34 Slavov El Kitsch en El Socialismo

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  • El kitsch en el socialismo*

    Ivn Slvov

    * Kichet pri sotsializma, en: I. S., Kichet (fenomenologuiia, fizionomika iprognostika), Sofia, Narodna Mladzeh, 1977, pp. 230-243. Se publica con ligerasmodificaciones y sustanciales adiciones introducidas por el autor en una variante envia-da al editor. Reproducida en: I. S., El Kitsch. Fenomenologa, fisionoma y prons-tico, La Habana-Sofa, Arte y Literatura-Sviat, 1989, trad. del blgaro por CarlosRamos Machado, pp. 238-248.

    ** N. del T.: Kitschman: representante del gusto kitsch. Kitsch: palabra alemanaintraducible, que ha entrado en la terminologa esttica internacional para designar elarte (el pseudoarte) de mal gusto y el mal gusto en general.

    Criterios, La Habana, n 2, abril-junio 1982, pp. 89-106

    Criterios, La Habana, 2006. Cuando se cite, en cualquier soporte, alguna parte de este texto, se debermencionar a su autor y a su traductor, as como la direccin de esta pgina electrnica. Se prohibereproducirlo y difundirlo ntegramente sin las previas autorizaciones escritas correspondientes.

    Nosotros, en general, hemos superado la cmoda tesis no-dialctica de quetodo lo que contradice el ideal socialista y el modo socialista de vida essupervivencia del pasado. Porque, si por un instante nos situramos enesa posicin, tendramos que poner en duda las fuerzas activas del socialis-mo, puesto que ms de tres dcadas l no se ha desembarazado de almenos aquellos excesos del gusto filisteo que son blanco constante de nuestrapropaganda. La frgil materia de los conejitos de yeso, los perros de aguasesmaltados, los gobelinitos, las flores artificiales y los muecos folclricos,ha resistido el asalto de las encolerizadas plumas de periodistas y cientfi-cos del arte, y el kitschman** triunfa por encima de las amenazas, limita-ciones y altisonantes llamados a una cruzada contra el mal gusto. Por qutodava sus muestras se propagan tranquilamente por vitrinas y estantesde tiendas, y lo nuevo como estilo se abre paso con dificultad? Por qu

    Expresar los intereses del pueblo quieredecir elevar sus demandas, y no orientarsesegn los gustos y opiniones atrasados.

    LUNACHARSKI

    Desiderio NavarroNew Stamp

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    todava se le hace publicidad al mal gusto de una manera rebosante demal gusto? En nombre de quien y para qu se dilapidan recursos en unaproduccin kitsch innecesaria y absurda, si la sociedad socialista y sucultura la rechazan? Qu clase de supervivencias son sas, que sobrevi-ven a los que las niegan? Si algo solicitado, quiere decir que, de manerareal o ilusoria, satisface alguna necesidad. Dnde est la explicacin deestas anomalas, cuando sin cesar se dice y se escribe que todo en elhombre debe ser hermoso, acorde con las leyes de la belleza, pero elkitsch desfila casi sin obstculos por tiendas, vitrinas, libros y hasta expo-siciones?

    De todo culpamos al sufrido filistesmo, esa variante folclorizada deMefistfeles, creada en la retorta de la imaginacin publicstica. Todo loque estorba nuestra elevacin espiritual y cultural, se explica mediante elomnipotente filistesmo. Adems, nunca se le identifica social o personal-mente, y se yergue comn blanco de aprendizaje para periodistas, socilo-gos, filsofos y estticos en la fase inicial de su carrera. Pero una mirada ala gnesis y las causas del aparicin del kitsch en el socialismo nos preser-var de la unilateralidad del enfoque puramente denunciador.

    Ya en el principio hemos establecido que la cultura y el arte comoelemento representativo de la vida espiritual en las sociedades presocialis-tas, son elitarios. La industrializacin y las transformaciones sociales cor-tan la raz del folclor, y el proletariado urbano no dispone de la posibilidadde crear un arte integral, multilateral, y correcto desde el punto de vistaprofesional. En los primeros aos de la revolucin socialista se entretejentendencia artsticas heterogneas, en las que el arte tpicamente proletariono ha hallado an su forma adecuada. En la conocida resolucin del PCR(b)del ao 1925 sobre las cuestiones de la cultura, el Partido declara categri-camente que no reconoce como puramente proletaria ninguna de las co-rrientes y escuelas existentes, ni se compromete con ninguna de ellas. Elagudo choque entre las agrupaciones estticas, la funesta influencia delProletkult, y la lucha enrgica de Lenin y sus compaeros de lucha por laconsolidacin de un arte verdaderamente socialista, son el fondo sobre elque se dibujan los contornos de la futura cultura de toda la humanidad.1

