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17 diciembre Domingo III del Adviento (Ciclo B) – 2017 Domingo ‘Gaudete’ (Flp 4,4-5) (cf. Directorio Homilético, nº 95) 1. TEXTOS LITÚRGICOS 1.a LECTURAS Desbordo de alegría en el Señor Lectura del libro de Isaías 61, 1-2a. 10-11 El espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. El me envió a llevar la buena noticia a los pobres, a vendar los corazones heridos, a proclamar la liberación a los cautivos y la libertad a los prisioneros, a proclamar un año de gracia del Señor. Yo desbordo de alegría en el Señor, mi alma se regocija en mi Dios. Porque él me vistió con las vestiduras de la salvación y me envolvió con el manto de la justicia, como un esposo que se ajusta la diadema y como una esposa que se adorna con sus joyas. Porque así como la tierra da sus brotes y un jardín hace germinar lo sembrado, así el Señor hará germinar la justicia y la alabanza ante todas las naciones. Palabra de Dios. SALMO Lc 1, 46-48. 49-50. 53-54 R. Mi alma se regocija en mi Dios. Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz. R.

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17 diciembre

Domingo III del Adviento

(Ciclo B) – 2017

Domingo ‘Gaudete’ (Flp 4,4-5)

(cf. Directorio Homilético, nº 95)

1. TEXTOS LITÚRGICOS

1.a LECTURAS

Desbordo de alegría en el Señor

Lectura del libro de Isaías 61, 1-2a. 10-11

El espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. El me envió a llevar la buena noticia a los

pobres, a vendar los corazones heridos, a proclamar la liberación a los cautivos y la libertad a los prisioneros, a

proclamar un año de gracia del Señor.

Yo desbordo de alegría en el Señor, mi alma se regocija en mi Dios. Porque él me vistió con las vestiduras de

la salvación y me envolvió con el manto de la justicia, como un esposo que se ajusta la diadema y como una

esposa que se adorna con sus joyas.

Porque así como la tierra da sus brotes y un jardín hace germinar lo sembrado, así el Señor hará germinar la

justicia y la alabanza ante todas las naciones.

Palabra de Dios.

SALMO Lc 1, 46-48. 49-50. 53-54

R. Mi alma se regocija en mi Dios.

Mi alma canta la grandeza del Señor,

y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,

porque el miró con bondad la pequeñez de su servidora.

En adelante todas las generaciones me llamarán feliz. R.

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Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:

su Nombre es santo!

Su misericordia se extiende de generación en generación

sobre aquellos que lo temen. R.

Colmó de bienes a los hambrientos

y despidió a los ricos con las manos vacías.

Socorrió a Israel, su servidor,

acordándose de su misericordia. R.

Conserven irreprochables en todo vuestro ser,

hasta la venida del Señor

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica 5, 16-24

Hermanos:

Estén siempre alegres. Oren sin cesar. Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos

ustedes, en Cristo Jesús. No extingan la acción del Espíritu; no desprecien las profecías; examínenlo todo y

quédense con lo bueno. Cuídense del mal en todas sus formas.

Que el Dios de la paz los santifique plenamente, para que ustedes se conserven irreprochables en todo su ser -

espíritu, alma y cuerpo- hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo. El que los llama es fiel, y así lo hará.

Palabra de Dios.

ALELUIA Is 61, 1

Aleluia.

El espíritu del Señor está sobre mí;

él me envió a llevar la buena noticia a los pobres.

Aleluia.

EVANGELIO

En medio de ustedes hay alguien a quien no conocen

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 1, 6-8. 19-28

Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz,

para que todos creyeran por medio de él. El no era la luz, sino el testigo de la luz.

Este es el testimonio que dio Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para

preguntarle: «¿Quién eres tú?» El confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: «Yo no soy el Mesías.»

«¿Quién eres, entonces?», le preguntaron: «¿Eres Elías?» Juan dijo: «No.»

«¿Eres el Profeta?» «Tampoco», respondió.

Ellos insistieron: «¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices

de ti mismo?»

Y él les dijo: «Yo soy una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor, como dijo el profeta

Isaías.»

Algunos de los enviados eran fariseos, y volvieron a preguntarle: «¿Por qué bautizas, entonces, si tú no eres

el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?»

Juan respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen: él

viene después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia.»

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Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba.

Palabra del Señor.

1.b GUION PARA LA MISA

Domingo III de Adviento – 17 de diciembre 2017- Ciclo B

(Gaudete)

Entrada: Celebramos hoy el tercer domingo de Adviento. Dentro de una semana llegará el Salvador. Este domingo se

llama ‘Gaudete’, que significa ‘¡Alégrense!’. Esta alegría por la venida de Jesús en la Navidad debe

manifestarse en una participación activa en esta Santa Misa, que es el sacrificio de Cristo.

Liturgia de la Palabra

Primera Lectura: Isaías 61, 1- 2ª. 10- 11

El Mesías esperado es el evangelizador de los pobres y el consolador de los afligidos; Él viene para hacer

germinar la justicia y la alabanza.

Salmo Responsorial: Lucas 1, 46- 50. 53- 54

Segunda Lectura: 1 Tesalonicenses 5, 16- 24

Hasta la venida del Señor, es necesario que nos conservemos irreprochables en todo nuestro ser, orando sin

cesar en un espíritu de acción de gracias.

Evangelio: Juan 1, 6- 8, 19- 28

Juan Bautista es testigo de la luz y su misión consiste en allanar el camino del Señor, según lo habían anunciado

las profecías.

Preces

Hermanos, oremos por nuestras necesidades al Padre, que en Jesucristo cumplió las amorosas

y fieles promesas hechas a David.

A cada intención respondemos cantando:...........

Por la fortaleza y consuelo del Santo Padre en la difícil tarea de gobernar la Iglesia y por la santidad de todos los

obispos y sacerdotes para que sean unánimes en la proclamación y el testimonio de Cristo, el Hijo de Dios.

Oremos.

Por todos los que buscan a Dios con sincero corazón pero viven atrapados aún por las redes y cadenas del vicio

y del pecado, para que sean dóciles a la gracia que Cristo viene a traerles para su paz y eterna salvación.

Oremos.

Por todos los cristianos que no podrán celebrar la próxima Navidad en paz, a causa del terrorismo, de la

violencia, de la guerra. Haz, Señor, que a pesar de los conflictos humanos, tu paz y tu gracia los consuele

interiormente para seguir testimoniando el amor de Cristo. Oremos.

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Por todos nosotros aquí reunidos en torno al altar, para que recordemos siempre en nuestras oraciones y

sacrificios a los que se encomiendan a nuestro cuidado y apostolado. Oremos.

Padre, muéstranos tu misericordia y danos lo que con fe te pedimos. Por Jesucristo nuestro

Señor. Amén.

Liturgia Eucarística

Ofertorio

Presentamos al Señor:

Alimentos, y junto con ellos el deseo sincero de que todos los pobres sean socorridos en sus necesidades;

El pan y el vino, dones que recibimos de tu generosidad para que se transformen en la Víctima divina, Jesucristo

Nuestro Señor.

Comunión:

Cristo nos visita en cada Comunión, se hace nuestro huésped. Él es el ‘Dios con nosotros’ que condesciende con

nuestra debilidad y se anticipa a su venida definitiva.

Salida: Al terminar esta Santa Misa y al salir al mundo, recordemos las palabras del profeta Isaías: ‘Enderecen las

sendas’, es decir, tengamos un recto obrar moral para recibir adecuadamente a Cristo en la Navidad.

(Gentileza del Monasterio “Santa Teresa de los Andes” (SSVM) _ San Rafael _ Argentina)

Directorio Homilético

El Directorio Homilético considera como una unidad a los Domingos II y III de Adviento. Por eso, en

primer lugar, presentaremos lo que dicho Directorio dice acerca de estos domingos. Este texto ya fue presentado

el domingo pasado, pero es necesario volver a leerlo ahora para aplicarlo al Domingo III de Adviento.

En segundo lugar, presentaremos los números del Catecismo de la Iglesia Católica que el Directorio

Homilético sugiere para la preparación de la homilía.

I

B. II y III domingo de Adviento

87. En los tres ciclos, los textos evangélicos del II y III domingo de Adviento, están dominados por la figura de

san Juan Bautista. No sólo, el Bautista es, también con frecuencia, el protagonista de los pasajes evangélicos del

Leccionario ferial en las semanas que siguen a estos domingos. Además, todos los pasajes evangélicos de los

días 19, 21, 23 y 24 de diciembre atienden a los acontecimientos que circundan el nacimiento de Juan. Por

último, la celebración del Bautismo de Jesús por mano de Juan cierra todo el ciclo de la Navidad. Todo lo que

aquí se dice tiene como finalidad ayudar al homileta en todas las ocasiones en las que el texto bíblico evidencia

la figura de Juan Bautista.

88. Orígenes, teólogo maestro del siglo III, ha constatado un esquema que expresa un gran misterio:

independientemente del tiempo de su Venida, Jesús ha sido precedido, en aquella Venida, por Juan Bautista

(Homilía sobre Lucas, IV, 6). De suyo, ha sucedido que desde el seno materno, Juan saltó para anunciar la

presencia del Señor. En el desierto, junto al Jordán, la predicación de Juan anunció a Aquél que tenía que venir

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después de él. Cuando lo bautizó en el Jordán, los cielos se abrieron, el Espíritu Santo descendió sobre Jesús en

forma visible y una voz desde el cielo lo proclamaba el Hijo amado del Padre. La muerte de Juan fue

interpretada por Jesús como la señal para dirigirse resolutivamente hacia Jerusalén, donde sabía que le esperaba

la muerte. Juan es el último y el más grande de todos los profetas; tras él, llega y actúa para nuestra salvación

Aquél que fue preanunciado por todos los profetas.

89. El Verbo divino, que en un tiempo se hizo carne en Palestina, llega a todas las generaciones de creyentes

cristianos. Juan precedió la venida de Jesús en la historia y también precede su venida entre nosotros. En la

comunión de los santos, Juan está presente en nuestras asambleas de estos días, nos anuncia al que está por

venir y nos exhorta al arrepentimiento. Por esto, todos los días en Laudes, la Iglesia recita el Cántico que

Zacarías, el padre de Juan, entonó en su nacimiento: «Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás

delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados» (Lc

1,76-77)

90. El homileta debería asegurarse que el pueblo cristiano, como componente de la preparación a la doble

venida del Señor, escuche las invitaciones constantes de Juan al arrepentimiento, manifestadas de modo

particular en los Evangelios del II y III domingo de Adviento. Pero no oímos la voz de Juan sólo en los pasajes

del Evangelio; las voces de todos los profetas de Israel se concentran en la suya. «Él es Elías, el que tenía que

venir, con tal que queráis admitirlo» (Mt 11,14). Se podría también decir, al respecto de todas las primeras

lecturas en los ciclos de estos domingos, que él es Isaías, Baruc y Sofonías. Todos los oráculos proféticos

proclamados en la asamblea litúrgica de este tiempo son para la Iglesia un eco de la voz de Juan que prepara,

aquí y ahora, el camino al Señor. Estamos preparados para la Venida del Hijo del Hombre en la gloria y

majestad del último día. Estamos preparados para la Fiesta de la Navidad de este año.

