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allí donde la norma es aplicable, concebir al actor como análogo al hombre de ciencia cuyo conocimiento es el principaldeterminante de su acción, en cuanto su curso real correspondaa las previsiones de un observador que posee, como dice Pareto, "un conocimiento más vasto de las circunstancias"».Esta definición resume de manera excelente el generalizadoconcepto de acción racional , en la medida en que se refiereal nivel de la teor ía social. Parece importante, sin embargo,precisar mejor la peculiaridad de este nivel teór ico, cont rastándolo con los otros niveles de nuestra experiencia del mundo social. Por 10 tanto, debemos comenzar examinando a quénos referimos realmente cuando hablamos de niveles diferentes al observar el mundo social. A continuación, una brevedescripción del mundo social, tal como se aparece al actorsituado dentro de este mundo en su vida cotidiana, nos ofrecerá la oportunidad de examinar si la categoría de la racionalidad llega a ser o no determinativa de sus acciones. Cumplidos estos pasos preli minares, examinaremos luego el mundosocial tal como está dado &1 observador científico; y, juntocon ello, deberemos det erminar si las categorías de interpretación empleadas por el investigador coinciden o no con lasutilizadas por el actor observado. Anticipando nuestros resultados, podemos decir de inmediato que, al pasar de un nivel aotro, deben modificarse todos los términos conceptuales ytodos los términos de interpretación.
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La circunstancia de que el mismo objeto muestre una apariencia diferente a diversos observadores ha sido ejemplificada poralgunos filósofos mediante el caso de una ciudad que, aunquees siempre la misma, presenta un aspecto diferente a personasdiferentes según la posición de cada una de ellas. Aunque noquiero insistir demasiado en esta metáfora, contribuye a aclarar la diferencia entre nuestra visión del mundo social en quevivimos ingenuamente y el mundo social que es objeto deobservación científica. El hombre criado en una ciudad seorientará por sus calles siguiendo los hábitos que ha adquiridoen sus ocupaciones cotidianas. P uede no tener una concepcióncoherente de la organización de la ciudad, y si va a su oficinaen subterráneo es posible que desconozca gran par te de aquella. Sin embargo, tendrá un sentido apropiado de las dis tanciasentre diferentes lugares y de las direcciones en que los diferentes puntos están situados con respecto a cualquier cosa queél considere como el centro. Por lo general, este centro serásu hogar, y quizá le baste saber que encontrará cerca una líneade subterráneo o un ómnibus que conducen a otros puntosponiéndolos a su alcance. Podrá decir, por consiguiente, queconoce la ciudad, y, si bien su conocimiento es de un tipo
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3. El problema de la racionalidaden el mundo social
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Sin duda alguna, el problema sugerido por los términos «racionalidad » o «acción racional», tal como son utilizados en laliteratura actual, es fundamental para la meto dología y la epistemología del estudio científico del mundo social. Sin embargo, no solo son empleados con muchos significados diferentes-a veces incluso en escritos de un mismo autor; p . ej., en elcaso de Max Weber-, sino que representan de manera muyinadecuada el esquema conceptual subyacente. Para poner demanifiesto los equívocos ocultos en las connotaciones, y aislarel problema de la racionalidad de todos los demás problemasque lo rodean, debemos penetrar en la estructura del mundosocial e inves tigar más a fondo las diferentes actitudes queadoptan hacia él, por una parte, el actor situado dentro de esemundo y, por la otra, el observador científico del mismo.La definición de «racionalidad» o «razonabilidad» propuestapor Talcott Parsons en su notable estudio sobre La estructurade la acción social? expone con suma claridad lo que sueleentenderse por la expresión «acción racional»: «La acción esracional en la medida en que persigue fines posibles dentrode las condiciones de la situación, y por medios que, entreaquellos con que cuenta el actor, son intrínsecamente los másadecuados para el fin en cuestión por razones comprensiblesy verificables mediante la ciencia empírica positiva». Al indicar con su habitual escrupulosidad el punto de vista metodológico desde el cual enfoca este problema, el profesor Parsonscomenta así esta definición: «Puesto que la ciencia es la adquisición racional por excelencia, el modo de enfoque aquíesbozado se basa en la analogía entre el investigador científicoy el actor en las actividades prácticas habituales. Se parte deconcebir al actor como conocedor de los hechos de la situaciónen que actúa y, en consecuencia, de la condición necesaria ylos medios disponibles para llevar a cabo sus fines. Esta cuestión, aplicada a la relación entre medios y fin, se refiere esencialmente a la predicción exacta de los efectos probables devarias maneras posibles de modificar la situación (empleo demedios alternativos) y la elección resultante entre ellos. Aparte de las cuestiones relativas a la elección de fines y de lasque se relacionan con el "esfuerzo" ( . . . ) no es muy difícil,
1 Nueva York, 1937, pág . 58 .
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muy incoherente, le bast a para tod as sus nece sidades prácticas.C~ando un forastero llega a la ciudad, tiene que aprender aorientarse en ella y a conocerla. Para él, nada se explica porsí mismo , y para aprende r cómo ir de un punto a otro se veobligado a consultar a un experto; en este caso a un habitante de la ciudad. Puede, por supuesto, recurrir' a un mapa,~ero hasta par~ util izarlo con eficacia debe conocer el significado de sus signos, el punto exacto en que él se encuentray su correl~tivo en el mapa, y, al menos un punto más, parapoder relacionar correctamente 'Ios signos que halla en aquelcon los obj etos reales de la urbe.Mu y distintos son los med ios de ori ent ación que debe emplearun cartógrafo par a tr azar un mapa de la ciudad· se le presentan varios caminos alterna tivos: comenzar por una fotografíatom ada desde un avión ; colocar en un punto conocido unteodolito, medir determinada distancia y calcular funcionestri gonométricas, etc. Para tal es operaciones la cienci a de lacartografía ha elabor ado normas, elementos 'que el cartógrafodebe conocer antes de comenzar a trazar su mapa, y reglasque debe observar par a confeccionarlo de manera correcta~a ciudad es la ~isma para las tres personas que hemos m~nclOn~do: el ~abltante~ el. ~orastero y el cartógrafo; pero par ael primero tiene un SI~~lfIcado especial: es «mi ciudad»; para ~l fo~astero, es un SItiO donde debe vivir y trabajar durant ealgun tiempo; para el cartógrafo , es un objeto de su cienciaque le interesa úni camente para el propósito de confeccionarun mapa. Po demos deci r que el mismo objeto es cons ideradodesde diferen tes niveles.Sin du~a nos sorprendería encontrar un cartógrafo que paraconfeccionar el mapa de un a ciudad se limitara a reu nir inforll? aci~n cnt~e sus habitantes . No obstante, los expertos enciencias SOCIales eligen con frecuencia este extraño método.Olvidan que su labor científica se cumple en un nivel de interpretación y comprensión que no es el mismo de las actitudesingenuas de orientación e interpretación que caracterizan a laspersonas en la vida cotidiana. Cuando estos espec ialistas hablan de diferentes niveles , suelen considerar que la difer enciaentre lo.s, dos niveles .reside ~otal y simplemente en el grado deconcrecion o generalidad . S1I1 embargo, esos dos términos noson sino denomin aciones de problemas mucho más complicados que los que sugieren de modo directo.Tal como en nu estro mundo científico, en nuestra vid a cotid iana tod os tenemos, como seres humanos, la tendencia a suponer, de manera más o menos ingenua, que lo que un a vezhemos ver ificado como válido seguirá siéndolo para todo el fu turo, y que lo que ayer nos pareció incuestionable lo será~ún mañana. Es ta premi sa ingenua puede ser adoptada sin peIigro cuando nos referimos a proposiciones de carác ter puramente lógico, ? a enunciados empíricos sumamente generales,a un~~le es p.oslble demostrar qu e también es tos tipos de proPOSICI ones nenen un ámb ito limitado de ap licabilidad. E n un
