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28 La representación de Michoacán en los discursos geográfico y naturalista de tres revistas científicas de México, 1869-1910 * Michoacan’s spatial representation in geographical and natural treaties of three Mexican Scientific Magazines, 1860-1910. Rodrigo A. Vega y Ortega Baez ** Resumen Este artículo analiza los escritos publicados durante el periodo 1860-1910 cuyo tema fue la geografía y la historia natural de las diferentes regiones mexica- nas. Éstos influyeron, en cada una de ellas, en la construcción de la representa- ción de su espacio y sus recursos. Dicha representación se conformó mediante un discurso basado en la divulgación y la difusión científicas, que contribuyó a definir las identidades regionales mexicanas, en este caso la de Michoacán. Los artículos geográficos y naturalistas fueron publicados en las revistas científicas más importantes de México durante la segunda mitad del siglo xix, órganos pe- riódicos de sociedades científicas como el Boletín de la Sociedad Mexicana de Geo- grafía y Estadística, La Naturaleza y las Memorias de la Sociedad Científica Antonio Alzate. El conocimiento científico publicado en dichas revistas fue un elemen- to primordial en la conformación de la representación espacial de las regiones mexicanas durante la segunda mitad del siglo xix. Palabras clave: geografía, historia natural, Michoacán, divulgación científica, difusión científica. Abstract This article analizes the works published from 1860 throughout 1910, about geo- graphy and natural history of the Mexican regions that built the representation of their own space and the resources on each of them. This elaborated on treaties based upon divulgation and scientific difusion, which contributed to build regio- nal identity in Michoacan. Geographical and natural articles were published in Mexico’s most important scientific magazines through the second half of the xix * Esta investigación forma parte del Proyecto “Naturaleza y territorio en la ciencia mexicana (1768-1914)”, Responsable Dra. Luz Fernanda Azuela, PAPIIT núm. IN 303810 (2010). Asimismo, del proyecto “Geografía e Historia Natural: Hacia una historia comparada. Estudio a través de Argentina, México, Costa Rica y Paraguay”. Desde abril de 2005. Financiamiento: IPGH (Geo. 2.1.2.3.1; Hist. 2.1.3.1.1). Responsable: Dra. Celina Lértora, (CONICET- Argentina). Países participantes: Argentina, México, Costa Rica y Paraguay. ** FFyL, UNAM.

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La representación de Michoacán en los discursos geográfico y naturalista de tres revistas científicas de México,

1869-1910*

Michoacan’s spatial representation in geographical and natural treaties of three Mexican Scientific Magazines,

1860-1910.

Rodrigo A. Vega y Ortega Baez**

ResumenEste artículo analiza los escritos publicados durante el periodo 1860-1910 cuyo tema fue la geografía y la historia natural de las diferentes regiones mexica-nas. Éstos influyeron, en cada una de ellas, en la construcción de la representa-ción de su espacio y sus recursos. Dicha representación se conformó mediante un discurso basado en la divulgación y la difusión científicas, que contribuyó a definir las identidades regionales mexicanas, en este caso la de Michoacán. Los artículos geográficos y naturalistas fueron publicados en las revistas científicas más importantes de México durante la segunda mitad del siglo xix, órganos pe-riódicos de sociedades científicas como el Boletín de la Sociedad Mexicana de Geo-grafía y Estadística, La Naturaleza y las Memorias de la Sociedad Científica Antonio Alzate. El conocimiento científico publicado en dichas revistas fue un elemen-to primordial en la conformación de la representación espacial de las regiones mexicanas durante la segunda mitad del siglo xix.

Palabras clave: geografía, historia natural, Michoacán, divulgación científica, difusión científica.

AbstractThis article analizes the works published from 1860 throughout 1910, about geo-graphy and natural history of the Mexican regions that built the representation of their own space and the resources on each of them. This elaborated on treaties based upon divulgation and scientific difusion, which contributed to build regio-nal identity in Michoacan. Geographical and natural articles were published in Mexico’s most important scientific magazines through the second half of the xix

* Esta investigación forma parte del Proyecto “Naturaleza y territorio en la ciencia mexicana (1768-1914)”, Responsable Dra. Luz Fernanda Azuela, PAPIIT núm. IN 303810 (2010). Asimismo, del proyecto “Geografía e Historia Natural: Hacia una historia comparada. Estudio a través de Argentina, México, Costa Rica y Paraguay”. Desde abril de 2005. Financiamiento: IPGH (Geo. 2.1.2.3.1; Hist. 2.1.3.1.1). Responsable: Dra. Celina Lértora, (CONICET- Argentina). Países participantes: Argentina, México, Costa Rica y Paraguay.

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century, such as Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, La Natura-leza and Memorias de la Sociedad Científica Antonio Alzate. The scientific knowledge published in those magazines was an important element in the build of the spa-tial representation of the Mexican regions in the second half of the xix century.

Key words: geography, natural history, Michoacan, scientific divulgation, scien-tific difusion.

IntroducciónLos discursos geográfico y naturalista descriptivos fueron una constante en el interés de lectores decimonónico mexicanos, éstos aparecieron en diarios de viaje, reportajes periodísticos, novelas, obras históricas y científicas. Durante el periodo 1860-1910 fueron escritos bajo dos perspectivas: una permitió la divul-gación1 de las imágenes espaciales de las diferentes regiones de México y otra científica que se diferenció de la anterior tendiendo a la difusión2 del conoci-miento entre un grupo selecto de mexicanos. Fue así como durante este perio-do las revistas científicas determinaron la conformación paulatina de un selecto público ávido de asimilar las representaciones regionales que conformaban a la nación mexicana, con el fin de elaborar una imagen general del territorio. Como ha afirmado Gerardo Sánchez Díaz (1996: 29), “la circulación de publicaciones periódicas que daban a conocer información referente a las ciencias” desper-tó la vocación científica entre los hombres ilustrados, como los michoacanos.

El propósito del presente artículo es analizar los diferentes escritos geográfi-cos y naturalistas que construyeron una representación de la región de Michoacán durante el periodo 1860-1910, y que contribuyó a definir su identidad regional frente a otras. Dichos escritos fueron tanto de tinte divulgativo, basado en la des-cripción narrativa, apologética y retórica de la región michoacana como de tipo difusor, cuyas bases fueron la descripción geográfica y naturalista de la región, por medio de términos y metodologías de la ciencia de la época, que permitió la circulación del conocimiento entre los científicos mexicanos. Los autores de los escritos difusores y divulgativos fueron agentes que operaron socialmente como productores del espacio geográfico michoacano que tuvieron su percepción de éste, su propia representación del mismo, y sus estrategias de intervención sobre él (Ortega 2000: 517), ya fuera desde las regiones de la entidad o desde la capital del país. En este sentido, la representación de Michoacán que se fue construyen-do tuvo como elementos a la imagen que estructuró su espacio, que lo hizo inte-ligible para locales y foráneos, que le dio profundidad y continuación históricas, y al discurso del y sobre el espacio representado. (Ortega 2000: 521)

Cabe señalar que todo proyecto de intervención espacial, como lo fue el cono-cimiento de las regiones michoacanas, responde a una cierta representación que constituye el proyecto de esa intervención. “Estos proyectos tienen una impor-tancia excepcional en las estrategias e intervenciones del Estado, de los agentes públicos, de las grandes sociedades o corporaciones económicas, de las institu-ciones de escala local, regional, estatal e incluso mundial” (Ortega 2000: 522), que buscaron conformar una representación que fuera útil en el desarrollo social y la explotación económica de Michoacán.