91. Por ejemplo, cada asamblea en la que vienen proclamadas las Escrituras es la «Jerusalén» del texto del

profeta Baruc (II domingo C): «Jerusalén, despójate de tu vestido de luto y aflicción y viste las galas perpetuas

de la gloria que Dios te da». Este es un profeta que nos invita a una preparación precisa y nos llama a la

conversión: «Envuélvete en el manto de la justicia de Dios y ponte a la cabeza la diadema de la gloria

perpetua». En la Iglesia vivirá el Verbo hecho carne, por esta razón a ella van dirigidas las palabras: «Ponte en

pie Jerusalén, sube a la altura, mira hacia Oriente y contempla a tus hijos, reunidos de Oriente a Occidente, a la

voz del Espíritu, gozosos, porque Dios se acuerda de ti».

92. En estos domingos se leen diversas profecías mesiánicas clásicas de Isaías. «Brotará un renuevo del tronco

de Jesé, un vástago florecerá de su raíz» (Is 11,1; II domingo A). El anuncio se cumple en el Nacimiento de

Jesús. Otro año: «Una voz grita: “En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada

para nuestro Dios”» (Is 40,3; II domingo B). Los cuatro evangelistas reconocen el cumplimiento de estas

palabras en la predicación de Juan en el desierto. En el mismo Isaías se lee: «Se revelará la gloria del Señor, y la

verán todos juntos – ha hablado la boca del Señor –» (Is 40,5). Esto se dice del último día. Esto se dice de la

Fiesta de Navidad.

93. Es impresionante cómo en las diversas ocasiones en las que Juan Bautista aparece en el Evangelio se repite

con frecuencia el núcleo de su mensaje sobre Jesús: «Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con

Espíritu Santo» (Mc 1,8; II domingo B). El Bautismo de Jesús en el Espíritu Santo es la conexión directa entre

los textos a los que nos hemos referido hasta ahora y el centro hacia el que este Directorio atrae la atención, es

decir, el Misterio Pascual, que se ha cumplido en Pentecostés con la venida del Espíritu Santo sobre todos los

que creen en Cristo. El Misterio Pascual viene preparado por la Venida del Hijo Unigénito engendrado en la

carne y sus infinitas riquezas serán posteriormente desveladas en el último día. Del niño nacido en un establo y

del que vendrá sobre las nubes, Isaías dice: «Sobre él se posará el espíritu del Señor» (Is 52 11,2; II domingo

A); y también, recurriendo a las palabras que el mismo Jesús declarará cumplidas en sí mismo: «El espíritu del

Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren»

(Is 61,1; III domingo B. Cf. Lc 4,16-21).

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94. El Leccionario del tiempo de Adviento es, de hecho, un conjunto de textos del Antiguo Testamento que

convencen y que, de modo misterioso, encuentran su cumplimiento en la Venida del Hijo de Dios en la carne.

Como siempre, el homileta puede recurrir a la poesía de los profetas para describir a los cristianos aquellos

misterios en los que ellos mismos son introducidos a través de las Celebraciones Litúrgicas. Cristo viene

continuamente y las dimensiones de su venida son múltiples. Ha venido. Volverá de nuevo en gloria. Viene en

Navidad. Viene ya ahora, en cada Eucaristía celebrada a lo largo del Adviento. A todas estas dimensiones se les

puede aplicar la fuerza poética de los profetas: «Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite, viene en persona,

resarcirá y os salvará» (Is 35,4; III domingo A). «No temas Sión, no desfallezcan tus manos. El Señor tu Dios,

en medio de ti, es un guerrero que salva» (Sof 3,16-17; III domingo C). «Consolad, consolad a mi pueblo, dice

vuestro Dios; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle: que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen»

(Is 40,1-2; II domingo B).

95. No sorprende, entonces, que el espíritu de espera ansiosa crezca durante las semanas de Adviento; que en el

III domingo, los celebrantes se endosan vestiduras de un gozoso rosa claro, y que este domingo toma el nombre

de los primeros versos de la antífona de entrada que, desde hace siglos, se canta en este día, con las palabras

extraídas de la carta de san Pablo a los Filipenses: «Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito: estad

alegres. El Señor está cerca».

(CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio Homilético,

Ciudad del Vaticano, 2014, nº 87 – 95)

II

Tercer domingo de Adviento

CEC 30, 163, 301, 736, 1829, 1832, 2015, 2362: el gozo

CEC 713-714: las características del Mesías esperado

CEC 218-219: el amor de Dios por Israel

CEC 772, 796: la Iglesia, esposa de Cristo

30 "Se alegre el corazón de los que buscan a Dios" (Sal 105,3). Si el hombre puede olvidar o rechazar a

Dios, Dios no cesa de llamar a todo hombre a buscarle para que viva y encuentre la dicha. Pero esta

búsqueda exige del hombre todo el esfuerzo de su inteligencia, la rectitud de su voluntad, "un corazón

recto", y también el testimonio de otros que le enseñen a buscar a Dios.

Tú eres grande, Señor, y muy digno de alabanza: grande es tu poder, y tu sabiduría no tiene medida. Y el hombre, pequeña

parte de tu creación, pretende alabarte, precisamente el hombre que, revestido de su condición mortal, lleva en sí el testimonio

de su pecado y el testimonio de que tú resistes a los soberbios. A pesar de todo, el hombre, pequeña parte de tu creación, quiere

alabarte. Tú mismo le incitas a ello, haciendo que encuentre sus delicias en tu alabanza, porque nos has hecho para ti y nuestro

corazón está inquieto mientras no descansa en ti (S. Agustín, conf. 1,1,1).

163 La fe nos hace gustar de antemano el gozo y la luz de la visión beatífica, fin de nuestro caminar aquí

abajo. Entonces veremos a Dios "cara a cara" (1 Cor 13,12), "tal cual es" (1 Jn 3,2). La fe es pues ya el

comienzo de la vida eterna:

Mientras que ahora contemplamos las bendiciones de la fe como el reflejo en un espejo, es como si poseyéramos ya las cosas

maravillosas de que nuestra fe nos asegura que gozaremos un día ( S. Basilio, Spir. 15,36; cf. S. Tomás de A., s.th. 2-2,4,1).

Dios mantiene y conduce la creación

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301 Realizada la creación, Dios no abandona su criatura a ella misma. No sólo le da el ser y el existir, sino que

la mantiene a cada instante en el ser, le da el obrar y la lleva a su término. Reconocer esta dependencia

completa con respecto al Creador es fuente de sabiduría y de libertad, de gozo y de confianza:

Amas a todos los seres y nada de lo que hiciste aborreces pues, si algo odiases, no lo hubieras creado. Y ¿cómo

podría subsistir cosa que no hubieses querido? ¿Cómo se conservaría si no la hubieses llamado? Mas tú

todo lo perdonas porque todo es tuyo, Señor que amas la vida (Sb 11, 24-26).

736 Gracias a este poder del Espíritu Santo los hijos de Dios pueden dar fruto. El que nos ha injertado en la

Vid verdadera hará que demos "el fruto del Espíritu que es caridad, alegría, paz, paciencia, afabilidad,

bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza"(Ga 5, 22-23). "El Espíritu es nuestra Vida": cuanto más

renunciamos a nosotros mismos (cf. Mt 16, 24-26), más "obramos también según el Espíritu" (Ga 5, 25):

Por la comunión con él, el Espíritu Santo nos hace espirituales, nos restablece en el Paraíso, nos lleva al

Reino de los cielos y a la adopción filial, nos da la confianza de llamar a Dios Padre y de participar en la

gracia de Cristo, de ser llamado hijo de la luz y de tener parte en la gloria eterna (San Basilio, Spir.

15,36).

1829 La caridad tiene por frutos el gozo, la paz y la misericordia. Exige la práctica del bien y la corrección

fraterna; es benevolencia; suscita la reciprocidad; es siempre desinteresada y generosa; es amistad y

comunión:

La culminación de todas nuestras obras es el amor. Ese es el fin; para conseguirlo, corremos; haci a él

corremos; una vez llegados, en él reposamos (S. Agustín, ep. Jo. 10,4).

1832 Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la

gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce: "caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad,

bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad" (Gál 5,22-23, vulg.).

2015 El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual (cf 2

Tm 4). El progreso espiritual implica la ascesis y la mortificación que conducen gradualmente a vivir en

la paz y el gozo de las bienaventuranzas:

El que asciende no cesa nunca de ir de comienzo en comienzo mediante comienzos que no tienen fin.

Jamás el que asciende deja de desear lo que ya conoce (S. Gregorio de Nisa, hom. in Cant. 8).

2362 "Los actos con los que los esposos se unen íntima y castamente entre sí son honestos y dignos, y,

realizados de modo verdaderamente humano, significan y fomentan la recíproca donación, con la que se

enriquecen mutuamente con alegría y gratitud" (GS 49,2). La sexualidad es fuente de alegría y de placer:

El Creador...estableció que en esta función (de generación) los esposos experimentasen un placer y una

satisfacción del cuerpo y del espíritu. Por tanto, los esposos no hacen nada malo procurando este placer y

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gozando de él. Aceptan lo que el Creador les ha destinado. Sin embargo, los esposos deben saber

mantenerse en los límites de una justa moderación (Pío XII, discurso 29 Octubre 1951).

713 Los rasgos del Mesías se revelan sobre todo en los Cantos del Siervo (cf. Is 42, 1-9; cf. Mt 12, 18-21; Jn

1, 32-34; después Is 49, 1-6; cf. Mt 3, 17; Lc 2, 32, y en fin Is 50, 4-10 y 52, 13-53, 12). Estos cantos

anuncian el sentido de la Pasión de Jesús, e indican así cómo enviará el Espíritu Santo para vivificar a la

multitud: no desde fuera, sino desposándose con nuestra "condición de esclavos" (Flp 2, 7). Tomando

sobre sí nuestra muerte, puede comunicarnos su propio Espíritu de vida.

714 Por eso Cristo inaugura el anuncio de la Buena Nueva haciendo suyo este pasaje de Isaías (Lc 4, 18-19;

cf. Is 61, 1-2):

El Espíritu del Señor está sobre mí,

porque me ha ungido.

Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva,

a proclamar la liberación a los cautivos

y la vista a los ciegos,

para dar la libertad a los oprimidos

y proclamar un año de gracia del Señor.

Dios es Amor

143A lo largo de su historia, Israel pudo descubrir que Dios sólo tenía una razón para revelársele y escogerlo

entre todos los pueblos como pueblo suyo: su amor gratuito (cf. Dt 4,37; 7,8; 10,15). E Israel comprendió,

gracias a sus profetas, que también por amor Dios no cesó de salvarlo (cf. Is 43,1-7) y de perdonarle su

infidelidad y sus pecados (cf. Os 2).

El amor de Dios a Israel es comparado al amor de un padre a su hijo (Os 11,1). Este amor es más fuerte que el

amor de una madre a sus hijos (cf. Is 49,14-15). Dios ama a su Pueblo más que un esposo a su amada (Is 62,4-

5); este amor vencerá incluso las peores infidelidades (cf. Ez 16; Os 11); llegará hasta el don más precioso:

"Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único" (Jn 3,16).

