1920, Las Últimas Elecciones en Navidad

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    LA AVENTURA DE LA

    H I S T O R I A

    L DOMINGO 19 DE DI-

    CIEMBRE DE 1920 AMANE-

    CI prematuramente invernal. Era un da de elecciones desapa-cible como pocos. En

    las primeras horas de la maana alter-naban los chubascos en las ciudades mediterrneas con el fro extremo en el norte y el centro de Espaa. No poda ser extrao que los espaoles remolo-nearan a la hora de acudir a las urnas. La jornada electoral fue descrita por la prensa como tranquila y apacible. Las mesas se constituyeron con normalidad y las puertas de los colegios abrieron a las ocho de la maana. Pero solo al me-dioda, entre la misa dominical y el al-muerzo, aparecieron en algunas pobla-ciones las colas de votantes.

    Los electores, los varones mayores de 25 aos que, adems, estaban obli-gados a votar, se acercaban a las urnas con su papeleta preparada. En algunos casos era una candidatura en la que es-taba impreso el nombre de su candida-to predilecto y, en otros, un papel blan-co en el que la preferencia vena gara-bateada en letras redondeadas. Por en-tonces, Espaa estaba dividida, a efec-tos electorales, en cientos de distri-tos que elegan un diputado. Solo en una treintena de circunscripciones ur-

    banas e insulares se disputaban varios escaos. All, los electores podan apo-yar a ms de un candidato aunque, en virtud del voto limitado, deban optar por un nmero menor de aspirantes que de escaos en juego.

    Los colegios cerraron a las cuatro de la tarde y el escrutinio trajo cierta efer-vescencia, sobre todo en Madrid ca-pital. Si en 1919 haba salido triun-fante por aquella circunscripcin una coalicin republicano-socialista, aho-ra la victoria corresponda a la candida-tura monrquica, liderada por el Par-tido Liberal-Conservador en el poder. Los telegramas que llegaban de las dis-tintas provincias al Ministerio de la Go-bernacin aliviaron a un circunspecto Eduardo Dato, que, como presidente del Gobierno, era el encargado de orga-nizar las elecciones. Los resultados de los diversos distritos dibujaban, igual que en Madrid, una mayora de diputados conservadores. Pero los fes-tejos duraron poco: el intenso fro que se desat en las ltimas horas de la tar-de invitaba a volver al clido ambien-te de chimenea y brasero.

    Aquella convocatoria electoral en las postrimeras de 1920 haba sido ini-ciativa de Dato, que gobernaba desde mayo de ese ao. En el Congreso di-suelto, su partido representaba la mino-ra ms numerosa. Pero era una minora corta: solo 93 escaos de los 409 tota-les. El dato es elocuente porque refle-

    E

    EL FIN DE LA RESTAURACIN

    EN 1920 SE CELEBRARON EN ESPAA LAS LTIMAS ELECCIONES

    LAS ELECCIONES

    ROBERTO VILLA. DEPARTAMENTO DE CIENCIAS SOCIALES, U . REY JUAN CARLOS.

    LAS CLAVES

    CENSO. Pese a la obligatorie-

    dad del voto para los varones

    mayores de 25 aos, la partici-

    pacin fue del 60 por ciento.

    MESAS. Espaa estaba dividi-

    da en cientos de distritos que

    elegan un diputado. Solo en una

    treintena de circunscripciones

    se disputaban varios escaos.

    RESULTADO. Los conservado-

    res lograron una mayora de 232

    escaos y los liberales alcan-

    zaron los 103.

    EFMERA TERCERA VEZ EN TRES AOS, LOS ESPAOLES ELIGIERON A SUS

    DE LOS PARTIDOS TRADICIONALES Y LA CONSOLIDACIN DE

    RESTAURACIN Y EL RESULTADO DE UNOS COMICIOS QUE

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    LA AVENTURA DE LA

    H I S T O R I A

    ja la extrema fragmentacin de los l-timos parlamentos de la Restauracin. Y explica tambin que las elecciones de 1920 fueran la tercera convocatoria electoral en tres aos. En aquel perio-do crtico que abarc el ltimo ao de la I Guerra Mundial y los dos primeros de la posguerra, no hubo mayoras par-lamentarias capaces de dar estabilidad a los Gobiernos. La parlisis era tal que afectaba incluso a la aprobacin de los presupuestos. Entre 1915 y 1920 debie-ron ser reiteradamente prorrogados.

