Post on 04-Oct-2018
My Merlin Awakening Priya Ardis
Bookzinga
My Merlin Awakening Priya Ardis
Bookzinga
Sinopsis Si no has roto las reglas,
¿realmente has vivido?
xcalibur ha sido sacada de la piedra, ¿pero qué significa? A
Arriane (llamada Ryan) DuLac realmente no le importa.
Tiene problemas más grandes, como presidente estudiantil,
tiene que organizar la fiesta de graduación. Mientras el Concejo de
Hechiceros debate su próximo movimiento, deja la locura atrás y regresa a
casa. Pero no se puede esconder por siempre. Más pronto de lo que le
gustaría, Merlín (llamado Matt) la tiene persiguiendo el rastro de sirenas
en Fisher King.
El rey herido, derrotado en el pasado por el hermano de Merlín, Vane, es la
clave para salvar el futuro. En el camino, Ryan comienza a darse cuenta
que los amigos que pensaba que conocía, posiblemente no los conoce en
absoluto. En un momento de cambios de alianzas, debe decidir de qué
lado está, ¿en el del hermano que lucha por hacer el bien o el hermano que
se atreve a romper las reglas? Y Ryan debe decidir quién es, ¿una Regular
o un vencedora?
Una decisión equivocada y su familia se desmorona. Una decisión
equivocada y el mundo se cae a pedazos. No hay presión.
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Indice Sinopsis ................................................................................................................................................ 2
Prólogo ................................................................................................................................................ 4
Capítulo 1 ............................................................................................................................................ 8
Capítulo 2 .......................................................................................................................................... 23
Capítulo 3 .......................................................................................................................................... 34
Capítulo 4 .......................................................................................................................................... 50
Capítulo 5 .......................................................................................................................................... 72
Capítulo 6 .......................................................................................................................................... 87
Capítulo 7 ........................................................................................................................................ 109
Capítulo 8 ........................................................................................................................................ 132
Capítulo 9 ........................................................................................................................................ 141
Capítulo 10 ...................................................................................................................................... 150
Capítulo 11 ...................................................................................................................................... 172
Capítulo 12 ...................................................................................................................................... 189
Capítulo 13 ...................................................................................................................................... 216
Capítulo 14 ...................................................................................................................................... 229
Capítulo 15 ...................................................................................................................................... 239
Capítulo 16 ...................................................................................................................................... 261
Capítulo 17 ...................................................................................................................................... 277
Capítulo 18 ...................................................................................................................................... 289
Capítulo 19 ...................................................................................................................................... 304
Capítulo 20 ...................................................................................................................................... 313
Próximo Libro .................................................................................................................................. 324
Sobre la Autora ............................................................................................................................... 325
My Merlin Awakening Priya Ardis
Bookzinga
Prólogo Traducido por ƸӜƷYossƸӜƷ
Corregido por Dianita
odo por lo que había trabajado, planeado, proyectado y
generalmente manipulado que fuera posible, lo veía venir.
El futuro estaba sobre mí.
Mi nombre es Merlín.
Arturo caminó hasta la cima de una pequeña colina, rodeado por un
centenar de caballeros con armadura de malla, un revoloteo de brillantes
nobles vestidas, y una masa de plebeyos en una llanura marrón y gris.
Sacó a Excalibur de la piedra.
Era lo que la gente había estado esperando y aun así, se quedó sin aliento
cuando sucedió. La espada había estado asentada afuera del castillo de
Camelot bajo un gran roble blanco por tanto tiempo que se había vuelto
leyenda. Había sido olvidada por el reino. Un hombre de vez en cuando
intentaba sacar el reluciente metal, aunque sólo fuera por su valor
monetario tanto como por su misterio, pero nadie lo había logrado nunca.
Hasta hoy.
El príncipe, horas después de la muerte del Rey Uther, había sacado la
espada de su lugar de descanso, y el destino de todo el reino había
cambiado en un instante.
La pesada oscuridad que se había instalado en el aire dio paso a una
creciente sensación de expectativas. La fiebre brillaba en los ojos de todos,
desde los más fieles caballeros del reino hasta el último niño. Bajo una
bandera color rojo carmesí y glorioso blanco, todos observaron a su nuevo
rey con asombro.
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Su salvador había llegado.
Por último, un plebeyo exclamó un grito de júbilo, la primera descarga de
una onda en erupción. En unos momentos, toda la plaza se hizo eco de un
feroz sonido de victoria.
Tiré la capucha a mí alrededor y me hundí de nuevo en los árboles. El
reino sabría muy pronto de mí.
—Está hecho. —Una sombra vino a través del claro.
Me giré para mirar detrás de mí. Con suaves pisadas, Vivane o Vane, como
se había apodado hace mucho tiempo, aplastó las hojas con esos precisos
movimientos de sus botas que sólo podían emitir silenciosos gritos. La
mayoría de las criaturas rara vez tenían oportunidad de emitir algo en
torno a Vane. Pero no era eso lo que me molestaba. Fue cierta frialdad en
la mirada de mi hermano, lo que me molestó mi vida entera.
Vane se detuvo justo a mi lado.
—¿Por qué te mantienes en las sombras? No necesitamos esconder
nuestra magia. Nuestro momento ha llegado.
—Vendrá. Arturo prometió integrarnos al reino, pero nada pasa durante la
noche —lo corregí.
—¿Estás seguro que no está muy viejo?
—Arturo sólo tiene veintiocho. Tiene muchos años por delante —dije,
convencido tanto de mi como de él.
—A eso no es a lo que me refiero.
—Lo sé. —Se refería a que Arturo era muy viejo para cambiar. En la plaza,
los plebeyos que observaban desde una distancia segura comenzaron a
acercarse a su nuevo rey con rostros ansiosos. No pasó mucho tiempo
para que los caballeros de Camelot también salieran de su estupor,
formando una barrera alrededor de Arturo. Empezaron a llevárselo al
interior del castillo principal.
Un joven rompió la barrera de los caballeros. Un caballero se apresuró a
detener al niño.
Arturo levantó una mano para detener al caballero. Se arrodilló en una
rodilla para hablar con el emocionado muchacho.
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La bondad de la acción reavivó mi esperanza. Miré a Vane.
—Nos sacará de las sombras. Lo verás. Es el puente entre nosotros.
—¿El puente? Realmente no tienes idea qué significa eso, ¿verdad?
Apreté los dientes. Nada con Vane era fácil. Siempre había sido así desde
que éramos niños. Siempre tenía que tener la última palabra.
—La Dama dijo que no sabríamos el futuro hasta que la espada fuera
retirada. Quien la removiera determinaría el curso de nuestro futuro.
Vane resopló.
—Y desde que no has tenido visiones más allá de lo que pasó hoy, estás
forzado a creer en su palabra.
Puse una mano en el viejo tronco de un árbol grueso. Sus ásperos bordes
rasparon mis dedos. Pude sentir el poder bajo su áspero exterior.
—Nos prometió un destino más grande. No nos mentiría acerca de eso.
—Le tienes mucha fe.
Me giré para afrontarlo.
—¿Entonces, por qué me ayudaste con Arturo? Sin ti, nunca hubiera
tenido la habilidad para sacar la espada. Nunca hubiera pasado el juicio.
Vane no respondió.
Su atención estaba fija en Arturo e inmediatamente se trasladó a la
derecha del nuevo rey. Una joven mujer, vestida con un fino vestido,
estaba siendo escoltada fuera de la muchedumbre. Vane frunció el ceño.
—¿Quién es ella?
Casi gruñí.
—Guinevere.
—¿De verdad?
—Su prometida —añadí rápidamente—. Ella es muy devota a él.
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Vane alzó una ceja.
—Suenas como si la conocieras bien.
—Como amigo —dije con mesura.
—Percibo un dejo de decepción.
En contra de mi voluntad, apreté la mandíbula. Sentí el poder surgiendo
dentro de mí. Mis ojos debieron brillar, me dijeron que era una aterradora
visión ver brillar los ojos de un hombre de un azul radiante, pero la única
reacción de Vane fue una expresión petulante.
Suspiré y el poder cedió al instante. Vane era el único que podía hacerme
perder el control con tanta facilidad. Pregunté otra vez—: ¿Por qué me
ayudaste con Arturo?
Los labios de Vane se retorcieron en una sonrisa lenta.
—Eso debería ser obvio, Merlín. Quiero cambiar mi destino y como amigo
del rey, puedo hacer justamente eso.
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Capítulo 1
Traducido por Shadowy y Primula
Corregido por Paaau
staba cansada de ser real. Todo lo que quería hacer era
poner una sonrisa y fingir hasta que mis dientes dolieran.
Quería volver a la época cuando todo era simple. Quería
volver a esa persona que no necesitaba cuestionar todo, que no tenía que
luchar por cada centímetro de espacio, que no tenía que recordar respirar.
Quería volver a ser sólo la chica buena. Quería volver a ser yo. Si sólo
supiera lo que "yo" significaba ya.
Una pelota de lacrosse me golpeó en la cabeza. Giré para mirar al agresor.
—¡Despierta, DuLac! —gritó Vane desde la barrera.
Rechiné mis dientes y froté mi cabeza. La puntuación estaba diez a dos…
no a nuestro favor. Posiblemente la razón por la que nuestro nuevo
entrenador puede haber estado tan cabreado.
Vane, o el Dr. Vivane Northe, se había unido al personal de la Secundaria
Acton Concord durante las vacaciones de invierno. Había asumido la
posición dejada por la Sra. Bedevere, mi profesora de Historia Europea,
quién no sólo se había casado durante las vacaciones de Navidad, sino que
ahora estaba esperando un hijo. Su nuevo esposo era nuestro profesor de
Física, un bajo hombre enérgico y al parecer, no estéril. De verdad, era
posible saber demasiado sobre tus profesores.
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Fulminé con la mirada a Vane. Él llevaba pantalones de chándal azul
marino, un gorro de lana y una sudadera con capucha azul a juego. Yo
llevaba delgados pantalones impermeables, ninguna chaqueta y ningún
gorro caliente. El gorro era mi culpa. Estaba puesto en mi bolsa de deporte
dentro de los vestuarios con calefacción. Por supuesto, Vane se negó a
dejarme volver adentro para recuperarlo. En conjunto, prefería estar
acurrucada en cama con un libro, en vez de parada en el medio de un
campo en un día de invierno congelante hasta los huesos en Concord,
Massachusetts, agarrando un helado palo de lacrosse.
Vane sonrió con suficiencia de vuelta hacia mí, como si supiera
exactamente lo que estaba pensando y tuviera cero simpatía.
—Deja de soñar despierta y coge el ritmo, Ryan.
Quería tomar la pelota y golpearlo en la cara, pero no lo hice. No era de ese
tipo... Por desgracia. Mi nombre es Arriane Morganne Brittany DuLac.
puedes imaginar por qué decidí ir por Ryan en su lugar. Me di la vuelta
para hacer frente a las chicas en el otro equipo y me obligué a
concentrarme.
Estaba un poco sorprendida al darme cuenta de que ni siquiera sabía
cuántas chicas estaban jugando. Vane había dividido el equipo de lacrosse
para el juego de práctica. Mi lado usaba camisetas de práctica de azul y
amarillo, el otro equipo vistiendo de rojo y negro. Otra chica en mi equipo
agarró la pelota y comenzó a zigzaguear a través de la oposición hacia la
meta. Corrí, manteniéndome justo detrás de ella, pero seguí hacia el
exterior.
El amargamente áspero viento que helaba Nueva Inglaterra en esta época
del año golpeaba contra nuestras espaldas con persistencia implacable.
Montones de nieve intacta puesta a los bordes del campo de lacrosse. Pero
aquí, en el centro del campo, suficiente nieve había sido despejada para
revelar fangoso barro y hierba crujiente. Esta nieve parecía tan atractiva
como la cosa negra alquitranada que se alineaban en las orillas de las
carreteras de toda la ciudad. El romance de Navidad había desaparecido.
Estábamos adentrados en febrero, y nos enfrentábamos a varios meses
más de frío puro.
Obviamente, Vane estaba con la tortura. Era la única explicación para
hacer al equipo practicar afuera en el medio del invierno. ¿Cómo había
acabado saliendo con tal psicópata?
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No es que Vane fuera el único caso mental afuera hoy. En el campo al lado
de nosotras, el entrenador de futbol de los chicos, por no ser aventajado
por el entrenador de las chicas, había lanzado también a sus jugadores al
entorno helado. Vi el pelo marrón gris de mi hermano moviéndose
alrededor en el tropel de chicos en pantalones deportivos y camisetas
térmicas de licra apegadas a los músculos.
—¡Llega al frente, DuLac! —gritó Vane, trotando paralelo a nosotras en la
línea de banda—, ¡mueve tu trasero!
A mi lado, una chica rió del hostigamiento de Vane. Mis ojos se
estrecharon. Ramanajan. Recién salida del equipo universitario junior, ella
había tomado el lugar vacante que Alexa dejó… lo que habría estado bien,
si no hubiera jugado tan bien. Quería tiempo para extrañar a Alexa. No
estaba lista para simplemente seguir adelante.
Mi hermana merecía ser llorada.
La ira resultó ser el impulso que obligó a mis cansadas piernas a luchar
contra la enemiga invisible, la dama de invierno. Mis pulmones se
extendían en mi pecho hasta que dolía, pero de alguna manera me empujé
y tiré de mi misma delante de mi equipo. Aun así me quedé fuera. El otro
equipo bloqueaba la meta con una línea de defensa sólida. Ramanajan,
una chica delgada con largas trenzas negras, tenía la pelota en su palo de
lacrosse y corría en su lugar mientras trataba de encontrar un hueco.
Sin siquiera mirar en mi camino, ella lanzó la pelota directamente hacia
mí. Una apoyadora trató de interceptar la pelota pero la superé, usando mi
hombro para bloquear mientras saltaba y levantaba mi palo de lacrosse.
La pelota aterrizó con un porrazo sólido en la red de mi palo.
Tenía un buen tiro a la meta. Otra compañera de equipo saltaba arriba y
abajo, moviendo su palo en el aire. Ella estaba un poco más cerca de la
meta, pero situada en un ángulo extraño. Era un riesgo, pero enganché el
palo y disparé la pelota hacia ella. Ella la atrapó y la envió volando hacia la
meta. Todas contuvimos nuestras respiraciones. La pelota se estrelló
contra la cima del poste. Por suerte, se fue hacia abajo en lugar de afuera
y se embarcó en la meta.
En las líneas laterales, Vane sopló el silbato. El juego de práctica había
terminado.
Ramanajan corrió hacia mí y me golpeó los hombros.
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Forcé una sonrisa.
—Buena decisión, Ryan. Al igual que te vi a ti y Alexa juga… —Ramanajan
se calló cuando mi sonrisa vaciló. Se puso seria—. Lo siento. No debería
haber dicho… bueno, buen pase, Ryan. —Rápidamente, se alejó de mí
para chocar los cinco con algunas de las otras chicas.
Me quedé mirando fuera al tranquilo campo. Parpadeaba con fuerza para
frenar la difusión de emoción que se cernía justo detrás de mis párpados.
La chica apoyadora que había bloqueado para llegar a la meta golpeó mi
espalda.
—Todas la extrañamos, DuLac.
—Gracias, Chistine —dije. Eché un vistazo hacia Vane, quién todavía
estaba en la línea lateral justo detrás de nosotras. El equipo lo rodeaba. No
podía oír lo que ellas estaban diciéndole, pero escuchaba los signos de
exclamación. Vane hizo una respuesta, lo que causó que la chicas
chillaran de risa. Ramanajan puso una mano en sus bíceps y apretó. Mis
ojos se estrecharon.
—Ugh —dijo Christine—, ¿Cómo vamos alguna vez a pasar la temporada
cuando todo lo que ellas quieren hacer es babear sobre el Entrenador 007?
Hice una mueca. Entre su acento británico, delgado y musculoso físico, y
mortales-pero-calientes miradas, Vane tenía una cualidad al estilo Bond al
que nadie parecía inmune.
Christine golpeó mi espalda con otra fuerte palmada.
—Vamos, entremos antes de que nos convirtamos en hielo. Oh, ordené
esos cartones de espuma como tú querías.
—Bien —dije—. ¿Quién sabía que el baile de graduación sería tanto
trabajo? —Christine estaba en el comité de planificación conmigo.
Ella sonrió.
—Puse mi voto en ti.
Gemí. Yo realmente no quería ser la reina del baile. No quería ser
cualquier tipo de reina. Una imagen de una espada incrustada en piedra
destelló en mi mente, y la ironía de la declaración no se me escapó.
Comencé a caminar lentamente hacia el gimnasio con ella.
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—Bowler, DuLac, esperen. —Vane vino detrás de nosotras con el resto del
equipo escoltándolo—. Bowler, lleva esto a los vestuarios. —Le entregó a
Christine una bolsa voluminosa.
Ella gruño ante su inesperado peso, pero le dio a Vane una sonrisa
beatífica que bordeaba en la estupidez.
—¿Usted sabe mi nombre?
Él le dio un breve asentimiento. La sonrisa de ella se amplió.
Hice una mueca.
Una ráfaga de viento helado nos estimuló a darnos prisa.
Vane me agarró.
—DuLac, vamos a charlar.
Charlar. Palabra Británica para “Quédate quieta mientras te grito.”
—Sí, Entrenador —dije con los dientes apretados.
Las chicas que habían estado dirigiéndose rápidamente hacia el gimnasio
desaceleraron a paso tortuga y me miraron con curiosidad.
Los labios de Vane se curvaron en una sonrisa fría.
—¿Qué fue eso? Tenías un claro tiro a la meta. ¿Por qué no lo tomaste?
Mis pies giraron hacia adentro. Mordí mi labio.
—Estamos aquí para practicar, ¿no? ¿Cómo puede el resto del equipo
hacer eso si yo estoy tomando todos los tiros?
Vane inclinó su rostro hacia el mío. La cima de mi cabeza sólo alcanzaba
sus hombros. Su aliento caliente en mi cara, gruñó.
—No estás tomando todos los tiros. No estás tomando ninguno de ellos.
Ese es el problema. Tú eres su líder, DuLac. Actúa como tal.
No respondí. No estaba segura de qué decir. ¿Qué podría decir que él
entendería? Yo había sido entrenada por Vane para ser una líder, una
campeona, pero no me sentía como una. Sólo tuve suerte.
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Vane continuó—: Juega como lo hiciste hoy, DuLac, y te pondré en la
banca. Hay un montón de otras listas para tomar tu lugar si tú no puedes
cambiar de actitud.
Resoplé.
—Me fue bien en nuestro último partido.
—Bien no es lo suficientemente bueno para la co-capitana. Perdimos el
partido.
—Doce a once —dije.
Debimos haber estado hablando en voz alta porque las otras chicas
dejaron de fingir estar regresando al gimnasio y se detuvieron
completamente. Ramanajan y Christine se dieron la vuelta primero para
mirarnos a Vane y a mí. El resto del equipo siguió su ejemplo.
Le lancé una mirada enojada.
—Estamos ajustándonos. Perdimos a nuestra capitana. ¿Recuerda? No
hemos escogido a una nueva. Nuestro viejo entrenador lo habría arreglado
ya.
—¡Ramanajan! —ladró Vane.
La delgada chica saltó ligeramente.
—Felicitaciones, te has vuelto capitana. —Vane la miró. Ella le sonrió con
una amplia sonrisa. Él miró al resto del equipo. Ellas le devolvieron su
mirada como una jauría de perros maltratados, deseosas de complacer con
un poco de miedo.
—Sé que es difícil perder a un miembro del equipo y su entrenador casi al
mismo tiempo, pero no podemos pensar en ello. Son las mejores jugadoras
de la escuela. Muchas de ustedes se están graduando. Para tener una
oportunidad de becas, es necesario mantener sus ojos en el objetivo. Jugar
aquí no se trata sólo de ganar algunos partidos. Se trata de su futuro.
Muéstrenles que son las campeonas, que ya han probado ser ustedes
mismas. Fuimos el primer lugar en nuestra división el último periodo. No
hay ninguna razón por qué no podamos hacerlo de nuevo… si pueden
mantenerse concentradas. —Vane se volvió hacia mí—. ¿Qué dices,
DuLac?
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—Lo intentaré —murmuré.
—El entrenador tiene razón —dijo Ramanajan rápidamente—. No podemos
perder si logramos averiguar cómo trabajar juntas de nuevo. Como su
capitana, les prometo que no descansaré hasta que así sea.
Vane le dio un asentimiento enérgico.
—Bien.
Me estremecí cuando otra ráfaga de aire ártico corrió por el campo abierto
y nos alcanzó.
—Todo el mundo adentro —dijo Vane.
El equipo no necesitó más incitación. Con brazos enlazados, se
acurrucaron juntas contra el frío y corrieron adentro. Las seguí. Vane no
me detuvo de nuevo como yo medio esperaba que hiciera. Me di la vuelta
para mirarlo.
Se quedó mirando a través del campo vacío con una expresión pensativa,
sus cejas rubias oscuras fruncidas. Tenía la sensación de que no estaba
pensando en el lacrosse. Tuve que resistir la tentación de acercarme y
poner una mano contra los duros pómulos de su cara. Sacudí mi cabeza.
Cuando se trataba de Vane, yo era más patética que nadie más en el
equipo.
***
Me tomó unos poco minutos ducharme después de la práctica. Las otras
chicas estaban aún felicitando a Ramanajan cuando salí apresurada de los
vestuarios. Fui la primera en llegar a Historia. La habitación en el sótano
me recordaba a un calabozo. Baratos combos contrachapados de escritorio
y silla ocupaban la mayor parte del espacio. Un delgado escritorio de
profesor se veía estéril en el frente. La mayoría de la habitación estaba
desprovista de cualquier decoración. Altas ventanas rodeaban lo alto del
salón de clase, dejando entrar un poco de sol, pero no lo suficiente para
iluminar el interior lúgubre.
El salón de clases se llenó rápidamente mientras los estudiantes de
apresuraban al toque de la campana. Había por lo general uno o dos que
pasaban el tiempo justo afuera en el pasillo hasta que la campana los
obligaba a entrar, pero no en esta clase. Todo el mundo se sentó y esperó
por el profesor.
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Un par de personas se asomaron desde el pasillo. Eran profesores en su
período de descanso. El sonido agudo de la campana sonó. Nosotros
esperamos. Nadie estaba particularmente sorprendido de que nuestro
profesor estuviera tarde. Escuché pasos golpear por el pasillo, luego unas
risitas de las voces de los maestros persistentes en la sala antes de que
Vane entrara al salón.
—Ah, todos están aquí —dijo Vane, como si fuera una sorpresa.
Eché un vistazo alrededor del envasado salón. Cuando la Sra. Bedevere
estaba enseñando Historia Europea Avanzada, a pesar de ser la única
clase de Euro-Historia, apenas la mitad del salón estaba lleno. Ahora, cada
escritorio tenía un estudiante y sabía que había una lista de espera de
varios estudiantes si un espacio se abría. La mayoría de la clase era, por
supuesto, chicas. Y por la forma en que miraban fijamente a Vane con tal
intensa concentración, dudaba si un espacio se iba a abrir en corto
tiempo.
Vane dejó su bolsa sobre el suelo junto a la mesa del profesor. Con tiza
blanca, escribió “Grecia Antigua” en la pizarra en blanco. Pregunto sin
volverse—: ¿Quién ha hecho su lectura?
Casi todas las manos del aula se levantaron.
Me obligué a bajar la mía. Mire detrás de mí hacia Grey y levanté una ceja
al ver la taciturna expresión de mi hermano. Grey y tres de sus
compañeros sentados en la parte de atrás. La mano de Grey no estaba
arriba, pero sus amigos alzaron las suyas. Eran los únicos chicos que
quedaban.
Muchos de los otros muchachos que originalmente habían estado en la
clase, durante un mes, desaparecieron poco a poco, transfiriéndose a otra
clases cuando sus novias los persuadieron a que cedieran su espacio. Ya
que mi hermano no tenía novia, y no parecía dispuesto a conseguirla en
un futuro cercano, se quedó. Él también quería vigilar de cerca a Vane.
Vane se volvió. Sus ojos fijos en Grey.
—¿No le gustan los griegos, Ragnar?
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—¿No se supone que tenemos que estar en la Primera Guerra Mundial o
algo así? Las pruebas AP1 no están tan lejos. La Sr. Bedevere ya cubrió
esto.
—Efectivamente, lo hizo. Sin embargo, cuando les di el examen sorpresa
de la semana pasada, parece que ninguno de ustedes fue capaz de
responder algunas de las preguntas de esta área. Por lo tanto, todos
tendremos que volver a atrás para tratar estos agujeros. Y espero que
usted complete sus tareas, no solo las cuestione. —Dirigió a Grey una
mirada sarcástica—. Pueden hacer eso una vez que construyan realmente
unos fundamentos básicos. —Vane miró a toda la clase.
Ellos le miraban con ojos atentos.
—¿Quién me puede decir la fecha de la gran erupción volcánica en la isla
griega de Thera?
Una agitada chica al frente tosió y levantó su mano en el aire, venciendo a
las otras veinte chicas cuyas manos se levantaron también en alto.
Vane me miró.
—¿Bien, DuLac?
Si pudiera hundirme un poco más abajo en mi asiento, lo habría hecho,
pero mostrar debilidad frente a Vane no era una opción.
—La fecha estimada dice que en algún lugar entre 1630 A.C. y 1600 A.C.
alrededor de treinta a quinientos años.
Vane parpadeó. Estaba claro que no esperaba que en realidad conociera
las fechas. No sé por qué, pero le sorprendió que había, de hecho, leído la
tarea. Las descarrilladas no son elegidas presidente de los estudiantes.
Además, soy una nerd de historia. ¿Por qué otra cosa podría estar
interesada en un muchacho nacido en el año 519?
Me encontré con la mirada fija de Vane. No parecía en absoluto fuera de
lugar en este tiempo a pesar de ser congelado criogénicamente en una
cueva por más de mil quinientos años. El personal de Acton-Concord se
sorprendió cuando el nuevo entrenador de Lacrosse se hizo cargo de una
clase de historia. La combinación de afilado ingenio —completamente
1 AP: Advanced Placement, en español Colocación Avanzada, es un plan de estudios en
los Estados Unidos y Canadá. Las universidades participantes otorgan crédito a los
estudiantes que obtuvieron altos puntajes en sus exámenes, lo suficiente para calificar.
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real— y sus credenciales —completamente falsas— habían ganado al
final.
—¿En qué está basada la fecha estimada? —preguntó Vane.
—La datación por carbono de un olivo encontrada bajo el flujo de lava.
—¿En qué ciudad estaba establecida Thera?
—Akrotiri, un asentamiento minoico —le dije.
—¿Qué causo también la erupción? —Abrí la boca para responder.
Vane alzó la ceja.
—Es evidente que usted ha leído su tarea, DuLac. ¿Vamos a permitir que
otra persona responda?
Con mis mejillas ardiendo, miré a Vane. Por supuesto, no pude llegar a
nada fieramente inteligente en el acto. Algunas personas tenían esa
capacidad, yo no.
Ramanajan, que estaba sentado detrás de mí, se aclaró la garganta.
—La erupción fue tan grande, un tsunami de unos cientos metros de
altura devastó la costa norte de la isla de Creta, el centro de la civilización
Minoica, unos sesenta y ocho millas de distancia. Los Minoicas nunca se
recuperaron de la erupción. En menos de cincuenta años más o menos,
sus fortalezas cayeron y las ciudades y estados como Atenas, Esparta y
Argos llegaron al poder.
Vane asintió. Muy cerca de su escritorio, se sentó en el borde y miró a la
clase por un minuto. No dijo nada, pero me encontré conteniendo la
respiración en espera.
—Un acontecimiento que cambio el mundo tal y como lo conocemos. Hace
que te cuestiones, ¿no es así? ¿Cómo todo lo que sabemos, incluso la
manera en que vivimos, puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos?
No me miró, pero sabía que sus palabras estaban directamente dirigidas a
mí.
La clase le devolvió la mirada. El mundo entero había, literalmente,
temblado cuando la espada del Rey Arturo apareció incrustada en una
piedra gigante, en medio de Londres. Los noticieros lo habían llamado el
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“Temblor General”. Varios meses después, nadie podía explicar la
aparición de la espada. Nadie podía descifrar científicamente como una
roca, nada más que del tamaño de una camioneta, creó una ola de
impacto que causó que el mundo entero temblara.
Hizo cambiar al mundo. Solo la aparición de la espada del Rey Arturo
había causado una tormenta de emociones, nadie quería decir la palabra
“M”.
”M” por magia.
Dos chicas frente a mi volvieron la cabeza y me dieron una mirada de
lástima. Miré a mi escritorio.
“M” era de Merlín. “M” era de Matt.
Matt Emrys, mi especie de ex novio que antes era considerado el chico
más caliente en el instituto Acton Concord, había salido de la parte
profunda y declaró en las noticias internacionales que era Merlín. Después
de su anuncio, Matt parece haber sido llevado en una camisa de fuerza.
Las personas también pensaban que era hilarante que Grey y yo
hubiésemos hecho una fila para tratar de sacar la espada de la piedra,
junto con todos los otros locos. Lo que en realidad habíamos hecho era
más loco de lo que podrían haber imaginado.
Vane tomó unos papeles sobre su escritorio y buscó entre ellos.
—Sin embargo, mientras esperamos a que el mundo cambie, tengo sus
pruebas de la última vez. De las notas, puedo decir que muchos de
ustedes ya han dejado sus vacaciones de mediados de invierno. —
Descruzó las piernas largas y delgadas, y empezó a repartir las pruebas.
Algunas de las chicas en realidad se rieron de emoción cuando les entrego
sus pruebas.
Vane se acercó a mi escritorio. Sin alzar la vista, levanté mi mano, con la
palma hacia arriba, para que cayera la prueba. Sus dedos rozaron mi
palma. Dejó el papel sobre el escritorio en su lugar. Me quedé mirando el
papel. Negándome a ceder a la tentación de mirarlo.
Vane se rió en voz baja.
—Mostrándose decente, DuLac. Tú eres la única que logró responder a la
fecha de la muerte del Rey Arturo correctamente.
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No pude evitarlo. Alcé los ojos para mirar sus marrones oscuros.
—No se ha demostrado que en realidad existió.
Sus irises color avellana se profundizaron.
—¿No?
—La espada y la piedra cayendo de la nada, prueba que parte de la
leyenda existía. Así que, ¿por qué no el Rey Arturo? —dijo la chica agitada
del frente—. Y alguien incluso tiró de la espada.
—Tirar de la espada no le hizo rey… —empecé.
—No —dijo ella—, pero si un trozo de la leyenda es cierta, te hace
cuestionarte el resto.
—¿Crees que Emrys es realmente Merlín? —preguntó Grey en la parte de
atrás del salón.
—Grey —susurró una de las chicas que se sentaba a su lado mientras le
pegaba en un bíceps—. No hables de él. Se va alterar el Sr. Northe…
Vane interrumpió suavemente.
—Mi hermano ha permitido que este misterio lo abrume, pero les aseguro
que está recibiendo toda la ayuda necesaria. Él siempre ha sido un poco…
delicado.
Delicado. Me debatí patear a Vane en la espinilla.
Siguiendo el ejemplo de libro de jugadas de Vane, por una vez, el
cuidadoso y determinado Matt había hecho lo impensable. Expuso la
magia a una multitud de periodistas en medio de un anuncio de prensa.
Todo había sido encubierto, algo así. Todas las grabaciones digitales y
análogas del canal de noticias habían sido alteradas para mostrar a Matt
supuestamente haciendo magia. Los periodistas en la sala de prensa que
habían visto a Matt hacer magia también tenían sus memorias
“arregladas”. Eso dejó un último grupo de personas que vieron la
trasmisión de noticias. El número era sorprendentemente pequeño, pero
considerando que no conocía a nadie que realmente viera el programa de
televisión cuando lo estrenaban, supongo que no era demasiado alcance.
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Bookzinga
Por una vez, Matt había hecho algo imprudente. Algo a lo que sólo Vane se
hubiera atrevido. Así que, naturalmente, Vane quería desecharlo como si
no significara nada. Estrujé la prueba que tenía en mi mano.
Vane alzó una ceja sarcásticamente.
—Cuidado, DuLac, necesita saber las preguntas de la prueba. —Miró al
resto de los estudiantes—. Sé que es el segundo semestre, pero han
decidido tomar una clase Avanzada y la prueba cubrirá todo esto y mucho
más. —Acarició mi cabeza—. Quiero asegurarme de que llegues a tu
máximo potencial.
Apretando los dientes, me resistí a gruñirle.
Con una sonrisa de gato risón, Vane se alejó hacia otro estudiante. El
resto de la clase se llenó de más discusiones sobre los hechos de la
mitología griega. Para un descendiente directo de los antiguos romanos,
parecía extraño que Vane estuviera gastando tanto tiempo en Grecia. Por
primera vez desde que había llegado hasta allí, un escalofrió recorrió mi
espina dorsal. Vane estaba tramando algo.
Y eso, usualmente, significaba que alguien estaba a punto de morir.
***
Quince minutos después del primer almuerzo, los pasillos estaban
desiertos. Cualquiera que no tuvo el primer almuerzo, estaban sentados en
aulas, todavía en clases. Yo estaba en Proyectos Independientes. Abierto
sólo a un conjunto de selectos estudiantes, la clase permitía explorar una
profesión bajo la tutoría de un experto en el ámbito de la comunidad. Unos
pocos estudiantes estaban sentados en un aula vacía. Grandes ventanales
ocupaban una pared. El aula de Proyectos Independientes era una de las
habitaciones más bonitas de toda la escuela, lo que significaba que en
realidad era abierta a los pocos rayos de luz solar cuando embellecían la
ciudad. Ocho mesas circulares ocupaban el aula. Cada mesa tenía cinco o
seis asientos plásticos estilo cubo. Después de los primeros cinco minutos,
los otros estudiantes empezaron a irse hasta que Grey y yo éramos los
únicos que quedábamos. Proyectos Independientes te permitía salir de la
escuela durante dos horas enteras para hacer investigaciones. Tenía que
ser la razón número uno del por qué todo el mundo tomó la clase. Además,
el maestro sólo se presentaba el lunes para revisarnos.
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Tenía mi portátil abierta y escribiendo en un folleto que estaba creando. Mi
proyecto era para abrir una pequeña exposición en un museo local. Todos
hemos tenido que crear un nuevo proyecto relacionado con lo que
estábamos estudiando. Bueno, mi proyecto era un poco por encima del
promedio, ya que realmente había convencido a un museo a exhibir mi
exposición, pero no llegas a ser presidente de los estudiantes siendo una
fracasada. De todos modos, uno de los estudiantes estaba filmando un
comercial real de una pequeña tienda de ropa. Tenía que superar eso.
Grey venía con un análisis de cartera de una empresa de inversión. El
mentor de Grey era un VP del Banco Ragnar, un banco de propiedad de la
mamá de Grey —mi mamá adoptiva—, que podría escribir un análisis de
cartera dormida. Mi mentor pasó a ser el Dr. Vivane Northe. Conocido
como Vane, todo en vano. Nada sin dolor… Podía seguir.
Grey cerró su ordenador portátil y se puso su mochila.
—¿Ya estás listo? —le pregunté, sorprendida. Nos sentamos en la misma
mesa, uno frente al otro—. ¿No acabas de empezar?
—Me voy a reunir con Joey y un par de chicos en la tienda de sándwich.
Le di una mirada escéptica.
—Tenemos que hacer una presentación sobre todo lo que hemos hecho
para la próxima clase.
Grey resopló.
—La Sra. Morris asignó un tiempo de diez minutos para cada uno de
nosotros. Puedo escupir estupideces durante por lo menos quince. —Se
colgó su mochila sobre su hombro y se levantó—. No te preocupes,
hermanita, me va a salir muy bien. Siempre es así. —Me dio una sonrisa
que no llegó a sus ojos. Desde que habíamos conseguir volver de Londres
donde casi había muerto, Grey no ha sido el mismo.
Le dije—: ¿Has hablado con Gia? Ella ha dejado como un trillón de
mensajes.
Grey se aferró de la silla en la que había estado sentado.
—Ella está en la preparatoria Avalon. Estoy en Massachusetts.
Simplemente no es un buen momento para nosotros… Para hablar.
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Bookzinga
—Bien, ¿le puedes decir eso? —Dios, los chicos podían ser tan idiotas.
Él miro a sus pies.
—Lo haré, lo haré.
Discursos de chicos para “pienso seguir evitándola hasta que ella se dé por
vencida”.
—Más tarde. —Grey se precipitó antes de que yo pudiera hostigarlo más.
Abrí en mi laptop una foto de Grey, Alexa y yo de hace seis meses. Alexa
estaba en el medio, con sus brazos alrededor de Grey y de mí. El aire de
arrogancia ocasional de Grey combinaba con su cómodo look de capitán de
fútbol. El rostro clásico de Alexa tenía una sonrisa que podría haber
puesto en marcha a mil naves. Yo estaba ligeramente al lado, con una
sonrisa forzada y dientes blancos. Arrugué la nariz por mi propia imagen
fingida. Odiaba tomar fotografías.
—¿Algún olor desagradable?
Salté, sorprendida, cuando la voz de Vane rompió mi ensueño.
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Bookzinga
Capítulo 2
Traducido por LizC y Maru Belikov
Corregido por amiarivega
ué? —dije.
Sacó un asiento envolvente que parecía para un niño
de cinco años y se dejó caer en él. La silla se tensó un poco, pero lo
sostuvo. Movió mi nariz con un dedo.
—Eres adorable cuando estás molesta.
Fruncí el ceño y cerré la laptop.
—Veo algo molesto en estos momentos.
Los labios de Vane se apretaron para reprimir una sonrisa.
—¿Por qué tan hostil, amor?
—¡Me golpeaste en la cabeza con una pelota!
—Te lo merecías.
—No me gustó eso —le dije.
—Esa es la primera reacción de verdad que he recibido de ti en un mes,
excepto cuando tengo mi lengua hasta el fondo de tu garganta.
Le di una mirada irritada.
—¿Q
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Bookzinga
—Eres el peor mentor en el mundo. No me has ayudado en nada.
—Invoqué el museo embrujado para ti —dijo.
Con su habitual sentido del humor perverso, me puso a investigar los
ensayos de brujería.
Era una de las pocas en el mundo que sabía que los hechiceros eran
reales. Después de todo, uno estaba sentado frente a mí en este momento
y encontré toda la historia de los ensayos inquietantes. Exactamente lo
que Vane había estado esperando, estaba segura. Amaba cualquier
historia que retratara la vida de opresión y persecución de los hechiceros,
convenientemente con vistas de cuán asquerosamente ricos se habían
convertido muchos de los hechiceros hoy en día.
Él continuó—: He configurado la sede para tu exhibición. El resto está en
tus manos. Además, si trato de ayudar, me vas a decir que todas mis ideas
son una completa mierda. Odias cuando las cosas no son exactamente
como tú quieres.
—Cuando las cosas no están bien —le corregí.
—Exactamente —dijo con aire de suficiencia.
Entrecerré los ojos.
—Suena conveniente... para ti.
—Suena como que esta va a ser una larga conversación. —Vane hizo un
círculo con la mano. Una luz roja tenue nos rodeó, formando una burbuja
casi invisible.
—¿Qué estás haciendo? —susurré—. ¿Qué pasaría si alguien te ve?
—Puedes hablar tan fuerte como quieras ahora. —Se sacudió de nuevo en
la silla de plástico pequeña, levantando las dos patas delanteras sobre el
suelo—. La burbuja no permite que nadie fuera escuche nada de adentro.
Sólo van a escuchar algún murmullo.
Eché un vistazo a la puerta abierta y a la tenue luz roja que nos velaba.
—No lo sé.
Vane hizo un gesto con su mano. La puerta se cerró de golpe.
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—¿Feliz? —Las patas de la silla de Vane golpearon al caer. Me sacó de un
tirón de la silla y me llevó a su regazo.
Dejé escapar un grito de sorpresa.
—¿Has perdido el juicio?
Vane acarició mi cuello.
—Definitivamente. Eres maravillosa.
—La puerta tiene una ventana. —Me empujé lejos de él, incluso cuando
mis dedos se clavaron en sus hombros musculosos, con ganas de
empujarme más cerca de él—. ¡Vas a ser despedido si alguien se entera de
nosotros!
—Hay tantas normas en este siglo —murmuró—. Dime, ¿por qué estamos
aquí otra vez? El Consejo te pidió que regresaras a la Preparatoria Avalon.
La base del Consejo de Hechiceros operaba en la Escuela Preparatoria
Avalon. Murmuré—: No soy una hechicera. No pertenezco allí.
—Has demostrado tu valía más de lo necesario. —Me acercó a él y dijo en
voz baja a mi oído—: Perteneces a cualquier parte.
Levanté mi cabeza para mirarlo.
Sus ojos estaban llenos con tanta sinceridad desnuda que tuve que bajar
los míos. Mi corazón se derritió un poco. Me quedé mirando al espacio. Por
último, dije—: Necesitaba volver a casa.
Metió un errante mechón de cabello rubio oscuro detrás de mi oreja.
—Y así, vinimos. Pero hemos estado aquí por más de un mes y no pareces
satisfecha. Estás distraída. No sólo en la cancha, sino todo el tiempo. ¿Qué
está pasando?
—Estoy bien. —Inconscientemente, toqué el amuleto de la piedra preciosa
roja que llevaba alrededor del cuello. Matt me lo había dado.
Los ojos de Vane se estrecharon.
—¿Es eso lo que te distrae? ¿Mi hermano?
—¿Qué? No… —Me mordí el labio—. Tal vez. Sólo me preguntaba si estaba
bien.
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—Él está bien —dijo Vane—. Mi hermano puede cuidar de sí mismo.
Los dedos de Vane se enredaron en mi cabello mientras me empujaba más
cerca.
—Olvídate de él —dijo con dureza.
Con brazos de acero envueltos a mí alrededor, me incliné hacia él,
enterrándome en su pecho. Su calor se filtraba en mi piel, con la tensión
en mis hombros aliviándose poco a poco a medida que más calor me
atraía. Levanté mi cabeza. Nuestros labios estaban apenas a centímetros
de distancia. Tragué saliva. ¿Qué estaba haciendo con Vane? ¿Podía
realmente manejarlo? Era mayor... En más de un sentido, no sólo en la
edad. Estar con él era emocionante y aterrador al mismo tiempo. Traté de
no sentirme abrumada. Me di la vuelta.
—¿Qué tal si vamos a ver una película esta noche?
Después de una pausa, dijo—: Sabes que no podemos. No es seguro para
ti.
—Es sólo una película. Nada va a suceder si nos tomamos una noche.
—No puedo ser visto contigo.
—Eres un hechicero. Puedes encontrar una manera. Disfrázate de alguna
forma. —La ventana mostraba un cielo pintado con tonos de gris
cambiante. Mis palabras salían de lo más profundo de mi garganta—.
Quiero salir en una cita real.
—Hemos tenido una cita.
Fruncí el ceño.
—Besarnos en el sofá no cuenta.
Los labios de Vane se curvaron hacia arriba.
—Es más seguro que salir.
No lo creía. Me aparté de él y me recosté en la silla.
—Nadie vendrá tras de mí.
Vane me miró como si yo fuera idiota.
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—Por supuesto que lo harán.
—Nadie ni siquiera sabe que estoy aquí.
Él soltó un bufido.
—Las gárgolas casi quemaron tu casa. Créeme, ellos saben dónde estás.
Si pensaba que un berrinche funcionaría con Vane, habría hecho uno. En
cambio, me crucé de brazos y encajé la mandíbula.
—Voy a salir esta noche, Entrenador… Te guste o no. El Consejo encargó
que me protejas, no que me encarceles.
—No estoy aquí porque me lo pidieran —dijo él.
Bufé.
—Ni siquiera me dejas ir a una cafetería. Todo lo que hago es ir a la
escuela, casa, escuela, casa... En repetición. Es ridículo. Ya. Me. Harté.
—Estás exagerando. Has estado en varios juegos —me recordó.
—¡Me precipitaste en una camioneta después de cada uno! Ni siquiera
pude llegar a pasar el rato con el equipo después. Muy bien podría estar
encerrada en un calabozo con la cantidad de libertad que tengo.
—Si te encerrara en un calabozo, te aseguro que no te aburrirías —dijo
Vane en voz baja.
Sus ojos seductores me hicieron señas. Tratando de no sonrojarme, me
puse de pie.
—Además, eres más del tipo de ser encerrada en torres —comentó Vane—.
No veo por qué te quejas. Te llevé un bote de helado.
Di un salto y estampé mi pie tempestuosamente.
—¡No es gracioso! ¿No podemos pretender ser normales por una noche?
Me miró durante un largo minuto.
—Como quieras. Pero sólo vamos a donde yo diga.
Parpadeé. ¿Había realmente cedido… por una vez?
—Mejor que haya palomitas de maíz.
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Me interrumpí con un jadeo cuando el amuleto alrededor de mi cuello de
repente empezó a arder. Parecía apretar como una soga en mí. Haciendo
sonidos de asfixia, traté de arrancarlo, pero no se movió.
—¡Ryan! —Vane se puso de pie.
El mundo tembló a mí alrededor. La habitación vibraba como lo había
hecho durante el Temblor General. Vane me agarró por la cintura y me
estabilizó. Gritó más allá del ruido de la habitación temblando.
—Matt está teniendo una visión fuerte. Permítete verlo. Cierra los ojos.
Miré fijamente los ojos color avellana de Vane. Me aferré a ellos durante
todo el tiempo que pude. Entonces, respirando profundamente con
esfuerzo, hice lo que me dijo.
En la oscuridad, la primera cosa que noté fue el olor a madera y tierra…
Matt. Estaba viendo lo que veía a través del amuleto.
Matt había presentado una serie de amuletos y anillos encantados a mí y a
otros en un grupo selecto de estudiantes en la Preparatoria Avalon. Casi
inmediatamente había sido atraída a éste. Llamado el Ojo del Dragón, una
gran piedra preciosa rubí se asentaba incrustada en un colgante de oro
mate. La cadena de oro a juego era gruesa y más como una cuerda en
comparación a las cadenas ligeras a las que estaba acostumbrada. No me
habría ido normalmente por algo de aspecto tan medieval, pero éste me
había golpeado. La conexión ha sido tan fuerte que había querido arrancar
los ojos de mi amiga Gia cuando ella lo había agarrado primero.
Más tarde, me enteré de que el amuleto había sido hecho por Matt y formó
una conexión especial entre nosotros… Una conexión que unía nuestros
pensamientos.
Imágenes inundaron mi mente.
Un océano. Justo frente a la costa de una isla tropical. El agua hervía,
creando burbujas rompiendo en vapor. Una gran explosión de humo estalló
como un géiser fuera del agua. Un rojo fuego y lava vertida a los lados de un
tornado de humo.
La escena cambió. Otro océano. No hay tierra a la vista. Una ola de humo
avanzaba a kilómetros en el cielo.
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Una vez más, la escena cambió a una cadena de islas estériles. La masa de
tierra entera retumbó cuando tres bocanadas de humo se extendieron por el
océano y de varios lugares de las islas. Olas frenéticas en el océano tiraban
y empujaban en un violento tira y afloja. En un movimiento de honda, el
agua se retiró y luego se liberó, desatando una pared de agua que subía y
subía hasta que podría jurar que tocaba el cielo.
Abrí los ojos de golpe.
—Tsunami.
Todo en la habitación se había movido solo un poco. Mi laptop se sostenía
cerca del borde del escritorio. Me giré hacia Vane con los ojos abiertos.
—¿Qué paso? ¿Otro temblor?
—No lo sé. —Vane me sentó. La silla plástica rechinó mientras caía sobre
ella. Vane volteó mi laptop abriéndola. Con unos cuantos clics llegó a un
sitio de noticias.
ÚLTIMAS NOTICIAS, declaraba en brillantes letras rojas.
Vane hizo clic en un video.
Un reportaje de noticias apareció. Un periodista bien arreglado en un
pulcro traje apretaba un iPad y hablaba desde un escritorio de noticias.
—Pasó aquí hace unos momentos y reportes confirman que parece haber
sucedido en todos lados… Otro temblor que abarca todo el mundo.
Muchos están preguntándose si es el Temblor General otra vez. Sin
embargo, este parece haber sido uno de escala mucho menor. No hay
muchos daños de lo que hayamos escuchado, hasta ahora. Sólo un leve
temblor. La mayor pregunta es qué lo causó…
Vane pausó la secuencia de video.
—¿Esto es lo que viste?
—No. —Froté mi frente—. Vi una erupción de volcanes en el océano. Cinco
de ellos. Parecían ser en diferentes lugares alrededor del mundo. Luego, vi
un tsunami construyéndose en el océano.
La mirada de Vane se agudizó.
—¿Merlín tuvo una visión sobre el océano?
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—¿Dónde más tendrías un tsunami? —Tomé la laptop de Vane. Coloqué el
término “volcán bajo el agua” en el motor de búsqueda. Hice clic en un
video de noticias sobre uno que causó un tsunami. Sur de Asia. 2004.
Imágenes del tsunami de treinta metros de altura que había visto en mi
cabeza mostrándose en el video de las noticias. El video cambió para
mostrar las repercusiones: Siguieron escenas tras escenas de pueblos
destruidos y personas sin hogar.
—Esto es lo que viene, pero lo que vi va a ser mucho peor. —Mis ojos se
llenaron de lágrimas.
Vane maldijo. Alcanzándome, tomó mis hombros y me tranquilizó.
—¿Por qué no puede mantenerte bloqueada de esto como me bloquea a
mí?
Los poderes de Vane y Matt estaban conectados. En un punto, Vane había
sido capaz de hablarme a través del amuleto. Una vez que Matt lo
averiguó, bloqueó a Vane, pero por alguna razón no me bloqueó a mí.
Bueno, sospechaba el motivo. Pero me negaba a verbalizarlo… incluso en
mi cabeza. Nunca podría decirle a Vane. Sinceramente, estaba feliz de que
Matt lo haya cerrado. Él era lo suficientemente intenso como novio. No
necesitaba tenerlo en mi cabeza también.
—Estaré bien. —Me estiré lejos de él y alcancé mi teléfono—. Deberíamos
llamar al servicio de emergencia. Advertirles.
Vane me arrancó el teléfono.
—¿Y decirles qué? ¿Que tuviste una visión? En realidad no tuviste una
visión. Viste la visión de Merlín. Ellos te colgarán sin siquiera pensarlo.
Con todos los sistemas de alerta que tienen diciéndoles que todo está bien,
los regulares no te prestarán atención.
—¡Tengo que hacer algo! —dije.
—No, tienes que calmarte y pensar. Necesitamos ayuda para resolver todo
esto.
Vane dio un golpecito en la pantalla táctil de mi teléfono celular y marcó
un número. Vi el número en la pantalla, pero no lo reconocí. No lo
distinguía como algunos de mis contactos. El número se conectó.
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Bookzinga
—¿Marilynn? —Colocó el teléfono en su oreja—. ¿Qué sabe el consejo
sobre tsunamis?
***
El resto del día en la escuela se fue como un borrón. Todos parecían estar
en piloto automático, incluso los profesores. Muchos de ellos revisaban las
noticias recientes, ignorando descaradamente la regla de no celulares. Aun
así, todo parecía estar quieto después del pequeño temblor.
Grey y yo fuimos juntos a casa. La calle principal de Concord parecía
inusualmente abandonada mientras manejaba el auto que compartíamos
en un giro redondo y dentro de la pequeña calle que guiaba a los
suburbios boscosos, pasando más allá de Walden Pond. El frío febrero con
su cielo gris y azul destacaba la ennegrecida nieve que se encontraba en
las cunetas del camino. Al menos, el aire que fluía de afuera olía a pino
mojado y a madera húmeda.
Giré en un pequeño camino abierto de grava fuera de la carretera,
marcado por un corto buzón. Casi a medio camino, otra Land Rover
saliendo de atrás de un carril oculto bloqueó nuestro camino. Bajé mi
ventanilla y saludé. Sin reconocimiento, la otra Land Rover retrocedió y
desapareció de regreso al carril oculto, dando la señal de estar bien para
continuar.
¿Guardaespaldas o centinelas? No sabía exactamente como llamarlos.
Hechiceros-matones parecía muy descortés para alguien que arriesgaba su
vida por ti. Además de revisar quiénes estaban entrando en el bosque,
Vane y Sylvia también habían establecido un perímetro invisible para
detectar cualquier magia.
Lancé una especulativa mirada a Grey, que estaba sentado agachado en el
asiento del pasajero. No era como si él me hubiera dado la oportunidad de
conducir, pero hoy ni siquiera había puesto una señal de protesta. El
temblor había traído de vuelta muchos recuerdos. Salimos del camino a un
patio circular enfrente de la mansión Ragnar, mi hogar.
La mansión de cien años de antigüedad contaba con hermosas ventanas
arqueadas, varios balcones e incluso una puntiaguda torre. Puntiagudas
gárgolas de piedra sobresalían de los bordes de la casa. Irónico, desde que
actualmente las gárgolas casi quemaron la casa hace unos meses.
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Me moví hasta detenerme cerca de una fuente rota en el medio del patio.
Solía tener una estatua de gárgola que expulsaba agua de su boca. La
estatua de la gárgola había sido aplastada cuando el corvette de Grey
chocó contra ella… El día que la espada y la piedra cayeron de la nada. El
día que Alexa murió. El día que todo cambió para nosotros.
Me quedé mirando a la fuente. No me sorprendió que Sylvia no la hubiera
arreglado. Dudaba que alguna vez lo hiciera.
—¿Está empezando otra vez, no es cierto? —dijo Grey.
Presioné un botón y el motor de la Land Rover se apagó.
—Nunca se detuvo, Grey.
Grey continuó como si no me hubiese escuchado.
—El temblor de hoy no fue una coincidencia. Todo regresa a la espada de
Arturo.
—¿Pensaste que sacando la espada de la piedra era el final? Hay una
razón de por qué apareció en primer lugar.
—Sí y sé la razón —murmuró Grey mientras tiraba de la puerta para
abrirla. Saltó fuera para mirarme—. Es una broma, Ry. Y la broma está
sobre nosotros. Alguien con un mal sentido del humor la dejó en el medio
del mundo y así ellos podrían vernos mientras tratábamos de matarnos los
unos a los otros para obtenerla. La parte triste es… que eso fue
exactamente lo que hicimos.
Grey golpeó la puerta del auto y se dirigió a la mansión. Lo observé subir
los cortos escalones a las puertas dobles de entrada. Las puertas eran una
obra maestra. Hierro forjado con un intricado diseño de hojas en cristal
esmerilado. Eran nuevas. Las viejas puertas se habían quemado en una
lluvia de bolas de fuego. Ese día dejé la mansión sin saber si regresaría
alguna vez.
Ese día, la espada y la piedra aparecieron en Londres y aprendí sobre
magia. Aprendí que Matt, el nuevo chico en la escuela del que había estado
flechada, era un mago. También aprendí sobre las gárgolas. Ellos querían
matarme a mí y a Grey porque éramos candidatos. Aparentemente, fuera
de todos en el mundo, sólo unos pocos de nosotros tenían el potencial para
sacar realmente la espada. Por lo tanto, los candidatos también tenían el
mayor potencial para morir.
My Merlin Awakening Priya Ardis
Bookzinga
El Consejo de Hechiceros envió a Matt y a Vane fuera para reclutar y
entrenar Candidatos con la esperanza de aumentar sus oportunidades de
sobrevivir, pero más con la esperanza de que el victorioso portador de la
espada se sumaría a los asistentes. Las gárgolas habían tomado un
enfoque diferente. Para asegurar su éxito, ellos decidieron matar a cada
Candidato que no fuera una gárgola.
Sólo que no fue ni a Grey ni a mí a quienes ellos mataron en su primer
ataque. La imagen de una chica con ojos increíblemente brillantes, una
amplia sonrisa y una mordaz inteligencia colgaba del delgado velo que
separa el día de la noche. Alexa.
El rugido de otro motor sonaba mientras otra SUV negra se movía hacia la
entrada, con sus brillantes faros perforando a través del persistente
fragmento de memoria. Abrí el lado del conductor y salté de la Land Rover.
Levanté la mano hacia mi cara para bloquear la claridad de los faros que
brillaban directo a mis ojos. La puerta del lado del pasajero se abrió y la
sombra de una figura salió.
Mi corazón dio un incómodo salto. El amuleto en mi cuello cálido en
contra de mi voluntad.
Suaves rayos de luz desvaneciéndose debajo de una pesada melena de
cabello castaño ondulado haciendo un halo rojizo alrededor de la cabeza
de un chico. Tenía una cara delgada, pestañas oscuras y ojos muy viejos
para alguien que sabía que sólo tenía dieciocho.
Todavía llevaba una chaqueta negra de motociclista. Recordaba la
sensación de mi mejilla en contra de la parte trasera de ese sintético cuero
y la sensación de volar mientras su Ducati tomaba las curvas abiertas de
la carretera.
Matt. El amuleto dio un suspiro silencioso. Mi pulso se aceleró fuera de
control y estaba asustada de que explotara.
La perfecta boca de Matt se curvó en una vacilante sonrisa. Sus hombros
llenos y pesados se enderezaron. Tomó un paso hacia mí y luego otro…
Hasta que estaba de pie sólo a unos pasos en frente. La última declaración
que me hizo colgando entre nosotros. La palabra con A. Aquella con la que
no tenía nada que ver.
Todo lo que tenía que hacer era dar un paso hacia él.
My Merlin Awakening Priya Ardis
Bookzinga
Capítulo 3
Traducido por Merlie
Corregido por amiarivega
yan? —empezó Matt. Se calló pero luego comenzó de
nuevo—. ¿Está Silvia dentro? Necesito hablar con
ella.
Parpadeé. Después de que me apartara. De no habernos visto por dos
meses, ¿eso era todo lo que tenía que decirme?
No todo, pero es un comienzo, susurró su voz en mi cabeza.
Casi brinqué. Toqué el amuleto que nos conectaba. La única vez que había
oído que Matt hablaba en mi cabeza había sido la última vez que nos
habíamos visto. Después de meses de reflexionar sobre nuestro último
encuentro, concluí que sólo me había hecho… enojar.
¡Sal de mi cabeza, Matt!
—Como desees —murmuró.
Mis dedos se curvaron en un puño. Cerrando lo que sea que significara.
Había sido su elección no estar juntos y yo ya había pasado de eso.
—¿R
My Merlin Awakening Priya Ardis
Bookzinga
Las luces del SUV se apagaron. Vane bajó del asiento del conductor.
Caminó hacia adelante, pasando por el frente del automóvil y
alcanzándome en unos pocos pasos. Por un segundo, se quedó justo al
lado de su hermano. Sólo un poco de la luz del día permanecía.
El parecido en sus rostros y la marcada línea en sus frentes hizo que los
hermanos parecieran asustadizamente similares, pero ahí era donde el
parecido acababa. Los ojos avellana de Vane brillaron a pesar de la
oscuridad. Los ojos ambarinos de Matt se hundieron en la noche con una
mirada agonizante. Vane movió sus anchos hombros con poca gracia. Los
delgados hombros de Matt se sostuvieron firmes e inmóviles. A pesar de
sus sombras, ambas fluctuaron de repente afiladas y toscas, incluso
cuando la antorcha de Vane alumbró un poco como para desvanecerlas. El
tigre junto al león, Vane caminó hacia adelante y se plantó directamente
en la línea entre Matt y yo.
—¿No nos invitarás a entrar? —dijo Vane.
—¿Desde cuándo esperas por una invitación? —Alcé una ceja—. ¿Por qué
llamaste a Matt?
—No suenas muy decepcionada —dijo Matt secamente.
Vane sonrió mordaz.
—Yo no lo llamé. El Consejo lo hizo.
Otras cinco SUV aparecieron de la arbolada senda y se dirigieron hacia la
entrada de autos. Me tensé. Vane se puso entre las SUV y yo.
—Todo está bien. Creo que te gustarán estas visitas —Matt tocó mi
hombro—. Siento que hayas visto esa visión. Puede ser algo… perturbador.
La destrucción que había visto era más que perturbadora. Era terrible.
Bajé mi mirada.
—No sé cómo puedes vivir con eso.
—Ayudaría tener a alguien para compartirlo, por una vez —dijo
suavemente—. Pero yo no te habría dado esa carga, estoy agradecido de
que se vayan lo suficientemente rápido como cuando vienen.
Fruncí el ceño.
—¿Has estado viniendo aquí?
My Merlin Awakening Priya Ardis
Bookzinga
—He estado en el área —dijo Matt evasivamente.
Las SUV derraparon al lado de Vane. Varios hombres vestidos con
uniformes, camisetas negras y largas chaquetas de lana salieron de ellos.
Reconocí a algunos de ellos como magos guardianes que protegían a los
Candidatos mientras íbamos al Concilio. Dos brujos adolescentes saltaron
fuera de la última SUV al lado de la destrozada fuente, una chica pelirroja
vestida con ropas góticas punk y un chico huesudo con lentes.
Dejé escapar un chillido de alegría y corrí para encontrarme con ellos.
—¡Gia! ¡Blake!
Gia se rió y me encontró a mitad de camino. Me atrapó en un apretado
abrazo.
—¡Te extrañé!
Toqué su largo cabello rojo.
—Creció. —La última vez que la había visto tenía el cabello corto
puntiagudo. Ahora, largos rulos suaves enmarcaban su rostro—. Se ve
bien.
Me dio una sonrisa de autoconciencia.
—Necesitaba un cambio.
Entendía eso. Después de una noche de batirse a duelo con miles de todas
esas gárgolas, el día se veía diferente. Me volví hacía Blake y fue el
siguiente en ser atacado. Él se volvió con un muy entusiasmado abrazo,
aunque torpe y tieso.
—Eh… Estoy feliz de verte, Ryan —dijo con un pesado acento británico.
Gia puso los ojos en blanco.
—No puedo creer que me hayas dejado sola con este apático como
compañía. La Preparatoria Avalon es aburrida sin ti.
Vane había encontrado a Gia en Hong Kong y la había traído a la
Preparatoria Avalon de la misma manera que Matt me llevó a mí. Ella
nunca habló de su pasado y por lo poco que sabía de ella, no estaba
segura de preguntar.
My Merlin Awakening Priya Ardis
Bookzinga
Gia miró hacia arriba, a los frontones de Ragnar Manor y musitó—: Lindo
lugar, DuLac. Un poco aterrorizante, pero… lindo.
Busqué su rostro.
—En realidad, es la casa de la familia de Grey.
Su expresión se atenuó.
—Sí, Grey. —Echó un vistazo dentro de la enorme puerta acristalada que
ocupaba la mitad de un lado de la casa—. ¿Él está dentro?
Asentí con la cabeza.
—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Qué pasa con la escuela?
—La escuela nos ha dado vacaciones por una semana y el Consejo
quería…
Blake se aclaró la garganta. Miró a Matt, quien se mantuvo en el borde de
la entrada.
—Tal vez deberíamos permitirle al maestro Emrys explicarlo.
—¿Podemos entrar? —dijo Matt—. Tengo que hablar algunas cosas con
Sylvia primero.
Un anciano guardián, Clarence, con cara escarpada y una expresión
severa, caminó hacia nosotros. Los otros guardianes se desplegaron detrás
de él.
Me sorprendió que cuando me enfrenté con Clarence inclinara la cabeza en
reconocimiento.
—Señorita DuLac —dijo antes de que sus ojos se deslizaran a Vane y a
Matt.
—Maestro Emrys, ¿debemos empezar a prepararnos? Tengo a veinte
guardianes más que llegarán aquí dentro de una hora.
—¿Veinte más? —Miré a los dos hermanos mientras caminaban de cerca—
. ¿Qué está pasando?
Vane se encogió de hombros.
—Pregúntale. Él es el sabio.
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Me volteé hacia Matt.
—¿Qué has hecho ahora?
A mi lado, oí a Blake exhalar un suspiro sorprendido. Me sorprendió que
aún tuviera a Matt en un pedestal.
Matt enrojeció.
—Vamos a entrar. Sylvia y Grey tienen que escuchar esto también. Será
más fácil para hacerle frente a todas sus preguntas a la vez.
¡O podrías decírmelo ahora!, grité las palabras en mi cabeza, cruzando mis
ojos con los de Matt.
Me dio una mirada suave.
¿No me quieres fuera de tu cabeza?
—Uh —dijo Gia—, ¿Quieres avisar a tu familia que estamos aquí?
¿Avisarle a Grey? Mi corazón se retorció ante la súplica en sus ojos. Asentí
con la cabeza y se acercó a la pequeña pila de escalones que conducían a
la puerta principal. Detrás de mí, oí que Matt ordenaba a Clarence: —
Continuar con los preparativos.
¿Qué preparativos? Hervía de enojo para cuando entré al vestíbulo de la
mansión de mármol. Entré en un hermoso salón con ventanales enormes
en dos paredes laterales, con vistas al patio en la parte delantera y de una
hermosa vista panorámica de los bosques en la parte posterior. Un fogón
gigante dominaba la pared intermedia.
Las paredes brillaban con pintura fresca. Sofás, sillones y mesas bajas
brillaban como todo lo nuevo. Mientras que la casa había sobrevivido al
fuego, su interior no había tenido tanta suerte. Antes del incendio, la casa
había sido rellenada con muebles antiguos de madera que decenas de
Ragnar habían reunido con el tiempo. La llamé “cabaña en los bosques”,
era algo chic. Alexa la había llamado “casa pastoral”. Después del
incendio, Sylvia había remodelado todo a su gusto. Al menos, algo bueno
había salido de la catástrofe.
Sentado en el sofá, con los pies posados sobre una mesa de café de
mármol gris, Grey comía palomitas de maíz y tenía un control remoto en
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las manos. Un juego de disparos se proyectaba en la pantalla plana de
sesenta y cinco pulgadas.
Empujé sus pies fuera de la mesa de café.
—¿Tienes alguna idea de lo que está pasando afuera?
—¿Eh? —murmuró Grey, mientras disparaba con fuerza a unos pocos
personajes que aparecían en la pantalla.
—¿Sylvia está en casa?
—Mamá estaba preocupada después del temblor —dijo entre jugadas—.
Quería asegurarse de que estuviéramos bien. Creo que está en la cocina.
Agarré el control y señalé la ventana del frente. Una multitud de
guardianes subió las paredes señoriales y las arboledas, en busca de
escondites.
Grey se enderezó.
—¿Pero qué...?
Vane entró en la sala de estar.
—Hollow Hill Three. He estado esperando por esto. Pensé que no iba a salir
por lo menos en un mes más.
—Mamá lo consiguió antes gracias a un amigo —dijo Grey.
—¿Cuántos hechizos tuvo que vender para conseguirlo? —Vane se dejó
caer en el sofá al lado de Grey y tomó su control.
Grey protestó.
—¡Ey!
Matt entró en la habitación.
—Emrys. —Grey lo miró consternado—. ¿El Consejo lo ha liberado?
Le di a Grey una patada en la espinilla.
—¿Qué? —murmuró—. Pensé que habían enjaulado al chico de oro
después de aquel truco que usó.
—No habrían sido capaces de contenerme —dijo Matt con arrogancia.
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—Grey, hay algo que tengo que decirte… —vacilé. Había estado tan
distante, demasiado desde que nos habíamos encontrado de nuevo. Y no
estaba muy segura de cómo iba a reaccionar ante aquella realidad de estar
aquí.
—Mi hermano trajo algunos amigos —dijo Vane—. Incluyendo a tu novia,
Ragnar.
—¡Vane! —fruncí el ceño hacia él.
—Es mejor cauterizar la herida que dejar que se agrave, amor.
—¿Gia aquí? —Grey saltó hacia arriba. Me lanzó una mirada furiosa—.
¿Por qué no me lo dijiste? ¿Dónde está?
—Esperándote afuera —dijo Matt.
Grey salió apresuradamente de la habitación.
—Ese es el mayor movimiento que he visto en él en meses —comentó Vane
antes de reiniciar el juego. Se sentó recostándose en el sofá.
Me quedé mirándolo. Ugh. Él iba a conducirme al asesinato. ¿Cómo podían
hacer esto los chicos? Letales un minuto y al siguiente, completamente
letárgicos. Volví mi molestia a Matt, en su lugar—. ¿Por qué estás aquí
realmente?
Matt sacó lo que parecía un viejo cuchillo de su chaqueta de motociclista.
Se lo ofreció y ordenó—: Aayat.
El cuchillo se expandió y alargó en una espada. Los últimos rayos del sol
se desvanecieron cayendo sobre la espada, lo que permitió que el oro mate
hiciera brillar a la empuñadura. La hoja de acero gris brillaba con un
toque de azul en la luz. La piedra preciosa de mi amuleto estaba caliente
contra la piel desnuda de mi cuello. El Ojo del Dragón se despertó en
presencia de la espada del rey Arturo.
—Excalibur. —Miré la espada. Se quedó en el aire, en silencio y esperando.
Entonces, un susurro revoloteó a lo largo de los lóbulos de mis orejas. La
espada me hizo una seña hacia ella. Sentía su tirón.
Me balanceaba hacia ella.
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Una imagen de un tejado lleno de una gran variedad de personas,
asistentes, gárgolas y Regulares, me vino a la mente. Se arrodillaron a la
espada. Se arrodillaban ante mí.
Me aparté.
Vane alzó la vista del videojuego.
—La trajiste. ¿Por qué? Es demasiado peligrosa para dejarla salir de la
protección del Consejo.
—Para recordarle lo que ha dejado atrás. —Matt fijó los ojos en mí. Había
estado observando cada una de mis reacciones—. Es hora de volver a casa,
Ryan. Es necesario volver a la Preparatoria Avalon.
Me obligué a apartar la mirada de la espada. Me alejé de ella una vez y
podría volver a hacerlo. Nadie sabía lo difícil que había sido, nadie, excepto
quizás Matt. Él sabía sobre el poder, el aplastante manto de la
responsabilidad. Mis ojos se clavaron en los de él, oscuros. La
comprensión brilló allí, pero también un indicio de gravedad.
