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1 http://www.bibliotecanacional.gov.co/content/dos-siglos-de-escritura-en-la-nueva-granada-y-colombia-gram%C3%A1ticas-y-artes- 1740-1830 Oración fúnebre en las exequias del reverendísimo fray José Solís Folch de Cardona - Fray Manuel Torrijos, Manuscrito, 1770? *** https://openlibrary.org/authors/OL426890A/Luis_Carlos_Mantilla_R. José Solís Folch de Cardona duque de Montellano (d. 1770) La autodefensa del Virrey Fraile (Memorial del ex-Virrey José Solís al Rey Carlos III en relación con su Juicio de Residencia) Luis Carlos Mantilla R, 1990, Editorial Kelly, Bogotá . *** http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/biografias/solijose.htm, Solís, José Ficha Bibliográfica Título: Solís, José Autor: Mantilla, Luis Carlos Mantilla, Luís Carlos. La autodefensa del Virrey-Fraile. Bogotá, Editorial Kelly, 1990. Mantilla, Luis Carlos. "La biblioteca del Virrey-Fraile". Thesaurus, Vol. 44 (1989). Tercer virrey del Nuevo Reino de Granada (Madrid, España, 1716 - Bogotá, abril 27 de 1770). El virrey José Solís Folch de Cardona ejerció el gobierno desde el 24 de noviembre de 1753 hasta el 25 de febrero de 1761, cuando entró su sucesor, don Pedro Messía de la Cerda; un total de 7 años y tres meses. Noble de España, don José Solís llegó a Santafé de Bogotá cuando contaba 37 años de edad. Desde su cuna se dieron signos premonitorios de su vinculación futura a la Orden Franciscana, pues su padrino de bautismo fue un religioso lego del seráfico padre, llamado fray Miguel de Castro, y no un alto personaje de la Corte, como correspondía a su alto rango social. Sobre su vida antes de venir al Nuevo Reino se conoce muy poco, y aun parte de aquello que se sabe anda todavía sujeto a la conjetura, cuando no a la conseja. El mismo Solís, en un escrito autobiográfico, le recuerda al rey Carlos III que los años que le sirvió como virrey, lo hizo con los más fervorosos deseos conformes al carácter del puesto, a la cualidad de mi persona y al desempeño de la sangre y cuna que por la piedad divina merecí heredar de mis padres, y más adelante alude a sus servicios militares al decirle que quien como yo mereció acreditar sus acciones a vista de vuestra majestad con el glorioso mérito de sacrificar su vida en defensa de vuestra real persona,>. Es posible que con esta frase se refiera a su actividad como coronel del regimiento de caballería Lanceros de Farnesio, que comandó desde el 23 de noviembre de 1736 al 13 de junio de 1747. Todos los biógrafos de Solís coinciden en ponderar sus dotes de mandatario y el carácter progresista de su gobierno, repitiendo como hecho irrecusable que el virrey tuvo particular interés en el progreso material del virreinato, consiguiendo numerosas realizaciones en beneficio de la comunidad: apertura de caminos, construcción de puentes, el incremento de las misiones, el acueducto para la capital, el fortalecimiento de la Casa de Moneda de Santafé, la organización de las Cajas de la Real Hacienda, el inicio de la estadística del virreinato, el restablecimiento de la cátedra de medicina en el Colegio del Rosario, el establecimiento de la comisión que debía fijar los límites entre la colonia portuguesa y el Nuevo Reino de Granada y otras numerosas obras públicas. Más por encima de todas estas obras, Solís, como ninguno otro de los mandatarios de la Colonia, fue amado universalmente por sus súbditos. Uno de los mejores elogios que se hicieron después de que entregó el mando, fue el de los miembros del cabildo civil de Santafé de Bogotá: La prontitud y eficacia de su despacho era tanta, que pasaba de la admiración al pasmo, pues siendo tanto lo que ocurría a su resolución en siete años y tres meses que gobernó este reino, no sabemos que quedase un solo pliego de papel en su mesa de un día para otro. La administración de su justicia e integridad en la distributiva son tan notorias que nos parece ocioso tocarla. Sin embargo, toda la entereza moral y el cúmulo de virtudes que se le pueden atribuir a Sola como mandatario, palidecen frente a la fuerza avasalladora que ha dado en tener en su biografía el episodio de presuntos amoríos con una dama apodada "la Marichuela". No se descarta que el virrey, como joven, soltero y rico que era, hubiese tenido amores e incluso aventuras. Sin embargo, la fuerza documental

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1740-1830

Oración fúnebre en las exequias del reverendísimo fray José Solís Folch de Cardona - Fray Manuel Torrijos, Manuscrito, 1770?

***

https://openlibrary.org/authors/OL426890A/Luis_Carlos_Mantilla_R.

José Solís Folch de Cardona duque de Montellano (d. 1770)

La autodefensa del Virrey Fraile

(Memorial del ex-Virrey José Solís al Rey Carlos III en relación con su Juicio de Residencia)

Luis Carlos Mantilla R, 1990, Editorial Kelly, Bogotá .

***

http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/biografias/solijose.htm, Solís, José

Ficha Bibliográfica

Título: Solís, José

Autor: Mantilla, Luis Carlos

Mantilla, Luís Carlos. La autodefensa del Virrey-Fraile. Bogotá, Editorial Kelly, 1990. Mantilla,

Luis Carlos. "La biblioteca del Virrey-Fraile". Thesaurus, Vol. 44 (1989).

Tercer virrey del Nuevo Reino de Granada (Madrid, España, 1716 - Bogotá, abril 27 de 1770). El virrey José Solís Folch de Cardona

ejerció el gobierno desde el 24 de noviembre de 1753 hasta el 25 de febrero de 1761, cuando entró su sucesor, don Pedro Messía de la

Cerda; un total de 7 años y tres meses. Noble de España, don José Solís llegó a Santafé de Bogotá cuando contaba 37 años de edad.

Desde su cuna se dieron signos premonitorios de su vinculación futura a la Orden Franciscana, pues su padrino de bautismo fue un

religioso lego del seráfico padre, llamado fray Miguel de Castro, y no un alto personaje de la Corte, como correspondía a su alto rango

social. Sobre su vida antes de venir al Nuevo Reino se conoce muy poco, y aun parte de aquello que se sabe anda todavía sujeto a la

conjetura, cuando no a la conseja. El mismo Solís, en un escrito autobiográfico, le recuerda al rey Carlos III que los años que le sirvió

como virrey, lo hizo con los más fervorosos deseos conformes al carácter del puesto, a la cualidad de mi persona y al desempeño de la

sangre y cuna que por la piedad divina merecí heredar de mis padres, y más adelante alude a sus servicios militares al decirle que quien

como yo mereció acreditar sus acciones a vista de vuestra majestad con el glorioso mérito de sacrificar su vida en defensa de vuestra

real persona,>. Es posible que con esta frase se refiera a su actividad como coronel del regimiento de caballería Lanceros de Farnesio,

que comandó desde el 23 de noviembre de 1736 al 13 de junio de 1747. Todos los biógrafos de Solís coinciden en ponderar sus dotes

de mandatario y el carácter progresista de su gobierno, repitiendo como hecho irrecusable que el virrey tuvo particular interés en el

progreso material del virreinato, consiguiendo numerosas realizaciones en beneficio de la comunidad: apertura de caminos, construcción

de puentes, el incremento de las misiones, el acueducto para la capital, el fortalecimiento de la Casa de Moneda de Santafé, la

organización de las Cajas de la Real Hacienda, el inicio de la estadística del virreinato, el restablecimiento de la cátedra de medicina en

el Colegio del Rosario, el establecimiento de la comisión que debía fijar los límites entre la colonia portuguesa y el Nuevo Reino de

Granada y otras numerosas obras públicas.

