006 Comercio Espinoso - ABC - Sito istituzionale · Las posibilidades plásticas de tales especies,...
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comercio•espiniso•coceitecomercio espinoso
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En un elegante rumbo de la Ciudad de Méxicoestán por concluir los trabajos de acondicionamiento
de la nueva residencia familiar. Sus futuros habitantes hanpensado en todos los detalles para garantizar comodidad,
aprovechamiento del espacio y armonía visual. Uno de los grandes debates se centra en las carac-
terísticas que debe tener su amplio jardín. Buscando los servicios especializados de una compañía
dedicada al diseño de esos ámbitos, quedan intrigados cuando el representante les ofrece una
alternativa “moderna, muy de moda en todo el mundo y originaria de México”. En la primera
entrevista que llevan a cabo saben que se trata de un jardín con plantas cactáceas. Por los pros-
pectos impresos pueden ver la notable cantidad de composiciones que se llevan a cabo con ellas
y ejemplos reales de amplios jardines ubicados en grandes casas de Beverly Hills, Tokio y Tucson.
Las posibilidades plásticas de tales especies, junto con la relativa facilidad de su cultivo y cuidado
los hicieron decidirse finalmente por esta opción. Durante los días que siguieron pudieron apreciar cómo cobraba forma un patrón
atractivo a la vista, con formas angulosas y cilíndricas en sutiles tonalidades de verde y coloridos brotes florales, dispuestas por un
equipo de jardineros especializado en composición del paisaje doméstico.
Una vez concluidos los trabajos, el jardín de cactáceas se convirtió en un espacio mucho más sorprendente que la propia
arquitectura de la casa o los elementos de su decoración interior, una curiosa fusión de tradiciones locales muy antiguas, con una
estética posmoderna que las reinterpreta en el contexto de la vida actual. Quienes hoy día se especializan en el montaje de esos
jardines saben que la forma y peculiares características de esas plantas originarias de América (crecen desde Canadá hasta la región
de la Patagonia, en Chile) son resultado de un largo proceso evolutivo que se remonta 80 millones de años atrás. Saben también que
la mayor variedad de éstas corresponde a México.
comercio espinoso: las cactáceas de ornato
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rasgos de identidadEl nombre genérico que se les da procede de una de sus carac-
terísticas más sobresalientes y les fue asignado por el omnipre-
sente Linneo. La palabra griega kaktos significa cardo u hoja
espinosa y, en general, se llama cactos o cactáceas a todas las
plantas que presentan espinas. Esta noción generalizada no es
del todo precisa, pues sabemos que algunas, como los agaves,
cuentan con tales estructuras, pero pertenecen a una familia
diferente: las agaváceas. Los biólogos toman en consideración
otras características más para la definición de la familia; entre
ellas, el rasgo distintivo es la presencia de areolas, estructuras
con la textura y la apariencia del algodón dispuestas en el cuer-
po de la planta, de donde surgen otras partes importantes como
espinas, fibras lanosas, flores y frutos. Al tener la capacidad de
producir cualquiera de estos tejidos, la areola se convierte en
uno de los elementos que más sorprenden a los biólogos.
Algunas cactáceas alcanzan la notable edad de
150 años; el periodo de madurez cambia de una especie a
ferocactus sp. (arriba) y echinocactus grosonii (abajo)
la mammillaria sempervivi, florece en marzo
la mammillaria geminispina es nativa de méxico
otra, siempre en función de su tiempo de vida. Como habitan-
tes de regiones desérticas han desarrollado varios elementos
adaptativos. El más relevante de todos es su tejido de alma-
cenamiento, llamado parénquima. Éste les permite conservar
agua y diversos nutrimentos en el tallo y las raíces para
sobrevivir en tiempos de sequía, lo que las caracteriza como
plantas suculentas. En ese mismo sentido, la casi completa
eliminación de las hojas disminuye el contacto de éstas con el
medio ambiente y, de ese modo, evita la deshidratación.
Sus formas son muy variadas, pueden crecer como
verdaderos árboles –como en el caso del llamado “candela-
bro”–, tener las características de arbustos, como las nopa-
leras, o presentarse como cactos pequeños. Tienden a crecer
solas y aisladas, pero otras forman colonias; el sentido de su
desarrollo es uno de los rasgos más atractivos para la moderna
jardinería: algunos cactos crecen en forma perpendicular al
suelo, otros lo hacen al ras y sus tallos parecen serpentear.
Es en ellos donde se concentra el proceso de fotosíntesis; en
ocasiones son planos, en forma de raqueta, como ocurre en el
caso del nopal; a veces cobran una clara proporción cilíndrica
con vértices o costillas en un número variable (rectas, en espi-
ral o sinuosas); pueden ser muy anchos, como el tronco de un
pino, o muy delgados, como el diámetro de un lápiz. Tales va-
riaciones en la forma explican las grandes diferencias en peso
–algunas especies alcanzan apenas algunos gramos y otras
llegan a pesar hasta 25 toneladas– y tamaño: los candelabros
gigantes miden hasta 20 metros y hay cactos miniatura que
no rebasan los 10 centímetros.
Los biólogos consideran que, evolutivamente, las
espinas de estas especies son hojas modificadas. Aunque en
los jardines pueden verse sólo como punzante ornamento o
advertencia para las traviesas mascotas, en el medio natural
cumplen varias funciones biológicas determinadas: evitan
que los animales silvestres devoren las plantas, reflejan los
rayos solares, producen una sombra que reduce la pérdida
de agua y condensan la humedad del ambiente dirigiéndola
hacia las raíces. En ocasiones, cuando se adhieren a la piel de al-
gún animal que se aproxima, promueven la dispersión de los
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nopal, ligado a la fundación legendaria de México-Tenochti-
tlan. Además de su contenido simbólico, su uso en el emblema
del México contemporáneo tiene un interesante valor gráfico;
la nopalera desempeña una destacada función compositiva al
crear un conjunto rítmico y armónico con el águila de alas
abiertas. El color rojo de las tunas es uno de los elementos más
vitales del cuadro.
