110430 todos somos tomás

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2º DOMINGO DE PASCUA Ciclo A

Evangelio según San Juan 20,19-31.

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con

las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les

dijo:

-- Paz a vosotros.

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al

ver al Señor. Jesús repitió:

-- Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

-- Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a

quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los

otros discípulos le decían:

-- Hemos visto al Señor.

Pero él les contestó:

-- Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los

clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús,

estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:

-- Paz a vosotros.

Luego dijo a Tomás:

-- Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas

incrédulo, sino creyente.

Contestó Tomás:

-- ¡Señor Mío y Dios mío!

Jesús le dijo:

-- ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los

discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y

para que, creyendo, tengáis vida en su Nombre.

Palabra del Señor

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Cada Domingo posterior al Domingo de la Resurrección del Señor se conmemora la Fiesta de la Divina Misericordia. Es una Fiesta nueva en la Iglesia, instituida oficialmente en el año 2000, y que tiene la particularidad de haber sido solicitada por Jesucristo a través de Santa Faustina Kowalska, una religiosa polaca del siglo XX, quen murió en 1938 a los 33 años de edad.

Sor Faustina fue canonizada por el Papa Juan Pablo II, precisamente en la Fiesta de la Divina Misericordia del año 2000. Juan Pablo II dijo que esta paisana suya recibió gracias místicas muy especiales a través de la oración contemplativa, para poder comunicar al mundo el conmovedor misterio de la Divina Misericorida del Señor. Las palabras exactas del Papa fueron “Dios habló a nosotros a través de Sor Faustina Kowalska ... invitándonos al abandono total en El”.

La Fiesta de la Divina Misericordia tiene como fin principal hacer llegar a los corazones de cada persona el siguiente mensaje: Dios es Misericordioso y nos ama a todos... y según las palabras de Jesucristo a Santa Faustina Kowalska "cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a Mi misericordia". En este mensaje de Nuestro Señor se nos pide que tengamos plena confianza en la Misericordia de Dios, y que seamos siempre misericordiosos con el prójimo a través de nuestras palabras, acciones y oraciones... "porque la fe sin obras, por fuerte que sea, es inútil"

En un estudio socio-religioso que se hizo en una diócesis, hace casi 30 años, se veía que había más cristianos, un 95%, que creyentes en la resurrección, un 60%. Es difícil aceptar la resurrección en la vida concreta. La lectura de este domingo nos viene a decir que es difícil creer en la resurrección fuera de la comunidad cristiana.

El evangelio nos dice: "Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas por miedo a los judíos". Los discípulos estaban reunidos y se les aparece Jesús y les dice: "Paz a vosotros. Como el padre me ha enviado, así os envío yo". La misión de la Iglesia empieza después de la resurrección. Si Cristo no hubiera resucitado los apóstoles se habrían quedado encerrados, con miedo, y no habrían predicado el Evangelio. En el envío que hace Jesucristo les da el Espíritu Santo, para que les acompañe en la misión, y también el poder de perdonar los pecados.

Dice después el evangelio que: "Tomás no estaba con ellos cuando vino Jesús". Un dato que se presenta como el motivo de la incredulidad de Tomás. Un dato interesante que nos viene a decir que separado de la comunidad uno no puede creer en la resurrección, en Dios. ¡Cuánta gente hay que quiere vivir su fe por libre, sin tener una relación con la comunidad, con la Iglesia! Y cómo muchos de nosotros hemos visto que es difícil mantener fuerte la fe alejados de nuestra propia comunidad.

Fijémonos que las dos apariciones a los apóstoles ocurren el primer día de la semana. Es decir, el domingo, el día del Señor, en el cual se produce una nueva regeneración del ser humano. En la primera creación Dios da forma al hombre, en esta segunda Jesucristo, al exhalar su aliento sobre los discípulos, da origen a la comunidad. Es en ella donde podemos encontrar a Jesús resucitado. Su regalo es el perdón y la paz.