    CONSOLIDACIN DEL PSOE. La frag-mentacin parlamentaria era conse-cuencia directa de la divisin de los dos grandes partidos que, desde 1876, haban gobernado el pas. En el caso del Partido Liberal-Conservador, esta se haba producido en 1913. La ne-gativa de su entonces jefe, Antonio Maura, a reemplazar a los liberales en el poder provoc su renuncia y sus-titucin por Dato y, poco despus, su salida del partido. Desde entonces, Maura encabez una fraccin conser-vadora independiente, a la que se su-mara posteriormente otra liderada por Juan de la Cierva.

    Menos cohesionado an se hallaba el Partido Liberal Fusionista. Las disputas por su jefatura se remontaban a la muer-te de Prxedes Mateo Sagasta en 1903. El nico dirigente que haba logrado uni-ficar a la familia liberal, Jos Ca-

    EDUARDO DATO, presidente del Consejo y, a la

    postre, ganador de las elecciones,

    emitiendo su voto en el colegio electoral de calle de Castell.

    GENERALES DE 1920

    ESTABILIDAD GENERALES CONVOCADAS EN UN MES DE DICIEMBRE, ANTES DE LAS DE ESTE 2015. POR

    REPRESENTANTES A UN CONGRESO MUY FRAGMENTADO, COMO CONSECUENCIA DEL DECLIVE

    LOS NUEVOS. ROBERTO VILLA ANALIZA LA CRISIS PARLAMENTARIA DEL FINAL DE LA ALUMBRARAN LA PENLTIMAS CORTES ANTES DE LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA

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    LA AVENTURA DE LA

    H I S T O R I A

    EL FIN DE LA RESTAURACIN

    nalejas, fue asesinado por un anar-quista en 1912. Desde entonces, las lu-chas internas minaron al partido, que en 1920 estaba separado en cinco frac-ciones. Las tres ms importantes eran los liberales del conde de Romano-nes, los demcratas de Manuel Garca Prieto y la Izquierda Liberal de Santia-go Alba. Las divisiones afectaban igual-mente a los dos tradicionales movimien-tos antidinsticos, los republicanos y los carlistas, que nunca lograron consti-tuirse en organizaciones unificadas. Y si a ello se suma la consolidacin del Par-tido Socialista Obrero Espaol y de los movimientos nacionalistas cataln y vas-co, puede constatarse la complejidad de aquel rompecabezas parlamentario.

    LA CRISIS DEL MECANISMO DEL TURNO. Con todo, lo que haca tambalearse al edificio de la monarqua liberal era, es-pecialmente, la situacin de conserva-dores y liberales. Sus dirigentes haban roto aquella regla de oro, establecida tcitamente en el ltimo cuarto del XIX, que obligaba a los dos grandes partidos a ofrecer a la Corona alternativas cohe-sionadas a quien entregar sucesivamen-te el decreto de disolucin de las Cortes.

    En efecto, el mecanismo del turno descansaba sobre la doble confianza de la Corona y el Parlamento. El rey arbi-traba los cambios de gobierno atendien-do al desgaste del partido en el poder. Este se haca explcito, por ejemplo, cuando el liderazgo del presidente del Gobierno era puesto en cuestin por un sector significativo de su partido o

    cuando el grupo parlamentario que lo sustentaba quedaba debilitado por su-cesivas escisiones. Entonces, la Co-rona llamaba al poder al jefe del otro partido dinstico, siempre que en la oposicin hubiera logrado cohesionar a los suyos, y le otorgaba el decreto de disolucin de las Cortes para que pu-diera convocar elecciones y hacerse con una mayora parlamentaria. En este pe-riodo, los dirigentes de los partidos di-nsticos negociaban una coalicin elec-toral tcita. Se repartan las candida-turas de modo que el que estaba en el poder pudiera obtener la mayora nece-saria para gobernar, y el que quedaba en la oposicin lograse el grupo ms nume-roso de las minoras, suficiente para fis-calizar la gestin de gobierno.

