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RITO DE MARES Y SOMBRAS

PABLO MENACHO

Rito de mares y sombras

CIUDAD DE PANAMÁ2008

MENCIÓN DE HONORCONCURSO NACIONAL DE LITERATURA «RICARDO MIRÓ» 2003

SECCIÓN POESÍA

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Rito de mares y sombras© Pablo Menacho, 2008.

Primera edición:© La Rama Dorada Ediciones Literarias, 2008.

Prohibida la reproducción parcial o totalde esta obra por cualquier medio o procedimiento,

incluida la fotocopia, de acuerdo a las leyes vigentesen la República de Panamá, salvo autorización del autor.

ISBN 978-9962-8801-7-2

Impreso en Panamá

P.861M536 MENACHO, Pablo Rito de mares y sombras/ Pablo Menacho.

Panamá: La Rama Dorada Ediciones Litera-rias, 2008.

77 p.; 21 cm.

ISBN 978-9962-8801-7-2

1. LITERATURA PANAMEÑA—POESÍA 2. POESÍA PANAMEÑA I. Título.

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❦ANTESALA DEL RITO

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La poesía es lo inefable que se anima a respirar en el umbral de la conciencia. Es inevitable, entonces, que

se balancee con ritmo respiratorio, entre el aire y la tie-rra, entre el fuego y el agua. Experiencia radicalmente elemental, es en definitiva una animada superposición de transparencias, cada una con su signo vinculante y su sim-bolismo propio. Y si la poesía es eso —y no lo es al mismo tiempo, en retador alarde frente a cualquier aristotelismo imperioso—, lo que nos ofrece es el enigma compartible, el elíxir desvelado, la bienvenida de la propia nostalgia.

Cuando inicié la lectura de este libro del poeta pana-meño Pablo Menacho tuve de inmediato un golpe de in-tuición: estos poemas son un testimonio que reclama la otra parte de sí mismo. Y esa otra parte es la complicidad íntima del lector. Y como lector voy a escribir estas pa-labras, breves según la antigua lección de Quevedo, que recoge Jorge Luis Borges en el autoprólogo de El Informe de Brodie: “Dios te libre, lector, de prólogos largos”.

Entro, pues, en lectura y en escritura a la vez. La pri-mera impresión me trae lo sabido: Pablo Menacho es un poeta de estirpe consumada, que tiene con la palabra una relación feliz: no es dominio, sino convivencia. El poeta se conoce por su relación personal con la palabra. Y en el caso de Pablo esa relación es firme, amorosa, irradiadora y fecunda. Cuando habla el poeta, las palabras florecen.

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Lógica pura de jardín. Y, en este caso, jardín expansivo que resume horizontes. Pues es precisamente tal condi-ción la que provee a esta poesía de su encanto comunica-tivo más propio: el poeta convoca sus mares y sus som-bras, en un perenne vaivén de lo vivido y lo soñado, de lo imaginado y lo sentido, de lo personal y lo común. Se tiene de inmediato y de pronto la impresión de estar en un salón de espejos privado y compartido: experiencia, nostalgia, revelación y testimonio giran a nuestro alrede-dor, en busca del pálpito fraterno.

Seis estaciones tiene la odisea que el poeta nos pro-pone. Se parte del origen: aquel instante en que la tierra se convirtió en el límite entre el aire y el agua, en “la ma-ñana primera”, cuando el ser personal era la invocación del deslumbramiento, y se llega a la apoteosis del instan-te, cuando estamos de nuevo de cara al caos. El poeta, pues, reinventa el viaje desde sus orillas hacia sus orillas, en el que Ítaca ya es sólo una estación más: la de los pre-sagiados reencuentros. Porque en definitiva, como dice el poeta en una de sus estancias más conmovedoras, “lo importante no es llegar/ al difuso puerto que te aguarda/ al final del recorrido/ que se emprende,/ todo es un pe-regrinaje singular/ de las mariposas/ que se disuelven en el tiempo...”

Este, pues, es un libro de viajes, en el mejor sentido de la simbología circular. El poeta viaja alrededor de sus símbolos más entrañados. El mar y la tierra, casi inter-cambiables en la vigilia nocturna del poeta, se iluminan y se oscurecen frente al espejo del testigo ambulatorio. Una densa emoción envuelve al poeta caminante y navegante. Sobre el hombro lleva el farol de la nostalgia, y las riendas

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que rigen la cabalgadura creadora son de espuma y de musgo, como en las sagas inmemoriales.

