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7/25/2019 Marx - Engels. Sobre La Religión
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CARLOS MARX - FEDERICO ENGELS
S O B R E L
R E L I G I O N
EDITORIAL
C A R T A G O
7/25/2019 Marx - Engels. Sobre La Religión
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Este libro se terminó de imprimir el día
21 de agosto de 1959, en los Talleres
Gráficos STILCOGRAF S.R.L., calle Gral.
Manuel A. Rodríguez 2548, Buenos Aires.
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Este libro ha sido traducido de la edición
en inglés preparada por el Instituto de
Marxismo-Leninismo (1955)
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CARLOS M ARX
C O N T R I B U C I Ó N A L A C R Í T I C A D E L A F I L O S O F Í A D E L
D E R E C H O , D E H E G E L
I N T R O D U C C I O N
Para Alemania , la crítica de la religión está en lo esen cial
completada, y la crítica de la religión es la premisa de toda la
crít ica .
La existencia profana de l error ha qued ado desacreditada
después que se rechazó su
celestial oratio pro aris et focis*
E l
hombre , que buscaba un superhombre en la real idad fantást ica
del cielo y sólo encontró en él el reflejo de sí m ism o, no se sen tirá
ya incl inado a encontrar so lamente la
apariencia
de sí mismo,
e l no -hombre
[Unmensch],
al l í don de lo que bus ca y debe bus car
es su verdadera real idad.
El fundamento de la cr ít ica irre l ig iosa es : el hombre hace la
religión-,
la .re l ig ión no hace a l hombre . En otras palabras, la
religió n es la concien cia de sí m ismo y el sentim iento de sí mism o
del hombre que aún no se ha encontrado o que ya ha vuelto a
perderse . Pero el hombre no es un ser abstracto, aga zap ado fu er a
de l mundo . El hombre es el mundo de los hombres, e l Estado, la
sociedad. Este Estado , esta sociedad, producen la re l ig ión, una
conciencia invertida del mundo,
p o rq ue so n un mund o
invertido.
La religión es la teoría general de este mundo, su compendio
encic lopédico , su lógica con formas populares , su point d'honneur
espiritualista, su entusiasmo, su sanción moral, su solemne consu-
t m ación, su razón universal de consuelo y ju st i f ic aci ón . E s la
realización fantástica
de la esencia hum ana , po rq ue la
esencia
* Oración por los altare3 y los hogares. (Ed.)
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humana carece de real idad verdadera. La lucha contra la re l ig ión
es, por lo tanto, en forma mediata, la lucha contra él otro mundo,
del cual la religión es el aroma espiritual.
E l su f r imie nto
religioso
es, po r un a parte, la
expresión
del
sufr imiento real y , por la otra , la
protesta
contra el su fr im iento
real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón
de un mundo sin corazón, así como es el espíritu de una situación
carente de espíritu. Es el opio del pueblo.
La abolición de la religión en cuanto dicha
ilusoria
de l pue-
blo es necesaria pa ra su d icha
real.
La exigencia de abandonar
sus i lusiones sobre su situación es la exigencia de que se abandone
una situación que necesita de ilusiones. La crítica de la relig ión
es, por lo tanto, en
embrión
, la
crítica del valle de lágrimas
que la
re l ig ión rodea de un halo de santidad.
La crítica no arranca de las cadenas las f lores imaginarias
para que el hombre soporte las cadenas sin fantasías ni consue-
los, sino para que se despoje de ellas y pueda recoger las f lores
vivas. La crítica de la religión desengaña al hombre para que
piense , para que actúe y modele su real idad como un hombre
desengañado y que ha entrado en razón, para que gire en torno
de sí mismo y por lo tanto en torno de su sol real . La religión
es solamente el sol i lusorio que gira alrededor del hombre mien-
tras éste no gira en derredor de sí mismo.
L a tarea de la historia consiste, pues, una vez que ha desapa-
recido e l más allá de la verdad, en ave rigu ar la verdad del más
acá. Y la tarea inmediata de la filosofía, que se encu entra al servi-
cio de la historia, consiste —una vez que se ha desenmascarado
la forma de santidad de la autoen a jena ción h um an a— en desen-
mascarar la autoenajenación en sus
formas no santas.
De tal modo
ia crític a del c ielo -se co nv ier te en la cr ític a de la tier ra, la crítica
de la religión en la crítica del derecho y la crítica de la teología
en la
crítica de la política.
L a exposic ión que s igue — y q ue es un aporte a esa la bo r—
no se atiene directamente al original, sino a una copia, a la filo-
sofía
alemana del derecho y del Estado, por la sencil la razón de
que está escrita en
Alemania.
Si quis iéramos part ir de l
statu quo
alemán, aunque sólo
fuera del t ínico modo adecuado, es decir , de un modo negativo ,
el resultado seguiría siendo un anacronismo. La misma negac ión
de nuestro presente polít ico se halla ya, cubierta de polvo, en el
desván de la historia de los pueblos modernos. Aunque neguemos
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las coletas empolvadas, tendremos todavía las coletas sin empol-
var . Aunque neguemos e l estado de cosas de la Alemania de
1843, entonces, según la cronología francesa, apenas nos encon-
traremos en 1789, y menos aún en el punto focal del momento
actual.
Sí , la historia de Alemania se jacta de un movimiento por
e l cual no ha pasado ningún pueblo de l f irmamento histórico , n i
pasará después de e l la . Porque hemos compartido las restaura-
c iones de las naciones modernas, aunque no hayamos part ic ipado
en sus revoluciones. Pasamos por una restauración, en primer
lugar, porque otras naciones se atrevieron a hacer una revolución
y, en segundo lugar, porque otras naciones sufr ieron una contra-
rrevolución, la primera vez porque nuestros gobernantes tuvieron
•miedo y la segunda porque no lo tuvieron. Dirigidos por nuestros
pastores, sólo una vez nos encontramos en compañía de la l iber-
tad ; el día de su entierro.
Una escuela que legaliza la vileza de hoy con la vileza de
ayer; una escuela que considera un acto de rebeldía todo grito
del siervo contra el knut, cuando éste es un knut cargado de años,
ancestral , histórico; una escuela a la que la historia sólo le mues-
tra su
a posteriori,
com o e l Dios de Israel a su ser vido r M oisés ;
en una .pa labra , la Escuela histórica del Derecho'
1
, hab ría descu-
bierto ya la historia alemana si no fuese ella misma un descubri-
miento de la historia alemana. Es Shylock. pero Shylock el criado,
y jura por su l inaje , por sus t í tulos históricos , por su prosapia
cristiano-germánica, conseguir hasta la última libra de carne corta-
da del corazón del pueblo.
Por el contrario , ciertos bondadosos entusiastas, germano-
maníacos por su extracción y l ibrepensadores por la re f lexión,
van a buscar nuestra historia de la l ibertad más allá de nuestra
historia , en los antiguos bosques teutónicos . {Pero qué d i ferencia
hay entre la historia de nuestra l ibertad y la de la l ibertad del jaba-
lí , s i sólo podemos encontrarla en los bosques? Además, es bien sabi-
do que el bosque le devuelve a uno el eco de lo que ha gritado en él.
Entonces, ¡dejemos en pa.z a las antiguas selvas teutónicas
¡ Guerra al estado de cosas alemán
¡
P o r sup u e s to Lo s a sun-
tos alemanes se encuentran
por debajo del nivel de la historia,
por debajo de toda crítica, pe ro siguen siend o ob jeto de crític a,
como e l cr iminal que está por debajo de l nive l de la humanidad,
pero s igue s iendo objeto de l
verdugo.
E n lucha cont ra ese estado
de cosas, la crítica no es una pasión de la cabeza, sino la cabeza
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de la pasión. No es un bisturí , sino un arma. Su objeto es su
enemigo, al que no trata de refu tar, sino de destruir. P o r q u e el
espíritu de ese estado de cosas se halla ya refutado. En sí mismo
no es un objeto
digno del pensamiento;
es un a
existencia
tan
despreciable como despreciada. La cr ít ica no necesita tener c lari -
dad acerca de este objeto, porque ya ha arreglado cuentas con él .
Ya no tiene la calidad de un
fin en sí,
sino sólo de un
medio.
S u
sentimiento esencial es el de la indignación, su tar ea esencial la
denuncia.
Se trata de describir la sorda presión mutua de todas las
esferas socia les unas sobre otras ; de un inact ivo malhumor gene-
ral , de una l imitación que se reconoce tanto como se equivoca,
encuadrada en un s istema de gobierno que , v iviendo de la conser-
vación de todo lo lamentable, no es de por sí otra cosa que lo que
hay de
lamentable en el gobierno.
¡Q u é espectá culo Es ta d ivis ión de la sociedad, l levada hasta
el infinito en las más diversas razas, opuestas entre sí por mezqui-
nas antipatías , malas intenciones y una brutal mediocridad, y que ,
precisamente d ebido a su mu tua posic ión a m bigua y rece losa ,
son tratadas por sus
gobernantes,
s in exce pción aunque con d ist in-
tas fo rmal idades , como existencias sujetas a sus concesiones. ¡ Y
hasta el hecho de verse dominadas, gobernadas y poseídas tiene
que ser reconocido y confesado por e l las como una concesión del
cielo ¡Y por e l otro lado están los propios gobernantes , cuya
grandeza se encuentra en re lación inversa a su número
La crítica que se ocupa de este contenido es la crítica en la
lucha cuerpo a cuerpo, y en un a luc ha así no se tra ta de saber si
el enemigo es un contrincante noble y del mismo rango, un ene-
m i g o
interesante,
sino qu e se tra ta de
golpearlo.
Se trat a de no
conceder a los alemanes ni un solo instante para el autoengaño
' y la resignación. Hay que hacer que la opresión real resulte más
i opresiva, agregá ndole la conc iencia de la op re sió n; es preciso
hacer que la vergüenza resulte más vergonzosa, pregonándola .
Es necesario mostrar cada una de las esferas de la sociedad alema-
na como la
partie honteuse
de la socied ad alemaua, obl iga r a
estas relaciones anquilosadas a bailar al compás de su pro-
p ia melodía . Hay que enseñar a l pueblo a
asustarse
de sí
mismo , a f in de in fundir le ánimo. Con e l lo se sat is fará una impe-
rativa necesidad del pueblo alemán, y las necesidades de los
pueblos son en sí mismas los motivos de su satisfacción.
Y esta lucha contra el contenido l imitado del statu quo
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alemán no carece de interés tampoco para las naciones modernas,
pues el stai
quo alemán es la consumación abierta del anden
régime
y el
anden régime
es la
debilidad oculta del Estadio
moderno.
L a luc ha con tra el presente po lít ic o alemán es la lu cha
contra e l pasado de las naciones modernas, todavía agobiadas
por reminiscencias de ese pasado. Es instructivo para ellas ver
como e l anden régime, que co no ció co n ellas su tragedia, represen-
ta ahora su comedia , como un revenant a lemán. Trá gica , en ver -
dad, fue la historia del
anden régime
mientras era e l poder pre-
existente del m un do , y la l ibertad, en cam bio, una idea pers onal ;
en un a palabra , m ientras c re yó y se vio obli gad o a creer en su
legit imidad. Mientras e l anden régime, como orden de l m un do
existente luchaba contra un mundo que só lo comenzaba a nacer ,
tuvo de su parte un error histórico, no un error personal. Por eso
fue trágica su caída.
Por otra parte, e l actual régimen alemán, que es un anacro-
nismo, una contradicc ión f lagrante de todos los axiomas general -
mente reconocidos , la nul idad del anden régime puesta en eviden-
cia ante el mundo entero, sólo se imagina que cree en sí , y exige
que e l mundo imagine lo mismo. Si creyera en su propia esencia,
¿trataría de ocultarla bajo la
apariencia
de un a esencia ajena y
de buscar re fugio en la hipocresía y e l so f isma? El moderno
anden régime
no es ya otra cosa que el
comediante
de un ord en
universal cuyos héroes verdaderos han m uer to. L a histor ia es
concienzuda y pasa por muchas fases antes de l levar a la tumba
a una forma antigua. La últ ima fase de una forma histórica mun-
dial es su comedia. Los dioses de Grecia, ya trágicamente heridos de
muerte en el
Prometeo encadenado
de Es quilo , tuvieron que vo lve r
a morir de una muerte cómica en los
Diálogos
d e Lu c ia no ¿P o r
qué esta traye ctoria histórica í Para que la hum anidad pu eda sepa-
rarse alegremente de su pasad o. Es te alegre destino histórico es el
que re ivindicamos para las autoridades pol í t icas de Alemania.
Entretanto , tan pronto como la propia real idad pol í t ico -socia l
moderna es sometida a la crítica, tan pronto como la crítica se
e leva al p lano de los problemas verdaderamente humanos, se
encuentra fuera del
statu quo
alemán, pues de otro modo aborda-
ría su objeto
por debajo
de su obje to. U n ejem plo. La relación de
la industria , de l mundo de la r iqueza en general , con e l mundo
pol ít ico es un problema fundamental de los t iempos modernos,
i B a jo qué form a com ienza este problem a a atraer la atenc ión de
los a lemanes? Bajo la forma de los
aranceles protectores,
del
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sistema prohibitivo, de la economía nacional. La german oman ía
há
pasado de los hombres a la materia, y así , un buen día, nues-
tros barones del algodón y nuestros héroes del hierro se vieron
convert idos en patr iotas . Por lo tanto , en Alemania se empieza a
reconocer la soberanía interior de l monopol io conf ir iéndole a l
mismo t iempo la
soberan ía hacia el exterior.
O sea que en Alem a-
nia está a pu nt o de comen zarse p or do nd e están term inan do en
Franc ia e Ing laterra .
La vie ja s i tuación corrompida contra la cual esos países
se sublevan en teoría , y que só lo soportan como se sopor-
tan las cadenas, es saludada en Alemania como e l a lba de
un bello futuro, que apenas se atreve todavía a pasar de la astuta
teoría a la más implacable práct ica . Mientras en Francia e Ingla-
terra e l problema es :
economía política
o
imperio de la sociedad
sobre la riqueza, en A lemania es : economía nacional o imperio de
la propiedad privada sobre la nacionalidad. E n Fra nc ia e I ng la -
terra, entonces, se trata de abolir e l monopolio que ha l legado
hasta sus últ imas consecuencias ; en Alemania , se trata en cambio
de l levar hasta sus t i lt imas consecuencias el monopolio . En el
primer caso , la so lución; en e l segundo, la co l is ión. Este es un
e jemplo suf i c iente de la f o rma
alemana
que adoptan los proble -
mas modernos , de cómo nuestra histor ia , cual un torpe rec luta ,
t iene que cont inuar repit iendo e jerc ic ios que para la histor ia ya
son viejos y tri l lados.
