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Juana La Loca

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  • Tal vez el libro ms importante del autor: no se limita a la vida de la reina, sino quedescribe el marco histrico de una poca clave en la historia de Espaa.En esta biografa de Juana la Loca, madre de Carlos V, no se limita a dar la vida delpersonaje. La obra contribuye a clarificar, desde una perspectiva objetiva e imparcial, la yamanida leyenda negra con la que escritores, tanto extranjeros como espaoles, hanquerido adornar la Historia verdadera de esa poca, cargada de valores positivos.El conocimiento de Juana la Loca que vivi rodeada de figuras como Carlos V, Felipe II, elinfante Don Carlos o Juan de Austria, es imprescindible para comprender y valorar losacontecimientos de tan fascinante perodo de la historia de Espaa.

  • Ludwig Pfandl

    Juana la LocaMadre del emperador Carlos VSu vida - Su tiempo - Su culpa

    ePub r1.0liete 08.12.14

  • Ttulo original: Johanna die Wahnsinnige. Ihr Leben, ihre Zeit, ihre SchuldLudwig Pfandl, 1930Traduccin: Carla Arregui (1999)Diseo de cubierta: Carlos Bravo

    Editor digital: lieteePub base r1.2

  • PRESENTACIN

    La reina Juana de Castilla es un personaje menos conocido de lo que parece. Todo el mundo que haledo o estudiado algo de historia de Espaa se ha encontrado con el nombre de Juana la Loca, casitodos creen saber que se volvi loca por amor, algunos saben, adems, que fue madre de Carlos V elEmperador, pero poco ms.

    Y es que el lugar que Juana ocupa en la Historia es muy particular: a primera vista, suimportancia es mnima, pues aun siendo reina pas 49 aos de su vida muri a los 75 aos de edad encerrada en el castillo de Tordesillas, casi sin contacto con el mundo en que viva. En estascondiciones, se considera, naturalmente, que poco pudo influir en el desarrollo de losacontecimientos histricos en Castilla y, mucho menos, en los de Europa.

    Sin embargo, observando con ms detenimiento este peculiar personaje, inmediatamente se caeen la cuenta de que su papel no carece, ni mucho menos, de relieve. Y algunos historiadores, que lehan dedicado su atencin, han sabido poner de manifiesto su importancia.

    Hija de los Reyes Catlicos, recibi una educacin muy cuidada, lo mismo que sus otroshermanos. Isabel la Catlica tuvo siempre, junto a las enormes tareas de gobierno que le cayeron ensuerte, una preocupacin muy grande por la instruccin de sus hijos, y les proporcion los maestrosms insignes de la poca; esto hizo de ellos, tal vez, los prncipes ms instruidos del Renacimiento.Juana se cas con Felipe el Hermoso, archiduque de Austria, hijo del Emperador Maximiliano I; noestaba destinada a ser reina, pero ya desde los primeros aos de su matrimonio, cuando viva enFlandes con su esposo, una serie de desgracias familiares hicieron que sobre ella recayera lasucesin de la corona: murieron su hermano Juan, su hermana Isabel y su sobrino Miguel de Portugal,que habran heredado el reino antes que ella.

    Y he aqu que, sin haber puesto nada de su parte, Juana se convierte en la pieza clave y codiciadade la poltica europea, ya que en ella y en su esposo recae la herencia de los tronos ms poderosos yambicionados del mundo de entonces: por parte de Juana, Castilla, con las posesiones del NuevoMundo, y por parte de Felipe el Sacro Imperio Romano Germnico, en manos de la Casa deHabsburgo. Acuden los esposos a Espaa y, en cuanto las Cortes de Castilla y de Aragn reconocena ambos como herederos, Felipe el Hermoso regresa a Flandes y Juana de Castilla empieza a serJuana la Loca. Ya desde el comienzo de su matrimonio, la vida ligera de su esposo provoc en ellacontinuos ataques de celos; ahora, al saber que l estaba lejos, aquellos ataques desvelaron laexistencia de un mal ms profundo, cuyas races hay que buscarlas en la herencia recibida de suabuela Isabel de Portugal y que ella misma transmiti a la rama de los Austrias.

    Desde entonces, la vida de Juana parece una tragedia fruto de la imaginacin ms que unadolorosa y conmovedora realidad. A pesar de encontrarse en tan tremendas circunstancias, alrededorde la reina se iban tejiendo los hilos de la poltica maquiavlica propia de su poca, con toda suertede engaos y de intrigas, pues de su posible sucesin dependa el futuro acontecer histrico deEuropa. Su propio padre, el rey Fernando a quien Maquiavelo tom como modelo cuando escribisu clebre Prncipe, aprovech la penosa situacin de su hija, la apart de toda intervencin en elreino y la recluy para siempre en Tordesillas.

    Esta ausencia forzada de la escena europea, junto con el hecho de que Juana estuvo enmarcada en

  • su poca por dos de los personajes ms relevantes de la historia de Espaa antes, su madre, lagenial Isabel, y, despus, la egregia figura de su hijo el Emperador Carlos V son sin duda la causade que la reina de Castilla nos aparezca como un personaje tan sin relieve, del que slo se recuerdasu locura. Su tiempo fue un sombro interregno y tanto su personalidad como su vida se extinguieronsin ms, sumergidas en una silenciosa noche de enajenacin.

    El extraordinario historiador hispanista Ludwig Pfandl ilumina ese oscuro rincn de la historiaespaola y en parte europea. Con su personal sentido de investigador, nos ofrece un relato de la quefue abuela del gran rey Felipe II, en cuyos territorios no se pona el sol, y bisabuela del prncipeCarlos, a quien el germen de la demencia, que ella le transmiti, convirti en otro personajecontrovertido que la Historia y la Leyenda Negra mantienen vivo en la memoria popular.

    M. M.

  • ILA HERENCIA DE LOS ANTEPASADOS

    Espaa a finales de la Edad Media. Crisis en Castilla. Mecenazgo e incapacidadpoltica de Juan II. Cada del favorito lvaro de Luna. Perturbacin creciente bajoEnrique IV. El escndalo de su matrimonio. Sublevacin de la nobleza yderrocamiento pblico del monarca. Isabel, heredera del trono de Castilla y esposadel prncipe heredero de la corona de Aragn. Una boda pobre y continuas batallas. La victoria del derecho y fundacin del reino espaol. Personalidad de cada monarca. Cada uno a su manera, representante del Renacimiento. El aumento de territorios ylas reformas internas. Rebelda de los nobles y los salteadores de caminos. Lapolica y las finanzas, el comercio y la industria. Funcionarios y renovacin delderecho. Iglesia nacional, Iglesia reformada e Iglesia unificada. Fuera de Roma enel sentido espaol. Reforma antes de Lutero y antes de la Contrarreforma. Ximnezde Cisneros. La polglota de Alcal. Renovatio monastica. El rey Fernando, mspasivo. Algo sobre Lutero, Zwinglio y Calvino. El problema religioso, un problemaracial en Espaa. La expulsin de los judos. La conversin de los moros. Debe yHaber despus de 26 aos. Felicidad en el Estado y desgracias en la familia. Muertedel heredero de la Corona.

  • 1A finales de la Edad Media, la pennsula pirenaica haca tiempo que haba dejado de ser, comoentidad nacional, una mezcla variopinta de pequeos reinos, condados y comunidades tributarias que,durante siglos de resistencia y lucha contra el invasor rabe, se haba ido formando, para luegodividirse en diversos trozos y ms tarde volver a conformarse. En los albores del Renacimiento y dela era de los descubrimientos, el territorio ibrico estaba ya dividido en tres importantes reinos: elreino de Portugal al oeste, el de Aragn al este y en el centro, el de Castilla y Len. El reino deAragn dominaba las Baleares, Cerdea, Sicilia y Npoles, la cuenca mediterrnea, el MareNostrum de los romanos, y ambicionaba objetivos polticos de mayor expansin europea. Portugaltambin haba dado sus primeros pasos de expansin colonial, conquistando y poblando parte de lacosta septentrional de frica. Sin embargo, el mayor y ms poblado de los tres reinos del territorioibrico, el reino de Castilla, tena cerrado el paso a su mejor salida natural al Mediterrneo en el surpor el extenso y ltimo baluarte rabe, el reino de Granada. Por si esto fuera poco, el reino deCastilla tena adems muchas condiciones adversas de naturaleza interna: su gran divisin polticainterior, codicia y despotismo por parte de nobles faltos de escrpulos, la incapacidad de algunosreyes, y un absoluto desconocimiento del concepto de Estado. Todo esto le impeda tener msimportancia en el exterior y ms unidad en su interior. Pero en el ltimo tercio del siglo XV, Castillahaba madurado y concluido la conveniencia de tomar una decisin, esencial para su supervivencia:unirse dinsticamente con uno de sus dos ms poderosos, y tambin ms unidos, vecinos limtrofes aderecha e izquierda. Anexionndose uno de ellos, Castilla, adems de evitar su desintegracin,podra convertirse en una gran potencia, en una especie de unidad ibrica. Y eso fue lo que sucediexactamente. Juan II de Castilla (1407-1454) subi al trono a la edad de dos aos, y toda su vida fuerey sin dejar de ser nio, incapaz de valerse por s mismo. A este rey se le conoce en la historia de laliteratura como mecenas de una corte donde las musas de la poesa, el romance y la msica de cuerdaeran inagotables. Pero gobernando era un complaciente mueco en manos de un favorito insaciable:el condestable lvaro de Luna, hombre vividor, ambicioso y falto de escrpulos. Todas lastentativas de los nobles descontentos para derrocar al encubierto dictador, fracasaban frente a laastucia y mxima autoridad del condestable; su poder era ilimitado y su proceder, insoportable.Convencido de que una infanta hurfana y descendiente de una lnea colateral lusitana, nunca sera unpeligro para el logro de sus ambiciosos planes, lvaro de Luna aconsej a Juan II tomara ensegundas nupcias (1447) a la infanta Isabel de Portugal, sobrina de Enrique el Navegante. Pero seequivocaba, porque esta Isabel fue precisamente la causa de su ruina. Mujer excntrica y fcilmenteirascible desde su juventud, con el paso de los aos fue empeorando y muri con enajenacin mental.Aqu estn las races de la degeneracin fsica hereditaria que, con algn salto generacional dedistinta duracin, posteriormente reaparecer, por desgracia, en doa Juana la Loca y en Carlos[1].Pero en sus buenos tiempos, Isabel fue una mujer orgullosa, enrgica y astuta, que no cej hastalograr que el rey diera odos a las quejas y reclamaciones de sus vasallos. El proceso, una vez puestoen marcha, fue breve y cruento y lvaro de Luna fue decapitado el 2 de junio de 1453 en una plazapblica, en Valladolid.