La Iglesia, Misterio de la unión de los hombres con Dios

772 En la Iglesia es donde Cristo realiza y revela su propio misterio como la finalidad de designio de Dios:

"recapitular todo en El" (Ef 1, 10). San Pablo llama "gran misterio" (Ef 5, 32) al desposorio de Cristo y de la

Iglesia. Porque la Iglesia se une a Cristo como a su esposo (cf. Ef 5, 25-27), por eso se convierte a su vez en

Misterio (cf. Ef 3, 9-11). Contemplando en ella el Misterio, San Pablo escribe: el misterio "es Cristo en

vosotros, la esperanza de la gloria" (Col 1, 27)

La Iglesia es la Esposa de Cristo

796 La unidad de Cristo y de la Iglesia, Cabeza y miembros del Cuerpo, implica también la distinción de

ambos en una relación personal. Este aspecto es expresado con frecuencia mediante la imagen del Esposo

y de la Esposa. El tema de Cristo esposo de la Iglesia fue preparado por los profetas y anunciado por Juan

Bautista (cf. Jn 3, 29). El Señor se designó a sí mismo como "el Esposo" (Mc 2, 19; cf. Mt 22, 1-14; 25, 1-

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13). El apóstol presenta a la Iglesia y a cada fiel, miembro de su Cuerpo, como una Esposa "desposada"

con Cristo Señor para "no ser con él más que un solo Espíritu" (cf. 1 Co 6,15-17; 2 Co 11,2). Ella es la

Esposa inmaculada del Cordero inmaculado (cf. Ap 22,17; Ef 1,4; 5,27), a la que Cristo "amó y por la que

se entregó a fin de santificarla" (Ef 5,26), la que él se asoció mediante una Alianza eterna y de la que no

cesa de cuidar como de su propio Cuerpo (cf. Ef 5,29):

He ahí el Cristo total, cabeza y cuerpo, un solo formado de muchos ... Sea la cabeza la que hable, sean

los miembros, es Cristo el que habla. Habla en el papel de cabeza ["ex persona capitis"] o en el de cuerpo ["ex

persona corporis"]. Según lo que está escrito: "Y los dos se harán una sola carne. Gran misterio es éste, lo digo

respecto a Cristo y la Iglesia."(Ef 5,31-32) Y el Señor mismo en el evangelio dice: "De manera que ya no son

dos sino una sola carne" (Mt 19,6). Como lo habéis visto bien, hay en efecto dos personas diferentes y, no

obstante, no forman más que una en el abrazo conyugal ... Como cabeza él se llama "esposo" y como cuerpo

"esposa" (San Agustín, psalm. 74, 4:PL 36, 948-949).

2. EXÉGESIS

Manuel de Tuya

El testimonio del Bautista

“Este es el testimonio de Juan.” Estas palabras introductorias podrían ser una alusión literaria a la misión del

Bautista, que se dijo en el “prólogo” que era la de dar “testimonio” de Cristo (Jua_1:6-8), aunque allí nada se

dijo de la forma histórica en que el Bautista cumplió ese “testimonio.” Supone los sinópticos conocidos o el

kérigna.

El momento en que el Bautista hace su aparición en el valle del Jordán, predicando la “proximidad del

reino de Dios” y orientando hacia él los espíritus y preparándoles con un “bautismo” que era símbolo de la

renovación total, era un momento en Israel de máxima expectación mesiánica. Tal es la razón de ser de

Qumrán.

La figura y predicación de Juan el Bautista era lo que más contribuía a crear esta psicología mesiánica en

las multitudes. Los evangelios sinópticos hablan ampliamente de la persona ascética del Bautista: se presenta

con una vestidura austera, que evocaba la vestidura de viejos profetas de Israel (2Re_1:8; cf. Zac_13:4), y con

ausencia de ellos después de tantos siglos, y con gran austeridad en su vida (Mat_3:4; Mar_1:6), y su escenario

era el “desierto” de Judá (Mat_3:1), de donde, conforme al ambiente de entonces, se esperaba saldría el Mesías;

a eso obedecía que los pseudomesías llevaban a sus partidarios allí 44.

La manifestación del Bautista en la región del Jordán, en aquel ambiente de expectación mesiánica, y

anunciando que “llegó el reino de Dios” (Mat_3:2), produjo una conmoción fortí-sima en Israel. Los sinópticos

la relatan expresamente (cf. Lc 3-5; Mat_1:5-6; Mat_3:7). El historiador judío Flavio Josefo se hace eco de esta

actividad del Bautista, de su “bautismo” y del movimiento creado en torno a él 45.

Ante esta fuerte conmoción religioso-mesiánica, es cuando el evangelista recoge la misión que le

enviaron “desde Jerusalén los judíos.” ¿Quiénes son estos judíos?

En el cuarto evangelio, “los judíos” tienen varias acepciones.

1) El pueblo judío en general (Jua_2:6.13; Jua_4:9; Jua_5:1, etc.). - En este sentido, los judíos no son

hostiles a Cristo, sino que incluso, cuando pueden obrar libremente, le son favorables y le tienen por una

persona excelente (Jua_10:19), están dispuestos a reconocerle por Mesías (Jua_7:41), y muchos creen en El

(Jua_12:11; Jua_8:31).

2) Una fracción determinada del pueblo, que forma casta aparte (Jua_7:11-13). - A los judíos,

considerados así, se les presenta también con caracteres más determinados:

Se levantan contra las pretensiones de Cristo al purificar el templo (Jua_2:17-18). Se escandalizan de

que cure en sábado, y por ello le persiguen con odio (Jua_5:16). A pesar de los milagros que hace no los

aceptan, y cierran los ojos a la luz y no le quieren reconocer por Mesías (Jua_10:24-25). Son los que le quieren

hacer morir porque Cristo se hace igual a Dios (Jua_5:18; Jua_8:59; Jua_10:31; Jua_11:8).

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3) Se los presenta también como gentes de Jerusalén. - Cristo tiene que permanecer en Galilea, pues no

puede moverse en Judea, porque los judíos de aquí quieren matarle (Jua_7:1); lo mismo que unas semanas antes

de la pasión tiene, por los mismos motivos, que retirase a Efraím, cerca del desierto (Jua_11:54).

Estos “judíos” aparecen revestidos de una autoridad religiosa especial (Jua_9:22); su presencia inspira

temor al pueblo (Jua_7:13; Jua_9:22; Jua_19:38; Jua_20:19).

4) Son los jefes del pueblo: sacerdotes y fariseos. - Es fácil identificarlos en los relatos de la pasión.

Abiertamente se habla de los que toman la iniciativa, que son los grandes sacerdotes y fariseos. En su calidad de

autoridades, envían la guardia para detener a Cristo (Jua_18:3.12; cf. 7:32); se reúnen en consejo bajo la

presidencia de Caifas (Jua_18:14; Jua_11:47ss), y deciden oficialmente la muerte de Cristo, e intrigan con

Pilato para que le crucifique (Jua_18:28-32; Jua_19:12-16; cf. Mar_15:3).

Probablemente aquí son, especialmente, designados los “fariseos,” ya que ellos son los que, como se ve

a través de los evangelios, tienen la iniciativa y parte más dinámica en estos pasos para condenar a Cristo

(Jua_7:32.45-47; Jua_9:13-22). Además se ve que, en las controversias sobre el sábado (Jua_5:10-18) y con

motivo de pedirle un signo (Jua_2:18-20), los “judíos” hostiles del cuarto evangelio juegan el mismo papel que

los escribas y fariseos de los sinópticos.

Se puede, pues, decir que, en el cuarto evangelio, el término “judíos” designa el conjunto de la clase

dirigente; sin embargo, en la primera parte (Jn 1:19-12:50) se trata especialmente de fariseos, mientras que ellos

se esfuman detrás de los grandes sacerdotes en los relatos de la pasión.

¿Qué sentido, pues, es preciso dar a la palabra “judíos” en Jua_1:19 ? “Se podría decir con bastante

verosimilitud: los ”judíos” que enviaron a Juan Bautista una delegación de sacerdotes y levitas, son las

autoridades religiosas de Jerusalén, los grandes sacerdotes, excitados y movidos por los fariseos.” 46

La presencia de los “sacerdotes” está justificada por su autoridad oficial. La Mishna dice que compete

exclusivamente a los 71 miembros del sanedrín investigar y conocer lo que se refiere, entre otras cosas, a un

“pseudoproíeta.” 47

El que extraña más es el porqué se incluyen en esta delegación oficial a los “levitas,” ya que éstos no

eran miembros del Sanedrín.

Los levitas eran especialistas en los actos cultuales, eran los liturgistas o “ritualistas” del culto. Y el

Bautista se caracterizaba por un especial bautismo, de tipo desconocido en Israel, y del que esta delegación le

pedirá ex professo cuenta (v.25).”La delegación está formada por especialistas en materia de purificación

cultual.” 48

El diálogo de este interrogatorio, tal como lo relata el evangelista, es esquemático, pero preciso, y acusa

la austeridad, y diríase sagacidad, del Bautista.

“¿Tú quién eres?” Naturalmente, lo que les interesa no es su genealogía, sino su misión. La respuesta del

Bautista es clara y terminante, como lo serán las respuestas a otras preguntas.

No es el Mesías. - “Yo no soy el Mesías.” Acaso hubo preguntas más explícitas sobre este punto. Pero,

en todo caso, el Bautista responde al ambiente de expectación que había sobre su posible mesianismo. Lc dice, a

propósito de la acción y conmoción que produce la presencia del Bautista, que se hallaba “el pueblo en

expectación, y pensando todos en sus corazones acerca de Juan si seria él el Mesías” (Luc_3:15; cf.

Hec_13:25).

Las Recognitiones Clementis (I 60) dicen que el Bautista era considerado por sus discípulos como el

Mesías.

No es improbable que el evangelista, al transmitir en esta forma tan rotunda la respuesta del Bautista,

refleje una intención polémica contra ciertas sectas bautistas que tenían al Bautista por el Mesías o por un

personaje tal que su bautismo era necesario (Hec_19:1-7) 49.

No es Elias. - Descartado que fuese el Mesías, su aspecto y conducta, anunciando la proximidad de la

venida del reino, hizo pensar, en aquellos días de expectación mesiánica, que él, vestido como un viejo profeta

(Mat_3:4; cf. 2Re_1:8; Zac_13:4), pudiera ser el “precursor” del Mesías, el cual, según las creencias rabínicas,

sería el profeta Elias.

Los rabinos habían ido estableciendo las diversas funciones que ejercería Elias en su venida

“precursora.” Vendría a reprochar a Israel sus infidelidades, para que se convierta 50; vendría a resolver

cuestiones difíciles, que aún no estaban zanjadas 51; tendría una misión cultual: restituiría al templo el vaso del

maná, la redoma del agua de la purificación, la vara de Aarón, y traería la ampolla con el aceite de la unción

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mesiánica 52. Y según una tradición judía, recogida por San Justino, Elías anunciaría la venida del Mesías, le

daría la consagración real y le presentaría al pueblo 53. Tal era el ambiente que sobre la función “precursora”

de Elías había en el Israel contemporáneo de Cristo, como reflejan estos escritos 54.

El retorno premesiánico de Elías no tenía valor real, sino simbólico. Jesucristo mismo hizo ver que esta

función de Elías “precursor” la había cumplido el Bautista (Mat_17:10-13; Mar_9:11-13).

