2010-02-28-Caja de arena-02

8
Aguascalientes, Ags. Domingo 28 de Febrero de 2010 Suplemento Cultural Catorcenal de Billie Holiday Juan Satiri Número 2 Por Estefan Ripochet La Madre Patria Fotografia de Emilio Fuentes Por Ricardo Esquer Por Gabriel Vega Por Diego Andrés Reyes Por Johann Karl El Valedor Imagen El Arte de Juan Satiri Página 24 El Mejor Periodismo Diario Aguascalientes y Zacatecas Resena Los Politicos El Pulpo en Mexico

Transcript of 2010-02-28-Caja de arena-02

Page 1: 2010-02-28-Caja de arena-02

Aguascalientes, Ags. Domingo 28 de Febrero de 2010 Suplemento Cultural Catorcenal de

Billie HolidayJuan Satiri

Número 2

Por Estefan Ripochet

La Madre PatriaFotografia de Emilio Fuentes

Por Ricardo Esquer Por Gabriel Vega Por Diego Andrés Reyes

Por

Joha

nn K

arl

El Valedor

Imagen El Arte de Juan Satiri

Página 24El Mejor Periodismo Diario

Aguascalientes y Zacatecas

Resena

Uto

pias

Que

brad

as

Los PoliticosEl Pulpo en Mexico

Page 2: 2010-02-28-Caja de arena-02

2 Página 24El Mejor Periodismo Diario

Caja de Arena

Editorial

EditorialEditorial

Editorial Editorial

Editorial

Editorial

Merece la pena volver la vista hacia la iconografía patria, recién pasados los festejos por el Día de la Bandera y, sobre todo, en un año como éste, cuando la imagen de “patria” que nos muestran los grandes medios de comunicación es la de un México idílico que para la mayoría de los que lo habitamos no existe.

La mirada, pues, debe ser muy crítica: de los almanaques de Helguera a los mensajes de las narcomantas y a la semiótica de

la violencia cada vez más cotidiana en las calles de nuestras ciudades (basta analizar el recorrido que nos ofrece uno de nuestros colabora-dores por una Ciudad Juárez que hoy se desangra). Este número de Caja de Arena pretende mostrar algunas de las imágenes que sig-nifican, real o idealmente, el ser mexicano en nuestra época: las máscaras de la lucha libre o un espectáculo de ballet folklórico y su relación con las políticas que se siguen para difundir la cultura, o para esconderla…

Por otra parte, no podemos quedarnos sin mencionar que el 19 de fe-brero pasado se cumplieron cuatro años de la tragedia minera en Pasta de

Conchos, Coahuila. Por eso hoy, recordando a los sesenta y cinco mineros que perdieron la vida ese día ante la negligencia de la compañía que operaba el lugar, y en apoyo a los mineros de Cananea; conscientes del desprecio que los gobiernos muestran desde hace siglos hacia los trabajadores, nos sumamos al reclamo de justicia y dignidad que cada vez suena más fuerte en todos los rincones del país.

CuervoJuan Satiri

Directorio

Director General : Ramiro Luévano López

Colectivo Editorial Gata Negra

Coordinación: Ilse Díaz, Juan Pablo de Ávila, Chuy Tinoco, Edgar Alberto

García, Evangelina Terán, Adrián Rodríguez y Guillermo Saucedo

Comentarios: [email protected]

Página 24El Mejor Periodismo Diario

Page 3: 2010-02-28-Caja de arena-02

3Caja de ArenaPágina 24El Mejor Periodismo Diario

Los del MontónJuan Satiri

Por Estefan Ripochet

“No identificada Hada Madrina Hada Distor-sionadores de encrucijadas fatuas Quemada Amor Amordazada. Cabeza cubierta con bolsa de plástico. Ojos para las Hadas Sonrisa de ate-ridos comunicadores en el bolsillo de los po-derosos Violada Acuchillada Mancillada Semi-desnuda Glorificación del horror Estrangulada Hada Hada Golpeada NO IDENTIFICADA”. La escritura de Juan Pablo de Ávila oscilaba entre un poema y un informe de autopsia. Su recopila-ción, Ojos para las hadas, un fanzine fotocopiado, era un homenaje a las muertas de Juárez. “Tómalo como tu regalo de cumpleaños”, había dicho Pedro. Me enviaba a México a investigar la muerte de la hija de uno de sus camaradas del 36. Acababan de encontrar a Lupita en un vertedero. Me había tragado la mitad de los informes de Amnistía Internacional, había recorrido lacitédesmortes.net y había leído numerosos artículos que una especie de “Libé” mexicano había dedicado a Ciudad Juárez. Todos destacaban las disfunciones de la investiga-ción, que no le había preocupado nunca a las élites.