1 El término divulgación se refiere a poner al alcance de un público amplio los resultados de una actividad profesional, en este caso la científica.

2 El término difusión es entendido como la comunicación entre individuos iguales que fomenta la discusión sobre un tema.

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De acuerdo con Genaro y Jorge Correa (1990: 281), los estudios geográficos y naturalistas sobre Michoacán a lo largo del siglo xix “fueron eminentemen-te de carácter descriptivo e informativo y muy poco se advirtieron en ellos los adelantos metodológicos de la ciencia” practicada en Europa y Estados Unidos.

Hay que señalar que las sociedades científicas mexicanas, como la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (SMGE), la Sociedad Mexicana de Historia Natural (SMHN) y la Sociedad Científica Antonio Alzate (SCAA) tuvieron un desempeño importante en el desarrollo científico, puesto que aparecieron como instituciones alternas “a las universidades, en donde se procuró la difusión de las novedades científicas y el fomento a la investigación” (Azuela 1996: 12), y se preocuparon por difundir y divulgar el conocimiento científico. Las revis-tas de las tres asociaciones mencionadas tuvieron una amplia distribución por todo el país y es “probable que algunas de ellas circularan entre las elites cul-tivadas, fuera del cerco de los especialistas”. (Azuela 1996: 15)

Las publicaciones periódicas de las asociaciones científicas mexicanas du-rante el siglo xix e inicios del xx tuvieron un papel relevante en el proceso de profesionalización de las diferentes ciencias, puesto que en ellas aparecieron los diversos intereses científicos de los socios y que varias veces coincidieron con los del público lector, conformado por profesionistas, hombres de ciencia y de letras, políticos, burócratas, militares, miembros del clero, estudiantes de instrucción secundaria, entre otros grupos sociales.

Los escritos divulgadores y difusores de tema michoacano se encuentran presentes en las tres revistas científicas más reconocidas de la segunda mitad del siglo xix mexicano, como fueron el Boletín de la Sociedad Mexicana de Geogra-fía y Estadística, órgano difusor de dicha asociación; La Naturaleza, revista de la mencionada SMHN y las Memorias de la Sociedad Científica Antonio Alzate, perió-dico de esta sociedad científica. El periodo revisado para la primera revista fue de 1860 a 1869, el de la segunda entre 1870 y 1891 y el de la tercera entre 1890 y 1910. Estos tres momentos reflejan el momento de auge y de preponderancia de dichas asociaciones como líderes de los grupos científicos mexicanos. Asi-mismo, son tres momentos distintos en el proceso de construcción de la repre-sentación de Michoacán a partir de la cientificidad de los artículos publicados.

Ese necesario señalar que las tres publicaciones científicas mencionadas han sido estudiadas por varios historiadores de la ciencia como Luz Fernanda Azuela3, Consuelo Cuevas4, Rafael Guevara5 y Lucero Morelos6, pero dichos estudios se han llevado a cabo de manera general, es decir, a través de la obra de uno o más autores, la dinámica interna de las sociedades científicas, una disciplina científica o un periodo de tiempo particular, sin adentrarse en com-paraciones de artículos geográficos y naturalistas a través de una sola región como el caso de Michoacán. La ciencia michoacana ha sido analizada por Ge-

3 Véase: Azuela, LF 1996, Tres Sociedades Científicas en el Porfiriato. Las disciplinas, las instituciones y las relaciones entre la ciencia y el poder, SMHT, A. C./UTN/UNAM, México.

4 Véase: Cuevas, C 2007, “Estudios geográficos en La Naturaleza, revista de la Sociedad Mexicana de Historia Natural (1868-1914)”, en Lértora, C (coord.), Geonaturalia. Geografía e Historia Natural: hacia una historia comparada, IPGH/FEPAI, vol. I, Buenos Aires.

5 Véase: Guevara, R 2002, Los último años de la historia natural y los primeros días de la biología en México. La práctica científica de Alfonso Herrera, Manuel María Villada y Mariano Bárcena, UNAM-Instituto de Biología, México.

6 Véase: Morelos, L 2009, “La minería y su difusión a través de cuatro publicaciones de la segunda mitad del siglo xix”, en Uribe, JA y Padilla, A 2009, De la Colonia al Estado Moderno. Ruptura, cambios y continuidades, UMSNH, Morelia, [Libro electrónico].

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rardo Sánchez Díaz7, Genaro y Jorge Correa8 y Guillermo Vargas9, enfatizando la práctica naturalista y geográfica estudiada en la entidad, dejando un tanto de lado el quehacer científico desarrollado en la ciudad de México, como las socie-dades científicas de la segunda mitad del siglo xix, y sin establecer diferencias claras entre conocimiento divulgativo y difusor dentro de la prensa científica.

La ausencia de representación geográfica y naturalista de michoacánLos quince artículos publicados en las revistas de las mencionadas sociedades científicas dan cuenta del proceso de conformación de la representación de Mi-choacán. Su origen fue motivado por la ausencia de una representación terri-torial de toda la entidad durante el periodo entre 1822 y 1860. En estos años hubo escasos esfuerzos por conocer y estudiar la geografía y la historia natu-ral (botánica, zoológica y mineralógica), no sólo de Michoacán, sino de todo el país. Al respecto Álvaro Ochoa y Gerardo Sánchez Díaz (2003: 98) mencionan que el naturalista michoacano Juan José Martínez de Lejarza se dio a la tarea de realizar un censo estatal en 1822 .Varias fueron las voces que expresaron lo apremiante de la tarea, que sólo podía fomentar el Estado mexicano mediante la creación de instituciones científicas.

Uno de los vecinos michoacanos que mejor enunció la necesidad de contar con una representación clara del territorio fue el Licenciado Benigno Ugarte10

(1860: 464) en su discurso al concurrir por primera vez como Socio correspon-sal de Michoacán a las sesiones de la Sociedad publicado en el Boletín en 1860, en el que menciona:

Quiero hablaros, no de los adelantos de la Geografía y la Estadística en Michoacán; por desgracia es bien poco lo que tendría que decir sobre este punto: quiero habla-ros, repito, de lo que es preciso hacer, de los pasos que es ya indispensable dar, para llenar ese vacío que se nota al tratar de la Geografía y Estadística de uno de los Es-tados más ricos, más poderosos e importantes de la República.11

Ugarte (1860: 464) evidenció la ausencia de los estudios modernos de geo-grafía michoacana, puesto que sólo se contaban con los de Juan José Martínez de Lejarza “una obra antigua, escrita en 1822, época en que terminada apenas la desastrosa y sangrienta revolución de independencia, Michoacán era un país talado, sus poblaciones un montón de ruinas, y sus habitantes bien pocos”, además, la división política era distinta a la de 1860. Continuaba su discurso hablando del desconocimiento de la posición geográfica de las principales ciu-dades michoacanas a excepción de Morelia, la capital, lo que dificultaba tener una representación precisa del territorio. También se ignoraba la riqueza de los recursos naturales potencialmente explotables, de no ser los agrícolas, ganade-ros y mineros conocidos durante la época colonial.

