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UNA VIDA
ALOCADA
Relato colectivo de 3º A
IESO La Paz de Cintruénigo Curso 2011-2012
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Autores
1. Fernando Yanguas
2. Alexander Stryuchkov
3. Ana Rincón
4. Paula Prado
5. María Mateo
6. Sara Martínez
7. Vanesa Martínez
8. Carmen Martínez
9. Álex Jiménez
10. Iker Jiménez
11. Ana Jiménez
12. María José Guerrero
13. Jaime González
14. Karol González
15. Íñigo Gil
16. María Garbayo
17. Patricia Figueiredo
18. Eugenio Fernández
19. Andrés Córdova
20. Patricia Fernández
21. Rubén Chivite
22. Marina Careño
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Hola, me llamo Gaspar y soy un hombre de treinta y tres años. En esta narración os
voy a contar yo mismo cómo te puede cambiar la vida en poco tiempo por unas variadas
razones.
De pequeño yo era un niño muy movido y siempre me gustaba estar haciendo cosas.
Lo malo de que me gustara hacer muchas cosas era que lo que yo hacía era para molestar a
alguien o con esa intención. En el colegio de primaria, en mi primer curso, sacaba muy malas
notas pero a mí no me importaba y yo creo que a mis padres tampoco es que les importara
mucho. Me pasaba el día en la calle, jugando con algún que otro amigo que tenía, gracias a
que lo conocía del colegio, porque yo era muy poco sociable y me costaba hacer amigos.
Cuando mis amigos tenían que irse a sus casas porque ya era demasiado tarde para un niño
de cinco años, yo me quedaba todavía mas tiempo porque no me apetecía volver a casa y
sabía que mis padres no me iban a decir nada. A partir del momento en que me quedaba sin
los demás, me sentía muy solitario y como era un niño muy alocado, me subía a un árbol a tirar
piedras a los coches que regresaban de sus trabajos. Así estuve mucho tiempo, hasta que un
día, un conductor habitual de la zona, pasó muy despacio para localizar el sitio de donde
provenían aquellas piedras que, en numerosas ocasiones, le habían causado unos pequeños
destrozos. Entonces yo, sin saber la estrategia del conductor para pillar al bándalo, disparé la
piedra que impactó contra la luna trasera de su automóvil. El conductor salió del coche
riéndose, porque se había percatado del sito de donde provenían las piedras y eso a mi me
extrañó muchísimo. En aquel instante el conductor se dirigió hacia aquel árbol y yo supe por
mis adentros que me había localizado. Me quedé inmóvil, porque nunca creí que me hubieran
pillado. Entonces, unos metros antes de su llegada di un gran brinco y corrí todo lo rápido que
pude. Pero era muy difícil que un niño de cinco años huyera de un hombre tan desesperado. El
conductor rabioso me agarró bien fuerte para intimidarme y me preguntó que dónde vivía, yo le
dije que le llevaría hasta mi lugar de residencia. Él me dijo que no me moviera de allí, yo hice
caso mientras observaba cómo iba corriendo hasta su automóvil, lo aparcaba en el lado que
daba a la acera y lo cerraba con gran entusiasmo, ya que me había pillado y se sentía
orgulloso por su logro. Con una sonrisa bien amplia se dirigía hacia mí. Al llegar me dijo que le
llevara a mi casa, como anteriormente me había ordenado. Yo obedecí y lo llevé hasta la
puerta de mi casa con remordimiento de qué es lo que me iban a decir mis padres, pero sin
ningún tipo de miedo. Me pidió que le dijese a mi madre o a mi padre que bajaran para hablar
con él de lo sucedido hacía unos instantes.
Mi madre, llamada Antonia, salió para poder ver qué pasaba, con cierta desconfianza
por aquello que le acababan de contar de su hijo es este poco tiempo de camino hasta la
puerta. Antonia abrió la puerta para escuchar lo que aquel hombre quería decirle, pero al
hacerlo, el conductor del vehículo quedó impresionado por aquellas bonitas ondulaciones en su
pelo rubio trigo y por su intenso color de labios rojo pasión. Antonia preguntó qué era lo que
sucedía, pero el conductor quedó sin saber qué decir, hasta que por fin contó lo sucedido a
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Antonia. Entonces la madre preguntó que cuánto iban a costar los daños producidos por mí, en
ese momento a este astuto conductor se le ocurrió una gran idea.
Él contestó que mejor ella fuera a su casa a negociar sobre aquel asunto. Mi madre
aceptó encantada y anotó la calle, el número de casa y su número de teléfono móvil para que
acordaran la fecha en la que se produciría el encuentro. Al cabo de una semana el conductor
llamó, quedaron esa misma noche en la dirección que le había dicho, en la puerta de su casa.
Al caer la noche, mi madre, se montó en su coche y se dirigió a la casa de aquel astuto
conductor. Al llegar a la dirección indicada, observó que era una gran casa con una gran
piscina. Cuando bajó del coche, el conductor salió a recibirla con un elegante esmoquin y le
propuso entrar a tomar una copa, ella aceptó. Mientras, bebían y charlaban de diversas cosas
de su vida, hacía tiempo que habían dejado a un lado el tema que le había llevado allí. Lo que
no sabía mi madre era que el conductor le había echado una droga que atontaba muchísimo a
las personas. Al cabo de poco tiempo los efectos de aquella droga tan maligna empezaron a
notarse en la forma de expresarse de mi madre. Cuando los efectos de la droga alcanzaron su
nivel máximo, Antonia obedecía a todo lo que el conductor le decía. Entonces al cabo de un
buen rato el malísimo conductor decidió acostarse con Antonia durante el resto de la noche.
Al despertar, mi madre no recordaba nada de lo sucedido, pero al ver que estaba
totalmente desnuda en una casa que no era la suya supuso lo sucedido. Se vistió lo más rápido
que pudo y codujo hasta su hogar. Pero al llegar encontró a su marido, Pepe, en la puerta de
casa muy preocupado por lo sucedido. Antonia bajó del coche y le dijo a mi padre que le iba a
explicar la razón por la que esa noche no había acudido a dormir a casa. Mi madre contó su
historia, pero mi padre no se la creyó y se enfadó muchísimo, y le pidió el divorcio. Ella lloraba
desconsoladamente por el hecho de que decía la verdad y su marido no la creía. Mi padre se
divorció y echó de casa a mi madre, y ella sin sitio al que ir, decidió ir a la casa de aquel
conductor que tantos perjuicios le había causado a su familia. Al poco tiempo mi padre se
enteró de que mi madre se había quedado a vivir con aquel conductor y ya no volvió a saber
nada más de ella.
Pasaron los años y yo ya estaba en segundo de la ESO. En este tiempo mi padre y yo
habíamos estado muy unidos, pero en este año, cuando alcancé este curso, mi padre empezó
a beber hasta ponerse borracho y cuando lo hacía se ponía violento. En varias ocasiones me
pegó algún que otro puñetazo; yo, como sabía que si me resistía sería peor, no decía nada y
me iba del cuarto donde sucedía la acción. Al cumplir los dieciocho años, me fui de casa de mi
padre por los continuos maltratos que sufría, porque con el paso del tiempo se habían vuelto
más frecuentes y brutales. Yo quería una gran ciudad para vivir, llena de oportunidades.
Entonces recordé un libro que había leído hacía algún año, trataba de Las Vegas. En ese
momento hice unas cuantas cuentas mentalmente y llamé a un taxi para me le llevara hasta el
aeropuerto más cercano. Al llegar a aquel aeropuerto, fui a recepción y pregunté que cuánto
costaría un viaje a Las vegas lo más pronto posible. La recepcionista me contestó que el avión
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salía en media hora y que me saldría por 50 €. Una cifra que me sorprendió por lo barato que
me suponía ir hasta aquel lugar. La recepcionista me comentó que necesitaban llenar el avión
que volaba hasta Las Vegas y por eso costaba más barato. Me puse muy contento por este
hecho y porque iba a estar en aquel maravilloso lugar en unas cuantas horas. Pagué el coste
del billete y me dispuse a poner mi equipaje en una cinta transportadora que más tarde, con
una serie de procesos acabaría, dentro del avión conmigo. Pasó media hora y yo ya estaba
sentado un mi asiento, miré a mi alrededor, y pude deducir por los maletines que llevaba la
mayoría de los pasajeros que entraban en ese momento al avión, que eran personas de
negocios o gente muy importante. Cinco minutos después a mi derecha se sentó un hombre
de cara amargada y con entrecejo fruncido y no volví a mirarle en todo el viaje. Un poco
después a mi izquierda se sentó un hombre con un bonito traje blanco y una gran sonrisa. Éste
me preguntó que cuál era el motivo de mi viaje a aquella ciudad. Yo contesté que me había
fugado de casa y que quería empezar una nueva vida en aquella magnífica ciudad. Este
hombre me dijo que allí un niño como yo me las vería mal para poder sobrevivir. Yo quise dejar
aquel tema zanjado autopresentándome y preguntándole cuál era su nombre. Él me contestó
que se llamaba Al Copone y que tenía una gran empresa de apuestas en Las Vegas. En ese
momento él me ofreció trabajo en su empresa como limpiador de sus oficinas y un pequeño
baño público que tenían en sus instalaciones y con posibilidad de ascenso. Yo me planteé
aquella idea y pensé en todo tipo de planes para el futuro. Yo, encantado, acepté y pregunté en
qué consistía el trabajo que él y sus hombre desempeñaban. Él me contestó, con una gran
carcajada, que en cobrar de cualquier forma posible las apuestas que anteriormente habían
realizado con algún cliente. Yo no tuve en cuenta aquello que había dicho de cobrar de
cualquier forma posible y pensé solo en que un ascenso podría suponer mucho para mí.
En aquel momento, yo pensé que no tenía donde alojarme y pregunté a Al Copone si
conocía algún sitio donde pudiera residir en la cuidad. Él me dijo que no estaba puesto al día
en el tema de los hoteles y los hostales, pero que conseguiría información del hotel más barato
y mejor en poco tiempo. Yo me sentí bien. Pesaba que Al Copone era un buen hombre, que se
ganaba humildemente la vida, pero lo que no sabía era qué ocurría realmente en su negocio.
Al llegar a la famosa ciudad de Las Vegas me quedé impresionado por su belleza. Al
Copone, me dijo que me llevaría a su oficina para que conociera al resto del grupo de
empleados que trabajaban para él. Se montó en un Rolls Royce grande y robusto de color
negro, condujo hasta un gran parking y dejó allí el coche. Al Copone me pidió que le siguiera,
que ya faltaba poco. Yo le seguí hasta que paró en la puerta de un callejón muy sucio y antiguo
donde se podía ver en las partes más oscuras ratas grandísimas y alguna prostituta. Abrió la
puerta y se encontró con un recibidor y tres puertas. Me dijo que la de la derecha era la del
baño, la de el centro la de mi despacho donde realizamos las reuniones y la de la izquierda la
sala de oficinas donde estaban el resto de empleados. Fuimos a la puerta donde me había
dicho que estaban las oficinas, y efectivamente allí estaban siete empleados haciendo variadas
acciones.
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Al Copone fue presentándome uno por uno a los miembros del grupo. Me presentó a
Jhonny, que era un tipo bajito con cara intrigante y un pequeño bigote que no podía dejar de
moverse. El siguiente era Rosco, un tipo altísimo con unos brazos como columnas que me
saludó amablemente mientras machacaba sus bíceps. El tercer miembro era Dani, un tipo con
pintas como un ciudadano normal, que estaba pelando patatas con una gran navaja mientras
observaba una pistola que había en el suelo. El cuarto era un tipo con gafas, patoso, que
estaba manejando un ordenador, y por las pintas que tenía y lo rápido que tecleaba, deduje
que era el hacker de la empresa. El quinto era Blackbourd, era un tipo con una gran cicatriz en
la cara, que jugaba al póquer con el tipo que me presentarían a continuación. El sexto era
Michel, un tipo con el pelo largo peinado hacia atrás con lo que parecía gomina, que se
encontraba jugando al póquer con su compañero Blackbourd. Y por último, me presentaron a
un viejo anciano llamado Rogelio, que llevaba puesto un esmoquin y fumaba una faria. Este se
encontraba mirando a una enorme pizarra con cientos de fotos con la cara de personas: varias
estaban tachadas y en ellas ponía “ELIMINADO”.
Al mirar las fotos me di cuenta de que eran personas populares que habían salido en la
televisión y declaradas muertas por causas desconocidas. Después de mirar las fotos pregunté
a Al Copone de qué eran las apuestas que hacían en esa empresa. Y me contestó que era
como un casino pero sin fichas. Después de cinco minutos mirando a las siete personas que
había en la sala, me fui al baño, nada más entrar se me pasó por la cabeza decirle a Al Copone
que no quería ese trabajo. Al salir del baño me dirigí hacia él, pensando en lo que le iba a decir,
al acercarme me dio un maletín negro, que parecía ser de dinero, pero no me fíe y esperé a
que me dijese algo. Mientras él abría el maletín me dijo:
- Esta es tu paga adelantada por los dos primeros meses, espero que la aceptes.
Yo, al no saber qué hacer, me hice el sueco y le pregunté:
- ¿Qué? ¿Pero qué es esto? ¿Cuánto hay aquí?
Al ver mi reacción me repitió diciendo lo mismo:
- ¿Qué pasa chico, es mucho o es poco? Creo que hay unos 500.000 dólares –me dijo
con entusiasmo y con una sonrisa.
Me quedé pensándolo un minuto, no sabía qué responder. Pero al final le dije:
- No, bueno creo que sí, es mucho.
Al oír eso Al Copone se alegró aún más de lo que estaba y dijo:
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- Mira Rogelio… este chico no quiere tanto dinero que le estamos pagando, creo que
tiene más oportunidades de estar aquí que estos holgazanes, que no hacen nada más
que jugar al póquer.
Rogelio no pareció oír eso y siguió mirando la pizarra con fotos, como si nada hubiera
pasado. Pero cuando Al Copone se lo iba a repetir dijo:
- Bien… pero dale dinero para un hotel.
Al oír, eso llamó a Dani, para que me acompañase. Este al imaginar para qué le llamaban
se acercó al perchero, cogió su chaqueta de cuero y se dirigió hacia la puerta diciéndome:
- Te espero en el coche.
Al darme la vuelta, Al Copone me dio un fajo de billetes con una nota que decía: “Mañana
te pasaré a buscar sobre las diez y media, estate despierto para cuando llegue.”
Al coger el fajo de billetes con la nota y darme la vuelta para irme Rosco, se me acercó por
detrás y me dio una pesa, para que según él me divirtiera. Al verla, había pensado que era una
broma, pero no lo era, la cogí con las dos manos y me fui de ahí.
Al salir por la puerta principal vi a Dani fumando un puro, pero lo tiró nada más verme. Nos
sentamos en el coche y me llevó a un hotel, que parecía muy lujoso. Salimos del coche y me
acompañó hasta que me registré en el hotel, y se fue al cabo de cinco minutos más o menos.
Subí al decimoctavo piso y entré en la habitación 502. Era una habitación amplia y con una
terraza estupenda, veía casi toda la ciudad de Las Vegas desde ahí.
Al día siguiente me desperté a las diez y veinte y me fui corriendo abajo a esperar a Al
Copone. Llegó a la hora exacta a la que me dijo la noche anterior. Me saludó con una sonrisa y
con un “¡Buenos días, muchacho!” Nos sentamos en su Rolls Royce, y el chófer nos llevó a un
aparcamiento abandonado. Salimos del coche y nos dirigimos hacia una puerta. Entramos y
nos encontramos con Blackbourd y con Michel que estaban hablando con un tipo bajo, llevaba
un esmoquin negro y dos maletines. Parecían llenos de dinero. Al pasar unos minutos ahí
hablando con aquel tipo nos fuimos. Volvimos a las oficinas donde habíamos estado el día
anterior. Al entrar por la puerta Al Copone me dijo: “ya puedes empezar a limpiar el baño y las
oficinas”.
Durante las dos primeras semanas nadie me hablaba, pero con el tiempo se
acostumbraron a mí y actuaban ya como si nada. Un día, llegué a mi puesto de trabajo y Al
Copone me concedió un ascenso. Me alegré tanto que no pude reprimir una sonrisa. Entonces,
él me miró a los ojos y me dijo con voz muy seria:
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- Ahora serás el aprendiz de Michel, eso significa que adonde vaya él tú le
acompañarás.
Al principio no le agradó nada la idea a Michel, pero con el paso de unos días se
acostumbró. A las dos semanas de estar con él, un día me llevó al campo de tiro para
enseñarme a disparar. Yo, al ser un novato, cuando disparé por primera vez me dio un
retroceso que casi me rompo la nariz. Después de dos o tres semanas, volvimos. Pero esta vez
disparé bien, aunque no di en el blanco ni una vez. Con el tiempo fui aprendiendo.
Otro día, cuando volvimos del campo de tiro, Al Copone se acercó a mí para hablarme.
Llevaba con él varias semanas y me trataba como a uno más. Casi siempre estaba serio, pero
cuando se dirigía a mí tenía un brillo especial en los ojos.
- ¿Has matado alguna vez a alguien?
- No, nunca -le dije.
Al oír eso me contesto:
- Mañana será tu primera vez.
Yo no sabía bien si me estaba hablando en serio, pero al llegar al hotel reflexioné y entendí
que sí. No pude dormir en toda la noche.
Cuando llegué a las oficinas, Al Copone se acercó a mí con una foto y un maletín. Me dijo:
- Tienes que matar a esta persona, hoy a las doce en punto en el callejón que está a
cuatro manzanas de aquí.
Al llegar al sitio, en el coche de Dani, abrí mi maletín, había una nota de Al Copone que
ponía: “Mátalo y quítale el maletín que tiene, no dejes que se escape.”
