01 El heroe OZ - UCM · pescantinas y marineros. En el local, de vez en cuando, se escucha cantar a...

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Dramatis personae ARTURO PIÑEIRO, ex boxeador, ex legionario, alias Robinson, alias CARONTE SIGRÁS, alias Morfeo LUCÍA, costurera y cantante, compañera de CARONTE MEDIAS VERMELLAS EL OBLICUO, interrogador ALTO, interrogador ROCCO, compañero de calabozo de CARONTE EL BARBERO GLORIA, hermana de LUCÍA ANNA, pintora LANZAROTE HOMBRES DE SOMBRA www.alfaguara.santillana.es Empieza a leer... El héroe

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Dramatis personae

ARTURO PIÑEIRO, ex boxeador, ex legionario,alias Robinson, alias CARONTE

SIGRÁS, alias MorfeoLUCÍA, costurera y cantante, compañera de

CARONTE

MEDIAS VERMELLAS

EL OBLICUO, interrogadorALTO, interrogadorROCCO, compañero de calabozo de CARONTE

EL BARBERO

GLORIA, hermana de LUCÍA

ANNA, pintoraLANZAROTE

HOMBRES DE SOMBRA

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Escena primera

Sonido de sirena de barco. Bullicio por-tuario. En La Boîte de Pandora, Arturo Pi-ñeiro —alias Caronte—, ex legionario, ex bo-xeador, atiende la barra del local. Aún no haentrado la clientela del mediodía y Carontecharla con un habitual, Sigrás, situado en lapenumbra como si quisiera apartarse de la luzy hacerse pasar por una parte más del mobi-liario. En el exterior hay trajín de rederas,pescantinas y marineros. En el local, de vez encuando, se escucha cantar a alguien en la mi-núscula cocina del bar. Es Lucía, la mujer deCaronte. Tiene una hermosa voz, con la in-tensa convicción del mar, que desaloja el si-lencio y se hace con la atmósfera.

SIGRÁS

Cuarenta años de crimen de Estado.Cuarenta años en manos de impunes cri-minales de guerra, con una jefatura bende-cida por la Iglesia. ¡Qué pesadilla de histo-ria! ¿Dónde está el libro de reclamaciones,Caronte?

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CARONTE

(Juega con un pequeño trompo, una de esaspeonzas que se mueven con el impulso de lamano, y que hace girar sobre la barra.) Lapalmó. ¡Ahí va un dios acuñado en patacón!(Mira en perspectiva y habla con ironía apo-calíptica.) Enseguida veremos oscurecerse elcielo con el vuelo del gallinero.

SIGRÁS

Para el carro. No me fío. Nunca me fiaré.

Justo delante de La Boîte de Pandora sedetiene La Muchacha de las Medias Vermellas.Tiene todas las edades en el rostro y en el cuer-po. Una presencia cubista. Habla en retazos deapariencia inconexa, como un idioma hechoañicos, y con onomatopeyas sentimentales.

MEDIAS VERMELLAS

El frío no es una propiedad. Es ausenciade calor en la materia. Un aeroplano sulfatólos pentagramas. Las personas hablaban conbocanadas de humo. El silencio mudo. Bo-fetadas al payaso, zancadillas a Charlot. Elmar con los labios secos. Los trescientoscuervos. Los cien mil estorninos. Todos ca-yendo por el hueco de la niebla. Chisssst,plaf, catacroc, pumba. ¡Uno, dos, tres, pro-bando, cuuuumbia! Murió el dictador. La

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espichó el tirano. ¡Allá va el ruin espadón!¡Ssssss, pum, pum, pum!

CARONTE

¡Eh, Medias Vermellas!

La Muchacha de las Medias Vermellasse queda inmóvil, con ojos de espanto, inten-tando saber de dónde vienen las voces que lallaman. Atónita, echa a correr y desaparece.

CARONTE

¡Eh, toma algo! Sólo quería que tomasealgo...

SIGRÁS

Ya te dije que no la llamases con ese vo-zarrón.

CARONTE

¿Qué vozarrón?

Sale Lucía.

LUCÍA

¿Qué pasó? Ya has vuelto a espantarla.

CARONTE

(Se mira las manos con inocencia y extra-ñeza.) ¿Yo? Yo sólo quería invitarla. Que to-mase algo.

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LUCÍA

(Con el dedo índice amonesta a Caronte,con una seriedad cariñosa.) La mano másgrande. La cuerda vocal más gruesa. La cam-pana más grave del carillón.

SIGRÁS

¡Un intelectual! ¡Un atleta! ¡Un alípede!

CARONTE

(Indiferente a la broma, sigue pensan-do en Medias Vermellas.) No me extraña elapodo que tiene. Es como una india salvaje.¿Qué comerá?

