1. Primeras hojas 69√ - Repositorio Digital FLACSO...

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ECUADOR Debate CONSEJO EDITORIAL José Sánchez-Parga, Alberto Acosta, José Laso Ribadeneira, Simón Espinosa, Diego Cornejo Menacho, Manuel Chiriboga, Fredy Rivera Vélez, Marco Romero. Director: Primer Director: Editor: Asistente General: Francisco Rhon Dávila. Director Ejecutivo del CAAP José Sánchez Parga. 1982-1991 Hernán Ibarra Crespo Margarita Guachamín REVISTA ESPECIALIZADA EN CIENCIAS SOCIALES Publicación periódica que aparece tres veces al año. Los artículos y estudios impresos son canalizados a través de la Dirección y de los miembros del Consejo Editorial. Las opiniones, comentarios y análisis expresados en nuestras páginas son de exclusiva responsabilidad de quien los suscribe y no, necesariamente, de ECUADOR DEBATE. © ECUADOR DEBATE. CENTRO ANDINO DE ACCION POPULAR Se autoriza la reproducción total y parcial de nuestra información, siempre y cuando se cite expresamente como fuente a ECUADOR DEBATE. SUSCRIPCIONES Valor anual, tres números: EXTERIOR: US$ 45 ECUADOR: US$ 15,50 EJEMPLAR SUELTO: EXTERIOR US$. 15 EJEMPLAR SUELTO: ECUADOR US$ 5,50 ECUADOR DEBATE Apartado Aéreo 17-15-173B, Quito-Ecuador Telf: 2522763 . Fax: (5932) 2568452 E-mail: [email protected] Redacción: Diego Martín de Utreras 733 y Selva Alegre, Quito. PORTADA PuntoyMagenta DIAGRAMACION Martha Vinueza IMPRESION Albazul Offset <U caap I ISSN-1012-1498 I

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ECUADOR

DebateCONSEJO EDITORIALJosé Sánchez-Parga, Alberto Acosta, José Laso Ribadeneira,Simón Espinosa, Diego Cornejo Menacho, Manuel Chiriboga,Fredy Rivera Vélez, Marco Romero. eDirector:Primer Director:Editor:Asistente General:

Francisco Rhon Dávila. Director Ejecutivo del CAAPJosé Sánchez Parga. 1982-1991Hernán Ibarra CrespoMargarita Guachamín

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REVISTA ESPECIALIZADA EN CIENCIAS SOCIALESPublicación periódica que aparece tres veces al año. Los artículos yestudios impresos son canalizados a través de la Dirección y de losmiembros del Consejo Editorial. Las opiniones, comentarios y análisisexpresados en nuestras páginas son de exclusiva responsabilidad dequien los suscribe y no, necesariamente, de ECUADOR DEBATE.© ECUADOR DEBATE. CENTRO ANDINO DE ACCION POPULARSe autoriza la reproducción total y parcial de nuestra información, siemprey cuando se cite expresamente como fuente a ECUADOR DEBATE.

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ECUADORDEBATE 81Quito-Ecuador, Diciembre del 2010

PRESENTACION / 3-6

COYUNTURA

La pobreza en la “revolución ciudadana” o ¿pobreza de revolución?Juan Ponce y Alberto Acosta / 7-20Diálogo sobre la coyuntura: Causas y consecuencias del 30 de septiembre / 21-32Conflictividad socio-política: Julio-Octubre 2010 / 33-42

TEMA CENTRAL

Las cambiantes concepciones de las políticas culturalesHernán Ibarra / 43-50Notas sobre “política cultural”Iván Carvajal / 51-62Del consumo de cultura a la cultura del consumo: una mutación antropológicaJosé Sánchez Parga / 63-74Las “políticas culturales” en la Casa de la Cultura Ecuatoriana entre 1944 y 1957:desavenencia o armonía entre Benjamín Carrión y Pío Jaramillo AlvaradoAnne-Claudine Morel / 75-92Entre análisis, política y moral: Intelectuales latinoamericanos en un contextomundialMichiel Baud / 93-116

DEBATE AGRARIO

Tungurahua rural: el territorio de senderos que se bifurcanPablo Ospina / 117-152

ANÁLISIS

Modelo productivo y modelo sindical en EcuadorRaúl Harari / 153-168 ...Entre cruces del estado penal: el caso ecuatoriano neoliberal, 2003-4Civis Garcés /169-198 '

RESEÑAS

Refundación del Estado en América Latina: perspectivas desdeuna epistemología del Sur / 199-204Administración de Poblaciones, Ventriloquía y Transescritura / 205-208Rosa Luxemburg o el precio de la libertad / 209-214¿Qué esperar de las ONG? Enfoques y prácticas de desarrollo ruralen los países andinos / 215-218

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a producción del conocimientosocial y académico se ha vueltoun tema importante en las últi-

mas décadas. Muchos autores estánpreo cupándose de preguntas tales como,de donde sale nuestro conocimiento yhasta donde tenemos que entenderlocomo la consecuencia del contexto po-lítico y social en lo cual está producido.Hoy día la mayoría de los observadoresacepta que hay que entender nuestro co-nocimiento académico tanto como el re-sultado de las actividades académicas delos investigadores como de las deman-das e influencias de la sociedad dondeestá producida. Esta comprensión noslleva a un nuevo interés no solo para losresultados de las investigaciones acadé-

micas sino también para el contexto enel cual está producido.

En este sentido es fascinante pensarlas diferencias entre el contexto social ypolítico en el que yo, un investigador ho-landés, realizó mi trabajo académico enAmérica Latina y el de mis colegas lati-noamericanos. Estoy convencido de queen los estudios académicos en Europa yEstados Unidos, que a menudo se en-globa bajo el término ‘estudios regiona-les’ (area studies), se ha prestado muypoca atención a esta relación crucialpara la temática, la índole y los resulta-dos de la investigación científico-social.Esta diferencia no sólo es importante anivel personal, sino también para nuestrapercepción y nuestro análisis de la reali-

Entre análisis, política y moral: Intelectuales latinoamericanos en un contexto mundialMichiel Baud

Las relaciones entre los intelectuales del Norte y los intelectuales latinoamericanos son de unanaturaleza compleja. Evidencian circuitos culturales y contextos diferentes signados por lasdificultades de realizar producciones intelectuales en América Latina que sean tomadas conseriedad en Europa y Estados Unidos. Son relaciones de poder y desigualdad que han careci-do de visibilidad y reflexión. Si bien la globalización ha tenido como consecuencia una inter-nacionalización de los debates académicos, las circunstancias locales y las desigualdadesmateriales determinan las agendas intelectual y política.

El procedimiento con que se quiso extirpar lo híbrido y lo extranjerizo, fue adoptar lasformas externas de lo europeo. Y así se añadía lo falso a lo auténtico. Se llegó a hablarfrancés e inglés; a usar frac; pero el gaucho estaba debajo de la camisa de plancha… E.Martínez Estrada, Radiografía de la Pampa, 1933 (1993), p. 253.

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dad y consecuentemente también paralos resultados y la integración de nuestrainvestigación científica. Por eso, en esteensayo quiero profundizar en la relaciónentre los académicos europeos y nortea-mericanos y sus colegas latinoamerica-nos, y en la consecuencia de estarelación para el diálogo científico entreellos.

Académicos en un mundo conectado ydividido

Empezaré con una constatación tri-vial que se pasa por alto con demasiadafrecuencia. Los académicos occidentalesque se dedican al mundo no occidental,estudian un mundo que en todo caso alprincipio les resulta extraño. Hacen ‘tra-bajo de campo’, hablan con colegas dellugar, leen y copian documentos y tratande entender esta sociedad ajena. A con-tinuación vuelven a sus universidades oinstitutos occidentales para escribir estu-dios académicos en base al material re-copilado. Aunque hayan hecho susestudios en un país específico, en su pro-pio país son reconocidos como expertosen ‘estudios latinoamericanos’. Por otrolado no siempre se les toma totalmenteen serio porque sus estudios tratan sobretemas extraños y se publican en revistaspoco conocidas. Esta situación puede im-plicar un riesgo para esos investigadoressobre todo en épocas de recortes econó-micos. Por estas razones, normalmenteencajan sus estudios en teorías más ge-nerales y perspectivas comparativas.

Los colegas del lugar se encuentranen una situación totalmente distinta.Viven y trabajan en una sociedad con la

que están familiarizados desde peque-ños. Normalmente también es el únicopaís sobre el que publican. Los proble-mas económicos y la inseguridad finan-ciera les suelen obligar a buscar unequilibrio difícil entre la investigación yla supervivencia económica. A menudotienen dos o tres empleos y se ven obli-gados a realizar todo tipo de actividadesremuneradas que les distraen del trabajoacadémico. Los fondos para investiga-ción son sumamente escasos y por lotanto su práctica investigadora dependemás de circunstancias prácticas que deuna metodología sistemática. Los librosprocedentes del extranjero son caros ylas bibliotecas están incompletas, debidoa lo cual es difícil seguir las discusionesinternacionales. Por lo general, las uni-versidades públicas viven en unas condi-ciones precarias y los recursos financierosson escasísimos teniendo en cuenta elnúmero de estudiantes que ha aumen-tado mucho. A nivel interno, con fre-cuencia las universidades están muypolitizadas, lo cual repercute negativa-mente en su estabilidad administrativa yprofesional. Además, en muchos paíseslas universidades sufrieron mucho bajolos regímenes autoritarios que intentaronpor todos los medios controlarlas. La si-tuación de las universidades privadassuele ser un poco mejor, aunque en ellastambién predominan la inestabilidad y ladependencia. Aparte de un grupo redu-cido de investigadores privilegiados quetrabajan en institutos y países con másrecursos y que mantienen lazos más omenos estructurales con universidadesextranjeras, hay pocos científicos socia-les en América Latina que pueden man-

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tener su independencia y un nivel aca-démico alto.1

Actualmente estamos asistiendo alsurgimiento de un grupo de académicostransnacionales, que investigan su pro-pia sociedad desde universidades ameri-canas o europeas. Encontraron trabajoen Estados Unidos o en Europa y man-tienen el contacto con su patria de dis-tintas maneras. Su posición se suelecaracterizar por una relación profesionalambigua con sus colegas. Esta ambigüe-dad tiene aspectos institucionales y per-sonales. Desde el punto de vistainstitucional, a menudo ocupan una po-sición intermedia entre los colegas de supaís de origen y los investigadores ex-tranjeros que se dedican a Latinoamérica.A nivel personal, a estos investigadores aveces les resulta difícil determinar su po-sición entre culturas distintas. En la in-troducción de su maravilloso libro sobrelas relaciones raciales en Cusco, Marisolde la Cadena, de origen peruano, mani-fiesta, por ejemplo, que a menudo seveía enfrentada con dos percepcionesconflictivas– una norteamericana y unaperuana – sobre la identidad racial suyay la de la gente con la que llevaba a cabolas investigaciones.2 El antropólogo ve-

nezolano Daniel Mato que periódica-mente da clases en Estados Unidos,afirma que el discurso académico de loscientíficos como él (‘de doble pertenen-cia’) se mueve inevitablemente entre‘dos aguas’.3 En este sentido, son la per-sonificación de las ambigüedades de laciencia mundial.