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supuesto nivel concreto, por otro lado , tenemos que admitircomo incuestionables muchas suposiciones e implicaciones .Hasta podemos considerar que el nivel de nuestra investigación actual es definido por la totalidad de presuposicionesincuestionadas que hacemos situándonos en el punto de vistaespecífico desde el cual enfocamos la in terrelación de problemas y aspectos en examen. De acuerdo con esto, el paso deun nivel a otro requeriría cuestionar ciertas presuposicionesde nues tra investigación hasta entonces consideradas incu estionables, y lo que antes era un dato de nu est ro problema seharía ahora problemático a su vez. Pero el simple hecho deque al modificarse el enfoque surjan nuevos problemas y aspectos de los hechos, mientras desaparecen otros antes situados en el centro de la cuestión, basta para iniciar una completamodificación del significado de todos los términos correctamente utilizados en el nivel anterior. Por lo tanto, es indispensable controlar con cuidado tales modificaciones del significado , si se quiere evitar el rie sgo de pasar ingenuamente deun nivel a otro términos y proposiciones cuya validez se limitaesenci almente al primero, vale decir, a sus supuestos implícitos.La teoría filosófica, y en particular la fenomenológica, ha hecho contribuciones muy importantes para la mejor comprensión de este fenómeno. No hace falta, sin embargo, que nosocupemos, desde el punto de vista fenomenológico, de estecornplicadís ímo problema. Bast ará con referirnos a la teoríade la conceptuación elaborada por un notable pensador delmundo de habla inglesa, William James. Fue él quien nos enseñó que cada uno de nuestros conceptos tiene orl as querodean a un núcleo de su significado no modificado. DiceJ ames : «En todo nuestro pensar voluntario hay algún temaa cuyo alrededor giran todos los elementos que integran elpens amiento. La relación con nuestro tem a o interés se experimenta constantemente en la orl a de nu estros conceptos.Cada pal abra de una oración es experimentada, no solo comouna palabra , sino como poseedora de un significado. Así, un apalabra utilizada dinámicamente en una or ación puede tenerun significado muy diferente del que posee cuando se la tomade manera estática o fuera de contexto».No nos corresponde examinar aquí la teoría de J ames acercade la índole de tales orlas y de su génesis en el flujo del penosarniento. Para nuestros fines , bastará decir que ya la cone xiónen qu e se utiliza un concepto o un término y su rel ación conel tem a de interés (y este tema de interés es, en nuestrocaso , el problema) crean modificacion es específicas de lasorlas que rodean al núcleo y hast a del núcleo mismo . Fu etambién William James quien explicó que no apercibimos fenóm enos aislados, sino más bien un campo de varias cosasinterrelacionadas y entrelazadas que emerge del flujo de nue stro pensamiento. Esta teoría explica de manera suficientepara nuestros fines el fenómeno del significado de un término
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que se modifica cuando pasamos a otro nivel. Creo que estasreferencias superficiales bastarán para indicar la naturalezadel problema que estamos abordando.Dentro del armazón de las ciencias sociales , el término «racionalidad» -o al menos el concepto al que alude- cumple elpapel específico de un «concepto fundamental». Es propio delos conceptos fundamentales el que, una vez introducidos enun sistema aparentemente uniforme, establezcan las diferenciaciones entre puntos de vista que llamamos niveles. En consecuencia, el significado de tales conceptos fundamentales nodepende del nivel de la investigación actual; por el contrario,el nivel en el cual se puede cumplir la investigación dependedel significado atribuido al concepto fundamental, cuya introducción divide por primera vez lo que antes aparecía comoun campo homogéneo de investigación en diferentes niveles.Adelantando lo que tendremos que probar más adelante, diremos que el nivel al que da acceso la introducción del término«acción racional» como principio fundamental del método delas ciencias sociales no es sino el nivel de la observación einterpretación teórica del mundo social.
III
Como observadores científicos del mundo social, este no nosinteresa prácticamente, sino solo cognoscitivamente. Esto significa que no actuamos en él con plena responsabilidad por lasconsecuencias de nuestras acciones; lo contemplamos, en cambio , con la misma distanciada ecuanimidad con que los físicosobservan sus experimentos. Pero recordemos que, a pesar denuestra actividad científica, todos somos seres humanos ennuestra vida cotidiana, hombres entre semejantes con quienesnos relacionamos de muchas maneras, Para ser precisos, aunnuestra misma actividad científica se basa en la cooperaciónentre nosotros, los hombres de ciencia, y nuestros maestros ylos maestros de nuestros maestros, cooperación por influenciamutua y por crítica mutua; pero en la medida en que la actividad científica está fundada socialmente, es una entre otrasemanaciones de nuestra naturaleza humana, perteneciente sinduda a nuestra vida cotidiana, gobernada por las categoríasde l~ ."oc~ción y la falta de vocación, el tr abajo y el ocio , laplanificación y la realización. Una cosa es la actividad cient~fica, ~omo fenómeno social, y otra la actitud específica que elc~entIfIco debe adoptar hacia su problema. Considerada exclusivamente como una actividad humana la labor científica solose di~ti~gue de otras actividades humanas por el hecho deco~stltU1r el arquetipo de la interpretación racional y la acciónracional.En nuestra vida cotidiana, muy pocas veces actuamos de manera racional, entendiéndolo en el sentido expuesto por el
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profesor Parsons en el párrafo citado. Ni siquiera interpretamos de manera racional el mundo social que nos rodea excepto en circunstancias especiales que nos obligan a abandonarnuestra actitud básica de vivir simplemente nuestra vida. Enapariencia, cada uno de nosotros ha organizado ingenuamentesu mundo social y su vida cotidiana, de tal manera que seenc.uent~a en el centro del cosmos social que 10 rodea. 0,mejor dicho, ya ha nacido en un cosmos social organizado.Para. él, es un cosmos y está organizado en la medida en quecontiene todos los elementos adecuados para hacer de su vidacotidiana y de la de sus semejantes una cuestión rutinaria.Exis~en, por ~na .parte, instituciones de diversa especie, herramientas, rnaqumas, etc.; por la otra, hábitos , tradiciones,reglas y experiencias reales y sustitutivas. Además, existe unaescala de relaciones sistematizadas que cada uno mantiene consus semejantes, a partir de las relaciones con los miembrosde 'su núcleo. familiar, parientes, amigos personales, personasque conoce directamente, personas que ha encontrado una solavez en su vida, pasando por relaciones con hombres anónimosque trabajan en alguna parte y de una manera que él no puedeimaginar, pero con el resultado de que la carta que echa en elbuzón llega al destinatario, y de que su lámpara se enciendeal oprimir un botón.Así, el mundo social con los «alteregos» que contiene estáordenado alrededor del sí-mismo como centro, en grados diversos de intimidad y anonimia. Aquí estoy yo, y cerca de mí«alteregos» cuyas «almas desnudas», como dice Kipling, conozco. Luego están aquellos con quienes comparto el tiempoy el espacio, y a quienes conozco más o menos íntimamente.Siguen después las múltiples relaciones que mantengo conpersonas cuya personalidad me interesa, aunque solo tengoun conocimiento indirecto de ellas, como el que puede obtenerse, por ejemplo, en sus obras o escritos, o en informes deterceros. De este tipo es, por ejemplo, mi relación social conel autor del libro que estoy leyendo. Por otro lado, tengo relaciones sociales (en el significado técnico del término) aunquesuperficiales e inconsistentes, con otros cuyas personalidadesno me interesan, pero que llevan a cabo funciones en las quesí estoy interesado. Es posible que la vendedora de la tiendadonde compro mi crema de afeitar, o el hombre que lustramis zapatos, sean personalidades mucho más interesantes quealgunos de mis amigos. No 10 investigo; no estoy interesadoen el contacto social con esas personas. Lo único que quieroes obtener por cualquier medio mi crema de afeitar y hacerlustrar mis zapatos. En este sentido, si quiero hacer una llamada telefónica , me da casi 10 mismo que sea directa o pormedio de un telefonista. Dicho sea de paso -y aquí entramos en la esfera más remota de las relaciones sociales- también el dial telefónico tiene una función social porque deriva,como todos los productos de la actividad humana, del hombre que lo inventó, 10 diseñó y lo fabricó. Pero si no me guía