Desde mi llegada, la ciudad entre dos mundos se asomó. Un millón y medio de habitantes, uno de los pasos fronterizos más atravesados del mundo. Cerca de 150.000 personas lo atraviesan cada día y un sol pesadísimo. La hermana siamesa de El Paso, a caballo entre México y Gringolandia, es escenario de un feminicidio. Desde 1993, cerca de 450 mu-jeres han sido asesinadas, muchas mutiladas, al-gunas violadas... ¡Y hay tantas desaparecidas! Sin embargo, las autoridades sólo reconocen 271 ca-sos. Ninguno ha sido resuelto satisfactoriamente... El Gobierno Federal y el de Chihuahua han mos-trado más celo en combatir el atuendo provoca-dor de las víctimas que en acabar con la violencia. Encontré al camarada de Pedro, Fernando, en la sede de la asociación “Nuestras hijas de Regre-so a Casa”, al sur de la ciudad. La calle rodea un terreno vacío perteneciente a la principal de las 400 maquiladoras de Juárez. Muchas de las vícti-mas trabajaban para estas fábricas cutres. Nando y Norma, una de las fundadoras de la asociación, me guiaron por la ciudad. Pegados al primer mun-do se amontonan los poblados de chabolas, reser-

vas humanas, esclavizables a merced de que las Ford, Thompson, Siemens, Electrolux, les aplas-ten con el dedo. Una mano de obra tan inagota-ble como beneficiosa transnacionalmente. “Cerca de 80% de los habitantes vienen del interior del país... muchas mujeres, ¡atraídas por empleos de 6 dólares al día!”, me había explicado Norma. Caída la noche, pateando las calles del centro, me había asaltado una nube de chicos que me ofrecían sus servicios por un puñado de pesos: enceradores de zapatos, chupadores de pollas... A menudo colo-cados con éter, coco o piedra, una especie de crack. Chicas de 12 años con una femineidad excesiva, vendían su cuerpo a los jóvenes gringos venidos a desfasar al otro lado de la frontera. Nando me mos-tró también la cara más ostentosa de Juárez, sus barrios residenciales del noroeste de la ciudad. La otra cara de la moneda. Cerca de un tercio de las 300 toneladas de cocaína que pasan cada año al Tío Sam cruzan por aquí. Si el tráfico de drogas corroe la piel sobre los huesos de los pobres es para que los jefes de la ciudad se “alimenten” mejor. Un 4x4 sin matrícula, con los cristales tintados. Por todas par-tes, gorilas con gafas oscuras y armados. El Cártel tiene a Juárez cogida por las pelotas. Más allá de la ciudad, hay ranchos donde la élite organiza su re-parto sin tanta finura, centrado en las coimas. Lupita, como muchas de las que luchan para que se haga justicia, había recibido amenazas. “Disfruta de la vida tanto como puedas” había sido la última. Estaba estudiando derecho y militaba con Norma desde hacía dos años. Luchaba porque las mujeres pudieran vivir de nuevo en Juárez y no solamente morir allí. “Cerca de 15 años de impunidad”, había suspirado Norma, “o cinco siglos, ya que hay en las mujeres de Juárez un poco de la maldición de La Malinche”. Esta joven india fue ofrecida a los conquistadores cuando llegaron; una vez bautiza-da, se convirtió en la intérprete de Cortés y en su amante. Sus conocimientos facilitaron la conquista de México. Nando había apostillado que “para al-gunos, La Malinche es la madre del México mestizo, pero en la lengua popular, es la madre de todos los males, la puta vendida al extranjero”. Desde la conquista española hasta la esclavitud industrial continúa esta “culpabilización” de la mujer. Con el antiguo anarquista cruzamos una manifes-tación pro-vida. Me explicó la doble moral cristia-na que aquí reclama el derecho a la vida desde la concepción, pero que deja morir a las mujeres en la clandestinidad del aborto. La impunidad que vomita Juárez se alimenta del desprecio que flo-rece a la sombra de la iglesia. Norma, por respe-to a la cruz que lleva, no lo reconocerá. A Cheryl no le habrían gustado Juárez y sus canti-nas, sus bares a menudo prohibidos para las muje-res... Yo apreciaba la cerveza: “¡vamos jefe, otra Victoria!” Después de algunos días, ya no sabía si era yo el que secundaba a Nando en su persecución del asesino o si era él quien que me acompañaba en esta investigación asfixiante. ¿Será la ciudad misma la que mata? Aunque cada víctima se haya encon-trado con la muerte cara a cara... más bien con una serie de asesinos que con un asesino en serie. Ya de vuelta en Pied-de-Porc, un artículo de La Jornada Nacional anunciaba la muerte de un tipo en Juárez. Este empresario de las pompas fúne-bres La Paz y pequeño traficante, era compañero de ruta de algunos profesionales del Cártel y de las autoridades municipales coludidas. Lo habían encontrado en el parque Hermanos Escobar. Pedro me lanza una sonrisa. Nada qué decir.

