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La supervisión como un escenario clínico-formativo y como un proceso generativo
y transformador en el cual las personas desarrollan sus competencias. Es a la vez
una forma de enseñar un enfoque específico de terapia y una práctica reflexiva
sobre la propia practica terapéutica. Como contexto de aprendizaje y de cambio es
isomórfico a la psicoterapia. El objetivo de la supervisión es activar los recursos
interaccionales de los terapeutas para que amplíen y complejicen sus
posibilidades de relación y sean instrumentos más versátiles y efectivos. La
supervisión opera a través de conversaciones reflexivas con el acompañamiento
de un supervisor que es además soporte emocional, consultor, colega, docente y
promotor de una sinergia que hace a la supervisión una fascinante experiencia
vital para los consultantes, terapeuta y supervisor (Hernández, 2007)
La contratransferencia y el deseo del analista, más allá del shibbolet
Alberto C. Cabral
Ante la múltiple acepción que se encuentra el concepto de la contratransferencia
ya mencionada por autores como Winnicott (1960) “después de revisar la literatura
psicoanalítica, ésta palabra corre el riesgo de perder su identidad” o Bion (1978)
“se trata de uno de los términos técnicos de los que se hace uso y probablemente
abuso”.
Respetar la multivocidad de la noción de contratransferencia supone su condición
de shibbolet, que para unos define la pertenencia, y para otros la exclusión del
campo analítico.
Sólo a posteriori de cada cura será posible dirimir si los márgenes de implicación
subjetiva de los que un analista da cuenta al emplearla, ha operado en ese caso
particular como obstáculo o instrumento.
Contra de la contratransferencia. El deslizamiento por el cual el material aportado
por la introspección del analista puede adquirir la primacía en la determinación de
sus intervenciones, en desmedro de las asociaciones del propio analizante. El
analista deja de escuchar en el momento de la introspección.
Winnicott (1960) fundamenta los riesgos sobre la contratransferencia como
obstáculo, en el mismo sentido que Freud: “(aquellos comportamientos) del
analista que estropean su actitud profesional y que desbaratan la marcha del
proceso analítico tal como lo determina el paciente”
En este sentido la marcha del proceso analítico ya no discurre tal como lo
determina el paciente a través de sus asociaciones…¡sino tal como lo determinan
las asociaciones del analista, fundadas en su introspección!”
Lacan (1961) constata que la contratransferencia “se ha convertido en un gran
cajón de sastre de experiencias”, para abarcar “casi todo lo que somos capaces
de experimentar en nuestra práctica”. Y agrega que eso ocurre “en los mejores
círculos analíticos: esto es, en el circulo kleniano”.
Lacan definía la contratransferencia en 1951 como la “suma de los prejuicios y las
pasiones del analista”. “Esa apatía que hemos tenido que realizar en nosotros
mismos para estar en situación de comprender a nuestro sujeto”.
Posteriormente se corrige a sí mismo. En 1961 menciona que esta vía de la apatía
estoica exige que el sujeto permanezca inaccesible ante las seducciones o los
ataques del otro. Pero si el analista se aparta de esta vía ¿Sería imputable que
sólo una insuficiencia en su formación? Su tesis es que “no podemos sostener
que el reconocimiento del inconsciente suministrado por el propio análisis, deja al
analista fuera del alcance de las pasiones”. De ser así, habría que suponer “que
seria siempre del inconsciente (es decir, como retorno de los reprimido) que
proviene la edificación de un objeto sexual o de un objeto que suscita odio”.
Lacan sugiere que las respuestas suscitadas en el analista no son solo efectos de
sus clichés edípicos, esto es, de su neurosis residual. Es más: el deseo del
analista, desamarrado de la repetición edípica y abierto a novedad del encuentro,
permite un acceso al “ser verdadero” (Lacan, 1960) del analizante que, por los
efectos de su presencia real, expone al analista a la emergencia de las propias
pasiones. Y Lacan desprende la conclusión (paradójica desde la noción de la
neutralidad) que impone esta perspectiva: “cuanto más analizado esté el analista
más posible será que esté francamente enamorado, o en estado de repulsión ante
su partenaire”.
En esta perspectiva, el analista se constituye no tanto como una voluntad de rehuir
las pasiones, sino más bien desde una disposición de experimentarlas. De eso se
trata en las “vacilaciones calculadas” (Lacan, 1960) de su neutralidad, que en
ciertos impasses pueden resultar más eficaces que la interpretación clásica.
Como vemos, no se trata para Lacan de que el analista no experimentar
sentimientos hacia sus analizados. Sus observaciones transmiten una confianza
que en el hecho de que, su ha estado bien analizado, habrá algo más fuerte (es lo
que llama el deseo del analista) que le permitirá modular –y llegado el caso
utilizar- estos registros al servicio de la conducción de la cura.
La angustia en la clínica del psicoanálisis
Rodrigo Echalecu
Lacan plantea “no está excluido, -a Dios gracias-, que el analista, por muy buenas
disposiciones para ser analista que posea, experimente cierta angustia” es decir,
plantea que no está excluido que el analista experimente angustia.
“Dentro de la lógica de las cosas, o sea de la relación que tienen ustedes con sus
pacientes, debería sofocarlos la angustia”, en el sentido de que sería esperable
que un analista se implique en el tema de la angustia. Un llamado a la reflexión
para resituar y delimitar la función que tiene la angustia en un análisis. Tanto en el
paciente como en el analista surge la angustia y cuando aparece en este último
desfallece la función analítica. La angustia que ciertas oportunidades sentimos,
nos invita a hacer algo, a tomar posición. Si interpretamos en función del afecto de
angustia, Lacan nos recuerda que no se sabe quien conduce el juego, si el yo del
analista o el del analizado: contratransferencia.
“sentir lo que de esa angustia el sujeto puede soportar, los pone a prueba –como
analistas- en todo instante”. Cuando habla Lacan de “sentir” se sabe que es el
motor de las interpretaciones yoicas. Continua: esa angustia “que saben regular
tan bien en ustedes, hasta taponar el hecho de que ella los guía”. Está haciendo
referencia a una vertiente de la angustia como guía en la dirección del análisis. Da
un paso más: “la angustia media entre el deseo y el goce”. La angustia del
analizante se situa en la antesala del deseo.
1era premisa. No está excluido que el analista sienta angustia en los tratamientos
que conduce.
Un punto crucial que se observa dentro de esta perspectiva teórica es la
participación tanto del paciente como del analista en el establecimiento de la
contratransferencia. En este sentido Gabbard (2001), indica que la
contratransferencia está parcialmente determinada por el mundo interno
preexistente del terapeuta e influenciada por los sentimientos inducidos por el
paciente.
Se observa que la postura ante el concepto de contratransferencia ha ido
cambiando de un obstáculo, que debería de erradicarse, hasta un instrumento útil
al servicio del tratamiento, de la visión clásica a la visión totalista.
Para la presente investigación se tomará la definición propuesta por Schkolnik
(2001) sobre el concepto de contratransferencia, que se podría incluir dentro de la
visión totalista:
“Conjunto de reacciones inconscientes a la transferencia del analizado. Todo
funcionamiento mental del analista durante la sesión, tomando en cuenta no sólo
los niveles inconscientes, sino también preconscientes y manifestaciones que el
analista percibe en él mismo y considera relevantes para comprender las
reacciones del paciente”.
Partiendo de este conjunto de reacciones que puede presentar el analista se
entiende la advertencia de Freud sobre el autoanálisis, análisis personal y la
supervisión para evitar que estas reacciones puedan convertirse en obstáculos
para el tratamiento. Es a partir de esta advertencia que en la presente
investigación se busca abordar la supervisión como un dispositivo en el cual se
puede trabajar la contratransferencia que el terapeuta pueda experimentar con su
paciente, en específico con la actuación de ésta.
La contratransferencia, en un sentido “global” incluye todas las reacciones del
analista ante el paciente, cualquiera que sea su origen, denominándose
contratransferencia todas las reacciones del analista hacia el analizado.
GELSO Y HAYES (1998) ESTO LES PARECE UNA EXAGERACIÓN, YA QUE SI
BIEN, TODAS LAS REACCIONES EMOCIONALES DEL TERAPEUTA SON
IMPORTANTES, NO SE PUEDE CONSIDERAR A TODAS ELLAS COMO
CONTRATRANSFERENCIA; CABRIA DIFERENCIAR AQUELLAS REACCIONES
BASADAS EN CONFLICTOS NO RESUELTOS Y AQUELLAS QUE SON
RESPUESTAS NATURALES Y REALISTAS ANTE EL PACIENTE.
Racker da un uso amplio al término, entendiendo por contratransferencia la
totalidad de la respuesta del analista frente al analizado. Menciona que el analista
debe tomar en cuenta los elementos neuróticos de su personalidad que puedan
entrar en juego en el proceso, ya que es objeto y sujeto de trabajo.
Kemper (1972) hace alusión a las cuatro décadas que tuvieron que pasar para que
el termino, contratransferencia, saliera de la oscuridad y se transformara de un
obstáculo a un instrumento. González y Rodríguez (2002) resaltan esta
característica y denominan la contratransferencia como un nuevo órgano de
percepción que da al analista más fortaleza y más confianza al permitirle
transformar una pulsión en una sublimación y una debilidad en una fortaleza.
Cada perspectiva psicoanalítica tiene su propia visión de lo que es la
contratransferencia y su impacto en el tratamiento; pero todas convergen en que
es siempre una creación conjunta; que involucra contribuciones tanto del paciente
como del analista.
Teoría y técnica de la psicoterapia psicoanalítica.
Joan Coderch
La contratransferencia es un fenómeno mental en todo tratamiento psicoanalítico o
psicoterapéutico y que su compresión y adecuada utilización son de primordial
importancia para todo el desarrollo del proceso.
Buscar la revisión de D. Orr 1954 sobre la transferencia y contratransferencia.
Freud introdujo el concepto de contratransferencia en 1910, refiriéndose a ella
como algo que surge en el terapeuta como resultado de la influencia del paciente
sobre sus sentimientos inconscientes, y advirtió acerca de la necesidad de que el
analista reconociera y superara estos sentimientos, hasta el punto que, según él,
quienes no son capaces de hacerlo no pueden tratar a sus pacientes con el
método analítico.
E. Glover (1927-1928) distingue entre contratransferencia negativa y positiva, y
considera a ambas como una respuesta del analista a la neurosis de transferencia
del analizado, con rasgos característicos propios de la personalidad del analista.
O. English y G. Pearson (1937) opinan que es imposible para el terapeuta no tener
alguna actitud emocional hacia el paciente, y que a tal actitud debemos llamarla
contratransferencia. Todo lo que el analista siente hacia su paciente es
contratransferencia.