LUCÍA

¿Qué comerá, dices? Las raspas de laspalabras. Los huesos de las frases. Las chis-pas, las sombras. El resto son sobras.

CARONTE

Después me lo explicas, Lucía. Lo de lasraspas de las palabras. Lo de los huesos delas frases lo he entendido mejor.

LUCÍA

No te hagas el tonto. Sabes de qué ha-blo. Tú mismo has dicho que no hay peorhambre que la de las palabras.

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SIGRÁS

Siempre he pensado que a este local lodeberíais llamar la «Real Academia».

CARONTE

Pues a mí el desvarío de la mujer esa delas Medias Vermellas me pone de los ner-vios. Me perturba. Me suena como una ra-dio averiada. (Pensativo.) No hay aparatomás triste que una radio averiada.

LUCÍA

Lo único que le queda son esas palabraslisiadas, heridas. Lo que lleva escondido enlos agujeros de las muelas. Eso, y el peso quelleva encima de la cabeza. Sigrás conoce bienesa historia.

SIGRÁS

(Mastica el aire, antes de desgranar los re-cuerdos.) La destrozaron por dentro y porfuera. Primero un cabrón le marcó la caraporque ella lo quiso dejar, porque no loaguantó más. Y el muy ruin fue y le desgra-ció la cara para siempre. Ella quería irse aAmérica, pero con la cara rajada ya no qui-so ir a ninguna parte.

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LUCÍA

Lo que nunca cuentas es quién fue elcarnicero.

Sigrás se queda en silencio.

CARONTE

¿Quién fue?

SIGRÁS

(Hace pantalla con la mano, como si nooyese bien.) ¿Quién fue el qué?

LUCÍA

El que le rajó la cara.

SIGRÁS

De eso ya hace mucho. El caso está enmanos de los gusanos.

LUCÍA

(Insistente.) ¿Quién fue?

SIGRÁS

Su padre. Fue su padre.

Caronte se queda pensativo. Después sacael trompo del bolsillo y lo hace girar con rabiaen la barra. Sigrás continúa con el relato, pero

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como si estuviese hablando solo, emitiendo élmismo como una radio sin destinatario.

SIGRÁS

Al poco tiempo empezó la guerra, y lehicieron la vida imposible. Si no te arrodi-llabas, ya se sabe, tenías el demonio en elcuerpo.

LUCÍA

Ésa es una de las cuentas que nunca seechan. Llega un momento en que se cuen-tan los muertos. Pero las vidas rotas, no.El diezmo de las almas heridas. Eso no secuenta.

CARONTE

(Hace girar el trompo de modo compulsi-vo.) En eso estoy de acuerdo.

SIGRÁS

Era una de las más valientes... De la redde apoyo del «Despertar Marítimo». Ayuda-ron a huir a muchos perseguidos. Este puer-to era un almero, un vivero de almas, hastaque llegó el espanto, la Marca del Miedo.La gente arrojaba sus sueños al mar, en la Dár-sena. Así están los mújoles, gordos comocerdos.

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CARONTE

Por eso me da aún más escalofríos esaletanía sin sentido. Ese hablar hecho añicos.

LUCÍA

Son pavesas, Caronte. El mundo estároto y hay que oír a las pavesas.

SIGRÁS

Y a las sombras también hay que oírlas.Te lo digo yo, que estoy medio sordo.

Lucía vuelve a la cocina y comienza acantar un fado portugués.

LUCÍA

«Podes sorrir / Podes mentir / Podeschorar tambem / De quem eu gosto / Nemàs paredes confesso...»

SIGRÁS

¡Qué bien canta!

CARONTE

Sí.

SIGRÁS

Eso es un don. Como la luz del sol.

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CARONTE

Sí.

SIGRÁS

No hay quien lo pague.

CARONTE

No. No tiene precio.

Cuando la voz se desvanece, Carontevuelve a hacer girar su trompo sobre la barra.

CARONTE

(Cuando el trompo se detiene.) ¡Allá va eldios de los patacones!

SIGRÁS

(Después de beber un trago.) Y a ti ¿cómote llamaban en la cárcel? ¿También Ca-ronte?

CARONTE

No, en la cárcel me llamaban Robin-son, como yo quería. Fue en el único sitiodonde me respetaron el alias. Hay una edu-cación para esas cosas. Si tú eres boxeadory te llamas Robinson, pues la gente te lla-ma Robinson. (Hace un gesto enérgico delimpiar con la bayeta una mancha sobre la

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barra, y el brazo friega —por un instantecompulsivamente— como si golpease el pu-ching ball.) Lo de Caronte, ya sabes, fuecosa de él.

Los dos se quedan abstraídos por un ins-tante, hasta que Caronte hace girar otra vezel trompo.