El Pulpo en Mexico

Page 4: 2010-02-28-Caja de arena-02

4 Página 24El Mejor Periodismo Diario

Caja de Arena

En la esquina de Tacuba y Filome-no Mata, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, donde convergen el Palacio de Minería proyectado por Manuel Tolsá; el conjunto escultórico de los gobernantes de la Triple Con-federación de Anáhuac, del aguasca-lentense Jesús F. Contreras, y frente al Museo Nacional de Arte, de Silvio Contri, existe un pequeño y modesto puesto de revistas que, si se quiere ver desde el punto de vista de la ar-monía estética de la majestuosa Plaza Tolsá, afea, ciertamente, el espacio.

Quienes caminan por esa acera no pueden sino detenerse a contemplar los cromos de los almanaques de Jesús Helguera que ahí se venden, imágenes que han acompañado los trabajos y los días de abuelos, padres y nietos. Este

arte pocas veces ha sido reconocido como tal, pues hará cosa de diecisie-te años que fue motivo de una expo-sición en el tristemente desaparecido Centro Cultural Arte Contemporáneo en Polanco y, más recientemente, en el Museo Soumaya de Plaza Loreto.

Sería pretender tapar el sol con un dedo no darse cuenta del tono idílico de estas representaciones: guerreros mexicas con cuerpos de fisicoculturis-tas –los que algún profesor de antro-pología llamara “aztecotas”-, prin-cesas mayas con el rostro de María Félix, el Arcángel Divino ciñendo de olivo las sienes del Cura de Dolores, y también imágenes de la vida dulce y apacible de la provincia mexicana: la abuelita recibiendo las flores el 10 de mayo, las mañanitas, la serenata,

el padre arreglando una silla de mon-tar mientras el hijo labra la tierra con rústico arado, o la india bonita que deja emocionada la elaboración de tortillas en el comal cuando su amado le presenta un rebozo nuevo. Pese a su posible artificialidad, estas esce-nas despiertan por lo menos una es-pecie de simpatía enternecedora en el espectador. Los temas bucólicos y patrióticos de los almanaques de Hel-guera destacan como una herencia del Nacionalismo Mexicano, ese mo-vimiento cultural sin precedentes ni comparación al exterior. Quizá sólo durante el Romanticismo Alemán del siglo XIX puedan hallarse temáticas similares.

Una imagen en particular llama la atención al transeúnte: La Patria y el

niño. En esta composición se aprecia, en primera instancia, a la mujer mes-tiza con rostro estoico pero sereno, llevando de la mano a un pequeño educando de nivel primaria con su li-bro de texto bajo el brazo. La Patria lleva también en su diestra la Bande-ra Nacional con el escudo anterior al diseño definitivo vigente desde 1968. Al fondo los volcanes, testigos mudos de las eras de México. La niñez, la esperanza del mañana, cuyos pasos están guiados hacia el porvenir y el bienestar de la nación.

Voces críticas podrán argumentar, y no necesariamente sin razón, que estas imágenes no son sino produc-to de una fantasía colectiva institu-cionalizada y arcaica, y que hoy es tiempo de mirar hacia el futuro; pero

Utopias QuebradasPor Johann Karl

Page 5: 2010-02-28-Caja de arena-02

5Caja de ArenaPágina 24El Mejor Periodismo Diario

aquellas utopías que prefiguraban la prosperidad al despuntar el alba del siglo XXI, hoy son letra muerta. Diez años después de la fecha que marca el inicio del nuevo milenio es posi-ble afirmar que la humanidad, pero en especial sus líderes, se levantaron por el lado equivocado de la cama: ha sido un siglo de guerras inútiles pero no por ello menos sanguinarias, la mentira es tanto una máxima política como un dogma de fe y la decadencia es la marca indeleble de instituciones y credos.

Esta década ha sido llamada en Méxi-co, según el libro de un personaje non grato e innombrable, “la década perdida”. Quizá sea lo único que un amplio sector de la población pueda compartir con el referido sujeto. Se

prometió un cambio por el simple he-cho de lograr la alternancia política; sin embargo, los resultados de dicha empresa son más que indignantes, peor aún la manera en que se dio la continuidad de tal sistema, por no ha-blar del saldo de muertes que el ac-tual régimen ofrece el día de hoy.

La iconografía del presente de Méxi-co no es más la idealización de la raza indígena y mestiza en armonía con su paisaje; sus próceres no son más los caudillos libertarios de las ges-tas que este año se conmemoran con pompa y circunstancia, con la misma fastuosidad y parafernalia que hace cien años. La iconografía cotidiana es la narcoestética potenciada con la brutalidad del poder: cuerpos huma-nos mutilados en múltiples formas,

diseminados y expuestos por monto-nes en carreteras, escuelas, parques, plazas y edificios públicos. Las letras contemporáneas más visibles son las de las narcomantas que aparecen en puentes y atrios catedralicios sin que nadie sepa aportar dato alguno sobre su colocación. La juventud no camina hoy gustosa de la mano de la Patria, sino masacrada por los narcos y con-denada sin fundamentos por el Ejecu-tivo.