    Aquello supona sin duda alguna una liberacin para todo el mundo, pero demasiado tarde; el

  • monarca muri slo un ao despus. Este rey dej de su primer matrimonio un hijo y sucesor,Enrique IV, y del segundo otros dos, Alfonso e Isabel, la cual, adems de heredar las coronas deCastilla y Aragn, iba a ser portadora de un germen de locura que con el tiempo, traspasara de laabuela a la nieta. Enrique IV fue un rey peor an que su padre. La indolencia y la gula le impidieronejercer un inocente mecenazgo que, como a su padre, a buen seguro le habra reportado algunassimpatas. Pero sus veinte aos de reinado fueron tambin de decadencia moral, poltica y social. Elderecho y las leyes dejaron de tener vigencia y el erario pblico quebr por la arbitrariadepreciacin de la moneda, hasta el punto de que la clase social sencilla slo poda adquirir loimprescindible con trueques. Corrupcin, fraude, abusos de toda especie, latrocinio y usura; ladelincuencia y la insurreccin cundan por el pas sin que nadie hiciera nada por impedirlo. Estapoca de decadencia est muy bien reflejada en la literatura, en las as llamadas Coplas delProvincial, una stira apasionada en 141 estrofas de cuatro versos, que es la stira ms mordaz,disoluta y desenfrenada jams escrita en lengua espaola. Y dicen esas coplas, que nueve de cadadiez nobles caballeros castellanos eran culpables de adulterio, incesto y sodoma. Claro est quepuede considerarse esta stira como un simple y arbitrario libelo mal intencionado, pero no darlecrdito resulta difcil si nos atenemos a lo que el noble bohemio Rozmital, que viaj por Espaa poraquel tiempo, cuenta de una bella ciudad castellana: Vitam tam impuram et sodomiticam agunt, utme eorum scelera enarrare pigeat pudeatque[2].

    La vida matrimonial de Enrique IV fue un rotundo fracaso. Su primera esposa, Blanca deNavarra, le abandon poco despus de la boda alegando la impotencia del rey. Pensando en lanecesidad de reforzar y conservar los nexos con el vecino reino de Portugal, su madrastra (victoriosaenemiga de lvaro de Luna) le oblig a contraer nuevo matrimonio con su prima Juana, hija del reyDuarte I. Esta segunda esposa, de temperamento muy vivo y bien dotada de todos los encantosfemeninos, despus de seis aos de matrimonio segua sin descendencia. Cuarenta aos ms tardecorran an de boca en boca los escandalosos pormenores de la impotencia del esposo[3]. As que,cuando Juana, en contra de todo pronstico, dio a luz una nia, para todo el mundo era un secreto avoces que el padre de la criatura no era otro que el apuesto caballero cortesano, Beltrn de la Cueva.La nia recibi en las aguas bautismales el nombre de Juana, como su madre, pero siempre fueconocida de todos con el sobrenombre de La Beltraneja. Este lamentable episodio fue, adems,causa de una sublevacin popular y de una anarqua, como nunca se haba visto hasta entonces.

    Parte de la nobleza estaba descontenta con las exigencias del monarca, que quera que laBeltraneja fuese reconocida heredera del trono; los nobles ms rebeldes, capitaneados por JuanPacheco, Marqus de Villena, y por su to, el belicoso arzobispo de Toledo, Alonso Carrillo, serebelaron y establecieron un gobierno paralelo. Tomaron bajo su tutela (una as llamada tutela) alos infantes Alfonso e Isabel y se propusieron difamar pblicamente al rey, con el fin de poderdestronarle. En vila, el pueblo enfurecido levant un tablado, sent en un trono a un mueco concorona, manto real y cetro, y despus de leer una sentencia, lo despojaron de los atributos reales y lopatearon; entronizaron y proclamaron rey a su hermanastro Alfonso, ante el beneplcito y granregocijo de una enardecida muchedumbre. El mueco vivo sentado en trono tambin verdadero,tuvo que entrar en negociaciones con ellos para poder salir de aquella delicada situacin, y lespropuso que uno de sus cabecillas, el hermano del Marqus de Villena y gran maestre de la Orden de

  • Caballeros de Calatrava, tomara por esposa a su hermanastra la infanta Isabel. Aceptaron aquellaoferta y todo pareca ir por buen camino, pero, pocos das antes de los esponsales, el novio morarepentinamente de forma misteriosa; se pens en un posible envenenamiento, pero eso sigue hastaahora sin haberse podido demostrar. Despus de aquel fallido intento pacfico, decidieron probarcon las armas, y el 20 de agosto de 1468, en Olmedo, se libraba una sangrienta batalla. Fueronvencidos por los leales al rey con una escasa victoria, pero Enrique IV no puso demasiado empeoen sacar partido de ella. Aquello se solucion, aunque de forma completamente inesperada. Elinfante Alfonso, rival del monarca, muri tambin tan repentina y misteriosamente como el granmaestre de la Orden. Al parecer, Alfonso era sospechoso de favorecer al enemigo.

    Era el momento indicado para que Isabel, mujer de accin y llena de energa, hiciera valer susderechos al trono. Isabel nunca haba pensado en renunciar a sus derechos de sucesin, ni tampocodeseaba mantener por ms tiempo un gobierno doble y aquel vergonzoso y anrquico estado de cosas.Con gran decisin y mucho tacto, logr reunir a los nobles y contentar a las dos partes con lasiguiente solucin: Enrique IV seguira siendo rey de Castilla, pero despus de fallecido, ella seranica heredera y sucesora de la corona, con renuncia expresa de la Beltraneja a la pretensin altrono. Puestas as las cosas, a ambos vecinos, el lusitano y el aragons, se les presentaba unaseductora posibilidad: unirse en matrimonio a la heredera del trono de Castilla y juntar sus reinos enuno solo. Enrique IV rechaz la propuesta venida de Portugal. Su experiencia con Portugal no habasido buena; Juana le haba dado un vstago bastardo. E Isabel, por razones sentimentales y afectivas,rehus tambin emparentar con la casa real lusitana. La embajada del candidato aragons, por elcontrario, fue recibida con agrado. La oferta de Juan II de Aragn era su candidato a la sucesin altrono de Aragn, de rango y nobleza similares a los de Isabel, un joven de todos conocido por susmritos personales. Isabel sopes los pros y los contras de tal proposicin. Era consciente de la pocasolidez de su reino, tan necesitado de un brazo fuerte capaz de devolver a la monarqua su dignidadperdida; Castilla requera una solucin que contribuyera a unir al pueblo enemistado, slo as podraliberarse al pas de la secular dominacin rabe. Las primeras negociaciones entre los dos reinosdieron buen resultado. Pudo contribuir en buena parte y entre otras cosas, cierta afinidad familiar,pues no en balde los abuelos de ambos contrayentes eran hermanos. Enrique IV, muy satisfecho conaquella solucin que le liberaba de sus anteriores pesadumbres, no dud en dar su consentimiento, eIsabel, despus de haberlo considerado, tambin respondi afirmativamente y, en enero de 1469, sefirm el contrato matrimonial entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragn. Pero pronto surgieronnuevas desventuras a causa de este enlace. Con la futura consolidacin de la monarqua, losprohombres de Castilla vieron llegado el fin a su independencia; algunos partidarios de Isabel laabandonaron y se pasaron a las filas contrarias, defendiendo con repentino celo la legitimidad de laBeltraneja. Y ms an. Sucedi algo que en principio podra parecernos inverosmil: el dbil reyEnrique IV tambin se pas al bando de los sediciosos. Despus de esto, Isabel no encontr mejorsolucin para acabar con aquella nueva y complicada situacin, que contraer matrimonio conFernando cuanto antes. Sera lgico pensar que, dada la gravedad del trance, el futuro esposoacudiera velozmente con sus huestes, en auxilio de la esposa. Pero no fue as. Para empezar, laorganizacin militar de aquellos tiempos era muy deficiente, no se contaba con tropas dispuestas parasalir rpidamente a campaa; pero adems, el pequeo contingente del candidato aragons estaba

  • destacado en Catalua, tratando de sofocar un intento de alzamiento. As que, el noble heredero de laCorona de Aragn opt por salir al encuentro de su futura esposa y reina disfrazado de arriero yfingiendo servir de mozo de mulas, as se puso en camino, acompaado de algunos de sus leales.Cinco das despus de conocerse, exactamente el 19 de octubre de 1469, Isabel y Fernandocelebraban su enlace matrimonial en un saln del palacio que les haba servido de alojamiento. Susnobles tuvieron que contribuir a costear los gastos de una sencilla ceremonia.

    Nada ms morir el rey Enrique IV, el 11 de diciembre de 1474, el partido contrario a la sucesinde Isabel busc una rpida alianza con Alfonso V de Portugal, que por entonces trataba de conseguirpor las armas lo que no haba conseguido por las arras. Presentaron a la Beltraneja como legtimaheredera del trono de Castilla, con el fin de que Alfonso contrajera matrimonio con ella y as fue;celebraron sus esponsales en Plasencia, se proclamaron rey y reina de Castilla y enviarongrandilocuentes manifiestos a todas las ciudades. A la vista de esto, Isabel y Fernando, ayudados porel clero y la nobleza que haban permanecido fieles, reunieron una modesta tropa dispuesta paracombatir y poco despus estall una guerra civil, inicialmente provocada por los soldadosportugueses. El da 1 de marzo de 1476, Fernando sali vencedor de una sangrienta batalla que selibr entre Toro y Zamora. Pero a pesar de aquella victoria, tanto en el norte como en el sur del pasfueron necesarias muchas otras batallas, antes de obtener el reconocimiento y la conformidad de todoel pueblo. Isabel y Fernando recorrieron por separado todo su territorio, cabalgando a la cabeza desus gentes, ella embarazada ya de su primer hijo. Y muchas veces tuvieron que defender sus legtimosderechos con la fuerza de las armas, y con frecuencia, incluso a costa de mucha sangre.

    El obstinado monarca portugus entretanto haba vuelto a reunir sus diezmadas tropas parapresentar nuevamente batalla, pero el 24 de febrero de 1479, fue definitivamente derrotado en LaAlbuera. Las infructuosas pretensiones de este monarca portugus dieron fin en 1479, con el tratadode paz de Alcntara, e Isabel y Fernando finalmente tuvieron libre acceso al trono. No obstante ypara mayor seguridad de todos, la pobre bastarda vctima inocente de una culpa dinstica ydesposada con el infante portugus, la Beltraneja ingresaba de por vida en un convento de Coimbra.

    As fue la unin de las dos coronas de Castilla y Aragn. Y as unidas formaron un gran reino queen un futuro, en tiempos de Carlos V y Felipe II, llegara a ser un gran imperio dominando otrasfuerzas y pases y que, como primera potencia europea, tambin determinara y gobernara el cursode la historia moderna.

  • 2La unin de estos dos reinos en modo alguno signific su fusin, sino unificacin de sus fuerzas. Lossacrificios y los esfuerzos de Isabel y Fernando en aras, tanto de la estabilidad interior de su pas,como de la seguridad en el exterior, nunca sern suficientemente ensalzados. Ambos monarcas, apesar de sus grandes diferencias, se completaban y compartan las mismas preocupaciones. Ladebilidad de uno era fortaleza en el otro; y los defectos de uno tenan su contrapartida en el otro. Lafigura ms noble y por tanto ms amable de los dos monarcas, es sin duda la de la reina. Isabel erauna castellana autntica. Arrogante pero respetuosa, creyente y piadosa hasta rayar en el fanatismo yla intolerancia, era justa y prudente, enrgica, muy virtuosa, de carcter ntegro y buscando en todosolamente el bien. Cuando Coln le expuso su arriesgado proyecto de expedicin martima, elnavegante obtuvo el consentimiento de la reina despus de mencionar la cantidad de almas que aspodran salvarse para el Cielo. En el proyecto de vida de Isabel, primaban la paz y la concordia entodo el pas, asegurando el libre ejercicio de sus derechos a todos sus vasallos. Existen numerososedictos firmados por esta reina, fiel testimonio de su desinteresada forma de negociar los asuntoseconmicos y de los temores y escrpulos que sufra cuando pareca que alguna de sus rdenespudiera lesionar los derechos de los sbditos. Era la soberana ms demcrata hasta entoncesconocida, aunque algunos de sus decretos resultaran, por su forma, prcticamente absolutistas. Elfamoso proverbio espaol: Del rey abajo, ninguno no iba con ella; a la hora de gobernar, ms bienpareca ser lo contrario[4]. La reina Isabel fue la iniciadora de una especie de absolutismo de cortemarcadamente hispano que, ms adelante, su nieto Felipe II tanto se esforzar por llevar a cabocomo ideal de una monarqua demcrata.