Por lo tanto , s i
todo
e l desarro l lo de Alemania no superase
el desarrol lo político alemán, un alem án sólo po dr ía tener, en los
problemas actuales , la misma part ic ipación que un ruso. Pe ro
cuando e l individuo no se encuentra trabado por las l imitaciones
de la nación, la nación en su conjunto se ve menos l iberada af ín por
la l iberación de un so lo individuo . El hecho de que Grecia tuviese
un escita
22
entre sus f i lósofos no ayudó a los escitas a avanzar
un so lo paso hacia la cultura griega.
Por fortuna los a lemanes no somos esc i tas .
Así como los pueblos ant iguos vivieron su prehistor ia en la
imaginación, en la mitología, así noso tros, los aleman es, hem os
viv ido nue stra po shistor ia en e l pensam iento , en la filosofía.
So mo s co nte mp o rá ne o s
filosóficos
del presen te, sin ser sus con tem -
poráneos históricos. L a f i loso f ía a lemana es la prolongación ideal
de la historia de Alemania. En consecuencia, si en vez de las
oeuvres incomplétes
de nu estra historia real , crit icam os las
oeuvres posthumes de nu estra historia ideal , la filosofía, nuestra
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cr í t i ca se encuentra en e l centro de los problemas sobre los cuales
e l presente d i ce : that is the question. L o que en las na c ione s
p r o gr e s i s t a s e s u n a r u p t u r a
práctica
con las s i tua c ione s del Es ta-
do moderno , en Alemania , donde n i s iqu iera ex i s ten todavía esas
s i tuac iones , es , a l pr inc ip io , l a ruptura
crítica
c o n e l r e f l e j o f i l o -
só f i co de d ichas s i tuac iones .
L a
filosofía aleman a del derecho y del Estado
es la ú ni ca
historia alemana que se hal la al pari * de l presente oficial m o d e r -
no . Por eso la nac ión alemana debe unir a su s i tuac ión actual esa
histor ia imaginar ia y someter a cr í t i ca , no só lo estos estados de
cosas ex i stentes , s ino tam bién , a l mism o t i em po , su pro lo ng ac ió n
a b s t r a c t a . S u f u t u r o n o p u e d e
limitarse
a la neg ac ión inm ediata
de sus condic iones estatales y jur íd icas reales , n i a la e jecuc ión
inmediata de las condic iones ideales de su Estado y de su derecho,
ya que la negac ión inmediata de sus condic iones reales está dada
por sus cond ic iones idea les , y cas i ha sobrev iv ido la e jecuc ión
inm ediata de sus con d ic ion es idea les en la con tem plac ión a que
está dedicada de las nac iones vec inas . Tiene , pues , razón e l part ido
p o l í t i c o
práctico
a lemá n al rec lam ar la
negación de la filosofía.
Se equivoca, no en exigir la , s ino en detenerse en la mera exigen-
c ia , que n i pone n i puede poner en v igor con ser iedad . Cree poner
en prác t i ca d i cha negac ión por e l s o lo hecho de vo lver la espa lda
a la f i l oso f ía y mascul lar , mirando hac ia o t ro lado , unas cuantas
f rases t r i l ladas
y
co lér icas . Debido a la l imitac ión de su hor izonte
visual , no inc luye a la f i losof ía en e l c í rculo de la real idad
alema-
na, y hasta l lega a imaginársela entre la práct ica a lemana y las
teor ías que le s irven. Se exige que los
embriones de la vida real
sean tomados como punto de par t ida , pero se o lv ida que e l verda-
dero embr ión de la v ida de la rac ión a lemana só lo ha brotado ,
hasta ahora, dentro de su
cráneo.
E n u n a p a l a b r a , n o
pueden
ustedes superar la filosofía sin convertirla en realidad .
Y e l mismo error , pero con l os fac tores
inversos,
com et ió e l
p a r t i d o p o l í t i c o
teórico,
na c id o de la f i l os o f ía .
En la lucha ac tua l ve ía só lo
la lucha crítica de la filosofía
contra el m undo alemán; no se detenía a pen sar que la anterior
filosofía
per ten ec ía e l la m isma a este m u n do y era su
comple-
mento,
a u n q u e u n c o m p l e m e n t o i d e a l . M o s t r a b a u n a a c t i t u d c r í ti -
c a h a c i a s u c o n t r a p a r t e , p e r o a d o p t a b a u n c o m p o r t a m i e n t o n o
• Al nivel (Ed.)
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crítico para consig® mismo cuando, al partir de las premisas de
la f i losofía, se detenía en los resultados de otras partes como
exigencias y resultados inmediatos de la f i losofía, a pesar de que
éstos —suponiendo que fuesen legít imos— sólo pueden obtenerse
por la
negación de la filosofía anterior,
de la f i lo so f ía como tal.
Nos reservamos el derecho de tratar más a fondo este aspecto. El
defec to fundamenta l de es te part ido podr ía resumirse as í :
creyó
que podría convertir la filosofía en realidad sin abo liría.
La cr ít ica de la filosofía aleman a del derecho y del Estado,
que alcanzó en Hegel su form ula ción últ ima, la más coherente y
la más rica, es a la vez un análisis crítico del Estado moderno y
de la real idad a él v inculada, y la dec idida negación de todo el
modo
anterior de la
conciencia política y jurídica aleman a,
cuya
expresión más noble, más universal, elevada al nivel de una
cien-
cia,
es precisamente la misma
filosofía especulativa del derecho.
Si la f i losof ía especulativa del derecho —este
pensamiento
abstrac-
to y extravagante del Estado moderno, cuya real idad s igue s iendo
una cosa del más allá, aunque este más allá sólo esté al otro lado
del R h in — no podía darse más que en Alem ania , la imagen-
pensamiento alemana del Estado moderno, que hace abstracc ión
del
hombre real,
sólo era posible —a la inversa— porque el mismo
Estado moderno hace abstracc ión del
hombre real
—y en la medi -
da en que así lo abstrae— o porque satisface al hombre
total
de
un modo puramente imaginario . En pol ít ica , los a lemanes han
pensado
lo que otras naciones han
hecho.
Alemania era su
concien-
cia teórica.
L a abstracc ión y la arro gan cia de su pensam iento
corr ían s iempre parejas con la unilateral idad y la pequenez de
su realidad. Por lo tanto, s i el
status quo
del
Estado alemán
expresa la
consumación del anden régime,
la consumación de la
espina c lavada en la carne del Estado moderno, e l status quo de
la ciencia alemana del Estado expres.a la imperfección del moder-
no Estado, la fa lta de solidez de su carne m isma.
Ya como resuelto adversario de la forma anter ior de la
conciencia pol ít ica
alemana,
la crítica de la f i losofía especulativa
del derecho se orienta, no hacia sí misma, sino hacia problemas
para cuya solución no existe más que un medio: la práctica.
Se nos pregunta : ¿puede l legar Alemania a una práct ica á
la hauteur des principes,
es de cir, a un a
revolución
que la eleve,
no sólo al
nivel oficial
de las nacion es m ode rnas , s ino a la
altura
humana
que habrá de ser el futuro inmediato de estos pueblos?
Es cierto qu« el arma de la crítica no puede sustituir a la
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C R ÍTIC A D E LA FILO S O FÍA D EL D E R E C H O 4 5
crítica de las armas, que la fuerza material debe ser derrocada
por la fuerza material , pero también la teor ía se convierte en poder
material tan pronto como se apodera de las masas. Y la teoría
es capaz de apoderarse de las masas cuando argumenta y demues-
tra
ad hominem, j
demuestra
ad hominem,
cuan do se hace radical .
^Ser radical es atacar el problema por la raíz. Pero para el hombre
' la raíz es el ho m bre m ismo . L a pru eba evide nte d el rad icalism o de
la teoría alemana, y en consecuencia de su energía práctica, consis-
I te en que pa rte de la de cid ida abo lición
positiva
de la relig ión . L a
crítica de la religión desemboca en la doctrina de que el
hombre es
la esencia suprema para el hom bre
y , por consiguiente, en el
impe-
rativo categórico de echar por tierra tod as las relaciones
en qu e el
hombre sea una esencia humillada, esclavizada, abandonada y des-
prec iable , relac iones que no pueden descr ib irse mejor que con la
exclamación de un francés , cuando se proyectaba crear un impues-
to sobre los .pe rro s: "
¡
Po bres pe rr os ¡ Qu ieren tratarlos com o a
s er es h u m a n o s "
Incluso desde el punto de vista histór ico t iene la emancipa-
c ión teór ica un interés especí f icamente práctico para Alemania .
Porque e l pasado
revolucionario
de Alem ania es un pasad o teór i -
co : es la
Reforma.
A sí como la revo lució n de entonces em pezó en
el cerebro del
monje,
así la rev olu ción de ahora com ienza en el
cerebro del
filósofo.
Lutero,
adm itámoslo , ven ció a la servidu m bre p or la
devo-
ción,
porque la sustituyó por la servidumbre en la
convicción.
Quebró la fe en la autor idad porque restablec ió la autor idad de
la fe. Convirtió a los curas en seglares, porque convirtió a los
seglares en curas . Liberó a l hombre de la rel ig ios idad externa por-
que hizo de la rel ig ios idad el hombre inter ior . Emancipó de las
cadenas al cuerpo porque cargó de cadenas el corazón.
Pero s i e l protestantismo no fue la verdadera solución, fue
al menos el verdadero planteo del problema. Ya no se trataba de
la lucha del seglar contra el
cura exterior a él,
s ino de la lucha
contra su
propio cura interior,
contra su
naturaleza de cura.
Y
si la trasformación protestante del seglar a lemán en cura emanci-
pó a los papas legos, a los
príncipes,
con tod a su cam arilla sacer-
dotal , los pr ivi legiados y los f i l is teos , la trasformación f i losóf ica
de los a lemanes sacerdotales en hombres emancipará al
pueblo.
Pero la
secularización
no se dete ndr á en la
confiscación de las
fincas de la iglesia,
in ic iada pr inc ipa lmente por la h ipócr i ta
Prusia, así como la emancipación no se detiene en los príncipes.
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C a r L O S M A R X
ción especial
y emprende la emanc ipac ión general de la soc iedad .
Esta c lase emancipa a toda la soc iedad, pero sólo s i la soc iedad
toda se hal la en la misma situación de esta clase, es decir , s i posee,
por e jemplo , e l d inero y la cul tura, o puede adquir ir los a su
anto jo .
Ninguna c lase de la soc iedad c iv i l puede representar este
papel s in provocar un momento de entusiasmo en s í y en las
masas , momento durante e l cual fraterniza y se funde con la
soc iedad en general , se confunde con e l la y es sent ida y reconoci -
da como su representante general; m om ento en que sus ex ig en -
cias y derechos son, en verdad, los derechos y las exigencias de la
soc iedad misma, en que es realmente la cabeza y e l corazón de la
soc iedad. Sólo en nombre de los derechos generales de la soc iedad
puede una c lase espec ia l re iv indi car para s í l a dominac ión gene-
ral . Y para e l asal to de esta pos ic ión emancipadora y , por lo
tanto , para poder explotar pol í t i camente a todos los sectores de
la soc iedad en interés de su propio sector , no bastan por s í so los
la energía revoluc ionaria y la conciencia espir i tual de s í mismos .
P ar a qu e c o i n c i dan la revolución de una nación y la emancipación
d-e una clase especial de la soc ieda d c iv i l , pa ra que una clase sea
reconocida como la c lase de toda la soc iedad, es necesar io , por e l
contrar io , que todos los defectos de la soc iedad se condensen en
otra c lase , que una determinada c lase concentre en s í la repulsa
general , sea la suma de la l imitac ión general ; es necesar io , para
el lo , que una determinada es fera soc ial sea considerada como el
crimen notorio
de tod a la soc ie da d, de m od o que la l ibera c ión de
esta es fera aparezca como la autol iberac ión ; es necesar io que otra
c lase sea la de la opres ión evidente . La s igni f i cac ión negat iva
general de la nobleza y e l c lero franceses condic ionó la s igni f i ca-
c ión pos i t iva general de la c lase del imitadora y opuesta de la
burguesía.
Pero n inguna c lase t i ene en Alemania la coherenc ia , la
penetrac ión , e l arro jo o la intransigencia capaces de señalar la
com o la representante negat iva de la soc iedad . T am po co posee
c lase alguna la grandeza de alma que se ident i f i ca , aunque sólo
sea por un momento, con e l alma de la nación ; n inguna posee la
genial idad que l leva e l poder mater ial a la v io lencia pol í t i ca, esa
intrepidez revoluc ionaria que arroja a la cara del enemigo las
des a f i an t es pa l abr as :
¡No soy nada, pero debo serlo todo
E l
fondo bás ico de la moral y la honradez alemanas , y no sólo de
los individuos, s ino también de las c lases, es más bien ese modesto
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C R Í T I C A D E L A F I L O S O F Í A D E L D E R E C H O
4 9
egoísm
• que reconoce su l imitación y permite que otros la hagan
valer eentra ellos. Por eso la relación existente entre los diversos
sectores de la sociedad alemana no es dramática, s ino épica. Cada
un o de ellos com ienza -a tener con cien cia d e sí y a pla nta rse ju n t»
a los otros con sus exigencias part iculares, no cuando se ve opri-
mido, s ino cuando las c ircunstancias de las relaciones de esa
momento, s in intervención suya, crean una base social sobre la que
el sector en cuestión, a su vez, puede ejercer presión. Hasta el
mis mo
sentimiento moral de sí mism a de la clase media aleman a
descansa sólo sobre la conciencia de ser la representante general
da la f i l istea mediocridad de todas las demás clases. No son, por
lo tanto, solamente los reyes alemanes los que llegan al trono
mil
á propos, s ino que son todos los sectores de la socied ad burg uesa ,
qu« sufren su derrota antes de haber celebrado la victoria, qus
desarrol lan sus propias l imitaciones antes de haber saltado por
encima de las que la enfrentan, que hacen valer la esencia de su
estrechez de espíritu antes de que hayan podido hacer valer la
esencia de su magnanimidad. De manera que hasta la oportuni -
dad de l legar a representar un gran papel desaparece antes de
haber exist ido, y cada clase, tan pronto comienza a luchar con la
que se le opone, se ve enredada en la lucha con la que está debajo,
De aquí que la alta nobleza luche contra la burguesía, las buró-
eratas contra la nobleza y los burgueses contra todos ellos, en
tanto que el proletariado comienza ya a encontrarse trabado en
lucha contra el burgués. La clase media no se atreve siquiera a
eoncebir e l pensamiento de la emancipación desde su propio
punto de vista, cuando ya el desarrol lo de las condiciones socia-
les, lo mismo que el progreso de la teoría polít ica, declaran que
dicho punto de vista resulta anticuado, o por lo menos proble-
mát ico .
