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72 Principios de Filosofía del Lenguaje -- .= -_.-.. " - así), mientras que nos parece más fácil que pudiera faltar alguna de las segundas (y de hecho podemos imaginar que así acontezca). 4.2 Los univer sales lingüísticos En el trabajo ya citado (<<The Problem of Universals in Language») Hocken ha suministrado un variado conjunto de universales lingüísticos, de los que vamos a ver los más relevantes a efectos filosóficos. De entrada, dejaremos fuera de nuestra consideración los de tipo fonológico, y limita- remos esta exposición a los que Hocken llama gramaticales, que son en su mayoría de orden semántico. También en este caso reordenaré la lista de Hockett para hacerla más sistemática, y en algún caso modificaré su formulación según indicaré en su momento. 1. En toda lengua hay elementos cuya denotación cambia dependien- do de ciertos rasgos elementales de la situación, esto es, del contexto ex- tralingüístico. Tales son los elementos que se denominan deícticos (del gr i ego deixis, acción y efecto de mostrar o señalar) o ¡ndéxicos. Son, por ejemp lo , los pronombres personales y demostrativos, ciertos adverbios como «ahí», «ahora», etc. 2. Entre los elementos anteriores hay en toda lengua uno que denota o se refiere al sujeto que habla y otro que denota al sujeto al cual se habla; es decir, .que los pronombres de primera y segunda persona del S1O - guIar son, en principio, universa les . .3. Todas las lenguas poseen elementos que no denotan nada y cuya función consiste en relacionar e ntre sí los e le mentos denotativos. Con terminología tradicional podríamos decir que toda lengua tiene ele- mentos sincategoremáticos, además de elementos categciremáticos o deno- tativos (recuérde se que la existencia de estos últimos es un rasgo defini- tor io de todo sistema semiótico, a sa ber, la semanticidad, y lo es (1lortiori del leng uaj e verbal; de hecho está impl icado por el rasgo de convenciona- lidad como hemos visto en el número cuatro de la sección precedente). Hockett da como ejemplos preposi ci ones y conjunciones (aunque en el caso de aquéllas señala que poseen alguna denotación). A efecws de la terminología tradicional mencionada, debe tenerse en cuenta que se suelen considerar como si ncategoremáticos lo s adjetivos y los adverbios, además de las preposiciones y conjunciones, pues se estima que los términos sin- categorcrnáti cos O sincategoremas significan algo en cuanto ·modificación o determinación de otra cosa. Los términos categoremáticos, o categoremas, en cuanto que significan algo por solos, se reducen a nombres y verbos. La di stinción escolástica, por consiguiente, no coincide con la que estamos viendo, aunque tiene un sentido parecido. La distinción de Hockett, por atenerse a la función denotativa, es susceptible de interpretaciones dHeren-

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72 Principios de Filosofía del Lenguaje -~ -- .= -_.-.. " -

así), mientras que nos parece más fáci l que pudiera faltar alguna de las segundas (y de hecho podemos imaginar que así acontezca).

4.2 Los universales lingüísticos

En el trabajo ya citado (<<The Problem of Universals in Language») Hocken ha suministrado un variado conjunto de universales lingüísticos , de los que vamos a ver los más relevantes a efectos filosóficos. De entrada, dejaremos fuera de nuestra consideración los de tipo fonológico, y limita­remos esta exposición a los que Hocken llama gramaticales, que son en su mayoría de orden semántico. También en este caso reordenaré la lista de Hockett para hacerla más sistemática, y en algún caso modificaré su formulación según indicaré en su momento.

1. En toda lengua hay elementos cuya denotación cambia dependien­do de ciertos rasgos elementales de la situación, esto es, del contexto ex­tralingüístico. Tales son los elementos que se denominan deícticos (del gr iego deixis, acción y efecto de mostrar o señalar) o ¡ndéxicos. Son, por ejemplo, los pronombres personales y demostrativos, ciertos adverbios como «ahí», «ahora», etc.

2. Entre los elementos anteriores hay en toda lengua uno que denota o se refiere al sujeto que habla y otro que denota al sujeto al cual se habla ; es decir, .que los pronombres de primera y segunda persona del S1O­

guIar son, en principio, universales .

.3. Todas las lenguas poseen elementos que no denotan nada y cuya función consiste en relacionar entre sí los elementos denotativos.