El Licenciado Ugarte (1860: 465-466) consideraba que para llenar ese “va-cío” era necesario contar con geógrafos y naturalistas profesionales que contes-taran las siguientes cuestiones:

7 Véase: Sánchez Díaz, G et al. 1990, Ciencia y tecnología en Michoacán, UMSNH, Morelia; y 1996, Las contribuciones michoacanas a la ciencia mexicana del siglo XIX, Morelia, UMSNH, 1996, UMSNH, Morelia.

8 Véase: Correa, G y Correa J 1990, “La Geografía en… y sobre Michoacán”, en Sánchez Díaz, G et al. Ciencia y tecnología en Michoacán, UMSNH, Morelia.

9 Véase: Vargas, G 1990, “Los trabajos geográficos sobre Michoacán”, en Sánchez Díaz, G et al. Ciencia y tecnología en Michoacán, UMSNH, Morelia.

10 Benigno Ugarte (1835-1891). Abogado, periodista y político nacido en Morelia, Michoacán. Ocupó diferentes cargos políticos estatales como Secretario de Gobierno, diputado y magistrado del Supremo Tribunal de Michoacán.

11 Para este artículo se modernizó la ortografía original de los documentos consultados.

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¿Cuál es el monto de todos y cada uno de los productos que acabo de hablar? ¿Qué convendría hacer para disminuir lo mortífero de algunos climas, en donde una na-turaleza hermosa por la variedad de los paisajes y la fertilidad des suelo, rica por la diversidad de sus productos, convida al hombre a una mentida felicidad, en pos de la cual encuentra solo una muerte cierta? ¿Qué debe hacerse para abrir nuevos mercados, en donde expender el excedente de los productos, para dar así estímu-lo al labrador, que procurará entonces mejorar la calidad y cantidad de sus frutos?

La geografía y la historia natural modernas eran las únicas que podían res-ponder a dichas interrogantes de manera certera, ya que para que ambas fueran útiles y provechosas no debían “limitarse a contener una serie de nombres, o contentarse con determinar la posición de los lugares, sino que [debían] añadir conocimientos geológicos, artísticos, agrarios y estadísticos” (Ugarte 1860: 465), así como zoológicos, botánicos, climáticos, hidrográficos, astronómicos, minera-lógicos y poblacionales, porque de lo contrario serían fútiles y pueriles. Dichos conocimientos darían a los gobernantes federales y a los estatales, además de a los habitantes de Michoacán, una representación territorial mediante la cual sentarían las bases del progreso económico y social de la entidad. Don Benigno Ugarte lanzó un llamado a los michoacanos para llevara a cabo estos esfuerzo científicos en medio de la acalorada lucha civil ocurrida en territorio michoa-cano dentro de la Guerra de Reforma. (Ochoa y Sánchez Díaz 2003: 131-134)

El discurso divulgadorEl discurso de Benigno Ugarte fue de tipo divulgativo y tuvo como uno de sus elementos discursivos más relevantes la idealización de la tierra michoacana, pues la describía como rica en cuestiones naturales, favorecida por su geografía y su clima, poblada de hombres y mujeres trabajadores, y orgullosa de un pa-sado glorioso. También se caracterizó por su optimismo, puesto que su terruño tenía asegurado un porvenir admirado en todo México y América: Michoacán, “ese país tan favorecido por la naturaleza, posee dos grandes elementos de ri-queza, que le aseguran un porvenir próspero y feliz: la agricultura y la mine-ría”. (Ugarte 1860: 465)

Este discurso divulgador fue generado por hombres nacidos en Michoacán y que, en general, egresaron de centros de instrucción superior, “formados aca-démicamente en el Seminario Tridentino de Morelia y en el Colegio de San Ni-colás de Michoacán”, como fueron Benigno Ugarte, José Guadalupe Romero y Antonio García Pérez. Todos ellos hombres preocupados por el desarrollo ma-terial de su entidad. (Sánchez Díaz 1990: 11)

De los mencionados, el reconocido canónigo doctoral de Morelia, José Gua-dalupe Romero,12 publicó en el Boletín “Noticias para formar la estadística del Obispado de Michoacán” en 1860 y “Continúan las noticias para formar la es-tadística del Obispado de Michoacán” en 1862. En ambos escritos dio cuenta de la geografía, la estadística, los recursos naturales y la población del obis-pado michoacano, igualmente de forma divulgativa, sin un sustento científi-co: recurrió a una explicación retórica, apologética y una narración meramente descriptiva. Como ha afirmado Guillermo Vargas (1990: 308), este es un “do-cumento imprescindible para la geografía de Michoacán y Guanajuato corres-

12 José Guadalupe Romero (1814-1866). Nacido en Silao, Guanajuato. Fue alumno, profesor y rector del Colegio de la Purísima Concepción de Guanajuato y del Seminario de Morelia. Alcanzó el grado de doctor en cánones en la Universidad de Guadalajara. Fue canónigo doctoral de Morelia y diputado estatal.

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pondiente a mediados del siglo xix. El canónigo Romero (1860: 560) se expresó así de Michoacán: las noticias contenidas en mis escritos “darán una idea lige-ra del Obispado y de las riquezas que encierra según grandes formas. Réstame hacer una especie de anatomía del cuerpo entero que pondrá de manifiesto las partes principales que lo componen”, como su clima, sus montes y valles, su ríos y lagos, su campos de cultivo, sus bellos poblados y su gente trabajadora.

Resultaba relevante conocer el clima de Michoacán para tener datos útiles para el desarrollo agrícola y comercial; al respecto, Romero (1860: 533) escribió que el Obispado de Michoacán poseía toda clase de climas: “la parte que se [ex-tendía] por las costas del Sur [era] muy caliente; la de las sierras de Michoacán y Guanajuato [era] muy fría; y la restante [era] de dulce y benigno temperamen-to, donde se [gozaba] de una perfecta igualdad de estaciones en todo el año. Si bien estableció diferencias en cuanto a la temperatura de las subregiones, no fue tan específico como para nombrarlas ni ofreció las temperaturas promedio ni otros datos particulares, por lo que fue una descripción vaga del territorio.