En Francia, basta con que alguien sea algo para que quiera
serlo todo. En Alemania nadie puede ser nada si no está dispues-
to a renunciar a todo. En Francia la emancipación parcial es e l
fundamento de la emancipac ión universal . En Alemania la eman-
cipación universal es la
conditio sin« qua non
de toda emancipa-
ción parcial . En Francia la realidad de la l iberación gradual ,
en Alemania su imposibi l idad, son las que t ienen que engendrar
la l ibertad total . En Francia cada clase de la nación es una
idealista política y tiene con cien cia de sí al pr inc ipi o , no com o
una clase especial, sino como representante de las necesidades
sociales en general . Per consiguiente e l papel de
emancipador
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5 0 C a r L O S M A R X
pasa por turno , en dramát ico movimiento , a las d is t intas c lases
del pueblo francés, hasta l legar, por últ imo, a la c lase que no
real iza ya la l ibertad social bajo e l supuesto de c iertas condiciones
que se encu entran fu er a de l hom bre y que , s in emba rgo , han s id o
creadas por la soc iedad humana, s ino que organiza más b ien
todas las condic iones de la ex is tenc ia humana ba jo e l supuesto de
la l ibertad soc ia l . Por e l contrar io , en Alemania , donde la v ida
práct i ca t i ene tan poco de esp ir i tual como la v ida esp ir i tual t i ene
de práct ico , ninguna c lase de la sociedad c ivi l t iene la necesidad
ni la capac idad de la emancipac ión general hasta que se ve ob l iga-
da a e l lo por su s i tuación inmediata, po r la neces idad material,
por sus
mismas cadenas.
¿Dónde res ide , pues , la pos ib i l idad
positiva
de la em ancipa-
c ión a lemana?
Respuesta: en la fo rm ac ión de un a c lase con cadenas radi-
cales, de una clase de la sociedad civi l que no es una clase de la
soc iedad c iv i l ; de una c lase que es la d iso luc ión de todas ; de una
esfera que posee un cará cter u niversal deb ido a sus sufr im ient os
universales y que no rec lama para s í n ingún
derecho especial,
porque no se comete cont ra e l l a n ingún
daño especial,
sin o el
daño puro y simple;
que no pu ede inv oca r ya un t í tulo
histórico,
sino só lo su t í tulo humano; que no se encu entra en ning un a
índole de antí tesis uni lateral con las consecuencias , s ino en una
antítesis total con las premisas del Estado alemán; de una esfera,
por úl t imo , que no puede emanciparse s in emanciparse de todas
las demás es feras de la soc iedad y , a l mismo t iempo , emancipar -
las a todas e l las ; que es , en una palabra, la
pérdida total
del
hombre y que , por l o tanto , só lo puede ganarse a s í misma median-
te la recuperación total del hombre. Es ta d iso luc ión de la soc ied ad
como clase especial es el proletariado.
El pro le tar iado comienza a nacer , en Alemania , de resul tas
de l mov imiento
industrial
en ascenso . Pu es lo que fo rm a al pr ole -
tariado no es la pobreza que
nace naturalmente,
s ino la art i f i c ia l -
mente produc ida , no l as masas humanas mecáni camente agob iadas
por e l peso de la sociedad, s ino las que nacen de la
aguda disolu-
ción de ésta, y con preferencia de la diso lución de la c lase media,
aunque gradualmente , como se ent iende con fac i l idad , vayan
incorporándose también a sus f i las la pobreza natural y l os s ier -
vos er i s t iano -germániees .
Cuando e l p ro l e tar iado pregona l a disolución del orden uni-
versal anterior, n o hace más que pro c lam ar e l secreto de su
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C R Í T I C A DE L A F IL O S O F Í A D E L D E R E C H O
5 1
propia existencia, ya que él es la diso lució n de hecho de ese orden
universal . Cuando e l pro letar iado rec lama la negación de la pro-
piedad privada, no hac e má s que elevar a principio de la socie-
dad
lo que la sociedad ha elevado a principio
suyo,
como resul -
tado negativo de la sociedad. El proletariado se encuentra, enton-
ces, en posesión del mismo derecho —respecto del mundo que
nace— que asiste al
rey alemán
—respec to de l ex is tente— cuando
llama al pueblo
su
pueblo , como al caballo
su
caballo . Al declarar
que el pueblo es su propiedad privada, e l rey se l imita a expresar
que e l propietar io pr ivado es rey .
Así como la f i losof ía encuentra en el proletariado sus armas
materiales,
e l prole tariad o encu entra en la f i l os of ía sus armas
espirituales.
Y tan pr on to com o el ray o del pensa m iento haya
he rid o de l leno a este ing enu o suelo po pu lar , se cum plirá la
emancipac ión de los alemanes c o m o hombres.
Resumamos los resultados :
La única l iberac ión
prácticamente
posible de A lem an ia es la
l iberación desde el punto de vista de la teoría que proclama al
hombre como esencia suprema de l hombre . En Alemania , la eman-
c ipac ión de la Edad Media só lo es posible como emancipación, al
mismo t iempo, de las v ic tor ias parc ia les sobre la Edad Media . En
Alemania no es posible e l iminar
ningún
t ipo de servidu m bre s in
e l iminar
todo
t ipo de serv idumbre . La A lemania
fundamental
no puede revo luc ionar s in revo luc ionar
desde el fundam ento
mismo. La emancipación del alemán es la emancipación del hom-
bre. L a cabeza de esta em an cip ació n es la filosofía, su corazón
el proletariado.
La f i los o f ía no pue de convert irse en real idad s in
la abolición del proletariado, y éste no puede ser abolido si la
f i losof ía no se convierte en realidad.
Cuando se cumplan todos los requisitos internos, e l
canto del
gallo galo
anunciará e l
día de la resurrección de Alema nia.
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C A R LO S M A R X
T E S I S S O B R E F E U E R B A C H
I
El de fecto fundamental de todo e l mater ia l ismo anter ior
—inoluyendo e l de Feuerbach— es que só lo conc ibe la cosa
[Geg»nstand~\, la real idad, la sensor iedad, bajo la forma de obje -
to
[Objeht]
o de contem plac ión
[Anschauung],
pero no com o
actividad sensorial humana,
c o mo
práctica,
no de un m odo sub je -
t ivo . De aquí que el lado
activo
fuese desarrol lado por e l idealis-
mo, por opos ic ión al mater ia l ismo, pero só lo de un modo abstrac-
to , ya que el idealismo, naturalmente, no conoce la act ividad
real , sensorial , como tal . Feuerbach quiere objetos sensibles , real-
mente d ist intos de los ob jetos conceptuales ; pero tampoco é l
conc ibe la act iv idad humana como una act iv idad
objetiva [gegens-
tandtíche].
P o r eso, en
La ese-ncia del cristianismo
sólo consi-
dera la act itud teórica como la auténticamente humana, mientras
que concibe y plasma la práct ica sólo en su forma suciamente
judaica de manifestarse . Por tanto , no comprende la importancia
d e la a c tu a ció n " r e v o l u c i o n a r i a " , " p r á c t i c o - c r í t i c a " .
I I
El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir
una verdad ob je t iva [gegenstáncUiche] no es un prob lem a teór i -
co , s ino un problema
práctico.
E s en la prá ct ica do nd e el hom bre
tiene que demostrar la verdad, es decir , la realidad y e l poderío ,
la terrenalidad
[Diesseitigkcit]
de su pensa m iento. E l l i t igio
sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento aislado de la
práct ica , »s un problema puramente escolástico.
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6 2
C A R L O S M A R X
I I I
La teoría material ista de que los hombres son producto de
las c ircunstancias y de la educación, y de que, por tanto, los
hombres modi f icados son producto de c ircunstancias d ist intas y
de una educación dist inta, o lvida que las c ircunstancias se hacen
cambiar prec isamente por los hombres y que e l propio educador
necesita ser educado. Conduce, pues, forzosamente a la división
de la sociedad en dos partes, una de las cuales está por encima
de la soc iedad (as í por e jemplo en Roberto Owen) .
L a co inc idencia de la m od i f ica c ión de las c ircunstancias y de
la act ividad humana sólo puede concebirse y entenderse racional-
mente como
práctica revolucionaria.
I V
Feuerbach arranca de l hecho de la autoenajenación re l ig io -
sa , de l desdoblamiento de l mundo en un mundo re l ig ioso , imagi -
nario , y otro real . Su cometido consiste en disolver e l mundo rel i -
gioso , reduciéndolo a su base terrenal . No ve que, después de
realizada esta labor, falta por hacer lo principal . En efecto , e l
hecho de que la base terrenal se separe de sí misma y se plasme
en las nubes como reino independiente, sólo puede explicarse por
el p ro p io desga rram iento y la con tra dic ción de esta base terrenal
consigo misma. Por tanto, lo primero que hay que hacer es com-
prender ésta en su contradicc ión y luego revo luc ionarla práct ica-
mente e l iminando la contradicc ión . Por consiguiente , después de
descubrir , v . gr . , en la famil ia terrenal e l secreto de la sagrada
famil ia , hay que cr i t icar teór icamente y revo luc ionar práct ica-
mente aquélla.
V
Feuerbach , no contento con e l pensam iento abstracto, apela
a la
contemplación sensorial
; pe ro no concib e la sensoried ad co m o
una act iv idad práct ica , como act iv idad sensor ia l humana.
V I
Feuerbach di luye la esencia rel igiosa en la esencia humana.
Pero la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada indi-
viduo. Es, en su realidad, e l conjunto de las relaciones sociales .
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T E S I S S O B R E F E U E R B A C H
6 3
Feuerbach, que no se ocupa de la crít ica de esta esencia real,
se ve , por tanto , obl igado :
1) A hacer caso omiso de la trayectoria histórica, enfocando
de por sí el sentimiento religioso
[Gemiit]
y presu ponien do un
individuo humano abstracto ,
aislado.
2) En él , la esencia humana sólo puede concebirse como
"género " , como una genera l idad in terna , muda , que se l imi ta a
u n i r
naturalmente
los m uch os ind ividu os.
V I I
Feuerbach no ve , por tanto , que e l " sent imiento re l ig ioso "
es también un
producto social
y que el individuo abstracto que él
anal iza pertenece , en real idad, a una determinada forma de
soc iedad.
L
V I I I
La vida social es esencialmente práctica. T od os los m isterios
que descarrían la teoría hacia e l mist ic ismo, encuentran su solu-
ción racional en la práct ica humana y en la comprensión de esta
práct ica .
I X
A lo que más l lega el material ismo
contemplativo,
es de cir ,
e l material ismo que no concibe la sensoriedad como act ividad
práct ica, es a contemplar a los dist intos individuos dentro de la
" s o c i e d ad ' c i v i l " .
X
El punto de vista del antiguo material ismo es la sociedad
"c iv i l " ; e l de l nuevo mater ia l i smo , la soc iedad
humana
o la
humanidad soc ia l izada.
X I
Los f i lóso fos ro han hecho más que interpretar de diversos
modos el mundo, pero de lo que se trata es de trasformarlo.
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CARLOS MARX Y FEDERICO ENGELS
J U I C I O C R I T I C O
SOBRE LA RELIGIÓN DE LA NUEVA
ERA,
D E G . F . D A U M E R
Intento de fundamentación eombinativa y aforística, 2 vols . ,
Ha m burg o , 1850 *
" U n h om b r e d e
Nuremberg,
en to do otro sentid o un l ibre
pensador nada insensible hacia lo nuevo, manifestaba un odio
monstruoso hacia las act ividades democráticas. Era un devoto de
Ronge, cuyo retrato tenía en su habitación. Pero cuando se ente-
ró de que Ronge se había puesto de parte de los demócratas, sacó
el retrato del cuarto y lo l levó al retrete . En una ocasión di jo :
«A h , s i v iv iéram os ba jo el knu t ruso , ¡ cuá n d ichoso me se nt ir í a »
Murió durante los desórdenes , y supongo que aunque ya era
vie jo , lo que lo llevó a la tum ba fu e el desaliento y la am arg ura
ante e l curso que seguían los acontec imientos" (vo l . 2 , págs .
321-322) .
Si en lugar de morir , este lamentable nuremburgués hubiese
entresacado sus fragmentos de pensamientos de l
Corresponsal de
y para Alemania,
de Schil ler y G oethe, de los an tiguo s m anuales
y los modernos l ibros de las bibl iotecas c irculantes, se habría
ahorrado e l t rabajo de morir y le habría evitado al señor Daumer
sus dos vohimenes , acremente e laborados , de fundamentac ión
eombinativa y aforíst ica. Es c laro que, en ese caso, no habríamos
tenido la edi f i cante oportunidad de conocer la re l ig ión de lá
nueva era y , a l mismo t iempo, a su pr imer márt ir .
* G. F . Daum er :
Die Religión des neuen Weltalters.
Versu ch einer
combinator isch-apl ior is t ischen Grundlegung, 2 Bánde, Hamburg, 1850. (Ed.)
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8 0
C . M A R X Y P . E N G E L S
La obra del señor D aum er se d iv ide en dos par tes : 1 a " pre li -
min ar " y l a " p r in c ip a l " . E n la p ar t e p r e l imin ar e l f i e l E e k ar t
de la f i loso f ía a lemana expresa su pro funda preocupación por e l
hecho de que incluso los alemanes pensadores y educados se hayan
dejado descarr iar durante los ú lt imos dos años y abandonado las
inest imables consecuciones del pensamiento en favor de una mera
act iv idad revo luc ionar ia " exter io r " . Cons idera que e l momento
actual es adecuado para apelar una vez más a los mejores senti -
mientos de la nación, y señala e l s ignif icado que t iene el dejar ,
tan a la l igera, que desaparezca toda la cultura alemana, sólo
gracias a la cual e l c iudadano alemán era todavía algo. Resume
todo el contenido de la cultura alemana en los más medulosos
dichos que contiene el cofre de su erudición, y de esa manera
deshonra a la cultura alemana no menos que a la f i losof ía alema-
na. S u antología de los más elevados p rod ue tos d e la m ente alema-
na supera en vulgar idad y t r iv ia l idad a los más ordinar ios l ibros
de lectura para señoritas de las esferas más educadas. Desde las
humoradas f i l i s teas de Schi l ler y Goethe contra la pr imera Revo-
luc ión frances a, desde e l c lásico " E s pe l igro so despertar a l
l e ó n "
3 0
hasta la l i teratura más moderna, e l sumo sacerdote de
la nueva rel igión desentierra celosamente cada uno de los pasajes
en que las leguley erías alemanas se enva ran de ad orm ilad o m al
humor contra el movimiento histórico que tan odioso le resulta.
