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8/8/2019 Zein Zorrilla, "Inundaciones"
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Inundaciones
Zen Zorrilla
[Siete rosas de hierro , pp. 127-143. FCE. Lima: 2004]
E l h ombre d e b arba roja y chaqu eta d e p ie l t ermin d e exp on er l as
bondades laborales que una mina de oro poda ofrecer a un ingeniero
joven. Bebi un sorbo de su botella, clav la mirada en Hernn.
Como lo ve , no podemos ofrecer es te cargo a un ch ico de la
c iu dad, men os a u n rec in egres ad o. Bus camo s u n ing en ie ro con
capacidad probada y acl imatado a es tas lejanas . Orient el mentn
hacia la meseta entre cuyos pajonales refulga una lejana techera de zinc
. Es deci r, hombres como usted.
Hernn Medina sonri, no al barbado, sino al vehculo estacionado
en el miserable patio del res taurante. El logotipo grabado en la puerta,
Minera Aurfera Orin, era el que por semanas haba vis to trans i tar en
las camionetas de supervisin y en los camiones cargados de maquinarias
y es tructuras que en los l timos meses se desviaban de la Carretera
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Central para enrumbar hacia los confines de la meseta donde se eriga la
nueva operacin minera. Lejos estaba de sospechar que justamente una
de aquellas camionetas le llevara la propuesta ms tentadora de su breve
carrera profesional.
Y no digo ms resumi el barbado. Ahora la decis in es de
usted.
Hernn aspir con profundidad, elev los codos hasta los hombros,
como s i aquel movimiento le permitiera as imi lar los a lcances de la
oferta.
Es tu diar l a p ro pu es ta di jo , p or d ec ir a lg o; y d e p ro nto,
asaltado por el recuerdo de las obligaciones abandonadas por atender a
su v is i tan te: El p rob lema es que no puedo dejar es te t rabajo de la
noche a la maana. Me tengo que ordenar.
El barbado dio un sal to y se puso de pie, levant el cuello de su
chaqueta.
Me parece lo correcto. Eso se llama responsabilidad. En verdad,
neces i tamos un hombre de su cal ibre. Considere el sueldo, y las o tras
faci lidades . Ninguna mina de plata es t en condiciones de ofrecer algo
siquiera aproximado. Es ms, escuch decir que es tn por cerrar . Es
cierto?
Para nada se defendi Hernn, como si la insinuacin estuviera
dir ig ida precisamente a l. Tenemos problemas, como toda mina de
plata, pero aqu hay mineral para un siglo. Bueno, pensar su propuesta
y...
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Las manos del barbado ya jugaban con las llaves de la camioneta.
Entonces la pelota queda en su cancha, ingenierazo. Un dedo se
levant en advertencia. Espero que la respuesta no demore demasiado.
Hoy, llamo yo a su puerta; si demora, la oferta podra desaparecer.
Me da unos quince das?
Tmeselos. En quince das lo espero por all.
***
La reunin haba durado casi una hora, pero a Hernn le pareci slo de
u n min uto. Mient ras con temp laba a le ja rs e l a camio ne ta h ac ia los
confines de la meseta, suspir con calma. Al parecer sus sufrimientos en
Minera El Pilar iban a finalizar de modo inesperado, y feliz.
La ltima semana haba sido especialmente dura. Comenz con una
protesta de trabajadores por las quincenas sin pago; a media semana la
compresora principal de la mina se paraliz por falta de repuestos; y al
finalizar, un molino quebr el eje y sali de operacin. El viejo Robles y
sus me cni cos mu lt ipl ic ar on e sf ue rz os y logr ar on supe ra r los
inconvenientes . La noche anterior, Hernn reuni a los mecnicos en
torno a una jarra de ponche, abraz al viejo Robles y felicit a todos por
su entrega.
Para eso esta mos dijo Robles.
Increble. Estamos operando sin dinero, ni repuestos.
Rob les asint i como s i Hernn h ab la ra d e u na min a a jena . La
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satisfaccin del esfuerzo desplegado lo volva inmune a las penas de esos
instantes.