Al leer la nota pensé rápido y salí a toda prisa hacia el tipo que estaba allí. Al llegar a su
lado pensé que no me había oído acercarme y cuando le iba a dar un golpe con mi maletín en
la cabeza se agachó… y sacó una navaja. Al no saber qué hacer le tiré la maleta, pero volvió a
agacharse y no le di por segunda vez consecutiva. Entonces, me atacó y me hizo una herida
bastante profunda en mi pierna derecha. Me caí al suelo desangrándome y al alejarme de él vi
una botella de cristal, la cogí y me levanté a duras penas. Me acerqué esquivando sus intentos
de puñaladas. Con mucha suerte las esquivé todas y le di con la botella de cristal en toda la
cara, al recibir el golpe se desmayó de inmediato. Yo, no sabía si se había desmayado o había
muerto, pero cogí su maletín y el mío y me fui de allí en cuanto pude.
Apenas tuve fuerza para llegar hasta el coche. En él estaba Michel esperándome y
fumando un puro otra vez. Al verme se alegró y arrancó. Yo, al abrir la puerta le dije que tenía
el maletín y que por favor me llevase a un hospital porque me estaba desangrando. Al oír eso
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pegó un acelerón y nos fuimos de ahí a toda prisa. En cinco minutos llegamos al hospital.
Entramos, y me atendieron rápidamente.
Al final pasé varios días en el hospital. Cuando me recuperé fui a ver a Al Copone y a
decirle que tenía su maletín. Cuando llegué, no estaba en las oficinas, entonces me senté y le
esperé unos diez o veinte minutos. Entonces llegó y me felicitó por mi primer trabajo terminado.
Al acabar de felicitarme, entró Rogelio y por primera vez en todo lo que llevaba con aquella
gente, me dirigió la palabra contento:
- Muy bien hecho Gaspar, creo que te llamas así ¿no?
- Sí, me llamo Gaspar. ¡Gracias! No ha sido nada fácil hacer ese trabajito, pero espero
hacer unos cuantos más dentro de poco.
Al escuchar lo que acababa de decir, Rogelio y Al Copone asintieron a la vez y me
contestaron casi al unísono:
- Claro que los harás y muy pronto además.
Cuando acabaron de decir eso, entraron todos los demás, menos Jhonny, que según me
contó Dani le había cogido la policía. Justo en ese momento, miré las manos de este y vi que
tenía sangre y supe lo que había pasado de verdad. Le pregunté por qué le habían matado y
me respondió, con una sonrisa de oreja a oreja:
- Era un topo, ya sabes, un policía de esos que meten la nariz donde no le llaman.
Al llegar por la tarde al hotel, me dediqué a hacer pesas con la que me había dado Rosco
hacía un tiempo. Al poco tiempo de empezar, me aburrí y encendí la tele, ya que pensé que es
muy poco entretenido hacer pesas sin hacer algo más. Me dediqué a pasar los canales, a ver
lo que echaban y me detuve en uno: eran las noticias. Salía un informe policial en el que
contaban que habían matado a un policía a sangre fría en un callejón, con una pistola, me
acerqué a la televisión y reconocí a Jhonny en el suelo.
En ese momento me quedé pensando: “¿qué había hecho?”
Vinieron a mi memoria millones de imágenes que recordaban mi sombría infancia:
recordaba a mi padre emborrachado, gritándome y pegándome simplemente por haber hecho
un pequeño movimiento, todos esos momentos buscando un sitio para poder esconderme de
mi padre, y todo eso me había pasado simplemente por una travesura que no tendría que
haber hecho. También recordé aquella mañana cuando mi madre llegaba a casa después de
haber sido atontada con una droga que le había metido el hombre al que le había gastado lo
que para mí era una broma. Fue terrible… mi madre había sido violada.
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Unos niños riendo de alegría entre sus juegos me devolvieron a la realidad.
Entonces me di cuenta de que matar a aquel policía no me había hecho sentirme feliz.
Decidí ir a dar una vuelta para pensar qué iba a hacer con mi vida y qué camino iba a tomar.
Para despejarme, entré en el amplio cuarto de baño en el que había un gran espejo, tenía a
sus pies un lavabo, seguido estaba el baño separado por una mampara de cristal, a la derecha
estaba la bañera con dos puertas, también de cristal, que no dejaban salir el agua de la bañera.
Abrí estas puertas y encendí la ducha a una alta temperatura. Después de diez minutos en la
ducha, salí, me vestí con un pantalón vaquero y una camisa azul.
Cuando ya estaba preparado para salir, cogí mi gabardina marrón, con botones
grandes de color marrón oscuro que estaba colgada en el perchero de madera de nogal que
tenía un espejo central, que reflejó la tristeza que había en mi rostro y mi pelo revuelto. Decidí
coger el sombrero negro de ala ancha que me había comprado para venir a las Vegas.
Tras llamar al ascensor y ver que estaba ocupado, decidí bajar los cinco pisos andando.
Las escaleras eran anchas con forma de caracol, su suelo era de mármol brillante y estaban
bordeadas por una barandilla de acero que les daba un carácter moderno pero señorial. Al
llegar al vestíbulo me encontré con la recepcionista que ataviada con su uniforme, traje negro,
camisa azul y zapatos negros con tacón de aguja, me dijo:
- Buenos días, señor.
- Buenos días, señorita.
- ¿Ha descansado bien? Hoy hace un día espléndido, aunque se aproximan algunas
nubes que amenazan lluvia, pero no se preocupe, por aquí no llueve demasiado.
- Sí, la cama es muy confortable y la ducha me ha sentado muy bien. Gracias.
- ¿Va a salir a algún sitio?
- Sí, voy a buscar un sitio tranquilo donde pueda pensar. ¿Conoce algún lugar
recomendable?
- Sí, a las afueras de la ciudad hay un parque en el que se puede estar tranquilo. Hay
una zona de paseo muy agradable.
- Muchas gracias. Voy a ver si encuentro este parque. Hasta luego, señorita
- Hasta luego, señor. ¡Que tenga un buen día!
Salí del hotel y me encontré con una ciudad llena de gente ruidosa. Caminé por las calles
cruzándome con todo tipo de personas, desde señoras muy elegantes hasta chicas que
parecían de la buena vida por su forma de vestir, hombres que corrían frenéticamente de un
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lado a otro para llegar a sus respectivos trabajos y puertas de bares abiertas de donde salían
jóvenes que habían estado allí durante toda la noche.
Tras unas horas andando entre pitidos y gritos dejé atrás la ciudad y llegué a un gran
parque verde, que estaba distribuido en zonas: en una de ellas estaban todos los niños
jugando, en otra se encontraban los enamorados, en otra se encontraba un gran bosque con
altos árboles y grandes matorrales, en la otra zona había un bar con muchas personas
sentadas en las terrazas tomando un café y otras personas iban paseando por un camino. A la
sombra de un árbol encontré a un niño con los ojos azules y pelo castaño. Estaba solo y
llorando, yo me acerqué a él para saber qué le pasaba y para ver si le podía ayudar por algún
casual, me senté a su lado y le dije:
- Hola, ¿te ocurre algo?
El niño me miró con sus ojos azules hinchados de tanto llorar.
- No, no me pasa nada. Gracias.
- Entonces, ¿por qué lloras?
- No, es que me he portado mal y mi padre me ha pegado.
- Seguro que no te has portado tan mal…
- Sí, me he portado tan mal que hasta a mi mamá le ha gritado y le ha pegado.
- ¿Seguro? A ver… ¿qué has hecho?
- Estaba jugando a la pelota y sin querer le he dado a mi papá y el se ha enfurecido
conmigo y me he escapado para que no pudiera seguir pegándome.
- ¿Solo has hecho esto? Bueno esto se pasará pronto. ¿Cómo te llamas?
- Me llamo George.
- ¿Cuántos años tienes?
- Tengo cinco años –el chiquillo empezaba a tranquilizarse y parecía más relajado.
- ¿Tienes hermanitos?
- Sí, tengo una hermanita de tres meses.
- ¿Y amigos?
- Sí, tengo muchos…
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- ¿A qué te gusta jugar con ellos?
- Al fútbol.
- ¿De qué juegas?
- De portero.
- ¡Uy!, eso requiere mucha responsabilidad.
A lo lejos oímos una voz que decía: “George, George, George…” y él dijo:
- Es mi mamá
Le dije:
- ¿Quieres que vayamos a buscarla?
George se levantó rápidamente, me cogió de la mano y fuimos a buscar a su madre.
Después de buscarla durante un rato, vimos a lo lejos a la madre e George y a su hermanita,
George empezó a correr hacia ella. Yo me acerqué. Ella me dio las gracias y le dije:
- No hace falta que me des las gracias, si necesitas ayuda podemos buscarla, no hace
falta que aguantéis sus gritos y sus palizas.
- La verdad es que no sabría a dónde dirigirme.
Me ofrecí a acompañarles hasta el centro de acogida a maltratados.
Volví al hotel con una gran sonrisa y una sensación muy agradable de trabajo bien hecho.
Pasaron los años y mi vida en la ciudad de Las Vegas no había cambiado mucho,
seguía siendo el chico de Al, el chico de los trabajos sucios.
Las Vegas, la ciudad donde nunca se duerme, los grandes casinos, los fantásticos
hoteles eran el mayor atractivo de la ciudad, una ciudad nacida para el vicio, en la mitad del
desierto. Es una cuidad especial, puedes salir del casino y casarte en una de las cientos de
capillas que salpican la ciudad. Te puede casar el mismísimo Elvis o Frank Sinatra, por cierto
gran amigo de Al, pero todo bajo la atenta mirada de la policía del estado de Nevada, al que
pertenecía Las Vegas.
Las cosas no estaban muy bien en la ciudad que nunca duerme, con la llegada de la
ley seca y la restricción al juego, Al había perdido mucho dinero, los dueños de los pequeños
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garitos y algunos otros habían dejado de pagarle a Al su cuota de “extorsión”, desde la muerte
de Jhonny la policía le seguía de cerca.
Para solucionar aquel problema Al decidió recurrir a los servicios de un matón famoso
de la Costa Este, “El Lágrimas”.
El Lágrimas llegó al día siguiente, era un tipo alto y fuerte con una intensa mirada azul,
fría como el hielo.
Esa mirada me resultaba familiar, pero no terminaba de recordar de qué, cuando se
presentó y me dijo su nombre casi me caigo.
- Hola me llamo George, ¿tú eres Gaspar, verdad?
Me quedé inmóvil unos momentos, sin poder responder, él era el niño que sorprendí
llorando en el parque hacía años. Había perdido la dulzura y el cariño que tenía en sus ojos
hacía años.
- Hola George, -le respondí-, has cambiado mucho estos años.
- Sí, la vida no se ha portado muy bien conmigo, pero no me quejo.
George también me reconoció enseguida. Continuamos hablando camino del despacho
de Al, me contó que su infancia, como la mía, había sido muy dura, y que se fue de casa, tenía
unos conocidos en la Costa Este que le metieron en este mundo. También me contó el porqué
de su apodo, aunque era muy visible, tenía tres lagrimas tatuadas en su ojo izquierdo, le
recordaban que jamás volvería a llorar por nadie. Comenzó su nueva vida en Miami, pero
siempre al margen de la ley.
Después de hablar un rato con Al en su despacho y las obligadas presentaciones, nos
fuimos al “Paradais-in”, uno de los más lujosos hoteles-casino de Las Vegas propiedad de Al,
donde siempre había una suite preparada para los invitados.
Todo había sido muy cordial, pero aquel hombre no dejaba de recordarme el niño que
fue y que tanto se parecía a mí. Después de acomodarse, nos fuimos a cenar a un pequeño
restaurante italiano, el ambiente era muy familiar y todos los amigos nos reuníamos allí.
Cuando llegamos ya estaban todos, incluida mi novia Betty Lee, que era de Texas, y también
había llegado a Las Vegas buscando su gran sueño, bailar. Trabajaba en el “Paradais-in”, era
de una belleza extraordinaria, y por nuestra diferencia de edad, yo sabía que solamente le
interesa mi posición y mi dinero.
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Aquella noche pasó algo especial, y todos se dieron cuenta. Cuando les presenté al
nuevo hombre de Al, todos le saludaron y le recibieron como a uno más, pero cuando se lo
presenté a Betty Lee sus ojos brillaron como nunca, y sus miradas se cruzaron sin decirse
nada. Había nacido algo entre ellos. Aquello no me gustó, pero tampoco le di mayor
importancia, era solo una noche y él un matón más.
Al día siguiente comenzamos a trabajar. A primera hora recogí a El Lágrimas en el
hotel y nos fuimos a desayunar, más tarde teníamos una reunión en el despacho de Al, le
contamos a El Lágrimas nuestra situación y que tras la muerte de Jhonny era muy difícil
trabajar, la poli no nos dejaba movernos, y tampoco era fácil sobornarlos como antes, pero
siempre había algún agente que necesitaba dinero y allí estábamos nosotros para
proporcionárselo, siempre a cambio de algo, o de hacer la vista gorda.
Ya había corrido la voz por los bajos fondos de Las Vegas, El Lágrimas estaba aquí, la
ciudad ya era nuestra.
Como todos los días, fui a buscar a “El Lágrimas” al hotel donde se encontraba alojado.
Tras estar esperando en el coche que la empresa de Al me había prestado, vi cómo por la
puerta del hotel, salía Betty Lee muy disimuladamente y con prisa en dirección al “Paradais-in”.
Como podía verse, aquello que dejé pasar el primer día como una tontería cualquiera, era
cierto. Minutos después “El Lágrimas” salía por la puerta mirando hacia todos los lados a ver si
alguien había podido notar que Betty Lee había abandonado aquel lugar.
“El Lágrimas” acudió al punto de encuentro en el que había quedado con él para ir
juntos al despacho de Al, porque nos había citado para una nueva misión, con el fin de
comentarnos los nuevos objetivos que teníamos que alcanzar.
Se montó en el coche, lo noté un poco tenso, y con razón; tenía algo que debía
ocultarme. Yo dejé a un lado la escena que minutos antes de encontrarme con él había
presenciado, y decidí conducir lo antes posible hasta el lugar en donde habíamos quedado.
Mientras, le preguntaba sobre cómo había notado el comportamiento de mis compañeros hacia
su persona.
- George, ¿cómo va todo desde tu punto de vista?
“El Lágrimas” se quedó un poco desconcertado por lo que le había preguntado, y tras
varios segundos de pensamiento, respondió:
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- Al parecer, todo va sobre ruedas, pero tú y yo sabemos que nos jugamos mucho. La
policía puede encontrarnos en cualquier momento y acabar con nosotros de un día
para otro.
- Eso ya lo sabíamos desde un principio, alguien tiene que hacer estas cosas. A estas
alturas, no podemos dejar tirado y solo a Al frente a todo lo que se nos puede venir
encima.
George no respondió, aunque por el reflejo que podía observar desde mi perspectiva,
parecía estar de acuerdo con lo que le había dicho.
Cuando por fin llegamos al lugar acordado con los nuestros, Al nos estaba esperando con
un rostro pálido y un tanto de tristeza acumulada. Nosotros no dijimos nada hasta que
entramos en el despacho y él empezó a hablar con una temblorosa voz.
- ¡Buenos días! O no tan buenos para nosotros. Tengo algo importante que contaros,
¿os han comentado algo los otros hombres?
- No, no hemos oído nada –respondimos al unísono. ¿Cuál es el problema?
- Cómo veréis, he venido solamente con el coche. Ayer cuando me dirigía hacia mi casa,
fui atacado por un hombre que llevaba un pasamontañas, de estatura más o menos
alta, y muy delgado. Su voz me resultaba un tanto familiar, pero no puedo deciros con
seguridad quién era. El caso es que yo llevaba el maletín con todo el dinero que
habíamos acumulado en estos días, y a punta de pistola, el misterioso hombre me
ordenó que le diera el maletín porque conocía muy bien su contenido. Yo intenté
escapar de la forma que pude, pero estaba agarrado por todas las partes y no podía
salir de ninguna manera. Instantes después el hombre desapareció en la oscuridad de
la noche con nuestro valioso maletín.
- Como tú bien has dicho, esa voz te resultó familiar, ¿no es así? -pregunté interesado.
- Sí, creo que sospecho de alguien que no está entre nosotros, pero sí en nuestro grupo.
- De ese modo, tendremos que iniciar un seguimiento por nuestra propia cuenta, para
averiguar quién lo pudo hacer –dijo George.
- Estoy de acuerdo con tu opinión, me parece una buena idea. Tenemos que descubrir
quién fue. Si es alguien de nosotros, las va a pagar muy caras, porque no sabe de lo
que nosotros podemos ser capaces.
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Esa misma tarde, empezamos a elaborar un plan para pillarlo. Esto no podíamos dejarlo
pasar, nos interesaba a todos.
Principalmente, por los datos de sus rasgos físicos, teníamos a dos posibles sospechosos,
que podían haber causado toda aquella movida, y además revisando la base de datos de todos
y cada uno de nuestros compañeros, eran de los que menos trabajo recibían, al menos la
noche en la que pasó lo sucedido.
- Podríamos fijar nuestras sospechas en Rosco, que como aquí indica y podemos
observar, es un tipo alto, delgado y unos gruesos brazos. Pero esto no es todo,
mirando también en las demás fichas de incorporaciones, Dani sería nuestro candidato
número dos –le aclaré a mis compañeros.
- Dejemos este caso por hoy, Gaspar. Con lo que nos acabas de decir, creo que es
suficiente. Descasemos, hoy ha sido un duro día. Mañana nos os molestéis en llegar
hasta aquí, yo mismo pasaré a buscaros por el hotel hacia las diez y media, estaos
preparados para cuando vaya.
