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LA ILUSTRACIÓN EN CATALUÑA: La obra de los Ingenieros Militares
Edita:
© Autores, coordinador y editor, 2010
NIPO: xxx-xx-xxx-x
ISBN: xxx-xx-xxxx-xxx-x
Depósito Legal: M-xxxxxx.2010
Imprime: xxxx
Tirada: xxxx ejemplares
Fecha de edición: xxxx 2010
Diseño original y maquetación: Nieves de Lizaur
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LA ILUSTRACIÓN EN CATALUÑA: La obra de los Ingenieros Militares
LA ILUSTRACIÓN EN CATALUÑA:
La obra de los Ingenieros Militares
I • PREFACIO 010
Presentación de la Ministra de Defensa 012 Presentación del Inspector General del Ejército 016 Los autores 022 Grupo de trabajo sobre la conmemoración del III centenario de la “Real y Militar Academia de Matemáticas de Barcelona” 032 Introducción Por el coordinador del libro 034
II • MARCO 040
La formación científica de los ingenieros militares españoles del siglo XVIII Carlos Díaz Capmany 042
Ilustración. Pensamiento científico Marisol de Mora 060
Metodología y sistemas de composición geométricos en las Iglesias proyectadas por los ingenieros militares en Cataluña durante el siglo XVIII Rafael Vila 074
Gremios y absentistas del Ejército en la Cataluña del siglo XVIII Pere Molas y Mariela Fargas 114
La Dirección de Ingenieros en el Principado de Cataluña durante el siglo XVIII Margarita Galcerán 130
Los ingenieros militares y la Real Academia de San Fernando Manuel Novóa 150
III • INGENIEROS SINGULARES 166
Los ingenieros militares Juan y Pedro Martín Cermeño Juan Carrillo de Albornoz 168
Francisco Llovet, Ingeniero Director en el Principado de Cataluña Margarita Galcerán 192
Militares e Ingenieros: Los Beranger Mª Carmen Navarro 212
Retazos biográficos del Ingeniero Militar Pedro de Lucuze (1692-1779) Pedro Mora 232
ÍNDICE
IV • REALIZACIONES 252
OBRAS CIVILES
El puente de Carlos III de Molins de Rei Manuel Novóa 256
La Iglesia de la Fortaleza de San Fernando de Figueres Rafael Vila 276
El hospital del Rey. La obra de los ingenieros militares en Montevideo Concha Virgili y William Rey 290
Proyectos Hidráulicos en Cataluña. Siglo XVIII ( Río Ebro, Baronía de Flix) Jesús Maldonado 306
Nuevas poblaciones en la costa de Cataluña durante el reinado de Carlos III Enric Viñas 330
OBRAS MILITARES
La creación de la Maestranza de Artillería y la fábrica de San Sebastián de la Muga Antonio de Lizaur 350 La arquitectura para cuarteles en el siglo XVIII Jordi Oliveras 376
Las Murallas de Barcelona Arcadio del Pozo 392
Las Atarazanas, el urbanismo y el patrimonio cultural Francisco Segovia 412
V • ANEXOS 440
V·1. Catálogo de las obras más importantes realizadas en Cataluña por los ingenieros militares en el siglo XVIII
Antonio de Lizaur 442
V·2. Cronología del siglo XVIII 488 V·3. Memorándum de actuaciones de los capitanes generales en Barcelona 524 V·4. Abstracts 584
VI • BIBLIOGRAFÍA 596
PREFACIO
012 PRESENTACIÓN DE LA MINISTRA DE DEFENSA
013
Dña. Carme Chacón Piqueras
Ministra de Defensa
No es casual que, a partir de
1720, comenzase a funcionar
en Barcelona la Real Academia
Militar de Matemáticas y Forti-
ficación, pues diez años antes,
un oficial flamenco confinado en
aquella ciudad, Jorge Próspero
de Verboom, había redactado
el memorial que daría origen al
Real Decreto de 1711 por el que
se creaba el Cuerpo de Inge-
nieros Militares. Y la Academia
barcelonesa, inspirada en la que
ya funcionaba en Bruselas, fue el
principal centro de enseñanza de
este nuevo cuerpo militar.
En aquel momento se intentaban
reparar los estragos materiales
producidos por la Guerra de Su-
cesión en la Península Ibérica y,
como recordaba Jovellanos, se
pretendía enseñar al pueblo el
valor de la ilustración mediante
la creación de academias, semi-
narios, bibliotecas, la protección
de las letras y la realización de
obras públicas, de las que existía
verdadera necesidad.
Pero no se limitaba a esto la
función de la Academia porque,
además de los territorios italia-
nos vinculados de alguna manera
a la Corona, la renovación y la
prosperidad pasaban por los te-
rritorios de ultramar, necesitados
de nuevas fortificaciones, edi-
ficios públicos y grandes obras
de ingeniería en caminos, ca-
nales y puertos, para hacerlos
partícipes de los beneficios del
progreso que se configuraba in-
ternacionalmente en el Siglo de
las Luces.
Este libro está dedicado a las
obras realizadas por los ingenie-
ros militares en Cataluña durante
el siglo XVIII, que aplicaron los
conocimientos y la formación ad-
quiridos en la Academia, no sólo
en sus reglamentarias funciones
de castrametación, sino también
en múltiples construcciones de
carácter civil. Por su volumen y
calidad suponen una significativa
contribución al patrimonio cultu-
ral catalán.
014 Junto con los renombrados in-
genieros que aquí se citan,
trabajaron otros con igual en-
tusiasmo y cuyo empleo militar
no les permitió atestiguar sus
colaboraciones; evidentemente,
también participaron multitud
de trabajadores especializados
que con su buen hacer dieron
el punto de perfección y belleza
requeridos. Gracias al esfuer-
zo de todos ellos podemos hoy
contemplar estas edificaciones,
digno ejemplo para las genera-
ciones que les sucedieron, que
desde la admiración, mantu-
vieron y conservaron el legado
recibido.
Por tanto, nuestro reconocimien-
to al grupo de trabajo para el
estudio de la Academia de Bar-
celona, formado por un equipo
multidisciplinar de investigado-
res bajo la tutela del Inspector
General del Ejército, por haber
llevado a buen fin este importan-
te proyecto.
015
016 PRESENTACIÓN DEL INSPECTOR GENERAL DEL EJÉRCITO
017
Tte. General D. Fernando Torres
González Inspector General
del Ejército
Me parece muy oportuno recor-
dar que hace varios años, un
grupo entusiasta de profesio-
nales procedentes de diversos
ámbitos, civiles y militares, se
comprometieron a llevar a cabo
un trabajo de investigación y
análisis sobre el principal cen-
tro de formación tecnológica de
España durante el siglo XVIII,
ubicado en la ciudad de Barce-
lona. El trabajo y dedicación de
dicho grupo, dirigido inicialmen-
te por el General de Ejército,
Luis Alejandre Sintes, entonces
Jefe de la Región Militar Pire-
naica y posteriormente por el
Teniente General Francisco Bo-
yero Delgado, Inspector General
del Ejército, dieron como fruto
una magnífica obra colectiva:
La Academia de Matemáticas
de Barcelona. El legado de los
ingenieros militares. Un tra-
bajo riguroso y de calidad en
el que se resalta la importancia
de la mencionada Academia de
Matemáticas y la trascendencia
de la obra, civil y militar, de los
ingenieros militares que allí se
formaron.
Con esta interesante publica-
ción se marcaba un atractivo
camino a seguir. Los estudios
continuaron y lo que parecía una
labor inabarcable, el análisis de
las obras de los ingenieros mi-
litares en Cataluña, es hoy una
realidad.
En el siglo XVIII, el ámbito de
actuación de ingenieros y ar-
quitectos no estaba claramente
delimitado, como tampoco lo
estaba entre éstos y los diversos
profesionales de la construc-
ción. Este hecho propició una
importante relación entre inge-
nieros militares y gremios, que
resulta esencial para compren-
der los logros posteriores. Pero
también es de destacar su rela-
ción con la Real Academia de
Bellas Artes de San Fernando,
nacida a mediados de siglo en
Madrid, ya que ésta era la res-
ponsable de impulsar el “buen
gusto” en la arquitectura; es
decir, el estilo neoclásico. Así,
los ingenieros militares, habi-
tuados a centrar sus estudios
en la estática y la resistencia
018 de los materiales, impulsaron el
sometimiento de la arquitectu-
ra a la razón y, de su mano, el
componente estructural de los
proyectos ganó preponderancia
sobre el artístico. Por ello fue-
ron, en gran medida, impulsores
de las nuevas ideas que reco-
rrían Europa.
La situación geoestratégica de
Cataluña y la nueva concepción
de la administración pública
propiciaron que el mayor nú-
mero de ingenieros militares
se concentrara en el Principa-
do. Estos mismos motivos les
llevaron a desarrollar unas téc-
nicas constructivas específicas,
de clara significación política,
que algunos denominan “arte
abaluartado” catalán y que que-
dan claramente representadas
en la Ciudadela de Barcelona
y el Castillo de San Fernando
en Figueres. Pero los ingenie-
ros formados en la Academia
de Matemáticas de Barcelona
pronto trascendieron los co-
metidos puramente militares y
comenzaron a ejecutar todo tipo
de obras, siendo considerados
como el verdadero origen de
toda la ingeniería civil y militar
en España.
En esta obra se estudian los
proyectos ejecutados en Ca-
taluña durante el siglo de la
Ilustración. Con ello se preten-
de destacar el importante papel
de la Academia de Matemáticas
de Barcelona en la configura-
ción de su entorno cercano, en
la proyección del conocimiento
de necesidad militar sobre la
sociedad civil: “Nunc Minerva,
Postea Palas“ (ahora la ciencia,
luego la guerra) no sólo fue el
lema de la Academia sino el de
todos sus discípulos y gracias a
ello sus conocimientos sirvieron
al desarrollo económico-social
de una sociedad, la catalana,
en cuyas ciudades y campos
destaca la impronta de los inge-
nieros militares.
Estos ingenieros propiciaron el
desarrollo del puerto de Barce-
lona y la planificación del barrio
de La Barceloneta y ayudaron
al desarrollo urbanístico de la
ciudad, que triplicó su pobla-
ción durante este siglo, con el
trazado de paseos tan repre-
sentativos como el de Gracia,
San Juan o Isabel II y la apertura
de calles como la de Fernando
VII o Conde del Asalto. Dirigie-
ron la construcción de edificios
religiosos como el convento de
Sant Agustí Nou en Barcelona
o la Seu Nova en Lleida. Rea-
lizaron edificios públicos como
la Universidad de Cervera o el
mercado de la Boquería. Tra-
zaron caminos tan importantes
como el Camino Real de Barce-
lona a Madrid o las carreteras
de Lleida y Valencia, lo que
obligó a diseñar puentes como
el de Molins de Rei sobre el
río Llobregat. Se encargaron
del abastecimiento de agua a
diversas poblaciones y ejecu-
taron algunas obras hidráulicas,
como la esclusa de Flix en el río
Ebro.
En definitiva, estas obras y un
sin fin de continuas actuaciones
necesitaban el reconocimiento
que hoy ofrece esta publicación
y si aquéllas representan la firme
voluntad de la institución militar
de acercarse al pueblo de que
forma parte y preocuparse por
sus necesidades y carencias,
ésta es el reconocimiento del
pueblo al esfuerzo realizado por
sus fuerzas armadas en la mejo-
ra de la calidad de vida de todos
los ciudadanos.
Considero muy acertado el es-
quema de trabajo que se ha
seguido en esta publicación,
que partiendo de un marco ge-
neral en el que nos ambienta
sobre la formación científica y
la metodología de la enseñanza
que recibían aquellos ingenieros
militares del siglo XVIII, nos lle-
va a resaltar la figura y obra de
algunos de nuestros ingenieros
más brillantes, y a profundizar
en determinadas obras civi-
les y militares verdaderamente
emblemáticas.
019Respecto a la formación cien-
tífica se nos recuerda que para
desarrollar el plan de refor-
mas impulsado por Felipe V se
tuvo que recurrir al Cuerpo de
Ingenieros Militares por no dis-
poner de otros técnicos con
suficientes conocimientos de
la ciencia moderna que, nacida
de la revolución científica pro-
ducida a lo largo del siglo XVII,
por otra parte no era bien reci-
bida en las Universidades que
seguían dando prioridad a las
ciencias discursivas. De esta
manera, surgieron nuevos Cen-
tros de cultura e investigación,
con carácter académico, que
profundizaron en los nuevos
estudios. Los ingenieros milita-
res del siglo XVII, empezaron a
formarse en Academias donde,
con la ayuda de publicaciones
que recogían los avances cien-
tíficos, fueron adquiriendo los
nuevos conocimientos. De esta
manera, estuvieron en condicio-
nes de aplicar en sus trabajos
los progresos de las matemáti-
cas y la geometría, y pudieron,
en el pórtico del XVIII, jugar un
importante papel como intro-
ductores de la ciencia moderna
en España.
Con esta ambientación inicial se
ha pretendido generalizar sobre
la ciencia del siglo XVIII desde
puntos de vista civiles y militares
y luego describir el ambiente en
el que se desarrollaba el trabajo
de los ingenieros tratando con
los diferentes gremios y con-
tratistas, presionados siempre
por las Jefaturas de Ingenieros
y controlados sus diseños por la
Academia de San Fernando.
En cuanto a la metodología de la
enseñanza se pone de manifies-
to que las proporciones de las
medidas de las obras de infraes-
tructura nos permiten identificar
no solamente al autor sino tam-
bién a su preceptor y al lugar de
su formación, con una especial
diferencia entre la impartida en
Bruselas y la de Barcelona.
Como ingenieros singulares se
han elegido, por su especial
trascendencia e influencia, Lu-
cuce, director de la Academia
de Barcelona; la saga de los
Zermeño, cuyas obras son de
trascendental importancia; los
Balaguer, que dejaron su carac-
terística huella especialmente en
América; y Llovet, uno de los in-
genieros más prolífico del siglo.
Todos ellos ilustres personajes,
quienes junto a otros ingenieros
igualmente importantes, repre-
sentan honrosamente la historia
de su siglo.
En relación a las obras civiles
que se exponen en el texto, se
ha elegido una de cada tipo, de-
jando escoger al autor el tema
concreto, ya que lo verdadera-
mente importante era mostrar
la diversidad de trabajos que
realizaron los ingenieros. No
obstante, el puente de Carlos III
en Molins de Rei, la Iglesia de
la fortaleza de San Fernando,
los hospitales de Montevideo,
la ingeniería hidráulica y la apor-
tación en el diseño de nuevas
poblaciones, son obras de un
peso considerable que crearon
impronta en su siglo y un claro
ejemplo para los sucesivos.
Con criterio similar se abordan
las obras militares, con la sal-
vedad de que se ha buscado
mostrar un aspecto diferente a la
obra en sí. De este modo se trata
la industria militar, en concreto
las Atarazanas y San Sebastián
de la Muga, estudiándolas como
fábricas. En la tipología de los
cuarteles se orienta el trabajo
en descubrir el canon de uni-
formidad en la construcción. Se
analizan las murallas de Barce-
lona que fueron derruidas para
facilitar la expansión de Barce-
lona o la deconstrucción de un
fuerte que también contribuyó
al desarrollo urbano. Por lo que
más que un trabajo de análisis
sobre el punto de vista mili-
tar, se orienta a demostrar que
incluso obras de carácter emi-
nentemente castrense tuvieron
una consecuencia beneficiosa
para el desarrollo.
020 Finalmente, quiero expresar, con
gran satisfacción, mi gratitud y
felicitación a todos los autores de
los diferentes trabajos que con-
forman esta obra colectiva, por
su valiosa aportación y porque sin
su dedicación, competencia pro-
fesional y capacidad de trabajo
en equipo, este libro no hubiera
visto la luz. Y también reconocer
que tras realizar estos estudios
sobre nuestra Historia, podemos
mirar al futuro con el mismo sen-
timiento con el que lo hicieron
los “Academistas” o alumnos de
la Academia de Matemáticas de
Barcelona y volver a decir “Nunc
Minerva, Postea Palas”.
Antigua puerta de la Academia
de Matemáticas en el
Convento de Sant Agustí Vell.
(Pl. de la Academia, Barcelona.)
021
022 LOS AUTORES
023
Nacido en Figueres el 28 de mayo de 1933.
Ha sido General Jefe de la Brigada de Cazadores de Montaña XLI y Gobernador Militar de Girona. Actualmen-
te es Presidente de la Junta de Promotores del Consorcio “Castillo de San Fernando”, con sede en Figueres.
Es autor de las obras: “El Castillo de San Fernando de Figueres, Su historia” (1982, y 2ª ed. en 2000);
“Murallas y alojamientos militares de Girona” (1998); “La Ciudadela de Roses” (1998); y “La fortificación
abaluartada. Una arquitectura militar y política” (2004). Ha escrito numerosos artículos sobre historia y orga-
nización militar en diversas publicaciones.
CARLOS DÍAZ CAPMANY.Teniente General del Ejército, en situación de Segunda Reserva.
Diplomado de Estado Mayor y de Estados Mayores Conjuntos.
Licenciado en Derecho por la Universidad de Barcelona.
Diplomado en Heráldica por el Instituto de Cultura e Historia Militar.
Ha sido Subdirector y Jefe de Redacción de la revista “Memorial de Ingenieros”, y Director de la Biblioteca y
Museo de la Academia de Ingenieros.
Profesor del Curso de Historia de la Fortificación, organizado por el Instituto de Historia y Cultura Militar.
Ha colaborado con la Real Academia de la Historia en la próxima edición del Diccionario Biográfico Español,
para el que ha entregado mas de cuatrocientas cincuenta biografías de ingenieros militares de los siglos XVI
al XIX.
Ha sido Profesor Tutor del Centro Asociado de las FAS con la UNED.
JUAN CARRILLO DE ALBORNOZ Y GALBEÑO.Coronel de Ingenieros (Retirado).
Licenciado en Historia.
Profesor Emérito de la Academia de Ingenieros del Ejército.
024
Es Arquitecta Superior (1976) por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, Universidad Po-
litécnica de Catalunya, y Doctora Arquitecta (1991) con la Tesis Doctoral, que lleva por título: “La Arquitectura
de los Ingenieros Militares: labor arquitectónica y científica de los Llobet en el siglo XVIII.”
Colegiada en el Colegio de Arquitectos de Catalunya, nº 8.138-8.
En la actualidad es Profesora Titular en la Sección de Dibujo Arquitectónico, del Departamento de Expresión
Gráfica Arquitectónica I, en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, Universidad Politéc-
nica de Catalunya.
Desarrolla su tarea profesional, académica e investigadora, fundamentalmente, en tres áreas temáticas: el Di-
bujo Arquitectónico y en concreto la Informática gráfica (CAD), el Patrimonio Arquitectónico y la Arquitectura
Militar, especialmente todo lo relacionado con el Cuerpo de Ingenieros Militares.
Ha trabajado también como docente en la Universitat Internacional de Catalunya y en la Universitat Oberta
de Catalunya.
Sus trabajos de investigación se centran en el estudio sobre la familia, el poder y la sociedad en la Cataluña
de la Edad Moderna.
MARIELA FARGAS PEÑARROCHA.Doctora en Geografía e Historia.
Profesora de Historia Moderna en la Universidad de Barcelona.
MARGARITA GALCERÁN VILA.Doctora en Arquitectura.
Profesora en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona.
025
ANTONIO DE LIZAUR Y DE UTRILLA.Coronel de Artillería en situación de reserva.
Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología.
JESÚS MALDONADO DE ARJONA.General del Ejército (Retirado).
Diplomado de Estado Mayor y de Estados Mayores Conjuntos.
Nació en La Solana (Ciudad Real), en 1939.
Ingresó en la Academia General Militar de Zaragoza en septiembre de 1957.
Por pertenecer al Arma de Infantería estudió también en la Academia de Toledo.
El 15 de noviembre de 1961 finalizó la carrera militar y fue promovido al empleo de Teniente de Infantería,
siendo su primer destino el Grupo de Tiradores de Ifni nº 1.
A lo largo de su servicio activo estuvo destinado en varias unidades y a su ascenso a General ocupo la Jefa-
tura de Estado Mayor de la Región del NO.
En julio de 1998 cesó en el servicio activo y fue nombrado Director del Centro de Historia y Cultura Militar de
la Región Pirenaica (Barcelona), donde permaneció hasta su retiro en junio de 2004.
Es investigador histórico militar y autor de los siguientes artículos:
• Síntesis biográficas de los Ttes. Grales. Urrutia, O`Reilly y Téllez Girón para el Diccionario Biográfico de
la Academia. de la Historia.
• ”Canales y comunicaciones fluviales en Cataluña. Siglo XVIII”, en “La Academia de Matemáticas de Bar-
celona. El legado de los ingenieros militares”.
Destinado la mayor parte de su carrera militar en Cataluña, se ha dedicado principalmente a la Logística,
pasando a la reserva cuando era Subdelegado de Defensa en Girona.
Su primer trabajo publicado trató sobre el Parque y Maestranza de Artillería de Barcelona; dedicado desde
entonces a la investigación histórica, sus escritos, colaboraciones y conferencias han tratado principalmente
sobre Poliorcética, la Historia de la Artillería y sus materiales y sobre el siglo XVIII.
026
PERE MOLAS RIBALTA.Doctor en Filosofía y Letras.
Catedrático de Historia Moderna en la Universidad de Barcelona.
Presidente de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona.
Gran conocedor de los problemas sociales, institucionales y de poder de los siglos del Antiguo Régimen, su
primera gran obra versó sobre los gremios barceloneses del siglo XVIII y entre sus últimos trabajos destaca
un voluminoso estudio sobre los gobernantes de la España Moderna.
Colaborador en revistas, prensa, conferenciante, comisario de exposiciones y presentador de libros.
Publicaciones
• “Josep Cusachs i Cusachs”.
• “La Real Fundición de Bronces de Sevilla. Siglos XVI a XVIII”. Fábrica de Artillería de Sevilla.
• “El caballo en la pintura militar de Cusachs”. Catálogo de la exposición en la Real Maestranza de Caba-
llería de Sevilla, 1.996.
• “El Atanor del Infante”. Torre de don Fadrique. “Josep Cusachs i Cusachs. (1851-1908). 150 aniversario.” Cas-
tillo de Montjuich. Barcelona, 2001. “Estudio histórico-artístico de un edificio singular. Capitania General
de Sevilla”.
• “Mito, historia e iconografía en la fundición de cañones”. Ministerio de Defensa. Madrid, 2009.
• “Pirotecnia Militar de Sevilla: de complejo industrial a sede universitaria”. Servicio de Publicaciones.
Universidad de Sevilla. En prensa.
Capítulos en libros
• “La Guerra en la Antigüedad. Una aproximación al origen de los ejércitos en Hispania”. Ed. Ministerio
de Defensa. 1997. “Las thoracatas. Exponente singular de la escultura militar romana”.
• “Las Fortificaciones de Carlos V”. Ed. Sociedad Estatal para la conmemoración de los centenarios de
Carlos V y Felipe II. Madrid, 2000. “Arte y técnica en la fortificación”.
• “Joseph Cusachs y el servicio militar en España”. Madrid, 2001. “Josep Cusachs i Cusachs. Pintor Militar”.
• “La Academia de Matemáticas de Barcelona”. El legado de los ingenieros militares. Ministerio de Defen-
sa. 2.004. “La Ilustración Militar en España. Un anticipo de modernidad”.
• “Rodríguez Caso, Luis”. Diccionario de ateneistas III. Ateneo de Sevilla. Sevilla, 2005.
• “Josep Cusachs i Cusachs”. (1851-1908). Caixa Laietana. Barcelona, 2008.
PEDRO MORA PIRIS.Coronel de Infantería (Retirado).
Doctor en Geografía e Historia.
Licenciado en Bellas Artes.
Experto en Museología por la Universidad Complutense.
027
Empleo actual: Facultad de Filosofía y C.E. de San Sebastián, Universidad del País Vasco, UPV/EHU, Depar-
tamento de Filosofía
Categoría actual: Catedrático numerario de universidad. Perfil de la plaza: Historia de la Filosofía y de la
Ciencia
Áreas de investigación: Historia de la Filosofía, Historia de la Ciencia y la Técnica, Filosofía de la Ciencia,
con especial acento en la Historia de las Matemáticas, en la Teoría de la Probabilidad y en cuanto a etapas
históricas el Renacimiento y los siglos XVII y XVIII.
Miembro correspondiente de la Academia Internacional de Historia de las Ciencias, con sede en París, desde
1997.
Member of the International Commission on the History of Mathematics, ICHM, desde 1997. http://elib.zib.
de/IMU/ICHM
MARISOL DE MORA CHARLES.Licenciada en Filosofía Pura por la Universidad Complutense de Madrid.
Licenciada en Ciencias Exactas por la Universidad Complutense de Madrid.
Doctora en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid.
Mª CARMEN NAVARRO ABRINES.Doctora en Historia Moderna.
Licenciada en Historia Moderna y Contemporánea.
Licenciada en Historia del Arte.
Catedrática de Geografía e Historia de Enseñanza Secundaria
Ha impartido clases hasta el curso 2000 en el Instituto Jaime Balmes de Barcelona y del 2000 al 2006 en el
Instituto Español Severo Ochoa de Tánger.
Ha impartido cursos teóricos y prácticos en el Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad de
Barcelona y de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Su campo de investigación y sus publicaciones se han centrado en la ingeniería militar del siglo XVIII. Ha
participado en congresos de A.H.I.L.A. en Madrid, Leipzig y Oporto y del Centre d´Estudis d´Història Moderna
“Pierre Vilar” en Barcelona. Colaboró en la revista Crònica d´Ensenyament como crítica de Arte.
028
MANUEL NOVÓA RODRÍGUEZ.Ingeniero de Caminos Canales y Puertos.
JORDI OLIVERAS SAMITIER.Arquitecto.
Profesor titular del Departamento de Composición Arquitectónica de la
Escuela de Arquitectura de Barcelona de la UPC.
Como profesor, su área de conocimientos es la de la Teoría de la Arquitectura moderna y contemporánea.
Fue Visiting Scholar en Columbia University de Nueva York, University of California en Los Angeles y Royal
Melbourne Institute of Technology.
Ha participado en diversos trabajos, publicaciones y exposiciones sobre arquitectura moderna. Ha publicado
entre otros los libros: Museos de la última generación (Barcelona, 1986), Textos de Arquitectura de la moder-
nidad (Madrid, 1994), Nuevas Poblaciones en la España de la Ilustración (Barcelona, 1998).
Nacido en Barco de Valedoras (Ourense) en 1946, es Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos. Ingenie-
ro Jefe de la Demarcación de Costas en Cataluña (MMARM). Entre 1972 y 1976 trabajó en la Comisaría
de Aguas del Pirineo Oriental (MOP), dedicado a estudios y planificación hidrológica, compartiendo con la
docencia en la Escuela de Ingenieros de Caminos en Barcelona, y en el Curso Internacional de Hidrología
Subterránea de Barcelona.
Entre 1987 y 1987, fue Jefe de Costas de Pontevedra.
Desde 1989 a la actualidad, Jefe de Demarcación de Costas en Cataluña, con importante participación en la
transformación de la costa de Barcelona con motivo de los Juegos Olímpicos de 1992. Presidente del Grupo
de trabajo de la Real y Militar Academia de Matemáticas de Barcelona, miembro del Comité de Redacción
de la revista Ingeniería y Territorio, y director del Seminario de Ingeniería Civil en la Época Romana. Coautor
junto a Joan Alemany del libro Evolución de la costa de Barcelona, y autor de mas de veinte artículos sobre
obras públicas como puentes romanos y medievales, actuaciones en el litoral, e ingeniería militar del siglo
XVIII. Conferencias en diversos países sobre temas de urbanismo costero. Coautor de seis libros sobre la
obra pública.
029
ARCADIO DEL POZO Y PUJOL DE SENILLOSA.Coronel de Ingenieros (retirado).
WILLIAM REY ASHFIELD.Doctor en Historia del Arte y Gestión Cultural en el Mundo Hispánico,
Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, España. 2007.
Director del Estudio AREA, orientado a la producción de proyectos y dirección de obras de arquitectura. Años
1992 – 2009. Particular énfasis en proyectos de interés patrimonial.
Director de la Consultora Sur, Ambiente y Región, orientada a las áreas de Patrimonio Cultural y Territorio.
1999-2009.
Presidente de la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación, Uruguay. Período 2007-2009.
Profesor Titular de la Cátedra de Historia de la Arquitectura Nacional, Facultad de Arquitectura, Universidad
de la República. Años 2006-2008.
Profesor titular de la Cátedra de Historia del Arte, Facultad de Humanidades y Comunicación de la Universi-
dad de Montevideo. Años 1998-2009.
Coordinador del Diploma de Posgrado de Patrimonio Edilicio, Facultad de Arquitectura, UDELAR, Uruguay.
Años 2008-2009.
Autor y director de distintos trabajos de investigación y publicación, sobre Historia de la Arquitectura y el
Urbanismo en Uruguay.
Barcelonés del Barrio Antiguo. Nieto, hijo y hermano de militares barceloneses
Especialista en la fortificación del Pirineo
Aficionado a la Historia
Ha publicado artículos en diversas revistas especializadas
030
FRANCISCO SEGOVIA BARRIENTOS.Coronel de Infantería en reserva.
Nacido en Santa Cruz de Tenerife en 1945, es Coronel de Infantería diplomado de Estado Mayor y de Estados
Mayores Conjuntos, en situación de reserva con destino. En los últimos años ha sido director del Museo del
Ejército del Patronato del Castillo de Montjuïc (2001-2005) y desde entonces es director del Centro de Histo-
ria y Cultura Militar de la Subinspección General Pirenaica.
Es investigador de temas militares, colaborador de la Enciclopedia Durvan, articulista, conferenciante y co-
misario de exposiciones. Es miembro del Grupo de Trabajo de la Real y Militar Academia de Matemáticas de
Barcelona, participando en sus publicaciones y, como comisario, en la exposición que sobre ella se celebró
en las Drasssanes Reials en el 2004. Forma parte del laboratorio organizado por el Museu Marìtim de Barce-
lona sobre el pasado de las antiguas Atarazanas, sobre éstas ha publicado recientemente la obra “Las Reials
Drassanes de Barcelona entre 1700 y 1936”.
RAFAEL VILA I RODRÍGUEZ.Doctor “cum laude” en Arquitectura, 1986.
Arquitecto en la especialidad de Edificación, 1974, y de Urbanismo, 1976,
por la E.T.S.A.B. Arquitecto Técnico, 1969, por la E.T.A.B.
Miembro del Grupo de trabajo sobre la “Academia de Matemáticas de Barcelona”
Ejerce la profesión liberal, especializado en temas de restauración del Patrimonio Arquitectónico. Fue Secre-
tario de la “Comissió de Defensa del Patrimoni Arquitectónic“ del COAB (1985) y ha dirigido varios cursillos
sobre la intervención en el Patrimonio, amén de haber impartido clases y conferencias en varios “masters” y
cursos de especialización en diferentes Universidades y Colegios de Arquitectos españoles.
Es autor del libro “Restauración de Fachadas: El proyecto y sus técnicas” (Barcelona 1987)
Ha redactado los planes de Restauración de la Catedral de Vic y del Castillo-fortaleza de San Fernando de
Figueres para el IPHE.
Su tesis doctoral versó “Sobre un sistema geomètric de composició a l’arquitectura romànica catalana. Se-
gles X-XII”
031
ENRIC VIÑAS I MANUEL.Doctor en Arquitectura.
CONCHA VIRGILI BELDA.Doctora en Historia del Arte.
Licenciada en Filosofía y Letras, en Historia Moderna y en Ciencias
Empresariales: Sección Comercio Exterior.
Catedrática de Sociología de la Universitat de Barcelona.
Es Miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte, AICA. Miembro de la Associació Catalana de
Crítics d´Art, ACCA y Comisaria de exposiciones.
Realiza labores de curadora de Arte y asesoría de colecciones.
Publicaciones en el ámbito de su especialización.
Máster en Arquitectura del Paisaje. UPC
Profesor del Máster en Restauración de Monumentos. Universidad Politécnica de Catalunya. UPC
Miembro de número de la Sociedad Española de Historia de la Construcción. SEHC
Miembro de la Asociación Española de Jardinería y Arte Paisajístico. AEJAP
Miembro fundador de la Asociación para la defensa cívica del Patrimonio cultural. SOS Monuments.
032 GRUPO DE TRABAJO SOBRE LA CONMEMORACIÓN DEL III CENTENARIO DE LA “REAL Y MILITAR ACADEMIA DE MATEMÁTICAS DE BARCELONA”
033
Sr. Manuel Novóa Rodríguez
Dra. Margarita Galcerán Vila
Dr. Juan Miguel Muñoz Corbalán
Dr. Salvador Tarragó i Cid
Dr. Rafael Vila i Rodríguez
Dra. Concha Virgili Belda
Dr. Enric Viñas i Manuel
Sr. Juan Manuel Alfaro Guixot
Dr. Pere Molas Ribalta
Dra. Mariela Fargas Peñarrocha.
Dra. Marisol de Mora Charles
Dra. Mª Carmen Navarro Abrines
Sr. Fernando Torres González
Sr. Carlos Díaz Capmany
Sr. Jesús Maldonado de Arjona
Sr. José Antonio Albiñana Celma
Sr. Arcadio del Pozo y Pujol de Senillosa
Sr. Juan Carrillo de Albornoz y Galbeño
Sr. José Luis Díez Gimbernat
Sr. Francisco Segovia Barrientos
Sr. José Antonio Coto Barceló
Sr. Antonio de Lizaur y de Utrilla
Sr. Manuel Alonso Outeda Barriga
Jefe de la Demarcación de Costas en Cataluña
Profesora titular de la ETS. de Arquitectura de la UPC.
Profesor Titular de Arte Moderno y Contemporáneo
Arquitecto Profesor de la ETSECCP.
Arquitecto redactor del Plan Director del castillo de Figueres
Catedrática de Sociología de la Universidad de Barcelona
Arquitecto
Presidente de la Fundació privada cultural “Les Fortaleses
Catalanes”
Catedrático de Historia Moderna de la Universitat de Barcelona
Doctora en Historia Moderna
Doctora en Filosofía.
Doctora en Historia Moderna y Contemporánea
Teniente General Inspector General del Ejército de Tierra
Teniente General en segunda reserva
Presidente de la Junta de Promotores del castillo de San
Fernando
General de Brigada retirado
Antiguo Director del Centro Regional de Historia y Cultura
Militar
General Jefe del Estado Mayor Funcional de la Inspección
General del Ejército
Coronel retirado y Vicepresidente de la Hermandad de
Veteranos de las FAS.
Coronel retirado y Profesor emérito de la Academia de
Ingenieros
Coronel de Ingenieros en reserva
Coronel Director Interino del Centro Regional de Historia y
Cultura Militar Pirenaico
Coronel de Ingenieros en reserva
Coronel de Artillería en reserva
Coronel del Estado Mayor Funcional de la IGE.
034 INTRODUCCIÓN
035
D. Antonio de Lizaur y de Utrilla
Coordinador del libro
Al finalizar la Guerra de Suce-
sión, España se encontraba
unificada y su rey, Felipe V,
disponía de una nación con
un clero extraordinariamente
numeroso y mayoritariamente ig-
norante, fanático y dividido, una
Administración de sus estados
inmoral, un pueblo extremada-
mente conservador, apegado a
sus costumbres y tradiciones,
un Ejército mal pagado, escaso
y muy castigado por la guerra,
y con una Marina prácticamente
inexistente.
Se había propuesto como objeti-
vo la paridad científica y técnica
con Francia, ello pasaba por una
actualización de las tecnologías,
por lo que decidió impulsar los
procedimientos adecuados.
Desde hacía años la ciencia en
España, estaba condicionada a
superar las tradiciones popula-
res y al Santo Oficio. Éste, que
había ralentizado su actividad,
recibió un nuevo empuje duran-
te el reinado de Felipe V, debido
al compromiso adquirido con la
Iglesia por su apoyo durante la
Guerra.
La Iglesia, depositaria tradicional
del conocimiento y de la ciencia,
se resistía a perder esta exclusi-
vidad, utilizando a la Inquisición
como instrumento, investigando
desde el punto de vista teológico
todo tipo de teorías y adelantos
científicos antes de conceder
su aprobación y en consecuen-
cia la recomendación real y su
divulgación.
El pueblo, tradicionalista e incul-
to, contrario a cualquier tipo de
renovación, difícilmente podía
asimilar las ventajas de la cien-
cia si era incapaz de adoptar las
nuevas técnicas.
En consecuencia la ciencia, aun-
que impulsada por el Rey, estuvo
tutelada por la Inquisición y por el
pueblo, lo que dificultó su rápido
desarrollo.
A pesar de los deseos de progre-
so, en la práctica se apreciaban
múltiples dificultades, las teorías
036 heliocéntricas estaban prohibi-
das, lo relativo a la astronomía
mantenía una desconfianza tradi-
cional, y existía una amplia lista
de libros no autorizados, además
aquellos que habían sido impre-
sos en lugares que no gozaban
de la protección de España y por
lo tanto no poseían la autoriza-
ción real, no estaban permitidos.
Estas dificultades no modifica-
ron la decisión del Rey a favor
de la ciencia, por lo que para
aminorar las consecuencias de
la idiosincrasia española, con-
cedió especiales autorizaciones
a las Academias y Escuelas de
Artillería y posteriormente a las
de Ingenieros, para que pudieran
tener en sus bibliotecas los libros
prohibidos, a fin de que fueran
estudiados e investigados, jus-
tificando el hecho porque los
artilleros junto a los ingenieros
militares, constituían la parte téc-
nica de sus ejércitos.
Las Universidades, siguiendo los
usos del momento, daban prio-
ridad absoluta a las letras, a la
formación de jurisconsultos, teó-
logos o médicos, ignorando las
ciencias, como lo demuestra que
de las treinta y siete cátedras exis-
tentes a principio de siglo sólo
una lo fuese de matemáticas;
entendiéndose en la época por
matemático todo estudio que usa-
ra de los números.
Esta cátedra era evidentemente
la menos importante, al menos
hasta 1778, año en que D. Tomás
Cerdá accedió a ella, alcanzan-
do entonces las matemáticas el
prestigio que se merecían.
Hasta entonces todo lo referen-
te a las matemáticas estaba en
manos de jesuitas y militares,
por lo que las opciones de su
conocimiento pasaban por ellos
o por estudiar en el extranjero.
Los estudios en el extranjero
fueron facilitados por el Rey al
propiciar a partir de 1718 una
serie de becas al efecto, de las
que se beneficiaron tanto milita-
res como civiles.
Con estas becas se anulaba la
orden que Felipe II había dictado
para todos los súbditos de sus
reinos en 1559:
“No pueda ir ni salir destos
reynos a estudiar, ni enseñar,
ni aprender, ni a estar, ni a
residir en universidad, ni estu-
dio, ni colegio, fuera de estos
reynos”.
A pesar de las intenciones del
Rey el plan tuvo poco éxito, ya
que estuvo limitado por el enor-
me empuje del resto de Europa,
sólo pudiendo considerar a Es-
paña como mera importadora de
ciencia y técnica.
Mientras tanto en Europa la ciencia
alcanzaba cotas insospechadas,
los nuevos descubrimientos y los
inventos, producto de los adelan-
tos técnicos, revolucionaron el
siglo, la filosofía creaba un nuevo
modelo de pensamiento mundial
basado en la razón, mientras que
la Enciclopedia cuestionaba los
conocimientos anteriores y la Ilus-
tración dejaba entrever un nuevo
orden.
En 1767 fueron expulsados de
España 2641 jesuitas, acusados
entre otras cosas de apoyar el
motín contra Esquilache, este
hecho causó un enorme daño, ya
que ellos llevaban prácticamen-
te toda la segunda enseñanza,
con lo que la cultura fue la única
perjudicada.
El vacío creado por esta medida,
obligó a una reforma, sustitu-
yendo muchos de los puestos
ocupados por los jesuitas por
profesores agustinos, quedando
las matemáticas exclusivamente
en manos de los militares.
La Ilustración en España se ini-
ció en el siglo XVIII, el Siglo de
la Razón, en el que se intentó
que la ciencia perdiera sus pre-
juicios ancestrales e iniciara su
andadura hacia la modernidad y
aunque no se consiguió romper
del todo con lo antiguo fue el ini-
cio industrial de España.
037Se inició tardíamente en la se-
gunda mitad del siglo con
Fernando VI, teniendo su culmi-
nación en el reinado de Carlos
III y acabando prematuramente
debido a la presión ejercida por
la Revolución Francesa, sien-
do el progreso científico y el
Liberalismo religioso, político y
económico sus metas.
Su promoción estuvo a cargo
de la burguesía ascendente,
teniendo detractores en su pro-
pia clase, en la nobleza y en el
pueblo.
Su difusión se propició con la
creación una serie de socie-
dades laicas, que con carácter
privado y fines económicos,
culturales o recreativos y con el
apoyo de las autoridades, dedi-
caron parte de sus actividades a
instruir a sus socios en las cien-
cias, creándose también otras
sociedades de carácter secreto.
En estas sociedades participaron
numerosos militares, como so-
cios, como profesores y además
ocupando cargos de responsabi-
lidad en sus ejecutivas, llenando
así el espacio científico que las
universidades no supieron ocu-
par, integrándose así en la élite
científica de España.
El esfuerzo político y cultural mu-
chas veces estuvo movido por
intereses altruistas, pero otras
lo fue por económicos, de ahí
las fuertes oposiciones que
encontró.
Caso aparte fue la oposición
del pueblo, el cual había estado
oprimido desde tiempos inme-
moriales, que tenía un carácter
tradicional y conservador, y al
que le daba miedo cualquier mo-
dificación de sus costumbres
por considerar que los cambios
siempre les empeoraban. Con
una gran ignorancia y aficionado
a lo maravilloso y sobrenatural,
su vida estaba condicionada por
la superstición.
Era una clase a la que pertenecía
la inmensa mayoría de la pobla-
ción, de la que casi el 80% era
analfabeta y a la que los adelan-
tos científicos o filosóficos sólo
la incomodaban, a pesar de ser
ellos a quien iba dedicada la Ilus-
tración, encauzada por medio de
los movimientos liberales.
El principal esfuerzo de los ilus-
trados, fue liberar a ese pueblo
de los yugos de la ignorancia y
de la superstición, siendo este
el discurso de numerosos
intelectuales.
El pensamiento del pueblo no co-
incidía con el de los intelectuales,
para ellos el mundo estaba lleno
de brujas y demonios, como el
Santo Oficio se encargaba de
divulgar, con multitud de talis-
manes y amuletos, y con ritos y
costumbres protectoras para to-
das las acciones de la vida.
Su higiene era muy cuestionable,
de hecho la costumbre que aún
perduraba era la del baño anual,
pues lavarse no era considerado
bueno para la salud, claro que
en invierno ni se lo planteaba
una población que no tenía a su
disposición agua permanente y
mucho menos caliente. Por ese
motivo se casaban en mayo, re-
cién lavados.
Vivían entre conjuros, sortilegios y
curanderos, las mujeres no poseían
“báculo”, por lo que eran conside-
radas irresponsables en muchos
aspectos y por ello proclives a con-
ductas desordenadas y a los recién
nacidos había que someterlos a
toda serie de medidas protectoras
para condicionar su futuro.
Creían que las campanas tenían
propiedades milagrosas, que
ahuyentaban las enfermedades
y que hacían huir a las brujas,
por eso las iglesias tañían las
campanas dando las horas y los
cuartos.
Nada le importaba la ciencia a
un pueblo que seguía creyendo
que la electricidad era una cosa
sobrenatural y que los nacidos
038 en Viernes Santo podían curar la
peste con su aliento.
Pero esta situación no era ex-
clusiva del pueblo ni de España.
Carlos II, «el hechizado», fue así
llamado porque se consideraba
que su enfermedad y ausencia
de descendencia provenían de
un conjuro, lo que motivó que el
monarca fuera sometido a exor-
cismos y métodos mágicos para
intentar curarlo. Asimismo, entre
la corte de Felipe V se decía que
las sábanas de la cama del Mo-
narca y de su esposa Isabel de
Farnesio relumbraban de una for-
ma muy extraña. Se tenía esto por
un castigo divino al Rey, que no
había mandado celebrar las sufi-
cientes misas por el descanso del
alma de su antigua mujer fallecida,
la reina María Luisa de Saboya. Ni
siquiera los intelectuales se libra-
ban de este influjo; en el siglo XVII
algunos historiadores admiten en
sus obras la acción negativa de
cometas o eclipses en el desarro-
llo de ciertos acontecimientos.
La Ilustración no pudo acabar
con la mayoría de estas ideas,
pero en la práctica muchos de
estos ritos fueron sustituidos por
protectores de carácter religio-
so, convirtiéndose en prácticas
piadosas.
Este panorama era el día a día
en España, y en este ambiente
los ingenieros militares, muchos
de ellos provenientes del pueblo
llano, desarrollaron su trabajo,
quizás ajenos a la Ilustración y a
las corrientes filosóficas, sujetos
a múltiples supervisiones y con-
troles, intentando comunicar a
sus obreros, todos pertenecien-
tes al pueblo, cuál era la idea de
la obra y por qué se hacían co-
sas que ellos no comprendían.
A pesar de esta problemática
los ingenieros construyeron y lo
hicieron bien, dejaron su impron-
ta en el terreno y lo perpetuaron
en el tiempo y gracias a libros
como éste por sus obras les
conocemos.
039
MARCO
042 LA FORMACIÓN CIENTÍFICA DE LOS INGENIEROS MILITARES ESPAÑOLES DEL XVII.
043
Carlos Díaz Introducción.Durante el siglo XVIII, por obra
de la Ilustración, se difundie-
ron ampliamente las ideas
filosóficas y los descubrimientos
científicos que habían tenido ori-
gen en los dos siglos anteriores
y ocasionado un progreso deci-
sivo de las ciencias. El siglo XVII,
había marcado el nacimiento de
la ciencia moderna, cuyo desa-
rrollo comportó no sólo avances
teóricos sino también la aplica-
ción de nuevas técnicas en la
construcción, la producción y el
transporte.
La revolución científica que tuvo
lugar en gran parte de Europa
a lo largo del siglo XVII ape-
nas encontró eco en España,
que permaneció alejada de las
grandes innovaciones. La úl-
tima parte del Seiscientos fue
para nuestro país, en general,
una época de decadencia cul-
tural, por lo cual al iniciarse el
siglo XVIII, bajo el signo de la
imitación francesa, se hubieron
de asimilar los avances realiza-
dos en el extranjero en el campo
de los progresos científicos y
técnicos.
El primer monarca de la casa
de Borbón se propuso impulsar
programas encaminados a re-
formar y modernizar el Estado,
y uno de los aspectos más des-
tacados del reformismo político
fue el referido a la obra pública
y a la ordenación espacial del
territorio: construcción de cami-
nos, canales, puentes y puertos;
y, también, al trazado de ma-
pas o de nuevas poblaciones.
La ejecución de este progra-
ma exigía disponer de personal
con conocimientos de la cien-
cia moderna, en particular de
Fig. 01_ Felipe III (Nacido en 1578, reinó de 1598 a 1621).
Con él se inicia la decadencia española. En su época se
siguió la construcción de fortificaciones pero con un im-
pulso cada vez más decreciente. Retrato ecuestre, Diego
de Silva Velázquez. Museo del Prado, nº 1176.
Fig. 02_ Felipe IV (Nacido en 1605, reinó de 1621 a 1665).
Durante su reinado y el de su hijo Carlos II España se
precipitó por el plano inclinado de la decadencia. Retrato
ecuestre, Diego de Silva Velázquez. Museo del Prado, nº
1178.
044 matemáticas, geometría, hidráu-
lica y dibujo. Sin embargo, era
difícil encontrar personas debi-
damente capacitadas, pues los
centros de enseñanza clásicos,
las universidades, estaban an-
quilosadas, y eran incapaces de
impartir la ciencia y la tecnología
modernas, sobre todo en mate-
máticas y física. Por esta causa,
inicialmente, se tuvo que recurrir
al recién creado Cuerpo de Inge-
nieros Militares para desarrollar
esta política. En el preámbu-
lo de la primera Ordenanza del
Cuerpo (1718) está implícito un
vasto programa de reformas
económicas y territoriales que
se encomiendan explícitamente
a los ingenieros. Pero, ¿cómo,
cuándo y dónde habían ad-
quirido sus capacidades estos
profesionales?
Aunque la creación del Cuerpo
de Ingenieros en el año 1711,
significó el inicio de una nueva
etapa en la que los ingenieros
militares adquirieron una estruc-
tura autónoma, ya desde los dos
siglos anteriores había existido
en España una importante tra-
dición de ingeniería militar. Las
innovaciones en el arte de la
guerra durante el Renacimiento
obligaron a introducir impor-
tantes transformaciones en las
técnicas de fortificar. La apari-
ción del concepto “ingeniero”,
como especialista en una rama
de la profesión militar, está liga-
da a la evolución que sufrió la
poliorcética en esa época.
La época que se va a conside-
rar en este artículo, siglos XVI y
XVII, corresponde en lo político a
la llamada España Imperial. Con
Carlos I y con Felipe II España
alcanzó su época de mayor es-
plendor político y cultural. Fue
la potencia dominante en Euro-
pa y estuvo presente en todo el
mundo. Pero, las exigencias del
Imperio y la política de prestigio,
por encima de las posibilidades
del país, agotaron sus recursos
y provocaron la decadencia al fi-
nal de ese período.
En el plano cultural, durante los
siglos XVI y XVII, Europa cono-
ció dos corrientes ideológicas
y científicas que estuvieron
marcadas por diversas concep-
ciones religiosas o morales: el
Renacimiento (Humanismo, en
el aspecto científico y literario),
que ocasionó un cambio pro-
fundo en las ideas, el arte y la
cultura científica, y el Barroco.
El Humanismo preparó el cami-
no de la Reforma protestante.
La Contrarreforma, movimiento
nacido en la Iglesia Católica, en
especial para hacer frente a la
Reforma, ocasionó una reacción
contra las tendencias paga-
nas del Renacimiento conocida
como Barroco, que dominó Eu-
ropa durante el último período
del siglo XVI y todo el XVII.
La carrera profesional de los in-
genieros, su vida, sus obras y su
formación científica estuvieron
marcadas por las vicisitudes po-
líticas y culturales de su época.
Los ingenieros fueron profe-
sionales imprescindibles para
plasmar sobre el territorio, por
medio de las fortalezas, la acción
política de las nacientes monar-
quías absolutas. La monarquía
española fue una de las más
avanzadas en la incorporación
del nuevo arte de fortificar. Los
ingenieros, como los navegan-
tes, fueron hombres de acción,
y la creciente experiencia de los
hombres de acción trajo consigo
nuevos conocimientos del mun-
do y planteó nuevos retos que
ellos no podían solucionar por sí
solos.
Fig. 03_ Juan José de Austria (1629 -1679). Hijo natural
de Felipe IV. Ejemplo de la nobleza preilustrada, fue gran
mecenas de los “novatores”. Retrato de la escuela madri-
leña del s. XVII. Museo del Prado.
Fig. 04_ Carlos II (Nacido en 1661, reinó de 1665 a 1700).
En los últimos años de su vida un pequeño grupo de
pensadores echó las bases para la asunción de la ciencia
moderna en España.
045El pensamiento moderno.
A finales de la Edad Media, el
pensamiento se fue apartando
gradualmente de la filosofía es-
colástica fundamentada en lo
religioso y la razón. Al mismo tiem-
po fueron apareciendo nuevas
corrientes intelectuales que ten-
dían a apoyar la verdad en la
experiencia; éste fue el sentido de
la filosofía que, en algunos aspec-
tos, sentó las bases que habían
de servir de punto de partida para
los hombres de ciencia de la Edad
Moderna.
El Renacimiento motivó un cam-
bio profundo en la cultura de toda
Europa. Los hombres de letras
del Renacimiento, los humanis-
tas, abandonaron los estudios
teológicos de los sabios medie-
vales y dedicaron su atención al
latín y el griego. En la mayoría de
los países europeos las nuevas
ideas de los humanistas cho-
caron con los viejos principios
de las universidades. El nuevo
pensamiento, rechazado por los
viejos Estudios se acogió a nue-
vas instituciones que, como el
Colegio de Francia, aparecieron
en el curso de los siglos XVI y
XVII en Italia, Alemania y Francia,
donde los estudiosos se dedica-
ron al trabajo de la investigación
libre. Sin embargo, en España, el
humanismo acertó a armonizar,
desde el primer momento, la cul-
tura clásica con la escolástica.
La gran escuela del humanismo
español fue la Universidad de
Alcalá de Henares, fundada en
1508, por Cisneros.
El florecimiento de la escolás-
tica que se produjo en torno al
Concilio de Trento, y que dirigió,
desde los puntos de vista filosó-
fico y teológico el movimiento de
la Contrarreforma, constituyó una
de las directrices más notables
del pensamiento español del Qui-
nientos. Los grandes pensadores
españoles de ese siglo influyeron
poderosamente en la filosofía uni-
versal. Sin embargo, la necesidad,
sentida por Felipe II, de hacer
frente al Calvinismo determinó la
adopción de estrictas medidas
dirigidas a la impermeabilización
ideológica del país, que ahonda-
ron las diferencias entre España
y el resto del Occidente europeo,
más o menos influido por el Hu-
manismo crítico y la Reforma
protestante. España se convirtió
en el símbolo de la Contrarre-
046 forma, pero el predominio casi
exclusivo de las ciencias discur-
sivas, teología y filosofía, llevó al
menosprecio, o al olvido, de las
ciencias útiles y sus aplicaciones
técnicas.
El progreso del conocimiento
humano llevó, a finales del si-
glo XVI y principio del XVII, al
empirismo y al racionalismo. El
filósofo inglés Francisco Bacon
(1560-1626) propugnó el empleo
único de la observación y la ex-
periencia para la aprehensión
intelectual de los objetos. Renato
Descartes, filósofo y matemático
francés (1596 -1650), formuló la
confianza absoluta en la razón
como principio universal. En el es-
quema formal que venía desde la
antigüedad hasta el Renacimiento
la verdad era revelada a los morta-
les. De esta revelación surgía una
arquitectura del saber y una orde-
nación moral de la realidad. Este
esquema fue sustituido por otro
distinto, que se fue gestando du-
rante el siglo XVI, motivado por la
reflexión y maduración del pensa-
miento y del saber.
Descartes para llegar al conoci-
miento universal se inclinó por las
evidencias que se derivan tanto
de la aplicación del método ma-
temático -hipotético deductivo-,
como de la reflexión sobre la ma-
temática1. Su intento originario
era de carácter metódico: preten-
día hallar una verdad evidente a
partir de la cual, y por un método
riguroso, fuera posible alcanzar
las verdades últimas propias de la
metafísica y la teología. Las ideas
de Descartes se desarrollaron am-
pliamente durante los siglos XVII y
XVIII en gran parte de Europa.
No sucedió así en España don-
de la enseñanza superior siguió
encomendada casi exclusiva-
mente a las universidades que
seguían aferradas al escolasticis-
mo aristotélico. Algunos filósofos
pretendieron establecer desde
raíces escolásticas un dialogo
con las distintas corrientes del
pensamiento del siglo XVII, tratan-
do de mostrar las insuficiencias
y limitaciones de éstas e inten-
tando superarlas, a causa de los
peligros que podían representar
sus posibles derivaciones, en es-
pecial para el dogma. Se trataba
de señalar un camino, sobre todo
para la España del Seiscientos.
Para esta escuela la ciencia debía
conducir a la sabiduría, mientras
que para Descartes la ciencia te-
nía una función de utilidad para la
vida2.
El progreso científico.
En la Edad Media la investigación
científica estuvo activa pero su
importancia fue secundaria en el
marco general del pensamiento.
Durante el Renacimiento el estu-
dio más profundo y directo de los
clásicos griegos no sólo dotó a
Europa de mejores textos de ma-
temáticas, física, medicina y otras
ciencias, sino que afinó los méto-
dos de investigación3. La invención
de la imprenta, la edición de tex-
tos clásicos por los humanistas,
los viajes y descubrimientos de
nuevos países contribuyeron a la
renovación del clima científico.
Durante el siglo XVII el espíritu de
investigación se fue desarrollando
con viveza, lo cual ocasionó un
progreso decisivo de las ciencias.
Cuando el pensamiento se funda-
mentó en la experiencia y la razón,
se abrió una nueva era. Descartes
es considerado el fundador de la
ciencia moderna.
A principios del siglo XVII se
impusieron en Europa las concep-
ciones astronómicas de Nicolás
Copérnico (1473-1543). El siste-
1 FUERTES HERRERO, José Luis: “Filosofía y ciencia en el Barroco. Sobre el Pharus Scientiarum de Sebastián Izquierdo”,
en La Universidad Complutense Cisneriana. Siglos XVI y XVII, Madrid, U. Complutense, 1996, p. 235 -238.2 Ibíd., p. 252.3 VILLAPALOS, Gustavo: “Prólogo”, en La Universidad Complutense Cisneriana. Siglos XVI y XVII, Madrid, 1996, p. 9.
047
ma copernicano implicaba una
física nueva, distinta de la aristo-
télica vigente hasta entonces, que
Galileo (1564-1642) se encargó
de poner a punto, estableciendo
la metodología de la física mo-
derna en sus estudios sobre el
péndulo y la caída de los cuerpos.
Aplicando el método de Galileo,
Huyghens (1629-1695) estudió la
fuerza centrífuga.
No obstante, el siglo XVII se ca-
racterizó por los progresos que se
realizaron en el campo de las ma-
temáticas puras. A esta centuria
pertenece un importante grupo de
científicos, de entre los cuales se
citarán a continuación algunos de
los más significados, que con sus
trabajos contribuyeron al progre-
so de esta disciplina.
Neper (1550-1617), preocupado
por hallar un sistema para sim-
plificar los cálculos numéricos,
introdujo el concepto de logaritmo
(1614); el cálculo con logaritmos
permitía reducir la complejidad de
las operaciones al transformar las
multiplicaciones en sumas. Briggs
(1561-1630), perfeccionó la teo-
Fig. 05_ Hombres nivelando.
De la obra “Los veinte y un libros
de los Ingenios y Máquinas”,
de Juanelo Turriano (s. XVI).
Biblioteca Nacional, Madrid.
048 ría de los logaritmos escogiendo
como base el número 10. Las ta-
blas de Briggs son las primeras
que se utilizaron normalmente.
Descartes, en 1637, introdujo el
álgebra en los problemas geomé-
tricos; la geometría analítica tuvo
importantes consecuencias en
cuanto materialización de lo real.
Refirió el espacio a un sistema
de ejes y todo punto quedó uní-
vocamente determinado por sus
coordenadas; clasificó las curvas
en geométricas y mecánicas y de-
mostró que se pueden representar
mediante una ecuación que permi-
te el estudio de sus propiedades.
Gérard Desargues (1593-1662)
aplicó la perspectiva a la geome-
tría, en particular a las cónicas; en
su obra principal (1639) consideró
que toda cónica es la proyección
de un círculo y extendió por ese
medio a estas curvas las propie-
dades del círculo. Estas curvas
ya habían sido estudiadas sis-
temáticamente por Apolonio de
Bérgamo en el siglo II.
A Bonaventura Cavalieri (1598-
1674) se debe la teoría de los
indivisibles, claro precedente
del cálculo infinitesimal, que
contiene un método nuevo
para calcular áreas y volúme-
nes; este matemático escribió
un tratado de secciones cóni-
cas e hizo varios trabajos de
trigonometría. Pierre de Fermat
(1601-1665) ofreció en 1638 un
método para hallar las tangentes
a una curva que en sus rasgos
principales anuncia los proce-
dimientos de derivación. En
1654 Blaise Pascal (1623-1662)
y Fermat introdujeron los pri-
meros elementos del cálculo de
probabilidades.
Isaac Newton (1642-1727) y Leibniz
(1646-1716) están considerados
los padres del cálculo infinitesi-
mal, poderoso instrumento que
permitía estudiar algebraicamente
las llamadas curvas mecánicas y
los fenómenos físicos complejos,
y del análisis matemático. Idearon
también el cálculo diferencial y
el cálculo integral. Fue el ámbito
de la cinemática el que dio lugar
al cálculo diferencial: cálculo del
espacio recorrido, la velocidad y
la aceleración. El cálculo integral,
por su parte, se desarrollo a par-
tir de los problemas de cálculo
de áreas, volúmenes y centros
de gravedad. El cálculo infinitesi-
mal nació como consecuencia del
conocimiento de la reciprocidad
entre la derivación y la integración.
Newton dio un impulso decisivo
hacia el estudio de las ciencias
de la naturaleza y, mediante los
conceptos de inercia y masa, es-
tableció las bases de la mecánica.
Hacia finales del siglo XVII, con
los trabajos de Roger Cotes
049(1682-1716) la trigonometría va
perdiendo su soporte geométrico
convirtiéndose en una rama de la
teoría de funciones.
En el curso de los siglos XVI y
XVII la química fue despojándose
de las fantasías de los alquimis-
tas medievales hasta constituir
una ciencia nueva, que tuvo por
iniciadores a Paracelso (1493-
1541), de notable influencia en
el siglo XVII y, sobre todo, a Ro-
berto Boyle (1627-1691), a quien
puede considerarse el padre de
la química moderna. En 1660,
antes de que lo hiciera Mariotte,
enunció la ley de compresibilidad
de los gases.
Aunque los progresos realizados
en el campo de las matemáticas y
de las ciencias físico-naturales no
empezaron a aplicarse plenamen-
te hasta el siglo XVIII, ya desde
antes contribuyeron al avance de
ciertas técnicas. Así, por ejemplo:
gracias al perfeccionamiento de
los instrumentos para medir latitu-
des y longitudes, y la invención y
mejora de los aparatos de óptica,
progresaron los conocimientos
astronómicos y geográficos. Los
físicos y químicos imprimieron
avances en las técnicas de la me-
talurgia. Los ingenieros militares
aplicaron pronto los progresos de
las matemáticas y la geometría
en el diseño y en el cálculo de las
obras.
Los ingenieros militares españoles de los siglos XVI y XVII.
Dadas las características de la
fortificación moderna, a la vez
arquitectura y defensa, sus ar-
tífices podían proceder o de la
arquitectura o de la milicia. El in-
geniero militar ideal debía tener
experiencia de la milicia y de la
guerra, y, también, conocimientos
científicos. En la mayoría de los
casos los ingenieros de los siglos
XVI y XVII tenían el oficio de sol-
dado y algunos conocimientos de
matemáticas; cuando no era así,
cuando los aspirantes a ingeniero
sólo tenían conocimientos de ar-
quitectura, entonces necesitaban
adquirir una experiencia de lo mi-
litar para ejercer la profesión. La
historia nos presenta importantes
ingenieros cuya trayectoria profe-
sional responde a cualquiera de
las situaciones descritas.
Inicialmente, los ingenieros se for-
maron sirviendo como ayudantes
a las órdenes de ingenieros ex-
perimentados con una relación
maestro discípulo propia de la or-
ganización gremial. A medida que
fue pasando el tiempo y aumen-
tando la complejidad de la técnica
y la táctica, fue necesario contar
con centros donde se impartieran
enseñanzas adecuadas dirigidas
a proporcionar los conocimien-
tos teóricos y prácticos para el
Fig. 06_ Galilei, Galileo (1564-1642).
Matemático, físico y astrónomo
italiano. Afirmó explícitamente que
el lenguaje de la ciencia de la na-
turaleza es la matemática. Con sus
investigaciones se inició la física en
el sentido moderno de la palabra.
Fig. 07_ Descartes, Renato (1596-
1650). Filósofo y matemático francés.
Se le considera el fundador de la
filosofía moderna y de la teoría del
conocimiento.
Fig. 08_ Newton, Sir Isaac
(1642-1727). Físico y matemático
inglés. Considerado como uno de los
mayores genios de la historia de la
humanidad. Su obra señala el inicio
del tratamiento matemático de los
fenómenos naturales vigente hasta
nuestros días.
Fig. 09_ Leibniz, Gottfried Wilhelm
(1646-1716). Filósofo alemán. Fue
también un gran matemático, que
rivalizó con Newton en la invención
del cálculo infinitesimal.
050 recto ejercicio de la profesión.
Estos centros recibieron el nom-
bre genérico de “academias de
matemáticas”. Quienes aspiraban
a ser ingenieros podían acudir a
estas academias para adquirir los
conocimientos básicos de cien-
cias matemáticas. Nadie ponía en
duda la necesidad de incluir las
matemáticas entre las materias
que debían estudiar los mandos
del ejército.
Los soldados de la Corona hispa-
na, en general, y los ingenieros en
particular, estuvieron presentes en
todas las acciones militares de la
Edad Moderna en todo el Mundo
Occidental, y tuvieron contac-
to con profesionales de otros
pueblos a través de los cuales ad-
quirieron el conocimiento de los
avances que venían produciéndo-
se en Europa en el terreno de la
ciencia y la técnica, lo cual difícil-
mente podían obtener quienes no
salían de los límites peninsulares.
Además, durante el reinado de
Carlos II existió una preocupa-
ción constante por la preparación
matemática, científica y técnica
en el ejército4. En la Introducción
de su Tesis Doctoral, Juan Miguel
Muñoz Corbalán, al referirse a la
formación de los ingenieros al
servicio de la Corona española
en los Países Bajos durante los
últimos años del siglo XVII dice:
“La actividad estratégica y cons-
tructiva llevada a cabo por los
ingenieros remitía a un sustrato
notable donde los conocimien-
tos tecnológicos y científicos
representaban la base ineludible
de su actuación. Además de su
formación matemática (centrada,
entre otras, por la aritmética, la
geometría y la trigonometría), la
utilización habitual de otras cien-
cias aplicadas les hacía disponer
de una serie de mecanismos de
gran interés para su trabajo”5.
Los ingenieros militares espa-
ñoles, o al servicio de la Corona
española, disponían, por lo ge-
neral, en el pórtico del siglo XVIII,
de unos conocimientos científi-
cos y técnicos, adquiridos en las
academias, en la práctica de su
oficio y en los contactos con pro-
fesionales de otras naciones, muy
poco frecuentes en la mayoría de
los españoles. Por esta razón la
introducción de la ciencia moder-
na en España, promovida por los
“preilustrados” o “novatores”, se
hizo de manera muy especial por
medio de los cuerpos técnicos
relacionados con el Ejército y la
Armada. Manuel Bustos nos dice:
“Si se quería un país respetado
en los ámbitos internacionales
-España, no lo olvidemos, seguía
siendo un importante imperio- y
victorioso en los frentes de batalla
era preciso abrirlo en el restringi-
do campo militar a los avances
que venían desarrollándose en la
ciencia y la técnica; mejor aún,
los propios científicos españoles
incorporados al Ejército podrían
desenvolverse con más libertad y
recursos que sus homólogos pai-
sanos del mundo civil”6.
Los centros docentes. Las Academias.
Como se ha dicho antes, en la
mayoría de los países europeos,
las nuevas ideas del Renaci-
miento chocaron con los viejos
principios de las universidades.
Las ciencias matemáticas, en el
sentido más amplio del término,
no gozaron en general de buena
acogida en los centros univer-
sitarios que continuaron dando
prioridad a las ciencias discursi-
vas. A lo largo de los siglos XVI y
XVII surgieron nuevos centros de
4 NAVARRO LOIDI, Juan Miguel: Las Ciencias Matemáticas y las Enseñanzas Militares durante el reinado de Carlos II,
Tesis doctoral, Ministerio de Defensa, Madrid, 2006, p. 1.199 -1.200.5 MUÑOZ CORBALÁN, Juan Miguel: Los Ingenieros Militares de Flandes a España (1691-1718), Tesis doctoral, Ministerio
de Defensa, Madrid, 1993, p. 28.6 BUSTOS RODRIGUEZ, Manuel: “Prólogo”, en La Colección Bibliográfica de la Biblioteca del Real Cuerpo de Ingenieros
(s. XVI –s. XIX) en Cádiz, Jefatura Logística Territorial, Sevilla, 1995, p. 14.
051
cultura e investigación, con ca-
rácter académico, que acogieron
los nuevos estudios.
Esta situación fue especialmente
acusada en España desde que, en
1559, Felipe II prohibió la salida a
estudiar, o dar clases, en las uni-
versidades extranjeras –excepto
al Colegio Albornoz de Bolonia,
la universidad de Roma y las de
Nápoles y Coimbra-. Se asentó
así una gran rigidez en los estu-
dios y una falta de sintonía con el
saber de la época. La ciencia en
general y las matemáticas en par-
ticular, apenas tuvieron acogida
en el país.
Puesto que los centros docentes
tradicionales no formaban los ma-
temáticos, físicos, metalúrgicos,
astrónomos y cartógrafos que ne-
cesitaba el Estado para la milicia,
la navegación, las explotaciones
mineras y otras actividades in-
dispensables, había que traerlos
de naciones extranjeras o crear
centros docentes ajenos a la
universidad. Ambas soluciones
se intentaron en los siglos XVI y
XVII, a pesar de la crónica esca-
sez de dinero y de los prejuicios
sociales que consideraban poco
prestigiosas algunas de aquellas
ocupaciones.
En el año 1583, Felipe II fundó en
Madrid la “Academia de Matemá-
ticas y Arquitectura, civil y militar”,
que puso bajo la dirección de
Juan de Herrera, y que tenía como
último objetivo ser un centro de
estudios superiores. “Esta Acade-
mia debía impulsar el estudio de
todas las ramas de las ciencias
matemáticas, tanto puras como
aplicadas, y entre estas últimas, de
forma importante, la cosmografía
–con sus dos ramas astronomía
y geografía-, la arquitectura civil
y militar, la náutica, la hidráulica y
la artillería”7. Esta Academia ha de
valorarse como pionera en el culti-
vo de las ciencias y como modelo
de un centro académico que, con
su producción científica y sus cur-
sos, contribuía a formar hombres
para el servicio de la cosa pública.
La Academia de Matemáticas de
Madrid desapareció el año 1625,
al tiempo que los jesuitas acogie-
Fig. 10_ Fortificación estrellada. De
la obra “El arquitecto perfecto” de
Fernández de Medrano.
7 CAPEL, Horacio; SANCHEZ, Joan-Eugeni; MONCADA, Omar: De Palas a Minerva. La formación científica y la estructu-
ra institucional de los ingenieros militares del siglo XVIII, El Serbal / C. S. I. C., Barcelona, 1988, p. 96.
052 ron en el Colegio Imperial, centro
de enseñanza que incorporó las
instalaciones y propiedades de
la extinta academia, las enseñan-
zas de aquella. “Las cátedras de
matemáticas del Colegio Imperial
se convirtieron en el centro esen-
cial de los estudios superiores de
arquitectura e ingeniería en la Es-
paña del siglo XVII”8. Durante todo
el siglo, y todavía a comienzos del
XVIII, los jesuitas siguieron con la
enseñanza de las matemáticas en
el Colegio Imperial, manteniendo
una cátedra de fortificación y arte
militar.
En 1600 se había abierto también
en Madrid una Real Academia de
Matemáticas, bajo la dirección
de Julián Firrufino, dedicada, de
manera fundamental, a mantener
una enseñanza de fortificación y
artillería no controlada por los je-
suitas. Esta Academia llevó una
vida lánguida, y en 1689 se pensó
en suprimirla por falta de resul-
tados. En el año 1697 se mandó
extinguir, acordando trasladar las
enseñanzas a Barcelona.
Durante el siglo XVII, se crearon
otras “Academias de Matemá-
ticas” en la Península y fuera de
ella; así, por ejemplo, en Cádiz,
en Nápoles y en Milán; en esta
última destacó la figura de José
Chafrión. Pero el centro de for-
mación más importante de todos
fue la “Academia Real y Militar del
Ejército de los Países Bajos”, que
se fundó en Bruselas en 1675, de
ella fue profesor y director Sebas-
tián Fernández de Medrano, muy
acreditado pedagogo, que supo
imprimir tal categoría a la ense-
ñanza de esta Academia que se
convirtió en la institución dedi-
cada a la preparación militar más
importante de esta época.
Los alumnos de los centros de en-
señanza militar eran, generalmente,
oficiales o soldados que pretendían
mejorar su formación. Tanto las cla-
ses como los libros –que se verán
a continuación-, se planteaban más
como un complemento que como
unos cursos completos9.
Los libros de texto usados por los ingenieros.
Cuando los baluartes reempla-
zaron las anteriores torres de
flanqueo, el dibujo de las nuevas
fortificaciones se hizo cada vez
más difícil y se hizo necesario
recurrir a la geometría práctica,
recuperando el estudio de la geo-
metría euclidiana10. También hubo
necesidad de adentrarse en el
estudio de otras ramas de las
matemáticas, como la aritméti-
ca o el álgebra. Durante el siglo
XVI se escribieron muchos li-
bros dedicados a los conceptos
matemáticos necesarios para
dibujar y construir el nuevo tipo
de fortificaciones, con la finali-
dad, presumible, de facilitar el
aprendizaje de los ingenieros.
La mayoría de estos textos se
publicaron en Italia. Tales libros
continuaron publicándose, cada
vez en mayor número, en el si-
glo XVII (en España más de una
veintena), y a través de ellos se
puede apreciar la evolución de
los contenidos científicos pre-
cisos para la formación de esos
profesionales.
El primer trabajo dedicado espe-
cíficamente a estos temas que
se publicó en España fue Teoría y
práctica de fortificación, de Cris-
tóbal de Rojas (1598), aunque
sin duda éste recurrió a diversos
trabajos italianos ya editados.
Esta obra nos permite saber qué
conocimientos se consideraban
indispensables, en aquel momen-
to, para la formación del ingeniero
8 Ibíd., pp. 97-98.9 NAVARRO LOIDI, Juan Miguel: Las Ciencias Matemáticas y […], (op. cit.), p. 1.203.10 VILLENA, Leonardo: “Geometría y Arte Militar”, en La reutilización de las grandes fortalezas europeas desafectadas,
Boletín científico 59 de Europa Nostra, Verona, 2005, p. 41.
053militar. En las primeras páginas
del libro se lee que ante todo es
necesario “saber mucha parte
de matemáticas: si fuere posible,
los seis primeros libros de Eucli-
des, y el undécimo y duodécimo,
porque con ellos absolverá todas
las dudas que se le ofrecieren, así
de medidas, como de proporcio-
nes, y para el disponer los planos
y fundamentos de los edificios,
y medir las fábricas y murallas,
pilares, columnas y las demás
figuras”. En segundo lugar, la arit-
mética, “que sirve para dar cuenta
del gasto que para hacer la fábri-
ca se ofrecerá antes que se haga,
o después de hecha, y en su
construcción para las medidas de
distancias y proporciones”. Por
último, era preciso “saber reco-
nocer bien el puesto donde se ha
de hacer la fortaleza, o castillo”;
esto exigía tener una larga expe-
riencia militar, ya que este último
conocimiento era “materia de los
soldados viejos”. De esta manera
la ciencia y la práctica militar de-
berían aunarse en la formación del
buen ingeniero. Cristóbal de Ro-
jas dictó, durante algún tiempo, la
cátedra de Fortificación en la Aca-
demia de Matemáticas creada por
Felipe II en Madrid.
En el año1643 se publicó el libro
El perfecto artillero, teoría y prác-
tica, del cual era autor Julio Cesar
Firrufino -“catedrático de Geome-
tría y Artillería de su Majestad por
su real Consejo de Guerra”-. Este
texto contiene una parte dedicada
a la Geometría, siguiendo también
a Euclides, pero introduciendo,
como diferencia respecto al texto
de Rojas, unas tablas de senos y
tangentes para la resolución nu-
mérica de triángulos.
Entre los libros que fueron de la
biblioteca de la “Academia de
Matemáticas de Barcelona”, que
habiendo visto la luz en el siglo
XVII, aún se conservan hoy, se
encuentran dos ediciones del
Cours de Mathematique de Oza-
nam, que comprende las partes
de esta ciencia más útiles y nece-
sarias para un hombre de guerra,
entre las cuales están: la geome-
tría (los elementos de Euclides),
el álgebra, la trigonometría y ta-
blas de senos, la aritmética, la
fortificación, la mecánica, la es-
tática, la hidrostática, perspectiva
y sombras, la cosmografía y la
gnomónica. Otros libros de ese
legado, éstos de autores españo-
les, son: Geometría Militar, en la
cual se comprenden las matemá-
ticas de la fortificación regular e
irregular y las tablas polimétricas
proporcionales para la medida de
cualquier plaza, de don Pedro An-
tonio Ramón Folch de Cardona,
Nápoles, 1671. Y Trigonometría
hispana, resolutio triangulorum
plani y esferici: construccio si-
num, tangentium, secantium y
logaritmorum, eorumque usus,
Fig. 11_ Portada del libro
“Teoría y Práctica de
Fortificación”, de Cristóbal de
Rojas, 1598. Primera obra publicada en
España para la formación de ingenieros
militares. Biblioteca Nacional, Madrid.
Fig. 12_ Cristóbal de Rojas. Retrato
de este ingeniero que ilustra su obra
“Teoría y Práctica de Fortificación”.
Cristóbal de Rojas representa a
aquellos ingenieros cuya principal
forma de acción estuvo relacionada
con el estudio y la construcción de
plazas fuertes.
054 Valencia, 1673, del P. Joseph
Zaragoza, uno de los principales
matemáticos españoles de la se-
gunda mitad del siglo XVII.
El jesuita P. Joseph Zaragoza,
fue autor de varios libros de ma-
temáticas además del citado en
el párrafo anterior, pero sólo uno
de ellos, Fábrica y uso de va-
rios instrumentos matemáticos,
trata de Arte Militar. Este libro
acompañaba a una caja, que
contenía una serie de instru-
mentos empleados en obras de
arquitectura, que fue regalada
al rey Carlos II en el día de sus
14 años (1675), por el duque de
Medinaceli, don Juan Francisco
de la Cerda. El objetivo del libro
era reunir en un mismo texto la
explicación de los instrumentos
empleados en las operaciones
de medición, levantamiento y
trazado de obras; para ayudar-
se en tal propósito explicaba,
también, buena parte de los
términos y procedimientos usa-
dos en fortificación. En pocas
páginas el P. Zaragoza sintetizó
los más importantes preceptos
de la fortificación. Aunque este
breve compendio puede pare-
cer de escasa importancia nos
encontramos ante un conjunto
de saberes de mediados del si-
glo XVII que sobrevivirán hasta
la segunda mitad del siguiente
siglo11.
A finales del siglo, en 1693, se
publicó en Milán el libro Escue-
la de Palas, de autor anónimo,
que en muchos aspectos puede
considerarse la mejor obra de
preparación militar editada en
castellano en esa época. Su títu-
lo es suficientemente expresivo
del contenido: “Escuela de Palas
o Curso Mathemático dividido
en X Tratados que contienen: La
Arithmética, Geometría especu-
lativa, Práctica, Lugares Planos,
Dados de Euclides, Esphera,
Geografía, Álgebra Numerosa y
Espaciosa, Trigonometría y Lo-
garitmos y últimamente el Arte
Militar, […]”. Los temas de ma-
temáticas que se desarrollan en
este libro son similares a los que
solían incluirse en los cursos de
matemáticas que se impartían en
los colegios de los jesuitas, o en
algunas universidades europeas
con inquietudes científicas12. En
cambio, la parte de Arte Militar
se diferencia de cualquiera de los
tratados anteriores. La autoría de
este libro ha sido atribuida por
unos a José Chafrión y por otros
al marqués de Leganés, virrey de
Milán cuando se publicó el libro.
Chafrión fue el militar de mejor
preparación matemática y cientí-
fica que tuvo el ejército español
durante el reinado de Carlos II, y
el más vinculado con los círculos
de “novatores”13.
La Academia de Bruselas inclu-
yó en sus enseñanzas: ingeniería,
artillería, arquitectura militar, geo-
metría práctica y geografía,
materias que se consideraban
todas dentro de las matemáticas
en la Edad Moderna. Fernández
de Medrano publicó diversos
manuales para el uso de sus
alumnos que cubrían los campos
de las matemáticas, la ingeniería
militar, la artillería y la geografía.
Corresponden al primer grupo:
Rudimentos geométricos y mi-
litares que propone a estudio y
aplicación de los profesores de
la Milicia. (Bruselas, 1677); y Los
seis primeros libros, once y doce
de los Elementos Geométricos del
famoso philósopho Euclides Me-
garense. Amplificados de nuevas
demostraciones. (Bruselas, 1701).
En la Academia de Bruselas,
partiendo del conocimiento de
la geometría y las matemáticas,
se formaba a los alumnos en las
11 GALINDO DÍAZ, Jorge A.: El conocimiento constructivo de los militares del siglo XVIII, Tesis doctoral, Universidad Poli-
técnica de Cataluña, Escuela Superior de Arquitectura de Barcelona, 1996, p. 165, (inédita).12 NAVARRO LOIDI, Juan Miguel: Las Ciencias Matemáticas y […], (op. cit.), p. 787.13 Ibíd., p. 745.
055disciplinas más técnicas del arte
militar, la fortificación y la artillería.
En los libros o tratados que se
han considerado se aprecia que
a medida que se avanzaba en
el tiempo, y paralelamente en el
progreso de las ciencias, se iban
incorporando nuevas materias
que se consideraban útiles para
la formación de los ingenieros,
o los artilleros. La toma de con-
tacto con las nuevas técnicas
estimuló, en algunos ingenieros,
la adquisición de los avances
científicos que se iban producien-
do, aumentando el acervo de sus
conocimientos de tal manera que
pudieron jugar un importante pa-
pel en la recuperación científica y
cultural de España y su incorpora-
ción a la revolución científica que
se estaba operando en Europa..
Los instrumentos de medición.
El arquitecto militar debía sa-
ber trazar sobre el terreno los
proyectos planteados sobre
el papel. Si para cuantificar
áreas, determinar volúmenes o
elaborar presupuestos era sufi-
ciente manejar correctamente
algunas fórmulas matemáticas,
para las mediciones y trazado
sobre el terreno se necesitaba
un conjunto de instrumentos.
Los instrumentos de medición
eran productos del ingenio que
servían para el ejercicio de
la profesión. El usuario podía
ser cualquiera, pero siempre
requerían de conocimientos
previos de aritmética y geo-
metría; diversos tratadistas
intentaron explicar su impor-
Fig. 13_ Instrumentos de Geodesia.
Grabado de la obra “Escuela de Pa-
las” atribuida por unos al marqués de
Leganés y por otros al capitán José
Chafrión. Milán, 1693.
056
Fig. 14_ Esfera armilar. Instrumento
de observación que permitía resolver
gráficamente problemas de astro-
nomía. Procedencia francesa. Siglo
XVII – XVIII. Museo Naval, Ref. : 117,
Madrid.
057tancia, su uso, su elaboración
y sus beneficios14.
En el año 1606, vio la luz el ma-
nual del español Andrés García de
Céspedes: Libro de instrumentos
nuevos de geometría. Este texto
se centra en las explicaciones
del Báculo de Jacob, empleado
en calcular distancias horizonta-
les y verticales haciendo uso de
las leyes de proporcionalidad de
triángulos semejantes, y el nivel
de tranco, usado para calcular
las diferencias de altura entre
dos o más puntos de un terreno.
Unas descripciones más preci-
sas, así como mejor ilustradas,
son las que incluye la obra de
Robert Fludd (1618). En ambos
casos, estos autores presentan
instrumentos que ya eran cono-
cidos en el mundo antiguo. Los
autores de estos textos, que no
fueron los únicos publicados,
describían los instrumentos y sus
partes, y explicaban las opera-
ciones geométricas o aritméticas
necesarias para la obtención de
datos.
Más avanzadas fueron las ex-
plicaciones hechas por el P.
Zaragoza en el libro antes citado
que, además, contenía siete lámi-
nas para su mejor comprensión.
Los instrumentos que contenía
la caja regalada a Carlos II, to-
dos de gran sencillez, eran: una
regla con diferentes escalas; una
pantómetra militar, o compás de
proporción; un triángulo filar, para
dibujar ángulos, paralelas, etc.;
una cruz geométrica, para medir
alturas y distancias; un rombo
gráfico, para copiar dibujos; un
triángulo equilátero grande, para
medir la altura del sol; un trián-
gulo equilátero pequeño, para
medir ángulos de posición y di-
bujar mapas; un anteojo de larga
vista (de cuatro lentes); un com-
pás de varilla; una cadenilla, para
medir distancias; y una escua-
dra. La pantómetra era además,
por su segunda cara, un compás
armónico, para utilizarlo en mú-
sica. Además acompañaba a la
caja una mesa con su pie. Los
instrumentos que propone Zara-
goza son originales; la naturaleza
de sus diseños y la forma de fa-
bricarlos lo acreditan como un
experto artesano. No obstante
estos instrumentos no tuvieron
difusión por falta de talleres que
los fabricaran. El mercado, que
era escaso, se surtía de produc-
tos italianos, franceses y de los
Países Bajos15.
El renacimiento científico español.
La superioridad de la cultura es-
pañola del Siglo de Oro -siglos
XVI y XVII-, se manifestó principal-
mente en la literatura, el arte y las
ciencias discursivas. En el campo
de las ciencias los mejores logros
españoles del siglo XVI vienen de-
terminados por las exigencias de
tipo práctico planteadas por las
gigantescas empresas que tuvo
que realizar el país. “Esto deter-
minó el predominio absoluto de la
ciencia aplicada sobre la pura. Las
matemáticas resultaron casi total-
mente absorbidas por disciplinas
como la náutica o la ingeniería civil
o militar”16. La astronomía se cul-
tivó en estrecha dependencia con
sus aplicaciones a la navegación.
Se hicieron grandes progresos en
Geografía y Cosmografía. También
en física, química y mecánica. No
obstante la física permaneció li-
gada a sus esquemas clásicos
aristotélicos.
Aunque durante el siglo XVII
España quedo casi aislada de
las corrientes científicas euro-
peas, en los últimos años del
reinado de Carlos II un pequeño
grupo de pensadores tomaron
14 GALINDO DÍAZ, Jorge A.: El conocimiento constructivo de […], (op. cit.), p. 170. 15 NAVARRO LOIDI, Juan Miguel: Las Ciencias Matemáticas y […], (op. cit.), p. 221.16 REGLÁ CAMPISTOL, Juan: “La hegemonía española (1517 – 1621)”, en Introducción a la Historia de España, Editorial
Teide, Barcelona, 1974, p. 348.
058 conciencia de la ausencia de
España en el nacimiento de la
ciencia moderna. Pensando que
la decadencia del país podría
remediarse por el cultivo de las
ciencias útiles echaron las bases
de la renovación. El gran mece-
nas de los “novatores”, fue Juan
José de Austria, ejemplo típico
de la nobleza preilustrada. Los
“novatores”, críticos con el esco-
lasticismo aristotélico que regía
la ciencia y la cultura españolas,
se inspiraron, fundamentalmen-
te, en la parisiense Académie
des Sciences y en la Universidad
de Montpellier, y, sobre todo, en
los científicos italianos. En esta
renovación científica española
fue muy importante el papel de
los intelectuales valencianos17.
Entre éstos destacan Tomás Vi-
cente Tosca, Baltasar Íñigo y
Juan Bautista Corachán que en
1687 formaron una Academia
de Matemáticas tomando como
modelo las sociedades científi-
cas europeas.
En la tarea de romper con el
atraso científico también cola-
boraron, tal como se ha podido
ver en los párrafos anteriores, y
resume Gregorio Valdevira, “las
academias militares, en la pe-
nínsula y en los territorios bajo
dominio español en Flandes e
Italia, y científicos militares como
José Chafrión, ingeniero y mate-
mático, Sebastián Fernández de
Medrano, autor de importantes
obras de ingeniería, matemáti-
cas y geografía, o el astrónomo
Vicente Mut, entre otros”18.
Las nuevas concepciones cien-
tíficas, los inventos técnicos y
las transformaciones en la in-
dustria, introdujeron cambios
en los medios empleados en la
guerra, por lo cual los militares,
especialmente los artilleros y
los ingenieros, tuvieron necesi-
dad de adquirir una preparación
que abarcase las innovaciones
de la época. Estos profesiona-
les, además de sus funciones
castrenses, desarrollaban otras
de carácter empresarial o cien-
tífico: dirigían y controlaban la
fabricación de armamento y mu-
niciones, fortificaban ciudades,
construían puentes, levantaban
planos, etc.19 Buena parte de
los progresos científicos intro-
ducidos en la España de las
postrimerías del diecisiete se
gestaron en instituciones mi-
litares o relacionadas con el
ejército.
La política científica española al iniciarse el siglo XVIII.
Al iniciarse el siglo XVIII, una de
las preocupaciones más importan-
tes de las clases dirigentes para
impulsar la reforma y moderniza-
ción del Estado fue la promoción
de la actividad científica. Se hacía
urgente diseñar una política cientí-
fica nacional, y en esa dirección los
grupos más influyentes se inclina-
ban por la creación de academias
de matemáticas militares porque
los centros de este tipo habían sido
la casi única opción para que, du-
rante los cien años anteriores, un
pequeño grupo de españoles hu-
bieran adquirido una mínima base
científica, puesto que la universi-
dad había seguido sin interesarse
por la ciencia. Entre los centros de
enseñanza no militares solamente
el Colegio Imperial de Madrid, de
los jesuitas, mantenía una atención
continuada en la enseñanza de las
matemáticas, aunque había decaí-
do notablemente.
