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7/25/2019 Sobre El Origen de Macondo
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T H E S A V R V S
BOLETN
DEL IN ST IT UTO CARO Y CUERVO
T OMO
XX VI Septiembre-Diciembre 1971
NMERO3
U N A F O R T U N A D O F I T O N I M O B A N T U : MACONDO
Desde que, lector deslumhrado, cay
en mis
manos
Cien
aosdesoledad
y me
puse
en
contacto
con
ese m un do ardien-
te,
multicolor
y
sonoro, creado
por
Gabriel G arca M rquez,
con
esa
realidad
que no es
solamente mito csmico
de
crea-
cin
o
metfora
de la
historia
de un
continente
o
versin on-
rica
de una
peripecia nacional
o
(aunque
es
todo ello
con-
juntamente) abrumadora fantasa verbal e imaginativa, sino
que,
al
mismo tiempo,
es
tamb in recreacin p ene trante
y
exac-
ta
de un
concreto ambiente americano,
el de la
Costa atlntica
colombiana,
me
atrajo, quiz
por una
invo luntaria 'afinidad
electiva'
de mi
oficio
de
ling ista,
ese
nombre que,
en el cen-
tro
del
microcosmos todo
de la
novela, atrae, polariza
y
orde-
na
las
peripecias vitales
de
sus persona jes: Macondo. De don-
de habra extrado
el
gran Gabo esta pa labra,
de
ronco
son
de tambor lejano,
que
parece, solamente
con
mencionarla,
trasladarnos imaginativamentea esacosta colom biana , sensual
y trgica,
de
pltano, palma
y
mar, inolvidable para quien
al-
guna
vez la ha
conocido
y
prodigiosamente intuida
por
aque-
llos que
se
hunden
en las
pginas
de su
novela?
Naturalmente podra
Macondo, con sus
slabas nasales,
con
su
obscura fontica mula ta, haber salido, entero
y
necesa-
rio,
de la
m ente creadora
de su
autor,
el
ms prodigioso mago
del lenguaje
que ha
producido
en
muchos decenios
la
litera-
tura hispnica.
Y en ese
caso
mi
curiosidad,
de
lector
y de fi-
llogo al tiempo, habra qu edado defraudada.
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486 GERMN DEGRANDA BICC, XXVI, 1971
Aunque se ha dicho (e incluso publicado) en variasoca-
siones
que
ste
fue el
origen, personal
e
intransferible,
de la
palabra
Macondo y,
desde luego,
no
constituira ello sino otra
manifestacinde lamaestra inimitabledeGabriel GarcaMr-
quez
en sus
juegos
con la
expresin lingstica castellana,
el
mismo autornos ha facilitado la pista para abordar otro cami-
no, ms acorde con la realidad y, al mismo tiempo, con lo
que,
llevado
por una
vaga intuicin,
yo
mismo haba supuesto.
En unas declaraciones periodsticas, concedidas en Espaa y
reproducidas por el suplemento literario deEl Espectadorde
Bogot
1
, el
creador
de Cien aos
de
soledad,
interrogado
so-
bre el origen deMacondo, cont cmo haba conocido duran-
te
su
infancia
y
juventud
una
hacienda rural, cercana
a su
natal Aracataca,
que
llevaba este nombre
y
cmo, recordn-
dolo,
lo haba considerado perfectamente aplicable y apropia-
do
al
mundo
de su
ficcin novelesca.
Si
esto
es as (y
nada
nos lleva
a
negar
el
testimonio
del
propio autor), ser posible
ejercitar sobre esta voz todas las tcnicas cientficas que nos
puedan conducir
a
rastrear
su
procedencia
con las
posibles
ga-
rantas
de
exactitud
y
rigor.
Una primera
y
superficial consideracin
deMacondo nos
hace afirmar su no pertenencia al acervo lxico hispnico,en
el
que ni
siquiera
ha
penetrado como prstamo identificable
2
y,al mismo tiempo, susemejanza con formas lingsticas afri-
canas,
aalgunasde lascuales se acerca, sobre todo,por su ar-
ticulacin nasal implosiva
y por la
simplicidad
de su
patrn
silbico.