Cuando nos dirigíamos hacia la puerta de salida, vimos cómo nuestros compañeros, Rosco
y Dani, abandonaban la sala de investigaciones con ciertos movimientos sospechosos.
Nosotros tres pudimos ver la escena, pero tras el largo día no comentamos lo sucedido en
aquel momento, y cada uno regresó hacia su alojamiento.
Eran ya las once de la mañana de un nuevo día y nosotros teníamos ya establecido el plan
para destapar la verdad. Bajamos del coche y dejamos a Al aparcando su Rolls Royce.
Rosco y Dani se disponían a sacar un maletín que todos conocíamos de su coche sin
percatarse de que habíamos llegado allí, y silenciosamente estábamos contemplando todos
sus movimientos.
Cada uno de nosotros, cogimos el material que teníamos pensado utilizar, y nos dirigimos
hacia donde ellos se encontraban. Se pusieron muy nerviosos y no sabían que hacer con el
maletín, entonces Rosco sacó una pistola y nos amenazó con disparar si dábamos un paso
más al frente.
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“El Lágrimas”, entre sus adentros, pensó que la manera de demostrarle a Al que valía para
esto era plantándole cara a Dani y a Rosco y así lo hizo. Se iba acercando cada vez más,
cuando Rosco cargó la pistola. En ese momento “El Lágrimas” dijo:
- Nos has vendido compañero. Podíamos imaginarnos cosas peores de ti y tu cómplice,
pero esto que nos habéis hecho no tiene perdón.
Rosco sin saber muy bien qué decir, apuntó con la pistola a la cabeza de George, pero en
ese mismo instante Dani se interpuso entre ellos diciendo:
- Rosco no queremos que pase nada malo y menos ahora. Nosotros tenemos el poder,
tenemos todo el dinero, ¿qué más quieres?
Y él le contestó:
- Quiero que ellos mueran, ellos son los que mandan, los que más poder tienen.
Nosotros, Dani, no tenemos nada, no seas ingenuo.
Rosco, dispuesto a disparar, se fue alejando un poco de George. Entonces, apretó el gatillo
de la pistola. Nadie miró en ese mismo instante, ni el propio Rosco se atrevió a disparar con los
ojos abiertos, lo que causó que la bala no se dirigiera a “El Lágrimas”, sino que entró en el
pecho de Dani, dejándole en el suelo, con muchísima sangre alrededor.
En estos momentos de inquietud, presión e incertidumbre, Rosco cogió el maletín lleno
de dinero y se fue a la fuga sin pensar en Dani.
Yo salí en persecución de Rosco, pero este me tomó una gran ventaja debido a su gran
forma física y a su astucia para esquivar todos los obstáculos que se le ponían por delante.
Volví de nuevo al lugar donde se encontraba el cuerpo de Dani tumbado en el suelo. El
charco de sangre era enorme. El Lágrimas me comentó que estuvo a punto de acabar con la
vida de Dani, pero Al se lo impidió porque pensaba que Dani vivo les sería más útil para
encontrar a Rosco y saber cuáles eran sus planes.
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22
En ese momento Al dijo:
- ¡No lo penséis más y llamad a una ambulancia! Antes de que sea demasiado tarde.
Marchaos de aquí para que nadie sospeche de vosotros.
Nosotros enseguida actuamos según las órdenes de Al y nos apartamos del lugar a un sitio
cercano, controlando la llegada de la ambulancia y el traslado de Dani, que permanecía
inconsciente cuando se lo llevaron al hospital.
La mañana transcurrió muy rápida, ya eran las tres de la tarde y mientras comíamos, Al
nos llamó por teléfono para reunirse esa misma tarde con nosotros y empezar una nueva
búsqueda por los hospitales para encontrar a Dani y averiguar algo de su estado de salud.
La búsqueda no resultó nada fácil, porque Dani en los momentos del suceso no llevaba
identificación alguna y a los médicos les resultó muy difícil saber algo de él. Ellos esperaban
que a lo largo del día algún familiar de él fuera a la policía para denunciar su desaparición.
El Lágrimas y yo decidimos separarnos para que la búsqueda de los hospitales fuera más
breve y eficaz. Yo me encontraba desesperado, porque llevaba toda la tarde sin encontrar ni
rastro de él, pero El Lágrimas tuvo más suerte que yo y me llamó al móvil comentándome que
en el hospital donde se encontraba habían ingresado a una persona con las características de
Dani, pero que no le habían permitido visitarlo porque se encontraba en cuidados intensivos y
nadie podía pasar a visitarle, ni siquiera los familiares. También me comentó que había
intentado informarse de la gravedad de su estado y que un médico le dijo que estaba en coma
y no sabía si iba a despertar.
Como se hizo muy tarde, decidimos irnos al hotel a descansar. Al día siguiente
hablaríamos con Al para informarle de la situación. Mientras cenábamos oímos que estaban
contando lo ocurrido en las noticias. Cuál fue nuestra sorpresa, que dando la noticia
comentaban que en este suceso podía estar involucrado alguno de nosotros, porque los
testigos que había en aquel lugar nos describieron y pasamos a ser sospechosos.
Al no tardó en llamarnos cuando oyó las noticias y nos citó en un lugar lejano de la ciudad
para marcar un plan para esta situación.
No conseguí dormir en toda la noche pensando en cómo acabaría todo esto.
La mañana amaneció con bastante niebla y con una temperatura muy baja. El Lágrimas y
yo nos abrigamos y cogimos el coche para ir al lugar que Al nos había indicado. En el camino
de ida nos encontramos muy callados y pensativos. Éramos conscientes de que estábamos
metidos en un buen lío, pero también éramos conscientes de que Al encontraría alguna
solución.
23
El lugar donde nos reunió Al era un almacén abandonado, lleno de escombros y el techo
casi todo derrumbado. La puerta principal estaba cerrada con un candado y tuvimos que entrar
por la puerta de atrás, que se encontraba medio caída.
De repente una voz dijo:
- Entrad muchachos, aquí estáis seguros.
Era la voz de Al que nos estaba esperando apoyado sobre una columna llena de pintadas y
cubierta de telarañas, entonces El Lágrimas dijo:
- ¿En qué situación nos encontramos? ¿Qué piensas hacer?
- Estamos metidos en un buen lío- dije.
- Tranquilos, muchachos –dijo Al. En peores situaciones me he encontrado. Todavía no
saben bien quiénes somos, por lo que estos días podemos pasar desapercibidos y
averiguar cuanto antes donde se halla Rosco y llevar un seguimiento sobre la salud de
Dani.
- De acuerdo, lo haremos como tú dices.
Pasaron los días y la noticia dejó de tener tanta importancia, parecía que todo el mundo se
había olvidado de lo sucedido. Pero nosotros teníamos en mente a Rosco y sobre todo a Dani,
cuya evolución en el hospital empezaba a ser favorable.
Transcurrió un mes aproximadamente cuando cuál fue nuestra sorpresa que al visitar a
Dani en el hospital había salido del coma, pero su memoria apenas recordaba nada, ni mucho
menos cuando le hablábamos de Rosco y el maletín de dinero. Él tampoco nos identificaba a
nosotros.
Al comentó que también era positivo que Dani no nos identificase, pero que no lo
íbamos a dejar sin vigilar por si algún día aparecía Rosco y pudiera recordar algo.
Fueron pasando los días, mientras a Dani le volvía la memoria poco a poco, y con ello
nuestro miedo a que nos reconociera. Un día que estábamos de visita en el hospital, fue mucha
la casualidad, pero vimos a Rosco aparecer por allí. Decidimos seguirlo, llegó a la puerta de la
habitación 220, en la que estaba Dani. Él entro en ella, nosotros decidimos quedarnos fuera y
escuchar atentamente apoyados en la puerta la conversación que iban a tener.
Dani, a simple vista, no reconoció a Rosco. Sin embargo él le estuvo hablando de lo
que había pasado hasta esa fecha. Dani, no recordaba nada de lo que decía él, pero Rosco,
insistió en contarle lo sucedido todas las veces necesarias para que lo recordara, pero nada.
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Entonces él se despidió y decidió marcharse. Al llegar casi a la puerta, Dani empezó a recordar
una parte de la historia que le había contado y reaccionó diciendo su nombre en alto, tenía
muchas dudas sobre ese tema y le preguntó:
- Rosco, ¿tú por qué me disparaste?
- Yo no pretendía darte a ti, pero no me dejaste otra alternativa, pensaba dispararle a El
Lágrimas.
Rosco se sorprendió al ver que empezaba a recordar todo.
- Pero, ¿no se supone que pertenecíamos todos a la misma banda?
- Dani, recuerda que quedamos en llevarnos nosotros el dinero, y repartírnoslo, para
empezar una nueva vida, pero… Todo se complicó, y aquí nos encontramos, en esta
situación.
Mientras Rosco y Dani tenían esta conversación privada, detrás de la puerta nos
encontrábamos nosotros. Nos enteramos de todo lo que hablaron; al oír que Rosco iba a salir
ya, decidimos escondernos en los servicios. Cuando vimos que él se alejaba tanto que no nos
pudiera ver, entramos en la habitación e hicimos como si no supiéramos nada de lo ocurrido
anteriormente. Estuvimos hablando con él, nosotros también intentamos recordarle algo de lo
que había ocurrido, pero nada, no nos recordaba. Al ver que era imposible, nos marchamos de
aquella habitación. Bajamos a la cafetería y allí estuvimos hablando un rato sobre lo ocurrido. A
El Lágrimas, se le ocurrió llamar a Al. Le dijimos que viniera urgentemente al hospital, que
teníamos un tema que tratar con él.
Mientras tanto, Rosco, en la otra punta de la ciudad, se dirigió a encontrarse con Betty Lee,
sí, así es, con mi novia. Ella fue la que escondió el maletín después del suceso. Realmente no
estaba enamorada de mí, sino que solo me quería para integrarse en el grupo y pasar
desapercibida entre los demás. Pero ella no contaba con que se enamoraría de El Lágrimas.
Rosco le contó a Betty Lee lo que había sucedido en el hospital con Dani, ella quedó
asombrada al oír ese suceso. Decidió marcharse para allí.
Pasada una hora en el hospital, llegó Al, preocupado por lo que pudiera haber pasado con
Dani, se imaginaba lo peor. Nosotros le explicamos que no se preocupara por nada, que eran
noticias buenas, se tranquilizó y le contamos lo sucedido. El Lágrimas, que era muy astuto para
esto, ideó un plan para que recuperáramos lo que nos pertenecía, el maletín.
Nosotros tres nos turnamos todo el día para hacer guardia, por si venia Rosco al hospital.
No apareció, pero sí Betty. A mí me tocaba entonces la guardia, y me sorprendí bastante al
verla. Ella me vio, vino a saludarme y me contó que venía a ver a Dani. A mí me parecía un
poco raro, porque ella no se llevaba muy bien con él, o eso me suponía. Cuando ella subió a la
planta 2, fue cuando llamé a Al, se lo comuniqué y me respondió que la siguiera. Yo seguí sus
órdenes.
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Como la vez pasada, me quedé tras la puerta, escuchando la conversación. Ella le dijo a
Dani, algo que me sorprendió muchísimo, y que al principio casi ni me lo creía:
- Dani, ¿me recuerdas?, soy yo, Betty. Parece ser que todo no ha salido como
esperábamos.
- No te reconozco, no sé de qué me estás hablando, ya lo siento…
- Todo esto es culpa mía, no pensaba que esto pudiera pasar, si no... no lo hubiera
planeado de esta manera. Perdóname, no tenia en cuenta, lo del disparo, fue un fallo
de Rosco.
- ¿Rosco? Ese es amigo mío, él también hace poco me explico algo de un disparo,
pero… no recuerdo muy bien de qué iba la cosa.
- Yo te lo explicaré, no te preocupes, la culpa es toda mía. -Betty le contó a Dani todo lo
que había sucedido, desde que ella planeó robar el maletín hasta esos mismos
minutos.
- Así que tú eres Betty, y yo... se supone que estoy contigo, ¿no? Ya voy entendiendo y
recordando un poco de qué va todo esto, muchas gracias, de verdad.
- No hay de qué, te repito, que todo esto ha sido culpa mía, yo planeé robar el maletín a
Al, pero veo que no soy tan buena en esto como me creía. -Betty, decidió marcharse,
despidiéndose con dos besos, y encantada de que empezara a recordar.
Desde el pasillo, yo, muy asombrado, no me creía lo que estaba oyendo. Me entraron
varias dudas, no sabía si mi novia me estaba utilizando realmente a mí solo o también a El
Lágrimas.
Decidí contarle todo esto a Al. Cogí mi teléfono y marqué su número. Él me cogió en
seguida y le conté lo sucedido: que Betty era la que planeó el robo del maletín. Él me dijo:
- Quédate donde estás. Ahora mismo intentaré comunicarme con El Lágrimas y lo
mandaré para allí lo antes posible. Mientras tanto, intenta fijarte hacia dónde se dirige
ella y la sigues, para saber realmente dónde quedan entre ellos, y así intentar
conseguir lo que nos pertenece, el maletín.
En el otro lado de la ciudad, Betty se dirigía a encontrarse con Rosco. En un caserón
abandonado al norte de la ciudad, donde nadie les pudiera ver, para que nadie sospechara de
ellos.
Betty estaba un poco asustada al saber que le había contado la verdad a Dani. En el
estado el que se encontraba podría contarle lo sucedido a cualquier persona, tanto a El
Lágrimas, a Al, como a la misma policía. Estaba mucho en juego, lo primero la vida de Dani,
también el amor que tenía por El Lagrimas y, además, había que pensar qué hacer con el
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dinero del maletín. Tras varios minutos de reunirse en el caserón, la conversación fue cada vez
a peor:
- Rosco, quiero devolver el maletín.
- Sabes perfectamente que no podemos hacer eso, nuestras vidas están peligro. Si
contamos toda la verdad a más personas al final nos acabarán pillando. Y esto acabará
aún peor… -la expresión de Rosco era de verdadera preocupación.
- Siento que estoy traicionando tanto a El Lágrimas como a Gaspar. Ellos me apoyaban
en todo, ellos me protegían, y ahora no quiero que les pase nada malo. Yo pensaba
que esto no iba a ser tan complicado, sino más sencillo.
- Betty, esto no es un juego de niños ni mucho menos, lo hemos empezado y lo tenemos
que acabar. Decidimos robar el maletín porque pensábamos que él no nos pagaba lo
suficiente por el trabajo que nosotros realizábamos: matar a aquellas personas que a él
le estorbaban, pasaban droga, comernos los marrones cuando él metía la pata en
cualquier cosa. En ese momento aceptaste, pues ahora no te puedes rendir. Lo harás a
las buenas o a las malas, tú eliges, Betty.
- Me da igual, pero yo quiero decir la verdad. Cada vez va a peor la cosa, primero fue
difícil robar el maletín, luego disparaste a Dani, siendo uno de los nuestros. Ahora,
¿qué va a ser lo siguiente, que nos metan en la cárcel, o tal vez que nos asesinen a
nosotros? No sé tú, Rosco, pero yo estoy muy segura de lo que quiero hacer, si no das
este paso conmigo, lo daré por mí misma.
Betty hizo intención de irse y una persona que apareció de la nada le golpeó con una de las
botellas de cristal que por aquel caserón abandonado había. Quedó inconsciente en el suelo.
Cuando ella despertó, se vio atada de pies y manos, y sentada en una silla con la boca
tapada. Todo estaba muy oscuro, y no podía ver quiénes eran las personas que hablaban
cerca del lugar donde se encontraba. Pero aquellas voces le resultaban familiares, una de ellas
era Rosco y la otra no estaba muy segura, creía que era Dani, pero para ella era imposible
imaginar que en el estado en que estaba pudiera haber sido él el que le pegó con aquella
botella.
A lo lejos, ellos no paraban de hablar. Betty no sabía muy bien cuál era el tema porque no
oía desde el sitio donde se encontraba.
Lo que no sabía Betty era que Rosco tenía un cómplice y menos podía pensar que ese
cómplice era yo. La verdad es que mi única intención era que el maletín acabara en mis manos
y después devolvérselo a Al. Si conseguía esto me ganaría para siempre la confianza de Al y
podría subir algún escalón dentro de su organización. Cuando hablaba en secreto con Rosco
era sólo para saber sus planes, el hecho de que Betty estuviese en el asunto al principio me
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sorprendió, pero yo ya sabía que ella quería a El Lágrimas, conmigo estaba por pura
apariencia, lo cual no hacía que sintiera algo por ella. Así que cuando supe que Rosco y Betty
se iban a reunir en una de las naves abandonadas de Al quise ir personalmente para acabar
por fin con todo. Llegué justo en el momento en el que ellos dos discutían sobre si seguir
adelante o devolver el maletín con el dinero. Desde unas viejas cajas tras las que me escondí
vi cómo Betty iba a sacar una pequeña pistola que llevaba en el bolso, así que actué rápido,
cogí una botella que había por el suelo y la golpeé contra su cabeza. No quería hacerle daño,
claro está, pero tampoco quería que arruinara su vida matando a una persona. De paso, aquel
gesto me sirvió para que Rosco siguiera pensando que estaba de su parte.
- ¿De dónde sales tú? –preguntó asustado Rosco.
- Estaba ahí escondido, Betty lleva un arma en el bolso, mira…
- Es verdad, esta chica no es que más un estorbo para nuestros planes, Gaspar.
Y decidió que lo mejor era pensar en nuestros siguientes pasos y deshacerse de Betty. Yo
no podía permitirlo de ninguna manera, pero tenía que hacerlo sin levantar sospechas, así que
yo mismo até a Betty las manos y los pies y le tapé la boca con un trapo que había por allí.