Desigualdad académica

Es obvio que esta simple dicotomíaentre los académicos del Norte y del Surperjudica a la diversidad y a la compleji-dad de las comunidades académicas enambas regiones, pero da una indicaciónde la desigualdad internacional a nivelacadémico. El trabajo de los académicoslatinoamericanos a menudo no se tomamuy en serio y tiene poco impacto fuerade las propias fronteras nacionales. Lateo rización no tiene influencia interna-cional hasta que alguna revista científicarenombrada y alguna editorial norteame-ricano o europeo publican sus trabajos ylos académicos occidentales los calificancomo valiosos. La comunicación entre losacadémicos latinoamericanos se producecon demasiada frecuencia a través deconferencias y publicaciones en el Norte.

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1 Se ha escrito poco sobre esta temática. Para un ensayo chistoso véase: Richard M. Morse, “On groomingLatin Americanists”, en: Richard M. Morse, New World Soundings (Baltimore/London: Johns HopkinsUniversity Press, 1989); pp. 169-200. Para visiones interesantes con respecto a Latinoamérica: RodericA. Camp, Intellectuals and the State in Twentieth-Century Mexico (Austin: University of Texas Press,1985), en concreto capítulo 10, pp. 208-222; Victoria Peralta y Michael LaRosa, Los Colombianistas. Unacompleta visión de los investigadores extranjeros que estudian a Colombia (Bogotá: Planeta, 1997), sobretodo las entrevistas con Frank Safford (pp. 160-69) y Joanne Rappaport (pp. 244-52). Para una perspec-tiva literaria: Jean Franco, The Decline and Fall of the Lettered City. Latin American in the Cold War(Cambridge/London: Harvard University Press, 2002).

2 Marisol de la Cadena, Indigenous Mestizos. The Politics of Race and Culture in Cuzco, Peru, 1919-1991(Durham/London: Duke University Press, 2000); p. 11.

3 Mensaje de correo electrónico dirigido al autor, 24 de septiembre de 2001.

Hace ya casi veinte años, en un artí-culo corto y ahora casi olvidado, CarolSmith mostró que los académicos norte-americanos generalmente ignoraron losdebates intelectuales en Guatemala. Esmás: los originales estudios de algunosautores centroamericanos sólo se dierona conocer cuando unos años después sereprodujeron sus ideas en un libro nor-teamericano.4 Daniel Mato observó enuna serie de artículos la desigualdad quesigue existiendo en el ejercicio actual delas ciencias sociales,5 aunque no llegatan lejos como Walter Mignolo (élmismo trabajando en una universidadnorteamericana!) que habla sobre la sub -alternización de los académicos latinoa-mericanos, Mato observa que lasciencias en Estados Unidos tienden aconsiderar a los colegas in situ como ‘in-formantes’. Se utiliza con gratitud la in-formación en sus trabajos, pero no se lesconsidera capaces de estimar el impactode estos datos y de formular ideas origi-nales. Constata: “Muy pocas veces estaproducción es considerada por sus apor-

tes teóricos, es decir como discursos decolegas”.6

Podemos sacar otro ejemplo de estadesigualdad de un debate de la influ-yente Hispanic American Historical Re-view en 1999 sobre la llamada ‘nuevahistoria cultural’, la variante histórica delos ‘Estudios Culturales’ en el estudio deLatinoamérica. Dos historiadores norte-americanos, Eric Van Young y FlorenciaMallon, escribieron artículos especiali-zados para defender los intereses de estanueva historia cultural de México. En elartículo de Mallon no figura ninguna re-ferencia a autores latinoamericanos. Enlas 78 notas del artículo de Van Young semencionan exactamente 100 publica-ciones en inglés y 33 en español de au-tores latinoamericanos. De estas 33,doce se agrupan en una sola nota parademostrar que “a pesar de sus tendenciasetnográficas un poco tradicionales” noes imposible que con un poco de buenavoluntad este trabajo de colegas latinoa-mericanos pueda aportar visiones intere-santes.7 Esta miopía académica es

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4 Carol Smith, “Ideologies of Social History”, Critique of Anthropology, 7:2 (1987); pp. 51-60.5 Véase sobre todo: Daniel Mato, “Estudios y otras prácticas latinoamericanos en cultura y poder”, Revista

Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, 7:3 (Oct. 2001). También: Daniel Mato (compilador), Es-tudios Latinoamericanos sobre cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización (BuenosAires: CLACSO, 2001) y Daniel Mato (coordinador), Estudios y otras prácticas intelectuales latinoame-ricanas en cultura y poder (Caracas: CLACSO, 2002).

6 Mato, Estudios y otras prácticas Latinoamericanas en cultura y poder, 12. Walter Mignolo, “Posocci-dentalismo: el argumento desde América Latina”, en: Santiago Castro-Gómez y Eduardo Mendieta (eds.),Teorías sin disciplinas: Latinoamericanismo, poscolonialidad y globalización en debate (México: Uni-versity of San Francisco, 1998).

7 “Special Issue: Mexico’s New Cultural History: ¿Una Lucha Libre?”, Hispanic American Historical Review,79:2 (May 1999). Los artículos citados son: Eric Van Young, “The New Cultural History Comes to OldMexico”, pp. 211-247 y Florencia E. Mallon, “Time on the Wheel: Cycles of Revisionism and the ‘NewCultural History’”; pp. 331-351. La frase completa de Van Young es: “[La etnohistoria mexicana] reclamasus credenciales culturalistas más bien en base a sus tendencias etnográficas un poco tradicionales queen base a cualquier genealogía de estudios postmodernistas o culturales, de manera que se tiene que leerteniendo en cuenta los significados culturales y las exégesis simbólicas que se supondría que son típi-cos de la nueva historia cultural, en vez de proporcionarlos deliberada y abiertamente” (pp. 232-3).

precisamente problemática para esta co-rriente académica, porque se presentaexplícitamente como poscolonial o anti-colonial. En el artículo mencionado,Carol Smith llamó la atención sobre lamisma tendencia entre sus colegas nor-teamericanos en Centroamérica. Ellaafirma:

[R]econociendo sus deudas intelec-tuales con (si no es ‘dependencia´ de)los académicos latinoamericanos, estosautores podrían haber cuestionado elhecho así como la idea de que el PrimerMundo domina la producción intelec -tual del Tercer Mundo de la misma man-era que cuestionan el hecho así como laidea de que el Primer Mundo domina lavida social del Tercer Mundo.8

Otro fenómeno igualmente paradó-jico se manifiesta en los Estudios Cultu-rales. Aquí no sólo no se ignora a losautores latinoamericanos sino que por elcontrario ellos ocupan un lugar muy des-tacado. Esto significa que las ciencias so-ciales en Estados Unidos no están tancerradas en sí mismas como quizás po-dría sugerir el ejemplo anterior. Son ca-paces de reconocer nuevas fuentes deinspiración y de incorporarlas a su pro-pio discurso académico. Pero precisa-mente por esa capacidad de incorporar

perspectivas ajenas se ha criticado estatendencia desde Latinoamérica.9 NellyRichard, especialista chilena en literaturaafirma: “la heterogeneidad de lo local la-tinoamericano tiende a ser homogenei-zado por el aparato de traducciónacadémica del latinoamericanismo y delos estudios latinoamericanos”.10 Auto-res latinoamericanos como Néstor Gar-cía Canclini, José Joaquín Brunner, NellyRichard, Jesús Martín-Barbero, RenatoOrtiz, Beatriz Sarlo, Elisabeth Jelin y mu-chos otros han hecho una aportaciónmuy original al debate sobre los procesosde cambio cultural actuales y su trabajoha influido mucho en autores norteame-ricanos y europeos. Sin embargo, tantoMartín-Barbero como García Canclini sehan visto obligados en varias ocasiones adeclarar que habían formulado sus ideasantes de los Estudios Culturales nortea-mericanos y europeos e independiente-mente de los mismos y que sólo despuésoyeron hablar de la Escuela de Birming-ham o de los gurus de los Estudios Cul-turales en Estados Unidos.11 Por lo tanto,los autores latinoamericanos a quienesse incorpora en los cánones de los Estu-dios Culturales corren el peligro de quese les arrebate implícitamente su origi-nalidad y su independencia intelectual.Además, como ha sido destacado por

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8 Smith, Ideologies of Social History, 59.9 Esta cualidad se puede considerar como la característica más peculiar del colonialismo. Véase: Tzvetan

Todorov, La Conquête de l’Amérique. La question de l’autre (Paris: Seuil, 1982).10 Nelly Richard, “Globalización académica, estudios culturales y crítica latinoamericana”, en: Mato, Es-

tudios Latinoamericanos sobre cultura, 185-199; cita en p. 188. Se basa en Alberto Moreiras que observa:“A través de la representación latinoamericanista, las diferencias latinoamericanas quedan controladas,catalogadas y puestas al servicio de la representación global”: Alberto Moreiras, The Exhaustion of Dif-ference. The Politics of Latin American Cultural Studies (Durham/London: Duke University Press, 2001;p.32.