E. y M. Bálint (1939) subrayan que el analista influye en el paciente de múltiples
maneras, desde el tipo de consultorio como la forma de trabajo, y la síntesis de
todos estos rasgos que de una u otra forma inciden en la transferencia, es a lo que
ellos llaman contratransferencia.
P. Heimann (1950) usa el término para referirse a la totalidad de sentimientos que
el analista experimenta hacia su paciente, y juzga que esta respuesta emocional
del analista hacia su paciente constituye un inapreciable instrumento de trabajo, ya
que ella es de eficaz ayuda para la investigación del inconsciente del paciente. En
su opinión, lo que caracteriza la relaciona analítica no es la presencia de
sentimientos en uno de los componentes del proceso, el paciente, y la falta de
ellos en el otro, el analista, sino la cualidad de los sentimientos experimentados y
el uso que de ellos hace. El analista no formula interpretaciones sobre una base
puramente intelectual, sino que, gracias a su propio análisis, ha de ser capaz de
contener los sentimientos que el paciente suscita en él, en lugar de descargarlos
como hace el paciente, a fin de emplearlos en su tarea de comprender el
inconsciente de éste.
H. Racker (1957, 1960) considera que la contratransferencia puede ser el máximo
peligro –cuando se trata de contratransferencia neurótica, fundamentalmente
basada en los conflictos inconscientes del analista- y, a su vez, una herramienta
esencial para la comprensión del inconsciente del paciente.
De suma importancia me parece la distinción que Racker realiza entre las
identificaciones concordantes e identificaciones complementarias en la base de la
contratransferencia. Para comprender tal distinción, es menester tener en cuenta
que el terapeuta para entender tiene que identificarse con el paciente, o, dicho de
una forma más precisa, cada parte de su personalidad ha de identificarse con la
correspondiente de aquél: yo con yo, ello con ello, superyó con superyó,
haciéndose consciente de las identificaciones. Estas son las identificaciones
concordantes u homólogas. Pero, además, este esfuerzo por comprender al
paciente da lugar a las identificaciones de su yo con los objetos internos del
analizado, a las Racker denomina identificaciones complementarias. PELIGRO DE
ALIENACIÓN.
M. Little (1951) manifiesta que el término contratransferencia es utilizado según los
siguientes significados:
a) Los sentimientos inconscientes del analista hacia su paciente.
b) Los elementos reprimidos e insuficientemente analizados del analista, los
cuales son proyectados “transferencialmente” en el paciente.
c) Algunas actitudes o mecanismos específicos con los cuales el analista hace
frente a la transferencia del paciente.
d) La totalidad de las actitudes del analista hacia su paciente. Este cuarto punto
incluye los tres precedentes, así como cualquier otra actitud y sentimiento
inconsciente.
Bion, W. (1978). Seminario de psicoanálisis. Ed. Paidos. Buenos Aires
Termino que debe ser aplicado para referirse al sentimiento icc motivado que
experimenta el analista hacia el analizado en situación analítica.
De acuerdo con Bion, la contratransferencia no se debe sacar del espacio analítico
ya que pierde su contexto en el cual se fundamenta, esto incluye el espacio de
supervisión ya que la función no es analizar al supervisando: supervisar y analizar
no llevarían a ningún puerto.
Existe un peligro para el proceso analítico el basar todas las interpretaciones a
partir de la contratransferencia experimentada del analista ya que estas estarán en
relación al analista y nada relacionadas con el analizando.
Contratransferencia: Una perspectiva desde Latinoamérica. Beatriz de León de
Bernardi
W. y M. Baranger (1961) cuestionaron la noción del analista como “espejo”. El
analista no puede concebirse como un observador objetivo que puede ser
equidistante y neutral frente a la conflictiva del paciente, sino que está
necesariamente involucrado en esta conflictiva. Del campo unipersonal al
bipersonal. Esto los llevó a considerar el papel de la contratransferencia como
instrumento técnico ya que el analista es depositario continuamente de distintos
aspectos y objetos del self del paciente, adquiriendo movidas y múltiples
funciones. Es necesario entender continuamente a la propia contratransferencia
para poder captar el despliegue de fantasías del analizado.
Sin embargo, el fenómeno contratransferencial tiene diferente significación e
intensidad en el proceso analítico. En unos casos el analista, explorando su
contratransferencia, puede tomar conciencia de que se ha identificado con
aspectos clivados del mundo interno del paciente, lo cual permite que se inicie el
proceso de la interpretación. En estos casos, los mecanismos de identificación
proyectiva son limitados, la regresión del analista es parcial, manteniéndose libre
el aspecto observador del yo.
En otras situaciones, en cambio, el analista responde con su propia conflictiva
neurótica inconsciente a la del paciente. El analista participa en estos casos
directamente en la conformación de la neurosis transferencial, siendo más
masivos los procesos de identificación mutua, esto es lo que desde la noción
clásica se nombra a la contratransferencia como una resistencia. En estos casos
el analista se siente invadido por la situación, la interpretación se vuelve
inoperante y características del campo y del proceso es la inmovilidad.
La salida frente a sentimientos de angustia provocados por la invasión de las
proyecciones del paciente y el compromiso neurótico del analista se encuentra en
las posibilidades del analista de recurrir a su yo observador que le permite no solo
la auto-observación, sino también observar el campo en su unidad. El proceso
interpretativo buscara movilizar la microneurosis de transferencia-
contratransferencia, clarificando la actitud contrarresistencial del analista.
Contratransferencia Klein-Lacan
Varios autores han destacado otros aspectos del campo, donde no todo lo que
siente el analista es una respuesta contratransferencial. Autores como Bion
(1962), Winnicott (1947), Sandler (1993), diferencian las reacciones del analista
ante el paciente, así como las reacciones emocionales al material del paciente.
Por otra parte, Bion (1962) diferenció la identificación proyectiva realista de la
identificación proyectiva excesiva. La primera, es aquella mediante la cual el
paciente es capaz de manejar el ambiente para que su fantasía se corresponda
con la realidad. “La identificación proyectiva lo habilita para investigar sus propios
sentimientos en una personalidad lo suficientemente fuerte como para
contenerlos” (1967). Esta identificación está en la base de la comunicación
primitiva y puede involucrar sentimientos muy intensos, que sólo se pueden
manejar de esta manera pues no se le pueden poner palabras. Se diferencia de la
identificación proyectiva excesiva asociada a la evasión y a la evacuación
Bion (1974) ha sostenido que la contratransferencia designa nuestro sentimientos
inconscientes hacia el paciente y por lo tanto nada podemos hacer al respecto,
salvo analizarla.
Ogden (1989) por su parte diferencia la identificación proyectiva de la empatía,
definido esta ultima
Como “un proceso psicológico que se da dentro del contexto de la dialéctica de
ser y no ser el otro”, mientras que la identificación proyectiva se daría fuera de
esta dialéctica.
Autores klenianos como Spillius (1994), Hanna Segal (1989), Ogden (1995), han
utilizado los desarrollos bionianos para enriquecer y ampliar el concepto de
contratransferencia. Entre estos aportes de Bion el más importante es la
capacidad del analista de recibir y contener las fantasías y emociones del
paciente, relacionado con el factor rêverie de la función alfa.
El riesgo está en la implicación del analista ya que nos enfrenta a una paradoja, el
de participar y ser afectado y mantenernos al margen. La contratransferencia “es
el mejor de los servidores pero el peor de los amos” dice Segal (1989), siempre
hay una poderosa presión a identificarnos con ella y a actuarla. No hay duda que
esto pone en juego el análisis del analista así como el autoanálisis, no solamente
en el sentido de puntos ciegos o enganches inconscientes que respondan a
contenidos reprimidos del mismos, constituyéndose en un obstáculo; sino en la
posibilidad de contactar con vivencias primitivas y dolorosas, sufrientes de los
pacientes y de uno mismo. Según Bion esto sería de parte del vínculo K, de
conocimiento.
Spillius (1994) “los analistas nos encontramos preparados para utilizar nuestros
sentimientos como fuente de información sobre lo que el paciente hace, aunque
no sin tener conciencia de que podemos equivocarnos, de modo que el
comprender la forma en que reaccionamos nos impone la necesidad de un trabajo
psíquico”.
Contratransferencia, comunicación analítica y neutralidad.
Beatriz de León de Bernardi
El tema de la contratransferencia tuvo un desarrollo más específico a partir de los
aportes de P. Heimann y H. Racker durante la década del 50. Si bien hay
psicoanalistas que mantienen una concepción restringida de la
contratransferencia, usando el término en su sentido clásico, vemos que en la
actualidad se ha incrementado la tendencia a hacer un uso amplio del mismo.
Green (1975), coincidiendo con Neyraut (1974), señala que la contratransferencia
no sólo incluye sentimientos negativos o positivos provocados por la transferencia
del paciente sino todo el funcionamiento mental del analista incluyendo sus
lecturas y sus discusiones con colegas. Luisa de Urtubey (1994) postula la
necesidad de un trabajo de elaboración constante sobre la contratransferencia,
considerando los aspectos conscientes, preconscientes e inconscientes de la
misma. Para Bollas (1991) contratransferencia y actividad autoanalítica permiten la
creación de un espacio receptivo en el analista para el paciente, no sólo para los
que no pueden verbalizar sino para aquello que no puede ser pensado. Joseph
(1985) muestra cómo la contratransferencia permite detectar las presiones
inconscientes que el paciente ejerce sobre el vínculo analítico.
Un uso global de la noción de contratransferencia facilita un reconocimiento y
atención más permanente hacia la respuesta latente del analista. El
reconocimiento de esta dimensión continua del fenómeno contratransferencial
constituye un polo presente en la comprensión de la dinámica transferencial. Esto
lleva a usar el término en un sentido amplio, pero es necesario distinguir
diferentes facetas del fenómeno contratransferencial.
Un aspecto que contribuye a caracterizar distintos momentos y funciones de la
contratransferencia, es que en ellos el analista dispone de manera diversa del
recurso del lenguaje y de sus posibilidades de asociación y de verbalización.
Así, en el curso del proceso analítico nos encontramos con situación en las que el
analista puede disponer, con una atención parejamente flotante tanto explicita
como latente o preconsciente, de su bagaje contratransferencial, esto es, de sus
vivencias en relación a su paciente, existiendo la posibilidad de conexión y de
expresión en el registro verbal, ya sea latente o manifiestamente, de aspectos de
la misma.
Encontramos, sin embargo, otra situación en los cuales el analista pierde
momentáneamente, sus posibilidades de asociación e interpretación. La expresión
verbal se vuelve inoperante frente al analizado y frente al mismo analista. En estos
momentos adquiere un primer plano manifestaciones no verbales ocurridas en
analista o paciente: pasaje al acto (enactments), procesos figurativos intensos,
vivencias emocionales masivas. Si bien estos son momentos de obstáculo, están
indicando una movilización y la puesta en juego de mecanismos defensivos, ya
sea del paciente, del analista o de ambos. En análisis de la dinámica de estos
momentos que lleva en ocasiones al propio autoanálisis del analista permite
develar aspectos importantes de la realidad psíquica del paciente.
