5-EMILIO A. MOREL (1884-1958)

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EMILIO A. MOREL (1884-1958) Aunque no fue un modernista decidido, en su obra principal, «San Francisco de Asís entre los pájaros» parece seguir el modelo de Rubén Darío, quien popularizó en «Los motivos del lobo» toda una tradición de poemas narrativos alrededor de la figura del santo de Asís. Pero lo que en Darío fue policromía verbal y minucioso desarrollo de la fábula, una sanguina de tonos medievales, en el poeta dominicano, más modesto en sus alcances, se advierte una tersura lírica, la simplicidad de un dibujo renacentista apenas sombreado por el lápiz. La historia, además de simple, es conmovedora. Aquí el lobo de Gubia queda transformado en una pobre avecilla herida, compañera de las meditaciones del santo. El mayor triunfo de Morel en esta hermosa obra de nuestro parnaso estriba, pues, en la precisión del trazo y en haber eludido la trampa verbalista. Tal perfección sorprende, ya que ni antes ni después alcanzaría Morel una altura semejante. Paralelamente a esta obra encontramos fábulas, sonetos de tipo criollista cuyo exponente principal es «Dominicano libre», y otros poemas breves. Su obra estuvo proscrita de nuestras antologías durante la Era de Trujillo por haber roto en sus últimos años con la dictadura. Nació en El Seibo, el 28 de abril de 1884. Desempeñó posiciones importantes en la administración pública. Representó al país con cargos diplomáticos en España y Portugal. Además de poeta fue autor teatral de éxito. Murió en Nueva York el 6 de enero de 1958. OBRAS PUBLICADAS: Lucérnulas (1911), Puñado de cimientes (1915), Romance heroico (1916), Alas rotas (1925), Desde mi sector (1936); En voz alta (1936), Pequeños poemas (1937), Elementos de aportación para una historia de la política dominicana (1939), Armas dominicanas (1939), Algunos aspectos de la obra administrativa del Presidente Trujillo. SAN FRANCISCO DE ASÍS ENTRE LOS PÁJAROS I San Francisco de Asís erraba un día por remotos parajes, preguntando a cuanto ser veía si lo acosaba el hambre, si quería pan del pan que su mano iba dejando a la miseria cruda y sin abrigo: pan de resignación y pan de trigo.

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EMILIO A. MOREL (1884-1958)

    Aunque no fue un modernista decidido, en su obra principal, «San Francisco de Asís entre los pájaros» parece seguir el modelo de Rubén Darío, quien popularizó en «Los motivos del lobo» toda una tradición de poemas narrativos alrededor de la figura del santo de Asís. Pero lo que en Darío fue policromía verbal y minucioso desarrollo de la fábula, una sanguina de tonos medievales, en el poeta dominicano, más modesto en sus alcances, se advierte una tersura lírica, la simplicidad de un dibujo renacentista apenas sombreado por el lápiz. La historia, además de simple, es conmovedora. Aquí el lobo de Gubia queda transformado en una pobre avecilla herida, compañera de las meditaciones del santo. El mayor triunfo de Morel en esta hermosa obra de nuestro parnaso estriba, pues, en la precisión del trazo y en haber eludido la trampa verbalista. Tal perfección sorprende, ya que ni antes ni después alcanzaría Morel una altura semejante.

    Paralelamente a esta obra encontramos fábulas, sonetos de tipo criollista cuyo exponente principal es «Dominicano libre», y otros poemas breves. Su obra estuvo proscrita de nuestras antologías durante la Era de Trujillo por haber roto en sus últimos años con la dictadura. Nació en El Seibo, el 28 de abril de 1884. Desempeñó posiciones importantes en la administración pública. Representó al país con cargos diplomáticos en España y Portugal. Además de poeta fue autor teatral de éxito. Murió en Nueva York el 6 de enero de 1958. 

OBRAS PUBLICADAS:

    Lucérnulas (1911), Puñado de cimientes (1915), Romance heroico (1916), Alas rotas (1925), Desde mi sector (1936); En voz alta (1936), Pequeños poemas (1937), Elementos de aportación para una historia de la política dominicana (1939), Armas dominicanas (1939), Algunos aspectos de la obra administrativa del Presidente Trujillo. 

 

SAN FRANCISCO DE ASÍS ENTRE LOS PÁJAROS 

      San Francisco de Asís erraba un día

por remotos parajes, preguntando

a cuanto ser veía

si lo acosaba el hambre, si quería

pan del pan que su mano iba dejando

a la miseria cruda y sin abrigo:

pan de resignación y pan de trigo. 

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      San Francisco de Asís buscaba un día

vidas atormentadas

por el dolor, cuando en el seno agreste

y hojoso de la Umbría

encontró la piedad de sus miradas

a un ruiseñor que estaba en la agonía.

-Hermano Ruiseñor... -exclamó el Santo,

con los brazos en cruz- hermano mío,

dime si tu quebranto

lo concibió la voluntad del cielo,

o si fue la del suelo

para secar las fuentes de tu canto. 

      El ruiseñor no contestó. La suave

bondad del Santo se inclinó hacia el ave

para decirle: -Hermano,

ven a mi soledad hasta que vuelva

la salud a tus carnes;

allí no encontrarás florida selva

ni paraje florido,

sino el crudo rigor de los veranos:

mas, para darte la ilusión de un nido

fresco y amable, te daré mis manos. 

      Y San Francisco se llevó consigo

al ruiseñor enfermo. Y fue tan dulce

el amoroso abrigo,

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y tan hijo del cielo

el infinito celo

que el ave halló en el corazón del Santo,

que a poco tiempo levantaron, juntos,

una oración el uno: el otro un canto. 

II 

      Enfermo y solo...Lejos de la gente,

que ignoraba su mal, pensaba el Santo

en que ya la Implacable

rondaba ansiosamente

la tosca celda en que la limpia fuente

de su misericordia inagotable

cantaba el bien, tan armoniosamente. 

      Y dijo al ruiseñor: -Mi buen hermano,

muy pronto a mí me faltará el aliento,

y a ti la débil mano

que te busca el sustento;

vuélvete, pues, al bosque y que te ayude

la mansa diestra del hermano Viento. 

      Y así dijo a los otros

pájaros: -Vuestro nido

os espera, volved a vuestro prado;

y si encontráis que ha sido destrozado

vuestro hogar venturoso, como he sido

yo para con vosotros, sed vosotros

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con el que hubiere roto vuestro nido. 

      ¿No sabéis que se encuentra

la hermana Muerte en el umbral, queriendo

que mi conformidad le diga: entra? 

      Y gimió el desconsuelo

del ruiseñor: -¡Oh, déjame a tu lado

para verte cruzar, transfigurado,

los caminos del cielo! 

      La turba alada dijo entonces: -¡Falta

que nos enseñes la virtud más alta,

la de morir sonriendo!

Y cuando hablaron todos de tal suerte,

San Francisco de Asís sonrió, diciendo:

-Entrad, hermana Muerte...

 

DOMINICANO LIBRE 

      Cuando llega el domingo, en la mañana,

ensillo el potro rucio de más brío;

cojo un gallo, concierto un desafío

y marcho a la gallera más cercana. 

      Cruzo, haciendo disparos, la sabana;

me detengo en algún que otro bohío,

y dando vivas al caudillo mío

me tomo cuatro veces la «mañana». 

      Dos cosas me subyugan: la «morena»

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con que paso las noches en la «plena»

y hace que el alma de entusiasmo vibre; 

      y la voz legendaria y palpitante

que responde al «quién vive» interrogante,

llena de fe: ¡dominicano libre!