2. Lozano, Juan (Cultura y Economia)

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____________________________________________________CUADRANTEPHI Nº 14 Enero – junio de 2007, Bogotá, D.C., Colombia 1 Cultura y economía libidinal 1 Juan José Lozano Arango Licenciatura en Filosofía Universidad del Valle Cali [email protected] Resumen El presente trabajo pretende examinar la definición de cultura que presenta Sigmund Freud en “El malestar en la cultura” frente a los análisis expuestos por G. Deleuze y F. Guattari. La idea principal del ensayo es mostrar cómo la forma en que Freud plantea la cultura corta de antemano la posibilidad de participación real del hombre en el campo social, en la medida en que interrumpe el flujo del deseo como única realidad accesible al hombre. En la primera parte se abordará la definición que propone Freud de cultura y en la segunda se tratará de examinar la relación entre el psicoanálisis y la política. Abstract This work seeks to examine the definition of culture that is presented by Sigmund Freud in “Civilization and its Discontents” faced with the analyses exposed by G. Deleuze and F. Guattari. The main idea of the essay is to 1 Escrito por Juan José Lozano Arango, Estudiante de Licenciatura en filosofía y miembro del grupo de investigación Filosofía y Etología, Universidad del Valle-Santiago de Cali. Para mis amigos rolos... REVISTA ESTUDIANTIL DE FILOSOFÍA

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    Cultura y economa libidinal1

    Juan Jos Lozano Arango Licenciatura en Filosofa

    Universidad del Valle Cali

    [email protected]

    Resumen

    El presente trabajo pretende examinar la definicin de cultura que presenta

    Sigmund Freud en El malestar en la cultura frente a los anlisis

    expuestos por G. Deleuze y F. Guattari. La idea principal del ensayo es

    mostrar cmo la forma en que Freud plantea la cultura corta de antemano

    la posibilidad de participacin real del hombre en el campo social, en la

    medida en que interrumpe el flujo del deseo como nica realidad accesible

    al hombre. En la primera parte se abordar la definicin que propone

    Freud de cultura y en la segunda se tratar de examinar la relacin entre el

    psicoanlisis y la poltica.

    Abstract

    This work seeks to examine the definition of culture that is presented by

    Sigmund Freud in Civilization and its Discontents faced with the analyses

    exposed by G. Deleuze and F. Guattari. The main idea of the essay is to 1 Escrito por Juan Jos Lozano Arango, Estudiante de Licenciatura en filosofa y miembro

    del grupo de investigacin Filosofa y Etologa, Universidad del Valle-Santiago de Cali. Para mis

    amigos rolos...

    REVISTA ESTUDIANTIL DE FILOSOFA

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    show how the way that Freud outlines the culture shortens beforehand the

    possibility of mans real participation in the social field, for it interrupts the

    flow of desire as the only reality accessible to men. The first part will treat

    Freuds definition of culture and the second part will intend to examine the

    relationship between psychoanalysis and politics.

    El hombre es un signo, indescifrado Hlderlin

    El malestar en la cultura

    Ha sido Michel Foucault quien ha mostrado que el psicoanlisis no es sino un gran relato de

    los procesos de normativizacin de la personalidad, que slo busca legitimar una prctica

    copiada de los modelos de subjetivizacin impulsados por el capitalismo naciente. En este

    sentido, la relacin entre los individuos, las clases y los grupos se encuentra unida a la

    manipulacin de los individuos por parte del sistema capitalista. Los sujetos son fabricados

    por l para responder a los imperativos de su modo de produccin2. As, por una parte, la

    idea de que los individuos o los grupos, en principio, estaran en la base de la sociedad bajo

    la forma de la familia es producida por las necesidades del sistema capitalista; y por otra, lo

    que se constituy dentro de los estudios de las ciencias humanas alrededor del individuo

    como objeto privilegiado no hace sino reproducir la separacin entre el individuo y el

    campo social. Desde el momento en que se quiere estudiar un proceso social, trtese del

    habla, de la locura o cualquier cosa que tenga que ver con un proceso de produccin

    deseante real, la dificultad que surge es que nada de esto tiene que ver con los individuos3.

    El psicoanlisis ha de ser calificado como reaccionario por las posiciones que toma frente a

    lo social y por los anlisis que realiza sobre el individuo y la familia. El psicoanlisis puede 2 Cfr. Foucault, Michel. La sociedad punitiva en La vida de los hombres infames, Ediciones de la piqueta, Madrid, 1990. 3 Guattari, Flix. Psicoanlisis y poltica en G. Deleuze y F. Guattari. Poltica y Psicoanlisis. Ed. Terranova, Mxico, 1980. p. 15.