Después de una larga discusión convencí a Rosco para que huyera bien lejos y no acabara
con Betty allí mismo, aunque antes tenía que sonsacarle información sobre el maletín, cosa
que no conseguí. Me citó para el día siguiente y yo me quedé encargado de solucionar el tema
de Betty. Cuando se marchó de allí fui a liberarla:
- Perdona el botellazo, Betty… tenía que disimular ante Rosco.
- Ya estoy bien, ahora me duelen mucho los brazos, pero se me pasará…
- Betty… Rosco quiere matarte, y yo ya sé que solo estabas conmigo por el interés…
que en realidad amas a El Lágrimas. Te propongo un plan.
Ella me miraba con cara de miedo, aunque me conocía bien tal vez pensara que mi rabia
podría llevarme a hacer una locura.
- Quiero que desaparezcas para siempre de mi vida, de la vida de Rosco y de El
Lágrimas. Todos estos líos no traen más que problemas. Mira cómo estamos todos…
Lo mejor será que rehagas tu vida bien lejos de aquí…
Su gesto de miedo pasó a ser de gratitud. Betty era buena persona y todos los tejemanejes
de Al y sus secuaces eran demasiado para ella. Aceptó el trato cerrando los ojos y con su
silencio.
Me di la vuelta, también en silencio y me fui de aquella nave destartalada sabiendo que
pasaba una página importante en mi vida. Jamás volví a ver a Betty.
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La cita con Rosco del día siguiente tampoco se produjo nunca. Fui al lugar acordado, pero
al cabo de un rato de espera comprendí que él se había fugado. Qué ironía, yo mismo se lo
había aconsejado el día anterior. En fin… algunas piezas volvían a encajar y tenía que volver
junto a Al, El Lágrimas y Dani. Mejor sería que ellos nunca supiesen mis tratos con Rosco, no
los iban a comprender. Así hice, me incorporé a la rutina de los últimos días.
Todas las mañanas pasábamos por el hospital para visitar a Dani y así tenerlo controlado.
Charlábamos un rato con él, como buenos amigos, y nos despedíamos hasta el día siguiente.
Después de ver a Dani buscábamos a Rosco. Los negocios de Al llegaban por todo el país.
Telefoneábamos durante horas y horas a nuestros contactos para poder encontrar una pista de
su paradero, porque como estábamos en busca y captura por la policía no queríamos ser
demasiado vistos.
Una de nuestras fuentes al fin nos hizo llegar una noticia sobre Rosco: había cogido un
barco con destino a Costa Rica.
- AL, tú dirás lo que hacemos, pero si no buscamos a Rosco, otros pensarán que es muy
fácil robarte y quedarse tan frescos…, además estuvo a punto de matarnos.
- Está bien, id en su busca. Pero no arméis demasiado alboroto en ese país, y regresad
enseguida os necesito para reorganizar el negocio, ya sabéis que la policía se está
poniendo muy pesada.
- He pensado -dijo el Lágrimas- que lo mejor sería llevarnos a Dani, así tú te descuidas
de un problema y nosotros lo tenemos vigilado hasta que sepamos su reacción cuando
vea a Rosco. Al fin y al cabo, él salvó mi vida cuando se interpuso entre la pistola y
Rosco.
- Está bien marchaos los tres, pero volved pronto.
Esperamos a que Dani se recuperara y salimos una mañana del hospital por la puerta
trasera. Dani no entendía por qué sus amigos y él tenían que huir, pero confiaba en las únicas
personas que lo habían visitado en el hospital las últimas semanas.
Todo estaba preparado: cogeríamos un vuelo hasta Costa Rica.
Todo parecía fácil, pero era buscar una aguja en un pajar. Llevábamos semanas y
semanas recorriendo el país y Rosco no aparecía. Una mañana tomando café en una terraza
vimos pasar a un hombre de apariencia familiar, era rubio, tenía la tez morena y nos sonaba de
algo. Me miré con El Lágrimas y sin mediar palabra le seguimos .Entró en un lujoso hotel de
San José. Esperamos en el hall a que volviera a aparecer. Tardó un par de horas, pero volvió a
salir muy peripuesto. Subimos rápidamente a la habitación y la registramos de arriba abajo, de
derecha a izquierda, pero allí no estaba el dinero.
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Lo esperamos discretamente, vigilando desde la cafetería del hotel, y al cabo de un buen
rato llegó. Se quedó perplejo, pero enseguida comenzó a reír y a reír.
- ¡Chicos!, bienvenidos a Costa Rica.
- ¡Eres un canalla traidor, ladrón!
- ¡No, no, no!, estáis equivocados, yo soy ningún ladrón. Al que le robé el dinero está en
la cárcel, nada más y nada menos que en la cárcel de Alcatraz.
Los dos nos miramos asombrados. La verdad es que el tiempo había pasado volando, y ni
nos habíamos parado a pensar, pero habían transcurrido cuatro meses desde que salimos de
Las Vegas. Según contaba Rosco, Al se había trasladado a Chicago y el Gobierno Federal de
los EE.UU. lo había detenido y encarcelado, pasaría una larga temporada entre rejas.
No sabían qué hacer. Ya no tenían jefe, ni órdenes, ni tan siquiera a dónde regresar. Le
dijimos que Dani estaba con nosotros. Rosco se sorprendió, creía que lo había matado y se
puso muy contento
- ¡Vamos, llevadme a verle!
Dani tenía en las manos un ejemplar del diario estadounidense Chicago Sun Times, donde
contaba que un famoso gángster había sido capturado. Cuando vio a Rosco le preguntó:
- ¿Quién eres? –la cara de Dani era realmente sincera: no se acordaba de Rosco.
- Un viejo amigo tuyo, ¿no me recuerdas?
- No –y su gesto se ensombreció ligeramente. Seguía sin recordar cosas que estaba
claro tenía que recordar.
Rosco sintió remordimientos por haberle abandonado y le pidió que se fuera a vivir con él a
una casita que tenía en el interior del país.
- De acuerdo –Dani tampoco tenía recursos con los que vivir, cualquier proyecto, en sus
circunstancias, era un buen proyecto.
Pasamos todo el día juntos hablando de nuestra anterior etapa. Todos teníamos claro que
a partir de entonces nuestras vidas deberían tomar un nuevo rumbo. El Lágrimas hablaba con
un tono de nostalgia en su voz:
- Gaspar, yo me voy a los EE.UU. No sé vivir en otro sitio. Tengo un amigo en Nueva
York que puede echarme una mano…
- Pues yo… no volveré allí. –Les expliqué-. No quiero que los federales me metan en la
cárcel. Tal vez vuelva a mi país o a otro sitio lejano… Comenzaré de nuevo mi vida.
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Al día siguiente, se despidieron:
- Gaspar -dijo El Lágrimas-, si las cosas no te van como tú quieres, sabes que puedes
buscar a tu amigo, me tienes para lo que haga falta.
- De acuerdo, -le contesté, un poco emocionado-, pero lo mismo te digo, si las cosas por
allá arriba se ponen feas, busca a tu amigo.
Nos dimos un gran abrazo, porque los dos sabíamos que no volveríamos a vernos jamás.
También dijimos adiós a Rosco y a Dani. Al final, Rosco compartió con nosotros el dinero del
maletín, con la parte de cada uno podría empezarse una nueva vida.
No podía olvidar que la policía andaba detrás de mí, así que decidí tomar algunas
precauciones. Una de ellas es que no podía viajar en avión: demasiados controles.
El regreso en barco a Europa se me hacía interminable. Desembarcaría en Londres, el
nuevo destino que había planeado, pero no sabía si me quedaría allí. Pensaba que tal vez lo
mejor era volver a España. Yo solo sabía ser gángster, nunca había tenido un trabajo normal,
honrado. ¿Qué haría?
- ¡Buenas noches, señor! Le dijo un pasajero.
- ¡Buenas noches!, contestó Dani
- Hay que ver cómo están las cosas por el mundo, ¿eh?, los periódicos no hablan más
que de clima de guerra, espías...
- ¿Espías? ¿Qué es un espía? Preguntó Dani interesado.
Aquel hombre me miró como si yo fuera de otro planeta. Por su gesto intuí que esto debía
de conocerlo todo el mundo, pero metido en las mil batallas de Al y sus negocios me había
perdido todas las cosas del mundo real. Era momento de recuperar el tiempo perdido. El
hombre mostró una gran paciencia y me contestó:
- Un espía… un doble agente… es una persona que siendo de un país investiga los
secretos de otro haciéndose pasar por amigo de este país –me explicó.
- ¡Qué interesante!
Y me quedé mirando, silencioso, por la borda del barco las ondas que éste hacía contra el
agua.
A los cinco minutos me fui a mi camarote a descansar un poco hasta la hora de la
cena. Después de cenar vi las noticias para ver qué es lo que estaba pasando en el mundo.
31
Entonces me vi a mí mismo con mis compañeros que éramos buscados por la Interpol, y me
tuve que esconder, porque algunos pasajeros podrían haber visto las noticias. A la mañana
siguiente fui a desayunar y vi en muchos sitios mi foto y la de mis compañeros, así que fui
corriendo a mi camarote para que no ser reconocido. Ya era de noche, cogí comida de la
cocina y me escapé en una pequeña barca que había en el barco. Estuve unos cuantos días
buscando tierra hasta que al fin la encontré y desembarqué. Era por la mañana y busqué algo
de comida. A las dos horas de andar encontré una aldea pequeña en la que había mucha
gente trabajando. A una mujer que pasaba por allí le pregunté:
- Hola ¿sabes dónde estamos?
- Sí. Estamos al lado del Sahara.
- Por eso hace tanto calor –pensé para mis adentros.
- Sí, hace mucho calor pero aquí ya estamos acostumbrados.
- Muchas gracias, por todo.
- De nada.
- ¡Adiós! –le dije a aquella mujer.
- ¡Adiós!
Seguí recorriendo la aldea y al poco tiempo vi a un hombre que vendía caballos:
- Perdone. ¿Cuánto cuesta un caballo?
- 150 euros.
No me llegaba el dinero para pagarlo hasta que pudiera hacer una transferencia a un
banco de forma segura. Tenía que pensar y actuar rápido, así que en un despiste del vendedor
de caballos y de forma sigilosa cogí uno y me fui campo a través. Pero el vendedor de caballos
era un policía y sabía por dónde empezar a buscar, me pisaba los talones y no me quedó otra
alternativa que esconderme en una cueva que estaba semioculta. Vi cómo el policía llegaba a
la entrada de la cueva, respiré hondo, pero enseguida se puso en marcha y ya pude respirar
más tranquilo. El cansancio me empezó a pasar factura y sin darme cuenta me quedé dormido,
pero la noche fue bastante inquieta, tuve varias pesadillas.
32
A la mañana siguiente estuve dando vueltas alrededor de la cueva buscando comida, pero
no encontré gran cosa, entonces me hice un arco con una cuerda y un palo curvado, para
intentar cazar. Mi habilidad con la caza había que verla, aunque pasado un buen rato, mi
constancia tuvo premio, conseguí cazar un antílope, con gran esfuerzo lo llevé hasta la cueva,
donde hice fuego y lo asé, me harté de comer y me puse a pensar qué hacer con mi vida.
Por un lado, quería cambiar de vida, ya que estaba cansado de vivir al margen de la ley y
con el dinero que tenía en una cuenta en Suiza quizás lo podría hacer, pero tampoco sabía
hacer nada que no fuese robar y matar. También pensé en ir a visitar a mi madre, quizás
estuviese todavía viva ¿le haría ilusión verme? ¿Me habría echado de menos durante estos
años? ¿O quizás habría sido una liberación no tenerme cerca durante todo este tiempo?
Decidí ir a España, fui con el caballo robado hacia el norte, y más con penas que alegrías
llegué a una ciudad que me cautivó, su luz, sus edificios y sus gentes. Esa ciudad era
Marrakech, donde la alegría invitaba a quedarse. Busqué un hostal barato en la medina de la
ciudad, donde por fin me pude asear como Dios manda, comer como es debido y dormir
encima de un buen colchón. Me quedé unos días para descansar y volver a emprender viaje
hacia mi destino, España. Me di cuenta en esos momentos de que añoraba mi tierra.
Aunque hacía meses que había abandonado las Vegas, sabía que todavía me estaría
buscando la policía así, que tenía que tomar precauciones a mi llegada a Ceuta. Cuando
llegué al aeropuerto de Ceuta vi que un policía me observaba detenidamente. Yo en ese
momento supe que me había reconocido, apresuré mi paso para llegar a la puerta de
embarque e intentar despistarlo. Con las prisas no me di cuenta que me dirigía a otro policía
con el que tropecé y me detuvo.
Para evitar llamar la atención, me llevó a una sala de interrogatorios, donde para mi
sorpresa yo no era el único detenido.
- ¡Buenos días! -dijo el policía.
- ¡Buenos días! –contesté.
- ¿Se puede saber por qué corrías?
- Porque no sabía lo que me iba a pasar…
- ¿Tú formas parte de la banda de Al Copone? –me preguntó así, de repente.
La pregunta me dejó un poco sorprendido, parece ser que medio mundo andaba tras
mis pasos.
- Puede…
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- ¡No me vaciles!, que es peor para ti –su tono empezaba a ser ya de muy enfadado.
- Ya… -dije yo en tono pasota-. ¿De qué me está hablando?
El guardia de seguridad llamó a la policía nacional para trasladarme a Madrid y declarar
ante el juez. A los dos días, esposado y con una fuerte custodia policial, me trasladaron a
Madrid, donde me esperaba un juez llamado Rogelio. Cuando lo vi me causó una gran
sorpresa, jamás hubiese imaginado que el viejo Rogelio era juez en España, aunque
realmente no sabía todavía si eso era bueno o no. Fuera como fuese, el juez decidió que en
tres días empezaría el interrogatorio.
Me llevaron a la cárcel de Carabanchel, me metieron en una celda con dos tíos que tenían
cara de pocos amigos. Uno era moreno, fuerte y con una cojera bastante visible, por eso le
llamaban ‘’El Pata’’, el otro era bajito, rechoncho y con dos impresionantes cicatrices en la
cara, era ‘’El Cosido’’.
El primer día de espera en la cárcel a que llegara el juicio tuve una visita sorpresa. El juez
Rogelio en persona.
- ¡Buenos días, Gaspar!, ¡cuánto tiempo sin vernos!
- ¿Qué hay, Rogelio? Es verdad… ¡cuántos años sin verte!
- Gaspar, -me dijo directamente- tienes mala papeleta.
- ¿Tú crees? -le dije, aunque sabía que era bien cierto. Yo creo que no es tan mala.
- ¡Hombre!, eso dependerá de ti -me dijo Rogelio sin perder la sonrisa.
- ¿Qué es lo que quieren saber?
- Imagino que ya sabes que Al está detenido hace tiempo, pero él todavía no habla.
Quieren saber todo sobre la banda, cómo se financiaba y quiénes están implicados en
ella.
- ¿Qué es lo que voy a recibir yo por mi silencio?
- Procuraré que te caiga la menor pena posible.
- Eso no es suficiente, si a mí me meten entre rejas a ti también te meterán conmigo. –
Sabía que era una apuesta fuerte, pero tenía que mantenerme firme en mi actitud-.
Sabrán que perteneces a la banda de Al -añadí, en tono de amenaza. Adiós, Rogelio
nos vemos pronto y espero que nos hayamos entendido.
- ¡Adiós, Gaspar!
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Los dos días restantes al día del juicio se me hicieron largos, aburridos y pensando en
cómo salir de ese atolladero.
Llegó el día señalado y a las nueve de la mañana fui trasladado al juzgado, donde me
esperaba mi abogado (me lo había preparado el juez Rogelio). Con él ya había decidido qué
estrategia seguir en el juicio. Me dijo que el fiscal no era tan fiero como parecía. Pero había
que intentar no cometer errores.
Entré en la sala y empezó interrogándome el fiscal. Me preguntó:
- ¿Su nombre verdadero es Gaspar?
- Sí, así es.
- ¿Trabajó usted para Al Copone en la ciudad de Las Vegas?
- Sí, limpiaba las oficinas.
- ¿Pero no es cierto que usted… digamos, hacía trabajos sucios?
- - Eso no es cierto.
- ¿Quién mató a los policías en Las Vegas?
- Fueron Dani y Rosco.
- ¿Y quién se ocupaba de evadir el dinero a paraísos fiscales?
En esos momentos el juez Rogelio se removió en su asiento y tomaba aire. Yo lo miré de
reojo y entonces contesté:
- Ese creo que era Michel, si no me equivoco. Era un como un gran matemático con las
cosas del dinero.
- Lo que parece es que Michel era un palurdo y pienso que usted sabe más de lo que
nos cuenta.
- Ya le he dicho que simplemente era el que limpiaba las oficinas y le estoy contando
todo lo que oía y escuchaba en algunas ocasiones.
Así siguió el juicio durante dos horas y en un par de ocasiones el juez Rogelio me tuvo que
echar un cable porque me vi en un aprieto. Esposado, me levanté de la sala y me llevaron en
el mismo furgón a la cárcel, a esperar la resolución del juicio que tardaría unos quince días.
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Durante esos días tuve varias visitas de Rogelio, informándome de cómo iban las
deliberaciones del jurado, que no tenían buena pinta. Había que pensar en una idea para
escapar de esta situación tan comprometida en la que los dos nos encontrábamos.
La víspera de la resolución Rogelio vino a visitarme con un plan que había elaborado con
unos colegas del gremio, mafiosos y delincuentes. Cuando me llevaran hacia juzgado, el furgón
policial sufriría un accidente, los amigos de Rogelio harían todo lo posible por sacar el furgón
fuera de la carretera y al pararse, a punta de pistola, harían bajar a los policías y abrirían la
puerta donde yo estaría esposado con cadenas en los pies y manos, me soltarían y huiríamos
de allí al aeropuerto donde tendría un avión preparado para sacarme del país.
- Es sencillo y sin fallos, dijo Rogelio, nada puede salir mal.