Desde
el
punto
de
vista histrico esta apreciacin parece
coincidir
con la
realidad
de la
fisonoma,
no
slo actual
3
sino
pretrita,de la zona costea colombiana. En ella seasentaron,
1
Desgraciadamente el recorte, que poseo, de El Espectador no conserva la
fecha del da en que fue publicado.
1
P. ej., FERNANDO ORTIZ, Glosariode ajronegrisrr.os,La Habana. 1924: MA-
NUEL ALVAREZ NAZARIO,
El elemento ajronegroide en ei espaol de Puerto Rico,
San Juan, 1961;
ROLANDO
A.
LACUAKDA TRAS.
A/'ronegrismos rioplatenses, en
Boletn
de la
Real Academia Espaola,
t. XLIX. enero-abril 1969, pgs. 27-116.
*
AQUILES ESCALANTE,
El
negro
en
Colombia,
Bogot,
1964.
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BICC,
XXVI,
197 1 UN
FITNIMO BANT:
MACONDO
> 4 8 7
desde
el
siglo
xvi,
numerosos contingentes
de
negros
que se
dedicaban
a las
actividades conexas
con el
funcionamiento
de
la sociedad esclavista hispnica yacom o 'esclavos detala'ads-
critos a las haciendas rurales, ya como 'esclavos decasa'en-
cargados
del
servicio domestico
a sus
amos
4
.
La agricultura tropical desarrollada durante varios siglos
en lasplanicies costeras de la actual Colombia necesitaba,da-
do su peculiar modo de capitalizacin y explotacin, gran
nmero
de
brazos para
el
buen xito
de los
cultivos intensi-
vos all aplicados,
y
esta circunstancia, perfectamente conoci-
da
5
,
proporcion
al
rea costea
de
Tierra Firme
una
abun-
dante poblacin decolora la quevemos bullir porpueblos,
ciudades
y
campos
en
tratados doctrinales
6
, narraciones
de
viajes
7
y
documentos
e
informes
de
todo tipo
8
.
Estos datos, junto con ladebilidad y progresiva extincin
dela poblacin amerindia asentada enestas regiones
9
,parecen
confirmar la hiptesis del posible origen africano de la voz
*
Es
preciso citar a qu , como obras
de
referencia ineludibles,
los
libros
de
GILBERTO FREYRE,
Casa grande y senzala,
Buenos Aires,
1943,y Sobradose mu-
cambos, al que
tengo acceso slo
en la
traduccin inglesa
TheMansions and the
Skanties,
Nueva York, 1963.Mencionan alguno s hechos caractersticos de la vida
del esclavo en territorios de la Amrica espaola MIGUEL ACOSTA SAICNES,
Vida
de
os esclavos negros
en
Venezuela,
Caracas, 1967;
JAIME JAHAMILLO URIBE,
Esclavos
y seoresen lasociedad colombianadelsigloXVII , enEnsay os sobre historia social
colombiana,
Bogot, 1968:F.MORALES PADRN,
La vida cotidianaen unahacienda
de esclavos,
en
Revista del Instituto de Cultura Puertorriquea,
nm . 10, 1961,
pgs.
23-33;
VICENTA CORTS,
LOS esclavos domsticos
en
Amrica,
en
Anuario
de
Estudios Americanos, t.
XXIV,
1967,
pjjs. 955-983 ,
etc.
5
Cfr., por ejemplo. MANUKL MORKVO FRAGINALS. El ingenio: El complejo
econmico social cubano
del
azcar,
La
Habana,
1966.
*P.
ALONSO
DE
SANDOVAL,
De
instaurando Aethiopum salute,
Bogot,1956
(Sevilla. 1627).
7
ALEJANDRO DEHUMBOLDT,
Viaje
a as
regiones equinocciales
del
Nuevo
Continente,
Caracas,1941.
8
JOS
P.
URUKTA,
Noticias para la historia de Cartagena,
Cartagena,
1887;
EDUARDO DKPIERES,
Documentos para la historia delDepartamento de Bolvar,
1924; MANUEL TEJADO FERNNDEZ, Aspectos de la vida social en Cartagena de
Indias durante
el
seiscientos,
Sevilla, 1954(basado en documentos inquisitoriales).