Diferentes funciones de la contratransferencia
Racker coincide con P. Heimann la contratransferencia puede “intervenir” o
“interferir” en el proceso analítico. En su visión, una de las funciones de la
contratransferencia es que contribuye al proceso interpretativo. Pero también
puede aparecer como obstáculo interfiriendo en el proceso de análisis. Allí se trata
de la verdadera “neurosis de contratransferencia”.
Esta distinción coincide con la diferenciación de Racker entre contratransferencia
concordante y complementaria.
CON LA CONTRATRASNFERENCIA CONCORDANTE EL ANALISTA
INTÉRPRETE PUEDE FUNGIR SU FUNCION GRACIAS A LA PERMEABILIDAD
DE LAS VIVENCIAS DEL PACIENTE CON LAS SUYAS PERO SIN RESPONDER
A LA DEMANDA TRANSFERENCIAL DEL PACIENTE. ESTAR AHÍ, SER
EMPATICO PERO MANTENIENDO LA ASIMETRIA Y LA NEUTRALIDAD.
PODER IDENTIFICARSE CON LOS OBJETOS INTERNOS NO TENDRIA QUE
RESULTAR COMO UNA INTERFERENCIA PUES SE APUNTA QUE SOLO SEA
PARA LA COMPRENSION DE LA PROBLEMÁTICA DEL PACIENTE Y NO DE LA
INTERVENCION A PARTIR DE LAS VIVENCIAS EVOCADAS EN LA
EXPERIENCIA DEL ANALISTA.
Contras: el analista no podría conectarse empáticamente con situaciones y
vivencias diferentes de las propias.
Contratransferencia, comunicación y neutralidad
Recientemente Renik (1993) señaló cómo la contratransferencia puede
entenderse retrospectivamente, y esta comprensión está precedida por puestas en
acto (enactments) contratransferenciales. Pero esta reestructuraciones
retrospectiva pasa por la comprensión del sentido de un accionar no consciente
del analista.
SOLAMENTE SE PODRIA DAR CUENTA DE LA CONTRATRANSFERENCIA A
PARTIR DE ACTOS Y DE UN ANALISIS A POSTERIORI.
Renik se ha referido al aspecto restrictivo que ha tenido el ideal de neutralidad
para el desarrollo del pensamiento psicoanalítico en la medida de que ha impedido
estudiar los alcances teóricos y técnicos de la participación de la subjetividad del
analista en el proceso analítico. Es cierto que este ideal ha llevado a confundir
neutralidad con distancia y frialdad y con la necesidad de poner al margen las
características personales del analista. Sin embargo, conserva sus aspectos
validos si se lo conjuga con una aceptación e investigación más realista de cómo
se va desarrollando el proceso. El ideal de neutralidad mantiene como importante
la tarea difícil para el analista de descentramiento frente a su propia participación y
de objetividad frente a su tarea.
Pero no sólo la incomodidad con el sentimiento del ideal de neutralidad no
cumplido dificulta el análisis de la contratransferencia. Es interesante señalar
como Racker adjudicó a ideales irreales infantiles, a motivaciones narcisistas y
masoquistas del analista, su rechazo a reconocer y trabajar la propia
contratransferencia. Sin embargo,
LO QUE SE BUSCARIA SERIA RESCATAR LOS MOMENTOS EN QUE EXISTE
UN INVOLUCRAMIENTO CON EL PACIENTE, EN LOS CUALES SE DA CIERTA
PERDIDA DE LA ASIMETRIA Y MOMENTOS DE DIFERENCIACION Y
CONCORDANCIA, EN LOS CUALES SE PUEDE ESTABLECER UN PROCESO
ASOCIATIVO FLUIDO, RECUPERANDOSE LA ASIMETRIA Y LA POSICION
NUETRAL DEL ANALISTA.
El aceptar estas reacciones contratransferenciales no implica prescindir del ideal
de neutralidad, sino que por el contrario significa considerarlo en forma más
realista. De alguna manera al trabajo de contratransferencia (Urtebey, 1994)
implica el trabajo sobre el ideal de neutralidad, y sobre la posición neutral del
analista. Esto lleva a ampliar la función de observador participante de manera de
considerar no sólo la participación de la subjetividad del analista, sino también las
modalidades conscientes e inconscientes del vínculo analítico que se va
generando en el proceso.
Transferencia y contratransferencia
Definición
Definir el concepto de contratransferencia no es una tarea fácil; la dificultad en su
conceptualización parte de la traducción del término, Schroeder (2000) realiza un
esbozo respecto al origen de la palabra contratransferencia partiendo del término
alemán die Gegenübertragung (la contratransferencia), el cual se puede separar
en tres partes:
1) Gegen, cuya traducción literal es “contra”, pero también quiere decir “hacia,
alrededor”.
2) Über, que significa “sobre”, “encima de…”
3) Tragung, que proviene del verbo tragen “cargar”, “llevar”, “acarrear”.
El contra separa, enfrenta, evoca lo que surge en reacción contra algo pero
también podría evocar aquello que “está enfrente, del otro lado”, en el sentido de
contraparte. Teniendo en cuenta estas características de la definición se puede
entender un tripe carácter del término:
1. De reacción a algo
2. De indisoluble unión
3. De algo que está enfrente.
De tal forma que se podría concluir que la contratransferencia se asumiría como la
reacción del psicoterapeuta hacia algo, la contraparte de la transferencia del
analizado o el complemente de ésta, y al igual que la transferencia; en el corazón
de la contratransferencia se encuentra el concepto de distorsión, dicha distorsión
es inconsciente y consiste en que se atribuye a la persona del paciente
sentimientos que en realidad fueron dirigidos hacia otras personas y ahora son
desplazados hacia él.
La concepción de distorsión dentro de la contratransferencia se encuentra desde
sus orígenes. Freud consideraba que la contratransferencia era efecto de las
comunicaciones verbales y no verbales del paciente sobre el inconsciente del
analista, pero no proporciona una definición clara de lo que es la
contratransferencia.
Fue hasta 1910 en “Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica” en donde
Freud menciona la contratransferencia en relación con las innovaciones técnicas
relacionadas con la persona del médico; afirmando que la contratransferencia se
instala en el médico por el influjo del paciente, siendo un factor de perturbación
para el proceso terapéutico; “…nos hemos visto llevados a prestar atención a la
contratransferencia que se instala en el médico por el influjo que el paciente ejerce
sobre su sentir inconsciente, y no estamos lejos de exigirle que la discierna dentro
de sí y la domine…” (Freud, 1910, p. 136). Las definición proporcionada por Freud
enfatizan el hecho de que la contratransferencia es una reacción impropia del
analista hacia la transferencia del paciente, la cual constituye un obstáculo para el
proceso de cura y por lo tanto debe ser anulada, ya sea por medio del autoanálisis
o el análisis personal.
Para Devereux (1983) define la contratransferencia como “…la suma total de
aquellas distorsiones en la percepción que el analista tiene de su paciente, y la
reacción ante él que le hace responder como si fuera una imagen temprana y obra
en la situación analítica en función de sus necesidades inconscientes, deseos y
fantasías por lo general infantiles…” (p. 69-70).
González y Rodríguez (2002) coinciden con lo mencionado y la definen como una
distorsión inconsciente que se caracteriza por ser una relación de objeto
especifica, en la que se proyecta sobre el paciente sentimientos que no le
corresponden, que en realidad corresponden a otras personas del pasado y ahora
son transferidos hacia la persona del paciente, es un anacronismo, un error
cronológico; son reacciones del psicoterapeuta nacidas de su propia personalidad.
En esta definición destaca la importancia de un conjunto de reacciones
inconscientes del analista frente a la persona del analizado, especialmente, frente
a ala transferencia de éste.
Eskelinen (1981, citado en Talarn y Maestre, 1994) denomina contratransferencia
al conjunto de respuestas emocionales del psicoterapeuta ante las
comunicaciones del paciente. Gabbard (2001) menciona que la
contratransferencia es un fenómeno creado por contribuciones tanto del paciente
como del analista. Brown y Miller (2002) comenta que muchas de las reflexiones
actuales se dirigen a las intrincadas y sutiles formas en que las experiencias
subjetivas del paciente y analista codeterminan las manifestaciones transferencia-
contratransferencia. Katz y Fetter (1999) sugieren que esta codeterminación
podría ser una idea básica del concepto; ya que un factor común a varias
definiciones de contratransferencia es el hecho de que el paciente evoca
estructuras latentes o reprimidas dentro del analista, que puede o no tener
resonancia con lo que es proyectado por el paciente.
Para Kemper (1972), lo que el analista percibe, experimenta o actúa frente a su
paciente suele ser una mezcla de tres elementos distintivos:
1. Su reacción a la transferencia del paciente, entremezclada con
2. Reacciones sobre la base de una relación adecuada con el paciente y con
3. Reacciones con base en su propia transferencia inconsciente, ya sea al
paciente como persona, a determinados rasgos de éste o a la situación
analítica como tal.
Guerra (2001) la define como un conjunto de elementos propios del terapeuta,
tanto afectivos (incluyendo los de la propia personalidad) como los del saber
(teóricos), que se conjugan y han de ser controlados flexiblemente y dentro de un
marco psicoterapéutico de forma natural; a decir de este autor, los conceptos
teóricos y técnicos que el terapeuta maneje conformaría una especie de
pseudocontratransferencia que implicaría menos elementos emocionales.
Schkolnik (2001) sugiere que todas las concepciones de contratransferencia tiene
sus ventajas e inconvenientes y ninguna de ellas deja de tener un impacto en la
práctica clínica; dichas concepciones se podría ubicar en dos extremos; en uno se
ubican aquellas que consideran la contratransferencia como el resultado del
conjunto de reacciones inconscientes del analista a la transferencia del analizado,
mientras que en el otro se encuentra las que incluyen todo el funcionamiento
mental del analista durante la sesión, tomando en cuenta no sólo los niveles
inconscientes sino también aspectos preconscientes y manifestaciones que el
analista percibe en él mismo y considera relevante para comprender las
reacciones del paciente.
González (1989) propone una definición que parece contemplar los aspectos
mencionados, enfatizando que la contratransferencia es una reaccion emocional
del terapeuta, es lo que siente hacia sus pacientes dentro de la psicoterapia
psicoanalítica, producto de su historia, cultura, complejos, aparato psíquico, etc. y
también de lo que el paciente le hace sentir objetivamente con su personalidad y
su transferencia.
Antecedentes
La perspectiva freudiana sobre la contratransferencia fue contemplada como una
distorsión inconsciente por parte del analista que debía ser evitada y eliminada,
siendo un obstáculo para el proceso analítico. Esta concepción es denominada
como la corriente clásica de la contratransferencia.