Mi resentimiento estalló. Él siempre anteponía las necesidades de la
espada primero, no yo. ¿Por qué tuve que recordarme a mí misma eso?
Crucé los brazos sobre mi pecho.
—Estoy en casa, Maestro Merlín. Recuerda que ya has reclamado la espada
como tuya.
—Me acuerdo de lo que dije. —Los ojos de Matt se profundizaban con
emoción no expresada. —Lo dije al mundo. No para ti. No es mía y los dos
sabemos eso. El Consejo quiere que vuelvas. Ellos sienten que es
importante que te entrenes correctamente con Excalibur y quieren que los
demás estudiantes sean entrenados junto contigo.
—¿Ellos quieren que todos los candidatos sean entrenados? —comentó
Vane—. Interesante.
Matt le dirigió una mirada de dolor.
—Quieren que regreses también. Para entrenarlos.
—Tiene sentido. Soy el mejor —dijo Vane.
Me resistí ante el impulso de poner los ojos en blanco.
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Vane me miró.
—Sin embargo, ya se ha hablado. Voy a donde ella vaya.
Mis labios comenzaron a curvarse hacia arriba.
—Por supuesto, creo que ella debe volver —concluyó Vane—. Simplemente
se está escondiendo aquí.
Mi mandíbula cayó abajo. Matt me dio una mirada de suficiencia.
Me acerqué a la ventana del frente. En el exterior, Grey y Gia quedaban un
buen par de pies de distancia. Grey se contuvo rígidamente mientras Gia
parecía que estaba tratando de no llorar. Blake los miró como si deseara
estar en cualquier otro lugar. Volvió la cabeza y me vio. Le dijo algo a los
otros dos antes de que prácticamente corriera hacia la casa.
Me volví hacia Matt.
—No voy a volver para que Vane pueda entrenar a mi reemplazo.
—Copias de seguridad —corrigió Vane.
Blake tropezó en la sala de estar y se detuvo cerca de la entrada.
Matt suspiró.
—La espada no cambia de lealtades fácilmente. Lo que sea que el Consejo
esté planeando, no lo podrá lograr, no veo cómo podría afectar tener a tus
amigos entrenados.
—¿Vas a enseñarnos de nuevo también? —le pregunté. En la preparación
para nuestro intento de sacar la espada, habíamos hecho el entrenamiento
físico y la defensa con Vane y el mágico con Matt. Dado que los magos
hicieron su dinero mediante la venta de magia, alguien por ahí —mago,
regular o gárgola— podría estar armado. El amuleto y encantamientos que
Matt nos había dado, permitió que una persona no mágica, un regular,
protegerse de un ataque mágico.
Matt negó con la cabeza.
—Tengo algunas cosas que hacer.
—¿Deberes del Segundo Miembro? —le pregunté.
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El Segundo Miembro era el título del jefe de operaciones del Consejo.
Supervisaba la ejecución de todas las políticas de ajuste del Consejo y,
esencialmente, dirigía el mundo mágico. Sólo el Primer Miembro era el
puesto más alto. El primer miembro se concentraba en la creación de
políticas y por lo general no se involucraba en los asuntos del día a día.
El staccato fuerte de ametralladora sonó por los altavoces cuando Vane
disparó a diez personajes a color de la pantalla. Él me informó
alegremente—: El Consejo lo destituyó como Segundo Miembro.
Matt hizo un gesto con la mano y el televisor se apagó.
Vane hizo un sonido de desdén.
—Dullard.
La expresión de Matt permaneció en blanco, pero él no me engañaba. No
podría haberle gustado el que lo sustituyeran. Tenía tantos planes. Había
estado trabajando en un sistema para regular la venta de magia, para
hacer al mundo más seguro de su estado actual de distribución
indiscriminada, que hizo la vista gorda ante sus abusos.
Le pregunté—: ¿Quién fue nombrado Segundo Miembro entonces?
—El Concejal Thorton —respondió Blake.
—¡No ese mojigato! —gruñó Vane.
Estuve de acuerdo. Thorton no tenía amor por los regulares, cualquiera
que no fuera supernatural. Pero tampoco lo tenía Vane. Vane siempre
había hecho todo lo posible por mantener fuera de la Preparatoria Avalon a
los candidatos que no eran magos. Había estado ahí, sin embargo, después
de que resultó que podríamos hacerlo por nuestra cuenta. Yo lo había
obligado a hacerlo.
Sylvia entró en la sala de estar aún con su traje de trabajo, con su pelo
oscuro recogido hacia atrás con fuerza. Vio a Vane primero y sonrió.
—Estoy muy contenta de verte. Encontré esta receta deliciosa, sé que la
vas a adorar…
Entonces, vio a Matt. Aún en sus tacones altos, paró y se tambaleó. Su
rostro palideció. Ella se acercó a mí, como si estuviera lista para saltar a
defenderme contra Matt. Contuve una sonrisa. Mi adopción por los
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Ragnars puede haber durado sólo cinco días, pero veía que ya se había
convertido en una familia.
Vane advirtió su postura protectora y me sonrió. Puse los ojos en blanco.
Al igual que el resto del mundo mágico, Sylvia, mientras se impresionaba
por Matt, simplemente adoraba a Vane. Había sido cuidadosa cuando
apareció por primera vez en la mansión, pero después de una
conversación, él y ella estaban charlando como dos buenos amigos. Matt
me dijo una vez que el superpoder como mago de Vane era el hablar. No
sonaba mucho como un superpoder hasta que lo vi en acción. Vane podía
conseguir casi todo lo que quería sólo por ser encantador. Fue algo bueno
que rara vez se molestara en ser encantador.
—Maestro Emrys —dijo Sylvia con deferencia, porque el protocolo lo exigía.
La última vez que había visto a Matt, un martillo había golpeado su vida y
ella aún culpaba a Matt por ello. Sylvia miró por la ventana del frente.
Clarence y otro guardián estaban esparcidos alrededor de la mansión—.
¿Está todo bien?
—Por supuesto —dijo Matt fácilmente—. Sin embargo, tengo que hablar
contigo. El Consejo tendrá que discutir conmigo algunas cuestiones. He
llegado a crear un sistema para regular la venta de la magia, pero me
vendría bien tu ayuda.
—Oh —dijo Sylvia con agradable sorpresa—. Por supuesto, estaría feliz de
contribuir todo lo que pueda.
El producto principal del Banco Ragnar era la magia. Los Ragnar habían
sido sus intermediarios desde que se establecieron en Boston, en el año
1800. Sylvia salió con Matt fuera de la sala de estar. Bajaron por el corto
pasillo a su oficina y escuché la puerta cerrarse.
Vane me dio un vistazo.
—Si él ya no es el Segundo Miembro, ¿por qué está todavía al frente de la
regulación?
Vane se levantó del sofá. Se acercó a donde yo estaba, cerca de la puerta
que daba al pasillo. Susurró—: Zrnoti.
Un viento ligero se deslizó alrededor de nosotros, aceleró por el pasillo y se
estrelló contra la puerta de la oficina. Allí murió con un gran estruendo.
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—¿Alguna idea de por qué mi hermano puso un hechizo de privacidad en
la oficina? —Vane miró a Blake.
Blake se encogió de hombros.
—Yo sólo me ofrecí para venir aquí, ver a Ryan y convencerla de que
volviera.
—¿Ninguna otra cosa ha estado sucediendo aparte de esto? —le pregunté.
Grey y Gia entraron en la sala de estar. Ambos parecían haber recuperado
la compostura, a pesar de que había una distancia muy segura que los
separaba a uno del otro.
—¿Qué está pasando? —preguntó Gia.
—Me estaba preguntando lo que Matt y Blake han estado haciendo
mientras he estado fuera —le expliqué.
—¿Quieres decir que no ha estado todo abatido en el campus porque Ryan
no estaba ahí? —dijo.
Sentí el calor de mis mejillas. Vane hizo un sonido de disgusto.
—Concéntrate, Cornwall.
—El maestro Emrys y el Consejo habían tenido una sesión sin parar
durante un tiempo —dijo Blake—. Luego se fue a viajar…
—¿Dónde y cuándo, Emerson? —dijo Vane con impaciencia.
Le di un codazo.
—Hay que ser agradable.
—No funciona bien para mí —dijo.
Puse los ojos en blanco. La declaración fue lamentablemente cierta. Nunca
estaría bien para él, pero él nunca me defraudaría tampoco.
—¿A dónde fue Matt, Blake?
—No lo sé. Sólo sé que estaba fuera del país.
Gia habló.
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—Quería cambiar a clases más avanzadas, así que fui a hablar con
Marilynn... —Gia hizo una mueca. Podía entender por qué. Marilynn era
una administradora de la escuela, en realidad, la administradora de la
escuela. Si bien el Consejo dirigía la escuela, Marilynn manejaba todos sus
innumerables detalles. Ella me odiaba porque yo había salido con Matt y
odiaba a Gia por asociación.
Gia continuó.
—Merlín tenía que organizar su viaje y ella dijo que el vuelo desde
Heathrow llevaba sólo veinte minutos. Pero ahora que lo pienso, no creo
que ella quisiera decir mucho delante de mí. Era bastante astuta con todo
el asunto.
—Astuta está en lo correcto. —Vane me tomó de los hombros y me
posicionó delante de la puerta de la oficina—. Tenemos que escuchar lo
que está pasando dentro de esa oficina. No puedo romper la burbuja
mágica de Merlín, es demasiado potente, pero ella tiene oídos que yo no.
—¿En serio? —preguntó Blake.
—El… —empecé a explicar.
—Ellos tienen una conexión especial —dijo Vane.
—Pensaba que sólo habían salido en un par de citas… —dijo Blake.
Gia rió.
—Sí, citas.
Blake se ruborizó.
—Oh.
Grey hizo un sonido de molestia.
—Cuidado con lo que dices acerca de mi hermana, Vane.
Todo el mundo ya sospechaba que el término “fuimos a un par de citas” se
traducía a “hemos pasado la noche sin dormir un par de veces”.
—¡Matt y yo no lo hicimos! —escupí.
—Así es. —Gia le guiñó un ojo a Vane y le lanzó una mirada alegre.
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Miré a Gia. Ella no era fan de Vane. Y lo entendía. ¿Esta sería su manera
de provocarlo?
Las manos de Vane apretaron mis hombros dolorosamente. No le gustaba
la idea de colocarnos a Matt y a mí en la misma frase y mucho menos en
una cama. Me llevó al pasillo lejos de los demás, diciendo en voz alta—:
Podemos utilizar su conexión para hacer un hechizo.
Fruncí el ceño, confundida. Entrelacé su mente con la mía en un mensaje
silencioso y finalmente, lo conseguí. No le había dicho a mis amigos o a
Grey sobre Matt y la capacidad para leer mentes del amuleto. No porque
estuviera tratando de ocultarlo, sino que aún no había llegado la ocasión
de comentarlo. Y no sabía por qué Vane parecía querer mantenerlo en
secreto. Fruncí el ceño, confundida. Antes de que pudiera preguntar por
qué, Vane movió sus labios, hablando en silencio.
—Confía en mí.
Su voz se convirtió en un susurro.
—Sólo trata de escuchar con el amuleto, DuLac.
—Él lo sabrá.
—No hagas tanto ruido. —Vane me dio un pequeño empujón, acercándome
a la puerta de la oficina.
Le di una mirada irritada. ¿Cómo se supone que no hiciera ruido al
intentar leer la mente de alguien? Empujé mi irritación a distancia y cerré
los ojos.
Era como girar una llave. En mi mente, la conversación de la oficina llegó
con la claridad del cristal. Sylvia se sentó detrás del gran escritorio,
separándola de Matt. Como si necesitara poner una barrera entre ellos.
Matt estaba de pie junto a uno de los grandes sillones frente a esta.
—¡No puede venir aquí! —dijo Sylvia, su rostro palideció.
—El Consejo recibió el mensaje justo ayer. Fui apresuradamente a ellos y
luego directamente aquí. Sólo estuvieron de acuerdo en venir al señorío
Ragnar —dijo Matt—. El rey gárgola ha pedido verte a ti específicamente,
Sylvia, y quiero que aceptes.
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Las paredes de la espaciosa oficina parecieron encogerse alrededor de
Sylvia. Los árboles golpeaban contra la gruesa pared de la ventana, y a
pesar de que no permitía que el helado aire entrara, Sylvia se estremeció.
Echó un vistazo a la foto de Alexa en su escritorio, así como en las
estanterías de las paredes con libros encuadernados en cuero que parecían
no haber leído en años. Ella evitó mirar a Matt.
—N…no, p…puedo —dijo—. No lo entiendes.
—Es necesario —dijo—. Rourke ha prometido darnos algo que necesitamos
desesperadamente a cambio de esta reunión. Algo que he estado buscando
desde que Excalibur fue retirada de la piedra. Si te preocupan en absoluto
Grey y Ryan, es necesario que permitas esto. Su futuro… No, nuestro
futuro cambiaría si haces esto.
—Eso es lo que me da miedo —murmuró Sylvia.
—Tengo un pequeño ejército fuera para su protección, pero dudo que lo
necesiten.
—No me hará daño —dijo Sylvia—. Pero no voy a arriesgar a Grey y Ryan…
—No hay necesidad de preocuparse. Yo los sacaré de aquí esta noche.
—Ryan no quiere irse —dijo Sylvia—. Han pasado muchas cosas. Ella
necesita tiempo para recuperarse y dejar sanar sus heridas durante un
tiempo.
Matt se frotó la frente.
—No nos queda tiempo. Se acabó en cuanto el segundo temblor ocurrió.
—Si se enteran de Rourke, no irán —dijo Sylvia.
—Una vez que le diga a Vane que viene mañana, no les dará opción.
Ya había oído suficiente. Hirviendo de ira, me dejé llevar por la mente de
Matt. La conexión se rompió con un fuerte chasquido. Mis ojos se abrieron
de golpe. Pisadas sonaban en el interior de la oficina.
—Vaya —me siseó Vane—. Te dije que no hicieras ruido.
La puerta de la oficina se abrió de golpe. Matt se detuvo al verme de pie en
el pasillo. Sus labios se apretaron en una fina línea estricta de
desaprobación. Miró por encima de mi hombro a su hermano.
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—¿Tienes alguna idea de lo que has hecho?
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Capítulo 4
Traducido por Dianthe, ƸӜƷYossƸӜƷ y Shadowy
Corregido por amiarivega
ué está pasando? —preguntó Grey.
—El rey gárgola quiere ver a Sylvia y ella lo va a
dejar.
—¿Qué? No voy a dejar a ese monstruo cerca de ella. —Grey corrió hacia la
oficina para ver a su madre.
Matt se movió para dejarlo pasar. Dio unos cuantos pasos en el pasillo.
—¿Cómo puedes pedir esto? —pregunté.
—Rourke no atacó a Alexa, lo sabes. —Estuve a punto de murmurar “son
todos iguales”, cuando él me ganó de nuevo—. No todos son iguales.
Tenemos que averiguar porque Excalibur está aquí. Él nos puede decir. —
Matt dio un paso más hacia nosotros—. No estoy aquí por un capricho. No
fui removido como segundo miembro. Pedí ser liberado por esta razón.
Tenemos que saber por qué la espada ha sido enviada a nosotros. Viste mi
visión hoy. Estoy tratando de detenerla.
—¿Tuviste una visión? —preguntó Blake—. ¿Era mala?
—Muy malo —dije—. ¿Qué tiene que ver eso con Rourke?
—¿Q
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—Estoy esperando a que Rourke sepa como detener esto.
Vane se movió para estar a mi lado.
—No has respondido la pregunta. ¿Por qué Rourke quería venir aquí?
—No lo sé —repitió Matt con impaciencia—. He acordado una reunión para
averiguarlo.
Tomé una respiración.
—¿Es por mí? ¿Cree que me puede convertir en uno de ellos? —Una
gárgola. La sola idea me dejó horrorizada. Un viejo recuerdo de un frío
monstruo con protuberantes colmillos y largas garras saltó a la superficie
de mi mente. Sangre roja sobre la losa de piedra blanca. Uno de ellos
había desgarrado a mi madre y trató de hacer lo mismo conmigo. Vane
apretó mi hombro-
—Sólo porque tengas algunos genes de gárgola remanentes, no te hace
una gárgola.
—Tú no eres una de esas bestias —dijo Gia ferozmente.
—Es cierto que, aunque no lo sabemos todo sobre ellos, no has mostrado
ninguna capacidad para transformarte —me tranquilizó Matt—. Dudo que
alguna vez lo hagas.
Las gárgolas parecían seres humanos normales. Era solo cuando se
convertían que la verdadera bestia escondida se hacía visible. Mi primer
novio, Morgan, había sido una gárgola. Él había sido enviado para
averiguar si era una candidata y matarme si lo era. Casi lo había
conseguido.
Sylvia caminó fuera de su oficina. Grey la siguió pisándole los talones.
—Mamá, estás siendo ridícula. Las gárgolas son monstruos.
Sylvia levantó una mano.
—Suficiente. Si el maestro Emrys dice que debemos, entonces nosotros
debemos. Trato con gárgolas de forma regular, Grey.
—¿¡Qué!? — explotó Grey.
Sylvia dio un golpecito con su pie.
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—En el banco, Grey. —Ella me dio una mirada inquieta—, pero me
gustaría que ustedes dos estuvieran a salvo. Váyanse esta noche.
Grey cruzó sus brazos.
—No te dejaré sola.
Le di un vistazo a Sylvia. Sus manos estaban cerradas en puños. Se estaba
clavando las uñas en las palmas de sus manos tan profundamente que
tendría marcas, pero lo que me llamó la atención fue que no lucía
asustada, lucía estresada. Por las ventanas de afuera, vi a los guardias
luchar. Algunos habían tomado posición en los árboles. Uno se destacaba
medio visible en el enrejado junto al garaje. Había visto un balcón por
encima de nosotros y no tenía ninguna duda de que había otros
escondidos en otros sectores de la mansión.
—¿Por qué quiere encontrarse ahora? —Vane continuó presionando a
Matt.
Matt se encogió de hombros.
—Recibí el mensaje mientras viajaba. Tuvieron algunos problemas para
encontrarme y el mensajero que entregó su solicitud, insinuó que hay una
razón convincente para que el encuentro ocurra inmediatamente. No ha
habido una palabra de las gárgolas desde que Rourke se vio forzado a
entregarnos a Excalibur. —Los ojos de Matt se clavaron en Sylvia—. Mi
presentimiento es que está en alguna clase de problema.
—¿Desde cuándo nos importa si una gárgola está en problemas? —se
burló vane—. Es simple. Si Ryan está aquí, entonces no será una gárgola.
Sylvia se mordió el labio de una manera extrañamente femenina. Ella
estaba… Nerviosa. Por un instante, la vi como mujer, no sólo como madre,
y eso me asustó. Ella quería encontrarse con el Rey, me di cuenta.
Tomé una decisión.
—Déjenme ver a las gárgolas e iré a Inglaterra.
***
Ambos, Matt y Vane, me miraron boquiabiertos.
—¿Volverías? —dijo Matt primero.
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—Después de reunirme con Rourke —aclaré.
Vane sacudió su cabeza.
—Inaceptable…
—Va a tener que ser aceptable —espeté—. Si Rourke sabe algo acerca de
por qué Excalibur está aquí, entonces tengo derecho a saber. —Encuesté a
Grey, Gia y a Blake—. Todos los candidatos tienen derecho a saber. Si no
sabemos por qué Excalibur importa, ¿Cuál es el punto de un mayor
entrenamiento? —Caminé hasta Matt. Sus ojos brillaron con sorpresa
cuando metí la mano en su chaqueta. Matt se mantuvo tieso mientras la
parte posterior de mis dedos rozaron sus costillas mientras andaba a
tientas a través de la prenda.
Saqué un cuchillo del bolsillo interior. Toqué mi amuleto. El Ojo de Dragón
brillaba. El cuchillo se alargó. La empuñadura dorada de Excalibur nos
guiñó un ojo. Mis manos temblaban y se las extendí a Blake, Grey y Gia.
—La espada es nuestra. Es nuestro derecho.
***
Gia se sentó en mi cama más tarde esa noche en mi habitación.
—¿Realmente crees que pase lo que pase con Excalibur, es nuestro
derecho saber? —Le di una mirada divertida. Se ruborizó—. Quiero decir…
Merlín debe tener una razón para no decírnoslo.
—Hablas como Blake. Matt no siempre tiene la razón. —Me dejé caer en la
cama matrimonial a su lado y me recosté. Suaves arrugas cubrían el techo
blanco—. Sólo somos marionetas para él y él quiere seguir siendo el
titiritero.
—Estoy segura de que le gustaría ser tu titiritero —dijo irónicamente.
Tomé una almohada y se la arrojé.
—Gracioso.
—Por supuesto, está Vane. ¿Soy yo o él está más cortante que cuando
estábamos entrenando cada día? —dijo la última parte con tristeza, reacia
a darle algún tipo de elogio.
—Él sigue entrenando todos los días —dije.
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—¿Él? —dijo Gia, su voz cargada de implicaciones—. ¿Ustedes
entrenan….juntos? —Le lancé otra almohada.
—Para, por favor. —Me apoyé en un codo y la fijé con una mirada.
—¿Qué pasa con Grey?
Gia encogió sus rodillas y apoyó el mentón sobre ellas.
—¿Qué pasa con Grey? Ha sido diferente desde la azotea. Me ha excluido
por completo. Es como si no quisiera sentir nada.
—Creo que todos somos diferentes desde el juicio. —Me dejé caer sobre mi
estómago. Las puertas francesas daban a la terraza en la parte derecha de
mi habitación. La luz se había desvanecido en la oscuridad, pero era una
noche clara. Una luna fría estaba anclada en el abismo del cielo.
Un golpe seco sonó en la puerta detrás de nosotras. Vane se acercó a
dentro.
—Fuera —dijo a Gia.
Gia saltó de la cama con una expresión indignada.
—No eres más nuestro entrenador, Vane. Nosotras no adoramos el suelo
que pisas.
—Virahyat —ordenó Vane. Gia parpadeó. Sin decir una palabra, salió de la
habitación. Me senté en la cama.
—¿Qué estás haciendo? Podrías haberle pedido simplemente que se fuera.
—No tengo tiempo para sutilezas.
Suspiré.
—Ella ya te odia lo suficiente. ¿A dónde la enviaste?
—El hechizo desaparecerá antes de que ella salga de la casa. —Vane se
acercó sin decir palabra hasta que llegó al borde de la cama—. Dame una
razón por la que no debería sacarte que aquí esta noche.
—Estuviste de acuerdo abajo…
—No, Merlín estuvo de acuerdo.
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Hice una mueca. Vane probablemente me obligaría a salir sólo para
fastidiar a Matt.
—¿Quieres saber todo lo que sé que dijo Rourke sobre Excalibur? —
Cuando Vane no dijo nada, sabía que tenía el argumento correcto.
Continúe—. ¿Notaste que Matt nunca dijo porque se dirigía aquí?
Los ojos de Vane se encendieron sólo un poco con sorpresa. No porque no
lo hubiera captado, estaba segura, sino porque yo lo había notado. Me
moví al borde de la cama y me levanté sobre mis rodillas para hacerle
frente a Vane.
—¿Qué has descubierto?
—¿Qué vas a hacer para averiguarlo? —dijo Vane con ligereza.
—Tal vez le preguntaré a Matt… —Vane me tomó por la cintura.
—Creo que he oído decir su nombre suficientes veces por hoy.
Levanté la barbilla, rozando su nariz con la mía.
—Vane.
—Eso está mejor. —Sus manos levantaron el final de mi camisa para tocar
la piel desnuda bajo ella. Mi pulso se aceleró. Había habido un montón de
bloqueo de labios durante los últimos meses, pero nada más allá de la
segunda base. Mis manos recorrían los hombros de Vane, duros pero
suaves. Hombros en los que me podía anclar y nunca dejarlo ir. Aspire su
colonia, una de esas con un nombre que no podría pronunciar. La esencia
magnética de madera oscura mezclado con el saber dulce del tabaco me
hizo señas para acercarme. Me sorprendió un poco que él no estuviera
usando ninguna fragancia. Estaba tan acostumbrada a verlo en
pantalones de chándal, que parecía que no debería oler a nada más que no
fuera sudor.
Mi respiración se detuvo cuando sus palmas se deslizaron hacia arriba por
mis costados, tirando mi camisa. Sus dedos trazaron cada hueco sensible
de cada costilla. Viento frio golpeó mi torso desnudo, acariciándolo. Vane
puso una rodilla sobre la cama y tiró de mis manos con fuerza alrededor
de su cuello. El empezó a recostarme en la cama.
El rugido sordo de un motor encendiéndose sonó en el exterior.
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Vane dejó escapar un gemido. Hizo un gesto con las manos y las puertas
francesas se abrieron tras nosotros.
Parpadeé.
—¿Qué?
Ahuecando mi cara, me dio un fuerte beso rápido.
—Más tarde.
Se precipitó fuera. Lo seguí. Los fríos ladrillos de piedra formaban el suelo
del amplio balcón. Mis dedos de los pies se habían curvado para cuando
alcancé a Vane en el barandal del balcón. Una SUV negra salió rápido de
la calzada hacia el bosque. Vane maldijo.
—Se fue,
—¿Dónde?
—Tengo que irme. —Vane saltó por sobre el barandal del balcón.
Atrapé su codo y tiré de él hacia atrás, usando una de las técnicas de
ataque que me había enseñado.
—Yo también voy.
Sus ojos se estrecharon.
—No es un buen momento para ponerme a prueba.
—Si se trata de la espada, se trata de mí —repliqué—. ¿Verdad?
Vane abrió su boca. Puse mi mano sobre ella.
Mi amuleto brillaba. Le di un vistazo.
—¿De verdad quieres probar la magia en mí? —Vane apartó mi mano—.
Sabes a dónde va —declaré.
—¿Qué parte de “hay gárgolas corriendo alrededor y no es seguro ningún
lugar menos aquí” no eres capaz de entender?
Fruncí el ceño.
—¿Qué parte de “no me puedes intimidar” no entiendes? Yo voy.
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La luz de la luna dejó su rostro delgado en sombras y siniestro. Sus ojos
brillaban con una luz peligrosa. Pequeñas mariposas revolotearon en mi
estómago. Las empujé abajo.
—No tienes idea de por dónde ir — dijo
Toqué mi amuleto.
—Puedo averiguarlo.
Vane pasó una mano a través de su cabello y supe que había comprado mi
engaño. Sin un cataclismo como en la última visión, estaba muy segura de
que no había forma de leer a Matt cuando él no estaba cerca. Pero Vane no
sabía.
Él murmuró—: Vas a volverme loco.
Jugué mi última carta.
—Matt no nos va a decir nada.
—Sí. —Una arrogante sonrisa apareció en su rostro—. Se supone que sí te
prometí una cita. Nunca dije que no podía ofrecerla.
***
Un amplio campo se extendía en una gran plaza, rodeada por una fortaleza
de edificios comerciales con arquitectura clásica. Escondidas una esquina,
amorfas sombras flotaban aquí y allá por encima de las torres del Museo
de la Bruja de Salem. El edificio del museo se escondía detrás de la
protección de grandes robles. Una luna brillante destacaba las ventanas
arqueadas del museo. Puertas de madera a juego con arcos mantenían a
distancia a cualquier visitante de entrar en esta última hora.
Vane puso el Land Rover en un lugar oscuro y lejos de cualquier farola, a
unos cien metros de la entrada del museo.
Ni un alma, aparte de nosotros, podía ser vista.
Dos camionetas vacías estaban aparcadas en el camino de entrada.
—No muy sutil —remarcó Vane.
—¿Por qué estamos aquí? —Estaba sentaba en el asiento del pasajero del
Land Rover. Tensas olas de ácido rosa en mi estómago—. ¿Es esto por lo
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que me hiciste hacer un proyecto allí? ¿Me estabas usando para mirar lo
que sea que Matt estuviese buscando? —Mi voz se elevó con cada palabra.
Vane se enderezó lejos del volante
—¿No te estabas quejando de que no había leído nada de tu trabajo?
Ahora que lo hice… Eso también me dio una excusa para que el hecho de
entrar al museo funcionara para los dos.
Con mi voz chorreando dulzura almibarada, pregunté—: ¿Encontraste
algo?
—¿Quieres que te diga? —dijo de forma irritante.
Blake se inclinó hacia delante desde el asiento del medio en la parte
posterior.
—¿Es esa la cuatro por cuatro del Maestro Emrys?
—Vayamos detrás de ellos. —Grey se sacó el cinturón de seguridad y abrió
la puerta justo detrás de mí.
Vane movió una mano y la puerta se cerró por si sola. Me miró.
—¿Teníamos que traer a la pandilla Scooby?
Si no hubiese estado tan furiosa con él, me hubiese reído. Para alguien tan
fuera de su época, Vane lo había asimilado bien. Pero, de verdad, ¿Cuánta
televisión veía? Le dije—: Son parte de esto también. Necesitas la ayuda.
Gia rió desde el lado opuesto de Blake.
—¿Siempre necesita ayuda?
Blake gruñó.
—Por favor, Gia, ahora nunca voy a poder quitarme esa imagen de mi
cabeza.
—Emerson, cállate. Cornwall, siempre puedo devolverte al hoyo en el que
te encontré —gruñó.
—¡Vane! —protesté.
—Alguien está de mal humor —murmuró Gia.
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Suspiré. Gia todavía estaba molesta con él por el hechizo. Había ido de ser
partidaria de Vane a ser su enemiga bastante rápido después de que
comenzamos a entrenar. O en su lugar, como Blake, ella no podía
entender cómo podía alejarme de Matt. Por otro lado, a Grey no le gustaba
Matt. Todavía lo culpaba por lo que le había pasado a Alexa.
Fue lindo como él y Vane se habían unido en los últimos meses por los
juegos de video y como un atleta, Grey estaba acostumbrado a un
entrenador con abrasiva personalidad, por no hablar del ego descomunal.
—¿Por qué estamos esperando? —pregunté, antes de que las cosas se
pudieran deteriorar más en el auto. Matt y seis magos más salieron del
museo. Matt cerró la enorme puerta detrás de ellos. Comenzaron a
hablarse los unos a los otros.
—¿Qué pasó? —dijo Blake.
—Se han dado cuenta que están en el lugar equivocado. —Vane puso su
mano en la manija de la puerta—. Es momento de que entre.
Los faros de otra camioneta nos cegaron mientras rugía por el camino, en
una trayectoria para chocar contra nosotros.
—¡Salgan del auto! —gritó Vane—. ¡Gárgolas!
Vane agitó una mano y todas las puertas del auto se abrieron
repentinamente. Saltamos justo antes de que la apresurada camioneta
chocara contra el Land Rover.
Aterricé con fuerza, mis manos rozando el suelo. Detrás de mí, Blake y
Grey estaban de rodillas en la acera. Las puertas de la camioneta se
abrieron y tres gárgolas saltaron. Tres hombres altos con caras bestiales,
la frente protuberante de un hombre del Cromañón, dos colmillos afilados
y hombros corpulentos.
Uno me miró.
—¡La portadora de la espada! ¡Mátenla! Quizás nunca tendremos una
oportunidad como esta.
Una bola de fuego saltó de la palma de una gárgola y se dirigió
directamente hacia mí como una granada. No tuve tiempo de agacharme.
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El rubí sobre mi amuleto se calentó. Vi el brillo suave de una barrera
extendiéndose alrededor de mí. La bola de fuego rebotó en ella.
Golpeó el Land Rover y estalló con una explosión enorme. El gigantesco
SUV se sacudió mientras absorbía la bomba. Las gárgolas lanzaron una
lluvia de bolas de fuego.
Blake saltó delante de mí. Levantó la mano. Una luz amarilla se extendía
desde ella haciendo un pequeño escudo. De rodillas en la acera, Blake,
Grey y yo nos escondimos detrás de la pobre defensa. Un aluvión
incesante de bolas de fuego bombardeándonos.
—El hechizo se acabará rápido —gritó Blake.
—¿Puedes arrojarle fuego a ellos? —gritó Grey.
—Está tomando toda mi fuerza mantener el escudo —respondió Blake.
—Necesitamos espadas —dije. Grey sacó un cuchillo de su bolsillo. Blake
sacó uno a juego del suyo.
Blake dijo una palabra y los cuchillos se ampliaron.
—¡Blake! —chillé.
El escudo se sacudió bajo la distracción momentánea de Blake mientras
las bolas de fuego siguieron martillando.
—Maldición. —Me extendió la espada y se concentró en el escudo.
Finalmente, la lluvia de bolas de fuego se debilitó. Dije—: Su poder está
acabándose.
—Me estoy cansando también —advirtió Blake.
—Muévete adelante —le dije—. Tenemos que aprovechar nuestra
oportunidad ahora.
Blake se deslizó hacia adelante. Para nuestro alivio, el escudo se sostuvo.
Nuestras rodillas raspadas por la acera de hormigón a medida que
avanzábamos hacia las gárgolas. Blake se tambaleó por una grieta en la
acera y una bola de fuego pasó silbando por encima de mi cabeza,
quemando unas pocas hebras.
—Blake —le susurré.
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—Lo siento —murmuró con una sonrisa nerviosa.
Las bolas de fuego se intensificaban mientras más cerca estábamos.
Luego, escuché a una gárgola maldecir. Grey y yo nos miramos a los ojos.
—Ahora —le dije a Blake.
Grey yo saltamos detrás del escudo. El escudo se evaporó. Corrimos hacia
las gárgolas con las espadas en mano. Dos de las gárgolas nos dispararon
con dos débiles bolas de fuego. Blake las bloqueó una a una. Las gárgolas
levantaron sus propias espadas. Grey balanceó su espada hacia una
gárgola alta al fondo. Yo tomé la del medio. Blake disparó su propia bola
de fuego a la última.
Mi espada resonó con la de la gárgola. Su fuerza amenazó con romperme el
brazo.
—¿Preocupada, portadora de la espada? —gruñó—. Matarte me hará la
gárgola más célebre. —Empujó sobre mí para aplastarme en sumisión.
La espada de Blake se sentía torpe en mi mano, como si no pudiera decidir
si me gustaba. Todavía seguía empujando y encontraba cada rechazo que
la gárgola me arrojaba. La gárgola me empujó de nuevo al final de la acera.
Tropezó con la misma grieta que Blake. Aproveché la oportunidad para
golpear la espada de su mano. Levanté la hoja y junté fuerza. Lista para
decapitarlo.
—Ryan, espera.
La voz de Matt me detuvo. Se paró al lado de la camioneta estrellada. Dos
gárgolas muertas yacían en el piso. Blake y Grey se recostaban en ella.
La cara de la gárgola cambió a la de un hombre. Me dio una sonrisa
amenazadora.
—No creí que lo hicieras, portadora de la espada —dijo la última palabra
con desprecio y me agarró la garganta.
Manchas rojas borraron mi visión y me faltó el oxígeno.
Matt corrió hacia mí. Vane rodeó la parte trasera de la camioneta,
sosteniendo una espada.
En un corte limpio, la cabeza de la gárgola se desprendió. Su cuerpo cayó
sobre mí, mientras la cabeza se desplomaba al suelo. La sangre salpicó por
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todo el frente. Se filtró a través de mi abotonada camisa, manchando mi
piel.
—Ugh. —Empujé el cuerpo lejos de mí.
Vane se hizo a un lado para evitar el cuerpo derrumbado.
—¿Hay alguna manera de agradecerme por salvar tu vida?
Matt vio a la gárgola muerta con expresión consternada.
—Quería a la gárgola viva, Vane.
Vane le dio una expresión desdeñosa.
—No voy a correr riesgos con ella.
—Ella lo estaba manejando muy bien. Ahora no sabremos quién los envió
—dijo Matt.
—¿No es obvio?
—No fue Rourke —dijo Matt. Los dos hermanos se miraron el uno al otro.
—Lo estaba manejando muy bien. — Toqué mi camisa mojada con una
mueca. Mis manos temblaban, pero las ignoré. Vane no lo hizo. Me miró de
cerca.
—Sí, lo puedo ver.
Él tenía un punto. Había estado aliviada cuando Matt me detuvo de matar
a la gárgola. No sabía por qué. No debía haber tenido problemas con sacar
del medio a una gárgola.
Matt tocó mi hombro.
—Marsti. —La suave palabra revoloteó a mi alrededor. El viento limpió mi
camisa, absorbiendo la sangre en burbujas que caían y salpicaban la acera
gris.
A nuestro alrededor, la carnicería yacía esparcida por la tranquila calle. La
luz de la luna iluminaba las caras lisas de las cabezas decapitadas de las
gárgolas muertas. Las tres con que peleamos por la acera. De entre los
árboles, vi a cinco más en el camino de entrada. Un guardián se arrodilló
al lado de dos cuerpos, con cicatrices que no los hacia reconocibles. Dos
guardianes, supuse.
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—Tenemos cuatro más en nuestro lado.
Vane utilizó el borde de su abrigo de lana para limpiar la hoja de su
espada.
Miré alrededor con preocupación.
—¿Gia?
—Una gárgola la noqueó. Pero está bien.
—Veré como está —dijo Blake y se apresuró hacia la Land Rover.
Mis hombros se relajaron.
—Bien.
Matt se arrodilló junto a la gárgola que casi me había derribado.
—Miren esto. —Volteó la mano de gárgola. Una V curvilínea dentro de un
círculo había sido quemada en la piel como una marca.
—¿Morgan? —susurré. Morgan, mi exnovio, había matado a mi madre
antes de volverse hacia mí.
—¿Vamos a matar a todos en su clan? —dijo Vane con disgusto.
Blake caminó hacia nosotros.
—¿Este era un ataque para Ryan?
Negué con la cabeza y señalé con la cabeza hacia la gárgola debajo de
nosotros.
—Cuando me vieron por primera vez, podría decir que lucían
sorprendidos. Yo no era el objetivo aquí.
Vane maldijo.
—No, Merlín es el objetivo.
—Están buscando la misma cosa que tú, pero no está aquí. Ellos lo saben.
Esto es una distracción.
—¿A qué te refieres con que no está aquí? —preguntó Matt—. ¿Sabes
dónde está? ¿Al menos sabes qué es?
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—Sí y no.
Vane se dirigió hacia el Land Rover. El motor estaba aplastado. El interior
completamente destruido. Miró a su alrededor a los otros todoterrenos. Se
veían en peor estado.
—Mierda. Voy a tener que caminar.
—¿Caminar a dónde?
Alzó una ceja en mi dirección.
—¿Seguro que no has tenido suficiente por una noche?
Me mordí el labio. La última vez que había seguido a un mago al agujero
del conejo, no había salido muy bien. Sin embargo, no iba a dejar que se
largara solo. Yo era la bendita portadora de la espada después de todo. Lo
quisiera o no.
—Somos más fuertes cuando nos mantenemos juntos —dije.
—Buena chica. Agarra una espada, entonces. La necesitaremos. —Vane
miró a Matt—. Vamos.
—¿Ir a dónde? —Matt frunció el ceño.
—No van a ir sin mí. —Grey todavía sostenía una espada en su mano.
—Estamos perdiendo tiempo. —Vane hizo un gesto con su mano. Las
trituradas Land Rover y SUV se separaron. Blake parpadeó desde donde
estaba sentado con una atontada Gia. Vane pasó junto a ellos hacia el
campo del tamaño de uno de fútbol que se extendía al otro lado de la
plaza.
Grey lo siguió.
A mi lado, Matt maldijo.
—Blake, quédate con Gia, —ordenó él—. ¿Serás capaz de limpiar este
desastre antes de que cualquiera lo vea?
Blake respondió afirmativamente.
Los otros magos, los guardianes, vinieron corriendo tan pronto como
vieron a Vane yéndose.
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Matt les dijo—: Un guardián se queda con Blake. Quiero que los otros me
sigan.
Delante de nosotros, Vane y Grey cruzaron el campo. Matt, tres
guardianes y yo corrimos tras ellos.
—¿A dónde vamos? —exigió Matt cuando alcanzamos a Vane.
—¿Dónde estabas exactamente cuando las gárgolas te contactaron?
Matt le dio una Mirada impaciente.
—Holanda.
—Holanda —repitió Vane—. ¿Rotterdam, Holanda?
La expresión de Matt quedó en blanco.
—Delfthaven, en realidad.
Puse mis ojos en blanco.
—¿A dónde quieres llegar, Vane?
—¿No lo sabes? Pensé que te gustaba la historia. —Vane rió con
satisfacción.
Apreté mis dientes.
—Pero obviamente a ti sí, así que ¿por qué no nos dices?
Cruzamos el campo y salimos de los Bienes Comunes de Salem. Vane nos
llevó más allá de un hotel con candelabros brillantes. Yo había estado allí
hace poco para una recepción de boda. En el salón de baile, me había
sentado cerca a una antigua chimenea de madera, en sillas que parecían
que podrían haber sido robadas de la casa de Ben Franklin. El aire de mar
salado se colaba por las esquinas de los edificios apretados. La ciudad de
Salem se hallaba fuera del borde de la Bahía de Massachusetts y había
sido un enorme puerto marítimo una vez.
Vane chasqueó su lengua.
—Triste educación la que estás recibiendo estos días. Dos naves partieron
de Southampton, Inglaterra, en 1620. Estaban en un largo viaje a un
mundo nuevo. ¿Por lo menos sabes esta parte?
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—El Mayflower y el Speedwell —dije.
—Sí, pero sólo una nave llegó aquí. El Speedwell tenía una fuga y no llegó
más allá de Dartmouth, Inglaterra. Algunos pasajeros se transfirieron al
Mayflower, algunos se quedaron en Inglaterra y algunos regresaron a
Holanda.
—El Speedwell partió desde Delfthaven.
Vane movió sus cejas.
—¿Coincidencia? No lo creo. Mi hermano ha estado rastreando los
pergaminos, pero ¿por qué? ¿Fueron realmente que las gárgolas quienes
sugirieron reunirse aquí o tú ya estabas en su camino?
Las mejillas de Matt se inflaron un poco. Yo podía simpatizar. Vane
sobresalía al apretar botones. Eché un vistazo a Vane y tuve que luchar
una sonrisa. Tenía una expresión devastadoramente petulante por tener
una ventaja sobre su hermano.
Matt miraba a los arcos simples en los edificios de piedra rojiza. Los
espacios entre ellos se hacían más amplios cuanto más cerca llegábamos
al muelle.
—He cerrado el círculo, ¿verdad? Los Keltoi estuvieron entre los
peregrinos. Fue una época de opresión en Inglaterra, y muchos de
nuestros tesoros fueron divididos entre aquellos que viajaban al Nuevo
Mundo y como garantía.
Los Keltoi era como los magos se llamaban a sí mismos.
—Peregrinos. ¿Cómo en Plymouth? Eso está a casi dos horas de aquí —
dije.
Matt negó con la cabeza.
—No, descubrí en Holanda que más Keltoi llegaron más tarde con los
Puritanos a Boston, y algunos Keltoi dejaron a los peregrinos en Plymouth
y se unieron a sus hermanos entre los Puritanos. Por supuesto, como
sabes, los Keltoi fueron descubiertos famosamente y perseguidos. Algunos,
entre otros inocentes, murieron. Los que escaparon se dispersaron.
Muchos cambiaron sus nombres. No sé cómo los voy a rastrear; ahí es
donde estoy esperando que Rourke tenga algunas respuestas.
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—Los juicios de brujas de Salem —dije, empezando a conectar los puntos.
Vane blandió su espada en una estocada de práctica.
—De hecho, la investigación de Ryan para su exposición reveló bastantes
nombres Keltoi conocidos.
—Estoy tan contenta —dije con actitud.
Vane me ignoró.
—Las brujas comenzaron a entrar en pánico cuando los juicios empezaron,
pero se mantuvieron cerca de los dos magistrados.
Matt asintió.
—Para ayudar a aquellos acusados.
—Alguno fueron de gran ayuda —murmuré.
Vane nos llevó más allá del museo marítimo. En la oscuridad, la nieve
blanca brillaba a lo largo de los espacios abiertos en el muelle.
—Para ayudar u ocultarse ellos mismo. Poco importa ahora. Sin embargo,
lo interesante es que encontré un Keltoi que estaba relacionado con uno de
los magistrados. El mago nunca fue acusado y las familias se quedaron
cerca por años. Más tarde, un descendiente del magistrado escribió una
historia más interesante. En su novela, escribe sobre una casa construida
por un hombre quien fue perseguido por ser un mago. En realidad, la casa
sigue en pie hoy en día.
Finalmente, me di cuenta a dónde íbamos.
Vane continuó—: La casa se dice que está embrujada. Ruidos peculiares.
Corrientes de aire extrañas. Fantasmas… Todos rondando en el interior de
un edificio con una de las arquitecturas más inusuales del país. Si estoy
en lo correcto, lo que está escondido allí nunca será encontrado por un
regular.
—No lo entiendo —dije.
Matt explicó—: Un hechizo durará por siglos si tiene una manera de
mantenerse energizado. En este caso, tomando la energía de cualquier
visitante a la casa. La corriente de aire frío que se siente es probablemente
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el hechizo drenándolos. —Le dio una mirada sagaz a Vane—. Si has
averiguado todo esto, debes haber tratado de abrir el mensaje.
Vane me echó un vistazo.
—He estado un poco preocupado.
Matt soltó un bufido.
—Te preocupa que explote sobre ti. Si el hechizo ha estado alrededor por
mucho tiempo, será volátil.
El olor de comida golpeó nuestras narices. Un pub rematado con la veleta
de un cerdo gordo encendía el muelle. Personas riendo bebían de pintas y
comían bocadillos. Grey y Vane le dieron al lugar una mirada de anhelo.
Pellizqué a Vane.
Los ojos de Vane se volvieron hacia mí, las pupilas todavía dilatadas de la
adrenalina.
—Las chicas traviesas consiguen unas nalgadas.
En la oscuridad, me sonrojé de un rojo profundo. Matt dejó escapar un
sonido de disgusto.
Vane apartó la vista.
—Las gárgolas lo saben, pero apuesto que no han averiguado cómo
desbloquearlo.
Pasamos el pub y la escena cambió. Incluso en las sombras, la pintoresca
calle de árboles y arbustos prístinos parecía engañosamente serena.
Conducía a una mansión alta y gris, con olmos grandes y marchitos
custodiando el frente. El cielo abierto y el sonido de agua interminable
servían de escenario a la casa de aspecto destartalado. El hogar debería
habernos hecho señas hacia delante, pero nos quedamos inmóviles en la
entrada. El viento gritaba a través del césped decorado de nieve y silbaba a
través del gran jardín semi oculto en la parte trasera.
Una luz parpadeó en el tragaluz cuadrado en lo alto del tercer piso, donde
nada más que oscuridad debería haber estado. Parpadeé y la luz
desapareció.
Habíamos llegado al único lugar de verdad embrujado en Salem: La Casa
de los Siete Tejados.
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***
Grey hizo una mueca.
—¿De verdad quieren entrar allí?
Los gabletes de siete puntas, triángulos de madera coronados por
pináculos, se paraban en alto como faros solitarios en varios puntos
distribuidos sobre el techo. Tres gruesas chimeneas de ladrillo sobresalían
por detrás de los gabletes. Nieve posada en las grietas del techo. Un
camino había sido despejado para la entrada enmarcada con luces
laterales de vidrio color arándano. La casa había sido construida en algún
momento a finales de 1600, justo antes de los juicios de brujas, y el aire
alrededor todavía evocaba la turbulencia de ese tiempo.
Todos saltamos cuando un fuerte estrépito sonó desde el interior.
Vane alzó su espada.
—Gárgolas.
Pisamos a través de la nieve hasta la pequeña pasarela de la entrada. En el
exterior, un cartel nos dijo que las visitas habían terminado hace horas.
Guirnaldas de acebo rojo se alineaban adornando las puertas y ventanas.
La navidad terminó hace mucho tiempo, pero era agradable ver un poco de
festividad de sobra. A estas alturas, el ánimo de casi todo el mundo se
había desangrado por la depresión implacable de invierno.
Vane empezó a marchar hacia la entrada.
Matt lo detuvo.
—Deberíamos separarnos.
—Tomaré el frente —dijo Vane.
—Iré contigo —se ofreció Grey.
—Si hay un jardín, hay una puerta trasera —dijo Matt a los guardianes.
Los tres guardianes asintieron y se alejaron rápido. A la derecha de la
entrada, justo al lado de la acera, una pequeña puerta se levantaba. Matt
me hizo un gesto hacia ella.
—Iremos por este camino. Es más probable que esté vacío.
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Hice una mueca.
—Puedo cuidar de mí misma.
—He oído eso antes. —Vane miró a Matt—. Mantenla fuera de problemas.
Matt asintió. Vane y Grey cruzaron hacia la entrada
—No necesitas cuidarme —dije.
—Vane no debería haberte traído en absoluto. Necesitas más
entrenamiento.
—He tenido entrenamiento —dije.
—Entonces, necesitas tiempo —replicó Matt—. Huiste, Ryan.
Él caminó a la pequeña puerta. Echando humo, miré fijamente detrás de
él. Incluso después de todo lo que había hecho, todavía me veían como la
flor rubia de metro y medio. Me dirigí a la puerta.
—Me fui a casa para recuperarme, no para huir.
—Eso es lo que tú dices. —Matt agitó una mano y la puerta de madera se
abrió con un crujido—, pero no es como realmente te sientes.
Hice una mueca. ¿Por qué él tenía que entenderme tan bien? Él y Vane.
Ambos lograban meterse bajo mi piel tan fácilmente. Era molesto.
Entramos a una pequeña habitación, directamente salida de una película
de miedo. La mano de Matt brillaba de un azul tenue, dándonos la luz
suficiente para mirar alrededor. Un popurrí de inocuas velas aromáticas y
jabones había sido distribuido en filas ordenadas en estantes alrededor de
todo el pequeño espacio.
—El pasillo. —Matt señaló el extremo opuesto de la habitación y empezó a
caminar hacia él.
—Extraño lugar para una tienda de velas —murmuré, siguiéndolo.
Manchas negras de materia oscura aparecían dentro, fuera, y alrededor de
nosotros. Cualquiera de ellas podría haber escondido la cara colmilluda de
una gárgola sedienta de sangre.
Con todos los nervios de punta, me dirigí directamente a un estante. Matt
detuvo mi caída levantándome por camisa con una mano. Me golpeé
contra su pecho. Con la otra mano, él enderezó el estante tambaleante.
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Jabones y botellas flotaron en medio del aire. El aura tenue de magia azul
brillaba con poca luz.
Mi rostro aplastado contra sus costillas. Aspiré una bocanada de ámbar y
tierra, el olor del rocío de la mañana goteando en las hojas tiernas a través
de un césped verde.
Imágenes inundaron mi mente.
Matt y yo tendidos en el suelo, besándonos como si no hubiera un mañana.
Ambos desnudos. Sus manos se deslizaron a través de la piel desnuda de
mi pecho. Mis dedos enredados en su cabello, tirando de él más cerca…
Tan rápido como las imágenes habían aparecido, se detuvieron.
Me tomó un Segundo centrarme de nuevo en la tienda de esencia. Me di
cuenta de que estaba jadeando. El calor debilitaba mis huesos,
forzándome a sostenerme incluso más fuerte a Matt.
Él dejó escapar un sonido ahogado.
En la oscuridad, susurré—: Matt.
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Capítulo 5
Traducido por Mariaozuna
Corregido por Nanis
o siento.
¿No lo estás siempre?, pensé de regreso.
Con cuidado, me empujó lejos de él.
Las imágenes se quedaron en mi mente. Por su tono, me di cuenta de que
estaba avergonzado. Con otro resplandor azul de magia, Matt regresó los
jabones y botellas flotantes al estante. Me quedé mirándolo. Él ya había
elegido su camino y no me incluía a mí.
Así que yo tenía a Vane.
Entonces, ¿por qué mi corazón todavía corría?
Matt se llevó un dedo a la boca. El techo crujió bajo el peso de una
persona caminando por encima de nosotros. Di un paso y se estremeció
cuando estalló el cristal bajo los tacones de mis botas. Justo detrás de mí,
otro estante había sido derribado. Una serie de pequeños jabones finos y
botellas estaban esparcidos por el suelo.
Las sombras siniestras de la despensa se cerraban y yo esperaba que una
gárgola saltara sobre mí en cualquier momento. Mi estómago se anudó.
L
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Deseé tener a Excalibur.
Ya sea que era nuestra conexión a través del amuleto o simplemente sentir
mi nerviosismo, Matt me tocó el hombro, una mano cálida aliviando el frío
que desprendía la habitación estéril. Sacó un cuchillo y me lo dio. Brillaba
con una tenue luz azul que siempre precedida a la magia de Matt y la hoja
se alargó en una espada. La empuñadura de Excalibur brillaba bajo un
rayo de luna que penetraba a través de una pequeña ventana.
¿En realidad la trajiste?, pensé para él.
Traje a Excalibur a Boston para esto en primer lugar. La dirigió fuera de la
habitación. Atravesamos lo que parecía una cocina a un pasillo estrecho.
Me deslicé a lo largo de su espalda.
Dijiste que era para convencerme de volver.
No la necesito para hacer eso. Te hubiera hecho entrar en razón sin ella.
En la oscuridad, le saqué la lengua a su espalda.
Vi eso. Salió al pasillo.
Una bola de fuego voló directamente hacia él.
—¡Matt! —grité y me tiré delante de él. Apenas había espacio suficiente
para los dos en el reducido espacio.
Matt dejó escapar un torrente de magia azul para desviarla, pero parte de
la bola de fuego se estrelló contra mi cara. Mi piel se quemó. Dejé escapar
un grito y deje caer a Excalibur.
—Ryan. —Matt me atrapó mientras caía hacia atrás.
Otra bola de fuego pasó zumbando por el pasillo hacia nosotros. Matt la
desvió de vuelta a quien la disparó. Tres figuras sombrías estaban al final
del pasillo, justo después de la puerta de salida del mismo. Eludieron la
bola de fuego y dejaron que golpeara una pared detrás de ellos. La casa se
estremeció por el impacto.
Las llamas se extendieron, devorando con avidez el delicado revestimiento
de madera de cien años de antigüedad. Una de las figuras soltó una ola de
magia púrpura que chocó contra el muro cargado de fuego y apagó las
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llamas. Dos figuras corrían hacia adelante. Uno se quedó en la puerta,
protegiendo su espalda.
Matt levantó la mano con una bola de fuego girando en sí misma.
—Vamos a poner esta caja de pólvora en el fuego y llevarlo hacia nosotros
—dijo una de las figuras. Dio un paso hacia la luz.
—Oliver —dijo Matt con gravedad.
—Merlín. —Oliver me miró. Sus labios se curvaron con satisfacción cruel—
. Por lo menos, por lo menos habrá valido mi tiempo para verla sufrir.
El dolor amenazó con cegarme, pero obligué a mis ojos a concentrarse.
Matt me mantuvo cerca de él. Excalibur se encontraba entre las gárgolas y
nosotros.
—¿Qué vas a elegir, Merlín? —se burló Oliver—. ¿Salvar a la niña o salvar
la espada?
La gárgola dio otro paso hacia la espada. Matt trató de agarrar a Excalibur,
flotando en el aire. Oliver levantó un amuleto y luchó por ello. La espada
zigzagueo ida y vuelta entre nosotros. La quemadura en mi lado se
intensificó y jadeé.
La retención de Matt en la espada resbaló.
La gárgola al otro lado de Oliver tomó a Excalibur.
—¡La tenemos!
En un parpadeo, Matt me puso en el suelo y pasó por encima de mí. Yo
apenas lo sentí. Casi no sentía nada. El dolor quemante de mi lado borró
cualquier otra sensación. Levantó las dos manos hacía la gárgola. Una luz
azul brillante emanó de Matt y se centró como un láser en la gárgola. La
gárgola estalló en mil pedacitos.
Excalibur voló de vuelta a manos de Matt. Con un suspiro agotado, Matt
se puso de rodillas.
La cara de Oliver se transformó. Su bestia salió. La frente y los colmillos
extendidos. Levantó la espada y retrocedió para hacerla oscilar.
—Tu turno, Merlín.
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Un murmullo provino de la otra gárgola más abajo en el pasillo. Oliver
volvió la cabeza para ver una espada pasar por el estómago de la gárgola.
Matt hizo un gesto con la palma. La espada de Oliver salió volando de su
mano. Matt se hundió aún más hasta que se sentó en el suelo. Oliver
maldijo.
—¿En busca de un poco de ayuda, gárgola? Porque me temo que se ha
retrasado... permanentemente. —La voz de Vane viajó por el pasillo
estrecho. Susurró una palabra y las luces bajas estallaron en el interior
del pasillo. Incluso parcialmente oculta detrás de Matt, pude ver la espada
de Vane chorreando sangre—. Creo que conté seis. No, siete, incluyendo
éste. —Con el pie, empujó a la tercera gárgola, ahora tendida sin cabeza en
el suelo en un rincón del pasillo.
Oliver hizo un sonido de frustración. Con una última mirada a Excalibur,
corrió derecho a la cocina, pasándonos. Vane echó a correr tras él.
—Vane —dijo Matt—, Ryan está herida.
A través de ojos llorosos, vi su rostro asomarse por sobre Matt. Él dijo—:
Maldita sea, Merlín, se suponía que cuidarías de ella.
Desde más allá de la cocina, se oyó una explosión en algún lugar de la
tienda. Los otros guardianes irrumpieron en el vestíbulo.
—Vayan tras la gárgola —gritó Vane a los guardianes, señalando a la
cocina.
Los guardianes tronaron más allá de él. Vane cruzó a Matt para
arrodillarse a mi lado. En la penumbra, las líneas graves de su cara se
profundizaron. Sus dedos temblaban mientras revisaba mi pulso.
—Todavía fuerte. Vamos a ver en qué clase de lío te has metido, Dorothy.
—Es sólo un rasguño, Toto —jadeé yo. Grité cuando tocó el borde del
agujero gigante de piel derretida y la carne que ahora formaba mi costado.
—Rasguño, mi culo —dijo.
—Me gusta tu culo. —Las palabras salieron apenas como un susurro.
Vane dejó escapar una risa forzada.
—Espera, Ry. Esto va a doler.
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Puso una mano justo sobre el área carbonizada. Esta vez grité. Un
resplandor rojo débil se propago desde su mano.
Perdí el conocimiento.
Me desperté en lo que debe haber sido sólo unos pocos minutos. Todavía
estaba en el pasillo. La tenue luz de los candelabros vacilaba.
Matt se sentó junto a mí. Me empujé hacia arriba con los codos. Él me
ayudó a incorporarme. Nos sentamos lado a lado en el pasillo.
—¿Dónde fueron todos? —le pregunté mientras me tocaba la cara
quemada. Mi chaqueta y la camisa estaban más allá de la reparación, pero
sentía mi piel suave. Ni siquiera quedaba una quemadura o cicatriz.
—Fueron a revisar el resto de la casa. Hemos venido aquí con un
propósito.
Con mi cabeza contra la pared, lo miré por el rabillo de mis ojos.
—¿Matar a la gárgola drenándote?
Dudaba que otro mago hubiera sido capaz de hacerlo. Hacer que algo tan
grande explotara se suponía que era imposible, a menos que fueras...
Sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa.
—Yo soy Merlín.
—Deja de leer mi mente —le espeté.
—Lo siento —dijo—. Es sólo que... tus pensamientos son fuertes.
Llené mis mejillas, resoplando.
—Voy a trabajar en eso.
—Lo siento.
Hice una mueca.
—Pareces estar diciendo mucho eso últimamente.
El silencio se extendió entre nosotros. Finalmente, él dijo—: Tenía que
salvar a Excalibur.
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Las palabras de Oliver sonaron en mi cabeza. "Salvar a la niña o salvar la
espada". Había elegido.
—Sabías que no estaba tan mal herida. Sabías que me podías sanar más
tarde.
—Sí. Pero todavía tenía una oportunidad.
—Por suerte, yo estaba allí para limpiar tu lío. —Vane marchó hacia el
pasillo. Se dejó caer a mi lado y tomó mi cara—. ¿Lista para ir a casa,
Ryan?
—¿Qué? ¿Encontraste... lo que fuera? —le dije.
Vane se encogió de hombros.
—No, pero lo haremos. Te has arriesgado lo suficiente. Grey puede llevarte
a casa.
—Deja de ordenar a mi alrededor. —Puse mi mano sobre sus hombros y
me levanté a mí misma. Por un segundo, pensé que iba a caer encima de
él. Vane se preparó para eso, pero me las arreglé para mantenerme en pie.
—Bien —dijo Vane en un tono sin sentido, pero por el rabillo de mi ojo, vi
una pequeña sonrisa.
—Buena jugada, entrenador —murmuré.
Detrás de mí, Matt se levantó lentamente.
—¿Encontraste algo?
Vane sacudió la cabeza.
—Hemos buscado por todos los rincones de esta casa. Aparte del diseño
extraño del lugar, no he visto nada remotamente inquietante. ¿Crees que
ese perro gárgola lo encontró?
—No lo creo. —Matt se frotó la mandíbula—. Oliver no hubiera tratado de
obtener a Excalibur si lo tuviera.
—O a mí —le dije.
Tirando de mí cerca de él, Vane me apretó la cintura.
—¿Has mirado en la escalera secreta? —le dije.
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Vane frunció el ceño.
—¿Qué escalera secreta? He leído el libro entero, House of the Seven
Gables, como sea su nombre. No menciona ninguna escalera.
Puse los ojos en blanco.
—Que buen investigador eres. Hawthorne no sabía nada de él. Se
descubrió más tarde. Pero es donde todas estas corrientes de aire frío y
sensaciones extrañas se supone que se originaron.
Vane me lanzó una mirada tímida.
—No me molesté en leer más una vez hice las conexiones.
Me dio unas palmaditas en el hombro y empezó a bajar por el pasillo hacia
el centro de la casa.
—¿Todavía quieres que Grey me lleve a casa?
—No te pongas petulante, queso suizo —dijo a mi espalda. Hice una
mueca tocando instintivamente mi lado, pero seguí caminando.
Vane y Matt me siguieron.
—Me gustaría haber sabido sobre la escalera secreta—dijo Matt.
—Sí, el poderoso Merlín, quien acaba de permitir que la doncella lo rescate
—se burló Vane.
Grey y los otros guardianes estaban reunidos en la sala más allá del
vestíbulo, en el comedor. Platos de porcelana se habían establecido en una
larga mesa de madera, como si esperaran invitados a la cena.
Sorprendentemente, después de todo el alboroto, se mantuvieron intactos,
un recordatorio de que la casa tenía poderes propios.
Matt se detuvo en el umbral de la habitación.
—¿Sientes el calor de aquí?
—Darzayati Raga —dijo Vane.
Un brillo de relucientes manchas blancas flotaron en el ambiente. Grey se
agachó cuando una voló directamente hacia él.
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Matt dio un paso a la derecha en una y dejó que pasara a través de él. Un
matiz de azul cubría su rostro.
—Caliente y frío. Energía residual de magia antigua.
Un círculo de luz blanca rodeaba el retrato de una niña de cara triste.
—Susan Ingersoll. Ella es la que supuestamente frecuenta este lugar.
—Espeluznante —dijo Grey.
Me quedé mirando la foto durante un minuto. Secretos ocultos acechaban
detrás de los ojos color barro de la joven chica. Pero lo único que podía
pensar era en lo sola que estaba.
Matt se acercó a mi lado.
—¿Qué ves?
—Vivió aquí toda su vida e incluso murió aquí —le dije—. Nunca se fue.
¿Crees que renunció a su vida para proteger este lugar?
Matt me apretó el hombro.
—Ese no va a ser tu destino.
—¿No? —le dije. Matt sostuvo a Excalibur a su lado. Yo no la había
tomado de regreso. Una parte de mí anhelaba tenerla. La parte que Matt y
Vane seguían tratando de promover. La parte que me asustaba como
ninguna otra cosa.
Vane se acercó a nosotros.
Le señalé una puerta pequeña justo al lado del retrato.
—La escalera está ahí.
Vane abrió la puerta. Crujió al abrir para revelar un pequeño armario.
Pedazos de cortes de madera decoraban las paredes y más allá, había un
abismo revestido en ladrillo. Penetrando en el abismo, un único rayo de luz
brillaba desde arriba. Destacando los empinados escalones de la escalera
que tenía apenas espacio suficiente para uno. La luz brillaba con un
resplandor polvoriento. Nos llamaba a seguirla. Le pregunté a Matt—:
¿Cómo hiciste eso?
—No lo hice —contestó—. ¿Sientes una corriente de aire?
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Matt dio un paso en el armario.
***
Un grito voló escaleras abajo con la fuerza de un grito agudo de banshee y
nos atacó. Todo el mundo puso sus manos en sus orejas. Matt dio un paso
atrás. El grito se desvaneció.
—El fantasma —dijo uno de los guardianes.
—Una advertencia —lo corrigió Matt. Dio un paso hacia adelante. El grito
nos atacó de nuevo. La presión en mis tímpanos amenazó con hacerlos
sangrar. El viento tiró a Matt contra Vane, quien estaba justo detrás de él.
Tan pronto como Matt estuvo fuera del armario, el grito se detuvo.
—Emrys, maldita sea, piensa en algo mejor —dijo Grey. Se puso de pie
junto a la mesa del comedor frotándose las orejas.
Vane miró a Matt.
—¿Ustedes huelen el agua?
—No. —Matt me entregó Excalibur.
—Tu turno —dijo Vane. Antes de que pudiera protestar, me metió en el
armario.
El viento cambió. Una ráfaga sopló en mi contra. Excalibur se calentó en
mi mano, pero por una vez, mi amuleto se mantuvo frío en mi cuello. El
viento olisqueó mis tobillos cubiertos y nadó sobre mi ropa. Encontró la
línea rota de mi abrigo donde me había hecho daño. Se filtró a través del
agujero y nadó por el interior de mi ropa hasta que tocó cada parte de mi
piel. Un ligero aroma a brisa marina salada me hizo cosquillas en la nariz.
A continuación, guiñó un ojo y desapareció.
El grito no sonó. La escalera estaba abierta.
—Le gustas —murmuró Vane, que venía detrás de mí.
—Pensé que habías dicho que era un hechizo, no un fantasma —susurré.
Vane se encogió de hombros.
—Un rastro de su esencia pudo haberse mezclado con el hechizo. Dijiste
que ella pasó la mayor parte de su vida aquí. —Tomó una lámpara de
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aceite que estaba apoyada en un cubículo abierto en el armario y sopló
una bola de fuego pequeña en ella.
La lámpara de aceite estalló a la vida. Hizo un gesto para que fuera
primero.
Tomé la lámpara. Era más pesada de lo que parecía.
—La próxima vez, todo caza fantasmas lleva linternas.
—Deja de demorar, DuLac —dijo Vane.
Tragando, di el primer paso hacia la escalera. Al instante, el aire cambio.
Un soplo directamente de la boca del Océano Ártico parecía volar por las
escaleras. Me estremecí y envolví mis manos a mí alrededor. Manteniendo
a Excalibur cerca de mi pecho, empecé a subir. Vane me siguió.
Matt fue tras él. Las escaleras llevaba a un pequeño y cuidadosamente
listo dormitorio. Un edredón cubría una cama estrecha y una pequeña
ventana.
Me preguntaba si esta fue la habitación que me pareció haber visto en la
luz vacilante desde fuera.
—No siento nada aquí —dijo Vane mientras entraba en la habitación.
Matt estaba en la puerta.
—El aire no nos invita a entrar. Estamos en el lugar correcto.
—Se supone que hay un ático sin terminar en algún lugar por aquí —le
dije.
Las sombras cubrían las paredes, lo que hacía difícil ver algo.
Grey llegó después de Matt. Él se movió hacia un lado y extendió una
mano para apoyarse en la pared y casi se cayó.
—Hay un pasaje aquí.
Matt tomó la lámpara de mí.
—Vamos.
Otros dos guardianes nos habían seguido escaleras arriba. Matt les dijo
que permanecieran en la habitación. Matt, Vane, Grey y yo cruzamos un
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pasillo inclinado en un espacio reducido sin terminar, con gruesas vigas
en el techo y listones de madera en bruto en las paredes. Grey tropezó con
un balancín en un lado. Chirriaba mientras se mecía de ida y vuelta. Un
modelo en miniatura de la casa estaba en el otro lado.
Vane echó un vistazo alrededor de la habitación en silencio.
—Lo huelo otra vez... El océano.
—Llámala —me instruyó Matt.
—¿Cómo exactamente se supone que voy a hacer eso? —susurré.
Matt levantó una ceja.
—Usa la espada.
Había un "duh" al final de esta declaración que me molestó. Sintiéndome
muy tonta, levanté a Excalibur en el aire.
—Susan. Susan. Hola, ¿estás aquí?
Matt susurró—: Darzayati.
Viento frío se envolvió a nuestro alrededor. Nos empujó a todos al centro
de la habitación. Mi espalda se alineó con la de Vane. Matt y Grey se
pararon uno a cada lado mío en un círculo. Una luz blanca y brillante
parpadeó, moviéndose en las sombras de la buhardilla. Vi la sombra de
una niña en un vestido. Me empujé hacia afuera en el viento con las
manos y me acerqué hasta la chica. Ella se asomó desde detrás de una
viga.
—Hola —le dije a la chica de blanco.
Ella sonrió y abrió la boca. El grito sonó otra vez. Esta vez, tan agudo que
amenazaba con romper todas las ventanas de la casa... Junto con todos
los huesos de nuestros cuerpos. Con las manos sobre mis orejas, caí de
rodillas. A mi lado, Matt, Vane y Grey estaban también de rodillas. El
viento se intensificó y trató de golpearnos al suelo.
La chica flotaba en el aire. No, me di cuenta de que nadaba.
Está nadando pensé para Matt, cruzando los dedos para que pudiera
oírme. Mi amuleto brillaba débilmente.
A mi lado, Matt hizo un pequeño asentimiento.
