Post on 09-Aug-2015
PROSPECTIVA, TOMA DE DECISIONES Y GESTIÓN DE LAS ORGANIZACIONES
(PARA QUÉ SIRVE LA PROSPECTIVA)
En las líneas que siguen se analiza la relación de reciprocidad entre la prospectiva y los procesos
de toma de decisiones en las organizaciones complejas a que conduce el contexto actual,
caracterizado por el cambio, sumamente dinámico y competitivo en lo económico y plagado de
interactividad y complejidad en lo social. Este contexto, que está siendo configurado (porque no se
puede entender como algo estático) por procesos como la globalización económica, la continua
revolución tecnológica y el crecimiento poblacional, es el caldo de cultivo que, por un lado, ha
exacerbado la importancia, trascendencia y complejidad de los procesos decisorios y, en
consecuencia y por otro, ha originado la necesidad de anticipación a que trata de hacer frente la
prospectiva. Del vínculo entre ambos aspectos (prospectiva y toma de decisiones), de cómo cada
uno de ellos alimenta y da sentido al otro, tratan las líneas que siguen. Aunque, como ya se ha
observado en páginas anteriores, el interés humano por conocer el futuro data de tiempos
inmemoriales, se puede afirmar con rotundidad que la necesidad de referentes en la toma de
decisiones ha sido el factor que ha propiciado la aparición de la prospectiva, como área de
conocimiento científico, su consolidación como instrumento orientativo de obligada
consideración, y me atrevo a decir que la convertirá en un arma decisora de primer orden en un
futuro próximo.
Se trata pues de, sobre la base de la confluencia de la reflexión prospectiva con la vertiente más
instrumental de la investigación social, intentar, en primer lugar, descubrir y describir los puentes
que llevan de la toma de decisiones, como eje-director de las organizaciones humanas, a la
necesidad (o conveniencia) de anticipación prospectiva. En segundo lugar, se trata de analizar la
dimensión instrumental de la investigación sobre el futuro, su utilidad para entender, prever y
facilitar el control de los procesos de cambio social (en relación con procesos de cambio
económico y tecnológico) a través de los mecanismos de gestión.
1. La prospectiva como instrumento de reducción de la incertidumbre
1.1. TOMA DE DECISIONES Y GESTIÓN
La toma de decisiones es un proceso al que continuamente nos vemos abocados todos los seres
humanos a lo largo de nuestra vida. Cada uno de nosotros se halla continuamente en la tesitura de
tener que elegir entre varias opciones. Esto, el decidir, el tener que optar en cada momento entre
varias alternativas posibles;
1 la «selección concienzuda de una línea de acción de entre las alternativas disponibles, teniendo
en cuenta la disposición de, usualmente, recursos limitados, y con el ánimo de conseguir algún
resultado deseado»,
2 implica un ejercicio de responsabilidad por sí mismo. Obviamente, la responsabilidad en la toma
de decisiones será tanto mayor cuanto más grande y amplio sea el grupo social al que en última
instancia pueda afectar. De ahí que las organizaciones, espoleadas por la evolución y
competitividad de las sociedades modernas, incrementen cada día el interés y la necesidad por
disponer de procesos de decisión que conduzcan a soluciones eficaces.
3 El enorme dinamismo (propiciado por la competitividad que imprime la globalización
económica) e interactividad (generada por las continuas innovaciones tecnológicas) que
caracterizan a la sociedad y economía actuales, hacen que la toma de una decisión tenga una
repercusión cada vez mayor y más extendida sobre el entorno del sujeto y/o la organización
responsables de la misma. Ello conlleva, paralela e indefectiblemente, un incremento progresivo
de la responsabilidad en la toma de decisiones organizacional: cada vez más, la responsabilidad en
las organizaciones escapa del limitado y cercano ámbito privado para trascender a niveles más
amplios y adquirir un carácter social.
Esto es así hasta el punto de que algunos analistas, como Peter Drucker, ya empiezan a hablar del
concepto de responsabilidad como el principio que, en detrimento del concepto de poder (que
vertebraba desde Platón y Aristóteles la teoría social y política), habrá de informar y organizar la
sociedad del futuro (¿la del presente?); la que el propio Drucker denomina sociedad
poscapistalista (también sociedad de las organizaciones, sociedad del saber y sociedad del
conocimiento), y otros han denominado sociedad postindustrial, sociedad interactiva, sociedad
del saber, sociedad de la información e incluso sociedad de la inteligencia. La catarata de
apelativos que intenta definir la sociedad que habrá de sustituir a la sociedad de consumo
industrial capitalista sugiere que, aunque las tendencias que contextualizan la transición (las
tratadas en el apartado anterior) parecen estar definidas, tal vez caminemos hacia una sociedad
en continuo cambio que se resista a permanecer estática (con unos rasgos definidos) el suficiente
tiempo como para ser bautizada, a lo que podríamos denominar sociedad transitiva. Este entorno
tan cambiante, tan sumamente dinámico, dificulta la toma de decisiones, y actúa acentuando la
responsabilidad intrínseca a ésta. De ahí que el proceso de toma de decisiones sea trascendental
para todas aquellas personas cuya actividad, en cualquier lugar y ámbito profesional, afecte, en
mayor o menor medida, al destino de una organización; y cuando digo destino quiero decir al
futuro de sus recursos, de su educación, de su trabajo, de su tiempo libre, de su identidad cultural,
de su convivencia, y de todo aquello que pueda ser determinante del porvenir de la organización.
Esto es así porque la toma de decisiones «es fundamental para el comportamiento del organismo
y la organización (dado que) ofrece los medios para el control y permite la coherencia en los
sistemas (que regulan y permiten el funcionamiento de la propia organización)» y, por tanto, es
un ejercicio de responsabilidad para los dirigentes (líderes o gestores), los encargados de la toma
de decisiones, como responsables del destino de la organización. Es, por tanto, la toma de
decisiones una actividad trascendental para todas aquellas personas inmersas en tareas de
management (gestión/administración) organizacional; no en vano se puede considerar la adopción
de decisiones no ya como una actividad principal, puesto que se encuentra presente en todas y
cada una de las funciones de gestión, sino como la propia esencia del management, e incluso su
sinónimo. Son actividades de management organizacional tanto la gestión político-administrativa,
dentro del ámbito público, como la gestión empresarial, dentro del ámbito privado. Ambos son
terrenos abonados para el ejercicio de responsabilidades, puesto que la participación activa en
cualquiera de los dos implica el entrar obligadamente en procesos de toma de decisiones y, en
consecuencia, asumir que los resultados de estos procesos repercutirán con total certeza, y en
mayor o menor medida, sobre un colectivo humano. Aunque podríamos hablar de dos clases
distintas de responsabilidad por la vía de acceso al puesto decisorio (elección pública / capacidad
profesional, respectivamente), el origen de los recursos que se manejan (públicos/privados), y los
fines últimos (optimización de los recursos disponibles / desarrollo social y/u obtención de
beneficios), la toma de decisiones es, tanto en el ámbito público como en el privado, un
instrumento de obligada concurrencia para la resolución de problemas y el eje de la gestión del
cambio. El ejercicio de responsabilidad estriba, tanto en un ámbito como en otro y tal y como se
apuntaba al principio de estas líneas, en que de la resolución final que adopte el sujeto decisor
dependerán, al menos:
1) Su propia continuidad al frente de la gestión de la organización (en virtud de la eficacia en la
consecución de objetivos).
2) La correcta utilización de una serie de potencialidades y recursos (el grado de eficiencia en la
gestión).
3) En última instancia, y puesto que se puede considerar la toma de una decisión como el «corte»
(la palabra «decisión» deriva del latín decido, «cortar») entre el pasado y el futuro, el futuro
inmediato de la organización por él gestionada y por ende, del colectivo humano que conforma o
al que atañe dicha organización. Por tanto, acertar o errar en la toma de decisiones conllevará, en
cada caso, ser competitivo o no, continuar con la empresa o cerrarla, seguir al frente de la gestión
municipal o pasar a la oposición, satisfacer una demanda/necesidad o no, recibir una subvención o
que ésta sea denegada, alcanzar un acuerdo de paz o iniciar/continuar un conflicto bélico, etc.