'
Vase
JAIME JARAMILLO UIIIBE, La poblacin indgena de Colombia en el
momento
de la
conquista
y sus
transjormaciones,
en
Ensayos sobre historia social
colombiana,
Bogot,
1968.
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488 GERMN
DE
GRANDA BICC, XXVI,1 9 7 1
Macondo.
Pero,
an
siendo importante
la
deduccin estable-
cida,
no nos es, sin
embargo, suficiente para determinar,
con
mnima exactitud,
su
procedencia,
ya que, en
efecto,
a
terri-
torios americanos llegaron, como esclavos, africanos proceden-
tes
de muy
diferentes etnias sudanesas, guineanas
y
bants
1 0
.
Sera
de
todo punto imposible rastrear
en el
lxico
de
decenas
de lenguas
y
centenares
de
dialectos
la
huella
de un
vocablo
como
el que nos
interesa.
Sabemos,
sin
embargo,
que
durante largos perodos
de
tiempo
la
sociedad colonial hispnica,
an
aplicando
en ge-
neral, como medida
de
precaucin ante posibles rebeliones
de
esclavos,
la
tctica
de
mezclar siervos
de
diferentes tribus afri-
canas
12
,
estableci estereotipos bastante bien conocidos para
la
utilizacin diferenciada,
en las
actividades econmicas
ms fre-
cuentes,
de los
negros importados.
As los
sudaneses, inteli-
gentes y de hermosa presencia fsica, eran preferidos para el
serviciodecasa,losguianos (yante todolosyorubasyewes)
se empleaban destacadamente en explotaciones mineras y en
trabajos que exigan simultneamente habilidad y fuerza y
los bants,
ms
dciles
y
resistentes, solan dedicarse
a
labores
agrcolas
13
.
10
Cfr. el libro de AQUILES ESCALANTE cit. en la nota 3; Jos R. ARBOLEDA,
Histoire et anthropologie du noir en Colombie, Dakar,
1968
(tambin
en
Univer-
sidad de Antioquia, nm. 157, 1964, pgs. 233-248); DAVID PAVY, The Prove-
menee
of
Colombian Negroes,
en The
Journal
oj
Negro Hislory,
t. LII, nm. 1,
1967, pgs. 36-58; GERMN
DE
GRANDA, Onomstica y procedencia africana de
esclavos negros en lasminas del Sur de la Gobernacinde Popayn {siglo XVIII),
en La Minera Hispana e Iberoamericana,
t. I,
Len (Espaa),
1970,
pgs. 605-638.
11
Tenemos testimonios en este sentido desde el siglo xvn, en la obra, ya
citada, del P.
ALONSO
DE
SANDOVAL,
hasta finales del siglo xix, en
MIGUEL BARNET,
Biografa de un cimarrn, La Habana, 1956.
13
Facilita datos concretos sobre esta tctica esclavista (en Brasil, pero aplicada
en toda Hispanoamrica)
PIERRE VERGER,
Flux
et
reflux
de la
traite
des
nigres
entre le golfe de Bnin et Baha de todos os santos du dix-septiime au dix-neu-
vieme siich, Paris-La Haya,1968.
u
Debi influir
en
esta tendencia, adems
de la
menor propensin entre
los
bants al cimarronismo y a la resistencia violenta hacia sus amos, la ms fcil
cristianizacin
de los
mismos,
al
menos
en
relacin
con los
esclavos
de
origen
sudans, frecuentemente islamizados, y con los yorubas y cwcs, muy apegados a
sus religiones africanas.