Más por encima de todas estas obras, Solís, como ninguno otro de los mandatarios de la Colonia, fue amado universalmente por sus

súbditos. Uno de los mejores elogios que se hicieron después de que entregó el mando, fue el de los miembros del cabildo civil de

Santafé de Bogotá: La prontitud y eficacia de su despacho era tanta, que pasaba de la admiración al pasmo, pues siendo tanto lo que

ocurría a su resolución en siete años y tres meses que gobernó este reino, no sabemos que quedase un solo pliego de papel en su mesa

de un día para otro. La administración de su justicia e integridad en la distributiva son tan notorias que nos parece ocioso tocarla. Sin

embargo, toda la entereza moral y el cúmulo de virtudes que se le pueden atribuir a Sola como mandatario, palidecen frente a la fuerza

avasalladora que ha dado en tener en su biografía el episodio de presuntos amoríos con una dama apodada "la Marichuela". No se

descarta que el virrey, como joven, soltero y rico que era, hubiese tenido amores e incluso aventuras. Sin embargo, la fuerza documental

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que podría sustentar este aspecto de su vida es muy débil en comparación con los testimonios abundantes que garantizan la rectitud de

su obrar. En cuanto a los supuestos escándalos del virrey, se conoce una comunicación dirigida al virrey Pedro Messía de la Cerda por

el secretario del rey, don Julián de Arriaga, en la cual le dice: Hallándose el rey enterado de los antecedentes ocurridos en esa capital a

los principios del gobierno de su antecesor de vuestra excelencia con María Lugarda Ospina, y que bien reparados en el voluntario retiro

de ésta a un convento y la posterior ejemplar determinación del virrey, ha salido después de ésta la referida María del convento en que

estaba, renovando con su presencia a ese público la memoria de lo pasado, me manda su majestad prevenir a vuestra excelencia no

permita a esa mujer que resida en esa capital, a menos de no ser en la reclusión de un convento, pues si no abraza este partido, quiere su

majestad la destierre vuestra excelencia a la distancia que le parezca suficiente para el objeto a que se dirige esta providencia.

Si los amoríos a que se refiere esta carta sucedieron en los primeros años del gobierno de Solís, no debieron ser tan escandalosos, ya

que en noviembre de 1756, cuando se cumplían los tres primeros años de su mandato en el Nuevo Reino, tanto el cabildo santafereño

como el mismo arzobispo dirigieron sendos memoriales al rey pidiéndole prorrogase su gobierno otros tres años, por el gran beneficio

que había reportado el tiempo de su administración a la ciudad de Santafé y a todo el Virreinato. Los términos de los memoriales son

tan encomiásticos, especialmente el del arzobispo, que dejan la impresión de que Solís era gobernante ejemplar. En cuanto a la decisión

del virrey de hacerse franciscano, una vez entregó el mandato a don Pedro Messía de la Cerda, es otra de las incógnitas en que han hecho

énfasis todos sus biógrafos, extrañándose de semejante determinación. Sin embargo, el paso dado está en consonancia con su vida, pues

los referidos informes y otros testimonios dan a su gobierno los adjetivos de tranquilo, suave y justiciero; reconocen su adhesión al real

servicio, su buena política, su fomento de las misiones religiosas, y su misma piedad personal. En cuanto a su devoción por la Orden

Franciscana, sabido es que era miembro de la Tercera Orden desde antes de venir al Nuevo Reino de Granada y que después contribuyó

con mucha generosidad para la construcción del templo de La Tercera en la capital; para el templo de San Francisco de la misma ciudad

regaló las campanas y el reloj; que hizo traer de Inglaterra.

También apoyó decididamente la misión franciscana de los Llanos Orientales, no sólo con ayudas económicas, sino con providencias

tendientes a sustentarlas. Finalmente, el argumento decisivo en favor de la auténtica vocación franciscana con la que ingresó a la Orden,

es la vida austera, recogida y caritativa con que vivió sus 9 años como religioso, lo que le valió que justamente en el último año de su

existencia hubiera sido nombrado guardián del convento de San Francisco de Bogotá. Ya antes, en 1764, con ocasión de la muerte del

arzobispo don José Javier de Arauz, el cabildo y ayuntamiento de Santafé, los religiosos de las Ordenes de Santo Domingo, San Agustín

y San Juan de Dios, el claustro del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario y otras personalidades, dirigieron al rey memoriales

para pedirle que se les fíese a fray José de Jesús María (nombre que el virrey tomó en la Orden Franciscana), como sucesor del arzobispo

en la silla santafereña. Sin embargo, no se vio exceptuada de amarguras y sinsabores la vida de Solís, a pesar del universal aprecio de

que gozó en el tiempo de su mandato. Primero fue la oposición y el desacato de los miembros de la Real Audiencia, movidos por la

envidia hacia dos de sus principales colaboradores: Antonio Monroy, su secretario, y José Joaquín de la Rocha, su asesor. Pero los más

graves quebrantos se los ocasionó su juez de residencia. En efecto, el juicio que se le siguió al concluir su mandato fue el más largo,

estricto y voluminoso de cuantos se ejecutaron durante el gobierno español en América. El expediente que fue remitido al Consejo de

Indias, tras un minucioso interrogatorio que duró más de seis meses y que se llevó a cabo en más de cuarenta lugares distintos del

virreinato de la Nueva Granada, sobrepasaba los 20000 folios.

Lo que llama la atención de semejantes características es que quien actuó como juez fue Miguel de Santisteban, de quien Solís presumía

que era su mejor amigo, a quien más favores había brindado durante su gobierno y uno de quienes más cerca habían estado de su

gabinete. La sentencia del juez declaró a Solís culpable en 22 cargos, todos relacionados con defraudación o disipación del erario real.

Pero cuando Santisteban profirió la sentencia, el 25 de agosto de 1762, Solís ya había hecho su profesión de religioso en la Orden

Franciscana. La sentencia, que llenó de estupor al virreinato, fue apelada por los abogados del ex virrey y paralelamente por el mismo

fraile, en una magistral y extensa pieza que dirigió al rey Carlos III, y que apenas ha sido conocida en 1990, escrito indispensable para

conocer rasgos de la personalidad del virrey-fraile. El Consejo de Indias, máximo tribunal judicial, pronunció sentencia definitiva el 29

de agosto de 1764, exonerando de todos los cargos a Solís y exaltando el amor, celo, eficacia y prontitud>, con que se había consagrado

a la administración en los siete años largos de su mandato. En cuanto a su vida como fraile franciscano se sabe que permaneció

loablemente fiel a su vocación durante 9 años y dos meses. De todo ese tiempo el último año lo vivió como sacerdote, pues como se

sabe, por insistentes súplicas de sus superiores, vino a recibir el sacramento de la unción sacerdotal en la ciudad de Santa Marta, en el

primer semestre de 1769, por hallarse en ese momento vacante la silla arzobispal de Santafé de Bogotá, que le correspondía. Cantó su

primera misa el día de la fiesta de San José, 19 de marzo de 1769. Falleció en el convento de San Francisco de Bogotá, del que era su

guardián desde el 21 de enero de 1770, el 27 de abril del mismo año, a causa de un fuerte resfriado que contrajo en los días de la Semana

Santa. Tenía 54 años, dos meses y tres días de edad. Su cráneo se conserva en la sacristía del templo de San Francisco de Bogotá, sobre

el cual está escrita con tinta la siguiente estrofa: Entre las pompas viví,/ del mundo que al fin dejé,/ sólo el sayal que vestí/ me queda, y

las galas que/ a Cristo ,en sus pobres dí .

