10.1. Politica e ideología a través de «La Acción Social» · Politica e ideología a través...
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producción, primer paso de las cooperativas de segundo
grado; es decir, cooperativas de ámbito provincial que se
encargarían de recoger y comercializar los productos.
10.1. Politica e ideología a travésde «La Acción Social»
^Cuáles fueron los temas abordados por la revista en esteperíodo? En realidad no difirieron mucho de los tratados enépocas anteriores. La doctrina social de la iglesia encontró
un mayor eco, si cabe, con el sexagésimo aniversario de lapublicación de la Rerum Novarum. El apoyo decidido alGobierno y el elogio del estado nacional sindicalista por suhondo significado social, fueron parejos a las críticas al libe-ralismo que ha quedado «arrumbado como algo falaz y pernicio-so, a la sombra del cual se han cometido las mayores monstruosida-
des sociales y económicas [...J Toda mente honra,da, todo esJiíritu sin-cero tiene que reconocer que Jiese al cerco de hierro que se nos quiso
imponer y a los exhaustivos latrocinios de los innumerables Gobier-
nos y gobiernillos rojos, la agricultura española, ordenada por certe-ras medidas de Gobierno, ha ^rogresado técnica, moral, social y cul-turalmente de forma imJiresionante» (5).
Se animaba al campesino a crear más cooperativas paracontribuir al engrandecimiento de España, porque «ser coope-rador es ser un esJiañol benemérito».
Las visitas de Franco a Navarra, en 1952, con motivo delIV Centenario Xavieriano, y en 1959 para inaugurar el panta-no de Yesa, fueron tratadas ampliamente por la revista.
A la primera de ellas le dedicó la primera plana de dosnúmeros y, contra lo que era costumbre, el semanario hizo
un resumen de los actos resaltando en titulares lo apoteósicodel recibimiento y despedida tributados. De forma similar, se
(5) LASN, 15-9-1951.
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reprodujo íntegramente el llamamiento hecho por la Dipu-
tación Foral a todos los navarros. En él, la DFN, tras glosar lafigura del dictador, «capitán en la Cruzada y,jefe en las Tareas de
la Paz», le recuerda que encontrará el mismo espíritu que ensu anterior visita de 1937, pues «hallará a los supervivientes de
la gesta heroica, a los curtidos veteranos, y reconocerá en sus hijos
idéntica ilusión en la mirada, el mismo ardor patriótico que alentó
la sublime rebeldía de sus padres, cuando éstos luchaban a las órde-
nes del que nos salvó del caos comunista y de las destrucciones de la
guerra mundial».Se reprodujeron aspectos de los hechos más importantes
de esos días: la recepción oficial ofrecida a todas las autorida-des, instituciones y fuerzas vivas en Pamplona, en 1952, «entre
ellas nuestra UNION TERRITORIAL DE COOPERATNAS DEL
CAMPO (queJ tuvo a honra de asistir a esta recepción oficial»; la
magna concentración ante el Monumento a los «Mártires»,
aportando una cifra astronómica de asistencia, entre 80 y100.000 personas, que se concentraron en la Plaza del Condede Rodezno de Pamplona; el discurso de Franco, con cuyaspalabras «los navarros que no pudieron venir a Pamplona se
habían deleitado y emocionado», aunque no lo publicaron ínte-gro por falta de espacio, y no se expusieron a resumirlo. Estavenida de Franco se vinculó con la interpretación fantasiosade la Navarra heroica y guerrera, «porque ha servido para enar-
decer el espíritu patriótico de Navarra, que siemJrr-e ha dado Jiruebas
de su buen criterio, de su aJititud Jiara el sacrificio en Jiro de la
Patria» (6).En la segunda de sus visitas se le dedicó amplio espacio
en La Acción Social Navarra, comentando la inauguración del
pantano de Yesa, cuya realización se atribuyó, de forma total-mente injustificada, al interés personal mostrado por el Jefe
del Estado, con quien «La Historia de la agricultura de Navarra
tendrá una deuda de gratitud». Ya antes de su llegada, la organi-
(6) LASN, 29-11-1952, fr12-1952 y 11-4-1959.