En una segunda fase de la época colonial prospe-
raron las descripciones y los estudios de las plantas que se
hallaban en el territorio. El interés específico que despertaron
las cactáceas motivó que desde el siglo XVII varios naturalistas
–formales y aficionados– exploraran los confines de la Nueva
España con el propósito de llevar cactáceas a Europa, y éstas tallos que se llevan pegados y, con ésta, la propagación de la
especie. Ello se explica porque los segmentos que se separan
de la planta tienen la capacidad de enraizar y generar nuevos
individuos.
Por otra parte, la variedad de espinas que presentan
se suma a sus fines ornamentales: algunas son púas simples
y agudas, otras son triangulares con base ancha, también las
hay gruesas y delgadas. Se disponen en varias direcciones
distintas, pueden configurar un ángulo recto con respecto al
tallo, crecen a los lados, trazan una línea curva, en forma de
peine o en canal. Ocasionalmente son muy finas, como las mi-
limétricas espinas de las tunas –llamadas ahuates–, o gruesas,
como las de las nopaleras. Algunas muy numerosas y delgadas
dan la impresión de ser ligero cabello: el cacto que las presen-
ta recibe el curioso nombre de “viejito”. A esa multiplicidad de
rasgos se agregan las diferencias de color, pues hay espinas
rojas, doradas, negras y blancas.
Como plantas fanerógamas, las cactáceas también
producen flores muy diversas cuya medida va entre medio
centímetro y casi medio metro. Algunas son nocturnas
(abren sólo de noche) y siempre presentan color blanco con
ligeros toques de amarillo y rojo. Las flores diurnas siguen
una paleta más contrastante y atractiva: son verdes, púrpu-
ra, anaranjadas y amarillas. Por lo común crece una por areo-
la, pero no se trata de un rasgo generalizado, hay casos en
que se presentan hasta diez inflorescencias en cada una. Al
igual que con las otras estructuras de la planta, las distingue
la multiplicidad de formas que pueden adquirir: simétricas,
cilíndricas o hasta parecidas a una olla; las más comunes,
sin embargo, recuerdan a una campanilla. Aparte de sus usos
alimenticios, los frutos que dan las cactáceas se suman a
su compleja estructura visual. Entre ellos cabe citar tunas,
xoconostles, garambullos y pitayas. Resulta sorprendente
ver, en los bordes de una nopalera verde, el profundo color
granate de las tunas maduras.
La ubicación geográfica de México en América, su
relieve y las características del suelo han favorecido notable-
mente la diversificación de esta familia vegetal y produjeron
zonas de una gran riqueza biológica, como las desérticas y
semidesérticas del norte. Todos los géneros destacados de
cactáceas están presentes en México con un total de 684
especies conocidas por la ciencia. Entre ellas hay varias en-
démicas, es decir, que sólo crecen aquí. Un ejemplo notable
es el género Echinocereus: integrado por 45 especies, abarca
33 únicas del país.
Aparte de sus usos alimenticios, medicinales y ar-
tesanales, la inagotable riqueza visual que destaca en el
paisaje natural donde crecen las cactáceas hizo que, desde
tiempos muy remotos, fueran especialmente apreciadas
por su aspecto decorativo. La moda actual de los jardines
especializados es sólo la expresión contemporánea de una
tradición antigua.
en la historiaLos hallazgos arqueológicos ponen en evidencia que varios
pueblos mesoamericanos, como los mexicas, los zapotecas y
los mixtecos, ya tenían un claro interés por las cactáceas como
plantas ornamentales. Las había en las colecciones de los jar-
dines prehispánicos que exigían, en ocasiones, traerlas desde
regiones muy lejanas. En el Cerro del Risco, Estado de México,
donde se situaban los jardines del rey Nezahualcóyotl, se ha-
lló un ejemplar del cacto denominado comúnmente “manca
caballo”, cuyas poblaciones naturales se ubican muchos kiló-
metros al norte del actual territorio de la República Mexicana.
En diferentes códices, frisos y relieves es posible comprobar,
asimismo, que las cactáceas formaban parte del paisaje coti-
diano de las culturas mencionadas.
Estas plantas fueron conocidas por primera vez en
Europa cuando Cristóbal Colón las llevó a España desde las
An-tillas y las presentó ante los Reyes Católicos, junto con
otras muestras representativas de grupos humanos, animales
y plantas del territorio donde habían encallado sus embar-
caciones. A los conquistadores españoles les sorprendió ir
descubriendo una amplia familia biológica que para ellos era
nueva por completo. En la primera etapa del gobierno colonial
no hubo algún estudio significativo dedicado a ellas, pues los
españoles que vivieron en México eran militares y meros bus-
cadores de fortuna. Por otra parte, las cactáceas comenzaron
a tener importancia comercial en pequeña escala gracias a la
atención que pusieron en ellas los marineros y enviados de
la Corona. Se sabe, por ejemplo, que en el siglo XVI un farma-
céutico de Londres adquirió varios ejemplares vivos del cacto
cabeza de turco, para la elaboración de un remedio, que le
vendieron marineros ingleses.