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un motivo especial, no indago la historia, génesis y construcción de todas las herramientas e instituciones creadas por laactividad de otras personas. De igual modo, no investigo lapersonalidad y el destino de semejantes cuya actividad considero como una función puramente típica. Sea como fuere -yesto es importante para nuestro problema-, puedo utilizareficazmente el teléfono sin saber cómo funciona; solo me interesa el hecho de que funciona. No me importa si el resultadoobtenido -que es lo único que me interesa- se debe a laintervención de un ser humano cuyos motivos no discierno oa un mecanismo cuyo funcionamiento no comprendo. Lo quecuenta es el carácter típico del suceso dentro de una situacióntipificada.De tal modo, en esta organización del mundo social por el serhumano que vive ingenuamente en él, encontramos ya elgermen del sistema de tipos y relaciones típicas que más tardeorganizaremos en todas sus ramificaciones como característicaesencial del método científico. Esta tipificación es gradual enla misma proporción en que la personalidad del semejantedesaparece más allá de la anonimia no develada de su función.Si queremos hacerlo, podemos interpretar también este proceso de tipificación gradual como un proceso de racionalización, contemplado al menos por uno de los diversos significados que Max Weber atribuye al término «racionalización»,cuando habla del «desencantamiento del mundo» (Entzauberung der Welt). Esta expresión indica la transformación deun mundo incontrolable e ininteligible en una organizaciónque podemos comprender y, por lo tanto, dominar, y en cuyomarco se hace posible la predicción.En mi opinión, el problema fundamental de los diferentesaspectos en los cuales parecen dársenas nuestros semejantes ysu conducta y acciones no ha recibido todavía la atención quemerece de los sociólogos. Pero si las ciencias sociales, conpocas excepciones, no han tenido en cuenta este tipo de racionalización de su esquema conceptual, cada uno de nosotros,los seres humanos, ya ha llevado a cabo esta tarea con el «simple vivir», sin planificarla y sin haberse esforzado por efectuarla. No nos guían, para hacerlo, consideraciones metodológicas, ni un esquema conceptual de las relaciones entre mediosy fines, ni idea alguna acerca de valores que debamos concretar. El único principio pertinente para la construcción de laestructura de perspectivas en que nuestro mundo social se nosaparece en la vida cotidiana es nuestro interés práctico, talcomo surge en determinada situación de nuestra vida y comoserá modificado por el cambio de la situación que está portener lugar. En efecto; así como todas nuestras apercepcionesvisuales corresponden a los principios de la perspectiva ytransmiten las impresiones de profundidad y distancia, asítambién todas nuestras apercepciones del mundo social tienen,necesariamente, el carácter básico de visiones en perspectiva.Por supuesto, el mundo social de un anciano budista chino de
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la época de la dinastía Ming estará organizado de una maneramuy diferente del mundo social de un joven norteamericanocristiano de la actualidad, pero subsiste el hecho de que ambosmundos están organizados, y esto dentro del marco de las categorías de familiaridad y ajenidad, de personalidad y tipo, deintimidad y anonimia. Además, cada uno de estos mundosestará centrado en el sí-mismo de la persona que vive y actúaen él.
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Pero continuemos analizando el conocimiento que un hombreque vive ingenuamente posee acerca del mundo, tanto socialcomo natural. En su vida cotidiana, el ser !humano sano, adulto y alerta (no hablamos de otros) tiene tal conocimientoautomáticamente a mano, por así decirlo. Su acervo de experiencias se construye a partir de la herencia y la educación, lasmúltiples influencias de la tradición, los hábitos y su propiareflexión previa. Abarca los más heterogéneos tipos de conocimiento de un modo muy incoherente y confuso. Se mezclanexperiencias claras y nítidas con vagas conjeturas; se entrecruzan suposiciones y prejuicios con evidencias bien establecidas; se entrelazan motivos, medios y fines, así como causasy efectos, sin una clara comprensión de sus conexiones reales.Hay por doquier lagunas, interrupciones y discontinuidades.Parece existir una especie de organización según los hábitos,reglas y principios que regularmente aplicamos con éxito. Pero el origen de nuestros hábitos está casi fuera de nuestrocontrol; las reglas que aplicamos son reglas prácticas, cuyavalidez nunca ha sido verificada. En parte, adoptamos nuestros principios básicos acríticamente de padres y maestros, yen parte los extraemos al azar de situaciones específicas denuestra vida o de la vida de otros sin haber profundizado enla investigación de su coherencia. Nada nos garantiza la confiabilidad de todas estas premisas mediante las cuales nosgobernamos. Por otra parte, esas experiencias y reglas nosbastan para desempeñarnos en la vida. Como normalmentedebemos actuar, y no reflexionar, para satisfacer las exigenciasdel momento, no nos interesa la «búsqueda de la certeza».Nos contentamos con disponer de una discreta probabilidadde concretar nuestros fines, y nos inclinamos a pensar que disponemos de ella si ponemos en movimiento el mismo mecanismo de hábitos, reglas y principios que ya ha sido probado. En nuestro conocimiento de la vida cotidiana no faltanlas hipótesis, inducciones y predicciones, pero estas tienentodas el carácter de lo aproximado y lo típico. El ideal delconocimiento cotidiano no es la certeza, ni siquiera la probabilidad en un sentido matemático, sino la probabilidad común.Las anticipaciones de situaciones futuras son conjeturas sobre
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lo que cabe esperar o temer, o, a lo sumo, sobre lo que sepuede razonablemente prever. Cuando luego la situación anticipada se concreta de alguna forma, no decimos que nuestra predicción ha sido confirmada o desmentida, o que nuestrahipótesis ha sido compro bada, sino que nuestras espera nzas otemores tenían o no fundamento. La coherencia de este sistema de conocimiento no es la de las leyes naturales, sino lade las sucesiones y relaciones típicas.Denominaré a este tipo de conocimiento y a su organización,«conocimiento de libro de cocina». Un libro de cocina contiene recetas, listas de ingredientes , fórmulas para mezclarlos einstrucciones para la presentación. No necesitamo s otra cosapara preparar un pastel de manzanas, ni tampoco para abordarlas cuestiones rutinarias de la vida cotidiana. Si nos gusta elpastel de manzanas así preparado, no preguntamos si la manera de elaborarlo según indica la receta es la más adecuadadesde el punto de vista higiénico o alimenticio, o si es la másrápida, la más económica o la más eficiente . Nos limitamosa comerlo y saborea rlo. La mayoría de nuestras actividadescotidianas, desde que nos levant amos hasta que nos acostamos, pertenecen a este tipo: son cumplidas siguiendo recetasque se reducen a hábitos automáticos o a trivialidades indiscutidas. Este tipo de conocimiento se refiere únicamente a laregularidad de los sucesos en el mundo externo, cualquieraque sea su origen. Esta regularidad permite prever razonablemente que el sol saldrá mañana por la mañana. Es igualmenteregular - y, por lo tanto, puede ser previsto con igual buenarazón- que el ómnibus me llevará a mi oficina, si tomo elque corresponde y pago mi boleto.