11 Mato, Introducción, 20.

Wilfrido Corral, el mundo académico la-tinoamericano muchas veces tiene la in-clinación de aceptar sin mucho sentidocrítico las ideas en moda de la academianorteamericana (y en un grado menor,europea).12

Por la trayectoria especial del conti-nente, esta situación, en la que se con-frontan distintas visiones académicas,tiene un significado específico en Amé-rica Latina. No me di cuenta de ellohasta que leí un interesante ensayo deBenedict Anderson publicado en 1992,en el que describe el desarrollo históricode los Estudios sobre el Sureste Asiáticoen Estados Unidos. Menciona el surgi-miento de ‘una intelectualidad impor-tante de académicos y no académicosnacionales (él usa la palabra ‘nativos’)’en la región como un cambio importanteen el conjunto de los estudios sobre elsureste asiático.13 Me asombró esta ob-servación y de golpe me di cuenta de loúnica que es Latinoamérica en la exis-tencia de una élite intelectual que ha lle-vado a cabo de manera compleja ycontradictoria un diálogo constante conlas tradiciones intelectuales occidentalesdesde el siglo XIX y en realidad desdehace más tiempo.14 La existencia de una

élite intelectual emancipada y a vecesruidosa que expresaba sus ideas sirvién-dose de las visiones y las ideas occiden-tales - a veces por imitación esclava, aveces por manipulación y apropiaciónrebelde y creativa -, marcó en gran me-dida el panorama intelectual (‘ecologíaacadémica’ diría Anderson) de AméricaLatina. Corrientes como el arielismo ‘his-panista’ que surgió con base en la obrade Rodó, el indigenismo que intentó lle-var a cabo la incorporación de la pobla-ción indígena en los nuevos Estados-Nación latinoamericanos, las teoríassobre la dependencia que denunciabanla dependencia económica y política delTercer Mundo y en cierto sentido tam-bién la Teología de la Liberación, sonteo rías típicamente latinoamericanas quehan influido profundamente en nuestrasideas.

Una característica de la sociedad la-tinoamericana hasta la fecha es quegente de todo tipo de niveles siente lanecesidad de describir su propia socie-dad de varias maneras y de proporcio-narle un contexto histórico.15 Muchos deesos estudios se editan por cuenta pro-pia y apenas cumplen con las normasexistentes para las publicaciones cientí-

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12 Wilfredo H. Corral, El error del acierto (Quito: Paradiso editores, 2006)13 Benedict R. Anderson, “The Changing Ecology of Southeast Asian Studies in the United States, 1950-

1990”, en: Hirschman, Keyes and Hutterer, Southeast Asian Studies in the Balance, pp. 25-40, sobretodo p. 36.

14 Escribiendo este ensayo me di cuenta de que ese también era el tema central de: Angel Rama, La ciu-dad letrada (Hanover: Ediciones del Norte, 1984). Véase también: Nicola Miller, In the Shadow of theState: Intellectuals and the Quest for National Identity in Twentieth-Century Spanish America (Lon-don/New York: Verso, 1999.

15 Angel Rama sugiere que esa fascinación por la palabra escrita en parte fue una reacción a la inestabili-dad política endémica del continente. Rama, La ciudad letrada, 9: “Esta palabra escrita viviría en Amé-rica Latina como la única valedera, en oposición a la palabra hablada que pertenecía al reino de loinseguro y lo precario”.

ficas. Por eso, raramente llegan a los cír-culos académicos nacionales, y aúnmenos a la comunidad académica inter-nacional. Sin embargo, gozan de un granprestigio en la sociedad local y se leencon gusto. Y también los antropólogos olos historiadores no dudan en servirse delas visiones únicas de la sociedad localque ofrecen estas publicaciones. En al-gunos casos, como por ejemplo el indi-genismo en Perú, constituyeron la basede corrientes que terminaron teniendouna relevancia nacional.16

Por lo tanto, se puede afirmar que elinvestigador europeo o norteamericanoactual debe estar preparado en AméricaLatina para un diálogo intenso con losintelectuales locales. Algunos de estosintelectuales operan en el mismo círculointernacional que los investigadores ex-tranjeros, pero otros desempeñan sim-plemente un papel local. En todos loscasos, en general su investigación estáestructurada e integrada de otra maneraque la investigación de los investigado-res europeos o norteamericanos. Veamosun primer ejemplo de este proceso.

Arguedas y Favre

La complejidad de este diálogoqueda muy clara en el debate sobre ellibro Todas las Sangres de Arguedas quetuvo lugar en 1965. Varios científicos so-ciales atacaron duramente a Arguedas.Le acusaron de presentar una imagen ro-mántica de la sociedad indígena andinay de un aferramiento nostálgico a un pa-

sado mítico. Sobre todo el sociólogo pe-ruano Aníbal Quijano y Henri Favre, unantropólogo francés aún joven en aque-lla época, criticaron duramente esta vi-sión. Favre caracterizó la postura deArguedas como ‘absolutamente indige-nista’, por considerar a la poblaciónindia por definición ‘buena’ y no co-rrompida. Detestó el determinismo bio-lógico implícito de la novela por el cuallos indios siempre hacían el bien. Segúnél, la novela no daba una imagen co-rrecta de la sociedad peruana. Durantelos dos años que había realizado investi-gaciones en Huancavélica, no había co-nocido a ningún indio, sólo campesinosexplotados.17 Manifestó que al final lainfluencia del libro de Arguedas sería ne-gativa para Perú. Quijano se adhirió aesta crítica. No creía que la poblaciónindia y su cultura podrían desempeñarun papel importante en la transforma-ción social y económica que estaba ex-perimentando Perú. A continuación sedio un debate duro, en el que Arguedasintentaba demostrar desesperadamenteque se estaba interpretando mal su no-vela. ¡En vano! Cuatro años después elescritor se suicidó. Aunque hubo variascausas, también de índole personal, sinlugar a duda este acto también fue laconsecuencia de la incomprensión quesuscitó su interpretación de la sociedadindia andina.

En los años sucesivos, este episodiodesempeñó un papel importante en lasideas sobre el carácter de la sociedad pe-ruana. Con el tiempo, Arguedas pasó a

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16 Véase por ejemplo: Manuel Aquézolo (ed.), La polémica del indigenismo (Lima: Mosca Azul, 1976).17 ¿He vivido en vano? Mesa Redonda sobre ‘Todas las Sangres’, 23 de Junio de 1965 (Lima: IEP, 1985); p.

38.

convertirse en un personaje de culto. Laperspectiva neomarxista de la sociedadcampesina peruana perdió poco a pocoterreno y surgió un nuevo interés por ellugar de la sociedad indígena en el pro-ceso de desarrollo social y económicode Perú. La visión arguediana de la vita-lidad de la cultura indígena de repentepasó a ser compartida por muchos y seconsideró a Arguedas como el que habíapredicho los nuevos movimientos deemancipación indios.18 Su trágica muerteno hizo más que aumentar el poder deatracción mágico del autor. Flores Ga-lindo constata: “[L]a actualidad de laobra de Arguedas está en la capacidad decompenetrarse con el país y de fundir,además, los problemas sociales y colec-tivos con los problemas personales”.19También llevó a Mario Vargas Llosa a de-dicar una biografía intelectual del escritorque se puede leer como una respuestacontradictoria a los dilemas a los que losescritores y los intelectuales se ven en-frentados en un país étnica y socialmentepolarizado como Perú.20 El debate queacabo de describir brevemente, desem-peña un papel importante en la revalori-zación de Arguedas. En 1985 se publicópor primera vez la transcripción de dichodebate. En el año 2000 se reeditó otra vezacompañado de dos Cd-roms, en los que

también se puede escuchar la mayorparte del debate.21

La resonancia de este debate de 1965fue tan fuerte que el entonces respetadolatinoamericanista Favre se vio obligadoen 1996 a explicar una vez más su papelen la discusión.22 Declaró no sentirse deninguna manera culpable de la posturaque había adoptado en su momento.Según él fue una discusión abierta sobreun tema importante y actual, y ni muchomenos fue el ‘tribunal de la inquisición’del que hablaron después algunos obser-vadores. Si alguien se había comportadomal, añadía, ese era el propio Arguedas.Como prueba, contó la historia de losdos encuentros anteriores con Arguedasa quien había visitado cuando era un an-tropólogo joven. La imagen que presentade Arguedas ni mucho menos es halaga-dora. El famoso escritor apenas se dignóa hablar con el francés y le trató con undesprecio evidente. Esta postura irritó aFavre aún más teniendo en cuenta queno estaba muy de acuerdo con la visiónde Arguedas, que él y sus amigos consi-deraban como ‘pasadista’ y ‘arcaizante’.El breve artículo de Favre dejó claro quela discusión entre estos dos intelectualesprosiguió incluso tras el fallecimiento deArguedas.

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18 Véase, por ejemplo, la biblioteca virtual cyberayllu, en la que la obra de Arguedas desempeña un papelcrucial (www.ciberayllu.org). El historiador peruano Alberto Flores Galindo desempeñó un papel crucialen esta revalorización. Véase: Alberto Flores Galindo, Buscando un Inca (Lima: Horizonte, 1988).

19 Alberto Flores Galindo, Dos ensayos sobre José María Arguedas (Lima: Sur, 1992), p. 34.20 Mario Vargas Llosa, La utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones del indigenismo (México:

Fondo de Cultura Económica, 1996).21 Guillermo Rochabrún (ed.), La Mesa Redonda sobre ‘Todas las Sangres’ del 23 de junio de 1965 (Lima:

IEP/Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2000).22 Henri Favre, “José María Arguedas y yo. ¿Un breve encuentro o una cita frustrada?”, Socialismo y parti-

cipación 74 (Junio 1996); pp. 107-111.

