12 - Revista de la Universidad de México · islas solitarias, el primero "puertos ymares...
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el Papa tenía derechos soberanossobre las islas de Occidente, y porello las concedía en feudo, exigíatributos o ejercía sobre ellas en alguna forma derechos soberanos.Prueba muy bien que desde Urbano II los Papas ejercieron repetidas veces, y sin contradicción sistemática de los reyes, su soberaníasobre Sicilia, Cerdeña, Córcega, los
Colección de EscriloresMexicanos
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62. Pedro Castera. Carmen. Novela.Memorias de un corazón. México, 1950.$ 6.QO
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archipiélagos del Tirreno, las Baleares, la Gran Bretaña e Irlanda,etcétera. Aun a las penínsulas deJ u tlandia y Escandinavia exten_dieron su señorío; a la primera porlas islas que la rodean y en que estaban las poblaciones de más importancia, a la segunda por lacreencia común entonces de queera una isla.
Esta soberanía pontificia sobrelas islas -el autor la llama "omniinsular"- ya era conocida por losmedievalistas pero no había sidoobjeto de estudio pormenorizado.En cambio, es novedosa la relaciónentre ella y las bulas de Alejandro,explicadas hasta ahora como arbitraje, monopolio misionero, confirmación jurídica internacionaly más fundadamente como donación a tí tulo oneroso (encargo misional) justificada por la soberaníapontificia sobre los países infieles.Prueba muy bien el autor que lasbulas de Alejandro pueden en par_te justificarse por "la doctrinaomni-insular". Y a otro investigador, el sueco Staedler, sostuvo latesis (que creyó original, por nosaber que ya en el siglo XVI la defendieron Dodin y Marta) de queel Papa por estas bulas concedía enfeudo las tierras recién descubiertas o por descubrir en el lejanoOccidente a los Reyes Católicos.Por desgracia, Weckmann no conoció a tiempo estos artículos parapoder con ellos perfeccionar sutesis. Creo, con todo, que tanto lasbulas de Alejandro como algunasde sus inmediatos predecesores enfavor de Portugal, van algo másallá de lo que permitiría "la doctrina omni-insular". ¿Cómo expli_car, si no, el énfasis con que lasegunda Inter cetera agrega casisiempre "tieras firmes" a las islas,únicas mencionadas en la primera?Esta segunda Inter cetera, comoprueba Giménez Fernández, obtenida por la insistencia de Fernandoel Católico, poco satisfecho por laprimera, debió de ser firmada sólohasta el 28 de junio, casi dos: mesesdespués de la fecha con que apareció. Indicio evidente de que alRey se debe la añadidura de "tierras firmes" que el Pontífice acabópor admitir. Había, en realidad,precedentes, ya que Nicolás V enla Romanus Pontifex de 1455 YCalixto nI en la IJ1.ter cetera de1456 habían concedido además deislas solitarias, el primero "puertosy mares y providencias", y el otro"tierras, puertos y lugares", comopuede verse en el cuadro Rotulusinsularum que trae como apéndicela tesis. Lo que insinúa el autor(p. 241) acerca de que con talesexpresiones el Papa concedía sóloestablecer puntos de apoyo para elcomercio y la navegación, en nadaaminora el hecho de que da tales
sitios continentales al igual que"las islas solitarias". Por tanto lossoberanos de entonces le reconocían ciertos derechos soberanosaun sobre tierra firme no poblada,por remota que fuera. Ambitociertamente mayor que la "omniinsularidad".
Lo dicho basta para manifestarel mérito e interés de la tesis de\Y/eckmann. La conexión entre sutesis inicial y las letras. alejandrinasfué atisbo acertado, pero de última hora. Esto explica por qué laparte relativa a las mismas bulassea inferior al resto, pues mientrasla bibliografía y el estudio de la"doctrina omni-insular" son muycabales y satisfactorios, los de lasbulas, su interpretación e historia,son incompletos e insuficientes.Difícil parece que en ninguna biblioteca de los Estados Unidos seencontrara el artículo de Staedlerde 1938, del que ya se habían ocupado varias revistas. Más grave esel desconocimiento de las monografías de Nys, Leturia y otros,necesarios para valorar en todo sualcance las discutidas cartas. N o esexacto decir que la opinión comúnlas tiene por laudo arbitral, puesentre especialistas hace mucho queestá descartada tal interpretación,escapatoria fácil puesta en boga afines del siglo pasado. Basta unaojeada a las opiniones reseñadas porGiménez Fernández, ciertamenteutilizado por Weckmann, paradarse cuenta del arco iris de opiniones defendidas hoy día con másverosimilitud.