Es la crisis , Hernn. Y es parte del juego. La vida no sera vida si
todo saliera bien. Lo importante es resistir.
Hernn sonri; lo estaba aprendiendo. Cuando un ao atrs arrib a
Minera El Pilar en busca de trabajo, no tena siquiera idea de lo que era
un disparo o un frente de explota cin. Apar te de dos visitas
universitarias a una mina, su conocimiento se reduca al recibido en las
aulas. Por ello, su gran preocupacin, origen de insomnios y sudores, era
cmo v olca r d icho s con oc imientos a l a r ea lidad. A l as s eman as d e
recorrer los socavones descubri que apenas requera de los libros; y s
mas b ien, d es ar ro ll ar u na cap ac id ad d e man do p ara d es empear l a
j efatura d el mod o q ue l a enten dan los o breros . Hab a q ue s ab er
comunicar a los jefes las malas noticias; saber guardar silencio ante sus
explosiones de furia. Con los meses logr acomodarse en el cargo, pero
y a l o e mb es t an o tr as p es ad il la s. Al a ct ua r d e e se mo do e st ab a
ejerc iendo realmente su p rofesin? No estaba convir t indose en un
capataz, til para esa mina, pero intil cuando llegara la hora de e migrar
a otra? Lograra competir con los colegas que venan desempendose
con xi to en operaciones mejor cons ti tuidas? Has ta cundo debera
permanecer en El Pilar?
La sa ti sf ac ci n de ma nt ene r l a mi na ope ra tiva r ele g esa s
preocupaciones al olvido. Pero he ah que la visita del barbado vena a
recordrselas. Sera capaz de responder a las expectativas de la Aurfera
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Orin? Por qu no le pidi siquiera un mes de plazo al barbado? La bola
haba quedado en su cancha. Ufff , era cues t in de echarse un sueo y
aclarar las cosas. Al da siguiente sabra cul paso dar. Estaba seguro.
Cierta complicacin, s in embargo, es taba esperando la l legada del
nuevo da. Robles se la llev, apenas iniciada la jornada.
Hernn palme un hombro del viejo tornero a quin las renuncias de
sucesivos jefes haban ubicado en la Jefatura de Maestranza.
Y compadre? Los trabajadores antiguos se sentan cmodos
con ese trato familiar. Novedades?
El v iejo enarc las cejas en saludo, se acomod en el s i l ln de los
visitantes.
Quiero comentarte dos cosas.
Hernn t ra t de leer en las manchas cen izas del sesen tn , en la
profunda arruga de su frente.
Malas?
Depende. Novedades . Algunas nos parecen malas al comienzo,
pero es cuestin de verles el lado bueno.
He rnn c ont uvo la re spi ra cin. Aquel la of ic ina e n que la s
c i rcuns tancias lo hab an pos ic ionado , se cargaba de un a i re f r o y l
volva a ser el tembloroso estudiante en busca de una oportunidad.
El viejo ya estaba hablando:
Te acuerdas del cholo Mucha?
Hernn se acordaba. Qu pasaba con el cholo? Un accidente?
Y te acuerdas del ma go Poma?
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S, pero pasa algo?
Ambos haban presentado su renuncia y no trabajaran ms en El
Pilar. Robles sac un cigarrillo y lo contempl con detenimiento, como si
e l a su nto d e l as r en un cias carec ie ra d e imp or tanc ia . S , sa e ra l a
novedad. Los bandidos abandonaban el desafo.
Y se van a la Orin finaliz el viejo. La mina de los gringos.
Hernn se hundi en el gran s i l ln de la Superintendencia que en
tiempos mejores fuera el trono de ingenieros de cuajo y experiencia.
Robles evalu las consecuencias de las renuncias. El cholo Mucha y
el mago Poma eran buenos mecnicos, los mejores de la comarca. Ambos
haban bata l lado con los equipos de la mina, s in herramien tas y s in
repuestos y desde los in icios de la cr is is . Afectara sus part idas a El
Pilar? Un poco, al comienzo. Luego l preparara los reemplazos. Pero el
problema no era ellos, s ino esa gente de la Orin. Preparar un mecnico
c os ta ba , y r ob ar a u n t c ni co f or ma do e ra f c il . H er n n d eb er a
aproximarse a la Orin, presentar una protesta formal.