    El mecanismo del turno, que haba comenzado a fallar entre 1912 y 1914, sufri el golpe de gracia en 1917. Los partidos antidinsticos (nacionalistas y republicanos) no dudaron ese ao en apadrinar polticamente a las Juntas Mi-litares. Estas eran unos sindicatos de ofi-ciales que haban nacido para reivindi-car compensaciones salariales a la eleva-da inflacin provocada por la Gran Gue-rra. Pero acabaron convirtindose en un grupo de presin armado que interfe-ra constantemente en la labor de go-bierno. En ese ao, aquellos partidos convocaron tambin una Asamblea de Parlamentarios alternativa a las Cor-tes. En medio de toda esa efervescencia poltica, los socialistas y los anarcosindi-calistas organizaron conjuntamente una huelga general revolucionaria.

    LOS CANDIDATOS

    EDUARDO DATO (1856-1921). Lder del Parti-do Liberal-Conserva-dor, gan las eleccio-nes con el 45 por cien-to de los escaos. Gra-cias al apoyo de las fracciones conservado-ras lideradas por Maura y Juan de la Cierva, los conservadores obtuvieron una mayora total de 232 diputados.

    MANUEL GARCA PRIETO (1859-1938). Tras el ase-sinato de Canale-jas en 1912, las lu-chas internas es-cindieron el Parti-

    do Liberal en cinco fracciones. Las tres ms fuertes: los demcratas de Gar-ca Prieto, los liberales de Romano-nes y la Izquierda Liberal de Santia-go Alba. En los comicios de 1920, los grupos liberales sumaron 103 escaos.

    FRANCESC CAMB (1876-1947). Lder de la Lliga Regio-nalista, obtuvo un total de 19 dipu-tados. En provin-cias como Barcelona, fue la formar-cin poltica ms votada.

    MELQUADES LVA-REZ (1864-1936). Fundador del Par-tido Reformista, acord que acepta-ra la monarqua a cambio de una re-forma de la Constitucin de 1876. Consigui diez escaos.

    PABLO IGLESIAS (1850-1925). Los cuatro escaos obtenidos por el PSOE en 1920 consolidaron el

    ascenso del partido, que haba logra-do su primer diputado en 1910.

    D. Genaro Marcos, popular concejal liberal, ejerciendo de muidor y OBSEQUIANDO CON CIGARROS A LOS ELECTORES, fotografa publicada en Mundo Grfico, el 22 de diciembre de 1920.

    ALEJANDRO LE-RROUX (1864-1949). Fundador del Partido Re-publicano Radi-cal, no logr aglu-tinar al movi-

    miento antidinstico. La oposicin re-publicana logr 15 escaos en total.

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    LA AVENTURA DE LA

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    Para superar la quiebra del turno y conjurar la inestabilidad poltica, el go-bierno de concentracin nacional de Garca Prieto que reuna a liberales, conservadores y nacionalistas catala-nes convoc en 1918 las llamadas elecciones de la renovacin. Las can-didaturas ya no se pactaran entre el Gobierno y la oposicin: los resultados deban ser exclusivamente fruto de la competencia entre candidatos y par-tidos. Esta loable pretensin tena un problema: con un sistema de parti-dos roto era probable que de las ur-nas saliera un Parlamento ingoberna-ble. Y eso es lo que ocurri.

    COALICIONES HETEROGNEAS. La dis-tribucin de los escaos fue tal, que ni uniendo a los dos principales gru-pos del Congreso los conservadores de Dato y los demcratas de Garca Prie-to era posible un gobierno mayorita-rio. Agotada la frmula de los ejecu-tivos de concentracin, un trasunto de lo que hoy denominaramos gobier-nos de gran coalicin constituidos so-bre la base de las dos principales fuer-zas polticas, ningn partido fue capaz

    de articular una mayora, y las Cortes fueron disueltas en 1919.