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De la nada, el agua inundó el ático. Llenó el ático como uno podría llenar
un tanque de peces. Dejé que el agua me llevara a la cima, en donde se
detuvo con sólo un metro de aire restante. Me hundí en el agua.
Ryan, pensó para mí Matt. ¡Espera!
Bajo el agua, la chica fantasma nadó directamente hacia mí. Me olvidé de
respirar. Caliente. Fría. Agua. Aire. No significaba nada. Miré más allá de
mí misma. Cuando yo ya no existía. Más allá del velo, entre mi mundo y el
de ella, vi el otro lado.
Crucé el velo. Yo llevaba un hermoso vestido blanco, suave y transparente,
apto para una princesa.
—Hay más aquí. Mucho más. Tanto como te puedas imaginar —me dijo la
niña fantasma mientras se apareció a mi lado. Excepto que ella ya no
parecía un fantasma. Su forma era tan sólida como la mía. Su cabello, de
un color marrón brillante, caía hasta la cintura. También llevaba un
vestido diáfano que fluía alrededor de sus tobillos. Sus ojos parecían un
líquido azul sin fin.
—¿Susan?
—No, no soy ella. Pero hemos jugado... Por un tiempo. Ella se cansó. No
tenía mucha energía. —La mirada amplia de la muchacha se clavó en mí—
. Pero tú sí. —Ella inhaló profundamente—. Tan fuerte. Podemos tener
mucha diversión.
—Hemos venido por lo que nos pertenece —dijo Matt detrás de mí. Todavía
llevaba su chaqueta de motorista y los mismos pantalones negros. Se
aferró a mi muñeca con un férreo control.
El rostro de la chica se torció en una expresión furiosa. Me pareció ver un
atisbo de afilados colmillos escondidos debajo de los labios rojos.
—¿Qué haces aquí? No deberías ser capaz de cruzar. No te pedí aquí. —Se
volvió hacia mí, con los ojos suavizándose. Su expresión se alivió—. Es
ella. Ella es la que he estado esperando. Ella me ve.
—No voy a dejar que se vaya hasta que traigas lo que es nuestro —dijo
Matt.
La muchacha puso mala cara.
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—Si te traigo el tridente, te irás.
—De acuerdo —dijo.
Sus ojos se estrecharon.
—Y le dejarás quedarse.
—Sólo si ella quiere. Si puedes convencerla. —Fue un desafío.
La muchacha sonrió, pero no llegó a sus ojos.
—Por supuesto.
¿El tridente? Eché un vistazo a Matt. No miró hacia mí. Lo que fuera que
estaba tramando, tenía que hacerlo muy bien.
La niña asintió con la cabeza.
—Él me dijo que nunca lo dijera, pero he estado aquí tanto tiempo.
Prometió que no estaría sola para siempre.
—No, no vas a estar solo nunca más —dijo Matt—. Te dijeron que este día
llegaría.
—Sí —asintió la joven con impaciencia—. Pero lo he ocultado durante
tanto tiempo. He estado esperando tanto tiempo.
—Está en el ático —le pidió Matt.
La niña se estremeció.
—No me gusta ese feo pequeño lugar, pero el portal fue construido allí.
—Suspiró—. Supongo que no hay nada que hacer. Tenemos que volver.
En un parpadeo, estábamos en el ático de nuevo. El agua todavía lo
llenaba. La chica apareció en su forma fantasmal. Señaló algunos listones
de madera en la pared. Los listones se habían colocado en un patrón
ordenado. Matt extendió su mano. Las tablillas de madera se
descascararon, como abrir un armario.
Una explosión de luz verde nos llenó. El agua se hundió en el armario
como si hubiera abierto un desagüe tapado. Todos los elementos sueltos
en el ático, incluidos nosotros, empezaron a hundirse en el vórtice. Grey
agarró una viga para anclarse a sí mismo. Él extendió la mano. Vane lo
agarró y a mí también.
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El agua se arremolinaba a nuestro alrededor con furia. Matt dejó que lo
llevara cerca del vórtice. Vane se movió para ir tras él. Apreté mi agarre
sobre él. Vane frunció el ceño interrogativamente. Señalé a Matt. Llegó tan
cerca como pudo hasta el ápice del vórtice y en un destello de magia azul,
sacó parte de una lanza de metal oxidado con tres puntas: Un tridente.
Tan pronto como estuvo lo suficientemente cerca, Matt lo agarró con la
mano. Tiró de él, pero se negó a salir más de la mitad.
Vane aseguró mi mano a la de Grey. Nadó hacia Matt. Juntos sacaron el
tridente. El drenaje se despejó y el agua se retiró rápidamente. El armario
se cerró y las tablillas de madera se sustituyeron.
Nos dejamos caer al suelo de la buhardilla, la ropa empapada. Me
estremecí bajo su peso frío.
La niña fantasma flotó hasta detenerse frente a mí.
—Mi turno.
—¡Ryan! —Matt corrió hacia mí.
Ella flotaba en mí. Una vez más, pase a través del velo. El frío desapareció.
El cálido sol de un cielo sin fin brillaba sobre mí. Me quedé en el borde de
un acantilado rocoso.
La muchacha señaló debajo de nosotros. Agua azul caliente bañaba una
playa soleada.
—Olvídate de tus preocupaciones. Sólo mira el agua. ¿Ves la playa? Es el
lugar donde jugamos. Todo lo que tenemos que hacer es saltar hacia
abajo.
Miré debajo de mí. Era un largo camino hacia abajo.
Ella agarró mi mano.
—Voy a estar contigo todo el camino. Iremos juntas.
Me toqué la cabeza. La sentía nublada, pero había algo importante. Sabía
que debía recordar. Miré detrás de mí. Una débil luz azul brillaba con la
forma de una puerta.
La chica con el cabello castaño tomó mi barbilla.
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—Tú no perteneces allí. Tenías miedo. Sola. Ahora ya no lo estarás. Nunca
más.
Ryan, susurró mi amuleto. Una voz llamó. Luché por recordarlo. Matt.
Llamaba desde lo que parecía un lugar muy lejano.
La chica se echó a reír. Su cabello castaño brillaba en la cálida brisa.
—¿Puedes oír su llamada? Ellos quieren que vayamos.
—¿Quién? —le dije.
Ella me señaló la playa. Varios delfines jugaban en el agua poco profunda.
Saltaron y se rociaron entre ellos. Charlando en gorjeos suaves,
jugueteaban sin una preocupación en el mundo.
Ryan. No la escuches. Si vas, nunca serás capaz de volver. Una voz
familiar, aunque no podía recordar quién era, golpeó en la parte posterior
de mi cabeza como un mosquito persistente. ¿Y quién era Ryan?
Traté de concentrarme, pero más allá del olor del agua y el calor de la
playa, no podía formar otro pensamiento. Me volví hacia la puerta para ver
la imagen tenue de un hombre joven con el cabello oscuro y los ojos
demasiado viejos para su edad, vestido con una delgada chaqueta sin
cuello. Él saludó desde la puerta.
La chica agarró mi muñeca.
—No, olvídate de él. Mira los delfines. Ahí es donde pertenecemos. Como
ellos, no tendrás que preocuparte de nada.
Vane. La voy a perder.
Di un paso más cerca del borde del acantilado.
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Capítulo 6
Traducido por LizC, Shadowy, Flochi y Lalaemk
Corregido por Nanis
a chica a mi lado sonrió.
—Vamos a ser muy felices.
Ella es más feliz conmigo, dijo una voz arrogante desde la
puerta.
Miré hacia atrás. Al lado de Ojos Melancólicos, otro chico un poco mayor,
con el cabello oscuro y similares ojos convincentes me dirigió una mirada
fría.
DuLac, vuelve aquí, dijo él.
Frente al precipicio, me mordí el labio. El agua lamía en ondas agraciadas
la playa de suave arena. El océano me llamaba a casa.
Dorothy, no es casa. Casa está aquí, dijo Voz Arrogante con más suavidad.
Grey te necesita. Sin ti, va a terminar como un adicto a la televisión con una
panza de cerveza. Tu hermano te necesita.
Hermano. Di un paso al precipicio.
Ryan, dijo Ojos Melancólicos. Vuelve y recordarás.
L
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Tiré de mi muñeca. La chica de cabello marrón apretó su agarre hasta que
se clavó en mi piel.
—No, eres mía.
—No eres muy agradable. ―Giré mi muñeca, moviéndola con sorprendente
velocidad y habilidad, y me liberé a mí misma. Comencé a caminar hacia
la puerta.
—Vuelve —exclamó la muchacha—. ¡No me puedes dejar sola!
Ella ha hecho su elección, le dijo Ojos Melancólicos a la chica.
―Me engañaron —gritó. Su rostro se transformó. Detrás de la fachada de
una chica joven, una bruja con colmillos se escondía. Gruñó hacia
nosotros—: Ella es mía. Si no puedo tenerla, nadie lo hará.
El cielo azul sereno cambió a rojo. El mundo se estremeció. Debajo de mí,
las rocas que formaban el acantilado temblaron. Detrás de mí, la bruja
levantó las manos. El agua prístina cambió a lava. Se elevó en el aire en
una larga columna.
Dispárale, ordenó Ojos Melancólicos.
Un arco y flecha aparecieron en mi mano. La bruja echó los brazos al
frente, dirigiendo la ola hacia mí. Lava, con la forma de una mano, salió
disparada hacia adelante. Sin pensarlo, apunté a la bruja y dejé volar la
flecha. Ésta atravesó a la criatura. Ella dejó escapar un gemido chirriante.
El acantilado comenzó a desmoronarse. La puerta parpadeó dentro y fuera
de la existencia en la roca abierta.
Salta. Voz Arrogante estiró una mano. Te atraparé.
Salté a la puerta.
***
Caí boca abajo en el piso del ático con un ruido sordo. Usé mis manos
para sentarme. Mi mente todavía nublada por el otro mundo, parpadeé
hacia las tres caras ansiosas que me observaban. Ojos Melancólicos puso
una espada en mi mano. Inmediatamente, la niebla que nublaba mi mente
se elevó. Una tremenda fuerza llegó a mí a medida que los recuerdos se
apresuraban a regresar. Vi a una mujer riendo con amables ojos… Mi
madre. Mi madre muerta. Mi madre asesinada. Una oleada de dolor agudo
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me abrumó. Dejando caer la espada, agarré mi cabeza para detener las
imágenes. ¿Por qué había aceptado recordar esto?
Luché por aire. Las emociones amenazaban con sofocarme.
—¿Ryan? —Una mano cálida tocó la parte superior de mi cabeza.
Levanté la mirada. Voz Arrogante. Me encogí lejos de él.
El muchacho atlético se arrodilló delante de mí. Tendió su mano hacia mí.
—Ryan, soy Grey. Tu hermano.
—Hermano —repetí. En mi mente se abrió otra grieta y una vez más, el
torrente de recuerdos forzó su entrada a través de ella. Grité.
Grey me agarró en un apretado abrazo.
—Va a estar bien.
Mi hermano. Me repetía una y otra vez en mi cabeza. Poco a poco, el
recuerdo de él me centró. Minutos más tarde, segundos o tal vez una hora
—en realidad no tenía idea de cuánto tiempo—, mis nervios lentamente se
calmaron. Me obligué a apartarme de Grey.
—Está bien. Estoy bien. Te recuerdo.
—¿En serio? —exigió otra voz.
Antes no había escuchado en ella su tono enfadado, pero escuché la
preocupación ahora. Y el deseo.
Levanté la vista hacia él.
—Tu nombre es Vane.
Apartándome por completo de Grey, me levantó entre sus brazos.
—¿Con quién diablos hiciste trato? —le gritó al muchacho restante—.
¿Qué fue eso?
—Una ninfa —respondió Ojos Melancólicos, no… Recordé que su nombre
era Matt—. Encargada de proteger esto. —Levantó el tridente—. Ella lo
intercambió por Ryan.
—¿Qué es eso? —pregunté.
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—No qué, sino de quién —dijo Matt.
—¿Poseidón?
—¿El Dios griego de los mares? Podría ser. La Dama tenía vínculos con los
griegos —dijo él—. Aunque no estoy seguro de la naturaleza exacta de esos
vínculos. El tiempo de los Dioses Griegos fue mucho antes de Camelot.
—No tienes idea de lo que esto significa —dijo Vane.
Matt frunció el ceño.
—Es la siguiente pieza del rompecabezas. La respuesta radica en esto,
puedo sentirlo.
Los brazos de Vane se apretaron a mi alrededor.
—Debería patearte el trasero.
Matt tomó aliento.
—Tenía que hacerse. Estaba seguro de que sería capaz de traer a Ryan de
regreso…
—A menos que no pudieras —espetó Vane.
—¿Qué pasó con la chica? —pregunté—. ¿La ninfa?
—Está muerta. No va a volver —dijo Matt.
Apoyé la cabeza contra el pecho de Vane.
—Le disparé.
―La rescataste —corrigió Matt.
―Quien sea que la haya hecho salvaguardar esto, la ha dejado sola
durante siglos. Es por eso que estaba tan desesperada por hacer el trato.
Me quedé mirando el tridente.
—No me gusta esa cosa.
Los dedos de Vane se apretaron a mí alrededor.
—No lo juzgues por la ninfa. No sabemos cuál es su propósito.
—Zusyati Marsti —ordenó Matt.
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Viento giró en torno al ático empapado, renovándolo y restaurándolo.
Nuestra ropa se secó también.
Los guardianes de la otra habitación se precipitaron adentro,
amontonándose en el ático diminuto. Uno nos miró con ansiedad.
—Escuchamos ruidos, pero no podíamos entrar.
—Hemos terminado aquí. —Con el tridente en una mano, Matt tomó a
Excalibur desde el piso con la otra—. Hemos encontrado lo que
buscábamos.
Los ojos de los guardianes cayeron sobre el tridente. Ellos asintieron. Uno
sacó su teléfono. Lo puso en su oreja. En una breve conversación, pidió
que los recogieran.
Matt se dirigió a Vane.
—Oliver fue el que nos atacó. No Rourke.
—¿Todavía quieres reunirte con él después de esta noche? Se supone que
Oliver está bajo el control de Rourke. ¿Cómo sabemos que él no lo envió?
—dijo Vane.
Matt le devolvió la mirada fijamente.
—Tenemos que reunirnos con él. Puede que tenga una idea de a quién
pertenece.
—Bien —dijo Vane—. Pero Ryan no va a estar allí. La llevaré a mi casa.
Abrí la boca para protestar, pero la forma en que me miró, furioso, como si
me retara a ponerlo a prueba, me hizo cerrarla.
Matt no se veía emocionado, pero asintió.
—Cuanto más lejos esté, mejor.
—Me quedaré con mamá —dijo Grey para mí.
Vane se dirigió hacia la salida del ático.
—Salgamos de este agujero.
—Puedo caminar… —empecé.
—No, no puedes —dijo él.
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Le di al misterioso ático una última mirada al entrar en el pasadizo.
—¿Significa esto que la casa ya no está embrujada?
Caminando detrás de nosotros, Matt se rió.
—Todavía hay un portal aquí. Los turistas especularán sobre corrientes de
aire frías durante el tiempo que este lugar permanezca.
***
Vane condujo por una calle de un solo carril junto a un estanque enorme y
hacia un complejo de apartamentos a las afueras de Concord. Tan tarde
como era, ni un alma vagaba en el estacionamiento del callejón sin salida.
Árboles magníficos espolvoreados con nieve fresca proporcionaban refugio
para los automóviles. Una tira delgada de nieve había sido limpiada hasta
los pasillos de los edificios. Podía ver la silueta oscura del bosque dormido
justo detrás del complejo. Tomamos el ascensor hasta el tercer piso.
Cuando comenté sobre esto, él respondió—: Me gusta estar en lo alto.
Al llegar a la puerta, una sensación de anticipación me atravesó. Nunca
había estado en su lugar. No nos habíamos arriesgado porque no
podíamos ser vistos juntos. No había estado en su apartamento en la
Preparatoria Avalon tampoco, a pesar de que había vivido al otro lado de él
después que mi dormitorio se incendiara… Larga historia. Había visto su
oficina en la Preparatoria Avalon, una habitación grande con un número
inconcebible de televisores de pantalla plana.
Me encontré curiosa y un poco aprensiva. Aún no había estado
completamente a solas con Vane. Nunca.
Vane movió su mano a través de la perilla para abrir la puerta. Hizo una
reverencia y me hizo señas para entrar.
—Milady.
—¿Por lo menos llevas una llave? —Di un paso dentro.
—¿Por qué molestarse? —Vane agitó una mano y candelabros de pared se
encendieron.
Mis ojos se abrieron de par en par. El apartamento estaba impecable,
moderno, y sin ninguna pretensión. La electrónica de alta tecnología
llenaba la habitación de estar, por supuesto. Una preciosa cocina con
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encimeras de granito alojaba lo último en electrodomésticos. Sin embargo,
la pieza central era un conjunto de puertas de cristal que dejaba ver un
balcón con vistas a las tranquilas aguas de la laguna.
—Tenemos un vuelo matutino —dijo Vane mientras entraba en la cocina—.
Podemos pasar por la casa después de la reunión si quieres, pero tendrá
que ser rápido…
—¿Qué? —grazné.
—Ponte al día, DuLac. Nos dirigimos de nuevo a la Preparatoria Avalon
mañana. —Empezó a sacar unos cuantos paquetes de comida de un
enorme refrigerador de puertas de vidrio. La nevera contenía
principalmente carne y cerveza—. Si recuerdas, estuviste de acuerdo.
—Sólo si me reunía con Rourke…
—Después de esta noche, eso no va a suceder.
Lo vi tomar un poco de pescado mientras limones frescos se cortaban ellos
mismos.
—¿Qué pasa con el tridente? ¿Lo vas a dejar en manos de Matt?
—Por supuesto que no, pero no te impactará aún. Averiguaremos qué
significa y luego te traeremos. Estarás más segura en la Preparatoria
Avalon hasta entonces.
—¿Qué pasa con la escuela?
Vane me dio una sonrisa de suficiencia.
—¿Qué día es?
—Viernes. —Eché un vistazo fuera de las puertas de cristal. Una luna
opaca colgaba bajo en el cielo—. Bueno, probablemente sábado.
—Receso de invierno. Tienes la semana libre. —Sirvió el pescado en dos
platos. Un paquete de ensalada se dejó caer alrededor, sacudiendo el
contenido dentro y luego se abrió a sí mismo mientras Vane me entregaba
un cuenco—. Tenemos al menos ese tiempo antes de que alguien se
preocupe sobre dónde estás.
Debería haber estado enojándome ante su prepotencia, pero mi estómago
gruñó y comencé a comer en su lugar. El pescado estaba perfecto. Vane
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me miró con diversión. En minutos devoré el contenido de mi plato. Vane
puso un vaso de té helado frente a mí. Noté que se abastecía de té helado,
mi favorito, cuando sabía que él no era un tipo de té helado.
Bostecé.
Vane agitó su mano y los platos flotaron al lavavajillas. El lavavajillas
zumbó encendido. Bostecé de nuevo. Bebiendo una cerveza, él fue hacia el
solitario armario en la sala y sacó una almohada y una manta. Los dejó en
un corto sofá de cuero.
Caminé hacia la puerta oscura.
En un parpadeo, Vane apareció delante de mí para bloquear el camino.
Fruncí el ceño en su dirección.
—Baño.
Me señaló hacia una esquina justo a la izquierda. Una delgada puerta
estaba cerrada.
—Ese camino.
Mi frente se frunció.
—¿Por qué no quieres que vea tu habitación?
La línea dura de su pecho se expandió y cayó. Su boca se curvo en una
mueca.
—¿Quieres unirte a mí en ella?
Whoa. Conflictivas ondas de deseo y peligro se dispararon a través de mí.
Debo haber mirado fijamente demasiado tiempo, porque me agarró de los
hombros y me dio la vuelta.
—Creí que no —murmuró y me dio un pequeño empujón hacia la otra
puerta.
En el baño, lavé mi cara con fuerza. Deseé que pudiera lavar mis propios
pensamientos tan fácilmente. Mi piel sobre-sensibilizada, hormigueaba en
los lugares donde los dedos de Vane me habían agarrado. Cada nervio
rasgueaba en una nota triste, deseaba que nunca hubiera visto el otro
mundo. Cuán maravilloso hubiera sido olvidar, sólo por un segundo, el
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peso de la espada. La incertidumbre que venía con no saber lo que
significaba para el futuro. Mi corazón latía lentamente.
Si es que yo tenía un futuro.
La mayor preocupación en mi vida se suponía que iba a ser la Universidad,
el próximo juego y presentar el baile de graduación. Ya había puesto un
depósito en un lugar en Boston. El comité y yo habíamos, finalmente,
elegido un tema, también: Bajo el Mar. O como los que odian el baile lo
apodaron: “La Sirenita.” Irónico. Después de esta noche, había tenido
suficiente de agua.
Todos los candidatos identificados para sacar la espada de la piedra
habían estado viviendo con la idea de una muerte segura por meses. Antes
de que el Consejo nos hubiera puesto en un tren, el juicio mismo había
matado a cada Candidato que trataba de sacar la espada. La cosa era que
ninguno de nosotros jamás esperó sobrevivir. Bueno, habíamos
sobrevivido. Yo había sacado la espada de la piedra y ahora tenía que lidiar
con lo que eso significaba, mi vida colgando del borde de la hoja.
Había pasado los últimos meses escondiéndome de la verdad. Sin importar
lo mucho que lo quería, nada iba a ser normal otra vez.
De repente, necesitaba ver a Vane. Necesitaba un ancla en el caos. Sin otro
pensamiento, abrí la puerta del baño. Crucé tres pasos hacia el dormitorio.
La puerta estaba cerrada. La abrí de golpe. Me detuve.
Las lámparas alrededor de la habitación mostraban un… simple colchón
gemelo. La larga longitud de la pared lo hacía parecer incluso más
pequeño. Un bajo, apenas existente, soporte de madera sostenía el
colchón. Todo el conjunto parecía más camastro que cama. Sin embargo,
eso no fue lo que me detuvo en el lugar.
De pared a pared, fotos mías rodeaban el espacio.
A la derecha, una pared tenía cerca de un centenar de fotos mías en el
campo de lacrosse. En la pared de la puerta, fotos me mostraban
entrenando en el gimnasio en Ragnar Manor. A la izquierda, sobre un
enorme escritorio con un solitario ordenador, colgaban fotos mías en la
escuela, hablando con amigos. En el medio, más allá de la apertura del
cuarto de baño, decenas de mí en la misma postura en diversos lugares,
Texas, Concord, Preparatoria Avalon y Londres. En todas ellas parecía
estar con la mirada perdida en algún objeto invisible.
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El sonido del agua corriendo desde el baño de Vane penetró mi bruma. Me
moví rápidamente. Yendo a su escritorio, abrí el ordenador. La pantalla me
pidió la contraseña. Tecleé una palabra. La rechazó.
Tecleé su variación. Vivane. La pantalla hizo ding con aceptación feliz.
—Linda contraseña —murmuré para mis adentros.
En el escritorio, un montón de carpetas aparecieron. Estaban todas
etiquetadas cuidadosamente. Cada Candidato que conocía tenía una
carpeta. Vi una con el nombre de Grey. La abrí. Archivos de video estaban
remontados a cuando habíamos comenzado a entrenar en Preparatoria
Avalon, pero continuaban hasta ayer. Abrí un archivo de notas al pie. Era
el registro de sus evaluaciones de nuestro entrenamiento. En la parte
inferior, un gráfico indicaba ochenta y cinco por ciento de preparación. En
la carta del gráfico, una nota destacada declaraba “semejanza de
sustitución, veinte por ciento.”
Volví al escritorio. Abrí mi carpeta enseguida. La misma cosa. Abrí sus
notas. Setenta y cinco por ciento de preparación. La nota destacada
declaraba “posible sustitución.” Una carpeta de Oliver estaba marcada.
Moví el cursor para hacer clic en ella.
—Simplemente no pudiste resistir, ¿no?
La voz de Vane me hizo saltar. Estaba parado en la entrada del baño,
usando sólo una toalla.
Cerré la tapa de la computadora con un clic.
—¿Tuviste suficiente? —Se inclinó contra la pared en una postura casual,
pero no me dejé engañar. Un brillo profundo en sus pupilas me dijo que
estaba a punto de atacar.
Levante mi barbilla.
—¿Por qué el acoso?
—¿Por qué crees tú?
Apreté mis dientes.
—Tengo una buena idea.
Vane se alejó de la puerta. Caminó hacia mí.
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—Dime.
—Me estás estudiando. Estás averiguando quién puede remplazarme.
Sustituirme —escupí.
—Estoy viendo las posibilidades probables, sí.
Su admisión fácil tomó el calor de mis palabras, dejándome con el
remanente horrible. Mis ojos se cerraron como para cerrar la herida. Los
obligué a abrirse.
—¿Por qué?
—Debido a que todavía es enteramente posible derrotarte. Y quiero saber
quién sería el Candidato más probable.
—Candidato es la palabra correcta —murmuré—. Yo saqué a Excalibur.
Ellos no lo hicieron.
—Sin embargo, todavía existe la posibilidad. —Vane abrió el portátil y
pulsó una tecla. Señaló la carpeta de Oliver—. Noventa por ciento de
preparación. Noventa por ciento de semejanza. ¿Sabes lo que eso significa?
Él tiene la capacidad y el motivo. Si él quiere, podría en realidad tener
éxito en tomar la espada de ti.
—¿Cómo? —dije.
Inclinó su cabeza.
—No sé a ciencia cierta, pero si te matan… ¿Quién sabe? O tal vez sólo
venciéndote, incluso con Excalibur en tus manos.
—Tú y Matt pueden vencerme.
Los labios de Vane se curvaron hacia arriba.
—Nosotros no podemos tomar la espada, ¿recuerdas? Fuimos
descalificados hace mucho tiempo.
—¿Por qué tengo setenta y cinco por ciento?
—La posibilidad sería mucho más delgada si verdaderamente estuvieras
vinculada con la espada. No lo estás. Estás resistiéndote. Apenas si
quieres tocarla. No va a ser lo suficientemente bueno. Todavía no sabemos
por qué la espada ha vuelto, pero fue por una razón y si tú no aceptas eso,
podrías condenarnos a todos.
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Palabras. Podían hacer daño. A pesar de que sabía que él no dijo nada más
que la verdad. A pesar de que me había descubierto a mí misma.
Escucharlo de alguna forma hizo que picara más. Miré alrededor, a las
fotos. Cada una se burlaba de mí.
Yo no era una persona. Yo era la Candidata. El maniquí que había ganado
el premio.
El cabello oscuro de Vane se disparaba hacia arriba en ángulos extraños.
Enfatizaba sus pómulos fuertes. Mis ojos viajaron sobre su pecho
desnudo, las líneas duras de sus abdominales de tabla de lavar. Su piel
lisa, su perfección rota sólo por una cicatriz fruncida justo encima de su
corazón, invitaba mi toque.
¿Exactamente qué premio había ganado? Estar tan cerca, juntos, debería
haberme emocionado, pero no podía pasar la hueca sensación de la nada
ampliándose en mi interior. ¿Él quería estar cerca de mí o quería estar
cerca de la espada? Matt había hecho su preferencia clara esta noche.
Vane… No lo sabía, pero tenía la esperanza. Tonta esperanza.
Giré y comencé a caminar fuera de la habitación.
—Ryan —dijo suavemente a mi espalda.
Me detuve en la puerta.
—¿Por qué entraste aquí?
—No importa. —Caminé más allá del umbral en la sala de estar.
***
El Consejo de Magos se reunió en una pequeña habitación justo detrás del
Gran Salón en Camelot. Como primer miembro, yo debería haber estado
sentado a la cabeza. En su lugar, había experimentado una visión
espantosa la noche anterior y tenía que saber si era verdad. Temía que lo
fuera. El gran y poderoso Merlín no se supone que le tema a nada, pero
traté de no mentirme a mí mismo. Sólo una persona podía evocar tal
pánico.
Corrí apresurado a través de la principal torre del castillo. Los sirvientes
en uniformes grises con pequeñas fajas rojas iban y venían entre las
habitaciones. El sol de media mañana entraba a raudales con alegre
vitalidad a través de las pequeñas aberturas cuadradas de las paredes.
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El Rey Arturo fue secuestrado en la Mesa Redonda en el transcurso de la
noche. Los caballeros se preparaban para defender al reino contra un
ejército invasor del este. Se decía que un rey inmortal dirigía a los
agresores y cada caballero había sido llamado a las armas.
Media ciudad estaría vacía por la tarde. El Consejo debía elegir cuántos
magos serían enviados con los caballeros. Formarían parte de las filas del
frente. Los dos caballeros que custodiaban las cámaras de Arturo me
saludaron cuando pasé junto a ellos. Les hice una pequeña inclinación de
cabeza. Mi corazón latía apresurado con miedo. Solo podía aferrarme a la
falsa esperanza de que lo que había visto no fuera cierto.
Di vuelta a la esquina. Un pasillo llevaba a un callejón sin salida que tan
solo contenía un tapiz decorativo central que iba del piso al techo. Me
quedé allí, de pie durante unos minutos. Esperando contra toda esperanza
equivocarme.
Mi corazón dio un vuelco cuando el tapiz se movió. Una figura empujó el
pesado tejido a un lado y salía de una puerta escondida. La puerta de
piedra se cerró detrás de él. Se detuvo cuando me vio. El tapiz cayendo
nuevamente en su lugar.
—Merlín —se burló él—. ¿Husmeando en el castillo otra vez?
—Vane —dije sin alterar la voz. El sudor lo cubría en una fina capa. Un
toque de lavanda flotaba desde su camisa arrugada. Lo señalé—. Tus
pantalones están caídos.
Vane miró abajo hacia a su ombligo y sonrió arrogante. Se tomó su tiempo
atándolo. Era una maravilla que no se hubiera caído de rodillas. Leyó mis
pensamientos con facilidad.
—Sería un buen espectáculo —sonrió.
—¿Qué estás pensando? ¡Eres un caballero! —Miré el corredor.
Permanecía vacío. No obstante, bajé el tono de voz—. ¡Es la reina! Arturo te
arrastrará y descuartizará.
Vane se encogió de hombros.
—Aparentemente, estoy listo para morir de todas maneras. Podría ganarle
yo antes de que él lo haga.
—¿Por qué lo odias? Solo te ha dado lo que querías.
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Vane frunció el ceño.
—¿En serio eres tan ingenuo? Envía a los magos sin pensarlo siquiera,
¿pero qué hemos conseguido a cambio? Yo podría ser un caballero, pero
soy el único. Se suponía que el Consejo trajera la luz, pero ni siquiera son
reconocidos por la corte. Eres el Primer Miembro del Consejo, pero apenas
eres reconocido y sólo como asesor, cuando eres tú quien hace cada
estrategia. Eres quien reunió a todos los nobles bajo una bandera. Creaste
este reino para él. Sobre nuestra sangre. —Señaló el corredor—. Tienes
que recordar que aquellas personas de allá fuera no son tuyas. ¿Cuándo
vas a darte cuenta de que nunca habrá espacio para nuestro pueblo en su
reino? Ha retrasado cada edicto que le daría a nuestro pueblo poder. Ni
siquiera pueden poseer tierras. ¿Cómo puede ser este el Camelot que nos
prometió que traería? Nosotros siempre nos ocultaremos en las sombras.
Sacudí la cabeza.
—No es así… Las personas deben aceptarnos. Tenemos que tener
paciencia. El cambio llega con lentitud. Muévelos demasiado rápido y verás
nada más que intolerancia.
Vane murmuró—: Trivialidades sin acción.
Mis ojos se entrecerraron.
—¿Qué estás planeando, Vane?
Resopló.
—Tengo poco tiempo para planear. Al parecer, tengo otra batalla que
pelear hoy. Ahora, si me disculpas, debería llegar a la armería antes de
que se tomen todas las espadas buenas.
Vane intentó pasar junto a mí. Atrapé su brazo, obligándolo a detenerse.
—¿Por qué estás con Guinevere?
—Ya te lo he dicho.
Busqué la expresión de Vane pero no me dijo nada. Era una de las grandes
frustraciones de mi vida. Nunca había sido capaz de seguir el pensamiento
de mi hermano. Tenía una mente mucho más astuta de lo que yo podía
comprender y eso lo mantenía un paso en la delantera. Sólo mis visiones
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me salvaban de la completa ceguera. Esta última visión me llenó de un
profundo sentido de premonición.
—Arturo le cuenta todo a Guinevere.
—¿En serio? No lo sé. Por lo general estamos… Bastante ocupados en
otras cosas.
Deseaba poder creerle.
—¿La amas?
Vane se rio a carcajadas.
—¿Amor? Supongo que podrías llamarlo así. —Sus ojos se afilaron—. Pero
yo no soy quien le dio semejante encanto tan potente. Ella nunca se quita
el amuleto. ¿Te gusta eso? ¿Ver un pedazo de ti sobre su piel desnuda?
¿Casi tocando su seno? ¿En frente de Arturo? ¿Todos los días?
Balbuceé—: No… No es nada de ese tipo. Arturo me pidió que lo hiciera…
—Me quebré cuando me di cuenta que él se estaba riendo. Lo liberé—.
Estás intentando distraerme.
—Quizás, pero también tengo razón. Veo cuán de cerca la miras —dijo—.
No te preocupes, no le diré nada a Arturo. Sé que eres un monje. —Con
una sonrisa torcida, Vane caminó pasillo abajo—. Adiós, hermano.
Veremos si hoy es un buen día para verme morir. ¿Quién sabe? Podrías
tener suerte.
***
A las seis de la mañana, mi celular sonó con bajo volumen. La oscuridad
todavía se extendía en la habitación. Vestigios del sueño permanecen en
mi mente. Lo curioso es que no parecía un sueño. Matt. Vane. Las vistas y
sonidos de un castillo atareado. El sutil diseño del tapiz. Recordaba todos
los detalles. Pude haber estado allí. Pude haber estado de pie en Camelot.
Haciendo tan poco ruido como fuera posible, reuní mi abrigo y mis botas.
Vane había puesto las llaves del coche en la barra de la cocina. Las agarré
y me escabullí del apartamento. Me puse las botas en el pasillo de afuera.
Tardé dos minutos en llegar a la SUV, solo para encontrar a Vane parado
junto al coche.
—Voy a ir a esta reunión —le dije.
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Vane no contestó. La luz del amanecer intensificaba los tonos dorados de
su cabello. El delgado abrigo de lana que llevaba acentuaba la anchura de
sus hombros. Las curvas esbeltas de su rostro parecían serenas. Sin
embargo, por su manera completamente quieta de mirarme, sentí la
inquietud detrás de los ojos del tigre.
Su mirada me recorrió. No sé lo que vio. Yo era un desastre. Me había
peinado el cabello con los dedos en medio de la oscuridad.
Dijo suavemente—: ¿Un mal sueño anoche?
Parpadeé ante la inesperada pregunta.
—Hablaste en sueños —explicó.
—Y tú escuchaste. Qué sorpresa.
Entrecerró sus ojos.
—¿Sueño u otra visión?
¿Era eso tras lo que él estaba? Espeté—: Sueño.
—Ya veo. —Quitó la nieve de la manija del coche—. No quieres contarme
nada más.
—En realidad, no.
Él continuó como si yo no le hubiera respondido.
—Yo… te decepcioné anoche.
Eufemismo. Pero también una pregunta. Vane tomó mi mano. La apretó
como si pudiera exprimir una respuesta.
Suspiré. No tenía las agallas para preguntar lo que ardía en mí interior.
Así que en su lugar le respondí—: Sería lindo si mi novio realmente creyera
en mí.
—Como Merlin cree —finalizó.
—Matt no tiene nada que ver con esto.
—¿No?
Muy bien. Tal vez un poco. No sé por qué estaba teniendo estos sueños,
pero Matt estaba definitivamente involucrado.
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—Matt no es quien está allí, sentado, calculando cuándo es más probable
que vaya a morir. —Una mirada de incredulidad coloreó su expresión.
—Estoy intentando salvar tu vida. Estoy buscando tus vulnerabilidades
para que podamos remediarlas. ¿Preferirías que te dejara engañarte de que
todo está bien?
Sí, lo preferiría. Estaba siendo ridícula, pero no me importaba. Estaba
cansada de todos dirigiendo mi vida.
—Voy a ir a esta reunión. Incluso si tengo que caminar. Es sobre
Excalibur. Siempre es sobre Excalibur. Si te importa en absoluto lo que
pienso, entonces me dejarás ir.
Me miró como si hubiera perdido la cabeza. Me di la vuelta lejos de él.
El agarre de Vane en mi muñeca se apretó.
—¿Es esto una prueba?
Lo miré. La nieve caía en copos gordos, destacando las hebras oscuras de
su cabello. Se estrellaban contra la línea de acero de su mandíbula y se
disolvían. Antes de darme cuenta, estaba haciendo la pregunta que se
había formado en mi mente sin pedirlo.
—¿Por qué estás conmigo, Vane?
Sus ojos se entrecerraron.
—Veo que he sido demasiado indulgente. Pensé que necesitabas tiempo
para llegar a un acuerdo con todo lo que ha pasado. Estaba equivocado.
No más pases libres.
No tenía idea de lo que estaba hablando. Se debió haber mostrado en mi
rostro, porque sonrió súbitamente.
—Me sigo olvidando lo joven que eres. Probablemente demasiado joven.
—No soy demasiado joven… —Nunca terminé la frase. Sus labios
capturaron la míos y su boca me consumía. El empuje impetuoso de su
lengua se mantenía al borde de la desesperación.
Cuando por fin me soltó, mis labios picaban. Los lamí. Las manos de Vane
en mi cintura me apretaron en respuesta. Dijo con voz ronca—: Te dejé ir
anoche. Fue un error. No voy a repetirlo. ¿Responde eso a tu pregunta?
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Puse mi mano en su pecho. Su corazón se aceleró con la velocidad de una
onda rompiéndose, haciéndose eco de la mía. Era suficiente. Por ahora.
Encontré sus ojos oscuros.
—¿Vas a dejarme entrar en el coche?
Con un gruñido, Vane abrió la puerta del coche.
—Después de usted, milady.
***
La expresión de Matt cuando entramos en la sala de estar de la casa, no
hablaba de felicidad o aprobación. Él miró a Vane, que se encogió de
hombros como respuesta. Matt abrió la boca para no decir nada.
—No te preocupes —dijo Vane—. Ella siempre consigue lo que quiere.
Sylvia se levantó del sofá donde ella y Grey habían estado sentados. Me dio
un abrazo breve, pero apretado.
—Me gustaría haberme mantenido al margen de esto, pero después de que
Grey me dijo lo de anoche, me alegro de verte.
Le devolví el abrazo, feliz de estar en casa.
Blake y Gia estaban juntos cerca de la chimenea.
—Te ves mejor —dije.
Ella me devolvió una sonrisa torcida y se pasó una mano por el cabello.
Era corto otra vez.
—Blake tenía que darme un corte de cabello. Ese bastardo gárgola quemó
la mayor parte.
Una alarma sonó a todo volumen a través de la casa entera. Golpeó mis
oídos con una fuerza implacable.
La puerta principal se abrió de golpe y Clarence entró.
—Una limosina acaba de entrar en el bosque. Ya están aquí.
—Llegan temprano —maldijo Matt. Él murmuró una palabra que no pude
entender.
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Un aleteo ligero llenó la habitación y la alarma se apagó.
Vane repitió la palabra y añadió lo que debía de ser algo negativo, porque
la alarma empezó a sonar de nuevo.
—¿Qué estás haciendo, Vane? —gritó Matt.
Vane se fue a la ventana y empujó la mano. La ventana se astilló en un
millón de pedazos, pero todo el cristal estaba fuera, ni un fragmento
aterrizó en la sala de estar.
—Sólo listo para disparar a las gárgolas, en caso de necesidad —declaró
Vane. Él envió a Clarence una mirada irónica—. Estoy seguro de que
tienes una forma de comunicarte con ellos. Te sugiero que se los digas
ahora.
Clarence miró a Matt con preocupación.
Matt movió una mano y la alarma se desactivó.
—Bhii —murmuró Vane. Un silbido de aire y la alarma empezó a sonar de
nuevo.
Puse mis manos sobre mis orejas, que amenazaban con comenzar a
sangrar.
—¡Vane. Apaga. Eso!
La mandíbula Matt se tensó.
—Esto no es un juego, Vane.
Vane hizo un gesto con la mano. La alarma se apagó.
—No, no es un juego. Nos atacaron anoche. Quiero que sepan que no son
exactamente invitados.
El bolsillo de Clarence sonó. Sacó un teléfono celular.
—La gárgola ha alcanzado el primer puesto de control. ¿Qué quieres que
hagamos, Maestro Emrys?
—Diles que van a ser registrados antes de entrar... como lo habíamos
planeado. —Miró a Vane—. Van a ser despedidos si tratan cualquier cosa.
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Clarence asintió. Poniendo el teléfono en su oreja, salió de la casa al patio.
Nos reunimos todos en la ventana. Vane me empujó detrás de él.
La limusina se deslizaba en el camino de entrada circular con gracia
lánguida. El zumbido de un motor sofisticado se apagó con apenas un
susurro en frente de la ventana. Un hombre vestido con un traje oscuro y
camisa ligera salió del lado del pasajero de la limusina.
—Gárgola —siseó Grey—. Se puede oler en él.
Fruncí el ceño.
—¿Qué?
Grey hizo una mueca.
—Huele... Sucio.
Lo miré con preocupación. Las gárgolas no olían a nada diferente de otras
personas. Más que nadie, debería saberlo, después de haber salido con
uno durante meses sin saberlo. Eché un vistazo a Vane, pero su mirada
estaba fija en lo que estaba pasando fuera. Matt observó lo extraño,
también.
Él negó ligeramente con la cabeza.
Más tarde, pensó para mí.
En el patio, las gárgolas salieron de la limusina, cinco en total. Reconocí
de inmediato a Rourke. Lo había visto en la peor noche de mi vida. Dudo
que alguna vez pudiera olvidar algún detalle. Se puso de pie en medio de
sus guardaespaldas, aunque no lo cubrían muy bien ya que él era más
alto, más de dos metros. Con un mechón de cabello largo y rubio recogido
en una cola de caballo apretada, me recordaba a un berserker2 o algún
tipo de deidad nórdica. Irónico, ya que Matt y Vane nacieron hace más de
mil quinientos años atrás y Rourke era sólo un poco mayor que Sylvia.
Dos guardianes se unieron a Clarence para saludarlo. Por saludar, quiero
decir, le dieron unas palmaditas en busca de armas mágicas y no mágicas.
Rourke le dio a Clarence un bastón de ébano.
Fruncí el ceño.
2 Berserker: Guerreros vikingos que combatían semidesnudos, cubiertos de pieles.
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—Él no estaba usando un bastón en la azotea.
Matt asintió. Sacó un móvil del bolsillo y le envió un mensaje a Clarence.
Vimos a Clarence leer el texto. Él asintió con la cabeza y se dirigió a
Rourke. El rey gárgola no parecía feliz, pero dio el bastón a uno de sus
guardaespaldas que, a su vez, lo puso en la limusina. El guardaespaldas
luego le tendió la mano para que Rourke lo utilizara como soporte.
Reconocí a uno de los guardaespaldas también. Cabello rojo oscuro y tan
gigantesco como Rourke, trató de matarme con una espada. Por último,
Clarence se volvió para mirar a Matt, que se situó en el centro de la
ventana del frente. Las gárgolas habían pasado la revisión.
Vane se puso a su lado.
—¿Estás seguro de que desea dejarlos entrar?
Matt asintió a Clarence. Vane suspiró. Clarence les llevó hasta la puerta.
Algunos otros guardianes salieron de sus posiciones escondidas y
siguieron a las gárgolas a la mansión. Los ojos de Rourke fueron
inmediatamente a Sylvia mientras entraba en la sala de estar. Rourke salió
del círculo de sus guardaespaldas formado a su alrededor.
Vane me empujó aún más detrás de él para mantener la mayor parte
posible de sí mismo entre las gárgolas y yo. Cuando paseé a su alrededor y
me moví para quedar a su lado, me dio una mirada tan frustrada que casi
sonreí.
Los guardaespaldas fruncieron el ceño, pero Rourke dio un paso lento
cerca de Sylvia.
—Me alegro de que accedieras a verme. Te ves tan impresionante como la
última vez que nos vimos.
Grey se colocó delante de su madre.
—Está bien, Grey. —Sylvia puso la mano sobre su brazo y salió de detrás
de él—. Rourke no me hará daño. Nos conocimos hace mucho tiempo...
Desde antes de que nacieras.
—Fuimos a la escuela juntos. —Rourke sonrió.
Todos los demás en la habitación parecían aturdidos, incluyendo las otras
gárgolas.
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—Sí, pero fue hace mucho tiempo —dijo Sylvia—. ¿Por qué estás aquí,
Rourke?
Rourke se rió entre dientes.
—Directo al grano, como siempre. He echado de menos eso. —Su
expresión se tornó sombría. Puso una mano en el respaldo de un sofá que
estaba entre nosotros y se apoyó en él—. No es una buena noticia, me
temo —dijo—. Sé que te dije que no te molestaría a menos que fuera
absolutamente necesario. Bueno, tiene…
Las manos de Sylvia se apretaron mientras se ponía la chaqueta del traje
con fuerza alrededor de ella.
—¿Qué ha pasado?
—Es Oliver, mi hijo. —Rourke me miró—. Me prometí que lo controlaría,
pero debo decir que lo subestimé: Se escapó. Ha jurado venganza contra tu
familia por perder la suya.
Al parecer, Rourke no había oído hablar de lo sucedido en Salem anoche.
Oliver había sido frustrado, pero no tenía ninguna duda de que lo
intentaría de nuevo. Eché un vistazo a Vane. Se acercó a mí. Vane había
matado a la madre de Oliver para protegerme. Oliver nos culpó a los dos.
Rourke miró a Vane con interés.
—No sólo eso. Planea usurpar mi lugar como rey. Él… —Volvió a mirar a
Sylvia.
—Eso no es posible, a menos que...
Sylvia frunció el ceño, mirando abajo hacia el suelo.
Entonces, sus ojos miraron de nuevo a Rourke.
—¿Qué fue lo que te hizo?
Rourke hizo una mueca.
—Me envenenó.
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Capítulo 7
Traducido por Shadowy, Primula y Yoss
Corregido por Nanis
a mano de Sylvia fue a su boca. Rourke se movió para dar
otro paso hacia ella, pero se tambaleó. Su guardaespaldas
atrapó su brazo antes de que cayera.
—Estoy bien, Colin. —Rourke se enderezó con esfuerzo y tiró de su brazo.
—Siéntate, Rourke —demandó Sylvia.
Matt preguntó—: ¿Por qué has venido a nosotros? ¿Quieres que tratemos
de curarte?
—No pueden. Incluso con todo su poder, Maestro Emrys, no serán capaces
de curar esto. —Rourke dejó salir una pequeña risa—. Las gárgolas han
estado acaparando esta pequeña arma desde antes de los tiempos de
Arturo. Viene de la isla de una gente que llamamos los Guardianes
Antiguos, los Guías. Ellos nos confiaron una rara criatura que hemos
protegido por más de un eón, un monstruo hermosamente mortal.
Descubrimos, poco después de asumir el cargo de sus cuidadores, por qué
los Guías nos eligieron. La criatura posee veneno que ataca a la esencia
misma de la vida, desencadena una respuesta que acelera el
envejecimiento.
Colin aclaró su garganta.
L
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—¿Está seguro de que deberíamos decirles todo esto, Señor?
—Sí, era mi responsabilidad protegernos del veneno y fallé.
Rourke se movió lentamente para sentarse en el sofá, sus hombros caídos
ligeramente.
—Esperaba que con la influencia de su madre retirada, Oliver se
convertiría en el líder que sé que es capaz de ser. Sin embargo, se ha
vuelto ciego por la ira… Y el miedo.
Sylvia se sentó frente a él.
—¿Qué va a pasar contigo?
Las líneas fuertes de la cara de Rourke se arrugaron mientras sonreía.
—Mi hermoso rostro será el primero en irse, sin duda. Debido a los
poderes regenerativos de las gárgolas, seré capaz de aguantar más tiempo
contra el envejecimiento rápido. Sin embargo, diría que, dentro de unos
meses, moriré de vejez.
—¿Has tenido siquiera un intento de sanador para revertir esto?
Rourke miró fijamente lejos de los magos en la sala.
—Hemos tenido años para… probar el veneno. Créeme, no hay mago que
pueda sanar esto. Pero hay una forma…
—Así que ahora llegamos a ello —dijo Vane—. Por qué estás realmente
aquí.
Rourke le dirigió una mirada impaciente.
—No he venido sin un plan. No espero que nos ayuden sin derecho a
devolución de algún tipo. En este caso, mi respuesta está con ustedes.
Sabemos lo que buscan y podemos ayudarles a encontrarlo.
El teléfono de Colin sonó ruidosamente. Lo sacó con una mirada de
disculpa. Moviéndose a un lado, comenzó a dar golpecitos en la pantalla.
Matt se aclaró la garganta.
—¿Y qué, exactamente, crees que estamos buscando?
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—¿Creías que habían logrado mantenerlo en secreto? —Rourke le dio a
Colin una mirada de suficiencia—. Ya ves, no saben todo.
—Logramos conseguir a Excalibur a pesar de las gárgolas, así que no nos
subestimes —repliqué.
Rourke se levantó con esfuerzo.
—No te pongas demasiado cómoda con la espada, pequeña. Oliver tiene
más del veneno. Si consigue acercarse lo suficiente, puede ganar la espada
de vuelta y tendrás que rendirle el destino de tu mundo a él. Te mata y
todo el equilibrio de poder cambia, ¿no es así?
—Cuida tus palabras, gárgola —gruño Vane.
La mano de Matt brilló azul, lista para un ataque.
—¡Suficiente! —Saltó Sylvia—. Rourke, no estás aquí para hacerle daño a
Ryan, así que deja de amenazarla.
Para mi sorpresa, Rourke se sonrojo ante la reprimenda.
Matt preguntó—: ¿Qué crees que sabes, Rourke?
—Buscan el conocimiento de los Guías con la esperanza de que puedas
ponerte en contacto con ellos sobre lo que está por venir. Para saber por
qué la espada ha vuelto a nosotros. Deseo encontrarlos también. En
nuestra tradición, los Guías salvaguardaban una copa de la que si bebías,
podía curar cualquier cosa, o eso se dice. La criatura era de ellos; no tengo
ninguna duda de que puede curarme.
—Una copa que cura —dijo Vane lentamente—. ¿Quieres decir el Santo
Grial? Vi la película. Las leyendas de Arturo yendo tras el Grial están
completamente equivocadas. No sabemos nada de ella.
Los labios de Rourke se torcieron en una sonrisa.
—No sé si es la misma copa o lo que las historias han conseguido
entrelazar, pero sí sé esto: La copa que busco existe. —Sus labios se
curvaron en una sonrisa astuta—, y puedo ayudarles a encontrarla.
Matt encontró su mirada fijamente.
—Digamos que no buscamos el mismo artículo. Dijiste que tenías
información.
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—La manera de encontrarla se oculta aquí…
Colin levantó la mirada desde el teléfono.
—Ya lo saben, Señor. Estoy recibiendo informes de nuestros hombres
siguiendo a Oliver. Lo rastrearon a la Casa de los Siete Tejados esta
mañana. Un hombre en la calle dijo que vio a alguien con la descripción de
Oliver salir corriendo de la casa la noche anterior. También vio varios otros
hombres. Hubo un montón de ruidos y luces extrañas en la casa después.
Los magos estaban allí.
Rourke se enderezó. Miró a Matt.
—¿Lo encontraron?
—Sí, lo hicimos, ¿por qué deberíamos decirte? —dijo Vane.
—Porque no tienen idea de lo que han encontrado y yo sí. Si quieren
encontrar lo que buscan, debemos trabajar juntos.
—Tú nos necesitas para trabajar juntos, anciano —dijo Vane—. Eres el
único muriendo.
Sylvia tomó una respiración ruidosa y débil.
Apreté el brazo de Vane en advertencia.
—¿Cómo podemos confiar en ti, Rourke?
Rourke me lanzó una mirada firme.
—No puedo ofrecerles ninguna prueba excepto el conocimiento de que
compartimos un objetivo común. Más allá de mí mismo, encontrar la
respuesta al tridente nos concierne a todos, gárgola, mago, y regulares por
igual.
Tridente, pensé hacia Matt. Rourke lo sabe.
¿Pero nos atrevemos a confiar en él con esto? Pensó Matt en respuesta.
Mis dedos cavaron en la piel de Vane. ¿Tenemos alguna opción? Por eso es
que estamos aquí.
Matt ondeó una mano en el aire. El tridente apareció de la nada y se dejó
caer sobre la mesa de café.
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Los ojos de Rourke se ampliaron con reverencia.
—¿Cómo lo conseguiste?
Matt dijo—: No fue fácil. Una ninfa lo protegía.
—Tiene sentido —replicó Rourke—. Esto pertenece al Rey Pescador.
—Ah —dijo Matt.
—¿Quién es el Rey Pescador? —preguntó Grey.
—Si los textos gárgolas son correctos, el tridente es la confirmación. La
leyenda dice que el Rey Pescador protegía la copa de la vida. —Rourke
ondeó su mano en entusiasmo—. Él gobernaba un reino vecino durante
los tiempos Artúricos.
—¿Un rey vecino con el que luchaste? —le pregunté a Vane.
Vane me miró primero con sorpresa y luego con especulación.
—Sí. El Rey Pellam. Bran de Pellam. Hicimos retirar a su ejército y fuimos
a la ofensiva. Percival y yo abrimos una brecha en el Castillo Perilous.
Luché con él en el salón del trono y lo herí gravemente, pero de alguna
forma se levantó de nuevo. Casi me mata. Me recuperé e impulsé una
lanza directo a través de su corazón. Percival y yo fuimos los últimos que
vimos sus ojos abiertos. O eso pensamos. Lo dejamos sólo para descubrir,
más tarde, que su cuerpo había desaparecido. Escapó de alguna manera.
Se especuló que se curó mágicamente a sí mismo. Un mago solo no
hubiera sido capaz de curarlo.
—Él usó la copa —dijo Rourke.
—¿No fuiste tras él? —preguntó Blake, saliendo de las sombras cerca de la
chimenea.
Vane sacudió la cabeza.
—No hubo necesidad. Habíamos tomado el castillo y la tierra. El reino le
pertenecía a Arturo. —Encontró la mirada de Rourke—. No encontramos
ninguna copa.
Rourke frunció el ceño.
—Donde quiera que se fue, el Rey Pescador llevó la copa con él. No puedo
creer que no persiguieras eso.
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Vane le dio a Matt una mirada seca.
—No lo sabía. No era más que un humilde caballero, no al tanto de esas
cosas.
Nadie habló por un minuto.
—¿Matt? —solicité.
—Galahad lo siguió —admitió Matt—. Viajó muy lejos de Camelot. Me
mantuve en contacto con Galahad por algún tiempo. Entonces, cosas
sucedieron en Camelot que requirieron mi atención y le perdí la pista. En
la última comunicación entre nosotros, Galahad dijo que el Rey Pescador
buscaba a los Guías. Necesitaba orientación para recuperar su reino.
—Galahad —murmuró Vane—. ¿Qué otros secretos estás manteniendo,
hermano?
—¿A dónde fue? —preguntó Rourke.
—Al Sur. Cruzó el canal en Galia, Francia. Sólo sé eso. Lo vi cruzar las
montañas, pero no sé exactamente dónde aterrizó.
Vane se inclinó y recogió el tridente. Todos en la sala se quedaron quietos,
como aturdidos de que se atreviera a tocar un objeto sacramental. Él no
pareció notarlo.
—Esta es la respuesta. —Miró a Matt—. Si este realmente era el del Rey
Pescador, entonces puede haber sólo una llave para la cerradura.
Matt tomó el tridente de él.
—Sí, eso tiene sentido.
—No lo entiendo —dije.
—¿Qué desbloqueó a Excalibur? —preguntó Vane.
Matt me miró.
—Necesitamos algo de sangre.
Miré las tres puntas del tridente.
—Olvídenlo. No estoy repitiendo eso.
Los labios de Vane se curvaron hacia arriba.
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—Relájate, DuLac. No necesitamos pincharte con la cosa. Sólo unas pocas
gotas.
Con una mueca, le tendí mi mano.
Matt sacó un cuchillo de su abrigo y cortó una línea delgada por mi brazo.
Mordí mi labio y me centré en no alejarme. La sangre goteaba de mi brazo
sobre el centro del cabezal del tridente.
Nada pasó. Vane agarró el tridente.
—¿Qué? —protestó Matt.
—Mi turno. —Vane sopló en el tridente. El soplo se convirtió en viento. Un
aura de color verde rodeó el tridente. Vane libero el tridente y flotó en el
espacio. Por un momento, olí el aire caliente y salado. Entonces, el tridente
cayó.
Matt me entrego el cuchillo… Excalibur, me di cuenta. Matt llamó al
tridente y flotó en su mano. Pasó una mano por la lanza del tridente.
—Símbolos. No los reconozco.
Sylvia se adelantó.
—Esas son letras Quimera.
—¿Lengua gárgola? —preguntó Vane.
Rourke se levantó. Miró a los símbolos y los dijo en voz alta en lengua
gárgola.
Vane lo tradujo.
—La Ciudad Perdida de Thera.
—¿Hablas Quimera? —preguntó Rourke, sorprendido.
Vane se encogió de hombros.
—Soy experto en el habla.
La mirada de Rourke se agudizó.
—Sí, había oído hablar de eso.
—Thera —dijo Matt—. El volcán bajo el agua.
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Un escalofrío recorrió mi columna. Encontré su mirada. Su visión puesta
entre nosotros.
Grey se volvió hacia Vane.
—La erupción de Thera fue uno de los eventos más importantes en el
mundo antiguo. La ciudad de Akrotiri fue destruida.
—Sí. —Aclaré mi garganta—. Aprendimos sobre ello en historia. —Le di a
Grey una mirada mordaz. Vane nos tenía estudiando a Thera y ahora el
tridente estaba dirigiéndonos directamente a la misma. No podía ser una
coincidencia, pero cualquiera que fuera su explicación, no quería que lo
trajeran delante de las gárgolas.
—Es suficiente para convencerme. —Rourke caminó al borde de la
habitación con una marcha inestable—. Planeo salir de inmediato. Estoy
seguro que querrán reservar su propio pasaje. Ubicaré una casa segura
para nosotros allí. Sólo unos poco de ustedes deberían venir. Demasiados
despertarán sospechas. Oliver no sospecha que me haya dirigido a
ustedes. Thera es ahora llamada Santorini. El sitio arqueológico de Akrotiri
está allí. No es un lugar muy grande y preferiría no llamar cualquier
atención. —Su mirada encontró a Sylvia, quien se sentaba silenciosamente
en el sofá—. Sylvia eres, por supuesto, bienvenida en cualquier momento.
—¿Qué te hace pensar que tenemos la intención de ir? —dijo Vane.
Rourke miró a Matt.
—Es la única pista que tienen. Encontraron el tridente. —Me miró, luego a
la herida fresca en mi brazo—. Estaban destinados a encontrarlo. Me
refiero a guardarlo.
—¿Por qué deberíamos incluirte? —pregunté.
—¿Además de permitirme salvar mi vida? —Rourke rió—. Sabes que
podemos ayudarles. Oliver sabrá que han encontrado el tridente. No estará
muy lejos. Mi hijo puede ser muy resuelto. Lo hace peligroso. Los
protegeremos.
Vane alzó una ceja.
—Podemos protegernos a nosotros mismos.
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—Déjenme ser claro. —Rourke se enderezó a la altura completa de su
cuerpo—. Ustedes tienen el tridente, pero Grecia es un territorio gárgola.
Sin nosotros, ustedes nunca pondrían un pie en esas islas. Les tomará
meses para tratar de encontrar el camino que nos rodea, si alguna vez lo
hacen. Ustedes saben que es tiempo que no pueden permitirse perder. Una
guerra esta sobre nosotros, aunque no sabemos su propósito. Empezó tan
pronto como apareció Excalibur. —Le levantó una ceja majestuosa a
Matt—. ¿Cuál es tu elección, Merlín?
Matt vaciló.
En mi mano, Excalibur pulsó. Casi grito y la dejo caer. Nadie lo notó, pero
el mensaje era claro. Pensé para Matt: Di que sí.
No me miró, pero sus ojos parpadearon. Asintió.
—Trabajaremos juntos.
***
—Los magos trabajando con esas bestias —dijo Blake, tan pronto se
fueron—. ¿A qué hemos llegado?
—¿Has estado saliendo con Mark? —le pregunté.
Mark, uno de los candidatos y ex novio de Gia, era una de las personas
más detestables y matón que jamás había conocido.
Reverentemente creía que los magos eran superiores a todos los demás.
Un sentimiento inculcado por Vane, que no estaba prestando atención a
Blake.
Vane se volvió hacia Matt.
—¿Qué crees que vas a encontrar en Thera?
Matt parpadeó.
—Como dijo Rourke, el conocimiento de las Guías.
—Rubbish —replico Vane—. Estás en busca de la Dama. No vas a
encontrarla. Ella es cosa del pasado. Nos abandonó.
Matt se sentó en el sofá.
—No, no lo creo.
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Había visto a Vane actuando fríamente. Lo había visto ser cruel. Sabía que
podía ser completamente egoísta, pero nunca lo había visto tan enfadado.
Escupió—: No pudimos encontrarla en el tiempo de Arturo. ¿Qué te hace
pensar que todavía está por ahí? La cueva estaba vacía. Deberíamos
saberlo. Fuimos los últimos en ella.
La cara de Matt se oscureció. Cualquier mención de la cueva, en la que él y
Vane habían sido encerrados por mil quinientos años, hacía comprensible
su mal humor. Su camisa de botones de algodón azul se aferraba a los
músculos magros mientras pasaba sus manos por su cabello.
—El agua del lago todavía existe.
Le dije lentamente—: ¿La Dama del Lago es una Guía?
—Guía. Dioses. Es fácil confundir los dos. Ella y su especie han existido
desde que la vida comenzó en este mundo, creo. Hay muchas criaturas
que deambulan por la tierra, pero se mantienen escondidas —dijo Matt—.
Hace mucho tiempo, no envié a Galahad en una búsqueda para encontrar
el Grial, sino para seguir al rey Pescador y a la Dama. Independientemente
de si la copa es real. Esto sin duda lo es. —Matt levantó el tridente—. ¿No
ves que está hecho de la misma magia que Excalibur? Ambos son sus
instrumentos.
—Estas fijando nuestro futuro en un sueño —murmuro Vane.
—Es la única pista que tenemos —espetó Matt—. Incluso si no la
encontramos, tenemos que mirar. —Se volvió hacia nosotros—. ¿Te
acuerdas cuando estabas en el juicio?
Blake, Gia y yo, todos asentimos. Como si la marca del juicio dejada en los
candidatos pudiera ser borrada u olvidada.
Matt levantó una mano y empezó a dibujar en el aire. Un chorro de luz
azul salió de su dedo como si fuera pintura líquida. Hizo un dibujo de altas
columnas oscuras y arcos.
—Me dijiste que había pilares por todo el lugar en el que estabas.
—Eso parece típica construcción Romana —dijo Vane—. Nada fuera de lo
común
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—No estamos mirando lo suficientemente cerca —dijo Matt—. Dudo,
incluso que Ryan notara esto mientras iba por ella. Desde entonces, he
revisado sus recuerdos.
—¿Te permitió revisar sus recuerdos? —pregunto Gia, horrorizada.
Hice una mueca. No es como si pudiera evitarlo. Incluso si hubiera sido
capaz de bloquear a Matt por completo, el intento era demasiado intenso
para ocultárselo mientras nuestras mentes estaban conectadas.
—¿Qué has averiguado? —preguntó Vane con impaciencia.
Matt tiró de la imagen flotante con la mano. Se enfocó en los arcos. Un
pequeño tallado destacaba en la piedra.
—El tridente. Estaba allí en el juicio.
Vane miró la imagen.
—Hay más. Hay un ojo en el otro lado y una luna creciente ¿Qué quiere
decir?
—No estoy seguro, pero estoy seguro que lo encontraremos —dijo Matt.
Hizo un gesto con la mano y la imagen desapareció. Yo estaba muy feliz.
El juicio no era algo que me importara volver a vivir.
Grey se enfrentó a Vane.
—Lo que no entiendo es cómo lo sabías. Nos hiciste estudiar Thera sólo
esta semana.
—No lo hice. —Vane se frotó el pecho—. Sin embargo, he tenido unos
extraños sueños sobre agua. Pensé que se refería a los juicios de brujas.
Sigo soñando que estoy ahogándome. Me pregunto si mi mente hace las
conexiones…
Matt tomó el tridente y se lo entregó a Vane.
—¿Qué sientes cuando tocas esto?
Vane lo tomó sin expresión. Con un movimiento de su mano, se apartó de
la mesa de café para crear un espacio en el medio de la habitación. Hizo
girar una torpe forma de ocho en el aire. Entonces, los movimientos se
volvieron más suaves, más practicados. Tomé una respiración. El suave
aroma de mar salado, el mismo olor que olí en el ático de The Seven
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Gables, se hizo más potente en la sala de estar. Él continuó durante unos
minutos, pero no pasó nada más.
Vane parpadeó.
—Es una lanza bastante agradable, pero no siento nada especial.
Bajo mi mano, Excalibur pulsó nuevamente. Un rastro de aire de mar
cosquilleaba mi nariz.
Me acerqué a Vane y tomé el tridente. Vane me dejó tenerlo sin
comentarios. Pronto estaba haciendo girar el tridente como una lanza
familiar. Cuando empecé a entrenar con Vane, nos machacaron a todos los
candidatos con las forma de luchar con la lanza antes de que se nos
permitiera avanzar a espadas. Vane era tan rápido que apenas podía ver
su silueta. Yo, sin embargo, nunca fui particularmente buena con la lanza.
Pero ahora, me di cuenta, estaba moviendo el tridente con tremenda
velocidad. El instinto me hizo frenar de repente. Su punta apuntando al
centro de la chimenea… Y a Blake. Un disparo de fuego brotó del tridente.
Blake saltó fuera del camino gritando y cayó al suelo con fuerza. El disparo
de fuego pasó a través de la rejilla de hierro y la pila de madera en el
interior de la chimenea estalló en llamas.
—Ryan. —Gia corrió a ayudar a Blake a levantarse.
Matt tomó el tridente de mí.
—Creo que hemos visto suficiente.
Parpadeé y sacudí las telarañas de mis ojos.
—No sé lo que pasó. Se apoderó de mí.
—Tú eres el portador de la espada —dijo Matt—. Vane derrotó al Rey
Pescador. Rompió la lealtad del tridente y lo dejó abierto para que
cualquiera pueda dominarlo. —Me dio una mirada significativa—. La
lealtad de una espada sólo se extiende hasta la capacidad del maestro que
la mande.
Como si la lealtad de Excalibur cambiara y me la quitaran, a eso se refería
él. Estaba cansada de escuchar lo mismo. ¡No me he vuelto débil, maldita
sea! Y si lo hubiera hecho, era mi derecho. Todavía era mi vida, ¿no?
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Ya no, pensó Matt para mí. Mi irritación se mostraba en mi cara, porque
Blake intervino apresuradamente—: ¿Puedo probar el tridente?
—No hay necesidad de que tú… —comenzó Matt
—Hay muchas necesidades —intervino Vane—. Él es un Candidato. Vamos
a ver si funciona para él.
Blake hizo girar el tridente de la misma forma que Vane y yo lo habíamos
hecho. En cuestión de minutos, el tridente se volvió más rápido de lo que
podía ver. Blake se detuvo. Un disparo salió desde el tridente y las llamas
en la chimenea explotaron.
Grey se levantó de un salto del sofá.
—Soy el próximo.
—Yo también —replicó Gia.
—Por favor. —Sylvia se levantó de donde estaba sentada al lado de Grey—.
No quemaremos mi casa. —Sus ojos volaron a la ventana rota—. Una vez
es suficiente.
Vane murmuró una palabra y agitó los fragmentos de la ventana.
Regresaron juntos en una sinfonía de movimientos. Vane sopló sobre él y
el vidrio se mezcló hasta juntarse. Creó un hermoso diseño parecido a una
telaraña.
—Oh, es hermoso —dijo feliz Sylvia.
Gracias, articulé a Vane.
Él levanto una ceja. Vane habló—: Voy a recoger más tarde. —Cruzó los
brazos sobre el pecho—. El tridente ha hablado. Le sugiero que contacten
con el Consejo, Clarence. Merlín no va a viajar solo a Thera.
Sylvia se apresuró a decir—: Yo creo que deberían venir, también.
—¿Debido a Rouke? —pregunté.
Grey frunció el ceño ante la mención de la gárgola.
—¿Desde cuándo eres amiga de ellos?
Finalmente, las cejas arqueadas de Sylvia se elevaron.
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—El banco de Ragnar trata de magia. Ellos son uno de nuestros
principales clientes.
—Mataron a Alexa —gritó Grey.
Los hombros de Sylvia cayeron.
—Grey, ella no lo sabía. —Di un paso adelante—. Y no fue Rourke. Fue
Oliver.
—¿Cuál es la diferencia? Una gárgola es lo mismo que las otras.
En su mayoría, estaría de acuerdo con él, pero me molestaba la
generalización.
Sylvia suspiró.
—La culpa reside en Marla. Pensar que la contraté porque podía hablar
Quimera.
—Entonces tú también puedes —agregó Matt.
Sylvia asintió.
—No estoy diciendo que debes confiar en él, pero puedo confirmar que lo
que dijo es cierto. —Miró a Grey—. Es hora de que deje de tomar el asiento
trasero en esto.
—No. —Grey sacudió la cabeza.
Los labios de Sylvia se curvaron en una sonrisa.