En una primera época se crearon
la Academia de Matemáticas de
Barcelona (1720) y la de Guar-
dias Marinas de Cádiz (1728),
También se creó el Seminario de
17 REGLÁ CAMPISTOL, Juan: “La crisis del siglo XVII (1621-1713)”, en Introducción a la Historia de España, Editorial
Teide, Barcelona, 1947, p. 410. 18 VALDEVIRA GONZALEZ, Gregorio: Los militares ilustrados del siglo XVIII. Su contribución a las ciencias humanas y
sociales, Colección Adalid, Ministerio de Defensa, Madrid, 1996, p. 16.19 Ibíd., p. 13-14.
059Nobles en Madrid (1725). Estos
centros debían potenciar al máxi-
mo la enseñanza rigurosa de las
matemáticas tanto puras como
mixtas. Sin duda, los ilustrados
contaban con estos centros para
introducir la ciencia moderna en
el ámbito civil.
Estas academias generaron una
eclosión científica y cultural en
el ejército y la armada, y sus
miembros adquirieron gran re-
lieve en muchas disciplinas de
las ciencias exactas y huma-
nas, desempeñando un papel
de primera magnitud en la re-
cuperación científica y cultural.
El cálculo diferencial y la física
moderna newtoniana se introdu-
jeron en España a través de las
academias militares. Se estudia-
ron métodos para perfeccionar la
siderurgia con vistas a la fabri-
cación de armas y se cultivó la
química para mejorar los fuegos
de artillería.
El desarrollo que alcanzaron estas
academias fue muy importante y
en ellas se formaron la mayoría
de los más destacados técnicos
del siglo XVIII. Así, Horacio Capel
puede decir que: “La Academia
de Matemáticas de Barcelona
impartía las enseñanzas más
completas y avanzadas que era
posible obtener en España en
aquellos momentos. En la déca-
da de 1740 ningún otro centro,
con excepción de la Academia
de Guardias Marinas de Cádiz,
en lo que se refiere a náutica,
alcanzaba un nivel parecido”20.
Los programas de la Academia
de Matemáticas de Barcelona
cubrían todo el amplio abanico
de lo que se denominaban ma-
temáticas puras (Aritmética,
Geometría, Álgebra, Trigonome-
tría) y mixtas (Física y Mecánica,
Hidráulica, Arquitectura civil y
militar, Artillería, Óptica, Astrono-
mía, Geografía, Náutica, etc.).
Después de los primeros pasos
dados en tiempo de Felipe V, la
Ilustración llegó plenamente du-
rante el reinado de Fernando VI
(1746 -1759). El marqués de la
Ensenada, realizó un gran esfuer-
zo en la promoción de la actividad
científica, sirvan como muestras:
la creación de la Academia de
Bellas Artes de San Fernando,
en 1746, ante la gran demanda
de arquitectos; y la publicación
de la Ordenanza de 1751, para
renovar y unificar las enseñanzas
de la Academia de Barcelona y
otras similares. Su propósito de
impulsar el estudio de las cien-
cias y la tecnología se tradujo
en otras varias iniciativas: entre
ellas se procuró modernizar todo
lo posible la universidad creando
nuevas cátedras de matemáticas
en muchas de ellas y también en
el Colegio Imperial.
Conforme fue avanzando el si-
glo XVIII, se fue alcanzando en
nuestro país un nivel similar
al de los restantes de Europa.
Pero, llegados a este punto, no
puede olvidarse que ya des-
de antes del Setecientos los
ingenieros militares, que para
conseguir un mayor grado de
eficacia en su profesión fueron
adquiriendo los avances de la
ciencia moderna, fueron difun-
diendo sus conocimientos por
medio de sus obras y su in-
fluencia en los constructores
que trabajaban con ellos. Así
pues, sería un grave descuido
no tener presente que los pa-
sos dados por las academias y
por los ingenieros de la Corona
hispana en los siglos XVI y XVII
fueron un preciado antecedente
que prefijó su papel en el inicio
del XVIII como introductores de
la ciencia moderna en España.
20 CAPEL, Horacio; SANCHEZ, Joan- Eugeni; MONCADA, Omar: De Palas a Minerva […], (ob. cit.), p. 131.
060 ILUSTRACIÓN. PENSAMIENTO CIENTÍFICO
061
Marisol de Mora El Renacimiento español, en el
siglo XVI, contaba con buenos
matemáticos, pero carecía de in
genieros. La ingeniería española
era de carácter práctico, enrai
zada en los gremios y heredada
de los árabes. El propio Felipe II
se vio obligado a contratar a al
gunos extranjeros, holandeses o
italianos que cosecharon estre
pitosos fracasos sobre todo en
las obras hidráulicas. La falta de
conocimientos de geometría para
la triangulación o nivelación de las
tierras provocó que los científicos
españoles se interesasen también
por la técnica, en la mejor tradición
renacentista, como los aragone
ses Jerónimo Girava o Pedro Juan
de Lastanosa, éste último contra
tado por Felipe II “por su habilidad
y experiencia en letras, fábricas,
máquinas, fortificaciones y otras
cosas”1. Esta situación animó a
la corte española para desarrollar
una formación adecuada de los
ingenieros.
Tras el Renacimiento, ciencias y
técnicas experimentaron un ex
traordinario desarrollo, como es
sabido, y los historiadores de la
ciencia acuñaron la denomina
ción de Revoluciones Científicas
para los siglos XVII y XVIII. Al mis
mo tiempo, en el terreno de las
ideas, va a aparecer el movimien
to llamado la Ilustración, cuyo
origen se atribuye al desarrollo
racionalista del siglo XVII, con
autores como Descartes o John
Locke. Las ideas predominantes
van a ser la primacía de la razón,
la justificación de la búsqueda de
la felicidad y del progreso basa
do en el conocimiento científico,
las ideas de igualdad de todos
los hombres, etc. Los prime
ros ilustrados franceses van a
ser autores como Montesquieu
y su espíritu de las leyes, contra
el absolutismo, Voltaire y la críti
ca a los privilegios, Rousseau y
El contrato social, D’Alembert y
Diderot, los artífices de la Enciclo
Fig. 01_ Felipe IV.
Fig. 02_ Felipe V.
1 Citado por Nicolás Gª Tapia en “La formación de los ingenieros españoles
antes de la fundación de la Academia de Matemáticas en 1582”, Estudios sobre
Historia de la Ciencia y de la Técnica, Valladolid, 1988.
062 pedia francesa, entre otros. Las
ideas de Despotismo Ilustrado:
“todo para el pueblo pero sin el
pueblo”, van a acabar triunfando
en grandes sectores del pensa
miento de la época. En el campo
de las ciencias podríamos decir
que la principal novedad va a ser
la redefinición de las mismas. No
olvidemos que en la Edad Media
la Teología se consideraba una
ciencia.
Los métodos de la ciencia. Su origen matemático.
La revolución científica del siglo
XVII dio lugar a la aparición de lo
que llamamos ciencia moderna,
basada en el uso del método ex
perimental y de las matemáticas
para la investigación de la natura
leza. Confrontada al aristotelismo
y a la tradición esco lás tica, con
tra la cual va a librar una áspera
y prolongada batalla en las uni
versidades, acabará por triunfar,
primero en las ciencias matemá
ticas y en las más matematizadas
de las naturales, como la física
y la cosmología, después en el
resto.
Las matemáticas desempeña
ron un papel muy importante a
lo largo de toda la revolución
científica del siglo XVII, tanto
por los enormes avances a los
que dieron lugar (aparición de
la Geometría analítica y del Cál
culo Infinitesimal, por ejemplo),
como por haber represen tado una
alternativa metodológica al esco
lasticismo. La matematiza ción de
la naturaleza, junto al estableci
miento de las reglas básicas del
método experimental, fueron los
dos fundamentos sobre los que
se asentó el nuevo paradigma
metodológico para la investiga
ción científica. Una consideración
más amplia de lo que podríamos
llamar “revolución metodológica
del siglo XVII”, debería de analizar
con detalle, además, el proce
so de cambio metodológico que
vivieron paralelame nte otros ám
bitos (la medicina y la anatomía,
la botánica, por ejemplo).
Autores como Cassirer, Burtt,
Whitehead y Koyré han tra
tado de determinar una base
metafísica común a esta profunda
transformación científica y filosó
fica2. Según ellos, los promotores
de la nueva ciencia coincidirían
en considerar que el mundo ma
terial está formado por cuerpos
caracterizados por sus propie
dades matemáticas, y que por
consiguiente hay que estudiarlo
y describirlo exclusiva mente en
términos matemáticos. Una fuer
te influencia platónica y pitagórica
sería la base filosófica común a
todos ellos. La aceptación del
mecanicismo, según el cual el
mundo ha de ser conside rado
como una máquina, ha sido es
tablecida también como una de
las bases metafísicas de toda la
revolución científica, sobre todo a
partir de Descartes3.
Es cierto que la metáfora “el libro
de la naturaleza está escrito en
caracteres matemáticos”, es un
lugar común entre autores como
Copérnico, Kepler, Galileo y Des
2 Véanse, por ejemplo, las obras de Ernst Cassirer, Das Erkenntnisproblem in der Philosophie und Wissenschaft der neue
ren Zeit, Berlín 1911, segunda edición, 2 vols.; de E.A. Burtt, The Metaphysical Foundations of Modern Physical Science,
Londres: Routledge & Kegan Paul 1932; de A.N. Whitehead, Science and the Modern World, New York: Macmillan 1925
y de A. Koyré, quien ha publicado diversas obras sobre el tema, tales como Galileo Studies, Atlantic Highlands, N.J.: Hu
manities Press 1978, Metaphysics and Measurement: Essays in Scientific Revolution, Cambridge, Mass.: Harvard Univ.
Press 1968 y Le systéme du monde, París: Vrin. Véase también la obra colectiva Reappraisals of the Scientific Revolu tion,
editada por David C. Lindberg y Robert S. Westman, Cambridge: Cambridge Univ. Press 1990, con artículos de Lindberg,
McMullin, Hatfield y otros.3 Así lo señala, por ejemplo, Michael S. Mahoney en su artículo “Changing Canons of Mathematical and Physical Intelligi
bility in the Later 17th Century”, Historia Mathematica 11 (1984), p. 417423, además de los autores mencionados en la
nota anterior y de otros muchos que han estudiado la emergencia de la ciencia moderna.
063cartes. Sin embargo, aparte de la
tradición neoplató nica y pitagó
rica cabe señalar en el siglo XVI,
y sobre todo en el XVII, la exis
tencia de otras varias corrientes
de pensamiento matemati zante,
que incidie ron en diversa medida
sobre los protago nistas de la re
volución científica. La existencia
de una base metafísica o filosófi
ca común a autores tan diversos
como Copérnico, Kepler, Galileo,
Descartes, Newton, Leibniz, etc.,
resulta plausible, aunque pare
ce más interesante indagar si
tuvieron una base metodológica,
aunque no fuera común, pues
veremos que existen grandes
diferencias entre unos y otros au
tores a la hora de adoptar reglas
metodológicas para la investiga
ción científica, así como también
en el momento de elaborar una
filosofía more geometrico.
La emergencia del concepto de método.
El papel desempeñado por las
matemáticas, siendo importan
te, no agota ni mucho menos la
transformación metodológica que
tuvo lugar durante los siglos XVI
y XVII. No hay que olvidar la fun
ción de la medicina, e incluso de
la metodología jurídica, a lo largo
de este proceso de cambio.
Sobre todo, la propia noción de
método científico se acuñó a lo
largo de esta época, por obra de
muy diversas influencias. El Dis
curso del Método publicado por
Descartes en 1637 como prólogo
a sus tratados sobre Geometría,
Meteoros y Óptica, no es una
obra aislada. En la segunda mitad
del siglo XVI se desarrolló un am
plio debate, en el seno mismo del
aristotelismo, sobre el concepto
de método científico. Tampoco
hay que olvidar las apor taciones
de Francis Bacon, e incluso de su
precursor Grosse tes te, en torno al
método experimental. Siendo im
portante la influen cia del método
geométrico de análisis y síntesis,
existen otras muchas influencias
en la transfor ma ción metodológi
ca llevada a cabo por la revolución
científica, que conviene al menos
mencionar.
Los humanistas del Renacimiento
(Budé, Nizzoli, Borrius, Snellius,
Cardano, Erasmus, Melanchton,
Ramus, Zabarella y otros mu
chos) tomaron parte en un largo
debate, en torno al concepto de
método, y en particular de mé
todo científico. La Instauratio
Magna de Francis Bacon ha de
ser considerada, en este sentido,
como una aportación fundamen
tal, pese a sus insufi ciencias, al
haber establecido algunas de las
reglas básicas del método ex
perimental. El mayor defecto de
Francis Bacon al igual que el de
Luis Vives consistió en no haber
aceptado la relevancia de los mé
todos matemáticos, insistiendo
únicamente en los aspectos ex
perimentales en sus tentativas de
renovar la metodología cientí fica.
La segunda gran aportación, que
resolverá el debate entre teoría
y experimentación e inau gurará
un nuevo concepto del método
científico, proviene del redescu
brimiento de los métodos griegos
de análisis geométrico, a partir de
la edición, en 1589, de las Collec
tiones Mathematicae de Pappus
de Alejandría (s.IV). La ciencia
deja de ser contemplativa y está
tica para convertir se, por medio
de demostra ciones geométri cas y
de experimenta ción previa, en un
método de descubrimiento. Las
nociones aristotélica y escolásti
ca del método, con sus diversas
interpreta ciones y variantes, fue
ron quedando abandonadas. Las
nuevas reglas del método científi
co serán definidas en el siglo XVII
a partir de la relectura de las obras
de Euclides, Apolonio, Arquí
medes y Pappus, hecha posible
gracias a las nuevas ediciones de
dichos textos que llevaron a cabo,
fundamentalmente, los humanis
tas italianos en la segunda mitad
del siglo XVI y principios del XVII.
Países como España y Portugal
quedaron totalmente anclados
en las tradiciones aristotélicas,
repudiando la introducción de
las matemáticas (y otras muchas
064 ciencias y saberes) en sus curri
cula universitarios. Tal y como ha
señalado Julio Rey Pastor en su
obra Los Matemáticos Españoles
del siglo XVI, las ciencias exac
tas llegaron en el siglo XVII a “un
estado lamentable”4. Con excep
ción de la Academia creada por
Herrera a finales del XVI, y que
desapareció en 1624, no hubo
ningún intento institucio nal de re
novar la enseñanza universitaria,
aunque fuese tan prudentemen
te como Clavius y el Colegio
Romano llevaron a cabo en el
caso de Roma (y luego en La Flè
che, donde estudió Descartes,
en Ingolstadt y en Wurzburgo).
La tendencia fue más bien la
contraria: no hay que olvidar la
Pragmática de Felipe II de 22 de
noviembre de 1550 prohibiendo
“pasar los naturales de estos rei
nos a estudiar fuera de ellos”, en
base a que las universidades es
pañolas “van de cada día en gran
disminución y quiebra”. Este tipo
de órdenes no eran raras en la
Europa de la época, y muchos
príncipes del mundo o de la Igle
sia intentaban con ellas proteger
sus universidades y evitar el éxo
do de maestros y discípulos. Así
pudo llegarse a la situación que
describió Diego de Torres Villa
rroel en su Autobio grafía (p. XXIII
y XXV) sobre la Universidad de
Salamanca a mediados del si
glo XVIII. La única Cátedra de
Astrología y Matemáti cas exis
tente había estado “30 años sin
maestro y 150 sin enseñan za”, y
en cuanto a los profesores uni
versitarios y sus ideas sobre las
matemáticas, una cita puede
bastar: “Unos sostenían que la
matemática no era más que en
redos y adivinaciones, y otros
que era cosa de diablos y brujas.
No había en la librería libros ni
instrumen tos matemáti cos...y hoy
que estamos a últimos de Junio
de 1752, está del mismo modo,
huérfana de libros e instrumen
tos... y aún siguen creyendo los
demás catedráticos que tiene
algún sabor a encantamiento y
farándula esta ciencia” 5 .
Torres Villarroel concluye: “Pa
deció entonces la España una
obscuridad tan afrentosa, que en
estudio alguno, colegio ni univer
sidad de sus ciudades, había un
hombre que pudiese encender
un candil para buscar los elemen
tos de estas ciencias”.
El método de análisis según Newton.
Así como Galileo fue capaz de
analizar, y luego de sintetizar
el movimiento, por medio de
experimentos imaginarios o
reales, asimismo Newton y
Leibniz propusieron un “Analisis
Infinitorum”, que había sido
preludiado por Cavalieri, S.
Vicent, Wallis y otros muchos.
Frente al Álgebra cartesiana,
el nuevo Cálculo es capaz
de proponer construcciones
simbólicas (fórmulas) para
muchas más figuras y cuerpos
geométricos que los estudiados
por Descartes y sus sucesores.
El propio movimiento (de los
astros, de los cometas, de las
aguas del mar en las mareas,
etc.) puede ser analizado con
mucho mayor detalle y precisión
si se utiliza el nuevo Cálculo
Diferencial (o de fluxiones) que
si se recurre a la Geometría, al
modo de Galileo.
Mas lo esencial del nuevo Aná
lisis no estriba en su capacidad
para resolver (y recomponer)
problemas clásicos, sino sobre
todo en su potencialidad para
generar problemas y resultados
nuevos. Las integrales surgen
por ampliación del concepto, ya
revolucionario, de serie infinita;
pero van más allá, dando lugar
a aplicaciones insospechadas
de las nuevas técnicas, paralela
mente a la generación de nuevos
conceptos.
4 Julio Rey Pastor, Los Matemáticos Españoles en el siglo XVI, Madrid: Biblioteca Scientia 1926, p. 145. 5 Citado por J. Rey Pastor, o.c., p. 150151.
065Inexorablemente, Newton y Leibniz
se vieron llevados a definir una
nueva noción de análisis y de
síntesis, y en general de méto
do científico: la nueva filosofía
comenzaba a ejemplarizarse,
al mostrar que la problemática
filosófica empezaba a ser en
gendrada por el progreso de la
ciencia. Refiriéndose a todo el
debate anterior en torno al análi
sis y la síntesis, Newton propuso
nuevas ideas.
Newton presentó su Cosmología
en base a definiciones y leyes
generales, conforme a criterios
axiomatizadores rigurosos; sin
embargo, dicha Síntesis deduc
tiva tenía como substrato una
serie de reglas que caracterizan
al Análisis como un método ple
namente experimental, al menos
cuando se aplica a la Física.
Se parte de fenómenos, que
hay que explicar. Tras llevar a
cabo observaciones, obviamen
te por medio de instrumentos
científicos y en los laborato rios
correspondientes, se infieren
conclusiones por vía inductiva
a partir de los datos. Sigue una
fase de comprobación, en la
que se observa si hay objecio
nes o no a dichas conclusiones.
Elevadas a definitivas, las con
clusiones (o hipótesis generales)
pasan a ser leyes y principios
para la Física. Los fenómenos
iníciales pueden ser, por ejem
plo, movimientos. Las causas de
dichos efectos fenoménicos son
ahora fuerzas, muchas veces no
perceptibles. Se intenta buscar
siempre la causa (o el argumen
to) más general.
En cuanto a la síntesis ulterior,
de ninguna manera se reduce al
proceso inverso. La síntesis es la
escritura misma de los Principia
(o de la Óptica) more geometri
co. A través de dicha escritura,
basada siempre en fórmulas ma
temáticas (y en su caso en el
Cálculo de Fluxiones), los fenó
menos quedan explicados; pero
la explicación científica ha de
ser, además, demostrativa, de
tal manera que no quede duda
de que no se están proponien
do vanas hipótesis, sino la razón
misma o el por qué de los fenó
menos: por eso Newton retoma
la terminología de causas y efec
tos. Para ser precisos, conviene
recordar que la Geometría, para
Newton, está basada en la Me
cánica, y no al revés: “Se funda
pues la Geometría en la práctica
mecánica y no es otra cosa que
aquella parte de la Mecánica uni
versal que propone y demuestra
con exactitud el arte de medir.”
Asimismo, Newton lleva a cabo
una inversión no menos impor
tante con respecto a las reglas
clásicas del método. Lo esencial
ahora es que haya una relación
matemática (y no simplemen
te geométrica) entre los datos
observacionales y las fórmulas
propuestas para explicar los
fenómenos medidos mediante
dichos datos. Teoría y experien
cia se interrelaci onan a través de
dos instrumentos científicos bá
sicos: las tablas de datos, en las
cuales se expresan mediciones
de fenómenos que han sido rea
lizadas y reelaboradas conforme
a técnicas complejas, y las fór
mulas matemáticas generales
mediante las cuales se expresan
las leyes científicas. La matema
tización de la Filosofía Natural
es un hecho, pero su puesta a
punto ha inducido profundas
transformaciones en la noción
misma de método y de ciencia.
A partir de este momento, los
Principia van a ser un mode
lo metodológico para todos los
científi cos, independientemen
te de la disciplina de la que se
ocupen, pero también para los
filósofos, quienes tendrán que
elaborar sus teorizaciones sobre
la Naturaleza partiendo, como
mínimo, del dominio de la obra
newtoniana. Ni la Física de Aris
tóteles ni las Escrituras sirven ya
para argumentar sobre Cosmo
logía, y sólo ha pasado un siglo
desde que el Colegio Romano
trataba de justificar de algún
modo el carácter científico de
las matemáticas en base a los
Analíticos aristotélicos.
066 El método de análisis según Leibniz
Leibniz fue también sensible a to
dos estos aspectos de la ciencia
moderna, pero no dio prioridad a
la Física como modelo del cono
cimiento científico, tratando, por
otra parte, de armonizar la tra
dición filosófica con los nuevos
postulados derivados de la prác
tica científica.
Aunque también mostró sus
críticas, como Newton, con res
pecto al Álgebra cartesiana,
Leibniz orientó sus esfuerzos
hacia la construcción de un Ars
Characteristicae, en la cual se
englobarían y perfeccionarían
los diversos sistemas de signos
utilizados por científicos y filó
sofos para expresar sus ideas y
descubrimientos.
La noción leibniziana de méto
do es más amplia que la de sus
contemporáneos, porque no sólo
está orientada a razonar bien (o
a juzgar bien: primer objetivo de
la metodología), sino también a
inventar verdades desconocidas
(segundo objetivo) y a recordarlas
adecuadamente (tercer objetivo).
Paralelamente, los sistemas de
signos no se agotan en su fun
ción designativa o comunicativa:
han de servir también para cal
cular, para fijar los pensamientos,
para resumirlos y para ordenar
los: la regla de tres, los signos
para las proporciones, la estruc
tura de las tablas de datos, las
signaturas de una catalogación
bibliográfica (que dan el orden de
los conocimien tos humanos, y no
se limitan a designar el libro o el
estante), o simplemente el esta
dillo para resumir ordenadamente
la contabilidad del comercio, son
otras tantas partes de la Caracte
rística, de la misma manera que
las figuras geométricas, los signos
y ecuaciones del Álgebra carte
siana, la escritura del pentagrama
o los sistemas lógicoformales.
El método tiene como objetivo la
construcción de esta Ciencia Ge
neral o Característica, en la cual
Leibniz incluye explícitamente el
diseño de máquinas e instrumen
tos. Por consi guiente, sus reglas
ya no se ciñen a las que utilizan
geómetras y matemáticos, o fí
sicos y médicos, aunque deben
englobar las de todos ellos como
casos particulares de la Caracte
rística. En De la Sagesse propone
tres reglas para razonar bien (en el
contexto de las críticas leibnizia
nas al cartesianismo), diez para el
arte de inventar y siete para el arte
de la memoria.
Como puede verse, Leibniz man
tuvo la unidad de método para
todo tipo de investigaciones, fue
sen teóricas (ideas, verdades de
razón) o empíricas (fenómenos,
verdades de hecho). Su talante,
sin embargo, es mucho menos
experimental que el de Newton.
La Caracte rística es, ante todo,
una fundamentación de nuestros
conocimien tos: su construcción
ha de evitar el error, las quime
ras, las falsas hipótesis; por eso
hay que repetir el análisis, tanto
de las ideas como de los hechos,
numerosas veces. Una vez es
tamos seguros de que todos los
prerrequisitos (o variables inde
pendientes, como diríamos ahora)
han sido considerados, podemos
estar seguros de haber llegado
a unos principios, siempre pro
visionales, a partir de los cuales
se procederá combinatoriamente
para justificar lo ya sabido y para
proponer nuevos problemas y
nuevas verdades.
La marca distintiva de un buen
uso del método radica, por una
parte, en el hallazgo de buenas
definiciones a lo largo de la fase
de análisis y por otra, en la pro
ducción de invenciones útiles en
la fase de síntesis. El análisis ha de
ser llevado a cabo a base de pro
poner definiciones nuevas y más
perfectas que las proporcionadas
por nuestros antecesores. La sín
tesis ha de justificar combinatoria
y deductivamente lo ya conocido
pero, además, ha de suministrar
nuevos teoremas, nuevos hechos
o nuevos artefactos. Por eso,
Descartes no ha realizado ese
buen uso del método, en opinión
067de Leibniz: “Descartes ha dicho
buenas cosas; era un espíritu pe
netrante y juicioso al máximo.
Pero como no es posible hacerlo
todo a la vez, no ha hecho más
que dar buenos comien zos, sin
llegar al fondo de las cosas; me
parece que todavía está muy aleja
do del verdadero análisis y del arte
de inventar en general. Pues estoy
convencido de que su Mecánica
está llena de errores, su Física va
demasiado deprisa, su Geometría
es demasiado limitada y su Meta
física en fin es todo eso a la vez.”
En cuanto a la justificación de las
teorías en base a la utilidad de los
inventos que se derivan de ellas,
cabe citar, entre otros, el siguiente
fragmento de Leibniz: ”Con fre
cuencia se equivocan llamando
práctica a lo que es teoría y vice
versa. Pues un obrero que no sepa
latín ni conozca a Euclides, si es
un hombre hábil y sabe las razones
de lo que hace, tendrá verdadera
mente la teoría de su arte y será
capaz de encontrar expedientes
para todo tipo de situa ciones. Por
otra parte, un mediosabio inflado
con una ciencia imaginaria proyec
tará máquinas y edificios que no
podrán tener éxito, porque no do
mina toda la teoría necesaria.” El
método científico va a ser el gran
motor que hará posible el avance
de las ciencias e incluso el descu
brimiento de ciencias nuevas, que
caracterizarán la época moderna.
La Ilustración en España.
Se considera que la Ilustración
en España coincide con el rei
nado de los Borbones, desde
Felipe V en 1700 hasta Carlos
IV alrededor de 1800. Este retra
so respecto al resto de Europa
se estima debido al carácter in
movilista de la monarquía de los
Habsburgo, entre otras razones.
Precisamente con Felipe V se
produce el cambio de familia
reinante, de los Habsburgo re
presentados por el archiduque
Carlos, a los Borbones que eran
apoyados por Castilla y, natural
mente, por Francia. Éste fue un
cambio traumático, aunque no
una revolución, pero se produje
ron muchos conflictos y pérdidas
para España en el contexto de
Europa. Asimismo, Aragón y Va
lencia perdieron sus fueros y las
Cortes de Castilla se convirtieron
en las cortes de toda España. Nu
merosas guerras marcaron este
período: aragoneses, catalanes,
austríacos, británicos y holande
ses temían que se estableciese
una monarquía absolutista como
la francesa y el primer conflicto
terminó con el triunfo de Felipe V
y los llamados Pactos de Familia
con Francia. En 1739 comenzará
otra guerra con Gran Bretaña por
el dominio del océano Atlántico.
En 1741 la Guerra de Sucesión
austríaca y la guerra de Italia. En
1748 termina la guerra de Austria
con la Paz de Aquisgrán, reinan
do ya desde 1746 Fernando VI,
hijo de Felipe V. En 1761 Espa
ña interviene en la Guerra de los
Siete Años, reinando desde 1759
Carlos III. Inglaterra declara la
guerra a España y Francia y las
posesiones españolas en Eu
ropa y América cada vez están
más amenazadas. Lógicamente,
los demás países europeos no
veían con buenos ojos el Imperio
Español, por la sencilla razón de
que ellos ambicionaban también
un imperio, que más tarde logra
rán los franceses con Napoleón
(18041870) cuando ya está rota
la alianza con España. La idea
de imperio, basada en el Imperio
Romano y los sucesivos, como el
Bizantino, durante la Edad Me
dia; el Otomano; el Carolingio o
RomanoGermánico (9621806);
el Británico (XVIIXX); el Austro
Húngaro (18671919), etc. no
tenía una connotación negativa
para los europeos, al contrario,
fascinaba la grandeza y el po
der sobre todas las naciones del
mundo. Así pues los conflictos
no se acababan, en 1763 co
mienza la guerra de Marruecos y
Argel que terminará en 1766. En
1779 otra guerra con Inglaterra y
sitio de Gibraltar. En 1788 muere
Carlos III y es proclamado Carlos
IV, pero comienza al año siguien
te la Revolución Francesa, que
provocará el espanto del resto de
068 los estados y monarquías euro
peas. Y todo ello culminará con
Napoleón y la llamada Guerra de
la Independencia en 1808.
En esta agitada época también la
Iglesia se encuentra en conflicto,
al aparecer partidarios de igle
sias nacionales independientes
de Roma y del Papa, al que con
sideraban una opción demasiado
conservadora y contrapuesta a
los nuevos deseos de felicidad
personal y de preeminencia de la
razón. Los jesuitas, aunque fie
les al Papa, van a provocar con
su probabilismo, como antes en
Francia, la reacción de los con
servadores, pues sus maneras
innovadoras y las sospechas de
que apoyaban ideas de liberación
en América lograron que Carlos III
los expulsara de España en 1767,
tras haber sido ya expulsados de
Francia, confiscando sus bienes.
No obstante, la educación había
sido siempre el más preciado
objetivo de los jesuitas, críticos
con el aristotelismo y partidarios
de las nuevas ciencias y co
nocimientos. Ahora todas las
universidades pasarían a ma
069
Fig. 03_ Universidad de Cervera.
nos de la corona, entrando en
principio de manera natural en
ellas el espíritu de la Ilustración
y comenzando las reformas, que
proponían nuevos planes de es
tudio que dejasen de lado la
escolástica, aunque esas refor
mas no fueron tan rápidas como
hubiera sido deseable. Surgieron
paralelamente academias como
la Real Academia Española, la de
Bellas Artes o la de la Historia y
sociedades, como las socieda
des económicas de amigos del
país, lugar de encuentro de in
telectuales tanto filósofos como
científicos, técnicos, seglares o
religiosos.
En Cataluña, la Universidad de
Cervera había sido fiel a Felipe
V durante la guerra de Sucesión
mientras el resto de las univer
sidades catalanas estaban a
favor del Archiduque Carlos, y
por esa razón tras su llegada al
trono se ordenó sustituir todos
los Estudios Generales: Girona,
Barcelona, Lleida, Vic, Tarragona
y Tortosa, por una sola universi
dad con la nueva orientación.
Los jesuitas se hicieron car
go de las cátedras principales
hasta su expulsión y más tarde,
después de la Guerra de la In
dependencia y otros conflictos,
esta universidad se trasladó, en
1842, oficialmente a Barcelona.
Entre los principales jesuitas
catalanes que fueron profeso
res en Cervera6 podemos citar
a José Finestres y Monsalvo
(16881777), jurisconsulto que
fue catedrático de Derecho en
Cervera desde 1715. Gran eru
dito, la importancia de su obra
radicó en el impulso que otorgó
a los estudios de Derecho ci
vil y público, así como a ser el
primer autor que intentó com
pilar y editar toda la tradición
jurídica catalana, labor que ini
ció en 1747, en sus obras Iuris
catalauni elementa y De historia
iuris catalaunici. Mateo Aymerich
(17151799) filósofo y humanista.
Tomás Cerdá (17151791) ma
temático y filósofo que escribió
entre otras cosas las Lecciones
6 “Universidad de Cervera,” Enciclopedia Microsoft® Encarta® Online 2009.
070
de artillería para el uso de la clase
(1764). Luciano Galluzas i Costa
(17311810) humanista y filóso
fo. Antonio Codorniu (16991770)
polemista con Feijoo. Bartolo
mé Pou (17271802) especialista
en lenguas clásicas. José Pons
Massana (17301816) especialis
ta en derecho, retórica y poética.
Francisco Javier Cerdá Lampillas
(17311812) humanista. Ramón
Lázaro Dou (17421832), juris
consulto español, autor de las
famosas Instituciones de Dere
cho Público General de España...
obtuvo la Cátedra de Derecho
Canónigo en la universidad de
Cervera, y otros muchos.
Las reformas en la sociedad en
su conjunto, aunque fueron nu
merosas y planteadas en todos
los ámbitos, avanzaron muy len
tamente, porque encontraban
gran resistencia en los poderes
fácticos y por las circunstancias
bélicas. Algunos autores de la
época señalaban esta situación,
como el aragonés Eugenio La
rruga (17471803): “Hace casi
dos siglos que trabajamos para
conseguir el restablecimiento
de nuestras antiguas fábricas
y comercio, mas no lo hemos
conseguido. El mucho núme
ro de providencias tomadas en
este asunto tampoco han logra
do el fin a que se encaminaban.
Esto lo confiesa todo hombre
Fig. 04_ Presentación de la
vacunación.
071sensato que sabe especular los
asuntos de la patria sin pasión,
que desprecia los escritos de
pura adulación, y que indagando
la raíz de lo bueno y lo malo de
un cuerpo político, discurre con
acierto para hacer los pueblos
industriosos y comerciantes; y
aunque no podemos dudar que
se ha mejorado en estos últimos
años tanto la administración,
como la legislación comerciante,
sin embargo restan que remediar
algunos vicios ocultos, que nos
frustran todas nuestras esperan
zas, nos pierden al mejor tiempo
nuestros adelantamientos y siem
pre nos tienen dependientes de
la ley del extranjero en punto de
comercio”.
La Revolución Francesa produjo
en España una gran conmoción
y muchas objeciones a la moder
nización que se llevaba a cabo
y que se atribuía a los “afrance
sados”. Se intentarán blindar las
fronteras con Francia y se es
tablecerá la censura. Carlos IV,
tras la ejecución del rey francés
Luis XVI, emprende la guerra con
Francia y el ejército francés entra
en Guipúzcoa y en Cataluña. La
firma de la paz para poder poner
a salvo esos territorios provoca
que los ingleses desconfíen de
tal alianza y ataquen a los barcos
españoles; esta situación será un
desastre para España que per
derá mucho terreno en Europa y
acabará, como todos saben, con
la invasión de Napoleón y la gue
rra contra los franceses.
La Ilustración en Cataluña
En Cataluña, la economía, la edu
cación y la cultura tendrán un
importante desarrollo y de esta
época es la creación de la Uni
versidad de Cervera, de la que
hemos hablado anteriormente,
la Academia Militar de Matemá
ticas y el Colegio de Cirugía del
Ejército. No obstante, muchos
eclesiásticos siguieron teniendo
una gran influencia en los ámbitos
de la ciencia, como por ejemplo
en Geografía, Economía, Comer
cio, Agricultura, Industria e incluso
Historia de Cataluña o de su lite
ratura. Las escuelas que ahora
llamaríamos de formación profe
sional también proliferan para las
industrias textiles, agrícolas y de
comercio y navegación.
Horacio Capel resume magistral
mente la cuestión de la ingeniería
en estos párrafos de su artículo
“Construcción del estado y crea
ción de cuerpos profesionales
científicotécnicos: los ingenie
ros de la monarquía española
en el siglo XVIII”7: “Ese proceso
de organización de cuerpos del
Estado se inició en el siglo XVI
con la creación de cuerpos de
pilotos, cosmógrafos o artilleros
como funcionarios pagados por la
Corona, fue progresando en el si
guiente y adquirió un gran impulso
en el Setecientos. En este siglo se
produjo un aumento importante
de la centralización política y la
puesta en marcha de políticas pú
blicas de fomento que exigieron
nuevos cuerpos especializados
(intendentes, ingenieros militares,
ingenieros navales, ingenieros
cosmógrafos...). Finalmente la
construcción del Estado adquiriría
nuevos desarrollos en el siglo XIX,
con la implantación del Estado li
beral, lo que supuso la creación
de más cuerpos (ingenieros de
minas, agrónomos, maestros de
escuela, profesores de enseñanza
secundaria y universitaria, correos
y telégrafos...).
La nueva historiografía está pres
tando hoy amplia atención a los
procesos de creación de esos
7 Comunicación presentada al Congreso Internacional sobre Fortificación y Frontera Marítima, Ibiza, 2426 de octubre de
2003. Publicada en CÁMARA MUÑOZ, Alicia y Fernando COBOS GUERRA (Eds.). Fortificación y Frontera Marítima. Actas del
Seminario Internacional celebrado en Ibiza durante los días 24 al 26 de octubre de 2003. Eivissa: Ajuntament d’Eivissa, 2005.
Disponible en CD.
072
cuerpos, a las reglas de funcio
namiento y a su implantación
territorial. También a los proble
mas que plantea su articulación
con las estructuras de poder lo
cal y con las especificidades de
cada medio local en que actua
ban, lo que no siempre se hizo
fácilmente.
El estudio del cuerpo de ingenie
ros militares en la España del siglo
XVIII adquiere por ello un interés
muy grande. Por un lado, nos sitúa
ante uno de los cuerpos técnicos
esenciales de la Monarquía para
la defensa y la organización terri
torial. Y al mismo tiempo permite
acercarse al avance del proceso
de institucionalización y profesio
nalización de la ciencia y la técnica,
a través de una corporación que
posee un saber específico en esos
campos y actúa como una corpo
ración que se va convirtiendo, en
cierta manera, en una verdadera
comunidad científica y técnica, en
el sentido de que comparte ob
jetivos intelectuales específicos,
instituciones académicas forma
tivas, reglas de funcionamiento
para el intercambio y la evaluación
de la información (en este caso,
la información relativa al ataque y
defensa de plazas, descripciones
territoriales y construcción de edi
ficios, carreteras, puertos, canales
y otros). Ello permite poner en
relación ese análisis con las inves
tigaciones de historia y sociología
de la ciencia y de la técnica.”
Entre los catalanes más ilustres
que encontramos en estos años,
se pueden destacar Narciso Fe
liu de la Peña y Farell (?1710),
economista e historiador, autor
de un Político Discurso en 1681
a favor del proteccionismo y la
reforma fiscal. Gregorio Mayáns
i Siscar (16991781), valencia
no, historiador, erudito, autor
de un plan de estudios para la
universidad, que fracasó como
muchos otros. Mateo Aymerich
(17151799) jesuita, autor de
una Historia geográfica y natu
ral de Cataluña, y de algunos de
los primeros ensayos españoles.
Tomás Cerdá, (17151791) ya
mencionado. Antonio de Camp
many (17421813), político que
escribió acerca de su proyecto
de regeneración nacional basa
do en los valores tradicionales
catalanes. Félix Amat de Palau
(17501824), confesor de Carlos
IV, interesado en el fomento de
la industria catalana. Pedro Caro
i Sureda (17611811), mallor
quín, que fue Capitán General de
Cataluña y tuvo una presencia
destacada en Menorca en 1782,
Dinamarca en 1808, y viajó a
América, Rusia e Italia. Poseía
una magnífica biblioteca de más
de 18.000 volúmenes. Y otros
muchos.
Fig. 05_ Anales de Cataluña. Obra
de Narciso Feliu de Peña y Farel
Fig. 06_ Apéndice a las Costum-
bres Marítimas del Libro del
Consulado. Escrito por Antonio de
Campmany y Montpalau
073La Ilustración permitió que los
territorios españoles pudieran
comenzar un nuevo camino
que los acercó a las ciencias
y técnicas que Europa estaba
desarrollando, acabando con
un aislamiento que le había re
sultado nefasto en el ámbito
cultural, pero ello no se realizó
sin la pérdida de gran parte de
su influencia política y de su po
der como potencia cuyo imperio
había abarcado por primera vez
en la historia mundial, todos los
continentes. Desde la óptica
del siglo XXI, seguramente será
mayoría la que de por bien em
pleado el sacrificio.
Fig. 07_ Gregorio Mayáns i Siscar.
Fig. 08_ Félix Amat de Palau.
Fig. 09_ Pedro Caro i Sureda.
074 METROLOGÍA Y SISTEMAS DE COMPOSICIÓN GEOMÉTRICOS EN IGLESIAS PROYECTADAS POR LOS INGENIEROS MILITARES EN CATALUÑA DURANTE EL SIGLO XVIII.
075
Rafael Vila Introducción
Desde la realización de mi te-
sis doctoral Sobre los sistemas
geométricos de composición en
la arquitectura románica cata-
lana, siglos X-XII1 conservo una
querencia especial por compro-
bar la métrica y la existencia de
esquemas geométricos en las
planimetrías de los edificios que
caen en mis manos. Cuanto mayor
es su calidad arquitectónica más
fácil es resolver dicha búsqueda
porque casi siempre acostumbra
a detectarse la presencia del sis-
tema de medidas propio de cada
constructor o territorio donde se
ha construido el edificio así como
también la existencia de algún es-
quema más o menos pregnante
en la composición de sus partes.
El método más habitual de com-
posición es el ”Ad Quadratum”,
bien sea en su serie creciente o
decreciente o bien en sus mallas
aditivas. La escala de medidas
varia entre la “cana destre” en la
construcción catalana, la vara de
Burgos cuando los proyectistas
son castellanos o la “Toise y el
Pied du Roi” cuando existe algu-
na influencia francófona.
Durante la redacción del Plan Direc-
tor de Restauración del Castillo de
Figueres2 –insigne obra de los inge-
nieros militares de la Real y Militar
Academia de Matemáticas de Bar-
celona– observé que en las escalas
gráficas de los planos se indicaban
como unidades de medidas la vara
de Burgos, a veces comparada
con otra escala en toises3. Parale-
lamente, comprobé empíricamente
la existencia de esquemas regula-
dores en base al pentágono en la
composición global de la planta de
1 VILA 1986.2 VILA 2000.3 VILA 1986. Tomo III -Apéndice I, p.190. La “toise” también era conocida como
“verge”. Palabra que la relaciona más fácilmente con la vara castellana o la
cana catalana. Según la Chambers Encyclopedie el “Pied du Roi” de Carlomag-
no era igual a 1/2 “hashimi cubit” o 32.45 cm. Según la Enciclopedia Francesa
era igual a 144 “ligne” de pie romano, es decir 32.464 cm.
076 la fortaleza. Extremo habitual en to-
dos los tratados sobre arquitectura
militar abaluartada.
Cuando se decidió realizar un libro
sobre la obra civil de los ingenieros
militares de la citada Academia, me
pareció interesante analizar la posi-
ble presencia de ambos elementos
compositivos: unidades y esque-
mas geométricos en algunas de
las iglesias construidas por ellos en
Cataluña durante el siglo XVIII.
El Método de trabajo
La casi inexistencia de docu-
mentos gráficos o escritos que
evidencien la utilización de los
esquemas compositivos a lo
largo de la historia obliga a plan-
tear todas las comprobaciones
como hipótesis o como métodos
probablemente aplicados. Esta
circunstancia impide afirmar ca-
tegóricamente su aplicación en
las obras y remite al terreno de las
posibilidades y coincidencias. Esta
ausencia documental que lo prue-
be es realmente extraña en la obra
de los ingenieros militares, de los
que se conservan muchos planos
generales de sus obras pero muy
pocos de detalle y en ninguno de
ellos hemos sabido reconocer al-
gún esquema que precisará su
composición.
Por tanto y como ya se aplicó en
la tesis citada, el método es la
comprobación empírica de la exis-
tencia o no de la utilización de una
escala de medidas y de un siste-
ma de composición geométrico
en algunos edificios a partir de las
siguientes premisas:
La elección aleatoria de los edifi-
cios. La toma de medidas precisas
“in situ” y el dibujo afinado de los
planos. La comprobación de la co-
incidencia o no de relaciones entre
un esquema geométrico teórico,
reconocido, sencillo de entender y
fácil de replantear en obra o en el
taller de cantería en su época.
Dicha coincidencia no es exhaus-
tiva y sólo se considera cierta
cuando es exacta utilizando un
trazo fino. Se trata de evitar confir-
mar nuestras hipótesis mediante el
empleo de trazos anchos en pro-
porción al tamaño de impresión
del dibujo, que facilitan el “punto
gordo” que todo lo justifica.
Las obras escogidas
Entre las diferentes iglesias cons-
truidas en Cataluña durante el
siglo XVIII inicialmente se eligieron
para este estudio la capilla de la
Fortaleza de la Ciudadela y la igle-
sia de San Miguel del Puerto (Sant
Miquel del Port) en Barcelona y la
catedral nueva (Seu Nova) de Llei-
da. La primera es obra de Jorge
Próspero Verboom y las dos últi-
mas de Pedro Martín Zermeño.
Dicha elección se realizó tanto
por la importancia de las mismas
como de sus proyectistas, ya que
ambos fueron Directores Genera-
les de Ingenieros.
Para aproximarlas a otras obras
de su tiempo en Barcelona se ha
analizó también la fachada de la
iglesia de San Felipe Neri.
La determinación de la presencia
de la toesa (toise) en esta última
iglesia nos hizo pensar en la po-
sible participación del ingeniero
militar Alexandre de Retz en su
diseño.
Al comentarlo con los compa-
ñeros del grupo promotor del
presente libro, me animaron a
extender el estudio a la iglesia de
San Agustín nuevo (Sant Agustí
Nou) de Barcelona y a la iglesia
del castillo de San Fernando de
Figueres.
Por último, se ha incluido la fa-
chada de la antigua iglesia de
Santa Marta, trasladada en su día
a un edificio del recinto del Hos-
pital de la Santa Creu i de Sant
Pau.
Dado el carácter empírico y gráfi-
co del trabajo, el estudio no hace
ninguna incursión en la historia de
los edificios. No obstante a conti-
nuación se describe una pequeña
reseña de las obras en cuestión.
077 � La iglesia de la fortaleza
de la Ciudadela
Fue construida a partir de 1717 y
17294 según proyecto del Ingeniero
Director Jorge Próspero Verboom
y bajo la dirección del también in-
geniero militar Alejandro de Retz5
dentro del proceso general de las
obras de construcción de toda la
Ciudadela, concebida y dirigida por
el primero. En la construcción de la
misma intervino la empresa asentista
de Juan Bertrán6, familia muy ligada
a la construcción de iglesias barce-
lonesas entre otras obras de aquel
período.
Era una iglesia de una nave con cúpu-
la elíptica en el transepto. La fachada
es plana rematada por una potente
cornisa describiendo un semicírculo.
El paramento de fachada esta orde-
nado en tres partes por dos pilastras.
La parte central contiene un óculo y
un edículo con un pórtico de dos se-
micolumnas y un frontón triangular.
En su inicio, la iglesia estaba dentro
del perímetro rectangular que defini-
do por unos muros de cierre incluía
espacios para el cementerio y otras
edificaciones auxiliares. En 1928 el
arquitecto Pere Falqués7 transformó
en capillas los espacios exteriores
a la nave existentes entre los con-
trafuertes. Las fotos del archivo del
Servei de Patrimoni Arquitectonic
Local de la Diputación de Barce-
lona (SPAL) muestran la diferencia
existente entre el edificio antes y
después de la citada reforma8.
� La iglesia de San Felipe Neri
El oratorio de San Felipe Neri de
Barcelona es un centro espiritual
que tuvo un gran desarrollo entre
los siglos XVII y XVIII en Barcelo-
na. Por ello en los inicios de ese
último siglo decidieron ampliarlo y
sustituir su antigua iglesia por otra
mucho más grande. Después de
diversas vicisitudes lograron iniciar
las obras que se vieron interrumpi-
das por diferentes motivos además
de por la penuria económica.
Según Pi y Arimón9, la primera pie-
dra de la iglesia fue colocada el 18
de octubre de 1752. No obstante
Hernández-Cros10 sitúa su cons-
trucción entre 1748 y 1752 en la
ficha correspondiente a este edifi-
cio. Aunque en la misma ficha se
indica autor desconocido, tam-
bién se apunta que podría ser un
proyecto de Pedro Bertrán11 cons-
truido por Salvador Ausich i Font
(1703-1761). En cambio, Lapla-
4 MUÑOZ 2003, p. 59.5 MUÑOZ 2003, p. 65, nota 115.6 MUÑOZ 2003, p. 59.7 MUÑOZ 2003, p. 95.8 En el Archivo del SPAL de la Diputación de Barcelona hay fotografías del “Fons Vidal i Ventosa” de entre los años
1900-1910 que muestran la iglesia sin las capillas añadidas, que ya aparecen en las fotos de “Barcelona atracción” de
septiembre de 1934.9 PI Y ARIMÓN 185410 HERNÁNDEZ-CROS 1990, ficha 4911 MONTANER, 1990, p. 104 “Pere Bertran i Pahissa, membre d’una llarga dinastia de mestres de cases, nascut entre 1705
i 1710, i titulat el 1727 com a mestre del Gremi de Mestres de cases i Molers, formà una companyia estable de construcció,
mentre que fins llavors les companyies naixien i morien a cada obra concreta (ARRANZ, 1979). Aquesta Companyia de Pere
Bertran menor aconseguí estabilitzarse com a tal perquè tenia una continuïtat i una homegeneïtat d’encàrrecs, generalment
de la Intendència. Empedrar carrers, construir el Castell de Montjuïc, ampliar el Moll de Barcelona, aixecar el far, etc., foren
algunes de les obres realitzades per aquesta nova empresa de tal capitalista. La contracta més important fou la del Castell
de Montjuïc (vegeu I.3.10), que guanyà Pere Bertran –que constava com a arquitecte y paleta de Barcelona (DELA FRAGUA,
1970)- amb Marc i Raimon Ivern i Miquel Bosch com a fiadors.
Com dèiem anteriorment (vegeiu I.2.6.), l’ascensió de la menestralia es feia essencialment en tres passos generacionals.
És aquest el cas de la dinastia dels Bertran, en què Baltasar Bertran féu els primer previs, el seu fill Pere Bertran i Tap, mit-
jançant els assentament d’obres de fortificació, realitzà el pas endavant d’acumular capital i Pere Bertran i Pahissa consolidà
l’ascensió social i l’empresa edificadora (ARRANZ, 1979)”.
078 na12 la establece en cuatro etapas
que se extienden entre 1721 y
1752. Este autor adjudica la pater-
nidad de la obra a Pedro Bertrán
en base a una dádiva que hace a
favor del oratorio con fondos que
debía recibir de sus trabajos rea-
lizados en la obra de la Ciudadela
y mediante el contrato de obras
firmado establece a Salvador
Ausich como el constructor de
la última fase de la construcción
de la nave de la iglesia. Si bien
el mismo contrato le obligaba a
proseguir la obra respetando la
calidad y las dimensiones de la
parte ya realizada. Josep Mora
Castellà13 la atribuye a Alexandre
de Retz.
La Iglesia tiene una nave de cua-
tro tramos con capillas laterales
intercomunicadas, crucero con
cúpula y un presbiterio profundo
con ábside. Dos esbeltas pilas-
tras ordenan la fachada en tres
cuerpos. El central está remata-
do por una cornisa prominente
que describe media circunferen-
cia y se apoya en aquéllas. En
su parte baja hay un pórtico muy
ornado, rematado con una horna-
cina con una imagen y dos jarras
flamígeras. Los dos cuerpos la-
terales prácticamente carecen
de elementos esculpidos. Están
rematados por sendas curvas,
partes de una voluta incompleta.
Cada uno contiene una puerta y
una ventana, ambas de reducidas
dimensiones.
� La iglesia de Santa Marta
de Barcelona
Actualmente sólo se conserva
la fachada de esta iglesia edi-
ficada en el mismo período que
las otras en Barcelona. La causa
de su destrucción fue la apertu-
ra de la Vía Layetana en 1912,
que supuso una operación de
“esventramento” urbanístico im-
portante sobre el casco antiguo
barcelonés. La construcción en
dicho momento del conjunto del
nuevo Hospital de la Santa Creu i
Sant Pau juntamente con la pre-
ocupación de algunas personas
permitió salvar y conservar su
fachada.
La misma guarda similitudes for-
males con de la San Felipe Neri y
por su frontón curvo se mueve en
la línea de influencia de la iglesia
de la Ciudadela. Aunque desco-
nocemos su autor.
� La iglesia de San Agustín
Nuevo (Sant Agustí Nou)
Como a otros barceloneses la
construcción de la Ciudadela y la
influencia de sus zonas polémicas
obligó a los padres agustinos a
abandonar su convento al verse
en la tesitura de demoler parte
del que tenían si deseaban per-
manecer en su antiguo cenobio.
La ubicación del nuevo se eligió
después de un largo proceso en el
que el ingeniero Alejandro de Retz
tuvo que hacer varias propuestas
de nuevas situaciones hasta que
se decidió que se construyese en
unos terrenos de las calles Hospi-
tal y San Pablo. Pi y Arimón en la
obra citada14 indica que el arqui-
tecto barcelonés Pere Bertrán fue
encargado de dirigir las obras. El
12 de diciembre de 1728 se puso
la primera piedra y el 30 de di-
ciembre de 1750 se bendijo la aún
inacabada exteriormente nue-
va iglesia, En su estudio Josep
Mª Martí i Bonet15 cita al mismo
como arquitecto de las obras sin
hacer ninguna distinción entre el
12 LAPLANA 1978, p. 98 y ss.13 MORA 2004.14 PI Y ARIMÓN 1854, p. 507: Pedro Bertrán es citado por como el arquitecto que desarrolló el proyecto del ingeniero
Alejandro de Retz para San Agustín nuevo. Sin embargo, Ainaud 1947 p. 211 se refiere al mismo como maestro de
obras.15 MARTÍ; JUNCA; BONET, 1990.
079proyecto y la dirección. Pere Ber-
trán fue enterrado en San Agustín
y se colocó un retrato suyo en su
memoria. No obstante Triadó16
escribe que Bertrán redujo un
proyecto inicial de Alexandre de
Retz.
El templo, que tiene una fachada
inacabada -obra de Pere Costa
del año 1735- es uno de los más
grandes de Barcelona. Consta de
un nártex y cinco tramos com-
puestos por una gran nave central
y otras dos laterales de menor di-
mensión con capillas laterales, el
crucero con transepto y el pres-
biterio. Cubierta con bóvedas,
tiene una importante cúpula oval
con linterna en el crucero y sen-
das cupulitas similares también
con linterna en las capillas latera-
les. En el siglo XIX se transformó
el presbiterio y en el siglo XX se
restauró muy austeramente tras
el incendio provocado que sufrió
durante la Guerra Civil.
� La iglesia de San Miguel
del Puerto (Sant Miquel
del Port)
La construcción de la Ciudadela y
el consiguiente derribo del barrio
allí existente –morada de muchas
personas relacionadas con las ar-
tes de la pesca y de la marina–,
conllevaron que años después
se procediera a la construcción
del barrio de la Barceloneta. La
iglesia del mismo fue dedicada a
San Miguel Arcángel y construida
entre 1753 y 1755, según proyec-
to del Teniente Coronel Ingeniero
Jefe Pedro Martín Zermeño y la
dirección del arquitecto barcelo-
nés Damià Ribas y el ingeniero
Francisco Paredes 17, 18.
Según la describe Pi y Arimón19,
la iglesia era un cuadrado perfec-
to de 21 y 1/3 de vara, definido
por una cúpula central apoyada
en cuatro pilares. Aunque hoy en
día es una iglesia de 3 naves de 5
tramos, con un cuerpo de entrada
a modo de nártex, separado de
la nave por un muro. Encima del
mismo está el coro. Su fachada
está muy influenciada por las co-
rrientes italianas. Consta de dos
niveles. El primero ocupa todo el
frente del edificio. Está ordenado
con cuatro dobles columnas so-
bre pedestal que enmarcan las
tres puertas de entrada. El supe-
rior sólo ocupa el cuerpo central
correspondiente a la nave prin-
cipal. Repite el juego de doble
pilastra que enmarca la hornacina
central, rematado por un frontón
triangular y flanqueado por sen-
das volutas que descansan sobre
la continuidad del basamento que
remata todo el nivel inferior. Dos
estatuas puntuaban las dobles
columnas extremas. La reforma
y ampliación de Elías Rogent en
1863, la transformó en una iglesia
de tres naves diáfanas de 5 tra-
mos con columnas cuadriformes
cilíndricas más el ámbito de en-
trada. Se prolongó el sistema de
bóvedas existente y se añadió
una segunda cúpula en el cuar-
to tramo central que crea una
extraña sensación interior. Poste-
riormente en 1912 fue restaurada.
En 1936 fue incendiada y nueva-
mente restaurada.
� La catedral nueva de
Lleida (Seu Nova)
Análogamente al caso anterior, Fe-
lipe V ordenó la transformación de
la catedral románica de la ciudad
de Lleida en fortaleza abaluartada
debido a su situación encima de
la colina que domina la ciudad. El
Cabildo catedralicio tuvo que tras-
ladarse a la iglesia de la Compañía
de Jesús y más tarde a la iglesia
parroquial de San Lorenzo. Des-
pués de 53 años y de pasar los
16 TRIADÓ, 1984.17 COLL, 1755 y PI y ARIMON, 1854. p. 515. 18 CAPEL; SÁNCHEZ; MONCADA. 19 PI Y ARIMÓN, 1854, p. 515
080 reinados de Felipe V y Fernando
VI, fue Carlos III que en el 14 de
abril de 1760 acepto subvencionar
la construcción de la nueva cate-
dral a cambio de la renuncia a la
antigua. Se encargó a Pedro Mar-
tín Zermeño el proyecto que firmó
el 27 de diciembre de 1760. El 15
de abril de 1761 el Obispo Manuel
Macías Pedrejón puso la prime-
ra piedra20. Según apunta Josep
Mora Castellà en 1764 Zermeño
fue sustituido en las obras por Jo-
sep Prats i Delorte21. En cambio
Argelet22 obvia este extremo y es-
cribe que la dirección de las obras
fue a cargo de Francisco Sabatini
–arquitecto e ingeniero militar de
Carlos III y Carlos IV – y en parte
de maestros de obras. Hasta su
consagración al culto en 1781, el
proyecto sufrió diversas modifica-
ciones: ajuste al terreno, supresión
de la cúpula, ajuste funcional de
los cuerpos anexos, cambios en
la fachada principal y en algunos
acabados interiores. Tras el incen-
dio a que fue sometida en 1936,
estuvo en reconstrucción y res-
tauración durante el período entre
1942 y 195823.
La planta sigue un esquema tra-
dicional de catedral de tres naves
y capillas entre los contrafuertes,
compuesta de nártex, cuatro tra-
mos, crucero, presbiterio y girola
con deambulatorio, a su vez con
capillas en su perímetro exterior.
La fachada consiste en una porti-
cada de tres vanos que da acceso
a un porche cubierto flanqueado
por dos torres.
El proyecto inicial de Zerme-
ño planteaba una fachada con
dos niveles y dos torres de tres
niveles. El cuerpo central se
componía de un primer nivel de
tres huecos con un orden corin-
tio de doble pilastra y de un nivel
superior de un solo tramo central
con un orden menor de cuatro
pilastras corintias. Estaba rema-
tado por un frontón con una cruz
y dos estatuas y completado
con dos extrañas volutas latera-
les de doble tramo. El proyecto
fue amputado suprimiéndose el
nivel superior y dejando reduci-
da la fachada al nivel inferior en
su parte central y a dos niveles
en las torres laterales. El cuerpo
ornamentado superior previsto
fue sustituido por un pequeño
remate con el escudo episcopal
integrado en una balaustrada co-
rrida que remata toda la fachada.
El resultado produce la sensa-
ción de una obra inacabada, ya
que la solución realizada parece
impropia de la fachada principal
de una catedral.
� La iglesia de la fortaleza
de San Fernando de Fi-
gueres
Actualmente inacabada era el edi-
ficio que debía presidir la plaza de
armas del castillo, colocado en
el lado de poniente del eje trans-
versal de aquella enfrentado a la
casa del Gobernador. El proyecto
inicial fue obra de Pedro Martín
Zermeño dibujado en 1760, aun-
que posteriormente hubo otros
dos que lo modificaron ligeramen-
te. En 1766 hay un plano de Jorge
de Sicre que dibuja una fachada
interior muy floreada en tanto que
la parte de la obra realizada es
mucho más clasicista y contenida
en su ornamentación. La planta
es concéntrica con una nave ova-
lada dispuesta transversalmente
al eje principal de la iglesia. El pa-
sillo deambulatorio da acceso a
cuatro capillas amén del ábside y
a dos espacios en las esquinas de
poniente destinados a sacristías.
Todo el conjunto de la iglesia que-
20 HERNÁNDEZ-CROS, J. E. 1990, ficha 5421 VILÀ, Frederic 1991, p. 26-34 y ss. ; Triadó 1984, p. 166. Este autor también cita la participación de Francesco
Sabatini en la dirección de las obras, como ingeniero del Rey.22 ARGELET / JOMET / LLOP / FERNÁNDEZ, 2004, p. 70 23 MORA 2004, p. 294
081daba integrado en el edificio de
pabellones del que formaba parte
y únicamente hubiera sobresalido
del mismo parte de la cúpula que
cubría su espacio central, pro-
yectada a prueba de bomba. El
pórtico de acceso de tres vanos
de su fachada de levante quedaba
integrado en el paso aporticado
que bordea todas las edificacio-
nes de los frentes principales de
la plaza. Hoy en día solamente
están construidos sus muros y
pilastras sin llegar las líneas de
molduras que definían el espacio
de la nave en el proyecto.
Aspectos métricos y compositivos
La planimetría que se acompa-
ña ha sido realizada a partir de la
toma de medidas in situ. A partir
de las ellas se han dibujado los
planos. En lo que se refiere a las
fachadas, se han tomado una
serie de medidas con medidor
“láser” y se ha completado el res-
to del levantamiento mediante la
interpretación de los despieces
de los sillares y de las relaciones
entre las partes de las fotografías
tomadas o encontradas en ar-
chivos históricos. Las partes que
consideramos como ciertas se
han distinguido del resto median-
te un color diferente.
Aunque una de las principales
conclusiones de este estudio, nos
parece interesante exponerla aho-
ra para facilitar entender el porqué
de los diferentes gráficos que se
acompañan a continuación.
El estudio de las 6 iglesias anali-
zadas nos ha permitido entender
que hay dos líneas de actuación
similares pero que se diferencian
entre ellas en la unidad de medida
y en la complejidad del esquema
geométrico que las rige, amén del
concepto arquitectónico que las
promueve.
Una línea la constituyen las igle-
sias de la Ciudadela, de San
Felipe Neri y de San Agustín,
obras sobre las que de una ma-
nera más o menos directa se
encuentra la mano de Alexandre
de Retz. La otra la constituyen las
tres iglesias proyectadas por Pe-
dro Martín Zermeño.
Amén de sus diferencias, los
proyectistas empleaban un mé-
todo de diseño general que se
basaba en establecer un rec-
tángulo general que controlaba
la globalidad del proyecto. Una
vez definido el mismo en base
a la unidad de medida propia
de cada uno, determinaban un
módulo de trabajo de una mane-
ra aleatoria y diferente en todas
ellas. Este módulo correspondía
con la mitad del ancho del fuste
de las columnas o pilastras que
definen las fachadas o los arcos
fajones interiores y un múltiplo
suyo prefijaba el intercolumnio
de aquéllos. El siguiente paso
era crear un esquema geométri-
co que regía el conjunto de las
partes de las iglesias mediante el
uso del cuadrado o de su círculo
inscrito y a veces del circunscri-
to – mallas Ad Quadratum - , que
en el caso del ingeniero flamenco
incorporaba el triángulo equiláte-
ro como elemento determinante
de la relación entre el ábside y el
crucero.
� Iglesia de la fortaleza de la
Ciudadela (1717-1729)
A partir del estudio de las medidas
tomadas se ha podido compro-
bar que la métrica utilizada fue
la basada en la “toise”, toesa,
como unidad de medida. Dicha
unidad de procedencia france-
sa era la longitud de 6 “Pieds du
Roi” de 32,45 cm, por lo que me-
día 194,70 cm. Este extremo que
parece lógico dada la proceden-
cia del ingeniero Jorge Próspero
Verboom y apuntado por J. M.
Corbalán en la obra citada, queda
confirmado por su estricta aplica-
ción en la definición de la trama
Ad Quadratum aditiva que define
la planta y en cuanto a las líneas
básicas que determinan la sec-
ción interior del templo.
El cuadrado de la trama tiene un
lado de 5 toesas (973,5 cm).
082
La traza general de la igle-
sia sigue el siguiente esquema
geométrico:
PLANTA
I – Rectángulo general en propor-
ción 1:2 formado por una trama de
10·20 toesas, subdividida en 36·72
módulos de 5/3 P.d.R. = 10 pulga-
das = 54,08 cm.
Se define un círculo de 16 mód.,
que genera el radio del ábside, me-
diante la división de la longitud total
por cuatro partes y media = 72/4,
5 = 16
Se establece un intercolumnio de
12 módulos incluidas pilastras de 2
módulos de ancho de fuste, resul-
tado de dividir 72/6 = 12.
II - A partir del centro del primer
círculo se genera el triángulo equi-
látero de base 10 toesas.
Apoyado en su base se define un
cuadrado de 20 módulos (16 mód.
+ 2 fustes de 2 mód.) que define
el crucero y en consecuencia, los
dos brazos del transepto resultan
de 8 módulos. En dicho cuadrado
de dibuja una elipse inscrita de eje
mayor su lado, es decir 20 mód., y
de eje menor 16 mód.
RELACIÓN ENTRE LA PLANTA
Y LA SECCIÓN DE LA NAVE Y
DE LA CÚPULA
Las dimensiones principales de la
sección resultan del abatimiento
de la misma respecto al eje trans-
versal del crucero.
Fig. 01_ Esquema fase, iglesia de la
fortaleza de la Ciudadela.
083
Así la altura de la bóveda que-
da definida por la distancia que
hay entre el centro del crucero y
el zénit del ábside. La altura de
la cúpula queda definida por la
distancia que hay entre el centro
del crucero y la base de la trama
geométrica de la planta.
RELACIÓN DE LA FACHADA Y
LA PLANTA
El diagrama que define el crucero
controla las dimensiones genera-
les de la fachada.
El vértice del triángulo determina
la base de la parte más volada de
la cornisa. El eje menor de la elip-
se establece la línea equivalente a
la anterior en los cuerpos laterales
y la parte superior del basamento
del pórtico. El eje mayor de la elip-
se determina la altura de la puerta
de entrada.
La base de los primeros cua-
drados de la trama general
corresponde al centro del círculo
del frontón superior del conjunto.
La tangente en la parte inferior de
la circunferencia define el arqui-
trabe del pórtico
El rosetón está definido como
el círculo inscrito en el triángu-
lo principal con su base sobre la
misma línea que el centro del cír-
culo citado.
El templete, formado por dos
semicolumnas y un frontón trian-
gular, está compuesto siguiendo
el orden dórico según los cáno-
nes de Vignola, utilizando el PdR
como módulo de proporción. La
Fig. 02_ Esquema fase II, iglesia de
la fortaleza de la Ciudadela.
084
Fig. 03_ Esquema que relaciona
la planta y la sección, iglesia de la
fortaleza de la Ciudadela.
085
Fig. 04_ Esquema que relaciona
la planta y la fachada, iglesia de la
fortaleza de la Ciudadela.
086 columna tiene un diámetro de 2
módulos y una altura de 16 mó-
dulos desde bajo el basamento
hasta encima del capitel. Incluso
su pedestal hace perfectamente
3 módulos, es decir 1/2 toesa.
En cambio, según las mediciones
tomadas resulta un intercolumnio
de 13 módulos y 1/6 de PdR.
Este desfase de 1/6 de PdR, que
rompe la relación horizontal de
las medidas del edificio con la
trama teórica, es consecuencia
del deseo de separar la moldura
guardapolvos de la puerta de en-
trada del pedestal de las citadas
columnas, dado que el ancho de
aquella es justamente 10 módulos
(324 cm igual a 10 PdR). De don-
de resulta que 10 módulos más 2
veces 1 1/2 módulo de las semi-
columnas y los semipesdestales
dan un total de 13 módulos. Por
tanto el 1/6 de PdR restante es la
suma de los dos espacios exis-
tentes entre el guardapolvos y el
pedestal 2·2.7 cm equivalente a 1
pulgada o 12 puntos.
Las comprobaciones descri-
tas nos permiten afirmar que
efectivamente en la iglesia de la
Ciudadela J. P. Verboom utilizó la
escala de medidas en base a la
“Toise” de una forma sencilla pero
indirecta para ir estructurando las
diferentes partes de su obra.
Plantea un doble rectángulo es-
tático de proporción 1:2, que
controla la globalidad de la obra.
Utiliza múltiplos de 3: 3, 4.5, 6
para obtener las partes, Crea un
módulo de 5/3 PdR como sub-
múltiplo de aquél y resuelve todas
las partes entorno al número 16
con múltiplos de 2: 2, 8,16, 20.
La solución interior toda ella ma-
terializada en piedra presenta un
trabajo muy exquisito en cuanto
la elaboración de las molduras de
sus cornisas, especialmente las
superiores, que contrasta con la
austeridad del tratamiento de las
basas de las pilastras. Todo ello
transpira un cierto aire de clasi-
cismo francés
A nivel de lenguaje plantea una
gran dicotomía entre la planta y
la fachada. La potente cornisa
que remata el edificio unificaba
un conjunto diverso interiormen-
te. Diversidad que exteriormente
sólo se apreciaba muy sutilmen-
te por las pilastras centrales que
marcaban la diferencia entre la
nave del templo y los espacios
anexos. La simplicidad de la
formalización da al edificio una
monumentalidad que sus dimen-
siones no tienen realmente, como
se podrá ver más adelante cuan-
do se compare con la fachada de
la capilla de San Felipe Neri. Así
mismo la singularidad formal del
edificio lo hace extraño en el con-
texto catalán y probablemente
español. Su abstracción geomé-
trica ha hecho que ciertos autores
la definan como de incipiente
clasicismo francés24. Incluso en
nuestra opinión guarda cierto
parecido con la posterior forma-
lización de Ledoux para la casa
de los directores del Loue25. No
obstante, como apunta Muñoz
Corbalán, el origen deberíamos
buscarlo en la iglesia de Saint
Marie de la Visitation de París.
Obra de François Mansart cons-
truida entre 1632 y 163426. Si J.
P. Verboom se inspiró en ella, la
simplificó tanto que hace abso-
lutamente buena las reflexiones
que sobre la iglesia parisina es-
cribió Chistian Norberg-Schulz en
su libro Arquitectura barroca: “La
fachada está concebida como
un gran arco donde se inserta
un edículo pequeño. El esquema
sencillo y unificado satisface las
intenciones fundamentales de
24 VIDLER, 1994, p. 131. Incorpora un grabado de Edic. Ramée, lám 110, dibujado en torno a 1748 en el que se aprecia
una casa con una silueta parecida a la iglesia de la Ciudadela.25 MUÑOZ CORBALÁN, 2003, p. 93.26 NORBERG-SCHULTZ, 1979, p.138
087
27 La distancia entre los fustes de las pilastras de la fachada es de 5 toesas
(973.5 cm nominal por 975 cm medido) en tanto que la distancia entre el ancho
exterior de los mismos es de 6 toesas (1168 cm nominal por 1169 medido).
Por tanto la anchura de las pilastras exteriores de 1/2 toesa (97 cm nominal y
medido).
las fachadas barrocas, pero con-
trasta con la complejidad de las
fachadas romanas de entonces.”
� La Iglesia de San Felipe
Neri (1721-1752)
La aproximación a esta iglesia
se realizó inicialmente mediante
el estudio de algunas medidas
de su fachada27. Su coincidencia
con unidades de toesas despertó
nuestro interés hacia ella pues-
to que sugería la intervención
de Alexandre de Retz en un gra-
do más o menos decisivo en su
trazado. Posteriormente se com-
pletó la toma de datos de todo el
interior.
Esquema geométrico director
del trazado:
PLANTA
I - Rectángulo general en propor-
ción 5:8 formado por una trama
de 12.5·20 toesas, subdividida en
100·62 1/2 módulos de 6/5 PdR
38,94 cm.
Se establece un intercolumnio de
12 1/2 módulos incluidas pilas-
tras de 2 módulos de ancho de
fuste (100 mód./8). Ésto equivale
a dividir en 2 partes el rectángulo
inicial. Una para la cabecera de la
iglesia y otra para la nave.
Se establece un cuadrado de 26
1/2 módulos que define el cruce-
ro, situado a 22 1/2 módulos del
inicio de la trama. A esta suma si
Fig. 05_ Esquema de la planta,
iglesia de San Felipe Neri
088
se le añade el módulo del fuste de
la pilastra resulta 50 mód.
II - Sobre el citado cuadrado se
define un triángulo equilátero
hacia la parte del ábside. La dis-
tancia entre su vértice y el inicio
de la trama establece el radio de
una circunferencia que determina
la trama de las naves.
Esta trama se articula sobre un
cuadrado general que contiene
16 circunferencias o sus cuadra-
dos circunscritos. Las dos hileras
centrales establecen el ancho
entre muros de la nave central y
las dos extremas el ancho entre
aquellos y los muros exteriores de
las capillas laterales.
El transepto se determina
mediante la adición de dos
rectángulos de 18 1/2·26 1/2 mó-
dulos yuxtapuestos al cuadrado
del crucero.
RELACIÓN ENTRE LA PLANTA
Y LA SECCIÓN DE LA NAVE
Nuevamente si se abate y se co-
loca la base de la sección sobre
la base del cuadrado generador
del esquema director, la altura de
la bóveda de la nave y de las del
transepto coinciden con el centro
de la circunferencia del ábside.
Aunque no hay una coincidencia
total, la altura de la cúpula parece
regida por el zénit del ábside.
Fig. 06_ Esquema que relaciona la
planta y la sección, Iglesia de San
Felipe Neri
Fig. 07_ Esquema que relaciona la
planta y la fachada, Iglesia de San
Felipe Neri
089
28 Ver nota nº 11, que explica la saga familiar de este constructor.
La altura bajo la parte volada de
la cornisa principal la determina el
cuadrado generador del crucero
RELACIÓN ENTRE LA FA-
CHADA Y EL ESQUEMA DE
COMPOSICIÓN
La altura de la fachada está de-
terminada por el diagrama de la
cabecera de la iglesia completado
con la circunferencia circunscrita
al cuadrado principal.
El frontón curvo responde a la
planta del ábside. Sus extremos
horizontales quedan establecidos
por la superposición de tres cir-
cunferencias de la subtrama.
El centro del cuadrado principal
establece la parte superior del en-
tablamento del pórtico. El círculo
de la trama general establece la
altura de la hornacina y el dintel
de la puerta de entrada.
La distancia entre el centro del
cuadrado y la base de la circun-
ferencia del frontón define al
arranque de los contrafuertes cur-
vos de los cuerpos laterales, así
como el radio de los mismos.
La composición parte de un rec-
tángulo general 5/8 en base a
toesas y, además de rectángulos,
interviene un triángulo equilátero.
Sistema similar al utilizado en la
Ciudadela.
De este estudio se colige que
todo el proyecto de la iglesia de
San Felipe Neri (1721-1752) fue
realizado por alguien que utilizaba
la toesa como unidad habitual de
trabajo. Lo que implica que era in-
geniero militar procedente de los
Países Bajos o era alguien que se
había acostumbrado a trabajar
con ellos.
Es curioso comprobar que si bien
en el interior la presencia de la
toesa es indirecta y no aprecia-
ble en cambio en la fachada es
evidente. La curiosidad procede
de que la fachada es uno de los
últimos elementos construidos
y en su realización intervinieron
otros artistas amén del arqui-
tecto S. Ausich. Entre ellos se
cita al escultor y arquitecto Pere
Costa que también intervino en
Sant Agustí Nou, donde la media
toesa es la medida del fuste de
las pilastras.
La única referencia que hemos en-
contrado como posible autor es la
de Pedro Bertrán28. Este arquitec-
to o maestro de obras barcelonés
había trabajado con el ingeniero
Alejandro de Retz en el proyecto
de Sant Agustí nou entre 1727-
1750. Identificar exactamente el
autor y su profesión es un tema
interesante que se escapa del al-
cance de este trabajo.
Otra observación del esquema
empleado en el que también in-
terviene un triángulo equilátero
que se aparta de la tradicional
malla Ad Quadratum nos indica
que estamos ante un experto y
culto constructor, que conocía
la importancia de los esquemas
geométricos como control formal
de los proyectos. Por ello pen-
samos que seguramente la traza
sería de Alexandre de Retz, si bien
probablemente no intervino en la
ejecución por cuanto la definición
de las molduras contrasta por su
tosquedad con la finura y elegan-
cia de las correspondientes de la
Ciudadela.
� La iglesia de Santa Marta
(17?)
De ella sólo hemos podido ana-
lizar la fachada por cuanto es el
único elemento que se conserva
de la misma.
El esquema de su composición se
basa en un doble cuadrado de 4·8
toesas que define el intercolum-
nio de las pilastras principales de
090
la fachada y la máxima altura de
la misma.
El módulo de composición
determinante del fuste de las
pilastras citadas es de 9/8 de
PDR = 36.5 cm. Equivale a 1
y 1/2 de toesa dividida en 8
partes.
La división de la altura total en
tres partes establece el cuadra-
do que define las columnas y las
pilastras del pórtico de entra-
da. El tercio superior determina
la base del guardapolvos del
rosetón.
La subdivisión del cuadrado
citado define el rosetón, las
pseudovolutas laterales y la or-
namentación del tímpano del
pórtico de entrada.
ESQUEMA COMPOSITIVO DE
LA FACHADA DE SANTA MARTA
La presencia de la toesa como
unidad de medida indica clara-
mente la autoría o influencia de
un ingeniero militar en el dise-
ño de la obra. Probablemente
Alexander de Retz o de algún
constructor catalán que hubiese
trabajado con él. El rigor en la
composición geométrica sugiere
la intervención de una persona
ilustrada.
La iglesia de Sant Agustí
nou (1727-1750)
Como se ha citado anteriormente
esta iglesia fue también construi-
da en base a la unidad de medida
Fig. 08_ Esquema compositivo de
la fachada de Santa Marta trasla-
dada al hospital de “Sant Pau i de la
Santa Creu”. Barcelona
091
de toesa, que se presenta direc-
tamente en el ancho de los fustes
de sus pilastras.
El esquema geométrico que la
rige es muy sencillo y se basa en
una malla aditiva de rectángulos:
LA PLANTA
Se plantea un rectángulo de 17
toesas 1/2 por 27 toesas 1/2 .
Se divide en 70·130 partes, de
donde resulta un módulo de 1/2
de toesa = 48.64 cm. El ancho del
fuste de la pilastra es de 2 mód.
equivalente a 1/2 de toesa.
Se define el intercolumnio de 13
mód. (130/10) y el ancho de nave
entre muros de 30 mód. (30/70).
Se establece una malla aditiva de
una serie de tres rectángulos de
20·13 + 30·13 + 20·13.
Se repite este conjunto 6 veces
determinando la base del tran-
septo. El mismo se define con
dos elementos de la misma serie,
si bien con el rectángulo central
de 31·13 y los dos laterales de
19.5·13 mód. El presbiterio se
plantea mediante la repetición
de dos rectángulos tipos centra-
les de 30·13 mod.
El radio del ábside es de 15 mód.
Las capillas laterales tienen un
ancho entrando de 11 mód. y un
fondo de 7 y 1/2 mód. Sus mu-
ros son de 2 mód. y la distancia
de los mismos al arco del pasillo
lateral son 6 y 1/2 mód.
Fig. 09_ Esquema de la planta, igle-
sia de San Agustín nuevo
092
Fig. 10_ Esquema que relaciona la
planta y la sección, iglesia de Sant
Agustí Nou.
093
Fig. 11_ Esquema que relaciona la
planta y la fachada, iglesia de Sant
Agustí Nou.
094
Fig. 12_ Esquema de la planta,
iglesia de Sant Miquel del Port.
Fig. 13_ Esquema que relaciona la
planta y la sección, iglesia de Sant
Miquel del Port.
095RELACIÓN ENTRE LAS SECCIO-
NES DE LA NAVE Y LA PLANTA
Abatiendo y apoyando la sección
de la nave sobre la base del cru-
cero, la altura de la bóveda queda
definida por la profundidad del
ábside.
Si la sección de la cúpula se apo-
ya en el eje del crucero, la altura
de la misma se aproxima a la lon-
gitud de la nave.
RELACIÓN DEL PÓRTICO DE
ACCESO Y EL MODULAJE
El hecho de estar incompleto,
sólo hay parte de la planta baja,
dificulta determinar el proceso
compositivo del mismo.
No obstante la aplicación del
mismo sistema modular del in-
terior proporciona los siguientes
datos:
La altura desde el pavimento in-
terior a encima de la cornisa es
de 15 módulos. Posiblemente
el nivel exterior sería un módulo
más abajo, de forma que se re-
cupera la relación de 13 módulos
del intercolumnio interior.
El listelo del entablamento está a
22 mód.
La imposta del arco a 10 mód. y
1/2 y la parte inferior de la moldu-
ra correspondiente a 10 mód.
El basamento de las pilastras está
a 5 mód. y 1/2.
Como veremos más adelante en
cuanto al esquema de la cate-
dral de Lleida resulta que las dos
iglesias de mayores dimensiones
estudiadas se rigen por trazados
de una gran simplicidad. Una vez
determinado el módulo, la planta
es una repetición de una trama
muy sencilla.
Su métrica y la manera de resol-
ver el crucero la hacen hermana
de las dos anteriores. Parece que
la presencia del ingeniero flamen-
co se impone en el diseño del
proyecto. En cambio en la eje-
cución nuevamente la solución
de las molduras se aparta de las
líneas marcadas por los cánones
clásicos y aportan elementos ex-
traños o inhabituales, que podrían
ser simplificaciones de las exqui-
sitas perlas de la primera iglesia
estudiada.
� La iglesia de Sant Miquel
del Port (1753-1755)
A pesar que la iglesia fue amplia-
da por Elias Rogent en 1863 aún
es posible encontrar las huellas
de la vara de Burgos en el con-
junto del edificio. Esta primera
observación aunque se aparta de
los ingenieros militares, apunta el
respeto que hacia la composición
y a la modulación tuvo el arquitec-
to reformador de la obra.
El proyecto de Pedro Mar-
tín Zermeño fundamentó su
traza en los siguientes esquemas
geométricos:
LA PLANTA
I - Rectángulo general exterior de
20·30 varas. Establece un módu-
lo resultante de fraccionar 9 varas
en 20 partes.
II – A fin de crear una luz libre entre
columnas de 8 varas29 establece
un intercolumnio de 19 módulos y
1/2 que define el crucero y la base
de la cúpula. En función del mismo
y mediante la razón √2 determina
el cuadrado complementario de
14 mód. para las naves laterales,
29 COLL, 1755, p. 19-22. Describe las dimensiones de la obra: Fachada 2 niveles. Inferior 24 ancho por 11 varas, 1 pie y
6 pulgadas. Superior 10 varas y 6 pulgadas de altura. Anchura puertas: principal 2 varas y 2 pies, secundarias – 2 varas.
Planta interior 21 varas y un pie. Altura columnas – cornisa incluida – 9 varas 1 pie y 10 pulgadas. Rebanco superior. 2
1/2 pies de altura. Ábside oval – 8 varas ancho y 6 varas fondo. – Sacristía 6 varas 1 pie de ancho 4 varas y 6 pulgadas
latitud. El pórtico consta de 4 varas por 17 varas + 2 pies, incluye escalera subida al coro.
096 de forma que genera un cuadrado
general interior de 47 mód. y 1/2
[(1+1√2+1)·19 1/2=47]. El nártex
se definen mediante la disposición
del mismo cuadrado de 14 mód.
RELACIÓN ENTRE LA PLANTA
Y LA SECCIÓN DE LA NAVE
Si se coloca la base de la sec-
ción sobre la tangente al fuste
que separa la nave del nártex,
la altura de los arcos que sus-
tentan la cúpula coincide con la
cara superior del cuadrado que
define la planta y la altura de la
cúpula con el extremo superior
de la trama.
RELACIÓN ENTRE LA FA-
CHADA Y EL ESQUEMA DE
COMPOSICIÓN
La fachada se inscribe en un
cuadrado de 53·53 módulos,
compuesto mediante la adición
de dos cuadrados de 19 mód. y
1/2 -elemento rector de la plan-
ta- y un rectángulo de 14·19,5
mód. -elemento complementario
del anterior-. Mismos elementos
del interior combinados al revés
[(1√2+1+1√2)·19 1/2=53].
El eje central horizontal coincide
con la moldura del basamento del
piso superior.
Horizontalmente, la relación de
los dos cuadrados define la po-
sición de los grupos de dobles
columnas de la planta baja y por
ende las del cuerpo superior.
Verticalmente los cuadrados
grandes puestos en las esqui-
nas superior e inferior definen
con su lado opuesto el plafo-
nado de planta baja y la parte
superior de la barandilla en el
piso superior.
La altura de la columna desde su
basa hasta encima capitel es de 16
mód. La correspondiente entre la
misma basa y la parte superior de la
cornisa de planta baja es de 20 mód.
Dimensión igual a 9 varas – genera-
dora del modulaje del edificio -.
Un cuadrado de 25 mód. define
el conjunto del pórtico central
flanqueado por un doble juego
de columnas. El mismo cuadrado
controla el correspondiente a la
planta superior.
El círculo de 9 mód. y 1/2 dibujado
en el centro de la figura determina
la posición de la cabeza de la es-
tatua de la hornacina y la altura del
frontón de la puerta de entrada.
La parte inferior del mismo está a
14 mód. de altura, mientras que
la correspondiente a los frontones
curvilíneos de las puertas laterales
está a 10 mód., misma altura que el
zénit del arco de la puerta principal.
El resto de las líneas importan-
tes salen del juego de dichos
cuadrados.
De estas medidas se comprueba
que tal como explica Pi y Ari-
món30, la iglesia inicial tenía una
planta cuadrada. No obstante él
apunta que era de 21 1/3 vara y
resulta que es de 21 1/2 vara de
lado.
Toda la geometría del conjunto
está regida por el cuadrado y sub-
dividida por cuadrados armónicos
entre sí en función de la razón √2.
El juego compositivo utiliza dos
cuadrados iguales tanto en plan-
ta como en fachada pero con dos
combinaciones diferentes. A par-
tir de ellos todas las partes de la
fachada guardan relación entre sí.
Nuevamente, se comprueba la uti-
lización de la escala de medidas
propia de los ingenieros militares
españoles del s. XVIII que era la
vara de Burgos de 83,76 cm di-
vidida en 3 pies castellanos de
27,86 cm.
A diferencia de la austeridad de
la obra de J. P. Verboom en la
30 PI Y ARIMÓN 1854, p. 515.
097
iglesia de la Ciudadela, la fachada
de Sant Miquel del Port es de
clara influencia de la tradición
romana. Pedro Martín Zermeño
debía conocer a fondo los
tratados de las órdenes clásicas,
probablemente el Vignola, y las
obras barrocas derivadas de
la obra de aquél y de los otros
maestros italianos y franceses.
La composición de la fachada de
San Miguel tiene claras influencias
con las iglesias del Gesú (J. B.
Vignola, 1568), Sant’Andrea Della
Valle (C. Reinaldi,1656-65) y de
Santa Susanna (C. Maderno,1597),
todas de Roma, y es posible que
también de la iglesia de Val-de-
Grâce de París (F. Mansart, 1645,
acabada por J. Lemercier).
Aunque se mantiene en un plano
sin articulaciones volumétricas,
la disposición de los juegos de
dobles columnas introduce una
tensión vertical de aire plena-
mente barroco. La ordenación
en un cuerpo central con volutas
que recogen sólo parcialmente
los cuerpos externos inferiores
la asimilan a la composición de
la obra francesa citada, si bien la
planta baja ordenada con tres pa-
res de columnas se aproxima más
a la concepción de la iglesia de
Sant’Andrea della Valle.
Zermeño combina tres órdenes
en la composición de la fachada:
el dórico con pedestal en la planta
baja, el compuesto, también con
pedestal en la planta superior y
utiliza el corintio para la puerta de
entrada.
Si bien el ingeniero conoce los
órdenes, los utiliza libremente sin
respetar absolutamente las propor-
ciones, especialmente en lo que se
refiere a alturas e intercolumnios.
De forma similar a la iglesia de la
Ciudadela, existen dos lenguajes
diferentes en la solución de la fa-
chada respecto al empleado en
el interior. A no ser que la refor-
ma realizada en el siglo XIX haya
transformado muy sustancial-
mente el espacio y la estructura
y la formalización interior, la idea
barroca de espacio central que
Fig. 14_ Esquema de la fachada,
iglesia de San Miguel del Puerto
098
parece desprenderse de la
planta cuadrada no es muy co-
herente con el espacio diáfano y
continuo que forman los ligeros
pilares. De hecho este espacio
salón abovedado se asemeja en
cierto modo al concepto neoclá-
sico del interior de la catedral de
Vic (J. Morató, 1781-1803). Tam-
poco lo es el nártex, que con
su única puerta de entrada a la
nave no guarda relación con las
tres puertas del exterior. La mis-
ma idea de la existencia de este
espacio intermedio externo a la
nave se aparta del concepto de
iglesia de la Contrarreforma pro-
pia del Barroco. Se aprecia una
cierta falta de unidad entre la fa-
chada romana y el interior más
neoclasicista.