vLas observaciones anteriores caracterizan de una manera muysuperficial el esquema conceptual de nuestra condu cta cotidiana, en la medida en que es aplicable la expresión «esquemaconceptual» . Una conduc ta de! tipo descripto , ¿debe ser clasificada como racional, o como irracional? Para responder enforma adecuada a esta pregunta debemos analizar las diversasimplicaciones ambiguas que encierra e! término «racionalidad», tal como se lo aplica en el nivel de las experienciascotidianas.
1. La palabra «racional» es utilizada con frecuencia como sinónimo de «razonable». Ahora bien; no hay duda de queactuamos en la vida cotidi ana de una manera razonable siaplicamos las recetas que encontramos en e! acervo de nuestra experiencia y que ya han sido puestas a prueba en unasituación análoga. Pero actuar racionalmente significa, a menudo, evita r la aplicación mecánica de los precedentes, aban-
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donar el uso de analogías y buscar una nueva manera dehacer frente a la situación.2. A veces se equipara acción racional con acción deliberada. Sin embargo, el mismo término «deliberada» suponemuchos elementos ambiguos.a. La acción rutinaria de la vida cotidiana es deliberada enla medida en que se relaciona siempre con el acto origina riode deliberación que precedió otrora a la elaboración de lafórmula adoptada por el actor como norma para su conduc taactual.b. Si se lo define en forma conveniente, el término «deliberación» puede abarcar la percepción de la ap!icabilidad a unasituación actual de una receta que ha producido bueno s resultados en el pasado.c. Podemos dar al término «deliberación» un significado queabarq ue la anticipación pura del fin, y esta anticipación essiempre el motivo para que el actor inicie la acción.d. Por otra parte, el térm ino «deliberación» - tal como loemplea, por ejemplo, el profesor Dewey en La .natu:ale~ahumana y la conducta, significa «un ensayo teatral ~maglnanode diversas líneas de acción posibles». En este sentido, sumament e import ante para la teoría de la racionalidad, no podemos clasificar como racional el tipo de acciones cotidianasque hemos examinado hasta ahora como acciones deliberadas.Por el cont rario , es característico de estas acciones rutinariasque el problema de elegir entre diferentes posibilidades noentra en la conciencia del actor . Tendremos que volver enseguida al problema de la elección.3. La acción racional suele ser definida como acción «planeada» o «proyectada», sin un a indicación precisa del significadode los términos «planeada» o «proyectada». No podemoslimitarnos a decir que los actos rutinarios no racionales de lavida cotidiana no están planeados conscientemente. Por elcont rario, se sitú an dentro del marco de nuestros planes yproyectos; son, incluso, instrumentos para llevarlos a cabo.Toda planificación presupone un fin que debe ser concre tadopor etapas, cada una de las cuales puede ser llamada, desdeuno u otro punto de vista, medios o fines intermedios . Ahora bien, toda labor rutinaria tiene por función estandar izar ymecanizar las relaciones entre medios y fines como tales, alremitir medios estandarizados a clases estandarizadas de fines.Como efecto de esta estandarización, los fines intermediosdesaparecen de la cadena conscientemente elabora da de medios a que se debe recurrir para cumplir el fin planeado. Peroaquí surge el problema del sentido subjetivo, que ya hemosmencionado. No podemos hablar del acto-unidad como si estaunidad fuera constituida o delineada por el observador . Debemos preguntar seriamente: ¿Cuándo comienza un acto ycuándo queda cumplido? Como veremos, únicamente el actorestá en condiciones de responder a esta pregunta.Tomemos el siguiente ejemplo: supóngase que un empresario
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tiene su vida profesional organizada y planificada hasta elpunto de que se propone continuar con sus negocios durantelos próximos diez años, al cabo de los cuales tiene la esperanza de retirarse. Continuar con su labor supone ir a su oficinatodas las mañanas. Para este propósito, tiene que salir de sucasa a determinada hora, comprar un boleto, tomar el tren,etc. Así 10 hizo ayer y así 10 hará mañana, si no 10 impidenada fuera de 10 común. Supongamos que un día se retrasa ypiensa: «Perderé el tren y llegaré tarde a mi oficina. Elseñor X ya estará allí esperándome. Estará de mal humor ytal vez no firme el contrato del cual depende en gran medidami futuro». Supongamos, además, que un observador ve aeste hombre que corre para alcanzar el tren «como de costumbre» (según cree aquel). ¿Su conducta es planificada?y en caso afirmativo, ¿cuál es el plan? Solo el actor puederesponder a este interrogante, porque solamente él conoce elalcance de sus planes y proyectos. Es probable que toda laborrutinaria sea un instrumento destinado a lograr fines que laexceden y determinan.4. Con frecuencia se identifica «racional» con «predecible».No es necesario volver a esta cuestión. Ya hemos analizado laforma específica de predicción del conocimiento cotidianocomo un simple cálculo de probabilidades.5. Según la interpretación de algunos autores, «racional» serefiere a «lógico». Un ejemplo de esto es la definición ofrecida por Parsons, y otro la teoría de Pareto sobre la acción nológica, a la que aquel se remite. En la medida en que se tratedel concepto científico de acto racional, puede ser plenamenteaplicado el sistema de la lógica. Pero en el nivel de la experiencia cotidiana, la lógica, en su forma tradicional, no puederendir los servicios que necesitamos y esperamos. La lógicatradicional es una lógica de conceptos basada en ciertas idealizaciones. Al aplicar el postulado de la claridad y distinciónde los conceptos, por ejemplo, la lógica tradicional excluyetodas las orlas que rodean al núcleo dentro de la corriente delpensamiento. Por otra parte, en la vida cotidiana el pensamiento tiene como principal interés, precisamente, la relaciónde las orlas que unen el núcleo con la situación actual del pensador. Esta cuestión es, evidentemente, de suma importancia.Explica por qué Husserl clasifica la mayor parte de nuestrasproposiciones del pensamiento cotidiano como «proposicionesocasionales», es decir, válidas y comprensibles solo con respecto a la situación del que habla y al lugar que ocupan ensu corriente de pensamiento. También explica por qué nuestros pensamientos cotidianos se interesan menos en la antítesis «verdadero-falso» que en la escurridiza transición «probable-improbable». No formulamos proposiciones cotidianas conel propósito de lograr, dentro de cierto ámbito, una validezformal que pueda ser reconocida como tal por otro, como 10hace el lógico, sino con el fin de obtener un conocimiento válido solo para nosotros mismos y para nuestros fines prác-
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ticos. En esta medida -pero solamente en esta medida- elprincipio del pragmatismo se halla incuestionablemente bienfundado. Es una descripción del estilo del pensamiento cotidiano, pero no una teoría del conocimiento.6. Según la interpretación ofrecida por otros autores, un actoracional presupone una elección entre dos o más medios tendientes al mismo fin, o aun entre dos fines diferentes, y unaselección del más apropiado. Esta interpretación será analizada en la sección siguiente.
