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1 E L N E R V I O N ...» EDICIÓN ESPECIAL ILUSTRADA AÑO I. # BILBAO 22 DE SEPTIEMBRE 1907 >¡g< número iv. (2.a Serie) menüDencms GALERÍA DE CELEBRIDADES Pablo Sarasate La mayor parte de las aficiones degeneran generalmente en manías, de las que conclu yen por ser víctimas todos menos los aficio nados en la mayor parte de los casos. Empezó la afición de las bicicletas hace ya tiempo, y los coscorrones estaban á la orden del día. Siguió la colección de sellos, después la de postales, que le obligaban á uno á pasarse el día echando firmas y poniendo pensamientos cursis en las cartulinas. Ahora á la afición le da por la fotografía, y estos amateur s sí que son de la clase de temibles. Tengo yo un amigo que es de lo más vehe mente para todas sus cosas, y le ha entrado la fotografía con tal ímpetu, que hasta duer me todas las noches con la máquina debajo de la almohada. Es uno de esos jóvenes que para hablar por teléfono mete la nariz en la bocina hasta que el vibrar de la placa le hace cosquillas; y hablando dá tales gritos que le obliga á subir á su habitación al guardia municipal de punto, para preguntar lo que ocurre. Pues bien, este simpático amigo sale á la calle con su inseparable máquina, y en cuanto ve á un perro en una postura académica, ya está enfocándole y diciéndole: ¡quieto! no habiendo bicho viviente que se libre de ser víctima de su objetivo. Con el que coge por su banda es cruel. —Mire usted, me decía la otra tarde, en lo que he pasado hoy el rato: y sacó del bolsillo un enorme montón de cartulinas mas ó menos impresionadas. —¿Conoce usted á este? —Un guardia civil,dije yo. —No, hombre, si es mi niño, el de pecho, si está divinamente. —Pues parece uno de la benemérita; mire usted el tricornio, le respuse algo amoscado. —Eso que le parece á usted el tricornio es la nariz del aña. Mire usted esta otra. —Esta ya está mejor, es un perro de lanas. —No, hombre, por Dios, si es mi mamá política, si está hablando. —Pues yo no la oigo una palabra, déjeme usted en paz. Propongo al Ayuntamiento que á estos amateurs les imponga un impuesto para ayuda de sufragar el déficit, y habremos sacado algo práctico. La primera, espontánea; y la segunda, obligada por unos socios del campo de Salamanca, y en la que no faltarán los correspondientes sustos y revolcones. A los que tomen par te en la primera, les deseo que descansen después del paseí- to; y á los de la segunda que el árnica les sea leve. P. P. Ramo que en prueba de amores me dio la que me quería, para calmar mis dolores... ¡en cada una de tus flores hay una lágrima mía! Flores que con mustio manto el tiempo vino á vestiros, á pesar que os cuidé tanto con el agua de mi llanto y el aire de mis suspiros. Rosas cuya lozanía se evaporó á otras regiones: ¡arrancad del alma mía la triste melancolía y las negras ilusiones! ¿Que por qué sufro decís? No lo sé, y tampoco quiero; y aunque vosotras sufrís, al fin y al cabo morís; ¡yo sufro pero no muero! Preguntadle al ancho mar que por qué con furias locas se retuerce sin cesar, y al fin se viene á estrellar contra las peladas rocas. Decidle al sol por qué alumbra, y con luminosa alfombra sobre la tierra deslumbra, y por qué deja penumbra entre la luz y la sombra. Preguntad al ruiseñor por qué cauta en la arboleda; por qué da aroma, á la flor, y por qué de ardiente amor tan sólo el olvido queda. Por qué el ave tiene plumas, por qué el árbol tiene ramas, por qué tiene el mar espumas, por qué el cielo tiene brumas... y por qué el pez tiene escamas. Y cuando podáis ya ver y hayáis llegado á inquirir las razones de su sér... ¡aún no podréis comprender la causa de mi sufrir! Yo la busco y no la veo, y contra el destino rudo se hace añicos mi deseo; á veces, dudo que creo; á veces, creo que dudo. Y á propósito del Ayuntamiento; el que á Dios gracias disfrutamos se ha empeñado en amargarnos la existencia. Antes eran las zanjas que continuamente se hallaban abiertas las que nos proporcionaban el placer de rompernos algo importante; ahora el Municipio nos obsequia con bota- fumeiros en la mayor parte de las calles, que le hacen á uno sudar el quintal métrico; no siempre ha de ser el kilo. Y no es lo peor el calor y el olor insoportable que despi den esas fábricas de asfalto al aire libre, ni ese tufillo espe cial que da á la garganta y le hace á uno estar tosiendo una semana, sino que el desgraciado que tenga que pasar por donde aquéllas se hallan, queda hecho una lástima. Yo tuve que cruzar el otro día por entre cuatro chocola teras de esas, que despedían por sus mangos en forma de chimenea densas columnas de humo. Qué tal llegaría á casa, que cuando salió á abrirme la puerta mi cara mitad me dijo sorprendida: —¿Por quién pregunta usted? Y no me extraña la confusión, pues yo mismo, al pasar dentro de mi casa por frente al espejo de la coqueta, me di las buenas tardes creyendo que era el carbonero. *** Ya tenemos los dos teatros abiertos; en el de los Cam pos campa por sus respetos el imprescindible género chico y en el de Arriaga una notable Compañía dramática italiana. Por cierto que á pesar de haber en este teatro arte, buen gusto, obras magistrales y artistas eminentes, el público se queda en casa como Cachupín y nunca llegan los espectado res á la docena del fraile. Es que la eminente trágica Italia Vitaliani no nos conoce. Que cuando tiene que mostrar un dolor inmenso lo haga arrancándose por unos «jipíos» ó un par de tangos y verá ovación ruidosa y darse de morradas por coger localidades. En «María Stuardo», por ejemplo, cuando va al patíbulo, que vaya marcándose un kake-vall ó un can-can y los more nos, entusiasmados, pedirán á voz en grito que la vuelvan á ahorcar para que se repita el baile. Es que á nosotros no nos hace llorar nada más que el re caudador de cédulas personales. Entamos predestinados á chirigota perpetua y á que nos entren moros en Casa Blanca. ANTE UN RAMO DE FLORES Ramo de flores marchitas que en tiempos más venturosos oíste de amor las cuitas y presenciaste mis citas y paseos amorosos. Ramo que llevas'.impreso, cual rocío de alborada, en tus florecillas preso el dulce y ardiente beso que en tí colocó nú amada. No sé la causa, y lo siento, pues destroza mi albedrío dándome rudo tormento, el ver á mi pensamiento ¡naufragar en el vacío!... Esto pensé yo hace un mes escribiendo con los pies... de mi musa retozona, cuando vino mi patrona con la cuenta de un inglés. ¡Sólo tenía un real! Y al ver mi exiguo caudal dije, tirando las rosas: ¡¡después de ver estas cosas sea usted sentimental!! J osé Borras Bayonés. Esta tarde, si las nubes no lo impiden, habrá dos carre ras pedestres en la Plaza de Toros de Vista-Alegre. be una Sala del Certamen del Trabajo (Fotografía (le Guercquiz) (Fotograbado do Delclaux 6 Hijo).

