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    Captulo 7

    El exilio como espacio de

    transformaciones de gnero

    Marina Franco*

    Introduccin

    Este trabajo se inscribe en el campo de los estudios sobre el exilio duran-te el perodo de terrorismo de estado en la Argentina reciente. Parte deconsiderar esa experiencia como una prctica represiva propia de esesistema y de concebir a quienes la vivieron como sus vctimas. Este enfo-que se articula aqu con una serie de observaciones de carcter explora-torio y preliminar sobre los vnculos de gnero y sus transformaciones enese contexto especfico, tanto en los mbitos privados como pblicos.

    En la Argentina, las primeras salidas forzadas del pas empeza-ron a producirse a partir de la accin de la Triple A (Alianza AnticomunistaArgentina) a fines de 1973. Sin embargo, a partir del golpe de estado de1976, el fenmeno alcanz dimensiones, sino masivas, al menos rele-vantes1. En la mayora de los casos, el exilio fue el resultado de unadecisin forzada por las circunstancias, pero tomada voluntaria yracionalmente por los sujetos para escapar del miedo y la violencia. Esdecir, la salida del pas fue, en general, el resultado de una eleccin2,

    1 Es muy dif cil establecer cifras precisas de emigracin poltica en el perodo, perohay un cierto consenso respecto de una cantidad variable cercana a los 300 mil emi-grados (Bertoncello y Lattes, 1987: 71).

    2 Incluso cuando estaba de por medio el uso del derecho constitucional de opcin(Art. 23), al que podan acogerse los presos polticos que quisieran salir del pas,

    segua tratndose de una eleccin, por muy forzada que fuera. Ese artculo, utiliza-do por muchos presos que luego se exiliaron, establece que en situacin de estado desitio el presidente de la Nacin no puede fijar penas a los detenidos, pero s otorgarel derecho de salir del pas temporalmente. La opcin fue suspendida en 1976 y res-tituida en 1977 con fuertes limitaciones.

    * Investigadora y docente del Centro de Estudios Latinoamericanos de la UniversidadNacional de San Martn. Investigadora de conicet. Se dedica a cuestiones de historiareciente argentina y del Cono Sur latinoamericano.

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    aspecto que muchos actores vivieron con culpa por haber sobrevividoal poder represivo o por haber vivido en condiciones mejores que quie-nes se quedaron en el pas.

    Ahora bien, abordar el problema desde esta ptica no implicaconsiderar el exilio como un espacio y una experiencia definibles yagotables en la condicin de vctimas de sus protagonistas. Por el con-trario, se trat de una experiencia y un espacio activos, poblados porhombres y mujeres, donde unos y otras construyeron nuevas prcticasy se redefinieron en ellas. Por esta misma razn, no puede hablarse delexilio ni de un exilio argentino; la diversidad de experiencias vivi-das en relacin con la historia previa y en el exterior obliga a hablar deemigrados y emigradas polticas en toda su diversidad y multiplicidad.De hecho, no todos se percibieron a s mismos como exiliados o exi-liadas. Esta fue una identificacin que fue surgiendo progresivamente,como resultado de las experiencias, del contacto con la sociedad derecepcin y del procesamiento del pasado inmediato.

    Desde esta ptica, y a partir de una investigacin mayor sobre losemigrados y emigradas polticos argentinos en Francia entre 1973 y 1983,este trabajo propone una serie de observaciones especficas sobre las rela-ciones de gnero y su aparicin en los relatos de esa situacin particular.Por tanto, estas consideraciones no deben generalizarse, sin ms, paraotros destinos de exilio ni ms all del universo de casos estudiados3.

    Como objeto de investigacin en s mismo, la experiencia de lasmujeres es un tpico habitual de los estudios sobre las migracionespolticas y econmicas abordadas desde una perspectiva de gnero (verKay, 1987; Oso, 2000; Petrich, 2000). Este trabajo parte, en cambio, deun enfoque de historia social ms general que inscribe el anlisis de lasexperiencias de las mujeres en el marco de fenmenos e interaccionessociales ms amplias, en el cual aquellas adquieren pertinencia y espe-cificidad. Esto implica que los actores entrevistados no fueron convo-cados a hablar de las experiencias de las mujeres en el exilio o de cues-

    tiones de gnero, sino que las reflexiones al respecto surgieron demanera espontnea y sin elaboracin previa alguna4. Por eso, lo quehabilita las observaciones que siguen es el hecho mismo de que algu-nos entrevistados reflexionaron sobre su experiencia de exilio median-te un discurso de gnero, distinguiendo espacios y actitudes de

    3 La investigacin completa corresponde a mi tesis de doctorado. Se puede consultaruna versin resumida en Franco (2008).

    4 El material de este artculo surge de documentacin de poca producida por lospropios actores y de una serie de 85 entrevistas orales realizadas a emigrados y emi-gradas que volvieron a la Argentina o se quedaron a vivir en Francia, as como aactores franceses vinculados con ellos.

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    hombres y mujeres; es decir, la idea misma de gnero es aqu unanocin nativa, de los propios actores5. Sin duda, la pregunta terica ymetodolgica que se desprende de esta propuesta es cun diferentes

    habran sido las observaciones que siguen si la investigacin originalhubiera sido realizada desde una perspectiva de gnero.

    Hombres y mujeres que emigraron a Francia

    El conjunto de quienes llegaron a Francia durante el perodo abordadoes relativamente reducido en relacin con los contingentes mayoresque se instalaron en Espaa o Mxico. As, entre 2.000 y 2.500 argenti-nos llegaron a Francia por razones polticas y, entre ellos, cerca de lamitad obtuvieron el estatuto de refugiados, que les permiti contar concierta proteccin del estado francs.