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Como 10 ha señalado john Dewey, en nuestra vida cotidianapredomina la preocupación por el paso siguiente. Los hombresse detienen a pensar recién al interrumpirse la sucesión delactuar, y la disyunción en forma de problema los obliga a detenerse y ensayar maneras alternativas de superar, evitar otransponer este problema, que les son sugeridas por sus anteriores enfrentamientos con él. La imagen de un ensayo teatralde la acción futura, utilizada por el profesor Dewey, es muyacertada. En verdad, no podemos descubrir cuál de las alternativas conducirá al fin deseado sin imaginar este acto comova realizado. De este modo, debemos ubicarnos mentalmenteen una futura situación que consideramos ya realizada, aunque realizarla sería el fin de la acción que pensamos poner enpráctica. Solo considerando cumplido el acto podemos juzgar silos medios previstos para llevarlo a cabo son o no adecuados,o si el fin que queremos alcanzar se adapta al plan general denuestra vida.Prefiero llamar a esta técnica de deliberación, «pensar entiempo futuro perfecto». Pero hay una gran diferencia entrela acción efectivamente efectuada y la acción a la que solo seimagina efectuada. El acto realmente efectuado es irrevocabley debe hacerse frente a sus consecuencias, haya sido eficaz ono. La imaginación siempre es revocable y puede ser revisadauna y otra vez. En consecuencia, cuando me limito a ensayaren la imaginación diversos proyectos, puedo atribuir a cadauno de ellos diferentes probabilidades de éxito, pero nuncaverme defraudado por su fracaso. Como toda anticipación,la acción futura ensayada en la imaginación también tienelagunas que solo la efectuación del acto puede llenar. Por 10tanto, sólo retrospectivamente el actor verá si su proyecto haresistido la prueba o ha terminado en el fracaso.La técnica de la elección es la siguiente: la mente del actorexamina una alternativa y luego otra, hasta que la decisióncae de su mente -para emplear la imagen acuñada por Bergson- como un fruto maduro cae del árbol. Pero toda elecciónexige que el actor comprenda con claridad que en la prácticaexisten maneras alternativas de aplicar diferentes medios o
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inc1uso fines alterna tivos . Es erróneo presuponer que antesde cada acción hum ana se da necesariamente la conciencia detales altern ativas y, por ende, la elección, y que, en consecuencia, todo actuar supone deliber ación y preferenc ia. Es tainte rpre tación confunde acrít icamente la selección en el sentido de escoger una alternativa sin compararla con las demás, yla elección en el sentido de elegir la alte rnativa que se prefiere. Como ya 10 señalara James, la selección es un a funciónesencial de la conciencia humana. El interés no es otra cosaque selección, pero no involucra necesariamente elección consciente entre alternativas, 10 cual presupone reflexión, volicióny preferencia. Cuando paseo por un jardín discutiendo unproblema con un amigo y vaya la izquierda o a la derecha, noelijo hacerlo; no tengo prese nte ninguna alternativa. Determinar los mot ivos de tal conducta es un problema de la psicología, pero no puedo decir que prefiero una direc ción u otra .H ay, sin du da, situaciones en las que cada uno de nosotrosse det iene a pensar en sus problemas. En general, .]0 hacemosen puntos críticos de nuestra vida, cuando nos int eresa pri ncipalmente dominar una situación. Pero aun ento nces, aceptamos nuestras emociones, además de la deliberación racional ,como guía para hallar la solución más adecuada, y es correctoque lo hagamos, porque esas emociones también tienen susraíces en nuestros intereses prác ticos.También apelaremos a nuestro acervo de recetas, a las reglasy técnicas que surgen de nuestra vida profesional o nuestrasexperiencias práct icas. Encontra remos, por cierto, muchas soluciones sistematiza das en nuestro conocimiento estanda rizado. Podemos tal vez consulta r a un experto, pero tampocoeste nos proporcionará otra cosa que recetas y soluciones sistematizadas. Nuestra elección será deliber ada, y habiendo ensayado en la imaginación todas las posibilidades de acciónque se nos abren en el tiempo futuro perfecto, pond remos enpráctica aquella solución que parezca tener la mayor prob abilidad de éxito.Ahora bien : ¿en qué condiciones podemos clasificar un actodeliberado de elección como racional? Al parecer, debemosdistinguir entre la racionalidad del conocimient o, que es unrequisito de la elección racional, y la racionalidad de la elección misma. La racionalidad del conocimiento se da solamentesi todos Jos elementos a par tir de los cuales el actor debeelegir son concebidos por él de manera clara y nítida. Laelección misma es racional si el actor elige, entre todos losmedios a su alcance, el más apropiado para llevar a cabo elfin propuesto.H emos visto que la clarid ad y nitidez, en el significado estricto de la lógica forma l, no corresponden al estilo t ípico delpensamient o cotidiano. Sin embargo, sería erróneo deducir deello que la elección raciona l no existe en la esfera de la vidacotidiana. En verdad, bas tar ía inte rpretar los térmi nos claridad y nit idez en un sentido modificado y restringido: como
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claridad y nitidez adecuada s a los requi sitos del interés práctico del actor. No es nue stra tarea det erminar si en la vidacotidiana se dan con frecuencia actos racionales que respondan a las características mencionadas. No hay dud a deque los «actos racionale s», junto con sus antí tesis, definidaspor Max Weber como actos «tradicionales» o «habituales»,repr esent an en buena medida tipos ideales que con muy pocafrecuencia serán hallados en su forma pur a en la acción cotidiana. Deseo destacar solamente que el ideal de racionali dadno constituye, ni pued e constituir, una característica peculiardel pensamiento cot idiano, y por ende no puede ser un principio metodológico de la interpretación de las actos humanosen la vida cotidiana . Esto quedará más claro si examinamoslas implicaciones ocultas del enunciado --o mejor dicho, delpostulado-- según el cual solo habría elección racional si elactor poseyera un conocimien to suficiente del fin que deseaalcanzar, así como tambi én de los diferentes medios propiospara lograrlo.Este postulado implica:
a. El conocimiento del lugar que ocupa el fin que se deseaalcanzar dentro del marco de los planes del actor (que también deben ser conocido s por él).b. El conocimiento de las interrelaciones de dicho fin conot ros, su compatibilidad o incompatib ilidad con ellos.c. El conocimiento de las consecuencias deseables e inde seables que puedan surgir como productos colaterales de larealización del fin principal.d . El conocimiento de las diferentes cadenas de medios queson técnica o aun ontológicamente adecuados para la realización de ese fin, al margen de que el actor controle todos suselementos o varios de ellos.e. El conocimiento de la inte rferencia de tales medios conot ros fines u otras caden as de medios que incluyen todos susefectos secundarios y sus consecuencias incidentales./. El conocimiento de la accesibilidad de esos medios para elactor , eligiendo los medios que están a su alcance y que puedeutilizar .
