1-El Camino Del Guerrero

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Resumen del libro Peaceful Warrior

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El joven samurai el camino del guerrero El camino del guerreroEl joven samuri, 1Chris Bradford ResumenUn barco ingls del siglo XVII naufraga en las costas de Japn. El nico tripulante que sobrevive al ataque de unos guerreros ninja es el joven Jack, quien antes de desmayarse presencia la muerte de su padre a manos de uno de ellos. 2008-10, Chris BradfordTtulo original: Young Samuri The Way Of The WarriorTraduccin de Rafael MarnEditorial: Ediciones B.ISBN: 9788466638647 NotaEl joven samuri es una obra de ficcin que, a pesar de estar inspirada en figuras, acontecimientos y hechos histricos, no pretende reflejarlos con total exactitud. Es ms un eco de los tiempos que una recreacin de la historia. AdvertenciaNo intenten reproducir ninguna de las tcnicas descritas en este libro sin la supervisin de un instructor de artes marciales cualificado. Se trata de llaves muy peligrosas que pueden causar heridas fatales. El autor no se hace responsable de los daos que pueda acarrear la puesta en prctica de estas tcnicas. A mi padre PrlogoMasamoto TennoKioto, Japn, agosto de 1609El muchacho despert de repente y agarr rpidamente la espada.Tenno apenas se atreva a respirar: senta que haba alguien ms en la habitacin. Sus ojos trataban de acostumbrarse a la oscuridad mientras se afanaban en encontrar signos de movimiento. Pero no conseguan distinguir nada, slo sombras dentro de sombras. Tal vez se haba equivocado... Sin embargo, sus conocimientos de samuri le advertan de lo contrario.Tenno escuch con atencin pendiente de cualquier sonido que pudiera desvelar la presencia de un intruso. Pero no oy nada fuera de lo normal: llegaba desde el jardn el susurro de los cerezos en flor agitados por la suave brisa, y el tintineo del agua de la fuente al caer al estanque acompaaba la persistente cancin que un grillo cercano entonaba cada noche. El resto de la casa estaba en silencio.Sin duda deba de estar exagerando. No era ms que uno de esos malos espritus kami que haba decidido perturbar sus sueos, pens. Todos los miembros de la familia Masamoto se haban pasado el mes con los nervios de punta. Los rumores de guerra no cesaban y ya se hablaba de posibles rebeliones. De hecho, el propio padre de Tenno haba sido requerido para ayudar a sofocar cualquier alzamiento potencial. La paz de la que Japn haba disfrutado durante los ltimos doce aos de repente se vea amenazada, y la gente tema que estallase de nuevo otra guerra. No era extrao que estuviera inquieto.Tenno baj la guardia y se dispuso a seguir durmiendo en su futn. El grillo nocturno cant de pronto un poco ms fuerte y la mano del muchacho agarr instintivamente con ms fuerza la empuadura de su espada. Su padre le haba dicho una vez: Un samuri siempre debe obedecer a sus instintos, y sus instintos le decan que algo iba mal.Se incorpor en la cama para levantarse a investigar.De repente una estrella de plata apareci girando de la oscuridad.Tenno se hizo a un lado, pero su reaccin lleg un segundo demasiado tarde.El shuriken le cort la mejilla y fue a clavarse en el futn, justo donde antes haba estado reposando su cabeza. Mientras rodaba por el suelo, el muchacho sinti la sangre caliente corrindole por el rostro. Y entonces oy que un segundo shuriken se clavaba con un golpe seco en el tatami. Tenno se puso en pie con un movimiento fluido alzando la espada para protegerse. Una figura espectral vestida de negro de la cabeza a los pies se movi en las sombras.Ninja! El asesino japons de la noche.Con lentitud medida, el ninja desenvain de su saya una espada de aspecto ominoso. A diferencia de la catana curva de Tenno, la tanto era corta, recta, ideal para apualar. El ninja avanz un paso silencioso y alz la tanto: era como una cobra humana preparndose para atacar. Dispuesto a anticiparse al ataque, Tenno levant la espada para asestarle un buen golpe al asesino que se aproximaba. Pero el ninja esquiv con destreza la catana del muchacho, y gir sobre s mismo para darle una patada en el pecho.Impelido hacia atrs, Tenno atraves de un salto el fino papel de la puerta shoji de su habitacin y se adentr de golpe en la noche. Aterriz pesadamente en medio el jardn interior, desorientado y luchando por controlar su respiracin. El ninja pas al otro lado de la abertura y se pos de un salto ante l, como un gato.Tenno trat de plantarle cara y de defenderse, pero sus piernas cedieron. Se haban vuelto pesadas e intiles. El pnico se apoder de l: trat de gritar, de pedir ayuda, pero la garganta se le haba cerrado. Le arda como si estuviera en llamas y sus gritos eran pualadas asfixiantes en busca de aire.El ninja apareci y desapareci ante su vista hasta que de pronto se desvaneci en un remolino de humo negro.Mientras su visin se nublaba, el muchacho advirti que el shuriken que le haba lanzado el ninja estaba empapado en veneno. Su cuerpo sucumba a sus letales poderes, se iba paralizando miembro a miembro, y l quedaba a merced de su asesino. Cegado, Tenno intent escuchar, pero slo pudo or el canturreo del grillo. Record que su padre haba mencionado que los ninja usaban el ruido que emitan los insectos para disfrazar el sonido de sus propios movimientos. As haba conseguido su atacante pasar desapercibido entre los guardias!Tenno recuper brevemente la visin y, bajo la plida luz de la luna, distingui un rostro enmascarado flotando hacia l. El ninja se le acerc tanto que el muchacho pudo oler el caliente aliento del asesino, agrio y rancio como el sake barato. A travs de la rendija de su shinobi shozoko, Tenno vio un nico ojo verde esmeralda encendido por el odio. Esto es un mensaje para tu padre susurr el ninja.Tenno sinti la presin fra de la punta de la tanto sobre su corazn. Un solo movimiento y todo su cuerpo fue presa de un dolor lacerante...Luego, nada...Masamoto Tenno haba pasado al Gran Vaco. 1. Bola de FuegoOcano Pacfico, agosto de 1611El muchacho despert de repente.He dicho: Todos a cubierta! grit el contramaestre. Eso tambin te incluye a ti, Jack!El rostro ajado del contramaestre asom en la oscuridad y clav la mirada en el muchacho, que abandon rpidamente la bamboleante hamaca para plantarse de un salto en el suelo de madera de la cubierta central del barco.Jack Fletcher tena slo doce aos, pero, en los dos aos que haba vivido en el mar, se haba convertido en un muchacho alto, esbelto y musculoso. Tena los ojos de un azul profundo, y su mirada, oculta bajo la maraa de pelo rubio que haba heredado de su madre, brillaba con una fuerza y una determinacin poco habituales en su edad.Los tripulantes del Alexandria, cansados tras el largo viaje, saltaron de sus camastros y se precipitaron a toda prisa hacia la cubierta principal, dejando atrs a Jack. El muchacho le dirigi al contramaestre una triste mirada de disculpa. Vamos, muchacho, adelante! rugi el contramaestre.De pronto, se produjo una fuerte sacudida. Todas las maderas del barco crujieron, y Jack perdi el equilibro. La lamparilla de aceite que colgaba de la viga central de la oscura sentina se agit salvajemente mientras su llama chisporroteaba.Jack fue a aterrizar entre un montn de toneles vacos, que acabaron rodando por los tablones combados del suelo. Mientras intentaba incorporarse, un atajo de hombres de aspecto mugriento y famlico pasaron a toda prisa junto a l en la oscuridad. Una mano lo agarr por el cuello de la camisa y lo puso en pie.Era Ginsel.El holands, un hombre bajito, pero fornido, le sonri mostrndole esos dientes rotos e irregulares a los que deba su aspecto de gran tiburn blanco. A pesar de su dura apariencia, el marinero siempre haba tratado a Jack con amabilidad.Ginsel, qu demonios est pasando? pregunt Jack.Nos ha alcanzado otra tormenta, Jack! Se dira que el Infierno ha abierto aqu sus puertas! respondi Ginsel. Ser mejor que subas a cubierta antes de que el contramaestre te corte la piel a tiras.Jack se apresur a seguir a Ginsel y el resto de la tripulacin escaleras arriba, y todos salieron al corazn de la tormenta.Amenazadoras nubes negras surcaban los cielos y las quejas y los gruidos de los marineros quedaron inmediatamente ahogadas por el implacable viento que sacuda el velamen del barco. El olor a sal marina golpe la nariz de Jack y una lluvia helada le abofete la cara, picotendolo como un millar de agujas diminutas. Y, antes de que tuviera tiempo de situarse, una ola gigantesca alcanz el barco.La cubierta se cubri de agua y espuma y Jack qued calado hasta los huesos. El agua caa a cntaros por los imbornales, y cuando Jack abri la boca dispuesto a tomar aire, otra ola, an ms fuerte que la anterior, barri la cubierta. Jack perdi el equilibrio y consigui a duras penas agarrarse a la amura para no caer por la borda.En cuanto Jack logr ponerse en pie de nuevo, la irregular lnea de un relmpago se abri paso por el cielo nocturno y alcanz el palo mayor. Durante un breve instante, todo el navo qued iluminado por una luz espectral. El barco mercante de tres palos, el Alexandria, se hallaba sumido en el caos. La tripulacin yaca desperdigada por las cubiertas como restos de madera a la deriva. En lo alto del penol de la verga, un grupo de marineros batallaba contra los elementos, tratando de soltar la vela mayor antes de que el viento la rasgara o acabara haciendo volcar el barco. En el alczar, el tercer oficial, un gigante de ms de dos metros con una rebelde barba roja, luchaba con el timn. Junto a l, el rostro severo del capitn Wallace gritaba rdenes a la tripulacin, pero todos sus esfuerzos eran en vano: el viento se llevaba sus palabras antes de que nadie pudiera orlas.Haba en el alczar un tercer hombre: era un marino alto y poderoso que llevaba sus cabellos castao oscuro recogidos en una coleta. Este hombre era John Fletcher, padre de Jack y piloto del Alexandria, y no apartaba ni un segundo los ojos del horizonte, como si esperara taladrar la tormenta y alcanzar la seguridad de las tierras que se extendan ms all. Vosotros! orden el contramaestre sealando a Jack, Ginsel y otros tres marineros. Poneos en marcha y soltad esa gavia! Deprisa!Los cinco marineros de dirigieron a toda prisa a la proa del barco, pero cuando cruzaban la cubierta principal en direccin al palo del trinquete, una bola de fuego apareci de la nada... y fue derecha hacia Jack.Cuidado! grit uno de los marineros.Jack, que en ese viaje ya haba vivido en sus carnes algunos de los ataques de sus enemigos portugueses, se hizo a un lado instintivamente. Sinti la vaharada de aire caliente y el zumbido de la bola de fuego pas junto a l, y se precipit sin pensarlo a la cubierta. El sonido del impacto de ese proyectil, sin embargo, nada tuvo que ver con el de los caonazos: no se produjo el habitual y temible crujido del hierro contra la madera. Fue ms bien un golpe sordo y sin vida, como una bola de tela. Los ojos de Jack se posaron en el objeto que tena ahora a sus pies.Se qued horrorizado.No era una bola de fuego.Era el cadver ardiente de uno de los marineros de la tripulacin: el rayo lo haba matado.Jack se qued inmvil. Una desconcertante sensacin de asco le suba de la boca de su estmago hacia el fondo