4 BIOÉTICA VERDADES Y MENTIRAS - GILBERTO CELY GALINDO

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1 LOS ALIMENTOS TRANSGÉNICOS EN UN MUNDO DE INCERTIDUMBRES MORALES Gilberto Cely Galindo 1 Resumen: En el presente ensayo se estudian algunos de los aspectos filosóficos relacionados con la antropología cultural y la Bioética, en la así llamada “Sociedad del Conocimiento” contemporánea, tomándose como coyuntura de análisis la incidencia de los alimentos transgénicos, en el horizonte de las biotecnologías, que invaden hoy con carácter mercantil el fenómeno de lo viviente. El mercado capitalista modifica, patenta y vende sin piedad materiales biológicos de todo tipo, sin reparar en partes del cuerpo humano, a los cuales también da valor agregado. La incertidumbre moral, que lo es también cultural, es factor dominante en dicho horizonte y se constituye en instancia necesaria de reflexión. Cuando se trata de dubitación moral ocasionada por amenaza severa de las tecnociencias a la viabilidad de la vida humana y de todo tipo de vida sobre el planeta Tierra, surge la Bioética como interdisciplina que reclama cordura sapiencial a favor de una nueva cultura de la vida de cara al futuro, para lo cual es necesario articular armónica y proactivamente el desarrollo de las ciencias con las humanidades. Palabras clave: Bioética, incertidumbre moral, biotecnologías, alimentos transgénicos. Abstract: 1 Gilberto Cely Galindo es profesor de Bioética y Decano del Medio Universitario de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas, en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Autor de veinte libros y de 38 artículos sobre temas diversos de Bioética.

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LOS ALIMENTOS TRANSGÉNICOS EN UN MUNDO

DE INCERTIDUMBRES MORALES

Gilberto Cely Galindo1

Resumen:

En el presente ensayo se estudian algunos de los aspectos filosóficos relacionados con la antropología cultural y la Bioética, en la así llamada “Sociedad del Conocimiento” contemporánea, tomándose como coyuntura de análisis la incidencia de los alimentos transgénicos, en el horizonte de las biotecnologías, que invaden hoy con carácter mercantil el fenómeno de lo viviente. El mercado capitalista modifica, patenta y vende sin piedad materiales biológicos de todo tipo, sin reparar en partes del cuerpo humano, a los cuales también da valor agregado. La incertidumbre moral, que lo es también cultural, es factor dominante en dicho horizonte y se constituye en instancia necesaria de reflexión. Cuando se trata de dubitación moral ocasionada por amenaza severa de las tecnociencias a la viabilidad de la vida humana y de todo tipo de vida sobre el planeta Tierra, surge la Bioética como interdisciplina que reclama cordura sapiencial a favor de una nueva cultura de la vida de cara al futuro, para lo cual es necesario articular armónica y proactivamente el desarrollo de las ciencias con las humanidades.

Palabras clave: Bioética, incertidumbre moral, biotecnologías, alimentos transgénicos.

Abstract:

Some philosophical aspects related to Bioethics and Cultural Anthropology in the contemporaneous “Society of Knowledgement” are studied in this essay. We have taken as a turning point for analysis, the incidence of transgenic food in the horizon of the biotechnologies which are invading today with commercial interests, the entire living phenomenon. The capitalist market modifies, patents and sells without mercy, biological materials of all kinds making no discrimination with regards to human organs, to which they also give an added value. Moral uncertainty is the dominant factor in that horizon and it constitutes a necessary point of reflection. Bioethics rises as an interdisciplinary activity, which favors a kind of prudential wisdom in pursues of a new life style that faces the future. In order to do this, it is necessary to articulate a new culture of life that would make it possible for the sciences and the humanities to exist in harmony.

Keywords: Bioethics, moral uncertainty, biotechnologies, transgenic foot.

Acerca de las decisiones morales en tiempo de incertidumbre

1 Gilberto Cely Galindo es profesor de Bioética y Decano del Medio Universitario de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas, en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Autor de veinte libros y de 38 artículos sobre temas diversos de Bioética.