Los puntos antedichos no agotan en modo alguno el complicado análisis que sería necesario efectuar para desmenuzar elconcepto de elección racional en la acción. Las complicacionesaumentan cuando la acción es de carácter social, vale decir,cuando está dirigida hacia otras personas. En este caso, loselementos siguientes se convierten en determinantes adicionales de la deliberación del actor:
Primero, la interpretación o no interpretación de su actopor parte de su semejante.Segundo, la reacción de ot ras personas y su motivación.Tercero , todos los elementos de conocimiento antes esboza-
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dos (de a a f) que el actor, con razón o sin ella, atribuye asus copartícipes.Cuarto, todas las categorías de familiaridad y ajenidad, deintimidad y anonimia, de personalidad y tipo, que hemosdescubierto en el curso de nuestro inventario de la organización del mundo social.
Este breve análisis muestra que no podemos hablar de unacto racional aislado, si entendemos por esto un acto queresulta de la elección deliberada, sino solamente de un sistema de actos racionales?Pero, ¿dónde encontraremos este sistema de acción racional?Ya hemos observado que el concepto de racionalidad se origina, no en el nivel de la concepción cotidiana del mundosocial, sino en el nivel teórico de la observación científica delmismo, y es aquí donde encuentra su campo de aplicación metodológica. Por lo tanto, debemos pasar al problema de lasciencias sociales y a los métodos científicos de su interpretación.
VII
Al analizar el mundo social en que vivimos, hemos indicadoque cada uno de nosotros se considera como el centro de estemundo, al que agrupa alrededor de sí mismo según sus propios intereses. La actitud del observador hacia el mundo social es muy diferente. Este mundo no es el teatro de sus actividades, sino el objeto de su contemplación, que él examinacon distanciada ecuanimidad. Como investigador científico( no como ser humano que aborda la ciencia), el observador esesencialmente solitario. No tiene ningún compañero, y podemos decir que se ha colocado fuera del mundo social, con susmúltiples relaciones y sus sistemas de intereses. Quien deseeconvertirse en científico social debe decidirse a colocar en elcentro de este mundo, no a sí mismo, sino a otro: la personaobservada. Pero al modificarse el punto central, se transforma todo el sistema y -si se nos permite recurrir a esta metáfora- todas las ecuaciones que se han demostrado válidas enel sistema anterior deben ser expresadas ahora en términos delnuevo sistema. Si el sistema social en cuestión hubiera aleanzado una perfección ideal, sería posible establecer una fórmula universal de transformación como la inventada por Einstein para traducir en términos de la teoría de la relatividadlas proposiciones de la mecánica newtoniana.Como consecuencia primera y fundamental de esta modifi-
2 Véase el excelente estudio dedicado por Parsons a este problemacon el título «Systcms of Action and thcir Units», al final ele TbeStructure 01 Social Actiol1,t:, op cit.
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cacion en el punto de vista, el investigador reemplaza a losseres humanos que observa como actores en el escenario socialpor títeres que él ha creado y manipula. Lo que llamo «títeres» corresponde a la expresión técnica «tipos ideales», introducida por Weber en las ciencias sociales.El análisis de nuestro mundo social común nos ha mostradoel origen de la tipificación. En la vida diaria, tipificamosactividades humanas que nos interesan únicamente como medios adecuados para lograr determinados efectos, pero nocomo emanaciones de la personalidad de nuestros semejantes.El procedimiento del observador científico es, globalmente,el mismo. Observa que ciertos sucesos son causados por laactividad humana y comienza a establecer un tipo con talesprocedimientos. Luego coordina con estos actos típicos actores típicos, como realizadores de aquellos. Así, terminaconstruyendo tipos ideales personales, a los que imagina dotados de conciencia. Esta conciencia ficticia está construida detal modo que, si el actor ficticio fuera un ser humano decarne y hueso en lugar de un maniquí, tendría la misma corriente de pensamiento que un hombre vivo que actuara dela misma manera, pero con la importante diferencia de quela conciencia artificial no está sujeta a las condiciones ontológicas de la existencia humana. El títere no nace, no crece nimuere. No tiene esperanzas ni temores; no conoce la ansiedadcomo motivación decisiva de todas sus acciones. No es Iibreen el sentido de que su actuación pueda transgredir los límitesque ha fijado su creador, el investigador social. Por lo tanto,no puede tener otros conflictos de intereses v motivos queaquellos implantados en él por el científico. El tipo ideal nopuede equivocarse, si equivocarse no es su destino típico. Nopuede cumplir un acto que esté fuera de los motivos típicos.de las relaciones típicas entre medios y fines y de la situacióntípica establecida por el investigador. En síntesis, el tipoideal no es sino un modelo de una mente consciente. sin lafacultad de espontaneidad y sin voluntad propia. Tambiénen situaciones típicas de nuestra vida cotidiana todos nosotrosasumimos ciertos roles típicos. Aislando una de nuestras actividades de sus relaciones con todas las otras manifestacionesde nuestra personalidad, nos disfrazamos de consumidores ocontribuyentes, ciudadanos, miembros de una Iglesia o unclub, clientes, fumadores, transeúntes, etc. El viajero, porejemplo, debe comportarse de la manera específica que, segúncree, el tipo «empleado ferroviario» espera de un pasajero típico. Para nosotros, en nuestra vida diaria, estas actitudes sonsolo roles que asumimos voluntariamente por convenienciay que podemos abandonar cuando queramos. Pero asumir esterol no cambia nuestra actitud general hacia el mundo social ohacia nuestra vida. Nuestro conocimiento sigue siendo incoherente, nuestras proposiciones, ocasionales, nuestro futuro,incierto y nuestra situación general, inestable. En el momentosiguiente puede producirse el gran cataclismo que afecte nues-
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tra elección , modifique todos nuest ros planes y acaso destru yael valor de toda nuestra experiencia. Y aun dentro del rol,conservamos la libertad de elección,en la medida en que tallibertad existe dentro del alcance de nuestras cond iciones humanas y sociales. Esta l iberta~ abarca la posibilidad de abandonar nuestro disfraz, renunciar al rol y recomenzar nuest raorientación en el mundo social. Seguimos siendo suje tos, centros de actividad espont ánea, actores .El tí tere llamado «tipo ideal personal », por el contrario, nunca es un sujeto o un cent ro de actividad espontánea. Notiene como tarea dominar el mundo; hablando en términosestr ictos no tiene ningún mundo. Su destino es regulado ydeterminado de antemano por su creador , el investigador social, y con armonía preestablecida tan p.erfecta com~ la queLeibn iz atribuyó al mundo creado por DlOS. Por gracia de suconstructor dicho títere está dotado precisamente de esetipo de conocimiento que necesita para cumplir la tarea parala cual fue introducido en el mundo científico. El hombre deciencia distribuye su propio acervo de experiencia - lo cualsignifica experiencia científica en término clar~s y nítidosentre los títeres con que puebl a el mundo social. Pero tamobién este mundo social está organizado de una manera muydiferen te: no está centrado en el tipo ideal; carece de lascatezorías de intimidad v anonimi a, de familiaridad y ajenidad ~ en síntesis, carece del carácter básico de lo que se ~anifiesta en perspectiva . Lo que cuenta es el punto de vistadesde el cual el científico contempla el mundo social. Estepun to de vista define el marco de la perspectiva general enque el sector elegido del mun do so~ial ~e I?r~s~nta al o~servador cient ífico tanto como a la conciencia ficticia del munecotipo. Se denomina a este punto de vista central del investigador su «problema científico en examen~>.