Lo que me parece particularmenteinteresante de esta historia no es eldrama personal de un gran escritor pe-ruano, ni la interpretación de la com-pleja realidad peruana que era la base dela discusión arriba mencionada. He ci-tado el episodio anterior para plantear larelación entre los intelectuales latinoa-mericanos y extranjeros y sus ideas.Favre era un antropólogo francés que seintrodujo en una discusión sobre el ca-rácter de la sociedad peruana sin pen-sárselo mucho. Otros factores máspersonales y políticos se ocultaban bajola discusión de contenido que se llevó acabo esa noche. Arguedas era un escritormuy respetado dentro del mundo inte-lectual peruano y también se comportabacomo tal. Favre conocía indudablementeesta conducta por la Academia francesade ese período, pero era precisamenteese tipo de comportamiento contra elcual él y los de su generación se rebela-ban con tanta fuerza. En sus declaracio-nes posteriores, Favre reconocióclaramente que su crítica mordaz contraArguedas también formó parte de lalucha que los estudiantes franceses enta-blaron contra su propio establishment in-telectual en 1968. Por su parte, Arguedas

se debió quedar estupefacto ante el vio-lento ataque del que fue objeto por partedel joven francés, y encima en su propioterreno.23 Quedó patente que Arguedasno supo cómo actuar ante la crítica deFavre en el debate.24

Una primera reflexión

Me atrevería a afirmar que todos losacadémicos extranjeros que han traba-jado en América Latina y han participadoen discusiones con colegas latinoameri-canos se han visto enfrentados a esosconflictos intelectuales y personales. Sederivan de una tensión que es inherenteal estudio de otra cultura o sociedad. EnHolanda también miramos con ciertadesconfianza a los extranjeros que dansu opinión sobre elementos de nuestrahistoria. En el caso del estudio del TercerMundo, hay que añadir la historia delcolonialismo y la constante desigualdada escala mundial. En América Latina, porejemplo, nadie puede ignorar la domi-nación política y económica de los Esta-dos Unidos y las ideas antiamericanastan enraizadas en la sociedad y en elpensamiento del continente.25 En untexto español, hablamos casi constante-

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23 Flores Galindo afirma: “Allí le (a Arguedas; MB) dicen, con el tono doctoral de Favre, un historiadorfrancés, que él no ha entendido el mundo andino, que ha hecho una caricatura y que ha retratado unmundo que ya no existe”; Flores Galindo, Dos ensayos, 23. Sobre la sensibilidad de Arguedas a la crí-tica de ‘los doctores’: Alfredo Quintanilla Ponce, “El wakcha Arguedas y los doctores”, www.ciberay-llu.org (2000).

24 A la luz de esta discusión es interesante mencionar que el historiador peruano Nelson Manrique de-mostró que a su vez Arguedas estuvo muy influido por todo tipo de teorías culturalistas procedentes deEstados Unidos que se habían difundido en Perú a través del líder indigenista Luis Valcárcel: NelsonManrique, “José María Arguedas y el problema del mestizaje” en: Maruja Martínez y Nelson Manrique(eds.), Amor y fuego. José María Arguedas 25 años después (Lima: SUR, 1995). También disponible en:www. ciberayllu.org (1999).

25 Para un análisis desde la perspectiva de Estados Unidos: Fredrick B. Pike, The United States and LatinAmerica. Myths and Stereotypes of Civilization and Nature (Austin: University of Texas Press, 1992).

mente – casi automáticamente – de ‘Nor-teamérica’ para hacer la distinción entrelos poderosos Estados Unidos y la ‘otra’América Latina. También la contraposi-ción entre el mundo occidental y no oc-cidental que también se utiliza pordoquier no resulta aceptable para mu-chos intelectuales latinoamericanos por-que se consideran parte del área culturaloccidental. Y el recuerdo de una historia‘colonial’ en América Latina no sóloafecta a los gringos. A mí mismo me re-cordaron en una acalorada discusión enRepública Dominicana que el sistemadel apartheid surafricano fue un ‘invento’holandés.

Lo importante no es cuestionar si estereproche está justificado; lo importantees que nosotros como investigadoressomos portadores de nuestra propia cul-tura e historia, nos guste o no. El politó-logo colombiano Gonzalo Sánchezconstata: “[L]a participación y el com-promiso del intelectual depende no sólode la ubicación de éste como categoríasocial, sino también del tipo de sociedaden la cual materializa su intervención, yde su entronque con la organización dela cultura”.26 Si estamos de acuerdo conél – y yo opino que no nos queda másremedio -, es de suma importancia quereflexionemos sobre nuestra propia po-sición como académicos. Si intentamosadquirir experiencia y conocimientossobre otras sociedades o culturas, esigual de necesario que incluyamos den-

tro de nuestra reflexión la posición denuestros colegas originarios de esas so-ciedades o culturas. Como dice CarolSmith: “[E]l discurso intelectual formaparte de la historia social. Como tal, par-ticipa en un sistema mundial ideológicoen el que los investigadores asumen unpapel activo, ya sean plenamente cons-cientes de su papel o no”.27

Nuestro diálogo con los intelectualesque intentan investigar las mismas reali-dades en condiciones muy distintas e in-tentan responder a preguntas similares, ala fuerza está lleno de malentendidos ytensiones que se manifiestan en aspectostanto a nivel personal como de conte-nido. Los académicos tienden a no ha-blar abiertamente sobre estas tensionesque conlleva su trabajo académico. Qui-zás porque son difíciles de manejar o desolucionar. Esta reflexión se enfoca sobretodo en la relación entre los académicos.

Desde hace poco la voz de la pobla-ción indígena también se está haciendooír en el debate académico sostenidodentro y fuera de América Latina. Losgrupos indígenas intentan transmitir dedistintas maneras su propia visión de larealidad latinoamericana y de su histo-ria. Un grupo de intelectuales indígenasque crece con rapidez está utilizando susconocimientos y su experiencia en be-neficio de la lucha de emancipación dela población indígena y de la revaloriza-ción de la lengua y la cultura indígenas.Esta tendencia es similar en muchos as-

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26 Gonzalo Sánchez Gómez, “El compromiso social y político de los intelectuales”, Intervención en el otor-gamiento de la Diskin Memorial Lectureship durante la Conferencia de la Latin American Studies Asso-ciation, Miami, marzo de 2000. Se puede consultar en: www.mamacoca.org/sanchez_intelectuales; pp.2-3.

27 Smith, Ideologies of social history, 59.

pectos a la revalorización de la expe-riencia y los conocimientos locales delos intelectuales ‘campesinos’ localesque se constata en otras partes delmundo.28 Los intelectuales locales se sir-ven de una cultura global en la que losderechos de los pueblos indígenas cadavez pueden contar con más apoyo polí-tico.29 Las complejas consecuencias queesta tendencia ha tenido en el diálogoacadémico, quedan bien claras en el si-guiente ejemplo.

Rigoberta Menchú y David Stoll

En 1982, Elizabeth Burgos, la esposadel famoso revolucionario francés RegisDebray escribió la biografía de unamujer maya de Guatemala, RigobertaMenchú. El libro se publicó en 1984 yponía de manifiesto con mucha elo-cuencia la posición oprimida y sin pers-pectiva de la población indígena enGuatemala.30 Se trataba de una denun-cia clara de la política genocida del ré-gimen militar bajo el que habían sidoasesinados más de 150.000 campesinos

indios. La historia de una mujer analfa-beta cuyos padres y hermanos habíansido víctimas de la represión militarcausó mucha impresión. El libro tuvouna gran influencia en la opinión públicaeuropea y norteamericana y fue un librode lectura obligatoria en muchos cursossobre América Latina. Rigoberta Menchúse convirtió en la abanderada del movi-miento maya que en las dos últimas dé-cadas del siglo XX luchó por una mejorposición de la población india en Gua-temala y por poner fin a la dictadura mi-litar. En 1992 recibió el Premio Nobel dela Paz. Fue un año simbólico porque laconmemoración del quinto centenariodel descubrimiento de América por partede Colón supuso al mismo tiempo un re-surgimiento de la lucha indígena. Lalucha de la población maya fue un factorimportante para la vuelta definitiva a lademocracia en Guatemala. En los Acuer-dos de Paz que se firmaron en diciembrede 1996, se explicitó el carácter pluri-cultural de la ‘nueva’ Guatemala.31

Rigoberta Menchú desempeñó unpapel importante en esa lucha, pero su

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28 Steven Feierman, Peasant Intellectuals. Anthropology and History in Tanzania (Madison: University ofWisconsin Press, 1990). Para una interpretación histórica: Florencia E. Mallon, Peasant and Nation. TheMaking of Postcolonial Mexico and Peru (Berkeley etc.: University of California Press, 1995).

29 Joanne Rappaport, Cumbe Reborn. An Andean Ethnography of History (Chicago/London: University ofChicago Press, 1994); Alison Brysk, From Tribal Village to Global Village. Indian Rights and Internatio-nal Relations in Latin America (Stanford: University of California Press, 2000).

30 Elizabeth Burgos, Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia (Barcelona: Seix Barral,1992 (orig. 1983). Para saber cómo se escribió este libro, véase la Introducción de Elizabeth Burgos.También: David Stoll, Rigoberta Menchú and the Story of All Poor Guatemalans (Boulder: WestviewPress, 1999); pp. 177-88.

31 Véase el artículo 5 de los acuerdos: “El reconocimiento de la identidad y derechos de los pueblos indí-genas es fundamental para la construcción de una nación de unidad nacional multiétnica, pluriculturaly multilingüe. El respeto y ejercicio de los derechos políticos, culturales, económicos y espirituales detodos los guatemaltecos, es la base de una nueva convivencia que refleje la diversidad de su nación.”Acuerdo de paz, Guatemala, 29 de diciembre de 1996. http://www.minugua.guate.net/acuerdos/fir-meyduradero.htm.

posición fue menos representativa delmovimiento maya de lo que sus admira-dores en el extranjero quisieron hacercreer. Junto con Elizabeth Burgos, Men-chú desde el principio formó parte de losgrupos que creían que la única soluciónpara Guatemala sería un derrocamientorevolucionario del antiguo orden. Los lí-deres en el exilio del CUC (Comité deUnidad Campesina), del cual eranmiembros sus familiares y que desempe-ñaba un papel importante en el libro, re-dactaron en parte su libro.