    En todos sus destinos, los emigrados argentinos compartieronciertos rasgos: una gran heterogeneidad de orgenes, historias, trayec-torias previas en la Argentina y experiencias de exilio. El fenmenoabarc tanto a militantes y simpatizantes de las organizaciones polti-cas de izquierda, involucradas o no en la lucha armada, como a artistas,cientficos, periodistas, psiclogos, abogados, estudiantes, obreros,sindicalistas, y a muchos de quienes participaron en alguna forma decontestacin social, cultural o poltica en aquellos aos. Tambinincluy a familiares de vctimas que optaron por salir del pas paraprotegerse o realizar acciones de denuncia desde el exterior.

    Ahora bien, esta diversidad tiene un lmite claro: la gran mayorade los que salieron del pas pertenecan a las capas medias y altas de lapoblacin, no slo porque ellos posean mayores recursos econmicosimprescindibles para partir, dado que las organizaciones polticas noayudaron a ello, sino tambin porque disponan de ciertos recursossimblicos y capitales culturales que permitan pensar esa opcincomo posible. En ese sentido, si bien hubo trabajadores y miembros de

    sectores populares exiliados, en su mayora especialmente en Francia,pero tambin en los otros destinos los emigrados provenan de nivelessociales y culturales medios y altos. Por tanto, las observaciones que enadelante planteo son vlidas esencialmente para mujeres de esos sec-tores sociales, que constituyen la mayora de mis entrevistadas.

    En este marco, no hubo diferencias cuantitativas relevantes entremujeres y hombres emigrados; unas y otros fueron vctimas de la repre-sin, como militantes polticos o no, y eligieron el exilio como alternati-va. Muchos emigraron solos y solas, o con sus parejas y familias. Otros

    5 Agradezco a Crist iana Schettini Pereira por haberme llamado la atencin sobre estepunto particular, as como por su iluminadora lectura de todo el trabajo.

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    llegaron al exilio directamente desde la crcel, habindose acogido alderecho de opcin. Una trayectoria particular de muchas mujeres fue lade llegar al exilio solas o acompaadas nicamente por sus hijos porque

    sus compaeros estaban presos, desaparecidos o haban sido vctimasde la represin, mientras que las historias inversas de hombres que llega-ron solos, con sus hijos y sin sus compaeras, fueron menos habituales.

    Los relatos de esas experiencias ofrecen algunas particularida-des interesantes que distinguen las narraciones femeninas y masculi-nas. As, por ejemplo, la mencin del miedo mecanismo central delterrorismo de estado argentino como impulsor brutal de la salida esmucho ms frecuente en las mujeres que en los hombres. El ejemploilustra un dato frecuente: la dimensin ntima, emocional y cotidiana

    de la situacin de emigracin es en general relatada por las mujeres,mientras que los varones se concentran en el relato colectivo, poltico yobjetivo de aquello que es Historia. Estos ltimos suelen contar laexperiencia de exilio con tendencia a hablar en nombre de valores uni-versalizados y objetivados, mientras que las mujeres ofrecen una ver-sin ms individual, desde un yo ms atravesado por otras variablespersonales que estructuran el relato como, por ejemplo, el ciclo vital.

    En otros trminos, la estructura de las narrativas de hombres ymujeres exiliados reproduce, en muchos aspectos, una divisin tradi-

    cional del mundo femenino y masculino en privado y pblico, respec-tivamente, aspecto que tambin ha sido relevado en otros trabajossobre el pasado reciente y sobre otros pases del Cono Sur que atravesa-ron experiencias similares6. En nuestro caso, esta particularidad esespecialmente importante porque es esta franja de la experiencia, lams cotidiana y privada, la que a mi entender registra las transforma-ciones de gnero ms profundas.

    Tiempo de redefiniciones

    Mi primer recuerdo al llegar a Francia

    fue salir a buscar un quiosco para

    comprarle [caramelos] Sugus a mi hija,

    sin hablar francs.

    S.J, 12 de mayo de 2004, Grenoble

    Muchos estudios sobre el exilio, en la necesidad de enfatizar su carcter

    forzado y difcil, privilegian la dimensin estrictamente poltica del

    6 Ver Graciela Sapriza (2005) para los relatos del pasado reciente de mujeres uruguayas.

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    fenmeno, relativizando el peso de la experiencia cotidiana de los acto-res. Pero, para sus protagonistas, el exilio es una experiencia migrato-ria. Realizada en condiciones materiales y psicolgicas adversas, que se

    derivan de su carcter no deseado y a veces muy precipitado, suele olvi-darse que la experiencia implica esencialmente reinstalarse y recons-truir (o no) un entorno en una nueva sociedad, ajena y desconocida. Enese sentido, los y las exiliadas se enfrentan a dificultades similares a lasde cualquier migrante: conseguir alojamiento, trabajo, resolver los pro-blemas legales y cotidianos, aprender la lengua cuando no es la propia,estudiar. Todas estas son experiencias comunes a inmigrantes polticosy econmicos. Pero, en el caso de los primeros, el proceso se desarrollaen un contexto de mayor fragilidad emocional e incluso de rechazoante la nueva situacin y entorno.

    La atencin sobre esta dimensin es central porque es la que per-mite observar ms de cerca las prcticas y estrategias de los sujetos, yes en ella donde pueden apreciarse mejor ciertos cambios:

    P.W.: Las mujeres se ocupaban Lo que yo vea, ya hablaban casifrancs, son ms Muy dinmicas, muy abiertas, nosotros no,

    yo hablo por m, pero vi muchos hombres que estaba muy enretrait[retirada], viril, machito, muy as Los cambios se veansobre todo del lado femenino.

    M.F.: Por qu?P.W.: Primero porque las minas son ms inteligentes, ms abiertas,tienen ms capacidad para lo social, ahora lo entiendo, en esa pocano lo entenda [] Cada da es un da nuevo para la mujer, para loshombres no es as. Si est mal, para el hombre todos los das soniguales; para nosotros todos los das son iguales, para la mujer todoslos das no son iguales. Tenan razn. Yo me daba cuenta de que [lasmujeres] iban a Pars [desde el alojamiento suburbano] y venancon direcciones, nos proponan conciertos Pareca que haca un

    ao que estaban Y haca dos meses que estbamos y haba unadiferencia de un ao casi entre ellas y nosotros. No generalizo,pero En general, nosotros estbamos en la idea de que nos bamosa volver a la Argentina, no le dbamos bola a nadie: estos dejalosac, son unos burgueses. Las mujeres no, traan direcciones debibliotecas, cursos de idiomas, centros de traduccin latina para losdiplomas (Pars, 26 de marzo de 2004).