El Licenciado Antonio García Pérez13 socio corresponsal y residente de la ciudad de Uruapan publicó en el Boletín del año 1863 el escrito “Descripción de la Ciudad de Uruapan en el Departamento de Michoacán”. En él narró las bondades de la localidad, sus bellezas naturales y urbanas, y algunas notas geo-gráficas y estadísticas. En cuanto al clima de la ciudad opinó que “su clima tem-plado la [hacía] bella en todas estaciones, y la cercanía de todos los climas le [auguraban] ser el centro del comercio de Michoacán, y el almacén de los frutos exquisitos de la tierra caliente” (García Pérez 1863: 474). De Morelia el canónigo expresó que su clima era “mal sano por las putrefacciones de las sustancias ve-getales en que abundan los pantanos que rodean casi la población, [por lo que era necesario] ampliar el cauce de los ríos y terraplenar poco a poco los terrenos inmediatos” (Romero 1860: 627). De esta ciudad dejó constancia de que su tem-peratura media era de 21 grados centígrados, siendo la más alta en los meses de mayo y de junio. El clima, según Romero (1860: 627), propiciaba enfermeda-des epidémicas altamente virulentas como tifos, fríos, disenterías y pulmonías.

Ambos autores se refirieron al clima de las localidades michoacanas con términos muy generales, como cálido, frío o templado. También se expresaron de él de manera favorable para las actividades económicas como la agricultu-ra y la ganadería, y perjudicial en cuanto a la higiene y la salud públicas. Sólo de Morelia se tiene constancia de mayores datos como la temperatura prome-dio en grados centígrados, lo que indica una medición con termómetros y de manera constante a lo largo del año. En general, los escritos de ambos autores carecieron de la curiosidad científica y de la búsqueda de explicaciones racio-nales para el origen de los vientos o de las epidemias. Si bien es el inicio de una representación de Michoacán, es lo suficientemente vaga como para dejar con-formes a los interesados en el tema, como los políticos.

La descripción geográfica también fue general, pues recurrieron más a la narración literaria de los paisajes regionales que a su estudio científico, abunda una descripción pintoresca de las bellezas naturales. Por ejemplo, el Licenciado García Pérez (1863: 469) escribió que Uruapan se encontraba en un hermoso y delicioso valle “formado por un sistema de montañas que lo circundan […] co-locadas de un modo que recibe el valle la figura de una gran bolsa cuyo cuello

13 Antonio García Pérez (1820?-1870). Destacado periodista michoacano conocido por sus múltiples escritos sobre política.

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está al Occidente […] formando su mayor anchura el precioso llano de la Mag-dalena, que casi es circular”. Esta descripción invita más a visitar Uruapan que a invertir capital en ella o a colonizarla, puesto que no aporta datos sobre ur-banización, caminos, comercio o población.

En cuanto a las posiciones geográficas de las diferentes localidades michoa-canas, el canónigo Romero (1862: 19) sólo se refirió de aquellas que tuvo noticia certera hacia 1860, como la posición de la capital, en el 1° 46´45´´ de longitud Occidental del Meridano de México, y en el 1° 42´ de latitud Norte. De mane-ra general, refirió que el estado de Michoacán se hallaba comprendido entre los 17° 49´ y los 20° 36´ de latitud Norte, y 0° 50´ y 4° 30´ de longitud Occiden-tal del Meridiano de México (Romero 1862: 20). También expresó que “la su-perficie del estado [era de] 3 618 leguas cuadradas de 26 ½ al grado: su mayor longitud desde Pungarabato [era] de 94 leguas, y su mayor anchura (o lado me-nor) desde Yurécuaro hasta el río de las Balsas, [era] de 66 leguas mexicanas” (Romero 1862: 20). Estos tres autores, habitantes de Michoacán, realizaron va-liosos esfuerzos, aunque insuficientes, para llenar los “vacíos” de la imagen te-rritorial de Michoacán.

La riqueza hídrica del estado de Michoacán también atrajo a la mirada divul-gativa de los vecinos de la entidad. El agua abundante en ríos, lagos, ojos de agua, manantiales o mantos freáticos y aguas termales, fueron descritos de forma apo-logética, por ejemplo, José Guadalupe Romero habló de los ríos Lerma, del Már-quez y Balsas que atravesaban Michoacán regando sus fértiles campos. Además, sugería al gobierno estatal que invirtiera para hacerlos navegables con poco cos-to para fomentar el comercio y la riqueza regional. El Balsas, según el canónigo, era “bastante caudaloso para la canalización y no [presentaba] en la parte prin-cipal de su curso, más obstáculo que unos peñascos colocados en el centro del cauce, que sin duda [impedían] la navegación a los buques” (Romero 1860: 611).

Los ríos Lerma y el Balsas fueron los más estudiados: son los más caudalo-sos, atraviesan gran parte del territorio michoacano e irrigaban los sembradíos y aportaban agua potable a un sin fin de poblaciones. Sin embargo, faltaban es-tudios sobre los ríos secundarios que también podían aprovecharse económi-camente para el desarrollo industrial y la colonización de los terrenos baldíos.

La riqueza de aguas termales en todas las regiones michoacanas Benigno Ugarte (1860: 466) refirió que “todas ellas dicta la experiencia, que son buenas para curar ciertas dolencias; pero la ciencia, señores, no se ha ocupado todavía de su análisis, no obstante los admirables efectos que diariamente están pro-duciendo”. José Guadalupe Romero (1860: 640) anotó que “en la cima del cerro llamado del Chino que está a 250 varas más elevado que Ucaréo, [había] una be-lla planicie donde se [encontraban] las aguas termales que [formaban] el lago conocido como de Laguna Verde por el color que presenta en su superficie”. El interés por las aguas termales, de las que Michoacán es aún muy rica, persistió durante la segunda mitad del siglo xix por sus fines terapéuticos. Fue así que las aguas termales fueron frecuentadas por gran cantidad de personas que bus-caban alivio a sus dolencias.

Los datos relacionados con la historia natural desde la perspectiva divulga-tiva tuvieron un fin económico: la explotación de los recursos naturales como la agricultura, la ganadería y la minería. El canónigo Romero fue quien propor-cionó una imagen general de los cultivos en Michoacán. En la zona sureña, co-nocida como “tierra caliente” se daban “con abundancia la caña de azúcar, el

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arroz, el añil, el algodón, el cascalote, y frutas deliciosas y exuberantes de todas clases: se [producían] el café, el cacao, la vainilla, la pimienta y muchas clases de maderas finas” (Romero 1860: 534), mientras que en las tierras templadas se sembraban cereales de toda especie.

Una planta aprovechada para usos comerciales era el maguey, abundante en las zonas central y sur de Michoacán, con el cual se preparaba la bebida lla-mada pulque. Otros árboles que se explotaban con fines económicos eran pi-nos, fresnos, sauces, mezquites, huisaches, nopales, considerados como árboles, y gran cantidad de frutales de las tierras templadas.