    En semejante colosal viraje de la historia mundial, los procesos notranscurren en una forma ideal: lo nuevo choca con lo atvico, la concien-

    1 Vase nuestro artculo Lenin i novoto proletarsko izkustvo, revista Problemi naizkustvoto, 1970, n 1.

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    cia socialista no logra filtrar por entero las orientaciones pequeoburguesas,las que, a su vez, recurren al mimetismo y son eliminadas con dificultad.

    Casi todo el pas es filisteo, aldeano escribe Lunacharski sobrelos primeros aos despus del triunfo de la revolucin, nosotroslo pusimos en estado de mxima vacilacin. Estamos llevando acabo una lucha con las oscuras fuerzas de los vacilantes. En esto,el arte debe ser nuestro constante auxiliar.

    Pero, qu arte? El viejo est academizado y es oficioso, el folclor estvuelto hacia el pasado, y lo clsico difcilmente podra ayudar a la com-prensin de los nuevos fenmenos sociales. Indiscutiblemente, Lunacharskitiene en mente el arte democrtico-revolucionario, as como los grmenesdel arte socialista. Pero, para ayudar a la transformacin de las ideas est-ticas de la masa, el arte no slo debe reflejar la vida de sta, sino tambinser una parte inseparable de esa vida. La formacin del modo socialista devida es un proceso prolongado, que en algunos respectos contina hastaahora. Por eso, mientras ste no ha sido edificado definitivamente y el artesocialista no cubre todo el permetro cultural, a una parte considerable delas masas el arte filisteo le resulta ms afn. l se apoya en la tradicin,la rutina y el conservadurismo de los gustos, no exige esfuerzos para sucomprensin, y propone deleite.

    En las pocas de viraje, la conciencia de las masas se desarrolla de unamanera increblemente rpida, pero en algunos respectos lo hace de mane-ra desigual: entre las ideas polticas del obrero y su gusto esttico no hay unnexo obligatorio, o al menos en los primeros tiempos no funciona impeca-blemente. Puesto que todava no han sido creadas condiciones socialistasen todas las esferas de la vida social y cultural, aparecen lugares en blan-co o yermos que el gusto rutinario cubre. Desprendindose de susfuentes primeras directasel modo de vida y la mentalidad pequeobur-gueses como un todo, el carcter rutinario del pensamiento, el conserva-durismo, el carcter estereotipado de las emociones y el gusto artsticoprimitivo forman un archipilago flotante del kitsch, que se introduce enterritorios ajenos. l es particularmente peligroso, porque, a diferencia delas ideologas, las teoras y los principios propagados, no guerrea, no seimpone por fuerza, sino que penetra suavemente y sin hacer ruido. Sualiado son los atavismos, las recidivas en la conciencia socialista, o comodice Lenin: Rusia ha hecho tres revoluciones, pero, a pesar de todo, sehan quedado los oblmov, puesto que Oblmov era no slo terrateniente,

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    sino tambin campesino, y no slo campesino, sino tambin intelectual, yno slo intelectual, sino tambin obrero y comunista.2

    Precisamente ese oblomovismo, as como la inmadurez de la pro-pia conciencia socialista, son la base psicolgico-social de la propaga-cin del kitsch en la nueva sociedad.

    Por una parte estn la inercia, los clichs, las formas resistentes delarte folclorizado y banalizado pequeoburgus, considerado por los gustosacrticos un patrn de belleza, y por otra, los audaces intentos de edificarun arte verdaderamente nuevo, toda va incomprensible para las masas ypara parte de la intelectualidad proletaria. Los audaces experimentos deMaiakovski, Meyerhold, Eisenstein y el VJUTEMAS,3 que inauguraron enel mundo la genial poca sovitica, como la han llamado algunos cient-ficos burgueses del arte, obtuvieron mucho ms tarde el reconocimiento delas masas. Por eso, la exposicin de la AJRR4 que se abri en 1925, no slono expresa el nuevo espritu socialista en el arte, sino, como testimonia I.Ehrenburg, inicia

    la contraofensiva del naturalismo, el costumbrismo [bitovizem],las formas acadmicas, el decoro, y el afn de simplificacin deaquella convencionalidad fotogrfica que, apoyndose en la exac-titud de los detalles, trataba de pasar por una representacin realde la vida [...] Ahora triunfa el naturalismo vulgar.5