—¿Puedes arriesgar tu vida por nosotros, pero yo no puedo? Soy una
bruja, hijo. No estoy indefensa. —Arrugó la frente—. Aunque no he estado
lejos del Banco por un largo tiempo. Voy a tener que hacer arreglos para
que alguien asuma…
—Nunca has estado lejos —corrigió Grey—. Pon a trabajar una de las
veinte vicepresidentes que tienes. Están hambrientas por eso.
Sylvia lo miró sorprendida.
—¿Cómo lo sabes?
Él se encogió de hombros.
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—He estado en el banco todo este semestre. Me entregas todos los
comunicados. ¿Pensabas que no podía leer?
—Y-Yo… —tartamudeó Sylvia. Sus ojos buscando los míos.
Contuve una sonrisa. Los milagros pueden suceder.
Ya veremos, pensó Matt para mí.
Lo miré. Sus ojos estaban fijos en Vane. Sin darse cuenta que lo veíamos,
Vane tenía el tridente. No era preocupante el hecho de que lo sostuviera.
Era la manera en que lo tenía, con nostalgia, no de la forma en que alguien
que lo veía como “nada especial” lo haría.
***
Una limosina nos llevó a todos a Boston Logan ese mismo día. Queríamos
hacer una parada en Londres para dejar a la mayoría de los guardianes
hechiceros. Diez de nosotros, junto con Sylvia, continuaríamos hacia
Atenas. Los otros guardianes tuvieron que volver a la Preparatoria Avalon y
el Consejo, la distancia de un viaje en tren por los campos ingleses.
En vez de ir a la terminal, nos desviamos a una franja utilizada para
vuelos privados. Pronto estábamos todos sentados en el lujoso interior de
un avión privado. Mi asiento podría haber sido una pequeña cama. Me
incliné todo el camino de vuelta, elevando los pies y cerrando mis ojos.
Detrás de mí, una de las dos azafatas arrullaba sobre Matt y le preguntaba
si quería tomar algo. Pidió una pinta de cerveza en un tono decididamente
malhumorado. Intenté no sonreír cuando lo vi agarrar la bolsa para
enfermos tan pronto como se sentó. Él odiaba volar.
Vane se deslizó en el asiento a mi lado. Abrí un ojo. Me senté en el frente.
Todas las filas tenían cuatro asientos, dos a cada lado del avión. Todas las
filas excepto la primera. Una mampara ocupaba el espacio frente a
nosotros. Matt se sentó detrás de nosotros con Clarence. Blake y Gia se
sentaban en el pasillo enfrente de Matt. Grey, Sylvia y los otros guardianes
tomaron la parte posterior.
—Siete horas —dijo Vane—. ¿Crees que puedes estar de pie por tanto
tiempo?
—No lo sé. ¿Vas a filmarme o tomarme fotos?
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—Sólo si te quitas la ropa —respondió
No pude evitarlo, mis mejillas enrojecieron. Detrás de nosotros, Matt hizo
un sonido ahogado. A través de la grieta entre los asientos, lo vi abrir un
conjunto de auriculares gratuitos —a pesar de que les odiaba— y los metió
en el celular. Se echó hacia atrás en su asiento, sin soltar la bolsa de
mareo y cerró los ojos. Vane lo vio. Se echó hacia atrás en su asiento con
una mirada de suficiencia después de haber tenido éxito molestando a su
hermano.
Le di un codazo.
—Divertido.
Tomó mi brazo y me acercó más a él. Susurró en mi oído—: No si no
quieres. —Una luz traviesa llenó sus ojos oscuros y por una vez, parecía
tener los veintiún años que decía tener. Sería tan fácil ceder, me daba
cuenta. Sus palabras me atrajeron tanto como él lo hacía y ahí radicaba el
peligro, porque estaba empezando a sentir que no podía confiar en esas
palabras.
Mordió el lóbulo de mi oreja en broma y un escalofrío me recorrió. El avión
se sacudió y vibró al despegar por la pista.
Los dientes de Vane se cerraron con más fuerza y una descarga de
adrenalina me recorrió.
Me aparté.
―Olía el mar antes de subir la escalera de Seven Gables.
La luz traviesa se volvió cautelosa.
—Sí.
—Cuando toqué el tridente lo olí de nuevo.
―Sí.
―Pero tu no.
Vane pestañó. Luego, su expresión cambió.
—No me crees.
Mis músculos se tensaron.
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—¿Oliste el océano?
—Sería genial si mi novia creyera en mí.
Una parte de mí quería estar muy equivocada.
—Deja de evadir, Vane. Tienes una afinidad al tridente. ¿Por qué lo estás
escondiendo?
Vane corrió una mano por su cabello.
—Porque no sé qué significa. —Miró fijamente en la distancia—. Recuerdo
al Rey Pescador. Había algo mal con la pelea. No podía poner mi dedo en la
llaga, pero ahora tengo la sensación de que estaba probándome.
—¿Probándote para qué?
Vane soltó un bufido.
—¿Cómo voy a saberlo? Esa es el área de Merlín.
—¿Le has dicho a él alguna vez?
El avión se enderezó y se elevó hasta lo alto de las nubes. El signo del
cinturón de seguridad se desactivó. En un abrir y cerrar de ojos, Vane
tenía mi cinturón desabrochado. Me tomó en su regazo.
—Lo haré si tengo que hacerlo, pero no todavía. Quizás no sea nada y sólo
lo pondrá más sospechoso de lo que ya está.
Busqué su cara.
—Él no es el enemigo.
Me apretó la cintura.
—Piensa que yo lo soy.
Comencé a contradecirlo, pero me encontré incapaz de hablar con su
lengua en mi boca. Mis brazos se apretaron alrededor de él mientras me
dejaba ir. Justo junto con el avión, flotaba en el aire por un breve
momento en el tiempo. Cuando me soltó, me tomó un segundo para
centrarme de nuevo.
Vane me dio una sonrisa de suficiencia.
—Después de todo, he robado a la chica.
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Sabía que estaba tratando de distraerme. Estaba funcionando. Puse mis
ojos en blanco.
—Sólo por ir de rodillas.
—¿Fue así como pasó? Gracioso, estoy seguro que te recordaría si
estuvieses de rodilla ante mí.
El calor quemó mis mejillas.
Vane se rió.
―Eres demasiado fácil, dulce Dorothy.
Con el ceño fruncido, le di un codazo.
—Deja de ser desagradable, Vane.
—Sir Vane —corrigió.
Estocada. Bloqueo. Amago. Ve a Ryan caer sobre su propia espada. Hice
una mueca. No importa lo bien entrenada que estaba, no era capaz de
ganar un combate de esgrima contra Vane. Sus manos se deslizaron hacia
arriba y abajo de mi espalda. Mientras mi columna vertebral se arqueaba
en su toque, me pregunté: ¿Qué había de malo en mí que perderlo me
hacía quererlo mucho más?
***
Un calor ardiente contra mi cuello me despertó. Las luces del avión habían
sido atenuadas. Levanté la persiana.
En el exterior, la absoluta oscuridad se extendía por el cielo. Abajo, una
interminable extensión de agua negra se reflejaba. Bostezando, me estiré y
me levanté. Detrás de mí, todo el mundo parecía estar dormido. Las dos
azafatas en la parte posterior también se habían desplomado en su
asiento.
Vane dormía profundamente.
Oí un traqueteo en la parte delantera del avión. Con el ceño fruncido, dejé
mi asiento y caminé hacia él. Una cocina pequeña nos separaba de la
cabina. Tan pronto como entré en la cocina, la imperiosa necesidad de
correr se disparó a través de mis nervios y deseé tener a Excalibur.
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Di otro paso y luego me eché hacia atrás cuando una figura oscura saltó
desde la esquina de la cocina. Vestía un uniforme de piloto. Empecé a
relajarme. Entonces, su frente ancha captó la luz. Horribles colmillos
brillaron. Gárgola.
Él tenía un paracaídas medio atado en la espalda y un largo cuchillo en la
mano. Saltó hacia mí. Me tropecé y caí de nuevo en el pasillo. El cuchillo
me raspó el brazo. Le di una patada fuerte en la ingle. La gárgola gruñó de
dolor, pero sabía que iba a sanar rápidamente. Me toqué el amuleto. Por
encima de mí, nadie se movió. Oí roncar a Blake y me di cuenta ahora que
mi amuleto era lo que me había despertado. Era lo suficientemente fuerte
como para protegerme de un hechizo de sueño.
—¡Matt! —grité—. ¡Despierta!
La gárgola levantó el cuchillo. El entrenamiento de Vane entró en acción.
Enredé mis pies con los de él y jalé. La bestia descomunal cayó hacia
delante, amenazando con aplastarme. Volviendo la espalda hacia él, agarré
la mano de la gárgola con el cuchillo. Me di cuenta de que estaba marcado
con una V en el interior de un círculo. Retorcí su muñeca hasta que lo
soltó. El cuchillo cayó al suelo, pero la gárgola puso una mano fornida
alrededor de mi cuello incluso mientras me aferraba a la otra, y trató de
ahogarme. Empecé a desmayarme.
¡Matt!, grité en mi cabeza.
Una luz azul brilló desde donde Matt estaba sentado. Se puso de pie y vi el
poder cegador de Merlín en sus ojos. El viento llenó el avión. Me dio un
tirón hacia adelante. Mi cara golpeó el suelo. Me di la vuelta, así que
estaba sobre mi espalda. La luz azul golpeó a la gárgola con terrible ira. Él
explotó.
La luz azul siguió creciendo, llenando todo el avión. El avión se tambaleó y
empezó a desplomarse en caída libre. Mis uñas se clavaron en la alfombra
del pasillo. Si no lo controlaba, el poder de Matt nos desgarraría a todos.
Matt, grité, ¡Basta!
La luz azul permaneció y, por un momento, pensé que estábamos
perdidos. A continuación, se apagó dejando sólo la ceniza esparcida de la
gárgola como prueba de su poder feroz. Matt dio un vuelco en el pasillo.
Parecía completamente drenado.
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Bookzinga
—La gárgola era uno de los pilotos —le dije.
—Comprobaré al otro. —Matt tropezó hasta la cabina.
El avión se estremeció de nuevo. Me arrastré hasta el lugar donde la
gárgola había estado. Nada más que carbón negro quedaba de él. No lo
toqué. No sé cuánto tiempo pasé allí. Por último, Matt regresó.
—El piloto está despierto ahora. No vamos a caer en el océano.
—Eso está bien.
Bajó la mirada a la ceniza carbonizada en el suelo.
—Arrojé demasiado poder sobre él. Estaba aturdido por el hechizo de
sueño.
Sonaba arrepentido. Yo no lo estaba.
—Intentó matarnos.
—Mientras más vidas tomas, más fácil se vuelve. Nunca debe ser fácil.
—Tenía una marca. Un círculo con una V.
—Oliver. —Todos los del clan de mi ex novio muerto parecían haberse
unido a Oliver. Matt se sentó a mi lado. Se dejó caer hacia atrás contra el
asiento.
—Lo que quiero saber es cómo sabían acerca del vuelo. Sylvia arregló el
vuelo sólo horas atrás.
—¿Otra gárgola? —Miré a los pasajeros dormidos.
En cualquiera de esas caras lisas, una bestia podría estar escondida.
Morgan me había engañado, después de todo, durante meses.
La espada atrajo enemigos como las polillas. Me toqué la garganta con
cautela. Picaba. Matt se inclinó para poner sus manos en mi cuello.
—No —protesté—. Te has agotado ya.
Matt sonrió.
—No te preocupes. Conozco mis límites. Además, sanarte es fácil.
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Luz azul se filtraba entre sus dedos y se enfrió la maltrecha línea de mi
garganta. Tomó pocos segundos sanarme, pero las manos de Matt
permanecieron.
—Tenemos que despertar a todo el mundo —le dije.
—En un minuto, tengo que recuperarme un poco.
Tenía el presentimiento de que esa no era la única razón.
Los labios de Matt se curvaron a una pequeña sonrisa.
—Tienes razón. —Suspiró—. ¿Te das cuenta que esta es la primera vez que
he tenido un momento contigo a solas en meses?
Su pulgar trazó el borde de mi clavícula en un círculo perezoso.
Me puse rígida.
—Matt, Vane y yo…
—Él está jugando un juego, Ryan. Uno que no he descubierto todavía. No
quiero que te hagan daño.
Parpadeé.
—Él no es tú. No necesariamente tiene algo entre manos.
—Este acto sumiso que interpreta a tú alrededor es sólo eso: Un acto. Tú
no lo conoces como yo.
―Sé que has tenido sueños con él.
Matt frunció el ceño.
—¿Los ves? —asentí. Matt se explicó—. No son sueños. Son recuerdos.
Están tratando de decirme algo. No estoy seguro de qué, sin embargo. De
todas maneras, no es de él que quiero hablar. —Sus dedos trazaron la
cadena de mi amuleto—. Quiero que me prometas, no importa cuán
tentada estés, siempre tenerlo puesto. Sin ti, hubiésemos muerto todos
hoy. Vane no sabe esto, pero formé el amuleto con la magia de la Dama,
así como el mío. Hay agua en el interior del lago rubí. Es lo que permite
que nuestra relación sea tan fuerte.
—¿Por qué le diste esto realmente a Guinevere? —pregunté—. Vane pensó
que era porque estabas enamorado de ella.
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—No estaba enamorado de ella. —Nuestra conexión me decía que estaba
diciendo la verdad. Luego, la realización me golpeó.
—Lo usaste para espiarla. Estabas preocupado que ella fuera la caída de
Arturo.
Las mejillas de Matt se enrojecieron.
—Se rumoreaba que estaba teniendo una aventura con Lancelot. Tenía
una con Vane.
Le dirigí una mirada.
—La utilizabas.
Tenía la mandíbula apretada.
—El reino estaba en juego.
—Cuanto más tomas, más fácil es seguir tomando. Nunca debe ser fácil.
―repetí lo que me había dicho tantas veces a mí—. Hay límites, Matt.
Los ojos de Matt se oscurecieron.
—Hice lo que tenía que hacer.
—Suenas como Vane.
—Él hace lo que hace para sí mismo. Esa es la diferencia.
—Seguro. —Me moví para ponerme de pie.
Matt tomó mi muñeca.
—Prométeme que no te quitarás el amuleto.
—Lo mantendré en mente —dije sin alterarme.
¿Cuándo todo el mundo empezó a pensar que estaba bien pasar sobre mí?
Matt respondió—: Estoy tratando de protegerte.
—Lo entiendo, Merlín. —Me acordé de él de pie delante de una sala llena
de periodistas.
Matt afirmó ser Merlin y reclamó a Excalibur.
—Hice eso para protegerte también.
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Suspiré.
—Eso resultó muy bien.
―No de la manera en que lo planeé, pero funcionó de alguna manera.
Todos los grupos de conspiración me creyeron y declarándome un fraude,
permitió al resto del mundo tomar un respiro muy necesitado.
Lo miré.
—Vamos a decir que si encontramos a la Dama y obtienes las respuestas
que quieres, ¿entonces qué? ¿Qué planeas hacer?
Matt se quedó mirando mi amuleto. Sus pupilas se profundizaron
nuevamente dentro de sí mismos hasta que se convirtieron en puntos
perdidos en dos agujeros negros. Él dijo―: Depende de la respuesta, pero
por mis visiones, tarde o temprano no podremos esconder lo que está
pasando al mundo. La reina puede haber detenido a todo el mundo
reduciéndome a un loco que irrumpió en su sala de prensa, pero al final se
volverá muy grande para explicar. Mi primera preocupación, sin embargo,
es poner fin a estos tsunamis.
Los ojos de Matt cambiaron de nuevo a la normalidad.
—Me llamaste Matt —dijo él.
Me senté sobre los talones.
—¿Qué?
—Cuando me despertaste. Me llamaste Matt.
—Sí —dije medio preguntando.
Tomando mi mano, me llevó con él. Su mano se cerró sobre la mía antes
de soltarla.
—Todavía piensas en mí como Matt.
—¿Sí?
—Me gusta —dijo simplemente.
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Bookzinga
Capítulo 8
Traducido por Maru Belikov
Corregido por Paaau
staba en tantos problemas.
¿Vane era el único jugando juegos? Ja. Aparentemente,
Matt no se había visto a él mismo últimamente. Yo era el
peón atrapado en el tablero de ajedrez entre los dos.
Me quedé de pie en la línea cercana a la puerta con mi pase de abordaje.
Después del incidente de la gárgola, el piloto de nuestro vuelo privado no
quería tener nada que ver con nosotros y ahora nos encontrábamos en el
Aeropuerto, en un Vuelo de British Airways. Sylvia reservó nuestros
boletos, pero los asientos estaban todos dispersos, ya que conseguimos
nuestros asientos al último momento. Una mirada a su boleto y Vane
colocó algún vudú al asiento. Ahora, ocho de nosotros tenían asientos de
primera clase.
Cerca de nosotros, pasajeros que creyeron que tenían asientos de primera
clase acosaron a los agentes encargados de los boletos después de darse
cuenta que, repentinamente, habían sido removidos.
—¡He tenido este asiento por meses! —gritó un arreglado hombre en un
traje de negocios.
E
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Bookzinga
Le sonreí tímidamente a la azafata que escaneaba la tarjeta de embarque
con una expresión estoica. Corrí por la pasarela de embarque para
alcanzar a Vane. Y golpeé su hombro con el pase de abordaje.
Él frunció el ceño.
—¿Por qué fue eso?
—¡Robaste estos asientos!
Recorrió su mirada sobre mí.
—Tú tienes piernas cortas, así que quizás estés bien en la parte de atrás,
pero yo necesito espacio. Siempre puedes cambiar con alguien si soy muy
grande para sentarte junto a mí. Prefiero cabello largo, buenas curvas y
grandes…
Lo golpeé de nuevo con el pase. Fuerte.
—Ojos.
Entramos al avión y nos deslizamos en nuestros asientos. Vane tomó el
pasillo. Yo refunfuñe—: Al menos sólo es un vuelo de tres horas.
Vane tomó el brazo de Grey mientras pasaba.
—Después de que todos se sienten, camina por el avión. No quiero más
sorpresas.
Grey asintió.
Porque Grey podía oler gárgolas, me di cuenta. Me le quedé mirando
después que se alejó. Él coloco su abrigo en el asiento al lado de Sylvia.
—Él estaba obligado a ser diferente después de lo que pasó en la azotea —
dijo Vane.
Asentí, pero la respuesta no me satisfacía.
¿Matt? Pregunté, ¿Qué sabes sobre Grey?
—Dudo que Merlín sepa algo más —dijo Vane, leyéndome correctamente.
Me sonrojé. Vane suspiró.
La conjetura de Vane es tan buena como la mía. La respuesta de Matt vino
rápido. Él se sentó detrás de nosotros con Clarence.
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Sentí un trasfondo de algo más, pero Matt me bloqueó antes de que
pudiera husmear más profundo. Escuché un crujido detrás de mí,
probablemente una bolsa para vomitar, y decidí dejarlo en paz.
El vuelo fue rápido. El avión tocó tierra en Atenas mientras el sol pintaba
el cielo con un brillante y rojo atardecer. Para un aeropuerto internacional,
Eleftherios A. parecía pequeño. Tomamos nuestras maletas. Sólo había dos
vuelos a Thera y ya lo habíamos perdido, así que estaríamos pasando la
noche en Atenas. Planeé levantarme temprano para ir a hurtadillas al
Partenón antes de nuestro vuelo en la mañana. Quizás estábamos en una
misión, pero estar en Atenas era un sueño mojado para cualquier
aficionado a la historia.
Varios autos pequeños con ventanas polarizadas esperaban por nosotros
afuera. Me subí con Vane, Grey y Sylvia. Vane y Sylvia conversaron con
nuestro conductor en un perfecto griego. Manejamos a lo largo de caminos
abarrotados de pared a pared con edificios. La sección donde nos
estábamos quedando tenía la ciudad rodeada hasta una colina, la
Acrópolis. En el cielo oscuro, las luces de edificios cuadrados brillaron
desde diferentes alturas. Brisa marina soplaba a través de la ciudad
dejando una atmósfera de relajación, mientras el zumbido de personas en
cada esquina se apilaba en una corriente subterránea de festividad.
Se lo decía a Grey, que malhumoradamente respondió—: Todo lo que
puedo oler es a las gárgolas. Deben estar en todos lados.
En el corazón de la ciudad, nos detuvimos en el privado patio de un hotel
gigante con arquitectura contemporánea, que resaltaba junto a los
edificios neoclásicos alrededor. Porteros se apresuraron para tomar
nuestro equipaje a un conjunto de suites que Sylvia había reservado para
nosotros. Me encontré compartiendo una habitación con Gia y Sylvia. Ella
tomó una cama. Y Gia y yo compartimos la otra.
—Como en los viejos tiempos —comentó Gia. Ella había sido mi
compañera en la preparatoria Avalon.
Me hundí en una colcha gruesa de una de las camas y me quedé mirando
a la hermosa ventana rectangular de nuestra habitación. La ventana daba
al Partenón, situado en la cima de la colina de la Acrópolis. En la
oscuridad, artificiales luces amarillas brillaban a través del templo
dedicado a la diosa Atenea, una de las construcciones más antiguas en el
mundo.
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—Es hermoso —dijo Sylvia—. Lamento que no tengamos la oportunidad de
verla. Te prometo que te traeré de regreso tan pronto como tengamos otra
oportunidad. —Un timbre sonó en la sala de la suite—. Esa debe ser la
cena. Los dejaré entrar y les diré a los chicos. Voy a comer en el spa, sin
embargo. Regresare luego. —Sin esperar una respuesta, se apresuró a
salir.
El spa. Le di una mirada significativa a Gia.
—Incluso ella va a tomarse un descanso.
—Estoy contigo, DuLac —dijo Gia—. Me convenciste al decir descanso.
Me giré de regreso al Partenón. Unas pocas personas, como pequeñas
hormigas, caminaban alrededor de gigantes columnas y los restos
derrumbados del templo. Podía imaginar cómo lucía en tiempos antiguos,
cuando la gigante estatua de Atenea, llevando una lanza y un escudo,
montaba guardia sobre su pueblo.
—¿Sabías que la palabra “Partenón” significa “la residencia de las
jóvenes”? —me preguntó Vane desde la puerta.
Me di la vuelta para mirarlo desde la exuberante cama.
Gia se quejó.
—¿Qué quieres, Vane?
—Lo que quiero tendrá que esperar —dijo. Un leve y abrazador calor en sus
ojos dejó mi garganta repentinamente reseca—. Por ahora, me conformaré
con decirte que la cena está servida.
Gia chilló.
—Estoy tan hambrienta. ¿Desde cuándo volar significa estar en ayuno?
No hubo tiempo para comer en el Heathrow y no había comida real en el
avión. El fuerte aroma de ricos y condimentados platos flotaba desde la
sala.
Gia empujó a Vane para llegar a la comida.
—Vamos, Ryan. Necesitamos comer, así podremos hacer algo de compras.
Me moví para seguirla. Y Vane me detuvo en la puerta usando su cuerpo
como una pared.
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—¿Compras? Esto es territorio de gárgolas. Quizás tengamos la protección
de los Rourke, pero sabes que él ha perdido su poder sobre ellos.
Fruncí el ceño.
—Suenas como Matt.
—Eso no fue agradable.
—No te preocupes. Vamos a las tiendas que están cerca del hotel —dije.
Las instrucciones de Matt habían sido “Quédate en el hotel. Directo hacia
el aeropuerto mañana.” Como si fuera una orden. Agregué—: No vamos a
hacer nada que tu no harías.
—Eso es de lo que tengo miedo.
Convenientemente, mi estómago gruñó. Esquivé a Vane y me alejé rápido,
antes de que pudiera ver mi sonrisa. Yo tenía un plan.
***
—¿Están dormidos? —Bostecé después cuando Blake me sacudió para
despertarme.
Grey estaba de pie detrás de él.
—Todos están desmayados.
Blake lo mandó a callar.
—Sólo tengo suficiente poder para hacer que el hechizo dure quince
minutos, así que apresúrate.
Gia saltó fuera desde el otro lado de la cama que compartíamos. Se quitó
sus pijamas para revelar un jersey negro brillante y ajustados pantalones
negros. Hice lo mismo. Escogí un jersey dorado con un top de tirantes y
una falda negra con leggins. Ambas llevábamos zapatos de ballet dorados
con tacón bajo.
Blake se quejó cuando fuimos al baño a maquillarnos.
—Apresúrense o nos van a atrapar.
—Simplemente coloca los muñecos en su lugar —dijo Gia entre dientes.
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Grey sacó dos muñecos inflables: Aparentemente, podías conseguir
cualquier cosa del conserje cuando mostrabas una tarjeta negra AMEX.
Blake hechizó los dos muñecos en unos clones inquietantemente realistas
de Gia y yo. Unos minutos después, los cuatro nos apresuramos por el
pasillo. No fue hasta que estábamos en el ascensor que noté la ropa de
Grey. Llevaba una chaqueta deportiva gris con una brillante camiseta
verde abierta desde el cuello, revelando el oscuro y rizado vello en su
pecho. Con pantalones y zapatos grises a juego, optando con la estudiada
indiferencia de un local.
—Hola, personaje de Grey —silbé.
Él hizo una mueca.
—Quería conseguir una cadena de oro, pero pensé que quizás sería
demasiado.
—¿Eso no es algo italiano en vez de griego? —dijo Gia.
—Podía haberlo hecho funcionar —contesto él.
—Blake, has lo tuyo —dije rápidamente, antes de que una pelea pudiera
explotar.
Blake dijo un pequeño hechizo que dirigió a mi cabello. En el espejo que se
encontraba en la parte de atrás del ascensor, pude ver como mechones
rubios oscuros cambiaron a un brillante rosa.
—Blake —dijo Gia con admiración—, re has estado conteniendo por mí.
Blake se sonrojó.
—Quiero verde. —El cabello de Gia cambió en un verde fluorescente.
Blake miró hacia Grey, que levantó sus manos.
—No, gracias.
Grey se dirigió a mí.
—Está bien, cerebrito, ¿Ahora qué?
—Confía en mí —contesté.
Justo afuera de las puertas del hotel, nos montamos en un taxi. El
conductor sacudió su cabeza hacia mí cuando saqué una pieza de papel y
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cuidadosamente leí la dirección; así que sostuve el papel en alto y señalé.
Él asintió y aceleró, bajando por el camino. Tomó cerca de cinco minutos
alcanzar nuestro destino. Pasamos por un parque lleno de árboles que
conducía a la Acrópolis y a la Plaza Syntagma. Un frío viento sopló a través
del gran paseo del punto de referencia. Una enorme fuente se encontraba
en medio de un valle rodeado por altos edificios de nueva y vieja
arquitectura. Mesas de café alineadas en las calles. Había balcones de
madera, más fuentes, personas relajándose y disfrutando la vida. El aire
permanecía pacífico hasta que fuimos directamente hacia las señales y
sonidos de la vida nocturna de Atenas.
El taxi nos dejó frente a un edificio bastante soso con una larga línea de
personas acurrucadas, ya sea por el estrecho camino o el frío. La línea
rodeaba la cuadra con personas vestidas desde un estilo muy formal,
hasta ropa muy a la moda y pantalones de tiro bajo. Varios porteros
miraron abajo hacia nosotros como posibles aspirantes a entrar.
—Bienvenido al Club Dragón, chicos —dije
—¿Cómo vamos a hacer para conseguir entrar? —susurró Gia, mirando a
la multitud con consternación.
Blake haló la pequeña corbata de moño que llevaba. Con desordenado
cabello negro, cuadrados lentes y ropa formal, pensé que encajaba
bastante bien con la multitud, excepto por la completa expresión incómoda
que llevaba.
—Podría intentar un hechizo.
—No es necesario. —Grey sacó un teléfono celular.
Lo miré con la boca abierta.
—¿Cómo se te permite a ti tener un teléfono y a mí no?
—Yo no soy el elegido —dijo con ligereza mientras marcaba en la pantalla
del teléfono. Caminó con nosotros al frente de la línea. Una breve
conversación con los porteros más tarde y nos quedamos de pie en la
entrada, logrando que nuestras manos fueran estampadas.
—Le escribí un mensaje a los dueños. Ellos hacen negocios con el banco —
explico él.
—¿Es un banco o una fachada de la mafia? —murmuró Gia.
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La expresión de Grey se oscureció con una repentina ferocidad. Espeto—:
Preferirías estar parada afuera?
Todos parpadeamos a la amargura en su tono. Otro grupo detrás de
nosotros esperaba impacientemente.
—Vayamos a la pista de baile. —Empujé a Grey hacia las escaleras que
guiaban a la planta baja.
—¿Muy gruñón? —masculló Gia detrás de nosotros.
Blake respondió, pero no pude escucharlo. Un piso abajo, salimos hacia
una pista de baile en donde se escuchaba una ensordecedora música de
club. Un gran bar ocupaba un lado del club. Los asientos estaban todos
ocupados. Justo enfrente de este, una hilera de cabinas estaba llena de
personas. En la pared del lado opuesto del bar, un DJ estaba de pie por
encima de la multitud que giraba. Luciendo todos un estado de felicidad.
—Voy a conseguir una bebida —declaró Blake.
Parpadeé hacia él. Cierto. Sin edad para beber.
—Iré contigo —dijo Gia con una mirada insegura hacia Grey.
Grey no respondió. Él miraba hacia una pelirroja que llevaba un top que
dejaba su espalda completamente desnuda. Ella giró su cabeza y su
mirada encontró la de él. Ella le dio un guiño. Y sin ninguna otra palabra a
nosotros, se alejó.
Cerca de mí, Gia dejó salir un pequeño sonido de resentimiento.
—Vamos, Gia —dijo Blake rápidamente.
La observé irse con el corazón encogido, sin embargo, el estruendo de
música desenfrenada no me pasó por alto. Sólo me tomó unos pocos
minutos de escanear a la multitud para encontrar un modo de entrar. Un
tipo se me acercó y la siguiente cosa que supe, estaba en el medio de la
multitud, sólo con la música resonando a través de mis venas.
El tiempo paso volando mientras bailábamos bajo la caricia de la
oscuridad. La música cambió y así también las parejas, pero nada le ganó
a la adrenalina de moverse con el ritmo de la música retumbando a través
del aire. El golpeteo y empuje del ritmo reflejado en los sugerentes
movimientos de la multitud.
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Y luego, pasó.
En medio del baile con un chico cualquiera que movía sus manos en la
parte trasera en una posición aceptable, lo vi. Vane.
Su cuerpo se movía sensualmente al ritmo de la música, una chica alta y
pelirroja que parecía un pulpo pegada al frente de él. Me separé del chico
con manos inquietas, empujando a las personas a un lado. Despejando el
camino hacia mi supuesto novio.
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Bookzinga
Capítulo 9
Traducido por ƸӜƷYossƸӜƷ , Little Rose y Jo
Corregido por amiarivega
e tomó dos movimientos para empujar a la chica de Vane.
Una mirada a mi cara y se escabulló sin argumentos. Me
volteé hacia Vane. Me empujó contra él antes de que
pudiera parpadear.
—¿Obtuvo tu atención? —gritó en mi oído, más allá de la música
estruendosa.
Me habían cortado las alas. Me tenía y lo sabía. Me había escabullido sin
él. Dije con un puchero—: Nos hubieses detenido.
—Probablemente. —Comenzó a empujarme hacia la multitud que bailaba.
—¿Qué estás haciendo? —Sus labios rozaron mi cuello.
—Tomando ventaja.
Tuve que contener un jadeo cuando vio que mis caderas comenzaron a
moverse con la música. El ritmo pulsante apretando alrededor de cada
nervio que poseía hasta que mi cuerpo era una masa de cuerdas tensas
para que su cuerpo las rasgueara. Muy pronto, no podía formar un
pensamiento coherente. Mi frente pegada a la suya, nos bañamos en las
ondas oscuras de la noche. Miré a Vane. Itinerantes luces estroboscópicas
enfatizaban las duras líneas de su rostro, dándole un sesgo peligroso.
M
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Bookzinga
Me miró y lo que vio le hizo tomar una respiración vigorizante. Sin esperar
a que la canción finalizara, me sacó de la multitud.
—¿Qué? —protesté. Mi cuerpo quería quedarse atado al olvido de la danza.
Vane me llevó más allá del piso lleno de gente. Vi a Blake y a Gia bailando
en el borde de la multitud. Blake levantó la vista y me vio. Señaló
inquisitivamente a Vane. Negué con la cabeza hacia él. En una esquina,
apenas visible más allá del bar, un guardia custodiaba un umbral. Vane le
dijo unas palabras que no podía oír más allá de la música palpitante. El
gorila palideció ante lo que Vane dijo y corrió a abrir la cuerda.
Vane me llevó junto a él en una habitación oscura llena de cabinas bajas.
Todos los que estaban vacíos tenían una luz directamente sobre ellos.
Vane nos llevó a una cabina en una esquina oculta en las sombras. Él
golpeó su mano sobre la mesa para conseguir la atención de dos extraños
besándose con sólo la mitad de su ropa. Él chilló, su voz distorsionada por
arte de magia—: Muévanse.
El chico asintió con la cabeza y salió de la cabina. Luego de cerrarse la
camisa, se marchó.
—¡Ey! —La muchacha se quedó mirando al muchacho.
Los ojos de Vane se fijaron en ella. Salió a toda prisa de su asiento
también.
—¿Qué fue eso? —le pregunté a Vane.
—Persuasión —dijo sin disculparse. Deslizándose sobre el asiento,
extendió su mano.
Miré la cabina. ¿De verdad sabía lo que estaba pidiendo? El flujo de la
noche que se mezclaba con el bajo pesado de la música hacía difícil que
importara. Mis dedos temblaron un poco cuando me tomó la mano.
Me haló a la cabina, la que había sido hábilmente diseñada para máxima
privacidad. Un asiento profundo se extendía detrás de una mesa de media
luna que servía como una barrera entre la sala y nosotros. Las manos de
Vane se deslizaron por mi pelo color rosa.
—Lindo color —remarcó
—Ni siquiera puedes verlo —le dije.
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Bookzinga
—Puedo ver suficiente.
Estaba bastante segura que no hablaba del cabello. Sus labios tomaron los
míos y, perdida en el beso, apenas sentí mi suéter deslizándose. Mis
rodillas estaban en el asiento y puse las manos en torno a los fuertes
músculos del cuello de Vane. Sus manos fueron debajo de mi camiseta y
por mi espalda. La camiseta se deslizó hacia arriba. Di un grito ahogado
cuando una palma se cruzó sobre un pecho al descubierto y apretó.
Con un húmedo gemido necesitado, cerré los ojos.
Mi mente despertó.
Ryan. La voz de Matt sonó en mi cabeza. Tenía un borde desesperado. Su
presencia se apoderó de mí.
Los labios de Vane rozaron mi cuello, enviando descargas de placer por mi
espina dorsal. Una mano rozó la parte posterior de mi rodilla, el muslo y
lentamente se deslizó por debajo de mi falda.
Ryan, gimió Matt.
Por un instante, el cuerpo de Matt parecía superponerse al de Vane y yo
sentí que me tocaba también. Mis ojos se abrieron de golpe. Separé mis
labios de los de Vane. Tiré mi camiseta hacia abajo.
Vane frunció el ceño.
—¿Qué?
—Matt. —Me eché hacia atrás—. Él... Nos ve. No sé cómo cerrarle las
puertas.
Vane maldijo.
—Él no puede tenerte, ¿así que yo tampoco?
Fruncí el ceño.
—No es así.
—Él me ha bloqueado del amuleto. De ti. Él te quiere para sí mismo. Para
mantener sus manos en ti. —Vane me tiró de nuevo hacia él. Su dedo
trazó la cadena hasta llegar al amuleto. Apretó la piedra preciosa en su
mano, tirando de él. Dijo rudamente—: Creo que es hora de que te quites
My Merlin Awakening Priya Ardis
Bookzinga
el amuleto, ¿no? Te voy a hacer otro. Puede que no sea tan potente, pero
vas a estar libre de él.
—No… No puedo —dije.
El tigre detrás de los ojos se movió.
—¿No puedes? ¿O no quieres?
No. No quería.
Había sido atraída al amuleto desde la primera vez que lo había visto.
Sabía que Matt tenía razón. Algo dentro de mí lo necesitaba. Era por eso
que no me lo había quitado la primera vez que me enteré del espionaje de
Matt.
Mi respuesta debió haber brillado en mi cara, porque la expresión de Vane
se endureció.
Supliqué—: Vane.
Sus dedos se enredaron en mi cabello. Tiró de las hebras con la fuerza
suficiente para hacerme una mueca de dolor.
—¿Por qué?
—Nos salvó la vida de nuevo en el avión. Salvó la mía dos veces más.
—Hay otras maneras. Es tu elección. —Un brillo de depredador coloreó sus
ojos.
Mi columna se puso rígida. Me incliné lejos de él y repetí—: No puedo.
Apretó los dientes.
—Se supone que eso te protege. En el momento en que crea que no está
haciendo precisamente eso, no voy a preguntar. Simplemente te lo quitaré.
—Tú no eres mi guardián. —Las palabras cayeron antes de que pudiera
detenerlas.
—Si es necesario, puedo serlo.
Confía en Vane para no suavizar nada.
—Creo que sé dónde estás parado.
My Merlin Awakening Priya Ardis
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Cogió mi suéter de la mesa y me lo ofreció.
—Me gustaría poder decir lo mismo.
***
Gia me saludó frenéticamente tan pronto salí del cuarto trasero. Le devolví
el gesto, aliviada. Detrás de mí, Vane me siguió en silencio. Decir que no
estaba feliz era poco. Nuestra pelea me dejó algo amargada, pero tenía
razón y no quería retractarme. Si lo hacía, Vane me pasaría por encima.
Gia prácticamente corrió hacia mí.
—¿Dónde estabas? Te estuve buscando por todas partes.
Afortunadamente no necesitaba una respuesta real a su pregunta. Me guió
hacia otras escaleras que llevaban al piso de abajo.
—Tenemos que bajar. Quizás a ti te escuche.
La dejé guiarme. A mitad de camino comprendí su miedo. La música
seguía rugiendo, pero en lugar de un grupo de baile, la multitud rodeaba a
dos chicos que parecían estar intentando matarse.
Uno era Grey. Vi a la chica pelirroja que estaba mirando en primera fila. Le
dijo algo al gigante que golpeó a mi hermano.
Grey pateó fuertemente en el estómago a su oponente y lo hizo trastabillar.
Se abalanzó sobre él. Los huesos sonaron cuando su mano impactó la
mandíbula del gigante.
Vane estaba a mi lado. Lo empujé levemente.
—Ayúdalo.
—Estaba buscando una pelea. Quizás deberíamos dejarlo agotarse un
poco —dijo Vane. El rostro del gigante cambió mientras perdía el control.
Su frente se deformó. Le salieron colmillos. Una gárgola.
Hice un ruido de frustración y comencé a ir hacia Grey yo misma. Vane me
tomó del codo para detenerme.
—¿Acaso ves dónde estamos?
Señaló la multitud. Algunas personas miraban sorprendidas a la gárgola,
retirándose al fondo del cuarto. Sin embargo, la mayoría quedó en su lugar
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y le gritó su apoyo a la gárgola. Me pregunté cuántos de ellos también
serían gárgolas. Los encargados reunieron a los que obviamente nunca
habían visto una gárgola en su vida, los regulares, y les arrojaron un
hechizo con un aura verde.
—Hechizo de amnesia —me susurró Vane al oído.
Aun así, había como cien personas mirando la pelea.
—¿Son todas gárgolas? —pregunté aterrada—. Tenemos que sacarlo de
ahí.
Ante nosotros, el gigante golpeó en el estómago a Grey. Él se dobló. El
gigante lo agarró del cuello y comenzó a ahogarlo. Grey se liberó de su
agarre y lo golpeó en el rostro. El gigante cayó hacia atrás.
—Ya ves —dijo Vane—. Es un Candidato. Va a estar bien.
Otra gárgola avanzó hacia el espacio que había entre la multitud. Parecía
entusiasmado de intervenir en la pelea. Blake salió de la nada y corrió
hacia él nuevo con un fuerte grito.
—Esto se está saliendo de las manos —gritó Gia.
Me liberé de Vane. Gia y yo corrimos hacia abajo. Llegué al límite antes de
que Vane me aferrara por la cintura. También detuvo a Gia. Murmurando
un hechizo, me congeló en mi lugar.
—Mantenla a salvo —le ordenó a Gia. Puso su mano en la mía.
Ella me aferró y descubrió que no podía moverse.
—¡Bastardo! ¡También estoy atrapada!
Ignorándola, Vane tocó mi rostro.
—Me vendría bien una pelea.
La mirada temeraria que tenía me dejó inquieta. Intenté hablar, pero no
pude. Se metió en la multitud. Desde donde estaba no podía ver nada más
allá del bosque de gente que alentaba y abucheaba alternadamente.
Cerrando mis ojos, me concentré en usar el amuleto para liberarme. No
pude hacerlo. La multitud se separó ante mí. La gárgola gigante vino
volando hacia atrás. Cayó a mis pies. La multitud alentó enardecidamente.
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Vane salió del centro hacia mí. Detrás de él vi, a Grey y a Blake peleando
con otras dos gárgolas. Una gárgola más saltó de la multitud. Vane no se
inmutó. Le tomó tres movimientos enviarlo al piso. El gigante se puso de
pie lentamente. Sacó un cuchillo de su espalda.
Intenté gritar una advertencia, pero no salió ningún sonido. Miré a Gia.
Ella miraba a Blake y a Grey, quienes parecían estar ganándoles a las
gárgolas que peleaban.
¡Matt!, grité, ¡Ayuda!
Tuve una imagen de Matt de pie junto a una columna.
Se recostó contra este para apoyarse. Dijo: Concéntrate, Ryan. Puedes
hacer esto.
El amuleto mandó oleadas de poder. Un tenue brillo azul emanó de la
piedra preciosa, debilitando el embrujo de congelamiento de Vane mientras
crecía. Aun cuando no era tan poderoso como Merlín, Vane no era un
mago común y el conjuro todavía mantenía una gran cantidad de fuerza.
Mientras luchaba con este, el gigante esperó por Vane. Cuando Vane se
acercó, el gigante saltó y acuchilló a Vane en un movimiento brusco a
través del pecho. Vane silbó cuando el cuchillo cortó su piel, pero herir al
tigre sólo lo hacía más letal. El gigante obviamente no era un luchador
entrenado y Vane claramente lo era. Se agachó bajo el gigante para
levantarse contra su pecho y sostuvo la muñeca del gigante. El gigante
gruñó, adolorido, mientras Vane trituraba sus huesos. El cuchillo comenzó
a caer. Vane lo atrapó con su mano libre. Apuñaló al gigante en el
estómago y luego corrió todo el cuchillo hacia arriba, hasta el cuello de la
gárgola en una embestida brutal.
Me congelé.
Mi amuleto emanó poder de nuevo.
En un estallido, disipó el conjuro de Vane. Mi garganta se liberó, grité—:
¡Vane, detente!
Los ojos de Vane se encontraron con los míos. No quería escuchar.
Alrededor de nosotros, la multitud parecía quieta. Lo habían observado
todo, poniéndose cada vez más callados mientras la lucha se ponía
siniestra.
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Con su expresión casi indiferente, Vane examinó la gárgola sangrante. El
gigante no estaba muerto, pero con un correcto movimiento del cuchillo
podría estarlo.
El resto del hechizo de congelamiento se desvaneció.
No me moví. No me atreví. Cualquier movimiento repentino y temía que
Vane fuera más allá del límite.
—Vane, por favor —dije—, déjalo ir.
Vane me miró. No sé lo que vio, pero parecía recordar quién era. Dejó caer
al gigante.
La chica pelirroja corrió desde la multitud para arrodillarse en el suelo al
lado de la gárgola caída. Tocó la herida abierta que cubría la mitad del
cuerpo del gigante con dedos temblorosos.
—¡Tú, monstruo! ¿Cómo vives contigo?
Vane no le respondió. Caminó hacia mí. La multitud se mantuvo en
silencio, observando cautelosamente a Vane. Grey y Blake se acercaron a
trompicones. Vane no se detuvo cuando me alcanzó. Caminó directo yendo
a las escaleras.
—¿Qué diablos fue eso? —dijo Gia a mi lado.
—Nuestra señal para irnos —repliqué.
***
Miré fijamente a Vane en el taxi. Gia y Blake se sentaron en un lado, atrás.
Grey estaba delante y yo había estado apretada en el medio, junto a Vane.
Me dio una mirada de irritación.
—Es una gárgola. Estará bien.
—No era un luchador. Podrías haberlo terminado en cualquier momento —
dije—. Estabas… jugando con él.
—¿Necesito recordarte que él sacó el cuchillo? Le enseñé una lección.
—Tiene sentido —murmuró Gia—. Si eres un sicópata.
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A mi lado, Vane se tensó. Golpeé con el codo a Gia y puse mi mano en
Vane antes de que hiciera algo de lo que se arrepentiría. Lentamente se
relajó.
Un incómodo silencio cayó en el taxi. Miré hacia afuera de la ventana.
Entramos a una sección verde de la ciudad. Árboles altos se balanceaban
en la oscuridad. Era el parque que llevaba al Parthenon. Una imagen
encajó en mi mente y me enderecé en mi asiento.
Agarré la manga del conductor.
—¡Deténgase, ahora!
El conductor murmuró algo y siguió conduciendo.
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Capítulo 10
Traducido por Niii, LizC y rihano
Corregido por Nanis
e enderecé aún más. Recordé que estaba desnuda y me
volví a hundir en el agua. Demandé—: Matt, vete.
Él cruzó el piso de baldosas blancas y se instaló en el
borde de la bañera. Aunque las burbujas me escondían, crucé mis brazos
sobre mi pecho bajo el agua.
—Matt, estoy algo ocupada —dije, apretando los dientes.
Su frente se arrugó.
—Es sobre el club…
—No quiero una lectura por haberme escabullido. —Lo fulminé con la
mirada—. ¿No hablamos sobre límites? ¿O crees que deberías al menos
intentar mantenerte al margen de situaciones privadas?
Sus mejillas enrojecieron.
—No puede evitarlo. Imagina una puerta entre nuestras mentes. Después
del ataque en el avión, la dejé un poquito abierta, en caso de que me
necesitaras. Lo que estabas sintiendo se coló como una avalancha por la
ranura. —Un pensamiento se escapó antes de que él pudiera ocultarlo. No
estoy seguro de que pueda. No estoy seguro de que quiera.
M
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Sonrojándome, decidí no comentarlo.
—Pero no es eso de lo que necesito hablarte. —Cerró la puerta del baño—.
Blake me describió la pelea. Me dijo lo que Vane le hizo a la gárgola.
Un cosquilleo de incomodidad recorrió mi columna.
—¿Y?
—Conozco a mi hermano. Venimos de una época más brutal —dijo—. Su
vida en la corte de Arturo no fue fácil. Los caballeros luchaban en una
batalla tras otra y Vane puede ser… —Matt hizo una mueca—. Rudo.
Vengativo. Un bastardo sangriento.
Mi frente se arrugó.
—¿Entonces no crees que fuera extraño?
—Más que extraño. Es perturbador. Lo que Blake describió no es Vane.
Rudo no es lo mismo que cruel y jamás he sabido que mi hermano fuera
cruel.
Miré a Matt. Siempre pensé que en su interior se preocupaba por Vane,
pero estuve un poco sorprendida de escucharle admitirlo.
—No me gusta lo que esto significa. La sincronización de ello. Tiene una
conexión extraña con el tridente.
Y ahí iba la preocupación. Dije—: Qué agradable que te preocupes por tu
hermano, Matt. Dios prohíba que algo le pase a la misión.
—No es una misión. —Para mi sorpresa, estiró su mano y metió un
mechón de cabello detrás de mi oreja. Su palma descansó contra mi
mejilla—. Si hacemos esto bien, detendremos una catástrofe que devastará
millones de vidas. Esta es una cruzada. —El calor de su mano calentó mi
piel.
Imágenes de volcanes haciendo erupción llenaron mi mente. Hasta ahora,
la visión había colgado como una nube negra sobre nosotros, pero ahora la
nube se estaba hinchando. Se agrandaba más y más.
Pronto, lo sabía, sería lo suficientemente grande para cubrir todo el cielo. Y
a diferencia de Atlas, no me sentía lo suficientemente fuerte para soportar
su peso.
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—Podemos soportarlo juntos —dijo Matt.
Me alejé de él.
—¿Qué es lo que quieres que haga, Matt?
—Mantente cerca de Vane. No debería ser difícil para ti. —Sus labios se
torcieron en una sonrisa agridulce—. No te pierdas los detalles. Si es que
hace cualquier cosa inusual.
—Y te lo digo.
Él no lo sabrá, pensó para mí.
Mordí mi labio.
—No se siente correcto. No soy una espía.
—Considera lo que está en juego si no lo eres. —Entonces, utilizó el único
argumento que sabía funcionaría en mí—. ¿Cuánto te importa él?
Matt se puso de pie. La puerta se abrió violentamente.
Vane entró.
—¿Hola? ¡Estoy en la bañera! —dije.
Los ojos de Vane se posaron sobre Matt casi con desprecio.
—¿Con él?
—Él se puede ir también —espeté.
Gia asomó su cabeza.
—¿Hay una fiesta aquí?
—¿Fiesta? —La voz de Blake viajó desde el otro lado del pasillo.
Me hundí más en las burbujas.
—¿Pueden todos salir?
La mirada de Vane permaneció en Matt.
—No antes de que me digas de qué estaban hablando aquí adentro.
Matt no dijo nada.
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—Él está preocupado de que te estés volviendo loco —dije.
—¿Qué? —Vane frunció el ceño.
—La gárgola en el club —solté.
—Eso fue loco —murmuró Gia.
Con el ceño fruncido, Vane pateó la puerta para cerrarla en su cara. Frotó
su pecho inconscientemente. El punto exacto donde había visto su cicatriz.
Matt notó la acción también.
—Necesitas tiempo para volver a centrarte. Si te conviertes en una
debilidad, no puedo volver a enviarte a la Preparatoria Avalon.
Vane dejó de frotar. Sus manos se volvieron puños. Ojos pardos se
trabaron en mí.
—¿Eso es lo que te dijo? ¿Qué está preocupado? —Volvió a mirar a Matt—.
Buen intento, hermano, pero ambos sabemos que no es real. Me necesitas.
Matt cruzó sus brazos.
—Estás desviando el tema de tu atención.
Vane levantó una ceja.
—Todo lo que digo es verdad.
—Sí, pero claramente está estructurado a tu favor. Sigue siendo una
desviación.
Estaba teniendo un momento de deja-vù. Froté mi frente.
—Tuvieron esta discusión hace mil quinientos años. ¿Podemos avanzar?
Vane me miró con sorpresa.
—¿Qué?
—Merlín te encontró con Guinevere. Lo soñé todo.
Vane hizo un sonido bajo de enojo en su garganta. Se lanzó hacia Matt y lo
golpeó en la cara.
Matt se tambaleó, luego se enderezó.
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—Me niego a pelear contigo.
—Entonces harás que esto sea mucho más fácil. —Vane lo golpeó en el
estómago y retrocedió para dar otro golpe.
—¡Detente! —Agarré una enorme toalla y rápidamente la envolví a mí
alrededor. El borde inferior se empapó y chocaba incómodamente contra
mi piel. Corrí a agarrar el puño de Vane antes de que conectara otra vez
con Matt—. ¿Qué estás haciendo?
—Estoy cansado de que se meta en tu cabeza. ¿No ves lo que nos está
haciendo? —Se movió para golpear a Matt con su mano libre.
Agarré esa también… y recé seriamente porque mi toalla no se soltara.
—¡Vane, aléjate!
Su mirada se posó en el amuleto en mi cuello. Observó mi piel elevarse y
descender.
—Ni siquiera puedes quitártelo el tiempo suficiente para tomar un baño.
Toqué la gema. En realidad había olvidado que la llevaba. Matt me empujó
a un lado.
—Estás fuera de control, Vane. No sé si es el tridente o algo más, pero
necesitas ayuda.
La mandíbula de Vane se tensó.
—No, tú necesitas ayuda. Necesitas mis habilidades. Me tomó un tiempo
descubrirlo, pero eventualmente descubrí el gran esquema de Merlín. Hay
sólo una razón por la que me es permitido acompañarte en esta pequeña
empresa: No puedes hablarle a las sirenas sin mí. No sabes cómo.
Miré el perfil de Matt. Mantuvo su mirada fija en Vane, pero no respondió.
Era una admisión. Vane tenía razón.
—A pesar de que intente convencerte de otra cosa, al gran Merlín sólo le
importa una cosa. —Vane agarró mi barbilla y la volvió hacia Excalibur.
Había apoyado la hoja contra la bañera antes de entrar en ella—. Nos
sacrificaría a todos en un segundo por ella.
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Antes de que me diera cuenta de lo que estaba haciendo, la mano de Vane
se movió para arrancar el amuleto de mi cuello. Jadeé con dolor cuando la
cadena quedó atrapada en mi cabello y arrancó unos mechones.
—¡Vane! —gruñó Matt.
Los dedos de Vane se apretaron alrededor de la gema. El amuleto
reaccionó. Una ola de luz azul emergió de él. Dejó caer la gema.
—Me pregunté si podrías sacártelo, incluso si querías hacerlo. —Con una
mirada final hacia mí, Vane giró sobre sus talones y salió. La puerta
resonó tras de él.
Miré a Matt. Sin decir nada, estiré mi mano hacia atrás para desenganchar
la cadena. La misma ola de luz azul pasó por mí. Haciendo una mueca,
solté la cadena.
—No confiaste en mí —dije.
Matt me miró sin remordimientos.
—No podía correr el riesgo.
—Todo lo que Vane dijo es verdad, ¿no? —El amuleto, un peso
significativo, hundía mis huesos. Mientras más tiempo estábamos en este
viaje, más sola me estaba comenzando a sentir. Me alejé de Matt. Fui hacia
el lavabo, cogí un cepillo para el cabello—. Sólo vete. Necesito vestirme.
Una suave brisa sopló detrás de mí, levantando los cabellos en mi nuca.
Matt se puso atrás de mí. Desenganchó el amuleto.
Nuestros ojos se encontraron en el espejo.
Él dijo—: Vane tenía razón sobre una cosa. La elección debería ser tuya.
El amuleto se deslizó por mi piel hasta el valle entre mis pechos. Estiré la
mano para agarrarlo, pero Matt sujetaba la cadena.
—En el recuerdo que viste, era la mañana antes de que Vane fuera a
pelear con el Rey Pescador. Él vivió, pero no fue el mismo. Dejó de ver a
Guinevere después de que regresó; Y luego desapareció por meses. Fue
solo después que descubrí el motivo. Estaba ayudando a Mordred a
amasar un ejército. Luego, vino por Camelot. De alguna forma convenció a
las gárgolas de que se unieran a él. —Matt soltó la cadena. El amuleto
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cayó en mi mano. La cadena se deslizó por mi brazo—. No dejaré que
ocurra una segunda vez.
—Camelot se fue, Matt —dije.
Matt hizo flotar a Excalibur desde la bañera y se colocó sobre el lavabo
delante de mí.
—¿Estás segura?
***
¿Cuándo se volvió tan complicada la vida? Reflexioné sobre esto durante
nuestro vuelo al día siguiente. Colin, el guardaespaldas y ejecutor de
Rourke, nos encontró en la salida y nos dirigió a una fila de autos en
espera cuando aterrizamos. Podía decir que Clarence, el mago más viejo
entre nosotros, no estaba emocionado, pero lo aceptó bajo las órdenes de
Matt. Igual que yo. Me senté con rigidez en el auto junto a Blake y Gia.
Matt iba adelante junto a Colin.
Sylvia, Vane, Grey y Clarence iban detrás de nosotros; y los guardianes
restantes iban en el último auto.
Cruzamos la isla con bastante rapidez —no era tan grande— y avanzamos
a lo largo del borde de un acantilado de Fira, la ciudad principal en la
parte oeste de la isla de Santorini. La isla formaba una medialuna tosca y
Fira estaba construida en el medio de la medialuna, a lo largo del borde de
una antigua caldera del ahora sumergido volcán. Cuando Thera hizo
erupción, hace unos tres mil quinientos años atrás, el volcán separó la isla
en tres partes. Las aguas azules del Egeo se filtraron entre los espacios y
convirtió las tres partes en tres islas distintas. En los tiempos antiguos, la
única isla se llamaba Thera Fira, sobre el acantilado rocoso, se elevaba
alta sobre el agua, revelando una glamorosa panorámica de toda la
caldera.
Blake, Gia y yo nos amontonamos en la ventana para tener una buena
vista de la ciudad mientras nos acercábamos. Fira descendía sobre el
acantilado y desaparecía en el océano. Ejemplificaba las fotografías de
ciudades griegas que había visto en postales. Filas y filas de edificios
cuadrados se alineaban a lo largo del precipicio. Escaleras estrellas
constituían las calles que serpenteaban por el acantilado. Iglesias con
techos abovedados de color azul rey combinaban con el azul casi cristalino
del Egeo más abajo. Antiguas campanas de metal se balanceaban con la
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brisa. En marcado contraste, la roca de la caldera era una mezcla de
verde, rojo y café.
Una vez que entramos en la ciudad, bajamos por las empinadas calles
color crema y viramos hacia el estacionamiento privado de una casa de
varios niveles. Al otro lado de la casa, vi una magnífica piscina infinita que
daba al mar.
Incluso bajo el sol, el aire invernal clamaba por un suéter y me estremecí
cuando salí del sedán rojo.
—No hay nada mejor que estar a trece grados, jovencita —comentó Colin.
Fui al maletero a recoger mi bolso, pero Colin sacudió la cabeza.
—Alguien se encargará de eso. Hay más de diez habitaciones en la casa.
Un ala se ha reservado para ti. —Miró a Matt—. Rourke está esperando
por ti.
Eché un vistazo al edificio largo y de estuco blanco. No se veía como si
tuviera incluso cuatro dormitorios. Seguimos a Colin a través de puertas
delgadas de color verde. Las puertas de madera tenían sólo un sencillo
arco blanco por encima de ellas para enmarcar la entrada.
Inmediatamente en el interior, otro patio al aire libre reveló la perpetua
piscina y más allá, el mar.
Varios conjuntos de bancos de madera de cerezo estaban colocados junto a
la piscina. Los anchos cojines en ellos, sin embargo, me hacían pensar que
no habían sido encontrados en un mercado de pulgas. Rourke estaba
sentado en una de las sillas con una bebida.
Una mujer mayor estaba de pie junto a él.
Un moño apretado controlaba su cabello plateado, pero esa era la única
señal de su edad. Su rostro, aunque maduro, no tenía líneas. Contra las
azules aguas del mar Egeo, podría haber duplicado a la gran Diosa de la
tierra, Deméter.
Rourke se levantó en cuanto vio a Sylvia. Hice una mueca cuando él
pomposamente le tomó la mano en señal de bienvenida. Se apoyó
pesadamente en su bastón. Inclinó la cabeza hacia la mujer mayor.
—Sylvia, estoy seguro que recuerdas a mi madre.
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—Deirdre ―murmuró Sylvia.
—Ha sido un largo tiempo. —Deirdre miró hacia Grey con gran interés. Se
puso de pie al lado de Sylvia—. ¿Tu hijo, supongo?
La boca de Sylvia se tensó.
—Sí.
—Por favor, siéntate —dijo Rourke.
Sylvia lo hizo, aunque miró a Deirdre, quien permanecía de pie.
Rourke rápidamente se hundió en la silla una vez que ella se sentó a su
lado.
—Hemos encontrado algo, pero no sabemos cómo abrirlo. —Matt sostuvo
en alto la serpiente de bronce—. ¿Alguna idea?
—Saludos a ti también, Maestro Emrys —dijo Rourke a la ligera.
—No es así —dijo Matt sin rodeos.
Sylvia miró a Matt.
—Y pensé que los hechiceros tenían mejores modales —reprochó Deirdre.
Mis labios temblaron. Deirdre me recordaba fuertemente al Primer
Miembro del Consejo. Sin embargo, ni el Primer Miembro ni una matriarca
gárgola podía perturbar a un hechicero nacido más de mil quinientos años
atrás.
Matt miró a sus ojos sin titubear.
—Nos estamos quedando todos sin tiempo.
—Así es. —Rourke observó a Grey, quien había rondado cerca de la
piscina.
Rourke se volvió hacia Matt.
—¿Qué es eso?
Mientras Matt explicaba acerca de la sangre de Medusa, vagué hasta la
piscina. Me senté en un banco delante de un cactus espinoso y deseé que
mi concha exterior también tuviera sus afiladas agujas. Toqué el amuleto.
Descansaba de nuevo en mi cuello, un albatros agobiándome.
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Vane paseó hacia mí, pero permaneció de pie.
—¿Todavía enojada?
—No estoy enojada —dije brevemente.
Se meció sobre los talones.
—¿Qué hice mal?
El sol brillaba directamente sobre nosotros. Entrecerré los ojos para
mirarlo.
—¿Por qué crees que has hecho algo mal?
—Eres una chica.
Como si eso fuera suficiente para una explicación.
Fruncí el ceño.
Él se encogió de hombros.
—Es por la forma en que piensas. ¿Tienes hambre?
—No, no tengo hambre —le espeté. En realidad, tenía un poco. Sólo había
picado un poco de mi desayuno esta mañana. Pero no, cómo se supone
que debo decirle que había elegido... El amuleto. ¿Importaba que la
elección dejara mi estómago revuelto con ácido?
—¿Quieres darle una paliza a algunas gárgolas? Son un blanco fácil.
Eché un vistazo a Colin. Su cabello rojo brillaba al sol. Vestía pantalones
casuales, un suéter y hablaba en voz baja con varias otras gárgolas. Una
gárgola chica se rió de un comentario que hizo. Oí a Colin llamarla
McKenna. Todas las gárgolas llevaban ropas tan normales y parecían...
Bueno, normales.
—Todos somos amigos ahora —le recordé.
—¿Y te preguntas cuánto tiempo estos amigos serán amigos?
Asentí.
Los labios de Vane se crisparon.
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—No te preocupes, DuLac, no te van a comer mientras duermes. Pueden
ser bestias, pero no son salvajes.
—Qué gracioso. —Puse los ojos en blanco—. Si son bestias, puedo ser una
también. Sigo sin entender cómo tengo sangre gárgola. —Había
descubierto acerca de mi sangre mestiza hace poco y nadie tenía mucha
explicación para mí—. Matt dijo que las gárgolas nacen, no se hacen.
—Alguien en tu ascendencia fue una gárgola —dijo Vane—. Pero eres una
regular. No te preocupes. Grey lo sabría.
La cabeza de Colin giró hacia Grey.
—Él nos escuchó —le susurré a Vane.
—Las gárgolas tienen un oído excelente.
—¿Lo sabías? —dije, horrorizada.
Colin miró curiosamente a Grey. Dejó a las otras gárgolas y se acercó a
nosotros.
—Si están tratando de fastidiarnos, no va a funcionar. Estamos bajo las
órdenes de Rourke.
Vane miró a Rourke. Se dejó caer un poco en su asiento. Su cara estaba
llena de cansancio.
—¿Cuánto tiempo hasta que el anciano pierda su agarre y vuelvan a ser
perros rabiosos?
Colin frunció el ceño. Sus manos en puños a los costados.
Esto en cuanto a no ser fastidioso. Me puse de pie.
—Ignora a Vane, por favor. Está menstrual.
Vane puso su brazo alrededor de mi hombro y me arrastró contra él.
—Nuestra espada-portador, tan adorable.
Colin cruzó los brazos sobre su pecho musculoso. Bajó la mirada a Vane, a
quien superaba por varios centímetros.
—Recibí un informe esta mañana en el que dice que anoche casi matas a
una gárgola en un club.
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—¿No está muerto? —Vane dio un bostezo fingido—. Gárgolas. Es como
tratar de librarse de la peste.
El rostro de Colin se tornó de rojo.
—Hechiceros. Actúan como si fueran tan superiores, pero en verdad,
prostituirán su magia a cualquier persona que pague.
Dado que Colin estaba prácticamente gritando ahora, no me sorprendí
cuando las otras gárgolas comenzaron a moverse hacia nosotros. Los
guardianes hechiceros, quienes habían estado pululando en la entrada en
caso de que necesitáramos abandonar, concentraron su atención.
—Colin —dijo Rourke simplemente.
La gárgola se obligó a relajar sus hombros. Con una mirada a Vane, se
volvió sobre sus talones.
Matt se acercó a nosotros. Él levantó una mano para detener a Colin.
—Tenemos que salir de inmediato. Tenemos que llegar a las ruinas de
Akrotiri antes de que oscurezca.
—¿Sabes cómo abrir la serpiente? —preguntó Vane.
Matt negó con la cabeza.
—Es por eso que tengo que ver las ruinas. —Se volvió hacia mí—. Trae a
Excalibur.
—Tenemos suerte de que las ruinas acaban de reabrir después de estar
cerradas durante siete años, después de un terremoto. Éste derrumbó por
completo el techo —dijo Rourke.
—Terremoto. —Me encontré con los ojos de Matt.
Entendimiento brillando entre nosotros, la visión del tsunami aún al rojo
vivo en nuestras mentes.
—Parece que sucede muy seguido.
—Así es. —Rourke se puso de pie tambaleándose detrás de nosotros—. Voy
a buscar el auto, pero será más rápido si se adelantan con Colin en los
vehículos todo terreno.
Sylvia frunció el ceño, con la mirada clavada en Rourke.
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—Voy a ir contigo.
***
Los vehículos todo terreno aparentemente eran un modo común de
transporte por el terreno rocoso de la isla. Nos tomó alrededor de una hora
acomodarnos en las máquinas descomunales y dirigirnos hasta el pueblo
de Akrotiri. Les tomó a Vane y a Grey cerca de unos cinco minutos en
convertirse expertos en ellos, a pesar de que ninguno de los dos había
montado uno antes. Para mi sorpresa, la máquina parecía ronronear para
mí bastante bien. Matt, con su forma habitual asquerosamente capaz,
dominó el vehículo tan pronto como lo tocó. Blake y Gia se sentaron en
uno juntos. Gia conducía. Colin y otra gárgola guiaban el camino.
Pasamos junto a una taberna bulliciosa para desviarnos hacia el lugar de
la excavación en la orilla oriental. El sol había empezado a hundirse un
poco en el cielo cuando llegamos a las ruinas. Brillaba al tocar la cubierta,
una hoja descomunal de placas de acero inoxidable apoyadas en tubos
galvanizados, la cual protegía la ciudad sepultada debajo.
—Diez metros de piedra pómez cayó sobre la ciudad —nos dijo Colin
cuando estacionamos al lado de otros vehículos todo terreno. Nos
mezclamos con los otros turistas. Un cartel en la recepción hablaba
elogiosamente de la cubierta recientemente renovada. Colin presentó pases
a los guardias de la entrada y nos apresuramos a entrar.
Bajo la roca volcánica, los arqueólogos habían encontrado una ciudad
perfectamente conservada, una instantánea en el tiempo. Tomé una
respiración. No sabía bien. Sabía a pánico y horror.
Luz artificial amarilla bañaba la tumba misteriosa. Nos deslizamos a través
de las paredes de ceniza y polvo de media altura desmoronándose en un
área donde los edificios, alrededor de dos o tres pisos de altura, se
elevaban firmemente erectos.
Matt abrió la marcha. No tenía ni idea qué grandiosa idea nos tenía
persiguiendo y como de costumbre, no estaba diciéndonos. De alguna
manera me encontré entre Vane y él. Ambos flanqueándome en modo de
guardaespaldas completo. Debería haberme molestado. No era frágil. Sin
embargo, dentro de esta ciudad olvidada, enterrada en desesperación y
muerte inevitable, me alegré por su apoyo.
—No encontraron cuerpos. —Vane hojeaba un folleto junto a mí.
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—Los historiadores piensan que podrían haber huido de la ciudad cuando
las cenizas comenzaron y se fueron a una playa cercana para esperar a los
barcos.
—Rourke dice que, entre las gárgolas, se rumorea que muchos de ellos
huyeron a Egeo. Es posible. Creo que los Minoicos negociaron un gran
trato con la gente de Tritón. Eso explica su gran riqueza de conocimiento.
Señaló dentro de uno de los edificios conservados a una losa rectangular
con un agujero.
—Es un cuarto de baño. No tenían agua corriente.
Detrás de cuerdas para alejar a los turistas, había grandes tarros debajo
de las ventanas de los edificios, todavía intactos. Las estrechas calles de la
pequeña ciudad apenas nos daban cabida a los tres.
Matt caminó a través de la pequeña ciudad hasta un edificio bajo marcado
“Xeste 3”. Vane encontró una descripción en el folleto.
—Dos pisos de altura, con catorce habitaciones en cada planta. Muchos
frescos. Hay habitaciones ceremoniales en la parte de atrás.
—Ahí es donde vamos —dijo Matt, apuntando hacia abajo. Levantó una
cuerda y pasó por debajo del bloqueo endeble a la ruina.
—¿Y si viene alguien? —susurró Gia hacia mí.
Miré a mí alrededor. No parecía haber turistas o guardias alrededor. No es
que importara. Entre los hechiceros y gárgolas, ningún guardia del museo
tendría una oportunidad. Me encogí de hombros y pasé por debajo. La
entrada conducía a un callejón oscuro, con escalones estrechos subiendo.
A la derecha, vi a Matt continuar por el corto pasillo a las habitaciones.
Sostenía una pequeña bola de fuego para iluminar el camino.
—Qué práctico trabajar con hechiceros —comentó Colin. Él entró
inmediatamente detrás de mí, sosteniendo una linterna.
Entré en una sala rectangular con divisiones en las puertas que conducían
a otras habitaciones. Matt y Vane estaban de pie en el centro de la
habitación. La bola de fuego de Matt se elevó en el aire para iluminar la
zona. Nada más que tierra y piedra brillaba en las paredes desnudas.
