Post on 30-Jun-2015
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Julia Alice Vasilache 2ºA
LEÓN EL AFRICANO
CAPITULO I «GRANADA»
Yo, Hasan bin Muhammed nací en Granada, el último territorio musulmán de la Península Ibérica , en 1488.
A pesar de que los Cristianos podían echarnos en cualquier momento, tuve una buena vida. Mi familia era bastante rica
y me dieron una buena educación.
Cuando empecé a ir a la madraza era muy pequeño, tenía unos cuatro años. Allí me
hablaban del Corán, el Libro Sagrado; de Alá, nuestro Dios y de cómo ser mejor persona.
Mis mejores amigos, Alî y Khalîl, estaban todo el rato conmigo. Jugábamos por los alrededores de la mezquita y luego íbamos a orar juntos. Éramos inseparables. Mi padre
nos llevaba a ver la Alhambra, era preciosa.
Sin embargo; habían días en los que mis padres discutían, decían que cada vez
había menos dinero y que los Cristianos nos estaban conquistando. Cada vez
venían mas ejércitos de los Reyes Católicos y muchos de mis amigos ya habían huido del reino. No podíamos
pagar los impuestos que se nos exigían para seguir viviendo allí y decidimos
mudarnos a Fez, cuando yo tenía unos seis años. Fue muy duro separarme de Alî y de Khalîl, sabía que no volvería a verles
nunca más.
Nos fuimos en un barco viejo con unos amigos de mi padre.
CAPÍTULO II«FEZ»
Ya habíamos llegado a Fez, fue un largo viaje y ahora tocaba empezar de cero.
El primer día en la madraza estuve muy nervioso, no conocía a nadie pero poco a poco fui conociendo a
muchos niños y ya no estaba solo. Tuve muchos amigos y me lo pasaba muy bien con
ellos.
Un día, mientras estaba sentado en un banco, se acercó una chica y me preguntó si se podía sentar a mi lado y le dije que sí. Estuvimos hablado un buen
rato. Se llamaba Delia, era de piel oscura, pelo negro y ojos verdes. Era hermosa. Nos hicimos buenos
amigos.
Mi vida era muy rutinaria: iba a la madraza, luego ayudaba a mi padre
a cultivar el arroz o a mi madre a pintar los jarrones y después salía a
dar un paseo con Delia.
A los 16 años le pedí a Delia que se casase conmigo y nos mudamos al centro de la ciudad. Vivíamos al lado del zoco. Todas las mañanas
dábamos una vuelta por el mercado o vendíamos las vasijas y jarrones que hacía Delia en su tiempo libre. Cuando cumplí los 18 años fui a estudiar a Al-Karaouine y dos años después obtuve el título de faqih. Estuve trabajando unos meses en un maristán, ayudando a los enfermos y durante ese tiempo, nació mi hijo
Hassan.
Mi trabajo como faqih no iba muy bien así que decidí hacer una ruta caravanera con mi tío y dedicarme al comercio.
Viajé a Magreb, Kano y a Tombuctú, donde comprábamos y vendíamos objetos de madera y metal y productos agrícolas como naranjas y limones. También tuve mucho éxito en otras ciudades
del Oeste de África, donde adquirí muchos conocimientos de muchas culturas y tradiciones y obtuve muchas riquezas para mí y
para mi familia.
Durante unos años vivimos como reyes pero poco a poco el dinero se
nos fue acabando y allí no había trabajo. Decidimos irnos al Cairo.
CAPITULO III «EL CAIRO»
Mi familia y yo llegamos al Cairo hacia el año 1513. Era una gran ciudad. Nos instalamos en una pequeña vivienda
cerca del río Nilo.
Un día cuando estábamos apunto de ir a dormir, alguien llamó a la puerta. Era un anciano bastante humilde.
-¿Es usted Hasan bin Muhammad?- me preguntó.
-Si, ¿qué desea?-El sultán me ha mandado comunicarle de que desea verle de
inmediato.
No sabía porque el sultán quería verme, estaba un poco asustado.
Acompañé a aquel hombre hasta las puertas de palacio y fui ante el sultán.
-¿Hasan bin Muhammad?- preguntó el sultán-Si, señor. ¿Sucede algo?
-Si, me han informado de que has traficado con café ilegalmente, ¿es cierto?
- No, señor. Yo jamás he comerciado con café, y menos ilegalmente. Yo lo único que quiero es el bien para mi familia.
Me considero un hombre bastante honrado : he estudiado en Al-Karaouine y tengo el título de faqih, he viajado a muchos lugares
y he adquirido grandes conocimientos de distintas lenguas, culturas y tradiciones de muchas zonas de África. Yo no haría
nada que estropee mi reputación.-¿En Al-Karaouine? ¿Grandes conocimientos? – preguntó
asombrado- Cuéntame mas…Estuvimos un buen rato hablando, le conté como llegué a Fez,
como fue mi vida y todos mis viajes y aventuras.