Esta biografía fue tomada de la Gran Enciclopedia de Colombia del Círculo de Lectores, tomo de biografías

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http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/revistas/credencial/agosto2012/la-leyenda-de-un-genio-travieso

Apuntes sobre el romance del virrey Solís y la Marichuela. Por: Restrepo Olano, Margarita - Doctora en historia, Universidad de

Navarra. Historiadora, Universidad Nacional de Colombia. Profesora de la Universidad de Medellín. Miembro correspondiente de la

Academia Colombiana de Historia.

Fecha de publicación: 2012-08-13

Editorial: Revista Credencial

Colección: Amor y pasión en la historia política de Colombia; Credencial Historia

Abanico. Colección Museo

Colonial - Museo Iglesia Santa Clara, Mincultura. Reg. 05.7.007

El virrey José Solís y Folch de Cardona. Óleo

de Joaquín Gutiérrez. Colección Museo Colonial - Museo Iglesia

Santa Clara, Mincultura. Reg. 03.1.103

Cama colonial, finales del siglo XVIII. Colección Museo

Colonial - Museo Iglesia Santa Clara, Mincultura. Reg. 04.6.001

Cofre contador, siglo XVIII. Taller de

Pasto. Colección Museo Colonial - Museo Iglesia Santa Clara,

Mincultura. Reg. 04.7.007

Bastón del oidor Hernández de Alba, s.f.

Colección Museo de la Independencia-Casa del Florero.

Mincultura. Reg. 3995.

Casa de los virreyes - esquina de

Las Nieves, Bogotá, Papel Periódico Ilustrado, 1881-1887.

Fray Joseph de Jesús María, siglo XVIII.

Óleo de Joaquín Gutiérrez. Colección Museo Colonial - Museo

Iglesia Santa Clara, Mincultura. Reg. 03.1.104

Facsimilar del testamento de María Lugarda Ospina "La

Marichuela", 1779. Colección Museo Nacional de Colombia.

Reg. 1301

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La leyenda de un genio travieso

En 1875 José Manuel Marroquín se convirtió en el primer escritor en hacer mención del romance que sostuvo el virrey José Solís y

Folch de Cardona con María Lugarda de Ospina, “la Marichuela”1. De ahí en adelante, esta crónica fue transmitida de generación en

generación llegando a eclipsar las noticias sobre la acción de gobierno del joven madrileño en Nueva Granada.

Así recogía el novelista Marroquín en Una historia que debería escribirse partedel suceso que protagonizó quien fuera la máxima

autoridad del Virreinato entre 1753 y 1761 con la neogranadina y que, a juicio del historiador Mantilla, “apareció como nube peregrina

en el firmamento de la historia”2: “Vivían en su tiempo en Santafé y descollaban entre las más hermosas, ciertas jóvenes de no muy

esclarecido linaje, desenvueltas y de livianas costumbres, conocidas comúnmente con el apodo de las marichuelas. Conocíalas el virrey,

trabó amistad con una de ellas, y esto dio ocasión a que su conducta fuese por algunos años el escándalo de la gente cristiana. Ni fueron

estos sus únicos devaneos; pues sus contemporáneos pintaban su vida como muy disipada3”.

Basado en testimonios de sus antepasados y en escasa documentación, el autor de Entre primos y El Moro teje un relato que luego sería

reproducido por otros escritores sin apenas confirmar la veracidad de las fuentes. Marroquín consciente de lo exiguo de los datos,

advierte al mismo tiempo sobre la “escrupulosidad” con que se ha ceñido a los documentos, sacrificando lo ameno en beneficio de lo

verdadero4. Sin embargo, en las escasas menciones a fuentes primarias se advierten referencias demasiado generales o se alude a

documentos que nada tienen que ver con el romance, como el título de su nombramiento en calidad de virrey, el acta de toma de

posesión5y la ejecutoria de residencia, donde investigaciones recientes han confirmado que aquí no se hace mención a tal historia6. Lo

más llamativo de todo es que conocedor del escaso acopio documental, el autor justifica de la siguiente manera su deseo de historiar a

Solís: “(…) de que nuestro trabajo, por más imperfecto y diminuto que resulte, salvará al cabo de un total olvido el nombre del ínclito

virrey, si bien no le dará el lustre que a los de los varones esclarecidos suelen dar los buenos biógrafos y cronistas (…)7”.

La historia de este romance, que ha carecido de base documental, ha generado en algunos autores más interés que la divulgación de la

actuación de Solís al frente del Virreinato. En otros, las voces de rechazo no se han hecho esperar, mientras que uno de los autores ha

preferido abordarla con cierto matiz. Historiadores como Raimundo Rivas, Camilo Forero Reyes y José María Restrepo Sáenz se

encargaron de reproducir la historia sin confirmar su veracidad8. Cabe señalar que la publicación del último, en 1951, le añadió un nuevo

ingrediente gracias al hallazgo de un documento que recoge el litigio del que fuera el inquilino de una casa, propiedad de la familia de

la Marichuela; fuente que llegó a convertirse, probablemente, en la única diferente a la testimonial9.

Por su parte, treinta años después de la publicación de Marroquín, Vergara y Velasco se convirtió en el primero en refutarlo y, más

recientemente, el franciscano Luis Carlos Mantilla; ninguno le dio crédito al supuesto romance10. Por último, Sergio Elías Ortiz afirma

que aunque ha pasado a la historia con caracteres novelescos, “pudo haber en él algún fondo de verdad11”.

De las tres posturas, esta última es, a nuestro juicio, la más acertada, en tanto se acerca a la definición de leyenda. De hecho, historiadores

como Forero y Ocampo López la han considerado como tal incluyéndola en la galería de leyendas populares de la colonia12. Y es que si

bien carece de base documental, es difícil inventarse una historia completa desde cero; algunos de los testimonios que dieron lugar a la

historia, algo de cierto debieron tener. Que al hecho se le hayan añadido otros ingredientes, es asunto distinto, pero en lo que respecta

al origen no se puede negar en su totalidad.

Del genio travieso del virrey. Si bien testimonios de algunos antepasados permitieron tejer esta historia, no puede desconocerse un

elemento que le ha dado cierta fuerza a la misma. Se trata del genio del virrey. Calificado de travieso, justamente ese carácter ha servido

de sustento a algunos para explicar, o bien la razón que le llevó a renunciar a su cargo para vestir el hábito de franciscano o confirmar

que su nombramiento como principal autoridad de Nueva Granada descansó en ese rasgo de su personalidad, como veremos a

continuación.