Etchegoyen, R. (). Fundamentos de la técnica psicoanalítica. Amorrortu editores.
El termino contratransferencia se introduce en Las perspectivas futuras de la
terapia psicoanalítica en 1910. En donde Freud sostiene que el porvenir de la
teoría psicoanalítica se apoya en tres grandes factores: el progreso interno, el
implemento de autoridad y la repercusión general de la labor de los analistas. Es
en este primer punto, en el progreso interno, donde se encuentra los aspectos
teóricos el simbolismo y a nivel técnico la contratransferencia.
Se ha llegado a comprender que en estos años, dice, que también es un obstáculo
para el progreso del psicoanálisis la contratransferencia; y la describe como la
respuesta emocional del analista a los estímulos que provienen del paciente, como
el resultado de la influencia del analizado sobre los sentimientos inconscientes del
médico. Es decir que la define en función del analizado.
Se ha dicho que Freud consideró la contratransferencia sólo como un obstáculo;
pero si la introdujo pensando en el porvenir era porque suponía que el
conocimiento de la contratransferencia se ligaba al futuro del psicoanálisis. Se
puede suponer, por lo tanto, que Freud presumía que la comprensión de la
contratransferencia significaría un gran progreso para la técnica psicoanalítica.
No cabe negar, sin embargo, que Freud menciona la contratransferencia como un
obstáculo que debe ser removido. La experiencia prueba claramente que nadie
puede ir más allá de sus puntos ciegos; y agrega, nos hallamos inclinados a
exigirle al analista, como norma general, el conocimiento de su contratransferencia
y su vencimiento como un requisito indispensable para ser analista. Es interesante
subrayar que la solución de Freud en 1910 para superar los puntos ciegos de la
contratransferencia es el autoanálisis
COMUNICACIÓN INCONSCIENTE A INCONSCIENTE QUE REIK RETOMA DE
FREUD.
Se puede decir que las aportaciones de Reik o de Reich son realizadas sobre
intuiciones y se tendría que prolongar los conceptos por ellos aportados para
poder dar cuenta de una teoría de la contratransferencia. Fue Racker en 1953
quien al estudiar estos aportes de estos dos autores, las consideró producto de la
contratransferencia.
La teoría de la contratransferencia, tal como la formula Racker, Paula Heimann y
otros, en cambio, dirá que el oficio del analista consiste en escuchar y escrutar su
contratransferencia, que eso es su intuición. Al establecer un vínculo entre la
intuición y la contratransferencia, no se afirma que toda interpretación se origine
de este modo, ya que no es posible descartar que, mientras el analista conserve
plenamente su capacidad de comprender, no intervenga su contratransferencia.
Es posible sostener, al menos fenomenológicamente, que la intuición surge
cuando no estamos decodificando bien, porque si no, no la llamamos intuición:
llamamos intuición a un momento de ruptura en que de repente se impone algo
inesperado a nuestra comprensión.
Como analistas no vamos a dejar de lado los factores inconscientes que gravitaron
en ese retardo. A nadie le va a resultar grato ver y reconocer su esencial identidad
con el paciente que trata, abandonando la cómoda, la ilusoria superioridad que ha
creído tener. Para los pioneros, esto no sólo resultaba inevitable sino hasta
conveniente porque la complejidad de los hechos los habría abrumado. El factor
inconsciente no era el único. Era necesario esperar que la técnica progresara lo
suficiente como para que descubriera sus falencias, para que aquella definición
consoladora de que el quehacer psicoanalítico transcurre entre un neurótico y un
sano pudiera ser revisada.
La contratransferencia como instrumento
El concepto de contratransferencia
Joseph Sandler et al. (1973) mencionan que el prefijo de la palabra puede
entenderse con dos significados distintos. En el primer significado “contra” es lo
que se opone; en la otra aceptación el prefijo se emplea como lo que hace balance
en busca de equilibrio.
Cuando se habla de la primera se puede entender que la contratransferencia
habla de una dirección de la transferencia. La otra acepción establece un balance,
un contrapunto, que surge del comprender que la relación de uno no es
independiente de lo que viene del otro.
Con estas dos formas de concebir el proceso empieza una gran controversia para
definir la contratransferencia y delimitarla de la transferencia. Algunos coinciden
con Freud al indicar que la contratransferencia surge en el inconsciente del
analista como resultado de la transferencia del analizado. Otros, como Lacan,
afirman lo contrario. Para resolver este dilema se tiene que mediar mediante el
encuadre. El encuadre y dentro de él la reserva analítica justifica que la llamemos
por definición transferencia a lo que proviene del paciente y contratransferencia a
la respuesta del analista y no al revés.
No es simplemente un juego de palabras o una petición de principio poner al
encuadre como elemento ordenador. Porque el encuadre se instituye para que
existan realmente estos fenómenos, para que el paciente desarrolle su
transferencia y el analista lo acompañe en el sentido del contrapunto músical,
resonando a partir de lo que inicialmente es del paciente: si esta condición no se
da, tampoco se da el tratamiento analítico. El encuadre opera como una referencia
contextual que permite que se dé este juego de transferencia y
contratransferencia; es la estructura sintáctica donde los significados de
transferencia y contratransferencia va adquirir su significación.
El encuadre ordena una relación distinta y particular entre el analista y el paciente,
una relación no convencional y asimétrica. De esta forma y sólo de esta forma
queda definido el tipo de relación con sus papeles de analizado y analista.
Si bien los roles quedan así definidos contractualmente no debe perderse de vista
que este acuerdo previo a la tarea se sustenta, también, y grandemente, en que el
encuadre ayuda al analista a cumplir su papel, a mantener un equilibrio mayor que
el del paciente, más allá de su análisis didáctico y su formación lo ponga en
ventaja. De esta forma, el concepto de asimetría viene a depender ante todo del
encuadre y sólo secundariamente de la salud mental del analista.
La evidencia empírica muestra que el analista responde con fenómenos
irracionales en que se movilizan conflictos infantiles. En este sentido, se trata
claramente de un fenómeno transferencial del analista; pero este fenómeno, si
hemos de preservar la situación analítica, tiene que ser una respuesta del
paciente, si no tendríamos que decir que no estamos dentro de un proceso
analítico, sino reproduciendo lo que pasa en la vida corriente entre dos personas
en conflicto.
LA IDENTIFICACION DEL ANALISTA CON EL SUPERYÓ DEL ANALIZADO ES
CONCORDANTE CUANDO HAY CONCIENCIA EN LA APRECIACIÓN DE LA
CULPA Y COMPLEMENTARIA CUANDO EL ANALISTA CUMPLE LA FUNCIÓN
DE CENSOR.
OTRO PUNTO CUESTIONABLE DE LA CLASIFICACION DE RACKER ES QUE
LA CONTRATRANSFERENCIA CONCORDANTE ES LA QUE MÁS SE PRESTA
A UN VINCULO DE TIPO NARCISISTA. ESTA PUEDE ANULAR EN CIERTO
SENTIDO LA RELACION DE OBJETO, LO QUE NO SUCEDE EN LA
COMPLEMENTARIA. LAS IDENTIFICACIONES CONCORDANTES
(NARCISISTICAS) SON LAS QUE IMPLICAN EL MAYOR MONTO DE
PARTICIPACION CONTRATRANSFERENCIAL.
Contratransferencia y relación de objeto
La contraidentificación proyectiva
Grinberg establece una gradación que va de la contratransferencia concordante a
la complementaria para llegar a la contraidentificación proyectiva. Lo que postula
específicamente Grinberg es que hay diferencia sustancial entre la
contratransferencia complementaria, en la cual frente a determinada configuración
transferencial el analista responde identificándose con los objetos del paciente, y
el fenómeno que él mismo describe en el cual el analista se ve forzado a
desempeñar un papel que le sobreviene: es la violencia de la identificación
proyectiva del analizado lo que directamente lo lleva, más allá de sus conflictos
inconscientes, a asumir ese papel. Grinberg llega a ser tan categórico que dice
que aquí no está para nada en juego la contratransferencia del analista, y hasta
señala pacientes que con diversos analistas configuraron la misma situación.
El aporte de Grinberg destaca una forma especial de respuesta del analista, donde
el efecto de la identificación proyectiva es máximo, de calidad distinta. Aunque se
lo pueda ubicar en una escala creciente de perturbaciones, se ubica más allá del
punto en que un cambio cuantitativo se hace de cualidad.
La discriminación entre la contratransferencia complementaria y la
contraidentificación proyectiva no resulta difícil desde el punto de vista clínico si se
las separa cuantitativamente. Si el método no nos da instrumentos para
discriminar clínicamente, también desde la teoría se puede argumentar que, por
fuerte que se la proyección del paciente, el analista no tiene que sucumbir
necesariamente a ella; si sucumbe es porque hay algo en él que no le permite
recibir el proceso y devolverlo.
El desarrollo de la investigación de Grinberg
La contraidentificación proyectiva se produce específicamente como resultado de
una excesiva identificación proyectiva del analizado que no es percibido
conscientemente por el analista, y que, como consecuencia se ve “llevado”
pasivamente a desempeñar el rol que, en forma activa –aunque inconsciente. El
analizado “forzó dentro suyo”. Grinberg comenta que el proceso parte del
analizado y origina en el analista una reacción específica, por la que se ve llevado
inconscientemente y pasivamente a cumplir los papeles que el paciente le asignó.
Se tratar pues de un caso muy especial de la contratransferencia. Mientras que lo
característico de la respuesta contratransferencial es que el analista tome
conciencia del tipo de su respuesta y la utilice como instrumento técnico, en el
fenómeno de la contraidentificación proyectiva el analista reacciona como si fuera
real y concretamente hubiera asimilado los aspectos que se le proyectan.
Entonces es como si el analista “dejara de ser él para transformarse, sin poder
evitarlo, en lo que el paciente inconscientemente quiso que se convirtiera (ello, yo
u otros objetos internos)”.
La diferencia que existe entre la contratransferencia complementaria es que en
ésta el analista reacciona pasivamente a la proyección del analizado pero a partir
de sus propias ansiedades y conflictos. En la contraidentificación proyectiva “la
reacción del analista resulta en gran parte independiente de sus propios conflictos
y responde en forma predominante o exclusiva a la intensidad y calidad de la
identificación proyectiva del analizado” (Grinberg 1963, p. 117).
Desde el punto de vista práctico la teoría de Grinberg nos ayuda en los casos,
frecuentes, en que el analista se siente más invadido que comprometido en la
situación analítica. En cuanto a la teoría del proceso Grinberg nos ofrece una
hipótesis estimable para comprender los sutiles medios de comunicación que se
establecen entre el analizado y su analista.
La contratransferencia normal
Money-Kyrle escribió un solo trabajo sobre contratransferencia, en 1956, donde
introduce el concepto de contratransferencia normal, esto es, algo que se presenta
regularmente y que interviene por derecho propio en el proceso psicoanalítico.