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AÑO I. # BILBAO 22 DE SEPTIEMBRE 1907 >¡g< n ú m er o iv. (2.a Serie)

menüDencms GALERÍA DE CELEBRIDADES

Pablo Sarasate

La mayor parte de las aficiones degeneran generalmente en manías, de las que conclu­yen por ser víctimas todos menos los aficio­nados en la mayor parte de los casos.Empezó la afición de las bicicletas hace ya tiempo, y los coscorrones estaban á la orden del día.Siguió la colección de sellos, después la de postales, que le obligaban á uno á pasarse el día echando firmas y poniendo pensamientos cursis en las cartulinas.Ahora á la afición le da por la fotografía, y estos amateur s sí que son de la clase de temibles.Tengo yo un amigo que es de lo más vehe­mente para todas sus cosas, y le ha entrado la fotografía con tal ímpetu, que hasta duer­me todas las noches con la máquina debajo de la almohada.Es uno de esos jóvenes que para hablar por teléfono mete la nariz en la bocina hasta que el vibrar de la placa le hace cosquillas; y hablando dá tales gritos que le obliga á subir á su habitación al guardia municipal de punto, para preguntar lo que ocurre.Pues bien, este simpático amigo sale á la calle con su inseparable máquina, y en cuanto ve á un perro en una postura académica, ya está enfocándole y diciéndole: ¡quieto! no habiendo bicho viviente que se libre de ser víctima de su objetivo.Con el que coge por su banda es cruel.—Mire usted, me decía la otra tarde, en lo que he pasado hoy el rato: y sacó del bolsillo un enorme montón de cartulinas mas ó menos impresionadas.—¿Conoce usted á este?—Un guardia civil,dije yo.—No, hombre, si es mi niño, el de pecho, si está divinamente.—Pues parece uno de la benemérita; mire usted el tricornio, le respuse algo amoscado.—Eso que le parece á usted el tricornio es la nariz del aña. Mire usted esta otra.—Esta ya está mejor, es un perro de lanas.—No, hombre, por Dios, si es mi mamá política, si está hablando.—Pues yo no la oigo una palabra, déjeme usted en paz.Propongo al Ayuntamiento que á estos amateurs les imponga un impuesto para ayuda de sufragar el déficit, y habremos sacado algo práctico.