No crees que deberas ir?
Hernn se puso de pie, se tom la cabeza con las manos.
Y qu les voy a reclamar? S i n i s iqu iera podemos pagar los
jornales.
Pero la plat a no es todo, Hern n.
Robles tena sus ideas. Aparte del dinero haba otros vnculos entre
un hombre y su empresa. Y el ms importante era la gratitud. Qu eran
M uc ha y P oma a nt es d e l le ga r a l a M ae st ra nz a? D os p er fo ri st as
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expulsados del socavn por intiles. Y lo haban olvidado por correr tras
la primera campana que sonaba sobre el corral. Pero as era la gente de
hoy, sin memoria ni lealtad.
Qu se larguen todos y cerremos el negocio de una vez. Los dos
hombres r ieron a gusto . Luego de las carcajadas , el v iejo dis imul una
lgrima furtiva, resopl con calma.
Pero tengo otra novedad. Y con esta s estamos jodidos.
Ms renunci as?
No. Fal l la 50 . Se corr i e l nd ice por e l cuel lo. Bomba
muerta.
La 50 era una de las bombas que con su gemela, la 51, desaguaba la
mina y posibi l i taba la explotacin de los n iveles bajos , los nicos que
producan mineral de algn valor para los precios de crisis por los que
atravesaba la plata en el mundo.
Y la 51 est que chirra desde anoche. El viejo inmoviliz en el
aire su cigarrillo sin encender. Ahora tenemos que cuidarla como a la
Virgen Santsima. Muere la 51 y somos cholos muertos.
Hernn se mord i los labios. E l v iejo permaneca inmvi l como
esperando una respuesta que debera llegar de algn lugar.
En to nces me v oy p ara a ll su sp ir a l f in . P repara r u n
mecnico para las emergencias.
Hernn quera abandonar esa oficina, alejarse de aquel escri torio ;
ojal nunca se hubiera sentado en aquel silln.
Quieres que va ya contigo?
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El viejo le hundi el dedo ndice en el pecho.
T c lva te en l a r ad io . Y g ri ta ! Que L ima n os env e eso s
rodamientos. Que consigan la plata donde sea y nos enven unos atades
tambin Se volvi desde el vestbulo. Por si acaso.
***
En los s ig uien tes d as, l a n ov ed ad est remeci los s ocav on es ; los
comedores de empleados y vestuarios de obreros; pase su vaho helado
por los desiertos campamentos donde mujeres demacradas comenzaron a
murmurar:
Ahora resulta que dependemos de una bo mba.
Una bomba vieja y sin repuestos.
Las ms viejas sacudan la cabeza con ademn dudoso. Haban odo
hablar de equipos malogrados en los l t imos meses , y s in embargo los
d as b r il laban igual , los c ielos cont inuaban azules. Las mercan t iles
es taban vacas y la leche y el arroz se conseguan con peripecias , pero
ellas sentan que las carencias eran pasajeras , que se solucionaran en
cualquier momento.
Una bomba? Tonteras.
Arreglaban su pelo , indiferentes al fr o v iento que anteceda a las
tragedias:
Ah, los hombres . Siembran el miedo, se hacen los importantes ,
luego se emborrachan sin freno.
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Neces itamos un ingeniero v iejo dijo una mujer madura que
haba l legado adolescente a la mina. No al huahua ingeniero que nos
han puesto encima. Ahora mismo, por dnde andar?
Hernn paseaba por las oficinas, antao pletricas de dibujantes e
ingenieros , t repaba a la des tartalada camioneta de la empresa, dejaba
atrs su oficina y ese negro telfono que un da le anunciara Fall la
51! y rodaba por las ca lle juelas desast radas de los campamentos
abandonados . La miseria haba comenzado a imprimir su huella en ese
rincn perdido de la cordillera.