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zación cooperativa navarra se apresuró a dirigirle «el mcís sin-cero mensaje de saludo», congratulándose de que una de laspreocupaciones principales del régimen fuera «la liberación dela sed de nuestras tierras», permitiendo salir de la miseria a
muchas familias. En concreto, se valoraba como un logroimportante el surgimiento de nuevos pueblos ( los de coloni-zación) cuando otros estaban a punto de desaparecer. Su
deseo era que los habitantes de esos nuevos pueblos se suma-ran al movimierito cooperativo.
Sin embargo, las visitas de Franco tuvieron escasa rele-vancia en la revista, si la comparamos con el espacio y des-pliegue informativo y fotográfico dedicado a la peregrina-ción de los agricultores a Javier el 5 de septiembre de 1952,con motivo del IVi centenario de su muerte. Igual que treintaaños antes, la Federación Católico-Social organizó la concen-tración el 15 de mayo de 1922, ahora la UTECO se dirigió a
todas las cooperativas locales con idéntico motivo. De todoslos puntos de Navarra grupos de campesinos se dirigieron aJavier. En los coches y autobuses destacaba el letrero «PERE-
GRINACION A JAVIER DE LAS COOPERATIUAS NAUARRAS»
(7). La antigua bandera de la Federación Católica abría lamarcha a pie, iniciada dos kilómetros antes del castillo.Detrás de ella, de cuatro eñ fondo, más de cien banderas deotras tantas cooperativas, y posteriormente los peregrinospor Merindades: Tudela, Tafalla, Estella, Aoiz y Pamplona,por ese orden. Cerraban el cortejo los consiliarios, los direc-tivos de UTECO y de la Caja Central Cooperativa de Ahorros
y Préstamos de Navarra y las fraternales representaciones deAlava, Guipúzcoa y Vizcaya.
Más de cuatro mil agricultores que acudieron a Javier res-pondieron a la llamada de UTECO. El Gobernador Civil,Valero Bermejo, y los Diputados Forales, Carmelo del Villar y
Jesús Fortún, acudieron invitados al acto. Terminada la misa,
(7) LASN, Cr9-1952 y 13-9-1952.
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el presidente de la Unión Territorial, Francisco Uranga hizo
la ofrenda de la organización cooperativa a San FranciscoJavier:
«... como en el año 1922, millares de agricultores,
honra y prez de Navarra, fermento salvador de la socie-
dad, quieren proclamar nuevamente en esta ocasión
solemne tu celestial patronato [...] En cincuenta años
de existencia la organización cooperativa ha sentido
palpablemente tu mano bienhechora. Tiempos di^ciles
los de nuestra infancia; éramos incomprendidos, tacha-
dos de revolucionarios; acusados de avanzadilla de un
socialismo que entonces no se com[irendía, ^iero se
temía [...] con la protección de Dios, mediante tu inter-
cesión, no sólo hemos conseguido un relativo bienestar
materzal entre la austera y sacrificada familia agríco-
la; sino que también hemos destruido el exagerado
individualismo, mediante la inyección de un espíritu
de solidaridad cristiana, y hemos fiuesto una barrera y
un dique a la avasalladora corriente marxista [...].
La confesionalidad de nuestra organización cooperati-
va ha sido un hito en nuestra larga vida [...]. Milla-
res de agricultores prometen solemnemente esforzarse
para que nunca desaparezca de nuestra Organización
ese ideal...»
En esta efeméride «de imborrable recordación», según supropia valoración, se reafirmaron los principios católico-
sociales que habían orientado desde su inicio la obra coope-
rativa. La confesionalidad de la misma era nuevamente rea-
firmada y reforzada en la ofrenda hecha en Javier.
Otros asuntos llamaron también la atención de los res-
ponsables de la revista. Así, la política internacional permitió
comentar con regularidad los avances del régimen en este
campo: presencia en organizaciones internacionales, como la
ONU (1955) o la UNESCO (1952), acontecimientos que a
menudo daban motivo a auténticas antologías de la ideología
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nacional-fascista (8). En este sentido, al explicar los resulta-
dos de la votación para el ingreso en la UNESCO, se llegó a
calificar a las diferentes naciones que votaron en contra de
España como ladrones, conspiradores o traidores. Así, Méji-co, «manchado por el oro robado al tesoro es^añol», Yugoslavia y
Uruguay, «comunistas o influidos ^ior la masoneréa», o Israel,
«siem^ire artera y traidora», porque pretendía que la votación seaplazara. La conspiración comunista judeo-masónica interna-
cional contra España estaba latente en el mensaje que debí-
an recibir los lectores. De cualquier manera, no había queesperar «grandes beneficios culturales de un Organismo laico, neu-
tralista, casi arreligioso».