- ¿Y si falla? Me juego el cuello, si me pillan no me juzgarán con tanta benevolencia, me
condenarán directamente a cadena perpetua sin preguntar.
- No saldrá mal nada. De todas maneras, si te quedas más tranquilo yo iré detrás del
furgón para lo que pudiera pasar.
- Vale, si es así acepto, prepáralo para mañana.
Al día siguiente yo estaba muy nervioso, no había dormido nada la noche anterior
repasando en mi cabeza todo el plan que Rogelio me había preparado para ver si encontraba
algún fallo que pudiera echar al traste el plan. Rogelio, como prometió, estaba allí
esperándome a la salida de la cárcel en su Rolls Royce negro, que me recordó al de Al. Nos
dirigíamos hacia el juzgado, pero de repente… ¡plon! Un voluminoso coche se estrelló contra el
furgón policial. Los policías estaban inconscientes en la parte delantera, pero yo gracias a Dios
estaba bien. Rogelio, como había dicho, estaba atrás con su coche, me ayudó a salir y me
preguntó:
- Muchacho, ¿te encuentras bien?
- Sí, le contesté.
- Menudo susto que te habrás llevado, ¿no?
- Sí, la verdad es que me he llevado un susto tremendo.
- ¿Te duele algo, te encuentras bien, tienes alguna herida? –Rogelio tenía el gesto muy
serio y no paraba de mirar en todas las direcciones.
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- Sí… me duele la pierna izquierda y el brazo derecho, pero creo que no los tengo rotos.
- ¡Gaspar! ¿Qué es eso que te sangra, muchacho?
Me miré el costado, tenía un trozo de cristal clavado no muy profundo, pero había tocado
alguna vena y por eso sangraba tanto.
- Sube al coche, en casa te curaré para que dejes de sangrar –Rogelio, era evidente,
tenía prisa por desaparecer de allí cuanto antes.
- Pero, ¿qué pasara con el plan?, no podré coger el avión –en ese momento mi gran
preocupación era huir bien lejos, mis heridas ya se curarían.
- Olvídate del plan, vamos a casa y ya veremos lo que hacemos.
En casa de Rogelio me curé las heridas y estuvimos hablando toda la tarde y parte de la
noche sobre lo que al final iba hacer. Me ofreció vivir en su casa un tiempo, porque como era
juez nunca sospecharían de él. Yo le dije que no, que sería una carga para él y solo me quedé
a dormir aquella noche.
Pronto, por la mañana, Rogelio me llevó en coche hasta la estación de tren más cercana,
que me llevaría a Barcelona para coger un barco hacia África. ¿Por que África? os
preguntaréis, pues porque como África es un continente poco desarrollado, pensé que pasaría
más desapercibido entre la pobre gente de allí, además creía que la policía no iría hasta tan
lejos para buscarme.
Cuando llegué a Barcelona no quedaban billetes de barco y tuve que elegir entre dos
opciones: la primera, esperar al siguiente barco que zarparía al día siguiente a las nueve y
media, o la segunda opción meterme en el barco pasando por alto todos los controles de
seguridad.
Y así lo hice, esperé a que entrara toda la gente para entre la multitud pasar
desapercibido. Logré entrar, pero lo que más me costaría encontrar sería comida y un lugar
donde dormir. Estaba paseando por el barco y de repente salió una chica de la limpieza de una
lujosa suite, y en ese mismo instante le pregunté:
- ¿Quién se aloja en esta fabulosa suite?
- Ahora mismo nadie señor, dijo, ¿por qué lo pregunta?
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- Por curiosidad señorita, yo estoy en la habitación de al lado, -no podía creer la suerte
que había tenido.
Cuando la chica cerró la puerta yo puse mi pie y la suite no se cerró. Me quedé allí dos
días y una noche sin beber ni comer absolutamente nada, hasta que por fin hicimos una
parada. Hasta pasado mucho tiempo no lo supe, pero habíamos llegado a nuestro destino:
Maputo, capital de Mozambique. El puerto que tenía ante mí era pequeño y maloliente, había
mucho caos, la gente del lugar tenía sus maltrechos puestos de venta ambulante justo a la
bajada de la pasarela del barco para que los turistas pudieran comprar sus productos, joyas
fabricadas artesanalmente por sus mujeres, mantas, manteles, vestidos, figuras y tambores
hechos con madera de aquella región.
En cuanto uno bajaba del barco todos los vendedores te tiraban del brazo o la camisa
para que les compraras algo de lo que vendían. Mientras me estaban enseñando joyas que
una mujer había hecho, giré la cabeza hacia otro puesto y cuál fue mi grandísima sorpresa:
entre tanta gente estaba en aquel puesto regateando El Lágrimas con Betty. Ella giró la cabeza
hacia mí y nuestras miradas se cruzaron. Su sorpresa fue aún mayor. Le hizo una seña a El
Lágrimas y echó a correr hacia mí, se me aferró a mis brazos con lágrimas de alegría en los
ojos:
- ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has llegado? ¿Cuándo has llegado?
- Es una larga historia Betty, ya te la contaré.
- ¡Hombre tío! ¿Qué haces aquí? –el gesto de El Lágrimas también era un gran
asombro, no se podía creer que estuviéramos juntos otra vez.
- Vamos a vuestra casa y os cuento.
Y así hicimos, aunque para ello teníamos que viajar un poco más. Nos montamos en un
pequeño barco que nos llevó a la gran isla de Madagascar.
Una vez dentro de la casa de Betty y de El Lágrimas, les conté todo lo que me había
pasado en todo este tiempo que llevábamos sin vernos. El Lágrimas no veía capaz a Rogelio
de actuar de juez ni todo lo que hizo para lograr que me escapara.
Tras una larga noche de fiesta y de buenas risas en casa de Betty y El Lágrimas, me
invitaron a alojarme en su casa y quedarme con ellos todo el tiempo que quisiera y que fuera
necesario, y así lo hice. Me instalé esa misma noche con ellos.
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A la mañana siguiente, El Lágrimas y yo nos fuimos a tomar una copa al bar que
estaba a 300 metros de la casa, mientras Betty se quedó preparando la comida. Cuando
estábamos en el bar, nos sentamos en una mesa situada al fondo, en una esquina donde nadie
podría oír nuestra conversación.
El bar estaba lleno de gente muy normal, y ambientado con una música muy marchosa,
parecía muy acogedor. El camarero nos tomó la nota y nos sirvió. Tras contarle a El Lágrimas
que Al estaba detenido, me contestó:
− No me extraña nada que Al esté detenido, pero tenemos que hacer todo lo que
esté en nuestras manos para sacarlo de ahí.
− Sí, -contesté muy rápidamente-, tienes razón, pero será muy difícil lograrlo.
− Tenemos que intentarlo, él nos ha dado trabajo durante todo este tiempo, hayan
ido las cosas mal o hayan ido bien.
− Sí, lo sacaremos. A mí, cuando llegué a las Vegas, no me puso ninguna pega por
que trabajara para él y yo lo acepté muy contento sin saber de qué iba a tratar mi
trabajo -afirmé muy tristemente.
− ¿Y si llegas a saber de que trata tu trabajo, no lo hubieras aceptado? –me
preguntó El Lágrimas.
− Me lo hubiera pensado…, pero ahora estamos hablando para intentar sacar a Al de
la cárcel.
Al cabo de una hora y media decidimos ir a dar una vuelta por la isla de Madagascar,
ya que a mí me habían hablado desde muy pequeño de esta isla, me parecía un lugar muy
interesante.
Más tarde nos dirigimos a casa a ver qué hacía Betty, que la pobre llevaba toda la
mañana sola en casa. Una vez dentro de casa, El Lágrimas le explicó todo lo que le había
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contado de Al y que pretendíamos que ella nos ayudara a idear un plan para sacar a Al de
aquel lugar del cual la gente hablaba muy mal y yo tuve una experiencia mala cuando me
metieron a mí en Madrid y no quería que le pasara lo mismo a él.
Betty estuvo pensando varios minutos y nos dijo que cuando se le ocurriera un plan no
tardaría en comunicárnoslo, así que nosotros nos pusimos también en pensar un plan.
Se estaba adentrando la noche y nosotros todavía no teníamos ningún plan, lo cual nos
hizo ponernos muy nerviosos. A la mañana siguiente, cuando despertamos, les comuniqué una
idea que tuve por la noche, ya que no puede dormir pensando en el pobre Al.
− ¿Qué os parece si esta tarde volvemos a coger un barco? –les dije, empezando a
explicar mi idea.
− ¿Un barco…, para qué?, -preguntó El Lágrimas inquietamente
− Para volver a Las Vegas –les dije intentando ver cómo reaccionaban.
− Pero allí tendremos a la policía detrás todo el tiempo -contestó Betty.
− Puede que sí. Tendríamos que ir con mucho cuidado, pero lo que iríamos a intentar
es sacar a Al de la cárcel, él no se merece estar en un lugar así.
− ¿Y qué pretendes que hagamos allí? Dijo El Lágrimas, que seguía sin saber mi
plan exactamente.
− Allí iremos a la oficina, cogeremos las armas que nos hagan falta y estudiaremos
los planos para ver por dónde podríamos entrar a la cárcel –les dije con
entusiasmo.
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A Betty y a El Lágrimas les pareció buena idea, así que decidimos partir esa misma
tarde hacia Las Vegas. Primero cogimos un barco que nos llevaba desde la isla de Madagascar
hasta el mismo Sahara. Allí nos encontramos con un hombre muy sabio que nos dijo lo
siguiente:
− No os merece la pena ir con tanta prisa, todo puede esperar en esta vida.
A lo que yo le contesté:
− Todo no. Tenemos un amigo que está en la cárcel y necesita nuestra ayuda.
− Yo tengo muchos planos de varias cárceles, si pasáis por mi casa os los puedo
enseñar y si tenemos suerte igual tengo la que estáis buscando.
No podíamos creer la suerte que habíamos tenido. Tal vez aquel hombre fuese la clave
para nuestro plan. El destino parecía de nuestra parte.
Tras un largo camino a pie de dos horas y media, el hombre sabio nos llevó a su casa.
Por fuera parecía una simple cabaña que construida con paja, nos daba mala espina entrar. Al
entrar, un olor a ratas viejas nos recordó a alguno de los callejones de Las Vegas y El Lágrimas
y yo nos miramos fijamente. Una vez dentro, nos dijo el hombre:
− Estos son todos los planos que tengo de cárceles de todo el mundo, desde China
hasta Estados Unidos.
Nosotros fuimos rápidamente adonde nos señaló y nos pusimos los tres a buscar
locamente el plano de la cárcel.
− ¡Sí! -Gritó Betty-. ¡Este es el plano que estamos buscando!
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− Vale, os lo daré, pero con una condición, -afirmó el hombre sabio.
− ¿Cuál? -Dijo El Lágrimas.
− Tendréis que limpiarme la casa e intentar quitar este olor a rata muerta.
− Vale, perfecto lo limpiaremos -le dije muy convencido
Al cabo de cuatro horas, habíamos terminado de limpiarle la casa y el hombre sabio
nos dio el plano de la cárcel. Eran las seis de la tarde y el siguiente barco a Las Vegas salía en
dos horas. Empezamos a correr para poder llegar al barco a tiempo. Llegamos justamente a las
ocho menos cuarto, así que nos montamos en el barco y fuimos directamente a nuestro
camarote.
− Bueno, ahora tenemos más pistas para poder salvar a Al, -dijo Betty muy contenta.
− Sí, pero los policías van a estar ahí siempre vigilando -le contesté.
A lo que ella me contestó rápidamente que tenía que pensar que todo iba a salir bien.
Pasaron las horas y las horas y todavía seguíamos en aquel barco que parecía que en
cualquier momento se iba a partir por la mitad. Pero al fin llegamos a Las Vegas, o al menos
eso pensábamos.
Pudimos intuir que habíamos llegado a las Vegas por el gran ruido de tráfico y aquellas
potentes luces que entraban por la pequeña rejilla que había en nuestro camarote. Era tanta la
oscuridad que Betty se dio un gran golpe en los dedos de los pies.
- Betty, ¿estás bien? -dije con una pequeña carcajada.
- A mí no me hace gracia -me contestó.
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- Shhh, silencio, me parece haber escuchado unos pasos -dijo El Lágrimas murmurando.
Tuvimos que escondernos rápidamente en un toldo viejo que estaba por el suelo. Por
un momento pensábamos que era el final, que nos habían pillado… esperamos varios minutos,
casi sin poder respirar para no hacer ruido, los pasos se estaban alejando poco a poco.
Primero miré yo para asegurarme de que no había nadie, y así fue. Dije a Betty y a El Lágrimas
que saliesen sigilosamente para seguir buscando la maldita salida.
De repente El Lágrimas tropezó con una enorme maleta, el golpe la abrió.
- ¡Mirad, es una peluca! –sonrió Betty.
- ¡Ostras, mirad, dentro hay muchas más!, -dijo El Lágrimas. ¿Estáis pensando lo mismo
que yo?
- ¡En una bañera llena de chocolate! –quise bromear.
- No, burro, ¡deja de pensar en tonterías que esto es muy serio!
- Vale, lo siento, tranquilo que yo solo quería romper el hielo
- Bueno tú ponte esta peluca lisa, Betty tú la larga y yo me pondré la rojiza.
Y así fue como pudimos salir sin ser reconocidos de aquel barco, disfrazados con las
ridículas pelucas.
Caminando por callejones oscuros y malolientes, nos encontramos una pequeña casa,
que estaba abandonada. Allí nos adentramos en busca de refugio, era la única solución que
teníamos para escondernos de la policía y de la gente que nos pudiera reconocer. Ahí
podíamos idear un plan para poder sacar a Al de la cárcel.
Me di cuenta de que algo iba mal, me fijé en Betty, estaba llorando en silencio. Tuve
una sensación algo extraña, no sabía lo que era, me pregunté si aún sentía algo por ella, no
supe responderme… Me acerqué y le pregunté qué le pasaba, ella me miró y me habló.
- Gaspar, todo esto me supera, no puedo seguir huyendo de la policía ni mucho menos
del mundo, yo quiero ser feliz, como en los viejos tiempos.
La seguía mirando, no sabia qué decirle, quería abrazarla, decirle que todo iba a ir bien
y que pronto sería feliz, pero a la vez me frenaba, sabía que todo iba a ser difícil y que igual no
saldríamos de esta. Me arriesgué y la abracé, solo eso, y rompió a llorar, me partió el alma. Yo
la quería de todas formas y ella tenía razón, no se merecía esto. La dejé y le dije que ahora
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volvería, que no siguiese así, que se tranquilizara, que encontraríamos una solución. Fui en
busca de El Lágrimas, que estaba en la parte trasera de la casa, lo vi un tanto preocupado.
- Hey, esperemos que todo vaya bien, todo esto lo tenemos que superar juntos por
nuestro amigo Al.
- ¿Y Betty?, no quiero hacerle daño, la quiero mucho y no quiero arruinarle la vida –le
dije sincerándome.
- - Creo que Betty hasta aquí llegó.
- ¿Qué quieres decir?
- ¿No crees que todo esto la tiene mal? –El Lágrimas me miraba fijamente al hablarme.
- Sí, pero, ¿qué hago, amigo, qué hago?
- Lo mejor para ella es que la dejes ir y que encuentre su felicidad, la que se merece.
Quiero decir que se vaya lejos de aquí, lejos de todos los problemas, otro país, por
ejemplo, donde sea difícil encontrarla.
- Tienes razón, tengo que ayudarle a alejarse de todo esto, pero necesitaré tu ayuda –le
contesté con seriedad.
- Yo sé quién nos puede ayudar, mi madre, ella puede quedarse un tiempo con ella.
- Eso te crees tú. Mira, yo tengo contactos. Como te digo… tienes que ir a España, ahí
no la encontrarán –me parecía mejor idea que ella se fuese bien lejos de todo.
- Está bien, se lo diremos.
El Lágrimas habló detenidamente con ella y le pudo convencer. Mientras, yo estaba
haciendo una llamada a mi amigo Jerry, él era el hermano que nunca tuve, lo conocí en el
casino. Él se iba a llevar a Betty a España. Le dije que al día siguiente mismo se la llevase.
Al salir el alba, Jerry llegó a la casa donde estábamos alojados. Betty estaba preparada
para marcharse, los dejé solos para que se pudieran despedir bien… Me despedí de ella y se
me cayó una lágrima, estaba convencido de que esta vez sí que nunca la volvería a ver.
Le pedí a Jerry que le explicase a mi madre todo lo que estaba pasando y que algún
día la iría a buscar.
Así fue como Betty salió de nuestras vidas. Por ahora…
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Una vez que Betty y Jerry se habían ido fui a hablar con El Lágrimas para empezar a
pensar en un plan para sacar a Al de la cárcel. Llevábamos mirando el plano de la prisión que
nos dio aquel señor cuando le pregunté si tenía algún plan y me contestó:
- No todavía no tengo ningún plan, ¿y tú? -me dijo El Lágrimas.
- Se me ha ocurrido algo por donde empezar, pero nada más.
- ¿Por dónde empezamos? -me preguntó El Lágrimas.
- Deberíamos primero ir a nuestro antiguo cuartel a coger todo lo necesario: pistolas,
ametralladoras, gas lacrimógeno y algunas bombas cegadoras -dije yo.
- Estoy de acuerdo –me contestó.
Cuando nos dimos cuenta ya era de noche y decidimos parar para descansar.
A la mañana siguiente me desperté antes que El Lágrimas y fui a ver cómo estaba el día
y observé que era un día nublado en el que podía llover. Cundo me quise dar cuenta El
Lágrimas se había situado detrás de mí y me dijo:
- ¿Cuándo vamos a ir a por todo lo que me dijiste anoche?