    En esta cita estn enumerados casi todos los elementos de que se haceel kitsch, y si eso pasaba bajo el epgrafe de arte revolucionario, pode-mos imaginarnos con cunta dificultad se ha abierto paso la nueva lneaartstica socialista. Al incorporarse a la cultura las masas constituidas pormillones de personas, la mayora de las cuales

    por primera vez tomaban una novela en sus manos o por primeravez iban a una exposicin seala Ehrenburg sobre el perodo delos aos 30, ellas no entendan de maestra, y a veces la imita-cin hbil les causaba admiracin. A los nuevos lectores y especta-dores se los poda educar, tambin se los poda adular, se les podadecir que ellos eran el Tribunal Supremo. Desde luego, aduladores

    2 V. I. Lenin, Sobr. Soch,, t. 33, p. 197.3 Talleres artstico-tcnicos estatales superiores en el perodo 1920-1927.4 Asociacin de artistas plsticos en la Rusia revolucionaria.5 I. Ehrenburg, Jora, godini, zhivot, t. II, p. 93.

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    no faltaron. Los versificadores componan versos en todo tipo deocasin. La enciclopedia literaria explicaba que el camino iba haciala novela de la produccin, la que reemplazara todos los demsgneros. Comenzaba a nacer aquel estilo que dominara duranteun cuarto de siglo: el estilo de la arquitectura ornamentalista, deaquellas estaciones del metro atiborradas de estatuas; de los ince-santes panegricos y de la stira que modestamente desenmascara-ba al negligente encargado de un edificio de apartamentos o alartista de espectculos ligeros que haba bebido un poco. Desdeluego, en 1931 todo eso todava se hallaba en un estado embriona-rio [...] la propia enciclopedia literaria escriba que los Hamletsson intiles para las masas y que el proletariado lanz a DonQuijote al basurero de historia.6

    Al mismo tiempo, estas brechas abiertas por el gusto pequeoburgusy el Proletkultismo dificultan la cristalizacin del nuevo arte socialista yalimentan la propagacin del kitsch. En la poca de la guerra civil y delrestablecimiento de la economa, cuando dominaba un espritu de rigor yentrega total espartanos, no es extrao que se discutiera la cuestin pue-de un miembro de la Juventud Comunista usar corbata?, ni que se llegaraa la conclusin de que la corbata es una horca con cuyo lazo la burguesaamenaza al joven hijo de la revolucin. Pero, con la activacin del ele-mento pequeoburgus desde la NEP y con la penetracin parcial en laconciencia proletaria de elementos ajenos a ella costumbrismo filisteo,hedonismo consumista, envanecimiento por la posicin social, el kitschhalla un terreno propicio. Maiakovski ridiculiza a los parvenus, que tratande ahogar o descomponer la revolucin, en brillantes piezas satricas comoEl bao o La chinche, y en el poema sobre la basura se burla deuna dama recin salida del cascarn, la cual declara:

    Sin la hoz y el martillo no puede uno presentarse en el gran mundo!Con quvoy yo a lucirhoyen el baile del Consejo Militar Revolucionario?!

    6 I. Ehrenburg, ob. cit., t. II, pp. 215-216.

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    Y coloca en boca de Marx una advertencia contra las almas mezquinas,hundidas en su pantanoso confort filisteo:

    Returzanlespronto a los canarios el pescuezo,para que el comunismono sea vencido por los canarios!

    La democratizacin de una cultura y su transformacin socialista es unproceso largo y complejo. Todo nuevo escaln contiene un mayor porcen-taje del contenido ideal de ella, sin llegar nunca a igualarse a ste, por-que todo lo que se desarrolla dice Marx es imperfecto. Por eso,durante los primeros veinticinco aos seala I. Ehrenburg la expan-sin de la cultura se efectuaba a cuenta de su profundidad; la alfabetizacingeneral condujo en los primeros tiempos a un semianalfabetismo espiritual,a una simplificacin. Slo en los aos de la Segunda Guerra Mundial co-menz una nueva etapa: de profundizacin cultural.7

    Pero, por qu sigue existiendo el kitsch despus de la solucin de losproblemas econmicos y culturales bsicos del socialismo? Por qu en lafase madura del socialismo sigue existiendo en filmes, anuncios, espect-culos ligeros, libros y edificios? Tiene razn el publicista cuando preguntaalarmado: La revolucin les da tanto a los hombres! Libertad, pan, ni-mo... Por qu no les da tambin buen gusto??8