Un ao atrs, esos campamentos bullan de contratistas, de ruidosas
cantinas y comedores donde reinaban las carcajadas y la luz. En esos
meses de cris is los obreros retornaron a las campias de donde haban
sido arrancados por la promesa de una paga segura y una vida prspera.
Hernn retornaba a las oficinas al caer la tarde, se armaba de valor y se
plantaba ante el aparato de la radio:
Quiero hablar con la Gerencia.
El Gerente no se halla. Era la respuesta de Lima en las ltimas
semanas. Algn mensaje?
La voz pareca el eco de un fantasma atrapado casualmente por el
aparato.
Necesito hablar personalmente con alguien Hernn insista.
Alguien que pueda decidir.
Luego del conocido murmullo al otro lado del hilo, la respuesta era
la misma:
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Estamos tomando nota. En el prximo correo le enviaremos su
pedido.
La vali ja del s iguiente v iernes no t rajo repuesto a lguno , pero s
dinero. El campamento se anim. Los vendedores de golosinas inundaron
las cal les como en los buenos t iempos, los borrachos alborotaron las
calle juelas con sus desafos . Hernn no acud i a l b rindis en e l Club
Obrero, ni a la fiesta que naci de una oleada de entusiasmo; lo rondaba
u na p reocup ac i n: t rans cu rr an los d as y e l b arbado esp erab a u na
r es pu es ta su ya . No e st ar a m al r ea li za r u n v ia je c or to , s ec re to.
Despachara los hombres a la mina; saldra del campamento y estara de
retorno para el almuerzo. Los das corran y la bola estaba en su cancha.
Dispuso que la var an l a ca mi one ta y la a pr ovisi ona ran de
combustib le. Se plant frente a la ventana de su pieza y contempl los
lejanos resplandores de Minera Aurfera Orin que copaban el horizonte.
Era cuest in de armarse de seguridad y dar un nuevo rumbo a su vida.
P od a s er ma a na , p en sa ba , o p as ado , p er o n o d eb er a p os te rg ar
demasiado ese viaje.
El telfono son en el momento menos esperado; la novedad era la
prevista.
Hernn l leg has ta la cmara de bombas cuando el hombre que lo
haba llamado todava no se desprenda del telfono. Apenas habituado a
la luz de las lmparas reconoci al v iejo Robles y a los aprendices de
mecnico. Con el agua en la cintura, luchaban por izar la bomba. Hernn
alcanz a dar un paso en el agua, pero se produjo un brusco borboteo.
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Tres conos de luz se volvieron a l , luego hacia la regla cal ibrada en
momentos que es ta regla desapareca en el nuevo nivel de aguas . Las
lmparas cruzaron sus conos sobre los gritos broncos y las protestas. La
v oz d e u n n i o, o l a d e u n h ombre p resa d el t er ro r, e st remeci esa
atmsfera de plvora: la mina se inundaba.
Una mano atenaz a Hernn de un brazo.
Nada que hacer, hijo. Era Robles. Salgamos de ac.
Fueron las palabras que repit i camino a la superficie. Nada que
hacer. Y la repit i en torno a la fogata, contemplando a sus hombres
desnudos que ponan a secar sus prendas ante el fuego.
Debieron de avisarme desde el comienzo dijo Hernn. Les
dije que yo quera saberlo todo.
E l v ie jo Rob les o ri en t e l ros tro h ac ia l as l ej an as luces d e l a
meseta. Las luces de la Aurfera Orin parpadeaba en el horizonte.
Calma mu rmur. Ya tod o p as . Esta n oche n o h ay q ue
preocuparse de nada.
Y repiti la arenga en la cantina de obreros, a la luz de una pulstil
lmpara a gaso lina. Haca meses que es taba cortado e l sumin ist ro de
energa elctrica a los campamentos.
Preocpate por maana. Respondi al saludo de mineros que
c on ti nua ba n a rr ib an do d e l os s oc av on es p er di do s, s il en ci os os y
encorvados. Maana todo el mundo estar enterado de la desgracia. Y
llegar la desesperanza. La gente te preguntar qu hacer. Y t , como
jefe, debers decir algo.