La responsabilidad inherente a la toma de decisiones se ve acrecentada por el hecho de que la
decisión, al conllevar la elección de una alternativa de entre varias posibles, no sólo puede implicar
—si se yerra en la elección— un coste directo (subsanable), sino que siempre genera un coste
indirecto: el coste de oportunidad (no subsanable). Es decir, «la toma de una decisión implica,
tanto en el ámbito de la empresa pública como de la privada, la asunción de este riesgo de errar.
Este riesgo implica la existencia de un coste de oportunidad: si en la toma de decisiones se elige
una opción se deja de ganar lo que podría haberse obtenido de haber elegido cualquiera de las
restantes».
1.2. LO DETERMINANTE DE LA ACTITUD HACIA EL FUTURO
Ahora bien, la enorme responsabilidad que puede llegar a entrañar la toma de una decisión no
necesariamente ha de implicar un bloqueo psicológico del sujeto decisor que le lleve a anclarse en
posiciones presentes y «verlas venir», limitando su visión de futuro al corto plazo, al inmediatismo.
Esta actitud llevaría indefectiblemente a la pérdida del control de las decisiones y a una reducción
drástica de los márgenes de maniobra. Si la toma de decisiones es considerada como una
oportunidad de cambio y mejora respecto de la situación de origen, como un punto de partida
hacia el futuro, no necesariamente ha de estar reñida con otros aspectos fundamentales en la
gestión, como la creatividad y la innovación (que evidentemente entrañan riesgo, pero proyectan
a la empresa hacia el futuro). Muy al contrario, la opinión extendida entre gran parte de los
analistas y consultores empresariales más lúcidos y experimentados de la actualidad, así como la
importante cantidad de publicaciones recientes que relacionan la gestión con creatividad e
innovación, apunta una ligazón cada vez mayor entre el proceso de toma de decisiones y otros
procesos abiertos y creativos de gestión, basados en un elevado conocimiento de la realidad
presente pero con la mirada puesta en el futuro. Por tanto, el rigor en la toma de decisiones no ha
de implicar necesariamente la adopción de posturas inmovilistas o conservadoras. La
responsabilidad y el miedo a errar no tienen por qué ser elementos de bloqueo en la toma de
decisiones. En este sentido, la actitud hacia el futuro del sujeto decisor es determinante para el
éxito en la gestión organizacional al estar directamente vinculada a los procesos de toma de
decisiones; no en vano esta actitud se ve directamente reflejada en la planificación estratégica,
que es una de las funciones administrativas fundamentales y que consiste, en definitiva, en «un
proceso racional de toma de decisiones donde se requiere seleccionar el curso de acción futuro
adecuado de entre los alternativos». La interconexión entre ambos factores, actitud hacia el
futuro y toma de decisiones, se prevé como un factor condicionante en la gestión organizacional
hasta tal punto que, en un entorno extremadamente cambiante y competitivo, previsiblemente
serán las organizaciones capaces de anticipar, de adaptarse y de transformarse permanentemente
y de manera más rápida que sus competidores, las que destacarán y/o sobrevivirán al paso del
tiempo.
Dice Michel Godet que «frente al futuro, de una manera muy simplista y gráfica, pueden
identificarse cuatro actitudes tipo en los dirigentes: la de la avestruz (pasividad), la del bombero
(reactividad), la del asegurador (preactividad) y la del conspirador (proactividad)». En el mismo
sentido, habla César Martín-Iñíguez de inactivismo, reactivismo, preactivismo e interactivismo
respectivamente, definiendo de forma más detallada estas actitudes de las organizaciones cara al
futuro asociadas a la toma de decisiones. Con base a ambos planteamientos tenemos que: —Una
organización que practica el inactivismo es aquella cuyos dirigentes, siguiendo la técnica del
avestruz, tienen mucho más miedo de hacer algo que no se necesita hacer (error de comisión),
que de no hacer algo que debería hacerse (error de omisión). Por ende, tienden a reaccionar —si
es que reaccionan— solamente ante las amenazas serias e inevitables, obviando las
oportunidades. En este caso, la toma de decisiones es considerada más un problema (por la
actitud reacia a su ejercicio) que una oportunidad de cambio y mejora, lo cual puede perjudicar ya
de origen la efectividad resolutiva de la misma. Evidentemente, este tipo de organización es
inmovilista, extremadamente conservadora, y se halla a expensas del devenir de los
acontecimientos. No controla su propio futuro, y toma las decisiones a remolque de las
situaciones. Su visión de futuro es nula, el mecanismo que regula su funcionamiento es totalmente
adaptativo a posteriori, nunca anticipatorio, y está continuamente a expensas de cambios
imprevistos. En consecuencia, es un tipo de organización poco competitiva y tiene todas las cartas
para perder posiciones frente a la competencia, y desaparecer en la vorágine del cambio, y/o
convertirse en una entidad obsoleta e ineficaz.
Esta forma de actuar, dice Martín-Iñíguez, se ve claramente ejemplificada en la actitud de la OPEP
en la década de los setenta y de los ochenta, cuando aumentó el precio del petróleo sin contar con
un plan de acción adecuado, por lo cual en junio de 1993 se vendía el petróleo más barato que en
1972. Este ejemplo, concluye Martín-Iñíguez, nos muestra que «no solamente debemos prever el
efecto de nuestras decisiones, sino imaginar las respuestas de nuestros adversarios». La empresa
que practica el inactivismo, al no tener visión estratégica, está abstrayéndose de una realidad
sumamente competitiva, lo cual aumenta notablemente la probabilidad de que el tiempo y la
competencia la conduzcan al fracaso. —Una organización que practica el reactivismo se
caracteriza por tener unos dirigentes que toman decisiones única y exclusivamente en función de
los sucesos pasados y presentes. Busca, por tanto, amoldarse a las situaciones, recurriendo a
remedios y parches que adecuen el funcionamiento de la organización a los cambios habidos ya, y,
como mucho, a los que están teniendo lugar. Esta actitud reactiva, la actitud del bombero «apaga
fuegos», limita el margen de maniobra en la toma de decisiones, dado que la orienta totalmente a
la reacción ante sucesos y nunca a la consecución de expectativas. Es, obviamente, una actitud
conservadora, acomodaticia y adaptativa, que poco beneficia a la propia organización a largo
plazo, ya que no da cabida a la creatividad ni a la innovación, así como tampoco a la planificación.
Aunque no es una postura inmovilista como la anterior, deja a la organización en una posición a la
expectativa de lo que ocurra, lo cual limita indudablemente sus posibilidades futuras en un
contexto tan dinámico y competitivo como el actual. Es una postura impropia de empresas que se
pretenden líderes de mercado, e inaceptable en la gestión de la Administración pública, que ha de
responder a las necesidades de los ciudadanos justo cuando éstas hacen acto de aparición, y
nunca después porque las necesidades aquí (al igual que en la empresa privada las oportunidades
y condiciones de mercado) surgen y varían de una manera continuada. Ir «a remolque» de la
situación, por no atender a la demanda en la forma y momento requeridos, provoca tanto en la
Administración pública como en la empresa privada, desatender demandas sociales (incluida la
correcta gestión del patrimonio público) y desaprovechar oportunidades respectivamente; el coste
de oportunidad en ambos casos puede ser enorme. —Una organización que practica el
preactivismo está atenta a los procesos y tendencias emergentes que pueden configurar el futuro.
