares, sus imágenessobre comunidades indígenas, mítines políticos,

huelgas obreras o movimientos campesinos son, ensu conjunto, una apología a las más justas luchaspolíticas de nuestro país.

Afortunadamente, algunos de los grabados delmaestro beltran (en minúscula y sin acento, comogustaba firmar su obra) se encuentran en la Univer-sidad Obrera de México “Vicente Lombardo Tole-dano” (UOMVLT). Aquí destacaremos el linograba-do, con gran formato y en dos cuerpos, fechadoen 1951, que se encuentra adornando la entradade la biblioteca de la universidad, intitulado “Con-tra la represión”, donde, con gran estética visual, en

la parte superior muestra una colosal y contundentemano que detiene agresivas armas amenazantes con-tra un conjunto de personajes del pueblo llano, ubi-cado en la parte inferior, equilibrando la armoníavisual y el simbolismo del cuadro. Dicho conjuntode personajes sencillos, resguardados en la parte in-ferior de la obra, son reconocibles y aún muy actua-les, como el pueblo que en respuesta a una agresiónse muestra valiente y reclama justicia. En ese con-junto, se destaca la imagen central de una mujer quea la manera tradicional carga a su descendencia conun maternal rebozo. Una imagen simbólica que, aúnhoy, se nos presenta como una contundente reali-dad. Ante un Estado represor, la sociedad civilacompañada simbólicamente por una de las torres denuestra capital metropolitana que, además de man-

tener un equilibrio en los volúmenes del dibujo, indi-ca hacia donde se dirige el grupo, en una apremiantedemanda de respeto político. El cuadro crea en el

espectador un sentimiento de so-lidaridad y de unidad en torno dealtos valores e ideales. Tambiénexiste en la UOM una colecciónde pequeños grabados, con imáge-nes de la memorable trayectoriadel maestro Vicente LombardoToledano, expuestas en la oficinade acceso al Fondo Histórico. Así,la UOMVLT, entre otras obras dearte, es orgullosa custodia de par-te de la importante obra estética y

social de uno de los más importantes artistas del artegráfico mexicano.

Con un muy comprometido mensaje político yademás reconocido mundialmente, Beltrán fue unmaestro en el difícil arte de dibujar y grabar en mate-riales perennes la cruda realidad que, en rápidos ycerteros trazos, mostró la imagen de la convulsiona-da realidad política de su momento. Hay que figurar-

se la destreza del maestro que después de imaginarmentalmente los contornos del dibujo, logró tallarlos bordes exactos con una navaja o gurbia que re-calcaba los diseños originales y, en ocasiones, anteun material sin dibujo previo grabó una imagen efí-mera. Un cartel condenado a ser arrancado en lalimpieza cotidiana de las paredes o postes, donde porun breve pero intenso momento el pueblo, como es-pectador, vio esta obra y pensó en la necesidad deluchar por un cambio social, motivado también porlas imágenes exactas y enérgicas: el grabado al servi-cio de pueblo. <