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UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA Y TECNOLÓGICA DE COLOMBIA (UPTC) INSTITUTO GEOGRÁFICO AGUSTÍN CODAZZI (IGAC)
ESTUDIOS DE POSGRADO EN GEOGRAFÍA (EPG) PROGRAMA DE DOCTORADO EN GEOGRAFÍA (PDG)
SEMINARIO DE PROBLEMAS GEOGRÁFICOS CONTEMPORÁNEOS
Profesor: Dr. Ángel Massiris Cabeza
TEMA:
INVESTIGACIÓN BIBLIOGRÁFICA Y ELABORACIÓN DE UN ARTÍCULO DE
REVISIÓN
TITULO:
EL DESARROLLO SOSTENIBLE COMO PROBLEMA GEOGRÁFICO: UNA DISCUSIÓN
CONCEPTUAL Y METODOLÓGICA
Mayo 29 de 2010 Estudiante de Doctorado: Franz Gutiérrez Rey
TUNJA 2010
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DESARROLLO SOSTENIBLE COMO PROBLEMA GEOGRÁFICO: UNA DISCUSIÓN CONCEPTUAL Y METODOLÓGICA
Por: Franz Gutiérrez Rey1 RESUMEN El desarrollo sostenible es un término polisémico, que se escucha y se cita cada
vez más en el presente, sin que haya una verdadera conciencia sobre su
importancia y urgente necesidad de aplicación en nuestras sociedades. En este
sentido, el propósito del artículo es plantear esencialmente el tema del desarrollo
sostenible, partiendo de los antecedentes históricos del término ―desarrollo‖,
estableciendo los avances y tendencias actuales sobre este concepto y cómo
evoluciona hacia la definición de ―desarrollo sostenible‖ que, junto con la tesis del
―desarrollo humano‖, convergen en el devenir histórico en la teoría del ―desarrollo
humano sostenible‖, el cual tiene por objeto asegurar al mejoramiento de las
condiciones de vida del ser humano en el presente y futuro, y finalmente,
presentar la importancia de la geografía en la conceptualización, instrumentación y
aplicación de este pensamiento en el territorio.
Palabras Clave: Geografía, Crecimiento Económico, Desarrollo, Desarrollo Sostenible, Desarrollo Humano, Desarrollo Humano Sostenible. INTRODUCCIÓN Históricamente la preocupación por el desarrollo económico y sus resultados, ha
sido una constante para la sociedad y los académicos. Sin embargo solo hasta el
siglo XX se vislumbra ese desarrollo desde una perspectiva multi, inter y sobre
1 Profesor – investigador, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC); Geógrafo;
Licenciado con Estudios Mayores en Geografía y Básicos en Socioeconomía; Especializado en
Computación para la Docencia e Interpretación de Imágenes de Sensores Remotos Aplicada a
Levantamientos Rurales; Magíster en Geografía con Énfasis en Ordenamiento Territorial; Estudiante
del Doctorado convenio UPTC-IGAC, Director Grupo de Ordenamiento Ambiental del Territorio
(OAT). Contacto: Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia –UPTC-, Escuela de Ciencias
Sociales - franz@geordena.com - franz.gutierrez@uptc.edu.co – http://www.geordena.com
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todo transdisciplinar, en el sentido de ―trascender las disciplinas para comprender
la compleja realidad social contemporánea‖ (Anes et al, 1994).
Inicialmente se habló de la necesidad de un salto cuantitativo en el desarrollo de
los países del Tercer Mundo. Posteriormente, se planteó la necesidad de un salto
cualitativo, es decir, de un desarrollo sostenible. Le seguirán los planteamientos
propuestos por las Naciones Unidas en torno al desarrollo humano, mientras que
en estos momentos estamos siendo testigos del nacimiento de un nuevo concepto:
el concepto de desarrollo humano sostenible, que intenta integrar las dos visiones
anteriores (Aguado et al, 2006).
Durante el anterior proceso se ha desatado una verdadera polisemia en torno al
desarrollo, es decir, una multiplicidad de significados cada uno de los cuales
reclama identidad única en relación al adjetivo con que se acompaña el sustantivo
―desarrollo‖. Así se asiste a una verdadera proliferación de ―desarrollos‖: desarrollo
territorial, desarrollo regional, desarrollo local, desarrollo endógeno, desarrollo
sostenible, desarrollo sustentable, desarrollo humano, desarrollo humano
sostenible y, en términos de su dinámica, desarrollo ―de abajo-arriba‖ o su
contrapartida, ―del centro-abajo‖ y otros más (Boisier, 2001).
Por otra parte el fracaso de las políticas económicas, territoriales y ambientales
para lograr ―un desarrollo territorialmente equilibrado, socialmente justo,
económicamente viable, ambientalmente sostenible y respetuoso de lo cultural, se
hace indispensable la formulación e implementación de una estrategia territorial en
la que se armonicen y cohesionen las distintas acciones del desarrollo territorial y
de la ordenación territorial en la búsqueda del desarrollo territorial sostenible. (…)
Hoy ya no hay duda que se requieren cambios de fondo en este sistema
económico que lo hagan más humano y sensible a las cada vez más insostenibles
condiciones ambientales y sociales que reproduce…‖ (Massiris, 2009; 2010).
El entramado económico de la economía de mercado (capitalismo) que en su
desarrollo ha buscado la estabilidad del crecimiento económico (Gómez, 2008), y
su efecto de desequilibrio y fragmentación territorial en lo social y ambiental, es la
base de la presente argumentación, donde la geografía como ciencia de vocación
compleja, inter y transdisciplinaria, para el momento actual, la hace más
interesante y útil (Maecha, 2003), en la conceptualización, instrumentación e
implementación de una nueva visión de desarrollo territorial, entendido éste como
4
la distribución óptima del desarrollo. ―Concepto que contiene tres ideas principales:
la del equilibrio territorial, la del desarrollo endógeno y la del desarrollo sostenible‖
(Grupo Aduar, 2000).
1. ANTECEDENTES
El concepto de desarrollo y la realidad que lo ha identificado han estado sujetos a
una permanente evolución histórica; así la idea del desarrollo como proceso,
constituye un fenómeno de nítida dimensión histórica, que nace ligada a la teoría
del crecimiento económico a partir de la década del 50, idea que como sinónimo
de desarrollo, ha estado en un constante proceso de reedición. Esta noción como
término siempre ha estado presente en el pensamiento humano para designar el
grado de evolución, o progreso del organismo social (González, 2006).
Muchos de los aspectos que se debaten en las discusiones actuales de la teoría
moderna del desarrollo se encuentran en la ―escuela clásica y neoclásica‖.
El enfoque moderno sobre el desarrollo se remonta a la crisis de 1929, conocida
como hecatombe económica y humana, situación generada por la Segunda Guerra
Mundial (Caputo, 1982; Sánchez 2002). El campo de acción que definió esta
polémica se ubicó prioritariamente en la disciplina económica que da explicación a
la teoría del desarrollo, la cual se identifica con el enfoque del pensamiento que se
clasifica en tres corrientes fundamentales: clásica, neoclásica y keynesiana
(González, 2006).
