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Presencia del Art Nouveau en México
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2. El Proceso de llegada del art nouveau a México.
El art nouveau fue un estilo cuyo desarrollo se dio sobre todo en los
países de Europa. Sin embargo, como otros estilos europeos, tuvo su eco
en América. En el capítulo anterior se mencionaba como es que se fue
introduciendo al arte en Estados Unidos. En este capítulo se pretende
explicar brevemente los factores, tanto económicos y políticos como
sociales y culturales, que propiciaron a que hubiera un desarrollo, aunque
no muy importante, en México del mencionado estilo.
Por un lado cabe destacar la postura modernizadora que tuvo el
general Porfirio Díaz, presidente del país durante finales del siglo XIX e
inicios del siglo XX. Con estos ideales fue propiciando que varios cambios se
fueran dando en el país, aunque como veremos más adelante, los cambios
y la mencionada “modernidad” no logró penetrar realmente a todos los
sectores de la población. Sin embargo, la tendencia que tuvo el presidente
de algún modo fue reflejo de que las formas de vida en Europa estuvieran
saliendo a otros territorios de manera más evidente.
Esta salida en parte fue resultado de las constantes emigraciones de
europeos a nuevas tierras. Las “Ferias Internacionales” fueron otro factor
importante ya que por su propia naturaleza, exhibían lo que se producía
en arte, industria, tecnología y ciencia en cada país en ellas representado.
En este caso, personas mexicanas que tenían los medios económicos para
acudir a ellas traían a México lo que se estaba haciendo en Europa. La
extensión de lo europeo estuvo en el arte, el pensamiento y la literatura.
2.1 Ferias internacionales.
Con el afán de mostrar a un público amplio productos industriales,
comerciales u artísticos surgen las exposiciones. Fueron los franceses
quienes comenzaron con la tradición desde el año 1798, cuando el
Marqués de Aveze en el interior de la Maison d’Orsay expuso objetos
artísticos e industriales de Francia. Las primeras exposiciones surgidas,
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fueron de carácter regional en ciudades como Londres, París o Nueva
York. Fueron exposiciones orientadas a mostrar los productos tanto
artísticos o que representaran un adelanto científico o tecnológico para el
país en cuestión, aunque también más tarde fueron incluyendo productos
de otras naciones. Finalmente se llegó a exposiciones de carácter universal.
Un país, como Alemania o Estados Unidos, fungía como anfitrión de la
feria internacional e invitaba a otras naciones a participar con el propósito
de que mostraran parte de su país y de ese modo la gente pudiera
acercarse a regiones tan lejanas, apartadas y quizás desconocidas.
También a estos eventos se les llegó a conceder importancia armónica,
como lo leyó el presidente francés Loubet en la inauguración de París
1900, “Señores: esta obra de armonía, de paz y de progreso, por muy
efímera que sea su duración, no habrá sido vana…el encuentro pacífico de
los gobiernos del mundo no quedará estéril”1. A través de esta referencia,
podemos ver como no sólo se tomaba en cuenta y se le daba importancia
a la cuestión cultural, sino que también sobresalía el hecho de que las
ferias lograban tener efectos económicos, políticos y sociales importantes,
sobretodo para el país anfitrión.
Para mediados del siglo XIX, Inglaterra quería que los adelantos
que el país tenía se dieran a conocer entre un mayor número de público, y
sobretodo, un público que proviniera de distintos países buscando así
marcar la superioridad que los ingleses decían tener. En 1851, en Londres,
tuvo lugar la primera gran exposición de carácter internacional. La
planeación estuvo a cargo del Príncipe Alberto quien buscaba con este
evento la “...exhibición, competencia y estímulo”2. El término competencia
entra ya que Inglaterra pretendía mostrar a las demás naciones la
supremacía inglesa en lo económico, industrial y militar, así como también
mostrar sus pasos hacia la colonización de territorios. El príncipe también
buscaba que fuera un estímulo para las otras naciones al mostrar el punto
1 Somolinos, Juan. La “Belle Époque” en México. SEP, México, 1971. Pág. 42. 2 Speel, Bob. The Great Exhibition of 1851. Articulo en internet: http://www.speel.demon.co.uk/other/grtexhib.htm
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hasta el que la humanidad había avanzado y, a partir de ahí, dirigir los
esfuerzos para continuar con la evolución.
Poco a poco el papel de anfitrión lo fueron tomando distintos
países con diferentes ciudades como sede. Durante el período de finales del
siglo XIX y siglo XX, la mayoría de las ferias se llevaron a cabo en Europa,
pero también fueron sede países como Australia (1888-89), India (1983-84),
Estados Unidos (1895, 1904), Chile (1875) y Sudáfrica (1877). Algunas de las
ferias buscaban conmemorar un evento especial como fue el caso de la
“World´s Columbian Exposition”, celebrada en Chicago en 1893, en la cual
se pretendió dar mayor énfasis a la celebración del cuarto centenario del
descubrimiento de América. En estas exposiciones, sobretodo las de fin de
siglo, se echaba una mirada al pasado para ver lo que se había hecho y
hacer notar ciertos aspectos históricos, se tomaba en cuenta el presente al
mostrar lo que era su actualidad y lo que en ese momento se había
conseguido, así como también veían hacia el futuro, mostrando lo que se
podría alcanzar.