De Uruapan y sus alrededores se tiene la imagen más detallada de la ri-queza botánica y de la explotación agrícola. García (1863: 470-472) expresó que

siendo una naturaleza privilegiada la de Uruapan, y habiendo una vegetación es-pléndida, cada casa es un vergel, y toda la ciudad un variado y delicioso jardín, los naranjos son los árboles allí dominantes, y puede asegurarse, sin temor de errar, que en el recinto de Uruapan hay más de cien mil naranjos en fruto, pues éste cons-tituye una de las especulaciones de sus moradores. El estado de Guanajuato, el de Michoacán y parte del de Jalisco, consumen la naranja de esa población que tiene el mejor crédito en aquellos mercados […], la vegetación exuberante con referir que los fresnos crecen a más de cincuenta varas de altura, y que a ella es proporcional la copa y la grosura de sus troncos.

García (1863: 475) también refirió la gran cantidad de cultivos comerciales como café, plátano, caña de azúcar, naranjas, trigo, maíz, cebada, hortalizas y legumbres, morera, frutas, flores de ornato; igualmente la riqueza maderera y minera, como cobre, hierro, mármoles, piedra caliza. Si bien Romero y García Pérez aportaron datos agrícolas necesarios para la representación de Michoacán, no se ocuparon de enunciar las variedades de las plantas cultivadas, las locali-dades donde se producían y comercializaban ni cantidades promedio anual de cultivo ni la ubicación espacial de los bosques que se explotaban por su madera. Lo que aportaron fue una imagen general de la riqueza botánica de Michoacán.

De la temática mineralógica sólo se recogieron las noticias relacionadas con la explotación de las minas michoacanas con fines económicos. El canónigo Ro-mero (1860: 559) dejó constancia de que en las montañas michoacanas había “criaderos ricos de perlas y aun algunos de diamantes según se verá en las no-ticias pormenorizadas que procuraré extender al hablar de los curatos en don-de se producen”. Por ejemplo, en la zona del pueblo de Ucaréo existían minas de azufre mucho más ricas que las conocidas en Uruapan (Romero 1860: 640). A pesar de la extracción minera en Michoacán que ya llevaba varias décadas, es probable que el canónigo no pudiera recabar suficiente información debido a que la industria minera se reactivó hasta la década de 1880.

De manera similar a Ugarte, los escritos de José Guadalupe Romero y Anto-nio García Pérez estuvieron bajo un clima bélico, ahora en la Intervención fran-cesa. Si bien ambos autores no mencionaros la lucha armada llevada a cabo en Michoacán, son un reflejo de las cuestiones pendientes, en el orden científico, que se resolverían una vez que el triunfo liberal de 1867 resultara contunden-te. (Ochoa y Sánchez Díaz 2003: 134-136)

El discurso difusorA partir de 1869, bajo la República Restaurada, aparecieron los primero discur-sos difusores de la ciencia como “Extensión y población de la República Mexi-

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cana según los datos más recientes y fidedignos” de Antonio García Cubas14

publicado en el Boletín ese año, en el que incluyó la descripción geográfica y naturalista de la región por medio de términos y metodologías de la ciencia de la época, orientado hacia la búsqueda de explicaciones de las características geográficas y naturalistas michoacanas, y no solamente su descripción. Cabe señalar que los escritos científicos posteriores a 1867 sobre Michoacán fueron cuestiones pendientes durante las primeras cuatro décadas de vida indepen-diente. (Ochoa y Sánchez Díaz 2003: 147)

García Cubas (1869: 372-373) registró para Michoacán un área de 3 188 le-guas mexicanas, o 55968,85 kilómetros cuadrados y una población total de 618 072 habitantes. También mencionó que basó su información a partir de los censos y padrones de los distritos de Morelia, Zinapécuaro, Maravatío, Zitácua-ro, Huetamo, Tacámbaro, Ario, Pátzcuaro, Uruapan, Apatzingan, Coalcoman, Los Reyes, Jiquilpan, Zamora, La Piedad, Purépero y Puruándiro.

Otra visión panorámica basada en la ciencia fue el “Cuadro Sinóptico del Estado de Michoacán de Ocampo. Conteniendo varios datos históricos, geográ-ficos, estadísticos y administrativos” publicado en las Memorias en 1890 por Juan Medal. Este cuadro estadístico fue una imagen general de la geografía estatal, fundamentado en cifras y datos objetivos que dividió a Michoacán en subre-giones geográficas. Los datos recabados se dividieron en los rubros poblacio-nal, histórico y administrativo. El clima michoacano continuó siendo uno de los criterios para caracterizar a la región y a sus subregiones. Dicho clima se ex-plicaba a partir de la posición terrestre del estado y “otras causas locales, [que hicieron] que su temperatura sea muy variada; pero puede considerarse, en ge-neral, dividida en dos grandes zonas: cálida en la parte Sur y templada hacia el Norte, a excepción de las serranías y puntos elevados” (Medal 1890: 112), que son de menor temperatura, pero ubicadas en pequeñas zonas con relación a la superficie total de la entidad. Si bien Medal dividió a la entidad en dos regio-nes climáticas no los asentó claramente en el “Cuadro…”.

Los rubros de los que dejó constancia don Antonio que permitieron contar con una mayor claridad de la conformación de la representación de la entidad política fueron los de las alturas barométricas de localidades como Morelia, 1 951 m; Zinapécuaro, 1 940 m; Zamora 1 625m; y Uruapan 2 028 m, entre otras (Medal 1890: 112). También dejó claras las alturas de las principales cumbres michoacanas, como el Pico de Tancítaro, altura 3 365 metros sobre el nivel del mar; Cerro de Quinceo, 3 324 msnm; el de San Andrés, 3 282 msnm; la Sierra de Coalcoman, 2 268 msnm; y el volcán de Jorullo, 1 299 msnm (Medal 1890: 112).

En cuanto a la necesidad de establecer con precisión las posiciones geo-gráficas de la entidad, Juan Medal (1890: 112) las incluyó en su “Cuadro…”, estableció a su capital en 19° 42´00” latitud Norte y 1° 45´10” longitud Oeste; Zitácuaro en 19° 24´ 00´´ latitud Norte y 1° 3´ 57´´ longitud Oeste; Uruapan en 19° 21´00´´ latitud Norte y 2° 37´16´´ longitud Oeste; Apatzingán en 18° 47´ 30´´ latitud Norte y 2° 57´57´´ longitud Oeste; entre otras localidades menores. Otro apartado es el de “Situación, Límites y Extensión” en el que ubica al estado de Michoacán en “la falda Occidental de la cordillera de Anáhuac, que compren-de hacia la parte Sur más de cuarenta leguas de litoral de las ardientes costas del mar Pacífico; entre los paralelos 18° 3´ y 20° 23´ de latitud Norte, y a los 0°

14 Antonio García Cubas (1832-1912). Geógrafo y político mexicano nacido en la ciudad de México. Realizó estudios en la Academia de Bellas Artes de San Carlos y en el Colegio de Minería. Destacó dentro de los círculos científicos por sus estudios geográficos, geodésicos y cartográficos.