    En aquel ao, las elecciones fueron organizadas por Antonio Maura, que ha-ba formado un gobierno con su grupo conservador y el de De la Cierva. In-capaces de articular un pacto electo-ral con el Partido Liberal-Conservador, aquellas fracciones disidentes fueron derrotadas en las urnas. Solo pudieron sumar un centenar de escaos, ape-nas la cuarta parte de un Congreso tan fragmentado como el anterior.

    Dato capitaliz el ansia de estabili-dad al poner en marcha, de acuerdo con Garca Prieto, un proceso de recons-

    truccin de los dos grandes partidos para retomar el turno. En aquel contex-to de la crisis econmica de posguerra, con su fortsimo corolario de conflic-tividad social, no se vislumbraba otra forma de asegurar gobiernos mayorita-rios y con capacidad de gestin. Para ello se necesitaba cancelar las coaliciones heterogneas, reunificar a liberales y conservadores, y retornar a la prctica del encasillado. As se conoca al acuer-do de los dos grandes partidos para re-partirse los distritos y configurar las ma-yoras y minoras parlamentarias nece-sarias para el buen funcionamiento del turno. Era un pacto de no agresin que simplificaba la lucha electoral: cada par-tido retiraba a sus candidatos de los dis-tritos que necesitara el otro.

    Como el encasillado estaba destina-do tambin a que tuvieran represen-tacin los partidos ajenos al turno, el pacto alcanzaba igualmente a republi-canos, carlistas, nacionalistas y, en las postrimeras de la Restauracin, a los socialistas. Los candidatos encasillados reciban, fuera cual fuere su significa-cin poltica, la consideracin de minis-teriales. Esto era importante,

    EN 1918 SE CELEBRARON LAS ELECCIONES DE LA RENOVACIN. LAS CANDIDATURAS YA NO SE PACTARAN ENTRE

    GOBIERNO Y OPOSICIN Y EL RESULTADO SERA FRUTO DE LA LUCHA

    ENTRE PARTIDOS

    AGRUPACIN SOCIALISTA DE VILLALGORDO DE JCAR, fotografa de Luis Escobar, 1920.

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    LA AVENTURA DE LA

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    porque el Gobierno pona a su dis-posicin, a travs de los gobernadores civiles los hoy subdelegados del go-bierno en cada provincia, la adminis-tracin provincial y local con todos sus recursos humanos y materiales. De ese modo, los ministeriales partan con ventaja al enfrentarse a los candida-tos rebeldes que, desobedeciendo a sus dirigentes nacionales, persistan en presentarse a las elecciones.

    MLTIPLES ASPIRANTES. En la Restau-racin, el turno haba funcionado pre-cisamente porque, en un nmero signi-ficativo de distritos, los candidatos que

    no obtenan la consideracin de mi-nisteriales acababan retirndose de las elecciones, dejando que el candidato encasillado obtuviera el escao sin opo-sicin. La ley electoral vigente des-de 1907 estableca, adems, en su cle-bre artculo 29 que la proclamacin de un solo candidato por escao lo conver-ta automticamente en diputado, sin necesidad de abrir los colegios.

    Con todo, los planes de Dato se de-senvolvieron con enormes dificultades. Para el encasillado ya no poda contar-se con los distritos libres, aquellos don-de existan organizaciones polticas con notable apoyo popular, y habituadas a competir por el escao. Ni tampoco con los distritos propios, donde haba arrai-gado un notable, es decir, un poltico

    que basaba su predominio en la capaci-dad de ejercer de intermediario entre el Gobierno y su distrito, ganando las elecciones gracias a las inversiones p-blicas y los favores particulares con que dispensaba a sus electores. Ambos ti-pos de distritos abundaban en la Espa-a de 1920, ya que por entonces, an con notorios defectos, los resultados electorales no carecan de autentici-dad. Es decir, reflejaban cada vez ms la influencia real de cada partido o de cada notable, y cada vez menos la pu-ramente gubernativa.