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Al contrario de lo que supuso en la fra soledad de la cabina de la radio,
Hernn descubri que las oficinas de Lima no eran un cementerio . Un
h ervo r d e corba tas, t acos d e colores y faldas cor tas agi taban los
i luminados pasadizos . Una graciosa telefonis ta les tom el recado; un
batir de prpados les invit a esperar un instante.
En los carteles que decoraban las paredes, Hernn descubri que en
esas oficinas se manejaban otros negocios de la patrona: Bienes Races,
Exportaciones, Seguros.
La telefonista apoy el tubo del aparato en su pecho y les obsequi
una sonr isa . El los eran la gen te de la mina? A en t rev is tarse con la
seora? Haban s ido c i tados? Hernn d ijo que la seora conoca e l
p rob lema. La te lefon ista repi t i en e l tubo aquel las palabras, luego
escuch en silencio la respuesta y colg.
Esta noche Ilumin e l recinto con una g ran sonrisa. Los
espera en su casa.
A nosotros?
No son ustedes de la mina? Ocho en punt o, en su casa.
Al abandonar las oficinas, Robles intent explicar a sus compaeros
el s ignif icado de la inesperada invitacin. La gente r ica era as cuando
tomaba cario a su gente. Con toda seguridad, la seora estaba enterada
de los sacrificios realizados por evitar la inundacin y quera recibirlos
en privado. No era conveniente comprarse unas corbatas para es tar a
tono con la deferencia?
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La residencia de la patrona se ubicaba en una de las zonas exclusivas de
la capital. Las verjas de hierro pregonaban el podero de su propietaria; y
el automvil negro que transpona la entrada, anunciaba que no eran los
mineros los nicos invitados . Luego de unas confusas coordinaciones ,
fueron instalados en una pequea sala adyacente a la cocina. Hasta all
un mozo les llev una bandeja de aperitivos.
Salud, pues Robles tom una copa, la orient hacia Hernn.
No olvides nada a la hora de habl ar.
Desde su posicin, Hernn contemplaba los jardines; otro automvil
negro rodaba con majes tad hacia una zona de parqueo. Ante quines
iban a presentarse esa noche?
Bueno carraspe Robles ; la mirada puesta en la bandeja de
bocaditos. Reunione s de negocios. Es as.
El mozo los dej solos y Robles ensay los tonos ms graves de su
voz.
Seguramente la seora t iene socios . Y quiere en terar los de la
realidad.
El Dibujante y el Topgrafo que a duras penas se haban animado a
formar p ar te d e l a d eleg ac i n, t en an l as b ocas l lenas y e l ros tro
i luminado; apol t ronados en los s i llones , ba lanceaban sus zapatones
mineros sobre los coloridos arabescos de las alfombras.
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No vayas a emborracharte El Topgrafo sonri a Hernn. Lo
que es yo, no abro mi hocico en este palacio.
Hernn t en a l a mirad a aus en te , inten taba o rd en ar l as s b it as
imgenes que lo asal taban. De pronto vio a la mina como a un cuerpo
humano cuyo exterior lo constituan las oficinas pletricas de muecas
de falda corta; y las entraas, los oscuros y hmedos socavones de donde
rudos hombres extraan el mineral . En ese panorama, el palacio de la
patrona era seguramente el rostro. Y all estaban ellos, llegados desde las
negras profundidades donde se des ti laban los jugos de la v ida. Pero a
qu haban l legado? Si al menos hubiera sospechado de esa recepcin.
Una camisa b lanca habr a ayudado en a lgo . Y un par de zapatos b ien
lustrados.
De qu te preocupas , Hernancito! Robles cogi la botel la de
vino francs que ingresaba con el carr i to de la cena y l len la copa de
Hernn. Cada uno tomar la palabra l legado e l momento. No es ts
solo.
El mozo sonri con fr ialdad cuando Robles le invit a beber una
copa. Hernn lo contempl alejarse por los corredores, alcanz a ver los
le janos sa lones, p le tr icos de gen te e legante que parloteaba bajo la
i luminacin de las araas . Las notas de un piano vibraban en la suave
atmsfera.
Parece msica de radio dijo uno de los hombres.