Los acuerdos militares entre España y Estados Unidos(1953) y la firma del Concordato con la Santa Sede (1953),
fueron valorados como pasos muy positivos para España. En
el caso del Concordato con mayor razón, por su autoconside-ración de «miembros sumisos de la Iglesia Católica».
La amenaza del comunismo se mantuvo de forma paten-te y las referencias a los presumibles peligros que entrañaba
eran constantes en los comentarios políticos. El inicio de la
guerra fría, la revocación de la ONU de su decisión de 1946 yla vuelta de los embajadores que se habían retirado de Espa-
ña, coloca al régimen en un nuevo marco internacional. La
difundida condena del comunismo, máxime tras los sucesosde Hungría (1956), habían provocado una reacción de soli-
daridad con el pueblo húngaro en todo el mundo, clamorque la revista recogió prontamente sacando el provecho que
la oportunidad brindaba. Destacaron la Encíclica del Papa,
que reclamaba «una solidaridad efectiva y práctica en favor de
nuestros hermanos que sufren, los mártires de Hungría, y tantos
europeos como padecen la dictadura moscovita» (9). Se daba por
sentado, ya desde 1952, el enfrentamiento entre los dos gran-des bloques rivales, y señalándose que, debido a las caracte-
(8) LASN, 22-11-1952.(9) LASN, 10-11-1956.
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rísticas políticas y religiosas de uno de ellos, la neutralidad
sería imposible.
Desde otro punto de vista, sin embargo, la idea dominan-
te a lo largo de toda esta década es la emigración y el aban-
dono del campo. Unido a ella un canto al agrarismo, la exal-
tación de los valores del campo frente a la ciudad, a la indus-
tria: «EZ hombre del campo es más reflexivo que el de la ciudad». El
objetivo que seguían planteando era lograr que desaparecie-
ra el proletariado rural y se garantizara una buena base eco-
nómica para el sustento de la familia campesina, base de la
Federación. En la población campesina había de asentarse
una sólida idea de cooperación, ya que la solidez y fortaleza
de la vida cooperativa constituían la base del mantenimiento
de un aceptable nivel de vida en el campo. Se adelantaba la
idea de crear cooperativas de segundo grado, de acudir
directamente con sus productos a los mercados centrales,
para lo que resultaba indispensable constituir cooperativas
de ventas. La carestía de precios reflejada sobre todo en las
grandes ciudades explicaba que se plantease la conveniencia
de vender directamente los productos, evitando la variación
que se producía entre el precio pagado al agricultor y el que
se cobraba en el mercado.
Era en definitiva un ataque a los intermediarios, que de
alguna manera habían sustituido en el simbolismo de su
mensaje a los antiguos usureros, pero ideológicamente las
formulaciones de mediados de los cincuenta en poco o nada
diferían de las expuestas en 1912.
El criterio expuesto por la prensa de las grandes ciudades
acerca de la carestía de precios en los artículos de primera
necesidad tuvo cierto eco en la prensa cooperativista, «ten-
drán razón, cuando así lo hacen, aunque nosotros carecemos de
datos estadísticos, que reflejen de manera visible a^irimera vista ese
encarecimiento de las subsistencias» (10). Sin embargo, esta espe-
(10) LASN, 2Cr11-1955.
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cie de ingenuidad vital llevó a una ceguera consciente antelos disturbios sociales que brotaron a causa de la carestía dela vida. Sobre los conflictos por las subidas de precios quehabían originado grandes huelgas en Barcelona, Madrid, Viz-caya y Guipúzcoa en 1951, nada se informaba. Es más, inclu-so en la misma Pamplona se había producido una gran huel-ga en mayo de 1951, y nuevamente en 1952, protestando porla subida del precio de los huevos, artículo fundamental enlas comidas de las clases populares, y tanto en abril de 1954como en 1951, se generalizó el paro en Pamplona, exigiendomejoras salariales. Los responsables de la revista fueron aje-nos a esta problemática industrial. Su preocupación era elcampo que había que modernizar económicamente para quela explotación familiar, «el tipo de em^iresa agraria más perfecta
sin lugar a dudas», fuese rentable.La paulatina mecanización contribuyó a la reducción de
la fuerza de trabajo en el campo. Mil quinientos tractores se
censaron en Navarra a comienzos de 1956, ocho veces másque en 1936. La concentración parcelaria comenzó a reali-zarse por tierras navarras. El éxodo de población campesinaen los años cincuenta fue demasiado patente y pasó a ser lapreocupación principal.