La primera, espontánea; y la segunda, obligada por unos socios del campo de Salamanca, y en la que no faltarán los correspondientes sustos y revolcones. A los que tomen par­te en la primera, les deseo que descansen después del paseí- to; y á los de la segunda que el árnica les sea leve.P. P.

Ramo que en prueba de amores me dio la que me quería, para calmar mis dolores...¡en cada una de tus flores hay una lágrima mía!Flores que con mustio manto el tiempo vino á vestiros, á pesar que os cuidé tanto con el agua de mi llanto y el aire de mis suspiros.Rosas cuya lozanía se evaporó á otras regiones: ¡arrancad del alma mía la triste melancolía y las negras ilusiones!¿Que por qué sufro decís?No lo sé, y tampoco quiero; y aunque vosotras sufrís, al fin y al cabo morís;¡yo sufro pero no muero!Preguntadle al ancho mar que por qué con furias locas se retuerce sin cesar, y al fin se viene á estrellar contra las peladas rocas.Decidle al sol por qué alumbra, y con luminosa alfombra sobre la tierra deslumbra, y por qué deja penumbra entre la luz y la sombra.Preguntad al ruiseñor por qué cauta en la arboleda; por qué da aroma, á la flor, y por qué de ardiente amor tan sólo el olvido queda.Por qué el ave tiene plumas, por qué el árbol tiene ramas, por qué tiene el mar espumas, por qué el cielo tiene brumas... y por qué el pez tiene escamas.Y cuando podáis ya ver y hayáis llegado á inquirir las razones de su sér...¡aún no podréis comprender la causa de mi sufrir!Yo la busco y no la veo, y contra el destino rudo se hace añicos mi deseo; á veces, dudo que creo; á veces, creo que dudo.

Y á propósito del Ayuntamiento; el que á Dios gracias disfrutamos se ha empeñado en amargarnos la existencia.Antes eran las zanjas que continuamente se hallaban abiertas las que nos proporcionaban el placer de rompernos algo importante; ahora el Municipio nos obsequia con bota- fumeiros en la mayor parte de las calles, que le hacen á uno sudar el quintal métrico; no siempre ha de ser el kilo.Y no es lo peor el calor y el olor insoportable que despi­den esas fábricas de asfalto al aire libre, ni ese tufillo espe­cial que da á la garganta y le hace á uno estar tosiendo una semana, sino que el desgraciado que tenga que pasar por donde aquéllas se hallan, queda hecho una lástima.Yo tuve que cruzar el otro día por entre cuatro chocola­teras de esas, que despedían por sus mangos en forma de chimenea densas columnas de humo.Qué tal llegaría á casa, que cuando salió á abrirme la puerta mi cara mitad me dijo sorprendida:—¿Por quién pregunta usted?Y no me extraña la confusión, pues yo mismo, al pasar dentro de mi casa por frente al espejo de la coqueta, me di las buenas tardes creyendo que era el carbonero.***

Ya tenemos los dos teatros abiertos; en el de los Cam­pos campa por sus respetos el imprescindible género chico y en el de Arriaga una notable Compañía dramática italiana.Por cierto que á pesar de haber en este teatro arte, buen gusto, obras magistrales y artistas eminentes, el público se queda en casa como Cachupín y nunca llegan los espectado­res á la docena del fraile.Es que la eminente trágica Italia Vitaliani no nos conoce.Que cuando tiene que mostrar un dolor inmenso lo haga arrancándose por unos «jipíos» ó un par de tangos y verá ovación ruidosa y darse de morradas por coger localidades.En «María Stuardo», por ejemplo, cuando va al patíbulo, que vaya marcándose un kake-vall ó un can-can y los more­nos, entusiasmados, pedirán á voz en grito que la vuelvan á ahorcar para que se repita el baile.Es que á nosotros no nos hace llorar nada más que el re­caudador de cédulas personales.Entamos predestinados á chirigota perpetua y á que nos entren moros en Casa Blanca.

ANTE UN RAMO DE FLORES

Ramo de flores marchitas que en tiempos más venturosos oíste de amor las cuitas y presenciaste mis citas y paseos amorosos.Ramo que llevas'.impreso, cual rocío de alborada, en tus florecillas preso el dulce y ardiente beso que en tí colocó nú amada.

No sé la causa, y lo siento, pues destroza mi albedrío dándome rudo tormento, el ver á mi pensamiento ¡naufragar en el vacío!...

Esto pensé yo hace un mes escribiendo con los pies... de mi musa retozona, cuando vino mi patrona con la cuenta de un inglés.¡Sólo tenía un real!Y al ver mi exiguo caudal dije, tirando las rosas:¡¡después de ver estas cosas sea usted sentimental!!

José Borras Bayonés.