N o quisiera que estos reparosfueran mengua del meritísimo estudio, digno de los más cordialeselogios. Sirvan para dar a conocerlo en lo que realmente es. Ojalá, también, para que el autor pro_fundice este punto en futura edición. Tal cual aparece esta primera, hubiera sido mejor que llevarapor título lo que lleva sólo comosubtítulo: "Estudio de la supremacía papal sobre las islas de 1091 a1493", al que podría agregarse "ysus ecos en las bulas alejandrinasrelativas a los descubrimientos deColón".
ALFONSO JUNCO, Un poeta decasa. Discurso de recepción enla Academia Mexicana. Respuesta de José Vasconcelos. México, Editorial Jus, 1950.
Sirvieron a Junco de discursoinaugural las páginas remozadasque ya le conocíamos sobre su padre, y fué simpático designio elsuyo desviar la atención de su persona para que la fijaran en la persona jovial de don Celedonio, poeta de casa (de la de don Alfonso)y poeta de Casa (de la AcademiaMexicana, de que también fuémiembro).
El padre, "versificador impecable y eufónico, de estupenda fertilidad y soltura", presentado porel hijo, y a juzgar por la muestra,que es este mismo, resulta una personalidad humana atractiva con laque uno se encariña, aunque no laconociera. Pero en este caso superala otra semblanza, la que Vasconcelos traza de don Alfonso. N unca éste obtuvo mejor retrato.
"El elogio de Alfonso Junco, comienza Vasconcelos, más que deferencia para el colega, obligaciónde la amistad y el afecto, es paramí deuda de admiración hacia unalma en que se juntan el poeta sublime, el escritor valiente y }¡fobo,el ciudadano digno e insobornable.Tres calidades excelsas que pocasveces se dan con igual proporcióny armonía en naturaleza tan confusa como la del hombre.
"Los tres aspectos de nuestropersonaje interesan a la Academiaporque cada uno de ellos ha motivado producción escrita de partede nuestro colega, y merecen también la atención de la patria entera, porque en Junco la literaturano es vestimenta sino resplandorde una conducta animada por laconvicción, iluminada por el ingenio, enriquecida con la cordialidad."
Con gusto seguiría transcribiendo. Porque este exiguo volumencilla de 44 páginas causa un placer singular: el de esta conjunciónde hombres tan estimados por capí tulos diferentes: Vascancelasbloque de sinceridad arrancado d~una cantera que se va agotando;Junco, uno de los hombres máshumanos que conozco, hablandotan sabrosa y devotamente de supadre, y hasta la figura evocadade don Ezequiel A. Chávez, tanvenerable. Tanta comprensiónmutua, elogios tan distantes de loselogios oficiales y más de aquellosque con frecuencia pueden rotularse: "el asno lame al asno", honran al dador y al datario y honran,de refilón, a toda la especie que taneximios ejemplares logra educir devez en cuando.
SALVADOR PINEDA, El signo de laUniversidad (Esbozo de revisiónorgánica). México, 1950.
Salvador Pineda dedica un ensa-yo. muy bien pensado, El signo dela U11ivenidad, a la historia de estos últimos años y a las orientaciones de la Universidad Nacional.
Muchos enemigos ha tenido ytiene la Universidad. Merecía, poreso, que uno de Slis hijos la enjuiciara con apasionamiento, pero converdad. Una cuestión es indudable,con todos los errores reales o supuestos: la Universidad Nacionalha dado al país hombres ilustres.