—Los frescos han sido enviados a los museos —dijo Colin.
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Vane sacó su teléfono celular.
—No los necesitamos. He hackeado el sistema informático de la
Universidad de Princeton. Hicieron un modelado 3-D de los frescos.
—¿Cómo sabes eso? —le pregunté.
Vane me dio una sonrisa torcida.
—Tengo ojos electrónicos en todas partes.
Cielos, esperaba que no. Entonces, me acordé de cuando Vane nos mostró
algunas imágenes de video a Matt y a mí en nuestra primera cita y me
pregunté si realmente los tenía. Era un pensamiento aterrador.
—¿Cómo consigues alguna recepción aquí? —se preguntó Grey mientras
se escurría dentro de la habitación. El espacio era bastante grande, pero
con ocho personas en el interior, no lo parecía.
Con unos pocos clics, Vane detuvo una imagen. Hizo un gesto con la mano
en el aire.
—Likhati.
Una débil silueta de los frescos apareció contra las paredes. Eché un
vistazo a la imagen, incapaz de ver las imágenes de acuarela en la luz baja.
—De poca ayuda —le dijo Vane a Matt.
Matt hizo un gesto con la mano. Di un grito ahogado. En la espesa pintura
de aceite, aparecieron coloridos frescos de golondrinas aguamarinas
bailando entre lirios rojos.
A su alrededor, una gran cantidad de monos azules estaban en diversas
actividades. Uno tañía un arpa, otro jugaba con una espada y otro
sostenía la vaina de la espada.
Con una extraña sensación de familiaridad, toqué el cuchillo a mi lado.
Matt había reducido a Excalibur antes de salir de Atenas.
Matt negó con la cabeza.
—Esto no es.
Fuimos a la siguiente habitación, más allá de la partición. Era un callejón
sin salida, pero la habitación se extendía hacia el primer piso. Una vez que
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Matt iluminó la zona, mis ojos fueron inmediatamente a un pequeño tramo
de cinco escalones que conducían a lo que equivalía a un agujero en el
suelo.
—El libro guía llama a esto el Cuenco Lustral. —Vane miró abajo hacia el
agujero.
Frescos se alineaban en la parte inferior de las paredes, así como en la
parte superior. Había muchos cuadros de mujeres vestidas coloridamente.
Detrás de nosotros, dos doncellas bien formadas llevaban elaborada
joyería.
Directo en frente de nosotros, sin embargo, estaba la parte más
interesante del fresco. En la parte inferior, tres doncellas estaban pintadas
en varias posiciones. La primera doncella estaba sobre todo desnuda con
una mano tendida hacia fuera. La doncella del medio estaba sentada en
un montículo. En una postura triste, ella sostenía su pie, el cual estaba
sangrando. La cabeza de la última doncella estaba volteada, mirando a lo
lejos.
—Un ritual de iniciación en la pared norte. —Vane leyó la inscripción para
la pintura en su teléfono.
Matt apuntó hacia arriba, a la parte superior de la pared. Al lado de una
gran ventana, una doncella estaba sentada en un altar o un trono. A su
izquierda estaba un mono azul y a la derecha, un grifo. La joven sostuvo el
grifo con una cuerda mientras intentaba subirlo al trono. El mono estaba
presentando a la doncella un ramo de flores.
—Mira su cabello —ordenó él.
Largos mechones flotaban sobre la cabeza de la doncella que soportaba
una corona de puntos, decorada por una banda rizada que terminaba en
dos lenguas en espiral. Seguí la línea de puntos de la corona hasta el
hombro de la doncella. Una serpiente se deslizaba por su cuello y se movía
horizontalmente por el cabello, sacando fuera su lengua bifurcada.
—¿Medusa? —se preguntó Vane.
Matt sacó la serpiente de bronce de un bolsillo interior de su chaqueta de
motorista.
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Vane señaló la pared izquierda. Había una pintura de un hombre en el
fondo y algún tipo de planta por encima. Dio unos golpecitos en la pantalla
táctil del teléfono.
—Espera. Hay más. Esta pieza está distribuida en varias habitaciones.
Vamos a reunirla.
Hizo un gesto con la mano. La imagen cambió. Corriendo a través de la
pared del fondo, cuatro hombres, tres jóvenes desnudas y un compañero
más viejo realizaban algún tipo de ritual. El hombre más viejo sostenía lo
que parecía una jarra en sus manos.
—¿Te recuerda algo? —dijo Blake detrás de mí.
Asentí con la cabeza. En la iniciación en la Preparatoria Avalon, habíamos
bebido agua del lago. Mientras que yo mantuve mi ropa, lo que ocurrió
después de beber me había dejado más desnuda de lo que jamás había
estado en mi vida.
—¿Agua del lago? —preguntó Vane, siguiendo nuestra línea de
pensamiento—. Pero en el fresco es roja, no azul.
—Pero, ¿qué nos dice acerca de abrir la serpiente? —pregunté.
—Sí, ¿qué significa? —La voz de Rourke llegó desde la puerta. El bastón se
arrastraba ruidosamente contra el suelo de piedra.
Sylvia y Deirdre entraron detrás de él.
Miraron a su alrededor a los frescos, con los ojos muy abiertos.
—Impresionante —dijo Rourke.
—Más que impresionante —dijo Matt.
—Es la respuesta. Mira a las tres doncellas. Ellas te están llevando hacia
la pared este.
Todos nos volvimos hacia la derecha. El fresco mostraba un par de
cuernos de los cuales gotas de color rojo goteaban a un altar.
—Sangre —dijo Vane.
—Necesitamos a una hija de Apolo —dijo Matt. Abrió su chaqueta y sacó
un arco en miniatura. Con una palabra, creció hasta convertirse en un
arco de tamaño regular.
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Este flotó hacia mí. Lo tomé. Todo el mundo en la habitación, a excepción
de Matt y Vane, me miró.
—¿Ella es una hija de Apolo? —dijo Sylvia.
—Llena de sorpresas, ¿verdad, muchacha? —comentó Colin.
Él no sabía ni la mitad de eso. De alguna manera, mi línea familiar había
sido bendecida o maldecida, dependiendo de cómo lo mirabas, por Apolo.
Era la razón por la que Matt y yo nunca estaríamos juntos. El contacto
físico prolongado entre nosotros bloqueaba sus visiones.
—¿Por qué una hija de Apolo? —preguntó Rourke.
—Lo explicaré en un momento. —Matt me señaló el cuenco—. En primer
lugar, necesito que vayas abajo.
—¿Por qué? —Miré el espeluznante agujero y sus desmoronados escalones
con recelo.
—También necesitamos luz —continuó Matt, ignorando mi pregunta. Él
ordenó—: Gantavya. —Y lanzó un puño hacia el techo. El techo crujió por
encima de nosotros.
Los postes de acero que formaban el techo coloreado de plateado se
doblaban hacia abajo para formar un agujero en un círculo perfecto. El
resto del recientemente reformado tejado se mantuvo intacto. Rayos rojos
del desdibujado sol fluían dentro.
Colin murmuró—: Espero que arregles eso.
Mi puño se apretaba en el arco que sostenía.
—Ni siquiera tengo una flecha.
Matt se rió. Era la primera vez que había oído el rico tono vibrante en
mucho tiempo.
La última vez que lo había oído, iba volando a lo largo de los sinuosos
caminos de Concordia, paseando en la parte trasera de su Ducati. Por un
segundo, esto aligeró mi estado de ánimo... Hasta que él dejó caer
pesadamente la serpiente de Medusa en mi mano.
—Aquí está tu flecha.
—Grey, te necesito de pie aquí —le dijo Matt a Grey.
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Yo seguía mirando a la serpiente de frío metal en mi mano. La puse entre
la cuerda y el arco, y me di cuenta con un sobresalto que él tenía razón. La
sibilante lengua de la serpiente de metal tenía una ranura en el borde que
se asentaba firmemente en la cuerda.
Matt sacó lo que parecía un palo de metal de su bolsillo.
—¿Cuántas cosas tienes allí? —preguntó Gia.
Matt se encogió de hombros.
—Es un simple hechizo de desplazamiento.
—Sencillo no es lo que yo lo llamaría —murmuró Blake.
—Aayat —ordenó Matt. Con un débil susurro de luz azul, el palo se alargó
en un tridente. Le tendió el tridente a Grey—. Envía una explosión
exactamente a donde la mano del mono se encuentra con la de la doncella
en la pintura. Golpea exactamente ese lugar o golpearás a Ryan debajo.
—¿Qué? —grazné yo.
Grey miró el tridente con escepticismo.
—¿Por qué?
Matt tendió la mano. Lanzó una bola de fuego hacia la pared.
Di un grito ahogado.
—Matt, ¿qué estás haciendo? ¡Este es un sitio antiguo!
Pero en lugar de esto haciendo un agujero en la frágil pared, la bola de
fuego rebotó hacia Matt. Él la atrapó y la disolvió.
—Ves, no todo es lo que parece. Mira la forma de esta habitación. Las
paredes están ligeramente en ángulo, no son en absoluto líneas rectas. Y
la imagen de la diosa en la pared.
Él se movió para entregarle el tridente a Grey.
—Cuando Grey golpee ese punto en el fresco, la explosión rebotará en la
pared y creará energía. Suficiente energía para que cuando Ryan dispare la
serpiente, tendrá el poder para abrirla.
—Eso suena complicado —dijo Vane.
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Matt hizo un gesto hacia la cámara.
—Es una prueba. Cuando Vane atacó a la serpiente con una bola de fuego
en el templo, me di cuenta de que el metal se sentía extrañamente frío.
Nunca he visto tal cosa antes, pero he leído sobre el tema. La gente de
Tritón estuvo diciendo que han sido dotados de un metal que nadie más
tenía. En toda la historia de los Minoicos, ellos hablan mucho de sus
metales, bronce. Pero, ¿y si era algo más? El Akrotiri es el vínculo entre
Medusa y Tritón. Esta sala de ritual fue construida con mucho cuidado.
Estábamos buscando una llave. Esto es todo.
Matt señaló el teléfono de Vane.
—Mira hacia arriba. La pintura señala al cuenco y, si se piensa en ello,
sólo la hija de Apolo podría hacer esa marca. Sólo ella puede abrir la
cabeza. Las Gorgonas, una de las cuales es Medusa, fueron las guardianas
de Apolo. Las Gorgonas protegen las marcas del templo de Apolo. Un
amigo, sin embargo, puede poseer la serpiente. —Me miró a mí—. Ese
amigo eres tú. ¿Por qué más la serpiente sería una flecha?
Confía en mí, susurró en mi cabeza.
Vane frunció el ceño como si escuchara a Matt.
—Es ridículo.
La ceja de Matt se arqueó.
—Tus proyecciones deben ser absolutamente exactas. La explosión tiene
que empezar en el lugar correcto o los ángulos no van a funcionar.
—Son precisos —rechinó Vane—. Es tu suposición la que es sospechosa.
Rourke miró hacia atrás y hacia delante entre los dos hermanos.
—¿Ellos siempre son así?
—Más o menos —murmuró Gia junto a Blake.
—Matt no ha estado equivocado hasta ahora —le dije a Vane. Con lentos
pasos vacilantes, me dirigí hacia el agujero. En la parte inferior, rodeada
por una jaula de piedra, miré hacia arriba. No veía nada más que el sol
rojo.
—Todo el mundo salga de la habitación —dijo Matt.
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Pies crujían sobre el piso de piedra por encima.
Por encima de mí, escuché a Sylvia preguntarle a Matt—: ¿Estás
absolutamente seguro de esto? ¿Qué si Grey sólo se pasa?
—Gracias por el voto de confianza, mamá —respondió secamente Grey.
—Él es un candidato entrenado. Va a estar bien. —Matt miró sobre el
agujero, abajo, hacia mí—. Ponte frente al altar con los cuernos. La pared
este.
Muy bien, mandón, pensé de regreso.
Matt sonrió tímidamente.
—Está bien…
Yo todavía estaba girando cuando un Grey gatillo alegre disparó el
tridente. Grité—: ¡No he colocado la flecha!
—Mierda —dijo Grey desde arriba.
Matt se dejó caer al suelo sobre su estómago. El tiro apenas lo falló. Una
bola giratoria de luz amarilla pasó zumbando por encima de mí. Se regresó
hacia otra pared y luego regresó hacia el cuenco. Grité cuando una bola de
fuego verde raspó mi hombro y estalló en la pared junto a mí. Esta empezó
a saltar por ahí como una loca súper bola. De repente, un escudo azul y
rojo me rodeó. La bola de fuego bombardeó el escudo con golpes. Tomó
minutos para que la bola de fuego se esfumara. El escudo azul y rojo se
desvaneció mientras subía corriendo las escaleras a tiempo para ver a
Vane apartar el tridente lejos de Grey. Dijo furiosamente—: Podías haberla
matado.
—¿Viste el disparo? —dijo Matt—. Era de color amarillo, luego verde. Se
hizo más brillante, más grande y se fue. Yo tenía razón.
—Estoy bien. Gracias por preocuparte —dije.
Grey me miró con tristeza.
—Pensé que Emrys me dijo que lanzara.
Matt parpadeó.
—Tal vez Vane debería disparar.
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—Sabes que no puedo. —Vane se acercó a Matt, su manos en puños—.
¿Es verdad? ¿Le señalaste a Ragnar que se adelantara? ¿La arriesgaste
para ponerme a prueba?
Matt se mantuvo firme.
—Eso podría ser algo que tú harías.
Vane le dio una larga mirada fija que Matt regresó. Por último, él cedió.
—Haz las cosas bien esta vez, Ragnar o yo te pincharé con esa cosa.
Grey me lanzó una mirada tímida.
Vane me señaló que regresara al agujero.
—Vamos a terminar con esto, ¿de acuerdo? —Su hombro chocó con el de
Matt mientras salía de la habitación.
Le oí murmurarle a Matt—: No más juegos.
Me apresuré a bajar las escaleras y en un suave movimiento, enganché a
la serpiente en la cuerda del arco. Grey disparó una ráfaga desde el
tridente.
Esta zigzagueó por encima de mí. Esperé. La bola de fuego voló sobre mí
en cámara lenta. Contra el sol rojo, vi la bola de fuego verde claramente.
Eché mi brazo hacia atrás y dejé que la flecha volara.
La flecha serpiente se clavó en la bola de fuego verde. Esta giró en el lugar.
El sol rojo llameó.
La serpiente centelleó por un instante infinitesimal en el tiempo y luego se
desplomó con demasiada fuerza. Lancé mis manos sobre mi cabeza. Una
telaraña de magia azul, la magia de Matt, atrapó a la serpiente antes de
que hiciera un agujero en mi cabeza. La serpiente colgaba en el aire.
Extendí la mano y la saqué de la red. Una grieta corrió por el centro de la
lengua sibilante. Jalé la lengua. Se deslizó fuera como el tapón para una
botella. La serpiente se abrió.
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Bookzinga
Capítulo 11
Traducido por Xhessii y Aria25
Corregido por Laurence15
orrí por los peldaños del barreño espeluznante y le mostré la
serpiente a Matt.
—¡Funcionó!
—¿Ahora qué hacemos con eso? —dijo Vane.
Matt apuntó al fresco de los cuatro hombres.
—Bébelo.
—Ugh —dijo Gia. Yo estaba de acuerdo.
El resto del grupo esperaba afuera. Una bala pasó por el aire. Raspó mi
brazo. Casi tiré la serpiente.
—¿Qué demonios? —dijo Vane.
Colin estaba parado detrás de todos los demás. Él sostenía una pistola que
apuntaba a la parte trasera de la cabeza de Grey.
—Dame la serpiente, sacadora-de-la-espada.
La sangre caía de mi brazo. Puse mi mano libre sobre la herida. Vane dio
un paso hacia mí.
C
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Bookzinga
—Nadie se mueve —ordenó Colin mientras golpeaba la pistola contra la
cabeza de Grey—. Es un arma primitiva, pero es una que puede pasar
desapercibida para los magos. Nunca pensarías revisar por armas
regulares. Ahora, dame la serpiente, sacadora-de-la-espada o verás cuánto
daño puedo hacerle a la cabeza de tu hermano.
Vane levantó una ceja.
—¿Qué te hace creer que me importa?
—Tal vez a ti no, pero a la portadora de la espada sí, y eso es suficiente —
dijo Colin calmadamente.
Matt cruzó sus brazos.
—Piensa sobre esto, Colin. Nunca te dejaremos salir de aquí.
—No te preocupes por mí, Maestro Merlín —dijo Colin—. Ahora, camina
hacia mí, sacadora-de-la-espada. Dame la serpiente y te daré a tu
hermano.
Rourke se inclinó en su bastón.
—Colin, te ordeno…
—Guarda tu aliento, Sire —interrumpió Colin.
—¡Cómo te atreves! —gruñó Deirdre.
—Siento que tenga que ponerme contra la familia. Les he servido
religiosamente desde que era un muchacho, pero ustedes son débiles y
están perdiendo su agarre en nosotros. Algunos de nosotros, quienes
somos fuertes, nos liberamos primero. Oliver será el nuevo rey. Mi lealtad
debe estar con él.
—Sabía que ese perro estaba detrás de esto —murmuró Vane—. ¿Dónde
está él?
—En camino. —Colin golpeó el barril de la pistola contra la cabeza de
Grey—. Ahora, la serpiente. Por favor, dámela.
—Oliver no será el nuevo rey —escupió Deirdre.
—¿Qué estás haciendo, Deirdre? —dijo Sylvia.
—Colin —dijo Rourke—. ¿Tú quieres que Oliver sea rey?
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Colin frunció el ceño.
—No, no quiero. Pero siento su presencia presionándome.
—Empújala de regreso —dijo Rourke—. Desde que se volvió contra
nosotros, supimos que él no sería un rey adecuado. Hay otro.
Colin me miró.
—Te refieres a ella. Lo huelo en su sangre. Tu línea familiar, pero aun así
ella es una regular.
Mis ojos se ampliaron. Mi corazón se aceleró tanto que creí que saldría de
mi pecho. Mi madre, mi verdadera madre, nunca me habló de mi padre.
Nunca lo conocí.
—Tú eres… Tú eres…
—No, cariño —dijo Rourke—. Oliver cree que tú eres su hermana sólo
porque su madre lo cree. Y le permití creerlo porque necesitaba proteger a
otro. —Él miró a Grey.
—Tú no eres mi padre —gruñó Grey.
—No lo es —dijo Sylvia—. Pero eres el siguiente en la línea. Tu padre era
su medio-hermano.
—Mi medio hermano tenía un padre mago, pero él era mayor. Con todo el
derecho, el trono debió haber sido de él. Aunque él nunca aceptó su
naturaleza gárgola y el rol cayó sobre mí —dijo Rourke.
—¡No soy una gárgola! —gritó Grey.
Vane dijo—: Te convertirás en una. Tienes a la gárgola dentro de ti. No eres
pura-sangre, así que tendrá que ser un evento extraordinario el que te
convierta. Desde que te trajimos de regreso, las cosas han cambiado. Las
señales estaban ahí. Agresión. —Él miró a Gia—. Bajo deseo sexual,
sentido del olfato agudo, habilidad de sentir a la bestia incluso cuando
está enmascarada. Estás cambiando.
—Una vez que cambie, él subirá al trono cuando yo muera. —Rourke
agarró su bastón de manera apretada—. Con suerte, no pasarán muchos
años.
—¡No! —negó Grey.
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Mi corazón se retorció por él. Después de Alexa… Después de todo lo que
las gárgolas le hicieron… Después de todo lo que le hicieron a mi madre.
La sangre manchaba sus manos. Cuando descubrí que tenía sangre
gárgola en mí, quería vomitar. Aun así, yo también había matado. Usé a
Excalibur para tomar vidas. La sangre también manchaba mis manos y no
importaba cuánto me enfermara, sabía que si tenía que hacerlo, lo haría
de nuevo.
El barril de la pistola de Colin quedó flojo un segundo. Magia roja y azul lo
golpeó al mismo tiempo mientas que ambos, Matt y Vane, le dispararon.
Colin estaba boca abajo en el suelo.
Vane caminó hacia él y lo botó con sus pies.
—Fuera de combate.
Grey agarró la pistola y apuntó a Rourke.
—Dime por qué estás haciendo esto.
Sylvia se paró en frente de Rourke.
—Lo siento, Grey. No es el futuro que siempre visionaste, pero todavía eres
un Ragnar. Nadie te lo puede quitar. Estás destinado a ser más que sólo la
cabeza de un banco.
Deirdre se movió para pararse junto a Sylvia.
—Tu padre era mi hijo. Casi me rompió dárselo a su padre, pero sabía que
no hubiera sobrevivido en nuestro mundo. No me gustaría nada más que
una oportunidad para tener a mi nieto de regreso.
—Olvidándote tan fácil de mí, abuela —dijo Oliver en la entrada.
—Hijo —dijo Rourke.
—Esto se está poniendo mejor —murmuró Vane.
Los ojos de Oliver brillaban.
—Qué interesante historia familiar. Mi madre siempre asumió que mi
padre había sido un bastardo desde que supo que él estaba enamorado de
otra persona. Esto nunca lo hubiera imaginado. —Sus ojos me miraban—.
No es que eso importe. Pronto tendré todo lo que merezco. Tengo este lugar
rodeado. Dame la serpiente.
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—No lo creo. —Vane se movió más rápido que lo que pude ver. Él lanzó
una bola de fuego a la entrada. El edificio tembló. Las paredes de mil-
años-de-edad temblaron como lo debieron haber hecho el día que el gran
volcán hizo erupción. La entrada colapsó. Vane miró y murmuró una
palabra mágica. Una brisa lo rodeó y creció hacia que se convirtió en un
tornado. Vane estiró su mano y el tornado explotó en una ola. Cada viga
que sostenía el techo empezó a colapsar. Los gritos venían de todas partes.
—¡Todos! Reúnanse en el medio —ordenó Matt.
—Tenemos que agarrar a Colin. Las otras gárgolas le tienen un gran
respeto. Él es la llave. Si él te sigue, el resto se someterá —dijo Deirdre.
Ella miró a Grey—. Por favor, nieto.
Haciendo una mueca, Grey agarró a la gárgola inconsciente. Blake y Gia
corrieron. Sylvia ayudó a Rourke a cruzar la habitación.
—Sosténganse los unos a los otros —dijo Matt y agarró mi brazo. Le dio el
otro brazo a Blake. Los otros lo siguieron. Los agrupamos en un círculo
apretado.
Vane me agarró de la cintura. Él miró a Matt. Y dijeron juntos—: Upari.
Flotamos en el aire y salimos del agujero. Debajo de nosotros, tanto la
azotea como el aluminio se hundían en la cima de la ciudad.
—Enterrado una vez más —murmuró Rourke.
—Esta vez, no creo que nadie se dé cuenta del agujero —agregó Blake.
Matt y Vane nos cargaron hasta el primer punto disponible en el suelo.
Con un suspiro de alivio, Matt soltó mi brazo. Vane se sentó en el suelo,
jadeando.
Rourke miró el desastre.
Deirdre puso una mano en su hombro.
—Dudo que estén muertos —dijo Matt.
—Hay muchos edificios para mantenerlos cubiertos.
Vane estiró su mano.
—Puedo hacerme cargo de eso.
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—No —dijo Rourke—. No puedo matar a mi hijo.
—No me importa —soltó Vane.
Matt puso una mano contenedora sobre su hombro.
—Están atrapados. Es suficiente.
—Ahora, ¿qué hacemos? —pregunté.
—Veamos si esto ha valido la pena.
Matt estiró la mano.
Le di la serpiente.
—No puedes beberte esto. No tienes idea de qué te hará.
—Soy el único que tiene visiones. Sabes que soy el único que puede hacer
esto. —Matt deslizó la serpiente fuera de mi mano. Él ahuecó una mano y
sacó unas cuantas gotas. Masilla pegajosa, coagulada, café-rojiza salió.
Matt llevó su palma a su boca.
Por un momento, nada pasó. Luego, se acunó sobre sus talones y todo su
cuerpo tembló. La serpiente cayó de sus manos. Vane lo atrapó antes de
que golpeara el suelo.
Matt puso sus manos en los lados de su cabeza. Él cayó de rodillas.
Dentro de mi cabeza, él gritó. Jadeé al escuchar el sonido. Implacable,
continuo. Yo también pude haber caído, pero Vane me sostuvo. Puse mi
cabeza en su pecho.
Mis ojos se apretaron y grité silenciosamente porque el sonido era
demasiado grande para mis cuerdas vocales. Las imágenes pasaron por mi
cabeza. No eran imágenes suaves y hermosas, sino duras y accidentadas,
cada una saliendo de los delicados pliegues de mi cerebro. Entre el agua
turbia, vi montañas, valles hechos de piedra, un arcoíris de diferentes
peces y criaturas marinas. El aleteo de un caballito de mar alado que
volaba sobre una isla subterránea. Dos pilares. Una isla flotando sobre
ellos. Una entrada carmesí enmarcada con figuras dorados. Un mono azul
que se reía, se reía y se reía. Un monstruo con ojos brillantes y cara de
toro que sonreía con dientes amarillos. Él lamía sus labios como si pudiera
verme. La saliva salía de su boca.
—Te estoy esperando —murmuró.
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Me congelé.
—¡Sangre! ¡Sale sangre de sus oídos! —Escuché que Gia gritaba en la
distancia.
En la oscuridad de mi mente, huía del monstruo. Corría y corría por un
túnel hasta que me encontré en una playa blanca. Matt miró a una mujer
desnuda que cantaba y jugueteaba en el agua. Él dio unos pasos para
acercarse. La Sirena sonrió, mostrando colmillos filosos-como-una-navaja.
Hice frente a Matt en el agua antes de que él pudiera alcanzarla. La Sirena
chilló enfadada. Caímos de espaldas en la playa. El agua acunaba mis
muslos mientras estaba sentada a horcajadas sobre él. Sus ojos estaban
cerrados.
—Despierta, Matt —le grité—. Sácanos de aquí.
Él abrió los ojos y yo di un grito ahogado. Sus ojos estaban totalmente
grises. No tenía pupilas, ni córnea, ni iris, sólo estaban grises. Detrás de
él, la Sirena se rió. Yo miré hacia arriba. Los bordes del cielo estaban
quedando grises y el mundo estaba empezando a encogerse.
Nos estábamos quedando sin tiempo.
—Escúpelo, Matt. —Agarré su camisa y lo sacudí. Nada paso. Lo golpeé
tan duro como pude en su rostro. Nada pasó.
El cielo se reducía más y más. Bajaba más. Miré detrás de mí. La Sirena
había desaparecido. Todo desapareció, menos la playa. Sólo una negrura
llenaba el espacio y se cerró sobre nosotros con una malicia dominante.
Sabía, sin duda alguna, que nos sofocaría y no tenía idea de cómo
detenerlo.
—¡Matt, vamos! —Lo sacudí con desesperación. Él permanecía sin
moverse, su cabeza estaba medio sumergida en el agua, su piel estaba
azul y fría, y sus ojos habían perdido la vida. Puse mis manos justo a su
rostro.
Alrededor de nosotros, lo negro se acercaba.
La apertura se cerró.
¡Matt! Mi suave plegaria era la última ceniza en un fuego moribundo.
Inclinándome, puse mis labios sobre los suyos que estaban fríos. Un
repentino calor quemó en mi cuello. El amuleto regresó a la vida.
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Me moví para sentarme, pero una mano estaba sobre mi cabello y me jaló
de regreso hacia abajo.
—Matt —dije felizmente.
Presionó mis labios contra los suyos. Su lengua entró en mi boca,
explorándola, lamiéndola, devorando la vida de cada molécula. Mis dedos
se hundieron en su cabello. Lo sostuve, permitiéndole tomar todo lo que
necesitara aunque no me quedara nada por dentro. Me hundí en él
tratando de no desmayarme. Matt se sentó, su brazo iba alrededor de mi
hombro para sostenerme contra su pecho. Pareciendo más una muñeca de
trapo, mi cabeza cayó en el hueco de su cuello. Él levantó su otra mano y
una luz brillante y azul salió de ella.
A través de ojos borrosos, vi la luz azul que alejaba la oscuridad. Creció
más y más brillante hasta que nos rodeó completamente. Tan brillante que
ya no podía ver.
En un parpadeo, regresamos al suelo de las ruinas.
Excepto que no estaba en los brazos de Vane, estaba en los de Matt.
Estábamos sentados en el suelo en la misma posición que habíamos
tenido en la playa. Matt me sostenía en su regazo y no me podía mover.
Cada hueso y cada músculo de mi cuerpo dolía.
Con esfuerzo, obligué a mis ojos a enfocarse. Miré a mí alrededor. Deirdre.
Rourke. Sylvia. Grey. Blake. Gia. Todos se miraban conmocionados y
alternativamente, incómodos.
Lo habían visto todo. Me habían visto… Y a Matt. Al final, me encontré con
los ojos de Vane y rompió un poco mi corazón. Vane no dijo nada. Sólo se
alejó caminando.
***
Gia rompió primero el silencio.
—Eso estaba seriamente caliente.
Puse una almohada sobre mi rostro y gruñí.
—Me odio a mí misma.
—No dejes de beber. —Gia me dio un vaso lleno con alguna bebida de
vitaminas verdes.
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Miré el vaso. Matt forzó el brebaje para que lo tomara. Sabía a algas
marinas, pero con cada sorbo que tomaba, la fuerza regresaba a mí. Había
tomado cuatro, además había comido mi cena.
Regresamos a la casa en Fira.
Aunque apenas me podía parar, tomé una ducha realmente larga. No
habría más duchas para mí.
Vane no había ido con nosotros. Había visto el rastro de un vehículo todo
terreno que se dirigía a la costa. Quería seguirlo, pero Grey me detuvo.
—Dale al hombre algo de tiempo. —Fueron sus palabras exactas.
Incluso si hubiera insistido, no hubiera podido seguirlo. Mi cuerpo se
sentía drenado de toda la energía.
Eso fue hace dos horas y estaba escuchando atentamente para ver si oía el
gruñido de otro vehículo todo terreno que regresara a casa. Miré al
emergente cielo nocturno, una sombra pesada de azul oscuro que
rápidamente se convertía en negra.
Ni siquiera podía mirar a Matt. No quería ver qué emociones estaban en
sus ojos. No podía permitirme ser succionada de nuevo.
Había sido demasiado doloroso dejarle ir en primer lugar. Había
construido un muro alrededor de esos sentimientos, haciéndoles imposible
de atravesar o eso creía yo.
El aspecto positivo en todo esto era Colin. Para consternación de Grey, la
gran gárgola había tomado la costumbre de seguirlo como un perrito que
se había portado mal y no pararía hasta conseguir una palmadita de
perdón.
—Pensé que iba a morir cuando te sentaste a horcajadas sobre él. Y ese
beso… —Gia se dejó caer a mi lado con un suspiro—. Pensé que iba a
devorarte.
—Eso es asqueroso —dije. Excepto que creo que podría haberlo hecho.
Sonó un golpe superficial en la puerta antes de que se abriera de golpe.
Blake asomó dentro su cabeza.
—Lo ha descubierto.
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Gia y yo saltamos de la cama. Corrimos tras Blake por una estrecha
escalera y a una de las cuatro salas de estar de la casa. Fuimos a una con
libros de pared a pared. Matt y Rourke leían atentamente las cartas de
navegación marinas del mar de alrededor en un largo escritorio de madera.
Matt estaba de pie e inclinado sobre la mesa, mientras Rourke se sentaba
frente a él, frente a varias pantallas LCD.
—¿Lo encontraron? —dije, deteniéndome jadeante delante de Matt. Gia
resbaló en el suelo de piedra y chocó por detrás contra mí, luego directo
contra Matt.
—Lo siento —exclamó Gia.
Matt atrapó mis codos. Nuestros ojos se encontraron por un breve
segundo. Su apariencia profunda y oscura mezclada con nostalgia.
Rourke se aclaró la garganta.
Me obligué a mí misma a enderezarme y me alejé. Estudié las líneas
marcadas por rotuladores en las cartas.
—¿Esto es lo que vimos en la visión?
Hubo una pausa antes de que Matt respondiera.
—He sacado todas las imágenes y Blake las ha escaneado en el ordenador.
—Le dije que usara el iPad —murmuró Blake detrás de mí—. Tenía la
aplicación perfecta.
—Puedo hechizar papel —dijo Matt con exasperación—. No puedo hechizar
esa… máquina.
Gia y yo nos miramos la una a la otra. Gia puso los ojos en blanco. Matt se
había adaptado tan bien a la vida en nuestra época que era un poco
adorable cuando su educación medieval se colaba. Él odiaba usar
tecnología, solo llevaba un teléfono celular a regañadientes. La excepción
era su moto, adoraba la Ducati.
—Tuve que adivinar algunas de las formaciones, pero tenemos una
ubicación —dijo Rourke.
Matt se quedó mirando las cartas de navegación.
—Quiero que Ryan las revise. Ella las vio también.
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Rourke apretó un botón e imágenes submarinas se movieron en secuencia
en el televisor de pantalla gigante. Murmuré junto con las imágenes
cambiantes de formaciones rocosas.
—Más allá del cráter. Una montaña puntiaguda con una cara. Un valle con
un salientes de roca con forma de donuts y peces multicolores. Otra
montaña con rocas planas y aguas más profundas. Espera…
Miré a Matt.
—¿Estás seguro de que este es el correcto? Pensé que las rocas eran
todavía más planas.
Rourke se encogió de hombros.
—Este es el que mejor cuadra con la descripción y está justo pasando la
ubicación de la última secuencia.
Pasé por otras cinco secuencias hasta que el video se apaciguó. Había otra
combinación cuestionable que señalé. Finalmente, el video se detuvo en un
área vacía de agua.
—En el Calypso Profundo —dijo Rourke—. Justo al otro lado de Grecia en
el Mar Jónico.
—¿Y eso es todo? —dijo Gia.
—Marcado por dos pilares, una entrada a la isla —dijo Matt.
—¿Y qué pasa con el monstruo? —pregunté.
Blake frunció el ceño hacia mí.
—¿Qué monstruo?
Una imagen de aguas tranquilas se mostró en la pantalla, pero en algún
lugar en la oscuridad profunda, había visto los ojos brillantes de un
monstruo sediento de sangre.
—Creo que era un Minotauro. No puedo estar segura.
—Tiene sentido —dijo Rourke—. El Minotauro se remonta al mismo tiempo
que Thera. Es minoico, pero las historias dicen que vagaba por un
laberinto bajo Creta, no Thera.
Blake hizo una mueca.
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—¿No comía gente el Minotauro?
—Yo no vi un Minotauro. Vi a una sirena desnuda —dijo Matt.
—Es curioso, yo veo a una justo aquí. —Una voz arrastrando las palabras
vino de las puertas de cristal abiertas que daban a la piscina. Vane caminó
lentamente dentro. Sus ojos se clavaron en mí. Se estrecharon cuando nos
vio a Matt y a mí de pie juntos—. ¿Segura de que puedes estar tan cerca
de él sin quitarte rápidamente la ropa?
—¿Estás borracho? —dije.
—¿Tienes la serpiente? —preguntó Matt.
—Por supuesto que la tengo. —Vane metió la mano dentro de su bolsillo y
la sacó. La blandió vacilante en el aire.
Matt hizo un gesto con la mano y la serpiente voló de Vane a él.
—Creo que es mejor que la tenga yo.
—Siempre sabes que es mejor. —Vane se paseó hacia la mesa de Rourke y
se sentó en el borde. Cogió un iPad y hojeó las imágenes escaneadas de
Matt. Encendió el monitor de Rourke y empezó tecleando en su pantalla
táctil.
—¿Qué estás haciendo? —dijo Rourke—. Hemos pasado horas cotejando
estos.
—Estoy viendo si lo han hecho bien —dijo Vane.
Rourke abrió su boca en protesta.
Levanté mi mano.
—Deja que Vane lo revise. Él es el mejor en esto.
—Estoy emocionado de tener una novia que me apoya tanto —dijo Vane
secamente.
Apreté los dientes.
Matt frunció el ceño.
—Es suficiente…
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Le pisé el pie para interrumpirlo. Negué con la cabeza. Observamos en
silencio mientras Vane revisaba la secuencia. No sé cuánto alcohol tenía
en él, pero diseccionó cada detalle de las secuencias que Matt y Rourke
habían reunido.
Rourke y Matt lo miraban con avidez. Me aburrí después de cinco minutos.
Grey llegó más tarde acompañado por Colin. Gia, Blake, Grey y yo
empezamos una partida de póker. Para mi sorpresa, Colin se sentó en el
gran piano y empezó a tocar una canción inquietantemente bella.
Después de perder varias manos, me encontré a mí misma liberada del
juego y aunque todo lo que realmente quería hacer era dormir, me obligué
a quedarme. Me senté en un sofá cercano para escuchar tocar a Colin.
No sé cuánto tiempo después, me desperté con un sobresalto.
Gia y Blake se habían ido. Colin estaba dormido en un sillón. Grey dormía
al otro lado de mi sofá. Vane, Matt y Rourke no se habían movido de la
mesa.
Miré el reloj cerca de la TV. Dos de la mañana. Ugh.
Me fui a parar en un punto seguro junto a Rourke. Vane me dio una
mirada que gritaba “Cobarde.” Yo arqueé la ceja y murmuré: “Muérdeme,”
a lo que respondió con el ceño fruncido.
Vane dio la vuelta al monitor para hacer frente a Matt y a mí.
—Vieron ocho formaciones en total. Pero algunas secuencias no coinciden
con la desviación aceptable. He reunido algunos escenarios más. Quiero
que echen un vistazo a las siguientes imágenes lado a lado y que me digan
cual es más correcta. —Tocó el monitor. Dos imágenes, una marcada A y
la otra marcada B, surgieron.
—A —dijimos Matt y yo a la vez.
Vane tocó la pantalla. Aparecieron dos imágenes más, también marcadas A
y B respectivamente.
—B —dije.
—A —dijo Matt.
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Vane tocó la pantalla otra vez. Hicimos como doce. Luego, Vane volvió a
jugar con el ordenador. Tan pronto como terminamos, Vane tocó unas
teclas y devolvió el monitor a Rourke.
—Aquí… Esto es correcto.
Rourke reprodujo la nueva secuencia en la TV de la pared. Vi toda la cosa,
y encontré que las nuevas secuencias coincidían mejor. No dudaba de
ninguna de ellas.
—Él tiene razón —dijo Rourke—. Esto es más preciso. Nos había
posicionado al menos veinte millas náuticas lejos. Nunca lo habríamos
encontrado. —Se apoyó pesadamente en su bastón para levantarse. Al ver
la tensión en su rostro, me moví para ayudarlo—. Me pondré en contacto
con el capitán del barco de inmediato.
Vane se estiró y bostezó.
—De nada. Y ahora si me disculpan…
El bastón de Rourke se estrelló contra el suelo y su cuerpo lo empezó a
seguir. Intenté cogerlo, pero no podía aguantar su peso. Matt se movió
rápidamente para ayudarme. Nos las arreglamos para ponerlo de vuelta en
la silla.
EL rostro de Rourke estaba pálido y dolorido cuando dijo—: No puedo
sentir mis piernas. —Agarró su brazo y empezó a sacudirse en la silla.
Miré hacia Matt. Está teniendo una convulsión.
Matt se inclinó, y puso una mano en el pecho de Rourke. Un brillo de luz
azul fluyó de Matt a Rourke y Rourke dejó de temblar. El rey gárgola se
desplomó en la silla con los ojos cerrados.
Matt se dejó caer pesadamente sobre el borde de la mesa.
—Le he curado por el momento, pero se está poniendo peor.
—¡Colin! —grité a la gárgola durmiente.
Se despertó y se levantó en un movimiento cuando vio a Rourke
desplomado en la silla.
—¡Señor!
Grey se despertó de un salto.
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—¿Qué?
—Consigue a Deirdre —le dije—. Ha tenido algún tipo de ataque.
Colin corrió fuera de la habitación. En poco menos de un minuto, él,
Deirdre y Sylvia estaban en la sala de estar. Sylvia y Deirdre cruzaron la
habitación para inspeccionar a Rourke.
—¿Qué ha pasado? —demandó Deirdre.
Matt se lo contó, terminando con—: Necesita reposo en cama.
Deirdre se volvió de Matt a mí.
—¿Han averiguado a dónde podemos ir?
Asentí.
—Rourke no puede ir —dijo Vane—. No sobrevivirá a la tensión.
—Llevarán a Grey con ustedes. —Deirdre se volvió hacia él—. Si tu tío
aprueba, el reinado te corresponde.
Grey se levantó de sofá.
—No lo quiero.
—Lo sé —dijo Deirdre—. Es por eso que sé que vas a hacer todo lo que
puedas para conseguir devolver la copa a tu tío. Colin irá también, en
lugar de Rourke.
Vane soltó un bufido.
—No vamos a llevar a ese traidor.
Colin se ruborizó de un rojo intenso.
—Me arrepiento enteramente de mis acciones. Siempre he protegido a esta
familia y sólo actué como lo hice porque pensé que era en el mejor interés
para todas la gárgolas. No guardo ningún amor por Oliver.
—Bonito discurso —dijo Vane—. Aun así no vas.
Deirdre levantó la barbilla.
—Si quieres un barco mañana, le llevarás.
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—No —dijo Colin—. Tienen razón al desconfiar de mí. —Sacó un cuchillo
de su lado. Se alargó en una espada.
Vane alzó una mano para lanzar una bola de fuego hacia él.
Colin dio la vuelta a la espada, así la hoja apuntaba hacia él y se arrodilló
delante de Grey. Ofreció la espada a Grey.
—Ejecútame si no puedes confiar en mí. Me ofrezco para probar mi lealtad.
Grey me dio una mirada de “ayúdame”. Crucé la habitación. Tendí la mano
para la espada. Grey me la dio con una mirada de “¿Qué estás haciendo?”.
Tomé la empuñadura. Como Excalibur, la pesada espada estaba
equilibrada. En un movimiento que Vane había insistido en que yo
perfeccionara, la arqueé en el aire y la conduje con fuerza al cuello de
Colin.
—¡Ryan! —dijo Matt.
La espada cortó un solo mechón de pelo. Sus pupilas se dilataron, pero
Colin no se movió. Paré la hoja justo cuando tocaba la piel. La expresión
de Colin permanecía resignada. Retiré la espada. La hoja había roto a
través de los tejidos blandos, y mientras lo sacaba, una delgada línea roja
de sangre se formó en la base del cuello de Colin.
—¿Qué ha sido eso? —exclamó Grey.
—Él no estaba mintiendo. Estaba dispuesto a morir. —Sostuve la espada
para Grey—. Ahora lo sabes.
Grey lo tomó con un tirón furioso.
—Has estado alrededor de Vane demasiado tiempo.
Sentí los ojos de Vane en mí, pero me negué a mirarlo.
Grey miró a Colin, quien seguía de rodillas en el suelo y dijo con
exasperación—: Puedes levantarte.
—¿Puedo ir? —preguntó Colin sin moverse.
Grey miró a Matt.
—¿Emrys?
Matt dio un leve asentimiento.
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—No traicionaré su confianza una segunda vez —prometió Colin.
—Y yo estoy satisfecha —dijo Deirdre—. Colin, por favor lleva a Rourke
arriba.
Colin y Deirdre llevaron a Rourke arriba.
—Me quedaré con él también —dijo Sylvia.
Grey le dio una mirada preocupada.
—¿Mamá, estás segura? Podrías ir a un hotel…
—Somos familia. Aquí es donde debería estar —replicó. Con una mirada
preocupada, se acercó a Grey y le cogió su mano—. No te lo he contado,
pero Rourke nos ayudó mucho cuando tu padre falleció. Haz lo que puedas
por él. —Le dio a su mano un último apretón y se fue.
—¿Cuándo nos vamos? —preguntó Grey.
—Al amanecer —respondió Matt—. Rourke dispuso el barco para las seis.
—Entonces, voy a tomar un par de horas de sueño. —Él me miró—.
¿Ryan? ¿Vienes arriba?
Negué con la cabeza.
—Estaré ahí en un rato.
Grey asintió brevemente y se marchó.
Y eso nos dejó a Matt, Vane y a mí. Yo estaba al otro lado de la habitación
de los dos hermanos. Combatientes perdidos en una lucha eterna, se
quedaron en lados opuestos de la mesa.
Vane había estado observándome de cerca, pero cuando miré hacia él, su
expresión era indescifrable.
—¿Quieres que me quede? —preguntó Matt.
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Capítulo 12
Traducido por ƸӜƷYossƸӜƷ y Little Rose
Corregido por Laurence15
ane se enderezó, se alejó del borde del escritorio y comenzó
a alejarse.
—Vane —dije.
Vane se giró, con sus manos hechas puños a los lados.
—¿Crees que no puedo darme cuenta cuando ustedes dos se están
hablando el uno al otro? Comencé a prestar atención después del club.
Cada vez que se susurran el uno al otro, el amuleto llamea con un matiz
azul. Dudo que alguien más pueda verlo, pero te conozco muy bien,
hermano.
Matt cruzó sus brazos.
—Acerca de esta tarde. La serpiente…
Vane soltó un bufido.
—No fue la serpiente lo que te hizo prácticamente devorarla. —Di un paso
hacia Vane, pero me detuve viendo la fría cólera en sus ojos.
Luego, él dijo—: Pensé que me habías elegido, pero no fue así. No puedes
tenerlo, así que soy lo que queda.
V
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—Eso no es verdad —dije.
Vane me ignoró.
—También lo sabía. Pensé que sería suficiente. No lo es. Nunca lo será.
¿No ves lo que te hace? Cada vez que te acercas a mí, él te aleja. —Cruzó el
salón y vino hacia mí—. Esto es real. Tocar. Sentir. Soy real. —Vane agarró
el amuleto—. Esto no es real. ¿Por cuánto tiempo vivirás a la sombra de un
fantasma?
Tomé aire, dudando.
La expresión de Vane se endureció.
—Él tomó su decisión. Eligió sus visiones. Por encima de ti. Háblame
cuando tomes la tuya. —Soltó mi mano y se fue.
No traté de detenerlo. Me quedé clavada allí, presa de la culpa. Mordí mi
labio tan fuerte que sangró.
—¿Ryan?
—No lo hagas, Matt. —Puse mis manos en la cabeza—. Él tiene razón.
Tenemos que parar esto. Debería quitarme el amuleto.
Matt caminó hacia mí.
—Él no tiene la razón.
Puse mis manos en su pecho para mantenerlo raya.
Su oscura mirada mantuvo la mía sostenidamente.
—Te he dicho cómo me siento.
—No en voz alta.
—Entonces lo diré en voz alta. Te a…
—No. —Puse una mano en su boca para detener el susurro de palabras
que luego no podrían ser retractadas, susurros que no traspasarían una
puerta sellada herméticamente—. Eso no cambia nada. La Hija de Apolo,
¿recuerdas? Necesitamos tus visiones.
Él se rió.
—Considerando nuestra reciente… Cercanía. Quizás ya les he perdido.
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Fruncí el ceño.
Matt cogió un mechón de mi cabello y lo envolvió alrededor de su dedo en
un bucle suave.
Agarró la parte inferior de mis brazos y tiró de mí un poco más.
—El problema es que encuentro que está comenzando a importarme
menos y menos. He vivido con las visiones mi vida entera. Siempre me han
mantenido apartado. Solo. No sabía cuán solo estaba hasta que te
encontré.
Sus ojos oscuros me atrajeron, incitándome a acercarme y prometiéndome
todo. Mi amuleto se encendió brillantemente. Matt agarró su cabeza.
Vi el tridente. Brillaba dentro de un oscuro túnel. En el techo, largas
estalagmitas señalaban hacia abajo como dientes amenazantes encima de
mi cabeza. Había estado en este túnel antes, me di cuenta. El monstruo
parpadeó en la oscuridad. Se alimentaba de algo.
Sus dientes rasparon la carne de la espiga de un animal. Levantó la vista.
Sus ojos se clavaron en mí. El hambre brillaba profundamente en sus ojos.
Sus labios cubiertos de sangre se torcieron en una sonrisa voraz.
La imagen cambió. Las explosiones de fuego y lava, los volcanes
submarinos ahora bombardeaban mi mente. Un gran tsunami se elevó
muy alto en el agua y tronó con avidez hacia la tierra. Mi corazón se
aceleró con fuerza dolorosa en el momento en que la visión terminó.
Dije—: Es la misma visión.
—Pero más fuerte. Como si se estuviese acercando o la probabilidad de
que pase se ha hecho mayor.
Mis ojos cayeron en la espada de Colin. Grey la había dejado al lado del
sofá. Me recordaba a Excalibur. Me recordaba a la multitud de personas
alrededor del mundo, preguntándose preocupados acerca de lo que venía.
Me recordó todo lo que estaba en juego.
No fue una coincidencia que Matt hubiese recibido una visión mientras
estaba parado en el borde, a punto de tirarlas a la basura. Era una
advertencia. Me decía que ignorara el anhelo que vi en su rostro. Me
aparté de él.
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Los dedos de Matt se clavaron en mis brazos, manteniéndome dónde
estaba.
—¿Viste al monstruo? —dije.
Sus ojos parpadearon.
—Y el tridente. Todo está ligado de algún modo.
Tragué. Podía saborear el hambre del monstruo en mi boca. No sabía mal.
Sabía tentador. El pensamiento me agobió.
—Tengo un mal presentimiento acerca de esto.
—No tenemos opción. Esta es la única opción que se nos abre.
—Lo sé. —Pensé y di un paso hacia atrás—. Necesitamos visiones.
Matt no dijo nada.
Lo dije de nuevo.
—Necesitas dejarme ir.
—Lo sé —repitió.
Di otro paso atrás, distanciándome, poco a poco. Mi cabello atrapado en
sus dedos. Un ligero tirón y se deslizó.
Voy a dejarte ir. Por ahora. Los ojos de Matt se fijaron en mí con promesa
solemne. Pero pronto tendrás que tomar una decisión y no voy a hacerlo
más fácil.
***
Dos cuarenta y cuatro de la mañana. Un insoportable minuto después de
las dos y cuarenta y tres de la mañana. Miré el reloj. No podía dormir. La
serpiente, el beso, había liberado la caja de Pandora llena de emociones
que giraban dentro de mí. Sin embargo, algo más me fastidiaba. A mi lado,
Gia tomaba respiraciones profundas. Su semblante durmiendo era ligero y
sin preocupaciones.
Con un tirón, me levanté. Excalibur yacía en una silla junto a la cama. La
recogí. Mi mano envuelta alrededor de la empuñadura.
Cerré mis ojos.
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Mi mente lentamente reprodujo las imágenes de la última visión. Caminé
por el túnel de nuevo. Levanté la vista hacia las estalagmitas largas,
goteando con trozos de agua. Me acerqué más y más en la oscuridad. Por
el rabillo de mi ojo, vi la sombra del monstruo.
Me quedé helada. El miedo arañó mi garganta. En un instante, se puso de
pie delante de mí. Sus dientes abiertos, amplios y amenazadores. Sus ojos
brillaban de hambre. Sus fosas nasales se abrieron como los de un toro.
En su pecho desnudo, un piercing bronce mutilaba un pezón masculino.
No sé lo que me hizo hacerlo. Me acerqué y puse la palma de la mano
sobre el corazón del monstruo. Una herida roja brillaba justo encima de mi
mano, un lugar familiar en el pecho y la realización me golpeó.
Abrí mis ojos. Solté a Excalibur.
Vane.
***
La mañana llegó sin piedad. Casi no dormí. Un grupo de quince salió de la
casa temprano. Colin nos llevó a la cima del teleférico que nos llevaba por
el acantilado hasta el puerto. Cuando llegamos allí, lo encontramos roto.
El Plan B eran burros. Las melenudas, por no hablar de malolientes,
criaturas, nos llevaron por las escaleras empinadas de la montaña con un
comportamiento más o menos bueno. Me hizo sentir simpatía por un
puñado de personas que caminaban por las más o menos 600 escaleras. Si
bien puede haber sido más pintoresco, no hubiese querido hacerlo, sobre
todo después de ver a un turista deslizarse y resbalarse. Podría jurar que
mi burro hizo todo lo posible para derribar a tanta gente en las escaleras
como fue posible, en un esfuerzo por ganar algún trofeo de bolos de burro.
Delante de mí, Gia y Blake cabalgaban estrechamente juntos. Los rasgos
afilados de Gia se suavizaban cuando veía a Blake. Se reían de alguna
broma que no pude oír y cuando ella no estaba mirando, vi que Blake la
observaba.
Mis ojos se clavaron en ellos, casi me caigo cuando mi burro se desvió en
un intento de tumbar un turista más. Vane me agarró del brazo y tiró de
mí hacia arriba. Luego, sin una palabra hacia mí, instó a su burro a seguir
adelante.
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Me quedé detrás de él. La mitad de mí esperaba que lo que Excalibur me
había ayudado a desentrañar la noche anterior hubiese sido una
alucinación de media-noche, pero yo sabía que no era tan afortunada.
Pensé en decirle algo a Matt, pero no podía. Él ya desconfiaba tanto de
Vane. No podía estar segura de que no enloquecería.
No. Tenía que averiguar esto por mí misma. En la boca mi estómago, sabía
que el tiempo no estaba de mi lado.
Las vistas de la caldera roja y verde se extendían ante nosotros. Una niebla
de la mañana se arrastraba hasta las aguas cristalinas del mar Egeo a
través de las sinuosas calles de la ciudad blanca. Probé el aire fresco en
los puntos sensibles de mi lengua y tomé una bocanada pura de aire de
mar, optando por ignorar el hedor subyacente de estiércol.
Una vez que llegamos al fondo, Colin nos llevó al barco a pie. El barco no
era un barco. Era un yate de más de veinte metros, que parecía lo
suficientemente grande para contener cincuenta, no sólo a quince de
nosotros. Colin explicó que en realidad alojaba sólo doce personas.
Supongo que eso significaba que tendría que compartir una litera, no es
que yo conociera a alguien que quería compartirla conmigo en este punto.
Subí por las escaleras hasta la parte superior del barco, que era grande,
con un dosel abierto. Planchas marrones de plástico que formaban la
cubierta conducían a asientos largos y rectangulares empotrados el área.
Una mesa cuadrada con grandes tornillos pintados estaba en el centro.
—Genial —dijo Gia. Más allá de la zona de estar, una piscina azul cristal
nos invitaba a despojarnos de nuestras ropas.
Grey, Gia y Blake se lanzaron por sobre los cojines blandos sin preguntar.
Colin, Matt y Vane se metieron debajo de la cubierta para reunirse con el
capitán. Colin ordenó a las otras gárgolas quedarse con Grey en el piso
superior.
—Tu armada personal, Su Majestad —le comentó Blake.
La cara de Grey se puso roja.
—Cuidado, Emerson, o haré que te desentrañen.
—Como si siquiera supieras que significa —dijo Blake.
Grey intentó darle un puñetazo y casi se cayó cuando el barco empezó a
salir del puerto. Vi como navegábamos en el mar por un rato. El barco nos
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mostró increíbles vistas de los acantilados de la caldera. Sin embargo, no
podía mantener mi atención por mucho tiempo.
Bajé al segundo nivel. Una lujosa sala de estar con un sofá de cuero color
crema y un bar ocupaban la mayor parte del espacio.
Clarence y los otros magos se sentaron en una mesa de comedor formal
escondido en una esquina. Asentí con la cabeza a ellos y me acerqué una
pequeña terraza abierta en la parte posterior de la embarcación.
Me detuve a mitad de camino en la cubierta. Sentado en otra versión
pequeña de los asientos empotrados de la parte de arriba, estaba Vane.
Sus pies sobre la mesa, se recostó en los cojines y observó el agua. Tenía
una botella de licor abierta en la mano.
Él sonrió.
—Dorothy. ¿No puedes tener suficiente de mí?
El brillo en sus ojos me dijo que corriera.
Decidí hacer lo contrario. Hice una seña al agua.
—¿Estás bebiendo cuando vamos a quién-sabe-qué?
Uno de sus hombros se levantó y cayó en un gesto a medias.
—Un hechizo y estoy sobrio… desafortunadamente.
—¿Cuánto tiempo tomará llegar?
—Seis horas, me dicen ellos.
Me acerqué a la barandilla y eché un vistazo. El barco movido
constantemente en el agua. Tan pronto como cruzamos una de las islas
más pequeñas del lado de Santorini, el barco volvió al suroeste. Mar
abierto se extendía ante nosotros, invitándonos a entrar más
profundamente, más rápido.
Suspiré.
—¿No puede ir más rápido?
Detrás de mí, escuché las botas de Vane golpear la cubierta y me tensé. El
vello en la parte de atrás de mi cuello se levantó cuando vino detrás de mí.
La cubierta tenía que ser de seis metros de largo, pero eligió mi lugar. Sus
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brazos se colocaron a cada lado de mí. Sus dedos se cerraron alrededor de
la barandilla, casi, pero sin tocar del todo los míos. Su corpulento cuerpo
agolpándose detrás de mí. Casi, pero no tocando del todo.
—Impaciente, ¿no? —Sus labios rozaron la parte posterior de mi oreja. Un
dedo trazó la longitud de la columna vertebral desde la base hasta el
cuello—. ¿No te llama?
—No —dije, más para él que para la pregunta.
El dedo se detuvo en la base de mi cuello.
—¿No sabes lo fácil que sería arrojarte por la borda? ¿Enviarte al océano?
Una criatura como tú sería un sacrificio generoso.
Su voz se apoderó de mí, enardecida por una amenaza y una caricia. Me
estremecí y no era por el frío. Me di la vuelta para mirarlo.
—¿Qué estás haciendo, Vane? Pensé que estabas cansado de estar en el
medio.
—Lo estoy. Me cansé de esperar. Me cansé de ser…
—¿Fácil? —dije secamente.
—Paciente. —Sus labios se curvaron, pero fue una sonrisa fría—. Es
momento de tomar.
Un brillo extraño coloreó sus ojos. El tigre estaba de vuelta y quería jugar
conmigo. Puse mi mano sobre su pecho, justo en la cicatriz que ocultaba
bajo los pliegues de su camisa gruesa. Quería ver la cicatriz, pero
definitivamente no quería provocarlo más.
Vane tomó mi muñeca. La agarró tan fuertemente que pensé que mi hueso
se podría fracturar.
—No toques al menos que ofrezcas mucho más —dije.
—No lo hago. —Pero no bajé mi mano.
Sus ojos se entornaron.
—Me detuve en el club. No lo haré la próxima vez. No me importa quién
podría estar mirando. No importa si te desagrada.
—Tú no me desagradas —dije.
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Sus labios se tensaron.
—¿Estas tratando de ser agradable?
Antes de que pudiera responder, él dio un paso adelante y me apretó la
espalda contra la barandilla. Se clavó en mi espalda. Sus dedos alrededor
de mi garganta. Sus labios duros se inclinaron sobre los míos. El beso
tomó placer y se enlazaba con el dolor. No podría haber respondido aun si
quisiera. Vane no me dio la oportunidad. Como un pájaro capturado, me
inmovilizó en su lugar. Cuando por fin levantó la cabeza y me soltó, mis
labios picaban. Hinchados. Mi garganta se sentía abusada.
Asaltada.
Él pasó un dedo a lo largo de mi cuello palpitante.
—¿Todavía se siente bien?
—Éste no eres… tú —grazné.
No había emoción en sus ojos.
—Lo soy ahora.
Los míos se redujeron en respuesta.
—Bien.
Le di un rodillazo tan duro como pude en la ingle.
Él gruñó de dolor. Lo empujé lejos de mí. Cayó sobre su trasero y parpadeó
hacia mí con una expresión confundida.
Mis labios se torcieron en una sonrisa.
—Ahora estoy siendo amable.
***
Mi cuerpo aún se sacudía tres horas después. Me senté en mi bikini en el
borde de mi cama en uno de los dormitorios en la cubierta inferior.
Luchaba para tirar de un escurridizo traje de buzo. Había que meterse en
la cosa a través de un corte en el cuello del traje.
La puerta se abrió.
Gia entró.
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—¿Estás bien aquí? Te has estado poniendo ese traje por una hora.
Incliné mi cabeza. Mis cabellos creando una cortina en mi cara. No, no
estaba bien. Quería matarlo con mis propias manos.
—Lo sabía. Te has presionado demasiado. —Gia se acercó y me quitó el
traje. Se arrodilló y me ordenó—: Piernas.
Piernas. Tomé un respiro y puse mis piernas en la goma.
—Levántate —dijo ella.
Levántate. Me forcé a levantarme.
Puso el traje por encima de mis caderas.
—Brazos.
Obedecí. La pieza final era tirar el panel que estaba por encima de la
cabeza, tirar del cordón y cerrar la cremallera del pecho para poner todo
en su lugar. Levanté mi cabello para exponer mi nuca.
Gia se detuvo a mitad de la cremallera.
—¿Qué te pasó en el cuello?
Miré en el espejo en la pared sobre la cabecera de la cama. Horribles
contusiones cubrían la piel.
—Estoy bien. —Tiré del panel de la cabeza sobre mí y cerré el traje.
—¿Fue Vane, no es así? —dijo Gia.
El dique de hielo que me mantenía unida se rompió. Me di la vuelta y la
abracé. Dejé escapar un gemido ruidoso.
—Él me odia.
Me dejó llorar. Cuando finalmente me tranquilicé, me alcanzó un pañuelo.
—Voy a matarlo.
—No. —Negué con la cabeza. Le dije lo que había visto en la visión con la
ayuda de Excalibur. Terminé diciendo—: Algo está pasando y voy a
descubrir qué es.
—¿No deberías decirle a Merlín? —dijo Gia.
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—No, Matt no puede ser ecuánime cuando se refiere a Vane. De todas
maneras, necesita concentrarse en el tridente. —Me paré—. Voy a hacer
esto por mí misma.
Gia me miró.
—No, no lo harás. Somos Candidatos. Nos mantenemos juntas.
Miré a Excalibur.
—No somos Candidatos ya, Gia.
—Estás equivocada. Siempre seremos Candidatos, siempre y cuando
tengamos motivos.
Ella puso una mano en la parte inferior del antebrazo en un acto de
solidaridad.
—Somos una familia.
El calor se filtraba en mi piel. El traje se llevó todo lo que tenía de calor
corporal y me lo daba de nuevo. Sin embargo, este calor no tenía nada que
ver con el traje. Familia. Me había olvidado cuán anclaje podría ser. Mis
ojos picaron una vez más.
—Está bien, siempre y cuando me ayudes a salir de este traje.
Ella frunció el ceño.
Sonreí.
—Olvidé ir al baño primero.
Se rió. Igual yo. Y por esos pocos momentos, éramos normales.
***
Un golpe sonó en la puerta. Blake entró.
—Damas, estaremos allí en media hora. ¿Estabas pensando en ver esta
divertida aventura o tener una fiesta de pijamas?
Gia y yo estábamos acostadas en la cama con nuestros trajes medio
puestos.
—Una fiesta de pijamas suena como una mejor idea. —Gia se paró,
dándole a Blake una buena vista de su casi-inexistente top de bikini.
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Contuve una sonrisa cuando las pupilas de Blake se dilataron. Gia no
reaccionó, pero me di cuenta que tomó un tiempo extra para ponerse su
parte de arriba y cerrarla. Alisó sus manos sobre el traje, que ya se pegaba
a sus curvas como pintura.
—Estaré arriba. Dime si cambias de opinión acerca de tú-sabes-quien.
Sería un buen aperitivo para los tiburones.
Ella salió de la habitación, rosando a Blake suavemente mientras le
pasaba.
Blake miró detrás de ella.
—Espero que no se refiera a mí.
Me levanté en mis codos.
—Le gustas.
La cara de Blake enrojeció un poco.
Formulé la siguiente pregunta obvia.
—¿Te gusta?
Su frente se arrugó.
—¿Qué pasa con Grey?
Alcé una ceja.
—Creo que tiene otras cosas en su mente.
—Es mi compañero. Debería preguntarle.
—Hazlo —dije.
Blake se giró para irse.
—Sólo para que lo sepas, si la hieres, utilizaré a Excalibur contigo.
Blake sonrió.
—Te creo.
Se fue. Seguí viendo por donde habían salido. Eran mi familia. No podía
arriesgarlos por Vane.
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Estaba llegando a la lenta conclusión que podría estar haciendo
precisamente eso por no decirle a Matt lo que Excalibur me había
mostrado. Salí de la cama y subí el traje hasta meter mis brazos.
Matt, llamé, ¿Dónde estás?
Unos minutos después, Matt vino por la puerta.
—¿Necesitas ayuda? —dijo.
Alcancé la solapa del cuello.
—No…
En un instante, se puso de pie en el borde de la cama. Apartó el pelo y
siseó a la vista de los moretones.
—Voy a desollarlo vivo.
Alejé su mano.
—No tienes que hacerlo. Lo manejé, Matt. Soy una niña grande.
—No, no lo eres —respondió—. Tienes diecisiete. Eres poco más que un
bebé.
Mis ojos brillaron.
—Si no recuerdo mal, profesor, tienes dieciocho años.
—Soy de un siglo diferente. No tiene el mismo significado.
Suspiré.
—Ahora que los has visto, ¿puedes curarme?
—¿Es para eso que me llamaste? ¿Para limpiar su desastre? —dijo Matt.
La ira detrás de la declaración me impactó.
—Estás dejando que te afecte.
Con el ceño fruncido, Matt llevó una mano a mi cuello. La luz azul se
encendió en sus dedos.
A continuación, se apagó. Tiró de su mano.
—No.
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—¿No?
—Quiero que sientas esto por un tiempo. Así es como es él, Ryan. Destruye
todo lo que toca.
Toqué los moretones. Permanecían a la derecha del amuleto. La opresión
de la prenda presiona el amuleto en mi piel, agravándolos.
—Vamos, Matt, duele.
Negó con la cabeza.
—No.
—No necesito que se me enseñes una lección, Matt. No eres mi profesor ya.
—Aparentemente, todavía necesitas uno.
¿Tenía una señal por encima de mi cabeza que decía “Provócame, me
gusta”? Frustrada, salí enfadada de la cama, pisando el pie de Matt
mientras lo hacía. Para mi satisfacción, él hizo una mueca.
—No necesitaría un profesor, Matt… Si hubieses sido uno bueno.
***
A mitad de las escaleras a la cubierta superior, Colin me detuvo mientras
yo murmuraba acerca de que los chicos son idiotas, y me hizo señas a la
terraza en la cubierta inferior. Él y varias otras gárgolas, así como
Clarence y los otros magos tutores, elegían una serie de armas que fueron
puestos sobre la mesa que, estaba segura, sólo estaban acostumbradas a
ver porcelana fina.
Colin me advirtió mirando a las armas. Hizo un gesto hacia ellas.
—¿Alguna que te guste?
Alcé a Excalibur.
—Pues, tienes la mejor —continuó él—. ¿Has visto a Merlín? Hay una
tormenta en el este. El barco no será capaz de esperar por nosotros
después de pasar por debajo. Pero hemos encontrado una solución para
que nos digan cuando estén de vuelta…
—Encontraré una solución. —Vane estaba tumbado en un sofá de cuero
blanco.
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—Trajimos el equipo —dijo Colin.
—No tienes idea de cómo usarlo en una tormenta —remarcó Vane.
—¿Usar qué en una tormenta? —Grey vino detrás de mí.
—Un sistema de localización a mar profundo —respondió Colin—. Vane
aparejó la boya que utiliza para mantenerse operativo durante la tormenta.
Esto permitirá que el barco se comunique con nosotros. Es sólo una
manera, sin embargo...
Como Colin continuó explicándole los detalles técnicos a Grey, me fui al
salón. No podía estar quieta. Demasiadas emociones me habían dejado
inquieta. Miré hacia el mar sin fin. Oscuras nubes se cernían justo más
allá del horizonte y me pareció ver un pequeño embudo.
—¿Lista? —preguntó Vane.
—¿Tú lo estás? —Me giré para mirarlo.
Se sentó y estiró los brazos. Su traje se aferraba a su pecho, pero el grueso
material ocultaba cualquier cosa que pueda haber estado allí.
—¿Estás sobrio?
—Desafortunadamente. —Se puso de pie. Mis ojos se volvieron hacia el
lugar entre sus piernas. Su mirada siguió la mía. Él levantó una ceja—. Es
una buena cosa que puedas curar todo.
—Debe ser agradable —murmuré, inconscientemente tocando mi cuello.
Los moretones, a pesar de esconderse debajo de mi traje, se asentaban en
mi piel con dolorosa sensibilidad.
Al ver mi gesto, los ojos de Vane se estrecharon. Dio un paso más cerca y
listo para saltar.
—Déjame ver.
—No lo necesitas.
Las palabras silenciosas, una fina fibra, se astillaron en el afilado borde en
el que estaba nuestra relación. Vane se detuvo. Sus dedos se apretaron
hasta que vi los nudillos volverse blancos. Repitió con fiereza—: Déjame
ver.
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—No. —Aun sin saber lo que había debajo de mi traje, sabía que me había
lastimado. Él querría sanarlo. Lo sabía. Él lo sabía. No podía dejarle.
Todavía no. Suspiré y di un paso atrás.
—Debo conseguir un equipo.
—¿Equipo? —dije lentamente.
—Equipo de buceo, porque vamos bajo el agua.
Una pequeña y áspera risa brotó de Vane.
—¿Qué es tan gracioso?
—Equipo de buceo —dijo—. ¿Te das cuenta que estás viajando con magos?
Además, ¿crees que a donde vamos cualquier equipo de buceo funcionará?
Puse mis manos sobre mis caderas.
—¿Cuán profundo crees que es? Ha habido buceadores que han buceado
alrededor de una milla o más. La profundidad máxima de las
Profundidades Calypso es de alrededor de tres millas.
—Estás siendo ingenua.
No estábamos hablando sólo de buceo.
—¿Por qué no me lo explicas?
Me miró. Cuando habló, sin embargo, fue por la respuesta más segura.