Esta tarde, si las nubes no lo impiden, habrá dos carre­ras pedestres en la Plaza de Toros de Vista-Alegre. be una Sala del Certamen del Trabajo(Fotografía (le Guercquiz) (Fotograbado do Delclaux 6 Hijo).

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El gran actor Carlos buse

Fijándonos en la época actual, preguntad á cualquier pintor cuántos retratos hace de jóvenes y cuántos de personas maduras ó viejas y entonces sabréis que de los primeros no pinta ningu­no, y muchos de los segundos, sobre todo de muertos, valiéndo­se de una mala fotografía, naturalmente.De manera que una familia adinerada con dos ó tres hijas bellas de 16 á 24 años no se ocupa de hacerlas retratar pero en cambio la mamá, ya marchita, con leves rastros de su antigua hermosura, descontenta del espejo, quiere un lienzo y el artista se encuentra con que si pinta lo que vé se digusta la familia y si complace al modelo se indispone con el arte. Dilema que para Sorolla no tiene importancia, pero terrible para el que aguarda á cobrar su trabajo para pagar la cuenta del sastre; y de este modo las caras bonitas se borran del recuerdo y va atesorando la humanidad pálidas ó graves fisonomías henchidas de aburri­miento, ó mejillas estiradas con las falsedades de un pincel famé­lico.No se cuál sea el remedio para este bochornoso culto al me­tal dorado ó negro y este menosprecio de la belleza; me limito por tanto á lamentar que los divinos rostros que vemos diaria­mente sean muy pronto bellezas perdidas para siempre.Septiembre-1907. Eduardo Wangüemert.

La eminente actriz Italia Vitaliani

Nuestra información gráficaInauguramos con el retrato de un eminente artista una galería de celebridades españolas. Los retratos que han de constituirla, aparecerán con alguna frecuencia en sitio pre­ferente de este periódico.Después de una enfermedad que llegó á inspira* temores muy grandes á los amigos y admiradores del insigYie Sara- sate, gloria artística de Navarra, su tierra natal, y de Es­paña entera, se presentó éste hace dos meses y pico á dar los tradicionales conciertos, que son, gracias á él, singularí­simo atractivo de las fiestas que anualmente se celebran en Pamplona en honor de San Fermín.Y al entusiasmo indescriptible con que fué recibido el queridísimo paisano, hubo que agregar en los días de con­ciertos el indescriptible entusiasmo que produjo en los oyen­tes la labor artística del violinista de universal renombre á quien todos ellos admiraron,, una vez más, en el pleno vigor de sus extraordinarias facultades.La edición especial ilustrada de El Nervión, ocupa hoy su sitio de preferencia con el retrato del hombre que une á las glorias alednzadas con su violín, la gloria que merece por su amor inmenso á la tierra natal.

Nuestro buen amigo y reputado fotógrafo bilbaíno señor Guerequiz tuvo la buena idea de sacar, muy poco antes de que desaparecieran las instalaciones del Certamen del Tra­bajo, unas vistas fotográficas de las Salas de esa Exposición que tan gratos recuerdos ha dejado como ensayo hecho con apremios de tiempo, y que tan grandes y nobles propósitos despierta para años sucesivos.Una reducción de una de esas fotografías es la que pu­blicamos hoy, al mismo tiempo que el retrato del distinguido publicista don Julio de Lazúrtegui, que á sus importantes trabajos anteriores, en los que supo hermanar con las galas literarias, su espíritu de observación y sus entusiasmos por el progreso de Vizcaya, acaba de añadir un nuevo testimo­nio de su talento: el discurso que pronunció en el acto de clausura del citado Certamen.*»»• *T*

Una eminente actriz dramática de fama universal—Italia Vitaliani—y un actor de singularísimas dotes en ese mismo género—Carlos Duse—nos han visitado, bien ajenos de pen­sar que tal visita había de producirles bastante quebranto en sus intereses como empresarios, por corta serie de fun­ciones, del Teatro Arriaga.Lamentamos lo sucedido, y á falta de otra clase de sa­tisfacciones-para esos artistas—queremos unir á los aplau­sos del público poco numeroso que ha acudido á admirar una labor artística de primer orden, el recnerdo del paso por nuestra villa de las dos principales figuras de la compañía, recuerdo constituido por los retratos de la Vitaliani y de Duse. ** *Cerca de ochenta convecinos nuestros, pertenecientes á la Colonia alavesa en Vizcaya, de cuya bandera eran por­tadores, realizaron á comienzos de este mes su anunciada excursión á Vitoria, con el fin de asistir, en unión de innu­merables paisanos suyos, á la tradicional fiesta de los hitos ó mojones, que en la capital alavesa se celebra anualmente.Los simpáticos expedicionarios—algunos de los cuales aparecen en los dos grupos fotográficos que publicamos en este número,—fueron objeto, en la capitalidad de la provin­cia en que han nacido, 'de las más cariñosas y entusiastas de­mostraciones. De ellas conservan recuerdo imborrable, exteriorizado en acuerdos oficiales de la Colonia, acuerdos que ya hemos dado á -conocer en nuestra edición diaria.

i ; i . B E S O

Como nube sombría se tendió sobre ellos la indiferencia.De novios se quisieron con ardor; acaso los vapores del amo­roso fuego impidieron que las almas se viesen de frente cono­ciéndose hasta el fondo.Esposos, labráronse un abismo con su conducta glacial, con ej desvío creciente, con la frialdad de sus relaciones maritales.