Dicen que de vivir en México, Franz Kafka sería escritor costumbrista, ahora bien, ¿qué pintaría Helguera el día de hoy? Sin duda sería un pintor hi-perrealista de estética gore. Las uto-pías murieron y México, desde 2006, es el escenario de todas las distopías1

La Madre PatriaFotografía de Emilio Fuentes Amador

1. Una distopía[] es una utopía perversa donde la realidad transcurre en términos opuestos a los de una sociedad ideal. El término fue acuñado como antónimo de utopía y se usa principalmente para hacer referencia a una so ciedad ficticia (fre-cuentemente emplazada en el futuro cer-cano) en la que las tendencias sociales se llevan a extremos apocalípticos. http://es.wikipedia.org/wiki/Distop%C3%ADajamás imaginadas.

Page 6: 2010-02-28-Caja de arena-02

6 Página 24El Mejor Periodismo Diario

Caja de Arena

Atemoztli es el décimo mes del ca-lendario azteca. Puede traducirse como “Agua que cae”, según algunos, y le da nombre a un ballet folclórico que celebró sus primeros 25 años de existencia con el espectáculo ¡Como México no hay dos!, el cual se presen-tó el pasado domingo 14 de junio, a las 18:00 horas, en un Teatro Morelos completamente lleno. Aquella tarde, el público y los participantes (57 bai-larines, el mariachi “Las Adelitas y los Dorados”, el grupo coral “Cántica Vital”, el grupo de música tradicio-nal “Atemoztli” y el grupo de músi-ca autóctona “Raíz Viva”) hicieron que la temperatura en el interior del añoso edificio y en los corazones se elevara varios grados por encima de la del exterior, propiciando un vuelo más allá de la celebración de un ani-versario más de esta agrupación, que a lo largo de su historia ha realizado giras por casi todos los estados de la República, montando diversos pro-gramas y cosechando importantes re-conocimientos a su trabajo. Para esta celebración, el director, José Luis Aguilar, invitó a Rafael Juárez, co-nocido actor, cantante y periodista, quien participó con textos que, entre un baile y otro, ensalzan los valores nacionales.

R.E. – ¿Tú hiciste los textos?

R.J. – No, solamente los del princi-pio. Los otros ya estaban hechos; a al-gunos de ellos les metí mano y fue por una invitación de José Luis Aguilar que participamos. Se me hizo interesante la propuesta porque es un grupo que ha estado fuera del oficialismo y que ha logrado mantenerse con la calidad que tiene. Si vemos el desarrollo del espectáculo, tal vez resulta un poco largo, pero tenían que festejar estos 25 años; sin embargo, presentan mú-sica en vivo, y como que ya no es tan sencillo hacer un espectáculo de esta naturaleza y abarcar o abordar muy diferentes regiones de la nación. Ahí nos faltó algo de Aguascalientes, pero ¡bueno!, se aborda la de Yucatán, la de Nuevo León, etcétera, y para quien lo realizara sería muy extenuante y difícil. En lo que se refiere a la espec-tacularidad, pues ahí está Amalia Her-nández…

– ¿Hay planes de seguir trabajando juntos o esto fue sólo por los 25 años del ballet?

– No, es un grupo que trabaja normal-mente, con una disciplina que, junto con la trayectoria, tiene futuro. Es la primera vez que trabajo con ellos, hay que decirlo; sin embargo, el maestro José Luis y yo nos conocemos desde hace mucho tiempo, desde aquellos años del CRENA. Él y yo coincidimos ahora en el CEBETIS 39, donde él da clase. Trabaja con chavos preparato-rianos, de 16, 17 años, con un grupo que en 2008 queda en el primer lugar en danza, con el tema de la Santa Cruz, en un concurso estatal de diferentes disciplinas y, posteriormente, repre-sentó a Aguascalientes en el concurso nacional, en Chiapas. Y esto me pare-ce importante, dada la participación del maestro José Luis Aguilar, porque se está involucrando con los chavos y no es tan sencillo hacerlo, incluso en la prepa. Qué bueno que los chavos se motivan y se interesan. Por supuesto, no se trata de coartar otras inquie-tudes por la oferta que hay de otras dimensiones, no, sino de sembrar lo propio y que ellos lo continúen con su propia dinámica; incluso algunos, muy jóvenes, todavía están en este mismo grupo del CEBETIS, o en otros grupos que ya rolan, como se dice. Y esto es importante porque se hace semilla, se hace raíz. Entonces viene la invitación y buscamos conjuntar esfuerzos, sin ningún compromiso económico, sino sólo el escénico y la propuesta para poder montar un espectáculo.