El arrepentimiento de una vida disipada. A juicio de Marroquín, el ingreso del ex virrey a la vida monástica estuvo motivado por su

arrepentimiento a esa vida disipada. El acontecimiento tuvo lugar en la Semana Santa de 1759 por la negativa del confesor de absolverlo

“a pesar de la obstinación con que seguía en el ilícito trato con la dama de que dejamos hecha mención (la Marichuela)”13. Luego de

este episodio, elevó a la Corte una petición de exonerarlo del cargo de virrey.

Como una manera de explicar la decisión de ingresar a la vida monástica, se ha reproducido una anécdota según la cual tras una juerga

nocturna con sus amigos, como era costumbre, el virrey se topó con un cortejo fúnebre. Dicen que después de detenerse a mirar al

fallecido, el virrey Solís, tras recibir un llamado especial, decidió ingresar a la orden religiosa de los franciscanos14.

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La condición de fray José de Jesús María, nombre que tomó Solís al hacerse religioso, dio lugar a episodios de mayor tinte novelesco,

como se lee a continuación:

“La antigua compañera de sus disoluciones frecuentaba la iglesia de San Francisco con el avieso fin de poner a prueba su paciencia lo

que procuraba dirigiéndole improperios y zumbas groseras cuantas veces podía acercársele, esforzándose por hacerle la irrisión y el

escarnio de los fieles que concurrían al templo”15.

En palabras del historiador Ortiz, el virrey Solís era el gobernante del territorio sobre quien más había obrado la fantasía, hasta convertirlo

en “héroe de novela”16. No cabe duda que este episodio de persecución de la Marichuela al fraile logró los mayores tintes fantásticos;

de hecho, ni Rivas ni Samper Ortega ni Ortiz le dan veracidad17. De haber sido cierto el episodio narrado por Marroquín, el historiador

Ortiz afirma que vendría a explicar la causa que llevó al virrey Messía de la Cerda a desterrar a María Lugarda de Ospina. Y es que en

1802, Vargas Jurado le añadió un ingrediente a la historia originaria de Marroquín cuando hizo mención sobre la conversión de la

Marichuela en el Convento de Santa Clara. Años después se fugaría de allí y, como consecuencia, se le castigó con el destierro a las

selvas de Usme con prohibición de volver a Santafé, según consta en real despacho de 176418.

Nueva Granada, destierro decoroso para un amigo de placeres. La temprana edad a la que Solís recibió su título de virrey ha sido

un tema cuestionado por muchos, pero aún sigue sin resolverse19. Algunos historiadores se han encargado de pasar la voz de lo que

José Antonio de Plaza dio por sentado en 185020. Basado en información de su abuelo, de quien se decía era cercano al virrey Solís,

este autor explicaba que la promoción del joven al Virreinato de Nueva Granada se debió a la influencia que su familia tenía en la Corte

“y temerosa de que las ardorosas inclinaciones de este lo pudieran precipitar a mayores desafueros, consiguió que se le destinara a

América”21. Veinte años más tarde Groot reproduciría lo dicho por Plaza cuando se refiere a Solís como “amigo de placeres, galante y

poderoso”, y señala que la fogosidad de su genio y la inclinación del joven a los placeres amorosos explican que su familia lo alejara de

la Corte e intercediera para que fuera destinado al Virreinato neogranadino22. Sin embargo, el autor tampoco menciona ninguna fuente.

Otro escritor coetáneo, José Manuel Marroquín, coincide con Plaza al advertir cierto comportamiento indebido del joven Solís; pero va

más allá al afirmar que su traslado a Nueva Granada fue en “castigo” a su conducta, aunque el motivo concreto al que se refiere se nos

antoja insustancial: “[José Solís] que era en su mocedad de genio travieso y bullicioso, se tomó una vez la libertad de chancearse con el

Soberano escondiéndole el sombrero y bastón en un día de ceremonia, desacato o exceso de familiaridad por el cual determinó la Corte

castigarle haciéndole pasar a Indias de virrey y capitán general del Nuevo Reino, como un destierro decoroso”23.

Somos conscientes de que los trabajos de Plaza y Marroquín pecan de lo mismo: ninguno justifica sus argumentos con fuentes

documentales. Pero al margen de esta debilidad nos llama la atención que los tres coincidan en que el nombramiento de José Solís se

hizo para alejarlo de la Corte. Esta circunstancia justifica la sospecha de que el de Solís fue un nombramiento rápido e imprevisto. Es

probable que su conocido genio travieso y poco moderado haya motivado a tejer una historia semejante, como si el virrey fuera más

susceptible de protagonizar anécdotas de esta naturaleza.

Llegados a este punto, viene bien repetir las palabras del conocido historiador Javier Ocampo López para quien el romance de Solís se

suma a otras tantas leyendas de nuestra historia: “Algunos narradores convierten en leyendas algunos acontecimientos individuales o

colectivos, cuya interpretación se plantea entre lo mítico y lo nebuloso legendario, por carecer de una documentación histórica verídica

y real; que lleve a la hermenéutica histórica”24. Lo importante aquí es saber establecer el límite entre la fantasía y la veracidad, y mientras

no se encuentre el suficiente sustento documental no tomarla como si fuera totalmente cierta y menos con todos los detalles que la han

adornado. •

Referencias

1 Marroquín, José Manuel. “Una historia que debería escribirse”, en Obras escogidas, Bogotá, Bibliotecas de Autores Colombianos, 1875, pp. 71-83.

Casi un siglo después, 1982, este y otros artículos del autor fueron recogidos en una publicación bajo el título Escritos históricos, Bogotá, Biblioteca

Banco Popular, pp. 20-37.

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2 Mantilla, Luis Carlos, O.F.M. “La conducta disoluta del virrey Solís”,

enhttp://www.banrepcultural.org/blaavirtual/revistas/credencial/agosto1991... (Consultado el 2 de marzo de 2012).

3 Marroquín, José Manuel. Ob. cit., p. 28.

4 Ibíd., p. 37.

5 Fuentes mencionadas por Marroquín: Groot, José Manuel. Historia eclesiástica y civil de Nueva Granada, t. I, Bogotá, Foción Mantilla, 1869;

“Noticia de la erección del convento de San Francisco”, “La oración fúnebre”, pronunciada por el padre Torrijos.

6 Mantilla, Luis Carlos, O.F.M. Ob. cit.

7 Marroquín, José Manuel. Ob. cit., p. 24.

8 Rivas, Raimundo. “Amores de Solís”, en Lecturas históricas, Bogotá, Tipografía Americana, 1925; Forero Reyes, Camilo. La vocación de un virrey

o verdaderas causas que motivaron la repentina vocación religiosa del virrey don José Solís Folch de Cardona, Bogotá, 1929 (por considerarse

inapropiado para el Boletín de Historia y Antigüedades no se publicó); Restrepo Sáenz, José María. Biografías de los mandatarios y ministros de la

Real Audiencia (1671-1819), Bogotá, Cromos, 1952.

