1. Una revisión de nociones de figura

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Montes 19 1. Una revisión de nociones de figura Desde la antigüedad clásica, los estudios de retórica han registrado cambios de diversa índole entre los que destacan, por su importancia, aquellos ocurridos en la clasificación de sus elementos constitutivos: las figuras. Con el propósito de ofrecer una opción renovada para clasificar estos recursos, y puesto que cada clasificación se encuentra condicionada por la concepción de figura que, de manera explícita o implícita, mantiene su autor, es preciso llevar a cabo un recorrido a través de la evolución de dicho concepto. Para este fin, ha resultado fundamental la guía de obras que constituyen, cada una a su manera, summas de esta disciplina. Una de las más recientes, titulada Figuras retóricas, de José Antonio Mayoral, establece, en la sección dedicada a la revisión de las cualidades de la elaboración lingüística del discurso, lo siguiente: El tradicional concepto de Figura, y en menor medida los de Metaplasmo y Tropo, subsumidos a veces al primero, ha constituido, desde su acuñación en la antigüedad clásica, uno de los pilares fundamentales sobre los que se ha venido formando el entramado de artificios lingüístico-discursivos que, a lo largo de más de veinte siglos, han configurado el cuerpo central de la doctrina retórica -y poética, cabe añadir- de la Elocución. Dada tan especial relevancia, no ha de extrañar que dicho concepto acabara identificándose, en tratados y manuales de época tardía, con el único Corpus doctrinal superviviente de la clásica "Ars bene dicendi"... (15) Para comprender los efectos que ha tenido esta identificación de las figuras con la teoría general de la elocución sobre los trabajos para su ordenamiento (Genette I: 208), este primer capítulo busca reconocer y registrar la evolución de la noción de figura. Así, las tres primeras nociones, que consideran a las figuras, respectivamente, como: 1. Recursos persuasivos

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1. Una revisión de nociones de figura

Desde la antigüedad clásica, los estudios de retórica han registrado cambios de diversa

índole entre los que destacan, por su importancia, aquellos ocurridos en la clasificación

de sus elementos constitutivos: las figuras. Con el propósito de ofrecer una opción

renovada para clasificar estos recursos, y puesto que cada clasificación se encuentra

condicionada por la concepción de figura que, de manera explícita o implícita, mantiene

su autor, es preciso llevar a cabo un recorrido a través de la evolución de dicho concepto.

Para este fin, ha resultado fundamental la guía de obras que constituyen, cada una

a su manera, summas de esta disciplina. Una de las más recientes, titulada Figuras

retóricas, de José Antonio Mayoral, establece, en la sección dedicada a la revisión de las

cualidades de la elaboración lingüística del discurso, lo siguiente:

El tradicional concepto de Figura, y en menor medida los de Metaplasmo y Tropo,

subsumidos a veces al primero, ha constituido, desde su acuñación en la antigüedad

clásica, uno de los pilares fundamentales sobre los que se ha venido formando el

entramado de artificios lingüístico-discursivos que, a lo largo de más de veinte siglos, han

configurado el cuerpo central de la doctrina retórica -y poética, cabe añadir- de la

Elocución. Dada tan especial relevancia, no ha de extrañar que dicho concepto acabara

identificándose, en tratados y manuales de época tardía, con el único Corpus doctrinal

superviviente de la clásica "Ars bene dicendi"... (15)

Para comprender los efectos que ha tenido esta identificación de las figuras con la teoría

general de la elocución sobre los trabajos para su ordenamiento (Genette I: 208), este

primer capítulo busca reconocer y registrar la evolución de la noción de figura. Así, las

tres primeras nociones, que consideran a las figuras, respectivamente, como:

1. Recursos persuasivos

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2. Recursos ornamentales

3. Desvíos

Estos tres conceptos se encuentran acompañados por los nombres y obras de los autores

más influyentes entre los que las han defendido y utilizado, así como algunas reflexiones

en torno a estas tendencias dominantes a través de la historia. Las dos siguientes son

aquellas que consideran a las figuras como:

4. Inductores de extrañamiento

5. Operadores o resultados de operaciones

Estas dos nociones han sido establecidas por los estudiosos cuyos trabajos se citan en los

apartados 1. 4 y 1.5. Es pertinente aclarar que, aunque estas nociones orientan las

consideraciones implícitas en torno al asunto que nos ocupa, éstas no forman parte de las

definiciones que estos autores establecen del término figura. No obstante, su importancia

resulta fundamental, en tanto que dichos autores han elaborado sus enfoques teóricos y, a

partir de ellos, nuestra clasificación se verá enriquecida a partir de sus concepciones con

respecto a este tema.

Finalmente, y a partir de algunos de los principios que dan sustento a las cinco

nociones revisadas, presento una nueva opción, la cual considera a las figuras como:

6. Transformadores de sentido

He formulado esta noción desde una concepción amplia de la retórica, a través del

acercamiento a las opiniones de los autores citados, así como de la combinación de

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algunas de sus ideas, lo cual ha resultado necesario para establecer, a lo largo de los

siguientes apartados, los criterios adecuados para elaborar el esquema clasificatorio que

este trabajo de tesis propone.

1.1 Las figuras como recursos persuasivos

La retórica, desde la perspectiva que considera a las figuras como recursos persuasivos,

se considerada técnica y arte. Técnica, debido a que se trata de una ordenación especial

de actos y objetos cuya especialidad consiste en ordenarlos no por una razón o logos, sino

por un fin del orden de los criterios de utilidad. Arte, dado que incluye un conjunto de

actos sobre un conjunto de materiales a los que ese impone un orden especial, no por

ideas, sino por un valor del tipo de belleza (García López XIV), en virtud de que tanto

técnica como arte imponen un orden regido por fines o valores, sean éstos de utilidad o

de expresión individual, el clasicismo griego consideró a la retórica, al mismo tiempo,

técnica y arte (XVI). Estos dos conceptos se unifican porque todos los conocimientos

convergían, necesariamente, en ciencia y sabiduría (XVIII).

El proceso de conceptualización de la retórica se caracterizó por el interés en dar

cuenta del porqué de las cosas y realizar generalizaciones. Por ello, el hilo de la tradición

está constituido por tres visiones de la retórica, ya que a partir de los tres elementos,

orador, discurso y auditorio, recogidos también por Aristóteles (384-322 a. C), en los

manuales aparece primero la retórica técnica o arte, que se centra en el discurso como

arte de persuasión (Ramírez XIII). Debido a esto, entre los antiguos retóricos

predominaba la idea de que esta disciplina era útil exclusivamente para fines jurídicos.

Así, las figuras eran recursos con una finalidad persuasiva, de cuya efectividad dependían

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la reputación, el patrimonio, la libertad y hasta la vida de los litigantes. Esta facultad de

las figuras constituye uno de los fundamentos sobre los cuales se basa la noción de éstas

como transformadores de sentido, la cual se revisa en el apartado 1.6.

Sin embargo, vale la pena agregar un matiz a las anteriores consideraciones: Díaz

Tejera ha indicado que la función de la retórica aristotélica no tiene como meta persuadir,

sino facilitar aquellos medios de persuasión que resulten los más adecuados para defender

un argumento determinado (López Férez ed., 727). Al respecto, resulta pertinente tomar

en cuenta la siguiente afirmación de Aristóteles:

Es evidente que la Retórica no es de absolutamente ningún género determinado, sino así

como la dialéctica, y que es útil; y que obra de ella no es el persuadir, sino el hacer ver las

cosas persuasivas que existen respecto a cada particular, así como también en todas las

demás artes (...) Sea, por tanto, la retórica, facultad de hacer contemplar lo persuasivo,

admitido respecto a cada particular (Retórica 5).

Precisamente por esta función que se daba a la retórica, Aristóteles incorporó a su teoría

los elementos subjetivos que otros habían rechazado en nombre de un logicismo estricto.

Agregó, así, la retórica tradicional subjetiva a la retórica lógica y construyó esta noción

según la cual hallan lugar, en esta disciplina, la argumentación, el carácter, las pasiones y

hasta el lenguaje mismo que amplifica o minimiza (Ramírez CVII):

...lo concerniente al discurso o ideas quédese para los libros sobre Retórica, que al

método de ésta pertenece aquél con mayor propiedad. Sin embargo, entra en el discurso

todo aquello que debe llevarse a vías de hecho por la palabra. Y sus partes son:

demostrar y deshacer razones, conmover pasiones -cual las de conmiseración, temor, ira

y otras semejantes a éstas-, agrandar y empequeñecer (Poética 29, 30).

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De acuerdo con lo anterior, y si la retórica orientaba en la búsqueda y hallazgo de medios

de persuasión sobre cada asunto, estos medios dependían de cada uno de los tres factores

de la comunicación, cuya vigencia se ha prolongado hasta nuestros días: el éthos del

orador, el páthos del oyente, y el discurso (Hernández y García, 34). El énfasis en cada

uno de estos tres componentes ha dado origen, en la actualidad, por lo menos a una

tendencia de pensamiento con respecto no sólo a la retórica, sino a todos los fenómenos

lingüísticos:

... y de las persuasiones suministradas mediante el discurso, hay tres clases. Unas, en

efecto, están en el carácter del que habla; otras, en disponer de alguna manera al oyente;

otras, en el discurso mismo, por medio del mostrar o aparecer que se muestra (Retórica

6).

Entre las peculiaridades de la retórica aristotélica destaca una, fundamento de la mayoría

de sus contribuciones al "arte"2 oratoria; se trata de su valoración positiva de la

"probabilidad" (Hernández y García 34-35). Aristóteles estuvo convencido de que el

conocimiento humano se basa con mayor frecuencia en las opiniones fundadas que en las

verdades demostrables, objeto de la lógica: los hombres "creen", más que "saben". Sin

embargo, la mayor parte de las críticas en contra de la disciplina retórica basan sus

argumentos en este uso, considerado impropio, y ante los cuales numerosos teóricos han

formulado defensas tales como la siguiente, esgrimida por Cicerón (106-43 a. C):

Hay alguna razón civil que consta de muchas y grandes cosas. Y alguna parte de ella,

grande y amplia, es la elocuencia artificiosa, que llaman retórica. En efecto, no

En este trabajo se han indicado entre comillas aquellos términos que se mencionan tal y como han sidoempleados por los autores citados, o por los traductores de sus obras.

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convenimos con aquellos que no piensan que la ciencia civil necesita de la elocuencia, y

muchísimo disentimos de aquellos que piensan que toda aquélla está contenida en la

fuerza del rétor y el artificio {De la invención retórica 5).

En esta discusión se encuentra la raíz de la división de las estrategias lingüísticas

persuasivas en los dos grandes grupos: aquellos que corresponden a la retórica y aquellos

agrupados bajo la disciplina de la lógica. En este trabajo, no obstante, se ha buscado que

la propuesta clasificatoria dé cuenta de ambos conjuntos, entre otros que se revisan en el

capítulo 4.

Por todo lo anterior, no debe sorprendernos que Aristóteles haya tenido también

consciencia de que la "fe" es, por lo general, el más alto grado de certeza posible en los

asuntos cotidianos del hombre. Las verdades universales, para Aristóteles, raramente son

aplicables a los asuntos contingentes humanos, y no siempre son verificables

empíricamente (34). Así, Aristóteles afirma que la Dialéctica apela a la razón en forma

aislada y estudia los argumentos en sí mismos, y la retórica se orienta a la razón en

cuanto es influenciable por las pasiones {Retórica 1). La persuasión, dado lo anterior, se

obtiene a través de "pruebas"3, que pueden ser "técnicas", tales como testimonios y

confesiones, o "extratécnicas", tales como leyes, contratos, testigos, torturas y

juramentos, y se refieren a sucesos ya acontecidos y conocidos (6). De esta manera, los

medios técnicos son los verdaderamente retóricos: el orador los construye con su

intelecto4 y los expone verbalmente, y pueden ser objetivos o subjetivos. Aristóteles los

3 Hernández y García denominan "suasorios" a los medios llamados "pruebas" por Aristóteles (34). Eltérmino "suasorio", nos dice el Diccionario de la Lengua Española publicado por la Real AcademiaEspañola en el año 2001, significa "Perteneciente o relativo a la persuasión. Propio para persuadir".4 Es esta la principal razón por la cual Platón desconfiaba de los retóricos: la diferencia entre la condena yla salvación se fundamentaba sobre la base de la habilidad de los litigantes.

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llama "demostraciones", y presentan dos formas: la de los "entimemas", figuras de la

deducción retórica, y la de "paradigmas" o "ejemplos", figuras de inducción retórica:

...llamo enthymema al silogismo retórico, paradigma, en cambio, a la inducción retórica.

Y todos realizan las persuasiones mediante el mostrar, diciendo o paradigmas o

enthymemas, y aparte de eso, nada (Retórica 8).

El filósofo continúa por este camino, y realiza la siguiente distinción de índole práctica:

Las pruebas y las cosas probables y los indicios son las premisas retóricas. El silogismo,

en efecto es totalmente a partir de las premisas, y el enthymema es un silogismo

constituido a partir de las premisas dichas (Retórica 14).

La primacía que Aristóteles concede al "entimema", según la explicación de Hernández y

García, trastorna el cuadro tradicional de la retórica, ya que, frente a las proposiciones del

silogismo lógico, las del "entimema":

• Si son necesarias, las estudia la dialéctica,

• Si sólo son probables, verosímiles, frecuentes, deseables, las estudia la retórica

(35).