Con te rminología tradicional podríamos decir que toda lengua tiene ele­mentos sincategoremáticos, además de elementos categciremáticos o deno­tativos (recuérdese que la existencia de estos últimos es un rasgo defini­torio de todo sistema semiótico, a saber, la semanticidad, y lo es (1lortiori del lenguaje verbal ; de hecho está impl icado por el rasgo de convenciona­lidad como hemos visto en el número cuatro de la sección precedente) . Hockett da como ejemplos preposiciones y conjunciones (aunque en el caso de aquéllas señala que poseen alguna denotación). A efecws de la terminología trad icional mencionada, debe tenerse en cuenta que se suelen considerar como sincategoremáticos los adjetivos y los adverbios, además de las preposiciones y conjunciones , pues se estima que los términos sin­categorcrnáticos O sincategoremas significan algo en cuanto ·modificación o determinación de otra cosa. Los términos categoremáticos, o categoremas , en cuanto que significan algo por sí solos, se reducen a nombres y verbos. La distinción escolástica, por consiguiente, no coincide con la que estamos viendo , aunque tiene un sentido parecido. La distinción de Hockett , por atenerse a la función denotativa , es susceptible de interpretaciones dHeren-

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4. Ars Grammatica 73 -tes según la teoria de la referencia que se acepte, y deja abiertas, por ello, numerosas cuestiones.

4. Toda lengua tiene nombres propios, esto es, elementos cuya fun­ción se reduce a denotar algo, pero sin connotar ninguna propiedad cuya po.sesión por el objeto denotado justifique por sí sola la aplicación del nombre.

De hecho, puede ocurrir que en una lengua la mayor parte de los nom­bres propios de cierto tipo connoten alguna propiedad. Así, en castellano, la mayor parte de los nombres de pila de personas connotan o bien mascu­linidad o bien feminidad, y en razón de esto se aplican respectivamente a hombres o a mujeres, pero ello no ocurre absolutamente siempre (<<Tri­nidad» sería un ejemplo) y, por tanto, prueba que no es necesario que ocurra. El tema de los nombres propios tiene una interesante tradición dentro de la filosofía analítica y ha originado recientemente problemas en relación con el concepto de necesidad, todo lo cual veremos en su momento.

5. En toda lengua hay elementos gramaticales que no pertenecen a ninguna de las categorías mencionadas, es decir , que ni 'son elementos deíc­ticos, ni son elementos no denotativos, ni son nombres propios.

Esta formulación resulta excesivamente débil, pues parece razonable es­perar que pudiera e~pecificarse qué otras categorías cabe señalar hipotética­mente como universales.

6. Aparte de las tres categorías mencionadas, ninguna lengua posee un vocabulario gramaticalmente homogéneo, y en éste puede siempre ha­cerse una distinción del tipo de la distinción entre nombre y verbo.

Este universal viene a completar al anterior, aunque en la lista de Hoc­kett ambos están en lugares apartados entre sí, 10 que dificulta percibir la relación entre ambos.

7. Toda lengua distingue entre predicados monádicos y predicados poliádicos, o sea, entre predicados con un argumento y predicados con más de un argumento. Dicho de otra forma, toda lengua distingue entre propie­dades y relaciones .

Hockett se limita a formular este universal en términos de la distin­ción entre predicados monádicos y diádicos, es decir, con uno y con dos referentes. La formulación anterior, por su mayor generalidad, me parece preferible, y no imagino qué razones pueden hacer más probable una hipóte­si;; más restringida como la de Hockett.

8. Toda lengua posee un tipo de cláusula de est ructura bipartita cuyos componentes pueden denominarse tema y comentario. Esto es, una cláusula en la que, por ejemplo, se menciona aquello de lo que se va a ha­blar y a continuación se dice algo sobre ello.

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74 Principios de Filosofia del Lenguaje -- ... . --Parece que se trataría de la distinción entre sujeto y predicado. Natu­

ralmente, el orden en el que aparecen dentro de la cláusula varía según las lenguas.

9. Toda lengua tiene por lo menos dos órdenes básicos de estructura­ción (patterning) gramatical. En el caso de que sean solamente dos, co­rresponderían a lo que tradicionalmente se llama morfología y sintaxis. Hockett señala, no obstante, que para ciertas lenguas como las de tipo chino parece que es preferible prescindir de la pluralidad de estructuraciones.

Este universal resulta , en todo caso, particularmente debatible si se tiene en cuenta la tendencia actual a disolver la morfología entre la fono­logía y la sintaxis, tendencia muy acusada en la lingüística transforma­cional.