    Los rasgos caractersticos de Isabel podan ciertamente resultar algo varoniles, mientras queFernando, por el contrario, tena rasgos que podran ser ms adecuados a la mujer. Fernando era unhombre listo, cauteloso, tenaz, ambicioso de poder y de dinero, bastante tacao, muy sensual y sindemasiados escrpulos. A la hora de decidir los medios para sus fines, no tena en cuenta losvnculos de la sangre, ni los mandamientos del honor, por lo que nunca se poda estar seguro de l;nadie confiaba en l. Sus pactos por escrito eran simple papel mojado, y sus promesas oralestcitamente consideradas nulas. Una vez informaron a Fernando que Luis XII, rey de Francia, sehaba enojado por haber sido engaado por segunda vez por l, y Fernando sonri socarronamente:Miente! Es la dcima vez. Coln tambin se dirigi a l para exponerle su viaje con el fin dedescubrir nuevos mundos; el monarca slo dio su aprobacin a ese viaje al or el oro y la plata quepodran enriquecer sus arcas. Cuando su propia hija Catalina quedara viuda de su primer esposo enInglaterra, Fernando le neg la parte de la dote que an le deba, dejndola en una situacin bastantelamentable. Tambin le gustaba humillar y menospreciar a su yerno Felipe el Hermoso; le pareca unobstculo para poder llevar a cabo su soberana voluntad. Fernando vivi siempre rodeado deamantes y pobl la corte de vstagos bastardos. La cmara de la real pareja fue escenario frecuentede terribles escenas de celos hasta que Isabel, entrada en aos y con achaques, optara por aceptarpacficamente aquella situacin, al parecer, inevitable. Dicen, aunque sea dudoso, que Maquiavelopuso al rey Fernando como modelo de soberanos. Hemos de decir en justicia, que teniendo en cuentael afn de Fernando por estar al servicio del poder y la grandeza de su patria, fcilmente se puede

  • perdonar e incluso, ms an, enaltecer a este vilipendiado monarca. En l haba una fuerza que slopareca querer el mal, pero que, sin embargo, creaba mucho bien.

    Tanto Isabel como Fernando son prototipos del Renacimiento, cada cual a su manera. EnFernando se puede ver cierto espritu maquiavlico, mientras que en Isabel, una gran inquietudhumanista. La forma empleada por prncipes y repblicas de la Galia Cisalpina, tan ingeniosamentepredicada por Maquiavelo como doctrina, era la de mantener la voluntad soberana frente a lossbditos sin miramiento alguno, y eso requera una astuta diplomacia libre de cualquier respetohumano, sobre todo interiormente. Fernando tena esta caracterstica del Renacimiento.

    La contribucin humanista del Renacimiento a la reina Isabel se refleja en su concepto de estado,basado en un ideal de mejora del mundo y de los hombres y con un nuevo orden poltico de formasms adecuadas a ese fin perseguido; ms que de suprimir los malos hbitos de antao, se trataba deeliminar el feudalismo y establecer nuevas jerarquas de valores. La reina, adems de sentidopoltico, tena alma humanista. Sus coetneos italianos y espaoles educados en Italia, contribuyeronimportando a la pennsula pirenaica el conocimiento de otras lenguas y de la cultura antigua; lo queen tiempos de Juan II haba sido un ocioso pasatiempo, se haba convertido ahora en un estudio serioy gozoso de las artes. La reina Isabel, discpula aplicada de aquellas nuevas disciplinas, hizo que suexpansin y crecimiento fueran rpidos y profundos. A pesar de la atencin debida a las empresasmilitares y a sus ineludibles obligaciones de reina, Isabel dispona de tiempo para leer los clsicosde la Roma antigua. Las lecturas y el discurso en latn de embajadores y visitantes de otras tierras, lacapacitaron para responder de corrido en lengua latina. De las veintiuna universidades fundadas enEspaa hasta mediados del siglo XVI, cinco fueron erigidas bajo su reinado. Italia envi a la nacinvecina a dos de sus grandes humanistas, Lucio Marineo Sculo y Pedro Mrtir Angleria; este ltimo,maestro y preceptor de los hijos de Isabel y Fernando, y de otros muchos jvenes de la nobleza.Segn cuenta la crnica del alemn Jernimo Mnzer, que tuvo la oportunidad de conocer a lafamilia real en el ao 1495, todos ellos eran grandes humanistas. Su conocimiento de la lengua latinaera tal, que tanto padres como hijos, la hablaban y escriban con suma facilidad.

  • 3Estos dos monarcas tuvieron como norma suprema de gobierno, tanto en poltica interior comoexterior, la de gobernar primando el orden y la unidad en todo. Ese mximo anhelo de concordia yarmona, se iba reflejando simblicamente por todas partes. Las monedas, por ejemplo, se acuabancon la efigie de ambos soberanos; el emblema real unificaba los escudos de armas de los dos reinos;leyes, pragmticas, decretos y todos los documentos de carcter pblico requeran la firma de ambosmonarcas. El lema de los dos reinos unidos era:

    Tanto monta, monta tantoIsabel como Fernando.

    El primer hecho glorioso en aras de este encomiable ideal fue, sin duda alguna, el fin de laReconquista. El 2 de enero de 1492, despus de una larga y tan porfiada como heroica contienda dems de diez aos de duracin, tuvo lugar la ansiada rendicin de Granada y consecuentemente laesperada liberacin del territorio espaol de un dominio musulmn que haba durado varios siglos.

    El final de aquella guerra santa, despus de una cruzada de cuatro siglos en propio territorio, fueun respiro para toda la cristiandad que adems atrajo la atencin de Europa a Espaa, pas hastaentones apenas conocido, haciendo olvidar fcilmente la lamentable prdida de Constantinopla ydespertando una nueva esperanza en la reconquista de Jerusaln. Por otra parte, contribuy tambin aque la idea de una unidad nacional sometida a un solo gobierno, se fuera popularizando en Espaa.Ms an, a aquel intrpido espritu conquistador del suelo patrio, que los Reyes Catlicos sin dudafavorecan y animaban, se sumaba ahora una sana ambicin de conquistar nuevos mundos deultramar. Cristbal Coln, descubridor del nuevo continente, con su hazaa colocaba la primerapiedra de un glorioso imperio colonizador perteneciente a la Corona espaola y que, aos despus,con otros fines y tras muchas tribulaciones, tanto auge y prestigio iba a alcanzar en la vieja Europa.Era como si una bendicin del Cielo hubiera descendido sobre aquel naciente y ya poderossimoimperio.

    Con el fin de la Reconquista y el inicio de una venturosa expansin colonial, en el interior delpas, lgicamente, se iba imponiendo un nuevo estado de cosas. El principal objetivo era, sin dudaalguna, la consolidacin de la monarqua. Y para eso era menester atar corto a la nobleza aninsurrecta, y establecer un nuevo orden reorganizando la fuerza pblica, mejorando la Hacienda real,fomentando las artes y oficios y creando un nuevo ejrcito de guerra leal y pronto para la contienda.Todo ello ms una seria reforma administrativa incluyendo la nueva regulacin y codificacin delderecho hasta entonces vigente. Y este nuevo proyecto culminaba finalmente en una poltica religiosa,tan rigurosa como difcil de cumplir, que por de pronto podramos clasificar en tres Iglesiasdiferentes: Iglesia nacional, Iglesia reformada e Iglesia unificada.

    Vamos pues a detenernos ahora en reavivar y conocer un poco ms de cerca el significado deesos tres conceptos, uno a uno, porque su sola enumeracin podra tener mucho o ningn sentido. Conese estudio podremos conocer mejor los valores nacionales, polticos y espirituales que, a causa dela tragedia de doa Juana, corrieron peligro. Y, por otra parte, tambin entenderemos mejor el grave

  • dao que aquello poda producir a lo que, con tanto esfuerzo y sacrificio Isabel y Fernando habantrabajado y logrado. Entonces encontraremos plenamente justificado que una pobre y desventuradareina pudiera ser un grave impedimento para el desarrollo y el progreso de su pas.

  • 4La anarqua reinaba todava en muchas partes del pas. Pese a las victorias obtenidas en Toro yAlbuera y a las capitulaciones de Alcntara, an haba que someter a gran nmero de poderosospartidarios de la Beltraneja y del pretendiente portugus, sublevados desde haca varias dcadas, ypor otra parte, las hostilidades y querellas familiares entre nobles e hidalgos seguan siendoincesantes. Isabel no estaba dispuesta a permitir que ni linaje, ni abolengo, fueran carta blanca paraabusos, atropellos e indisciplinas. Mand arrasar, sin ningn miramiento, los castillos y palacios demuchos nobles rebeldes, y la nueva administracin prohibi, bajo pena capital, la construccin denuevas fortalezas. Los nobles hallados culpables fueron juzgados y, en los casos extremos,decapitados pblicamente, pero generalmente bastaba con apresarlos durante algn tiempo, hasta quedespus de un indulto magnnimo volvan a entrar en razn y recuperaban su buen nombre. Muchasatribuciones y favores fueron abolidos y los nobles tuvieron que abandonar sus privilegiados cargos.Aquellas prerrogativas, que durante largo tiempo haban disfrutado, mermaron tanto que dejaron detener posibilidad de influir en el gobierno. Los maestrazgos de las rdenes de Caballera deSantiago, Alcntara y Calatrava, cuya posesin haba sido siempre motivo de envidias y rencores,tambin quedaron por disposicin real agregados a la Corona, y los cargos de mayor relevancia en elgobierno y en la administracin fueron adjudicados a personas del pueblo llano, letrados conestudios en derecho, filosofa o teologa. Y por ltimo, tambin revocaron muchas donaciones detierras y rentas concedidas por la excesiva largueza de Enrique IV, por lo que un gran nmero dehidalgos se vio en la obligacin de devolver fuertes sumas de dinero a la Corona. Esto, como esnatural, supuso un incremento anual del orden de unos treinta millones de maravedes para lahacienda real.

    Solamente quedaron vigentes algunos favores y privilegios de la nobleza que, adems de noperjudicar a nadie, halagaban a los favorecidos; por ejemplo se mantuvo el privilegio de continuarcon la cabeza cubierta en presencia de los reyes o algunas prerrogativas como la de que un noble nopoda ser apresado por tribunal de justicia ni sometido a tortura por tener deudas. Las buenasrelaciones que Isabel y Fernando, a pesar de sus rigurosas y en parte inauditas reformas, siempremantuvieron con las Cortes, se deban sobre todo a que, a la indiscutible legalidad de susprocedimientos, se sumaba el atractivo de ser normas muy populares. El trato dado posteriormentepor Felipe II a la nobleza, con los medios y las formas conformes a su tiempo, era slo unacontinuidad de la poltica seguida por sus bisabuelos.

