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MI OPINIÓN SOBRE EL PROCESO DE NEGOCIACIÓN DE LA PAZ EN
COLOMBIA.
OTHER NEWS EN ESPAÑOLPosted on 7/9/2012 by admin
Oscar Arias Sánchez*
El proceso de diálogo por la paz que el Presidente Juan Manuel Santos ha iniciado con las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) es un encomiable esfuerzo por dar fin a uno de los
más largos y dolorosos episodios de violencia en la historia de América Latina.
Independientemente de la opinión que cualquiera pueda albergar sobre las FARC o sobre el
conflicto que durante décadas ha atormentado al pueblo colombiano, lo cierto es que la noticia de
una negociación merece más que interés o aquiescencia: merece fe y esperanza, apoyo y
colaboración. Algunos objetan que otros esfuerzos han fracasado en el pasado. Esa es una historia
común. Si permitiéramos que los intentos fallidos se convirtieran en obstáculos válidos para
volverlo a intentar, no existiría nunca más que una oportunidad para la paz.
Ninguna negociación está ungida de certeza. Lo que interesa es que el Presidente Santos ha
iniciado un diálogo que puede significar el fin de una guerra. En este proceso de negociación no se
trata de decidir qué pensamos sobre las FARC, sobre los paramilitares o sobre el Gobierno
colombiano. Se trata de decidir si estamos a favor o en contra de un acuerdo de paz en Colombia.
Sólo si lo expresamos en estos términos, podemos entender la magnitud de lo que está en juego.
Creo firmemente que la negociación debe iniciar por el tema más controversial, que es también el
más complejo: el cese de todas las hostilidades. No tiene sentido discutir sobre plazos,
condiciones, amnistías, si no existe un acuerdo para poner fin a toda forma de violencia. Esa es,
quizás, la principal lección que se desprende del proceso de pacificación de Centroamérica.
Acordar un alto al fuego, a los secuestros, a los asaltos, a los atentados, sería una demostración
elemental de buena fe por parte de las FARC, pero también una de las mejores maneras de
aumentar las probabilidades de que ambas partes se sientan comprometidas a llevar la
negociación hasta el final. Para que un proceso de negociación tenga éxito, todos deben sentir que
tienen participación en el resultado y que tienen mucho que perder en caso de desistir.
Muchas veces he mencionado las negociaciones de Camp David, en el año 2000, cuando Shimon
Peres, Issac Rabin y Yasser Arafat alcanzaron un acuerdo sobre la casi totalidad de los temas,
pero no fueron capaces de transigir en unos cuantos puntos. Lo que esto nos dice es algo muy
sencillo: esos puntos valían más para las partes que todo lo acordado con anterioridad. Esto
demuestra que en toda negociación la estrategia debe ser siempre reducir el costo del acuerdo y
aumentar el costo del fracaso.
El cese a las hostilidades también galvanizaría presión de parte de la comunidad internacional. Un
punto en el que el proceso de paz en Colombia difiere significativamente del proceso de paz en
Centroamérica, es que durante la década de los ochenta, las cinco repúblicas centroamericanas
negociábamos en contra de la voluntad de las dos superpotencias de la Guerra Fría, que siempre
se opusieron al Plan de Paz que yo había propuesto. Francamente dudo que algún actor
internacional se atreva ahora a boicotear el proceso de paz en Colombia. Esto representa una
oportunidad invaluable para las FARC de obtener una salida similar a la que obtuvo el Frente
Farabundo Martí para la Liberación Nacional, que hoy forma parte de la institucionalidad política de
El Salvador.
Junto con la necesidad de iniciar con los temas más controversiales, creo que es importante no
darle largas a la negociación. Muchas veces he dicho que la paz no es fruto de la impaciencia.
Pero mucho menos es fruto del perfeccionismo y la postergación. Las partes deben sentir que
tienen tiempo para decidir, pero que ese tiempo no es ilimitado. El conflicto centroamericano nos
enseñó la importancia de aprovechar el moméntum. La atención del mundo es breve, los recursos
son escasos y otras prioridades compiten siempre con la búsqueda de la paz. Las autoridades
colombianas han manifestado su interés de reunirse en Oslo y luego en Cuba. Sería ideal si
pudieran comprometerse a alcanzar un acuerdo en Noruega, lugar que además ha sido testigo de
procesos tan significativos como los Acuerdos de Oslo entre Israel y Palestina, en 1993.
Estoy consciente de que muchas personas opinarán sobre la forma en que deben conducirse estas
negociaciones. Mi interés es simplemente compartir las lecciones del proceso de paz
centroamericano que continúa siendo, hasta hoy, un testamento del poder de la razón y la voluntad
sobre la violencia y la adversidad. Se requiere humildad y flexibilidad. Se requiere hidalguía y
sentido de responsabilidad histórica. Lo que nos enseñan procesos como el de Irlanda del Norte,
como el de Suráfrica, como el de Centroamérica, es que la paz no es la obra de héroes ni titanes,
sino de hombres y mujeres imperfectos, luchando en tiempos difíciles, por un resultado incierto.