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BICC, XXVI,
197 1 UN
FITNIMO BANTU:
MACONDO
> 4 8 9
Si aadimos a este dato el hecho de que en San Basilio
de Palenque
14
, no lejos de los actuales Departamentos del
Magdalena y Atlntico, la etnia bant parece que fue, efecti-
vamente, dominante desde el siglo xvi, facilitndonos as una
'muestra' sintomtica de la composicin de la poblacin escla-
va establecida en las reas rurales de las planicies costeras hoy
colombianas, podremos partir, en la indagacin emprendida,
de la hiptesis de trabajo de que, en una proporcin difcil
de establecer pero relativamente mayoritaria, las explotaciones
agrcolas de la costa atlntica de la Nueva Granada estuvieron
pobladas por esclavos bants, aunque, como es natural, esta
afirmacin, para ser exacta, debe ser modificada por la aplica-
cin de buen nmero de coeficientes correctores espacio-tem-
porales. El predominio relativo, no comprobable pero s pro-
bable, de la etnia bant y, consiguientemente, de las hablas
pertenecientes a este grupo lingstico en los territorios coste-
os autoriza, pues, a relacionar apriorsticamente, con algunas
posibilidades de acierto, la voz Macondo con el stoc/^ lxico
del bant noroccidental, ya que fue esta rama dialectal la que
casi con exclusividad hablaban los esclavos importados a His-
panoamrica
1G
.
Ahora bien, hacia qu campo semntico orientaremos
nuestra bsqueda?, qu clase de palabras podran ser tan
abundantemente empleadas por los esclavos bants de las ha-
ciendas agrcolas de la costa atlntica que, despus de la extin-
cin de la lengua de la que procedan, persistieran an en la
14
Cfr. los datos etnolgicos que proporciona acerca de este tema
AQUILES
ESCALANTE
en el libro cit. en la nota 3 y en El Palenque de San Basilio, en
Divulgaciones Etnolgicas, Barranquilla, t. III, nm. 5, 1954 y en Funcbria en la
cosa colombiana del Caribe, en Actas del XXXV Congreso Internacional de Ame-
ricanistas, t. III, Mxico, 1964, pgs. 15-22. Tambin las consideraciones ling s-
ticas c histricas de mi artculo Sobre a procedencia africana del habla 'criolla' de
San Ba silio de Pa lenque (Bolvar, Colomb ia), en Thesaurus, t. XXVI, 1971.
15
En efecto, las reas bants ms explotadas por los tratantes de esclavos
fueron las que abarca la zona geogrfica de Camern a Angola. Las zonas in-
teriores, y las correspondientes a la actual frica del Sur no fueron apenas afec-
tadas y Mozambique slo facilit esclavos en abundancia durante el perodo
(1641-1648) que dur la ocupacin holandesa de Angola y, mucho ms tarde,
en el siglo xix.
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toponimia menor delterritorio? La respuesta no es,cierta-
mente, fcil, pero
la
visin panormica
que la
etnohistoria
de
los grupos humanos negros
en
Am rica
nos
facilita
de suspau-
tas deconducta durante el perodo esclavista nosorientaha-
cia loscampos conceptuales relacionados con loscultivos y la
vegetacin,
por una
parte,
y con las
actividades rituales
por
otra
I6
. Sera equivocado pensar que elprimero deestos aspec-
tos habra respondido solamente a las urgencias pragmticas
del esclavo mientras
que el
segundo
se
referira
a la
satisfac-
cinde sus necesidades espirituales. En el mundo bant,tan
extraordinariamente sacralizado, tanto
uno
como otro
se in-
cluyen dentro
de un
contexto
al
mism o tiempo religioso
ypro-
fano,
puesto
que,
mientras
que los
actos cultuales
son
dirigi-
dos en gran parte a conseguir objetivos vitales del individuo
y
del
grupo,
las
tareas laborales
y de
subsistencia
(en
especial
las agrcolas), revisten
con
gran frecuencia significaciones
re-
ligiosas ymgicas
17
. Pareca, pues, indicado quedirigisemos
nuestra indagacin hacia los doscampos semnticos mencio-
nados,
ya que ,
segn
el
conocimiento
que
poseemos
de la es-
tructura
de
valores bants, parecen
ser,
sim ultneamente,
los
ms abundantes encontenido conceptual y los de mayor inci-
dencia
en el
comportamiento vital
de los
grupos hum anos
en
cuestin.
Las investigaciones dirigidasadetectar laforma
Macondo
en el caudal lxico relacionado con laestructura decreencias
y
con el
sistema
de
ritos
y
acciones cultuales bants
no tu-
vieron xito, a pesar de haber rastreado cuidadosamentesu
10
Vanse, para fundamentar esta afirmacin, LYDIA CABRFRA, El
Monte, La
Habana, 1954; A.
