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UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA
Facultad de Trabajo Social
CÁTEDRA TRABAJO SOCIAL III
MONOGRAFÍA
COMISION: Virna y Ramiro
GRUPO: CAPORALE, Ana Julia
COROMINAS, Ma. Cecilia
GALLO, Ailiñ
RAMOS, Cintia
SILVA, Pamela
Año 2007
INTRODUCCIÓN
La siguiente monografía se presentará ante la cátedra de Trabajo Social III, en la cual el grupo de
práctica busca abordar la temática de las fábricas recuperadas como fenómeno complejo en el que
la organización de los trabajadores es una elección ante otras alternativas. Para ello, partimos de
entender los procesos de organización como estrategias de los sectores más afectados para dar
respuesta a aquellos factores que ponen en peligro su reproducción biológica y social, sobre todo
social.
Se tomará, entonces, el fenómeno de las fábricas recuperadas, entendiendo a este como producto
de las transformaciones políticas, económicas y sociales desde la década del 90 hasta la
actualidad. Es ahí que vemos la relevancia de este fenómeno que se presenta como novedoso, ya
que ante el hecho del cierre de una fábrica, y por lo consiguiente, la pérdida por parte de los
trabajadores de su fuente de ingresos, quedan pocas alternativas.
Esta monografía estará orientada a comprender la recuperación de fábricas no como una realidad
concreta, pues estaríamos reduciendo ese proceso sólo a un efecto del cierre de las mismas.
Siguiendo a Kosik, entendemos que debemos tomarlo como una pseudoconcreción, una realidad
aparente, una falsa conciencia que debe ser destruida a partir de la dialéctica del materialismo
histórico1. Esto permitiría comprenderlo desde la totalidad, entendiendo el contexto de su
surgimiento no como “telón de fondo”, sino como modo en que se manifiesta la estructura social.
Desde esta perspectiva, se analizará la expresión político organizativa seleccionada, intentando
dar cuenta de la ofensiva del capital, las transformaciones en las formas de explotación del trabajo
y la reconfiguración objetiva y subjetiva de la clase trabajadora. Luego se analizarán las respuestas
elaboradas por el Estado y la clase dominante en términos de políticas sociales en relación con el
proceso de recuperación de fábricas.
1 Kosik, K. “Dialéctica de lo concreto”
DESARROLLO
Para comenzar este análisis es necesario remitirse al cambio de acumulación en la Argentina
desde las medidas impuesta en la última dictadura militar, y que se consolida con el gobierno de
Menem. En particular se identifica un cambio en el modelo económico, que pasa de ser productivo,
a ser financiero y netamente agro exportador. Las medidas para pasar de un modelo en el que
había un sistema de promociones para la producción industrial, a uno donde en poco tiempo se
destruye cualquier tipo de industria, fueron dos: por un lado, la reestructuración del sistema
financiero nacional, aumentando las tasas de interés de modo que la riqueza se comienza a
generar en la especulación financiera y se elimina cualquier tipo de inversión; por el otro, la
apertura económica acelerada, generando que las industrias deban enfrentarse a una competencia
desmedida. Ambas medidas no lograron frenar el proceso inflacionario, que se siguió conteniendo
durante todo el régimen autoritario con créditos del exterior que engrosaron la deuda externa de
modo espectacular.
Por otro lado, a través de la figura de su Ministro de economía, el gobierno de facto realizó las
marcas más profundas en el debilitamiento del tejido social, sobre el cual hizo mella el paquete de
medidas impuesto casi sin resistencia durante el gobierno de Menem. No solo operó desde el
terror, sino a través del deterioro de las mayores fuentes de empleo, las industrias.
Luego de los años 80, comenzó a consolidarse el pensamiento neoliberal, con base en organismos
internacionales de crédito (FMI, BM, BID), y que confluye en principios de la década del ’90 en el
Consenso de Washington, presentándose éste como un conjunto de medidas económicas para
sacar de la crisis a los países emergentes. Las medidas recomendadas constituyeron una reforma
estructural, cuyo principal objetivo fue lograr la racionalización del Estado y la reducción de su
intervención económica.