    En el ao 1476 se llev a cabo una importante renovacin en una especie de fuerza policial civil,instituida en tiempos de Enrique IV, llamada Hermandad y por entonces muy desprestigiada. En sunueva organizacin, la Santa Hermandad dispona de tribunales provinciales y competencia judicialilimitada, para perseguir y castigar hechos delictivos que atentaran contra la seguridad y el ordenpblico. La Hermandad contaba para esa labor policial con cuadrillas o grupos reducidos deactuacin, repartidos por todo el pas, y eran bien retribuidos, lo cual requera que nobles y plebeyostributaran mediante un impuesto. La Hermandad limpi el pas de malhechores, salteadores decaminos, ladrones y asesinos, contribuyendo con ello a establecer la paz y la seguridad tannecesarias para el trfico y el comercio, ya casi desaparecidos durante los aos de guerras

  • dinsticas. Y cumpli su cometido con tanto rigor y eficacia que, aproximadamente veinticinco aosdespus, la institucin dejaba de ser necesaria y fue gradualmente desapareciendo.

    En cuanto a la poltica financiera, lo primero que se hizo fue la citada devolucin de rentas a laCorona y despus la abolicin de la libertad de imponer tributos, que la aristocracia y el alto clerotenan, con lo que se logr mayor orden y estabilidad en los impuestos tributarios, tan enmaraadoshasta entonces. Al ser los impuestos de Cancillera especialmente importantes, se estableci laalcabala o tributo obligatorio, consistente en un pago del diez por ciento sobre compraventas. Todoesto era sin duda el inicio de la prctica administrativa burocrtica, predominante en los tiempos deFelipe II y sus sucesores. El auge obtenido por las artes y oficios propici la unificacin y exactituden pesos y medidas; la industria textil prosper gracias a la prohibicin de importacin de paostejidos y de exportacin de ms de dos tercios del producto bruto de lana del pas; y adems, lasupresin de aduanas fronterizas entre Castilla y Aragn, ms la construccin de las vas decomunicacin entre las grandes plazas, dieron un fuerte impulso a la vida industrial y comercial deEspaa. Por otra parte, a medida que el poder hasta entonces en manos de los nobles desapareca, lasfuerzas militares tambin tomaban forma nueva. Los muchos pequeos ejrcitos de los numerososestados ibricos de la Edad Media eran, como es natural, muy poco consistentes. Cada vez que el reyllamaba a las armas, todos, nobles, prncipes de la Iglesia y municipios, acudan a las rdenes de susoberano con tropa reclutada, instruida y equipada por ellos mismos. No cabe imaginar mayordesigualdad en lo referente a fuerza, instruccin, armamento y disciplina, que la que entonces habaen aquellas unidades. En esa poca, el valor y la bravura singular importaban ms que laorganizacin general. Al acabar la contienda, volvan todos a casa, los soldados reciban su partecorrespondiente del botn y despus se disolva la tropa[5]. Durante las guerras dinsticas, los ReyesCatlicos vieron repetidas veces que, de hecho, la Corona estaba siempre sometida al capricho deprceres, hidalgos, obispos y grandes terratenientes. Urga, por lo tanto, disponer de un ejrcitoindependiente a las rdenes de la Corona, para no verse obligados a solicitar ayuda a la nobleza; astambin disminuiran sus derechos, justo castigo a su altanera. Los Reyes Catlicos vieron estedeseo hecho realidad. El nuevo reclutamiento de tropas se hizo desde el poder central de dos formasdiferentes: alistando soldados suizos para que tomaran parte y lucharan con xito en la batalla finalde Granada, y con la ley de quintas del ao 1496, una ley que estableca el servicio militarobligatorio desde los veinte a los cuarenta y cinco aos de edad, y dispona que uno de cada docehombres tiles estuviera a sueldo en servicio activo. La magnfica instruccin de este nuevo ejrcito,su inmejorable equipamiento, su formacin y las nuevas tcticas se deben a uno de los ms grandesgenios militares de todos los tiempos y lugares, el joven Gonzalo Fernndez de Crdoba, conocidoen la historia militar espaola con el sobrenombre de el Gran Capitn.

    Gonzalo Fernndez de Crdoba organiz un regimiento de infantera consistente en 12 compaascon 6.000 hombres en pie de guerra[6]. Dividi las armas en tres clases, lanzas, picas o suizones[7](especie de objeto punzante) y arcabuces, y adjudic a cada regimiento 600 hombres a caballo. Dosregimientos con 64 caones de varios calibres formaban una brigada de artillera y diez brigadas erael ejrcito al completo, al mando de un capitn general. Los soldados eran los primeros en avanzar ala ofensiva y marchaban en grupos formando cuadros, con los lanceros al frente y flanqueados por lospiqueros. La artillera, la caballera y los portadores de picas a la retaguardia. Los lanceros

  • iniciaban las batallas atacando al enemigo con gran estrpito, seguidos de cerca por los piquerosabrindose paso a empellones y atacando con sus dardos y picas por sorpresa, ocupados comoestaban sus adversarios defendindose de las lanzas que se les venan encima. stas eran las armas ylas nuevas tcticas de Fernndez de Crdoba utilizadas para hacer la guerra y que tantos triunfosdieran a Espaa hasta el comienzo de la Guerra de los Treinta Aos; pero a partir de la creacin delos clebres tercios, en tiempos del emperador Carlos V (1534), la infantera as organizadaexperiment un radical cambio.

    Otra importante medida en el orden administrativo fue la del llamado Consejo Real que, durantelos reinados de Juan II y Enrique IV, haban ido degenerando hasta convertirse en un caprichosoinstrumento de fuerza en manos del clero y la nobleza. Los Reyes Catlicos acordaron que dosterceras partes del Consejo Real estuviera formado por burgueses letrados. Su celo y su solcitavigilancia, lo convirtieron en un rgano de trabajo extremadamente laborioso. El Consejo Real sereuna en sesin todos los das laborables en el lugar de residencia de los monarcas, fuera ste cualfuere, de 6 a 10 de la maana en verano y de 9 a 12 en invierno. Sus miembros se obligaban bajojuramento a guardar riguroso secreto y los soberanos eran los primeros en dar ejemplo de ello. Entiempos de Felipe II, los embajadores y enviados de otros pases seguan quejndose del excesivosigilo del gobierno espaol; seguramente radica aqu esa peculiar caracterstica que pronto se hicieratradicional. Todas y cada una de las sesiones del Consejo constaban en acta pormenorizada queposteriormente se archivaba. De aqu debe partir tambin el ingente y minucioso servicio deCancillera de los Habsburgo, que ms adelante veremos. A partir de los Reyes Catlicos, el arte degobernar en Espaa pareca estar basado en la mxima Quod non est in actis non est in mundo. ElConsejo Real, adems de su fin primordial, que era asesorar a los monarcas siempre que el caso lorequiriese, fue adquiriendo otras y mayores atribuciones, como las de ejercer de tribunal supremo dejusticia en el pas al que poder recurrir y cuyas sentencias eran inapelables. Con el tiempo, susnumerosos y siempre crecientes negociados se fueron multiplicando e inevitablemente surgieron msconsejos o juntas permanentes; son los mismos rganos administrativos que vamos a conocerdespus, en la poca de Felipe II y sus sucesores. En 1494 fue necesario hacer una primera divisin.El Consejo Real se dividi en dos consejos independientes: el Consejo de Castilla y el Consejo deAragn. Otro hito marcado en este mismo campo fue el del nombramiento de corregidor, cargo yaexistente en tiempos de Alfonso XI, muerto en 1350, pero ahora completamente renovado. As comoantao las visitas del corregidor a las administraciones municipales eran solamente fortuitas yespordicas, a partir de ahora las har bajo el directo y permanente control de la Corona. Esta nuevadisposicin entr en vigor en el ao 1480; el, todava nico, Consejo Real nombr un corregidorpara cada ciudad con facultades y funciones muy determinadas. El cargo de corregidor era superior,estaba por encima del burgomaestre y dems autoridades municipales, y su misin consista sobretodo en vigilar y controlar todas y cada una de las cosas, con voz y voto para todo. Las nuevasfacultades del corregidor hacan ya imposible la independencia en los municipios que, a partir deentonces, se vieron sometidos al gobierno central en todos los asuntos de alguna relevancia.

    Como bien se ve, los Reyes Catlicos se propusieron que la aristocracia y las comunidadesfueran rindiendo pleitesa al poder del gobierno. Su conducta frente a las Cortes fue tambin algoabsolutista, pero siempre dependiendo de las circunstancias. El fin de las Cortes representantes del

  • pueblo, por una parte era aceptar o rechazar por votacin las propuestas de los soberanos conrespecto a las nuevas leyes o medidas[8], y por otra, hacer llegar a los monarcas todas las solicitudesy reclamaciones del pueblo, as como la distribucin, conforme a la voluntad de los monarcas, de losimpuestos llamados servicios. Los Reyes Catlicos, alarmados por la importancia que las Cortesestaban adquiriendo, trataron de disminuir su influencia unificando un sistema parlamentario, muydiverso segn las provincias, y adoptando una poltica diferente. El Consejo Real adquiri ms ymayores competencias en el mbito legislativo, evitando as una participacin popular que cada veztena ms fuerza. Y a esto an queda por aadir que, gracias al ahorro y a una administracin msmoderada, las rentas de la Corona aumentaron de tal modo que, durante largo tiempo, no hubo msnecesidad de exigir los citados servicios. Las Cortes tuvieron que reconocer que haban dejado deser necesarias. En efecto, durante los primeros diez aos posteriores a la muerte de Enrique IV, lasCortes fueron convocadas cuatro veces, pero despus, transcurrieron quince aos seguidos sin quenadie volviera a reparar en ellas.

  • 5Orden, paz y unidad en un nico reino fuerte e independiente. sa era la meta que los ReyesCatlicos ambicionaban unificando sus dos reinos. Pero, como veremos, no fue fcil de conseguir.Sobre todo, en el mbito de la poltica religiosa, regida por esos mismos principios y cuyatrascendencia iba a repercutir con fuerza a travs de los siglos. Slo con esta idea, ya podemos teneruna visin general de cules fueron las culpas (si se puede hablar de culpa) y los mritos, cules losanhelos y los logros de esta regia pareja, y tambin cul fue su participacin en el destino del futuroimperio espaol.