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Los tiempos actuales están marcados por incertidumbre moral. Escasean las certezas que anteriormente nos permitían asegurar como “absolutamente” correctas las decisiones morales que deberíamos tomar. Lo único absoluto ahora es que ya no existe doctrina ética alguna con pretensión de absolutez, para llevarnos a puerto seguro a través de las aguas turbulentas de la sociedad contemporánea en continuo cambio. La civilización actual de la tecnociencia ha ocasionado el naufragio de las certezas morales sobre las que se apoyaban las religiones históricas y las grandes culturas, las cuales tienen ahora la sensación de navegar a la deriva y las acosa la tentación de recuperar las riendas de antaño, acudiendo a todo tipo de integrismos, fundamentalismos, fanatismos, esoterismos y también desesperanzas.

Todo cambia y aceleradamente. Todo fluye, hasta los genes, según los datos de la genética moderna, porque no de otra manera se puede explicar la existencia de la selección natural y la megadiversidad biológica.2 La naturaleza ha tenido el encargo de que las cosas sean así. Cada organismo3 tiene su propio borde que lo relaciona aleatoriamente con el entorno, lo que equivale a su propio caos,4 a través del cual alimenta su autoorganización y mantiene

2 “La diversidad biológica se define como la variabilidad total dentro de una especie de organismos vivos y sus hábitats así como entre ellas. En consecuencia, un centro de diversidad biológica se define como la región geográfica en la cual se encuentra la mayor variabilidad de una especie dada. Puesto que el término ‘especies’ incluye las variedades altamente domesticadas, los cultivares desarrollados por los agricultores (por ejemplo, las variedades locales adaptadas), las líneas seleccionadas y los parientes silvestres no cultivados, suele ser difícil trazar una línea divisoria entre las especies cultivadas y sus parientes silvestres así como entre el área cultivada y la silvestre. Además, en el garbanzo, el frijol común, el maíz, la papa, el arroz y otros cultivos se observa un ‘complejo cultivo-maleza-pariente-silvestre’, que se caracteriza por un intercambio continuo de material genético (flujo genético) entre las formas silvestres y las cultivadas. En el hemisferio norte el flujo de genes puede ser considerado como un evento comparativamente raro porque solo excepcionalmente existen parientes silvestres de los cultivos. Sin embargo, los centros de diversidad biológica, instalados principalmente en países en desarrollo, brindan condiciones excelentes para promover este flujo de material genético”. André de KATHEN, El Impacto de la Introducción de Cultivos Transgénicos en la Diversidad Biológica de los Países en Desarrollo, en Monitor de Biotecnología y Desarrollo, compendio 1995-1997, p. 24-29, http: //www.southernvoices.nl/La diversidad biológica evoluciona continuamente y debe considerarse como un proceso sumamente dinámico. También es una fuente de material genético para mejorar la producción agrícola al aportar variedades superiores de cultivos, mediante el mejoramiento convencional y la ingeniería genética.3 “Los organismos son sistemas abiertos al intercambio de energía y materia con su entorno, no están separados de su medio ambiente. Por tanto, están sujetos a las fluctuaciones de energía que actúan sobre su equilibrio interno generando inestabilidad, de lo que resultan cambios impredecibles, no sujetos a la causalidad lineal. Se presenta el proceso de autoorganización y las ‘estructuras disipativas’ que generan orden a partir de la entropía del entorno. (Andrade E., Los Demonios de Darwin, Semiótica y condición biológicas, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 200, p. 59)”. ESCOBAR TRIANA, Jaime, “Comprensión sistémica de la Salud y Calidad de Vida”, en Bioética y Calidad de Vida, Colección Bíos y Éthos, Ediciones El Bosque, Universidad El Bosque, Bogotá, 2000, p. 59.4 “En la teoría del caos se distingue la ‘estructura’ de un organismo y su ‘organización’. Esta teoría dice que los sistemas tienden a autooganizarse preservando un equilibrio interno. La ‘organización’ de los sistemas vivos no se da en sus componentes particulares sino fundamentalmente en el sistema de relaciones de retroalimentación. ‘Mientras la antigua perspectiva mecanicista enfocaba su objetivo sobre los componentes físicos y sus relaciones mecánicas, la nueva perspectiva se concentra en los procesos dinámicos, en el movimiento y en el flujo’. (J. Briggs y F. D. Peat, Las Siete Leyes del Caos. Las ventajas de una Vida Caótica , Grijaldo, Barcelona, 1999, p. 220)”. ESCOBAR TRIANA, Jaime, “Comprensión sistémica de la Salud y Calidad de Vida”, en Bioética y Calidad de Vida, op. cit., p. 61. Hablamos de caos cuando varios elementos interactúan y se produce una acción determinativa que no puede predecir su resultado. Y hablamos de azar cuando no hay ninguna acción predeterminativa que pueda predecir resultados de la interacción de varios elementos.

