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7/24/2019 Teoria Politica y Socialismo
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T E O RA PO L T ICA
Y SOCIALISMO
P o r S A N T I A G O S N C H E Z
Universidad Naciona l de Educac in a Distanc ia
Los tericos de la pol t ica coinciden en sealar la obra de Maquiavelo
como e l punto de par t ida de l pensamiento pol t ico moderno. La razn
fundamental invocada en tal sentido es la emancipacin de la pol t ica
com o disc ipl ina ar te o tcnica de la moral y de l dere ch o.
Desde entonces la na tura leza maquiavl ica de l quehacer pol t ico viene
dada por su cons iderac in especia l aspt ica desde un punto de vis ta t ico
que le sita ms all del bien y del mal en una tierra de nadie al margen
de los problemas de los hombres somet idos e l los s a v inculac iones
normat ivas y re l ig iosas .
Maquiavelo plasma por vez pr imera la separac in de las es feras
humana o social y pol t ica o cratolgica y atribuye a cada una de el las una
normativa diferente. La peculiaridad del Prncipe es la creacin terica de
un mu ndo pol t ico exclus ivam ente centrado en la adquis ic in conserv a
cin e incremento del poder y sometido a unos l mites amorales que no son
otros s ino la eficacia en la praxis de la conquista y el mantenimiento del
poder pol t ico.
La tan t ra da y l levada razn de Es ta do que impl ica que e l gobe rnan
te t iene razones desconocidas para los gobernados para ac tuar en determi
nado sent ido y que los de tentadores de poder
pue en
com portars e en
forma dis t inta a como se conducira una persona en el mbito privado o en
sus relaciones sociales consti tuye el colofn de la teora maquiavlica del
obrar pol t ico como actuacin s in l mites .
Desde Maquiavelo y desde e l nacimiento de los Es tados absolut is tas
europeos la preocupacin centra l de los subdi tos pr imero y de los c iuda-
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danos despus fue la de encontrar los medios adecuados para poner frenos
al poder pol t ico cuyo ejercicio se haba revelado injusto e inhumano pero
sobre todo arbi t rar io .
Surg ieron as a lo largo de los a os y bajo la pre sin de los pu eb los la
teora de los de rec ho s natu rales del hom bre la l ibertad la pro pied ad la
igualdad y la seguridad qu e por su car cte r previo al Es tad o y su
natura leza independiente de cualquier condic ionante deban ser respetados
por el pod er po l t ico; la teora de la divis in de pod er es form ulada inicial-
mente por John L ock e y desarro l lada por Mon tesqu ieu que supona que la
separaci n de las labo res legis lat iva ejecutiva y judic ial en tra ara un a
ser ie de con troles in t ragub ernam enta les obs tcu lo para el abu so de pod er .
Al lado de esas l imitaciones que afectaban a la extensin y alcance del
poder de los soberanos se al ter tambin el contenido de la obligacin
pol tica o de los deb eres de los c iud adan os para con sus gobe rna ntes
mediante la introduccin del 4.erecho de resis tencia a los mandamientos
injustos del poder.
En esta dialctica poder pol t ico-pueblo se s i ta tambin la teora de
la soberana nacional que luego habra de t ransformarse en soberana
popu lar com o exped iente que pr ivaba a l m onarc a t radic ional de la legi ti
midad has ta entonces os tentada .
La his toria de la bsqueda de restricciones al poder no es ni ms ni
m enos que la h is tor ia de l cons t i tuc ion al ismo en una pr im era fase cu ya
culminacin en Europa se produce en 1789.
La Revolucin francesa fue la revolucin l iberal por excelencia que
derrib las estructuras pol t icas del Estado absolutis ta y feudal para esta
blecer en su lugar un Es tado de Derecho que fue concebido como Estado
abs tencionis ta e ins taurado para mantener la l iber tad contra e l Gobierno.
En co ntr a del cri terio gen eral la im po rtanc ia de la Re vo luci n francesa
no der iva tan slo de sus logros burgueses . En la Revolucin francesa de
1789 vemos surgir adems una revolucin democr t ica y una revolucin
social y en este sentido la Revolucin francesa se nos presenta no slo
com o el s mb olo de un a aspiracin un iver sal s ino tam bin c om o el prelu
dio de las pr xim as etapa s de la H um an ida d. En efecto al lado de la
pr imera declarac in sobre los derechos del hombre que no t ransc iende e l
m bito burg us-ind ividua lis ta al lado del subterfugio d e la sob eran a nacio
nal y del sufragio ce nsita rio la Co nsti tuci n de 1793 tran sfor m a la Rev olu
cin de la l ibertad en una revolucin iguali taria mediante la introduccin
de la soberana popular y el sufragio universal . Por otra parte la revolu
c in l ibera l -democr t ica para respo nde r adems c laram ente a sus in ic ia-
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les exigencias de verdadera y real l ibertad, deba entraar una revolucin
sociaPque, igualando las condic iones econmicas de todos , subsanase e l
injusto desequilibrio y ofreciera a cada cual la posibilidad de hacer valer
eficazmen te su preten sin al gob ierno de la com unid ad I) .