de su garganta. El rostro del hombre mostraba un gesto de agona y estaba tan desfigurado por el fuego que Jack ni siquiera pudo reconocerlo.Santa Mara, Madre de Dios exclam Ginsel, incluso los cielos estn contra nosotros!Pero antes de que pudiera murmurar otra palabra, una ola barri la amura y se llev el cuerpo al mar.Jack, t qudate conmigo! le dijo Ginsel, al ver la expresin de espanto del rostro del muchacho. Lo agarr por el brazo y lo empuj hacia el palo del trinquete.Pero Jack permaneci clavado en su sitio. Todava poda oler la carne calcinada del marinero muerto, como un cerdo quemado en una espeta.No era el primer muerto que vea en el viaje y saba que no iba a ser el ltimo. Sin embargo, eso no ayudaba a que la experiencia le resultara menos dolorosa. Su padre le haba advertido que cruzar el Atlntico y el Pacfico era un viaje lleno de peligros y Jack ya haba visto morir a hombres de congelacin, escorbuto, fiebre tropical, heridas de cuchillo y balas de can. Esa familiaridad con la muerte, no obstante, no lo haca inmune al horror.Vamos, Jack... inst Ginsel.Estoy diciendo una oracin por l respondi al fin Jack, intentando desesperadamente sofocar el pnico. Saba que su deber era seguir a Ginsel y el resto de la tripulacin, pero la necesidad de estar con su padre en este momento fue ms fuerte que su compromiso con el deber.Adnde vas? chill Ginsel, mientras Jack corra hacia el alczar situado en la otra punta del navo. Te necesitamos aqu!Jack, sin embargo, se perdi en la tormenta, enzarzado en una lucha catica por alcanzar a su padre mientras el barco se sacuda de un lado a otro.Apenas haba conseguido llegar al palo de mesana cuando otra ola colosal golpe el Alexandria. Fue tan potente que Jack perdi pie y fue barrido por la cubierta hasta la amura de babor. El barco se estremeci de nuevo y Jack cay por la borda. En ese mismo instante supo que haba llegado el final. Escupido por la tormenta, iba a ser devorado por el oscuro ocano que se rebulla all abajo... 2. El gavieroJack se prepar para el impacto final, pero su cuerpo se elev inesperadamente: de pronto se encontr colgando del borde del navo, mientras el mar se agitaba violentamente a sus pies.Jack alz la cabeza y vio un brazo tatuado que lo agarraba firmemente por la mueca.No te preocupes, chaval, te tengo! gru su salvador, mientras una nueva ola se elevaba hacia Jack, tratando de volver a arrastrarlo hacia el fondo. El ancla que el hombre llevaba tatuada en el antebrazo pareci doblarse bajo la tensin y Jack tuvo la sensacin de que el brazo se le iba a salir de la cuenca mientras el marinero segua tirando de su mueca para llevarlo de vuelta a bordo.Jack se desplom a los pies del marinero, escupiendo agua.Vivirs. Eres un marino nato, como tu padre, aunque con un poco ms de agua en los pulmones sonri el contramaestre. Ahora respndeme, chaval! Qu demonios creas que estabas haciendo?Yo... Le llevaba un mensaje a mi padre, contramaestre.No es eso lo que te haba ordenado le grit el contramaestre a la cara. Puede que seas el hijo del piloto, pero eso no va a impedir que te haga azotar por desobediencia! Ahora sube ah arriba o me ver obligado a hacerte probar el gato!Que Dios le bendiga, contramaestre murmur Jack, y rpidamente volvi al palo del trinquete, consciente de que haba tenido una suerte extraordinaria. El gato de nueve colas no era ninguna amenaza balda: el contramaestre haba azotado a otros marineros por cosas mucho menos graves que la desobediencia de una orden. De todas formas, cuando lleg a la proa, Jack vacil. El palo del trinquete era ms alto que la torre de una iglesia, y se agitaba salvajemente con la tormenta. Los dedos de Jack, entumecidos ya por el fro, ni siquiera podan sentir los cabos, y sus ropas, ahora empapadas por completo, resultaban pesadas y engorrosas. El problema era que cuanto ms se retrasara, ms fro tendra y sus miembros no tardaran en estar demasiado entumecidos para salvarle en caso de que tuviera problemas.Vamos se dijo. Demustrales que tienes agallas...Sin embargo, en el fondo, saba que no era as. De hecho, estaba verdaderamente aterrado. Durante el largo viaje desde Inglaterra a las Islas de las Especias se haba ganado la fama de ser uno de los monos gavieros ms diestro. Sin embargo, su habilidad para trepar a los mstiles, reparar las velas y soltar los cabos que se haban estropeado no proceda de la seguridad en s mismo... sino del puro miedo.Jack contempl la tormenta. El cielo se haba convertido en un frenes de oscuras nubes empeadas en ocultar una luna incolora. En la penumbra, Jack apenas pudo distinguir a Ginsel y el resto de la tripulacin en el velamen. Las sacudidas del mstil eran tan violentas que los hombres se agitaban como manzanas en un rbol.No tengas miedo de las tormentas de la vida le haba dicho su padre el da que le encargaron coronar por primera vez el nido del cuervo, la cofa. Todos tenemos que aprender a navegar nuestro propio navo, ya sea el tiempo bueno o malo.Jack record haber visto cmo todos los nuevos marineros, uno tras otro, intentaban culminar el aterrador ascenso. Y todos haban quedado petrificados por el miedo antes de llegar a la cima, o haban acabado vomitando encima de los marineros que esperaban abajo. Todos menos uno. Cuando le toc el turno a Jack, el viento soplaba con tanta fuerza que las jarcias se sacudan casi tan frenticamente como sus propias piernas.Jack mir a su padre con miedo en los ojos.Creo en ti, hijo. Puedes hacerlo le dijo su padre, cogindolo del hombro con firmeza y cario.Convencido por la fe que su padre demostraba tener en l, Jack se lanz a las jarcias y no mir abajo hasta que lleg a la seguridad de la cofa. Exhausto, pero jubiloso, el muchacho le dedic un grito de deleite a su padre, que le observaba desde la lejana cubierta, diminuto, como una hormiga. El miedo lo haba impulsado hasta la cima. Bajar fue otro cantar...Jack se agarr a las jarcias y empez a escalar. Pronto adquiri el ritmo habitual, consolado por la costumbre. Mano sobre mano, fue ganando rpidamente altura, hasta que vio las crestas blancas de las olas que azotaban el navo. Pero la mayor amenaza no eran ya las olas, sino el implacable viento. Un continuo de rfagas despiadadas haca todo lo posible para empujar a Jack hacia la noche, pero su cuerpo reaccionaba instintivamente y segua subiendo. Poco despus se encontr junto a Ginsel en el penol superior.Jack! grit Ginsel, que pareca peligrosamente agotado, los ojos inyectados en sangre y hundidos. Una de las drizas se ha atascado. La vela no cae. Tienes que ir a soltarla.Jack mir hacia arriba y vio una gruesa maroma enganchada en la verga superior del penol, donde el aparejo de poleas se agitaba peligrosamente.Ests de broma?! Por qu yo? Por qu no van ellos? exclam Jack, sealando con la cabeza a los dos marineros aterrados que se aferraban con uas y dientes a cada lado del peol.Lo siento, Jack, eres el mejor gaviero que tenemos.Pero es un suicidio... protest Jack.Tambin lo era dar la vuelta al mundo, y lo hemos hecho! replic Ginsel, esforzndose por esbozar una sonrisa tranquilizadora mientras mostraba sus dientes de tiburn con aire manitico. Sin esa gavia, el capitn no podr salvar el barco. Hay que hacerlo y t eres el gaviero encargado.Muy bien dijo Jack, consciente de que tena pocas opciones. Pero ser mejor que ests preparado para cogerme!Confa en m, muchacho, no querra perderte. tate esta cuerda a la cintura y entonces podr agarrarte. Ser mejor que te lleves tambin mi cuchillo. Lo necesitars para cortar esa driza.Jack se asegur la cuerda y se coloc entre los dientes la hoja mal afilada. Entonces subi el mstil hasta el juanete ms alto. Usando el poco cordaje disponible, se fue arrastrando a lo largo de la verga hacia la driza atascada.El avance era traicioneramente lento, pues el viento lo empujaba malvolo con un millar de manos invisibles. Al mirar hacia abajo, Jack apenas pudo ver a su padre en el alczar. Por un instante, sin embargo, le pareci que lo saludaba.Cuidadooo! advirti Ginsel.Jack se volvi y vio que el aparejo suelto volaba directamente hacia su cabeza. Se lanz a un lado, esquivndolo, pero en el proceso perdi su asidero y resbal.Jack se agarr por instinto al cordaje. Los cabos se le clavaron en las manos, pero, a pesar del dolor desgarrador, consigui no perder su asidero.Se qued all colgado, agitndose al viento.El mar. El barco. La vela. El cielo. Todo giraba a su alrededor.No te preocupes! Te tengo! oy que le gritaba Ginsel en medio de la tormenta.Tir de la cuerda e iz a Jack hacia el palo. Jack pas las piernas por el juanete principal y se enderez. Tard unos instantes en recuperar el aliento, tratando de tomar aire entre los dientes con los que an sujetaba el cuchillo de Ginsel.Cuando el dolor de sus manos remiti, continu arrastrndose por la verga. Al cabo de un rato, la driza atascada qued a unas pocas pulgadas de su rostro. Jack se quit el cuchillo de entre los dientes y empez a cortar el cabo empapado. Pero el cuchillo estaba mal afilado. Tuvo que intentarlo varias veces antes de que los hilos del cabo empezaran a soltarse. Jack tena los dedos helados hasta los huesos y las palmas, ensangrentadas: resultaba difcil trabajar con soltura en esas condiciones. Una rfaga de viento lo alcanz de costado y, al tratar de sujetarse, solt el cuchillo. La hoja se fue volando con la tormenta.Noooo! grit Jack, tratando intilmente de alcanzarlo.Agotado por el esfuerzo, se volvi hacia Ginsel.Slo he conseguido cortar la mitad del cabo! Y ahora qu?Ginsel, sujetando la cuerda de seguridad, le indic que regresara, pero en ese preciso instante otra rfaga de viento golpe a Jack con violencia. Habra jurado que el barco haba encallado. Todo el mstil se estremeci y la gavia tir con fuerza de la driza. Debilitado por los cortes de Jack, el cabo chasque como un hueso al romperse, la vela se despleg y, con un poderoso crujido, captur el viento.El barco se abalanz hacia delante.Ginsel y los otros marineros soltaron un breve grito de jbilo y Jack se sinti momentneamente exultante por ese inesperado giro de la fortuna.Pero la alegra dur poco.La vela, al caer, tir del aparejo, que, tras un chasquido, se precipit sobre Jack. Esta vez, sin embargo, el muchacho no tena a donde ir.SALTA! grit Ginsel. 