1.1 PENSAMIENTO CLÁSICO
Algunos de sus representantes más significativos son: Adam Smith (1776: Ensayo
sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones), Thomas Malthus
(1798: Ensayo sobre el principio de la población), David Ricardo (1817: Principios
de economía política y tributación), John Stuart Mill (1895: Principios de economía
política), se incorporan a la polémica antes planteada formulando la ―teoría general
del progreso económico‖ (antecedente más inmediato de la idea de desarrollo),
Johann Heinrich von Thünen (1783-1850), muy conocido por la teoría de la
localización o de la ubicación, trabajo realizado en 1820 y Karl Marx (1848-1871),
quien coloca la atención en el análisis del proceso de producción, que a partir del
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vínculo entre las fuerzas y las relaciones sociales de producción, define el modo de
producción y de hecho la estructura económica de la sociedad (Schumpeter, 1982;
González, 2006; Aguado et al, 2009).
Estos autores no dirigieron sus esfuerzos a conceptualizar el término desarrollo,
pero si proporcionaron un sistema categorial que permite operar con las políticas
para definir el desarrollo. Estudiaron la acumulación, no para explicar el desarrollo,
sino para justificar la creación de riqueza, la distribución del ingreso y en el caso
de Marx para explicar la ley que rige el movimiento del sistema capitalista y las
desigualdades sociales que genera al interior de los países (González, 2006).
1.2 PENSAMIENTO NEOCLÁSICO
La economía neoclásica o escuela neoclásica es un enfoque económico basado en
el análisis marginalista y el equilibrio de oferta y demanda. Entre los supuestos de
enfoque neoclásico está que el comportamiento económico surge del
comportamiento agregado de individuos u otro tipo de agentes económicos, que
son racionales y tratan de maximizar su utilidad o beneficio mediante elecciones
basadas en la información disponible. Hoy en día, el enfoque de la escuela
neoclásica predomina entre los economistas (Screpanti, 1997; Aguado et al, 2009).
La economía neoclásica enfoca su atención hacia las relaciones estáticas y
microeconómicas. Toman como preocupación fundamental, la manera en que el
mercado podía asignar en forma óptima los recursos en la sociedad. Su variante
más actualizada está en la política neoliberal. Esta corriente de pensamiento
concebía el comercio exterior como un ―motor de crecimiento‖ automático.
Estaban a favor del libre cambio, identificándose en este aspecto con Adam Smith.
Entre sus representantes más destacados están Eli Heckscher (1922: Economía e
historia) y Bertil Ohlin (1933: Teoría del comercio interregional y del comercio
internacional), quienes explican por qué un país puede producir mercancías más
baratas que otros (Blomstrom, 1990; González, 2006).
Es relevante en esta escuela los estudios de John Maynard Keynes, con su obra:
Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, publicada en 1936 (Besada,
1981; Aguado et al, 2009).
1.3 EL DESARROLLISMO
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Durante la década del 30, en el ámbito de los países subdesarrollados, aparece con
fuerza el llamado ―desarrollismo‖, pensamiento que pretende explicar la
perspectiva evolutiva de estos países, colocando su atención en América Latina.
Este pensamiento se nutre de del enfoque keynesiano sobre las relaciones
económicas internacionales y sus efectos en el crecimiento económico, y de la
teoría ortodoxa del comercio internacional (Santos, 2003).
Nace en los centros dominantes del mundo capitalista, y estudia el Sistema
Mundial como si este fuera homogéneo en tiempo y lugar, sin tomar en
consideración la diversidad de situaciones realmente existentes entre los distintos
países que conforman ese sistema (González, 2006).
Esta perspectiva teórica adquiere vigor ante la crisis que muestra el comercio
exterior latinoamericano ―desarrollo hacia fuera‖, asumiendo un lugar central en el
debate, el punto sobre el ―desarrollo hacia adentro‖ como el motor del desarrollo,
esencialmente notable en los años cincuenta (50) y la ―industrialización sustitutiva
de importaciones ISI‖, desde los años 30 a 80 (deterioro de los términos de
intercambio para los países subdesarrollados que exportaban productos primarios
e importaban productos manufacturados), razonamiento que tuvo particular
incidencia en el trabajo de la CEPAL, 1950 (Pampillon, 2003; Terluin, 2003; Reyes,
2001).
Para enfrentar los desajustes ocasionados por la economía internacional, Raúl
Prebisch planteó la idea de un modelo de industrialización sustitutivo de
importaciones, estimulado por una moderada y selectiva política proteccionista que
permitiera contrarrestar el deterioro de los términos de intercambio (Prebisch,
1950; 1964). El efecto de la propuesta de Prebisch, fue que la política de
industrialización sustitutiva de importaciones (ISI) se transformó en el Leitmotif
(motivo central, conductor) que penetró el pensamiento del desarrollo económico
de los años 50 y 60.
Esta perspectiva teórica adquiere vigor, ante la crisis que muestra el comercio
exterior latinoamericano (―desarrollo hacia fuera‖), asumiendo un lugar central en
el debate, el punto sobre el ―desarrollo hacia adentro‖ y la ―industrialización
sustitutiva de importaciones‖ (Caputo, 1982).
En este marco gana peso la representación institucional del desarrollísmo
ejemplificado en la Comisión Económica para América Latina (CEPAL),
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esencialmente notable en los años cincuenta (50). Con ello se sustenta la
concepción sobre el proceso de industrialización, basado en un modelo de
―desarrollo hacia adentro‖ como el motor del desarrollo. Por tanto, en esta visión el
comercio exterior se convierte en una variable complementaria sin perder su
carácter necesario. Se reconoció así, la importancia de este como fuente de divisas
y de acceso a una base tecnológica, que implica importar maquinarias y equipos
desde los países desarrollados.
1.3.1 El ―Gran Impulso‖ (―big push‖) y la Alta Teoría del Desarrollo
Hacia la década del 40, se fue consolidando esta teoría que plantea a la inversión
de capital como el instrumento principal del desarrollo, cuyo representante es
Rosentein-Rodan (1943). Ello originó la consolidación de la escuela denominada,
como la ―alta teoría del desarrollo‖ que tiene como principio esencial del desarrollo
las externalidades que surgen de una relación circular. Toman como supuesto, que
la decisión de invertir en la producción a gran escala depende del mercado, y el
volumen de este depende de la decisión de invertir (Krugman, 1995). Este
calificativo enmarca un período de 15 años (1943-1958).
Durante la década del 50 los teóricos del desarrollo criticando la situación de los
países subdesarrollados, planteaban la idea de que existía gran capacidad ociosa,
al no utilizarse ni adecuada, ni plenamente sus recursos disponibles (Singer, 1950;
Sunkel, 1999).
Un aspecto en común que tienen la mayoría de los representantes de la teoría del
desarrollo de la década del 50, es que coinciden con la idea de que el desarrollo,
es como un ―círculo virtuoso‖, conducido por economías externas. Toman como
supuesto, que la modernización engendra modernización. Este punto de vista,
considera que la causa del subdesarrollo radica en que estos países no pudieron
rebasar el llamado ―círculo virtuoso‖, permaneciendo estancados (González, 2006).
Esta concepción se convirtió en una consideración importante para argumentar la
intervención gubernamental, como forma de romper la trampa del subdesarrollo.
Hacia 1958, la ―alta teoría del desarrollo‖ manejaba como conceptos centrales la
idea de que las economías de escala a nivel de la empresa individual, se traducían
en rendimientos crecientes a nivel de agregado por la vía de las externalidades
(Krugman, 1995).