Con una asistencia de cerca de 40 millones de personas, la
exposición realizada en París en los meses de abril a noviembre de 1900
fue una de las que mayor importancia tuvieron. Por un lado se le ha dado
importancia ya que se realiza en el tránsito de un siglo al otro. Por ello es
que se propuso que durante la exposición se hiciera una muestra
retrospectiva de lo que caracterizó al siglo XIX, particularmente en el arte.
La idea era que se fueran mostrando las diferentes etapas que cada
género tuvo a lo largo del siglo que terminaba. Fue en esta exposición
donde se mostraron las primeras películas de Pathé y de los hermanos
Lumière. Uno de los grandes protagonistas fue la electricidad, invento que
estaba transformando la industria, los transportes y la iluminación pública
y doméstica. En la exposición la electricidad también sirvió para la
decoración y ambientación de la misma.
Las ciudades en el transcurso de un siglo al otro estaban creciendo
rápidamente. A su manera, las ferias ayudaron a que su arquitectura
también fuera en incremento ya que para la organización y planeación se
tenía que disponer de distintos espacios para dar cabida a todos los
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expositores. En ocasiones se usaba lo que ya existía pero por lo general era
necesaria la construcción de nuevos edificios o remodelación de otros. Y no
sólo se trataba de realizar construcciones para las exhibiciones, también
resultaba necesario pensar en hacer las remodelaciones necesarias para la
prestación de servicios como hoteles y restaurantes.
El primero de los grandes edificios para exhibición fue el Crystal
Palace (ilustr. 26) construido para albergar la exposición de 1851 en
Londres. Era una construcción de hierro y vidrio que terminó destruida por
un incendio en 1936. Uno de los emblemas de la ciudad de París, la Torre
Eiffel, fue construida para conmemorar la exposición de 1889, y once
años más tarde se inauguró el puente de Alejandro III para la exposición
de 1900. Los edificios construidos en tales ocasiones, tenían la pretensión
de mostrar parte de las innovaciones arquitectónicas sobretodo por el uso
de nuevos materiales como el hierro y el vidrio, como también se puede
ver en el Grand Palais (ilustr. 27) construido igualmente para la exposición
de París y en el que observamos elementos del art nouveau, como el uso
del vidrio y la herrería, y en los que se incorporan a la ornamentación,
elementos vegetales. En los edificios expuestos se lograba ver el
“eclecticismo” estilístico de la época, como sucede, por ejemplo, con los
edificios construidos a raíz de la exposición de Chicago. Para su edificación
se experimento con el uso de nuevos materiales, como el hierro, pero hubo
otros edificios en que se siguió dando un mayor privilegio al estilo
neoclásico. Los trabajos realizados para la exposición de Barcelona, en
1888, tanto en arquitectura como en diseño gráfico comienzan a darle
entrada al art nouveau o modernismo.
Grandes espacios eran destinados para que cada país construyera
su propio pabellón. Así que el diseño de todos los edificios no estuvo a
cargo sólo del país anfitrión, cada país también decidía la imagen que
quería mostrar al público, y claro, teniendo en lo alto la bandera de su
país. Estos diseños llegaron a estar sometidos a concurso recibiendo preseas
como medallas. Así también otras muestras de arte como la pintura,
entraban en competencia teniendo un jurado calificador, como fue el caso
del mexicano José María Velasco, quien en la exposición de Filadelfia de
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1876, se hizo acreedor a un premio con su obra titulada Valle de México,
además de otros reconocimientos dados en la Exposición de París en 1889 y
cuyos diplomas se encuentran expuestos en el museo dedicado al artista en
la ciudad de Toluca. Los objetos de arte presentados mostraban las
tendencias artísticas que se desarrollaban en cada país y en cada
momento. Así también se fueron abriendo a otras expresiones artísticas
alejadas del ámbito occidental, como en el caso de los objetos de Japón
que para 1893 ya eran parte de la sección destinada a lo que para los
académicos se ha considerado “bellas artes” y no tan sólo objetos
“curiosos”.
México también formó parte de estas exposiciones. Para la
exposición en París, en 1889, se diseño un pabellón en que se buscó mostrar
un estilo de lo “mexicano” (ilustr. 28). El país pretendía estar acorde con las
ideas nacionalistas que se manejaban en otros países. Así fue que para
Porfirio Díaz lo mexicano se tenía que encontrar dentro de lo prehispánico,
es por ello que el diseño del edificio incluía motivos mexicas y mixtecos. En
1900, también en París, Sebastián Mier fue el encargado de la
representación de México. En esta ocasión, los organizadores pidieron a los
países que diseñaran un pabellón en que reflejara un estilo arquitectónico
nacional. Pero para principios del siglo XX México había pasado por la
etapa prehispánica, la etapa novo hispana y la etapa de cambios que en
ese momento vivían, en que era fuerte la influencia europea, tres
momentos muy diferentes entre sí, en lo que a arquitectura se refiere.
Como lo indicó el propio Mier en 1901, “…no se puede señalar un solo
edificio de arquitectura enteramente nacional. Las escuelas de bellas artes
no han tenido tiempo de crear una escuela especial, un estilo
arquitectónico nacional”3. Así es que finalmente, ante tal falta de una
identidad plástica nacional, que tanto se buscaba en la época, terminaron
optando por hacer una construcción en un estilo llamado Neo-Greco.
Dentro se expusieron productos como tabaco, tejidos, maderas y otros
3 Sebastián B. de Mier. “México en la Exposición Universal Internacional de París”. La crítica de arte en México en el siglo XIX. (Compendio realizado por Rodríguez Pampolini, Ida). UNAM, México, 1964. Pág. 463
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producidos en el país. Se expusieron obras de artistas como Guillermo
Cárdenas, Agustín Ocampo y Miguel Portillo.
