Post on 29-Mar-2020
PENSAMIENTO SOCIAL E INVENCIÓN DE LO PÚBLICO― Esbozo conceptual para un análisis de los efectos de las ciencias
humanas y sociales en el universo público ―
Héctor Lara RomeroAdrián Serna Dimas
Maestría en Investigación Social InterdisciplinariaFacultad de Ciencias y Educación
Universidad Distrital Francisco José de CaldasGrupo de Investigación: “Representación, discurso y poder”
Proyecto de Investigación:“Interdisciplinariedad y ciencias humanas y sociales en la educación superior en Colombia”
Resumen
El artículo retrata algunos horizontes para el análisis de los efectos de las ciencias humanas y sociales en el universo público colombiano. Este análisis tiene tres requisitos: el conocimiento de los campos sociales en que se organizan estas ciencias; una reflexión sobre lo público desde las lógicas de estos campos; una interpretación del campo educativo que tiene entre sus compromisos la transferencia masiva del pensamiento social. Estos requisitos reclaman una perspectiva investigativa interdisciplinaria: la indagación pone como objeto los efectos sociales de unos discursos disciplinares más allá de sus esferas de producción, lo cual, consecuentemente, exige una comprensión de sus transformaciones y evanescencias en la convulsión de nuestra pragmática social.
Abstract
The article portrays some horizons for the analysis of the effects of human and social sciences in the Colombian public universe. This analysis has three requirements: the knowledge of the social fields in which these sciences are organized; a reflection about the public from the logics of these fields; an interpretation of the educative field that has between its commitments the massive transference of the social thought. These requirements demand a interdisciplinary investigative perspective: the investigation puts as object the social effects of disciplinaries discourses beyond its spheres of production, which, consequently, demands an understanding of its transformations and evanescences in the convulsion of our social pragmatic.
Descriptores
Ciencias humanas y sociales, balances disciplinares, campos sociales de la
producción cultural, campo educativo, dimensiones simbólicas de lo público, políticas de la representación.
Presentación
El proyecto de investigación “Interdisciplinariedad y ciencias humanas y sociales en la
educación superior en Colombia” surgió de la pregunta por los efectos de los discursos
de las ciencias humanas y sociales en un país como Colombia, donde el carácter
estructural de nuestros problemas tiene como complemento una opinión pública débil,
precaria en discursos públicos y subordinada a los argumentos más simples sobre la
génesis y el desarrollo de las contradicciones, los conflictos y las violencias que han
atravesado la historia nacional hasta el presente1. Esta disposición colectiva para
asumir nuestras situaciones históricas, manifiesta aún en sectores o estamentos con
altos niveles de cualificación escolar, sugiere formas específicas de concebir el mundo
social, las cuales ponen en medio la interrogación sobre el papel de las ciencias
humanas y sociales, la naturaleza de los campos en que éstas se organizan para
circular con intensidad el universo público y, específicamente, las condiciones del
campo educativo, umbral definitivo en la apropiación, la incorporación y la proyección
masiva del pensamiento social.
Sobre el estado del arte: breve alusión a los balances disciplinares
La construcción del estado del arte evidenció que en el país existe una preocupación de
1 Por demás, la opinión pública es una figura en debate en otras tradiciones democráticas: convocada coyunturalmente para los temas más generales y nutrida habitualmente por los intereses informativos más particulares, es habitualmente presentada como argumento político participativo y consensuado de colectivos homogéneos (cfr. Bourdieu 1990).
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las diferentes ciencias humanas y sociales por rememorar permanentemente sus
recorridos. En estos balances disciplinares se encuentran revisiones de los marcos
teóricos, metodológicos y estratégicos que han acompañado a los discursos de las
diferentes ciencias así como su articulación con los contextos históricos más amplios
que han marcado la realidad del país. En este sentido, si bien los balances reconocen
la autonomía de los desarrollos disciplinares en ajuste a sus propias exigencias
académicas e investigativas, son notables las explicitaciones de cómo los contextos
históricos han incidido en la aparición o consolidación de determinados horizontes
conceptuales y, al mismo tiempo, como éstos horizontes han tenido efectos en las
formas de entender diferentes fenómenos sociales propios del acontecer nacional. De
una u otra manera, estos balances son formas de asumir a las ciencias humanas y
sociales en su quehacer, una estrategia de reflexividad epistemológica, metodológica y
política sobre los sentidos prácticos del pensamiento social2.
