Jesús es “el que es, el que era, y el que

viene“ (Ap 1,8).“Estoy a la

puerta y llamo. Si alguien me

escucha y abre la puerta,

entraré en su casa” (Ap 3,14).

La Navidad se realiza en mí cuando Cristo toma forma en mí.

Tengo que redescubrir el gozo de creer. La Fe no la puedo reducir al ámbito

privado. Eso no es Navidad.

La Fe es la puerta a la comunión con Dios, es mi gozo y mi paz. Pido un corazón convertido, un corazón abierto al prójimo.

La Fe me produce alegría, llena mi vacío interior y dura siempre pues anticipa el gozo eterno.

La Navidad fortalece mi esperanza. “El Señor está cerca de los atribulados

y salva a los abatidos”.

La Navidad del Año de la Fe es para mí una buena oportunidad para intensificar el gesto fraterno,

el testimonio de la caridad.

Necesito, Señor, tu colirio para que recobre la vista y así te descubra en las personas y te vea naciendo en mí.

La Navidad es Misterio, adoración, silencio. En este Año de la Fe,

tomaré conciencia de la cercanía de Dios.

“Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su único Hijo” (Jn 3.16). Es el triunfo de los sencillos y de lo sencillo.

Si la Palabra se hizo carne en Belén, la Palabra, tendrá importancia relevante en mi vida cotidiana.

Me dejaré acompañar por su Palabra.

Tengo que dialogar con Jesús en la oración, escuchar a Jesús que me habla en el Evangelio y está presente en el necesitado.

Divino niño: que florezca la paz en cada corazón.

Sé nuestra alegría y nuestra vida.

Tengo que redescubrir la figura de María como testigo de la Fe.

“He aquí la esclava del Señor”.

Fernando