MTRAUX,
Le Vaitdou haiticn, Paris, 1958;
ROGER BASTIDK,
Les rcligions ajricaines
au
Brsil, Paris, 1960,trabajos que se refieren a las tres
reas americanas (Cuba, Hait, Brasil)
que han
conservado
el
mayor porcentaje
de retenciones culturales africanas.
Puede n verse, para un primer acercamiento al tema, E. DAMMAN, Les re-
ligions d'Ajrique, Paris,
1964;
Colloques Internationales de Bouak,
t. II,
Paris,
1965; JAHNHEINZ JAHN, Mtmtii: An outltne o) Neo-a)rican culture, Londres, 1961.
Investigaciones de mayor profundidad conceptual son
PLACIDE TF.MPELS, La phi-
losop/iie bantotie, Paris, 1949;ALEXIS KACAMK, La philosophie banlou-rwandaise
de l'lre, Bruselas, 1965: ANDR RAPONDA-WAI.KER y ROGER SILLANS, Rites et ero-
yances
des
peuples
de
Gabon,
Paris,
1962,
etc.
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presencia
en el
vocabulario
de
este origen
que
pervive
an en
Brasil
18
, Cuba
19
, Hai t
2 0
y, en
forma dispersa
y
decadente
21
,
en otros lugares deAm rica.
Ante este resultado negativo dirig mispesquisas haciael
campo semntico de loscultivos y la vegetacin, animadopor
el convencimiento de que, muyprobablemente, encontrara
en l la explicacin genticade la forma estudiada. Despus
de repasar infructuosamente losdatos sobre el tema recogidos
en
los
abun dantes trabajos dedicados
a los
africanismos
de to-
da ndole
en el
espaol
de
Am rica
22
, comenc
a
consultar
el
que,
sin
duda,
es elcorpus ms
abundante
de
fitnimos afri-
canos
en el
Nuevo Continente,El
Monte de
Lydia Cab rera
23
.
Y,
en
efecto, all estaba
la
solucin
del
enigma, all
se
encon-
traba laclave delorigende la esquiva forma Macondo.
Al consultar los datos referentes alpltanoy a lascreen-
ciasa l vinculadas
24
tropec, en primer lugar, con sudesig-
nacin enlengua lucumoyoruba, oggued,y enlengua'con-
18
ROGER BASTIDE,
ob. cit. en la nota 16 ;
EDISON CARNEIRO,
Negros banti.
Rio de Janeiro, 1937, etc.
10
LYDIA CABRERA, El Monte,
cit.;
FKRNANDO ORTIZ, Hampa a/rocubana: Los
negros brujos, Madrid,
1914;
RMLLO LACHATAER, Rasgos bantts
en la
Santera,
en
Les Ajro-Amricains,
Dakar.
1953.
Vase, sobre todo ,
LYDIA GONZLEZ
HU -
GUET
y
JEAN-RKN: BAUDRY, Voces banlii en el vocabulario "palero",
en
Etnologa
y Folklore,
I.a
Habana,
nm. 3, 1967,
pgs. 31-36.
M
SUZANKE SYLVAI.V-COMHAIRK, Stirvivance ajricaine dans le vocabtilairere-
igieix
d'Hait, en
Etndes Dahomennes,
t. XIV,1955,
pgs.
3-20.
n
MAN UEL ALVAREZ NAZARIO,
El elemento afronegroide en el espaol de Puerto
Rico,
San Juan, 1961;
DF.REK BICKERTON
y
AQUILES ESCALANTE,
Palenquero: a
Spanish-Based Creleo/ Northern Colombia,enLingua, t. XXIV,
1970,
pgs. 254-
267,etc.