    Las viejas prcticas fraudulentas, como las elecciones escritas y el puche-

    razo un catlogo de trampas que te-nan como fin otorgar todos o casi todos los votos de una mesa electoral a un de-terminado candidato, se estaban ex-tinguiendo. Pero eso no quera decir que las elecciones fueran tan limpias como las actuales. Con el aumento de las elecciones competidas se fueron consolidando prcticas como la inti-midacin, es decir, las presiones ms o menos veladas de quienes tenan po-der o influencia, administrativa o eco-nmica, para forzar al elector a votar una determinada candidatura. A esta se aadi la compra del voto, especial-mente a cambio de dinero. En un con-texto de sufragio universal, y con un contingente de electores poco compro-metido o preocupado por la poltica, ta-

    les prcticas tuvieron una incidencia importante. Por supuesto, ambas eran ilegales. Pero no pocas veces era dif-cil obtener la prueba que permitiera anular las elecciones.

    Con qu distritos poda contar Dato para el encasillado? Solo con aquellos donde no hubiera fuerzas polticas bien organizadas, ni predominara ningn no-table. Una vez pactados quines seran los candidatos ministeriales, el gober-nador civil pasaba a negociar el enca-sillado de su provincia con los caci-ques de cada uno de los distritos, en realidad los hombres que all disfruta-ban de influencia y votos. Obviamente,

    los caciques aprove-chaban la situacin para solicitar del go-bernador todo tipo de favores. Si se lle-gaba a un acuerdo,

    el candidato ministerial prcticamente tena asegurada la victoria. Pero poda ocurrir que no fuera as. Entonces los caciques apoyaban a un candidato re-belde que, precisamente por el influ-jo de aquellos, poda contrarrestar el apoyo que el gobernador y los funciona-rios provinciales y locales prestaran al ministerial.

    Esta situacin pas a ser la ms fre-cuente en las postrimeras de la Restau-racin, porque el fraccionamiento de los partidos tradicionales y la consolidacin de los nuevos haban multiplicado el n-mero de aspirantes. Adems, al dismi-nuir la intervencin gubernativa en las elecciones, los candidatos dependan menos de sus dirigentes nacionales y ms de sus propios medios

    LAS VIEJAS PRCTICAS FRAUDULENTAS, COMO EL PUCHERAZO, SE ESTABAN EXTINGUIENDO. PERO ESO NO QUERA DECIR QUE LAS ELECCIONES FUERAN TAN LIMPIAS COMO LAS ACTUALES

    CANDIDATO Y VOTANTE antes y despus de las elecciones. Caricatura de Sileno publicada en Blanco y Negro, el 19 de diciembre de 1920.

    EL FIN DE LA RESTAURACIN

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    LA AVENTURA DE LA

    H I S T O R I A

    1920ELECCIONES EN ESPAA

    CLAVE

    Socialistas

    4

    Republicanos

    15

    Liberales

    104Conservadores

    232

    Reformistas

    10

    Tradicionalistas

    8Regionalistas

    19Independientes

    10No establecidos

    7

    *

    59,86 %VOTANTES

    Las mujeres no votaron hasta 1933.

    ** 33,6% abstencin donde huboeleccin. 17.6% electores art. 29.

    Diputadosuninominales

    Eduardo Dato,lider de los

    conservadores

    40,14 %ABSTENCIONISTAS

    311

    409

    Circunscripcionesplurinominales

    (elijen98escaos)