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alerta sus estructuras disipativas que le otorgan aprendizaje de las experiencias, capacidad de cambio adaptativo y emergencias hacia condiciones de mayor complejidad biológica y comportamental. El proceso evolutivo siempre apunta hacia la novedad, porque es creativo a la vez que aleatorio, y autoorganizativo a la vez que selectivo.

En consecuencia, lo único permanente es el cambio, a la mejor manera de la propuesta filosófica de Heráclito, no muy tenida en cuenta por la filosofía y la teología moral dominantes en Occidente durante centurias, hasta el advenimiento de la Modernidad con la filosofía positivista instaurada por Francis Bacon que dio origen al desarrollo de las ciencias y las tecnologías. Hoy estamos a merced de estas últimas convertidas en una sola

Durante todo el proceso embriológico hay múltiples interacciones entre moléculas. Esas múltiples interacciones entre moléculas, cuanto mayor es el número de interacciones (realmente interacciones, no aditivas, sino interacciones de las cuales emergen novedades con carácter informativo), cuanto más sea el número de esas interacciones, el proceso está más definido de forma determinativa, en el sentido de que el zigoto de un perro como especie, no va dar lugar a un gato; dará lugar a un perro.

Pero puede ser que no de lugar a nada, porque es tan indeterminado el proceso, que aunque esté determinativo hacia que dé perro puede ser que en el proceso se interrumpa por múltiples interacciones y aborte el proceso.

Ahora bien, si no aborta el proceso, si va a dar lugar a un proceso determinativo, es decir, “perro”, yo no puedo definir de ninguna forma cómo va a ser el sistema cerebral del perro, cómo van a ser las circunvoluciones del cerebro. Por qué? Pues porque se produce un fenómeno caótico, que no significa azaroso, sino determinativo, de tal forma que se forma un cerebro de perro, y eso es caos.

Si no se producen interacciones, sino que las moléculas están actuando de forma “Brauniana”, entonces se produce azar. Están actuando ahí, de forma que no pueden o sí pueden, y entonces puede ser que de lugar a un perro. Pero lo más probable, con una probabilidad absolutamente supina, es que no dé lugar a nada, porque no hay interacción sino adición, y entonces se produce un fenómeno azaroso que no tiene ninguna determinación, lo cual no quiere decir determinista. Determinación no quiere decir determinista, porque el fenómeno determinista lo que quiere decir es que va a dar lugar a “eso”, “necesariamente a eso”.

En el fenómeno caótico no hay determinación sino la distinción que se hace entre “determinista necesario” y “determinativo”, es decir, no dará lugar nunca a un hombre un zigoto de perro, ni a un gato, ni a una mosca. O da lugar a un perro o no da lugar a nada. Porque las interacciones están de alguna forma entrerrelacionadas o definidas para que se dé la interacción o no se dé la interacción.Remito al lector que desee saber más sobre sistemas biológicos complejos, fractales y teoría de caos, al artículo de FARBIARZ, Jorge, y ALVAREZ, Diego Luis, “Complejidad, Caos y Sistemas Biológicos”, en Medicina, Revista de la Academia Nacional de Medicina de Colombia, Vol. 22, No. 1 (52), Abril de 2000, p.8-13. Del artículo de los autores anteriores destaco lo siguiente: Los organismos vivos son sistemas dinámicos complejos, para cuya comprensión no son aptos los modelos matemáticos lineales. Las teorías de Caos y de Fractales nos permiten entender mejor el comportamiento de los sistemas dinámicos complejos. “El caos no significa desorden absoluto, significa un comportamiento regido por factores determinísticos, pero con un nivel significativo de incertidumbre en una evolución de su comportamiento”. “Según B. Mandelbrot, se denomina fractal a aquel objeto o estructura que consta de fragmentos de orientación y tamaño variable pero de aspecto similar (Grassberger and Procaccia, 1983, Goldberger, 1991). La teoría fractal es por lo tanto, una herramienta válida y útil para el estudio de fenómenos dinámicos en el cuerpo humano, y permite una aproximación más acorde con la complejidad y la no linealidad de dichos procesos. (H. P. Koch, 1993)”.Cuando hablamos de equilibrio o desequilibrio dinámico en organismos vivientes debemos referirnos necesariamente al fenómeno de la homeostasis. Vale anotar que cuanto más cercano esté el organismo al equilibrio, más próximo se encuentra de su propia muerte. En este momento, supuestamente considerado como equilibrio, es cuando la muerte constituye la máxima evidencia de la entropía, puesto que se desordena lo que había ido ordenándose como complejidad creciente. Pero este “desorden”, muy próximo a una de las connotaciones del “caos”, puede dar lugar a realimentar cibernéticamente nuevos procesos de organización orgánica. En este sentido, podríamos afirmar que el caos es principio generador de novedades singulares y