9 Archivo General de la Nación. Impuestos varios, t. 10, cit. por Restrepo Sáenz, José María. Ob. cit., p. 109.

10 Mantilla, Luis Carlos, O.F.M. Ob. cit. Rivas, Raimundo, Ob. cit.

11 Ortiz, Sergio E. “Gobierno del virrey don José Solís Folch de Cardona (1753-1761)”, en Historia Extensa de Colombia, vol. IV, t. 2, Bogotá,

Academia Colombiana de Historia, 1970, p. 79.

12 Ocampo López, Javier. Leyendas populares colombianas, Bogotá, Plaza & Janés, 1996; Forero, Manuel José. Leyendas históricas de Santa Fe y

Bogotá, Bogotá, Cromos, 1921.

13 Marroquín, José Manuel. Ob. cit., p. 29.

14 Cit. por Ortiz, Sergio E. Ob. cit., p. 103.

15 Marroquín, José Manuel. Ob. cit., p. 34.

16 Ortiz, Sergio E. Ob. cit., p. 79.

17 Ibíd., p. 82.

18 Cit. por Restrepo Sáenz, José María. Ob. cit., p. 108.

19 Este apartado recoge algunas líneas textuales de la publicación: Restrepo Olano, Margarita. Nueva Granada en tiempos del virrey Solís, 1753-1761,

Bogotá, Universidad del Rosario, 2009, pp. 27-28.

20 Plaza, José Antonio de. Memorias para la historia de la Nueva Granada desde el descubrimiento hasta el 20 de julio de 1810, Bogotá, Imprenta del

Neo-granadino, 1850, pp. 300-301. Samper Ortega y Rivas no le dan veracidad a esta anécdota. A diferencia de la mayoría de autores que piensan que

el nombramiento de Solís fue un castigo a sus conductas inadecuadas, Samper considera que fue fruto de sus méritos personales y profesionales. Ver:

Samper Ortega, Daniel. Don José Solís, virrey del Nuevo Reino de Granada, Bogotá, Pax, 1953, pp. 18-19; Rivas, Raimundo. Ob. cit., 1925.

21 Plaza, José Antonio de. Ob. cit., pp. 300-301.

22 Groot, José Manuel. Ob. cit., p. 387.

23 Marroquín, José Manuel. Ob. cit., p. 23. Marroquín no cita la fuente de esta anécdota.

24Ocampo López, Javier. Ob. cit., p. 17

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http://www.banrepcultural.org/node/32703 JOAQUIN GUTIERREZ EL "PINTOR DE LOS VIRREYES" Expresión

del estilo rococó en la Nueva Granada, Por: Fernando Restrepo Uribe,Tomado de: Revista Credencial Historia. (Bogotá -

Colombia). Edición 138, junio 2001

La aparición en la Nueva Granada, hacia la segunda mitad del siglo XVIII, de una pintura con una temática algo diferente

y un colorido más cálido, rompe parcialmente con aquello que distinguió a la del siglo anterior, caracterizada por ser una

mezcla de equilibrio renacentista, el claroscuro y una tímida asimilación del dinamismo y la ampulosidad del barroco. Sólo

en unas pocas obras neogranadinas y americanas aparecen composiciones diagonales, trapezoidales o triangulares, en

general irregulares, de líneas curvas caprichosas, de marcado dinamismo y que además llevasen ese sello de triunfalismo,

de ostentación y teatralidad del barroco que presenta la pintura, la escultura, la arquitectura, la música y las letras en los

primeros años del siglo XVII en casi toda Europa, fuente de donde tomaron inspiración los artistas y escritores en la América

española. Algo más notoria que en la pintura, en nuestro medio, fue la influencia en las letras, como es el caso de Hernando

Domínguez Camargo, y en la escultura, la aparición de la obra de Pedro Laboria.

Así, pues, en el XVIII la pintura no rompió definitivamente con lo que se venía produciendo, ya que muchos de los motivos

se repiten, simplemente variando su colorido y luminosidad, aunque sin adoptar tampoco todas las características del

rococó: este es el caso del pintor Joaquín Gutiérrez, cuya vida, obra, formación e influencias se conocen medianamente.

Virrey Manuel de Guirior.

Oleo de Joaquín Gutiérrez, siglo XVIII.

145 x 105 cm.

Museo de Arte Colonial, Bogotá.

María Tadea González Manrique del Frago Bonis,

marquesa de San Jorge de Bogotá.

Oleo de Joaquín Gutiérrez.

142 x 100 cm.

Museo de Arte Colonial, Bogotá.

No se sabe con exactitud de dónde procedía su familia, ni el lugar y fecha de su nacimiento, el que se deduce debió ser

hacia la segunda década del XVIII, pues las primeras obras que se le conocen fueron ejecutadas en 1750; su fecha de muerte

se sitúa en los primeros años del siglo XIX. Sabemos de él que se formó con un supuesto discípulo o seguidor de Vásquez

Ceballos, el maestro Nicolás Banderas, cuya obra no se ha podido aún establecer, y de quien fue igualmente discípulo el

bogotano Bernabé de Posadas, aficionado a pintar diablos y espantajos, autor de un cuadro de San Miguel y el diablo; y

del Espeluco de las Aguas, en el que representó el castigo de lo alto impuesto por su irrespetuosa vanidad a una mujer cuya

preciosa cabellera se transformó en un enredijo de serpientes; a este mismo se le atribuyen los cuadros de la serie sobre

la Vida de San Nicolás de Tolentino que se conserva en el convento del Desierto de la Candelaria y los cuadros

del Apostalado de la iglesia de la Tercera en Bogotá.

Gutiérrez, a quien se ha conocido como "el pintor de los virreyes" por ser este grupo de retratos una de las partes más

conocidas y vistosas de su obra, y a la que con poco conocimiento de la totalidad de ella se ha dado mayor importancia,

tiene sin embargo un buen número de lienzos de temática religiosa, que en algo nos recuerda a los artistas del siglo XVII,

razón por la cual decíamos al principio que su pintura no representa un total rompimiento con la temática del siglo anterior.

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Unos cuantos cuadros de este carácter son casi réplicas de algunos de Vásquez Ceballos, aunque con la expresión, técnica

y colorido propios de Gutiérrez, que asimiló algo del nuevo estilo del rococó originado en Francia, siendo por ello

considerado como el principal precursor de esta tendencia pictórica en Colombia.

Virrey Sebastián de Eslava.

Oleo de Joaquín Gutiérrez.

124 x 90 cm.

Museo de Arte Colonial, Bogotá.

Virrey José Solis Folch de Cardona.

Oleo de Joaquín Gutiérrez.

142 x 100 cm.

Museo de Arte Colonial, Bogotá.

Una buena parte de su producción se ha conservado desconocida o inadvertida en conventos, iglesias y algunas colecciones

públicas y privadas. Las áreas de mayor difusión de sus pinturas, que se sepa, están en la ciudad de Bogotá y sus

proximidades, en el departamento de Boyacá y en el de Antioquia, caso este último sobre el cual nos dan testimonio los

inventarios del patrimonio artístico de varios sitios de ese departamento realizados por la oficina local de Colcultura, labor

que ha estado a cargo principalmente de Gustavo Vives Mejía.