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    convertirse en un inofensivo corderito, ms an puede transformarse a s mismo en

    psicoanlisis popular, pero por esto no dejar de tener el carcter marcado de casta que han

    recibido los psicoanalistas, pues su esencia sigue siendo el anlisis didctico, la iniciacin.

    An cuando publicite su concepcin entre el deseo y la sociedad, contina reproduciendo

    su poltica represiva. Aqu hay que aclarar que el problema no es que el psicoanlisis tenga

    ideas falsas o verdaderas, sino que el problema es que en su prctica reproduce la esencia

    de la subjetividad impuesta por el capitalismo naciente.

    Un seor que se sienta a escuchar lo que dices, pero que toma una distancia sistemtica en

    relacin con aquello que se est diciendo, no tiene ninguna necesidad de tratar de imponer

    sus ideas: crea una distancia, crea una relacin de fuerza que arrastra la carga deseante

    fuera del campo social4. Uno se hace psicoanalizar y cree estar hablando, pero de hecho no

    se tiene la menor oportunidad de hablar. El psicoanlisis est hecho en su totalidad para

    impedir a la gente hablar, para retirarle las condiciones de una verdadera enunciacin. No

    es slo el psicoanalista, est tambin el maestro en su estrado, el capataz, el militar, el

    polica, el psiclogo con sus test o el psiquiatra en su asilo; ellos no son sino unos asesinos

    de almas, uno acude ante ellos por aos y entre ms tiempo pase menos ocasin se tendr

    de hablar.

    No se duda de las intenciones de estas personas. Hacen todo lo que pueden por ayudar a la

    gente y, sin embargo, lo nico que hacen es reducir a los individuos a la soledad, aplastar

    sus deseos. El psicoanlisis neutraliza todos los enunciados que le son presentados, los

    vaca de todo contenido convirtindose a s mismo en una especie de droga subjetiva. Cada

    uno se ve sometido a hacer lo que puede en su soledad, al mismo tiempo que cada uno se

    asume en el papel de polica, como padre de familia, falcrata o nio tirano. En esto

    consiste la gracia del psicoanlisis. La gracia del psicoanlisis es su miseria.

    El psicoanlisis interpreta los signos humanos a la vez que los articula en una explicacin

    econmica que pretende alcanzar la raz del deseo. Reinterpreta la totalidad de los

    4 Ibd. Pg. 21.

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    elementos psquicos que pertenecen a la cultura, de tal forma que al interpretarla la ha

    marcado de forma permanente. La exgesis de la cultura pertenece a una aplicacin del

    psicoanlisis, analgica a una interpretacin de la neurosis y del sueo, tal como lo ha

    mostrado Paul Ricoeur5. Los ideales de la vida cultural slo son considerados como un

    destino de pulsin, como una deformacin de la pulsin. Se presentan como un balance

    econmico de la pulsin en trminos de placer-displacer, una combinatoria de la investicin

    pulsional.

    En el anlisis de la cultura se hace un movimiento de lo reprimido a lo represor, se aplica la

    interpretacin dentro del campo de los fenmenos sociales: las instancias que se reprimen

    se manifiestan como una expresin psicolgica de un hecho social anterior (la autoridad)

    que se manifiesta en figuras histricas constituidas, en especial en la formacin cientfico-

    social. De esta forma el deseo no se encuentra solo, tiene su otro. Siempre lo ha tenido bajo

    la forma de un represor que est dentro de l. Cualquier acontecimiento ser examinado

    desde el punto de vista de su costo en placer-displacer, en el balance econmico libidinal

    que realizan los sujetos al ingresar a un mbito determinado. Desde este punto de vista la

    cultura ingresa en la esfera psicoanaltica, la temtica cultural se toma como una

    problemtica econmica.

    El desplazamiento hacia lo represor tiene otra consecuencia: el uso masivo de una

    explicacin gentica que busca la historia de lo represor, en la que se contina y coordina la

    ontognesis con la filognesis en una historia fundamental: historia de la autoridad y de su

    afeccin sobre el deseo. Aqu encajan los estudios sobre la formacin y la disolucin de

    Edipo, el asesinato del padre y el pacto entre hermanos. Estas explicaciones pronto sern

    anexadas junto con el descubrimiento de la pulsin de muerte para dar cuenta de la

    problemtica de la neurosis desde el punto de vista del supery. La relacin del yo con el

    supery se da en condicin de debilidad, amenaza y miedo, as que nuestra neurosis es

    debida esencialmente a no ser dueos de nuestra propia casa.

    5 Ricoeur, Paul. Freud: una interpretacin de la cultura, Ed. Siglo Veintiuno, Buenos Aires, 1973.

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    Para Sigmund Freud la bsqueda de la felicidad por parte del hombre parece ser natural.