– En el contexto actual de las críticas al país por no ser viable, ¿cómo leer este enaltecimiento de los valores patrios?

- ¿Qué? Los políticos no son México. Los grillos que están enquistados en el poder, de manera legal pero total-mente injusta, no son el México que nos representa y nunca lo serán. Ellos se han apropiado de un México que no saben entender y no saben ni si-quiera administrar esos valores, si es que se pueden o deben administrar los valores. Es un grupo de sátrapas en-quistados ahí, que nos quieren quitar esto, precisamente, la memoria. ¿Qué es lo que pasa con los conquistadores? Arrasan con el acervo cultural, con la danza, la música, la literatura. ¿Qué acaba de suceder con la filosofía? Le dieron en la madre en los bachillera-tos y tuvieron que rectificar y decir: “Señores, estábamos equivocados, perdón, sí va la filosofía”. Porque le tienen miedo a la subversión, es de-

cir, a cambiar el estado de las cosas putrefactas que existen en este país. La cúpula está podrida, pero eso no quiere decir que nuestro México esté en las mismas circunstancias. En este momento, resaltar este valor patrio, no patriotero, nacional, no de otra manera, es blindarnos de algún modo contra el embate que hay; estamos amenazados, en ese sentido, de des-memorizarnos [sic]. A eso le apues-tan; sale otra vez el señor Salinas a decir que el liberalismo es la panacea de este mundo. Total, que la globali-zación nos arrasa y finalmente de los pueblos queda solamente la semilla esta que ahora tratamos de conservar, no en un sentido de una intención re-trógrada, sino con un sentido vigente de la historia, de la estética, de la ética y de la congruencia nacional. Porque hay quien piensa que retomar estos temas ya quedó atrás y no: no podemos olvidar nuestro piso, que somos esta raíz. Si lo olvidamos nos quedamos exactamente sin memoria. Entonces, que esos políticos degraden al país en esos niveles… bueno, serán otras circunstancias, pero el pueblo está muy cansado de lo que está suce-diendo. Y si ahora existe la intención de no preferir a nadie en una votación, etcétera, ojalá que ese sentimiento permita cimbrar los soportes del país, y demos gracias a quien sea, de que ahora la intención es ésa: que no se coopte o se anule el voto, porque esto va a ser muy pesado para la gente del país, en sus estratos de menor capa-cidad económica o sociocultural, que están a punto de tronar. Y todo esto son acicates para que la gente no se deje llevar. ¿Se habla de un México fallido? ¡Se habla de un equipo de po-líticos fallidos! Y de partidos políticos fallidos y de propuestas fallidas en un México que florece y que a lo largo de la historia ha sido hiper-explotado, pero que continuará dando para estos sátrapas y para los que estamos atra-pados también en una narco-cultura, donde hay que rezarle a un caballero, y la banda, y el detritus y el trastocar la música mexicana. Las circunstan-cias que siguen son vivenciales, pero eso no significa tomar como ídolos o figuras de canción a entes como Chen-te, que por medios comerciales tratan con todos los recursos, creer que es po-sible “payonear” a quien sea, cuando sólo les interesa el dinero, y en eso va de por medio el sustento de México, su cultura.

Los Politicos no son MexicoEntrevista con Rafael Juarez

Por Ricardo Esquer

Por Bruno Ruiz

Haikus para un desvelo

IV

Yo no, tú, sin ti, después, y antes de ti, lejos, con todo...

V

Fin meridional de la noche que anhela su sueño fugaz.

VI

Miro una sombra. es mi mano que se ha querido dormir.

VII

Saltamontes cantor: Despiértame ahora O quema mi sueño.

VIII

Sueño de olvido, un espacio vacío, y rostro sin voz.

VIX

Los ojos no ven, desean, recuerdan, sí. Aún siguen sin ver.

Page 7: 2010-02-28-Caja de arena-02

7Caja de ArenaPágina 24El Mejor Periodismo Diario

Tengo treinta y seis años y hace quince que no salgo del departamento. Creo que la última vez que me vi los pies fue hace como catorce. Conozco bien la historia del Valedor, sé que todavía está en el manicomio, pero de algu-na forma se las ha arreglado para que lo dejen salir los fines de semana. No me pierdo la transmisión de las luchas y soy admirador del Caníbal, ese lu-chador enmascarado que debutó unos meses después de que la Asociación le retirara la licencia al Valedor.

¿Se acuerdan cuando le hundieron la nariz en la cara? Si hubiera sido cual-quier otro, este percance no represen-taría interés alguno, pero el valor más grande de él radicaba en sus facciones. Su cara era una bendición de tan se-rena. Nadie podía creer que detrás de esa cara de nomatoanadie, estaba es-condido un asesino más caníbal que el propio Hannibal Lecter.