Ricos ambos, sus vidas no tenían nada de común más que el techo que les ataba con lazos que querían romperse.¿Se amaban? Tal vez sí. Pero el hielo cundía, se apoderaba con más fuerza cada vez de aquellos corazones.No lograba fundirlo ni el hijo que nació al finar el primer año de matrimonio.Sus ojos azules, sus bucles de oro, su hoyuelo en la barbilla, aquellos mofletes de angelote plácido y risueño llevábanse los besos de los esposos; aquellos besos que uno á otro robábanse.Los dos adoraban en el hijo amado; ella con quereres de madre cariñosa que al sér de su sér sacrifica su vida toda; él con ternezas paternales llenas de efusión, de sano contento.El amor que los esposos se debían, pero que se negaban como por mutuo acuerdo, concentrábase en aquel pequeñuelo inocente que lo mismo reía ante el mohín de eterna tristeza de la madre, que ante el gesto paternal y acariciador...Lo pensaban ambos: ¡por qué no les unía aquel pedazo de cielo enviado de allá arriba para endulzar penas y atnargurasl...Pero el frío de la indiferencia, que casi iba á cristalizar en repulsión, extendíase apoderándose de todo, amenazando con no licuarse ni ante oleadas de amor que tardaba en renacer.El niño sintióse enfermo un día; gimoteó un poco, con la rubicundez de la fiebre en las mejillas, el ardor en el rostro, en los labios la sequedad del sediento á quien no basta á saciar el agua de una fuente.Cayó postrado luego, adormeciéndose en el ardor de la calentura que le agotaba.Teníalo en el halda la madre; con ojos de avidez seguía dolo- rosa los progresos del mal que deslustraba el brillo del azul de los ojos del pequeño y apelmazaba, sudoroso, sobre las sienes, aquellos áureos ricillos con que jugara el viento.Hubiera dado su vida la madre por salvar aquello que apre­tujaba entre los brazos por temor á que huyese á otras regiones.Mirábalo con codiciosa ansiedad...El, el esposo, también estaba allí sombrío, ceñudo, sin ha­blar, con los ojos fijos en aquel sér inmóvil ya, amodorrado por la proximidad de la muerte que á todo andar venía á por su presa...Conmovióse sin duda ante lo tierno del cuadro y retrocedió en su camino. Hubo una hora de incertidumbre cruel, de crisis espantosa.Desde la región del más allá volvió el pequeñuelo á las puer­tas floridas del vivir.Y al disiparse aquel velo que se tendió sobre sus ojos y en- treabirlos, sus labios se plegaron en leve sonrisa ante la madre medio loca, ante el padre ansioso de que la vida volviese á aque­llos restos queridos.Fué instintivo en ambos. A saberlo si igual pensamiento, antes horrible, plácido ahora, cruzó por sus mentes. Como arras­trados por igual impulso inclináronse á besar al niño que revivía.Los besos se fundieron en uno, allá sobre la carne pálida y tibia del enfermo; sus labios se encontraron en la senda porque se les guiaba. Juntáronse en contacto ardiente, frenético, como dos flores que se unen en ósculo amoroso. Y regado por las lá­grimas, movido por dos almas que en un mismo abrazo se estre­chan, sonó sobre el niño, en su propia mejilla grabado, el beso tiernísimo de la reconciliación conyugal.

Herminio Madinabeitia.

bon Julio de LazúrteguiQue pronunció el discurso de clausura en el Certamen del Trabajo