De algún modo aquellas exposiciones internacionales sirvieron
como puente entre las naciones participantes. La gente que tenía las
posibilidades económicas asistía a ellas y después lo visto u adquirido era
llevado a sus respectivos países. Además las exposiciones sirvieron para
mostrar las necesidades de expansión económica y comercial pero también
existieron y siguen existiendo para mostrar el pensamiento de la gente en
un momento determinado así como sus preocupaciones y aspiraciones
para el futuro. Las exposiciones, aunque no con la frecuencia de la época
mencionada, se siguen aún realizando por la importancia que tienen para
el público en general, ya que de esta manera se establece un contacto más
directo entre la gente, a pesar de que ahora con la tecnología las
distancias se han acortado.
2.2 El gobierno de Porfirio Díaz.
En el último par de décadas del siglo XIX y la primera década del
siglo siguiente, México estuvo gobernado bajo un mismo régimen con un
sólo nombre: Porfirio Díaz. Algunos han llamado al régimen como una
“dictadura modernizadora” o bien el momento de la “paz porfiriana”. A
través de la historia, a este período se le ha calificado positivamente por la
apertura en economía y el avance en las comunicaciones y transportes.
Justo Sierra, Ministro de Instrucción Pública, declaró en su momento que la
“dictadura” era necesaria para la evolución mexicana hacia la
modernización y la democracia4. Sin embargo, años después el régimen
también ha sido reprobado precisamente porque esa democracia de la
que Sierra habla, se logró de manera bélica con la Revolución, lo que
manifestó el descontento de los campesinos buscando retomar sus tierras. 4 Articulo en Internet: http://www.artehistoria.com/frames.htm?http://www.artehistoria.com/historia/contextos/2744.htm
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Así en su época también las decisiones tomadas en este período fueron
separando a los sectores de la población lo que al final del régimen llevo a
una serie de huelgas que desencadenaron en la Revolución Mexicana y
finalmente el destierro del mandatario.
Porfirio Díaz llega al gobierno después de una etapa conocida
como la República Restaurada en manos de la presidencia de Benito
Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada, periodo en que se instalaron las Leyes
de Reforma las cuales tuvieron como propósito principal separar la Iglesia
y el Estado. Entre las leyes promulgadas se encontraban: la nacionalización
de los bienes del clero, el surgimiento del registro civil, la secularización de
cementerios y la libertad de culto. El general Díaz se enfrentó al gobierno
de los políticos mencionados anteriormente, ganando finalmente
elecciones en 1877, año en que toma por primera vez el cargo presidencial.
El siguiente período estuvo a manos de Manuel González, otro de sus
hombres, después de él y con transformaciones a las leyes vino un período
de reelecciones indefinidas lo que permitió a Díaz permanecer en el
gobierno hasta 1910.
En lo relacionado a la educación hubo una mejoría notable,
aunque sólo para algunos, ya que surgieron modificaciones a las leyes
para que la educación primaria fuera obligatoria, así como gratuita.
Muchos cambios se dieron también gracias a la creación de un ministerio
dedicado especialmente a la educación bajo el mando de Justo Sierra. Sin
embargo, la educación no estuvo al alcance de todos ya que los centros
educativos tan sólo se encontraron en las capitales de los estados y la
gente del campo no podía tener acceso a ellos. Las clases populares se
quedaron apartadas y la educación tan sólo estuvo al servicio de la clase
de burgueses.
Desde los primeros años del gobierno de Díaz hubo sectores de la
población que no estuvieron de acuerdo con el modo en que se
gobernaba, y por lo cual realizaron algunas revueltas para mostrar su
descontento. Tras éstas se decide llevar a cabo la Convención Nacional de
la Unión Liberal en que se proponen varias reformas como la libertad de
prensa y la creación de la vicepresidencia. El objetivo era limitar al poder
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ejecutivo. Entre los asistentes, Pablo Macedo propone implantar una
dirección “científica” que más adelante fue adquiriendo participación en el
poder y en la economía nacional al ir ocupando los puestos oficiales la
gente que la integraba. A este grupo se le conoció como los “Científicos”
cuyos miembros eran provenientes de estratos sociales altos y estaban en
buscan de un provecho individual y de grupo. Propusieron reformas
buscando modernizar la política y la administración para así controlar
parte del gobierno y de los círculos financieros. Este grupo representó uno
de los apoyos más importantes del gobierno junto con los banqueros,
industriales y los grandes terratenientes.
Se dieron avances en lo que a economía se refiere. Se logró para
1895 que la balanza comercial no presentará déficit lo cual era favorable
ya que se pudieron crear reservas para ir pagando la deuda externa e
impulsar obras públicas. Durante el período de Díaz y gracias a
Limantour, Ministro de Hacienda, se dio pie a la entrada a instituciones de
crédito. En 1897, se expidió una ley bajo la cual se fundamentó un sistema
de bancos. Fueron los banqueros alemanes, norteamericanos y franceses
los principales controladores de los créditos.
Durante el porfiriato hubo un incremento en la producción de oro y
plata pero aun más notorio fue el incremento en la producción de metales
de exportación como el cobre y de otros metales industriales como el zinc.
Parte de esta industria se dio en los estados de Sonora y Coahuila.
También en el ámbito rural hubo incrementos en producción como en la
ganadería en Chihuahua, la producción del henequén, del café y del
tabaco al sur del país. Muchos de los productos lograron ser exportados.