3. El Diablo y el profundo mar azulJack se solt de la verga y se apart del camino del aparejo.Traz un arco en el aire mientras Ginsel se esforzaba por sujetar el otro extremo de la cuerda de seguridad. Jack choc contra las jarcias del otro lado del mstil y enganch el brazo en los cordajes, sujetndose con todas sus fuerzas para no perder la vida.El aparejo oscil ahora hacia Ginsel. No lo alcanz por muy poco, pero golpe a Sam, que estaba justo tras l. El desdichado marino cay dando vueltas al mar.Sam! grit Jack mientras bajaba rpidamente por las jarcias.Una vez en cubierta, corri hasta la amura, y vio que Sam se debata contra las olas gigantescas, desapareciendo y volviendo a aparecer, hasta que, tras un ltimo grito desgarrador, la corriente lo arrastr definitivamente hacia el fondo.Jack se volvi hacia el contramaestre, que se haba reunido con l en la amura.No hay nada que puedas hacer, muchacho. Ya le llorars por la maana... Si conseguimos sobrevivir.Al advertir la expresin de desesperacin del rostro de Jack, el contramaestre suaviz un poco su postura.Has hecho un buen trabajo ah arriba. Ahora ve a ver a tu padre: est en su camarote con el capitn.Jack corri hacia la escalera de la cmara y se dirigi bajo cubierta, contento de poder escapar de la terrible tempestad. Dentro del vientre del barco, la tormenta pareca menos amenazante, y su furia desatada no pareca all abajo ms que un aullido apagado. Jack se abri paso hasta el camarote de su padre, situado en la popa, y entr en silencio en el cuarto pequeo y de techo bajo.Su padre estaba inclinado sobre una mesa, estudiando con atencin un montn de cartas marinas junto al capitn.Piloto, en sus manos est sacarnos de aqu! ladr el capitn golpeando la mesa con el puo. Dijo que conoca estas aguas! Dijo que veramos tierra hace dos semanas! Hace dos semanas! Por Dios bendito, puedo capitanear este barco en cualquier tormenta, pero tengo que saber dnde demonios voy! Tal vez ese Japn no existe, no? Todo podra ser una leyenda. Un maldito engao portugus diseado para acabar con nosotros.Jack, como los dems marineros del barco, haba odo hablar de la leyenda de las islas de Japn, repletas de riquezas incalculables y de exticas especias. Un intercambio comercial con los japoneses sin duda los hara ricos a todos, pero hasta entonces los nicos que haban puesto los pies en Japn eran los portugueses, y al parecer estaban resueltos a mantener la ruta en secreto Japn existe, capitn dijo John Fletcher tranquilamente abriendo un gran cuaderno con tapas de cuero. Mi cuaderno de ruta dice que se encuentra entre las latitudes treinta y cuarenta norte. Segn mis clculos, slo nos hallamos a unas pocas leguas de la costa. Mire aqu.John seal un tosco mapa dibujado en una de las pginas de su cuaderno.Estamos ya cerca del puerto de Toba... Aqu, capitn. Nos encontramos a unos cientos de leguas de nuestro destino, Nagasaki. Ya lo ve, capitn, la tormenta nos ha desviado de nuestra ruta. Pero ste no es nuestro nico problema: me han dicho que toda esta costa est repleta de piratas. Toba no es un puerto amistoso, as que probablemente creern que tambin somos piratas. An peor, o decir a otro piloto en Bantam que los jesuitas portugueses han erigido una iglesia catlica all. Habrn envenenado las mentes de los lugareos. Aunque lleguemos a la costa, nos matarn como a herejes protestantes si desembarcamos all!Un impacto sacudi la nave y todas las maderas crujieron: una enorme ola haba golpeado el costado del Alexandria.Con una tormenta como sta, piloto, las posibilidades de desembarcar son pocas. Puede que tengamos que elegir entre el diablo y el profundo mar azul, John, pero prefiero correr el riesgo con un diablo jesuita!Capitn, tengo otra sugerencia. Segn indica el cuaderno de ruta, a dos millas al sur de Toba hay un par de bahas al socaire. Sin duda el lugar es ms seguro, pero acceder a ellas resultar ms peligroso debido a estos arrecifes.Jack vio que su padre sealaba una pequea serie de lneas irregulares marcadas en el mapa.El capitn mir a John directamente a los ojos y le pregunt con gravedad:Cree que podr hacernos pasar?Tal vez... Si Dios est de nuestra parte respondi John dejando reposar la mano sobre su cuaderno.Cuando el capitn se dio la vuelta para marcharse, repar en Jack.Ser mejor que tu padre tenga razn, Jack: la vida de este barco y su tripulacin est en sus manos.El capitn se march, dejando a Jack y su padre a solas.John envolvi con cuidado el cuaderno de ruta en una tela protectora y se dirigi al camastro que tena en un rincn del camarote. Alz el fino colchn y retir un compartimento oculto, donde guard el cuaderno de ruta. Luego lo cerr con llave.Recurdalo, Jack, es nuestro pequeo secreto le dijo a su hijo con un guio conspirador mientras volva a aplanar el colchn. Este cuaderno de ruta es demasiado valioso para que est por ah. En cuanto alguien se entere de que hemos llegado a Japn, sabr que hay uno a bordo.Como Jack no contest, John estudi a su hijo con preocupacin.Cmo te encuentras?No vamos a conseguirlo, verdad? dijo Jack bruscamente.Pues claro que s, hijo respondi su padre, atrayndolo hacia s. Lograste bajar la vela. Con marineros como t, no podemos fracasar.Jack trat de devolverle la sonrisa a su padre, pero estaba verdaderamente asustado. El Alexandria haba ido de tormenta en tormenta, y a pesar de que su padre aseguraba que ya estaban cerca de su destino, Jack tena la sensacin de que nunca volvera a poner los pies en tierra. El miedo que lo invada era ms sombro que el que haba sentido en las jarcias, o en ningn otro momento de su vida. Su padre se inclin para mirarlo a los ojos. No desesperes, Jack. La mar es una dama tempestuosa, pero he capeado tormentas mucho peores que sta y he sobrevivido. Y sobreviviremos a sta.Mientras regresaban al alczar, Jack se mantuvo cerca de su padre. De algn modo, en su presencia, se senta protegido de lo peor de la tormenta, pues la tranquila seguridad de su padre le daba esperanzas donde no pareca haber ninguna.No hay nada como una buena tormenta para baldear las cubiertas, eh? brome su padre con el tercer oficial, que an luchaba valientemente con el timn; el esfuerzo le haba dado a su rostro el mismo tono rojizo de su barba. Fija rumbo norte noroeste. Pero ten presente que hay arrecifes, as que advierte a los vigas para que estn ojo avizor.A pesar de la fe de su padre en el rumbo que seguan, el ocano se extenda infinito, y las olas golpeaban una tras otra el casco del Alexandria. La confianza empez a menguar como la arena del reloj de la bitcora. La arena del reloj de la bitcora tuvo que agotarse dos veces para que por fin se oyera el grito de:Tierra a la vista!Una oleada de satisfaccin y alivio palpable recorri a toda la tripulacin. Llevaban luchando contra la tormenta casi la mitad de la noche. Ahora haba un atisbo de esperanza, una leve posibilidad de poder llegar a la seguridad de tierra firme y capear la tormenta tras una punta o al socaire de alguna baha.Pero casi con la misma rapidez con que se reforzaron sus esperanzas, se desvanecieron con el segundo grito del viga.Arrecifes por la banda de estribor!Y apenas un minuto despus:Arrecifes por la banda de babor!El padre de Jack empez a gritarle rdenes al tercer oficial.Todo a estribor!... Sigue el rumbo... Sigue... Sigue... A babor treinta grados!El Alexandria se alzaba, y caa sobre las olas revueltas, sorteando arrecifes mientras se diriga hacia la oscura masa de tierra que se intua en la distancia. Desde su puesto de observacin en el alczar, Jack poda ver las rocas afiladas como cuchillas que asomaban en el ocano. Acorralaban al barco por ambos lados. Su padre dirigi la nave por entre el laberinto de terribles rocas: el Alexandria gema y cruja con cada virada, y sus jarcias se tensaban hasta casi romperse. TODO A babor! grit su padre, lanzando todo su peso sobre el timn.La pala del timn se hundi en el mar revuelto. La cubierta se escor terriblemente y el barco dio un bandazo hacia el otro lado... Pero el giro lleg demasiado tarde. El Alexandria choc contra el arrecife. Una driza del racel se rompi y el debilitado mstil se resquebraj, se desmoron y cay. CORTAD LOS APAREJOS! orden el capitn mientras el barco se escoraba peligrosamente por la fuerza del palo.Los hombres de cubierta atacaron con hachas los cordajes. Cortaron, liberando el mstil, pero el barco segua sin responder. Estaba claro que la quilla se haba quebrado.El Alexandria se estaba hundiendo! 4. El pas del Sol NacienteA pesar de que todo esfuerzo pareca intil, la tripulacin haba luchado toda la noche para mantener el barco a flote. El agua haba inundado los pantoques y Jack haba trabajado frenticamente junto con los dems hombres para achicarla. El nivel del agua, sin embargo, no tard en alcanzarle el pecho y haba tenido que luchar desesperadamente para controlar su pnico. Morir ahogado era la peor pesadilla del marinero: una tumba de agua donde los cangrejos se arrastraban sobre tu cuerpo hinchado y picoteaban tus fros ojos sin vida.Jack vomit por la borda del Alexandria por cuarta vez esa maana, al recordar el modo en que las oscuras aguas le haban lamido la barbilla. Conteniendo la respiracin, continu bombeando. Pero acaso tenan otra eleccin? O salvaban el barco o moran intentndolo. La fortuna estuvo de su parte. Alcanzaron la seguridad de una cala. El ocano se calm de repente, y cuando el Alexandria dej de sacudirse, el nivel de las aguas baj rpidamente. Cuando tuvo la cabeza fuera de la superficie y oy el pesado golpe del ancla, el aire rancio de los pantoques le pareci a Jack tan dulce como el de las montaas. Mientras se recuperaba en el alczar de popa, sabore el puro aire marino y su estmago empez a apaciguarse.Jack contempl el mar: las olas laman ahora suavemente la cubierta y el rugido de la tempestad haba sido sustituido por las llamadas matutinas de las aves marinas y el ocasional crujido de las jarcias. Se dej llevar por la paz que le rodeaba. Al cabo de unos minutos, un glorioso sol escarlata se alz sobre el ocano para descubrir una visin espectacular.El Alexandria se encontraba en el centro de una curiosa cala en la que una elevada lengua de tierra, cubierta de tupidos cedros verdes y pinos rojos, se internaba en el ocano formando una baha que encerraba una gloriosa playa dorada en su interior. Las aguas verde esmeralda de la cala estaban llenas de peces de todos los colores del arco iris. Jack vio en la pennsula algo que brillaba, y sac el catalejo de su padre. Entre los rboles se alzaba un exquisito edificio que pareca haber surgido de la misma roca. Jack nunca haba visto nada parecido.En lo alto de un enorme pedestal de piedra haba una serie de columnas hechas de madera roja. Cada columna estaba minuciosamente tallada con imgenes doradas que parecan dragones y signos exticos y retorcidos. Apoyados en las columnas haba tejados inclinados que se alzaban hacia el cielo, y en la misma cima del tejado ms alto haba una fina torre de crculos dorados concntricos que se elevaba ms all de las copas de los rboles. Delante del edificio, y dominando la baha, una gran piedra sobresala del suelo. Tambin estaba grabada con los mismos smbolos.Cuando Jack intentaba averiguar cules eran aquellos smbolos, atisbo movimiento.Oculto tras la piedra erecta haba un gran caballo blanco, y a su sombra, sin llegar apenas a la altura de la silla, distingui una delgada muchacha de cabellos oscuros. Pareca tan efmera como un espritu. Su piel era blanca como la nieve, y su pelo, negro y misterioso como el azabache, le caa en cascada hasta ms all de la cintura. Llevaba un vestido rojo sangre que titilaba con la bruma de las primeras luces de la maana.Jack se qued absorto. Incluso en la distancia, pudo sentir que ella lo miraba. Alz la mano, vacilante, para saludarla. La muchacha permaneci inmvil. Jack volvi a saludar. Tal vez ella no lo haba visto. Esta vez la muchacha inclin levemente la cabeza.Oh, maravilloso da! exclam una voz tras l. Y mucho ms ahora que ha pasado la tormenta!Jack se dio media vuelta y vio a su padre admirando el disco de rub del sol, que segua ascendiendo sobre el ocano.Padre, mira! exclam, sealando a la muchacha de la pennsula.John alz la cabeza y escrut el promontorio.Te lo