El mismísimo Jack Sparrow se hubie-ra espantado de lo que sucedió ese día en la Arena. Por cierto, ¿dónde cara-jo está el control de la televisión? Una de las cosas más extrañas que suceden aquí, es precisamente eso; siempre se pierden las malditas cosas. No creo que esté en el sillón. ¿Les puedo pedir un favor? En lo que aparece el control, ¿le pueden bajar un poco el volumen a la televisión? Y otro favor: no me tomen fotos. Ya estoy hasta la madre de que todos los pinches periodistas se acer-quen para mostrarme como un fenó-meno. Eso no es justo. Es cierto que en los últimos años he subido mucho de peso, pero creo que los seres humanos tenemos otros valores; por ejemplo, la agudeza de mi inteligencia, o mis ojos, que son iguales a los de la estampa de San Francisco de Asís que debe de estar escondida por ahí. Es raro, pero tam-bién la estampa se desaparece todos los días.

Hace como catorce años que estoy postrado en esta cama. No creo impor-tante decirles que peso lo mismo que un toro de cinco años. Ustedes ya se dieron cuenta.

No es necesario buscar el control de la televisión, en cualquier momento se va a aparecer por ahí. A lo mejor está es-condido abajo de ese montón de cajas de pizzas, o entre las cobijas.

Les decía que cuando le hundieron la nariz al Valedor sucedieron un montón de cosas. Él no lo podía creer. La pata-da voladora de uno de Los Guapos le explotó en la cara y se quedó tirado en la lona más de diez minutos. La lucha fue interrumpida por el comisionado de la Asociación de Lucha Libre. Al ré-feri le costó un montón de trabajo qui-tarle a Los Guapos de encima: tuvieron que salir casi todos los técnicos de los vestidores para quitárselos. El público se quedó tan callado como… ese foco fundido, que desde que murió mi papá ha permanecido mudo de luz.

Mi papá murió una noche de mucha bulla. Llegó de trabajar de la carnice-ría, dejó botado el mandil en esa silla que está junto a la televisión y se metió al baño. Yo estaba buscando el control por todos lados. Se hizo de madrugada y mi papá no salía del baño. La nove-dad de la muerte de dos luchadores en la Arena parecía que se salía de la pantalla. Tal vez por eso no me percaté antes de la ausencia de mi papá; me di cuenta de que no salía del baño hasta que se fue la señal de la tele.

Después de que se llevaron al Valedor a los vestidores, anunciaron una lucha de emergencia para calmar al públi-co, que parecía chile toreado. Un par de luchadores desconocidos estaban trenzados en una llave cuando regre-só el Valedor con la nariz hundida en la cara. Todavía le escurría sangre. Su rostro, que antes de esa noche pare-cía una laguna de sereno, era igualito al de Jack Sparrow. Por momentos sus facciones se veían como las de un pi-rata ebrio de sangre. Cuando se subió al ring, la gente lo aclamó con un gri-to tan largo, como el que esos pobres infelices dieron cuando el Valedor los hizo pedazos con sus manos. Al prime-ro le arrancó una oreja y se la tragó enfrente de toda la gente. El segundo, que se estaba asfixiando con el pie del Valedor que le apretaba la garganta, fue el más castigado. El Valedor le me-tió las manos en la boca, le arrancó los cachetes y ahí mismo, delante de ese montón de gente, se los tragó a mordi-das. Lo que sucedió después no tiene caso platicarlo. Cuando por fin lo pu-dieron controlar, ya habían interrum-pido la transmisión. Lo último que se vio en la tele, fue... mejor lo dejamos así. Me acuerdo de esa noche, me dan ganas de tirar las tripas por la venta-na, pero no puedo. A veces pierdo la cuenta de los años que llevo acostado en esta cama. Ustedes perdonaran el tiradero pero... Mis hermanas me man-dan una persona cada ocho días para asear el departamento, y me regalaron este teléfono para pedir las pizzas y los refrescos. Ellas pagan la cuenta. No me lo van a creer, pero el teléfono es el único que no se pierde.

¡Joven!, ¿me puede pasar la bacinica? Ya me están empezando los retortijo-nes.

Jack Sparrow fue el que me dijo que mi papá estaba muerto en el baño y,

Hannibal Lecter, me decía con esa voz bendita que no le creyera nada, que eran puras figuraciones suyas.

Hace años que platico con ellos todos los días. Ustedes no se pueden imagi-nar la impresión que me llevé cuando vi que el control de la televisión pa-saba corriendo todo espantado, en el momento en que Jack y Hannibal se sa-lían de la tele, pero en poco tiempo me acostumbré a verlo corriendo a escon-derse. Mi San Francisco de Asís se fue a meter quién sabe dónde. Nos queda-mos platicando por mucho tiempo; tan-to, que hasta el día de hoy no se habían levantado del sillón. Cuando supe que iban a venir, les pedí que cuando llega-ran, les dejaran el lugar. Los dos están escuchando; creo que cuando los alba-ñiles derriben el muro para sacarme se van a regresar a la tele. Dicen que me van a extrañar, pero ambos aseguran que voy a estar bien.