Aunque en el país también existieron momentos de problemas debido a
las sequías en los campos lo que llego a generar algunos periodos de
escasez de maíz.
Por otro lado, el crecimiento del mercado se vio beneficiado por la
extensión de la red ferroviaria, (ilustr. 29) el adelanto en los telégrafos y
en la red postal. Aunque como sucedió con varias industrias como la
minera, hubo una gran inversión de capitales de Estados Unidos para la
construcción de las vías. Con mayores vías de comunicación se dieron
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mejores ventas dentro del territorio nacional así como se propició un
comercio con el mercado externo. Para que este último fuera más efectivo
se hicieron grandes inversiones para obras portuarias. Con una mejora en
los distintos sectores económicos se dio una recuperación en la balanza
comercial.
Sin embargo, con algunas excepciones, mucha de la producción
estaba en manos de capital extranjero ya que desde inicios del período de
Díaz se establecieron acciones, como implantar relaciones diplomáticas con
otras naciones y mejorar la infraestructura, para atraer la inversión
extranjera. A partir de que se resolvió un problema de deuda pública los
gobiernos extranjeros volvieron a tener confianza en el país lo que propició
que existieran mayores inversiones. Es así como para 1910, el capital
extranjero representaba dos tercios del total de inversiones. Los
trabajadores y empresarios mexicanos veían al extranjero como un
explotador y el que tuviera tanto control comenzó a causar malestares,
además de que México se convirtió en un país proveedor de materia
prima y comprador de bienes manufacturados. La población que estaba
sometida al control de los propietarios de industrias como la textil comenzó
a sufrir malos tratos, así como excesivas jornadas de trabajo, además de
una disminución de salarios. Todo ello dio pie a que se realizaran
frecuentes huelgas.
Cabe subrayar además que uno de los problemas fundamentales
durante el porfiriato fue que el trabajo en las tierras de los campesinos
pasó a estar bajo el mandato de los hacendados, así los trabajadores
independientes se quedaron sin tierras, muchas de las cuales pasaron a
manos de extranjeros (ilustr. 30). Se dio un despojo de tierras lo que
ocasionó varias quejas ante las cuales el gobierno no hizo caso. El
descontento no sólo fue por las tierras, sino por los malos pagos que
después los campesinos recibirían, ya que en general se trataba de
monedas que tan sólo podían ser cambiadas por productos en las tiendas
de raya que eran propiedad de los mismos dueños de las haciendas.
Surgieron leyes que beneficiaron a las haciendas sobre las personas del
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pueblo ya que su trabajo favorecía al país al dar productos que entrarían
tanto al mercado interno como al externo.
Esto explica porque mucha de la gente del pueblo decidió irse del
campo hacia la capital ya que ahí podía tener participación en las
actividades económicas secundarias como la industria y los servicios. Y no
sólo fue la gente del campo la que comenzó a estar en contra del
gobierno: la gente de la clase media también comenzó a buscar una
mayor participación dentro de la política, de aquí surgieron figuras como
los hermanos Flores Magón y Francisco I. Madero.
Así que a pesar de los avances en la economía, la repartición de la
riqueza no se fue dando de una forma equitativa. En lo alto de la
sociedad, se encontraba el presidente y sus colaboradores más cercanos,
debajo de ellos se encontraban los empresarios tanto nacionales como
extranjeros y los latifundistas y muy por debajo, se encontraban los
caciques locales y la clase media y hasta abajo los campesinos, obreros e
indígenas.
El proceso de “europeización” influyó en que la diferencia entre las
clases fuera más notoria (ilustr. 31). Por un lado, los burgueses pretendían
vivir copiando los modos o estilos de vida de los europeos, mientras que la
gente de las clases bajas tenía que ir definiendo día con día su modo de
vida. Al no tener tierras que trabajar, o bien trabajar en ellas con bajos
sueldos, llevo a que mucha gente emigrara a la ciudad y por lo tanto su
forma de vida cambiara, así tampoco fueron parte de los programas de
educación, ya que éstos sólo se enfocaron a las clases altas. De este modo,
las clases bajas también sufrieron la tendencia hacia lo europeo, aunque
no de manera directa, sino al ser segregados.
2.3 Situación cultural y social en el porfiriato.
La influencia de lo europeo no se limitó a los aspectos económicos o
productivos. También hubo un eco en la forma de comportarse de una
parte de la sociedad y en lo referente a la práctica del arte. Un aspecto
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que también influyo para una cierta “europeización” del país fue la
constante inmigración de ciudadanos europeos que llegaron a México con
el propósito de conseguir empleos o de invertir en industrias.
Como ya se mencionó, la diferencia de estratos en la sociedad era
muy marcada. La influencia de los europeos penetró de manera más
fuerte sobre las clases más altas en todo el país, sobretodo de aquella que
vivía en la capital. Por un lado esto se dio por la presencia de europeos,
pero también porque la gente con posibilidades económicas, como la
gente propietaria de las haciendas viajaba frecuentemente y pasaba
largos períodos en Europa. Buscaban resaltar en la sociedad para estar a
la par con las otras sociedades occidentales como la francesa y eso se
notaba en el gusto que tenían las personas por lo considerado como un
“buen” traje o un “buen” vestido, que se definiría a partir de las modas
europeos, así como lo fue también el gusto de asistir a espectáculos como
la ópera. Buscaban vivir de forma cotidiana como lo harían las personas
del otro continente. Las mujeres usaban joyas finas y en sus casas tenía un
gran número de sirvientes. Buscaban el lujo y los medios para conseguir
éste, lo que en ocasiones representaba el adquirir productos de
procedencia extranjera que generalmente se relacionaban con la parte
decorativa.