La lista anterior constituye una buenl ilustración de lo que se entiende por universales lingüísticos, y de su diferencia con los rasgos definitorios . Para nosotros es en particular útil por cuanto casi todos sus ejemplos son semánticos y tienen relevancia para el problema de las relaciones entre la lógica y el lenguaje. En la literatura sobre el tema se encuentran igual­mente listas de universales tanto de dpo fonológico (por ejemplo, los su­geridos por Hockett, y a los cuales se ha hecho alusión antes) como de tipo sintáctico . Entre estos últimos, cabe mencionar una interesante lista de características universales presentada por Greenberg que en su mayoría afectan al orden de las palabras en la frase (<<Sorne Universal s of Grammar wirh Particular Reference to the Order of Meaningful Elements»). Una gran parte de estos ejemplos consisten en universales condicionales, esto es, del tipo de: «Si una lengua tiene la caracterís tica x, entonces tendrá también la característica y» (aunque no necesariamente viceversa). Véase como muestta el universal número trece de la lista de Greenberg: «Si) en una lengua dada) el objeto nominal precede siempre al verbo, entonces los verbos subórdinados preceden siempre al verbo principah>. O por poner un ejemplo que no afecta al orden sintáctico sino a las categorías mor­fológicas generales) considérese el universal número treinta y seis de la lista citada: «Si una lengua posee la categoría de género, entonces tendrá también la categoría de m'ímerm> . Prestar más atención a los universales sintácticos nos apartaría con exceso y sin justificación del propósito central de este estudio.

Hablando de universales condicionales (o implicativos, como también se los llama), es interesante notar que pueden encontrarse ejemplos igual­mente en semántica. Tal es el caso de la hipótesis de Berlin y Kay (Basic Colour Terms) acerca de la estructura de los términos para colores en las diferentes lenguas. Sobre la base de haber comparado cerca de un centenar de lenguas, de estructura y grado de evolución muy diversos, Berlin y Kay han sugerido que existen once categorías básicas para clasificar los colores, y que, aunque las lenguas examinadas difieren entre sí extraordinariamente según el número y variedad de las categorías que utilizan (desde dos hasta

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las once, en diferentes combinaciones), hay entre ellas relaciones de con­dicionamiento en el sen tido de que cualquier lengua que posee ciertas ca­regolÍas posee también ciertas otras, de acuerdo con el siguiente esquema :

morado "',. anaranjado gris

¡ 1 ¡ 1 ¡vc'de 1 ¡ °1 ¡bl,ncol - marrón - - azul - amarillo - rOJo _. -- negro

Esto significa que cualquier lengua que contenga una de estas categorías ¡iene as imismo tOdas las que estén a su derecha en la tabla. Es decÍr: si una lengua tiene un término equivalente a «rojo», tiene entOnces también términos equivalentes a «blanco» y «negro», estO es, términos que designen Jos coJores que nosotros designamos así en castellano; si tiene un término para designar el color morado, entonces tiene igualmente términos para designar los colores marrón, azul, verde, amarillo, rojo, blanco y negro, et­cétera. Cuando dentro de un grupo hay varías categorías significa que entre ellas no hay preeminencia alguna. Por ejemplo: si una lengua cuenta con un término para el amarillo, entonces tiene también términos para el rojo, el blanco y el negro, y lo propio acontece si tiene un término para el verde o los dos, para el verde y el amarillo. Las lenguas consideradas por Berlín y Kay van desde el jalé, hablado en Nueva Guinea, que solamente cuenta con términos para el blanco y el negro, hasta el inglés, que natural­mente posee las once categorías básicas, pasando por lenguas como el hanunoo de Filipinas, que tiene términos para el blanco, el negro, el rojo y el verde. Berlin y Kay han sugerido además que el esquema anterior co­rresponde a los estadios por los que, en su desarrollo, atraviesa la lengua de un pueblo en 10 que respecta a los términos para colores, estadios que van desde el más simple, caracterizado por la posesión de dos términos (<<blanco» y «negro»), hasta la adquisición de las once categorías básicas . Con esto, la hipótesis de estos autores se convierte en un universal sobre la evolución del lenguaje.