En un sistema científico, el problema tiene exactamente lamisma significación para la actividad científi~a qu~ ~os intereses prácticos para las actividades del trabal? cotidiano . Elproblema científico, tal como se lo formula, tiene una doblefunción:
a. Determina los límites dentro de los cuales se hacen significat ivas para la investigación ciertas proposiciones posibles.De tal modo, crea el dominio del objeto de estudio cientí ficodentro del cual deben ser compatibles todos los conceptos.b. El simple hecho de que se plantee un problema crea unesqu ema de referencia para la construcción de todas los tiposideales que pueden ser utilizados como significativos.
Para comprender mejor es ta últ ima observaci ón, debemostener en cuen ta que el concepto de «tipo» no es independiente, sino que siempre necesita un complemento. No podemoshablar simplemente de un «tipo ideal» como tal; debemo.sindicar el esquema de referencia den tro dd cual puede ser un -
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lizado , o sea el problema para el cual ha sido construido. Parautilizar un término matemático, podemos decir que el tipoideal siempre necesita un subíndice que se refiera al pro blema que determina la formación de todos los tipos que sevan a usar. En este sentido, el problema en examen es ellocus de todos los tipo s posibles que pued an pertenecer alsistema invest igado .No puedo profundizar aquí en los fundamentos lógicos deesta tesis, a la que llamo el principio de significatividad, perocabe interpretarla como una aplicación de la teoría de Jamesreferente a las orla s de los conceptos. El tipo ideal, igual queotros conceptos, tiene orlas que se relacionan con el temapri ncipal, a cuyo alrededor giran todos los ele.mentos d~l pensamiento . Es fácil comprender que un cambio en el SIstemaprin cipal - vale decir en el problema- automáticamentesupone una modificación en las orlas que r~~a? a cada co~cepto. Y, como un cambio en el problema significa una mod ificación en el ámbito de significatividad, la misma razón nospermite explicar por qué al cambiar el punto de vista surgennuevos hechos, mientras desaparecen otros que antes se hallaban en el centro de la cuestión . Pero este enunciado no esnada más que nuestra definici ón originaria del paso de unnivel a otro . Debe admitirse, claro está, que el término «nivel» sólo se aplica estrictamente a sistemas totales de problemas ' sin embargo, las consecuencias son, en principio, lasmism as. En mi opinión , es importante que el científico tengapresente que cada cambio en el problema supone una m.odificación completa de todos los conceptos y todos los tiposque maneja . Muchos malentendidos y controversia.s en l?sciencias sociales resultan de aplicar conceptos y tipos, S10modificarlos, a un nivel que no es aquel que constituye sulugar natural.Pero, ¿por qué elaborar tipos ide~l.es pers ona!es? (Por q~é:,-oreunir simplemente hechos empíricos? O ~len, SI la t~n~ca
de la in terpretación tipológica puede ser aplicada con eficacia,¿por qué no limitarse a elaborar tipos de sucesos impers?na1es, o tipos de la conducta grupal? ~Acaso la ~onon:lla
modern a no ejemplifica una ciencia socla~ que no Inv;~tlga
tipos ideales personales, sino curvas, funciones matemat~cas ,
movimient os de precios o insti tuciones t~le~ como los~l~temas bancarios o el circulante? La estadística ha permitidoreunir información acerca de la conducta grupal, ¿Por quévolver al esquema de la acciónsocial y al actor individual?He aquí la respuesta: es verdad que gran parte de la cienciasocial puede ser y ha sido elaborada en un nivel qu~ s.eabstrae lezftimamente de todo 10 que sucede en el actor individual. Peroeste operar con gener alizaciones e idealizacionesde un alto nivel de abstracción no es, en todo caso, sino unaespecie de taquigrafía intelectual. Cada vez que el problemaen examen lo hace necesario, el científico social debe tener laposibilidad de pasar del nivel de su investigación al de la
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actividad humana individual, y allí donde se lleva a cabo unaverdadera labor científica, este cambio siempre será posible.La verdadera razón de esto es que no podemos abordar fenómenos del mundo social como abordamos fenómenos pertenecientes a la esfera natural. En esta última, reunimos hechos yregularidades que no podemos comprender, sino solo remitira ciertos supuestos fundamentales acerca del mundo. Nuncacomprenderemos por qué el mercurio del termómetro asciende cuando es expuesto al sol. Únicamente podemos interpretar este fenómeno como compatible con las leyes que hemosdeducido de algunos supuestos básicos acerca del mundo físico. Por el contrario, deseamos comprender los fenómenossociales, y no podemos comprenderlos fuera de su ubicacióndentro del esquema de motivos humanos, medios y fines humanos, y planes humanos; en síntesis, dentro de las categorías de la acción humana.Por lo tanto, el especialista en ciencias sociales debe preguntarse -o, al menos, debe estar siempre en situación de preguntarse- qué sucede en la mente de un actor individualcuyo acto ha conducido al fenómeno en cuestión. Este postulado de la interpretación subjetiva puede ser formulado máscorrectamente del siguiente modo: el científico debe preguntarse qué tipo de mente individual se puede construir yqué pensamientos psíquicos se le deben atribuir para explicarel hecho en cuestión como resultado de su actividad dentrode una relación comprensible.Este postulado halla su complemento en otro al que propongollamar, adoptando una expresión de Max Weber, el postuladode adecuación. Este puede ser formulado así: todo términoempleado en un sistema científico referente a la acción humana debe ser construido de tal modo que un acto humanoefectuado dentro del mundo de la vida por un actor individual de la manera indicada por la construcción típica seríarazonable y comprensible para el actor mismo, así como parasus semejantes. Este postulado es de suma importancia para lametodología de las ciencias sociales. Lo que hace posible queuna ciencia social pueda. remitir a sucesos del mundo de lavida es el hecho de que el especialista en ciencias socialespueda interpretar cualquier acto humano de igual modo queel actor o su copartícipe.El principio de signifícatividad, el postulado de la interpretación subjetiva y el de adecuación son aplicables ,a cada nivelde los estudios sociales. Todas las ciencias históricas, porejemplo, se rigen por ellos. El paso siguiente sería circunscribir, dentro de las ciencias sociales, la categoría que incluvea las que llamamos teóricas. La característica descollante deestas ciencias teóricas es la interpretación del mundo socialen términos de un sistema de estructura lógica determinada."Este sistema de relaciones entre medios y fines es también