Intenta identificarlos y comprenderlos a fin de determinar los posibles peligros y oportunidades
que vayan implícitos en ellos, con el objetivo último de obviar los efectos negativos que sobre la
organización pudieran tener y/o aprovechar las potencialidades latentes. A diferencia del caso
anterior, no es una actitud meramente adaptativa; se intenta siempre optimizar la información
disponible, buscando bien minimizar los efectos negativos que los cambios futuros puedan tener
sobre la organización, bien maximizar los efectos positivos que pudieran tener las potencialidades
emergentes. Es decir, aunque se parte de que la realidad (económica, social...) circundante no se
puede cambiar, se intenta no sólo adaptar la organización a los cambios, sino aprovechar al
máximo lo que de positivo pueda tener el conocimiento de éstos. El dirigente de una organización
de este tipo considera que el futuro es consecuencia directa del pasado y del presente, así como
que, en cierta medida y con una cierta fiabilidad, es predecible probabilísticamente. Es una visión
determinista del devenir, que lleva a que la toma de decisiones en estos casos se haga desde una
mentalidad reformista. Es decir, se busca «corregir la ruta sin por ello abandonar el rumbo»: sacar
provecho a los cambios sin cuestionar la lógica, el sistema de relaciones, que los produce. Se trata
de una postura realista que valora más la capacidad de adaptación y el trabajo diario y metódico
que la «visión de futuro», entendida como referencia a seguir, y que cuenta con muchos adeptos
en el ámbito de la gestión organizacional: 27 «desde el ex presidente George Bush hasta Lou
Gerstner de IBM, una amplia variedad de líderes ha declarado no sentirse cómodo con “eso de la
visión”». 28 Digamos que es una actitud previsora, puesto que aunque admite la inexorabilidad de
los hechos, intenta prepararse para mejor afrontar su ocurrencia. —Una organización que practica
el proactivismo (o interactivismo) no permanece ajena a los cambios, tampoco evoluciona en
función de éstos adaptándose, ni tan siquiera se limita a explotar las oportunidades que puedan
haber en su seno; intenta crear nuevas oportunidades, basándose en la convicción de que existe la
posibilidad de construir el futuro, de que éste no es una mera consecuencia o extrapolación del
pasado y el presente. Es una organización «visionaria», como Apple, Xerox o los miembros del
consorcio General Magic, 29 o con líderes o gestores «visionarios», 30 como Bill Gates (Microsoft),
Akio Morita (Sony), o Ray Smith (Bell Atlantic), verdaderos gurús de la gestión empresarial. Se
trata, sin duda, y valga la redundancia, de una visión normativa del futuro. La toma de decisiones
aquí está enormemente influenciada por esta visión: no se busca la reforma, sino la «revolución».
Por ello, la creatividad y la imaginación superan en este caso al racionalismo o la lógica impuesta
por la situación real. Esta perspectiva obvia lo evidente y busca nuevos derroteros; es una postura
radical que intenta desligarse del consejo de la experiencia y no adelantarse a los acontecimientos,
sino provocarlos. Los sujetos decisores, los dirigentes y gestores, «tratan de sustituir la experiencia
por los experimentos siempre que sea posible; tratan de diseñar la implementación de una
decisión como un experimento que prueba su efectividad y la del proceso por el cual se logró».
Algunos analistas como James Collins y Jerry I. Porras, coincidiendo con los ya citados Hamel y
Prahalad, y a partir de los datos obtenidos en una encuesta realizada a directivos de grupos
punteros como General Electric, Apple, Ford, Walt Disney y American Express, insisten en la
importancia de la visión normativa en las organizaciones del futuro: «en los próximos años
observaremos, sin duda, que la capacidad de las distintas organizaciones para encarar las
adversidades estará entrechamente unida a los beneficios que proporciona la decisión manifiesta
de identificar y expresar por escrito una declaración de su “credo” personal y objetivos *...+ la
conclusión no puede ser más tajante, las empresas sin visión no tienen ninguna posibilidad de
crear su futuro; sólo pueden reaccionar ante él». Los directivos consultados en la encuesta
manejada por Collins y Porras coinciden en asociar su éxito a la existencia de una visión de futuro
materializada en una «filosofía orientadora» e «imagen tangible» de valores sólidos y metas reales
predefinidos.
1.3. CONTRA LA INCERTIDUMBRE, INFORMACIÓN
La actitud hacia el futuro ciertamente resume la filosofía de la organización, sus fines teleológicos;
y ello porque condiciona el propio futuro de la organización al determinar las acciones presentes,
influyendo en el análisis de información que precede a la toma de decisiones y que, a través de
ésta, conduce a la acción. Por tanto, la actitud hacia el futuro de la organización determina,
porque se ve reflejada en ella, el tipo de información manejada por el equipo de gestión de la
propia organización así como el uso que de ésta se hace en los procesos decisorios. Obviamente,
cuanto más conservadora sea la actitud de la organización o del sujeto decisor, más reacio se
mostrará éste a tomar en consideración información no confirmada por el tiempo (visiones,
predicciones, proyecciones, y cualquier otro tipo de anticipación) cara a la toma de decisiones. Así,
una organización con una actitud «inactiva» previsiblemente se conformará con la información
que le llega del entorno inmediato; no intentará obtener información adicional dado que, por su
actitud inmovilista, sería un esfuerzo (de recursos y tiempo) en balde: puesto que no va a usar
dicha información en búsqueda de oportunidades, ¿para qué molestarse en obtenerla? Una
organización «reactiva», aunque también se conforme con la información convencional y de fácil
acceso y lectura, dado que tan sólo utiliza información confirmada por el tiempo (datos sobre el
pasado o el presente) estará más atenta a los sucesos concurrentes, con el fin de actuar conforme
éstos vayan teniendo lugar. A diferencia de lo que ocurrre en otro tipo de organizaciones, sus
gestores estarán alerta, permaneciendo ojo avizor de las evoluciones de los indicadores que les
puedan interesar (competencia, etc.), a la expectativa de acontecimientos que puedan variar el
contexto en el que se mueven y mover sus piezas en consecuencia. Por ello buscarán tener
información fresca, de última hora, pero nunca pretenderán tener información anticipatoria de lo
que va a, o puede, ocurrir a corto, medio o largo plazo. Tan sólo las organizaciones «preactivas» e
«interactivas», las que tratan de aprovechar las oportunidades latentes (subyacentes en las
tendencias) o crear nuevas oportunidades respectivamente, buscarán disponer de la mayor
cantidad de información posible, con objeto de orientar los procesos de toma de decisiones. Y no
se limitarán a lo obvio de la información basada en sucesos pasados y/o presentes, sino que
perseguirán disponer de información sobre las tendencias, ciclos y posibles sucesos emergentes
que conducen al futuro, que es donde se hallan las oportunidades y expectativas. Esta actitud
dinámica y activa implica no conformarse con disponer de información confirmatoria
(pasado/presente) sino buscar información orientativa (futuro), aun cuando ésta no goce de la
misma credibilidad (fundamentada en la ocurrencia comprobada de los sucesos), a priori, que la
primera. El buscar información sobre el futuro, aun cuando tenga un carácter anticipatorio y por
tanto orientativo, lejos de resultar negativo es sumamente positivo puesto que «la información
que confunde así como la que confirma es útil para los que toman decisiones... estar seguro (sobre
la base de una certidumbre subjetiva) podría conducir a un curso de acción decididamente
equivocado. [...] Por tanto, la mejor forma de pensar en la información es en cualquier cosa
(hechos, opiniones) que cambie el grado de incertidumbre en situaciones de toma de decisiones».
33 Las organizaciones que, con una mentalidad anticipatoria, adopten una actitud preactiva y/o
proactivo-interactiva, dispondrán de un horizonte mayor, proporcionado por una mayor cantidad
de información, que les permitirá tener mayores posibilidades de, cuanto menos, sobrevivir al
correr de los tiempos, y superar a sus competidores. Como se ha comentado en páginas
anteriores, no resulta descabellado pensar que tan sólo las organizaciones flexibles y que adopten
una actitud abierta en la gestión y orientada hacia el futuro, tendrán más probabilidad de no
quedar obsoletas por ineficaces (caso de la Administración pública) ni ser anuladas por la
competencia (caso de la empresa privada) en un entorno tan cambiante y competitivo como el
que nos hallamos inmersos, y que permite adivinar un futuro cargado de incertidumbre. La
prospectiva resulta, pues, y en base a este presupuesto, un instrumento idóneo para orientar la
toma de decisiones organizacional, puesto que ofrece una «lectura» distinta de la realidad
presente y de los sucesos pasados que otras perspectivas analíticas más convencionales; una
lectura orientada al futuro y fundamentada en la identificación, análisis y comprensión de las
tendencias (subyacentes o manifiestas) que pueda contener la información pasada y presente de
que se dispone. Esta lectura orientada al futuro, la lectura que puede proporcionar la prospectiva,
no es excluyente, sino complementaria a otras que se puedan hacer. La prospectiva, por el
carácter relativo que le proporciona trabajar con expectativas, no indica el camino exacto hacia el
futuro, sino que muestra los caminos posibles, insinúa los más probables, y propone los idóneos.