Este nuevo modelo construido debe entenderse como una variante del modelo de acumulación
capitalista, en tanto se presenta como la única alternativa para recuperar las tasas de ganancia de
las grandes empresas monopólicas que cayeron estrepitosamente con la crisis de los ´70. Si bien
en esto fracasó, consolidó al modelo de acumulación en tanto aplicó una serie de medidas que
aportaron a quebrar el poder de los sindicatos y del movimiento obrero en general a través de
flexibilización del mercado laboral; limitar el gasto social del Estado (relativamente porque al
aumentar la tasa de desocupados, también aumentó el gasto en políticas públicas focalizadas de
contención de los sectores más desfavorecidos); apertura al mercado financiero; privatizaciones,
etc. Esta medidas, acompañadas por una fuerte caída de otras alternativas, generó la
consolidación de un modelo implicó un capitalismo netamente financiero, supranacional, muy
lejano y mucho más fuerte que el capitalismo industrial.
Lo que resulta importante abarcar, a fin de explicar el fenómeno de recuperación de fabricas, son
las reformas estructurales que se presentan específicamente durante el gobierno de Menem en la
década de los ’90. La estabilidad económica al principio de la década se da a partir del Plan de
Convertibilidad, que establecía un cambio fijo, con un peso muy alto, lo que favorecía las
importaciones. A fin de reducir el rol del Estado en la economía se registraron tres estrategias: la
apertura de la economía, las privatizaciones, y la desregulación del mercado de trabajo.
La apertura de la economía estuvo basada en quitar las restricciones a las importaciones y en
eliminar los subsidios a las exportaciones, generando así un ingreso masivo de productos
importados, contra los cuales la industria nacional no podía competir. Esto generó el cierre de
pequeñas y medianas empresas y como su consecuencia la generalización del desempleo.
En relación a las privatizaciones, la falta de regulación por parte del Estado fomenta la formación
de oligopolios de capital nacional y extranjero.
Con respecto a la reforma del mercado laboral, se priorizó la flexibilización del mismo, lo que
implicó una perdida de las conquistas del movimiento obrero y un aumento en la tasa de
explotación. A su vez, hubo una reestructuración y terciarización de las empresas, lo que generó
que, a finales de la década del ‘90, la clase trabajadora se fragmentara en tres sectores: un tercio
subocupado, un tercio desocupado y un tercio ocupado. Sin embargo, las transformaciones que se
dieron estuvieron orientadas hacia la mejora de la productividad de los empresarios. Para ello, por
un lado, se disminuyó el salario real, se intensificó el proceso de trabajo, se eliminan las cargas
sociales, etc. Por otro lado, creció la tasa de desocupación.
Las políticas neoliberales en el ámbito laboral lograron una mayor concentración de oligopolios
industriales, ingreso de capitales extranjeros (empresas trasnacionales), crecimiento de las
exportaciones con mínimo o nulo valor agregado, dando como consecuencia el cierre de medianas
y grandes empresas, una fuerte reducción de la estructura productiva, acompañado de una
profunda transformación en las formas de organización técnica y social del trabajo.
El modelo de los 90 entra en crisis estructural, a fines de esta década, la incipiente recesión y el
endeudamiento excesivo ponen en discusión a la convertibilidad. En el 2001 la crisis se agudiza
ante la negativa de los acreedores a seguir financiando la convertibilidad a valores tan altos, lo que
provoca un proceso agudo de fuga de capitales. En este contexto se imponen restricciones al retiro
de depósitos bancarios, lo que se denominó “el corralito”, y luego se devaluó la moneda,
generando una paralización de la actividad económica durante el primer trimestre del 2002. Se dio
por terminado un ciclo económico, el de la convertibilidad, con un gran incremento de la deuda
externa utilizado para resolver los desequilibrios de la balanza de pagos. Luego de 30 meses de
recesión se dio fin al cambio fijo con un aparato productivo devastado e índices muy altos de
desempleo, así como de pobreza e indigencia.