La apreciación de la obra de Joaquín Gutiérrez ha sido frecuentemente injusta y desviada por el desconocimiento y

superficial investigación de nuestra pintura de los siglos anteriores al presente; igualmente las opiniones negativas o

peyorativas obedecen, como en tanto otros casos, a que la crítica se ha apartado del contexto en que fueron producidas

nuestras obras plásticas para juzgarlas con parámetros aplicables a unos ámbitos de mayor desarrollo y que por tanto no son

equiparables.

Igualmente con algunos análisis superficiales quiere hacérsele casi el artífice de los ornamentados trajes de los personajes

que retrata, cuando en realidad simplemente reproduce en su obra los ostentosos atuendos y adornos usados normalmente

en el vestuario del momento.

No se ha logrado precisar cuál fue el vehículo o cómo llegó a él la influencia y aprendizaje de las formas y características

del rococó, aunque es lógico que el ascenso al trono de España de la dinastía borbónica francesa, al alborear el siglo XVIII,

en remplazo de la de los Austria, trajo cambios en la Península y en los dominios de América, de significación tanto

ideológica como política, lo mismo que de comportamiento y costumbres, que se afrancesaron invadiéndolo todo.

Acaso la figura casi fantasmal de Banderas haya sido no sólo la del maestro que le trasmitió los conocimientos pictóricos y

las formas del XVII, ya que, como vimos, se le tiene por alumno o seguidor de Vásquez, sino el que le introdujo en los

nuevos conceptos y tendencias estéticas. Queda pues por atribuir a Gutiérrez o a Banderas el haber asimilado las

características de este espíritu nuevo.

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Virgen con el Niño.

Oleo atribuido a Joaquín Gutiérrez.

40 x 33 cm.

Museo de Arte Colonial, Bogotá.

Gutiérrez fue maestro de Pablo Antonio García del Campo, recientemente descubierto como autor también de cuadros de

tema religioso, pues se le había conocido solamente como pintor botánico y retratista; su obra, más conocida en este género

es el retrato conservado en el Museo de Arte Colonial de Bogotá, del fundador de la Expedición Botánica, el arzobispo-

virrey Antonio Caballero y Góngora, quien lo escogió como su pintor de cámara, siendo también nombrado como primer

delineador de la Flora colombiana desde la iniciación de la Expedición en 1783 por su director, el sabio José Celestino

Mutis, con quien había trabajado desde años atrás, aunque García por razones de salud hubo de retirarse a los dos años

escasos de su ingreso a ella, habiendo llegado a producir durante este tiempo algo más de cien dibujos botánicos iluminados

con sus colores naturales. Debido a la vinculación de García con la Expedición, se consideró en algún momento que

Gutiérrez, su maestro, pudo haber colaborado también en la misma, hipótesis hoy descartada luego del completísimo estudio

del padre Lorenzo Uribe Uribe relativo a los pintores botánicos, llevado a cabo luego de minuciosa consulta en los archivos

de la Expedición, que se conservan en el Jardín Botánico de Madrid, en los cuales no figura el nombre de Joaquín Gutiérrez.

Las primeras pinturas conocidas de Gutiérrez son las ventiseis de la serie de la Vida de San Juan de Dios, contratada con él

en 1750 por fray Juan Antonio de Guzmán para la iglesia consagrada al santo en Bogotá, de las cuales sólo hemos podido

localizar unas pocas.

Sagrada Familia con San Juan Bautista y San Agustín.

Oleo de Joaquín Gutiérrez.

122 x 88 cm.

Museo del Chicó, Sociedad de Mejoras y Ornato, Bogotá.

San José, protector del Monasterio de Avila.

Oleo de Joaquín Gutiérrez.

211 x 142 cm.

Colección privada, Bogotá.

De los cerca de ochenta cuadros de tema religioso hasta el momento identificados, aparte de los anteriormente mencionados,

haremos un panorámico recuento para darnos idea de la variedad de temas tratados:

Una Alegoría del convento de las Carmelitas de Bogotá, llamado de San José, en la que aparece el edificio conventual

acompañado por unas descomunales figuras de San José, como protector del convento, y de Santa Teresa de Jesús,

reformadora del Carmelo, que superan por su altura la edificación.

Santa Teresa pastora, rodeada de ovejas que simbolizan a las religiosas carmelitas que han seguido las reglas del Carmelo

reformado.

La Sagrada Familia con San Juan Bautista y San Agustín.

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La Virgen y el Niño, en el Museo Arte Colonial de Bogotá, obra hasta hace poco considerada de autoría italiana.

El conocido de la Virgen de la Peña, o mejor, la Sagrada Familia con un Angel, en el que aparecen San José, la Virgen y el

Niño ataviados con bicornios dieciochescos.

Varios de San Emigdio, patrono protector contra las destrucciones de los temblores; muchos de San Juan Nepomuceno,

modelo de la guarda del sigilo de la confesión; de San Nicolás de Bari, ejemplo de generosidad, personaje que dio lugar a

la creación del navideño Santa Claus o Noel.

Un buen número de retratos o imágenes de santos fundadores y fundadoras de las órdenes religiosas existentes entonces en

el Nuevo Reino y personalidades distinguidas de estas órdenes.

En cuanto a los retratos, su modalidad más conocida, tiene por lo menos doce de los aludidos de Virreyesdel Nuevo Reino,

dos de los Marqueses de San Jorge; cinco a seis del Virrey Solis como fraile franciscano, y una larga lista de rectores del

Colegio Mayor del Rosario y de San Bartolomé, oidores y miembros del capítulo metropolitano de Bogotá.

Lactación de San Cayetano.

Oleo de Joaquín Gutiérrez.

220 x 136 cm.

Iglesia de San Juan de Dios, Bogotá

En estos cuadros se aprecia la finura de su trazo, su

precisión de línea, el conocimiento anatómico y el

cuidadoso acabado de cada detalle, sin que este afecte su

sobriedad, ni caiga en aquel molesto resultado de la pintura

que por demasiado trabajada pierde su valor expresivo;

poseyó además un desarrollado sentido de lo bello y lo

discreto, características que hacen de Gutiérrez en el siglo

XVIII lo que fue Vásquez para el XVII, aunque con ello no

queremos considerar a ninguno de los dos como superiores

a otros pintores de esos siglos, pues la crítica de cada uno

debe tener en cuenta diversos puntos de vista y cualidades,

sino simplemente afirmar que fueron ellos quienes tuvieron

la aceptación general de sus contemporáneos.

Santa Teresa Pastora.

Oleo de Joaquín Gutiérrez.

150.5 x 117 cm.

Colección privada Carmelo, Bogotá.

San Felipe Benicio

Oleo de Joaquín Gutiérrez.

63.7 x 47.7 cm.

Museo del Chicó, Sociedad de Mejoras y Ornato,

Bogotá.

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http://www.colarte.com/colarte/conspintores.asp?idartista=1032 Gutiérrez, Joaquín, Pintor

Siglo XVIII - Vivió en Santafé de Bogotá. Siglo Ignorarnos el lugar y la fecha de su muerte. XIX?

XVIII - Estudió pintura en el taller de Nicolás Banderas.

1750 - Febrero 1. Hizo para la iglesia de San Juan de Dios e¡ primero de la serie de 26 cuadros que le

fueron encomendados por Fray Juan Antonio Guzmán, sobre la vida de San Juan de Dios. De ellos

sólo se conservan 6 actualmente.