12 * UNIVERSIDAD DE MEXICO
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Esta contribución a la cultura deMéxico no ha sido estéril ni vana.
Salvador Pineda analiza en unesquema la trayectoria de esta institución, a partir de Justo Sierra.Las vicisitudes porque la Universidad ha pasado pudieron originarsu muerte. Es de sabios reconocerque fué la juventud la que defendió su estabilidad y permanenciacomo entidad social de gran importancia capital. Presenciamos loque Pineda recuerda: el movimiento estudiantil de 1929, cuando seconquistó la autonomí.a universitaria.
Muchos rectores, algunos de relevantes méritos, ha tenido la Universidad. Ninguno ha podido darsatisfacción completa a laautonomía, que nació con pobreza y vivecon pobreza. El Estado debe proveerla de los elementos económicosindispensables para que'pueda subsistir. con decoro, por ser institución social y de cultura que beneficia a la nación.
El ensayista está de acuerdo conlos tres fines del anteproyecto quesirvió de fundamento a la ley actual: impartir educación superior,organizar la educación científica yformar profesionales y técnicosútiles a la sociedad. La crítica másdura que se hizo a la Universidadque funcionaba durante el régimen de Díaz y también más tarde,fué que estaba lejos del pueblo deMéxico y formaba sólo covachuelistas, o profesionales distantes delmundo real de los mexicanos. Hoyno tiene razón de ser aquella crítica, ~ bien la institución debeabandonar algunos métodos en sufuncionamiento y act.uar francamente en esa tendencia que señalaPineda: en la dignificación delhombre. N aturalmente que delhombre de México.
Se lamenta el autor de este ~n
sayo de que no haya maestros almodo de un Ignacio Ramírez o deun Justo Sierra. No creo que tengaen esto toda la razón: no han sidosólo los Barredas o los Vasconcelosquienes dieron, en un instante dela historia, el impulso grandilocuente y generoso: fueron ellos ylos humildes, los mismos estudiantes, cuya inteligencia y virilidadalentó los grandes ideales. El mismo autor de este ensayo es pruebade esa juventud que, con hombría,defendió el decoro de la cultura superior universitaria, con hombresque están trabajando con fe en losdestinos del país.
El ensayo El signo de la Universidad vale por sus afirmaciones ypor su razonada e inteligente defensa. Las buenas causas se defienden así: con robustas esperanzas yno olvidando que es la patria laque debe medir a los hombres y a
las instituciones.-EFRÉN NÚÑEZ'MATA.
EDUARDO PALLARES, El procedimiento inquisitorial. México,Imprenta Universitaria.
El tema, pese a 10 copioso de subibliografía, no puede considerarseagotado ni la propia bibliografíaexhaustiva. De aquí que este nuevolibro dedicado al análisis y la crítica de una institución como la inquis~torial, ofrezca interés.
Dos son las razones fundamentales, según el autor, que 10 hanmovido a escribir una obra de talnaturaleza "amén del instinto ciego que impulsa a todo escritor eneste o en aquel sentido": una, lade examinar "la naturaleza jurídica del procedimiento inquisitorial", con fines comparativos enrelación con las instituciones detipo liberal que en materia de justicia penal rigen actualmente enla generalidad de las naciones civilizadas. La otra, la actitud deciertos escritores mexicanos "dederecha", quienes, habilidosamente, han querido glorificar a la Inquisición y lo que ellos, con maña,llaman sus "humanitarios procedimientos".
Con innecesaria humildad,Eduardo PalIares confiesa no serhistoriador, aunque luego demuestre su capacidad para opinar sobre cuestiones que afectan, directamente, a las disciplinas históricas. Su selección de los documentosconsultados para escribir su libroen el Archivo General de la N ación, escapa de lo meramente jurídico, para encasillarse en lo objetivamente histórico. Es ella unacompilación, que aparece comoapéndice en su obra, en la que sehacen figurar las instrucciones querigieron los actos de la Inquisición,en la Nueva España, así como elmodo de proceder del mismo orgamsmo.
So pena de prolongar esta notacitaré, aunque no sea sino a vuelapluma, algunos de estos instructivos encabezados, como era de ri_gor, por Fray Tomás de Torquemada.