- Yo creo que tal y como está el día, aprovecharemos por la noche para movernos por
los callejones –le contesté yo.
- Tienes razón –afirmó con seguridad.
Una vez ya caída la noche fuimos a un bar cerca de lo que había sido nuestro cuartel
general. Entramos sin llamar la atención, ya que llevábamos puestas las pelucas. Comimos
algo y luego con un poco de dinero que tenía El Lágrimas pagamos y nos fuimos, llegamos al
antiguo cuartel. Cuando estábamos en la puerta nos dimos cuenta de que estaba precintada,
pero aun así El Lágrimas tenía una llave de repuesto. Entramos sin ningún problema y fuimos
hasta las oficinas donde estaban las armas, las cogimos y nos fuimos, cerrando la puerta y
volviendo a nuestra guarida, por los callejones oscuros y llenos de ratas. Una vez en nuestra
guarida escondimos las armas y nos fuimos a descansar.
Por la mañana mi móvil sonó despertándonos al Lágrimas y a mí. Era Jerry diciendo que
él ya volvía y que Betty ya estaba con mi madre. Entonces le pregunté:
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- ¿Quieres ayudarnos a sacar a un amigo de la cárcel? Pero no será nada fácil, hay
mucho en juego. Si nos pillan iremos a prisión.
- No sé. Si es importante para ti… entonces, vale –me contestó.
- Te esperamos detrás del hotel en el que yo me alojaba –le dije.
- Bien, dentro de dos días más o menos estaré en Las Vegas –dijo Jerry.
- Entonces, cuando llegues me vuelves a llamar para concretar los detalles –y así nos
despedimos.
A los dos días de hablar con Jerry, él me llamó para poder reunirnos. Cuando nos vimos
le hice un gesto para que viniese y El Lágrimas, que estaba a mi lado, también le llamó.
Cuando se acercó a nosotros le saludé y todo seguido le dije que nos siguiera. Fuimos rápidos
hasta llegar al refugio. Una vez allí tomamos un poco de aire, ya que nos desplazamos casi
corriendo entre las estrechas calles del centro de Las Vegas.
Una vez en el refugio El Lágrimas le empezó a preguntar a Jerry por Betty:
- ¿Cómo estaba cuando la dejaste? –quiso saber El Lágrimas.
- Se quedó bien y tranquila -le contestó Jerry –y me dijo que si hablaba contigo te diera
muchos abrazos y besos y a ti, Gaspar, me pidió que te diera las gracias por todo lo
que estás haciendo por su bien y que cuando podáis os pongáis en contacto con ella.
- Bueno, pues vamos a descansar y mañana planeamos cómo entrar en la cárcel.
Ya a la mañana siguiente, viendo los planos de la prisión a Jerry se lo ocurrió cómo
poder entrar y contó su plan:
- A mí, que no se me conocen, puedo entrar haciéndome pasar por una visita para
hablar con él y contarle que le vamos a sacar. Será dentro de tres días. Ya le diremos a
qué hora estaríamos para que él esté preparado. Entonces, desde abajo, modificando
una carga de explosión, podemos hacer un agujero en el suelo de su celda y desde los
túneles situados en la zona subterránea le sacamos hasta un furgón en el que estaré
yo con el motor en marcha preparado para la huida. ¿Qué os parece mi plan?
- Una pasada, pero funcionará –dijo El Lágrimas.
- Por su puesto –dije yo, que le conocía bien a Jerry y sabía de lo que era capaz.
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Al día siguiente, empezamos reparar los explosivos y las armas para después no tener
que tardar demasiado tiempo. El segundo día fuimos a alquilar un vehículo, pero como no nos
llegaba robamos una furgoneta de limpieza que estaba aparcada cerca del callejón donde nos
resguardábamos y la preparamos.
El día previsto llegó y ninguno de los tres habíamos dormido en toda la noche. Eran las
diez y media de la mañana y El Lágrimas y yo estábamos en los túneles preparando la carga
explosiva. Cuando Jerry nos hizo la señal, hicimos explotar el suelo de la celda donde estaba
Al. Era el momento de máxima tensión. Cuando el agujero ya estaba hecho y se fue todo el
polvo, Al bajó y al verme a mí y a El Lágrimas se emocionó, pero no había tiempo y le dimos un
arma a Al y nos dirigimos a la furgoneta. Una vez en ella Al, nos abrazó entre gritos de alegría.
Mientras estábamos de camino a nuestra guarida, le contamos uno a uno todo lo que
nos había ido pasando. De camino a nuestro refugio oímos en la radio de la furgoneta lo que
habíamos hecho y ya se ofrecía una recompensa por Al. Entonces, decidimos irnos de Las
Vegas, no podíamos hacer otra cosa.
Empezamos a pensar el fugarnos a algún lugar lejano. Muy lejano.
Después de estar pensando en el coche durante unas cuantas horas hacia dónde nos
dirigiríamos, no teníamos opción, el lugar más seguro sería volver a Madagascar; pero cómo
haríamos para pasar despercibidos le pregunté a Al.
- No sé... –respondió con cara de circunstancias.
Parecía un poco preocupado, seguro que pensaba que lo más seguro es que no
saldríamos de esta.
Al nos dijo que nos fuéramos rápidamente hacia el puerto, asi lo hicimos. Nos dirigimos
hacia el puerto lo mas rápido posible para ver cuándo salía el último barco hacia el África y así
intentar volver a Madagascar. Yo pensé hacia mis adentros “¿qué tendrá planeado Al?”, lo miré
y tenía una sonrisa de oreja a oreja, así que dejé de preocuparme porque sabía que su plan
saldría bien, como siempre.
Una vez llegamos al puerto, Al nos dijo muy apurado:
- Debéis iros vosotros, no os preocupéis por mí, ya os alcanzaré...
Yo hubiera preferido que Al viniera con nosotros en ese momento, pero su firme gesto de
seguridad me convenció; además, no teníamos mucha elección, la policía a esas alturas ya
estaría muy cerca y no podíamos perder el tiempo con dudas. Nos bajamos muy deprisa de la
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furgoneta y cogimos el primer barco que nos llevaba hacia África; la verdad, tanto viaje me
tenía ya mareado, pero si no lo hacía podía acabar arrestado y era lo menos que quería.
Unas semanas después ya estabamos en la paradisíaca isla de Madagascar. Por fin
descansé de huidas, de tanto viaje, ahora lo único que había en mi mente era descansar.
Pasaban los meses y no sabíamos nada de Al. Nos empezamos a preocupar un poco, El
Lágrimas, Jerry y yo intentamos contactar con él por todos los medios, pero era imposible.
Un día me levanté un tanto asustado, ya que había tenido una pesadilla muy rara, en ella
yo soñaba que estaba en la cárcel con mis dos compañeros, con El Lágrimas y con Jerry, la
policía nos había pillado cuando sacamos a Al de la cárcel y a Al lo habían condenado a
sentencia de muerte; por suerte me desperté y fui a desayunar. Me quedé pensativo ¿qué
querría decir esa pesadilla?, ¿sería una señal de que Al estaría mal?
El tiempo pasaba deprisa y seguíamos sin saber nada de Al, eso ya era demasiado
preocupante, aunque sabíamos que lo más seguro era que estuviera bien. Un día fuimos los
tres a tomar una copa al bar que estaba a trescientos metros de la casa y vimos en la tele que
un buen amigo de Jhonny, llamado Luis, había asesinado a Al en Argelia, en el norte de África,
al parecer Al se dirigía hacia Madagascar en busca de nosotros, tal y como nos había dicho.
El Lágrimas , Jerry y yo nos miramos fijamente, nos quedamos atónitos, no sabíamos qué
hacer. Ahora sí que era verdad que no teníamos jefe alguno, pero nosotros no podíamos
quedarnos con las manos cruzadas, habían matado a nuestro jefe. Era tanto el rencor que
sentíamos que decidimos ir en busca de Luis para vengar la muerte de Al.
Sabíamos que estaba arrestado, por eso fuimos hasta Argelia, desde allí iríamos al
desierto del Sáhara para buscar al mismo sabio que nos había dado el plano de la cárcel
donde estaba Al. Entramos de nuevo a la casa del sabio y estaba igual de sucia que cuando
fuimos la última vez antes de que la limpiáramos. Media hora después encontramos el plano
correcto y el sabio nos volvió a pedir algo a cambio:
- ¿Qué quieres a cambio? –le pregunté.
- Que me volváis a limpiar la casa –dijo mirándonos con un tono burlón.
Le miré y le dije también con el mismo tono:
- De acuerdo, pero que sea la última vez y mira a ver si dejas de ser tan guarrillo, eh.
Una vez terminamos de limpiar la casa, intentamos planear algo para vengar la muerte de Al.
- ¿Se te ocurre algo? –me preguntó El Lágrimas.
- No ¿y a ti? –le respondí.
- No –y se quedó muy pensativo, mirando al vacío.
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A Jerry sí se le ocurrió una idea que era buenísima:
- El día del juicio Luis tendrá que salir en el furgón –dijo Jerry– será la única oportunidad
que tengamos para hacerle lo que tengo pensado...
- ¿Y qué tienes pensado hacerle? –preguntó El Lágrimas.
- Qué mejor que una muerte lenta y dolorosa –dijo Jerry.
- Interesante... sigue contando tu idea.
- Hay que hacerse con la furgoneta policial y después empezaremos la acción.
Días después llevamos a cabo el gran plan. No quisiera entrar en detalles, pero la verdad
es que salió mejor de lo que esperábamos y nadie sospechó de nosotros. Ciertamente esa fue
la mejor venganza de nuestras vidas.
Una vez terminado nuestro objetivo, volvimos a Madagascar. Ya no sabíamos qué hacer...
pasamos unos meses más allí, y por mi cabeza rondaban un montón de preguntas que se
resumían en una sola: ¿qué hacer ahora? Decidí que lo mejor sería volver a España ya que no
tenía antecedentes e intentar reencontrarme con mis padres…
No sé qué fue de El Lágrimas ni de Jerry, ya que no tuvimos tiempo de despedirnos,
puesto que salieron urgentemente paraa Estados Unidos por unos asuntos privados en los
que tampoco quise meterme.
Otra vez me encontraba solo ante mi destino. Y ya había tomado una decisión. La llevaría
a cabo.
Llamé a Betty y le dije que volvía a España, le dije que fuera a buscarme al aeropuerto
y que no le dijera nada a mi madre, yo quería que fuese sorpresa. Al día siguiente falsifiqué el
pasaporte, ya que al sacar a Al de la cárcel habían fortalecido nuestra búsqueda.
Era ya el día de volver a España, llegué al aeropuerto dos horas antes, fui al bar y me
bebí una Coca-cola, estaba nervioso, quería ver ya a Betty y a mi madre, pasé los controles y
por fin llegué al avión y me quedé dormido.
Por fin aterrizamos. Contemplé sonriente el soleado cielo y salí de la segunda terminal
de Barajas. De repente vi a una persona a lo lejos con una escopeta, salté hacia un contenedor
para que me cubriera del disparo, pero la bala me alcanzó.
De manera súbita desperté, no sabía dónde estaba, veía borroso y me dolía mucho el
costado y la cabeza, no podía respirar y no recordaba nada, vi a una chica, pero no la
distinguía. Ella me habló:
49
- Gaspar, Gaspar, ¿estás bien?
Era Betty, y le contesté.
- No. ¿Dónde estoy?
- Gaspar, te han intentado asesinar, pero por suerte la bala entró poco y apenas te rozó
el pulmón. Estás en el hospital bajo vigilancia policial, ya he avisado a El Lágrimas y a
Jerry para que vengan a rescatarte, pero todavía estás demasiado débil como para
huir.
- ¿Y mi madre?
- Tranquilo, no sabe nada. Le he dicho que al final te has tenido que quedar, pero que
volverás en poco tiempo. En cuanto te encuentres bien te cogerán para llevarte a la
cárcel, me tengo que ir, estoy infiltrada de enfermera.
Al día siguiente entró un policía y me dijo:
- Hola, Gaspar. No conseguimos encontrar al hombre que le disparó. En cuanto a usted,
en cuanto salga del hospital tiene una cita con el juez.
- ¿Se sabe quién me disparó? –quise saber yo.
- No. Ya le informaremos, pero respóndame una cosa, ¿por qué ayudó a ese hombre a
escapar? Ya sabe, a Al Copone.
- Era un amigo –fue lo primero que me salió para contestarle.
- Vale, yo que usted no volvería a escapar, podría salir de la cárcel en poco tiempo, no
tiene apenas deudas con la justicia española.
Yo me quedé reflexionando, no iba a estar siempre huyendo. Me había recorrido medio
mundo, quería intentar llevar una vida normal, pero por otra parte tenía deudas con demasiada
gente y había alguien suelto por la ciudad que ya había intentado matarme, por qué no iba a
intentarlo otra vez, la verdad es que estaba hecho un lío.
Recuerdo esa noche como si fuese ayer, no podía conciliar el sueño, estaba pensativo,
pero cuando ya eran las cinco y media de la mañana conseguí dormir.
50
A la mañana siguiente, Betty me despertó apresuradamente:
- ¡Gaspar, Gaspar tenemos que planear tu huida rápido! –me dijo con tono preocupado.
- Betty, no sé, la verdad es que he hablado con un policía y lo mejor es cumplir condena
y llevar una vida normal.
- ¡Es que no lo entiendes! Lo que quieren hacerte es llevarte a Estados Unidos para
juzgarte y una vez que te lleven allí te pueden condenar a pena de muerte o a cadena
perpetua y de esas cárceles es casi imposible sacarte.
- ¿Y tú cómo sabes eso?
- Se lo he oído a dos policías, parecen ser de muy alto rango.
- Sí, pero escúchame. En la calle hay alguien planeando matarme y a vosotros también,
tenemos que ganar tiempo para que lo cojan o lo eliminemos y poder escapar.
- Vale, ya sé cómo ganar tiempo, es duro pero no hay otro remedio –me miró con cara
de circunstancias y siguió hablando-. Golpéate las costillas y di que te has caído de la
cama, eso nos dará por lo menos un mes más.
- Vale, tú habla con Jerry y El Lágrimas.
- ¡Adiós Gaspar, cuídate!
Betty seguía de nuevo conmigo y estaba decidida a ayudarme. Al menos, algo me
sonreía en la vida.
Como había dicho Betty, procedí a golpearme con los puños las costillas, no era algo
agradable para ninguna persona. Sentía cómo se partían por la mitad y se clavaban en mi
costado con fuerza, ahogaba los gritos y alaridos de dolor mordiendo mi camisón de hospital.
Cuando terminé, me dejé caer suavemente de la cama y entonces grité con fuerza, dos
policías y dos enfermeras entraron y me pusieron sobre la camilla, palpándome el costado.
- Dos costillas rotas –dijo una por mi lado derecho.
Los policías suspiraron, aquello no estaba en sus planes para nada y tardarían más
tiempo en ajustar cuentas conmigo.
Pasaron apenas dos semanas y me recuperaba favorablemente, todo iba bien.
Entonces llegó El Lágrimas. No quería ni imaginar lo que habría hecho para eludir la vigilancia
policial.
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- ¡Cuánto tiempo! –dijo chocando su puño con el mío. Me vio todo vendado y soltó una
risotada.
- Tío, estás fatal -añadió entre risas.
Le golpeé en el hombro. Miró a su alrededor y me tomó a hombros, una cuerda salió de
debajo de su chaqueta, bien oculta, y la dejó deslizarse por la ventana. Bajamos y allí estaba
Betty con el coche en marcha, montamos y nos fuimos sin llamar la atención.
Llegamos a mi casa, mi madre me recibió con un feliz abrazo y con la triste noticia de
que mi padre había muerto hacía unos años. No sabía si llorar o reír, aquello era impensable,
pero había sucedido, la muerte nos tocaba a todos al final del recorrido.
Pasé como dos semanas oculto en la casa de mi madre, ella no sabía nada de mi
pasado, pero tampoco me agobiaba con preguntas, ya que ella en el pasado había sufrido
mucho. Todo estaba yendo bien, no me molestaba ayudar a mi madre y de vez en cuando por
la noche estaba junto a El Lágrimas y Betty como “sujetavelas”.
En ese momento me quedaba sólo pensar en qué haría si la policía volvía a
capturarme. ¿Ir a la cárcel o simplemente escapar de nuevo? Era difícil, no quería abandonar
la libertad, pero tampoco quería estar en prisión.
Me levanté de la cama, pasándome una mano por el pelo, estaba ya más mayor que
cuando vivía con mi madre, pero estaba a gusto y casi sin preocupaciones, excepto el
problema de que no podía salir casi nunca de casa por el peligro que corría de que me viera la
policía.
- ¡Problemas Gaspar! –gritó El Lágrimas, entrando de golpe en mi casa.
- Han cogido a Betty como sospechosa por tu desaparición –dijo con los ojos rojos,
prueba de haber llorado justo antes de vernos. Su gran mano apretaba mi hombro
haciéndome un poco de daño.
Salimos de mi casa, con mi madre preguntando por detrás qué ocurría. Le dije que no era
nada y nos montamos en el coche de El Lágrimas, apretó fuerte el acelerador y llegamos a
donde Betty estaba viviendo. Todo estaba revuelto, con las cosas tiradas por el suelo, parecía
que se la habían llevado a la fuerza.
- Yo no estaba en casa –dijo lastimoso El Lágrimas.
- ¿Pero por qué piensas que fueron policías? –pregunté.
El Lágrimas me miró interrogante, en ese momento empezó a darse cuenta de la situación
y a ver que tal vez se había equivocado.
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- Un policía no te destroza la casa, como mucho te da un golpe para llevarte... –abrí un
cajón y faltaban bastantes cosas.