Es en este punto de la Retórica aristotélica donde surge la primera división entre dos

tipos de figura, en el ámbito de su papel como recurso persuasivo: las figuras que

persuaden por implicación lógica y las que lo hacen por su verosimilitud. La historia

posterior de la retórica adopta la segunda de estas variantes, mientras que la primera se

circunscribe a los terrenos de la disciplina que ahora llamamos lógica.

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En oposición a los silogismos lógicos y dialécticos, de estructura rígida, los

entimemas son razonamientos flexibles y de extensión variable: los tres miembros del

silogismo se amplían o se reducen5, cuentan con un carácter conciso y sintético y, en

general, omiten las partes de su razonamiento. Por su sentido, hay entimemas que afirman

o declaran, y entimemas que niegan o refutan. Para ilustrar esto, consideremos la

siguiente secuencia, que nos lleva de los tópicos a los silogismos, de acuerdo con las

fases de generación del discurso aportadas por Aristóteles: "digo, pues, que los

silogismos dialécticos y también los retóricos versan acerca de las cosas en torno a las

cuales formulamos los tópicos'" (Retórica 12). En seguida, el filósofo establece los

alcances de su concepto de tópico: "llamo, pues, especies a las premisas especiales

conforme a cada género, y tópicos a los que son de todos igualmente comunes" (13).

Hernández y García, al respecto, aclaran este proceso:

Por su parte, los "tópicos" o "lugares", catálogos de "entimemas" demostrativos y de los

"entimemas" ficticios o aparentes (sofismas), se estudian en los Tópicos y las

Refutaciones Sofisticas. Los "tópicos" funcionan, por lo tanto, como archivos de temas

fundamentales o útiles, al servicio de la inventio del orador. Aristóteles concibe la

"invención" como una elección consciente a partir de un número fijo de posibilidades

alternativas (35).

Además, Aristóteles separa los "lugares comunes", de los "lugares específicos". Los

primeros están compuestos por el caudal de conocimientos humanos generales, para él,

más accesibles y recomendables, que se reducen a pocas evidencias: lo posible y lo

imposible, lo existente y lo inexistente, lo más y lo menos, lo grande y lo pequeño. Los

5 Esta distinción es fundamental: los entimemas adquieren cierta elasticidad que no es propia de lossilogismos, lo cual, a la larga, explica la asimilación de la retórica por parte de las ciencias humanas, y sualejamiento con respecto a las ciencias exactas, las cuales arrastraron hacia su seno a los segundos.

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segundos representan el conjunto de conocimientos de cada ciencia o disciplina cuyos

adecuados uso y manejo constituyen tarea de los especialistas (12). Aunque esta

distinción puede parecer simple, sobre sus bases se fundamentan grandes diferencias que

se han hecho cada vez más profundas a través del tiempo y que, a mi juicio, han ayudado

a establecer separaciones debidas exclusivamente al prestigio y al reconocimiento social,

más que a criterios deductivos para clasificar las figuras. Por ejemplo, dado que la

inmensa mayoría de los hablantes hacen uso diario de estrategias lingüísticas tales como

el tiempo verbal pretérito, el plural o el femenino, dichos recursos han sido competencia

exclusiva de la gramática y no de la retórica. Por otra parte, una de las figuras más

estudiadas, la metáfora, ha sido asociada de manera consistente con el terreno de la

retórica. Al respecto, vale la pena llevar a cabo una profunda revisión y un

cuestionamiento serio con respecto a los difusos límites entre los recursos verbales que

corresponden a estos dominios y a otros más6.

Es oportuno considerar otro aspecto: los usuarios de estos recursos verbales se

mantenían en continua competencia unos con otros, los resultados de sus ejercicios eran

dictaminados por un jurado y, al final de cada proceso, saltaban a la vista. Así, no sólo los

usuarios principales, los juristas, debían mostrar un desempeño destacable en su empleo

de las figuras sino, también, los jueces, los miembros del jurado, el público y, sobre todo,

el acusado y sus familiares. Por ello, se extendieron métodos que gozaron de gran

difusión, se establecieron escuelas, cada una de ellas formadora de un estilo particular de

enseñanza cuyos jóvenes participantes practicaban una y otra vez, y se vinculó el eficaz

uso del lenguaje con los poderes político y económico, factor de suma importancia para

En el capítulo 4 de este documento se listan estrategias verbales procedentes de distintas áreas del saberhumano, dada la facultad que el Poliedro Retórico representa para describir su funcionamiento.

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la difusión y el valor que se le otorgó a esta actividad durante la época (Hernández y

García 16). Así pues, la retórica surgió entre los griegos como una práctica con

repercusiones éticas y sociales, pero al mismo tiempo se formulaban ciertas técnicas y

doctrinas que la convertían en una disciplina que era parte de la educación en círculos y

escuelas. (Ramírez, XIII)

Debido a dicha tendencia, pronto dominó la retórica sofística de Gorgias e

Isócrates, que enfatizó al orador como guía de la sociedad hacia la consecución de ideales

nacionales, función que la fue acercando, paulatinamente, hacia usos de naturaleza

poética. Este paso de la retórica de un plano jurídico al plano literario se ve ya en

Aristóteles:

...la expresión, consiste en la facultad de decir lo que cada cosa es en sí misma, y lo que

con ella concuerde, cosas que, en los discursos, son efecto propio de la política y de la

retórica, que por esto los poetas antiguos hacían hablar a sus personajes en el lenguaje de

la política, y los de ahora en el de la retórica {Poética 11).

Por ello, aquella aplicación restringida al contexto jurídico que las mantuvo alejadas, en

general, de prácticas con otros fines, entre ellos el estético, fue ampliándose y dio

fundamento a la noción que se aborda a continuación.

1.2 Las figuras como recursos ornamentales

Gorgias de Leontino (485-380 a. C), dada su afinidad hacia el arte poético y la

importancia que concedió al estudio de las emociones, se mostró plenamente consciente

del potencial de las figuras para crear obras de arte. En el Encomio de Helena, dentro de

Fragmentos y Testimonios, sus ideas parten de consideraciones que resultan afines a las

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de Aristóteles y otros retóricos de la época; por ejemplo, sobre la opinión nos dice: "la

opinión, que es insegura y está falta de fundamento, envuelve a quienes de ella se sirven

en una red de fracasos inseguros y faltos de fundamentos" (1). En este mismo camino,

Gorgias concede carácter de necesidad a la fuerza de la persuasión, "pues la palabra que

persuade al alma obliga, precisamente a esta alma a la que persuade, a dejarse convencer

por lo que se dice y a aprobar lo que se hace" (1). Poco a poco, va trasladando sus ideas

hacia el concepto de palabra eficaz, la cual "obliga al alma a la que persuade a dejarse

convencer", y aprovecha una de sus principales oportunidades: "la opinión que es

insegura y está falta de fundamento, envuelve a quienes de ella se sirven en una red de

fracasos, inseguros y faltos de fundamento" (1).

Así, de manera gradual, encamina sus reflexiones con respecto al poder de la

palabra hacia terrenos más sutiles. Además, realiza lo anterior sacando provecho,

precisamente, de un juicio; ante la generalizada censura aplicada a la conducta de Helena,

por citar una de sus más comentadas intervenciones, Gorgias plantea su propósito:

... quiero, poniendo algo de razón en la tradición, librarla de la mala fama de que se le

acusa, tras haberse demostrado que mienten quienes la censuran y, mostrando la verdad

poner fin a la ignorancia (2).

En primera instancia, presenta las causas por las cuales Helena actuó como lo hizo:

...era natural que aconteciera la partida de Helena para Troya (decisión del azar, orden de

los dioses, decreto de la necesidad...) [actuó] o bien raptada por la fuerza o persuadida

por las palabras (3).

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De esta manera va liberando a Helena de la infamia en cada pasaje. Vale la pena destacar

la siguiente defensa:

Y si fue raptada con violencia o forzada contra toda ley injustamente ultrajada, es claro

que un raptor (...) obró con injusticia... Justo es, pues compadecer a una y odiar al otro

(3).

La argumentación de Gorgias, aunque sumamente hábil, no se basa en algún recurso que,

en la actualidad, pudiera catalogarse como literatura. Sin embargo expresa, a

continuación, una afirmación de gran relevancia para comprender su concepción de la

retórica:

Si fue la palabra la que la persuadió y engañó su mente tampoco es difícil hacer una

defensa ante tal posibilidad y dejarla libre de la acusación del modo siguiente. La palabra

es un poderoso soberano que, con un cuerpo pequeñísimo y completamente invisible,

lleva a cabo obras sumamente divinas. Puede, por ejemplo, acabar con el miedo, desterrar

la aflicción, producir la alegría o intensificar la compasión (3).

Este "poderoso soberano" de existencia pequeña e invisible doblega las almas de los

individuos y de las comunidades, y no sólo puede aumentar o disminuir miedo, aflicción,

alegría y compasión sino que, por medio de éstos y otros muchos artilugios, hace

sumamente poderoso a quien lo conoce y sabe manejarlo. Como ejemplo de este poder,

Gorgias detalla los ámbitos en los que considera que la palabra, por su facultad de

persuasión, produce cambios; menciona a los filósofos de la naturaleza quienes "al

sustituir una opinión por otra, descartando una y defendiendo otra, logran que lo increíble

y oscuro parezca claro a los ojos de la opinión" (4). Menciona también las

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argumentaciones que resultan habituales en los discursos judiciales, "en los que un solo

discurso deleita y convence a una gran multitud, si está escrito con arte, aunque no sea

dicho con verdad" (4). Además, aborda los debates sobre temas filosóficos, "en los que se

demuestra también la rapidez del pensamiento que hace que las creencias de la opinión

cambien con facilidad" (4). Y, lo que resulta más importante, alude de manera directa e

inequívoca a la capacidad que presenta el lenguaje verbal de dominar las emociones de

los receptores (4-5).

Gorgias elimina todo criterio objetivo en la elaboración del conocimiento: según

él, no existe posibilidad real de la ciencia verdadera, ya que el único objeto del "logos

retórico" es la "opinión"; y la palabra, aunque no sirve para representar ni para transmitir

la realidad, es útil para persuadir a los hombres. Desde esta perspectiva es fácil

comprender que Gorgias desarrollara la teoría de la oportunidad, que la base de sus

argumentos fuera la probabilidad, y que se esforzara al máximo para crear una prosa

poética.

Así, es Gorgias quien inaugura, en la oratoria, la valoración positiva del deleite

literario. Afirma que la poesía ejerce un poder encantatorio que fascina, persuade, seduce

y modifica la opinión con ilusiones mágicas y advierte el valor expresivo de los tropos

(metáfora, hipálage, catacresis, anadiplosis, anáfora y apostrofe, entre muchos otros), de

las figuras del discurso y, especialmente, de la antítesis y del paralelismo (8). Gorgias

consideró que la retórica era un saber indispensable para que el individuo triunfe

socialmente y se defienda de quienes, dueños de los mecanismos de la persuasión,

pueden cometer injusticias e incluso condenarlo a muerte. La convirtió en una disciplina

fundamental del programa pedagógico del joven griego (González Bedoya I, 13). Por

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ello, Gorgias estimuló en su tiempo la valoración positiva del goce literario y promovió el

interés hacia la teoría y la práctica de la retórica entre los atenienses. Además, fue uno de

los primeros retóricos que reconocieron el carácter persuasivo de los recursos

emocionales; llamó la atención por el cuidado con que cultivó los criterios ornamentales,

y dio a la prosa recursos reservados, hasta ese tiempo, para la poesía (Hernández y García

22-24).

Gorgias influyó sobre los retóricos posteriores, y es digna de reconocimiento la

deuda que los estudios literarios de todos los tiempos mantienen con este autor, debido al

sólido antecedente que representan sus aportaciones para la actual consideración de la

retórica y las figuras como fuente de elaboración para el análisis, la crítica y la creación

literarias.

Unos cuatro siglos más tarde, Quintiliano (ca. 35-ca. 96) definió tropo como "la

mutación del significado de una palabra a otro, pero con ingenio" (Instituciones oratorias

II: 73). Es decir, "un modo de hablar trasladado de la natural y primera significación a

otra para el adorno de la oración..." (II: 89-90). De acuerdo con Helena Beristáin, para la

antigua retórica las figuras constituyen giros en los que el cuerpo léxico se desvía de su

contenido original y es dirigido hacia otro distinto con el objeto de provocar alienación,

impresión estética o extrañamiento (213), concepto que abordaremos más adelante. Ello

se logra, de acuerdo con esta autora, a través de la singularización, o mediante la

oscuridad, forma obstruyente o forma obscura, impuesta por el emisor al discurso para

"obstaculizar y prolongar la percepción, haciendo de ella un fin en sí mismo, y atrayendo

la atención del receptor hacia el mensaje" (213). Así, continúa, se cumple el propósito de

provocar sorpresa, de suscitar el shock psíquico. Producir tal extrañamiento era la función

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del ornatos, y con ese propósito "se procuraban el ornato y la gracia engendradores de

deleite" (213). Por ello, no debe extrañarnos que la célebre sistematización realizada por

Heinrich Lausberg, su Manual de retórica literaria, el cual data de 1949 y fue publicado

en español en 1966, se encuentre organizada en los siguientes dos apartados, el primero

de ellos claramente basado en el tipo de valoración que nos atiende:

• El dedicado a las "cualidades" de la elocución, y sus correspondientes "vicios".