Llama contratransferencia normal a la del analista que asume un papel parental,
complementario al del paciente: como la transferencia consiste en reactivar los
conflictos infantiles, la condición que más conviene a la contratransferencia es la
parental. Se entiende que normal quiere decir aquí la norma y no que el proceso
sea totalmente sublimado y libre de conflicto. El analista asume esa actitud
contratransferencial a partir de una vivencia inconsciente en la que se siente padre
o madre del paciente.
A partir de ese modelo claro y simple, Money-Kyrle avanza un paso más y afirma
que la contratransferencia puede ser adecuadamente instrumentada a partir de
una doble identificación, con el sujeto y su objeto, porque el analista, en realidad,
para cumplir bien su tarea, se tiene que colocar en dos lugares. Este doble
mecanismo se realiza por la identificación proyectiva del yo infantil del analista en
el paciente y por la identificación proyectiva de la figura parental.
Money-Kyrle señala resueltamente en su trabajo que el conflicto
contratransferencial del analista no sólo proviene de su propio inconsciente sino
también de lo que el paciente le hace (o le proyecta), a la manera de las series
complementarias. La única solución que tiene el analista es analizar primero su
conflicto, ver después de qué manera el paciente contribuyó a crearlo y por último
advertir los efectos de su conflicto en el paciente. Sólo cuando este proceso de
autoanálisis se haya cumplido, estará el analista en condiciones de interpretar; y
entonces no tendrá ya necesidad de hablar de su contratransferencias sino
básicamente de lo que le pasa al analizado.
Gitelson y las dos posiciones del analista
Gitelson (1952) distingue dos posiciones del analista en la situación analítica y
sólo a una de ellas le llama contratransferencia.
De acuerdo con este autor, el analista reacciona frente al paciente como totalidad
y esto implica un compromiso muy grande que lo descalifica para ese caso,
mientras que otras veces la reacción del analista es sobre aspectos parciales del
paciente.
Reacciones al paciente como totalidad
En algunos casos, la actitud de neutralidad y de empatía que debe tener el
analista se pierde y, si el analista no lo puede superar, significa que el paciente le
ha reactivado un potencial transferencial neurótico que no lo hace adecuado para
ese caso particular.
Gitelson sostiene que este tipo de reacción no se puede llamar
contratransferencia, ya que el paciente se ha convertido por completo, en su
totalidad, en un objeto transferencial para el analista y, además, el paciente se da
cuenta de que es así.
Gitelson concluye que estas reacciones totales frente a un paciente deben
considerarse transferencias del analista y atribuirlas a la reactivación de una
antigua transferencia potencial.
Revisar las páginas faltantes 262-263
Kernberg atribuye esta dificultad a la fuerza de la agresión pregenital que moviliza
en ambos, paciente y analista, el mecanismo de identificación proyectiva, con
límites cada vez más borrosos entre sujeto y objeto.
Más allá de la contraidentificación proyectiva
La contraidentificación proyectiva le ofrece al analista “la posibilidad de vivenciar
un espectro de emociones que, bien comprendidas y sublimadas, pueden
convertirse en instrumentos técnicos utilísimos para entrar en contacto con los
niveles más profundos del material de los analizados, de un modo análogo al
descripto por Racker y Heimann para la contratransferencia.
Las ideas de Winnicott sobre la contratransferencia
Winnicott clasifica los fenómenos contratransferenciales en tres tipos:
1) Los sentimientos contratransferenciales anormales que deben considerarse
como una prueba de que el analista necesita más análisis;
2) Los sentimientos contratransferenciales que tiene que ver con la
experiencia y el desarrollo personal del analista y de los que depende el
trabajo de cada analista, y
3) La contratransferencia verdaderamente objetiva del analista, es decir el
amor y el odio del analista como respuesta a la personalidad real y al
comportamiento del paciente, y que se basan en una observación objetiva.
La forma en que Winnicott plantea el problema de la contratransferencia es muy
original, y saltan a la vista las diferencias con los otros autores. Al incluir en la
contratransferencia el sentimiento objetivo y justificado que puede tener el
analista, modificamos la definición corriente de transferencia y contratransferencia;
los sentimientos objetivos no se incluyen en ellas como no sea por extensión. SE
CUESTIONA SOBRE LA OBJETIVIDAD.
LA ENFERMEDAD DEL TERAPEUTA
Variaciones sobre la contratransferencia por Nicolás Caparrós
Las primeras menciones de esta noción aparecen en la correspondencia de Freud.
En la carta a Jung del 7 de junio de 1909 escribe, a propósito del caso S.
Spielrein:
Creo que únicamente las penosas necesidades bajo las que se desarrollaba mi
trabajo y el decenio de retraso con respecto a usted con el que llegué al
psicoanálisis me han protegido contra experiencias análogas. Pero no perjudican.
Así se endurece la piel, cosa necesaria, se domina la contratransferencia en la
que no queda cada vez más implicado y se aprende a desplazar las propias
emociones y a situarlas convenientemente.
También en la carta a Ferenczi del 6 de octubre de 1910:
No soy el superhombre psicoanalítico que se ha forjado, ni he superado mi
contratransferencia.
En este periodo del psicoanálisis, Freud se cuestionaba sobre la expansión de la
teoría analítica y es a partir de esta pregunta que elabora el texto Perspectivas
futuras de la terapia psicoanalítica. Dos conceptos nuevos, apropiados para el
momento, brillan con luz propia en este trabajo: la contratransferencia y el análisis
didáctico, todavía se podría hallar un tercero que aludiría a la cura tipo.
En esta atmosfera surge el concepto. No es extraño, por lo tanto, que la
contratransferencia, en medio de esta búsqueda donde se busca al psicoanalista
eficiente y reconocido, sea identificada al principio como un molesto ruido: la
reacción inconsciente del psicoanalista a la transferencia del paciente. Superarla
es la consigna y para ello es preciso el análisis didáctico que pretende resolver,
eliminándolos, los puntos ciegos de su quehacer, consecuencia de sus conflictos
neuróticos.
Esta primera aproximación se nutre de varias fuentes que proceden del talante
cultural de los tiempos. En primer lugar, imperaba la corriente propia de las
ciencias naturales donde el observador no debe influir en lo observado. En
segundo lugar, el psicoanálisis de ese tiempo se desenvuelve en la primera tópica,
donde lo inconsciente es una instancia y no una cualidad del aparato psíquico. En
esta atmosfera, la entraña fundamental de la cura será volver consciente lo
inconsciente. Por todo ello contratransferencia envía a lo indeseable. Se puede
entender que la contratransferencia se origina en los conflictos neuróticos del
analista reactivados por la transferencia del paciente. Conflictos que requieren
más análisis.
Aunque no se diga de esta forma en los escritos de la época, se puede aventurar
que si el destino de la contratransferencia es su superación, un análisis didáctico
“bien hecho” la haría, a fin de cuentas, evitable.
La contratransferencia, en su expresión más radical, es entonces un obstáculo que
se opone a la atención flotante, la asociación libre y a la interpretación pertinente.
Pronto se verá, a través de la propia práctica, que este sueño es de todo punto
utópico.
Heimann, Racker, Fliess, Sandler, Segal concuerdan con la idea en la cual la
contratransferencia es un instrumento que sirve para conocer el mundo interno
del paciente.
Segal (1977) menciona que lo único que conocemos de la contratransferencia son
sus derivados inconscientes.
Existe un peligro para el proceso analítico el basar todas las interpretaciones a
partir de la contratransferencia experimentada del analista ya que estas estarán en
relacion al analista y nada relacionadas con el analizando. Bion (1978) Segal
(1977).
La contratransferencia concordante contribuye a la tarea del analista intérprete.
Supone procesos de resonancia y de equiparación de lo propio y lo ajeno.
Mecanismos de introyección y proyección permiten al analista identificarse en
forma concordante y aproximada con el yo y el ello del analizado en sus diferentes
facetas, experiencias, impulsos y defensas. La identificación concordante se
origina en la contratransferencia positiva sublimada y está en la base del
movimiento empático y de los procesos de comprensión del analista (Racker,
1977: 235).
La contratransferencia complementaria, en cambio, muestra para Racker el
aspecto neurótico de la contratransferencia e interfiere en el proceso analítico. El
término se usa aquí en su acepción corriente. En la misma se ponen en juego
identificaciones complementarias en las que el analista pasa a ocupar un lugar
como objeto del mundo interno del analizado, sintiéndose así\ tratado (Racker,
1977: 235).
En la medida en que el analista –como en la viñeta de Reich– puede comprender
su propia respuesta contratransferencial, modifica su carácter repetitivo,
ofreciendo una posibilidad de cambio al analizado.
La importancia adjudicada a la contratransferencia, y las dificultades del analista
en admitirla, así como la codeterminación mutua de los fenómenos
transferenciales y contratransferenciales, llevaron a Racker a postular la
necesidad de una doble posición en el analista que le permita tomar como objeto
de observación su propia participación. El analista debe oscilar entre ser
instrumento pasivo sensible y a la vez oyente crítico racional, esto le permite
alcanzar una relativa objetividad frente al analizado (Racker, 1977: 231-2).
W. y M. Baranger (1961) cuestionaron la noción del analista como “espejo”. El
analista no puede concebirse como un observador objetivo que puede ser
equidistante y neutral frente a la conflictiva del paciente, sino que está
necesariamente involucrado en esta conflictiva. Del campo unipersonal al
bipersonal. Esto los llevó a considerar el papel de la contratransferencia como
instrumento técnico ya que el analista es depositario continuamente de distintos
aspectos y objetos del self del paciente, adquiriendo movidas y múltiples
funciones. Es necesario entender continuamente a la propia contratransferencia
para poder captar el despliegue de fantasías del analizado.
La salida frente a sentimientos de angustia provocados por la invasión de las
proyecciones del paciente y el compromiso neurótico del analista se encuentra en
las posibilidades del analista de recurrir a su yo observador que le permite no sólo
la auto-observación, sino también observar el campo en su unidad.
En primer lugar, su rechazo a reducir el análisis a una relación intersubjetiva dual.
La relación analítica tiende a reproducir la relación descrita por Lacan en el estadio
del espejo o la relación dialéctica amo y esclavo. En analista aparece como otro
que, como la madre o el amo, reviste características de omnipotencia, y del cual
reclama agresivamente un reconocimiento. El centrar el trabajo analítico sobre la
interpretación transferencia-contratransferencia podría contribuir a reforzar en el
análisis los vínculos duales con el paciente, con su connotación de amor y odio, y
a su ilusión narcisista de completud. El jerarquizar la contratransferencia puede
llevar a sobredimensionar los aspectos regresivos y la afectividad del analista en
sus manifestaciones de odio y amor, facilitando la inducción de sentimientos al
paciente y su “reeducación emocional” (Lacan, 1958 p. 217). Y sobre todo, a
favorecer identificaciones narcisistas entre paciente y analista. Lacan rechaza la
postura de autores como Balint, para quienes la identificación con el analista es la
finalidad del análisis.