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realidad, las tecnociencias, que jalonan con el nombre de “Sociedad del conocimiento” los procesos actuales de desarrollo, impactando el modo de pensarse el ser humano, construir una cosmovisión de lo provisorio y transitivo, vivir la vida y proyectar su futuro cargado de incertidumbres sobre los derechos de las generaciones venideras y el hábitat. Las tecnociencias, y entre ellas las biotecnologías, nos ubican en el torbellino de las inseguridades morales, que son también culturales, por los cambios vertiginosos que producen en el mundo de la vida humana y del planeta.

Nos resistimos al cambio porque nos trae inseguridad, riesgo, temores, ansiedad y posibles frustraciones por exposición a lo ignoto. Le tememos al cambio por el componente caótico y azaroso que comporta, por el borde inestable de una situación conocida y la nueva por conocer, y nos cuesta dificultad entender que el nuevo orden surge del caos. Más aún, nos aterra pensar que somos caos y que el caos es un tipo de orden en transición. Nos sumimos en incertidumbre acerca de lo que nos pueda suceder y para lo cual no sentimos que estemos preparados, puesto que nuestras estructuras morales han tenido demasiada influencia filosófica de Parménides en la configuración de jerarquías de valores morales con pretensión de permanencia e inmutabilidad en razón de un ficto ontológico, siendo los valores morales no otra cosa que constructos sociales con los cuales la comunidad se autoconstruye y evoluciona, a la vez que los valores evolucionan también con la evolución histórica de la comunidad que los origina en procesos adaptativos de supervivencia.

A favor de los cambios acelerados y turbulentos viene el desarrollo vertiginoso de la tecnociencia que corre cada vez más las fronteras del conocimiento codificado como información útil que da vida a los cambios y vive de ellos, generando así la “Sociedad del Conocimiento”, también llamada “Sociedad del Riesgo”. Esta sociedad construye su propia cosmovisión, su mundo simbólico, a modo de entramado de conocimientos teórico-prácticos, técnicos y artísticos con los que resuelve sus problemas en búsqueda de libertad y autonomía, como de vida buena para todos.

La cosmovisión del hombre actual es antropocéntrica, empotrada en el desarrollo del conocimiento, confiada completamente a la razón ilustrada de raigambre científico-técnica, a la cual juega su suerte presente y futura. Con la tecnociencia, el hombre desencantó la naturaleza y las divinidades arcaicas, robándoles sus misterios y el poder manipulador que tenían sobre la especie homo. Ahora es homo sapiens. Señor de sí mismo. Constructor de su propia historia. Pero… ¿es realmente sabio para orientar correctamente su vida presente y avizorar los derechos de las generaciones futuras en comunión ecológica? Conocimiento no es igual a sabiduría. Tendremos que apostarle a devenir homo sapiens sapiens. Para que el segundo sapiens sea la sabiduría que oriente correctamente el conocimiento racional que da lugar a la tecnociencia y que está representado en el primer sapiens.

dinamizador de la complejidad. Siguiendo el pensamiento de Ilya Prigogine (1998), por la auto-organización interna, los seres vivos apropian estructuras disipativas de la entropía, lo cual sugiere la teoría de la neguentropía y la sintropía.