    28

    2.342.872

    1.570.462

    COMPOSICIN DEL CONGRESO

    GALICIA

    LEN

    EXTREMADURA

    ANDALUCA

    ASTURIASVASCONGADAS

    NAVARRA

    VALENCIA

    MURCIA

    BALEARES

    ARAGN CATALUA

    CENSO 1920

    21.347.335

    18,33 %*

    **

    ELECTORES3.913.334

    CASTILLALA NUEVA

    CASTILLA LA VIEJA

    17

    413

    7 52

    Conservadores

    Liberales

    No establecidos

    Reformistas

    Independientes

    Socialistas

    Tradicionalistas

    Regionalistas

    Republicanos

    Distribucin por regiones segn Martnez Cuadrado

    46

    25

    192

    9

    14

    14

    23

    11

    9

    1

    2

    11

    29

    40

    148

    11

    22

    12

    4

    7

    11

    21

    2 7

    23

    18

    2

    51

    8

    8

    2

    44

    18

    84

    1

    132

    12

    1

    21

    16

    22

    3

    1 12

    38

    52

    23

    1

    76 2

    1

    5

    4

    12

    CANARIAS

    ESCAOS409

    Dina Snchez / LA AVENTURA DE LA HISTORIA

    En el verano de 1920, Lerroux trat de integrar a todas las can-didaturas republicanas. El Mani-fiesto de Unin Republicana del 20 de agosto apelaba a la conse-cucin de un bienestar mni-mo para todos los espaoles y a poner en comn el disfrute y aprovechamiento de las riquezas naturales; reivindicaba los de-rechos de la personalidad, la libertad de conciencia, el colec-tivismo en sus antiguas formas y nacionalizar el Banco Hipote-cario, todo ello mediante la re-volucin, no el motn sistem-

    tico, ni la algarada caprichosa. En resumen, pretenda acabar con el despotismo de la propie-dad. Un mes antes de las elec-ciones, entre el 14 y el 21 de no-viembre, el lder republicano con-voc el Congreso de la democra-cia, al que no acudieron los fede-ralistas y de donde sali el pro-grama poltico, del que desta-ca, en poltica social agraria, el principio la tierra para el que la trabaja y, en poltica social in-dustrial, la intervencin a favor de las clases trabajadoras. Por su parte, los reformistas de

    Melquades lvarez expusieron su base programtica en 1918, que consista, bsicamente, en una propuesta de reforma de la Cons-titucin de 1876. Se mostraron partidarios de mantener la pro-piedad individual aunque evi-tando abusos y privilegios. Asi-mismo, abogaron por promover las asociaciones obreras (...) que tengan por fin la emancipacin pacfica del proletariado. Para los reformistas, una verdadera y efectiva democracia requera de la virtud de los ciudadanos y, por tanto, de la educacin de

    todo el pueblo en una comunidad de ideales. Por ltimo, el PSOE se debata en 1920 entre mantenerse en la II Internacional o incorporarse a la III (I Comunista), debate frus-trado cuando esta impuso 21 condiciones inasumibles para los socialistas. Se acept, por tan-to, la lnea social democrtica de-fendida por Fernando de los Ros y Pablo Iglesias, entre otros. La escisin en el partido, reunida en torno a la corriente Escuela Nue-va, dio lugar a la creacin del PCE (Fuente: Miguel Artola, 1991).

    PROGRAMAS REFORMISTA, REPUBLICANO Y SOCIALISTA

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    LA AVENTURA DE LA

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    para ganar el escao. Esto, que era algo positivo para la democratizacin del sistema, tena otra cara menos ama-ble. Relajaba la disciplina interna y au-mentaba ms an la fragmentacin po-tencial de los partidos, porque redu-ca la capacidad de los dirigentes nacio-nales para hacerse obedecer por sus or-

    ganizaciones locales o provinciales. Pre-cisamente, la debilidad creciente de los lderes les haca tolerar cada vez ms que el encasillado que ellos pactaran pudiera no ser respetado por sus segui-dores en los distritos.

    En las elecciones de 1920, los es-fuerzos de Dato y, sobre todo, del mi-

    nistro que tradicionalmente se en-cargaba de organizar el encasillado, el de Gobernacin (Gabino Bugallal), no dieron los resultados apetecidos. Aunque respecto a 1919 los escaos por los que no hubo lucha aumentaron de 82 a 92, las urnas decidiran los 317 restantes. Pese a la obligatoriedad del

    as primeras elec-ciones libres se celebraron antes de que transcu-rriera un ao des-de el nombra-miento de Adol-fo Surez como presidente del

    Gobierno para que gestionara la cons-truccin de un sistema democrtico. Surez recibi el mandato del rey Juan Carlos el 3 de julio de 1976, y los es-paoles pudieron votar libremente el 15 de junio de 1977. En la mitad de este periodo, el 4 de enero, se promul-g la ley para la Reforma Poltica, que enterraba el franquismo y abra la puer-ta a la democracia.