El componente ideolgico que presidi la conquista de l ibertades y se
mater ia l iz, jur dicamente , en las Declarac iones de Derechos y textos
consti tucionales y, pol t icamente, en la aparicin de las bases del moderno
Estado representativo, no fue solamente, como podra inferirse del hi lo de
la narracin, obra del espri tu humano, s ino, tambin, resultado de un
profundo cambio social . En las doctrinas pol t icas se compendia idealmen-
te lo qu e realm en te se desp liega en el un iverso h istric o 2). En est e
sentido, la Revolucin fue, sobre todo, la culminacin de un largo desarro-
l lo econmico y social que socav las estructuras de la vieja sociedad
feudal y desart icul los crculos integradores de la antigua comunidad
gremios , es tamentos , corporaciones, arrojando a sus miembros a un
mundo nuevo de competencia a u l t ranza y guerra de todos contra todos .
En una perspect iva esquemt ica , cual la presente , no es pos ible entrar
en el complejo proceso que alumbraba ya la nueva forma de organizacin
social . Baste, s implemente, recordar que al separarse la produccin del
cambio y generalizarse el comercio, la dependencia nacida de la divis in
del trabajo, que hasta entonces era personal y recproca, se convirt i en
una dependencia de a lgo impersonal : e l mercado. S imul tnea y corre la t iva-
mente, tuvo lugar un proceso de separacin de gran parte de los producto-
res directos de los medios de produccin y una l iberacin de los ci tados
productores de las trabas inst i tucionales que, en el antiguo Rgimen, les
amarraban a la t ierra de su seor, como siervo, o al oficio de sus padres,
com o com pa ero de las corporaciones 3). De es te m od o, quedaro n l ibe-
radas todas las fuerzas centrfugas que iban a constituir la sociedad civil
burguesa y cuya integracin no iba a ser precisamente producto de una
decisin racional .
En efecto, en una formacin social cuyos miembros slo buscan su
inters particular, en la que cada uno es fin para s mismo y los dems no
son nada para l pero, al mismo t iempo, nada puede lograr ninguno si no
es en relacin con los otros y a travs de ellos, el precipitado de las
1) Guido de Rug giero: El retorno a la razn pg. 102. Ed. Paids, S. A.. Buenos Aires.
1949.
2) Ibid
3) P. G. Dog nin: Karl Marx pg. 346. Cedial. Bogot, 1975.
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mltiples acciones egostas difcilmente poda constituir un todo equilibra
do y sin graves contradicciones.
No era sa, en cambio, la opinin de los idelogos burgueses de John
Locke a Adam Smith, quienes consideraban que, en tanto cada cual
buscara su propio provecho, sin limitacin ni interferencia alguna, en la
misma medida contribuira al bienestar general. Desde esta ptica, lo
adecuado era, sin duda, liberar a los individuos de todo tipo de control
externo y permitir que la competencia, la produccin subjetivamente
anrquica de mercancas, abocase en una objetividad social armnica.
En este contexto, la funcin poltica en el orden interno tena que
quedar restringida al aseguramiento del pacfico goce de la vida civil, a
remover los controles al desarrollo de la libertad y propiedad individuales,
de la contratacin y la herencia y a garantizar no se produjeran atentados
a las actividades econmicas individuales que alteran el denominado orden
natural de las cosas. El Estado apareca as como un mero vigilante de un
proceso econmico natural, como un mal necesario, pero til para mante
ner un determinado orden social. La libertad conquistada slo tena una
dimensin negativa: asegurar la ausencia de coercin estatal o corporativa
en las relaciones socio-econmicas, dar al traste con las vinculaciones
feudales y los privilegios de la aristocracia y la nobleza; era, fundamental
mente, una libertad civil, de mbito privado, apta exclusivamente para la
bsqueda de la felicidad privada.
La libertad civil, tal y como ha sido descrita, as como su correlativo,
la libertad poltica, fueron absolutamente desconocidas hasta el mundo
moderno.
En la Antigedad, y en particular en las repblicas griegas, la libertad
consista ms bien en la participacin activa en el poder colectivo que en
el disfrute pacfico de la independen cia individual 4). Gozar de derechos
polticos, votar, nombrar magistrados, poder ser arconte; he ah lo que se
llamaba Ubertad 5). Esto no significa, desde luego, que los antiguos
desconocieran la existencia de un dominio privado de facto, pero su
sentido era radicalmente distinto del que hemos atribuido al concepto de
libertad civil; como ha puesto de relieve G. Sartori, la palabra latina
privatus se empleaba para designar una vida incompleta e imperfecta
respecto de la comunidad; y el trmino griego idion privado, lo pro
pio por oposicin a koinon el elemento comn ) denotaba con ms
4) B. Con stan t : Curso d e Derecho Constitucional pg . 232 , Taurus Ediciones , Madr id ,
1968.
5) Fuste l de Coulange s: La Ciudad Antigua pg. 172, Editorial Porra, Mxico, 1972.
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intensidad la idea de privacin y de fal ta . Consecuentemente, idotes era
un vocable peyorativo para calif icar al que no era poli tes, ciudadano, es
dec ir, un tipo vulga r, sin valo r, que slo se int ere sab a en s mism o 6).