Ayer, cuando estábamos viendo las no-ticias, un locutor dijo que iban a venir por mí. Que lo más complicado era de-rribar el muro, porque el departamen-to está en el cuarto piso. Una construc-tora se ofreció para traer una grúa y bajarme hasta la ambulancia.

Cuando murió mi papá recibí las últi-mas visitas en el departamento. Fue-ron mis hermanas. Les digo que conoz-co bien al Valedor porque una de ellas es su esposa. Mis hermanas no saben que murió mi papá, piensan que se fue de la casa. Vinieron porque sabían que el Valedor se vino a esconder aquí des-pués de que prácticamente se merendó en pedazos a los luchadores. Nos costó mucho trabajo convencerle de que te-nía que estar en su casa, principalmen-te porque se quería quedar a vivir aquí, conmigo.

Mi hermana y el Valedor tienen tres hijos que son una bendición de tan bo-nitos, pero no los conozco en persona. Los he visto en las noticias varias ve-ces; la primera fue cuando sacaron a mi cuñado de su casa y se lo llevaron al manicomio. Las otras, cuando trans-miten homenajes en su honor. No me lo va a creer, pero yo sé que el Vale-dor es el mismísimo Caníbal. Claro, a ustedes les falta la debida experiencia para reconocerlo, pero yo le conozco bien los ojos. Tras de esa máscara es-tán esos ojos que son una bendición de tan serenos. Pero no lo vean cuando le

sale sangre de la nariz, porque se pone como bestia.

El día que sucedieron todas estas co-sas, escuché ruidos en la entrada. En ese tiempo todavía podía caminar. El que entró al departamento era el mis-mísimo Valedor. Venía con la mirada nublada de tanta sangre. Se tiró en el sillón; mis amigos, Hannibal y Jack, se tuvieron que levantar y se pararon ahí, donde están en este momento. Su cara, otra vez era una bendición de tan serena. Era igualita a la mirada de mi San Francisco de Asís, que quién sabe dónde carajo esté escondido.

La figura de San Francisco es bien co-barde… Primero el control se echó a co-rrer cuando mis amigos se salieron de la pantalla, y después la figura, que se fue a esconder mientras al Valedor se le ocurrió la idea de que era una cruel-dad enterrar o quemar a los difuntos.

Él fue el que sacó el cuerpo de mi pa-dre del baño y, aunque yo me opuse en un principio, finalmente comprendí que tenía razón. Dijo el Valedor que el cuerpo humano es un montón de pro-teínas desperdiciadas y que tiene un alma que lo mueve a vivir. Hannibal no estaba de acuerdo con estas cosas; él decía que la carne humana es deliciosa y nada más. Jack trataba de conven-cerlos: los muertos no son más que un pastel de gusanos.

El Valedor, quien me insistió que no veía a mis mentados amigos, dijo que la carne impregnada de adrenalina era como saborear venganza. Lo que pasa es que al Valedor, desde chiquito, todos lo agarrábamos de bajada. Lo traíamos a pura patada y zape.

Al principio me negué, pero cuando vi que al Valedor se le quitaba lo bendito de la mirada, mejor me quedé callado. Observé cómo destazaba el cuerpo de mi padre y lo metía en el refrigerador. Puso a sancochar cebolla y ajo, y sacó hierbas de olor de la despensa; echó a freír unas tiras de algo que, quién sabe qué sería, pero estaban deliciosas.

Creo que ya llegaron los de la grúa. ¡Ah¡, mire, ahí está escondida la figu-ra de San Francisco. Pobrecita, está temblando de miedo. El control se va a aparecer corriendo por ahí, al rato que muevan todo este montón de cosas.

Antes de que tiren el muro, ¿les puedo pedir un favor? Cuando saquen del ma-nicomio al Valedor y lo lleven a la Are-na, díganle que la cabeza de mi papá está en el congelador.

Ellos ya se fueron, Jack y Hannibal, se regresaron a la televisión. Miren, ahí está el control. Está junto a las cajas de pizza. Parece mentira. Todo está muy callado. ¿De verdad me van a lle-var al hospital? Si me van a llevar a un hospital, ¿qué hace tanto policía ahí parado?

Por Gabriel Vega Real

El ValedorLa MuñecaJuan Satiri

Page 8: 2010-02-28-Caja de arena-02

8 Página 24El Mejor Periodismo Diario

Caja de Arena

Coca Cola en la SangreJuan Satiri

Francisco Martínez Farfán La memoria verdadera Instituto Cultural de Aguascalientes, Fondo de Cultura Económica, 2009.