Muchos grupos mayas que lucharonpor la revitalización cultural de la po-blación maya sólo estaban parcialmentede acuerdo con las interpretaciones ycon los puntos del programa de Menchú,y para nada con la posición dominanteque se le atribuyó desde el extranjero.32Las noticias sobre las discusiones estra-tégicas a nivel político que se produjerona consecuencia de esta contraposición,apenas llegaron al extranjero. Y si pene-traron, los intelectuales extranjeros lasacallaron para no perjudicar la lucha le-gítima de la población maya contra unrégimen genocida. Incluso la relacióncon quien había escrito su historia, Eli-zabeth Burgos, empeoró poco a poco. Alfinal se produjo un conflicto sobre lasresponsabilidades por el contenido y los

derechos de autor, al cual tampoco se ledio publicidad.33

Este silencio se rompió abruptamentecon la publicación de un libro del antro-pólogo norteamericano David Stoll queinició un ataque frontal contra RigobertaMenchú y contra la historia con la quese había hecho famosa.34 Ya desde 1990había revelado sus ideas dentro del cír-culo reducido de sus colegas académi-cos, pero éstas habían tenido pocaresonancia. Entre 1993 y 1995 llevó acabo investigaciones complementarias,pero no publicó su libro hasta 1998.35Declaró que esperó mucho tiempo pormiedo de poner en peligro la lucha legí-tima contra el régimen de terror.

Stoll atacó varios puntos del testimo-nio de Menchú. En primer lugar, intentódemostrar que la mayor parte de la po-blación indígena no apoyaba la lucha re-volucionaria que ocupaba un lugar tancentral en el libro de Menchú. Por elcontrario, sugería que esa lucha sólohabía prolongado el sufrimiento de esapoblación. En segundo lugar, señaló todotipo de fallos e inconsistencias en la bio-grafía de Rigoberta Menchú. Según él, supadre no había desempeñado ningúnpapel importante en el CUC y el her-mano de Menchú vivía aún, en contra-posición con lo que había contado en su

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32 Kay B. Warren, Indigenous Movements and Their Critics. Pan-Maya Activism in Guatemala (Princeton:Princeton University Press, 1998); pp. 116-117.

33 Elizabeth Burgos, “The Story of a Testimony”, Latin American Perspectives 26:6 (Nov. 1999); pp. 53-63.34 David Stoll, Rigoberta Menchú and the Story of All Poor Guatemalans (Boulder: Westview Press, 1998).

La versión en español del libro está disponible en el sitio web de Stoll: http://community.middlebury.edu/~dstoll/rm.html. Véase también: Peter Canby, “The Truth about Rigoberta Menchú”, The New York Re-view of Books, XLVI: 6 (April 8, 1999). Por un análisis de este debate: Corral, El Error del acierto, 217-31.

35 Véase Stoll, Rigoberta Menchú, 239-42. También: David Stoll, “Rigoberta Menchú and the Last-ResortParadigm”, Latin American Perspectives 26: 6 (Nov. 1999); pp. 70-80.

relato. No negaba la envergadura del ge-nocidio cometido por los militares, peroasignaba una parte de la responsabilidada la guerrilla. Por último, concluía queMenchú – y además de ella, todos los in-telectuales que la habían apoyado –había dado en general una imagen tergi-versada del conflicto social y de la reali-dad guatemalteca.

No sólo la prensa norteamericanasino también la prensa europea dedicómucha atención a la publicación dellibro de Stoll. Los especialistas en Gua-temala ya conocían en líneas generaleslas ideas de Stoll, pero cuando publicóel libro se desataron reacciones fuertes.Las reacciones eran de lo más variadas,entre furiosas y analíticas. Algunos con-sideraban sus declaraciones como laprueba de que Stoll como hombreblanco norteamericano nunca podría en-tender la lucha de la población coloni-zada. Sin embargo, en general loslatinoamericanistas y los expertos enGuatemala reaccionaron de forma seriay meditada ante la crítica de Stoll. La dis-cusión se llevó a cabo sobre todo a nivelde contenido y generalmente en revistasy congresos científicos.36 Las reaccionesse referían sobre todo al análisis de Stollde la guerra civil guatemalteca. Basán-dose en sus propias investigaciones, re-batían que la situación de la poblaciónmaya estuviera mejorando en el mo-

mento en que Menchú contó su historia.Cuestionaban también la afirmación deStoll de que la inmensa mayoría de lapoblación indígena se hubiera puesto encontra de la guerrilla.37 En general, loscolegas de Stoll estaban de acuerdo conél en que se deberían investigar másestos temas.

Un segundo elemento de la discu-sión se refería al carácter del libro. Lossimpatizantes de Menchú se pregunta-ban hasta qué punto era importante queciertos hechos relativamente insignifi-cantes del relato no fuesen ciertos. Argu-mentaban que lo que importaba sobretodo era la relevancia que había tenidola biografía de Rigoberta Menchú para lalucha contra el terror militar en Guate-mala. Según el antropólogo norteameri-cano Gary Gossen, la historia de Menchúno se debía contemplar como un testi-monio personal en el que fuera posible(o necesario) discernir la verdad de lamentira. Consideraba el libro como unejemplo de ‘literatura épica’, en el quese describía y se justificaba la lucha le-gítima de la población maya en Centro-américa. Señaló que la condensación deuna historia personal y la sustitución del‘yo’ por el ‘nosotros’ son característicastípicas del universo cultural de la pobla-ción maya.

El análisis de Stoll sobre las inconsis-tencias en la historia de Rigoberta Men-

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36 Durante dos congresos de la Latin American Studies Association (LASA) se dedicaron sesiones especia-les a esta discusión. Véase también el número especial de Latin American Perspectives 26:6 (Nov. 1999)y la revista Lateral. Revista de Cultura (Abril 2002), www.lateral-ed.es/revista. Para un resumen del de-bate: Arturo Arias, (ed.) The Rigoberta Menchu Controversy (Minneapolis/London: University of Minne-sota Press, 2001).

37 Véase por ejemplo: Carol A. Smith, “Why Write an Exposé of Rigoberta Menchú?”, Latin American Pers-pectives 26:6 (Nov. 1999); pp. 15-28.

chú se basaba, según Gossen, en la pre-gunta equivocada. No queda lugar aduda que Menchú había nacido en unafamilia india bastante acomodada e im-portante dentro del contexto local. Pre-cisamente este medio del que procedíale permitió desempeñar un papel tan im-portante. El hecho de que más o menosocultase ese medio del que procedía, sepuede explicar por consideraciones po-lítico-estratégicas por parte de ella y deElizabeth Burgos.

Sin embargo, también tiene un fun-damento cultural, que por lo que pareceStoll no quiere ver. La importancia de suhistoria reside en fusionar una historiapersonal con la experiencia colectiva dela población. Precisamente desde su po-sición algo más prominente, fue capazde converger en su persona las expe-riencias de la población maya de suzona. Los ‘hechos’ que Stoll presentapueden ser ciertos en gran parte, sumarco analítico se basa en una separa-ción estricta entre la experiencia perso-nal y colectiva, que prácticamente notiene sentido en el contexto local. En esesentido, el libro de Stoll sigue siendo unlibro norteamericano para un públicoacadémico norteamericano. Gossenconcluye:

Cuando se calme la borrasca de la ac -tual controversia, pienso que el libroocupará el lugar que le corresponde

como una carta magna para el renaci -miento cultural y político maya que seestá produciendo en nuestra época.38

Un último punto del debate, que aca-paró la atención de forma menos explí-cita, pero que es muy interesante para eltema de este ensayo, se refería a la posi-ción de los académicos involucrados. Enla presentación de su libro, Stoll sugirióuna y otra vez que el mundo académicohabía cerrado los ojos deliberadamentea los descubrimientos dolorosos y difíci-les de aceptar que había presentado ensu libro. Afirmó de forma provocadoraque los últimos partidarios de Rigobertafueron “los europeos y los norteamerica-nos que primero respondieron a su histo-ria y que le encarrilaron por el camino dela fama”.39 Incluso acusó a los académi-cos norteamericanos de cobardía moral(‘moral angst’). En su opinión, estaban taninfluidos por las corrientes postmodernasy políticamente correctas que no se atre-vían a afrontar las mentiras y la posturadudosa de Rigoberta Menchú.

Desechando la investigación empíricacomo una forma de dominación occi-dental, la izquierda universitaria puedecaer en el error de interpretar textos entérminos de estereotipos simplistas decolectividad, autenticidad y resistenciaque, debido a que son autorizados poridentificación con las víctimas, se con-sideran por encima de todo debate.40

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38 Gary H. Gossen, “Rigoberta Menchú and Her Epic Narrative”, Latin American Perspectives 26:6 (Nov.1999); pp. 64-99. La cita se encuentra en p. 69.

39 David Stoll, “Life Story as Mythopoesis”, Anthropology Newsletter (April 1998).40 Stoll, Rigoberta Menchú, 347. Añade: “Las imágenes simplistas de inocencia, opresión y desafío pueden

ser utilizadas para construir mitologías de pureza para facciones universitarias que reclaman una auto-ridad moral basada en su identificación con los oprimidos”.

Aunque algunas reacciones por supredisposición política y por su jerga pa-recían confirmar las afirmaciones deStoll,41 se debe constatar que la seriedadcon la que se trató el libro de Stoll en laacademia norteamericana demuestraprincipalmente que Stoll no tenía razónen este punto.