    Curiosamente, en este caso es un varn quien establece una clara dicoto-ma entre un mundo femenino y otro masculino en el exilio, y quien

    recurre espontneamente a esa distincin para pensar el problema de lainsercin de estos migrantes en la nueva sociedad. Y ello le permite plan-tear diferencias de gnero que, a su entender, se tradujeron en cambios enlas representaciones y funciones de unas y otros en la nueva realidad.

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    Segn este testimonio y otros similares que vuelven insistente-mente sobre esta distincin de mundos, hombres y mujeres se diferencia-ron porque fueron estas ltimas las que, en parte frecuentemente, se

    hicieron cargo de la resolucin de una gran cantidad de problemas de lavida prctica, desde la interaccin cotidiana para abastecer una casahasta la atencin de nios en edad escolar, pasando por el hecho de queellas pudieron ser sostn fundamental (cuando no el nico) de la econo-ma familiar por medio de su trabajo7 e, incluso, hasta el sostn psicol-gico de parejas o entornos familiares muy afectados por el exilio y lasexperiencias traumticas previas que, en muchos casos, lo acompaaban(represin, prisin, desaparicin de miembros de la familia, etctera).

    En este sentido, es importante destacar que el exilio en Francia

    signific para los migrantes una descalificacin laboral automtica,acompaada muchas veces de fuerte precariedad econmica. El desco-nocimiento de la lengua, la inviabilidad o el no reconocimiento deciertas profesiones trasladadas de contexto (como el derecho, la medi-cina, la docencia o el periodismo) y la insercin en un mercado laboralen crisis, como era el francs en el contexto de los efectos del shockpetrolero de 1974, tuvieron como consecuencia el hecho de que los tra-bajos habituales de los emigrados, fundamentalmente en los primerosaos, fueran empleos descalificados como el servicio domstico, el

    cuidado de personas, el paseo de perros; tambin fue habitual la rea-lizacin de tareas manuales y, en el mejor de los casos, el dictado decursos de espaol o el desempeo en empleos en el comercio.

    Esta realidad aparece con cierta frecuencia en los relatos de hom-bres y de mujeres entrevistados, y muchos coinciden en el hecho de quelas mujeres parecen haber tenido mejor predisposicin para realizarestas tareas descalificadas y parecen haber desempeado roles msactivos frente a los varones8, que parecan estar ms afectados e inclu-so paralizados por la ruptura espacial, vital y a veces profesional del

    exilio. As, las diferencias de gnero ante la nueva situacin construi-das como tema por los propios testimonios no parecen surgir de mayo-res o menores facilidades de unas y otros, sino de una resistencia mayora la nueva situacin inmigratoria de parte de muchos hombres, o de unestado anmico de mayor desestructuracin ante la situacin de exilio.

    La ruptura vital del destierro es ante todo la prdida de un espa-cio de pertenencia en el cual un individuo se reconoce a s mismo en la

    7 Esta situacin en particular ha sido analizada por Oso (2000) para el caso de lasmigrantes jefas de familia en Espaa.

    8 Este rol de las mujeres y la mayor facil idad para util izar los nuevos recursos queofrece una sociedad de recepcin, han sido comprobados para otros fenmenosmigratorios y no son especficos del exilio (Szczepanikov, 2006).

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    imagen que ese entorno le devuelve de l como sujeto social y poltico.Es decir, para algunos hombres, an ms que para algunas mujeres, elexilio pudo significar la prdida de un espacio de legitimidad y recono-

    cimiento personal en el cual se fundaba la propia masculinidad: eldesarrollo laboral y profesional, el sostn de la estructura domstica, laocupacin del espacio pblico y la prctica poltica, todos mbitos alte-rados por el nuevo contexto de exilio9.

    El anlisis de esta cuestin, propuesto por otra emigrada poltica,ejemplifica bien algunos de los efectos y tensiones que estas diferenciasde adaptacin y actitud ante la nueva situacin pudieron producir ascomo su mayor incidencia en el caso de los emigrados con militanciapoltica previa.

    El exilio provoc muchas rupturas de muchas parejas, la vuelta delexilio tambin. Mi impresin es que cuando las mujeres, sobretodo las militantes del erp, llegan a Francia y toman conciencia deque Primero! Que quizs su lucha acompaando, porque a lomejor no jugaba un rol fundamental haba sido un busca lapalabra una derrota, estaban completamente golpeadas por laderrota, ya no vean entonces la Vean que ya no era el hroe, alcontrario. Entonces eso provoca una ruptura entre las parejas y,adems de eso, las mujeres en el exilio salieron con mucha ms

    garra a enfrentar el exilio. Primero fueron las primeras en aprenderel francs porque salan a la calle, hacan las compras, y ademsporque los compaeros de todas estas organizaciones estabanderrotados, estaban en crisis. Entonces ellas salen a pelear Apelear la subsistencia, a pelear la lengua, a pelear todo eso y esodebe haber provocado ms de una crisis en la pareja no? []Haba muchas mujeres [que] no vacilaron en hacer servicio doms-tico, [hoy son] mujeres de funcionarios! Cultas adems, porque nohaba otros trabajos, haba que hacer ese trabajo, abogadas, psic-

    logas! Hacan ese trabajo. Limpiaban casas, cuidaban chicos,hacan ese trabajo para sobrevivir. El hombre no poda hacer esetrabajo, primero que no es su caracterstica, no? Entonces ellas sedefendan as (G.E., Buenos Aires, 30 de agosto de 2002).