Por lo que respecta a la sociedad medieval , la l ibertad no posea ese
carcter moderno individual , ni apareca diferenciada como una esfera
propia de activid ad. L a E dad M edia fue) la edad del dom inio exclusivo
del De recho Pr ivad o: no exist i) un De recho Pb hco A ut nom o. Y as )
todas las re lac iones que nosotros , los modernos , es tamos acos tumbrados a
incluir en la cate go ra de D ere ch o PbUco tenan) su raz inm edia ta en la
propiedad, en el contrato, en la herencia, en la organizacin familiar.
Hallbase) tam bin ah) , por consig uiente , la fuente jurdica de las liber
t a d e s ,
inherentes unas a determinadas s i tuaciones patrimoniales o familia
res ,
m ientras que otra s derivab an de los con tratos o don acio nes . .. ) L a
libertad pol tica no se reivindicaba) com o elem ento insep arable de la
personalidad, s ino que se compraba y se venda como un bien pa
trimonial 7).
A diferencia de las formaciones sociales anteriores , lo especfico de la
sociedad moderna cons is te , como se di jo anter iormente , en que cada
individuo aparece como ais lado frente a los dems, es decir , como una
fuerza independiente a la bsqueda de sus f ines egostas; pero, por otro
lado ,
puesto que cada individuo necesita de los otros para conseguir la
satisfaccin de sus necesidades y el logro de sus propsitos , es obvio que
depende de e l los ; s imul tneamente , esa dependencia mutua se independiza
tambin de todos los individuos , asumiendo, en cuanto Es tado, una
forma propia e inde pen dien te, separa da de los intere ses part icular es . .. ) y,
al mismo t iempo, como luia comunidad i lusoria, pero s iempre sobre la
bas e real de los vnc ulos exi sten tes . ..) y, sobre tod o, a base de las clase s
. ..) que se form an en . ..) los con glo m era do s hum an os y en tre las cua les
hay una que dom ina sobre las dem s 8).
De esta forma, lo pblico se separa de lo privado, y la poltica, en tanto
esfera de los intereses generales abstractos, se separa de la economa,
como escenario del juego de los intereses privados.
De lo expuesto resulta claro que la dinmica real de la aparicin de la
sociedad moderna, que se objetiva his tricamente con la Revolucin fran-
6)
Giovanni Sartori:
Theorie
de la
Democratie.
pg. 206,
Libr. Armand Colin
P ar s ,
1973.
7)
Guido
de
Ruggiero:
Historia
de l
Liberalismo Europeo
Introd.
pgs . I y I I ,
Edicio
nes Pegaso Madrd 1944.
8) K. Marx y F . Engels: a
Ideologa Alemana
pg. 35, Co-Ediciones Pueblos Unidos
Montevideo y Grijalbo. barcelona 1972.
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cesa, es al mismo t iempo el proceso de const i tucin de la Sociedad civi l
burguesa y de l moderno Es t ado r epresen ta t ivo .
Adquiere ahora plena s igni f icacin la agudeza de la percepcin maquia
vl ica que supo captar , s iglos antes de su const i tucin defini t iva, el dual is
mo Estado-Sociedad en su per odo de formacin.
Como consecuencia de la di sociacin apuntada, la l iber tad moderna
o civil burgu esa se es t ru ctura a do s niveles : e l do m inan te d e la l ibertad
civi l , como conjunto de derechos de iniciat iva econmica individual , de la
segur idad, y de la propiedad pr ivada, que permi ten a cada miembro desar ro
l lar su act ividad como productor , y el secundario de la l ibertad pol t ica
como garante de la l iber tad c ivi l que se s i rve de la representacin, la
separacin de poderes y la organizacin del poder legis la t ivo como repre
senta t ivo de la soberana nacional .
Aqu es donde la ins tancia democrt ico-burguesa se agota , donde la
democrac i a queda r educ ida a l a e l ecc in de unos r epresen tan tes y a un
corre la t ivo const i tuc ional i smo garant izador del individual i smo propie tar io .