dije, hijo! Esta tierra est repleta de oro dijo, jubiloso, acercndose a Jack. Incluso construyen templos con l...No, no el edificio, padre, la chica y...Pero la muchacha y el caballo haban desaparecido. Slo quedaba la piedra erecta. Era como si se la hubiera llevado la brisa.Qu chica? Has pasado demasiado tiempo en la mar, Jack respondi su padre esbozando una sonrisa experta que desapareci rpidamente, como robada por un recuerdo olvidado. Demasiado tiempo...Guard silencio, contemplando melanclicamente tierra.Nunca tendra que haberte trado, Jack. Fue una locura por mi parte.Pero yo quise venir dijo Jack, mirando a su padre a los ojos.Tu madre... que Dios la tenga en su seno, nunca lo habra permitido. Habra querido que te quedaras en casa con Jess.S, pero mi madre ni siquiera me permita caminar por los muelles sin ir cogido de su mano!Y por buenos motivos, Jack! respondi su padre, de nuevo con una sonrisa en los labios. Siempre estabas ansioso de aventuras. Probablemente habras subido a bordo de algn barco con destino a frica y no habramos vuelto a verte!Jack se sinti de pronto envuelto en uno de los enormes abrazos de oso de su padre.Ahora estas aqu en Japn. Y por mi vida, hijo mo, que anoche demostraste tener temple! Un da sers un buen piloto.El orgullo que su padre senta por l le cal hasta los huesos. Enterr la cabeza en el pecho de su padre, como si no quisiera salir nunca de ah.Jack, si de verdad has visto a alguien en tierra, entonces ser mejor que estemos en guardia continu su padre cogindole a Jack el catalejo. Los wako infestan estas aguas y nunca se es demasiado cauteloso. Qu son los wako? pregunt Jack, echando atrs la cabeza. Son piratas, hijo. Pero no piratas corrientes. Son piratas japoneses. Desesperados, astutos y despiadados explic su padre, escrutando el horizonte. Son temidos en todas partes y no vacilan en matar a espaoles, holandeses, portugueses e ingleses por igual. Son los diablos de estos mares.Y son el motivo interrumpi el capitn desde atrs por el que debemos apresurarnos a reparar el Alexandria, jovencito. Hizo el tercer oficial el recuento de daos? S, capitn repuso John, mientras se diriga al timn con el capitn Wallace. La situacin es tan mala como nos temamos.Jack los sigui de cerca, tratando de escuchar lo que decan mientras buscaba con la mirada algn signo de la misteriosa muchacha.Me temo que el Alexandria ha recibido una buena paliza... deca su padre. ... Al menos dos semanas para que vuelva a navegar...... Quiero que est listo cuando llegue la luna nueva.... Eso es apenas dentro de una semana... protestaba su padre.Turnos dobles, piloto, si queremos salvarnos del destino del Clove...Muri hasta el ltimo hombre. Decapitados... Todos y cada uno de ellos.La noticia del turno doble no cay bien entre los hombres, pero le tenan demasiado miedo al contramaestre y su gato de nueve colas como para quejarse. Durante los siete das siguientes, Jack y el resto de la tripulacin trabajaron como esclavos, sudando la gota gorda bajo el caliente sol japons.Mientras reparaba el trinquete con varios tripulantes ms, Jack no apartaba la mirada del templo que titilaba en la bruma producida por el calor: pareca flotar por encima del macizo de tierra. Cada da se levantaba esperando volver a ver a la muchacha de aquella primera maana... Pero estaba empezando a pensar que haba sido producto de su imaginacin.Tal vez su padre tena razn. Tal vez haba pasado demasiado tiempo en la mar.Esto no me gusta. No me gusta nada de nada se quej Ginsel, sacando a Jack de su ensimismamiento. Somos un barco mercante sin vela. Llevamos un cargamento de tela, brasilere y armas. Cualquier pirata que conozca su oficio sabr que somos un bocado apetecible!Pero somos ms de cien, seor, y tenemos caones dijo Christian, un chaval holands de doce aos, tmido y menudo como un ratn. Cmo podran derrotarnos?Pero bueno, acaso no sabes nada, erizo de mar? escupi Pipa, un hombrecillo huesudo cuya piel le colgaba de los huesos como papel de pergamino. Estamos en Japn. Los japoneses no son indgenas indefensos y desnudos. Son luchadores. Asesinos! Has odo hablar de los samuris?Christian neg con la cabeza sin siquiera despegar los labios.Se dice que los samuris son los guerreros ms mortferos, saudos y malignos que han pisado nunca la faz de la tierra. Te matarn en cuanto te vean!Christian abri los ojos, horrorizado, e incluso Jack, que conoca bien la reputacin de charlatn de Pipa, se sinti sorprendido por su terrible descripcin.El anciano hizo una pausa para encender su pipa y la chup lnguidamente. Otros marineros se haban unido a ellos y se apretujaban a su alrededor.Los samuris trabajan para el mismsimo diablo. He odo que te cortan la cabeza si no te inclinas ante ellos como si fueras un esclavo!Christian se estremeci, y algunos de los hombres se echaron a rer.As que si alguna vez os encontris con un samuri, inclinaos. Inclinaos bien inclinados!Ya est bien, Pipa! Ya basta de meterle miedo a la gente! intervino el contramaestre, que haba acudido a ver qu distraa a los hombres de su trabajo. Vamos, poned este barco a punto de una vez... Tenemos que zarpar maana al amanecer!A la orden, seor canturrearon todos los hombres, volviendo a toda prisa a su trabajo.Esa noche la inquietud creci entre la tripulacin. La historia de Pipa sobre los samuris y la revelacin de Jack sobre los wako haban corrido como la plvora y los vigas haban empezado a ver sombras negras movindose en el bosque. Al da siguiente, nadie apartaba los ojos de la orilla y, a pesar de que no se vea un alma, todos trabajaban esa maana dominados por una febril ansiedad.Casi haba anochecido cuando el Alexandria qued listo para zarpar. El contramaestre llam a todos los hombres a cubierta y Jack esper ansiosamente a or las rdenes del capitn. Caballeros, han hecho ustedes un buen trabajo anunci el capitn Wallace. Si el viento es favorable, al amanecer zarparemos hacia Nagasaki. Todos se han ganado una racin extra de cerveza!Toda la tripulacin dej escapar un aplauso entusiasta. No era nada habitual que el capitn se mostrara tan generoso. Sin embargo, cuando los vtores se apagaron, se oy gritar al viga desde la cofa:Barco a la vista! Barco a la vista!Todos se volvieron como un solo hombre hacia el mar.All, en la distancia, se distingua el ominoso contorno de un barco... Con la bandera roja de los waco. 5. Sombras en la nocheLa noche era negra como la brea, la vieja luna haba desaparecido, y el barco wako pronto qued envuelto en una oscuridad absoluta. El capitn, consciente de la posibilidad de un ataque, haba doblado la guardia en cubierta. Mientras, en el interior del buque, los marineros fuera de servicio se susurraban unos a otros sus temores. Agotado, Jack yaca silencioso en su camastro, contemplando el chisporroteo de la lmpara de aceite, a cuya luz los rostros de los hombres aparecan descarnados y espectrales.Jack debi de quedarse adormilado, porque cuando volvi a abrir los ojos la lmpara de aceite se haba apagado. Qu lo haba despertado? Reinaba un silencio absoluto, salvo por los ronquidos de algunos de los marineros, pero a pesar de ello se sinti inquieto.Jack salt de su camastro y subi las escaleras. No haba luz en cubierta. Ni una sola estrella brillaba en el firmamento, y esa oscuridad absoluta le result preocupante. Cruz la cubierta, palpando su camino. Pareca no haber nadie cerca y esto increment an ms su sensacin de intranquilidad.Entonces, sin aviso previo, choc contra un vigilante.Demonios! exclam el marinero. Me has dado un susto de muerte.Lo siento, Pipa dijo Jack, viendo la pequea pipa de barro entre los labios del hombre. Pero por qu estn apagadas todas las mechas?Para que los wako no puedan vernos, estpido susurr Pipa, y luego sorbi su pipa apagada. Qu ests haciendo en cubierta? He estado a punto de rebanarte el pescuezo. Esto... No poda dormir.Bien. Pero ste no es sitio para dar paseos de medianoche. Vamos armados con pistolas y espadas por si los wako atacan, as que vuelve abajo. No querrs estropear esa linda carita tuya, no? Pipa le dedic a Jack una amplia sonrisa mellada y alz una hoja de aspecto oxidado ante su cara. Jack no estaba seguro de si Pipa hablaba en serio, pero no iba a quedarse ah para averiguarlo.Se retir a la escalera.Cuando se dispona a bajar, le dirigi una ltima mirada al marinero, que estaba junto a la amura, encendiendo su pipa. El brillo rojo del tabaco resalt como un ascua en la oscuridad.De repente, el brillo desapareci, como si una sombra lo hubiera engullido. Jack oy entonces una leve exhalacin de aire y el golpeteo de la pipa al caer contra la cubierta, y vio el cuerpo del marinero desmoronndose silenciosamente en el suelo. La sombra vol por los aires y desapareci en los aparejos.Jack se qued demasiado aturdido para poder gritar. Qu acababa de ver? Haba llegado a ver algo? Sus ojos se haban acostumbrado a la oscuridad y le pareci distinguir sombras arrastrndose en silencio por todo el barco. Otros dos vigilantes de la cubierta de proa fueron tragados por las sombras y se desplomaron. Lo extrao de todo aquello era el silencio sepulcral en el que se produca el ataque. Y eso era, advirti Jack: un ataque.Jack baj entonces a toda prisa las escaleras y se lanz hacia el camarote de su padre.Padre! grit. Nos atacan!John Fletcher salt de su camastro y agarr la espada, el cuchillo y las dos pistolas que tena preparadas sobre la mesa. Estaba completamente vestido, como si esperara problemas, y rpidamente se envain la espada y se coloc las pistolas y el cuchillo en el cinturn.Por qu no ha alertado la guardia? pregunt.No hay guardia, padre. Estn todos muertos!John se detuvo en seco y se dio media vuelta, incrdulo. Pero una mirada al rostro ceniciento de su hijo le convenci. Se sac el cuchillo del cinturn y se lo entreg a Jack junto con la llave del camarote.No salgas de este camarote. Me oyes? Pase lo que pase, no salgas orden.Jack asinti, obediente: estaba demasiado aturdido como para discutir.Nunca haba visto as a su padre. Juntos haban sobrevivido a los ataques de los barcos portugueses mientras navegaban por aguas suramericanas y atravesaban el difcil Estrecho de Magallanes. Pero hasta entonces su padre nunca le haba mandado que se quedase en el camarote. Siempre haba luchado codo con codo junto a su padre, aunque slo fuera recargndole la pistola.Echa la llave... Y espera mi regreso orden su padre mientras cerraba la puerta tras l.Jack lo oy desaparecer por el pasillo, congregando a los hombres.Todos a cubierta! A las armas! Nos abordan!Jack cerr la puerta del camarote. Sin saber qu otra cosa hacer, se sent en el camastro. Pudo or el sonido de los pies descalzos de los hombres que acudan a toda prisa a la llamada de su padre. Y cuando subieron a cubierta, slo hubo gritos y chillidos.Luego, silencio.Jack escuch con atencin. Lo nico que poda or era el crujido de las tablas mientras los hombres se movan con cautela. Pareca haber cierta confusin.Dnde est el enemigo? exclam uno de los marineros.No hay ningn ataque... dijo otro.Silencio! orden su padre, y los hombres se callaron.La gravedad del silencio era enervante.Venid aqu! exclam Ginsel. Pipa est muerto.De repente, pareci que el infierno se desencadenaba. Se oy la detonacin de una