Es decir, no es una brújula (que diga por dónde ir), sino un mapa (que ordena las alternativas y
permite vislumbrarlas y contrastarlas): no trata de predecir los eventos, sino proporcionar pistas
acerca de la (posible, probable y deseable) ocurrencia de éstos, y «hacer un mapa del futuro» que
sirva de referencia. No es una panacea milagrosa; es un instrumento científico, con todas las
limitaciones que ello implica. La prospectiva, en tanto en cuanto facilita la anticipación, y aun
considerando el sesgo relativo que la caracteriza, puede ser un instrumento idóneo, como
complemento informacional, en los procesos de toma de decisiones tomados en una situación de
incertidumbre propiciada por un entorno en continuo cambio. Valga como colofón a esta reflexión
la sumamente ilustrativa cita de Baufre:
2. La dimensión social de la prospectiva
2.1. VOCACIÓN INSTRUMENTAL
Líneas atrás se hacía referencia a lo estéril de todos aquellos estudios o investigaciones abordados
desde las ciencias sociales que no contribuyesen de alguna forma al desarrollo social; aquel
comentario se correspondía con una interpretación manifiestamente aplicada e instrumental del
quehacer del investigador. También se corresponde con la propia vocación instrumental,
inherente a su carácter emancipatorio, de la prospectiva, dentro de los estudios del futuro. Los
estudios del futuro, y la prospectiva en particular, no escapan a esta visión «utilitarista», por
llamarla de alguna manera. Como bien arguye Mika Manermaa, «una investigación sobre el futuro
que no tenga ningún tipo de impacto directo o indirecto sobre el desarrollo social es totalmente
inútil y no puede ser realmente llamada un estudio del futuro». Todo estudio prospectivo, por
tanto, ha de tener como objetivo incentivar el desarrollo promoviendo el cambio social, y no sólo
eso; además, ha de ser lo suficientemente consistente y riguroso (científicamente hablando) como
para que los sujetos decisores le presten atención. Con Eduard Pestel, «el esfuerzo de un
investigador sobre el futuro es en vano si es ignorado por los decisores políticos y económicos así
como por los parlamentarios; el valor de un estudio sobre el futuro está determinado por su
relevancia para el desarrollo social y político».
2.2. FACTORES QUE ACONSEJAN EL USO DE LA PROSPECTIVA
QUE ACONSEJAN EL USO DE LA PROSPECTIVA 1) Aumenta el grado de conocimiento sobre el
presente y sobre el pasado, paso previo requerido para abordar la definición de tendencias. 2)
Provee de referencias válidas acerca de cómo puede ser el futuro, mediante el análisis y
estructuración de la información disponible y su articulación en escenarios posibles (los E j ) que
sirvan de «mapa cognitivo» para el sujeto decisor. 3) Permite la identificación de oportunidades y
peligros potenciales, discriminándolos respectivamente en escenarios deseables y no deseables
para el sujeto decisor. 4) Provee, en su caso, de probabilidades (objetivas y subjetivas) de
ocurrencia de cada escenario. 5) Es una ayuda inestimable en la definición, análisis y valoración de
políticas y acciones alternativas (las a i ) a través de un análisis de impactos de cada una de ellas
sobre E i que determine la posible ocurrencia de los E j . 6) Aumenta el grado de oportunidad —
puesto que las detecta e indica cómo llegar a ellas— que puede existir en posturas alternativas a
lo que falsamente pueden sugerir las tendencias como único e inevitable «destino». 37 7) Permite
un mayor y mejor control de la gestión por parte del sujeto decisor, dejando un margen, aunque
tal vez irreductible, mímimo a la incertidumbre y al azar.
2.3. FACTORES QUE LIMITAN EL USO DE LA PROSPECTIVA
1) Amplitud de objeto.Es uno de los problemas centrales en los estudios del futuro, y ello
indudablemente afecta no sólo a su credibilidad como disciplina científica sino también,
consecuentemente, a su efectividad. Es más, Roy Amara, uno de los más reconocidos futuristas del
mundo, respecto a esta cuestión esgrime que: «el gran fallo estriba en no tener un objeto
concreto, en no tener un rol definido; los estudios del futuro engloban todo tipo de estudios
realizados por todo tipo de gente, con tal de que tengan que ver con el futuro». 38 Esta falta de
concreción, denunciada desde el propio seno de los estudios del futuro, hace más que necesario el
abordar: a)La definición clara y concisa del campo de actuación de los estudios del futuro (qué son
estudios del futuro; qué tipos de estudios del futuro se practican) y la ubicación de la prospectiva
dentro de ellos. b)La elaboración de una base epistemológica homogénea, en la que se configure
una terminología coherente y comúnmente aceptada por la comunidad científica. c) La definición
de utilidades concretas y áreas de aplicación. d)La construcción de un corpus metodológico
consistente, pretestado y comúnmente aceptado por la comunidad científica que ofrezca un
catálogo completo de las técnicas y métodos de investigación que se pueden utilizar en el estudio
del futuro.
2) Limitaciones intrínsecas
a) Sesgos intelectuales. El carácter holista de los estudios del futuro, y su no menos carácter
multidisciplinar que hace de esta disciplina una lectura «horizontal» —o pluridimensional— de la
realidad (al contrario de las disciplinas convencionales, que hacen una lectura «vertical» o
unidimensional), complican ciertamente su aceptación y su aportación a los procesos de toma de
decisiones cara al desarrollo social. Para empezar, los propios estudios del futuro, al tener una
lectura horizontal, toman inevitablemente elementos de otras ciencias, con lo cual heredan sus
problemas. Así, según Fritjof Capra, «la investigación sobre el futuro está basada teorías y análisis
hechos en ramas tradicionales de la ciencia [...] la mayor parte de las ciencias sociales son
fragmentarias y reduccionistas». 39 El carácter fragmentario y reduccionista de las ciencias
sociales —«inexactas»— es un tema recurrente siempre que se compara a éstas con las ciencias
exactas (que no tienen este tipo de problemas), y obedece claramente a la dificultad de
conceptualizar y definir variables de análisis, de acotar la realidad objeto de estudio, que es la
propia sociedad o una parte de ella. Y ello no ocurre sólo con los estudios del futuro, sino con
todas las ciencias sociales, incluso con las «oficiales»:
De ello se pueden extraer al menos dos conclusiones: 1) Es necesaria la interdisciplinariedad para
evitar escenarios parciales que lleven al equívoco; en este sentido, la sociología goza de ventaja
respecto a otras ciencias sociales más sectarias y reduccionistas. 2) Se ha de hacer una separación
lo más clara posible entre armas «valorativas», «conceptuales» y «analíticas» en los estudios del
futuro en general, y en la prospectiva en particular, con el fin de aportar una ayuda convincente a
la toma de decisiones.
Y (4) la endogamia academicista (por ejemplo, Donella Meadows 42 y sus colegas, estudiando los
modelos globales y los modeladores, encontraron que algunos futurólogos confesaban elaborar
sus modelos no para el público en general ni los sujetos decisores, sino para otros modeladores,
los que ellos consideraban su público ideal).
3) Actitud negativa de los sujetos decisores
a) Plazos. En la competición por el cargo y el poder, los sujetos decisores se centran en los
problemas inmediatos, lo cual los sume inevitablemente en una permanente miopía (no ven «de
lejos»). Esta visión del corto plazo favorece la política de parches, e imposibilita análisis globales
en los que quizás puedan encontrarse soluciones a problemas concretos, en muchos casos
derivados a su vez de problemas estructurales: obsolescencia de procesos, caducidad de objetivos,
inadaptación a las necesidades reales, incomunicación, etc. La globalización de la economía y las
nuevas tecnologías están configurando una nueva realidad sumamente compleja y competitiva en
la que el pensamiento a largo plazo y la visión holística se hacen necesarios: hay que «repensar»
las organizaciones y los procesos de toma de decisiones. En el campo de la gestión empresarial, al
menos a nivel multinacional, parecen haber captado el mensaje; buena prueba de ello es la
ingente literatura existente sobre la reingeniería de procesos (que aquí se ha incluido dentro de
los estudios del futuro), que podría definirse como «el repensamiento fundamental y rediseño
radical de los procesos de negocios para propiciar mejoras sustanciales en el rendimiento». 43 La
prospectiva, por su parte, puede ayudar a «repensar» todos aquellos procesos relativos al
desarrollo social, económico y político, mediante el análisis de tendencias y la determinación de
escenarios alternativos. b) Reduccionismo. En la competición por el voto/confianza del
votante/superior, hay una tendencia manifiesta a simplificar problemas complejos en el debate
público, lo cual conduce a una disminución de la racionalidad en las soluciones propuestas,
aunque se necesite lo contrario. La perspectiva holista que caracteriza a los estudios del futuro en
general, y a la prospectiva en particular, está reñida con este reduccionismo simplista que corre
paralelo al problema de inmediatismo planteado anteriormente. c) Localismo. La miopía acusada
por los sujetos decisores en el horizonte temporal, a la que se ha hecho referencia antes, también
se hace extensiva a la dimensión del problema a abordar, todo ello relacionado también con el
reduccionismo mencionado. Dada la competición por ser reconocidos (y aprobados), los sujetos
decisores dan prioridad a la resolución de problemas micro (locales/nacionales) que a la resolución
de problemas macro, que se vislumbran más lejanos. d) Verticalidad (compartimentos estancos).