Una vez reunidos, estos balances dejan traslucir que entre las distintas disciplinas han
existido en algunos momentos comunicaciones paradigmáticas, que entre sus discursos
han circulado nociones y conceptos recurrentes y que en ciertas circunstancias todas
han soportado impactos comunes asociados a determinadas realidades económicas,
sociales, políticas y culturales que a su vez han incidido en la naturaleza y la
organización de los humanistas y los científicos sociales, en las instancias
2 Algunos de los balances recientes más representativos para las diferentes disciplinas se encuentran en las ediciones y compilaciones de Cataño (1980), Arocha y Friedemann (1984), Colciencias (1990 y 1992), Gutiérrez (1991), Ardila (1993), Tovar (1994), Bejarano (1999) y Leal y Rey (2000).
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institucionales que los amparan ―como las universidades, los centros de
investigación y los diferentes tipos de asociaciones académicas y políticas― y
obviamente en las propias producciones.
No obstante lo anterior, estos balances tienden a mantenerse en las órbitas del
desarrollo profesional de las disciplinas, con un discernimiento muy general de los
efectos de sus producciones en la multiplicidad de entornos sociales del país y en la
vida pública nacional. Fieles a la tradición que, desde mediados del siglo XX, cohesionó
el desarrollo de las ciencias humanas y sociales fundamentalmente en torno a la
universidad, estos balances privilegian el quehacer disciplinar desde este escenario,
con una menor visibilidad de sus alcances en otras instancias de la producción cultural
así como en el campo más amplio de la educación nacional. Estas otras instancias
―que incluyen desde los museos hasta los medios de comunicación― así
como el campo educativo han propiciado a la vez sus propias reflexiones, asumiéndose
a sí mismos como portadores de una tradición disciplinar específica o delimitada, sobre
la cual proceden sus propios balances: en el caso de los museos, por ejemplo, a través
de la museografía y la museología, en el de los medios a través de las teorías en
comunicación y en el campo educativo a través de la didáctica y la pedagogía3.
3 Iniciativas recientes, como la “Cátedra Anual de Historia Ernesto Restrepo Tirado” y los “Coloquios Nacionales”, organizados desde el Museo Nacional, han permitido establecer un balance de ciertas trayectorias museográficas y museológicas en el país en puente con las reflexiones disciplinares. Al respecto pueden verse las compilaciones de Sánchez y Wills (2000), López (2001) y Segura (2001). Un balance del subcampo de la comunicación dentro de las ciencias sociales se encuentra en el texto de MartínBarbero compilado por Leal y Rey (2000). En el campo educativo, la tradición alrededor de la enseñanza de las ciencias sociales tiene un vasto inventario de fuentes tanto en lo didáctico como en lo pedagógico.
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En síntesis, los balances ilustran concretamente regiones disciplinares más que
campos sociales de la producción cultural y las referencias a los efectos sociales de sus
discursos se revierten privilegiadamente a la acción política, a la participación en
algunos momentos importantes de construcción de sociedad civil y a la invención de
unas tradiciones intelectuales, en las cuales se han conjugado densas elaboraciones
teóricas, militancias políticas y convicciones ideológicas. Las reflexiones sobre el papel
formativo de las disciplinas tiende a circunscribirse a los programas universitarios, con
escasas alusiones a la educación más general ―exceptuando aquellas reflexiones
que proceden de la didáctica y la pedagogía―. De una u otra forma la
especialización disciplinar, la forma particular como se configuraron nuestros campos
de la producción cultural y el clima político del país condujeron a unas relaciones
particulares entre el patrimonio de los saberes sociales específicos y su misión pública4.