53
Adems del librode M.ALVAREZ NAZARIO, cit. en la nota anterior, pueden
verse FERNANDO ORTIZ, Glosariodeafronegrismos,
La
Habana,
1924
(consltese
con
precaucin); CARLOS LARRAZIIAL BLANCO, Vocabulario de ajronegrismos, en Boletn
de la Academia Dominicana, t. II, 1941, pgs. 54-78; AQUILES ESCALANTE,Pre-
suntos ajrocolombianismos,
en
Elnegro enColombia
cit.,
pgs. 171-182; ROLANDO
A. LAGUARDIA TRAS, Aronegrismos rioplatenses,
en
Boletn de la Real Academia
Espaola,
t.
XLIX, enero-abril
1969,
pgs. 27-116,
etc.
23
La
Habana, Ediciones
C. R.,
Coleccin
del
Chichcrek,
1954.
11
Ob . cit.,
pgs.
527-531.
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4 9 2
GERMN
DE
GRANDA
BICC, XXVI, 19 71
go' o bant,
ma\ondo
25
. N o caba duda ya. Nu estro
Macondo
haba sido, en Colombia como en Cuba, la palabra empleada
por los esclavos pertenecientes a etnias bants para designar
a la especie vegetal que, entonces como ahora, se encontraba
abundantemente en las planicies litorales de clima tropical,
constituyendo, adems, en la poca colonial uno de los com-
ponentes bsicos en la alimentacin del negro esclavo
26
. Esto
explicaba el que la voz makpndo, relacionada con un cultivo
bsico para la economa esclavista, hubiera persistido, incluso
despus de la desaparicin del bant como lengua de relacin
en el rea costea colombiana, en la forma de topnimo me-
nor aplicado probablemente a haciendas rurales con destaca-
das plantaciones de pltanos, como debi de ser, sin duda, la
recordada por Gabriel Garca Mrquez.
Pero, adems, y para coincidir an mejor con las hipte-
sis que previamente haba yo formulado, se da la circunstan-
cia de que
makpndo,
el pltano, es tambin portador entre
los negros de origen bant de connotaciones significativas en
el mbito mgico-religioso. Los informantes de Lydia Cabrera,
pertenecientes a la Regla Mayombe o Regla de Palo Monte
2 7
,
creen que las diferentes variedades de macondo (macondo
minganga o pltano indio, mbaka o pltano enano, bi\erere
y ntiba o pltano guineo) son alimento preferido de Lu\n-
\ansa, el diablo, y por ello los platanales experimentan con
frecuencia la presencia de espritus nefastos, llamados tambin
28
La 'lengua Congo' es el bant hablado en Cuba por los esclavos o descen-
dientes de esclavos de este origen. Est muy relacionado con las creencias y ritos
de la Regla Mayombe o Regla de Palo Monte, ya que se la considera lengua litr-
gica y se la emplea en las ceremonias, oraciones, invocaciones, etc. Sin embargo,
segn el testimonio de LYDIA CABRERA, an no hace muchos aos (hacia 1950)
era an empleada con frecuencia por negros viejos en otros contextos no sacrali-
zados y, an, como lengua de relacin.
30
En el padrn de esclavos en las minas de la Gobernacin del Choc (Nueva
Granada), que actualmente preparo para su publicacin con la ayuda de mi dis-
cpula Michclle Ascendo, se menciona en varias ocasiones la existencia de plata-
nales cultivados por esclavos viejos o intiles para la labor minera. No parece di-
fcil deducir que sus productos estaban destinados al consumo de las cuadrillas de
negros que laboreaban las minas. Vanse tambin los trabajos citados en la nota 4.
Sistema religioso africano de procedencia bant . En Cuba se opon e a la
Regla de Ocha o lucum (yoruba) y a la Regla Arar (ewe).
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BICC, XXVI, 1971 UN FITNIMO BANTU: MACONDO 493
makundus
en Santa Clara
28
. Lu kn kansa , el diablo, se ali-
menta preferentemente con pltano y anda siempre metido
en los platanales
2)
. Tambin son enviados de Lu\n\ansa
los pjaros que, como el carp intero , que trabaja en la
Nfinda
para
Cachaa"
30
, frecuentan las plataneras.
Se emplea, al mismo tiempo, la cepa de pltano (lundu
makondo)
para curar enfermedades graves, transfirindole el
ma l del cuerpo afectado. Nosotros [los mayomberos] mete-
mos la enfermedad en la cepa para mutambia fuiri bamba.