    Como hemos establecido, en el capitalismo el kitsch es un rasgo predo-minante de la cultura de masas y hasta, en parte, del vanguardismo. Ennuestra sociedad, l es persona non grata, pero con muchsimos protec-tores y adeptos. Atribuir este hecho a un malentendido, a una inadvertencia,o considerarlo slo como un pecado del filistesmo, es insatisfactorio desdeel punto de vista cientfico. Entonces? Si un fenmeno prospera en unmedio esencialmente ajeno a l, eso quiere decir que existen algunas posicio-nes intermedias, grietas y fisuras, donde echa races. Cules son ellas?

    En nuestro pas, el kitsch es producto de influencias burguesas (este-reotipos, sensaciones esnobistas, parasitismo emocional, disipacin men-tal, coqueteo con signos de prestigio, identificacin de lo humano con locsico, mercantilizacin de los criterios estticos), recidivas del gustofilisteo y manifestaciones del gusto neofilisteo, manifestaciones de una

    7 I. Ehrenburg, ob. cit., p. 232.8 St. Prdev, Chervenoto chudo, Sofia, 1975.

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    actitud consumista e inmadurez de la conciencia esttica socialista. les una seal de que en el sistema que determina la correlacin entre losnuevos valores y los viejos, entre lo material y lo espiritual, lo cargado deideas y lo divertido, existen algunas desproporciones y hasta algunos exce-sos. Sin estar en condiciones de cambiar la lnea fundamental de la culturasocialista, stos influyen de manera retardante o deformante sobre la con-ciencia esttica de las masas. Pero, qu es lo decisivo para la existenciadel kitsch en nuestra sociedad?

    Segn Marx, mientras el comunismo no supere definitivamente la es-pecializacin del trabajo heredada del capitalismo, con los inevitables ele-mentos de idiotismo profesional, as como los ltimos residuos del pri-mitivismo de la vida rural; mientras los individuos no se emancipen defi-nitivamente en las esferas econmica y social, ni los productos dejen de sermercanca; mientras no se edifique una conciencia comunista comn sinmezcla de ideologa y psicologa burguesas; mientras el hombre no deven-ga fin ltimo del desarrollo social, ni el arte pase a ser, de complemento dela vida, un rasgo esencial de ella, siempre habr una amenaza potencial dedeformacin del ideal comunista y de su realizacin. Precisamente en estosbarrancos de la existencia social echa races el kitsch.

    l es tambin consecuencia de la no-coincidencia, la divergencia y lacontradiccin entre la ideologa marxista y la conciencia corriente de lasmasas ms atrasadas; de la frecuente no-correspondencia entre el espritucientfico de esta ideologa y los modos en que se le hace propaganda, se ladifunde y se la asimila. De todos es conocido el pensamiento de Lenin deque sin emociones humanas nunca existi, ni existe, ni puede existir labsqueda humana de la verdad. El color emocional aumenta la fuerza dela persuasin del pensamiento, sin reemplazarlo. Cuando se cuenta princi-palmente con el efecto emocional, y se subestiman los principios cientfi-cos de la ideologa, surge un peligro real de kitsch. Entonces, en cancionestriviales por su letra y su msica, se entretejen elevadas ideas, mximas yllamamientos patriticos y partidistas; la hazaa de los hroes cados por lalibertad es ensalzada de un estilo arcaico o demasiado modernizado; piezastorpemente hechas por montaje, resuenan con notas megalomanacas me-diante exagerados voltajes o profanan valores nacionales o humano-uni-versales con una simbologa primitiva y una teatralidad infantilizada.9 Cuanto