    Esto es as porque desde el comienzo la instauracin del programa del principio de placer

    fija su fin a la vida del hombre. Este principio rige el programa anmico humano, de tal

    forma que lo hace entrar en disputa con el mundo y consigo mismo. Pues la mayora de las

    veces resulta irrealizable la satisfaccin de todas las pulsiones; sumado a esto el hecho que

    estas resultan contradictorias a las disposiciones del Todo. Pese a esto los seres humanos

    hemos inventado las ms diversas tcnicas, producto de una economa libidinal, para

    alcanzar un poco de dicha.

    De todas formas se tiene la impresin de que no est dentro del propsito del plan de la

    creacin que el hombre sea dichoso, tal como lo demuestra Freud al enunciar las tres

    fuentes del sufrimiento del hombre: nuestra dbil constitucin corporal, la hiperpotencia de

    la naturaleza y los vnculos con otros seres humanos. Siguiendo el anlisis freudiano de

    cada fuente pronto llegaremos a la conclusin de que gran parte de la culpa por nuestra

    miseria la tiene nuestra cultura. El irremediable antagonismo entre las exigencias

    pulsionales y las restricciones impuestas por la cultura es lo que imposibilita la dicha del

    hombre. El desarrollo cultural es un proceso que abarca a toda la humanidad y que

    podemos caracterizar por las grandes alteraciones que emprende contra las disposiciones

    pulsionales de los seres humanos, cuya satisfaccin es la tarea econmica de nuestra vida.

    El anlisis que Freud presenta en El malestar en la cultura6 busca dar una definicin

    puramente econmica de la cultura, a la vez que relaciona esta definicin con una estrategia

    global: la de Eros frente a la muerte. Esta economa de la cultura a lo largo del texto parece

    avanzar con lo que Ricoeur llama una ertica general: la unin de un grupo de seres

    humanos aislados en una comunidad cimentada por sus recprocas relaciones individuales.

    Es esta ertica la que establece los lazos internos de la sociedad y que permite al individuo

    escapar del sufrimiento. La cultura humana, como lo muestra Freud en El porvenir de una

    6 Freud, Sigmund. El malestar en la cultura en Obras completas de Sigmund Freud Tomo 21, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1976.

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    ilusin7, muestra dos aspectos distintos: comprende todo el saber y el poder que se ha

    logrado para dominar las fuerzas de la naturaleza, y comprende tambin las organizaciones

    necesarias que regulan las relaciones entre los seres humanos. Pero adems de esto posee

    otro rasgo caracterstico: cada individuo es un enemigo de la civilizacin, pese a su inters

    general en lo humano, en la medida que los hombres sienten como un peso los sacrificios

    que han debido realizar para hacer posible la vida en comn.

    Antes de seguir con nuestros comentarios debemos abordar la definicin de cultura que nos

    ofrece Freud: la palabra cultura la utilizamos para designar la suma de todas las

    operaciones y normas que distancian nuestra vida de la de los animales y nuestros

    antepasados, y que sirven para dos cosas: la proteccin del hombre frente la naturaleza y la

    regulacin de los vnculos recprocos entre los seres humanos8. Tambin debemos

    reconocer como culturales los valores y actividades que resultan tiles para el ser humano

    en el caso de poner la tierra a su servicio. As podemos contar el uso de instrumentos, la

    domesticacin de los animales o el dominio sobre el fuego como representantes de la

    cultura, adems de los adelantos cientfico-tcnicos con los que contamos en estos

    momentos, que llenan la vida del hombre de comodidades y facilidades. Parece que el

    hombre, respecto a la tcnica, ha cumplido casi todos sus ideales, casi ha devenido un dios

    en l mismo. Claro que no completamente, pues es una suerte de dios-prtesis lleno de

    rganos auxiliares.

    No obstante, el precio que el hombre ha pagado por vivir en comunidad ha sido una fuerte

    alteracin de sus disposiciones pulsionales, como ya habamos dicho antes, en cuyo lugar

    emerge en el individuo una propiedad de carcter particular. En este punto es importante

    resaltar la similitud entre el desarrollo de la cultura y el desarrollo libidinal del individuo,

    en especial en el caso de la sublimacin, donde las pulsiones son llevadas a desplazar sus

    condiciones de satisfaccin. La sublimacin de las pulsiones es un rasgo caracterstico del

    desarrollo cultural, pues esta permite el desarrollo de actividades psquicas superiores que

    7 Freud, Sigmund. El porvenir de una ilusin en Psicologa de las masas, Alianza editorial, Madrid, 1983. 8 Cfr. Freud, Sigmund. El malestar en la cultura. p. 88.

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    desempean un papel importante en la vida cultural (ciencia, arte o ideologas). La

    sublimacin es, en general, el destino de pulsin forzosamente impuesto por la cultura... no

    puede soslayarse en la medida en que la cultura se edifica sobre la renuncia de lo pulsional,

    el alto grado en que se basan precisamente, en la no satisfaccin de poderosas pulsiones9.