El conjunto de poemas es evidentemente un rito, pero no un rito de iniciación, sino un rito de consumación. El poeta asume su sabiduría expresiva con una cierta inocencia prismática. Y eso se desnuda cuando el poeta está de nuevo frente al abismo de su propia conciencia, en la tierra firme del tiempo que nunca es otra cosa que la reiterada metáfora —y por ende parábola— del origen: “Fundamos una aldea/ que gira hacia un final imprevisi-ble/ en las márgenes exteriores/ de un océano/ tendido al infinito...”

¿Qué nos quiere anunciar el poeta con esta respiración que se instala tan limpiamente en lo indescifrable? Quizás el arraigo de la palabra en el aire que la deshoja. Hay un leve fulgor apocalíptico a lo largo de estas páginas y, a la vez, un oscuro reguero de memorias salvadoras, que se alimentan “con la luz distinta/ de otros mares,/ con el gélido resplandor/ que atraviesa el centro de las almas”.

En este tránsito, el poeta trasciende la ilusión de Odi-seo. La última estación no es Ítaca, sino la isla vagabunda y a la vez sedentaria de su palabra en trance. Aunque las razones del alma no tienen por qué responder a las razo-nes de la geografía, el ser mental, y ya no se diga el ser poético, están unidos por corrientes desveladas y finas. El poeta panameño es velador de dos océanos. Con sólo volver el rostro es capaz de recibir el golpe de dos fuentes de espuma, de dos herencias respirables, de dos mundos en movimiento. Esto podría ser lo que le da a su poesía el constante pálpito inspirador. Poesía de la fuerza y del es-combro, es de las que no se entregan a la primera lectura,

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como pasa con toda poesía verdadera, en el sentido de la verdad sigilosamente compartible.

Vamos, pues, al rito. Y hay que hacerlo con la vista puesta en el fondo del pozo y con un caracol en el oído.

DAVID ESCOBAR GALINDOSan Salvador, 10 de febrero de 2008.

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I.De los mares y las sombras

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1.

Seguramente—cuando la fiebrees un voraz incendioque amenaza con arrasarla tierra entera,cuando sólo quedan los grillosque rompen el silencio arrasadorde un mundo inexploradodonde la desolaciónes señal inexorablede lo breve del instante,único como el destello fugaz del azul—estarás bordeando las orillasde una nocheen que parecen llover estrellasen la otra cara de un mundoque tus ojos nunca imaginaron:

Allí donde se deslumbraron las miradasde aquella mañana primeraen que una delgada línea de tierraseparó a la mar del firmamento.

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2.

En la playa,mientras alguien traza filigranas,bellas caligrafíasen los mapas del anochecer,desovan las tortugasa la sombra de ese marque fuera visto por vez primerauna mañana de septiembre.

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3.

Aquí—tal vez no lo sepas—se edificó la estatuade aquel que fue decapitadoen Aclaluego de contemplaresas aguas deslumbrantesque nunca se apaciguany el architalassos,alucinado en un rapto de la iluminación,aún se despeinacon el rumor de los vientos del nordeste,mientras su nao avanzahacia un ponienteque parece no tener alcancey huye de las naoscomo una presa mal heridaque se escabullea través de las tempestadesde todos los octubres.

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4.

Y muy lejos,allá donde Cook trazó los mapasde un inmenso océanoaún inexplorado,al sur de todos los sueñosy palmerasque rascan el cielosiempre azulque se precipita en las mañanas,más al sur, aún,de donde Tusitala—acompañado tal vezpor la sombra amigay traicionera de Long John Silver(…y su siempre inseparablebotella de ron)—contempló los tesoros de sus islas:collares que se desprenden del marcon sus corales vestidos de arcoirisy recitó sus oracionesa la sombra protectoradel Vaea que habría de amortajarlo,

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un pintor vislumbró nuevos coloresagitados en el aire tropicalque baña la luz del paraísopara posarse en los cabellosde una bella vahinésemidesnuda.

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5.

