2007_Los Realejos

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LOS REALEJOS No sé si son uno o son dos no sé si es un pueblo o un castillo pero todo guarda un orden y encuentran siempre su sitio muros, barrancos, estatuas y el ocho de los caminos que desde el mar a la cumbre se va ciñendo a si mismo. Y se también que mi padre dio aquí su primer vagido y que aquí fueron calvario las cruces de mis amigos. Cifrado casi, en voz baja y en sus cuadernos metido, la espalda puede volverte, mas su silencio esta vivo. Es un silencio artesano que no asoma al postigo, elaborando sin tregua sus panales fugitivos, manos de pólvora el hombre, dedos de mujer los hilos. Las bordadoras trabajan -quito y pongo, pongo y quito- en bastidores de fuentes los remansos de los ríos, quemándose las pestañas, partiéndose el alma en vidrios y agujereando el aire con puntadas y suspiros. Y son los calados sienes Bordadas por sus latidos, diagrama de soledades que los ojos han escrito y el alba que nunca llega y los sueños que se han ido. Bórdame un mantel con panes que tengan imán de trigo, aguas que maten la sed, lumbres con caras de niño. Bórdame la libertad en alto como los nidos. Y vosotros, fogueteros, en el fiel del equilibrio entre la vida y la muerte, que hacéis de la noche mirlos con trinos de fuego, siempre a los trapecios subidos de las ascuas, rubricando con aves de paraíso las orgías y el suspense de los cielos encendidos. Vosotros que traducís la oscuridad de los ritmos con voladores de lagrimas y cuadraturas de círculos, desgranadme las espigas de los cohetes de silbo, el rostro de las cascadas, las ruedas de mi albedrío. Bordan ellas la ternura, bordan ellas el peligro. Y hay un temblor en su sangre de corazones en vilo. Y ese recuerdo de tamasma recuerda a Viera y Clavijo. Poesía extraída del libro “Vuelta a la isla” de Pedro García Cabrera, refiriéndose al pueblo de Los Realejos.

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Poesía extraída del libro “Vuelta a la isla” de Pedro García Cabrera, refiriéndose al pueblo de Los Realejos.

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LOS REALEJOSNo sé si son uno o son dosno sé si es un pueblo o un castillopero todo guarda un ordeny encuentran siempre su sitiomuros, barrancos, estatuasy el ocho de los caminosque desde el mar a la cumbrese va ciñendo a si mismo.Y se también que mi padredio aquí su primer vagidoy que aquí fueron calvariolas cruces de mis amigos.Cifrado casi, en voz bajay en sus cuadernos metido,la espalda puede volverte,mas su silencio esta vivo.Es un silencio artesanoque no asoma al postigo,elaborando sin treguasus panales fugitivos,manos de pólvora el hombre,dedos de mujer los hilos.Las bordadoras trabajan-quito y pongo, pongo y quito-en bastidores de fuenteslos remansos de los ríos,quemándose las pestañas,partiéndose el alma en vidriosy agujereando el airecon puntadas y suspiros.Y son los calados sienesBordadas por sus latidos,diagrama de soledades

que los ojos han escritoy el alba que nunca llegay los sueños que se han ido.Bórdame un mantel con panesque tengan imán de trigo,aguas que maten la sed,lumbres con caras de niño.Bórdame la libertaden alto como los nidos.Y vosotros, fogueteros,en el fiel del equilibrioentre la vida y la muerte,que hacéis de la noche mirloscon trinos de fuego, siemprea los trapecios subidosde las ascuas, rubricandocon aves de paraísolas orgías y el suspensede los cielos encendidos.Vosotros que traducísla oscuridad de los ritmoscon voladores de lagrimasy cuadraturas de círculos,desgranadme las espigasde los cohetes de silbo,el rostro de las cascadas,las ruedas de mi albedrío.Bordan ellas la ternura,bordan ellas el peligro.Y hay un temblor en su sangrede corazones en vilo.Y ese recuerdo de tamasmarecuerda a Viera y Clavijo.

Poesía extraída del libro “Vuelta a la isla” de Pedro García Cabrera, refiriéndose al pueblo de Los Realejos.