BELLEZAS PERDIDASMirábamos extasiados su bellísimo rostro juvenil, y mi ami­go me dijo: ¡Qué modelo para una virgen! y añadió: ¡lástima grande que tantas figuras bellas como esa, desaparezcan para siempre destruidas por el tiempo,En efecto, meditando un poco con el corazón y la mente puestos en el amor al arte, causa amargura considerar que la belleza femenina no sea permanente hasta el término de la vida; pero ya que esto sea imposible, cabe al menos que por medio del retrato en colores, el único que da la impresión de la realidad, se conserve la imagen de las figuras que por su gracia, su delicadeza ó su hermosura, sean dignas de figurar en los templos del arte.Una flor muere pronto, pero la sustituye otra igual; esto mismo ocurre con todos los animales, cuyos caracteres, dentro de cada especie, difieren poco; pero no sucede lo mismo con la humanidad, con las mujeres sobre todo. Entre muchos miles de mujeres bellas, no hay dos que se asemejen del todo, y jamás en el transcurso de los siglos nace una mujer de la misma belle­za que otra de las que existieron; es decir, que cada rostro bello que deje de serlo, es, artísticamente hablando, una cantidad de hermosura de tal ó cual especie que desaparece para siempre.¿No sería interesantísimo y admirable, un museo que reunie­ra todos los retratos de las mujeres hechiceras que vivieron en el siglo XVIII, por ejemplo?Se me dirá que hay muchos; pero yo respondo que aparte de que la mayoría son de damas de elevada alcurnia, que tenían tan pocos encantos como mucho dinero, la masa anónima de encan­tadoras jóvenes de clase modesta y casi la totalidd de las perte­necientes á la clase media nos es desconocida por completo.

61 Rey de los callicidas

Parece mentira que haya gente que se muera, existiendo como existen remedios para todas las enfermedades.Véase, si no, la cuarta plana de los periódicos, donde todos los días aparecen anuncios de específicos maravillosos. Entre ellos figura uno de primer orden para destruir los callos; titúlase El rey de los callicidas, y es tan eficaz que basta aplicarlo al dedo para que á las pocas horas desaparezca el callo... y el dedo también.Conozco yo un sujeto, empleado en Hacienda, que venía sien­do víctima de los callos; tenía uno en el dedo gordo del pie derecho, que le ocasionaba serios disgustos, y una noche, al tiempo de acostarse, cogió el callo y lo untó todo él con el espe­cífico de referencia; después, quedóse dormido y empezó á soñar que el callo le dolía horriblemente y que se presentaba en su habitación una hada preciosa, envuelta en una nube de algodón hidrófilo, y le decía:—Aquí me tienes. Vengo á curarte el callo.— ¡Bendita seas!—contestaba él.—Saca la pata—replicaba ella.—Aquí la tienes.—¿Cuál es el callo que te molesta más?—Este de la derecha, conforme se baja.—Pues bien: el callo ya no existe.Y aplicaba al sitio dolorido una varita de marfil impregnada de ungüento.El paciente sentía un dulce alivio y trataba de abrazar á su bienhechora, pero ésta montaba en la nube y ambas desapare­cían velozmente.Cuando la hada hubo desaparecido, el pobre hombre volvió á caer en una especie de sopor y hasta la mañana siguiente no supo darse cuenta de sí mismo.Entonces llamó á la criada, pidió chocolate y se lo tomó con delicia.—¡Qué bien me encuentro! - exclamaba—Ya no siento el callo.—¿Sería posible? preguntó la doméstica.—El rey de los callicidas me ha curado radicalmente. ¡Si vieras qué sueño he tenido tan embriagador!Después de tomar el chocolate, saltó de la cama y se vistió de prisa y corriendo para ir á comunicar á su familia la grata nueva. .[Entretanto la doméstica se puso á hacer la cama. De pronto lanzó un grito.—¿Qué ocurre?—preguntó el hombre del callo acudiendo presuroso.—Que me he encontrado encima del colchón una cosa muy rara. Vea usted—dijo presentándole un objeto misterioso.El pobre hombre alargó la mano para apoderarse de lo que la muchacha le ofrecía y no pudo menos de retirar los ojos con horror.—Ya sé lo que es—murmuró en tono dolorido.-¿Qué?—¡Mi dedo gordo! Luis Taboada.

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tn exeoRsion oe muyeses ñ vrroRin

Grupo de excursionistas. Fotografías (lo Julio Amiliviá) (Fotograbados de Estóvcz y C.a)

PENSAMIENTOS

En lo tnás interior de mi cartera guardo yo mis queridos pensamientos; los que en el día aquel me regalaste todavía al nacer de un amor tierno.Si han perdido el color y la fragancia, como el amor su encanto perdió luego, aun renacen los míos al mirarlos que reviven al soplo del recuerdo.Pensamientos que mustios é incoloros amarguras traéis á mi cerebro.¡Si en mi cartera halláis vuestra agonía, en mi momoria florecéis de nuevo!¿Qué tenéis, que doradas ilusiones resucitan de amor con solo veros cuando tornan ansiosas á la cumbre esperanzas dormidas en mi pecho?...¿Si será que los míseros despojos que con tanto cuidado yo conservo guardan siempre en su cuerpo la semilla del cariño que aviva mis deseos?...Yo no sé lo que tengo si los miro; yo no sé si es placer ó sufrimiento, solo sé que á su vista llora un alma... ¡Alma enferma que vive de recuerdos!Manuel Samperio.