Por otra parte, dado el grado de suficiencia y petulancia farisaicas, sería difícil saber el grado de

sinceridad que hubo en este interrogatorio. Las respuestas secas del diálogo, ¿serán simple resumen

esquemático, acusándose literariamente el intento polémico del Evangelista, o reflejarán el desagrado del

Bautista ante el interrogatorio y tono exigente y escéptico de aquella misión farisaica jerosolimitana?

No es el Profeta. - De no ser ninguno de estos personajes mesiánicos, no cabría más que preguntar, ante

aquella figura y conducta del Bautista, si era un profeta, cuya investigación es uno de los puntos de competencia

explícitamente citados en la legislación sobre el Sanedrín 55. ¡Hacía tanto tiempo que la voz del profetismo

había cesado en Israel! ¡Unos cinco siglos!

Pero el problema está en que aquí le preguntan si él es “el Profeta,” en singular y con artículo,

determinándolo de modo preciso. El pasaje en el que se fundan es el Deuteronomio (Mar_18:18-19), pero en él

el “profeta” tiene sentido colectivo: la serie de profetas sucesores de Moisés.

Los rabinos no parece que hayan interpretado este pasaje de ningún profeta insigne en concreto 56. “Los

judíos lo entendían confuso modo, sea del Mesías (Jua_6:14), sea de alguno de entre los grandes personajes de

Israel (Jua_7:40): Samuel, Isaías, Jeremías.” 57 Y hasta se pensó que pudiera referirse al mismo Moisés, pues se

tenía la creencia popular de que no había muerto, sino que había sido arrebatado corporalmente al cielo 57. En

los primeros días de la Iglesia, la profecía se aplicó a Cristo (Hec_3:22; Hec_7:37). Pero Jn, exponiendo la

creencia del medio ambiente, relata de las turbas que, discutiendo sobre Cristo, unos decían que era “el Profeta”

(Jua_7:40). Esto es lo que vinieron a confirmar los descubrimientos de Qumrán. En la Regla de la Comunidad

se dice que los miembros de la misma se atengan a los antiguos decretos, “hasta la llegada de un profeta y de los

mesías de Aarón e Israel” 58. Vermes comenta en nota: “La vida separada [de la comunidad] bajo la dirección de

los sacerdotes durará hasta la venida de un profeta precursor [que es el Profeta precursor] 59 y de los dos

Mesías.” 60 El papiro Bodnier II pone ante “Profeta” el artículo. Bultmann y Nestle-Aland lo habían sostenido

como hipótesis. Sin embargo, es extraña su desaparición en todos los códices. En el papiro Bodmer XIV-XV

hay una laguna, pero, según Metzger, no es suficiente para el artículo.

Y lo más extraño es que el Bautista niega ser “el Profeta,” cuando, en realidad, su misión era profética.

En el Benedictus se le reconoce por tal: será llamado “profeta del Altísimo” (Luc_1:76). Y Cristo dirá de él

mismo que “no hay entre los nacidos de mujer profeta más grande que Juan” (Luc_7:28).

Acaso la solución se encuentra en el mismo evangelio de Jn. Después de la multiplicación de los panes,

los “hombres, viendo el milagro que había hecho, decían: “Verdaderamente éste es el Profeta que ha de venir al

mundo” (Jua_6:14). Pero este antonomástico profeta era para estos mismos hombres equivalente al Mesías,

pues quieren “arrebatarle y hacerle rey” (Jua_6:15). Comparando diversos pasajes de Jn (Jua_6:14-15;

Jua_7:40.41), se ve que la identificación o distinción de este Profeta con el Mesías era popularmente muy

dudosa, fluctuante. Y si la distinción que los fariseos hacían entre Profeta y Mesías era para ellos un hecho y

una precisión erudita, el Bautista no tenía por qué estar al corriente de esto. Y la respuesta que da está en la

línea de los hombres que asistieron a la multiplicación de los panes, identificando el Profeta con el Mesías.

“Juan entiende probablemente “el” profeta en un sentido equivalente a Mesías; de ahí su respuesta” negativa 61.

Es la “voz que clama en el desierto.” - Ante estas reiteradas negativas, le preguntan autoritativamente,

ya que al Sanedrín le incumbía esta investigación, quién sea. Que lo diga positivamente, pues ellos han de llevar

una información precisa sobre él a Jerusalén. “¿Quién eres?”

Y el Bautista, ante aquella delegación oficiosa del Sanedrín, va a dar “testimonio de la Luz” (Jua_1:7). Y

va a dar el testimonio oficialmente, para que lo transmitan a la autoridad de la nación.” 62

El Bautista se define aplicándose, en sentido “acomodado,” unas palabras de Isaías. Este dice: “Una voz

clama en el desierto: preparad el camino de Yahvé” (Isa_40:3). La cita del Bautista está hecha de modo más

libre y matizada. El profeta anuncia la vuelta del pueblo de la cautividad de Babilonia. Es Dios que viene en

medio de su pueblo. Y se figura un heraldo que clama: “Abrid camino a Yahvé en el desierto” por donde ha de

pasar.

El Bautista se figura que él es el heraldo que, estando en el “desierto,” desde él pide a todos que se

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preparen para la inminente venida del Mesías.

Al llegar a este punto, el evangelista nota que “los enviados eran fariseos” (v.24). La lectura con artículo

es la lección críticamente mejor atestiguada 63. ¿Por qué decir precisamente que eran “fariseos”? De admitirse la

lectura sin artículo, indicaría que entre los de aquella embajada había algunos fariseos. Pero, no siendo su

número preponderante en el Sanedrín, éste, ¿habría enviado a solos - sacerdotes y levitas - “fariseos”? No sería

improbable que, si el Sanedrín fue el que envió esta legación, lo hiciese, como antes se dijo, movido por los

“fariseos.” Y, en este caso, que ellos, por reconocer la competencia cultual de éstos y, por política, hubiesen

delegado esta embajada de “sondeo” a los iniciadores del origen de la misma.

“Se podría admitir la traducción.: “Los enviados eran de los fariseos,” pero suponiendo, puede ser, que

en el v.24 haya una tradición paralela a la del v.19, combinada artificialmente por el evangelista.” 64

Estos “enviados” fariseos, especialistas en todo lo de la Ley, al ver que él negaba ser el Mesías, o Elías,

o el Profeta, le preguntan por qué entonces “bautiza.” Que éstos instituyesen ritos nuevos, nada tenía de

particular; como enviados de Dios, podían obrar conforme a sus órdenes. Pero un simple asceta, ¿podría

arrogarse este derecho?

En la época de Cristo, los judíos practicaban numerosos ritos de purificación. Pero no eran verdaderos

bautismos. El verdadero bautismo para ellos era el de los prosélitos, que se administraba a los paganos que se

incorporaban al judaísmo. Los demás ritos de ablución, entre los judíos, no tenían carácter bautismal, y ninguno

estaba en función de la venida del reino 65. Pero el Bautista había introducido un rito nuevo, pues estaba en

función de la purificación del corazón: “conversión” (με τα vota), y en relación con la inminencia de la venida

del reino de Dios. ¿Qué potestad tenía él para esto? Era lo que le exigía la autoridad religiosa, encargada de

velar por las tradiciones de Israel.

La respuesta del Bautista, tal como está formulada aquí, hace pensar en una supresión de parte de la

respuesta, o en un desplazamiento literario, o en una recopilación de dos tradiciones distintas. Lo que en nada

afecta al contenido total que se expresa en estos pasajes.

En efecto, a la primera parte de la respuesta del Bautista: “Yo bautizo en agua” (v.26), se esperaría la

contraposición que Cristo bautizaría en fuego o en Espíritu Santo. Esta respuesta, esta formulación

completa, perteneció sin duda a la tradición cristiana de primera hora, como se ve por los sinópticos

(Mat_3:11; Mar_1:8; Luc_3:16), por los Hechos de los Apóstoles (Hec_1:5; Hec_11:16) y por el mismo Jn

(Jua_1:31.33).

El Bautista no conoció el bautismo en el Espíritu Santo, como “apropiación” de una persona divina; no

salió de la mentalidad del ambiente del A.T., en el que el Espíritu Santo era la acción del Dios “ad extra.”

En efecto, el bautismo de Juan no tenía valor “legal,” “moral,” sino que tenía valor en cuanto, siendo un

símbolo externo de purificación, excitaba y protestaba la “confesión de los pecados” (Mat_3:6; Mar_1:5). Hasta

el historiador judío Flavio Josefo destaca esto: este bautismo “no era usado para expiación de crímenes, sino

para la purificación del cuerpo, una vez que ya las mentes estaban purificadas por la justicia.” 66

(…)

Pero, en lugar de contraponer a su bautismo el de Cristo, hace el elogio de éste en contraposición

consigo mismo.

a) “En medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis,

b) que viene después de mí,

c) a quien no soy digno de desatar la correa de la sandalia.”

Esta frase (b c), con pequeñas modificaciones literarias, la traen los tres sinópticos (Mat_3:11, par.), y con ello,

de forma enigmática del gusto oriental, anuncia que él sólo es el “precursor” de una persona cuya dignidad

anuncia, pero que él no es digno de “desatarle” (Mt = “llevarle”) las correas de la sandalia. Era este oficio

propio de esclavos 68.

Este a quien él precede “está en medio de vosotros,” y vosotros “no le conocéis.” Es ello una alusión al

tema mesiánico conocido en Israel. Según creencia popular, el Mesías, antes de su aparición, estaría oculto en

algún lugar desconocido 69. Llama así la atención mesiánica sobre Cristo, conforme a la creencia ambiental.

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Luego dirá el Bautista cómo supo él que Cristo era el Mesías (Jua_1:31-34). Por eso, si Cristo está oculto, el

que los judíos no le conozcan no es reproche. Precisamente la misión del Bautista es presentarlo a Israel

(Jua_1:31). Así evocaba la creencia ambiental en el Mesías oculto, Cristo, y en Elías “precursor,” cuya función

realizaba el Bautista (Mat_11:14; Luc_7:27).

Este Mesías así presentado, aún lo califica más al decir que “viene después de mí.” Es la alusión al

pasaje de Malaquías (Mal_3:1), sobre un heraldo y Yahvé, y que la tradición judía interpretó del Mesías y de

Elías, el “precursor.” Si aquí el Bautista no usa el nombre del que “viene” como sinónimo de Mesías, fácilmente

se piensa en él, y no sólo por exigencia del contexto. Pues el Bautista, cuando manda a sus discípulos a

preguntar a Cristo si él es el Mesías, les hará decir: Si eres tú “el que viene” (Mat_11:3).

En Malaquías, el que “vendrá” es Yahvé (cf. Mal 3, lc-d).

Con esta escena, el “evangelista destaca también, con toda probabilidad, el tema, bien conocido en la

primitiva generación cristiana, de la culpabilidad de los dirigentes judíos contra Cristo, precisamente a causa de

desatender el testimonio del Bautista, con todo lo que éste, de hecho, significó para Israel (Mar_11:27-33;

Mat_21:25-27; Luc_20:3-8; Mat_21:32).