Mientras tanto,cuando los recuerdosaún disputan espaciosque son inaprensiblestragados por la brisaque persigueestas calles despobladas,donde una estela va dejando su luzen las resacasde un mar indescifrabley siempre idéntico a sí mismo,la ciudad parece distraída,dislocada por un destello inentendibley tú eres un ángel de alas rotasque cayó del paraísocomo la sombrade un resplandor alucinante.

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6.

Ahora,cuando el siroco es el aire,ardiente y seco,con que la danza trazaexóticos reflejosen el centro de tus piernasque recorren el paso de los caracolesque dejó la incertidumbre,la sensación de un espacioen que se tramanemboscadas y silencios,quizás pudiéramos limpiar los ojosdel polvo amargoque dejan las despedidascon largas cartasen que nos reencontramos—inútilmente desteñidos—imaginando la siluetade unos volcanesque penden aún en la certera cercanía,ajenos a la desesperaciónde las ciudades que se tragannuestro asombro.

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7.

Cuando la tarde,finalmente,tienda a rendirsesobre los horizontesy la luz se haya negadoa las esquinas,no sé si edificaremos cápsulasen las que desprendernos del entornopara evitar los golpesque asestan las ciudades,intoxicadasde ensombrecidos alacranes,mientras alguien vislumbra yaa las bestias que traen la desesperanzaa pesar de una derrotaya cercana.

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8.

Pero tocan ya a la puertalos adiosescon la urgencia de deshacerlas tempestadescon los extraños conjurosde los alquimistas.

En los cuadernos,la tinta se disipacomo el humo que intoxicótodos los fuegosy en las paredes,el mundo parece gritarsin atinar a alguienque le escuche.

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9.

Mañana,cuando las sombrashayan de escaparcon la cautela de quien se ocultade la luz más pura,conjuraremos estas simas abisalesque intentan devorartodas las naosque van hacia el oeste,en tanto que no logre alcanzarnosla noche última e irremediable.

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II.Tempestades y silencios

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1.

Ciertamente,siempre que la prisa encontrócómo trazar la singladura exacta,me fueron llegando tus noticias.

Vestidos por la nostalgiade una noche inalcanzable,a nuestro lado,el mar deambulasin percibir el color de las mareasy los amanecerestiñen de naranja los zaguanes,donde nos llega el ruidoque deja a su pasouna estampida de autobuses.

Se me ha enfriado el cafédespués de los recuerdos,a pesar del calor y los sudoresque produce el transcurrirpor una ciudad inexplorada.

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2.

Y en aquellos suelos,donde se resguardan las quimerasdel alma unipolarque pretende el rapto del planeta,alguien trama otros modelosde embestidadetrás de la sofisticada máscarade unos rascacielostragados por el polvoy prepara la cuadrículadel mundodesde donde asaltartodos los sueños,mientras rehacela Caja de Pandoracon la serenidad de un súcuboque apuesta al holocaustoy a que el Armagedóndeje de ser un tema literarioy adquiera corporeidadal principio mismode un milenio que despierta.

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3.

Pero nosotros,mástiles astilladosde tanto navegarsin cartas ni astrolabios,que ceñimos las velaspara no extraviarnuestro destinoa pesar de ir heridanuestra arboladura,que leemoslas ráfagas del airey enfilamos nuestra proasin prevenir que los dragonesestán agazapadosmás allá de las columnasque Hércules sostiene,trazamos palabras muy dispersas,disueltas en el agua,evaporadas en el gestoque dibujan los adioses:

Nuestros dedos son pañuelosque tocan la distanciay se asombran cuando acaricianla soledad que hay ocultadetrás de los espejos.

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4.

Nosotros,que renombramos el mundoal contemplar las señalesde las olas en los mares,en las encrespadurasque dibuja el vientohacia el poniente,que zarpamos sin relojesque separen la distanciaentre las borrascas y el olvido,que establecimos nuestra casaal borde de un abismoque contempla las vastedadescomo un faro dispuestoa dar la bienvenidaa los navíos extraviados.

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Nosotros,que nos miramos con sorpresasi nos arrasa una pasiónque siempre llega apresurada,estamos exhaustos yade contar los latidosdel planeta,cansado de girarhacia el orientecon el eje dislocado.

Nuestra carne se ha incendiadocon los solesde una extraña rebelión.