En 1535, Gonzalo Hernández de Oviedo publicó el
primer volumen de su Historia de las Indias Occidentales; en
ella destaca la representación plástica de ejemplares de nopal
y un cacto. Como gobernador de Santo Domingo, reunió varias
plantas vivas en su jardín para observarlas e incluir datos en su
manuscrito. Muchas cactáceas figuran, asimismo, en los códi-
ces Badiano, Mendocino y Florentino. Entre ellas sobresale el
laboriosa transportación de un saguaro, ca. 1920 una gran diversidad de cactáceas decora los jardines exóticos de montecarlo, 1934
cacto gigante enviado como regalo de méxico a los jardines de kew, reino unido, en 1846
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nes son el intercambio que llevan a cabo los coleccionistas o
la compra por catálogo. La propagación por vástagos consiste
en el desprendimiento de brotes que se dejan secar y después
se plantan en un medio igual al empleado para las semillas
germinadas. Las nuevas plantas crecen muy rápido, pero esta
modalidad elimina la posibilidad de hacer cruzas y recombi-
naciones genéticas. La propagación por esquejes consiste en
la preparación de trozos de la planta madre para plantarlos
después, práctica que en la cultura popular mexicana se de-
nomina “plantar un piecito”. Por último, la propagación por in-
jerto reúne porciones de dos plantas diferentes para impulsar
el desarrollo de las que tienen problemas para sobrevivir en el
suelo y se convierte así en una técnica especialmente aprecia-
da por los conservacionistas.
pronto fueron cultivadas e introducidas en la cuenca del Mar
Mediterráneo. Este afán fue cobrando mayor interés en los
dos siglos posteriores; ya en el XIX distintos gobiernos euro-
peos y sociedades científicas financiaban expediciones cuyo
propósito era la recolección de plantas vivas y de herbario.
Cuando llegaban a Europa se integraban a jardines públicos
y particulares o ingresaban a viveros donde se estudiaba la
posibilidad de su cultivo.
Entre quienes desarrollaron esas tareas destacan las
figuras del barón Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland,
que realizaron su legendaria expedición por América entre
1799 y 1805. La gran cantidad de plantas que enviaron a
Europa (entre ellas muchas cactáceas) hizo que el emperador
Napoleón les otorgara una pensión y que muchas sociedades
científicas del continente pusieran mayor atención en éstas.
Otras figuras menos célebres también llevaron a cabo esfuer-
zos significativos. Originario de Baviera, el naturalista Wilhelm
Friedrich Karwinsky permaneció en México de 1826 a 1831. En
ese lapso recolectó ejemplares de cactáceas y agaváceas; en
una segunda expedición (una década más tarde) contó con el
apoyo del jardín botánico de San Petersburgo. Un horticultor
ilustraciones botánicas de los siglos xvii y xviii
la propagación por semillas es una forma de cultivo
polinización manual de un echinocereus viereckii
el cultivo de cactáceas en viveros garantiza la supervivencia de especies raras
francés lo premió con mil francos por presentar una planta
conocida en México como “pata de venado” (Ariocarpus kots-
choubeyanus). También fue destacado el trabajo de los bo-
tánicos belgas Michel Scheidweiler y Henri Galeotti, quienes
establecieron en su país la existencia del género Ariocarpus.
Las cactáceas cobraron realce en todo el mundo. En
ese mismo periodo se importaban y vendían ejemplares vivos
en ciudades europeas como Versalles, Leipzig, Magdeburgo
y Bruselas. La tradición se mantuvo viva en el siglo XX y en
las primeras décadas de éste ya existían jardines botánicos y
coleccionistas particulares de cactos en Europa y Estados Uni-
dos. Como parte del mismo proceso, el conocimiento de esas
plantas era cada vez más especializado gracias al intercambio
de datos y experiencias que, en ocasiones, motivó incluso la
producción de materiales impresos en el ámbito académico.
En México la reacción fue tardía pero significativa: en 1934 se
expidieron las primeras leyes de protección a estas plantas y
en la década de 1950 surgió la Sociedad Mexicana de Cacto-
logía por iniciativa de Helia Bravo-Hollis (1901-2001), una de
las grandes autoridades internacionales en el tema.
el cultivoEn la segunda mitad del siglo XX los cactos comenzaron a
tener demanda en Europa, Japón y Estados Unidos, sobre todo
para fines ornamentales. En un sentido negativo, ello propició
el tráfico inmoderado de ejemplares naturales que, como ve-
remos después, puso en riesgo la estabilidad y supervivencia
de la especie. En un sentido positivo, impulsó el cultivo or-
ganizado de las diferentes variedades en algunos países del
extranjero. Muchos de sus hallazgos fueron aprovechados por
algunos campesinos mexicanos que empezaron a cultivar cac-
táceas junto con otras plantas suculentas que se desarrollan
en forma silvestre.
Hoy día existen distintas formas y modalidades de
cultivo. La primera de ellas es la propagación por semillas; és-
tas se obtienen de los frutos que se recolectan en el campo, y
se consiguen con las cruzas realizadas en viveros; otras opcio-
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Otro uso relevante, como expresión mayor de la jardi-
nería, es el llamado landscaping, vocablo inglés que podríamos
traducir como “diseño de paisaje”. Las compañías que se dedican
a éste utilizan plantas procedentes de invernaderos y jardines
botánicos para crear diseños atractivos que implican toda una
decoración exterior, en la que se involucran elementos como
piedras de diferente color, barriles, piezas de mobiliario rústico
o cursos artificiales de agua. La sofisticación que alcanza el
mercado se revela en el hecho de que, al término de su tarea,
los diseñadores de estos paisajes entregan a sus clientes un
catálogo digital de las especies empleadas en el jardín, inclu-
yendo sus datos e imágenes. Ofrecen, además, planes conti-
nuos de mantenimiento y cuidado del ámbito que crearon. Las
diversas posibilidades abiertas por estas empresas se ponen de
manifiesto en ferias especializadas de flores y plantas. Otros
empleos de las cactáceas son la medicina tradicional, la ela-
boración de alimentos y bebidas, la construcción de muebles
con las maderas de saguaros y chollas, y una infinidad de pro-
ductos elaborados con nopal.