pistola, seguida de ms disparos. Los hombres gritaron.ESTN EN LOS APAREJOS! chill alguien.Mi brazo! Mi brazo! exclamaba otro, y sus gritos de angustia fueron cortados pronto ominosamente.Las espadas entrechocaron. Los pies corrieron por cubierta. Jack pudo or los gruidos e imprecaciones del combate a brazo partido. No supo qu hacer. Estaba aterrado, capturado entre dos miedos: luchar o esconderse.Los sonidos de la batalla remitan, sustituidos por los gemidos de los moribundos, pero todava pudo or a su padre animando a los hombres en la cubierta. Al menos su padre estaba vivo!Entonces algo choc contra la puerta del camarote. Jack salt de la cama, sobresaltado. El picaporte se sacuda frenticamente arriba y abajo, pero la cerradura aguantaba.Socorro! Por favor, socorro! Djenme entrar!suplicaba una voz desesperada al otro lado.Era Christian. Sus manos golpeaban la puerta cerrada.No! No! Te lo suplico...Hubo un frentico roce. Un suave golpe de carne seguido por un gemido doloroso.Jack corri hacia la puerta. Mientras manoseaba la llave, se le cay antes de poder meterla en la cerradura. Ahogado por el pnico, volvi a cogerla, la hizo girar y abri la puerta, cuchillo en mano, dispuesto a defenderse.Christian cay hacia el interior de la habitacin, con un cuchillo clavado en el estmago. La sangre manch las tablas del suelo y Jack sinti su tacto clido y pegajoso bajo sus pies.Los ojos de Christian se le quedaron mirando, aterrorizados y suplicantes.Jack arrastr a su amigo al interior del camarote y cogi una de las sbanas del camastro de su padre para detener la hemorragia. De pronto, oy los gritos desesperados de su padre y, tras dedicarle una mirada de dolor a Christian, sali al pasillo para enfrentarse a lo que se ocultaba en la oscuridad. 6. FiebreJack grit lleno de agona.Todava era de noche, pero una cegadora luz blanca quebr la oscuridad.Voces extraas lo rodeaban, extraas y confusas.Jack pudo distinguir el rostro de un hombre flotando sobre l. Un lado estaba horriblemente marcado, como derretido. Curiosamente, los ojos del hombre mostraban gran preocupacin.El hombre extendi la mano para tocarlo.De pronto el brazo le ardi al rojo vivo y perlas de sudor corrieron por su frente enfebrecida. Jadeando, Jack trat de huir del agudo dolor, pero la oscuridad lo envolvi de nuevo...Perdi el sentido y volvi a recuperarlo... Y oscuros recuerdos se apoderaron de l...Jack estaba en cubierta.Poda or gritar a su padre. Los hombres yacan muertos o moribundos, los cuerpos apilados unos encima de otros. Su padre, todava en pie, pero cubierto de sangre, estaba rodeado por cinco sombras. John Fletcher haca girar un arpeo por encima de su cabeza, combatiendo con la ferocidad de un len. Las sombras (vestidas de negro de la cabeza a los pies, con una sola rendija para los ojos) no podan acercarse.Una se abalanz hacia l.Su padre descarg violentamente el arpeo, alcanzando a su atacante en la sien con un golpe terrible. La sombra se desplom en el suelo...Vamos! rugi su padre. Parecis fantasmas, pero segus muriendo como hombres!Dos de los guerreros sombra atacaron. Uno iba armado con una hoja de terrible aspecto unida a una cadena, mientras que el otro haca girar rpidamente dos pequeas guadaas. Ninguno pudo acercarse. El grupo rodeaba al padre de Jack, intentando cansarlo.Jack no consigui moverse: el miedo clavaba sus pies a la cubierta.Una de las sombras arroj una estrella centelleante...Todo era deslumbrantemente brillante. Jack entrecerr los ojos ante la luz del da. Se senta acalorado y la cabeza le martilleaba. Un dolor sordo lata en su brazo izquierdo. Permaneci all tendido, incapaz de moverse, mirando un techo de cedro pulido. Eso no era el barco...Su padre no lo vio venir, pero Jack s.El shuriken lo alcanz en el brazo. John Fletcher gru de dolor, y luego se arranc con disgusto la estrella de metal. Un fino hilillo de sangre man de la herida. Su padre se ro de la pattica arma. Pero el sburiken no pretenda matar: simplemente era una distraccin. Una sombra baj silenciosamente por los cordajes tras su padre, como una araa que saltaba sobre su presa. Jack quiso gritar una advertencia, pero su voz qued ahogada por el pnico.La sombra pas un garrote por delante de la garganta de su padre y tir con fuerza hacia atrs. Jack se sinti completamente intil. Haba demasiados. l no era ms que un muchacho. Cmo poda salvar a su padre?Llevado por la desesperacin, Jack grit y se lanz al ataque empuando el cuchillo de su padre...Desorientado, volvi la cabeza, con los msculos del cuello entumecidos y doloridos.All, arrodillada en silencio junto a l, haba una mujer pequea. Le resultaba familiar, pero no poda estar seguro: todo estaba desenfocado.Madre? pregunt Jack.La mujer se acerc. Tena que ser ella. Siempre lo cuidaba cuando estaba enfermo, pero cmo poda estar all?Yasunde, gaijinsan respondi ella amablemente, leve como el fluir de un arroyuelo. La figura iba vestida completamente de blanco. Su largo pelo negro le roz la mejilla cuando le coloc un pao fresco en la frente. Su suave contacto le record a Jack a su hermana pequea. El pelo de Jess era igual de suave... Pero Jess estaba en Inglaterra... Esa mujer... No, era una muchacha. Pareca un ngel todo de blanco... Estaba en el cielo? Un velo de oscuridad lo envolvi de nuevo...El guerrero sombra mir directamente a Jack.Un nico ojo verde lo ret con vengativo placer. La sombra lo haba cogido por el cuello y le estaba quitando lentamente la vida.Jack solt el cuchillo, que cay a cubierta con un golpe.El cuaderno de ruta? sise la sombra del ojo verde, volvindose hacia el padre de Jack.John Fletcher dej de debatirse contra el garrote, desconcertado ante la sbita demanda.El cuaderno de ruta? repiti la sombra del ojo verde, desenvainando la espada que llevaba a la espalda y apuntando con su afilada punta al corazn de Jack.Djalo, no es ms que un nio! grit su padre, dispuesto a atacar.Los ojos de John Fletcher ardan de ira. Se retorci tratando de liberarse del garrote, intentando alcanzar a su hijo, pero fue intil. La sombra tir hacia atrs con fuerza. John se ahog y las fuerzas fueron abandonndolo poco a poco. Derrotado, se qued flcido como una mueca de trapo.En mi camarote... En mi escritorio... gimi, sacndose una llavecita del bolsillo y arrojndola a la cubierta.El guerrero del ojo verde no pareci comprender.En mi camarote... En mi escritorio... repiti John Fletcher, sealando primero la llave y luego la direccin donde se encontraba su camarote.La sombra asinti a uno de sus hombres, que recogi la llave y desapareci rpidamente bajo cubierta.Ahora suelta a mi hijo suplic el padre de Jack.La sombra del ojo verde solt una risotada, y ech atrs la espada para descargar el golpe de gracia...Jack grit y abri los ojos. El corazn le lata desbocado. Mir frenticamente a su alrededor. Una vela aleteaba en el rincn de la habitacin vaca.Una puerta se desliz para abrirse y la muchacha se le acerc y se arrodill junto a l.Aku rei. Yasunde, gaijinsan dijo la muchacha, con la misma voz amable que Jack haba odo antes. Coloc una vez ms el fro pao en su frente y le hizo acostarse.Qu? Yo... no entiendo tartamude Jack. Quin eres? Dnde est mi padre?La risotada continu.El padre de Jack explot de ira cuando advirti que la sombra pretenda matar a Jack.John Fletcher ech atrs la cabeza, golpeando a su captor en la cara y rompindole la nariz. El garrote se afloj y cay al suelo. John se lanz hacia el cuchillo que haba cado en cubierta y, con un ltimo y desesperado intento para salvar a su hijo, agarr la hoja y la clav en la pierna de la sombra del ojo verde.La sombra gru de dolor antes de descargar el golpe mortal y Jack, libre de la mano que lo ahogaba, se desplom, casi inconsciente. Haciendo girar su espada, la sombra corri hacia su atacante.Tras soltar su grito de batalla, KIAI!, la sombra del ojo verde dej caer su arma contra el pecho de John. 7. SamuriInmaculadamente limpio, el suelo de la pequea habitacin sin adornos estaba cubierto con una pauta geomtrica de suaves esterillas de paja. Las paredes eran cuadrados de papel transparente que suavizaban la luz del da, creando en la habitacin una atmsfera mgica.Jack yaca en un grueso futn, cubierto con una colcha de seda. Nunca hasta entonces haba sentido el contacto de la seda sobre su piel y le pareci como la caricia de un millar de alas de mariposa.Despus de tanto tiempo en la mar, la cabeza le daba vueltas en la mareante inmovilidad del suelo. Trat de sujetarse, pero una brusca lanzada de dolor le corri por todo el brazo.Se examin con cautela. Tena el brazo izquierdo hinchado y descolorido. Le pareci que estaba roto, pero alguien se lo haba asegurado con una tablilla de madera. Con esfuerzo, trat de recordar lo que haba sucedido. La fiebre haba remitido, y las imgenes inconexas que hasta entonces haban ido ocupando momentneamente su mente adquirieron de pronto una dimensin dolorosamente real.Christian muriendo en la puerta. Las sombras en la oscuridad. La tripulacin del Alexandria masacrada. Su padre muriendo, con un garrote presionndole la garganta. El guerrero sombra clavndole su espada... Jack pudo recordar que haba permanecido tendido en cubierta lo que le haba parecido una eternidad. Las sombras, creyendo que haba muerto, haban dejado el alczar para saquear el barco. Luego, como si surgiera de una profunda sima, oy hablar a su padre.Jack... Jack... Hijo mo... susurr dbilmente.Jack se sacudi la parlisis y se arrastr hacia su padre moribundo.Jack... Ests vivo dijo, y una leve sonrisa asom en sus labios ensangrentados. El cuaderno de ruta... A casa... Te llevar a casa...Entonces la luz abandon los ojos de su padre y John exhal su ltimo suspiro.Jack ese abraz a su padre, tratando de calmar sus sollozos. Se aferr a l como si fuera un marinero que busca una cuerda de seguridad para no ahogarse.Cuando su llanto finalmente remiti, Jack se dio cuenta de que estaba completamente solo, aislado en una tierra extranjera. Su nica esperanza para regresar a casa era el cuaderno de ruta.Corri hacia las cubiertas inferiores. Los wako, ocupados en cargar las armas, el oro y el brasilere en su propio barco, no se fijaron en l. Bajo cubierta, Jack dej atrs cadver tras cadver hasta que consigui entrar en el camarote de su padre, donde encontr el cuerpo sin vida de Christian. Haban saqueado el camarote, el escritorio estaba volcado y las cartas esparcidas por todas partes. Jack corri al camastro y levant el colchn. Apret el resorte oculto y, para su alivio, vio el cuaderno de ruta, envuelto en su tela protectora.Se lo meti debajo de la camisa y sali corriendo del camarote. Casi haba llegado a las escaleras cuando una mano apareci de pronto en medio de la oscuridad y lo agarr por el cuello de la camisa.Un rostro ennegrecido apareci ante sus ojos.Sonrea con una mueca enloquecida, revelando una hilera de dientes de tiburn.Caiga la peste sobre ellos! No nos han derrotado susurr Ginsel con los ojos desencajados. Le he prendido fuego a la santabrbara. BUUM!Ginsel extendi los brazos, para indicar el gran alcance de la explosin. Se rio brevemente, y de pronto una expresin de sorpresa se apoder de su rostro. Jack lo vio entonces desplomarse ante l con un gran cuchillo sujeto a una cadena asomndole por la espalda.Jack