Las personas de la clase alta en la Ciudad de México, gustaba salir
por las calles muy arregladas y con “buenos” vestidos simplemente para ser
el centro de atracción. Del mismo modo la gente gustaba asistir a los cafés
en donde se sentaban a charlar sobre temas como la política. Como
menciona María Cristina Suárez “…los cafés eran los lugares adecuados
para ver y dejarse ver”5. Además de ser el sector de la sociedad que
también podía gozar de los adelantos tecnológicos como la electricidad, y
de transportes como el tranvía que no podía ser utilizada por las clases
marginadas ya que el costo era muy elevado para ellos. Para los
marginados existió un transporte especial, también como el tranvía pero
5 Suárez y Farías, María Cristina. “El siglo XIX en la Gastronomía Mexicana”. Revista México en el Tiempo. México, ago-sep. 1996. Pág. 16.
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estaba descubierto y servía para llevar sus productos para ser vendidos en
la ciudad.
La distinción de clases fue más evidente en la ciudad de México por
la importancia de ésta y por la cantidad de población. Así entre más
grande una ciudad más se sentía la presencia europea. Pero como lo
menciona el autor Moisés González, con palabras de Gonzalo Murga, “la
ciudad de los palacios era también la ciudad de los contrastes”6. Las
personas de la clase alta conformaron una zona residencial compuesta por
las colonias San Rafael, Juárez, Roma y Condesa las cuales contaban con
alumbrado y pavimentación. Sin embargo, a un costado de donde
caminaban la gente rica existía la gente de bajos recursos. Entre las clases
más bajas se encontraban la servidumbre, los artesanos, ferrocarrileros,
obreros, mineros y peones agrícolas. Dentro de la ciudad, los sirvientes
eran los que estaban en mejor situación ya que tenían un lugar donde
vivir y alimento seguro. En el campo, como hemos visto los campesinos
estaban bajo las órdenes de los dueños de haciendas pero con malos
salarios, situación precaria que más tarde los llevó a la rebelión. Las clases
bajas padecían de no tener buen servicio médico, de vivir en ocasiones en
malas condiciones higiénicas lo que propiciaba la propagación de
enfermedades. Estaban exentos de otro tipo de servicios como iluminación
o pavimentación en la zona donde habitaban. La brecha entre ricos y
pobres era muy grande, pero entre ellos, logró sobresalir, sin embargo,
una clase media constituida por pequeños negociantes, empleados
públicos y profesionistas. Eran personas con un mayor nivel de educación y
con un interés por el país.
La “europeización” o “afrancesamiento” que proponen algunos
autores como Juan Solominos, se reflejó principalmente en la ciudad ya
que una de las preocupaciones de Díaz y su gobierno era presentar un país
adelantado, próspero, modernizado en cuestiones tecnológicas e
industriales para poder integrarse a la cultura occidental y seguir
contando con su reconocimiento y apoyo económico. Además de que
6 González Navarro, Moisés. Sociedad y Cultura en el Porfiriato. México, CONACULTA, Cien de México, México, 1994. Pág. 136.
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también buscaban la inmigración de europeos. Por ello es que el gobierno
de Díaz con José Ives Limantour como Ministro de Hacienda y Crédito
Público, tuvo un especial manejo de las finanzas públicas para así poder
dar paso a grandes inversiones destinadas a la construcción de nuevos
edificios oficiales y la reparación o ampliación de otros.
Víctor Jiménez en un artículo retoma las palabras del fotógrafo
francés Charnay: “la ciudad de México pierde día con día su fisonomía
extranjera: las colonias alemana, inglesa y francesa han europeizada la
ciudad; no se encuentra ya el color local sino en los barrios”7. Al hablar de
fisonomía extranjera se refiere a los edificios construidos en el período novo
hispano. Esta nota viene en relación a los notables cambios que se veían en
la fisonomía de las ciudades. El trabajo de modificación de éstas se
comenzó en 1880 y continuó hasta finales del gobierno de Díaz.
En la Ciudad de México se comenzó al adoquinar varias calles,
como el Paseo de Reforma, (ilustr. 32) se le realizaron modificaciones al
bosque de Chapultepec y se construyeron edificios como el Palacio de
Correos (ilustr. 33) y el Palacio de Bellas Artes. Se dio un crecimiento de la
ciudad siguiendo un trazo urbano similar al de ciudades europeas al
incluirse grandes avenidas, glorietas, plazas y parques con sus kioscos
como el de Guadalajara y en ciudades como Pachuca, la inclusión del
reloj, símbolo del auge económico (ilustr. 34). En la ciudad de Mérida, en
1888, se decidió la creación de un paseo público que sirviera como un lugar
de reunión para la población. Recibió el nombre de Paseo Montejo y en los
primeros años del siglo XX se construyeron grandes mansiones que tuvieron
una influencia europea, sobretodo francesa e italiana, ya que muchos
arquitectos de Italia llegaron a Mérida para la construcción del teatro
“José Peón Contreras”. Según Stella M. González, “se logró el objetivo de
tener una avenida de recreación que al mismo tiempo engalanara a la
ciudad”8.