Un empresario de SarasateEn Febrero del año 1877 dió Sarasate nn concierto en Franc­fort. Su fama era ya universal, y á la hora de principiar el con­cierto estaban todas las localidades despachadas. Un joven lo­gró á última hora una entrada, pagando el cuádruplo del precio fijado; pero al entrar en el salón tropezó con una señora conoci­da suya qüe le rogó con insistencia le cediese su billete, supo­niendo que para un hombre sería más fácil que para una mujer encontrar otro. El joven cedió galantemente á los ruegos de la señora, pero se vió fallido en sus esperanzas; no pudo encontrar otro billete.Fastidiado y malhumorado llegó un par de horas después á la estoción para tomar el tren de Wiesbaden, y junto con él entró en el cupé un caballero de unos treinta años, cuya interesante taz estaba rodeada de una melena de cabellos negros y rizados: en la mano llevaba un estuche de violín. El joven, después de haber examinado á su compañero de viaje detenidamente, acabó por decirle en español:—Usted es Sarasate, si no me equivoco.—Sí, señor—contestó éste bastante sorprendido de oir su idioma natal.—Y usted es español acaso?—No, soy alemán; pero he vivido algunos años en Méjico.Pronto se entabló una animada conversación entre los dos. i J?ven c°ntó al artista el percance que le había sucedido con el billete, y éste le convidó para asistir la noche siguiente aj

concierto que había de dar en Wiesbaden. Sarasate fué bastant explotado por sus empresarios en Wiesbaden, pues sólo recibió 500 francos por el concierto anunciado; pero su éxito fué tan grande que el director de la Kursaal le hizo ofrecimientos para otro concierto.El artista, que no entendía una sola palabra de alemán, rogó á su nuevo amigo que le arreglase el asunto, y éste preguntó al director:—¿Qué ingresos piensa usted tener mañana tocando Sarasa- te? — Cinco mil francos, á buen seguro—contestó éste.—¿Y si no tocase?—Entonces, ni daría el concierto.—Pues parta usted con él los beneficios.El director se avino á ello, y desde entonces quedó siendo Goldsmidt el empresario de Sarasate.

En honor del bello sexo

nns v n L E ir s o l o .....(NOTA CÓMICA)

PENSñttIENTOS Y SENTENCIAS

El valor de la mujer se manifiesta en I09 disgustos domésti­cos, en aquellos esfuerzos sin gloria que requieren mucho ánimo, en las enfermedades, y por último en la muerte. El héroe que en la batalla da ejemplo de valor, va con intrepidez al peligro; pero la mujer se sobrepone á él esperando el peligro en casa.S aint P ierre.*La condición de la mujer es tristísima: ¡condenada á espe­rar, á esperar indefinidamente! Severo Catalina.*$La vida del hombre gira en torno de la mujer. Esta es el sol de su sistema social. Es la reina de la vida doméstica.

Sm il e s .&* *La virtud del sacrificio y del amor, no tiene límites en el corazón de la mujer. Torchetti.s*e* *Acuérdate que la mujer está destinad á ocuparse siempre de la felicidad de los que la rodean. Madama Woillez.Una mujer que ama á su marido, corrije sus defectos. Un ma­rido que ama á su mujer aumenta sus caprichos. Charles.* ̂ íjíUna mujer infeliz es una flor expuesta al cierzo: permanece cerrada mucho tiempo y apenas abierta, se marchita.

Is a b e l d e R u m a n ia .