Varios pueblos mesoamericanos
ya tenían un claro intéres por las cactáceas
como plantas ornamentales.
diversidad de cactáceas en el jardín majorelle de marruecos
jardín de echinocactus grusonii en lanzarote, españa
Para crecer bien, las cactáceas requieren mucha luz, factor im-
portante en los invernaderos. Como plantas ornamentales en
las casas, se les ha de mantener en espacios abiertos dotados
de una intensa iluminación, por eso es más frecuente verlas
crecer en jardines que en interiores. Soportan un rango amplio
de temperatura –entre 10 y 45ºC– aunque se ha comprobado
que el frío estimula la floración. Los requerimientos de riego
varían en función de las condiciones del entorno, pero general-
mente en los meses calurosos lo exigen cada 10 a 15 días y, en
el invierno, cada 30. Los suelos desérticos y semidesérticos son
ricos en nutrimentos, por esa razón, el cultivo exige el empleo
de fertilizantes abundantes en potasio y calcio, pero bajos en
nitrógeno. Un aspecto adicional es el control de plagas y enfer-
medades; las que atacan a las cactáceas con mayor frecuencia
son hongos, bacterias y diferentes variedades de cochinilla.
La combinación de estos conocimientos domina la
tarea de las empresas que hoy día se dedican a la producción
industrial de cactáceas con fines ornamentales. Varias trabajan
en Europa, Asia y Estados Unidos, con elevados estándares de
calidad. Todas las condiciones se controlan para producir nu-
merosos ejemplares de especies variadas, con aspecto impeca-
ble, sin irregularidades ni lesiones. Tal actividad tiene en mente
a los coleccionistas de plantas, pues es patente el desarrollo de
un segmento de éstos orientado específicamente a las sucu-
lentas. Se habla incluso de una verdadera obsesión (cactofilia)
por reunir todas las especies pertenecientes a algún género;
quienes la padecen están dispuestos a pagar importantes can-
tidades con tal de conseguirlas.
(páginas siguientes)los grandes productores de cactáceas cultivan una
enorme diversidad de especies
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UN RECURSO CIENTÍFICO CONTRA EL TRÁFICO ILEGALrolando t. bárcenas
Las cactáceas desempeñan un papel relevante en los planes de
conservación, manejo y protección de los recursos naturales
de nuestro país. La ausencia de un esquema de certificación de
ejemplares producidos artificialmente (in vitro o en invernade-
ro), así como la gran demanda de especies colectadas de ma-
nera furtiva de sus hábitats naturales han creado condiciones
injustas de competencia para los productores legalmente esta-
blecidos, además de poner en riesgo a las poblaciones naturales
por medio del saqueo de poblaciones y el robo a la nación.
Con el fin solventar esta deficiencia, la Iniciativa Darwin
del gobierno del Reino Unido apoyó el proyecto piloto bina-
cional Certificación de Cactáceas Mexicanas Amenazadas de
Zonas Áridas, creado por la Universidad Autónoma de Queré-
taro y la Universidad de Reading. Su propósito es desarrollar
un esquema de certificación molecular para determinar la
procedencia de los ejemplares de cactáceas en el comercio, las
exportaciones e importaciones, las colecciones o los decomi-
sos, además de ayudar a la conservación y el uso sustentable
de las especies mexicanas. Se encuentra en estricto apego a los
objetivos de la Comisión sobre la Diversidad Biológica, la Con-
vención sobre Comercio Internacional de Especies Amenaza-
das de Fauna y Flora Silvestres (CITES) y la legislación nacional
en materia de recursos naturales y conservación.
Este mecanismo de certificación –basado en el análisis
de las huellas moleculares de los microsatélites de las cactá-
ceas– resultará de gran utilidad en los casos que requieran la
identificación certera de los ejemplares, pues a diferencia de
otros proyectos (como la inclusión de microchips en las plan-
tas o las inspecciones visuales de los ejemplares) el material
genético no puede extraerse o “borrarse” de los individuos, ni
tampoco falsificarse.
En el caso de México este proyecto cobra especial rele-
vancia, pues el país alberga la mayor cantidad de especies de
cactáceas en el mundo y cerca de 78% de ellas son endémicas.
La certificación podrá impulsar la incipiente industria de la pro-
ducción de cactáceas, al asegurar al productor, comercializador
y consumidor final la legalidad del producto –con genotipos
registrados y denominación de origen– que se comercializa
y se adquiere. A la vez, el almacenamiento de los cientos de
ejemplares decomisados dejaría de ser un dolor de cabeza para
las autoridades mexicanas. Otro beneficio no menos importante
será la reintroducción de las plantas a sus hábitats naturales, al
comparar las huellas moleculares de los ejemplares decomi-
sados contra una base de datos de individuos y poblaciones
conocidas.
Por todo lo anterior, nuestra nación se encuentra ante la
oportunidad histórica de conservar las cactáceas y de crear
los mecanismos necesarios para asegurar que generaciones
futuras disfruten por siempre de ellas.
vivero del museo del desierto en saltillo, coahuila
la mammillaria compressa
la mammillaria matudae en plena floración
venta ilegal de cactos a la orilla de la carretera
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“El peyote conduce al yo a sus fuentes verdaderas. Al salir de un
estado de visión semejante no es posible confundir la mentira
con la verdad. Podemos ver de dónde venimos y quiénes somos, y
no quedan dudas de lo que existe.” Con estas palabras el célebre
poeta francés Antonin Artaud describió su experiencia con el uso
del peyote, vivida en el curso de una estancia con los rarámuris
en la década de 1930. Esta planta, denominada científicamente
Lophophora williamsii, es una cactácea que se ha convertido en
emblema de las especies alucinógenas usadas por las culturas
indígenas de América.