7 Jiménez, Víctor. “Arquitectura Mexicana del siglo XIX en la colección del la mapoteca Manuel Orozco y Berra”. Revista México en el Tiempo. No. 9, México, Oct-Nov. 1995. Pág. 43. 8 González Cicero, Stella. “El Paseo del Adelantado Montejo”. Revista México en el Tiempo. No. 9, México, Oct-Nov. 1995. Pág. 25
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En el ámbito de la pintura, muchos de los artistas habían estudiado
o estudiaban en la Academia de San Carlos, por lo tanto seguían con los
lineamientos impuestos por ésta. Hubo algunos artistas que trabajaron el
retrato. Sin embargo, a finales del siglo, con el auge de la fotografía en
México, la pintura de retratos cayó ya que resultaba más económica una
foto, además de que estaba a la par con la tecnología y la moda de la
época.
Por otro lado, los temas religiosos que tanto se pintaron durante el
periodo novo hispano, se fueron dejando de lado para dar entrada a
obras de corte histórico o costumbrista. Se realizaron algunas obras de
tema nacional en que se resaltaban los hechos o acontecimientos pasados.
También existieron obras costumbristas realizadas principalmente por
artistas extranjeros que llegaban a México y lo que veían les parecía
“curioso” y querían plasmarlo para mostrarlo de vuelta en sus países, como
fue el caso de Claudio Linati. Supuestamente con las obras querían
mostrar escenas “típicas” mexicanas. El problema es que las imágenes
plasmadas no eran un reflejo de la realidad ya que llegaban a exagerar
escenas como los pleitos en las calles, ya que de ese modo el público
europeo se sentiría más atraído a las obras.
La pintura de paisaje fue un género que se desarrolló
ampliamente y es José María Velasco el artista más representativo de éste.
Fue enseñado principalmente por el italiano Eugenio Landesio, con quien
se abre la cátedra de pintura de paisaje dentro de la Academia. Por lo
tanto, les pedía a sus alumnos que las representaciones no fueran de
forma fiel, sino que trataran de idealizar la naturaleza para crear un
mayor sentido de “belleza”. Los paisajes de Velasco seguían una
composición y una selección de motivos y de paleta de color propias de la
Academia, así Velasco pintaba atardeceres del Valle de México con colores
que en la realidad no se ven en esta zona, sino que más bien llegaban a
ser copia de aquellos que Landesio había pintado con los colores de la
pintura académica. En si, fueron varias obras en las que trabajaron juntos
al momento de pintar paisajes como el cuadro Hacienda de Monte Blanco
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(ilustr. 35). En esta obra podemos observar que se le ha dado a todo el
paisaje un ambiente en tonos muy dorados con cierta tonalidad café
siendo que en México los atardeceres suelen tener tonalidades que se van
más hacia lo naranja. La nubes parecen estar inmóviles y a la vez como si
se estuviesen difuminando, aspecto que se puede ver mucho en obras de
románticos europeos como John Constable.
En cuanto a escultura se refiere, ésta se fue haciendo a partir de la
copia de modelos enviados desde Europa los cuales seguían con
características clásicas. Ya en el periodo de Díaz y bajo la orden de Justo
Sierra, alumnos de la Academia de San Carlos realizaron una serie de
bustos con la representación de personajes históricos, aunque estos fueron
seleccionados excluyendo a los hombres de la época novo hispana, ya que
este era un período que no se quería recordar por la historia oficial y
menos a la hora de estar buscando crear una identidad nacional. Un
ejemplo de estas esculturas se realizó para el “embellecimiento” del Paseo
Reforma en la Ciudad de México. En 1877, el presidente Díaz, convocó a un
concurso para la construcción de un monumento a Cuauhtémoc (ilustr.
36). Tal monumento tenía que seguir con esa línea de búsqueda de lo
“mexicano”, ya que se pretendía realizar un acercamiento de la gente con
la historia, pero más que nada el problema fundamental era la creación
de una identidad nacional. El proyecto quedó a cargo de Francisco
Jiménez y dio como resultado un ejemplo de lo que se ha llamado
“neoíndigena” pero que más bien sigue con ejemplos europeos y tan sólo la
introducción de algunos elementos, como las grecas, del corpus integrado
por distintas culturas prehispánicas. Con la realización de este tipo de
obras en que se retomaba lo prehispánico, además de la exposición y
valoración de piezas de culturas anteriores, Luisa F. Rico menciona que se
buscó “…la exhibición del pasado arqueológico, para mostrar su grandeza,
para fomentar un sentido de orgullo e identidad nacional, y para asumir
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una política cultural integradora, capaz de unir los orígenes más remotos
del país con las manifestaciones de la cultura actual”9.
Durante este período no hubo homogeneidad en los diseños de
arquitectura, en parte esto se dio por la tardanza en las construcciones, ya
que los constantes conflictos que tuvieron lugar antes y después del
porfiriato hizo que muchas obras se paralizaran. Además de que al estarse
formando una nación, ya que habían pasado pocos años después de
consumada la independencia del país, había una desorientación por parte
de los artistas, y lejos de crear algo “nuevo” u “original” se dejaron
influenciar por otros estilos y otras épocas. Francisco de la Maza señala que
“…todo el siglo pasado (XIX), en arquitectura, fue un volver la vista para
atrás”10.