Por lo anterior, se puede afirmar que adolecemos de un análisis estructural de las
4 El origen moderno de las ciencias humanas y sociales en el país comprometió a la Escuela Normal Superior, proyecto educativo de la República Liberal que convocó especialistas de las más diferentes áreas y uno de cuyos objetivos fue replantear los paradigmas pedagógicos imperantes hasta ese momento. De una u otra forma, la Escuela implicó una preocupación decidida por movilizar a los saberes sociales en una recomprensión de la cultura nacional, que tuvo efectos en el espíritu divulgativo que auspició a algunas de las disciplinas forjadas en su seno. El cierre de la Escuela Normal a comienzos de los años cincuenta por el Régimen Conservador de Laureano Gómez, la creación de universidades centradas en una visión menos humanista y más técnica de lo pedagógico y la profesionalización de las ciencias humanas y sociales desde el interior de las facultades de filosofía, derecho y economía implicaron, en conjunto, una autonomía creciente del discurso profesional de los humanistas y los científicos sociales con relación a los pedagogos, distancia que se ha pretendido cerrar en las últimas dos décadas, con iniciativas como el Movimiento Pedagógico Nacional (cfr. Arocha 1984; Herrera y Low 1994; Suárez 2002; Serna 2003).
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ciencias humanas y sociales que, más allá de las disciplinas resguardadas por la
universidad, permita reconstruir el conjunto de campos que, con sus circuitos, conducen
las representaciones disciplinares al centro de la vida social, un análisis que ponga en
juego al mismo tiempo esas representaciones en una teoría simbólica de lo público y
que permita una discusión sobre la relación entre pensamiento social, educación
pública y formación política. En muchos sentidos, este análisis debe enfrentarnos a la
naturaleza del intelectual colombiano, figura que se presenta tantas veces fragmentada,
intermitente o invisible, cuando no fácilmente suplantada por peregrinos oradores que
transitan día y noche por los medios de comunicación masiva. Más allá de cualquier
carta de principios sobre lo que debe ser un intelectual, asunto que se presenta
periódicamente para la discusión muchas veces con unos supuestos universales de lo
que implica la intelectualidad, se trata de recuperar los entramados que han hecho
posible esta figura en el estado histórico de nuestro país en las últimas décadas.
De la disciplina al campo de la producción cultural
Pese a esa propensión al encerramiento profesional, uno de los alcances más valiosos
de los balances disciplinares es que dejan abiertas las puertas para asumir la
comprensión de las ciencias humanas y sociales en términos de discursos que
participan de las lógicas de unos campos, en este caso, de unos campos sociales de la
producción cultural5. En efecto, los balances arrojados desde cada una de las
5 La noción de campo a la cual apelamos procede de la extensa obra de Bourdieu. La primera elaboración sistemática de esta noción apareció precisamente en las indagaciones tempranas de Bourdieu de la intelectualidad francesa (Bourdieu 1971; Bourdieu y Passeron 1975). Numerosas investigaciones posteriores le permitieron a este autor ampliar la capacidad
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disciplinas no sólo dejan percibir unas posiciones, unas estrategias y unas luchas
históricas por la definición legítima del objeto de las humanidades y las ciencias
sociales; igualmente advierten la multiplicidad de instancias que rodean el desarrollo de
los discursos disciplinares más allá del seno de las universidades. Esto, sumado al
esfuerzo por contextualizar a las disciplinas en el curso de la historia del país y en éste
dentro de las realizaciones del campo del poder, permite que analíticas como la de
Bourdieu puedan ser acogidas para recomponer los circuitos que median entre las
producciones especializadas de humanistas y científicos sociales y las instancias más
comprometidas con su divulgación masiva6.
Esta elección, no obstante, reclama otros insumos particulares aparte de los balances.
En primer lugar, una apropiación sistemática y minuciosa de las grandes temáticas
disciplinares, acompañada de dos indagaciones: por un lado, de la confrontación de
nuestras disciplinas con el estado de las humanidades y las ciencias sociales en el
panorama internacional; por otro lado, de las versiones que puedan ofrecer diferentes
agentes sobre lo que consideran es el estado actual de las temáticas disciplinares en el
explicativa de esta noción y su aplicación fina y rigurosa al caso de los intelectuales, trayectoria retratada en Bourdieu 1995:265280. Véase igualmente sobre el recorrido de la noción de campo y el análisis de los creadores la revisión de Swartz 1997:218246. Sobra señalar que no se trata de copiar la modelización realizada por Bourdieu y que se debe a la especificidad de la tradición francesa, sino de poner en juego unos mecanismos de la teoría de los campos. 6 Los balances disciplinares, casi siempre presentados en términos de historias sociales, tienden a ser episódicos y en algunos casos más decididamente anecdóticos, quedando el juicio de algunos acontecimientos, posiciones y discursos a expensas de la posición particular de quien hace estas historias (habitualmente las posiciones más consagradas por la propia disciplina). Una recomposición de estas historias desde la analítica de los campos puede ser un aporte importante para involucrar en la discusión los alcances de aquella especialidad interdisciplinaria que se conoce como Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología.