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Glosando un poco a Jeremy Rifkin, diríamos que “Hoy, ‘tener conocimientos’ y ‘estar informado’ han venido a significar prácticamente lo mismo. Esta es una revolución en la historia de la conciencia. Al cambiar el significado del conocimiento de manera que ‘saber’ sea equivalente a ‘estar informado’ lo saturamos de transitoriedad, de tiempo banal, de circunstancialidad, de aconteceres episódicos que transcurren tan aceleradamente que se hace difícil una justa valoración moral de los mismos y queda la impresión de que todo vale igual o que no vale la pena preocuparse por lo transitorio. Más aún, se va abriendo paso hacer la diferencia entre “preocuparse” por algo y “ocuparse” de algo, lo que desde el punto de vista moral nos alivia de sentimientos de culpa por apertura y laxitud de conciencia. La vida va apareciendo menos seria y más lúdica, menos dolorosa y más hedonista, menos realista y más virtual. Es así como ‘estar informado’ significa ser consciente de unas circunstancias cambiantes. Estar informado requiere una actualización constante. Es un proceso en marcha de anticipación y acomodación a los cambios que se producen en el entorno. Tener conocimientos hoy es captar continuamente los cambios que se suceden alrededor de nosotros y poder adaptarse a ellos como corresponda. El conocimiento, en el nuevo orden de cosas, no se ve ya como un descubrimiento de hechos sino más bien como un proceso creativo en marcha”.5

Jeremy Rifkin concluye su libro “El siglo de la biotecnología” diciendo: “La revolución biotecnológica influirá en todos los ámbitos de nuestras vidas. Qué comemos; con quién salimos y nos casamos; cómo tenemos a nuestros hijos; cómo se los cría y educa; en qué trabajamos; cómo participamos políticamente; cómo expresamos nuestra fe; cómo percibimos el mundo que nos rodea y el lugar que ocupamos en él: las nuevas técnicas del siglo de la biotecnología afectarán a todas nuestras realidades, individuales o compartidas. Qué duda cabe que técnicas tan personales merecen que el público en general hable y debata de ellas antes de que se conviertan en parte de nuestras vidas diarias. La revolución biotecnológica nos obligará a todos a poner un espejo ante los valores que más apreciamos, y a ponderar la pregunta final sobre el fin y el significado de la existencia. Puede que esta sea la contribución más importante de esa revolución. El resto es cosa nuestra”.6

En esta perspectiva de cambios profundos en la manera de sentir, de pensar y de experimentar la vida, la incertidumbre moral es una constante que desinstala todas nuestras habituales seguridades ante el “nacimiento de un mundo feliz” prometido subrepticiamente por las biotecnologías. Pero, al convertirse la incertidumbre en una constante, ésta termina por ser un nuevo tipo de certeza con la cual tendremos que convivir: la inseguridad se torna entonces en una especie de seguridad y el riesgo en un estilo de vida que trae consigo nuevas oportunidades, superiores ellas a las posibles pérdidas. Así es como se organiza la vida natural, a través de constantes desorganizaciones porque la vida no es estática sino que

5 RIFKIN, Jeremy, El siglo de la biotecnología. El comercio genético y el nacimiento de un mundo feliz, Ed. Crítica/Marcombo, Barcelona, 1998, p. 206. Nota bene: he tomado la libertad de glosar un poco el texto citado, sin hacer distinción de lo mío, por lo cual presento excusas al autor y al lector.

6 RIFKIN, Jeremy, o. c., p. 221.

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deviene y permanece siempre inacabada e indeterminada,7 de lo cual sabe muy bien la bioingeniería y a eso aplica sus esfuerzos economizando tiempo y azar a los procesos evolutivos naturales. “La vida es una clase de comportamiento, no una clase de materia y en cuanto tal, está constituida por comportamientos más elementales, no por materiales más simples”.8

Los alimentos transgénicos OMGs. Verdades y mentiras

Los alimentos vegetales y animales transgénicos y sus derivados constituyen una de las líneas de fuerza más poderosa de las ofertas biotecnológicas contemporáneas, puesto que la nutrición está en la base misma de nuestras necesidades primarias y urgentes de supervivencia. Los transgénicos vegetales ya penetran ellos mismos, o sus derivados, a nuestras dietas alimenticias sin ninguna advertencia a los consumidores, pues sus productores y comerciantes presumen que dichos alimentos van con la lógica de la vida y por eso se niegan a etiquetarlos como OMGs en los supermercados. Presumen también que es la manera inteligente de resolver problemas urgentes de hambre, de desnutrición, de mala distribución mundial de alimentos y de ayudarle a la naturaleza a obviar sus precariedades propias y las causadas por errores humanos. En otras palabras, es la contribución que los hombres e instituciones que están detrás de las biotecnologías supuestamente prestan al bien de la humanidad y de la naturaleza. ¿Qué hay de verdades y mentiras acerca de los OMGs?

