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InstitutoDE ADMINISTRACIÓN PÚBLICA DEL ESTADO DE HIDALGO

El lic. carlos GodínEz, en su calidad de Presidente del

consejo directivo del iaPH, testificó el examen que para obtener

el grado de MaEstría En adMinistración Pública, área de

énfasis en Políticas Públicas, presentó rosa María HErnándEz

rEyEs, con la tesis “dE la ParticiPación ciudadana forMal a la

ParticiPación ciudadana EfEctiva. Estudio dE caso dEl MuniciPio

dE PacHuca dE soto, HGo.”.

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Editorial

En el Informe Semanal emitido el 28 de agosto pasado por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público se analiza la eco-nomía mexicana frente al escenario económico global. En

este documento se puntualiza que el futuro económico mundial a mediano plazo plantea una alta dosis de incertidumbre, lo que representa un claro obstáculo para el crecimiento de la economía global y, por ende, de la propia economía mexicana. El resorte de la incertidumbre es motivado por la intensa volatilidad financiera.

En el desarrollo de este informe, la SHCP apunta los claroscuros de la coyuntura que muestran la condición actual y las perspecti-vas de la economía mexicana. Durante el último año y medio, el crecimiento económico anual promedio fue de 5%; este dato es re-levante –según el propio documento– porque demuestra un creci-miento superior con respecto a la economía de los Estados Unidos, de Japón, de Francia y de Alemania. En cuanto a la inflación anual, México presenta una menor inflación que países como Brasil, Ar-gentina, Corea y Reino Unido. La tasa de desempleo en México, de 5.3% (desestacionalizada), muestra un crecimiento menor que el de países como España (20%), Zona Euro (9.9%), Estados Unidos (9%), Chile (7.2%) y Brasil (6.3%). La volatilidad internacional ha implicado una depreciación del peso que ha fluctuado de 11.7 a 12.5 pesos por dólar. Es importante subrayar que otras monedas se han apreciado, como el euro (7%), el yen japonés (4.5%) y el real brasileño (3%). Según el índice de Bonos de Mercados Emergentes Diversificado (EMBI Global), de acuerdo con JP Morgan, a partir de agosto el riesgo país ha aumentado en 23 puntos base (pb) en Brasil, 36 en México, 38 en Chile, 92 en China y más de 250 en Ar-gentina. Por otra parte, según estudios recientes efectuados por el Banco de México, la economía mexicana crecerá este año 3.8%, en tanto que la inflación alcanzará 3.5% anual durante 2011.

Cuando cualquier analista termina de leer esta perspectiva, la percepción que se tiene es que a partir de los indicadores cuantita-tivos mostrados la economía mundial va mal, pero que la econo-mía en México finalmente no está tan mal. Veamos ahora un breve panorama de la sociedad mexicana. Según el secretario de Desa-rrollo Institucional de la UNAM, en México hay más de 21 millones de niños y adolescentes que viven en la pobreza, “para quienes el futuro es desesperanzador y sin oportunidades”; 21. 8 millones de mexicanos no alcanzan a tener ingresos para comprar una canasta básica (esta cifra creció en casi tres millones de personas duran-

Lic. Carlos Godínez TéllezPresidente del Instituto de AdministraciónPública del Estado de Hidalgo, A.C.

te los últimos tres años). De acuerdo con el Coneval, los hogares considerados con bienestar mínimo –léase en el límite superior de la pobreza alimentaria– son aquellos que obtienen 978 pesos men-suales en zonas urbanas y 684 pesos en zonas rurales, ¿realmente un hogar compuesto mínimamente por un padre, una madre y un hijo puede alimentarse con 978 pesos en la ciudad o con 684 pesos mensuales en el campo? Este solo dato puede darnos una idea de las dimensiones de la pobreza alimentaria no registrada como tal en las cifras oficialmente difundidas.

No obstante lo anterior, y a pesar de que el ingreso contabiliza-do para clasificar el ingreso familiar de pobreza alimentaria es de-masiado bajo, de 2008 a 2010 el porcentaje de personas que carece de acceso a la alimentación aumentó en 4.2 millones de personas, pasando de 21.7% a 24.9%.

Más allá de las visiones confrontadas respectivamente por las estadísticas, lo que este escenario nos muestra es un presente en conflicto con los objetivos mínimos que debe perseguir el Esta-do mexicano del siglo XXI, así como un futuro desesperanzador para los mexicanos. Hay una crisis de valores institucionales. El debilitamiento de la capacidad de operación del Estado mexica-no, después de más de dos décadas de desmantelamiento y de orientación exclusiva hacia funciones regulatorias, nos muestra un Estado exhausto, carente de recursos institucionales, de capital de conocimiento, de valores compartidos con la sociedad mexicana; un Estado aislado de la mayoría, sin capacidad de construcción de consensos, y por tanto de hegemonía; cuando al Estado mexi-cano, y en general a cualquier Estado, se le agota su capacidad de construcción de consensos socialmente representativos, sólo demuestra la pérdida absoluta de gobernabilidad, la ausencia de gobernanza, y con ello la inviabilidad del estado de derecho en la práctica. El discurso es insuficiente porque se vuelve increíble frente a la realidad cotidiana.

Sobre nuestra generación y particularmente sobre quienes nos dedicamos a estudiar y participar en la res publica, pesa el futuro de nuestras familias, de nuestro Estado, de la nación mexicana, esa es nuestra ineludible responsabilidad. Como señala un precep-to tan ancestral como infinito, “kol Israel ‘arevim zé lazé”, “todo hombre es responsable del otro”. Sin la puesta en práctica en al-guna medida de esta noción institucional, cualquier comunidad se vuelve insostenible.

Septiembre de 2011

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Lic. José Francisco Olvera Ruiz Gobernador Constitucional del Estado de Hidalgo

y Presidente Honorario del IAPH

InsTITuTO de AdmInIsTRACIón PúbLICAdeL esTAdO de HIdALGO, A.C.

Lic. Carlos Godínez TéllezPresidente del Consejo Directivo

Lic. Ramón Ramírez ValtierraVicepresidente

L.C. nuvia mayorga delgadoTesorera

Lic. Gerardo Cruz GonzálezDirector de Posgrado

Nuevas Políticas Operibus credite, et non verbis

Año 6, núm. 12, septiembre de 2011

Coordinación editorialernesto Garduño m.

Diseño y formaciónCeiba diseño y Arte editorial

Hitaí Karla suárez HuescaFlor de Jesús escobar Ramírez

FotografíasCoordinación General de Comunicación social

del Gobierno del estado de Hidalgo,dirección de Fotografía y Héctor Rico Alonso

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1870-9923

Viñetas tomadas de Geometrías de la imaginación. Diseño e iconografía de Hidalgo, Conaculta, 2004.

© Instituto de Administración Pública del estado de Hidalgo, A.C.Plaza Independencia núm. 106-5° Piso, Centro, Pachuca, Hidalgo.

Teléfonos: (771) 715 08 81 y 715 08 82 (fax)Página web: www.iaphidalgo.org

Correo electrónico: [email protected]

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Las remesas en México, una visión macroeconómicaLaura Myriam Franco Sánchez

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México, la posibilidad de un proyecto común a partir de la construcción de estéticas propiasJuan Rogelio Ramírez Paredes

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Una experiencia de trueque alternativo: el tuminMaría Teresa Ruiz González

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La ecología: ciencia y esperanza del siglo xxiJuan María Alponte

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Índice

Palabra y poder en el mundo prehispánico Agustín Ramos

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1. La migracióninternacional en MéxicoLa creciente migración de los últimos años nos lleva a tratar de entender sus particularidades, a fin de reforzar las acciones dentro del desarrollo económico y social de las zonas que presentan una mayor incidencia de la misma.

La migración entre México y los Estados Unidos no es nueva, pues viene de una prolongada tradición histórica y tiene raíces estructurales en ambos lados de la frontera. En las últimas décadas las remesas

IntroducciónLa migración de mexicanos a los Estados Unidos es un fenómeno complejo que tiene una influencia cada vez mayor en la vida económica, social y cultural de am-bos países. Las remesas, a su vez, son una de las expresiones más notables de la migración internacional y de la operación de complejas redes. Estos recursos han venido acrecentándose en paralelo con la migración, beneficiando a un número cada vez mayor de hogares. Sus magnitudes absolutas y relativas están alcanzando dimensiones cada vez más significativas que revelan su importancia como fuente de divisas y como sostén esencial de millones de hogares en los países de origen de la migración

Laura Myriam Franco Sánchez*

Las

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GobIErno

* doctora en urbanismo, profesora-

investigadora de tiempo completo del

área de sociología y demografía de

la universidad Autónoma del

estado de Hidalgo, y profesora del IAPH.

en Méxicouna visión macroeconómica

se han convertido en un flujo de divisas de suma importancia para la economía mexicana. Este rubro constituye uno de los principales en el renglón de transferencias corrientes de la balanza de pagos y funciona como una verdadera inyección de recursos en sectores específicos de la economía nacional.

Si bien estos ingresos vía remesas son considerables para el país, su relevancia económica a escala regional cobra extraordinaria importancia en

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ciertos entornos regionales, donde llegan a representar una elevada proporción del producto interno bruto (PIB); además son un recurso económico fundamental para el sostenimiento de las familias y de las comunidades, a la vez que un elemento dinamizador de ciertos sectores de las economías regionales, como son las ramas de bienes de consumo, el comercio y la actividad cambiaria.

Considerando en el análisis la regionalización que hace el Consejo Nacional de

Población (Conapo) y los datos de las remesas del año 2008,

tenemos (mapa 1):El flujo de remesas se

distribuye geográficamente de la siguiente manera: en la zona tradicional (Aguascalientes, Colima, Durango, Guanajuato,

Jalisco, Michoacán, Nayarit, San Luis Potosí y Zacatecas)

se concentra el 37.9 % del flujo total de remesas; en la región norte

(Baja California, Baja California Sur, Coahuila, Chihuahua, Nuevo León, Sinaloa, Sonora

Fuente: Elaboración propia con datos del Banco de México (2008).

Distribución porcentual de las remesas

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y Tamaulipas) el 11.1% por ciento; en la región centro (Distrito Federal, Hidalgo, México, Morelos, Puebla, Querétaro y Tlaxcala) el 28.1 por ciento, y en la región sur-sureste (Campeche, Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Quintana Roo, Tabasco, Veracruz y Yucatán) el 22.8 por ciento. Lo anterior da cuenta de la importancia que tiene la zona tradicional de migración en cuanto a la captación de remesas, pero también de la que está generando la zona centro, la cual, a partir de los datos mostrados, tiende a ser muy representativa.

Todo ello ha sido consecuencia de la creciente diversificación regional de los flujos migratorios, ya que el origen geográfico de los migrantes se ha extendido más allá de las entidades de la región tradicional a entidades como las de la región centro, que en el pasado no contaban con tradición migratoria al vecino país.

Cabe señalar que la concentración de remesas se da en la zona tradicional, y esto obedece principalmente a que los migrantes se concentran más en esta región que en cualquier otra. Gráfico 1

Fuente: Elaboración propia con datos de Banxico.