El libro de Stoll suscitó menos reac-ciones en Guatemala. La indignación yla rabia reinaban entre la poblaciónmaya y los intelectuales de izquierda,pero lo que más llamó la atención detoda la controversia entre Stoll y Menchúfue la relativa indiferencia con la que seacogió esta controversia en Guate-mala.42 Por supuesto que se escribieronreseñas del libro de Stoll y se publicaronalgunos artículos en la prensa, pero sedebe concluir que el libro provocómenos polémica en Guatemala que enEstados Unidos.43 Esta diferencia puededeberse en parte al hecho de que el librode Stoll se publicó originalmente en in-glés, pero se explica sobre todo por otrosfactores. La principal razón para que nose produjera una discusión residió en eldesarrollo del debate social en la mismaGuatemala. En cierto sentido, el libro de

Stoll ya había perdido actualidad cuandose publicó en Guatemala. En 1998 y1999 por mediación de la Iglesia Cató-lica se publicaron dos informes en losque se describían la envergadura y lasatrocidades de la represión militar, el in-forme Recuperación de la Memoria His-tórica (REMHI) y el informe de laComisión de Esclarecimiento Histórico(CEH).44 Estos informes eran muy explí-citos en cuanto a la envergadura y a lasatrocidades de la represión militar y ofre-cieron las pruebas contundentes del ge-nocidio que se produjo comoconsecuencia. Muchos atacaron a Stollpor haber publicado su libro en un mo-mento tan inoportuno, que coincidía conla publicación de estos informes tan do-lorosos para el pueblo guatemalteco. Enese contexto, no era muy lógico que en-tonces se llevara a cabo un debate in-tenso sobre el estudio de David Stoll.45

El debate social en Guatemala secentra hoy en día sobre todo en el futuro.La lucha contra la dictadura y la repre-sión ha ido engendrando paulatinamenteun gran grupo de intelectuales mayas,que ha desempeñado un papel que hu-biera sido inimaginable anteriormente en

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41 Un ejemplo es la observación reprobadora de George Gugelberg que Stoll era ‘resistente a la teoría li-teraria’ y cerraba los ojos al ‘enorme poder de este texto literario’, como si ésta fuera la esencia de su aná-lisis: George M. Gugelberg, “Stollwerk or Bulwark? David meets Goliath and the Continuation of theTestimony Debate”, Latin American Perspectives 26:6 (Nov. 1999); pp. 47-52. Cita en p. 47.

42 Véase por ejemplo: Paul Jeffrey, “In the end, the poor may decide”, National Catholic Reporter, 3 May1999: www.natcath.com/NCR_Online/archives/030599/030599m.

43 Para varias reacciones guatemaltecas: Arias, The Rigoberta Menchú Controversy.44 Informe de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico: Guatemala: Memoria del Silencio. Proyecto

lnterdiocesano de Recuperación de la Memoria Histórica (REMHI): Guatemala: Nunca Más. Se puedenconsultar los dos documentos en: http://www.zmag.org/LAM/zguatemala.html.

45 Kay Warren, “Telling Truths. Taking David Stoll and the Rigoberta Menchú Exposé Seriously”, en Arias,The Rigoberta Menchú Controversy, pp. 198-218, sobre todo pp. 210-11.

la discusión en torno al proceso de paz.46Estos intelectuales están intentando im-poner el cumplimiento de los acuerdosde paz y ayudar en la construcción deuna ‘nueva’ Guatemala. Se consideranlos representantes de la población mayaen Guatemala e intentan defender lacausa de la población campesina guate-malteca de distintas maneras.

Estos líderes indígenas desconfíanmucho de la manera de pensar y de losconceptos occidentales y neocolonialesque consideran enemigos de un nuevonacionalismo maya.47 Interpretan lasdudas de los intelectuales y de los coo-perantes occidentales como una falta decomprensión de la lucha que llevan li-brando desde hace años en la clandesti-nidad. Por otra parte, aceptan el apoyo delos investigadores extranjeros siempre ycuando su trabajo académico suponga unapoyo a su lucha por la emancipación.

La antropóloga norteamericana KayWarren demuestra en su libro sobre elactivismo Pan-Maya las discusiones in-telectuales tan complicadas en las quepuede desembocar esta postura y lo difí-cil que es para las ciencias occidentalesdescolonizar realmente su práctica in-vestigadora. Por una parte, muchos an-tropólogos están dispuestos a someter a

tela de juicio su propia posición comoinvestigadores; por otra parte, se sientenincómodos con todo tipo de interpreta-ciones esencialistas de la cultura mayaque también forman parte de la ideolo-gía del activismo cultural de los mayas.Su análisis muestra las dificultades ycomplejidades de este tipo de meta-re-flexión. Se puede decir que en la inter-pretación de Warren también sedisciernen ciertas tendencias coloniales.Ella hace bastante hincapié en la tenden-cia esencialista del movimiento maya.Sostiene, por ejemplo: “Los mayistas afir-man que hay una manera indígena desaber específica desde el punto de vistacultural: una posición subjetiva quenadie más puede ocupar” y a continua-ción concluye que sólo se acepta a losantropólogos norteamericanos si los re-sultados de sus investigaciones confir-man la continuidad de una cultura mayaeterna.48 Sin embargo, el movimientomaya es menos simplista en sus deseospolíticos de lo que ella sugiere. Un autormaya como Demetrio Cojti propone unanálisis de la historia y de la situaciónactual de la población maya que esmucho más matizado que lo que sugiereWarren.49 Parece que la interpretaciónde Warren se basa sobre todo en sus

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46 Jorge Rogachevsky, “Review van Stoll’s Rigoberta Menchú etc.”, Zmagazine (July/August 1999),www.zmag.org/ZMag/articles/july99toc. Afirma: “La guerra civil tuvo como consecuencia la apertura deun espacio político para que la mayoría de los guatemaltecos se afirmara de maneras que habían sidoinimaginables durante toda la historia anterior de ese país”

47 Véase: Edward F. Fischer y R. McKenna Brown (eds.), Maya Cultural Activism in Guatemala (Austin: Uni-versity of Texas Press, 1996) y Edward F. Fischer, Cultural Logics & Global Economies. Maya Identity inThought & Practice (Austin: University of Texas Press, 2002).

48 Warren, Indigenous Movements, 37, 74. 49 Véase por ejemplo: Demetrio Cojtí Cuxil, “The Politics of Maya Revindication”, en: Fischer y McKenna

Brown, Maya Cultural Activism, 19-50. Véase también: Fischer, Cultural Logics & Global Economies,sobre todo pp. 3-29.

contactos personales con los intelectua-les mayas y menos en sus testimonios es-critos.

La relación entre los militantes polí-ticos que se enfocan en lograr resultadospolíticos y en influir en la opinión pú-blica es fundamentalmente distinta a laque existe entre los académicos que seenfocan en entender y analizar lo mejorposible la realidad. En la práctica diaria,esta situación puede causar grandes ten-siones. ¿Están dispuestos los académicosoccidentales a que su simpatía por losgrupos subalternos, colonizados influyaen los resultados de sus investigaciones?En caso de que no, ¿de qué maneras danforma a su diálogo (y posible discrepan-cia) con los intelectuales locales?50 Laformulación de ‘contrahistorias’ desde laperspectiva de los mayas es una partecrucial de la emancipación indígena,pero al mismo tiempo provoca nuevastensiones con las ciencias académicas.

Ni mucho menos hay unanimidadsobre la interpretación del movimientomaya dentro del mundo académico gua-temalteco. Algunos investigadores se in-clinaban hacia lo que consideran comonuevo ‘esencialismo’ y se adhirieron –implícita o explícitamente – al análisis deStoll. Consideran los movimientos deidentidad étnicos un peligro para la cons-trucción de una sociedad democrática,puesto que parten de nuevas diferenciassociales fundamentadas racialmente. El

escritor Mario Roberto Morales está ex-presando esta crítica en el contexto gua-temalteco. Para ello, se sirve de la jergaliteraria de los ‘Estudios Culturales’ deuna manera provocadora. Hace énfasisen el mestizaje, la hibridez, la mimesis,las identidades múltiples, por mencionarunas cuantas palabras claves de estajerga, para argumentar que el movi-miento indígena actual es un símbolo delpasado y que el movimiento maya estápropagando una ideología esencialistapeligrosa y en cierto sentido racista.Afirma que en el esquema de los activis-tas mayas no hay lugar para jóvenes in-dios con tenis Reebok, peinados punk yuna predilección por la música ‘heavymetal’.51 Acusa a los intelectuales ex-tranjeros y a las organizaciones interna-cionales de haber proyectado estosesquemas simplistas en la comunidadguatemalteca a partir de una mezcla deempatía, arrogancia e intereses econó-micos. En cuanto a este último punto, se-ñala sobre todo el turismo que tienemuchos intereses en el mantenimiento yen la propagación de imágenes que su-gieran una cultura india tradicional e in-tacta. No es de extrañar que tengagrandes dudas con respecto a la venera-ción internacional de la biografía de Ri-goberta Menchú. Desconfía del apoyointernacional exento de crítica a la luchanacional de izquierdas de Menchú yafirma:

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50 Para un buen debate sobre este tipo de tensiones: Les W. Field, “Complicities and Collaborations. Anth-ropologists and the ‘Unacknowledged Tribes’ of California”, Current Anthropology 40:2 (April 1999); pp.193-209.

51 Mario Roberto Morales, La articulación de las diferencias o el síndrome de Maximón. Los discursos li-terarios y políticos del debate interétnico en Guatemala (Guatemala: Flacso, 1998); pp. 295-390. Tam-bién: Warren, Indigenous movements and their critics, 41-42.

[E]stos sectores encontraban en el dis-curso de Menchú, en ella misma y en laadhesión y solidaridad hacia ella y hacialo que ellos percibían que ella repre-sentaba (el pueblo ‘maya’ de Guatemalay los pueblos indígenas del mundo), unemblema y un sujeto vivo que les servíapara darle a su actividad académica unaproyección que transcendiera las aulas ycoadyuvara a la revolución popular enCentroamérica.52

En su opinión, los intelectuales ex-tranjeros se han apropiado de la voz(¿auténtica?) de Rigoberta Menchú paraalcanzar sus propios objetivos políticose intelectuales.