El interés del estudio de Berlin y Kay consiste en que, aplicando la relación de condicionamiento, ha puesto de manifiesto una importante uni­formidad que, mientras el conocimiento de otras lenguas no venga a de­mostrar lo contrario, preside la estructuración de las categorías de colores en las diversas lenguas; y hay que tener en cuenta que éste era un campo en el que no parecía fácil detectar uniformidad alguna ni hallar base para hipótesis universalistas. Es importante notar que la hipótesis no prejuzga la posibilidad o imposibilidad de traducir con exactitud unos por otros los términos para colores de diferentes lenguas. Es de esperar que una lengua que no tenga términos como «rosa» y «anaranjado), pero sí, en cambio, uno como «rojo», dé a este último un alcance mucho mayor que el que tendrá en una lengua que disponga de las tres palabras, pues a falta de otros tér­minos como «rosa» y «anaranjado) sin duda tenderá a incluir en el ámbito de aplicación de «rojo» muchos objetos que en la otra lengua se incluirían

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bajo «rosa» o «anaranjado». En esa medida, los términos para el roje fle ambas lenguas no serán exactamente íntertraducibles. ¿Por qué afirmar que ambos términos representan la misma categoría? Porque, a pesar de que su aplicación difiera en una serie de casos periféricos, ambos tienen en común como campo de referencia una serie de casos centrales en los que se usan de manera coincidente. Y es esta coincidencia central la que permite com­parar ambos términos. Naturalmente, los problemas de esta índole pueden multiplicarse si pasamos de las once categorías básicas a categorías secun­darias como «escarlata», «gualdo», etc., pero en principio estas categorías pueden caracterizarse como subtipos de alguna de las categorías básicas (es­carlata con respecto al rojo, gualdo con respecto al amarillo, etc.). Por ello, la hipótesis de Berlin y Kay opera únicamente con términos básicos. Hay que añadir que algunos de los datos considerados no se adaptan comple­tamente a la hipótesis. Así ocurre con el ruso, donde no hay un términc para el azul, sino dos, uno para el azul claro y otro para el oscuro, y COI: el húngaro, donde ocurre 10 propio respecto al rojo. Tales lenguas tendríar. doce términos básicos y no once. (Para lo anterior puede verse el resumer: que ofrece Leech en el capítulo onceno de su Semántica, donde se hallará asimismo un resumen de las investigaciones sobre los términos de paren­tesco, campo en el que también podrían encontrarse, aunque no tan clara­mente, interesantes ejemplos de universales semánticos.)

Hay que mencionar que este tipo de universales condicionales es, en un sentido trivial, más fácil de ejemplificar que los que consisten en la atri­bución de propiedades. Téngase en cuenta que un universal condicional no consiste en atribuir a todas las lenguas una cierta propiedad x o y, sino en postular qu'7, si una lengua tiene la propiedad y, entonces tendrá la propiedad x. Naturalmente, un universal de este tipo es confirmado por cualquier lengua que cumpla con cualquiera de las tres condiciones si­guientes: que posea las características x e y; que posea x pero no y; que no posea ninguna de las dos. O dicho a la inversa: un universal de ese tipo solamente queda falsado por una lengua que tenga la propiedad y y que carezca de x. El filósofo de la ciencia puede aquí replantear, si lo desea, todos los problemas relativos a la llamada paradoja de la confitma­ción, pero para nosotros no es el momento de entrar en detalles de meto­dología científica (para un tratamiento elemental y genetal del tema puede verse el capítulo cuarto de la Introducción a la jilosofía de la ciencia, de Lambert y Brittan) *.

Los universales lingüísticos desempeñan dentro de la teoría de Chornsky una peculiar función que excede del carácter de meras hipótesis generales que poseen en la teoría lingüística no chomskiana . Se trata de que. como parte de su concepción mentalista acerca riel lenguaje, Chomsky, por razo­nes que veremos con mayor detalle más adelante. ha defendido la necesidad

• * Como puede comprenderse, una investigación de tan amplio alcance como !os cua­

tro volúmenes recopilados por Greenberg bajo e! títu!o Univerralr 01 Human Lan­guage, sólo es posible sobre la base de un concepto de universal Jengü ístico muy débil y relativo aunque no por ello carente de interés.

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de atribuir al nmo que está aprendiendo su lengua un conocimiento tácito de esos universales, conocimiento sin el cual no podría explicarse, al pa­recer, el aprendizaje de una lengua nativa (Aspectos, cap. 1, secc. 5).