La vestimos con todo lo que tena el enfermo y la enterra-
mos
31
. Este uso y el gran consumo que del pltano han hecho
siempre los grupos negros de Amrica constituyen a makpn-
do
simultneamente en objeto diablico (como hemos visto)
y en benefactor. M ako ndo naci con ropa aunq ue por bien
de la humanidad decidi que la desechara. Le pidi a
Nsam-
bi
que su fruto prevaleciera sobre todos los dems, aunque
para comerlo lo dejaran desnudo. De ah viene el refrn: que-
darse pelado como un pltano. Da su corteza y su sangre para
remedio y su carne, su fruto, para alimento. Es como la caa
de azcar, un benefactor. Pues el pobre que come caa o pl-
tano no se muere de hambre
3 2
.
En resumen,
makondo
es fitnimo bant que designa al
pltano y que connota, al mismo tiempo, numerosos valores
mgico-religiosos
33
. Es realmente sorprendente cmo estas cir-
cunstancias, que subyacen en la voz
Macondo,
se adecan, has-
ta el punto de convertirla en un smbolo lxico, a algunos de
los aspectos ms notables de la gran novela. El origen africa-
no del vocablo (quiz adivinado por el autor) encaja perfec-
tamente dentro de la sociedad abigarrada, multirracial, mula-
lv
El Monte,
cit., pg. 67.
M
Ob. cit., pg. 530.
30
Ibidem.
'
Ibidem.
35
Ob. cit., pg. 527.
33
La procedencia bant de
makpndo
(pltano) est fuera de toda duda. Puede
verse sobre la raz
-kpndo
y su significado la nota 249. redactada por
WILLY
BAL,
a la
Descriplio dn Royanme de C ongo e des cuntres environnantes
de FILIPPO
PGAFETTA
y
DUARTE LOPKS
(2' edicin, Lovaina-Pars. 1965, pgs. 195-196).
7/25/2019 Sobre El Origen de Macondo
10/10
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ta, que describe Garca Mrquez y que corresponde por entero
a la fisonoma de un territorio en el que indios, blancos y,
sobre todo, africanos, han vivido juntos durante varios siglos,
impregnando su atmsfera de creencias, ritos, modos de com-
portamiento y accin igualmente mezclados, multirraciales y
mulatos. Tambin es asombrosa la coincidencia del significado
bant de Macondo
(makpndo,
pltano) con la trascendencia
que en la obra del gran Gabo revisten, como testimonio de
unos hechos reales, los cultivos de plataneras del Magdalena.
Algunos de los captulos ms bellos de la novela se refieren,
en efecto, al contacto, sin mutua comprensin ni aprecio, de
la sociedad costea con el complejo de valores que represen-
tan los nuevos y extraos explotadores de las bananeras y,
sobre todo, al violento y estremecedor desenlace de este pro-
ceso econmico. Y, finalmente, los componentes mgicos
que rodean al africano
macondo
se insertan, con perfecta co-
herencia, en el conjunto maravilloso, onrico, de un microcos-
mos novelstico en que lo brutalmente real convive, sin rup-
tura, con lo fantstico.
Pcdr afirmarse, quiz, que todos los aspectos, que aqu
hemos puesto de relieve, de la palabra
Macondo
eran descono-
cidos al autor de
Cien aos de soledad
y que el asombroso pa-
ralelismo simblico entre su mundo novelesco y la denotacin
y connotaciones de la misma no es sino fortuita coincidencia.
Pero no debemos olvidar que la Literatura es el reino de la
'motivacin' frente a la 'no motivacin' de la realidad mos-
trenca en su expresin lingstica y, si ello es as, y los grandes
creadores literarios son llamados, como pensaba Valry, a res-
tituir su autntico sentido a las palabras de la tribu , p or
qu no pensar que Gabriel Garca Mrquez no pudo conocer,
pero s, obscuramente, intuir todo lo que
Macondo (macon-
do)
encerraba en sus slabas con resonancia de tambor afri-
cano ?
GERMN DE GRANDA.
Consejo Superior de Investigaciones Cientficas, Madrid.
Instituto Caro y Cuervo, Bogot.