1754 - Pintó el retrato de la ceremonia de láurea de un seminarista.

1759 - Pintó un segundo retrato de la ceremonia de láurea de un seminarista.

1775 - Pintó los retratos de Jorge Miguel Lozano de Peralta y su señora doña María Tadea González Manrique, Marquesa de San

Jorge. También hizo el retrato de doña Juana Nepornucena María Hilaria de Jesús Lozano de Peralta y Varaes. 1780 - Por este año

ejecutó la serie de Virreyes que hoy posee el Museo Colonial de Bogotá. Hacia fines del siglo se estableció en Popayán a donde llegó

acompañado de su esposa doña Josefa Illera. Gutiérrez fue un buen retratista que se distinguió es y la por la maestría con la que trató

los trajes y la manera como reprodujo las sedas y los encajes. Su estilo se apartó del barroquismo que había primado durante los siglos

anteriores en el Nuevo Reino de Granada. Este artista, con su pintura de perspectiva plana y sin los contrastes violentos de¡

claroscuro, pertenece a la escuela Rococó que habría de influir definitivamente en los primeros pintores republicanos del siglo XIX.

OBRAS.

En el Museo Nacional de Bogotá: Los retratos de Felipe J. Paul. Simón Herrera, Jorge Holguín y Antonio Roldán (atribuido).

En el Museo Colonial de Bogotá. Retratos de: El Virrey Solís Folch de Cardona, el Virrey Pedro Messia de la Zerda, el Virrey

Pizarro, el Arzobispo Virrey Caballero y Góngora, el Virrey Sebastián de Eslava, el Virrey Eustaquio Galavis, los Marqueses de San

Jorge, el de don Manuel de Guirior y los 2 retratos de la ceremonia láurea de dos seminaristas. En la Sacristía de la Iglesia de San

Francisco, Bogotá: Alegoría de la Virgen y del Sacramento de la Eucaristía.

En la Colección de Mario Laserna: Muerte de San Juan de Dios, Conversión de un caballero, y el Bautizo de San Juan de Dios.

Como Miniaturista, Joaquín Gutiérrez dejó: Dos retratos pintados sobre lámina de marfil a la acuarela de personales que no han sido

identificados. También se sabe que hizo una pintura religiosa con la Virgen del Rosario, que figuró en la exposición organizada por

Urdaneta en 1886.

BIBLIOGRAFÍA:

Gustavo Arboleda: Diccionario Biográfico y Genealógico del Antiguo Departamento del Cauca. Bogotá,

Librería Horizontes, 1962.

Gabriel Giraldo Jaramillo: La Pintura en Colombia.

México, Fondo de Cultura Económica, 1948.

Tomado del Libro: Diccionario de Artistas en Colombia de Carmen Ortega Ricaurte. Editado en 1979 - Plaza & Janes

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http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/biografias/alcantaraped.htm. Alcántara Quijano Montero, Pedro

Ficha Bibliográfica

Título: Quijano Moreno, Pedro Alcántara

Autor: Biblioteca Virtual del Banco de la República

Nacido en Bogotá, el 19 de octubre de 1878, Pedro Alcántara Quijano trabajó como profesor en la Escuela de Bellas Artes de Bogotá

por más de 30 años, fue escenógrafo del Teatro Colón de Bogotá, y educó diversas generaciones de escolares en el país.

Había estudiado en la Escuela de Bellas Artes de Bogotá, en donde fue alumno, entre otros, del maestro Recio. De sus primeras

lecciones de pintura en esta institución, el maestro Alcántara Quijano perfiló su talento hacia un estilo académico, que expresaría

durante la elaboración de toda su obra, en su predilección por los temas históricos, los retratos y el dibujo de flores.

En 1982 ya su talento daba testimonios, como lo demostró su merecimiento al segundo premio de grabado que ofreció el V concurso

de la Escuela, reconocimiento que ganó por una interpretación hecha sobre una foto de la estatua de Colón (hoy ubicada en la avenida

El Dorado de Bogotá). Asimismo, obtuvo el segundo premio en la exposición del 20 de julio realizada en 1899, con su cuadro “Dafnis

y Cloe”.

Empezando el siglo XX, en 1907, fue nombrado director de la cátedra de Xilografía de la Escuela de Bellas Artes. Posteriormente, en

1916, salió del país y visitó Europa, en donde exploró Francia, Italia y España, en cuya capital frecuentó la Academia de San

Fernando. De regreso al Nuevo Continente, visitó algunos países de Centro América y finalmente arribó a Colombia en el año de

1918, para continuar con su labor docente.

Entre 1929 y 1931 su carrera brilló con varios premios e importantes exposiciones. Obtuvo primero la medalla de oro en la Exposición

Ibero-Americana celebrada en Sevilla; después fue nombrado Académico de Número en la Escuela de Bellas Artes de Bogotá,

correspondiente en ese momento de la de San Fernando en Madrid; finalmente participó en el Primer Salón de Artistas Colombianos

con su óleo “Intimidad”.

En 1932, y en compañía de Raimundo Rivas, elaboró el inventario artístico de las iglesias bogotanas La Capilla del Sagrario, San Juan

de Dios, La Concepción, Santa Bárbara, Santo Domingo, San Diego, La Veracruz, la Iglesia de Belén, La Candelaria, Monjas de la

Enseñanza y San Francisco. También realizó este inventario en la Iglesia de San Ignacio, esta vez acompañado de Antonio Gómez

Restrepo. La compilación de este trabajo apareció publicada en el libro Iniciación de una guía de arte colombiano, editado por la

Academia Nacional de Bellas Artes en Bogotá, en 1934.

Aparte de los premios obtenidos en los años 1934 y 1940, en los que ganó, primero, la medalla de oro en la Primera Exposición

Nacional de Palmira, en el departamento del Valle; y, segundo, el premio de segunda categoría en el Salón de Artistas Colombianos

con su acuarela “Patio de la casa de los marqueses de San Jorge”, el final de su carrera se desarrolló de una a otra exposición.

En 1944 participó en el V Salón de Artistas Colombianos con sus cuadros “La Pola conducida al cadalso” y “Mercado”. En 1945 el

artista hizo una exposición retrospectiva en la galería de arte del Teatro Colón de Bogotá, en la que presentó13 acuarelas y más de 30

óleos. Los temas de sus cuadros en esta ocasión fueron “Paisajes de Cachipay”, “Retratos”, “Naturalezas muertas”, y algunos sobre

episodios históricos, como “La recepción en el palacio del Virrey Solís”. En diciembre de 1949 expuso en compañía de Inés Sicar de

Gómez en el Museo Nacional y, posteriormente, en 1951, participó en la Primera Bienal de Madrid con su cuadro “Estudiantes”.

El 26 de agosto de 1953, el maestro Pedro Alcántara Quijano murió en Bogotá

Fray José, óleo de JoaquíN Gutiérrez - Foto: Instituto Distrital de Cultura de Bogotá

Contenido publicado en es.gaudiumpress.org, en el

enlace http://es.gaudiumpress.org/content/32414-Fray-Jose-de-Maria-y-Jesus-O-F-M---el-

Fraile-Virrey#ixzz3TZJcJ100

Se autoriza su publicación desde que cite la fuente.