    Como se desprende de este testimonio, el efecto conjugado del paso delas mujeres a situaciones ms protagnicas y la vivencia de los com-paeros varones de sentirse en crisis y en medio de una derrota (no

    9 Aclaremos que, aunque en la Argentina de los setenta esos espacios comenzaban aser tambin mbitos femeninos, y aunque las mujeres llevaran largo tiempo de inser-cin profesional, laboral e incluso poltica, las representaciones hegemnicas al res-pecto seguan presentando esos mbitos como propios de la realizacin masculina.

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    slo poltica, sino personal) pudo significar cambios en las percepcio-nes de aquellas sobre su propia situacin de gnero. A su vez, ello pudoincidir en las dinmicas de pareja en el exilio y en una redefinicin de

    roles dentro de los vnculos. Cuando esa redefinicin no fue posible ychoc con estructuras culturales adquiridas, las exigencias del nuevocontexto significaron, en muchos casos, rupturas de pareja.

    Estos conflictos son una realidad habitual y documentada demuchas historias de exilios y de fenmenos migratorios ms generales.Para el caso de las exiliadas latinoamericanas en Francia, las investiga-doras Vsquez y Araujo (1988) consideran que las separaciones fueronun hecho corriente y constante, resultado tanto de las transformacio-nes que atraviesa todo emigrado, como de las tensiones y conflictosprevios, vividos antes de la llegada al exilio. Incluso, segn estas auto-ras, el hecho de estar en otro espacio social muchas veces fue esencialpara la concrecin de una separacin aplazada o no explicitada que, encontextos de emergencia (persecucin poltica, miedo, clandestinidad),era difcilmente realizable, sobre todo porque esas rupturas a veceseran ms fciles de concretar fuera del entorno familiar o social dondela ruptura del vnculo poda ser mal vista o resistida, especialmente ensociedades tradicionales como las latinoamericanas de los aos setenta(Vsquez y Araujo, 1988: 152).

    As, situaciones que podran haber sido eventualmente igualesen la Argentina o en el exilio, en el nuevo contexto en contacto conotras realidades y lejos de los marcos culturales previos pudieronadquirir un valor diferente, e incluso las viejas prioridades como lamilitancia poltica podan ser relativizadas. En la historia de F., laausencia de su marido en el momento del parto de su segundo hijoaparece como un punto de ruptura:

    Ac acostumbramos a que el cordn umbilical lo corta el papme dijeron [los mdicos] pero como no est, quers cortrselo

    vos?. As que se lo cort yo, despus la ba yo. A las dos horas yoestaba en la habitacin, triste, porque me decan la ropita, y laropita estaba ah en un bolso y no haba quien la alcanzara, a lasdos horas la gorda se puso a llorar, yo me baj de la cama, la cam-bi Y a los dos das lleg L. el padre llorando Y ah estn lascontradicciones de los militantes de derechos humanos. Losderechos humanos empiezan en la casa, eso deca mi mamre cuando yo iba a la villa Cuando yo iba a la villa mi mamdeca primero hay que ayudar en la casa. Y yo ah sent, bueno,una gran decepcin y y bueno, haba una ruptura, no? (F.A.,Buenos Aires, 21 de agosto de 2003).

    La ausencia del marido de F. se debi a que haba viajado a Brasil a presen-tar una denuncia sobre la desaparicin de su primera mujer embarazada

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    de mellizos. Esta situacin familiar sugiere la complejidad de las tensio-nes psicolgicas producidas por la represin, que pueden haber estado enla base de la crisis de esta pareja y de su hogar reconstituido. Lo interesan-

    te es que en el relato de F. el punto de ruptura aparece descentrado de esacuestin y construido en torno al lugar del hombre en la estructuradomstica y a la relativizacin de la poltica como prioridad. Esto repre-sent todo un cambio de percepciones con respecto a los marcos cultura-les previos de estos militantes, para quienes hasta el amor y la vida priva-da se constituan dentro de y en torno a la causa poltica.

    Por otra parte, en el caso de muchas mujeres que llegaron solasa Francia porque sus compaeros estaban presos, desaparecidos omuertos, el nuevo contexto implic adaptarse y desarrollar estrate-gias de sobrevivencia sin apoyo familiar e incluso teniendo que hacer-se cargo de hijos pequeos. En los relatos de estas mujeres, la preocu-pacin por la bsqueda de una estabilidad econmica y cotidianaaparece como prioritaria. As, para ellas, el encuentro con nuevosroles se dio en ausencia de un compaero varn y no implic la modi-ficacin de una dinmica de pareja, sino, ms bien, la construccin denuevas percepciones de s, asociadas a la imagen de una mayor fuer-za, seguridad, independencia.

    No obstante, el fenmeno no es exclusivo de las emigradas argen-tinas y parece haber sido similar en todos los exilios latinoamericanosde los aos setenta y ochenta surgidos de fenmenos de represin esta-tal y radicalizacin poltica de izquierda. Para abordar estos cambios,algunas investigaciones enfatizan dos modelos un poco estereotipadosy dicotmicos que corresponden, por un lado, a la condicin de lamujer en los pases latinoamericanos de origen, con contextos machis-tas y tradicionales donde las mujeres no tenan ninguna concienciade la especificidad de ser mujer y, por el otro, las transformacionesvividas por esas exiliadas al confrontarse con modelos europeos deliberacin femenina (Vsquez y Araujo, 1988: 142). Anette Goldberg-

    Salinas (2000), por su parte, seala el mismo cambio de roles para lasemigradas polticas brasileas en Francia, especialmente por su con-tacto con el feminismo francs. Para el caso de las chilenas enInglaterra, Diana Kay (1987) pone especial nfasis en el cruce de lasdimensiones de gnero y clase. Indica que, para los hombres de clasesmedias, el exilio signific una prdida de poder en relacin con sussaberes profesionales previos en el pas de origen, mientras que para lasmujeres, segn su pertenencia de clase, implic el inicio de actividadeseconmicas externas al hogar y/o la necesidad de enfrentar nuevas

    dificultades surgidas del doble rol de trabajadoras y madres sin contarcon los mismos recursos que tenan en Chile.