El continente americano es el espacio donde se ha registra-
do la mayor diversidad de plantas con principios psicoactivos,
presentes en más de cien especies. Éstas contienen sustancias
químicas conocidas como alcaloides, capaces de promover esta-
dos alterados de conciencia manifiestos en extrañas percepciones
sensoriales. Por eso muchas culturas vernáculas las han consi-
derado portadoras de mensajes divinos o vehículos de sabiduría
cósmica. El peyote es pequeño y sin espinas. Su parte superior que
sobresale del suelo se conoce como corona y está compuesta por
botones en forma de disco que se cortan y secan. Luego se mas-
EL PEYOTE: OJOS QUE SE MARAVILLANrafael muñoz
tican o se hierven en agua para elaborar una infusión que ha de
beberse. Cuando los españoles lo conocieron, en el siglo XVI, fray
Bernardino de Sahagún calculó que los chichimecas y los toltecas
le habían dado usos ceremoniales durante dos milenios. En 1617,
la Santa Inquisición prohibió su uso, medida que se hizo aún más
rígida en el siglo XVIII. Pero los indígenas lo siguieron empleando
en localidades remotas del país hasta entrado el siglo XX. Con el
auge de los estupefacientes y las agresivas campañas empren-
didas contra éstos, los miembros de varias etnias que acostum-
braban consumir el peyote fueron encausados por el delito de
narcotráfico hasta que, en 1997, solicitaron la despenalización del
uso de plantas y animales con empleos rituales.
Aparte de ese vertiente, el peyote ha tenido otras aplicaciones.
Por siglos los huicholes lo emplearon para acelerar la cicatrización
e impedir las infecciones de las heridas. Con él se tratan casos de
influenza, artritis, diabetes, trastornos gástricos y envenenamiento
por mordedura o piquete de animales. En dosis pequeñas los ra-
rámuris lo usan para combatir el hambre y la fatiga cuando salen
de cacería. La medicina convencional estudia su empleo como
inductor del vómito y estimulante cardiaco.
El principio psicoactivo. El interés internacional despertado por
la planta y sus efectos propició varias investigaciones científicas.
En 1896, el farmacólogo alemán Arthur Heffter aisló el principal
de sus compuestos alucinógenos, que llamó mescalina. Con los
progresos en el conocimiento de la química cerebral hoy sabe-
mos que emula a la norepinefrina, un importante neurotransmisor.
Los estudios más recientes han podido distinguir la presencia de
60 alcaloides más en la planta cuya acción conjunta provoca em-
briaguez, visiones de luces y colores, sensación de estar flotando
y pérdida de la noción del tiempo. No es raro, entonces, que se le
haya considerado la expresión de un poder sobrenatural y que en
la Colonia los religiosos hayan descrito a sus usuarios como “pre-
sas de visiones demoníacas”. Estas mismas propiedades llamaron
la atención de la cultura europea del siglo XX, no sólo en los casos
de Artaud y Henri Michaux, sino del escritor inglés Aldous Huxley
cuyo volumen Las puertas de la percepción recuenta sus experien-
cias con la mescalina y considera que “magnifica la realidad”. En la
cultura hippie el peyote se puso de moda a fines de los sesenta e
inicios de los setenta y estuvo irremediablemente vinculado a la
psicodelia de esos tiempos.
Una especie en riesgo. Desde hace siglos el uso del peyote se
extendió a los grupos indígenas del sur de Estados Unidos como
los kiowa y los comanches, que desarrollaron un culto en torno a
él para soportar el sometimiento de los colonos europeos; éste se
cristalizó en la llamada Iglesia Nativa de Estados Unidos, que lo
emplea para el tratamiento del alcoholismo y otros “males socia-
les”. Desde hace un siglo los peyoteros de ese ritual recolectan la
planta en el sur de Texas. Para ello requieren una licencia especial
de la Agencia Antinarcóticos (DEA, por sus siglas en inglés) obte-
nida mediante el pago de cuotas anuales. La docena de ellos que
están activos en la zona recupera 200 mil botones al año, lo que ha
provocado una fuerte presión sobre la especie que amenaza con
extinguirla en la zona. Hoy día se realizan gestiones para promover
la importación de botones secos de México, donde todavía no se
encuentra en riesgo. Un factor que se suma a este problema es
que el peyote tiene crecimiento muy lento y tarda hasta 30 años
en alcanzar su floración. Aunque su cultivo no está permitido, las
experiencias realizadas revelan que, en forma artificial, este lapso
se reduce a entre seis y 10 años, periodo que aún parece demasia-
do largo para cubrir la demanda del “cacto divino”.
entre los huicholes el peyote es medicina para cuerpo y alma, y fuente de inspiración artesanal
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EL MERCADO Y LA PASIÓN COLECCIONISTAandrea cattabriga
Fisonomía de un mercado mundial. La reproducción in vitro
de las cactáceas es el núcleo de un mercado global en ascenso:
cada año se producen cientos de miles de ejemplares. La oferta se
circunscribe a los cactos que se reproducen, cultivan y mantienen
con mayor facilidad, pues la logística de su comercialización es
más sencilla. Sólo alrededor de 500 especies y variedades cultiva-
das –la mayoría originarias de México– son significativas para el
comercio internacional.
Los principales proveedores europeos son Italia, España y
los Países Bajos; Estados Unidos, Sudáfrica y China empiezan
a despuntar como productores importantes. La introducción de
estas plantas en el mercado es posible gracias a que esas naciones
observan rigurosas normas de calidad, logran abatir los costos de
producción y extreman el cuidado de la gestión de la red comercial,
que abarca desde la siembra de semillas hasta la presentación final
de la planta para su venta. Por ello, es un hecho lamentable que
México y otros países de América Latina y del norte de África estén
excluidos del negocio de la producción industrial de suculentas y,
en cambio, sólo sean objeto de interés como fuente de ejemplares
recolectados in situ.