Una segunda razón para el rechazo del uso de la noción de contratransferencia es
que poner el fenómeno de la contratransferencia en primer plano puede conducir a
que analista y paciente queden ubicados en una relación simétrica.
Corresponde permanentemente al analista marcar una posición estructural
diferente frente al paciente. El paciente en la transferencia hace depositario al
analista de un “supuesto saber” ilimitado acerca de sí mismo y de sus deseos de
completud narcisista. En este sentido es que el analista es “el sujeto supuesto
saber” (Lacan, 1964) para el paciente. El analista debe evitar el responder a estas
expectativas evitando la sugestión y el querer satisfacer de alguna manera los
reclamos del paciente. Debe poder renunciar a ejercer el poder que el paciente le
otorga. Ubicándose entonces en una transferencia simbólica.
Para Lacan la actitud de neutralidad del analista tiene un papel central en el
análisis. El ejercicio de la neutralidad afirma al analista en una posición simbólica
asimétrica que marca el límite, o la falta (castración simbólica) para sí mismo y
para el paciente. El analista no debe responder a las demandas del paciente, de
ahí la importancia adjudicada al silencio del analista como instrumento técnico.
Estas razones llevaron necesariamente a Lacan a considerar “la impropiedad
conceptual del término contratransferencia” (Lacan, 1958, p. 217), en la medida en
que ésta facilita el enlace con la transferencia imaginaria del paciente,
favoreciendo sus aspectos defensivos. Desde su punto de vista es suficiente con
hablar de las diferentes maneras –imaginarias o simbólicas- en que analista y
paciente están implicados en la transferencia.
La perspectiva kleniana concibe el campo analítico como un interjuego de
proyecciones e introyecciones. Varios autores han destacado otros aspectos del
campo, donde no todo lo que siente el analista es una respuesta
contratransferencial. Autores como Bion (1962), Winnicott (1947), Sandler (1993),
diferencian las reacciones del analista ante el paciente, así como las reacciones
emocionales al material del paciente. Ogden (1989) por su parte diferencia la
identificación proyectiva de la empatía, definido esta ultima
Como “un proceso psicológico que se da dentro del contexto de la dialéctica de
ser y no ser el otro”, mientras que la identificación proyectiva se daría fuera de
esta dialéctica.
Klein (1946) definió la identificación proyectiva como un proceso intrapsíquico que
tiene lugar en la fantasía inconsciente, mediante la cual se expulsa un aspecto
rechazado o en peligro de sí y se deposita dentro de otra persona para controlarlo.
Por otra parte, Bion (1962) diferenció la identificación proyectiva realista de la
identificación proyectiva excesiva. La primera, es aquella mediante la cual el
paciente es capaz de manejar el ambiente para que su fantasía se corresponda
con la realidad. “La identificación proyectiva lo habilita para investigar sus propios
sentimientos en una personalidad lo suficientemente fuerte como para
contenerlos” (1967). Esta identificación está en la base de la comunicación
primitiva y puede involucrar sentimientos muy intensos, que sólo se pueden
manejar de esta manera pues no se le pueden poner palabras. Se diferencia de la
identificación proyectiva excesiva asociada a la evasión y a la evacuación.
Bion (1974) ha sostenido que la contratransferencia designa nuestro sentimientos
inconscientes hacia el paciente y por lo tanto nada podemos hacer al respecto,
salvo analizarla.
Autores klenianos como Spillius (1994), Hanna Segal (1989), Ogden (1995), han
utilizado los desarrollos bionianos para enriquecer y ampliar el concepto de
contratransferencia. Entre estos aportes de Bion el más importante es la
capacidad del analista de recibir y contener las fantasías y emociones del
paciente, relacionado con el factor rêverie de la función alfa.
El riesgo está en la implicación del analista ya que nos enfrenta a una paradoja, el
de participar y ser afectado y mantenernos al margen. La contratransferencia “es
el mejor de los servidores pero el peor de los amos” dice Segal (1989), siempre
hay una poderosa presión a identificarnos con ella y a actuarla. No hay duda que
esto pone en juego el análisis del analista así como el autoanálisis, no solamente
en el sentido de puntos ciegos o enganches inconscientes que respondan a
contenidos reprimidos del mismos, constituyéndose en un obstáculo; sino en la
posibilidad de contactar con vivencias primitivas y dolorosas, sufrientes de los
pacientes y de uno mismo. Según Bion esto sería de parte del vínculo K, de
conocimiento.
Spillius (1994) “los analistas nos encontramos preparados para utilizar nuestros
sentimientos como fuente de información sobre lo que el paciente hace, aunque
no sin tener conciencia de que podemos equivocarnos, de modo que el
comprender la forma en que reaccionamos nos impone la necesidad de un trabajo
psíquico”.
Green (1975), coincidiendo con Neyraut (1974), señala que la contratransferencia
no sólo incluye sentimientos negativos o positivos provocados por la transferencia
del paciente sino todo el funcionamiento mental del analista incluyendo sus
lecturas y sus discusiones con colegas.
Luisa de Urtubey (1994) postula la necesidad de un trabajo de elaboración
constante sobre la contratransferencia, considerando los aspectos conscientes,
preconscientes e inconscientes de la misma. Para Bollas (1991)
contratransferencia y actividad autoanalítica permiten la creación de un espacio
receptivo en el analista para el paciente, no sólo para los que no pueden verbalizar
sino para aquello que no puede ser pensado. Joseph (1985) muestra cómo la
contratransferencia permite detectar las presiones inconscientes que el paciente
ejerce sobre el vínculo analítico.
Un aspecto que contribuye a caracterizar distintos momentos y funciones de la
contratransferencia, es que en ellos el analista dispone de manera diversa del
recurso del lenguaje y de sus posibilidades de asociación y de verbalización.
Así, en el curso del proceso analítico nos encontramos con situación en las que el
analista puede disponer, con una atención parejamente flotante tanto explicita
como latente o preconsciente, de su bagaje contratransferencial, esto es, de sus
vivencias en relación a su paciente, existiendo la posibilidad de conexión y de
expresión en el registro verbal, ya sea latente o manifiestamente, de aspectos de
la misma.
Encontramos, sin embargo, otra situación en los cuales el analista pierde
momentáneamente, sus posibilidades de asociación e interpretación. La expresión
verbal se vuelve inoperante frente al analizado y frente al mismo analista. En estos
momentos adquiere un primer plano manifestaciones no verbales ocurridas en
analista o paciente: pasaje al acto (enactments), procesos figurativos intensos,
vivencias emocionales masivas. Si bien estos son momentos de obstáculo, están
indicando una movilización y la puesta en juego de mecanismos defensivos, ya
sea del paciente, del analista o de ambos. En análisis de la dinámica de estos
momentos que lleva en ocasiones al propio autoanálisis del analista permite
develar aspectos importantes de la realidad psíquica del paciente.
Diferentes funciones de la contratransferencia
Racker coincide con P. Heimann la contratransferencia puede “intervenir” o
“interferir” en el proceso analítico. En su visión, una de las funciones de la
contratransferencia es que contribuye al proceso interpretativo. Pero también
puede aparecer como obstáculo interfiriendo en el proceso de análisis. Allí se trata
de la verdadera “neurosis de contratransferencia”.
La contratransferencia concordante. El analista interprete.
La contratransferencia concordante supone para Racker la capacidad del analista
de identificarse con diferente objetos del mundo interno del analizado en forma
refleja, ya sea, por ejemplo, con el ello, el yo o el superyó del paciente. Esto
posibilita al analista equiparar la experiencia propia con la ajena, de manera de
poder ponerse en el lugar del analizado. Este tipo de identificación, una “identidad
aproximada”, diría Racker, que tiene una función operativa y resulta móvil, estaría
en la base de los fenómenos de resonancia con el paciente y de comprensión
empática. En la misma se subliman los sentimientos positivos del analista frente a
su paciente.
La función del analista intérprete se mantiene cuando se puede establecer un
proceso asociativo fluido sobre sus propias reacciones latentes provocadas por la
transferencia del paciente. Si bien, aspectos inconscientes no verbales son
puestos en juego en los procesos de identificación empática, y en los procesos de
comunicación en general, la función de la interpretación permite establecer
conexiones ente el registro verbal y las vivencias que surgen en paciente y
analista en diferentes registros sensoriales. Esta actividad supondría una mayor
permeabilidad intersistémica, a la vez que una mayor disposición de escucha.
En la propuesta de Racker el recuerdo de las propias vivencias infantiles del
analista, surgidas desde la identificación concordante con el paciente, cumplen un
papel en el proceso de comprensión e interpretación. En este caso la reviviscencia
de una experiencia común ofrece el primer eslabón en el proceso interpretativo.
Pero la disposición contratransferencial del analista, que permite su capacidad de
transformación y respuesta, incluye no solo la reactivación de vivencias de su
historia infantil convocadas por la conflictiva del paciente, sino también
representaciones latentes de ese vinculo analítico y de la historia de ese análisis,
así como sus propias experiencias de análisis junto a aspectos de su formación y
experiencia como analista. Este bagaje preconsciente queda a disposición de la
atención flotante y de la expresión verbal. La expresión verbal, aun es sus
conexiones con la teoría analítica, aparece en estos casos cargada
vivencialmente. El proceso interpretativo permite poner a prueba con el paciente
formulaciones más o menos precisas que van surgiendo en el analista. El analista
conserva la impresión de que puede ponerse empáticamente en forma
concordante en el lugar del analizado, aunque esto implique un trabajo de
reconocimiento de vivencias muy distintas a las propias. Se mantiene la
diferenciación entre ambos, conservando la asimetría y la posición neutral del
analista.
CON LA CONTRATRASNFERENCIA CONCORDANTE EL ANALISTA
INTÉRPRETE PUEDE FUNGIR SU FUNCION GRACIAS A LA PERMEABILIDAD
DE LAS VIVENCIAS DEL PACIENTE CON LAS SUYAS PERO SIN RESPONDER
A LA DEMANDA TRANSFERENCIAL DEL PACIENTE. ESTAR AHÍ, SER
EMPATICO PERO MANTENIENDO LA ASIMETRIA Y LA NEUTRALIDAD.
PODER IDENTIFICARSE CON LOS OBJETOS INTERNOS NO TENDRIA QUE
RESULTAR COMO UNA INTERFERENCIA PUES SE APUNTA QUE SOLO SEA
PARA LA COMPRENSION DE LA PROBLEMÁTICA DEL PACIENTE Y NO DE LA
INTERVENCION A PARTIR DE LAS VIVENCIAS EVOCADAS EN LA
EXPERIENCIA DEL ANALISTA.