Las l imi tac iones de la conquis ta burguesa de la democracia const i tuc io
nal aparecen con c lar idad mer idiana en una de las pr imeras obras de Marx
denominada La cues t in juda. En e l la , a l someter a examen las solem
nes Declaraciones de Derechos de 1789 y 1793, y par t iendo de la base ,
aqu ya esbozada, de la cons ideracin del Es tado moderno burgus como
una ins tancia par t icular , idealmente universa l i s ta , que coexis te junto a la
vida pr ivada, esencia lmente individual i s ta , Marx sos t iene que la abol ic in
pol t ica de la propiedad privada, que se produce al suprimir legalmente el
requisi to de poseer cier ta r iqueza para tener derecho al sufragio act ivo y
pas ivo, no impHca que la propiedad pr ivada desaparezca; ms bien, e l
hecho de que por decre to las di ferencias de propiedad no se t raduzcan en
diferencias de derechos electorales, es decir , en diferencias pol t icas, no
slo no acaba con la propiedad pr ivada, s ino que la presupone. El Es tado
anula las diferencias de nacimiento, de status social , de cul tura y de
ocupacin, cuando declara que e l nacimiento, e l s ta tus y la ocupacin no
son di ferencias po l t icas , cuand o proclansa la sobe rana p opu lar . S in em bar
go, a l mismo t iempo, e l Es tado permi te que la propiedad pr ivada, la
cul tura, el s tatus y la ocupacin acten a su modo y hagan valer su
especia l na tura leza . Lejos de acabar con esas di ferencias de hecho, e l
Es tado exis te slo sobre esas premisas . . . y slo hace valer su universa l i
dad en cont raposic in a esos e lementos suyos . El Es tado pol t ico per fecto
e s , por su esencia , l a v ida del hombre en cuanto especie , en oposic in a su
vida m aterial . . . ) . All do nd e el Es tad o ha logrado un au tnt ic o de sarro l lo,
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el hombre l leva no slo en el pensamiento, en la conciencia, s ino tambin
en la realidad, en la exis tencia, una doble vida, una celest ial y una terrenal ,
la vida en la comunidad pol t ica, en la que se considera como ser colecti
vo ,
y la vida en la sociedad civil , en la que acta como part icular que
cons idera a los dems hombres como medios , se degrada a s mismo como
medio y se convie rte en jugu ete de pod eres extra os (9).
Profundizando en la cr t ica de los presupuestos de la sociedad civil ,
M arx analiza en br ev es y esc larec edo res trm inos lo que se -oculta bajo el
reconocimiento de los derechos del hombre: Los derechos del hombre ,
en cuanto tales , se dis t inguen de los derechos del ciudadano. Pero quin
es el hombre dis t into del ciudadano? Ni ms ni menos que el miembro de
la sociedad burguesa ( . . . ) los derechos del hombre, en tanto en cuanto son
dist intos de los derechos del ciudadano, son los derechos del hombre
egosta , del hombre separado del hombre y de la comunidad ( . . . ). Y as ,
la libertad es la Hbertad del hombre considerado como mnada ais lada
replegada en s misma; la propiedad, com o aplicacin prctica de esa
libertad, es el derecho de usar y abusar de la propia fortuna, s in preocupar
se de los dems, al margen de la sociedad; es el derecho del egosmo;
la
igualdad
no es sino que todo hom bre es igualmente con s iderad o como una
mnada apoyada en s misma; y
la seguridad,
en fin, qu e con stituy e ms
bien un seguro (Versicherung) del egosmo. . .
Ningun o de los pretendidos
derechos del hom bre van m s all del individuo eg osta, separado, reple-
gado en SI mismo , preocupad o nicamen te por su personal inters ...). El
nico lazo que les une es la necesidad natural, las necesidades fisiolgicas
y el inters privado, la conservacin de sus propiedades y de su per-
sona
(10).
La cues t in juda no cont iene an aquel los e lementos econmicos
que convertiran la crtica vital de Marx en el socialismo cientfico; me
refiero a categoras como la plusvala , las fuerzas productivas y relaciones
de produccin, el modo de produccin capital is ta y una teora desarrollada
de las clases sociales.
Ello s ignifica, nada ms y nada menos, que la teora pol t ica marxiana
(social is ta) precede a toda su contribucin econmica y sociolgica, hecho
ste sobre el que apenas se ha l lamado la atencin, pero que muestra, s in
duda, cmo e l pensamiento marxiano es t inser to en la t radic in revolucio
nar ia y democr t ica europea y que , aunque slo sea por contrapos ic in, le
si ta en la l nea continuadora de Uberalismo y la democracia rousseaniana.
(9) K. M arx: La Question Juive, pg s. 23-24, Unin Ge nrale d 'E dit ion s, Pars , 1 8.
(10) K. M arx: Ibid. pgs. 37-39.
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En efecto, la peculiaridad de la crtica realizada en La cuestin juda
y en la misma Crtica de la filosofa hegeliana del Derecho Pblico
radica en que para Marx, si bien la emancipacin poltica es decir, la
igualacin de los hombres ante el Derecho y el Estado supone un gran
progreso en cuanto que constituye la ltima fase de la prehistoria de la
humanidad, est an lejos de la emancipacin real del hombe, que no
tendr lugar hasta que los hombres reconozcan sus propias fuerzas como
fuerzas sociales y su fuerza social no sea enajenada bajo la forma de
Estado poltico.
Marx enlaza as no slo con la tradicin que vio en el Estado un mal
necesario, sino tambin con la crtica de Rousseau del Estado representa
tivo, situndose, eso s, un paso ms adefante no slo por adoptar una
visin absolutamente negativa del poder poltico, sino, y esto es quiz lo
ms importante, por suministrar, a travs del desarrollo posterior de su
obra, una explicacin econmica, no especulativa, sobre el proceso de la
aparicin del Estado y las posibles bases para su futura desaparicin,
mediante la reasuncin por la propia sociedad del poder poltico.
Pienso que este hecho, es decir, la crtica marxiana al Estado asentado
sobre las bases representativas y jurdicamente igualitarias, es el que se
halla en el centro del debate que enfrenta a las concepciones de la demo
cracia represen tativa y de la dem ocrac ia social *).