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47´ y 4° 30´ de longitud Oeste del meridiano de México” (Medal 1890: 112). De la configuración física esgrimió una generalidad, pues sólo mencionó que el suelo michoacano era

extremadamente accidentado por las innumerables ramificaciones de montañas que le cruzan en todos sentidos, haciéndose notable la escarpada y fragosa cordillera de la Sierra Madre, que borda las costas del estado, y es la continuación de la gran cadena de los montes roqueños de los Estados Unidos. Las elevadas mesetas de las altiplanicies que constituyen sus fértiles valles, son notables por la diversidad de climas de que disfrutan, y por lo mismo, son susceptibles de producir todo género de vegetales, lo cual hace próspera la industria agrícola. (Medal 1890: 112)

Aunque no es detallada la geografía física michoacana, debido a la concep-ción del “Cuadro…”, hay una exposición más científica que las descripciones literarias anteriores, pues incluyó posiciones geográficas, medidas barométri-cas y un lenguaje propio de los estudios geográficos. Ubicar astronómicamente a las ciudades más importantes, las cimas más altas y de precisar la orografía propia de Michoacán permitieron tener con una imagen más precisa para el fu-turo desarrollo económico y social de la entidad.

De la hidrografía científica michoacana solamente se ocupó el “Cuadro…”, que de manera general, en el apartado “Ríos, Lagos, Cascadas y Manantiales térmicos” refirió que los ríos principales eran el Balsas, el Lerma y El Marqués. Del Balsas menciona que recorría la entidad en un trayecto de 164 leguas, “para desembocar en el mar Pacífico por la barra de Zacatula. A su paso por la línea limítrofe de Michoacán, [recibía] la afluencia de más de 225 vertientes, que [re-gaba] los distritos del Sur van a terminar en el cauce de este río” (Medal 1890: 112). En el apartado “Lagos” aparecieron los de Cuitzeo, Pátzcuaro, Chapa-la, en la parte que le toca al Estado, Zirahuen, Maruata, Huango, Tacáscuaro, Magdalena y Tocumbo. De las aguas termales sólo menciona a las que se en-cuentran cercanas a Zamora, Zinapécuaro, Zitácuaro, Puruándiro y La Huaca-na. (Medal 1890: 112)

Este breve apartado permitió conocer con mayor claridad los recursos hí-dricos potencialmente explotables en cuestiones económicas. Asimismo, aque-llos ríos y lagos que conferían características geográficas propias del occidente mexicano y que dieron cuenta más precisa de la representación territorial mi-choacana.

La botánica científica no tuvo gran desarrollo en cuanto a la riqueza de la flora michoacana, sino sólo a la explotación económica. Medal (1890: 112) in-cluyó un apartado de “Agricultura, Industria, Minería y Comercio” en el que expresó la necesidad de contar con datos exactos de la producción agrícola que constituía el principal ramo de industria en Michoacán, misma que se hallaba poco adelantada por la ausencia de “de leyes reglamentarias que la protejan y fomenten; la de centros de población, que consuman y exploten sus produc-tos; la de capital para el avío de los agricultores; y por el último el defectuoso y rutinario método para el cultivo y elaboración de sus productos”. El rendi-miento agrícola calculado por cultivo fue de: maíz, 1 280 620 fanegas; cebada, 68 750 fanegas; trigo 16 390 cargas; haba, 15 600 fanegas; garbanzo, 46 730 fa-negas, frijol, 34 144 fanegas; chile, 29 620 arrobas; algodón 32 000 arrobas; ta-baco, 7 000 arrobas, café, 3 000 arrobas; entre otros productos. Además indicó el movimiento anual de dichos productos que estimó en $10. 540, 601 (Medal 1890: 112). Don Juan aportó una imagen más clara y fundamentada en cifras

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que permitió conocer qué y cuánto se cultivaba, su valor comercial y qué se po-día implementar para ampliar la actividad agrícola con el fin de enriquecer a la sociedad michoacana.

De los estudios mineralógicos de corte científico sobre Michoacanas, el es-crito que mejor los representó fue “Descripción del Distrito de Minas de Tlalpu-jahua y de su constitución geológica” del minero alemán José Burkart15, incluido en el Boletín de 1869. El escrito inicia expresando que el tema del mismo fueron “las observaciones sobre los ramos de geología y minería que [realizó] duran-te una misión de más de nuevo años en algunos de los principales distritos de minas del país” (Burkart 1869: 83), en la década de 1820.

Burkart describió la geografía del mineral de Tlalpujahua, perteneciente al distrito de Maravatío. A dicha localidad la ubicó “a los 19° 47´3” Norte, y a los 0° 55´45” al Poniente de México, con una elevación de 7 978 pies de París sobre el nivel del mar. Distaba de Morelia cerca de 35 leguas, de Maravatío 9, y de México 32” (Burkart 1869: 83). Este minero llevó a cabo actividades de carác-ter científico, como mediciones sistemáticas de la temperatura y barométrica de Tlapujahua, registró los términos medios anuales en un cuadro, las medi-ciones las tomó en una plaza cercana a su casa durante los años de 1826 y 1827.

Además, refirió que en las vetas principales, como la de Borda y la de Co-ronas, los metales más abundantes eran oro nativo, plata nativa, plata sulfúrea, plata agria, rosicler oscuro, pirita sulfúrea, hierro y antimonio gris en cuarzo. De todos ellos, la plata nativa era la más copiosa, puesto que se hallaba “en casi todas las vetas de Tlalpujahua, encontrándose en hojillas delgadas o en masas capilares y filamentosas; así como diseminada en la guija; pero no se halla en bastante can-tidad que merezca dedicarse exclusivamente a ella” (Burkart 1869: 102). El autor incluyó un detallado “Plano Geológico del Distrito Mineral de Tlalpujahua” de 1828 que da una idea sintética de los estudios que publicó de manera amplia en su escrito y que fue el mejor de la zona hasta inicios del siglo xx.

Se publicaron tres artículos de estudios específicos de ciertos minerales de las regiones michoacanas. El primero es el del ingeniero Antonio del Castillo16, “Los criaderos de azufre de México y su explotación” en la revista La Naturale-za del año 1870. Del Castillo centró su estudio en la explotación de las riquezas azufrosas de Michoacán, pues consideraba que eran la tercera riqueza natural de la entidad. El criadero de mayor extensión y de mayor viabilidad económi-ca era el del poblado de Taximaroa, al sur de Maravatío, conocido como el azu-fral de Agua Fría. De dicho yacimiento se tenían escasas noticias antes de 1870. (Del Castillo 1870: 47)

El ingeniero consideró que el azufral era viable por varios años, pues su estudio había revelado que las capas explotadas eran “reemplazadas por las nuevas que se [formaban] por depósitos de las aguas que la [llenaban], y así [constituían] un criadero inagotable, siendo capaz de una extensa explotación” (Del Castillo 1870: 47). Como un argumento para sustentar la explotación del yacimiento, según estadísticas locales, desde Abril de 1860 hasta Abril de 1866, el consumo de azufre “de Taximaroa, [había] sido de 1 463 quintales, lo que [daba] para el anual 246,8 quintales. Pero la producción de este azufre [era] mucho mayor, y [comprendía] parte de los consumos de Morelia, Guanajuato

15 José Burkart (1798-1870?). Explorador y minero alemán nacido en Bonn. Radicó en México hacia 1824 en la región de Tlalpujahua, Michoacán. Publicó en Alemania y en México varios trabajos sobre minería y geognosia.