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http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/todaslasartes/diccioart/diccioart20.htm

QUIJANO MONTERO, Pedro Alcántara (Pintor, Escenógrafo)

1878. Octubre 19. Nació en Bogotá.

Sus primeras lecciones de pintura las recibió en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Bogotá, en donde tuvo como profesores entre

otros al maestro Recio.

1892. Obtuvo el segundo premio de grabado en el 5º Concurso anual de la Escuela de Bellas Artes de Bogotá, con una interpretación

de la fotografía de la Estatua de Colón (hoy en la avenida de las Américas).

1899. Obtuvo una distinción de segunda clase en la exposición del 20 de julio con su cuadro "Dafnis y Cloe".

1907. Regentó la cátedra de Xilografía de la Escuela de Bellas Artes de Bogotá.

1916. Viajó a Europa y tuvo oportunidad de recorrer Francia, Italia y España. En Madrid frecuentó la

Academia de San Fernando. A su regreso pudo visitar algunos países de Centro América.

1918. Regresó a Colombia y continuó su labor docente en la Escuela de Bellas Artes de Bogotá, en donde fue profesor por más de 30

años.

1929. Obtuvo la medalla de oro en la Exposición Ibero-Americana celebrada en Sevilla.

1930. Septiembre 10. Fue nombrado Académico de Número de la Academia Colombiana de Bellas Artes correspondiente de la de San

Fernando en Madrid.

1931. Agosto 7. Participó en el I Salón de Artistas Colombianos con el óleo "Intimidad".

1932. Realizó en compañía de Raimundo Rivas el inventario artístico de las siguientes iglesias: La Capilla del Sagrario; San Juan de

Dios; La Concepción; Santa Bárbara; Santo Domingo; San Diego; La Veracruz; Iglesia de Belén; La Candelaria; Monjas de la

Enseñanza y San Francisco. Y de la Iglesia de San Ignacio en compañía de Antonio Gómez Restrepo. Este inventario apareció en:

"Iniciación de una guía de Arte Colombiano", publicada por la Academia Nacional de Bellas Artes, Bogotá, 1934.

1934. Obtuvo una Medalla de Oro en la Primera Exposición Nacional de Palmira, Valle.

1940. Obtuvo el segundo premio en el Primer Salón de Artistas Colombianos con el cuadro titulado:

"Patio de la casa de los Marqueses de San Jorge" (acuarela). También expuso el óleo "Bambuco".

1944. Participó en el V Salón de Artistas Colombianos con el cuadro histórico "La Pola conducida al Cadalzo", y el óleo "Mercado".

1945. Marzo 9. Hizo una exposición retrospectiva en la Galería de Arte del Teatro de Colón. Allí presentó 34 óleos y 13 acuarelas.

Los temas de estos cuadros fueron: Paisajes de Cachipay; Retratos; Naturalezas Muertas; y episodios históricos tales como: La

Recepción en el Palacio del Virrey Solís, etc.

1949. Diciembre. Expuso con Inés Sicar de Gómez en el Museo Nacional.

1951. Participó en la I Bienal de Madrid con el cuadro: "Estudiantes".

1953. Agosto 26. Murió en Bogotá.

La labor docente de Pedro Quijano, es quizá lo más significativo de su obra. Además de la Escuela de Bellas Artes, enseñó dibujo por

15 años en el Colegio León XIII; 10 años en el Colegio Alemán; y 10 años en el Colegio de Nuestra Señora del Rosario. También fue

escenógrafo del Teatro de Colón en Bogotá. Su pintura fue académica y prefirió los temas históricos, las flores y los retratos.

OBRAS. En la Pinacoteca de la Academia de Historia existen: "Retratos de don Lucas Fernández de Piedrahita" y "La Fundación de

Bogotá".

En el Museo Nacional: "Ricaurte en San Mateo" (Nº 2102), y "Niño con Casco" (Nº 2289). En el Teatro Municipal de Bogotá existía

el óleo: "La Misa de los Conquistadores".

En la Casa Museo del 20 de Julio: "La Pola conducida al Cadalso" y la "Reyerta del 20 de Tulio". También pintó un óleo, junto con

Acevedo Bernal y el artista Acchiardi, en el que se representa a Beethoven con un grupo de amigos. Esta obra es de propiedad del Dr.

Luis Suescún Manrique.

BIBLIOGRAFIA: Catálogo del Museo Nacional. Imprenta Patriótica del Instituto Caro y Cuervo. Bogotá. 1960. Academia de

Historia, 1902 - 1952. Litografía Colombia. Bogotá, 1952.

***

Iniciación de una guía de arte colombiano Escuela Nacional de Bellas Artes - [Bogotá] Escuela Nacional de Bellas Artes 1934 - 298 p.

láms. 24 cm. Catálogo de las obras de arte existentes en la Capilla del Sagrario, por Raimundo Rivas y Pedro Quijano

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http://www.bicentenarioindependencia.gov.co/anecdotas/Paginas/anecdotas_serie1-2c.html

El Virrey Fraile

Don José Solís Folch de Cardona (España 1716- Bogotá 1770), cuyas obras permiten considerarlo como uno de los virreyes más progresistas que tuvo el Nuevo Reino de Granada en los ocho años de su mandato (1753-1761).Sin embargo, no pasó a la historia como el impulsor de grandes obras públicas, sino como el protagonista de escandalosos amoríos. Habiendo hecho entrega del bastón de mando a su sucesor Messía de la Cerda el 25 de febrero de 1761, el 28 en la noche ingresó al convento de San Francisco de Bogotá como religioso lego y pocos días después desde su celda ratificaba su rectitud de intención al autorizar a sus apoderados para que “puedan pasar a la venta de todos mis bienes, procurando particularmente en la plata y alhajas de mejor calidad con la mayor estimación que sea posible, haciéndose cargo de que éste es ya un caudal de los pobres…Fray José de Jesús María” (D.Samper Ortega, Don José Solís, p.279). Y aunque puede ser que sus aventuras amorosas no hubiesen sido ni graves ni prolongadas, algo debió ser cierto cuando el secretario del Consejo de Indias comunicó al sucesor de Solís que “…Hallándose el Rey enterado de los antecedentes ocurridos en esa capital a los principios del gobierno de su antecesor de vuestra excelencia con María Lugarda Ospina, y que bien reparados en el voluntario retiro de ésta a un convento, y la posterior ejemplar determinación del virrey, ha salido después de esta la referida María Lugarda del convento en que estaba, renovando con su presencia a ese público la memoria de lo pasado, no permita vuestra excelencia a esta mujer que resida en esa capital, a menos de no ser en la reclusión de un convento, pues si no abraza este partido, quiere su majestad la destierre vuestra excelencia a la distancia que le parezca suficiente” (Archivo General de la Nación: Milicias y Marina 147, fol.277r). Pero sea lo que fuere de aquellos desvaríos, el hecho es que Solís vivió el resto de su vida como ejemplar religioso, habiendo recibido el sacerdocio y cantado su primera misa el 19 de marzo de 1769, viniendo a morir con reputación del santo un año después mientras servía el oficio de superior del convento de San Francisco de Bogotá.