"En" caso de que alguna persona sea testificada del delito de laheregía, si la testificación no fuerebastante para prisión, el testificadono sea llamado ni examinado, ni sehaga con él diligencia alguna. Porque se sabe por experiencia que n<;>ha de confesar que es herege estando suelto y en su libertad; y semejantes exámenes sirven más de avisar los testificados que de otrobuen efecto: y así conviene másaguardar que sobrevenga nuevaprovanza o nuevos indicios.
"Si lós Inquisidores fueren conformes en la prisión, manden la
hazer como lo tuvieren acordado ..."
O esto otro: "Preso el reo, el alguazille pondrá a tal recaudo queninguna persona le pueda ver nihablar ni dar aviso por escripto nipor palabra ..."
y otro más: "El tercero remedioes el tormento, el cual por la diversidad de las fuerzas corporalesy ánimos de los hombres los derechos los reputan por frágil y peligroso y en que no se pueda darregla cierta, más de que se deberemitir a la consciencia y arbitriode los juezes regulados según derecho, razón y buena consciencia."
Los instructivos son reveladores,y no por juzgada ya la Inquisición,dejan de ser inquietantes estos documentos seleccionados por PalIares.
Sin embargo, aparte de su valbrhistórico y del aspecto jurídico delprocedimiento inquisitorial' en elque el autor corrobora su prestigiocomo penalista, es de igual importancia su postura polémica contraAlfonso Junco y su libro Inquisición sobre la Inquisición, quiencon ".qlaña y cautela" ha queridopresentar tan condenable institución idealizándola, ocultando susmuchos rincones oscuros y deformando, casi siempre, la realidadhistórica. Junco se ha afanado por
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demostrar que los procedimientosinquisitoriales "no eran crueles niinjustos".
Empero, "hay otro escritor muyacreditado y leído en México, sobre todo por la burguesía católica,que no sólo excusa y trata de crearatmósfera favorable a la Inquisición, sino que francamente la defiende y ve en ella un baluarte dela moral cristiana y de las buenascostumbres, en forma tal, que esfácil adivinar sus deseos en el sentido de que, de ser posible, pediríael restablecimiento del odioso yodiado tribunal en la RepúblicaMexicana".
Este escritor es el padre Cuevas,cuya Historia de la Iglesia en México constituye el evangelio paraese sector de la sociedad mexicanaa que PalIares alude.
En el tomo segundo de tal Historia, se lee para justificar a la Inquisición: "Todas nuestras clasessociales tenían necesidad de unfreno eficaz que contuviese en materia de fe y costumbres, a esaturbamulta de gente innoble yadescrita, que aquí como en el restodel mundo sólo por medio del.rigoranda a derechas o por lo menos nocorrompe a las demás."
Así, según el padre Cuevas, nacela necesidad de la Inquisición: misma necesidad que obliga, a Francisco Franco, el dictador fascista,a resucitarla. Pero ¿cuál es en verdad el significado de este acto de latiranía franquista? PalIares lo caracteriza: "El acto del Generalísimo es un desafío audaz a los principios liberales que parecían habertriunfado definitivamente en laconciencia humana." No se olvideque en el minuto preciso en que eldictador español decretaba la intolerancia religiosa, excepto España todas las naciones del mundofirmaban esta Declaración Universal de los Derechos del Hombre : "Toda persona tiene derechode libertad de pensamiento, deconciencia y de religión; ese dere-
. cho incluye la libertad de cambiarde religión y de creencia, así comola libertad de manifestar su religión o su creencia individual ycolectivamente, en público comoen privado, por la enseñanza, elculto y la observancia."
En esta proyección inquisitorial,que en el tiempo y en el espacioconfronta la humanidad contemporánea, halla su razón de ser estagran obra de Eduardo PalIares querompe una lanza más, por ciertocon gallardía, contra aquellos queintentan resucitar las fuerzas másoscuras más innobles y más regre-, ,sivas del mundo de hoy.-JOSEM;ANCISIDOR.