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1.3.2 El Subdesarrollo
La ―alta teoría del desarrollo‖ tiende a ganar mayor importancia, a partir del
concepto ―subdesarrollo‖. Término empleado oficialmente por primera vez por el
presidente Harry S. Truman, en el discurso inaugural de toma de posesión ante la
Cámara del gobierno de los Estados Unidos, en enero de 1949, donde se
compromete a contribuir al ―mejoramiento y crecimiento‖ de lo que califica como
―áreas subdesarrolladas‖ (Sachs, 1996; Rist, 1997; Jones, 1998).
La etapa fundacional de las teorías desarrollistas clásicas en la década de 1950-
1960, se pueden resumir en la expresión del Presidente Harry S. Truman, al
plantear que ―todos los pueblos de la Tierra deben transitar la misma huella y
aspirar a una única meta: el desarrollo económico. El camino a seguir: aumentar la
producción, base del crecimiento económico, clave para la paz y la prosperidad
mundial‖ (Achkar, 2005).
El uso de este concepto contribuyó al despliegue de una nueva concepción
mundial en torno a la categoría desarrollo, bajo la visión convencional de la
existencia de 3 o 4 ―mundos‖ (ECOFONDO, 1998; González, 2006). A partir de aquí
la concepción del desarrollo fue influenciada por las complejas contradicciones
entre países subdesarrollados y países capitalistas desarrollados, las cuales se
despliegan en dos líneas básicas.
El subdesarrollo es una situación de retraso. La supervivencia en la época presente
de las condiciones económicas y sociales muy antiguas que los actuales países
capitalistas conocieron de antaño. Por lo tanto los países subdesarrollados son
países atrasados (Achkar, Marcel 2005).
Entre 1948 y 1973, la teoría del desarrollo estuvo marcada por los acontecimientos
de Bretton Woods2 (Finanzas, 2009) y la construcción de nuevos proyectos
globalizadores creados en los marcos de las Naciones Unidas, y sus agencias e
instituciones asociadas. En 1948 se forma la Organización para la Cooperación
Económica Europea, que en 1961 se convierte en la Organización para la
Cooperación Económica y el Desarrollo (OECD); el Banco Mundial junto a la
2 Encuentro internacional realizado en la ciudad de Bretton Woods (New Hampshire, EEUU), en julio de 1944, y a la que acudieron representantes de 44 países. Su objetivo era establecer una serie de
normas e instituciones internacionales que permitieran reactivar la actividad económica del mundo después de la Segunda Guerra Mundial.
9
Corporación Financiera Internacional (1956); la Asociación de Desarrollo
Internacional (1960); En 1965 se forma el Programa de Asistencia Técnica de
Naciones Unidas para el Desarrollo, entre los más destacados. Los puntos de mira
de estas instituciones fueron los países subdesarrollados (González, 2006).
En la visión del sur (geopolítica: países subdesarrollados), se comienza a
configurar un tono de confrontación con respecto a los países desarrollados, el
cual coloca la atención en que la ―ayuda para el desarrollo‖ concedida por estos
países, es el resultado de un compromiso adquirido por las antiguas metrópolis,
con los territorios sometidos a la explotación colonial (González, 2006).
La concepción de los países subdesarrollados, considera que el desarrollo es un
derecho de los pueblos, no una meta a alcanzar; destacan conjuntamente que los
obstáculos a las acciones emprendidas para lograr el desarrollo, constituyen un
legado del colonialismo (Aguilar, 1999; González, 2006).
En este contexto histórico y particularmente, durante la década del 50 y el 60 la
conceptualización sobre el desarrollo, se daba en términos cuantitativos. ―El grado
de desarrollo de una nación depende de su riqueza económica y se expresa por
medio de indicadores, como el Producto Interno Bruto (PIB) o el PIB per cápita‖.
Los antecedentes expuestos llevan a concluir que, para alcanzar el desarrollo, los
países pobres deben imitar los valores y el modelo de las sociedades del Norte.
Esta visión economicista, parcial y limitada, es herencia del ideario de la
modernidad (Román, 2002).
Utilizando un símil de Román (2002), ―el desarrollo sería una especie de carrera
hacia el crecimiento económico en la que todos los países compiten en una misma
pista, por lo que sólo se tiene que ayudar a los que están rezagados para que
alcancen a los que van encabezando la contienda. Es como si existiera una senda
universal que todos deben seguir‖.
Esta visión simplista hizo pensar que el desarrollo era algo muy sencillo de
obtener, disparando el entusiasmo de las personas e instituciones que trabajaban
en este campo. Con el paso de los años se constató que este modo de entender el
desarrollo, sometido a la dictadura de los indicadores económicos y a la ciega
imitación de las experiencias de los otros, estaba equivocado (Román, 2002).
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Los países del Sur no llegaron a experimentar el ansiado despegue; se quedaron
estancados en sus condiciones de pobreza y subdesarrollo, fundamentalmente por
tres motivos:
El crecimiento económico de un país no conduce necesariamente al bienestar
de sus habitantes. Tampoco es automática la instauración de la cultura
democrática. Por el contrario, la experiencia de numerosos países muestra que
se consolidaron ―dictaduras corruptas‖ que despreciaron los derechos de las
personas.
La teoría de las etapas de Rostow (1962)3, es bastante simple y no se ajusta a
la realidad heterogénea del Sur.
Se partía de la premisa de que no existían límites para el crecimiento: no se
consideró la necesidad de plantear el proceso en términos de desarrollo
sostenible.
En este nuevo escenario, el crecimiento económico es entendido como requisito
necesario pero no suficiente. Diversas interpretaciones ligan ahora el desarrollo
con dimensiones sociales como el bienestar de las personas, la redistribución del
ingreso (un antecedente inmediato de este fenómeno es la consolidación del
Estado de bienestar) y la satisfacción de necesidades básicas. También gana
espacio la preocupación por las siguientes piezas elementales del desarrollo: la
participación ciudadana en asuntos de interés público, la igualdad de género, y el
respeto al medio ambiente y a los derechos de las minorías (Román, 2002).
3 Rostow propuso en 1955 una teoría utilizando el ejemplo de un avión, sobre las cinco etapas evolutivas que todo país debía transitar hacia el desarrollo: a. Sociedad tradicional. El avión está
detenido en la pista. Condición típica de un país marginal. Estancamiento general; la poca actividad productiva se concentra básicamente en la agricultura y en la ganadería de subsistencia; b.
Condiciones previas al despegue. El avión inicia el recorrido por la pista. Empieza cierta dinámica económica, financiera, social y política que permite a la población dedicarse a otras actividades
económicas (ya no sólo a la agricultura y la ganadería de subsistencia), que se localizan en las
ciudades al calor de la incipiente industria; c. El despegue. El avión toma velocidad para iniciar el despegue. Impulso fuerte de la inversión, revolución industrial en varios sectores de gran
crecimiento y arrastre para el resto de la economía; d. Marcha hacia la madurez. El avión empieza a volar. El crecimiento económico se acelera y la actividad productiva se hace más compleja. Se inicia
la especialización y se incrementa el intercambio comercial en el plano internacional; e. La sociedad de consumo. El avión está en pleno vuelo a la altura de crucero. Se caracteriza por el incremento del bienestar social (fruto del desarrollo económico que se ha cimentado previamente) y el alto
consumo de bienes por parte de la población.