-Hasan- me interrumpió-¿te gustaría ser mi embajador e ir a Estambul a negociar con el sultán del Imperio
Otomano, Solimán el Magnífico, para que no conquiste El Cairo? Necesito a alguien astuto y con grandes
conocimientos como tú. A cambio te daré una buena recompensa.
-Sería un honor, señor. Cuente conmigo.
Al día siguiente ya estaba listo para viajar a Estambul, no llevaba mucho tiempo en El Cairo y ya tenía que
irme pero era una oportunidad única y además necesitaba el dinero para poder mantener a mi
familia.Subí a una gran barca junto a otros hombres y
comenzamos nuestro viaje. Íbamos atravesando el Mediterráneo. De repente
cayeron a la barca flechas en llamas y al poco tiempo la barca empezó a arder. Se acercó un gran barco de
navegantes cristianos y nos obligaron a subir y a abandonar nuestra misión. Vimos como otros barcos otomanos iban en dirección contraria, hacia El Cairo,
seguramente para conquistarlo. Estaba muy preocupado por mi esposa y por mi hijo, no sabía si
volvería a verles.Nosotros íbamos hacia Roma.
CAPÍTULO IV«ROMA»
Cuando llegamos a Roma nos llevaron a una especie de mercado. Pero allí no vendían productos ni objetos, sino personas. Vi como los nobles y los ricos compraban a mis compañeros y los convertían en sus esclavos.
Tres días después, se acercó un hombre bastante rico al mercado , parecía ser de la Iglesia, y estuvo hablando con el vigilante. Un rato
después, sacó una bolsa llena de dinero y se la dio al vigilante, que la guardó rápidamente en su bolsillo. El vigilante se dio la vuelta, vino
hacia mí, me cogió del brazo, me llevó hacia aquel hombre y me fui con él.
Aquel hombre me llevó ante el Papa León X. No me lo podía creer. Poco después el hombre se fue y me dejó solo con el Papa.-¿Hasan bin Muhammad?- me preguntó.
Yo asentí.Me dio ropa limpia y me llevó a una pequeña habitación para que descasase.
Unos días después, el Papa hizo que me pusiera una túnica blanca y me llevó a la Iglesia. Estaba llena de gente, había miles de personas que me miraban
fijamente. Yo no entendía nada, todo eso era nuevo para mí. Nos pusimos al frente de toda esa gente y me hizo arrodillarme ante él.
Dijo unas palabras en su idioma y empezó a derramar agua sobre mi cabeza. Yo estaba muy confuso y no sabía que hacer. Cuando me levanté, el Papa me miró
y me llamó «Giovanni Leone di Medici».Entonces fue cuando me di cuenta de que ya no era Hasan, sino que desde
entonces sería Leone, León el Africano. Ya no era musulmán, el Papa me había bautizado al Cristianismo.
Poco a poco fui aprendiendo italiano. El Papa no me trataba como a un esclavo, como yo pensaba que lo haría, sino que me enseñaba cosas y a la vez yo le contaba como era la vida en África. Me pidió
que hiciera un compendio donde expusiera todo lo que sabía de las tradiciones, lugares y culturas de África y tuvo bastante éxito. La gente me respetaba y admiraba mi sabiduría. La vida en Italia era
mucho mas lujosa que en África, pero aún me faltaba algo.En 1521, el Papa León X murió y en su lugar, el Papa Adriano VI
dirigió el papado, pero solo durante un año.
Tras la muerte del Papa me tocó vivir solo, en una pequeña casa al lado de la Iglesia. Pero dos
años después, cuando el Papa Clemente VII estaba al mando, conseguí traer a mi familia a
Roma, hacía más de cinco años que no les veía. Durante esa época, la Iglesia Católica romana tenía muchos desacuerdos, muchos súbditos
querían escapar del control religioso y profesar la religión que quisiesen, sin que el emperador
lo pudiese impedir.
En 1527 empezó una gran disputa. Francia, Florencia, Venecia y el papa Clemente VII estaban en contra de los de
Habsburgo. Carlos I de España respondió enviando las tropas imperiales al Papa y a los que le apoyaban. Así fue
como empezó el gran Saqueo de Roma. El 6 de mayo de 1527, miles de soldados dirigidos por Carlos I destrozaban todo lo que pillaban y mataba a
cualquiera que se pusiese en su camino.
No podíamos aguantar más y nos fuimos de allí. Llegamos a Bolonia, donde tocaba
empezar de nuevo.
Seguramente ya he visto medio mundo y aún me queda por descubrir más lugares, aprender muchas más cosas y vivir más travesías. No he tenido nunca una casa fija, no soy ni de África, ni de Arabia ni de Europa. Toda mi vida me la he pasado viajando y huyendo a
mejores lugares, conociendo nuevas personas, culturas y religiones.
FIN