    Pero en qu mecanismo se funda esta denegacin cultural? Cul es su gnesis y qu

    comanda su desarrollo? Desde el punto de la etnologa freudiana fue la compulsin al

    trabajo y el poder del amor los que dieron origen a la cultura humana, despus que los hijos

    asesinaron a su padre e hicieron la experiencia de la unin. Eros y Anank permitieron que

    una mayor cantidad de seres humanos pudieran vivir en comunidad, a la vez que permitan

    un dominio mayor del mundo exterior. Aqu resulta difcil entender cmo es posible que la

    cultura pueda tener otros efectos sobre sus participantes por fuera de la produccin de la

    dicha. Antes habamos mencionado que el desarrollo cultural se basa en una ertica

    general, es decir, que el amor es la base de la cultura. Esta ertica no se encuentra

    fundamentada sobre el amor sexual, el cual es fuente de grandes satisfacciones y que

    proporciona el modelo de todas las dichas, sino sobre aquel amor que fund la familia y

    que sigue siendo activo. Este amor consiste en un amor de meta inhibida, un amor que se

    encuentra apartado de su meta sexual, que desborda los lmites de la familia para establecer

    nuevas ligazones con personas desconocidas.

    Sin embargo, en el desarrollo de la cultura el nexo establecido entre el amor y esta perder

    su univocidad, pues la cultura restringe el amor con sensibles limitaciones, sobre todo el

    amor sexual. Ya que la cultura tiene la necesidad econmica de sustraer de la sexualidad un

    gran monto de energa psquica que se gastar en la produccin de los adelantos culturales,

    la cultura frente a la sexualidad asume el papel del explotador frente al esclavo. Est en la

    esencia misma de la funcin cultural el negar la satisfaccin plena y el tener que esforzase

    por otros caminos para alcanzar un poco de dicha. Para Freud la dificultad del desarrollo

    cultural es una dificultad del desarrollo de la libido, la cultura pretende ligar a todos los

    individuos de forma libidinal por medio de los ms diversos caminos y promueve todas las

    9 Ibd. p. 96.

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    posibilidades para que los individuos se identifiquen los unos con los otros. Esto lo hace

    movilizando grandes cantidades de libido de meta inhibida con el objetivo de fortalecer los

    lazos afectivos entre los participantes sociales.

    Esta movilizacin de grandes cantidades de energa libidinal corresponde a aquello que

    caracteriza ms la naturaleza del ser humano. El hombre no es ese ser manso, tranquilo y

    dcil, l es el homo hominis lupus, en l existe una inclinacin hacia la agresin que

    podemos comprobar en nosotros mismos y que podemos suponer como el factor que

    perturba nuestras relaciones con los dems. Bajo este estado permanente de agresividad la

    sociedad se encuentra constantemente en amenaza de disolucin. Por esto la cultura ha de

    movilizar todo lo que est a su alcance para poner lmites a las pulsiones agresivas de los

    hombres, mediante formaciones psquicas reactivas. De ah tanto inters en ligar a los

    individuos de forma libidinal mediante la identificacin de unos con otros y los vnculos

    amorosos de meta inhibida, de la misma forma que la limitacin de la vida sexual. La

    cultura espera prevenir los excesos de la pulsin de agresin del hombre por medio de la

    legislacin sobre la violencia, pero, como lo evidencia Freud, la ley no alcanza a sancionar

    las exteriorizaciones ms cautelosas y refinadas.

    No resulta fcil para los hombres la renuncia a la satisfaccin de sus pulsiones, pues la

    cultura impone tantos sacrificios no slo a nivel de la sexualidad, sino tambin a la

    inclinacin agresiva del hombre. As se puede comprender por qu resulta difcil que los

    hombres se sientan dichosos en ella. Diramos entonces que el hombre culto ha cambiado la

    dicha por un poco de seguridad.

    La inclusin de la pulsin de agresividad dentro del esquema cultural obedece a la

    existencia de otro principio psquico adems de Eros: Tantos. Es precisamente la accin

    conjugada de estos dos principios lo que permite explicar los fenmenos de la vida humana.

    La pulsin de muerte, Tantos, corresponde segn Freud a la satisfaccin del goce

    narcisista elevado por encima de lo normal, en la medida en que esta pulsin ensea al yo

    sus antiguos deseos de podero, es una disposicin pulsional autnoma y originaria en el ser

    humano. La cultura encuentra en ella, entonces, un obstculo poderoso, y por eso se

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    constituye como un proceso al servicio de Eros que quiere reunir los individuos aislados en

    una gran unidad ligados libidinosamente entre s.