16 Antonio del Castillo (1820-1895). Destacado ingeniero de minas nacido en Pungarabato, Michoacán. Ocupó varios puestos dentro del gobierno mexicano como director de la Casa de Moneda y diputado federal. También fue profesor de la Escuela Nacional de Ingenieros y de la Escuela Práctica de Minas en Fresnillo, Zacatecas.

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y otras poblaciones, para la fabricación de minas [y la industria] de guerra”. (Del Castillo 1870: 47)

El juicio científico y experto de Antonio del Castillo daba cuenta de las ri-quezas naturales susceptibles de ser explotadas por capitalistas mexicanos o extranjeros, pues la inversión parecía altamente redituable por largos años. Además, su escrito, corroboraba de manera científica, una de las ideas tradi-cionales acerca de las inmensas riquezas mineralógicas michoacanas, como era el azufre, y ampliaba con datos científicos la representación naturalista de Mi-choacán. Asimismo, abría una posibilidad para investigar otros azufrales de las subregiones michoacanas con miras a ampliar el conocimiento científico y la explotación económica.

El segundo artículo, “Los criaderos de cobre de Michoacán” de José C. Haro publicado en La Naturaleza en 1884 tuvo como tema el estudio científico y el reconocimiento de los diferentes criaderos de cobre de la entidad lo que favo-reció la explotación comercial. Haro (1884: 51) señaló que “entre los metales comunes, el cobre [era], después del fierro, el más estimado de todos por sus numerosas aplicaciones en la industria, […] su precio en los mercados [era] re-lativamente alto”, y su extracción era segura en cuanto a la inversión de capital.

Don José Haro (1884: 52) refirió que la zona más rica en cobre era la serra-nía, “por doquiera se [encontraban] en los cerros crestones de los criaderos de cobre, y [facilitaban] muchísimo la investigación de ellos”. Las localidades que mencionó fueron Santa Clara del Cobre, Inguarán, Churumuco y Oropel. Haro no tuvo noticias de que hubiera más minas siendo explotadas, pero durante sus excursiones científicas en Michoacán tuvo la seguridad de que en muchos otros lugares se podrían emprender trabajos de reconocimiento para la explotación. Esta aseveración la fundamentó en “la infinidad de muestras que [le] fueron re-mitidas, y del examen que [él] mismo [hizo] en diferentes puntos” (Haro 1884: 53) de la entidad. El conocimiento mineralógico y geológico lo llevaron a espe-cular sobre la riqueza del cobre en más zonas de las ya conocidas para su estu-dio científico y para su vertiente industrial, de manera que también amplió la representación naturalista para la explotación económica.

Como en el caso de Del Castillo, José C. Haro (1884: 57) también enfati-zó la actividad económica de los criaderos hacia su explotación intensiva pues como expuso:

todos los criaderos de cobre de Michoacán [daban] frutos costeables casi desde la superficie, y que el capital que se [tenía] que invertir en su explotación [era] insig-nificante, se comprenderá lo ventajoso que sería para cualquier empresa la explota-ción en gran escala de uno o varios criaderos. Introduciendo muchas de las mejoras que en el laborío de minas se emplean actualmente, como la perforación mecáni-ca, el uso de la dinamita y de los motores más convenientes para la extracción y el desagüe, disminuiría el costo de la carga de metal extraído, y por consiguiente la utilidad sería mayor.

Igualmente fundamentó su llamado a los inversionistas mediante datos de la localidad, pues señaló que de la mina de Inguarán, según los datos que allí mismo recogió, la extracción “anual [variaba] entre 1200 y 1500 cargas de metal pepenado; pero [era] de advertir que la mina no se [trabajaba] constantemente, pues todos los trabajadores se [dedicaban] dos semanas en el mes a la limpia y pepena del metal extraído en las dos semanas anteriores” (Haro 1884: 54), lo que dificultaba intensificar la explotación.

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Otro artículo que analizó los recursos naturales michoacanos de manera científica, pero desde la terapéutica, fue el de Gustavo de Jesús Caballero17 ti-tulado “La región geisseriana al N. del Estado de Michoacán” publicado en las Memorias del año 1904. El tema de dicho estudio fue las manifestaciones solfa-táricas y geisserianas producidas por el vulcanismo activo en Michoacán que eran “frecuentes en toda su extensión: y [había] sitios donde estas manifesta-ciones [alcanzaban] tal desarrollo, que [demostraban] muy a las claras no ser muy remota la época en que los volcanes sufrieron su apagamiento”. (Caba-llero 1904: 203)

Caballero recorrió en diciembre de 1904 la zona septentrional colindante con el estado de Guanajuato de amplia actividad volcánica. Dicha zona estaba

cubierta por capas de formación volcánica más o menos espesas, recubiertas en su mayor parte por las tierras arables del Cuaternario. Las estratificaciones del Ter-ciario aparecen a veces a través de las capas traquíticas y basálticas, poniendo al descubierto tobas calizas, sus pizarras y sus yacimientos de lignita y arcilla. (Ca-ballero 1904: 203)

Don Gustavo mencionó las localidades recorridas como Taximaroa, Agos-titlán, Ozumatlán, Jaripeo, Puruándiro e Ixtlán de los Hervores. De entre todas las localidades fue en la sierra de Ozumatlán donde encontró una multitud de geisseres y fuentes termales de aguas minerales que expedían vapores azufro-sos cuyas aguas analizó químicamente. En el camino entre Puruándiro y Mo-relia se apreciaban “frecuentemente pequeños cráteres de caprichosas formas que indican la continuación de la formación volcánica” (Caballero 1904: 205). Localizó varios manantiales termales que abarcaban una zona de 500 metros de largo por 20 metros de ancho. El agua de éstos era clara, sin sabor, contenía en solución gas carbónico y trazas insignificantes de materias orgánicas, ade-más la proporción en volumen de dióxido de carbono. (Caballero 1904: 205-206)

Además del análisis de las aguas geisserianas y de las temperaturas de los diversos manantiales, Caballero (1904: 208) proporcionó un contexto geográfi-co de las localidades, en que la tierra era generalmente estéril con trechos am-plios impregnados de cloruro de sodio que forman “verdaderos criaderos de sal, como les llaman los de allí; estas tierras sometidas a un lavado producen alguna cantidad de sal bastante impura, pues contienen sobre todo algunos car-bonatos ácidos y sulfatos alcalinos”, pero que mediante ciertos procedimientos químicos sería factible explotar las salinas con fines comerciales.