Los transgénicos, aquellos organismos a los cuales se les ha transferido un gen extraño a su carga genética, se han convertido en un tesoro muy apreciado por las ciencias biológicas y en un potencial científico comercial de proporciones incalculables. La economía de las grandes multinacionales que los producen apuestan con ellos su futuro, además de que ellas mismas fabrican y venden los agroquímicos. La Organización Mundial del Comercio OMC está mediando los intereses de dichas multinacionales. Los OMGs se utilizan en biomedicina, en industria, en biorremediación, en agricultura y en productos alimenticios para animales y humanos.

Lo que se propone la ingeniería genética es hacer variedades promisorias de plantas, animales y microorganismos útiles en alimentación, industria y biomedicina. Además, hacerlas resistentes a plagas y enfermedades, a malos climas y adaptables a otras terrazas térmicas.

7 E. EMMECHE, The Garden in the Machine. The Emerging Science of Artificial Life, Princeton University Press, 1994, p. 378 C. LANGTON, (ed.), Artificial Life (Santa Fe Institute Studies in the Sciences of Complexity, 6: Proceedings of the Interdisciplinary Workshop on the Synthesis and Simulation of Living Systems held September 1987, Los Alamos), Redwood City, California, Addison-Wesley, 1989, p. 53.

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Entre la agricultura, la medicina veterinaria y la zootecnia existen relaciones inextricables. En lo que más se ha trabajado es en hormonas de crecimiento para acelerar e incrementar la conversión de biomasa y aumentar la oferta cárnica en los supermercados. ¿Estas hormonas aplicadas a los animales tendrán efectos nocivos en la salud humana? En cuanto a mejoramiento de razas, el área de inseminación artificial ha involucrado esfuerzos muy grandes de ingeniería genética. Variedades de peces han sido manipulados en su genoma para obtener un crecimiento precoz e introducir su carne al consumo humano con mayores rendimientos económicos, como es el caso del salmón desarrollado por A/F Protein, en Massachussets. A vacas y ovejas se les han introducido genes humanos para hacer que su leche beneficie a personas que tienen problemas con la lactosa. ¿Los antibióticos aplicados a los animales, tendrán consecuencias en el consumo humano? También se suele utilizar, en algunos casos, antibióticos como marcadores de genes transferidos para identificarlos en la planta receptora. Con respecto a los xenotrasplantes, se ha descubierto que el cerdo tiene órganos muy similares a los nuestros, razón por la cual se le va a convertir en una fábrica de órganos para trasplantes a seres humanos. Se prevé que basta con incorporarle al cerdo algunos genes específicos de la persona que necesita el trasplante para que no haya problema de rechazo inmunológico, como también habría que evitar que las enfermedades propias del cerdo sean transmitidas a los humanos en los órganos trasplantados.

A nivel mundial se comercializan unas 20 plantas modificadas genéticamente para uso alimenticio humano y de animales, en 27 países. Hay otras 35 plantas en proceso de desarrollo o en fase experimental en campo. Ya se cultivan en el mundo unas 140 millones de hectáreas con plantas transgénicas, en su mayoría alimenticias, a pesar del rechazo a la introducción y al consumo de dichos productos en la Comunidad Europea, en Brasil y en otros países. En Colombia tenemos ofertas de introducir semillas genéticamente modificadas para su cultivo industrial: algodón, arroz, soya, maíz, claveles y otras más.

Los supermercados ya están inundados de subproductos o derivados de plantas transgénicas, formando parte de galletería, grasas, aceites, salsas, sopas, chocolates, bebidas, etc. Un tomate transgénico de larga vida, por ejemplo, desarrollado por el profesor Don Grierson y comercializado como salsa por AstraZenec, no ha gozado de mucha aceptación por los consumidores y ha tenido problemas comerciales.

Ante la ausencia de adecuadas y oportunas legislaciones internacionales y nacionales, se teme que las empresas transnacionales puedan utilizar los países en desarrollo como lugares de prueba de los OMGs. También es muy difícil que los consumidores puedan saber qué productos contienen OMGs o derivados de OMGs, pues no los venden etiquetados como tales para poder elegirlos libremente en su dieta. Por otra parte, los alimentos transgénicos van a la zaga de las aprobaciones pertinentes de la OMS, de la FAO, de la Convención Internacional de Protección Fitosanitaria (CIPF), de la Comisión del Codex Alimentarius, del reconocimiento por parte de la OMC y de las legislaciones nacionales.