• El dedicado a los "géneros" de la elocución, o "teoría de los estilos".

En esta estructura, la elocución está articulada en torno a un "conjunto de cualidades

generales del discurso", llamadas también "virtudes", de cuyo conjunto surge un "ideal

de perfección" en el dominio de la lengua que "debe presidir toda actividad discursiva", y

de modo particular la creación literaria, en especial la poética (453-458). Con el término

"cualidades generales del discurso", Lausberg ofrece una generalización mayor que le

permite integrar en su sistema un conjunto de artificios verbales que se incluirán en las

clasificaciones posteriores a la publicación de su Manual de Retórica Literaria (Mayoral

13). Lausberg concibe a la retórica como ciencia operativa y no meramente especulativa,

y define a esta disciplina como "arte de hablar en general" (458), lo cual contempla tanto

un corte gramatical como uno pragmático. De este modo, su punto de vista nos permite

extender el área de influencia de la retórica más allá de los límites de lo jurídico y de lo

literario, para construir una disciplina abierta a todos los usos que el ser humano otorga al

lenguaje verbal. El sistema de Lausberg está formado por:

1) Una virtud gramatical: Pureza o Corrección idiomática.

2) Tres virtudes retóricas: Claridad, Ornato y Decoro.

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Con el fin de situar esta noción de figura como ornamento, basada en un ideal de virtud o

perfección, es pertinente abordar algunos de sus aspectos más destacados.

a) Virtud gramatical: pureza o corrección idiomática

El fundamento de la perfección elocutiva lo constituye la primera de las virtudes: la

designada con los términos de "pureza" o "corrección idiomática" (Lausberg 463), un

esfuerzo prescriptivo que constituye un claro antecedente de la noción de figura como

desvío, la cual abordaremos en el apartado siguiente. Su consecución y dominio están

encomendados al Arte de la gramática, a lo largo de cuya tradición se ha operado con dos

unidades básicas, palabra y oración. Esta reflexión ya anuncia los criterios de

clasificación correspondientes a paradigma y sintagma que serán comentados en el

capítulo 2 de este trabajo.

Por su parte, los "vicios" atenían contra ese ideal de perfección. No obstante,

resulta crucial, para los propósitos del presente trabajo, considerar la siguiente

advertencia:

Los vicios representados por los conceptos anteriores serán objeto de constantes censuras,

por parte de gramáticos y rétores, siempre que se consideren reflejo de un deficiente

conocimiento del código de la lengua. No obstante, a juicio de los mismos tratadistas,

pueden existir especiales situaciones discursivas en las que las manifestaciones de tales

vicios pueden llegar a ser toleradas, por obra y gracia de una particular Licencia (Mayoral

19).

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Lo anterior constituye un fenómeno de excepcional importancia para este trabajo. A este

respecto conviene preguntarnos lo siguiente: ¿a qué criterios puede deberse este cambio

de apreciación con respecto al fenómeno de las figuras? La respuesta, según Mayoral,

suele basarse en razones artísticas de ornato, en general, métricas, en particular, o

superiores, propias del "arte verbal" (19-20); sin embargo, esas razones resultan aún poco

claras y son material de largas y acaloradas discusiones, que aparecen siempre vinculadas

con su controversial base, la cual ha experimentado pocas variaciones a través de los

siglos: la definición de la belleza o, por lo menos, de la obra de arte, o, incluso, el

descubrimiento de las causas por las que una obra puede ser considerada así. La solución

que este trabajo ofrece para la anterior polémica consiste en aportar una propuesta ajena a

las calificaciones de "correcto" o "incorrecto" cuando se ha de referir a un determinado

uso de la lengua, sin importar de cuál se trate. Ello, por supuesto, debido a que las causas

por las cuales se categorice a un recurso verbal como bello o no bello, apropiado o

inapropiado, virtuoso o vicioso, se encontrarán siempre en factores sociales y

pragmáticos los cuales, aunque incidan sobre el desempeño verbal de los usuarios de una

lengua, resultan ajenos al funcionamiento de su sistema.

Aristóteles, al respecto, considera la elocución poética como un tipo que "incluye

la palabra extraña, la metáfora y muchas alteraciones del lenguaje", con la conclusión de

que "éstas (...) se las permitimos a los poetas" (Poética 43). Aquí hallamos un principio

indispensable para comprender esta noción y sus criterios para tipificar fenómenos en la

categoría de figuras: su consideración como infracciones toleradas por licencia en

determinadas situaciones discursivas, base de la noción de desvío, que reviso en el tercer

apartado de este capítulo.

Page 18: 1. Una revisión de nociones de figura

Montes 36

b) Virtudes retóricas: claridad, ornato y decoro

La virtud de la claridad centra su objetivo en el entendimiento del discurso por parte de

sus receptores, y las normas para alcanzarla se basan en una adecuada selección de

palabras pertenecientes al léxico patrimonial y consolidadas por el "buen uso", así como

construcciones sintácticas. El vicio opuesto a esta virtud, llamado "oscuridad" por

Lausberg (167-170), está representado, entre otros fenómenos por la "anfibología", o

ambigüedad: el empleo de unidades léxicas o estructuras sintácticas susceptibles de una

doble interpretación (Nebrija 219). Pero una vez más, a pesar de las censuras de que

suelen ser objeto, muchos casos de "oscuridad" léxica o sintáctica no sólo se toleran

mediante licencia, sino deseables en una obra literaria, lo cual coloca en entredicho los

juicios de valor en torno a las figuras aisladas de sus contextos de uso7.

El "ornato", para Lausberg la virtud "más codiciada, por ser la más brillante y la

más efectista", requiere de un alto grado de dominio en el manejo de una lengua y de los

recursos expresivos de sus diferentes niveles (538-540). Esta noción es una de las de

mayor valor y trascendencia en las disciplinas retórica y poética heredadas del

pensamiento clásico y, según Albaladejo, sobre ella se fundamenta, desde Aristóteles, la

concepción del discurso literario en general, y poético en particular (125-128). Es esta

noción de ornato la que se hace concreta en los conjuntos de figuras específicas definidas,

clasificadas y categorizadas en los inventarios que las ejemplifican con citas de autores

considerados modelos. En estos catálogos, aquellos recursos de oscuridad elocutiva, a

pesar de las severas censuras de que suelen ser objeto por parte de los gramáticos,

7 Ello constituye un argumento a favor de considerar el contexto, estudiado por la disciplina de lapragmática, como un elemento indispensable en la definición de cualquier figura. Debido a esto, el PoliedroRetórico lo incluye como uno de sus niveles del lenguaje.

Page 19: 1. Una revisión de nociones de figura

Montes 37

también suelen tolerarse "mediante particular licencia" en ciertas clases o modalidades

discursivas, con el correspondiente cambio de estimación. Varias figuras, entre ellas

zeugma e hipérbaton, y ciertos artificios de gran tradición en el discurso poético, entre los

que Mayoral cita como ejemplo el versus rapportati, pertenecen, estrictamente hablando,

a esta categoría (22). Albaladejo, en referencia a varios trabajos de García Berrio,

sostiene que:

Sobre la oscuridad retórica y literaria existe una importante tradición teórico-preceptiva

que comienza en la antigüedad clásica y llega a constituir en la teoría literaria

renacentista y barroca un punto de atención central en las discusiones sobre el estilo

(126).

Por su parte, el decoro o conveniencia (Lausberg 1055-1062), agrupa propiedades que

corresponden tanto a la constitución del discurso, o decoro interno, como a sus relaciones

con las circunstancias de su proceso de emisión-recepción8, o decoro externo (1057); su

principal objetivo es integrar y armonizar los componentes del discurso. En el segundo

caso, llamado decoro externo, el objetivo está centrado en determinar una adecuada

correspondencia entre el discurso y los factores que intervienen en su emisión-recepción

(1057). En el capítulo que Quintiliano, apoyado en Cicerón, dedica a esta virtud elocutiva

afirma que, a su juicio es "la más necesaria de todas" (II: 224), define el decoro interno

como correspondiente a aquello que se trata, para no salir de la materia:

Dicho enfoque también ofrece la interesante posibilidad de una aproximación desde el campo de lapragmática lingüística. Esta visión contextualizada puede hacer relevantes aportaciones en el análisis nosólo de la naturaleza de las figuras, sino también del funcionamiento y de las clasificaciones de éstas.

Page 20: 1. Una revisión de nociones de figura

Montes 38

... porque, ¿de qué sirve que haya palabras significativas, elegantes y trabajadas con

figuras y según una buena armonía si ninguna conexión tienen con aquellas cosas a que

queremos inclinar y persuadir al juez? (II: 224)

Y al decoro externo como correspondiente a quién lo trata, ante quién, dónde y cuándo:

Por lo cual, ante todas las cosas debemos saber: qué cosa es la que conviene para ganar la

voluntad del juez, para informarle y para moverle; y qué es lo que pretendemos en cada

parte de la oración (II: 225).

Los vicios contra el decoro prevenidos o censurados son, de manera acorde con las

definiciones expuestas, de naturaleza múltiple (Lausberg 1057).

El decoro interno puede verse afectado por diversos grados de inadecuación entre

los contenidos del discurso y su expresión lingüística. La clásica tripartición temático-

estilística en estilos "noble, medio y humilde" (o "alto, medio y bajo") obliga a respetar

estrictas reglas de correspondencia entre contenidos y expresión lingüística no siempre

logradas con éxito, si no acatadas, por parte sobre todo de los poetas, a los que ya

Aristóteles, como ya se dijo, hacía beneficiarios de toda suerte de concesiones y licencias.

Entre los fenómenos de esta vertiente de inadecuación elocutiva destacan los tipificados

en las dos situaciones siguientes:

a) Rebajamiento lingüístico de contenidos altos o nobles, hecho que se manifiesta

sobre todo en la selección de un léxico considerado de condición baja o humilde para

referirse a dichos contenidos, fenómeno designado con términos como meiosis o

tapinosis (Nebrija 218; Correas 407).

Page 21: 1. Una revisión de nociones de figura

Montes 39

b) Enaltecimiento lingüístico de contenidos bajos o humildes, mediante la

utilización de un léxico considerado de condición alta o noble para referirse a los

mismos, fenómeno denominado con el término auxesis (Correas 425)/9

Entre los vicios señalados en relación con el considerado decoro externo, para Mayoral

merece especial referencia el caso de la inserción, en un discurso dado, de temas o

expresiones de "naturaleza o sentido escatológicos" (27), esto es, toda referencia o

mención de contenidos, palabras o expresiones de carácter sórdido y obsceno, objeto

siempre de muy severas reprobaciones. Sin embargo, los vicios contra el decoro

representados por estos fenómenos lingüístico-discursivos son también tolerados

mediante especial licencia en determinadas situaciones, siempre que medien razones

superiores propias del arte verbal. A la luz de este enfoque de las cualidades generales de

la elocución, en los clásicos términos de virtudes y vicios, se establece el alcance del

concepto de figura y se determina el lugar que ha ocupado tradicionalmente en el corpus

elaborado en torno a la virtud del ornato.

1.3 Las figuras como desvíos

Vinculada con la anterior noción, se halla otra que considera las figuras como una

modalidad que se aparta del habla común, y compuesta por fenómenos que actúan en

contra o al margen de normas o reglas. De acuerdo con Pozuelo Yvancos (1988), es Leo

Spitzer (1887-1960) quien introduce el término desvío a la estilística (22):

9 Herrera también se refiere a ambos aspectos (428). Vale la pena destacar el contenido pragmático de estadistinción, y su relación con el poder. Sería pertinentes una aproximación a estas prácticas desde la ópticade los recientes estudios del análisis del discurso, los cuales vinculan las identidades y papeles de loshablantes con sus marcas lingüísticas.

Page 22: 1. Una revisión de nociones de figura

Montes 40

La investigación estilística, tal como la vengo cultivando desde hace años (...), se basa en

el postulado de que a una excitación psíquica que se aparta de los hábitos normales de

nuestra mente corresponde también en el lenguaje un desvío del uso normal (Spitzer en

Introducción a la Estilística romance 92)

Con respecto al tema de la excitación psíquica que Spitzer menciona, es pertinente aclarar

que corresponde, de manera estrecha, con la noción de figura como inductor de

extrañamiento, correspondiente al siguiente apartado; en otra sección de su obra, este

autor establece que "A toda particularidad idiomática en el estilo de un autor corresponde

una particularidad psíquica" (89).

Por su parte, en relación con el fenómeno representado por ese apartamiento de

los hábitos de nuestra mente que se consideren "normales", ese desvío del uso normal del

lenguaje, presenta una etimología espiritual común de raíz psicológica, que se descubre a

partir de una intuición globalizadora, punto de partida del principio o método

denominado por el propio Spitzer "círculo filológico": primero, observación del detalle;

luego, examen del conjunto, de nuevo otra vez vuelta a escudriñar el detalle, y todo ello

en virtud del axioma propio del filólogo según el cual, en la obra literaria o poética, los

detalles no son de ningún modo agregados casuales de material disperso, sino componen-

tes de un todo orgánico que pueden observarse microscópicamente para descubrir tras

ellos un microcosmos, un pequeño mundo ordenado (López Eire 37):

Vale decir -invirtiendo términos- que del empleo de una forma lingüística desviada de lo

normal ha de inferirse en el espíritu del escritor un centro afectivo determinado: toda

10 Este punto de vista de la obra literaria es congruente con los enfoques sostenidos por diversos artistaspara explicar tanto el proceso de composición como la naturaleza de algunas de sus obras.