alz la mirada y vio la siniestra figura de un ninja surgiendo de las sombras. Un nico ojo verde lo mir a los ojos y luego repar en el cuaderno de ruta que Jack llevaba guardado debajo de la camisa. La sombra tir de la cadena, devolviendo el cuchillo a su mano. Jack gir sobre sus talones y corri escaleras arriba, rezando para poder llegar a tiempo a la amura.Antes de que el cuchillo del ninja lo alcanzara, Jack sali despedido por la fuerza de la explosin y acab cayendo al ocano con el resto del naufragio...Luego... Luego la nada...Un dolor terrible. Oscuridad.Una luz cegadora.El rostro cubierto de cicatrices de un hombre...Extraas voces desconocidas...Jack fue sbitamente consciente de que poda or esas mismas voces ahora, hablando fuera de la habitacin. Durante un momento, no se atrevi a respirar.Eran wako? Pero entonces por qu estaba vivo? Jack divis su camisa y sus calzones, perfectamente doblados en un rincn de la habitacin, pero no vio ni rastro del cuaderno de ruta. Se puso en pie a duras penas y se visti apresuradamente. Cruz la habitacin en busca de la puerta, pero slo hall una parrilla ininterrumpida de paneles.Se sinti perdido. Ni siquiera haba una aldaba.Entonces record uno de sus sueos febriles: la muchacha haba entrado en la habitacin a travs de una puerta corredera. Jack agarr una de las tablillas de madera para empujar, pero, al no estar an habituado a la firmeza de la tierra firme, se tambale y atraves con la mano la puerta de fino papel. La conversacin al otro lado de la puerta shoji ces bruscamente. El panel se desliz y Jack retrocedi tambalendose, avergonzado por su torpeza.Una mujer de mediana edad de rostro redondo y un joven fornido de oscuros ojos almendrados se lo quedaron mirando. La expresin del hombre era feroz. De su cintura colgaban dos espadas, una parecida a una daga, la otra, larga y levemente curvada. Dio un paso adelante, sujetando con la mano la empuadura de la hoja ms larga.Naniwoshiteru, gaijin? dijo el hombre desafiante. Lo siento. Yo... No comprendo dijo Jack, retirndose asustado.La mujer le habl al hombre con firmeza, pero l no retir la mano de la espada.Jack temi que fuera a usarla contra l. Aterrorizado, escrut la habitacin con la mirada en busca de una salida, pero aquel hombre le barr el paso y empez a tirar de la empuadura de la espada. Jack clav sus ojos en el brillo cegador de la afilada hoja. Y entonces record las palabras de Pipa: Si alguna vez os encontris a un samuri, inclinaos. Inclinaos bien inclinados!Aunque Jack nunca haba visto, y mucho menos conocido, a un samuri, aquel hombre terrible pareca serlo. Llevaba una tnica en forma de T de crujiente seda blanca y anchos pantalones negros adornados con puntos dorados. Se haba afeitado la cabeza, y la parte posterior y los lados del pelo negro restante los llevaba recogidos en un tenso nudo en lo alto. Su rostro era severo e impenetrable: era el rostro de un guerrero. El hombre tena el aspecto de alguien que poda matar a Jack con la misma tranquilidad del que pisa a una hormiga.El cuerpo de Jack estaba magullado y le dolan todos los msculos, pero se oblig a inclinarse a pesar del dolor. Al hacerlo, el hombre dio asombrado un paso atrs.Entonces empez a rerse, una risa de diversin que acab por convertirse en un profundo rugido. 8. OfuroJack debi de haber gritado en sueos, porque cuando se dio la vuelta la mujer del rostro redondo estaba arrodillada junto a su cama.Como el samuri del da anterior, llevaba una tnica de seda, pero la suya era de un azul oscuro y estaba elaboradamente decorada con imgenes de mariposas blancas. La mujer le sonri amablemente y le ofreci a Jack un poco de agua. El muchacho cogi el pequeo cuenco y apur el lquido. Era dulce y fresco.Gracias. Puedo pedirle un poco ms?Ella frunci el ceo.Puedo beber un poco ms de agua? dijo Jack, sealando el pequeo cuenco que tena en la mano y haciendo sonidos de succin.Tras comprender, ella sonri e inclin la cabeza. Desapareci a travs de la puerta corredera, que ya haban reparado, y regres con una bandeja lacada de color escarlata con tres cuencos pequeos. Uno contena agua, otro una fina sopa humeante de pescado, y el tercero un montoncito de arroz blanco con pepinillos.Jack se tom el agua y luego la sopa. Aunque no le gust el sabor picante, la sopa lo calent. Entonces se meti ansiosamente el arroz en la boca, con los dedos. Jack ya haba visto arroz en otra ocasin, cuando su padre les haba trado un poco de Italia. Le pareca inspido, pero como llevaba varios das sin comer, no le import. Se lami los dedos para limpirselos y le dedic a la mujer una amplia sonrisa con nimo de mostrarle su agradecimiento por la comida.La mujer pareci completamente escandalizada.Esto... Gracias. Muchas gracias.Jack no supo qu ms decir.Claramente molesta, la mujer recogi los boles vacos y sali de la habitacin.Qu haba hecho Jack? Tal vez debera haberle ofrecido algo de comer tambin?Al cabo de unos instantes, el panel de la pared se abri y la mujer regres con una tnica blanca y la coloc sobre la cama.Kimono wo kite choudai... dijo, indicndole a Jack con gestos que se lo pusiera. Jack, sbitamente consciente de que estaba desnudo bajo la colcha, se neg.La mujer pareca perpleja. Volvi a sealar la tnica.Frustrado por su incapacidad de comunicarse, Jack le indic que atravesara el panel deslizante. Aunque claramente asombrada por la peticin, ella inclin la cabeza y sali de la habitacin.Jack se levant tan rpidamente como se lo permiti su cuerpo dolorido y, cuidando de su brazo en cabestrillo, se puso la tnica de seda.Tras dirigirse a la puerta, la abri, procurando no estropearla de nuevo. La mujer esperaba en un porche de madera que rodeaba la casa. Un grupito de escalones conduca a un gran jardn rodeado por una tapia alta. El jardn no se pareca a ninguno de los que Jack haba visto jams.Un puente pequeo cruzaba un estanque lleno de nenfares rosa. Senderos de guijarros se abran paso entre coloridas flores y matorrales verdes y grandes piedras adornadas. Una cascada caa a un arroyo que rodeaba primero un glorioso cerezo y luego volva al estanque.Todo en el jardn era perfecto, pacfico, pens Jack. Cunto le habra gustado a su madre. No tena nada que ver con los embarrados parches de hierbas, verduras y setos que se extendan por toda Inglaterra.Es como el Jardn del Edn dijo Jack.La mujer le indic que se pusiera unas sandalias de madera, y avanz por el camino dando pasos cortitos, indicndole con la mano que la siguiera.Al otro lado del estanque haba un anciano huesudo, sin duda el jardinero, que atenda una zona ya perfecta con un rastrillo. Al pasar, hizo una profunda reverencia. La mujer le devolvi una ligera inclinacin de cabeza y Jack la imit. Pareca que inclinarse era lo que haba que hacer en todo momento.Entraron en un pequeo edificio de madera al otro lado del jardn. La habitacin era agradablemente clida y en su interior haba un gran banco de piedra y una gran baera cuadrada de madera llena de agua humeante. Para horror de Jack, la mujer le indic que se desnudara.Qu? No esperar que me meta ah dentro, no? exclam Jack, apartndose del bao.Sonriendo, ella se tap la nariz, seal a Jack, y luego al bao.O furo.Yo no apesto! dijo Jack. Me ba hace apenas un mes.Acaso no saban esas gentes que baarse era peligroso? Su madre le haba dicho un milln de veces que uno poda pillar una diarrea, o incluso cosas peores!Ofuro haitte! repiti ella, dando una palmada en la baera. Anata ni nomiga tsuite iru wa yo!Jack no entendi una palabra, ni tampoco le import: no iba a meterse en aquella baera, y punto.Uekiya!Chiro!Kocchi ni hite! grit la mujer, intentando coger a Jack. Jack rode la baera y se dirigi a la puerta a toda prisa, pero el jardinero haba acudido atrado por los gritos y le bloqueaba el paso. Lleg una criada joven y lo agarr. La mujer le quit la tnica y empez a frotarlo con agua fra.Basta! Est helada!exclam Jack. Le exijo que me deje en paz!Dame, Oruro no jikan yo, ohkina agachan ne dijo la mujer, y la criada se ech a rer. Jack se debati y patale tanto que el jardinero tuvo que acudir a sujetarlo tambin, aunque el anciano tuvo mucho cuidado con su brazo roto.Jack se sinti como un beb cuando lo frotaron y lo metieron, todava protestando, en el humeante bao. El calor era casi insoportable, pero cada vez que intentaba salir de all la mujer volva a empujarlo hacia dentro.Al cabo de un rato lo dejaron salir, pero slo para volver a lavarlo, esta vez con agua jabonosa y tibia. A esas alturas, Jack estaba demasiado cansado para resistirse y se resign a la indignidad de todo aquello. Lo peor era que el agua estaba perfumada! Ola como una chica.Luego volvieron a meterlo en la baera: tena la piel rojiza por el calor. Al cabo de un rato, le indicaron que saliera y lo sometieron a una dosis final de agua fra antes de secarlo y vestirlo con una tnica nueva.Agotado, lo condujeron de vuelta a su habitacin, donde se desplom sobre su colchn y se qued inmediatamente sumido en un profundo sueo. 9. Quimonos y palillosO furo dijo la mujer Me ba ayer... se quej Jack.Ofuro!reprendi ella. Jack, advirtiendo que era intil resistirse, se puso la bata limpia y se abri paso por el pintoresco jardn hasta el bao. Esta vez, casi disfrut de la experiencia.Aparte del dolor en el brazo y la cabeza, tuvo que admitir que el bao le haba sentado bien. Estaba ms descansado y, una vez eliminada el agua marina y los piojos, el cuero cabelludo ya no le picaba.Cuando regres a su habitacin, observ que sobre la cama le haban dejado ropas similares a las del samuri. Qu quera esa gente de l? Lo alimentaban, lo lavaban y lo vestan, pero mantenan siempre las distancias y evitaban todo contacto innecesario.La mujer del rostro redondo entr en la habitacin.Chiro! exclam, y la criada lleg corriendo.La criada era joven, de unos dieciocho aos, pero a Jack le resultaba difcil juzgarlo, pues su piel era perfectamente lisa. Tena los ojos pequeos y oscuros y una corta melena de cabello negro. Su rostro posea los delicados rasgos de una mueca de porcelana y, aunque era hermosa, su belleza no poda compararse a la de la muchacha que lo haba atendido durante su fiebre.Dnde estaba, por cierto? Y, ya puestos, dnde estaba el hombre del rostro cubierto de cicatrices? Slo haba visto a otros dos hombres en la casa: el viejo jardinero, a quien la mujer llamaba Uekiya, y el samuri de aspecto fiero... Y ninguno de los dos tena cicatrices. Tal vez la muchacha y el hombre de las cicatrices eran ambos producto de su imaginacin, como la muchacha que haba credo ver en tierra.Goshujin kimono dijo la mujer, sealando las ropas. Jack comprendi que la mujer pretenda que se pusiera aquella ropa, pero al mirar el sorprendente conjunto de piezas, se pregunt por dnde demonios tena que empezar. Cogi un par de curiosos calcetines de dedos hendidos. Al menos era evidente dnde iban, pero sus pies eran demasiado grandes. La criada comprendi su apuro y se rio suavemente, cubrindose la boca con la mano.Bueno, y cmo se supone que debo ponerme estas ropas absurdas? dijo Jack irritado.La criada dej de rerse, se puso de rodillas e inclin la cabeza pidiendo disculpas. La mujer dio un paso adelante.Jack solt los calcetines y acept a regaadientes que la mujer y la joven criada lo ayudaran