En lo que respecta concretamente a la industria, este conjunto de procesos terminó de configurar
un reestructuración regresiva del sector, caracterizada por la caída en la participación de la
actividad manufacturera del PBI del país, la concentración y centralización del capital, la reducción
de la agregación del valor, la desaparición de producción local y la transformación de ramas
industriales en simples ensamblarías de insumos importados. Esto significó que sólo unas pocas
grandes empresas, pertenecientes a los grandes grupos económicos nacionales y trasnacionales,
se expandieran aceleradamente, y por el contrario muchas PyMES no lograron sobrevivir. Es
importante mencionar, que la fracción del empresariado que en pocos años se enriqueció con
niveles nunca vistos, contaba con un marco legal que le permitió operar con gran libertad a la hora
de realizar maniobras poco claras en el desenvolvimiento de sus empresas, sobre todo cuando
éstas transitaban un proceso de cierre. Estos cierres son producto de la crisis, que, como se
mencionó anteriormente, paralizó la producción, aunque en algunos casos, se trabajó parcialmente
incumpliendo los contratos de trabajo, bajo la sombra de un posible cierre. La producción deja de
ser capitalísticamente rentable y los procesos de quiebra no encuentran nuevos inversores que
recuperen la empresa.
Es en este contexto, de devastamiento y quiebra de numerosas empresas, que un conjunto de
trabajadores intentará evitar un destino que aparecía no sólo como inevitable, sino como parte ya
de las experiencias cotidianas del colectivo laboral, el desempleo estructural. Fuera de la empresa
las posibilidades de encontrar empleo eran muy pocas, y si se lograba era en condiciones muy
inferiores a las que se poseían originalmente. Como señalan Patricia Dávolos y Laura Perelman
(2003)2, los 90 habían enseñado a los trabajadores que la indemnización se terminaba
consumiendo y que el seguro de desempleo se acababa. La desaparición de las compensaciones
legales establecidas por el despido y la falta de pago de los salarios adeudados son elementos
claves para gestación de este proceso. Julián Rebón e Ignacio Saavedra (2006)3 plantean, por
otro lado, que al compás de la desestructuración de la relaciones sociales que provocó la crisis de
2001, se dejo de esperar, que el Estado, el patrón, el puntero político, la autoridad, resuelvan las
necesidades de la población. En este contexto de crisis económica y cambio en las relaciones
dentro de las fábricas y en la subjetividad de los trabajadores comienza a tener lugar una serie de
procesos de recuperación de fábricas con características similares.
Por último, es necesario plantear un rasgo característico de la toma de fábricas en estos últimos
tres años. La toma de fábricas ha sido una práctica utilizada por la clase trabajadora argentina en
diferentes momentos de la historia. Estas fueron en los ‘70 protagonizadas por un proletariado
joven que contaba con altas estabilidad laboral y elevados salarios, fue el producto de un
sindicalismo clasista que se transformó en un sujeto social que trascendió las reivindicaciones
gremiales e intervino como sujeto político fundamental de esa etapa. Después del retroceso que
significaron las políticas neoliberales para los trabajadores, de la pérdida de las conquistas
histórica, de la reducción constante de los trabajadores ocupados, de un sindicalismo mayormente
burocratizado y alejado de sus representados, se observan como coincidencia principal de los
procesos trabajados, que la estrategia de ocupación y recuperación de fábricas, representa una
2 DÁVOLOS, P. y PERELMAN, L. “La intervención sindical en las empresas recuperadas, un estudio de caso” Pág. 2
3 REBÓN, J. y SAAVEDRA, I. “Empresas recuperadas. La autogestión de los trabajadores” Pág. 22
estrategia defensiva, casi desesperada, que se encuadra fundamentalmente en la supervivencia de
la empresa y de la conservación del trabajo.
Se sostiene que, aún cuando el nuevo modelo neoliberal admite un desempleo estructural, la
precarización y la rotación permanente de mano de obra, el empleo sigue siendo el gran ordenador
y garante del acceso a la red de protección social o del ingreso al sistema productivo. “Es en el
mercado de trabajo que se explicitan las reglas excluyentes de un contrato que arroja a las
mayorías fuera de los vínculos civiles que los derechos construyen o deberían construir.”4 Se
considera que el trabajo es el principal mecanismo de integración, ya que a partir de él se
estructuró todo el sistema de inclusión y seguridad social en Argentina, y sobre todo, porque se
configuró toda una representación social alrededor del mismo. Por ello, el desempleo, subempleo e
inestabilidad laboral son factores que causan pauperización, que no significa apenas degradación
de las condiciones materiales de vida, sino que lleva a que, sin derechos que garanticen la
identidad y el estatuto del trabajador el mismo pierda su categoría de ciudadano. La ausencia de
derechos articula diferencias por la mediación de referencias identificatorias, que fundan modos de
mutuo y auto-reconocimiento.