Chomsky distingue dos tipos distintos de universales, los formales y los sustantivos. Una teoría de los universales sustantivos afirmará que los elerr:.entos lingüísticos de cierto tipo deben, para cualquier lengua, ser ex­traídos de un conjunto fijo de tales elementos. Es decir, los universales sus­tantivos no son conjuntos de elementos todos los cuales hayan de aparecer en todas las lenguas, sinó conjuntos de elementos a los cuales pertenecen los elementos de ese tipo que aparecen en todas las lenguas. O dicho de otra forma: para cada conjunto de elementos, si éstos son efectivamente universales, no habrá lengua alguna en la que haya elementos que no per­tenezcan al conjunto, pero puede haber elementos del conjunto que no se encuentren en algunas lenguas. Digámoslo aún de otra manera: para todo conjunto de elementos de cierto tipo, este conjunto es un conjunto de universales sustantivos si, para cualquier lengua, los elementos de ese tipo que en ella aparecen constituyen un subconjunto de aquéllos. Veamos los ejemplos que Chomsky menciona. En cuanto al componente fonológico, serían universales sustantivos el conjunto de los rasgos fonéticos por medio de los cuales, según la teoría de Jakobson, se puede caracterizar los fone­mas de todas las lenguas. Estos rasgos se determinarían con independencia de cualquier lengua, recurriendo a las características acústicas y articulato­rias de los sonidos vocales. Ejemplos de tales rasgos son la cualidad de vocal o de consonante, la nasalidad, la cualidad de sordo o sonoro, etc. Para el camponente sintáctico, serían ejemplos de universales sustantivos las cate­gorías que tradicionalmente se vienen utilizando para el análisis gramatical, cama son las de nombre, verbo, etc. En el componente semántico, los t.:niversales sustantivos incluirán aquellas categorías bajo las cuales se pue­den agrupar y distinguir los lexemas de una lengua según, por ejemplo, su función designativa ; tales distinciones son las que se pueden hacer entre los lexemas según designen personas, sentimientos, formas de conducta, di­ferentes clases de objetos, etc.

Es patente , por 10 dicho, que los universales sustantivos son universales solamente en un sentido débil , particularmente manifiesto en el hecho de que la ausencia de un universal en un determinado conjunto de lenguas no nos permite asegurar que tal elemento no sea universal en este sentido. Por su parte, los universales formales consisten en cumplir con determinadas condiciones abstractas que se refieren al carácter de las reglas gramaticales de toda lengua. A diferencia de los universales sustantivos, que hacen re­ferencia, en frase de Chomsky, al vocabulario para la descripción de una lengua, los universales formales incluirán las características más abstractas de la gramática de cualquier lengua. Puesto que Chomsky piensa que su teoría lingüística es la correcta, y que es por ello aplicable a toda lengua , serán en principio universales formales las características de la gramática generativo-transforma toria de tipo chomskiano. Así , en el componente sin­táct ico, la condición de que existen reglas transforrnatorias que conviertan

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78 Principios de Filosofía del Lenguaje -- -- ---las estructuras profundas en estructuras superficiales, el que las transfor­maciones dependan de la estructura de las oraciones, etc. En el compo­nente fonológico serán universales formales exigencias corno la de qU! al menos algunas de las reglas fonológicas se apliquen cíclicamente, desde los elementos más simples a los más complejos de la oración. Por último; por 10 que hace al componente semántico, serían ejemplos de universales for­males la condición de que los nombres propios, y otros términos designa­dores de objetos, sólo puedan designar objetos espacio-temporalmente ;::an­tiguos (sic en Chomsky, aunque por la nota que añade se ve que quiere decir «continuos»); e igualmente, la condición de que, en todas las lenguas, los términos para colores dividan el espectro en segmentos continuos, o la de que los artefactos sean definidos en términos de propósitos y necesida­des humanas, y no en términos de propiedades físicas solamente. (Para todo lo anterior, además de la sección quinta del capítulo uno, de Aspectos, pue­de verse el capítulo dos de Lengua;e y entendimiento, así como «La natu­raleza formal del lenguaje».)

Como se ve por los escasos ejemplos aducidos por Chomsky, los uni­versales, par ticularmente los de índole formal, están en su teoría ín tima­mente ligados a su concepción de la gramática. Esto puede resultar nega­tivo en la medida en que ciertos aspectos de ésta son tan discutibles, y de hecho tan controvenidos, que puede ser preferible desligar de ellos la teorú de los universales lingüísticos, y construir ésta, en cambio, sobre la base Ce características gramaticales sobre las que pueda haber mayor acuerdo ent:e los lingüistas. Juzgo que esto es lo que ocurre con los ejemplos de univer­sales ofrecidos por Hockett . Piénsese que hasta el propio concepto de trans­formación ha sido eliminado de la descripción gramatical por algunos lÍ1~ güistas postchomskianos, como veremos posteriormente. En un sentido fe­neral, sin embargo, está claro que la teoría de los universales lingüístiCJS va ligada al desarrollo de la teoría lingüística en su conjunto, puesto qle la primera no hará sino ir recogiendo aquellas afirmaciones generales sol::re las lenguas humanas que vayan siendo progresivamente mejor connrmadls a la vez que muestren un rendimiento explica tivo mayor.