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Este proceso de alejamiento de los indicadores económicos y de acercamiento a
las necesidades humanas, se frenó bruscamente a inicios de los años ochenta
(80), cuando estalla la crisis de la deuda externa en América Latina. Esta crisis
puso en jaque al sistema financiero internacional. Para recomponer la situación, el
FMI y el Banco Mundial (BM) dispusieron programas de ajuste económico
inspirados en el Consenso de Washington4 en los países endeudados, con el fin de
generar recursos para pagar los créditos contraídos con bancos privados y
gobiernos del Norte (Atienza, 2000). El Premio Nobel de economía (2001), Joseph
Stiglitz ha realizado un llamamiento para crear un Consenso Post-Washington que
se centre en promover el desarrollo humano y en escuchar la opinión de los países
del Sur (Atienza, 2000).
Estos programas devolvieron el enfoque economicista a los planes de desarrollo;
una vez más se pensó que lo fundamental era crecer económicamente y que sólo
después se podrían atender las necesidades de las personas. El desarrollo vendría
como resultado de la integración paulatina del mundo pobre en el mercado
comercial y financiero. Las estrategias de ajuste lograron su principal objetivo:
rescatar a las instituciones financieras de la crisis de la deuda externa. Pero
dejaron tras de sí un desolador panorama social que obligó, posteriormente, a
reconsiderar lo que debemos entender por desarrollo y cuál sería el mejor camino
para acceder a él.
Se hace más evidente la crisis de la ―ideología del desarrollo‖ (Leys, 1996), siendo
particularmente palpable en el incremento de la pobreza, el desempleo, y en la
declinación de los niveles de productividad en las diferentes ramas de la economía,
con particular énfasis en la agricultura.
Bajo el criterio de que las ―necesidades básicas‖, Robert Mc Namara (1971),
director del Banco Mundial, argumentaba que ―el desarrollo debía estar lejos de ser
expresado simplemente en términos de crecimientos, enfatizando en la necesidad
4 Expresión que hace referencia a las medidas que adoptaron los países del Sur después de la crisis
de la deuda, tales como: austeridad fiscal reducir al máximo los gastos, sobre todo sociales); privatizaciones de empresas públicas (para captar de forma inmediata recursos económicos); y
liberalización de los mercados (eliminar la intervención estatal). Son medidas de marcado corte
economicista que produjeron un deterioro del nivel de vida de numerosos países. Su objetivo era generar recursos para pagar la deuda, sacar de la crisis al sistema financiero privado internacional y
rescatar a los bancos.
12
de una mejor distribución del ingreso, y en el mejoramiento de la calidad de vida,
como medidas importantes de desarrollo‖ (McNamara, 1971).
La CEPAL hacia finales de los 70, se plantea que ―el desarrollo debe ser concebido
como un proceso integral caracterizado por la consecución de metas económicas y
sociales que aseguren la participación efectiva de la población en el proceso de
desarrollo y en sus beneficios, para lo cual se hace necesario realizar cambios
estructurales profundos en dicho ámbito como prerrequisito para el proceso de
desarrollo integral a que se aspira‖ (CEPAL, 1979).
Los años 80 se caracterizan por la importación de paquetes de medidas
económicas dirigidas a la estabilización, la liberación del comercio, la regulación y
el ajuste asociado con cambios estructurales. En ello fueron muy activas las
políticas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial coincidentes en la
propuesta de ―ajuste estructural‖. La finalidad de estas medidas era recuperar el
capital que se encontraba en los países subdesarrollados en formas de deudas
(González, 2006).
El debate de la crisis, sus medidas y respuestas hacia finales de los 80, hacen que
el pensamiento sobre el desarrollo vaya colocando como centro los aspectos
sociales, así aparece el énfasis en la idea sobre la cara humana o ―human face‖ del
desarrollo.
Una definición suficientemente crítica de lo que debería ser el desarrollo y que se
contrapone al enfoque neoliberal, en esta época es posible encontrarla en Michel
P. Todaro (1987), al destacar que el ―desarrollo debe concebirse como un proceso
multidimensional que implica cambios de las estructuras, las actitudes y las
instituciones, al igual que la aceleración del crecimiento económico, la reducción
de la desigualdad y la erradicación de la pobreza‖ (González, 2006).
1.4 EL DESARROLLO HUMANO
En 1990 el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en su
primer Informe sobre Desarrollo Humano, definió lo que conocemos en la
actualidad como Desarrollo Humano (DH). Constituye el primer concepto integral y
compensado, alejado de la limitada visión economicista.
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El DH es un proceso continuo que busca ofrecer oportunidades a los ciudadanos,
sin ninguna excepción, para que disfruten de una vida prolongada y saludable,
adquieran conocimientos y tengan acceso a los recursos necesarios para lograr un
nivel de vida decente ―vida buena‖, lo cual redundará en beneficio de toda la
sociedad. Estas oportunidades tienen que ver con lo que las personas valoran y
desean en su vida (PNUD, 2000).
De acuerdo con el PNUD (2000) el DH incide en aspectos institucionales
(consolidación de la democracia, la libertad y el respeto de los derechos humanos;
lucha contra la corrupción y ejercicio pleno del Estado de derecho; prácticas de
buen gobierno5); sociales (vivir una vida en paz, larga y sana -más y mejor salud-,
y favorecer el acceso a los conocimientos -más y mejor educación-); económicos
(incrementar la producción y participar equitativamente en el disfrute de sus
frutos, para poder llevar una vida decorosa); medioambientales (favorecer un
proceso de producción respetuoso con el entorno para legar, a las futuras
generaciones, un planeta en adecuadas condiciones ambientales) y en aspectos
culturales (incentivar la práctica de la cooperación, la tolerancia, el cultivo de la
solución pacífica de los conflictos y el respeto por las tradiciones que fortalecen los
derechos de todas las personas, sin ningún tipo de discriminación).
Cuenta con seis componentes básicos, a saber: equidad, sostenibilidad,
productividad, empoderamiento6, cooperación, y seguridad.
El PNUD creó el Índice de Desarrollo Humano (IDH)7, para medir en forma parcial-
el nivel de DH en los distintos países del mundo. Es parcial, porque no es fácil
cuantificar todas las dimensiones propias del DH. Por ejemplo, resulta difícil
5 Concepto que hace referencia a un gobierno democrático, que respeta los derechos humanos y que lucha contra la corrupción.
6 Palabra originaria del término ―empowerment‖ (inglés), Se usa para plantear el significado de que las personas estén en una situación que les permita escoger y ejercitar opciones vitales en base a
su propia conciencia. 7 Nace en 1990 y mide tres elementos que se consideran fundamentales para que las personas
tengan mejores oportunidades en su vida (desarrollo humano): salud, educación e ingreso per cápita. Con el paso del tiempo se han ido creando otros índices complementarios, como pobreza
humana, esperanza de vida al nacer, acceso a la información y los conocimientos, desarrollo relativo de género y el de potenciación de género.
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asignarle un valor cuantitativo a la participación de las personas en la vida de sus
comunidades. El concepto de DH supera la realidad que puede medir el IDH.
En síntesis, es posible que haya mucho que avanzar todavía en la definición de
desarrollo, en su medición y en la comprensión de las teclas que debemos pulsar
para encaminarnos hacia él. Pero, sin duda alguna, la senda abierta por el PNUD
es clarificadora y debe ser irrenunciable.
Los puntos del debate planteado, han ido abriendo paso la idea de que el
desarrollo es un proceso integral, y que su concepción requiere
interdisciplinariedad con una visión global.