Pero eso, lejos de desalentarnos, debería alimentar nuestra esperanza en el diálogo que lidera el
Presidente Santos. Nada impide que Colombia llegue al fin, y ojalá para siempre, a construir el
destino que merece su pueblo.
*Ex presidente de Costa Rica. Premio Nobel de la Paz 1987
Reflexiones sobre el proceso de negociación de paz con las FARC
Luis Guillermo Patiño Aristizabal
Algunos aspectos positivos, alertas e interrogantes
El proceso de negociación que actualmente adelanta el gobierno nacional con la guerrilla de las FARC, es sin
duda una apuesta interesante para terminar con más de 50 años de conflicto en Colombia. Sin discusión
requiere de todo el apoyo institucional, de la confianza de la nación colombiana y del acompañamiento de
toda la comunidad internacional para desactivar el conflicto y a uno de los grupos armados que más violencia
ha generado en el país como las FARC.
La experiencia internacional ha mostrado que el 82% de los conflictos internos y las guerras civiles libradas
en los Estados durante la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI, han terminado con la firma de un
tratado de paz y no con una derrota militar total del adversario, la cual se ha dado solo en el 18% de los
conflictos. Se negocia fundamentalmente por varias razones: la imposibilidad de derrotar al adversario, por la
presión internacional, la derrota inminente del adversario o por su deslegitimación. De allí, que estas razones
sean fundamentales a la hora de sentarse en la mesa con el oponente y de llegar a los acuerdos finales.
No podemos olvidar que un proceso de paz es una negociación política que implica una lucha por el poder, el
reconocimiento del adversario, algún grado de impunidad y la posibilidad de ganar en algunos aspectos, y
ceder en otros ámbitos de la negociación. Es importante anotar que el reconocimiento que hace el gobierno
del conflicto interno colombiano y el inicio de los diálogos con la guerrilla le da a las FARC un estatus político
que le permite acceder a los beneficios políticos, jurídicos y sociales que se desprenden de este tipo de
procesos y que van más allá de una simple desmovilización y reincorporación a la vida civil de sus
combatientes.
El Estado de la mano de la sociedad civil debe garantizar el éxito de esta negociación y sortear con decisión
los obstáculos de este tipo de procesos para obtener finalmente el fortalecimiento de las instituciones del
Estado, la desarticulación de las FARC, la reparación material, moral y simbólica de las víctimas, el
establecimiento de la verdad, un equilibrio entre aplicación de justicia y paz para evitar impunidad, y la
reconstrucción social para un postconflicto exitoso.
Algunas Alertas e interrogantes que se deben considerar en el proceso de negociación con las FARC
en Colombia y Antioquia:
El proceso de paz es una apuesta interesante del gobierno nacional, pero no exenta de muchos peligros para
su éxito y para la propia estabilidad de la sociedad colombiana:
• El país no olvida las consecuencias de una negociación sin objetivos claros como la del Caguán, donde
por el anhelo de mantener a toda costa una negociación sin un norte claro y en medio de la confrontación, no
solo se llegó a un rotundo fracaso del proceso de paz sino que además se abrió un nuevo ciclo de violencia
que hasta hoy estamos padeciendo. Igualmente, están latentes los errores del proceso de negociación con los
paramilitares y las debilidades de la Ley de Justicia y Paz.
• Para crear un ambiente propicio de negociación es preciso generar un discurso pedagógico y un
optimismo ciudadano en torno a la paz, elementos muy débiles en el momento actual de Colombia, donde las
personas tienen la percepción de que la inseguridad empeora y que no existen las condiciones para un cierre
negociado del conflicto por las acciones violentas y cotidianas de las guerrillas de las FARC y del ELN, que en
muchas regiones del país se articulan con las denominadas Bacrim a través de los negocios ilícitos que
comparten.
• Sobre los principales puntos de la agenda de negociación: Política de Desarrollo Agrario, Participación
Política, Solución del Problema de las Drogas ilícitas, la Política de Victimas y la Implementación, verificación
y refrendación de los acuerdos, nadie desconoce que son problemas centrarles de la realidad y del conflicto
nacional. Las críticas se acentúan cuando un actor como las FARC que representa una minoría se les otorga
la vocería para negociar los grandes problemas nacionales en momentos que si bien es cierto no están
totalmente derrotados, si se encuentran en un claro retroceso político y militar.