Page 23: 1. Una revisión de nociones de figura

Montes 41

expresión idiomática de sello personal es reflejo de un estado psíquico también peculiar

(Spitzer en Introducción a la Estilística romance, 92).

La profunda correspondencia que este autor encuentra entre pensamiento y lenguaje

queda de manifiesto en la siguiente cita:

y ocurre efectivamente que el pensamiento, al crear una expresión lingüística original, se

afirma, se queda él mismo amarrado a un objeto de tan relativa fijeza como es la

expresión verbal; al paso que la expresión gana a su vez en amplitud psicológica, en

profundidad y en trascendencia. Tenemos, pues, en resumen: estabilización de lo psíquico

en lo verbal; ampliación de lo verbal por lo psíquico (92).

En la poética estructuralista el desvío es resultado del apartamiento del lenguaje poético

con respecto de un teórico grado cero de la poeticidad ' que, según López Eire, podría

concretizarse y hacerse realidad en la prosa científica. La poesía, declara inicialmente

este autor, no es lenguaje normal y corriente, sino lenguaje desviado porque el poeta

habla lenguaje anormal; lenguaje marcado por una doble anormalidad: la personal o

dependiente de la idiosincrasia del propio poeta, y la genérica, el conjunto de rasgos de

desvío comunes a todo lenguaje poético (37, 38). En efecto, afirma, se puede siempre

traducir un texto científico de una lengua a otra "sin mayores problemas", porque la

expresión "no afecta ni modifica para nada el contenido". Para ello, ejemplifica: "el agua

hierve a cien grados centígrados", "temperatura de ebullición del agua: cien grados

centígrados". Pero, continúa, en cuanto aparece el lenguaje poético o literario "las cosas

Un grado cero que, por otra parte, se encuentra perneado de ideología: ¿quién, y desde dónde, estableceel grado cero de cualquier cosa? Un hipotético grado cero podría, en todo caso, establecerse a partir de unaversión inicial, la cual un sujeto toma para someterla a determinadas operaciones de cambio, con lo cualbuscamos guardar una cierta distancia con respecto lo que la preceptiva literaria o las normas gramaticalesconsideran aceptable o correcto. En este trabajo, como se verá en el capítulo 3, se incluye una operación devalor cero; es decir, una que no realiza modificación alguna en el objeto inicial.

Page 24: 1. Una revisión de nociones de figura

Montes 42

cambian porque nos topamos de inmediato con el estilo, que es la forma del contenido,

importantísimo y esencial factor, del lenguaje poético" (39).

Frente a ese grado cero de la poeticidad, propio, según López Eire, de la prosa del

lenguaje corriente, y, más aun, del lenguaje científico, se instala el lenguaje poético, que

él considera "una auténtica y cabal infracción, en la que toda recurrencia fonética,

morfológica, sintáctica y semántica ajenas plenamente a la normalidad lingüística tienen

su connatural y más apropiado asiento" (38).

En este sentido, los artificios lingüístico-discursivos que nos atienden presentan

v

grados de modificación, desvío o infracción de las que algunos consideran normas o

reglas de buena formación de las unidades de dichos niveles, como se constata,

respectivamente, en las definiciones de Quintiliano: "La figura, como por el mismo

nombre se ve, es una manera de hablar apartada del modo común y más obvio." (II: 90);

de Ducrot y Todorov: "Figura: ...Un desvío, una modificación de una expresión original,

considerada 'normal'" (315); y de Helena Beristáin: "Figura retórica: Expresión ya sea

desviada de la norma, es decir, apartada del uso gramatical común, ya sea desviada de

otras figuras o de otros discursos, cuyo propósito es lograr un efecto estilístico" (211). De

acuerdo con esta última autora, los antiguos consideraron que las figuras

correspondientes a la elocución representaban un apartamiento respecto de la gramática,

que alteraba a veces la pureza o corrección y a veces la claridad de la lengua; o bien, que

se desviaban respecto de un discurso carente de ornato, que hoy denominamos norma: el

grado cero del que parte la desviación (Beristáin 138).

Pese a ello, y como en las nociones ya abordadas, las modificaciones, desvíos o

infracciones de las reglas son objeto de una doble percepción: si se producen de modo

Page 25: 1. Una revisión de nociones de figura

Montes 43

espontáneo, resultado de un uso deficiente de la lengua, serán proscritos por atentar

contra la corrección; si son producidos de modo consciente y deliberado, y justificados

por el contexto discursivo, serán tolerados y apreciados por una licencia. Ya Quintiliano

expresa esta importante distinción: "Toda figura sería vicio si fuese casual y no buscada

con estudio" (II: 91).

Como síntesis de las consideraciones sobre el concepto de figura bajo la noción

de desvío, Mayoral expone una breve muestra de definiciones formuladas, en donde sigue

el orden que, a su juicio, va del menor al mayor grado de explicitud:

• La definición más escueta la debe a Cáscales (1617) como una "cierta manera de

hablar apartada del uso común y ordinario" (109).

• Mayor precisión y explicitud ofrece la definición de Jiménez Patón (1604):

"Figura (...) es cierta conformidad de lo que se habla, apartado del común

lenguaje y ordinario modo de hablar. Por la cual conformidad la razón bien

concertada se muda en otro cierto modo con particular adorno y virtud" (79v-80r).

• Más precisa y explícita considera a la de Correas (ca. 1626): "Es pues figura

postura nueva, diferente de la regular y ordinaria, en la dicción y oración, hecha

por necesidad o acaso, o con cuidado y gusto particular por elegancia y

hermosura; y es como si dijésemos una cierta irregularidad de la regla común de

hablar, sufrible por uso y autoridad, y aun agradable, si no pasa los límites de la

razón, como se halla en los buenos autores; mas, si excede, es vicio intolerable,

como en los malos" (30-31).

Page 26: 1. Una revisión de nociones de figura

Montes 44

El Grupo M (1977) también considera el desvío desde el punto de vista retórico como

una alteración notada del grado cero. Esto provoca inmediatamente dos dificultades:

En primer lugar, existen alteraciones voluntarias cuyo objetivo es paliar las insuficiencias

del vocabulario: en una situación en que "la palabra no existe" (...)• Las operaciones

puestas en práctica para ello no se distinguen en nada de las de la retórica propiamente

dicha: en lo único que difieren es en la intención. Convendremos, pues, en llamar

retóricas solamente aquellas operaciones que persiguen efectos poéticos (en el sentido

jakobsoniano) y que se encuentran principalmente en la poesía, el humor, el argot, etc.

En segundo lugar, nuestra concepción del grado cero nos obliga a descomponer el desvío

en dos partes. La primera cubre la distancia que separa los semas esenciales de las

disponibilidades léxicas, y la segunda cubre la distancia suplementaria, recorrida esta vez

en terreno lingüístico, entre estas disponibilidades y los lexemas finalmente adoptados.

Sólo la segunda parte del desvío es propiamente retórica,.... (Grupo M 86)

Heinrich Plett, en 1977, parte de supuestos similares: "una figura retórica representa una

unidad lingüística desviada" (Retórica 142). A lo largo de las reflexiones sobre las cuales

fundamenta su esquema clasificatorio, distingue tres tipos de desviaciones desde el punto

de vista semiótico: en el ámbito de la sintaxis, de la pragmática y en el de la semántica

(142). Así, la figura está sujeta a dos criterios básicos de clasificación: uno es semiótico y

el segundo es la desviación, la cual tiene que definirse de forma diferente para cada

dimensión semiótica, como lo explica el mismo autor en Discurso y Literatura:

Piénsese, por ejemplo, en el grupo de figuras (semio- )sintácticas, cuya modalidad

desviacional particular es la alteración de la secuencia (combinación) habitual de los

signos lingüísticos. Esta secuencia representa el degré zéro lingüístico, y se formula

mediante una gramática que describe las normas primarias del lenguaje normal o

habitual. En comparación con este tipo de «gramática primaria», la figura retórica está

Page 27: 1. Una revisión de nociones de figura

Montes 45

sistematizada en el marco de una «gramática secundaria», la cual constituye una norma

en sí misma cuyo objeto es la «retoricidad» del signo lingüístico (83).

No obstante, y después de numerosas reflexiones, López Eire termina por encontrar

chocante definir un uso del lenguaje como anormal "cuando todo lo que es algo lo es

normalmente, partiendo de una normalidad que está muy lejos de ser real y palpable y no

un mero ente de ficción" (38). Y agrega aquí una pieza fundamental para las siguientes

tres nociones de figura, y para todo el presente trabajo:

Las hablas en que se realiza el lenguaje son todas sumamente normales y ninguna de ellas

es más normal que las otras, aunque empleemos la locución de "habla normal y

corriente" para referirnos a la prosa de nuestro modo de hablar de todos los días, que, por

cierto, no está exento de tropos ni figuras (39).

Lo asombroso del caso, nos dice, es que definimos como anormal la lengua poética,

empleando como punto de referencia lo único anormal que existe lingüísticamente

hablando, que es esa lengua aséptica e inmóvil, que no es de este mundo. Contrástese esta

idea con la de Genette, en 1968, para quien la figura es una divergencia relacionada al

uso, aquella divergencia está por lo tanto dentro del uso: es ésta la paradoja de la retórica:

La expresión simple y común no tiene forma, la figura tiene una: nosotros hemos traído a

la definición de la figura como divergencia entre el signo y el sentido, como espacio

interior de la lengua (Genette en Figures 1209)

Si se acepta el enfoque de los grados de alejamiento respecto del grado cero de la

poeticidad, podría evaluarse estadísticamente, con herramientas parecidas a las de

Page 28: 1. Una revisión de nociones de figura

Montes 46

patólogos del lenguaje y sociolingüistas, la densidad poética de un texto redactado en

lenguaje presuntamente anormal. Sometiendo la estilística, o ciencia de las desviaciones

lingüísticas, a la estadística, o ciencia de las desviaciones en general, obtendremos sin

grandes esfuerzos la medida o "grado de poeticidad" de cada poema concreto (Jakobson

en Ensayos de poética 38). Estadísticamente, las formas y combinaciones más frecuentes

en una comunidad lingüística configuran la prosa o el uso normal y corriente de la

lengua. Así, entre la poesía en verso, los poemas en prosa y la prosa artística mediarán

unos cuantos grados de poeticidad medida por la frecuencia de su respectiva desviación

de la prosa normal y corriente o la prosa aséptica propia de la lengua de la ciencia

concebidas como grado cero de la poeticidad (39).

La clave de la distinta densidad de los llamados desvíos por la poética

estructuralista está en el acto de habla en el que ha surgido el texto que los contiene.

López Eire muestra esto a través del ejemplo de un estomatólogo manipulando los

dientes y labios de una paciente, quien no debe referirse a ellos llamándolos "perlas" y

"corales", aunque estas metáforas no nos sorprendan en absoluto al encontrarlas en

poesía (39).

Por su parte, el propio Grupo M declara, en la misma línea que la anterior

afirmación, que es "probablemente imposible decidir a partir de qué grado de

acumulación de semas inesenciales es percibido el desvío" (86). Y si bien afirma que el

desvío se deja apreciar mucho más fácilmente en el dominio de los metaplasmos y de las

metataxis, este concepto ha conducido a formular criterios de normalidad no percibidos

fuera de los estudios de retórica. Además advierte que, en el dominio de los

metalogismos, "el grado cero es también muy difícil de definir" (87).

Page 29: 1. Una revisión de nociones de figura

Montes 47

Beristáin (1985) aborda esta cuestión de la siguiente manera:

...explicar las figuras conforme al criterio de que constituyen desvíos, es discutible

debido a que existen figuras que no ofrecen realmente desviación alguna, como ocurre

con el asíndeton y el polisíndeton, y también debido a que, salvo en casos excepcionales,

es difícil y cuestionable, o bien imposible, determinar la norma respecto de la cual se

produce la desviación... (140)

Este problema no debe soslayarse. Para van Dijk (1978), por ejemplo, la utilización del

concepto de estilo lleva implícitos otros conceptos como especificidad, caracterización,

desviación, entre otros, que se aplican tanto a "artefactos particulares como a conjuntos

de artefactos que se caracterizan por tener el mismo productor, el mismo grupo de

productores, por el tiempo, el lugar o la cultura" (La ciencia del texto 110). Tales

explicaciones del término convierten el concepto de estilo en uno esencialmente relativo;

puesto que un artefacto posee un 'estilo' determinado únicamente en relación con otros

artefactos; es decir, en relación con otras características, reglas, normas o convenciones

generales: "El estilo mismo puede basarse en reglas generales o particulares, pero

siempre en reglas de naturaleza específica, es decir: en relación con otro sistema de

reglas" (110). Por ello, van Dijk reformula el concepto de "estilo" a lo que llama "forma

característica de la utilización de la lengua" (116), tanto en el nivel oracional como en el

textual, y dirige su atención a las "formas de expresión" de la lengua, es decir: a las

características fonéticas, morfológicas, sintácticas y léxicas de los enunciados. Como

delimitación ulterior, este autor discute como "estilo" las diferencias características en el

uso de la lengua que no expresen a la vez diferencias semánticas o pragmáticas, y aclara

Page 30: 1. Una revisión de nociones de figura

Montes 48

que "sin esta delimitación, todas las diferencias entre enunciados deberían ser de por sí

estilísticas" (116)n.