Ello deja como saldo que el crecimiento es condición necesaria para el desarrollo,
pero no suficiente. Bajo esta concepción fue relevante en la década del 80, el
trabajo de la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo, con el conocido
Informe Brudlant (1987) bajo la denominación de ―Nuestro Futuro Común‖
(González, 2006).
1.5 EL DESARROLLO SOSTENIBLE
Cuando las Naciones Unidas establecieron la Comisión Mundial sobre el Medio
Ambiente y el Desarrollo en 1983, era evidente que la protección del medio
ambiente iba a convertirse en una cuestión de supervivencia para todos. La
Comisión presidida por Gro Harlem Brundtland (Noruega), llegó a la conclusión de
que para satisfacer "las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de
las futuras generaciones para satisfacer las propias" (WCED, 1987), la protección
del medio ambiente y el crecimiento económico habrían de abordarse como una
sola cuestión.
Como resultado del Informe Brundtland, la Asamblea General de las Naciones
Unidas convocó la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio
Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD). La Conferencia de carácter internacional,
conocida como Cumbre para la Tierra, se celebra en Río de Janeiro (Brasil), del 3
al 14 de junio de 19928. Es un momento decisivo en las negociaciones
internacionales sobre las cuestiones del medio ambiente y el desarrollo, y es el
8 Participaron 172 gobiernos, 108 jefes de Estado, 2.400 representantes de organizaciones no
gubernamentales (ONG), junto a 17.000 personas reunidas en el Foro de ONG que se convocó paralelamente y al que se asignó estatus consultivo.
15
principio de varias conferencias sin precedentes en el ámbito de las Naciones
Unidas, tanto en tamaño como en alcance de sus motivos en el marco del
desarrollo sostenible y la planificación territorial. El principal logro de la
Conferencia fue el acuerdo sobre la Convención Marco de las Naciones Unidas
sobre el Cambio Climático, que más tarde llevaría al Protocolo de Kioto sobre el
cambio climático.
Su importancia histórica radica, a pesar de su breve definición, a que ha logrado
un apoyo político unánime que lo convirtió en referente universal (Pérez, 2008;
Jiménez, 1992).
2. EL DEBATE ACTUAL DEL DESARROLLO SOSTENIBLE
Se plantea que el informe Brundtland asume como verdad lo que tiene que ser
demostrado, ello se hace evidente en cómo hay variados caminos que colocan
puntos que imposibilitan su demostración, por ejemplo, el reporte reclama que el
―presente‖ ―necesita‖ prevenir las nuevas generaciones. Sin embargo, el punto de
discusión está en cómo podrían ser identificadas las necesidades de las
generaciones futuras fuera del espacio de estas; ¿quiénes decidirán que un bien o
servicio pertenezca a las ―necesidades básicas‖ de estas?
Otra contradicción está en cómo actualmente es prácticamente imposible satisfacer
y definir las necesidades de la inmensa mayoría de la humanidad, entonces la
pregunta continua latente, ¿cómo poder conocer y planificar las necesidades de las
generaciones futuras, si la tendencia es a la perpetuación de mecanismos de poder
transmisores de desigualdades sociales?
El informe trasmite una esperanza sin fundamento empírico, al exagerar la
importancia del crecimiento económico, suponiendo un incremento anual mínimo
en los países desarrollados de 3% o 4% y de 5%, 6% en los países pobres. Para
ello toma como hipótesis el lugar que podría desempeñar el progreso tecnológico
vinculado a medios que no dañen el medio ambiente; sin embargo, la carencia de
datos factibles sobre la posibilidad de la transformación productiva y social en el
―sur‖ echa por tierra tal esperanza en la práctica.
16
El informe no trasciende los modelos tradicionales de desarrollo, dando la
impresión de que asume los parámetros del modelo de crecimiento exportador de
materias primas, lo cual contribuye a la degradación ecológica. Define las
relaciones entre medio ambiente y desarrollo y propone un programa global para
el cambio, pero no toma en cuenta las tareas para su implementación práctica, y
que realmente le podrían colocar en una posición realmente transformadora entre
ellas se podrían indicar:
Comprender como la gente y las sociedades se interrelacionan con su medio
ambiente.
Desafiar los modelos simplistas que la ideología dominante reclama para ser la
única manera de interpretación de los fenómenos económicos.
Localizar el concepto de crecimiento, que sea distinguible histórica y
culturalmente, y que ello identifique los mecanismos adecuados para hacerle
frente al enriquecimiento y la exclusión (Rist, 1997).
Aplicar mecanismos de integración activa y sostenida en el mercado mundial
mediante productos y servicios de creciente calidad con un grado cada vez
mayor de valor agregado por la industria y el agro nacional, ello permitiría
reducir el uso de recursos naturales y crearía las condiciones para introducir
tecnologías no contaminantes y de bajo consumo energético. De esta manera,
se desvincularía el crecimiento productivo de las exportaciones de consumo de
recursos naturales, reduciéndose en términos absolutos la contaminación
ambiental.
Al igual que las etapas anteriores esta concepción aparece en condiciones de crisis,
en medio de un profundo contraste entre el mercado y el Estado, donde se tiende
a privatizar la naturaleza bajo el supuesto de que la crisis ecológica radica en la
ambigüedad de los derechos de propiedad sobre los recursos ambientales, y a
estimular conforme a ello, por parte de los centros de poder mundial, la anulación
del Estado como referente teórico práctico para la propuesta de acciones frente a
esa crisis.
Las deficiencias del Informe y la definición planteada han suscitado variadas
preguntas en torno a su nivel de concreción, siendo común entre los
investigadores del tema, el criterio de que tiene un carácter ambiguo, bajo la
óptica, de la necesidad de avanzar en su delimitación para visualizar los
mecanismos que permitirían operativizarla (Quesada, 1992).
17
Definición integrada del desarrollo sostenible La concientización de este fenómeno
llevó a investigadores de ECODES, (término con que se conoce la Estrategia de
Conservación para el Desarrollo Sostenible de Costa Rica) a trabajar en lo que ellos
denominaron ―definición integrada del desarrollo sostenible‖ concibiendo esta
como:
‖(…) un proceso dinámico en el que el manejo de los recursos naturales, la
potencialización del ser humano, los mecanismos de concientización y participación
ciudadana, el enfoque del desarrollo científico y tecnológico, la formulación de
nuevos esquemas legales y administrativos, la orientación de la economía y la
opción de principios éticos de responsabilidad ambiental, fortalezcan las opciones
para satisfacer las necesidades básicas actuales, sin destruir la base ecológica de
la que dependen el desarrollo socio-económico y la calidad de vida futuras‖
(Tomado de Quesada, 1992).
En este contexto es significativo la noción de desarrollo que se ofrece para el Sur,
entendiendo por este: ―un proceso que permite a los seres humanos utilizar su
potencial, adquirir confianza en sí mismos y llevar una vida de dignidad y
realización. Es un proceso que libra a la gente del temor a las carencias y a la
explotación. Es una evolución que trae consigo la desaparición de la opresión
política, económica y social, es un proceso de crecimiento, un movimiento que
surge desde la sociedad que se está desarrollando‖ (Comisión Sur, 1991).
Tal concepción sugiere una creciente capacidad para valerse por sí mismo, tanto
en lo individual, como en lo colectivo. Se fundamenta en los recursos internos de
la nación, y en un tipo de desarrollo en que el esfuerzo sea del pueblo, por el
pueblo y para el pueblo. Es decir, hace énfasis en el ser humano, en el
crecimiento, en lo que se produce, como se produce, a que costo social y
ambiental por quién y para quién.