El evangelista localiza esta escena “en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba.” Sin embargo, el

nombre de la localidad en la que Juan bautizaba no es dado uniformemente por los códices, que se dividen entre

Betania (casa de la barca) y Betabara (casa del paso). Ya Orígenes atestiguaba que la mayor parte de los códices

leían así. Aunque él aceptaba la lección de Betabara, porque en la onomástica de esta región no se encontraban

huellas del primer nombre.

Sin embargo, a favor de esta segunda lectura hay también algún testimonio 70. El P. Abel escribe:

“Estaríamos muy inclinados a creer que, para los israelitas de los primeros siglos, este lugar era conocido bajo

el nombre de Beth Abarah, es decir, “lugar del Pasaje,” en recuerdo del paso del Jordán por los hebreos.” Y para

confirmar esto remite a un pasaje del Talmud 71.

Topográficamente es discutido su emplazamiento exacto. El P. Féderlin, de los Padres Blancos, localiza

esta Betania en el actual Tell-el-Medesh, situado a unos 300 metros del Jordán, sobre la orilla derecha del

estuario del Wuadi Nimrín, de aguas abundantes en invierno, a unos 15 kilómetros al norte del mar Muerto 72.

Dalman y Buzy la localizan en Sapsas, en el Wuadi el-Kharrar, a unos siete kilómetros del mar Muerto, enfrente

del lugar tradicional del bautismo de Cristo 73.

Lagrange se decide por Betania, que “figura en casi todos los manuscritos,” y hasta piensa que “el

mismo lugar (Beth 'aniyah = casa de la barca) podía nombrarse Betabara (Beth 'abarah = casa del pasaje); pero

el mosaico de Madaba ha colocado Betabara más al sur.” 73

Lo que acaso pudiese orientar algo la elección de esta lectura es el valor simbolista del evangelio de Jn.

Se pensaría que el Evangelista citaba precisamente este nombre, Betabara, por razón del simbolismo que

encerraba. “El Bautista ejercía su actividad no en la Tierra Santa, sino en la otra parte del Jordán, porque su

ministerio no era más que una preparación al Misterio. Cristo fue bautizado allí, en el lugar mismo por

donde los hebreos pasaron el Jordán y entraron en la Tierra Santa. Toda una tipología bautismal fue muy pronto

vinculada a este paso del Jordán por los hebreos, evocándoles él mismo el paso del mar Rojo. ¿No podría esta

tipología llegar a la tradición yoannea? ¿No sería el mismo evangelista el que habría querido subrayar el vínculo

tipológico que existía entre el bautismo de Cristo, primicia de todo bautismo cristiano, y Betabara, el lugar por

el que los hebreos habrían antes pasado el Jordán para entrar en la tierra prometida? 74.

(DE TUYA, M., Evangelio de San Juan, en PROFESORES DE SALAMANCA, Biblia Comentada, Tomo

Vb, BAC, Madrid, 1977)

3. COMENTARIO TEOLÓGICO

X. Léon – Dufour

Juan Bautista

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Según el testimonio de Jesús, Juan es más que un profeta (Le 7,26 p). Mensajero que precede al Señor (Lc 1,76:

Mt 11,10 p; cf. Mal 3,1), Juan inaugura el Evangelio (Act 1,22; Mc 1,1-4); "hasta él había la ley y los profetas;

desde entonces se anuncia el reino de Dios" (Lc 16,16 p). Profeta sin igual, prepara las vías del Señor (Mt

11,11; Mc 1,3 p), cuyo "precursor" (Act 13,24s) y testigo (Jn 1,6s) es.

1. El Precursor y su bautismo. Juan, aún antes de nacer de una madre hasta entonces estéril, es consagrado a

Dios y lleno del Espíritu Santo (Lc 1,7.15; cf. Jue 13,2-5; ISa 1,5.11). El que debe ser un nuevo Elías (Lc 1,16s)

evoca al gran profeta por su vestido y su vida austera (Mt 3,4 p) que lleva en el desierto desde su juventud (Le

1,80). ¿Habría sido formado por una comunidad como la de Qumrán? En todo caso, una vez llegado el tiempo

de su manifestación a Israel, cuidadosamente registrado por Lucas (3,1s), aparece como un maestro rodeado de

discípulos (Jn 1,35), enseñándoles a ayunar y a orar (Mc 2,18; Lc 5,33; 11,1). Su voz potente resuena en Judea;

predica una *conversión, cuyo signo es un baño ritual acompañado de la confesión de los pecados, pero que

exige además un esfuerzo de renovación (Mc 1,4s); porque de nada sirve ser hijo de Abraham, si no se practica

la *justicia (Mt 3,8s p), cuyas reglas da a la multitud de los humildes (Le 3,10-14).

Pero los fariseos y los legistas no creen en él; algunos lo tratan de poseso (Mt 21,32; Mc 11,30ss p; Lc 7,30-33);

así, cuando acudieron a él les anunció que la *ira consumiría todo árbol estéril (Mt 3,10 p). Denuncia el

adulterio del rey Herodes acarreándose así la prisión y luego la muerte (Mt 14,3-12 p; Lc 3,19s; 9,9). Por su

*celo es sin duda Juan el nuevo Elías que se espera y que debe preparar al pueblo para la venida del Mesías (Mt

11,14); pero es desconocido, y su testimonio no impedirá la pasión del Hijo del hombre (Mc 9,11 p).

2. El testigo de la luz y el amigo del esposo. El *testimonio de Juan consiste, en primer lugar, en proclamarse

mero precursor; en efecto, la multitud se pregunta si no será el *Mesías (Lc 3,15). A una encuesta oficial

responde el Bautista que no es digno de desatar las sandalias de aquel al que él precede y "que era antes que él"

(Jn 1,19-30; Lc 3,16s p). El "que viene" y que bautizará en el Espíritu (Mc 1,8) y en el fuego (Mt 3,11s), es

Jesús, sobre el que descendió el Espíritu en el momento de su bautismo (Jn 1,31-34).

Al proclamarlo *cordero de Dios que quita el *pecado del mundo (Jn 1,29), no preveía Juan cómo lo quitaría,

como tampoco comprendía por qué había venido Cristo a ser bautizado por él (Mt 3,13ss). Para quitar el pecado

debería Jesús recibir un *bautismo, del que el de Juan sólo era *figura: el bautismo de su pasión (Mc 10,38; Le

12,50); así realizaría toda justicia (Mt 3,15), no ya exterminando a los pecadores, sino *justificando a la

multitud, con cuyos pecados se habría cargado (cf. Is 53,7 p). Ya antes de la pasión, el comportamiento de Jesús

sorprende a Juan y a sus discípulos, que aguardan a un juez; Cristo les recuerda las profecías de salvación que él

realiza y los invita a no *escandalizarse (Mt 11,2-6 p; cf. Is 61,1).

Pero ciertos discípulos de Juan no serán discípulos de Jesús; se hallan en los evangelios vestigios de la polémica

entre su secta y la Iglesia naciente (p.c., Mc 2,18); ésta, para mostrar la superioridad de Cristo, no tenía más que

invocar el testimonio del mismo Juan (Jn 1,15). Juan, verdadero amigo del esposo y colmado de gozo por su

venida, se había esfumado delante de él (3,27-30) y con sus palabras había invitado a sus propios discípulos a

seguirle (1,35ss). Jesús, en cambio, había glorificado su testimonio, *lámpara ardiente y luminosa (5,35), el

profeta más grande nacido de mujer (Mt 11,11); pero había añadido que el más pequeño en el *reino de los

cielos es más grande que él; situaba la gracia de los hijos del reino por encima del carisma profético, sin por eso

despreciar la santidad de Juan.

La gloria de este humilde amigo del esposo se proclama en el prólogo del cuarto evangelio, que sitúa a Juan con

referencia al Verbo hecho carne: "Juan no era la *luz, sino el testigo de la luz"; y con referencia a la Iglesia:

"Vino para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él" (Jn 1,7s).

(LEON – DUFOUR, X., Vocabulario de Teología Bíblica, Herder, Barcelona, 2001)

4. SANTOS PADRES

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San Juan Crisóstomo

La malicia de los fariseos y la humildad de Juan Bautista (Homilía XVI)

Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos le enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas para

preguntarle:¿Quién eres tú? (Juan 1, 19).

GRAVE COSA ES la envidia, carísimos; grave cosa es, pero no para los envidiados, sino para los

que envidian. A éstos, antes que a nadie, es a quienes daña; a éstos destroza antes que a nadie, pues llena su

ánimo de un como mortífero veneno. Si daña en algo a los envidiados, el daño es pequeño y de nonada,

puesto que les acarrea una ganancia mayor que el daño. Y no sólo en la envidia, sino también en los demás

vicios, quien recibe el daño no es el que sufre el mal, sino el que lo causa. Si esto no fuera así, no habría

Pablo ordenado a los discípulos sufrir las injurias antes que perpetrarlas, cuando dice: ¿Por qué no más bien

toleráis el atropello? ¿Por qué no más bien sufrís el despojo?1 Sabía perfectamente que en todo caso la

ruina sería no para el que sufre el mal, sino para el que lo causa.

Todo esto lo he dicho a causa de la envidia de los judíos. Los que de las ciudades habían concurrido y

arrepentidos confesaban sus pecados y se bautizaban, movidos a penitencia, envían a algunos que le pregunten:

¿Tú quién eres? Verdadera estirpe de víboras; serpientes y más que serpientes si hay algo más. Generación

mala, adúltera y perversa. Tras de haber recibido el bautismo, ahora ¿preguntas e inquieres con vana curiosidad

quién sea el Bautista? ¿Habrá necedad más necia que ésta? ¿Habrá estulticia más estulta? Entonces ¿por qué

salisteis a verlo? ¿Por qué confesasteis vuestros pecados? ¿Por qué corristeis a que os bautizara? ¿Para qué le

preguntasteis lo que debíais hacer? Precipitadamente procedisteis, pues no entendíais ni el origen ni de qué se

trataba.

Pero el bienaventurado Juan nada de eso les echó en cara, sino que les respondió con toda mansedumbre.

Vale la pena examinar por qué procedió así. Fue para que ante todos quedara patente la perversidad de ellos.

Con frecuencia Juan dio ante ellos testimonio de Cristo; y al tiempo en que los bautizaba muchas veces les

hacía mención de Cristo y les decía: Yo os bautizo en agua. Mas el que viene en pos de mí es más poderoso que

yo. Él os bautizará en el Espíritu Santo y fuego.2 Pensaban ellos acerca de Juan algo meramente humano. Procu-

rando la gloria mundana, y no mirando sino a lo que tenían ante los ojos, pensaban ser cosa indigna de Juan el

ser inferior a Cristo.

Ciertamente muchas cosas recomendaban a Juan. Desde luego el brillo de su linaje, pues era hijo de un

príncipe de los sacerdotes. En segundo lugar, la aspereza en su modo de vivir. Luego, el desprecio de todas las

cosas humanas, pues teniendo en poco los vestidos, la mesa, la casa, los alimentos mismos, anteriormente había

vivido en el desierto, Cristo en cambio era de linaje venido a menos, como los judíos con frecuencia se lo

echaban en cara diciendo: ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama María su madre, y sus hermanos

Santiago, José, Simón y Judas?3 Y la que parecía ser su patria de tal manera era despreciable que aun Natanael

vino a decir: ¿De Nazaret puede salir algo bueno? Añadíase el género de vida vulgar y el vestido ordinario. No

andaba ceñido con cinturón de cuero ni tenía túnica de pelo de camello, ni se alimentaba de miel silvestre y de

langostas, sino que su comida era de manjares ordinarios, y se presentaba incluso en los convites de publicanos

y hombres pecadores para atraerlos.