Autor idades de l peso de un Fr iedr i ch Raumer , de Bertho ld Auer -
bach , Lochner , Mor i t z Carr ié re , A l f red Meissner , Krug , Dinge ls -
t edt , Ronge Nürnberger Bote, M ax W ald au , S t e r n ber g , H e r m án
Máurer , Lou ise Aston , Eckermann , Noack , Blátter f ür literarische
TJnterhaltung.
A . Kunze , Ghi l lany, T . Mundt , Sapl i i r , Gutzkov,
cierto
"née
G a tt e re r" y otros p or e l est ilo , son los pi lares sobre los
cuales descansa la nueva rel igión. El movimiento revolucionario ,
que aqu í es anatem atizado con tantas voces, se l imita p or un a pa rte ,
para el señor Daumer, al parloteo más tr i l lado sobre la pol ít ica tal
como se pone en práct ica en Nuremberg bajo los auspic ios de l Co-
rresponsal de y para Alemania,
y po r la otra a cana lladas acerca de
las cuales t iene una idea sumamente fantást ica. Las fuentes en que
se informa son dignas de ser colocadas a la altura de las ya men-
c ionadas : a l lado de l
Nürnberger Korrespondent,
c on tanta f r e -
cuencia mencionado , f iguran e l Bam berger Zeitung, el Münchner
Landbdtin, el Augsburger Allgemeine Zeitung y otros. La misma
vulgar idad pequeñoburguesa que no ve en e l pro letar io o tra
cosa que un desagradable
y
c o rrompido pe la fustán ,
y
que se frota
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S O B R E L A R E L I G I Ó N DE L A N U E V A E R A
8 1
las manos con sat isfacción ante las matanzas de París en junio
de 1848 , en que fueron ases inados 3 .000 de esos "pe la fustanes" . . .
esa misma vulgar idad se indigna ante las burlas de que son obje -
to las sentimentales sociedades que tratan de impedir la crueldad
hacia los animales.
"Las espantosas t o r turas —exc lama e l señor Daumer en la
página 293 de l vo lumen I— que los desdichados animales sufren
por la mano cruel y t iránica del hombre son para estos bárbaros
« tonter ías» por las que nadie deber ía preocuparse . "
Toda la lucha de c lases de nuestra época le parece al señor
D a u m e r s ó l o u n a l u c h a d e l a " g r o s e r í a " c o n t r a l a " c u l t u r a " . E n
lugar de explicarla por las condiciones históricas de esas c lases,
encuentra su origen en las act ividades sediciosas de unos pocos
individuos malévo los que inc i tan les bajos apet i tos de l populacho
contra los Estados educados .
" E s t e r e f o r mis mo d e mo c r á t i c o . . . e x c i t a l a e n v id ia , l a c ó l e -
ra, la rapacidad de las c lases inferiores de la sociedad contra las
s u p e r i o r e s . . . ¡L in d a f o r ma d e h ac e r más n o b le y me jo r a l
hombre , y de fu nd a r un gra do super ior de c u l t u r a " (vo l . I ,
pág . 289) .
El señor Daumer no sabe qué luchas "de las c lases in fer io -
res contra las super iores" fueron necesar ias inc luso para produ-
c i r u n " g r a d o d e c u l t u r a "
á la
Nuremberg y para pos ibi l i tar e l
nac imiento de un luchador contra Moloch á la D a u m e r .
3 1
La segunda secc ión , la "pr inc ipa l " , cont iene e l aspec to pos i -
t ivo de la nueva rel igión. Expresa todo el disgusto del f i lósofo
alemán en relación con el o lvido en que han caído sus luchas
contra el cr ist ianismo, en relación con la indiferencia del pueblo
hacia la rel igión, único objeto digno de ser tenido en cuenta por
el f i lósofo . Para restablecer e l crédito de que gozaba su profesión,
desplazada por la competencia, lo único que puede hacer nuestro
hombre mundano es inventar una nueva re l ig ión después de
ladrar durante mucho t iempo contra la ant igua. Pero esta nueva
rel igión se l imita, en concordancia con la primera sección, a una
continuación de la antología de máximas, versos de registros
genealógicos y versus memoriales de la cu ltura p eque ñobu rguesa
alemana. Los capítu los de l nuevo Corán
32
no son otra cosa que
una serie de frases que disculpa n m oralm ente y embellecen po ét i -
camente la s ituación alemana, frases que, aunque despojadas de
su forma inmediatamente re l ig iosa , s iguen formando parte de la
antigua rel igión.
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8 2
C . M A R X y P. E N G E L S
"Las condic iones mundiales y las re lac iones mundiales total -
mente nuevas sólo pueden surgir a través de nuevas rel igiones.
El cr ist ianismo y e l Is lam son e jemplos y pruebas de lo que pue-
den hacer las rel igiones. Una prueba sumamente vivida y sensata
de la impotencia e inuti l idad de la pol ít ica abstracta y exclusiva
la proporc iona e l movimiento in ic iado en e l año 1848" (vo l . I ,
p ág . 313 ) .
Esta proposición tan plena de contenido destaca de inmediato
la ehatura e ignoranc ia de l "pensador" a lemán , que con funde
las pequeñas "proezas de marzo " —alemanas y espec í f i camente
bávaras— con el movimiento europeo de 1848 y 1849, y que exige
que las primeras erupciones, en sí mismas muy superf ic iales , de
una gran revo luc ión que se va desarro l lando y concentrando en
forma gradual , produzcan " condic iones mundia les y re lac iones
m undia les t o ta lmente n u ev a s" .
E l mundano Daumer reduce la compl i cada lucha soc ia l ,
cuyas primeras escaramuzas se desarrol laron de París a Debrecen
y de Berlín a Palermo, en los últimos dos años, al hecho de q\ie
•n «ñero de 1849 " las esperanzas de las Sociedades Constitucio-
na les de Er langen fueron pos tergadas inde f in idamente " (vo l . I ,
pág. 312) y a l temor de una nueva lucha que pueda resultar
una vez más un desagradable sacudimiento para e l señor Daumer,
en sus ocupaciones con Haf iz , Mahoma y Berthold Auerbach .
La misma vergonzosa superf ic ia l idad le permite a l señor
Daumer hacer caso omiso de que el cr ist ianismo fue precedido
por e l derrumbe to ta l de las " condic iones de l mundo ant iguo" ,
de las cuales e l cr ist ianismo era una simple expresión; de qu«
las " condic iones mundia les comple tamente nuevas" surg ieron ,
no en el plano interno, a través del cr ist ianismo, s ino sólo cuando
los hunos y los germanos "cayeron en lo exter ior sobre e l cadá-
ver de l Imper io romano" ; de que después de la invas ión germá-
n ica las "nuevas condic iones mundia les " no se adaptaron «1
crist ianismo, s ino que éste fue modif icado a su vez con cada nueva
fase de esas condiciones mundiales . Nos agradaría que el señor
Daumer nos diese un e jemplo del cambio de las antiguas condi-
c iones mundiales por una nueva rel igión sin que al mismo t iempo se
produjesen las más poderosas convuls iones "po l í t i cas externas y
abstractas " .
Es c laro que en todas las grandes conmociones históricas de
las condiciones sociales se revolucionan las concepciones y las
ideas de los hombres, y por consiguiente sus ideas rel igiosas. La
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S O B R E L A R E L I G I Ó N D E L A N U E V A E R A 8 3
diferencia entre la conmoción actual y todas las anteriores reside
en el hecho de que el hombre ha descubierto el secreto de este
levantamiento histórico y por lo tanto, en lugar de volver a exal-
tar este proceso práct ico , "externo" , hasta las formas extas iadas
de una nueva rel igión, se despoja de toda la rel igión.
Después de las dulces doctrinas morales de la nueva sabidu-
r ía universal , inc luso super iores a Knigge
5S
, ya que contienen todo
lo necesario, no sólo sobre las relaciones entre los hombres, sino
sobre las re lac iones entre los animales . . . después de los Prover-
bios de Salomón viene la Canción del nuevo Salomón.
" L a
naturaleza
y la
mujer
son lo realm ente div ino, en op o-
sición a lo
humano
y al
hombre...
E l sac r i f i c io de lo hum ano a
lo na tura l , del m acho a. la hem bra, es e l ún ico autén tico y ve rd a-
dero sometimiento y autoalienación, la más alta, no, la única
v i r t u d y p i e d ad " ( vo l . I I , p ág . 257 ) .
Vemos aquí que la superf ic ia l idad e ignorancia de l re f lexivo
fu nd ad or de una re l ig ión se t ras form a en una pronun c iad ís ima
cobardía . El señor Daumer huye ante la t ragedia h istór ica que
lo amenaza muy de cerca; huye hacia la supuesta naturaleza, o
sea hacia e l s imple idi l io rúst ico , y predica e l culto de la mujer
para encubrir su propia res ignación afeminada.
De paso, e l culto del señor Daumer a la naturaleza ea suma-
mente pecul iar . Ha conseguido ser reacc ionario inc luso en com-
paración con el cr ist ianismo. Trata de establecer la antigua rel i -
g ión natural precr ist iana en una forma modernizada. De tal
m od o só lo obt iene un a ñoñ er ía cr ist iaño-germ ániea-pa tr iarcal
acerca de la naturaleza, expresada, por e jemplo , como s igue :
Santa naturaleza, dulce Madre,
en Tus pasos pon mis pies.
Mi ma no infantil con la Tuya aferra.
¡Con Tus firmes riendas condúceme
"Estas cosas han pasado de moda, pero no en benef ic io de
la cu ltura, e l progreso y la d icha humana" (vo l . I I , pág. 157) .
Vemos que este culto de la naturaleza se limita a las cami-
natas dominicales de un habitante de un pueblecito de provin-
cias, maravil lado pueri lmente ante
el~
cucl i l lo que p on e sus huevos
en el nido de otro pájaro (vol . II , pág. 40) , ante las lágrimas
dest inadas a mantener húmeda la superf ic ie de los o jos (vo l . I I ,
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8 4
C . M A R X Y P . E N G E L S
pág. 73) , etcétera, y que f inalmente t iembla de respeto cuando
recita a sus hi jos la
Oda a la primavera,
de K lopsto ck (vo l . I I ,
págs. 23 y ss . ) . No se habla para nada, por supuesto , de las c ien-
c ias modernas , que , junto con la industr ia moderna, han revo lu-
cionado la naturaleza toda y terminado con la act itud pueri l del
hombre hac ia esta ú lt ima y con todas las demás formas de puer i -
l idad. Pero en lugar de eso se nos endilgan misteriosas insinua-
ciones y asombradas ideas f i l isteas sobre las profecías de Nostra-
damus, la segunda visión en los escoceses y e l magnetismo animal.
Por lo demás, sería de desear que la perezosa economía campesi-
na bávara, terreno en el cual crecen por igual los sacerdotes y los
Daumers , fuese por f in arada por los cu lt ivos modernos y las
máquinas modernas .
La posic ión en lo referente al culto a la mujer es la misma
que en el culto a la naturaleza. Como es natural , e l señor Daumer
no dice una palabra en euanto a la actual situación social de las
mujeres. Por e l contrario , sólo habla de la mujer en cuanto tal .
Trata de consolar a las mujeres por su penuria social , y para
ello las convierte en el objeto de un culto , con palabras tan
vacías como presuntamente misteriosas. De esta forma las tran-
quil iza en cuanto al hecho de que el matrimonio , al obl igarlas a
cuidar a los hi jos , ponga f in a todos sus talentos (vol . II , pág.
237) , para lo cual les dice que pueden amamantar niños hasta
los sesenta años (vol. II, pág. 244), etcétera. A esto el señor
Da um er lo l lama " e l sacr i f i c i o de l hombre a la m u je r " . A f in
de encontrar los necesarios personajes femeninos ideales para
sacrif icarles los hombres de su país natal , se ve obl igado a recu-
rrir a varias damas aristocrát icas del s iglo pasado. De tal modo
su culto a la mujer se reduce a la deprimida act itud del hombre
de letras hacia sus respetadas protectoras. (Véase "Wilhelm Meis-
ter. ) "
L a " c u l t u r a " c u ya d e c ad e n c ia e l s e ñ o r Dau me r l ame n t a e s
la de la época en que Nuremberg f lorec ía como Reichsstadt l ibre,
en que la industr ia de Nuremberg —cruza de arte y artesanía—
representaba un papel de importancia ; es la cu ltura pequeño-
burguesa alemana que cae junto con esa pequeña burguesía. Si
el derrumbe de c lases anteriores, como la de la caballería, pudo
ofrecer temas para magní f icas y t rágicas obras de arte , la burgue-
sía f i l istea no puede lograr otra cosa que impotentes expresiones
de rencor fanático y una colección de máximas y normas de sabi-
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S O B R E L A R E L I G I Ó N D E L A N U E V A E R A
8 5
duría sanchopancescas . El señor Daumer es la seca y nada humo-
r íst ica cont inuación de Hans Sachs . La f i loso f ía a lemana, que
6e retuerce las manos y se lamenta ante e l lecho de muerte de
su padre adopt ivo , la burguesía a lemana f i l i s tea : ta l es e l conmo-
vedor cuadro que pone ante nuestra vista la rel igión de la
nueva era.
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FEDERICO ENGELS
L A G U E R R A C A M P E S I N A E N A L E M A N I A
(Capí tu lo I I )
El agrupamiento de las c lases, entonces numerosas y varia-
das , en ent idades más grandes , fue v irtualmente imposibi l i tado
por la descentralización, la autonomía local y provincial , e l ais la-
miento industrial y comercial de las provincias entre s í y la
insufic iencia de las comunicaciones. Sólo se desarrol ló con la
difusión general de las ideas revolucionarias pol ít ico-rel igiosas,
durante la Reforma. Las dist intas c lases que adoptaron estas ideas
o que se opusieron a e l las concentraron a la nación, penosamente
y en forma aproximada, en tres grandes campos : e l reacc ionario
o catól ico , e l reformista burgués luterano y e l revolucionario . Y
si encontramos poca lógica en esta división de la nación y halla-
mos, en parte , los mismos elementos en los dos primeros campos,
ello se explica por la disolución de la mayoría de las clases oficia-
les que persist ían desde la Edad Media y por la descentraliza-
ción que, por e l momento, dio dist intas orientaciones a dichas
clases, en diferentes regiones. Durante los últ imos años hemos
podido ver en Alemania tantos hechos parec idos , que no nos
puede sorprender la aparente confusión de c lases y subclases en
las condic iones mucho más compl icadas de l s ig lo xvi .