Díaz Mozaz, autor de una serie de artículos entre marzo ymayo de 1956 sobre la acción social de la iglesia en el campoen los que reflexionaba sobre la propiedad de la tierra, insis-tió en la doctrina cristiana de la función social de la propie-dad, «la tierra debe ser cultivada no a capricho, sino como un bien
del que deben satisfacerse las necesidades de todos los hijos de Dios.Si la propiedad cumple esta misión social, puede perfectamenteposeerse aunque sea grande».
Esta misma idea estuvo presente en numerosos editoria-les de la revista desde 1958. En muchos pueblos, fruto de lamecanización del campo, de la falta de industrias, delaumento de los precios, del mantenimiento de la mismaestructura de la propiedad, los campesinos eran expulsados
de sus tierras. «Nos echan de la tierra», señalaba Díaz Mozaz
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que se oía con mucha frecuencia. Sin embargo, partiendo de
la no preponderancia de la gran propiedad en la estructura
de la propiedad agrícola en Navarra, se justificaba la existen-
cia de la misma (aunque en zonas como la Ribera suponían
el 32% de la propiedad privada, todavía en los años setenta)
por su rareza y por la supuesta bondad de los grandes propie-tarios: «EZ ^»-oblema social no consiste pues en que haya latifundios,
en que casi todo el pueblo sea de uno o de unos pocos. El ^rroblema
está cuando ese latifundio o esa larga propiedad no cumple su
misión social». Por ejemplo, su afán inconsiderado de lucro
llevaba algunas veces a que tierra de regadío, que podía dedi-
carse al cultivo intensivo y emplear muchos brazos, se dedica-
ra a cultivos extensivos en los que la máquina sustituía a los
brazos. Otras veces, el gran propietario se hacía absentista y
parecía contagiar de esta actitud a los que todavía permane-cían en las zonas rurales:
«Por eso el grave peligro de Navarra no consiste en
que existan latifundios, consiste en la invasión del
materialismo, en la pérdida del rancio espíritu social de
los que deben más que ninguno 1ireocuparse de cumplir
una misión providencial en la hora difícil de Nava-
rra» (11).
La despoblación del campo, en términos generales, se
constataba como un proceso imparable. Muchos pueblos
habían reducido su población a la mitad. El peligro ahora
consistía, desde su planteamiento ideológico, en que se per-diera la «salud social de Navarra». El temor de que ocurriera
lo que a los viejos gremios artesanales, que por no saber
organizarse se convirtieron en proletariado, era aireado
para proponer el cooperativismo como única alternativa al
capitalismo y al colectivismo. Esta solución, para que fuera
viable debía ir acompañada de una disminución del número
(11) LASN, 12-7-1958.
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de parcelas y de la industrialización de los productos agra-
rios.Frente al proceso industrializador, durante los años 50 en
Navarra, defendieron la cooperativización de las industrias
de transformación de los productos del campo.En realidad, eran muy conscientes de la tremenda trans-
formación económica y social que se estaba produciendo en
la provincia: «La Navarra agrícola, patriarcal, religiosa, lleva el
camino de convertirse en unos cuantos centros industriales con sus
suburbios rurales» (12) . Esta evolución tan rápida era temida
por los eclesiásticos responsables de la revista, pues compro-
metería la vida religiosa en Navarra como había sucedido en
otras partes. Sin embargo, aunque la evolución iba a ser
mucho más rápida e irreversible de lo que temían, la obra
cooperativa supo acomodarse, en líneas generales, a la nueva
situación.La intensificación del capitalismo agrario obligaba a una
readecuación de las explotaciones agrarias. Así, entre 1962 y
1972 desaparecieron 15.661 explotaciones agrarias en Nava-
rra (13). Las grandes explotaciones podían hacer frente a las
nuevas necesidades de mayor inversión de capital, maquina-
ria moderna, aprovechamiento de los avances científicos, téc-
nicos y de investigación, y una adecuada red de comercializa-
ción, por lo que reformularon la necesidad de la obra coope-
rativa, a la que se consideraba en condiciones de poder ofre-
cer todos esos avances que el pequeño propietario por sí
solo no podía permitirse. En el fondo, lo que les preocupa-
ba era la amenaza de supervivencia «de la clase media agrícola
donde está puesta principalmente la fuerza espiritual y moral del
cam^o» (14) .El alza de los precios de los abonos, maquinaria, vestido,
comida y, sobre todo, de la mano de obra, que no se corres-
(12) LASN, 23-8-1958.(13) Censos Agrarios de 1962 y 1972, INE, Madrid, 1964 y 1973.(14) LASN, 17-1-1959 y 24-1-1959.