Gráfico 1. Distribución de remesas acumuladaspor zona de expulsión de migrantes (2008)

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2. Las remesas desde el puntode vista macroeconómicoEn este apartado se plantea medir el efecto de las remesas en el crecimiento del PIB. Este análisis se realizó desde una perspectiva comparativa con otras variables que también son parte de la balanza de pagos y que, al igual que las remesas, son fuentes proveedoras de divisas; las variables que se consideraron fueron el turismo y el capital de largo plazo –inversión extranajera directa– y préstamos y las exportaciones petroleras); esto con la finalidad de tener una visión más exacta del impacto de las remesas y de las demás variables; para ello se corrió una regresión, en la que se estimó la aportación que realizan cada una de las variables al crecimiento del producto.

El estudio de las remesas resulta de suma importancia para la academia y el gobierno, así como para la población que está relacionada de alguna manera con la migración, ya sea en calidad de migrantes o de familiares de éstos.

El trabajo presentado a continuación es de tipo empírico y se sustenta en los resultados de un modelo de regresión múltiple mediante el método de Mínimos Cuadrados Ordinarios. Los resultados obtenidos nos permiten analizar la forma en que partidas como las remesas familiares, y las variables como turismo, exportaciones petroleras, inversión extranjera directa y préstamos, repercuten en el crecimiento económico. Aquí se trata de medir la elasticidad del PIB en relación con cada una de ellas; es decir, en cuánto se ve afectado el PIB ante el incremento en un punto porcentual de las remesas o de las demás variables, de tal manera que se resalten el peso y la importancia relativa de cada una de las variables consideradas, y estimar el monto en que contribuyen al crecimiento del producto.

Es importante señalar aquí que un factor que ha despertado el interés por llevar a cabo este estudio ha sido en buena medida la polémica que existe en torno de si las remesas tienen o no repercusiones en el desarrollo económico.

Análisis de los resultadosde la regresión El modelo propuesto considera como variable dependiente al PIB y como independientes a las remesas familiares (remesas), la inversión extranjera directa (ied), el turismo (turismo), las exportaciones petroleras (exp.petro) y los préstamos (préstamos). El objetivo es medir la elasticidad del PIB (en unidades de millones de dólares) con respecto a las variaciones de las remesas principalmente, y analizar los resultados en función de las otras variables consideradas en el modelo, para que de esta forma se compruebe la hipótesis propuesta. El modelo resultante fue el siguiente:

pib = 5943.510 – 2.293 exp.petro + 15.199* remesas + 106.182** turismo + 2.259 ied + 4.064** préstamos

* Significativa con 0.05

** Significativa con .01

El PIB, para 1950-2007, se explica de manera lineal en 91.3%; este porcentaje lo proporciona el coeficiente de determinación, y la relación que existe entre el PIB y el grupo de variables independientes es de manera proporcional y robusta, es decir, el coeficiente de correlación es 0.956 y es positivo.

El comportamiento de los errores fue razonable y se pudo comprobar la no presencia de autocorrelación a través del estadístico Durbin Watson de 1.281 contenido en la región crítica, y la distribución que siguieron fue la normal, mostrando homocedasticidad en las varianzas.

La existencia del modelo fue aceptada con la prueba Anova, donde el estadístico F es de

El estudio de las remesas resulta de suma importancia para la academia y el gobierno, así como para la población

que está relacionada de alguna manera con la migración.

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109.182, con una significancia de .000, teniendo como referencia las 57 observaciones.

El coeficiente que se estimó para la variable remesas fue de 15.199, lo que significa que por cada millón en que las remesas se incrementan, el PIB lo hace en 15.199 mdd. En el caso del turismo, el coeficiente fue 106.182, lo que nos indica que por cada millón que el turismo se incremente el PIB lo hará en 106.182 mdd; es importante señalar que este sector se constituyó desde los años cincuenta y se reafirmó en los sesenta como uno de los más importantes renglones atractores de divisas por concepto de exportación de servicios.

En cuanto a la IED, su coeficiente fue de 2.259, lo cual nos indica que por cada millón que ésta se incremente el PIB lo hará en 2.259 mdd. Con respecto a las exportaciones petroleras, éstas alcanzaron un coeficiente de –2.293, es decir que por cada millón de dólares que aumente el petróleo, el PIB se decrementa en 2.293 mdd.

Cabe resaltar que aunque en volumen las exportaciones petroleras muestren las cantidades mayores que aportan al PIB, en el periodo de

estudio su comportamiento ha sido muy variable, y en promedio la relación que tiene con la variable dependiente es inversamente proporcional; esto se podría explicar por la volatilidad que tiene el precio del petróleo año con año.

La última variable estimada corresponde a los préstamos, el coeficiente calculado fue de 4.064. La contratación de préstamos para financiar proyectos de desarrollo (sobre todo por parte del gobierno) comenzó a adquirir importancia a raíz de 1964 y alcanzó su máximo grado de significancia en los años setenta. Finalmente, en el gráfico 2 se observa cuál es la participación de las variables dentro del PIB.

Es importante mencionar que los resultados presentados se refieren exclusivamente a la proporción en que cada una de las variables afecta el crecimiento del PIB en el periodo de estudio, conforme a los resultados obtenidos del modelo, por lo que se podría malinterpretar y tomar como el grado de importancia de las variables para conformar el volumen del PIB de acuerdo con los ingresos que estos sectores tienen en cifras absolutas.

Gráfico 2. Participación dentro del PIB de las variables incluidas en el modelo

Fuente: Elaboración propia con datos del Banco de México.

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Conclusiones

Sin duda las remesas se consolidan como un aspecto fundamental de la economía mexicana debido al impacto que representan a nivel macro y en las economías de los hogares que reciben remesas de sus familiares que trabajan en el extranjero. El incremento de los ingresos por remesas al país año con año refleja un aumento del flujo migratorio de mexicanos hacia el extranjero, teniendo como principal destino los Estados Unidos. A nivel macroeconómico tal vez puede ser más evidente la relevancia de estos ingresos al país. Las remesas familiares constituyen la segunda fuente de ingresos de divisas hacia nuestro país después

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Al tratar de modelar el PIB en el periodo 1950-2007 con las variables remesas familiares, inversión extranjera directa, turismo, exportaciones petroleras y préstamos, se encontró que las remesas es el segundo sector que contribuye al crecimiento del PIB, sólo superado por el turismo, lo cual nos hace reflexionar acerca de la importancia que tienen y seguirán teniendo para la economía del país, además de ser las que mejor se ven reflejadas en los hogares mexicanos.

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I. IntroducciónLa posibilidad de un proyecto que respete la diversidad cultural y viabilice el orden y la convivencia social, sin exclusiones, debe pasar necesariamente por dos conside-raciones. La primera obedece a un planteamiento de carácter formal que incluya los lineamientos para contener expresiones culturales diversas, presentes y venideras. La segunda es el deslinde de cualquier propuesta que lleve en sí cualquier modelo de identidad.

Partiendo de tales premisas, este texto se divide en dos partes. En la primera se reivindica el modelo abstracto de ciudadanía como forma básica, a partir de la cual se hace posible la convivencia social. Sin embargo, este rescate inicial sólo se viabiliza sobre el reconocimiento de realidades concretas actuales y específicas que obligan a recuperar precisiones hechas al respecto desde el pensamiento social contemporáneo.

Un proyecto de tal naturaleza muestra la tensión fundamental, a

este respecto, entre cultura y política. Más específicamente, en el arte visto como terreno para que la política se exprese como lucha cultural. La construcción de las identidades contemporáneas pasa por estos canales de manera ineludible. A partir de este reconocimiento se hace necesario comprender los nuevos ejes por los cuales se constituyen las identidades hoy día.

soCIEDAD y

PolíTICA

Juan Rogelio Ramírez Paredes*

México

La segunda parte reconoce los límites externos de este proyecto de convivencia social, los que se establecen desde la hegemonía del poder. Indica, además, la importancia del campo estético como terreno privilegiado de lucha político-cultural. Finalmente, quiere mostrar los conductos por los cuales se construyen las identidades contemporáneas, preguntándose por las posibilidades emancipatorias de tales canales frente a los poderes hegemónicamente constituidos.

1 este texto fue presentado en la universidad del Claustro de sor Juana el 30 de agosto de 2007, en la mesa México, la posibilidad de un proyecto común, en la “semana del Colegio de Arte y Cultura: Construcciones y deconstrucciones desde el Arte y la Cultura”.

* Licenciado en sociología (uAm-A), licenciado en Filosofía (uAm-I), maestro en Humanidades (Historia) (uAm-I), doctor en estudios Latinoamericanos (unAm) y profesor del IAPH y de la uAm-I.

LA posIBILIdAd de un proyeCto CoMún

a partir de la construcciónde estéticas propias1

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II. La relación teórica contemporáneaentre identidadesy ciudadaníaSolamente sobrepasar una definición provisional u operativa de los conceptos de identidad y ciudadanía llevaría a una genealogía de los mismos que nos pondría en una línea historiográfica que rebasa con mucho la posibilidad de este trabajo. Por lo tanto, habrá que contentarse con algunos trazos relevantes para esta discusión.

Prácticamente toda la literatura de la ciencia social moderna, así como los discursos políticos, vincularon de manera estrecha la identidad nacional a la ciudadanía. Al mismo tiempo hicieron parecer que la identidad nacional era, si no la única identidad social, sí la

identidad social referente. De tal modo, privó la idea progresista y evolucionista que ceñía los estudios de la identidad en el marco del proceso transitorio entre comunidades y sociedad, entre tradición y modernidad. Por supuesto, hubo excepciones al respecto dentro de las propias voces modernas. En el terreno del pensamiento: desde la denuncia marxista, que señalaba la necesidad de una superación del modelo ciudadano burgués en diversos sentidos, hasta el antihumanismo heideggeriano (si es que éste se puede considerar moderno). En el campo de la investigación empírica hubo estudios históricos que fueron señalando la presencia inherente de la tradición en las sociedades modernas y, por otro lado, los que

revaloraron los ámbitos de libertad individual en las dinámicas de la construcción de la tradición.

La identidad nacional fungió, por largo tiempo, como el acompañante insustituible del Estado nacional. Su identificación con la idea de ciudadanía en Occidente fue sumamente fuerte, pese a las experiencias de la URSS y de algunos otros países del ex bloque socialista, como Yugoslavia. La propia América Latina jugó, durante el siglo XX, un papel que cuestionaba la identificación del nacionalismo y la ciudadanía, al darle carácter de “popular” –y no de “ciudadanas”– a sus luchas reivindicativas más sonoras de ese siglo.

Sin embargo, la descomposición paulatina de los modelos de Estado

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nacionalistas, es decir, de aquellos que sostuvieron durante largo tiempo políticas económicas proteccionistas en aras de una independencia política afincada en un desarrollo económico-tecnológico, por un lado y, por otro, en políticas de carácter social orientadas por el ideal de un bienestar generalizado que permitiera un control político, ha puesto en crisis también a aquellos modelos de identidad al cual apelaban. Si, efectivamente, los modelos aludidos eran construcciones arquetípicas funcionales al sistema político, su desmoronamiento parece generar una sensación de orfandad que, aparentemente, niega posibilidades a la solidaridad social, a la convivencia y al sentido de pertenencia a una comunidad nacional.

Diversos elementos históricos han hecho aflorar con fuerza la nueva imagen de la vieja realidad de la pluralidad social. No podría extenderme más a este respecto, sino únicamente señalar que se trata de procesos no de corto plazo, más específicamente, de procesos que arrancan con el propio advenimiento de la modernidad, que han venido confluyendo de una manera

cada vez más acelerada en la construcción de esta expresión.