Las estructuras de toma de decisiones son esencialmente verticales, y cada uno de los
compartimentos de la cadena guarda celosamente sus competencias de incursiones de intrusos
(de la propia organización). En gran parte de las organizaciones, tanto empresariales como de la
Administración u otras, las redes de comunicación e información padecen una clase de
arteriosclerosis burocrática que dificulta, retarda e incluso puede llegar a impedir tomas de
decisiones eficaces. Estas limitaciones, atribuidas aquí en este caso a los sujetos decisores, pueden
ser consideradas como una consecuencia de la propia relación entre las perspectivas del ser
humano respecto de su percepción del espacio y el tiempo analizadas por Dennis Meadows y otros
en Los límites del crecimiento, 44 de donde se extrae la idea expresada gráficamente en la figura
3.4. Como se puede observar, las perspectivas de los seres humanos parecen diluirse,
previsiblemente ante la complejidad (espacio) e incertidumbre (tiempo), a medida que nos
alejamos de nuestro punto de referencia espacio-temporal actual. Esta actitud es lo que la
prospectiva pretende cambiar: el ser humano, y especialmente los sujetos decisores —aquellos
que tienen la responsabilidad de guiar los destinos de grupos sociales— han de cambiar su
percepción del tiempo y el espacio, evitando la inmediatez.
3. Corrientes dentro de la prospectiva
Se pueden distinguir al menos tres corrientes de pensamiento y acción bien definidas dentro de la
prospectiva. 3.1. CORRIENTE POSTINDUSTRIAL • Idea central. Esta corriente de pensamiento
establece una relación directa entre progreso tecnológico y desarrollo económico y social. Bajo
esta perspectiva, el futuro sobreviene mediante el cambio tecnológico, que puede acelerarse y
dominarse mediante la previsión y la planificación. Estaríamos hablando, pues, de determinismo
tecnológico: Cambio tecnológico ⇒ Cambio social • Método. El método de análisis empleado es la
reflexión intelectual a partir de la Extrapolación de Tendencias, con especial atención a las
innovaciones tecnológicas. • Actitud. Optimista, explícita o implícitamente (bad news is good
news). El progreso tecnológico siempre comporta desarrollo económico y social; es más, el
desarrollo social depende del grado de desarrollo tecnológico. • Obras de referencia. H. Kahn y A.
Wiener, The Year 2000, Nueva York, McMillan, 1967; A. Toffler, Future Shock, Nueva York,
Random House, 1972; A. Bella, The coming of post-industrial society: a venture in social
forecasting, Nueva York, Basic Books, 1973; A. Toffler, La tercera ola, 1980; H. Kahn, The
resourceful Earth; a response to Global 2000, 1984. • Aportaciones. Inducción a la reflexión
respecto del futuro, aunque tal vez demasiado literaria. • Palabras clave. Tecnología,
modernización
3.2. CORRIENTE NEOMALTHUSIANA
• Idea central. Si no hay una intervención por parte de los gobernantes dirigida a regular las
tendencias que conducen el mundo hacia el futuro (crecimiento exponencial / presión
demográfica) y gestionar los recursos limitados, éste será caótico. Se aboga, pues, desde esta
perspectiva por el intervencionismo (ingeniería social): Voluntad política ⇒ Intervencionismo ⇒
Cambio social • Método. Racionalista y pragmático: análisis de tendencias mediante la dinámica
de sistemas, técnica de simulación desarrollada por Jay Forrester, 45 profesor de Management del
Massachussets Institute of Technology (MIT) a principios de los años setenta y luego aplicado por
Dennis Meadows en Los límites del crecimiento. • Actitud. Pesimista. Tanto los análisis de
Forrester como los de Meadows mostraban un futuro más que incierto, caótico, caracterizado por
una superpoblación y una sobreexplotación de los recursos naturales sin parangón en la historia.
De ahí que se inste a la intervención, para corregir unas tendencias que se adivinan sumamente
negativas.
• Obras de referencia. D. Meadows y otros, Los límites del crecimiento, Club de Roma, 1972; J.
Lesourne, Interfuturs, OCDE, 1978; G. Barney, Global 2000, Informe al presidente de Estados
Unidos, 1980. • Aportaciones. Provocar un inmenso debate en la opinión pública acerca del futuro
de la humanidad. Aportaciones metodológicas: dinámica de sistemas y el software World 3. •
Palabras clave. Ecología, población, control social, gestión, responsabilidad, simulación.
3.3. TEORÍA DE LOS CICLOS DE LARGA DURACIÓN
• Idea central. El devenir se puede explicar por la sucesión de ciclos económicos, en los que se
alternan períodos de recesión con otros de auge, y donde el punto de inflexión se produce cada 25
años aproximadamente. Éstos van acompañados por otros ciclos tecnológicos, que fluctúan de
forma prácticamente simétrica a los económicos. Crisis = Oportunidad de cambio • Método —
Análisis de los ciclos económicos —Análisis de las Fuerzas de cambio ⇒ Actores individuales
Fuerzas de inercia ⇒ Estructuras sociorganizativas —Análisis de la relación entre FC y FI:
resistencia al cambio —Determinismo circular: Cambio tecnológico ⇒ Cambio económico ⇒
Cambio social • Actitud. Activa/adaptativa. • Obras de referencia. M. Godet y otros, Demain les
crises, 1980; íd., Crisis are opportunities, 1984; id., La fin des habitudes, 1985. • Aportaciones.
Visión historicista de la evolución de la economía y las sociedades. Mediante el falsacionismo,
aportación de posturas basadas en esta visión pero menos deterministas y más atentas a las
bifurcaciones (escuela francesa).
3.4. BIFURCACIONES Y CAOS
• Idea central. La evolución natural puede —y de hecho ocurre— verse alterada por contingencias
imprevistas, por cambios debidos al azar o a la imprecisión en la medición de las condiciones
iniciales que, pareciendo nimios, pueden tener consecuencias enormes: las bifurcaciones. Estas
bifurcaciones pueden llevar a un caos determinista (caos respecto de la situación inicial;
determinista en sí mismo, porque genera un nuevo equilibrio). Imagen del «efecto mariposa»
(Lorenz, 1961). • Método. Modelos matemáticos, teoría de las catástrofes, modelos de simulación.
• Obras de referencia. R. Thom, Structural Stability and Morphogenesis, 1972; I. Prygogine, Order
out of Chaos; man’s new dialogue with nature, 1984; C. Zeeman, Catastrophe Theory, 1977; T.
Peters, Chaos Management, 1989. • Aportación. Perspectiva de análisis totalmente abierta.
CAPÍTULO 2
TIPOS DE PREDICCIÓN (QUÉ ES, Y QUÉ NO ES, LA PROSPECTIVA)
1. Conceptos básicos
1.1. LA IMPORTANCIA DE LA TERMINOLOGÍA
Uno de los problemas fundamentales con los que se encuentra los estudios del futuro hoy día, y
que impide, o al menos retarda, su reconocimiento social, es la confusión que reina sobre la
predicción del futuro. La tradición paracientífica pesa como una losa y es un obstáculo claro en la
expansión de la disciplina, su reconocimiento científico y su aceptación en el mundo empresarial.