    De qu forma la cultura vuelve inofensiva la pulsin de agresin, que es un retoo de la

    pulsin de muerte? La forma en que lo hace corresponde al mecanismo de la interiorizacin

    de la agresin, hacindola volver contra s en una parte del yo que se opone a l (supery) y

    que bajo la forma de la conciencia moral aplica contra el yo, con la misma severidad, la

    agresin que se encontraba dirigida a otros individuos ajenos a l. De esta relacin entre el

    supery que se ha vuelto extremadamente severo y el yo que se encuentra sometido nace el

    sentimiento de culpa, que se exterioriza bajo la necesidad del castigo. Por consiguiente, la

    cultura yugula el peligroso gusto agresivo del individuo debilitndolo, desarmndolo y

    vigilndolo mediante una instancia situada en su interior, como si fuera una guarnicin

    militar en la ciudad conquistada10

    Aqu encontramos una aparente circularidad entre la conciencia moral y la insatisfaccin de

    las tendencias pulsionales del hombre. El desarrollo de esta conciencia comenzara como

    una molestia frente a la autoridad ejercida por los padres, que es la primera que impide la

    satisfaccin de dichas tendencias, frente a esto el individuo reacciona identificndose con la

    autoridad que es interiorizada y representada como supery, que controlar la agresin de

    manera semejante a como lo hubiera hecho la autoridad paterna. La conciencia moral y la

    represin de la agresin se fortalecen gracias a la sucesiva renuncia a la satisfaccin de

    otras pulsiones; as el sentimiento de culpa proviene de una agresin externa realizada por

    la autoridad y que luego es interiorizada por el sujeto en la forma del supery.

    Lo que incit al sujeto a formar el ideal del yo, cuya vigilancia se encomienda

    a la conciencia moral, fue justamente la influencia crtica de los padres,

    influencia ejercida mediante la voz. Se aade, en el discurrir del tiempo, la

    influencia de los educadores, los profesores, y toda la innumerable multitud de

    las dems personas del medio ambiente (prjimo, la opinin pblica) La

    institucin de la conciencia moral era en el fondo y antes que nada la

    10 Ibd. p. 120.

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    encarnacin de la crtica parental (sic), despus y en el plano secundario, de la

    crtica de la sociedad; proceso que se repite en la gnesis de una tendencia a la

    represin, provocada por una prohibicin o un obstculo fundamentalmente

    exteriores11.

    El supery no es una realidad fenomnica, sino inferida, y su raz se encuentra en la toma

    de conciencia y en el sentimiento de culpa experimentado por el hombre al ingresar a la

    cultura. Esta instancia psquica se encuentra constituida por tres elementos que interactan

    entre s:

    Ideal del yo: son las representaciones ticas y culturales del individuo a las cuales este se intenta ceir en un esfuerzo por perfeccionarse. Adems incorpora el amor propio del

    yo, un narcisismo infantil que se intenta recuperar en el ideal, en el que se desplaza la

    perfeccin narcisista sobre una nueva figura.

    Auto-observacin: es la instancia psquica encargada de velar por la satisfaccin narcisista del ideal del yo y que, en cumplimiento de su funcin, observa continuamente

    al yo y lo compara con el ideal. De ah la impresin de ser observado, vigilado,

    criticado y condenado.

    Conciencia moral: es el vigor y la crueldad del supery, se opone a la accin y despus la desaprueba. Es ser maltratado por otro interior y superior, que dice qu hacer y qu

    dejar de hacer.

    El sentimiento de culpa surge de la sensacin de estar vigilado por el supery, el cual frente

    a la imposibilidad del yo de satisfacer sus mandatos recae con toda su fuerza sobre aqul,

    haciendo experimentar angustia frente a la instancia supervisora que ejerce el dominio del

    control. Es el sentimiento de culpa el que permite que la cultura avance, pues permite su

    consolidacin al instaurar la conciencia moral como mecanismo de control de los impulsos

    agresivos. Sin embargo, este sentimiento resulta ser la causa del malestar de los

    participantes sociales. El hombre es bsicamente un ser desdichado porque no puede

    realizar al mismo tiempo la felicidad de un modo narcisista y cumplir con la tarea histrica

    de la cultura. 11 Freud, Sigmund. G.W. X , P. 163. S.E. XIV, P. 96; Tr. Esp. I, P. 1093.