3. DESARROLLO HUMANO SOSTENIBLE UNA INTEGRACIÓN CONCEPTUAL
En 1994, este concepto se adoptó como un elemento básico del trabajo del PNUD;
en febrero de ese año, el director del PNUD describe el desarrollo humano
sostenible de la siguiente manera:
18
―Debemos unir el desarrollo sostenible y el desarrollo humano, y unirlos no sólo de
palabra pero en los hechos, todos los días, en el terreno, en todo el mundo. El
desarrollo humano sostenible es un desarrollo que no sólo genera crecimiento, sino
que distribuye sus beneficios equitativamente; regenera el medio ambiente en vez
de destruirlo; potencia a las personas en vez de marginarlas; amplía las opciones y
oportunidades de las personas y les permite su participación en las decisiones que
afectan sus vidas. El desarrollo humano sostenible es un desarrollo que está a
favor de los pobres, a favor de la naturaleza, a favor del empleo y a favor de la
mujer. Enfatiza el crecimiento, pero un crecimiento con empleos, un crecimiento
con protección del medio ambiente, un crecimiento que potencia a la persona, un
crecimiento con equidad‖101 Este concepto según el PNUD no implica o sugiere
condicionalidades, involucra un enfoque revitalizado de la cooperación para el
desarrollo, es una meta global aplicable a todos los países, Norte y Sur (PNUD,
1994).
Es un concepto incluido en la Carta de Naciones Unidas y reforzado por numerosos
acuerdos internacionales, alcanzados mediante el auspicio de las Naciones Unidas.
Incluye los acuerdos asumidos en la Cumbre de la Tierra en 1992 y en la
Conferencia de El Cairo sobre Población y Desarrollo (1994).
La filosofía de este concepto plantea que la cooperación para el desarrollo sólo
podrá tener éxito si se prioriza el contenido de lo nacional, incluyendo la condición
del país y sus habitantes. Tal aseveración sugiere la idea de la existencia de un
respeto hacia la soberanía nacional.
Este concepto imprime una lógica que coloca al hombre como sujeto de sus
propias transformaciones, implicando con ello, una alternativa que se opone y
critica al carácter hegemónico y neoliberal del desarrollo y a su patrón anterior. Por
consiguiente, un comentario parcial del asunto, indica que el pensamiento sobre el
desarrollo humano sostenible en los 90, viene a ser una síntesis teórica de los
esfuerzos por hacerle frente a los problemas que han estado presentes temporal y
espacialmente, poniéndose de manifiesto su superación en la naturaleza del
calificativo desarrollo humano sostenible.
4. EL DESARROLLO HUMANO SOSTENIBLE UN PROBLEMA DE INTERÉS
GEOGRÁFICO
19
La Geografía puede entenderse como una ciencia que aborda, de manera amplia y
sintética, las adaptaciones, transformaciones e impactos del hombre, como
conjunto social, sobre su entorno. Dada la naturaleza extremadamente variable y
contingente de tales fenómenos, la Geografía está sujeta a un proceso continuo de
redefinición de sus objetivos y fines, en tanto que trata de dar respuesta a los
problemas más acuciantes surgidos de esas complejas y sutiles interrelaciones
hombre-medio, insertas a su vez, en un marco espacio-temporal. Así, en los
tiempos actuales, la disciplina se halla inmersa en una etapa de repensar la
Geografía, de cara a su proyección y utilidad futuras (Ortega, 2002).
Sin duda alguna, la crisis ecosocial planetaria es el problema más determinante al
que se enfrenta la humanidad, por su magnitud y consecuencias en un futuro a
medio y largo plazo. Y la sostenibilidad parece ser la nueva filosofía que nos deba
guiar hacia un uso más racional de nuestro sustento físico y vital, la Biosfera, lo
cual implica indudables cambios estructurales de tipo económico, social, político,
tecnológico, ético-cultural y, por supuesto, científico, como hemos dejado entrever
con anterioridad. Parece lógico, pues, que la Geografía debería adquirir un cierto
protagonismo en esta época de crisis, máxime cuando se trata de problemas que
se manifiestan en todas las escalas espaciales y se derivan, esencialmente, de
malos usos del territorio (Hernández del Águila, 1997).
Resulta paradójico, sin embargo, que los estudios geográficos, por lo general, no
hayan prestado excesiva atención a la cuestión del desarrollo sostenible. En los
años 80 del siglo pasado ya fueron manifestadas ciertas reticencias a introducir la
problemática ambiental y de los recursos naturales en el campo de la investigación
y la docencia, especialmente por parte de los geógrafos humanos (Unwin, 1995),
posiblemente debido a:
La intención (consciente o no) de delimitar y particularizar la Geografía
respecto a otras ciencias o disciplinas holísticas y multidimensionales de
reciente aparición. Según esto, la sostenibilidad se vincularía (e incluso se
relegaría) a las ciencias ambientales y económicas de nueva generación, por
considerarlo un enfoque específico de las relaciones hombre-medio cargado de
contenido ideológico y que precisa un posicionamiento crítico. De esta manera,
el proceder geográfico quedaría librado de cualquier ejercicio ético-valorativo y
podría aproximarse al rigor y neutralidad que persigue la Ciencia Moderna
(Gómez, 2002).
20
El fenómeno de soslayar, el estudio y resolución de problemas ambientales que
acarrean los modelos productivos actuales y las pautas de comportamiento
humano (Anuchin, 1987).
La dificultad de asignar dicha tarea a la vertiente humana o física de la
disciplina. Este hecho es el reflejo de un problema interno: la frecuente ruptura
—o la presentación rígida y secuencial— entre la parte física y la humana en los
estudios geográficos, oponiéndose a los valores y enfoques tradicionales de la
disciplina (la imbricación de contenidos, el enfoque global e integrado de las
relaciones hombre-medio, etc.).
Sin embargo, estas temáticas tienen cabida en los estudios geográficos y más
cuando esta nueva concepción del desarrollo ha de inundar la presente y futura
planificación y ordenación territorial. Pero, ¿De qué manera ha de contribuir la
Geografía para afrontar la crisis ecológica y adoptar pautas y modelos productivos
más sostenibles? ¿Qué aportaciones conceptuales, metodológicas y filosóficas
puede ofrecer la Geografía al campo de estudio y análisis del desarrollo sostenible?
¿Debe limitarse a ofrecer enfoques, conceptos y herramientas metodológicas,
cumpliendo de esta manera, su papel científico? o, quizás, ¿debe adoptar, además,
un posicionamiento crítico, como base para generar nuevos valores y actitudes
ante el entorno? (Toro, 2007).
La Geografía como ciencia que presenta un rico acervo conceptual y metodológico
producto de su devenir histórico epistemológico, puede aportar al conocimiento y
tratamiento del desarrollo sostenible. Ello serviría de punto de partida a: al
objetivo de concebir la perspectiva geográfica como una herramienta eficaz y útil
para el entendimiento y comprensión de los procesos de sostenibilidad, que ayude,
además, a la conformación y el diseño de actitudes y modelos dirigidos hacia este
objetivo (Toro, 2007).