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5.

Mañana,cuando el asombrose haya disipadocomo suelen hacerlolas tempestadesque se alejan del Caribeo el aliento últimode un dios quemadoen las hogueras de la inquisición,cuando regresen los pelícanosdel viento del invierno,los candelabros del olvidocaerán sobre nosotros.

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III.Carta de las mareas

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1.

Seguramente hará faltaemborronar muchas cuartillaspara teñir las nochescon la luz distintade otros mares,con el gélido resplandorque atraviesael centro de las almas.

Porque en este instante,el tiempo parece detenerseo encallaren la margen de tus ojosy ya no llegan nuevas cartas.

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2.

¿Cómo cartografiar—sin distraernos por el ecoque dejan las sirenasdonde Venus contemplólos nacimientos—,con los milímetros exactosque exigen las urgencias,los pliegues de tu cuerpoque son costa inexploraday misteriosadonde se acortan los sentidos?

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3.

Para ello tendremosque planificar los desembarcoscorrigiendo los compasestrastocados de la angustiay evadir los bancos de arenatendidos sobre las vaciantessi se aposentan en el almalos fantasmas del naufragioque intentan abatirnosy alterar nuestra derrota.

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4.

¿Qué faro te acosósin mirar aún las corrientesde los atardeceres,para que los navíos—agotados de sus largas travesías—estallaran en los arrecifes?

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5.

Somos vulnerables a desaparecercon el paso de los añosy, cuando sea precisocorregir las cartasque escribimoscuando asomó la paradoja,habrá que hacer legibleaquello que se enmiende,corregir el nortecon el reloj de las mareasa pesar de que las nubesdel presagioinutilicen los sextanteso hagan inciertanuestra travesíaen este marde vientos tempestuososdonde enloquecenlos albatros.

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6.

Pero,mientras el ancla se hundeen las arenasy fondeamos en este embarcaderodel que alguna vezhabremos de marcharnos,se dibujan en la bitácoralas siluetasde las jarcias destempladasy los jaguares del insomniotienden las sombrasde una depredación inevitable.

La música se apaga en el horizontey el sueño,insumiso alacránque escapa entre las rocas,no aparece para despertarde esta realidad incomprensible.

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IV.Una tarde en Ítaca

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1.

Ya contemplarásla vastedad del aguadesde las entalladurasagrestes y amorosasde los Picos de Europa,allí donde descansó la miradasaturada de palmerasde los navegantesque desandaban asombradosel camino de occidente,templadas como el éxtasisde un druidaque aún persigue las esenciasen la huidiza luz del otoñoque busca refugioentre las ruinasde un monumento circulary milenario.

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2.

Pero hacia el este,donde una mujersentada en el umbralcuenta los díascansada de tejery destejer los recuerdosy las embestidas del olvido,en tanto que observa el marcon ojos tristes(arrasados tal vez por el aguaque humedeció la incertidumbrede un abrazo que tardala longitud del infinito),a la espera de que llegue la esperanzacurtida por los años de derrotas;los argonautas remontanlas encrespadurasde la auroraarropados en los vientosde una mitología inconquistable.

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Se les vio partir sin ruta prefijada,navegando siempre a barlovento,siguiendo las sutiles señalestrazadas en el airerecién lavado con la clepsidrailuminada por una claridad ambigua.

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3.

La tarde últimaen que contemplamoslos pelícanos,alguien venía detrásde los cristalesempañados por el aguadel invierno.

En su piel aflorabanlas cicatricesde los antiguos lancesen que el amor,vestido con el resplandor acogedordel regazo de la ninfa,tendía sus trampas ancestralesaferrado a viejos demoniosy odaliscas.

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4.

Puede ser que hoytransitemos las mismas horasde costumbre,enfrentados al minotauro transparenteque enmascara la coherencia,el que elabora verdades irreversibles,el que invoca las certezasy los circunloquios,el que traza oscuros mapasque nos lleven despistadosal futuro,el que no deja resquiciospara que moren allíel escepticismoy las incertidumbres.

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5.

Con este nuevo advenimiento,mientras tus ojos se llenandel azul de los océanosy alguien planifica la caminatahacia la ciudad prohibidadonde las señalesson tenues hilosde un pasado que reencarna,donde un conciliode maravillosos espejismosirradia la purezaen la extrema delgadez del aire,prefiguramos el crepúsculo:la invocaciónde una barbarie inconfesable.