—En todo el Mediterráneo, las profundidades máximas se han medido
aquí. No es una coincidencia. La Isla de Tritón ha pasado desapercibida
porque saben cómo mantenerla oculta. Yo apostaría a que son más de
cinco millas.
Cinco millas abajo en la fría oscuridad. Miré más allá de la protección de
las puertas de vidrio en el alcance infinito del mar abierto. Habíamos
navegado desde el mar Egeo y en las aguas de color turquesa del Mar
Jónico.
Un nombre tras otro, los marcados límites invisibles en el agua, límites
que no significaban nada para nadie sino para aquellos de nosotros en la
superficie. En el interior del agua, no habría líneas. Vane cerró la distancia
entre nosotros.
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—Sabes que tengo razón.
Di un paso para moverme más allá de él.
—Está bien. Tienes razón.
Vane agarró a mi brazo, sus dedos un grillete sin arrepentimientos en el
brazo.
—¿Te he alejado, entonces?
Me detuve.
—¿Lo querías hacer?
Susurró—: No.
La honesta respuesta me sorprendió. Levanté la mirada para encontrarme
con sus ojos color avellana. En ellos, vi el reflejo del mar. Yo era la persona
que practicaba surf de pie sobre sus olas. Podrían hacerme volar tan alto.
Eran emocionantes, estimulantes, absolutamente impresionantes. En
ellos, pude encontrar la vida. Pero era fácil quedar atrapada en el cañón.
Es fácil para las olas abrumar, aplastar. Una fuerza de la naturaleza,
puede ser totalmente sin piedad, sin remordimiento. Bueno, mi tabla de
surf y yo habíamos sido destrozadas. ¿Me atrevía a encontrar otra ola?
Abrí la boca para responder. No tuve la oportunidad.
En un destello de luz azul, Vane se fue volando al otro lado de la cabina.
Su cabeza golpeó contra una pequeña repisa detrás del sofá con fuerza.
Una fina línea de color rojo formándose en su sien.
Matt estaba en la puerta. Su mano todavía extendida, dijo—: Aléjate de
ella.
Le fruncí el ceño.
—No necesito que me salves, Matt.
El bote se detuvo.
Colin se levantó.
—Fascinante cómo es, tendremos que continuar esto después. Ya estamos
aquí.
—Pensé que teníamos media hora —dijo Matt.
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—Supongo que no —repitió Colin.
Tomó media hora para estar listo para la inmersión. Ocho asistentes
emparejados con siete gárgolas y un regular, yo. Me di cuenta, con un
sobresalto, que había empezado a pensar en Grey como una gárgola.
Clarence nos entregó los anillos, hechizados con la magia que nos permitía
respirar bajo el agua. Empecé a toser tan pronto como Matt puso el anillo
en mi dedo. Puse mis manos en mi cuello mientras los moretones debajo
de mi traje quemaban profundamente la dermis de mi piel, formando
ampollas a través de las capas. Caí de rodillas, asfixiada.
—Ryan. —Matt me tiró hacia arriba—. Respira profundamente.
Necesitarás acostumbrarte a las branquias.
Jadeando, me quité la solapa del cuello. Se había convertido en una soga.
Y, por último, mi pecho se expandió después de ser capaz de tomar una
bocanada de aire. Mi cuello todavía ardía. Sospeché que cualquier hechizo
que me haya dado hizo las lesiones en el cuello peor. No podía decirle, sin
embargo. Su relación con Vane era lo suficientemente tensa. En cambio, lo
miré y dije con voz ronca—: Podías haberme advertido.
Él me lanzó una mirada tímida.
—Nunca he usado un encanto de sirena antes.
—No me digas. —Moví los dedos. Mis pies habían crecido a casi el doble de
su tamaño y estaban ensanchadas como aletas. A mí alrededor, Grey y las
gárgolas rasgaron sus trajes de buceo y se quitaron las solapas del cuello.
Grey estaba a mi lado. Su piel había adquirido un tono más ligero de color
azul. Vi tres branquias, hendiduras profundas formándose a un lado de su
cuello. Me toqué la piel. Justo encima de la cadena del amuleto había tres
ranuras en un lado y tres en otro.
Miré a Matt.
—Tu turno.
Matt se deslizó un anillo. Él empezó a ahogarse como yo. Los otros magos
siguieron uno tras otro. Vi a Vane. Ya había sanado la herida en la frente
causada por Matt. Puso el anillo y me llamó la atención que su
transformación fuera la más rápida. Se formaron las branquias y sus pies
se ensancharon. No hizo el menor ruido. Su cuerpo no se sacudió bajo la
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tensión como el nuestro, apenas reaccionó, como si hubiera estado
esperando el cambio.
—¿Qué le pasó a tus oídos? —me dijo grey.
—¿Huh? —Inmediatamente mi mano se levantó a mis lóbulos. Se sentían
normales hasta que llegué a la punta. Eran puntiagudos.
—Argh. —Me precipité a una ventana cercana y vi mi reflejo—. ¡Soy un
Volcán azul!
Blake se acercó.
—¿No es eso un romulano3 verde?
—¿A quién le importa? —gruñí, tocando mis orejas puntiagudas.
Gia corrió hacia mí. Se puso a mi lado para mirarse.
—Las tengo también.
Blake la miró.
—Eso es tan… brillante.
Gia se ruborizó. Sus mejillas se volvieron de un morado extraño, una
mezcla de rojo y azul.
Lar orejas de Blake eran completamente normales.
Pregunté—: ¿Por qué no las tienes?
Matt se acercó y casi se me cae la baba.
Su piel había adquirido un tono ligeramente más oscuro de azul. Se
complementaba perfectamente con el castaño de su cabello y profundizaba
el color de su iris que parece casi púrpura.
Dijo—: Debe ser sólo en las chicas.
—Yo no las tengo. —McKenna, la única gárgola mujer entre nosotros, se
aclaró la garganta. Alta y con lindo cabello castaño, había visto a Grey
mirándola más de una vez.
—¿Porque eres una Gárgola? —dijo Grey.
3 Romulano: Especie alienígena ficticia de la serie Star Trek.
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—Tal vez, señor —dijo ella tímidamente y lo miró con una expresión que
rayaba en la adoración. El Pecho de Grey y, sin duda su ego, se inflaron.
—Sí, podría ser —dijo Matt rápidamente—. Vayamos al agua.
Enfundamos todos nuestros cuchillos. Matt redujo a Excalibur de nuevo y
la puso en un bolsillo oculto en el traje de buceo. Vane sostenía el tridente.
Matt tenía una mochila con el equipo de localización de mar profundo y la
serpiente. Todos teníamos pequeñas bolsas con algunas de las
disposiciones de emergencia.
Me acerqué a la barandilla
—¿A dónde vamos?
—Hacia abajo. —Vane llegó a mi lado. Al igual que su hermano, su piel se
había vuelto también un tono azul más oscuro que el resto de nosotros.
Sirvió sólo para profundizar el borde peligroso de sus ojos. Mis dedos se
morían de ganas de acariciar su piel cambiada para ver si se sentía
diferente. Me mordí la lengua para no lamerlo.
Como si pudiera sentir el latido de deseo correr por mí, él deliberadamente
se acercó más. Su lengua salió y probó un lóbulo.
—Dulce, Dorothy.
Me aparté de él.
Matt apareció a mi otro lado.
—Aléjate de ella, Vane.
—No necesito protección, Matt —repetí.
Aunque, por la forma en que mi cuerpo reaccionó a Vane, tal vez
necesitaba un psiquiatra.
—¿Nada de orejas puntiagudas para ti, Merlín?
Vane se rió entre dientes.
Me giré hacia Matt.
—¿Qué no me estás diciendo?
Matt suspiró.
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—Está tratando de provocarte. Ignóralo.
—¿Y qué cuando nos encontremos con las sirenas? —dije—. ¿Las
podremos entender?
—Una vez que entienda lo que hablan, tendré que hechizar sus anillos.
Los ojos de Vane brillaban con el reflejo del agua azul. Él arqueó una ceja.
—¿Qué te pasa, Dulac? ¿Con miedo de meterte en el agua?
Las olas pequeñas del agua nos invitaron a pasar. Toqué mis branquias de
nuevo. Esto iba a ser divertido.
Y así fue. Tan pronto como me golpeó el agua, nada más importaba.
Revoloteaba y flotaba en el mar. El agua fría limpiaba los pensamientos de
miedo y persistente preocupación. Todas ellas se deslizaron de mis
hombros, lejos, en las profundidades del fondo.
La libertad de la ingravidez parecía aligerar el estado de ánimo de todos.
Nadamos más y más profundamente, pero se sentía más como un juego
que trabajo. Había nadado antes y nunca había sido capaz de ver nada,
pero el hechizo había puesto algún tipo de protección a través de mis ojos
y pude ver todo.
Grey, Gia, Blake y yo jugábamos, haciendo volteretas en el agua. Grey me
lanzaba burbujas. Matt nos tenía que encarrilar varias veces cuando nos
íbamos a vagar lejos a ver las criaturas del mar de diferentes colores.
El único otro que parecía estar disfrutando tanto como nosotros era Vane.
Él nos empujaba más sin tomar descansos. En la posibilidad infinita que
el agua presentaba, era fácil olvidar la tensión entre nosotros.
Grey, Gia, Blake y yo hicimos varias carreras, girando y girando en el
agua. Estábamos en medio de una carrera cuando Vane agarró mi mano.
Después de un momento de vacilación, le dejé tirar de mí a una formación
rocosa larga, una montaña que se elevaba desde el fondo del mar.
Nadamos más profundo a lo largo de su cresta.
Parecía que bajaba para siempre. Las masas de algas y otras plantas
cubrían el duro arrecife.
No sé lo que estaba buscando, pero no lo encontré. No vi nada más que
rocas negras. Vane me señaló un punto en particular.
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A través de una malla de algas, señaló una ruptura apenas perceptible en
la piedra. Me asomé por la cortina de algas. En un valle, en medio de una
montaña de rocas, había un par de pilares gigantes.
Gia, Blake, y Grey nos alcanzaron primero. Matt se acercó detrás de ellos.
Me moví para darles una mirada más cercana. El resto del grupo dejó de
nadar también. Matt miró a través de la cortina.
Los pilares de Hércules, pensó hacia mí.
Dos largas columnas cubiertas de algas marinas sostenían una extensión
descomunal de roca que se alzaba por encima de ellos.
¿Pero cómo pueden dos pilares sostener una ciudad entera? Esto no puede
ser Aegae, le dije a Matt.
Vamos a averiguarlo. Matt señaló que fuéramos a través de la cortina.
Fuimos, uno por uno, a través de la fisura. Vane fue primero. Yo después
de él, luego Matt. Tan pronto como crucé a la otra orilla, me detuve. La
esencia del agua parecía cambiar. Desde su escondite, Excalibur gritó en
advertencia.
¿Matt?, exclamé, ¿Sientes esto?
El agua se volvió más oscura. Su delgada película cubría mi piel. Una
sensación se infiltró en mis branquias recién formadas y se filtró con algo
más que una mera amenaza.
El lugar olía a pura maldad.
***
Uno a uno, todos vinieron por la cortina. Las gárgolas, salvo Grey, todas
cambiaron al tocar el agua oscura. Todas se detuvieron. Blake tomó la
mano de Gia.
Las gárgolas se cerraron alrededor de Grey, formando un círculo protector.
Los hechiceros hicieron lo mismo conmigo. Todos sentíamos el peligro.
Vane siguió nadando. Se dio vuelta y frunció el ceño cuando vio que no
nos movíamos. Nos hizo un gesto para avanzar, luego siguió nadando
hacia la isla. Todos miraron a Matt.
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Tengo que ir. Hay demasiado en juego, me dijo sombríamente. Deberías
volver. Llévate a los otros.
Nadó detrás de Vane.
Miré la cortina. La urgencia de atravesarla fue tanta, que por un momento
casi la obedecí. Toqué a Escalibur y supe que no podría dejar a Vane y a
Matt. Les hice un gesto a Grey y a Colin para que volvieran por la cortina.
Grey me devolvió el gesto y dijo—: ¿Y tú?
Negué con la cabeza.
Él negó con la suya.
Luego miré a Blake y a Gia.
Blake gesticuló—: Permanecemos juntos.
Con un asentimiento, comencé a nadar detrás de Matt y Vane. Los otros
me siguieron.
No tardamos mucho en llegar a los pilares. De cerca, vi que eran suaves y
definitivamente no eran formaciones naturales. La construcción era muy
similar a los pilares del Partenón, salvo que estos habían sido hechos para
gigantes.
Vane nadó hasta los pilares y fue entre ellos. Nos señaló que subiéramos.
Nadamos hasta la piedra que soportaba los pilares. En la cima,
encontramos una apertura en forma de hexágono. Una entrada.
Él la cruzó sin dudar.
Matt lo siguió. Yo hice lo mismo. Los otros vinieron detrás de mí. Hubo un
corto trecho a nado antes de que saliéramos. Emergimos y nos
encontramos en una cueva oscura.
—Miren detrás —dijo Vane.
Me volví. La cueva tenía una apertura, un grupo de puertas con una
escultura dorada de un toro.
—Esto es lo que vimos —dijo Matt.
Vane nadó hasta el límite del agua y salió.
—Quédense en el agua —ordenó Matt antes de nadar al borde.
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Yo lo seguí sin dudarlo. Un grupo de piedras en picos hacían de borde.
Siseé cuando me resbalé y mi mano golpeó uno de esos picos.
—¿Alguna vez vas a escucharme? —dijo Matt exasperado. Se inclinó y me
ayudó a salir.
Blake, Gia, Grey y los demás llegaron al borde y salieron. Delante de
nosotros, Vane encendió una bola de fuego.
Me llevé una mano a la boca por lo que vi. Sentí nauseas en mi estómago
El destello de luz, una chispa en el abismo de la cueva, sólo exponía el
horror. Una masa de huesos humanos casualmente molidos cubría el
suelo. Matt se arrodilló y tomó un largo fémur. Estaba marcado con
abolladuras y roto en varias partes.
—Estas no son heridas de bala —dijo.
Vane se inclinó y tomó otro.
—Estas personas fueron comidas.
—Asqueroso —murmuró Gia. Ella y los otros quedaron en el borde. Me
pregunté si querían volver a saltar, como yo.
Dije—: Los huesos llevan de regreso a la puerta.
Matt caminó a la puerta y tocó el marco.
—La piedra no es la misma de los pilares. Es diferente. Pero siento que la
he visto antes.
—Se pone mejor. —Vane levantó la bola de fuego en el aire. Rostros
muertos, calaveras de los ya fallecidos, habían sido de alguna manera
pegados a un trozo triangular de piedra que hacía de punto más alto de la
puerta.
—Yo he visto esto —dijeron al mismo tiempo Grey, Blake y Gia detrás de
mí, antes de acercarse a mi lado.
—Del limbo —dijo Grey.
—Un Trilithon —dijo Blake—. Dos piedras paralelas y una sobre ellas.
—Un trilithon no tiene un triángulo encima —señaló Gia—. Ni calaveras.
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—Tritón ha estado modificando el diseño original. —Vane se dirigió frente
a la puerta. Miró el toro.
—Tienen razón —dijo Matt mientras entraba en las sombras junto a la
puerta y desaparecía.
—¡Matt! —Corrí detrás de él.
—Estoy bien —dijo Matt. Encendió otra bola de fuego. Iluminó el espacio
detrás de la puerta.
No había nada.
No había nada detrás de la puerta. Matt la rodeó y salió del otro lado.
Estaba vacío.
—¿Qué? —dijo Blake.
—¿Por qué hay una puerta aquí si no lleva a ninguna parte? —dijo Grey.
—Porque no la hemos abierto todavía —dijo Vane—. Creo que este toro
puede ser una cerradura.
—El Minotauro también tiene cara de toro —le susurré—. ¿Los Minotauros
no comían personas?
—Eres un sabroso bocado —dijo Vane.
—De mucha ayuda, Vivane —le respondí.
—Él tiene razón sin embargo —dijo Matt—. Si el toro es la cerradura,
nosotros seguramente tenemos la llave.
Él sacó el tridente compactado y lo alargó. Saqué a Excalibur.
Matt asintió.
—Todos los demás, saquen sus armas. Debo hacer esto de una vez.
Blake, Gia, Grey, las gárgolas y los magos sacaron sus navajas. Matt agitó
su mano. Los cuchillos se volvieron espadas.
—No necesitan esos. Solo hay una llave. Lo más probable es que la misma
llave que abrió el tridente abrirá esto. —Vane curvó un dedo y me hizo
señas para que me acercara.
—¿Lo más probable? —Crucé los brazos y me quedé donde estaba.
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—Podría obligarte —dijo Vane.
—Inténtalo —le desafié.
—Si insistes —dijo y tomó un paso hacia mí.
Matt rápidamente cruzó la puerta y dio una palmada en el pecho de Vane
para detenerlo.
—Trata de practicar algún autocontrol —le murmuró a Vane. Matt me
observó—. Él tiene razón.
Haciendo una mueca, me acerqué a él. Tomé a Excalibur, quité el traje un
poco en mi brazo, y me corté yo misma. Siseé cuando Excalibur me cortó
con más avidez la piel de lo que había previsto.
Vane alzó una ceja.
—Yo lo hubiese hecho mejor.
Pegué la herida en la cabeza del toro.
La cabeza del toro se torció. Luz se formaba alrededor de la puerta. Oí el
débil aria de la música.
Vane me tiró hacia atrás.
Entonces, todo pareció suceder al mismo tiempo. Las bolas de fuego se
apagaron. Un gemido con gran peso explotó en la caverna, acompañada
con una luz blanca que brillaba desde más allá de la puerta. Me tumbó.
Caí al suelo y aterricé de lado, frente a Vane y en el otro lado, vi a Matt. La
mano de Vane aún tenía la mía. Él y Matt habían conseguido manejarlo
mucho mejor que yo. Se habían puesto de rodillas, solo para ser
congelados allí. No me podía mover tampoco.
A través de una bruma, vi salir a hombres de la puerta con escudos de oro.
Ellos llevaban lo que parecían ser antiguos uniformes griegos: Armadura
en el pecho, faldas de cuero rojo y piernas blindadas con placas. Sin
embargo, la armadura no parecía a nada que hubiera visto jamás. Brillaba
una sombra extraña de platino y oro, dándoles un aspecto futurista en vez
de uno medieval. Sus pieles estaban teñidas con un toque de verde.
Largas capas rojas colgaban en sus espaldas.
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Sobre sus cabezas reposaban cascos de oro que se extendían a sus
mejillas. La parte superior lucía como una cresta desde la cual una línea
corta de pelo rojo grueso se desplegaba. No sólo eran el mismo uniforme,
sino también sus cuerpos. Cada uno tenía el físico de un fisicoculturista.
Un voluminoso bárbaro hecho hombre con los ojos verdes se acercó a Matt
y Vane. Mantuvo su escudo delante de él.
—¿Por qué estos dos no duermen?
Para mi sorpresa, los podía entender perfectamente.
Un tenue calor de la mano de Vane en la mía se encendió brevemente. Un
soldado más viejo se acercó a los bárbaros. Llevaba una cadena de oro con
una esmeralda pequeña.
—Tienen branquias. Sin embargo, ¿puedes sentirlo? Tienen mucho poder.
—Él tocó la cabeza de Matt. La esmeralda brillaba en su cadena—. Este
apenas se puede contener.
—Miren su piel azul. Magos —escupió el bárbaro.
Matt dejó escapar un suspiro.
—Está rompiendo el hechizo paralizante. Hay que cortarle la cabeza ahora.
—El bárbaro levantó su espada para atacar.
¡No! gritaba mi mente. Traté de moverme, pero no pude. Traté de hablar,
pero no pude. Sólo podía ver. Sólo podía respirar.
El bárbaro blandió la espada.
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Capítulo 13
Traducido por ateh y ƸӜƷYossƸӜƷ
Corregido por Laurence15
l soldado más viejo se volvió hacia Vane y siseó.
—¡Espera!
El bárbaro detuvo el bamboleo.
Exhalé.
—¿Ves esto? —El anciano se agachó y recogió el tridente.
—Éste es un hijo de Poseidón.
—Bien —dijo el bárbaro infelizmente. Golpeó la cabeza de Matt con el lado
de la espada. Matt cayó al suelo—. Eso debería mantenerlo bajo control.
—Leonidas —llamó otro soldado desde algún lugar detrás de mí—. Cuento
trece aquí. Seis son gárgolas.
El bárbaro, Leonidas, sonrió mostrando sus manchados dientes amarillos.
—¿En serio? Esto podría ser divertido.
Un pie me empujó y caí sobre mi espalda. Otro soldado —uno anguloso,
sin embargo musculoso como un adolescente y con dientes aun más
amarillos— me miró. Olfateó el aire y luego se agachó para olfatearme.
E
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Noté las aberturas de las branquias en ambos lados de su cuello. El verde
pálido de su piel se intensificaba en verde cazador alrededor de sus
branquias. Una sirena. Incluso sus ojos eran ligeramente verdes.
—Su sangre. Huele deliciosa —dijo—. Esta es mía.
Me agarró la mano y hundió los dedos en mi cortadura. Habría gritado si
hubiera podido. Me levantó, probablemente para colocarme sobre su
hombro. Pero era más pesada de lo que pensó y sólo consiguió llevarme a
medio camino. Mi cabeza se desplomó hacia adelante y mi cabelló cubrió
mi rostro.
—Espera. Mira sus oídos. —Marchó Leonidas—. No puedes reclamarla.
—Nadie va a reclamarla —dijo el soldado más viejo—. Todos deben ir con
el Rey.
El joven apretó su agarre sobre mí. Excalibur se deslizó de mi otra mano y
cayó infaliblemente sobre el pie del chico. Gritó y me dejó caer. Golpeé el
suelo. Un lado de mi rostro se estrelló contra una roca. Leonidas se rió y
levantó su espada. Apuñaló al chico en el corazón. Cayó hacia atrás.
—Leonidas. —El soldado más viejo frunció el ceño.
—Fue irrespetuoso. —Leonidas sacó la espada del chico. La hoja se volvió
roja por la sangre—. ¿Éste cómo fue invitado a estar dentro del servicio?
—Se las arregló para terminar el entrenamiento —murmuró el soldado—.
Era un hábil ladrón. Lleno de sí mismo.
—Puedo verlo. —Leonidas agarró a Excalibur y enganchó la espada en su
cinturón. Se inclinó, me levantó con una mano y me puso sobre su
hombro. Me di cuenta, por raro que parezca, que sus orejas también eran
puntiagudas. Cruzó la puerta roja. Entramos a un mundo azul-grisáceo de
agua.
Mis branquias comenzaron a respirar por mí. El bárbaro de piel verde me
llevó con un fuerte agarre. Nadamos hacia arriba, arriba y más arriba.
Sobre nosotros, un rayo de luz blanca llamaba. Fue la última cosa que vi
antes de cerrar los ojos.
***
My Merlin Awakening Priya Ardis
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Desperté más tarde en el suelo de la habitación más grande que jamás
haya visto. No seguíamos bajo el agua. Esposas de oro inmovilizaban mis
manos. Grilletes unían mis pies. Tenía un cinturón alrededor de mi
cintura y una cadena me unía a Gia.
Seguía desmayada. Me senté y la sacudí. Gimió en protesta. Miré a
nuestro alrededor. Grey, Colin y las gárgolas habían sido encadenados
entre sí. Todavía tenían branquias. La palidez de sus pieles todavía tenía
un toque de azul. Bajé la mirada a mis brazos. También seguían azules. Al
lado de las gárgolas, Blake y los otros hechiceros habían sido agrupados.
Cada hechicero vestía un pequeño amuleto con un diamante amarillo que
colgaba de una cadena de oro. Sin embargo, Blake y los otros hechiceros
no tenían sus anillos. Sus branquias habían desaparecido y sus pieles
habían vuelto a la normalidad.
La sala era un rectángulo con una alfombra roja por el perímetro que iba
hasta un estrado al frente de la habitación. Un pequeño grupo de pasos se
dirigían hacia un trono vacío. Detrás de éste, una réplica de las puertas
rojas y el toro había sido dibujada en espesos oleos en una larga pared de
mármol.
No vi a Matt ni a Vane.
Miré atrás de mí y me quedé boquiabierta. Me di la vuelta. Habíamos sido
ubicados en un lado de la habitación. Mientras que una cortina rojo
brillante entrecerraba el lado derecho, las cortinas habían sido llevadas
hacía atrás en la pared izquierda detrás de nosotros. Ningún muro nos
protegía. En su lugar, habíamos sido situados cerca del borde de una
terraza completamente abierta. Pilares a cada lado de nosotros
enmarcaban la vista de toda la ciudad. Estábamos en una colina. Estiré mi
cuello para mirar. Me senté en el tercer piso de un edificio que tenía que
ser de al menos siete pisos, y el edificio más alto construido dentro de todo
lo que alcanzaba a ver.
Un océano rodeaba la ciudad. Estábamos en una isla.
La ciudad iba en cascada por la colina y el palacio estilo pirámide en el que
me sentaba ahora. Debajo de mí, un chorro de agua caía desde una pipa
de piedra y goteaba por el lado, creando una hermosa cascada que
terminaba en una fuente cuadrada en el siguiente nivel del palacio. Cada
nivel era más ancho que el que estaba encima. Cada uno tenía una terraza
abierta, esbozada por las raíces de los árboles que abrazaban los bordes.
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Pilares de piedra griegos sujetaban cada nivel, pero habían sido cubiertas
por vides cultivadas que subían retorcidas hasta arriba. Flores rojo y
amarillo brillante estaban rociadas por todos lados. Enmarcaban
numerosas cascadas; casi todos los edificios tenían al menos dos, y miles
de jardines colgantes.
Un foso rodeaba el palacio y se derivaba de él, tubos llevaban agua hacia
debajo de la colina dentro de canales artificiales que recorrían toda la
ciudad.
La vista que me detuvo, sin embargo, estaba justo detrás del palacio en la
colina. En un sitio en el que todos en la ciudad podían ver, doce cabezas
de humanos, cortadas, estaban desplegadas como una espantosa bandera.
Estaban empalados en doce gruesos postes de seis metros.
Mis ojos se fijaron en el centro. La cabeza miraba hacia afuera de la
ciudad, así que sólo la podía ver por atrás. En lo alto, quedaba poco
cabello. La mayor parte del cuero cabelludo se veía como si hubiera sido
arrancado por aves carroñeras. Sangre seca se deslizaba por el poste hasta
el suelo. En ese pequeño punto de verde césped, no crecía pasto.
—Tenemos que salir de aquí —susurró Gia.
—¿Cómo? Ni siquiera sabemos dónde estamos. —Subí la mirada hacia el
cielo lleno con la roja expansión del atardecer. ¿Cómo habíamos salido del
agua hasta aquí? ¿Dónde estaba esta isla y dónde estaba nuestro barco?
El balido estruendoso de una caracola paró cualquier especulación.
Grey, Blake y las otras gárgolas, al igual que los otros hechiceros, se
despertaron. Les tomó un minuto darse cuenta de los grilletes. Algunas de
las gárgolas sacaron su bestia.
—No puedo hacer ningún tipo de magia —siseó Blake —. Estas piedras…
Se interrumpió cuando un torrente de guerreros de cabello largo entraron
en la habitación por la parte de atrás. Se alinearon en cada pedazo
disponible de la pared. Luego, alrededor de un centenar de personas se
presentaron vistiendo un arcoíris de colores, adornados con oro. Hombres
de piel verde con colas de caballo vestían lo que parecían túnicas bajo las
togas. La túnica era una delgada camisa y la toga había sido diseñada con
una sola pieza de algodón que se formaba para adaptarse a sus formas.
Cubría un hombro mientras la porción de la falda se extendía hasta las
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rodillas. Las mujeres llevaban batas, también de una pieza de algodón.
Algunas usaban vestidos rojos, azules y morados, que se entrecruzaban
sobre su escote y dejaban las espaldas casi al descubierto. Pesados
broches y presillas de oro mantenían las ropas en su lugar. Brazaletes y
diademas doradas se usaban exclusivamente como decoración. Algunas
mujeres tenían orejas puntiagudas como Gia y yo. Igual que algunos de los
hombres.
La caracola sonó de nuevo.
Al frente de la habitación, por el lado derecho, entraron más soldados. Sin
embargo, estos soldados llevaban cascos con plumas negras en lugar de
rojas. Por el medio caminaba un anciano con un largo y oscuro cabello con
vetas de plata. Llevaba una fina túnica y toga, pero con una faja roja atada
alrededor de la cintura. En su cabeza llevaba una corona con una sencilla
banda de oro y una gran esmeralda incrustada en una curva en el centro.
Los extremos de la corona se enroscaban en forma de pez. En cada brazo
también llevaba brazaletes de oro. En el izquierdo, el brazalete tenía forma
de serpiente. Su cola formaba la banda, mientras que su cabeza apuntaba
hacia el hombro. En el brazalete derecho, una sirena sosteniendo un
tridente.
Tiré de mis grilletes. Un pez y una serpiente en el Rey. ¿Significaba el Rey
Pescador? ¿O Poseidón? No lo sabía. Habíamos venido al lugar correcto,
pero no tenía un buen presentimiento. Miré a la terraza detrás de mí. El
camino en que la saliente se extendía hacia afuera a un punto que sugería
sacrificio. No quería convertirme en uno.
El Rey caminó hacia el trono y se sentó. Duras líneas estropeaban de
alguna manera su apuesto rostro. Penetrantes ojos verdes brillaban de un
verde más pálido que la piel de su rostro. Su mirada se fijó en nosotros.
Grey se levantó de un salto.
—¿Quién eres?
También me puse de pie.
—Libéranos.
El Rey dijo algo que sonó como griego, pero no pude entenderlo. Hizo un
gesto con la mano. La esmeralda en su corona empezó a brillar. El verde
de sus ojos también parecía brillar.
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Calor se extendió por mis dedos y el anillo que Matt me había dado se
calentó.
—¿Cómo encontraron los portones? —nos exigió el Rey. Esta vez, le
entendí.
—Es difícil que te vaya a decir —dijo Grey. Un soldado salió de su posición
contra la pared y lo golpeó en la cabeza con una lanza. Otro me golpeó
hacia el suelo.
El Rey se apartó de nosotros y enfrentó a la corte.
—¿Dónde está mi hijo? ¿Por qué nos ha llamado aquí?
—Aquí, Padre. —Leonidas caminó hasta la alfombra roja desde la parte de
atrás de la habitación. La corte de personas se apartó para dejar pasar a
su príncipe.
Leonidas llegó al centro de la habitación. Un dedo me señaló.
—Te he traído potenciales para la luna de sangre.
¿Luna de sangre? ¿Es una luna roja? Gemí internamente. No otra luna
roja. Las cosas no habían ido bien en la última. Una imagen de una azotea
y un ejército de gárgolas destellaron en mi mente.
El Rey miró a las gárgolas.
—¿Un campeón entre las bestias? Supongo que hará un mejor deporte.
Leonidas inclinó la cabeza.
—Me alegro de que estés satisfecho. Pero hay más… —Movió una mano y
el soldado más viejo de la cueva dio un paso adelante, trayendo con él dos
prisioneros inmovilizados… Vane y Matt.
Casi colapsé por el alivio. Los ojos de Vane se encontraron con los míos y
mi estómago revoloteó.
Al igual que yo, estaba de pie con grilletes en sus manos y pies. Su piel
había vuelto a la normalidad. Sus branquias se habían ido. De alguna
manera, las sirenas habían sometido la magia de todos los hechiceros.
Matt, sin embargo, fue atado como un asesino en serie. Cada parte de su
cuerpo había sido encadenada. Su rostro fue amordazado con una
máscara de hierro que únicamente tenía medio-rendijas para ver a través
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de ellas y pequeños agujeros en la nariz y boca. El diamante amarillo más
grande que jamás haya visto estaba unido a una cadena de oro y colgaba
alrededor de su cuello. Vane tenía un diamante y cadena similares.
El Rey se enfocó en Matt.
—¿Cuál es el significado de esto?
—Rey Lelex. —El soldado más viejo señaló a Matt—. Éste es un poderoso
mago. Hemos tenido que someterlo.
Lelex ladró.
—Quítenle la máscara. Deseo verlo. —El Rey Lelex le hizo señas al soldado
mayor para que llevara a Matt adelante.
Un puñado de soldados salió de sus posiciones contra las paredes.
Hicieron un semicírculo detrás de Matt. Leonidas desenvainó su espada.
Lelex suspiró con aire aburrido. El siervo más viejo usó una pequeña llave
para desbloquear la máscara. Matt parpadeó ante la repentina explosión
de luz. Mis manos se comprimieron al verlo. Una masa de contusiones
cubría su rostro.
—No te entiende —dijo Vane.
—No puede hablar —dijo el soldado mayor.
—No lo necesita —dijo el Rey Lelex—. Tráiganmelo.
Leonidas agarró a Matt y lo empujó hacia el Rey. Cuando llegaron al
estrado, empujó a Matt hacia abajo en los escalones.
—Arrodíllese ante el Rey.
Lelex dio a su hijo una mirada solemne.
Leonidas tomó la serpiente de Medusa de su capa y se la tendió al rey.
—Le encontramos esto.
Los ojos de Lelex se abrieron como platos.
—Pensé que esto era sólo una leyenda. Tengo un presentimiento de que
éste nos puede decir mucho. —Extendió la mano y tocó la cabeza de Matt.
La esmeralda de la corona del Rey brillaba. El cuerpo de Matt se
estremeció bajo el peso del sondeo de Lelex.
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En su trono, Lelex empezó a sudar.
—Él es obstinado.
Matt abrió la boca en un grito silencioso.
—¡No! —Me paré, llevando a Gia conmigo.
—Déjalo ir. —Vane luchaba contra sus cadenas.
La corona brillaba aun más. Matt se desmayó. El rey se dejó caer en su
asiento.
—Su nombre es Merlín. Él es su mago más poderoso. No pude obtener
más y sus defensas son fuertes.
El Rey torció un dedo para llamar a dos soldados.
—Llévalo a las salas de retención. Voy a intentarlo de nuevo más tarde.
Los soldados arrastraron a Matt.
La mirada del Rey se volvió a Vane.
—¿Por qué están aquí, mago?
—¿Por qué debería decírtelo? —dijo Vane.
El rey se dignó a mirarnos contra la pared.
—Puedo empezar a matar a su gente de una en una.
Vane dijo fríamente—: Ellos no son mi gente.
—Ah. Son los de Merlín. —Sus ojos brillaron—. No te gusta eso.
—Padre. —Leonidas tomó el tridente del viejo soldado—. Encontramos
esto.
Leonidas volteó el tridente para ponerlo en posición horizontal sobre su
mano y lo presentó de rodillas a su padre. Lelex tomó el tridente. Le dio la
vuelta varias veces en su mano.
—Es real. No puedo creerlo. Nos ha encontrado de nuevo.
Lelex se levantó y se acercó a Vane. La esmeralda en su corona brillaba de
nuevo. Él extendió la mano en dirección a Vane.
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Vane se estremeció a pesar de que Lelex no lo había tocado.
—¿Cómo es posible? Es un mago… —Miró a Vane—. Y sin embargo, el Rey
Pescador está marcado en ti.
Vane parpadeó.
—No soy Bran de Pellam.
—¿Bran el Bendecido? No, ciertamente no lo eres. Él vino a nosotros
también. Pasó hace miles de años atrás, pero conozco nuestra historia
bien. Después de perder su reino, vino a mi ancestro —dijo Lelex con una
mueca de desprecio—. Sin embargo, ya no era el Bendecido. Vino a
suplicar por ayuda. Era débil. Herido. Derrotado. Mi antepasado le dio más
de una oportunidad de la que yo le habría hecho. Sólo tenía que demostrar
su valía. Ni siquiera sobrevivió un desafío. ¿Por qué habríamos de ayudar
a una criatura como él? Somos descendientes de Tritón. Hijos de Poseidón.
El Rey miró por encima de su corte. La gente vitoreó. Se volvió hacia
Vane—. No, Bran el Bendecido no era el Rey Pescador. Su reino no
significaba nada para nosotros.
—¿Y la copa? —preguntó Vane.
Lelex rió y negó con la cabeza.
—¿Es ese tu propósito? ¿Vivir por siempre? No hay tal cosa, si la hubiese,
Bran no hubiese sido derrotado tan fácilmente.
Lelex dio otro paso más hacia Vane.
—Tú lo derrotaste.
Vane frunció el ceño.
—Sí.
—¿Pero cómo? No puedes ser tan viejo.
—Un hechizo —dijo Vane—. Estaba congelado en una cueva. Me desperté
hace poco tiempo.
Lelex giró la cabeza hacia nosotros. Miró más allá de nosotros a la luz del
crepúsculo en el cielo.
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—Tiene sentido. El tiempo se acorta para todos nosotros. El día del juicio
final está cerca. Es por eso que estos sacrificios luna de sangre deben ser
lo más grande.
La gente en la cancha murmuró en acuerdo. Varios rostros miraron el cielo
con miedo. Lelex se volvió hacia Vane.
—La marca del Rey Pescador es una señal de Poseidon. Él está satisfecho
con nuestra oferta. Ahora, con la incorporación de estas personas ajenas a
los juegos de la luna de sangre, vamos a ser capaces de darle un verdadero
tesoro.
Leonidas se acercó a mí y me agarró por el pelo. Recorrió sus piernas bajo
las mías para ponerme de rodillas. Nuestras cadenas entrelazadas
causaron que Gia cayera conmigo.
—Es nuestra treceava noche. Las doncellas harán un sacrificio más
auspicioso.
Grey y las gárgolas trataron de impulsarse frente de nosotros. Un
enjambre de soldados convergió para contenerlos.
Levanté la vista hacia el corpulento bárbaro.
—Que Príncipe tan encantador eres.
Leonidas frunció el ceño en confusión.
A mi lado, Gia se rió.
Levanté la vista hacia el corpulento bárbaro.
Leonidas frunció el ceño, dándose cuenta de que lo estaba insultando. Me
abofeteó, casi derribándome con la fuerza del golpe. Él me levantó por el
pelo otra vez, por lo que me hizo lagrimear.
—¿Algo más que quisieras decir?
Nadie se dio cuenta de Vane dio un paso más cerca de Lelex. Sin previo
aviso, se abalanzó sobre el Rey. Se movió tan rápido y antes de que nadie
pudiera reaccionar, él utilizó sus cadenas para ponerlas en su garganta.
Vane ordenó—: Suéltennos o voy a romperle el cuello.
Cerca de mí, la mano de Leonidas se tensó sobre su espada.
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El rey dijo con voz ronca—: Interesante. Te preocupas por ellos. Soy
descendiente de Tritón. Soy Aegae. No me importa morir honorablemente.
Pero sus amigos no van a morir así también. Aegae no se rinde.
El soldado más viejo me señaló con el dedo directamente.
—Él observa muy de cerca a esa.
Las fosas nasales de Leonidas se dilataron. Apartó mi pelo a un lado para
dejar al descubierto el cuello. Bajó su espada.
—¡No! —exclamó Vane.
Leonidas no retrocedió. Rodé fuera de su alcance en el último minuto.
Choqué con Gia y ambas caímos sobre el suelo. Leonidas se movió
rápidamente para agarrarme el pelo de nuevo.
—¡Basta! —Vane agarró al Rey—. Déjala ir y lo liberaré.
Lelex hizo sonidos de asfixia. El bárbaro miró a su padre. Lelex consiguió
asentir. Leonidas soltó mi cabello.
Vane soltó al Rey.
Los soldados agarraron Vane y lo apartaron. Leonidas se acercó a Vane y
le dio un puñetazo en el estómago. Con un gruñido de dolor, Vane se
dobló.
Lelex se frotó la garganta.
—Debería atravesarte con mi espada, pero eso sería demasiado fácil. —
Miró a Grey y a las gárgolas. Su mirada se acercó a mí—. La doncella
parece importar mucho. —Una sonrisa maliciosa iluminó su rostro—. Mi
hijo tiene razón. Las doncellas harán un buen sacrificio. Sin embargo,
Poseidón nos ha enviado a los forasteros para un propósito mayor. Vamos
a enfrentar a su campeón contra el nuestro.
La cara de Leonidas se volvió roja.
—Pero, padre…
Lelex alzó una ceja.
—Has ganado cada juego. Eres el verdadero campeón de Aegae, pero un
campeón necesita un oponente digno.
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Leonidas frunció el ceño.
—Son forasteros. Mira su piel. Azul. Ninguno de ellos puede ser un
campeón.
—Basta, Leonidas. Como lo has dicho, esta es una noche auspiciosa. Lo he
decidido. —El rey volvió a subir a su trono.
Un soldado salió detrás de él e hizo sonar la señal en una caracola. Todos
en la corte se apresuraron hacia los costados de la habitación. Los
soldados empujaron a Vane hacia la pared más alejada de nosotros.
Permanecimos en el lugar. Dos hombres en pantalones pero sin camisas,
presumiblemente sirvientes, rodaron la alfombra roja.
La caracola estalló de nuevo. Las losas de mármol en el suelo se movieron
y retrajeron.
El suelo se abrió a un pozo profundo. En los pisos inferiores por debajo de
nosotros, más personas se sentaban en los asientos que rodeaban la fosa.
Me recordó a los palcos privados en un estadio. A un lado de la fosa, un
conjunto de escaleras llevaban a algún lugar bajo tierra.
Hablé sin pensar.
—No vamos a masacrar a unos pobres animales, ¿verdad?
El rey sonrió.
—No, en absoluto. Ustedes son los pobres animales. Un campeón y un
sacrificio serán elegidos. Si el campeón pierde o muere, el sacrificio será
regalo de Poseidón. —El rey señaló detrás de mí a la espiga con la cabeza—
. Hacemos esto todos los días hasta la noche de la luna de sangre.
Entonces oramos a Poseidón que nos protegerá de la ira venidera.
Vane frunció el ceño.
—¿Qué ira?
Lelex volvió sus penetrantes ojos verdes a él.
—La razón por la que buscan la copa, por supuesto. Para vivir. Para
sobrevivir. Estamos en el precipicio de la última etapa del ciclo. El final
está cerca. Busco para asegurar que el Aegae sobrevivirá. Nuestra isla está
escondida de tu mundo con sólo unos pocos portales que nos conectan. A
veces vemos sus aeronaves pasar por encima de nosotros, pero nunca nos
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han visto. Estamos ocultos, pero no inmunes. Su mundo se estremecerá y
también lo hará el nuestro. Ambos serán destrozados.
—¿Qué va a pasar? —dijo Vane.
—No lo sé. Lo dioses no nos lo han revelado. Sólo necesitamos que venga
la tormenta. —Los ojos del Rey se fijaron en las gárgolas—. Ahora, la
noche se acerca. Tenemos que empezar el juego. Debes nombrar a un
campeón y un sacrificio. ¿A quién eliges?
Abrí la boca para ofrecerme como sacrificio.
Vane me ganó y me señaló con el dedo.
—Ella será nuestra campeona.
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Capítulo 14
Traducido por Otravaga
Corregido por Laurence15
o miré con la boca abierta. Aparentemente, Vane me
conocía demasiado bien y estaba intentando salvarme de mí
misma. El Aegae en el salón del trono volteó a mirarme.
Sabía lo que veían: Baja, delgada y delicada. Una chica que probablemente
ni siquiera podía levantar una espada, mucho menos luchar con una. Yo
no era ningún Hércules. Leonidas se echó a reír primero. El Rey siguió y
así lo hizo el resto de la corte.
—¿Qué está pasando? —dijo Blake—. Nosotros seguimos sin entender su
idioma. —Grey se los explicó a él y a los hechiceros que veían a la risueña
corte con confusión.
Me puse de pie.
—Yo seré el sacrificio…
Grey dio unos cuantos pasos al frente.
—No, yo seré el sacrificio.
Leonidas se hizo eco ansiosamente.
—La doncella busca ser el sacrificio.
L
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Los ojos de Lelex se fijaron en mí. Por primera vez, me miró
detalladamente. Sus ojos se enfocaron en mi amuleto.
—Theras —le ladró al soldado mayor que había entrado al salón con
Leonidas—. ¿Por qué la doncella todavía está usando un hechizo?
Theras dio un paso al frente.
—No pudimos quitárselo, Su Alteza. La magia es demasiado fuerte. Por la
firma, creemos que la magia está atada al hechicero, Merlín.
Los ojos de Lelex se estrecharon.
—Ya veremos cuán fuerte es cuando él se quiebre.
—Ella es una regular, señor —continuó Theras—. Una extrañamente
fuerte, sin embargo, sigue siendo una regular. No siento ninguna clase de
magia en ella aparte de eso.
Dejé escapar un suspiro. Ellos no habían examinado muy de cerca a
Excalibur.
—¿Eligen a una regular como campeona? —dijo Lelex—. Interesante.
—Usted lo pidió —dijo Vane rápidamente—. Nosotros elegimos. La doncella
es la campeona.
—Así es. —El Rey asintió.
Leonidas se quejó.
—Una doncella deberá ser sacrificada.
McKenna dio un paso al frente. La chica gárgola estaba usando su rostro
humano.
—Si requieren a una chica, me ofrezco a mí misma.
—¡No! —protestó Grey.
—Revísale las orejas —ordenó Leonidas.
Un soldado dio un paso al frente y la revisó. Él negó con la cabeza. Lelex
ondeó una mano en dirección a McKenna, enviando un flujo de magia
verde hacia ella. McKenna salió volando de espaldas hasta el piso. Ella
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gruñó y se transformó en su rostro de gárgola. El soldado se agachó y le
revisó las orejas de nuevo. Ningún punto apareció.
Lelex suspiró.
—Ella no es doncella.
Las mejillas de McKenna se ruborizaron.
Entonces el significado me golpeó. Mis propias mejillas se volvieron rojas.
¿No era lo suficientemente incómodo de hecho ser una virgen? Estúpidas
orejas. Yo bien podría haber sido clavada con una “V” escarlata en el
pecho. Miré a Gia. Sus ojos se iluminaron con la misma comprensión.
—Estamos rodeadas por un montón de prosti… —murmuró ella,
fulminando con la mirada a Blake—. ¡Incluso él!
La codeé para que mirara las orejas de Leonidas. Ella dejó escapar una
risita. El príncipe con las orejas llenas de puntos nos miró con el ceño
fruncido en sospecha.
—Por derecho, elijo el primer grupo de campeones y así lo he hecho —
declaró el Rey—. El Príncipe Leonidas será el campeón del Aegae. Su
sacrificio…
Los soldados se separaron. Una joven sirena con las orejas puntiagudas y
esposas fue empujada hacia adelante.
—Ah, el tributo. Restaurarás el honor de tu familia. —Lelex asintió
majestuosamente.
La sirena bajó la cabeza.
El Rey se volteó de nuevo hacia la corte.
—Tomaremos a la chica gárgola como sacrificio. Ella será lo
suficientemente prometedora. La doncella será la campeona. —Murmullos
y unos cuantos aplausos estallaron de la corte que nos rodeaba ante el
pronunciamiento. Lelex les ondeó la mano y ellos se callaron. Él
continuó—: Los campeones lucharan hasta que uno de ellos se dé por
vencido. Ambos deberán ponerse de acuerdo en una misma arma.
—Espadas —dije rápidamente.
Leonidas me dio una mirada sorprendida, pero asintió en acuerdo.
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—Espadas será —dijo el Rey—. Theras, consíguele una a ella.
El soldado mayor vino hacia mí y me tendió su espada.
No la tomé.
—Quiero la mía.
El soldado mayor suspiró.
—Ésta está bien hecha. Excelentemente, de hecho, es mía.
—Quiero la mía —repetí.
—Ella puede luchar con cualquier espada —dijo Vane desde el otro
extremo del salón.
¿Cómo esperaba él que fuese una campeona sin Excalibur? Le fruncí el
ceño, con preguntas en los ojos. Él articuló: “Confía en mí.”
—Buscas retrasarnos —me gruñó Leonidas.
Me encontré a mí misma estirándome para tomar la espada del soldado
mayor.
Leonidas agarró su espada y deslizó los dedos a lo largo de la hoja. Miró a
McKenna.
—Prepárate para morir, gárgola.
La mirada de McKenna viajó hasta la espada que yo sostenía. Se mordió el
labio. Mis dedos se apretaron alrededor de la espada común. Ninguna
sensación de pertenencia me llenó. Ninguna sensación de claridad.
Esperaba que lo que el bárbaro príncipe prometía no fuese demasiado
profético.
***
Así fue como me encontré en la fosa.
Leonidas era un verdadero gladiador y luchaba como uno. Era implacable.
Un ancho disco flotante me levantó y me bajó a la fosa.
No sé de dónde sacaban las sirenas su magia. No vi hechiceros. Al igual
que las gárgolas, las sirenas parecían usar amuletos. Las gárgolas
compraban la magia —ya sean amuletos o pociones—, de los hechiceros.
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Pero viendo cuán aisladas estaban las sirenas, dudaba que pudieran
participar en dicho comercio.
Sin embargo, una vez que entré a la fosa, no tuve tiempo para la
especulación. Leonidas no cargó contra mí y comenzó a acribillarme, oh
no… Su técnica era más suave. Primero me puso a prueba. Jugó. Se quitó
la coraza del pecho de su armadura y luchó en una túnica transparente.
Rápidamente se hizo obvio que él había entrenado toda su vida y sabía
manejarse con una espada. Lo que él no sabía era que yo era la portadora
de la espada. No simplemente otra luchadora común.
Sus ojos verdes se iluminaron con interés tan pronto bloqueé la primera
ráfaga de golpes. Fuimos de un lado a otro sin que ninguno de nosotros
cediera mucho terreno. Luego comenzamos a usar las cosas en la fosa.
Objetos como una media pared, una barandilla, habían sido
desparramados a lo largo de la fosa para despertar la sed de sangre de la
audiencia en el deporte. Un foso rodeaba la fosa. Dos cascadas cayendo
desde uno de los niveles superiores terminaban en el foso.
Por encima de nosotros, la gente aclamó cuando Leonidas usó una
barandilla para dar un estrambótico salto en el aire antes de abalanzarse
sobre mí.
Lo bloqueé, pero tomaba mucho esfuerzo y me deslicé en la fina arena que
formaba el piso de la fosa. Caí de espalda y rodé rápidamente. La espada
de Leonidas atravesó mi traje de neopreno y cortó una buena línea de la
goma en mi costado izquierdo. Un dolor ardiente le siguió y yo rodé detrás
de una roca.
La multitud abucheó.
—Cobarde —gritó alguien.
Escuché a Leonidas alardear, gritándole en respuesta a la multitud para
estimularlos. Esperé hasta que él llegó al borde de la roca e hice una
voltereta con una mano para saltar a la parte superior de ésta. Derribé de
un golpe al sonriente bárbaro.
La espada se hundió profundamente en su gruesa piel y duro tejido.
Desafortunadamente, se movió en el último segundo así que pasó a través
de su hombro en lugar de su corazón. Pateé su espada lejos de su mano.
Ésta voló a través de la fosa.
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La multitud sedienta de sangre rugió en aprobación.
Él desnudó los dientes, agarró mi espada con una mano y mi tobillo con la
otra. Me sacó de la roca. Caí al piso. Me arrastré en busca de su espada
mientras él se sacaba la mía del hombro. Mis dedos encontraron la
empuñadura de la espada caída. La tomé y me puse de pie de un salto,
sosteniendo el arma frente a mí.
Lo que pasó a continuación, no podía creerlo. Se abrió una puerta y un
puente cayó a través del foso. Un toro blanco con algo de cuero alrededor
de su centro arremetió contra Leonidas. Él no se movió. En su lugar,
esperó. Justo antes de que el toro lo corneara, él lo agarró por los cuernos
y se empujó a sí mismo encima del animal.
El toro se agitó, pero Leonidas usó las correas de cuero para enganchar los
pies y equilibrarse. Luego, giró el toro hacia mí.
Maldije. Tanto alardear de que “el único animal serás tú”.
El toro corrió tras de mí. Debería haberle lanzado la espada al toro.
Debería haber mutilado al animal inocente, pero no podía. Sin cobertura a
mi alrededor, la única opción que tenía era correr o…
Mis ojos se estrecharon. El toro se aproximó. Tuve un vistazo de profundas
cicatrices corriendo arriba y abajo por la piel del toro antes de tener que
esquivarlo. Di un paso a un lado y me estiré para alcanzar el tobillo de
Leonidas. No fui lo suficientemente rápida. Como si él supiera lo que yo
haría, Leonidas me pateó con fuerza en el rostro. Caí hacia atrás en la
tierra. Él saltó del toro. Éste echó a correr mientras Leonidas se abalanzó
sobre mí.
Tuve un segundo para girar. Y, esta vez, Leonidas me atravesó con su
espada. La hundió profundamente en mi costado, clavándome al suelo.
Miré hacia arriba en la bruma de la brillante luz que venía desde arriba,
con los oídos asaltados por los aplausos y silbidos de la multitud, y supe
que había perdido.
***
—Una campeona digna. La doncella es toda una oponente. —Se rió Lelex,
mirando hacia abajo a la fosa—. Hemos sido verdaderamente bendecidos.
Estos juegos complacerán a los dioses.
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No podía moverme. La sangre fluía libremente hacia abajo por mi costado y
me sentía a mí misma yéndome con ella.
Leonidas levantó la mirada hacia su padre. A pesar de haber ganado, se
veía furioso. Al menos, me las había arreglado para enfurecerlo antes de
morir. Mi petulancia duró unos dos segundos.
—Alisten al sacrificio —exigió Leonidas.
McKenna. Mis ojos se cerraron. Le había fallado.
—Todavía no. —El Rey dio un vistazo alrededor de la fosa—. Pueblo del
Aegae. Ustedes deciden el destino. ¿Quién ha ganado esta noche?
—Leonidas —vino el grito unánime.
Leonidas se pavoneó por toda la fosa para que todos pudieran
contemplarlo.
—Ciertamente, mi hijo sigue siendo el campeón más grande del Aegae. Sin
embargo, estamos muy complacidos con el desempeño de la doncella. Ella
duró más tiempo que cualquier otro oponente en los últimos doce
combates.
La multitud aplaudió en acuerdo. La expresión de suficiencia de Leonidas
se convirtió en un furioso ceño.
El Rey miró alrededor de la corte.
—Mi pueblo, ¿a quién nombran como el segundo campeón?
—¡La doncella! —Por toda la fosa, la multitud aplaudió.
—Tráiganla arriba —exigió el Rey cuando regresó a su trono.
Un disco flotante me empujó suavemente. Me las arreglé para rodar sobre
él. Me subió flotando. El soldado mayor me llevó desde el disco hasta el
estrado del Rey. Dos chicas en vestidos de toga blancos me colocaron un
vendaje improvisado sobre la herida cada vez mayor. Otra chica, que
llevaba una cadena con una pequeña esmeralda, corrió hacia adelante.
El Rey preguntó—: ¿Leonora puede curarla?
Theras respondió por la chica—: Mi hija ciertamente lo intentará, mi señor.
Pero la herida es profunda.
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La chica, Leonora, puso una mano en mi costado y yo grité. La presión
aumentó a medida que mi tejido desgarrado trataba de entretejerse de
nuevo. Nunca había sido curada por nadie, excepto por Vane o Matt. Hasta
este momento, no tenía idea de lo afortunada que había sido. La chica
trató de coser mi piel con lo que parecía ser lana de acero en lugar de un
fino hilo. Mi cuerpo se estremeció. Traté de no desmayarme. Al principio,
la sanación parecía estar funcionando pero luego la sangre comenzó a
filtrarse de nuevo. El piso debajo de mí se manchó con sangre fresca. Mis
ojos se cerraron.
Leonora dijo tristemente—: No está funcionando, mi señor. Ella morirá.
—¡No! —Vane sacudió sus cadenas—. Déjenme curarla. Quítenme esta
piedra preciosa.
—No podemos confiar en ti, hechicero —dijo el Rey—. A menos que…
—¿A menos que qué? —dijo Vane—. Haré lo que sea necesario.
—¿Lo harás? —dijo el Rey—. Tengo una manera de despojarte de ti mismo.
Lo tienes en ti. Tienes un toque de lo divino desde que derrotaste a Bran el
Bendito. Tú tomaste el poder. Puedes ser un verdadero hijo de Poseidón.
Ya no serás simplemente un hechicero. Puedes ser un Aegae.
Obligué a mis párpados a abrirse y dije con voz ronca—: ¡N…No Vane!
—Una vez que termine contigo, siempre escucharás el llamado del océano.
Eso infectará tu alma. No sentirás nada. No sabrás de calidez o de amor.
No tendrás anhelos o lujuria. Serás tan frío como el agua, tan oscuro como
el océano. No necesitarás emociones. —Lelex se levantó—. ¿Harías eso por
ella?
Los ojos de Vane se trabaron con los míos.
—Haré lo que sea.
Lelex lo observó con una pequeña sonrisa.
—Te creo.
Vane lo enfrentó.
—Theras, tráeme el tridente —le dijo al soldado mayor.
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El soldado mayor obedeció. El Rey Lelex asintió hacia los guardias que
sujetaban a Vane. Los guardias lo empujaron hacia el estrado y lo
pusieron de rodillas. Lelex apuntó el tridente a la cabeza de Vane.
—Vane, detente —dije con la voz ronca.
—Quédate quieta, Ryan —dijo Vane.
Traté de levantarme. Unas manos me empujaron de vuelta hacia abajo.
Indefensa, no podía hacer nada excepto observar mientras la corona en la
cabeza del Rey resplandecía. Los ojos de Lelex brillaban con una luz verde.
Vane se dejó caer sobre manos y rodillas. La luz verde se volvió cada vez
más brillante, hasta que su ardiente resplandor me obligó a apartar la
mirada. Lelex le disparó a Vane con el tridente.
Él cayó de espaldas sobre el mármol. La luz parpadeó.
—¡No! —Traté de gritar la palabra, sin embargo, nada salió. Mi costado
parecía ser un distante dolor sordo cuando comencé a deslizarme
finalmente en la inconsciencia.
Todavía en el piso, los ojos de Vane se abrieron.
—Desencadénenlo —dijo el Rey.
El soldado mayor retiró las cadenas de los pies de Vane con una expresión
cautelosa. Vane se sentó. Su rostro extrañamente tranquilo, su palidez
mostrando ahora un matiz color verde. Branquias verdes atravesaban su
cuello como cortes.
—¿Quién eres? —exigió el Rey.
Vane frunció el ceño.
—¿Quién soy?
—Eres un soldado del Aegae —pronunció Lelex—. Eres un hijo de
Poseidón. Soy tu Rey y tú me sirves.
Vane se levantó sobre una rodilla. Inclinó la cabeza hacia Lelex.
—Soy un soldado. Tú eres mi Rey.
—Tu nombre es Vane —dijo Lelex—. Leonidas, trae tu espada.
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Leonidas frunció el ceño, pero caminó hacia el estrado. Los guardias se
apartaron de Vane.
—Dale tu espada —dijo el Rey.
Leonidas miró a su padre con sorpresa.
—El nuevo soldado asesinará a la gárgola —declaró el Rey.
—¡No! —gritaron Grey y Colin al unísono.
—Voy a destruir hasta el último de ustedes —gritó Grey. Las gárgolas
encadenadas intentaron correr a los guardias, pero fueron sometidos
rápidamente. Los guardias eran demasiado numerosos.
Lelex le dirigió una mirada fría a McKenna.
—Te someterás o decapitaré a todos sus hermanos.
McKenna palideció.
—Me someteré.
Leonidas sonrió. Vane se levantó.
Dos guardias dirigieron a McKenna hacia Vane. Pasaron caminado con la
gárgola más allá de Gia. Gia extendió la mano y McKenna la agarró
firmemente. Las lágrimas se derramaban por las mejillas de Gia. Los
guardias empujaron a McKenna con una lanza para que siguiera
moviéndose. Ella se arrodilló frente a Vane.
Dos guardias pusieron un pesado bloque frente a ella. El soldado mayor le
quitó las cadenas de las manos a Vane. Leonidas le tendió la espada a
Vane. McKenna comenzó a agacharse para colocar su cabeza sobre el
bloque. Vane sostuvo una mano en alto para detenerla. Sus ojos
sostuvieron los suyos.
Él levantó la hoja.
La espada se balanceó sin piedad.
McKenna no vio nada más.
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Capítulo 15
Traducido por Niii, LizC y Rihano
Corregido por Xhessii
n único golpe suave y sordo sonó cuando la cabeza de
McKenna cayó sobre el mármol liso. Grey cayó sobre sus
rodillas, su rostro era una máscara de piedra cenicienta.
Antes de que cualquiera pudiera incluso llorar, Lelex demandó—: Toma su
corazón.
Con la cabeza cortada, el cuerpo de McKenna había caído al suelo y
aterrizado sobre un costado. Un río de sangre fluía a lo largo del mármol.
Las sirenas no parecían incómodas por la vista.
Leonidas pateó el cuerpo hasta que quedó de espaldas. El crujido de los
huesos llenó la sala. Vane cortó su torso. Leonidas estiró la mano y sacó el
cálido corazón.
Otra chica en una toga blanca y con los pies descalzos llegó corriendo con
una bandeja de oro. Leonidas dejó el corazón que todavía latía sobre el liso
metal.
—Poseidón estará complacido —dijo Lelex.
La Corte aplaudió con aprobación.
U
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Leonidas levantó la cabeza de McKenna y la sostuvo en alto. La sangre
goteó por su mano.
—Que comience el banquete —gritó.
La Corte aplaudió. Incluso apenas consciente, quería vomitar. Quería
manchar el mármol virgen donde ellos habían mancillado tan cruelmente a
McKenna. Alejé mi cabeza de la enfermiza vista de la sádica corte de Lelex.
Lelex le ordenó a Vane retirar la cadena de diamantes de su cuello. Lo
siguiente que supe, fue que Vane estaba arrodillándose junto a mí. Manos
frías sondearon mi herida supurante. Una oleada de dolor fresco me golpeó
a medida que el vulnerable tejido se volvía a unir, fibra por fibra, ligamento
por ligamento. Por suerte, no tardé demasiado en perder el conocimiento.
***
—Te odio —dije mientras miraba a Vane seis noches después.
Los oscuros ojos de Vane me miraron sin emoción. Sus hermosos ojos
contenían partículas verdes en su iris. Sin embargo, a diferencia de las
sirenas, el verde no coloreaba sus córneas. Al menos permanecían
impecablemente claras. La distinción imperceptible me dio un poco de
esperanza.
Con manos insensibles, Vane me despojó de una túnica blanca que cayó
hasta mis rodillas. Ya no tenía mi bikini debajo. Me habían dado otro
hecho de un material de jersey de oro. No sé cómo lo lograban las sirenas,
pero era cómodo. El vestido-túnica casi trasparente y un bikini dorado
eran mi uniforme estándar para los juegos.
Peleé con Leonidas esta noche. Otra gárgola había sido escogida como
sacrificio.
Leonidas seguía usando el toro. Pero yo no había perdido. No había
perdido desde la noche en que le fallé a McKenna. Cada noche hería al
toro.
El dolor salvaje en los ojos de la bestia me perseguía cada vez que
incrustaba una espada en su carne. Intentaba hacer los cortes tan limpios
como fuera posible, pero Leonidas lo hacía cada vez más difícil en cada
torneo. La primera noche que Leonidas perdió, casi se volvió loco. Luego de
que la pelea terminó, me apuñaló en la espalda.
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La multitud lo abucheó y me alejaron. Vane, Leonora y su padre, Theras,
vinieron a la habitación en la que era retenida. Sin una palabra, Vane me
sanó, luego se fue. Miré el techo. Incluso con mi cuerpo reparado, no tenía
la voluntad para moverme.
Más chicas en togas blancas, sirvientes del palacio asumí, habían venido a
bañarme. Ayer fue lo mismo. Corté al toro en un costado. Le gané a
Leonidas. La multitud me amó. Fui declarada campeona otra vez. Vane
sanó mi cuerpo y el sacrificio de Leonidas gritó cuando arrancaron su
corazón. Su cabeza cortada fue pinchada en una lanza y se dejó sobre la
colina, igual que la de McKenna.
En la tercera noche, Leonidas descubrió que había estado evitando dañar
al toro lo máximo posible y me forzó a destripar al pobre animal. Asqueada
de mí misma, casi no vi a Leonidas rodear al toro caído. Conseguí un buen
tajo en mi costado antes de enterrar mi espada a través del estómago del
bárbaro.
No es que importara.
Lelex se puso blanco cuando vio lo que le ocurrió a su hijo. Le ordenó a
Vane sanarlo en el pozo y Leonidas despertó sin un rasguño. La multitud
nos aplaudió y fui llevada de regreso a mi pequeña habitación. La cuarta
noche, me dieron un arco y flechas.
Leonidas apenas había entrado en el pozo antes de que lo tuviera clavado
al suelo con todas mis flechas. La multitud no había estado feliz con el
rápido final y dudé que me fueran a ofrecer esa arma otra vez. En la quinta
noche, casi perdí otra vez cuando ellos inundaron el pozo. Las dos
cascadas funcionaban como el desagüe de una bañera gigante. Resultó ser
la pelea más sangrienta hasta ahora ya que el agua hacía difícil el
apuñalar a alguien.
El Rey quería elegir a un nuevo campeón Aegae. Leonidas se negó. Así que
nos peleamos otra vez… y otra vez.
Esta noche, Vane me sanó con su minuciosidad habitual. Era una tortura
mental. Había remendado mis heridas para poder ser destruida otra vez.
Leonora se mantenía a su lado, supuestamente observando el proceso,
pero en realidad observando a Vane. Vane se tomó su tiempo con la
curación aunque el corte que había recibido hoy no era más que un
rasguño.
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A través de las barras de hierro de una ventana arqueada, vi el destello de
un atardecer rojo.
—¿Cuándo es la luna de sangre? —pregunté.
¿Cuándo terminará esta pesadilla?
—En otros diez días —respondió Leonora en voz baja.
Sentí un temblor en los dedos de Vane. Lo miré, pero su expresión
permanecía tan tranquila como siempre. El tono verde de su piel
complementaba su frío comportamiento. Sólo Leonora y Vane estaban en
la habitación. Theras había estado ayudando a Leonidas cuando los
guardias habían venido y me habían llevado desde el pozo hasta mi jaula.
Vane terminó de curarme y se alejó de mí.
Uno de los seis guardias, observándonos de cerca, se adelantó y le entregó
a Vane el collar de diamantes amarillo que restringía su magia. Vane se lo
puso. El collar sólo se sacaba para las curaciones y hasta ahora, sólo
había visto a Theras quitárselo a Vane. Lelex podía haber declarado que
Vane era un Aegae, pero todavía no confiaban en él.
Leonora puso una sábana blanca sobre mi cuerpo inmóvil.
—Descansa —dijo—. Las bañistas estarán aquí pronto.
Vane no me habló para nada, pero demasiado pronto ambos se fueron y
me senté sola y cansada en la oscurecida habitación.
Suaves rayos de sol entraban a raudales por las rendijas de la ventana.
Cada parte de mí deseaba llorar, gastar las cansadas lágrimas de mi
espíritu abatido. Sin embargo, mis ojos permanecían secos y abiertos.
Busqué a la única persona que podía salvar mi cordura.
Matt, llamé.
Tomó un par de segundos, segundos tan largos que cada parte de mí se
tensó porque no fuera a haber una respuesta y fuera a yacer sola en este
abismo, maltratada y rota.
Estoy aquí. No estás sola.
Sus tenues palabras llenaron el vacío.
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Su presencia se apoderó de mí, un bálsamo tranquilizando una mente
infectada. Como si realmente estuviera ahí, empujó la sábana a un lado y
subió a la cama. Me cogió en sus brazos y nos tapó. Descansé mi cabeza
en el hueco de su cuello.
Resiste, dijo.
Lo haré, respondí y finalmente, permití que mis ojos se cerraran. Lágrimas
cálidas descendieron por mis mejillas. No me dejes.
Jamás.
***
—Tu nombre es Vivane —dije. Ocho noches más habían pasado.
Vane frunció el ceño, pero para mi decepción, no tuvo otra reacción. Miré
sus ojos oscuros con mi esperanza desvaneciéndose. Las motas verdes
habían desaparecido. Sus ojos habían vuelto a su color avellana original,
sin embargo, ningún indicio de reconocimiento llenaba esas
profundidades.
Casi deseé morir. Como el toro, seguía siendo llevada de regreso. Como el
toro, me sentía volviéndome salvaje. Cada noche peleaba con Leonidas y
un poquito de mí moría. Después de cada noche, Vane reparaba mi cuerpo
sangrante. Cada noche Matt, mi única ancla, intentaba hacer lo mismo
con mi alma. Excepto que se estaba haciendo cada vez más difícil resistir.
Flotando en el mar de la implacable brutalidad, la oscuridad me cortejaba.
Una herida y estaría lastimada más allá del punto de reparación.
Leonora tiró de la piel en mi espalda. Hice una mueca. La observé trabajar
en mi espalda en un espejo ovalado que ocupaba la muralla frente a mí.
—Lo siento —dijo rápidamente. Su cabello oscuro se desplegaba alrededor
de sus hombros. Su ceño fruncido por la concentración mientras se
enfocaba en mi última herida.
Un profundo corte iba desde mi columna hasta mi hombro. Tuve suerte de
que el toro no hubiera presionado demasiado fuerte o probablemente
estaría paralizada.
No podía imaginar cómo sería esa curación. Las regulares ya eran lo
suficientemente malas. Tenía que admitir que esta danza macabra en la
que Leonidas y yo estábamos atrapados estaba haciendo maravillas en mis
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habilidades de lucha. Había sido forzada a moverme más rápido, a pensar
más rápido.
Con cada juego ganado, ambos nos hacíamos más adeptos. En algún
punto, él había adoptado mis formas de ataque y yo las suyas. Por
supuesto, todavía planeaba matar al bastardo en la primera oportunidad
que tuviera. No tenía idea de que él planeaba hacer lo mismo conmigo.
