1.1 La desamortización y · España, predominó la expansión del maíz y la patata. ... obtenía...
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1.1 La desamortización y los cambios agrarios. siguió siendo durante el siglo XIX un país España
agrario. Además, el sector agrícola no sufrió una
revolución agrícola impulsora de la industrialización.
Las razones de este retraso son estructurales, sociales y
económicas.
Como factores estructurales del atraso está el relieve
abrupto, la baja calidad de los suelos y la escasez
hídrica. Los factores sociales se deben a la desigual
distribución de la estructura de la propiedad por la que
muchas grandes propiedades quedaban sin trabajar. Los
factores económicos fueron la falta de demanda interna
y la tardanza de la creación de una red de
infraestructuras.
A pesar de que España tuvo una revolución agrícola en
el siglo XIX, sí se produjeron cambios en la agricultura
gracias a los procesos de desamortización y a la
expansión agraria debido a la extensión de los cultivos.
La desamortización fue la expropiación y venta en
subasta pública de tierras vinculadas (amortizadas) a la
Iglesia (manos muertas) y a los municipios (bienes de
propios, cedidos por el Ayuntamiento a particulares, y
bienes comunales, de aprovechamiento común). Con ello
se fortaleció la economía de mercado.
Las causas de la desamortización fueron promover una
economía liberal de mercado (compra – venta de
propiedades), mejorar la productividad agraria (al reducir
las manos muertas), aumentar el número de medianos
propietarios, disminuir la deuda pública del Estado y
restar apoyos al carlismo (al disminuir el patrimonio de la
Iglesia y crear propietarios fieles a la causa liberal).
Hubo distintas fases dentro
de la
iniciada
desamortización. Fue
en el reinado de
Carlos IV, impulsada Manuel
Godoy, ante los continuos
gastos de guerra, afectando a
los bienes de los jesuitas.
Durante la Guerra de la
Independencia Española
tanto José I Bonaparte como
las Cortes de
impulsaron
Cádiz
una
desamortización eclesiástica.
En el Trienio Liberal (1820-1823) las Cortes impulsaron
la desamortización de bienes del clero y municipales con
resultados escasos. La primera amplia desamortización
tuvo lugar durante la regencia de María Cristina de
Borbón, siendo impulsada por el ministro de Hacienda
Juan Álvarez de Mendizábal a partir de 1836. Se
enajenaron entonces los bienes del clero regular.
En 1841, durante la regencia del general Baldomero
Espartero, se promovió la desamortización de los bienes
del clero secular. La última etapa se desarrolló durante el
Bienio Progresista a partir
Desamortización promovida
de la Ley General de
en 1855 por Pascual
Madoz, que ponían a la venta los bienes municipales, así
como los de la Iglesia no vendidos.
Las consecuencias de la desamortización fueron que
mitigó la deuda del Estado (en algo más del 25 %) y se
produjo un leve crecimiento de la producción agraria al
aumentar la superficie cultivada, pero no estimuló las
innovaciones técnicas. En el ámbito social, fue una
oportunidad perdida para equilibrar la propiedad de la
tierra en España, al consolidar los latifundios y perjudicar
al campesinado que perdió las tierras municipales.
El crecimiento agrícola registrado en España en el siglo
XIX fue el resultado del crecimiento de la superficie
cultivada, no de mejoras tecnológicas. Se produjo
especialmente a partir de 1870.
La producción de cereal aumentó (en 1860 era el 80 %
del suelo agrario), también la producción vitivínicola (al
verse favorecida su exportación ante la crisis de los
viñedos franceses) y la producción de aceite, al
extenderse el olivo desde Andalucía hacia La Mancha.
Por último, aumentó la ganadería porcina, al crecer las
ciudades y desaparecer la Mesta (lo que provocó la
reducción del ganado ovino y de la trashumancia).
El desarrollo del ferrocarril desde mediados del siglo XIX,
favoreció la articulación de un mercado nacional, lo que
conllevó la especialización agrícola. En el norte de
España, predominó la expansión del maíz y la patata. En
el interior de España se consolidó la exportación de
cereal. Por último, en la costa mediterránea se expandió
el viñedo y los cultivos frutales (especialmente los
cítricos), cultivos dirigidos a la exportación.