Como es sabido, hasta hace tan slo unos pocos aos, la crtica de la
izquierda oficial y de las fuerzas sociales progresistas se diriga incansable
mente contra la democracia representativa occidental, utilizando la figura
de la democracia social-popular para demostrar que la libertad ciudadana
era pura ficcin en ausencia de un equiparamiento o igualacin econmi
cos que la propia estructura capitalista no poda permitir. Ello no era
obstculo, sin embargo, para aceptar las normas constitucionales y el
juego democrtico de las urnas, que hacan posible una lucha poltica
pacfica y situaban, en general, a las izquierdas en la oposicin par
lamentaria.
Mientras tanto, en la zona oriental y en los pases subdesarrollados
que, despus de la segunda guerra mundial y durante varias dcadas,
*) Nota : Impo rta prec isar que no nos re fe r imos aqu a las democra c ias po pulares ,
expresin adoptada por los idelogos comunistas hegemnicos en Europa or ienta l en t re 1945
y 1948, que nunca pas de ser una tautologa carente de toda conexin o parecido con la
rea l idad y que como ta l no puede oponerse o contrasta rse con e l hecho de las dem ocrac ias
representa t ivas .
Cfr. , respecto de la democracia popular, e l art culo de Lil ly Marcou Les voies nationa-
les du passage au socialisme. aparecido en Le M onde Diplomatique Janvier 1977, pg. 5).
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presenc ia ron revoluc iones e ins taurac iones de gobiernos y Estados soc ia
l istas, la esta ta l izacin de los medios de produccin, en medio de una
ausencia total de l ibertad, represent un reforzamiento, y no una debil i ta
cin, de la divisin en clases y del sistem a de privilegios II ).
El fracaso de los part idos comunistas y social istas en el acceso y
ejercicio pacf ico del poder en las democracias representat ivas, en la
medida en que su part ic ipacin, cuando exist i, no implic modificacin
alguna su stanc ial de las relacio nes de prod ucc in ni de la jer ar qu a social
existente y, de otra parte , las desoladoras experiencias de los regmenes
social istas, han abocado a la izquierda civi l izada occidental a un cambio
de tct ica , tendente a penetrar en la esfera de la sociedad civi l entendida
sta segn la terminologa hegeliana, mediante una renovacin del equi
po conceptua l y de las esperanzas revoluc ionar ias .
El primer paso en la nueva direccin fue, como era lgico, la valoracin
positiva de las vas nacionales al socialismo, del pluralismo poltico y de la
democrac ia representa t iva , como inst rumento adecuado para e l iminar la
imagen de la dependencia sovit ica e intentar una mayor aceptacin por, e
integracin en, las poblaciones nacionales respect ivas.
Simultnea, o correlat ivamente, se decidi abandonar aquellas nociones
que e ran suscept ib les de desper ta r sospecha en los conc iudadanos dem
cratas la dictadura del proletariado y se ampli e l concepto de clase
obrera para incluir en l a cuantos manual y/o intelectualmente part ic ipan
en el proceso productivo y aspiran a una mutacin social que acabe con las
injusticias.
Desde la ptica estr ic tamente estra tgica se opt por e l cambio de una
guerra de movimiento a una guerra de posiciones como mtodo ms
idneo, en las c ircunstancias existentes, para la consecucin de la meta
final: la implantacin de una sociedad socialista.
Paulat inamente las lanzas se han tornado caas, la revolucin perma
nente , reforma nacional-social , la dictadura del proletariado, se ha equipa
rado a la dictadura a secas; la democracia formal es ahora una conquista
de la humanidad, y e l acceso al social ismo, gradualismo.
Hemos inaugurado la nueva poca de la profundizacin, ampliacin y
desarro l lo de los presupuestos democr t icos-burgueses y de l apoderamien-
11) L. Kolako wsk i: M arxism us und der Begriff der Ausbcu tungs en Marxismns-Ulopic
und Anti-Utopie pg . 95 , Ver lag Kohlhami t ier Gm bH , S tu t tgar t , 1974. U rban-T asche nbch er .
La ci ta est fuera de contexto y en t iempo pasado en lugar de presente, pero recoge
perfectamente lo que yo pretenda decir . El ensayo de Kolakowski fue escri to de 1971.
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to pacf ico de los aparatos ideolgicos cul turales por la numerosa, educa
da y organ izada c lase obrera a l deci r de Fav re , H inker y Sve) .
El nuevo indir izzo pol t ico ha susci tado cr t icas en las f i las derechis
tas y en los sectores ms radicales de izquierda , pero, como era de
esperar , los cr i t i cados han rechazado las acusaciones de revis ionis tas ,
opor tunis tas y socia l -demcratas , a rgumentando que el marxismo no es
dogma, s ino una gua para la accin y buscando refugio en las interpreta
ciones flexibles y en la necesaria adecuacin de la teora pol t ica a las
condic iones obje t ivas .
El c i tado proceso de renovacin ideolgica es per fectamente com
prensible desde la perspect iva de la lucha pol t ica por los votos y el poder .