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    Psicoanlisis y poltica

    El psicoanlisis no es separable del peligro poltico que le es propio y que lo distingue de la

    amenaza del viejo hospital psiquitrico descrita por M. Foucault12. Para Gilles Deleuze y

    Flix Guattari, el psicoanalista ocupa el mismo lugar que el mercader en la sociedad feudal

    descrita por Marx: el psicoanalista funciona en todas partes, en los poros libres de la

    sociedad, en el gabinete privado, en las escuelas, en las instituciones, en la sectorializacin,

    etc., ubicndonos de esta forma en una situacin singular con respecto a la empresa

    psicoanaltica. Esta situacin consiste en que el psicoanlisis habla mucho del inconsciente

    y otros procesos aledaos, pero de tal forma que siempre lo hace para reducirlos, destruirlos

    o conjurarlos. El inconsciente es concebido siempre como una contraconciencia, un

    negativo, un parsito de la conciencia, el enemigo. Todos los procesos que intervienen en

    su formacin o produccin slo estn constituidos por fracasos o conflictos tontos,

    compromisos dbiles o juegos de palabras. Estos procesos no son sino la sublimacin, la

    desexualizacin o el pensamiento; olvidando siempre lo ms importante: el deseo13que

    anida en el corazn del inconsciente, ya sea perverso o polimorfo. Lo nico que el

    psicoanlisis nos permite conocer es la falta, la cultura, la ley, que es lo mismo que decir la

    reduccin y la abolicin del deseo.

    Esta descripcin correspondera al arte prctico del psicoanlisis: el arte de interpretar.

    Interpretar y regresar, siempre regresar. Es el caso del anlisis de la cultura: esta no es lo

    que es, quiere decir otra cosa, esconde otra cosa, esconde otro deseo. Siempre se regresa a

    su dispositivo favorito: Edipo. Los verdaderos contenidos del deseo son las pulsiones 12 Cfr. Foucault, Michel. El nacimiento de la clnica: una arqueologa de la mirada mdica, Ed. Siglo XXI, Buenos Aires, 1999. 13 El deseo aqu no debe entenderse en el sentido de placer, es algo completamente distinto. El deseo para G. Deleuze es una unidad acompaada de agenciamientos mltiples, que funciona como un proceso y no como una estructura o gnesis. El deseo es un afecto y una afeccin (en el sentido espinocista del trmino), contrario a un sentimiento; es ecceidad, acontecimiento contrario a las cosas, a las personas, al sujeto. Es la constitucin de un campo de inmanencia que se define por la mera intensidad, por sus flujos y que vara constantemente. Y por ltimo, es opuesto al placer, pues este se encuentra dentro de los marcos de la estratificacin y la organizacin, sometido desde el adentro de la ley. El placer interrumpe lo positivo del deseo, al constituirse como nico medio por el cual un sujeto o persona intenta no-perderse en un proceso que lo desborda. El placer est ntimamente ligado con la ley de la carencia, es sinnimo de la represin.

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    parciales infantiles; la verdadera expresin del deseo es Edipo. No es sino un dispositivo

    perverso: mecanismo parcial de la niez y estructura global de Edipo. Es el mismo proceso

    oculto en la fellatio, la homosexualidad, la bestialidad, el masoquismo, el voyeurismo y

    hasta en la masturbacin; acaso no le dar vergenza hacerse el nio de esa manera? No

    le apena hacer tal uso del Edipo?14.

    La sexualidad, que es descrita al principio como errtica por su falta de objeto y fin, se

    normaliza en funcin de las modificaciones orgnicas y las inhibiciones psquicas que le

    han sobrevenido en el curso de su desarrollo. De esta forma la institucin cultural le resulta

    inevitablemente penosa al hombre, pues l no se educa sino al renunciar a prcticas

    arcaicas, abandonando objetos y fines superados; as mismo la institucin es la partida de la

    estructura perversa y polimorfa con la que se mira al deseo. El ser humano no tiene ms

    remedio que vivir su ingreso en la cultura de una forma altamente conflictiva. La cultura, al

    ser el destino universal del hombre, encarna el espritu de la tragedia de Edipo. Edipo

    plantea el gran conflicto existente entre la cultura y el deseo, conflicto del deseo con la

    autoridad como contrapuesto, como dique que reduce el deseo a slo deseo de trasgresin.

    Edipo es el incesto soado, incesto al que la civilizacin ha tenido que renunciar poco a

    poco.

    Edipo tiende a diluirse al edificarse el supery, en el desarrollo normal de la personalidad,

    como una tarea econmica: la diferenciacin del fondo pulsional que hasta el momento

    segua exterior al deseo. Esta tarea impuesta debe hacer que el proceso de introyeccin de

    la autoridad corresponda a un proceso econmico de distribucin energtica. Edipo debe

    entonces formularse en trminos tpicos y econmicos en los que se conjugan tanto la

    cultura-autoridad como el desarrollo psquico. As el narcisismo infantil se encuentra

    mediatizado por la autoridad, de la misma forma en que la idealizacin del yo nos remite a

    la identificacin con la autoridad. Con la identificacin aspiramos a conformar nuestro

    propio yo anlogamente al otro que se toma como modelo. Identificarse debe entenderse

    como una forma de ligarse afectivamente con un objeto, subsiguiente a una transformacin

    14 G. Deleuze. Cuatro proposiciones sobre el psicoanlisis en G. Deleuze y F. Guattari. Poltica y Psicoanlisis. Ed. Terranova, Mxico, 1980. p. 31.