Frente a la aparición de una economía agraria mundial,
los agricultores españoles optaron por exigir medidas
proteccionistas (como ocurrió con los grandes
propietarios castellanos de cereal) o por apostar por
cultivos de exportación (como ocurrió en la costa
mediterránea, donde aumentó el cultivo de vid, olivo y
cítricos).
La expansión agraria tuvo limitadas repercusiones
sociales pues la rentabilidad agrícola se mantuvo
repartida de forma muy desigual. Los propietarios
vieron como se elevaban sus ingresos, pero los
campesinos sin tierras, los jornaleros, padecieron unos
salarios o jornales temporales muy bajos. Sus duras
condiciones de vida contribuyeron a que pasaran a
organizarse en asociaciones anarquistas que buscaban
acabar con el desigual reparto de la tierra.
1.2 El desarrollo industrial en España.
La industrialización de España durante el siglo XIX fue
tardía, incompleta y desequilibrada en comparación
con Reino Unido, Francia y Bélgica.
El desarrollo industrial en España se produjo durante el
reinado de Isabel II, gracias a la compra de tecnología
extranjera. Al final del reinado, con la crisis financiera se
1866, se produjo un periodo de crisis. En el último
cuarto del siglo el crecimiento industrial fue mayor hasta
la pérdida colonial de 1898.
El retraso de
industrialización
la
en
España, unido a que esta
fue parcial, tanto respecto
a las zonas geográficas
afectadas (Cataluña, País
como a los
desarrollados,
Vasco,...)
sectores
provocaron el atraso o
de la misma,
por múltiples
fracaso
provocado
causas.
Entre las causas demográficas destaca el limitado
crecimiento de la población que no permitió aumentar la
demanda.
Como causas económicas destaca la falta de una
revolución agrícola (que no aumentó ni mano de obra
ni demanda). Además, no hubo burguesía
emprendedora, por ello, los capitales provinieron del
Estado (que tenía una gran deuda) y del exterior. Por
último, el proteccionismo comercial hizo poco
competitivos los productos españoles con los productos
exteriores, más baratos y de mejor calidad.
Entre las causas naturales y técnicas destaca la falta
de algunas materias primas (como el carbón) y el atraso
tecnológico y de la red de comunicaciones que generó
dependencia exterior.
Por último, entre las causas políticas destaca la falta de
seguridad jurídica para las inversiones ante la
inestabilidad política reflejada en las sucesivas guerras,
pronunciamientos y revoluciones.
No obstante, algunas regiones de España se
industrializaron. Así, la existencia de mejoras agrarias, un
aumento de la demanda interior y un destacado comercio
con América (a través del puerto de Barcelona) facilitaron
el desarrollo industrial de Cataluña.
El desarrollo industrial catalán se basó en la
incorporación de máquinas de hilar, telares mecánicos y
selfactinas en la industria textil algodonera (que fue
incorporando. Este desarrollo fue favorecido por la
política proteccionista, que aseguraba la venta del textil
catalán en los mercados interiores, lo que provocó la
unión entre la burguesía catalana y los políticos
moderados.
El crecimiento textil catalán se vio limitado por la
dependencia del carbón, que era importado desde
Inglaterra. A partir de 1860 fue sustituido por energía
hidraúlica, por lo que las colonias industriales se
desplazaron desde Barcelona a las cuencas de los ríos
Ter y Llobregat.
Por su parte, Andalucía fue la región pionera en la
apertura de altos hornos. Los primeros se abrieron en
Marbella en 1830 gracias al puerto de Málaga, el uso de
carbón vegetal y a las minas de hierro de la región. Al
esquilmarse los bosques mediterráneos de los que se
obtenía el carbón vegetal, se pasó a exportar carbón
asturiano, encareciendo la producción.
Desde 1850 Asturias sustituyó al foco siderúrgico
andaluz gracias al aprovechamiento de los yacimientos
hulleros del Nalón (Mieres y La Felguera). La hulla
extraída de Asturias, gracias a los aranceles
proteccionistas, hizo que su consumo fuera más barato
que la importación de carbón.