Contras: el analista no podría conectarse empáticamente con situación y vivencias
diferentes de las propias.
La contratransferencia complementaria: la palabra ausente.
La parte neurótica de la contratransferencia es la que interfiere en el proceso
analítico, en ésta se ponen en juego enlaces inconscientes entre paciente y
analista que paralizan momentáneamente el proceso. En estos casos existiría una
identificación proyectiva reciproca. El analista pasa a ocupar un lugar como objeto
del mundo interno del analizado –sintiéndose así tratado- y el analizado
represente objetos internos del analista. La captación de estos mecanismos a
través del analista de la contratransferencia latente del analista resulta esencial
para el develamiento del conflicto del paciente.
Contratransferencia, comunicación y neutralidad
Recientemente Renik (1993) señaló cómo la contratransferencia puede
entenderse retrospectivamente, y esta comprensión está precedida por puestas en
acto (enactments) contratransferenciales. Pero esta reestructuraciones
retrospectiva pasa por la comprensión del sentido de un accionar no consciente
del analista.
SOLAMENTE SE PODRIA DAR CUENTA DE LA CONTRATRANSFERENCIA A
PARTIR DE ACTOS Y DE UN ANALISIS A POSTERIORI.
Renik se ha referido al aspecto restrictivo que ha tenido el ideal de neutralidad
para el desarrollo del pensamiento psicoanalítico en la medida de que ha impedido
estudiar los alcances teóricos y técnicos de la participación de la subjetividad del
analista en el proceso analítico. Es cierto que este ideal ha llevado a confundir
neutralidad con distancia y frialdad y con la necesidad de poner al margen las
características personales del analista. Sin embargo, conserva sus aspectos
validos si se lo conjuga con una aceptación e investigación más realista de cómo
se va desarrollando el proceso. El ideal de neutralidad mantiene como importante
la tarea difícil para el analista de descentramiento frente a su propia participación y
de objetividad frente a su tarea.
“la contratransferencia concurre en las expresiones de su ser (del analista) y en su
conducta, las cuales influyen a su vez sobre la imagen que de él se forma el
analizado. Este percibe a través de las interpretaciones su forma, la voz, la actitud
del analista en todos los aspectos de su contacto con el analizado fuera de su
labor meramente interpretativa, etc. uno u otro estrado psicológico del analista; a
esto se agrega tal vez las –aún discutidas- percepciones telepáticas del
analizado.” (Racker, 1948, p. 183)
Los avances en la teórica clínica han permitido entender que la disposición
contratransferencial del analista se constituye no sólo como resultado del análisis
de su conflictiva infantil, sino como un complejo integrado además por sus teorías,
su historia y características personales y de estilo, etc. algunos de estos aspectos
pueden fácilmente volverse ciegos defensivamente frente al paciente. Ya sea
como defensas narcisistas, o cuando se dan posiciones contratransferenciales
ideologizadas fijas que predisponen en determinada dirección el encuentro con el
paciente.
LO QUE SE BUSCARIA SERIA RESCATAR LOS MOMENTOS EN QUE EXISTE
UN INVOLUCRAMIENTO CON EL PACIENTE, EN LOS CUALES SE DA CIERTA
PERDIDA DE LA ASIMETRIA Y MOMENTOS DE DIFERENCIACION Y
CONCORDANCIA, EN LOS CUALES SE PUEDE ESTABLECER UN PROCESO
ASOCIATIVO FLUIDO, RECUPERANDOSE LA ASIMETRIA Y LA POSICION
NUETRAL DEL ANALISTA.
De alguna manera al trabajo de contratransferencia (Urtebey, 1994) implica el
trabajo sobre el ideal de neutralidad, y sobre la posición neutral del analista. Esto
lleva a ampliar la función de observador participante de manera de considerar no
sólo la participación de la subjetividad del analista, sino también las modalidades
conscientes e inconscientes del vínculo analítico que se va generando en el
proceso.
Lacan plantea “no está excluido, -a Dios gracias-, que el analista, por muy buenas
disposiciones para ser analista que posea, experimente cierta angustia”
“Dentro de la lógica de las cosas, o sea de la relación que tienen ustedes con sus
pacientes, debería sofocarlos la angustia”
Tanto en el paciente como en el analista surge la angustia y cuando aparece en
este último desfallece la función analítica. La angustia que ciertas oportunidades
sentimos, nos invita a hacer algo, a tomar posición. Si interpretamos en función del
afecto de angustia, Lacan nos recuerda que no se sabe quien conduce el juego, si
el yo del analista o el del analizado: contratransferencia.
“sentir lo que de esa angustia el sujeto puede soportar, los pone a prueba –como
analistas- en todo instante”. Cuando habla Lacan de “sentir” se sabe que es el
motor de las interpretaciones yoicas. Continua: esa angustia “que saben regular
tan bien en ustedes, hasta taponar el hecho de que ella los guía”.
Para Kemper (1972), lo que el analista percibe, experimenta o actúa frente a su
paciente suele ser una mezcla de tres elementos distintivos:
4. Su reacción a la transferencia del paciente, entremezclada con
5. Reacciones sobre la base de una relación adecuada con el paciente y con
6. Reacciones con base en su propia transferencia inconsciente, ya sea al
paciente como persona, a determinados rasgos de éste o a la situación
analítica como tal.
Guerra (2001) la define como un conjunto de elementos propios del terapeuta,
tanto afectivos (incluyendo los de la propia personalidad) como los del saber
(teóricos), que se conjugan y han de ser controlados flexiblemente y dentro de un
marco psicoterapéutico de forma natural; a decir de este autor, los conceptos
teóricos y técnicos que el terapeuta maneje conformaría una especie de
pseudocontratransferencia que implicaría menos elementos emocionales.
Schkolnik (2001) sugiere que todas las concepciones de contratransferencia tiene
sus ventajas e inconvenientes y ninguna de ellas deja de tener un impacto en la
práctica clínica; dichas concepciones se podría ubicar en dos extremos; en uno se
ubican aquellas que consideran la contratransferencia como el resultado del
conjunto de reacciones inconscientes del analista a la transferencia del analizado,
mientras que en el otro se encuentra las que incluyen todo el funcionamiento
mental del analista durante la sesión, tomando en cuenta no sólo los niveles
inconscientes sino también aspectos preconscientes y manifestaciones que el
analista percibe en él mismo y considera relevante para comprender las
reacciones del paciente.
González (1989) propone una definición que parece contemplar los aspectos
mencionados, enfatizando que la contratransferencia es una reaccion emocional
del terapeuta, es lo que siente hacia sus pacientes dentro de la psicoterapia
psicoanalítica, producto de su historia, cultura, complejos, aparato psíquico, etc. y
también de lo que el paciente le hace sentir objetivamente con su personalidad y
su transferencia.
Ferenczi aborda este tema en su ensayo titulado “La técnica psicoanalítica”, en
donde menciona que el terapeuta es un ser humano con típicas cualidades, lo cual
lo obliga a realizar una doble función, por un lado tiene que tomar el mando de su
comportamiento con el paciente, controlar su contratransferencia y, por el otro
lado, la observación y examen de la actividad del paciente, para el análisis de su
estructura inconsciente desde la intuición contratransferencial (Guerra, 2001).
Reich (1987, citado en González y Rodríguez, 2002) postuló que la mejor forma de
captar el material del analizado es a través de la intuición ofrecida por el
inconsciente, considerando que el analista debe atender a los conocimientos
promovidos por su propio inconsciente.
GELSO Y HAYES (1998) ESTO LES PARECE UNA EXAGERACIÓN, YA QUE SI
BIEN, TODAS LAS REACCIONES EMOCIONALES DEL TERAPEUTA SON
IMPORTANTES, NO SE PUEDE CONSIDERAR A TODAS ELLAS COMO
CONTRATRANSFERENCIA; CABRIA DIFERENCIAR AQUELLAS REACCIONES
BASADAS EN CONFLICTOS NO RESUELTOS Y AQUELLAS QUE SON
RESPUESTAS NATURALES Y REALISTAS ANTE EL PACIENTE.
Racker
Para él la contratransferencia opera de tres modos: como obstáculo, al constituirse
los puntos ciegos, como instrumento para detectar qué es lo que pasa en el
paciente y como campo en que él analizado puede, en realidad adquirir una
experiencia viva y distinta de la que tuvo originariamente
Menciona que el analista debe tomar en cuenta los elementos neuróticos de su
personalidad que puedan entrar en juego en el proceso, ya que es objeto y sujeto
de trabajo.
Cada perspectiva psicoanalítica tiene su propia visión de lo que es la
contratransferencia y su impacto en el tratamiento; pero todas convergen en que
es siempre una creación conjunta; que involucra contribuciones tanto del paciente
como del analista.
En donde Freud sostiene que el porvenir de la teoría psicoanalítica se apoya en
tres grandes factores: el progreso interno, el implemento de autoridad y la
repercusión general de la labor de los analistas. Es en este primer punto, en el
progreso interno, donde se encuentra los aspectos teóricos el simbolismo y a nivel
técnico la contratransferencia.
Se ha dicho que Freud consideró la contratransferencia sólo como un obstáculo;
pero si la introdujo pensando en el porvenir era porque suponía que el
conocimiento de la contratransferencia se ligaba al futuro del psicoanálisis. Se
puede suponer, por lo tanto, que Freud presumía que la comprensión de la
contratransferencia significaría un gran progreso para la técnica psicoanalítica.
Si se comprenden los tres factores estudiados por Racker, se puede formular la
teoría de la contratransferencia, como correlato de la transferencia, diciendo que el
analista es, no sólo el intérprete, sino también el objeto de la transferencia.
El encuadre y dentro de él la reserva analítica justifica que la llamemos por
definición transferencia a lo que proviene del paciente y contratransferencia a la
respuesta del analista y no al revés.
El encuadre opera como una referencia contextual que permite que se dé este
juego de transferencia y contratransferencia; es la estructura sintáctica donde los
significados de transferencia y contratransferencia va adquirir su significación.
El encuadre ordena una relación distinta y particular entre el analista y el paciente,
una relación no convencional y asimétrica. De esta forma y sólo de esta forma
queda definido el tipo de relación con sus papeles de analizado y analista.
En primer lugar distinguió dos clases de contratransferencia según la forma de
identificación (Racker, 1953). En la contratransferencia concordante el analista
identifica su yo con el yo del analizado, y lo mismo para las otras partes de la
personalidad, ello y superyó. En otros casos, el yo del analista se identifica con los
objetos internos del analizado, y a este tipo de fenómeno le llama
contratransferencia complementaria.
Racker piensa que las identificaciones concordantes son por lo general empáticas
y expresan la comprensión del analista, su contratransferencia positiva sublimada.
En cambio, la contratransferencia complementaria implica un monto mayor de
conflicto. En la medida en que el analista fracasa en la identificación concordante
se intensifica la complementaria, en ambos casos están en juego los procesos
inconscientes del analista y su pasado.