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    regresiva que conlleva una introyeccin del objeto en el yo y que surge siempre que una

    persona descubre un rasgo comn con otro, sin que este sea objeto de sus pulsiones

    sexuales.

    Pero la conclusin ms importante es que la cultura, en perspectiva psicoanaltica, no es

    sino otro nombre del supery en el caso de que le asignemos a ella la funcin primordial de

    prohibir y reprimir los deseos sexuales o agresivos que resultan incompatibles con los

    cnones establecidos por el orden social. As desde el punto de vista econmico la cultura

    implica la renuncia a los instintos y a la posibilidad de una satisfaccin directa de estos. La

    cultura y el supery son slo, entonces, dos nombres distintos para nombrar una realidad

    basada en el mecanismo de introyeccin de la autoridad.

    El discurso psicoanaltico es, entonces, a la vez un discurso poltico, que consiste en

    siempre referir todo a ciertos sistemas de representacin fundados, en apariencia, sobre un

    tringulo, pues toda realidad es aprehendida en el campo de los valores binarios: bien/mal,

    padre/hijo, til/intil, amor/ odio, etc., cuyas prcticas implican operaciones esbozadas que

    no aparecen claramente en el terreno terico. Los aparatos por los que funciona esta poltica

    (el supery, el yo y el ello) son slo una puesta teatral que sustituye las verdaderas fuerzas

    productivas del inconsciente al convertirlas en valores representativos. Las fuerzas del

    inconsciente son convertidas en una especie de fuerza teatral, como en el caso de la pulsin

    de muerte; tienden a funcionar como deus ex machina, funcionan por detrs del muro, entre

    bambalinas. No son sino una forma de aplastar toda produccin del deseo; ha sido Freud

    quien descubri el deseo como libido, como deseo productivo, pero al mismo tiempo lo

    conden a nunca cesar de alinearse en la representacin familiar. Pasa lo mismo que en la

    economa poltica tal como Smith y Ricardo la ven: se descubre la esencia de la riqueza

    como trabajo productivo, pero no cesan de realinearla en la representacin de la propiedad.

    No se reprocha al psicoanlisis como ideologa, sino en su prctica y su teora. Es todo un

    sistema de reduccin y rebajamiento: reduccin de la produccin del deseo a

    representaciones inconscientes, reduccin de las fbricas del inconsciente a escenas

    teatrales, reduccin de los intercambios sociales de la libido a investimentos familiares. No

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    queremos decir que el psicoanlisis invente a Edipo. Simplemente responde a la demanda,

    ya que las gentes llegan con su Edipo. El psicoanlisis no hace sino elevar a Edipo al

    cuadrado: Edipo de transferencia, Edipo de Edipo, siempre sobre el divn, Edipo, como

    tierra fangosa15

    En cualquier caso Edipo es fundamentalmente una forma de represin que se ejerce sobre el

    deseo y en ningn caso una formacin del inconsciente, es la invariable de la desviacin de

    las fuerzas del inconsciente. Por eso se debe atacar a Edipo, no en favor de aquellas

    sociedades que no lo sufren, se ataca por la nuestra que lo sufre sin ms remedio, nuestra

    sociedad capitalista. Tampoco se lo ataca en nombre de un ideal superior de la vida sexual,

    sino en nombre de la sexualidad misma que no se reduce a un sucio y oscuro secreto. Lo

    que el psicoanlisis ha comprendido de la psicosis ha sido su aspecto paranoia, que

    siempre llevar a Edipo a la castracin, a los aparatos represivos introyectados en el

    inconsciente. En efecto, todo lo neurotiza, no solamente contribuye a producir el neurtico

    sin cura, sino que reproduce el sictico como aquel que se resiste a edipidizarse. El

    psicoanlisis es un anlisis reaccionario, libidinal-econmico, libinal-poltico.

    Para Deleuze y Guattari el psicoanlisis falla en el culto a Edipo y en la reduccin de la

    libido a inversiones familiares que dejan de lado las inversiones sociales. Para ellos las

    insuficiencias del psicoanlisis se encuentran relacionadas con la dependencia profunda de

    la sociedad capitalista. Adems de su desconocimiento del fondo esquizofrnico del

    inconsciente. En este sentido el psicoanlisis y el capitalismo comportan el mismo lmite: la

    esquizofrenia, la cual no dejan de rechazar y aun as no cesan de conjurarla.