� La iglesia de la fortaleza
de San Fernando de Fi-
gueres (1760-?)
Los planos del proyecto de la
iglesia de la fortaleza fueron
firmados por Pedro Martín Zer-
meño el 20 de noviembre de
1760. Hasta ese momento el
plano más antiguo que conoce-
mos del castillo no contenía los
edificios interiores. Incluso el
siguiente plano de la fortaleza,
firmado por Juan Cavallero, que
ya contiene los edificios a cons-
truir, no grafía la distribución de
la iglesia y la mantiene en una
mancha de color amarillo.
Este plano pone en evidencia que el
ingeniero trabajaba con la vara de
Burgos, relacionada con la toesa
como lo muestra la escala gráfica
dibujada, pero también creaba un
módulo aleatorio como lo prueba
la existencia de una segunda es-
cala gráfica en 11 módulos.
Como el resto de los ejemplos
analizados esta iglesia también
responde a un trazado geométri-
co muy concreto:
Fig. 15_ Esquema director de la
planta, iglesia de la fortaleza
de San Fernando de Figueres
Fig. 16_ Esquema regulador de la
fachada del proyecto, iglesia de la
fortaleza de San Fernando
de Figueres
099
LA PLANTA
Se define una trama de cuadra-
dos de 7 varas.
Se determina un módulo de 48.59
cm , resultado de dividir 6 varas en
11 partes.
Se establecen la circunferencia de
radio de 7 varas y la circunferencia
de radio de 8 varas como definido-
res de los ejes menor y mayor de
la elipse.
La circunferencia de 6 varas y 1/2
establece la elipse correspondiente
a la base de las pilastras. La ho-
móloga de 11 varas y 1/2 define el
muro exterior del pasillo deambula-
torio y la de 17 varas y 1/2 establece
la línea del fondo del ábside.
RELACIÓN ENTRE LA FA-
CHADA DEL PROYECTO Y EL
ESQUEMA DE COMPOSICIÓN
La fachada se organiza mediante
combinaciones de cuadrados de
10 módulos y 1/2 y submúltiplos
en base 3.
El ancho total entre basamentos
son 52 mód. y 1/2 y la altura total
hasta bajo la llama de las copas
son 31 mód. y 1/2, equivalente
a 5·3 cuadrados. El vano central
responde a la proporción 1·2, de
donde la altura bajo entablamento
son 22 mód. y el ancho del paso
central son 10 y 1/2 mód. mien-
tras que los laterales son 7 mód.
RELACIÓN ENTRE LA SEC-
CIÓN Y EL ESQUEMA DE
COMPOSICIÓN
Se sitúa la trama de cuadrados de
7 varas a nivel del suelo. El primer
cuadrado determina la parte su-
perior de la cornisa de los arcos.
El resto del conjunto se articula
en base al módulo establecido de
48.59 cm. El conjunto de 11 mó-
100
dulos establece la relación entre
la cornisa inferior y la superior.
El duplo del mismo es la distan-
cia que hay entre la imposta de
la cúpula y el basamento de las
columnas.
La obra responde plenamente a
la manera de hacer de su autor:
utilización de la vara de Burgos,
determinación de un módulo
aleatorio como submúltiplo de un
múltiplo de aquella. Formación de
una trama y utilización de juegos
de cuadrados para organizar tan-
to la planta como la fachada. La
belleza del trazado tanto en planta
como en sección y la perfección
del trabajo realizado confirman la
calidad del proceso de gestación
de la obra.
Zermeño proyecta una iglesia
con un interior ovalado y muy
concéntrico dentro de una co-
rriente del barroco tardío, sólo
un mes antes que los correspon-
dientes de la catedral de Lleida,
que corresponden a una planta
de trazado muy tradicional, casi
de catedral románica o gótica.
La riqueza espacial y formal del
interior del proyecto inconclu-
so contrasta con la austeridad y
severidad neoclasicista que pre-
sidía su fachada, que entroncaba
perfectamente con la estética del
conjunto arquitectónico donde
se tenía que integrar.
� La Seu Nova de Lleida
(1760)
El análisis de la métrica de la Seu
ilerdense lo hemos realizado es-
tudiando los datos tomados en
el pórtico de la fachada principal
y en uno de los tramos del inte-
Fig. 17_ Esquema director de la
sección del proyecto,
iglesia de la fortaleza de
San Fernando de Figueres
Fig. 18_ Plano de sección del
proyecto, iglesia de la fortaleza
de San Fernando de Figueres
101
rior. Las fuertes modificaciones
que sufrió el proyecto durante
su ejecución y la intervención
de varios directores de obra han
dado como resultado que la re-
lación entre el dibujo escaneado
del microfilm de un plano origi-
nal del ingeniero Pedro Martín
Zermeño existente en el I.C.H.M.
de Madrid, no guarde una rela-
ción muy directa. En cambio, sí
coincide la obra realizada con
los planos de planta y de fa-
chada firmados por el mismo
ingeniero el 12 de diciembre de
1760 -publicados por F. Vilà en
su obra La catedral de Lleida31-.
No obstante, como se trataba de
comprobar la realidad, hemos
dado preferencia a las medidas
tomadas in situ.
Para su determinación se ha estu-
diado inicialmente un módulo tipo
de la planta medido in situ y poste-
riormente el esquema encontrado
se ha superpuesto sobre la repro-
ducción de los planos citados.
La traza del proyecto de 1760 se
basa en el siguiente esquema de
composición:
LA PLANTA
El módulo tipo de la nave se ar-
ticula mediante una serie de
rectángulos y cuadrados yuxta-
puestos lateralmente respecto al
31 VILÀ, 1991
102
eje longitudinal. La nave central
se corresponde con un rectángu-
lo de 25·18 módulo. Las naves
laterales mediante sendos cua-
drados de 18 módulos y las
capillas a su vez mediante rec-
tángulos de 10 1/2 módulos.
El módulo utilizado resulta de dividir
siete varas por 12, de donde resulta
una unidad de 48,74 cm, casi equi-
valente a 1/4 de toesa (48,64 cm).
El conjunto de la catedral se orga-
niza dentro de un doble rectángulo
de 52·104 varas en el que se incor-
pora la trama aditiva de la serie de
figuras geométricas descrita ante-
riormente hasta llegar al crucero
donde la nave central se transfor-
ma en un cuadrado. La posterior
adición de otro elemento de la
serie sirve de base para la girola
del presbiterio. Por el otro extre-
mo el primer tramo corresponde
al pórtico de entrada de la fachada
principal.
SECCIÓN TRANSVERSAL AC-
TUAL DE LA SEU NOVA DE
LLEIDA
La bóveda de la nave central queda
definida en altura por el abatimiento
parcial del esquema director de la
planta. El fuste tiene 25 mód. - igual
anchura que la nave correspon-
Fig. 19_ Esquema director de la
planta del proyecto,
Seu Nova de Lleida
Fig. 20_ Plano de un tramo de la
planta construida, Seu Nova de
Lleida
103
diente y desde debajo del capitel
hasta el zénit de la bóveda hay 18
mód., el ancho de la nave lateral.
RELACIÓN ENTRE LA FA-
CHADA Y EL ESQUEMA DE
COMPOSICIÓN
El conjunto se articula dentro de
un cuadrado definido entre los
fustes de las pilastras extremas.
La organización interior se basa
en la combinación de cuadra-
dos de 11 mód. y cuadrados de
lado 11·1.41.
El módulo utilizado resulta de
dividir por 16 la altura de las co-
lumnas de diez varas, de donde
resulta una unidad de 52.24 cm.
La parte de la planta baja real-
mente construida se ajusta en
general al proyecto, excepto en la
altura de los arcos de entrada que
son más bajos que los previstos.
Nuevamente se aprecia que el
conjunto, especialmente su fa-
chada, se genera mediante la
disposición de un cuadrado que
organiza las dimensiones prin-
cipales del mismo. Una vez
determinado el mismo y a partir
de él se fija un módulo, submúlti-
plo suyo, que genera la geometría
Fig. 21_ Esquema director de la
sección construida, Seu Nova de
Lleida
Fig. 22_ Esquema director de la
fachada del proyecto con la planta
baja realizada superpuesta, Seu
Nova de Lleida
104
de las partes. La relación dimen-
sión y organización teórica con
la obra realmente realizada es de
una fidelidad impresionante.
La gran cantidad de medidas
coincidentes con las nominales
teóricas de los módulos calcula-
dos es tan abrumadora que o da
una idea de perfección tan absolu-
ta, que parece casi increíble, o es
una extraordinaria coincidencia.
Decantándonos por el primer
camino, confirma el dominio de
la métrica y de las proporciones
como método teórico de proyec-
tar y la perfección y exigencia del
proceso constructivo. Lo que no
hay duda es de que quizás no
fueron unos grandes artistas pero
que aplicaron con sumo rigor sus
amplios conocimientos arquitec-
tónicos y constructivos.
La duda proyectual vuelve a
confirmarse por tercera vez al
considerar la relación entre la
planta de la catedral y su fa-
chada. Como hemos apuntado
en la reseña histórica, la planta
responde a un criterio tradicio-
nal de iglesia procesional con
girola y deambulatorio. Modelo
muy antiguo para la época de
su construcción. En cambio el
proyecto de fachada propuesto
por Zermeño parece inspirado
en la iglesia de Santa Agnese
de Roma, obra de Borromini en
1653. Más simple y sencilla y
carente del característico mo-
vimiento ondulante que la obra
romana propone, el dibujo para
la fachada ilerdense recoge la
idea de un cuerpo central de dos
pisos relacionado mediante ele-
mentos de articulación con dos
torres de tres niveles, aparente-
mente exentas respecto a aquél.
Solución que incidió en múltiples
proyectos de iglesias posteriores
en toda Europa, especialmente
en la central. Buscando referen-
cias más próximas, el modelo de
fachada con doble torre incor-
porada a la misma está presente
en la catedral nueva de Cádiz (V.
Acero, G. y T. Cayón 1721-1783),
en la catedral de Jaén (E. Ló-
105
pez de Rojas, 1667-84), en la de
Pamplona ya en estilo neoclásico
(V. Rodríguez, 1783-84).
No obstante la idea del proyecto
se frustró absolutamente, dejan-
do un edificio con apariencia de
inacabado y de visión muy poco
atractiva.
Comparaciones entre las iglesias estudiadas
Otra costumbre heredada de mi
tesis es la de comparar las igle-
sias dibujadas a la misma escala
para hacerse una idea real de la
magnitud de cada obra. La po-
tencialidad de superposición que
hoy en día nos ofrecen los orde-
nadores permite superponer los
dibujos sin dificultad.
Por ese motivo hemos super-
puesto dos a dos las tres iglesias.
El resultado es sorprendente.
En dimensiones absolutas las
fachadas de las iglesias barcelo-
nesas excepto la de Sant Agustí
son prácticamente iguales. La de
la Ciudadela es la más ancha de
las tres mientras que las otras
dos son iguales. En cambio es la
más baja, resultando que las otras
dos tienen la misma altura abso-
luta. La ampulosa Sant Miquel
del Port es la que tiene la puerta
y el pórtico de entrada más bajo.
Esta iglesia y la castrense guar-
Fig. 23_ Iglesia de la Ciudadela
relacionada con la fortaleza de
Figueres, superposición de las plan-
tas entre si.
Fig. 24_ Iglesia de la Ciudadela
relacionada con San Felipe Neri,
superposición de las plantas entre si.
Fig. 25_ Planta de la iglesia de Fi-
gueres comparada con la de Sant
Miquel del Port, superposición de
las plantas entre si.
Fig. 26_ Relación de magnitud en-
tre las plantas de las iglesias de
la Ciudadela, Sant Agustí Nou y la
Seu Nova de LLeida, superposición
de las plantas entre si.
106 Fig. 27_ Iglesia de la Ciudadela
relacionada con San Felipe Neri,
superposición de las fachadas entre
si.
Fig. 28_ Iglesia de la Ciudadela
relacionada con Sant Miquel del
Port, superposición de las fachadas
entre si.
Fig. 29_ Iglesia de la Ciudadela re-
lacionada con Sant Miquel del Port
y San Felipe Neri, superposición de
las fachadas entre si.
107
108
Fig.30_ Superposición de la facha-
da de Santa Marta con San Felipe
Neri
109
Fig.31_ Superposición de la fa-
chada de Santa Marta con la de la
Ciudadela
110
dan mucha relación en cuanto a
la altura de los entablamentos de
la planta baja. El remate superior
de la segunda alcanza la altura
bajo el entablamento del frontón
superior. El dintel del pórtico de
San Felipe Neri coincide con el de
Sant Miquel, así como la cornisa
de la hornacina del primero co-
incide con el entablamento de la
planta baja del segundo.
La superposición de la fachada de
Santa Marta con las otras iglesias
barcelonesas confirma la relación
entre ellas, especialmente con la
de la Ciudadela. La comparación
con la de San Felipe Neri produ-
ce la sorpresa al comprobar que
si se reescala aquella para igualar
el tamaño del módulo de la se-
gunda, la coincidencia entre los
elementos principales de su fa-
chada es asombrosa: la distancia
entre sus pilastras principales es
idéntica así como la altura toral
de ambas.
De estas comparaciones se des-
prende que los autores de las
obras proyectaban controlando
las dimensiones máximas de
las fachadas, como si hubiese
unos modelos determinados32
32 VILA, 1986
Fig.32_ Superposición de la facha-
da de Santa Marta con la de Sant
Miquel del Port.
111al margen del tamaño o tipo de
iglesia.
Otra apreciación que es que el
tipo de composición ornamental
cambia absolutamente la per-
cepción visual de las obras. La
potente sobriedad de la iglesia
de la Ciudadela la hace apare-
cer como un edificio de grandes
dimensiones comparada con la
austera sencillez de San Felipe.
Así mismo la grandilocuencia que
imprime el juego de órdenes clási-
cas en Sant Miquel le proporciona
una grandeza que nos recuerda
los monumentales edificios barro-
cos italianos. Paradójicamente al
compararlas resulta que la que se
percibe como más simple es casi
la más alta de todas.
Conclusiones
Es evidente que los ingenie-
ros militares proyectaron sus
iglesias utilizando la escala de
unidades que les era propia con
gran rigor. Así los procedentes
de los Países Bajos usaron la
“Toise” y los españoles la Vara
de Burgos.
En la composición de sus pro-
yectos se aprecia la aplicación
de esquemas geométricos, ba-
sados en el cuadrado y en el
círculo, para el control de los
mismos. Estos esquemas están
relacionados con el Ad Quadra-
tum, ya sea como tramas aditivas
o como series geométricas en
función a la √2. A pesar de ello
no hemos encontrado ningún
documento que lo pruebe o ex-
plique el método de utilización.
Como singularidad las obras de
Retz o de su influencia introdu-
cen el triángulo equilátero como
elemento complementario de
composición.
El método empleado consiste
en determinar un “todo” me-
diante una figura geométrica
concreta: cuadrado o rectángu-
lo y establecer un módulo como
submúltiplo de aquél. Mediante
este módulo se determinan las
partes principales del conjun-
to a menudo como magnitudes
divisibles de la total. El fuste de
las columnas o pilastras siempre
tiene 2 módulos de ancho y los
intercolumnios son un submúl-
tiplo de la longitud absoluta del
esquema. Con estos elementos
determinados y con la utilización
de las citadas series aditivas o
geométricas citadas completan
la organización del resto de los
elementos del conjunto.
El plano de la sección de la igle-
sia al tener grafiadas una escala
en varas y toesas y otra de 11
módulos pone en evidencia este
mecanismo del tracista para es-
tablecer la relación entre todas
las partes de la obra.
El esquema que emplean es
tridimensional por cuanto sirve
tanto para componer la planta
como para hacer lo mismo con
las secciones y las fachadas.
Abatiendo las secciones sobre
el cuadrado que determina el
crucero se establece la altura
de la bóveda de la nave central,
que coincide con la profundi-
dad del ábside y haciéndolo
hacia el otro lado se controla
la altura de cúpula. De forma
similar, se consigue organi-
zar la fachada. Este método
del diagrama tridimensional
situado en el crucero como sis-
tema de control de las alturas
es coincidente con nuestros
estudios realizados sobre la ar-
quitectura románica.
Así como en la composición de
las fachadas, la obra de Alexan-
dre de Retz tiene una impronta
más propia, que influyó poste-
riormente en muchas iglesias
catalanas; en sus plantas se
ajusta a los modelos tradicio-
nales de planta longitudinal, ya
sea de iglesias de una nave o
de modelo contrarreformista:
San Felipe Neri y Sant Agustí
Nou. En cambio, Zermeño uti-
liza más la planta concéntrica
con el espacio interior domi-
nado por una potente cúpula
sobre columnas muy diáfanas
con influencias del espacio tar-
do-barroco y neoclásico.
112 El proyecto de las fachadas pa-
rece buscar unas magnitudes
generales máximas bastante in-
dependientes de las dimensiones
y características de las plantas
correspondientes. Incluso se
aprecian desconexiones y casi
incoherencias entre lo que el ex-
terior expresa y lo que hay en el
interior.
No obstante el importante grado
de eclecticismo de cada obra, las
referencias que se pueden hallar
para cada una indica que estos
ingenieros estaban al corriente
de los movimientos arquitectóni-
cos europeos de su momento. J.
Montaner33 apunta que pudieron
inspirarse en los ejemplos conte-
nidos en libro de Jean Marot34
En las obras estudiadas podemos
observar dos corrientes estilistas
de composición: una, más austera
en cuanto ornamento y abstracta
en formalización, anunciadora del
neoclasicismo, utilizada por J.P.
Verboom y A. Retz en la iglesia
de la Ciudadela, y , otra de clara
influencia del barroco tardío ita-
liano representada por las obras
de Pedro Martín Zermeño. Por
las obras estudiadas, Zermeño se
muestra un gran conocedor de los
trazados de las órdenes arquitec-
tónicas de Vignola y de las obras
singulares realizadas en Italia y
Francia por los grandes maestros
de la arquitectura. No obstante
ello, cuando resuelve sus proyec-
tos modifica las proporciones de
los cánones libremente según le
conviene.
Si fuese cierto que los proyectos
de las obras de las iglesias de San
Felipe Neri, Santa Marta y de Sant
Agustí no hubiesen sido realiza-
dos por A. Retz u otro ingeniero
militar, quedaría en evidencia la
influencia que éstos ejercieron
sobre la construcción civil de su
época. En todo caso la coheren-
cia con el esquema, el módulo y
la unidad de medida empleada en
todas las fases de cada una de
las obras estudiadas pone de ma-
nifiesto que tanto los ingenieros
que sucedieron a los proyectis-
tas, como los constructores que
realizaron las obras, conocían y
dominaban los sistemas de tra-
bajo de los primeros. Esto es
especialmente remarcable en
lo que se refiere a los artistas,
escultores y constructores que
actuaron en la resolución de las
fachadas de estas últimas obras
citadas, realizadas tardíamente
respecto al grueso de la obra ini-
cial por autores diferentes de los
responsables de la obra principal,
ya que las partes escultóricas de
sus pórticos también se avienen
con el sistema compositivo y mo-
dular presente en el edificio.
La conclusión final de este estu-
dio es que aquellos ingenieros
además de ser ingenieros y dar
respuesta a las necesidades
constructivas de su época fueron
unos artistas que pretendieron in-
suflar los conceptos clásicos de
belleza mediante las proporciones
en sus obras.
33 MONTANER, 1990, p. 195 : L’interior hi és resolt amb cura i simplicitat. I l’exterior, seguint dos ordres, l’inferior dòric i el
superior jònic, amb les portes d’entrada d’estil corinti. Renart, referint-se a aquesta església, assegurava: ”... esta facha-
da de esta iglesia la lleva el libro de Meloch”. Ben segur que Renart es referia al llibre L ‘architecture française ou Plans
des églises, palais, hotels et maisons particulieres de Paris, de Jean i Daniel Marot, un llibre-recull de projectes del segle
XVII i del principi del XVIII dins la tradició classicista francesa, llibre que el mateix Renart posseïa a la seva biblioteca. 34 MAROT, 1670?
113
FONDOS DOCUMENTALES DE LOS QUE SE HA HECHO USO EN
ESTE ARTICULO:
Planos
� Archivo catedral de Lleida
� Proyecto Zermeño – Planta doc. 34 nº 2004
� Proyecto Zermeño - Sección doc. 34 nº 2001
� Proyecto Zermeño - Fachada doc. 34 nº 1997
� Arxiu Històric de Barcelona – Secció de gràfics.
� 2662.tiff – Zermeño – Fachada iglesia
� 3873.tiff – Zermeño – Sección iglesia
� 3158 foto – Convento Agustinos Calzados
114 GREMIOS Y ASENTISTAS DEL EJÉRCITO EN LA CATALUÑA DEL SIGLO XVIII
115
Pere Molas Mariela Fargas
Los precedentes
La mejora de la defensa del país
constituyó en la Edad Moderna
uno de los principales objetivos
de la monarquía. En éste punto
adquiría especial relevancia la
provisión del ejército y la política
de fortificaciones. Como llegó a
ser habitual en el ámbito admi-
nistrativo, se recurrió al uso de
negociantes particulares que
suscribían el asiento, un con-
venio con la Corona mediante
el cuál ésta les arrendaba una
determinada explotación en ré-
gimen de monopolio. Entre el
conjunto de contratos estatales,
los más importantes eran los mi-
litares debido a la complejidad
de factores que intervenían en
ellos. Para la Cataluña moderna,
los estudios de Antonio Espino
han mostrado las repercusiones
que la tarea de los asentistas
tuvo sobre el buen funciona-
miento del ejército1.
Pero el recurso a los asientos mi-
litares endeudó a la Corona: los
había para proporcionar carrua-
jes, para suministro de granos,
pan de munición, material de ar-
tillería, medicinas y bastimentos
para los hospitales, uniformes,
balas y para construir elementos
defensivos. Además, en el Prin-
cipado, el numerario que llegaba
a manos de los virreyes lo hacía
con no poca dificultad, lo que
agravaba las desconfianzas entre
asentistas y administración: Espi-
no recoge las palabras del virrey
Leganés, que decidió no fiar nada
por la “experiencia que tienen to-
dos los hombres de negocios de
lo mal que se cumple con ellos en
los préstamos antecedentes que
han hecho a su Majestad en las
necesidades urgentes”. Para em-
peorar las cosas, las frecuentes
coyunturas bélicas no frenaron la
competencia extranjera. No es de
extrañar pues la compensación
obtenida con el ascenso social.
Fig. 01_ Panaderos.
Biblioteca Nacional de Francia.
1 A. Espino, “El esfuerzo de guerra de la Corona de Aragón durante el reinado
de Carlos II. Los servicios de tropas”, Revista de Historia Moderna. Anales de la
Universidad de Alicante, 22, 2004, p. 52.
116 Ya a finales del siglo XVII Cataluña
cuenta con brillantes trayectorias
en este sentido, casos como el de
Francisco Montserrat, principal
asentista del ejército en la déca-
da de 1670, como proveedor de
granos y dinero, y futuro marqués
de Tamarit2.
Los asientos, su funcionamiento y las actividades de sus protagonistas en el siglo XVIII.
La relevancia de los asentistas
en los proyectos militares queda
reflejada en la Ordenanza e Ins-
trucción para la enseñanza de
las matemáticas en la Real y Mi-
litar Academia de Barcelona, de
1732. Para el tercer curso de los
estudios se reservaba, entre otras
materias, la habilitación en el
método que se seguía en la reali-
zación de las obras que se daban
por asiento, o se costeaban con
arbitrios de particulares: con-
feccionar relaciones de gastos,
certificaciones de medidas y car-
ta de condiciones bajo las que se
debían celebrar los asientos. Eran
los ingenieros los que establecían
las normas sobre los aspectos
organizativos del trabajo, la can-
tidad y calidad de los materiales
de construcción, las obligaciones
contraídas con el personal que in-
tervenía en ello, y a estas normas
debían atenerse los contratistas
asignados. Recordemos que Vau-
ban, en su obra sobre la dirección
general de las fortificaciones,
daba cuenta de las precauciones
que el ingeniero debía tomar ante
asentistas, albañiles y operarios,
con el fin de mantener el control
adecuado sobre los procesos
de ejecución. Más adelante, en
las Instrucciones sobre la direc-
ción de los trabajos realizada por
Belidor, transcripción de la de
Vauban, el autor volvía a insistir
en este punto. Finalmente, el tra-
ductor al castellano de la obra de
Belidor en 1769, el profesor de la
Academia de Barcelona Sánchez
Taramas, resumió la parte dedi-
cada a los pliegos de condiciones
de los contratos entre ingenieros
y asentistas3.
El contrato recogía y expre-
saba un acuerdo subscrito
entre consorcios y compañías
de comerciantes, de un lado,
y organismos del Estado, de
otro, a fin de proporcionarles
materiales, servicios o dinero.
Las compañías arrendatarias se
convertían así en organismos
subsidiarios de la administración
pública4. Junto a las compañías
adjudicatarias, otros individuos
podían participar parcialmente
suscribiendo una porción del ca-
pital social, como fiadores de la
contrata, o como cajeros, apode-
rados, gerentes o responsables
técnicos de la empresa5. El ciu-
dadano honrado de Barcelona y
comerciante de matrícula Agustí
Gibert, transcurridos veinticinco
años una vez cerrado un asiento
de jarcias en el que había parti-
cipado como cajero entre 1741
y 1750, aún debía comparecer
ante notario librando una carta
de pago6. En última instancia el
éxito de estos negocios iba a
depender de la estabilidad de
precios y salarios. El alza de
unos y otros a partir de la déca-
da de 1770 les asestó un golpe
mortal tomando el relevo otras
actividades más lucrativas7.
2 Ibíd, 179.3 J. A. Galindo Díaz, El conocimiento constructivo de los ingenieros militares en el siglo XVIII. Un estudio sobre la forma-
lización del saber técnico a través de la arquitectura. TD, UPC-ETSAB, Barcelona, 1996, p. 136, 147, 182.4 P. Molas, “Els arrendaments públics a la Barcelona del set-cents”, Cuadernos de Historia Económica de Cataluña, VI,
1971, p. 94.5 M. Arranz, Los profesionales de la construcción en la Barcelona del siglo XVIII, Universidad de Barcelona, Tesis doctoral,
1979, p. 1068.6 Archivo Histórico de Protocolos de Barcelona (AHPB), Notario Ramon Font, Manual 17, fols. 82-83, año 1776.7 M. Arranz, La menestralia de Barcelona al segle XVIII. Els gremis de la construcció. Barcelona, AHCB-Proa, 2001, p. 70-71.
117
8 Ibíd, p. 70-71.9 J. M. Muñoz Corbalán, “La Iglesia de la Ciudadela de Barcelona o Francia y Flandes en la Barcelona del siglo XVIII”,
Locus Amoenus, 1, 1995, p. 173-192. 174.10 Como han demostrado los trabajos de R. Torres Sánchez, “Cuando las reglas de juego cambian. Mercados y privilegio
en el abastecimiento del ejército español en el siglo XVIII”, Revista de Historia Moderna. Anales de la Universidad de
Alicante, 2, 2002.11 J. Mercader, Felip V i Catalunya, Barcelona, 1968.12 R. Torres, p. 13-14.
La mayor parte de estos contratos
eran para la produccción. Una vez
acordados, el arrendatario coor-
dinaba la distribución del trabajo
entre diversos talleres artesana-
les, reservándose un margen para
los beneficios. Pero también fue-
ron muy importantes los asientos
para la realización de obras públi-
cas y de fortificación. La creación
de un poderoso sistema defensi-
vo durante los reinados de Felipe
V y Fernando VI (Ciudadela, cas-
tillo de Montjuïc y San Fernando,
remodelación de las fortalezas
de Hostalric, Cardona, etc), y la
construcción de obras públicas
bajo Carlos III (nuevos caminos de
Barcelona a Madrid con costosos
puentes como el de Lladoner, o
Molins de Rei) se concretó en una
larga serie de estos contratos8.
El recurso a los asentistas privados
nacía de la dificultad del Estado
para coordinar a contra-reloj el
elevado número de intermedia-
rios que se movilizaba en dichas
operaciones. Muñoz Corbalán
apunta que en la subasta del año
1717 para la adjudicación de las
obras interiores de la Ciudadela
de Barcelona, los inconvenientes
argumentados por los candidatos
giraban en torno al “poco térmi-
no que dicen se les señala para la
construcción de unas tan grandes
fábricas, que necesitan tanta pie-
dra de sillería, toda de sujeción”.
Tanto el ingeniero de las obras,
Verboom, como el intendente Pe-
drajas, no cesaron en su intento
de localizar a los más adecuados
asentistas. Ante circunstancias
tales se barajaba la posibilidad de
optar por emprender las obras por
administración, a jornal, o bien
proponer asientos parciales9.
Una vez concedidos y superadas
las desconfianzas, quedaba pri-
vatizada parte de la gestión. Los
asentistas llegaron a constituir
pequeños monopolios, lo que les
proporcionó sustanciosos bene-
ficios y les valió para ascender
socialmente, prueba de cómo el
crecimiento del mercado fue com-
placiente al menos hasta el siglo
XVIII con el régimen de los privi-
legios10. Iba a resultar infructuoso
todo intento por encargar dicho
cometido a la administración es-
tatal, pese a las proclamas de
los reformistas a partir de 1730,
cuando Patiño ordenaba que la
provisión de víveres al ejército
dependiese directamente de los
intendentes. A raíz de entonces la
Superintendencia del Ejército del
Principado iba a tener a su car-
go el aprovisionamiento ordinario
del ejército, la política de fortifi-
caciones, de construcción naval,
de promoción de una industria
militar11. Cada intendente contra-
taba los abastos y coordinaba a
las autoridades locales implica-
das. Parece que el sistema fue
eficaz en tiempos de crisis, pero
no cuando había que confiar en
la oferta de los productores y en
la capacidad de los comercian-
tes para coordinar la distribución
de los productos contratados. Al
frente de todo el sistema exis-
tía una Contaduría General de
Provisiones12. Sin embargo los
numerosos compromisos béli-
cos de la monarquía impidieron
finalmente que las reformas pros-
perasen. También contribuyó a
ello la suspensión de pagos de
1739 contra la que no pocos ne-
gociantes hallaron en los asientos
una forma de recuperarse.
118 Al margen de estas dificultades,
asistimos a algunos cambios
en el siglo XVIII, con la entra-
da de hombres de negocios del
país que iban desplazando a los
extranjeros. Baste consultar la
nómina de una buena parte de
ellos cuyos datos biográficos
conocemos por los trabajos de
Pere Molas: Miquel Pujol, Josep
Serrat, Benages, Andreu y Mi-
lans, presentaban en 1739 una
propuesta para encargarse de la
provisión de víveres a la tropa del
Principado durante el período de
1740 a 1741. La compañía inte-
grada por los tres últimos fue la
agraciada. El importe de la pro-
visión ascendía a la cantidad de
4.445.000 reales para un año, y su
cobro se consignó a varias rentas
(Rentas Generales, Salinas, Ta-
baco y Catastro de Cataluña)13.
Interesa conocer algo más sobre
los orígenes de los aspirantes, su
trayectoria económica y social.
Por ejemplo, Miquel Pujol era
confitero de profesión y obtendría
la ciudadanía honrada de Barce-
lona “por su acreditada fidelidad
en la provisión de víveres”. En
general, la pequeña burguesía
de negocios que actuaba en la
capital catalana dentro del marco
gremial, aparece de forma con-
tundente contratando asientos
para el ejército14. En 1745 Fran-
cisco Feu, tendero, acordaba un
contrato para el suministro de 80
uniformes a utilizar por los oficia-
les del regimiento de infantería
de Sevilla. En 1763 Baltasar Ba-
cardit y Esteban Mestres, sastres
ropavejeros, se convertían en
asentistas del vestuario de tropas.
Conservaron el asiento durante
un largo período de tiempo, has-
ta el año 1784, signo inequívoco
de las ventajas obtenidas. Clota,
cuya compañía se encargó del
pan de munición en los años cua-
renta, era el hijo de un panadero,
que pronto substituyó el oficio
de su padre por el de agente de
cambios. Su socio, Seguí, per-
tenecía al mismo oficio. Ambos
alcanzaron privilegio de nobleza.
Pero su trayectoria no acababa
aquí. En la siguiente generación
el hijo de Seguí ya era propietario
de una fábrica de indianas. Otro
nombre habitual fue el de Esteve
Canals, tendero de origen y pos-
teriormente uno de los impulsores
de la futura industria de las india-
nas, padre del famoso Joan Pau
Canals, barón de Vallroja, Director
General de la roja e Inspector Ge-
neral de Tintes del reino15. Caso
similar, el de Demestre y Baltasar
Bacardit, que monopolizarían el
asiento del vestuario del ejército a
finales de los años sesenta, y que
renunciaron a su condición como
miembros del gremio de sastres.
El primero obtendría el privilegio
de nobleza16.
Por otro lado, el recurso a los lla-
mados dependientes, personal
que el asentista necesitaba para
realizar gestiones con numero-
sos intermediarios, o compras
en lugares alejados del empla-
zamiento habitual, coadyuvó a
generar una esfera de lealtades y
fidelidades territoriales propia de
los estamentos sociales a los que
aspiraban estos individuos. Los
dependientes eran favorecidos,
a veces, con el fuero militar. Las
contratas suscritas por el asen-
tista general del pan Francisco
Borrell, a finales de la década de
los cuarenta, indican claramente
que el encargado de fabricar el
pan y sus dependientes o em-
pleados en dicha fábrica debían
gozar de las mismas preeminen-
cias y exenciones que disponía el
asentista principal y sus depen-
dientes17. La amplitud de éstas
13 Ibíd., p. 21, 57.14 P. Molas, “Els arrendaments”, p. 95. Íd, “La actitud económica de la burguesía en la España del siglo XVIII”, Espacio.
Tiempo. Forma, 4, 1989, p. 407-424. Íd, La burguesía mercantil en la España del Antiguo Régimen, Madrid, 1985.15 Íd., “Els arrendaments”, p. 95.16 Ibíd., p. 99.17 AHPB, Notario Sebastià Prats, Quartu Manuale Instrumentorum receptorum poenes Sebastianum Prats, 30-12-1747, fol. 3.
119
redes se fue desbordando hasta el
punto que hubo que poner límites.
En 1766 el intendente Castaños
solicitaba aclaración al Secretario
de Hacienda, acerca de si debía
incluir en el pago del Catastro a
los dependientes de asientos. La
corona ya había concedido esta
exención, ratificada en 1748, aun-
que para los dependientes que
disfrutaran de la condición de no-
bles. Pese a imponer este requisito
todos continuaron su pretensión
ante los tribunales, por estar im-
plícita en los privilegios de fuero
militar concedidos a “su princi-
pal”, el asentista y sus factores,
que finalmente serían los únicos
que mantendrían tales derechos.
R. Torres nos indica que junto al
fuero militar, los participantes se
beneficiaban de una variedad de
privilegios que se negociaban en
Fig. 02_ MARTÍN ZERMEÑO, Pedro:
Plano de una porción del recinto
de la Plaza de Barcelona que une
con su Ciudadela, y Fuerte de Dº
Carlos, en que se ve el lugar y
disposición que ocupa en estas
fortificaciones la del Fuerte Pio;
Barcelona, 24 de julio de 1760. [Ar-
chivo General de Simancas. Mapas,
Planos y Dibujos, 11–46]
120 cada caso, y que tenían en co-
mún su origen por concesión real.
Para la provisión de víveres a las
fuerzas armadas, los participan-
tes contaban con el auxilio de las
autoridades municipales, ecle-
siásticas, e incluso los intendentes
y los corregidores. Todos debían
facilitar la adquisición de grano
y las compras y utilizar si era ne-
cesario la vía diplomática para su
importación. El cuadro de apoyo
se completaba con la posibilidad
de embargar carros, embarcacio-
nes, o no pagar impuestos. Esto
incluía el apoyo real para soste-
ner el nombre del asentista, como
medio para levantar el crédito
comercial. El grado de solvencia
y confianza que las comunidades
mercantiles y financieras nacio-
nales o extranjeras concedían a
cada uno de estos hombres de
negocios era vital para mantener
su capacidad de emisión de letras
de cambio, y con ella la continui-
dad del asiento18.
En todo caso la red de apoyo
podía derivarse de las propias
circunstancias profesionales del
interesado: Joseph Cabó, car-
pintero, participó en 1774 en el
asiento para el suministro de faji-
nes para baterías y fortificaciones
y en 1780 en el asiento para el su-
ministro de estacas de pino para
las obras de fortificación de la
plaza de Orán. Cabó era propieta-
rio del hostal d’en Canals situado
en la calle de Corretgers de Bar-
celona, cerca del Rec y del Portal
Nou, y ello le facilitaba sin duda
los negocios ya que allí se daban
cita arrieros y carreteros de otras
poblaciones19.
De todos modos los vaivenes polí-
ticos y las arbitrariedades pusieron
en jaque, en no pocas ocasiones,
estos negocios. Bajo el reinado
de Carlos III algunos asentistas en
Cataluña se negaron a proseguir,
por falta de caudales de la hacien-
da pública, las obras iniciadas
con anterioridad20. Horacio Capel
ha señalado la frecuencia de los
conflictos existentes entre inge-
nieros militares y asentistas, pese
a que las relaciones con éstos es-
taban cuidadosamente reguladas.
Conflictos que cesaban ante la in-
minente necesidad de realizar los
trabajos, y el mandato real que for-
zaba alianzas entre todos ellos.21
En 1769 el duque de Medinacelli
protestaba enérgicamente ante la
corona porque los asentistas de
provisión del ejército no querían
pagarle el derecho de tratas que
le pertenecía por la extracción
de cualquier grano del condado
de Ampurias. Alegaba que todos
los anteriores asentistas habían
pagado dicho impuesto, pero los
actuales, los Cinco Gremios Ma-
yores de Madrid, se negaban22.
Por otro lado, una de las quejas
más frecuentes de los asentis-
tas se basaba en que algunos
regimientos y unidades militares
estaban autorizados a optar entre
tomar las provisiones de los asen-
tistas, o tomar su valor en dinero
y adquirirlas donde quisieran. Los
asentistas combatían esta prácti-
ca pactando con el monarca que
los regimientos no pudieran tomar
más productos que los ofrecidos
por ellos. Pero los regimientos no
estaban dispuestos a renunciar a
los ingresos extras que les propor-
cionaba este privilegio, y la corona
no estaba decidida a contrariar al
ejército. Otro punto de conflicto,
que se solventó transitoriamente
18 R. Torres, p. 32.19 M. Arranz, Los profesionales de la construcción de Barcelona en el siglo XVIII, Universidad de Barcelona, Tesis doctoral,
698.20 F. J. de Vicente Algueró, “El ejército en Cataluña durante el reinado de Carlos III”, Pedralbes. Revista d’Història Moder-
na, p. 129.21 H. Capel, “Construcción del Estado y creación de cuerpos profesionales científico-tecnicos: Los ingenieros de la Mo-
narquía española en el siglo XVIII”, Scripta Vetera, Revista electrónica de trabajos publicados sobre Geografía y Ciencias
Sociales, Universidad de Barcelona <http://www.ub.es/geocrit/sv-85.htm>22 R. Torres, p. 40.
121a favor de los asentistas, se gene-
ró a raíz de la Real Pragmática de
1765 que permitía el libre comer-
cio de granos en España. Con ello
el asentista y sus factores debían
actuar como un comerciante más
y concurrir en un mercado libre.
La respuesta de los asentistas fue
inmediata porque la aplicación
de la Pragmática les obligaba a
entrar en competencia con otros
compradores y a aumentar los
costes de transacción en todas
sus operaciones23.
Conocemos detalladamente el
funcionamiento de competición
y asignación de los asientos a las
compañías concursantes. Es el
caso de la compañía de jarcias
de Alegre, Gibert y Puiguriguer,
por un trabajo de Manuel Díaz
Ordóñez. En 1737 se convoca-
ban, por el intendente Sartine, las
condiciones del asiento. Basora,
un soguero barcelonés, asentista
para la Armada Real, sería el pri-
mer solicitante. Otros interesados
estaban dirigidos por Puiguriguer
y Gibert. Siendo que la candida-
tura de Basora, por su dilatada
experiencia en estos negocios,
parecía ir ganando, los otros dos
comerciantes decidieron tratar di-
rectamente con él para conseguir,
bien su renuncia en el concurso,
bien la constitución de una com-
pañía entre todos. Ambos socios
consultaron a Francesc Aparici,
Oidor de la Real Audiencia de Bar-
celona, sobre las posibilidades,
más o menos legales, que podrían
utilizar. Basora se mostró inflexi-
ble, pese a que el gran volumen
de negocio que el nuevo asiento
representaba implicaba que no
podría, por sí sólo, hacer frente a
los desembolsos que tendría que
realizar para las compras de cáña-
mo, jornales o seguros que eran
necesarios. Aparece de nuevo
en escena Aparici. El jurista, ideó
que Puiguriguer y Gibert contac-
taran con el procurador de Basora
para que, ante notario, hiciera una
cesión de parte del pliego de la
propuesta. Basora tuvo constan-
cia de las maniobras y decidió
desplazarse urgentemente a la
Corte para conseguir alguna me-
dida de la administración que le
garantizara su control sobre el
asiento. Pero Puiguriguer y Gibert
disponían de una segunda estra-
tegia para competir con Basora
que estaba apoyada en tres fren-
tes: en el contrato presentarían
dos técnicos en cordelería como
sujetos principales del asiento
para la Marina; practicarían el so-
borno de diferentes funcionarios;
y finalmente, mejorarían la oferta
del asiento de Basora rebajando
aún más los precios finales de
los productos. Convencieron a
los artesanos Buxò, puesto que
además de ser buenos sogueros
de Barcelona, ya habían realizado
pequeños contratos con la Mari-
na, y sus nombres eran conocidos
en medios oficiales. El recurso al
tráfico de influencias era habitual.
Los capitanes generales solían
mediar ante la corte en favor de
uno u otro asentista cuando exis-
tía más de un concurrente para
obtener la contrata24. Esto mis-
mo sucedió ante el proyecto de
creación de un Regimiento de Fu-
sileros de Montaña de Cataluña:
así lo hizo el marqués de la Mina
en favor del asentista-reclutador
José Florensa. Más tarde se supo
que su interés estaba muy bien
calculado: los empleos que iba a
vender serían controlados por el
marqués25. Retomando el caso del
asiento de jarcias, a la táctica de
tráfico de influencias corresponde
el informe que dirigió el Secretario
de la Corona y Contador Mayor del
Infante Cardenal, a Somodevilla,
donde criticaba las escasas po-
sibilidades de Basora frente a los
Buxó, respaldados por la garantía
23 íd, p. 68.24 M. Díaz Ordóñez, “La burguesía barcelonesa, el asiento de jarcia y el comercio con América”, p. 157-158 en John R.
Fisher (Ed.), Actas del XI Congreso Internacional de Ahila, Liverpool, 1998, 156-183. 25 F. Andújar, El sonido del dinero: monarquía, ejército y venalidad en la España del siglo XVIII. Madrid, 2004, p. 153.
122 que representaba la prestigiosa
Compañía Alegre de Barcelona.
La guerra de precios entre los
candidatos se prolongó un tiem-
po. A ella se unió la propuesta por
parte de cada uno para la mejora
de las calidades del género. Unos
y otros aceptaban en sus nuevos
y sucesivos pliegos la negativa
de recibir el pago hasta haberse
supervisado todo el producto.
Somodevilla ordenó a los oficiales
de la intendencia del Principado
una exhaustiva investigación. El
intendente Sartine a su vez orde-
nó inventariar y valorar los bienes
de ambos grupos competidores.
Finalmente, la Marina se decidió
por el proyecto de Basora, pre-
sionada por la urgente necesidad
de suministro ante los proble-
mas de guardacostas españoles
y buques ingleses en el Caribe.
Basora se comprometía a fabri-
car para la Armada la cantidad
de 6.000 quintales de jarcia para
el arsenal de La Carraca, y 1.500
para el de Cartagena26. También
Arranz, en su trabajo sobre los
profesionales de la construcción
en la Barcelona del siglo XVIII, al
referirse al cuadro de agremiados
que participaron en los asientos
militares, nos indica que dado que
eran escasos los días que media-
ban entre el anuncio de la subasta
y la celebración de la misma, sólo
concurrían licitadores de Barce-
lona y era fácil llegar a acuerdos
que convertían la subasta en una
mera ficción. Al final lo más habi-
tual era que pactaran y se unieran
los competidores27.
Tipología de los asientos militares.
Pere Molas presentó ya hace unos
años algunos de los principales
asientos celebrados, su organi-
zación y sus interesados, para
el período de la guerra de Italia,
1743 a 1748. Completamos ahora
esta información con la consulta
de los manuales notariales donde
aparecen estos contratos.
En relación al contrato del pan de
munición, en el año 1741 se hizo
cargo una compañía que incorpo-
raba al armero Josep Serrat, ya
habitual en este tipo de asientos.
Le acompañaban individuos de
oficios dispares, desde un arriero
a un sastre o un payés28. Serrat
debía suministrar pan y otros ali-
mentos básicos, como cebada o
habas, adquiridos de Aragón, a
las plazas y cuarteles donde ac-
tuaba el infante Felipe en Italia.
En ciertas ocasiones se firma-
ron para el pan contratos de
carácter más amplio, como el
de Francesc Borrell, comercian-
te de Barcelona, en 1747-1748.
Borrell aparecía en las contratas
como “Asentista general”, a ve-
ces acompañado por el yerno de
Serrat, prueba de la base familiar
existente en el desarrollo de este
tipo de compañías y sociedades.
Se encargaba de la fabricación y
distribución del pan para las pla-
zas y cuarteles de Cataluña, bajo
la supervisión del factor y director
general de la provisión de víveres,
Juan de Urrutia. En su negocio
participaron otros comerciantes
e incluso una mujer, María Teresa
Coll29. Como asentista general,
encontramos a Borrell contra-
tando a su vez a quienes iban a
fabricarle el pan en diversos luga-
res del territorio: a Josep Benet,
panadero de Barcelona, que se
26 M. Díaz Ordóñez, “La fabricación de jarcia en España: el reglamento de Jorge Juan, 1750” en El derecho y el mar en
la España moderna, Granada. 1995 y especialmente M. Díaz Ordóñez, “La burguesía barcelonesa, el asiento de jarcia y
el comercio con América”, p. 157-158 en John R. Fisher (Ed.), Actas del XI Congreso Internacional de Ahila, Liverpool,
1998, p. 156-183.27 M. Arranz, Los profesionales de la construcción en la Barcelona del siglo XVIII, Universidad de Barcelona, Tesis doc-
toral, 1979, p. 694.28 P. Molas, “Els arrendaments”, p. 96-97.29 AHPB, Not. Sebastià Prats, Quartu Manuale…, 28-10-1747, fol. 312.
123obligaba por tiempo de poco más
de un año a fabricar un núme-
ro determinado de raciones para
las tropas de Tárrega y su parti-
do; a Miquel Subirats, zurrador
de pieles, para las tropas de Gra-
nollers, y así sucesivamente para
las de Manresa, Lleida, Girona,
Vilafranca del Penedès, Tarrago-
na y Balaguer. En cada contrata
se repiten las mismas condicio-
nes: tiempo de entrega, plazos
para su cobro, infraestructuras
para la fabricación del producto:
“que en caso de encontrarse hor-
no, casas y utensilios para dicha
fábrica en dicha plaza (…) se le
hayan de entregar al dicho (…) de
cuenta de su majestad y si no los
hubiere que pueda valerse de lo
que necesitare pagando su alqui-
ler o valor; y que asimismo pueda
cortar en nombre de su Magestad
la leña que tuviere menester para
la referida fábrica así de bosque
realengo como de señorío pagan-
do su justo valor y transporte”.
Se establecían las condiciones
de calidad del producto, “dando
por cada quintal de harina de tri-
go fuerte o del país, bueno, pero
de Castilla que se entregare por
Francisco Borrell puesta en las
mismas fábricas 90 raciones de
pan de libra y media castellana
cada ración bien cozido y sazona-
do en la forma stilada, por cada
quintal de trigo de Aragón u otra
calidad de trigo blando separado
del trigo del país 86 raciones de
pan…”. Finalmente, la entrega se-
manal de los recibos, para cuyo
pago se habilitaba a un comisio-
nado de guerra30. La presentación
de las cuentas de gastos com-
portó no pocas suspicacias para
los socios de las compañías. Jo-
sep Carrer, que había participado
como administrador en la com-
pañía de los comerciantes Juan
Pablo Raventós y Miquel Cava-
llería, por el asiento de suministro
de 500 machos para el ejército
durante las guerra de Italia, tuvo
que llevar el asunto a los tribuna-
les. Los socios le exigían el pago
de una determinada cantidad de
dinero. Finalmente las partes co-
misionaron a unos expertos que
examinaron dichas cuentas, bajo
la supervisión del auditor general
de guerra del ejército de Catalu-
ña, que finiquitaron la cuestión
haciendo pagar a cada parte lo
debido y haciendo asumir a los
socios los gastos litigiosos de
Carrer31.
Funcionó con un arrendamiento
único el suministro de pan para
las tripulaciones de la flota. En
1744 se encargó a un proveedor
general navarro, Pedro de Astrea-
rena, que operaba en Barcelona
por medio de sus representantes,
la compañía de Andreu, Benages
y Milans, que a su vez contrata-
ron con 6 panaderos la entrega
de 1.500 quintales “de bizcocho,
peso de Castilla, para el servicio
de las referidas galeras”32.
Otro tipo de asiento era el de
la fabricación de uniformes. La
participación de los gremios
del sector textil, para su manu-
factura y comercialización, fue
destacable. Ya en 1708 el gobier-
no del archiduque Carlos tasó el
precio de los tejidos de lana por
“haver de menester panyos en la
ocasió corrent per las milicias y
desitja S. M. comprar los panyos
en lo present Principat”. En 1717
el intendente reconocía que “hoy
en día se han hecho uniformes
y vestidos para oficiales de los
regimientos de S. M. y de muy
buena calidad”. El encargo, en
esta ocasión, consistía en 950
baras de tejido blanco, 510 de
rojo, 1.150 estamenyes y 475 ga-
lones de seda. No se trabajaba
tan sólo para el Principado. En
1738 se encargaba el vestuario
30 AHPB, Not. Sebastià Prats, Quartu Manuale…, 3-2-1747, fol. 31; 6-3-1747, fol. 62; 3-11-1747, fol. 324; 12-12-1747,
fol. 364; 30-12-1747, fol. 3.31 AHPB, Not. Josep Rojas, Manual de 1750, fol. 223, diciembre de 1750. 32 P. Molas, “Els arrendaments”, p. 96-97.
124
para el destacamento de Invá-
lidos de Madrid. Con el tiempo
éste tipo de contrato experimen-
tó algunos cambios. En 1763 se
constituye una compañía sobre
“vestuario y cuerpos de unifor-
me de cualquier regimiento”, que
monopolizaba la familia Miró,
maestros sastres. La sociedad
se disolvió en 1783, elevando a
escritura pública un detallado
estado de cuentas, y habiéndo-
se prorrogado tácitamente por
los herederos universales de los
primeros socios principales33.
Mayor prestigio tuvo la sociedad
creada por Baltasar Bacardit y
Esteve Demestre. El primero fue
arrendatario del abastecimiento
de pan y carne. Además intervino
en fábricas de indianas y admi-
nistraba diversas propiedades
rústicas. En 1763 Baltasar y su
hijo, junto con Demestre, obtu-
vieron un “Asiento general de
vestuarios” con una duración de
10 años. En el contrato, el joven
Bacardit constaba como “impre-
sario”. El Catastro lo menciona
como arrendatario al menos has-
ta 1770 y Esteve Demestre hasta
178434.
Fig. 03_ MARTÍN ZERMEÑO, Pedro:
Plano de la Plaza de San Fernando,
y sus obras exteriores como han
de quedar finalizadas; Barcelona,
30 de noviembre de 1756. [Instituto
de Historia y Cultura Militar, Madrid.
Cartoteca Histórica, GE–5/13.]
33 AHPB. Not. F. Mas i Vidal, Manual de 1783, fol. 71. 34 P. Molas, “Els arrendaments”, p. 96-97.
125Los contratos de transporte
en tiempos de guerra también
requirieron de numerosas cola-
boraciones. Durante la Guerra de
Sucesión de Austria, 1741-1747,
encontramos a Josep Serrat como
“asentista de mulas de tiro y ma-
chos o azémilas para el tren de la
Real Artillería del Exèrcito de Sa-
boya y Italia”. Josep Carrer, antes
mencionado, se interesó por las
operaciones de transporte de los
ejércitos borbónicos en el frente
de los Alpes contra el rey de Cer-
deña. En el estado de cuentas que
presentaba Carrer en 1750 y don-
de se evaluaban gastos de casi
95.000 libras por “800 machos
catalanes en el servicio del Exèr-
cito de Francia”, se observa que
las partidas presupuestarias más
onerosas hacen referencia en pri-
mer lugar al salario de los arrieros,
y seguidamente a la compra de
herraduras, cuerdas, clavos, y fo-
rrajes. De modo complementario
cabe anotar los gastos relaciona-
dos con alquileres de espacios35.
Nos encontramos nuevamente
a los arrieros trabajando para la
compañía creada en 1746 del
asiento de la fábrica, conducción
y entrega de papel blanco y sella-
do para la intendencia del ejército
del Principado36.
Si bien en la mayoría de contratos
los arrendatarios principales eran
maestros artesanos, no faltaron
los compuestos por elementos
de la burguesía superior, los co-
merciantes de matrícula. Fue el
caso de la compañía que actuó
para la campaña de Portugal, en
1760-1763. Josep Forn i Milans
proporcionaba “60 brigadas de
machos de carga”. Contaba con
una amplia red de subarrenda-
tarios, comerciantes y payeses,
que se dispersaban por localida-
des como Olot, La Bisbal, Ripoll
y Llívia.
Los contratos con la armada
abarcaban, sin apenas líneas
divisorias, desde el aprovisio-
namiento de víveres, de velas y
cuerdas, o la construcción naval.
Encontramos a la compañía de
Milans proporcionando bizco-
cho a la vez que encargando la
fabricación de velas a los tejedo-
res de lino y lana de Barcelona.
En el proceso intervenían otros
agentes: los prohombres del
gremio inspeccionaban y garan-
tizaban la calidad del producto.
La compañía de tenderos Alegre
y Gibert se encargaba del asiento
de las jarcias. A partir de 1730 la
demanda de cordelería naval au-
mentó de forma considerable por
las necesidades derivadas de la
consolidación de la nueva Armada
Real concebida desde la óptica re-
formista. Participaba como socio
en dicha compañía Puiguriguer,
quien la utilizaba como plataforma
para expediciones comerciales
en América37. También participa-
ban los Buxó, que operaban para
la flota de Cartagena habiendo
conseguido que sus obreros se
librasen de las tasas gremiales.38
La construcción naval y la fa-
bricación de las velas seguía
el mismo proceso. En el año
1753 se construyeron en Bar-
celona 36 gánguiles para el
dragado del puerto de Cartagena.
El contratista era un carpintero,
Escarabatxeras, que subarren-
daba la fabricación de velas a un
tejedor de lino a quien entregaba
la materia prima necesaria.
Además de los ya citados exis-
tió el contrato de la paja para la
caballería. Se concedía en 1736
al armero Josep Serrat que a
la vez contaba con una nutrida
red de subarrendatarios disper-
sos por las principales sedes de
corregimiento y otras ciudades
importantes: Girona, Tarragona,
35 AHPB. Not. Josep Rojas, Manual de 1750, fol. 223.36 AHPB. Not. Sebastià Prats, Manual 3, fol. 419.37 P. Molas, Los gremios barceloneses en el siglo XVIII. Barcelona, 1970, p. 331 y 335.38 Íd., “Els arrendaments”, p. 99.
126 Lleida, Cervera, Barcelona, Vila-
franca, Piera, Talarn. De los años
cuarenta a cincuenta el princi-
pal administrador del asiento de
la paja fue el agremiado Anto-
ni Seguí. Su hijo constaba una
generación más tarde como ciu-
dadano honrado, miembro de la
Junta de Comercio, director de
la Compañía de los hilados de al-
godón y juez de apelaciones del
Consulado.
Se conocen también los con-
tratos de espadas y sables para
galeras. Los maestros torneros
fabricaban cartucheras: en 1769
Patau se había comprometido
a fabricar 75 docenas. También
existían asientos de recluta-
miento de soldados. Miquel Font
encabezaba una compañía que
en 1777 alistaba a 18 hombres
por cuenta del Ayuntamiento
de Vic, por lo que pagó más de
4.000 libras “per gratificació del
treball i diligència han tingut per
buscar dits hòmens”. Del mismo
modo se concentraron nume-
rosos contratos “por el arriendo
de reparos y fortificaciones”.
Una compañía de albañiles y
carpinteros se hacía cargo de la
construcción de almacenes para
la provisión de víveres a la arma-
da. Y para la limpieza del puerto
se realizaba en 1747 un contrato
con el libretero francés Bonnar-
del. Finalmente, muy numerosos
eran los contratos de transporte.
Tres arrendatarios de mulas or-
ganizaban en 1755 el “arrastre
de maderas de la construcción
para la Real Armada en el Reyno
de Andeluzía”39.
Son pues numerosos los tipos
de contratos militares según el
objeto de los mismos. Como
también numerosos son los
interesados, contratistas, depen-
dientes. De entre la larga lista
de profesionales que ejercieron
en la Barcelona dieciochesca
en el ramo de la construcción,
estudiados por Arranz, algunos
participaron activamente en los
asientos del ejército. De la fa-
milia Canals, carpinteros que
también montaban armas de
fuego, Francisco se hizo con un
asiento para la construcción y
reparación de este tipo de armas
(1717-1724). En otra generación,
Ramón, entre los años 1730 a
1740, fue titular de dos o tres
contratas y socio o fiador de al
menos una veintena: entre otras,
en 1731, para la construcción de
caballerizas para las naves con
destino a la expedición de Orán;
en 1736 para la ejecución de di-
versos trabajos de reparación de
las fortificaciones de Tortosa y
Cardona; en 1740, para la con-
fección de tiendas de campaña y
para la construcción del hospital
de campaña. Otros nombres des-
tacados fueron: Pere Grau Balló,
socio y proveedor de diversas
compañías dedicadas a obras de
fortificación, como la adjudicata-
ria de los trabajos para el castillo
de San Fernando de Figueres;
José Briz, quien había perteneci-
do durante los años de la guerra
de Sucesión a la Dirección de
obras de puentes portátiles y fir-
mes, experiencia que sin duda
le valió para convertirse en so-
cio de compañías constructoras,
como la que obtuvo el asiento
de baluartes de la Ciudadela en
1715; la familia Hipòlit, originaria
de pescadores, destacada más
tarde entre los carpinteros, que
acabaría controlando una décima
parte del capital social de la com-
pañía adjudicataria de las obras
del castillo de Montjuïc y de las
contraguardias de la Ciudadela;
la familia Enrich, cuya biografía
muestra también el proceso de
polarización social del mundo
gremial y la incidencia de ello en
el acaparamiento de las contra-
tas; los Ivern, maestros albañiles
y asentitas de obras públicas y de
fortificación; los Vallescà también
maestros albañiles, asentistas
del ejército y finalmente miem-
bros de la milicia; los Lletjós, que
de arrieros pasaron a contratistas
invirtiendo sus cuantiosos bene-
39 Íd., “Els arrendaments”, p. 98-100.
127ficios en inmuebles urbanos, y a
familiares de la Inquisición40.
Unos y otros constituyeron au-
ténticas redes cuya extensión y
vigencia permitieron defender la
tesis de su contribución al desa-
rrollo económico de la Cataluña
del setecientos. En la base de la
misma, la opinión de personajes
que como Jaume Caresmar en
su discurso de 1780 indicaron
entre los factores de dicho des-
pliegue económico las contratas
de pertrechamiento del ejército,
de obras públicas y de fortifica-
ción, omitiendo sin embargo las
repercusiones económicas de la
militarización del Principado.
Influencia de los contratos militares en el desarrollo económico y la participación gremial
Tomando como referencia las his-
torias familiares, las historias de
los sujetos que negocian, se hace
patente la interacción de factores
que contribuyeron al desarrollo
económico del setecientos y al
despliegue de la burguesía desde
los estratos superiores del mundo
gremial.
Los suministros militares tuvie-
ron una cierta incidencia en el
desarrollo de la industrialización
catalana, si seguimos a Antoni de
Capmany, sobretodo a partir de la
expedición española a Sicilia de-
finida por él como “el comienzo
de esta suerte de empresas”. To-
das las empresas mediterráneas
de Felipe V fueron equipadas en
Cataluña. Los tratados de 1713-
1714 habían privado al ejército
real de sus tradicionales fuentes
de suministros, en las plazas de
Milán y los Países Bajos, forzan-
do en consecuencia a aceptar la
producción catalana. En los años
sesenta del siglo pasado, el his-
toriador Joan Mercader señaló al
respecto la estrecha vinculación
existente entre los hombres de la
Superintendencia y algunos pio-
neros de la renaciente industria
del país. La construcción de caba-
llerizas en el puerto de Barcelona,
las raciones para la armada, sus
uniformes y vestuario comple-
to, todo ello fue animado desde
sus inicios por quien ostentara
la intendencia, Patiño, pronto
seguido por Pedrajas y Rodrigo
Caballero. Pero pese a la suerte
de varios de los nombres que en-
contramos unidos a este tipo de
contratos con el ejército, que as-
cendieron vertiginosamente en la
escala social e impulsaron el de-
sarrollo industrial, ello no significa
que exista una relación estrecha
de causa y efecto. Para la mayor
parte de ellos el aprovisionamien-
to militar no era más que otra
fuente de beneficios. Estudios
históricos sobre familias dedica-
das a diversidad de actividades
económicas así lo han mostra-
do: los Coma de Solsona, en una
primera generación habían arren-
dado los derechos dominicales
del ducado de Cardona; en una
segunda generación erigieron
una compañía para el comercio
de tejidos; en una tercera gene-
ración estudiaron leyes a la par
que roturaron tierras, crearon una
compañía que explotaba una fá-
brica de aguardiente y otra que
compraba materia prima que ha-
cía tejer y proveer manufacturada
al ejército41.
Diversos testimonios de la épo-
ca así lo muestran. Es el caso
del panegirista de los gremios
Francesc Romà i Rossell en su
Disertación histórico-político-le-
gal por los colegios y gremios de
Barcelona, escrita en el año 1766.
Según Romà la participación de
los gremios en el equipamiento
40 M. Arranz, Los profesionales de la construcción en la Barcelona del siglo XVIII, Universidad de Barcelona, Tesis docto-
ral, 1979, p. 645, 691-695, 694, 698, 809, 825, 1044, 1057, 1068, 1184, 1840-1862.41 R. Planes, “Sobre la petita noblesa de la Catalunya interior al segle XVIII”, Pedralbes. Revista d’Història moderna, 7,
1987, p. 163-181.
128 del ejército era un factor a tener
en cuenta a la hora de valorar
el sistema corporativo. Es cierto
que al son de esta realidad cre-
cieron numerosos talleres otrora
menos activos. Los trabajos de
Molas nos los han identificado:
los oficios más favorecidos por
la nueva situación eran los arme-
ros, los sastres, los zapateros,
los guarnicioneros, los torneros,
etc. Todos ellos proporcionaban
al ejército productos variados,
calzado, uniformes, cartucheras.
A su lado, albañiles y carpinteros
trabajaban en las fortificaciones
militares. Los gremios textiles fa-
bricaban escarapeles, galones.
Los pintores daban color a las ar-
mas y los armeros las limpiaban
o fabricaban pistolas42.
A fines de siglo, Campmany se
mostraba más pesimista: en
1792 escribía que “errados han
andado otros que, ignorando que
en Cataluña las artes y oficios
son tradicionarios desde el siglo
XIII, han creído que las guerras
de sucesión de principios de este
y el acantonamiento de tropas
animaron la industria y manu-
facturas, sin reparar que de las
innumerables ramos de artes que
florecen en este Principado sólo
cinco o seis tienen relación con
el vestuario, armamento y forni-
tura de la milicia”43. Buena parte
de la burguesía ya había partici-
pado en este tipo de negocios
mucho antes del advenimiento
borbónico, a fines del siglo XVII.
Por otro lado los contratos mili-
tares dieron lugar a una serie de
problemas que sufrieron direc-
tamente los gremios. La forma
de organización del trabajo, a
veces, pudo chocar con el siste-
ma gremial. El concesionario que
obtenía el arrendamiento con la
intendencia subarrendaba su ta-
rea sin tener en cuenta el sistema
de reparto igualitario que regía
en los gremios. En el año 1743,
la intendencia estableció que los
contratistas no agremiados de-
berían librar la mitad del contrato
a los gremios, lo que se paralizó
tan sólo un año más tarde con
la circular de Ensenada sobre la
libertad de reparto44. Aún así no
faltaron gremios que se moder-
nizaron ante dicha demanda. El
de guarnicioneros introdujo en
el examen de maestría la prueba
de fabricar dos sillas de montar.
Hacía lo mismo el gremio de fa-
bricantes de cinturones y correas,
que introducía como materia de
examen una cartuchera en 1818.
Otro problema de mayor reper-
cusión fué la grave situación de
carestía de la que bien pronto se
acusó a los asentistas por ex-
propiar el grano del Principado.
Una de las constituciones de
1702 obligaba a pagar el grano
al precio corriente o bien ofre-
cer suficientes garantías a los
propietarios45.
La actividad militar reanimó en
suma la industria catalana du-
rante los años de la depresión
de 1714 a 1730 y a partir de los
años treinta continuó contan-
do con numerosos participantes
para su abastecimiento. Sin em-
bargo no hay que sobrevalorar la
importancia de los contratos mi-
litares sobre el auge económico.
También, el capital acumulado,
se incrementaría paulatinamente
por las amplias posibilidades de
intercambios que se les ofrecían
en la instauración de rutas esta-
bles de navegación de cabotaje
en el eje Barcelona-Cádiz46.
42 P. Molas, “Els arrendaments”, p. 94-95.43 A. De Capmany, Memorias históricas sobre la marina, comercio y artes de la antigua ciudad de Barcelona. Barcelona,
1961-1963. Citado por P. Molas, “Els arrendaments”, p. 94.44 P. Molas, “Els arrendaments”, p. 95.45 Constitucions, capítols i actes de cort, 1701-1702 i 1705-1706. Barcelona, 2006. 46 P. Vilar, p. 4, 479.
129
Fig. 04_ El Sastre.
Giovanni Battista Moroni,
Óleo sobre lienzo, 99.5 x 7cm,
Londres, The National Gallery
130 LA DIRECCIÓN DE INGENIEROS EN EL PRINCIPADO DE CATALUÑA DURANTE EL SIGLO XVIII
131
Margarita Galcerán Al finalizar la Guerra de Sucesión,
Felipe V dedica gran parte de
sus esfuerzos a la organización
de su reino. Continúa con la de-
cisión de formar un ejército con
las condiciones necesarias tanto
para defenderse como para ofen-
der a sus enemigos. Ya ha hecho
venir de Francia una brigada de
ingenieros militares, para cubrir
las necesidades planteadas por
la guerra, y el marqués de Bed-
mar le ha propuesto que Jorge
Próspero de Verboom, Ingeniero
General de los Países Bajos, se
incorpore al ejército.
Verboom, a quien se nombra, en
1709, Teniente General y poco
después Ingeniero General y
Cuartel-Maestre General de los
Reales Ejércitos, es quien asume
la responsabilidad de preparar la
organización de un cuerpo de in-
genieros. Para ello se hace venir
a España ingenieros de Flandes,
se elabora un plan para su orga-
nización, se forman categorías y
su asimilación militar.
El proyecto de organización del
Cuerpo de Ingenieros se aprue-
ba, por Real Decreto, el 17 de
abril de 1711 en la ciudad de
Zaragoza. Se establecen las
categorías, que son: Ingeniero
General, Ingeniero en Jefe o de
Provincia, Ingeniero en Segundo,
Ingeniero en Tercero y Designa-
dor o Delineador. Finalmente, la
asimilación militar no se produce
hasta 1756.
Todo esto, junto con la crea-
ción de la Real y Militar
Academia de Matemáticas de
Barcelona y de un reglamento
para su buen funcionamiento,
hace que el país cuente con
unos profesionales con una
sólida preparación académi-
ca, una gran disciplina y una
buena y eficiente organiza-
ción del trabajo. Así ellos son
el instrumento con que lograr,
durante todo el siglo XVIII, los
fines ilustrados, asumiendo
multitud de responsabilidades,
que abarcan diversos ámbitos.
Fig. 01_ Jorge Próspero Verboom.
132 Las pretensiones de la Corona
quedan muy claras en la introduc-
ción de la Instrucción y Ordenanza
de 17181, que dice:
“El Rey Por cuanto conveniendo
a mi servicio, y el bien de mis Va-
sallos tener noticias individuales
de la situación de las Ciudades,
Villas, y Lugares, sus distancias,
la calidad de los Caminos, cur-
so de los Ríos, estado de los
Puentes, y otras circunstancias;
como también la constitución, y
estado de las Plazas de Guerra,
Puertos de Mar, Bahías, y Costas,
así por lo que este conocimiento
se necesita para el acierto de las
resoluciones de mi Real servicio,
y para la comodidad de los pa-
sajeros, carreterías, y para otros
interesados; como por el deseo
que tengo de mandar hacer en
los referidos Caminos, en los
Puentes, y en otros parajes, los
reparos, y obras, que se consi-
deraren convenientes, haciendo
construir también nuevos Puen-
tes, y abrir otros Caminos, si
fuere menester, obviando rodeos,
y malos pasos, a fin de facilitar
la comodidad de los pasajeros,
y comerciantes, y la menos cos-
tosa conducción de los frutos,
ganados, y géneros, de unos
Pueblos a otros, comerciando,
y comunicándose con recíproca
conveniencia; queriendo tam-
1 “Instrucción y ordenanza de 4 de julio de 1718 para los Ingenieros, y otras personas, dividida en dos partes. En la pri-
mera se trata de la formación de Mapas, o, Cartas Geográficas de Provincias, con observaciones y notas, sobre los Ríos
que se pueden hacer navegables, Acequias para Molinos, Batanes, y Riegos, y otras diversas diligencias, dirigidas al
beneficio universal de los Pueblos; y asimismo el reconocimiento, y formación de Planos, y Relaciones de Plazas, Puertos
de Mar, Bahías, y Costas; y de los reparos, y nuevas obras, que necesitaran, con el tanteo de su coste.
En la segunda se expresan los reconocimientos, tanteos, y formalidades con que se han de proponer, determinar, y eje-
cutar las obras nuevas, y los reparos que fueren precisos en las Fortificaciones, Almacenes, Cuarteles, Muelles, y otras
fábricas Reales, y sobre conservación de las Plazas, y Puertos de Mar.”
AGS, G.M., leg.2986, en Col. Aparici, Tomo LV, signatura 1-2-6, doc. 6.225.
Fig. 02_ Planta y secciones de una
esclusa doble en el río Ebro.
Miguel Marín, Barcelona, 26/10/1748.
133
bién, que al mismo tiempo, y
para el mismo importante fin, y
otros, se reparen, mejoren, y se
conserven los Puertos de Mar, y
que se reconozcan los Ríos que
se pudiesen hacer navegables, y
parajes que pudieren ser a propó-
sito para abrir Canales, y Cequias,
descubriendo también las aguas
subterráneas, que no solo asegu-
rasen el aumento del comercio,
y el mayor beneficio de los Pue-
blos, por la facilidad y poquísimo
gasto con que transportarían los
frutos, materiales, y géneros de
unas Provincias a otras, sino que
dieron disposición para Molinos,
Batanes, y otros Ingenios, y para
el regadío de diferentes Campos,
y tierras, que no producen por
faltarles este beneficio; esperan-
do Yo, que con el de la Paz podré
poner en ejecución el ánimo que
siempre he tenido de fomentar y
costear gran parte de estas obras
con caudales de mi Hacienda,
y aún con el trabajo de algunas
de mis Tropas, que emplearé
gustoso en lo que tanto puede
conducir al bien común de mis
Vasallos; y hallándome también
informado de que en diversas
Fig. 03_ Estructura de una
esclusa doble en el río Ebro.
Miguel Marín, Barcelona, 26/10/1748.
Fig. 04_ Mapa de una porción
del río Ebro con la situación de la
esclusa doble. Miguel Marín,
Barcelona, 26/10/1748.
134 ocasiones se han construido mu-
chas fortificaciones, y otras obras
inútiles en las Plazas, y Puertos
de Mar, y desperdiciándose en
ellas considerables caudales de
mi Real Hacienda, y de los Pue-
blos; por haberse ejecutado sin
Planta, ni dirección de Ingenieros
profesos de inteligencia, y sin la
intervención de Ministros de Ha-
cienda, que es precisa siempre
en semejantes gastos, a causa de
la licencia que algunos Cabos Mi-
litares, y otros se han tomado, de
determinar, y hacer obras, sin que
preceda orden, ni proyecto apro-
bado por Mi; de que ha resultado
también haberse hecho algunas
muy defectuosas, y otras ente-
ramente contrarias a la defensa
de las mismas Plazas, por lo cual
ha sido preciso demolerlas, cau-
sando nuevos gastos con gran
detrimento de mi Real Hacienda;
y deseando obviar en adelante
estos, y otros inconvenientes,
prescribiendo a los Ingenieros y
demás personas a quienes tocare
las reglas con que han de proce-
der en estas dos importancias, y
atender á mi mayor servicio: He
resuelto establecerlas en la forma
que distintamente se explican en
la instrucción siguiente”.
La organización territorial del Cuerpo de Ingenieros. El Principado de Cataluña
Para poder llevar a cabo los tra-
bajos encomendados, el Cuerpo
de Ingenieros se apoya en una
sólida organización territorial, una
distribución lógica de los ingenie-
ros, tanto en la Península como
en ultramar, y una organización
eficiente y jerarquizada del traba-
jo, tanto en los proyectos como
en la realización de las obras.
El territorio se divide en una serie
de Direcciones2 con sus plazas
dependientes, que son: Catalu-
ña (Barcelona, Figueres, Girona,
Tarragona, Tortosa y Lleida), Va-
lencia (Valencia, Cartagena y
Alicante), Navarra (Pamplona),
Guipúzcoa (San Sebastián), Ara-
gón (Zaragoza y Jaca), Galicia
(Coruña, Rías, Plazas y Castillos),
Castilla la Vieja (Zamora, Ciudad
Rodrigo y Castillo de la Concep-
ción), Castilla la Nueva (Madrid),
Extremadura (Badajoz, Alcántara,
Valencia de Alcántara y Albur-
querque), Costa de Granada y
Presidios menores (Málaga y su
costa, Melilla, Peñón de Vélez de
la Gomera y Alhucemas), Andalu-
cía (Puerto de Santa María, Cádiz,
Campo de Gibraltar y Ayamonte),
Mallorca (Palma), Canarias, Orán
(Orán y sus castillos y Almansa) y
Ceuta y sus castillos3.
Hay que tener en cuenta que es-
tas Direcciones varían a lo largo
del siglo XVIII, así como el número
de ingenieros destinados en ellas,
y que solamente diez albergan un
Director de Ingenieros. Estas son:
Cataluña, Valencia, Navarra, Gui-
púzcoa, Aragón, Galicia, Castilla
la Vieja, Extremadura, Costa de
Granada y Presidios menores, y
Andalucía, con sede respectiva-
mente en Barcelona, Valencia,
Pamplona, San Sebastián, Za-
ragoza, La Coruña, Zamora,
Badajoz, Málaga y Puerto de
Santa María. En el resto, el res-
ponsable es un Ingeniero en Jefe.
El Principado de Cataluña, debido
a su posicionamiento durante la
Guerra de Sucesión y su situación
geográfica, fronterizo con Francia
y con una línea costera que de-
fender, es una de las Direcciones
más importantes. Su sede es Bar-
celona y en ella debe residir, tal
2 Estos datos se han extraído de un “Estado que manifiesta la distribución de los 143 ingenieros propuestos para el
servicio del Ramo de Fortificaciones en España con atención a las Plazas en que hacen más falta”, firmado por Silvestre
Abarca y fechado en Madrid, el 11 de febrero de 1778. Colección Aparici, Tomo LIV, signatura 1-2-5, “Sobre la creación
del cuerpo, sus variaciones, aumentos, división en tres secciones y otros asuntos”.3 A todas estas Direcciones hay que añadir las correspondientes a ultramar.
135como indican las Ordenanzas, el
responsable, el Director de Inge-
nieros, que es donde lo hace el
Capitán General.
Dependen del Director todos los
ingenieros destinados en Catalu-
ña y su número, que es siempre
superior al de las otras Direc-
ciones, varía a lo largo del siglo,
dependiendo de la situación
política, las necesidades y las
modificaciones que experimen-
ta en su organización el Cuerpo
de Ingenieros. Sabemos que en
1723 hay treinta y cuatro ingenie-
ros y en 1728 veintiocho4, y que
durante el último cuarto del siglo
su número oscila entre once y
quince5.
Por otro lado existen unas lis-
tas del año 17786, firmadas por
el Director del Ramo de Fortifi-
caciones Silvestre Abarca, en
las que se especifica que en la
Dirección de Cataluña hay des-
tinados veintidós7 ingenieros,
aunque específicamente en el
Ramo de Fortificaciones hay
solamente trece8 y se necesitan
treinta9.
En el último listado en el que se
propone la distribución de los
ingenieros en atención a las pla-
zas en que hagan más falta, se
tiene en cuenta las que son de-
pendientes, de manera que para
Barcelona se proponen catorce (1
Director, 2 en Jefe, 2 en Segundo,
3 Ordinarios, 2 Extraordinarios y
4 Ayudantes), para Figueres ocho
(1 en Jefe, 1 en Segundo, 2 Or-
dinarios, 2 Extraordinarios y 2
Ayudantes), para Girona cuatro
(1 en Segundo, 1 Ordinario, 1 Ex-
traordinario y 1 Ayudante), para
Tarragona dos (1 Ordinario y 1 Ex-
traordinario), para Tortosa uno (1
Extraordinario) y para Lleida uno
también (1 Extraordinario).
Las atribuciones del Director de Ingenieros
Además de tener a sus órdenes
todos los ingenieros destinados
en Cataluña, sin excepción algu-
na, lo que representa determinar
cómo deben repartirse en las
plazas bajo su responsabilidad,
indicándoles sus comisiones y
cuidar no sólo de su aplicación
y aprovechamiento, sino también
de su conducta, pudiendo re-
prenderlos o arrestarlos según su
criterio, el Director debe hacerse
cargo de las nuevas propuestas y
del mantenimiento y reparación de
todas las murallas, fortificaciones
y edificios dependientes del reino,
lo que representa la elaboración
de proyectos, reparaciones, su
mantenimiento, los presupues-
tos, la ejecución de las obras, la
documentación gráfica y escrita,
la supervisión de las zonas polé-
micas, los informes, propuestas
y justificaciones periódicos, a lo
que hay que añadir su presencia
como vocal en la Junta del Puerto
de Barcelona y la representación
del Ingeniero General en la Real
Academia de Matemáticas de
Barcelona.
Aunque todas las ordenanzas que
se publican establecen las rela-
ciones que rigen las funciones
del Cuerpo de Ingenieros, la apa-
recida el 22 de octubre de 1768
constituye fundamentalmente un
reglamento para su servicio inter-
no y para sus relaciones con las
autoridades militares. En ella se
prescribe, entre otros, los cargos
4 CAPEL, H; SÁNCHEZ, J.E.; MONCADA, O.: De Palas a Minerva. Barcelona, Ed. del Serbal y CSIC, 1998, p. 46 y 47.5 Tenemos datos del número de ingenieros durante el período en que es Director Francisco Llobet, de 1774 a 1785.6 AGS, G.M., leg.3002, en Col. Aparici, Tomo LIV, signatura 1-2-5, doc. 6.035, 6.037, 6.038 y 6.039.7 Los 22 ingenieros corresponden a 1 Director, 2 en Jefe, 2 en Segundo, 4 Ordinarios, 5 Extraordinarios y 8 Ayudantes. 8 Los 13 ingenieros pertenecientes al Ramo de Fortificaciones corresponden a 1 Director, 1 en Jefe, 1 en Segundo, 1
Ordinario, 2 Extraordinarios y 7 Ayudantes.9 Los 30 ingenieros que se necesitan corresponden a 1 Director, 3 en Jefe, 4 en Segundo, 7 Ordinarios, 8 Extraordinarios
y 7 Ayudantes.
136 y funciones del Ingeniero Direc-
tor. Como ya hemos comentado
el Ingeniero Director debe residir
en el mismo punto que el Capitán
General de la provincia, depen-
diendo directamente de éste.
Al acceder a su cargo recibe de
su antecesor todos los mapas,
planos, relaciones, contratas, pro-
yectos, correspondencia y demás
documentos relativos al Cuerpo.
Si ha de ausentarse le sustituye
el ingeniero más capacitado, más
antiguo o de mayor graduación,
ateniéndose a las indicaciones
que le ha dejado su superior. En
caso de fallecimiento este mismo
ingeniero debe hacerse cargo,
bajo inventario, de todos los pa-
peles de aquel.
A finales de año debe pasar al
Capitán General y al Ingeniero
General un oficio proponiendo las
cantidades necesarias durante el
siguiente año para la construc-
ción de nuevas fortificaciones,
reparaciones de las existentes
y mantenimiento de cuarteles y
demás edificios a su cuidado. El
Capìtán General después de in-
formar dicho oficio lo hace llegar
Fig. 05_ Fachada de las casas del
proyecto de la plaza de Boteros en
Lleida. Antonio López
Sopeña, 8/2/1792.
137al Secretario de Estado en el Des-
pacho de la Guerra.
Los proyectos, el mantenimiento y las reparaciones
Es facultad exclusiva de los in-
genieros militares la elaboración
y el control de los nuevos pro-
yectos y una de las principales
atribuciones del Director de Inge-
nieros. Aunque en ocasiones los
pueden realizar otros ingenieros
los proyectos deben ser hechos
por él, mandando los originales al
Gobernador de la plaza, a conti-
nuación con su dictamen se pasa
al Capitán General y él a su vez
al Intendente, y una copia al Inge-
niero General. Si el proyecto está
realizado por otro ingeniero, el
Director debe realizar un informe
que se adjunta a toda la docu-
mentación. Si están de acuerdo
se inicia el proceso inverso para
que se proceda a las obras.
Si son proyectos de obra nueva
o de suma importancia, al igual
que en los oficios o relaciones
anuales de previsión de cauda-
les, el Capitán General los envía
con un informe al Despacho de la
Fig. 06_ Planta y sección de la Seu
de Lleida. Juan Francisco Darbeles
Dumon, 1748.
138 Guerra. Si el proyecto es aproba-
do se realiza también el camino
inverso, pasando el original al Ca-
pitán General y luego al Ingeniero
Director, quien debe sacar copia
para el Archivo de Fortificaciones
de la Secretaría del Despacho de
la Guerra. Debe encargarse en-
tonces este último de poner en
práctica el proyecto y si la obra
se realiza fuera de la capital de la
provincia y al cuidado de otro in-
geniero debe remitirle a éste otra
copia del proyecto junto con las
instrucciones necesarias.
En ciertas ocasiones el Ingeniero
General puede pasar los pro-
yectos directamente al Capitán
General o al Rey para su aproba-
ción. Por otro lado todas aquellos
proyectos, obras o reparaciones
que se tengan que hacer en los
palacios y edificios pertenecien-
tes a la corona y que sirvan de
alojamiento a los generales, mi-
nistros o personas de la corte, no
se pueden ejecutar sin orden ex-
presa del rey.
Los proyectos desarrollados son
variados, dependiendo en parte
de los períodos de guerra o de
paz. Pero hay que recordar que
las atribuciones del Cuerpo varían
a lo largo del siglo según su orga-
nización, por lo que básicamente
los proyectos más abundantes
pertenecen a elementos de for-
tificación -murallas, baluartes,
baterías, fuertes, ciudadelas…- y
edificios militares, aunque tam-
bién se realizan levantamientos
de mapas, intervenciones urba-
nísticas y edificios civiles.
Todos estos proyectos constan
de una documentación gráfica,
complementada por otra escrita.
Después de hacer los bocetos,
tomar nota de todo lo necesario,
como la consistencia y situación
del terreno, y, a veces, recuperar
algún proyecto precedente, se
realizan las propuestas, que grá-
ficamente se definen con plantas,
principalmente, secciones y alza-
139dos. Casi siempre estos últimos,
si es que se realizan, se limitan a
representar las fachadas principa-
les. También, si la estructura del
edificio es complicada se añaden
planos de detalle. Algunas veces,
los elementos arquitectónicos y
ornamentales utilizados se to-
man de los tratados, que ya han
sido vistos y comentados en la
Academia de Matemáticas. Habi-
tualmente dentro del mismo plano
se dibuja un cajetín en el que se
detalla e identifica cada uno de
los espacios representados,
añadiéndose también en ciertas
ocasiones el presupuesto deta-
llado. Se agregan unas regletas
con la escala o escalas utilizadas
y todos los planos se identifican
con una leyenda explicativa de lo
representado. Es común que lleve
la fecha de realización y la firma
del ingeniero autor del proyecto,
aunque esto no indica que la rea-
lización formal del plano —encaje
a lápiz, delineado a tinta, lavado
en colores y rotulado— lo realice
él sino un delineante.
Acompañando la documentación
gráfica se encuentra la escrita,
con las reflexiones, explicaciones
y justificaciones necesarias, y el
presupuesto, que se ha elabora-
do teniendo en cuenta el precio
de los jornales y de los materiales
de la zona, expresando también
su calidad y cantidad y dónde se
pueden encontrar. Para estos plie-
gos de condiciones la Ordenanza
estipula que “se valdrán siempre
de la Toesa, o, pies de Francia, y
donde conviniere de fanegas de
Castilla, y de libras de diez y seis
onzas Castellanas cada una; y las
cantidades del precio, o, gasto
en dinero, se expresarán en rea-
les de vellón Castellanos, o, en
escudos de diez reales de vellón
Castellanos cada uno, poniendo
las partidas, y el resumen por le-
tra, y por guarismo”10. A todo esto
se añade, tal como se ha indicado
antes, un informe del Ingenie-
ro Director, si no es el autor del
proyecto.
10 AGS, G.M., leg.2986, en Col. Aparici, Tomo LV, signatura 1-2-6, doc. 6.225.
Fig. 07_ Plano del fuerte de San
Jorge en la costa de Tortosa. Anto-
nio López Sopeña, 1792.
140
Una parte importante de los traba-
jos que se realizan en la Dirección
es el mantenimiento de los edi-
ficios dependientes del Cuerpo
—reposición de tejas, cristales, pa-
vimentos, puertas, ventanas…— y
reparaciones, en puentes firmes y
levadizos, por desprendimientos,
agujeros y brechas en muros y cu-
biertas, refuerzos…, que cuando
corresponden a elementos defen-
sivos y con peligro de ataque se
deben realizar de la manera más
rápida posible. Todo ello debe
quedar reflejado y justificado en
los informes periódicos.
Fig. 08_ Plano del barrio de la Bar-
celoneta en Barcelona. 1782.
141
11 Tres tratados sobre fortificación y milicia, Madrid, 1985, p. 32.
Las zonas polémicas
Un tema que genera gran can-
tidad de consultas al Ingeniero
Director por parte del Capitán Ge-
neral y de los Intendentes es el de
las Zonas Polémicas.
Se entiende por Zona Polémica a
la inmediata a las fortificaciones,
que se debe mantener despejada
para evitar que el enemigo pue-
da encontrar refugio o acercarse
a ellas. Ya Cristóbal de Rojas en
su tratado sobre fortificación, edi-
tado en 1598, nos habla de que
“por lo menos haya la cantidad.
1.000 pasos alrededor del [sitio o
fortificación], sin que pueda llegar
cubierto un pequeño pájaro por
la superficie de la tierra, sin que
sea visto del sitio…”11. En el siglo
142 XVII aparecen decretos prohibien-
do construir en dicha zona. Más
adelante la legislación es más
específica, limitando el espacio
hasta 250 toesas de las fortifica-
ciones. Esta distancia irá variando
hasta 500 toesas y 1500 varas. La
ordenanza de 1768 concreta mu-
cho más esta problemática.
Las consultas y reclamaciones
proceden generalmente de due-
ños de terrenos y construcciones
que se encuentran en estas zonas
y que en Barcelona están gene-
radas preferentemente, además
de las murallas, por la Ciudadela
y el castillo de Montjuïc. Se soli-
cita permiso para nuevas obras,
casitas, barracas, almacenes,
tinglados y anexos —talleres,
pozos, lavaderos, cobertizos, pa-
redes de cerca…—, casi siempre
relacionados con construcciones
existentes, conducciones y reco-
gida de aguas, instalaciones de
cañerías, legalización de obras,
aprovechamiento de tierras, moli-
nos, fuentes, norias, … Las dudas
siempre plantean su pertenencia
o no a las zonas polémicas, o que
las construcciones ya existían
en dicho lugar desde hace tiem-
po. A todo esto hay que añadir
los partes y denuncias por haber
rebasado los límites de dichas
zonas.