El proyecto de un desarrollo sostenible o perdurable requiere, por definición,
conciliar dos grandes objetivos tradicionalmente enfrentados: el progreso humano
y la conservación de los recursos naturales. Ello implica utilizar enfoques y
herramientas metodológicas que estén entre las Ciencias Naturales y las Ciencias
Sociales. La Geografía cumple con tal condición. Tradicionalmente, la Geografía ha
sido entendida como síntesis entre disciplinas, como ciencia abierta y compleja, sin
21
que sea, en un sentido absoluto, ni una ciencia social ni una ciencia natural, ni
siquiera una disciplina que simplemente yuxtaponga aspectos naturales y sociales
(Hernández del Águila, 1997). Esta posición ambigua le ha llevado en muchas
ocasiones a ser cuestionada en su misma condición de ciencia por sectores ajenos
a la disciplina e incluso por geógrafos.
La mayoría de las ciencias se definen por su objeto de estudio, y en el caso de la
Geografía, este asunto se dejó en segundo plano (Santos, 1990). Más bien,
debiéramos decir, que la Geografía sí tiene objeto de estudio, pero que éste no es
visualizable directamente de la realidad. Es decir, el objeto de estudio geográfico
es producto de una construcción abstracta particular para intentar describir y dar
explicación a un conjunto de hechos y fenómenos sumamente complejos e
indisociables que son producto de las relaciones entre el hombre y su medio (Toro,
2007).
Anuchin (1987) considera el medio ambiente sociogeográfico como el objeto de la
disciplina y lo define como esa parte de la esfera geográfica en que tiene lugar el
desarrollo de la sociedad humana en interrelación con el medio natural… El rasgo
más característico del medio socio-geográfico es el de haber sido modificado por la
actividad humana encaminada a metas y objetivos definidos, de tal forma que, en
cierta medida, está siendo saturado por los resultados de esta actividad a un ritmo
desmesuradamente mayor que el que pueda afectar al resto de la naturaleza.
La humanidad ha llegado ya un nivel crítico más allá del cual la ignorancia del
funcionamiento del geomedio y de la ciencia geográfica conduciría a la rutina de
de la base original de la civilización y a una completa desvalorización de todas las
ventajas económicas de los actuales procesos de producción. Se evidencia de por
sí que la producción sólo puede desarrollarse plenamente cuando se basa en la
predicción o previsión geográfica. Los medios con que cuenta el hombre para
ejercer su influencia sobre la naturaleza han crecido tanto que su aplicación no
puede continuar como hasta ahora, sin proceder antes a un detenido estudio de
sus posibles consecuencias (Anuchin, 1987).
Anuchin defiende la utilidad de la Geografía para afrontar estos problemas, pero
sólo si parte de enfoques y análisis globales e integradores y abandona la
hiperespecialización: sería preciso contar con estudios geográficos generales y
sintéticos, cuyos resultados habrían de proporcionar unas predicciones prácticas de
22
las consecuencias de interferir los procesos naturales, como inevitablemente se
está haciendo (1987).
Al enfoque global y sintético, como herramienta metodológica característica del
análisis geográfico, añade, asimismo, el análisis regional, de profunda tradición en
la disciplina, pero apoyado, en este caso, en enfoques y modelados que entiendan
el medio geográfico, desde un punto de vista funcional, como conglomerado de
sistemas. El estudio regional aportaría, además, una visión cualitativa del espacio,
actuando como factor contextual y diferenciador espacial:
No se debe olvidar que las diferencias cualitativas existentes entre los complejos
regionales aparecen a menudo vinculadas a diferencias en cuanto al carácter y
forma de vida imperante, lo que constituye un obstáculo que impide la elaboración
de generalizaciones relativas a unos complejos regionales que se han desarrollado
por obra de métodos diferentes de producción (Anuchin, 1987).
La Geografía aportaría una visión holística, integradora y sistémica de las
relaciones existentes entre sociedad y ambiente muy apropiada para abordar la
compleja y global tarea del desarrollo sostenible (Jiménez, 2000).
La aproximación global, sistémica e integradora al desarrollo sostenible requiere un
proceso de sintetización y discriminación de la información, así como de selección
y jerarquización de elementos, hechos y fenómenos, según distintos criterios.
Estos ejercicios requieren de la elaboración de modelos, indicadores y esquemas
de representación, que en el caso de la Geografía, tienen un claro referente
espacial.
El enfoque global e integrador que ofrece el análisis geográfico debe servir para
recuperar el planteamiento integrado en el análisis de la incidencia humana sobre
la Tierra (recursos, territorios, residuos y alteraciones del clima), mantenido hasta
los años 80, y que fue sustituido por un tratamiento más parcelario y selectivo de
los problemas ambientales —en concreto, problemas relativos a los residuos y a la
contaminación atmosférica (Naredo, 2005).
Esto no impide que, aun manteniendo una perspectiva global e integral en las
relaciones hombre-medio, el análisis geográfico adopte, en ocasiones, versiones
más especializadas para afrontar el estudio y análisis de elementos, hechos o
fenómenos concretos del espacio geográfico, lo cual muestra también su
23
disposición y adecuación para dar respuestas y ofrecer soluciones a problemas
localizados, particulares y sectoriales, sin perder su contextualización e incidencia
en propósitos más globales y universales. Estos aspectos son claves y
determinantes para la elaboración, el diseño y la puesta en práctica de actitudes,
comportamientos, modelos y políticas sostenibles no conflictivas y consecuentes
(Toro, 2007).
La Geografía ofrece una perspectiva territorial de la sostenibilidad, indispensable
en su análisis, y determinante en su aplicación. Lo territorial actuaría como campo
aglutinador de todas las dimensiones que concurren en la sostenibilidad (ecológica,
económica, social, política, ética,…) a través de un elemento de referencia
espacial, el territorio. Un territorio viene definido por su singularidad geográfica,
producto de una serie de rasgos físico-ambientales y de las interacciones entre
distintos grupos sociales y su entorno a lo largo de un proceso histórico. Esto
permite hablar de una cierta identidad o cultura territorial que se traduce,
igualmente, en límites, potencialidades y problemáticas particulares respecto al uso
humano del entorno. A su vez, el territorio, como ámbito de plasmación de
políticas y estrategias de desarrollo, es el campo privilegiado para la aplicación del
concepto de sostenibilidad y, por tanto, aquél en el que más encarnizadamente va
a librarse la batalla por la recuperación del concepto (Verdaguer, 2000).
De esta manera el territorio actuaría como factor diversificador de los objetivos de
la sostenibilidad y llenaría de contenido y matices la inconcreción y ambigüedad
que atesora el desarrollo sostenible cuando se le presenta como un proyecto global
y universal. Siendo consecuente con tales premisas, la Geografía… debe adoptar
una postura de rechazo a todas las soluciones globales que no partan de un
concepto de globalidad respetuoso con la diversidad del espacio terrestre
(Hernández del Águila, 1997).
El enfoque geográfico entendería el espacio terrestre como un mosaico de
unidades espaciales, con sus características y atributos, que reciben distintas
denominaciones según los criterios y objetivos del estudio (paisaje, región,
territorio, etc...) y que se encuentran relacionadas, funcionalmente, mediante dos
tipos o ejes de interacciones espaciales: la horizontal, es decir, las relaciones que
se producen entre lugares; y la vertical, o aquellas relaciones que se producen
entre unidades espaciales de distintos niveles jerárquicos, es decir, a distintas
escalas. Tales herramientas permiten, por un lado, trascender el ámbito de
24
reflexión y aplicación de la sostenibilidad del entorno más cercano a espacios más
alejados sabiendo que las repercusiones de ciertas actitudes, modelos y pautas de
comportamiento sobre el medio, se prolongan más allá de las fronteras de lo vivido
y/o de los límites impuestos convencionalmente. Por otro, entender el desarrollo
sostenible como un asunto moldeable espacialmente, que difiere en sus objetivos y
formas de implementación según la escala y el contexto espacial que consideremos
(Toro, 2007).