    Si la ley para la Reforma Poltica fue una calculada y atrevida operacin que requiri el harakiri de las Cortes fran-quistas, como se calific entonces su aprobacin en noviembre de 1976, y un inmediato referndum en diciem-bre, la organizacin de las primeras elecciones consisti en una carrera contrarreloj. Toda la aventura de la Transicin fue un trmite marcado por la urgencia hasta desembocar en la Constitucin de 1978, y uno de sus ca-ptulos consisti en la celebracin por primera vez de unas elecciones por su-fragio universal, para lo cual no se con-taba con experiencia previa, aunque s con referencias extranjeras que una clase poltica como la de entonces, con

    avidez por un futuro democrtico, co-noca y aprovech sagazmente.

    El Gobierno tuvo que trazar una nor-ma electoral en ausencia de un Parla-mento democrtico, y lo hizo en un real decreto-ley que entr en vigor el 24

    de marzo, o sea, cuando faltaban menos de tres meses hasta las votaciones, que se convocaron para el 15 de junio. El s-bito decreto-ley no fue una regulacin improvisada, como lo demuestra el que rigiera tres elecciones y despus nutrie-

    EL FIN DE LA RESTAURACIN

    JUSTINO SINOVA. CATEDRTICO DE PERIODISMO DE LA U. SAN PABLO-CEU.

    LLA URGENCIA MARC LOS PIONEROS COMICIOS DEMOCRTICOS Y LOS PARTIDOS,

    SEALA JUSTINO SINOVA, BASARON SU CAMPAA EN LOS MTINES Y LA CARTELERA

    1977: PRIMERAS ELECCIONES LIBRES CONTRARRELOJ

    TRIBUNA

    CARTELES ELECTORALES del PSOE, AP y UCD para las elecciones de 1977.

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    LA AVENTURA DE LA

    H I S T O R I A

    voto, la participacin fue del 60 por ciento. Y es que las penas estableci-das para los abstencionistas eran, en ge-neral, muy flojas la publicacin de su nombre y un recargo del 2 por ciento para los que pagaban impuestos direc-tos, afectaban ms a los funcionarios, que perdan un 1 por ciento del sala-

    rio y se le aada una nota negativa en su carrera administrativa, y no llegaban a aplicarse con regularidad. Pero quizs lo esencial fue que la reiteracin de elecciones durante un trienio incre-ment la apata de los votantes.

    Los resultados finales dieron a los conservadores una mayora nominal de

    232 escaos, un 57 por ciento del to-tal, pero el grupo de Dato obtuvo en rea-lidad el 45 por ciento. Este necesita-ba, por tanto, culminar la integracin de los correligionarios de Maura y De la Cierva en su partido para alcanzar la an-siada estabilidad. Los grupos liberales llegaron a los 103 escaos, destacando especialmente las fracciones de Gar-ca Prieto y Romanones. A los liberales caba sumarles los diez escaos de los re-formistas de Melquades lvarez que, procedentes del republicanismo, se dis-ponan a aceptar la monarqua a cambio de una reforma de la Constitucin de 1876. La oposicin al turno continu siendo minoritaria. La Lliga de Cata-lua obtuvo 19 escaos, por 15 repu-blicanos, 8 carlistas y 4 socialistas.

    Ciertamente, a la altura de 1920, las elecciones ya no dotaban de una ma-yora clara al gobierno que las convoca-ba, a diferencia de lo que ocurri en los inicios de la Restauracin. Esto, que poda evidenciar una mayor autentici-dad en los resultados, tambin gene-raba el bloqueo del rgimen constitu-cional. Sin la reconstruccin de los dos grandes partidos no solo se impeda el retorno al turno, sino tambin cualquier posibilidad futura de conjugar democra-cia con eficacia. La fragmentacin par-lamentaria, al impedir que los resulta-dos electorales sealaran con claridad quines deban ser los depositarios del poder, echaba sobre la Corona toda la responsabilidad de arbitrar los cambios de gobierno. Alfonso XIII tampoco po-da acudir al criterio de sus mayores: conceder el poder al partido dinstico ms cohesionado, pues los dos estaban rotos. En definitiva, el Congreso de los Diputados era ms independiente que nunca del poder ejecutivo y poda fisca-lizar a fondo su gestin. Pero al inca-pacitarse para sostener una labor de go-bierno, otorg no poca credibilidad a los crticos del parlamentarismo, que aca-baran encontrando un referente en Mi-guel Primo de Rivera.

    ra en lo fundamental la posterior le-gislacin que ha llegado hasta hoy, como el nmero de representantes a elegir, las circunscripciones electorales, la re-gla dHont para el reparto de escaos, las listas cerradas para el Congreso y desbloqueadas para el Senado, y los es-pacios gratuitos de la televisin pbli-ca. La improvisacin estuvo, sin embar-go, en la actuacin de los partidos, ex-plicable en un estreno que, aunque muy deseado, sorprenda a todos con nula experiencia y exiguos recursos.