Continúa el evangelio diciendo: "A los ocho días estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos". El cambio es notorio, ahora Tomás está con la comunidad y así si puede reconocer al Señor: "Señor mío y Dios mío".

El papel de la comunidad cristiana, como grupo de referencia para vivir la fe, es imprescindible. Fijaos como presenta el libro de los Hechos la primera comunidad cristiana, en una descripción seguramente idealizada:

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Eran constantes en escuchar las enseñanzas de los apóstoles.Eran constantes en celebrar la fracción del pan.Vivían todos unidos y lo tenían todo en común.

Destaca tres dimensiones: la evangelización (las enseñanzas de los apóstoles), la liturgia (la fracción del pan) y la caridad (vivían unidos). Tres dimensiones que intentamos vivir en la Iglesia en cada comunidad concreta: tenemos catequesis para llevar adelante las enseñanzas de los apóstoles; tenemos celebraciones de los sacramentos y tenemos instituciones como Cáritas o Manos Unidas para que, en la medida de lo posible, no haya necesitados entre nosotros. Si la parroquia no tuviese presente estas tres dimensiones, fallaría su vivencia de la fe.

A nivel personal, en la vivencia de la fe, pasa lo mismo que en las primeras comunidades. La fe tiene estas tres dimensiones: escuchar las enseñanzas de los apóstoles (la parte de formación), celebrar la fe con la comunidad (en la Eucaristía) y vivir el compromiso de la fe (compartir nuestra vida y nuestros bienes con otros). Por eso si a nuestra fe personal le falta alguna de estas dimensiones, la fe se tambalea.

Hay quienes necesitan más formar su fe para tener una opción personal para seguir a Jesucristo, puesto que su fe es principalmente sociológica; es decir, tienen ciertas prácticas religiosas porque es una costumbre o una tradición. En este caso necesitan formarse, conocer mejor las enseñanzas de los apóstoles, para conocer mejor a Jesús y aumentar su fe.

Hay quienes necesitan más celebrar su fe en los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía, puesto que tienen cierta vivencia religiosa, pero se olvidan de venir por la Iglesia, o están reñidos con Ella. No se puede separar la fe de la Iglesia. Para que la fe no se tambalee necesita de la gracia recibida en los sacramentos.

Y hay quienes necesitan más comprometer su fe en la vida diaria, porque tienen una vivencia personal de la fe y celebran los sacramentos, pero no acaban de mostrar su fe en las circunstancias de su vida concreta. Nuestra fe debe envolver toda nuestra vida y debe verse reflejada en nuestros actos diarios.

Todos estamos de algún modo necesitados de encontrarnos con Cristo resucitado y experimentar su misericordia para poder llevar un amor semejante a los demás.

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LOS MENSAJES DE PAZ DEL RESUCITADO

1º tenemos que entender el rico contenido de la palabra “paz”. En hebreo, la palabra “paz” tenía un contenido más amplio que el que, generalmente, le damos hoy nosotros. La palabra “paz”, aplicada a una persona, significaba una vida plena en todos los aspectos: salud física, bienestar social, armonía interior. La palabra “paz”, aplicada a una nación, significaba un buen entendimiento, en armonía y libertad, con todos los demás pueblos de la tierra. La paz era el principal don de Dios; Cristo mismo es nuestra paz, el príncipe de la paz. En la última noche que Jesús pasa con sus discípulos les dice: “mi paz os dejo, mi paz os doy. Mi paz no es como la del mundo. No os inquietéis, no tengáis miedo”.