    Sin duda, estos cambios obedecen a un movimiento doble yretroalimentado: las transformaciones producidas por las nuevas

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    dinmicas internas de los emigrados y emigradas en el contexto deexilio y los efectos del encuentro con realidades distintas en las socie-dades de recepcin. En este sentido, Francia y los pases europeos ofre-

    can ejemplos en que las relaciones entre sexos y funciones de gneroestaban en pleno cuestionamiento, modificndose progresivamente dela mano de una fuerte movilizacin feminista. Por ello, evaluar el pesode uno y otro factor requerira investigaciones comparativas que per-mitieran pensar el impacto de estas dinmicas en otros pases del exi-lio argentino, donde las estructuras de gnero fueron diferentes, comofue por ejemplo el caso de Mxico para quienes se exiliaron all.

    Transformaciones en el mundo militante

    Si estas consideraciones son en general vlidas para las emigradas pol-ticas de clases medias entrevistadas, cualquiera haya sido su situacinlaboral o profesional y las razones de su exilio, para quienes provenande una militancia ligada a proyectos revolucionarios armados o no,con las caractersticas propias de esa experiencia en los aos setenta enla Argentina, el exilio pudo tener efectos an ms disruptivos. As, pudoser la ocasin de la puesta en cuestin de las experiencias previas de lasmujeres militantes, tanto en la vida privada y en la estructura domsti-ca, como en la estructura poltica de militancia y en la vida pblica.

    En Francia, la actividad poltica de los emigrados estuvo concen-trada en una serie de organizaciones nuevas que se definieron comoorganizaciones del exilio, sin distinciones partidarias ni polticas ycuyos objetivos se centraron en informarsobre la situacin argentina,denunciar la dictadura y sus violaciones a los derechos humanos, ylograr la solidaridad francesa e internacional. Paralelamente, y almenos durante una primera etapa, subsistieron dentro de estos comi-ts y tambin en forma independiente las estructuras poltico militaresprevias, especialmente Montoneros y el Partido Revolucionario de los

    Trabajadores-Ejrcito Revolucionario del Pueblo (prt-erp). Sin embar-go, no se instalaron all dirigentes de primera lnea ni comits centralesde las organizaciones partidarias protagonistas del perodo previo a larepresin. Por lo tanto, el paisaje estuvo signado, en general, por la pre-sencia de cuadros medios y bajos de las organizaciones. Fueron estosmilitantes los que formaron e integraron activamente las organizacio-nes del exilio, cuya lucha, si bien fue netamente poltica por su carcterantidictatorial, estuvo pblicamente construida a partir del carcterintencionalmente neutral de la denuncia humanitaria.

    Las mujeres fueron activas partcipes de estos comits del exilio.Pero tanto, en estos comits como en las estructuras partidarias y mili-tantes previas, los roles dirigentes y pblicos estuvieron, en general,reservados para los hombres. Por ello, una excesiva atencin al

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    funcionamiento formal y pblico de estas organizaciones puede tenercomo efecto la invisibilizacin de las mujeres que en ellas trabajaron.

    Las excepciones a este paisaje signado por la reproduccin del

    modelo precedente de predominio masculino en las estructuras polti-cas se deben a mujeres que ya posean visibilidad y liderazgo previo,como por ejemplo la militante montonera Adriana Lesgart, dirigente dela Agrupacin Evita del Partido Justicialista y mxima referente parti-daria instalada en Francia, o a liderazgos femeninos que se desarrolla-ron en el nuevo mbito de la movilizacin por los derechos humanos enel exilio, como fue el caso, entre otras, de Matilde Herrera, fundadorade cosofam (Commission de Solidarit des Parents des Prisonniers,Disparus et Tus en Argentine).

    En particular, este ltimo comit presenta algunas diferenciascon respecto al resto de las organizaciones surgidas en el exilio: fue elnico que se defini, de manera excluyente, por agrupar a afectadospor la represin, perfil escogido justamente para hacer ms efectiva latarea de denuncia y evitar las pujas partidarias en su interior. Su origenest ligado a la organizacin Familiares de Detenidos y Desaparecidospor Razones Polticas de la Argentina, que se haba formado en el pasen 1976 y que luego fue creando sedes en el exterior, a medida que losfamiliares se instalaban afuera para huir de la represin y desarrollaruna tarea de denuncia ms efectiva. Dentro del conjunto de organiza-ciones que funcionaron en Francia, este comit fue el ms centrado enlos derechos humanos como objetivo exclusivo de su actividad y tuvouna mayor presencia femenina en comparacin con los otros comitsde estructura ms diversa y politizada, donde convivan con mayortensin las organizaciones poltico militares.

    De la misma manera, otro ncleo importante bajo coordinacinfemenina fue solma(Solidarit Luttes Mres Argentins), dirigido porAda DAlessandro10. Surgido ms tardamente, en 1981, este ncleo cen-tr su accin en el sostn de las Madres de Plaza de Mayo en el exterior

    y tuvo cierto poder de convocatoria entre mujeres francesas sensibili-zadas por la situacin humanitaria en la Argentina.

    As, podra establecerse una cierta continuidad entre la femini-zacin de la militancia surgida en el perodo dictatorial en torno a lalucha por los derechos humanos dentro del pas y lo sucedido en algu-nos mbitos en el exterior. Pero esta continuidad tambin atae a unmodelo emergente de militancia femenina cuya legitimidad se fundabaen los lazos de sangre propios de la vida privada transformados enproblema pblico (Filc, 1997), y en el carcter de afectados de los

    10 solmatuvo tambin un ncleo independiente y muy activo en la ciudad de Grenoble,aunque sin especial liderazgo femenino.

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    miembros de cosofam o en el inters estrictamente humanitario yfemenino de solma.