SIGRÁS

¿Respetar en la cárcel? En la cárcel no serespetaba nada. Cuando camino sigo sin-tiendo el peso de los grilletes y los tobillosdespellejados como si viniese de la EdadMedia. Y además, casi me dejaron sordo conaquella paliza.

CARONTE

Casi, no. El aplauso le llamaban a aque-lla tortura. Un aplauso que reventaba los tím-panos. Eran tiempos de eufemismos.

SIGRÁS

(Gritando.) ¿Qué?

CARONTE

(Muy alto.) Casi, no. Te dejaron sordo.Sordo como una tapia.

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SIGRÁS

No grites tanto cuando me hablas. Siquiero, puedo oír una sombra. (Pausa, tra-go, luego los dos parecen intentarlo, oír lo in-visible.) Mucho esperamos por él. ¿Cómo sellamaba el dichoso barco?

CARONTE

No me acuerdo. Ni me acordaba enton-ces, ni ahora. Siempre tuve problemas con esenombre. (Grita hacia la cocina.) ¡Lucía, Lucía!

Lucía es una silueta que se mueve tras elcristal esmerilado de la cocina.

LUCÍA

¿Qué quieres?

CARONTE

¿Cómo se llamaba el barco?

LUCÍA

¿El barco? Aquel por el que tanto espe-ramos. La contraseña.

Un paréntesis de silencio. Él está a la es-cucha, como si supiera ya que no es necesariodar más explicaciones sobre aquel barco por elque esperaron en el pasado.

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LUCÍA

¡Understood!

SIGRÁS

¿Cómo ha dicho?

CARONTE

Olivetti. Se llamaba Olivetti. (Pausa.) Lode Caronte me lo puso él. Era el barqueroque iba entre la vida y la muerte. No estabamal pensado. Y así me quedó. Al principioera un nombre clandestino. Pero cuando medetuvo la Brigada Especial salí con foto ytodo en el periódico, y con el sobrenombremuy destacado en el titular, como si fuese undelincuente. Lo estoy viendo. (Hace el gestode escribir un gran titular en el aire.) «Captu-rado el peligroso subversivo Arturo Piñeiro,alias Caronte.»

SIGRÁS

(Que parece oír bien cuando quiere, consorna.) No estaba mal como propaganda.

CARONTE

Ya me gustaría en mis tiempos de bo-xeador. No conseguí salir ni en las páginasde Sucesos.

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SIGRÁS

Tuviste suerte. Hay quien no sale ni enlas esquelas.

CARONTE

Mejor. ¡A la muerte, ni un duro! Por mípueden cerrar los obituarios y las pompasfúnebres. Yo ya le dije a Lucía que ni uncéntimo, a la muerte nada de propina.

SIGRÁS

(Preocupado, echando otro trago.) En-tonces..., entonces este vaso lo apunto entu cuenta.

CARONTE

Sí, aprovecha ahora. (Se queda pensativoy observa a Sigrás mientras bebe.) Tú, tú erasMorfeo.

SIGRÁS

(Pone la mano a modo de pantalla.)¿Qué?

CARONTE

(Observando a Sigrás.) Eso. Te llama-bas...

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SIGRÁS

(Irritado, levanta los brazos en un gestode que ya es suficiente.) ¡Ya sé, ya sé! No hacefalta que lo repitas tantas veces.

Caronte ríe para sí, está hilvanando re-cuerdos. De repente se pone serio. Mira haciaun lugar indefinido, con inquietud y tristeza,como si sintiera caer el peso de las sombras a lamanera de un fardo humano.

CARONTE

Por aquel entonces yo intenté borrarlotodo de mi memoria. Juré que nunca seríaun judas. Que me colgaría de la higuera an-tes y no después de una traición. Y muchashostias me llevé por ti, Sigrás. Preguntabanpor Morfeo y yo no me acordaba. Y ellos,¡zas, zas! Pero yo no me acordaba de quiéncarajo era Morfeo. Y preguntaban por Judit.Y ¡zas, zas! Y por Lanzarote. Por ése muchopreguntaron, carajo. Mucho, mucho. ¡Cara-jo si preguntaron! Pero yo no me acordabade nada. Nada. ¿Lanzarote? ¡Yo qué sé!

Vuelve Lucía de la cocina.

LUCÍA

Ahora dejadme un rato a solas. Voy aintentar que esa mujer coma algo. Les tiene

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miedo a los hombres, por algo será. Haymuchos de la estirpe del demonio. Un díaprobó mis erizos. Sí, le gustan los erizos. Nome extraña. Son como puñetazos de mar.Se suben a la cabeza como el mejor licor.Son sabrosos como los pecados. Las fresastambién. Sí. Así. Muy bien. Las fresas. ¡Eh,eh, espera!...

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Trabajo
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