• Sobre los negociadores del Gobierno Central en el proceso de Paz es importante resaltar que representan
sectores estratégicos del país: gremios económicos, clase política, ex generales de las fuerzas armadas y
asesores de paz. El gran vacío en la mesa lo constituyen las víctimas, quienes a pesar de haber sufrido las
más graves violaciones a los derechos humanos no encuentran un representante directo que defienda sus
interés, muy a pesar que uno de los puntos centrales de la negociación sea la Política de víctimas.
Igualmente, la mesa carece de otros representantes de la sociedad civil.
• El éxito de cualquier proceso de negociación es el equilibrio entre: Verdad, Justicia y Reparación. Si no se
garantizan estos principios nunca se va a consolidar la paz. Es verdad que el reconocimiento que hace el
Estado de las FARC implica que sean tratados en la negociación como delincuentes políticos, lo que no
quiere decir que siempre se hayan comportado como tal, y que no tengan que pedir perdón y decir la verdad
por los delitos que han cometido.
• La firma de un tratado de paz con las FARC no representa el fin del conflicto ni la usencia de violencia. Sin
duda para el Estado colombiano es muy importante terminar con el Mito FARC y desactivar una estructura
militar como la que representa el grupo armado. Lo anterior no asegura que efectivamente la mayoría de los
integrantes acepten reintegrarse a la sociedad y no terminen haciendo parte de otras estructuras criminales
como las Bacrim que están dispuestas a pagar por incorporar a sus filas a ex combatientes. Incluso son muy
conocidas las relaciones de las guerrillas con las bandas criminales en algunas regiones de Antioquia y el
país, pero estas conexiones no están mediadas por una identificación ideológica, sino por factores de lucro.
• Implicaciones Internacionales de la negociación: Las normas imperativas de derecho internacional no
pueden ser violadas por ninguna de las partes en conflicto, y mucho menos hoy, que existen organismos
internacionales como la Corte Penal Internacional. Colombia ha suscrito el tratado que la adhiere a la Corte
Penal Internacional y no puede desconocer las obligaciones y tratados internacionales que ha contraído. En
este contexto hoy no existe un marco de seguridad jurídica para los miembros de las FARC, pues el Estado
no puede otorgarles beneficios por los crímenes de guerra y de lesa humanidad que han cometido y cometen
a diario, lo que implica una grave violación al Estatuto de Roma, al cual Colombia se suscribió en el 2002.
Establecer marcos de perdón y olvido, o establecer condenas figurativas, no excluyen la responsabilidad
penal de quienes cometieron los delitos. Quienes hayan infringido las normas de derecho relativas a la
protección de la humanidad y no fuesen condenadas, será la Corte Penal la que de manera subsidiaria se
encargue de juzgar las conductas e impartir justicia. Por tal razón, se debe definir cuál va ser el blindaje
jurídico para que esta institución internacional no entre a operar en el caso de los delitos contra la humanidad
que han cometido las FARC.
Por estos limitantes, defensores de los Derechos Humanos como José Miguel Vivanco de Human Rights
Wactch, critican al gobierno de Juan Manuel Santos por abrir una puerta a la impunidad, y declaran que el
Marco para la Paz es una “amnistía encubierta”. Así mismo, organizaciones no gubernamentales como
Amnistía Internacional, manifiestan serios cuestionamientos al proceso de paz por la posibilidad de
impunidad y la poca reparación para las victimas.
• Para el éxito del proceso de paz es fundamental que el Gobierno nacional tenga en cuenta a los
departamentos y a las autoridades locales. Un proceso que no reconozca la realidad política, social y
económica de las regiones, ni la lógica particular del conflicto, estaría desconociendo no solo las diferentes
problemáticas que padece la nación, sino además los diversos actores que intervienen en cada región y las
soluciones particulares que deben formularse para resolver el conflicto de acuerdo a su génesis en el
territorio. Finalmente, el proceso de paz no puede convertirse en una plataforma política del Gobierno del
presidente Santos para subir sus índices de favorabilidad, buena imagen y percepción ciudadana, en los
cuales las encuestas lo muestran en claro retroceso. Tampoco puede convertirse en un ejercicio de cálculo
electoral para una posible relección del mandatario. Las FARC no pueden seguir poniendo la agenda
electoral del país ni mucho menos incidir en la elección de los presidentes de Colombia.
Algunas de las preguntas de fondo que tenemos que hacernos los colombianos son:
¿existen las condiciones necesarias para que el Estado inicie un proceso de paz creíble con los grupos al
margen de la ley?
¿Cuáles son las condiciones necesarias para evitar la reaparición de la violencia?
¿Cuándo hablamos de posconflicto estamos preparados y dispuestos los colombianos a asumir los costos
políticos, sociales y económicos de este proceso?
¿Tenemos una sociedad civil fuerte, articulada, participativa y preparada para el cambio?
¿Están los actores del conflicto dispuestos a reconocer sus actuaciones, decir la verdad y reparar a las
víctimas?