Generalmente el Director delega
su estudio y la elaboración de los
informes pertinentes a cualquiera
de los ingenieros.
Hay que señalar también que está
prohibido formar y plantar jardines
y huertas en las fortificaciones, así
como labrar y sembrar en los mu-
ros y terraplenes de los cuerpos
de fortificación, y que los ganados
puedan pacer en estos parajes.
Por otro lado se debe vigilar que
ni en las explanadas ni cerca de
ellas se hagan hoyos ni se colo-
quen impedimentos que puedan
estorbar la defensa de las plazas.
La ejecución de las obras
Después de la tramitación de los
proyectos y de su aprobación,
se debe organizar su ejecución y
decidir quién debe ser el respon-
sable de ellas. De los proyectos
aprobados se han hecho copias
de manera que un ejemplar es
para el Capitán General, otro para
el Archivo de Fortificaciones, otro
para el Ingeniero Director, otro
para el Intendente y, finalmente,
otro para el ingeniero encargado
de la ejecución de las obras.
Las dos maneras habituales de
ejecutar las obras son por asiento
y por administración. En el pri-
mer procedimiento el Estado, a
partir de toda la documentación,
procede a una subasta pública,
de manera que un individuo o
una empresa se hace cargo de
las obras, estableciendo una re-
lación con la Administración. En
el segundo dicha Administración
asume el papel de contratista
pagando jornales a los obreros,
utilizando herramientas propias
y abonando los materiales que
se necesitan. En los dos casos la
supervisión se halla al cargo del
ingeniero designado.
Ya en la Ordenanza de 1718 se
indica que se procure ejecutar las
obras por asiento, que se hagan
pregonar por el Intendente o su
Subdelegado, con las formalida-
des y términos acostumbrados,
admitiendo las ofertas siempre
que haya individuo o empresa
con fianzas suficientes. Se de-
terminan en las condiciones los
plazos en que se debe ejecutar
la obra y, por parte de la Admi-
nistración, firman el contrato el
Intendente, el Ingeniero Director y
el Contador.
Hay abundante correspondencia
sobre utilizar uno u otro procedi-
miento, asiento o administración,
que lleva consigo diferencias de opi-
nión entre los Ingenieros Directores
y los Intendentes. Pero aunque ya
sabemos que la superioridad man-
da que en lo posible se haga por
asiento, a veces las necesidades del
momento apremian y se decide rea-
lizarlas por administración.
143Respecto a esto podemos leer
en una orden12 dirigida al In-
tendente Rodrigo Caballero,
fechada el 8 de abril de 1720,
sobre la intervención que ha de
tener el ingeniero en los asien-
tos de obras, que “todas las
obras se hagan por Asiento,
siempre que se hallen personas
abonadas que lo tomen por su
cuenta a precios regulares; pero
que antes de pregonarlas, y re-
matarlas, forme el Ingeniero las
condiciones, y demás circuns-
tancias con que se hubieren de
ejecutar, y que el Intendente, o,
su Subdelegado admita las ofer-
tas, y las remate siendo justos
los precios, y precediendo las
formalidades acostumbradas, y
que todas estas diligencias se
hagan en presencia del Ingenie-
ro que dirigiere las obras; con la
calidad, que después de hecho
el Asiento se hagan estas por
dirección del mismo Ingeniero,
y sin que precedan sus certifi-
caciones por donde conste la
cantidad, y la calidad de lo tra-
bajado, además de los demás
instrumentos justificativos, no
se libre, ni pague cosa alguna a
los Asentistas”.
Y también sobre la intervención
del ingeniero en las obras por
asiento, en otra orden13 de 7 de
abril de 1724 dirigida a Luis Fer-
nández de Córdoba, que “cuando
se ofrecieren algunas obras regle
el Ingeniero las circunstancias con
que se han de ejecutar, tanteando
su importe, y entregue después
la relación al Intendente a fin que
las haga pregonar por el término
que previene el derecho, y que
rematadas en el mejor postor, en
presencia del Ingeniero, se pase
a hacer por este la escritura de
obligación, con fiadores de que
las ejecutarán según la disposi-
ción del Ingeniero, y a los tiempos
que se prescribieren, y que en
estando mediada y concluida la
obra haga el Ingeniero el reco-
nocimiento formal con asistencia
del Comisario de Guerra, dando
aquél sus certificaciones interve-
nidas por éste, para que en virtud
de ellas poniendo su libramiento
el Intendente, y tomando la razón
la Contaduría, pague el Tesorero a
los Asentistas, pasando noticia al
Ingeniero del caudal que a buena
cuenta se les suministrare antes
de concluirse la obra, y de ha-
cerse el pago formal, a fin que lo
prevenga en los certificados que
diere, como también lo que se les
restare a deber”.
José María Menéndez en su
artículo “Administración y con-
tratistas de obras públicas en la
España ilustrada”14 nos dice que,
aunque el asiento es el proce-
dimiento más empleado para la
ejecución de las obras de cami-
nos “el método propugnado por
el Reglamento de 1761 para la
contratación de obras civiles por
parte del Estado, se denominaba
«administración a jornal», modali-
dad de actuación que consistía en
que la mano de obra era contrata-
da por un tiempo indefinido…, y
actuaba a las órdenes de un equi-
po técnico y administrativo fijo…
que desarrollaban un plan de
acción previsto por el Ingeniero
Director bajo la tutela del Sub-
delegado.”, y que “Existía otra
fórmula alternativa, similar a ésta,
la «administración a destajo» en la
que personal no cualificado se le
pagaba por obra realizada…”15.
Designado ya el procedimien-
to vamos a referirnos ahora a la
mano de obra. Debemos distin-
12 AGS, G.M., leg.2987, en Col. Aparici, Tomo LV, signatura 1-2-6, doc. 6.227. 13 AGS, G.M., leg.2987, en Col. Aparici, Tomo LV, signatura 1-2-6, doc. 6.230.14 Informes de la Construcción, Vol. 42, nº 407, Madrid, 1990, p.44.15 El Reglamento a que se refiere corresponde a los documentos “Real Decreto expedido para hacer Caminos rectos y
sólidos en España, que faciliten el Comercio de unas Provincias a otras, dando principio por los de Andalucía, Cataluña,
Galicia y Valencia” y el “Real Reglamento, e Instrucción, que S.M. quiere se observe en la Obra de Caminos, que se dignó
mandar ejecutar por Real Decreto de diez de Junio de este año.”, propugnados por Carlos III en 1761.
144 guir el personal cualificado de
los operarios, la mano de obra
propiamente dicha. Respecto a
los primeros podemos encontrar,
según el tipo y la importancia de
la obra, maestros arquitectos,
aparejadores, albañiles, car-
pinteros, canteros, barreneros,
aserradores, calafates, herreros,
caldereros… Respecto a los ope-
rarios, se toman trabajadores de
la zona, pero como los volunta-
rios escasean, debido en parte
a la dureza del régimen laboral
y las malas condiciones sanita-
rias, se utiliza también la tropa,
perteneciente a regimientos de
infantería o de milicias, y para los
trabajos más duros se alistan obli-
gatoriamente penados, esclavos,
vagabundos y gitanos.
Podemos afirmar que también
forman parte de la mano de obra
viejos, niños, enfermos e inútiles,
ya que de principios del año 1729
tenemos un documento16 en el que
entre los temas que se plantean
en el manejo de las obras se dice
que “Muchas veces el Interventor
que recibe los trabajadores, en vi-
niendo de sus Provincias admite
muchos viejos, niños, enfermos,
y inútiles al trabajo lo que es de
la inspección del Ingeniero des-
pedirlos para que su Majestad no
gaste jornales sin fruto.”.
A veces, en obras de gran volu-
men, se redactan instrucciones
que regulan el trabajo y la discipli-
na de los individuos que trabajan
en ellas17.
El Ingeniero al frente de la obra
supervisa los trabajos y tiene la
facultad y la autoridad de castigar
a todos los empleados, sin excep-
ción, y en su caso despedirlos, si
no los encuentra aptos para el tra-
bajo. Si el Interventor quiere pasar
revista al personal lo debe hacer
aprovechando las horas de des-
canso y si es urgente debe avisar
antes al Ingeniero. Ambos deben
ponerse de acuerdo respecto a
los jornales y también si se decide
crear algún incentivo para un me-
jor avance de las obras.
Para cuando las obras se realizan
sobre todo por administración,
existen unos parques y alma-
cenes donde se guardan todos
aquellos enseres necesarios para
las obras, las herramientas, los
instrumentos, los carros, las ca-
ballerías y los materiales. Al frente
de ellos se encuentran un Guar-
da-parque o Guarda-almacén,
nombrado por el Ingeniero y a sus
órdenes, que se hace responsa-
ble de todo lo que hay. Debe llevar
un control sobre todo aquello que
sale o entra, haciendo los recibos
correspondientes. Con ellos y con
las certificaciones de consumo
que hace el Ingeniero, al menos
una cada mes, se sabe en todo
momento el paradero de cual-
quier instrumento o material.
Cualquier género que se reciba
debe ser examinado por el In-
geniero comprobando su peso,
número y medida, y el Tesorero
no lo puede hacer efectivo sin su
aprobación y firma.
Tanto las obras como los par-
ques y almacenes deben tener
sus guardias, que deben ser fa-
cilitados por el Gobernador o
Comandante de la plaza, a peti-
ción del Ingeniero, y de la misma
manera que pasa con los opera-
16 AGS, G.M., leg.2986, en Col. Aparici, Tomo LV, signatura 1-2-6, doc. 6.240.17 El ingeniero Francisco Llobet al frente de las obras del Arsenal de Ferrol redacta unas instrucciones con encabeza-
mientos como “Instrucción para la Obra de la Sala de armas”, “para los Maestros Arquitectos”, “de lo que debe observar
el Oficial que tiene a su cargo las faenas de mar”, ”para el Oficial que tuviere a su cargo la Obra de Carpìntería”, “para el
Oficial principal de las Canteras de la Graña”, “para el Oficial, que estuviere encargado de la Cantera del Bispón u otra de
las particulares”, “para el Oficial Sobrestante de los Soldados Barreneros”, “para el Oficial Sobrestante de los Soldados
Peones de las Canteras”, “para el Oficial de los Canteros empleados en la saca, y desbaste de la Cantería” y “para el
Oficial que tuviere a su cargo el trabajo de las Cadenas Grilletes, y demás presos destinados a las Canteras de la Graña”
(El Ferrol, 16/7/1754 – AGS, Marina, leg. 323).
145rios, el Interventor no puede sacar
ningún guardia sin habérselo co-
mentado antes.
Entre toda la correspondencia que
se genera sobre las facultades y
responsabilidades de los ingenie-
ros, interventores, sobrestantes,
tesoreros y demás personal que
interviene en las obras, podemos
añadir aquí la práctica por parte
de los ingenieros de que “las as-
tillas de la carpintería y la madera
de desecho” de las fortificacio-
nes, por ejemplo unas puertas
viejas de desecho al realizar repa-
raciones, les pertenecen y pueden
sacar beneficio de ellas. Aún
así, la superioridad ordena que
“siendo estas de algún valor, se
deberán vender con intervención
del Ministro, e, Ingeniero Director,
a beneficio de la Real Hacienda,
avisando dicho Ingeniero de la re-
sulta al Ministro de la Guerra para
su inteligencia”18.
Durante las obras el Ingeniero
debe realizar certificaciones de
los materiales comprados y gas-
tados, de la obra realizada y de
los jornales hechos. Como sabe-
mos debe supervisar todo lo que
se hace, realizar mediciones y
de acuerdo con los sobrestantes
redactar todas las certificacio-
nes necesarias. Con todos estos
requisitos el Tesorero puede satis-
facer los pagos correspondientes.
Si al realizar los estados sema-
nales de las obras hay alguna
diferencia entre las cuentas de los
dos Sobrestantes y del Ingeniero,
el Tesorero debe satisfacer los pa-
gos según el que importe menor
cantidad, mientras se averigua
de donde procede la diferencia.
No se considera buena práctica
suspender los pagos por los in-
convenientes que pueden surgir y
afectar así al avance de las obras.
Las relaciones de obras y reparaciones. Los caudales
Anualmente el Ingeniero Direc-
tor debe remitir a la Dirección
General de Ingenieros los es-
tados generales de las obras
que se han de ejecutar en las
fortificaciones y en los edificios
militares, teniendo en cuenta la
consignación de fondos. Tam-
bién una relación general de
las obras y reparaciones ejecu-
tadas, detallando su coste y el
sobrante.
Es importante tener un cono-
cimiento exacto de las obras y
reparaciones necesarias en las
Plazas, ya que se necesita para
la distribución del fondo total
que se destina para el año si-
guiente, teniendo en cuenta la
urgencia e importancia de cada
una.
Esto no impide que mensual-
mente se haga también una
relación de lo que se ha traba-
jado en las obras aprobadas, de
los caudales gastados y de lo
que queda, así como la relación
de los Ingenieros destinados y
de las ocupaciones de cada uno.
Todas las plazas tienen desig-
nada una dotación mensual
de fondos para reparaciones y
obras de poca importancia de
las fortificaciones y edificios mi-
litares, y para su reparto deben
ponerse de acuerdo el Ingeniero
Director, el Capitán General y el
Intendente.
Los caudales que se destinan
a las plazas del reino tienen en
cuenta dos objetivos diferentes,
las obras nuevas y las repara-
ciones, recordando que estas
últimas se necesitan de mane-
ra casi continua. Se entiende
por obra nueva aquella que se
ejecuta a partir de un proyecto
formal con documentación gráfi-
ca, ya sean puestos fortificados,
cuarteles, almacenes u otros
18 AGS, G.M., leg.2986, en Col. Aparici, Tomo LV, signatura 1-2-6, doc. 6.240.
146 edificios militares. Por repara-
ción se entiende toda aquella
obra menor que se hace para
conservarlos.
En el Archivo de Simancas se
encuentran unos documentos19
en los que se hacen una serie
de observaciones sobre la do-
tación de las fortificaciones y en
los que se dan relaciones sobre
los caudales que se han destina-
do a las diferentes Direcciones,
abarcando un período de veinte
años.
Parece ser que al principio se
opta por suministrar los caudales
para las obras según las pro-
puestas que se mandan de las
Direcciones, teniendo en cuenta
siempre la situación en la que
se halla el Real Erario. Pero esto
implica que muchas veces no se
puede atender el mantenimiento
de los elementos de fortificación
y los edificios militares.
A proposición del duque de
Montemar, en 1737, se dispone
que se distribuyan anualmente
a las Direcciones 960.000 reales
de vellón para el mantenimiento.
Esta cantidad se libra junto con
el prest de la tropa, aquella parte
que se entrega al soldado sema-
nal o diariamente. Para las obras
nuevas se cuenta con caudales
aparte.
Se continúa con esta deci-
sión, con cambios sustanciales
a consecuencia de la guerra.
Pero desde 1747 hasta 1752
se van dotando anualmente sin
interrupción mayores cantida-
des, en tanto descienden los
gastos para las campañas. En
estos seis años se suministran
6.498.000 reales de vellón, in-
cluidos en ellos algunas obras
de importancia.
Se constata que con un millón
de reales cada año hay suficien-
te para el mantenimiento de las
plazas y de los edificios militares
que le son anejos. Pero como
solamente con ello se satisfa-
ce el mantenimiento, se decide
añadir caudales para obras nue-
vas, concluir las empezadas y
emprender otras, todas aquellas
que se consideren necesarias
para el mejor resguardo de las
costas y fronteras. Para ello se
destinan algo más de cuatro
millones.
Hay que tener en cuenta que los
Presidios de África y el Muelle
y Puerto de Barcelona tienen
asignaciones separadas. Para
los primeros 810.00020 reales
de vellón y para los segundos
360.000.
Así, desde 1755, el gasto anual
en obras nuevas y reparaciones
es de 7.995.651 reales de vellón,
de los que 6.143.945 proceden
de la Real Hacienda y 1.851.706
de los Arbitrios, aquellos que
están establecidos en algunas
provincias y ciudades del rei-
no. En veinte años el gasto total
asciende a 159.913.020 reales
de vellón21. De esta cantidad
22.878.900 se han destinado a
reparaciones y obras pequeñas,
por lo que el resto es para obras
nuevas.
Se cuentan entre estas últimas,
en Cataluña, la fortaleza de San
Fernando de Figueras, el recinto
de la plaza de Barcelona, y en
ella la fortificación del castillo
de Montjuïc, una contraguardia
19 Las “Noticias sobre la dotación de fortificaciones” acompañan a una carta de Agustín de Herrera al conde de Ricla,
fechada en el Real Palacio el 22 de enero de 1773 - AGS, G.M., leg.3002, en Col. Aparici, Tomo LV, signatura 1-2-6.20 Para el de Orán 300.000 reales de vellón, para el de Ceuta 360.000 y para los tres de Melilla, Peñón y Alhucemas
150.000. En seis años se ha gastado 812.099 reales de vellón.21 Por la Real Hacienda 122.878.900 y por los Arbitrios 37.034.120.
147en la Ciudadela, dos cuarteles
de infantería en la Barceloneta,
otros dos en el convento de San
Agustín, la Real Academia de
Matemáticas, el Puerto y el Mue-
lle, y en Mataró dos baterías.
Al encontrarse pendientes obras
de mayor envergadura, en 1760,
se propone modificar la dota-
ción de una manera constante
para poder concluir las obras ya
empezadas y las aprobadas, por
lo que se pretende dar anual-
mente seis millones de reales o
seiscientos mil escudos, de los
cuales se destinan quinientos
veinte mil para las obras nuevas
comenzadas y ochenta mil para
las reparaciones.
De los datos que tenemos, sa-
bemos que para Cataluña, el
conde de Montemar propone
dar cada mes, en el año 1737,
23.700 reales. Y que en el año
1773, se han gastado 180.000
escudos22.
En cuanto a los arbitrios, los que
hay en Cataluña, en 1773, des-
tinados para fortificación son23:
Girona • El Ayuntamiento entre-
ga el sobrante de los arbitrios de
la ciudad, después de haber sa-
tisfecho sus gastos, a una Junta
de Reales Obras para distribuir-
lo en las obras y reparaciones
aprobadas. Si no es suficiente
lo suple la Real Hacienda. El
producto anual es de 27.793
reales. Pero desde el año 1767
se ha hecho cargo el Consejo
de Castilla y ya no se invierte en
fortificaciones.
Lleida • En esta plaza hay un
puente sobre el río Segre cuyo
impuesto se destina para sus
obras y reparaciones. Anual-
mente este arbitrio asciende a
39.074 reales.
Balaguer • También tiene un
puente sobre el río Segre. Igual-
mente su impuesto se destina
para sus reparaciones. Asciende
anualmente a 12.571 reales.
Tortosa • Goza de un derecho
llamado Imperiage24, que se des-
tina al “entretenimiento, paga,
obras, artillería y demás gastos
de la costa de esta gobernación
en sus Torres, Castillos, y Pues-
tos”. Los gastos de la plaza los
costea el rey. Asciende anual-
mente a 14.867 reales.
Barcelona • Hay un impuesto
para su muelle y puerto de 4
reales de ardites en cada carga
de vino y “el aumento de Anco-
raje, cuyo producto no se sabe,
y debe de ser corto, cuando su
Majestad ayuda anualmente con
24.000 pesos”.
En una nota al final de la relación
de los arbitrios se añade que hay
“algunos destinados a la fábrica
de Cuarteles, y Pabellones que
es expediente aparte, y no poco
enredoso, por lo que respecta a
Barcelona”.
Todos los aspectos que se
han comentado hasta aquí, las
atribuciones del Director de In-
genieros, la realización de los
proyectos, su tramitación y
aprobación, las zonas polémi-
cas, la ejecución de las obras,
las nuevas y las reparaciones, la
mano de obra, las herramientas,
los materiales, las relaciones de
22 De los 180.000 escudos, se destinan, en obras nuevas, 110.000 en Figueres, 30.000 en Barcelona y 30.000 en Mont-Mont-
juïc; para las reparaciones 10.000.23 “Breve relación de la consistencia de arbitrios que hay en el Reino para fortificación” acompaña a una carta de Agustín
de Herrera al conde de Ricla, fechada en el Real Palacio el 22 de enero de 1773 - AGS, G.M., leg.3002, en Col. Aparici,
Tomo LV, signatura 1-2-6.24 El derecho de periage o imperiage consiste en que las naves que arriban al puerto deben abonar un recargo por libra de
valor de los géneros entrados en la Aduana.
Guillermo Lusa Monforte en “La creación de la Escuela Industrial Barcelonesa (1851)” nos dice que en el puerto de Barcelo-
na, el derecho de Imperiage, que era un recargo de dos dineros por libra, podía suponer más de un millón de reales al año.
148 obras y reparaciones, tienen sus
reglamentos y ordenanzas que
los rigen. Además se plantean
continuamente dudas que al ser
aclaradas por parte de la supe-
rioridad establecen decretos y
reales cédulas que se añaden a
la legislación existente.
Los ingenieros militares dedi-
can parte de sus estudios en la
Real Academia de Matemáticas
a conocer no solamente cómo
desarrollar los más variados pro-
yectos y llevarlos a cabo, hasta
sus últimas consecuencias, sino
también a organizarse de una
manera eficiente. En la Cuarta y
última Clase, que se la denomi-
na también Clase de Dibujo, se
profundiza en la elaboración de
planos, la delineación, la aplica-
ción de colores y la formación de
plantas, alzados y secciones. Todo
esto se aplica en la confección de
planos de plazas y terrenos, en la
realización de mapas y, finalmen-
te, en la redacción de memorias
y relaciones que acompañarán los
proyectos. Como lección extraor-
dinaria se estudia el método que
se sigue para la realización de las
Obras Reales.
149NOTA
Se ha optado por transcribir las citas actualizando la ortografía.
SIGLAS UTILIZADAS
AGS Archivo General de Simancas (Valladolid)
IHCM Instituto de Historia y Cultura Militar (Madrid)
doc. documento
G.M. Guerra Moderna
leg. legajo
Fig. 09_ Plano de la capilla de San
Magín en la ciudad de
Tarragona. Bartolomé Reynaud,
2/8/1784.
150 LOS INGENIEROS MILITARES Y LA REAL ACADEMIA DE SAN FERNANDO
151
Manuel Novóa Desde la creación en el año 1711
del Cuerpo de Ingenieros Mili-
tares, la monarquía española,
una vez finalizada la Guerra de
Sucesión, tuvo la posibilidad de
disponer de un buen número de
estos profesionales que contri-
buyeron al desarrollo del país.
En las Ordenanzas del Cuerpo
de 1718, se determinaban las
competencias para la realiza-
ción de proyectos, no sólo con
fines militares, como aquellos
civiles imprescindibles para la
articulación del territorio. Estas
necesidades fueron determinan-
tes en la creación en 1720 de la
Real y Militar Academia de Ma-
temáticas de Barcelona, dirigida
a la formación de los ingenieros,
siguiendo el modelo francés.
En esta Academia, adquirieron
la formación técnica y científi-
ca muy superior del nivel de los
profesionales asociados a los
gremios, necesaria para resolver
los problemas constructivos que
se pudiesen presentar. Fue un
paso fundamental para el intento
de regeneración y modernización
de la Península.
La decisión para la ejecución de
grandes obras públicas fue siem-
pre por voluntad real, y se ejercía
a través de los diferentes secre-
tarios de estado. En Cataluña,
después de publicado el Decre-
to de Nueva Planta en 1716, el
cargo de Capitán General era,
al mismo tiempo, presidente de
la Audiencia, en donde ejercía
funciones jurídicas y políticas
en representación real, como las
de su propio cargo de mando en
el ejército. Como representante
del rey en el Principado, tiene
el deber de promover iniciativas
cívicas, económicas o cultura-
les dirigidas a la prosperidad del
país. Contribuyen al ornato de las
ciudades, y para este fin, se apo-
yan en los ingenieros militares
como cuerpo facultativo.
Durante los periodos bélicos, los
ingenieros militares se dedicaron
a las funciones que les eran pro-
Fig. 01_ Ciudadela de Barcelona.
152 pias en la milicia. Sin embargo,
durante los periodos de paz,
los mismos ingenieros, contri-
buyeron con su profesionalidad
a las funciones de articular el
territorio como correspondía al
buen gobierno del país. Duran-
te el absolutismo borbónico del
siglo XVIII, abordan todo tipo
de funciones constructivas,
no solamente con fines milita-
res, como las civiles. Entre las
construcciones que ejecutan se
encuentran la construcción de
caminos con sus puentes, ca-
nales o los puertos, distribuidos
por el territorio. En las ciudades,
tenían especial dedicación en el
urbanismo, viviendas, cuarteles,
hospitales e iglesias, entre otras
construcciones funcionales u
ornamentales. Estas funciones
las pudieron realizar con cierta
autonomía durante la primera
mitad del siglo.
En el año 1752 fue creada la Aca-
demia de Bellas Artes de San
Fernando. Una de sus primitivas
funciones fue la formación de ar-
quitectos a partir de 1759 con el
objeto de evitar los excesos del
barroco y racionalizar las inver-
siones en las obras, tanto civiles
como religiosas. Esta institución,
por decisión real, comenzó a in-
troducirse en ámbitos crecientes
de la construcción civil, o de obras
públicas, dando inicio a ciertos
conflictos de competencia, por
el interés de controlar y realizar
aquellas obras que contribuyan
a la articulación del territorio o al
ornato de las ciudades.Fig. 02 y 03_ Ciudadela de Barcelona.
153
154 Un tercer periodo lo constitu-
ye la primera mitad del siglo
XIX marcado por el desarro-
llo del método científico y su
aplicación a la ingeniería. Ésta
va tomando un preponderante
papel social y la ingeniería mi-
litar va dando paso a la civil,
que en España, siguiendo el
modelo francés, pasan a deno-
minarse ingenieros de caminos
y canales. Durante este siglo,
con la introducción del dere-
cho administrativo, da inicio a
la publicación de leyes admi-
nistrativas que van regulando
la facultad de construir. Con la
desaparición del absolutismo,
se reconocen administrativa-
mente las competencias para
realizar determinadas fun-
ciones, atribuidas mediante
ordenanzas a los ingenieros
militares, o por leyes u ordenes
ministeriales, para los ingenie-
ros civiles o arquitectos.
Durante el Antiguo Régimen,
que finaliza con el final del ab-
solutismo en 1833, la figura del
Capitán General en Cataluña,
tuvo una importancia funda-
mental en las decisiones sobre
el ornato de Barcelona. Estas
atribuciones, al perder la ciu-
dad las características de plaza
fuerte en 1858, fueron traspasa-
das a la sociedad civil.
Fig. 04_ Iglesia de la Ciudadela.
Fig. 05_ Universidad de Cervera.
155
Fig. 06_ Sant Miquel del Port.
156 Primera mitad del siglo XVIII
Durante la Guerra de Sucesión,
Felipe V nombra en 1710 al Te-
niente General flamenco Próspero
de Verboom, Ingeniero General de
los Ejércitos y Plazas de España
y demás dominios de la monar-
quía, con el encargo de organizar
el Cuerpo de Ingenieros, con ca-
racterísticas similares a las que
Vauban había organizado en Fran-
cia. Bajo su dirección, fue creado
el Cuerpo de Ingenieros en 1711,
cuyas funciones son recogidas en
la Ordenanza de 1718, en la que
se ponen de manifiesto los dis-
tintos conocimientos que deben
dominar, no sólo en el ámbito de
las fortificaciones como estudios
de ríos, puertos, así como todo
tipo de fábricas reales en las pla-
zas militares.
Con la total competencia y capa-
cidad técnica, Verboom, planificó
y dirigió el proyecto de La Ciuda-
dela de Barcelona (1715-20), que
servirá como modelo para otras
construcciones posteriores de
estas características. En la mis-
ma proyecta, junto con las obras
defensivas, todo tipo de instala-
ciones con fines militares como
cuarteles, capilla y edificios de
cierto porte.
El estilo dominante fue el barroco
académico francés cuyas mues-
tras mas significativas están en
las iglesias como la de la Ciuda-
dela, la universidad de Cervera,
que dio comienzo en 1719 y se
demoró en tres períodos duran-
te el siglo, o la iglesia de Sant
Miquel del Port en la Barcelone-
ta, que fue proyectada por Juan
Martín Zermeño en 1755 y finali-
zada por Pedro Martín Zermeño.
Durante este período, los ingenie-
ros militares abordaron un gran
número de restauraciones por los
daños ocasionados por la guerra,
construyen otras iglesias como la
de Sant Agustí Nou, en sustitu-
ción de la del convento de Sant
Agustí, que resulto muy dañado y
más tarde, afectado por la cons-
trucción de la Ciudadela.
La singular atribución de los ca-
pitanes generales de presidir la
Audiencia del Principado y la
de ser considerada Barcelona
como plaza fuerte, las decisio-
nes sobre el ornato eran de su
competencia. Los proyectos de
los ingenieros militares, no tenían
otra limitación que la habitual
escasez de recursos y medios.
El capitán general decidía y el
ingeniero militar ejecutaba lo so-
licitado con la máxima diligencia.
La construcción de la Ciudadela
de Barcelona fue un modelo para
otras ciudadelas de la Península,
construidas con el sistema aba-
luartado. A nivel peninsular, se
dio prioridad a la construcción de
arsenales como los de Ferrol, La
Carraca o Cartagena.
Creación de la Academia de Bellas Artes de San Fernando
El interés de la monarquía bor-
bónica de suprimir el exceso
barroco muy extendido por los
gremios, propició la creación en
1752 de la Real Academia de
las Nobles Artes que, más tarde,
pasó a denominarse Real Aca-
demia de Bellas Artes de San
Fernando en Madrid, para la for-
mación de arquitectos y artistas,
directamente ligados a las direc-
trices de la monarquía ilustrada.
Por la Real Cédula de 30 de mayo
de 1757, la Academia impartió los
estudios de Arquitectura hasta
el año 1847. La enseñanza de la
arquitectura fue muy importante
pues, aparte de una formación
técnica y artística, obtuvieron un
reconocimiento y prestigio profe-
sional muy elevado, disponiendo
de una gran libertad profesional,
pues eran portadores de una ar-
quitectura de elevado nivel y una
buena concepción estética.
El estilo dominante de la Aca-
demia fue el clasicismo, tanto
de origen francés como italiano.
Construían indistintamente pa-
lacios como iglesias o puentes.
En cuanto a la formación de los
157arquitectos, tenían una cierta co-
incidencia con los estudios de
los ingenieros militares ya que,
en esta segunda mitad de siglo,
en que todavía no habían apare-
cido los ingenieros civiles. Obras
características de formación en
materia de obras públicas era la
magnífica obra de Belidor titulada
Arquitectura Hidráulica (1737-55)
o la propiamente de la acade-
mia Elementos de Matemáticas
(1779-1787) del profesor de La
Academia, Benito Bails.
Es conocido que la Ilustración
significo el apoyo ideológico a la
idea de la Academia, para desa-
rrollar ciertos valores culturales
como son la racionalidad, la cien-
cia o el arte, lo universal frente a
lo local, o lo moderno frente a lo
medieval. La consolidación de la
Academia supone el triunfo del
arquitecto artista que, a su vez,
desplaza las funciones y dere-
chos que hasta entonces tenían
encomendadas los gremios.
Calos III ordenó a la Academia de
San Fernando que sirviese como
tribunal para la “censura y apro-
bación de los planos y diseño de
cuantas obras se pretendan cons-
truir en España”. La Academia no
solamente pasa a supervisar los
proyectos sino también la com-
posición artística.
Por reales órdenes de 1777, 1779
y 1784, se establece que para
cada permiso de emplear cau-
dales en las obras publicas, no
se admitan los planes y dibujos Fig. 07_ Puerta de Alcalá. Madrid.
158
de ellos sin estar visados por la
Academia de San Fernando y
que en las obras que ocurriesen
de alguna consideración, se
nombrasen los sujetos que pro-
pusieran las Reales Academias
de las Nobles Artes. Con estas
disposiciones de amparo, el
arquitecto artista, se siente un
genio individual al tiempo que
grupo de presión introducido
en las clases altas, y con gran
corporativismo.
A partir de estas disposicio-
nes de la monarquía, para
centralizar las funciones de
fiscalización que se atribuyen
a la Academia, para todas las
obras que tengan un fin público
o que se realicen con caudales
públicos. Los proyectos que en
materia de obras civiles realizan
los ingenieros militares, pasan
a depender de la supervisión
de los arquitectos de San Fer-
nando. Por la singularidad de
las competencias del Capitán
General en Cataluña, los inge-
nieros militares en el Principado,
continuaron ejerciendo sus fun-
ciones sin grandes conflictos de
competencias.
Durante el tercer cuarto de
siglo, la Academia de San Fer-
nando, y posteriormente la de
San Carlos en Valencia, intentan
controlar las obras civiles que
realizan los ingenieros milita-
res. No obstante, como tenían
puntos de formación técnicos
muy próximos, las desavenen-
cias no eran muy ostensibles.
Los arquitectos siempre preten-
dieron introducirse en las obras
más significativas, donde en
ocasiones, llegaron a compartir
decisiones. Es interesante la ex-
periencia del arsenal de Ferrol,
Fig. 08_ Alzado de la fachada de la
aduana de Barcelona.
159
donde contrastaron decisiones
el ingeniero militar Llobet, el ma-
rino Jorge Juan o el arquitecto
de La Academia Sánchez Bort.
Con la llegada del monarca
Carlos III a España, una de las
primeras decisiones fue el Real
Decreto de 10 de junio de 1761,
por el que ordena la construc-
ción de caminos comenzando
por los que unirán Madrid con
Andalucía, Cataluña, Galicia y
Valencia, encomendando estos
trabajos a ingenieros militares.
El magnífico puente de Molins
de Rei de Pedro Martín Zerme-
ño, fue construido entre 1763 y
1767. Sin embargo, por influen-
cia de la Academia, el puente
de Aranjuez sobre el río Jarama,
fue construido por el arquitecto
Marcos de Vierna entre 1757 y
1781 en el que, como ornato,
sobresale su esmerada labra.
Impulso de las obras públicas con Carlos III
Durante el reinado de Carlos III
tuvo la decisión preferente de
apoyar las infraestructuras de la
península, hecho que requería
cambios drásticos tanto políti-
cos como económicos. En 1777
el Conde de Floridablanca ejerce
las funciones de Secretario de Es-
tado. Para apoyar este cambio se
apoya en dos personajes excep-
cionales: Sabatini y Campomanes.
En el año 1774, con el objeto de
adecuar el Cuerpo de Ingenie-
ros Militares a las necesidades
de la administración, se publi-
có el decreto de reorganización
del cuerpo de ingenieros, por el
que se crearon tres ramas: la de
academias militares, de plazas y
fortificaciones, y la rama de ca-
minos, puentes y edificios de
Fig. 09_ Aduana de Barcelona.
160 arquitectura civil, canales de rie-
go y navegación y demás obras
relativas a este objeto. Para esta
tercera rama fue nombrado direc-
tor Francisco Sabatini, que había
acompañado desde Nápoles al
que será Carlos III.
Sabatini asumió e impulsó la
rama civil de los ingenieros
militares. Fue el profesor de ar-
quitectura más condecorado de
España. Con su presencia des-
aparecieron los conflictos entre
los ingenieros militares y arqui-
tectos de San Fernando pues se
intercambiaron, en ocasiones,
diversos profesores. Trabajó en
el ornato del Palacio Real, Jardín
Botánico y construyó la Puerta
de Alcalá. En Cataluña trabajo en
la Seu Nova de Lleida.
Durante este período fue muy
activa la gestión de los ingenie-
ros militares que desarrollan una
intensa actividad. Construyen
la urbanización de San Carlos
en el delta del Ebro, hospitales,
puentes, fábricas y canales. Es
muy intensa la elaboración de
proyectos para finalizar el puer-
to de Barcelona y merece interés
la construcción de la magnífica
Aduana de Barcelona, por el in-
geniero Juan Miguel de Roncali,
que llegó a ser ministro de ha-
cienda del Principado en 1792.
Este año emprendió la obra del
edificio de La Aduana que finalizó
él mismo (actual Delegación del
Gobierno). La poca adaptación
del edificio a las normas de la
Academia le valieron fuertes crí-
ticas, que motivaron su dimisión.
La actividad de los ingenieros
militares, tanto en su labor urba-
nizadora como constructiva, fue
esencial para el desarrollo del
país.
Por su parte, Campomanes, diri-
ge la política de transformación
territorial apoyado en arquitectos
de la Academia, y promueve los
decretos de 1777 de control de la
obra publica por los arquitectos
de San Fernando. No obstante,
su influencia no fue muy impor-
tante en Cataluña, en donde en el
año 1775, se creaba la Real Aca-
demia de Bellas Artes de Sant
Jordi fundada, no por decisión
real, sino por el impulso de la
Junta de Comercio de Barcelona.
Fue conocida como Escuela Gra-
tuita de Diseño y, a partir de 1849,
como Academia Provincial de
Bellas Artes de Barcelona. Esta
academia tuvo una función do-
cente, sin que controlase la obra
pública que era competencia ex-
clusiva de la de San Fernando.
El conde de Floridablanca impul-
só la creación de la Academia de
Ciencias en 1779, que propició la
salida al extranjero de pensionis-
tas para formarse en ingeniería
y ciencias experimentales. Uno
de estos pensionistas formado
en la Academia fue Agustín de
Betancourt que, en el año 1799,
creó la Inspección de Caminos y
el Cuerpo de Ingenieros de Ca-
minos y Canales, y en 1803, la
Escuela de Ingenieros de Cami-
nos y Canales a imitación de la
existente en Francia de Ponts et
Chaussées.
Además del mencionado Sabati-
ni, otros importantes ingenieros
militares fueron arquitectos, pro-
fesores o miembros académicos
de San Fernando. Entre ellos
encontramos algunos represen-
tantes como Mariano de Albo,
capitán de ingenieros y arquitec-
to de todos los reinos de España,
expedido por la Academia de
San Fernando; Mariano Carrillo
de Albornoz, ingeniero y aca-
démico de San Fernando; Juan
Cabrian Cervera, ingeniero y aca-
démico de San Fernando, José
Hermosilla Sandoval, director de
la Academia de San Fernando,
Antonio Prat, Manuel Rodríguez
de Cangas, Juan Martín Zermeño
entre otros, tuvieron el recono-
cimiento como miembros de la
Real Academia de Bellas Artes de
San Fernando en la segunda mi-
tad del siglo XVIII. Otros muchos
ingenieros pertenecieron a otras
academias de España, lo que
evidencia el reconocimiento téc-
nico y científico que alcanzaron
en la construcción de obras civi-
161
les. El creciente prestigio social
que iban adquiriendo, superior
al reconocido dentro del ejército,
fue propiciando su integración en
el reciente creado Cuerpo de In-
genieros de Caminos y Canales a
principios del siglo XIX.
Unas anécdotas que muestran la
escasa libertad de opinión: Be-
nito Bails, que fue profesor de
San Fernando y autor del tratado
de elementos de matemáticas,
en el que se incluía la arquitec-
tura hidráulica, fue castigado en
1791 por la Inquisición por tres
motivos: delitos de proposicio-
nes, uso de libros prohibidos e
inobservancia de los preceptos
eclesiásticos. Claude Bedat, en
un libro sobre la Academia, re-
coge algunas curiosidades sobre
el efecto del imperio de la reli-
gión. En una petición del teniente
coronel Alonso Fernández de
Menestroso, se dirige en 1785 a
los académicos presentando los
planos de una máquina para ha-
cer trabajar juntos dos molinos
de grano “pidiendo una certifica-
ción que acreditase debía a Dios
este invento”. Toda homologa-
ción divina era esencial.
Coincidiendo con el gran impul-
so de las obras públicas dado
por Carlos III, dos capitanes
generales tuvieron una gran sig-
nificación; el marqués de la Mina
(1742-1767) y el conde de Asal-
to (1777-1789). El marqués de
la Mina, de carácter autoritario y
expeditivo, promovió la construc-
ción del barrio de la Barceloneta
(1754), mejoras en el puerto, ca-
rreteas radiales, o la construcción
del puente de Molins de Rei. El
conde de Asalto, potenció obras
urbanísticas como la apertura de
la calle Nou de la Rambla.
Fig. 10_ Plaza Palau.
162
Real Academia Catalana de Bellas Artes de Sant Jordi
Por Real Cédula de Fernando VI
de 1758 se establece en Barce-
lona la Junta de Comercio que
dependía de la Real Junta de
Comercio de Madrid y no de la
Audiencia de Cataluña. Fue una
institución de fomento del co-
mercio con recursos económicos.
Desde la desaparición en 1714 de
la Universidad de Barcelona, la
creación de la Junta dio un nue-
vo dinamismo al ámbito cultural.
Desde la llegada en 1759 del rey
Carlos III, este monarca apoyo a
la Junta de Comercio. En 1769, a
través de la Junta, se había crea-
do por Sinibaldo Mas, la escuela
de Náutica. En 1775 se creó la
Real Academia de Bellas Artes de
Sant Jordi, que tuvo varios nom-
bres a lo largo de los años.
Esta Academia comienza a dar
clases de arquitectura en el año
1817. La mayoría de las escuelas
de la Junta fueron creadas entre
1805 y 1819. En este año, se creó
la de Matemáticas, un siglo des-
pués de la formación de La Real
y Militar Academia en Barcelona.
La junta financió, durante el siglo
XIX, viajes al extranjero y sufragó
estudios. De aquí provenían los
especialistas para comerciantes
y fabricantes de Barcelona, su-
Fig. 11_ Linterna del Puerto de
Barcelona.
163pliendo lo que el estado central
no aportaba.
La influencia de los arquitectos
formados en Barcelona, no fue
significativa hasta mediados del
siglo XIX, coincidiendo con la reti-
rada de la competencia militar en
el ornato de la ciudad.
Siglo XIX hasta 1858
Durante el primer tercio del siglo,
una vez finalizada la Guerra de la
Independencia, continúa la labor
urbanizadora de los capitanes
generales en Cataluña. Sus ac-
tuaciones coinciden con periodos
de relativa paz en un clima en el
que coincidiendo con el desarro-
llo industrial, las asociaciones de
trabajadores van creando un am-
biente de tensión desconocido en
el resto de España.
Comienza el siglo XIX con el te-
mor del contagio de la Revolución
Francesa y continúa con la Gue-
rra de la Independencia. Con la
muerte de Sabatini, le sustituye
en el mando del Cuerpo de Inge-
nieros el General José Urrutia en
1797. Cuatro años después en
1803, se traslada la Academia de
Matemáticas de Barcelona a Al-
calá de Henares. Un año antes,
comienza a funcionar en Madrid
la Escuela de Ingenieros de Ca-
minos y Canales, ya como una
ingeniería civil, lo que provoca el
traslado voluntario de ingenieros
militares y arquitectos desde su
constitución. Durante el período
bélico y el absolutismo represi-
vo de Fernando VII, pocas obras
públicas pudieron realizarse has-
ta la llegada de Isabel II en 1833.
En este período los ingenieros de
caminos, a cuyo cargo estaba las
obras civiles, son perseguidos
políticamente y la escuela cerrada
en dos ocasiones pues, el Cuer-
po, simbolizaba la modernidad y
el progresismo que ya se apre-
ciaba en Europa, con la incipiente
revolución industrial.
Los arquitectos de San Fernando
continuaban con las atribucio-
nes que se le habían otorgado
de control de la obra pública,
circunstancia que no tenía jus-
tificación para los ingenieros,
funcionarios de la administración.
Para realizar las trasformaciones
que se precisaban en España,
eran esenciales las infraestructu-
ras, la higiene de las ciudades y el
ornato de las mismas. Los inge-
nieros se centraban en los temas
esenciales de infraestructuras y
la higiene y los arquitectos, en el
ornato de las ciudades, aunque
continuaban manteniendo todos
los privilegios. Los ingenieros mi-
litares conservaban importantes
funciones en las plazas fuertes,
regulando las zonas polémicas,
centrados en la defensa y control
territorial.
La iniciativa de los capitanes
generales continúa siendo de-
terminante en Cataluña durante
el primer tercio del siglo. El mar-
qués de Camposagrado, que fue
Capitán General en dos períodos
1814-15 y 1826-27, completó la
contracción del Paseo de Gra-
cia y amplió la plaza de Palau,
ordenando la construcción de la
fuente, todavía existente, dedi-
cada al Geni Català. El General
Castaños, que fue Capitán Gene-
ral entre 1815 y 1820, construyó
el nuevo paseo al cementerio
nuevo que salía fuera de la ciu-
dad y el denominado Jardín del
General.
Con la muerte de Fernando VII en
1833, da fin al período absolutis-
ta y comienza el Nuevo Régimen,
una de cuyas primeras decisio-
nes fue la de abolir el Decreto de
Nueva Planta que significó la re-
cuperación del poder civil, aunque
Barcelona continuó como plaza
fuerte bajo jurisdicción militar. Con
el Nuevo Régimen, desaparecen
las competencias urbanísticas de
los capitanes generales aunque
continúa el control de las zonas
polémicas en las plazas fuertes a
cargo de los ingenieros militares.
En el año 1844 se creo la escue-
la de arquitectura de Madrid que
privó, a San Fernando, del control
de la enseñanza. Al año siguien-
te, se promulgó una Real Orden el
164 10 de octubre de 1845, en la que
daban instrucciones para pro-
mover y ejecutar obras públicas,
quitando todas las atribuciones
a los arquitectos, y pasándolas
al Ministerio de Comercio, Ins-
trucción y Obras Públicas. En
1851 pasarían las competencias
al Ministerio de Fomento, cons-
tituido fundamentalmente por
ingenieros de caminos, canales
y se incluyó puertos, después
de obtener las competencias
portuarias de Marina. A partir de
esta fecha, aparece una polémi-
ca entre ingenieros y arquitectos,
que se saldaría a favor de los
ingenieros por el amparo de las
leyes administrativas de obras
públicas.
Derribo de las murallas
Otra polémica distinta, y más vi-
rulenta, aparece a partir de 1840
en las plazas fuertes o plazas de
guerra. El aumento de la pobla-
ción dentro de las ciudades que
eran plazas fuertes y por tanto
constreñidas dentro de las mu-
rallas, estaba llegando a unos
niveles de congestión inadmisi-
bles en donde, la falta de higiene,
acentuaba la aparición de pestes
que diezmaban periódicamen-
te a la población. Resultaba
inevitable la ampliación de las
ciudades proponiendo diversos
tipos de ensanches. Volviendo
a centrarnos en Barcelona, con-
tinuaba amurallada, y rodeada
por una zona polémica que se
extendía hasta 1500 varas cas-
tellanas fuera de las mismas.
Esta zona exterior, continuaba
gestionada por el Cuerpo de In-
genieros Militares que limitaban
el tipo de aprovechamientos que
eran generalmente agrícolas.
El deseo popular, planteaba la
lucha por el derribo de las mura-
llas, batalla incruenta que dejará
una profunda huella.
La presión municipal por el derribo
de las murallas se va intensifi-
cando a partir de 1841 y el valor
estratégico como plaza fuerte, o
de guerra, se ve cada día mas
cuestionada pues, con la apari-
ción del cañón de alma de acero
de la fábrica Krupp, el alcance de
sus balas de carga hueca hacen
ineficaces las murallas existentes
en todas las ciudades europeas.
La construcción del ferrocarril
Barcelona a Mataro en 1848, que
accede al puerto por el fuerte de
Don Carlos, quebró la estructura
fortificada de la ciudad. El Capitán
General creó en 1851 la Comi-
sión Topográfica y de Ensanche
de Barcelona a cargo de los in-
genieros militares, que realizan
diversas propuestas de mínimos
para garantizar la seguridad de
la plaza fuerte, reduciendo la
extensión de las zonas polémi-
cas y proponiendo un ensanche
limitado.
Con la llegada de la Revolu-
ción progresista de 1854, los
representantes de La Junta
Revolucionaria de Barcelona,
presionaron ante las autorida-
des para iniciar el derribo de las
murallas, dejando para un de-
bate posterior, la condición de
plaza fuerte. Ostentaba el cargo
de Capitán General el progresis-
ta Domingo Dulce, del partido
Unión Liberal. El 12 de agosto
de 1854, una Real Orden autori-
za el derribo de las murallas que
dan a tierra. Coincidió esta fe-
cha con una epidemia de cólera,
o morbo asiático, que provocó
la muerte, entre el 1 de agosto
y el 10 de octubre de 6.419 per-
sonas, sobre una población de
170.000 habitantes. Para el con-
trol de los espacios liberados,
se creó una comisión con repre-
sentantes de Hacienda (Cerdà),
Ayuntamiento (Rovira i Trias) y
el Ministerio de la Guerra (Ca-
mino). Los planteamientos de
los tres representantes diferían
sobre las características que
debía tener el Ensanche. Mien-
tras que el estamento militar
proponía un ensanche limitado,
Gobernación y Ayuntamiento, lo
pretendían ilimitado. Al mismo
tiempo, el Ministerio de la Gue-
rra, pretendía que los recursos
que se liberasen por la demoli-
ción de las murallas se aplicasen
a las futuras obras de defensa.
La Ley de Desamortización de
1651855 del ministro de Hacienda
Pascual Madoz, permitió a las
autoridades clasificar las cate-
gorías de bienes amortizables,
extendiéndolos a terrenos e in-
muebles inútiles del Ministerio
de la Guerra. Con la llegada de
los conservadores, el proceso
quedó paralizado.
En julio de 1858 llegó nuevamente
al poder el gobierno progresista.
Nuevamente se nombra a Do-
mingo Dulce Capitán General en
Cataluña, y se suprime la Jun-
ta del Plan de Defensa del año
1851. La decisión para definir
las características de la plaza
fuerte pasan directamente al Go-
bierno que, finalmente acuerda,
el 9 de noviembre de 1858, que
Barcelona dejaba de ser plaza
fuerte y, el ramo de la Guerra, se
desentiende del plano del En-
sanche. A partir de esa fecha, el
Ministerio de Fomento asume las
competencias sobre el urbanis-
mo y el Plan de Ensanche, desde
su instrucción al conocimiento
del expediente. El Ayuntamiento,
desoye estas disposiciones y se
atribuye las competencias sobre
el territorio, como tenían antes
del año 1845 los arquitectos con
San Fernando. El Ministerio de
Fomento que ya ostentaba las
competencias sobre las infra-
estructuras como carreteras,
ferrocarriles y puertos, asume las
de los planes de Ensanche de las
poblaciones, que estaban bajo
jurisdicción militar.
El final de la historia la celebra-
mos en el año 2009 en que se
reconoció, por parte de las auto-
ridades catalanas, la honestidad,
rigor e inteligencia de Ildefonso
Cerdà en el Plan de Ensanche
de Barcelona, que fue aprobado
por el Ministerio de Fomento el
31 de mayo de 1860.
INGENIEROS SINGULARES
168 LOS INGENIEROS MILITARES JUAN Y PEDRO MARTÍN CERMEÑO
169
Juan Carrillo de Albornoz
Entre los aproximadamente mil
Ingenieros del Ejército o del Rey,
que formaron parte del Cuerpo
(fundado en 1711 por D. Jorge
Próspero de Verboom) en todo el
siglo XVIII, hay un elevado núme-
ro de ellos que descollaron por su
capacidad técnica y facultativa,
tanto en el campo de la fortifi-
cación, como en el urbanístico,
el cartográfico o bien en el de la
arquitectura civil y militar. Esta
capacidad la demostraron, tanto
en la Metrópoli como en Ultramar,
al realizar una ingente cantidad
de fortificaciones, levantamien-
tos geodésicos y cartográficos,
fundación de ciudades, obras pú-
blicas (caminos reales, canales de
riego y navegación, puertos, …),
o bien edificios notables, como
aduanas, casas de la contrata-
ción y de la moneda, palacios de
gobernadores o virreyes, cárce-
les reales, hospitales, e incluso
catedrales, iglesias, y un largo et-
cétera. Por otro lado, no debemos
olvidar la redacción de textos téc-
nicos, como los de matemáticas o
de fortificación, o finalmente, y sin
agotar la cuestión, las extensas
memorias que acompañaban a la
cartografía americana, en las que
se reflejaban (como se señalaba
en las Ordenanzas) numerosos
datos referentes a la población,
carácter de la misma (blancos,
indios, mulatos, mestizos…), agri-
cultura, clima, características del
terreno, fauna y flora, minerales,
toponimia, o bien a la historia.
Entre ese elevado número de in-
genieros destacados por su valía
técnica y científica, debemos si-
tuar entre los primeros a Juan y
a Pedro Martín Cermeño, padre e
hijo, que llegaron a ejercer en el
Cuerpo el mas alto grado, la de
Ingeniero General, y que además
fueron los creadores de fortifi-
caciones tan relevantes como la
del castillo de San Fernando de
Figueres, de arsenales como el
de Cartagena, de trazados urba-
nísticos como el del barrio de la
Barceloneta en la ciudad Condal,
o bien de las “casas de Paredes”
Fig. 01_ Casas de Paredes.
170 en la Coruña, de edificios nota-
bles como el de la Aduana de
Cádiz, hoy Diputación, o bien de
puentes como el del Molins de
Rei, e incluso de catedrales como
la Seu Nova de Lleida.
Sin embargo, a la hora de abor-
dar la autoría de las realizaciones
llevadas a cabo por cada uno
de los Martín Cermeño, nos en-
contramos con que es difícil, en
algunos casos, deslindar al autor
del proyecto inicial del de la direc-
ción posterior de las obras. Esto
es debido a que el primero de los
Cermeños, Juan, como Ingeniero
General firmaba los proyectos a
los que debía examinar y dar el
visto bueno, de los cuales mu-
chos eran propios, mientras que
su hijo, Pedro, de brillante carrera
militar, dirigiría muchas de estas
obras, siendo posible que tam-
bién proyectase alguna de ellas.
Juan Martín Cermeño (Zermeño).
Nació, según el Tribunal Eclesiás-
tico de Ciudad Rodrigo en esa
plaza, entre los años de 1699 y
1700. Al parecer, se había perdido
su partida de bautismo en la Gue-
rra de la Independencia. Criado
posteriormente en Melilla, era hijo
de Domingo Martín y de Isabel
Cermeño. Contrajo matrimonio en
1721, en Melilla, con Antonia de
Paredes.
Ingresó en el Ejército como Cade-
te del Regimiento de Infantería de
Almansa el 20 de abril de 1716,
distinguiéndose en la plaza de
Melilla en la defensa del fuerte
de San Miguel, y en una salida
contra los “moros”, efectuada en
1718. Fue admitido como Ayu-
dante en el Cuerpo de Ingenieros
el 22 de marzo de 1719, siendo
nombrado, además, Subtenien-
te de Infantería. En el examen de
ingreso en el Cuerpo, presentó
un plano que había levantado de
la plaza de Melilla, plaza a la que
era destinado de forma inmedia-
ta a su ingreso. Durante el tiempo
de servicio en el citado presidio,
tuvo ocasión de demostrar sus
extensos conocimientos facultati-
vos al mismo tiempo que su valor,
teniendo en cuenta la realidad de
una plaza fronteriza, contínua-
mente amenazada por frecuentes
ataques de los “moros”. Como
recompensa a varias de las ac-
ciones en las que intervino en los
alrededores de la plaza africana, el
18 de julio de 1725 era ascendido
a Capitán de Infantería. Debemos
recordar, que hasta 1756 las ca-
tegorías de los ingenieros en el
ejército iban desde el de Ingeniero
General, seguidos de los Ingenie-
ros Directores, en el máximo de
la escala, hasta el mínimo, que se
correspondía con el de Ayudante.
Al mismo tiempo se les asimila-
ba a empleos en el ejército que
podían ir desde el de Capitán Ge-
neral, hasta el de Subteniente de
Infantería. A partir de la fecha ci-
tada, 1756, los empleos militares
de los ingenieros lo serían ya en
el cuerpo, pudiendo ser brigadie-
res o coroneles, ya de ingenieros,
por poner algún ejemplo, aunque
siguieron conservando la posibili-
dad de ascender por méritos en
otras escalas del ejército.
En diciembre de 1726 era pro-
movido en el Cuerpo a Ingeniero
Ordinario, siendo llamado, poco
después, para tomar parte en el
sitio de Gibraltar bajo las órdenes
del Ingeniero General D. Jorge
Próspero de Verboom. Levantado
el sitio, volvía a la plaza de Melilla,
siendo nombrado, con fecha de
2 de agosto de 1733 Teniente de
Rey de la plaza1, y promovido el
26 de agosto de 1733 a Ingeniero
en Segundo. En la citada plaza,
tomaba parte en las operaciones
para tomar la altura del Cubo en
poder de los “moros”, dirigiendo
con posterioridad la construcción
del fuerte de la Victoria Grande, lo
que le valió, como recompensa, el
Grado de Teniente Coronel de In-
fantería con fecha de 31 de mayo
de 1736. El cerro del Cubo, era un
1 “Segundo jefe, en quien recaía el mando político y militar en caso de ausencia del primero”
171
padrastro que dominaba Melilla,
objeto de preocupación desde
el siglo XVI, que fue finalmente
abordado por los ingenieros en el
siglo XVIII. En ese cerro se cons-
truyó entonces, con el proyecto
y dirección de Zermeño, el cita-
do fuerte de la Victoria Grande.
Con él se perfeccionaba la acción
del fuerte pequeño de la Victoria
y del reducto del Rosario, y que
junto con otros fuertes exteriores,
como el de San Miguel, completa-
ban el Tercer Recinto del sistema
defensivo de la plaza, con la que
se comunicaban mediante pasa-
dizos subterráneos. Al cabo de
tres siglos, y ante la potencia cre-
ciente de los “moros”, finalmente
estos nuevos fuertes acababan
con el peligro que desde el cita-
do siglo XVI había supuesto el ya
señalado padrastro que ejercía
“dominación” sobre la ciudad.
En marzo de 1738 se encontraba
Juan Cermeño en Málaga, donde
trazaba tres planos de las obras
Fig. 02_ Fuerte de la Victoria. 1732
172 del muelle de Levante en el puer-
to de la ciudad, así como otros
planos para su prolongación, y
también un proyecto de cons-
trucción de varias baterías para
su defensa. Era entonces direc-
tor de las obras de los muelles de
la citada plaza marítima, y en un
informe dirigido al duque de Mon-
temar, le ponía al corriente de los
riesgos que presentaba el atra-
que de los buques de la Armada
en el dique oriental del puerto
malagueño, dada la escasa pro-
fundidad en la cabeza del mismo.
El Ingeniero aconsejaba la pro-
longación del muelle viejo en
unos cincuenta metros, conside-
rando además, que la extracción
de fango por medio de pontones
seguía siendo fundamental. Fe-
lipe V, después de consultar a
la Real Junta de Fortificaciones
y a la Real Junta de Marina, se
decidía por el proyecto de Zer-
meño, como había aconsejado
la primera de las juntas citadas2.
Debemos recordar que la Corona
estaba muy interesada en dotar a
Málaga de las instalaciones por-
tuarias necesarias para acoger a
los buques de la Armada, y para
asegurar el apoyo logístico tan
necesario para cuantas acciones
militares se emprendiesen en el
Mediterráneo.
El 12 de septiembre de 1739 era
promovido a Ingeniero en Jefe, y a
principios de 1740 se le concedía
el Grado de Coronel de Infante-
ría. En este último año se estaba
formando el ejército que parti-
ría de Barcelona en el marco de
la Guerra del Segundo Pacto de
Familia. Su finalidad era la de pre-
parar una expedición a Italia, con
el objeto de lograr para el Infante
D. Felipe los Ducados de Parma y
Plasencia. El General en Jefe del
ejército era el duque de Monte-
mar, D. José Carrillo de Albornoz
y Montiel, el cual eligió a Cer-
meño, cuya capacidad conocía,
para que formase parte del gru-
po de ingenieros, mandados por
el Ingeniero Director, Brigadier, D.
Juan de la Ferrière, que habían de
integrarse en la citada expedición.
En 1741 el ejército expedicionario
partió hacia Italia a combatir a
los austríacos en la citada Gue-
rra del Segundo Pacto de Familia,
originada por la disputa entre las
potencias europeas por la suce-
sión al Imperio. La acción venía
avalada por el tratado de alianza
de 18 de mayo de 1741 entre Es-
paña, Francia, Baviera, Cerdeña,
Dos Sicilias y los estados Electo-
res Palatino, de Colonia y Sajonia3.
Desembarcado el ejército español
en Orbitello (Orbetello, en la Tos-
cana, Italia), Cermeño tomó parte
con él en numerosos sitios, como
en el de Demont y en el de Coni
(Cuneo, provincia del Piamonte),
donde resultó herido. En el mar-
co de la misma campaña, y en
la batalla de Nuestra Señora del
Olmo, murió un hijo suyo, Capi-
tán del Regimiento de Asturias.
En junio de 1744 era ascendido
a Brigadier del Ejército, y al cesar
en el mando de los ingenieros por
enfermedad el Ingeniero Director
ya citado, D. Juan de la Ferrière,
Cermeño era designado para que
le sustituyera, ejerciendo también
desde mayo de 1748, y siempre
en la misma campaña, el cargo de
Cuartel Maestre General. Con an-
terioridad, había sido promovido
a Mariscal de Campo con fecha 2
de noviembre de 1745.
Terminada la campaña, Cermeño
fue nombrado el 14 de agosto de
1749 Comandante General in-
terino del Cuerpo de Ingenieros,
cargo que ejerció desde su sede
en Barcelona, hasta agosto de
1756. En ese mes y año se re-
unían los cuerpos de Artillería e
Ingenieros bajo un solo mando,
designándose para ello a D. Pe-
dro Abarca de Bolea, conde de
Aranda, y Capitán General del
Ejército. La citada unión funcionó
2 Cabrera Pablos, Francisco R., Puerto de Málaga, de Felipe V a Carlos III. La construcción del puerto de Málaga: su es-
tructura militar (1700-1788), Servicio de Publicaciones de la Autoridad Portuaria de Málaga, Málaga, 1994.3 Llave, José de la, Juan Martín Zermeño, Teniente General e Ingeniero General, Memorial de Ingenieros, 1911.
173de hecho sólo a título nominal,
ya que ambos cuerpos siguieron
separados en sus escalafones y
servicios. Por otro lado, la unión
se hacía a imagen y semejanza de
lo que había ocurrido en Francia,
donde se habían fusionado am-
bos cuerpos a partir de diciembre
de 1755, siendo revocada en
mayo de 1758 ante la insistencia
de los ingenieros galos. Con an-
terioridad a la fecha de unión en
España, en 1755, Martín Cermeño
había sido ascendido a Teniente
General. En los años en los que
estuvo en la ciudad Condal, reali-
zó numerosos proyectos y obras
en la citada plaza, especialmente
las relativas a su puerto, “tan-
to para impedir se introduzcan
en él los vientos del Sudoeste y
las arenas que arroxan los ríos
Besós y Llobregat, facilitando
puedan con todos tiempos y con
la mayor seguridad abrigarse las
embarcaciones y que contenga
doblado número de estas4, como
para su prolongación y aboveda-
miento”, bóvedas que servirían
para cuarteles de tropa y aloja-
miento de oficiales. En 1751, en
Cataluña, realizaba los planos,
perfiles y elevaciones del puen-
te de Lleida sobre el río Segre,
con el proyecto de dos arcos
para su prolongación, así como
un dique para desviar las aguas
y evitar la ruina del citado puen-
te; un plano de la villa de Reus
y sus inmediaciones; otros tres,
correspondientes al proyecto de
un cuartel (el proyecto de este
cuartel sería añadido a la edición
que hizo el Ingeniero Sánchez
Taramas, traducido por él, del tra-
tado de fortificación de Muller5) y
sus pabellones en la citada villa,
con capacidad para 700 infantes,
un escuadrón de caballería y sus
oficiales, significando que este
proyecto podía servir para cons-
truir otros en Valls y en Vilanova
y la Geltrú. En ese mismo año de
1751, la Junta de Reales Obras
de Cádiz encargó una nueva por-
tada para la “Puerta de Tierra” de
la citada plaza, que fue ejecutada
por Juan Martín Cermeño, el cual
también intervino a la hora de
abrir una nueva puerta al lado de
la principal para facilitar la entra-
da y salida. Toda esta obra quedó
terminada en 1756. En el marco
de la preocupación por la defensa
del litoral mediterráneo, repara-
ba en 1752 las fortificaciones de
Palamós y realizaba un proyecto
para la defensa de la bahía de los
Alfaques6. También se le atribu-
ye el proyecto de la capilla de la
universidad de Cervera en 1751,
y en ese año realizaba el proyec-
to de un cuartel en Vilafranca del
Penedés, así como remitía una
serie de instrucciones para la
construcción del canal de Urgell.
Otra de las cuestiones que pre-
ocupó a Cermeño durante su
mando interino del Cuerpo, fue
la cuestión de la falta de ingenie-
ros en América. El hecho es que
la mayoría de estos especialis-
tas del ejército no deseaban ser
destinados fuera de la Península.
En este sentido Martín Cermeño,
y para facilitar el destino volun-
tario, conseguiría que el pase a
América significara para los in-
genieros un ascenso inmediato
en su escala, con el consiguiente
aumento de su sueldo, al tiem-
po de que se les permitía volver
a España, si así lo deseaban,
transcurridos 5 años de su des-
tino en ultramar.
4 Capel, Horacio, Los Ingenieros Militares en España. Siglo XVIII. Repertorio biográfico e inventario de su labor científica
y espacial, Barcelona, Publicaciones y ediciones de la Universidad de Barcelona, 1983.5 “Tratado de Fortificación ó Arte de Construir los Edificios Militares y Civiles”. Escrito en Inglés por Juan Muller. Traducido
…y aumentado con notas, adiciones y 22 láminas … Por D. Miguel Sánchez Taramas, Capitán de Infantería, e Ingeniero
Ordinario de los Exércitos de S.M., actualmente empleado en la enseñanza de la Real Academia Militar de Matemáticas
establecida en Barcelona. Barcelona, 1796, Por Thomás Piferrer, Impresor del Rey.6 Capel, Horacio, “Los Ingenieros Militares y el sistema de fortificación en el siglo XVIII”, en Los Ingenieros Militares de la
Monarquía Hispánica en los siglos XVII y XVIII, coordinado por A. Cámara, Madrid, Ministerio de Defensa, 2005.
174
En mayo de 1752, el entonces
Capitán General del Principado
de Cataluña dirigía a Cermeño un
oficio en el que le ordenaba que
realizase un reconocimiento en el
Ampurdán, cerca de la frontera
con Francia. Debía encontrar el lu-
gar apropiado para construir una
plaza capaz para cinco batallones
de Infantería y tres escuadrones
de Caballería, ya que el camino
hacia Barcelona estaba abierto
a posibles invasiones y expedito
al paso de la artillería francesa.
Como consecuencia del recono-
cimiento practicado por Martín
Cermeño, el marqués de la Mina
decidía que se construyera, con
la dirección y proyecto del propio
Cermeño un castillo, que se llama-
ría de San Fernando, en el paraje
de la montaña de Capuchinos,
próxima a Figueres7. Sin embar-
go, pronto surgiría una polémica
en el Cuerpo sobre la idoneidad
del emplazamiento de la fortaleza.
Martín Cermeño estaba apoyado
por el marqués de la Mina y por
su hijo Pedro, Ingeniero Militar ya
de gran prestigio, y por otro lado,
Pedro Lucuce, a la sazón Director
de la Academia de Matemáticas
de Barcelona y otros miembros
del Cuerpo, eran partidarios para
su ubicación, del Paso de las Mo-
las, al norte de la villa de Figueres
y sobre la margen meridional del
río Muga. En su defensa, en 1752
Cermeño redactaba un documen-
to titulado Razones que se han
tenido presentes en la formación
del proyecto de la nueva plaza
Fig. 03_ Planos y Perfiles particula-
res de las Obras para el proyecto
de regar los Campos del Urgel,
1766. Martín Zermeño, Juan. Instituto
de Historia y Cultura Militar, Madrid.
Cartoteca Histórica, L–17/11.
7 Díaz Capmany, Carlos. El Castillo de San Fernando de Figueres, su Historia.
Generalidad de Cataluña, Barcelona, 1982.
175para la Montaña de Capuchinos
en la villa de Figueres, en el que
se describe la planta del castillo,
la valoración del terreno circun-
dante, así como la justificación
de las soluciones aportadas para
su mejor defensa. Se indican
también en el documento deta-
lles relativos a las bóvedas para
acuartelamientos del personal,
almacenes para pólvoras, víveres,
arsenales, cuadras, y otros usos.
El presupuesto inicial para su
construcción era de 20.244.800
reales de vellón, presupuesto que
no incluía los puentes levadizos,
puertas, ventanas, madera para
cerchas, ni el hierro a emplear8.
El Castillo de San Fernando de
Figueres “maravilla de técnica
y táctica defensiva”9, se cons-
truyó como consecuencia de la
erección en la frontera francesa
a escasa distancia, de la fortale-
za de Belle-Garde. Las obras de
la fortificación comenzaban en
septiembre de 1753 y cuando en
1756 Cermeño dejaba el Princi-
pado por nuevo destino, su hijo
Pedro Martín Paredes Cermeño
era nombrado Ingeniero Director
de Cataluña, quedando encar-
gado de las obras del castillo. A
Pedro le debemos un documento
fechado el 20 de junio de 1760, ti-
tulado, Relación del estado actual
de la obra, referida naturalmente
al Castillo de San Fernando. La
Plaza Fuerte de San Fernando de
Figueras, es uno de los mejores
ejemplos de fortificación aba-
luartada de Europa y del mundo,
gracias a su gran tamaño y a la
perfección de su fábrica. Puede
considerarse como un pentágono
irregular, con un eje transversal de
simetría en la dirección este-oes-
te. Es una plaza de las llamadas
de “doble recinto”, estando el re-
cinto interior formado por cinco
baluartes, una plataforma artillera
y seis cortinas, y el exterior por
tres hornabeques, dos contra-
guardias y siete revellines. Todo
ello rodeado por: un amplísimo
foso, el camino cubierto con una
longitud de 3.120 metros, y el
glacis. La superficie del polígono
limitado por el camino cubierto,
es de más de 32 hectáreas. Para
solucionar el problema de abas-
tecimiento de agua potable para
la plaza fuerte, se proyectó una
toma de aguas que en su último
tramo entraba en la fortaleza a
través de la contraguardia de San
Pedro, salvando una vaguada
mediante un acueducto. Para su
almacenamiento, se construyeron
varias cisternas, tanto en el cuer-
po de la plaza como en las obras
exteriores (incluso en el camino
cubierto y en el glacis), destacan-
do por su gran volumen la situada
por debajo del nivel del patio de
armas del Castillo. Respecto a los
accesos a la plaza, el principal se
realizaba a través del hornabeque
de San Roque, con un puente le-
vadizo y una puerta con motivos
ornamentales. Una vez atravesa-
da esta obra exterior, el acceso
al cuerpo de la plaza se realiza-
ba mediante un viaducto sobre
el foso, perpendicular a la cortina
entre los baluartes de San Narci-
so y San Dalmacio. En el centro
de dicha cortina se hallaba la
puerta principal de la plaza (hoy
desgraciadamente desapareci-
da), neoclásica, protegida por un
nuevo puente levadizo. La comu-
nicación principal de la fortaleza
estaba orientada hacia la villa de
Figueres, principal núcleo urbano
de los alrededores y cabeza de la
comarca ampurdanesa.
En 1753 proyectaba el barrio de la
Barceloneta, uno de los ejemplos
más importantes de urbanismo de
la Ilustración en Europa. El nuevo
barrio fue inicialmente proyectado
por el entonces Ingeniero Gene-
ral Verboom a partir de 1714, a
fin de compensar a los habitan-
tes del barrio de La Ribera que
habían perdido sus viviendas,
8 Díaz Capmany, Carlos. El Castillo de San Fernando... op. cit.9 Zapatero, J.M. Síntesis Histórica de la Fortificación Abaluartada, Revista de Historia Militar, número 13, Servicio Histó-
rico Militar, Madrid, 1963.
176
177demolidas para construir la Ciu-
dadela de Barcelona. Creado por
Cermeño de nueva planta y según
su propio proyecto, ya que el de
Verboom nunca se llevó a cabo, el
barrio tenía un trazado ortogonal,
de calles que formaban manzanas
del mismo tamaño. La Barceloneta
se realizó construyendo casas de
dos plantas, caracterizadas por un
frontón triangular y volutas en las
claves de las puertas y ventanas,
con acceso a dos calles para que
tuviesen una ventilación óptima
que las sanease. En Barcelona,
también proyectó Cermeño en
1756 la construcción de un nuevo
baluarte entre el portal de Ángel y
el de los Tallers, baluarte que sería
construido por su hijo Pedro.
En 1756, destinado en la Dirección
del Cuerpo en Navarra, realizaba
un plano de la plaza fuerte de San
Sebastián, con las fortificaciones
del Frente de Tierra y el proyecto
de las obras de defensa en la playa
de La Zurriola. En ese mismo año,
realizaba el estudio y posterior
proyecto general de las fortifica-
ciones de Pamplona, que fueron
aprobadas por el rey Fernando
VI. En el importantísimo proyecto,
del que se realizaron solo algu-
nas de sus propuestas, Cermeño
presentaba “un agudo análisis de
cada una de las obras (existen-
tes) y cómo los solucionaba”10.
También analizaba los proyectos
de los ingenieros Verboom y de
Retz, considerando el de este úl-
timo desproporcionado, caro, y
dilatado en el tiempo de ejecu-
ción, mientras que exponía que el
de Verboom, era muy apropiado
por su sencillez y la adecuación de
las obras a las necesidades de la
plaza. En consonancia con lo se-
ñalado, en su proyecto, Cermeño
seguía las directrices generales del
que fuera Ingeniero General hasta
1744. Entre las obras proyectadas
figuraban: el fuerte del Príncipe; un
hornabeque delante de la Tejería,
y un caballero con caras y flancos
paralelos a dicho baluarte; la con-
traguardia de Gonzaga; nuevos
edificios en el interior de la Ciu-
dadela en disposición ortogonal
(al igual que en el castillo de San
Fernando de Figueres), eliminando
la anterior, radial, más propia de
los tratadistas del siglo XVII; ter-
minación del fuerte de San Roque;
y, sin agotar la cuestión, construc-
ción de plazas bajas en los flancos
del baluarte de la Magdalena, en
el flanco derecho del baluarte de
Guadalupe y en el izquierdo del
baluarte bajo del Labrit, que se
realizaría siguiendo el proyecto de
Verboom11.
Fig. 04_ La Barceloneta.
10 Echarri Iribarren, V., Las Murallas y la Ciudadela de Pamplona, Pamplona, Go-
bierno de Navarra, Departamento de Educación y Cultura, 2000.11 Echarri Iribarren, V., Las Murallas… Op. Cit.
178 En abril de 1758 era nombrado
Comandante General de la pla-
za de Orán, tomando posesión
de este empleo el 4 de mayo de
ese mismo año. Fue sustituido en
el cargo, el 17 de abril de 1765.
Con fecha 2 de julio de 1766 se
le designaba como Comandante
General del Cuerpo e Inspector
General de Fortificaciones, y en
mayo del siguiente año se le con-
cedía el mando del Cuerpo, con
sede en la plaza de Barcelona.
Finalmente, ante su insistencia,
lograba que a partir de marzo de
1769 su título fuese el tradicional
de Ingeniero General, el mismo
que había ostentado el fundador
del Cuerpo, D. Jorge Próspero de
Verboom. Cermeño, propondría
una serie de medidas encamina-
das a la mejora del Cuerpo. En
un informe de 1767, aconsejaba
aumentar el número de ingenie-
ros, así como la creación de una
Sección especializada en Puen-
tes, Caminos y Canales, sobre la
base de los 24 Ingenieros Milita-
res que estaban destinados en
trabajos de este tipo, en alguna
de las partes del reino. La inicia-
tiva no sería aprobada, pero más
tarde, la política centralizadora de
Carlos III le daría forma12 en 1774,
un año después del fallecimiento
de Juan Cermeño. Su segundo
paso fue la publicación en 1768
de las nuevas ordenanzas, en las
que se fijaban las obligaciones y
formas de llevar a cabo los actos
de servicio de los Ingenieros, y se
daban normas para el ingreso en
el Cuerpo, que se reservaba a “los
cadetes u oficiales de infantería,
caballería, dragones, artillería y
marina”, previo el examen per-
tinente. En la citada Ordenanza
se fijaban los requisitos para
incorporarse como Ingenieros
Voluntarios para “aquellos oficia-
les o cadetes que soliciten servir
en esta clase y que hayan cur-
sado con aprovechamiento las
matemáticas en alguna de las
Academias Militares”13. También,
en la Ordenanza de 1768 se elimi-
naban las referencias a las obras
civiles, aún cuando de hecho las
siguiesen realizando los Ingenie-
ros del Ejército, al menos hasta
finales del siglo XVIII en España y
presidios del Norte de África, y en
ultramar, hasta la separación de
la América Hispana (1824), y de
Cuba y las Islas Filipinas (1898) de
la Metrópoli. Por otro lado, los in-
tentos de aumentar el número de
ingenieros militares por parte de
D. Juan Martín Cermeño, no ob-
tuvieron éxito, de forma que ante
cualquier campaña se ponía de
relieve su cortedad. Así en 1775,
en la expedición contra Argel, por
los ataques a la plaza de Melilla,
para reunir a 16 ingenieros para la
mísma, se tuvo que llamar incluso
a profesores de la Academia de
Matemáticas de Barcelona14. En lo
referente a la política de personal,
Cermeño conseguía importantes
logros, tales como la constitución
del montepío o la reforma de la
enseñanza de los ingenieros mi-
litares con la Real Ordenanza de
1751 (en su anterior mando del
Cuerpo), la cual consolidaba la
brillante obra realizada hasta ese
momento por Pedro de Lucuze y
Ponce, director de la Academia
de Matemáticas de Barcelona y
pilar básico de la tratadística mili-
tar española del siglo XVIII.
Durante su última etapa, ya como
Ingeniero General, siguió desa-
rrollando una intensa actividad
facultativa por España y ultramar.
Fruto de su intenso trabajo fue-
ron, entre otros: el Castillo de San
Pedro de la Roca del Morro, a
barlovento de la boca de entrada
a la bahía de Santiago de Cuba.
Juan Martín Cermeño y Francis-
co Calderín, le proporcionaron su
actual fisonomía después de ser
12 R. Gutiérrez y C. Esteras, Arquitectura y Fortificación. De la Ilustración a la Independencia Americana, Madrid, Ediciones
Tuero, 1993.13 Ordenanzas de S. M. para el servicio del Cuerpo de Ingenieros de Guarnición y de Campaña. Tomo IV de la Ordenanza
general del Ejército, Madrid, en la Oficina de Antonio Martín, 1768.14 Capel H, et al. De Palas a Minerva, Barcelona, Serbal/ CSIC, 1988.
179
Fig. 05 y 06_ Castillo de
San Pedro de la Roca.
180
Fig. 07_ Castillo de San Pedro de
la Roca, 1755.
Fig. 08_ Castillo del Corral, 1755.
Fig. 09_ Plano de la Plaza de San
Fernando, y sus obras esteriores
como han de quedar finalizadas.
Barcelona, 30 de noviembre de
1756. Instituto de Historia y Cultura
Militar, Madrid. Cartoteca Histórica,
GE-5/13.
181devastado por varios terremotos
entre 1757 y 1766, incluyéndole
su explanada frontal y el fuer-
te de La Avanzada. También, en
1766, planos y perfiles de la ciu-
dad de Manila (Islas Filipinas) con
el proyecto para su mejor defensa;
planos y perfiles de la plaza de Za-
mora, así como diversos proyectos
para su mejor defensa; planos de
la plaza y castillo de la Puebla de
Sanabria y proyecto de nuevas
obras de fortificación en la misma;
plano del baluarte de la Puerta del
Rey, de la Puerta Nueva y del fuer-
te del teso del Calvario en Ciudad
Rodrigo; y diversos proyectos de
castillos en Valdivia, Chile (castillos
del Corral, de Amargós y el de Nie-
bla), Puerto Cabello y la Guaira, y
para San Fernando de Omoa. En
1768 trazaba un plano de la ciu-
dad de Barcelona, señalando los
huertos en los que se proponía la
ubicación del jardín Botánico y un
nuevo proyecto para la mejora de
las defensas de la plaza de Cavi-
te. En 1769 proyectaba un nuevo
modelo de “batería colateral”, de
gran perfección técnica, trazada
para la defensa del puerto de San
Fernando de Omoa (Honduras), y
que serviría de modelo para otros
muchos ingenieros, como Rafael
Llobet, que en 1792 construía las
baterías flanqueantes de Cam-
peche en Méjico15. En ese mismo
año restauró el puente del Diablo
de Martorell, y en 1770 realizaba
un plano de la Puerta de Tierra con
el proyecto de tres reductos avan-
zados, y un plano de la plaza de
Cartagena proponiendo el cierre
de la misma. En 1771, un plano de
la plaza de Orán y de sus castillos,
plaza a la que había ido comisio-
nado para dirigir diversos trabajos
dentro y fuera de la ciudad, y tam-
bién en el mismo año, un proyecto
de las fortificaciones de la parte de
tierra de la plaza de San Felipe de
Montevideo. Finalmente, en 1772,
diversos planos y proyectos para
cuarteles en Barcelona, un plano
de la batería que debía realizarse
en la cabeza del muelle de Málaga,
y proyecto de las nuevas mura-
llas de Cádiz por el sur. Escribió
un Discurso sobre el proyecto de
Montjuïch de Barcelona y tanteo
de su coste.
Falleció en Barcelona, el 17 de
febrero de 1773.
PEDRO MARTÍN PAREDES CERMEÑO (ZERMEÑO).
Nació en Melilla el 26 de marzo
de 1722. Era hijo de Juan Mar-
tín Cermeño y de Antonia García
de Paredes. Ingresó en el ejército
como Cadete, con apenas diez
años de edad, en julio de 1731.
Entró como alumno en la Real
Academia de Matemáticas de
Barcelona, interrumpiendo sus es-
tudios en 1742 para formar parte
del Regimiento de Mallorca, inte-
grado en el ejército del Infante don
Felipe. Con su ejército intervino en
la campaña del Piamonte (en el
marco del Segundo Pacto de Fa-
milia, firmado en Fontainebleau,
el 25 de octubre de 1743) entran-
do en Italia por el Coll d’Agnel
(en la frontera de Francia). Aún
sin terminar la campaña, regresó
a España para examinarse en la
Academia de Barcelona. Aproba-
do el examen, el 18 de abril de
1744 ingresaba en el Cuerpo de
Ingenieros como Ingeniero Ex-
traordinario, siendo nombrado,
además, Alférez del Ejército. En
ese mismo año, era ascendido
con fecha de 1 de mayo al empleo
de Teniente del Ejército. Su primer
destino fue al servicio del Ingeniero
General don Francisco Manuel de
Velasco, marqués de Pozoblanco,
con el encargo de ayudarle en va-
rias comisiones, consistentes en
trabajos que debían desarrollarse
en las costas de Levante y Anda-
lucía. A finales de abril de 1744
estaba en Málaga, donde dirige
las obras de su puerto, para el que
proyectó varios edificios sobre te-
rrenos abandonados por el mar,
15 Zapatero, J. M., La Fortificación abaluartada en América, San Juan de Puerto Rico, Instituto de Cultura Puertorriqueña,
1978.
182 entre los que sobresale por su
importancia el de la Aduana. En-
tre 1744 y 1747, realizaba junto
a ingenieros militares como Jai-
me Sucre y otros, una Colección
de varios mapas, cartas, planos
topográficos y vistas de distintos
puntos y poblaciones del Univer-
so16. Era promovido a Ingeniero
Ordinario el 2 de noviembre de
1745 y a Capitán del Ejército el 3
de febrero de 1746, apareciendo
en 1747 como ayudante del in-
geniero D. Francisco Llovet, que
estaba trabajando en Málaga.
En ese último año y según una
Real Orden de 3 de octubre, fue
destinado nuevamente al ejérci-
to del Infante Don Felipe, en el
que permaneció hasta el final de
la guerra en Italia.
Una vez en España, era destina-
do a las obras de construcción
de la “Nueva carretera de Gua-
darrama”, tramo del camino real
de Madrid a La Coruña, iniciado
en el año 1749. En noviembre de
ese mismo año, se le destinaba
a la Dirección de Ingenieros de
Cataluña, según una real orden;
Dirección desde la que desa-
rrollaría una gran labor en los
campos del urbanismo, de la
arquitectura y de la fortificación.
Con respecto a su brillante ca-
rrera militar, en agosto de 1750
era promovido a Ingeniero en
Segunda y en marzo de 1753 a
Ingeniero en Jefe y a Teniente
Coronel del Ejército.
Siguiendo con su intensa ac-
tividad en el Principado de
Cataluña, en 1751 realizó una
inspección de las obras de la
Universidad de Cervera, y en
ese mismo año trabajaba en el
castillo de Montjuïc de Girona.
En 1753 era destinado a la pla-
za de Figueres, interviniendo en
la construcción del castillo de
San Fernando, obra modélica de
fortificación abaluartada, cons-
truida por iniciativa del Capitán
General de Cataluña, el mar-
qués de la Mina, en oposición
al castillo francés de Bellegarde.
Pedro Martín Cermeño llevó a
cabo la dirección de las obras
entre 1753 y 1756. En esos tres
años, fue responsable de im-
portantes reformas urbanísticas
y arquitectónicas en Barcelona.
Dirigió la construcción del ba-
luarte situado entre el Portal del
Ángel y la calle Tallers y de las
contraguardias del baluarte del
Príncipe que formaban parte de
la Ciudadela, proyectó (también
se ha atribuido el proyectó a su
padre Juan Cermeño), o al me-
nos dirigió, la construcción del
barrio de la Barceloneta. Se co-
menzó su construcción en 1753,
y su origen procede del derribo
ordenado por Felipe V de la par-
te más poblada del barrio de la
Ribera, para la construcción de
16 Capel, Horacio, Los Ingenieros Militares en España. Siglo XVIII. Repertorio biográfico e inventario de su labor científica
y espacial, Barcelona, Publicaciones y ediciones de la Universidad de Barcelona, 1983.
183
la Ciudadela. El derribo de la
Ribera planteó la necesidad de
formar un nuevo barrio junto al
puerto, entre la Puerta del Mar
y la Linterna (faro). Con arre-
glo al proyecto, se urbanizaron
15 calles atravesadas por otras
nueve, paralelas a la costa, con
casas de dos plantas, para que
no impidiesen la acción de las
baterías de la Ciudadela. Se
trazó además, dos plazas, la
de Boteros y la de San Miguel,
plaza esta última, en la que se
costruyó la iglesia de Sant Mi-
quel del Port (con planta de cruz
Fig. 10_ Sant Miquel del Port, 1755.
184
latina y cimborrio), según el pro-
yecto de Pedro Martín Cermeño
y construida entre 1753 y 1755
por Damián Rivas17. También,
Martín Cermeño elaboraba los
planos para un cuartel que debía
construirse en el barrio, dentro
del Neoclasicismo, estilo ar-
quitectónico que los ingenieros
militares estaban difundiendo,
ya que la funcionalidad y sobrie-
dad de la arquitectura militar tan
bien se adaptaba a dicho estilo.
Por otro lado, en 1755 solicita-
ba la concesión del hábito de
una orden militar, siéndole con-
cedido el hábito de la Orden de
Alcántara.
En marzo de 1756, Pedro Martín
era promovido a Ingeniero Di-
rector y a Coronel del Ejército,
siendo designado como jefe de
la Dirección de Ingenieros de la
ciudad Condal. Desde su nueva
responsabilidad, realizaba nuevos
proyectos para la ciudad en los
campos militar y civil. Entre otras
obras, proyectaba en 1758 un
cuartel de caballería con capaci-
dad para albergar a un escuadrón,
que debía construirse unido a la
Real Academia de Matemáticas.
En 1759 era nuevamente des-
tinado a la plaza de Figueres,
realizando en 1760 las trazas de la
iglesia del castillo de San Fernan-
do y continuando con las obras
de la citada fortificación. También
en ese último año presentaba los
planos de la Seu Nova de Lleida,
bajo la advocación de la Asun-
ción de Nuestra Señora, de estilo
neoclásico. Las obras no comen-
17 E. Llaguno y J. A. Ceán Bermúdez, Noticia de los Arquitectos y Arquitectura en España desde su restauración, Madrid,
1829.
185
zaron hasta 1764, haciéndose,
por orden del rey Carlos III, bajo
la dirección del Ingeniero en Se-
gunda D. Francisco Sabatini. Sin
embargo, el interior del edificio
sigue las trazas de Pedro Martín
Cermeño, presentando tres na-
ves a igual altura separadas por
arcos de medio punto sustenta-
dos sobre capiteles corintios. El
acceso a la portada principal se
realiza por una escalinata que
conduce a tres arcos de medio
punto cerrados con rejas de hie-
rro, coronadas por el escudo de
los Borbones, portada que tiene
una mayor influencia de Saba-
tini y del arquitecto Josep Prat.
En 1760 realizaba un plano de la
plaza de Figueres, y en ese mis-
mo año, un plano de una parte
del recinto de la plaza de Barce-
lona, concretamente la unión con
la ciudadela y con el fuerte de D.