Es la seora. Robles sec su boca con la servil leta y elev su
copa. As como nosotros en la mina curamos nuestras penas con la
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guitarra, hay gente que lo hace con el piano. La seora tiene penas.
Hernn luchaba con o t ra inqu ie tud . En qu momento pensaba
recibirlos la seora?
A la s iguiente entrada del mozo, con el carro de los postres , Hernn lo
detuvo de un brazo. Y la patrona?
Perdn? el mozo parpade sorprend ido . Hernn volvi a
insistir; el mozo pareci entender. Har las consultas y volver.
La delegacin haba consumido los postres, vaciado dos botellas de
vino, y los automviles del jardn se comenzaban a ret irar , cuando el
mozo retorn en compaa de otro que peinaba canas.
Y caballeros? dij o el canoso. Todo conforme? Contentos?
Hernn observ que tena las manos cruzadas sobre e l v ien t re y
es tud iaba e l ros t ro de cada uno de los v is i tan tes . Cuando le l leg e l
turno, le sostuvo la mirada.
Me permite una palabra? dijo. No fuera a ser que Robles o uno
de los otros echara a perder la ocasin. Una consulta?
El canoso le mostr un rostro grave, dej caer sus prpados; claro,
poda hablar. Hernn elev la voz sobre el rugido de otro automvil que
parta, y le explic el motivo de la visita. El canoso inclin la cabeza.
La se ora?
Era imposible, la seora haba despedido a sus invitados y en esos
momentos no se la poda interrumpir. . . Se hallaba dando de comer a sus
perros. I mposible.
Y nosotros qu? Robles sent con energa su copa en la mesa,
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clav la mirada en el canoso como si lo detestara de pronto. No va a
recibirnos por... unos perros?
El canoso junt las yemas de sus dedos a la altura del pecho, guard
un instante de silencio y habl con un tono grave. La presencia de ellos
en la casona se deba a un error. Las oficinas haban cometido una grave
equivocacin. Era cierto que la cena estaba programada para esa noche,
pero una cena ofrecida por la seora a la gente de los Seguros que la
indemnizaban por la inundacin de su mina. Era todo lo que l, con sumo
respeto, les poda informar.
Entonces, nosotros?
El tono del canoso fue ms grave an. Claro que l advirti el error
desde un comienzo, pero qu poda haber hecho? Echarlos? No. No era
el estilo de la casa. Hizo uso de sus atribuciones de mayordomo y, bueno,
les ofreci esa pequea cena.
No les gust?
La delegacin se haba aplastado en las silletas. Robles humedeca
sus labios, sin atinar a soltar palabra; Hernn ofreci su mano al canoso.
Entonces hasta la vista.
Le respondi un apretn de manos, y un parpadeo:
Puedo hacerles llamar un taxi. O han venido con movilidad?
Movilidad? Robles seal su zapatones en la oscuridad de la
avenida, cuando ya estuvieron en la calle. Claro que hemos venido con
movilidad.
Eran los nicos peatones a esa hora y la casona haba quedado atrs,
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suavemente i luminada con sus barro tes que c lavaban sus pas en los
turbios cielos de la cos ta. Cuando ya no se divisaba ningn palacio y
el los eran so lo un s i lencioso g rupo de amigos que recorr a las ca l les
dormidas de la gran ciudad, habl el Dibujante.
Ahora adnde vamos a ir?
A casa suspir el Topgrafo.
Hernn divis un basurero municipal al pie de un rbol. All fue y
descarg los p lanos con los que haba pensado sus tentar su informe de
esa noche, hizo pedazos las copias de los reportes y fue a reunirse con el
grupo que haba divisado un Bar abierto a esa hora.
Las cervezas colmaron los vasos, pero el sabor era extrao. Hernn
apenas prob del suyo. Senta en el bolsillo de la camisa el nico papel
que no hab a ro to , la So l ic i tud de Empleo a la Or in que le dejara e l
barbado. Justamente esa noche, en unos instantes ms se venca el plazo
solicitado.