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país, interponiendo problemáticas privilegiadas, naturaleza de los especialistas,
condiciones sociales para la academia y la investigación, procesos de formación,
vinculación ocupacional de los formados, etc.
En efecto, en la perspectiva de interpretar el desenvolvimiento de las ciencias humanas
y sociales en Colombia aparece importante consignar las tendencias que han
demarcado la trayectoria europea y norteamericana en el mismo proceso y que han
sido articuladas en informes como el de la Comisión Calouste Gulbenkian para la
reestructuración de las ciencias sociales, la cual se creó en julio de 1993 bajo la tutela
del profesor Immanuel Wallerstein. En el informe de la Comisión Gulbenkian se
precisan dos ordenamientos de las ciencias humanas y sociales que corresponden a
sendos periodos. El primer periodo (18501945) tuvo como resultado prominente el
establecimiento de unas estructuras disciplinarias distintivas que marcaron desde
entonces unos campos claramente diferenciados para las ciencias naturales, las
humanidades y las ciencias sociales. La creación de estos campos disciplinares
conllevó a la aparición de estructuras consistentes para la investigación, el análisis y la
formación, desde las cuales se auspició la considerable literatura que hoy en día
constituye el patrimonio teórico y metodológico de las ciencias sociales
contemporáneas7.
7 En este proceso, disciplinas como la historia, la geografía y la antropología se desprendieron de sus concepciones más universalizantes amparadas en los rezagos del monopolio filosófico, mientras la trinidad economía, sociología y ciencia política se consolidó como un poderoso núcleo de las posibilidades nomotéticas en ciencias sociales (Wallerstein 2001).
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El segundo periodo (19452000) tuvo como resultado prominente la crisis provocada
por la escisión entre modelos ideográficos y modelos nomotéticos así como los
esfuerzos de distintas tendencias por cerrar esta distancia, interponiendo multiplicidad
de paradigmas. El papel de algunas disciplinas en estos esfuerzos fue determinante, en
particular de la historia, que se constituyó en uno de los abrevaderos reflexivos del
conjunto de las ciencias humanas y sociales, decididas a recuperar por esta vía sus
propios patrimonios, como recurso frente a uno de los viejos dilemas que impusieron
otras tradiciones científicas: ¿ciencias acumulativas o regenerativas? La historia en la
ciencia social entró a operar como insumo para la restitución epistemológica declarada
en zozobra por las polémicas filosóficas de las últimas décadas.
Aparte de esta confrontación de nuestras disciplinas con el estado de las ciencias
humanas y sociales en el panorama internacional, resulta indispensable atender las
versiones de los especialistas, profesionales y estudiosos de estas diferentes
disciplinas, específicamente a través del uso de la entrevista. Se trata de indagar,
fundamentalmente, las condiciones que han permitido la irrupción de unos discursos
humanistas y científicos sociales en su estatuto social: instituciones, instancias,
agentes, recursos, proyecciones, etc., más allá de la amplitud de los balances
disciplinares.
En segundo lugar, esta elección de atender a las disciplinas desde la lógica de los
campos, reclama la articulación de las otras regiones que participan de la producción
9
cultural más allá del quehacer universitario de las disciplinas, donde se involucran
diversas instancias indispensables para el tránsito de los discursos especializados,
como los museos, los medios de comunicación, las agencias de consultoría, etc.
Indagando estas otras regiones, podemos encontrar los discursos especializados en
una condición diferente a aquella que procede de su elaboración profesional, donde
aparecen otras cuestiones relacionadas con su transferencia hacia el universo social
más amplio: dimensiones políticas, concepciones pedagógicas, mecanismos de
publicitación, etc. Con todo lo anterior se pueden delinear finalmente las lógicas y las
propiedades de algunos campos de la producción cultural, que de esta forma no se
presentan simplemente como las realizaciones automáticas de los acervos
disciplinares, sino como extensos entramados organizados por distintas posiciones
dispuestas en términos de relaciones de fuerza que comprometen multiplicidad de
intereses8.