2º En el evangelio de este segundo domingo de Pascua leemos que, cuando Jesús, se aparece a sus discípulos, les dice hasta tres veces: “Paz a vosotros”. Les da “su” Paz, una paz integral que les sana el cuerpo y el espíritu, porque los discípulos, en aquel momento,

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tenían el cuerpo y el espíritu temblorosos de miedo e incertidumbre. Temían, corporal y espiritualmente, a los judíos, porque estos intentaban eliminarles y borrarles de la vida pública. Por eso tenían las puertas cerradas y el cuerpo y el alma temblorosos. Cuando los discípulos reciben esta Paz “se llenan de alegría”, porque ahora saben que ya no están solos, sino que está con ellos Jesús, el Maestro, el camino, la verdad y la vida para ellos. La paz que reciben del Resucitado les quita el miedo y les llena el cuerpo y el espíritu de fortaleza y valentía interior y exterior.

La segunda vez que reciben la Paz del Resucitado sienten que “su aliento”, el aliento del Resucitado, les inunda y les envuelve. Se sienten enviados por Él, con capacidad para amar y perdonar hasta a sus mismos enemigos. Por eso, ahora se sentirán capaces de salir e ir al mundo entero a predicar el evangelio. No les importará arriesgar y, si llega el caso, hasta perder el cuerpo, porque saben que quien crea en Él, con Él resucitará, y no les importa perder la vida, porque saben que quien pierda la vida por Él, en Él la encontrará. El Espíritu, el aliento del Resucitado, les ha llenado de una fuerza nueva y desconocida, han dejado de ser cobardes y se han hecho valientes y entusiastas testigos y propagadores del evangelio de Jesús.

Cuando, a los ocho días, reciben los discípulos, por tercera vez, la Paz del Resucitado, ya estaba con ellos Tomás. Tomás desea con toda su alma que sea verdad lo que los otros discípulos le cuentan, pero quiere comprobar por sí mismo la verdad de la maravillosa noticia que sus compañeros y amigos le están contando: “si no veo en sus manos la señal de los clavos… y no meto la mano en su costado, no lo creo”. Y Jesús, con una paciencia y un amor grande, le concede a Tomás lo que pide, pero al mismo tiempo le enseña que ese no es el camino de los verdaderos creyentes: “no seas incrédulo, sino creyente… dichosos los que crean sin haber visto”.

Jesús proclama la bienaventuranza del resucitado: “Dichosos los que crean sin haber visto”. La fe es un don que nace de la confianza en “Alguien” que no puede fallarnos. No hace falta verle físicamente para creer en El. Si le hemos sentido actuando en nuestra vida, si hemos visto como ha transformado ha alguien cercano, o incluso a nosotros mismos, debemos tener fe, confiar en El. La misión que Jesús resucitado nos encomienda es ser “apóstoles”, es decir sentirnos enviados a proclamar que “hemos visto y sentido al Señor”. Lo hemos visto con los ojos de la fe, nos hemos encontrado con El y, por tanto, debemos ser testigos de Jesucristo vivo y resucitado.

Sin embargo, muchas veces, nosotros somos como Tomás. Vivimos en un cuerpo que en demasiadas ocasiones ignora y quiere desconocer al alma, y vivimos en una sociedad en la que lo único que cuenta es lo que sirve para satisfacer los deseos y las pasiones de este cuerpo del que vivimos tan preocupados. Lo que nos dice la fe puede parecernos bonito pero algo lejano, algo que podemos dejar para más tarde. Y Jesús nos dice que no, que la fe es creer en lo que no podemos ver con los ojos del cuerpo. Para creer hace falta limpiar los ojos del alma, purificar la mirada, y mirar las cosas con la luz de Dios, con la luz del Resucitado. También a nosotros, los cristianos, Jesús nos ha mostrado, en esta Semana Santa, las heridas de sus manos y la llaga de su costado; contestemosle en este día, como Tomás: ¡Señor mío y Dios mío! Sigamos el camino de los verdaderos creyentes: “no seamos incrédulos, sino creyentes… dichosos los que creen sin haber visto”.

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Que el Señor afiance nuestra fe en la resurrección y que aumente nuestro sentido de pertenencia a la comunidad cristiana.