    Todo el estudio gentico psicoanalista lleva a considerar que mientras un sujeto no se

    encuentra sometido a este sistema maniquesta no es normal. Hay que hacer caca en los

    excusados y no fuera; si no est mal!16. Desde el principio se conden el deseo

    inconsciente como algo peligroso, bestial, que hay que domar de alguna forma; la energa

    15 Backs-Clment, C. El antiedipo: Entrevista con Gilles Deleuze y Flix Guattari. En Revista Eco No. 154. Pg. 222. 16 Guattari, Flix. Psicoanlisis y poltica en G. Deleuze y F. Guattari. Poltica y Psicoanlisis. p. 25.

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    libidinal debe convertirse al sistema de los valores maniquestas dominantes, que cargan las

    representaciones normales. No es cuestin de sentir placer en defecar en la cama, sino

    que es cuestin de desencadenar una carga culpable. El teatro edpico se convierte en una

    especie de muralla contra la pulsin de muerte del deseo, que inevitablemente la conduce a

    la perversin maniquesta. Edipo se construye contra el narcisismo, contra las

    identificaciones que de alguna forma resultan nocivas, pero fracasa pues la muerte acecha

    por todas partes: la relacin mortal entre el padre y el hijo: el hijo quiere asesinar al padre y

    el padre al hijo; la relacin peligrosa entre el padre y la madre que pone en juego la escena

    primitiva; la relacin entre la madre y el hijo que se abre paso sobre el hundimiento

    narcisista. Aferrarse a Edipo no es sino hacer frente al desencadenamiento de la pulsin de

    muerte.

    El sujeto siempre est ligado a un sistema de representaciones que coloca

    la libido bajo dependencia de la mquina capitalista y la reduce a

    funcionar en trminos de comunicacin, de binarismo, de pulsin de

    muerte. El campo social no est sino constituido por objetos que

    preexisten a l. El individuo, atrapado en los sistemas bipolares de tipo

    hombre/mujer, nio/adulto, genital/pregenital, es ya el resultado de un

    abatimiento edpico del deseo sobre la representacin, la enunciacin

    individual del deseo de castracin17.

    El psicoanlisis, para producir el aplastamiento de los enunciados y la destruccin del

    deseo, dispone de una doble maquinaria: mquina de interpretacin que hace que todo lo

    que se dice tenga su traduccin en otro lenguaje, donde se asume que lo dicho quiere decir

    otra cosa, y mquina de subjetivizacin en la que los regmenes de los signos no estn

    relacionados con un significante cualquiera sino que estn en relacin con un sujeto: el

    psicoanalista. El rgimen de interpretacin se encuentra relacionado con la existencia de un

    gran interpretador y un emperador paranoico, y el rgimen de subjetivizacin alimenta el

    capitalismo tanto a nivel poltico como econmico. Estas mquinas impiden cualquier

    posibilidad de experimentacin real, de la misma forma en que impiden la produccin de 17 Ibd. p. 27.

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    deseo y la formacin de enunciados. Ciertamente la interpretacin y los procesos de

    subjetivizacin que aquejan al mundo moderno no son inventos propios del psicoanlisis,

    pero este se ha servido de ellos de tal forma que los conserva y los propaga como una gran

    enfermedad. Todo su cdigo, las pulsiones parciales, Edipo, la castracin, el supery, Eros,

    Tantos y Anank traen como consecuencia esto.

    Pero no tenemos por qu reconocernos en este fracaso. Hay que invertir la frmula de

    Freud como lo seala Deleuze: la cultura al igual que el inconsciente debe producirse o

    quedarse con sus sntomas, su yo, su psicoanlisis. Cada quien trabaja con lo que le ha

    tocado y este es el medio en el que debe vivir, sin tener que depender de interpretaciones y

    regresiones milenarias que determinan nuestra forma de producir encuentros. El

    inconsciente es una sustancia que se ha de fabricar, situar, hacer correr, un espacio poltico

    y social por conquistar18. Esto es as porque el deseo esencialmente lo revoluciona todo,

    siempre busca ms conexiones que corta y abate el psicoanlisis, cuya vocacin es odiar al

    deseo, es decir, odiar lo poltico.

    18 G. Deleuze. Cuatro proposiciones sobre el psicoanlisis. p. 31.

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    Bibliografa

    Backs-Clment, C. El antiedipo: Entrevista con Gilles Deleuze y Flix Guattari. En Revista Eco No. 154.

    Deleuze, Gilles y Guattari, Flix. Poltica y Psicoanlisis, Ed. Terranova, Mxico, 1980.

    Foucault, Michel. El nacimiento de la clnica: una arqueologa de la mirada mdica, Ed. Siglo XXI, Buenos Aires, 1999.

    Freud, Sigmund. El malestar en la cultura en obras completas de Sigmund Freud Tomo 21, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1976.

    Freud, Sigmund. Psicologa de las masas, Alianza editorial, Madrid, 1983. Ricoeur, Paul. Freud: una interpretacin de la cultura, Ed. Siglo Veintiuno, Buenos

    Aires, 1973.