    Ahora bien, qu sucedi con las emigradas militantes en el exi-

    lio? Para hombres y mujeres, la experiencia en el exterior fue un espaciode progresiva despolitizacin, no en el sentido del abandono de lapoltica, sino del alejamiento de una poltica entendida exclusivamentecomo el proyecto vital de entrega absoluta a la causa revolucionaria, talcomo haba sido construido en los aos previos. As, la poltica, para lasque siguieron militando en los comits de exilio, sigui siendo uncentro esencial de sus vidas, pero resignificada en torno a la denunciapoltico humanitaria de la dictadura y de sus violaciones a los derechoshumanos. En el exilio, este tipo de movilizacin obedeci tanto a laurgencia de la situacin argentina como a la necesidad psicolgica deactuar y mantener una continuidad de prcticas y cdigos en los cualesreconocerse colectivamente, enfrentando as el desgarro y el senti-miento de derrota y de culpa que la represin y sus efectos haban pro-ducido en el medio militante.

    Este cambio parece haber sido similar en hombres y mujeres y nopuedo establecer mayores diferenciaciones al respecto, excepto que, talvez, las mujeres tuvieron ms espacio para desarrollar la nueva mili-tancia, de tipo poltico humanitario, que el que haban tenido paraejercer la poltica en los marcos partidarios previos en muchos casosporque se trataba de mujeres que tenan a sus compaeros presos odesaparecidos, lo cual poda tener, adems, eventuales efectos legiti-madores.

    No obstante, la cuestin central es si, tal como muchas veces seseala, los cambios de sentido de la militancia en el exilio implicaron elpasaje a una reflexin poltica sobre la situacin de las mujeres y latoma de conciencia sobre ciertos aspectos del rol que les haba estadoreservado en los modelos polticos previos (Grammtico, 2005: 38).Parecera que esto fue as en cuanto a cierta toma de conciencia de la

    masculinidad del mundo militante, tema que aparece en algunos testi-monios, aunque no en todos. Es decir, en las narrativas actuales, larevisin de la militancia de entonces aparece ms ligada a la crtica dela violencia y de los medios, a la prdida de individualidad o a la alie-nacin del proyecto que al lugar de la mujer all dentro (a menos que lapregunta por el lugar de la mujer hubiera sido explcita de mi parte). Endefinitiva, esta diferencia merece ser sealada para matizar ciertasapreciaciones sobre el efecto del exilio en la reflexin poltica respectodel lugar de la mujer militante en las estructuras partidarias.

    A pesar de estos matices, varias mujeres emigradas mencionancrtica o irnicamente su rol perifrico en las organizaciones dondeparticiparon y cmo ello se mantuvo en el exilio, porque se sentan oeran consideradas mujeres de militantes o porque tenan hijos,

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    responsabilidades familiares y laborales y no podan consagrar su tiem-po a la poltica: Mi lugar era preparar la comida y despus iba a las con-ferencias de prensa, evoca una militante montonera. Yo no poda ir a

    las reuniones porque implicaba dejar mi casa donde yo trabajaba y ami hijo, rememora con naturalidad otra mujer simpatizante del prt queemigr sola porque su marido estaba preso en la Argentina. La mismamilitante montonera relata as, dcadas despus, su relacin de pareja:

    Adems, l era responsable poltico de mi hermana y [de] micuado y mo Ese era el rango, entonces, inmediatamente pasa ser, en la pareja, tambin el responsable de la pareja. As que mimargen de decisin era nada, yo entr a vivir en una cosa de pr-dida de la identidad muy fuerte Siempre me destaqu por ser

    Mi personalidad Mi personalidad es No dira no dominante;me hago sentir y me hago ver, as fue en la escuela secundaria,tengo ms bien tendencia al liderazgo, eh Soy muy discutidora,soy muy frontal Y entr en una cosa de pedir permiso para loque tena que decir Pasaron veinte aos para que yo pudieradecir que recuper mi identidad, pas mucho tiempo (F.A.,Buenos Aires, 21 de agosto de 2003).

    Esta percepcin de la situacin no est lejos de otros testimonios que

    hacen referencia al machismo de diversas organizaciones polticas oa una divisin de roles entre la poltica y la vida cotidiana adjudicadala primera a hombres y la segunda a mujeres. Lo interesante aqu es queesta entrevistada atribuye al espacio poltico mismo su subordinacinde gnero en un continuo que iba de lo privado a lo pblico, y a lamilitancia, una subordinacin mayor que la que pudo tener antes odespus de esa experiencia poltica. En ese sentido, la actividad polticade los setenta no aparece aqu como un espacio de ruptura y transfor-maciones para las mujeres, sino de mayor reproduccin de patrones dedominacin.

    Adems, notablemente, en los relatos, la mencin de este espaciopoltico como una estructura de poder masculina emerge tanto comouna crtica a los modelos de gnero previos al exilio as como a modo deuna simple descripcin de actitudes desarrolladas en el nuevo contexto:

    Entonces hubo muchas chicas que estudiaron. Yo no s, losmuchachos a lo mejor queran trabajar A lo mejor digo unamacana, pero puede trabajar en Puede trabajarles el espritumachista, inconscientemente, entonces ellos: Yo soy militante y

    no voy a bajar la guardia. Tampoco las chicas la haban bajado!Porque las mujeres que fueron militantes, que murieron, las quepudieron salvarse, que estuvieron tambin presas y que vinieronac [a Francia] tambin la pasaron mal Pero bua! Yo creo que

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    es el espritu, ese concepto que dice: yo quiero volver. A lomejor la mujer tambin quiere volver porque tiene la familia all,sus padres, pero yo creo que la mujer es ms prctica, ms terr

    Ms tierra a tierra, sin dejar de soar con hacer cosas, sin dejarsus ideales de lado, pero estn ac y bueno, no voy a plantar unasemilla en pleno Champs Elyses pero voy a hacer algo. Y loshombres tenan a veces esa actitud de pensar ms en volver, endiscusiones polticas con los distintos grupos ac, lo cual no estmal, escuchame! No, pero como quiera que sea es una actividadque contiene (R.Y., Pars, 15 de junio de 2004).