La puesta en entredicho de las propuestas de identidad nacional ha conducido a la distinción y revaloración del aspecto formal del concepto de ciudadanía: “Ser mexicano es estar dentro de la ley que rige a los mexicanos”. Se trata de una vieja-nueva fórmula que renuncia expresamente a cualquier identidad nacionalista, ineludiblemente arquetípica, y que permite el florecimiento de lo diverso.

La separación entre la esfera pública y privada, entre el ámbito social y el individual, es rota,

constantemente, por los medios de comunicación.

En este sentido, esta idea de ciudadanía, alejada de contenidos morales o de características estéticas concretas, sólo puede ser plausible sobre la base del reconocimiento de los individuos concretos en su derecho a la participación pública. Tal participación puede ser asimilada, siguiendo al sociólogo francés Alain Touraine, bajo tres aspectos. En primer lugar, como la atribución real de los individuos a definir un proyecto personal, un sentido propio de existencia que puede trascender el papel de la división social del trabajo que uno ocupa, pues nuestro lugar en la división social del trabajo no necesariamente se da por voluntad propia, sino por necesidades vitales. En cambio, el proyecto personal de existencia constituye el ámbito de la libertad individual. En segundo lugar, como el reconocimiento generalizado de participar con estrategias propias

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en el mundo tecno-económico, es decir, de aceptar que cada quien tiene el derecho de ganarse la vida como mejor pueda, y de exigir, responsablemente, las mejores condiciones materiales. En este sentido, se acepta la igualdad de la necesidad, pues se trata de un mundo común a todos. Finalmente, la participación pública estriba en el derecho de pertenecer a una comunidad

cultural de manera racional. Es decir, de poseer el derecho a vivir la tradición, el pasado, la historia, de manera reflexiva. Tal pertenencia permite reconocer la posibilidad de la apropiación personal del pasado, la perenne diferencia y el desapego a los estereotipos. En este sentido, la construcción de las diferentes identidades aspira a poseer un sentido de orientación

democrático que reconozca estas atribuciones de participación.

La hechura de la identidad conjuga así, en el molde ciudadano, las posibilidades de la construcción yre-construcción propias, pero no aisladas, vacías, ni desarraigadas, sino en consonancia con la realidad social contemporánea.

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III. La relación histórica contemporáneaentre identidadesy ciudadanía La separación entre la esfera pública y privada, entre el ámbito social y el individual, es rota, constantemente, por los medios de comunicación. El consumo masivo de los objetos simbólicos y materiales anunciados por estos

medios destruye las barreras entre la vida pública y la privada.

Los medios de comunicación crean y re-crean marcos axiológicos en consonancia con los patrones de consumo que pretenden imponer. Estos marcos son fundamentalmente estéticos. Es a partir de la imposición de las formas y las imágenes, por la cual estos medios devienen en lucrativos, a través de la venta de sensaciones y experiencias; lo esencial de la época moderna: el ser una cultura audiovisual.

La manipulación de estéticas alienadas deriva, de manera inherente, en la construcción de estereotipos sociales contenedores de claros valores estéticos, morales y políticos. La importancia de los valores morales y políticos estriba en la interpelación ideológica producida que se orienta a generar conductas dirigidas y racionalizadas. Sin embargo, los valores son primero estéticos, porque la manera más honda en la que calan tales asedios es a partir de una connotación no precisamente reflexiva ni consciente, naturalizada en una apreciación del mundo que parte

Los principales elementos son: la invisibilidad de la política o, en el mejor de los casos, la presencia de una pura, amaestrada, servil

e inofensiva democracia formal .

desde este ámbito. Solamente después de la aceptación de una argumentación visual (campo estético) es posible legitimar de manera precisa y definitiva una argumentación textual (campo moral y, posteriormente, político).

La participación intrínseca a cualquier propuesta política ciudadana cesa en cuanto surgen estas identificaciones con los modelos dados desde las industrias culturales. A pesar de su aparente diversidad, dichas identificaciones contienen claros elementos comunes ligados al sistema social vigente. Se trata de algunos factores de apariencia, es decir, con un contenido simbólico condensado en claros argumentos visuales. Los principales elementos son: la invisibilidad de la política o, en el mejor de los casos, la presencia de una pura, amaestrada, servil e inofensiva democracia formal; un capitalismo económico inextricablemente vinculado a un superdesarrollo tecnológico y a factores de comodidad; una audiovisualidad cultural que, para efectos prácticos, funciona como sinónimo de una deseable rapidez y fugacidad vitales;

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un claro racismo dérmico a favor de lo claro; una supuesta movilidad social efectiva y fácil; un individualismo competitivo, contradictoriamente, al alcance de todos, etcétera.

Las identificaciones generadas desde las industrias culturales, particularmente artísticas, minan las potencialidades de la propuesta política ciudadana. Más aún, denotan que el primer campo de batalla ideológico-político se da en el terreno de la cultura, en general, y del arte, en particular. La hegemonía política inicia como lucha político-cultural en el terreno estético, y es allí mismo donde ha de librarse la primera y decisiva batalla en pos de una ciudadanía democrática que acepte la diversidad como convivencia.

Como espacio de lucha, hay que señalar que las pretensiones de las industrias culturales no son logradas plenamente ni ejercidas de manera vertical. Pues del mismo modo que la industria cultural limita al

poder ciudadano, las formas de consumo y apropiación mantienen a raya los éxitos y metas de las industrias culturales.

De tal manera, no es ocioso preguntarse cómo se constituyen las identidades contemporáneas y cuál es su relación con la ciudadanía. De hecho, es posible anticipar que hay un claro desfase entre estos ejes contemporáneos de construcción de la identidad y el marco político ciudadano. La propia política, en tanto matriz tradicional de identidades histórico-ideológicas, se ha venido convirtiendo en un campo estéril al respecto, como producto de un descrédito ampliado de las propias instituciones. Esto, por supuesto, debilita la intensidad del sentido de pertenencia nacional –y lo que esto signifique– y, además, la interpelación de la propia noción de ciudadanía. Con nichos de identidad fragmentarios, pero más concretos y personales, la gente se da a la tarea de producir su propia identidad, su propia crisis

de identidad y la propia resolución de su crisis de identidad.

Existen, por lo tanto, nuevos ámbitos donde discurre la creación-recreación de la identidad. Al respecto, se puede mencionar al deporte (con singularidad presencia del futbol) y a la música como expresiones culturales privilegiadas. En ambos se generan estéticas que orientan vitalmente.

Se hace necesario, por lo tanto, recurrir a análisis de lo cotidiano que recorran las posibilidades de los diferentes géneros musicales y sus correspondientes espacios sociomusicales, así como de las aficiones deportivas y sus perfiles de personalidad. En otras palabras, es necesario recorrer el campo del consumo cultural en las áreas de mayor incidencia de las industrias culturales. Paradójicamente, al mismo tiempo, es aquí donde también es posible reconstituirse a través de la libre apropiación y, por ende, el sitio en el que debe plantarse el desafío a la hegemonía de la vulgar y adormecedora mercadotecnia.

IV. La construcción de estéticas no hegemónicasLa construcción de estéticas contra-hegemónicas con posibilidades emancipatorias es un hecho histórico. Existen experiencias latinoamericanas al respecto y México no es una excepción.

Sin lugar a dudas, la construcción de estéticas no-hegemónicas no necesariamente conduce a estéticas contra-hegemónicas, pero siempre nos

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lleva a la aparición de estéticas propias. En este sentido, podemos distinguir procesos diferenciados. Por un lado, nos encontramos con expresiones artísticas con claras intenciones políticas de generar posiciones contra-hegemónicas. La Escuela Popular de Comunicación Crítica, la Asociación Cultural “Nós do Morro” y el Torreao son ejemplos del avance brasileño dentro del contexto de América Latina a este respecto.

En México, las diversas expresiones artísticas de Tepito y Ciudad Nezahualcóyotl, entre otras, han tendido con claridad de conciencia a la toma de posiciones contestatarias y críticas.

En este terreno encontramos reflexiones teóricas importantes que “subyacen en” o se “derivan de” las propias expresiones artísticas. Se trata de vanguardias conscientes y ambiciosas que pretenden generar una conciencia personal que tienda a la participación democrática social y ciudadana, sobre la base de la apropiación de los espacios urbanos y la vigilancia del correcto funcionamiento de las autoridades gubernamentales. Al respecto, existen diversos grupos independientes teatrales, de cineastas o de música. Por

supuesto, también estudiosos que, a partir de tales experiencias, buscan generar una reflexión retroalimentadora que vaya en el mismo sentido de la participación democrática amplia.

Por otro lado, tenemos expresiones sociales que son meras apropiaciones de los objetos culturales ofertados por las industrias del consumo masivo cultural. Sin llegar a plantear de manera nítidamente política una actitud crítica, sí se muestran señales del ejercicio de la libre creatividad en el disfrute y la re-significación de tales objetos culturales, particularmente musicales. La música suele generar adherencias a partir de las preferencias auditivas que conllevan identidades sociomusicales. Dichas identidades subsisten en una lógica diferente a la de “la moda”.

Se trata de las audiencias específicas de algunos géneros musicales que han trascendido en el tiempo y que han roto barreras de clase y de generación, para constituirse en comunidades aglutinadas alrededor de una preferencia o gusto musical. En tal espectro podemos encontrar variaciones importantes. Desde la clara postura política anarquista

La subversión de valores estéticos impuestos mediante un ejercicio propio del modo de consumo tiene resultados diferenciados en términos culturales.

del punk, inextricablemente unida a la expresión musical, hasta el puro disfrute lúdico, sin mayores pretensiones, del high energy.

En este sentido, se hace imperativa la comprensión de cómo se constituye este tipo de audiencias que terminan siendo formadoras de identidades o de aspectos importantes de la identidad. Pues, de modo paralelo a la construcción consciente de alternativas estéticas, corre una historicidad que va generando algunas de ellas mediante una apropiación no muy politizada pero que, al fin de cuentas, existe. La subversión de valores estéticos impuestos mediante un ejercicio propio del modo de consumo tiene resultados diferenciados en términos culturales. Empero, en términos políticos, abre la posibilidad del juego libre de la construcción de “sí mismos”.

En consecuencia, la posibilidad de un proyecto común de carácter nacional pasa necesariamente por el reconocimiento de lo diferente que se expresa, en primera y decisiva instancia, en la construcción de estéticas propias y, posteriormente, en una política de la diversidad.

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GobIErno

FuTuro-

PAsADo

A finales del año pasado se hizo pública la noticia, a través de diferentes medios de difusión, de la primera emisión de un papel moneda que circula en Espinal, municipio enclavado en la región del Totonacapan, al sur de Papantla, Veracruz. El billete –denominado tumin, que en totonaco significa “dinero”– se empezó a utilizar en septiembre de 2010, impulsado por la Universidad Veracruzana Intercultural (UVI) y dos asociaciones civiles: el Centro de Investigación Intercultural para el Desarrollo (CIIDES) y la Red Unidos por los Derechos Humanos (RUDH).

E l tumin (t) es una moneda con billetes de tres denominaciones (5t, 10t y 20t). Cada tumin equivale a un peso mexicano.