Carlos. Al siguiente año trazaba,
en colaboración con el también
ingeniero militar Carlos Saliquet,
el Camino Real de Barcelona a
Lleida, e igualmente daba los
planos del Puente de Molins de
Rei. Las obras del citado puente
comenzaron en octubre de 1763
dirigidas por Pedro Martín Cer-
meño, basándose en el proyecto
inicial de Verboom. Con anteriori-
dad, y nuevamente en 1761, era
destinado a Cartagena, tras su
larga estancia en Cataluña.
En febrero de 1762 era destinado
al Ejército de Castilla, con el que
participaba en una nueva guerra
con Portugal, llamada “Guerra
Fantástica”, nombre por el cual se
conoce la participación de Portu-
gal en la última fase de la Guerra
de los Siete Años. Un ejército
franco-español, con unos efec-
tivos de cerca de cuarenta mil
hombres, invadió el país luso en
1762 por la frontera de Trás-os-
Montes, llegando a conquistar
Miranda do Douro, Braganza y
Chaves. En respuesta a esto,
se formó un ejército anglo-por-
tugués, con cerca de veinte mil
hombres, bajo el mando del con-
de de Lippe. Se denominó Guerra
Fig. 11_ Plano de una porción del
recinto de la Plaza de Barcelona
que une con su Ciudadela, y Fuerte
de Dº Carlos, en que se ve el lugar
y disposición que ocupa en estas
fortificaciones la del Fuerte Pío.
Barcelona, 24 de julio de 1760. Archi-
vo General de Simancas. Mapas,
Planos y Dibujos, II-46.
Fig. 12_ Plano, Perfil, y Elevación
del Cuartel nuevo de Caballe-
ria, unido a la Real Academia de
Matemáticas en la Plaza de Bar-
celona, capaz para un Escuadrón.
Barcelona, 20 de enero de 1759.
Archivo General de Simancas. Ma-
pas, Planos y Dibujos, X-12.
186 Fantástica porque, a pesar de los
sucesivos movimientos de tropas,
no tuvo lugar ninguna batalla. Pe-
dro Martín de Cermeño intervino
en ella como Cuartel Maestre Ge-
neral y Comandante General de
Ingenieros del Ejército, dirigiendo
personalmente el sitio de la plaza
de Almeida (Beira Alta). De su ex-
periencia en la citada campaña,
dejó un Diario de las operaciones
del Ejército del Rey en la guerra de
Portugal de 1762. En ese mismo
año, según una real orden de 5 de
octubre era promovido a Brigadier
de Infantería, permaneciendo en
Castilla hasta que en diciembre,
siempre de 1762, era destinado
nuevamente a Cataluña.
En el Principado trabajó en la
restauración del puente del Dia-
blo, en Martorell, y en 1763 se le
trasladaba en comisión a Cádiz,
donde proyectó parte del recinto
fortificado de la ciudad y la Casa
de la Aduana y Contratación, edi-
ficio sobrio y neoclásico, de planta
rectangular, cuyas dependencias
están organizadas en torno a dos
patios cuadrangulares portica-
dos. El edificio se construyó en
el espacio interior del baluarte de
San Antonio, encargándose de la
dirección de las obras el Ingenie-
ro Militar Juan Caballero a partir
de 1765. Este baluarte protegía
la entrada marítima a la ciudad y
el acceso conocido como Puerta
de Sevilla. Pasaba Cermeño, con
posterioridad y sucesivamente, a
las Direcciones Subinspecciones
de Ingenieros de Castilla la Nue-
va y de Extremadura, hasta que
por una real orden de 9 de agosto
de 1764 se le volvía a destinar a
Cataluña, donde inspeccionaba
las obras del colegio de Cirugía
de Barcelona. En ese año se le
nombraba Administrador de la
Encomienda de Villafamés, de la
Orden de Montesa.
En 1764 Pedro Martín Cermeño,
analizaba el “proyecto general”
de fortificación de Cartagena de
Indias, realizado por el Ingeniero
Antonio de Arévalo y Porras, y un
año después, juntamente con Pe-
dro Lucuce, el prestigioso director
de la Academia de Matemáticas
de Barcelona, daba a conocer,
con fecha de 4 de marzo el dic-
tamen denominado: Discurso
sobre conservar o abandonar los
tres presidios menores de Melilla,
Peñón y Alhucemas. En junio y ju-
lio de 1765, el conde de Aranda,
Capitán General de los Reinos de
Valencia y Murcia, efectuaba una
visita de inspección a Cartagena,
advirtiendo que las obras del Ar-
senal estaban muy adelantadas,
pero su seguridad era precaria,
ya que su defensa respecto a la
plaza consistía en un muro, que
en todo caso sólo serviría para
detener a la población civil en
caso de subversión, pero nunca
a un enemigo que desembarcara
en las cercanías de Cartagena.
En consecuencia, Aranda enviaba
un informe al Ministro de la Gue-
rra, y en noviembre de ese mismo
año de 1765 Carlos III ordenaba
a Pedro Martín Cermeño que se
presentara al conde de Aranda,
a fin de recibir instrucciones para
fortificar la plaza. Cermeño pasa-
ba inmediatamente a Cartagena,
plaza que cada vez adquiría más
relevancia militar desde que en
1728 había sido designada como
capital del Departamento Maríti-
mo del Mediterráneo. Su defensa
integral suponía tener que realizar
numerosas obras en el puerto, en
el Arsenal y en las fortificaciones
de la costa. Como consecuencia
de ello, redactaba su: Extracto
de noticias militares correspon-
dientes a Cartagena desde su
fundación, su descripción y al-
gunas reflexiones conducentes a
formar el proyecto de fortificar
esta plaza: Procede a la resolución
de S. M. y la instrucción del Ca-
pitán General Conde de Aranda.
Pedro Cermeño realizaba un de-
tallado proyecto de fortificación,
con fecha 30 de abril de 1766, en
el que figuraba el cierre total del
perímetro de la plaza mediante
una muralla llamada Muralla del
Mar, o de Carlos III, y una serie de
fortalezas enlazadas entre sí por
el fuego, como eran los castillos
de Galeras, Atalaya, de los Moros
y de San Julián. Como resultado
de la intervención de Cermeño en
187
Cartagena, a lo largo de mas de 25
años se realizaron los proyectos
y obras (además de las señala-
das anteriormente) de: el Hospital
Real de la Marina, la Maestranza
de Artillería, el cuartel de Anti-
guones, y la terminación de las 9
baterías que había iniciado el In-
geniero Esteban Panón a partir de
1739 (San Fulgencio o del Colla-
do, Punta de la Podadera, Fuerte
de la Navidad, Espalmador, San
Leandro, San Isidoro, Santa Flo-
rentina, Fuerte de Santa Ana, y
Trincabotijas)18.
En el año 1768 sustituía a su pa-
dre, el Ingeniero General don Juan
Martín Cermeño, como miembro
de la Junta de Reales Ordenan-
zas, y en agosto de ese mismo
año, en reconocimiento a sus lo-
gros, fue nombrado Individuo de
Honor y Mérito en Arquitectura
por la Real Academia de Bellas
Artes de San Fernando, y dos
años mas tarde, Consiliario de
la Institución. En ese mismo
año (1770), la Academia creaba
una cátedra de matemáticas,
para la que se propusieron dos
aspirantes, los matemáticos
Benito Bails y Francisco Subi-
rás. Consultados Jorge Juan y
Pedro Martín Cermeño sobre
la idoneidad de los aspirantes,
tanto el insigne marino como el
Ingeniero, convinieron en que
ambos aspirantes eran apro-
piados, por lo que la Academia
organizaba finalmente dos cáte-
dras de matemáticas19. Siempre
en 1770, con fecha 1 de abril,
era promovido a Mariscal de
Campo, siendo destinado a
Mallorca como Segundo Co-
mandante General, isla de la
que realizaba un amplio proyec-
to de fortificación.
En 1771 regresaba a Cataluña,
encargándose de nuevo de dirigir
las obras del Camino Real de Bar-
celona a Lleida. En 1772, además
de realizar un plano de la plaza de
Rosas, y dos del puerto de Barce-
lona, en los que se señala como
concluida la obra del andén bajo
y alto que daba la vuelta al brazo
de Poniente, al tiempo que propo-
nía la prolongación del brazo de
Levante, Martín Cermeño llevó a
cabo una obra urbanística de gran
importancia para la Ciudad Con-
dal. Esta obra, que auguraba la
futura expansión territorial de la
ciudad, consistió en el derribo de
las murallas de las Ramblas, y su
construcción como paseo prin-
Fig. 013_ Maestranza de Artilleria
de Cartagena.
18 Gómez Vizcaíno, Aureliano, Castillos y Fortalezas de Cartagena, AFORCA, Cartagena, 1998.19 García Melero, José Enrique, Literatura Española sobre Artes plásticas. Bibliografía aparecida en España entre los siglos
XVI y XVIII, Ediciones Encuentro, 2002.
188 cipal de la ciudad, con arboleda
y edificios perfectamente alinea-
dos20. El trazado de la Rambla
quedaba formado por tres tra-
mos, denominados Rambla de
San José, de Capuchinos y de
Santa Mónica, y la parte central
del paseo era más elevada que el
resto, con dos hileras de árboles,
y dos carriles laterales. Se limita-
ba la altura de los edificios, que
posteriormente se modificó has-
ta los 86 palmos (16,50 metros),
señalándose el tipo de fachada
y sus materiales, así como la al-
tura de las primeras plantas para
homogeneizar el aspecto de las
balconadas principales de las
manzanas.
En 1773 moría su padre Juan
Martín Cermeño, al que sustituía
como Ingeniero General con ca-
rácter interino, y a comienzos del
año 1774 era designado Coman-
dante General Interino del Reino
de Galicia y Presidente de su Real
Audiencia, cesando en el mando
del Cuerpo de Ingenieros. Éste,
el Cuerpo, se había dividido a
pesar de su oposición en tres ra-
mos, y al mando de cada uno se
designaba un director. Estos tres
ramos eran: el Ramo de Plazas y
Fotificaciones del Reino, dirigido
por Silvestre Abarca; el Ramo de
Academias Militares de Barcelo-
na, Orán y Ceuta, “y demás que
se organicen”, dirigido por Pedro
Lucuce; y finalmente el Ramo de
Caminos, Puentes, Edificios de
Arquitectura Civil y Canales de
Riego y Navegación, al mando de
Francisco Sabatini.
Su destino en Galicia fue breve, a
pesar de lo cual, realizaba un pro-
yecto de fortificación de la plaza de
La Coruña, en el que proponía re-
forzar el frente de tierra en el barrio
de la Pescadería y dar a la ciudad
alta el carácter de ciudadela. A par-
tir de 1775 realizaba un complejo
sistema de minas en las fortifica-
ciones de la plaza de Orán21.
En 1779 era nuevamente nombra-
do Capitán General y Gobernador
del Reino de Galicia, permane-
ciendo en el cargo hasta el año
1790. Llegaba a la Coruña inves-
tido de un gran prestigio como
militar y arquitecto, y desde su
cargo desarrolló una eficaz tarea
de modernización de la ciudad,
tratando de adaptarla a las
ideas ilustradas. Gracias a la ta-
rea emprendida por él, la ciudad
comenzó a adecuarse a la impor-
tancia, que con la ubicación de la
Gobernación del Reino, la Capita-
nía General, la Real Audiencia, la
Intendencia, las Juntas del Reino
de Galicia y los Reales Correos
Marítimos, estaba adquiriendo22.
En el mismo año de su llegada,
y tras una consulta hecha por el
Concejo de la ciudad para co-
nocer su parecer, respecto a las
nuevas Casas Consistoriales, que
diseñadas por Ventura Rodríguez
se levantarían en la plaza de la Ha-
rina, Cermeño realizó un proyecto
nuevo de plaza, que, sin alterar
de forma importante el proyecto
inicial, añadía a la citada plaza
su utilización como mercado se-
manal. El proyecto fue firmando
con fecha 19 de mayo de 1779
y en la plaza citada situaba el
edificio Consistorial (diseñado
como se ha señalado por Ventu-
ra Rodríguez), junto al palacio de
la Audiencia y el palacio del Go-
bernador-Capitán General, obra
realizada en 1748 por el Ingeniero
Militar Juan Vergel. Los otros la-
dos de la plaza se cerraban con
casas particulares, con soportales
en la planta baja. Sin embargo el
proyecto no se llevó a cabo, ya
20 M. López y R. Grau, “Barcelona entre el urbanismo barroco y la revolución industrial”, en Cuadernos de Arquitectura y
Urbanismo, n.º 80, Barcelona, 1971.21 A. Bravo Nieto, “El Norte de África. Los elementos de una presencia”, en Los Ingenieros Militares de la Monarquía His-
pánica en los siglos XVII y XVIII, Ministerio de Defensa.22 A. Vigo Trasancos, A Coruña y el Siglo de las Luces. La construcción de una ciudad de comercio (1700-1808), Univer-
sidad de La Coruña, 2007.
189
que no fue aprobado por el Con-
sejo de Castilla que estimó que
los gastos que supondría la obra
serían enormes, paralizándose de
forma definitiva en 1780.
De igual forma, y en la Coruña,
Pedro Martín Paredes Cermeño
llevó a cabo a partir de junio de
1779, una actuación urbanística
de importancia. Se trató de las
llamadas “Casas de Paredes”
(quizás por su segundo apellido),
una serie de viviendas porticadas
de estilo neoclásico, que origina-
riamente se abrían a la bahía. Con
ellas se lograba dignificar la cara
marítima y comercial del Puerto de
la ciudad, y fueron edificadas en
terrenos ganados al mar, desde la
esquina del Cantón Grande hasta
la iglesia de San Jorge. Construi-
das con paramentos de cantería,
tenían tres plantas con cubiertas a
dos aguas abuardilladas, pórticos
adintelados, balcones corridos
en la primera planta, y vanos en
la segunda con guardapolvos. La
construcción de estos edificios
conllevaba, además de la de un
paseo marítimo y una nueva calle,
la delimitación de un espacio cen-
tral, la Plaza de la Aduana, abierta
al mar y presidida por el edificio
que le daba nombre. Con ello,
Martín Cermeño iniciaba una es-
tética clasicista que poco a poco
se impondría en Galicia.
Fig. 14_ Casas de Paredes.
190 En diciembre de 1780 realizaba
un plano que abarcaba las rías
de La Coruña, Betanzos y El Fe-
rrol, así como de la costa, desde
la ensenada de Cariño hasta el
puerto de Zedeida, y también un
plano topográfico de La Coruña
y sus inmediaciones. Pocos me-
ses después, contrajo matrimonio
en Santiago de Compostela con
María del Carmen Cisneros y de
Castro Ulloa, hija de Juan Antonio
Cisneros y Castro, primer conde
de Gimonde. En 1781 se creaba
en La Coruña la Junta Nacional
de Caminos, siendo designado
Pedro Martín Cermeño como pre-
sidente. Como tal, promovía la
mejora de los caminos reales de
La Coruña a Betanzos y a San-
tiago de Compostela, obras que
fueron dirigidas por Antonio Cán-
dido García de Quiñones23.
En diciembre de 1782, realizaba
un nuevo proyecto urbanístico, en
este caso en Santiago de Com-
postela, en el llamado Campo de
Santa Susana. Se trataba de un
conjunto de viviendas semejantes
a las que había diseñado en La
Coruña, llamadas “Casas de Pa-
redes”, viviendas igualmente de
estilo neoclásico.
En 1790 cesaba como Goberna-
dor y Capitán General del Reino
de Galicia, y poco tiempo des-
pués, el 23 de mayo de 1792
fallecía a consecuencia de una
caída de caballo.
Escribió un interesante opúsculo
sobre fortificación, titulado Carta
al Marqués de la Mina sobre los
flancos y orejones curvos de la for-
tificación abaluartada, y probando
que la invención de aquellos la
resucitó y arregló Don Sebastián
Fernández de Medrano, publicada
en el Memorial Literario, en Ma-
drid, en 1784, y en el que trataba
de demostrar que dicha técnica
(la de los orejones curvos) ya ha-
bía sido descrita y adaptada por
Sebastián Fernández de Medra-
no, a finales del siglo XVII24.
Al morir, se realizó un inventa-
rio de sus bienes25, de los que
destaca por su importancia su
biblioteca (637 volúmenes), en la
que figuraban libros de Fortifica-
ción, como: Blondel, Tratado de
fortificación; Casant, Escuela de
fortificación; Castiotto, De forti-
ficación: Henriquez de Villegas,
Tratado de fortificación; Dogen,
Arquitectura de fortificación; Fay,
Abbé de, Método de fortificar las
plazas según el mariscal de Vau-
ban; Medina Barba, Examen de
fortificación; Muller, Tratado de
fortificacion; Prosperi, Felix, De
fortificación; Teti, De fortificación;
Villegas, Henrique de, Academia
de fortificación; de Arquitectura
militar y civil: Barattiere, Ar-
quitectura; Daviler, Arquitectura
civil; Fombert, Carlos Antonio,
De arquitectura moderna; Mut,
Arquitectura militar; Lorenzo de
San Nicolas, Arte y uso de arqui-
tectura; Serlio, Architectura civil;
Vignole, De arquitectura; Vitruvio,
Arquitectura; de Ciencias varias:
Bélidor, Arquitectura hidráulica;
Ciencia de ingenieros; Curso ma-
temático; Cardona, Duque de,
Geometría militar; Buffon, Historia
Natural; Cerda, Tomás, Curso ma-
temático; Fernandez de Medrano,
Sebastián, Varias obras: arqui-
tectura, el perfecto bombardero,
elementos de Euclides, geografía;
Girava, Cosmografía y geogra-
fía; Herigon, Curso matemático;
Tablas de tangentes y secantes;
Gautier, Jean-François, Tratado
de caminos puentes y calzadas;
Lucuce, Pedro, Curso matemáti-
co de la real y militar academia de
Barcelona, Advertencias para la
23 A. Vigo Trasancos, A Coruña y el Siglo de las Luces…24 H. Capel, “Los Ingenieros Militares y el sistema de Fortificación en el siglo XVIII”, en Los Ingenieros Militares de la Mo-
narquía Hispánica en los siglos XVII y XVIII, Ministerio de Defensa.25 M. Galland-Seguela, “Las condiciones materiales de la vida privada de los ingenieros militares en España durante el si-
glo XVIII”, en Geo Crítica, Scripta Nova, Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona,
Vol. VIII, núm. 179, 15 de diciembre de 2004.
191medida y calculo de los desmon-
tes o excavaciones en terrenos
irregulares; Mariotte, De estáti-
ca; Ozanam, Jacques, Tablas de
las tangentes y secantes; Tosca,
Curso matemático y de física, Za-
ragoza, Josef, Instrumentos de
matemáticas. Sin agotar la cues-
tión, en su extensa biblioteca
aún encontramos libros de His-
toria: Isla, Padre Jose Francisco
de, Compendio de la historia de
España; Justin, Historia Univer-
sal; Mariana, Historia de España;
de legislación: Portugués, José
Antonio, Recopilación de las orde-
nanzas militares; e incluso obras
de Cervantes, Molière, Quevedo,
Esopo, Ovidio, Cicerón, Virgilio,
y otros muchos libros de diverso
interés y que nos muestran a un
hombre de elevada cultura en el
sentido más amplio del término.
FONDOS DOCUMENTALES DE LOS QUE SE HA HECHO USO EN
ESTE ARTICULO:
� ARCHIVO GENERAL MILITAR DE SEGOVIA (AGMS.). Expedientes
Personales.
� Ordenanzas de S. M. para el servicio del Cuerpo de Ingenieros de
Guarnición y de Campaña.
� Tomo IV de la Ordenanza general del Ejército, Madrid, en la Oficina de
Antonio Martín, 1768;
192 FRANCISCO LLOBET, INGENIERO DIRECTOR EN EL PRINCIPADO DE CATALUÑA
193
Margarita Galcerán Hasta la fundación de la Acade-
mia de Matemáticas de Barcelona
y la salida de su primera promo-
ción, el recién fundado Cuerpo
de Ingenieros se nutre fundamen-
talmente de técnicos venidos de
Flandes, pero también de oficiales
que ya forman parte del ejérci-
to y de personas que acceden al
Cuerpo en calidad de ayudantes o
delineadores. Seguramente aque-
llos que pertenecen al segundo y
tercer grupo deben tener una cier-
ta habilidad y predisposición para
el dibujo y las matemáticas.
Es en el último grupo donde pode-
mos situar a Francisco Llobet, un
ingeniero militar con una trayecto-
ria profesional representativa del
modo de hacer de estos técnicos
en la España del siglo XVIII.
Llobet nace en 1705, en el seno de
una familia oriunda de Perpignan
y afincada en Cataluña, y mue-
re en Barcelona en 1785, un año
después de su retiro como Direc-
tor de Ingenieros del Principado.
Ingreso en el Cuerpo de Ingenieros y trayectoria laboral
Ingresa en el Cuerpo a la edad
de 15 años, como Delineador
o Ingeniero Voluntario, a las ór-
denes de Isidro de Verboom.
Como integrante de su séquito
interviene en reconocimientos y
obras en el norte de África, An-
dalucía y la costa cantábrica. Le
sigue después a Madrid, para
ser destinado a continuación a
Barcelona. En 1732 se incorpora
a la expedición a Orán y al año
siguiente, 1733, se embarca for-
mando parte de otra con destino
a Italia.
En la campaña italiana desarrolla
diversos trabajos, como reco-
nocimiento de caminos, plazas
y presidios, levantamiento de
mapas y planos de fortificacio-
nes. También traza proyectos de
ataques y participa en bloqueos
y batallas. Su buen hacer es re-
conocido ya que, a su vuelta a
Fig. 01_ Port Vell de Barcelona.
194 la península, le reclama el du-
que de Montemar, ministro de la
Guerra, para que forme parte de
la Junta de Fortificaciones, en
Madrid.
Antes de incorporarse, en 1750,
como Director de Ingenieros en
Galicia, pasa por diversos desti-
nos en Tortosa, Málaga, Sevilla,
Madrid, Ciudad Rodrigo y Za-
mora. Al acceder a la Dirección
es ya Teniente General con la
categoría de Ingeniero en Jefe.
Tres años después pasa a ocu-
parse de las obras del Arsenal
de Ferrol, sin dejar de trabajar
en las defensas de la costa y,
otra vez interinamente, en la
Dirección de Galicia. Desarrolla
también proyectos en Pamplo-
na y en Santander. En 1770 se
le destina a Cartagena y final-
mente, a mediados de 1774,
pasa a Cataluña al frente de
la Dirección de Ingenieros del
Principado. Así, a los 69 años,
logra el destino tan deseado en
Barcelona.
La Dirección de Ingenieros de Cataluña
Durante los últimos años al
frente de las obras de Carta-
gena Francisco Llobet pide
reiteradamente su paso a Cata-
luña y llega a solicitar al conde
de Ricla la Comandancia Gene-
ral del Cuerpo de Ingenieros1.
Por su correspondencia sa-
bemos del estado anímico de
Llobet, se encuentra en una di-
fícil situación económica, con
crecida familia, su mujer está
enferma y él mismo tiene la sa-
lud quebrantada. Sin embargo
recibe órdenes de trasladarse
primero a Galicia, para hacerse
cargo otra vez de su Direc-
ción, y después a Málaga. Se
le apremia para que se incor-
pore, pero Llobet consigue
retrasar su marcha, hasta que,
por Real Orden de 4 de mayo
de 1774, se le destina a Catalu-
ña, para que se haga cargo de
la dirección del Cuerpo en este
Principado2.
Cuando toma posesión, el 18 de
junio de 1774, es Ingeniero en
Jefe y Mariscal de Campo3 y sus-
tituye como Director al ingeniero
Miguel Moreno, que permanece
en la ciudad algunos meses antes
de pasar a Canarias.
Como indican las Ordenanzas
Llobet debe residir en Barcelona,
donde lo hace el Capitán General
interino Philippe de Cabanes4, de-
pendiendo directamente de éste.
A su llegada Miguel Moreno le
hace entrega de toda la docu-
mentación relacionada con las
fortificaciones, puertos de mar,
cuarteles y demás edificios a su
cuidado, así como la correspon-
diente a todos los ingenieros bajo
sus órdenes —mapas, planos,
relaciones, contratas, proyectos,
correspondencia…—. Debe po-
nerse al día de todo ello, haciendo
las visitas que crea pertinentes,
para saber el estado en que se
hallan todas las construcciones
de las que es responsable, y así
poder determinar la distribución
1 En 1772 Juan Martín Zermeño, Comandante General del Cuerpo, muere en Barcelona y su hijo Pedro se encarga inte-
rinamente del mando del Cuerpo de Ingenieros.
En 1774, por real decreto de 12 de septiembre, el Cuerpo se divide en cuatro ramos o secciones y se nombra a Silvestre
Abarca Director y Comandante del Ramo de Fortificaciones.2 Creemos que la verdadera causa de los problemas de Llobet es sus desavenencias con Juan Martín Zermeño y su hijo
Pedro, que le han impedido y le impedirán lograr un lugar destacado en el Cuerpo. A partir de su estancia en Cartagena
encontramos en la correspondencia de Llobet continuas alusiones a su situación dentro del Cuerpo, mostrándose quejo-
so y señalando esta época como un momento problemático en su carrera, que afecta también a su familia. 3 Su ascenso al grado de Mariscal ha tenido lugar el 1 de abril de 1770.4 Philippe de Cabanes, señor de Luttage, ha sucedido en 1773 a Bernardo O’Connor y O’Phaly.
195de los ingenieros destinados en el
Principado, indicándoles sus co-
misiones, ya que dependen de él
sin excepción alguna.
Durante el período en que Llobet
es Director, el número de ingenie-
ros oscila entre once y quince.
El servicio está formado de la si-
guiente manera:
En Barcelona, obviamente al man-
do, Francisco Llobet, “Mariscal de
Campo encargado de la Dirección
de las fortificaciones del Princi-
pado”; un ingeniero “encargado
del Detall de las obras de la Pla-
za de Barcelona, y de los demás
puestos de su dependencia”, que
durante este período es el conde
Roncali, Coronel e Ingeniero en
Segundo; y un número de inge-
nieros, que oscila entre cuatro y
siete, con categorías de en Se-
gundo, Extraordinario y Ayudante,
destinados a asistir al Director,
cuidado de los archivos, habilita-
ción, dibujo, oficial de órdenes y
“a lo que se ofrece del servicio”.
En Figueres, en la Plaza de San
Fernando, “encargado de las
obras de ella, como de las de Ge-
rona, Hostalrich, Rosas, y puestos
de su dependencia”, un Ingeniero
en Jefe y a su orden Ayudantes de
Ingeniero, de uno a cuatro. Como
encargado del Departamento de
Girona, aunque residiendo en la
fortaleza de San Fernando, se
suceden los ingenieros Alonso
González de Villamar, José Gar-
cía, Segismundo Font, Juan de
Santa Cruz y, por segunda vez,
Segismundo Font.
En Tarragona, “encargado de
aquella Plaza, y demás puestos
de su dependencia”, un Ingenie-
ro Ordinario, Juan de Santa Cruz,
excepto en un par de ocasiones
en que es relevado por Antonio
Vago, en 1782, y por Bartolomé
Reynaud, en 1783 y 1784.
Además de estos departamentos,
en los que por su importancia es-
tratégica se encuentra siempre
algún ingeniero, otras plazas como
Tortosa, Lleida y Girona, según
las necesidades del momen-
to, albergan también ingenieros
transitoriamente.
Hay que añadir a los ingenieros
que hemos citado hasta ahora
aquellos que están destinados
en la Real Academia de Matemá-
ticas dando clases. Además del
Director de la Academia, existe el
cargo de Inspector que lo ostenta
el Ingeniero General y que en su
defecto pasa al Director de Inge-
nieros del Principado, Llobet.
Con toda la información que
posee, al finalizar cada año,
Francisco Llobet debe pasar al
Capitán General y al Ingeniero
General, así como al Gobernador
y al Intendente, unas relaciones
en las que describe lo realizado
durante el año, en obras y repa-
raciones, así como el estado en
que se hallan las obras en curso.
Además añade un oficio propo-
niendo las cantidades necesarias
para el año siguiente, dedicadas
a la construcción de nuevas for-
tificaciones, reparaciones de las
existentes y mantenimiento de
cuarteles y demás edificios a su
cuidado.
Los proyectos propuestos deben
seguir el mismo proceso, también
deben mandarse los originales al
Capitán General, al Gobernador,
al Intendente y al Ingeniero Gene-
ral; teniendo en cuenta que si el
proyecto está realizado por otro
ingeniero, Llobet debe adjuntar un
informe. A su vez, el Capitán Ge-
neral emite su informe y junto con
toda la documentación lo hace
llegar al Secretario de Estado en
el Despacho de la Guerra.
Todo proyecto aprobado sigue el
camino inverso, devolviendo el
original al Capitán General y luego
a Llobet, el cual se encarga de de-
signar quien va a encargarse de la
obra, dándole la documentación y
las instrucciones necesarias.
Proyectos y obras
Los proyectos y las obras que
desarrolla Francisco Llobet al
196 mando de la Dirección son varios
y su bagaje y experiencia muy
importantes. En sus destinos
anteriores ha trabajado en una
amplia gama de temas, tanto los
realizados en campañas, en inmi-
nencias de guerra o invasiones,
como en tiempos de paz.
Tanto en Madrid como en Sevi-
lla ha realizado el levantamiento
de mapas de los ríos Manzana-
res, Guadalquivir y Genil, y de la
acequia del Jarama, realizando
estudios sobre su navegación.
Los proyectos más abundantes
son los de defensa y fortificación
de ciudades, costas, puertos y
fronteras, con proyectos de mu-
rallas, líneas de defensa, fuertes,
reductos y baterías, así como el
reconocimiento del territorio y
la redacción de estrategias de
defensa. Encontramos ejem-
plos durante toda su trayectoria,
en Castilla, Galicia, Navarra y
Cartagena.
Su incorporación a la dirección
de las obras del Arsenal de Ferrol
en un momento clave le enfrenta
a todo tipo de obras necesarias
en un arsenal, muelles, diques de
carenar, gradas de construcción,
canales, cuerpos de guardia, sala
de armas, cuarteles, tinglados,
almacenes, puentes,…, a lo que
hay que añadir la elaboración de
un documento sobre las instruc-
ciones para la organización del
personal que trabaja en las obras.
Tanto en Ferrol como en Santan-
der realiza proyectos urbanísticos,
una nueva población situada en la
zona de La Magdalena y un barrio
marítimo, respectivamente. Hay
que señalar especialmente la re-
dacción de unas ordenanzas para
la nueva población de Ferrol.
Veamos ahora los proyectos ela-
borados por Llobet como Director
de Ingenieros en el Principado5,
que se añaden a los trabajos
mencionados antes, como los in-
formes periódicos, las previsiones
económicas, los gastos, la super-
visión y vigilancia de los ingenieros
a su cargo, y la transmisión y re-
cepción de documentos,
� Remodelación del puer-
to de Barcelona
Uno de los encargos que debe
asumir Llobet al hacerse cargo de
la Dirección es el mantenimiento
y control del puerto de Barcelona
y de sus dependencias, ocupán-
dose de todas las obras que sean
necesarias. También le corres-
ponde formar parte como vocal
de la Junta del Puerto6, asistiendo
a sus reuniones.
El puerto de Barcelona sufre du-
rante todo el siglo dos importantes
problemas: uno, el crecimiento de
la playa situada a levante del di-
que construido durante el siglo
anterior, que se forma con las are-
nas que se mueven de NE a SW, y
otro, la formación de unos bancos
de arena y una barra delante del
puerto, consecuencia de las are-
nas introducidas por los vientos
de levante.
Para intentar solucionar estos pro-
blemas, que amenazan al dique y
al calado del puerto, se recurre a
un dragado casi permanente y a
la ejecución de las obras nece-
sarias para impedir la entrada de
sedimentos.
Fechados en los años 1775 y 1776
encontramos una serie de planos
relativos al puerto, que forman
dos grupos diferenciados, el pri-
5 El orden en que se van exponiendo los proyectos que realiza Llobet como Director de Ingenieros es cronológico.6 La Junta del Puerto está formada por real orden y la componen el Capitán General, el Intendente, el Regente de la Au-
diencia, el Comandante de Ingenieros, un regidor y un comerciante. Se financia con el impuesto de anclaje y los derechos
sobre el vino. Su función es responsabilizarse de las obras del puerto y de su funcionamiento.
197
mero corresponde a los sondeos
que se realizan periódicamente y
el segundo a la propuesta de un
muelle y un contramuelle que lo
protejan de la sedimentación de
las arenas que aporta el oleaje.
En los planos del primer grupo7 se
reflejan los sondeos realizados en
estos dos años, comparándolos
entre sí y con los realizados en
1771. De sus análisis y de son-
deos y experiencias anteriores se
constatan cuatro bancos de are-
na que aparecen dibujados en los
planos de los proyectos.
Llobet confecciona dos pro-
puestas bastante parecidas en
lo esencial. En la segunda traba-
ja conjuntamente con Pedro de
Lucuze.
La primera está fechada el 13 de
marzo de 17758. En ella dibuja un
muelle en dirección WE, partiendo
del baluarte del Rey, para impedir
la entrada de arenas por tempo-
rales del sudeste. Enfrente coloca
un contramuelle en dirección NE-
SW, abrigando la entrada del
puerto, para que reciba las arenas
de la playa de barlovento. Refuer-
za este contramuelle prolongando
el muelle existente, en dirección
NW-SE, que forma ángulo recto
con el primero para que contenga
las arenas que provengan del nor-
deste y del este. En el proyecto
introduce una plaza delante de las
Atarazanas y un andén a lo largo
de éstas y de la Muralla de Mar,
7 Del 21 de junio de 1775: “Plano del Puerto de Barcelona que manifiesta en numeros de tinta los pies de Vara que co-
rresponden al Sondeo en 15 de Mayo de 1775, y los de Carmin el Sondeo practicado en Abril de 1771.” - IHCM, 8723,
F-38-18, 041/249; y AGS, M. P. y D. X-76. Marina, leg. 383.
Y del 14 de junio de 1776: “Plano del Puerto de Barcelons que manifiesta en numeros encarnados los pies de agua que
se encontraron en el Sondeo concluido el dia 15 de mayo de 1775, y en numeros negros el que se concluio el dia 20 de
mayo del presente.” - AGS, M. P. y D. X-63. Marina, leg. 381. 8 “Plano del Puerto de Barzelona con Proyecto de las obras que combienen, y deven hacerse para que las Embarcaciones
qe. entraren en el, esten seguras delos Recios Temporales, y tambien para impedir al mismo tiempo el crecido ingreso
de las Arenas que los mismos temporales introducen enel con perjuicio notable del fondo preciso á ellas, y conforme en
Reflecciones qe. acompañan se demuestra.” - AGS, M. P. y D. X-74. Marina, leg. 383; y IHCM, 829, A-25-80, 009/341.
Fig. 02_ Plano del puerto de
Barcelona con sondeos. Francisco
Llobet, Barcelona, 21/6/1775.
198
donde adapta un foso que reciba
las aguas de los vertederos de la
ciudad9.
El 21 de octubre de 1775 se orde-
na a Francisco Llobet y a Pedro
de Lucuze10 que elaboren un pro-
yecto conjunto para solucionar el
problema del puerto. Parece ser
que no se ponen de acuerdo en la
propuesta, por lo que el segundo
toma la determinación de desa-
rrollar su idea y hacerla llegar a la
superioridad de forma unilateral.
Llobet, que cae enfermo a fina-
les de este año, no se entera de
la decisión tomada por Lucuze y
9 La prolongación del muelle existente ya ha sido propuesta por Miguel Moreno en 1774. Ésta, junto con la construcción
de un contramuelle, es una solución que, con variaciones, nos encontramos en los diversos proyectos propuestos du-
rante el siglo XVIII.10 Pedro de Lucuze es el Director y Comandante del Ramo de Academias, nombrado en 1774.
199
continúa por su parte desarrollan-
do también su proyecto, basado
en el que propuso el Brigadier de
la Armada Antonio Barceló.
Así, a mediados de marzo de
1776, se reciben en la Corte dos
proyectos, firmados respectiva-
mente por ambos ingenieros, a
los que les acompañan la docu-
mentación complementaria y las
razones por las que no aceptan,
cada uno de ellos, la otra pro-
puesta. Pero a finales del mismo
mes de marzo parece que los dos
ingenieros reconsideran sus pos-
turas y elaboran finalmente un
proyecto conjunto11.
En la segunda propuesta se con-
servan las direcciones del muelle
y del contramuelle, aunque el
primero presenta un frente con-
vexo al exterior y el segundo
11 La documentación sobre este tema se encuentra en: AGS, Marina, leg.383.
Fig. 03_ Proyecto para el puerto
de Barcelona. Francisco Llobet
y Pedro de Lucuze, Barcelona,
2/3/1776.
200 es más corto, suprimiéndose la
prolongación del muelle viejo. Se
conservan también la plaza fren-
te a las Atarazanas y el andén a
lo largo de éstas y la Muralla de
Mar. El cambio más importante
aparece en unas baterías situa-
das frente a la boca del puerto,
en forma de arco, con la posibi-
lidad de colocar en la del centro
el faro.
De esta segunda propuesta te-
nemos varias copias, de las que
en tres se indican los sondeos
y en dos no12. Vemos que en
el título del plano, firmado por
Llobet, se hace mención a la in-
tervención de Pedro de Lucuze.
Existe otro plano13, sin fecha,
con algunas modificaciones, en
el que se adopta parte de la pri-
mera propuesta presentada por
Llobet y que seguramente es
una alternativa planteada por
éste.
Hay que añadir finalmente un pla-
no de detalle de la zona del muelle
que empieza cerca de las Atara-
zanas, en el Baluarte del Rey14.
� Cuartel de las Atarazanas
en Barcelona
Uno de los proyectos ya apro-
bados con los que se encuentra
Llobet a su llegada a Barcelona es
la fortificación de las Atarazanas,
elaborado por Miguel Moreno
en mayo de 1774 y con el visto
bueno de la Corte, el 5 de junio si-
guiente. Así, pues, se hace cargo
inmediatamente de estas obras
que ocuparán un lugar preemi-
nente entre las que se desarrollan
en la ciudad.
A principios de 1776 se le con-
sulta a Llobet sobre el estado del
cuartel que se encuentra en este
lugar y del que Miguel Moreno ya
ha propuesto su mejora, cuando
estaba elaborando el proyecto de
fortificación. Aunque Llobet es
de la opinión que es mejor finali-
zar las obras que se encuentran
en curso antes de abordar otras
nuevas, empieza a trabajar en un
proyecto, que manda a la supe-
rioridad el 6 de agosto del año
siguiente.
La propuesta es un edificio de
planta triangular, con un patio
central. Por el vértice y por la pro-
longación de la base del triángulo
se conecta a las Atarazanas; uno
de los lados es paralelo a su muro
formando un patio a modo de pa-
sillo. El perímetro del edificio viene
determinado por las Atarazanas,
la configuración del terreno y la
corrección de la Rambla.
Consta de planta baja, dos pisos,
con una estructura de pilares y
bóvedas, y cubierta plana. El piso
tipo se desarrolla alrededor del
patio central. Un pasillo, que co-
necta las habitaciones de la tropa
12 “Plano del Puerto de Barcelona, con el Proyecto de las Obras que segun el dictamen del Mariscal de Campo Dn. Pe-
dro de Lucuze, se proponen para que las Embarcaciones que entraren en el esten seguras de los Recios Temporales y
tambien para impedir al mismo tiempo el crecido ingreso de las arenas que los mismos temporales introducen en el, con
perjuicio notable a ellas y conforme en Reflecciones que acompañan se demuestra.”, Barcelona, 2/3/1776 – Con son-
deos: IHCM, 829, A-25-80, 009/342; 009/337; y 009/338. Sin sondeos: IHCM, 829, A-25-80, 009/340; y MN, sig. 10.008
nº 7. 13 “Plano del Puerto de Barcelona, con el proyecto de las Obras que propone el Mariscal de Campo Dn. Franco Llobet
acordadas por el Mariscal de Campo Dn. Pedro de Lucuze con un papel volante de un antemuelle que según su dictamen
convendra hacerse para que las embarcaciones que entraren en dho Puerto esten seguras de los vientos de travesia
y tambien para impedir al mismo tpo el crecido ingreso de las arenas que los Recios temporales introducen en el con
perjuicio notable del fondo de ellas y conforme en reflecciones que acompañan se demuestra.” – IHCM, 829, A-25-80,
009/339. 14 “Planos, y Perfiles particulares por los quales se haze demostracion de la concistencia qe se propone dar á las obras de
este Puerto de Barcelona siguiendo el Proyecto Gral qe de ellas fue remitido á manos de S.M. pr la Junta de dho Puerto.”,
Barcelona, 27/3/1776 - AGS, M. P. y D. II-54. Marina, leg. 383.
201
y de los sargentos, y que da a la
fachada del patio, recorre dos alas
del recinto uniéndose a la tercera,
la base del triángulo, por otros
dos pasillos que, atravesándola,
la dividen en tres zonas. Se sitúan
cuatro escaleras en los extremos
de las dos primeras alas.
La distribución en las tres plantas
es idéntica, excepto en la planta
baja, en su entrada y en la ter-
cera ala. La entrada al cuartel se
realiza en la zona del vértice del
triángulo, por dentro del recin-
to de las Atarazanas, y a ambos
lados se encuentran los cuerpos
de guardia pertinentes y los cala-
bozos. La tercera ala alberga las
caballerizas.
La parte de fachada que dibuja
Llobet en el plano corresponde a
la conexión de la tercera ala con
una de las otras dos. Se nota una
clara determinación de potenciar
esta tercera ala, que da en toda
su longitud al camino de Santa
Madrona. La otra y el frente late-
ral de la tercera da a la Rambla,
Horizontalmente se remarcan
zócalos y líneas de forjado en
todo el edificio. Las ventanas,
enmarcadas y de arco rebajado,
se sitúan en la tercera ala dentro
de franjas verticales cortadas por
Fig. 04_ Proyecto de cuartel de
infantería y caballería en las Ata-
razanas de Barcelona. Francisco
Llobet, Barcelona, 6/8/1777.
202 las líneas de forjado. En ellas se
resaltan los lienzos entre venta-
nas con rectángulos de vértices
redondeados. Una barandilla co-
rona el edificio, y de su cornisa,
centradas en los lienzos entre
ventanas, surgen unas gárgolas
antropomorfas. Se remarcan ver-
ticalmente la esquina y la unión
entre las dos alas.
Hay que señalar que la presencia
de las caballerizas en planta baja
no se manifiesta en las fachadas,
ya que Llobet plantea la posibi-
lidad de excluir la caballería de
este cuartel15.
En la documentación que se ad-
junta al proyecto Llobet indica
que el cuartel se ha proyectado
para albergar en él dos batallones
y dos escuadrones, así como del
tipo de estructura, los materiales,
la demolición del viejo cuartel, la
época más propicia para realizar
los cimientos y que si se trabaja
con regularidad puede concluirse
en cuatro años. El presupuesto
asciende a doscientos mil escu-
dos de vellón.
El 5 de octubre de 1777, la Cor-
te aprueba el proyecto, de cuya
ejecución y control se encarga
el Ingeniero en Segundo conde
Roncali.
La documentación que exis-
te a partir de la aprobación del
proyecto trata de temas y situa-
ciones muy diferentes como la
preparación y obras previas a la
construcción del nuevo cuartel,
los trabajos de cimentación, la
necesidad de piedra para su eje-
cución, el cambio de lugar de los
hornos de munición, el retraso
de las obras por encontrarse con
un terreno flojo, los problemas
surgidos entre el conde Ronca-
li y el asentista Ramón Torres y
Compañía y las correspondien-
tes relaciones de los caudales
destinados y del estado de la
construcción.
� Ensanche en la ciudad de
Tarragona
Este proyecto que Llobet rea-
liza en 177516 corresponde a
un pequeño ensanche en una
zona cercana al mar, que solici-
ta el ayuntamiento para paliar el
aumento de la población. Se pro-
pone la demolición de la antigua
muralla y del baluarte de Carlos V
para la construcción de las nue-
vas viviendas, teniendo en cuenta
el enlace con el resto de la ciudad.
� Proyecto de protección
del puerto de Los Alfaques
en Tortosa.
Uno de los encargos más im-
portantes de Llobet es estar al
cuidado de la defensa de la costa
y de los puertos y embarcaderos
que se hallen en ella.
El puerto natural de Los Alfaques,
situado al SW de la desemboca-
dura del Ebro, es objeto desde
el primer cuarto del siglo XVIII de
informes, estudios y proyectos
por parte del Cuerpo de Ingenie-
ros. Su situación geográfica, de
gran importancia estratégica en
la zona, adquiere plena vigencia
a partir del decreto de libre co-
mercio, que rompe el monopolio
gaditano. Como consecuencia se
15 Son varios los planos que se han localizado de este proyecto.
“Plano y Perfil por el qual se propone la Distribucion, y consistencia que combendria dar al Quartel para Ynfanteria,
y Cavalleria, que S. M. tiene aprobado se erija en las Atarazanas de Barzelona, para custodia de los Efectos, que se
construyen, y Almacenan en ellas, acomodandose à la extencion, y Figura, que ofreze el terreno, y à la correccion de
la Rambla.”, Barcelona, 6/6/1777 - IHCM, 8657, F-36-12, 041/102; IHCM, 838, A-26-21, 010/064; IHCM, 838, A-26-21,
010/065; y microfilms en el AH COAC. 16 “Plano que Manifiesta el frente de la parte del Mar de la Plaza de Tarragona Demostracion de su Muralla Ynterior Anti-
gua, y Edificios Contiguos à su Rambla en la que el Noble Ayuntamiento de ella Solicita Construir Casas para el aumento
de Poblacion siendo este el unico paraje que se puede dar ensanche à la Ciudad.”, Barcelona, 16/2/1775 – AGS, M. P. y
D. X-42. G.M., leg. 3325.
203plantea formalmente la fortifica-
ción del puerto y la creación de un
núcleo de población, San Carlos
de la Rápita.
Llobet propone para su defensa la
instalación de tres baterías situa-
das en puntos estratégicos, en la
Rápita, en la punta del Fanc y en
la playa de la Encañizada, creando
de esta manera fuegos cruzados
ante la aparición del enemigo.
Los planos que hay sobre este
proyecto pertenecen a dos fechas
distintas, un primer bloque del 23
de mayo de 1778 y un segundo
del 30 de abril de 1779. Para su
confección Llobet se basa en los
levantamientos y en los proyec-
tos realizados en los años 1748 y
1749 por Miguel Marín.
En el primer bloque tenemos
la propuesta para la batería del
puesto de la Rápita, junto con un
plano del puerto y del curso del río
Ebro17. Se complementa con un
informe de Llobet y una recopila-
ción de otros informes realizados
por distintos ingenieros en años
anteriores18.
En el segundo bloque se incluye
el proyecto de las dos baterías
en la punta del Fanc y en la pla-
ya de la Encañizada, repitiendo el
plano del puerto y del río Ebro19.
Se complementan también es-
tos planos con una instrucción
y un informe de las tres baterías
proyectadas20.
Finalmente existe otro plano21,
fechado el 11 de septiembre
de 1779, en el que se descri-
be la distancia entre la punta
del Fanc y la playa de la En-
cañizada, al que acompaña el
presupuesto de la obra y unas
consideraciones relativas a las
tres baterías22.
� Capilla del cementerio si-
tuado a extramuros de la
ciudad de Barcelona
Dentro de la corriente higie-
nista de Francia y otros países
europeos, se inaugura en Barce-
lona, el 13 de marzo de 177523,
el primer Cementerio General.
Se realiza gracias al impulso del
obispo ilustrado Josep Climent i
Avinent. Está situado extramuros,
en la playa de levante llamada
“Mar Bella”, al NE de la Ciuda-
17 “Plano Original del Puerto de los Alfaques, y de el Curso del Rio Ebro desde Amposta hasta el Mar, levantado para
proyectar un Canal, por el Coronel è Yngeniero Director Dn. Miguel Marin año 1749” “Plano, y Perfil para una Bateria de
ocho Cañones con Alojamiento Correspondiente, proyectada para ocupar el puerto llamado de la Rapita afin de defender
la entrada del Puerto delos Alfaques.”, 23/5/1778 - AGS, M. P. y D. XX-26. G.M., leg. 3326; y “Plano del puesto, y Torre
de la Rapita en donde se proyecta una Bateria bastante Capaz, con sus edificios Correspondientes para guardar la En-
trada del Canal propuesto, Costa, y parte de la Entrada del Puerto de los Alfaques.” “Barzelona, 8 de agosto de 1748 Dn.
Miguel Marin.”, 23/5/1778 - AGS, M. P. y D. VIII-125. G.M., leg. 3326 – 5º - 1ª 6.18 Barcelona, 23/5/1778 - AGS, G.M., leg. 3326.
Hay que señalar que entre los informes que Llobet envía se incluye uno realizado por él mismo durante el reconocimiento
que efectuó a finales del año 1742.19 “Plano original de el Puerto de los Alfaques, y del Curso de el Rio Ebro desde Amposta hasta el mar, levantado para
proyectar un canal; por el Coronel è Yngeniero Director Dn. Miguel Marin. Año 1749”, Barcelona, 30/4/1779 - AGS, M. P.
y D. VIII-129. G.M., leg. 3327; y “Proyecto de una de las dos Baterias qe. S.M. manda se erijan una en la Punta del Fanc,
y otra a la Costa opuesta en el Puerto delos Alfaques.”, Barcelona, 30/4/1779 - AGS, M. P. y D. VIII-130. G.M., leg. 3327.20 Barcelona, 30/4/1779 - AGS, G.M., leg. 3327.21 “Plano que prescribe la positiva distancia desde la Punta del Fanc a la Playa de la Encanizada del Puerto de los Alfa-
ques en cuyos dos Parages se debe Erigir Bateria para la Defenza del mismo Puerto.” - AGS, M. P. y D. XVIII-88. G.M.,
leg. 3327.22 Barcelona, 11/9/1779 - AGS, G.M., leg. 3327.23 No es hasta 1785 que el rey manda construir el cementerio del Real Sitio de la Granja de San Ildefonso, por sugerencia
del ministro Floridablanca. La Real Cédula con el Reglamento para construir cementerios alejados de los núcleos urba-
nos se publica el 3 de abril de 1787.
204
dela y a una distancia de 1385
varas. El lugar se delimita por un
muro perimetral, con una capilla
en la que se encuentra el Cristo
de la Agonía.
El 6 de junio de 1780 Jaime Co-
romina, encargado de la capilla,
escribe un memorial pidiendo, en
su nombre y en el de los demás
devotos, su ampliación y la cons-
trucción de una sacristía y de una
vivienda para la persona que se
haga cargo del lugar.
Francisco Llobet realiza un plano
fechado el 31 de julio de 178024 y
que el conde del Asalto manda a
la Corte el 5 de agosto siguiente
con un informe.
El proyecto es muy sencillo,
Llobet propone una pequeña
iglesia de una nave con ábside
casi semicircular. A derecha y a
izquierda sitúa dos alas en las
que coloca la sacristía y la vi-
vienda. Dos cajas de escalera
estrechan la entrada a la iglesia
y conducen al piso superior de
las dependencias, formando en
éste y en su espacio interme-
dio el coro. La composición de
la fachada es también sencilla
y sobria. Destaca la nave del
templo que se remata con una
espadaña.
Pero existe un problema, la
construcción se encuentra,
como ya sabemos, a 1385 va-
ras de la Ciudadela y, por tanto,
dentro de los límites de las 1500
varas que delimita la zona po-
lémica. Tanto Llobet como el
conde del Asalto lo tienen en
cuenta, pero alegan que “todos
sus contornos y el terreno inter-
medio son llanos descubiertos
y barridos de los fuegos de la
Plaza y Ciudadela” y que “su fin
es tan pío y laudable”25.
La Corte pide el informe del
Director y Comandante Silves-
tre Abarca, que opina “que de
ninguna manera conviene per-
mitir el aumento de la Capilla,
y oficinas, … hallándose este
edificio comprendido en la dis-
tancia de 1500 varas, que han
24 “Proyecto de la Capilla qe Jayme Coromina, y otros devotos desean construir en el Cimenterio Campo-Santo estable-
cido extramuros de esta Plaza de Barzelona.” “Plano del Terreno llamado vulgarmente de la Granota extramuros de la
Plaza, y Ciudadela de Barzelona, en el qe se estableció el Cimenterio Campo-Santo de esta Ciudad.” – AGS, M. P. y D.
X-44. G.M., leg. 3327. 25 Carta del conde del Asalto a Miguel de Múzquiz, Barcelona, 5/8/1780 – AGS, G.M., leg.3327.
Fig. 05_ Proyecto de la capilla del
cementerio situado a extramuros
de la ciudad de Barcelona. Francis-
co Llobet, Barcelona, 31/7/1780.
205
de quedar francas, y desem-
barazadas para que la artillería
de la plaza domine, y descubra
toda la campaña, aun la actual
no se debería tolerar, a no ser
tan antigua su fundación, y tan
piadoso su fin, porque ofre-
ciendo la naturaleza del terreno
tanta ventaja para la defensa,
no se debe ésta disminuir vo-
luntariamente con semejantes
edificios”26.
Se acepta como bueno este in-
forme y no se da permiso para
la remodelación y ampliación de
la capilla27.
� Proyecto de remodelación
urbanística en Figueres
Llobet trabaja en otro proyecto
de remodelación urbanística en
la villa de Figueres. De él exis-
ten dos planos fechados el 21
de junio de 1783 y el 5 de enero
de 1784, en Barcelona.
En este “Plano de la Villa de
Figueras en que se propone
la distribucion, y direccion de
Calles en el aumento que ac-
tualmente se haze de Casas,
y que en lo succesivo podra
seguirse lograndose por este
26 Carta de Silvestre Abarca a Miguel de Múzquiz, Madrid, 17/8/1780 – AGS,
G.M., leg.3327.27 A la entrada de los franceses, este cementerio, que se conoce como el “Ce-
mentiri del Bisbe” por su fundador, queda prácticamente arrasado y es en 1819
que el arquitecto Antonio Ginesi construye uno de estilo neoclásico. Ha llegado
a nuestros días con sucesivas ampliaciones y hoy se le conoce por el “Cemen-
terio del Poblenou” o del “Este”.
Fig. 06_ Proyecto de remodelación
urbanística en Figueres. Francisco
Llobet, Barcelona, 5/6/1784.
206 medio que en algunos años
sea la Poblacion de las mejo-
res, mas comodas, y Ermosas
del Principado de Cathaluña.”28
Podemos resaltar, como puntos
importantes de la propuesta,
la determinación de unas vías
preferentes —la que lleva a la
fortaleza, la que costea la riera,
la calle del Hospital dirección
a Girona y el camino a Vilaber-
trán—, la previsión de una plaza
de suficientes dimensiones
en la que realizar el mercado
semanal, la ampliación de la
Iglesia y la demolición de una
serie de construcciones para
posibilitar la realización del
proyecto.
� Proyecto de abasteci-
miento de aguas en Lleida
Fechado el 23 de septiembre de
1784, Llobet firma un proyec-
to29 para llevar las aguas de la
acequia mayor a la ciudad. La
documentación complementa-
ria consiste en unas reflexiones
sobre el acueducto que se debe
construir.
� Remodelación urbanísti-
ca de un sector de la ciudad
de Lleida
También del mismo año que el del
proyecto anterior, 1784, existe un
plano30 firmado por Llobet sobre
un proyecto urbanístico en la plaza
de Boteros, una zona de la ciudad
de Lleida que comprende la parte
de muralla entre la antigua iglesia
de San Martín y la puerta de Bote-
ros, hasta el cuartel de Pilatos.
En realidad este proyecto es de
Pedro Martín Zermeño, elaborado
en julio de 1770 y aprobado por
la Corte. Aunque no se ha hallado
información escrita sobre él, pa-
rece que Francisco Llobet retoma
el proyecto, copiando los planos
originales.
Parece que tampoco se llegan a
empezar las obras porque más
adelante, en febrero de 1792, en-
contramos otros planos sobre el
mismo tema firmados por el inge-
niero Antonio López Sopeña, que
asume la Dirección del Principado
después de Llobet.
28 Barcelona, 21/6/1783 – SGE, nº 613. El plano fechado el 5/1/1784 es igual que el anterior, pero en él se especifica que
el proyecto ha sido aprobado por el rey. IHCM, 9486, G-2-105, 0447139. 29 “Plano de la Plaza de Lerida y sus Contornos” – AGS, M. P. y D. I-20. G.M., leg. 3328. 30 “Plano de la Plaza de Boteros de la Ciudad de Lerida distribuido en calles y casas a beneficio del vecindario, deviendo
acudir por el correspondiente establecimiento ò concesión emphiteutica a favor de S.M.”.
En la parte inferior de la explicación: “Barzelona 18 de julio de 1770. / Es copia del Proyecto Original aprobado por los
Ses. Comandte. Genl., Yntendente, è Ingo. Director, en el año de 70. Barna 19 de Agto. De 1784 / Dn.Franco. Llobet”,
Barcelona, 19/8/1784 - IHCM, 2387, A-29-1, 011/238.
Fig. 06_ Mapa del reino
de Sevilla. Francisco Llobet
y Tomás López. 1781.
207
� Mapa de Sevilla
Hay que citar, finalmente, un
mapa de Sevilla31 en el que el
nombre de Llobet va acompaña-
do por el del cartógrafo Tomás
López32. Seguramente este le-
vantamiento del Reino de Sevilla
lo debe haber realizado Llobet
en 1748, durante su estancia en
dicho Reino, y forma parte de
alguna de las importantes obras
realizadas por Tomás López.
Además de todos los proyec-
tos que hemos expuesto, en la
Dirección se trabaja en el manteni-
miento de todos aquellos edificios
a su cuidado, como cuarteles,
murallas, baluartes, fuertes…, y
en las reparaciones que se con-
sideren necesarias. También hay
elementos singulares que necesi-
tan un cuidado especial, como la
31 “SEVILLA REGNUM in suos Archiepiscopatus Episcopatus et Praefecturas divisum per Franciscum Llobet et Thom.
Lopez delineatum altisque subsidice consadatum a F.L. Güssefeld Demio per Homantimos Meredes editium 1781.
C.P.S.C.”- IHCM, 2685, B-4-11, 014/137.32 Este cartógrafo español nace en Madrid en 1730 y muere, en la misma ciudad, en 1802. Estudia en la Academia de
San Fernando, obteniendo en 1752 una pensión que le permite trasladarse a París para estudiar allí cartografía y graba-
do. Después de estudiar con maestros de gran renombre y seguir algunos cursos en el Colegio de las Quatre-Nations,
vuelve a España en 1760. Se dedica a la producción de obras de carácter geográfico. En 1764 se le nombra individuo
de mérito de la Academia de San Fernando. Algunas de sus obras más sobresalientes son; Atlas Geográfico de España,
un Mapamundi, Mapas de España, Europa, Asia, África, América, Alemania, Portugal, Islas Canarias y Bohemia, el Atlas
Geográfico de la América Septentrional, dos Atlas elementales de Geografía antigua y moderna, un Plano de Madrid y
Principios geográficos aplicados al uso de los mapas.
208 Ciudadela y la fortaleza de Mont-
juïc, en Barcelona, y la plaza de
San Fernando, en Figueres, que
se manifiesta en la elaboración
periódica de relaciones indivi-
duales, que se agregan a las
generales.
Vida privada
Francisco Llobet contrae matri-
monio en Madrid con Isabel, hija
del Brigadier Alejandro Litieri,
en abril de 1742, con la que tie-
ne cinco hijos Antonia, Rafael,
Manuel, María Francisca y Juan
María. Rafael y Manuel siguen
los pasos de su padre, entran-
do en el Cuerpo de Ingenieros
después de haber estudiado en
la Academia de Matemáticas de
Barcelona y Juan María sirve en
el arma de Infantería.33
Cuando Llobet se traslada a
Barcelona como Director de
Ingenieros le acompañan su
esposa, seguramente ya muy
enferma, y sus hijos Antonia y
Manuel. De sus otros hijos sa-
bemos que Rafael se encuentra
destinado en Cartagena, aunque
en 1776 pasa a Barcelona y el
año siguiente a Extremadura a la
espera de su próximo destino en
América, Juan María sirve en In-
fantería y María Francisca se ha
casado.
La familia se instala, posiblemen-
te nada más llegar, en un piso
del número cincuenta de la calle
Santa Ana34. El mismo año de su
llegada a Barcelona, muere su
esposa Isabel35.
Durante este último período de
su vida, Llobet reitera sus car-
tas, acompañadas de extensos
memoriales, pidiendo ascensos,
su sueldo completo o subsidios
para poder llevar dignamente su
cargo de Director de Ingenie-
ros del Principado. Le preocupa
mucho la situación en que pue-
de quedar su única hija soltera,
Antonia, si él se muere, por lo
que solicita también una pensión
para ella.
Al año siguiente de su llegada a
Barcelona pide que se le con-
ceda el cargo de gobernador de
Tortosa o de Mataró36, a la que se
le contesta, ambiguamente, que
“a su tiempo” se hará presente al
rey su solicitud37. Vuelve a escri-
bir al conde de Ricla, a principios
de 1776, pidiéndole alguna ayu-
da, haciéndole notar que se halla
en una situación “infeliz”, acaba
de salir de una larga enfermedad
y su paga asciende solamente a
2340 reales de vellón mensua-
les38. Pero a primeros de febrero
los desvelos de Llobet se ven
recompensados: recibe la notifi-
cación de que se le ha propuesto
33 Rafael y Manuel nacen respectivamente en 1748, en Sevilla, y en 1752, en La Coruña. Ingresan en la Academia en 1767,
el primero, y 1770, el segundo. Como la mayoría de los discípulos tienen ya conocimientos básicos de matemáticas,
aritmética y geometría, así como de dibujo. Han aprendido al lado de su padre, al que, según sus propias palabras, han
ayudado como delineantes.
Rafael supera sus estudios con más brillantez que su hermano. Ambos ingresan en el Cuerpo a los 28 y 27 años y tra-
bajan en la Península hasta ser destinados a Ultramar, a Nueva España y concretamente al Yucatán, en 1787, Rafael, y
a Venezuela, en 1804, Manuel.34 Conocemos estos datos por las Libretas de Comunión de la parroquia de Santa María del Pi.
La calle de Santa Ana pertenece al barrio cuarto, el Pino; empieza en la Rambla y desemboca en la plaza de Santa Ana,
Toma su nombre de la Colegiata que existe en la misma calle, levantada por los canónigos de San Agustín en el año 1141.35 En la hoja número 12 del libro de “OBITS de 1774 a 1790”, de la Parroquia de Santa María del Pi, leemos que Isabel
Litieri muere el 27 de septiembre de 1774. 36 Carta de Francisco Llobet al conde de Ricla, Barcelona, 9/9/1775 – AGS, G.M., leg.3079. 37 San Ildefonso, 23/9/1775 – AGS, G.M., leg.3079.38 Barcelona, 31/1/1776 – AGS, G.M., leg.3558.
209para la Cruz pensionada de la Or-
den de Carlos III39.
Por la documentación encontra-
da sabemos que, a la petición
del marqués de Grimaldi, para
que se le proponga “dos sujetos
de méritos y circunstancias re-
comendables”40, se le da, en una
segunda propuesta, los nombres
de Pedro de Lucuze y Francisco
Llobet, para que se escoja uno.
Aunque se establece una duda
ante los servicios de mayor im-
portancia por parte del primero,
la mayor antigüedad en el Cuer-
po de Llobet le hace merecedor a
la recompensa.
Francisco Llobet tiene que estar
satisfecho de haber sido elegido,
ya que la obtención de la Cruz le
representa no solamente el reco-
nocimiento oficial de sus méritos
sino que además una pensión
anual de 4000 reales de vellón.
Para cumplir con los requisi-
tos, según el artículo XXXIV de
los estatutos de la orden, debe
presentar los documentos que
acrediten su buena vida y su
limpieza de sangre hasta sus
bisabuelos paternos y maternos.
Pero los documentos que hace
llegar al Secretario de la Orden
se consideran insuficientes, aun-
que Llobet se disculpa alegando
que “las circunstancias de ser mi
familia oriunda de la villa de Per-
piñán de haberse trasplantado a
esta Provincia en el siglo pasa-
do con aquellas turbaciones, de
haberse estas continuado en los
principios del presente, de haber
sido entonces repetidas en Cata-
luña las Guerras y los extravíos
de Papeles, de no haber cuidado
ninguno de los míos de la Custo-
dia de los suyos, y la de mi larga
ausencia de esta mi Patria luego
después de la muerte de mis Pa-
dres con el motivo del servicio de
S.M. desde mis primeros años,
han frustrado todos mis conatos
y no me han permitido verificarla
sino por medio de una Informa-
ción que he hecho recibir por
ante el Alcalde de mi Cuartel con
citación del Síndico Procurador
General y del Síndico Personero
del Común”41.
Hay un intento por parte del con-
de de Ricla de que se acepten
como pruebas los documentos
que ha podido reunir Llobet, ha-
ciéndolos pasar directamente
al conde de Floridablanca, pero
es inútil, ya que no se admite la
documentación.
A finales de 1777 Llobet ya da
por sentado que no se le conce-
de la Cruz y vuelve a escribir a
la Corte pidiendo para su hija y
para él mismo42. No se le atiende
y, como máximo, obtiene la con-
testación, con respecto a su hija,
que en caso de que falte el rey la
amparará.
Retiro y fallecimiento
En diciembre de 1784 se con-
cede a Llobet el retiro. Tiene 79
años y su salud es precaria. Si-
gue viviendo, junto a sus hijos
Manuel y Antonia y su nieta Ma-
nolita, en el número 50 de la calle
de Santa Ana.
El 5 de diciembre de 1785, el
conde del Asalto escribe a la
39 Carlos III funda esta orden el 19 de septiembre de 1771, en acción de gracias por el nacimiento del infante Carlos Cle-
mente, hijo del Príncipe de Asturias. Su gran maestre es el rey y se pone bajo la advocación de la Inmaculada Concepción
de María. Se crean dos clases de caballeros los grandes cruces y los pensionados, cuyo número asciende a sesenta y
a doscientos, respectivamente. El objeto de la nueva orden es premiar a los individuos que se hayan significado por su
mérito personal o por su adhesión al rey. 40 AGS, Ex. Pers., LLOBET, Francisco.41 Carta de Francisco Llobet al conde de Ricla, Barcelona, 30/8/1777 – AGS, Ex. Pers., LLOBET, Francisco.42 A finales de 1779 pide que se le confiera el empleo de Director Comandante General del Ramo de Academias, vacante
por fallecimiento de Pedro de Lucuze.
210 Corte notificando el fallecimiento
de Francisco Llobet “a la una de
la noche anterior”43.
En el Libro de Defunciones de la
parroquia de Santa María del Pi,
leemos:
“Dezbre de 1785 … Die 6 Sepra
de Beft. de 12 Atxas el Cos de
Sor Don Franco Llobet Mariscal
de Camp del Rls Exs de S. Ma
esta al cr de St Anna Dormit al
Convt. Del Bon Succes”44.
NOTA
Se ha optado por transcribir las citas actualizando la ortografía.
SIGLAS UTILIZADAS
AH COAC Archivo Histórico del Colegio de Arquitectos de Catalunya
(Barcelona)
AGS Archivo General de Simancas (Valladolid)
ASMP Archivo de Santa Maria del Pi
IHCM Instituto de Historia y Cultura Militar (Madrid)
MN Museo Naval (Madrid)
SGE Servicio Geográfico del Ejército (Madrid)
Ex. Pers. Expediente Personal
G.M. Guerra Moderna
leg. legajo
M.P. y D. Mapas, planos y dibujos
43 Carta del conde del Asalto a Pe-
dro de Lerma, Barcelona, 5/12/1785
– AGS, Ex. Pers., LLOBET, Francisco.44 ASMP, defunciones, Vol. 161 – In-
dex Fol. 307.
Fig. 07_ Fachada de la Parroquia
de Santa Maria del Pi. Barcelona.
211
212 MILITARES E INGENIEROS: LOS BERANGER
213
Mª Carmen Navarro Los cambios que se habían opera-
do en el arte de la guerra en Europa
a lo largo de los siglos XV y XVI,
sobre todo con el uso generaliza-
do de la pólvora y el desarrollo de
la artillería, pusieron en evidencia
la ineficacia de las fortificaciones
existentes hasta entonces. Éstas
habían quedado obsoletas y era
necesario adaptarse a los nuevos
sistemas de ataque. Así aparece
en el campo de la defensa militar,
un nuevo concepto de fortifica-
ción que hoy conocemos como
fortificación moderna o fortifica-
ción abaluartada.
A partir de entonces fue necesario
que los constructores de forta-
lezas tuvieran una preparación
especializada y al mismo tiempo
que poseyeran experiencia en ac-
ciones de guerra. Por otra parte,
la gran movilidad de la tropa en
las operaciones militares exigía de
estos profesionales ser expertos
en los levantamientos topográfi-
cos, en la proyección de caminos,
en el diseño de puentes y en el
acondicionamiento de puertos.
Como dice J. López Muiños, era
evidente que la preparación de
los especialistas para enfrentar
y resolver esta amplia problemá-
tica, no podía descuidarse, sino
ser objeto de esfuerzos especia-
les, distintos de los necesarios
para formar arquitectos. El ca-
rácter mismo de profesión liberal
adquirido por la Arquitectura no
se ajustaba a la disciplina y ex-
periencia de campo que la guerra
imponía. Es así como nació la
Ingeniería Militar, que a su vez
engendró más tarde la Ingeniería
Civil1.
Hasta el siglo XVIII, y para atender
a sus necesidades defensivas, la
Corona española reclamó a inge-
nieros italianos, por ser los más
experimentados. Más adelante
se fueron añadiendo ingenieros
flamencos y junto a éstos fueron
adquiriendo conocimientos los
1 LÓPEZ MUIÑOS, J.: Algunos aspectos de la Ingeniería militar española y el
cuerpo técnico, Madrid, 1993, p. 27.
214 primeros ingenieros españoles.
Sin embargo, los ingenieros mi-
litares, además de ser escasos,
se podrían considerar hasta ese
momento como unos funciona-
rios que no formaban corporación
ni tenían un centro de dirección ni
de instrucción común. Este pa-
norama cambió cuando estalló la
Guerra de Sucesión española que
trajo consigo el advenimiento de
los Borbones.
Como es sabido, el Cuerpo de
Ingenieros Militares fue creado
por Jorge Próspero de Verboom
a instancias de Felipe V. De igual
modo, el monarca le encargó
al mismo Verboom elaborar un
proyecto para formar ingenieros
militares que dará origen a la crea-
ción de la Real y Militar Academia
de Matemáticas de Barcelona.
Lo que precipitó la organización
de ambas instituciones fue, entre
otros motivos, la confluencia de
la guerra de Cataluña, la campa-
ña de Portugal y la experiencia de
la Academia de Flandes, hechos
y acciones acaecidos en la pri-
mera década del siglo XVIII. Las
campañas militares mencionadas
evidenciaron una vez más la ne-
cesidad de contar, por un lado,
con un cuerpo especializado en
ingeniería militar, y por otro, de un
centro de formación para estos
profesionales.
Antes de que se organizaran los
dos organismos, Felipe V resolvió
estas deficiencias con la colabo-
ración, entre otros, de ingenieros
franceses, muchos de los cuales,
una vez finalizada la Guerra de
Sucesión, quedaron al servicio de
España. A partir de aquí, la vincula-
ción con la escuela de fortificación,
y particularmente con los postula-
dos de Vauban, fue evidente.
Este fue el caso de Carlos de
Beranger y Clavia, ingeniero mi-
litar francés que llegó a Cataluña
formando parte de las tropas bor-
bónicas. Su hijo, Carlos Beranger
y Renaud, nacido ya en Barcelo-
na, fue un alumno de la Academia
de Matemáticas de Barcelona.
Los dos constituyen uno de los
muchos ejemplos que se dieron
en los difíciles comienzos de am-
bas instituciones.
Carlos Beranger y Clavia
La familia Beranger perteneció a
un linaje noble originario de Nor-
mandía (Francia) ”equivalente
a los caballeros hidalgos espa-
ñoles”, con casa solar en Ruán,
ciudad en la que nació Carlos
de Beranger y Clavia el 10 de
mayo de 1698. Fue hijo del capi-
tán de infantería Juan Beranger,
agregado al Estado Mayor de la
guarnición de la misma ciudad de
Ruán, y de Catalina Clavia2. Car-
los Beranger ingresó muy joven en
el ejército francés como ingeniero
voluntario e inició su aprendizaje
en la Guerra de Sucesión españo-
la formando parte del ejército que
apoyaba a Felipe V frente al archi-
duque Carlos, que había fijado su
Corte en el Principado catalán.
En Francia no existían acade-
mias militares de ingenieros, por
lo que la preparación profesional
era sustituida, en la mayoría de
los casos, por la transferencia de
conocimientos de los oficiales a
sus hijos, siguiendo el modelo de
tradición artesanal en la que la
familia asumía un decisivo papel
trasmisor de la profesión paterna.
En otros casos los futuros inge-
nieros adquirían conocimientos y
experiencia en asedios a plazas
fuertes durante las contiendas
bélicas y participando en las
reconstrucciones una vez resta-
blecida la paz. Así pues, Carlos
Beranger comienza su adiestra-
miento en el sitio de Girona desde
1710 a 1711, año en el que se
tomó la ciudad. Seguidamente,
también participó en el sitio de
Cardona y de Prat del Rey.
Acabada la guerra de Sucesión
y tras el matrimonio de Felipe V
con Isabel Farnesio se produ-
2 Archivo Histórico Nacional de Madrid. Órdenes Militares Santiago. Expediente 1007.
215ce un cambio de política que da
fin a la influencia francesa y el
comienzo de la política italiana
tendente a rescatar los estados
italianos perdidos como conse-
cuencia de la última guerra. Esto
suponía quebrantar los acuerdos
pactados en Utrecht y Rastadt y
un nuevo conflicto esta vez contra
la alianza de Inglaterra, Holanda,
Francia y Austria. Así, en agosto
de 1717, las tropas españolas se
apoderaron de Cerdeña. Carlos
Beranger, y ya en calidad de Inge-
niero Ordinario, participó en esta
expedición destacándose por
su valor en los ataques de Caller
(Cagliari) y Castillo Aragonés y en
el bloqueo de L´Alguer (Alghero).
Su pertenencia al Cuerpo de In-
genieros se produjo directamente
en el año 17183, como era lo habi-
tual durante aquellos años, justo
cuando dicho cuerpo comenzaba
a configurarse en España.
Desde 1711, año en el que se
aprobó la creación del “Real
Cuerpo de Ingenieros Militares”,
hasta 1718, los ingenieros que se
fueron incorporando procedían
básicamente de Flandes, también
los había franceses e italianos y
algunos españoles que trabajaban
en la Península. En 1718, y como
consecuencia de las campañas
de Córcega y Sicilia, antes men-
cionadas, se produce una masiva
incorporación al Cuerpo de hasta
60 ingenieros, cifra importante te-
niendo en cuenta que en el citado
año el número que aparece en el
Escalafón General del “Memorial
de Ingenieros” era de algo más de
100 miembros. La mayoría de ellos
poseían experiencia y, como en el
caso de Beranger, ya venían pres-
tando servicios desde años atrás4.
Estos primeros años fueron difí-
ciles para los primeros ingenieros
que ingresaron en el cuerpo ya
que se produjeron conflictos de
competencias entre los diferentes
cuerpos militares. El Cuerpo de
Ingenieros carecía de una norma-
tiva o reglamento que explicitara
las funciones y competencias de
los integrantes del cuerpo. Para
resolver estos problemas apa-
rece la primera Ordenanza del
Cuerpo de Ingenieros el 4 de ju-
lio de 1718. Es muy posible que
Beranger sufriera estos avatares
iniciales ya que, a lo largo de su
vida profesional, se iba a encon-
trar con dificultades generalmente
de índole administrativa que, aun-
que con lentitud, se acabarían
resolviendo.
Cuando ingresó en el Cuerpo lo
hizo como Teniente e Ingeniero
Ordinario. En 1726, Beranger era
Ingeniero en Segundo y estuvo
destinado en Lleida dirigiendo las
obras de esta plaza. Formó par-
te, además, de una comisión de
cinco ingenieros nombrada por el
Capitán General de Cataluña para
elaborar el proyecto del canal de
Urgell.
Como es sabido, la construcción
de la Ciudadela de Barcelona
además de otras obras de infraes-
tructura y de adecuación al nuevo
sistema defensivo del Principado
supuso la movilización de nume-
rosos ingenieros. Prueba de ello
es el número sensiblemente supe-
rior de ingenieros destinados en el
Principado catalán si lo compara-
mos con el resto de las regiones
peninsulares5. Entre ellos figura
Carlos Beranger, que según tes-
timonio de Andrés de los Cobos,
Ingeniero en Jefe del Principado
durante estos años, “dio a cono-
cer su mucha inteligencia en la
Profesión”6. De estos años data
un plano de dos hojas, firmado
3 Instituto de Historia y Cultura Militar. Colección Aparici. Legajo 3096. Informe sobre Carlos de Beranger. Miguel Marín
al duque de Montemar.4 CAPEL, H., SÁNCHEZ, J.E. y MONCADA, O.: De Palas a Minerva, Barcelona, 1988, p. 31.5 Instituto de Historia y Cultura Militar. Colección Aparici. Tomo LVI. Legajo 3096.6 Archivo General de Simancas. Guerra Moderna 3076. Hoja de Servicios del Coronel en Jefe Dn. Carlos Beranger. 13 de
julio de 1745.
216
por Beranger, de un almacén de
leña situado cerca del Portal Nue-
vo de la ciudad condal.
En febrero de 1733, fue ascendido
a Ingeniero Jefe con el grado de
Teniente Coronel permaneciendo
en Barcelona hasta que fue
destinado, en noviembre del
mismo año, a la provincia de
Girona. Durante este año, realizó
los planos y perfiles del edificio que
se debía construir en Barcelona
para albergar los hornos de refinar
metales así como los proyectos de
los hornos para refinar el cobre. Ya
en su nuevo destino y desde finales
de 1733 a octubre de 1736, estuvo
encargado de las obras de las
plazas de Girona, Hostalric, Rosas
y Cardona. Por aquel entonces,
Miguel Marín era el Coronel e
Ingeniero Jefe que estaba al frente
de la dirección del principado de
Cataluña. Entre ambos militares
debió establecerse una relación de
amistad, puesto que, como se verá
más adelante, Beranger recurrió
a él para encomendarle a su hijo
Carlos, durante su formación
como ingeniero y para su ingreso
en el Cuerpo.
El trabajo realizado por Carlos
Beranger en la provincia de Giro-
na fue de cierta relevancia, si bien
antes realizó ese mismo 1733,
ocho planos del castillo de Cardo-
na. Más adelante, en 1734 y con
motivo de los daños causados
por las inundaciones, proyectó di-
versos planos de los diques de los
ríos Oñar y Ter además de los pla-
nos del baluarte de Santa María
y del Mercadal. Ejecutó, por otro
lado, diversos planos de la parte
de la plaza de Girona que incluía
los cuarteles y los pabellones de
oficiales de Gironella y de los Es-
tudios. En 1735, volvió a diseñar
otros planos de los diques de los
ríos Ter y Oñar. En 1736 siguió tra-
bajando intensamente en Girona,
donde realizó el plano y perfil de
la muralla de Santa María, levan-
tó varios planos del proyecto de
una garita para la plaza e hizo
217
diversos planos de los cuarteles
Nuevo y Viejo, con proyectos para
reedificar la fachada del comedor
del Cuartel Viejo debido a que es-
taban en un estado ruinoso. Hizo,
además, un plano del baluarte de
Santa María y diseñó un proyecto
para aumentar el cuerpo de guar-
dia en la puerta de Areny, próxima
al río Oñar. Por último, y fuera de
la ciudad de Girona, proyectó el
plano de la fachada del Cuartel
Nuevo de la plaza de Rosas.
En 1737, y antes de ser destina-
do a Mallorca, realizó el plano del
castillo del Calvario y castillo de
Montjuïc de Girona y el perfil, des-
de el fuerte del Condestable hasta
la muralla, de la ciudad gerunden-
se. Finalmente hizo un proyecto
para fortificar el recinto de la mu-
ralla antigua de Barcelona entre
los baluartes de Tallers y del Án-
gel. En octubre, Carlos Beranger,
como Ingeniero Jefe, es trasla-
dado a Mallorca donde tuvo que
hacer frente a las dificultades de
tipo administrativo antes mencio-
nadas, ya que presentándose ante
el Capitán General y el Intendente
no le reconocieron, en un princi-
pio, ni su traslado ni su ascenso,
alegando que no se había recibido
orden alguna. Ahora bien, en 1740,
y ya resuelto al parecer el posible
contratiempo, lo encontramos di-
rigiendo las obras que se estaban
Fig. 01_ BERANGER y CLAVIA,
Carlos: Plano del Almazen de leña,
Situado cerca del Portal Nuevo.
Barcelona y junio a 28 de 1731 (Ins-
tituto de Historia y Cultura Militar,
Madrid. Cartoteca Histórica).
Fig.02_ BERANGER y CLAVIA,
Carlos: Elevación del Cuartel de
los Ofiziales a la Isquierda de la
entrada de la Gironela. Gerona
y Julio a 23 de 1734 (Instituto de
Historia y Cultura Militar. Cartoteca
Histórica, GE-08-11).
Fig.03_ BERANGER y CLAVIA,
Carlos: Cuartel de los Estudios.
Gerona y Agosto 15 de 1734 (Ins-
tituto de Historia y Cultura Militar.
Cartoteca Histórica, GE-08-08).
218
219emprendiendo en las islas de Ibi-
za primero y de Mallorca después.
En la primera levantó los planos y
perfiles del frente del Arrabal, y en
Mallorca realizó un plano del puer-
to de Palma. Para entonces ya era
Coronel, ascenso que se le conce-
dió el 27 de enero de 1740.
En Mallorca tuvo que trabajar en
condiciones muy desfavorables,
puesto que en sus desplaza-
mientos, que eran continuos, no
disponía de caballo. Por otro lado
recibía el sueldo con mucho retra-
so, privándole de recursos para
sus viajes y el de sus subalternos7.
Aunque los sueldos de los inge-
nieros eran algo mayores que
los del resto de los militares de
otros cuerpos del mismo rango,
estaban obligados a anticipar los
gastos derivados de los viajes
que debían efectuar para super-
visar las obras que se ejecutaban
en su zona. De ahí que las recla-
maciones fueran numerosas por
parte de los ingenieros de las que
tampoco se salvó Beranger.
En 1743, y tras la firma del Segun-
do Pacto de Familia, la España de
Felipe V reforzó de nuevo su alian-
za con Francia, interviniendo en el
conflicto desatado en Europa con
motivo de la subida, a finales de
1741, al trono austríaco de la jo-
ven María Teresa.
Durante esta guerra, se organizó
una expedición conjunta franco-
española a Italia y en ella figuró
Carlos de Beranger, participan-
do en las marchas que hizo el
ejército desde Rímini a las forti-
ficaciones de Bondeno y de allí
hasta Bolonia.
Participó también en la batalla
de Campo Santo, en la que “se
comportó como oficial que es
de mucha honra, y de un valor
especial”8. Como consecuencia
de estas acciones, cayó herido y
quedó muy quebrantada su sa-
lud, debiendo regresar a España
para ser destinado seguidamente
a Valencia.
En 1749 vuelve a ser destinado
a Cataluña, pero tan sólo un año
más tarde ocupará el cargo de In-
geniero Director con el grado de
Brigadier en la ciudad de Valencia
para encargarse interinamente
de la dirección de esta plaza por
enfermedad de su titular, Carlos
7 Instituto de Historia y Cultura Militar. Colección Aparici. Tomo LVI. Legajo 3076.
Archivo Corona de Aragón. Caja 123.8 Archivo General de Simancas. Guerra Moderna 3076. Hoja de servicios de
Carlos de Beranger.
Certificación de Jaime Siere de Salas. Cuartel General de Gavi, 13 de julio de
1745.
Fig. 04_ BERANGER y CLAVIA,
Carlos: Proyecto de Nueva Garita.
Gerona 7 de junio de 1736 (Instituto
de Historia y Cultura Militar. Cartote-
ca Histórica, GE-09-17)
220
Desmaux. Permaneció en este
destino hasta su fallecimiento en
el año 1756.
En su testamento, Carlos Be-
ranger declaró haber contraído
matrimonio dos veces, la prime-
ra con Ana Renaud con la que
tuvo a su único hijo, Carlos Dio-
nisio Beranger. Al enviudar, se
casó, cuando estaba destinado
en Valencia, con Josefa Dusmet
de Balau, con la que no tuvo
descendencia9.
Básicamente Beranger intervino
en proyectos y obras de marcado
carácter militar, pero como mu-
9 Archivo Histórico Nacional. Órdenes Militares Santiago. Expediente 1007.
Fig. 05_ BERANGER y CLAVIA,
Carlos: Fachada del Quartel Viejo,
la qual representa la Ruina de su
frente lavado con color amarillo y
lo lavado de colorado es lo
que subsiste. Gerona a 11 de ju-
lio de 1736 (Instituto de Historia y
Cultura Militar. Cartoteca Histórica,
GE-08-20).
Fig. 06_ BERANGER y CLAVIA,
Carlos: Plano de la Puerta de
Areny. Gerona 13 de junio de 1736
(Instituto de Historia y Cultura Militar.
Cartoteca Histórica, GE-12-11).
Fig. 07_ BERANGER y CLAVIA,
Carlos: Fachada cuartel de Rosas.
Gerona 11 de julio de 1756 (Instituto
de Historia y Cultura Militar. Cartote-
ca Histórica, GE-14-18)
Fig. 08_ BERANGER y CLAVIA,
Carlos: Perfil Cortado Sobre la
linea puntuada A.B. Castillo del
Calvario. Gerona a 24 de Enero de
1737 (Instituto de Historia y Cultura
Militar, Madrid. Cartoteca Histórica,
GE-01-10).
Fig. 09_ BERANGER y CLAVIA,
Carlos: Proyecto del Angulo En-
trante entre los Baluartes de
Junqueras y Tallers. Barcelona y
Setiembre a 25 de 1737 (Instituto
de Historia y Cultura Militar, Madrid.
Cartoteca Histórica, B-13-09).
221chos de los ingenieros militares
de la época se le encomendó
también realizar obras civiles
como fueron los proyectos men-
cionados del canal de Urgell, los
diques de los ríos Oñar y Ter y el
del puerto de Palma.
En cuanto a su competencia
profesional dio muestra, se-
gún el informe de su superior
en Girona Miguel Marín, de
un certero conocimiento en la
teoría y práctica además de
desempeñar con gran acierto e
inteligencia todas las obras que le
fueron encomendadas.
Carlos Beranger y Renaud
En 1718, el mismo año que Car-
los Beranger y Clavia ingresó en
el Cuerpo de Ingenieros, contrajo
primeras nupcias en Barcelona
con Ana Renaud, natural de Bene-
lau (Países Bajos) e hija de Carlos
Renaud, Capitán del regimiento
de Zelanda. El matrimonio se ce-
lebró en la iglesia de San Pedro
de las Puellas y en septiembre
del año siguiente les nació su
único hijo, Carlos Dionisio Beran-
ger y Renaud, siendo bautizado
el 18 de septiembre de 1719 en
la catedral de la Ciudad Condal10.
Su familia, como ya sabemos,
era noble de origen francés tal y
como afirmarán los testigos que
figuran en su expediente para
ingresar como Caballero de la
Orden de Santiago, privilegio
que le fue concedido en 1773.
En este expediente se consta-
ta asimismo, cómo se trasmitía
la profesión militar de padres a
hijos, respondiendo al elevado
componente endogámico que
históricamente poseía el ejército,
en el que sus miembros contraían
matrimonio frecuentemente con
hijas de militares.
Como dice Joan Eugeni Sán-
chez11, en el ambiente de
inseguridad económica que ca-
racteriza el siglo XVIII y en la
tradición de la trasmisión familiar,
modelo de la sociedad preindus-
trial, la influencia paterna adquiría
una importancia relevante. Por
tanto, no nos debe de extrañar
que el único hijo de Carlos Beran-
ger y Clavia optara por la carrera
militar y por ingresar en el Cuer-
po de Ingenieros militares. Ahora
bien, el procedimiento de ingreso
directo, que fue el utilizado por
su padre, desapareció a partir
de 1733. Después de este año
fue preciso, no sólo pertenecer a
la institución militar, sino adqui-
rir conocimientos básicos como
matemáticas, dibujo y fortifica-
ción, disciplinas imprescindibles
para acceder a este restringido
grupo de especialistas dentro del
ejército.
Como es sabido, con la reapertu-
ra, a partir de 1720, de la Real y
Militar Academia de Matemáticas
de Barcelona y la creación poste-
riormente de las de Orán y Ceuta,
la formación de los aspirantes a
ingenieros debía efectuarse ne-
cesariamente en sus aulas. Por
consiguiente, Carlos Beranger y
Renaud debió realizar los estu-
dios obligados para acceder al
examen que le permitiera formar
parte del Cuerpo de Ingenieros.
De sus hojas de servicio se de-
duce que debió ingresar en la
Academia hacia 1734, es decir
cuando contaba 15 años, que
era la edad mínima exigida para
optar a una plaza de estudiante12.