Parece , adems, to ta lmente leg t imo e l in tento de caminar con la cor r iente
de la poca y de plegarse a los condic ionamientos geopol t icos y econmi
cos del momento his tr ico. A mayor abundamiento hay que admi t i r que
at ravesamos c i rcunstancias bajo las que e l cambio en los modos de inter
pre tac in del entorno socia l y en la praxis t ransformadora de las es t ructu
ras resul ta muy f recuente .
Sucede, s in embargo, que a l presentar a l exter ior una imagen evolut i
va ,
a tono con las ideas dominantes , y a l desplegar una ac t ividad progre
s i s ta, sobre la base de determinados presupues tos ter icos , l a in t roduc
cin de al teraciones sustanciales en el entramado ideolgico originario
provoca profundas divergencias ent re e l punto de par t ida y su adapta
cin, de forma tal que por grandes esfuerzos que se hagan en pro de la
rearmonizacin de la teora inicial con la modif icada, al antagonismo l lega
a ser tan patente que todo afn de asimilacin resul ta r idculo; y, ms an,
si se dan expl icaciones.
Sucede tambin que los ms f ie les in trpre tes de la verdad his tr ica
no se han preocupado s iquiera de buscar unas nuevas seas de ident idad.
Envuel tos en la vorgine de la mutacin, a turdidos , quiz , por su paso
at rs, dan la impres in de no haberse dado cuenta de que su imagen
marxista no es ya ms que un espej ismo. En real idad, ignoran que el
sociaUsmo reformista de nuevo cuo les s i ta en los umbrales de la
democracia burguesa , que la renuncia a la dic tadura del prole tar iado ar ras
t ra consigo inexorablemente e l der rumbamiento de la teor a pol t ica y de la
lucha de c lases marxiana .
Lo ms sorprendente de los acontecimientos que contemplamos radica ,
con todo, en la incapacidad demost rada por los responsables ideolgicos
para e laborar , par t iendo de los supues tos del propio mater ia l i smo dia lc
t ico, unas premisas ter icas que les hubiesen permi t ido af rontar a l menos
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el obstculo de la dictadura del proletariado 12), sin ocasionar desper
fectosirreparables ni verse, en fin, privados de su legitimidad de vanguar
diasrevolucionarias.
Ami modo de ver lo que ha ocurrido es bastante simple: los comunis
tas
no conocen en absoluto la obra de Marx, ni han podido tan siquiera
atisbar el planteamiento del problema.
Toda
la contribucin marxiana de juventud arroja una conclusin termi
nan te : el Estado poltico burgus, sobre todo en su forma ms avanzada
la
repblica democrtica, es totalmente incapaz de afrontar con xito
la
solucin de los problemas sociales. Dichos problemas o contradiccio
nes
constituyen precisamente el presupuesto de la existencia del propio
Es t ado ;
son los requisitos sine qua non de la organizacin poltica
burguesa
es decir, aquellos que de suprimirse impHcaran necesaria e
inexorablemente la desaparicin del propio Estado. Sera tanto como co-
12) Una elucidacin del concepto de dictadura del proletariado
podra haber discurrido
pongo por caso, por las siguientes lneas: Partiendo de la base del carcter contradictorio
de toda la realidad la naturaleza, la vida social, el pensamiento de los hombres), cabe inferir
la condicin contradictoria de la dictadura del proletariado. Por tratarse de una realidad
contradictoria, la dictadura del proletariado tiene por esencia y fundamento a su negacin u.
opuesto la democracia total en cuanto sociedad sin clases), y, en ese sentido, es, al mismo
tiempo, ella-misma y su contrario; es un fenmeno cuyos aspectos luchan entre s impulsn
dolo hacia su desenlace. La unidad constituida por ambos contrarios, o aspectos internos,
tiene carcter transitorio, pues la contradiccin de s-misma contenida en s-misma no puede
sino suprimirse merced a las pulsiones provocadas por la lucha entre los contrarios. Esta
supresin o superacin, que tiene lugar como consecuencia de la victoria del aspecto princi
pal de la contradiccin sobre el contrario ms dbil, implica la solucin de la contradiccin.
Dicha solucin supone el cambio de calidad: el objeto donde se realiza la dictadura del
proletariado) deja de ser lo que era y se convierte en otra cosa la ausencia de dictadura y,
por ende, de Estado). Lo cual, por supuesto, no significa que la nueva realidad surgida
permanezca inmvil e inalterada; antes al contrario, la solucin de la vieja contradiccin.