    Como muestran estos testimonios, una vez en el exilio, la prdida desentido de la militancia tal cual se haba desarrollado antes y el progre-

    sivo sentimiento de derrota pudieron generar actitudes diferentes, ypara muchas mujeres esto signific una vuelta ms rpida sobre elespacio privado no como espacio femenino sino como mbito dereconstruccin y despliegue de un nuevo desarrollo personal. Esto nosignifica que los hombres no recorrieran un camino similar hacia elmbito de lo privado, sino que lo hicieron por otras vas, y esa bsquedano tuvo para ellos los mismos sentidos culturalmente transformadosque tuvo para las mujeres.

    Adems, las diferencias de actitudes polticas frente a la nueva

    realidad de la militancia en el exilio tal vez repercutieron tambin enlos vnculos en las parejas militantes. Es decir, bajo los efectos materia-les y poltico-simblicos del destierro, los cambios en las relaciones degnero en los mbitos privados y pblicos se hicieron de manera inter-conectada, retroalimentndose y colocando a los miembros de unapareja en posiciones nuevas, tanto a nivel domstico como poltico.

    Un rasgo sobresale en las narrativas de numerosos testigos, hom-bres y mujeres, argentinos y franceses, en cuanto a los modelos militan-tes argentinos: el rol secundario de mujer de un militante que

    experimentaron muchas mujeres y que, de hecho, se reproduce natu-ralmente en muchos de los testimonios citados aqu. Si bien esto no fueas para todas y muchas mujeres se definan como activas militantes,el hecho mismo de que esa representacin existiera da cuenta de unarealidad, construida y apropiada por mujeres y hombres, y que lleva amenospreciar el lugar ocupado por las primeras. Al mismo tiempo, suactual evocacin en las narrativas femeninas del exilio da cuenta deque esa misma figura, naturalizada e interiorizada por muchas, se fuetransformando en un dato consciente y cuestionable11.

    11 La crtica a la posicin de mujeres de militantes y mujeres de exiliados ha sidoespecialmente abordada para el caso del exilio brasileo en una serie de libros tes-timoniales; entre ellos, se sugiere ver Costa et al. (1980).

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    Hoy es ya conocido que las organizaciones revolucionarias de lapoca estaban altamente masculinizadas y que algunas, a pesar de suinsistencia en la igualdad de gneros, repetan patrones culturales de

    subordinacin femenina (Oberti, 2005; Pasquali, 2005); pero tambin,que las mujeres desempearon all militancias protagnicas e, incluso,algunas organizaciones albergaron frentes de mujeres o ramas feme-ninas de distinto tipo (Grammtico, 2005; Pasquali, 2005). No obstante,lo cierto es que los testimonios recogidos sealan ms bien el carctergeneral de una situacin en la cual la mujer tena o senta que tenamenor actividad militante en relacin con la funcin asumida por sucompaero, antes o durante el exilio.

    Sin duda, dado que los testimonios son formulados desde el pre-sente y que han transcurrido treinta aos de aquella experiencia, la cues-tin es saber hasta qu punto la posibilidad de formular desde un discur-so crtico esa situacin se produjo progresivamente en el exilio o sloposteriormente. Cualquiera sea la respuesta, sera importante no aislar elproceso y considerar que la reelaboracin del rol poltico femenino en elespacio militante estuvo acompaada de un proceso general de toma dedistancia respecto del modelo militante revolucionario efectuado porhombres y mujeres. Por lo tanto, la conceptualizacin discursiva nosiempre crtica de la condicin femenina all dentro no puede abstraer-se de transformaciones ms vastas que se han producido en las prcticasy concepciones de la poltica a lo largo de las ltimas dcadas.

    La militancia feminista

    Una cuestin adicional en el mbito de las prcticas militantes fue larelacin de las mujeres exiliadas con el feminismo. Se suele sealar, yas emerge de algunos testimonios, que su encuentro fue un resultadodel exilio y del contacto con el movimiento feminista europeo. Esto esun dato incuestionable. Sin embargo, debe ser matizado desde varios

    ngulos.En primer lugar, segn surge de mis entrevistas, parecera que

    los efectos concretos de ese encuentro tuvieron un alcance ms limita-do del que normalmente se le otorga, ya que tal encuentro no siempreredund, al menos en el mbito de las emigradas argentinas en Francia,en una adscripcin al feminismo como prctica militante o mbito dereflexin consciente o sistematizada a pesar de la fuerza y presenciapblica del movimiento feminista francs de la poca y de su activasolidaridad con las exiliadas latinoamericanas.

    En Francia, el Mouvement Libration de Femmestuvo su apogeoentre fines de la dcada del sesenta y mediados de los setenta, en partecomo herencia de la gran movilizacin de mayo de 1968. De hecho, unode los manifiestos ms importantes de la dcada fue la peticin

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    feminista de 343 mujeres, en abril de 1971, por el acceso irrestricto a losanticonceptivos y el aborto libre y gratuito que fue finalmente legali-zado en 1975.