Durante esos años, la institución
estaba atravesando una rees-
tructuración, tanto en los planes
de estudio como en la dirección
de la misma, debido al enfrenta-
miento que sostuvieron, por un
10 Archivo Catedral de Barcelona. Actas de bautismo, nº 16, pág. 161.11 SÁNCHEZ, J. E.: “La estructura institucional de una corporación científica: el Cuerpo de Ingenieros militares en el siglo
XVIII”, PESET, J. L. (coord.): Ciencia, Vida y Espacio en Iberoamérica, vol. II, Madrid, 1989, pág. 7.12 Archivo General de Indias. Lima 776. Hoja de servicios de mayo de 1766. Lima 776. Certificaciones de servicios hasta
febrero de 1767. Lima 1498. Hoja de servicios de septiembre de 1773.
222 lado, el Ingeniero General e Ins-
pector de la Academia Verboom
y, por el otro, el primer director
que tuvo la Academia, Mateo Ca-
labro. El primero era partidario
de una línea más tradicional que
trataba de combinar las virtudes
militares, como la disciplina y el
valor, con una práctica adecuada,
sobre todo en Dibujo y Fortifica-
ción. La idea de Verboom era, en
definitiva, militarizar la Acade-
mia supeditando a su autoridad
al director de la misma. Por el
contrario, Calabro, de formación
más ilustrada e innovadora, era
partidario de hacer buenos mili-
tares con una sólida preparación
científica. Por esta razón primó
los estudios de Matemáticas,
Álgebra, Cosmografía y Náutica.
Además, pretendía una autono-
mía y libertad que le permitiera
organizar libremente los estudios
del centro. Así, en noviembre
de 1735, Calabro se lamentaba,
ante el mismo Verboom, de que
los alumnos más capacitados
en la Academia eran los menos
atendidos en los Cuerpos donde
podían ser de mayor utilidad, cir-
cunstancia que no le sorprendía
“porque sus ascensos depen-
dían de Personas cuya fortuna
tal devieron a la ignorancia de los
españoles sobre las ciencias que
en esta Academia se enseñan”13.
Ante estas afirmaciones que Ver-
boom calificó de provocadoras,
dirigió inmediatamente una queja
ante el primer ministro Patiño en
la que expresaba la poca impor-
tancia que se le daba al Dibujo y
a las prácticas de Fortificación
mientras que el director de la ins-
titución solía “detener muchos
meses los Discípulos en el álge-
bra, que a más de no necesitarse
para el fin del establecimiento de
esta Academia, los disgusta de
forma que pierden el animo de
aprender”, además del “modo
tan indecoroso y disoluto con
que me manifiesta lo que en el
ha querido pretextar, sin verdad
ni fundamento alguno, solamen-
te por su mala intención, y por
que quisiera dirigir dicha Acade-
mia sin la intervencion de ningun
superior”14.
La arrogancia de Calabro y la
intransigencia de Verboom difi-
cultaron la elaboración de una
ordenanza definitiva para la
Academia. A este hecho y a las
reiteradas negativas de Calabro
a informar sobre los expedientes
de los alumnos, se acogió Ver-
boom para solicitar del entonces
Ministro de la Guerra, duque de
Montemar, su destitución como
director de la Academia, hecho
que se produjo el 14 de mar-
zo de 1738. Sin embargo, las
consecuencias de este enfren-
tamiento las sufrirían muchos de
los alumnos que durante esos
años asistieron a la Real Acade-
mia de Barcelona, la mayoría de
los cuales no lograron acceder al
Cuerpo de Ingenieros, objetivo
para el que se habían estado pre-
parando durante tres duros años.
Uno de estos perjudicados fue
Carlos Beranger y Renaud.
El plan de estudios propuesto
por Calabro en 1724 se compo-
nía de seis clases distribuidas en
tres años y es el que debió seguir
Carlos Beranger y tuvo como pro-
fesores al mismo Mateo Calabro
y a su ayudante, Pedro Lucuze,
que fue transferido en 1736, por
orden de José Patiño, de Orán
a Barcelona. Más adelante, en
1738, reemplazaría a Calabro en
la dirección de la Academia. El
francés Fernando La Sale impar-
tió dibujo pero fue sustituido a su
vez por el Ingeniero Extraordinario
Pedro Torbe, de origen flamenco,
que permanecería en la Academia
hasta 173615.
13 Archivo general de Simancas. Guerra Moderna 3012. Calabro al marqués de Verboom. Barcelona, 12 de noviembre de
1735.14 Íbid. Verboom a José Patiño. Barcelona, 19 de noviembre de 1735.15 TORNER, E.: “Datos para la Historia de la Real y Militar Academia de Matemáticas de Barcelona”, Memorial de Inge-
nieros, tercera época, tomo VIII, Madrid, 1891, pp. 5 a 9.
223Sobre el rendimiento de Carlos
Beranger como estudiante en la
Academia no se ha podido en-
contrar expediente alguno, pero
a través de certificaciones que
Beranger presentó para alegar
méritos sabemos que salió bien
instruido en ciencias matemáti-
cas, pues “redujo la teorica en
practica en barias Operaciones
que se pusieron a su cargo”16.
Por otra parte, debió simultanear
sus estudios sirviendo de Inge-
niero Voluntario a su costa por
orden del marqués de Verboom.
Estuvo, por tanto, completando
su formación junto al Coronel e
Ingeniero Jefe Miguel Marín, el
Capitán e Ingeniero en Segun-
do, Juan Amphoux, el Teniente
Coronel e Ingeniero en Segundo
Esteban Panon y, sobre todo, con
el Capitán e Ingeniero en Segun-
do Lorenzo Solís que destaca de
él “su bella Disposición para la
Ingeniería, que delinea mas que
medianamente bien, que sabe
construir Perfiles y elevaciones
que laba, demostrando la Lonta-
nanza, y posición de cada uno,
que se halla con solidos princi-
pios de Geometría, Especulatiba
y Practica, y suficiente Aritmetica,
que entiende fundamentalmente
la Trigonometría, Planimetría y Es-
tereometría, bien instruido de las
maximas y Reglas de la fortifica-
cion regular e irregular y entiende
con razon de Ciencia el uso, y
practica de la Plancheta y final-
mente muy aplicado y de buena
Conducta”17.
Finalizados los diferentes cursos
de la Academia, los estudiantes re-
cibían un certificado expedido por
el director y visado por el inspec-
tor, en el que se especificaba las
materias en las que había sobresa-
lido el alumno. Una vez obtenido
el título, los ya académicos podían
aspirar a ingresar en el Cuerpo de
Ingenieros o en el de Artillería. Los
que no lograban entrar en estos
cuerpos se restituían a sus regi-
mientos donde debían explicar a
los demás una hora diaria de las
matemáticas que hubieran apren-
dido en la Academia18.
Carlos Beranger optó, como la
mayoría de los alumnos de la ins-
titución, por ingresar en el Cuerpo
de Ingenieros. Ahora bien, el paso
desde las academias al Cuerpo no
era automático, ya que una vez
finalizados los estudios debían
participar en un examen público
para ocupar una plaza y éstas eran
muy escasas. Tal como demuestra
J. E. Sánchez, la media de ingre-
sos en el Cuerpo fue de 10 por año
en tanto que el número de alum-
nos de la Academia de Barcelona
era de 60 por clase y curso19.
Se encuentran numerosos casos
de intentos fallidos para acceder
a una plaza de ingeniero, como
es el pretendiente francés Bardet
de Villeneuve, que incluso pre-
sentó un cañón de su invención
y planos de fortificaciones, pero a
pesar de ello no fue admitido por
estar, en el año 1739, completo el
Cuerpo de Ingenieros. Otro caso
significativo fue el de Francis-
co Berdoya, que debió estudiar
en la Academia durante los mis-
mos años de Beranger y que no
aprobó el examen a pesar de sus
buenas calificaciones “a causa de
las novedades entre Dn. Mateo
Calabro y el Ingeniero General, y
en aquella ocasión no los quiso
dar a nadie”20. Probablemente a
16 Archivo General de Indias. Lima 776. Certificado de Pedro Superbiela, Brigadier e Ingeniero Director. Madrid, 19 de
enero de 1754.17 Ibíd.18 Archivo General de Simancas. Guerra Moderna 3830. Ordenanza e instrucción para la enseñanza de las Matemáticas
en la Real y Militar Academia de Barcelona. San Ildefonso, 22 de julio de 1739. Artículo XXI. 19 SÁNCHEZ, J. E.: “La estructura…”, vol II, pág. 10.20 Archivo General de Simancas. Guerra Moderna 3006. Solicitudes de ingreso en el Cuerpo de Ingenieros de Bardet de
Villeneuve y Francisco Berdoya. 7 de septiembre de 1739.
224
21 Ibíd. Miguel Marín al marqués de Verboom, 15 de mayo de 1742.
Beranger le ocurrió algo similar
puesto que no logró ingresar por
medio del examen.
No obstante, por lo me-
nos hasta 1803, continuará
siendo posible la incorporación
directa por razón de la experien-
cia personal adquirida fuera de la
Academia, procedimiento reser-
vado a ingenieros extranjeros de
alta cualificación. En ocasiones
excepcionales existía la posibili-
dad de admitir en el cuerpo a hijos
de personalidades o técnicos dis-
tinguidos traídos por la Corona.
A esta última opción se acogerá
la familia Beranger ya que Carlos
Beranger hijo no consiguió ob-
tener plaza por el procedimiento
del examen, debido, no a su falta
de competencia, sino a las con-
diciones desfavorables que antes
hemos señalado.
Un requisito importante para ac-
ceder a la oficialidad en el ejército
era la ascendencia noble. Ade-
más, los hijos de militares tenían
la ventaja de ingresar como ca-
detes a una edad más temprana
que los hijos de una familia no
militar aunque ésta perteneciera a
la nobleza. En Carlos de Beranger
se dieron ambas condiciones. A
partir de aquí, su padre hizo uso
de sus relaciones para que su hijo
pudiera ingresar mediante el pro-
cedimiento directo. Así, en 1736,
y antes de que finalizara sus es-
tudios en la Academia, se produjo
un primer intento de ingreso en
el Cuerpo de Ingenieros por vía
directa, cuando Miguel Marín le
propuso para pasar de ingeniero
voluntario a extraordinario, pro-
puesta que no dio resultado a
pesar de haber servido más de
seis años como ingeniero. Sin
embargo, Beranger no renuncia a
la posibilidad de obtener plaza y
en 1742 lo intenta una vez más.
En esta ocasión será de nuevo
el Ingeniero Jefe y Director de la
plaza de Cataluña, Miguel Marín,
el que realice la petición al mar-
qués de Verboom. Marín envió al
Ingeniero General una relación de
ingenieros voluntarios y de aca-
démicos que habían concluido
sus estudios en la Academia de
Matemáticas y que según él esta-
ban capacitados para entrar en el
Cuerpo de Ingenieros. Entre ellos
figuraba Carlos Beranger, junto a
Juan Marín, hijo del propio Miguel
Marín. Se dio la circunstancia que
en ese momento el marqués de
Verboom estaba muy enfermo y
contestó la petición su hijo Bal-
tasar Verboom comunicando a
Marín que se atendería esta soli-
citud cuando su padre se hubiera
restablecido. Verboom murió en
1744 y la respuesta a esta pro-
puesta no debió efectuarse21.
Por otra parte, en la relación de
los alumnos de la Academia de
Barcelona que ingresaron en el
Cuerpo de Ingenieros durante
los años 1742 y 1743, no figura
ni el nombre de Beranger ni el de
Marín.
Carlos Beranger y Renaud, como
tantos alumnos formados en las
aulas de las academias de ma-
temáticas, tuvo que resignarse a
continuar su carrera militar en su
regimiento, si bien su preparación
cono ingeniero le permitirá inter-
venir en trabajos relacionados
con su formación matemática e
incluso ejercer de ingeniero en
cometidos de gran relevancia.
Beranger se incorporó en 1738
al Regimiento de Dragones de
Orán, donde permaneció duran-
te casi dos años como cadete
y ocho más como Alférez. Este
Regimiento fue disuelto el 31 de
diciembre de 1748. Por tal motivo
Beranger fue destinado al Regi-
miento de Dragones de Batavia,
a cuyo mando estaba Manuel de
Amat. En este Regimiento coinci-
dieron cinco años, los suficientes
como para que Amat conocie-
ra la profesionalidad y lealtad de
Beranger. Esta circunstancia va
a significar un giro importante
en su trayectoria militar. Cuando
posiblemente Beranger había re-
225
conducido su actuación dentro
del ejército, la relación con el que
sería virrey del Perú le va a llevar
a continuar su carrera en América,
donde finalmente podrá ejercer
como profesional de la ingenie-
ría, poniendo al servicio del virrey
Amat los conocimientos adquiri-
dos en la Academia de Barcelona
y como ingeniero voluntario.
Cuando en 1754 Manuel Amat
fue destinado a América, primero
como Gobernador y Capitán Ge-
neral de Chile y, más adelante, en
1761, como Virrey del Perú, fue
con la idea clara de servir a la po-
lítica de reformas iniciada por la
Monarquía Borbónica.
Dos de las tareas que con más
empeño llevó a cabo fue, una, la
reorganización de la defensa del
virreinato y, otra, la de acabar con
la crisis que arrastraba el sector
minero desde el siglo XVII, uno de
los pilares de la riqueza del Perú.
Para estas empresas Amat se ro-
deó de un grupo de ingenieros de
excepción. Algunos se encontra-
ban ya en América, como sería el
caso de José Antonio Birt; otros
como Juan Garlan, acudirán so-
licitados por el Virrey entre 1761
y 1762. Pero ante la escasez de
miembros del Real Cuerpo de In-
genieros no es extraño encontrar
el caso de profesionales como
Beranger, que sin pertenecer al
Cuerpo, fue reclamado por Amat
como tal, para que se hiciera cargo
de las fortificaciones de Valdivia.
Antes de este cambio tan tras-
cendental en su carrera militar,
Beranger había sido recomenda-
do por Jaime Miguel de Guzmán,
marqués de la Mina y Capitán
Fig. 10_ BERANGER y RENAUD,
Carlos: Proyecto del palacio para el
virrey en el Real Felipe del Callao.
Lima 2 de Mayo de 1762 (Biblioteca
de Cataluña. Manuscrito 400, 30)
226
227
22 Archivo General de Indias. Lima 776. El marqués de la Mina a Carlos de Be-
ranger y Clavia.
General de Cataluña, para que se
hiciera cargo, en 1752, del Pabe-
llón Real en el campamento de
Aranjuez, trabajo del que quedó
satisfecho el marqués tal como
así se lo hizo saber al propio pa-
dre de Beranger22.
Beranger llegó a América, ya
como Capitán, a finales de 1761.
Sin embargo, no fue a Valdivia,
como en un principio lo había dis-
puesto Amat, sino a Lima, pues
para entonces el Virrey estaba
más preocupado por las repara-
ciones que pretendía llevar a cabo
en el Real Presidio del Callao, por
la construcción de almacenes de
pólvora y por la fabricación de ar-
mamento. Por consiguiente, este
será el primer cometido que tuvo
que afrontar Beranger en el virrei-
nato del Perú. Así, en 1762, realizó
los planos y estuvo al frente de la
construcción de unos almacenes
de pólvora y pertrechos de debían
estar ubicados en uno de los ba-
luartes del recinto amurallado de
la ciudad de Lima, además de di-
rigir la fundición de balas de hierro
colado y de varios morteros para
granadas, piedras y bombas.
Otra intervención fue la del
puerto del Callao que se pue-
de considerar como la puerta
de Lima y era el más cómodo
y seguro de aquellas latitudes.
A partir de 1620 comenzó su
proceso de fortificación que
concluirá con la construcción
del más interesante recinto del
Pacífico tras el terremoto que
sufrió la zona en 1746 y que
arruinó casi completamente las
fortificaciones realizadas hasta
entonces. La fortaleza que se le-
vantó en su lugar, el Real Felipe
del Callao, es la más grande de
todas las construidas por Espa-
ña en sus dominios americanos.
Hasta la llegada de Amat al vi-
rreinato, sólo se alcanzó a
construir el cerco o muralla del
gran pentágono que había de
ser el fuerte. Faltaba, por tan-
to, mucho por hacer y el nuevo
Virrey emprendió las obras que
le darían su definitiva configu-
ración. Para ello, en 1763, Amat
ordenó a Carlos de Beranger y
a Antonio O´Brien como su ayu-
dante, que levantaran el plano
de las fortificaciones y los per-
files correspondientes de las
obras que se habían construido
hasta el momento.
En julio de 1764, Beranger fue
nombrado Gobernador y Super-
intendente General interino de
la villa y mina de Huancaveli-
ca. Este nombramiento supuso
Fig. 11_ BERANGER y RENAUD,
Carlos: Plano de la planta para la
nueva población de San Carlos de
Chiloé. Chacao a 6 de septiembre
de 1768 (Biblioteca de Cataluña.
Manuscrito 400, 1).
Fig. 12_ BERANGER y RENAUD,
Carlos: Plano del fuerte real de San
Carlos, en la punta del Tecque. San
Carlos a primero de febrero de 1770
(Biblioteca de Cataluña. Manuscrito
400, 1).
228
un importante reto, ya que la
mina de azogue de Huancaveli-
ca era esencial para amalgamar
la plata americana. Beranger
sustituyó al prestigioso mari-
no y científico Antonio de Ulloa
cuyo gobierno había dado lugar
a importantes conflictos. Beran-
ger tuvo que enfrentarse a un
gobierno complicado y difícil,
puesto que tuvo que lidiar con
una administración corrupta
y con los intereses de los mi-
neros. A pesar de todo, supo
realizar una labor técnica eficaz
y puso todo su empeño de dejar
la mina en buenas condiciones
para evitar una ruina que se
anunciaba como inevitable. En
1767, fue nombrado Goberna-
dor interino de la Isla de Chiloé,
última población o colonia de
los españoles en el Pacífico me-
ridional chileno.
Cuando Amat estuvo como Go-
bernador y Capitán General de
Chile durante los años 1755 a
1761, pudo percatarse del esta-
do de indefensión en el que se
encontraba la isla. En caso de
ser atacada no podría conseguir
refuerzos de Valdivia o Santiago,
ya que la comunicación por vía
terrestre, la más rápida, era muy
difícil e insegura debido a la ex-
trema belicosidad de los indios.
229
Por otro lado, la isla constituía
un enclave estratégico de rele-
vancia para controlar el paso del
estrecho de Magallanes y evi-
tar posibles asentamientos en
la zona por parte de potencias
extranjeras. Considerando estos
inconvenientes y habida cuenta
de que resultaba más operati-
vo enviar los suministros y todo
tipo de ayuda desde Lima, Amat
decidió, en 1767, separar la
provincia de Chiloé de la Pre-
sidencia de Chile y de su Real
Audiencia, para que dependiera
directamente de su mando y, de
este modo, poder abastecerla
con mayor rapidez.
De esta manera, Beranger se
convertiría en el primer gober-
nador de la isla y supondrá un
destino más acorde con su for-
mación, puesto que se le dieron
Fig. 13_ BERANGER y RENAUD,
Carlos: Descripción de las cos-
tas desde el puerto o boca de la
Campana. San Carlos, 1768 (Centro
Geográfico del Ejército, Madrid. Car-
toteca Histórica, Chile, 4-70)
Fig. 14_ BERANGER y RENAUD,
Carlos: Planos de la bahía del Rey
y puerto de San Carlos, del fuerte
del Príncipe, del fuerte de San Car-
los y mapa geográfico del canal
de Chacao. Chacao, 1768 (Centro
Geográfico del Ejército, Madrid. Car-
toteca Histórica, Chile 17-78)
230 órdenes precisas para reconocer
la isla y dirigir el proceso de for-
tificación y defensa23.
En primer lugar, y siguiendo
siempre las instrucciones dadas
por el virrey, fundó la ciudad de
San Carlos (actualmente Ancud)
en el antiguo puerto de Lapi –al
que cambió el nombre por San
Carlos en honor a su sobera-
no- que se encuentra en la parte
más septentrional de la isla y jus-
tamente en la entrada del canal
de Chacao. El puerto era uno de
los enclaves más estratégicos,
ya que desde este punto se con-
trolaba toda salida y entrada de
embarcaciones. Seguidamente,
diseñó y dirigió la construcción
del fuerte y la ciudad. Al mismo
tiempo, realizó un estudio por-
menorizado de las necesidades
defensivas tanto de la isla como
de la región que recopiló en su
interesante y valiosa Relación
Geográfica de la isla de Chiloé
y su archipiélago. En esta obra,
que presentó a la Corte en 1774,
tras su regreso de América, hizo
un estudio exhaustivo desde el
punto de vista geográfico ade-
más de presentar las obras tanto
civiles como militares realizadas
durante su gobierno. Todo ello
ilustrado con los consiguientes
planos y mapas.
Por otra parte, impulsó la orga-
nización de varias expediciones
marítimas para el reconocimien-
to de las costas próximas al
estrecho de Magallanes para
comprobar que no se hubieran
producido asentamientos por
parte, fundamentalmente, de
ingleses.
Los diez años de permanencia
de Carlos Beranger en América
al frente de comisiones de gran
responsabilidad y trabajando en
ocasiones en condiciones duras
y extremas acabaron por mermar
su salud y por tal motivo solici-
tó su regreso a España, traslado
que le fue concedido en 1772.
Tras su llegada a la Península,
Beranger fue requerido por la
Corona para realizar un informe
sobre las fortificaciones de Val-
divia, que elaboró en 1784. Ésta
es la última actividad como inge-
niero conocida hasta su muerte,
acaecida en Montmaneu, pro-
vincia de Barcelona, el 17 de
enero de 1792, cuando tenía 74
años y era Brigadier y Coronel en
el Regimiento de Dragones de
Villaviciosa.24
Descendencia
Carlos Beranger y Renaud, sa-
biendo que su estancia en
América iba a ser prolongada,
solicitó licencia para contraer
matrimonio, con Paula García
Amoroso, permiso que se le con-
cedió el 21 de octubre de 1760.
La ceremonia se celebró un mes
más tarde, en Morón de la Fron-
tera donde residía la familia de la
novia25. Al matrimonio Beranger
le nacieron tres hijos en Améri-
ca: Antonia, Justo José y Felipe.
Francisco, el cuarto y último de
los hijos, nació en Jerez de la
Frontera (Cádiz), el 24 de julio de
1775. Ninguno de sus hijos varo-
nes se inclinaron por la ingeniería
militar. Los dos mayores, Justo
José y Felipe, ingresaron en el
Cuerpo de Dragones, sentando
plaza en la clase de cadetes del
Regimiento de Sagunto, donde
su padre era Teniente Coronel en
el año 177726.
23 Archivo General de Indias. Lima 1498. Amat a Arriaga. Lima, 1 de abril de 1768.24 Archivo General Militar de Segovia. B-1841. Expediente matrimonial de Francisco Beranger García.25 Paula García Amoroso era hija de Fracisco García Amoroso, que había sido corregidor durante 34 años hasta su falleci-
miento en 1755. La madre, Felipa Martínez de Castilla, quedó viuda con tres hijos. Archivo General de Indias. Lima 1498.
Solicitud de permiso de matrimonio de Carlos Beranger.26 Archivo General Militar de Segovia. B-1841. Ricla a Eugenio Bretón. El Pardo, 14 de enero de 1777.
231Francisco, el menor de los hi-
jos, se decidió por ingresar en
la Armada, obteniendo el pase
en enero de 1790, después que
anteriormente hubiese presta-
do servicio en el ejército como
Subteniente del Regimiento de
Caballería de Lusitania. En 1806,
Francisco Beranger solicitó li-
cencia para contraer matrimonio
con su sobrina Asunción Ruiz
de Apodaca y Beranger, hija de
su hermana Antonia y de Vicente
Ruiz de Apodaca, emparentado
con el conde de Venadito, uno de
los últimos virreyes de Nueva Es-
paña. De este matrimonio nació
en 1824, José María Beranger y
Ruiz de Apodaca.
José María ingresó en la Armada
realizando, al igual que su padre,
una brillante carrera como marino
pero sobre todo destacó como
político. De ideología liberal, tomó
parte activa en la revolución de
1868, y al poco de triunfar ésta
se encargó en 1870, con Amadeo
de Saboya, de la cartera de Ma-
rina. Tras el breve paréntesis de
la Primera República, contribuyó
eficazmente a la formación de la
izquierda dinástica, que facilitó la
entrada en la monarquía de los
elementos democráticos, y des-
de entonces figuró como ministro
en diferentes gobiernos de Alfon-
so XII, tanto en los presididos por
Cánovas del Castillo como en los
de Sagasta.
Conclusión
Podemos observar, a modo de
conclusión, que la preparación
polivalente que poseían los inge-
nieros formados en las academias
militares del siglo XVIII, queda de
manifiesto, también, en el caso de
Carlos de Beranger y Renaud. Lo
hemos visto ejercer como inge-
niero, como geógrafo y político.
Ahora bien, no olvidemos que ante
todo era militar y esta circunstan-
cia se evidencia de un modo claro
tanto en su Relación Geográfica de
la Isla de Chiloé como en su infor-
me sobre las fortalezas de Valdivia,
donde se le ve más preocupado
por la cuestión estratégico-defen-
siva que por asuntos relacionados
con la construcción de los fuertes.
Finalmente, los Beranger consti-
tuyen dos ejemplos significativos
de los complicados comienzos
tanto del Cuerpo de Ingenieros
del ejército español como de la
Real Academia de Matemáticas
de Barcelona. El padre, formándo-
se con la experiencia, llegó a ser
un ingeniero destacado y recono-
cido, el hijo, con una formación
científica recibida en la Academia,
posiblemente más sólida que la
de su progenitor, no pudo acce-
der al Cuerpo tal como anhelaba
pero que, sin embargo, pudo llevar
a cabo una obra muy interesante
y valiosa durante su destino en
América.
232 RETAZOS BIOGRÁFICOS DEL INGENIERO MILITAR PEDRO DE LUCUZE (1692 – 1779)
233
Pedro Mora
“Deben anteponerse los
nacionales a los extranjeros
( no obstante que entre éstos
se hallan obras de grande repu-
tación, y dignas de traducirse a
nuestro idioma), pues los tene-
mos excelentes en el Arte Militar;
y porque los acontecimientos de
la guerra en esta Monarquía son
para nosotros ejemplares los más
vivos, los más eficaces y los más
instructivos “.
Pedro de Lucuze
La Ilustración
Cuando la cultura de la Edad
Media llegaba a su cénit, comen-
zaba en Europa un lento proceso
intelectual que culminaría en el
siglo XVIII.
En la Edad Media, la Iglesia era
la base en que se apoyaban los
razonamientos vitales, posición
de la que poco a poco iba a ser
desalojada tras un largo proceso
secularizador.
Sería primero el Humanismo rena-
centista el que indicaría el camino,
originando que a mitad del siglo
XVII la Iglesia fuera perdiendo su
suprema autoridad social, en gran
parte debida a la Reforma protes-
tante que rompiendo la unidad,
provocaría el establecimiento de
una realidad distinta encuadrada
en la libertad de conciencia.
Ello ocasionaría que en algunos
países, la Iglesia cayera bajo el
dominio del Estado, situación re-
flejada tras la Paz de Westfalia
de 1648, en donde entre otras
cuestiones se reconocieron al
calvinismo y luteranismo como
religiones oficiales.
La Paz de Westfalia
En 1648, el Tratado de Westfa-
lia, se convertiría en uno de los
acontecimientos decisivos de la
historia europea y mundial, ya
que tras su firma, aparecía por
vez primera un moderno tratado
multilateral al margen del Sacro
Imperio Germánico.
Se hablaba de estados-nacio-
nes, de libertad religiosa y de
límites internacionales, protoco-
los cuya firma, haría que Francia
saliera ganadora pese a jugar a
dos bandas en la Guerra de los
Treinta Años. La intervención de
Suecia en Alemania, le supuso
consolidarse al menos duran-
te el reinado de Gustavo Adolfo
como potencia. Las Provincias
Unidas -Holanda-, tras años
de rebelión fueron reconocidas
independientes.
Fig. 01_ Retrato de Pedro Lucuze.
234 Por la otra parte, los Estados Pon-
tificios perdían parte de su poder al
reconocerse el calvinismo y lutera-
nismo religiones oficiales; mientras
tanto, España iniciaba una lenta
decadencia, junto con Austria, tras
las derrotas de la Liga Católica.
A partir de esos momentos, los
conceptos patria y religión apare-
cerían separados.
La Paz de Westfalia fue firmada
en contra de la Iglesia Católica, la
cual, pese a condenar los térmi-
nos del tratado no pudo impedir
que fuera aceptado.
El Siglo de las Luces en España
En el enorme caudal de impor-
tantes personajes que formaron
parte en España de aquel impor-
tante momento histórico de la
Ilustración, intencionadamente he
querido relacionar al menos por
su localización territorial, a tres
figuras señeras de nuestra rique-
za patrimonial conformada en la
inteligencia y la cultura en todo
nuestro país.
Aunque en este trabajo he trata-
do de resaltar el desarrollo vital
de una figura tan relevante como
Pedro de Lucuze, he tropeza-
do con una misteriosa trabazón
localista junto a Lucuze, la de
otros dos destacadísimos per-
sonajes asturianos que como
Lucuze son personajes referen-
ciales del Siglo de las Luces. Los
tres acaparan espacios diferentes
de actuación, los tres coinciden
cronológicamente, y los tres en
sus quehaceres respectivos, emi-
nencias representativas de aquel
importante período cambiante
que fue la Ilustración en España.
Vidas paralelas
� Marqués de Santa Cruz
de Marcenado
Nacido en 1684, la vida de Álva-
ro de Navia Osorio más conocido
como marqués de Santa Cruz de
Marcenado, aparece estrecha-
mente implicada en importantes
acontecimientos históricos. Su
nacimiento en Asturias, en la pe-
queña localidad del Puerto de
Vega del concejo de Navia de
Luarca, establece un vínculo acci-
dental con Pedro de Lucuze.
El joven Álvaro, al igual que aquél,
cursaba estudios de letras en la
Universidad de Oviedo, en la que
se especializó en gramática latina
y retórica, viéndose afectado por
los acontecimientos que tras el
fallecimiento en 1700 de Carlos II,
iba a ser el inicio de unos graves
acontecimientos que cambiarían
no sólo el destino de España y
Europa, sino también el del joven
Álvaro.
El desencadenamiento en 1702
de los acontecimientos bélicos
que supusieron la invasión de
España por los ejércitos coaliga-
dos contra Felipe V, alteraron el
proyecto de vida iniciado por Ál-
varo de Navia, quien acudiendo
al llamamiento real hecho al Prin-
cipado de Asturias, le motivó a
dejar sus estudios de retórica.
Elegido a los dieciocho años
Maestre de Campo del Tercio for-
mado en la capital de Asturias, le
supuso incorporarse al ejército
al mismo tiempo que se alzaban
los partidarios del Archiduque de
Austria.
“Incorporado en muy temprana
edad y con un regimiento levanta-
do a sus expensas, que aún sigue
llevando el nombre de Asturias,
participó en las campañas penin-
sulares de la Guerra de Sucesión,
tomó parte brillante en la con-
quista de Cerdeña y la invasión
de Sicilia, y tras un largo período
como embajador en Turín y París,
que aprovechó para sus trabajos
intelectuales, murió al fin frente al
enemigo para defender la plaza de
Orán”1.
1 Marqués Santa Cruz de Marcenado. “Reflexiones Militares”. Edición del Tercer Centenario. Madrid, 1984. p. 27
235En esta breve referencia biográ-
fica son de destacar la riqueza
cultural y personal que atesoraba
este personaje en su contribución
a las letras españolas.
Acorde con los nuevos tiempos,
el marqués de Santa Cruz, con
su obra Reflexiones Militares, se
convirtió en príncipe de las letras
militares, materializando en su
obra, la fusión de las armas y las
letras. Publicada en 1724 en Turín,
fue pronto traducida al francés.
Como diría Rocquancourt en su
conocida obra Cours Elémentaire
d´Art et d´Histoire militaires, “En la
época en que apareció la obra de
Santa Cruz,no existía todavía nin-
guna tan profunda y tan completa,
sobre todo para la parte filosófica
del arte”.
� Benito Jerónimo Feijoo
Este otro insigne asturiano com-
partió también paisanaje con
Pedro de Lucuze en el mismo
período ilustrado. Nacido en Cas-
demiro (Oviedo) en 1676, llegó a
ser como erudito español, uno
de los espíritus más universales
de su tiempo, y por ende expo-
nente del racionalismo ilustrado.
Ingresaba en 1690 en la orden
benedictina de San Julián de
Samos, doctorándose en el con-
vento de San Vicente de Oviedo
en donde ejerció el cargo de abad
de 1721 a 1729, alcanzando más
tarde el mandato de Maestre ge-
neral de su orden, y ser nombrado
posteriormente por Fernando VI
miembro del Consejo de Castilla.
En 1726, iniciaba la publicación
de sus dos grandes obras enciclo-
pédicas: Teatro crítico universal (9
volúmenes, 1726-1740) y Cartas
eruditas y curiosas (5 volúmenes,
1742-1760).
En sus escritos aborda los temas
más dispares, recogiendo y co-
mentando todas las novedades
científicas y técnicas del momen-
to, hechos por los que recibiría
encendidas y acaloradas críticas
y defensas por parte del mundo
cultural español. Respondiendo
a sus detractores en dos extraor-
dinarias autodefensas, consiguió
que el propio rey, por medio de
una pragmática, prohibiera que se
impugnaran sus obras. Consiguió
a través de su obra y personalidad
el que obtuviera el reconoci-
miento literario de toda Europa.
Personalmente, se proclamó de-
fensor del teatro clásico español
frente al neoclasicismo, lo que le
hace aparecer como un teórico
del prerromanticismo.
Retazos biográficos iniciales de Pedro de Lucuze
Esta aproximación que he preten-
dido establecer entre estas dos
grandes personalidades y Pedro
de Lucuze y Ponce, no es sólo por
su afinidad de paisanaje y tiempo,
sino porque entre ellos, existen
una serie de aspectos que tienen
mucho que ver con una trayecto-
ria personal basada en ejecutorias
intelectuales, epistolares y de
aportaciones bibliográficas. Los
tres en definitiva, son parte iden-
titaria del interesante y variado
panorama dieciochesco español,
Pedro de Lucuze, en su ejecutoria
militar, más centrada en la ense-
ñanza militar, en la de tratadista y
escritor, percibimos una personali-
dad en la que se conjugan trabajo,
inteligencia y fuerte temperamen-
to que aparecen encuadrados en
un alto valor intelectual.
Este hombre a quien con todo
merecimiento se ha considerado
como sabio y virtuoso, al final de
sus días mereció el reconocimien-
to debido, al alcanzar el grado de
teniente general.
Nacido el 21 de noviembre de
1692, en la villa asturiana de Avi-
lés, era bautizado al día siguiente
en la iglesia principal de la loca-
lidad con los nombres de Pedro,
Francisco y Tomás.
Hijo de Tomás de Lucuze -que
ejercía en la localidad su profesión
de médico-, y de María Ponce y
Plaza, ambos pertenecientes a
“antigua y comprobada nobleza”,
desde sus primeros años, dio
236 muestras evidentes de una viví-
sima comprensión, privilegiados
talentos y extremada aplicación a
las ciencias.
Empezó sus estudios a edad muy
temprana, siguiendo un aprove-
chamiento poco común, los de
latinidad, filosofía, letras huma-
nas, estudios que no concluiría al
pasar a la facultad de Teología de
la Universidad de Oviedo. Hasta
aquí todo parecía indicar, que sus
padres habían decidido encau-
zarle hacia la carrera de la Iglesia,
pero como ocurrió en otros hom-
bres célebres, el joven Lucuze
comprendió que allí no se colma-
ban sus aspiraciones.
Influido por su espíritu juvenil,
sintió una irresistible atracción
hacia la carrera de las armas, en
unos momentos especialmen-
te alarmantes para España tras
estallar la guerra de Sucesión.
Consecuente con lo que dictaban
sus propios sentimientos, a los
dieciocho años abandonaba la
carrera iniciada, y el 1º de mayo
de 1711 ingresaba como soldado
en la Compañía Coronela del Re-
gimiento de Caballería mandado
por Francisco Pignatelli, conti-
nuando en dicha unidad hasta
el 14 de febrero de 1716 en que
por reforma de dicho regimiento,
pasó a la Compañía mandada por
Salvador Salamanca del nuevo
regimiento de Santiago refundido
con el anterior.
Al carecerse de datos oficiales
sobre los servicios prestados por
Lucuze durante los ocho años en
que permaneció en dicha unidad,
sólo consta que estuvo presente
en cuantas acciones participó la
misma, constando que resultó he-
rido en una de ellas, mereciendo
de sus jefes “las más honoríficas
certificaciones” cuando salió del
referido Cuerpo.
Ello ocurrió el 1º de marzo de
1719, momento en los que Lucuze
pasaba a la Compañía Españo-
la de Reales Guardias de Corps,
sirviendo en la Brigada mandada
por Francisco Balanza, permane-
ciendo en la misma por espacio
de once años.
En este largo período de tiempo,
en vez de malograrlo, en un raro
ejemplo por aprender se dedicó
infatigablemente al estudio de las
Matemáticas.
Fueron tan sobresalientes sus
progresos en los estudios, que
según una carta del ingeniero
militar Miguel Sánchez Taramas
al conde de Ricla, manifiesta:
“fue a un mismo tiempo solicita-
do y promovido para los Cuerpos
Facultativos de Artillería e Inge-
nieros, y optando por este último,
obtuvo sui ingreso en él, con el
empleo de Ingeniero Extraordina-
rio, equivalente al de Teniente, el
1º de enero de 1730”2.
Sus primeros servicios como in-
geniero los prestó en la Dirección
de la Costa de Granada, donde
por Real Orden el 28 de febrero
de 1730, salió destinado. Aunque
ignoremos las cuestiones y en-
cargos encomendados, sabemos
que tras la conquista de Orán por
el conde de Montemar el 1º de
julio de 1732, por real Orden de
27 de octubre de 1733 se le orde-
naba embarcar hacia el Peñón de
Vélez de la Gomera.
No debieron ser muchos los días
que allí permaneció, ya que tras
una comunicación del gobernador
de Málaga Juan Bernardo Doper-
ne dirigida al Ingeniero General
marqués de Verboom, en solicitud
de que Lucuze fuese trasladado
(1736) a Málaga; pero poco tiem-
po después en ese mismo año se
le trasladaba a Ceuta.
Estas continuas solicitudes para
contar con Lucuze en estos des-
tinos, prueba el prestigio que iba
acumulando. La experiencia y co-
nocimiento sobre aquellas plazas,
bastantes años después, hizo que
2 Memorial de Ingenieros. Revista. 5ª Época, 28, 1911
237se le pidiera un informe sobre la
conveniencia o no del abandono
de algunos de los denominados
presidios e islotes de soberanía,
informe que prevalecería frente al
criterio abandonista de algunos
altos cargos del Gobierno.
Pero no todo van a ser para Lucu-
ze motivos de honda satisfacción,
también sufrirá alguna que otra
importante contrariedad personal.
Será precisamente durante su
estancia en Ceuta, cuando ha-
bría de sufrir en carne propia, las
consecuencias de los desarreglos
administrativos de la superiori-
dad. En aquella ocasión tuvo que
aguantar el retraso del abono de
sus sueldos, lo que le obligó a
recurrir al amparo del Gobier-
no mediante un escrito de fecha
23 de marzo de 1736. En el mis-
mo, reclamaba el pago de nada
menos que 27 pagas que se le
debían, y aunque la superioridad
dispuso mediante un escrito de
fecha 3 de abril siguiente el abo-
no de dichos atrasos, lo cierto es
que la Intendencia de Andalucía
incumplió el mandato alegando
falta de caudales.
Como es de suponer, los apuros
económicos de Lucuze, le im-
pulsaron de nuevo a enviar un
escrito con fecha 9 de marzo de
1737 a Casimiro Ustáriz en térmi-
nos tan dramáticos como éstos:
“Hoy me deben 32 pagas: ni ten-
go que comer, ni ropa que vender
o empeñar, ni otro recurso que la
piedad de V. S. S., de quienes es-
pero algún consuelo protegiendo
mi justicia y hacienda y haciendo
presente a S. M. tan infeliz esta-
do, consiguiendo nueva orden
para que este Intendente mande
igualarme con los demás ingenie-
ros, dándome satisfacción de las
sobredichas 27 pagas de 1734 y
1735. Si fuese mi desgracia tal,
que no consiga de V.S. alguna
determinación, me veré precisa-
do a solicitar la dimisión de mi
empleo para tener la libertad de
mendigar, pidiendo por Dios una
limosna, y será el premio de vein-
tiséis años de servicio sobre una
continuada tarea y aplicación al
estudio”3.
El extremo planteamiento de
su solicitud, con toda hondura,
es una desgarrada denuncia de
una lamentable administración,
una crítica al silencio y pasivi-
dad en que estaba instalada. La
teatralidad del escrito, aparte de
tratar de que se corrija aquella
lamentable situación en que se
encontraba, tiene una intencio-
nalidad muy directa y concreta
hacia la administración más in-
mediata, a la que denuncia ante
la más alta superioridad.
3 Ibíd., p. 168-169
Fig. 02_ Carta de Pedro
de Lucuze al Excmo.
Sr. D. Sebastián Eslaba.
238 Su forma de criticar con razón a la
administración nos hace recordar
a Cadalso, militar como él, coetá-
neo, escritor, patriota y crítico con
el entorno que parecía no haber
entendido el sentido del Siglo de
las Luces.
Hay que advertir, que cuando di-
rigía esta solicitud, se encontraba
ya destinado en Barcelona, tras-
lado motivado por requerirse su
presencia para afrontar el que
había de proporcionarle el mayor
prestigio. Su gestión, hasta su
muerte, al frente de la Academia
de Matemáticas de Barcelona,
ciudad a la que como tantos espa-
ñoles dedicó todos sus esfuerzos.
Los ingenieros militares hasta final del siglo XVII
Se puede afirmar de manera ge-
neral, que la formación de los
ingenieros militares en España du-
rante los siglos XVI y XVII estuvo
basada en la práctica del oficio.
Con el tiempo se fue acrecen-
tando la idea de crear centros de
estudios donde se formara a estos
técnicos igualmente en los cono-
cimientos teóricos indispensables.
Se reclutaba a los ingenieros
entre los oficiales que tuvieran
conocimientos e inclinación hacia
las matemáticas y la fortificación,
por lo cual, generalmente estos
futuros profesionales eran milita-
res, aunque en algunos casos se
contrataban civiles.
Las nuevas academias de ma-
temáticas estaban formadas
indistintamente por ingenieros y
artilleros, que con el tiempo iban
decantándose hacia una cierta
especialización que les capacitara
para trabajos diferentes: levanta-
miento de planos, estrategia de
ataques y defensas de fortifica-
ciones y naturalmente haciéndose
expertos en arquitectura militar o
fortificaciones.
Este fue el objetivo de la Academia
de Matemáticas de Madrid creada
por Felipe II en 1583, bajo la direc-
ción de Juan de Herrera, un centro
que trató de impulsar el estudio
de todas las ramas de las ciencias
matemáticas: como cosmografía,
astronomía, geografía, arquitectura
civil y militar, además de náutica,
hidráulica y artillería. La Academia
llegó a contar con un prestigioso
plantel de profesores que además
del propio Juan de Herrera, reunió
a destacadas personalidades cien-
tíficas, como: el arquitecto Tiburcio
Spanocchi, nombrado por Felipe
II Superintendente de las fortifica-
ciones de España; Julián Firrufino;
Cristóbal de Rojas, autor del tratado
Teoría y Práctica de la Fortificación
(Madrid, 1598), la más importan-
te obra sobre este tema publicada
hasta entonces en España; Bernar-
dino de Mendoza, autor de Teoría y
Práctica de la Guerra (Madrid, 1595),
traducida al francés, alemán, italia-
no, inglés, etc4.
El conde de Puñonrostro que sería
luego Maestre de Campo General,
fue uno de los primeros alumnos
de aquella Academia, de la que se
convertiría más tarde en uno de
sus protectores. Refiriéndose a los
profesores, les alentaría a publicar
tratados sobre las materias que
explicaban.
Ya en 1625, la falta de alumnos y
otras circunstancias iban a condu-
cir a la desaparición de la Academia
de Matemáticas de Madrid, lo que
obligó a que aquella cátedra se in-
corporara a los Estudios Generales
del Colegio de San Isidro.
También existió otra cátedra de
Matemáticas en el Colegio de los
Jesuitas, y se estableció otra en
el Palacio del marqués de Lega-
nés, donde se fundó la Escuela de
Palas en la que explicaría Fortifi-
cación Julio César Firrufino. Fuera
de la Península, auspiciada por el
4 Capel, Horacio. Sánchez, Joan Eugeni. Moncada, Omar. “ De Palas a Minerva. La formación científica y la estructura
institucional de los ingenieros militares en el siglo XVIII”. Editorial Serbal, Barcelona, 1988, p. 96-97
239Capitán General de Flandes, du-
que de Villahermosa, era fundada
en Bruselas la que llegaría a ser la
prestigiosa “Academia Real y Mili-
tar de los Países Bajos”.
Las academias y cátedras de
matemáticas que durante más de
un siglo permanecieron abiertas
en Madrid, en sus años finales
mantuvieron una actividad muy
precaria, creando las condiciones
necesarias para que Jorge Próspero
de Verboom en 1720 propusiese la
creación de de la Real Academia
Militar de Matemáticas de Barcelona.
Los ingenieros militares españoles en el siglo XVIII
El Cuerpo de Ingenieros Militares
como tal, creado a principios de
siglo por Felipe V, debe mucho a
las indicaciones y asesoramiento
del ingeniero militar Jorge Prós-
pero Verboom, español de origen
flamenco. Aprovechando la vo-
luntad de cambio de la monarquía
borbónica, hizo que Verboom, que
venía precedido por una larga ex-
periencia como ingeniero, antiguo
alumno de la prestigiosa “Acade-
mia Real y Militar del Exército de
los Payses Baxos”, fundada en
Bruselas en 1675 por el entonces
Alférez de Infantería Sebastián
Fernández de Medrano.
Tras el cierre de la Academia
de Bruselas, el gran prestigio y
experiencia del que venía pre-
cedido Verboom al proponer el
establecimiento en Barcelona de la
Academia de Matemáticas, quedó
confirmado después como centro
de referencia en la enseñanza su-
perior en España.
El nuevo Cuerpo de Ingenieros mi-
litares, nacía bajo la idea de hacer
del mismo, un cuerpo de profesio-
nales científicos y técnicos, cuya
importancia se acrecentaba al
hacer a éstos, parte de la idea cen-
tralizadora de la nueva dinastía.
Los ingenieros militares en el si-
glo XVIII con un fuerte espíritu de
Cuerpo, portadores de ideas inno-
vadoras sustentadas en una gran
capacidad de trabajo, constituían
parte del Poder. Trataban de afir-
mar sus competencias y trabajar
en la modernización de las estruc-
turas públicas del país, así como
en la ejecución de los numerosos
proyectos de fortificación.
La Real y Militar Academia de Matemáticas de Barcelona
En la Academia de Matemáticas
de Barcelona, Pedro de Lucu-
ze desarrolló hasta su muerte
un largo y provechoso ejercicio
como Director de la misma. Por
ello, antes de continuar relatan-
do la insigne personalidad de
este ingeniero, es preciso indi-
car someramente como se fue
gestando el centro hasta la in-
corporación de Lucuze.
Con anterioridad, la ciudad ha-
bía contado con algún centro
donde eran impartidos estos
estudios. Inicialmente, en el
Palacio de los Virreyes se esta-
bleció una Academia, en la que
el capitán Francisco Larrando de
Mauleón venía ejerciendo des-
de 1694 su labor como profesor
de matemáticas y fortificación.
Estos estudios hubieron de sus-
penderse durante la campaña
iniciada, lo que le supuso tener
que reincorporarse a la misma
como ingeniero, no reincorpo-
rándose a la Academia al pasar
el 10 de mayo de 1701 con su
Tercio al cerco de Gibraltar5.
Las autoridades militares de
Barcelona venían queriendo ofi-
cializar dichos estudios, para lo
cual, solicitaron al Consejo de
la Guerra toda la información
que pudiera aportar Sebastián
Fernández de Medrano sobre
la organización y normativas
de estudios que rigieron en la
Academia de Bruselas, para
5 Carrillo de Albornoz, Juan, imprenta de la Academia de Ingenieros. Hoyo de Manzanares, Madrid, 2002, p. 19-21
240 tratar de aplicarlas a la Academia
de Barcelona. A aquel requeri-
miento, respondió Fernández
Medrano con el siguiente do-
cumento: Formulario con que el
Sargento General de Batalla, Don
Sebastián Fernández de Medra-
no, estableció de orden de S.M.
La nueva y Real Academia Militar
de que es Director6.
En un despacho de S.M. de 22 de
enero de 1700 se daba vía libre
al establecimiento de la Acade-
mia Militar de Matemáticas de
Barcelona, al mismo tiempo que
mediante un edicto, la Secretaría
de Guerra publicaba las vacantes
de profesorado a cubrir.
El virrey, príncipe de Darmstadt,
proponía como director al men-
cionado Francisco Larrondo,
propuesta que no fue estimada
al nombrarse para dicho desti-
no al Alférez José de Mendoza y
Sandoval, a quien se ascendía a
Capitán de Infantería.
El 12 de agosto de 1702, S.M.
ordenaba que se adoptase el
formulario presentado por Fer-
nández de Medrano para la
Academia de Barcelona.
Las Academias similares tanto
las creadas anteriormente como
las más recientes: Orán, Ceuta,
Cádiz, Zamora etc., estuvieron
“bajo la inmediata dependencia
del Ingeniero General a quien el
Rey tenía prevenido que desti-
nase a ella los ingenieros que
considerase más capaces para
este en, por su ciencia, genio y
demás circunstancias, Lucuze,
pues, recibió un testimonio so-
lemne de que se reconocían en
él tan tan señaladas cualidades
al ser, sin solicitarlo, destinado
por Real Orden de 4 de mayo de
1736 a la enunciada Academia,
de la que era a la sazón Direc-
tor el ingeniero en Jefe D. Mateo
Calabro, al cual reemplazó poco
después Lucuze interinamente en
dicho cargo, hasta que se le con-
firió en propiedad con fecha 19
de septiembre de 1739 a pesar
de que sólo tenía la graduación
de Capitán”7.
Director de la Academia de Matemáticas de Barcelona
Inicialmente la Academia co-
menzó a funcionar en uno de los
6 Estudio histórico del Cuerpo de Ingenieros del Ejercito. Edición facsimil de la Inspección de Ingenieros. Madrid, 1987.
Tomo II. Datos que aparecen en el Informe del Ingeniero General Don Jorge Próspero Verboom al marqués de Bedmar, el
20 de julio de 1712. Archivo de la Antigua Dirección General de Ingenieros. Academia de correspondencia (1712- 1790),
p. 13 7 Op. Cit. Memorial de Ingenieros..., p. 169
Fig. 03_ Vista de conjunto y detalles
de varias portadas de la fachada
principal la Real Academia Militar
de Barcelona con escudo
heráldico de la Monarquía,
conteniendo símbolos de los
ingenieros en el arquitrabe.
241
242 edificios de la Ciudadela en obras,
el 15 de octubre de 1720.
Verboom, impulsor del proyec-
to de la Academia de Barcelona
la concibió como centro militar
jerarquizado, con un sistema de
enseñanza basado en criterios
de formación especializada, en la
que tanto ingenieros como arti-
lleros adquiriesen conocimientos
suficientes para resolver los ca-
sos prácticos que se encontrarán
en el futuro.
El recientemente nombrado Ma-
teo Calabro, no compartía ese
criterio, al concebir el centro
apoyado en una sólida base ma-
temática, y dando cabida a una
formación más general en la que
se incluyeran las enseñanzas
náuticas.
Estas dos concepciones contra-
puestas, a la larga causarían una
falta de sintonía entre ingeniero
General y Director, que se agrava-
ría a partir de 1737, provocando
primero la dimisión de Calabro,
y luego el 14 de marzo de 1738
su cese como director de la
Academia.
El 3 de octubre de 1738, Verboom
propuso a Lucuze director, afir-
mando “que en los seis meses que
llevaba Lucuze de director, había
dado pruebas de celo, aplicación
y genio propio para enseñar y que
había logrado suma tranquilidad
en los discípulos, añadiéndose
la circunstancia de ser español,
por lo cual le proponía para dicha
Dirección en propiedad con el
empleo de Ingeniero en segundo
grado y de Teniente Coronel”8.
En 1737 Lucuze recibía el encargo
de redactar un reglamento para
las academias, proponiendo la
ampliación de los estudios a tres
años distribuidos en cuatro cur-
sos de nueve meses. De ellos, los
dos primeros estarían dedicados
a la instrucción de los oficiales
del ejército en general, y los dos
últimos, exclusivamente dedica-
dos a los oficiales de artillería e
ingenieros.
Entre los problemas importantes
planteados en la Academia, se
encontraban las materias a impar-
tir y cómo afrontar su enseñanza,
para que se pudieran combinar
adecuadamente teoría y práctica.
Dentro de los diversos asuntos
que abordaba la redacción del
proyecto, estaba el programa de
pruebas y conocimientos que de-
berían superar los aspirantes a
ingresar en la Academia: “han de
ser inteligentes en las partes de
la matemática pertenecientes a la
guerra, y especialmente sobre los
que se les examinará; que son, la
aritmética y extracciones de la raíz
cuadrada y cúbica; la geometría
especulativa y práctica, el cálculo,
o tuese de las figuras planas y só-
lidas, la teórica de la plancheta y
del nivel, y el modo de levantar los
planos y perfiles, la maquinaria; y
hidráulica; las reglas de fortifica-
ción regular e irregular, real, y de
campaña, y la teórica del ataque
y defensa de las plazas, y señala-
damente el dibujo para demostrar
con limpieza y propiedad de colo-
res los planos, perfiles y terrenos;
las reglas de los cinco órdenes de
la arquitectura civil, las del artille-
ría, y principios de la geografía,
para la comprensión y conoci-
mientos de los mapas y modos de
levantar los meridianos; porque
no poseyendo estos pretendien-
tes estas partes, será excusado
que hagan el viaje”.9
En su labor de dirección, estudio
y enseñanza, Lucuze logró do-
tar a la Academia de un elevado
prestigio. Su labor al frente de la
misma, no le impidió tener que
desempeñar comisiones de gran
trascendencia y gravedad para
las que fue requerido.
8 Ibíd. p. 169-170 9 AGS. GM., leg. 2990, en Aparici, IV., doc. 6180
243Como afirma su biógrafo Manuel
de Varela y Limia, Lucuze ascen-
día a Coronel el 4 de julio de 1751,
desempeñando también el cargo
de Director de Ingenieros. Eran
momentos en que los ascensos
no se producían por antigüe-
dad, por lo que muchas veces
como le ocurrió a Lucuze, hubo
de soportar obstáculos y pos-
tergaciones, pese a los servicios
prestados, como a los derechos
y méritos que ampliamente había
acreditado.
El método de elección tan seduc-
tor en teoría para permitir premiar
a los que por méritos propios de-
bían acceder a un empleo acorde
con sus merecimientos, en la
práctica solía convertirse en una
especie de palenque para premiar
no siempre a los mejores.
En 1756, apenas comenzado a
compatibilizar su trabajo como
Director de las Fortificaciones de
Cataluña con las de Director de
la Academia, el 17 de septiembre
del mismo año era reclamada su
presencia en la Corte.
La Real Sociedad Militar de Matemáticas de Madrid
Ello ocurría tras tomar posesión
como Director General de Arti-
llería e Ingenieros el conde de
Aranda, quien se proponía aco-
meter profundas reformas en la
formación científica de las acade-
mias militares.
Retomaba un antiguo proyecto
consistente en establecer tres
o cuatro academias en España,
dependientes de una central loca-
lizada en Madrid.
En las academias subsistía la ca-
rencia de textos para los alumnos,
aunque disponían de una biblio-
grafía básica de textos extranjeros
no traducidos al castellano, lo que
les obligaba a tener que echar
mano de apuntes recogidos en
las clases.
Comprendiendo Aranda la gra-
vedad de la situación, propuso
redactar buenos libros de texto
con los que conformar una buena
biblioteca, encargando esa labor
a la Casa de Geografía existente
en la Corte.
Aranda consiguió el disponer de
fondos económicos suficientes
para la compra de libros de texto,
instrumentos matemáticos, amén
de una galería de modelos para
instrucción
Al asumir el Teniente General
conde de Aranda el cargo de
Director General de Artillería e
Ingenieros, pretendió restable-
cer en Madrid la Academia de
Matemáticas que existiera ante-
riormente desde el siglo XVI en la
capital. Se trataba de un intento
de dar a todo ello un carácter mu-
cho más ambicioso, exponiendo
al rey la propuesta de transfor-
mar la antigua Academia, en una
Sociedad Real Matemática entre
cuyas bases, establecía: el nom-
bramiento de cinco ingenieros y
otros tantos artilleros de los más
sobresalientes en las “matemá-
ticas, maquinaria, fortificación
y tormentaria” ; reunir una ex-
tensa colección bibliográfica
de todas las obras y tratados
antiguos y modernos publica-
dos sobre aquellas materias en
cualquiera de las lenguas, que
deberían ser traducidas; apar-
te de todo ello, establecer una
selección de las referidas a ar-
quitectura militar y civil, arte de
tormentaria y maquinaria, para
hacerlas comprensivas; propo-
niendo además a S. M. el que
se publicaran en español con las
láminas correspondientes.
Conocida por Aranda su trayec-
toria, pensó en él como hombre
“eminente por sus cualidades
científicas y militares, cualidades
que sin duda, se reconocían más
que en otro alguno en Lucuze”,
Aranda no dudó en nombrarle
director y miembro de la Aca-
demia como se especificaba
documentalmente con fecha 1º de
noviembre de 1756, en donde se
manifestaba que: “esperaba que
244 por su inteligencia y circunstan-
cias correspondería con utilidad
al bien del servicio y de la nación,
motivos que le habían estimulado
a elegirle”10.
Si de Lucuze hubiera dependido,
Aranda no habría salido defrauda-
do al haber apostado por él, sin
embargo las envidias, conflictos
y calumnias, causaron a Lucuze
una gran amargura.
Las rivalidades surgidas al más
alto nivel entre el Cuerpo de In-
genieros y el de Artillería, entre
el Teniente General Maximiliano
de la Croix y el General Jaime
Masones de Lima combatiendo
tenazmente a la institución, con-
siguieron su descrédito primero y
su ruina después.
A ello contribuyeron también,
algunos de los miembros de la
misma, que envidiosos del prota-
gonismo de Lucuze, no admitían la
superioridad que se le reconocía.
En vano trató Lucuze de conjurar
la tormenta desatada, refutando el
14 de octubre de 1760, a través de
un memorable escrito, la injusticia
con que procedía La Croix, docu-
mento que elevó al trono, con el
título: “Examen de la verdad que
expone el Ingeniero Director D.
Pedro de Lucuze, encargado de
la dirección de la Sociedad Militar
de Matemáticas establecida en
esta Corte, para sincerarse de los
cargos que se le hacen y justificar
la representación que hizo a S. M.
En 21 de agosto de 1758”.
La dimisión de Aranda en febre-
ro de 1758, interinamente -hasta
que llegara el nuevo Director Ge-
neral Jaime Masones de Lima
embajador entonces en París-,
se hizo cargo del mando, el Ma-
riscal de Campo Maximiliano La
Croix, perteneciente al Cuerpo de
Artillería, dado que era el oficial
más antiguo de los dos cuerpos.
Desde ese momento surgieron
las tensiones debidas a los plan-
teamientos tan diferentes que La
Croix mantenía sobre la Sociedad,
a la que concebía como una insti-
tución científica más abierta en la
que pensaba trabajarían hombres
de ciencias y letras11.
De nada sirvieron la razón frente
a la animosidad de sus contra-
rios, y así, en virtud de un Decreto
autógrafo del rey, de fecha 17 de
noviembre de 1760, pese al dic-
tamen de una junta de generales
que había examinado la Real
Orden, pronunciándose favora-
blemente a la continuidad de la
Sociedad, apartando previamen-
te a los causantes promotores de
aquellas disputas, se dictó la or-
den de que quedase extinguida a
partir del 1º de diciembre de ese
mismo año, adoptándose la medi-
da de que a partir del día 8 de ese
mes, Lucuze volviera a su anterior
destino de director de la Acade-
mia Militar de Barcelona.
El 12 de enero de 1762, dos años
después de haber regresado
nuevamente a su destino de la
Academia de Barcelona, Lucu-
ze ascendía a brigadier, aunque
se le exoneraba de su empleo
de Director de Ingenieros. Aque-
lla separación del Cuerpo al que
Lucuze había dedicado todo su
entusiasmo y desvelos, gran-
jeándole el más alto concepto y
aprecio por parte de sus compa-
ñeros, afectó muy dolorosamente
a Lucuze; pese a lo cual continuó
en el desempeño de su cargo.
Aunque el 1º de abril de 1770
ascendía a mariscal de campo,
Lucuze no se encontraba bien en
aquella situación como se des-
prende de varias exposiciones
10 Op. Cit. Memorial de Ingenieros..., p. 170-17111 Conde de Clonard. “Memoria histórica de las Academias y Escuelas militares de España, con la creación y estado pre-
sente del Colegio General establecido en Toledo. Madrid, 1847, p. 43 y siguientes. Imprenta de don José Gómez Colón
y Cía.
245que hizo dirigidas al Gobierno. En
una de 1773 renunciaba a su car-
go dando curiosas explicaciones
acerca de la Academia12.
En 1773, se dirigía oficial y con-
fidencialmente al conde de Ricla,
a la sazón Ministro de la Guerra,
por medio de una exposición y
carta, según manifiesta Manuel
de Valera y Limia en sus apuntes
biográficos de Pedro de Lucuze:
“curiosas por su forma e intere-
santes por las particularidades que
contienen sobre las vicisitudes de
la Academia y las del mismo Lu-
cuze en el mando de ella”13.
Comisiones particulares
Además de las obligaciones refe-
ridas a su responsabilidad como
director de la Academia de Bar-
celona, a Lucuze se le asignaron
misiones, encargos y comisiones
de gran importancia y responsa-
bilidad militar y política.
Al tenerse conocimiento de cons-
trucción por los franceses de la
fortificación de Bellegarde en
la inmediación de nuestra fron-
tera en Cataluña, se le encargó
que realizase un primer recono-
cimiento, para elegir el punto
más ventajoso donde levantar
una plaza fuerte que el Gobier-
no había resuelto construir en el
Ampurdán.
La elección de Lucuze para tan
delicada comisión, se curso con
fecha 4 de noviembre de 1751
por el marqués de la Mina, Ca-
pitán General de Cataluña. Una
vez recibido el mandato, Lucu-
ze con toda celeridad comenzó
su trabajo, fruto del cual, el 22
de diciembre siguiente envió su
dictamen en un voluminoso infor-
me, en el que proponía como el
emplazamiento más adecuado a
los requerimientos del Gobierno.
Consideró que el lugar más ade-
cuado para el emplazamiento,
coincidía con el lugar donde se
encuentra la plaza de Figueres,
obras que pudo ver comenzadas
satisfactoriamente.
Hay que advertir, que al dar Lu-
cuze preferencia a la loma de
Capuchinos de Figueres, como
lugar de emplazamiento de la
futura plaza fuerte, indicaba la
necesidad de poner en pie de
defensa a los puntos de Rosas
y Palamós, que se complemen-
tarían con la construcción de
fuertes en algunos otros puntos.
Era una idea en la que advertía los
defectos que supondrían mante-
ner aislada a Figueres dentro del
plan general defensivo español,
consideración que podría haber
influido poderosamente en el
caso de haberse realizado por
completo la idea bosquejada por
Lucuze.
Con fecha 13 de noviembre de
1756, a punto de marchar a Ma-
drid reclamado por el conde de
Aranda para hacerse cargo de la
dirección de la futura Real So-
ciedad Militar de Matemáticas,
remitía por escrito al Ingeniero
General, conde de Aranda, “Y
respecto de hallarse en Figueras
el expresado Don Pedro Zerme-
ño me ha parecido conveniente
pasar a aquellas obras para tener
el gusto de ver sus adelantamien-
tos y poder informar a V.E. De su
estado”.
En 1764, el Gobierno confió a
Lucuze el reconocimiento de
las plazas de Guipúzcoa, acom-
pañado de dos oficiales de la
Academia de Barcelona elegidos
entre los que hubiesen con-
cluidos sus estudios, “de cuya
circunstancia, unida a ciertas
indicaciones que contiene inci-
dentalmente varios documentos
de aquel tiempo, se trasluce que
la enunciada comisión tenía algún
objeto interesante y del momen-
to, sobre el cual es sensible que
12 Almirante, José. “Bibliografía Militar de España”. Madrid, 1870, p. 456. 13 Op. Cit. Memorial de Ingenieros, p. 173-174
246 no existían noticias más extensas
y directas”.
Entre las comisiones asignadas a
Lucuze, hay una especialmente
interesante y sobre todo alta-
mente sensible para la seguridad
nacional, no sólo en aquel mo-
mento sino con vistas al futuro, de
no haber prevalecido finalmente
el informe de Lucuze.
Se trataba de una cuestión muy
debatida en altas esferas del po-
der por los años 1764 y 1765 y
que posteriormente se reprodu-
jo en otras épocas por causas
muy diversas. La cuestión que se
debatía, es si debían o no conser-
varse los presidios menores de
África.
Este debate promovido en altas
instancias del Poder, en el que
ambas posiciones eran soste-
nidas con calor y firmeza por
personajes competentes en es-
tos importantes asuntos, hizo
vacilar al Gobierno ante tan en-
contradas posiciones. En esa
tesitura, el Gobierno consideró
oportuno recurrir a la reconocida
experiencia y luces del marqués
de La Mina, quien dando ejem-
plo de modestia y prudencia,
antes evacuar el informe que se
le pedía, creyó oportuno recurrir
al parecer de Pedro de Lucuze y
Pedro Martín Zermeño, los dos
brigadieres.
El voto de los dos ilustres inge-
nieros fue unánime y terminante
en el sentido de la conservación
de los presidios, considerando el
asunto de absoluta necesidad por
razones no sólo religiosas, sino
militares y políticas. Se trataba de
un dictamen extenso y esclarece-
dor que remitieron en un escrito
fechado el 4 de marzo de 1765,
que se conserva al parecer en el
Archivo de la Dirección del Cuer-
po, informe que llevó consigo el
marqués de La Mina en su visita
al Gobierno.
En principio, el marqués parecía
más bien inclinado al abandono
de algunos de los presidios, aun-
que internamente mostraba cierta
inseguridad.
Por ello decidió acudir a la opi-
nión de los dos ilustres ingenieros
conocedores de aquellos encla-
ves. En el informe elevado por el
marqués de La Mina, muestra ya
sus dudas ante el abandono de
los citados enclaves con estas
palabras: “Cansado yo, -dice- de
cavilar y discurrir en adelantar el
concepto, llamé a los Brigadieres
D. Pedro Lucuze y D. Pedro Zer-
meño, ambos facultativos y que
han servido en los presidios; he
tenido con ellos varias y dilatadas
conferencias; pero sin podernos
poner concordar, pues siempre se
me inclinan a la conservación de
los presidios, y yo, indeciso y des-
viado de su abandono, no sólo por
la fuerza que me hace lo represen-
tado por D, Felipe Caballero y los
que le acompañan, sino por la voz
común que siempre he oído de su
gasto, su inutilidad, inconvenien-
tes por la deserción, el clamor y el
disgusto de la tropa siempre que
se acercan Regimientos a Mála-
ga y el riesgo de destacarlos a los
presidios, donde ocurre la infamia
abominable de pasarse algunos a
los moros a buscar otra esclavitud
por la ojeriza que tienen a la del
presidio por fin el grito universal
de que son unos puestos perju-
diciales y peligrosos, Firmes, no
obstante, en su parecer Lucuze y
Zermeño, firmaron dilatado papel,
procurando acreditar su amor al
acierto, en que resumen todo lo
hasta aquí escrito y lo incluyo a
V.E. Para la Real noticia, volviendo
al mismo tiempo todo el expedien-
te. En él se descubren -se refiere
al papel de Lucuze y Zermeño-,
los talentos y la inteligencia de
sus autores, aunque yo los quisie-
ra menos eficaces a persuadir su
propio dictamen, pues exponen
causales que aún la metafísica las
repugna”, sin embargo, La Mina
concluía manifestándose parti-
dario del abandono de Melilla,
pero conservando el Peñón y las
Alhucemas, adoptando las medi-
das de seguridad que proponían
los referidos ingenieros; prueba
clara de que si el papel de éstos
pecaba contra la metafísica, no
247le sucedía lo mismo respecto a
la lógica, pues así le había obli-
gado a modificar sus primitivas
opiniones14.
Laboriosidad intelec-tual y bibliográfica de Pedro de Lucuze
Una de las cosas que llaman la
atención de Lucuze, es la amplia
actividad que desarrolla aten-
diendo los más diversos encargos
académicos, publicaciones, co-
rrespondencia, reconocimientos
e información sobre proyectos de
fortificaciones, dictámenes técni-
cos, documentos justificativos
de actuaciones personales, car-
tas a personajes importantes del
Gobierno o de instituciones civi-
les, trabajos relacionados con su
actividad docente, intervención
decisiva en la redacción de las
Ordenanzas e Instrucción para la
Enseñanza de las Matemáticas
en la Academia de Barcelona, y
por último, el extraordinario in-
forme que junto con Zermeño,
abogan por no abandonar los
presidios menores de Melilla, Al-
hucemas y el Peñón de Vélez de
la Gomera.
Como resumen de esta incalcu-
lable aportación a su siglo, al de
las luces y al de las reformas, he
aquí esta breve enumeración de
sus trabajos15.
� Principios de Fortificación, Bar-
celona, 1772. Un Vol. 318 Pág. 10
Lam. 4º.
� Disertación sobre las medidas
militares, que contiene la razón
de preferir el uso de las naciona-
les al de las forasteras. Barcelona,
1773. Un Vol. 190 Pág., 4º.
� Advertencia para la medida y
cálculo de los desmontes para las
obras de fortificación. Barcelona,
1766, Un Vol., 4º.
� Diccionario de Fortificación en
que se explican sus términos para
que pueda venir en conocimiento
de sus partes cualesquiera Oficial
del Exercito,
� Discurso sobre la ocupación
militar, con economía del He-
rario y beneficio de la causa
pública. Barcelona, 23 de abril
1773. (Aunque no firmado, según
Bosch es indudablemente de Lu-
cuze al haberse hallado entre sus
papeles tras su fallecimiento, y
tener las tres primeras palabras
de su letra).
� Primer reconocimiento para
determinar la situación de una
plaza fuerte en el Ampurdan,
practicado en el año de 1751
por el Ingeniero D. Pedro Lucu-
ze y de orden del marqués de La
Mina, de que resultó la elección
que hoy tiene la plaza de Figue-
res. Barcelona, 1751.
� Examen de la verdad: que con
el mayor respeto expone al Exc-
mo. Sr. Don Sebastián de Eslaba
el Ingeniero Director D. Pedro
de Lucuze, encargado de la Di-
rección de la Sociedad Militar de
las Mathemáticas establecidas
en esta Corte, para sincerarse en
el concepto de S.E. De los car-
gos que se le hacen, y justificar
la representación que hizo en
21 de agosto del presente año.
Madrid 2 de diciembre de 1758.
(En este interesante documen-
to se compendia la historia de
una corporación que pudo ha-
ber dado brillantes resultados,
y que, sin embargo, murió sin
producir ningún fruto, habiéndo-
se ocupado únicamente de los
trabajos preparatorios que de-
bían en su día producirse. De los
trabajos que se llevaron a cabo
en la Sociedad, envidias y renci-
llas hicieron que esta Sociedad
no produjera los resultados que
se prometía de ella el conde de
Aranda al establecerla, teniendo
en cuenta, que otra hubiera sido
14 Ibíd., p. 175 a 17715 Op. Cit. Almirante, José. “Bibliografía...”. Lucuze, Don Pedro de, Madrid, 1870, p. 454-455
248
su suerte sin la separación de
Aranda del mando de los cuer-
pos de Artillería e Ingenieros.)
� Discurso o dictamen sobre la
anchura de los caminos reales.
Barcelona, Francisco Suría, 1763.
Un folleto, 18 páginas. 8º. En el
departamento de topografía de
Ingenieros. Se sabe por las corres-
pondencias que este impreso es de
Lucuze, aunque no lleva su nombre.
Es una disertación erudita sobre la
necesidad de los caminos y anchura
que se les ha dado en diversos tiem-
pos y naciones, con aplicación a la
carretera que entonces se construía
desde Barcelona a Lleida.
� Carta al Dr. Joseph Finestres y
Montalvo, catedrático de Prima
de Leyes en la Real Universidad
de Cervera, sobre la lengua es-
pañola. Fecha en Madrid a 18
de junio de 1757. (Este escrito
ocupa las páginas 218 y 219 del
tomo XXI del semanario Erudi-
to, periódico que se publicó en
Madrid desde 1787 a 1791, diri-
gido por don Antonio Valladares
y Sotomayor.)
En la carta se solicitan de Finestres,
noticias sobre la lengua española
por haberlas pedido el Gobierno
a la Sociedad de Matemáticas es-
tablecida en la Corte y puesta a
Fig. 04_ Vista de conjunto y detalles
de varias portadas de la fachada
principal la Real Academia Militar
de Barcelona con escudo
heráldico de la Monarquía,
conteniendo símbolos de los
ingenieros en el arquitrabe.
249
mi cuidado, dice Lucuze. A conti-
nuación se inserta la respuesta de
Finestres, fechada en Cervera a 4
de agosto siguiente, suministran-
do algunos datos, y después otra
breve carta de Lucuze, en que da
a aquél las gracias con fecha 24 de
noviembre del mismo año.
� Curso inédito de Matemá-
ticas Fortificación, Artillería,
Cosmografía y Arquitectura que
sirvió de texto en las Academias
militares.
� Advertencia para la medi-
da y cálculo de los desmontes
para las obras de fortificación.
(1766).
� Diversos planos del puerto de
Barcelona y edificios auxiliares
del mismo16.
� 1757. Correspondencia man-
tenida por Pedro de Lucuze con
el Rvdo. P. Fray Martín Sarmien-
to Sobre los caminos de reales
de toda España:
Fray Martín Sarmiento dice:
“Sobre esto dí respuesta a una
esquela que se me entregó en
nombre de D. Pedro de Lucuze.
La esquela dice así: “Este pa-
pel es de Dn. Pedro de Lucuze
para el Pe. Sarmiento, a quien
le suplica le diga si tendrá em-
barazo en que se imprima el
cuaderno que dho. P. Sarmiento
le entregó en Madrid sobre este
asunto con algunas adiciones
que lo harían más apetecible
entre los curiosos, y en que nos
16 Capel, Horacio y siete autores más. “Los Ingenieros Militares en España. (Siglo XVIII. Repertorio biográfico e inventario
de su labor)”.
250 interesamos algunos apasiona-
dos de ambos autores por el
bien público y así esperamos la
respuesta”17.
Etapa final
Pese a su avanzada edad,
después de una larga vida con-
sagrada al servicio de su país, al
estudio, a la enseñanza de la ju-
ventud militar, seguía mostrando
una gran viveza intelectual y una
gran entereza personal.
A principios de 1779, recibía
el reconocimiento oficial al ser
promovido al grado de Teniente
General, que sólo pudo disfru-
tar por unos meses, ya que el
20 de noviembre de 1779, al día
anterior a cumplir ochenta y sie-
te años, fallecía en Barcelona,
en la ciudad en que transcurrió
gran parte de su vida y en la que
ejerció dando prestigio a una
institución que en buena parte
modeló.
Miguel Sánchez Taramas, profe-
sor en la Academia con Lucuze,
y al que sucedió inmediatamente
en la dirección de la institución,
fue el encargado de rendir el
merecido homenaje póstumo al
que había sido su venerado jefe
y amigo.
Su cuerpo fue sepultado en la
iglesia de los Teatinos de la ciu-
dad, aunque luego, el tiempo y
el olvido generacional, borró el
lugar exacto en que yacían sus
restos.
Según manifestara en la primera
década del siglo XX, Manuel de
Varela y Limia, uno de sus bió-
grafos, gracias al tesón de los
jefes y oficiales de Ingenieros,
consiguieron dar con el lugar en
que fueron sepultados.
Tras conocerse el hallazgo de
sus restos, el Ingeniero General,
Teniente General Antonio Zarco
del Valle, propuso el traslado
de los mismos a la iglesia del
convento de las Jerónimas de
Guadalajara, ciudad en donde
entonces estaba establecida la
Academia de Ingenieros.
Más tarde, al considerarse la
gran implicación que tuvo Lu-
cuze con la ciudad en la que
durante tantos años ejerció
dando lustre y prestigio a la
enseñanza superior militar de
nuestro país, se determinó
nuevamente el traslado de sus
cenizas a Barcelona, deposi-
tándose provisionalmente en la
capilla de la Ciudadela.
Esto es en definitiva, un breve
recopilatorio de una vida intensa
de trabajo dedicada al servicio
del Ejército y de su Patria.
17 Aportaciones para un Catálogo de los escritos del Rvdo. P. Fray Martín Sarmiento, que ha sido impreso. Beatus Jaco-
bus. San Martín de Madrid, a 28 de noviembre de 1767.
251FONDOS DOCUMENTALES DE LOS QUE SE HA HECHO USO EN
ESTE ARTICULO:
� Archivo General de Indias. Sevilla. Legajo, Diversos, 49.
� Documento R. 1 y D. 1 completo AGS. GM., leg. 2990, en Aparici, IV.,
doc. 6180.
� Aportaciones para un Catálogo de los escritos del Rvdo. P. Fray Mar-
tín Sarmiento, que ha sido impreso. Beatus Jacobus. San Martín de
Madrid, a 28 de noviembre de 1767. Memorial de Ingenieros. Revista.
5ª Época, 28, 1911.
REALIZACIONES
OBRAS CIVILES
256 EL PUENTE DE CARLOS III EN MOLINS DE REI
257
Manuel Novóa. La historia del puente de Molins de
Rei, como la de cualquier apasio-
nado amor, tuvo dos momentos
culminantes: la construcción y
su destrucción. Al evocarlo, per-
manece entre una nostálgica
melancolía pero, con la certeza,
de que su historia, ha valido la
pena. En su construcción y des-
trucción han participado las más
altas autoridades y, su recuerdo,
como de una singular y extraordi-
naria obra civil, trasciende como
una obra mítica de la ingeniería
militar del siglo XVIII en la Penín-
sula. A través del análisis de esta
obra, nos permite adentrarnos en
la implicación de los ingenieros
militares, en el intento de Carlos
III de modernizar España.
Desde la institución en el año 1711
del Cuerpo de Ingenieros Militares
y la creación en 1720 de La Real y
Militar Academia de Matemáticas
de Barcelona, en esta ciudad, ca-
pital del Principado, se formarán
la mayoría de los ingenieros que
desarrollan su actividad por todo
el reino. Las actuaciones en el
entorno de Barcelona revisten un
carácter docente y ejemplar. Las
implicaciones de estos ingenie-
ros, en un entorno más militar que
político, nos servirán de aproxi-
mación para analizar el nivel de
implicación de los mismos, duran-
te el periodo de la Ilustración, en
las tareas necesarias para crear
las infraestructuras, tan necesa-
rias para el comercio como para
fines estratégicos.
Aunque lamentamos la desapari-
ción del puente de Carlos III, su
imagen aún está presente en la
memoria. Personalmente como
ingeniero, he presenciado como
espectador el proceso de su la-
mentable destrucción sin que,
en aquellos momentos, fuese
consciente de la trascendencia y
significación que representaba la
pérdida, de esta magnífica obra
de ingeniería. Con el transcurso
del tiempo, conocí la existencia
Fig. 01_ Laurent. Vista del puente de
Carlos III, Ministerio de Fomento,
1858-1874.
258 del Cuerpo de Ingenieros Milita-
res que, como precursores del
Cuerpo de Ingenieros de Cami-
nos Canales y Puertos al que
pertenezco, me inclino a valorar,
con una mayor cultura y sensi-
bilidad, el significado que tuvo
el puente en su momento y su
lamentable fin. Importantes docu-
mentos, permiten aproximarnos a
su construcción e informaciones
más próximas y testimonios per-
sonales, a su demolición.
Antecedentes
Barcelona como plaza fuerte
estuvo, durante el siglo XVIII,
rodeada de murallas totalmente
fortificada. Situada en el borde
del Mediterráneo, disponía de
una segunda barrera defensi-
va constituida por la sierra de
Collserola y los ríos Besós al no-
reste y Llobregat al suroeste. El
río Besós, representaba el primer
obstáculo natural que se encon-
traba el camino hacia el norte y
Francia y el río Llobregat, repre-
sentaba la primera barrera para
el camino que se dirigía hacia el
centro y sur de la Península. La
sierra de Collserola, formada por
pizarras y esquistos, limitaba en
el sur con el río Llobregat en Mar-
torell, donde se situaba el puente
del mismo nombre, o del Diablo,
con restos romanos de la antigua
Vía Augusta o Hercúlea para los
griegos y único paso existente
sobre el río. Otros pasos alterna-
tivos eran mediante barcas, como
lo manifiesta el pueblo contiguo
de Sant Andréu de la Barca, con
una embarcación para el paso de
carruajes, que funcionó hasta la
construcción del puente que va-
mos a glosar. La precariedad de
los transportes era evidente y la
necesidad de mejorar los cami-
nos, acuciante. Para realizar la
mejora de la accesibilidad en el
territorio precisaba, no sólo la
voluntad política, sino contar con
medios financieros y disponer
de los facultativos competentes
para realizar los proyectos y diri-
gir las obras.
Administrativamente, el Cuer-
po de Ingenieros dispuso de
ordenanzas que facultaban, a
los ingenieros militares, para
realizar diversos tipos de proyec-
tos. Las Ordenanzas del Cuerpo
de Ingenieros de 1718, los fa-
cultaban para realizar diversas
intervenciones de construcción
en el territorio. A mediados de
siglo se dictan las Ordenanzas
para Intendentes, en octubre de
1749, o las normas para Inten-
dentes de 1752.
Impulso político
La llegada como rey de Espa-
ña con el nombre de Carlos III,
trae consigo experimentados
profesionales, de los que estaba
rodeado en el reino de Nápoles,
entre ellos Esquilache, que sería
determinante para implantar la
política de construcción de ca-
minos y como obras necesarias,
los puentes. En este afán estaban
comprometidos importantes per-
sonajes ilustrados como Ricardo
Wall, Campomanes o el Padre
Sarmiento. En el año 1760, Wall
publicó el Mapa de las carreteras
y postas de España, dedicado al
nuevo Rey. Campomanes en el
año 1761 publica el Itinerario de
las carreteras de postas de dentro
y fuera del Reino y el Padre Sar-
miento, que fue un gran animador
de los debates con su apoyo al
camino de Galicia, representan
el grupo de ilustrados que más
influyeron en los planteamientos
iniciales de la que pasó a deno-
minarse Red radial de carreteras.
Carlos III tuvo dos antecesores de
la casa de Borbón con diferente
signo. Felipe V con guerras al ini-
cio de su reinado, tuvo las cuentas
de Hacienda muy esquilmadas y
apenas pudo dedicarse “llevado
del amor que tengo a mis vasallos,
y el deseo de su mayor felicidad”,
a realizar proyectos que contribu-
yesen a alcanzarla. Fernando VI,
invirtió recursos en la construc-
ción de arsenales, como base
para garantizar el mantenimiento
del imperio, consiguió sanear la
Hacienda Pública, posibilitando
recursos que pudo disfrutar su
259
sucesor. Carlos III se apoyó al ini-
cio de su reinado en 1759 en el
marqués de Esquilache, que fue
nombrado Secretario de Estado y
de Hacienda y, por tanto, contro-
lador de la Real Hacienda.
El 12 de junio de 1761, se firmó el
Real Decreto para hacer caminos
rectos, y sólidos en España, que
faciliten el comercio de unas pro-
vincias con otras, dando principio
por los de Andalucía, Cataluña,
Galicia y Valencia. Recae la res-
ponsabilidad de este ambicioso
plan en el marqués de Esquilache,
a quien nombra Superintendente
General, con la facultad de nom-
brar subdelegados. Un aspecto
esencial fue la participación, de la
Real Hacienda en la financiación
de las obras, aunque con distin-
to grado en los cuatro caminos.
Se completo la legislación básica
con el Reglamento e Instrucción
que S. M. quiere se observe en
la obra de caminos, que se digno
mandar ejecutar por Real De-
creto de junio de 1761. En este
reglamento se recoge la relación
Fig. 02_ Mapa del Principado de
Cataluña de T López y Vargas. Insti-
tut Municipal d´Historia, Año 1776.
260
jerárquica entre el Superinten-
dente General de Caminos y sus
subdelegados, con los capitanes
generales, comandantes gene-
rales, intendentes del ejército y
provincia, los gobernadores de
las plazas y castillos, corregido-
res y alcaldes mayores. Se ordena
el sistema de las obras, desde el
levantamiento de planos, hasta
el proceso de obra y libramiento
de pagos. Delimita con claridad
las funciones del Comisario de
Guerra, que debe entender de
todo lo concerniente a caudales
y, el Subdelegado, con sus rela-
ciones con el Ingeniero Director y
el Ingeniero Principal de la obra.
Con este esquema, da inicio a la
construcción de los caminos de la
Península, con encargo al Cuerpo
de Ingenieros Militares.
Camino real de Madrid a Barcelona
Con anterioridad a la publica-
ción del Real Decreto de 1761,
el Camino de Madrid a Barce-
lona, discurría por Zaragoza,
Lleida y accedía al entorno de
Barcelona, a través del estrecho
puente del Diablo en Martorell.
Al no permitir el paso de carrua-
jes, la alternativa es la barca en
Sant Andréu de la Barca, pues
no se disponía de ninguna obra
fija sobre el río Llobregat hasta
la desembocadura al mar.
En cumplimiento del mencio-
nado Real Decreto, se encargó
proyectar el nuevo camino al
ingeniero Pedro Martín Zerme-
ño que, en 1761, era Director
de Ingenieros del Principado.
Estuvo hasta el año 1762 y nue-
vamente, se incorporó en 1771
en la construcción del Nuevo
Camino de Barcelona a Valen-
cia. Zermeño analiza el puente
de Martorell, descarta la alter-
nativa de reformarlo, y recupera
las propuestas de construir uno
nuevo en Molins de Rei. Esta
alternativa, daba solución al
Antiguo Camino hacia el Bruc y
Lleida, o el nuevo, que se diri-
gía hacia el Ordal y Tarragona,
y que continuaba hasta Valencia
en la dirección de la histórica
Vía Augusta (en la actualidad es
la CN 340). El trazado de esta
vía es ejemplar, por la búsqueda
de trazados rectos (en derechu-
ra), tal como proponía el Real
Decreto.
Fig. 03_ Miguel Moreno. Plano del
terreno comprendido entre
la villa de Molins de Rei, hasta Villa-
franca del Panadès.
Centro Geográfico del Ejercito, 1774.
Fig. 04_ Miguel Marín. Plano del
Puente Proyectado en el río
Llobregat. Instituto de historia y
cultura Militar, 1734
261Entre los años 1761 y 1762, el inge-
niero Juan Escofet y Palau, levanto
el Mapa de las treinta leguas de
distancia y sus inmediaciones que
se encuentran desde Barcelona a
Lleida para la formación de la nue-
va carretera. A partir del previsto
puente de Molins de Rei, se planteó
la Carretera Nueva o Camino Nue-
vo del Principado, que se dirigía por
El Ordal, Vilafranca del Penedès y
Tarragona. Las obras avanzaron
con lentitud, por las dificultades
de atravesar las montañas calizas
del Ordal, y en la construcción del
puente de Lladoner sobre el ba-
rranco de Malo, obra que no finalizó
hasta el siglo siguiente.
El ingeniero Miguel Moreno que
estuvo al mando de las obras del
Principado, levanto en 1771 el
Plano del terreno comprendido,
desde la villa de Molins de Rei,
hasta Lledoner, en donde se ma-
nifiesta una porción de la misma
carretera que desde la plaza de
Barcelona, se dirige a la de Llei-
da, como asimismo su progreso
en los años próximos pasados de
1769 a 1770. Planos, con indica-
ciones del avance de las obras, se
confeccionan anualmente.
La escasez de financiación fue
el principal obstáculo que difi-
cultó durante los primeros años
la construcción de los caminos.
En el año 1777, se encuentra el
conde de Floridablanca como
Intendente General de Caminos.