LA IDENTIFICACION DEL ANALISTA CON EL SUPERYÓ DEL ANALIZADO ES
CONCORDANTE CUANDO HAY CONCIENCIA EN LA APRECIACIÓN DE LA
CULPA Y COMPLEMENTARIA CUANDO EL ANALISTA CUMPLE LA FUNCIÓN
DE CENSOR.
OTRO PUNTO CUESTIONABLE DE LA CLASIFICACION DE RACKER ES QUE
LA CONTRATRANSFERENCIA CONCORDANTE ES LA QUE MÁS SE PRESTA
A UN VINCULO DE TIPO NARCISISTA. ESTA PUEDE ANULAR EN CIERTO
SENTIDO LA RELACION DE OBJETO, LO QUE NO SUCEDE EN LA
COMPLEMENTARIA. LAS IDENTIFICACIONES CONCORDANTES
(NARCISISTICAS) SON LAS QUE IMPLICACN EL MAYOR MONTO DE
PARTICIPACION CONTRATRANSFERENCIAL.
Grinberg establece una gradación que va de la contratransferencia concordante a
la complementaria para llegar a la contraidentificación proyectiva. Lo que postula
específicamente Grinberg es que hay diferencia sustancial entre la
contratransferencia complementaria, en la cual frente a determinada configuración
transferencial el analista responde identificándose con los objetos del paciente, y
el fenómeno que él mismo describe en el cual el analista se ve forzado a
desempeñar un papel que le sobreviene: es la violencia de la identificación
proyectiva del analizado lo que directamente lo lleva, más allá de sus conflictos
inconscientes, a asumir ese papel.
La discriminación entre la contratransferencia complementaria y la
contraidentificación proyectiva no resulta difícil desde el punto de vista clínico si se
las separa cuantitativamente. Si el método no nos da instrumentos para
discriminar clínicamente, también desde la teoría se puede argumentar que, por
fuerte que se la proyección del paciente, el analista no tiene que sucumbir
necesariamente a ella; si sucumbe es porque hay algo en él que no le permite
recibir el proceso y devolverlo.
La contraidentificación proyectiva se produce específicamente como resultado de
una excesiva identificación proyectiva del analizado que no es percibido
conscientemente por el analista, y que, como consecuencia se ve “llevado”
pasivamente a desempeñar el rol que, en forma activa –aunque inconsciente. El
analizado “forzó dentro suyo”. Grinberg comenta que el proceso parte del
analizado y origina en el analista una reacción específica, por la que se ve llevado
inconscientemente y pasivamente a cumplir los papeles que el paciente le asignó.
Se tratar pues de un caso muy especial de la contratransferencia. Mientras que lo
característico de la respuesta contratransferencial es que el analista tome
conciencia del tipo de su respuesta y la utilice como instrumento técnico, en el
fenómeno de la contraidentificación proyectiva el analista reacciona como si fuera
real y concretamente hubiera asimilado los aspectos que se le proyectan.
Entonces es como si el analista “dejara de ser él para transformarse, sin poder
evitarlo, en lo que el paciente inconscientemente quiso que se convirtiera (ello, yo
u otros objetos internos)”.
La diferencia que existe entre la contratransferencia complementaria es que en
ésta el analista reacciona pasivamente a la proyección del analizado pero a partir
de sus propias ansiedades y conflictos. En la contraidentificación proyectiva “la
reacción del analista resulta en gran parte independiente de sus propios conflictos
y responde en forma predominante o exclusiva a la intensidad y calidad de la
identificación proyectiva del analizado” (Grinberg 1963, p. 117).
Desde el punto de vista práctico la teoría de Grinberg nos ayuda en los casos,
frecuentes, en que el analista se siente más invadido que comprometido en la
situación analítica. En cuanto a la teoría del proceso Grinberg nos ofrece una
hipótesis estimable para comprender los sutiles medios de comunicación que se
establecen entre el analizado y su analista.
LA FORMA DE HABLAR DE NUESTROS PACIENTES, INCLSUO LAS BROMAS
O LA MANERA DE SER NOMBRADOS CON CALIFICATIVOS QUE ALUDEN A
SU PROBLEMÁTICA O MOTIVO DE CONSULTA, SON, DESDE MI
PERSPECTIVA MANIFESTACIONES CONTRATRANSFERENCIALES.
Money-Kyrle
. Llama contratransferencia normal a la del analista que asume un papel parental,
complementario al del paciente: como la transferencia consiste en reactivar los
conflictos infantiles, la condición que más conviene a la contratransferencia es la
parental. Se entiende que normal quiere decir aquí la norma y no que el proceso
sea totalmente sublimado y libre de conflicto. El analista asume esa actitud
contratransferencial a partir de una vivencia inconsciente en la que se siente padre
o madre del paciente.
Money-Kyrle señala resueltamente en su trabajo que el conflicto
contratransferencial del analista no sólo proviene de su propio inconsciente sino
también de lo que el paciente le hace (o le proyecta), a la manera de las series
complementarias. La única solución que tiene el analista es analizar primero su
conflicto, ver después de qué manera el paciente contribuyó a crearlo y por último
advertir los efectos de su conflicto en el paciente. Sólo cuando este proceso de
autoanálisis se haya cumplido, estará el analista en condiciones de interpretar; y
entonces no tendrá ya necesidad de hablar de su contratransferencias sino
básicamente de lo que le pasa al analizado.
Contratransferencia directa o indirecta
Cuando el objeto que moviliza la contratransferencia del analista no es el
analizado mismo sino otro, se habla de contratransferencia indirecta. La que
proviene, en cambio, del paciente es la contratransferencia directa.
TODOS SABEMOS HASTA QUÉ PUNTO GRAVITA SOBRE NUESTRA
CONTRATRANSFERENCIA EL PACIENTE QUE, POR ALGUN MOTIVO,
DESPIERTA EL INTERES DE AMIGOS, COLEGAS O DE LA SOCIEDAD EN
GENERAL. EN ESTA CIRCUNSTANCIA TAN EVIDENTE QUE MUCHAS VECES
CREA UNA INCOMPATIBILIDAD PARA EL ANALISIS DEL ENCUADRE.
Vamos a definir la contra-acting out, es decir, el acting out del analista, como un
tipo especial de contratransferencia vinculado a una perturbación de la tarea. En
este sentido cabe mantener la definición de contratransferencia que si esta no es
la respuesta a la transferencia del analizado, configura un acting out del analista.
Gitelson (1952) distingue dos posiciones del analista en la situación analítica y
sólo a una de ellas le llama contratransferencia.
Reacciones al paciente como totalidad
En algunos casos, la actitud de neutralidad y de empatía que debe tener el
analista se pierde y, si el analista no lo puede superar, significa que el paciente le
ha reactivado un potencial transferencial neurótico que no lo hace adecuado para
ese caso particular.
Gitelson concluye que estas reacciones totales frente a un paciente deben
considerarse transferencias del analista y atribuirlas a la reactivación de una
antigua transferencia potencial.
EL CONTENIDO Y SOBRE TODO LA FORMA DE LA INTERPRETACION
EXPRESAN A VECES LA CONTRATRANSFERENCIA, PORQUE LA MAYORIA
DE NUESTRAS REACCIONES CONTRATRANSFERENCIALES, CUANDO NO
SABEMOS TRANSFORMARLAS EN INSTRUMENTOS TECNICOS, LA
CANALIZAMOS A TRAVÉS DE UNA MALA INTERPRETACION O DE UNA
INTERPRETACION MAL FORMULADA.
En el tercer tipo aparecer cuando el conflicto contratransferencial del analista es
fluido y versátil, suele aparecer como ocurrencia contratransferencial. El analista
se encuentra de pronto pensando en algo que no se justifica racionalmente en el
contexto en que aparece o que no suena como algo que tenga que ver con el
analizado. Las asociaciones del analizado, un sueño o un acto fallido, sin
embargo, muestran la relación.
Por otra parte, la posición contratransferencial indica casi siempre mayor conflicto.
Aquí los sentimientos y las fantasías son más hondos y duraderos y pueden pasar
inadvertidos. En el caso del analista que reacciona con enojo, angustia o
preocupación frente a determinado paciente.
A veces este aspecto de la neurosis de contratransferencia es muy sintónico y
pasa por completo inadvertido.
Otto F. Kernberg (1965), coincidiendo en general con las ideas de Racker,
describe un caso especial de posiciones contratransferenciales donde la
participación del analista es mayor y tiene que ver con la grave patología del
paciente. Lo llama fijación contratransferencial crónica y considera que se
configura cuando la patología del paciente, siempre muy regresivo, reactiva
patrones neuróticos arcaicos en el analista, de modo que analizado y analista se
complementan de tal forma que parecen recíprocamente ensamblados.
Winnicott
La contratransferencia verdaderamente objetiva del analista,
A. Stern (1924) quien distingue la contratransferencia que proviene de la
activación de los conflictos neuróticos del analista, de aquella otra que es
respuesta a la transferencia del paciente. Para Stern, la contratransferencia es la
transferencia del analista sobre el paciente y tiene en ambos el mismo origen: el
material infantil reprimido.
La muerte de Freud da licencia para pensar con más libertad en este tema. Hasta
entonces la contratransferencia había sido de tipo paterno y está llegando el
tiempo de la contratransferencia materna. Esta se abrirá paso en la medida en que
el complejo de Edipo ceda parte de su importancia.
A ese tiempo pertenece el trabajo de Alice y Michael Balint (1939) con la crítica de
la metáfora del analista como espejo, objeto inanimado desprovisto de
sentimientos. En sus análisis, la contratransferencia deja de ser un signo
patológico, incluso llegan a afirmar que la idea de controlarla puede no ser
apropiada; ante todo es necesario comprenderla para poder utilizarla. El analista
debe comportarse, si, como un espejo, pero no en el sentido pasivo, sino para
reflejar la totalidad del paciente.
EL ANALISIS DE LA CONTRATRANSFERENCIA, INTROSPECTIVO, MEDIANTE
EL PROPIO ANALISIS O LA PERTINENTE SUPERVISION, PERMITE INCIDIR
EN ESPACIOS DEL PACIENTE QUE LOS ASPECTOS PRECONSCIENTES O
INCONSCIENTES DE LA CONTRATRANSFERENCIAS IMPEDIAN. EN UNA
SITAUCION ANALITICA NOS LA HEMOS DE HABER CON LAS RESISTENCIAS
QUE EMANAN DEL PACIENTE Y TAMBIEN CON LAS QUE PROCEDAN DEL
ANALISTA. UNA CONTRATRANSFERENCIA MAL MANEJADA, QUE EQUIVALE
A DECIR INSUFICIENTEMENTE ANALIZADA, PROHIBE AL ANALIZADO A
PROSEGUIR EL ANALISIS EN DETERMINADAS DIRECCIONES.