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Los dilemas de la desmemoria 1 Julio | 2012 HETERODOXOS Julio Almeyda Alfonso Arana | Erotomanía Domesticame, dijo el zorro Decepción Dossier

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Revista de sociedad, política y cultura

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Los dilemasde la desmemoria

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Julio | 2012

HETERODOXOS

Julio Almeyda

Alfonso Arana | Erotomanía

Domesticame, dijo el zorro

Decepción

Doss

ier

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INDICE

Lo invitamos a participar activamente en 2millenium3 y a convertir este espacio en un punto de encuentro entre todos los que, de algún modo, tenemos algo qué decir en esta ajetreada realidad. Las formas de colaborar son muy variadas: fotografías, artículos, noticias, comentarios, reseñas de libros, críticas, ensayos, recomendaciones de sitios webs, etc.

2millenium3 es un espacio abierto, plural e incluyente que busca diálogos con todos los actores sociales, políticos, académicos y culturales que deseen intercambiar ideas, materiales, propuestas y críticas inteligentes. La única condición es que los materiales propuestos sean inéditos y la firma del autor sea real. No aceptamos pseudónimos.

Dr. Álvaro Reyes ToxquiDirector general

Dr. José Cruz Jorge Cortés CarreñoLic. Jorge Coutiño VelázquezLic. Victor Hugo Sánchez CerónComité editorial

Lic. Patricia González ÁvilaRelaciones públicas

PÁGINA ELECTRÓNICAwww.2millenium3.com

CORREO ELECTRÓNICO

Foto de portada: gantillano.blogspot.com

No. 1, junio 2012.

[email protected]

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DOSSIER

HETERODOXOS

El habitante, el transeúnte,el ciudadano

Los dilemas de la desmemoria

¿Por dónde vino el fraude?

Salir a la calle, gritar, retornar

Domesticame, dijo el zorro

Decepción

Álvaro Reyes Toxqui

Rufino Rivas

Lictor Velázquez

Julio Almeyda

Julio Almeyda

Alfonso Arana | Erotomanía

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El habitante,

el transeúnte, el ciudadano

Álvaro Reyes Toxqui

En una cita de pie de página del Contrato Social de Rousseau se hace mención de que los franceses no entienden qué significa la democracia, habría que agregar que los mexicanos tampoco.

Rousseau, en dicho pasaje, escribió que la ciudad normalmente estaba habitada con por lo menos tres tipos de personas: el ciudadano, el habitante y el extranjero. Estas tres figuras, como parece obvio, no contienen la misma significación. El primero es aquél que se sabe parte del orden social, aquél que participa, que puede emitir un juicio inteligente sobre los asuntos públicos. El segundo, tal como su nombre lo indica, habita, está ahí, tiene un domicilio y un trabajo pero, lamentablemente, no participa -ni por conocimiento ni por interés- en el espacio del interés público. El extranjero llega, hace negocios o turistea, saca fotografías del folklore gasta su dinero y se va.

El ciudadano se cuece aparte. En Rousseau éste es quien forma parte, conscientemente, de lo que él llama la Voluntad General. Copartícipe construye, diseña, opina, sale a las calles, reclama sus derechos, defiende la otredad, vota, se organiza en movimientos, en acciones colectivas, se informa, interacciona, se indigna, levanta la voz, propone.

El habitante cumple muchas funciones básicas: trabaja, negocia, transa y transita, vive su cotidianidad, adultera, va a misa, es cuidadoso con su propiedad, calcula sus gastos, consigue amantes, mata o muere. Éste vive la ciudad como un territorio privado.

En la tipología de Rousseau falta alguien: el transeúnte.

En México hay muchos. Éstos van de aquí para allá, sin ton ni son, tienen miedo. La ciudad se abre como una fosa oscura, sin fin y por ello deben huir, caminar, no

quedarse nunca. Éstos no se detienen a pensar, ello iría en contra de su naturaleza. Ellos pueblan los centros comerciales pero no se quedan en ningún sitio en específico. Si les preguntas sólo pueden decirte que tienen miedo.

En la dinámica de lo político ser ciudadano guarda distancias con respecto del que habita o del que transita. Estos últimos pudieran respetar los marcos procedimentales que supone el orden de la ciudad, pero no serán ciudadanos en tanto que no se saben -ni les interesa- asomarse al itinerario público. Están ahí, conviven, quizás hasta posean documentos que los acreditan como miembros pertenecientes del orden urbano -credencial de elector, registro en el padrón de electores, etc.- pero no son ciudadanos.

México es un país de transeúntes y habitantes. Los resultados del reciente proceso electoral lo revela así. ¿Quién es capaz de poner a la venta su

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voto? Creo que, con razones justificadas, los hombres y mujeres que viven al día, más allá de los mundanales ambientes de la política light, más acá del salario mínimo de sobrevivencia. Aquellos que transitan todos los días realizando infinidad de estrategias de sobrevivencia, aquellos que emigran de una ciudad a otra, aquellos que conocen el valor de unas monedas a cambio de una equis. Con razones menos justificadas, aquellos oportunistas que saben acomodarse, sin pertenecer de lleno, a los desérticos campos del juego político. Estos individuos saben que la política es un buen negocio y logran extraer dividendos de las promesas, de las despensas, de las dadivosas ofertas a cambio de voto.