Precisamente para evitar la excesiva vinculación de la teoría de los unÍ­versales lingüísticos a' un tipo específico de lenguas o a un modelo particu­lar de .gramática, así como para eludir las fuertes implicaciones menralist2s de la concepción chomskiana, se ha propuesto la ahernatíva de considenr los universales lingüísticos, no como propiedades comunes a todas las len­guas, sino como características propias de la estructuración (patter'1ing) de las variaciones existentes de unas lenguas a otras con respecto a una pro­piedad dada (Keenan, «The Logical Diversity 01 Natural Languages»). L. idea básica que subyace a esta concepción es que, contra 10 que parecen pensar los chomskianos, cualquier lengua sólo realiza en una mínima me­dida lo que es universalmente posible. Esto es, que las condiciones y exi­gencias con las que cumple la gramática de una lengua son mucho mayores que las que son universalmente válidas, y, por tanto, que más que buscar 105 universales en cada lengua hay que buscarlos en las difetencias que,

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4. Ars Grammatica 79 ---- -respecto a una cierta característica, las separan. Es interesante constatar que uno de los tipos generales de universal lingüístico que ejemplifica adccuadameme esta propuesta es el tipo de los universales condicionales a los que hemos hecho alusión más arriba, puesto que un universal con­dicional no supone la existencia de una cierta propiedad x en todas las lenguas, sino simplemente afirma que, si una leogua tiene otra cierta pro­piedad y, entonces tiene también x. Y para determinar esto son relevantes todas aquellas lenguas que se distinguen entre sí por tener las propiedades x e y, por tener x pero no y, o por no tener ninguna de las dos. Por con­siguiente, lo que cuenta aquí es cómo se relacionan entre sí las diferencias de unas lenguas a otras.

Antes de abandonar este tema vale la pena recordar que Greenberg (Lallguage Universals) ha puesto de relieve la universalidad de una distin­ción que, por su generalidad, es común a todos los componentes de la gramática, y excede en consecuencia las diferencias entre fonología, sintaxis y semántica. Se trata de la distinción entre categorías marcadas (marked) y categorías no marcadas (unmarked), que podríamos llamar también ca­tegorías débiles y fuertes respectivamente. Entre dos categorías opuestas ent re sí, es fuerte o no marcada aquella que puede tener dos valores: o bien el valor parcial que se agota en ser término de oposición a la otra categoría, o bien el valor tota l que integra ambos términos de la oposición. Así , cuan­do se trata de dos lexemas contrapuestos entre sí, es característico que el fuerte o no marcado se emplee como genérico además de como específico. Por ejemplo, en la contraposición hombre-mujer el término «hombre» es la categoría fuerte, pues se usa tanto con el valor de «varón», en cuanto opuesto a «mujer», como con el valor genérico de «ser humano», cuando se prescinde de la contraposición que se basa en la diferencia de sexo. Greenberg ha mostrado ejemplos de la distinción entre categorías marcadas y no marcadas en los diferentes componentes gramaticales, y por lo que respecta al semántico, a pr~pósito particularmente de los términos de pa­rentesco.

4.3 La gramática como sistema generador

Hemos visto con anterioridad, en la sección 3.4, que lino de los sen­tidos en que puede entenderse la creatividad del uso del lenguaje es aquel que tiene cuando se afirma que el número de oraciones correctas que pue­den formarse en una lengua es potencialmente infinito. Esta infinita varie· dad de las oraciones correctas de una lengua es, como ya se insinuó, una característica del sistema de ésta, y tal característica deriva del hecho de que las reglas de la gramática de una tal lengua se aplican de forma repe­tida a una expresión dada por larga o compleja que sea, produciendo así, con cada nueva aplicación, una nueva oración más larga o más compleja (o ambas cosas a la vez). Dicho de otra forma: las reglas gramaticales se aplican recursivamente, y así generan todas las posibles oraciones correctas de la lengua en cuestión. O formulado de otro modo: cualquier expresión