    La poltica religiosa de Isabel y Fernando persegua tres fines diferentes. Primero, queran unaIglesia nacional espaola, es decir soberana autonoma eclesistica; segundo, queran una Iglesiareformada, que es lo mismo que decir, depurada de toda anomala en la vida religiosa; y por ltimo,queran una Iglesia unificada, nica, es decir, queran eliminar de las fronteras espaolas cualquierconfesin que no fuera la catlica. La idea de una Iglesia nacional independiente de Roma ya sehaba abierto camino en el siglo XVI en varias naciones europeas, de forma un tanto violenta, porquefue un camino muchas veces regado de lgrimas, cuando no sembrado de ruinas. Pero cincuenta aosantes de eso, los Reyes Catlicos ya haban recorrido ese camino pacficamente y sin perjuicioalguno para la Iglesia universal. Ya haban intentado separarse, y con bastante energa, por supuestoen el mbito temporalibus, no en el spiritualibus. No en la cuestin dogmtica; ellos nunca gritaronfuera Roma!, ni dieron cabida a las dudas, ni pretendieron ser ms papistas que el Papa; pero enEspaa se hizo necesaria la independizacin de Roma en el mbito administrativo. Los monarcas,conscientes de sus fines, consolidaron su poder y lo cimentaron sobre una Iglesia nacional de tresformas diversas: una, teniendo facultad para nombrar los cargos eclesisticos, otra, teniendo derechode apelacin en las sentencias del tribunal eclesistico y, finalmente, teniendo tambin facultad paradesestimar dispensas papales. La primera prerrogativa, es decir, la distribucin de los cargoseclesisticos ms relevantes[9], data del ao 1482, si bien existe un forzado e irrespetuoso precedenteen el ao 1478. Esta regala era simplemente una sana reaccin de los reyes frente a la arbitrariedadde algunos Papas que haban concedido sedes y prebendas a sus favoritos, casi siempre denacionalidad no espaola. Isabel y Fernando obtuvieron este privilegio a ttulo personal despus dehaberlo reclamado haciendo serias y firmes advertencias a la Santa Sede; ms adelante, Carlos Vsolicit al Papa Adriano VI, su antiguo preceptor, que fuera prerrogativa de la Corona espaola aperpetuidad. Eso supona la nada despreciable ventaja de que el clero espaol dependieradirectamente de su rey, como nico dispensador de gracias temporales y distribuidor de cargos yrentas. La Curia slo se reservaba el derecho de confirmacin y, como es natural, se guard muymucho de hacer objeciones o poner reparos que pudieran entorpecer sus buenas relaciones con lossoberanos de Espaa, pues, a pesar de ser stos tan obstinados en temas irrelevantes, lo cierto eraque los monarcas espaoles prestaban grandes servicios a la causa catlica. La cruzada de Granadatena peso suficiente para haber sido reconocidos en toda Europa como grandes defensores de lacausa de Roma y estandarte de toda la cristiandad; as que, adems del inocuo ttulo de ReyesCatlicos (1494), bien podan ser distinguidos con la concesin de sus deseos de autonoma.

    El segundo derecho, de apelacin o revisin de sentencias eclesisticas, fue estatuido

  • irrevocable por Carlos V, pero los Reyes Catlicos, adems de haberlo instaurado en su reino, yahaban gozado de l en alguna ocasin, sin prestarle demasiada consideracin. Este derecho consistaen que los fallos del juez eclesistico se podan recurrir ante el Consejo Real que, a su vez, tenafacultad para revisarlo y pronunciar su fallo definitivo[10]. Si un juez osaba eludir su responsabilidado no aceptarlo, era sancionado con severas penas, as que, el Rey, representado por su Consejo, eratambin mxima y absoluta autoridad jurdica para el clero de su reino.

    La tercera prerrogativa, la desestimacin de decretos papales, era el ms antiguo de los tresprivilegios y su inexistencia hubiera supuesto de hecho un serio perjuicio para los otros dos. Setrataba de un poder del Papa Urbano VI otorgado temporalmente y por necesidad, en tiempos delcisma eclesistico (a finales del s. XIV), que los Reyes Catlicos reclamaron como estatuto legal ypermanente en su reino. En virtud de esta regala, todo decreto procedente de la Curia eradetenidamente estudiado con el fin de comprobar que no lesionaba derechos de la Corona ni del pas,o que por desconocimiento de la situacin en Espaa o por estar mal aconsejado, el Papa pudieradisponer algo que produjera malestar popular o menoscabo de los intereses nacionales. De existiralguna duda al respecto, el decreto no poda entrar en vigor hasta haberse obtenido de la Curia elcambio deseado. As que de esta forma, el rey tambin vena a ser una especie de Papa particular delos espaoles, y los lazos que le unan a l con su pueblo y a ste con el clero eran mucho msestrechos que en cualquier otro pas, incluso tratndose de cuestiones morales.

    Esta idea de una Iglesia nacional se vio con muy buenos ojos con relacin al deseo existente deuna Iglesia reformada. La reina Isabel, ayudada por Cisneros, puso en marcha medio siglo antes de latrgica rebelin de Lutero y de la reforma de la Iglesia catlica (llamada Contrarreforma), una seriay esmerada renovacin en el interior de la Iglesia, incluyendo la depuracin de la vida eclesisticaen el territorio espaol.

    Fraile asceta y de gran sabidura, Cisneros proceda de familia hidalga. Despus de largos aosde observancia en la orden franciscana, su amigo y protector Pedro Gonzlez de Mendoza, cardenalarzobispo de Toledo, buen conocedor de sus mritos, lo envi a la Corte donde enseguida fuenombrado confesor de la reina. Al principio, el buen fraile se resisti, huyendo y permaneciendooculto por dos veces hasta que finalmente fuera persuadido de que aceptara tan honrosonombramiento. Cisneros no se resignaba a verse privado de la paz y el sosiego de su convento sinms y se entreg de lleno a la evangelizacin de una sociedad disoluta y libertina esparcida por todoel pas, moros y judos inclusive. Enseguida creci en su nimo el convencimiento de que era unmero instrumento en las manos de Dios y, consciente del inmenso campo apostlico que se abra antel, pletrico de fuerza y de fervor, acometi su empresa. No siempre tuvo xito, pero tanto por susvirtudes como por sus hechos fue sin duda el hombre que el pas necesitaba en aquel momento.

    Su aspecto exterior estaba en armona con su temple interior. Alto y enjuto de figura, de tezplida y ojos febriles, la nariz grande y poco noble era ganchuda (sus adversarios la comparaban conla trompa del elefante) y le caa sobre el labio superior tambin demasiado grande y grueso. Suamplia frente surcada de profundas arrugas se alargaba hasta la calva, ms pronunciada an si cabepor la tonsura franciscana. Amigo de pocas palabras, tajantemente cortaba cualquier conversacinociosa o inconveniente; sin embargo, cuando hablaba, sus palabras tenan la fuerza y el hechizo de unconvencimiento al parecer incontestable.

  • Isabel estaba muy satisfecha de tan valiosa ayuda e inslitamente decidi que lo nombraranarzobispo de Toledo (1495) y, posteriormente, Fernando le obtuvo el cardenalato. Pese a los ochentamil ducados anuales de su arzobispado y al tren de vida que estaba obligado a llevar, Cisneroscontinu siendo el monje asceta y solitario de siempre y nunca dej de vestir su hbito de franciscanodebajo de los ropajes de arzobispo. Pedro Mrtir dijo de l, que era Agustn por su agudainteligencia, Jernimo por su espritu de penitencia, y Ambrosio por su celo en la fe.

    Aconsejada por Cisneros, la reina se propuso establecer de nuevo el orden y la disciplina dentrodel clero. Castig severamente el concubinato de los clrigos y se preocup de mejorar la formacinde los telogos ms jvenes que, en algunas ocasiones, carecan incluso del mnimo conocimiento dela lengua latina; orden al episcopado permanecer siempre en su sede y les conmin,comprometindose ella tambin en conciencia, a elegir para los cargos eclesisticos a las personasms dignas e idneas sin tener en cuenta su linaje, rango o condicin. Cisneros, con la aprobacin yel apoyo de la autoridad de la reina, entr adems de lleno en la reforma cientfica de la teologa.Fund la universidad de Alcal de Henares seleccionando con especial esmero la concesin dectedras, sobre todo, en las lenguas clsicas e incluso orientales, sin las cuales no se podra hacerverdadera ciencia teolgica. Tambin inspir y dirigi la edicin de la Biblia Sacra Polyglotallamada Complutense, proporcionando con ello una slida y consistente base para el conocimientobblico, para el estudio de la teologa espaola.

    Ut incipiat divinarum literarum studia hactenus intermortua revisvicere . Con estas palabras enel prlogo de su primer volumen, Cisneros justificaba la aparicin de esta Biblia, plenamenteconvencido de que el abandono de estos estudios, no slo haba perjudicado a la fe y las costumbresde los representantes de la Iglesia, sino que, adems, les haba dejado incapacitados paracontrarrestar con xito la interpretacin hertica de las Sagradas Escrituras. (Una de lasconsecuencias de estas mejoras fue que telogos espaoles de la siguiente generacin, que ya habanmanejado este instrumento de trabajo, tomaron parte en el Concilio de Trento y superaron con muchoa sus contrincantes de otras naciones, por su rigor en la exactitud y la pureza de sus argumentos).Para Cisneros, llegar a las fuentes de la Sagrada Escritura era esencial para las correcciones delAntiguo Testamento segn el texto hebreo, y del Nuevo Testamento conforme al texto griego. Laadquisicin de grandes cajas de valiosos manuscritos, el pago a los fillogos, orientalistas y copistasque intervinieron en la obra, la fabricacin de nuevos tipos de imprenta, la participacin de cajistasalemanes, la propia impresin y todo lo relacionado con ella, implic una enorme inversin detrabajo, tiempo y dinero. No obstante, Cisneros puso en venta esta edicin de seis volmenesfoliados a seis ducados y medio el ejemplar, regalando adems buena parte de los 500 volmeneseditados. Esta obra actualmente no responde ya a las exigencias de la ciencia bblica moderna, porcarecer de notas crticas exegticas, no citar las fuentes de los manuscritos y porque parece nonecesitar otras versiones variantes; as, que su valor actual sera discutible. Pero en su tiempo fueuna gran obra cientfico-religiosa, precursora de la Polyglota de Amberes editada gracias almecenazgo de Felipe II. Hoy en da, an conserva el honor de ser la editio princeps del NuevoTestamento. La reina doa Isabel, por desgracia, no lleg a ver terminada esta gran obra que contanto entusiasmo e inters haba promocionado.

    Cisneros no se conform con aquella renovacin de los estudios teolgicos y quiso llevar a cabo

  • un gran cambio tanto en la vida religiosa como en la moral y las costumbres de todos los estratossociales del pas. Quiso ennoblecer y purificar sus mentes de los efectos perniciosos de lecturas debaja estofa, sustituyendo los frvolos y nocivos libros de caballera, que sus contemporneos leancomo entretenimiento, por otras lecturas mucho ms selectas. Con ese fin facilit la traduccin alespaol de obras literarias selectas y su posterior publicacin, editando obras asequibles por pocodinero y que incluso l mismo regalaba con frecuencia: Cartas de la mstica Catalina de Siena, lasObras de Angela de Foligno y de la abadesa Mechthildis, la Perfeccin cristiana de Juan Clmaco,Reglas de vida de Vicente Ferrer, la Vida de Cristo del cartujo Landolfo y una biografa delarzobispo Toms Becket de Canterbury. Pero adems de estas grandes empresas editoriales,Cisneros tambin puso inters y especial empeo en reformar la vida de las rdenes religiosas. Losconventos, tanto de hombres como de mujeres, de franciscanos, agustinos, carmelitas y dominicospasaron por esas reformas. Si Cisneros no hubiera preparado antes el camino, la gran Teresa devila difcilmente habra podido hacer su reforma del Carmelo cincuenta aos despus (1562). Losfranciscanos, sus hermanos en religin, fueron los que le pusieron ms dificultades. Divididos poraquel entonces en dos ramas, los observantes o ms austeros por una parte, y los conventuales omoderados por otra, estos ltimos pretendieron impedir la accin del incmodo reformador con unafuerte resistencia pasiva y tambin acusndole ante el Papa con falsas sospechas. Pero Cisneros, conel auxilio de la reina Isabel, pudo superar, una vez tras otra, la dejadez por parte de Roma hastalograr que la rama conventual, salvo alguna rara excepcin, fuera tambin observante. Las reformasde la archidicesis toledana, cuya cabeza era el propio Cisneros, se llevaron a cabo con mximorigor. En los aos 1495 y 1498 se celebraron dos snodos diocesanos, despus de los cuales sepromulg una larga serie de medidas muy convenientes y meritorias. Algunas de esas disposicionesfueron la introduccin de clases de catequesis para los nios los domingos por la tarde y una breveexplicacin del Evangelio del da en una homila durante la Misa de los domingos. Y Cisnerosdispuso tambin el registro de todos los bautizos en cada parroquia; con ese registro se evitaron loscertificados falsos de identidad de los hombres de su poca y se prest un gran servicio a la Historiaen el futuro.