La gran mayoría de la arquitectura del siglo XIX estuvo definida
por los lineamientos dados por la Academia de San Fernando en España,
a través de la Academia de San Carlos en México. Los proyectos de
diversas construcciones eran sometidos a aprobación por parte de los
académicos españoles, los cuales no tomaban en cuenta las condiciones de
terreno y las condiciones culturales de México, además de que no le daban
a estos proyectos la importancia que proyectos para el territorio español
tendrían. En el caso del clasicismo, Ramón Gutiérrez menciona que
“…llegará como una mera imposición de una propuesta externa cuya
teoría y valores <<universales>> nos eran sustancialmente ajenos no sólo en
formas sino en el espíritu”11. Se desarrolla en México sólo a través de una
serie de normas impuestas por la Academia, ya que ellos se consideraban
con el derecho de decidir cual era el “buen” gusto. Pero los cambios en los
estilos arquitectónicos que llevó a un eclecticismo, también se dieron por la
tardanza en las construcciones. Como menciona Ramón Gutiérrez, los
9 Rico Mansard, Luisa Fernanda. “Proyección de la arqueología mexicana (1880-1910). Descubrir y ordenar nuestro pasado”. Revista Arqueología Mexicana. Vol. X, No. 55, México, Mayo-Junio 2002. Pág. 25. 10 De la Maza, Francisco. Del neoclásico al art nouveau y primer viaje a Europa. SEP, México, 1974. Pág. 50 11 Ramón Gutiérrez. “Modernidad europea o modernidad apropiada, la crisis del barroco al neoclasicismo”. XVII Coloquio Internacional de Historia del Arte. Arte, Historia e Identidad en América: Visiones comparativas. (Edición a cargo de Curiel, Gustavo). Ed. UNAM, IIE, Tomo III, México, 1994. Pág. 741.
Presencia del Art Nouveau en México
47
planos eran enviados a España y después devueltos a México con las
correcciones, en caso de que tan sólo se tratara de reelaborar algunos
detalles y no todo el proyecto, ya que como menciona el mismo autor, “la
grandilocuencia académica cambiaba algunas proporciones y por
supuesto le otorgaba el aire de <<buen gusto>>, <<decoro>> y <<dignidad>>
que corresponda a los patrones académicos…de ese lustro”12. Entonces no
existían los medios de transporte que hoy tenemos, así que durante el
tiempo en que los planos quedaban listos para que se comenzara la
construcción, las modas y los estilos en la arquitectura iban cambiando y
España para entonces ya estaba siendo influenciada por otros países como
Francia, así que se fueron agregando más elementos de distintos estilos
que el planeado desde un principio.
Por ello es que las diferentes influencias venidas de Europa se
fueron haciendo presentes y así existieron ejemplos del neoclásico, del neo-
gótico, del modernismo e incluso del neo-mudéjar utilizado, por ejemplo,
para la elaboración del kiosco de Santa María la Ribera, construcción que
sirvió como pabellón para la representación de México en la feria
internacional de Nueva Orleáns en 1884 (ilustr. 38). Los ecos que se dieron
de la arquitectura europea no fueron de forma fiel ya que más bien se
trato de apropiaciones de algunos elementos.
Por falta de arquitectos, se trajeron a México muchos arquitectos
europeos como Adamo Boari quien construyó el Palacio de Correos y el
Teatro Nacional en la ciudad de México. Aunque también hubo trabajo
de arquitectos mexicanos pero que tenían una preparación en el
extranjero. Cada uno de ellos llegó con una influencia de lo que había
conocido dentro de sus viajes, así que cada cual proyectaría cosas
diferentes. Existen en la colección de la Mapoteca Orozco y Berra planos
de edificios que se construyeron durante el siglo XIX y a decir de Víctor
Jiménez esta recopilación “permite documentar, en primer lugar, el
proceso de construcción de un país que llegó a la vida independiente
desprovisto de todo lo necesario para funcionar como tal. …También
12 Ídem. Pág. 752.
Presencia del Art Nouveau en México
48
permite ver, en segundo termino, que las peculiares condiciones del país en
el siglo XIX son la causa de que nuestra arquitectura decimonónica se
reduzca, en gran medida, a la realizada durante el porfiriato en los
últimos años del XIX y la primera década del XX”13. La arquitectura de
este periodo, además de dedicarse a edificios oficiales fue importante para
la construcción de las residencias de la gente de la clase alta, haciendas y
edificios de uso público como teatros, hospitales y estaciones de ferrocarril.
También se dieron construcciones efímeras de uso público como los arcos
de triunfo, como el que se realizó para celebrar la visita del presidente
Díaz a la ciudad de Veracruz.
También en la arquitectura se pretendía que lo nacional y lo
“mexicano” se quedará presente, así que llegó a suceder lo mismo que con
la escultura y la pintura. Desde 1868 en que se expidió un decreto acerca
de la búsqueda y el aprovechamiento de las piezas arqueológicas, esta
materia fue cobrando cada vez más importancia. Según nos dice Luisa F.
Rico “entre 1880 y 1910 el patrimonio arqueológico de México pasó por un
proceso de revaloración que llevo al descubrimiento y rescate de muchas
zonas arqueológicas, así como a la conservación y exhibición de los objetos
prehispánicos más valiosos en el ámbito de los museos”14. Se buscó en el
pasado “modelos” o modalidades estilísticas, se hacía una recreación a
priori que tomaba elementos aislados de distintos momentos históricos y se
descontextualizaban, ya que hasta ese momento no existía un verdadero y
profundo estudio de las culturas prehispánicas, a penas se comenzaba con
éste. Tal corpus de elementos no incluía a la cultura olmeca ya que no
entraba en el “buen gusto” artístico, ya que se pensaba que los elementos
de esta cultura, como las Cabezas, tenían rasgos de una raza negroide. Se
pretendía que lo prehispánico expresara la nacionalidad del país ya que,
con palabras de Iván A. Schulman, “el holocausto de la independencia, y
13 Op. Cit. Jiménez, Víctor. Pág. 40-42. 14 Op. Cit. Rico Mansard, Luisa Fernanda. Pág. 18.
Presencia del Art Nouveau en México
49
la liberación consiguiente de la tutela española, plantearon cuestiones de
identificación y de definición culturales”15.