Si revisamos el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, podemos encontrar
numerosos términos que hacen referencia a la predicción del futuro (véase el cuadro 2.1). Según
la RAE, predecir significa «anunciar por revelación, ciencia o conjetura algo que ha de suceder». Es
decir, todas las declaraciones o aseveraciones sobre el futuro, ya estén fundamentadas sobre base
científica o no, e independientemente del método utilizado o el objetivo pretendido, pueden ser
clasificadas como predicciones. Como puede observarse en el cuadro 2.1, existen al menos siete
términos excluyentes entre sí en el vocabulario de la lengua castellana que tratan acerca de las
distintas formas de predicción existentes. El simple análisis de estos términos nos puede orientar
acerca cuántos tipos de predicción pueden distinguirse cara a una clasificación terminológica que
sirva de punto de partida en el camino de la comprensión y configuración de un aparato
metodológico consistente. Una correcta conceptualización y definición de la terminología a utilizar
es fundamental en cualquier disciplina científica. En las ciencias sociales ello resulta, si cabe, aún
más perentorio, imprescindible y relevante: el que el objeto de estudio sea la realidad social, en
toda su complejidad, hace necesaria una correcta conceptualización y definición de la terminología
científica a fin de no confundir el concepto científico con el concepto vulgar. 1 En el caso concreto
de los estudios del futuro, al hecho de tratarse de una ciencia social se le une la juventud del
enfoque (aproximadamente medio siglo) y la dificultad adicional que implica su carácter holista y
pluridisciplinar, aspectos todos ellos que la convierten en un área de conocimiento mucho más
compleja que el resto de las ciencias estándares, como han apuntado diversos autores.
1.2. HACIA UNA CONCEPTUALIZACIÓN UNIFORME
Ciertamente existen diversas aproximaciones epistemológicas y metodológicas parciales en las
que se trata de desbrozar la complicada maraña terminológica que envuelve los pies de los
estudios del futuro, impidiéndole caminar con la facilidad que se quisiera, pero no existe un
acuerdo generalizado que homogeneíce la metodología existente en estudios del futuro. La
necesidad de un desarrollo ontológico y epistemológico de los estudios del futuro es, por tanto,
una realidad tanto cara a la investigación 3 como a la educación sobre el futuro.
Como ya expuse en otro lugar, 5 la elaboración por parte de la comunidad científica y profesional
dedicada a los estudios del futuro de un corpus metodológico homogéneo referencial, es
condición sine qua non, desde el momento que de él depende la credibilidad de la propia
disciplina, no ya para el correcto desarrollo futuro de los estudios del futuro, sino para su propia
supervivencia. Actualmente, y ello es una realidad patente que se evidencia al revisar la literatura
reciente, priman los estudios de caso sobre las reflexiones metodológicas, tan necesarias. El
primer paso para elaborar un corpus metodológico sería la elaboración de una estructura
metodológica que permita discernir, dentro del genérico campo de la predicción, lo que son los
estudios del futuro hoy día, de lo que no lo son; ello resulta fundamental para conceptualizar. El
segundo paso sería establecer una definición única para cada uno de los conceptos considerados,
para, de este modo, garantizar su correcta utilización.
a) Qué son y qué no son los Estudios del Futuro
Dentro de la predicción, entendida en su acepción más amplia, es decir, como el «anuncio, por
revelación, ciencia o conjetura de algo que ha de suceder», podemos, en base a la perspectiva de
análisis empleada en cada caso, distinguir —a partir de la conocida clasificación de Jürgen
Habermas 6 sobre las diferentes categorías de interés en las ciencias— al menos cuatro tipos de
predicción base: sobrenatural, hermenéutica, técnica y emancipatoria (véase la figura 2.1). La
predicción sobrenatural sería, volviendo a la definición primigenia, la predicción «por revelación»,
la predicción no fundamentada en un método de análisis sistemático, sino en la percepción, la
iluminación o la opinión del sujeto predictor. Es la predicción «de hemisferio derecho» 7
(adivinación), e incluiría, entre las formas de predicción consideradas en el cuadro 2.1, la visión, la
profecía y la clarividencia. La predicción hermenéutica, la técnica y la emancipatoria serían
predicciones «por ciencia o conjetura», es decir, fundamentadas en mayor o menor medida en
una metodología prefijada y un análisis sistemático; serían predicciones, con Tortosa, «de
hemisferio izquierdo». Estos tres tipos de predicción conforman lo que conocemos por estudios
del futuro. El principal objetivo de la investigación sobre el futuro, de los estudios del futuro,
estriba en encontrar los posibles desarrollos del futuro y evaluar cuán probables y deseables son
dichos desarrollos alternativos. En base a esta premisa, estos tres tipos de predicción pueden ser
considerados estudios del futuro; 8 la utilización de uno u otro tipo de predicción se corresponde
con el objetivo de conocimiento o el interés pretendido en cada caso y, como veremos, implica en
cada caso, valga la redundancia, la utilización de una metodología de trabajo, y consecuentemente
de unas técnicas, concretas.
Predicción hermenéutica. Como se puede observar en la figura 2.1, la predicción hermenéutica
engloba al futurismo y a la anticipación utópica, referidos en el cuadro 2.1. Aquellos estudios del
futuro caracterizados por tener un interés hermenéutico por el conocimiento, tienen como
objetivo mejorar la comunicación y la puesta en común entre los ciudadanos con el ánimo de
favorecer actividades conjuntas y promover acciones colectivas, mediante la creación de un
entendimiento subjetivo de la realidad social. No es, por tanto, su fin hacer predicciones
cuantitativas ni desarrollar metodologías de trabajo, en tanto en cuanto no se busca el
conocimiento objetivo. Su vocación es, en consecuencia, prescriptivo-normativa.
Para este tipo de estudios del futuro no existen leyes que, al estilo de las naturales, rijan los
destinos de la sociedad. Tienen su razón de ser en la idea de que el futuro es única y
exclusivamente producto de la voluntad colectiva, y como tal puede ser elegido y diseñado en su
totalidad. En este tipo de investigación sobre el futuro se mezclan los valores con los hechos, dado
que se reniega de la objetividad y el uso del método científico. Es éste un tipo de investigación
sobre el futuro de escasa, o nula, difusión entre las empresas e instituciones públicas de
investigación, cosa fácilmente comprensible dado el carácter cualitativo del mismo, pero usual
entre pensadores particulares, como Alvin Toffler, H. G. Wells, George Orwell o Isaac Asimov.
También se podrían incluir todos aquellos que adoptan el futurismo como actitud estética, y los
investigadores y autores que practican (desde Moro hasta muchos investigadores de la World
Future Studies Federation, pasando por Marx) hasta una anticipación utópica, basada en la
consecución de objetivos ideales prefijados. Predicción técnica. Los estudios del futuro que tienen
un interés técnico por el conocimiento están más cerca que ningún otro de la tradición cientifista,
del positivismo. En este caso estaríamos hablando de lo que estrictamente es la futurología (véase
el cuadro 2.1), es decir, del «conjunto de los estudios que se proponen predecir científicamente el
futuro del hombre». Este tipo de investigación persigue el conocimiento objetivo, dado que lo que
pretende es proveer de predicciones que orienten en la toma de decisiones a largo plazo.
Obviamente, y puesto que funciona con criterios cientifistas, también incluye todas aquellas
investigaciones dirigidas a desarrollar métodos y técnicas que aumenten la calidad de las
predicciones. Aquí lo que se persigue no es la teorización (como ocurría en la predicción
hermenéutica), sino la constatación mediante el estudio empírico. Se trata, pues, de un tipo de
investigación con vocación descriptiva basada en la extrapolación de tendencias. La predicción
técnica es habitualmente utilizada por las compañías privadas, así como por centros de
investigación públicos.