Así, por ejemplo, determinados modelos de ocupación y ordenación territorial son
profundamente entrópicos en lo relativo al uso de la energía; esquilmadores en la
utilización de recursos; e intensivos en la emisión de residuos y contaminantes (es
el caso de las grandes urbes). Su valoración como modelos (in)sostenibles sólo
tiene sentido si lo concebimos desde un enfoque global e interespacial, teniendo
presente la procedencia de los recursos y la dirección de los contaminantes y
residuos. La linealidad de los flujos que caracterizan estos modelos espaciales
(oponiéndose a la circulación cíclica de los ecosistemas), obliga a buscar
explicaciones y razones de su funcionamiento, impactos e, incluso, de sus
tendencias particulares hacia la sostenibilidad, más allá de sus límites
estrictamente físicos. En otras palabras, las acciones locales repercuten en el
ámbito local, pero también en otros ámbitos locales y regionales, causando de esta
manera, impactos fuera del entorno más próximo. Tales modelos territoriales y las
relaciones que lo sustentan dibujan, asimismo, desequilibrios espaciales de tipo
social y económico a todas las escalas, debidos, en buena parte, a esa apropiación
de espacio ambiental (recursos y sumideros) fuera del entorno más próximo, que
conlleva distintas responsabilidades territoriales en la crisis ecológica global.
Muchas de estas acciones locales han ocasionado, de manera sinérgica y
acumulativa, problemas ambientales de índole global (el cambio climático es el
ejemplo más recurrente), que incluso se manifiestan, por reciprocidad, en efectos
locales y regionales de distinta magnitud y relevancia, lo cual obliga a
razonamientos y actuaciones de estos problemas según una lógica glocal (la
interconexión de lo global con lo local). Los propósitos del desarrollo sostenible
deben llegar a ser, sin lugar a duda, globales. De lo contrario, estaríamos hablando
de islas de sostenibilidad en un mundo profundamente degradado, tanto ambiental
como socialmente.
25
La escala, como vemos, es un instrumento metodológico sumamente importante y
decisivo en la comprensión de los fenómenos de sostenibilidad, al punto de ser
asimilado en el ámbito de las grandes declaraciones institucionales. Buena muestra
de ello, la encontramos en el lema adoptado por el documento estratégico de la
Cumbre de Río, la Agenda 21: Piensa globalmente, actúa localmente
(glocalización).
5. CONCLUSIONES
La concepción del desarrollo ha evolucionado desde un enfoque con objetivos
exclusivamente centrados en los resultados económicos, o calificada como la
―noción opulenta del desarrollo‖, a una concepción que entiende el mismo como
un proceso, que abre el marco de posibilidades del hombre, como objeto y sujeto
de transformación, y donde la cultura se complementa dialécticamente bajo el
pensamiento de que esta es clave para el desarrollo.
Con la globalización la idea de desarrollo se ha hecho más interdisciplinaria. Ésta
deja ver que el desarrollo, no es sólo crecimiento económico, sino, cambios
estructurales, económicos, tecnológicos, políticos y ecológicos, que deben colocar
en su esencia al hombre como sujeto y objeto histórico de transformación de su
entorno, en una dimensión espacial y temporal que incluya interrelaciones, de
carácter global, regional, territorial y local (González, 2006).
En su acepción económica, el desarrollo estaba ligado a un crecimiento que no
percibía límites biofísicos, y generalmente estaba interpretado desde el lado de la
demanda.
La idea del desarrollo sostenible está basada en las experiencias del mundo
desarrollado, al igual que la mayor parte de su teoría; esto influenciado por el
pensamiento globalizador.
El concepto de desarrollo sostenible, se enfoca desde el lado de la oferta
ambiental, bajo la óptica de obtener rendimientos firmes, es decir, una
productividad básica, de acuerdo a la capacidad que pueden suministrar los
ecosistemas.
Con la tesis del desarrollo humano sostenible, se podría retomar la idea planteada
durante años de que puede existir crecimiento sin desarrollo, pero el desarrollo
26
debe ir acompañado de niveles adecuados de crecimiento, que permitan rangos de
distribución a tono con el principio de equidad y ensanchar la línea de
oportunidades de las personas.
La concepción de desarrollo humano sostenible, por sus objetivos esencialmente
basados en el mejoramiento humano, plantea como eslabón básico la satisfacción
de las necesidades siempre crecientes de la sociedad, y el desarrollo multifacético
de la personalidad con un sentido material y espiritual.
Esta concepción aborda el supuesto del carácter limitado del planeta, tomando en
cuenta no sólo los problemas ecológicos, sino sociales, superando la relación
política Estado-población o paternalismo colectivo, al asumir que las personas
deben participar en las actividades, procesos y eventos que afectan su vida.
Este enfoque podría dar como resultado un desarrollo humano sostenible, que
pudiera ser tenido en cuenta para la elaboración de una estrategia, donde la
sostenibilidad radique en la viabilidad multidimensional de los elementos del
sistema, garantizando la realización de los componentes de la propiedad social
sobre los medios de producción.
La evolución del pensamiento sobre el desarrollo, en términos históricos, se ha
dado en el marco de luchas sociales, a través de la pugna entre el capitalismo y el
socialismo, entre la clase obrera y el capital y el pensamiento humano y las fuerzas
de la naturaleza. A lo largo de las últimas 7 décadas (30s-90s) del siglo XX, el
concepto de desarrollo se ha expandido y enriquecido, pero también ha
fragmentado la experiencia sobre los impactos del factor externo en el desarrollo
indica la necesidad de combinar políticas nacionales con los retos internacionales,
bajo la visión de lograr pasar del desarrollo autocentrado en la nación a la
localización de ventajas competitivas a escala nacional, regional y global de
manera que reporten beneficios sociales para los habitantes del país, en el caso de
los países subdesarrollados ello deberá implicar una participación activa del Estado.
No debe quedar duda sobre la utilidad y pertinencia del enfoque geográfico en el
estudio y comprensión de los fenómenos y procesos que intervienen en la
confección de modelos de uso del entorno más racionales y sostenibles.
Estas concepciones generan adaptaciones, cambios y transformaciones en el
espacio geográfico. La Geografía no debería quedarse en el papel tradicionalmente
27
aséptico y neutral de la Ciencia Moderna. La Geografía, debe mostrar: a) un
posicionamiento crítico, que comience por cuestionar las bases que alimentan
estos modelos, apoyándose en sus herramientas analíticas tradicionales: la
perspectiva global e integrada de las relaciones hombre-medio y la
contextualización espacial de estas relaciones, claves para introducir matices y
casuísticas diversas en el análisis de problemas y de posibles soluciones; y b) un
posicionamiento ético, en el que a partir de un conocimiento y actitud culta ante el
territorio, podrá conseguirse entorno, algo más que un lujo en los tiempos que nos
toca vivir (Hernández del Águila, 1997). En definitiva, la Geografía ha de sumarse
al empeño de otras Ciencias Sociales y Ciencias de la Tierra que trabajan en esta
dirección, a través de su aportación particular, una más para la labor
transdisciplinar exigida por las premisas del desarrollo humano sostenible.
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