A mi juicio, y con base en lo anterior, la condición de cumplimiento o desvío con

respecto a normas no debe constituir una base importante ni para el establecimiento de

una noción ni, mucho menos, como fundamento para una clasificación. Las ideas de lo

correcto y lo incorrecto, o en torno a cuál recurso verbal persuade y cuál genera

escepticismo, cuál adorna y cuál estorba, y especialmente aquellas dirigidas a decidir qué

es lo normal y qué constituye una desviación, son sumamente flexibles, y más aun si se

consideran períodos largos13. La gramática prescriptiva ha establecido, a través de

12 Esta discusión nos conduce a considerar la asociación pragmática que existe entre las diferenciascomunicativas y los factores sociales, esto es, diferencias de representar y de apropiarse de la realidad através de la lengua. Los usuarios, como miembros de determinados grupos sociales, presentan diferentesestilos comunicativos. A este respecto, vale la pena referirnos al trabajo en el cual Beatriz Lavandera(1994), quien afirma que dichos estilos pueden estar asociados con las distintas variantes sintácticasutilizadas. En este sentido, Lavandera advirtió la posibilidad de que, cuando se estudian las variantessintácticas, éstas entran en relación con los diferentes estilos comunicativos asociados a ellas; tal es el casode su célebre estudio de las formas verbales en las oraciones condicionales, cuyos diferentes usos puedendar lugar a interpretaciones clasistas o racistas de tales divergencias. Es necesario mantener presente quelos distintos usos sociales de la lengua deben su valor social al hecho de que tienden a organizarse ensistemas de diferencias que, a su vez, reproducen las diferencias sociales en un orden simbólico. Por lotanto, las diferencias sociales se acompañan de diferencias en el uso de la lengua, y puede afirmarse queesas diferencias sociales que se reflejan en el uso de la lengua están acompañadas de diferencias en losestilos comunicativos y, por lo tanto, en las modalidades de representación lingüística de una referenciacompatible en un contexto determinado. Lavandera, Beatriz. Variación y significado. Buenos Aires:Hachette, 1994.13 Esta situación es análoga a la que enfrentó Ana María Maqueo durante el establecimiento de un modelode análisis de errores; con el fin de llevarlo a cabo hubo de determinar, en primera instancia, lo que seconsideraría como error, y aclarar este concepto alrededor del cual giró su trabajo Al respecto, Maqueodetermina lo siguiente: "Para los fines de esta obra, consideraremos que un error será aquella formalingüística que por una u otra causa (...) es "diferente" de la que produciría un hablante nativo. En estadefinición van a entrar, entonces, formas tales como "yo y mi familia", "estuvo dormiendo", "se cayó unrayo en la ala del avión", etc. En las que aparecen diferencias atribuibles a diversas causas que deberánclasificarse y analizarse." (129). No obstante, al empezar a trabajar el corpus de datos surgieron dudassobre algunos puntos específicos con los usos relacionados con queísmo, dequeísmo, leísmo y otras formas.Si bien representan un uso contrario a la norma académica, su frecuente aparición en el español de Méxicohace cuestionar su carácter de error. A fin de decidir esto, ella optó por probar cada caso con grupos dehablantes nativos. Cuando ellos consideraban que se daba un "uso diferente", es decir, en el mismo sentidoen el cual se señalan las figuras, se anotaba como error, criterio que fue seguido con otras formas queresultaban dudosas (129). ¿Cuáles "hablantes nativos" fueron invitados a formar parte de esos grupos queevaluaron la existencia de "un uso diferente"? Esos casos afirmativos que se anotaron como errores,¿habrían sido considerados como tales si esos grupos se hubieran integrado por estudiantes similares a los

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Montes 49

consensos tácitos entre los usuarios o manifiestos entre los académicos, la norma a

seguir, cuya utilidad resulta fuera de toda discusión. Sin embargo, una clasificación de las

figuras retóricas basada en la consideración prescriptiva con respecto a lo correcto y lo

incorrecto requeriría de un muy poco probable acuerdo entre las academias y entre los

usuarios, y perdería vigencia en el mismo momento de su acuñación. Las estrategias

verbales, así como su definición, su categorización y su clasificación, exigen un

acercamiento más estrecho y un análisis más profundo, así como la propuesta de nociones

renovadoras.

1.4 Las figuras como inductores de extrañamiento

El término "extrañamiento" (en ruso, ostranenie, volver raro) fue uno de los conceptos

clave de la temprana teoría formalista. En la década de 1920, de acuerdo con su principal

portavoz, y precursor de los estructuralistas, el ruso Víktor Shklovsky, la

desfamiliarización representa a un objeto familiar de una manera que nos permite romper

con los hábitos de la percepción para volverse de nuevo objeto de una percepción

consciente. Al volverlo extraño, el objeto que escapa a nuestra atención por ser

excesivamente familiar, es reapropiado, y puede ser visto o escuchado nuevamente. El

objetivo fundamental de la desfamiliarización de Shklovsky no es tanto la recuperación

del objeto como la "restauración epifánica" de la percepción humana misma, lo que

Shklovsky refiere como novoe videnie, o nueva visión (58). Shklovsky advirtió la

importancia que tiene en la percepción del texto la ruptura de la rutina, el examen de un

que integraron la muestra? ¿Tiene menos derecho un estudiante que otro hablante nativo a decidir sideterminado uso verbal constituye un error o desvío de la norma?

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Montes 50

objeto según un punto de vista inédito. Un texto que presenta obstáculos a la "percepción

normal", o automática, atrae la atención del receptor (59).

Ya los antiguos griegos consideraron que la obra poética no era más que una de

las posibles aplicaciones del lenguaje, una entidad cuya principal dimensión era la social

y cuya virtud primordial era, en palabras de Gorgias en el citado Encomio de Helena, no

la de reproducir la realidad, sino la de ser capaz de llevar a cabo obras "sumamente

divinas" (3), y de lograr el "hechizamiento" por medio de la ficción, y la conmoción

psíquica y la persuasión de los oyentes a través de lo verosímil, lo ético y lo emocional,

aunque valiéndose del pequeño cuerpo de la palabra (López Eire 46).

La exigencia de operar con lenguaje apartado del uso común para confeccionar un

discurso persuasivo y atractivo, un discurso retórico y un discurso poético, remonta a

Aristóteles, concretamente al concepto de "extranjerismo" como requisito indispensable

del discurso que pretenda persuadir, impresionar o cautivar a su oyente o lector. En un

pasaje de la Retórica, (7) en efecto, Aristóteles establece los tres requisitos del discurso

retórico eficaz. Ha de ser:

• En primer lugar, como extranjero (xenikón).

• Pero, segundo requisito, de forma que esa cualidad de extranjerismo, extranjería o

extrañamiento, pase desapercibida.

• Y, por último, bajo ningún motivo dejará de ser claro (7).

Para Aristóteles, la claridad es la cualidad esencial de toda dicción, pues, si no se habla

claro, no tiene sentido el hablar ni existirá, por consiguiente, el discurso eficaz; sin

embargo, nos dice, en el discurso retórico hay que transmitir contenidos claros pero de

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Montes 51

manera que, con la forma en que se transmitan, provoquen admiración y, en

consecuencia, produzcan placer en el oyente, lo cual se logra fundamentalmente, según

este autor clásico, empleando en la dicción todo lo que se aparta del uso corriente

{Poética, 30). Resulta, así, una dicción extranjerizada (xenikón), porque se sale de lo

corriente y lo ordinario, de lo imperante y autorizado por el uso porque se aparta de los

recursos convencionales de la dicción, por lo que adquiere una apariencia más venerable

e impresionante (31) y, en consecuencia, placentera. Esa dicción, que no es la habitual,

llama la atención y provoca el asombro, como lo produce el extranjero que por primera

vez se pasea por el agora entre personas ya muy vistas y bien conocidas entre sí (32). Se

admira lo que está lejos y no lo que uno tiene siempre al lado, por lo que es preciso hacer

"un punto extraña la lengua para que los oyentes, presos de admiración, disfruten de ella"

(Retórica 10). Esta admiración, continúa, produce placer, lo que debe ser aprovechado

por un orador inteligente y avezado en arte retórica, ya que si emplea en cada momento la

dicción provocadora de asombro, placentera y apropiada a su argumento, en virtud de un

silogismo imperfecto, pero muy común, los jueces considerarán que una forma admirable

y deleitosa de dicción encierra, infaliblemente, una argumentación también irreprochable

y merecedora de aprobación (Retórica 42).

La dicción o estilo es, ciertamente, muy importante para que el discurso parezca

tener determinada entidad (Retórica 144). Y, además, es justamente en este campo de la

dicción o estilo donde la poética y la retórica, que se ocupan de objetos que tienen

propósitos distintos, terminan por encontrarse. En la enseñanza de la retórica a partir de

Isócrates y Aristóteles y, ya en época helenística, la poesía estaba asociada al estudio del

discurso retórico, y desde el punto de vista del estilo se diferenciaba de éste tan sólo

Page 34: 1. Una revisión de nociones de figura

Montes 52

gradualmente. Por ello, de acuerdo con este enfoque, el poeta debe emplearse a fondo con

la dicción extranjerizante y placentera, mientras que el orador, por el contrario, ha de

contentarse con argumentar sobre lo verosímil, valiéndose de una dicción atractiva,

emotiva, elegante y deleitosa, y debe ser más mesurado en el uso que haga de ella, por lo

que el grado de extranjerismo, extranjería o extrañamiento, que la dicción requiere, varía

considerablemente, según se trate de la dicción poética o de la retórica.

El poeta tiene, desde luego, mayor libertad que el orador para extranjerizar su

dicción. De hecho, el poeta Hornero, cuya obra se estudiaba en la escuela, empleaba,

literalmente, palabras extranjeras que exigían explicación porque no eran usuales ni en el

jónico-ático clásico de los siglos V y IV a. J. C , ni en la lengua común de los griegos (la

koiné o griego helenístico), sino, por ejemplo, en dialecto chipriota (Poética 6). El poeta

tiene mayor libertad que el orador al hacer uso de la dicción extranjerizante porque aspira

a producir en su auditorio o sus lectores el placer resultante de la imitación (Poética 3) y

del instinto natural del hombre, que es un ser vivo que se goza en la recurrencia y en la

proporcionalidad del ritmo y la armonía que son propios de ella (Poética 36). El orador,

en cambio, decidido a persuadir argumentando sobre la verosimilitud con "comedido

encanto y sin extralimitarse en la dosis de los efectos especiales de deleite ofrecidos", en

ningún momento de su discurso debe mostrar el arte que emplea en su dicción, lo que

ocurriría si emplease muchos de los recursos permitidos al poeta. Ello daría lugar a que

sus oyentes y los jueces sospecharan, con razón, la presencia de cierto grado de

artifíciosidad en los argumentos esgrimidos, que perderían de este modo la apariencia de

espontaneidad que, combinada con la impresión de sinceridad y absoluta carencia de

doblez propias del atractivo carácter del orador ideal, como éste debe presentarse en su

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Montes 53

alocución, tan importantes resultan para el éxito de un discurso retórico. El orador, por lo

tanto, no puede pasar ciertos límites en la extranjerización de la dicción (López Eire, 33).

Para la estilística idealista, estas particularidades idiomáticas corresponden a

particularidades psíquicas u originalidades espirituales, porque la lengua literaria

transmite intuiciones individuales y contenidos anímicos individualizados. La lengua

literaria es considerada desvío no por los datos formales que aporta sino, sobre todo,

porque traduce una originalidad espiritual, un contenido anímico individualizado; este

desvío es siempre el de una intuición original, una capacidad creadora e individualizadora

(Pozuelo Yvancos 21). En la opinión de Leo Spitzer, bajo las expresiones lingüísticas que

se apartan del uso general y se nos ofrecen en la lectura de una obra literaria como

desviaciones o rasgos estilísticos de un escritor, se encuentra una raíz espiritual y

psicológica. Vossler (ca. 1903), por su parte, define su objeto de investigación como el

cálculo de la relación entre la explicación gramatical con el significado psicológico de

determinada oración {Formas gramaticales y psicológicas del lenguaje 27):

Hay en todo hablante un esfuerzo psíquico, un "mentar" algo; y todo oyente o lector que

reconoce lo que el parlante "mienta", comprende su lengua. Las palabras que nada

"mientan" son simples ruidos. En el "mentar" está el valor espiritual del habla (23).

Para este autor, el efecto retórico de los chistes y los juegos verbales reside en el hecho de

que:

Nuestro sentimiento del lenguaje espera como habitual o regular la coincidencia de la

forma gramática con lo "mentado" psicológicamente, y en esos casos la degradación de

tal espera nos provoca de algún modo una excitación. Si la coincidencia de ambos

Page 36: 1. Una revisión de nociones de figura

Montes 54

términos no fuese lo normal, ¿podría su disparidad afectarnos como irónica, patética,cómica, etc., según las circunstancias en que se manifiesta? (...). Semejante cuestión,

cuando se atiende a las relaciones sintácticas, no puede tratarse sino de modo imperfecto.

Es que, no sólo en ese caso, sino en todos -en fonética, morfología, lexicología y

semántica, y hasta en métrica, rítmica y armonía- laten bajo las categorías gramaticales,

es decir, formales, las otras: las psicológicas (29, 30).