    El relato de una emigrada argentina que particip en un grupo demujeres latinoamericanas en Pars es clave para entender este climafrancs de poca, as como la situacin particular de las mujeres argen-tinas en ese contexto:

    Participaban en este grupo de 40 o 50 mujeres tambin un sectorde mujeres latinoamericanas que no eran exiliadas sino quevenan a Pars a estudiar, eran de Centroamrica, de Colombia,de Per [] Y venan a estudiar o venan como una aventura aPars [] Esta mezcla fue muy interesante porque mientras

    nosotras, las del Cono Sur, planteamos todo en relacin a la soli-daridad era ms un exilio poltico, las otras empiezan a plan-tear ms la liberacin de la mujer y el feminismo. No como loplantebamos nosotras, entonces eso ejerce una influencia muygrande, por lo menos en m, yo digo que aprend mucho de ellas,que a pesar de que peleaba contra ellas y quera centrar toda la[cuestin] en el problema de la solidaridad y en el problema pol-tico, ellas ya venan con una comprensin del problema de lamujer! De la mujer en nuestros pases, no? (G.E., Buenos Aires,

    30 de agosto de 2002).El relato muestra los efectivos acercamientos al feminismo que se die-ron en el exilio. Pero tambin, los lmites que la urgencia de la situacinargentina y los patrones de militancia previa impona a las emigradascomo causas de movilizacin poltica. La importancia de estos lmitesexperimentados durantela estada en Francia y en el contexto de exilioadquiere ms peso si se considera que el pasaje citado corresponde auna emigrada con fuerte conciencia sobre la situacin de la mujerespecialmente en cuanto al derecho al aborto antesde su exilio, que

    luego se constituy en una activa feminista a su regreso a la Argentina.A pesar de estos matices en el caso argentino, el acercamiento al

    feminismo francs tuvo un fuerte impacto entre las latinoamericanasexiliadas, especialmente entre chilenas y brasileas que llegaron a con-tar con organizaciones propias como el fuerte Circulo de MulheresBrasileiras (Brito y Vsquez, 2005; Goldberg-Salinas, 2000). Entre lasargentinas que he entrevistado, al menos dos participaron en Francia dela movilizacin feminista y, a su regreso, participaron y dieron impulsoa las luchas feministas locales aspecto que ellas sealan como un

    aprendizaje esencial del exilio. No obstante, aparentemente, enFrancia no lleg a constituirse un movimiento argentino de mujeres.

    Estas diferencias remiten a varios factores que requeriran serexplorados especficamente: el peso e impacto de la represin sobre los

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    militantes argentinos, que condicion y concentr en el aspecto huma-nitario todas las prcticas polticas en el exilio (o directamente lasparaliz); los diferentes momentos de llegada a Francia en relacin con

    el desarrollo del movimiento feminista local (fines de la dcada delsesenta y comienzos de los setenta para brasileas y chilenas, y segun-da parte de los setenta para las argentinas); y la percepcin de las rela-ciones de gnero propia de unos y otros pases de origen.

    Como segundo matiz, debe considerarse que el feminismo tam-poco estaba completamente ausente de la experiencia previa de lasemigradas argentinas. De hecho, prcticas militantes y espacios colec-tivos ya haban surgido en los aos setenta, en un marco de fuerte movi-lizacin, con mltiples organizaciones de pertenencia e identificacinfeminista y en un esquema de doble militancia propio de la poca(Vassallo, 2005). No obstante, entre los casos estudiados no encontrmujeres que hubieran militado en espacios de mujeres antes de su exi-lio. Pero, curiosamente, quienes se acercaron al movimiento feministaen el exterior lo hicieron manteniendo sus otras actividades polticas; esdecir, reproduciendo el mismo esquema de doble militancia.

    Este segundo matiz implica que, para las emigradas que seencontraron con el feminismo en Francia, esa experiencia no fue untotal descubrimiento (como s lo fue el contacto con nuevas formas desexualidad socialmente aceptadas), sino una continuidad o una puestaen acto de una conciencia previa con respecto a la situacin de lamujer en la sociedad contempornea.

    Reflexiones finales

    Sin duda, el exilio fue un lugar de transformaciones mltiples. Por unlado, el impacto de las movilizaciones feministas en Francia y en Europaen general y, por el otro, la inmersin en otros cdigos y relaciones entregneros propios de la sociedad de acogida tuvieron efectos sobre las

    mujeres emigradas. Pero fue sobre todo la nueva experiencia prctica,individual y colectiva, de enfrentar y construir una vida en el contexto deexilio, con la situacin de roles sealada y sus redefiniciones progresivas,lo que incidi, para estas mujeres, en otra percepcin de s mismas ypermiti, eventualmente, poner en cuestin la hegemona masculina endiversos mbitos. En definitiva, fueron especialmente las prcticas yexperiencias cotidianas de las mujeres las que significaron un aprendi-zaje poltico, lo cual, a su vez, pudo tener efectos tanto en los espaciosprivados como pblicos y en la escisin tradicional entre unos y otros.

    Si bien puede sostenerse que ciertas divisiones y funciones de gne-ro ya se hallaban en transformacin y estaban siendo cuestionadas antesdel exilio, algunos testimonios de hombres y mujeres sugieren la necesi-dad de ser prudentes a la hora de evaluar los alcances ms generales de

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    esos cambios previos y la importancia de lo sucedido en el contexto deexilio o su efecto acelerador. El hecho mismo de que las narrativas vuel-van espontneamente sobre cuestiones de gnero como organizadores de

    ciertos relatos del exilio es una evidencia suficiente de ello.Por otra parte, el peso dado aqu a la experiencia cotidiana ensituacin de adversidad no implica que la influencia del nuevo entornono tuviera peso, sino que la inmersin en nuevos marcos culturalespudo adquirir sentido porque se sum a la confrontacin con la nuevarealidad personal y cotidiana que vivieron las mujeres emigradas. Estotambin coincide con el hecho de que el cambio en las relaciones degnero es un dato ya conocido de los procesos migratorios de cualquierorigen o destino nacional (Szczepanikov, 2006), especialmente cuando

    los realizan mujeres solas (Oso, 2000) e, inclusive, en contextos histri-cos de recepcin no atravesados por la movilizacin poltica femenina.En cuanto al espacio estrictamente militante, parecera que en

    un contexto de redefiniciones y de mucha tensin y urgencia con res-pecto a la situacin en la Argentina, para muchas mujeres la cuestinpoltico humanitaria continu primando por encima de las condicio-nes de gnero como objeto y espacio de militancia activa y pblica. Estono implica que en el mbito de lo privado las transformaciones no fue-ran profundas y radicales y que, en el largo plazo, la propia experiencia

    militante pudiera ser revisada en trminos de gnero.

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