Mis manos temblaron. Perdí esta noche.
Leonidas me clavó al suelo con una lanza apuntada a la parte posterior de
mi cabeza, su pie descansando sobre la herida sangrante en el hombro que
el toro había corneado. Esta noche, Leonidas escogió lanzas como nuestras
armas. A pesar del hecho que Vane me había entrenado con ellas, nunca
había sido demasiado buena con una lanza.
Un hechicero perdió su vida esta noche. Las gárgolas y los hechiceros se
turnaban para ser sacrificados. El hechicero no había dicho una palabra
cuando perdió su cabeza y yo todavía sentía la suciedad del fracaso en mi
lengua.
Vane observó la curación de Leonora. En el espejo, la esmeralda alrededor
de su cuello brilló.
—Estoy sorprendida de que el amuleto sea lo suficientemente poderoso
para permitir la curación —dije.
Leonora asintió.
—El mismo Rey Lelex lo hizo. Ha sido bendecido con mucho poder. Pero no
es simplemente el amuleto. Algunas sirenas tienen talento para la
curación. El amuleto aumenta el mío.
—¿Algunas sirenas? —pregunté.
—Doncellas. —Se detuvo y encontró mis ojos en el espejo—. Tengo un gran
don. Hubiera sido puesta en servicio, sino fuera por mi compromiso con
Leonidas.
Bufé.
—¿Quieres casarte con él?
Ella frunció el ceño.
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—Él espera por mí.
—¡Pero Leonidas! Es un bruto y tú eres tan… No como él.
Leonora se sonrojó.
—No siempre ha sido tan inflexible. Solíamos ser un gran reino antes de
que Lelex nos trajera la magia. Ahora, todos tenemos miedo de lo que
venga. Estos rituales… —Se estremeció—. El Rey Lelex dice que son una
necesidad, así que deben ocurrir, pero nos ha cambiado. Leonidas cree en
su padre así que yo también debo hacerlo. Él es el príncipe y campeón.
Pensé que lo sería para siempre hasta que… —miró a Vane—, todos
ustedes llegaron.
Vane miró bruscamente a Leonora. Jadeé cuando sus dedos sacudieron mi
piel. Un hilo de sangre caliente descendió trazando mi columna vertebral.
—¿Por qué no me permites terminar? —interrumpió Vane.
El rostro de Leonora cayó.
—Por supuesto.
Quería sacudir mi cabeza. Leonora tomaba cada crítica que Vane le hacía
como una puñalada en el pecho, aunque el Vane-Sirena sólo le
mencionaba los hechos. Él sólo se atenía a los hechos en todo.
Debería haber estado irritada por su enamoramiento hacia mi novio, pero
en realidad ya no sabía qué éramos. Ella jamás sobreviviría al Vane real, el
Vane abrasivo, el Vane que empujaba a cada paso y demandaba más de lo
que era posible dar. Extrañaba a ese Vane.
En el espejo, le vi agachar la cabeza para mirar mi herida. Extendió los
dedos sobre mi piel desnuda. Casi cerré los ojos cuando el placer se
disparó a través de mí. Usualmente, el Vane-Sirena era todo negocios.
Dedos suaves crearon un entumecimiento bienvenido después de la atroz
curación de Leonora. Esto era dominio puro… Algo por lo que casi valía la
pena vivir.
Leonora nos miraba con envidia.
―Me gustaría tener tal capacidad de curar.
Un suave resplandor de calor comenzó en la base de mi espina dorsal y se
extendió. Sus dedos viajaron hasta los cordones de mis vértebras. Se
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detuvieron justo debajo de mi cuello. A la primera visión de los moratones
ampollados, se detuvo.
La transformación en sirena los había hecho peor. Habría tomado un
segundo de curación como mucho para Vane borrar las marcas de color
negro azulado, pero por alguna razón, no lo hizo. El hecho de que él no lo
hizo quería decir algo. No tenía ni idea de lo que quería decir, pero me
aferré a la vaga esperanza que ofrecía.
―Matt es aún mejor en curación ―le dije.
La expresión de Vane se mantuvo tranquila.
Los ojos de Leonora se abrieron como platos.
―Él. Debe ser muy poderoso. El Rey le tiene bajo fuerte custodia. A casi
nadie se le permite acercarse a él. Uno de los sirvientes dice que ha estado
encadenado a las paredes.
Mi corazón se apretó ante esta revelación.
Matt nunca me enseñaba nada más allá de sí mismo cuando hablaba con
él.
Leonora me observó de cerca.
―¿También esperas por él?
Fruncí el ceño.
―¿Esperar? ¿Por qué dices eso?
Leonora se ruborizó.
―Estuve aquí cuando llegaron los bañistas hace unas noches. Estabas
medio dormida. No parabas de murmurar su nombre.
Un leve temblor atravesó los dedos de Vane. Tan imperceptible, que no lo
habría sentido si cada uno de mis nervios no hubieran estado
comprometidos.
Mi corazón casi se detuvo. El cordón de esperanza que había estado
sosteniendo bajo control se desplegó. Se encendió y floreció con una
velocidad asombrosa. Me esforcé por mantener la calma.
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―Matt y yo tenemos una conexión especial ―le dije a Leonora, intentando
hostigar a Vane―. Me pidió que lo esperara.
Era nada menos que la verdad.
La expresión suave de Vane no cambió, pero el tono en la curación sí lo
hizo. En lugar de placer, un borde de dolor volvió a surgir. Hice una mueca
cuando él unió mi piel rasgada.
―No le he dado mi respuesta ―continué. Mentira total―. ¿Qué te parece,
Leonora? ¿Debo hacerlo?
Leonora sonrió.
―Él es guapo. Bien vale la pena soñar.
―Mucho ―dije alegremente. Los dedos de Vane se volvieron puños y el
tejido desgarrado en mi espalda se selló con una punzante quemadura que
humedeció mis ojos. Inspiré profundamente. El sudor estalló en mi frente.
―Él espera por ti también ―dijo Leonora.
―Sus orejas no son puntiagudas ―dijo Vane.
Leonora lo miró con sorpresa. Era lo máximo que jamás había hablado
sobre un tema que no estaba directamente relacionado con la curación.
Ella dijo lentamente—: No, pero eso no significa que él ha experimentado el
amor. Tal vez él no quiere que se sepa. Puedes elegir. ―Empujó hacia atrás
su cabello oscuro. Su oreja puntiaguda se encogió de modo que parecía
normal. La alargó de nuevo―. Se necesita un poco de esfuerzo, así que no
te molestes más y además, la mayoría lo considera un honor. Una forma
de mostrar verdadera devoción.
―Sólo si estás en un túnel del tiempo ―murmuré. No es que yo quería ir a
la cama con cualquiera para deshacerme de mi estado virginal, pero no era
exactamente un elemento de bandera que quería mostrar. Traté de mover
nerviosamente las orejas. Nada. Mis orejas permanecieron puntiagudas.
Leonora rió.
―Es cuestión de práctica.
Sus ojos fijos en las decididamente planas orejas de Vane. Ella apartó la
mirada como avergonzada. Traté de no poner los ojos en blanco.
Experimentado el amor. ¡Bah!
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Vane terminó la curación y se alejó de mí, tan rápido, pensé. Me devané el
cerebro por algo más que decir, cualquier cosa para forzar la apertura de
la pequeña grieta en su armadura.
―Vamos ―dijo Vane bruscamente. Un guardia dio un paso adelante con el
collar de diamantes. Su expresión neutral a medida que el collar se
retractaba, dijo a Leonora—: Todavía tenemos que sanar el toro.
Leonora asintió y despidió al guardia de nuevo.
―Duerme bien ―me dijo Leonora.
―Lo haré y voy a soñar ―le guiñé un ojo―, con él.
***
La noche llenó la habitación. La luna quieta y brillante en el cielo exterior.
Todos los días esperaba a que se hinchara a su tamaño máximo. Ya estaba
casi allí. Me pregunté qué pasaría cuando lo hiciera. Una parte de mí no
podía esperar. Mi cuerpo pedía la liberación del ciclo implacable de los
juegos. Sin embargo, otra parte de mí temía lo que iba a ocurrir a
continuación. La luna de sangre era en dos días.
A través de mi ventana pequeña, unos pocos rayos de luna penetraban.
Las sombras danzaban. Me acosté en la cama y observé. Esperé. Pensé. La
noche se extendió y pronto, mis ojos comenzaron a revolotear hasta
cerrarse. Casi no escuché el crujir de la puerta abierta.
De pronto, completamente despierta, no me moví; no me atrevía. La puerta
se cerró. Los pies se movieron rápidamente por el suelo de mármol. El
claro de luna iluminaba la armadura pectoral de plata y la falda roja del
uniforme de un guardia de palacio.
Un diamante en una cadena de oro colgaba de su cuello. Su luminosidad
dibujándose en el rostro de Vane antes de que atravesara las sombras. Se
subió a la cama y encima de mí.
Sus dedos se enredaron en mi cabello.
―Estás despierta.
―Has venido. ―Lo miré a los ojos. En la oscuridad apenas podía verlo. La
piedra preciosa del Ojo del Dragón parpadeó en mi cuello. Vane la miró,
obsesionado. Me incliné para susurrarle al oído—: ¿Ves algo que te guste?
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Sus dedos se apretaron en mi cabello, tirando de algunos mechones hasta
que me estremecí.
―¿Está aquí?
El aliento que había estado conteniendo salió de mí en un silbido. Agarré
sus hombros y lo volteé para sentarme encima de él, mirando hacia abajo.
Mi boca se estrelló en la suya. No pasó mucho tiempo para que él
respondiera. Palmas ásperas acunaron mi rostro mientras mis dedos se
apoderaron de la almohada a cada lado de él. Labios, dientes, lenguas se
mezclaban entre sí. Lo devoré entero y no lo solté hasta que tuve que
tomar aire.
Me senté de nuevo, jadeando un poco. Miré a Vane. Ojos de tigre brillaron
en la oscuridad.
―No eres sirena ―le dije.
Dientes blancos resplandecieron.
―No.
―¿Desde cuándo? ―exigí.
―Tomó unos pocos días…
―Unos p-pocos días ―farfullé―. ¿Lo supiste tras unos días?
Puso una mano sobre mi boca, ahogando cualquier otro epíteto.
―Los guardias están todavía afuera. Fui capaz de deslizarme a su lado,
pero vendrán si eres demasiado ruidosa.
Me tranquilicé.
Bajó la mano.
―Sí, unos días después. Todo volvió en pedazos.
―Todas esas veces que has venido. ¿Por qué no dijiste nada?
―Nunca estuve solo y necesitabas creerlo de modo que ellos lo harían.
Mis fosas nasales se dilataron. La verdadera respuesta es que él no
confiaba en mí. Agarré una almohada caída y lo golpeé con ella. Es cierto,
una respuesta a medias, teniendo en cuenta qué hijo de puta había sido.
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Vane agarró mi muñeca y tiró la almohada a un lado. Se aclaró la garganta
y dijo la única cosa que nunca pensé escuchar—: Lo siento. Me tomó más
tiempo de lo que pensaba.
La pelea salió de mí. Estaba cansada de resistir. Tan increíblemente
cansada. Puse mis manos sobre su pecho y lo miré fijamente. Con fuerza.
Una lágrima se filtró de todos modos.
Vane la secó sin pensarlo.
―Lelex subestimó mi magia. Fui capaz de contener una completa mente
limpia y hacerlo más como una amnesia temporal. Pero me tomó días
sobre días para recordar de nuevo. ―Tocó el collar de diamantes―. Esto no
ayuda. Sólo cuando lo retiro puedo hacer algún progreso real. ―Apretó los
dedos en mi cabello―. Sólo cuando te estaba curando. Luché conmigo
mismo por recordar. Fuiste el ancla a la que me aferré.
Sus palabras casi se hicieron eco a las mías.
Excepto que mi ancla era Matt. Mis dedos se deslizaron sobre el liso metal
extraño en su pecho.
―Es mejor que tengas un plan. Hemos estado en este agujero durante un
mes ―dije.
En las sombras, una arrogante ceja se levantó.
―Catorce días. La luna de sangre está casi aquí y creo que he descubierto
lo que significa. Me ha costado todo este tiempo después de seguir todos
los comandos para hacer que Theras confíe en mí lo suficiente como para
moverme por el palacio con un mínimo de supervisión.
―¿Así que pudiste entrenar a Leonidas?
Él sonrió.
―Lo descifraste.
Solté un bufido.
―Por supuesto, me entrenaste. Reconocí las formas. ¿Creías que no estaba
prestando atención?
―Sabía que lo harías y que serías capaz de defenderte contra ellos.
Golpeé mi mano sobre mi frente.
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―¡Cierto! Me estabas ayudando al entrenar al enemigo.
―Necesitas la ayuda ―observó―. Desde que sacaste a Excalibur, te has
estado escondiendo detrás de mí. Detrás de Merlín. ¿Creías que no me
había dado cuenta?
Mi cuerpo se puso frío.
―Así que decidiste que al entrenarme haría más fácil para mí conseguir ser
atacada todas las noches. ¡Qué plan maestro!
La mirada de Vane no vaciló.
―No es un plan maestro, pero me hizo tomar ventaja. Casi mueres en el
limbo...
―¡Morí!
―Eso me ha hecho sentir miedo. Si vas a ser la portadora de la espada,
tienes que superar el miedo.
Iba a matarlo. Mis dedos se cerraron en un puño.
Leyó la intención homicida en mis ojos y me volteó de nuevo debajo de él,
su gran cuerpo aplastando el mío.
―¿Qué crees que pasé por verte noche tras noche? No sabes cuántas veces
he querido saltar a ese pozo maldito yo mismo. Nadie la ha tenido fácil en
este agujero.
―Claro. Ha sido muy duro para ti. El ir a banquetes y tener a Leonora
siguiéndote a todas partes con ojos de sirena grandes. ―Luché contra él,
arqueando mi cuerpo hasta que siseó. ¿En placer? ¿En dolor? No lo sabía.
Todo lo que sabía era que quería una reacción.
―¿Te alimentó con algunas uvas hoy?
―No, con ninguna dulce.
Vane agarró mis muñecas y me inmovilizó contra la cama.
―Necesito que llames a Merlín. Dile que ya vamos. Dile que tiene que
aguantar un poco más.
Me calmé.
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―¿Qué está pasando?
―No se me ha permitido acercarme a él, pero escucho sus gritos
claramente todas las noches. Lelex está sin duda tratando de averiguar lo
que sabemos sobre el peligro que se avecina; La ironía es que no sabemos
nada. Pero Merlín no se ha roto. Por lo que sé, Lelex todavía no es
consciente de que eres la portadora de la espada. Puede ser que sea el
pedazo de información que lo mantiene vivo. Excepto que anoche apenas
escuché los gritos. No es la luna de sangre. Tenía la esperanza de utilizar
esa distracción, pero no creo que tengamos otra opción. Mi hermano no va
a durar más. Tenemos que movernos mañana.
No tenía ni idea de que fuera tan malo. Matt permanecía conmigo toda la
noche y nunca pregunté. La vergüenza me ahogaba.
Vane soltó mis muñecas. Abanicó mi cabello a mí alrededor, tomándose su
tiempo. En sus pupilas vi el reflejo de un oscuro, un halo hilado de cabello
suelto sobre las almohadas. Un dedo trazó la longitud de mi amuleto y se
detuvo en la mancha de moretones que aún persistían. Una pregunta
silenciosa fulguró en las profundidades color avellana.
Tomé su mano para detenerlo.
―¿Qué quieres que haga?
Inclinándose, besó el pulso que latía en mi cuello, justo por encima de la
piel dañada.
―Mañana, necesito que mueras.
***
Poco después de eso, Vane volvió a salir. Los guardias inspeccionaron mi
habitación cada hora. Envolví mis brazos alrededor de la almohada y la
apreté con fuerza. Fue el único alivio que tenía en la dura longitud de la
cama. Mi estómago apretado en nudos, busqué a Matt. Esperé unos
segundos antes de que una respuesta débil llegara.
Estoy aquí.
Mordí en los mullidos trozos de la almohada.
¿Estás bien?
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Traté de ver el interior de su mente, para ver lo que podría estar viendo.
Sólo la oscuridad me devolvió la mirada. Empujé más adentro. Abrí una
puerta. El tenue resplandor de una lámpara de pared me mostró tres
paredes de una habitación lúgubre.
Suspendido de cadenas, vi los brazos de Matt colgando en el aire. Miré
hacia abajo en sus piernas desnudas, cubiertas de sangre seca. La carne
se había desgarrado en líneas profundas y quedaban colgando después de
haber sido azotado. Cerca de sus pies, grilletes presionaban la piel. Pus
verde manaba de la herida, decolorando la zona.
Yo estaba viendo lo que Matt vio. Forcé para ver más. Una caja apretada,
sin aire, me rodeaba. No tenía escapatoria. No tenía fin. Una lenta asfixia.
No podía respirar…
¡No!
Matt me empujó por la puerta con un gruñido y cerró de un portazo. Abrí
mis ojos y sólo vi mi habitación. Respiré profundamente. Me tomó un
segundo centrarme.
Cerré los ojos de nuevo. En mi mente, vi la puerta de nuevo. Puso una
mano contra su superficie sólida.
Matt, ¿por qué no me dijiste? ¿Por qué no dijiste nada?
Voy a estar bien, respondió.
Yo estaba de pie en un lado de la puerta. Él permaneció en el otro.
Voy a estar bien, repitió en voz más baja.
Espera, Matt. Ya vamos. Vane y yo estamos llegando.
Quédate conmigo.
El suave ruego apretó las fibras de mi corazón. Puse mi mejilla contra la
tabla. Lo haré.
***
A la noche siguiente, los guardias me acompañaron a través de un largo
túnel. Di un paso hacia la luz de la fosa. La multitud aplaudió tan pronto
como entré. Levanté la vista hacia ellos. Me paré una vez más, un ser
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insignificante abajo en el pozo como lo había hecho durante quince días
seguidos.
Tres niveles de altura, el círculo de rostros miraba hacia abajo. Leónidas
salió del túnel opuesto. La multitud rugió con aprobación. Se veía
impresionante. Bajo una fina túnica, su piel bronceada brillaba con sólo
un toque de sudor brillante. Las líneas duras de su cara real tenían un
borde peligroso. Las piernas firmes se equilibraban con tanta gracia como
un gato. Sus labios estaban recogidos en anticipación.
Cruzamos el puente sobre el corto foso y nos enfrentamos el uno al otro,
armados con nuestras lanzas.
No había sido una gran sorpresa que Leonidas hubiera elegido lanzas de
nuevo después de ganar un encuentro, en realidad. Eché un vistazo a la
gárgola de sacrificio de pie en lo alto del hoyo. Vane quería que perdiera
esta noche. No sabía quién se ofrecería como sacrificio, pero me había
negado completamente. No iba a perder un encuentro y ver morir a
alguien.
Vane finalmente cedió y vino con un más arriesgado, e infinitamente más
aceptable, plan.
Miré de nuevo. Menos mal, porque no habría seguido adelante con el plan
de sacrificar a uno para salvar a todos, incluso si él me hubiera
convencido de que era la única manera. Un Grey esposado y encadenado
de una pierna se situó en la parte superior de la fosa.
Leonidas me rodeó. Me moví para agacharme detrás de una media pared
que estaba puesta como apoyo en una ubicación aleatoria en el foso. Mi
acción ocasionó que Leonidas disparara. Un choque pasó a través de mí
mientras una lanza golpeó limpiamente en mi pecho. Ignoré el dolor
punzante y tiré mi lanza en un arco hacia él. La vi golpearlo en el hombro
justo antes de que yo cayera por debajo de la media pared.
—¿Es eso todo lo que tienes? —Leonidas se echó a reír, dejando escapar
un silbido estridente.
Como Vane esperaba, el toro blanco llegó volando a través de una puerta
oculta en la pared y al otro lado del foso. Había elegido la media pared
para que el toro saliera justo detrás de mí. El toro cargó contra mí. Dobló
la cabeza bajándola. Los cuernos apuntaban directamente así me podría
cornear. No me moví. Esperé a que se acercara.
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La piel suave me hacía cosquillas en el brazo cuando me sujeté a las
correas de cuero alrededor en el medio del toro. Con una mano, me lancé
sobre su costado. El toro fue más allá de la media pared y corrió
directamente hacia Leónidas.
Leonidas se quedó boquiabierto, tranquilo y luego arrojó su lanza. Esta se
hundió en el toro, pero el animal incondicional nunca vaciló. Me levanté
completamente recta en la silla del toro.
Enganché mi pie en los estribos para mantenerme equilibrada y al mismo,
tiempo apunté con la lanza. La dejé volar.
La lanza dio en el blanco. Golpeó a Leonidas a través del estómago. Tiré del
toro para que parara antes de que lo atropellara. Leonidas se quedó sin
aliento. Sus manos se aferraron a la lanza mientras caía hacia atrás.
La multitud nos miraba, extrañamente silenciosa.
Miré hacia arriba. Lelex de pie en el borde superior de la fosa.
—¡Conseguidle al príncipe el sanador! —gritó él.
—El ganador debe ser decidido, señor —dijo Theras al lado del Rey.
Lelex miró a la multitud.
—Bien, la doncella gana.
El público asintió en acuerdo.
—Vane —llamó Theras. Vane se acercó. Sólo dos guardias lo escoltaron.
Theras le quitó el collar.
—Sanad al príncipe.
Tan pronto como el collar fue eliminado, Vane agarró una espada del
costado del soldado más viejo. Él lo pateó hacia el suelo y agarró al Rey.
—No creo eso.
El rey se echó a reír.
—Has intentado esto una vez antes, mago, ¿qué te hace pensar que
funcionará esta vez?
—No lo hago —dijo Vane.
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—Vane —dijo Theras—, no hagas nada tonto.
Vane echó a reír.
—No me conoces muy bien.
Vane rebanó la garganta del Rey. Empujó a Lelex al suelo y lo decapitó.
Los guardias miraban, momentáneamente estupefactos.
—¡No! —gritó Theras.
Entonces, todo pareció suceder a la vez. Un rugido de sobresalto surgió de
la multitud mientras los guardias se apresuraban hacia Vane.
El cuerpo de Lelex cayó al suelo.
Vane alzó las manos, con las palmas hacia fuera.
—Agni.
Dos bolas de fuego se dispararon directamente hacia los guardias. Aunque
seguía atado, Grey tomó una espada caída. Vane saltó hacia él y cortó las
cadenas de Grey. Este comenzó a luchar contra los guardias al lado de
Vane. Esto le compró tiempo a Vane.
Vane sacó sus manos y apuntó abajo hacia el estadio.
—Uksati agni.
Bolas de fuego, una tras otra como una ametralladora, golpearon los lados
del estadio.
La multitud gritó. Abajo en el pozo, las rocas comenzaron a derrumbarse a
mí alrededor. Vane lanzó dos bolas de fuego gigantes directamente a las
cascadas.
Los muros de piedra en la boca de las cascadas explotaron. El agua fluía
libremente.
El calor de las bolas de fuego causó que la fosa empezara a producir vapor.
A través de la niebla, vi a Vane lanzar dos bolas de fuego más a la pared
justo por encima de la otra cascada. El techo comenzó a colapsar en ese
nivel. Vane había explicado que las cascadas eran los extremos de dos
tuberías centrales. Conectarlos causaría que el agua retrocediera e
inundara la mayor parte del palacio.
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De vuelta en el hoyo, dirigí al toro de nuevo a su puerta. El toro se quejó
cuando se le hizo difícil ver a través del aire espeso.
Todavía tenía una lanza incrustada en su piel, pero el agua parecía
molestar más a la bestia.
Por encima de mí, Vane y Grey saltaron a una piedra flotante. Navegaron
abajo hacia el hoyo. Theras y Leonora llegaron a través del vapor sobre la
segunda piedra flotante. Ellos aterrizaron al mismo tiempo que Vane y
Grey.
Las piedras flotaban juntas, cerca. Grey saltó de una, mientras que Vane
se quedó.
En la otra piedra, Theras empujó a Leonora detrás de él. Se agachó, frente
a Vane, con su espada en la mano.
Vane señaló a las paredes desmoronadas que nos rodeaban.
—Puedes luchar conmigo y puedo matarte. O puedes tratar de salvar a tu
príncipe. El pozo va a colapsar.
Leonora dejó escapar un grito y saltó de la piedra flotante para ir hacia un
sangrante Leonidas yaciendo en el centro del pozo. Después de un breve
momento de vacilación, Theras se enderezó. Él saltó de la piedra y
comenzó a retroceder hacia Leonidas.
—Voy a ir por ti —prometió él.
—Vas a morir por tu traición, Vane.
—Tendrás que encontrarme primero.
Vane saltó de la piedra y corrió hacia mí y Grey. El toro me llevó a través
del puente hacia el túnel. Grey y Vane corrieron detrás de mí. Tan pronto
como cruzamos, un grupo mínimo de guardias nos atacaron. Vane agitó la
mano y los golpeó contra la pared.
—No eres divertido —le dijo Grey y bajó la espada.
—No tenemos tiempo para jugar. —Vane lanzó una bola de fuego detrás de
nosotros. Las rocas se derrumbaron y bloquearon el túnel desde el pozo.
—Merlín está en el nivel por encima de nosotros. La armería y los otros
presos están cerca de donde está siendo retenido.
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Salté del toro. El animal fue directamente hacia Vane. Resopló de una
manera amistosa y lamió la cara de Vane. Este hizo una mueca.
—Vaya, Vane, tienes un cachorro que orina —dijo Grey.
Golpeé a Grey con el extremo romo de la lanza.
—Ese pobre ha pasado por más que tú. —Fui hacia el toro y toqué la
lanza. El toro se quejó, advirtiendo que me quedara fuera de la zona. Miré
a Vane—. Necesitas curarlo.
—Le he prometido más que eso —dijo Vane dijo con gravedad. Sus manos
brillaban rojas y se trasladó para ponerlas sobre la bestia.
—No te preocupes. Serás libre, como te prometí.
Golpeé las manos de Vane alejándolas del toro.
—¡No! Tú no vas a matarlo.
Vane me miró con paciencia tirante.
—Es lo que pidió. Ha sufrido bastante. Tú, más que nadie, debería saber
eso.
Puse mi mano sobre la cara del toro.
—¿Puedes hablar con él?
Vane asintió.
—Le prometí un final si él nos ayudaba hoy.
—Bueno, este no es el final —declaré.
Miré a los grandes ojos marrones del toro y le puse una mano sobre su
nariz húmeda. El dolor en los ojos de la bestia era un reflejo de mi propio
dolor, pero este era mucho más profundo que el mío. Me pregunté si el
toro conocía alguna otra cosa distinta a estos oscuros túneles. No iba a
dejar que muriera conociendo sólo el pozo. Me incorporé con una
expresión determinada.
Vane maldijo, interpretando correctamente mi intención.
—¿Qué? —dijo Grey.
—Pregúntale al toro si quiere ir con nosotros —le dije a Vane.
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Bookzinga
***
Al toro le gustó Grey. Decidió seguirlo mientras hacíamos nuestro camino
a través del laberinto del palacio. Cambié mi lanza por una espada de uno
de los guardias noqueados.
Vane parecía saber exactamente adónde ir y nos llevó rápidamente a
través de los túneles.
Llegamos a un nivel superior sin encontrar mucha resistencia. Los sonidos
del caos todavía se filtraban desde la zona general de la fosa. Colapsar el
pozo como una distracción había sido brillante, porque todos los guardias
parecían estar precipitándose hacia el centro.
El segundo nivel estaba en su mayoría vacío. Nos abrimos paso a través
del medio inundado interior.
—Los magos y gárgolas han sido separados. Dudo que haya muchos
guardias, pero no estará abandonado. —Vane dirigió a Grey a la sala de
armas y prisioneros.
—Ryan y yo buscaremos a Merlín. Por encima de todo, consigue a
Excalibur. Toma al toro. Es una buena distracción.
Grey se fue con el toro por el largo pasillo. Vane salió corriendo en la
dirección opuesta. Yo lo seguí.
—No te va a gustar lo que verás —advirtió.
—Lo sé. —Me lo figuré por el pequeño trozo de horror que Matt había
dejado escapar a través de la pasada noche. Doblamos un pasillo. Vane me
empujó hacia un rincón oscuro más allá de donde cinco soldados
custodiaban una puerta con una ranura en la parte superior.
—Voy a encargarme de ellos. Encuentra a Merlín —dijo Vane.
—Está bien —le dije.
Él me lanzó una mirada recelosa ante el fácil acuerdo. Me moví para dar
un paso fuera de las sombras. Él me dio un tirón hacia atrás.
—Antes de que lleguemos mi hermano, quiero que recuerdes una cosa. —
Labios duros reclamaron los míos en un beso posesivo. Apenas tuve
tiempo de temblar por la conmoción de la electricidad que el beso bombeó
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a través de mí antes de que Vane me liberara tan abruptamente como me
había atrapado.
Vane salió corriendo de las sombras hacia los guardias. Les lanzó una bola
de fuego y una a la puerta. Los guardias se dispersaron. La puerta se
abrió. Con mi corazón acelerado con la adrenalina, seguí. Con mi espada,
luché contra un guardia y entré en la pesadilla que Lelex había ideado
para Matt.
Me detuve en seco en el umbral. Un solitario candelabro iluminaba la
rígida caja de piedra de la habitación. Las visiones que había visto la
noche anterior no habían sido nada comparadas con el pleno terror
delante de mí. Matt colgaba de cadenas en la pared del fondo. Cuando
levantó la cabeza, la luz iluminó su rostro. Mi mano fue a mi boca. Ahogué
un sollozo.
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Capítulo 16
Traducido por Xhessii y Aria25
Corregido por Vannia
att estaba casi desnudo. Un taparrabos andrajoso y una
horrible cadena con un diamante amarillo era toda su
vestimenta. Sus costillas se asomaban por debajo de su
piel. Una piel de un color que no podía determinar. El olor de sangre,
suciedad y excremento llenaba la habitación.
Él había pasado hambre, había sido golpeado y sabe Dios qué más.
Caminé hacia él lentamente. Su cabeza se sacudió al escuchar el sonido de
mis pasos. Su boca se movió, pero no salió ningún sonido. Dudaba que
sus cuerdas vocales funcionaran. Él no podía ver. Sus párpados se veían
tan hinchados que parecía incapaz de abrirlos. Me pregunté si podría
oírme. Había sangre reseca en sus oídos.
Estiré las manos y toqué ambos lados de su rostro. Él se contrajo. Miedo
escapaba por cada poro. Me rodeaba, un objeto palpable en el aire.
Matt. Soy yo, le dije en mis pensamientos.
Él permaneció como estaba. Cerré mis ojos e imaginé de nuevo la puerta.
La golpeé. Nadie respondió. La golpeé con más fuerza. Nadie respondió.
—Vas a necesitar más que eso —dijo Vane detrás de mí.
Abrí los ojos.
M
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—Los guardias no nos molestarán. —Desde la puerta, él miró a Matt con
ojos desapasionados—. Esto es peor de lo que imaginé.
—¿Puedes curarlo? —dije a pesar del nudo en mi garganta.
—El daño es enorme. Me debilitaría, pero puedo curar su cuerpo. —Vane
entró en la habitación—. Pero no lo traería de regreso. No sería suficiente.
Giré de nuevo hacia Matt.
—¿A qué te refieres?
—A su mente. Probablemente él hizo lo mismo que yo. Está encerrado
dentro de una caja. Sin embargo, mientras que yo me pasé el último mes
excavando para salir de la mía, él se pasó el mes excavando aún más
profundo en la suya.
Miré el rostro maltratado de Matt.
—¿Qué hacemos?
—No nosotros. Tú. —Vane vino detrás de mí—. Primero tienes que
despertarlo.
—Lo he intentado. El amuleto no funciona. Hay una puerta…
—¿Una qué? —Vane sacudió la cabeza—. Olvídalo. No importa. No estoy
hablando de usar el amuleto. Llámalo como lo hiciste en Akrotiri.
Mis ojos se concentraron en los ojos cerrados de Matt.
—No estoy segura de qué hice. Era la serpiente…
—Él casi murió ese día. Tú le diste una parte de ti misma para traerlo de
regreso. Esa pieza es la llave. Úsala para encontrarlo. Una vez que
despierte, él será capaz de curarse.
No tenía idea de lo que él estaba hablando.
Vane puso sus manos alrededor de mi cintura. Sus labios rozaron mi oído.
—Ahora, muévete… —Él me levantó y me puso a un lado. Agitó su mano.
Los grilletes de Matt y las cadenas volaron en pedazos.
Parpadeé ante la ira subyacente en la magia de Vane.
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Matt se desplomó en los brazos de Vane. Vane lo acostó en el suelo.
Observé a Vane. Parecía sereno, pero podía ver las líneas de su mandíbula
tensas y me di cuenta que ver así a Matt también lo ponía tan molesto
como a mí. Considerando lo duros que eran los hermanos el uno con el
otro, me sorprendió un poco. Vane se arrodilló junto a su hermano y
rebuscó en su faldón de piel. Sacó la corona de Lelex de un bolsillo
escondido.
—Sorpresa. Sorpresa —murmuré—. ¿Eso es por lo que lo mataste?
—Había pensado en robarla. Hasta donde recuerdo, tu obstinación me
obligó a cambiar el plan.
—No soy obstinada —le dije.
Vane bufó antes de pronunciar una incomprensible palabra mágica. El
viento voló entre nosotros. La esmeralda en la corona brilló. Vane la golpeó
contra el diamante que estaba en el pecho de Matt. Matt tembló. Vane
mantuvo la esmeralda contra el diamante. Finalmente, el diamante se
atenuó. Vane movió su mano y la cadena se rompió. Vane levantó el
diamante y lo tiró al otro lado de la habitación. Entonces, me miró. Curvó
un dedo y me dijo que me acercara.
—Tu turno.
Me arrodillé junto a Matt. Lágrimas quemaban detrás de mis párpados al
ver el estado demacrado en el que se encontraba. Un pensamiento vino a
mí. Mis ojos volaron para encontrarse con los de Vane.
—Si lo traigo de regreso, ¿no sentirá todo esto?
—Sí. Dondequiera que se encuentre, está manteniendo a raya el dolor. Vas
a pedirle que sienta todo.
Palidecí.
—Pero…
Agarró mi mano y le dio un apretón que en parte fue tranquilizador y en
parte me dio fuerza.
—No tenemos mucho tiempo. Una vez que se les ocurra venir arriba, éste
será el primer lugar al que las sirenas vendrán. Tenemos que hacer esto
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rápido. Lo que significa que él tiene que despertar y ayudar con su
recuperación.
Solté mi mano de la de Vane. Él me dejó ir con reticencia. Cerré los ojos. Vi
de nuevo la puerta. La golpeé fuertemente de nuevo. Grité. La golpeé más
fuerte hasta que mis nudillos sangraron. La puerta se mantuvo inflexible,
parecía un muro de piedra. Abrí los ojos y sacudí la cabeza.
—Bien, tendremos que hacer esto de la manera difícil. —Vane agarró su
bolsillo y sacó la serpiente de Medusa—. Se la quité a Lelex en el salón del
trono. —Él levantó la serpiente y abrió el tapón.
Agarré su mano para detenerlo.
—Eso casi nos mató la última vez.
—Esto los une. Es nuestra única opción. Él es el mago más poderoso que
conozco. No sé cómo dejó que Lelex le hiciera esto. No debería de haber
sido capaz de hacerlo. Lo que significa que estamos lidiando con algo
peligroso y fuerte. —Una sombra oscura atravesó su rostro. Me miró con
una acalorada intensidad—. Vamos a necesitar algo extremo para traerlo
de vuelta. Haz lo que sea que necesites.
Él abrió la boca de Matt y dejó caer una sola gota de la cabeza de la
serpiente. Él efecto fue instantáneo. Mi cuerpo palpitó en forma paralela.
Mis manos golpearon el suelo. No era capaz de sostenerme. A gatas,
intenté levantarme. Caí encima de Matt.
En la cueva, vi al Minotauro. Sus ojos brillaban con hambre, pero esta vez
corría por delante de mí. Yo sostenía una lanza en mi mano. Esta vez, lo
cazaba. Lo seguí por la cueva. El agua mojaba mis pies. En frente de mí, el
Minotauro se rió. Como si le gustara ser cazado.
Corrimos hasta salir de la oscuridad y el final del túnel apareció de nuevo.
El Minotauro se detuvo y sus ojos brillantes me encararon. La cara de toro
susurró. No tienes que irte. Ven de regreso a la oscuridad conmigo.
La luz en la entrada se expandió. Alcé una mano para cubrir mis ojos. La
luz se atenuó. Miré alrededor de la cueva. El Minotauro había
desaparecido. Todavía sosteniendo la lanza, salí de la cueva.
—Pronto —susurró el Minotauro en la oscuridad detrás de mí.
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Lo ignoré. Mis pies se hundieron en arena suave. Estaba caminando a lo
largo de una calmada playa. La misma en la que anteriormente había
encontrado a Matt. Miré hacia las suaves olas. No había Sirenas. Miré al
cielo. Nubes negras se movían en el horizonte. Se movían sigilosamente
hacia mí.
Empecé a correr. El tiempo se estaba acabando.
No vi a Matt en el agua. Él no estaba en la playa. Volví a ver hacia la cueva
y a un acantilado. Encima del acantilado, vi un árbol grueso con ramas
pesadas. Miré más arriba. El sol se ocultaba, coloreando de rojo la piedra
del acantilado. Había muchas rocas, pero no estaba Matt.
—Oh, él está aquí —dijo una voz profunda—. Sólo que se está
escondiendo.
Miré alrededor. Lelex estaba sentado en una piedra a la orilla de la playa.
Llevaba su corona y sostenía un tridente. Sin mucha convicción, dije—:
Lelex está muerto. Tú no eres él.
—¿No lo soy? —Él se rió—. Sé dónde se esconde Merlín. Se escondió para
engañarme. Para atraparme y que le cuente nuestros secretos, pero no se
dio cuenta de que no somos meramente sirenas. Somos protectores.
—¿Protectores de qué?
—Del Minotauro, por supuesto. Dentro de Aegae, se encuentra el reino de
Earth-Shaker. Esos que lo vean terminarán consumidos por él. Sólo el Rey
Pescador podrá controlarlo.
—Nosotros sólo buscamos conocimiento.
—Ustedes buscan poder —escupió Lelex.
Mis manos se apretaron alrededor de la lanza.
—¿Dónde está Merlín?
Los ojos de Lelex se agudizaron.
—Se encerró a sí mismo. Él ni siquiera se conoce a sí mismo. ¿Cómo lo
liberarás? No eres nada, eres una niña pequeña.
Miré las nubes negras. Perseguían la marea, se acercaban.
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—Y tú eres una distracción. —Dejé que la lanza en mi mano volara.
Penetró al Lelex imaginario por el pecho.
Lelex miró la lanza. El rojo coloreaba su pecho.
—Quizá después de todo no eres una niña pequeña.
Cayó hacia atrás.
Sobre mí, un león rugió encima del acantilado. Rayos de sol amarillento
caían sobre el gato gigantesco, resaltando el brillo de su suave piel. Sonreí.
Iba a escalar el acantilado. Me miré. Todavía llevaba la túnica y el bikini
que usaba en el pozo. Mis pies estaban descalzos y había perdido mis
sandalias. Pero, ¿qué opción me quedaba?
Llegué a la cima en lo que pareció una hora después. Las nubes negras se
movían sin cesar hacia adelante. Estarían en la playa en unos minutos. En
donde sea que ellas tocaran, se veía un vacío amenazador. Me levanté en
la cima del acantilado. No tuve que buscar al león. Tan pronto llegué al
acantilado rocoso, el león saltó frente a mí.
No iba a poner mi mano y decir “Ven aquí, gatito”. Estaba segura de que el
león se comería mi mano de aperitivo. Me quedé quieta y dejé que el león
me mirara. Viéndolo de cerca, no era el león más bonito que hubiera visto.
Sus costillas se asomaban. Le faltaban parches de pelaje en algunas
partes.
Había encontrado a Matt.
Él tenía hambre. Miré sus tristes ojos café oscuro. El dolor desolador me
recordó al toro. Di un paso hacia él. El león gruñó. Me detuve.
Vane había dicho “Haz lo que sea necesario”. Sólo había una respuesta.
Lentamente, me puse de rodillas y saqué mi mano. Temblaba. Me obligué
a mantenerme quieta.
—Ven aquí, gatito —le dije—. Tengo buen sabor.
Él me miró a los ojos.
—Te lastimaré.
Mi corazón brincó al escuchar la voz de Matt.
—Lo sé —contesté.
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El león dio un salto. Sus dientes poderosos se hundieron en mi brazo. La
mandíbula rompió el hueso y la piel fácilmente. Grité. El león rugió. Una
luz azul cubrió mi visión y, afortunadamente, no vi nada más.
***
Me desperté con un sobresalto. Mi cabeza golpeteaba. Mi brazo me dolía.
Me levanté apoyándome en el brazo que todavía estaba bien. Parpadeé y
enfoqué la vista. Una luz tenue me rodeaba, lo que me dijo que estaba de
vuelta en la mazmorra.
—Estás bien —dijo Vane.
Bajé la vista hacia el estómago de Matt. Él todavía estaba en el suelo. Vane
estaba sentado al otro lado de él. Su mano cayó despreocupadamente a un
costado de Matt, pero no lo estaba curando.
—¿Qué estás haciendo? —exigí.
Vane me miró con una extraña mirada.
—¿Cómo te sientes?
—¿Cómo está Matt?
—Míralo por ti misma —contestó él.
No quería hacerlo. No tenía el valor.
—Míralo —ordenó Vane.
Le lancé una mirada de disgusto.
—Miraré cuando quiera…
Matt gritó. Mi cabeza giró sin pensarlo. Luz azul brillaba en su pecho y en
su rostro. Él tenía mi brazo entre sus dientes.
Casi me atraganté. Carne mutilada describía bien el estado de mi brazo.
Todavía estaba atado a mí, el hueso estaba roto pero seguía ahí. Parecía
podrido. Venas negras cruzaban de mi muñeca hasta mi axila. Un trozo de
piel había sido arrancado en el lugar donde Matt había mordido el
antebrazo.
Matt tembló. Dientes humanos, mucho más pequeños, se hundían en mi
piel. Siseé, lágrimas me picaban los ojos. Las venas negras subieron más
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hasta tocar mi hombro derecho, mientras la luz azul se expandía sobre el
estómago de Matt.
Vane se levantó y se acercó para sentarse a mi lado.
—Está bien, él ha tenido suficiente. —Hizo un movimiento para sacar mi
brazo de la boca de Matt.
—Espera —le dije—. ¿Y si lo perdemos de nuevo?
—No me importa. Él se ha curado a sí mismo al alimentarse de ti. ¿Qué
hiciste allí?
—Dijiste que hiciera lo que fuera necesario —murmuré.
Vane me miró fijamente.
—¿Te pidió que te entregaras a él?
Él no lo pidió. No lo dije en voz alta, pero Vane leyó la respuesta en mi cara.
Su rostro adquirió una expresión de resignación que no me gustaba. Traté
de explicarlo—: No es lo que piensas. Había un león…
Vane jaló mi brazo de la boca de Matt.
—¡Vane! —Miré ansiosamente a Matt. La luz azul que brillaba en la parte
superior de su cuerpo se mantuvo estable.
—Él está bien. —Vane no me miraba mientras sostenía mi brazo mutilado.
Magia roja fluyó de sus dedos. Hice una mueca cuando él comenzó a sanar
mi brazo. Él no estaba siendo gentil. Se sentía como si mil agujas me
picaran al mismo tiempo. Había tenido cortes de espada mortales y en
comparación con esta herida, su sanación había sido como una lengua
calmante lamiendo. Finalmente, la luz roja se desvaneció. Vane dejó caer
el brazo—. Te quedarán cicatrices.
Miré hacia abajo. La piel se había curado. La mordida se había curado.
Flexioné mis dedos. El tacto también había vuelto. Las venas negras más
pequeñas habían desaparecido. Sin embargo, las más gruesas, que
irradiaban desde el punto del mordisco, se mantuvieron. Vane me observó
inspeccionarme a mí misma con ojos medio caídos.
—Estás molesto —dije.
—¿Tuve alguna vez una verdadera posibilidad?
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¿Contigo? Quise decir. Tanto dolor presente en esa simple pregunta
contrajo mi corazón. Puse mi mano sana en su mejilla.
Él se estremeció.
Mantuve mi mano en su rostro.
—Hice lo que tenía que hacer para salvarlo. Eso es todo.
—¿Lo es? —Él volvió a capturar mi carne recién curada en un apretado
agarre.
Mordí mi labio para no gritar.
Hubo un sonido en la puerta.
Vane cogió su espada y saltó.
Blake asomó la cabeza dentro. Todavía llevaba el traje de neopreno hecho
jirones.
—¿Necesitan asistencia?
Gia corrió dentro pasando por su lado. Llevaba un vestido de túnica como
el mío. Echó los brazos a mí alrededor.
—Estoy tan feliz de verte.
No podía decir ni una palabra por el enorme nudo en mi garganta. Asentí
con la cabeza contra su pelo.
Grey entró andando despacio. Sostenía a Excalibur.
—¿Quién quiere esto?
Un escalofrío visceral me recorrió al ver la espada. La había echado de
menos. Mucho.
Vane bajó su espada.
—Emerson, trae a los otros hechiceros. Necesitamos terminar de curar a
Merlin.
Los otros entraron en tropel. Algunos llevaban ropa de sirena. Varios de
ellos aún llevaban sus trajes de neopreno. Después de quince días, sin
embargo, la mayor parte del material de goma se había estirado
incómodamente. Muchos estaban rotos. Los hechiceros, en sí mismos, no
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se veían mucho mejor. Clarence, el hechicero más viejo entre ellos, parecía
el menos afectado y caminaba con una leve cojera. Las gárgolas contaban
con más energía.
Después de varios minutos y los esfuerzos curativos de siete hechiceros,
Matt se incorporó. Por fin soltó mi brazo. Nos miró fijamente, pero no
habló. Miré a Vane inquisitivamente.
Vane se encogió de hombros.
—Dale tiempo.
—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Grey.
—Encontramos lo que ellos no querían que encontráramos —dijo Matt.
Todas las cabezas se volvieron para mirarle. Su voz sonaba como de unos
cien años.
Pregunté—: ¿Qué es?
—El pasadizo hacia la Dama. Está aquí —replicó Matt—. Lo vi en la mente
de Lelex. Es la fuente de la magia de las sirenas.
—¿Pero dónde está? —preguntó Grey.
Matt se frotó la frente.
—No sé…
—No te esfuerces. —Vane se puso de pie y fijó la espada en el cinturón
dorado que ataba la falda de cuero de su uniforme—. Yo sé dónde.
***
Subimos por unas escaleras amplias al nivel superior del palacio. Grey tiró
de la toga que las sirenas le habían puesto para el sacrificio.
—¿Crees que puedo conseguir mi traje de neopreno otra vez?
Sonreí.
—¿No te gusta llevar una falda?
—Creo que es mono —añadió Gia. Olió a Blake—. Mejor que estar
maloliente por un mes.
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—Tú conseguiste una celda para ti misma y baños regulares, señorita —
dijo Blake—. El resto de nosotros fuimos empacados en una.
Gia se ruborizó y le sacó la lengua.
—Estoy bien listo para salir de este agujero infernal —dijo Grey.
Estuve de acuerdo. El palacio serpenteaba a un lado y a otro. Vane nos
guiaba sin vacilar. Nos colamos por pasillos abandonados. Muchos
estaban inundados con agua. Vane continuó conduciéndonos con infalible
certeza a través del laberinto de recorridos. Finalmente, llegamos a las
últimas escaleras. Habíamos ido desde los calabozos hasta la planta
superior. El extraño eco de música, una aria, flotaba desde mitad del
palacio.
—¿Qué es eso? —pregunté.
—No los sé, pero los está manteniendo ocupados. —replicó Vane—. Dense
prisa.
Todavía demasiado débil para andar, Matt montaba encima del toro. El
toro se abrió camino hasta la escalera con agilidad sorprendente.
—¿A dónde estamos yendo? —preguntó Matt.
—El palacio está construido al lado de una colina —explicó Vane—. Hay
dos partes abiertas en las puertas rojas por las que hemos entrado. Una
está en la sala del trono. Esa habitación es demasiado central como para
tener un pasadizo secreto. Me encontré con la otra en un dormitorio…
—Quisieras —dijo Matt.
—El toro te tirará si se lo pido —dijo Vane levemente.
Matt hizo una mueca. Llegamos al rellano del piso superior. Ricos tapices
rojos cubrían las paredes. Paredes con ventanas mostraban
impresionantes vistas de Aegae. El sol poniente brillaba en naranja,
púrpura y rosa a través del cielo sin fin. Los hechiceros sacaron a los
pocos guardias que flanqueaban las paredes sin hacer ruido. Nos
apresuramos por el pasillo de mármol pulido a una alcoba central.
La pared exterior del palacio estaba parcialmente abierta al exterior. Desde
mi punto de vista, vi lo que Vane quería decir con la alcoba estando
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idealmente situada. Estaba construida en la colina, sin nada debajo o
encima de ella. Parecía más un puente cubierto que una alcoba.
Toqué a Excalibur, enganchado a mi lado. Todavía llevaba mi uniforme de
campeona, pero le había robado un cinturón a un guardia caído en las
mazmorras. Las gárgolas pusieron sus espadas frente a ellas, asustadas de
tenerlas fuera de la vistas.
Vane abrió las puertas de oro. En la pared del fondo, la pared que
colindaba con la colina, había una enorme cama de dosel dorada, la pieza
central de la habitación. La cresta de las sirenas, la serpiente sinuosa que
Lelex vestía como un brazalete, decoraba una viga en la parte central de la
cama.
—La habitación de Lelex —confirmó Vane.
—No veo puertas rojas. —Matt se deslizó del toro. Se tambaleó, pero
recuperó el equilibrio.
Resistí la necesidad de ir y ofrecerle apoyo. Noté que Vane también le
estaba estudiando.
—La cama está contra la colina. Mira más cerca. Tengo que encontrar otra
cosa. —Vane se acercó a un gran armario y lo abrió. Había un arsenal de
armas colgadas en el interior. Vane maldijo—. No está aquí.
—¿El tridente? —preguntó Matt.
Vane asintió.
—Eso es porque lo tengo yo —declaró Leonidas desde la puerta.
Todos nos giramos para mirar. Leonidas estaba en el pasillo, respaldado
por Theras y un numeroso grupo de soldados. Vi a Leonora escondiéndose
tras los soldados. Saqué a Excalibur. Las gárgolas levantaron sus espadas.
Los hechiceros extendieron sus manos. Dieciocho de nosotros en contra de
un centenar de ellos. Nuestras posibilidades eran buenas.
Leonidas miró a Vane con una expresión furiosa.
—Nos has traicionado muy gravemente, Vane. Por esto, haré que tu
muerte sea lenta.
—Ponte en línea —murmuró Matt detrás de mí.
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Vane se acercó para estar en primera línea de la disputa. Torció una ceja
hacia Leonidas.
—¿Te gustaría ver lo que tu padre ha estado escondiendo? —Cogió la
corona de su bolsillo y la puso sobre su cabeza.
—Eso no es tuyo —escupió Theras.
Vane ordenó.
—Kavas.
La piedra esmeralda brilló. La enorme cama crujió y comenzó a moverse a
la derecha. Varios de los hechiceros que estaban de pie junto a la cama se
colocaron frente a ella. Bajo la cama apareció un conjunto de puertas rojas
que correspondían perfectamente al tamaño de la cama. Al igual que las
puertas por las que entramos, estas también tenían tallado un toro dorado
en la parte superior. Vane centró la corona de Lelex en el toro dorado. Un
haz de luz verde suave brillaba en la cara del toro. Las puertas rojas se
abrieron.
Un enorme remolino comenzó a girar por debajo de nosotros.
—¿Qué es eso? —preguntó Leonidas.
—Un pasadizo. —Vane se quitó la corona.
Vane me miró, luego a Matt. Era una señal. Vane hizo girar la corona
alrededor de sus dedos, colocándola sin cuidado sobre el remolino.
Disimuladamente, me acerqué al remolino. Matt hizo lo mismo, y luego
Clarence y los demás nos siguieron.
Leonidas gritó—: ¡Dame la corona!
Theras se dio cuenta y se puso alerta.
—Leonidas…
—Si insistes. —Vane lanzó la corona a Leonidas y nos gritó—: ¡Ahora!
Sobresaltado, Leonidas extendió la mano para coger la corona. Dejó caer el
tridente. Vane sacudió una mano y el tridente voló a él. Matt saltó al
remolino. Lo mismo hicieron los otros.
—¡Síganlos! —gritó Leonidas.
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Vane le hizo señas al toro blanco. Magia roja fluyó sobre el animal. Las
sirenas avanzaron. Vane les atacó con una bola de fuego.
—¡Ve! —me gritó mientras se subía encima del toro.
Salté.
Vane atacó a las sirenas otra vez antes de instar al toro al agua. Fue la
última cosa que vi antes de que mi cabeza se sumergiera. Ir por el
remolino me recordó a ir por un tobogán, aunque uno submarino. Por
suerte, todavía tenía branquias. El remolino me dejó en un estanque. Los
hechiceros habían encendido unas pocas bolas de fuego permitiendo
alumbrar con luz tenue la caverna. El estanque estaba en uno de los
extremos. Roca negra como la que habíamos visto en el primer conjunto de
puertas rojas conformaban el interior.
Matt me sacó del estanque y me levantó en el suelo de la caverna. Sus ojos
se detuvieron un segundo en mi brazo recién curado antes de ir a mi
cuello.
—Tus branquias también han desaparecido —dijo.
Miré al anillo que estaba llevando y vi que se había vuelto negro.
—El remolino le ha hecho algo a los amuletos —dijo Matt—. Pero nuestra
magia natural parece estar intacta.
Instintivamente, toqué el Ojo de Dragón. El amuleto se calentó bajo mi
tacto. Miré fijamente los ojos de Matt. Toc. Toc.
Los ojos oscuros parpadearon y supe que me había escuchado.
—El amuleto está estrechamente ligado a mí —dijo. Abrió la boca para
decir algo cuando un estruendo sonó detrás de nosotros.
Vane y el toro cayeron libres a través del embudo del remolino. El toro
emitió un gemido de dolor. Vane les hizo flotar en el aire antes de aterrizar
abajo en el estanque. Se deslizaron suavemente sobre el suelo de la
caverna, un poco más elegantemente que mi forma de caer en el estanque.
Las gárgolas vagaron en las tinieblas.
—Aquí hay una caverna, mi señor —le gritó uno a Grey. Grey hizo una
mueca en respuesta.
Gia se acercó a mí.
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—Sacaron pajitas para ser los sacrificios, pero Grey trató de hacer trampa
todo el tiempo para sacar la pajita más corta…
—¿Él hizo qué? —exploté.
—Se está convirtiendo en su líder, Ryan. Y le adoran.
Grey. Un líder gárgola. Su futuro rey. Asimilé eso. Gia me miró con
simpatía. Parecía que todos habíamos cambiado en apenas quince días.
Quería preguntarle a Gia cómo estaba, pero no podía encontrar las
palabras. Puse mi mano alrededor de su hombro. Nos apoyamos juntas,
nuestras cabezas se tocaban.
—Vamos a seguir adelante. Pronto estarán detrás de nosotros. —Vane
saltó del toro.
Él se dirigió hacia el túnel. Gia y yo le seguimos. Uno de los hechiceros
encendió una bola de fuego y la lanzó al túnel. El oscuro pasadizo se
extendía más allá de la boca de la caverna.
Me detuve en seco.
—He visto esto antes.
Un chapoteo vino desde detrás de nosotros en el estanque. La cabeza de
Leonidas surgió desde el agua.
—¡Muévanse! —Vane me arrastró hacia el túnel. Todos los demás se
apresuraron dentro. Vane, Matt y los otros hechiceros se alinearon detrás
de nosotros. Hicieron volar la entrada del túnel. El túnel se sacudió
mientras las rocas se derrumbaban para bloquear la apertura.
—Vicarati —ordenó Matt.
Un arcoíris de magia revoloteó a través de las rocas antes de hundirse en
ellas y desaparecer.
—No va a detenerlos —dijo Vane—. Leonidas tiene la corona de su padre.
Van a ser capaces de abrirse paso.
—Los retrasará —dijo Matt.
—Matt, he estado antes en este túnel. —Miré a mi alrededor hacia las
rocas puntiagudas—. Es el de la visión de la serpiente. El del Minotauro.
—Bien —dijo Vane mientras se acercaba a mi lado.
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Demandé—: ¿Cómo puede estar bien estar atrapados en la oscuridad con
una bestia devoradora de hombres?
—Por lo menos sabemos que estamos en el sitio correcto. —Vane se
apoderó de la brida del toro. Sus ojos se encontraron con los míos.
Pensé ver sus ojos destellar de verde. Un escalofrío de inquietud recorrió
mi columna vertebral. Miré su cuello. Sus branquias seguían ahí. Las
toqué.
—¿Cómo? —dije.
—Magia de sirena, ¿recuerdas? No fue un hechizo. —Vane se apartó con
una sonrisa sardónica—. Vamos, campeona, hora de enseñar nuestra
valía.
Clarence y otro hechicero encendieron bolas de fuego en sus palmas y
fueron delante del toro para abrir el camino. Esperé a que los demás
caminaran delante de nosotros antes de ir con Matt.
—Matt, escucha, sobre el Minotauro y esta cueva… —Hice señas hacia la
caverna. Tenía que contarle lo que Excalibur me había enseñado sobre
Vane.
Una intensa luz coloreó los ojos ámbar de Matt y cogió mi mano en un
fuerte agarre enfadado.
¿Qué había hecho ahora?
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Capítulo 17
Traducido por Little Rose y ƸӜƷYossƸӜƷ
Corregido por Vannia
os ojos de Matt estaban fijos en las venas negras bajo mi piel.
—No necesitabas hacer esto.
Una bola de fuego color azul claro flotaba en el aire a nuestro
lado. Era un recordatorio de lo cerca que él estuvo de no lograrlo.
Normalmente, la magia de Matt ardía con tanta fuerza que podía cegar.
Miré su agarre. Sus nudillos estaban blancos de la tensión. Simplemente
dije—: Te traje de regreso.
No dijo nada.
—El brazo está bien. —Intenté retirarlo, pero lo sostuvo con fuerza.
—Nunca vuelvas a hacer eso —espetó.
Liberándome, él siguió avanzando.
Lo miré. ¿Era yo, o todo chico venía con algún botón de locura?
Eres tú, llegó la muda respuesta.
—De nada —grité hacia su espalda.
L
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Para mi satisfacción, sus hombros se tensaron. Siguió caminando y se
llevó consigo la luz. Sólo me tomó estar un par de segundos en la
oscuridad para convencerme de seguirlo. Pasé junto a Matt hacia el centro
del grupo. Tendría que averiguar qué hacer con Vane yo misma.
Llegamos al final del pasadizo y salimos a otra caverna. Un estrecho
puente de piedra pasaba sobre un río de agua marrón. Una estatua dorada
de un toro había sido puesta en la piedra justo al lado del puente.
—Definitivamente es el lugar correcto —dijo Vane.
Grey puso un pie en el puente para probarlo.
—Es estable, pero resbaladizo. Un paso en falso en la piedra y terminarás
en el río. Qué divertido. —Grey avanzó un paso hacia el puente.
—Espera. —Colin lo detuvo. Tomó una piedra del suelo y la arrojó hacia el
puente. Unos tentáculos gigantes salieron de ambos lados del puente como
cuerdas. Unas bocas succionadoras, junto con afiladas puntas de los
tentáculos, atraparon la piedra y la destruyeron en segundos.
—Divertido —repitió Blake.
—¡Hechiceros! Encárguense de esta criatura —ordenó Vane.
—No rompan el puente. No tenemos energía para que todos pasemos
flotando sobre el agua —añadió Matt.
Los hechiceros se alinearon. Colin arrojó otra roca al puente. Los
hechiceros gritaron un encantamiento. Una tremenda ráfaga de viento
golpeó a la criatura. Un rugido llenó la cámara y todo tembló. El agua mojó
el puente. El río comenzó a subir.
—Genial, eso funcionó —dijo Gia detrás de mí.
Grey se tocó el cuello.
—No podemos nadar.
—No. —Vane retorció el tridente en su mano, pensativo—. Podríamos
intentar con Excalibur.
Avancé un paso.
Matt me detuvo.
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—Ella no irá sin pensarlo bien antes. Ya la has arriesgado lo suficiente.
Vane se volvió furioso hacia Matt.
—Nos estamos quedando sin tiempo —interrumpió Clarence—.
Necesitamos algo. Un escudo para cruzar el puente. —El hechicero más
viejo murmuró una palabra y todo su cuerpo desapareció.
—Clarence, espera… —dijo Matt.
—Shhh. —Vane levantó una mano para callarlo.
Clarence ya estaba en el puente. Entrecerré los ojos. Un brillo fugaz cruzó
el puente. Nadie habló mientras conteníamos el aliento. El brillo llegó al
otro lado. Suspiré. Un rugido sacudió la caverna.
Una enorme cabeza de mujer apoyada en un largo cuello salió de un hoyo
del otro lado del puente. Tan grande como el puente mismo, la cabeza de
Medusa tenía serpientes en lugar de cabello saliendo de la cabeza. En su
rostro había un solo ojo enorme y una boca con dientes puntiagudos.
—Un regalo de las Gorgonas —murmuró Vane.
La criatura lanzó un grito penetrante.
—Clarence, cierra los ojos —gritó Vane—. No la mires.
Era demasiado tarde. La criatura sonrió. El destello se convirtió en piedra
sólida con la forma de Clarence. Los tentáculos salieron del agua y
rompieron la estatua. A mi lado, Gia lanzó un gemido lastimero. Yo quería
hacer lo mismo.
Vane maldijo.
—Es una Medusa. Tenemos que cortarle la cabeza.
—O es una Scylla —respondí—. Acabamos de pasar por Charybdis.
—En cuyo caso cortarle la cabeza la reemplazará por dos —completó Vane.
—¿Cómo saber cuál es? —preguntó Blake.
—Y en cualquier caso, ¿cómo matarlo? —preguntó Colin.
El toro bufó junto a Vane. Pisoteó el gravado dorado en la roca.
Lo observé.
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—¿Qué está diciendo?
—Óyelo tú misma. —Vane puso su mano en mi hombro y la otra en la
cabeza del toro.
“Yo lo arrollaré. Soy rápido. Mantengan los ojos cerrados. Les diré cuándo
atacar. Luego, seré el campeón. Iré a las grandes ligas. Fui salvado para
esto. Este es mi momento, señor…”
Vane dejó caer su mano de mi hombro.
Pero había oído suficiente.
—No.
—Sí. —Vane saltó sobre el toro blanco, usando una mano. En la otra,
llevaba el tridente.
Corrieron por el puente.
Los tentáculos volvieron a levantarse. Miré con el corazón en la garganta,
cómo el toro saltaba con gracia entre los tentáculos. Llegaron al hoyo justo
cuando la cabeza se volvía a levantar, con las serpientes moviéndose. El
toro saltó hacia las serpientes. Aterrizó del otro lado justo cuando la
cabeza de la criatura giraba. La cabeza y el toro se movieron al mismo
tiempo. El monstruo llegó a mirarlo a los ojos. El animal se convirtió en
piedra. Con los suyos aún cerrados firmemente, Vane apuñaló a la
criatura en el ojo con el tridente.
La criatura gritó. Vane volvió a apuñalar, un fuerte golpe que se hundió
firmemente en la córnea del monstruo. Esta vez, el grito de la criatura
sacudió toda la caverna. Tembló considerablemente y cayó hacia delante,
justo sobre Vane.
—¡Vane! —grité.
Abriendo los ojos, Vane pateó al monstruo con ambos pies. La sangre tiñó
el agua mientras caía en sus profundidades.
—Vamos —urgió Matt.
El agua siguió aumentando en el puente.
—Tómense de las manos —gritó Matt mientras tomaba la mía.
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Gia sostuvo mi otra mano y corrimos por el puente que desaparecía
rápidamente. Llegamos al hoyo. Vane estaba de pie del otro lado con el
tridente. La cabeza de la criatura estaba cubriendo el hoyo. Las serpientes
flotaban sin vida en el agua.
—Pasen sobre ella —nos indicó Vane.
Matt saltó sobre la cabeza flotante y cruzó.
Luego, la cabeza de la criatura se movió bajo mis pies. Dos pasos más y
estuve de pie al otro lado también. Mientras los otros seguían pasando, fui
hacia el toro. Puse mi mano en la estatua de piedra. Tenía un par de
rasgaduras en su superficie. Me mordí el labio.
—Ni siquiera le preguntamos su nombre.
—Mahoksa. Un gran toro —respondió Vane. Vino a mi lado.
Lo enfrenté.
—Eso fue temerario.
—Yo soy temerario.
—¿Por qué le quitaste el ojo en lugar de decapitarla?
Vane sonrió levemente.
—Quizás creí en ti.
—No dudaste ni un segundo. Sabías la respuesta. Cuando gritó, ¿pudiste
entenderlo? —Le fruncí el ceño—. Esto está más allá de tus habilidades de
mago… Entender a una criatura así de rara. No podrías entenderla a no
ser que tuvieras algo de sirena…
—Yo soy una sirena… Algo así. Lelex me convirtió, Ryan. Me las he
arreglado para mantenerme intacto, pero una parte de mí siempre será
sirena. Siempre tendré esto. —Tocó sus branquias—. Creí que entenderías
eso. —Sus pupilas emitieron un destello verde—. ¿Acaso te da asco?
—Claro que no. —Me preocupa.
Las sirenas eran salvajes y Vane ya tenía tendencias agresivas.
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—Bien. —Sus pupilas volvieron a la normalidad y se volvió hacia el toro—.
Deberíamos ponerlo a descansar. —Levantó su mano hacia la estatua—.
Antyakriya atasa.
Una brisa rodeó al toro. Se metió en la estatua y la convirtió en polvo fino.
Vane sopló el aire y el polvo se dispersó, aterrizando en el agua.
El grupo que cruzó la puerta detrás del puente iba en silencio. Al pasarla,
emergimos en otro borde. Esta vez no había río. Estábamos en un
acantilado y debajo de nosotros estaba el laberinto más grande que jamás
hubiera visto.
—¿Seguro que no hay otro camino? —Blake miró hacia abajo.
—Es por esto que vinimos, Emerson —dijo Vane. Él y los otros hechiceros
hicieron flotar una enorme bola de fuego para iluminar el valle. El
laberinto circular se estrechaba en todo el interior de la colina. A pesar del
techo abierto, el centro estaba cerrado por algún tipo de vegetación densa.
Di un paso más cerca del borde y me tambaleé.
Vane me atrapó.
—Cuidado.
Matt encendió una bola de fuego a mi lado. Iluminó un camino estrecho
que llevaba hacia abajo. El camino iba en espirales, tan angosto y largo
como el de Fira, pero esta vez no había burros para llevarnos.
Grey gruñó.
—Va a tomarnos días descifrar esto.
—No. —Matt movió una mano en el aire.
Un destello azul coloreó el aire. La luz se convirtió en una imagen, una
réplica del laberinto. Todos la miramos de cerca y la comparamos al real.
—Es idéntico —aseguró Matt.
Blake se aclaró la garganta.
—¿Quizá yo pueda darle otra revisada? —Murmuró una orden mágica.
Una brisa silbó en mis oídos. El color amarillo cubrió al azul. Encajaban
perfectamente.
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Matt frunció el ceño ante Blake.
—¿Ves?
A mi lado, los labios de Vane se torcieron con una sonrisa reprimida. Le di
un codazo. Los ojos de Matt se entrecerraron en nuestra dirección.
―Estoy bien ―murmuró Matt. Agitó una mano y una línea amarilla enfiló
un camino a través del laberinto hasta el centro—. Necesito a alguien que
sostenga el mapa.
Abrí la boca.
Matt alzó una ceja.
—Alguien que no le importe estar sin camisa.
Cerré mi boca.
Vane se inclinó hasta mi oído y me dijo lo bastante alto como para que
Matt escuchara—: Serías mi primera opción.
Matt se puso rígido. A pesar de saber que Vane dijo las palabras para
provocar a Matt, su voz ronca todavía me hacía tener un escalofrío en la
espalda. Hubo un profundo filo en su tono de voz del que no podía estar
segura. En realidad, yo quería verlo sin camisa, aunque no por algún tipo
de razón placentera.
Grey se deshizo de su toga.
—Está bien, haz lo que tienes que hacer.
—Voltéate. —Matt sacudió su mano hacia la imagen y ésta voló hacia la
espalda de Grey. La luz azul se hundió bajo su piel y un tatuaje del
laberinto se impregno en la superficie lisa por sí mismo. Matt comenzó a
bajar los escalones y Grey le seguía de cerca.
Vane miró hacia el valle con el tridente en la mano.
―¿Qué estás pensando? ―le pregunté.
―¿Recuerdas la historia del Minotauro? Debes pelear con el monstruo para
encontrar lo que sea que está atrapado adentro.
—¿Crees que el Minotauro está en el centro? —dije.
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Una sonrisa agridulce tiró de su boca.
—Sí, pero yo no tengo ningún problema con los monstruos. Pueden ser
asesinados. Es lo “demás” lo que me preocupa.
***
Caminamos durante las próximas horas. Miré la espalda de Grey.
Quinientos cincuenta pasos hacia abajo desde el acantilado, entramos en
el laberinto. La entrada se había hecho en un arco de tres losas de piedra
gigantes, la cual Blake me hizo recordar que se llamaba trilithon. Matt nos
llevó caminando por lo menos una cuarta parte de nuestro recorrido a
través del laberinto antes de que lo persuadiéramos de detenerse en un
claro circular.