    sta era la Iglesia reformada que la reina Isabel y el cardenal Cisneros haban proyectado. Peronosotros queremos completarlo con un par de aclaraciones. Por un lado habra que explicar quecuando se habla de la reforma de la vida eclesistica y religiosa en Espaa, solamente son citados lareina Isabel y el cardenal Cisneros, pues el rey don Fernando se limit a una pasividad muy propiade su temperamento, conformndose con pronunciar su placet, muy satisfecho siempre con todasaquellas innovaciones. Y por otro lado, justo es tambin decir aqu, que esta reforma de la Iglesiaemprendida por la reina Isabel y Cisneros, inculc al mismo tiempo en el pueblo espaol unosprincipios fundamentales que otros pases desconocan, como por ejemplo Alemania a principios delsiglo XVI, cuando tuvo que hacer frente a una revolucin religiosa como la de Lutero. Si en lospueblos al norte del Pirineo se hubieran reformado las Iglesias como en Espaa, sin duda algunaLutero, Zwinglio y Calvino habran predicado a sordos. Nosotros en Alemania opinamos de distintomodo, cosa que hacemos con frecuencia, con respecto a esto. Algunos piensan que fue una suerte paranosotros que una luz de salvacin se iluminara sobre nuestras cabezas, mientras que otros opinan queseguramente sin esa luz, en Alemania seguiramos siendo hermanos caminando todos unidos con paso

  • mesurado a travs de los siglos y formando un nico pueblo. Seguramente se hubieran evitado ros desangre humana y no se hubieran perdido lamentablemente un sinfn de valores espirituales ymateriales.

    La Iglesia espaola nacional, con soberana autonoma y reformada al estilo catlico-espaol,habra sido un modelo incompleto para su rigurosa organizacin sin el carcter impreso de Iglesianica y absoluta, como ltima perfeccin. A los soberanos les pareca que para la unin poltica ypopular era esencial la unidad de fe y una sola religin estatal; eso era fundamental para laconsolidacin del reino. Pero Isabel y sus consejeros monsticos (Talavera, Cisneros, Torquemada)an tenan otro ntimo deseo. Su ferviente celo por la fe haca que estuvieran convencidos de queempuaban la espada de Dios como adalides de la Cruz y defensores de la cristiandad. Y adems detodo esto estaba el instinto de conservacin de la raza. Porque aquella persistente amenaza depropagacin juda y mahometana en un pueblo gtico-ibrico y los inevitables trastornos socio-econmicos, slo podran desaparecer con la prctica de medidas correctivas muy estrictas.Consecuentemente, aquella lucha contra moros y judos que en un principio era por profesar unareligin diferente, acab siendo por pertenecer a una raza diferente.

    La animadversin contra los judos lleg en la Edad Media a tal punto que en varias ciudadesespaolas hubo numerosos actos de violencia, saqueos e incluso matanzas. Sin embargo, lasdenuncias contra aquellos forasteros eran de tal ndole que, de ser cierto slo la mitad de lo quedenunciaban, habra motivo suficiente para entender tanto desafuero. Los judos, por ejemplo, hacanprstamos de dinero a ciudadanos sencillos o importantes cobrando elevadsimos intereses, comohacen los autnticos usureros. Ponan su dinero a buen recaudo llenando sus arcas y cofres demonedas de oro y de piedras preciosas, al tiempo que se burlaban menospreciando la pobreza yescasez que los cristianos estaban obligados a vivir. Tambin haba denuncias de que los judos senegaban a hacer trabajos nobles, para poder dedicarse solamente a cuidar de sus negocios y questos continuaran prosperando con pinges beneficios. De modo que el dinero y las riquezas de losespaoles iban pasando, poco a poco, a manos judas y stos hacan venir a Espaa a otros muchosde sus correligionarios. Se fueron quedando con las tierras que los nobles haban tenido quehipotecar y as seguan acumulando bienes y propiedades y hacindose dueos de todo; la mayorparte de la poblacin rica de las ciudades era juda. Tambin se aseguraba que los judos erancapaces de perjurio, si el juramento les beneficiaba en algo, y que no dudaban en vender inclusoveneno e intervenir en cualquier tipo de artimaas. Ms an, existen pruebas al parecer, de quetambin profanaban el culto cristiano; profanaron objetos religiosos y ritos cristianos, cometieronsacrilegios con la Eucarista y destrozaron crucifijos. Denunciaron, tambin, que sacrificaban nioscristianos para celebrar su Pascua, que hacan juegos de manos con su sangre, que practicaban lacircuncisin de la ley mosaica no slo a sus hijos y esclavos, sino que tambin circuncidaban a suscriados y servidores en general. Otros contaban que, cuando los judos tenan tratos o negocios conlos cristianos, les obligaban a guardar las costumbres talmdicas en comidas y en formas de vida, lesobligaban a acatar la ley judaica. Esto mismo explica, por otra parte, que a pesar de tanta tropelahubiera muchos cristianos judaizantes, es decir, muchos cristianos que poco a poco se fueroncontagiando y simpatizaban con las costumbres de la religin juda. Aunque los sacrificios de niosantes citados y otros parecidos, puedan sonar a fbula popular, lo que s se puede decir con absoluta

  • certeza es que exista el peligro de que Jud tratara de extender su reino e instaurar un judasmonacional sobre las ruinas de un dominio rabe, ahora cristiano, en Espaa. En cuestin de religin ynacionalidad, se trataba de ser o no ser. Tanto los concilios nacionales como las Cortes de losdistintos reinos, decretaron y promulgaron por separado diversas disposiciones especiales cada vezms severas y represivas contra la poblacin juda. Anteriormente, en el siglo XIV, el dominicoVicente Ferrer haba conseguido conversiones masivas de judos al cristianismo; pues bien, losjudos conversos tambin estuvieron sometidos a las nuevas leyes decretadas en los aos 1405 y1406 en Castilla y despus tambin en Aragn, Valencia y Portugal. Eran unas leyes realmente durascontra los hijos de Israel, que les impeda o les pona serias dificultades para ejercer cualquieractividad civil. No obstante, a pesar de tanta contrariedad, las conversiones al cristianismo seguanaumentando. Una posible explicacin podra ser que los judos conversos amasaban riquezas y, al serreconocidos oficialmente cristianos, su fortuna les abra muchas puertas a cargos honorficos o decierto relieve, llegando incluso a contraer matrimonio con familias de rancio abolengo. A principiosdel reinado de Felipe II, apareci un libelo titulado Tizn de Espaa, falsamente atribuido aFrancisco de Mendoza y Bobadilla, arzobispo de Burgos (1566), que sin demasiado fundamentopublicaba los nombres de las principales familias contaminadas por sangre juda. La lucha por lalimpieza de la sangre cristiana, el afn de tener sangre incontaminada, aquel orgullo de ser de sangrecristiana que tan tenaz y apasionadamente dominara en Espaa durante los siglos XVI y XVII, influymucho a la hora de distribuir cargos y conceder honores. Eso dio motivo a que se practicaraninterminables y complicadas verificaciones de la pureza del rbol genealgico y de mil modosdistintos fue tambin tratado en muchos dramas y novelas de forma muy crtica y satrica, llegndoseincluso a decir que todo aquello era simplemente una de las actividades de la Inquisicin. Todo estotuvo su origen en la judaizacin del pueblo espaol durante el siglo XV.

    Los conversos por conveniencia, llamados marranos por el pueblo[11], eran orgullosos yengredos y, por tanto, no tenan inconveniente en confesar pblicamente que, entre sus cuatroparedes, ellos seguan celebrando celosamente sus ritos judos y sus hijos y nietos bautizados,tambin los seguiran celebrando eternamente. Nadie, por supuesto, se haba hecho demasiadasilusiones sobre la sinceridad de la conversin de aquellas gentes, pero s se tena la esperanza de irganando poco a poco para el cristianismo a todos sus descendientes; eso sera una forma pacfica depoder extinguir el judasmo. Pero no fue as, esas esperanzas se vieron totalmente frustradas. Huboque nombrar un tribunal de justicia especial para esos casos. Los clrigos dieron el primer paso. Losdominicos Alonso de Ojeda y Diego de Merlo, junto a Nicolo Franco, nuncio de Su Santidad,apremiaron a la reina a nombrar un tribunal de justicia mixto eclesistico y secular, confacultades para proceder contra aquellos falsos conversos notoriamente simulados. As que el da 1de noviembre de 1478, solicitado por los Reyes Catlicos y mediante una bula del Papa, en Espaanaci una nueva Inquisicin, distinta de la anterior la Inquisicin papal para el caso de losdominicos, pero que ya estaba vigente en Aragn, Catalua y Valencia desde haca largos aos.Estos nuevos inquisidores recibieron un encargo: su misin consista en perseguir y castigar a loscristianos rebeldes y a los marranos, pero su jurisdiccin no alcanzaba a los judos no bautizados.

    Fueron tantas las apelaciones interpuestas a Roma en los primeros aos de actividadinquisitorial, que se hizo necesaria la figura de un juez supremo nombrado por el Papa y con sede en

  • Espaa. Este cometido fue adjudicado con un nuevo nombramiento, el de Inquisidor general. Laencomienda era un privilegio papal slo en apariencia, o mejor dicho, slo parcial, pues se limitabaa un Breve apostlico en virtud del cual se otorgaba la autoridad eclesistica jurisdiccional, pero lapersona para ser nombrada titular era propuesta por la Corona. Si la propusiera o nombrara el Papa,ste podra elegir a un hombre que no fuera del agrado de los soberanos y verse despus casi forzadoa sometimiento, por las protestas e intimidaciones de los monarcas. Y as se nombr al primerInquisidor general, el prior de los dominicos, Toms de Torquemada, nombrado slo para Castilla enagosto de 1483, pero a partir de octubre del mismo ao, tambin para Aragn, Catalua y Valencia.Torquemada era un hombre tan temeroso y enamorado de Dios, como severo y exigente consigomismo a la hora de hacer penitencia. Cumpli su encargo no como un servicio al Estado, sino comouna cruzada de la fe. Mucho ms que la supresin de los actos delictivos, sociales o morales, leimportaba la salvacin de las almas. Para los que eran contrarios a la idea de Inquisicin en aquellostiempos, el nombre de Torquemada se convirti en truculento sinnimo de fanatismo e intolerancia, yan en nuestros das ese nombre sigue vinculado a una serie de horripilantes cuentos llenos depatraas. La Inquisicin sirvi para proteger al pueblo, a la moral y la economa del pas contra uncristianismo que slo era fingido y un judasmo secretamente mantenido; pero, como ya hemos visto,no poda ejercer su autoridad sobre los judos sin bautizar, sobre aquellos judos que no deseabanconvertirse y perseveraban en la religin de sus antepasados. Los marranos, claro est, vean enellos garantizada la custodia de la antigua Ley juda. Por lo tanto, para que hubiera paz y unidadnacional era menester solucionar definitivamente la cuestin juda y lamentablemente hubo que cortarhasta el ltimo de sus vnculos. Los Reyes Catlicos reunieron fuerzas para tomar una decisindefinitiva, animados por el sabor de la conquista de Granada. Aquella victoria final sobre un puebloenemigo de la fe y de la raza hispnica, les dio el valor que necesitaban para asestar un duro golpe alos judos no bautizados. El 30 de marzo de 1492, firmaron los Reyes Catlicos en la Alhambra undecreto de expulsin de la poblacin juda sin convertir ni bautizar. Este decreto deba ser acatadoen un plazo de tres meses. El real decreto autorizaba a los implicados a vender todos sus bienes yllevarse el producto de la venta en forma de enseres o mercancas, pero con prohibicin expresa desacar el oro y la plata fuera del pas. Segn los clculos de sus contemporneos, se marcharon unas36.000 familias. Aquel nuevo xodo de los judos provoc en el pueblo espaol ms gestos decompasin y misericordia que de amargo endurecimiento o crueldad. Hubo pocas conversiones deltima hora. Sin embargo, el nmero de judos convertidos al cristianismo que, siendo hijos de Israelse qued en el pas, fue mucho mayor que el nmero de expulsados. Y esos hombres dejaron unaimpronta juda en la raza ibrica nada despreciable, a pesar del transcurso del tiempo y de variasgeneraciones ya asimiladas al cristianismo. En cambio, no as los historiadores modernos que nuncacreen haber subrayado suficientemente los enormes daos que Isabel y Fernando ocasionaron a supas con la expulsin de un pueblo tan valioso, trabajador y buen comerciante como el judo; sos nodejan ninguna impronta. Pero adems olvidan algo importante: de haberse quedado en Espaa, losjudos habran explotado impunemente sin ninguna traba los cuantiosos beneficios del descubrimientode Amrica, hasta encumbrarse y convertirse en primera potencia financiera del mundo. Si lasriquezas de las colonias caen en manos judas es seguro que ellos habran creado una internacionaldel oro y Europa difcilmente hubiera podido nunca liberarse de esas cadenas. Y como tampoco