Una teoría simbólica de lo público
Hasta aquí un recorrido lo suficientemente denso en cuanto a componentes,
operaciones y exigencias analíticas que, no obstante, resulta indispensable para
involucrar a las ciencias humanas y sociales colombianas en una discusión amplia
sobre la cuestión de lo público. Esta cuestión no puede ser asumida, en modo alguno,
como un supuesto natural de las ciencias humanas y sociales desde su “condición
8 Los vínculos entre campo, posiciones, relaciones de fuerza e intereses recorren igualmente la propuesta de Bourdieu y, para los campos de la producción cultural, en los cuales participan sustantivamente los intelectuales, tienden a sublimarse en términos de lo que el autor llama la “economía del desinterés” (cfr. Bourdieu 1984 y 1999).
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pura”, como pueden hacerlo creer todas aquellas afirmaciones que señalan que las
ciencias, tanto más las que nos interesan en este análisis, son públicas de por sí,
independientemente del régimen social en que se incuban o de las relaciones de fuerza
en que están entrometidas9. Por esto, los efectos públicos de las ciencias humanas y
sociales sólo son visibles desde los campos de la producción cultural en que se
organizan las diferentes disciplinas, que son por demás los teatros cotidianos del
conflicto entre política y cultura.
Efectivamente, las ciencias humanas y sociales deben su condición de auténticos
mecanismos de invención de lo público a esos campos de la producción cultural donde
los discursos especializados de las disciplinas pueden ser transformados en poderosos
dispositivos socializadores propicios para sostener la experiencia colectiva. Es entonces
cuando a las relaciones y los intereses propios que se debaten al interior de cada uno
de los campos de la producción cultural como consecuencia de su autonomía, se
suman otras relaciones e intereses, producto de la solidaridad relativa de estos campos
con el conjunto restante de campos sociales, incluyendo obviamente el del poder. Es en
este tránsito donde las representaciones sociales requeridas por la política de la
sociedad (poder) son reclamadas a la política de la ciencia (saber) y depende en mucho
del estado de ésta última que pueda impedir que la primera imponga arbitrariamente
9 Aunque la sola existencia de unos campos para las ciencias humanas y sociales delata efectivamente la vigencia de una vida pública, es indispensable rastrear desde éstos cuáles son sus condiciones de existencia y cómo participan, efectivamente, en la publicitación social.
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estas representaciones así como sus significados o sus sentidos10.
Es de esta forma que las ciencias humanas y sociales entran a sustentar las
dimensiones simbólicas inherentes a la constitución moderna de lo público, las cuales
constituyen el sustrato sobre el cual se arbitran el conjunto restante de relaciones
sociales11. Por medio de la “vigilancia” de las representaciones sociales, las ciencias
humanas y sociales pueden legitimar la existencia pública del otro, auspiciar la
construcción de unos colectivos en capacidad de admitir las diferencias y de indagar la
génesis de las contradicciones, los conflictos o las violencias más allá de cualquier
determinismo religioso o político. Para ello estas ciencias pueden interponer una visión
altamente compleja de la vida social, opuesta a cualquier explicación simplificadora
donde, como en los totalitarismos y los fundamentalismos, el otro y lo diferente no
tienen cabida, donde el extraño queda expuesto de antemano y por vía oficial a la
eliminación social, que es el principio eficaz para su eliminación física. Este proceso de
visibilidad de lo extraño y lo diferente que se inaugura en el estatuto de las ciencias
humanas y sociales, requiere necesariamente unos campos de la producción cultural
portentosos, instancias decisivas para la imposición de la violencia simbólica legítima.
De esta manera, las operaciones que están en medio de las posibilidades públicas de
10 A propósito de esta distinción entre política de la ciencia y política de la sociedad véase Bourdieu y Wacquant 1995:3435. Esta relación entre poder y saber pone en medio la condición del intelectual, en capacidad de incidir en la complejidad del poder desde la autonomía del saber. 11 Para lo cual resulta evocadora aquella “vita activa” que propone Hannah Arendt para la comprensión de lo público en Occidente (cfr. Arendt 1993).