Es decir, que el empleo no sólo asegura la base material de la vida, sino también el reconocimiento
social. Esto último, porque cada uno va organizando y sosteniendo su propia identidad a través del
trabajo.
El trabajador en empresa recuperada mantiene, como se ha dicho, el trabajo digno. Es en defensa
de éste que ha recuperado la fábrica y, en base a su identificación como trabajador, que hoy se
sostienen estas experiencias. La recuperación representa la defensa de la ocupación. Pero, a su
vez, esto implica dejar de ser asalariados para continuar siendo ocupados.
Aquí surgen muchas paradojas. Por un lado, el trabajador se definía por no poseer los medios de
producción, esta definición deja de estructurarse así, en tanto, existe la posibilidad de acceder a la
propiedad de los medios de trabajo. Por otro lado, estaba definido por ser quien desarrollaba el
trabajo manual, los trabajadores autogestionarios se ven frente a la necesidad de encargarse de
otras tareas, teniendo que cargar con la crítica de los compañeros que entienden que su tarea “no
es trabajo”. Esto, por la persistente definición de la empresa capitalista tradicional donde el trabajo
manual hace a la valoración del trabajador. Por último, el hecho de que el trabajador discuta en
asamblea los problemas de todas las etapas de la producción, se relacione con técnicos y
universitarios a fin de asesorarse en relación a la comercialización, empuja a los trabajadores a
tener una percepción del sistema global en el que se inserta la producción.
Estas paradojas impulsan a tener que pensar la construcción de la representación de los obreros
de fábricas recuperadas como trabajadores.
Por último, en relación al avance del Estado, a partir de la organización y movilización de estos
trabajadores, hay que tener en cuenta que, en un principio (año 2000), interpuso muchos
4 TELLES, Vera, “Pobreza y ciudadanía: dos categorías antinómicas”.Pág. 24
obstáculos para darle un marco legal a estas fábricas, a la vez que orquestó las represiones en
defensa del capital en manos de la patronal. La estrategia del Estado cambió paulatinamente a
partir del 2003, donde con la reforma de la ley de cooperativas y de la construcción de un amplio
marco de consenso se fue cooptando a la mayoría de estas fábricas en un arco que se denomina
“Movimiento de Fábricas Recuperadas”, el cual es conducido por la CTA, y abandonó los
principios combatidos que caracterizaron a los inicios de estos procesos de recuperación de
fábricas.
Las estrategias del Estado para no poner en juego el orden social reinante, oscila entonces,
siempre entre la coerción y el consenso, y en este caso particular, se visualiza claramente cómo el
marco legal es un instrumento de opresión que fragmenta procesos de luchas que se mantienen, a
nuestro entender, únicamente cuando se encuentran fuertemente sostenidos por una definición
política e ideológica.
BIBLIOGRAFIA
BECCARIA, L. y otros. (2002). “Sociedad y sociabilidad en la Argentina de los 90”. Buenos Aires.
Ed. Biblos.
DÁVOLOS, P. y PERELMAN, L. (2003). “La intervención sindical en las empresas recuperadas, un
estudio de caso”. VI Congreso Nacional de Estudios del Trabajo. ASET.
DENZIN, N. K. y LINCOLN, Y. S. “Introducción: entrando en el campo de la investigación
cualitativa” en DENZIN, N. K. y LINCOLN, Y. S. (1994) “Manual de Investigación Cualitativa”.
California. Ed. Sage Publications. Traducción de PERRONE, M.
FAJN G. y otros.(2003). “Fábricas y empresas recuperadas. Protesta social, autogestión y rupturas
en la subjetividad”. Buenos Aires. Cenctro Cultural de la Cooperación.
GALLI, V. y MALFÉ, R. “Desocupación, identidad y salud” en BECCARIA, L. y LOPEZ, N. (1996)
“Sin trabajo. Las características del desempleo y sus efectos en la sociedad argentina”. Buenos
Aires. Ed. Lozada-Unicef
HELLER, P. (2004). “Fábricas recuperadas. Argentina 2000-2004”. Buenos Aires. Ed. Rumbos.
KOSIK, K . “Dialéctica de lo concreto”
REBÓN, J. y SAAVEDRA, I. (2006). “Empresas recuperadas. La autogestión de los trabajadores”.
Buenos Aires. Ed. Capital Intelectual.
TELLES, V. (1997). “Pobreza y ciudadanía: dos categorías antinómicas”. Ed.Mimeo.