  • faltan los que sostienen que la expulsin de los judos slo pudo hacerse por un fanatismogenuinamente catlico-romano, hemos de recordar aqu que Martn Lutero tambin mantuvo unainslita y encarnizada lucha contra el pueblo judo y su religin. En 1536, el elector Federico deSajonia decret a instancias de Lutero la expulsin de todos los judos de su territorio. En sus obrasVon den Juden und ihre Lgen (1542), Vom Schem Anphoras und dem Geschlecht Christi (1542) yVon den letzten Worte Davids (1543), Lutero dirigi palabras rebosantes de obscenas groseras,llenas de odio implacable a los israelitas en Alemania y haciendo un apasionado llamamiento al usode la violencia contra ellos. En su ltimo sermn en Eisleben, el 14 de febrero de 1546, Lutero,enardecido, predicaba: No tenemos que aguantarles, sino expulsarles. Y es de todos bien conocidoque el general Ludendorff, que fuera famoso durante la guerra mundial pero posteriormente olvidado,en sus mejores tiempos fue un enemigo acrrimo de jesuitas, masones y judos.

    En el reino espaol, en su raza y religin haba an otro cuerpo extrao: los moros. Lacapitulacin de Granada permita a los moros conservar sus leyes y la libertad de confesin. Elconde de Tendilla supo ejercer con sabia moderacin su papel de virrey, y el entonces recinnombrado arzobispo Fernando de Talavera, judo converso en su origen y predecesor de Cisneros enel confesonario de la reina, lleno de paternal ternura y mansedumbre, tambin hizo cuanto estuvo desu parte para evitar las controversias religiosas. Si un moro deseaba convertirse, sea bienvenido;pero a nadie se obligaba. Los moros no hablaban espaol, as que Talavera estudi rabe e hizo quesu clero pastoral tambin lo aprendiera. Mand publicar una pequea gramtica hispano-rabe yencarg la traduccin al rabe de los puntos ms relevantes del catecismo, la liturgia y de algunospasajes del Evangelio. El inters era el mismo por parte de los profesores, que de los alumnos.Muchos moros se vieron movidos por aquella benevolencia a hacer lo que nunca hubieran hecho porpresin o violencia: convertirse al cristianismo. Sin embargo, la Corte espaola no estabaplenamente satisfecha con aquellos resultados. Era una cristianizacin demasiado lenta. De seguiras, no llegaran nunca a ver una Iglesia nica. Cisneros, hombre de accin, debera ver cmo estnlas cosas. Y Cisneros vio y decidi atajar el camino con la misma sangre fra que empleara en susanteriores reformas. Reconoci enseguida los buenos resultados conseguidos pese a la suavidad deTalavera, pero l estaba plenamente convencido de que para extinguir definitivamente el islamismohispnico como confesin en un futuro prximo, se requera mayor firmeza, adoptar medidas muchoms rigurosas. As que convoc a los alfaques doctores en la ley del Corn y, adems deexplicarles el Evangelio, les hizo ver dnde se encontraban los errores de su fe. Luego les obsequicon ricos presentes y buenas promesas y, en breve tiempo, Cisneros tuvo la enorme satisfaccin dever convertidos a un buen nmero de aquellos doctores de la ley musulmana. Posteriormente yconforme a la psicologa de masas, muchas familias siguieron el ejemplo de sus alfaques y seconvirtieron al cristianismo de forma vertiginosa. Cisneros lleg a bautizar tres mil moros en un soloda, esparciendo agua bendita con un gran hisopo sobre una muchedumbre arrodillada, mientras lascampanas de todos los alminares musulmanes, ya convertidos en iglesias y capillas, repicaban sincesar durante todo el da. Los moros, cristianos nefitos, entusiasmados, concedieron a su nuevoapstol el honorfico sobrenombre de alfaqu campanero. Pero este indiscutible xito llev aCisneros a cometer graves errores. Para empezar, mand retirar todos los ejemplares del Corn y delibros de cultura general y religiosos que los moros posean y utilizaban con frecuencia y despus

  • envi los de medicina a la universidad de Alcal de Henares; el resto fue quemado en una hoguera enla plaza pblica. Este auto de fe que se hizo con los manuscritos rabes es, incluso para nuestrosdas, una irreparable prdida para la cultura y la ciencia, pero sobre todo, los moros lo interpretaronen su momento como un menosprecio a su religin; aquello contradeca los tratados firmados en lacapitulacin de Granada. La consecuencia inmediata fue una rebelin por parte del pueblo musulmn.La reina Isabel no poda salir de su asombro y consternacin, mientras el rey Fernando, para quienCisneros no era santo de su devocin, exclam muy airado: Acaso se propone este fraile destrozaren un solo da, lo que nosotros hemos levantado en diez aos?. Cisneros fue llamado a captulo y, enpresencia de los Reyes, se justific valientemente y con encomiable frialdad. Cisneros no se hacaresponsable del motn; l slo haba actuado queriendo lo mejor para el pas y, despus de loacaecido, crea muy necesario actuar enseguida con mano frrea y llegar hasta el fin. Ahora o nunca.Era una ocasin ptima para eliminar el islamismo del territorio espaol y llevar a feliz trmino latan deseada unidad poltica y religiosa. La ley aplicada a los judos servira tambin para seraplicada a los moros. Y los Reyes Catlicos se dejaron convencer.

    Un severo y estricto tribunal proces a los rebeldes y eso provoc nuevas y ms sangrientasrebeliones, hasta acabar en una guerra en los montes de las Alpujarras. Despus de una larga y fuerteresistencia por parte de los musulmanes, el ejrcito cristiano, superior en nmero y en estrategias,logr finalmente reducirlos y, como resultado final de todo ello, el 12 de febrero de 1502 se firmabaun edicto contra los moros no convertidos del territorio de Castilla y Len, muy semejante al edictoque en 1482 se firmara para expulsar a los judos. La cuestin que se planteaba era simplementebautismo o destierro, no haba otra alternativa. En Aragn todo fue mucho ms rpido, slo cuestinde tiempo; Carlos V los expuls de golpe. As como el judo prefiere sacrificar la patria en aras dela fe, el moro sacrifica la fe en aras de la patria. Es decir, hubo conversiones masivas; la gente casiasaltaba las iglesias y una vez ms hubo que utilizar el hisopo en vez de la pila bautismal. Despusde esto, de un plumazo quedaba establecida la unidad religiosa en la mitad ms importante del reino.A estos moros en lo sucesivo se les llamar moriscos. Y tal como antes sucediera con los judos,en este caso tampoco haba grandes ilusiones de que los seguidores del Profeta obligados aconvertirse llegaran a ser buenos cristianos convencidos; se tena una remota esperanza de que elcristianismo arraigara definitivamente en los corazones de sus descendientes. As, de una forma lentapero segura, el islamismo se podra ir extinguiendo por s solo. La Inquisicin se encargara en estaocasin de que los moriscos cristianos slo en apariencia, no pudieran seguir tejas abajo ysolapadamente las prcticas de su antigua religin. Nosotros ahora no queremos ni defender nicriticar tal procedimiento, nicamente queremos verlo a la luz y con el espritu del siglo XVI. Sialguno sintiera cierta indignacin juzgando la tica espaola de aquellos tiempos, debera repasar yhacer un estudio serio de la Reforma en Suiza o Inglaterra, por ejemplo, porque en su lecturaencontrar conversiones por coaccin que, comparadas con las conversiones en Espaa, nos haranpensar que la solucin y la actitud tomada por los Reyes Catlicos frente a moros y judos fue unsimple juego de nios.

    Para mejor entender la poca ya prxima de Carlos V y Felipe II, conviene recordar que, en lacuestin poltica y religiosa, siguieron un camino emprendido por sus antecesores los ReyesCatlicos con la ayuda del cardenal Cisneros. No slo en lo referente al gobierno interno de la

  • Iglesia, sino a su actitud y a la de todo el pueblo frente al Papa en la Contrarreforma. Los dos reyeslo haban heredado de sus egregios antepasados.

  • 6Estando el siglo prximo a su fin, los Reyes Catlicos pudieron contemplar los resultados de susveintisis aos de incesante trabajo en servicio de un estado creado por ellos, veintisis aos dexitos y progresos incomparables. Aquel reino deseado ya estaba fundado y consolidado. Pudieroncrear una Espaa nica y fuerte con acatamiento por parte de la nobleza, sometimiento por parte delos infieles y con el descubrimiento de un nuevo mundo. Pero el futuro segua siendo inseguro; en elseno familiar no pudieron gozar de la misma paz y felicidad que tan ostensiblemente brillaba sobresus dominios.