Nos vamos? dijo Robles. Tampoco haba tocado su vaso. Es
bueno aproximarse a la Agencia de mnibus, caminando, apreciando las
calles . No les parece? Pocas veces uno t iene la ocas in de pasear por
una ciudad bonita.
E n e l e nt re cr uz ami en to d e c al le s y a ve ni da s, l as s omb ra s s e
desplazaban como fieras en la espesura.
Sabes? Robles tom un codo de Hernn. Has pensado qu
vas a decirle a la gente de la mina?
La verdad respondi Hernn, sin pensarlo siquiera.
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Robles esper que el Topgrafo y el Dibujante se les unieran. Y
habl. No. La verdad, no se poda decir. Era mejor decir que haban sido
recibidos por la patrona. Que la patrona se haba enternecido al enterarse
de la inundacin , que los agasaj con una g ran cena y permit i que
fueran odos por gente distinguida de la Banca y los Seguros. La patrona
era una gran dama.
Hernn protest:
Ests l oco? Voy a mentir?
Pero no hemos sido re cibidos en su casa?
Pues s. Y tambin hemos c enado. Pero no vamos a me ntir.
No, joven. Eso no es mentir.
Robles busc la luz de un farol, sac lapicero y papel y apoyndose
en una rodilla dibuj un arco, luego una lnea horizontal.
Saben qu es esto?
La bocamina dijo el Topgrafo.
Y la lnea es el agua que la inunda? aport el Dibujante.
El lapicero dibuj ahora un crculo y le ados un rectngulo.
Una bomba dij o Robles.
Blandi su lapicero sobre las cabezas y encar al Topgrafo.
Esto que llamas mina, es el alma de los hombres.
Se volvi al dibujante:
Y esta lnea, son las pe nas que a veces l a inundan.
Contempl a uno y a otro acompaante, gir hacia Hernn.
Y esta bomba es la i lus in que desagua las penas del alma. La
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ilusin!
Qu pendejo! Los acompaantes soltaron la carcajada. Este
hombre cuanto ms viejo, ms pendejo.
Robles ya es taba hablando. La gente de la mina es taba des truida
moralmente. De acuerdo? Y la nica ilusin que la alimentaba, por esos
d as, e ra s er r ec ib id os p or l a p at ro na . Y e llos n o p od an matar e sa
ilusin.
Acaso no hemos es tado en la casa de la pat rona? Acaso no
hemos comido del banquete? Ah? Slo fal t verla a el la . Pero s i me
propongo, puedo convencerme, y convencerlos a us tedes que nos ha
recibido.
Y qu haremos luego?
Qu h ar an luego ? No h ab a q ue p reocup arse . Nacer an o tras
i lus iones . La v ida era eso . No se daban cuen ta , sar ta de v ie jos? Lo
imp or tante e ra p as ar e so s malos momen to s. E l r es to v en dr a s olo.
Siempre era as.
La cal le que recorran dio a un espacio i luminado. Un parque de
diversiones con bancas de cemento y mesas dispuestos para merendar a la
intemperie. Desde all poda divisarse el aviso luminoso de la Agencia de
mnibus que se los llevara a la mina. Y para eso faltaban unas horas.
Ser lo que digas. Hernn busc acomodo en una banca fra.
El viejo Robles consult con la mirada a los otros rostros.
Se inund la mina dijo. Nada se puede hacer. Pero ahora nos
toca batallar para que no se inunden las esperanzas. Y esa bombita tiene
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8/8/2019 Zein Zorrilla, "Inundaciones"
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que trabajar
Rieron a carcajadas, hasta que los ojos se les anegaron en lgrimas.
Cuando volvi el s ilencio, el Dibujante continu riendo y solo se call
cuando dos brazos lo sacudieron de los hombros. Entonces el Dibujante
se apart del grupo, abri su abrigo y puso en la mesa de cemento dos
botellas de vino francs.
Y es o?
El Dibujante adopt el rostro mas serio de la vida.
De parte de la seora. Hijito, llvate para el camino, me dijo con
sumo cario.
L a c ar ca ja da s e l ev an t d e e se g ra n pa rq ue s ol it ar io , f r o e
iluminado, donde los mineros eran los nicos seres vivos.
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