    9 Vase, por ejemplo, El fuego de la libertad, programa-ritual de I. Baldzhev, revistaEstrada, n 8, 1970.

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    ms imprudentemente se simplifican las tareas poltico-sociales en nom-bre de su popularizacin, tanto ms aumenta la amenaza de trivializacin.En este caso, ms que en muchos otros, es vlido el principio leninista deque las masas deben ser elevadas a la altura de la ideologa y no es laideologa la que debe ser adaptada a las limitaciones de las masas. Cuandoel creador objetiva la idea en su obra en el nivel de la concienciacorriente, se arriesga a caer en el kitsch. Esto se hace particularmentevisible en la agitacin visual, en la que los afichistas raras veces da mues-tras de ingeniosidad, laconismo y brillante sugestividad poltica. Para todollamamiento, iniciativa o acontecimiento, ellos iconografan el mismo tipode obrero con las mangas recogidas, bajo las cuales se inflan poderososbceps. Invariablemente, ste sostiene un libro, un martillo, una bandera oun plan desplegado y mira optimistamente hacia el futuro, representadocomo un sol. Lo heroico es banalizado, es rebajado hasta la simbologa dela imaginacin filisteo-sentimental. Como se hubieran sido escritas para serolvidadas las palabras de Marx de que los hombres que estn al frente delmovimiento proletario revolucionario no deben ser representados concoturnos, sino con severos colores rembrandtianos; como si no hubira-mos tenido maestros del afiche tales como Maiakovski, Zhendov yAngelushev, y furamos epgonos del Art Nouveau y del Biedermeier.Cmo explicarnos la edicin de un afiche tan contemporneo para elPrimero de Mayo, en el que el dibujo de una hoz y un martillo ha sidohecho con... rosas?10 Qu clase de atrocidad versallesca-floralista es stacon el emblema del comunismo? Acaso el camino de la revolucin estalfombrado de rosas y vamos a disimular con ellas la dureza acerada delmartillo y la hoz? O vamos a atenuar un poco el miedo de alguien por elcarcter francamente revolucionario de stos?

    Ya hemos establecido que el conservadurismo, el dogmatismo y elcarcter estereotipado de los gustos vegetan tambin en el socialismo comodebilidades humanas universales en los medios ms atrasados. Todaactivacin de la influencia burguesa, pero tambin la apata, la indolenciamental y la inclinacin al dolce far niente, combinados con los atavismosmencionados, traen consigo el kitsch. ste tiene tambin sus races en elconocido tipo hbrido de conciencia esttica: una combinacin contra-dictoria de buena o alta cultura profesional con una insuficiencias estti-co-emocional (variante tecnocrtica); una emocionalidad incontrolada que

    10 Afiche Primero de Mayo, artista V. Vladimirov, edit. estatal Septembri, 1976.

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    reacciona de una manera exaltada a lo cargado de ideas, combinada conuna secreta inclinacin a lo sensorial-divertido (variante filisteo-sentimen-tal); un coqueteo de prestigio con el arte en un nivel de hobby, combinadocon una oculta o inconsciente indiferencia hacia l (variante neofilistea).De ah los propietarios de enormes bibliotecas y discotecas sin un ntimointers por el arte; otros, que han limpiado sus casas del lastre de lasapiencia libresca, viven en el siglo XXI segn los pronsticos de RayBradbury en su libro Fahrenheit 451; y unos terceros se organizan unaferia de las vanidades privada en un estilo neofilisteo de folclor, design yexportacin. Dnde estn las causas de estas anomalas? Por qu losataques periodsticos y las altisonantes filpicas no han destruido hastaahora ese antimundo dentro de la galaxia socialista?

    Porque las cosas no llegan solamente hasta la psicologa del kitschman,sino hasta los fundamentos objetivos de sta: la falta de correspondenciaexistente muchas personas de nuestra sociedad entre ideologa y men-talidad, entre la idea de un modo de vida verdaderamente socialista y larealizacin unilateral o deformada de esa idea.

    Apenas en los ltimos tiempos se ha vuelto actual el problema de elmodo socialista de vida. El exige una concepcin cientfica profundizada,puesta en conformidad con las tradiciones ya consolidadas, la formacinde nuevas tradiciones y la pronosticacin de rasgos futuros del estilo socia-lista de existencia. Mientras eso no se resuelva, en el pecho de muchagente nueva las frases marxistas aprendidas y los rudimentos de unaconciencia comunista coexistirn con las elegas por el mobiliario y lasropas en estilo Neckerman;* las teorizaciones sobre lo patrio, con laorientacin prctica hacia lo importado; y el desvanecimiento ante lasobras maestras del arte, con la preferencia del kitsch. Marx, que conocimejor que nadie no slo el secreto del fetichismo de las mercancas, sinotambin el del fetichismo de las cosas, advierte: Educan no slo los hom-bres y los acontecimientos, sino tambin las cosas. En el espritu de lapoca, slo agregaremos que las cosas como fin que no sirve a otros fines,o escogidas sin buen gusto, corrompen.

    La dialctica del kitsch est en que l nunca se manifiesta de maneraaislada. Si no fuera as, fcilmente podra ser localizado y liquidado demanera gradual, como viene ocurriendo en los ltimos tiempos con el baci-* N. del T. Neckerman: nombre de una conocida firma germanoccidental, que proyecta

    y produce los ms diversos objetos para la vida cotidiana. stos estn estandarizadosen un nivel intermedio entre del lujo y lo accesible para todos.