1 1 Co 6, 7 2 Mt 3, 11 3 Mt 13, 55

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No entendiendo esto los judíos, se lo reprochaban, como Él mismo lo advirtió: Vino el Hijo del hombre

que come y bebe y dicen: Ved ahí a un hombre glotón y bebedor, amigo de publicanos y pecadores4. Pues como

Juan con frecuencia remitiera a quienes se le acercaban de los judíos a Cristo, el cual a ellos les parecía inferior

a Juan; y éstos avergonzados y llevándolo a mal, prefirieran tener como maestro a Juan, no atreviéndose a

decirlo abiertamente, lo que hacen es enviarle algunos de ellos, esperando que por medio de la adulación lo

obligarían a declarar ser él el Cristo.

Y no le envían gente de la ínfima clase social, como a Cristo, cuando querían cogerlo en palabras —pues

en esa ocasión le enviaron unos siervos y luego unos herodianos, gente de esa misma clase—, sino que le

envían sacerdotes y levitas; y no sacerdotes cualesquiera, sino de Jerusalén, o sea, de los más honorables —pues

no sin motivo lo subrayó el evangelista—. Y los envían para preguntarle: ¿Tú quién eres? El nacimiento de

Juan había sido tan solemne que todos decían: Pues ¿qué va a ser este niño?5 Y se divulgó por toda la región

montañosa. Y cuando se presentó en el Jordán, de todas las ciudades volaron a él; y de Jerusalén y de toda

Judea iban a él para ser bautizados. De modo que los enviados preguntan ahora no porque ignoren quién es —

¿cómo lo podían ignorar, pues de tantos modos se había dado a conocer?—, sino para inducirlo a confesar lo

que ya anteriormente indiqué.

Oye, pues, cómo este bienaventurado responde, no a la pregunta directamente, sino conforme a lo que

ellos pensaban. Le preguntaban: ¿Tú quién eres? y él no respondió al punto lo que convenía responder: Soy la

voz que clama en el desierto6, sino ¿qué? Rechaza lo que ellos sospechaban. Pues preguntado: ¿Tú quién eres?,

dice el evangelista: Lo proclamó y no negó la verdad y declaró: Yo no soy el Cristo. Observa la prudencia del

evangelista. Tres veces repite la afirmación, para subrayar tanto la virtud del Bautista como la perversidad de

los judíos.

Por su parte Lucas dice que como las turbas sospecharan si él sería el Cristo, Juan reprimió semejante

sospecha. Deber es éste de un siervo fiel: no sólo no apropiarse la gloria de su Señor, sino aun rechazarla si la

multitud se la ofrece. Las turbas llegaron a semejantes sospechas por su ignorancia y sencillez; pero los judíos,

como ya dije, le preguntaban con maligna intención, esperando obtener de sus adulaciones la respuesta que

anhelaban. Si no hubieran intentado eso, no habrían pasado tan inmediatamente a la siguiente pregunta; sino

que, indignados porque él no respondía según el propósito que traían, le habrían dicho: ¿Acaso nosotros hemos

sospechado eso? ¿Venimos por ventura a preguntarte eso que dices? Pero cogidos en su misma trampa, pasan a

otra pregunta.

¿Entonces qué? ¿Eres tú Elías? Y él les respondió: No soy. Porque ellos esperaban la venida de Elías,

como lo indicó Cristo. Pues cuando los discípulos le preguntaron: ¿Cómo es que los escribas dicen que antes

debe venir Elías? Él les respondió: Elías, cierto, ha de venir y lo restaurará todo7. Luego los judíos preguntan a

Juan: ¿Eres tú el profeta? Y respondió: ¡No! Y sin embargo era profeta. Entonces ¿por qué lo niega? Es que de

nuevo atiende al pensamiento de los que preguntan. Esperaban éstos que había de venir un gran profeta, pues

Moisés había dicho: Os suscitará un profeta el Señor Dios de entre vuestros hermanos, como yo, al cual

escucharéis8. Se refería a Cristo. Por eso no le preguntan: ¿Eres un profeta? es decir, uno del número de los

profetas, sino que ponen el artículo, como si dijeran: ¿Eres tú aquel profeta? Es decir el anunciado por Moisés.

Y por esto Juan negó ser aquel profeta, pero no negó ser profeta.

Insistiéronle: ¿quién eres, pues? Dínoslo, para que podamos dar una respuesta a los que nos han

enviado. ¿Qué dices de ti mismo? Observa cómo se empeñan e instan y no desisten; y cómo Juan, una vez

descartadas las falsas opiniones, establece la verdad. Pues dice: Yo soy la voz del que clama en el desierto:

4 Mt 11, 19 5 Lc 1, 66 6 Jn 1, 23 7 Mt 17, 10 8 Dt 18, 15

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Enderezad el camino del Señor, como lo dijo el profeta Isaías. Pues había proclamado algo grande y excelente

acerca de Cristo, atemperándose a la opinión de ellos se refugia en el profeta Isaías y por aquí hace creíbles sus

palabras. Y dice el evangelista: Los que se le habían enviado eran algunos de los fariseos. Y le preguntaron y

dijeron: ¿Cómo, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el Profeta?

¿Ves por aquí cómo no procedí yo a la ligera cuando afirmé que ellos querían inducirlo a la dicha

confesión? Al principio hablaron así para no ser entendidos de todos. Pero después, como Juan afirmó: No soy

el Cristo, enseguida, para encubrir lo que en su interior maquinaban, recurrieron a Elías y al Profeta. Y cuando

Juan les dijo que no era ni el uno ni el otro, dudosos, pero ya abiertamente, manifiestan su dolo y le dicen:

Entonces ¿cómo es que bautizas si no eres el Cristo? Pero de nuevo encubriendo su pensamiento recurren a

Elías y al Profeta. Pues no pudieron vencer al Bautista por la adulación, creyeron que lo lograrían mediante la

acusación, para que confesara lo que ellos anhelaban, y que no era verdad.

¡Oh locura, oh arrogancia y curiosidad extemporánea! Se os ha enviado para saber de Juan de dónde sea

y de quién es. Y ahora vosotros ¿le pondréis leyes? Porque tales palabras eran propias de quienes lo quieren

obligar a que confiese ser Cristo. Y sin embargo, tampoco ahora muestra indignación; ni, como parecía

convenir, exclamó algo parecido a esto: ¿Me ponéis mandato y me fijáis leyes? Sino que de nuevo manifiesta

suma moderación. Pues les dice. Yo bautizo con agua; pero en medio de vosotros está ya el que vosotros no

conocéis, Ese es el que ha de venir en pos de mí, el que existía antes que yo y del cual no soy digno de desatar

la correa de sus sandalias.

¿Qué pueden oponer a esto los judíos? La acusación contra ellos por aquí se torna irrefutable; su

condenación no tiene perdón que la pueda apartar; contra sí mismos han pronunciado la sentencia. ¿Cómo y en

qué forma? Tenían a Juan como digno de fe y tan veraz, que se le debía creer no solamente cuando diera

testimonio de otros, sino también cuando lo diera acerca de sí mismo. Si no hubieran pensado así de él, nunca le

habrían enviado quienes le preguntaran acerca de sí mismo. Sabéis bien vosotros que nadie da crédito a quienes

hablan de sí mismos, sino cuando se les tiene por sumamente veraces. Y no es esto sólo lo que les cierra la

boca, sino además el ánimo con que lo acometieron.

Se acercaron a Juan con sumo anhelo, aunque luego cambiaron: Ambas cosas significó Cristo cuando

dijo: Juan era una antorcha que brillaba y ardía; y a vosotros os plugo regocijaros momentáneamente con su

llama9. La respuesta de Juan le procuraba todavía una mayor credibilidad. Pues dice Cristo: El que no busca su

gloria es veraz y en él no hay injusticia10. Juan no la buscó, sino que los remitió a Cristo. Y los que le fueron

enviados eran de los más dignos de fe y principales entre ellos, de modo que no les quedara excusa o perdón por

no haber creído en Cristo.

¿Por qué no creéis a lo que Juan afirmaba de Cristo? Enviasteis a vuestros principales. Por boca de ellos

vosotros interrogasteis. Oísteis lo que respondió el Bautista. Los enviados desplegaron todo su empeño, toda su

diligencia, y todo lo escrutaron, y trajeron al medio a todos los varones de quienes tenían sospecha que fuera

Juan. Y sin embargo éste con toda libertad les respondió y confesó no ser el Cristo, ni Elías, ni el famoso

Profeta. Y no contento con esto, declaró quién era él y habló de la naturaleza de su bautismo, afirmando ser

humilde y poca cosa y que, fuera del agua, ninguna virtud tenía, y proclamó la excelencia del bautismo

instituido por Cristo. Trajo además el testimonio del profeta Isaías, proferido mucho antes y en el que al otro lo

llamaba Señor y a Juan siervo y ministro.

¿Qué más habían de esperar? ¿Qué faltaba? ¿Acaso no únicamente que creyeran a aquel de quien Juan

daba testimonio, y lo adoraran y lo confesaran como Dios? Y que semejante testimonio no procediera de

adulación, sino de la verdad, lo comprobaban las costumbres y la prudencia y demás virtudes del testificante. Lo

cual era manifiesto, pues nadie hay que prefiera al vecino a sí mismo, ni que ceda a otro el honor que puede él

apropiarse, sobre todo tratándose de tan gran honor. De modo que Juan, si Cristo no fuera verdaderamente Dios,

jamás habría proferido tal testimonio. Si rechazó aquel honor porque inmensamente superaba a lo que él era,

ciertamente nunca habría atribuido tal honor a otro que le fuera inferior.

9 Jn 5, 35 10 Jn 7, 18

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En medio de vosotros está ya el que vosotros no conocéis. Habló así Juan porque Cristo, como era

conveniente, se mezclaba con el pueblo y andaba como uno de los plebeyos, porque en todas partes daba

lecciones de despreciar el fausto y las pompas y vanidades. Al hablar aquí Juan de conocimiento, se refiere a

un conocimiento perfecto acerca de quién era Cristo y de dónde venía. Lo otro que dice Juan y lo repite

con frecuencia: Vendrá después de mí, es como si dijera: No penséis que con mi bautismo ya está todo

perfecto. Si lo estuviera, nadie vendría después de mí a traer otro bautismo nuevo. Este mío no es sino

cierto modo de preparación. Lo mío es sombra, es imagen. Se necesita que venga otro que opere la

realidad. De modo que la expresión: Vendrá en pos de mí declara la dignidad del bautismo de Cristo.

Pues si el de Juan fuera perfecto, no se buscaría otro además.

Es más poderoso que yo. Es decir más honorable, más esclarecido. Y luego, para que no pensaran que

esa superioridad en la excelencia la decía refiriéndose a sí mismo, quiso declarar que no había comparación

posible y añadió: Yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias. De modo que no solamente ha sido

constituido superior a mí, sino que las cosas son tales que no merezco que se me cuente entre los últimos de sus

esclavos; puesto que desatar la correa del calzado es el más bajo de los servicios. Pues si Juan no es digno de

desatar la correa, Juan, mayor que el cual no ha nacido nadie de mujer ¿en qué lugar nos pondremos nosotros?