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Los alimentos transgénicos son mirados con no poco recelo por ambientalistas, comunidades campesinas, etnias, estudiosos de la ética, algunos politólogos, ciertas ONGs, gremios productores y comerciantes de alimentos, medios de comunicación social, gentes comunes de la calle que se preocupan por consumir una dieta limpia y la gran mayoría de los países en desarrollo. Mientras una gran masa de población no se entera ni se preocupa de revisar las etiquetas de los alimentos, existe un creciente número de consumidores de clase media y alta que exige el derecho a ser bien informado y a elegir libremente los productos de la canasta familiar.

Los expertos en estudios ambientales piensan que los microorganismos, semillas y animales transgénicos que sean liberados al ambiente entrarán en competencia con los endógenos, especialmente en países de alta biodiversidad, sin poderse predecir con exactitud si para bien o para mal, y sin poder tampoco establecer a priori mecanismos de control. Tan es así que, las empresas multinacionales que fabrican y comercializan los transgénicos, además de negarse a etiquetarlos como tales, no asumen responsabilidad alguna de lo que pueda suceder a futuro con sus productos en el ambiente, en la salud humana y en la organización económica de las comunidades locales, especialmente de los países en desarrollo. Campesinos pobres, etnias y pequeños terratenientes entran a padecer mayor marginalidad cuando sus semillas ya no pueden competir con las transgénicas y grandes empresas agrícolas se convierten en monopolios y monocultivadores en gigantescas extensiones de terrenos. Además de causar la ruina económica de estas poblaciones, también causan ruina ecológica por pérdida de diversidad biológica.

Por otra parte, la Sociedad Internacional Protectora de Animales no muestra satisfacción con la producción cada vez mayor de animales transgénicos y muchos de ellos para uso experimental en laboratorios biotecnológicos, como es el caso del “oncorratón”, a sabiendas de que a dichas criaturas se les modifica desfavorablemente para hacerlas vulnerables a las acciones patógenas que se quieren estudiar.

Se dice que la ingeniería genética ha venido en auxilio a los nobles propósitos de producir más y mejores alimentos propuestos por la Revolución verde, como también a sanar las heridas que ésta ha dejado en la naturaleza y en el ser humano. Los alimentos transgénicos son una parte de dichos auxilios. A partir de los años cincuenta, el debate sobre escasez de alimentos se centró en las promesas de la llamada Revolución verde, a la cual nos comprometimos sin mayor previsión ética sobre las consecuencias nefastas del uso de abonos, herbicidas e insecticidas químicos en la producción agrícola industrial. Cincuenta años después, estamos cayendo en cuenta de los daños severos que hemos causado al ambiente y a la salud humana en razón de la Revolución verde: deterioro de la calidad de los suelos por erosión y desequilibrio químico, acidificación, desertización, pérdida de millones de hectáreas forestales, disminución y contaminación de las aguas dulces, ruina de las aguas freáticas por contaminación con fosfatos y nitratos de los fertilizantes, pérdida de diversidad biológica por homogeneización de la agricultura industrial y la ganadería

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moderna que aportan a la polución ambiental el 25% de dióxido de carbono, como también emisiones de gas metano como consecuencia de los arrozales y la digestión de los rumiantes, a la vez que óxidos nitrosos provenientes de los fertilizantes.

En el aspecto político-social, también la Revolución verde ocasionó a los países del sur mayor dependencia económica de los países altamente industrializados, propietarios de más de seis mil bancos de germoplasma con unos seis millones de muestras sustraídas de manera non sancta de las naciones de alta diversidad biológica. Estos mismos países avanzados son fabricantes de los agroquímicos, de las semillas seleccionadas, de la mecanización del campo, de las políticas financieras, de la industria que genera valor agregado y de los mecanismos comerciales internacionales. Es cierto que la Revolución verde produjo suficientes alimentos, sin los cuales no tendríamos los 6 mil y medio millones de habitantes actuales del mundo. Debemos a ella variedades mejoradas de semillas y de razas animales, a la vez que la Revolución verde incrementó la imaginación creativa de los científicos para atender las necesidades humanas y velar por desarrollar tecnologías de biorremediación para saldar los daños ocasionados por las tecnologías al ambiente.