El llamado estilo “neo-indígena” fue aceptado por algunos y
rechazado por otros. Luis Salazar justifica la existencia de elementos
prehispánicos al decir que éstos “…pueden asimilarse, tratando de
transformarlos acomodándolos a los modernos usos”16. Hace hincapié a la
relación existente entre la arquitectura y la arqueología ya que piensa que
hay un pasado del cual partir, y que de el se desprenden las creaciones del
presente. Considera que al tomarse y emplearse estos elementos
prehispánicos se llegara a “…una arquitectura moderna nacional”17.
Frente a esta actitud se encuentra Tepoztecaconetzin Calquetzani,
quien escribió para la revista El Arte y la Ciencia, que el pretender
adaptar elementos prehispánicos a los edificios modernos y llamar a eso
arquitectura nacional es una “…inútil y quimérica empresa”18. Piensa que
realmente no se estará teniendo un edificio azteca o maya ya que sólo se
tomaban elementos de uno o de otro grupo y escribe que “…un miembro
aislado, no puede constituir el todo”19. Además de que estos elementos se
descontextualizan y en un edificio nuevo están presentes pero sin cumplir
la función para la cual en su momento fueron creados.
Alejados de la arquitectura, en lo que a la literatura se refiere,
también podemos ver una influencia europea. Parte de lo escrito se
dedicaba a criticar a las clases altas. Como corriente surgió el Modernismo
que intentaba dar expresión a los sentimientos hacia la modernidad.
Algunos de los iniciadores fueron Gutiérrez Nájera, José Martí, Salvador
Díaz Mirón y Amado Nervo. Dentro de la publicación de sus textos, en
revistas como la Revista Moderna, siguieron con algunas de las pautas del
15 Schulman, Ivan. “Reflexiones en torno a la definición del modernismo”. Estudios Críticos sobre el modernismo. (Compendio realizado por Castillo, Homero). Ed. Gredos, España, 1968. Pág. 350. 16 Salazar, Luis. “La arquitectura y la arqueología”. La crítica de arte en México en el siglo XIX. (Compendio realizado por Rodríguez Pampolini, Ida). UNAM, México, 1964. Pág.369 17 Calquetzani, Tepoztecaconetzin. “Bellas Artes, Arquitectura, Arqueología y Arquitectura mexicanas”. La crítica de arte en México en el siglo XIX. (Compendio realizado por Rodríguez Pampolini, Ida). UNAM, México, 1964. Pág. 377 18 Ídem. Pág. 377 19 Ídem. Pág. 378
Presencia del Art Nouveau en México
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art nouveau al ir integrando la gráfica al texto, siendo que la parte gráfica
estuvo a cargo de artistas como Julio Ruelas o Roberto Montenegro.
El art nouveau llegó a México como un elemento más del proceso
de “europeización” que el país estaba viviendo a partir de los distintos
cambios que se dieron a raíz de la Independencia y finalmente con la
actitud modernizadora con la que gobernó Porfirio Díaz. Ya que como
menciona Ramón Gutiérrez, “las excolonias latinoamericanas llevaron a
cabo su liberación para sentirse europeas”20. El ambiente, al menos en
México, era de un desconcierto tras haber vivido casi tres siglos de
dominación española, momentos en que las raíces culturales de lo
prehispánico se fueron segregando.
La actitud de los gobernantes y de la clase burguesa parece ser
algo contradictoria, ya que por un lado buscaban entrar en el ámbito
occidental y por ello copiaban las modas europeas en el vestir, en el
entretenimiento así como en el arte. Sin embargo, por otro lado, el
gobierno se fue hacia la arqueología para intentar construir una identidad
nacional. La frecuente llegada de europeos y norteamericanos al territorio
mexicano, así como la presencia de la Academia, terminó llevando a
México a un momento de tal eclecticismo que una construcción como el
kiosco de Santa María la Ribera, de estilo neo-mudéjar, traído por los
españoles, con influencias del art nouveau por su cúpula realizada con
hierro y vidrio, elementos que comenzaron su auge a partir del Crystal
Palace en Londres, y finalmente coronada por una águila devorando una
serpiente, elemento que surge de los aztecas y que Porfirio Díaz utilizó
como emblema de su gobierno; sirviera como edificio representativo de
México para una exposición internacional.
El art nouveau fue uno de los elementos que compusieron todo el
eclecticismo de la época. Sin embargo, este estilo, además de estar
presente por moda o como elemento decorativo-funcional, también
reflejo las preocupaciones en un momento determinado de una parte de
la población. Más adelante se verá como es la expresión del art nouveau
20 Op. Cit. Gutiérrez, Ramón. Pág. 747.
Presencia del Art Nouveau en México
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se hizo presente, no sólo en la arquitectura, de la cual se conservan varios
ejemplos, sino a través de la gráfica que viene ilustrando la literatura, la
cual también esta plagada de este eclecticismo y desconcierto ante la
búsqueda de algo propio.