Todas las personas tenemos deseos. Algunos son más fáciles de cumplir que otros; en ocasiones es prácticamente imposible materializarlos. Sin em-bargo, la imaginación, la reina de las facultades, como la llamaba Baudelaire, siempre está ahí para hacer crecer nuestras ansias de ver ese deseo he-cho realidad. Incluso cuando lo que deseamos es revivir el recuerdo de algo que pasó, la imagina-ción nos hace nuevos partícipes de los momentos que ansiamos recuperar.

Sin embargo, lo que imaginamos, lo que recor-damos, nunca es tan vasto como la realidad. Las imágenes que reproducimos en nuestra cabeza, se reducen apenas a los rasgos a los que, quizá sin saberlo, dimos más importancia. Después de ima-ginar o recordar, tenemos la sensación de que algo nos falta, como si nos quedara un hueco, un silen-cio o un espacio en blanco por llenar. Es entonces cuando nos damos cuenta de nuestros propios lími-tes y nos angustiamos por superarlos a toda costa.

Este es uno de los temas que Francisco Martínez Farfán toca en su nuevo libro La memoria verdade-ra. Nacido en San Luis Potosí, Martínez Farfán ha caminado más de cincuenta años por la vida (cuer-da floja para algunos como él), y publicado espo-rádicamente en distintas revistas y suplementos. Independientemente de su carácter algo esquivo,

enigmático en ocasiones, atento y conversador en otras, su pluma vive entre la página como el olor de un gran lagarto que se arrastra por la brea.

En La memoria verdadera, la voz del poeta, fue-ra de buscar la universalidad del recuerdo en la palabra o en algún otro asidero personal, como se podría suponer por el título tan imponente (basta para sentirlo, la palabra “verdadera”), nos habla de lo que hemos olvidado, del silencio y de los lí-mites de nuestro ser frente a los de otros seres humanos.

La memoria verdadera puede ser el silencio que nos habita, un montón de espacios vacíos que nos definen, y de los cuales tratamos de escapar cons-tantemente:

Memoria no es caudal sólo un rasgo

luz que decrece.

Duele no saber que fuimos-perfil de sombra-

duele dar por perdido

el silencio oquo que somos,

percibir por ocultamiento…

La poesía de Farfán se expande para conocer dón-de termina el yo de cada uno de nosotros; explora los bordes del deseo y la conciencia que aprisionan al ser humano con barrotes de memoria y olvido:

Herida de tiempo abierto

Te busco contra límites dudosos

Detrás de palabras repetidas

Que demandan en tu mejor ausencia

Ese lugar inagotable donde pueda buscarte

Sin rastro ni certeza

Ni salida.

Uno de los tópicos en los que más se concentra la poesía de Farfán, es el del otro. ¿Cuántas ve-ces no hemos considerado a otras personas cómo obstáculos para el desarrollo de nuestras ambicio-nes, de nuestra vida en general? En La memoria verdadera el otro es un intruso, una forja más de la mentira que prevalece como convención social, un instrumento más para el fraude, para el cani-balismo de conciencias que está allí “para nada, para cargar con el solo, el ciego y el incrédulo, también el extraviado, repartir el engaño entre todos”.

Como muchos poetas, Farfán no desaprovecha la oportunidad de considerar la palabra como un ele-mento para trascenderse a sí mismo. Sin embargo, la palabra para él es bella, terriblemente bella e insuficiente; cruel para quien la busca, pues en-carna su secreto en lo callado; no intenta tocar nuevamente las cosas con el poder de la palabra, lucha por acercarse al silencio, al olvido primero, vencer la “ceguera occipital” de los recuerdos, su punto ciego; se busca y escribe su vida hacia adentro, pero la búsqueda siempre es fallida, pues la misma naturaleza del recuerdo y de la palabra (siempre súbditos de la imaginación) no permite un encuentro permanente y se distorsionan: “El escri-ba de mí se me escabulle: bulle en su centro con palabras, que pierden su silencio”.

En otras ocasiones, La memoria verdadera nos muestra la pasividad del recuerdo, la inminencia del presente, del silencio que nos habita y nos deja allí, con nuestro cuerpo como un rayón cual-quiera; indiferentes al pasado y al futuro, a la felicidad, a la tristeza, al paso del tiempo:

A veces es difícil vivir tan fácil

Sin usura y semblante

Sin promesas

Mirando una primera vez

Con la sana ignorancia de la felicidad

Mientras afuera

Contra la hierba cortada y joven

Sopla el viento meridiano de la obstinación

El viento del sur sobre la ropa puesta a secar

Hondeando como los harapos de un viaje.

Después de leer el libro, uno se queda con una sensación de desconfianza hacia la palabra, ha-cia la presencia del otro, y con una increíble sensación de soledad que quiere acabarse en la palabra, que, aunque llega, nos deja siempre in-satisfechos.

ResenaPor Diego Andrés Reyes