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EL NIÑO ARLEQUÍN QUE QUERÍA
VOLAR
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Dedicado a Eva, a quién una vez prometí un cuento
Torke, 4 de enero de 2005
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Extraña es la historia que os quiero contar La del niño arlequín que quería volar. Su padre era maestro de juguetería Y su hijo probaba lo que él construía.
Soldados de hojalata, muñecos de algodón, Serpientes de goma, y algún que otro avión.
Barcos pirata colgaban del techo Y un oso de felpa dormía en su lecho.
Más su corazón no podía latir Pues ningún juguete le hacía feliz.
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El chico arlequín sólo estaba contento Observando las aves sobre el firmamento
Tumbado en la hierba, mirando hacia el cielo Soñaba despierto con ser uno de ellos Surcando los aires, batiendo las alas Haciendo cabriolas sobre las montañas
Con sus negras plumas desafiaría al viento Aunque tuviera que morir en el intento No necesitaba los juguetes de papá Mas su único deseo era poder volar
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“Estas Navidades, a Papá Noel Unas grandes alas le pediré
Con plumas de ópalo, largas y fuertes Que majestuosas me eleven al frente Soy un niño bueno, sincero y tranquilo Y este regalito es lo único que pido” Así le habló el pequeño niño arlequín Lleno de ilusión y esperanza sin fin Proponiendo actuar de mensajero A su bienamado padre juguetero
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Siete meses y diez días Aguardó con alegría ¿Entregarán esta carta En la fábrica de Santa?
Usando la chimenea, la noche de Navidad El canoso barrigudo no se hizo esperar más
“Jou jou jou...” se carcajeó sonriente “...he aquí los regalos para este niño obediente”
Y con un respingo, y agilidad atroz Ascendió la chimenea y desapareció
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Muñecos de felpa, pistolas de agua Aquí hay muchas cosas más no veo las alas Coches deportivos, sombreros de vaquero
¡Dónde están mis alas, es todo lo que quiero! Pero el gordo barbudo no atendió su petición Los regalos semiabiertos yacían sin ilusión Mientras, en el balcón, asomado a la calle
El niño arlequín oteaba las aves Cuán triste ha de ser el mundo si a un chiquillo
Le impiden ser feliz por algo tan sencillo
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Unos días más tarde, detrás del bosque viejo El niño paseaba absorto en su complejo Cuando de repente, escuchó un maullido Y el trino acelerado de un cuervo caído
Raudo y presuroso se acercó con gran atino Y con aspavientos hizo huir al felino
El animalito intentaba cazar A un polluelo cuervo que no podía volar
Ya fuera de riesgo, el ave graznó Con su voz rasposa el rescate agradeció
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“Amigo”, le dijo, “Gracias te doy sinceras Nada de mi sería en las fauces de esa fiera
Hemos sido agredidos por las garras de ese gato Rompiome la pata izquierda y me ha hecho pasar mal
rato
Ayúdame a curarme de las heridas Y, como regalo, te daré lo que me pidas”
El niño, entusiasmado, le acogió entre sus dedos “¡Son tus alas negras el deseo que yo quiero!” “Lo siento, buen amigo, me gustaría ayudarte Pídeme otra cosa, más eso no puedo darte”
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“Puedes, amigo cuervo, no dudes de ello” Replicó el niño con ira y lo pisó contra el suelo
“Quiero esas dos alas, y no importa como Aunque tenga que arrancarlas de tu lomo” Y así lo hizo el chico, cegado de celos
Atrapó al ave muerta y la subió a un rascacielos Arrancó sus dos alas, cegado de poder
Y las unió a su espalda con aguja de coser “Es hora de hacer lo que siempre he soñado”
Gritó el pequeñín, y se lanzó del tejado.
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Un pánico súbito anudó su garganta Más aquel era un chico al que nada le espanta
Con el fuerte viento azotando su cara Alzo brazo y piernas, batiendo las alas Estaba allí arriba, cual ave emplumada Su rostro reía aquel cuento de hadas Surcando aquel denso aire nocturno
Se creyó el chiquillo más feliz del mundo Y por vez primera en la eternidad
Una sonrisilla iluminó su faz
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Un tremendo golpe hizo eco en tres manzanas Y en el pavimento se esparcieron sus entrañas
Como un saco plomizo el muchacho cayó Cuan sangriento fue cuando la tripa estalló Su rostro partido, el cráneo hecho añicos
Los sesos bullían del pelo del chico Las piernas retorcidas en posiciones imposibles Y de la herida abierta manaba un hedor terrible
Qué estúpido fue el niño si quiso creer Que aquellas cosidas alas le iban a sostener
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Así acabó el muchacho, muerto y enterrado Siendo conocido por el vuelo del tarado Bajo cinco metros de arena prensada Su ataúd yacía, su tapa, clavada
Los ojos vacíos, sus labios malsanos Su cuerpo podrido fruto de gusanos Su padre, dolido, lloró desolado Ya nada sentía sin él a su lado Y días más tarde estiró la pata
Ahorcado en su cuarto con una corbata
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Un viejo borracho, tuerto y tullido Desenterró el cadáver del niño fallecido
Abrió el ataúd, le sacó de su lecho Y violó su cuerpo como nunca le habían hecho
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Cuervos parientes del ave asesinado Vieron vía libre al niño desenterrado Con ansias de venganza y gran arrojo Picaron la carne y sacaron su ojo
MORALEJA:
“Si por cumplir los sueños, maltratas a tu gente Ojalá se venguen y te violen analmente”
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