DEL LIBRO DE LA VIDA

PÁGINA COLOR DE ROSA

El día en que debía abandonar el pueblo y regresar á la corte para alcanzar en los exámenes de Septiembre el «aprobado» que el severo tribuual le negó tres meses antes, almorzaron en el campo las dos familias. Y mientras los padres del estudiante y los de la linda muchacha entablaban soporífera conversación, cuyo tema lo constituían los recuerdos de los años de buenas, malas y medianas cosechas, las arbitrariedades del alcalde y las equivocaciones del médico en el ejercicio de su profesión, los dos jóvenes, pretestando que iban á beber agua del cercano ma­nantial, alejáronse un centenar de metros del sitio en que se verificó el almuerzo, y se sentaron al pie de un árbol, para de­cirse con los ojos todo lo que los labios no pudieran expresar, por falta de tiempo y por exceso de emoción.Y no bastándoles los labios y los ojos para traducir con la rapidez necesaria ideas y sentimientos, establecieron otro medio de comunicación: las manos de ella quedaron aprisionadas en las de él. Desde aquel instante, los jóvenes no pensaron más que en ellos mismos, en la inmensa ventura de los pasados días, en la inmensa felicidad de los días venideros, en la horrible ausen­cia que iba á servir de solución de continuidad entre los inefa­bles goces de ayer y los goces inefables de mañana.¡Ah! sin la hermosa, sin la deslumbradora esperanza que les presentaba lo porvenir con todos los maravillosos encantos que la espléndida Naturaleza y la ardiente fantasía, ofrecen al obser­vador y al soñador; sin el absoluto convencimiento de que el destino les reservaba dichas embriagadoras, inacabables, los dos enamorados, corriendo al encuentro del tren en que uno de ellos había de alejarse de aquellos lugares embellecidos, no tanto por la pureza del cielo y la exuberante vegetación, como por la pre­sencia de la mujer amada, hubieran encontrado su mayor placer muriendo aplastados por las ruedas de la locomotora.Pero no era e«a, no debía ser esa la misión de la potente má­quina; estaba encargada de conducir á la corte al estudiante á quien el amor hizo estudioso, y de traerle al siguiente año, con­vertido en hombre de carrera, dispuesto á realizar el dulcísimo sueño acariciando en aquellos momentos en que las manos uni- , das ayudadan á los labios y á los ojos en la tarea de traducir lo que sentían y lo que pensaban los amantes...IIVengan acá... Con ustedes hablo, médico insigne, gradilo- cuente orador, famosísimo ingeniero. Vengan acá y traiga cada uno el libro de su vida... ¡Cuántas páginas de color de oro con­sagradas al relato de gloriosos triunfos! ¿Se sonríen ustedes desdeñosamente? Hacen bien... Satisfecha una ambición, satisfe­cha una vanidad, ¡qué insignificantes, qué despreciables pare­cen, esa vanidad y esa ambición!... Estas son las páginas ne­gras... Relatos de la lucha con el sino adverso y con los hombres envidiosos... ¡Ah! las heridas sufridas en tan terrible lucha las ha cicatrizado el tiempo. ¡Perdón y olvido para los causantes de algunas de ellas! ¡Completo indiferentismo para todo lo demás!... He aquí lo que buscaba; la página color de rosa. ¡Hela aquí!... Un trozo de cielo, un trozo de campo, un árbol, un joven estu­diante y una linda muchacha que con las manos entrelazadas se contemplan con éxtasis amoroso...No tengan ustedes cuidado, insigne doctor, orador grandilo­cuente, ingeniero famosísimo... No tengan ustedes cuidado... ¡Yo no he de decir que he visto en sus ojos las lágrimas que hizo brotar el recuerdo de aquel primer amor, de aquel amor tan grande asesinado por la ausencia! C.

—Pues á mí, caballero, suelen salirme caros los viajes.—¿.?— El último que hice me costó diez años de presidio por ha­ber lesionado y robado á una vieja al pasar el tren por un túnel.

La ración de las fieras

El ejército victorioso del león acampó en un arenal, y el jefe dispuso que se distribuyesen los víveres con equidad hasta don­de alcanzasen.El zorro, como intendente del ejército, hizo el reparto, y en un instante se oyeron en el campamento rugidos de placer.—Parece que el ejército está contento—dijo el león relamién­dose los labios.En aquel momento llegaron á sus oidos balidos lastimeros y dolientes.—¡Eh! ¿qué es eso? Alguien se queja.— Es que los corderos tienen hambre.— ¡Cómo! ¿No les ha alcanzado nada?—Señor, las fieras que son tan exigentes, necesitan comer tanto... que no han llegado las provisiones á los tímidos...—Di á los corderos que perdonen por esta vez, y haz que se alimenten de promesas.—No me creerán...—Hay que contentarlos y acallarlos de algún modo, y hay que hacer algo para que crean que no están olvidados. ¡Pobrecillos!—Señor, nada se me ocurre.—Diles que al primero que se queje me lo como.J. Buemón.

La prim era piedra del palacio de la PazEn las célebres conferencias internacionales que para el desarme universal, han tenido lugar en el viejo palacio de Rit- tersal, en la Haya, se trató de la construcción de un palacio donde tuvieran lugar las sucesivas conferencias.Acto seguido, debido á la iniciativa de M. Andrew Carnegie, el tribunal de arbitraje se trasladó al terreno elegido, donde Mr. de Nélidof, presidente de la conferencia actual, colocó la primera piedra del futuro edificio, con un grandioso ceremonial, donde se demostró el espíritu de los tiempos modernos, espíritu que se resume en la máxima contraria á aquella de la antigüedad: Si vis pacen para pacem.

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E L N E R V I O N

MESA REVUELTA¡No vuelve !

Brotaban las violetas y el almendro estaba en flor el dia en que nos hallamos por vez primera los dos.Murieron las violetas y el almendro se agostó; su aroma y gala duraron lo que duró nuestro amor.Pasaron días y días; un año entero pasó.Ya nacen las violetas, ya vuelve el almendro en flor;mas no vuelve la ventura que perdió mi corazón.Ni vuelve el ausente amado, ni vuelve su dulce amor.

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