De acuerdo con Jakobson (1960), sometiendo la estilística, o ciencia de las desviaciones

lingüísticas, a la estadística, o ciencia de las desviaciones en general, obtendremos sin

grandes esfuerzos la medida o grado de poeticidad de cada poema (Ensayos de lingüística

366). Estadísticamente, las formas y combinaciones más frecuentes en una comunidad

lingüística configuran la prosa o el uso normal y corriente de la lengua. Consideremos, a

la luz de lo anterior, la siguiente frase de Jakobson: "Se puede describir e interpretar la

estructura del verso enteramente en términos de probabilidades concatenadas" (367). A la

luz de las afirmaciones de Spitzer y Vossler, me permito extender dicha concepción para

convertirla en: "Se puede describir e interpretar la estructura del discurso enteramente en

términos de probabilidades concatenadas". Para el Poliedro Retórico, bajo este esquema

de emisión, expectativa, recepción y efecto, en el cual se da una cierta predicción bajo

ciertos márgenes14, resulta indispensable considerar en qué sentido va a funcionar el

concepto de expectativa, para desplazar las nociones desviacionistas basadas en

prescriptiva:

• a partir de un mensaje emitido (Emisión A)

• se dan diferencias probabilísticas (Delta), entre

• la expectativa de determinado receptor (Expectativa Z)

14 "Pero, a la larga, lo que fiie novedoso acaba por hacerse neutral a su vez; si toda una sociedad acoge lainnovación, ésta 'se lexicaliza', pasa a formar parte del léxico o diccionario común de la lengua". Alatorre,Antonio. Los 1,001 años de la lengua española. México, Fondo de Cultura Económica, 1979. p. 52

Page 37: 1. Una revisión de nociones de figura

Montes 55

• y lo que, efectivamente, recibe (Recepción Z),

Así, a partir de lo que el receptor esperaba, se da una diferencia entre esa expectativa y lo

que recibió: por ello, hay extrañamiento, no desvío. O, en palabras de Spitzer, "todo

rasgo de estilo es en sí mismo neutro; adquiere su particular eficacia sólo por su enlace

con tal o cual actitud particular" (La enumeración caótica en la poesía moderna 14). Lo

anterior será fundamento para el Poliedro independientemente de la manera en que esta

diferencia se registre. Al respecto, Van Dijk sostiene que se puede dividir el estilo en dos

clases diferentes: el probabilístico y el estructural-funcional:

• El estilo probabilístico no es intencional sino más bien el resultado de la

distribución de estructuras gramaticales: oraciones de tamaños específicos,

preferencia en la selección de ciertas palabras y frases, preferencia en el uso de

reglas y categorías gramaticales específicas, etc. Tales rasgos estilísticos pueden

ser típicos, sin embargo, de cada usuario de una lengua y definir su individualidad

(...)

• El estilo estructural es el resultado de las estructuras gramaticales que se escogen

para ser usadas como expresión o indicación de los estados emotivos y

cognoscitivos como una treta en el proceso de la comunicación para tal vez

aumentar el atractivo de los efectos de la emisión deseados sobre el lector

(Estructuras y funciones del discurso 130).

También para Spitzer, la desviación lingüística no siempre ha de ser algo desusado

enteramente, sino que puede darse en pequeñas variaciones:

Page 38: 1. Una revisión de nociones de figura

Montes 56

Hay toda una serie gradual de cambios lingüísticos psicológicamente condicionados,

desde las alteraciones mínimas -apenas perceptibles- de tono y pronunciación, hasta la

creación de una nueva forma, de un neologismo {La interpretación lingüística 92-93)

Jakobson, por ejemplo, se mantiene atento al índice de probabilidad de que lo que siga en

una emisión dada sea aquello que el receptor espera. En cualquiera de los niveles del

lenguaje, sin importar cuál sea el fenómeno, rima, metáfora o cualquier otro, siempre

bajo ese enfoque en la literariedad se trataría en un ir y venir de probabilidades y

expectativas. Es decir, se da un énfasis en qué distancia se queda de cumplir la

expectativa del receptor. En su reflexión en torno al papel de la sílaba en poesía,

Jakobson distingue rasgos que muestran una alta probabilidad de repetirse sin estar

constantemente presentes. Además de las señales que ciertamente se repetirán

("probabilidad uno"), las señales probablemente repetibles ("probabilidades inferiores a

uno") entran también a formar parte de la noción de metro. Afirma Jakobson que el lector

de poesía muy bien "puede ser incapaz de referir unas frecuencias numéricas" a los

elementos constitutivos del metro, pero en la medida en que perciba la forma del verso,

se percatará inconscientemente de su "orden jerárquico" {Ensayos de lingüística general

367). El oyente o lector de determinado tipo de poesía espera, con un alto grado de

probabilidad, encontrar un acento de palabra en una cierta sílaba, pero algunos poemas lo

enfrentan a una expectación frustrada. El grado de una "frustración" puede ser más alto o

más bajo, dependiendo del tamaño de la expectativa del receptor. La expectación

depende, entre otros factores, de la tradición métrica existente. (Jakobson 369, 370). Para

Jakobson, fue Edgar Alian Poe, a quien considera no sólo poeta, sino también teórico de

Page 39: 1. Una revisión de nociones de figura

Montes 57

la anticipación frustrada, quien estimó, con un enfoque métrico y psicológico, el sentido

humano de la satisfacción ante lo inesperado que surge de lo esperado, ninguno de los

cuales, afirma, puede pensarse sin su opuesto (Jakobson 370). Además de las reglas

subyacentes a los rasgos del verso, las reglas que gobiernan sus rasgos opcionales

pertenecen, asimismo, al metro. Nuestra tendencia, continúa este autor, es designar a

fenómenos como la falta de acentuación en los tiempos marcados y la acentuación en los

tiempos no marcados como desviaciones, pero hay que recordar que se trata de

oscilaciones toleradas, de alejamientos dentro de los límites de la ley, de alejamientos y

acercamientos sucesivos a las convenciones o a las expectativas, a las que no pocos

consideran leyes. Y, nuevamente, si las infracciones contra el metro llegan a arraigar, se

convierten, a su vez, en reglas métricas. Lejos de ser un esquema abstracto, teórico, el

modelo de verso subyace en la estructura de cada ejemplo de verso (371). Pero, sin

importar cuál solución adopte cada poeta, el desplazamiento del acento de palabra del

tiempo marcado al tiempo no marcado sin pausa anterior no deja de hacerse sentir, y el

momento de expectación frustrada queda bien patente. Sobre la forma lingüística habitual

da el sentimiento de una conformación desviada a cualquiera que esté familiarizado con

la lengua en cuestión y con su poesía. Así, las convergencias y las divergencias entre

ambas formas, tanto las expectaciones satisfechas como las frustradas, causan este

sentimiento. Cada secuencia verbal tiende a formar su ecuación, y la selección y

estratificación jerárquica de las categorías válidas de ésta constituyen factores de gran

importancia en el establecimiento de convenciones poéticas.

Ese proceso en el que la recepción se hace activa y nueva producción de autor

está mediatizado, en la teoría de la estética de la recepción, por un sistema de normas de

Page 40: 1. Una revisión de nociones de figura

Montes 58

expectación objetivadas: el horizonte de expectativas (Zimmermann 41). Dicho horizonte

está determinado por tres factores: por las normas conocidas o poética del género

literario, por las relaciones implícitas con obras conocidas del entorno de la historia

literaria, o por la oposición de ficción y realidad, de función poética y práctica de la

lengua (41). Una fórmula de recepción que quiera adecuarse al comportamiento estético

frente al texto y desde el texto, no debe unir los lados de la relación texto-lector, es decir,

el efecto como elemento de concretización condicionado por el texto y la recepción como

elemento de concretización condicionado por el destinatario, bajo el símil mecanicista de

una acción recíproca, sino que debe concebir la mediación como un proceso de fusión de

horizontes (Jauss 70). Por ejemplo, en poesía si uno va marcando el acento con cierta

regularidad logra cierta hipnosis, lo que hace que se formule una expectativa. Si éste se

rompe, hay un extrañamiento. El caso de los chistes resulta también ilustrativo: se espera

una resolución, pero aparece otra, y se produce un efecto en el receptor. En este espectro

de posibilidades de hacer cosas distintas o realizar actos diferentes con las especies del

lenguaje radica el núcleo, por citar algunos casos, del discurso retórico, que es un acto de

habla retórico para persuadir, y el del discurso poético, que es un acto de habla poético

para hechizar, y el del chiste, que es un acto de habla jocoso, para hacer reír, y los

muchos otros recursos que el lenguaje nos ofrece, los cuales también he consignado, con

intención exhaustiva, en el anexo 1 de este trabajo.

Es importante, en este momento, subrayar que el receptor representa un factor

determinante e imprescindible en la estructura, composición y realización de la obra

literaria, pues la forma de su recepción influye en la forma del texto, y porque un poema,

según López Eire, sólo tiene existencia real cuando es leído y discutido por sus lectores,

Page 41: 1. Una revisión de nociones de figura

Montes 59

que le aplican un código con el que se descifra y adquiere su esperada realización (51).

Recordemos, a este respecto, que Aristóteles consideraba esencial la función del oyente

para clasificar los diferentes géneros de la oratoria. En efecto, es la función del oyente,

según Aristóteles, la que marca con el definitivo sello de la especificidad un determinado

y concreto discurso retórico (23).

Así, lo que el Grupo M, por citar un ejemplo, divide entre violación y refuerzo

(17), se puede reconsiderar, y plantear en términos de continuidades, reglas particulares

que el receptor determina que cada autor establece, y rupturas, esas ocasiones en que la

emisión no corresponde con el esperado cumplimiento de dichas reglas, a veces como

resultado de una operación deliberada del autor. Con respecto al enfoque que abordamos

en el presente apartado, todo en figuras, y en numerosos ámbitos humanos, es

continuidad o discontinuidad. En este esquema de emisión, expectativa, recepción y

efecto, se da una cierta predicción bajo unos determinados márgenes de tolerancia, lo

cual propicia los efectos que se suscitan. En cualquiera de los niveles del lenguaje

siempre se trataría, bajo esta noción, de un ir y venir de probabilidades y expectativas: a

partir de lo que el receptor esperaba, se da una diferencia entre esa expectativa y lo que

recibió: por ello, vale la pena insistir en ello, hay extrañamiento, no desvío.

El receptor es una fuerza histórica que interviene en la realización de la obra

literaria mediante el horizonte de expectativas, pues a través de una lectura jamás aséptica

va agregando elementos propios, prejuicios, normas genéricas y formas propias de obras

anteriores a la obra literaria ajena, hasta cumplir un cierto grado de expectativas, y con la

experiencia estética, concepto aristotélico en sus tres variedades o categorías:

Page 42: 1. Una revisión de nociones de figura

Montes 60

• la de poíesis, o experiencia estética de la elaboración cabal de la obra: la

aristotélica apergasía

• la de aisthesis, o experiencia estética de la sensación: la aristotélica de reconocer

los modelos de las imágenes

• y la de catarsis, o experiencia estética de purificación por lo emocional, que

resulta de aceptar o rechazar determinadas normas de conducta prescritas: la

kátharsis de la tragedia, también estudiada por Aristóteles, que se produce por el

terror o la conmiseración {Poética 16-18).

La figura, para Genette, no es nada más que un "sentimiento de figura", y su existencia

depende totalmente de la consciencia que el lector tome de la ambigüedad que el discurso

le proponga. {Figures 7 216). Para este autor, el valor de una figura no se da dentro de las

palabras que la componen puesto que ella depende de una divergencia entre esas palabras

y aquellas que el lector, mentalmente, percibe más allá de ellas, "dentro de un perpetuo

rebasamiento de la cosa escrita" {Figures 7 216). En este camino, se puede retener de la

vieja retórica, no su contenido, sino su ejemplo, su forma, su idea paradójica de la

literatura, como un orden basado sobre la ambigüedad de los signos, "sobre el espacio

exiguo, pero vertiginoso que se abre entre dos palabras del mismo sentido, dos sentidos

de la misma palabra: dos lenguas de la misma lengua" {Figures 7 221).

Dado que la situación en la que se produce la interacción entre el lector y el texto

no es una relación cara a cara, ni hay en esa relación o comunicación un contexto externo,

de modo que ni el texto dice a sus lectores si lo interpretaron bien o mal ni se puede

discutir con él señalando con la mano el contexto, habrá que preguntarse cómo es posible

Page 43: 1. Una revisión de nociones de figura

Montes 61

dicha interacción. Las indeterminaciones, los espacios vacíos, los espacios en blanco, los

huecos en nuestros actos de habla cotidianos, pero que abundan en la obra literaria, son

precisamente los que estimulan al lector a suplir tal deficiencia fabricándose un contexto

implícito que dé la requerida coherencia al texto. El lector, por consiguiente, al procesar

el texto de la obra literaria, se esfuerza y entra en interacción con él, tratando de dotarle

de coherencia a través de cubrir esas indeterminaciones y espacios vacíos, como los

espacios entre esos puntos de una silueta que se completa trazando una línea que los una

y les dé sentido para nosotros. De esta manera, los espacios vacíos sirven para poner en

marcha ese proceso interactivo, y permiten al receptor aprovechar, a la vez, la estructura

bien delimitada, la muy amplia apertura interpretativa y la libertad prevista que ofrece

todo texto, para ensamblar sus segmentos y convertirlo en objeto estético para su disfrute,

y para extraer de él lo que presupone, promete, entraña, implica, sugiere, connota, suscita,

despierta o provoca, no obstante el autor se haya figurado a un distinto lector modelo al

cual causar extrañamiento.