3 Parsons, op cit., pág 7.
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un sistema típico ideal, pero, como ha señalado el profesorParsons, es analítico y no referente a las acciones concretas,como él las llama. En una oportunidad formulé la misma ideaal afirmar que los tipos ideales personales de acción construidos por las denominadas ciencias teóricas tienen un máximo de anonimia, 10 cual quiere decir que lo que se tipificaes la conducta de da gente como tal» o de «los hombres».Cualquiera que sea la fórmula que utilicemos para describirla peculiaridad del ámbito teórico, es evidente que un sistemalógicamente interrelacionado presupone que las relaciones entre medios y fines, junto con el sistema de motivos constantesy el sistema de planes de vida, deben ser construidos de talmanera que:
a. el sistema sea plenamente compatible con los principios dela lógica formal;b. todos sus elementos sean concebidos con plena claridady nitidez;c. contenga sólo supuestos científicamente verificables, quedeben ser en un todo compatibles con la totalidad de nuestroconocimiento científico.
Estos tres requisitos pueden ser sintetizados en otro postuladopara la construcción de tipos ideales: el de racionalidad, quepuede ser formulado así: el tipo ideal de acción social debeser construido de tal manera que el actor del mundo vivienteefectuaría el acto tipificado si tuviera un conocimiento científico claro y nítido de todos los elementos significativospara su elección y la tendencia constante a elegir los mediosmás adecuados para la concreción del fin más adecuado. Enverdad, como ya adelantáramos al comienzo, solo mediante laintroducción del concepto fundamental de racionalidad esposible suministrar todos los elementos para la constitucióndel nivel llamado «teoría pura». El postulado de racionalidadimplica, además, que toda otra conducta debe ser interpretadacomo derivada del esquema básico de actuación racional. Estose debe a que solamente Ia acción situada dentro del marcode las categorías racionales puede ser examinada científica.mente. Al no disponer de otros métodos que los racionales,la ciencia no puede verificar o refutar proposiciones puramente ocasionales.Como ya dijimos, a cada tipo elaborado por el científico corresponde un subíndice referido al problema principal. En unsistema teórico, por lo tanto, solase admiten tipos racionalespuros. Pero, ¿dónde puede encontrar el científico la garantíade que establece un verdadero sistema unificado? ¿Dóndeestán las herramientas científicas que permitan cumplir estadifícil tarea? La respuesta es que, en toda rama de las cienciassociales que se ha desarrollado hasta la etapa teórica, existeuna hipótesis fundamental que define los campos de investigación v ofrece el principio regulador para construir el siste-
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ma de tipos ideales. Hipótesis fundamentales como estas son,por ejemplo, el principio utilitarista en la economía clásica yel principio de la marginalidad en la economía moderna. Elsentido de este postulado es el siguiente: construid vuestrostipos ideales como si todos los actores orientaran 'sus planesde vida y, por ende, todas sus actividades, hacia el fin principal de lograr la mayor utilidad con el mínimo de costo; laactividad ihumana así orientada (y solo este tipo de actividadhumana) es el objeto de estudio de vuestra ciencia.Pero estos enunciados ocultan una cuestión muy inquietante.Si el mundo social, como objeto de nuestra investigación científica, no es sino una construcción típica, ¿por qué ocuparsede ese juego intelectual? Nuestra actividad científica, y enparticular la que trata del mundo social, también se lleva acabo dentro de cierta relación entre medios y fines, o sea, conel fin de adquirir conocimiento para dominar el mundo, elmundo real, no el creado por obra y gracia del científico. Queremos saiber lo que sucede en el mundo real, y no en la fantasía de unos pocos excéntricos refinados.Algunos argumentos pueden tranquilizar al interlocutor quese planteara tales interrogantes. Ante todo, la construccióndel mundo científico no es un acto arbitrario que el investigador pueda efectuar a discreción:
1. El ámbito de la ciencia de cada investigador tiene límiteshistóricos que aquel ha heredado de sus antepasados comoun acervo de proposiciones aprobadas.2. El postulado de adecuación exige que la construcción típica sea compatible con la totalidad de nuestra vida cotidianay nuestra experiencia científica.
Pero si alguien no se contenta con tales garantías y pide unamayor realidad, quiero decirle que temo no saber exactamente qué es la realidad, y en esta desagradable situación meconsuela únicamente compartir mi ignorancia con los másgrandes filósofos de todos los tiempos Citaré nuevamente aWilliam James y su profunda teoría de las diferentes realidades en que vivimos simultáneamente. Quien crea que el carácter esencial de la ciencia reside en investigar la realidadse equivoca, si consideramos como pauta de la realidad almundo de la vida cotidiana. Tanto el mundo del especialistaen ciencias naturales como el del especialista en ciencias sociales son ni más ni menos reales de lo que puede ser,en general, el mundo del pensamiento. No es el mundo dentro delcual actuamos y en el que nacemos y morimos, pero sí lasede real de esos importantes 'sucesos y adquisiciones que entoda época la humanidad llama cultura.Por consiguiente, el especialista en ciencias sociales puedecontinuar su labor con plena confianza. Sus métodos, clarificados y regidos por los postulados que hemos expuesto, ledan la seguridad de que nunca perderá contacto con el mundo
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de la vida cotidiana. Y en la medida en que utiliza con éxitométodos que han resistido y resisten esta prueba, hace muybien en seguir su camino sin preocuparse por problemas metodológicos. La metodología no es la preceptora ni la tutoradel oientffico: es siempre su discípula, y no hay ningún granmaestro de su campo científico que no pueda enseñar a losmetodólogos cómo proceder. Sin embargo, el maestro realmente grande siempre aprende de sus discípulos. El famosocompositor Arnold Sohoenberg comienza el prefacio de sumagistral libro sobre la teoría de la armonía con esta frase:«Aprendí de mis discípulos todo lo que contiene este libro».En esta función, el metodólogo debe plantear interrogantesatinados acerca de la técnica de su maestro. Y si estos interrogantes ayudan a otros a pensar sobre lo que realmentehacen, y tal vez a eliminar ciertas dificultades intrínsecas ocultas en el cimiento del edificio científico, donde los hombresde ciencia nunca se internan, la metodología habrá cumplidocon su misión.
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