    El 9 de abril, seis das antes del de-creto de convocatoria, que llevaba fe-cha de 15 de abril, fue legalizado el Partido Comunista de Espaa; dos se-manas despus, el 3 de mayo, se constitu-y la Unin de Centro Democrti-co como coalicin electoral, y un mes largo despus, el 20 de mayo, el rey reciba por primera vez a los socialistas Felipe Gon-zlez y Javier Solana. Esto da idea del ritmo poltico frentico en que discurrieron aquellos das, en los que abundaban las incg-nitas, una de las cuales era, aunque pasado el tiempo parezca inex-plicable, si Adolfo Surez se presenta-ra o no a esas elecciones. Cuando anunci por televisin su desembar-co en la pelea electoral comenz en se-rio la precampaa, vsperas de una campaa que entonces dur 21 das.

    Sin televisiones y con la accin infor-mativa de la nica televisin legalmen-te controlada, los partidos basaron su campaa en los mtines electorales, no todos espectaculares ni con nutri-da asistencia, en la cartelera que in-vada las paredes y en las octavillas re-partidas por las calles. Algunos repar-tidores de octavillas pagaron la nova-tada de ver recogida toda su produccin por los servicios de limpieza antes de que llegara a las masas que presuponan

    vidas de obtener informacin y propa-ganda electorales.

    UCD bas su campaa en la figura de Adolfo Surez acompaada por los mensajes La va segura a la democra-cia y El centro es la democracia. El PSOE produjo un atractivo pster naf muy difundido, que presentaba a Fe-lipe Gonzlez acompaado por trabaja-dores, y se distingui por movilizar para los mtines a ms gente que los dems partidos. Uno de los problemas que su-fri fue la divisin del socialismo en va-rias siglas, como el PSP de Tierno Gal-vn, inconveniente que una vez resuel-to propici su posterior victoria de

    1982. El Partido Comunista se distingui por exhibir la bandera de Espaa y aceptar la monarqua, de la mano de Santiago Carrillo, que haba pactado con Surez apoyar la va reformista de la tran-sicin. La Alianza Popular de Manuel Fraga come-ti el error de hablar en demasa del pasado y tuvo que conformarse

    con un corto resultado. En esas elecciones se presentaron 589 listas en 52 circunscripciones, con ms de 5.300 candidatos al Congreso. La proliferacin de

    partidos y la idea de una cmara frag-mentada e ingobernable eran serias inquietudes del momento. Por ello se adopt la regla dHont de asignacin de escaos, que favorece a las candidatu-ras ms votadas.

    Si todo discurri aceleradamente en el estreno de la democracia electiva, hubo algo que se demor ms de la cuenta y mantuvo en un prolongado suspense a Espaa: el escrutinio. Sin equipamiento informtico y un laborio-so recuento manual, los primeros resul-tados se difundieron ya bien entrada la madrugada, no se dispuso de resulta-dos fiables hasta primeras horas del da siguiente y hubo que esperar an ms para conocer el nombre de todos los candidatos ganadores de un escao.

    M. MARTNEZ CUADRADO, Elecciones y Partidos Polticos en Espaa (1868-1931), Madrid, Taurus, 2 Vols. 1969. M. CABRERA, Con luz y taqugrafos: el

    Parlamento en la Restauracin (1913-1923), Madrid, Taurus, 1998. R. VILLA GARCA, La Repblica en las urnas. El despertar de la democracia en Espaa, Madrid, Marcial Pons, 2011.

    PROPAGANDA

    del legalizado PCE para los

    comicios.