Floridablanca se apoya en Fran-
cisco Sabatini, que había llegado
a España acompañando al que
fue Carlos III. Sabatini, desde la
reorganización del Cuerpo de In-
genieros de 1774, tuvo el máximo
cargo de Comandante Director
de la Rama de Caminos, Puen-
tes, Edificios de Arquitectura Civil,
Canales de Riego y Navegación y
demás obras relativas a este obje-
to. La importancia del Camino de
Madrid a Barcelona es prioritaria,
y muestra de este compromiso,
en 1777, supervisa el Camino del
Principado de Cataluña, y par-
ticipa en las obras de la nueva
catedral de Lleida. En este año
emite la Relación del estado en
que se hallan las obras del Nuevo
Camino del Principado de Catalu-
ña, desde la plaza de Barcelona,
hasta Villafranca del Panades, así
como las recomposiciones que
deberían hacerse, para cuyo fin
se practico el reconocimiento ge-
neral empezando el 17 de abril
deste presente año. Enviaron esta
relación el Comandante Director
Francisco Sabatini y el Coman-
dante General del Principado
Felipe Cabanes. En este extenso
informe, se describen con detalle
el estado del camino y las obras
de fábrica situadas en el mismo,
entre las que destaca el Puente
de Molins de Rei, que ya estaba
construido en esa fecha. Se ma-
nifiestan las características del
lecho del río Llobregat que es
arenoso y flojo con peligros de
socavación (manifestaban que
el Llobregat no tenía madre fija
y que es variable la dirección de
la corriente). Llama la atención
la existencia de una pequeña re-
presa situada en Sant Boi, que
es favorable a la estabilidad del
puente por retener las arenas del
lecho y evita que profundice la
erosión a la altura del puente.
Propuestas previas
Por la necesidad de articular el te-
rritorio en los accesos a la plaza
de Barcelona, se ponía de mani-
fiesto la insuficiencia del puente
del Diablo de Martorell para fi-
nes estratégicos. Los ingenieros
militares desde la formación del
Cuerpo, buscaron soluciones a
la comunicación entre Madrid
y Barcelona. Para resolver esta
cuestión, desde principios de
siglo, se comenzó a plantear la
posibilidad de construir un nue-
vo puente a la altura de Molins
de Rei. Se atribuye al creador
del Cuerpo de Ingenieros, Jorge
Próspero Verboom, un proyecto
de puente en el año 1717, del que
no se encontró documentación.
En el año 1734 aparece fecha-
do el puente proyectado en el
río Llobregat, en el paraje llama-
do Roque de Drog, firmado por
el ingeniero militar Miguel Marín.
262 Muestra un puente de 12 arcos
de medio punto y una sólida ci-
mentación prevista con pilotes.
Su longitud era próxima a los
300 m. La importante dimensión
de la obra y la falta de recursos,
limitaron el avance de estas pro-
puestas, que se materializa a
mediados de siglo.
Proyecto del puente
Consecuencia de lo ordenado en
el Real Decreto de junio de 1761,
al mes siguiente, se encarga a
Pedro Martín Zermeño, en su ca-
lidad de Director de Ingenieros
de Barcelona, levantar el mapa
del Nuevo Camino, al tiempo que
proyecta el nuevo puente sobre
el río Llobregat en las proximida-
des de la villa de Molins de Rei.
La documentación disponible,
tanto durante la ejecución de la
obra como sobre las vicisitudes
de la misma, posibilita acceder a
una documentación casi exclusi-
va, para describir las vicisitudes
de la obra como para evocar su
magnificencia.
Junto al autor del proyecto Pedro
Martín Zermeño, que permane-
ce hasta que es trasladado del
Principado el año 1763, lo susti-
tuye en la dirección de las obras
Carlos Saliquet, consiguen llevar
a cabo esta obra en cuatro años,
entre octubre de 1763 y octu-
bre de 1767, en que finalizaron
las obras. Fueron numerosos los
problemas relacionados con la
construcción, especialmente los
provocados por las inundaciones
del río, que determinaron amplios
informes, en los que tuvo que
intervenir el Director de la Acade-
mia de Matemáticas de Barcelona
Pedro Lucuce, en su calidad de
experto. Se dispone de informes
referentes a reclamaciones de los
asentistas (actuales contratistas)
dictaminados por el profesor de
la Academia Sánchez Taramas, o
el ya comentado Informe, sobre
el camino, de Francisco Sabati-
ni. Resulta admirable que, sobre
este puente, se disponga de las
opiniones de los cuatro más re-
conocidos ingenieros militares del
siglo XVIII.
Martín Zermeño, concibió un
puente de 400 varas longitud
(340 m) y 14 de anchura (11,8 m).
Estaba compuesto de 15 arcos;
263los nueve intermedios de igual di-
mensión, tenían directriz oval con
una longitud de 69 pies (19,3 m)
y 28 y medio de altura. Estaban
separados por pilares con taja-
mares cilíndricos de 18 y 15 pies
de espesor. En los extremos dis-
ponía de dos tramos de tres arcos
de medio punto, con dimensiones
crecientes hasta el tramo central,
creando unas pequeñas rampas
de 9 pies y medio de desnivel.
Entre cada tres arcos, los pilares
eran más anchos y sus tajama-
res, continuaban hasta el tablero
dejando apartaderos o plazuelas
para apartarse los viajeros. En el
resto de los pilares, sus tajama-
res terminaban a la altura de los
tímpanos, coronados por monte-
ras bien talladas. Los estribos de
30 pies de espesor, terminaban
en cuatro torres semicilíndricas,
dos en cada extremo, en las que
se ubicaban cuatro pequeños
habitáculos para albergar a los
guardias y celadores.
Para superar el carácter arenoso
y poco firme del cauce, se dispu-
so el hincado de pilotes bajo las
zapatas para reforzar la cimenta-
ción de las pilas, y se dispuso la
construcción de un empedrado,
en toda la anchura del puente,
para evitar que la erosión pudiese
descalzar la cimentación de algu-
na pila.
Como elemento estético, se
construyó una robusta cornisa en
toda su longitud, formada por un
cordón semicilíndrico sobre file-
Fig. 05_ Sánchez Taramas. Plano y
Vista del nuevo puente construido
sobre el río Llobregat en las inme-
diaciones de la Villa de Molins de
Rei. Tratado de Fortificación, 1769.
264 te, escocia y canecillos o cartelas
que, en conjunto, representaba
una altura de un metro. El cordón
se situaba a una altura de 46 pies
en el centro y de 37 y medio en los
extremos.
La sillería, espléndidamente tra-
bajada, estaba constituida por
piedra de asperón o de fuego, de
color roja, que es la piedra típica
de las canteras del entorno, si-
tuadas en la margen derecha del
río. Se trata de una arenisca bien
cimentada que se trabaja con fa-
cilidad. Todo el conjunto tenía una
apariencia de solidez y grandeza.
Informe de Pedro Lucuce
Pedro Lucuce y Ponce fue el se-
gundo director de la Real y Militar
Academia de Matemáticas de
Barcelona, durante el extenso pe-
ríodo comprendido entre 1738 a
1779, y tuvo el mérito de que la
Academia, alcanzase su máximo
esplendor en la formación cien-
tífica de los Ingenieros Militares.
En 1760 ascendió a Brigadier, en
1770 a Mariscal de Campo y en
1774, fue nombrado Director del
Ramo de Academias Militares de
Matemáticas. El 1779 fue promo-
vido a Teniente General y falleció
en este año a la edad de 83 años.
Durante la construcción del
puente de Molins de Rei se pro-
dujeron diversas avenidas en el
río Llobregat que ocasionaron
daños en las obras, propiedades
colindantes y paralizaciones de
las obras. A raíz de una avenida
ocurrida el 18 de noviembre de
1766, cuando se llevaban cons-
truidos 12 arcos, el Brigadier
Pedro Lucuce emitió un extenso
informe el 31 de julio de 1767,
sobre el Origen de los daños
causados por las avenidas del
río Llobregat, con el modo de
precaverlos en lo sucesivo, y
la mejor forma de continuar el
puente. Realizo la visita a las
obras, que distaban ocho horas
desde Barcelona, acompañado
del Intendente del Principado
el ingeniero Miguel Moreno, del
ingeniero Juan Caballero y del
Comisario de Guerra junto con
otras autoridades de justicia y
vecinos. Los daños principales
se localizaban en las erosio-
nes en el camino de acceso al
puente, y erosión en las pilas,
por la incidencia oblicua de la
Fig. 06_ Sánchez Taramas. Proceso
constructivo del puente
de Carlos III.
Tratado de Fortificación, 1769.
Fig. 07_ Sánchez Taramas. Detalles
constructivos del puente
de Molins de Rei.
Tratado de Fortificación, 1769.
265
266 corriente. Estos hechos pasó
a analizarlos desde una visión
general a la particular, en fun-
ción de los conocimientos de
la época que explicaban en la
Academia de Matemáticas. El
informe es un ejemplo didáctico
sobre las concepciones domi-
nantes para la construcción de
puentes. Recoge la opinión de
las máximas autoridades sobre
los problemas detectados en las
averías. De un modo sistemático
recurre al renacentista Andrea
Palladio, o a Fray Lorenzo de
San Nicolás pero, sobretodo,
a las aportaciones de Gautier,
Belidor y Muller. Gautier, arqui-
tecto e ingeniero, era inspector
de Puentes y Calzadas de Fran-
cia. Sus enseñanzas los recogió
en su libro Traité de Ponts. Be-
lidor, ingeniero catalán, escribió
la monumental obra Arquitectura
hidráulica (1735-1745), obra que
fue tan reconocida que, en la
Enciclopedia, no se incluyó nin-
gún tema de los tratados en esta
obra. Por ultimo, el inglés Juan
Muller, que escribió el Tratado
de Fortificación, aborda en esta
obra los problemas de las cons-
trucciones en el agua. Sánchez
Taramas realizó una traducción
en 1769. Fue una de las obras
más consultadas por los inge-
nieros españoles del siglo XVIII.
El mencionado informe, con in-
dependencia del rigor de sus
conclusiones, tiene el gran in-
terés de aplicar las teorías para
determinar la anchura de los
puentes y los inconvenientes de
estrechar el cauce, cuestiones
sobre cimientos, malecones,
espigones y otros procesos de
obra. Resume las teorías de
las autoridades en las cuestio-
nes planteadas en el puente de
Molins de Rei. Este dictamen es
equivalente al que presentaría
hoy día, un catedrático de uni-
versidad. El informe se extiende
a consideraciones sobre el plan-
tío a realizar en los caminos,
para lo que se apoya en el Tra-
tado de Agricultura de Balcarcel,
o el libro Agricultura de Herrería,
analizando las particularidades
de los plantíos con árboles o
arbustos.
Al año siguiente, en marzo de
1768, Pedro Lucuce vuelve a
informar al Capitán General de
Cataluña conde de Ricla, en su
Descripción y Reflexión sobre el
río Llobregat en Cataluña, sobre
el comportamiento ante las pe-
queñas avenidas del río en las
obras del puente, y realiza una
comparación, con su anterior in-
forme de junio de 1767. Las obras
de construcción del puente fina-
lizaron en octubre de 1768, por
lo que el informe, lo fue casi de
final de obra, hecho que muestra
el seguimiento y compromiso de
ingenieros y autoridades.
Contribución de Sánchez Taramas
Miguel Sánchez Taramas estudio
en la Academia de Matemáticas
de Barcelona, en la que finali-
zó sus estudios en 1754 con el
grado de Subteniente, y pasó en
1761, como ayudante de la Aca-
demia. En el año 1769 tradujo
del inglés la obra de ingeniería
titulada Tratado de Fortificación
de John Muller, que le sirvió
como merito para su ascenso a
Teniente Coronel de Infantería.
En el año 1779 fue nombrado
Director Interino de la Academia
y, de 1784 a 1789, fue Director
de la misma.
Desde su cargo de profesor
ayudante de la Academia, cuyo
director era Lucuce, siguió de
cerca todas las obras del puen-
te de Molins de Rei. Su amplio
conocimiento del mismo, le per-
mitió ampliar el libro traducido
con la importante experiencia
que le reportó la construcción
de este puente y otros que se
estaban ejecutando en España.
De este modo, pudo introducir
en el libro una espléndida co-
lección de láminas en las que
mostró el proceso constructi-
vo que se utilizó como ejemplo
para futuras obras de este
género. Incluye la mejor des-
cripción realizada en España
durante este siglo del puente
267
de Molins de Rei “cuya magni-
ficencia le hace lugar entre los
más célebre de su especie”. El
hecho de estar incluido en uno
de los pocos libros en castella-
no sobre ingeniería militar, fue
por tanto, un paradigma para
los ingenieros militares que
construyeron puentes durante
el siglo XVIII.
El 9 de junio de 1779 elevó un
informe al Comandante General
del Ejército conde de Asalto, so-
bre el Actual estado de la nueva
carretera de Cataluña y examen
de varias pretensiones de los
Asentistas de la mampostería,
en el que se pone de manifies-
to el grado de compromiso de
los profesores de la Academia
de Matemáticas en la gestión
de los caminos y puentes en-
comendados a los ingenieros
militares, que contribuyeron al
desarrollo económico del País.
Dos siglos de función estratégica
Desde la construcción del Puente
de Molins de Rei en el año 1769,
tuvo un importantísimo valor
estratégico, tanto como verte-
brador del territorio como por su
incuestionable valor estratégico
en tiempo de conflictos bélicos.
Soportando las fuertes aveni-
das del río Llobregat o el efecto
de los bombardeos, el puente ha
Fig. 08_ Punta de un pilote de
cimentación del puente.
Museo de Molins de Rei.
268
permanecido prestando un ex-
traordinario servicio a todo tipo de
comunicaciones en el Principado,
que llevaron a identificar a la villa
con el puente.
Hasta el año 1854 en que se dio
la orden de demoler las murallas
de la plaza fuerte de Barcelona,
Molins de Rei como nudo de co-
municaciones, se encontraba a
ocho horas de camino, se consi-
deraba de gran valor estratégico
para la defensa de la misma. En
el puente, se situaban cuatro
pequeñas instalaciones para la
vigilancia militar y el cobro de
tributos de paso (pontaje), que
se mantuvieron hasta la deroga-
ción del derecho de pontazgos,
por Real Orden de 31 de di-
ciembre de 1881. Contribuyó al
desarrollo económico de toda la
comarca del Bajo Llobregat. El
puente comienza a llamarse in-
distintamente de Molins de Rei o
de Carlos III.
Fig. 09_ Laurent. Vista del puente
de Carlos III.
Ministerio de Fomento, 1858-1874.
Fig. 10_ Puente de Molins de Rei
sobre el río Llobregat, Sobre 1960.
269Como obra civil, en este puente
confluían el Camino Real que, des-
de Madrid, pasaba por Zaragoza
y Lleida y, el Camino Nuevo que,
desde Valencia y Tarragona, ac-
cedían a Barcelona. Molins de Rei
se convertía por este hecho en el
punto estratégico para el acceso
a la capital de las dos importan-
tes vías que unían con el centro
y sur peninsular. Con la aparición
del ferrocarril a mediados del siglo
XIX y construcción de las dos vías
férreas hacia Tarragona y hacia
Martorell y Zaragoza, el puente
compartió el servicio público du-
rante el creciente liberalismo y
despegue industrial.
Durante los dos siglos de perma-
nencia del puente, ha sido testigo
privilegiado de todos los conflictos
como la Guerra de la Indepen-
dencia, guerras carlistas y Guerra
Civil en el siglo pasado. Durante la
Guerra de la Independencia entre
los años 1808 y 1812, el puente
ha sido el elemento clave para el
control militar del Bajo Llobregat,
y la puerta de acceso a Barcelona.
De aquí el interés de los ejércitos
franceses por su control. Fueron
numerosas las alternancias en su
control por uno y otro bando e,
incluso, se registró la batalla de
Molins de Rei, con el triunfo del
ejército francés. Durante las gue-
rras carlistas 1834-39, 1846-49 y
1872-76, tanto en el puente como
en los pueblos limítrofes, se pro-
dujeron numerosas escaramuzas,
que no repercutieron en su sólida
estructura.
Durante la Guerra Civil española
(1936-39) se producen dos inten-
tos de voladura del puente (uno
o dos arcos). El primero fue un
intento de los anarquistas, para
impedir el paso de las tropas re-
publicanas, que procedían de
Valencia para restablecer el orden.
Las dos cargas colocadas apenas
produjeron daños. El 25 de enero
de 1939 ante el imparable avan-
ce de las tropas nacionales, los
republicanos intentaron dinamitar
este puente estratégico que abría
el camino hacia Barcelona. Pese
a la orden de dinamitar el puen-
te, esta no se pudo realizar por
motivos desconocidos, aunque
hay supuestos que apuntan a las
dificultades que presentó el fue-
go nacional, por la presencia de
saboteadores o por una bendita
casualidad. No deja de resultar
curioso que, con la misma orden,
se demolió el puente del Diablo en
Martorell, de escaso valor estra-
tégico, o el puente del ferrocarril
en Martorell. Durante la retira-
da de las tropas republicanas, el
total de los puentes inutilizados
en Barcelona fue de 306, hecho
que atribuye mayor importancia
a la permanencia del puente de
Molins de Rei, que era el más es-
tratégico para dificultar el avance
enemigo.
Pasada la Guerra Civil el puente
continuó prestando sus servicios
para el tráfico rodado, tanto co-
marcal como nacional, hasta el
año 1971. El año 1962 se produce
una avenida en los ríos Besós y
Rubí, que fue un acontecimiento
que resultó determinante para la
permanencia futura del puente. El
despegue industrial que se pro-
duce en la década de los años
sesenta, representan un salto en
la escala en cuanto a la necesi-
dad de nuevas infraestructuras,
que puedan absorber el vertigino-
so aumento en el tráfico rodado.
El puente de Molins de Rei va
perdiendo su singularidad, al mul-
tiplicarse el número de puentes
que se construyen sobre el río.
Efectos de la avenida de 1962
El dia 25 de septiembre de 1962
se produjeron unas catastrófi-
cas inundaciones en la comarca
del Vallés, afectando los cauces
del río Ripoll en la cuenca del
Besós y, de la riera de Rubí en
la del Llobregat. Su repercusión
fue la más desastrosa que se
recuerda en Cataluña, pues se
contabilizaron 815 muertos, 213
heridos, 860 casas destruidas y
unas pérdidas económicas incal-
culables. Esta avenida afectó a
numerosas industrias construidas
en las zonas inundables de los
ríos, con cauces poco definidos.
270 Como medida urgente para evi-
tar nuevas catástrofes de estas
características, se decidió encau-
zar los ríos Ripoll, Besós, riera de
Rubí y tramo inferior del Llobregat.
Las obras se iniciaron con urgen-
cia canalizando los tres primeros
cauces, rigidizando sus cauces
con muros laterales de hormigón,
y pequeños saltos para incidir en
las fuertes pendientes, y reducir
el efecto erosivo en los terrenos
sueltos de sus lechos.
Para abordar el proyecto de en-
cauzamiento del bajo Llobregat,
adaptándolo al paso de caudales
de avenida con el mínimo riesgo,
y adecuarlo a las previstas obras
de una nueva autopista que se
tenia proyectado que discurrie-
se por su margen izquierda, el
Ministerio de Obras Públicas
contrató el estudio a la empre-
sa Toran-TAMS del prestigioso
ingeniero de caminos José To-
ran, que se rodeó de excelentes
colaboradores. El contrato del
proyecto dependía de las direc-
ciones generales de Carreteras y
de Obras Hidráulicas llevando la
dirección directamente desde el
Ministerio. El proyecto fue entre-
gado al Ministerio en el año 1965.
Los trabajos no se iniciaron de
inmediato sino que, en años su-
cesivos, se fueron construyendo
los tramos parciales. Una nueva y
extraordinaria avenida se produ-
ce el 20 de septiembre de 1971
en que se registró en el río Llobre-
gat en Martorell, aguas arriba de
Molins de Rei, un caudal máximo
de 3080 m3/s, superior a todos
los históricamente conocidos.
Este hecho obligó a rectificar el
valor de la avenida de proyecto,
que se había previsto en el estu-
dio. Se rehicieron los cálculos y
se estimo en 4000 m3/s el caudal
de encauzamiento. Los proyec-
tos parciales de encauzamiento,
finalizaron en el año 2004, con
el desvio del ultimo tramo en su
desembocadura al mar.
Trabajos en el entorno del Puente de Carlos III
Para paliar el daño de futuras
avenidas desde Confederación
Hidrográfica se abordaron los
proyectos sucesivos de encau-
zamiento. Por su parte, desde
Comisaría de Aguas, como or-
ganismo de la administración
responsable de la gestión del
dominio público hidráulico, au-
torizó la extracción de áridos en
el cauce para fijar el mismo, a
cambio de aportar escollera en
las márgenes. Desde la Dirección
General de Carreteras se aprobó
el Plan de Accesos a Barcelona
en el que se incluía la conserva-
ción del puente de Molins de Rei,
y se tenía previsto la construc-
ción de un nuevo puente en las
proximidades.
El puente formaba parte de la
carretera N-II. Su anchura conti-
nuaba siendo de 11 m con dos
carriles y aceras. Esta anchura
resultaba totalmente insuficiente
para las necesidades de incre-
mento de tráfico que en los años
sesenta exigía. Consecuencia de
esta urgente necesidad, en el año
1967 se procedió a la ampliación
de la anchura del puente para
adoptarlo a cuatro carriles, des-
plazando el pretil del puente en
voladizo por encima del cordón
de la cornisa, que se mantuvo en
toda su longitud. Aparentemente,
el puente conservaba su fisono-
mía original. La intervención en
el puente durante este año, no
permitió presagiar un riesgo evi-
dente en la estructura del puente.
Las extracciones de arena en el
cauce continuaron, con el objeto
de delimitar el ámbito del en-
cauzamiento, al tiempo que se
reconocía la situación favorable
que representaba la utilización
de los dragados en las obras de
los accesos a Barcelona. Ante
las previsiones de intervenir en
el puente de Carlos III, se preser-
vó del dragado en una franja de
100 m a ambos lados del puente.
Pequeñas avenidas iban erosio-
nando este sector que quedaba
elevado sobre el nuevo “talweg”
del cauce, más profundo, por los
dragados en el lecho. En alguna
pila se fue manifestando erosio-
271
nes locales con la lógica alarma
del Ayuntamiento de Molins de
Rei que, en julio de 1971, se
dirigió a la Academia de Bellas
Artes de Barcelona, manifestan-
do el peligro de erosión en que
se encontraban los pilares cen-
trales del puente. Un acuerdo
en el Pleno Municipal del 19 de
septiembre, acuerda emitir un
certificado a las autoridades de-
nunciando el estado de alarma
en que se encontraban las pilas
centrales. En esta situación se
produce la gran avenida del 21
de septiembre e 1971, en que
se registra la mayor avenida
crecida del río Llobregat en la
historia conocida. Con indepen-
dencia de los cuantiosos daños
al inundar el Bajo Llobregat, la
avenida provocó la erosión en
el lecho del puente, arrastran-
do la grava y arena que se dejó
de protección durante el dra-
gado, regularizando la nueva
pendiente del cauce. Esta ero-
sión, provocó el descenso del
lecho a la altura del puente en
más de dos metros, dejando al
descubierto los pilotes de la ci-
mentación. La erosión también
arrastró parte del encachado
de piedra bajo los vanos, he-
cho que acentuó la posibilidad
de colapso. El puente continuó
abierto al tráfico mientras que
las autoridades admitían averías
de cierta importancia. Se inten-
tó, provisionalmente, proteger
los cimientos de las pilas con
escollera.
Fig. 11_ Puente de Molins de Rei
después de ensanchar la calzada a
cuatro carriles, 1968.
272 Avería y destrucción del puente
Esta nueva situación de riesgo,
originó un intenso debate en el
que se movilizan autoridades y
defensores del patrimonio ante el
riesgo de colapso en el puente.
En esta tensa situación se oca-
siona una nueva avenida el 6 de
diciembre, que provocó el hundi-
miento de una pila que, a su vez,
arrastro los dos arcos adyacen-
tes. En el accidente se produjo
la muerte de un camionero que
circulaba en aquel instante por el
puente. El caudal máximo en el río
registrado en Martorell fue de 800
m3/s, muy inferior a los 3.080 m3/s
de tres meses antes, y que había
dejado la cimentación en una si-
tuación totalmente vulnerable. El
hundimiento del puente provocó
la interrupción del tráfico en la
carretera nacional, ocasionando
un caos circulatorio en el acceso
a Barcelona pues, la alternativa
de la autopista, se encontraba en
construcción.
El día 9 de diciembre, la Dirección
General de Carreteras, propone la
urgente reconstrucción del puen-
te de piedra. La presión social y
política se incrementa y las auto-
ridades intentan tomar decisiones
urgentes, que no se materializaron
en una acción concreta mientras
que a finales de diciembre, una
nueva avenida el día 30 de di-
ciembre, provoca la caída de dos
nuevas pilas que arrastran tres
arcos. El efecto dominó era pre-
visible. Cinco días después, el 4
de enero de 1972, la Dirección
General de Carreteras propone
la demolición total del puente de
Carlos III y sustituirlo por otro de
hormigón armado, a construir en
100 días. La avería ya afectaba a
la quinta parte del puente.
El 17 de enero, el culto ministro
de Obras Publicas Fernández de
la Mora, inaugura con urgencia el
tramo de autopista entre Molins
de Rei y Martorell libre de peaje,
con el que se restablece el trá-
fico de la carretera nacional. Al
mismo tiempo, se construye por
la empresa Ginés Navarro en 32
días, un paso provisional, aguas
abajo del puente de Carlos III, con
cuatro vanos de 35 m de luz con
vigas de hormigón armado.
Durante los primeros días de ene-
ro, se acentúa la presión de la
mayoría de las entidades asocia-
das al patrimonio, que reclaman
la conservación del puente. Se
intenta implicar a la Academia
de San Fernando y a la Dirección
General de Bellas Artes, para que
se instruya un expediente para
declarar el puente monumento na-
cional, al considerarla una de las
construcciones de los ingenieros
militares más representativa del
siglo XVIII. Se asume que la caída
del puente fue motivada por la ex-
cesiva extracción de arenas, que
se realizó sin tomar las precaucio-
nes de reforzar previamente las
cimentaciones del puente, y que
contribuyeron las excepciona-
les avenidas que descalzaron los
cimientos, lo que provocó el hun-
dimiento de las pilas.
El 29 de enero se reúne a instancia
del Ministerio de Obras Publicas
la Comisión Provincial de Servi-
cios Técnicos, con la intención
de buscar una solución al debate.
Se proponen la solución salomó-
nica de desmontar y trasladar los
restos del puente para instalarlos
en una nueva localización, que
correría a cargo de la Diputación
de Barcelona. El 9 de febrero,
después de numerar todas las
piedras, comienza el desmontaje
del puente, con un gran desplie-
gue informativo. El mismo día, el
Colegio Oficial de Arquitectos de
Cataluña, vuelve a reiterar la de-
claración de monumento histórico
artístico de interés nacional ante
la Dirección General de Bellas
Artes. Paralelamente, las diligen-
cias judiciales por la muerte del
camionero, provocan que el 27 de
febrero, se ordene la paralización
de la demolición. El 3 de marzo
el Consejo de Ministros declara
la urgencia de las obras de des-
montaje controlado y el día 9, se
levanta la suspensión judicial y
se acelera la voladura indiscrimi-
273nada del puente. Es de lamentar
la no intervención del Colegio de
Ingenieros de Caminos en el de-
bate de defensa de su patrimonio
histórico.
Causas y efectos
La causa directa del inicio del
hundimiento del puente fue el
fallo de la cimentación de las
pilas, provocado por la extrac-
ción de arenas para encauzar el
río, acelerada por la mayor ave-
nida histórica que se registró en
la cuenca del río Llobregat. Al
producirse la erosión en el lecho
que rodeaba el puente, queda-
ron al descubierto los pilotes de
madera de la cimentación que, al
secarse, perdieron la resistencia
y, la siguiente avenida, provocó
el inicio del colapso. Las figuras
que se encuentran en el libro Tra-
tado de Fortificación, muestran el
proceso constructivo del puente
que, de haberlo conocido los in-
genieros del Ministerio de Obras
Publicas, hubiesen actuado con
más cautela. En imágenes pos-
teriores a 1971, se aprecia como
quedaron al descubierto los
pilares de la cimentación, al des-
cender el lecho del cauce unos
dos metros.
No hay duda que las actuaciones
del Ministerio de Obras Publicas
estuvieron bien intencionadas
pues con ellas se pretendía evi-
tar la repetición de los efectos
catastróficos que se habían
ocasionado en las avenidas del
Vallés de 1962. Por este motivo,
el Ministerio de Obras Públicas
había encargado el Anteproyecto
de encauzamiento del río Llobre-
gat en su tramo de Molins de Rei
al mar y accesos a Barcelona por
la N-II desde Molins de Rei, que
se entrego el año 1965. Por parte
de Obras Hidráulicas, el proyec-
to globalmente fue esencial para
evitar los daños de avenidas y
se ejecutó en años sucesivos
finalizando el último tramo del
desvío al mar el año 2004. Por
parte de Carreteras, contribu-
yó al desarrollo de los accesos
a Barcelona que se ejecutaron.
Sólo el puente de Carlos III, sufrió
unas consecuencias totalmente
imprevisibles.
Se comenta coloquialmente,
que para que se produzca una
avería en una obra pública, se
requieren la coincidencia de tres
elementos: un mal proyecto, una
mala dirección y mala suerte.
Las dos primeras circunstancias
no se dieron en las obras. El pro-
yecto finalista era necesario no
obstante, en la fase de obras,
quizás faltó una mayor coordi-
nación entre las dos direcciones
generales de Carreteras y Obras
Hidráulicas para prever el ries-
go de hundimiento. En cuanto
a la tercera, fue realmente una
mala suerte que se presentase
la más catastrófica avenida del
río Llobregat en su historia co-
nocida, y dos más en diciembre
de cierta importancia, que ter-
minaron hundiendo la quinta
parte del puente. En condicio-
nes normales, nadie cuestionó la
capacidad de desagüe del puen-
te con sus quince arcos pues,
como prueba, permitió el paso
de la avenida de septiembre de
1971 sin que la lámina de agua
alcanzase la clave.
En cuanto a la red de accesos a
Barcelona cuando se produjo la
avería, ya estaba construida la
autovía hasta Molins de Rei (B-32)
y se encontraba en construcción
la autopista de Barcelona a Ta-
rragona (A-2), que desviaría parte
del tráfico que soportaba la N-II.
El puente de Molins de Rei na-
die cuestionaba el conservarlo
sin trafico y construir uno nuevo.
No se desconfiaba de su solidez,
como lo evidencian las obras de
ensanche a cuatro carriles, reali-
zadas en el año 1967. Este hecho
confirma la confianza en la so-
lidez de la estructura y la poca
precaución que se tuvo al rebajar
el lecho del cauce sin analizar el
efecto sobre la cimentación de
las obras existentes en el lecho.
Si se hubiese tenido en cuenta, se
hubiese reforzado previamente
los pilares con pilotes o micropi-
lotes, como era habitual en todos
274 Fig. 12_ Puente de Molins de Rei.
Situación después de la caída de
tres pilas, Enero 1972.
Fig. 13_ Puente de Molins de Rei.
Numeración de piedras y demoli-
ción del puente, marzo 1972.
Fig. 14_ Restos antiguos. Pilotes
aparecidos bajo el nuevo puente al
realizar movimientos de tierras.
275los puentes que se construían en
los alrededores.
Analizando el período posterior a
la avería, se pasa de la propues-
ta de mantenerlo a la demolición,
con un paso intermedio de des-
montarlo y trasladarlo para, al
final, dinamitarlo. La propues-
ta de desmontar y reconstruir
el puente no fue una solución
convincente dado que, resulta-
ba evidente que los sillares de
piedra arenisca eran mas débi-
les que el mortero de cal de las
juntas, que impedía separarlos.
Al final, la demolición, era pre-
visible por parte de Carreteras.
Para los defensores, la decisión
de dinamitarlo se consideró des-
proporcionada pues, con el paso
provisional y la alternativa de la
apertura del tramo de autopis-
ta Molins de Rei a Martorell, se
había restablecido el tráfico de la
N-II.
Las decisiones sobre la búsque-
da de alternativas al tráfico de la
N-II y el futuro de los puentes,
las tomaron directamente desde
el Ministerio de Obras Publicas
a través de la Dirección General
de Carreteras. Una vez restituido
el tráfico, la decisión de demoler
el puente para construir en su
lugar uno nuevo, se consideró
desproporcionada e irracional.
Se sugirió que fue con la inten-
ción de hacer desaparecer los
restos del puente para anular las
pruebas en el proceso judicial
de responsabilidad penal por un
fallecido. En este supuesto, se-
ría imperdonable moralmente la
decisión de volar un patrimonio
tan significativo por una mera
presunción. Con la perspectiva
de la distancia temporal, se re-
cuerdan las protestas habituales,
a primeros años de la década de
los setenta en que, ante la pers-
pectiva de la próxima muerte de
Franco, todas las reclamaciones
tenían un componente político
que el Gobierno intentaba cortar
radicalmente. Es mi opinión que,
presionado por esta tensa situa-
ción, incidió en la decisión del
Ministerio, relegando a un segun-
do nivel el valor patrimonial del
puente.
El silencio culpable debe con-
denar a los ingenieros que
dictaron la demolición pues,
aunque administrativamente
podría explicarse, ni moral ni
patrimonialmente tuvo justifi-
cación. La omisión del Colegio
de Caminos en este debate, re-
sulta igualmente reprochable.
En sentido opuesto, una de las
personas que más se compro-
metió en la defensa del puente,
fue el arquitecto Salvador Ta-
rragó. Van con estas palabras
el sincero reconocimiento por
su defensa del patrimonio de la
Obra Publica.
El puente de Carlos III fue una de
las obras públicas más represen-
tativa de los ingenieros militares
del siglo XVIII. El que fuese volado
estaba dentro de las posibilida-
des en cualquier contienda, en
que caería con dignidad por ser
un objetivo estratégico. Las cir-
cunstancias de la demolición es
lo que producen una cierta ver-
güenza, al quedar desprovisto su
final de cualquier símbolo épico.
El mejor homenaje al desapa-
recido puente de Carlos III, es
reconocer que cumplió con su
misión de servicio público. Fue
construido por ingenieros mili-
tares cumpliendo los principios
vitrubianos de solidez, firmeza y,
la duración, sería eterna si no se
aliasen los elementos naturales y
la negligencia humana. Sólo fue
vencido por el efecto combinado
de la furia de la naturaleza, impro-
visación técnica y desavenencias
políticas. Pero los seres existen
mientras que permanecen en la
memoria y, la del puente de Car-
los III, se encuentra viva en la de
todos los pueblos de su alrede-
dor. Nos gustaría pensar que,
hoy día, entre las protecciones
de Patrimonio y la del Medio Am-
biente, un hecho como este, no
tendríamos que lamentarlo.
276 LA IGLESIA DE LA FORTALEZA DE SAN FERNANDO DE FIGUERES
277
Rafael Vila Introducción
Desde el punto de vista arquitec-
tónico, la iglesia de San Fernando
es uno de los edificios más singu-
lares del conjunto fortificado de
Figueres. Paradójicamente es el
único edificio civil del castillo que
quedó inconcluso.
Estaba proyectada presidiendo la
plaza de armas por su lado cón-
cavo, enfrentada a la Casa del
Gobernador, situada sobre el eje
Este-Oeste del castillo. La cir-
cunstancia de estar inacabada,
hacía que la única información
sobre su volumetría interior pro-
cediese del dibujo contenido en
una sección general del castillo,
dibujada entre 1796-1798.
Buscando información para el
otro artículo que presentamos en
este libro, tuvimos el placer de
encontrar el plano de su sección
en el Arxiu Gràfic de la Ciutat de
Barcelona.
El descubrimiento del plano de su
sección, nos facilita una intere-
sante información de cómo Pedro
Martín Zermeño se había imagina-
do el edificio. Por ello, nos anima
a hacer este breve artículo de pre-
sentación en público.
El proyecto de la iglesia
La circunstancia de que la obra
esté inacabada quizás pueda te-
ner que ver con las vicisitudes por
las que debió pasar el proyecto.
Aunque el proyecto fue realiza-
do por Pedro Martín Zermeño en
noviembre de 1760, en el primer
plano con edificaciones del cas-
tillo a diferencia del resto de las
construcciones, sólo aparece la
ubicación de la iglesia sin ninguna
indicación de su planta. Dicho di-
bujo firmado por el Ingeniero Juan
Cavallero en Barcelona, el 16 de
junio de 1764, obvia el dibujo de
su distribución interior.
En esos momentos, Juan Ca-
vallero era Ingeniero en Jefe en
sustitución del anterior –del que
había sido segundo hasta cuando Fig. 01_ Iglesia de San Fernando.
Sección 3873.
278
éste fue trasladado a Castilla en
1762-, por lo que difícilmente po-
día desconocer la existencia del
proyecto.
El citado plano colorea en ama-
rillo todos los muros y tabiques
de los edificios de la plaza de
armas, pero la planta de la igle-
sia aparece como una mancha
amarilla. En cambio, sí se ve la
silueta de la cúpula del templo en
una sección general firmada por
el mismo ingeniero J. Cavallero1,
que aparece en el libro de Car-
los Díaz Capmany: El castell de
Sant Ferran de Figueres. La seva
història2.
Existe otro plano de planta de la
iglesia con los muros coloreados
en rojo –sin autor y con fecha
inconcreta 18?- en que la traza
difiere respecto a la original en
cuanto que se han cambiado las
semicolumnas dóricas de cada
pilastra por un juego de doble
pilastra –que no coincide con la
parte de obra realizada-. Además,
dibuja las dos estancias situadas
cada una a un lado del ábside
principal en forma ovalada cuan-
do en realidad las existentes son
dos prismas redondeados en sus
extremos.
También, el plano de la fachada
que contiene las puertas de entra-
da, firmado por el ingeniero Jorge
de Sicre en 1766, plantea otros
cambios decorativos respecto
al proyecto inicial. No obstante
1 A pesar de que Juan Cavallero firmaba con uve, a menudo se le cita en la bi-
bliografía como Juan Caballero. En este escrito mantenemos su nombre según
su grafía original.2 Díaz Capmany, Carlos, 82. p. 36
279
Fig. 02_ Plaza de San Fernando,
1764.
Fig. 03_ Sección cavallero,
P1090624.
280 no fueron recogidos en la obra
realizada.
Posteriormente, hay otro plano
de sección general del edificio fe-
chado en 1796-98 en el que en un
tamaño muy reducido se aprecia
el corte del edificio que incorpora
una cripta subterránea. Excava-
ciones realizadas recientemente
han mostrado que la cripta era una
especie de cámara mortuoria, tipo
catacumba, si bien no se encon-
traron restos de enterramientos.
Este repaso de la planimetría
conocida nos permite enten-
der que el proyecto inicial sufrió
modificaciones de cierta impor-
tancia durante el proceso de su
construcción.
El proyecto de Pedro Martín Zermeño.
Como hemos apuntado al inicio
de este escrito, la casualidad de
encontrar el plano de sección de
la iglesia ha permitido comple-
tar casi por completo el juego de
planos del proyecto inicial. Hasta
ahora eran conocidos los planos
de la planta y de la fachada, pu-
blicado el primero en el libro de C.
Díaz3 y el segundo en el libro de
Montaner i Martorell, Josep Ma-
ria La modernització de l’utillatge
mental de l’arquitectura a Cata-
lunya (1714-1859)4.
Los tres planos citados más la vis-
ta lateral de su cubierta que nos
muestra el plano de sección de
la fortaleza dibujado por J. Caba-
llero nos muestran una iglesia de
planta concéntrica con clara ins-
piración barroca tardía italiana y
de fachada y volumen exterior re-
sueltos con lenguaje neoclásico.
La planta central de forma elíptica
resuelve su composición dentro
de un rectángulo integrado en
la longitud de los pabellones de
planta baja correspondientes a
los dos edificios contiguos a la
iglesia, que cierran la plaza de ar-
mas por el Este. Así el porche de
entrada a la iglesia forma parte de
la porticada que resuelve la facha-
da de los dos edificios principales
de la plaza. El espacio central del
templo tiene forma elíptica con el
eje mayor paralelo a la fachada y
el corto sobre el eje longitudinal de
la iglesia. En torno a este núcleo,
se desarrolla una corona elíptica
que sirve de deambulatorio y co-
munica las puertas laterales con el
altar mayor, pasando por las cua-
tro capillas laterales, colocadas
en disposición simétrica sobre el
eje corto. Las citadas capillas y
el altar principal tienen forma de
ábside semicircular. La planta se
completa con el ámbito que une la
puerta principal con la nave y los
espacios de los ángulos extremos
sobre la fachada oeste. El primer
ámbito citado de forma rectangu-
lar contiene las dos escaleras de
acceso a lo que tenía que ser el
coro. Los otros espacios tienen
forma rectangular con los dos ex-
tremos en semicírculo.
El espacio central estaba cubierto
por una cúpula elíptica apoyada
sobre 6 pilares de gran dimensión,
colocados dos sobre el eje largo
de la elipse que genera la volu-
metría interior y los otros cuatro
dispuestos dos a dos centrados
sobre el eje corto. Los seis vanos
que se generan entre ellos relacio-
nan aquél con la puerta y el altar
mayor los primeros y con las capi-
llas laterales los cuatro restantes.
Verticalmente, el conjunto del
templo seguía un movimiento as-
cendente en tres niveles según el
eje menor. Dicho recorrido lleva-
ba desde la porticada de entrada
-situada en el nivel inferior, adap-
tado al desnivel de la plaza- hasta
el altar mayor -situado en el nivel
superior-, pasando por la nave y
capillas perimetrales -situadas en
el nivel intermedio-. El espacio
central se articulaba con un orden
3 Díaz, 82 p. 464 Montaner i Martorell, p. 211
281
gigante dórico, complementado
con un orden dórico menor.
El orden principal estaba rema-
tado por un entablamento con
triglifos y metopas que recogía la
imposta de la cúpula elíptica. Lo
componían seis semicolumnas
adosadas a los grandes pilares.
Las columnas tenían pedestal,
basa, fuste con éntasis y capitel.
El orden menor estructuraba las
bóvedas y cúpulas del resto de
los espacios del templo así como
los arcos del núcleo central y la
corona circular exterior. Las pilas-
tras tenían también un pedestal
de altura variable que permitía
enrasar todas sus basas con las
de las columnas principales in-
dependientemente del nivel del
pavimento. Su fuste era recto y su
capitel recogía el arranque de los
arcos y de las cúpulas, transfor-
mándose parcialmente en cornisa
perimetral.
Dos pares de ventanas colocadas
sobre el eje mayor de la elipse ilu-
minaban ligeramente el interior.
Las superiores estaban en la cú-
pula mientras que las inferiores
abrían a los patios laterales.
La fachada estaba ordenada por
cuatros juegos de dobles pilas-
tras gigantes de orden corintio
Fig. 04_ Fachada 2662.
Fig. 05_ Planta modificada.
282 rematadas por una barandilla.
Este elemento la integraba en
la fachada global de los tres
cuerpos del edificio oeste de la
plaza. Sendas copas flamígeras
coronaba cada uno de los jue-
gos de pilastras. El citado orden
compositivo generaba tres va-
nos presididos por el central de
mayor dimensión. En cada vano
había sendos huecos resueltos
con un orden dórico y arcos de
medio punto algo rebajado -este
sistema de rebajar el arco está
ampliamente utilizado en los ar-
cos del castillo-. El segundo plano
de la fachada correspondía al de
las puertas de entrada a la iglesia.
Las tres puertas mantenían una
relación jerárquica entre ellas y
con los vanos de la fachada. La
principal estaba presidida por un
ático por un óculo ovalado flan-
queado con dos volutas encima
de un entablamento de triglifos
mientras que las laterales estaban
coronadas por áticos triangulares
rematados también por sendos
óculos ovalados. Figura de inspi-
ración neoclásica muy del agrado
de Zermeño que también la utilizó
en Sant Miquel del Port y la Seu
Nova de Lleida.
La fachada interior de Jorge de Sicre
Este plano firmado por el inge-
niero Jorge de Sicre el día 22 de
junio de 1766 corresponde a un
estudio de la fachada que debía
contener las puertas de entrada
a la iglesia.
La propuesta modifica la de Pe-
dro Martín Zermeño en cuanto a
la decoración de las jambas de
las puertas y a los dos roseto-
nes de las puertas laterales que
cambia los óvalos iniciales por Fig. 06_ Vista de la fachada de la
iglesia.
283círculos. Las puertas suprimen
los áticos y entablamentos supe-
riores. Las dos laterales reducen
su tratamiento a una solución
de moldura neoclásica austera
que resigue el hueco rectangular
como la utilizada en la mayoría de
los edificios del castillo. La puerta
principal sigue la misma solución,
si bien la significa con un dintel
curvado ornado con una especie
de guirnaldas floreadas, que orlan
un óvalo central, dispuesto pro-
bablemente para recibir alguna
inscripción.
La solución que proponía no fue
realizada.
Es de destacar que el plano
sólo incorpora una escala grá-
fica en varas a diferencia del
plano de P. M. Zermeño. Éste
indica la escala en varas, toe-
sas y además la del módulo
correspondiente utilizado en la
composición de la iglesia.
El plano de 18?
Este plano existente en la carto-
teca del Servicio Geográfico del
Ejército plantea varias dudas.
La primera es su datación, situa-
da en la indefinición de 18?.
La falta de correspondencia entre
el dibujo y la obra realizada su-
giere dos posibilidades. Una, la
datación hecha no es cierta y en
este caso supondría otra variante
del proyecto original no incorpo-
rada en la obra. Dos, si el plano
es del siglo XIX el ingeniero que lo
dibujó no fue muy preciso en su
empeño.
A diferencia del proyecto original
de P. M. Zermeño y de la obra
Fig. 07_ Plano de la fachada de las
puertas. Firmado por Jorge de Sicre
el 20 de Junio de 1766. (IHYCM).
Fig. 08_ Plano de la iglesia
construida en la Plaza de San
Fernando de Figueres. (SHGE).
[Foto Rocco Ricci].
284
285
realmente ejecutada, este plano
plantea 6 juegos de dobles pilas-
tras adosadas a los pilares de la
cúpula. Así mismo representa los
espacios de rincones de ponien-
te como óvalos a diferencia de la
forma real que es prismática.
La inseguridad sobre la fecha del
plano nos deja con la duda sin
solución.
La obra inconclusa
Según consta en un informe fir-
mado por Miguel Llorens el 12 de
noviembre de 17735, las obras
de la iglesia estaban paradas
a la línea de imposta habién-
dose construido tres arcos de
fachada.
Esta escueta referencia nos in-
dica que las obras se pararon
antes de esa fecha en el estado
actual.
Como ya se puede apreciar en los
planos de planta de 1784 y en el
citado de fecha indefinida, el pro-
yecto de Pedro Martín Zermeño
sufrió un cambio sustancial en
el lenguaje compositivo. El prin-
cipal fue la sustitución de las 6
semicolumnas de los pilares de la
nave por 6 pilastras. También se
suprimieron las dobles pilastras
laterales de los pilares que re-
solvían la transición entre la nave
central y las capillas laterales.
Esta simplificación expresiva no
supuso una reducción en el nivel
5 Miguel Llorens – Relación de la consistencia de la Plaza de San Fernando
de Figueres, edificios militares que contiene, su capacidad y fines à que están
destinados: con expresión de la situación, utilidad y ventajas de estas Fortifica-
ciones. – Instituto de Historia y Cultura Militar. Legajo 52.
Fig. 09_ La fachada en relación con
los edificios contiguos.
Fig. 10 y 11_ Aspectos de la obra
inacabada.
Fig. 12_ Plano de la plaza de San
Fernando situada a tres leguas de
la frontera de Francia en la inme-
diación de la villa de Figueres, cuya
construcción tuvo principio el 4 de
septiembre de 1753. Ministère de la
Defènse. (S.H.A.T.)
Fig. 13_ Planta de la iglesia actual.
(Instituto del Patrimonio Histórico
Español, IPHE)
286
decorativo general ni en la gran
calidad de ejecución en la la-
bra de la piedra. La observación
detallada de los restos inacaba-
dos nos muestra con deleite la
perfección del trabajo de talla,
tanto en su traza como en su
realización.
Como ejemplos de ello queremos
referirnos a los fustes de las pilas-
tras de la nave y a las escaleras
de acceso al coro.
Los fustes y basas de las co-
lumnas unen a una finura en su
tallado, que hace pensar en la
imposible utilización de máqui-
nas en su labra, la sensibilidad
o exigencia en su desarrollo en
forma cóncava. Su perímetro
horizontal describe el mismo tra-
zado que la elipse que genera la
nave central.
Los ejes de las escaleras en ti-
rabuzón continuos a modo de
Fig. 14_ Alzado de la fachada
actual (IPHE)
Fig. 15_ Sección longitudinal actual
(IPHE)
287
columna salomónica son otra
muestra exquisita de trabajo. Amén
de la continuidad de la superficie
inferior de los peldaños, podemos
observar la precisión de los dos
listelos que acompañan al semi-
bordón del eje principal. También
el detalle del encaje en cuña de los
peldaños entre ellos, que desplaza
la línea inferior de la delantera del
peldaño respecto a la arista inferior
de la cara exterior del mismo.
Los detalles de las ménsulas, de
las volutas de los áticos y de las
puertas y los capiteles de las co-
lumnas y las volutas con hojas de
acanto de los apoyos del arco de
carpanel del coro, no realizado,
son otros de los elementos dignos
de destacar.
Esta exhibición de delicadeza
artística dentro de la austeridad
casi espartana del conjunto de la
fortaleza es una nueva muestra
del carácter ilustrado de los in-
genieros militares del siglo XVIII.
Realmente es una pena y una pér-
dida importante que uno de los
dos elementos arquitectónicos
más singulares del castillo de San
Fernando quedase inacabado.
Más aún cuando el otro –la Puer-
ta Real- hoy en día se encuentra
destruido a causa de la voladura
de 1939. Triste ironía.
Fig. 16_ Detalles del pedestal y la
base de las pilastras.
Fig. 17_ Apréciese la curvatura de la
base y el fuste.
Fig. 18_ Escalera de acceso al
coro.
Fig. 19_ Detalles del eje continuo
de la escalera del coro.
288
289Fig. 20_ Detalles del pórtico de la
puerta principal.
Fig. 21_ Detalles del pórtico de las
puertas laterales.
Fig. 22_ Los arcos del coro
inconcluso.
Fig. 23_ Ménsula de los arcos
del coro.
Fig. 24_ Vista del conjunto desde
poniente
290 EL HOSPITAL DEL REY La obra de los ingenieros militares españoles en Montevideo
291
Concha VirgiliWilliam Rey
Bajo el término de Hospital del
Rey es posible identificar, en
Montevideo, distintas edificacio-
nes que tuvieron como cometido
la atención a los soldados enfer-
mos que se encontraban en esta
ciudad cumpliendo funciones, así
como también de los integrantes
de las continuas y periódicas ex-
pediciones navales que llegaban a
estas tierras1. En este sentido po-
demos afirmar, junto al historiador
Dr. Rafael Schiaffino2, que en esta
ciudad del Plata los hospitales del
rey fueron tres: el de la Ciudadela,
el de la Tropa y el de la Marina.
Se trataba, en casi todos los ca-
sos, de construcciones ajustadas
a estos efectos sanitarios pero
que no habían sido concebidas,
desde su comienzo, como pro-
gramas hospitalarios específicos,
al menos hasta 1781. De esta
forma, es posible identificar suce-
sivas sedes en el fuerte conocido
como Ciudadela de Montevideo,
en el llamado Fuerte de San José
y, también, en otras construccio-
nes precarias o depósitos que
se ajustaron temporalmente para
oficiar de hospital. Precisamen-
te, nos interesará analizar en este
artículo el edificio definitivo, cono-
cido como Hospital Provisional,
también llamado “de la Marina”,
aunque lo fuera más tardíamente
de esta arma que del Ejército o
Tropa, y que diferentes textos ge-
neralizan bajo el rótulo genérico
de Hospital del Rey.
La gestación de este edificio debe
entenderse en el marco de los
grandes cambios que se opera-
ron en la ciudad de Montevideo,
en la segunda mitad del siglo XVIII
o más exactamente a partir de su
consideración como Apostadero
Naval y como puerto esclavista.
El crecimiento de su actividad
portuaria dio lugar entonces a un
aumento de la población urbana
como resultado de nuevas de-
mandas de servicio y trabajo. En
1 También debemos incluir a la población presidiaria que allí se alojó.2 Schiaffino, R. Historia de la Medicina en el Uruguay, p. 404. Montevideo 1937.
Vol. I y II.
Fig. 01_ Puerta de la Ciudadela.
Cortesía del Consulado de Uruguay
en Barcelona.
292 el último cuarto de siglo Monte-
video siente entonces, la llegada
de nueva población americana y
peninsular, además de identificar-
se un crecimiento demográfico
fundado en el mejoramiento pau-
latino de la calidad de vida. En
paralelo con esto, se debe tener
en cuenta que este puerto servi-
rá de recalada a distintos navíos
y expediciones que, si bien pue-
den no tener a Montevideo como
destino final, deberán ahora pro-
veerse en él, demandando a su
vez nuevos servicios que hasta
entonces no existían. Uno de
esos servicios será, precisamen-
te, el de hospital.
Antecedentes
Intentando rastrear las prime-
ras organizaciones hospitalarias
hemos de retrotraernos a los
tiempos fundacionales, donde
debió funcionar en Montevideo
un hospital muy primario, del que
se tiene las primeras referencias
en 17503, y que tenía como desti-
no a la población de presidiarios.
Pero con las fortificaciones y la
construcción de la llamada Ciu-
dadela, se destinó en su interior
un área específica para éstos y,
eventualmente, para personal
militar enfermo. Hasta 1781 es
posible encontrar diferentes do-
cumentos que nos hablan de la
sobrepoblación de este hospital
y su inadaptación espacial para la
función destinada4.
En Montevideo, se identifi-
ca también la existencia de
diferentes hospitales de tropa a
lo largo de ese siglo, aunque se
desconoce la fecha y ubicación
exacta del primero de estos. Al-
gunos documentos se refieren al
funcionamiento de un hospital,
coincidente con la primera lle-
gada del gobernador Cevallos a
Montevideo, haciendo suponer
que a fines de 1750, o bien a co-
mienzos de 1760, la ciudad ya
cuenta con un hospital de tropa.
Conocemos mejor sus tres sedes
posteriores: la residencia de los
Jesuitas5, un depósito ubicado en
extramuros que fuera especial-
mente adaptado para recibir a las
tropas de Cevallos -en su segun-
da expedición de 1777- y el fuerte
de San José. Si bien se desco-
noce el tiempo que el hospital de
tropa permaneció en la residencia
de la orden expulsada, se sabe
en cambio que su duración en
los almacenes de extramuros fue
corta debido a un incendio y que
en el fuerte de defensa al puerto
de Montevideo permaneció has-
ta 1779. Entre 1779 y 1781, este
hospital destinado al arma de
tierra ocupó, nuevamente, una
construcción de extramuros co-
nocida también como el Almacén
de Alzaibar, hasta 1781 en que se
inaugurará el primer Hospital del
Rey, proyectado ahora sí, para
ese fin específico.
La marina de guerra contó también
con su propio establecimiento
hospitalario a partir de una dis-
posición del Gobernador Bucarelli
que permitía una regularización
del servicio del mismo, a partir de
un gravamen de hospitalización,
impuesto a los soldados6. Si bien
3 Schiaffino refiere a que la primera noticia que se tiene de una estructura hospitalaria surge de una carta enviada por el
Comandante Gorriti al Gobernador Andonaegui, en referencia al miserable estado de la misma. Se trataría, posiblemente
de un “rancho” ajustado para tales fines. Schiaffino op. cit. p. 404. 4 A pesar de la inadaptabilidad del hospital de la Ciudadela a la población enferma involucrada, no dejan de registrarse
intentos de mejora, como el cambio de ubicación interna, que desde su inicial emplazamiento en el piso bajo de esta for-
tificación se traslada a un nivel superior, con mejores condiciones de aire y luz, orientado al este y ubicado a la izquierda
de la puerta de entrada a la Ciudadela, recostado de espalda a la ciudad. 5 Solicitado el mismo, luego de la expulsión de esta orden. La Junta de Temporalidades le cedió una pieza dentro de la
misma, en 1771.6 Es de destacar que esta misma disposición del 14 de febrero de 1769, había permitido también la regularización del
servicio del Hospital de Tropa.
293se desconoce la primera localiza-
ción de este centro sanitario, se lo
identifica, en 1779, en una casa
de limitadas dimensiones dentro
del casco de la ciudad.
En 1781 el Intendente Manuel I.
Fernández tiene la iniciativa de
construir un nuevo Hospital del
Rey, que a la postre se constitui-
ría en la mayor y más importante
sede hospitalaria del Montevideo
colonial, en el predio de dos man-
zanas contiguas que habían sido
cedidas a la Marina, y que se defi-
nía por las calles San Miguel (hoy
Piedras), San Benito (hoy Colón),
San Francisco (hoy Zabala) y el
borde costero, hoy la actual ca-
lle 25 de Agosto. Precisamente,
sobre la actual calle Piedras, se
ubicaban las construcciones de
servicio o almacenes que debie-
ron construirse en fecha anterior,
a partir de 1776, ya que ese es el
año en que el Ministerio de Ma-
rina lo adquiere para resolver las
necesidades de alojamiento y
atención a la escuadra del mar-
qués de Casa Tilly, cuando el
retorno a España de esa gran ex-
pedición. Esos almacenes serán
aprovechados parcialmente para
ubicar la nueva sede hospitalaria,
la que ocuparía la mitad del largo
del terreno sobre la calle de San
Miguel, esto es, entre la calle de
San Benito y la proyección de la
actual Solís.
La idea de un nuevo Hospital
del Rey sigue avanzando, lo que
había sido una constante adap-
tación a recursos marginales de
localización y también al apro-
vechamiento de infraestructuras
existentes y adaptables al nuevo
uso. Sin embargo, y a pesar de
estar ya construidos los mencio-
nados almacenes de marina al
momento de decidir erigir este
nuevo hospital, podemos afirmar
que estamos, por primera vez,
ante un específico proyecto de
arquitectura hospitalaria, que re-
coge muchos de los preceptos
teóricos de la misma. Se trata, a
su vez, de un hospital que per-
mitirá en su misma edificación,
unificar la asistencia hospitalaria
a los integrantes de las armas
de tierra y de mar, algunos años
después.
Localización
El sitio elegido presenta cierta
lógica urbana, marcada por el
alejamiento relativo del área de
las manzanas más pobladas de
la ciudad y su cercanía a la bahía.
En este sentido se expresaba el
médico Miguel O’Gorman en su
proyecto7 de unificación de los
hospitales militares. Refiriéndose
a este señala: “El está en propor-
cionada distancia de la ciudad
para que sus exalaciones no la
perjudiquen; tiene fácil desagüe
para la inmundicia, comodidad
para su aseo; resguardo de los
temporales y vientos nocivos”. Es
interesante comprobar, una vez
más, como estas premisas higie-
nistas, que muchas veces suelen
ser identificadas como aporte
exclusivo de las academias de
arquitectura, son manejadas con
frecuencia y acierto notable por
los ingenieros militares.
Un análisis de la cartografía
urbana de esos años permite re-
conocer como verdaderas, a la
vez que un tanto parciales, las ob-
servaciones de O’Gorman en su
proyecto de unificación hospitala-
ria. Hacia el oeste de dicho predio
se puede identificar un área sin
edificaciones, lo mismo que al sur,
donde se ubicaba otra área libre
propiedad del Convento de San
Francisco. Por el este un murallón
lo separaba del Barracón de la
Marina, pero en forma contigua a
este, se ubicaba su iglesia que era
diariamente visitada por una parte
importante de la población de la
ciudad. En particular resultan de
interés el plano sin firma de la ciu-
dad de Montevideo de 1783 y el
7 Extractado de Schiaffino, R. Op. Cit., p. 419.
294 de 1784 firmado por el Ingeniero
Militar José del Pozo y Marquy8,
a efectos de comprender la po-
sición relativa del hospital en la
ciudad. El primero, más ajustado
en su información a la realidad
constructiva de la zona cercana al
predio, nos muestra una manza-
na doble en forma de L, resultado
de la construcción de este hos-
pital, ocupando la potencial calle
divisoria y la permanencia de un
área contigua libre, sin construir,
al norte del Hospital Provisional.
Debe señalarse que la selección
del predio obedeció también a
lógicas económicas de oferta,
así como a ciertos beneficios de
la localización, pero realizando
adaptaciones específicas que
permitieran un buen resultado fi-
nal, en tanto arquitectura. Debe
incluirse entre aquellas, el bene-
ficio de ocupar el área de calle
proyectada asignada al predio
original9, que daba lugar a las dos
manzanas contiguas, y también
a la proximidad de las instalacio-
nes de marina, que en razón de la
condición de Apostadero Naval
adquirida por Montevideo, eran
de enorme valor y apoyo.
Los Ingenieros Militares entienden
las ciudades mediante un trazado
regular, y el suelo urbano como una
extensión que debe ser nivelada y
uniformada. Más que un concepto
de ciudad, los ingenieros militares
poseen un método para relevarla y
rediseñarla, para delimitar sus es-
pacios, para establecer relaciones
de correspondencia y similitud,
y para controlar la serie de varia-
ciones formales con una simple
estructura geométrica.
Es de destacar también que un
personaje como Manuel Pérez
Castellanos reaccionará dura-
mente por la localización de este
edificio10, precisamente por
entender que consolidaba un
incumplimiento definitivo –o al
menos durante los tiempos co-
loniales- del marco de las Leyes
8 Ambos originales se encuentran en Madrid, España – Ministerio de Marina, Dirección de Navegación y Museo y Bi-
blioteca de la Academia Militar de Ingenieros- aunque para este artículo ambos planos fueron analizados a través de la
publicación de Carlos Travieso, de 1937. Se identifican éstos por los números 36 y 18, dentro de la misma. Para el caso
de que en el segundo de los planos se ha identificado un error en la asignación del año: donde dice 1765 debe decir
1784. Travieso, C. Montevideo en la época colonial. Su evolución vista a través de mapas y planos españoles. 1937.
Montevideo.
José del Pozo y Marquy, nació en 1751 cerca de Zafra, (Extremadura, España). En 1773 fue promovido a Subteniente de
Infantería, y en 1776 se embarcó a Buenos Aires. En 1778 ascendió a Ingeniero Extraordinario, y en 1781 formó parte de
una Junta Militar de técnicos que aprobó una línea de atrincheramientos para el frente de tierras de Montevideo. En 1786
fue promovido a Ingeniero Ordinario, en 1795 a Ingeniero Segundo y en 1802 a Coronel. Participó en numerosos proyec-
tos entre ellos: construyó en la cima del Cerro de Montevideo, un fuerte para la defensa de la ciudad. Trazó un plano de la
Ciudad de Montevideo, cuya autoría quedó rubricada por el Ingeniero Carlos Cabrer en 1781. En 17843 levantó el plano
de la isla de Ratas, actual isla de la Libertad en la bahía de Montevideo. Proyectó y construyó un almacén de pólvora,
para la ciudad y emitió dictamen ese mismo año sobre los planos del a Catedral de Montevideo. Fue autor de la Iglesia de
San Carlos, en el actual Departamento de Maldonado. En 1805 proyectó una ampliación del Hospital de la Caridad, (hoy,
Hospital Maciel) en Montevideo, donde falleció en 1832 a los 81 años de edad, en medio de un reconocimiento general,
que le regaló sus exequias, por una larga vida dedicada a esta ciudad.9 En recientes trabajos de arqueología desarrollados por Ezequiel Fernández y las licenciadas Leticia García y Virginia Pé-
rez, se ha podido identificar las fundaciones y parte de la estructura muraria del hospital, ocupando la calle mencionada.
Allí se afirma: “Sobre la calle Solís a unos 16 m a partir del cordón de la vereda de (la calle) Piedras se ubicó, entonces,
el muro y cimento externo posterior del Hospital de Marina (del Rey). Este corre en sentido E-W y posee 1 m de ancho y
05 de profundidad. Se edificó con piedras de sillería y argamasa”. Trabajo inédito de García L., Pereira, V. Fernández, E.
“De Plaza a Puerto de Mar”. Informe final del llamado a Concurso de Proyectos de Investigación “Historia de la Manzana
comprendida entre las calles Zabala, Piedras, Solís y Rambla 25 de Agosto de 1825”10 Debe señalarse que el cierre de la actual calle Solís le fue permitido antes a la Compañía de Jesús, a quien originaria-
mente le perteneciera el predio. El Hospital aprovechó este beneficio al momento de su proyecto y materialización.
295
de Indias, al impedir la continui-
dad de la calle ya mencionada y
quebrar la lógica del damero re-
gular. En este sentido afirmaba el
sacerdote: “El primero que tras-
pasó esos límites y violó la letra y
el espíritu de las Leyes de Indias
fue el intendente Don Manuel
Fernández, quien por aprovechar
para el Hospital de la Tropa una
pared de cien varas de largo, que
por un costado cerca la cuadra
en que está el Barracón o Alma-
cén de Marina, cerró la calle de
doce varas de ancho que dividía
la cuadra del Barracón, de la en
que está situado el Hospital: y
en la misma calle se fabricó una
pieza, por la que actualmente
se entra al Hospital”11. La cua-
drícula del damero resulta una
matriz ideal para la configuración
de la nueva ciudad regular con
aparición de espacios públicos
intermedios, y una jerarquización
de las vías de circulación.
11 Pérez Castellanos, M. Memorial sobre las recovas. en Selección de Escritos,
Biblioteca Artigas, Colección de Clásicos Uruguayos, Montevideo, 1968, p. 34.
Fig. 02_ Plano de la ciudad de
Montevideo. Sin rúbrica, año 1783,
escala de 200 varas castellanas. Se
observa la ubicación del Hospital
del Rey en la manzana con forma de
L, ubicada al norte del amanzanado
urbano, e identificada con la palabra
Ospital. Extraído de Travieso, Carlos.
Montevideo en la época colonial.
Según él mismo, el plano se ubica en
Madrid, Ministerio de Marina, Direc-
ción General de Navegación.
Fig. 03_ Plano de la Plaza de San
Felipe de Montevideo, en el Río de
la Plata. Mayo 7, 1765. Firmado
Joseph Poso. Ingeniero Extraordi-
nario, Madrid. Museo y Biblioteca
Militar de Ingenieros. Fuente Travie-
so, Carlos. Montevideo en la época
colonial, 1937.
296
El predio asignado para la cons-
trucción del hospital del rey tenía
exactamente 120 varas de fren-
te (100 metros aprox.) por 17
varas (14,50 metros aprox.) de
fondo, condicionando de forma
inevitable la futura respuesta
arquitectónica.
Autoría del proyecto y de planos
El plano más antiguo conocido de
esta edificación corresponde a la
fecha del 7 de junio de 1781, en la
actualidad se encuentra en el Ins-
tituto de Historia y Cultura Militar
de Madrid12.
Se trata de un plano firmado por
el Ingeniero Militar Carlos Ca-
brer, quien afirma en el mismo:
“La Ygualdad de letras se expre-
sa por las que tenía el plano que
me entregó el Virrey en 7 de Junio
de 1781”. Por lo dicho es posible
afirmar que el proyecto original no
es de Cabrer, sino que es copia de
otro que le ha sido entregado. El
Dr. Rafael Schiaffino especula con
la posibilidad de que el verdadero
autor sea el ingeniero Militar José
Pérez Brito y descarta al Ingeniero
B. Lecoq por considerar que éste
siempre firmaba sus planos. Sin
embargo, debemos hacer notar
que esta suposición del Dr. Schiaf-
12 Instituto de Historia y Cultura Militar, Archivo General Militar de Madrid, nº
6311.
Fig. 04_ Plano del edificio del
Hospital del Rey, firmado por el
Ingeniero Militar Carlos Cabrer. Año
1781, escala de 60 varas castellanas.
Instituto de Historia y Cultura Militar.
Madrid. Nº 6311.
297fino es incierta ya que Pérez Brito
se encontraría por esa fecha en la
Patagonia según afirma el histo-
riador Rolando A. Laguardia Trías
en su trabajo: “Los Ingenieros
Militares Españoles en la Banda
Oriental”13 y también Guillermo
Furlong en su obra Arquitectos
Argentinos14 En el libro de Nora
Pons, Apuntes de ayer. Hospita-
les y hospitalidad15 se sostiene la
misma afirmación de Schiaffino,
pero otro autor contemporáneo,
Carlos Laorden Ramos, afirma
que el autor del proyecto inicial
“según el diario de Cabrer debió
ser el ingeniero D. Miguel Suárez
y López de Sandoval (Juárez),
ingresado en el Real Cuerpo de
Ingenieros del Ejército en 1752”16.
Esta suposición se fundamenta,
posiblemente, en lo sostenido
por Rolando A. Laguardia Trías
y el historiador Isidoro de María,
aunque debemos consignar que
del diario de Cabrer, no es posible
concluir tal idea17.
Carlos Cabrer nació en 1722, e in-
gresó en el ejército a los 19 años
en 1741. Participó en la Guerra de
Italia (1741-1748). Fue nombrado
Ingeniero Extraordinario en 1750,
destinándosele al Principado de
Cataluña18. En este mismo año
imparte clases en la Real y Mili-
tar Academia de Matemáticas de
Barcelona. En 1760 se le destina a
Gerona haciendo la planificación
del río Ter. Destinado en la misma
provincia al pequeño pueblo de
La Junquera es encargado jun-
to con un ingeniero francés en la
recomposición del camino de Le
Pertús19. En 1º de enero de 1781,
llega a Buenos Aires con su hijo
José Mª. Permaneció sólo seis
años en América hasta el 30 de
abril de 1787, aunque tuvo una
amplia actuación.
En el mismo año de su llegada
se le encomienda en Montevideo
la misión de realizar el plano del
Hospital del Rey, y redactar un
informe sobre las medidas ge-
nerales de defensa y estado de
las fortificaciones de Montevideo
cuya entrega al Virrey es de fecha
de abril de 1781. No cabe la menor
duda, que el Virrey Juan Jh. Vértiz,
para este viaje de reconocimien-
to del terreno donde tenían que
construirse cuarteles y hospital
en Montevideo, a la sazón primer
puerto de arribo de las mercancías
procedentes de la Península, y por
tanto Aduana, donde se cobra-
ban los impuestos para la corona
13 Al respecto afirma Laguardia Trías, Rolando A: ”En junio de 1780 (o tal vez antes) fue designado para ir a la nueva
población de Carmen de patagones, en el Río Negro (Patagonia) para dirigir la de Nueva Murcia en la Patagonia, levan-
tados por Pérez Brito. El 30 de junio de 1784, a instancia de su padre, gobernador de Orán, se le concedió el regreso a
España desde Buenos Aires”.Como vemos, y por la ardua tarea de obras a realizar en la Patagonia, es harto improbable
que este ingeniero miliar pudiera estar en el proyecto del Hospital del Rey de Montevideo. Laguardia Trías, Rolando A.,
Op. cit., p. 4214 Furlong, G. Arquitectos Argentinos. Ed. Huarpes. 1946, p. 336 y 337.15 Pons, Nora Apuntes de ayer. Hospitales y hospitalidad. Ed. Dos Puntos. Montevideo, p. 25.16 Laorden Ramos, C. Obra Civil del Real Cuerpo de Ingenieros. Vol. I-II, Ministerio de Defensa
Madrid, 2008. p. 15917 Publicado en el trabajo de Rolando A. Laguardia Trías, titulado EL Ingeniero militar Don Carlos Cabrer, precursor de la
fortificación moderna. Publicaciones de la Biblioteca de Historia, Montevideo 1942. En el apéndice I del mismo hay dos
referencias al Hospital del Rey. En la página 36 dice: “El día 3 de abril de 1781, salí de Buenos Aires con el Virrey a reco-
nocer la costa del Norte, y a las cinco horas de navegación arribamos a la Colonia de Sacramento… El 14 de abril por la
tarde reconocimos con el Intendente D. Manuel Fernández la Plaza de Montevideo para señalar paraje para Hospital y
quarteles, y nada se determinó”. En la página 38, allí Cabrer expresa: “El 7 de Junio entregué al Virrey mi parecer sobre
quarteles y Hospital en Montevideo, según se expresa aquí incierto”. No puede concluirse de esto que el autor del plano
sea el Ingeniero Juárez y López de Sandoval.18 Simancas, Guerra Moderna, Legajo 3035. Archivo Corona de Aragón. ACA 125.19 Ibíd..
298 española, eligió al Coronel Car-
los Cabrer por su valía personal,
y no a otros ingenieros militares
que estaban en el Río de la Plata,
destacados en las ciudades de
Buenos Aires y Montevideo, para
recabar informes de tanta impor-
tancia para el desarrollo de este
territorio. De la lectura de este
último párrafo del diario de Ca-
brer, se deduce que la opinión de
Cabrer era muy a tener en cuen-
ta por el Virrey, que le solicitó su
parecer sobre la construcción de
los “quarteles y Hospital”. De ello
surge la reflexión de que, aunque
a Cabrer se le entregó un plano del
Hospital, éste lo hizo con su auto-
ría personal, reflejando sus ideas
al respecto. Si el plano que se le
entregó a Cabrer, hubiera sido de
completa satisfacción del Virrey,
éste no le hubiera pedido parecer
sobre las futuras construcciones.
De hecho hemos encontrado en
el Archivo de Reggio Emilia, en
Italia, unos planos de un Hospital
realizados por Carlos Cabrer, pro-
cedentes del Archivo de Carlos
Zucchi, arquitecto que trabajó en
Uruguay en el siglo XIX, y que allí
recibió los planos por mediación
del historiador Pedro de Angelis,
que a su vez se los había compra-
do al hijo de Carlos Cabrer, José
Mª, que se había quedado en el
virreinato del Río del la Plata. Pos-
teriormente Carlos Zucchi donó
esta documentación al archivo
de su ciudad natal. Es muy reve-
lador que, dado el corto espacio
de tiempo que trabajó Cabrer en
América, hiciera los planos de un
hospital de grandes dimensiones.
Cabe pensar, que este proyec-
to respondía a las necesidades
del importante puerto de Monte-
video. Por sus medidas suponía
una ubicación fuera de la ciudad
de Montevideo, que favorecía la
aireación por su emplazamiento,
siendo más sano para el hospital,
pero por otra parte suponía un edi-
ficio de presupuesto inasumible
para el cabildo, habida cuenta de
las incesantes peticiones de dinero
a España para los múltiples gastos
de la colonia, que se reflejaban en
los correos al Reino, y por tanto se
optara por una construcción más
reducida. Posteriores estudios qui-
zás den respuesta al proyecto que
realizó de este magnífico hospital.
Propuso en el citado informe, so-
licitado por el Virrey, las líneas de
fortificación y atrincheramiento
para cubrir el frente de tierra de
299
Fig. 05_ Plano piso alto de 360
camas. En el centro de una sala
aparece la rúbrica de Cabrer.
Fig. 06_“Plano del piso de un hospital
con 531 camas y 360 con 18 salas en
el piso alto, como se manifiesta en el
plano de dicho piso”. En la parte cen-
tral inferior aparece la rúbrica de Cabrer.
Fig. 07_ “Perfil cortado y Elevación
del Hospital que pasa por la línea 1,
2, 3, 4, 5, 6.”Dimensión 100 varas de
ancho. En el centro la rúbrica de Cabrer.
Fig. 08_ “Vista y Elevación del Hospi-
tal por la banda Norte que pasa por
la línea A y B”. Largo de 100 varas.
Rúbrica en el lado inferior derecho.
300 Montevideo. Sus ideas plasma-
das en este informe se revelan
con anterioridad, a las propues-
tas del francés Montalembert
para Cheburgo en 1878. Este
proyecto levantó una polémica
con las ideas del gobernador de
Montevideo, Joaquín del Pino.
Levantó un plano de la bahía y
ciudad de Montevideo y pla-
no y perfil de los tambores que
se construyeron en las puertas
de la ciudad en 1783. En este
mismo año dibujaba los planos
de la batería de la Ensenada de
Barragón en Buenos Aires, así
como su trazado urbano. Reali-
zó el plano del fuerte de Santa
Teresa en la costa este de Uru-
guay, sin datar. En 1784, era
Ingeniero Jefe de Buenos Ai-
res, y proyectó la capilla y Real
Audiencia de Buenos Aires, ade-
más de impartir enseñanzas en
la Academia de Buenos Aires y
examinar según las materias de
la Real y Militar Academia de
Matemáticas de Barcelona20.
Solicitó su regresó a España, y
desembarcó en La Coruña, abril
de 1787. Acepta destino en Ara-
gón en 1789, y participa en la
guerra con Francia (1793-1796).
En 1799 es ascendido a Mariscal
de Campo, y en 1802 a Teniente
General. Muere en Zaragoza en
1805.
Cabrer, Pérez Brito y Juárez y
López de Sandoval son enton-
ces los tres técnicos propuestos
de manera recurrente por la
historiografía, como autores po-
sibles de este plano, aún cuando
resulten muy improbables que
algunos de los mismos pudie-
ran llegar a serlo. Hasta la fecha
es difícil asignar dicho proyecto
hospitalario a ningún técnico, en
función de la base documental
existente y conocida.
En materia edilicia se distinguen,
dentro del plano, dos áreas se-
paradas que se manifiestan en
el texto escrito contiguo: “Plano
del edificio que ha de servir de
ospital, con el proyecto de las
oficinas que nezecita, y el de un
Quartel para 800 hombres si se
haze de un piso, y pª 1600 si de
dos.” Se trata entonces de un
doble programa, claramente di-
ferenciado por la presencia de
un muro que oficia de mediane-
ra, entre el hospital y el “quartel”.
En el área de hospital se distin-
gue, a través de la diferenciación
de color21, la existencia de dos
tipos de edificaciones: por un
lado las construcciones preexis-
tentes, ubicadas sobre la calle
de San Miguel –actual Piedras- y
que eran los antiguos almacenes
de la Marina, ahora adaptados a
salas generales de internación22,
y por otro, las edificaciones nue-
vas o a realizar, que refieren al
resto de lo graficado.
Las salas de internación, organi-
zadas sobre la calle San Miguel,
eran en principio tres unidades
de gran tamaño y tres meno-
res que se identificaban como:
cuarto de oficiales, comisaría de
entradas, cuarto para capellán.
El resto de las construcciones
aparecen como a construir, a ex-
cepción del gran muro separador
de los barracones de la Marina
–hacia el este- que estaba ya
construido y que el intendente
Fernández “aprovechó” cons-
tructivamente, según nos cuenta
Pérez Castellanos.
El edificio se organizaba en base
a una planta en forma de U, en
torno a un patio de aire y luz,
en cuyo centro -y separados
del cuerpo mayor- se ubicaban
nuevos cuartos de apoyo a la ac-
tividad hospitalaria: despensa,
20 AGI. Sección V. Audiencia de Buenos Aires. Legajo 6821 Travieso, Carlos. Op. cit. Monocromática publicación, aunque se distinguen claramente las edificaciones existentes de
las proyectadas, por matices de grises que resultan evidentes.22 En este plano de 1781, se identifican estas salas con la letra C, y en el texto se aclara: “sala de enfermos”.
301cocina, cuartos para el cocinero
y despensero, baño. Presentaba
dos ingresos diferenciados, uno
por la actual calle Colón –exclu-
sivo para carruajes y carretas- y
otro –el principal- por la calle de
San Miguel. Sobre el muro ya
existente, separador del Barra-
cón de la Marina, se ubicaban
otras piezas de apoyo –ropería,
cuarto para practicantes y enfer-
meros, contaduría y cuerpo de
guardias- que enfrentan a sus
análogas ubicadas al otro lado
del patio, sobre la calle San Be-
nito: botica y cuarto de éticos.
El segundo plano, concebido al-
gunos años más tarde y bastante
similar al anterior en lo que res-
pecta a la planta del Hospital23
es uno que está acompañado
de tres cortes que nos permi-
ten entender mejor la relación
altimétrica y espacial de la edifi-
cación. Se trata de un plano sin
firma, que como elemento ca-
racterístico o de identificación
contiene una graciosa alegoría
portando una cartela donde se
dice: Hospital del Rey. Se trata
de una alegoría vinculante con
el hombre indígena y el mundo
americano, que como contra-
parte contiene un personaje
de origen español, vestido a la
usanza de época; ambos perso-
najes son quienes sostienen la
mencionada cartela24. Respecto
del plano anterior se identifican
mínimas diferencia25 y como pie-
za técnica presenta una mejor
definición de detalles –es posi-
ble observar los abocinamientos
de aberturas, las escaleras de
acceso al patio central, además
de presentar detalles de alzados
que muestran aspectos de enor-
me interés constructivo como
ser la conformación de cubier-
ta y el fogón con chimenea de
la cocina- lo que hace suponer
que éste constituye una versión
inmediatamente posterior, luego
de construido el hospital. Otro
rasgo que diferencia a este pla-
no de todos los demás es que
orienta hacia el norte –de acuer-
do a la posición del edificio en
la ciudad- la planta del mis-
mo. Como defecto en cambio,
se registra que no detalla las
habitaciones, con lo que con-
firma aún más su condición de
obra posterior al citado plano
anterior.
23 Este plano ya no contiene el cuartel contiguo que preveía el plano anterior, presentando sólo la fábrica del hospital24 Existe una copia de este plano que carece de la mencionada alegoría ilustrada. Se trata de un plano existente en
Montevideo y que está reproducido en el trabajo inédito ya mencionado de las Lic. Leticia García y Virginia Pérez junto a
Ezequiel Fernández. No hemos tenido acceso al mismo. Ver nota 9.25 En particular, el cambio de ubicación de algunas puertas y ventanas.
Fig. 09_ Plano y perfiles o alza-
dos del edificio del Hospital del
Rey. Sin rúbrica y sin fecha. Escala
del plano: de 30 varas castellanas.
Escala de los perfiles: de 12 varas
castellanas.
302 Existe un tercer plano, que debe-
mos datar en 1797, aún cuando
el mismo no esté fechado ni fir-
mado en la versión perteneciente
al Museo Histórico Municipal o
Cabildo y que fuera reproduci-
do por Schiaffino en su trabajo
sobre la Historia de la Medicina
en el Uruguay26. Sin embargo, el
mismo plano aparece publicado
en la obra de C. Travieso27, con el
mismo numero de identificación
(N º8), aunque en esta versión
el plano se encuentra firmado
y fechado: Buenos Aires, 18 de
febrero de 1797, Josef García
Martínez de Cáceres. Sin duda
estamos frente al mismo plano
pero ¿por qué uno está firmado y
otro no?
¿Puede ocurrir que el plano se
hubiere realizado en la década
del ochenta como sugiere Schiaf-
fino y que Martínez de Cáceres
utilizara su copia para informar a
España, actualizándolo median-
te el agregado de fecha y firma?
Más bien tendemos a pensar que
se trata de una nueva versión
producida en los años noventa
ya que el mismo muestra algún
cambio de orden espacial respec-
26 Op. cit. Ver lámina intermedia entre las páginas 408 y 409. Al pie de dicho plano se asigna la fecha de 1784, aunque
desconocemos la razón de tal datación ya que el plano no parece presentar fecha alguna. Debemos aclarar que no tuvi-
mos acceso en el Cabildo de Montevideo a dicho plano debido a un desorden administrativo que ha impedido ubicar el
mismo. El plano va acompañado de un epígrafe del Dr. Schiaffino que dice: Plano del Hospital Provisional del Rey, para
la tropa y la Marina, 1784. (Museo H. Municipal)27 Se trata de un plano perteneciente al Instituto de Historia y Cultura Militar. Archivo General Militar de Madrid. También
se encuentra en la Biblioteca de la Academia Militar de Ingenieros de Madrid, aunque el epígrafe de Travieso sólo dice
como referencia: Ingenieros
Fig. 10_ Vista parcial del plano y
perfiles o alzados del edificio del
Hospital del Rey, firmado por el In-
geniero Militar José García Martínez
de Cáceres. 18 de febrero de 1797,
Buenos Aires. Escala de 80 varas
castellanas.
Fig. 11_ Vista parcial del plano de
los edificios de la Ciudadela de
Montevideo en la parte superior. Se
distingue con la letra B la ubicación
del hospital que allí funcionará.
Febrero 18, 1797. Firmado Josef
García Martínez de Cáceres. Travie-
so, Carlos. Montevideo en la época
colonial, 1937.
303to de los anteriores: en particular,
resulta destacable la eliminación
del espacio identificado en el pla-
no firmado por Cabrer de 1781
con la letras C=F y cuyo desti-
no era “comisaría de entradas”.
Posiblemente se tratara de una
necesaria ampliación del área de
internación, la que debió produ-
cirse algunos años después de
inaugurado el mismo.
Los datos antes mencionados
son la única base gráfica para
desarrollar un análisis de la con-
cepción organizacional y espacial
de este edificio, así como también
para poder evaluar las lógicas de
orden programático que lo rigie-
ron, en base al uso a que iba a ser
destinado.
Programa, proyecto y construcción
El edificio responde a una con-
cepción corriente del programa
hospitalario en el siglo XVIII, or-
ganizado en torno a patios, lo
que garantiza la presencia de
aire y de luz, así como un fun-
cionamiento fluido a partir de él.
Llama la atención, sin embargo,
la ausencia de galería perime-
tral en torno al único patio que
presenta esta fábrica, a efec-
tos de funcionar como cubierta
para la mejor circulación y co-
municación entre las distintas
habitaciones28.
Aire y luz se aseguran en este
proyecto a partir de varias ven-
tanas de tamaño reducido, tanto
para la calle como para el patio,
manifestándose una razonable
correspondencia entre las venta-
nas y puertas de ambos lados. No
obstante, se identifican algunas
pocas desalineaciones en razón
de intentar mantener un ritmo en
fachada, valorando así la condi-
ción urbana del edificio. A este
orden abstracto al que sólo lo
guían aspectos como la unidad
de fachada y el ritmo de vanos,
o la correspondencia de muros
nuevos y existentes, le resulta
ajeno todo detalle ornamental. Se
trata entonces del dominio abso-
luto de la lógica militar, de base
racionalista, que se expresa en
la organización en planta a partir
de la agrupación de actividades
o funciones afines y en la econo-
mía de recursos materiales. Una
arquitectura que cumple roles
claros y específicos, conocidos
de antemano, y que no deja nada
librado al azar.
Como programa hospitalario, lla-
ma la atención que este edificio
careciera totalmente de templo o
espacio con destino religioso, so-
bre todo si consideramos que aún
en el siglo XVIII la salvación del
alma era más importante que la
propia salvación del cuerpo. Sí se
identifica, en cambio, el sitio o el
lugar del capellán, siempre próxi-
mo al enfermo.
En materia constructiva el Hospital
del Rey constituía una respetable
fábrica para el Montevideo de
finales del siglo XVIII. Así se ex-
presaba Isidoro de María algunos
años después de su desaparición:
“era un vasto edificio bajo, de cal
y canto...”. Más detallada y de
mejor comprensión es la descrip-
ción que realiza el Ingeniero Militar
José García Martínez de Cáceres
en su “Relación del estado actual
del Recinto de esta plaza y los
edificios militares...”29 de 1797,
donde expresa: “El Hospital Pro-
visional Nº 8 es de piedra y barro,
cubierto de teja y enladrillados los
pisos; está revocado con cal y de
mediano servicio”. Como vemos
el Ing. Militar Martínez de Cáceres
refiere en esta relación al plano de
la misma fecha que se identifica
con el Nº 8 y que aparece fecha-
28 Quizá debió tenerla en algún momento, pero en ninguno de los planos se registra una galería perimetral interior. 29 García Martínez de Cáceres, J. Relación del estado actual del recinto de esta plaza y edificios militares que contiene;
con todo perteneciente a su jurisdicción y demás adyacentes de esta Banda oriental del Río de la Plata. 18 de enero de
1797. Boletín Histórico del Ejército Nº 104-105, Montevideo, Uruguay, enero-junio de 1965, p. 148.
304 do en el mismo año, en su versión
custodiada en Madrid. A esto po-
demos agregar que su cubierta
estaba resuelta a dos aguas, a
partir de una tirantería de made-
ra sobre la que se apoyaban las
tejas. La evacuación de las aguas
pluviales respondía a la más sim-
ple de las soluciones ordenando
la salida a partir del patio, el que
contenía pendientes naturales
que expulsaban la misma a tra-
vés de su ingreso para carruajes,
según se desprende del plano sin
fecha, que posee un alzado y cor-
te con la alegoría ya mencionada.
Este hospital fue construido en
un término temporal muy corto.
El proyecto de adaptación a los
viejos almacenes de la marina
comenzó en el otoño de 1781. Si
tenemos en cuenta que el plano
está fechado el 7 de junio y que
ya el 12 del mismo mes encon-
tramos documentos que refieren
a las tareas constructivas, po-
demos suponer que la obra de
recuperación de las construccio-
nes existentes empezaron antes
que la aprobación del plano, si
bien este pudo ser conocido con
anterioridad30.
Finalización
Dada la coexistencia de distintos
hospitales militares, aún luego de
construido el Hospital Provisio-
nal en 1781, se buscará, como
ya hemos dicho, una unificación
de los demás hospitales militares
en él, de manera que sirva simul-
táneamente al personal de tierra
tanto como al de mar, mejoran-
do la situación de los enfermos y
racionalizando los recursos huma-
nos y económicos. El Intendente
Manuel I. Fernández quien, como
vimos, resultó persona clave en la
materialización de este hospital,
promueve entonces un proyecto
de unificación hospitalaria, que
no tendrá resultados inmedia-
tos31. Algunos años más tarde,
sin embargo, la Corte autorizará
este proyecto de unificación32. El
nuevo intendente, Francisco de
Paula Sanz, comunica entonces
esta decisión real al protomédi-
co O’Gorman para que adecue
el proyecto anterior, particular-
mente en lo referido al personal
permanente necesario. Producida
la unificación en julio de 1786, el
Hospital Provisional se constituyó
en Hospital del Ejército y Marina,
el que así permaneció hasta finali-
zado el régimen colonial español.