A pesar de las experiencias de fecha reciente , la ideología
alemana no quiere ver en las luchas que terminaron con la Edad
Media otra cosa que una violenta disputa teológica. Según dicen
nuestros historiadores y nuestros sabios caseros, si la gente de
aquella época hubiese l legado a un acuerdo en relación con los
asuntos celest iales , no habría exist ido motivo alguno para penden-
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L A G U E R R A C A M P E S I N A E N A L E M A N I A
8 7
cias sobre los asuntos terrenales. Estos ideólogos son lo bastante
crédulos para aceptar sin discusión todas las i lusiones que una
época se forja sobre sí misma o que los ideólogos de una época
se hac en sob re ésta. E n la re vo lu ció n de 1789 esta m isma gente
no ve más que un debate un tanto acalorado acerca de las venta-
jas de la monarquía constitucional sobre el absolutismo; en la
revolución de julio , una controversia práctica sobre lo insosteni-
b le de l derecho "por la grac ia de Dios" ; en la de febrero , una
tentat iva de resolver e l d i lema: ¿repúbl ica o monarquía? , etc .
Hasta hoy no se han formado una idea respecto de las
luchas
de clases que se l ibraron en aquellos movimientos, una expresión
desnuda de las cuales es, en cada ocasión, el lema político que
les s irve de bandera ; y no se han formado ninguna idea a pesar
de que las noticias sobre esas luchas llegan en forma bastante
audible, no sólo del exterior, sino también en el rugido y estruen-
do de muchos millones de voces proletarias de nuestro país.
También las denominadas guerras rel igiosas del siglo xvi
involucraban sobre todo intereses de clase materiales y muy
posit ivos; fueron igualmente guerras de clase, lo mismo, que,
más tarde , los choques inter iores en Inglaterra y Francia . Aunque
se realizasen bajo el signo religioso, y aunque los intereses, nece-
sidades y exigencias de las diferentes clases se escondiesen detrás
de una pantalla religiosa, ello no cambió en nada el asunto y se
explica fáci lmente por las circunstancias de la época.
La Edad Media se había desarrollado sobre la barbarie.
Borró la c iv i l ización ant igua, su f i losof ía , po l í t ica y jur ispru-
dencia, y lo empezó todo de nuevo. Lo único que conservó del
antiguo mundo destrozado fue el crist ianismo y una serie de ciu-
dades en ruinas y despojadas de toda su civi l ización. A conse-
cuencia de el lo los curas obtuvieron el monopolio de la educa-
ción, como suele pasar en todas las etapas primitivas de desarro-
l lo , y la misma instrucción se tornó esencialmente teológica. En
manos del c lero, la polít ica y la jurisprudencia, así como todas
las demás ciencias, s iguieron siendo meras ramas de la teología,
y se las trataba de acuerdo con los principios de ésta. El dogma
de la iglesia era al mismo tiempo un axioma político, y las citas
de la Biblia tenían fuerza de ley en todos los tribunales. Aun
después de crearse una capa especial de juristas, la jurispruden-
cia permaneció durante mucho t iempo bajo la tutela de la teolo-
gía. Y esta supremacía de la teología en todas las ramas de la
actividad intelectual fue a la vez una consecuencia inevitable de
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8 8
F E D E R I C O E N G E L S
la singular posición de la iglesia como síntesis y sanción del
orden feudal .
Es evidente que, dadas las circunstancias, todo ataque gene-
ral contra el feudalismo era, antes que nada, un ataque contra
la iglesia , y que todas las doctrinas revolucionarias sociales y
polít icas eran necesariamente, y al mismo t iempo, herej ías teoló-
gicas. Para poder atacar el orden social existente había que despo-
jar lo prim er o de su aureola de santida d.
La oposic ión revolucionaria contra e l feudal ismo duró a todo
lo largo de la Edad Media . Según las c ircunstancias aparece como
mist ic ismo, here j ía abierta o insurrecc ión armada. En cuanto a l
misticismo, es bien sabido hasta qué punto dependían de él los
reformadores del s ig lo xv i . También Münzer le debe mucho. Por
una parte las herej ías expresaban la reacción de los pastores
patr iarca les de los Alpes contra e l feudal ismo invasor ( los va lden-
s e s
3 5
) ; por otra, la oposición al feudalismo por parte de las ciu-
dades emancipadas ( los albigenses
3n
, Am o ld o d e Bre sc ia , e t c . ) ;
f inalmente la insurrecc ión d irecta de los campesinos (John Bal l ,
e l maestro húngaro de P icard ía
3 7
, e tc . ) . Dejemos aquí a un lado
la herej ía patriarcal de los valdenses y la insurrección de los
cantones suizos como un intento puramente loca l , de forma y
contenido reaccionarios, para cerrar el paso a la evolución histó-
r ica . En las otras dos formas de here j ía medieval encontramos
desde el siglo XII a los precursores de la gran antítesis entre la
oposición burguesa y la campesino-plebeya. Esta antítesis es evi-
dente a f ines de la Edad Media .
La here j ía de las c iudades —que es la verdadera here j ía
o f i c ia l de la Edad Med ia— se d ir ig ía pr inc ipa lmente contra e l
clero, a l que atacaba por su riqueza y su importancia polít ica .
De igual modo que la burguesía de nuestros d ías p ide un
gouver-
nement á ion marché, un gobierno barato, los burgueses de la
Ed a d Me d ia p e d ía n u n a église á lom marché, una iglesia barata.
Reaccionaria en su forma, como toda here j ía que só lo ve la dege-
neración en la evolución de la iglesia y el dogma, la herej ía
burguesa exigió la restauración de la sencillez de la iglesia cristia-
na primit iva y la abol ic ión del sacerdocio profes ional . Este orde-
namiento barato habría el iminado a los monjes, los prelados y la
curia romana; en una palabra, todo lo que la iglesia tenía de
costoso . Aunque protegidas por los monarcas , las c iudades , que
eran repúblicas en sí mismas, en sus ataques contra el papado
declaraban, por pr imera vez , que la repúbl ica era la forma normal
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L A G U E R R A C A M P E S I N A E N A L E M A N I A
8 9
del régimen burgués. Su hosti l idad contra una serie de dogmas
y preceptos de la iglesia se explica, en parte por lo que ya se
ha dicho, y en parte por las condiciones en que vivían. Nadie ha
expl icado mejor que Boccacio , por e jemplo , las razones que movie-
ron a las ciudades a impugnar con tanto encono el cel ibato.
Amoldo de Brescia en Italia y Alemania, los albigenses en el sur
de Franc ia , John Wycl i f f e en Ing la terra , Hus y los ca l ix t inos
3 8
en Bohemia, fueron los principales representantes de esta tenden-
cia . Las ciudades ya eran un Estado reconocido en todas partes, y
contaban con capacidad suf ic iente para luchar contra e l feuda-
l ismo usando de sus privilegios, ya sea por la fuerza de las
armas o en las asambleas del Estado, y ello explica con suma
sencil lez por qué la oposición contra el feudalismo se presentó
sólo como oposición al feudalismo clerical.
También vemos en e l sur de Francia , como en Inglaterra y
Bohemia, que la mayor parte de la pequeña nobleza se unió a
las ciudades en la lucha contra el clero y en las herejías, fenó-
menos que se expl ican por la dependencia de la pequeña nobleza
con respecto a las ciudades y por su comunidad de intereses
frente a los príncipes y prelados. La misma cosa veremos en la
guerra campesina .
La herej ía que expresaba en forma directa las exigencias
de plebeyos y campesinos, y que casi siempre acompañaba a una
insurrecc ión, era de carácter muy d i ferente . Aunque hacía suyas
todas las reivindicaciones de la herej ía burguesa en relación con
el clero, e l papado y la restauración de la constitución de la
iglesia crist iana primitiva, iba mucho más allá . Exigía la instau-
ración de la igualdad crist iana entre los miembros de la comuni-
dad y el recono cim iento de esta igua ldad com o n orm a también
para e l mundo burgués . La igualdad de nobles y campesinos , de
patricios, burgueses privilegiados y plebeyos; la abolición de la
corvée,
de las renta s territor iales, de los tribu tos, los pr ivi leg ios y,
por lo menos, de las diferencias más escandalosas en la propie-
dad: tales eran las reivindicaciones formuladas con más o menos
energía y consideradas como consecuencias naturales de la doctri-
na crist iana primitiva. En el momento en que el feudalismo esta-
ba en su auge, había poco que elegir entre esta herej ía campesino-
plebeya, por ejemplo entre los albigenses, y la oposición burgue-
sa, pero durante los siglos xiv y xv se trasformó en una opinión
claramente def inida de part ido , y por lo general adoptó una
posic ión independiente de la here j ía burguesa . Así sucedió con
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9 0 F E D E R I C O E N G E L S
John Bal l , e l predicador de la sublevación de Wat Tyler en
Inglaterra , a l lado del m ovim iento de W y c l i f f e , así como con
los taboritas, a l lado de los calixt inos de Bohemia. Los tabori-
tas mostraron incluso una tendencia republ icana ba jo e l ropaje
teocrático, posición que a f ines del siglo xv y principios del xvi
se desarrolló aún más entre los representantes de los plebeyos
alemanes.
El fanatismo de sectas místicas, de los flagelantes y los lolar-
d o s
3 0
, etc . , que continuaron la tradición revolucionaria en t iem-
pos de represión, apareció al lado de esa forma de rebeldía.
Los plebeyos eran la única clase que entonces se hallaba
enteramente al margen de la sociedad of icial existente. Se encon-
traban fuera de la comunidad feudal y de las asociaciones bur-
guesas. Carecían de privilegios y de bienes; no tenían ni siquiera
la propiedad, gravada con cargas abrumadoras , de los campesinos
y pequeños burgueses. Eran, en todo sentido, seres desposeídos
y s in derechos ; sus condic iones de v ida jamás los ponían en
contacto directo con las instituciones existentes, que hacían por
completo caso omiso de el los. Constituían un símbolo viviente de
la disolución de la sociedad feudal y corporativa, y al mismo
t iempo eran los pr imeros precursores de la moderna soc iedad
burguesa .
Esto explica por qué la oposición plebeya no pudo l imitarse,
ni siquiera entonces, a luchar sólo contra el feudalismo y los
burgueses pr iv i leg iad os ; p or qué, por lo men os en la im agina-
ción, l legó más allá de la moderna sociedad burguesa apenas
naciente ; por qué, s iendo un grupo absolutamente desposeído ,
puso en duda las instituciones, los puntos de vista y las concep-
ciones comunes a todas las sociedades basadas en los antagonis-
mos de clase. En este sentido, los fantásticos sueños de los quilias-
t a s
4 0
de l cr ist ianismo primit ivo o frec ieron un punto de part ida
muy conveniente. Por otra parte, esta salida más allá del presen-
te, y aun del futuro, tenía que ser violenta e imaginaria, y cayó
necesariamente dentro de los estrechos l ímites f i jados por la
s ituación contemporánea. El ataque contra la propiedad privada,
la exigencia de la propiedad común, tenían que resolverse en una
primitiva organización de la caridad-; la vaga igualdad crist iana
debía convertirse, en el mejor de los casos, en la " igualdad cívica
ante la ley" ; la e l iminación de todas las autoridades culmina
finalmente en el establecimiento de gobiernos republicanos elegi-
dos por el pueblo. La anticipación del comunismo por la fantasía
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L A G U E R R A C A M P E S I N A E N A L E M A N I A
9 1
ge con virt ió , en la realid ad, en una anticip ación de las mod ern as
condiciones burguesas.
Esta v io lenta aht ic ipaeión de poster iores acontecimientos
históricos, fáci lmente explicada por las condiciones de vida de los
plebeyos, se observa primero en Alemania, en Tomás Münzer y
su part ido . Los taboritas tenían una especie de propiedad común
quil iasta, pero se trataba de una med ida pur am ente m ilitar.
Sólo en las doctrinas de Münzer expresan estos brotes de comu-
nismo las aspiraciones de una verdadera fracc ión de la soc iedad .
Fue e l pr imero en formularlas con c ierto carácter def inido , y a
partir de él han sido observadas en todos los grandes movimien-
tos populares , hasta que se fundieron en forma gradual a l
moderno movimiento proletario , así como las luchas de los cam-
pesinos l ibres en la Edad Media , contra la dominación feudal
que los envolvía cada vez más, se fundió a las luchas de siervos
y vasallos para la total abolición del sistema feudal.
En tanto que el primero de los tres grandes campos, el
ca m p o católico conservador, abarcaba a todos los elementos inte-
resados en mantener las condiciones existentes, o sea las autori-
dades imperiales, las eclesiásticas y un sector de los príncipes
legos, de la nobleza adinerada, los prelados y los patricios de las
c iudades , e l campo de los re formadores
luteranos burgueses y
moderados atra jo a todos los elementos pud iente s de la opo sición ,
al grueso de la pequeña nobleza, a los burgueses e incluso a una
parte de los príncipes seculares, que esperaban enriquecerse con
la confiscación de los bienes de la iglesia y querían aprovechar
la oportunidad de conquistar mayor ' independencia frente a l
pod er impe rial . En cuan to a los cam pesinos y los plebe yos, se
unieron en un part ido
revolucionario
cuyas re iv indicaciones y
doctr inas fueron expresadas con toda c lar idad por Münzer .
Tanto por sus doctr inas como por su carácter y acc iones
personales, Lutero y Münzer representaron en forma cabal a sus
respectivos partidos.
De 1517 a 1525
Lutero
su fr ió los mismos cambios que sufr ie -
ro n los actuales con stitucion alistas alemanes entre 1846 y 1849,
y que sufren todos los part idos burgueses que, co locados durante
un momento a la cabeza del movimiento , son f lanqueados por e l
part ido p lebeyo-proletario que const ituye su retaguardia .
Cuando Lutero, en 1517, se opuso por primera vez a los
dogmas y las instituciones de la iglesia católica, su oposición
no tuvo en modo a lguno un carácter def inido . Si b ien no superó
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9 2 F E D E R I C O E N G E L S
las exigencias de la anterior herej ía burguesa, no excluía ni podía
excluir ninguna tendencia que fuese más allá . En aquella prime-
ra etapa había que unir a todos los elementos de la oposición,
desplegar la más agresiva energía revolucionaria y encontrar un
protagonista para la suma de las herej ías existentes contra la
ortodoxia cató l ica . De un modo muy s imilar , nuestra burguesía
liberal de 1847 seguía siendo revolucionaria, se consideraba socia-
l ista y comunista y clamaba por la emancipación de la clase
obrera. La robusta naturaleza campesina de Lutero se expresó
en la forma más tempestuosa, en ese primer período de sus act i-
vidad es. .