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    lo de la viruela en Etiopa, donde, segn los mdicos, est sufriendo suagona. Los hombres de la sociedad socialista superan en grados diferenteslas supervivencias polticas, morales y religiosas del pasado. Pero su sen-sualidad sigue siendo, por largo tiempo vulnerable a las tentaciones de ladulce vida. sta viene con el erotismo picantemente sazonado, con lafilosofa de vive el instante que te es dado, con el epicuresmo moderni-zado, el pragmatismo consumstico y el desprecio hacia los problemas delespritu. La inercia de la vida sensorial busca satisfaccin en las formas dela dulce vida heredadas del pasado: en el ciclo heleno-romano-burgus-filisteo, que, a causa de la oposicin de las condiciones socialistas, se mani-fiesta de manera fragmentaria, pero tenaz.

    Sobre ese tipo hbrido de vivenciacin del mundo ha florecido denuevo, en una forma ligeramente remodelada, el viejo folclor urbano,en el que no hay ni huella de lo popular. Al principio l estuvo bajo untab extraoficial: pareca inadmisible que el hombre nuevo se divirtie-ra bajo las notas de No talles con el cincel fino, Yo vivo para el amor,Dame vino, tabernero y Crisantemos tristes. Cuando la idea delneofolclor fracas, la msica ligera [estradna] era considerada un acto dediversionismo, y faltaban canciones originales sobre la vida socialista ac-tual; entonces se acordaron de los buenos viejos tiempos y de su orna-mentacin sonora. Despus del ejecucin pardica de hits dulzones, que atodos los actores que no haban descubierto a tiempo su voz, les permitiempezar a cantar en music-halls y sketchs, la ola retro atiz la psicosisentre las generaciones encanecidas, y una curiosidad burlona con notas desimpata, entre los jvenes. Salan a la superficie las islitas de los suspirosnostlgicos por la juventud que vol y el amor irrealizado: el tipo derestaurante Gambrinus,* las tabernas y moteles. Balkanton respondial imperativo altamente culto del da con una gran tirada de hits de aquelpasado no pasado del todo en la conciencia de algunos.12 Y he aqu que enbodas, banquetes y cenas de amigos, los descendientes de Orfeo empeza-ron a cantar Construa Ila una celda, Si aoras algn da el aguardien-te de Drama y Yo tengo dos vecinas. Los kitschmen resucitadores de

    * N. del T. Restaurante tipo Gambrinus: establecimiento en estilo retro, que por sudecoracin y sus programas recuerda establecimientos de diversin de la poca deentre guerras.

    12 Vase tambin la recopilacin Stari shlagueri, ed. SPP Tij Trud, Plovdiv, 1972, ascomo los diversos Cancioneros editados con una carta de autorizacin del Ministeriode Instruccin Popular y Cultura, que tiene el N 7728 de junio de 1962.

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    lo popular ser retuercen el bigote a lo bai Gao ante las entradas mone-tarias que aumentan en los establecimientos de recreacin cultural, y elcincel fino talla y talla por las espirales de la trivialidad. Y mientras activis-tas del Partido, del Estado y de la sociedad, estticos, socilogos y pedago-gos discuten programas para la educacin esttica de todo el pueblo, elkitsch, como el gato Vaska, ronronea y sigue comiendo...*

    Y as, en el socialismo el kitsch puede ser engendrado por la contradic-cin entre ideologa y conciencia corriente, as como por la fusin pre-matura de estas; por la no-correspondencia entre el ideal del modo socialis-ta de vida y su encarnacin concreta en los casos particulares; por ladespolitizacin de la conciencia esttica, as como por su total politizacin.A que nos referimos en este ltimo caso?

    Todo principio es vlido dentro de lmites rigurosamente determina-dos. Tan legtima y lgica es la exigencia de carcter de clase y partidismoen el arte y la cultura socialistas, como arriesgado es extenderla a objetos,ocasiones y acontecimientos inconvenientes. Los ejemplos son numerososy comprometedores: exposiciones culinarias pre-congreso con imgenes delderes polticos, consignas y emblemas del Partido encima de cakes, dul-ces y lechones asados; las series de lokum con inscripciones 25 aos deascenso o 30 aos de revolucin socialista; etiquetas de refrescos, ca-jas de cigarros y fsforos con llamamientos polticos, cakes de aniversa-rios y tiradas festivas de la lotera en ocasin del 9 de Septiembre;pauelitos de nariz con la imagen de... el Mausoleo de Dimtrov y elmonumento de Shipka! A quin le ha hecho falta que en la marcha de laUnin de Cazadores y Pescadores se inmiscuya el Partido? No se percibela profanacin detrs de las notorias buenas intenciones? He aqu elestribillo de esa fallida marcha:

    Con escopetas de dos caones y esbeltas caas de pescar,cohesionados en la Unin amada,al paso de nuestro Partido combativo,practicamos deporte y vigilamos!