A mediados del siglo pasado no se tenía conciencia ecológica y, del interior de la ética antropocéntrica, tan manoseada por los metarrelatos prometeicos de las tecnociencias, no surgía todavía sospecha alguna acerca de la irreversibilidad de la intervención humana sobre la naturaleza y sobre el mismo hombre. Hoy las cosas son diferentes. Ya tenemos evidencias de nuestra macro actividad en el mundo. Conocemos nuestras vergüenzas humanas. Queremos remediarlas. Pero nos falta educación y voluntad política para modificar nuestros modos habituales de pensar y relacionarnos amigablemente con el mundo.

Con el avance vertiginoso de la ingeniería genética, entramos desde la última década del siglo XX a la producción de alimentos genéticamente modificados y sus derivados, asumiendo riesgos sin mayores miramientos éticos y bajo una manera débil de comprender y de aplicar el “Principio de Precaución” exigido internacionalmente por el Protocolo de Bioseguridad de Cartagena, finalmente firmado el 29 de enero de 2000 en Montreal.

Finalmente, podríamos advertir que la tecnociencia desde dentro de sí misma es incapaz de darse sentido y de dotar del mismo a sus gestores. Y lo es, porque desde una perspectiva epistemológica su objetividad no permite captar en profundidad la "cuestión humana". Hoy en día todos convergemos en considerar que la ciencia y la técnica no son algo moralmente neutro, sino que, como actividades dependientes de la volición, intencionalidad y libertad humanas, exigen de los científicos y de sus gestores políticos una responsabilidad bioética.

La ciencia y la técnica sin la Bioética corren el grave riesgo de llevar al hombre a donde no quiere ir. Hoy más que nunca no debemos olvidar que el sentido último del trabajo científico es el servicio al hombre y a la humanidad en comunión con el ambiente, tanto

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para las presentes como para las futuras generaciones, y que la justificación de toda transformación operada a través de los conocimientos científico-técnicos está en función de esta finalidad holística.

Para dotar de valores morales el desarrollo humano y superar muchas incertidumbres que lo llenan de dolor existencial y lo llevan a la ruina del sinsentido, de la sinrazón de la razón, es necesario construir vasos comunicantes entre las disciplinas científicas y humanísticas que aportan conocimiento y comprensión de la vida humana, es decir, sabiduría, y velar por un Humanismo científico integrador que privilegie el cuidado y protección de todo tipo de vida y sus soportes abióticos como imperativo bioético.

En tratándose de preocupaciones morales que atañen al fenómeno de la vida, viene en auxilio del discernimiento la Bioética, como la ética nueva de la Sociedad del Conocimiento que mete sus pies en los mismos zapatos que calzan los científicos para acompañarlos sapiencialmente en las decisiones que afectan el mundo de los valores morales, como también en los zapatos de los políticos para que orienten con responsabilidad las decisiones biopolíticas, preocupándose simultáneamente de fines, de medios y de consecuencias.

Si usted, amigo lector (a), ha tenido la paciencia e interés de llegar hasta el final del presente texto, es a usted a quien corresponde sacar en claro las verdades y mentiras sobre los organismos modificados genéticamente y emitir un juicio de valor moral sobre ellos. Aquí tiene algunas preguntas para su reflexión:

• ¿Representan los animales, plantas y microorganismos transgénicos algún peligro para la salud humana, a mediano y largo plazo?

• ¿Es éticamente aceptable crear microorganismos, plantas y animales genéticamente modificados?

• ¿Puede ser que los alimentos de origen transgénico ofrezcan mayor valor nutritivo y menor costo que los organismos naturales endógenos? ¿Qué sucederá con nuestra biodiversidad y con nuestros alimentos nativos?

• ¿En las decisiones sobre utilización de productos transgénicos participan los más directamente afectados: los consumidores, los campesinos, las etnias? ¿Están en riesgo sus economías, sus semillas seleccionadas durante centurias, y sus tradiciones culturales alimentarias y medicinales?

• ¿Cómo controlar la piratería de nuestros germoplasmas endógenos, para no tener que pagar de nuevo por ellos y sus patentes a las multinacionales productoras de OMGs y de agroquímicos?

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• ¿Los OMGs interfieren con la selección natural y se pueden convertir, a largo plazo, en maleza o en un riesgo para la diversidad biológica?