" S i la loca fu ria [de los sacerdotes rom an os] cont inua ba,
me parece que no se podía encontrar m ejo r consejo y rem edio
contra el la que el de atajarla por la fuerza, armándose los prínci-
pes y los reyes para atacar a esa gente maligna que ha empon-
zoñado al mundo entero, y poner f in a este juego de una vez por
todas, pero con las armas, no con las palabras. Y si castigamos a
los ladrones con el cepo, a los asesinos con la espada y a los
herejes con el fuego,
¡
por qué no lanzarnos contra esos perversos
maestros de la perdición, esos papas, cardenales y obispos, y
contra toda la caterva de la Sodoma romana, empuñ ando las
armas para lavarnos las manos en su sangre ?''
Pero este ardor revolucionario tuvo corta v ida . El rayo de
Lutero dio en el blanco. Todo el pueblo alemán se puso en movi-
m iento. P or un lado, lo s cam pesinos y p lebe yos viero n la señal
de la rebelión en sus l lamados contra el c lero y en su predica-
ción de la l ibertad crist iana; por el otro, se le unieron los burgue-
ses moderados y un gran sector de la pequeña nobleza, e incluso
algunos príncipes fueron arrastrados por la corr iente . Los pr i -
meros creyeron que había l legado el día de la venganza contra
sus opresores, los otros sólo querían quebrar el poder del c lero,
la dependencia con respecto a Roma y a la jerarquía católica , y
enriquecerse con la confiscación de las propiedades de la Iglesia .
Los part idos def inieron sus posic iones y encontraron sus voce-
ros . Lutero tuvo que e leg ir entre los dos . El , e l -protegido del
Elector de Sajonia , e l reverenciado profesor de Wittenberg que
se había vuelto poderoso y famoso de la noche a la mañana, el
grande hombre con su séquito de serviles y adulones, no vaciló
un instante. D e jó a un lado a los elementos popu lares del mo vi-
miento y se puso de parte de los burgueses, la nobleza y los
príncipes . Ya no se vo lv ieron a o ir
sus
l lamados a una
guerra
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L A G U E R R A C A M P E S I N A E N A L E M A N I A
9 3
de extermin io con tra Rom a. Lu ter o pred icaba ahora el
progreso
pacífico y la resistencia pacífica (véase , po r e jem plo , A la noble-
za alemana,
1520, etc . ) . Invitado por Hutten a visitarlos, a él
y a Sickingen, en Ebernburg , sede de la conspiración de la noble -
za
contra el c lero y los pr íncip es , Lu tero r es po nd ió : " N o quiero
que el Evangelio sea defendida por la fuerza y el derramam iento
de sangre.
El mundo fue conquistado por e l Verbo , la Ig les ia
fue fundada por e l Verbo , y por e l Verbo también será rev iv ida ,
y el Anticristo, que lo ha logrado todo sin violencia , caerá
también s in v io lenc ia . "
De este giro, o , para decirlo mejor, de esta definición más
precisa de la polít ica de Lutero, nació el tráfico y el regateo
sobre instituciones y dogmas que debían conservarse o reformar-
se, esa repugnante diplomacia, esas concil iaciones, intrigas y
concesiones que culminaron en la Confesión de Augsburgo
4 1
, los
artículos, logrados luego de muchas negociaciones, de una iglesia
burguesa re formada. Fue e l mismo t ipo de comercio barato que
en fecha reciente se repit ió en forma polít ica , ad nauseam, en las
asambleas nacionales alemanas, en las reuniones conciliatorias, en
las cámaras de revisión y en los parlamentos de Erfurt .
4 2
La
naturaleza f i l istea de la Reforma oficial se puso claramente en
evidencia en tales negociaciones.
Había buenos mot ivos para que Lutero —que en adelante
sería e l representante reconocido de la re forma burguesa— predi -
case el progreso dentro de la ley. El grueso de las ciudades abra-
zó la causa de las reformas moderadas, la pequeña nobleza se
mostró cada vez más partidaria de ellas y un sector de los
príncipes las aceptó, en tanto que los demás se mantuvieron inde-
cisos. El éxito era prácticamente seguro, por lo menos en una
gran parte de Alemania. Las demás regiones, a la larga, no
podían soportar la presión de la oposic ión moderada s i se produ-
c ía una evolución pací f ica cont inuada. Entretanto , toda v io lenta
conmoción debía co locar a l part ido moderado en conf l icto con
el partido plebeyo y campesino extremista, enajenarse a los
príncipes, la nobleza y ciertas ciudades; quedaría entonces la
alternativa de .que el pa rti do bu rgu és fuese desplazado p o r los
campesinos y plebeyos o de que todo el movimiento fuese aplas-
tado por una restauración católica . Y últ imamente ha habido
ejemplos suficientes acerca de cómo tratan los partidos burgueses
de conservar e l rumbo por medio del progreso dentro del marco
de la ley —entre el Eseila de la revolución y el Caribdis de la
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F E D E R I C O E N G E L S
restauración—, no b ien l ian conquistado la más mínima v ictor ia .
En las condiciones sociales y polít icas generales prevalecien-
tes en aquella época los resultados de cada cambio eran necesa-
r iamente venta josos para los .pr íncipes y aumentaban su poder
en forma inevitable . Así , cuanto más se apartaba la re forma
burguesa de los elementos plebeyos y campesinos, tanto más
totalmente tenía que caer bajo el dominio de los príncipes refor-
mados. El propio Lutero se convirt ió cada vez más en vasallo
de el los, y el pueblo supo a la perfección lo que hacía cuando lo
acusó de haberse trasformado, como otros, en un lacayo de los
príncipes , y cuando lo apedreó en Orlamünde.
Cuando estalló la guerra campesina, Lutero se esforzó por
adoptar una actitud de mediador en las regiones donde la noble-
za y los príncipes eran en su mayoría católicos: Atacó con deci-
sión a los gobiernos. Dijo que tenían la culpa de la rebelión,
provocada con la opresión que e jerc ían; no eran los campesinos
los que se levantaban ante el los, s ino Dios. Pero por otra parte,
di jo , la rebelión era impía y contraria a los Evangelios. En con-
clusión llamó a las dos partes a que depusieran sus actitudes y
llegasen a un acuerdo amistoso.
Pero a despecho de estos bien intencionados ofrecimientos de
mediación, la rebelión se extendió con rapidez e incluso abarcó
a regiones protestantes dominadas por príncipes, señores o ciuda-
d e s lu t e ra n o s , su p e ra n d o rá p id a m e n t e a l a " c i r cu n sp e c t a " r e f o r -
ma burguesa. Él grupo más decidido de los insurgentes, a las
órdenes de Münzer, estableció su cuartel general en Turingia,
muy cerca de donde se encontraba Lutero , Unos cuantos éx itos
más, y toda Alemania habría sido envuelta por las l lamas, Lutero
rodeado y quizás empalado como tra idor , y la re forma burguesa
barrida por la marejada de una revolución campesino-p lebeya .
N o había y a t iem po para la c ircunsp ección . Tod as las v ie jas
animosidades se o lv idaron ante la revolución. Comparados con
las hordas de campesinos, los siervos de la Sodoma romana eran
inocentes corderos , pací f icas cr iaturas del Señor . Burgués y
príncipe, noble y clérigo, Lutero y el Papa, todos se unieron
de las manos "en contra de las hordas campesinas de saqueado-
re s y a se s in o s " . "
" ¡ H a y que hacerlos pedazos , estrangularlos, apuñalearlos ,
en secreto y públicamente, por todos los que puedan hacerlo , tal
como se mataría a un perro rabioso — g r i t ó L u t e ro — . P o r l o
tanto, señores, ayúdennos, sálvennos, apuñaleen, golpeen, estran-
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LA GUERRA CAMPESINA EN ALEMANIA
9 5
guien a to d os . los que pu eda n, y si p ie rde n la vida , ben ditos
sean, sepan que jamá s pod rían aspirar a una mu erte m e j o r . "
Pero no tenía que haber falsa piedad para el campesino.
Quien tuviese lást ima en aquellos de quienes Dios no se apiada,
a quienes El quiere castigar y destruir , será considerado también
un rebelde. Más tarde los campesinos aprenderían a agradecer a
Dios cuando tenían que entregar una vaca a f in de poder d is fru-
tar en paz de la otra, y los príncipes conocerían en la revolución
del pop ula cho , que só lo pue de ser gobern ado po r la fuerz a . " E l
«ab io d ice : cibum, onits et virgam asino* Los campesinos no
deben tener otra cosa que paja . N o escuchan el Y e rb o y son
tontos; pues entonces tendrán que prestar oído a la baqueta y
la escopeta, y se lo tendrán merecido. Debemos rezar para que
obedezcan. Si no lo hacen, no habrá piedad para el los. Dejad
que rujan las escopetas entre ellos,
o harán las cosas mil veces
p e o r e s . "
Exactamente eso fue lo que d i jo la burguesía f i lantrópica
y anteriormente socialista cuando el proletariado le reclamó su
parte de los frutos de la victoria después de los sucesos de
marzo.
A l trad ucir la Bib l ia , Lu tero había puesto una poderosa
arma en manos del movimiento plebeyo. Por medio de la Biblia
enfrentó al crist ianismo feudalizado de su época con el sencil lo
crist ianismo de los primeros siglos, y a la decadente sociedad
feudal con e l cuadro de una soc iedad que no conocía la comple ja
y art i f ic ia l j erarquía feudal . Los campesinos ut i l izaron amplia -
m ente este instr um ento co ntra los pr ín cip es , la nob leza y el
c lero . Entonces Lutero lo vo lv ió contra e l los ; extra jo de la Bib l ia
un verdadero himno a las autoridades instituidas por la gracia
de Dios, una alabanza que ningún adulador de la monarquía
absoluta había conseguido elaborar. Con la ayuda de la Biblia
se justif icó el origen divino de la monarquía, la obediencia resig-
nada, incluso la servidumbre. No sólo se negó con el la la rebelión
campesina, sino también el propio motín de Lutero contra las
autoridades eclesiásticas y seculares, y no sólo el movimiento
popular , s ino también e l movimiento burgués fue vendido a los
príncipes .
í Necesitamos nom brar a los burgue ses q ue hace p oc o nos
* Alimento, carga y azote para el asno. (Ed.)
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proporcionaron también ejemplos de semejante repudio de su
propio pasado?
Comparemos ahora a l revolucionario p lebeyo Münzer con el
re formador burgués Lutero .
Tomás Münzer na ció en 1498 en Stolberg, en el H ar z. Se
dice que su
padre murió en la horca, víct ima de la t iranía del
conde de Sto lberg . A la edad de quince años Münzer organizó
una unión secreta en una escuela de Halle , contra el arzobispo de
Magdeburgo y contra la ig les ia romana en general . Sus conoci -
mientos de la teología de la época le conquistaron el t ítulo de
doctor
y el puesto de capellán en un monasterio de Halle . En
este
convento trató con el mayor desprecio los dogmas y ritos de
la iglesia . En la misa omitía las palabras de la trasustanciación
y comía, como decía Lutero, a los todopoderosos dioses no consa-
grados. Los místicos medievales, y en especial las obras quil iás-
t icas de Joaquín e l Calabrés , fueron e l ob jeto pr incipal de sus
estudios . Con la Reforma y la inquietud general de su época ,
Münzer creyó inminentemente próximos e l milenio y e l d ía del
juic io de la ig les ia degenerada y del m un do c orr om pid o descr itos
por aquel místico. Predicó en toda la región con gran éxito . En
1520 fu e a Zw icka u com o el pr im er pred icad or evan gél ico . A l l í
encontró a una de las fanáticas sectas de quil iastas que continua-
ban exist iendo en secreto en muchas localidades y cuyo momen-
táneo desaliento y ret iro ocultaban la oposición incesantemente
creciente de las capas más bajas de la sociedad frente al estado
de cosas; a medida que iba en aumento la inquietud salían a la
luz cada vez con mayor audacia y persistencia . Se trataba de la
secta de los anabaptistas, encabezada por Nildas Storch. P re d i ca -
ban la proximidad del d ía del ju ic io de Dios y del milenio ;
tenían "v is iones , éxtasis y e l esp ír i tu de la profec ía" . Pronto
entraron en conf l icto con e l conci l io de Zwickau. Münzer los
defendió , aunque nunca se unió a e l los incondic ionalmente y
habría prefer ido tenerlos ba jo su inf luencia . El conci l io tomó
drást icas medidas contra e l los ; tuvieron que abandonar la c iudad,
y Münzer con el los. Esto sucedió a f ines de 1521.
Se marchó a Praga y trató de encontrar un punto de apoyo
uniéndose a los restos del movimiento husita . Pero su proclama
sólo tuvo el efecto de obligarlo a huir también de Bohemia. En
1522 se hizo pr edi ca dor d e Alsted t , en Tu rin gia . Al l í com enzó
la reforma del Culto. Aun antes de que Lutero se atreviese a ir
tan lejos, desechó por entero el latín y ordenó que se leyese al
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pueblo toda la Biblia, y no sólo les evangelios y las epístolas de
lectüra ob l igada en e l culto dominica l . Al mismo t iempo organizó
la propaganda en su localidad. La gente acudía a él de todas
partes , y Alstedt se convirt ió muy pronto en e l centro del movi -
miento popular ant ic ler ica l de Turingia .
Münzer era todavía un teólogo antes que ninguna otra cosa.
Aún dirigía sus ataques, casi con exclusividad, contra los curas.
Pero no predicaba e l debate tranqui lo y e l progreso pací f ico ,
como ya entonces lo hacía Lutero , s ino que cont inuó los pr imeros
sermones violentos de éste y l lamó a los príncipes de Sajonia y
al pueblo a que se levantaran en armas contra los sacerdotes
romanos.