1.5 Las figuras como operadores o como resultados de operaciones

Ya se mencionó en el apartado anterior que, de acuerdo con Aristóteles, el poeta puede y

hasta debe extranjerizar la lengua corriente, correcta y gramatical, la que cualquier

gramático enseñaba. En este nuevo apartado es pertinente enfatizar que este filósofo

señaló el origen de esta alteración afirmando que es resultado de "adiciones, detracciones,

alteraciones e intercambios; o sea, puede y hasta debe emplear palabras alargadas y

acortadas y modificadas" {Poética 35), y hasta "intercambiadas" como, en su concepción

poética, considera a las metáforas. Este filósofo ya estudiaba el texto literario en relación

Page 44: 1. Una revisión de nociones de figura

Montes 62

con su emisor y sus receptores, y presenta, en Retórica y Poética, disciplinas normativas,

como artes o tékhna {Retórica 1-13; Poética 1-4). En el fundamento de las decisiones

que pusieron en marcha uno y otro tratados está presente la idea de que la lengua sirve

para hacer algo, como los citados efectos de persuadir y deleitar a otros, y que los resul-

tados de la utilización y la interpretación de las distintas variedades del lógos, o lenguaje

en acción, poéticas o no, pueden ser sometidas a estudio empírico del que es posible

derivar conocimientos aplicables. En este sentido, el trabajo que, a lo largo de este

documento, se realiza en torno a esta noción, resulta sumamente útil para satisfacer la

siguiente exigencia epistemológica de Teun Van Dijk:

La semántica sólo especifica las reglas abstractas de la interpretación de oraciones y

textos, y no da cuenta de los procesos cognoscitivos utilizados en la producción y la

comprensión del discurso real (...) Durante los últimos años, la psicología cognoscitiva y

el estudio de la inteligencia artificial han prestado atención cada vez más a los procesos

involucrados en la producción del discurso y particularmente en la comprensión del

discurso {Estructuras y funciones del discurso 11).

La literariedad y el significado de un texto no existen independientemente de estas

operaciones cognoscitivas realizadas por parte del receptor, ni de las anteriores a éstas

(López Eire, 60). Como ya se verá con mayor profundidad en el capítulo 2, la

importancia de las operaciones en las propuestas modernas, tales como la del Grupo M y

la de Plett, resulta crucial. Es digno de valorarse no sólo su papel en la construcción de

las matrices clasificatorias de dichas aportaciones, sino también su pertinencia y su

adecuación para explicar cada fenómeno desde un punto de vista deductivo.

Page 45: 1. Una revisión de nociones de figura

Montes 63

Poética, señala Barthes (1953), no designa en la época clásica ninguna extensión o

"espesor" particular del sentimiento, ningún universo separado, sino sólo la inflexión de

una técnica verbal, la de "expresarse" según reglas más bellas y, por lo tanto, más

sociales que las de la conversación {El grado cero de la escritura 47). Es decir, proyectar

fuera de un pensamiento interno una palabra socializada por la evidencia misma de su

convención. La figura retórica es, para este autor, una "especie de álgebra": instrumentos

virtuales de una relación que operan a modo de valencias químicas que son, siempre,

nuevas intenciones de significación (51). Sin embargo, hay que destacar que, en las

propuestas del Grupo M y de Plett, se trata, más allá de las reflexiones de Barthes, de

crear matrices que relacionan, precisamente, niveles y operaciones.

Desde este punto de vista operativo cognoscitivo, es necesario señalar que, en la

tradición retórica, se les ha dado un uso indiscriminado a los términos con que son

denominadas las figuras, ya que suelen ser empleados con cualquiera de estos dos

significados:

• como operadores

• como resultados de operaciones

¿Es metáfora la operación o la emisión que resulta de la operación? En el caso de las

definiciones antiguas, la tendencia es a concebir la figura como una operación:

Aristóteles afirma que "Metáfora es transferencia del nombre de una cosa a otra; del

género a la especie, de la especie al género o según analogía." {Poética 33), mientras que

Quintiliano, habla de mutaciones en el sentido o en las palabras (II: 90). Entre las

versiones contemporáneas, el Grupo M llama operaciones retóricas a "aquellas

Page 46: 1. Una revisión de nociones de figura

Montes 64

operaciones que persiguen efectos poéticos" (86), y distingue dos familias: las

operaciones sustanciales y las operaciones relaciónales; las primeras alteran la sustancia

misma de las unidades en las que operan, y las segundas se limitan a modificar las

relaciones de posición que existen entre estas unidades (91). No obstante, el Grupo M

emplea su esquema para explicar y acomodar las figuras entendidas como resultados,

para lo cual mantiene una nomenclatura que, si bien se halla visiblemente renovada, no

queda exenta de un rasgo de traducción de los nombres clásicos.

Plett, por su parte, define figura retórica como "la unidad estructural más pequeña

en un modelo de competencias (retórico)-estüístico" (Discurso y literatura 83), que se

compone de dos elementos lingüísticos básicos: las operaciones lingüísticas y los niveles

lingüísticos" (83). Así, Plett las considera, de acuerdo con esta definición, como

resultados de operaciones.

Desde la perspectiva de esta noción de figuras como operadores o como

resultados de operaciones, pertenecen al mismo gran grupo, por citar tres ejemplos, los

siguientes fenómenos:

• Aquellos fenómenos involucrados en lo que la sociolingüística denomina "cambio

lingüístico".

• Aquellas "alteraciones" llevadas a cabo en poesía con motivos efectistas o

estéticos.

• Aquellos "errores" cometidos por estudiantes y hablantes en general, nativos o

no15.

15 En su estudio de los errores cometidos por estudiantes, Maqueo (1984) realizó su primer acercamiento almaterial a través de cuatro pasos:

a) detectó aquello que halló diferente de lo que emplearía un hablante nativo: los "errores".b) procedió a reconstruir e interpretar cada caso.

Page 47: 1. Una revisión de nociones de figura

Montes 65

Con respecto al tercero de estos casos, y a mi juicio, las reglas de uso constituyen

operaciones cuya repetición ha formado hábitos sociolingüísticos aceptados, o incluso

autorizados, por las instituciones correspondientes, aunque en otros tiempos o lugares se

les considere errores; estas categorías de origen social, de acuerdo con los principios de

esta propuesta, muy poco deben influir para la clasificación de estos errores como

fenómenos verbales al lado de las figuras y de muchos otros, y para su correspondiente

descripción con fines artísticos o científicos.

Se extiende, pues, un vasto grupo de fenómenos por clasificar: todos ellos con

posibilidades de emplearse como estrategias que el lenguaje verbal pone a disposición de

sus usuarios, de acuerdo con nuestro capítulo 4, y cuya lista intenta completarse en el

anexo 1, pero cuya verdadera cobertura sólo se logra, en este trabajo, a través del

esquema taxonómico, el Poliedro Retórico, cuya estructura se explica en el capítulo 3, y

el cual está dirigido a dar cabal cuenta de las estrategias verbales posibles, con base,

principalmente, en las operaciones necesarias para construir las figuras.

c) clasificó de acuerdo con dos niveles: en el primero los errores se clasifican dentro de losapartados siguientes: S (sintaxis), M (morfología), U (uso) y L (léxico), correspondientes a los niveles deque se trata en este trabajo de tesis.

d) en el segundo nivel, se clasificó los errores de sintaxis de una manera más específica, de acuerdocon la categoría gramatical o el orden. Se encontraron diez clases de errores sintácticos, los cuales son delinterés de este trabajo de tesis como ejemplares de operaciones, y los subclasificó de acuerdo con lossiguientes criterios. Así, encontró Maqueo cuatro causas principales de error:

1. Interferencia.2. Generalización.3. Técnicas y materiales inadecuados.4. Transición por la comunicación.

Vale la pena destacar que Maqueo distingue los errores detectados con base en términos correspondientes alas operaciones empleadas por el Grupo M y por Plett, tales como adición, supresión y sustitución, y a lalógica, como es el caso de la sobregeneralización. Ello demuestra la utilidad, revelada en cada uno de losapartados del capítulo 4 de esta tesis, que presenta el Poliedro para describir fenómenos verbalesadicionales a las figuras.Maqueo, Ana María. Lingüística aplicada a la enseñanza del español. Editorial Limusa. México, 1984.

Page 48: 1. Una revisión de nociones de figura

Montes 66

1.6 Las figuras como transformadores de sentido

Vistas en su conjunto, las nociones revisadas hasta ahora presentan una serie de

principios de sumo interés para este trabajo; uno de ellos es la consideración de estos

elementos del lenguaje como poseedores de una facultad que Ricoeur considera "de

innovación de sentido" (303) la cual, dependiendo de su manejo, es capaz de producir

impactos disímbolos (304). A ese respecto, de acuerdo con Traugott y Dasher existen dos

mecanismos para operar un cambio semántico: metáfora y metonimia (27). Según estos

autores, a partir de estas dos estrategias tradicionalmente consideradas como figuras

retóricas se logra establecer una innovación semántica pero, al mismo tiempo, mantener

accesible el mensaje para el entendimiento de un receptor lo cual se logra, por un lado, a

través del uso de palabras vinculadas con otras por medio de su campo semántico, en el

caso de la metonimia; por otro, a través del uso de palabras que se parezcan o nos remitan

de un modo u otro a otras completamente distintas, como ocurre con la metáfora (27, 28).

En ambas transformaciones, el resultado es una extensión del sentido.

Con base en ello, puede formularse una aportación que resulta útil para elaborar

una renovada comprensión del fenómeno de las figuras, y generar un nuevo paradigma

conceptual: se trata de contemplarlas como facultades, o transformadores de sentido, que

el lenguaje verbal ofrece en diferentes ámbitos, con los fines que cada interacción

establezca y en el contexto específico en el que se desarrolle.

Existe una razón por la cual un receptor rechaza en un texto lo que podría admirar

en arquitectura o diseño industrial: la percepción visual es un fenómeno acentuadamente

espacial, exento de encadenamientos lógicos, basado en la extensión instantánea del

universo percibido. El emisor es quien crea la sintaxis de su mundo visual.

Page 49: 1. Una revisión de nociones de figura

Montes 67

La palabra, en cambio, opera a través del descubrimiento controlado de los

elementos de una cadena lógica: el emisor ordena las palabras, éstas se forman en filas, y

este fenómeno que involucra paradigma y sintagma ejerce facultades que el ser humano

no conoce en ningún otro de sus recursos. Recordemos ya no sólo el poder de persuasión

empleado por políticos, abogados y publicistas, ya no sólo el extrañamiento y el influjo

anímico que ejercen sobre nosotros nuestras obras literarias más admiradas, sino el poder

definitivo que ejerce un emisor sobre un receptor a través de un fenómeno tan antiguo, y

tan trivializado en nuestros tiempos, como la hipnosis, la cual se ejerce, básicamente, a

través del lenguaje verbal. Por esto, el frecuente llamado a la simplicidad y a la

permanencia en lo convencional podría no ser otra cosa que la manifestación de una

resistencia ante las posibilidades de innovación de nuestra propia lengua, debida a una

tendencia a mantener la situación lingüística tal y como ha sido hasta el momento.

Los términos oscuros, por lo menos en poesía y en religión, son puertas que el

receptor percibe, en la mayoría de los casos, de manera distinta con respecto a la cual

percibe habitualmente los términos cotidianos. Una estructura compleja genera una

reacción similar, porque impide darse cuenta del rumbo que se sigue al recibir un

mensaje. Pero se trata estrictamente de una cuestión de dominio: una cadena verbal

realiza una elaboración dentro de la mente del receptor, a diferencia de lo que ocurre con

las imágenes percibidas a través del sentido de la vista, el cual genera la ilusión de que lo

percibido no es un fenómeno mental, sino la consciencia de algo exterior al cuerpo.

Esta noción de figuras como transformadores de sentido aprovecha distintos

elementos que surgen de las anteriores:

Page 50: 1. Una revisión de nociones de figura

Montes 68

• Las nociones que consideran a las figuras como recursos persuasivos, como

ornamentos y como inductores de extrañamiento, respectivamente, y, a través de

esta última, la que las considera desviaciones, establecen que, a partir de

desplazamientos a lo largo de los diferentes grados de arbitrariedad que el

lenguaje hace disponibles, cada figura produce un efecto. Un avance sobre dicha

noción deja patente, no obstante, el que toda emisión verbal, e incluso su ausencia

en un contexto lingüístico, lo genera (López Eire 44). Así, y por citar sólo un

caso, es posible concebir el silencio como figura, y por eso se le atiende a este

recurso en el capítulo 4.

• La noción que las considera resultado de operaciones, por su parte, nos muestra

que dichos efectos son producto de acciones de modificación que subyacen en la

estructura mental de los involucrados en el acto lingüístico.

• Asimismo, si se les considera como operadores, veremos en las figuras las

posibilidades no sólo para actuar sobre el lenguaje, sino también sobre otras

mentes y, a través de ellas, sobre el mundo.