Así volvemos al tema principal deeste ensayo: la compleja relación entrelos intelectuales y los académicos delmundo euro-norteamericano y sus cole-gas de América Latina. Los ejemplos deGuatemala demuestran lo complicada ycontradictoria que puede ser esta rela-ción. Vemos a una mujer maya que sehizo famosa a nivel mundial con ayudade una escritora franco-venezolana y quese convirtió en el símbolo de la lucha in-dígena en Latinoamérica y en el mundoentero. De esa manera, abrió el camino auna nueva generación de intelectualesindígenas, que (a veces con un título nor-teamericano de PhD) se han convertidoen actores políticos importantes en laGuatemala actual. Vemos cómo un an-

tropólogo norteamericano está intentadoanalizar la historia de esta mujer en arasde la verdad académica. Estos intentos noestán dando lugar a mucho debate en laGuatemala de después de la guerra civil,pero están teniendo como resultado unafuerte discusión en la academia nortea-mericana, donde no se cuestionan tantolos hechos, sino la interpretación de esoshechos y de sus consecuencias políticasy sociales. Por último, encontramos unacadémico y periodista guatemaltecoque se doctoró en la Universidad de Pitts-burgh y que utiliza la jerga literaria post-moderna en Guatemala para resistirsecontra lo que él considera un movi-miento indígena racista y esencialista,apoyado por intelectuales norteamerica-nos que se sirven de este movimientopara encontrar una solución a sus propiosproblemas con la raza y la identidad.

Una segunda reflexión

En primer lugar estos ejemplos de-muestran que sería una equivocaciónconfrontar simplemente a los intelectua-les latinoamericanos con los investiga-dores extranjeros.53 Dentro de cadagrupo se dan grandes diferencias y seproducen debates de contenido en losdistintos grupos. Las relaciones políticasy académicas ya no se limitan a las fron-teras nacionales, y quizás nunca lo

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52 Morales, La articulación de las diferencias, 134-135.53 En sus intentos de concebir un nuevo paradigma para el estudio de Latinoamérica Moreiras afirma: “Los

latinoamericanistas latinoamericanos, o los que asumen tal posición, realmente no tienen derecho de asu-mir la representación de la negación subalterna, porque también piensan partiendo del discurso colo-nial, al igual que, por ejemplo, los latinoamericanistas norteamericanos (y todos los demás cosmopolitasy neocosmopolitas, siempre que sean latinoamericanistas) no son representantes intachables del sistemade dominación epistémico. La posición académica, aquí, siempre se ha cruzado y entrecruzado”, en: TheExhaustion of Difference, 17.

hayan hecho en el caso de América La-tina. Las nuevas posibilidades de comu-nicación permiten que los investigadoresque tienen las mismas ideas mantengancontacto periódico y dan espacio a lacreación de redes académicas interna-cionales. Latinoamérica es un continentemuy informatizado y durante los últimosveinte años he experimentado en mi pro-pia carne cómo el mundo latinoameri-cano se ha ido aproximando cada vezmás a nuestro mundo. El contacto diarioy directo se ha convertido en algo tannormal que casi nos olvidamos lo difícilque era la comunicación aún hace poco.Ya hemos visto cómo los movimientosde emancipación se sirven cada vez másde esta globalización para dar másfuerza a su lucha local. Este proceso hadesembocado en formas nuevas y aveces igual de complejas de diálogo in-telectual.

Por otra parte, el mundo intelectualse sigue caracterizando por grandes dife-rencias de poder a nivel económico, po-lítico y cultural. Estas diferencias depoder son una herencia de las estructurascoloniales y neocoloniales, pero tambiénse deben a las nuevas desigualdades eco-nómicas a nivel mundial. Sin embargo,lo que yo quiero argumentar es que esono implica que consecuentemente laagenda intelectual también se determineen el centro del poder mundial.

Estas agendas se elaboran y se ejecu-tan en todas partes a distintos niveles.54

Estas agendas se confrontan entre sí enlos lugares y momentos más inesperados.¿La crítica de Favre cortó de raíz la uto-pía de Arguedas? Todo lo contrario. Esacrítica consiguió en parte que Arguedasse convirtiera en una especie de perso-naje cultural y político de culto en Perú.Al mismo tiempo, este episodio tampocole perjudicó a Favre. La discusión conArguedas consolidó en parte su famacomo antropólogo. Demostró a sus se-guidores académicos que era un pensa-dor independiente y que daba muchaimportancia a los valores académicos dela objetividad y la controlabilidad.

En el caso de Rigoberta Menchúvemos otro proceso. Consiguió desem-peñar un papel importante en Guatemalapor el reconocimiento internacional quequedó simbolizado con el Premio Nobel.Podemos preguntarnos: ¿El análisis deStoll debilitó su posición? Por una partesí, pero esa influencia fue insignificantedentro del contexto local. Si perdió in-fluencia, en gran parte fue a consecuenciade los conflictos internos en Guatemala.55Por otra parte, difícilmente podemos con-siderar a Stoll como un miembro repre-sentativo de la poderosa academianorteamericana. La crítica mordaz quele hizo a Menchú se explica en parte de-bido a su posición un poco marginal

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54 Para un análisis provocador de las distintas ‘agendas’ en el estudio de los Andes: Orin Starn, “Rethinkingthe Politics of Anthropology: The Case of the Andes”, Current Anthropology 35:1 (February 1994); pp.13-38. Véase también: Daniel Mato, “Reflexiones para un diálogo sobre ‘Agendas intelectuales críticasen América Latina’”, Discurso durante el Seminario Internacional “Agendas intelectuales críticas en Amé-rica Latina, un diálogo”, Buenos Aires, 27-29 de agosto, 2001.

55 Víctor D. Montejo recalca esta contraposición: “Truth, Human Rights, and Representation”, en: Arias, TheRigoberta Menchú Controversy, 372-391.

dentro del mundo académico norteame-ricano.56 Por lo tanto, el diálogo acadé-mico que fue el punto de partida de estasreflexiones es mucho menos unívoco ysimple de lo que tal vez suponíamos alprincipio. Tiene varias caras. Todos lospartidos manipulan la retórica de losdemás, se apropian de los elementos dis-cursivos y los vuelven a utilizar en suspropias agendas académicas o políticas.

Naturalmente, esto no implica quelas diferencias de poder y de capital sim-bólico hayan pasado a ser irrelevantes.Sólo el hecho de que ‘les’ estudiemos aellos y que ‘ellos’ casi nunca sean capa-ces de hacer lo mismo con nosotros, esuna prueba de esta desigualdad. Una mo-nografía publicada en una editorial uni-versitaria norteamericana tiene muchomás impacto académico que un estudioeditado por la universidad latinoameri-cana local. La crítica a la posición depoder teórica de la academia norteame-ricana (y hasta cierto punto: europea),que han expresado académicos latinoa-mericanos, resulta justificada en muchosaspectos.

Diálogo y confrontación en un mundoglobal

Estas reflexiones son aún más impor-tantes en un continente como AméricaLatina, donde las ciencias y la vida inte-lectual están en general muy vinculadas,casi de forma inseparable, a todo tipo dedebates políticos y sociales. Los intelec-tuales latinoamericanos son muy cons-cientes de la vinculación social y política

de su trabajo y se consideran los prota-gonistas en el debate político. FernandoHenrique Cardoso, uno de los principalesrepresentantes de la escuela de la de-pendencia, fue presidente de Brasil; JorgeCastañeda, autor famoso de un estudiomuy detallado sobre el movimiento deizquierdas latinoamericano y biógrafo deChe Guevara, fue ministro de RelacionesExteriores de México. José Joaquín Brun-ner, un autor importante sobre la moder-nidad de Latinoamérica, fue ministro deEducación del Gobierno chileno. ÁlvaroGarcía Linera, un autor de varios estu-dios sociológicos de Bolivia, es vice-pre-sidente de su país.

Esta situación no sólo tiene conse-cuencias económicas para las personasinvolucradas, sino también académicasporque determina a quiénes se les asignapuestos de poder académicos o fondospara una nueva investigación. Por su-puesto, existen redes de académicos em-parentados disciplinar o teóricamente,pero me costó mucho tiempo darmecuenta de que en Latinoamérica lasredes más importantes y más fuertes deacadémicos son políticas. Y por lo tantotambién las líneas divisorias más impor-tantes. Peleas o conflictos que son insig-nificantes o que apenas son relevantesdesde una perspectiva académica, pue-den desembocar en enemistades profun-das debido a estas contradiccionespolíticas. Los intereses políticos desem-peñan un papel importante en las cien-cias. Los intelectuales pueden pasar ‘alGobierno’ o ‘a la oposición’ al igual quelos partidos políticos. Se mira con mucha

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56 Warren, Telling Truths, 207.

desconfianza a los intelectuales que rea-lizan trabajos para el Gobierno o queejercen cargos gubernamentales. Estecomportamiento desemboca a veces enlo que Peter Wilson llamó ‘crab antics’en el mundo intelectual.57 Los académi-cos se relacionan entre sí por un abrazofatal de desconfianza y/o corrección po-lítica que les impide desempeñar unpapel social independiente desde unpunto de vista académico.

Por mucho que quieran olvidar estasituación, a los académicos latinoameri-canos se lo recuerdan cada día. No tienepor qué ser tan extrema como la situaciónen Colombia donde las amenazas a losacadémicos y a los líderes de opiniónestán a la orden del día y donde se hanasesinado a decenas de intelectuales enlos últimos años. O como en Perú, dondeel instituto científico IEP respetado entodas partes tuvo que navegar entre la pre-sión política del régimen Fujimori y la in-timidación y las amenazas de los gruposaliados con Sendero Luminoso.58 Tam-bién puede deberse simplemente al ca-rácter del debate político y a lapolarización social que influyen en la or-ganización y en la dinámica de la inves-tigación académica en América Latina.