En el último tercio del siglo, Vizcaya inició su despegue
industrial gracias a sus yacimientos de hierro y a la
exportación de carbón galés más barato y de mejor
calidad que el asturiano. El uso del sistema Bessemer y
la entrada de capital inglés aumentó la producción de
acero. El desarrollo siderúrgico vasco se concretó en la
creación de Altos Hornos de Vizcaya (1902) e impulsó
una pujante industria naval.
Además de las regiones y sectores señalados, en el resto
de España los antiguos talleres artesanales convivían
con fábricas más modernas. En La Mancha, Andalucía y
Aragón destacó la industria agroalimentaria (harinas).
En Madrid se desarrolló la industria tipográfica y
editorial, además de fábricas de bienes de lujo como la
Fábrica de Tabacos.
La industria minera creció a partir de la Ley de Minas de
1868 que permitió la venta de los bienes del subsuelo,
facilitando su compra por ingleses. Destacó la
explotación de las minas de mercurio de Almadén (que
pasaron a manos de la familia Rotschild) y las minas de
plomo y cobre de Riotinto (explotadas por la compañía
inglesa Rio Tinto Company Limited).
1.3 Modernización de infraestructuras: el impacto del ferrocarril.
El ferrocarril llegó con retraso a España debido a
causas políticas (guerra carlista), económicas (escasez
de capitales interiores), y técnicas (difícil orografía
peninsular y reducida capacidad tecnológica española).
Casi veinte años después
primera línea ferroviaria
de la inauguración de la
la
primera línea férrea en
del mundo, se inauguró
la península ibérica entre
Barcelona y Mataró (1848) y poco después se inauguró
el ferrocarril entre Madrid y Aranjuez (1851).
La Ley de Ferrocarriles de
1855 impulsó el desarrollo del
ferrocarril a través de las
subvenciones estatales.
Además,
Sociedades
la Ley de
de Crédito de
1856 incentivó la entrada de
extranjero para capital
financiar la construcción
ferroviaria. De este modo se
crearon numerosas empresas
ferroviarias,
Compañía de
como la
Caminos de
Hierro del Norte de España.
La red ferroviaria española fue radial (a causa de la
política centralista liberal); con un ancho de vía de 1,67
metros, mayor que el europeo (debido a la orografía
abrupta y por motivos de seguridad nacional); por lo que
no se facilitó las comunicaciones de España con Europa.
En 1896 se había construido 13.000 kilómetros de vías,
conectando Madrid con las principales ciudades costeras
y fronterizas.
Como consecuencias del desarrollo del ferrocarril se
consolidó un mercado nacional (conectando los
diferentes centros productores con los centros de
consumo), pero no impulsó la producción siderúrgica
española (ya que la mayoría del material ferroviario fue
importado desde Europa). En la construcción de las
lineas ferroviarias se usaron materiales de baja calidad,
lo que exigió un caro mantenimiento.
Respecto a las comunicaciones, el correo había dado
sus primeros pasos como servicio público en el siglo
XVIII, pero se modernizó con la aparición del sello
(1850), que abarató las tarifas, y por el empleo del
ferrocarril y la bicicleta en su distribución.
El telégrafo jugó
modernización de
un papel muy importante en la
las comunicaciones. El telégrafo
óptico se basó en señales codificadas transmitidas entre
torres. En 1844 se construyeron las primeras lineas entre
Madrid y los principales puestos fronterizos o costeros,
sirviendo para usos militares.
Entre 1853 y 1863 se desarrolló el telégrafo eléctrico,
gracias a una red de cables radial por los que se
trasmitían señales codificadas. Facilitó el desarrollo de la
Bolsa, el comercio, y la prensa de información.
A finales del siglo XIX el teléfono empezó a sustituir
tímidamente al telégrafo. Las primeras pruebas
telefónicas se realizaron en España en 1877 en Cuba y
Barcelona. Sin embargo, hasta la creación en 1924 de la
Compañía Nacional Telefónica, no se consolidó el
desarrollo de la red telefónica, al no desarrollarse un
marco legal propicio.