    El regio matrimonio se vio bendecido con un hijo y cuatro hijas, pero sobre estos hermanos secerna una dolorosa tragedia. Isabel muri poco despus de su casamiento con Manuel I de Portugal;Catalina fue a Inglaterra donde, despus de enviudar, contrajo segundo matrimonio con Enrique VIII ysufri el martirio; a Juana le esperaban varios aos de desavenencias conyugales y un triste final:demencia mental; solamente Mara, que sucedi a su hermana Isabel, tuvo la dicha de vivirfelizmente casada y dar al imperio a la que luego sera emperatriz y esposa de Carlos V; y Juan,nico hijo varn de los Reyes Catlicos, muri de muerte sbita el 4 de octubre de 1497 a losdiecinueve aos de edad, despus de siete meses casado con Margarita de Austria. Algunos mdicosachacaron esa muerte a las frecuentes y apasionadas relaciones conyugales y Pedro Mrtir, antiguoamigo y profesor, ilustr esa inslita historia aadiendo que la reina Isabel se negaba tozudamente aescuchar el consejo de los galenos, diciendo: No separis a los Prncipes, que lo que Dios haunido no debemos separarlo los hombres. Fuere lo que fuere la causa de su muerte, lo cierto es quela familia real siempre tuvo por acertada esta ltima versin, pues el propio emperador Carlos V enlas instrucciones que dejara a su hijo Felipe en el ao 1543, le recordaba ese asunto para que lesirviera de saludable escarmiento. Nunca sabremos si la temprana muerte de este prncipe fue suerteo desdicha para Espaa. Jernimo Mnzer que le conoci a la edad de diecisiete aos, explica que elheredero del trono no tena la lengua expedita para hablar con soltura[12]. Ese defecto unido al dellabio inferior demasiado grueso y cado y la misteriosa muerte sbita, ms las escasasprobabilidades de vida del hijo que haba engendrado, nos permite deducir que las cosas no ibandemasiado bien ni en su fsico, ni en su espritu. Era l tambin portador en su cerebro como suhermana Juana, del hereditario germen de la locura? Era l tambin, como despus lo fuera donCarlos, raqutico y limitado? No lo sabemos. Pero quiz fuera afortunado el hecho de que alaproximarse el nuevo siglo, se extinguiera desde sus inicios algo que, sesenta aos despus, hubierapodido acabar en una dolorosa y triste tragedia para los herederos de la Corona. Con la muerte deeste infante don Juan, mora el ltimo sucesor directo del trono en la dinasta espaola.Efectivamente, dos meses despus de su muerte, su esposa daba a luz un hijo pstumo que apenasnacido pas a mejor vida. Por lo tanto, su hermana mayor esperaba recibir esa herencia paraPortugal, de donde ya era reina; pero en agosto de 1498, ella tambin mora prematuramente. Elderecho sucesorio recaa por tanto, en Miguel, el pequeo infante de Portugal que en julio de 1500, ala tierna edad de veintids meses, segua el mismo camino que su madre. Por un triste sino, en elbreve plazo de cuatro aos, haban desaparecido cuatro sucesores al trono. Pareca como si la muertehubiera querido abrir paso, de forma violenta, a una nueva dinasta extranjera. Con la muerte de don

  • Juan qued acordado un nuevo casamiento que durante dos siglos iba a dejar al Imperio en manos dela casa de Habsburgo: Juana, la segunda hija de los Reyes Catlicos, contrajo matrimonio en octubrede 1496 con el Archiduque Felipe de Austria, primognito del Emperador Maximiliano I deAlemania: era Felipe el Hermoso.

  • IILA TRAGEDIA EN TORNO A JUANA

    La hija de Isabel y Fernando se casa con Felipe el Hermoso, heredero de los PasesBajos. Espaa va a caer en la esfera de influencia de los Habsburgo. El Estado y laCorte, poblacin y costumbres de las provincias neerlandesas. Desavenencias en elmatrimonio de Juana y Felipe el Hermoso. Viaje de los esposos a Espaa, cruzandoFrancia. Vuelta prematura de Felipe a los Pases Bajos, con un gozoso intermedio enInnsbruck. Mi Austria querida! La desesperacin de Juana. Atroz entrada en elCastillo de la Mota. Primeros signos de ofuscacin mental. Reencuentro con suesposo en Bruselas. Comienzan los escndalos producidos por los celos. La dama dela Corte, maltratada. Las esclavas marcadas. El continuo lavado del cabello. Unpaso ms hacia la locura. Muerte temprana de la reina Isabel, su madre. Fernando yFelipe el Hermoso discuten la herencia del trono. La travesa de los esposos desde losPases Bajos a Espaa pasando por Inglaterra, una aventura. Desconfianza y contratosimulado entre los reyes rivales. El embrutecimiento creciente de Juana. Muerterepentina de Felipe el Hermoso. Retrato de su carcter. Quin es culpable de todoesto? Juana se derrumba totalmente. La psyche de la reina loca. El empeoramientode su negligencia. Un cadver itinerante. Anarqua en el pas. Fernando, unsalvador teatral. Fracasa la posible unin matrimonial de Juana con el rey deInglaterra. La relacin de Juana con sus hijos. Su retiro definitivo. La vida en elcastillo encantado. El cadver itinerante llega a su destino final. Muerte del rey donFernando. El prncipe Carlos, su heredero. Una visita muy preparada a su madre. El aventurado rapto de su hermana pequea. Juana y los comuneros. Agravamientodel trato recibido y empeoramiento de su salud. Un largo martirio y su consoladorfinal. Juana segn la opinin de la psiquiatra.

  • Por el profundo e infinito espacio discurren multitud de astros, luminarias de Dios,instrumentos bienaventurados taidos por el Creador. Todos pletricos defelicidad, Dios quiere un universo feliz. Slo uno entre ellos, no comparte esasuerte; el hombre ha sido creado en l.

    EGON FRIEDEL

    1

    Volvamos ahora nuestra mirada a las provincias de los Pases Bajos, cmulo de esplndidas ruinasen el parcelado imperio de Carlomagno, a causa de guerras y repartos territoriales. En el ao 1363,Juan rey de Francia, enfeud a su hijo Felipe el Atrevido con el ducado de Borgoa. Felipe recibiadems por va matrimonial el condado de Flandes con sus prsperas ciudades de Gante, Brujas,Douai y Tournai, y aos ms tarde y tambin por va matrimonial, sus descendientes aumentaronaquel pequeo ducado hasta darle categora de Estado. Cuando Carlos el Temerario, ltimo prncipede linaje borgon, lo recibi en herencia y hubo de gobernarlo (1467-1479), el Estado de Borgoacomprenda tambin los ducados de Brabante, Luxemburgo y Limburgo, los condados de Flandes,Artois, Henao, Holanda, Zelanda y Namur, y los seoros de Malinas, Oberyssel y Maastricht.Adems de no parecerse nada entre ellos, exteriormente estaban divididos por el territorio de Lorenae interiormente por lenguas, intereses y formas de vida muy diferentes en cada una de sus provincias.Sin embargo, el Estado borgon formaba una unidad homognea tanto en industria y comercio comoen el bienestar de sus ciudades, muy densas de poblacin. Tena la fuerza y el vigor de unaciudadana orgullosa del carcter democrtico y la popularidad de un digamos primus inter paressoberano gobernante y de los mltiples Estados provinciales, que le hacan ser considerado uno delos pases ms productivos y distinguidos de occidente. Tanto Francia como los Habsburgo locontemplaban con cierta codicia y segn conviniera lo cortejaban o luchaban contra ellos conalianzas e intrigas, porque el Estado de Borgoa era el fiel de la balanza que equilibraba Europa ycuando se inclinaba a favor de alguien, ste tena asegurada durante siglos la supremaca sobre susrivales. La ambicin de Carlos el Temerario aspiraba a un dominio lorens que se extendiera desdeHolanda hasta las fronteras del Estado de la Iglesia romana, pero para eso tena que empezar porconquistar Lorena, Provenza y Suiza. Para esa gigantesca empresa se requera ayuda y una alianzacon los poderosos Habsburgos, que ya haban contribuido en Europa dando un rey a Roma y unemperador a Alemania. A lo que Carlos realmente aspiraba en lo ms ntimo de su corazn, era a launin de esas dos coronas sobre su cabeza. Pues bien, esa alianza entre Borgoa y Habsburgo fuesellada por un matrimonio que fue decisivo: Mara, hija y heredera de Carlos el Temerario, contrajomatrimonio con Maximiliano de Austria, hijo del emperador Federico III. Pero la realizacin deestos ambiciosos planes se vio frustrada por la inesperada muerte del temerario borgon cerca deNancy, en 1477, en un combate en Lorena. Con su muerte y la de sus leales amigos, mora tambinaquel sueo de hacer de Francia y Alemania, una sola y nica gran potencia. En cambio la casa deHabsburgo sali ganando con aquel infortunio. El matrimonio de Maximiliano y Mara haba sido

  • bendecido con un hijo varn al que llamaron Felipe y que, con el paso del tiempo, recibira elsobrenombre de el Hermoso. Mara, su madre, perdi la vida siendo muy joven an, de una cada delcaballo (1481), y su hijo pas a ser el nico heredero del Estado de Borgoa. Con esto, los planesque tena Francia de ejercer su hegemona sobre Europa central se frustraban, pero a pesar de eso,los Habsburgo la segua considerando un poderoso rival e irreconciliable adversario.

    Maximiliano adopt una prudente tctica de acercamiento en defensa de una eventual estratagemade los franceses, buscando una estrecha y doble unin familiar con los reinos de Aragn y Castilla,por aquel entonces ya unidos y muy poderosos. Juana, hija de los Reyes Catlicos, contrajomatrimonio con el joven soberano de Borgoa, al tiempo que Margarita, la hermana de ste, concedasu mano a su hermano Juan, heredero del trono espaol. A partir de aquel momento, Espaa adquirigran relevancia en la historia universal. Espaa pasaba a ser el centro de una constelacin depotencias y pases europeos, y su categora ascenda a la de gran potencia occidental. La muerte sehaba llevado en muy poco tiempo a cuatro herederos de la Corona espaola. Pero respet a Juana,entonces hija mayor de los Reyes Catlicos, duquesa de Borgoa y esposa de Felipe el Hermoso, yesta mujer recibi una herencia territorial jams soada. El futuro rey de Espaa iba a ser unHabsburgo, as que a partir de entonces, Espaa tendra un permanente y temible enemigo: Francia.

  • 2Felipe el Hermoso y su esposa residieron en Gante y Bruselas. Un repaso a los rasgos caractersticostpicamente neerlandeses del esposo y del pueblo y pas que ellos gobernaban, nos ayudar acomprender mejor la suerte de dificultades que la joven doa Juana tuvo que superar paraaclimatarse y sentirse un poco a gusto en su nueva patria. En los Pases Bajos, el territorio estabapolticamente dividido en diecisiete provincias o pequeos estados poblados por ciudadanos dediferentes nacionalidades. En el sur se encontraban los belgas descendientes de celtas y romanos,subdivididos a su vez en valones en la cuenca del Mosa, y flamencos en la del Escalda; y en el nortelos frisones descendientes de los germanos y sajones que antiguamente dominaran el territorio deBatavia. Esa primera divisin dio lugar a que en todas las provincias hubiera, desde haca variossiglos, una complicada mezcla de lenguas que en el ao 1500 an segua predominando, aunque no entoda su pureza. La unin entre todas esas provincias, lgicamente, era muy dbil y dar con un nombreapropiado y comn a todas no fue empresa fcil. Primero fueron llamadas Flandes o Brabante y mstarde Baja Alemania o Blgica. En Flandes haba ciudades muy bellas como Brujas, Gante, Ipern,Courtrai, Termond, Nieuport, Dixmuiden, Ostende y Gravelines. Flandes fue el nombre que perdurdurante ms tiempo.

    Flandes fue tambin el nombre que los espaoles utilizaron durante varios siglos a partir de sudominacin, muy admirados siempre ante las inusitadas sorpresas que aquel pas les tenareservadas. En aquellas tierras no crecan el romero, espliego ni tomillo; no haba sauces, ni tampococipreses; tampoco haba olivas, albaricoques, higos, y no se conocan las almendras, ni haba huertosde melones; el perejil, la cebolla y las lechugas cuando las haba carecan de sabor, y para sazonarsus guisos, tenan que utilizar manteca en sustitucin del aceite[13]. Pero todos esos infortunios eranfcilmente olvidados al contemplar el verdor y la belleza de sus frondosos rboles