- Ladrones y unos muy buenos –dije tomando el trapo que seguramente usaron para
borrar huellas dactilares. Le miré a los ojos, estaba enfadado, tanto que golpeó una
pared, abriendo un poco la pintura. Solté un suspiro y le consolé un poco dándole
varios golpes suaves en la espalda.
Volvimos a montar en el coche.
- Ahora estamos solos, no tenemos ayuda de nadie y no tengo ni idea de quién pudo ser
–le dije poniéndome un poco nervioso.
Aquello no me gustaba para nada y encima estando tan solos no teníamos medios ni
recursos para conseguir alguna pista que nos llevara a encontrar a aquella persona o
personas que se habían llevado a Betty.
Estaba claro que nuestras vidas estaban condenadas a no tener nunca paz y
tranquilidad.
Condujimos durante horas, ambos en silencio, pensando en lo que podríamos hacer si
no encontrábamos a Betty en ningún lugar de la ciudad. Ambos nos encontrábamos tensos y
se nos notaba, El Lágrimas apretaba con fuerza el volante y yo no paraba de pasarme la mano
por el pelo, nervioso. Nos detuvimos en una cafetería a las afueras de la ciudad, buscando algo
de silencio y tranquilidad. Nos sentamos en una mesa, uno frente al otro.
Dos cafés nos agradaban con su suave aroma, dándonos un poco de vitalidad. Fui a
darle un pequeño sorbo al mío cuando vi a Betty sentada entre dos hombres de gran tamaño.
Tenía los ojos llorosos y la cara bastante apenada, roja, como si hubiese estado llorando
durante horas o días.
Hice señas suaves a El Lágrimas y al girarse pude ver cómo sus ojos casi se salían de
sus órbitas, la había reconocido a pesar de que estaba desarreglada y sin maquillaje alguno.
Ambos nos miramos, no teníamos armas, pero algo teníamos que hacer. Tomamos dos botes
de azúcar de gran tamaño y nos los metimos en la chaqueta, al acercarnos hicimos que se
notaran sobre la misma, como si lleváramos un arma.
Los hombres nos miraban aterrados, Betty en cambio al reconocernos sonrió, la
habíamos salvado.
- La chica se viene con nosotros –dije intimidante.
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Ambos hombres la dejaron salir del lugar, El Lágrimas la abrazó y se besaron. Demasiado
bonito para mí.
Al montarnos en el coche enseñamos a los tíos los tarros de azúcar, o sea, “nuestras
pistolas” y arrancamos viendo por el espejo retrovisor su cara de furia.
Nos bajamos cerca de la casa de Betty y la acompañamos hasta dentro, ni una sola
palabra se había dicho el viaje. Nos sentamos los tres en el sofá y la miramos impacientes.
- No sé nada, solo que van a por vosotros... Al parecer Al hizo algo en contra de estos
tíos –nos miró suplicando perdón por su escasa información.
- Dijeron que el nuevo chico de Al Copone mató a su jefe... el mismo año que tú estabas
de nuevo... era el tío del maletín.
Abrí los ojos sorprendido. Mi primer cadáver aún era recordado aparte de en mis sueños
por otras personas más peligrosas que yo.
Necesitábamos un poco de paz para poder pensar y relajar nuestras vidas. En casa de
mi madre yo no estaba mal del todo, y Betty y El Lágrimas se buscaron un nuevo apartamento
que fuera mucho más seguro, para evitar nuevos sustos.
Betty nos dijo que tras el registro que había habido en su casa tan solo echaba de
menos un maletín. En él había algunos datos sobre nosotros y también miles de euros. De
nuevo un maletín se cruzaba en nuestro camino para traer inquietud. Lo del dinero tal vez
tuviera solución, pero aquella documentación comprometida no podía estar en manos de
cualquiera.
Mientras todo iba calmándose dedicaba algunas tardes a dar largas caminatas,
paseaba por las calles de Madrid. Un día, al ver un escaparate de una agencia de viajes, tras
pararme allí un buen rato, se me quedó la mente y blanco y recordé todo lo pasado desde el
principio. Me vino a la mente cómo empezó todo, aquella tarde en la que se produjo el
desgraciado incidente con aquel conductor que después se casó con mi madre, el encuentro
con Al Copone y los largos y continuos viajes de un sitio a otro, con la intención última de llevar
una vida normal.
Un empujón por la espalda me devolvió a la realidad.
- Lo siento –dijo el transeúnte –es que llevo mucha prisa.
- No pasa nada –respondí.
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Entonces eché una última mirada al escaparate y volví a pensar en aquellos tiempos de
locura y de acción y una vida completamente difícil, al margen de la ley y de mi familia, a la
cual había dejado de lado durante tantísimo tiempo. Cuando entré en el gimnasio Sandman, el
director del gimnasio me habló.
- Buenas, ¿has venido a apuntarte?
- No, gracias -le respondí- he venido a buscar a un amigo.
- ¡Hola, Gaspar! Dijo una voz al fondo, era El Lágrimas.
- ¿Qué tal, Lágrimas? Dejando el tema del maletín, debo marcharme unos pocos meses,
me han salido unos líos en Sierra Leona y debo ir. Cuando esté de vuelta prometo
ayudarte con Betty. Lo prometo. Lágrimas, no os dejaré tirados, pero te pido solo unos
meses de ausencia –le dije a susurros en la oreja mientras de daba un abrazo como
tapadera.
- Hombre veo que os conocéis –dijo El Lágrimas para cambiar de tema.
- Gaspar, este es Sandman. Sandman, este es Gaspar.
- ¡Encantado!, -dijimos los dos a la vez, mientras nos dábamos la mano.
El Lágrimas me explicó algo más sobre este hombre. Yo le escuchaba con atención.
- -Sandman era un exmarine veterano, estuvo en Vietnam defendiendo a su país de
origen, ya que su madre era estadounidense y él había pasado toda su infancia en
Estados Unidos. Su padre fue bombero y perdió la vida en un gran incendio en un
centro comercial en Los Ángeles, en el que otros cinco compañeros también murieron.
La vida de Sandman fue dura, su madre se casó con un hombre rico que maltrataba a
Sandman. A eso supongo que venía la cicatriz que tenía en la cara, la cicatriz
atravesaba el ojo de arriba a abajo.
- No, lo de la cicatriz ocurrió en Vietnam. Una bomba estalló en el campamento y la
metralla de la bomba me golpeó en la cara, como fue un atentado que no nos
esperábamos no tenía las gafas puestas y ocurrió esto –dijo señalando la cicatriz del
ojo.
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Tras haber estado hablando durante bastante rato en el gimnasio invitaron a Sandman a
comer. Al final de la comida, El Lágrimas de comentó algo que me sorprendió un poco, aunque
tampoco demasiado:
- Gaspar, hemos estado pensando en que Sandman podría unirse a la banda…
- ¡Por favor! –interrumpió Sandman –necesito el dinero, el gimnasio va mal, apenas
tengo ingresos.
- Está bien, de todas maneras puede que tu experiencia con los marines, las armas de
asalto, el control de situaciones peligrosas y todo eso nos venga muy bien –mientras
comíamos yo ya lo había estado pensando.
- ¡Muchas gracias, Gaspar, no te arrepentirás!
Por una vez en un largo tiempo sentí que mi vida era normal, que por una vez en mucho
tiempo sentí que por un momento tenía una comida entre amigos, aunque quizás el tema de
conversación no fuese el más apropiado entre unos colegas.
Pensamos que lo mejor era llevar a Sand a mi casa para que pasara un tiempo allí y
conociera al resto del equipo. Pero entonces pasó lo que menos podíamos esperar. Yendo
hacia casa unos matones del barrio se metieron con Sand y este golpeó al primero que se le
acercó con una patada en el costado del pecho. Al ver esto los compañeros del matón
acudieron a su ayuda y llamaron a más compañeros suyos. En unos pocos segundos
estábamos rodeados. Los matones tenían bates, puños americanos, palos con pinchos y
demás armas. Hacía bastante tiempo que yo no sentía miedo en una situación como esa, pero
Sand allí estaba, de pie con el agresor en el suelo quejándose de dolor. Entonces, uno de los
matones intentó golpear a Sand, pero éste con una gran ligereza se movió y le golpeó con el
puño desnudo en la mandíbula. Durante un tiempo reinó el desconcierto, pero me paré a
pensar un segundo y llegué a la conclusión de que con el jaleo del altercado pronto vendría la
policía.
En ese momento Sand hizo una llamada y en pocos minutos llegó un furgón. De él salieron
los nuevos compañeros de la banda armados con subfusiles y armas de asalto y, cuando
menos lo esperábamos, los matones habían echado a correr, pero no fue por esta gente
armada hasta los dientes, sino por el furgón que llegó unos segundos después. Se trataba de
un furgón policial del que salieron seis policías armados con escudos de swat y con las pistolas
en mano, cubriéndose el cuerpo con las puertas del furgón.
En ese momento Malcom, el conductor de nuestro furgón, hizo un gesto para que
subiéramos rápidamente al coche y así lo hicimos, dándonos a la fuga. Pero la policía inició la
persecución. En ese momento las calles de aquel barrio se convirtieron en una película de
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acción: hubo un tiroteo entre los dos vehículos. Robert, otro de los recién llegados en el furgón,
le dio un fusil de asalto a Sandman para que disparara y empezó a hacerlo apuntando a las
ruedas, pero no acertaba. Mientras, el resto del grupo disparaba a bocajarro a los coches que
perseguían nuestro furgón de color negro.
Yo, como copiloto, señalaba el camino a seguir a Malcom durante un buen tiempo. Tras
incontables cargadores Sand había logrado reventar las ruedas de todos los coches policiales
Me puse a pensar rápidamente y dije que fuéramos de camino al aeropuerto de Barajas, donde
sabía que habría un jet privado esperando con dirección a África, más concretamente a Sierra
Leona, donde la milicia del pueblo y yo habíamos llegado a un acuerdo. En realidad el trato era
solo conmigo, pero tendrían que entender que yo no iba a viajar solo. Así se habían dado las
circunstancias.
Como era un largo viaje a Sandman le dio tiempo a presentarnos a todo el grupo. Empezó
por Malcom, el conductor del furgón y experto en tecnologías, él se iba a encargar de mantener
oculta a la nueva banda. Seguidamente presentó a Robert, con quien había hecho buenas
migas; era un experto en armas de cuerpo a cuerpo como eran los cuchillos, también era un
experto en explosivos. Después presentó a Zeta; era silencioso, sabía manejar todas las
armas, luchó contra las guerrillas de Ecuador y Colombia, fue un asesino a sueldo contratado
por el gobierno de Estados Unidos, nunca se separaba de Darko, su fiel compañero canino, un
labrador de color negro. Después presentó a Samus, un irlandés blanco como la nieve y
pelirrojo, era el aporte físico del grupo, especialmente hábil con las ametralladoras ligeras y las
granadas. Más tarde presentó a Gail, un experto hacker y un especialista con escopetas, sobre
todo la recortada, después presentó a Yuri, un ruso especialista en subfusiles y experto artillero
para desconectar bombas y demás artefactos explosivos.
Conseguimos llegar a tiempo para tomar el avión privado sin ser cogidos por la policía y en
unas horas ya estábamos en Sierra Leona. Allí nos habían reservado un pequeño hotel para
nosotros.
Sand y Zeta compartían habitación, por lo que hicieron buenas migas en cuanto se
conocieron un poco más. A la hora de cenar yo me ausenté, mientras los demás cenaban, fui a
hablar con Hasim, el jefe de la milicia africana y me comentó el estado de la situación: los
daños que les habían causado los ejércitos de los países vecinos. Habían atacado con grandes
tanques, camiones y misiles.
A la vuelta al hotel le comenté todos los de la banda que tenían que ayudar a la milicia a
echar a los invasores, por lo menos durante un tiempo, para que así su acuerdo se mantuviera
en pie. Durante toda la noche estuve ideando junto con El Lágrimas y Sandman el plan más
apropiado.
Pedí a Gail que me ayudara con los planos y durante un tiempo Gail estuvo con el
ordenador explorando el sistema de seguridad del país invasor. Descubrió dónde se alojaba el
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súper ordenador que lo controlaba todo e introdujo un virus para que cuando los propios
artilleros lanzaran los cohetes les explotaran en la cara.
Seguidamente, repartí las armas a todo el equipo, subimos al todoterreno que nos había
prestado la milicia y fuimos a escondernos a las montañas del norte. Durante una noche entera
estuvimos repasando el plan, recordando posiciones y el tiempo en que sucedería la explosión.
- La guinda del pastel –intervino Gail.
- Gail, tú te quedarás en el furgón preparado a la señal para que así puedas activar el
virus sin riesgo. Seguidamente, Samus conducirá el todoterreno y lo empotrará contra
la puerta principal, confiamos en ti para generar la suficiente distracción para que Zeta,
Robert y Malcom entren por la puerta trasera y coloquen los explosivos en los coches
del garaje. Yuri y yo entraremos por la puerta del ala derecha y eliminaremos a los
guardias, mientras tú, Yuri, desconectas la autodestrucción del ala derecha en el que
tienen alojados los explosivos.
- Sandman, tú irás solo. Irás conectado continuamente a Gail. Sand, tú irás al subsuelo,
quiero que intentes robar el camión de transportes y metas ahí todas las armas y el
armamento militar y salgas de allí rápidamente. Gail te guiará el camino, tú no te
detengas.
- Bueno… ya podéis ir a dormir, mañana toca una misión complicada.
- Esperad –dijo Sandman–, cuando estuve en Vietnam cada grupo tenía un nombre,
¿por qué nosotros no, qué os parece?
- A mí me parece bien –dije yo–. ¿Cómo quieres que nos llamemos?
- ¿Qué os parece The M11, en honor a los caídos por el atentado terrorista en Madrid?
- A mí me parece bien.
- A mí también.
- Y a mí…
- Yo no tengo pegas…
- Bueno, pues ya no hay de qué preocuparse.
- Y ahora sí –dije para dar por zanjando el asunto– podemos ir a dormir.
A la noche siguiente todos estaban preparados. Samus partió el primero en el
todoterreno y seguidamente dos minutos después partía el resto del equipo. Me dispuse a dar
las últimas indicaciones:
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- Malcom, Robert y Zeta… ¡saldréis a doscientos metros y después bordearéis el
edificio hasta llegar a la puerta trasera!
Unos minutos después Samus ya había empotrado el todoterreno contra la puerta
principal, pero se había roto el tobillo derecho, por lo que le costó mucho salir del coche y
empezar a disparar. Aun así salió del coche y con una gran ametralladora, una mk46, empezó
a disparar a los guardias y a hacer ruido, mientras lanzaba granadas a bocajarro y así atraía la
atención de los guardias. Soltó una maldición por lo bajo cuando una bala enemiga le dio en el
brazo.
Gracias a la distracción apenas había guardias en la puerta trasera y en el ala derecha
de la nave, por lo que resultó fácil acabar con ellos. Mientras, Malcom, Robert y Zeta
colocaban los explosivos en el garaje y Yuri y yo estábamos desactivando la autodestrucción y
la conectábamos al ordenador de Gail.
Sandman logró bajar hasta el hangar de las armas gracias a que Gail le daba toda la
información a través del GPS que llevaba.
Los siguientes movimientos de nuestra banda resultaron todos muy efectivos. Al fin
conseguimos nuestro objetivo: eliminar aquel emplazamiento enemigo y destruir una clara
amenaza para nuestros “amigos” de Sierra Leona. La operación había sido un éxito, entre
nuestras filas había varias lesiones, aunque ninguna de gravedad, lo que tenía peor pinta era el
brazo de Samus, pero iba a salir de esta, seguro.
Todo había salido, pues, bien y además muy rápido. Al cabo de un mes volví a España
las cosas ya se habían relajado un poco desde aquella tarde en la que se produjo el tiroteo y
tuvimos que partir a Sierra Leona.
En estos momentos parecía que la tranquilidad era algo posible.
Pero solo lo parecía, pues el trabajo que tuvimos con la milicia africana tuvo un
pequeño fallo y fue que no habíamos desconectado las cámaras de seguridad del edificio que
atacamos y tenían nuestras caras y así pudieron saber para quién trabajábamos, así que
atacaron a la organización de Hazim y este murió por proteger a Kerry, su sobrino y heredero
de todas sus funciones como jefe de la milicia.
Contactó con nosotros The m11, aunque necesariamente a más gente, pues Kerry nos
informó acerca de la situación y ahora habían vuelto a levantar el edificio, pero con más
seguridad y con los mejores soldados o al menos los más conocidos, los Salvation Force 242,
con armas de última generación y armaduras de keblar, un material veinte veces más
resistente que el acero y que solo un tirador selecto podría atravesar con el rifle y la bala
adecuada.
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Esto se lo comenté a Sandman y al equipo, entonces Yuri dijo:
- Yo tengo un amigo llamado Nikolai Dragivick. Era un francotirador retirado que trabajó
para los Rangers de EE. UU. en la operación de Karkand con un gran resultado y
necesita dinero, así que aceptará.
Le dije que lo llamara cuanto antes y que viniese a hablar con nosotros.
Al día siguiente, Nikolai se presentó en casa de Sandman. Era un hombre de un metro
ochenta, flaco y con muchos tatuajes. Uno me llamó la atención, ponía en él Slayer, que en
español es ‘asesino’, pero con el logo de un grupo de música que también se llama así. Le dije
que pasara y le comentamos nuestra petición; lo pensó alrededor de diez segundos. Cuando
empezó a hablar se le notó su acento ruso:
- Está bien, lo haré, pero con la condición de que consigáis el rifle Barret m107 o Barret
m98 con munición 416 –acto seguido me estrechó la mano y se fue.
Ahora el equipo contaba con otro integrante siempre y cuando consiguiésemos lo que
nos había pedido.
Un tiempo después hicimos lo posible para conseguir el Barret y unir a Nikolai al grupo.