Esta moneda comenzó a circular entre cincuenta dueños de establecimientos de la localidad, quienes, a través de lo que se ha denominado “mercado alternativo”, buscan solucionar las dificultades que enfrenta la economía de su municipio. Se trata de un programa que combina el llamado dinero comunitario –como es el tumin– con el dinero convencional, el peso. “No tratamos de sustituir al peso, más bien lo que se pretende es fortalecer la economía comunitaria”, señala en una entrevista Juan Castro, uno de los creadores del proyecto “Mercado alternativo Tumin. Economía solidaria y autogestión”.1

Este sistema –denominado también “de multitrueque”2–, permite el intercambio entre socios y se inicia con la adquisición de 50 tumins que el participante adquiere en el momento en que se afilia al programa, y que puede intercambiar por otros productos o servicios de la localidad. “La moneda alternativa sólo se acepta entre los participantes, es un circuito cerrado donde la gente siempre tiene dinero para comprar”.3

Este sistema funciona a través de un directorio, en el que pueden consultarse los negocios que están de acuerdo en utilizar el tumin. Cada participante puede intercambiar productos o servicios pagando una parte del precio con tumins y la otra con pesos. Como todos los proyectos

tuminMaría Teresa Ruiz González*

* Profesora de Historia en la

uAm-Iztapalapa y en el IAPH.

1 Tumin: moneda local de comunidades

indígenas del Totonacapan: Juan

Castro soto, en Ms Noticias al

Aire, viernes 14 de enero de 2011,

en http://www.msnoticias.com/

notas.asp?id=148702 se entiende por

multitruequeal trueque no bilateral, sino

en múltiples direcciones

(véase santana, 2008: 92). También

se le han dado otras denominaciones,

como dinero alternativo, dinero

comunitario, dinero social.

3 “Fortalece espinal su economía con

el tumin”, en Noreste Diario, 5

de enero de 2011. http://noreste.

net/wordpress/?p=27743. Fecha

de consulta: 9 de mayo de 2011.

trueque alternativo:Una experiencia de

el

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de orden social, este sistema está basado en la confianza y en los acuerdos entre los socios.

Recogiendo la experiencia de otros programas similares de multitrueque que se han desarrollado en el mundo, este billete comunitario es controlado por una comisión bancaria que lleva el registro de los participantes, vigila, asesora y establece reglamentos, derechos y compromisos para su funcionamiento. El monto total de la moneda comunitaria que circula en el municipio es de 50 mil t, o sea 50 mil pesos. Entre los compromisos establecidos por esta comisión bancaria se plantea evaluar el programa en asamblea cada cuatro meses, a fin de tomar decisiones sobre su funcionamiento y sobre la posibilidad de emitir nuevos vales o de hacer cambios en el reglamento, o bien de terminar el proyecto.

Los socios cuentan con una amplia gama de actividades y servicios que pueden intercambiar, desde alimentos preparados o alimentos perecederos, como carnes, frutas, verduras y pan, hasta servicios de internet, de estéticas, médicos, farmacias, carpintería, asesoría jurídica, plomería y hoteles, entre otros.

En México ha habido otras monedas comunitarias además del tumin, de las que sabemos poco. María Eugenia Santana, autora de un excelente estudio que analiza algunas de estas experiencias, menciona varias, como el tláloc, que surgió en

1996 en el Distrito Federal promovido por la organización civil denominada Promoción del Desarrollo Popular.4 El cajeme, que funcionó entre 2001 y 2003 en Ciudad Obregón, Sonora, y que en una etapa posterior se transformó en tomi. El mezquite, una moneda que emitió el Centro de Desarrollo Agropecuario en Dolores

Hidalgo, Guanajuato. El dinamo, emitido en la delegación Magdalena Contreras; y el xico, lanzado en 2007 por la Asociación Mexicana para la Transformación Urbana y Rural en el Valle de Chalco, Estado de México (Santana, 2008:2).

Estos no son proyectos aislados, forman parte de prácticas que se iniciaron en 1982, cuando Michael Linton, considerado el padre del dinero alternativo, creó los LETS (Local Employment and Trade System: Sistema de Empleo y Comercio Local) en Canadá, y que en 2008 constituía el sistema alternativo más difundido en todo el mundo. Otros grupos retomaron esta experiencia en países o regiones como Inglaterra, Nueva Zelanda y Austria, y posteriormente Estados Unidos, Australia, Europa y Asia (Santana, 2008:4).

El tumin, este billete comunitario es controlado por una comisión bancaria que lleva el registro de los

participantes, vigila, asesora y establece reglamentos, derechos y compromisos para su funcionamiento.

4 Véase el portal de la organización “Vida digna y sostenible” en http://www.vidadigna.info/index.htm. Fecha de consulta: 9 de mayo de 2011.

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una manera incluyente. Es una propuesta de vida distinta a los programas que buscan “sacar de la pobreza a millones de personas” (ibíd.:4).

Estas iniciativas pretenden que la sociedad se haga responsable de ella misma desde la solidaridad en el consumo, la producción y la distribución, y que la práctica económica regenere la vida social y política con un modelo de redistribución y reciprocidad.

En 2005 se calculaba que había alrededor de 5 000 monedas alternativas que buscaban fortalecer una economía diferente a la creada por el neoliberalismo, al permitir el intercambio entre productores para evitar las crisis recurrentes del mundo capitalista. En América Latina han circulado estas monedas comunitarias en los mercados sociales de Argentina desde 1997; en Sao Paulo, Brasil, 1998, y México, 1997 (Primavera, 2004; Hintze, 2003; Santana, 2008). Sin embargo, se ha visto que es difícil sostener una economía alternativa en un mundo que cada vez está más integrado; las experiencias de otros países, como Argentina, reportan que los mercados alternativos requieren

Pero ¿qué es el dinero alternativo? El dinero alternativo o comunitario –nos dice Santana– se plantea crear una sociedad distinta a la sociedad de mercado. La economía solidaria busca, desde el cambio económico, transformar los diversos ámbitos de la vida de las personas de

Estas iniciativas pretenden que la sociedad se haga responsable de ella misma desde la solidaridad en el consumo, la producción y la distribución, y que la práctica

económica regenere la vida social y política con un modelo de redistribución y reciprocidad.

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mucha energía de los prosumidores5 para evitar caer en las mismas situaciones que afectan al mundo capitalista: la inflación, la especulación, la pérdida de confianza, el consumismo y el control de la moneda. Pero ¿por qué aparecen estas monedas? ¿Por qué surgen intentos de regresar a formas parecidas al trueque? Al respecto, Coraggio, quien ha estudiado estos sistemas en Argentina, nos dice:

El trueque como propuesta generalizable surge en medio de crisis en que el dinero deja de funcionar (ser aceptado) como equivalente general, y la única manera de tener certidumbre de que el cambio permite acceder a los bienes deseados es el cambio directo de productos [...]. También surge cuando amplios sectores localizados de la población quedan fuera del mercado capitalista por no tener ingresos monetarios, aunque a la vez poseen recursos productivos (trabajo, medios de producción) con los que pueden producir bienes o servicios capaces de satisfacer necesidades, pero que no son competitivos en el mercado capitalista

(no son aceptados por su calidad, su precio, la ilegalidad de su posesión, etc.), o bienes durables de consumo usados (vivienda, artefactos, etc.) (Coraggio, 2003:261-262).

En México el dinero tiene una larga historia que se remonta a la etapa prehispánica, donde el trueque era una de las formas de intercambio, combinado con el uso de diversas formas de moneda, como el cacao, las mantas pequeñas de algodón, el oro en grano o en polvo colocado en canutos de pluma de pato y los tejuelos de cobre o de estaño recortado en forma de “T”. Durante la colonia se utilizaban el oro, la plata y el cobre amonedados. En el periodo independiente se recurrió al billete de banco comercial convertible a moneda metálica (de oro o plata). Sin embargo, no fue sino hasta 1936 cuando se declaró al Banco de México como la única institución encargada de emitir el peso, y éste se constituyó en la única moneda de curso legal con poder liberatorio ilimitado (Ramírez, 2001:20). Con esta disposición las formas dinero-mercancía6 ya no circularon legalmente y el peso

5 se les llama prosumidores a los que participan de esta forma de intercambio, ya que uno de los requisitos de esta propuesta es que todo el que participa debe ser no sólo consumidor, sino también productor.

6 se denomina dinero-mercancía a todos los objetos que sirven a la vez como mercancía y como dinero, por ejemplo el cacao y las mantas de algodón en el mundo precolombino.

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se desligó de cualquier nexo con los metales que habían servido como equivalente para el intercambio. Pero, además, a partir de ese momento el Estado adquirió la facultad de monopolizar a su favor la industria creadora del dinero (Ramírez, 2001:23).

Si bien en México el dinero comunitario ha funcionado a contracorriente, pese a la tradición de reciprocidad y de trueque que existe en las regiones indígenas, combinado con el peso, las organizaciones sociales que lo están impulsando quieren con ello detonar el intercambio asociado a la producción social con fines solidarios, buscando nuevas estrategias para incorporar a productores y consumidores que tienen un “limitado acceso a la moneda corriente, pero que tienen necesidades de consumo y capacidades productivas no aprovechadas y que pueden realizar intercambios entre sí y requieren un medio para hacerlo” (Collin, s/a:3). Se habla también del interés por conseguir la fidelidad de la clientela y lograr la retención de la riqueza generada por una localidad.

El dinero alternativo, por diversas razones –-nos dicen los investigadores–, “parecería no prender”, es decir, no se ha socializado en los lugares que lo están impulsando; entre las razones están el tipo de socios (sectores marginales e intelectuales de organizaciones sociales), el tipo de productos y servicios que quieren intercambiar

y el hecho de que estos productos o servicios tienen a veces un precio superior al del mercado, o bien propician un sobreprecio en los productos (véanse Collin, s/n:14-15; Santana, 2008). A mi juicio, dos limitaciones influyeron seriamente en su uso en algunos de los casos analizados: la primera es que en ciertos casos se estableció como requisito que el consumidor fuera también productor, y la segunda lo constituye el hecho de que el dinero alternativo no se puede acumular, ya que esto lleva a un desequilibrio del sistema.

En este contexto se creó el tumin, aunque se intenta recrear, sobre nuevas bases, las experiencias anteriores, al parecer utilizándolo más bien como un instrumento de intercambio entre generadores de servicios que entre productores, y restringiendo su uso al municipio de Espinal para evitar los fraudes, la sobreproducción de dinero y la corrupción. Esperaremos ver los resultados, aunque ya de antemano la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación y algunos diputados locales se muestran escépticos.7

7 Véase la nota ”sin futuro

moneda tumin en Totonacapan”,

en: Veracruzanos.info. «Portal de

noticias políticas de Veracruz y méxico».

http://www.veracruzanos.info/. Jueves 13 de enero

de 2011, consultado el 10 de mayo de 2011, y uscanga, Gisela, “moneda

tumin podría desestabilizar la economía:

CAnACInTRA”. RadioVerinfo. Ver.

7 de enero de 2011. Consultado el 10

de mayo de 2011.

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PArADIGmAs

No per accidens Buda señaló que no es suficiente luchar contra

la pena de muerte, sino que el hombre-la mujer están obligados a defender el derecho a la vida, y de todo lo viviente, con su inmenso latido en el silencio de los mundos. Todo lo que nos rodea es nuestra vida y nuestra herencia humana que

incorpora la Naturaleza que respira y, a veces, se subleva.