Dicha solucin supone el cambio de calidad: el objeto donde se realiza la dictadura del
proletariado) deja de ser lo que era y se convier te en otra cosa la ausencia de dictadura y,
por ende, de Estado), Lo cual, por supuesto, no significa que la nueva realidad surgida
permanezca inmvil e inaUerada; antes al contrario, la solucin de la vieja contradiccin
implica la aparicin de un nuevo contrario... En otras palabras, la dictadura del proletariado,
situacin temporal y contradictoria, es la unidad de dos contrarios, de los cuales el proleta
riado que se constituye en clase dominante no es si no el aspecto subordinado o secundario,
en tanto que el proletariado constituido en clase dominante es el aspecto fundamental o
principal; aqul supone el elemento de fuerza; ste, el consenso; aqul, una sociedad clasista;
ste, una sociedad sin clases. La lucha entre ambos aspectos o tendencias, que se excluyen
mutuamente, pero que al mismo tiempo se presuponen, constituye la esencia misma del
movimiento que lleva a la solucin de la dictadura del proletariado, a la negacin del
proletariado como clase por no ser ya una clase explotada y, por ende, a la desaparicin
de las clases... Claro est que toda esta exposicin, para la que me ha sido muy til el libro
de B. Ortoneda, Principios fundamentales del marxismo-leninismo no deja de ser una
increble y tremenda incongruencia.
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meter suicidio. Es expl icable por lo tanto que la nica posibi l idad de
subsist i r sea para el Estado procurar el mantenimiento de las mlt iples
divisiones y antagonismos que atraviesan la sociedad civi l burguesa: desde
las clases en luch a pa san do por la divisin del t raba jo ha sta la escisin de
la perso nah dad en e l c iudad ano y e l ho m bre la esquizofrenia en sum a de
la totalidad social.
La s con clus ion es marxian as de juv en tud refer idas a l pode r pol tico
burgus no slo fueron expl c i tamente ra t i f icadas en obras como La
lucha de c lases en Francia y El 18 Brum ar io de Luis Bo na pa r te s ino
que const i tuyeron e l motor de ar ranque de toda la inves t igacin l levada a
cabo sobre e l esquele to de la sociedad c ivi l la es t ructura econmica
capi ta li s ta es deci r de tod o aque l lo que se ha da do en l lamar cont r ibu-
cin cient f ica.
Por ot ra par te es m ene ster reco rda r a los nu ev os crey ente s en la
prct ica pol t ica democrt ica que las formas de gobierno en e l mbi to de
un especf ico modo de produccin cual es el capi tal is ta no son ms que
meras adaptaciones
a los cam bios tecnolgicos y a los cor re la t ivos nue vos
s is temas de explotacin y as como el l ibera l i smo correspondi a un
per odo de expansin la socia ldemocracia modelo por dems vigente en
los pases con formas gubernamenta les democrt icas es e l rgimen apro-
piado a los nuevos procedimientos de obtencin de la plusval a .
Las mejoras sociales la universal izacin y ampliacin del sufragio
unive rsa l e l jueg o de par t idos y s indicatos los m ovim ientos de dem ocra-
c ia de base en bar r ios escuelas e ins t i tuc iones prximas a la propia
act ividad laboral la publ icacin de re ivindicaciones de sectores margina-
dos y la toma de conciencia de la to ta l a l ienacin de la natura leza
han sido
no nos l lamemos a engao paralelos a l increm ento de las fuerzas pro duc -
t ivas algo que los Es tad os no han po dido evi tar al desp lazam iento del
cent ro neurlgico de las decis iones pol t icas de los rganos democrt ica-
me nte e legidos a los e jecut ivos y bu roc racia s a la ma rginacin de los
sec tore s con fl ict ivos a la brutal instrum enta l izaci n de la opinin p bl ica
a la con tam inaci n d el ai re la t ierra y el agu a a la p rdid a de cal idad de
los al im ento s a la pornog rafa y a una feroz enajenacin colec t iva. No han
cambiado la natura leza del Es tado ni tampoco de las fuerzas de la oposi -
cin que obst inadamente se han integrado en la esfera de los mal l lamados
interese s ge ne rale s en la abs tracci n de la relacin pb l ica que como bien
deca Garca Morente se basa en conocer al hombre como si fuese cosa o
puro obje to.
En es te contexto habr a que expl icar c laramente una vez ms dos
temas:
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a) el po de r poltico que se ejerce en el m arc o de una d em ocr acia
representat iva no es una sustancia neutra , ut i l izable al ternat iva
mente por e l detentador de turno.
b) la prete nsi n l t ima del social ismo marxis mo es acaba r con el
pode r-pol t ico-burgu s-ma rginado-d el-resto-de-la-sociedad , es de
cir , con un t ipo concreto de poder que solamente se representa a s
mismo, pero que, aparentemente, defiende los intereses de la colec
tividad que le sirve de fundamento.
La tradicin del marxismo-leninismo ha sido, respecto del primer pun
to , fiel a su fuente de origen, la cual, paradjicamente, constituye ya la
primera deformacin de la contribucin de Marx a la teora poltica. De
forma absolutamente increble , Engels, uno de los e laboradores de la
teora materia l ista de la historia , introdujo el concepto de Estado como
instrumento o mquina de opresin, perfectamente diferenciado y objet iva
do 13), olvid and o que la orga nizaci n social y el E sta do brota n c on stan
tem ente del proc eso de vida de determ inado s individuos . .. ) ta l y como
actan y producen materia lmente y, por tanto, ta l y como desarrol lan sus
act ividades bajo determinados l mites, premisas y condiciones materia les
ind epe ndie ntes de su voluntad 14).