"¿Acaso no d ice Cristo «No vengo a traeros la paz , s ino la
espada»? ¿Qué tenéis que hacer vosotros [ los pr íncipes de Sajo -
nia] con esa espada? Sólo una cosa, si queréis ser los servidores
de Dios: expulsar y destruir a los malvados que se oponen al
evange l io . Cr is to ordenó con suma sever idad (Lucas , 19 :27 ) :
«Y también a aquel los mis enemigos que no querían que yo re ina-
se sobre el los, traedlos acá y degolladlos delante de mí» . No nos
vengáis con frases vacías acerca de que el poder de Dios puede
ejercerse sin la ayuda de vuestra espada, porque entonces ésta
se enmohecería en su vaina . . . Los que se interponen en e l cami-
no de la revelación t ienen que ser destruidos sin piedad, tal como
Ezequías, Ciro, Josías, Daniel y Elias destruyeron a los sacerdo-
tes de Baal, porque de otro modo la iglesia crist iana no podrá
volver nunca a sus fuentes. Debemos arrancar las cizañas de la
v iña de l Señor en t iempo de v e n d im ia . . . D ios d i j o en e l Quinto
L ibro de Moisés (D cu t . 7 : 5 ) : « Y no mostraré is p iedad hac ia los
idólatras; sus altares destruiréis, y quebraréis sus estatuas, y
cortaréis sus bosques , y quemaréis sus esculturas en e l" fuego» . "
Pero estos l lamados a los príncipes fueron en vano, en tanto
que loe sentimientos revolucionarios del pueblo iban creciendo
día a día . Münzer, cuyas ideas se definían cada vez más y se
tornaban más audaces, se apartó entonces con decisión de la
Reforma burguesa y desda ese momento se convirt ió en un
franco agitador pol í t ico .
Su doctr ina f i losóf ico -teo lóg ica atacaba todos los puntos im-
portantes, no sólo del catolicismo, sino del crist ianismo en gene-
ral . Enseñaba un panteísmo revestido de formas crist ianas, que
se parece curiosamente a la moderna cortemplación especulat i -
va
44
y que en ocasiones se aproxima incluso al ateísmo. Repudió
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la Biblia en cuanto revelación única e infalible . La revelación
verdadera y viva, di jo , era la razón, una revelación que l iabía
exist ido en todos los t iempos y entre todos los pueblos. Sostuvo
que enfrentar la Biblia a la razón era matar el espíritu con la
letra, porque el Espíritu Santo de que habla la Biblia no es algo
de existencia e xt er io r; e l E sp íri tu San to es la razó n. La fe no
es más que la razón que vive en el hombre, y por eso también
los paganos pueden tener la fe . Gracias a esa fe , gracias a la
razón hecha vida, el hombre se diviniza. Por lo tanto el c ielo no
es una cosa del otro mundo; hay que buscarlo en esta vida, y la
tarea de los creyentes Consiste en establecer aquí, en la tierra, ese
cielo que es el reino de Dios. Así como no hay cielo en el más
allá , así tampoco existe el infierno ni la condenación. Del mismo
modo, no existe el demonio, sino los malos apetitos y la codicia
del hombre . Cristo fue un hombre como nosotros , un profeta y
un maestro , y su Eucarist ia .no es más que una cena conmemora-
t iva, donde se consume pan y vino sin adorno místico alguno.
Münzer predicó estas doctr inas cubriéndolas con la misma
fraseolog ía con que la nueva f i losof ía tuvo que ocultarse duran-
te un t iempo. Pero la idea fundamental archiherét ica se d isc ierne
con faci l idad en todos sus escritos, y es evidente que se tomó
las vestiduras bíblicas con menos seriedad que muchos discípulos
de Hegel en los t iempos modernos . Y s in embargo entre Münzer
y la f i losofía moderna hay una distancia de trescientos años.
La doctr ina pol í t ica de Münzer s iguió muy de cerca a sus
revolucionarias concepciones rel igiosas, y así como su teología
superó a las concepciones de la época, así su doctrina polít ica fue
más allá de las condiciones polít icas y sociales existentes. Así
como ' la f i losofía rel igiosa de Münzer se acercaba al ateísmo, así
su programa pol í t ico se aproximó a l comunismo, e inc luso en v íspe-
ras de la revolución de febrero había más de una secta comunista
moderna que no contaba con un arsenal teórico tan bien provisto
co m o " l o s d e M ü n z e r " e n «1 s ig l o x v i . E s t e p ro g ra m a — q u e e s
menos una compilac ión de las re iv indicaciones de los p lebeyos
de ese t iempo que una anticipación visionaria de las condiciones
necesarias paral la emancipación del elemento proletario , que
apenas había comenzado a desarrol larse entre los p lebeyos—,
exigía el inmediato establecimiento del reino de Dios, del milenio
profet izado, el restablecimiento de la iglesia a su situación origi-
nal y la abolición de todas las instituciones que estuviesen en
con tra dic ció n con esa iglesia crist iana supuestam ente pri m itiva
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pero en real idad muy moderna. Por re ino de Dios entendía
Münzer una sociedad en la que no existiesen diferencias de c lase
o de propiedad pr ivada, ni autor idades estatales independientes
de los miembros de la sociedad o ajenas a ellos . Todas las autori-
dades que se hayan negado a someterse a la revolución y a unirse
a ella, tendrán que ser derribadas; e l trabajo y los bienes serán
de la comunidad, y se introducirá una completa igualdad. Para
poner en vigor todo ello se establecería una unión, no sólo en
Alemania, s ino en toda la cristiandad. Los príncipes y los señores
fueron invitados a unirse a ella, y s i se negaban a hacerlo la
unión tomaría las armas y los matar ía en la pr imera oportunidad.
Münzer puso en e l acto manos a la obra para organizar la
unión. Sus sermones se hicieron aun más militantes y revolucio-
narios. Tronó contra los príncipes, la nobleza y los patric ios , con
una pasión que igualaba el fervor de sus ataques contra el c lero.
Descr ibió con encendidos co lores la opres ión predominante y le
enfrentó su fantást ica vis ión de un milenio de igualdad soc ial
republicana. Publ icó un fo l leto revoluc ionario tras otro , y envió
emisarios en todas direcciones, en tanto que organizaba perso-
nalmente la unión en Alstedt y sus alrededores.
El pr imer f ruto de su propaganda fue la destrucc ión de la
Marienkapelle , en Mellerbach, cerca de Alstedt, de acuerdo con
el m andato de la B ib l ia (De u t . 7 : 5 ) : " S u s a ltare s des tr u ir éi s,
y quebraréis sus estatuas, y cortaréis sus bosques, y quemaréis
sus esculturas en e l fuego . " Los pr ínc ipes de Sajonia acudieron
en persona a Alstedt , para aplacar la inquietud, y l lamaron a
Münzer al castil lo . All í éste pronunció un discurso como jamás
se le había escuchado a Lutero , esa "carne plác ida de Witten-
berg ' ' , c omo lo l lamó Münzer . Af i rmó que los gobernantes impíos ,
en especial los sacerdotes y monjes que trataban los Evangelios
como a una herejía, tenían que ser muertos, y se remitió al
Nuevo Testamento para conf irmar sus palabras . Los impíos no
tenían derecho a vivir , a no ser por la gracia de los elegidos de
Dios. Si los príncipes no querían exterminar a los impíos, Dios
les arrancaría la espada de la mano,
porque toda la comun idad
tenía el poder de la espada.
Los príncipes y los señores son los
pr inc ipales promotores de la usura, e l robo y las tropel ías ; se
adueñan de todo lo creado —de los peces del mar, de los pájaros
del aire y las plantas de la t ierra—, y todavía se atreven a predi-
car a los pobres el m and am iento : " N o ro b ar á s" , en tanto que
el los se apoderan de todo lo que pueden encontrar , -roban y opr i -
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men a los campesinos y artesanos. Pero cuando uno de éstos
•
comete la m enor trasgresión, lo ahorca n, y el doc tor Liigner *
dice a todo esto : Amén.
"Los propios amos t ienen la culpa de que e l hombre pobre
se convierta en su enemigo. Si ellos no eliminan las causas de la
rebeldía , ¿c óm o p ued en m ejor ar las cosas a la la rg a? ¡ A h , am ados
señores, cómo golpeará el Señor, con vara de hierro, a estos
v ie jos cach arros Y os d igo que agi taré a l pueblo . ¡A s í s e a " (C f .
Z im m e r m ann : BauernJcrieg, I I , p á g . 75 " ) .
Münzer hizo imprimir e l sermón. Su impresor de Alstedt fue
castigado con el destierro por el duque Johann de Sajonia, y los
escritos de Münzer serían censurados en adelante por el gobierno
ducal de Weirnar. Pero Münzer no prestó atención alguna a esta
orden. No perdió t iempo en publ icar un trabajo sumamente sedi -
cioso
46
en la c iudad imperial de Miihlhausen, en el que l lamaba
al pueblo a "ampl iar la brecha, para que todo e l mundo pueda
ver y saber quiénes son nuestros grandes personajes blasfemos
que han convert ido a nuestro Señor en un maniquí p intado" , y
que terminab a con las s iguientes pa lab ras : ' ' To do e l m un do s ufr i -
rá una gran sacudida. Tal revuelo habrá, que los impíos serán
arrancados de sus as ientos y los pisoteados se levantarán."
Tomás Münzer , "e l hombre de l mart i l lo " , e scr ib ió e l s igu ien-
te lema en la po rta d a: " H e aqu í que he puesto m is palabra s en
tu boca. En este día te he colocado por encima de las naciones
y sobre los reinos para que desarraigues y destruyas y derribes,
pa ra q ue con stru ya s y plan tes. Se ha leva nta do un m uro- de
hierro contra los reyes, príncipes y gente del país . Que luchen
ahora, por qu e la victor ia con du cirá milagrosam ente a la p erd i -
c ión de los fuer tes t i ranos impíos . "**
La ruptura de Münzer con Lutero y e l part ido de éste era
desde hacía t iempo un hecho consumado. Lutero tuvo que aceptar
algunas re formas de la igles ia introducidas por Münzer s in con-
sultarlo . Contempló las actividades de éste con la irr itada descon-
f ianza de un re formador moderado hac ia un part ido más enérgi -
co y de miras más amplias. Ya en la primavera de 1524, en una
carta a Melanchthon, ese modelo de f i l isteo blando y casero,
* Mentiroso, es decir, Lu tero . (Ed.)
** En el epígrafe de su ensayo Münzer parafrasea un pasaje del Libro
da Jeremías, al que infunde un sentido revolucionario.
(Ed.)
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L A G U E R R A C A M P E S I N A E N A L E M A N I A
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Münzer escribía que, lo mismo que Lutero, no entendía el movi-
miento . Af irmaba que trataban de ahogarlo por la letra de la
Biblia, y que la doctrina que sustentaban estaba carcomida.
"Que r ido s he r m ano s —e sc r ib ía—, de jao s de de m o r as y vac i -
laciones. Ya es t iempo, e l verano golpea a las puertas. No seáis
amigos de los impíos que impiden que e l Yerbo obre con toda su
fuerza . N o adulé is a vuestros pr ín c ipes , pues po dr íais perecer
con ellos. ¡ Oh tiernos d octo res libresco s no os en ojéi s, pu es no
sé
o br ar de o t ro m o d o "
Lutero desaf ió más de una vez a Münzer a un debate abier -
to . P er o éste, siem pre disp ues to a la lucha pú bl ica , 110 ten ía el
menor deseo de dejarse enredar en una pendencia teológica ante
e l públ ico parc ial de la Univers idad de Wittenberg. No quer ía
" l levar e l test imonio de l Espír itu so lamente ante la alta escuela
de enseñanza" . Si Lutero fuese s incero , ut i l izar ía su inf luencia
para detener las persecuciones contra el impresor de Münzer,
y para levantar la censura, a f in de que la controversia pudiese
ventilarse l ibremente en la prensa.
Pero ahora, cuando aparec ió e l mencionado fo l leto revolu-
c ionario de Münzer , Lutero lo denunció abiertamente . En su
Carta a los príncipes de Sajonia contra el Espíritu Rebelde,
declaró que Münzer era un espíritu de Satán, y exigió a los
prín cipe s que interviniesen y e xpu lsaran del país a los instiga-
dores de la rebelión, ya que éstos no se l imitaban a predicar su
perversa doctrina, s ino que además incitaban a la rebelión, a la
acción violenta contra las autoridades.
El 1 de agosto Münzer se vio obl igado a comparecer ante
los príncipes del castil lo de Weimar, acusado de incitación al
motín . Se presentaron contra é l hechos sumamente compromete-
dores; se había encontrado la pista de su unión secreta; se veía
la in flu en ci a de s<*i m an o en las soc ied ad es de min ero s y ca m pe si-
nos. Pue amenazado con el destierro. En cuanto regresó a Alstedt,
se enteró de que el duque Georg de Sajonia exigía su extradi-
c ión. Habían sido interceptadas cartas de la unión escritas por
él y en las que llamaba a los subditos de Georg a la resistencia
armada contra los enemigos de l Evangel io . El Conci l io lo habría
expulsado s i no hubiese abandonado la c iudad por su propia
voluntad.
E ntr eta nto , la creciente inq uiet ud entre lo s cam pesinos y
plebeyos había fac i l i tado muchís imo la propaganda de Münzer .
E n los anabap tistas e . eon tró valiosísimos agentes par a ese f i n .
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C Á E LO S MA R X
E L M O V I M I E N T O C O N T R A L A I G L E S I A
D E M O S T R A C I Ó N E N H Y D E P A R K
Londres, 25 ele junio de 1855.
Hay una antigua máxima, histór icamente establec ida, que
dice que las fuerzas sociales decadentes, que en términos nomi-
nales aún se encuentran en posesión de todos los atributos del
poder y que continúan vegetando mucho después de que las bases
de su existencia se han podrido, en tanto que los herederos r iñen
entre sí por la herencia antes de que se haya publicado la notic ia
necro lóg ica y le ído e l tes tamento . . . , una máxima que d ice que
estas fuerzas reúnen una vez más todas sus energías antes de los
tormentos de la muerte, pasan de la defensa a la ofensiva, desa-
fían en lugar de ceder y tratali de extraer las más extremas
conclusiones de premisas que no sólo han sido puestas en duda,
sino que ya están condenadas. Tal es la oligarquía inglesa actual.
Tal es la
iglesia,
su hermana mell iza. Innumerables tentat ivas
de reorganización se han hecho en el seno de la iglesia estableci-
da, tanto de la alta como de la baja; tentativas de l legar a un
entendimiento con los Dis identes para as í formar una fuerza
compacta y oponerla a la masa profana de la nac ión. Ha habido
una rápida sucesión de medidas de coerción religiosa. El piadoso
conde de Shaftesbury, antes conoc ido como lord Ashley, deploró ,
en la Cámara de los Lores el hecho de que solamente en Ingla-
terra c inco millones de seres se han alejado por completo, no
sólo de la iglesia, s ino del propio cristianismo.
"Cam pelle mira-
re", rep lica la iglesia establecida. D ej a que lo rd A sh ley y otros
pietistas similares, disidentes, sectarios e histéricos, le saquen las
castañas del fuego.