Si Juan, que era superior a todo el mundo (pues dice Pablo: De los que el mundo no era digno11), no se siente

digno de ser contado entre los últimos servidores de Cristo, ¿qué diremos nosotros, cargados de tantas culpas y

que tan lejos estamos de Juan en las virtudes cuanto la tierra dista del cielo?

Juan se declara indigno de desatar la correa de su calzado. Pero los enemigos de la verdad se lanzan a

tan grande locura que afirman conocer a Cristo como Él se conoce. ¿Qué habrá peor que semejante desvarío?

¿Qué más loco que semejante arrogancia? Bien dijo cierto sabio: El principio de la soberbia es no conocer a

Dios12. No habría sido destronado el demonio, ni convertido en demonio aquel que antes no lo era, si no hubiera

enfermado con esta enfermedad. Esto fue lo que lo derribó de su antigua amistad con Dios; esto lo arrojó a la

gehenna; fue para él cabeza y raíz de todos los males. Este vicio echa a perder todas las virtudes: la limosna, la

oración, el ayuno y todas las demás. Dice el sabio: El soberbio entre los hombres, es impuro delante de Dios.

No mancha tanto al hombre ni la fornicación ni el adulterio, cuanto lo mancha la soberbia. ¿Por qué?

Porque la fornicación, aun cuando sea indigna de perdón, sin embargo puede alguno poner como pretexto la

furia de la pasión. Pero la arrogancia no tiene motivo alguno ni pretexto por el cual merezca ni sombra de

perdón. Porque no es otra cosa que una subversión de la mente: enfermedad gravísima nacida de la necedad.

Pues nada hay más necio que un hombre arrogante, aun cuando sea opulentísimo; aun cuando esté dotado de

suma sabiduría humana; aunque sea sumamente poderoso; aunque haya logrado todas cuantas cosas parecen

deseables a los hombres.

Si el infeliz y miserable que se ensoberbece de los bienes verdaderos pierde la recompensa de todos

ellos, el que se enorgullece de los bienes aparentes y que nada son; el que se hincha con la sombra y la flor del

heno, o sea con la gloria vana ¿cómo no será el más ridículo de los hombres? Porque no hace otra cosa que el

pobre y el mendigo que pasa la vida consumido de hambre, pero se gloría de haber tenido un ensueño placen-

tero. Oh infeliz y mísero que mientras tu alma se corrompe con gravísima enfermedad, sufriendo de pobreza

suma, tú andas ensoberbecido porque posees tantos más cuantos talentos de oro y tantas más cuántas turbas de

esclavos. Pero ¡si esas cosas no son tuyas! Y si a mí no me crees, apréndelo por la experiencia de otros ricos. Si

a tanto llega tu embriaguez que con esos ejemplos no quedes enseñado, espera un poco y lo sabrás por propia

experiencia. Todo eso de nada te servirá cuando entregues el alma; y sin que puedas ser dueño de una hora ni de

un minuto, todo lo abandonarás contra tu voluntad a los que se hallan presentes; y con frecuencia serán aquellos

a quienes tú menos querrías abandonarlo.

11 He 11, 38 12 Sir 10, 14

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A muchísimos ni siquiera se les ha concedido disponer de sus bienes, sino que se murieron

repentinamente, al tiempo preciso en que anhelaban disfrutarlos. No se les concedió, sino que arrastrados y

violentamente arrancados de la vida, los dejaron a quienes en absoluto no querían dejarlos. Para que esto no nos

acontezca, ahora mismo, mientras la salud lo permita, enviémoslos desde aquí a nuestra patria y ciudad.

Solamente allá podremos disfrutar de ellos y no en otra parte alguna: así los pondremos en sitio segurísimo.

Porque nada ¡no! nada puede arrebatarlos de ahí: ni la muerte, ni el testamento, ni la sucesión hereditaria, ni los

defraudadores, ni las asechanzas: quien de aquí allá vaya llevando grande cantidad de bienes, disfrutará de ellos

perpetuamente.

¿Quién será, pues, tan mísero que no anhele gozar delicias con sus dineros eternamente? ¡Transportemos

nuestras riquezas, coloquémoslas allá! No necesitaremos de asnos ni de camellos ni de carros ni de naves para

ese transporte: Dios nos libró de semejante dificultad. Solamente necesitamos de los pobres, de los cojos, de los

ciegos, de los enfermos. A ellos se les ha encomendado semejante transporte. Ellos son los que transfieren las

riquezas al cielo. Ellos son los que conducen a quienes tales riquezas poseen a la herencia de los bienes eternos.

Herencia que ojalá nos acontezca a todos conseguir, por gracia y benignidad de nuestro Señor Jesucristo, por el

cual y con el cual sea al Padre la gloria, juntamente con el Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los

siglos.—Amén.

(SAN JUAN CRISÓSTOMO, Explicación del Evangelio de San Juan, Homilía XVI (XV), Tradición Mexico

1981, p. 128-36)

5. APLICACIÓN

P. José A. Marcone, IVE

La figura de San Juan Bautista (Jn 1,6-8.19-28)

Introducción

“Los textos evangélicos del II y III domingo de Adviento, están dominados por la figura de san Juan

Bautista”13. Tanto el mensaje como la misma figura de Juan Bautista son una preparación adecuadísima para el

adventus del Señor, es decir, la doble venida de Cristo: dentro de unos días en la Navidad y al fin del mundo en

su Parusía. El domingo pasado hablamos acerca del mensaje de San Juan Bautista. Hoy queremos poner énfasis

en la figura misma del Pre-cursor.

1. El testigo de la Luz

San Juan Evangelista caracteriza la figura de San Juan Bautista con esta palabra griega: mártys, que

significa ‘testigo’14. En el evangelio de hoy San Juan Evangelista dice cuatro veces que Juan Bautista es

mártys15. Además, en un mismo versículo, dos veces aplica a Juan Bautista la acción propia de un ‘testigo’:

13 CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio Homilético, Ciudad del Vaticano,

2014, nº 87. 14 Mártys es el nominativo singular; el genitivo singular es mártyros. De aquí proviene la palabra castellana ‘mártir’ que, como vemos, en cuanto a su etimología, significa ‘testigo’. 15 Esas cuatro veces son: 1. “Vino para un testimonio” (êlthen eis martyrían; Jn 1,7). 2. “Para dar testimonio acerca de la Luz” (martyrése perì toû photós; Jn 1,7). 3. “Él no era la Luz, sino que (vino) para dar testimonio acerca de la Luz” (martyrése perì toû

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confesar la verdad16. Este es el rasgo fundamental de la persona y de la misión de Juan Bautista. Santo Tomás

de Aquino le dedica un largo y brillante desarrollo a este aspecto fundamental de la figura del Pre-cursor.

“El evangelio describe la misión de San Juan Bautista cuando dice: ‘Vino para un testimonio’. (…) Pues

su misión es la de testificar. (…) Dios hizo a los hombres y a todas las cosas por sí y para sí (…), para que su

bondad sea manifestada en todas las cosas hechas por Él. (…). Pero de un modo especial se ordenan a Dios los

hombres. Y no sólo naturalmente, en cuanto son, sino también espiritualmente, en cuanto por sus buenas obras

dan testimonio de Dios. Por eso es que todos los hombres santos son testigos de Dios, en cuanto por sus buenas

obras hacen que Dios sea glorificado ante los hombres. Esto es lo que significa aquella frase de Jesucristo: ‘Que

vuestra luz brille ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y así glorifiquen a vuestro Padre que

está en el cielo’ (Mt 5,16).

“Pero, sin embargo, aquellos que no sólo en sí mismos participan de los dones de Dios haciendo el bien

por la gracia de Dios, sino que, además, a esos dones de Dios los difunden a otros predicando, moviendo y

exhortando, éstos son más especialmente testigos de Dios. (…). Juan, precisamente, vino para ser testigo en este

sentido, es decir, para difundir los dones de Dios en otros, y, de esta manera, dar gloria a Dios.

“Esta misión de Juan, es decir, la misión de testificar, es muy grande, porque nadie puede dar testimonio

de otro, sino en la medida en que participa de aquel del cual da testimonio, tal como dice Cristo: ‘De lo que

sabemos, hablamos; y de lo que vimos, damos testimonio’ (Jn 3,11). Por lo tanto, dar testimonio de la verdad

divina, es signo de que se conoce a la verdad misma.

“Y por eso es que también Cristo tuvo esta misión, como Él mismo dice: ‘Para esto vine, y para esto he

nacido, para dar testimonio de la verdad’ (Jn 18,37). Aunque Cristo de una manera, y Juan Bautista de otra.

Cristo, abarcando totalmente a la misma luz; aún más, siendo la misma luz. En cambio, Juan, sólo como

participando de esa misma luz. Y por eso Cristo da un testimonio perfecto, y manifiesta perfectamente la

verdad. En cambio, Juan y los otros santos, sólo dan testimonio de la verdad en cuanto participan de la misma

verdad divina. Por lo tanto, es una gran misión la de Juan ya que por su participación de la luz divina y por su

semejanza con Cristo, fue destinado por Dios a tal misión”17.

Sigue diciendo Santo Tomás: “Si Cristo es la Luz suficiente por sí misma para manifestarse a sí mismo y

a todas las cosas, ¿por qué, entonces, necesitaba que otro diera testimonio de Él? (…). La causa viene de la

parte de los oyentes, que son duros y tardos de corazón para creer. Juan vino para dar testimonio no a causa de

la cosa misma de la que daba testimonio, porque esa cosa es la Luz misma. Por eso dice: ‘Vino para dar

testimonio de la Luz’, no acerca de una cosa oscura sino acerca de una cosa manifiesta. Por lo tanto, vino como

testigo a causa de aquellos a los cuales daba el testimonio, ‘para que todos creyeran a través de él’, es decir, a

través de Juan Bautista”18.

2. El testimonio crucial: la divinidad de Cristo

Juan Bautista es el testigo de la Luz para aquellos que son duros de corazón y tardos para creer. Y su

principal testimonio es que Jesús es Dios. En efecto, ese es el significado de la frase: “En medio de vosotros hay

alguien a quien que vosotros no conocéis” (Jn 1,26). Por eso dice Santo Tomás: “Alguien al que vosotros no

conocéis’. Esto quiere decir: ‘Vosotros no podéis entender que Dios se hizo hombre’. Y también quiere decir:

‘Vosotros no conocéis cuán grande según su naturaleza divina es el que está entre vosotros, porque en Él está

escondida esa naturaleza divina’”19. Por lo tanto, la frase ‘en medio de vosotros hay alguien a quien vosotros no

conocéis’ expresa en plenitud el misterio del Verbo Encarnado. ‘Vosotros no conocéis’, porque es Dios. ‘Está

en medio de vosotros’ y vive como uno de vosotros, porque se hizo hombre. photós; Jn 1,8; exactamente la misma fórmula que en 1,7). 4. “Y este es el testimonio de Juan” (kaì haute estìn he martyría toû Ioánnou; Jn 1,19). 16 “Y confesó y no negó, sino que confesó…” (kaì homológesen kaì ouk ernésato, kaì homológesen; Jn 1,20). 17 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Super Evangelium S. Ioannis lectura, caput 1, lectio 4; traducción nuestra. 18 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción nuestra. 19 “Quem vos nescitis, idest, hoc quod Deus factus est homo, capere non potestis. Item, nescitis quam magnus sit secundum naturam divinam, quae in eo latebat” (SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción nuestra).