Tras esto, empezamos a trazar planes, ver el equipamiento que necesitaríamos y entrenarnos.
Así, que para que se nos hiciera más fácil, nos fuimos a Liberia para tener más información y
saber cómo estaba la situación sobre el terreno.
The Salvation Force había adquirido el Predator B UAV (Unmanned Aerial Vehicle) de
los Estados Unidos, un avión para saber qué hacía la milicia, así que decidimos comprar
prepararnos para destruir su electrónica, esto lo harían Malcom y Gail. Esta vez nos
preparamos en condiciones; como ellos, nosotros llevábamos keblar, pero con munición que
traspasaría su blindaje y con Nikolai cubriéndonos las espaldas como francotirador. No nos
olvidamos las especialidades de cada uno, como Robert y el explosivo plástico C4 por si
necesitábamos salir por patas o alguna distracción “pirotécnica” como decía él, a Samus le
preparamos una ametralladora ligera para que nos diese fuego de apoyo, pero Gail para
abrirse paso hasta el ordenador central tendría encuentros cercanos y necesitó una escopeta
Benelli M4.
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El equipo ahora tenia una cara más seria, esta vez que nos llamaríamos Third caos.
Teníamos la equipación pero no teníamos el plan y para eso nos pusimos a trabajar Sandman,
Nikolai y yo con planos tomados desde el cielo. Pero para hacer esto tuvimos que ir a Sierra
Leona. Allí nos esperaban problemas, a los tres días de llegar a este país, Sandman y Gail
enfermaron y tuvimos que retrasar el ataque; Salvation Force había atacado y detenido a una
buena parte de la milicia de Kerry. Éste me llamó y me dijo:
- ¿Cuándo vais a atacar a esos soldados?, van a arruinarme, me han hecho perder
dos ventas de armas y una nueva milicia me está quitando territorio. Si no lo hacéis
pronto, me busco a otros
- Nos encararemos de la milicia, no te preocupes, en una semana o así –le respondí,
con preocupación. Tendrás todo resuelto al acabar con la otra milicia, será fácil, no
tienen entrenamiento, son tíos nerviosillos con fusiles y sin protección alguna. Enviaré
a dos de mis hombres.
Envié a Samus y a Robert y volvieron a las dos horas. Samus tenía una herida seria en la
pierna izquierda, aunque no parecía demasiado grave. Gracias a sus informaciones supe que
se estaban aliando para quitar del mapa a Kerry definitivamente. Salvation Force no era trigo
limpio y sus días estaban contados. Con Sandman en mejor estado empezamos a planear la
caída definitiva de la milicia y de los militares que le hacían la vida imposible a Kerry.
Le pedimos refuerzos a Kerry y él nos los envió. Por desgracia, uno de ellos era un topo y
pudo informar de nuestras intenciones al enemigo.
Nikolai nos brindaba protección sigilosa con su m107 y flanqueaba a los tiradores y
vigilantes de las torres. A su señal hicimos explotar una carga que les dejó sin luz ni cámaras,
ni nada electrónico. Ahora el plan era entrada y desalojo. Con nuestros fusiles de asalto
irrumpimos es su edificio y Yuri acompañó a los dos hackers a la sala donde estaba el
ordenador central y lo hicieron ceniza, pero lo necesitaban para infiltrarse en la base de datos y
eliminar los cargos que había contra toda la gente del equipo, contra El Lágrimas, contra Betty
y, por supuesto, contra mí y Kerry. Tras hacer esto, eliminó lo grabado por las cámaras.
Por ahora parecía que todo iba bien, hasta que Nikolai nos informó de que la milicia iba
contra nosotros y que saliésemos por patas. La salida estaba planeada: Robert nos esperaba
con un helicóptero en el tejado. Llegamos allí como pudimos, Sandman herido, pues su keblar
no aguantó más y se rompió. Le ayudamos a subir y Robert hizo explotar todo.
Tras nuestra marcha llegaron los bomberos y la policía junto a la televisión. Detuvieron al
cabeza de la milicia contra Kerry y el mérito se lo atribuyeron a los Estados Unidos. A nosotros
poco nos importaba.
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Llevamos a Sandman al hospital más cercano. Aún tuvimos que esperar un tiempo hasta
que se restableció. Unos días después fuimos a ver a Kerry y nos pagó por el trabajo y nos
agradeció vengar a su tío y quitar todos sus delitos de los ficheros internacionales.
Volvimos a España y sentí cómo podía gozar de la libertad sin miedo. Hubo algunas
semanas de reflexión y en mi mente surgió una idea con mucha fuerza. Iba a montar una
empresa de seguridad junto a Sandman y a Nikolai, así pasaría una larga temporada en casa,
con mi madre y mi gente más cercana. Podría ser una época de calma y reposo. Mi plan era
encargarme del negocio, pero sin entrar en acción. Este último trabajo en África me había
hecho darme cuenta de que quería tomar la vida con mucha más calma, los sobresaltos
pasarían a formar parte del pasado.
A los días, cuando le dieron el alta a Sandman, todos nos fuimos a nuestras casas,
pero fue entonces cuando noté que algo estaba raro. Entré en mi habitación y pillé a un ladrón.
Me quedé anonadado y cuando el intruso saltó por la ventana fui detrás de él para darle su
merecido.
Conseguí cogerle y me abalancé sobre él; como eso no se podía quedar así le di su
merecido. Cuando todo ese jaleo terminó, no lo dudé ni un momento y llamé a Sandman y
Nikolai para hablar de cómo formar la empresa. Al día siguiente quedamos en una cafetería
para hablar de todo el plan. La empresa se llamaría “Ni un robo más”, y trataba de fabricar
alarmas y contratar a gente para que hiciera guardias en las casas que nos contrataran.
Al mes siguiente ya teníamos montada la empresa, todo pasó lentamente, sin
sobresaltos, tal y como lo había planeado. No habíamos tenido ningún problema y nuestra
empresa aún estaba por los cimientos. Varias personas, siempre famosas y con bastante
dinero, contrataban nuestros servicios, los guardaespaldas siempre hacían un buen trabajo.
Bueno, todos no.
Nikolai, no sabíamos por qué, pero siempre tenía problemas con los clientes, aquellas
personas que pagaban, ya que no recibían el servicio de guardaespaldas. Tras veinticinco
quejas estaba claro que debía hacer algo.
Me acerqué a su despacho con cautela, aquella puerta de madera con el nombre de mi
compañero sobre una placa de hierro me sonaba a mentira. Con toda la sangre que habíamos
visto, aquello me parecía como un sueño de los más raritos. Toqué dos veces sobre la puerta y
un suave "Adelante" sonó para mi mala suerte. Al abrir Nikolai estaba sentado sobre un
cómodo sofá de una plaza, tras una mesa de madera que combinaba a la perfección con toda
la sala en blanco, negro y tonos madera.
- Nikolai, tengo que hablar seriamente contigo –susurré antes de sentarme frente a él y
apoyar los codos sobre su mesa, parecía un gánster. Lo había sido en un pasado.
- Dime compañero -su sonrisa me daba escalofríos. ¿Cómo se comportaba así tras
haber recibido tantas quejas de sus clientes?
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- Varias personas se han quejado, tus guardaespaldas se pasan el día vagueando y
bebiendo, no sirven para nada y tú debes hacer algo –su sonrisa se borró. Mal
asunto, se acercó a mí con sutileza, intentando intimidarme, cosa que no lograría.
- Mis guardaespaldas son gente de la calle, no teníamos suficiente dinero para
contratar profesionales y lo sabes –aquello era cierto, no teníamos dinero para
permitirnos gente preparada ni nada por el estilo.
- Pues haz algo, ni Sandman ni yo hemos recibido ni una sola queja de nadie... pon a
tus hombres en su sitio –susurré antes de levantarme y marcharme. Un suspiro
acarició mis labios ¿por qué tenía que hacer este tipo de cosas?
Me sorprendí al escuchar mi teléfono vibrar dentro de mi bolsillo, lo tomé y miré la
pantalla, El Lágrimas. Una suave sonrisa apareció en mis labios, mi amigo estaba llamando de
nuevo. El botón verde fue atacado por mi dedo y me lo puse sobre la oreja.
- Gaspar, antes de decir nada escúchame –el silencio que se hizo entre sus pausas me
tenía en ascuas. ¿Le habrían atacado? ¿Le habrían matado? ¿Qué? No, eso no era
seguro– Betty está embarazada.
Sus palabras ahogadas en llanto me hicieron recordar que Betty había sido mi novia...
ahora estaba con otro y hacía su vida como una persona normal.
- ¡Qué bien! -susurré, no se me ocurría nada más y tampoco lo iba a decir.
Colgué, no estaba en condiciones… En poco tiempo me enteraba de que teníamos
problemas en la empresa, de que mi exnovia estaba embarazada de mi mejor amigo... mal día
Gaspar, mal día. Me dio por recordar aquellos días junto a mi madre y mi padre, aquellos días
en los que tirar piedras a los coches era mi mayor diversión.
Entré en mi despacho, aquel lugar solitario y lleno de hojas, informes y demás que
rellenar. Al sentarme en la silla me pasé la mano por el pelo, estaba agotado y tenía tanto que
hacer. Tomé el primer papel que se encontraba sobre mi mesa. Una solicitud de dos
guardaespaldas, realizada por una modelo famosa. Llamé a mi secretaria, una chica tímida de
pelo corto marrón y cuerpo de muñequita, parecía que se rompería si le gritaba demasiado, así
que siempre y sin querer le hablaba con suavidad.
- ¿Desea algo, Gaspar? –me preguntó con una pequeña sonrisa de timidez en el
rostro... Era bastante mona, tenía que admitirlo, pero ella apenas tenía 20 años y yo
ya era un hombre maduro.
- Búscame dos guardaespaldas para las número 234, por favor -susurré suavemente.
- Sí, señor –dijo saliendo de mi despacho, con esa sonrisa siempre en el rostro.
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Acaricié mi móvil dentro del bolsillo, Betty embarazada. ¿Debería yo también rehacer
mi vida así de rápido? No me veía capaz de encontrar a nadie así para hacerlo, cuando de
pronto, Sandra, mi secretaria abrió la puerta.
-Ya está señor, ¿desea algo más? –me quedé callado mirándola, era bonita y no me
importaría mucho quedar con ella un día, noté su nerviosismo al quedarme callado y mirarle
seriamente.
-¿Tienes planes para esta noche? –pregunté serio. Ella, sorprendida y con las mejillas
algo sonrojadas, negó con la cabeza. Tomé un papel y apunté un nombre del restaurante y las
diez de la noche.
- Estate aquí a la hora prevista –musité dándole el papel, lo tomó y se despidió
diciendo que sí. ¿Qué hacía invitando a una veinteañera a cenar? Empezaba a estar
loco de remate.
A las diez en punto estaba entrando por la puerta. Sandra estaba sentada en una
mesa, mirando hacia todos lados esperando a que alguien llegara. Me senté frente a ella y miré
la carta antes de nada.
- ¡Ho… hola, Gaspar! –tartamudeó nerviosa. La miré, se había recogido el pelo en un
moño informal, estaba bastante bien, aquel vestido negro le resaltaba bastante... Al
final había elegido bien.
La saludé, ella parecía muy nerviosa, no paraba de mover las piernas y mirar hacia
todos los lados, hubo unos momentos de silencio hasta que llegó el camarero, pedimos la cena
y otra vez nos quedamos callados sin saber qué decir,.
Se notaba que había mucha tensión entre nosotros. Después de unos minutos vino el
camarero y pedimos la cena.
Cuando trajeron la cena por fin ella empezó a hablar y entablamos una conversación
hasta el final de la cena.
- ¿Te apetece venir a mi casa?
- ¡Vale!, dije yo.
Ya estábamos entrando a su casa cuando me sonó el móvil, era un mensaje de Betty,
me pareció muy raro que me enviara un mensaje así de repente. Lo leí y me entró un escalofrío
por todo el cuerpo, en el mensaje ponía que El Lágrimas se había ido de casa hacía dos días y
que aún no había vuelto, así que sin decir nada cogí mi chaqueta y me fui.
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Llegué a casa de Betty lo más rápido posible, ella estaba llorando, me cogió del brazo y
me llevó hasta su habitación.
- Mira –me dijo– acabo de encontrar esto encima de la cama.
Lo cogí, era una nota. No quería pensar lo peor, pero parecía una nota de suicidio, miré
a Betty, estaba llorando y temblando, parecía que se iba a desmallar en cualquier momento.
- Vamos, léela –me dijo.
La verdad es que yo no quería empezar a leerla por miedo a lo que podía poner en esa
nota, por fin me decidí a hacerlo. Cuando acabé, me quedé mudo, estaba como si se me
hubiera congelado cada centímetro de mi cuerpo. Hubo unos momentos de silencio absoluto,
miré a Betty, no creía que esto pudiera estar pasando, era como la peor de mis pesadillas.
Después de un largo momento de silencio, rompí a llorar nunca había llorado, sentía una rabia
inmensa.
- ¿Qué has leído? –me preguntó Betty.
Yo casi no podía hablar, pero le conté que en la nota El Lágrimas se despedía de
nosotros, decía que no estaba preparado para ser padre y que no quería seguir viviendo
porque su vida no tenía sentido. Al cabo de unos momentos de silencio, los dos nos montamos
en el coche y fuimos a buscar a El Lágrimas o lo que quedara de él. Estuvimos una hora
buscándolo, hasta que Betty me dijo un lugar en el que podía estar, y en efecto, me quedé
pasmado al ver el cuerpo de mi mejor amigo dando vueltas, colgado de una cuerda, seguía sin
creerme que esto estuviera pasando, me bajé del coche y fui a ver el cuerpo, lo abracé y
estuve así un rato, cuando dejé de abrazarlo, me toqué la mejilla y me di cuenta de que tenía
sangre. Betty y yo nos miramos.
- ¿Cómo puede ser que un ahorcado sangre? –me dijo Betty entre sollozos.
- No lo sé… –le dije.
Inspeccioné su cuerpo y me di cuenta de que tenía una hendidura muy profunda en el
estómago.
- El Lágrimas no se ha suicidado, dije muy serio.
Miré a Betty, la encontraba un poco rara, como nerviosa. Después de un rato
pensando, decidimos ir a llamar a la policía, vinieron lo más rápido posible. Cuando, tras dos
largas horas, se llevaron el cuerpo, dejé a Betty en su casa y yo me fui a la mía. No pude pegar
ojo en toda la noche, no quería dormir después de lo que le había pasado a mi amigo. Así que
me puse a pensar quién hubiera querido matar a El Lágrimas, pensé en la nota de suicidio,
¿quién la habría dejado ahí? Me vino a la cabeza que la única persona que podía entrar a esa
habitación era Betty, pero intenté quitarme esa idea de la cabeza, era muy descabellado que
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ella hubiera matado a El Lágrimas.
Al final me dormí, aunque sabía que algo no encajaba en toda esta historia.
Se había pasado una semana y Betty estaba fatal, por poco abortó, pero se salvó. Los
médicos le dijeron que tuviera cuidado y que sobre todo hiciera reposo. Yo me encargué de
ella, era mi exnovia y tenía que cuidarla, aparte de que estaba embarazada de mi mejor amigo.
Mientras la cuidaba, también buscaba al asesino o los asesinos de El Lágrimas, esto
no podía quedar impune, habían dejado a un niño sin padre e iba a poder conocer y por eso iba
a sufrir mucho.
Betty tenía una revisión rutinaria que se la hacía cada dos semanas, para controlar el
embarazo y que no se produjera ningún aborto. Estábamos esperando en la sala de espera a
que llegase el médico y nos pusimos a hablar sobre el niño y lo que pasaría con él.
- ¿Qué vas a hacer con el niño? –le pregunté, todavía con pena y rabia por el
asunto.
- Lo tendré, es lo único que me queda de él, no puedo perderlo a mi hijo también.
- Tranquila, yo te ayudaré.
- Gracias, Gaspar, significa mucho para mí que me apoyes –su voz era sincera.
- Eres mi amiga y, además, vas a tener un hijo de mi mejor amigo. Es lo menos
que podía hacer.
Parecía mentira las vueltas que daba la vida. Betty llevaba mucho tiempo a mi lado y
con ella habían pasado muchas cosas, algunas malas, aunque en ese momento solo podía
recordar los buenos momentos a su lado. Era la persona que más cariño había mostrado hacia
mí. La miré de reojo y supe con claridad que ella no tenía nada que ver con la muerte de El
Lágrimas, era absurdo. Otros indicios habían llegado de mis informadores. No fue muy larga la
espera, pero en ese breve espacio de tiempo fue como si repasara toda mi vida en un instante,
era como si no pudiese creerme que solo tuviera treinta y tres años y que hubiésemos vivido
tantísimas aventuras y peripecias.
Un rato después, el médico le llamó y pasamos a la sala de observación para
comprobar cómo estaba el feto, y por el momento estaba bien.
El tiempo iba pasando y cada vez tenía más pistas sobre quién podía estar implicado
en la muerte de El Lágrimas. Por otra parte, Betty se iba recuperando y cada vez tenía más
tripa, ya sabíamos que iba a ser un niño.
Un día, rebuscando por mi escritorio, encontré una carta de hace varios meses, me
puse a leerla y resultó ser una carta de El Lágrimas. En ella nos contaba que le estaban
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siguiendo y que le iban a matar, que por favor cuidara a Betty y al niño cuando naciera y que si
era chico se llamase David, ya que le gustaba mucho ese nombre. No dejó ningún nombre
sobre quién o quiénes le estaban acechando y eso podía significar que era de mi entorno, así
que tenía que tener mucho cuidado y no confiar en nadie del que no estuviera seguro que no
era el traidor.
Todas las pistas apuntaban a que sería alguno de los nuevos ayudantes que habíamos
contratado.