    Hay actividades prosaicas tan necesarias como impropias para unapolitizacin abierta y directa. Bustos y retratos de lderes polticos y muralesde agitacin, baos pblicos, restaurantes, tiendas de vveres y dulceras;* N del T. Alusin a una fbula de Krylov, en la que un cocinero descubre que un gato,

    llamado Vaska, est engullendo comida robada, y se limita a reprenderlo largamentecon palabras severas, mientras el gato sigue comiendo tranquilo.

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    cdigos morales perdidos en rincones polvorientos les recuerdan a losempleados del comercio no slo que entreguen su talento a su trabajo,sino tambin que mantengan... su higiene personal! Qu es eso? Propa-ganda de ideas socialistas o ante propaganda que las caricaturiza?

    Hemos establecido la incompatibilidad del socialismo con el kitsch,con lo cual no le quitamos su responsabilidad por la existencia de esefenmeno fastidioso que erosiona la nueva cultura. Pero, acaso su con-flicto se resolver en beneficio nuestro sin la intervencin de toda la socie-dad? No slo es necesario conocer el kitsch, sino tambin guerrear contral. De lo contrario, estigmatizaremos ideolgicamente lo burgus, pero leabriremos las puertas al conformar arquitectnicamente y amueblar edifi-cios representativos, oficinas, establecimientos de recreacin cultural yapartamentos; escribiremos sobre el estilo dinmico de nuestro tiempo,pero amontonaremos bronce, doradura, mrmol, caoba, espejos y alfom-bras, como si no hubieran existido la arquitectura renacentista, ni elVJUTEMAS, el Bauhaus, Le Corbusier, Niemeyer...

    Hemos tratado de sealar algunos factores ms esenciales del kitsch ennuestras condiciones y eso nos coloca ante la pregunta final de la presenteinvestigacin: es aniquilable el kitsch? Es posible la elaboracin de unprograma para su limitacin y liquidacin planificadas?

    Si, en conformidad con el programa que ya est en accin, los suecoslogran erradicar en escala nacional el hbito de fumar tabaco, eso demos-trar la posibilidad de liquidar hasta un vicio incomparablemente ms tenazque el kitsch. Tal vez en esto se oculta no slo la diferencia, sino tambinlo ms prfido que hay en la naturaleza del kitsch: l le gusta a la mayora,la predispone, y siempre se adapta a las oscilaciones del gusto masivo. Poreso, una parte considerable de sus conocedores y hasta de sus crticos semuestran reservados ante la alternativa kitsch o arte?.

    No lograremos eliminar el kitsch nos asegur uno de ellos.Nunca lograremos concluir ese trabajo de Ssifo. El puritanismoque aspira a expulsar todos los enanitos de jardn,* a convertir laspersonas en ascetas que hagan girar tres veces cada objeto en susmanos para saber si es verdadero o no, es un puritanismo inhuma-no. Eso nos muestra que el kitsch no es algo inhumano, porque

    * En las dos repblicas alemanas existe la vieja costumbre, bastante extendida, de colo-car como adorno en los jardines privados una figuras de madera, yeso o plsticoque representan enanitos o gnomos.

  • El kitsch en el socialismo 13

    una inmunidad absoluta contra toda especie de kitsch traera con-sigo un ambiente desprovisto de alegra. El ser humano sigue sien-do siempre el ser humano. Y puesto que no se puede ser perfecto,a veces es necesario el kitsch como fuerza liberadora de la alegra.A partir de esto no podemos hacer una apologa de las debilida-des humanas. Pero tampoco podemos estar de acuerdo con la opi-nin de aquellos que desean emprender la completa erradicacin delas debilidades humanas. El kitsch es una cosa interesante.13

    Dudo que alguien crea posible un mundo totalmente inmunizado hastacontra las manifestaciones inocentes, no premeditadas y mimticas del kitsch.Pero, si ahora el kitsch parece realmente imposible de erradicar, por quse desdean las numerosas demostraciones del pasado, cuando era desco-nocido, as como los precedentes de una cultura, un arte y una moralnuevos, libres de aadiduras de banalidad? En un artculo, el socilogoitaliano Giorgio di Geneva propone una concepcin correcta en principio,pero simplista, respecto a las perspectivas de la lucha contra el kitsch y elmal gusto. Para liberarnos de ellos sera necesaria la edificacin de unanueva sociedad, que se base en firmes valores socialistas.