En la Tierra, en ese fragmento minúsculo del universo, se organizó, después de múltiples experiencias y transformaciones, la aparición, hace 2 millones de años, de un ser novedoso que, en paciente transformación, anterior al que sería bautizado como el Homo habilis, vivió bajo

señoras y señores:Iniciemos nuestro viaje por la Tierra, madre y maestra, de la mano de los paleontólogos, arqueólogos y antropólogos. Ellos estiman, los hermanos sabios, que el origen de la Tierra se remonta, como una inmensa aventura espacial, a 4 500 millones de años. No por ser tan anciana la Tierra ello quiere decir que muera de síncope cardiaco en nuestros propios días. Estén tranquilos. Esa seguridad parece válida, pese a que el Homo homicida ha inventado ya la bomba atómica y destruye, impávido, día a día, nuestro mundo, desde el salvajismo filosófico del jus abutendi, es decir, del derecho de abuso, sin asumir que lo propio del ser humano es el jus utendi, es decir, el derecho de uso sometido, por tanto, a la ley y la defensa de nuestro derredor humano y, a la vez, el de todos los seres vivientes: desde el árbol hasta la hormiga.

Juan María Alponte

La EcoLogía:

la experiencia, sobresaltante, de evolucionar con todo el derredor. Casi a su vera, hace 1.7 millones de años entró en escena el Homo erectus, que inició, desde el suelo africano, que es nuestro origen, un viaje portentoso, una migración exploradora por la inmensidad de la terra incógnita. Con el Homo erectus comienza, en gran medida, la

* Conferencia magistral impartida en el 9° simposium

Iberoamericano sobre medio Ambiente y

municipio, en Guadalajara,

Jalisco, el jueves 18 de noviembre

de 2010.

cienciaesperanzadel siglo xxi

y

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primera emigración en busca de los mundos desconocidos.

Para hacer frente a esa gigantesca odisea, inventa y controla, hace 700 000 años, el fuego, y su cerebro, creciente, apuesta por una nueva cultura: la cocina. Sin ella no podía vivir ni viajar nada más que colmillo contra colmillo, es decir, en un mundo artillado por la lucha implacable en el cuadro de la sobrevivencia de las especies. La cocina, pues, a la vera del fuego, liberó al ser humano: del crudo pasó al venturoso asado. El vino esperaba a la tertulia. Lévi-Strauss, el sabio antropólogo de los tristes trópicos, inventaría una frase reveladora al lado del fuego: “de lo crudo a lo cocido”.

Esa gigantesca odisea de la especie humana, con un caminar incesante sin regreso a la tierra natal africana, tenía una meta cuyo final no lo verían ni el Homo habilis ni el Homo erectus. Lo vislumbraría, todavía sin un final articulado, para siempre, a nuestra existencia, el Homo sapiens que hace 150 000 o 200 000 años iniciaría, por sí, la conquista técnica del universo. No sé si merezca siempre ese portentoso bautizo de Homo sapiens. Lo digo porque, todavía, guarda, en su arcaica memoria, el tronco inhumano del destructor y, sin duda, del homicida. El descubrimiento religioso o la iluminación del conocimiento, en síntesis deslumbrante, plantearía el problema básico del principio y el fin y, filosóficamente, a su vez que fines y medios son, éticamente, indisociables. No lo uno sino lo otro.

El gigantesco viaje del hombre hacia la humanidad, y la res publica hacia la libertad y la tolerancia –sin cuyo auxilio sería

imposible reflexionar ni el existir convivencialmente– sigue siendo, todavía, el objetivo de ese viaje sin fronteras. Los paleontólogos, los antropólogos, los arqueólogos, los filósofos y los religiosos han explorado las hondonadas, los cráteres profundos de la terra incógnita, para traernos los fósiles, restos vivientes – como el famoso esqueleto de Lucy– de ese inmenso pasado con el ánimo de dotarnos de una memoria colectiva verdaderamente humana que asuma, sin la soberbia del Homo sapiens, y recupere nuestro parentesco con todo lo viviente.

No sabemos bien qué empujó al Homo erectus, desde el latido del corazón y el creciente desarrollo de su cerebro, a iniciar, el primero, ese inmenso viaje planetario de reconocimiento, conocimiento y conquista de la Tierra. Sabemos que hizo peregrinaciones inmensas. Su ADN, en el anaquel de la memoria humana, nos revela que los chimpancés comparten el 98.4% de nuestro ADN y el 97.7% los gorilas.

Un patrimonio común, deslumbrante y aleccionador, que nos hace partícipes de la Naturaleza y, por tanto, responsables, irremediablemente, nos guste o no, lo sepamos o no, de todo lo que nos rodea. Esa lectura que nos falta, todavía, por asumir, es más grave cuando nos amenazan ya los cambios climáticos inseparables del jus abutendi, del derecho, bárbaro, del abuso.

Somos, en suma, el espíritu y el apéndice de una odisea que participando del patrimonio común de todo lo viviente hizo del hombre, del Homo sapiens, aunque no siempre, repito, merezca ese título nobiliario,

un ser original, rodeado de dioses, que hizo de la cultura, el Bildung de Hegel, la raíz filosófica y realmente humana en su recorrido por la senda no sólo de los elefantes, sino del hombre y la mujer buscando, juntos, al ser humano.

Su prodigioso viaje por la parte del cosmos, el que nos correspondiera en el inicio de la vida, empujó al hombre al descubrimiento, al reconocimiento y el conocimiento del valor y el significado de todas las cosas, aunque todavía no seamos conscientes, molecularmente, que pertenecemos a todo lo viviente y que, en consecuencia, somos una parte, la parte consciente, de ese inmenso patrimonio que es la vida.

No per accidens, el Kristos, traducción del griego de la palabra “mesías” en hebreo, se señaló a sí mismo, de una manera que aún vibra en la luz de los milenios, con una frase sobresaltante e imperativa: “Yo soy la vida”. Buda, a su vez, en la profundidad del Asia, a la vera de la cordillera del Himalaya, siguiendo la luz de los ríos inmensos, señaló, a su vez, en esa peregrinación del hombre en busca de la verdad, en busca de la aletheia griega, que el hombre no está solamente obligado a luchar contra la pena

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de muerte, sino que no puede eludir, como ser humano, que está obligado, rotundamente, a defender el derecho no sólo de la vida –no se olvide– sino de todo lo viviente: ese inmenso paraíso de océanos, bosques y tierras y prodigiosos animales que esperan la clemencia ecológica de la Humanidad.

Desde ese universo, olvidados ya de los millones de años que nos preceden en el viaje de los hombres y las mujeres por la Tierra y ya, ahora, viajeros del cosmos, nos cabe la obligación de recordar a los “migrant” –palabra que en hebreo significa “el que pasa”– esto es, a los peregrinos y los creadores de la nueva conciencia y, por tanto, los que nos entregaron la impresionante responsabilidad de ser protectores de la vida. Nuestro derredor actual, fundido en la barbarie de cada día, nos revela en qué medida se ha fracasado en nuestro colectivo viaje de migrantes en busca de la Humanidad.

Olvidando los milenios–olvidar, sí, pero exigiéndonos recuperar la memoria y ello no es una simple paradoja–, me parece singularmente importante redescubrir a otro viajero universal que ya es nuestro y tiene nombre y apellidos. Ese cercano Ántropos, inmediato y apasionante, re-descubridor del mundo colombino, fue Charles Darwin, bautizado en 1809 (un año antes de que Miguel Hidalgo, hijo de cónyuges españoles, criollo puro, diera el Grito en Dolores), ese Charles Darwin es un nombre asociado a una de las mayores polémicas del siglo XIX. En mi último libro, el 35, A la vera de las independencias de la América hispánica. Perfiles de la historia, proporciono el acta bautismal de Hidalgo.

Vuelvo a Charles Darwin. Fue contratado como botánico o naturalista para navegar en el navío británico de Su Majestad, el Beagle, cuyo objetivo era dar la vuelta al mundo, a un mundo que, en gran medida, era parte ya del imperio británico.

Charles Darwin inició su viaje con el capitán Fitz Roy, que no sabía bien, ni de lejos ni de cerca, que aquel joven de 22 años revolucionaría las ideas de su tiempo.

Embarcado en Davenport el 27 de diciembre de 1831, Charles Darwin dio la vuelta al planeta llamado Tierra. Cuando desembarcó, de nuevo, en Inglaterra, el 2 de octubre de 1836, llevaba consigo un tesoro geológico y una inmensa recopilación de las raíces de la evolución humana y de las formaciones herbáceas y forestales de la Tierra. Su mirada sobre el vario y múltiple universo de la fauna y la flora convertiría su diario en un verdadero museo ideológico del planeta. Cabo Verde, Río de Janeiro, Montevideo, Buenos Aires, Islas Falkland, Patagonia, Chile, Valparaíso, Islas Galápagos, Tahití, Nueva Zelanda, archipiélago Keeling. El universo a sus plantas, bajo la mirada asombrada y curiosa del capitán Roy, que no suponía, ni de lejos, que aquel arsenal de rocas, plantas y dibujos serían, un día, el fermento de una revolución conciencial.

En suma, tres años después de su arribada a Inglaterra y ya secretario de la Sociedad Geológica de Londres, Darwin reúne sus apuntes y explora los territorios filosóficos de la historia. Eran paralelos y divergentes. Lee a Malthus, un clérigo inglés que anunciara con su libro (aparecido en 1798) Ensayo sobre el principio de la población, la tesis de la explosión demográfica y del hambre.

Lee, Darwin, a Humboldt, el prodigioso explorador del México del siglo XIX que, inmenso recolector de la vida y emisario

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de la naturaleza y los volcanes, había vivido en México en 1803 y, después de recorrer la América hispánica, conduciría a Europa una visión nueva de América y una colección de 60 000 plantas de los trópicos que dejarán a los europeos asombrados. Juárez, un día, le haría ciudadano reverenciado de México. Poco sabemos de él: ese Homo erectus de la revelación del México del virreinato. Él recupera una carta de Hernán Cortés al monarca español. Le pide que envíe evangelizadores, quizá pensaba en el padre Las Casas, porque, le decía al emperador, los canónigos se quieren hacer ricos y tienen muchos hijos, por lo cual escandalizan a los indios.

Ese mundo aglomerado, apasionante y alertador invita a Charles Darwin a casarse con Emma Wedgmood en 1839. No sé bien lo que ella esperaba de él. Lo cierto es que el mismo día de su boda, Darwin publicó su épico libro: El viaje de un naturalista alrededor del mundo.

No se conformó con ese relato fascinante, sino que, además, el prolífico naturalista le regaló, a su esposa, diez hijos, sin impaciencia, a la asombrada y gentil Emma. Ella pedía clemencia; él escribía un nuevo texto, de título casi delirante: Sobre la estructura y distribución de los arrecifes de coral. Se publicó cuando le nació su hija Anna en 1841. A la par de los hijos, como Humboldt, ese Homo, ya sapiens, Darwin, escribe sobre sus asombrosos hallazgos y encuentros habidos en las islas volcánicas y describe la geología de Australia y el cabo de Buena Esperanza.

Esa inmensa curiosidad le conduce, en el año en que nace su hijo Robert, el décimo, a

iniciar, en 1856, la obra cumbre de su vida y de la nuestra, y no per accidens: El origen de las especies por medio de la selección natural. Tenía, entonces, 47 años. La edad misma que tenía Simón Bolívar al morir, casi abandonado, en 1830.