Algunas disciplinas científico-académicas que realizan este tipo de predicción son la econometría,
la demografía, la meteorología y la astronomía, disciplinas todas ellas que utilizan única y
exclusivamente modelos matemáticos y obvian todo tipo de variables cualitativas a la hora de
predecir el futuro. También es el método de trabajo más extendido entre los miembros de la
World Future Society, la mayoría de los cuales desarrollan su trabajo en el ámbito de la empresa
privada. Predicción emancipatoria. El interés emancipatorio por el conocimiento en la
investigación del futuro busca promover vías de desarrollo y mejora en el futuro, a partir de una
toma de conciencia previa sobre la realidad pasada y presente. Es un tipo de investigación que
intenta conjugar lo objetivo (la constatación, la verificación empírica necesaria para conocer la
realidad) con lo subjetivo (los valores), evitando posturas preconcebidas que puedan bien
obstaculizar el conocimiento objetivo (como puede ocasionar la predicción hermenéutica), bien
impedir la búsqueda de alternativas (como puede ocasionar la predicción técnica). Es ésta, pues,
una opción «a caballo» entre las dos anteriores, toda vez que totalmente distinta a las mismas. La
secuencia de trabajo en los estudios del futuro emancipatorios es la siguiente: en primer lugar,
determinar, cualitativa y/o cuantitativamente, tanto los distintos futuros apuntados por las
tendencias existentes como las alternativas a los mismos, buscando relaciones causales; en
segundo lugar, seleccionar las alternativas deseables o identificar las no deseables para, de este
modo, orientar las acciones hacia su consecución o evitación, respectivamente. Por tanto, en este
caso lo que se busca no es tanto el plantear un futuro deseable ni el predecir con exactitud cuál
será el futuro, como ocurría en los casos anteriores, sino determinar los futuros posibles y conocer
su grado (probabilidad) de ocurrencia, para de este modo orientar la acción. Esta visión del estudio
del futuro, eminentemente aplicada y «abierta», coincide plenamente con las tesis defendidas por
los que abogan por la prospectiva como forma idónea de investigar el futuro.
La planificación estratégica, la prospectiva y la reingeniería de procesos son métodos de trabajo
que podrían ser enmarcados dentro de este tipo de investigación sobre el futuro. De esto se deriva
el que sea un método de trabajo empleado tanto en la investigación realizada en el ámbito de las
instituciones públicas (académicas o no) como en el mundo de la empresa privada. b) Glosario
conceptual básico A partir de la estructuración epistemológica vertida en las páginas anteriores, se
puede elaborar un glosario con aquellos términos básicos utilizados en los estudios del futuro. Se
citan y analizan los términos en idioma inglés, con su equivalente en castellano, debido a que la
producción literaria relativa a estudios del futuro está en su inmensa mayoría producida en este
idioma. Prediction (predicción). Es una «apreciación, no probabilística y realizada con un nivel
absoluto de confianza, sobre el futuro». 10 Por tanto, es una afirmación de carácter absoluto que
describe cómo será el futuro. Dentro de los estudios de futuro no se suelen utilizar este tipo de
apreciaciones más que en lo que aquí se ha dado en denominar predicción técnica o futurología, y
raramente dentro de las ciencias sociales. En castellano se suele utilizar, si tomamos como
referencia la definición de Eric Jantsch, el término «predicción» con el de «previsión»
(forecasting), cuando se habla de predicción, toda vez que se asocia ésta a probabilidad de
ocurrencia y condiciones de partida. 11 Forecasting (previsión). Es «una apreciación probabilística,
realizada con un nivel relativamente alto de confianza, sobre el futuro». 12 Se trata, en definitiva,
de «la apreciación, con un cierto grado de confianza (probabilidad) de la evolución de una
tendencia hacia un horizonte dado [...] una apreciación numérica efectuada a partir de datos del
pasado y con base en algunas hipótesis». 13 La previsión es utilizada con más profusión que la
predicción en los estudios del futuro, dada la cautela que imprime el carácter relativo de valorar el
futuro en términos de probabilidad de ocurrencia. Puede solaparse fácilmente con la prospectiva;
así, por ejemplo, la sociología prospectiva, y especialmente la prospectiva electoral, hace
prospectiva a la vez que previsión: define escenarios alternativos, asignándoles probabilidades de
ocurrencia, y ello influye en la construcción del propio futuro, puesto que lleva implícita la
posibilidad de acción. 14 Prospective (prospectiva). Es «una vía de enfocar y concentrar el futuro
imaginándolo a partir de las deducciones extraídas del presente», 15 o, expresado de una forma
más concreta y actual, «un panorama de los futuros posibles (futuribles), es decir de los escenarios
que no son improbables teniendo en cuenta los determinismos del pasado y la confrontación de
los proyectos de los actores. Cada escenario (representacion coherente de hipótesis) de la
prospectiva puede ser objeto de una apreciación numérica, es decir, de una previsión», 16 como
se comentaba anteriormente ocurre en la prospectiva electoral. Es éste un término ampliamente
aceptado, no sólo en los estudios del futuro realizados en los países desarrollados (donde
predomina el forecasting), sino, y principalmente, en los países en vías de desarrollo. Projection
(proyección). Con este término se designa el análisis de tendencias basado en la continuidad lineal
pasado-presente-futuro. Es usado principalmente en economía y demografía, y en cierto modo se
trata de una predicción (por su carácter absoluto: sólo considera un futuro) basada en la mera
extrapolación de tendencias. Prognosis. Tiene el mismo significado de forecast, y se utiliza
fundamentalmente en Alemania y Europa oriental. Fred Polak 17 es uno de los científicos que
utiliza este término en un sentido amplio, asemejándolo prácticamente con los estudios del futuro
en general. Futuribles. Término acuñado por Bertrand de Jouvenel, 18 padre —junto con Gaston
Berger— de la prospective (la escuela francesa de estudios del futuro); indica el conjunto de los
posibles futuros alternativos, y resume la idea opuesta a la presunción de la existencia de un solo e
inexorable futuro. Obviamente, va asociado con la prospectiva. Es un término ampliamente usado,
sobre todo en la investigación sobre futuro desarrollada en Europa. Anticipation (anticipación). No
es un término muy utilizado actualmente; hace referencia a un modelo o idea de futuro construido
en base a la lógica. Hasan Ozbekhan 19 es uno de los investigadores que más utiliza este término,
empleado por mí mismo para alejarme de la maraña de términos confusos en otra ocasión. 20 La
anticipación también puede considerarse como la determinación de escenarios posibles
alternativos futuros en base a los indicios presentes y pasados, asignándoles probabilidad de
ocurrencia y grado de deseabilidad, todo ello con el fin de orientar en la toma de decisiones en el
presente.
2. La prospectiva como metodología
En las páginas anteriores hemos visto qué es la predicción, qué papel juegan los denominados
estudios del futuro dentro de ésta y en qué se diferencian este tipo de estudios de «otras» formas
de predecir. Llegados a este punto, es el momento de tratar de diferenciar la prospectiva de otras
aproximaciones sistemáticas a la investigación sobre el futuro. Porque el estudio «científico» del
futuro es un cajón desastre donde tienen cabida diferentes metodologías, que aun siendo
compatibles, persiguen diferentes objetivos, y utilizan muchas veces diferentes técnicas de
recogida y análisis de información. El empleo de unas técnicas u otras (y por ende la utilización de
un método de trabajo), como veremos, tiene una relación muy estrecha con la forma en que es
entendido el futuro en cuanto que objeto de estudio (¿uno, cierto y predecible, o múltiple,
incierto y construible?), y por la propia percepción de la predicción como herramienta
(¿confirmatoria/exploratoria o normativo/prescriptiva?) para el análisis, gestión y diseño de los
procesos de cambio.
2.1. DETERMINISMO VS. ESTRUCTURALISMO
Como bien dice César Martín Iñíguez, 21 el futuro puede ser entendido de dos maneras
radicalmente distintas: una determinista (el futuro es único y no puede ser cambiado por el
hombre) y otra estructuralista o sistémica (el futuro no es inexorable; es producto de la suma de
las acciones individuales de los hombres). Estas dos formas de entender el futuro dependen
claramente de actitudes vitales diferentes: la visión determinista del futuro implica resignación
(hay que prepararse para el futuro) y utopía (el futuro es esperanzador, puede ser construido); la
estructuralista es escéptica (nada es seguro) y relativista (todo es posible). Por lo que hasta el
momento se ha visto, los estudios del futuro de carácter hermenéutico (futurismo y anticipación
utópica) y técnico (futurología), estarían en cierto modo dentro de la visión determinista del
futuro. Por el contrario, los estudios del futuro de carácter emancipatorio, tal y como han sido
definidos, obedecen a una visión estructuralista del futuro, que si bien no se libra del todo del
determinismo (pasado y presente determinan el futuro), sí lo reinterpretan para descartar la
existencia de un solo futuro y explorar todas las alternativas.