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pondía con un incremento similar de los precios agrícolas,pudo ser la base de la falta de rentabilidad económica de
muchas pequeñas explotaciones.
El cooperativismo navarro, que había sabido adaptarse alas diferentes circunstancias económicas y políticas durante
medio siglo, debía prepararse para los nuevos retos económi-cos: la industrialización y la formación del Mercado Común,valorado como un gran bien y del que se manifiestan firmes
partidarios: «Es un ideal siem]ire mantenido en la conciencia de lo
más selecto de la cristiandad la unión de los pueblos cristianos del
Occidente Europeo, antes unido también en lo político, a donde como
meta final parecen tender las actuales tentativas» (15) .
Ante la nueva coyuntura económica y la expectativa del
ingreso en el Mercado Común (no podían sospechar que laentrada de España tardaría más de 25 años en producirse),las cooperativas debían dar un nuevo paso organizativo,
como los que antes habían supuesto la creación de las CajasRurales y más tarde las Bodegas y Trujales cooperativos, la
Central Lechera o las fábricas de conservas: «Las cooperativas
de segundo grado pondrán a las cooperativas en situación de poder
afrontar la gran competencia de las sociedades industriales o comer-
ciales (...]. Va pasando la época de la pequeña empresa. Quien en
esta coyuntura no se hacegigante deberá marir» (16).
Las ventajas de estas cooperativas, tanto en la compracomo en la venta de productos, y en su intervención para
regular el mercado al poder disponer de grandes almacenes,eran evidentes para la Junta Directiva, que sin embargo espe-
raba resistencias similares a las encontradas en otras etapas.A pesar de estos temores las cooperativas de ámbito provin-
cial comenzaron a dar sus primeros pasos, y en ellas se asentó
el desarrollo cooperativo.Por otra parte, es importante señalar el cambio que a
comienzos de los años sesenta registra la revista acerca de las
(15) LASN, 19-1-1959.(16) LASN, 31-1a1959.
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nuevas directrices de la iglesia. Tanto las nuevas orientacio-
nes papales, como las emanadas del Concilio Vaticano II, no
fueron bien acogidas por los directivos católico-sociales nava-
rros. Si en años anteriores, y particularmente en sus inicios,
las orientaciones del papa aparecían recogidas y glosadas
profusamente, en esta época comenzó a translucirse un
mayor distanciamiento respecto a las mismas. La En ĉ íclica
Mater et Magistra de Juan XXIII fue tratada en pocas ocasio-
nes, y más como acomodación de la Rerum Novarum a los
tiempos actuales que por sus propias enseñanzas. Destacaron
en ella su tratamiento de la agricultura, señalado como el
sector deprimido de la economía, y sus propuestas de solu-
ción orientadas hacia la unión de los agricultores en peque-
ñas y grandes cooperativas.
El cambio'en el tratamiento hacia el Papado es tan radi-
cal que sorprende la escasa relevancia concedida a un acon-
tecimiento tan transcendental para la iglesia y el movimiento
social-católico. A lo largo de toda su historia la revista dedica-
ba un gran despliegue tipográfico, fotos incluidas, e informa-
tivo a la muerte y elección del nuevo Papa. La muerte de
Juan XXIII en junio de 1963 y la elección de Pablo VI fueron
acontecimientos tratados con extraordinaria frialdad.
Por otra parte, estos años de profunda transformación
dentro de la iglesia católica se reflejaron de forma indirecta
en la influencia del clero en el movimiento cooperativo. Den-
tro de éste se era consciente de la reducción del peso de los
sacerdotes en el mismo, y temían que ocurriera lo que en
otras obras similares, que «con demasiada frecuencia a medida
que las obras crecen van perdiendo la pureza del ideal cristiano-
social».