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6.

Siempre queda espaciopara reiniciarel viaje que presagialos reencuentros,alimentados por las llamasde un brillantísimo resplandorde velas apagadas,abrigados por un himnomusitado por gaviotas asustadas,esas que emananal final de tus cabelloscuando desaparecen las ciudadesen la bruma plomizade los horizontes.

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7.

Hemos aprendido claramente,al leer los cuadernos azulesde Kavafis,que lo importante no es llegaral difuso puerto que te aguardaal final del recorridoque se emprende,todo es un peregrinaje singularde las mariposasque se disuelven en el tiempopara transfigurarseen un ángel sin alasque se desplomó del paraíso.

Y si el destinoes encontrar la islaque pintaba en los cuadernos,quizás nunca alcancemoslos bordes de lo oníricomientras nos acosenlos fantasmas del apocalipsisrondando la atmósfera perforadadel planeta.

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V.Remanso de las angustias

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1.

Arena de todos los mares,huesos rotos,hechos polvo por todoslos milenios,las imágenes cuelgan de la costacomo fríos crepúsculosen los que descansanlas borrascasde los primeros díasen que la pasión nos acosócon sus códices incandescentes,agobiados de navegar a la derivapor las crestas circularesdel insomnio,como labios que traicionanal silencioy flagelancomo látigos salvajesinundados por la furia.

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2.

Pero aquella tarderecibí noticias tuyas,ataviadas por las tenues gaitasde los deslumbramientosy acicaladascon los extraños grabadosde aquel pintor divinamente profanoque también cantaen el abismo de la existenciadonde desaparecen las utopíastragadas por el martiriode estos aciagos díasgobernados por la incertidumbrey la rebeliónque tejen las fiebres inapagablesen que los cuerpos estallanen una comuniónde mareas asombradas.

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3.

Yo,que no escribí mensajespara intentar que llegasena las orillas desdibujadasde las ciudadescomo acostumbran aúnlos viejos náufragos.

Que establezcoaltares en silencio,donde lo ruidoso de los farolesno toquen el almacon sus anuncios luminososy estridentes.

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Sólo vislumbrolos devastados márgenesen que las olas se derritencon la prodigiosa letaníaque dejan los latidos,con esa manía de encontrarnuevas vertientesdonde se esparcen los caudalesde un fogaje que correprofundamenteen las gargantasdel planeta.

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4.

Quema tu siluetaya borrosa entre las manos,como el agua que desapareceentre los dedos,residuos de una ceremoniaque bastó para extinguirtodos los fuegos,y huele a musgosla luz que incendialos altaresdonde tu cuerpo,arrecife asediado por la espuma,marca el compásde los relojesque hacen desaparecera los domingos.

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5.

Ahora que desaprendemoslas liturgiasy sólo quedan las estelas de los trenesque son navíos transfiguradospor la alquimia,alguien tiende las piedrasdel desamparoy los zarpazos de la fiera—siempre fiela su infiel herenciade caníbal—,se agitan en la ventana(señales de que el mundoha transmutadosu derrota),mientras el eje del planetasigue inclinándose,desafiante,hacia nuevos holocaustosy cruzadas impredeciblesque semejenla reencarnación de los templarios.

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6.

El teléfono suenadesesperadamentemientras culminan los ritualesen que la piel se desmoronadespués de los espasmosy en el alminar,recortado contra la luz naranjade los celajes del oriente,el almuédanoque llama a los creyenteslevita solitario y gris,oteando las jorobasque trazan los oleajesa la espera de que arribehasta la playael divino soplode los marasmos.

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7.

Llegado será el instanteen que sólo quedeemprender nuevas huidasque disuelvan,con el faro enceguecedorde la memoria,la pared del laberintoy sus cenizas;cuando las corrientes acunenuna vez mássobre un espejo consumidopor las llamaslos vientos que gobiernanlas estaciones,con las velas ya ceñidas,las drizas ardientes y templadasy la barca orzadaa la búsqueda de ráfagas propiciasmientras se vislumbrentendidas sobre el horizonte—como apacibles atolonesque duermen la siesta vespertina—,las islas del sury las bienaventuranzas.