Se estima que en los últimos 40 años se ha incrementado,
entre 5 y 10%, el interés del mercado europeo en las plantas sucu-
lentas. En este escenario, Italia es el principal proveedor, seguido
por los Países Bajos. Alemania e Inglaterra dominan el mercado de
plantas raras y exportan 60 y 80% de sus respectivas producciones
a países de la Unión Europea. España es caso aparte: en las Islas
Canarias y las Baleares se produce la mayor cantidad de cactáceas
de gran tamaño, aunque su gran potencial no se ha aprovechado
del todo. Asimismo, entre los consumidores históricos, se ha redu-
cido la demanda en Alemania y se ha incrementado la de países
con economías emergentes como la ex Unión Soviética y otras
naciones del Este europeo. El mercado asiático, por su parte, posee
un formidable potencial productivo, pero su producción es escasa
y se limita a unas cuantas variedades.
Hoy día, como consecuencia de la gran demanda de cactá-
ceas, proliferan pequeños productores improvisados que saturan
el mercado con productos de mala calidad y bajos precios. En la
región italiana de Liguria, por ejemplo, pequeños productores se
han dedicado a cultivar suculentas como respuesta a la crisis que
vive el comercio de flores cortadas, sin poseer los conocimientos ni
la capacidad necesarios.
Las restricciones al comercio de cactáceas recolectadas in situ
han estimulado la producción de plantas raras en invernaderos.
Esto ha permitido revertir una peligrosa tendencia en el mercado
que estaba causando daños irreparables a la diversidad biológica
de extensas regiones tropicales; un claro ejemplo lo representa Es-
tados Unidos, cuya demanda de ejemplares importados de México
pasó de un millón y medio en 1977 a sólo 500 en 1995. Es por ello
que la comisión científica de la Convención sobre Comercio In-
ternacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres
(CITES) dictaminó que algunas especies pueden pasar del Apéndice
I al II, es decir, de especies en peligro de extinción a especies ame-
nazadas.
Ahora bien, por un lado, la observancia a estas normas
restrictivas ha obtenido resultados positivos, pero, por otro, ha
limitado el desarrollo del mercado internacional (especializado
y no especializado) de suculentas. Con frecuencia las entidades
que deben aplicar la CITES no tienen las facultades necesarias para
inspeccionar las importaciones de plantas, principalmente por no
disponer del personal capacitado para reconocer las especies suje-
tas a restricciones. Además, las instancias de comercio exterior de
los países exportadores no han adecuado sus sistemas y muchas
veces presentan información incompleta o errónea, lo que ha pro-
vocado que muchos productores desistan en su afán exportador.
venta de cactáceas en miniatura, amsterdam
preparando una entrega, vivero en arma di taggia, italia
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Fisonomía de una pasión. Algunas especies de cactáceas presen-
tan características particulares en sus cultivos y es imposible su
reproducción a gran escala; para obtener ejemplares se emplean
métodos artesanales de propagación, lo que resulta en una pro-
ducción muy limitada. Por estas circunstancias su precio es eleva-
do y la comercialización se realiza en viveros especializados que se
localizan en los puntos de mayor demanda. Como consecuencia,
por tratarse de especies excepcionales se ha desarrollado un pe-
queño e importante nicho: el de los coleccionistas. En países como
Alemania, Reino Unido, Estados Unidos, Bélgica y Japón existe una
gran tradición del consumo de estas plantas; en otros, como Italia,
la República Checa, las naciones de la ex Unión Soviética, Corea y
China la demanda va en aumento.
En materia de especies de cactáceas escasas, México repre-
senta una verdadera mina de oro. En el mercado de coleccionistas
la rareza de un planta va acorde con su disponibilidad: algunas es-
pecies raras en la naturaleza son frecuentes en el mercado, como
la Mammillaria plumosa, que se propaga con facilidad, incluso
con semillas. Por el contrario, algunas comunes en la naturaleza
son inusuales en el mercado, como la Backebergia militaris, cacto
cereiforme originario de Guerrero y Michoacán que no se adapta
fuera de su entorno.
Otras cactáceas –por ejemplo, las del género Ariocarpus,
como A. fissuratus de la Sierra de Paila, en Coahuila– presentan
complejidades en su cultivo y propagación: en los invernaderos
les puede tomar hasta 20 años llegar a medir 10 centímetros de
diámetro y florecer. Lo mismo puede decirse de Pelecyphora ase-
lliformis y Encephalocarpus strobiliformis, dos pequeños cactos
originarios de Nuevo León, que en el mismo lapso alcanzan apenas
los cinco centímetros.
Desafortunadamente la condición de “raro” para un cacto sig-
nifica amenaza segura. Las especies mencionadas son muy cono-
cidas porque despiertan un enorme interés entre los coleccionistas,
quienes han promovido su cosecha ilegal y la consecuente desapa-
rición de algunas de las poblaciones naturales. Ante esta situación
de peligro se encuentran inscritas en la Apéndice I de la CITES.
Desde la promulgación de leyes más severas contra la colecta
furtiva de especies raras, el mercado de estas cactáceas ha cambia-
do considerablemente. De ser una actividad que, hasta la década
de 1980, hacían por encargo algunos comerciantes de Europa, Ja-
pón y Estados Unidos, se transformó en una extirpación quirúrgica
de cactáceas realizada por extranjeros conocedores del mercado
de cactáceas raras. Buscan situar en el mercado pocos ejemplares
para obtener elevadas ganancias y los ofrecen a una selecta clien-
tela de coleccionistas que, por otra parte, está consciente de que
financia una actividad que daña irreparablemente la naturaleza.