a vestirse. Primero le pusieron los blancos calcetines tabi, que afortunadamente cedieron un poco. Entonces, para alivio de Jack, le dieron una ropa interior llamada juban: una camisa blanca de algodn y una falda. Luego lo envolvieron en una tnica de seda, y las mujeres se aseguraron con cuidado de que el lazo izquierdo de la tnica se solapara con el derecho antes de atarlo todo desde atrs con un ancho fajn rojo llamado obi.Al salir al porche, Jack se sinti incmodo con su nuevo atuendo. Estaba acostumbrado a calzones y camisas varoniles, no a vestidos y faldas. Cuando se mova, el quimono dejaba pasar el aire por todas partes, pero tuvo que admitir que la suave seda era mucho ms agradable que el tejido rgido de sus calzones y el spero camo de su camisa de marinero.La criada desapareci en otra habitacin mientras la mujer lo conduca por el porche hasta otra shoji. Entraron en una habitacin pequea similar a la suya... Excepto que en el interior de sta haba una mesa baja y alargada y cuatro cojines planos dispuestos a cada lado. En la pared del fondo colgaban dos magnficas espadas, con empuaduras de un tono rojo oscuro y brillantes vainas negras repujadas de madreperla. Bajo estas armas haba un pequeo altar donde ardan dos velas y una vara de incienso que perfumaba el aire con un ligero olor a jazmn. Un nio pequeo estaba sentado con las piernas cruzadas en uno de los cojines, y miraba a Jack, rubio y de ojos azules, lleno de asombro.La mujer le indic a Jack que se sentara junto al nio mientras ella ocupaba el sitio opuesto.Se produjo un embarazoso silencio.Jack advirti que el cuarto cojn estaba desocupado y supuso que deban de estar esperando a alguien. El nio pequeo continu mirando a Jack.Soy Jack Fletcher le dijo al nio, intentando romper el silencio. Cmo te llamas?El nio estall en carcajadas al or hablar a Jack.La mujer le habl con brusquedad y el nio guard silencio. Jack mir a la mujer.Soy Jack Fletcher dijo el muchacho, sealndose el pecho. Y usted? aadi, sealando a la mujer.Jack repiti el gesto varias veces. Ella segua sin parecer comprender, manteniendo en sus labios la misma sonrisa enervante. Jack estaba a punto de darse por vencido cuando el nio pequeo intervino.Jaku Furecha dijo, y luego se seal la nariz. Jiro.Jiro. S, s, mi nombre es Jack.Jaku! Jiro! Jaku! Jiro! exclam el nio, encantado, sealando alternativamente a Jack y luego a s mismo.La mujer, comprendiendo, inclin la cabezaWatashi wa Dte Hiroko. Hiroko.Hiroko repiti Jack lentamente, devolviendo la inclinacin de cabeza. Al menos ahora saba sus nombres.Una shoji lateral se desliz para abrirse y entr Chiro, la criada, con una bandeja y seis pequeos cuencos lacados. Mientras los colocaba sobre la mesa, Jack se dio cuenta de pronto de lo hambriento que estaba. Haba sopa de pescado, arroz, tiras de extraas verduras sin cocer, lo que parecan ser densas gachas de trigo y pequeos trocitos de pescado crudo. La criada se inclin y se march. Jack se pregunt dnde estaba el resto de la comida. La mesita estaba adornada con cuenquecitos de comida, pero era suficiente para todos? Dnde estaba la carne? La salsa? Aunque slo fuera un trozo de pan con manteca? Por el amor de Dios, el pescado ni siquiera estaba cocido! Temiendo ofender de nuevo a sus anfitriones, esper a ser servido. Se produjo un largo silencio, y entonces Hiroko cogi dos palillos que haba junto a su cuenco.Jiro hizo lo mismo.A continuacin, para asombro de Jack, sujetando los palillos con una sola mano, empezaron a coger pequeas cantidades de comida y se las introdujeron con destreza en la boca sin dejar ni un instante de observar atentamente a Jack.Jack ni siquiera se haba fijado en que tena un par de palillos junto a su cuenco. Examin los pedazos de madera, finos como lpices. Cmo demonios se supona que iba a comer con eso?Jiro le sonri con la boca llena.Hashi dijo, sealndolos. Jiro abri la mano para ensearle a Jack a sujetar correctamente los palillos. Aunque consigui imitar el movimiento de tijera de Jiro, no logr sujetar ni el pescado ni la verdura tiempo suficiente para levantarlos del cuenco.Cuanta ms comida se le caa, ms frustrado se senta. Pero no era de los que se rinden fcilmente, as que lo intent de nuevo, con una mueca. Esta vez se concentr en el arroz. Esto tena que ser ms fcil: haba ms. Pero la mitad de la cantidad volvi a caer inmediatamente en el cuenco. La otra mitad se esparci por la mesa. Para cuando lleg a la boca de Jack, todo lo que quedaba era un granito de arroz.Satisfecho de haberlo conseguido, Jack mastic el nico grano y se frot la barriga fingiendo que estaba saciado.Jiro se ech a rer.Al pequeo podra haberle gustado la broma, pens Jack, pero si no aprenda a utilizar pronto estos hashi, iba a morirse de hambre. Y eso no era cosa de risa! 10. Abunai!Jack se aclimat a la cmoda rutina de baarse, comer y dormir.Su cuerpo fue recuperndose gradualmente de la fiebre, el brazo se le cur y pudo dar paseos regulares por el jardn. La mayor parte de los das se sentaba bajo el cerezo y contemplaba como Uekiya, el jardinero, arrancaba hierbas del lecho de flores o recortaba los arbolitos con infinito cuidado. Uekiya reconoca la presencia de Jack con una breve inclinacin de cabeza, pero como Jack no entenda ni palabra de su extrao lenguaje, entre ambos haba poca relacin.Jack empez a inquietarse. Su mundo se reduca a una monotona de habitaciones indistinguibles, a baarse diariamente y a un jardn sin mcula. Se senta atrapado, como un canario encerrado en una jaula dorada. Qu quera esa gente de l? Estaban constantemente observndolo, pero nadie le diriga nunca la palabra. Le permitan pasearse por la casa y el jardn, pero nunca le dejaban dar un paso ms all. Estaban decidiendo su destino? O acaso esperaban a la persona que iba a decidirlo?Jack estaba desesperado por saber qu haba detrs de las tapias de aquel jardn. Sin duda tena que haber alguien que entendiera el ingls y pudiera ayudarle a volver a casa, o tal vez encontrara un barco con destino a un puerto extranjero. Quiz podra colarse a bordo con la esperanza de que en su siguiente recalada pudiera encontrar pasaje de vuelta a Inglaterra y a su hermana, la nica familia que le quedaba. Fuera lo que fuese, tena que ser mejor que estar sentado bajo un rbol sin hacer nada.Jack decidi escapar.El joven samuri, Takasan, que pareca ser el guardin de la casa de Hiroko, entraba y sala cada da por una puertecita que haba en la tapia del jardn. sa sera su ruta de escape. Era absurdo preguntarle a esa gente si poda salir: era prisionero del lenguaje y de las circunstancias. Ellos simplemente se inclinaban y respondan Gomennasai, wakarimasena todo lo que les deca, y, a juzgar por la expresin de sus rostros y el tono de su voz, Jack supona que queran decir algo as como Lo siento, no comprendo. Tras el ahora predecible desayuno de arroz, verduras sazonadas y gachas de trigo, Jack se dispuso a dar su acostumbrado paseo por el jardn. Cuando Uekiya se agach para atender un ya inmaculado adorno de flores, Jack se dirigi en silencio hacia la puerta.Comprob que Jiro e Hiroko estaban en la casa antes de tirar de la aldaba. Por suerte, la llave no estaba echada. Sali en silencio. La puerta se cerr con un chasquido casi imperceptible, pero Uekiya lo oy y sali gritando tras l.Iye!Abunai!Abunai!Jack ech a correr.Sin preocuparse de adonde se diriga, baj corriendo por un camino de tierra que serpenteaba entre edificios hasta que perdi la casa de vista.Tras echar un rpido vistazo a sus inmediaciones, Jack comprendi que la aldea se encontraba en la hondonada de una gran baha natural desde la que se divisaban montaas elevndose en la distancia. Alrededor de la baha haba unas doscientas viviendas, muchas con techos de paja, otras con tejados rojos. Alrededor de la aldea haba incontables terrenos escalonados en los que algunos granjeros atendan los campos de arroz. A pesar de que le dola el brazo, Jack corri entre los aturdidos aldeanos colina abajo, hacia el mar.Dobl una esquina y se encontr de pronto en medio de una plaza. La plaza conduca a un gran malecn de piedra donde hombres y mujeres limpiaban pescado y reparaban redes. En la baha, un puado de barcos de pesca salpicaba las aguas. Mujeres vestidas con finas ropas blancas se lanzaban al agua desde los barcos, para desaparecer y volver a aparecer con bolsas llenas de algas marinas, marisco y ostras. Una pequea isla arenosa se alzaba en el centro de la baha, y un portal de madera roja dominaba su playa.El silencio se apoder de la plaza y Jack fue consciente de que cientos de ojos lo estudiaban. Toda la aldea pareca detenida en el tiempo. Las mujeres vestidas con quimonos de vibrantes colores se quedaron arrodilladas inmviles en mitad de la compra; los pescados, medio abiertos en las manos de los pescadores, brillaron al sol; y un samuri, como una estatua, se le qued mirando ptreo.Tras un momento de vacilacin, Jack inclin la cabeza, vacilante. El samuri apenas reconoci el saludo, pero continu su camino, ignorndolo. Unas cuantas mujeres le devolvieron la inclinacin de cabeza, con una sonrisa brillando en sus ojos, y los aldeanos reemprendieron sus actividades cotidianas. Sin saber qu hacer a continuacin, Jack se recuper, cruz la plaza hacia el malecn, y se dirigi a una playa pequea.Escrut los barcos buscando desesperadamente un buque extranjero. Pero no tuvo suerte: todos los navos eran japoneses y estaban tripulados por japoneses. Desesperado, Jack se sent junto a un bote y mir el mar.Inglaterra estaba a dos aos y cuatro mil leguas de distancia. El nico hogar que conoca, y Jess, la nica familia que le quedaba, estaban en el otro lado del mundo. Qu esperanza le quedaba de volver a verla? Qu sentido tena tratar de escapar? No haba ningn sitio adonde ir. No tena dinero. Ni cuaderno de ruta. Ni siquiera sus propias ropas! Con su pelo rubio, destacaba como un dedo hinchado entre los japoneses de pelo negro.Jack contempl los barcos que fondeaban en la baha, sin saber qu hacer a continuacin. Y entonces apareci ella, surgiendo de las aguas como una sirena. Su piel era tan inmaculada y el negro de su cabello tan puro como el de la muchacha que haba visto en el templo.Jack la vio emerger del mar y subir a uno de los botes ms cercanos a la orilla. Un pescador recogi su bolsa, cargada de ostras, y, mientras ella se incorporaba y se secaba, el hombre se dispuso a abrir las ostras en busca de perlas. Ella se pas las manos por el pelo. El agua de mar cay en cascada, reflejando la luz de la maana como un millar de estrellas diminutas.Mientras el pescador remaba para cruzar la baha, la muchacha permaneci completamente al comps del bamboleo del barco, moviendo su esbelto cuerpo con la gracia de un sauce, de modo que pareca flotar sobre las aguas. Cuando se acerc al malecn, Jack pudo distinguir claramente sus rasgos. No era mucho mayor que l. Bendecida con una piel suave y pura, sus ojos de media luna tenan el color del bano y bajo su nariz pequea y redonda asomaba la flor de su boca, con labios como ptalos de rosa. Si Jack hubiera imaginado alguna vez una princesa de cuento de hadas, se habra parecido a sta.GAIJIN!Jack sali bruscamente de su ensimismamiento y vio acercarse a dos japoneses vestidos con sencillos quimonos y