Como ha señalado José Napoleón Guzmán (1983: 73), de 1870 a 1910 “la ac-tividad minera se desarrolló notablemente en Michoacán, destacándose princi-palmente los centros mineros de Tlalpujahua, Maravatío, Iguarán, Coalcomán y Taximaroa”. Justamente fueron estas zonas michoacanas de las cuales versaron los estudios científicos de Burkart, Del Castillo, Haro y Caballero, mismos que ampliaron la información sobre los recursos naturales de Michoacán a partir de estudios basados en los cánones científicos. Este sustento científico, mediante datos estadísticos y muestras mineralógicas, repercutió en la imagen del terri-torio michoacano, ya que se fueron ubicando yacimientos minerales nuevos en las diferentes subregiones que los albergaban.

17 Gustavo de Jesús Caballero (1867-1935). Nacido en La Habana, Cuba, ingresó al noviciado de la Compañía de Jesús en su tierra natal. Fue profesor en los colegios de San Simón en Michoacán y el de Saltillo.

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El porvenir y la identidad de MichoacánEn la mirada divulgativa sobre las subregiones michoacanas apareció con fre-cuencia la imagen de un porvenir fructífero para los habitantes de las diversas localidades. El mejor exponente de ello es “Descripción…” del mencionado Li-cenciado García Pérez (1863: 472), ya que expuso una idealización del porvenir de su terruño, pues la región michoacana sería grandiosa “cuando [sobrevi-niera] la paz general de la República y se [multiplicara] la población, aque-lla comarca [sería] el primer punto de riqueza agrícola y manufacturera” de la América hispana.

Continuando con sus buenos augurios, el autor piensa que los moradores de Uruapan debían “estar orgullosos de que la Providencia los [hubiera] colo-cado en ese paraíso que la humanidad explotará más tarde, y de donde toma-rán origen mil especulaciones hasta ahora desconocidas” (García Pérez 1863: 472). Finalizó diciendo que su descripción tuvo como objetivo “dar a conocer un país hermoso a todos aquellos hombres mexicanos o extranjeros emprende-dores y de capitales que quieran establecer sus industrias en esos lugares, en que la naturaleza está virgen, y en donde aún desconocidas especulaciones”, que rendirán a los empresarios cuantiosos beneficios. (García Pérez 1863: 477)

La perspectiva difusora fue menos idealista, pero no por ello dejó de con-fiar en que los estudios científicos sobre los recursos naturales y las caracterís-ticas geográficas de Michoacán traerían consigo el progreso social y material de la entidad. Ejemplo de ello fue la exhortación final de “Los criaderos…” al gobierno estatal para que fomentara “la minería del estado como hasta ahora lo [había] hecho, y muy especialmente el laborío de los criaderos de cobre, que [estaba] llamado a ser de los primeros de la República, y que no [dudaba en que] competiría con ventaja con la afamadas minas de Chile” (Haro 1884: 59). La conclusión de José C. Haro está inserta en la explotación mundial del cobre, puesto que los mercados europeos y el estadounidense demandaban el mine-ral para su desarrollo industrial y México, en particular Michoacán, podía ri-valizar con otros países productores que eran ya conocidos.

Los escritos geográficos brindaron los elementos necesarios para forjar una representación de Michoacán que tuviera cada vez menos “vacíos” con respec-to al clima, los ríos, las poblaciones, los caminos o las cordilleras. Igualmente, los artículos naturalistas proporcionaron los datos que hacían falta para la ela-boración de una representación que abarcara a los recursos naturales con los que contaba la entidad. Ambos elementos fueron la base para contar con una representación michoacana que la diferenciara de otras regiones vecinas, como Jalisco o Guanajuato, las que no contaba con sus riquezas minerales, sus cau-dalosos ríos o su peculiaridad volcánica. Sería esta diferenciación científica, la que unida con otros discursos artísticos, literarios, periodísticos y culturales, en general, iría definiendo la identidad michoacana que sería un claro referen-te cultural mexicano en el siglo xx.

Consideraciones finalesLos artículos que aparecieron en las revistas de las mencionadas sociedades científicas fueron herramientas políticas que tuvieron como origen la necesidad de conocer y estudiar la geografía y la historia natural de la región michoaca-na, mediante la determinación de los poblados y el estudio de la riqueza agra-ria, hídrica y mineral de las subregiones.

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Los artículos tendieron hacia un mayor rigor científico en el periodo 1860-1910. Los primeros artículos sobre Michoacán fueron en extremo generales y su lenguaje era más literario que científico, y por ello pudo llegar a un público mayor, lo que conformó una representación regional del territorio menos preci-sa. Ya en el siglo xx, los últimos artículos, respondieron a cuestiones de la cien-cia positiva cuyo tema de estudio fuera particular, por lo que no sólo interesó a menos personas, sino que muchos menos lectores tuvieron los conocimientos adecuados para comprenderlos en su totalidad. Los artículos difusores fueron más específicos en su tema que los divulgadores, lo que estuvo estrechamente ligado con el tipo de público al que estuvieron dirigidos y los proyectos políti-cos que sustentaron con la finalidad de explotar intensivamente a los recursos naturales como los de Michoacán.

Desde la consumación de la independencia mexicana en 1821 hasta el ini-cio de la revolución mexicana en 1910, existió la necesidad de reconocer el te-rritorio mexicano, de manera regional y nacional, en cuanto a su geografía, naturaleza, población, comunicaciones, alimentación, enfermedades, grupos étnicos, desarrollo económico, infraestructura material, entre otras cuestiones. Para ello era necesario contar con un buen número de profesionales de cada una de las áreas a estudiar que estuvieran vinculados entre sí y pudieran con-formar la representación de México que era necesaria. Varios fueron los inten-tos para lograrlo pero fueron las tres asociaciones científicas mencionadas las que pudieron llevar a buen término tal anhelo. Éstas estuvieron conformadas por individuos de varias regiones del país, que participaron de manera impor-tante en el estudio de sus localidades. Tanto los gobiernos nacionales como los estatales, y los vecinos de las diversas localidades tuvieron en mente la necesi-dad de los estudios científicos para propiciar el desarrollo social en todas sus vertientes, como fue el caso de Michoacán.

Asimismo, durante la década de 1860 los primeros autores en tratar el te-rritorio michoacano fueron amateurs mientras que para el periodo del Porfiria-to ya sólo publicaban los profesionales en las diferentes ciencias, como fueron la geografía y la historia natural. La perspectiva divulgativa no dejó de apare-cer en la prensa mexicana, solamente que su espacio ya no fue la revista cien-tífica, sino la literaria y la prensa que complementó la representación “exacta” basada en la ciencia positiva.

Los diferentes artículos revisados en el Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, La Naturaleza y las Memorias de la Sociedad Científica An-tonio Alzate son un reflejo del proceso de construcción de la representación te-rritorial de las regiones mexicanas, como Michoacán, que tuvieron como base los discursos divulgativo y difusor del conocimiento científico en el período 1860-1910. En este sentido, el contenido de las revistas científicas fue un actor político determinante dentro del proceso en que la sociedad mexicana conta-ra con una representación fidedigna y necesaria para llevar a cabo proyectos nacionales, tales como la colonización del territorio y el desarrollo económico.

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