Aun cuando existe una oferta abundante de plantas de vive-
ro, el mercado de coleccionistas se comporta con cierta dualidad;
algunos se contentan con un ejemplar de Aztekium ritteri de in-
vernadero que puede costar entre 15 y 30 dólares, pero otros –por
fortuna los menos– están dispuestos a pagar desde 200 hasta mil
dólares o más por un ejemplar de la misma especie recolectado in
situ, porque lo valoran como una pieza original, para nada compa-
rable con una “copia pirata” de invernadero.
México es lugar de origen de la mayoría de las especies cono-
cidas de cactos y de muchas otras más que aún esperan ser des-
critas por los botánicos. Sin embargo, y aunque parezca absurdo,
no se considera a las cactáceas como parte de la riqueza nacional.
Esta situación es resultado de las leyes implacables que gobiernan
el comercio, y de que en México no existe una infraestructura de
producción y distribución capaz de competir en el mercado inter-
nacional con las empresas europeas, asiáticas y estadounidenses
que controlan el mercado de coleccionistas.
este ejemplar de aztekium ritteri tiene 20 años de edad
la astrophytum ornatum en floración
injerto de cactos de vivos colores en otra especie
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En el año 2000 fueron
decomisados en los Países Bajos 900 cactos
vivos que provenían de México.
las plantas se seleccionan por tamaño para su posterior comercialización
peligroso mercadoAparte de esos esfuerzos ordenados de cultivo industrial, la
gran popularidad de los cactos ha propiciado la cosecha ex-
cesiva de las poblaciones naturales en zonas clave de México,
por ejemplo, el Desierto de Chihuahua, donde se encuentra
casi una cuarta parte de todas las especies de cactos conoci-
dos por la ciencia, en una vasta región que abarca partes de
los estados de Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas,
Durango, Zacatecas y San Luis Potosí. La presión ejercida en
esta zona es, en parte, consecuencia de la gran demanda que
hay en las ciudades del suroeste de Estados Unidos, donde no
sólo se aprovecha su atractivo visual para el paisajismo, sino
que se considera su importancia para la conservación del agua.
En un caso característico, el Desierto de Mojave es la principal
fuente de plantas nativas tolerantes a la sequía usadas en el
paisajismo residencial de Las Vegas, Nevada.
De 1998 a 2001 en el Desierto de Chihuahua se
cosecharon casi 100 mil plantas suculentas naturales que se
vendieron por tres millones de dólares en Estados Unidos. En
su mayoría éstas procedían del sur de Texas o eran importa-
das ilegalmente de México para comercializarse en Phoenix y
Tucson. El tráfico resultaba difícil de comprender tomando en
cuenta que Estados Unidos figura entre los principales produc-
tores de cactos del mundo con tres mercados bien definidos:
viveros, supermercados y coleccionistas.
Gracias a las regulaciones legales vigentes en ese
país, el comercio de cactáceas tuvo un cambio favorable: dejó
de depender exclusivamente de las especies silvestres poco
comunes y se orientó a los cultivos en invernaderos. Un signo
positivo fue que alrededor de 80% de todas las exportaciones
de cactos de Estados Unidos consistió en plantas cultivadas.
Como consecuencia, las importaciones ilegales de plantas
procedentes de México fueron en descenso: de 73 mil cactos
vivos en 1985, la cifra bajó a 500 una década después.
Aunque el mercado estadounidense registró esa ex-
pansión positiva, en una línea paralela prosperó el comercio
ilegal dentro de su propio territorio. En la década de 1980 y
1990, por ejemplo, en el estado de California se recolectaron
42 mil ejemplares silvestres del llamado cacto de barril para
la preparación de dulce de biznaga. El tráfico se revelaba
en diferentes dimensiones: desde los centenares de plantas
incautadas a los viajeros procedentes de México que ingre-
saban a Estados Unidos, hasta los 8 mil cactos –con valor de
un millón de pesos– importados en Texas con documentos
falsos a través del río Bravo. En el país del norte, a partir
de 1991, las leyes para castigar la explotación indebida de
las cactáceas se volvieron mucho más estrictas: en teoría,
el responsable de cortar un saguaro ha de pagar hasta 5 mil
dólares de multa y puede ser condenado hasta con un año y
medio de prisión.
Pero el descontrol de la situación se pone de mani-
fiesto en varios fenómenos: por ejemplo, el caso de los terra-
tenientes del sur de Texas que permiten la recolección ilegal
de las cactáceas que crecen en sus propiedades y el auge de la
comercialización por medio de internet, un problema inédito
de difícil control. Los grandes mercados extranjeros de cactos
en el mundo son actualmente el Reino Unido (donde están a la
venta 197 especies), Alemania (185), Suecia (118) e Italia (80).
La expansión del tráfico ilegal se hizo evidente en
el año 2000 cuando en los Países Bajos fueron decomisados
900 cactos vivos de origen mexicano, cantidad que superaba
el número conjunto de ejemplares incautados en San Luis Po-
tosí, Guanajuato, Querétaro, Hidalgo, Oaxaca, Baja California
Sur, el Estado de México, Baja California y Guerrero. En otro
curioso episodio, en 1996 en el municipio de Galeana, Nuevo
León, fueron interceptados 12 ciudadanos checos que llevaban
consigo 293 ejemplares de cactáceas pertenecientes a ocho
especies, además de semillas y frutos. Su valor en el mercado
nacional (43 950 pesos) era desproporcionado en compara-
ción con los beneficios que su venta podría redituar en Europa
(322 300 dólares). Ciudadanos austriacos y alemanes prota-
gonizaron situaciones semejantes y, en 1994, los compradores
japoneses ofrecían 2 mil dólares por ejemplares de dos nue-
vas especies apenas descubiertas en Nuevo León.