Un Simón Bolívar que, viajero universal, hijo de una de las familias mantuanas más ricas de Venezuela, que se encontrará con Humboldt, el otro Homo sapiens de los viajes por el planeta del siglo XIX, y le hace la pregunta más inquietante de aquellos días: “¿Cree usted que la América española está madura para la independencia?”. El barón Alejandro von Humboldt le contestó así: “La América española está lista para la independencia, pero no conozco, aún, a sus libertadores”. Simón Bolívar, después de ese encuentro, viajó a Roma –recursos monetarios no le faltaban al hijo de una de las más grandes y ricas familias de Caracas– para ascender a una de sus famosas colinas y comprometerse allí, al pie del Monte Sacro, a un nuevo proyecto vital: dedicar su espada y sus bienes a la independencia de Venezuela, donde había nacido en 1783. Veinte años después que Miguel Hidalgo.

Se cruzaban los hombres, los nuevos peregrinos de la odisea de la Libertad y la Ciencia, en el tumulto de un siglo donde la Teología y la Revolución, a su vez, se confrontaban inútilmente, cuando tenían que reconocerse y tolerarse, al revés, como complementarios.

No hay que olvidar que entre 1828 y 1831 Charles Darwin estudió Teología en Cambridge. Después, obviamente, se cortó la coleta clerical. ¿Teología o

revolución de las ideas? Goethe, el admirable poeta alemán, también un científico, se reunía con Humdoldt y, juntos, exploraban el territorio inédito de las ideas que cambiarían el mundo. El poeta y el andarín de los volcanes mexicanos descubrirían juntos la Academia platónica y aristotélica del saber universal.

En 1848 la revolución europea contra el viejo régimen expulsaba de Prusia y de Francia a un hombre, desposeído de la nacionalidad prusiana, que, sin papeles, se asilaba en Inglaterra desde 1849 y que viviría, sin ser inquietado por el régimen parlamentario británico, hasta su muerte en 1883. Ese apátrida se llamaba Karl Marx. Dejó al morir 250 libras esterlinas de herencia. Esa miseria era todo el capital del hombre de El Capital. Él diría, áspero y lúdico, que nunca se había escrito tanto del capital sin un solo centavo.

¿Por qué se cruza Marx con los peregrinos de la odisea planetaria? Sólo sabemos, como respuesta, a la encrucijada, sombría y relumbrante de la existencia memorable, que Darwin terminaba su libro más famoso y lo publicaba el 24 de noviembre de 1859, año de la primera edición de El origen de las especies por medio de la selección natural.

En un solo día se vendió la primera edición. La polémica –palabra que procede de la voz griega pólemos, “guerra”– se iniciaba. La Iglesia puso el grito en el cielo que, al parecer, no escuchó su diatriba. Las ediciones de El origen de las especies se sucedieron. El Homo erectus abría el camino, verdaderamente, al Homo sapiens y al mundo natural, acosado ya por nuevos y grandes exploradores de las ciencias

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históricas y naturales. La biología nos enseñaba más y más cosas del Hombre, la Flora y la Fauna.

No es menos verdad que hasta para Darwin, pese a las aportaciones de Copérnico, Kepler y Galileo, todo era inédito. Galileo, en 1633, se las vio, como heréticus relapsus, es decir, como hereje intratable, ante la Inquisición. Admitía Galileo, siguiendo a Copérnico, que la Tierra giraba alrededor del Sol, y no al revés, como decía la Iglesia pensando que los astros, al girar sobre la Tierra, rendían homenaje a Dios, que creó la Tierra como morada del hombre. El choque entre la ciencia y la idea de la Creación implicaría una ruptura insatisfactoria e inútil. Desde Darwin el problema fue más profundo y contundente. Hasta el extremo de que, todavía en nuestros días, está prohibido, en algunos estados norteamericanos, estudiar el libro de Darwin. Es muy probable que en esos mismos estados se haya votado por el camino del arcaísmo político, por el Tea Party y no por Obama. Sin embargo, el papa Juan Pablo II, en su discurso ante la academia científica –el 31 de octubre de 1992–, esto es, más de tres siglos después, afirmó que Galileo, en muchos aspectos, era un buen cristiano, y que los teólogos tenían que escuchar a la ciencia.

Lo cierto es que El origen de las especies apareció como un rayo, como un hierro candente en la conciencia, alborotando todos los espacios planetarios. Uno de los lectores del Origen de las especies se llamó Federico Engels. Le hizo saber a su amigo Karl Marx, al que finalmente financiaría, a él y a su familia, que vivían en Londres muy cerca

de la miseria, “que el libro de Darwin le había asombrado”.

Andando el tiempo, Marx y Engels enviaron un texto preliminar de El Capital al autor de El origen de las especies por medio de la selección natural, y autor también de una marea de títulos que marean:La expresión de las emociones del hombre y de los animales; Los efectos del cruzamiento y de la autofecundación en el reino vegetal y las diferentes formas de flores en plantas de una misma especie. En suma, Marx y Engels preguntaron al sabio que abarcaba el todo natural si haría un prólogo al texto de Marx, El Capital.

El sabio Darwin, autor del texto ya inquietante Las plantas insectívoras y la formación de la tierra vegetal mediante la acción de las lombrices de tierra, respondió a las demandas de Marx con una síntesis dialéctica de Homo sapiens: “Bastantes problemas tengo ya con la Iglesia para aumentarlos con un prólogo sobre las tesis marxianas”. Cuando murió Darwin se encontró el texto de Marx en su biblioteca, sin una sola nota.

La vida, exacta y minuciosa, hizo morir a Charles Darwin en 1882, cerró sus ojos, que recorrieron la luz y la sombra del planeta entero, un 19 de abril. El 26, en medio de un solemne silencio cruzado por los sollozos de la multitud, se le enterraba en la abadía de Westminster. La Iglesia anglicana, separada de Roma, rendiría su homenaje al sabio. Karl Marx murió un año después, en 1883. Nunca se conocieron los dos habitantes de una ciudad llamada Londres, que lanzaría al mundo, entre los dos, a un diálogo sin fronteras entre las ideas y el destino humano.

No olvidemos, sin embargo, algo conciencial, que Alejandro von Humboldt –mientras su hermano transformaba la Universidad de Berlín introduciendo la Ciencia en las cátedras frente a la Teología–, autor memorable del Ensayo político del reino de la Nueva España y del Cosmos, obra realmente colosal, moría el 6 de mayo de 1859 a los dos y media de la tarde. “Mi reloj biológico ha terminado su cuerda”, dijo poco antes del adiós. Berlín entero le rodeó en su viaje al cementerio. Se sabía que el sabio muerto viviría por siempre. Murió, pues, el año en que se publicó El origen de las especies.

Esas generaciones que cambiaron la contemplación de todas las formas de la vida y que reinterpretaron todos los signos de la evolución, la involución y la revolución científica y social dejaron tras de sí los eslabones, los núcleos de un saber universal que tocaría, para siempre, nuestras vidas, ampliando los debates, no la guerra, no el pólemos, en busca de la proposición que es el centro de mi libro Homero entrevista al mundo. En él afirmo que o somos complementarios o somos destructores.

En efecto –subrayando la complementariedad–, un discípulo fervoroso y radical de Charles Darwin, el zoólogo alemán Ernst Haeckel, en 1866, en una de sus clases inventó para sus alumnos una palabra nueva: Ecología. Dos voces griegas la construyeron. Las dos palabras griegas de Ernst Haeckel fueron simples y directas como una luz reveladora en la sombra oscura del tiempo: oikos, “casa” o “hábitat”, y logos, “ciencia”. La ciencia llamada Ecología acababa

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de nacer. La Ciencia del Hábitat, la Ecología es una explosión de conocimientos sobre la vida; todas las vidas; todos los latidos; todas las aventuras del saber para conservar la herencia de la Tierra.

En el mismo año, en 1866, John S. Burdon Sanderson, en intervención ante la British Association para el Avance de la Ciencia, elevaba la ecología al rango de una de las tres partes de la biología, comparándola, sin más, con la Fisiología y la Morfología. Burdon Sanderson añadiría: “La ecología representa ya una nueva filosofía sobre la naturaleza viviente”.

El mundo, cierto, va despacio. Su reloj biológico, desplazado por la medida irrelevante del tiempo y de la vida para la mayoría de las clases políticas del planeta, que en muy pocas ocasiones están integradas y vocadas al descubrimiento, y sí, en el reparto del botín, han querido hacer de la ecología un partido político más, pero no una parte esencial de la vida humana, cuyo porvenir depende de la reinvención ética de la ecología, es decir, de la ecología como la ciencia que reeduca al Homo sapiens y lo confronta con una realidad universal en riesgo y en crisis.

Claude Lévi-Strauss, el gran antropólogo, cuya autoridad científica es indiscutible, añadió en su apretada síntesis de sabio y verdadero Homo sapiens, estas definiciones que deberían estar en la memoria colectiva y, sobre todo, en la memoria de las generaciones futuras amenazadas por el caos y la catástrofe de los océanos, los bosques, los cielos y los lagos de la Tierra, contaminados y padeciendo el calentamiento atmosférico. En efecto, Lévi-Strauss, el

antropólogo de Los tristes trópicos, asumiría la ecología, para siempre, con estas definiciones memorables: “La Antropología –dijo– es la Astronomía de las Ciencias Humanas, y la Ecología –añadió– es la Astronomía de las Ciencias de la Vida”.

Las colonizaciones, y también, a veces, el ex ante de las colonizaciones, han sido, en numerosas ocasiones, formas concretas de la barbarie. No obstante, la colonización por el hombre del planeta Tierra ha sido aún peor. Ha añadido, a la barbarie destructora de la vida, la barbarie que paraliza el desarrollo humano al aniquilar su derredor vivo, viviente y, hoy, ya sobreviviente.

La ciencia ecológica, no los partidos ecológicos, que por necesarios que sean, olvidan, muchas veces, su significado filosófico, en el caso de Lévi-Strauss, y su connotación etimológica, en el caso de Ernst Haeckel. Ellos han transformado la ciencia del hábitat y, sin su implantación vital, colectiva, humanista y humanizadora, no habrá porvenir. La Ecología es la ciencia del siglo XXI, si este siglo quiere reinventar la vida y no la muerte de todo lo viviente.

En efecto, Haeckel no sólo patentó la palabra ecología, sino que se aventuró, con la voz chorología, hacia un territorio inédito, apto para designar y definir, a su vez, la distribución geográfica de las especies. Especies que hoy contamos con los dedos, calibrando, en los amaneceres de la última conciencia, la liquidación progresiva, implacable, salvaje y anonadante de las especies animales y la prodigiosa herencia natural. Aquéllas y ésta son indisociables. Algunas de esas especies, alertadas por una prodigiosa luminosidad, nos animan a vivir en la Tierra. Más grave, patético y terrible, por ello, es la extinción de especies enteras, de familias que están emparentadas por su ADN con la morfología humana y que, por su dimensión, merecerían la protección absoluta y la meditación sobre su vida y sus emociones. Esas emociones, entrañadas y entrañables, que Darwin reveló y demostró.

La pérdida de los eslabones de la vida en las vidas colectivas no es una crisis, solamente, del equilibrio natural. Constituye una amenaza constante, oculta y

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agazapada bajo la coraza de hierro de la civilización consumidora, para los océanos y los bosques, para los mares y los lagos, para los espacios celestes sometidos, como sus polos árticos, a una presión salvaje contra la vida, es decir, de la vida rodeada, circundada, del poema de García Lorca: “Verde que te quiero verde”.

La Ecología, como teoría y como praxis, como logos y como obra concreta, como tarea y como deber, conforma la Ciencia del Futuro. Sin ella no existirá ninguna esperanza.