zapatillas de cuerda. Uno era bajo, con la cabeza redonda y la nariz chata, y el otro, delgado como un palillo y con los ojos muy juntos.Nani wo shiteru, gaijin? dijo Nariz Chata desafiante. El hombre delgado se asom por encima de los hombros de su amigo y golpe con su bastn el pecho de Jack.Eh, gaijin? dijo su voz aflautada en tono de burla. Jack trat de retroceder, pero no tena adonde ir.Onushi ittai doko kara kitanoda, gaijin? exigi Nariz Chata, tirando del pelo rubio de Jack. Eh, gaijin? core el hombre delgado, golpeando los dedos de Jack con su bastn. Jack retir la mano.No comprendo... tartamude, y empez desesperadamente a buscar un modo de escapar.Nariz Chata agarr a Jack por el cuello del quimono y lo alz hasta tenerle frente a frente.Nani? dijo, y le escupi a la cara. YAME!Jack apenas oy la resonante orden, pero vio, sin embargo, que a Nariz Chata casi se le salan los ojos de las rbitas cuando una mano le asest un golpe en el cogote. Nariz Chata se desplom en la arena y se qued all, inmvil, mientras lo cubran las olas.Takasan, el joven samuri de la casa de Jack, haba aparecido de la nada y, con la ferocidad de un tigre, haba golpeado a Nariz Chata. Se volvi ahora hacia el otro atacante de Jack, desenvainando su espada con un fluido movimiento. El hombre delgado se arroj al suelo, pidiendo disculpas ardientemente.La espada cort el aire y traz un arco hacia el hombre postrado.Iye! Takasan. Dzo orden otra voz, y Takasan detuvo la espada apenas a una pulgada del cuello expuesto. Jack reconoci al instante la amable voz.Konnichiwa dijo ella, acercndose a l y hacindole una amable reverencia. Watashi wa Dte Akiko.La muchacha del promontorio, la misma muchacha de sus sueos febriles, era Akiko. 11. SenchaEsa noche, cuando llamaron a Jack para cenar, Hiroko y su hijo Jiro se sentaron en sus sitios habituales, pero el cuarto cojn estaba ocupado por Akiko. Detrs de Akiko colgaban las dos brillantes espadas samuris.La presencia de la muchacha haca que Jack se sintiera encantado y torpe al mismo tiempo. Ella tena la delicadeza de una dama de clase, y, sin embargo, posea un aura de autoridad que Jack no haba visto nunca en una chica. El samuri Takasan obedeca cada una de sus palabras y los criados se inclinaban profundamente en su presencia.Jack se qued algo sorprendido al ver que no pensaban castigarlo por su huida. De hecho, los criados parecan ms preocupados que furiosos, sobre todo Uekiya el jardinero, y Jack se sinti culpable por haber preocupado al anciano.Concluida la cena, Akiko condujo a Jack al porche, donde se sentaron en mullidos cojines a la luz del crepsculo. El silencio se haba posado sobre la aldea como una suave manta y Jack pudo or los vacilantes chirridos de los grillos y el suave tintineo del arroyo que serpenteaba a travs del inmaculado jardn de Uekiya.Akiko permaneci all sentada absorbiendo la paz y por primera vez en das Jack se permiti bajar la guardia.Entonces advirti a Takasan de pie en las sombras, silencioso, con la mano apoyada en la espada. Jack se tens al instante. Al parecer a partir de ahora le estaran vigilando.Una shoji se abri y Chiro trajo una bandeja lacada con una tetera hermosamente decorada y dos tacitas. Coloc la bandeja en el suelo y, con suma delicadeza, sirvi un lquido caliente de un color verde. A Jack le record al t, una bebida de moda que los comerciantes holandeses haban empezado a importar a Holanda desde China. Con ambas manos, Chiro le pas una taza a Akiko, quien entonces se la ofreci a Jack.Jack cogi la taza y esper a que Akiko recogiera la suya, pero ella le indic que bebiera primero. Vacilante, Jack sorbi la bebida humeante. Saba a hierba hervida y tuvo que reprimir una mueca ante su sorprendente amargura. Akiko bebi entonces de su propia taza. Una expresin de tranquila satisfaccin se adue de su rostro.Tras varios momentos de silencio, Jack acumul el valor para hablar.Sealando el t verde que evidentemente tanto le gustaba a ella, pregunt:Cmo se llama esta bebida?Hubo una breve pausa, y cuando Akiko pareci haber comprendido la pregunta, respondi:Sencha.Sencha repiti Jack, paladeando la palabra en la boca y guardndola en la memoria. Advirti que tendra que acostumbrarse al sencha en el futuro. Y esto? dijo, indicando la taza. Chaman respondi ella. Chawan repiti Jack. Akiko aplaudi amablemente y luego empez a sealar otros objetos y a decirle sus nombres en japons. Pareca encantada con ensearle el idioma y Jack se sinti aliviado, porque era la primera vez que alguien intentaba realmente comunicarse con l. Jack sigui preguntando palabras nuevas hasta que su cabeza no logr contenerlas y lleg la hora de irse a la cama.Takasan lo acompa a su habitacin y cerr la puerta shoji tras l. Jack se acost en su futn, pero no logr dormirse. La cabeza le daba vueltas, llena de palabras japonesas y emociones confusas. Mientras yaca en la oscuridad, permiti que una rendija de esperanza entrara en su corazn. Si poda aprender el idioma, tal vez podra sobrevivir en esta extraa tierra y encontrar trabajo con una tripulacin japonesa, llegar a un puerto donde estuvieran sus compatriotas, y, desde all, regresar a Inglaterra. Tal vez Akiko era la clave. Podra ella ayudarle a volver a casa?Jack vio pasar una sombra al otro lado de la pared de papel y comprendi que Takasan estaba todava all fuera, vigilndolo.Cuando Jack completaba su paseo matutino por el jardn, Jiro acudi corriendo desde el otro lado del porche.Kinasai! grit, arrastrando a Jack a la entrada frontal de la casa. Jack apenas pudo seguirle.Fuera estaban esperando Akiko y Takasan. Akiko llevaba un resplandeciente quimono de color marfil, bordado con la imagen de una grulla en vuelo. Como remate, sostena un parasol de color carmes sobre la cabeza.Ohaygozaimasu, Jack dijo, inclinando la cabeza. Ohaygozaimasu, Akiko repiti Jack, saludndola del mismo modo. Ella pareci complacida con su respuesta y se dirigieron a la baha siguiendo el camino de tierra.En el malecn, subieron al bote del pescador de perlas de Akiko, quien los llev remando hasta la islita situada en el centro de la baha. Cuando estuvieron ms cerca, Jack se sorprendi al ver la enorme multitud que se haba congregado en la amplia playa dorada que se extenda delante de la puerta de madera roja.Ise jingu Torii dijo Akiko sealando la estructura. Jack asinti, comprendiendo. El torii era del color del fuego nocturno y tena la altura de una casa de dos pisos. Estaba construido sobre dos pilares y cruzado por dos grandes arcos horizontales, el ms alto de los cuales tena un estrecho tejado de losas de jade verde. La barquita atrac en el extremo sur de la isla y Jack y Akiko se unieron a la turba de aldeanos, mujeres ataviadas con quimonos de brillantes colores y samuris armados con espadas. La multitud haba formado un ordenado semicrculo, pero todos los aldeanos se inclinaron y se apartaron para dejar paso a Akiko y su squito, que se dirigieron al frente para reunirse con un gran grupo de samuris. Los guerreros reconocieron de inmediato la llegada de Akiko inclinando la cabeza. Tras devolverles el saludo, Akiko empez a conversar con un joven samuri de ojos almendrados que llevaba el pelo de punta y pareca tener la edad de Jack. El muchacho le dirigi a Jack una mirada desdeosa y a partir de entonces lo ignor por completo.Los aldeanos, sin embargo, se quedaron asombrados ante la presencia de Jack. Se mantenan a distancia y se susurraban comentarios unos a otros mientras se cubran la boca con las manos. A Jack, sin embargo, no le import que no se le acercaran, porque as pudo ver claramente lo que ocurra en la cancha improvisada.Haba bajo el torii un samuri solitario, como un dios antiguo. El guerrero luca un quimono negro y dorado con el smbolo circular de cuatro relmpagos en cruz en el pecho, las mangas y la espalda. Iba peinado al estilo tradicional samuri: con la cabeza afeitada y un copete de pelo negro recogido hacia delante. Ese samuri, sin embargo, llevaba adems una gruesa banda de tela blanca alrededor de la cabeza. Fornido, poderoso, y de mirada amenazadora, el guerrero le record a Jack a un gran bulldog preparado para la lucha.Aquel samuri empuaba la espada ms grande que Jack haba visto en su vida. La hoja meda ms de metro y medio de longitud y, con la empuadura, su longitud era superior a la altura de Jack. Sin apartar ni un instante la mirada de la lejana orilla de la baha, el guerrero se movi con impaciencia y su espada capt la luz del sol. Durante un instante resplandeci como un relmpago. Al ver la expresin de asombro del rostro de Jack, Akiko le susurr al odo el nombre del arma:Nodachi.El guerrero se encontraba solo en el coso y Jack se pregunt dnde deba de estar su oponente. Nadie salvo ese hombre pareca preparado para el combate. Mientras Jack estudiaba la multitud, advirti que un grupo armado de samuris llevaba en sus quimonos el mismo emblema de los cuatro relmpagos. Se fij entonces en que los samuris que tena ms cerca lucan, en cambio, el smbolo redondo de un fnix.Dnde estaba su campen?Jack calcul que deba de haber pasado una hora desde que haban llegado a la orilla, pues el sol haba cubierto unos quince grados del claro cielo azul. El calor haba aumentado y los aldeanos se estaban inquietando. El samuri bajo el torii se mostraba cada vez ms impaciente y recorra la playa como un tigre enjaulado. Pas otra hora.El calor resultaba cada vez ms insoportable y los murmullos de la multitud empezaban a subir de tono. Jack agradeci ir vestido con un quimono ligero y fresco. No quiso ni imaginar cmo se habra sentido con su antigua camisa y sus calzones.Entonces, justo cuando el sol alcanzaba su cnit, una barquita zarp del malecn.La inquieta multitud se anim al instante. Jack pudo ver a un pescador remando sin prisa a travs de la baha en compaa de un hombre con actitud de Buda.La barquita se acerc. La multitud vitore y empez a cantar.Masamoto! Masamoto! Masamoto!Akiko, Takasan y Jiro se unieron al atronador cntico del nombre del samuri.El grupo de samuris que llevaba el smbolo del relmpago respondieron inmediatamente al desafo animando a su propio campen.Godai! Godai! Godai!El guerrero avanz alzando su nodachi en el aire. Sus seguidores rugieron an ms fuerte. La barquita se detuvo en la orilla. El pescador recogi los remos y esper pacientemente a que su acompaante desembarcara. La multitud irrumpi en nuevos vtores cuando el hombre se levant y baj descalzo a la playa.Jack dej escapar una exclamacin de sorpresa involuntaria. Su campen, Masamoto, era el hombre del rostro cubierto de cicatrices. 12. El dueloUna masa de piel seca y marcas enrojecidas se desplegaban como lava fundida por encima de su ojo izquierdo, por su mejilla y por la lnea de su mandbula. Sus rasgos restantes eran por lo dems regulares y bien definidos. Tena la constitucin recia y musculosa de un buey, y sus ojos eran del color del mbar. Su quimono marrn oscuro y crema luca el emblema circular de un fnix y, al igual que Godai, llevaba una cinta en la cabeza, pero la suya era de un rojo escarlata.A diferencia de Godai, Masamoto llevaba la cabeza completamente afeitada, pero se haba dejado algo de barba, una barba fina y muy cuidada. A Jack, Masamoto le pareca ms un monje que un guerrero.Masamoto o