Esa separacin del objeto ^del Estado de su creador y la correla
t iva consideracin del mismo como uti l izable en una u otra direccin, para
explotar econmicamente a los poseedores de fuerza de trabajo como
nica r iqueza o para expropiar a los capita l istas del patr imonio acumulado
a travs de una secular apropiacin del trabajo ajeno, olvida simplemente
que el Estado, bajo su configuracin burguesa, representat iva, formal o
constitucional, es expresin oficial de la sociedad civil burguesa, es
decir, de una formacin social temporal e histrica que surgi en un
momento h is tr ico de te rminado como consecuenc ia de las t ransformacio
nes econmico-sociales en un contexto especial y geogrfico tambin
determinado 15).
13) F. Eng els:
Anti-Duhring pg. 285, Ed. Claridad. Buenos Aires, 1967.
Introduccin a la Guerra Civil en Francia pg. 20, R. Aguilera Editor, Madrid, 1970.
E Origen de la familia la propiedad privada y el Estado pg. 204, Ed. Claridad.
Buenos Aires, 1970.
Ludwing Feuerbach y el fin de la filosofa clsica alem ana
pg. 71, R. Aguilera
Editor, Madrid, 1968.
14) La Ideologa Alemana: pg. 25, Coedicin Pue blos U nidos y Gri jalbo, S. A . .
Barcelona, 1972.
15) Ac er tada m ente , V . Cerro n i , a l com entar la teor a del Estad o marx is ta , que lo
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El Estado no puede, en ningn caso, ser un Estado social is ta . Pensar
lo contrario es l ci to, pero consti tuye una i lusin; una i lusin que se
concreta en la creencia de que el Estado pol t ico-burgus es independiente,
es deci r , de terminante ; de que la sociedad es e l e lemento condic ionado y
de que , en suma, las de terminaciones mater ia lmente mot ivadas son, en
rea l idad, autodeterminaciones puras de la l ibre voluntad.
Respecto del segundo punto antes esbozado, e l socia l ismo se inscr ibe
en la l nea del l iberalismo, sobrepasndolo. La desconfianza l iberal hacia
e l poder pol t ico , cuya in tervencin teme jus t i f icada aunque i r rac ionalmen
te , se transforma en la mente social is ta en una explicacin coherente de la
exis tencia de aqul y de su natura leza de mal necesar io . Pr imero, mediante
el anlis is de la relacin Estado-Sociedad y el posterior examen del modo
de produccin capi ta l is ta . Segundo, mediante la negacin de la a tempora-
l idad de esa es t ruc tura . Tercero, suminis t rando la base ter ica para la
comprensin del especfico carcter del poder pol t ico burgus y de su
posible superacin desde fuera, o sea, desde la sociedad.
La vis in marxiana del poder pol t ico-burgus es del todo negativa,
convergiendo en es te aspecto con la idea anarquis ta de l Es tado como mal
absoluto. La reasuncin por las fuerzas sociales del poder pol t ico empal
ma, a lo largo de toda la tradicin democrtica del pensamiento pol t ico,
con la necesidad de s i tuar a los detentadores de poder en la esfera a que
rea lmente per tenecen, s in pr ivi legios , n i prebendas . Las especia les prerro
gat ivas de que todava gozan gobernantes , par lamentar ios , d iputados y
dems representantes encarnacin de ia soberana popular , la misma
cons iderac in del pueblo, como obje to de la pol f ica , nos re t rot raen a
nues t ro antepasado Maquiavelo , a la vir tu, la as tucia y la for tuna que
hace gi rar e l t iempo en redondo para anunciarnos mayores desgrac ias y
mayores e spe ranzas .
Los obs t inados es tudiosos que no renuncian a la bsqueda de una
teor a socias ta y/o comunis ta de l Es tado pierden e l t iempo por dos
considera como instrumento, creacin o mquina de opresin, realiza las siguientes ob
servaciones:
1.
Si el Estado es slo mquina de poder, la teora de Marx debe contarse en el nmero
de las teoras reductoras de la poltica a mera fuerza: no se ve su novedad.
2. Si el Estado es para Marx una mera creacin voluntaria de las clases dom inantes, su
teora poltica no es realmente materialista.
3. Si el Estado es para Marx una mquina de opresin un instrumento) que perma
nece incambiado aun con la variacin de las clases dominantes, el materialismo de
Marx no es histrico, y no explica por qu una clase dominante se sirve del instru
mento polis antes que del Estado feudal o del Estado representativo de derecho. En
La teora de las crisis sociales en Marx pg. 206, Alberto Corazn Editor, Madrid,
1975.
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razones: la nica teora marxista del Estado es la teora de Marx sobre el
Estado burgus-capitalista las extrapolac iones son peligrosas y, general
mente, falsas); y, por otra parte, en una sociedad socialista carece de
sentido plantearse el estudio de un objeto inexistente: el Estado.
El Estado poltico con el significado que esta expresin tiene en la
Crtica de la Filosofa del Derecho de Hegel) y la Economa poltica son,
valgan los lugares comunes, la supra y la infraestructura de una formacin
social perecedera que alumbrar una nueva poca de democracia total y de
abundancia plena. Al menos, as interpreto yo el pensamiento de Marx.