Si el Homo consumista irresponsable, que vive y muere entre la atmósfera envenenada y el mar despojado progresivamente de las especies asombrosas que lo alimentan, persiste en su derrotero destructivo, tendrá que atenerse a la ley de la guerra permanente por los recursos naturales.

Miles de millones de seres humanos que vivían en los suburbios del hambre y el

subdesarrollo han entrado, con pleno derecho, en el siglo XXI. Los casi 1 400 millones de China, en menos de dos generaciones, representarán el 40% del producto nacional bruto mundial, pero si asumen los niveles de consumo que hoy tienen los 1100 millones de privilegiados del planeta con casi 40 000 dólares per cápita, el estallido será fulminante. Añadamos los 1 000 millones de la India, con un crecimiento igualmente asombroso, como el de Brasil.

Si la civilización del consumo y la destrucción del planeta se continúa en las mismas magnitudes y con las mismas reglas que las de hoy, ello significará un caos absoluto. Ya se explora la posible colonización del Ártico, cuyos depósitos de hielo y nieve y agua son, todavía, y ya en crisis, la prueba de una Naturaleza proveedora de futuros. Su destrucción ya es un hecho cotidiano ante nuestras

pupilas espantadas. Los osos blancos, maravillas biológicas del Ártico, aparecen ya, absortos, abandonados, sobre estrechos pedazos de hielo antes de que el mar, antes tierra blanca de hielo como equilibrio de la Tierra, se los trague ante nuestros ojos.

Los países emergentes que han sido capaces de romper las cadenas del dominio de los “muy pocos felices”, esto es, los chinos, los indios –no hindúes, que eso es una religión–, los africanos, los asiáticos, los brasileiros, que se han embarcado, con inteligencia y sabiduría, en el navío del futuro, deben saber que tienen todo el derecho, todos los derechos, todas las razones, para reinstalarse en el mundo con toda su plenitud humana.

Ahora bien, cuando los habitantes de China y la India consuman, de todo, el todo, de unos pocos de hoy, cuando asuman el consumo de energía per cápita de un norteamericano,

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todas las fuentes hoy existentes serán insuficientes; todos los riesgos del consumo ilimitado significarán el fin del oikos, es decir, el fin del hábitat humano.

Es indispensable, primero, asumir una civilización que no esté basada, como hoy, en el consumo irrefrenable de los polos, en una explotación arbitraria y bárbara de los depósitos de la vida oceánica y terrestre del planeta para inventar formas de convivencia que eliminen la tiranía del Estado-Patrón y la insolencia de Adam Smith que acumuló sobre la economía una inmensa falsedad: que el mercado resolvía todas las contradicciones por sí mismo, por medio de una “mano invisible”. La crisis que padecemos demuestra lo contrario. Necesitamos inventar una nueva civilización que haga posible la convivencia y no la guerra territorial por las fuentes de energía y de los productos básicos que son limitados.

Los hechos, terribles, sin incógnitas ni secretos de alcoba, obligan a las clases políticas, pero también a las sociedades y los ciudadanos, a replantear una nueva Civilización. La crisis actual ha demostrado la rapacidad e irresponsabilidad de los banqueros, pero también, de igual suerte, que la concentración de la riqueza entre los muy pocos –México tiene las medidas exactas de la desigualdad como fría irracionalidad– es ya imposible de reproducirse, sin un cambio radical de las prioridades, ante las nuevas masas, inmensas, de consumidores.

En Shanghai hay ya más Mercedes plateados que en Berlín y más multimillonarios que en Nueva York, pero el Homo sapiens, el heredero del Homo habilis y del Homo erectus, sabe

ya que la civilización de la miseria y la concentración de la riqueza no sólo es inadmisible ética y socialmente. En otras palabras, lo grave es que resultará insostenible e inaccesible el futuro en los términos planetarios contemporáneos. Sólo el Homo sapiens demostrará que lo es, dignamente, si asume la responsabilidad de un porvenir que ya es hoy.

Es imprescindible superar desde la inteligencia creadora un sistema de consumo y de producción, sistema que está sometido, hoy, a las leyes de un modelo fallido que está agotando ya todas las reservas de los espacios planetarios tradicionales. Ya se piensa en las minas de oro de los océanos, en el petróleo del Ártico y en el agua de otros planetas.

Lo esencial permanece, claro y dominante: la Ecología, la Ciencia del Hábitat, es indisociable ya del nacimiento de un nuevo modelo convivencial universal y antirracista. Lo que nosotros mismos vivimos cada día, con la barbarie de los unos contra los otros, no es nada más que la muestra de una forma de vivir incompatible con la vida, es decir, con la existencia fundada en lo humano y en la revolución del hombre en un mundo vivo y no destruido en sus bases éticas y con sus estructuras naturales. Dedico esta conferencia a los muertos nuestros de cada día, víctimas y victimarios, hijos de la misma estructura en crisis de un planeta que espera, aún, que el hombre salga de sus nuevas cavernas doradas, y vacías por dentro, para inventar la convivencia de la solidaridad, la lucidez y la esperanza.

México, lugar 11 del mundo en población, con sus casi 2 millones de kilómetros cuadrados y sus 109 millones de habitantes –107.5 millones en 2009, según INEGI; tenía 6.2 millones en 1810; 15.1 millones en 1910–, es una parte viviente del cosmos de Humboldt.

Su radiografía natural, asolada y aventada por la irresponsabilidad, está perdiendo parte de sus bosques, sobre todo los tropicales, que son irreparables. Es indispensable recuperar la razón y el amor. Una canción francesa me lo recuerda para terminar: “L’amour est il enfant de la liberté”.

Millones de mexicanos, como emigrantes, viven en otros países porque no supimos crear, para todos, el pan y la sal de la convivencia y la igualdad. Sus 2 456 municipios (según el último censo de INEGI) sufren, viven y padecen, muchos de ellos, una guerra territorial que destruye las fuentes mismas de la vida porque no supimos elevarla a categoría convivencial común. Les dejo, como raíz de mi presencia ante ustedes, un proyecto básico y esencial: “si no somos complementarios seremos, irremediablemente, destructores”. La única fuerza verdadera de los pueblos es la vida y el espíritu, la cultura y la invención del porvenir con el “otro” y, por tanto, con todos. Lo demás es la fuga hacia adelante… sin futuro, sin porvenir. Termino con la estrofa de la canción francesa: “L’amour est l’enfant de la liberté”, “El amor es el hijo de la libertad”. Yo digo: el amor es el hijo, privilegiado, de la libertad.

Guadalajara, Jalisco

Jueves 18 de noviembre de 2010

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poderP32

PrE-TExTos

Una mañana de pesadumbre, tuve la fortuna de encontrarme con ojos que desdoblan, pero también aguardan y acompañan como la mejor de las nodrizas. El Aleph con el que tropecé se encuentra en Tula, Hidalgo. Creo que aquello sucedió porque le fui fiel a mi sensación: el sitio me pareció feo, las pirámides toscas, la naturaleza desértica y violada por la industria. Pensé (o me pensó): “no sé ver lo que me quieren mostrar”. La inquietud me hizo caminar de nuevo por las ruinas, hasta que, al cambiar de posición, vi que el Xicuco –la montaña frente a Tula– hacía origami con el espacio. Viví, durante un par de días, una euforia excesiva: la danza del sitio surgía y se guardaba en una sola imagen…

Alberto Davidoff Misrachi, autor de Arqueologías del espejo. Un acercamiento al espacio ritual en Mesoamérica, se desesperaba tratando de explicarme por qué

su libro, editado en 1996 por Danzig Monastir en México, era imposible de capturar con toda su riqueza aun en otra reimpresión que incluyera origami, holografías y toda la ortopedia tipográfica a la mano en ese entonces. Su vehemencia, supongo, lo hacía repetir, aunque con otras y menores palabras, la advertencia inscrita en el libro de referencia:

Y así prosigue Davidoff una obra que aunque a él lo dejó insatisfecho, consigue traducir la antigua Tula, amén de cuanto pueda atribuírsele, como la construcción tridimensional de un códice astronómico que, tomando el Xicuco como punto cardinal referido al planeta Venus, reproduce puntualmente en la Tierra las diversas fases celestes.

Esto, que pareciera fantasía, lo admiraron los niños de un taller de narrativa que, libro de Davidoff en mano, recorrieron la Ciudadela de Tula, comprobando cómo los accidentes topográficos, desde la colina más ruin hasta el majestuoso cerro del Xicuco, aparecían o desaparecían entre cúes y almenas según los pasos y los rumbos que anduvieran.

* Patrick Johansson, La palabra de los aztecas, méxico,

2007, Trillas, colección Linterna

mágica, número 21, reimpresión.

** el escritor Agustín Ramos estudió

Lengua y Literatura Hispánicas en la Facultad de

Filosofía y Letras de la unAm. es autor de varios libros, ha

sido catedrático en la unAm y ha coordinado

talleres de lectura y escritura en los

últimos años.

I.

Agustín Ramos**

labray*

Comentarios desde el llanoa La palabra de los aztecas

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Mi abuela Elvira, campesina, acostumbraba referirse a las cosas arduas como “un triunfo”: “Es un triunfo levantar a este escuincle para que vaya a la escuela”, decía.

Sería un triunfo –digo heredando esos decires– expresar con palabras de la boca lo que con ojos y oídos y piel y respiración inscribieron en las almas de su mundo nuestros otros abuelos, los que ya estaban cuando nuestros otros abuelos vinieron a extinguir el fuego inscrito en esas almas.

¿Cómo podría, y desde dónde, definir lo que la palabra de los aztecas representó para mí? ¿Un refuerzo de mi presentimiento o un acercamiento a la revelación? Si de optar se trata por el riesgo del yerro menor, preferiría decir que La palabra de los aztecas, de Patrick Johansson, reforzó tal presentimiento, si bien a veces el ansia del deseo o la angustia del temor me hicieron confundir la videncia con las ganas de ver más allá.

Sabía que los códices prehispánicos clasificados como poesía eran, al igual que cualquier otro lenguaje poético, intraducibles. En parte por la pluralidad de significados característica de tal lenguaje, en parte por las circunstancias históricas de una invasión y en parte porque ni la tecnología ni la poco prestigiada intuición son capaces de restañarlos, resucitarlos: re-citarlos con la fidelidad debida. Sin embargo la esperanza, como la utopía, son rejegas a este y a cualquier otro principio de realidad, se escurren ante quien quiere alcanzarlas y, peor todavía, se volatilizan ante los sentidos y las dominaciones neutralizantes, negadoras, preteridoras. Así que eso sabía. Y de ahí partí.

Partí harto de este desierto actual, de los nostálgicos trópicos obligadamente ebrios y de las ordenaciones narcotizadas de falsos exotismos. De eso parto para nutrir mi presentimiento con “la palabra de los aztecas”, enunciada en singular y sin comillas por Johansson, como síntesis multidimensional, como desafío irónico y poliédrico, deletreado, tras lo que la erudición de León-Portilla certifica en su prólogo como enfoque y metodología originales para estudiar “desde la mira de rigurosos análisis semióticos aplicados a las estructuras prehispánicas de la expresión oral, tal como pueden percibirse o detectarse a través de los ‘textos‘ fijados ya por la escritura alfabética”.L

La palabra de los aztecas. Y ¡zaz!, ni siquiera un subtítulo del cual aferrarse, sino apenas tal prólogo en el que se advierte la necesidad de considerar la literatura náhuatl prehispánica en un contexto muy preciso, por una parte determinando el aparato cultural de los aztecas y sus vectores funcionales y, por otra parte, identificando los distintos campos de expresión, más allá de las diferencias culturales entre el emisor (y sus variadas intenciones expresivas) y los intérpretes (con sus intereses y prejuicios).