    Pero, desde las posiciones de nuestra experiencia, hemos establecidoya que a pesar de la revolucin el dicho contina existiendo; que a pesarde su incompatibilidad con el socialismo adquiere dimensiones inquietan-tes; que a pesar de los firmes valores socialistas mucha gente de lanueva sociedad prefiere el kitsch; que los llamamientos y amenazas contral por la radio, la televisin y la prensa no han hecho vacilar de manerasensible su posicin, y los intereses comerciales siguen prevaleciendo so-bre las consideraciones estticas.

    Por ms que dependan una de la otra, no debemos identificar la gra-dual limitacin del kitsch en el socialismo con su erradicacin. Mientrasexista el capitalismo y la nueva sociedad madure paulatinamente para eltrnsito al comunismo; mientras no desaparezcan los ltimos restos de latradicional divisin del trabajo, y el intercambio de productos no sustituyala forma mercantil de produccin y consumo; mientras el talento no seconvierta, de excepcin, en una capacidad ampliamente extendida, y laestetizacin de las relaciones no se haga realidad; mientras al fin la gente noempiece no slo a crear, sino tambin a vivir segn las leyes de la belle-za (Marx), el kitsch parecer un pecado original, una sombra fatal,13 Geliebter Kitsch, Magnum, 1961, XXII, p. 35.

  • 14 Ivn Slvov

    una debilidad antropolgica del hombre. Pero ese mientras no debeoprimir con su vaguedad los procesos que lo convertirn gradualmente enpasado, sino que debe estimularlos. Desde luego, el hombre alcanzar ungrado de perfeccin y se quedar atrs respecto de un grado ms alto,pero, puesto que en su naturaleza est nsito el principio prometeico, serfeliz con lo alcanzado y estar insatisfecho de ello, cometer a errores y sesuperar, se alegrar de lo creado y se entusiasmar con lo que espera.

    En los momentos de descanso y feliz relajacin, anhelar confort, msicaagradable, arte que distraiga, y con inters echar mano tambin a lo quehaya sobrevivido a nuestra poca, enmudecido mucho tiempo antes. Talvez entonces el kitsch, si se ha conservado por aqu y por all como unabigarrado signo pictogrfico o un sonido del pasado, le contar mejor queuna investigacin cientfica por qu peripecias pas el gusto humano antesde que la sociedad se estetizara; que hubo seres de un tipo de transicinentre el hombre de Neanderthal y el hombre universal, llamados filisteosy neofilisteos, que consuman el arte y a ese fin lo almibaraban; que, alos ojos de ellos, la posesin de cosas era un patrn de dignidad, y elcambio neurtico de las modas ocultaba la falta de espritu o su carcteresttico; y que algunos cientficos consideraban todo eso como un prototi-po de una cultura totalitaria no-violenta, mundial y universal (A.Moles), y los ms presuntuosos y excntricos se declaraban hasta reyes delmal gusto y del kitsch (S. Dal)...

    Cuando una cultura es incapaz de oponerse a las tendencias que ladescomponen, se esfuerza por asimilarlas mediante una ampliacin de lasfronteras de la compatibilidad. El kitsch ha recorrido el camino que vadesde un pater les bourgeois hasta un complemento picante al purita-nismo del design, un divertido juego del arte con sus dobles que locaricaturizan, presentados como el ltimo grito de la moda. Pero laestetizacin de la banalidad no ha aliviado el fin de ninguna clase condena-da, tal como la tanatofilia no elimina el temor ante la muerte. Los antiguosgriegos crean que los dioses castigaban a las personas que se haban enva-necido, privndolas de la razn. Ser que tambin los dioses, influidos porla mitologa de moda, habrn enviado a la sociedad de consumo el kitschcomo un consuelo antes del fin? Pero si el mundo burgus coquetea hastacon sus vicios, nosotros no tenemos derecho a resignarnos siquiera a nues-tras debilidades transitorias. Y una de ellas, sin duda, es el kitsch...

    Traduccin del blgaro: Desiderio Navarro