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las ciencias humanas y sociales, reclaman una extensa economía que, específicamente
aprehendida a las lógicas de los campos de la producción cultural, haga factible la
producción, circulación y difusión legítima de sus discursos hacia los escenarios
colectivos. Por tanto, esta economía reclama para los discursos de las ciencias
humanas y sociales cierta postergación estructural de cualquier función inmediata, es
decir, exige unos mecanismos y dispositivos que le concedan tiempos y espacios
únicos a la producción académica e intelectual, no subordinados necesariamente a
otros tiempos y espacios sociales, que le provean los canales pertinentes para su
función simbólica en el universo público, todos ellos recursos indispensables para la
capacidad de los intelectuales de naturalizar realidades ―la organización profunda del
campo social se debe a esta economía que por sus formas de operación sólo puede ser
efectiva a condición de que no se confisquen los discursos al inmediatismo―12.
Cuando estos circuitos de la producción cultural se simplifican, porque otros campos
como la religión, la política o la economía les imponen unos tiempos, espacios y
canales, la fuerza eminentemente simbólica de los discursos de las ciencias humanas y
sociales tiende a subordinarse a la lógica de estos campos o simplemente a
desvanecerse: es en este desvanecimiento cuando el intelectual se presenta
anacrónico o aislado para el universo social, ensimismado en sus “artefactos” o
simplemente desprovisto de cualquier utilidad inmediata ―todos ellos reunidos en
12 Estamos aquí aludiendo a toda aquella “economía antieconómica” de la que dependen campos como el de la producción cultural que, aparentemente sin perseguir intereses ni beneficios, tiene en medio unos intereses sublimados y genera unos beneficios, por ejemplo, en cuanto a producción de solidaridad y cohesión social.
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aquellas alegorías del intelectual de la “torre de marfil”, del intelectual “teórico que
sólo sabe en teoría” o del intelectual como un “ocioso perverso”―. No pocas de estas
imágenes han sido históricamente esgrimidas contra los humanistas y los científicos
sociales colombianos, en un país que muchos consideran sobrediagnosticado. En
síntesis, la eficacia de las ciencias humanas y sociales tiende a degradarse con la
precariedad o con el desmonte progresivo de las estructuras de la postergación
simbólica que tutelan la producción cultural y su consecuencia inmediata es el
desmadre de todas las formas posibles de violencia, de ultimación del otro.
Pensamiento social y educación
De esta manera, analizando los efectos de las ciencias humanas y sociales desde las
lógicas y las propiedades de los campos de la producción cultural y comprometiendo en
ellas una reflexión específica sobre lo público, se puede proceder a una discusión
extensa sobre pensamiento social y educación. Se trata de una discusión que
efectivamente involucra al papel de las ciencias humanas y sociales en el campo
educativo, desde los programas de formación disciplinar hasta la enseñanza en el
sistema escolar más amplio, donde siempre se han destacado las cuestiones didácticas
y pedagógicas. No obstante, esta discusión debe ir más allá: debe comprometer las
formas como discurren por el universo público todas aquellas referencias que, en
principio, deberían estar decididas a provocar una reflexión permanente sobre la
cuestión del otro, sobre el origen de nuestra coexistencia, sobre los sentidos de aquello
que nos reúne, sobre la complicidad estructural de unas formaciones históricas en las
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condiciones del conflicto y la violencia.
En un país donde diferentes sectores y estamentos, especialmente en las ciudades,
encuentran que victimarios y víctimas tienden a ser los otros, donde se considera que
hay una “sociedad de gente buena y valiosa” y una “sociedad perversa y prescindible”,
es evidente que los mecanismos y dispositivos del pensamiento social tienen profundas
limitaciones o están obligados a coexistir con otros marcadamente parcelarios de las
razones de la vida social. Esas limitaciones del pensamiento social han sido allanadas,
entre otros, por los discursos de los políticos y de los medios de comunicación masiva:
inventores, promotores y conservadores de unas “otredades absolutas” muy parecidas
a “la mismidad”, donde no cabe la disidencia ni la diversidad, lo que torna trivial el
conflicto e irracional a las violencias; nada más evocador para estos nuestros tiempos,
donde las invocaciones a la razón de las armas señala la infatigable renuncia del país a
la posibilidad del otro.
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