Ciertos libros constituyen una epifanía, o por lo menos nos acercan a ella; como lectores, diría Helena Beristáin,

nos confieren una revelación, producto de “una impresión intensa y sorpresiva”. O, como señala Joyce en las reflexiones de Stephen Hero acerca del mismo tema, nos sugieren con fuerza más que suficiente la belleza de la palabra, belleza compuesta de integridad, armonía y luminosidad. Integridad asimilable a la que el Aleph ya citado imagina, tan paralelo en sus consecuencias al totalitarismo narrado por Zamiatin, Orwell, Huxley. Una armonía afín a las mitologías instauradas por los toltecas y los mayas, pero también impuestas por la devoción al helenismo y el apego al judeocristianismo. Y una luminosidad que cimbra de tan cegadora.

Con lo anterior, empero, pareciera que amplío el concepto de la palabra artística a todas las artes. Esto se debe a que, como enseña Goethe, los conceptos siempre resultan grises ante el verde árbol de oro de la vida. Sí, pero sólo en parte; y agregar que la limitante también es

II.

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resultado de la irreductibilidad de la poesía, tampoco nos hace adelantar mucho. Porque en el caso del arte náhuatl, como en la generalidad de sus conceptos, no siempre es pertinente aplicar las diadas ni demás divisiones propias del afán clasificatorio occidental (afán admirable, práctico y hasta útil, pero siempre inacabado e insatisfactorio, como lo hace presentir y/o lo revela el tratado sobre La palabra de los aztecas cuando repara en que, dado el acomodo de los recopiladores españoles por el canto florido, la variedad de éste resulta tan grande como temas pueda haber). Es imposible, pues, en el caso de las culturas mesoamericanas, demarcar los límites entre poesía y arte en general, entre poesía y cada arte particular. Y lo que más resalta en La palabra de los aztecas es el hecho de que el arte específico de la voz comprendía (comprendía o era comprendido por) coreografía, música, danza, teatro e incluso otro tipo de prácticas que a los occidentales posteriores a Tespis nos parecerían ajenas o únicamente contiguas a cualquier disciplina artística.

Cuando Adorno define la filosofía como “el esfuerzo del concepto por curar las heridas que necesariamente inflige el propio concepto”, subraya lo artificial de las categorías con que la razón se empeña en reducir todo a palabras y confiesa que la herramienta del concepto afecta todo cuanto desea conocer, denominar, dominar. Esto no se reduce al conocimiento de un producto artístico propio de una civilización aplastada sino a la naturaleza en general. Separar la literatura de las llamadas bellas artes es tan arbitrario y convencional como otorgar la designación de literatura a un arte cuya esencia y

forma primordial nunca fue la letra, y ni siquiera la palabra, sino la voz, aquí y en China, o como estirar el territorio del signo lingüístico para invadir otros saberes y expresiones intraducibles a signos (¿cómo reducir la forma y las partes de cada signo musical, pictórico, dancístico o arquitectónico como si se tratara de agregar elementos a la tabla periódica?).

La oralidad de los aztecas se encuentra hoy día muy lejos

no sólo por la preterición de 500 años que nos separan de ella, sino también y más específicamente por una visión del mundo radicalmente distinta de la nuestra. La parte verbal de su atuendo expresivo llegó hasta nosotros gracias al empeño de los afanados religiosos españoles, y yace inmóvil en los manuscritos. Nos toca ir hacia ella subiendo pacientemente los escarpados riscos de un acercamiento erudito para presentir el esplendor de una voz que ha callado para siempre.La palabra de los aztecas es un título tan discutible como comprensible. El propio autor lo explica y antes que

III.

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reiterarlo me arriesgo a preguntar: ¿de qué otra oralidad vertida en letras no se puede decir lo mismo en esta modernidad ágrafa y telemanipulada? ¿Es que la visión de Cervantes es cercana a la nuestra o es que nuestro gracioso esfuerzo por aprenderlo, es decir, por disfrutarlo, nos hermana a esa visión y la determina? ¿Qué tan accesible al vulgo actual está el empeño de los afanados eruditos de hoy y qué tanto su pía labor no parece trágicamente condenada por la Santa Inquisición a la hoguera de la desmemoria? ¿Qué tan movido anda Shakespeare ahora a pesar de tantas compañías teatrales que en el mundo se honran con su nombre? En la medida en que nos forcemos a acentuar las diferencias, mayores serán los desafíos y más sabrosos (verdaderos, creativos) los triunfos. Sí. La palabra de los aztecas, título tan discutible como comprensible… y comprensivo, da nombre a una batalla que nos fuerza a imaginar y a intuir, pero, sobre todo, nos obliga a un saber riguroso, profundo y vasto: el saber erudito. El acercamiento del sabio, la prudencia del búho, la compasión del oncólogo. Lo primero, imaginar e intuir, aunque sea para dar palos de ciego, es posible o, al menos, más accesible. Ya Alfonso Reyes decía que el asombro es la única capacidad imprescindible para el disfrute de la literatura. La primera con que comienza un viaje de diez mil leguas, desde los llanos del presentimiento y el exilio, los escarpados riscos de un acercamiento erudito y los breñales de silencio que resguardan la lujuria de la palabra antigua.

La palabra de los aztecas deja claro que su esfuerzo no difiere mucho de las traducciones del inglés o del francés o del alemán o del italiano al español, los trasvases a nuestro idioma de Yeats, de Baudelaire, de Schiller, de Pavese; las versiones de Pessoa, de Maiakovski y…, sí, de Cacamatzin, que cualquier talento generoso intenta para que los hablantes de un idioma diferente al de la poesía original puedan darse una idea, por pálida que resulte, del alma de un determinado poeta que el traductor, tan enamorado como egocéntrico, es decir tan altruista y enloquecido de celo filantrópico, considera imprescindible trabajar en una tarea de resultados siempre ingratos, grises, insatisfactorios, comparados con su previsión, contrastados con su visión, con su presentimiento. ¿Por qué? Por arduo e íntegro, por riguroso y serio (con la seriedad de los niños cuando juegan), cuando traduce un poema erótico con la acuciosidad y el compromiso con que el entrañable Wilhelm Reich de mis mocedades describía el orgasmo (por cierto, a la hora de acompañar y guiar nuestro periplo por tal poema, el autor sugiere, gélido, impasible, firme, que “los inconvenientes de una interpolación indiscriminada” nos pueden llevar a regocijarnos sexualmente con Dios o con nuestra madrecita la Santa María), cuando describe y explica tanto el efecto purificador del llanto como el afán cristiano por engrosar con esas lágrimas de catarsis su molino culpígeno.

Será un triunfo, entonces, expresar con palabras de la boca lo que capturaron con los ojos y la piel nuestros otros

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abuelos, antes de que nuestros otros abuelos demolieran en sus almas todo lo que en ellas llevaban inscrito. Un triunfo siempre al borde de la derrota. Pero siempre necesario. Y justo. Como si por reveses o derechos tuviéramos que rescatar el teatro griego y sólo contáramos para ello con un teponaztle. O como si urgiera (porque urge) reintroducir la poesía esencial en un caramillo o llamar a otros hombres y a otros y a otros para que el cadáver no siga muriendo.

Triunfos frágiles, pasajeros veloces por disfrutables, van esculpiendo la escalinata que si no endulza sí apisona el camino hacia la escarpadura. Un ejemplo de esa clase de victorias: justo cuando empezamos a sospechar, a dudar, a desazonarnos ante el sometimiento resignado (totalmente re-signado) a una cosmovisión ajena al objeto de estudio: con categorías que no por osadas dejan de rechinar: apolíneo-dionisiaco, orden-libertad, eros-thanatos, muerte-vida, representación-presentación, juego-rito, religioso-profano, travieso-hierático..., en una palabra: dualidades (dualidades que quizá rechazarían muertos de risa aquellos poetas, sacerdotes, guerreros, cantores o lo que fueran, porque la palabra vive pero la epifanía es inmortal), justo entonces se registra un proceso en la procreación de conceptos como “muerte catagénica” y “muerte anagénica”.

En la nota 1 al pie de la página 215 Johansson define el coatepantli como “Muro que deslindaba el recinto

sagrado… en las grandes urbes náhuatl”. Esto me recordó las cenefas que forman los motivos del muro de las serpientes en la zona arqueológica de Tula. Cuando comenzaba a recorrerla

en compañía del libro de Davidoff Misrachi y de los niños del taller literario, nos llamó la atención una figura interpretada por los arqueólogos como el símbolo del poder: un hombre sentado sobre un petate en una postura parecida al asana yoga de la flor de loto. El virtuosísimo estético de los relieves, la sobria exactitud de las líneas que representan el atavío y la actitud del personaje, así como el contorno que enmarca entre tantas más esa figura específica y el contexto mismo que constituye Tula, elementos todos impactantes de por sí, parecían opacados ante el no menos diáfano detalle de que el petate no está tejido en palma o en cualquier otro material sólido, sino con y/o por víboras de cascabel.

Un hombre capaz de sentarse sobre una esfera de serpientes venenosas vivas, primero debe crear la estera, tejerla, reducirla a textura, con un material ajeno y un arte muy superior a los usuales, venciendo sus propias limitaciones y dominando todos los obstáculos de la realidad externa; ese hombre no puede menos que extenuarse en el ejercicio de una capacidad de control que lo compromete en lo más profundo de su alma y que desde el más cotidiano de los enseres, el petate, hasta los sueños individuales y comunitarios que, por así decirlo, tienen lugar en ese petate. Tal hombre, para sobrevivir–tiempos y azares y caos y otras leyes aparte–, debe poseer un virtuosismo sobrehumano para no rasgar el tejido del que es responsable y al que no puede menos que someterse con la máxima sutileza (¿el tejido social?), un tejido lábil y ponzoñoso, en todas las situaciones que le plantee la siempre inesperada, desconocida, asombrosa, sorprendente y nada dual realidad.

Da qué pensar, da qué delirar La palabra de los aztecas. Da mucho qué decir aun desde la llanura del mero goce literario y desde el terror de conocer la necesidad de la erudición, no como esa frivolidad de que se burlaba Bierce en su Diccionario del Diablo, sino como un tour de force ineludible para participar en la resurrección del sentido de un estallido acallado que requiere rigor verdadero (humildad, autocontrol, honestidad) para volver a ser, para poder creer en el milagro generado por una cultura inexistente: una utopía signada por los náhuatl, de cuyo eco sólo queda –para empezar, para volver a empezar– la palabra de los aztecas y cómplices que la acompañan.

IV.

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Basilisa Alonso Oliver y Claudia Mariana Cruz

Lozano presentaron el examen profesional

para obtener el grado de Maestría en Admi-

nistración Pública, área de énfasis en Polí-

ticas Públicas. Las nuevas maestras elabo-

raron el “Proyecto Aplicativo para Reformar

la Administración de Recursos Humanos en

el Municipio de Tulancingo de Bravo, Hgo.,

periodo 2009-2012. Inspirado en el Modelo

Propuesto por Enrique Cabrero”.

El 14 dE junio dE 2011

IAP

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