Todos estos fenómenos conducen a un problema
central: el riesgo de extinción de muchas especies. En un en-
sayo de 1997, casi al término de su carrera, la doctora Helia
Bravo recapitulaba sobre su larga relación con las cactáceas
y el permanente riesgo de éstas. En sus líneas expresaba una
clara paradoja: la gran belleza y diversidad de estas plantas las
pone en peligro y son sus grandes admiradores quienes están
acabando con ellas: “Las cactáceas, por la hermosura de sus
flores y formas bizarras, han sido objeto de una nefasta cac-
tofilia. Desde el siglo XIX los traficantes extranjeros de plantas,
principalmente japoneses y alemanes, las han arrancado de su
hábitat exportándolas por toneladas para su venta. El saqueo
ha sido tan brutal, que muchas de las especies están en peligro
de extinción”. Su texto concluía con una abierta invitación a
luchar para conservarlas.
El principal esfuerzo contra el comercio legal se ubi-
ca dentro de los marcos regulatorios de la Convención sobre
Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna
y Flora Silvestres (CITES). Ésta es un acuerdo internacional
cuyo objetivo consiste en lograr que el comercio de plantas
y animales silvestres no ponga en riesgo su conservación.
Tras su entrada en vigor, el 1 de julio de 1975, 155 países la
ratificaron, entre ellos México. De acuerdo con la Convención
se diseñó un sistema mediante el cual cualquier operación de
comercio internacional relacionada con tales especies sólo
puede llevarse a cabo con los permisos que expidan las auto-
ridades de los países correspondientes.
La CITES clasificó las especies en tres diferentes apén-
dices, de acuerdo con el grado de protección que requieren. En
su Apéndice I figuran todas las que se hallan en claro peligro
de extinción y están sometidas al comercio internacional. Su
compra y venta se prohíben, exceptuando casos como el inter-
cambio científico o los ejemplares propagados artificialmente,
amparados por el registro respectivo. El Apéndice II enumera
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remoción de un saguaro para su posterior comercialización, arizona
camas con cactos injertados, california
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las especies que no se encuentran en peligro inminente de
extinción, pero cuyo comercio debe controlarse para evitar
que se utilicen más allá de sus posibilidades de supervivencia.
El Apéndice III registra especies menos vulnerables en algún
país miembro de la Convención, que solicita apoyo de las otras
naciones participantes para controlar su comercio.
Entre las cactáceas mexicanas, 197 se encuentran
seriamente amenazadas. Un completo marco legal apoya el
seguimiento de la Convención en México, mediante un es-
fuerzo interinstitucional y la Norma Oficial Mexicana que
enumera plantas y animales amenazados (NOM-059-ECOL-1994).
Sin embargo, la vastedad del territorio nacional, el progreso
de la economía informal y la cantidad de especies distintas a
las cactáceas que también se encuentran en situación de ries-
go han impedido un control efectivo. Otro fenómeno curioso
es la actitud de los coleccionistas, que prefieren las especies
más raras e infrecuentes o incluso se apropian de ejempla-
res de plantas antes de que hayan sido descritas y reveladas al
público en general.
Un grupo de especialistas considera que las cactá-
ceas pueden ser una fuente atractiva de ingresos económicos
si se les da un manejo adecuado en el marco del desarrollo
sustentable. El estudio realizado por la oficina de TRAFFIC
(Análisis Mercantil de los Registros de la Flora y Fauna en
Comercio) en representación del Fondo Mundial para la Vida
Silvestre manifestaba conclusiones alentadoras en ese senti-
do: “Las plantas suculentas del Desierto Chihuahuense pueden
manejarse y comercializarse en la medida en que las partes
interesadas, desde los administradores de recursos y terra-
tenientes hasta las personas que las cosechan y consumen,
tomen los pasos necesarios para asegurar la conservación de
un recurso valorado tanto económica como ecológicamente”.
Entre las tareas más urgentes que debían llevar a cabo para
conseguirlo se hallaba el apoyo a la propagación comercial y
el inicio de un programa de certificación.
La verdadera clave estaba, como siempre, en el mer-
cado: la educación de consumidores conscientes para que sólo
adquieran ejemplares procedentes de fuentes propagadas o
de cultivos sustentables verificados. Como tantos problemas de
México, éste remite, finalmente, a la educación ecológica, la
gran asignatura pendiente en el currículo de los habitantes.
Otro aspecto importante es la creación de leyes más claras y
actuales que faciliten el desarrollo de pequeñas y medianas
empresas interesadas en el cultivo profesional de la especie.
Muchos viveros han tenido que cerrar (o no han logrado abrir)
a causa de los complicados procedimientos burocráticos para
la obtención de licencias y la falta de recursos informativos.
cruzando el atlánticoUn vivero de cactos inició sus operaciones en Sussex hace
40 años, y hace tres décadas abrió al público su espléndi-
do jardín de cactáceas. Se ha convertido en un prestigiado
establecimiento para la venta de plantas, semillas –más de
cien variedades– y recursos informativos sobre esta especie.
Gracias a la simplificación de trámites comerciales y adminis-
trativos que ha ocurrido en la Unión Europea, exporta cientos
de ejemplares. Cada mes organiza actividades especiales rela-
cionadas con algún tipo de cactácea y ofrece a sus visitantes
algo en verdad insólito: un rincón del Desierto de Chihuahua
en plena campiña británica. Acostumbrados a las azaleas y los
rododendros de Sheffield Park, los visitantes se adentran en el
extraño mundo de los cactos y admiran sus formas violentas
y sorprendentes.
El proyecto pone en evidencia la gran expansión de
estas plantas en ámbitos geográficos ajenos y distantes y la
posibilidad de fundar con ellas un negocio exitoso que, a la vez,
respete y promueva el bienestar de la especie. Evidencia, asi-
mismo, que todas estas actividades han de partir de una clara
aserción: el interés por las cactáceas de ornato es la búsque-
da de la belleza. Son un recurso tangible que promueve una
experiencia intangible, tan misteriosa quizá como sus texturas
y colores que nadie es capaz de explicar.