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CodaRegreso a las aldeas

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63

1.

Fundamos una aldeaque gira hacia un final imprevisibleen las márgenes exterioresde un océanotendido al infinito,que camina entre las estrellas que transitanaquella noche que Van Gogh pintaraen un arrebato de lúcida locuracon amenazantes remolinosque presagiaban la violencia.

(Aprendimos a jugarcon lo indescifrable y limpiode los veleros de otros maresy delirios.)

La palabralleva calzada en sus pies,curtidos de largas caminatas,una angustia incomprensible,un vago e interminable signoque bordea los abismos:

Esa mañana—siempre eterna—en la que se fraguan los desastres.

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2.

Las horas,páginas en blanconegándose a la idea,parecen perseguidas por el airey las tardes parecen despeinadaspor la brisa del desamparomientras suena en la distanciala música que traen los naranjos.

No vamos,sin embargo,en busca del elogio o la locura;más bien,nos desprendimos ya de los ropajescon que los hombres piensanen sus sueños,anónimos y silvestrescomo antiguos mitosechados al fuego del olvido.

Sólo aspiro a recogerde las fontanas recubiertas por el musgolos cantos que Circe plantóen los manantiales del otoñoy recuperar los talismanesque conjuren espejismos.

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3.

Somos el recuerdo que nos dejóel estar a la deriva de los desencuentros,la deslumbrante luz de una perlaque dibujó un destelloa la salida del abismo...

Es bueno rellenar las horasen que se amotinan la desesperacióny los espantoscon nuevos sistemaspara contar los díasen que finalmentese deshaga esta pesadilla.

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4.

Tendrá sentido deshacerlas confabulacionesque se arrastran con sigiloen el inexorable caminohacia la nada.

La oscura y necia tempestadque cunde por estas callescomo un aquelarre innominado.

El signo de tiempos aciagosdesprotegidos del mary los oleajes.

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Todas las metáforasy parábolas del mundoestremecen los empobrecidos cimientosde estos días,siempre lúgubres y tristespor donde transitamoscomo un dios menor,desamparado y abatido,y con las vestiduras desgarradas,seguros de contemplaral despuntar el albalos signosde un novedoso alumbramiento.

68

5.

Infinitamente,los tambores,poblados de la sabiduríade las almas de los viejos,cantan todavíapara romper las ataduras.

La trama que narran sus historiasse dispersa en las sensacionesde un verano incandescentey la mujer que ha sido coronadagira alrededor de una hogueraque danza, siempre en trance,como la hora primera del amanecer.

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Y tú eres la cuna en la que el vientomece sus cabellos.La palabra primera,la que nunca se descifra,la que lava las heridasde una derrotay las transmuta en resplandores.

Los viejos presagios y conjuros.

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6.

La luz traza los rasgos de tu cuerpocon el sigilo de un felinoque acecha entre las hierbasy eres una canciónque viene con la espuma,como una líneaterriblemente tenueque prefigura el horizonte.

Se asombran los ojosy el latidocuando descansassobre la transparenciade las sábanas.

Es la pasiónque multiplicó sus arrebatosinnombrables.

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7.

Pareces el tránsito perpetuoallende de los maresque surcan los delfinesde los descubrimientos.

Qué lejos quedan los domingosen que tus ojos navegabancon las tardessolitarias y cansadasde contar tantos segundos.

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8.

Hace ya muchos añosque vagamos en la nada.Recolectamos signosen la nebulosidad de los atardeceres.Arponeamos las lluviasesperando que amaine el tiempovestido de la tempestadmás angustiante,que las sílabas se decantenen una conjunción aproximadaa la frecuencia del alma,esa zona en que todo se disipay desaparececomo una estampidade luciérnagas.

Son días aciagos,ciertamente,en que la tormenta azotadesalmada…

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9.

Somos el instanteque se tiñó de resplandores,una cumbre alucinante,una borrascaque anuncia el cataclismo.

Índice

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77

Antesala del rito David Escobar Galindo 7 I. De los mares y las sombras 13 II. Tempestades y silencios 25 III. Carta de las mareas 33 IV. Una tarde en Ítaca 41 V. Remanso de las angustias 51 [ Coda ] Regreso a las aldeas 61