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De la misma manera, la frase “Yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de

sus sandalias” (Mc 1,7) también designa la divinidad de Cristo. Dice Santo Tomás que aquí Juan Bautista se

compara a Cristo como la creatura se compara con su Creador20. El desatar las correas de las sandalias era un

trabajo de esclavos. No ser digno ni siquiera de ser un esclavo de Cristo es porque Juan Bautista pone entre él y

Cristo una distancia que va más allá de toda distancia humana. Es la distancia que va entre el ser por esencia y

la creatura, que al lado del Creador es como si fuera nada.

3.a Lo que Juan Bautista no es

Lo primero que hay que notar para entender el testimonio que Juan Bautista da en el evangelio de hoy es

la malicia de los fariseos. Dice San Juan Crisóstomo que ellos querían inducir a San Juan Bautista a que se

declarara el Mesías, pues para ellos era mucho más potable que el Mesías fuese Juan Bautista y no Cristo21.

Para los fariseos era mucho más honorable Juan Bautista ya que era de casta sacerdotal. Su padre,

Zacarías, había sido un sacerdote conocido. Todavía se conservaba en la memoria popular el modo en que

Zacarías recibió el anuncio del nacimiento de Juan (cf. Lc 1,5-25). Lo mismo debe decirse del nacimiento

mismo de Juan, en el que Zacarías recuperó el habla. Dice el evangelio de Lucas: “Invadió el temor a todos sus

vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en

su corazón, diciendo: ‘Pues ¿qué será este niño?’ Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él” (Lc 1,65-

66).

Además, Juan Bautista llevaba una vida de penitencia que les hacía pensar a los fariseos que podía ser

manipulado para que expresara por fuera una vida ascética, y por dentro buscara intereses personales y

humanos, como lo hacían ellos.

En cambio, Jesucristo provenía, nada más y nada menos, que de Nazaret (Galilea), una tierra

despreciable que no es nombrada ni siquiera una sola vez en todo el Antiguo Testamento. Por eso los fariseos se

atreven a decirle a Nicodemo: “¿También tú eres de Galilea? Indaga y verás que de Galilea no sale ningún

profeta” (Jn 7,52). Además, Jesucristo despreciaba abiertamente las penitencias hipócritas de los fariseos, al

punto que decían de Él: “Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores” (Mt 11,19).

De todo esto concluye Santo Tomás: “Y por eso, deseando más tener por maestro a Juan que a Cristo,

envían a él a los sacerdotes y levitas queriendo seducirlo con palabras lisonjeras, para inducirlo a que se

atribuya a sí mismo este honor y se declare a sí mismo Mesías. Pero Juan, viendo su malicia, les responde

primeramente: ‘Yo no soy el Mesías’”22.

La pregunta acerca de si era Elías la responde magistralmente Santo Tomás de Aquino: “Hay que saber

que el pueblo judío, así como esperaba que venga el Señor, asimismo esperaba que Elías precediera al Mesías,

tal como dice el profeta Malaquías: ‘He aquí que yo os envío al profeta Elías antes que llegue el Día de Yahveh,

grande y terrible’ (Malq 4,5). Por eso, viendo los que habían sido enviados por los fariseos que Juan no se

confesaba a sí mismo como el Mesías, lo instan a que, al menos, se confesase que era Elías. Y por eso le dicen:

‘¿Quién eres, entonces? ¿Eres Elías?’ (…) Le hacían esa pregunta porque, sabiendo por las Escrituras (2Re

2,11) que Elías no había muerto, sino que había sido arrebatado vivo hacia el cielo por un torbellino, creían que

Elías aparecería entre ellos de manera sorpresiva. Pero contra esto estaba el hecho que Juan había nacido de

padres conocidos, y su nacimiento era conocido por todos (cf. Lc 1,63). Por eso, los judíos, llevados por su

demencia y crasitud, se preguntaban si Juan fuese Elías.

20 Cf. SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem. 21 Cf. SAN JUAN CRISÓSTOMO, Explicación del Evangelio de San Juan, Homilía XVI (XV), Editorial Tradición, México, 1981, p. 128 – 136. 22 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Super Evangelium S. Ioannis lectura, caput 1, lectio 12; traducción nuestra.

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“¿Pero por qué Juan dice ‘Yo no soy Elías’ cuando Cristo dijo de Juan ‘Él es Elías’ (Mt 11,14)? Esta

cuestión la resuelve el Arcángel Gabriel cuando dice: ‘Él irá delante del Señor con el espíritu y el poder de

Elías’ (Lc 1,17), a saber, en sus obras. Por lo tanto, Juan no fue Elías en persona, sino en espíritu y en poder,

porque mostraba la semejanza de Elías en sus obras”23.

Luego le preguntan: “¿Eres tú el profeta?” (Jn 1,21). Notar que le preguntan con el artículo adelante: ‘el’

profeta. Explica Santo Tomás, siguiendo a Orígenes: “Ellos hacen esta pregunta porque los judíos, a causa de

una mala inteligencia de las Escrituras, creían que vendrían cerca de la venida del Mesías tres excelentes

personas futuras, a saber, el mismo Mesías, Elías y otro cierto máximo profeta. Acerca de este otro cierto

máximo profeta dice Moisés: ‘Yahveh tu Dios suscitará, de en medio de ti, entre tus hermanos, un profeta como

yo, a quien escucharéis’ (Deut 18,15). Y aunque este máximo profeta, según la verdad, no es otro que el Mesías,

sin embargo, según los judíos, era otro distinto del Mesías. Por eso, en esta pregunta que le hacen a Juan

Bautista, no le están preguntando simplemente si es un profeta, sino si es aquel máximo profeta. Esto queda de

manifiesto a partir del orden de las preguntas. En efecto, primero le preguntan si es el Mesías; después, si es

Elías; y, finalmente, si es aquel máximo profeta. Y por eso en griego se pone aquí el artículo, de manera que se

dice ‘el’ profeta, como si fuera el profeta por antonomasia”24.

3.a Lo que Juan Bautista sí es

“Yo soy una voz que grita en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías” (Jn

1,23). El Leccionario en uso en Argentina traduce: ‘Allanen’ el camino del Señor. El texto griego no usa el

verbo ‘allanar’ sino el verbo ‘enderezar’, ‘rectificar’, ‘hacer recto’ (verbo euthýno). No es lo mismo allanar que

enderezar.

‘Enderezar el camino del Señor’ significa hacer recta nuestra conducta. Hay una clara analogía entre el

camino y la conducta moral, entre la rectitud del camino y la rectitud de la conducta moral. Por eso dice Santo

Tomás: “El camino preparado y recto para recibir a Dios es el camino de la justicia y de la santidad, según

aquello del profeta Isaías: ‘La senda del justo es recta, tú allanas el sendero del justo. En la senda de tus juicios,

Señor, te esperamos’ (Is 26,7-8). Pues la senda del justo es recta cuando el hombre se somete completamente a

Dios, es decir, cuando se someten a Dios la inteligencia por la fe, la voluntad por el amor y el obrar por la

obediencia. Y esto ‘según dijo el profeta Isaías’, es decir, según él lo predijo. Que es como si dijera: ‘Yo soy

aquel en quien se cumplen estas cosas’”25.

Conclusión

En este tercer domingo de Adviento, la Iglesia nos invita a aceptar la misión que Juan Bautista tiene

respecto de nosotros: dar testimonio de la Luz, es decir, de la verdad. “El Verbo era la Luz Verdadera, que

alumbra a todo hombre. Y viene al mundo. / En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por Él, pero el mundo

no lo conoció. / Vino a los suyos, pero los suyos no lo recibieron” (Jn 1,9-11). Dramáticamente estas palabras,

que siguen inmediatamente a la manifestación de Juan Bautista como testigo de la Luz, se están cumpliendo en

nuestro Occidente de hoy, en el mundo moderno.

“Pero a cuantos lo recibieron, les dio el poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. / A los

que no son engendrados ni de la sangre, ni de la voluntad de la carne ni de la voluntad de hombre, sino que son

engendrados de Dios. / Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,12-14). Nosotros debemos ser de

esos que sí reciben al Verbo, que es la Luz de los hombres. Debemos ser de esos que no nacen de nada humano,

sino que proceden y nacen de Dios. Entonces la Navidad será una profesión perfecta de fe en la identidad de

Jesús: “El Verbo se hizo carne”, Dios se hizo hombre.

23 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción nuestra. 24 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción nuestra. 25 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción nuestra.

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A esa profesión de fe en la persona de Jesús debe seguir la rectitud de nuestra conducta moral,

sometiéndole completamente a Él nuestra inteligencia, nuestra voluntad y todo nuestro obrar.

iNFO - Homilética.ive

Función de cada sección del Boletín

Homilética se compone de 7 Secciones principales:

Textos Litúrgicos: aquí encontrará Las Lecturas del Domingo y los salmos, así como el Guion para la

celebración de la Santa Misa.

Directorio Homilético: es un resumen que busca dar los elementos que ayudarían a realizar un enfoque

adecuado del el evangelio y las lecturas del domingo para poder brindar una predicación más uniforme,

conforme al DIRECTORIO HOMILÉTICO promulgado por la Congregación para el Culto Divino y la

Disciplina de los Sacramentos de la Santa Sede en el 2014.

Exégesis: presenta un análisis exegético del evangelio del domingo, tomado de especialistas, licenciados,

doctores en exégesis, así como en ocasiones de Papas o sacerdotes que se destacan por su análisis

exegético del texto.

Santos Padres: esta sección busca proporcionar la interpretación de los Santos Padres de la Iglesia, así

como los sermones u escritos referentes al texto del domingo propio del boletín de aquellos santos

doctores de la Iglesia.

Aplicación: costa de sermones del domingo ya preparados para la predica, los cuales pueden facilitar la

ilación o alguna idea para que los sacerdotes puedan aplicar en la predicación.

Ejemplos Predicables: es un recurso que permite al predicador introducir alguna reflexión u ejemplo

que le permite desarrollar algún aspecto del tema propio de las lecturas del domingo analizado.

¿Qué es el IVE, el porqué de este servicio de Homilética?

El Instituto del Verbo Encarnado fue fundado el 25 de Marzo de 1984, en San Rafael, Mendoza,

Argentina. El 8 de Mayo de 2004 fue aprobado como instituto de vida religiosa de derecho Diocesano en

Segni, Italia. Siendo su Fundador el Sacerdote Católico Carlos Miguel Buela. Nuestra familia religiosa tiene

como carisma la prolongación de la Encarnación del Verbo en todas las manifestaciones del

hombre, y como fin específico la evangelización de la cultura; para mejor hacerlo proporciona a los

misioneros de la familia y a toda la Iglesia este servicio como una herramienta eficaz enraizada y nutrida

en las sagradas escrituras y en la perenne tradición y magisterio de la única Iglesia fundada por

Jesucristo, la Iglesia Católica Apostólica Romana.

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