2.2. DESCRIPTIVO VS PRESCRIPTIVO
De acuerdo con John McHale, 22 los estudios del futuro pueden ser «descriptivos» o
«prescriptivos»; además, otros autores 23 han utilizado los términos «extrapolativo» y
«normativo» para calificar a estos dos tipos respectivamente. Esta visión coincide prácticamente
con la clasificación que Daniel Bell 24 sugiere para los estudios del futuro en relación con el
cambio social: se puede analizar el futuro extrapolando (del pasado y del presente) y estudiando
los elementos fundamentales de cambio social en la historia vía identificación de tendencias
dominantes, o se puede analizar el futuro considerando las oportunidades, como partes de
estructuras específicas de referencia, de las que son proyectadas tendencias en el futuro.
a) Método descriptivo-extrapolativo
Los estudios sobre el futuro descriptivo-extrapolativos, dentro de los cuales se podrían encuadrar
la predicción técnica y la emancipatoria (forecasting / anticipación probabilística), parten, pues,
del conocimiento que se tiene del pasado y en el presente para proyectar un futuro probable. Es,
digamos, una postura menos arriesgada, menos utópica, menos optimista que la normativo-
prescriptiva; una postura más arraigada en el pasado («se podrán predecir probabilísticamente los
trayectos futuros de fenómenos sociales con pasado, [...] para predecir es necesario un buen
conocimiento del pasado, dado que es donde se recoge el futuro») 25 y en el presente («en gran
medida el futuro está en el presente; el futuro, a corto y aun a medio plazo, está ya configurado y
decidido por el presente, ya no lo podemos cambiar. Por ello el análisis de ese presente es
también el del futuro»), 26 que confiada en el futuro, aunque considere que el futuro no ha de ser
necesariamente invariable: «sólo un análisis serio y crítico del presente servirá para lograr un
futuro, [...] distinto del que determina el presente». 27 Utiliza métodos, digamos, más
«científicos», más centrados en una perspectiva cuantitativa, más parecidos a los modelos
econométricos. Éste es el tipo de estudio desarrollado por los norteamericanos de la Rand
Corporation 28 durante la guerra fría, o los estudios de prospectiva electoral, que tan populares
son hoy día.
b) Método prescriptivo-normativo
Por otro lado, los estudios prescriptivo-normativos, imaginan en el presente futuros deseables, y a
partir de ello articulan las actuaciones presentes, con el fin de alcanzarlos. Esta postura es más
voluntarista, más optimista y utópica: intenta desligar pasado y presente de futuro (es un
antideterminismo a ultranza, o un «determinismo al revés»), está más influida por valores, y trata
de construir un futuro ajeno a los vicios de los otros dos estadios temporales. Aquí tendría cabida
desde la prospectiva 29 centrada en la planificación estratégica hasta las posturas más críticas,
radicales y utópicas (estudios del futuro con orientación hermenéutica), las que hablan de
deconstrucción y genealogía. A través de la deconstrucción 30 se trata de recuperar el futuro
como un espacio libre descubriendo previamente las fuerzas que empeñan las inercias del pasado
y el presente hacia el futuro, quien sale beneficiado del mantenimiento del presente, y cuáles son
las alternativas que quedan marginadas: las cosas ocurren de una manera porque a alguien le ha
interesado y convenido que ocurriera así. La deconstrucción puede ser, pues, un buen instrumento
para «descolonizar» el futuro. 31 La genealogía, concebida en origen por Nietzsche y desarrollada
fundamentalmente por Michel Foucault, busca el origen de todas aquellas prácticas, valores y
convenciones sociales heredados como atemporales con el fin de conseguir la liberación de las
inercias del pasado. Según Jordi Serra, «hacer genealogía en prospectiva equivale a destruir los
apriorismos históricos y negar la predeterminación del futuro»; con ella se pueden «diseñar
futuros que rompan con las inercias del presente que no nos gustan, podemos diseñar futuros que
prioricen a aquellos que tradicionalmente han estado marginados». 32 Aunque estas dos visiones
sean radicalmente distintas, tienen un común denominador: considerar —en mayor o menor
medida— que el futuro se construye en el presente; el futuro es moldeable y por lo tanto será el
resultado de nuestras acciones presentes. 33 En definitiva, se puede decir que son dos formas de
ejercer la responsabilidad presente ante el venir. Por tanto, independientemente del enfoque, lo
que está claro es que con una actitud creativa, según Prigogine 34 (para el cual el futuro no nos es
dado), pueden vislumbrarse diferentes futuros, lo que favorece la adopción de una actitud activa,
tendente a evitar o paliar condiciones que puedan favorecer una de las alternativas no deseadas.
En este sentido la anticipación juega un papel crucial, dado que —siguiendo con Prigogine— el
tiempo se construye, lo cual implica responsabilidades éticas. En conclusión, el futuro se construye
básicamente 35 en el presente, aunque el pasado también influya indefectiblemente en su
configuración. 36 . Federico Mayor Zaragoza, en el prólogo a la edición española de Evolución de
Ervin Laszlo, se plantea la siguiente pregunta: «¿Podemos configurar el futuro? ¿Es verdad que,
como dice tan bellamente Laín Entralgo, estamos aún a tiempo, “guarecidos en el todavía”?» Él
contesta que es una cuestión de voluntad, de «dirigirse resueltamente hacia el futuro»; yo añado,
sí, pero no sólo de voluntad, también de posibilidad: resulta conveniente considerar tanto lo
descriptivo-extrapolativo (hacia qué futuro/s vamos) como lo normativo (qué futuro queremos).
2.3. PROSPECTIVA VS PREDICCIÓN TÉCNICA
Partiendo de las dos dimensiones metodológicas previamente expuestas, y cruzándolas en una
tabla de doble entrada, obtenemos un mapa cognitivo de los estudios del futuro (figura 2.3),
donde se pueden ubicar las distintas perspectivas de análisis hasta ahora consideradas. Dentro de
este cuadro, en el que ya se ha obviado la predicción sobrenatural, se pueden distinguir tres
metodologías bien diferenciadas: la predicción técnica (casilla superior izquierda), la predicción
hermenéutica (casilla superior derecha) y la prospectiva (casillas inferiores). Vamos a obviar la
predicción hermenéutica puesto que, si bien resulta interesante tenerla en cuenta en la medida en
que ha contribuido (y contribuye) al estudio, la comprensión y —fundamentalmente— la
estimulación del cambio social a lo largo de la historia de la humanidad, nos quedaría en segundo
plano en tanto que «herramienta científica», al menos para lo pretendido en este libro. Si nos
centramos en la prospectiva tenemos que está más cerca de la visión pragmática —pero no
cerrada— del estructuralismo, que del fatalismo o utopismo deterministas. Por ello ha sido
incluida páginas antes, junto con otras áreas de conocimiento «nuevas», como la planificación
estratégica y la reingeniería de procesos, dentro de los estudios del futuro con una orientación
emancipatoria. La prospectiva, pues, busca el conocimiento emancipatorio, dedicándose a la
anticipación; es decir, buscando la objetividad (utilizando el método científico, la técnica y las
tecnologías), pero sin olvidar la vertiente oculta, el matiz, que dan los valores subjetivos (lo
cualitativo) en el estudio de la realidad social y los procesos de cambio. Como ya dije en otro sitio,
«anticipar no quiere decir otra cosa que prever situaciones hipotéticas futuras (futuribles) y sus
consecuencias a partir de un análisis pormenorizado de las tendencias que explícita o
implícitamente subyacen en la información —cuantitativa y cualitativa— que se posee en el
presente. Anticipación no es predicción en el sentido determinista del término (“lo que va a
ocurrir”); anticipación es previsión (“lo que puede ocurrir”). La anticipación prospectiva no es,
pues, determinista, es aleatoria y probabilística». 37 A lo dicho añadiría algo más: la anticipación
prospectiva lleva implícita la acción (se hacen futuribles para actuar desde el presente buscando
optimizar resultados o minimizar agravios); la predicción técnica, por el contrario, no necesa