En Holanda también una parte de lainvestigación científico-social está vin-culada a la política. Una parte significa-tiva de nuestros académicos más

ambiciosos están afiliados implícita o ex-plícitamente a un partido político. Apesar de ello, tendemos a considerar lavinculación política de las ciencias lati-noamericanas como un punto débil, vin-culación que impide a los académicosdedicarse de pleno a una investigaciónde alta calidad. A veces consideramoscomo molesto el debate académico poli-tizado de América Latina. Por otra parte,se suele acoger con incredulidad a los in-vestigadores europeos en Latinoaméricacuando intentan explicar que vienen ‘ex-clusivamente’ a hacer investigaciones.59Los latinoamericanos nos suelen consi-derar como casos perdidos de una inge-nuidad casi inverosímil cuando negamosel contexto político de nuestro trabajo ylas relaciones de poder a las que está vin-culado. En realidad, ellos no tienen enningún momento la ilusión de poder rea -lizar su trabajo fuera del contexto polí-tico y social. Su trabajo es política. Tal ycomo observa Gonzalo Sánchez:

En América Latina (…), para el intelec-tual no es una opción sino una necesi-dad estar en la política. Incluso la neu-tralidad se les enrostra a los intelec-tuales y se les cobra como traición.60

Los académicos latinoamericanossiempre han sido conscientes de las im-plicaciones políticas de su trabajo. Y confrecuencia partes de su obra académica

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57 Peter J. Wilson, Crab antics: the social anthropology of English-speaking Negro societies of the Caribbean(New Haven: Yale University Press, 1973).

58 Para los interesados: “Institute of Peruvian Studies (IEP): A nest of counterinsurgency propaganda”:www.blythe-org/peru-pcp/newflag

59 Para un informe de una discusión de este tipo: Lynn Stephens, ¡Zapata Lives! Histories and Cultural Po-litics in Southern Mexico (Berkeley etc: University of California Press, 2002; p. 10).

60 Sánchez, El compromiso social, 14.

van encaminadas directamente a movili-zar la opinión pública.61 No es por nadaque el ensayo político-moral es uno delos productos más característicos de laintelectualidad latinoamericana.62

Para señalar esta contraposición, Da-niel Mato hizo una distinción entre losacadémicos occidentales y los intelec-tuales latinoamericanos.63 El primergrupo puede vivir de forma bastante au-tónoma e independiente de su trabajoacadémico. El segundo grupo apenas sepuede permitir el lujo de dedicarse ex-clusivamente a las ciencias. Los proble-mas económicos y políticos les obligan allevar una vida multidimensional. Las cir-cunstancias políticas determinan por logeneral la dirección y la intensidad de sutrabajo. Este trabajo nunca está libre dejuicios de valor. En algunos casos inclusopuede tener como consecuencia una

muerte violenta, la prisión o el exilio. Elhecho de que Holanda cuente aún conun grupo de intelectuales chilenos y ar-gentinos que se quedaron en Holandadespués de que finalizara su exilio es untestimonio dramático y silencioso de estasituación.

Por lo tanto, nos vemos confrontadosa una situación paradójica. Por una parte,cada vez más, la globalización ha tenidocomo consecuencia una cooperaciónacadémica internacional y una interna-cionalización de los debates académicos.Por otra parte, ese proceso no ha tenidocomo consecuencia un contexto uni-forme en el que se lleven a cabo los de-bates académicos. Las circunstanciaslocales y las desigualdades mundialesdeterminan en gran parte las agendas in-telectual y política.64

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61 Ejemplos de intervenciones explícitas son las cartas que los intelectuales colombianos escribieron a laguerrilla en 1992: “Colombian Intellectuals and the Guerrilla”, en: Charles Bergquist, Ricardo Peñaranday Gonzalo Sánchez G. (eds.), Violence in Colombia 1990-2000. Waging War and Negotiating Peace(Wilmington: Scholarly Resources, 2001); pp. 214-225, y el testamento político que el historiador peruanoFlores Galindo escribió poco antes de su muerte: Alberto Flores Galindo, “Reencontremos la dimensiónutópica”, Socialismo y Participación 50 (Junio 1990); pp. 83-88. Dos ejemplos chilenos interesantes son:Alfredo Jocelyn-Holt Letelier, El Chile perplejo. Del avanzar sin transar al transar sin parar (Santiago: Pla-neta, 1998), y: Sergio Grez & Gabriel Salazar (compiladores), Manifiesto de Historiadores (Santiago:LOM, 1999). Véase también el maravilloso análisis retrospectivo de la Revolución Sandinista de SergioRamírez: Sergio Ramírez, Adiós muchachos. Una memoria de la revolución sandinista (México: Agui-lar, 1999).

62 Sobre esta característica de los intelectuales latinoamericanos: Pedro Morande, Cultura y moderniza-ción en América Latina (Santiago de Chile: Instituto de Sociología, Pontificia Universidad Católica deChile, 1984). También: Rama, La ciudad letrada. Es interesante que la (re)valorización de estos ensayostambién influye en la discusión entre los investigadores latinoamericanos y norteamericanos sobre losEstudios Culturales. Algunos académicos latinoamericanos sostienen que “el referente hegemónico delos estudios culturales está silenciando la tradición del ensayismo latinoamericano que, sin embargo, an-ticipó varios de los actuales desplazamientos de fronteras disciplinarias que tanto se celebran interna-cionalmente”; Richard, Globalización académica, 187.

63 Mato, Introducción, 18.64 Éste también es el tema de: Mariano Plotkin y Ricardo González Leandri (eds.), Localismo y globaliza-

ción. Aportes para una historia de los intelectuales en Iberoamérica (Madrid: Consejo Superior de In-vestigaciones Científicas, 2000).

Conclusión

Estoy muy consciente de dos limita-ciones del análisis anterior. Se ha enfo-cado casi exclusivamente en la situaciónde Latinoamérica, pero estos diálogos yconfrontaciones entre académicos e in-telectuales se producen en el mundo en-tero y sería muy interesante compararlos.En segundo lugar, estoy consciente deque se ha llevado a cabo un debate teó-rico muy amplio sobre esta temática du-rante los últimos años.65 He pasado poralto una gran parte del mismo. Me he ce-ñido deliberadamente a los aspectos másconcretos del diálogo académico, por-que creo que hay una falta de reflexiónprecisamente a ese nivel. Este análisis se-ñala inevitablemente que la reflexiónsobre las premisas y el contexto de nues-tro trabajo académico debe ser una parteintegral en nuestras investigaciones. Elestudio de otras sociedades debe incluirtambién una reflexión sobre el contextodel trabajo de nuestros colegas. Esto estotalmente crucial si nos dedicamos atemas con una connotación moral y po-lítica como las relaciones raciales, laidentidad, la problemática de desarrolloo los derechos humanos.66

El debate y las distintas interpreta-ciones constituyen la base de nuestro ofi-cio. Pero explicitar las diferencias decontexto, de agenda política y de pers-pectiva permite integrar las diferenciasde poder y de interpretación entre losacadémicos involucrados en nuestrosanálisis. En mi opinión, ésta debería sertambién una parte importante del debateen torno a los procesos de desarrollo enlas sociedades de Asia, África y AméricaLatina. Explicitar los distintos contextossociales y políticos en los que nos en-contramos nosotros y nuestros colegasextranjeros quizás pueda ofrecer solu-ciones a nuestros intentos por descolo-nizar y librar del paternalismo y de lahipocresía lo que llamamos cooperaciónpara el desarrollo.

Quizás no debemos abrigar la ilusiónde poder formular respuestas definitivasa los dilemas planteados anteriormente.Pero ya sería un gran paso hacia delantesi se someten explícitamente a discusióny si los integramos en nuestro trabajoacadémico. Para ello, debemos estar dis-puestos a realizar nuestro trabajo acadé-mico dialogando de forma permanentecon nuestros colegas de Latinoamérica –o de cualquier otra parte del mundo. Este

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65 Por nombrar unos cuantos estudios: Edward W. Said, Orientalism (New York: Pantheon, 1978); KwameAnthony Appiah, In My Father’s House. Africa in the Philosophy of Culture (New York/Oxford: OxfordUniversity Press, 1992); Arjun Appadurai, Modernity at Large. Cultural Dimensions of Globalization(Minneapolis: University of Minnesota Press, 1996); Ranajit Guha (ed.) Subaltern Studies, varios tomos;Gyan Prakash (ed.), After Colonialism. Imperial Histories and Postcolonial Displacements (Princeton:Princeton University Press, 1995); Gayatri Chakravorty Spivak, A Critique of Postcolonial Reason. Towarda History of the Vanishing Present (Cambridge/London: Harvard University Press, 1999). Estas ideas sobretodo se propagaron mucho entre autores norteamericanos y autores latinoamericanos afincados en Es-tados Unidos. Véase por ejemplo: Moreiras, The Exhaustion of Difference.

66 Si no me equivoco, éste también es el punto de vista de: Arturo Escobar, Encountering Development. TheMaking and Unmaking of the Third World (Princeton: Princeton University Press, 1995). Por ejemplo pp.224-25.

diálogo implica incluir los distintos con-textos de nuestro trabajo académico enel debate sobre el contenido, tener encuenta los significados ‘locales’ específi-cos que se asignan a todo tipo de con-ceptos y a la teorización en las cienciassociales y aceptar que cada sociedadcuenta con sus ‘propios’ debates especí-ficos que también suelen determinar lascondiciones en las que los académicospublican los resultados de su trabajo. Porúltimo, este diálogo implica también que

nos atrevamos y podamos rebatir a nues-tros colegas cuando creamos que es ne-cesario. No con un sentimiento desuperioridad moral o académica, sinopor la necesidad de entender lo mejorposible la realidad que estudiamos deforma conjunta. Sólo mediante un diá-logo así podemos esperar que se llegue auna relación intelectual equivalente yque se libere a las ciencias sociales yparticularmente a los estudios latinoa-mericanos de su connotación colonial.

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