Por lo anterior, podemos concebir a las figuras no sólo como efecto del trabajo generativo

del lenguaje, sino como transformadores del sentido que éste pone a nuestra disposición,

de manera abierta a combinaciones que no deben quedar condicionadas por la costumbre

o la frecuencia de ciertos usos determinados. Al respecto, toda expresión lingüística

produce un efecto y, por ello, constituye un acto de habla que se realiza, el cual cuenta

con la facultad de mover los sentimientos y de cautivar a las masas (López Eire 21); por

otra parte, Aristóteles, en la Retórica, al presentar y definir los tres géneros de arte

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Montes 69

oratoria que en sus tiempos existían, judicial, deliberativa y epidíctica, estableció con

claridad que en el discurso retórico intervienen tres elementos: el que habla, aquello de lo

que habla, que implica el contexto, y aquél al que se dirige, que es el objetivo final del

discurso (15). En este sentido, concibiendo al oyente como juez, el orador intenta, al

pronunciar su discurso y a través de su realización, conseguir la aprobación de quien le

escucha mediante estrategias en cada género oratorio; es decir, realiza un acto de habla

ilocutivo, que es aquél con el que su ejecutante no sólo dice sino que además manifiesta

lo que quiere decir, o a dónde quiere ir a parar, teniendo en cuenta el contexto y el

individuo al que se dirige, cuya persuasión constituye el objetivo principal de su

operación. En el caso del discurso judicial, por ejemplo, el orador habla dirigiéndose a los

conciudadanos jueces (Retórica 43), ante el tribunal de justicia, el contexto, sobre un

asunto que tuvo lugar en el pasado, para convencerles de la culpabilidad o la inocencia de

un acusado. En este género de discurso, el orador emplea el argumento de la verosimi-

litud, y busca lograr la compasión del jurado. En el discurso deliberativo el orador se

dirige a sus conciudadanos en la asamblea para proponerles, en su calidad de jueces o

arbitros de la gestión en materia pública, quienes pueden, con su voto, aceptar o rechazar

una propuesta, una realización determinada. Es decir: interviene para aconsejarles la

adopción de una resolución concreta en el futuro (15, 16). Debe, de este modo, poner en

práctica la estrategia de mostrar, a lo largo de su discurso, un carácter patriótico, interesa-

do únicamente en el bien común. En el discurso epidíctico el orador se dirige al oyente,

que es primero espectador y luego juez de la habilidad oratoria del ejecutante, pues dará

un veredicto sobre ella después de haber recibido su producto, el discurso, por el que la

juzga (36). Estamos, en el discurso epidíctico, muy cerca ya del discurso literario, dada la

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Montes 70

idiosincrasia de este género oratorio, en el que el receptor es un juez que, previamente a

la emisión de su juicio o veredicto, disfruta del placer estético que le produce la pieza

oratoria para tal fin concebida y compuesta y realizada por el orador:

Es, pues, aconsejable que en este tipo de discurso, en el que nada hay que probar salvo la

competencia o brillantez del ejecutante, que el orador se desmelene a fuerza de emplear

cautivadores embellecimientos. (Retórica 40)

Entre ellos, el discurso retórico epidíctico es un acto de habla próximo al literario. Estos

actos de habla literarios se hallan provistos de su contexto y cargados de fuerza ilocutiva,

aquella que procede de la voluntad o intención del hablante, por lo que resultan en todo

comparables a los actos de habla usuales de todos los días. Así, el texto narrativo literario

es formalmente idéntico a las llamadas "narraciones naturales" que espontáneamente se

ofrecen sin pretensiones literarias, y que estudió con profundidad, entre otros, el

sociolingüista W. Labov.

En el acto de habla literario, que es un acto de habla real, no ficticio ni mimético,

sino entero y verdadero, aparecen características particulares: la fuerza ilocutiva del acto

de habla literario arranca de la voluntad del emisor o autor que invita al oyente a ponerse

en una determinada situación, a contemplar el contexto que va en el texto transmitido, y a

aceptar sin cuestionar el grado de plausibilidad de lo comunicado. Es como si todo poema

o toda novela llevase implícita, antes del primer verso o del primer capítulo, una orden,

un contrato o una propuesta de acuerdo para el receptor, con la intención de que éste se

deje llevar por la emisión que está a punto de recibir. El contexto del acto de habla

literario va dentro del propio texto. Es el marco de la escena animada tejida en un tapiz

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Montes 71

que vamos contemplando poco a poco a medida que lo desenrollamos, sin olvidar que

contemplamos no una escena natural, sino la trama de un tejido. Vamos viendo la acción

central representada y a la vez el espacio del tejido en que se sitúa y se desarrolla,

elemento importante e incluso imprescindible para entender la acción y disfrutar en su

contemplación. La necesidad, a la que se ve constreñido el autor, de fijar la atención del

lector, a quien se dispone a deleitar, asombrar y captar, y su seguridad de que el receptor

aceptará este acto de habla, explican las peculiaridades características del texto literario

(López Eire 49). Jakobson, por su parte, propone en sus Ensayos de poética que la visión

del mundo propio del realismo ingenuo es compartida actualmente por múltiples terrenos

de la ciencia y la filosofía. Esta herencia, nos dice, se ha transmitido a través de la

literatura (7-22).

Las anteriores reflexiones nos muestran que:

• Puesto que sus facultades pueden ser aprovechadas por muy distintas actividades

humanas, las estrategias verbales no deben clasificarse conforme a condiciones

culturales, ni a esquema inductivo alguno.

• La clasificación más adecuada para las figuras es de naturaleza deductiva y, por

ende, deberá basarse en las operaciones que la mente humana realiza para

crearlas.

Como ya hemos visto, la retórica clásica traza un análisis esquemático de las cualidades

que confieren credibilidad y, por tanto, poder persuasivo al orador, tales como la

prudencia, la virtud y la benevolencia, y una breve descripción de las reacciones emotivas

que se han de provocar en los oyentes, como la ira y la mansedumbre, el amor y el odio,

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Montes 72

la valentía y el temor, la vergüenza y la impudicia, el favor y la gratitud, la piedad y la

indignación, la envidia y la emulación. Se trata, por tanto, de un estudio de los medios de

la persuasión subjetiva, apoyado en la consideración global y totalizadora de la naturaleza

humana, en la cual el hombre es razón y pasión, y en una comprensión correcta de la

persuasión: persuadir es transmitir, más que ideas, estimaciones valorativas, y esto

constituye una de las principales facultades no sólo del lenguaje verbal, sino de cuantos el

ser humano posee. Al respecto, Foucault nos advierte que toda sociedad cuenta con

procedimientos para controlar y dominar el poder de los discursos. A tales reglas las

denomina procedimientos de exclusión {Verdad y poder 11). Se distinguen entre dichos

procedimientos dos clases, internos y externos, cuya diferencia principal estriba en quién

domina su uso y aplicación en el discurso, y con respecto a los cuales es oportuno

destacar lo siguiente:

• Foucault califica al comentario como "una especie de nivelación entre discursos"

(21), que consiste en disimular la idea principal a lo largo del discurso para

reafirmarla al final. Este recurso puede ayudar a disminuir o maximizar el efecto

de choque que tendría el objetivo del autor; es decir, el comentario mueve a la

acción.

• Otro principio se refiere al autor. No el autor como quien enuncia el texto, sino

como "principio de agrupación del discurso, como unidad y origen de sus

significaciones, como foco de su coherencia" (24).

• Finalmente, Foucault distingue un tercer procedimiento que denomina disciplina.

"La disciplina es un principio de control de la producción del discurso" (31) que

fija sus límites por el juego de una identidad.

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Montes 73

Por su parte, en el conjunto de los procedimientos de exclusión externos aportados por

Foucault es conveniente recordar los siguientes:

• El más evidente, el de lo prohibido, el tema tabú (11).

• La separación y el rechazo, como herramienta para "callar" a lo prohibido, tal

como ocurre con los argumentos de "locura" (13).

• El tercer procedimiento externo es la oposición entre lo verdadero y lo falso, se

sirve de un "soporte y una distribución institucional" que proviene del grupo en el

poder (16-18).

Después de destacar la importancia de descubrir los procesos mentales implícitos a los

actos verbales, recalca Teun Van Dijk que la psicología social y los estudios de la

comunicación de masas examinan cómo un individuo es influido por el discurso de otro y

cómo grupos de individuos son así influidos por procesos de comunicación pública en el

contexto social {Estructuras y funciones del discurso 98), cómo cambian las actitudes y

las creencias por la comunicación verbal. Y, más allá, extiende la aplicación de este

enfoque a los estudios literarios: "La literatura no puede ser debidamente descrita sin

comprender las propiedades más generales del uso de la lengua y del discurso" (117). Y

agrega:

La consecuencia psicológico-social de la naturaleza pragmática de la literatura es que,

efectivamente, los lectores no leerán un discurso literario con el objetivo principal de

obtener información específica, de aprender algo, o de ser persuadidos de actuar de cierta

manera. El procesamiento del discurso literario se para, por decirlo así, después de la

comprensión y la evaluación. Esta clase de procesamiento parcial en los contextos

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Montes 74

rituales es uno de los rasgos distintivos de lo que generalmente se llama la comunicaciónestética (134).

El estudio de este efecto sobre audiencias es abordado por la pragmática lingüística, que

concibe al emisor de un mensaje generando un texto emanado de una intención y

adaptado a un contexto, a lo largo de un acto de habla con el que pretende cambiar la

situación psíquica y mental o cognitiva del receptor y, con ello, influir decisivamente en

su voluntad de acción; la mente posee un poder activo y no sólo pasivo, y las creencias

constituyen reglas para la acción. En este proceso, la función del pensamiento es la de un

peldaño en la producción de acciones y de hábitos.

La particular importancia de la acción que predica el pragmatismo revitalizó la

filosofía de la acción y, consiguientemente, la filosofía del lenguaje que, al interesarse

por lo que se puede hacer con las palabras16, condujo directamente al planteamiento de la

teoría de los actos de habla de acuerdo con la cual el lenguaje sirve fundamentalmente

para pensar, para diseñar, para expresar, para interactuar con otros, para actuar, para

influir en los demás o en el mundo. Esta lista resulta de enorme utilidad para proponer un

nuevo catálogo de funciones del discurso, las cuales corresponden a las distintas

funciones del nivel discursivo de nuestro Poliedro:

• Pensar

• Expresar

• Comunicar

• Transformar el pensamiento o la conducta de un receptor

• Transformar el contexto.

16 Ver Austin, J. L. Cómo hacer cosas con palabras, Paidós, 1988.

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Montes 75

Así, el lenguaje nos ofrece amplios territorios para la elección de alguna función del

discurso, así como de las operaciones adecuadas para elaborar los artificios lingüístico

discursivos necesarios para ejercer esos transformadores de sentido. Las figuras literarias

tradicionales no son, en este caso, usos especiales del lenguaje; representan, más bien, tan

sólo una zona del vasto territorio retórico que es la totalidad del lenguaje, todo el cual nos

ofrece diversas posibilidades de sentido, la mayor parte de los cuales ni siquiera han sido

detectados por nosotros, sus usuarios. Estas posibilidades, hay que aclararlo, no tienen

por qué constituir siempre efectos sobre un receptor; también es una posibilidad de

transformación el acomodo de estructuras y elementos verbales a la manera en que el

autor o emisor, o el pensante, lo desea, sin considerar, a diferencia de las dos nociones

anteriores, en quién las va a recibir, o si alguien lo hará. Dado lo anterior, las

implicaciones de esta noción tienen una importancia no sólo referencial, sino también con

respecto al dominio del ser humano sobre el universo en que se encuentra. El poeta es,

nos dice López Eire, como un hechicero o encantador que con la palabra produce

especiales efectos anímicos en sus oyentes (31, 32).

Con respecto a lo anterior, Nietzsche (ca. 1872) plantea una ampliación filosófica

que impacta no sólo al área de las figuras tradicionales, sino al lenguaje en su totalidad.

El lenguaje, nos dice Nietzsche, es retórica:

Las verdades son ilusiones que hemos olvidado que lo son, metáforas que se han gastado

y que han perdido su fuerza sensible, piezas de moneda que han perdido su relieve y que

se las considera no como piezas de valor, sino como metal {El libro del filósofo 7, 8)

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La norma y las reglas, habitualmente, deben su origen al consenso en el uso, y al apego

frecuente de los usuarios a dicho consenso, con lo que se comprueba su aceptación por

parte de los hablantes. A partir de que dicho paso ha sido dado, un proceso de

institucionalización en el cual juegan un papel decisivo las academias de la lengua, los

alfabetos, los vocabularios, los diccionarios, las gramáticas, las universidades e incluso

los medios de comunicación. Con base en lo anterior, el proceso más común para la

generación de figuras consiste en que un usuario parte del código ya aceptado y ya

consensado para, sacando provecho de los diferentes grados de arbitrariedad y los

distintos niveles de motivación que los signos presentan, aplicar las operaciones de

modificación que veremos más adelante, en busca de una transformación en el sentido.

Estas figuras, una vez en uso en el habla cotidiana, pueden reiniciar el ciclo, con lo que

tenderán a la gramaticalización.

En el mismo orden de ideas, pero realizando una extensión de esta afirmación,

esta consideración de las figuras como transformadores de sentido, y del lenguaje

completo como un vasto conjunto de figuras, nos revela implícitos y presuposiciones, así

como manipulaciones estilísticas, que los seres humanos utilizamos para diseñar nuestra

historia a través de mensajes subyacentes, los cuales se traducen en pensamientos,

conocimientos, arte, comunicación y otros comportamientos, entre ellos autoritarismo,

consumismo y rebelión.