En otro orden de cosas, Díaz Mozaz pidió la excedencia
en noviembre de 1962 por traslado a Madrid, para dirigir la
Oficina de Información y Estadística de la Iglesia. En febrero
del año siguiente se nombró a Sixto Iroz como consiliario y
en abril de 1956 a Pedro Lázcoz, diplomado en Ciencias
Sociales por el Instituto León XIII de Madrid, como auxiliar
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del Secretariado Social, en sustitución de Juan Lorca. De
cualquier manera, la actividad y el papel de los consiliarios
dentro de las organizaciones cooperativas era cada vez
menor. Por un lado, debido a su participación en UTECO,
en el marco del sindicalismo verticalista de un estado autori-
tario y confesional, los hacía menos necesarios, pues el pro-
pio estado garantizaba la influencia religiosa. Por otro, como
consecuencia del nuevo desarrollo económico de la agricul-
tura, las cooperativas se habían desarrollado sobre todo en la
Ribera, donde las poblaciones rurales eran más grandes y la
influencia del clero considerablemente menor desde bastan-
tes décadas atrás.
A ello había que añadir nuevos criterios dentro de la igle-
sia debido a la influencia del Vaticano II en los curas, particu-
larmente notable entre los jóvenes, y la orientación crítica
hacia el régimen impulsada por los sectores de La Acción
Católica desde mediados de los cincuenta. No quiere esto
decir que disminuyeran las actividades internas de la iglesia
enfocadas al campo social, sino que éste se fue diversifican-
do. Algunas acciones de formación, similares a otras progra-
madas en años anteriores, siguieron realizándose. Así, el
Secretariado Social por medio de la Escuela Social «San Fran-
cisco favier» organizó diversos cursillos para consiliarios en los
años sesenta. En 1968 estuvieron orientados a la zona monta-
ñosa de la provincia y dirigidos por Sixto Iroz, ya que resulta-
ba incomprensible que mientras en la Zona Media y la Ribe-
ra proliferaban las cooperativas, apenas se conociera el siste-
ma cooperativo en la Montaña. Con el fin de subsanar esta
situación se organizaron dichos cursillos.
También los responsables de La Acción Social Navarra des-
tacaron dos obras del clero rural. Una en Zúñiga, donde
pusieron las tierras en común y llevaron su explotación de
forma cooperativa, aunque fue criticada por la UTECO que
les acusaba de mantener ideas capitalistas no cooperativas,
pues cambiaban tierras por acciones. El propietario de la tie-
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rra, aunque no la cultivara, la cedía y recibía por ello la partecorrespondiente de los beneficios ( 16 bis).
La otra experiencia, promovida como en Zúñiga por elpárroco del lugar, se dio en Ibiricu, en el valle de Yerri. Enella se planteaba el cultivo colectivo de las parcelas del comu-nal en las estribaciones de la Sierra de Andía. Ese terreno,dedicado a cereales, se emplearía en el cultivo de forrajes yprados artificiales, que servirían para alimentar un establo devacas seleccionadas. Esta experiencia, que se puso comomodelo cooperativo durante 1962 y 1963, fue un completofracaso a los pocos años y ya no se volvió a hablar de ella.
Sin embargo, en febrero de 1968 la Conferencia EpiscopalEspañola hizo públicos los nuevos Estatutos de Acción Católi-ca, que diferenciaban una Acción Católica general y otra espe-cializada. Esta última separaba los diferentes movimientoscatólicos: obrero, rural, estudiantil, etc. Respondía así al pesocada vez mayor, desde finales de los años 40, de los movimien-tos obreros católicos: JOC, VOJ, HOAC, que habían recogido,como el sindicalismo católico agrario en los primeros años delsiglo, a los sectores más dinámicos del clero navarro. Con eldespegue de la industrialización en Navarra desde mediadosde los años cincuenta, esta atención a las nuevas realidadesfue más constante, y la mayor parte de las energías del clerose orientaron hacia los obreros y los medios urbanos.
10.2. El desarrollo de UTECO y la Cajaen este período
La Asamblea anual de LTTECO, correspondiente al ejerci-cio de 1948, se celebró el 30 de marzo de 1949. Estuvieron
representados 197 entidades asociadas, de las que 139 eran
(16 bis) Véase Pérez Díaz, Victor, Pueblos y clases sociales en el campoespañol. Madrid, 1974, Siglo XXI. Especialmente el capítulo III «Explo-tación en común de la tierra: el caso de Zúñiga», págs. 58-124.
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