La primera medida de coerción religiosa fue la Ley de la
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Cerveza, que cerraba los domingos todos los lugares de diversión,
salvo entre las seis y las diez de la noche. Esta ley fue introducida
en forma subreptic ia en la cámara, al f inal de una sesión poco
concurrida y después de que los pietistas conquistaron el apoyo
de los grandes dueños de tabernas de Londres asegurándoles que
se continuaría con el sistema de licencias, o sea que el gran capi-
tal conservaría su monopol io . Luego vino la Ley de Comerc io
Dominical , que ya ha pasado su tercera discusión en los Comunes
y cuyas c láusulas separadas han sido analizadas por comisiones
de ambas cámaras . También esta nueva medida coerc it iva fue
apoyada por e l voto de l gran capital , porque só lo los pequeños
comerciantes abren los domingos y los propietarios de las t ien-
das grandes no t ienen inconveniente en terminar por medios par-
lamentarios con la competencia dominical de la morral la . En
ambos casos hay una conspiración de la iglesia, juntamente con
el capital monopolista, pero en ambos casos hay leyes religiosas
penales contra las c lases inferiores, para tranquilizar la conciencia
de las c lases privilegiadas. La
Ley de la Cerveza
estuvo m uy le jos
de golpear a los clubes aristocráticos, así como la
Ley de Com er-
cio Dominical está le jos de pe r ju di ca r las ocup aciones dom inica-
les de la sociedad elegante. Los obreros reciben sus jornales a
última hora del sábado; son los únicos para quienes las t iendas
se abren los domingos. Son los únicos que se ven obligados a
hacer sus compras e l domingo , por pequeñas que dichas compras
fueren. Por consiguiente la nueva ley está dirigida sólo contra
ellos . En el s iglo xvni la aristocracia dijo : Para nosotros, Voltai-
re ; para el pueblo , la misa y los diezmos. En el s iglo xix la aristo-
cracia inglesa dice : para nosotros, las frases piadosas; para el
pueblo , la práctica cristiana. El c lásico santo del cr istianismo
m o r t i f i c ó
su
cuerpo para la salvación de las almas de las masas;
e l educado santo moderno mort i f i ca
el cuerpo de las masas
para
la salvación de su propia alma.
La alianza de una aristocracia disipada, degenerada y ávida
de placeres, y de una iglesia apuntalada por las sucias ganancias
calculadas por los grandes cerveceros y mayoristas monopol istas
fue motivo , ayer , de una
demostración de masas
e n Hyde P ar k ,
demostrac ión como Londres no ve ía desde la muerte de Jorge IY,
"e l pr imer cabal lero de Europa" . Fuimos espectadores de e l la
desde el comienzo al f inal, y no creo que exageremos si decimos
que la Revolución inglesa com enzó ayer en Hyde Park. Las últ i -
mas not ic ias de Crimea actuaron como fermento sobre esta "a-
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parlam entaría", " extraparlam entaria" y "antiparlam entaria"
demostrac ión.
L o r d
Roiert Qrosve-nor,
que patroc inó la Ley de Comerc io
Dominical , repl icó —cuando se le reprochó que esa medida estu-
viese dirigida sólo contra las c lases pobres y no contra las r icas—
que "la aristocracia se abstenía los domingos de emplear sus
cr iados y cabal los" . Los últ imos días de la semana pasada e l
s iguiente carte l , publ icado por los cartistas y pegado en todas
las paredes de Londres, anunciaba en enormes letras:
"Nueva Ley Dom inical
que proh ibe los per iódicos , que imp i-
de afeitarse, fumar, comer y beber, y todo t ipo de recreación y
alimentación, tanto corporal como espiritual, de que la
gente pobre
todavía goza por e l momento . El domingo por la tarde se real i -
zará en Hyde Park una
reunión al aire libre
de los artesanos y
obreros, y, en general, de «
los órdenes inferiores
» del capital , pa ra
ver con euánta religiosidad observa la aristocracia el día de des-
canso y cuánta preocupación pone en no ut i l izar sus cr iados y
caballos en ese día, como lord Grosvenor dijo en su discurso. Se
convoca la reunión para las tres de la tarde en la oril la derecha
del Serpentine [un r iacho del Hyde Park] , de l lado que da hacia
Kensington Gardens . ¡Vengan y traigan a sus esposas e hi jos , a
f in de que puedan benef ic iarse de l e jemplo que les dan
los que
son mejores qu e ellos]"
Hay que tener en cuenta, es c laro, que lo que
Longchamps *
es para los parisienses, lo es para la alta sociedad inglesa el
camino que bordea e l Serpentine , en e l Hyde Park, e l lugar en
que por las tardes, especialmente los domingos, exhiben sus mag-
níficos caballos y coches, con todos los jaeces, seguidos de nubes
de lacayos. Por el cartel anterior se advertirá qtie la lucha contra
cierto c lericalismo asume en Inglaterra el mismo carácter que
todas las otras luchas serias que se l ibran all í : un carácter de
lucha de clases
l ibrada por los pobres contra los r icos, por el
pueblo contra la ar is tocrac ia , por los - "órdenes in fer iores " contra
" los que son me jores que e l los " .
A las tres de la tarde se habían reunido aproximadamente
50.000 personas en el lugar anunciado, en la oril la derecha del
Serpentine , en los inmensos prados de Hyde Park. La mult itud
reunida fue aumentando en forma gradual hasta l legar a un total
* Un hipód rom o de las afuera s d« Parí*. (Ed.)
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de por lo menos 200.000, contando con los que se le agregaban en
la otra oril la. Se podían ver arremolinados grupos de personas
em pu jada s de un lado a otr o. La po lic ía, presente con cuantiosas
fuerzas, hacía lo posible , evidentemente, por privar a los organi-
zadores de la reunión de lo que Arquímedes había reclamado para
mover e l mundo, a saber , un punto de apoyo . Finalmente una
muchedumbre bastante grande se mantuvo f irme y Bligh el cartis-
ta se con stitu yó en presiden te de la reunión, en un a peq ueñ a
eminencia que había en el centro de ésta. En cuanto comenzó su
arenga, e l inspector de polic ía Banks, a la cabeza de 40 hombres
que blandían sus cachiporras, le explicó que el parque era propie-
dad pr ivada de la
Corana
y que no se podían realizar reuniones en
él. Después de algunos pourparlers en los cuales B lig h trat ó de
demostrar le que los parques eran de propiedad públ ica y en. los
que Banks le replicó que tenía órdenes estrictas de arrestarlo si
insistía en poner en práctica su intención, Bligh gritó , en medio
de los bramidos de la mult itud que lo rodeaba:
" ¡ L a po l i c ía de Su M ajestad dec lara que H yd e Park es
propiedad pr ivada de la Corona y que Su Majestad r .o quiere
permitir que sus t ierras sean usadas para las reuniones de su
pue b lo Vayam o s e nto nc e s a l Me r c ado de Oxfo r d . "
Co n el i r ón i c o gr i t o de : " ¡ D i o s guar de a la r e in a " , l a m u-
chedumbre se diseminó para iniciar el trayecto hacia el Mercado
de Oxford. Pero entretanto Finlen, un miembro del e jecut ivo
cartista, corrió hacia un árbol situado a cierta distancia, seguido
po r un gentío que en un santiam én, fo rm ó un cír cu lo tan estrecho
y compacto en su derredor, que la polic ía abandonó sus tentati-
vas de llegar hasta él.
"Durante se is d ías a la semana —di jo F in len— se nos t rata
como a esclavos, y ahora el Parlamento quiere despojarnos del
poco de l ibertad que nos queda en el séptimo. Estos oligarcas y
capitalistas aliados a los párrocos santurrones quieren hacer
penitencia m ort i f icán don os a nosotros, en lug ar de m ort i f icarse
ellos mismos por el injusto asesinato de los hijos del pueblo, en
C r i m e a . "
Nos apartamos de ese grupo para acercarnos a otro donde
un orador tendido en el suelo se dirigía a sus oyentes desde esa
posic ión hor izontal . De pronto se oyeron gr itos por todas partes :
" ¡ V a m o s a la c arr eter a , a l os c a r r u a je s " Y a hab ían c o m e nz ado
los insultos contra los jinetes y los ocupantes de los coches. Los
polic ías, que recibían constantemente refuerzos de la c iudad,
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em pu jaro n fue ra del camino de carruajes a los peatones que se
paseaban por él . De este modo consiguieron que ambos lados del
camino quedasen f lanqueados por una ancha hi lera de personas ,
que se extendía desde Apsley House , en Rotten-Row, y a lo largo
del Serpentine , hasta Kensington Gardens , distancia para reco-
rrer la cual hacía falta un cuarto de hora. Las dos terceras partes
de los espectadores eran obreros y el tercio restante miembros
de la c lase media, todos con esposas e hijos . La procesión de ele-
gantes damas y cabal leros , " lores y comunes" , todos en sus altas
carrozas con troncos de cuatro caballos y, adelante y atrás, laca-
yos de l ibrea acompañados , por supuesto , por unos cuantos venera-
bles a caballo , un tanto achispados por efecto del vino, no pasaron
esta vez como en un desfile, sino que hicieron el papel de actores
involuntarios a quienes se hubiese obligado a correr la baqueta.
Una babel de exclamaciones burlonas, insultantes, discordantes,
que ningún otro idioma tiene con tanta r iqueza como el inglés,
cayó muy pronto sobre ellos desde los dos costados. Como era un
concierto improvisado , no había instrumentos musicales . Por lo
tanto el coro sólo disponía de sus propios órgano» y se vio obliga-
do a l imitarse a la m úsica vocal . ¡ Y qué concier to en de m on iad o
¡Una cacofonía de gruñidos , s iseos , s i lbidos , chirr idos , buf idos ,
bramidos, gemidos, répiqueteos, aull idos y rechinamientos de
diente* ¡U na m úsica qtie po día enloquecer lo a un o y conm over
a una p ie d ra A esto hay que agreg ar estall idos de verda dero
humorismo inglés antiguo , unidos a una có lera hirviente y largo
t iempo contenida . " ¡ V a y a n a la ig le s i a " eran los únicos sonidos
art iculados que se podían dist inguir . Una dama ofrec ió apaci -
guadoramente , desde su carruaje , un l ibro de orac iones con encua-
de m ac ió n o r to do xa . " ¡D á s e lo a tus c aba llo s par a que l o l e a n " ,
fue la atronadora respuesta que resonó en un mil lar de gargan-
tas. Cuando los caballos comenzaron a recular, a hacer corcovos,
y se lanzaron f inalmente a la carrera, poniendo en peligro la vida
de los elegantes que iban en el vehículo, el despectivo estrépito se
hizo más enérgico , más amenazador, más implacable . Nobles lores
y damas, entre ellos lady Granville , esposa de un ministro y presi-
dente de l Conse jo Pr ivado , se vieron forzados a apearse y usar
las piernas . Cuando ancianos cabal leros pasaban cabalgando con
sus sombreros de anchas alas y otras prendas que denunciaban
a las c laras su particular ansia de perfección en materia de
convicciones religiosas, los estridentes estall idos de furia eran
apagados , como obedec iendo a una orden, por carcajadas inago-
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E L MOVIMIENTO CONTRA LA IGLESIA 1 1 5
tables. Uno de los caballeros perdió la paciencia. Como Mefis-
tófeles , hizo un gesto descortés y mostró la lengua al enemigo.
" ¡ E s un c harla tán , un par lam e ntar io ¡L u c ha c o n sus pr o p ias
a rm a s " , gr i tó a lguien a un costado de l camino . " ¡ E s un santo
cantor de s a lm o s " , fu e la antistro fa , en e l lad o opuesto . E n el
ínter in e l te légrafo metropol itano había informado a todas las
estaciones de polic ía que estaba a punto de estallar un motín
en el Hyde Park, y se ordenó a la polic ía que acudiese al teatro
de las operac iones mil i tares . Pronto un destacamento tras otro
comenzaron a desfi lar en breves intervalos por entre la doble f i la
de gente , desde Apsley House hasta Kensington Gardens , y cada
uno de e l los fue rec ibido con e l díst ico popular :
Where are the geese?
Ask the pólice 1 *
Se trataba de una re ferencia al conoc ido robo de gansos
recientemente cometido por un polieía en Glerkenwell .
El espectáculo duró tres horas. Sólo pulmones ingleses podían
realizar semejante hazaña. Durante la representación los distintos
grupos p roc lama ron opin iones ta les com o " ¡ E s t o es só lo el
c o m i e n z o " " ¡ Este es e l p r imer p a s o " " ¡ L o s o d i a m o s " , y
otras por el estilo. En tanto que en el rostro de los obreros se
pintaba la cólera, la fisonomía de los representantes de la clrjsa
media estaba cubierta de sonrisas de alborozada satisfacción que
nunca hasta antonees les habíamos visto . Poeo antes del f inal la
demostrac ión aumentó en vio lencia . Amenazadores bastones se
blandieron eontra los carruajes y por entre al tumulto de voces
discordantes pu do o írse el gr i to de " ¡ b r i b o n e s " Duran ta las
tres horas, entusiastas cartistas, hombres y mujeres, se abrieron
paso entre la muchedumbre , distr ibuyendo octavi l las que proc la-
maban con gruesos caracteres :
"¡'Reorganización del carlismo "
" E l p róxim o martes 26 de jun io se rea lizará una gran
reunión públ ica en e l Inst ituto Cientí f ico y Literar io de Fr iar
tD ónd e están lo» gansos? ¡Pregún tenselo a la po l icía
(Sd.)
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C A R L O S M A R X
Street , Doctore ' Commons , para e leg ir de legados a una confe -
rencia para la reorganizac ión del cart ismo en la capital . Entrada
g r a t u i t a . "
La mayoría de los per iódicos de Londres traen hoy só lo un
breve re lato de los sucesos de Hyde Park. No hay todavía ningún
editorial , salvo en el
M orning Post
de lord Palm erston .
Af irma que "un espectáculo a la vez deshonroso y pe l igroso
en extremo se ha o frec ido en Hyde Park ; una f ranca v io lac ión de
la ley y la decencia , un entremetimiento i legal , por la fuerza
f ís ica , en la l ibre acc ión de la leg is l at ur a" . Decla ra qu e " n o se
deb e pe rm itir QU6 esta escena se rep ita el p ró xi m o d om ing o, com o
se ha amenazado con hacer " .
P e r o a l m ism o t i e m po d ic e que el " f a n á t i c o " l o r d Gr o sve no r
es e l único " responsable " de los agravios , ya que es e l hombre
que pr o vo c ó " la jus ta ind ignac ió n de l pue b lo " . ¡Co m o s i e l
Parlamento no hubiese aprobado la ley de lord Grosvenor des-
pués de tres ses iones ¿ O quizá tam bién é l in f lu yó ' ' po r la fu erz a
f ís i ca sobre la l ibre acc ión de la leg is latura"?