Los dos magos restantes, bajo la dirección de Blake, encendieron
antorchas alrededor del claro. Para mi sorpresa, Vane sacó un paquete de
ración de alimentos de su bolsillo. Mirando el traje de falda de sirena de
piel que llevaba, no podía ver dónde había conseguido meter el paquete.
Cuando le pregunté, él comenzó a explicar acerca de los hechizos y los
desplazamientos de la materia y me puso a bostezar en menos de un
minuto. Todos comimos juntos en el centro del claro. Él no tenía ningún
saco de dormir en los bolsillos, así que construyeron plataformas
improvisadas de hojas enormes del laberinto.
El claro contenía altos setos que delimitaban áreas privadas. Gia y yo
cogimos uno. Los magos guardianes, Matt y Blake tomaron otro. Tres
gárgolas y Grey ocupaban otro más. Se habían acostumbrado los unos a
los otros después de pasar juntos tanto tiempo en las mazmorras. Vane se
fue por sí mismo a una zona aislada en los alrededores del claro.
Junté mis hojas designadas y comencé a caminar hacia Gia y mi área
cuando Blake se acercó a mí con dos antorchas.
Me entregó una.
—¿Estás segura de esto?
Levanté una ceja.
—Suenas nervioso. ¿Puedes hacerlo?
Las mejillas de Blake se hincharon de indignación.
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—No estoy seguro de que sea una buena idea. Sólo tendrás unos tres
minutos. Mi magia no es tan poderosa.
—Será tiempo suficiente —dije.
—Bien, pero me tomará un tiempo —respondió Blake tristemente. Tomó
dos hojas y las arrastró hasta el área de los magos.
Levanté mis hojas y las deslicé detrás de un seto cercano. Gia ya estaba
dormida en su jergón. Levanté la antorcha usando dos rocas que se
encontraban en el suelo. Traté de permanecer sentada. El tiempo pasaba
lentamente en el laberinto oscuro. Ni una sola estrella apareció en lo alto.
Por supuesto, estábamos en el interior de una colina gigante. Me acosté.
Me dije que cerraría los ojos sólo por un momento.
***
―¿Por qué me llamaste aquí, Vane? —dije, bajándome de mi caballo. Le di
unas palmaditas al impresionante animal. Descendiente de uno de los
mejores sementales de Arturo, se movía con una agilidad magnífica.
—Merlín. —Vane bajó de un salto del semental negro que montaba. Se
volvió hacia mí. Una gran cantidad de sarcasmo plagaba su declaración—.
Qué bueno verte, hermano.
Vane lucía un manto negro a juego con la capucha. Debajo, llevaba el
atuendo de un campesino: Pantalones simples y una túnica de color gris.
Ya no llevaba los colores rojo y blanco de Camelot. Ni cota de malla, nada
que lo identificara como un caballero.
—¿Los rumores son verdad, Merlín? ¿La encontraste? ―preguntó él.
Miré la cueva detrás de Vane. Su pequeña entrada escondía la caverna
gigantesca que sabía estaba dentro.
Vane siguió mi mirada.
—¿Está la dama allí?
—Vane —suspiré cuando, como de costumbre, no me hizo caso y corrió
hacia la cueva. Lo seguí. La cueva se asentaba en el valle entre dos
afloramientos de roca de gran tamaño. Me metí dentro de la abertura,
donde la humedad saturaba el aire. La tenue luz brotaba de la abertura en
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la boca de la cueva. Vane rodeo un pasillo con abertura pequeña que
conducía a una cámara más grande.
Fui detrás de él.
Vane encendió una pequeña bola de fuego. La luz dio algo de relieve al
lúgubre lugar. Un estanque pequeño se ubicaba en un extremo de la
cámara. Me acerqué a la orilla. Sus profundidades oscuras estaban llenas
de fragmentos de restos de otro mundo. Me recordó a una tumba.
―No es como el Lago.
Vane se acercó al estanque. Se arrodilló y miró el agua. Buscó durante
varios minutos. Hice una mueca cuando él murmuró un hechizo. El
hechizo onduló a través de la superficie del agua y rebotó en él. La fuerza
de ello nos envió hacia atrás como una fuerte bofetada.
—Para —dije—. Es el agua del Lago, pero ella se ha ido.
Vane se dio la vuelta para mirarme.
—¿Cómo llegó esta porción de agua hasta aquí? ¿Qué dijo tu visión?
—Yo simplemente vi la cueva... Nada más.
Vane me miró con ojos entrecerrados durante un largo minuto. Siempre
envidió mis visiones. Poco sabía de la maldición que realmente eran. Tener
siempre un ojo en el futuro, con poco poder para cambiarlo. Miré a Vane y
volví a intentar razonar con él, a pesar de saber que lo que diría caería en
oídos sordos. El destino del reino descansaba en nuestras manos.
—Ella no vendrá a nosotros otra vez. Lo sabes. Sabes que estamos solos.
Tenemos que aceptar eso. Camelot es por lo que estamos aquí. Nuestros
amigos. Nuestra familia…
Me miró bruscamente.
—No mi familia.
―Siempre has estado incluido. Vuelve conmigo. Habla con Arturo. No has
sido el mismo desde que peleaste con Pellam… —Se volvió más frío,
incluso más apartado. Ya había terminado con Guinevere. Por mucho que
no estuviera de acuerdo con esa relación, él se ponía peor sin nada que le
apoyara.
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―Estoy cansado de pelear por un reino que no peleará por mí. —Vane
observó el agua por un largo momento. Finalmente, le dio una patada a
una roca hacia el estanque con disgusto.
—¿Por qué ella se molesta con nosotros en primer lugar, si todo lo que
pensaba hacer era abandonarnos?
—No estás abandonado, Vane.
—¿A sí? ¿De qué lado estás, hermano? ¿Del mío o del de Camelot?
Mis ojos se entrecerraron.
―¿Es cierto que tú y Mordred están conspirando para marchar sobre
Camelot?
Vane se irguió.
—¿Dónde has oído eso?
Lo miré fijamente.
—Guinevere.
Los labios de Vane se curvaron en una mueca de desprecio.
—Ya veo. ¡Qué fuente tan confiable!
Mis dedos se apretaron. Luché para controlarme. Apreté la oleada de
magia que estalló en busca de sangre. Le espeté—: ¿Es verdad?
—¿Y qué si lo es?
—¡Sería traición! Arturo es tu rey —dije acaloradamente—. Él es el padre
de Mordred. ¿Cómo puedes animar a un hijo a luchar contra su padre?
—Arthur es un ordinario, no un mago. No debería ser el rey de los magos.
—Sí, ¡él debería serlo! El Consejo lo ha elegido a él.
Vane me miró sin emoción.
—Es lo tú que elijes, hermano. Si todos los magos estuvieron de acuerdo,
entonces no tendría a nadie marchando por mí. —Flexionó una mano
enguantada—. Y créeme, ellos marchan por mí. Mordred es una
conveniencia. Tengo tanto derecho de cargar con Arthur como él...
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Bookzinga
—No tienes derecho —grité prácticamente—. Terminé de protegerte, Vane.
Si tomas ese camino, no estaremos nunca más del mismo lado.
—Parece que nunca lo estuvimos —espetó Vane de vuelta—. Trato de
salvar a nuestro pueblo. Busco liberarnos de la tiranía en que Arthur se ha
convertido. ¿Cómo no te das cuenta de que te has convertido en su
mascota asistente?
―¿Por qué todavía suena como si estuvieras celoso?
Los ojos de Vane brillaron.
—¿De ti? Difícilmente. La Dama te puede favorecer, pero al menos yo estoy
a cargo de mi propio destino. —Levantó su mano en postura de duelo. No
sé quién estaba más sorprendido, si él mismo o yo, cuando el primer
hechizo voló.
Salí de su trayectoria. Sin embargo, apenas lo esquivé, su fuerza me envió
tambaleándome al estanque. Una ráfaga de energía silbó en torno a la
cueva. Se formaron lúgubres ondulaciones en el agua del lago. Me pareció
oír murmullos bajo las olas.
—Vane, para. Este no es un buen lugar para una pelea.
—Por el contrario, este es el único lugar. Has elegido tu lado y no es el mío.
Éste es el único camino que queda. —Vane levantó la mano de nuevo y
supe que iba a atacar de nuevo—. De una vez por todas, ¡decidámoslo!
Vamos a ver si realmente eres el mago más grande del mundo.
Inconscientemente, me vi levantar la mano para lanzar mi propia
maldición como respuesta. Debajo de mí, el agua del lago se agitó.
***
Blake me despertó. Me erguí bruscamente y lo golpeé en la barbilla.
—Ya está hecho, Ryan —me dijo—. Tienes menos de tres minutos.
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Bookzinga
Capítulo 18
Traducido por ateh y ƸӜƷYossƸӜƷ
Corregido por Xhessii
e sacudí los vestigios del recuerdo de Matt. No tenía
tiempo para fijarme en eso en este momento. Tomando a
Excalibur, me escabullí a través del claro y alrededor de
un alto seto hasta el lugar donde dormía Vane. Pelé la fronda que cubría la
mayor parte de él y me arrodillé a su lado. Detrás de mí, rocas calientes
calentaban el aire frío. Luz roja de sus brasas bailaba alrededor del rostro
dormido de Vane.
Solté a Excalibur y rápidamente desabroché el broche de oro que ataba la
parte superior de la túnica de Vane. Se había quitado la armadura. La
empujé de sus hombros. Me di cuenta que había metido a medias el
tridente bajo su cuerpo. La visión de este cómodamente contra su espalda
me hizo fruncir el ceño.
Traté de empujar la túnica hacia arriba de su cintura, pero su espalda se
mantenía firmemente en su lugar. Trate de tirar por debajo del cuello, pero
sus hombros también se mantuvieron en su lugar. Me estaba quedando
sin tiempo. Me giré para agarrar a Excalibur y volví hacia Vane. Me incliné
sobre su pecho con la espada en la mano.
Agarró mi muñeca del brazo que sostenía la espada. Sus ojos se abrieron
de golpe.
M
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Bookzinga
—Sólo tengo una camisa. Realmente odiaría tener que destrozarla.
Me preparé, colocando mi mano libre sobre sus costillas dado que tomó mi
mano de la espada en medio del aire.
—¿Cómo sabes que no estoy aquí para destrozarte a ti?
—No eres del tipo de atacar a un hombre incapacitado. —Puso presión
sobre mi muñeca.
Solté a Excalibur.
—Se supone que estarías dormido.
Una sonrisa arrogante curvó sus labios.
—Emerson necesita trabajar más duro en sus hechizos.
Me senté sobre los talones con el ceño fruncido.
—¿Has estado despierto todo el tiempo? ¿Por qué me dejaste meterte
mano?
—Voy a considerar eso como una pregunta retórica. —Se levantó sobre un
codo. Alisados mechones cayeron sobre su frente. Las hebras brillaban con
la luz roja emitida por el fuego. El verde destelló en sus ojos—. ¿Por qué
estás aquí?
Era hora de dejar de esconderse. De él. De lo que estaba pasando.
—Quiero ver tu pecho.
Por un momento, los ojos de tigre me miraron en la oscuridad. Luego,
dientes blancos destellaron.
—Estaría feliz de hacerlo, pero tengo el presentimiento de que no voy a
recibir lo que espero a cambio.
Por suerte estaba oscuro, así no podía verme sonrojar.
—Uhm, no es por lo que vine aquí. Quiero ver tu cicatriz.
—Qué decepcionante, pero tal vez puedo hacerte cambiar de opinión. —Me
tomó por la cintura y tiró de mí encima de él. Vane se acostó sobre su
espalda. Me senté a horcajadas, apoyando mis dos manos sobre su pecho.
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Bookzinga
Mis muslos abrazaban sus caderas. Bajo su túnica sentí el áspero
bosquejo de la cicatriz. La froté con mi mano.
—No tientes antes de estar lista para jugar. —Vane agarró mi mano y la
llevó a sus labios. Presionó un beso en mi palma.
Mi respiración se enganchó en respuesta.
Me dirigió una mirada.
—¿Qué tanto quieres quitarme la camisa?
—¿Qué quieres?
—Quítate el amuleto.
Mis manos fueron a mi cuello. Toqué la caliente piedra preciosa una vez
antes de llegar atrás para desabrocharlo. Salió fácilmente. Por extraño que
parezca, quitarme el amuleto me hizo sentir más desnuda que si me
hubiera quitado la ropa.
Lo coloqué cuidadosamente junto a Excalibur.
La mano de Vane trazó el cuello de mi túnica. Un dedo se deslizó a lo largo
de mi clavícula. Calmaba los moretones. Una extraña y desesperada
mirada penetró en sus ojos. Tenía un borde desolado, la misma desolación
que había visto después de haberle dado mi mano para ayudar a Matt.
—¿Dejarás que los sane? —preguntó.
Susurré—: Sí.
Apretó sus dedos en mi cuello. Un frío bálsamo se envolvió a mí alrededor,
un suave lazo. Luego, se había ido. Me estremecí.
Las fosas nasales de Vane se dilataron.
—Ahora, quítate la túnica.
Dudé.
—Has tu elección. ¿Quieres ver la cicatriz o no?
Me agaché y agarré los bordes de mi vaporosa túnica. Tiré de ella sobre mi
cabeza, dejándome usando un bikini dorado. Me haló hacía adelante a sus
hombros. Se inclinó y dio un beso a mi vientre desnudo. Jadeé.
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Bookzinga
Su lengua lamió mi ombligo lentamente, sin prisa… Un juego previo con la
promesa de un mayor placer por venir. Fue así por un momento
interminable, hasta que cada nervio que poseía ronroneó. Cuando
finalmente levantó la cabeza, tuve que tirar el aliento de nuevo a mis
pulmones, por no mencionar los pensamientos de vuelta a mi cabeza. Me
deslicé sobre él, muy consciente de sus piernas desnudas mostrándose
más allá del borde de su uniforme.
—Vane, tu turno.
Vane se enderezó para que pudiéramos sentarnos en frente del otro. Me
senté en su regazo. Su mano se deslizó por mi espalda desnuda, trazando
mi columna vertebral. Su dedo encontró el borde del bikini. Trazó la orilla,
cruzando por mis costillas, rozando la parte inferior de uno de mis pechos,
hasta detenerse en el broche de oro que mantenía unida la minúscula
pieza de tela.
—Elige. Yo o yo.
Mi cuerpo se puso caliente y luego fría. Sabía lo que estaba pidiendo.
Habíamos estado bailando alrededor de esto por meses. Todo dentro de mí
añoraba decir que sí… A cualquier cosa… A todo, pero también quería
más. Mucho más. Coloqué mis manos a cada lado de su rostro. Palmas
calientes contra heladas mejillas.
—Eso no es una elección.
—Lo era. —Con una expresión indescifrable, dejó caer su mano del
broche—. Tengo mi respuesta.
Se quitó la túnica.
La luz del fuego bailaba a través de su pecho desnudo. Mis ojos fueron
inmediatamente a la arrugada cicatriz justo encima de su pecho. Ya no
lucía descolorida. Venas verdes se entrecruzaban sobre ella. Las venas
irradiaban de la cicatriz y se extendían por la mayor parte del pecho de
Vane.
Mi estómago se retorció. Matt había tenido razón. Debí haber enfrentado a
Vane hace mucho. Toqué la cicatriz con la punta de los dedos.
—¿Qué te está pasando?
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—No sé. Desde que Lelex trató de convertirme, es como si algo se despertó
adentro.
—¿Lelex? —Miré al metal que seguía escondido debajo de él. Sin pensarlo,
cogí a Excalibur—. ¿O el tridente?
Vane cogió mi mano y la puso completamente contra su pecho. Excalibur
se calentó. Vi una oscuridad sin fin. Peor que el limbo en que había estado
antes, este abismo no tenía ni un vestigio de luz. Un sonido llamó mi
atención y me tiró hacia la oscuridad del laberinto. En su profundidad,
escuché la risa del Minotauro. Parpadeé, trayéndome de nuevo a la
realidad. Vane se tambaleaba en el borde y yo lo sabía.
—Tenemos que decirle a Matt.
—No. —Los ojos de Vane quemaban con fuego verde—. Sea lo que sea, no
le pertenece a Merlín.
—Vane, sea lo que sea, no es bueno —dije—. Matt puede ayudar.
—No, esto me ha elegido a mí.
Fruncí el ceño.
—En verdad no puedes querer esto.
—Me hace más fuerte. Siento mi poder fortalecerse. —Vane sujetó mis
hombros—. Pronto podré alejarte de su alcance.
Apoyé las dos manos contra su pecho.
—No necesitas alejarme. No necesitas ser más fuerte. Eres lo
suficientemente fuerte.
—Entonces, dime que me quieres. Házmelo creer.
Estaba sentada en su regazo. ¿De verdad pensaba que no lo quería?
Fruncí el ceño.
—No entiendo.
Vulnerabilidad brilló en sus hambrientos iris avellana.
—Prométeme que no le vas a decir a Merlín sobre la cicatriz y te creeré.
Elígeme.
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Mi aliento se atoró en mi garganta. Era la segunda vez que lo había pedido.
Elegirlo. No era sólo una pregunta. Era una petición para un compromiso.
Quería llorar. No podía.
La cicatriz, las venas verdes, una red de oscuridad cruzando por su pecho
estrangulando su corazón mientras se extendía hacia el ombligo, cavando
profundo en él. Sin importar lo que él dijera, no podía ignorar la verdad en
frente de mí. Irónicamente, tal como había sanado los moretones de mi
cuello, ahora verdaderamente sentía su picadura. Ahora sabía lo que
significaban. A pesar de lo que él pensaba, las sirenas lo tenían sujeto, no
a la inversa. No podía elegirlo.
Vane leyó la respuesta en mi rostro. Tenía la cabeza gacha.
Me deslicé fuera de su regazo. Me senté en el suelo, enfrentándolo.
Nuestras rodillas se tocaban. Mis dedos se enredaron en el cabello suave y
oscuro.
—Vane, no hagas esto. Déjame ayudar…
—No. —Subió la cabeza. Sus ojos destellaron verdes de nuevo. El tigre
rugió—. Lo patético de eso es… Siempre supe tu respuesta. Sólo esperaba
estar equivocado.
Se movió en una posición agachado y recogió el tridente. También me moví
rápidamente. Recogí a Excalibur y clavé el tridente en el suelo.
—No —dije.
Se rió.
—Cuando tomas una decisión, en serio la tomas.
—Deja ir el tridente, Vane. Te está envenenando —dije sin alterarme.
Su mano se cerró sobre el bastón de metal.
—¿Crees que puedes ganarme?
—Sabes que puedo. Has pasado el mes anterior asegurándote de que
estuviera bien entrenada.
Vane soltó el tridente.
Lo sujeté con mi mano libre y me atacó con magia.
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No tuve tiempo de levantar a Excalibur para bloquearlo y sin el amuleto
para protegerme, el hechizo funcionó instantáneamente. Me congelé en un
incómodo ángulo. Mis ojos permanecieron abiertos. No podía moverme. Me
había disparado con un hechizo paralizante. Vane me acomodó por lo que
me recosté de espaldas, aunque todavía en forma de pretzel.
Sus dedos llevaron hacia atrás el cabello que caía por mi rostro.
—Caza al hechicero si te atreves, Dorothy. Es tiempo de mirar detrás de la
cortina.
Arrancó el tridente de mis dedos y se levantó. Luego, mi novio caminó
hacia la oscuridad del laberinto.
***
Blake me encontró. Incapaz de romper el hechizo de Vane, corrió para
traer a Matt. La magia de Matt se mantuvo bastante débil, así que se
necesitó combinar la suya con la de otros hechiceros para finalmente
liberarme. Toda la conmoción había despertado a Grey y las gárgolas.
—¿Qué estabas pensando? —Matt caminaba de un lado a otro delante de
una larga cerca y me gritó —. ¿Por qué no me dijiste sobre tus sospechas?
¿Por qué te quitaste el amuleto?
—¡No sé! —Froté los rígidos músculos de mis brazos. Se estremecieron
dolorosamente por la falta de un adecuado flujo sanguíneo. Estaba fría y
Vane me había dejado usando únicamente el bikini. Había conseguido
varias miradas especulativas por el estado de mi desnudez. La expresión
de Matt me recordó a la de alguien que había comido un limón agrio.
Pisoteó y me miró.
—¿No sabías acerca de la cicatriz? ¿El tridente? ¿Exactamente acerca de
qué no sabías?
—No sabía que se iba a escapar. No sabía que iba a pedirme… No importa.
—No le iba a decir a Matt acerca de que había rechazado el sexo… Y más…
Algo infinitamente más frágil. Mis entrañas se batieron con culpa
inesperada. Había estado en lo correcto, pero no se sentía así. Por lo tanto
me levanté y le grité a Matt en su lugar—. ¿Por qué no sabías tú? Eres su
hermano. Eres el mago todopoderoso.
Sus fosas nasales se dilataron.
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Bookzinga
—No puedo saberlo todo y a duras penas soy todopoderoso en este
momento.
—Eso es obvio —repliqué.
Los ojos de Matt destellaron momentáneamente con dolor. Me mordí el
labio para evitar que gritara. Estaba en una racha. ¿A quién quería patear
en los dientes después?
—¿Qué crees que está haciendo? —preguntó Blake.
Él y los otros se habían reunido alrededor del fuego. Nos habían estado
observando sin decir ni una palabra hasta ahora
—Va al centro del laberinto —dije—. Hay algo aquí. Nos está llamando a
ambos.
—¿El Minotauro? —dijo Matt.
—Creo que lo veo por Excalibur, mientras que el tridente está llevando a
Vane. —Miré fijamente la apertura del laberinto—. Está en el centro. Debe
estarlo.
—Entonces, es allí donde debemos ir. Recojan. Saldremos en unos
minutos. Con un poco de suerte, vamos a llegar al centro antes que Vane.
—Matt miró a Grey—. Él no tiene un mapa.
Grey levantó la vista del fuego.
—No estoy seguro de que lo necesite. Me di cuenta cuando entramos aquí,
él parecía saber el camino antes de que lo escogieras en el mapa.
Matt alzó las manos.
—Y, ¿no se te ocurrió mencionar esto antes?
—Yo no sabía que él iba a hacer una locura tipo Tarzán con nosotros —
replicó Grey.
—Viniendo de quien se está convirtiendo en una gárgola —dijo Blake.
Grey gruñó.
—Cállate, Emerson.
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Bookzinga
Colin dijo—: ¿Deberíamos tomar un camino diferente al que has trazado ya
que él ya lo ha visto? Me di cuenta de que has marcado el camino más
corto, pero hay varias formas de llegar a él.
Matt dijo—: No, no vamos a perder el foco. Lo que sea que esté en el centro
es más importante.
Me agaché y recogí mi amuleto.
Lo puse de regreso alrededor de mi cuello. El albatros colgado en mí otra
vez.
—¿Te escuchas? Y te preguntas por qué no te dije acerca de Vane.
Matt apretó los dientes.
—Estoy haciendo lo que es mejor para todos. No sólo para una persona.
Lo miré. Tal vez ese era el problema.
Un susurro sonaba desde más allá del cerco. Todas las cabezas se giraron
bruscamente a mirar el lugar. Gia dobló la esquina y entró en la zona
oculta. Frunció el ceño ante nosotros.
—¿Qué está pasando? ¿Por qué todos parecen tan deprimidos? —Su
mirada se concentró en mí.
Lo que había leído en mi expresión la hizo poner una mano en la boca.
—¿Alguien murió?
Blake dejó escapar una risa que rayaba en la histeria.
—Es mucho peor que eso.
Me estremecí.
***
Mis piernas iban a derrumbarse. La cabeza me dolía más, con resaca de la
falta de sueño. Habíamos dejado el claro sin demora. Bostecé por enésima
vez. Me obligué a subir otro camino rocoso en el interior de las paredes
negras del laberinto. Nada se extendía ante nosotros. Nada caía detrás de
nosotros. Veíamos sólo dentro de las burbujas de luz que unas pocas,
pequeñas bolas de fuego flotantes nos ofrecían.
My Merlin Awakening Priya Ardis
Bookzinga
Nos movimos a lo largo, lo que quedaba del grupo: Matt, Blake, Gia, Grey,
Colin, dos gárgolas y dos magos. Los últimos vestigios de la banda que
originalmente salió del barco. Después de un poco más de dos semanas en
la Isla sirena, nuestros números eran bajos.
Matt nos conducía, pero Vane mantuvo una presencia tangible en el
grupo. En un momento estaba tan cansada, me sorprendí a mí misma de
pie en un lugar fijo, pero todavía me sentía como si estuviera en
movimiento.
Yo no era la única a la que le sucedía.
Matt nos hizo tomarnos las manos después de eso.
Gia tomó la mía fuertemente. Blake tomó la de ella. Grey y las gárgolas,
sin embargo, se rehusaron, al igual que los dos magos guardianes.
Tan pronto como nos acercamos al centro, la adrenalina comenzó a
bombear dentro de mí. Los otros se animaron también. El pasadizo
terminaba en una abertura grande. Otro conjunto de columnas rematadas
por una losa triangular de piedra enmarcaban la salida. Un brillo de luz
verde resplandeció más allá de ella.
Antes de llegar a la salida, Blake se detuvo repentinamente frente a mí.
—Esperen. ¿No deberíamos tener un plan? Vane puede matarnos con sus
propias manos.
—Él no hará eso. —Hice una pausa—. Creo.
—No tenemos opción.
Matt acechaba por delante de nosotros y por medio de columnas.
Yo era la siguiente. El centro del laberinto podría haber sido parte del
Partenón. En la cima de una pequeña colina había un templo griego con
columnas dóricas perfectamente simétricas. Un dintel triangular adornaba
la parte superior del edificio. A diferencia del Partenón, el templo estaba en
perfectas condiciones.
—Mira. —Matt señaló hacia la cima. Intrincados grabados en el mármol
mostraban diferentes dioses Olímpicos—. Ellos parecen estar en orden.
Zeus está en el centro con Poseidón, y Hades a su lado.
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—No entiendo. ¿Por qué los dioses estarían aquí? —dije—. Pensé que
estábamos buscando a los Guías. A la Dama.
—La Dama fue una de los griegos. Se les llama dioses por una razón.
—Mira en la parte superior del triángulo —dijo Blake—. El Tridente de
Poseidón se acerca al punto central. Dentro de la puntas del tridente, un
ojo y la luna creciente.
—¿Por qué estamos aquí parados? —dijo Gia—. ¿No venimos a esta
pesadilla para ver lo que hay dentro?
Espadas en mano, nos fuimos a la colina. Una breve serie de escalones de
mármol nos condujo a una galería con columnas. Una puerta más
pequeña estaba dentro. Matt instruyó a dos de las gárgolas y a los dos
asistentes, montar guardia en las columnas. Mientras tanto, Grey, Blake,
Colin y yo fuimos por la puerta. Blake elevó una bola de fuego para
iluminar el camino. Matt llegó en último lugar.
Antorchas colgaban en otro conjunto rectangular de columnas que
sostenían el techo interior.
—Agni —ordenó Matt.
Una ráfaga de viento sopló a nuestro alrededor y las antorchas cobraron
vida. Cuatro estatuas formaban un cuadrado en el centro. Reconocí a
Poseidón con el tridente y la caracola, y conocía a Zeus por su rayo. Hades
era la tercera estatua. La última estatua en la esquina frontal era una
mujer con una corona en la cabeza. No la reconocí.
—Las puertas rojas. —Blake señaló detrás de las estatuas. Otro conjunto
de puertas de color rojo como la de la caverna y la sala de Lelex quedó
enmarcada contra la pared detrás de las estatuas. La puerta se destacaba.
El resto del templo tenía la arquitectura griega clásica, excepto esa.
Parecía un estilo inglés antiguo.
—No hay un toro de oro en la puerta —dije.
—Esto supone que no sabemos cómo abrirlo —dijo Blake.
—Entonces, sólo hay una manera de entrar o salir. —Colin inclinó la
cabeza hacia la puerta que entramos. Las paredes a nuestro alrededor
eran sólidas. No había otras ventanas o aberturas.
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Bookzinga
Me acerqué a las estatuas. Dentro de la plaza, el suelo reveló otro pozo. A
diferencia de la fosa de Aegae, esta tenía sólo un nivel de profundidad y no
podría haber sido de más de veinte metros de diámetro.
—Veo al toro. —Señalé a los demás la parte inferior de la fosa. Un
Minotauro había sido pintado en rojo en el mármol. Una máscara de oro
había sido puesta sobre su cara. Dos esmeraldas brillaban en los zócalos
de sus ojos—. Es el Minotauro. Al igual que en la corona de Lelex —dije.
—Espera, veo algo. —Blake saltó en el hoyo.
—¡Blake! —exclamó Gia. Miró hacia ella a través de un par de gafas
abolladas—. No te mueras —terminó sin convicción.
Una sonrisa de satisfacción iluminó su rostro delgado.
—No pienso hacerlo.
Gia le devolvió la sonrisa.
Sonreí, mi corazón se alivió un poco al ver su felicidad.
Por favor, murmuró Matt dentro de mi cabeza.
Avaro, le dije.
—Hay un círculo de columnas adosadas a las paredes —dijo Blake—. ¿Qué
crees que significa eso?
—Nada bueno —dije.
—Un escenario ceremonial —respondió Matt
A mi lado, Gia asintió. Grey y Colin saltaron a la fosa. Matt los siguió.
Gia y yo nos miramos entre sí.
Matt se arrodilló junto a la cabeza de oro del Minotauro. Levantó la vista
hacia mí.
—Tiene que ser un candado y para desbloquearlo…
—Se necesita la sangre del Portador de la Espada. —Vino una voz desde
las sombras.
—Y el tridente.
My Merlin Awakening Priya Ardis
Bookzinga
Gia y yo saltamos. Más rápido de lo que pudiera parpadear, Vane salió de
las sombras cerca de la puerta y agarró Gia.
—¡Gia! —exclamó Blake. Escaló hasta las columnas, fuera del pozo.
Vane tenía una espada en la garganta de Gia.
—Tírala.
Los ojos de Gia brillaron.
—Haz lo que dice —le dije.
Gia encontró mis ojos y dejó caer la espada.
—Buena chica. —Vane pateó la espada a un lado.
Matt, Grey y Colin salieron a gatas del hoyo. Matt dijo—: Déjala ir. Estás
en inferioridad numérica.
—Gárgolas —gritó Colin en la puerta.
—Oh, están muy incapacitadas —dijo Vane.
La cara de Colin se puso roja.
—Bastardo. Las gárgolas lucharon a tu lado.
Vane se encogió de hombros.
—Por desgracia, ya no es así.
—¿Y los dos magos? —preguntó Matt.
Vane dio otro encogimiento de hombros.
—Me temo que no muy buenos con la espada.
—Vane, no tienes que hacer esto —dije.
Sus ojos se clavaron en los míos.
—Te di una opción.
—No vas a ganar, Vane, todavía te superamos en número —dijo Matt.
—No —dijo otra voz desde la puerta—. En realidad, les superamos en
número a ustedes.
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Bookzinga
Leonidas acechaba en su interior. Theras lo seguía de cerca. Los soldados
empujaron a las dos gárgolas y los dos magos por delante de ellos.
Theras observaba como Vane mantenía como rehén a Gia. Él comentó—:
Interesante.
—Pensé que te perdí en el laberinto.
Vane suspiró y bajó la espada, liberando a Gia.
—Adiós a ese plan.
—T…tú —farfulló Gia y le dio un duro codazo a Vane en el estómago.
—La corona nos mostró el camino —dijo Theras.
Mis ojos se fijaron en las dos gárgolas y los dos magos, todavía muy vivos.
Me giré hacia Vane.
—No los mataste.
Los labios de Vane formaron una sonrisa agridulce.
—Sin embargo, muy fácilmente creíste que sí.
—No tengo problemas en matar a ninguno de ustedes —comentó Leonidas.
Vane lo enfrentó.
—¿Supongo que no quieres que Aegae sobreviva la hora de la verdad?
Theras se quedó inmóvil.
—¿Qué?
Vane alzó el tridente.
—Vine a Aegae por una razón. Era mi destino venir aquí. Y las respuestas
a tu futuro y al mío están aquí. —Señaló con el tridente al pozo—.
Poseidón descansa aquí.
—Tu lengua es suave. Tus palabras como la miel, pero eres una serpiente.
No se puede confiar en ti —intervino Leonidas.
—¿No? Entonces, confía en ti mismo. —Vane señaló a la fosa de nuevo—.
Pon tu corona a prueba. Trata de abrir esa cerradura con ella.
My Merlin Awakening Priya Ardis
Bookzinga
Leonidas se burló.
—No hay nada allí.
—¿Miedo? —dije.
Leonidas se acercó a la fosa. Él levantó la corona. La esmeralda de la
corona resplandecía de verde. Las esmeraldas en la cabeza del toro de oro
también se encendieron en respuesta.
—¿Qué es esto? —dijo.
—La fuente de tu magia —respondió Matt—. Tu padre ha estado viniendo
aquí para recargar la corona de magia cada vez que sea necesario. Eso ya
lo vislumbré en su mente. La magia se carga con lo que se encuentra aquí.
Él no podía saber sus efectos. Creo que la exposición a esto ha convertido
a las sirenas en algo... Crueles.
Leonidas se quedó mirándolo.
—Hablas tonterías.
Theras se volvió hacia Vane.
—¿Cómo va a salvarnos del juicio final?
Una fría sonrisa se unió al escalofrío verde que brilló en los ojos de Vane.
Se giró para mirarme.
—Para responder a eso, voy a necesitar una doncella.
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Bookzinga
Capítulo 19
Traducido por Otravaga
Corregido por Xhessii
l Minotauro es una advertencia —dijo Matt—. Si
hay algo descansando aquí, puede no ser buena
idea despertarlo.
—¿Ya estás perdiendo tu coraje, Merlín? —se
burló Vane.
—Espero que se les haya ocurrido un plan para sacarnos de esta —les dije
a ellos.
Matt, Vane y yo nos quedamos parados dentro de la fosa. Leonidas y todos
los demás nos miraban desde arriba. Los soldados del Aegae contenían a
los demás a punta de espada. Grey no lucía del todo feliz por ser un
prisionero de nuevo. Ni tampoco yo. Me arrodillé en el piso, tomé a
Excalibur y corté mi antebrazo. Gotas de sangre gotearon sobre la cabeza
del toro. Se posaron en las cuencas llenas de esmeralda.
Vane me tendió el tridente. Lancé un disparo a la cabeza del toro. El toro
resplandeció. En medio del círculo de columnas, un anillo de luz verde
perfiló un círculo de piedra. La piedra se deslizó hacia arriba y se abrió un
agujero. El agua se desbordó del caño.
—E
My Merlin Awakening Priya Ardis
Bookzinga
Vane se estiró para alcanzar mi mano, pero Matt la agarró, alejándola de él
y sanó la herida. Salimos trepando de la fosa. Leonidas me quitó el
tridente. Todo el mundo observó el agua llenarla y la fosa rápidamente se
convirtió en un pequeño estanque. Luego, la luz se extinguió. El estanque
quedó en calma.
—¿Y ahora qué? —dijo Grey.
Matt se arrodilló hacia la fosa. Tocó el agua.
—Ésta es agua del Lago.
Vane también se arrodilló.
—¿Ella está aquí?
—¿Quién? —preguntó Leonidas.
—¿Dónde está la copa? —preguntó Colin.
Matt colocó la palma en el agua.
—La fosa debe ser la copa.
Grey fue al borde y tocó el agua con un dedo.
—Se siente como gelatina.
—¿Ella está aquí? —repitió Vane.
Matt volvió a mirarlo.
—No.
—Estás pasando algo por alto —dije.
La mano de Vane golpeó violentamente el suelo.
—Ella tiene que estar ahí, Merlín.
Vi una pequeña perturbación en el agua. Un ligero temblor, casi
imperceptible. Volteé hacia Matt.
—Di tu nombre.
—Merlín —dijo él. Una onda se disparó a través del agua.
Miré a Vane.
My Merlin Awakening Priya Ardis
Bookzinga
—Vivane —dijo él. La onda se volvió más grande. Bajo el agua, el
Minotauro resplandecía en color rojo. La luz atravesó el Lago y se proyectó
en el círculo de piedras que formaban las paredes de la fosa. Los anillos
comenzaron a brillar. La fosa se estremeció. Tentáculos de luz viajaron
hasta las estatuas.
La doncella solitaria se movió.
Detrás de mí, las sirenas se retiraron hacia la puerta con expresión de
miedo. Sólo Leonidas permaneció en su lugar.
La cabeza inclinada de la estatua se levantó. Los inexpresivos ojos de
piedra se abrieron.
—Mis hijos, he esperado un largo tiempo por su llegada.
***
—¿Dama? —dijo Vane conmocionado.
La estatua se echó a reír.
—No del todo, Vivane. Abandonamos tus tierras hace mucho tiempo atrás,
sin embargo, dejé este recuerdo para cuando el momento fuese
adecuado… Durante los días finales, cuando ustedes me encontrarían de
nuevo. Respondería sus preguntas, si se puede.
—¿Quién eres? —preguntó Matt.
—La mujer que te crió, Merlín, la que te puso en este camino. Tomé un
riesgo esperando que lograras llegar aquí. Sin embargo, siempre has sido
tan listo. Sabía que no me decepcionarías.
—¿Dónde es aquí? —preguntó Matt.
El rostro de piedra sonrió.
—Este es uno de mis anteriores hogares. He vivido aquí antes de que me
conocieras.
—No respondiste su primera pregunta —dijo Vane.
—Ah, Vivane, mi audaz. Estás en lo cierto. Soy una Guía, una guardiana
enviada a proteger el rebaño. Ustedes nos han llamado por muchos
nombres a lo largo de su tiempo, pero siempre hemos sido los mismos. Soy
una de las pocas enviadas a este mundo. En este lugar era llamada Rhea.
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—¿La madre de Poseidón? —dijo Vane—. ¿La madre de Zeus y de Hades?
—Todos somos Guías —dijo ella—. Hemos fomentado la vida en este
mundo. Lo ayudamos a crecer. Le dimos forma por un tiempo. Luego,
nuestro tiempo pasó. Ustedes ya no nos necesitan. Pero nosotros no los
dejamos solos. Sabíamos que llegaría el día en que todo lo que habíamos
construido sería puesto a prueba. En ese día, su mundo sería puesto a
prueba. Por lo tanto, elegimos a nuestros campeones.
—¿Campeones? —dijo Vane.
—Para salvar a su especie, por supuesto. El momento está muy cerca
ahora. —La Dama extendió la mano y me apuntó. A Excalibur—. Se han
ganado la primera llave. Han elegido a su primer Campeón. El segundo se
encuentra aquí.
—Lelex me dijo que el Agitador de la Tierra se encuentra aquí —dije.
La Dama asintió.
—El Agitador de la Tierra. El Destructor. Poseidón. Neptuno. Él ha sido
llamado todas esas cosas. Dejamos partes de nosotros, de él, atadas a este
mundo. Ahora, uno de ustedes debe alojar su gran poder. Uno de ustedes
debe esgrimirlo. Asumir el cargo del Agitador de la Tierra. Convertirse en el
próximo campeón durante los días finales. Convertirse en el Rey Pescador.
—¿Qué ofrece él? —preguntó Vane.
—El poder del Agitador de la Tierra hará invencible a su portador. Le
dimos un poco de su esencia a Bran de Pellam, sin embargo, él fue incapaz
de controlarlo. Eso minó sus fuerzas y casi lo volvió loco. Fue entonces que
me di cuenta que sólo un campeón lo haría. Con el Rey Pescador para
guiarlos, las personas de este mundo todavía pueden sobrevivir al Día del
Juicio Final.
—¿Qué es el Día del Juicio Final? —preguntó Matt—. Lo he intentado, pero
no puedo predecir ningún detalle. Es como si no pudiera enfocarlo.
La estatua frunció el ceño.
—Hubo demasiadas posibilidades de prever esto durante nuestro tiempo.
Sólo sabemos que es el fin de este mundo y de todos sus pueblos. Hemos
visto mucho esto. Sólo con el poder del Agitador de la Tierra, el Campeón
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tendrá la visión del resto. Te ha sido dado el don de la visión por un
motivo, Merlín…
—¿La visión? —Vane miró a Matt—. Así que eso es. Nunca antes lo
entendí. Tú lo elegiste para esto. Él es el Campeón.
La estatua parpadeó.
—¿Eso es una pregunta?
—¿Cuál es el precio por despertar al Agitador de la Tierra? —preguntó
Matt.
—El Agitador de la Tierra es parte del núcleo de este mundo. Se ha
convertido en parte de su fuerza vital. Sepáralo y el mundo se estremecerá.
—Los volcanes —concluyó Matt en tono grave.
Tsunamis, pensé.
Matt murmuró—: Mi visión. Causará una devastación masiva. ¿Cómo
pueden exigir semejante precio inaceptable?
La Dama de piedra nos miró tristemente.
—No fue nuestra intención ser maliciosos. Sólo buscamos salvar el
planeta. Era la única forma de mantener intacto el poder del Agitador de la
Tierra para ti a través de los siglos. Debes dar un paso atrás y ver el
conjunto. Aquellos que pierdas serán sólo un pequeño porcentaje. En el
día más largo del sol, en el Día del Juicio Final, el juicio de la humanidad
lo pondrá todo a prueba. Si no usas el poder del Agitador de la Tierra, no
salvarás a ninguno. Cada hombre. Cada mujer. Cada niño. Tu mundo no
será nada más que un recuerdo, algo imaginario flotando en el espacio sin
substancia alguna —suspiró la Dama de piedra—. Este mundo se enfrenta
a la aniquilación. La elección es tuya. Les hemos dejado nuestros dones.
Los tres son su mejor esperanza. Nosotros somos sólo Guías…
Una explosión se produjo detrás de nosotros. Un rayo de fuego pasó junto
a mí y se estrelló contra la estatua.
—¡Dama! —gritaron Matt y Vane a la vez.
Pero era demasiado tarde. La estatua se agrietó. La luz se retiró de la
piedra rota. El agua en la fosa bajó.
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Nos volteamos hacia el perpetrador.
—¿Gia? —dijo Blake con incredulidad.
Gia sostenía el tridente en su mano con una expresión tensa.
—Es una mentira. Son todas mentiras. ¿No pueden verlo? Hemos estado
en este agujero por siempre… Con estas sirenas barbáricas. —Ella les
escupió—. Nos están volviendo locos. “Los días finales”. “El Día del Juicio
Final”. ¿Qué clase de broma es esa? —Nos apuntó con el tridente—. Nadie
va a despertar nada.
—Gia. —Di un paso hacia ella.
—No lo hagas, Ryan. Te dispararé. Recuerda que yo era una Candidata. He
sido bien entrenada. —Las lágrimas goteaban de sus ojos y bajaban por
sus mejillas—. Sé que quieres hacer lo correcto, pero no es eso. Este lugar
es retorcido. Malvado. La visión de Merlín nos advirtió. No voy a quedarme
al margen y dejarlos desencadenar eso.
—Nadie está despertando nada —repitió Matt. Dio un paso hacia ella—. No
vamos a desencadenar nada.
Gia le disparó con el tridente y lo vinculó con un hechizo. Matt levantó un
débil escudo azul, pero lo atravesó. Él se desplomó.
—¡Matt! —dije con un grito.
Grey lo atrapó y lo bajó al piso. Vane le lanzó un hechizo a ella. Blake y los
dos hechiceros restantes también la golpearon con su magia. La magia de
Gia la rodeaba, haciendo un escudo. Sin embargo, sin un amuleto, no
pudo soportar el bombardeo cuando los hechiceros le atacaron de nuevo.
Ella dejó caer el tridente. Blake corrió a atraparla.
—Se desmayó —declaró él, acostándola suavemente.
—Bien —dijo Colin.
—Sólo estaba asustada —la defendí.
Mi amuleto se calentó y Matt se agitó en el piso. Se sentó lentamente. Sus
ojos fijos en la estatua rota.
—La Dama se ha ido.
—Entonces esa es nuestra forma de salir —refunfuñó Colin.
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Leonidas dio un paso al frente desde el suelo.
—Oíste lo que dijo la diosa. Debes despertar al Agitador de la Tierra. Él nos
salvará.
Matt negó con la cabeza.
—Absolutamente no. Sabemos que despertar al Agitador de la Tierra
causará una devastación masiva. Lo he previsto. No vamos a pagar con
sangre. No lo permitiré.
—Si un sacrificio es requerido, es lo que será pagado —dijo Theras. Él
asintió hacia Leonidas y marchó hacia adelante con su propia espada.
Theras declaró—: Si eres demasiado débil para soportarlo, hechicero, ya no
te necesitamos más.
Los otros dos hechiceros tendieron sus palmas hacia Theras. Uno dijo—:
Aléjate de él.
—Vas a tener que hacerme frente a mí también. —Me puse de pie para
hacer frente a Leonidas. La sangre se me subió a la cabeza. Me tambaleé,
repentinamente mareada.
Los ojos de Vane se entrecerraron, observándome detenidamente. Llevó el
tridente flotando hasta él.
—La magia de Merlín es débil. Él todavía está alimentándose de ti.
Mis dedos se apretaron en Excalibur.
—Vane, no puedes usar eso.
—Me temo que puede que no haya sido del todo veraz acerca de ese
pequeño detalle. —El tigre se agitó en sus ojos. Ellos mostraban dientes.
Me atacó con el tridente.
Reaccioné instintivamente levantando a Excalibur. El disparo de Vane
golpeó la espada y de algún modo, fue absorbido. Excalibur ardió en mi
mano. Una chispa de luz cargó a través del metal. Vane me disparó otra
vez.
—¡Ryan, suelta la espada ahora! —gritó Matt. Le lanzó una pequeña bola
de fuego azul a Vane. Vane la desvió fácilmente.
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No podía soltar a Excalibur. La empuñadura se había pegado a mi mano.
La espada se volvió pesada. Más pesada que si un millón de almas
presionaran hacia abajo. Caí de rodillas.
—Lo siento, Dorothy. Alguien debe hacer lo que se necesita. —Vane me
disparó con el tridente de nuevo. Este golpeó a Excalibur. La espada ardió
incluso más brillante, tomando la energía y acumulándola. Una batería
cargada, se derramó por todo mi cuerpo. Grité sin hacer ningún sonido.
Mis oídos palpitaban. Mis ojos ardían. Mi cuerpo había sido puesto en
llamas.
Vi a Grey, a Colin y a las gárgolas atacar a Vane. Leonidas gritó y las
sirenas rodearon a las gárgolas para defender a Vane. Matt, Blake y los
hechiceros enviaron una ola de magia a Excalibur, pero eso sólo sirvió
para hacer que la energía brotara de la espada, ardiendo con más fuerza.
Un arcoíris de luz me cubrió. Vane corrió hacia mí.
—Sabía que seríamos necesarios nosotros tres —me susurró al oído, antes
de que me lanzara a la acuosa fosa.
Nos sumergimos en sus profundidades, hundiéndonos rápidamente. Esta
vez, veía claramente a través del agua. Vane nos arrastró hacia el
Minotauro. Él empujó mis manos hacia abajo y Excalibur se hundió en el
vientre del Minotauro como un cuchillo a través de mantequilla.
Todavía no podía soltarla. La luz irradiaba hacia fuera desde la espada. El
círculo de columnas que rodeaba la fosa se agitó con vida. Comenzaron a
girar. Mis pulmones gritaban por aire. Luché por mantenerme consciente.
Los anillos giraron más rápido. Estaba en el medio de una centrifugadora.
La imagen del Minotauro se agrietó. El suelo se agrietó. Creí vislumbrar
lava por debajo de éste. Los anillos se detuvieron.
El agua del Lago retrocedió al interior de la grieta.
Desde el suelo, la cabeza dorada del Minotauro flotó hacia arriba. Colgaba
en el aire entre Vane y yo. Esperaba.
Era una máscara. Vane la tomó. Él hizo una mueca de dolor como si ésta
quemara. La máscara brilló verde en su mano.
Tiré de Excalibur con desesperada esperanza, pero me retuvo. Mis manos
permanecían pegadas a su empuñadura. Estaba atrapada. Paralizada.
—Vane, no —dije con la voz quebrada y ronca.
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Vane me tocó el rostro, con los ojos oscuros de hambre.
—Esto es por nosotros —susurró.
—No —dije de nuevo.
Él dejó caer la mano.
—Sí, Campeona. Es hora de apoderarme de mi destino.
Vane se puso la máscara del toro.
La tierra rugió y volvió a la vida.
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Capítulo 20
Traducido por Auroo_J
Corregido por Xhessii
ane cayó de rodillas. Su grito silencioso sonó en mi
cabeza.
Todo el edificio se sacudió. Las paredes tronaban
como si el mundo entero estuviese temblando.
El cuerpo de Vane brilló verde durante unos segundos. Traté de llegar a él,
pero no pude, porque Excalibur todavía me sostenía.
Se puso de pie y la sombra del Minotauro se puso de pie con él. Las
esmeraldas ya no llenaban las cuencas de la máscara. En cambio, los ojos
de Vane me devolvieron la mirada. Pero ya no eran sus ojos. Los iris ahora
brillaban verdes.
—Nos conocemos. ―Una nueva voz llenó mi cabeza, la voz de Vane, pero
diferente. Más profunda. Menos humana.
Mis ojos se abrieron. Lo había escuchado con claridad en mi cabeza. Él
había dominado el Bloqueo de Matt. Me quedé mirándolo, hipnotizada.
―Ryan ―dijo Matt desde arriba―. Sal.
Los ojos verdes del monstruo sonrieron.
―Quédate.
V
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Vane dio un paso hacia adelante. Su mano se cerró sobre mi antebrazo.
Mi mano todavía en Excalibur, me tiró de nuevo. Esta vez, se liberó. Pero
no tiré la espada al suelo. En cambio, mis dedos se cerraron sobre la
empuñadura. Un golpe y podría matar al Minotauro. Yo podría cortar a
través de Vane. Yo tenía esta única oportunidad.
Como si leyera mis pensamientos, el agarre de Vane se hizo aplastante.
Grité mientras mi hueso se fracturaba. Solté a Excalibur.
La fosa retumbó de nuevo. Un sumidero se formó en el lugar en donde
estaba Excalibur. La línea corría junto a una grieta en el suelo.
La grieta se ensanchó. Rojo fuego burbujeando debajo.
Empezó a tirar de mí. Las columnas que componían la circunferencia del
anillo comenzaron a derrumbarse hacia adentro. A mi lado, una columna
se estrelló con fuerza desde atrás.
La máscara se tambaleó sobre Vane. El verde en su iris retrocedió
—¿Vane? —pregunté yo.
―Ve —dijo en voz alta. Soltó mi mano.
Dudé.
El verde brilló en sus ojos. Él trató de obligarlo a retroceder, pero se
defendió. Vane se puso de rodillas, sujetando la máscara con las manos.
Las palabras irrumpieron en mi cabeza.
―Vete ahora que soy capaz de dejarte.
El manto del toro, una sombra, se levantó de la tierra y cayó como un
manto sobre los hombros. El instinto me dijo que corriera, pero me quedé
donde estaba. ¿Cómo iba a dejarlo?
―Ryan, vámonos. ―Matt me agarró del brazo por detrás. Me volví para
encontrarlo balanceándose en la columna caída
—V… Vane —grazné.
—Se ha ido ―dijo Matt con dureza.
En el suelo, la cabeza de Vane se irguió. Sus ojos brillaban verdes y
empezó a levantarse de sus rodillas.
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—¡Ahora! ―Matt me tiró lejos. Con Excalibur en mi mano, corrimos por la
columna caída. Matt me impulsó fuera del hoyo y le ayudé a levantarse a
pesar de mi brazo palpitante.
―Mira. ―Apunto a las puertas rojas.
―Se abrieron tan pronto como sacaste a Excalibur.
―¿A dónde nos llevan? ―Las puertas mostraban una niebla gris espesa y
nada más.
―No importa ―respondió―. Cualquier otro lugar es mejor.
Miré detrás de mí. Vane estaba junto a la columna en donde yo había
estado. Flotaba en el aire. Las sirenas miraban con asombro. Él se levantó
por encima de la fosa. Con el tridente en la mano y el casi cegador poder
que irradia de su cuerpo, declarándose a si mismo un dios.
―El rey pescador se levanta ―lloraba una sirena.
Vane flotó hacia ellas.
―Date prisa. ―Matt me llevó alrededor de la fosa. Grey, Blake, Colin y
todos los demás tomaron la señal. Serpentearon a través de las sirenas
arrodilladas y se dirigieron a la puerta. Blake llevaba a una inconsciente
Gia.
En el otro lado del foso, Vane aterrizó en el suelo con un ruido sordo. El
templo se sacudió bajo el impacto. Con un pequeño grito, una sirena se
dejó caer a sus rodillas. En una ola, las otras sirenas la siguieron.
Todos a excepción de Leónidas y Theras.
―Blake. ―Matt lo detuvo a él y a los otros dos magos. Tomó a Gia de los
brazos de Blake y se la entregó a Grey―. Las gárgolas pasarán primero.
Esta vez, vamos a cerrar las puertas una vez que crucemos.
Detrás de nosotros, en un cono de silencio sepulcral, vi a Theras y
Leonidas abrir la boca y dejar escapar un grito de guerra. Corrieron hacia
Vane. Vane cogió la espada de Theras con una mano y tiró de ella
arrebatándosela al anciano. Con la otra mano, dejó escapar una luz verde
de magia casi cegadora y Leonidas se congeló en su lugar.
La mano de Vane goteaba sangre donde se apoderó de la espada de Theras
y sin embargo, la lesión no le detuvo. Sin detenerse, hizo girar la espada
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en un movimiento suave hasta que sostuvo la empuñadura. Theras miró
boquiabierto. Vane hizo girar la espada hacia el viejo soldado, el último de
los defensores de Lelex. La cabeza de Theras cayó al suelo, separada de su
cuerpo.
Vane se volvió hacia Leonidas. Leonidas tropezó cuando se encontró de
pronto liberado del hechizo de congelación. Vane arqueó una ceja. Una
expresión resignada cayó sobre la cara del príncipe sirena. Leonidas se
arrodilló.
Vane torcido un dedo. La corona sobre la cabeza de Leonidas voló hacia él.
Vane se la coloco a sí mismo.
Y así, el reino sirena cambió de manos.
―Ryan, ¡es tiempo de irnos! ―Grey y las gárgolas se precipitaron a través
de las puertas.
La atención de Vane pasó a nosotros. Él ordenó―: ¡Captúrenlos!
Las sirenas treparon. Una de ellas, empuñando un arco, disparó una
flecha a través de la fosa. Voló por el aire y golpeó las puertas, a sólo unos
centímetros de mi cabeza con un crac. Más flechas comenzaron a volar.
Matt, Blake y los hechiceros dispararon bolas de fuego a las columnas
junto a las puertas. Las columnas se tambalearon y empezaron a
degradarse, cayendo hacia el interior.
Blake y los hechiceros saltaron a las puertas. Matt tiró de mi mano,
instándome a seguir. Miré a Vane por última vez.
Flechas silbaron hacia mí. Apenas me di cuenta.
El sonido pareció enmudecer cuando encontré la hambrienta mirada de
Vane. Detrás de una horda de sirenas que me observaba desde una
distancia, que se sentía mucho más lejos que simplemente el otro extremo
de la fosa. La sombra del Minotauro flotaba detrás de él. La máscara de
oro se sentó en su cara, una barrera que no podía ser violada.
Entre nosotros, las columnas cayeron cuando el templo se derrumbó.
Ryan. La voz de Vane recorrió la distancia. Una conexión —caliente,
vibrante y muy viva—, se tensó. Un anclaje, instándome a volver.
Los ojos del Rey Pescador brillaron. Tú me perteneces.
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Dolor, un dolor me llenó e hice la cosa más difícil que jamás había hecho.
Reuní los jirones que quedan de mi voluntad y me separé de Vane. Di
media vuelta y seguí a Matt en la niebla.
***
Un reportero de ojos brillantes habló desde detrás de un escritorio.
―Hace unos días, la tierra entera tembló. Un tercer Temblor General. La
última vez que esto ocurrió, tuvimos algunos accidentes y daños menores
a la propiedad. Esta vez, ha sido una catástrofe. Debido a los terremotos,
siete volcanes, sí, ha oído bien, siete volcanes han entrado en erupción
bajo el agua. Tres de los volcanes están cerca de Sumatra, en la costa
occidental de Indonesia.
»Alarmas de tsunami se han disparado en la zona. Si recuerdan, la mayor
parte de la región aún se está recuperando del mortal tsunami pasado que
causó devastación en todo el sur de Asia. Ese tsunami formó olas que
alcanzaron más de cien metros de altura.
Las imágenes de aldeas inundadas, con fecha de hace unos años, cruzó un
televisor de pantalla plana.
―Los otros volcanes están en Loihi, Hawaii. Hunga Tonga cerca de Nueva
Zelanda, el volcán Yasur, en el Pacífico Sur. Todos han estallado al mismo
tiempo. Los geólogos y vulcanólogos fueron sorprendidos con la guardia
baja, ya que ninguno de los sistemas de vigilancia sísmica sonó ninguna
alerta. Sin embargo, no son las erupciones la mayor preocupación en los
focos rojos. El verdadero temor proviene del inevitable aumento de los
tsunamis. Ya las altas olas han sido vistas haciendo su camino a las
ciudades costeras en torno a estos focos rojos.
La imagen cambió de nuevo al reportero.
―Las ciudades están siendo evacuadas, pero lo hemos visto antes.
Devastación. Destrucción inimaginable en estos lugares y sus áreas
circundantes. Y en todo el mundo. ―La imagen cambió para mostrar
manifestantes en Trafalgar Square en torno a la fuente rota donde la
espada y la piedra habían caído en un principio—. Muchos se preguntan,
¿estamos viendo el principio del fin? Las protestas de este tipo ya no se
limitan a Gran Bretaña. Alrededor del mundo, muchos se reúnen en
iglesias, templos, mezquitas a orar...
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Silencié el noticiero. Imágenes mudas de pánico y caos mantenido
continuaban corriendo. Pánico que había ayudado a traer. El caos que no
había sido capaz de prevenir.
Matt me observaba desde un asiento detrás del escritorio de Rourke. Tenía
un teléfono celular contra la oreja. Había estado hablando con varias
personas durante todo el día. Esta vez, él estaba hablando por teléfono con
el presidente del Consejo de Hechiceros, el Primer Miembro.
―Inaceptable. Tenemos que avanzar más rápido ―dijo en el teléfono―.
Thorton necesita organizar a los asistentes locales para llegar a los focos
rojos. No me importa si corremos el riesgo de exposición. Es lo menos que
podemos hacer... Sí, ya sé que es un momento crítico. Voy a asistir a
cuantas reuniones organicen. Nos iremos de aquí tan pronto como sea
posible.
»Sería mejor si pudiera hablar con todos los jefes de gobierno a la vez. Si lo
que la Dama advirtió está viniendo, esto va más allá de los hechiceros y las
gárgolas. La Hora de la Verdad no es algo que se pueda ocultar por más
tiempo. Todo el mundo debe hacer los preparativos.
Se detuvo a escuchar.
―Entonces, vamos a ir delante de las Naciones Unidas si debemos…
El peso de la responsabilidad presionaba en mí mientras Matt continuaba
hablando. Tenía que arreglar esto. No sabía cómo.
Me senté en el sofá de la sala de estar de la casa de Rourke en Fira. No
sabía dónde estaban los demás. Sólo habían pasado horas desde que
volvimos, pero se sentían como días. Todos necesitábamos un descanso de
los otros. Las puertas rojas nos habían arrojado de nuevo en la cueva, en
la parte más profunda del mar Egeo. El sistema de localización nos dijo
que el barco nos esperaba. Se había anclado por un mes, y aun así las
gárgolas nunca perdieron la esperanza. O debería decir Deirdre y Sylvia
nunca perdieron la esperanza. De alguna manera, habían reunido
suficiente magia juntos y llegaron a la superficie.
Una vez que habíamos llegado a la casa, Grey nos sorprendió a todos
entregándole un frasco de agua del Lago a Rourke. Lamentablemente, no
había funcionado. O bien no había encontrado la taza de la curación o
simplemente no era la respuesta.
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Matt continuó en el teléfono.
—Teniendo en cuenta lo que está pasando, no tendrán más remedio que
creer. Está en todos los textos y tradiciones, incluso en las que los
regulares acatan. Lo llaman el Día del Juicio ―suspiró―. Sabríamos más si
Gia no hubiese entrado en pánico y destruido nuestra única fuente de
información.
Mis hombros se hundieron. Hemos perdido. Perdí. No había visto lo que le
estaba sucediendo a Vane. No lo había querido ver. Desatamos una
catástrofe terrible y lo peor... Todo era mi culpa. Eché un vistazo a
Excalibur.
Apoyada contra el costado del sofá. Vaya portadora de la espalda resulté
ser.
Levantándome, salí por las puertas de cristal que se extendían a través de
una pared. La puesta de sol pintó el cielo de rojo y morado.
El viento hizo pequeñas ondulaciones que perturbaban las tranquilas
aguas azules de la piscina. Me acordé de cuando Vane y yo las habíamos
visto en nuestro primer día en Fira. Su presencia se quedó en la casa, me
perseguía. El pensamiento de él se sentó en mi pecho con un calor
sofocante.
Llegué a la orilla de la piscina. Con movimientos rápidos, me quité la
camiseta y el pantalón corto liso. Me sumergí en la piscina. Me hundí bajo
el agua fría y luego me dejé flotar.
Ligera, finalmente pude respirar. Cerré los ojos.
El agua me arrulló. Penetró en todos los poros y llenó la ausencia que
sentía. Dentro de su abrazo frío, casi podía sentir la otra mitad de mí otra
vez. Me hundí más. El canto de sirena saliendo desde el agua me llevaba
más adentro. Hundiéndome por siempre.
Me dejé llevar. Sentí que mi respiración se iba. Yo flotaba en el borde.
Busqué una respuesta. El agua se estancó en mis pulmones.
Mi espalda chocó con el hormigón liso. Toqué fondo.
¡Ryan! La voz de Vane sonó claramente dentro de mi cabeza.
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Mis ojos se abrieron de golpe. La radiante luz del sol penetraba a través de
una niebla de agua. Un rostro oscuro nadó delante de mí.
Manos agarraron mi cintura y me arrastraron arriba de nuevo.
Lo siguiente que recuerdo es que desperté con los labios de Matt
inclinados sobre los míos mientras forzaba el aire en mis pulmones. Mi
pecho se contrajo cuando tosí y el agua goteaba de mi boca.
Mi espalda yacía en el azulejo liso. Sus manos inclinaban mi cabeza hacia
arriba. Me puso en una posición sentada y golpeó mi espalda. Fuerte.
Cuando dejé de toser, él me levantó y me dejó caer sobre una silla cercana.
Un hombre de más de un metro ochenta, empapado, vistiendo sólo
calzoncillos, frunció el ceño en mi dirección.
―¿Qué estabas pensando? No tenemos tiempo para esto. Podrías haberte
ahogado. Si no hubiera sido por el amuleto… ―Se pasó una mano por el
pelo mojado—. Por lo menos esa parte de mi magia está funcionando.
Abrí la boca con la intención de hablar, sólo para expulsar más agua en su
lugar.
La cara mojada Matt se ensombreció. Una brisa voló por el pequeño patio y
me estremecí. Matt pisó a una papelera, cogió una toalla y tiró la tela de
gran tamaño alrededor de mis hombros.
—Le he f-fallado —me ahogué, acurrucada en el interior de la cubierta de
la toalla.
El asiento de la silla se hundió cuando Matt se sentó. Se me acercó. Bíceps
de acero se apretaron a mí alrededor.
―Fue su decisión.
Me puse rígida.
―No estás siendo justo. La Dama dijo…
―No, fue Vane. Eligió esto. Él eligió asumir el manto del Agitador de la
Tierra. Eligió el poder. Nunca le importó a quién se pisoteara en el proceso.
—Pensaba que era la única manera.
Matt apretó la mandíbula.
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―Él me dijo eso una vez. El único camino.
—En la cueva ―le dije.
Su mirada se dirigió a mi amuleto.
―¿Viste el recuerdo?
—Sí, lo vi. Al parecer, tú no. Él no tenía la intención de matarte ese día.
¿Por qué, si no, iba a insistir en un duelo cerca del agua del Lago? Él quiso
congelarte todo el tiempo.
Matt apartó los mechones enredados de cabello de mi cara.
―Me gustaría poder creerlo.
Lo miré a los ojos.
―¿En serio?
―Por supuesto. Él es mi hermano. Quiero salvarlo.
―¿Pero?
La expresión de Matt se ensombreció.
―No a expensas del mundo entero.
Miré al cielo infinito. El agua debajo de ella yacía en calma. Aquí. Sólo
aquí. Por ahora.
―Ni siquiera sé lo que viene.
―Puede que no sepamos qué, pero lo que sí sabemos es cuándo. La Dama
dijo que era el día más largo del sol. Ella debe haberse referido al solsticio
de verano. Voy a averiguar el resto.
Me quedé mirándolo.
―Tu magia apenas está funcionando.
―Voy a encontrar una manera de arreglarlo. ―Matt tomó mi barbilla, su
palma sorprendentemente áspera y me obligó a mirarlo a los ojos―. Pero
tienes que ayudarme. Tú eres la portadora de la espada, Ryan. Tienes que
ser fuerte. No puedes insistir con lo de Vane y olvidar por qué se te ha
entregado Excalibur.
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Matt tenía razón. Yo era la Campeona. La portadora de la espada. Yo tenía
una responsabilidad. También estaba mal. Me aparté de él. Me deslicé
hasta el borde de la silla. Sola. Le dije la única palabra con la que pasaba
un mal tiempo al decírsela a él―: No.
Él frunció el ceño.
―¿Qué?
Enderecé mis hombros.
―He hecho todo lo que se me pidió. Todo lo que me pediste. Todo lo que
Vane me pidió. Mira cómo ha resultado. Vane es un monstruo y es por mi
culpa. ―Mis ojos se encontraron con los suyos―. No puedo cambiar lo que
pasó, Matt, pero puedo tomar una postura.
Su mirada agudizada.
―¿Qué postura?
―En primer lugar, tú y yo tenemos que hacer más. Reunir a los hechiceros
locales en los focos rojos no es suficiente. Tenemos que ir a los focos rojos.
Traeremos los otros candidatos y a los hechiceros. A todos ellos. Vamos a
reunir a todos los campeones y le ganaremos a esta catástrofe uno a la
vez. Nos enteraremos de lo que realmente puede hacer Excalibur.
Cruzó los brazos sobre su pecho.
—¿En segundo lugar?
Me puse de pie.
―Salvamos el mundo y salvamos a Vane.
Matt protestó.
―No seas ingenua.
―¿Y qué si lo soy? Tú te estás rindiendo con demasiada facilidad.
La puesta de sol de color rojo y púrpura se extendía sobre los acantilados
de la ciudad y más allá del horizonte de un mar sin fin. Las olas ocultaban
la crisis respirando justo debajo. Como la Dama había dicho, sería el final
de todo lo que conocía si no encontraba, de alguna forma, cómo detenerlo.
Si no me demostraba a mí mima que era la Campeona que Vane me había
empujado a ser.
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Miré a Matt, su perfil delineado por el sol desapareciendo.
Dije―: Es hora de que pruebes que confías en mí.
Sabios ojos ámbar se fijaron en mí, perforando brutalmente a través del
corazón de cualquier insinuación que dije. En mi cabeza, respondió:
Quieres decir, demostrar que te amo.
No me inmuté. Si eso es lo que se necesita, Merlín.
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Próximo Libro
Él era el más adecuado, el predestinado, pero
¿era el adecuado para ella?
El fin del mundo. El día del juicio final. La
batalla final.
En el último capítulo de la serie My Merlin, es
una época de grandes luchas para Arriane
(también conocido como Ryan) y Merlin (también
conocido como Matt) en su lucha por detener la
ola de destrucción desatada sobre el mundo. Su
única esperanza reside en el objeto que puede
restablecer su mejor aliado: la Copa de la
Sanación.
Con cada trozo de vida pendiendo de un hilo,
Ryan debe convencer a amigos y enemigos que la clave para la
supervivencia se basa en los planes de una chica portadora de la espada
de tan sólo dieciocho años. Ella debe conciliar la rivalidad de mil
quinientos años entre dos hermanos, y ser lo suficientemente despiadada
para romper un corazón y una vida en el proceso. Y en algún momento,
ella realmente necesita estar lista para la fiesta de promoción.
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Sobre la Autora
la chica nerd en mí le encantan las historias de todo tipo, pero
especialmente esas pegajosos que te hacen moquear y dejes enfriar tu
café con leche. Mi novela, My Boyfriend Merlín, vino de una infancia de
jugar demasiado She-Ra y ver demasiado Spock. Comencé mi primer
libro a los dieciséis años, escribiendo en cuadernos en paseos en tren en la India.
Mientras leen, les recomiendo pijamas primero, y algo de café para el paladar.
¿Por qué escribo? Desde que tengo memoria he estado leyendo. En unas
vacaciones de primavera, leí cuarenta libros y lo admití en la escuela. Aún no lo
he olvidado. Empecé a escribir porque me encantan las historias igual que al
comedor voraz en Star Trek, no quiero quedarme sin ellos.
¿Por qué Merlín? ¡Es divertido! Me encanta una buena historia de superhéroes. Y
he estado esperando por una historia centrada en una gran chica sobre el Rey
Arturo. (En serio, ¿hace cuánto tiempo fue Las Nieblas de Avalón?) ¡Ahora no
tengo que hacerlo! Además, me encanta la mitología y la leyenda. Esta fue una
oportunidad de ponerme en ello, pero manteniéndolo en tiempos modernos con
My Boyfriend Merlín, Merlín se escapa de la cueva en la que ha estado atrapado
más de mil años para encontrar que el mundo lo necesita de nuevo.
Serie My Merlín 1. My Boyfrien Merlín
2. My Merlín Awakening
3. Ever My Merlín
A
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