La escases de ciudadanos y las condiciones de marginación que viven infinidad de hombres y mujeres en el país -casi 40% viviendo en condiciones de pobreza extrema-, ha prendido fuego en las estrategias de captura de votos a favor de uno u otro partido. Sin tratar de pecar de presumir buenas conciencias, lo cierto es que resulta deleznable observar los indicios de que el 2012 vivió un nuevo tipo de fraude

más silencioso, menos visible.¿A qué me refiero? Es muy simple. Si

queremos buscar un fraude electoral no va a ser posible encontrarlo en las grandes estructuras y metodologías institucionales. El Instituto Federal Electoral tuvo la gentileza de legitimar su instrumento de medición a través de los expertos de la Máxima Casa de Estudios del país. Esto, desde luego, funcionó en el medio donde los académicos y los intelectuales se mueven. Los incidentes que pueblan las redes sociales lo único que demuestran son irregularidades de captura que, dentro de la legislación de Código Federal Electoral se resarcen fácilmente.

No ocurre lo mismo entre la población. Aquellas personas que por necesidad o por conveniencia vendieron sus votos, jamás confesarán haber incurrido en un delito electoral. Bajo esta lógica no hay impugnación posible. ¿Quién tendrá el valor suficiente para la indagación moral de la población? ¿Quién, en nombre del proyecto que sea, acusará la necesidad de quienes han sido excluidos del banquete democrático?

Transitar en la más extrema pobreza, habitar por conveniencia el orden político, lucrar con la necesidad, son realidades que deberían tomarse en cuenta para evaluar el discurso triunfante de un partido que dice reinventará el país y la legitimidad de sus acciones. Ya lo enseñó Calderón: un presidente ilegítimo debe convertirse en un presidente necesario. ¿Qué acciones tomará Peña Nieto para hacerse indispensable ahora que sabemos que no cuenta con la legitimidad necesaria frente a una ciudadanía activa que se manifestó abiertamente contra lo que representa? Calderón usó el pretexto de la guerra contra el crimen organizado para justificarse a sí mismo en el orden político. Peña Nieto no tiene alternativa: o demuestra que no representa a los intereses privados de los consorcios televisivos -cosa ideal pero improbable- o acude a la continuidad de la construcción del Estado necesario, es decir, aquél que debe construirse en el miedo y en la incertidumbre. Lo malo de esta vía es que nos conmina a transitar, a simplemente habitar, a buscar refugios, a perdernos en el camino.

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Los dilemas

de la desmemoriaRufino Rivas

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e acuerdo, no me Macuerdo.

Cuando era niño acompañé a mis padres pobres a un mitin de algún candidato rico. Me dieron mi primer cepillo de dientes.

Me acuerdo, no me acuerdo.Igual de niño pensé que votaría por el PAN porque siempre tenía hambre.

Me acuerdo, no me acuerdo.Mi maestra de primaria me dijo que la Cámara de Diputados era la que le preparaba el desayuno al presidente.

Me acuerdo, no me acuerdo.Un slogan de los setentas decía que la corrupción éramos todos.

Tengo dilemas con mi desmemoria.No tengo presente ningún momento de mi vida que no haya

escuchado que vivimos en paz, que hay condiciones de progreso para la familia, que aprendamos a vivir mejor. Sin embargo, en esos mismos tiempos, recuerdo que hubo masacres estudiantiles, persecución contra maestros, desaparición de líderes sociales, confabulaciones gremiales, fraudes electorales, medios mentirosos.

Tengo dilemas con mi desmemoria.No logro recordar las facciones particulares de todos los que he escuchado hablar de que sus administraciones serán plurales, incluyentes y -aunque nunca sepa cómo- transparentes. Esto que por supuesto se contrasta con la muerte en Acteal, con la represión sistemática en Atenco, con las eternas noches de Tlatelolco, con 60 mil cuerpos destrozados por la locura de ciertas políticas gubernamentales que jamás aceptaron crítica ni propuestas, pese a Sicilia.

Lo acepto. A mi edad las cosas empiezan a olvidarse, a borrarse lentamente o en progresión constante hacia la desmemoria total de la muerte.

A veces olvidar es una buena terapia.

Olvidas que te instalaste cómodamente en tu sillón para ver el mundo pasar en tu pantalla.

Olvidar que creíste que el mundo era así, siempre en constante crisis orquestada con música de bala y metralla.

Olvidar que eres culpable de tanto PRI, tanto PAN y tanto PRD en la escena del poder.

Olvidar lo que significa la palabra pasión, indignación, encabronamiento.

A causa de los dilemas de la desmemoria vamos a tragarnos la frase aquella de que tenemos a los políticos que nos merecemos...

A menos que...

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