En la vieja Ciudadela, sin embar-
go, permaneció activo todavía el
Hospital de Presidiarios.
Durante el período de domina-
ción portuguesa, este Hospital
de Ejército y Marina dejó de te-
ner actividad, trasladándose esta
función a otro edificio dentro de la
ciudad. La descripción, realizada
por Isidoro de María en estos años
de deterioro no sólo es elocuente
de la situación material sino que
nos ayuda también a conocerlo
mejor: “Ahí quedó el edificio here-
dado del antiguo régimen, con sus
bajas ventanas y negruscas rejas
al sur, haciendo bis a bis a las ta-
pias del convento, mostrando su
ancha y baja portada al oeste con
los consabidos postes de viejos
cañones al frente, su hueco de un
cuarto de manzana al norte hasta
el ángulo del barracón...” 33
Ya en los primeros tiempos del
gobierno republicano, el edificio
sufrió una división como conse-
cuencia de la definitiva apertura
de la calle Solís, siendo el destino
final de sus restos, el mismo que
30 En este sentido, ver los datos presentados por el Oficial Real, el 12 de Junio de 1781, y que presenta Schiaffino en su
obra ya citada. Schiaffino, op.cit. p. 416.31 Schiaffino asigna como razón de este inmediato fracaso al hecho de que el Intendente Fernández fue designado enton-
ces a otro destino, perdiendo impulso la idea de unificación hospitalaria. Schiaffino, op cit, p. 421.32 En el mes de agosto de 1784 llegó la Real Orden autorizando la unificación hospitalaria.33 De María I. Montevideo Antiguo. Colección de Clásicos Uruguayos. Tomo I, Montevideo, p. 159.
305FONDOS DOCUMENTALES DE LOS QUE SE HA HECHO USO EN
ESTE ARTICULO:
� Catálogo General de la Cartoteca. Vol.I. Imprenta Ideal. Madrid 1981.
� Historia del Arma de Ingenieros y sus Unidades Constitutivas, De-
partamento de Estudios Históricos del Estado Mayor del Ejercito de
División Historia, Montevideo 1991.
� La Calle 18 de julio 1719-1875. Montevideo, Revista Histórica-Im-
prenta “El siglo ilustrado”, 1942.
� Memoria de la Junta Económico Administrativa del Departamento de
Montevideo correspondiente a los años 1858, 1859 y 1860, Imprenta
Dermido de María y Hermanos.
� Revista del Archivo General de Buenos Aires, tomo III Buenos Aires
1970.
� Servicios Auxiliares del apostadero de Montevideo”. Diario ”El Día”.
Suplemento Dominical. nº 1825. Montevideo, 12 de mayo de 1968
le había precedido: depósitos y
almacén. Marcado entonces por
ese paradójico ciclo del eterno
retorno al origen, su predio ha
continuado hasta hoy como sede
de grandes depósitos, combina-
do apenas con cierta actividad
comercial y residencial. Luego
de su destrucción, la imagen de
aquél Hospital del Rey no logró
permanecer en la memoria de los
montevideanos. Hoy, es materia
de historiadores.
306 PROYECTOS HIDRÁULICOS EN CATALUÑA. SIGLO XVIII. (RÍO EBRO. BARONÍA DE FLIX)
307
Jesús Maldonado
Al final de la Guerra de Sucesión
la Monarquía expropió el territo-
rio de la antigua Baronía de Flix,
que era propiedad del gobierno
de Barcelona (“Consellers”). Des-
de entonces el Real Patrimonio
administró ese bien y recaudó,
además de los impuestos genera-
les que gravaban a sus habitantes,
como en todo el reino, el importe
del arriendo de las obras que allí
existían: la presa o “azud”, que
favorecía la navegación de los
barcos, el Molino de Harina, el de
Aceite, la gran Noria que elevaba
el agua del río y la transportaba a
las huertas para su riego, los Hor-
nos del pan y la Casa de oficinas.
Desde finales del siglo XIV el
arriendo y el pago de impuestos
dependían de la autoridad de
Barcelona. Ahora sería de la ad-
ministración de la Real Hacienda.
A una media hora de la villa
de Flix, río arriba, se construyó
-posiblemente por los árabes-
la presa o “azud” que servía de
contención del agua y que fa-
cilitaba la navegación de las
embarcaciones que surcaban el
Ebro transportando las mercan-
cías con las que comerciaban en
las villas de sus riberas. El azud
era un dique de piedras trazado
en sentido oblicuo al del caudal
del río. Ambos extremos esta-
ban abiertos y la corriente fluía
abundantemente para hacer más
fácil el recorrido de los barcos.
La abertura de la margen dere-
cha se denominaba “Puerto” o
“Saltador de Barcos”, por ser el
lugar de bajada de las embar-
caciones. (Los Patronos debían
ser experimentados, pues como
veremos más adelante, desde
Zaragoza hasta Tortosa había
trece presas a lo largo del río). La
abertura superior o de la margen
izquierda se denominaba gené-
ricamente la “Boquera”. Por ella
subían casi todas las embarca-
ciones y para vencer el desnivel
se utilizaba un cabestrante que
tiraba de aquellas hasta alcanzar
el nivel superior, momento en que
reanudaban la navegación. Algu-
nas almadías que transportaban
determinados materiales utiliza-
ban la Boquera para descender
al nivel inferior de la corriente.
Fig. 01_ Meandro del Río Ebro en
Flix. Fuente: Google Earth
308 Un poco más abajo del Puerto
(a veces llamado “Boquerón”) se
encontraba la Noria que aprove-
chaba la energía del agua para
moler el trigo y las aceitunas que
proporcionaban el alimento bási-
co de sus habitantes: pan y aceite.
También, por medio de cajones, la
noria elevaba el agua a un acue-
ducto que la distribuía a las huertas
labradas en aquella ribera.
Pero si la Real Hacienda se apro-
vechaba de esta Baronía, también
era responsable de su mante-
nimiento, y hemos de recordar
que estamos hablando de un ele-
mento que ni hoy en día puede el
hombre vencer: el río Ebro, la co-
rriente fluvial más caudalosa de la
península Ibérica. Con frecuencia,
a causa de las lluvias, se produ-
cen grandes crecidas del nivel de
las aguas que ocasionan fuertes
avenidas durante algún tiempo.
Se inundan, e incluso arrasan,
las riberas de sus márgenes. En
el siglo XVIII, como es natural, el
río Ebro se comportaba como en
la actualidad, y como siempre ha
sucedido.
Esas avenidas e inundaciones
producían grandes destrozos en
todas las obras citadas, especial-
mente en el azud, que lo rompía
en varios puntos y reducía el cau-
dal de agua para el salto de los
barcos, con evidente riesgo para
los cargamentos, las propias em-
barcaciones e incluso para la vida
de los marineros. Por las noticias
de la época conocemos esa trá-
gica realidad. Además del daño
producido en la presa los edificios
quedaban en tan mal estado que
en algunas ocasiones se llegaban
a inutilizar.
El Real Patrimonio encargaba a
personas expertas que recono-
cieran los daños y que redactaran
y valoraran los proyectos nece-
sarios para su reparación. Como
veremos, esos “profesionales”
trabajaron con mucho interés,
pero la burocracia de aquella
época, la rigidez de la monarquía
absoluta en la que todo debía
ser aprobado por el monarca y la
constante alusión a la reducción
del gasto público -general en to-
dos los tiempos- impidieron que
se realizasen.
La Hidráulica
Desde que el hombre comenzó a
utilizar la energía de las aguas de
los ríos se construyeron máquinas
que la transformaban para su pro-
pio beneficio. A lo largo del tiempo
fue progresando lo que denomi-
namos “hidráulica” y pronto hubo
auténticos “ingenieros” que dise-
ñaron y construyeron todo tipo de
mecanismos que operaban con el
agua. El rey Felipe II se preocupó
mucho por el progreso científico
de su época -recordemos la aper-
tura de la primera Academia de
Matemáticas en Madrid- y trajo
a su Corte auténticos expertos
en distintas materias (Herrera,
Turriano, etc.). Entre ellos estaba
el aragonés Pedro Juan de Las-
tanosa, autor de un manuscrito
del siglo XVI titulado Los veintiún
libros de los ingenios y máquinas.
Javier Goicolea Zala, ingeniero de
la Fundación “Juanelo Turriano”,
escribió de él lo siguiente:
“Los veintiún libros de los inge-
nios y máquinas (manuscrito del
siglo XVI) tiene un capítulo en el
que se describen muchos tipos de
molinos, pero hay que destacar el
molino de regolfo, antecedente
de las turbinas de presión, que
se fabricaron doscientos años
después. Es notable el capítulo
dedicado a Azudes y presas, tanto
de madera como de piedra en el
que se dan normas prácticas so-
bre su construcción. Se describen
y se dibujan avanzadas máquinas
para la época: dragas, máquinas
para hincar pilotes, grúas, etc.
Suministra también útiles obser-
vaciones sobre diques y puertos
El códice es un tratado comple-
to sobre lo que en su tiempo se
denominaba “arquitectura hi-
dráulica” aunque cubre casi por
completo la ingeniería civil. Es el
primer tratado conocido hasta la
fecha sobre hidráulica y se pue-
309de considerar como el primero de
una larga lista de obras esenciales
para el desarrollo de la Ciencia y
de la Técnica tales como la “Le
diverse et artificiose machine”,
de Augusto Ronelli (París, 1588),
“Recueil d’ouvrages curieux”, de
Grollière de Servièr (París, 1751),
“A Century of the Names and
Scantlings of Duch inventions”,
de El Marqués de Worcester
(London,1663) y la “Arquitectura
Hydraulique”, de Belidor (París,
1737-1753)”.
(Revista de Obras Públicas, mar-
zo de 2000, nº 3396. Azudes,
molinos y otros aspectos de Los
veintiún libros de los ingenios y
máquinas. Javier Goicolea Zala).
(El subrayado es nuestro).
No hay ninguna duda de que la
obra de Belidor es la mejor de su
época. Tardó dieciséis años en
escribirla y para cualquier profe-
sional de la hidráulica constituía
un texto de consulta indispen-
sable para diseñar todo tipo de
máquinas que guardaban rela-
ción con las aguas del mar y de
los ríos. Sus 1.635 páginas y los
numerosos grabados y diseños
que completan la inmensa obra
reflejan la categoría intelectual de
autor. Consta de ocho libros dis-
tribuidos en cuatro tomos con el
título Arquitectura Hidráulica o el
Arte de conducir, elevar y mane-
jar las aguas para las diferentes
necesidades de la vida y encierra
todo el saber de esta materia.
La navegación en el río Ebro
Francisco Carreras Candi escribió
en 1940 un buen libro titulado “La
navegación en el Ebro: noticias
históricas”. Abarca el período de
tiempo que va desde el siglo XIV
hasta el XIX y detalla con muchos
datos los problemas de la nave-
gación. Destacaremos algunos
párrafos del autor para compren-
der mejor las circunstancias que
influían en la navegación y los in-
cidentes que se ocasionaban con
el tema de los impuestos que se
pagaban a las villas, con cuyos in-
gresos se beneficiaban éstas para
atender a sus necesidades.
Dice Carreras que “bajeles zara-
gozanos y tortosinos circulaban
continuamente, facilitándoles el
tráfico entidades mercantiles que
vigilaban la comodidad en su na-
vegación y atendían a sus cuitas”.
Más adelante habla de los inci-
dentes producidos por el pago
de las “gabelas” y relata el motivo
por el que Barcelona se hizo con
la propiedad de Flix.
“El importe sobre los trigos, que
procedentes de Aragón eran
remitidos a Barcelona y se co-
braban a su paso por Tortosa,
originó, a finales del siglo XIV una
seria controversia, cuyos resul-
tados perduraron en el Ebro. El
encarecimiento de la mercancía
barcelonesa que motivara este
impuesto solo beneficiaba al “for-
menter”, o negociante de trigos
de Tortosa. Aparte del rendimien-
to al municipio por el cobro de la
gabela, hizo fijar en ello la aten-
ción de nuestros Consellers, al ver
disminuir la importación de trigo
siciliano. A finales del XIV decidió
Barcelona acabar con la primacía
que los tortosinos tenían sobre
este comercio fluvial. Por virtud
de tales disentimientos llegaron
las autoridades de Tortosa a pro-
hibir llevar a Barcelona los trigos
del Ebro, acuerdo que revocó el
monarca, ante la protesta de los
Consellers. Por dicho motivo, al
subastarse la Baronia de Flix los
Consellers decidieron comprar-
la al monarca, adueñándose del
transporte fluvial antes de su paso
por Tortosa. En esta lucha de ta-
rifas venció Barcelona. Tortosa
llegó a un acuerdo con los Con-
sellers del libre paso de los trigos
por Tortosa, a cambio del libre
paso de sus trigos por Flix. Luego,
Tortosa faltó al compromiso, por
lo que los Consellers dispusieron
construir una carretera desde el
Castellet de Banyols -entre Mora
y Miravet- que terminara cerca de
L’Hospitalet del Infant, empalman-
do allí con el camino de Valencia,
en cuya playa levantaron la “Bo-
tiga de Miramar”, en el lugar de
310 un antiguo barrio de pescadores.
Allí se cargaría el grano en barcos
que lo llevarían a Barcelona. (El
coste de dicha obra ascendió a
30.000 florines).” (El subrayado es
nuestro)
En otros párrafos relata las dificul-
tades de navegar por un río que
debido a las crecidas de las aguas
causa destrozos en las orillas:
“Múltiples incidentes se produ-
cían en aquella navegación fluvial.
Uno de ellos ocurrió en 1445, en
el término de Flix, pertenencia de
la ciudad de Barcelona, que junto
con el Mas de Flix y el inmediato
lugar de La Palma solían arren-
dar los Consellers. Tenía Flix, en
1445, un azud y un puerto fluvial,
que consta encontrarse en mal
estado, quizás por incuria de los
Consellers”.
Hubo reclamaciones de los Dipu-
tados de Aragón, de los Jurados
de Zaragoza y del Arzobispo a los
Consellers y éstos contestaron
que habían ordenado al encarga-
do del puerto -Pere Vilanova- que
habilitase el puerto para que las
barcas pudieran pasar y nave-
gar sin peligro. Sin embargo,
dos años después, como no se
hacían las reparaciones con la
urgencia requerida y el puerto
de Tortosa también tenía serios
desperfectos, los patronos de los
barcos aragoneses (“Arraeces”)
se negaron a navegar mientras no
estuvieran reparados los daños
de ambos puertos. Afirma Carre-
ras que existen noticias escritas
que señalan, en concreto, que el
31 de agosto de 1447 atravesar el
puerto de Flix constituía un gran
peligro para las embarcaciones y
sus cargamentos.
Pero, quizá, lo más interesante de
este libro es un informe del siglo
XVII sobre un reconocimiento del
río para conseguir su total nave-
gabilidad desde Zaragoza hasta
el Mediterráneo, y elegir un puerto
para el comercio exterior del Rei-
no de Aragón. El propio Carreras
hace hincapié en determinadas lí-
neas del informe. Piénsese que se
redactó en 1677. Veamos el texto
de Carreras:
Luís Liñán y Vera, “Ingeniero y
Maestro Mayor de las barcas del
Buen Retiro” y Felipe Busignan y
Borbón, “Maestro Arquitecto de
fábrica”, salieron de Zaragoza el
27 de julio de 1677 para ejecu-
tar dicho reconocimiento. En el
recorrido encontraron 13 azuds
o presas, que era del caso con-
servar, pasos de barca que debían
habilitarse, con sacos o diques de
madera o cantería en sus partes
fuertes y otras obras relacionadas
con el río, incluso los caminos
de sirga, para llevarse a cabo el
proyecto de Navegación. Este
proyecto fue presentado, en di-
cho año, a los Cuatro Brazos de
las Cortes del Reino de Aragón
con una relación e informe (acom-
pañado de Planos y Trazos) con
un presupuesto de 406.032 escu-
dos, de a 10 reales de plata cada
uno, para hacer navegable el ci-
tado río. La relación de los azuds
era la siguiente:
1• Azud de Xelsa.
2• Azud de Alforqure.
3• Azud de Cinco Olivas.
4• Azud de Alorje.
5• El de Vástago.
6• El de Vástago segundo
(“Porticholes”).
7• El de Escatrón (“Jertusa”-
del Convento de Rueda)
8• En Escatrón.
9• De Jaime López, término
de Chipriana, Torre de Baños.
10• De Chipriana.
11• El de Mequinenza.
12• El de Flix (“está a mano de-
recha y tiene la boca del puerto
junto al azud, con gran salto y una
corriente que atraviesan los bar-
cos, y es necesario mudar la boca
311del puerto al principio de la presa,
con que ha de caer a mano sinies-
tra y bajarán y subirán los barcos
sin hacer daño al azud ni al moli-
no”). (El subrayado es nuestro)
13• El de Tortosa (“tiene la boca
del puerto junto al molino, con
gran salto y corriente muy peligro-
sa para los barcos que le pasan
y se ha de suavizar en la forma
que abajo se dirá, sin que se haga
daño a la pesca de los peces ni a
los molinos”).
“Todos los azuds o presas se han
de conservar; y para que puedan
pasar por ellos los barcos, se ha
de hacer, en cada uno de ellos,
un “foso”, o dique de madera o
cantería, con sus puertas fuertes,
de forma que siempre que hayan
de pasar las embarcaciones, para
arriba o para abajo, se abran las
puertas, respectivamente, al subir
o bajar. Si baja de Zaragoza se ha
de abrir una tajadera, que ha de
haber en cada una de las puertas
grandes; y se ha de llenar el dicho
dique, o cajón, hasta el nivel del
corriente del río, que baje el barco;
en estando lleno, se ha de abrir la
puerta grande de arriba, para que
entre dentro del dicho dique o ca-
jón; y hallándose el barco dentro,
y para que salga, se ha de cerrar
la puerta grande alta, por donde
entró, y para que salga se ha de
abrir la tajadera que tendrá la puer-
ta baja, para que vaya saliendo el
agua, hasta que la embarcación
que de igual en la corriente del río,
para que salga y prosiga su nave-
gación sin salto alguno.
Si sube el barco, se ha de abrir la
puerta grande baja y ha de entrar
en el dique o cajón y luego se ha
de cerrar y abrir la tajadera de la
puerta alta, hasta que se llene el
dique de agua y levante la embar-
cación a nivel de la corriente del
río, y entonces se abrirá la puerta
alta grande para que salga y pro-
siga su viaje hasta Zaragoza.
Estos diques o cajones han de ser
de la capacidad de lo ancho y lar-
go de la mayor barca de las que
navegan este río, para que holga-
damente puedan entrar en ellos;
y si se resolviese que se hagan
de madera, por juzgarlos de me-
nos coste, han de ser embreados
y garafateados, y para su mayor
conservación emplomados con
planchas de plomo delgadas”.
(Son las famosas esclusas, cuya
idea vulgarmente se atribuye a
Pignatelli. Al ocuparse el dictamen
de las esclusas que debían cons-
truirse las designa con el nombre
de “foso, o dique de madera”).
Como puerto en el Mediterráneo
se señaló que el mejor era el de
Vinaroz. Al mismo tiempo, por el
excesivo coste de las obras fluvia-
les que se presentaba se señalaba
como alternativa construir una ca-
rretera de Zaragoza a Vinaroz para
conducir por ella las mercancías
aragonesas hasta dicho puerto.”
(El subrayado es nuestro).
Como dice Carreras, el informe
detalla la construcción de esclu-
sas en las presas para favorecer
la navegación por el río. Es intere-
sante destacar este dato.
La Organización de la administración monárquica
Eduardo Escartín Sánchez, en su
tesis doctoral de Geografía e His-
toria La Intendencia de Cataluña
en el siglo XVIII explica con detalle
cómo estaba organizada la admi-
nistración borbónica.
El Intendente General era “el se-
gundo personaje del Principado,
tras el Capitán General” su ac-
tividad se dividía en Hacienda y
Guerra. También se le asignaron
competencias en Justicia y Policía
aunque, a causa de los problemas
que surgieron con los corregido-
res, esta última se le suprimió en
1766 y la de Justicia quedó redu-
cida a los asuntos específicos de
su cargo.
Para desarrollar su trabajo en
el ramo de la Hacienda, el In-
tendente estaba auxiliado por
un Contador y un Tesorero que
se encargaba del ingreso de las
Rentas: “Generales y Estancos” y
312 “Ejército y Provincia” (sobre todo
el “Catastro”).
Respecto a la jurisdicción de los
ramos de Hacienda y Justicia
añade Escartín:
“La jurisdicción de Hacienda del
Intendente de Cataluña com-
prendía tres grandes sectores:
Real Patrimonio, Catastro y
Rentas Generales (Aduanas) y
Estancados.
En el primer capítulo el Inten-
dente fue el sucesor, a todos los
efectos, del antiguo Bayle Gene-
ral y mantuvo la misma práctica,
con algunos retoques y simplifi-
caciones. En lo que respecta a
Catastro, destinado a pagar el
Ejército acuartelado en Catalu-
ña y otras necesidades militares,
era donde el Intendente tenía un
mayor poder de gestión y distri-
bución de fondos”.
“El poder judicial residía en el In-
tendente, pero siempre lo ejercía
conjuntamente con un “Asesor”
y a instancias de un “Fiscal”.
No obstante el Intendente era
libre de aceptar el dictamen de
su Asesor. La figura del Asesor
era sumamente importante en la
marcha de la Intendencia y hasta
1770 fue ejercido este cargo por
Oidores de la Audiencia. A partir
de 1742 la Asesoría de la Inten-
dencia fue desdoblada en:
a• La Asesoría General, que
entendía de Real Patrimonio, Ca-
tastro, Asientos de Guerra, Propio
y Arbitrios.
b• La Asesoría de Rentas, que
entendía de Rentas Generales,
Tabaco, Pólvora y otros estancos
y Contrabando en general.
A partir de 1770 los cargos de
Asesores fueron ejercidos por le-
trados, pero no por Oidores.
Adscritos a este Tribunal figura-
ba un Fiscal, un Agente Fiscal, un
Alguacil y una Escribanía, con es-
cribano titular.”
Respecto al “Real Patrimonio”
le competía al Intendente la rea-
lización de las obras públicas, si
bien las que podemos calificar de
“grandes” siempre fue el Capi-
tán General quien se las atribuía
e intervenía, dejando reducida la
competencia de aquel a las que
podríamos denominar “obras
menores”. En razón de su compe-
tencia el Intendente tenía facultad
para dirigirse por escrito al Se-
cretario de Hacienda y exponerle,
para aprobación del rey, lo que in-
teresara hacer en su territorio.
Nos proporciona Escartín, en la
segunda parte de su tesis, la re-
lación nominal de los Intendentes
de Cataluña desde 1713 hasta
1808 y los años que estuvo cada
uno al frente y finaliza sobre los
Intendentes:
“Aunque ninguno de los Intenden-
tes era oriundo del Principado,
frecuentemente, antes de des-
empeñar la Intendencia habían
ocupado otros cargos menores
en el Principado. El caso extremo
fue el del Intendente Contamina,
que desde 1726 a 1744 aseguró
todas las interinidades hasta ser
nombrado Intendente él mismo.
Otros cuatro Intendentes (Pérez
Bracho, el mismo Contamina, el
Barón de Linde e Indart) habían
ocupado diversos destinos en el
escalafón político militar del Ejér-
cito dentro del Principado”.
Relación de los Proyectos Hidráulicos
En el Archivo de la Corona de
Aragón (ACA) existe bastante do-
cumentación de esa época sobre
el Real Patrimonio. La caja nº 75
(“Real Patrimonio, Bailía Moder-
na”) contiene seis carpetas con
abundantes documentos relacio-
nados con la Baronía de Flix.
En ellas se incluyen los proyec-
tos redactados y también los
Planos y Mapas que algunos de
sus autores incorporaron a di-
cha documentación. El período
de tiempo que abarca es de más
de veinticinco años y a lo lar-
go de su examen comprobamos
313
la constante reiteración de las
circunstancias que agravan las
instalaciones de la Baronía y la
necesidad de su reparación
Gracias al informe del último ar-
quitecto que formuló su proyecto
conocemos que en 1723, nueve
años después de finalizar la Guerra
de Sucesión, se ordenó reedificar el
Azud y Puerto de Flix. Veintiún años
después (1748) aparece el primer
Proyecto. Su autor: el Ingeniero Di-
rector Miguel Marín. El Intendente
José de Contamina recibió órdenes
del marqués de la Ensenada para
que se enviara a la Corte un pro-
yecto de lo que convenía hacerse
en el Azud de Flix.
Con fecha 28 de octubre de 1748
Contamina remitió a Madrid el
Proyecto de Marín y dos pla-
nos originales de su propuesta.
Veámoslo.
Proyecto del Ingeniero Marín1
“Relación y tanteo prudencial
del coste que tendría una Es-
clusa doble que se propone
hacer en el Azud de Flix y en
el paraje llamado la Boquera,
que es por donde suben las
embarcaciones.
Reales de Ardite
� Para un dique provisional
construido con estacas, fajinas
y tierra, de 70 toesas de largo
y 6 pies de ancho para qui-
tar el agua a fin de construir la
Esclusa en seco, importará pru-
dencialmente 6.000
� Por 217 toesas y 24 pies cú-
bicos de excavación de peña
viva, a razón 37 reales la toesa
importa 8.093
� Por 124 toesas y 2 pies cúbicos
de Mampostería ordinaria para los
cimientos a razón de 130 reales la
toesa importa 16.163
� Por 282 toesas, 4 pies cúbicos
de obra de Mampostería encima
de los Cimientos, a razón de 120
reales la toesa importa 33.920
� Por 1.683 pies superficiales de
piedra de sillería de punta gruesa
a razón de 2 reales 18 dineros el
pie, importa 43.128
� Por 90 quintales de hierro
para lañas o grampones a fin de
asegurar las piedras de sillería, in-
cluyendo el herraje de las puertas,
a razón de 86 reales el quintal im-
porta 7.740
� Por 40 quintales de plomo para
sellar otras lañas, a razón de 76
reales el quintal 3.040
1 ACA. Real Patrimonio. Bailía Moderna. Caja 75. Carpeta 6.
Fig. 02_ Mapa del Proyecto de
construcción de una esclusa
doble en el azud de Flix.
1748. Miguel Marín. ACA. MP-537
314
� Por 1.100 pies cúbicos de made-
ra de melis para los durmientes del
Entablado del suelo de la Esclusa, a
razón de 6 reales el pie 6.600
� Por 2.133 pies cúbicos de ma-
dera de roble para los tablones
de dicho suelo, a razón de 10
reales el pie importa 21.330
� Por 10 quintales de hierro para
la armazón del referido entabla-
do, a razón de 86 reales el quintal
importa 860
� Por 1.345 pies cúbicos de ma-
dera de roble para las puertas y
compuertas que a razón de 11
reales el pie importa 14.795
� Por 6 Crichs o Gatos para le-
vantar y bajar las compuertas se
consideran 2.000
� Por 150 libras de bronce para
los dados por las puertas, a ra-
zón de 5 reales la libra 750
� Por hacer una cuneta todo lo
largo por la Esclusa para agotar
las aguas a fin de poder trabajar
en seco se consideran 3.000
� Por cien mil quintales de piedra
de carretales para perfeccionar el
azud o Presa que a razón de 5
dineros el quintal importa 20.833
� Para gastos imprevistos se
considera 19.000
� Total 203.213
Nota: por el sondeo que se hizo
parece ser peña el suelo del pa-
raje donde se propone hacer la
Esclusa, pero como en éste son
Fig. 03_ Detalle de la esclusa
doble que se proyecta
construir en el azud de Flix.
1748. Miguel Marín. ACA. MP-538.
315muy rápidas las aguas a causa
del pendiente y se encuentran
muchas piedras movedizas, no se
puede asegurar si dicho terreno
es de peña hasta que se desvíen
las aguas del referido paraje por
medio del Dique provisional y por
si el terreno no es lo que prome-
te o que obligue a construir esta
obra sobre pilotaje y grillaje, se
hace para en este caso otro tan-
teo en la forma que sigue:
Tanteo para dicha Enclusa en
caso que no se encuentre el suelo
de donde se pretende construir de
peña o terreno firme, es a saber:
� Por el Dique provisional 6.000
� Por las mismas 217 toesas, 4
pies cúbicos de excavación de
tierras o arena, a razón de 16
reales la toesa por ser dentro del
agua, importa 3.472
� Por 970 pilotes de madera de
pino, de 12 pies de largo y de 10
pulgadas de diámetro en la cabe-
za, a razón de 14 reales cada uno,
puesta en obra 13.980
� Por 121 quintales de hierro
para las puntas de dichos pilotos
a media arroba por cada uno y a
razón de 86 reales el quintal im-
portan 10.406
� Por 5.496 pies cúbicos de
Madera de melis para el grillaje,
que a razón de 6 reales el pie
importa 32.976
� Por 62 toesas y 1 pie cúbico de
Mampostería ordinaria para el ci-
miento encima del grillaje, que a
razón de 130 reales la toesa im-
porta 8.081
� Por las mismas 282 toesas,
4 pies cúbicos de Mamposte-
ría ordinaria para encima de los
cimientos, a 120 reales la toesa
importa 33.920
� Por los mismos 1.683 pies su-
perficiales de piedra de sillería a
razón de 2 reales 18 dineros el pie
importa 43.128
� Por los 90 quintales de hierro
para lañas o grampones 7.740
� Por los 40 quintales de
plomo 3.040
� Por los durmientes para el
entablado 6.600
� Por los tablones de roble enci-
ma de dichos durmientes 21.330
� Por los 10 quintales de plo-
mo para la armazón de dichos
tablones 860
� Por 584 pies cúbicos de made-
ra de roble para los tablones que
deben servir de planchas a fin de
resguardar la Mampostería para
los cimientos que a razón de 11
reales el pie importan 6.422
� Por la Atadera para las puertas
y compuertas 14.795
� Por los Crichs o Gatos 2.000
� Por los Dados de bronce 750
� Por la cuneta para agotar las
aguas 3.000
� Por los 100 mil quintales de pie-
dra carretera para el Azud 20.833
� Por gastos imprevistos 19.000
Suman Reales 249.935
Pesos 17.966, 11 reales, 4 dineros
Barcelona 26 de octubre de 1748
(Miguel Marín).
(Es copia del original. Fdo Antonio
López Sopeña)”
El siguiente proyecto fue realizado
por el arquitecto D. José Prat. El
20 de abril de 1781 el Intendente
General, barón de Linde, remite al
Secretario de Hacienda el proyec-
to y la siguiente carta: (Caja 75,
Carpeta 2).
“Excmo. Sr. Con carta de 5 de fe-
brero de este año incluí a V. E, un
plano y proyecto para establecer
Inclusas en el Puerto de la Presa
que cruza el río Ebro en la Baro-
316 nía de Flix, perteneciente al Real
Patrimonio, a fin de que se faci-
litara y asegurase el tránsito de
las barcas para navegar por aquel
río y ahora paso a manos de V. E.,
como ofrecí en 16 de diciembre
del año próximo pasado antece-
dente la nueva relación y Mapa
que ha formado el Arquitecto D.
Joseph Prat, a fin de que exami-
nando uno y otro se pueda dar la
preferencia a lo más ventajoso y
fácil de practicar en las circuns-
tancias presentes, o en adelante
cuando estas lo permitan”.
Proyecto de D. José Prat2
“La gran presa llamada Azud, si-
tuada en el río Ebro media hora
más arriba de la villa de Flix, la
cual tiene de largo mil varas y de
ancho a la parte inferior treinta,
poco más o menos, esta cons-
truida de carretales sueltos y
muchos de poca magnitud, por
cual motivo siempre que el Río
crece, la arruina y abre muchos
bocarones o roturas por donde
se va el Agua y ésta falta para
el Molino, Noria de Riego y Sal-
tador de los barcos que está
totalmente arruinado, tanto de
los Cajeros de los lados como
de su Pavimento y los Carreta-
les y Sillares que le faltan están
a la parte inferior del Río, fren-
te a dicho Saltador; de suerte
que si al tiempo de saltar algu-
na embarcación da con alguno
de ellos, de precisión se han de
romper sus tablas, abrirla, lle-
narla de agua, perder el cargo y
muy contingente la vida de los
marineros, como ha sucedido
algunas veces, de suerte que
para evitar los crecidos gastos
que de continuo ocasiona al
Real Patrimonio su mala cons-
trucción y quedar los barcos de
su navegación sin peligro, se
hace preciso que los carreta-
les superficiales que se pongan
en adelante en otro Azud sean
a lo menos de cincuenta o se-
tenta quintales con la orden y
distribución que demuestro en
los planos y perfiles del Mapa
o Proyecto de reedificación de
la referida Boca del Puerto o
Saltador. En el tiempo que es-
tuve comisionado por el mismo
Intendente para la recomposi-
ción del Molino Harinero que
está situado muy cerca de ese
Saltador tuve ocasión de ver va-
rias desgracias que sucedieron
a las embarcaciones al tiempo
de saltar, como también el mal
construido del Azud y las roturas
que en él se hacían a las avenidas
del Río. Al año próximo pasado
pasé otra vez a dicho paraje de
orden de dicho Ilustre Señor, a
primeros de mayo, para ver las
roturas que se habían abierto
de nuevo; la providencia que se
había de dar; lo que importaría
la recomposición interina que se
había de hacer, su cálculo y lo
que debería añadirse en el Mapa
expresado. Y últimamente pasé
a dicho paraje a primeros de fe-
brero de este año, a fin de tomar
algunas noticias que me falta-
ban para la exactitud del cálculo
y ver la calidad de piedra que se
sacaba de la cantera nuevamen-
te abierta para tapar el Bocarón
referido. Después de todos es-
tos reconocimientos y tomadas
las dimensiones necesarias con
toda justificación he formado
el Mapa y Proyecto referido, el
que según mi sentir debería eje-
cutarse por Administración, por
razón que estas Obras Hidráuli-
cas al tiempo de ejecutarse se
necesita variar algunas opera-
ciones, según lo que manifiesta
la misma obra y trabajos que no
es posible tenerlos presentes
al tiempo del cálculo y contra-
to, en especial lo que se debe
ejecutar debajo del Agua, que
necesita de grande cuidado, le-
galidad y sin escasez de todo
lo necesario. Y como la expe-
riencia ha enseñado que en los
imprevistos regularmente no se
2 Proyecto de José Prat. Carpeta 2 de la Caja 75. Signatura citada. ACA
317
puede confiar de esta seguri-
dad, a más que por razón de
que no se ha podido probar si
el suelo del cimiento de los Mu-
ros y Pavimento del Saltador es
terreno firme o no, a causa de
que no se ha podio reconocer,
respecto de no poderse detener
sobre las Aguas que varan con
tanta rapidez y rigor por otro
Saltador, y por consiguiente si
se halla firme cuando se pueda
reconocer (que será después
de haber formado el Malecón
y haber desviado las Aguas del
Río) no será necesario formar el
Pilotaje, en especial en toda la
gradería del Plano Oblicuo y en
este caso se ahorraría este gas-
to del Pilotaje; por lo que todas
estas circunstancias indican
cuan necesario es para la se-
guridad y economía de la obra
en esta parte el que se haga
por la Administración. También
se debe hacer por Administra-
ción el limpiar el cauce del Río
por medio de unos barcos que
arrastren una especie de Aro o
Ancora en el paraje que en el
Mapa va signado con la letra
P, a fin de rebajar su solo, para
desaguar el de la forma signado
con N, porque ésta no impida
la salida del Agua del Molino
y daría más lugar y alivio si se
lograba, al trabajo del Proyecto
del Saltador. Lo que se puede
dar por Asiento, sin perjuicio
de la obra es la Piedra, tanto el
sacarla de la cantera como el
acarrearla y labrarla. Todo lo de
Madera y hierro igual, salvo el
mejor modo que se considere.
Fig. 04_ Dibujo esquemático
del azud de Flix.
1781. José Prat. ACA.
(Real Patrimonio. Bailía Moderna.
Caja 75. Carpeta 3)
318 Cálculo prudencial del coste
que tendrá dicho Proyecto,
en Reales de Vellón
� Para desviar las Aguas del Cen-
tro del Río, por el Boquerón que
se ha de abrir cerca de la Boque-
ra, desde la Isla mediana hasta la
de los Conejos se ha de formar un
Malecón de trescientas cincuenta
varas de largo, con 4 hiladas de
estacas, en cuya distancia se em-
plearán tres mil de treinta, hasta
15 pies de largo y de grueso de
seis pulgadas hasta doce, y unas
con otras se considera a 18 reales
cada una, poco más o menos, y
todas valdrán 54.000
� 700 varas lineales de Riestras
para una y otra parte exterior de
Estacada, a 3 reales y 17 marave-
díes la vara, importa 2.450
� 170 traviesas de 10 a 11 pul-
gadas de largo cada uno, para
sujetar las Estacas y Riestras, a 6
reales, importa 1.020
� 1.250 varas cúbicas de tierra,
greda y cascajo para rellenar los
cajones de los lados del Male-
cón, comprendido el transporte
y apisonarla, a dos reales la vara,
importa 2.500
� Se considera 1.250 varas lineales
de Fajina para rellenar los cajones
de los lados del Malecón, a 4 reales
cada vara importa 5.000
� Por clavar 3.000 estacas, un
tercio de ellas con Martinete y
los dos restantes con Mazo en la
Estacada del Malecón, a 8 reales
cada una 24.000
� 27 estacas de veinte y dos
pies de largo y un pie en cuadro
a veinte y tres reales cada una,
importa 621
� 526 estacas de diez pies de lar-
go y un pie en cuadro, a 12 reales
cada una 6.312
� 78 durmientes de 15 pies de
largo y un pie y dos pulgadas de
grueso para formar el enrejado, a
veinte y dos reales cada uno, im-
porta 1.716
� -13 durmientes de treinta y tres
pies de largo y un pie y dos pul-
gadas de grueso, a ciento y diez
reales cada uno, importa 1.430
� 14 traviesas de veinte y un pie
de largo y un pie y dos pulgadas
de grueso, a cien reales cada uno
importa 1.400
� 42 traviesas de veinte y nueve
pies de largo, y un pie y dos pul-
gadas de grueso, a noventa reales
cada uno, importa 3.780
� Para clavar quinientas cincuenta y
tres estacas con Martinete, se con-
sidera una con otra, a veinticinco
reales cada una, importa 13.825
� 111 varas lineales de Riestras, o
tablones de medio pie de grueso
y un pie y medio de ancho para
clavar en las estacas del circuito
del Plano horizontal en la parte
inferior del Saltador, a un reales
cada una, importa 111
� 553 puntas de hierro para las
estacas, de diez y seis libras de
peso cada una, a razón de un real
por libra, importa 8.848
� 432 Gafas de hierro para atar
las dos Hiladas de los extre-
mos del Pavimento y Sillares de
la parte superior de los Mu-
ros, de peso cuatro libras cada
una, a razón de un real cada li-
bra, importa 1.728
� 1.659 clavos para clavar el
enrejado, de peso tres libras
cada uno a un reales por libra,
importa 4.977
� 1.500 clavos par clavar las
Riestras y traviesas en las esta-
cas del Malecón, de peso una
libra cada uno, a un real por libra,
importa 1.500
� 150 clavos para clavar las Ries-
tras en el Cajón del Pilotaje, de
paso una libra cada uno, a un rea-
les por libra, importa 156
� 1.476 varas cúbicas de excava-
ción, para formar el cimiento del
Pilotaje, la mayor parte en agua,
319
se considera una con otra a 3 rea-
les la vara, importa 4.428
� 2.082 varas cúbicas de
Mampostería Ordinaria en los Ci-
mientos Muros Y Pirámides del
Azud, a trece reales la vara, im-
porta 27.066
� 7.623 pies superficiales de Pie-
dra de Sillería, labrada a Picón
grueso o abufardada en el Pavi-
mento, Muros y Pirámides, a dos
reales y doce maravedíes el pie,
importa 17.936
� 846 libras de Plomo para Engastar
las Gafas, a un real y 14 maravedíes
la libra, importa 1.219
� Se considera por el Betún que
se ha de emplear en unir y asentar
los Sillares 5.000
� Por el coste de abrir el Bo-
querón en el Azud, cerca de la
Boquera, para desviar el Río,
después de hecho el Malecón,
importa 1.500
� Se consideran para tapar di-
cho Boquerón y recorrer todas
las roturas del Azud, después de
concluido el nuevo Proyecto del
Saltador, doscientas cuarenta mil
quintales de Piedra, de las dimen-
siones explicadas, que a razón de
diez y seis maravedíes el quintal,
importa 112.941
Fig. 05_ Mapa y Plano del
proyecto de reedificación de
la boca del Puerto de Flix.
1780. José Prat”. ACA. MP-539
320 � Se considera por los gastos impre-
vistos, poco más o menos 51.076
� Total importa
del proyecto 356.541
Todo lo que digo saber, por ha-
berlo visto, reconocido, medido
y calculado prudencialmente, se-
gún reglas de mi Arte. Tarragona
marzo, 15 de 1781. (J. Prat)”
Como hemos visto, el arquitec-
to Prat hace un proyecto para
arreglar el Azud y el Saltador de
Barcos, que es lo que en ese mo-
mento es necesario recomponer.
Sin embargo, el Intendente remite
ambos proyectos, cada uno dife-
rente por ser de distintos años y de
diferentes situaciones, para que el
monarca escoja “la preferencia a lo
más ventajoso y fácil de practicar”.
No es extraña la contestación del
conde de Gausa (Múzquiz), aun-
que sí se ha de destacar que ésta
llegó a Barcelona en abril de 1784,
tres años después:
“Al mismo tiempo que el Rey
aprobó el gasto que había tenido
la obra de facilitar el curso del Mo-
lino Harinero de la Villa de Flix de
que V. S. dio cuenta en represen-
tación de 3 de marzo último, se
enteró Su Majestad de la necesi-
dad de reedificar el Cajero sobre el
cual se hallan afianzados parte de
los cimientos del Molino y el Arco
contiguo a él que amenaza ruina,
cuyo coste ascenderá a 4.860
pesos y también de las represen-
taciones de VS de 5 de febrero y
20 de abril de 1781, que recorda-
ba en ella y en los cuales propuso
VS dos obras para facilitar la na-
vegación del río Ebro en el salto
de Flix, sin el riesgo en que en el
día se ven los barcos en su paso;
pero como para resolver sobre la
obra del Cajero y del Arco quiere
Su Majestad que se proceda con
el celo y examen que proceden
los Particulares cuando se trata
de conservar y mejorar sus pose-
siones, sin seguir ciegamente los
deseos del Arrendador, es su real
voluntad que teniendo VS presen-
te los Proyectos que ha indicado
en sus representaciones para sal-
var la incompatibilidad y también
lo que produce anualmente la
Baronía, tome VS noticias segu-
ras y proponga lo que convenga
al aumento de sus productos y
seguridad de los Barcos para el
Salto de Flix”. (El subrayado es
nuestro).
Y así el arquitecto D. Juan Fá-
bregas fue comisionado para
realizar otro proyecto en ese año
de 1787. El 23 de septiembre lo
entregó en mano al Intendente.
Veamos un extracto del informe y
del proyecto.
Proyecto de D. Juan Fábregas3
“Relación circunstanciada que
yo, Juan Fábregas, Maestro Ar-
quitecto domiciliado en la ciudad
de Barcelona doy al Ilustrísimo Sr.
Barón de Linde Intendente Gene-
ral de este Ejército y Principado
de Cataluña:
En consecuencia de orden de di-
cho Señor, en fecha 10 de agosto
próximo pasado para que pasase
a la villa de Flix, para reconocer el
estado de las obras y reparos que
son necesarios en las oficinas de
aquella Baronía del Real Patrimonio
y formar Plan y Cálculo de ello” .
El 17 de agosto llegó a Flix y D.
Gregorio Carpintier le facilitó to-
das las noticias necesarias para
su trabajo. El Río facilitó su labor
por lo bajo de sus Aguas, por lo
que pudo hacerla con toda per-
fección. Ha formado un Borrador
o Plan del modo en que se en-
cuentra el Azud, con su Boca o
Salto del Puerto, Cajeros, Bo-
quera, Molino de Harina con el
Arco contiguo a él y habiendo
practicado todos los sondeos y
demás medidas que he juzgado
3 ACA. Real Patrimonio. Bailía Moderna. Caja 75. Carpeta 3.
321conveniente para el desempeño
de mi encargo; también he visto
y reconocido el Molino de Aceite,
sus Prensas y todo lo demás,de
todo lo cual voy a relacionar por
extenso del estado en que se ha-
llan todas estas obras y oficinas,
junto con los reparos que juzgo
son necesarios”.
Describe el Azud con sus roturas.
El Salto del Puerto está arruinado
y forma un precipicio de peñas-
cos. A causa de derramarse toda
el agua por las roturas, el Puerto se
ha quedado sin ella. Y así continúa:
“La Boquera de arriba es por
donde suben los Barcos, enci-
ma del citado Azud, por medio
de un Torno o Argor con la ayu-
da de algunas poleas de retorno.
También por esa Boquera es por
donde bajan todas las especies
de almadías de materias que
conducen por aquella parte del
Río Ebro. El Cajero de la parte
del Río está totalmente arruina-
do y el otro Cajero, de la parte
de tierra o del monte, que pocos
años hace se reedificó, se en-
cuentra en buen estado. El Arco
Aguadero contiguo al Canal del
Molino, tiene muchos desper-
fectos. El Molino de Aceite tiene
el tejado muy mal tratado y con
muchas goteras; el Pozo que
tiene para su abastecimiento
está falto de Agua, por su poca
profundidad y una de sus pren-
sas está carcomida, por lo que
no puede hacer el servicio que
se requiere, con gran perjuicio
de los vecinos. La Pila de esta
Prensa está quebrada y la So-
tana de la otra Prensa está muy
usada y maltratada Una caldera
de las dos está quemada.
Lo primero y de la mayor conside-
ración son los reparos del Azud,
Cajeros y Boca del Puerto, junto
con un Cajero de la Boquera y to-
das estas obras son urgentes y de
absoluta necesidad de repararse,
para poder lograr la conservación
del Molino, Riego de la Huerta,
Azud, Navegación y libre comer-
cio por el citado Río Ebro”.
Sigue un estudio muy detallado
de todo lo que debe hacerse y
acaba con el proyecto y cálculo
de las obras.
Extracto del Proyecto del
Arquitecto Fábregas.
Está dividido en seis partes:
1• Reedificación del Salto o
Boca del Puerto. Libras Importan
los veintiséis conceptos deta-
llados de los materiales y obras
necesarias 18.181..12 d.
2• Enrejado para el talud del
Azud. Importan los dieciséis con-
ceptos detallados 31.468
3• Recomposición del Azud
Importan los dos conceptos deta-
llados 19.291..3 d..3sds.
4• Recomposición de la Bo-
quera Importan los tres conceptos
detallados 2.828
5• Reedificación del Arco
contiguo al Molino de Harina
Importan los dos conceptos de-
tallados 451..10 d.
6• Reparación del Molino de
Aceite Importan los quince con-
ceptos detallados 4.442..16 d.
“El total importe de las seis
partidas que anteceden de la re-
composición y obras de la Baronía
de Flix toman la suma de setenta
y seis mil seiscientas cuarenta y
cuatro libras y tres dineros a cor-
ta diferencia, como en su total va
figurado, salvo error de pluma o
suma y son su total 76.644 libras y
3 dineros, equivalentes a 824.406
reales de vellón y 6 maravedíes.
Todo lo cual digo saber por ha-
berlo visto, medido y calculado
prudencialmente, según reglas de
mi Arte y práctica que tengo en
semejantes cosas.
Barcelona y 23 de septiembre de
1787.
Juan Fábregas Arquitecto”
En resumen, Marín hace su reco-
nocimiento y entiende que, en ese
322 momento, lo prioritario para Flix es
que los barcos puedan pasar por
el Saltador, sin peligro. Cree que
la solución es prescindir de éste,
por el riesgo que tiene, y construir
una esclusa doble en la Boquera,
por donde suben los barcos, para
subir y bajar por ella (Recordemos
que en el XVII los expertos Liñán
y Busignan anticiparon esta idea).
El arquitecto Prat propone reparar
el Azud y el Saltador de Barcos,
ya que en las fechas de su re-
conocimiento se encuentra muy
arruinado; el arquitecto Fábregas
propone reparar, además de estos
dos últimos, la Boquera, el Moli-
no de Harina, el de Aceite y otras
obras. La situación se va compli-
cando con las crecidas del río .No
es extraño que el último proyecto
tenga su origen en un Recurso he-
cho por el Arrendatario, que tenía
un contrato de arrendamiento y
pagaba una buena suma para el
Real Tesoro. Quizá esta vez el In-
tendente Indart tomó conciencia
de la seriedad del problema.
Destaquemos algunos párrafos
de la carta que dirigió al conde de
Lerena el 6 de agosto de 1791:
“Excmo. Sr. Los Harineros y Te-
rratenientes de la villa, Pueblos y
Parroquias que componen la Ba-
ronía de Flix en el Corregimiento
de Tortosa prestan al Real Patri-
monio partes de todos los Granos,
Lino, Cáñamo, Legumbres y otros
Frutos, como igualmente de Ven-
dimia y Aceite. Cobra asimismo
este Censo en dinero y especies
de Frutos, Laudemios y Tercios,
diferentes derechos por los aca-
rreos de hacer pan y posee el
Molino de Harina, el de Aceite, las
Barcas de paso del río Ebro y las
Pesqueras del mismo, que todo
junto produce actualmente por
Arriendo 4.323 libras catalanas o
46.499 reales y 16 maravedíes al
año, incluyéndose en cuanto a las
Laudemias solamente la mitad,
por cobrar la otra mitad la Real
Hacienda cuando se verifican las
ventas o traspasos de las Fincas
que los adeudan...
Para la conducción del Agua al
Molino de Harina, riego de las tie-
rras y para que pueda navegarse
por el Ebro se halla construida en
él una gran presa, llamada Azud,
teniendo a un extremo el Puerto
para bajar las Barcas y en el otro el
Paso o Boquera para subir. Por lo
caudaloso del Río y las continuas
y grandes avenidas hace muchos
años que se hallan muy derruidas
las referidas obras con eminente
riesgo de quedar arruinado el Mo-
lino de Harina, cortando el riego
de las tierras y la Navegación,
que ya se verifica con bastante
dificultad y pérdida a veces de los
Barcos, sus cargas y aún de las
vidas de los navegantes, como lo
han siempre manifestado los dife-
rentes arquitectos que en varios
tiempos se han comisionado para
el reconocimiento de su estado, el
de las obras precisas para la re-
paración y cálculo del coste.
A fin de precaver los perjuicios
expresados se dirigió a esa Supe-
rioridad en 5 de febrero de 1781
el Plano y Proyecto para construir
Esclusas en el Puerto y en 20 de
abril del propio año se remitió
Noticias del reconocimiento que
en 19 de marzo del mismo había
practicado el Arquitecto de Tarra-
gona D. José Prat con relación de
las obras que considera precisas,
cuyo coste reguló en 396.941 rea-
les y 14 maravedíes de vellón.
No habiendo verificado la ejecu-
ción del primer proyecto, ni de
lo propuesto por Prat, en virtud
de Real Orden de 29 de abril de
1784, se transfirió a la citada vi-
lla el Arquitecto de esta ciudad
D. Juan Fábregas y con fecha 23
de septiembre de 1787 entregó
noticia de lo que debía ejecutar-
se para la reparación del Azud y
su Puerto, como asimismo de las
obras que convenía ejecutarse en
el Molino de Aceite , calculando
el coste total en 76.644 libras y
3 dineros catalanes, que son de
vellón 824.406 reales y 6 marave-
díes lo que dirigió mi antecesor a
VE en 6 de diciembre de 1788. En
virtud de Real Orden de 3 de abril
del año siguiente se verificó so-
323lamente la construcción del Arco
contiguo al Molino de Harina y
recomposición del de Aceite, que
según el citado cálculo ascendía
a 4.874 libras y 6 dineros y dedu-
cida esta cantidad del total queda
regulado el coste de las obras que
Fábregas consideró precisas para
la reparación del Azud, su Puerto,
seguridad del Molino de Harina,
Navegación y riego de las tierras
en 71.769 libras, 14 dineros y 3
sueldos, que importan de vellón
771.976 reales y 29 maravedíes,
las que no se han ejecutado...
El 6 de abril de este año presentó
un Recurso el actual Arrendata-
rio exponiendo el mal estado de
las Fincas que el Real Patrimonio
posee en aquella Baronía, solici-
tando su recomposición, a fin de
evitar los perjuicios que de lo con-
trario padecería en las utilidades
de su arriendo...
En consideración a la entidad
de la obra, el interés que tiene la
Real Hacienda, tanto en la con-
servación de las Fincas como que
se ejecute lo que sea más útil y
con la posible economía, y lo que
igualmente interesa al Público par-
ticularmente en la Navegación por
el Ebro, me parece convendría el
que pasase algún Ingeniero de los
que se hallan a las inmediaciones
a practicar nuevo reconocimiento
de lo que convenga ejecutarse,
tal vez con mejora de los proyec-
tos y menos dispendio de la Real
Hacienda.
Lo manifiesto todo a VE para que
se sirva hacerlo presente a Su
Majestad a fin de que se digne
mandar lo que sea más de su Real
agrado”.
Esta vez la respuesta no se de-
moró y en diciembre contesto el
Secretario de Hacienda:
“Enterado el Rey de lo que en 6
de agosto anterior ha represen-
tado VS sobre lo que produce
anualmente por arrendamiento
la Baronía de Flix, presa que tie-
ne en el Río Ebro llamado Azud,
mal estado de sus obras con ne-
cesidad de repararlas y continuar
otras para su conservación, los
varios reconocimientos y cálculos
del coste que en distintos tiempos
se han ejecutado por Arquitectos,
Su Majestad, en consideración a
la entidad de estas obras, al in-
terés que tiene la Real Hacienda,
tanto en la conservación de las
fincas como en que se ejecute lo
que sea más útil y con la posible
economía, y lo que igualmen-
te interesa al público, ha venido
en mandar que nombre VS un
Maestro Hidráulico de conocida
inteligencia y práctica en obras
de esta clase, para que con pre-
sencia de los proyectos y cálculos
que hay y nuevos reconocimien-
tos, forme el que más convenga
adoptarse, tanto para la solidez
de ellas y su buen servicio como
para mayor ahorro de la Real Ha-
cienda, para que pasándolo VS a
mi poder se lo haga presente al
rey a fin de que determine lo que
sea de su real agrado.
San Lorenzo del Escorial, 3 de di-
ciembre de 1791. Firmado por D.
Diego Dardoqui en ausencia del
Conde de Lerena”.
El Intendente había manifestado
que los proyectos no se habían
hecho, pero Madrid reitera que
se designe otro experto. Y así lle-
gamos al último proyecto, el del
arquitecto Soler.
Proyecto de D. Tomás Soler4
Extracto del informe
El Azud es un cordón de carreta-
les que traspasa oblicuamente el
cauce del Río Ebro en la longitud
de cerca de mil varas y su único
fin es dirigir las aguas al mencio-
nado Molino, que es con cubos, y
4 ACA. Real Patrimonio. Bailía Moderna. Caja 75. Carpeta 6
324
conducirlas también a los Nafora-
les para el movimiento de la gran
rueda de 70 pies de diámetro que
la sube con cajones a un acue-
ducto para el Riego de la Huerta
y dicho Molino y Anaforales están
situados en el extremo inferior del
susodicho Azud.
Por los fragmentos antiguos que
en él se descubren se conoce
que su primera formación fue
muy bien ordenada, pero la con-
servación hasta el presente se ha
practicado sin orden alguno.
El Puerto o Canal por donde sal-
tan las embarcaciones, y es el
principal enemigo del Molino, se
halla enteramente destruido y ya
no tiene otro remedio que hacer-
se enteramente nuevo y lo peor
de todo es que el Cajero o Posi-
ción del Azud, que media entre
el Puerto y Molino se halla ya tan
mal tratado que le faltan muchos
Sillares del Paramento y muchos
Carretales del Coronamiento , y
como los Carretales del interior
tienen poca trabazón, fácilmente
los arrollan las aguas haciéndolo
caer al medio del Canal
El otro Canal llamado Boquera
está muy descompuesto y faltan
muchos Carretales en el Cajero
de la parte del cauce del Río, de
modo que insensiblemente ca-
mina a una entera ruina. Según
se lee en una piedra del Tajamar
del Puerto, por los años 1723 se
reedificó el Azud con los Canales
del Puerto, Boquera y Pesquera,
en cuya reedificación sin duda se
gastaron crecidas cantidades...”
Los dos últimos proyectos no
hablan ni una sola palabra sobre
Fig. 06_ Mapa del proyecto de
construcción de una esclusa
doble, nuevo Molino harinero, ace-
quia de desagüe y canal en el azud
de Flix.
1794. Tomás Soler. ACA. MP-540
325
punto de una Esclusa y dejan la
Navegación del Río en la misma
exposición de anclar bajo del Sal-
to, sin embargo de ver en el día el
mayor temor que tienen los Patro-
nes, porque para saltar el Puerto
no sólo necesita el Patrón saber
enfilar el Filo de la corriente en el
Canal del Salto sino el saber li-
brarse de anclar bajo de él, y esto
no es fácil por no poder conocer
la extensión de los Bajíos que se
forman bajo dicho Salto hasta
encontrar la buena corriente de
las Aguas, por motivo de variar
los Bajíos y extenderse más o
menos en las Avenidas y aunque
es mayor la exposición cuando
bajo del Salto está anclada una
embarcación y va a saltar la otra
y mucho mayor será el peligro si
se hallan muchas ancladas. Por
la grande diferencia que existe
entre los mencionados Proyectos
se descubre el incremento que ha
tomado las distancias del Azud y
Puerto desde el año 1748, Cál-
culo del Ingeniero Director, hasta
el de 1787, Cálculo del Arquitec-
to Fábregas y por consiguiente,
con fundamento se debe temer
la entera ruina que amenaza y la
pérdida de los intereses de una de
las mejores Fincas de aquel ramo
del Patrimonio, que es el Molino
Harinero y Riego de la Huerta.
En consecuencia de todo y del
mal estado en que se halla en el
día el Azud, su Molino de Hari-
na contiguo y demás Fincas que
contiene aquella Baronía, como
también la grande deterioración
que padece el Real Patrimonio,
en tanto que a no tomarse una
pronta y seria providencia con
una obra mayor, todo se encami-
na a una entera ruina, como se ha
dicho, y habiendo hecho todas
las reflexiones oportunas con mi
Padre sobre el mismo terreno ha-
llamos a bien levantar un Plano de
aquella extensión del Cauce del
Río, desde el paraje llamado la
Verona, como punto donde acos-
tumbran a tocar los Barcos para
vaciar parte de sus cargamentos,
respecto que pueda saltar con
más facilidad el Puerto y pre-
caucionar todo lo posible que se
anclen debajo de él, para evitar las
desgracias que frecuentemente
Fig. 07_ Detalle del proyecto de
Tomás Soler. 1794. ACA. MP-540
326 acontecen, hasta el paraje llama-
do la Llosa, que es debajo de la
villa de Flix, como punto donde
vuelven a cargar dichos Barcos
a fin de continuar su viaje, cu-
yos cargamentos se transportan
después por Tierra con Acémilas
y tomando cuantas noticias nos
parecieron conducentes, no so-
lamente de los vecinos de la villa
sino también de los Patrones de
los Barcos que bajaron en aque-
llos días de nuestras operaciones,
a fin de poder asegurar este paso
del Azud; como igualmente, ha-
biendo sondeado el Cauce del
Río por el largo del referido Azud,
encontramos que en el lado infe-
rior al Molino Harinero y en el seno
que hacía el Alveo del Río al de-
trás de la Noria, había un paraje
muy proporcionado para colocar
una Esclusa doble por dos prin-
cipales motivos; el uno porque
en este paraje no puede chocar
directamente la corriente de las
Aguas, por motivo que los impi-
den el Molino Harinero y Noria, y
el otro motivo es por tener el Río
su Cauce todo de peña firme. Y
bajo de estos Principios, a más
que mudando el Molino Harinero
detrás de la Esclusa se sacaría
del evidente riesgo en que conti-
nuamente está y se podía hacer
con la debida capacidad que co-
rresponde, poniendo en él cuatro
Muelas; dos para la vecindad de
la villa, una para los Forasteros y
otra para recambio de alguna de
las otras tres. Con las dos Mue-
las que tiene el actual Molino no
llega a la mitad del consumo y los
Forasteros han de acudir a otras
partes.”
Proyecto del Arquitecto
Soler
“Cálculo prudencial del costo
que tendrán las obras proyecta-
das en el Azud de la villa de Flix
sobre el Río Ebro para asegurar
todo lo posible el Saltador para
las Embarcaciones y evitar las
desgracias y trastornos que fre-
cuentemente acontecen, cuyo
Proyecto consiste en tapar ente-
ramente el Boquerón del Puerto
y hacer una Esclusa doble en el
Seno que hace el Río al detrás de
la Noria, dándole su entrada por
debajo del Arco acueducto; en se-
guida conducir sus Aguas por el
Canal que forma el Alveo en la Isla
de Los Conejos hasta volverse a
unir con la Madre del Río; consiste
también el susodicho Proyecto en
mudar el Molino harinero y hacer-
lo con mayor capacidad al detrás
de la Esclusa, tomando su Agua
por medio de las cuatro compuer-
tas que se proyectan desde el
susodicho Arco acueducto, for-
mando la Acequia de desagüe por
detrás de la referida Esclusa, has-
ta unirse con ella en su extremo
inferior, según todo va señalado
en los Planos; y últimamente en
recomponer el Salto de la Boque-
ra y rompida del Azud, dejándolo
todo en debida forma para poder
resistir el empeño de las Avenidas
del enunciado Río.”
Reales de Ardite
“Primeramente para tapar el Bo-
querón del Puerto en el mismo
modo que se ha explicado en la
Relación, se necesita, a saber:
� Por 150 Carretales que deben
entrar en la superficie lateral,
justo con los del Coronamiento,
considerándoles cada uno de
una vara de ancho, dos de lar-
go y media vara de altura, hacen
juntos 4.090 pies cúbicos, que a
razón de1 real y 12 dineros el pie
cúbico importa 6.075
� Por 150 Gafas de Hierro para la
trabazón de los mencionados Ca-
rretales, pesando una con otros
ocho libras, será su peso total
1.200 libras, que a razón de 2 rea-
les la libra importa 2.400
� Por 900 libras de plomo para
engastar dichas Gafas, conside-
rando se emplearán 6 libras de
plomo en cada una, que a 1 real
12 dineros la libra serán 1.350
� Por 1.482 varas cúbicas o
40.014 pies cúbicos de Carreta-
les a piedra perdida , que entran
en el Salido de dicho Boquerón
y pesando cada pie cúbico 4
327arrobas y media es su total peso
de 45.019 quintales y 3 arrobas,
que al respecto de 12 dineros el
quintal importa 22.507..12d.
� Total
importa el Puerto 32.332..21d.
Dique Provisional que se pro-
yecta por el largo de la Esclusa,
retornando después hasta en-
contrar la margen del Seno.Este
Dique se considera tener de al-
tura unas 4 varas, de ancho su
claro 3 varas y de largo unas 200
varas. La construcción de este
dique será formando dos series
de Estacas distante la una de
la otra, de centro a centro una
vara, aforradas con puntas de
hierro que entren 1 pie dentro
de la peña y para fortificarlas
se vestirá la mencionada punta
dentro de los Pilotes con un aro
del mismo metal, para mayor se-
guridad. A estas mencionadas
Estacas se pondrán unas torna-
puntas desde el pie de la serie
inferior de estacas hasta un pie
más abajo del extremo superior
de las que forman la serie de la
parte del río. Después se traba-
rán las dos series, una con otra,
con travesaños encartados,
todo bien clavado y rematado;
en seguida se pondrá una fila de
Riostres para afirmarse las men-
cionadas series y últimamente
se pondrán los tablones por la
parte interior al mencionado
Dique todo bien clavado y cala-
fateado; así se tendrá formado
el encajonado referido que re-
llenado de Greda o Arpilla bien
apisonada privará la filtración de
las Aguas para poder agotar las
detenidas en el Seno donde se
debe construir la Esclusa.
� Por 400 Estacas de 4 varas de
largo y 12 pulgadas de grueso,
a razón de 18 reales 18 dineros
cada una, importa 7.500
� Por 400 puntas de hierro de 2
pies de largo, de peso cada una
13 libras , pesarán juntas 5.200 li-
bras, que a razón de 12 dineros la
libra importan 7.800
� Por 400 Aros de hierro de peso
cada uno 5 libras, pesarán juntos
2.000 libras, que al respeto de 2
reales la libra importa 4.000
� Por 200 tornapuntas de 5 va-
ras de largo y un pie de grueso,
cada uno a 22 reales cada uno,
importa 4.500
� Por 200 travesaños de 3 va-
ras y media de largo y un pie de
grueso cada uno a 18 reales,
importa 3.600
� Por 400 varas lineales de
Riostres de un pie de ancho y
6 pulgadas de grueso, a ra-
zón de 3 reales la vara lineal,
importa 1.200
� Por 320 varas lineales de ta-
blones de 17 pulgadas de ancho
y dos pulgadas de grueso, al
respeto de 4 reales la vara lineal,
importa 12.800
� Por 2.000 clavos de 16 pulgadas
de largo y grueso correspondiente
para clavar los tornapuntas y tra-
vesaños, a razón de 2 reales cada
clavo, importa 4.000
� Por 800 clavos de 9 pulgadas
de largo y grueso correspon-
diente para clavar los Riostres,
cada clavo al respeto de un real
6 dineros 1.000
� Por 6.400 clavos de 6 pulgadas
de largo y grueso correspon-
diente para clavar los Tablones,
a razón de 20 dineros el clavo,
importa 5.333..8d.
� Por el trabajo de hacer el Dique
en la forma expresada, esto es
Trabajar la madera con sus enca-
jes; clavar las puntas y Aros de los
Pilotes, como también sus torna-
puntas, Riostres y Tablones, todo
asentado en su lugar, se conside-
ra ser de valor 16.000
� Por 2.400 varas cúbicas de Gre-
da o Arpilla, para rellenar el Dique
A razón de 7 reales 12 dineros la
vara cúbica, importa 18.000
� Total
importa el Dique 85.733.8d.
328 Cálculo del coste que tendrá
la Esclusa doble, Molino, Pa-
red en la Acequia, cordones de
Carretales del Canal, desmonte
y el Dique de la entrada de la
Esclusa:.
� Por el valor de agotar el Agua
para poder trabajar en la obra
por medio de Baldeos y Bombas,
hasta haber hecho la excavación
y asentadas las tres primeras hila-
das de Sillares de los muros de la
Esclusa y levantada la Pared de la
Acequia del Molino se considera
se necesitan 15.000
� Por 1.500 varas cúbicas de
excavación en la Peña para pro-
fundizar e igualar el piso de la
Esclusa, a razón de 4 reales la
vara cúbica 18.000
� Por 56.700 pies superficiales
de piedra de Sillería labrada a
punta de escoda cincelando
los correspondientes Arnito-
nes y lados, siendo los Sillares
de varias magnitudes y figu-
ras, abonándose su solidez
por Mampostería ordinaria
al respeto de 2 reales el pie
superficial 113.400
� Por 13200 varas cúbicas de
Mampostería ordinaria de cal y
canto comprendida en la solidez
de los Muros de la Esclusa, a ra-
zón de 24 reales la vara cúbica,
importa 316.800
� Por 4.500 Grapas o Lañas de Hie-
rro para la trabazón de los Sillares
que juntas pesan 36.000 libras, a
razón de 2 reales cada libra 72.000
� Por 23.000 libras de Plomo
para engastar dichas Gafas, a ra-
zón de un real 12 dineros la libra,
importa 34.500
� Por el valor de las seis hojas de
las puertas de Madera de roble,
junto la clavazón, Compuertas,
Goznes, Grapodinas, dados de
Bronce y demás correspondiente
para su manejo 28.000
� Por el valor de la construcción
del Canal del Molino Harinero que
se proyecta detrás de la Esclu-
sa, unidos los Canales, Pozos,
Tajamares, Muelas, Rodetes,
Palancas, Compuertas con las
herramientas necesarias para las
maniobras del citado Molino, se
considera ascenderá a 85.000
� Por 1.200 varas cúbicas de
Mampostería ordinaria de Cal y
Canto comprendida en la Pared de
la Acequia, desde el Molino hasta
encontrar el cordón de Carretales
del Canal, a razón de 24 reales la
vara cúbica, importa 28.800
� Por 2.800 varas cúbicas de ex-
cavación en la peña del Canal
desde la Esclusa hasta unirse con
el Río bajo la Isla, a razón de 4 rea-
les la vara cúbica, importa 11.200
� Por 396.900 pies cúbicos de
Carretales a piedra perdida para
los cordones de una y otra parte
del Canal unido a estos el cor-
dón de Carretales para cerrar el
galacho de la Isla llamada de los
Conejos y el otro en el extremo del
mismo Canal, en la unión con el
Río, con la prevención que los Ca-
rretales que han de hacer frente al
Canal han de correr ordenados y
distribuidos en debida forma, que
pesando 446.512 quintales y dos
arrobas, a razón de12 dineros el
quintal 223.256.6d.
� Por el desmonte de la entrada
de la Esclusa bajo el Arco Acue-
ducto junto con la obra que se
habrá de hacer a los lados de ella
y el pequeño dique provisional
que para estas obras se necesita,
se considera que por junto será
del valor 55.000
� Por 177.900 pies cúbicos de
carretales a piedra perdida que
se Necesitan para recomponer el
Canal de la Boquera y tapar las
roturas del Azud, ensanchando en
3 varas por todo el largo de él y
ordenando los carretales que han
de hacer frente a la parte superior
del río, cuyos Carretales pesan
junto 537.637 quintales y medio,
que al respeto de 12 dineros el
quintal importa 268.818..18d.
� Por los gastos imprevistos en
toda la referida obra 60.900
329 � Total importa
este proyecto 1.329.775
Resumen de las tres partidas que
componen el costo que tendría el
Proyecto General:
� Por el importe del Boquerón del
Puerto 32.332..21d.
� Por el importe del Dique Provi-
sional 85.733…8d.
� Por el importe de la Esclusa y
demás arriba expuesto 1.329.775
� Total 1.447.8415d.
El total importe de las expresadas
tres partidas que comprende este
Proyecto es de la cantidad de un
millón cuatrocientos cuarenta y
siete mil ochocientos cuarenta y
un Reales y cinco dineros, mo-
neda de Ardite, como arriba va
figurado.
Que es cuanto mi corto talento
alcanza para satisfacer a la orden
de palabra que VS se ha servi-
do darme sobre que evacuase la
presente Comisión, incluyéndose
con ésta el Plano General que a
dicho fin se ha levantado, junto
con los Planos y Perfiles de las
obras que se han juzgado nece-
sarias para la reedificación de las
Fincas de aquella Baronía y vol-
viéndole también los Proyectos, a
saber: el del Ingeniero Director, el
del Arquitecto Prat, y el del Arqui-
tecto Fábregas, que VS se sirvió
entregar a mi padre para mayor
instrucción.
Barcelona, 9 de abril de 1794.
(Tomás Soler).”
Desconocemos si al final se arre-
glaron las obras y presa de Flix.
Lo más probable es que nunca se
volviese a la situación de 1723. En
la fecha de este último proyecto
España se enfrentaba a Francia
en una guerra que tenía lugar a
uno y otro lado de los Pirineos.
Mucho nos tememos que se ha-
rían los arreglos imprescindibles
para mantener al mínimo las ins-
talaciones. Los patronos de las
embarcaciones ya estaban acos-
tumbrados a transportar la carga
en acémilas para soslayar la grave
situación de Flix.
330 NUEVAS POBLACIONES EN LA COSTA DE CATALUÑA DURANTE EL REINADO DE CARLOS III
331
Enric Viñas Presentación.
Entre la gran diversidad de pro-
yectos de arquitectura civil
desarrollados por los ingenieros
militares formados en la Real y
Militar Academia de Matemáticas
de Barcelona en el llamado Siglo
de las Luces, es propósito de
este trabajo tratar de las Nuevas
Poblaciones situadas en la costa
de Cataluña. De ellas, enumera-
das de Norte a Sur, tenemos el
nuevo pueblo de San Miguel de
Colera en la provincia de Giro-
na; el Barrio de la Barceloneta en
Barcelona; la Nueva Población
del puerto de Tarragona así como
el Barrio portuario de Salou y la
Real Ciudad de San Carlos de la
Rápita, en esta misma provincia.
Cada una de ellas, como es ha-
bitual en cualquier proyecto de
obra pública, tuvo sus largos de-
bates previos a su aprobación y
puesta en obra. Bastantes no ter-
minaron su construcción o bien
no tuvieron la misma aplicación
para las que, en sus inicios, ha-
bían sido destinadas.
Son muchas y bien documen-
tadas las referencias históricas
sobre las Nuevas Poblaciones
construidas en Sierra Morena y
Andalucía. Por contra, a tenor
de las publicaciones disponibles,
son escasas aquellas situadas
en territorio catalán. No obstan-
te, son de referencia obligada los
trabajos de los arquitectos Jordi
Oliveras, Manuel de Solá Morales
y Juli Esteban, Joan Bassego-
da Nonell, y también los de los
historiadores y geógrafos Pie-
rre Vilar, Lluís Argemí d’Abadal,
Ernest Lluch, Mercé Tatjer y Her-
nández Sanahuja. No podemos
olvidar, como fuentes a valorar,
las ofrecidas por los viajeros de
la época, en sus libros de viaje,
cartas, memorias y otras cróni-
cas como las de Ponz, Llaguno,
Casanova, Laborde, Gálvez, Pe-
yron, Chantreau, Barón de Maldà
o Capmany.
No obstante en general es de
notar cierto desinterés por el co-
mentario crítico de las razones
y posterior evolución del esta-
blecimiento de estas colonias.
Fig. 01_ Carlos III el grande,
(Madrid, 1716-1788)
Fig. 02_ Marqués de la Mina,
Don Jaime Miguel de Guzmán Dávalos
(Spínola, 1689 - Barcelona, 1767)
332 ¿Estaban bien fundados los argu-
mentos para su emplazamiento?
¿Los medios económicos y hu-
manos puestos a contribución
eran proporcionados a los propó-
sitos de progreso ? Son extremos
controvertidos, pues habrá, sin
duda, que sopesar pros y contras
ante una posición cualquiera. Se
espera antes un espíritu elogioso
y más bien hagiográfico que una
actitud fría y severa ante hechos
históricos altamente politizados.
El apogeo de las propuestas ilus-
tradas se produjo en la segunda
mitad del siglo XVIII, es decir en
el fructífero reinado absolutista
de Carlos III (1759-1788). Período
marcado por las frecuentes difi-
cultades de la Real Hacienda y los
repetidos intentos de optimizar la
recaudación de contribuciones e
impuestos. Se manifiestan otras
contradicciones del reformismo
ilustrado, como por ejemplo su
carácter fisiocrático y regalista y el
mantenimiento de la Inquisición.
Esta situación, junto al manteni-
miento de un régimen de antiguos
aunque atacados privilegios, so-
portada durante este siglo y parte
del siguiente, explica el fracaso
de muchas iniciativas.
No siempre el ánimo de lucro es el
que establece las prioridades de
los establecimientos colonizado-
res. Más bien es la primacía de los
discursos dominantes respecto al
loable empeño de introducir, en el
nuevo Estado borbónico ciertas
reformas sociopolíticas, la que
determina la decisión final. Sabe-
mos del empeño que los distintos
gobiernos pusieron en conseguir-
las, mas también sabemos que
no fue posible. Esta puede ser la
brecha que explique la lentitud y
el abandono por obsolescencia y
falta de financiación de gran parte
de las obras públicas iniciadas.
Ingenieros militares y la construcción de nuevas poblaciones
Desde el año de su apertura en
1720 hasta su cierre definitivo
en 1803, el número de ingenie-
ros incluidos en el escalafón fue
aproximadamente 630.
Entre las múltiples y variadas mi-
siones, para las cuales estaban
cumplidamente preparados estos
ingenieros, destacan las propias
de la ingeniería militar como son
las obras de fortificación, tanto las
permanentes como en campaña.
Pero además el Real Cuerpo de
Ingenieros desempeñó toda clase
de obra pública y civil mantenien-
do la inveterada, hasta entonces,
competencia exclusiva bien acre-
ditada a través de la historia de la
construcción.
Así por ejemplo les cupo proyectar
y dirigir la mayoría de obras hi-
dráulicas, portuarias, señalización
marítima, así como la creación y
mejora de caminos, puentes, ca-
rreteras, minería, urbanización y
ensanche de poblaciones, llegando
con notables resultados a la proyec-
ción de toda clase de edificaciones
militares, civiles y religiosas en todo
el territorio de la corona. Entre las
especiales ocupaciones de este
cuerpo nos interesa la planifica-
ción de las Nuevas Poblaciones,
una de las magnas operaciones
de modernización llevadas a cabo
en los reinados de los primeros
reyes borbones correspondien-
do a los postulados del siglo de la
Ilustración.
El objeto del presente estudio se
ciñe precisamente a la labor de
creación de algunas poblacio-
nes en la costa de Cataluña en
este período tan convulso pero
al mismo tiempo tan dinámico y
creativo, por haber dado curso
a un nuevo enfoque de la orga-
nización del Estado y a su futuro
desarrollo socioeconómico.
Las Nuevas Poblaciones son una
muestra palpable del espíritu
reformista que impregnó las ac-
ciones de gobierno de la segunda
mitad del siglo XVIII. Con su cons-
trucción se perseguía un ideal de
sociedad mediante tres vías:
La primera trataba de colonizar
las zonas despobladas del país a
333causa de largos períodos de gue-
rra y su consecuente decadencia
agrícola y productiva. La agricul-
tura se contemplaba como primer
factor productivo creador de ri-
queza y bienestar para el pueblo.
La segunda consistía en es-
tablecer nuevos núcleos de
población en páramos atrave-
sados por caminos donde se
producían constantes asaltos
de malhechores o bien en zonas
litorales abatidas por las conti-
nuas incursiones de piratas. Si
estos puntos estaban convenien-
temente poblados y organizados
podrían aportar los medios nece-
sarios a su defensa.
La tercera pretendía unificar los
territorios de la corona, median-
te el equilibrio demográfico, fruto
de las mejoras económicas obte-
nidas por la puesta en cultivo de
nuevas tierras de labranza.
Como corolario a estos objeti-
vos se propusieron mejoras en
los medios de comunicación y
de transporte de productos tan-
to para desarrollar el comercio
interior como para favorecer las
vitales necesidades de mejora de
la balanza comercial con los te-
rritorios de ultramar. Por esto se
articuló la puesta a punto de va-
rios planes de caminos radiales,
puertos y astilleros así como la
construcción de nuevos canales
navegables y de riego.
Esta revolucionaria forma de go-
bierno traída por los primeros
monarcas borbones, tuvo sus
ideólogos, entre ellos destacan
Pedro Rodríguez de Campomanes
y el Intendente Pablo de Olavide.
En sus escritos respectivos Des-
cripción de Sinapia, península en
la tierra austral y El Evangelio en
triunfo, o historia de un filósofo
desengañado denunciaban por
medios literarios,con carácter utó-
pico o bien sarcástico, el atraso,
la desigualdad social e incluso la
paupérrima economía que estos
males acarreaban. “Otros teóricos
representativos de la Ilustración
española como son Jovellanos,
Ponz y Ceán Bermúdez no supe-
ran la fase de crítica negativa de
cuanto antecedió contentándose
con vagas invocaciones a la anti-
güedad clásica”1.
Es el reinado de Carlos III de
Borbón el período álgido en la
planificación y realización de
Nuevas Poblaciones. Éstas se
implantaron en áreas deprimi-
das y desérticas como las más
renombradas de Sierra Morena
y Andalucía. También se exten-
dió esta forma de colonización
a muchas otras regiones como
son Castilla, Navarra, Galicia, Le-
vante, Aragón, Cataluña y hasta
las Canarias. Continuose la labor
en tierras de la América hispana.
prosiguiendo la vasta labor de co-
lonización emprendida en siglos
anteriores. Guarromán, Cartagena
de Indias, Carmen de Patagones,
Canelones, Rocha, Monterrey,
San Diego, Gualenguay, eran al-
gunos de los nuevos poblados de
esta vasta operación.
Entre las múltiples funciones
desempeñadas con gran celo y
competencia por los ingenieros
militares, aparte de las misiones
propias de la guerra, estaban las
de planificar y dirigir las obras
públicas en toda su amplia diver-
sidad, así como la cartografía y
diseño de las nuevas ciudades.
Éstas tenían un elemento formal
en común, se trataba de ciudades
abiertas, sin recintos amurallados.
El trazado de las Nuevas Pobla-
ciones, perfectamente estudiado
y explicado en el libro de Jordi
Oliveras Samitier2, se ajustaba
1 Guillermo Sena Medina “Las Nuevas Poblaciones de Carlos III y la división provincial” Boletín del Instituto de Estudios
Giennenses 0561-3590 Nº 150 p. 191-206 , 1993.2 “Nuevas Poblaciones en la España de La Ilustración” Jordi Oliveras Samitier. Prefacio de Antonio Bonet Correa. Colec-
ción Arquíthesis, núm. 2, Ed. Caja de Arquitectos, 1998.
334 en general a los modos formales
basados en la castrametación ro-
mana bien conocida y practicada
por los ingenieros militares.
La organización en malla ortogo-
nal con sus dos ejes orientados
según los puntos cardinales es
un tipo de trazado urbano anti-
guo como el mundo, repetido en
la planificación de nuevas ciuda-
des desde Mileto, Prienne, Cnido,
Timgad, a las bastidas francesas.
De la misma forma y entre los
siglos XII a XV en España se eri-
gieron Briviesca, Puente la Reina,
Sangüesa, Castellón, Nules, Villa-
rreal, Santa Fe (Granada), Puerto
Real (Cádiz), Foncea, y además
la mayoría de las fundadas en
Hispanoamérica al abrigo de las
Leyes de Indias promulgadas por
Felipe II, donde se fija de forma
terminante el trazado “a regla y a
cordel”.
Este será, por consiguiente, el
tipo adoptado para la mayor parte
de las Nuevas Poblaciones, por
su fácil replanteo sobre territorios
llanos, por su cómodo control de
superficies y reparto de las par-
celas resultantes. Son ejemplos
destacados de estas Nuevas Po-
blaciones las de La Magdalena o
Nuevo Ferrol, La Barceloneta de
Barcelona; La Marina de Tarrago-
na, etc.
En contraposición a veces se apli-
cará la tipología radial, conocida
en trazados teóricos de nuevas
ciudades medievales, especial-
mente aquellas proyectadas en
el interior de recintos amuralla-
dos. Los modelos renacentistas
y barrocos, divulgados en los
tratados de arquitectura civil, pre-
sentan una diversidad de figuras
singulares tales como plazas oc-
togonales, hexagonales, esquinas
cóncavas, abertura de calles en
abanico, patas de ganso, etc. Son
recursos espaciales que evocan
a las perspectivas axiales de los
grandes parques barrocos.
En las Nuevas ciudades escasean
estos tipos. Como máximo ve-
mos recursos compositivos tales
como exedras, viales en diagonal,
tridente o pata de ganso y alguna
que otra plaza circular. Ejemplos
de esta tipología son El Sitio Real
de Aranjuez, Nueva ciudad de
San Carlos de la Rápita o la Colo-
nia Militar Fernandina.
Un gran teórico de la arquitectu-
ra de la Ilustración, fue el abate
jesuita Marc-Antoine Laugier3
(1713-1769) que junto al arqui-
tecto Jacques-François Blondel
(1705-1774), tuvo una enorme
influencia sobre la arquitectura
racional. En sus escritos más
divulgados dirige una severa
crítica a los trazados del tipo en
damero:
“Tenemos ciudades donde las
calles guardan una alineación
perfecta, pero como el diseño ha
podido ser realizado por gente de
poco “esprit” reina una sosa ac-
titud y una fría uniformidad que
hace buscar el desorden de las
ciudades que no tienen ninguna
alineación, todo está referido a
una figura única.” Luego pregona
la importancia de introducir en el
órden cierto grado de amenidad:
“que haya órden y una especie de
confusión, que todo esté alinea-
do pero sin monotonía y que de
una multitud de partes regulares
resulte en total una cierta idea de
irregularidad y de caos”. “De vez
en cuando abandonemos la sime-
tría y lancémonos a lo extraño y
singular”. Parece como si, a falta
de poder realizar en todos los ca-
3 Abbé Marc-Antoine Laugier .
“ Observations sur l’architecture “ París,1765 - “ Essai sur l’architecture” París, 1775
Jacques-François Blondel “Architecture françoise.Recueil des plans, elevations,coupes et profils des églises, maisons
royales, palais, hôtels & edifices...”.París 1752-56 - “ Cours d’architecture ou traité de la decoration, distribution & cons-
truction des batiments; contenant les leçons données en 1750 & les années suivantes par... París 1771-77
335sos, la fusión de dos tendencias,
la tradicional exigencia de orden y
la libertad compositiva, se tuviese
que optar por la oposición equili-
brada de ambas.
Los mismos principios disciplina-
res que aplicaron los ingenieros
militares a la ordenación de un
campamento militar y que se apli-
caban sobre las nuevas ciudades
de trazado reticular, hicieron ex-
clamar al abate Laugier: “serían
principalmente aquellas proyecta-
das desde la arquitectura militar”.
Los ingenieros militares egresa-
dos de la Real Academia Militar de
Matemáticas de Barcelona, esta-
ban al corriente de la arquitectura
clásica, académica4 y pre-revolu-
cionaria al uso en Europa, a través
de los profesores de la misma y
de libros de texto como son la tra-
ducción por quien más tarde sería
Director de la Academia, Miguel
Sánchez Taramas, del tratado de
John Muller; el tratado de Beli-
dor y el de Benito Bails5 que eran
seguidos en los cursos de arqui-
tectura civil y militar.
Ellos fueron los encargados de
diseñar la creación de un sinnú-
mero de nuevos pueblos y barrios
de ciudades, cumpliendo con cre-
ces las expectativas y confianza
en ellos depositada. Y lo hicie-
ron con abnegada dedicación y
estricta sujeción a lo establecido
por las Reales Ordenanzas y en
las Reales Cédulas del Fuero de
Población. Éstas en su articulado
daban las directrices para su im-
plantación: Serían según modelo
tradicional de orientación cardi-
nal y trazado ortogonal, con una
plaza mayor y, en su caso, otras
secundarias donde situar los edi-
ficios característicos, a saber: la
Iglesia, la Intendencia, la escue-
la, el mercado, el cuartel, etc. Es
muy ilustrativo de este principio
de austeridad el párrafo: “El resto
de las construcciones, casas de
habitación, serían simples, senci-
llas como a casas de labradores
se refiere, de una o dos plantas y
amplios corrales, sin adornos su-
perfluos ni arte.”
En esto sintonizaban con los
postulados revolucionarios de
la arquitectura de la Ilustración
que más adelante serían pro-
pugnados por arquitectos como
Boullèe y Ledoux6 cuyos pro-
yectos respiraban austeridad
y economía de medios para,
con este ahorro, contribuir a la
mejora de las condiciones de
habitación y beneficios socia-
les de los jornaleros y los más
desfavorecidos.
Aparte de las Nuevas Poblaciones
que podríamos llamar “camine-
ras”, cuya función repobladora
tenía lugar en desarrollo lineal so-
bre algún eje de comunicación
terrestre, hubo otras que serán
objeto de este artículo.
Son aquellas que por distintas
iniciativas se desarrollaron en el
litoral o en relación a la actividad
portuaria, bien fuese para aloja-
miento o para la defensa de la
misma. Entre estas presentamos
la nueva ciudad de San Car-
los de la Rápita y el Barrio del
puerto de Salou que se implan-
taron en zonas despobladas.
Otras se edificaron en proximi-
4 Preferimos el adjetivo “académica” a “neoclásica”, pues aquel refleja más bien la sujeción a un canon fijado y controlado
desde la Real Academia de San Fernando.5 John Muller, traducido por Miguel Sánchez Taramas “Tratado de fortificación ó Arte de construir los edificios Militares y
Civiles” Imp. Thomas Piferrer, Barcelona, 1769; Bernard Forest de Belidor “La Science des ingenieurs dans la conduite
des travaux de fortification et d’architecture civile”. París, 1729. Benito Bails “ Elementos de matemáticas” Tomo IX Ma-
drid, Joachim Ibarra, 1779.6 Étienne-Louis Boullée (1728-99). Arquitecto francés que tuvo profunda influencia en la arquitectura pre y post revolucio-
naria. Tuvo como uno de sus alumnos a Claude-Nicolas Ledoux (1736-1806). Arquitecto y autor de obras con un elevado
grado de concepción social. “L’Architecture considerée sous le rapport de l’art, des moeurs et de la législation”. París,
1804.
336 dad a grandes ciudades, como
es el caso del nuevo barrio de
La Barceloneta en Barcelona y
la Nueva Población de la Marina
de Tarragona, sobre las cuales
no trataremos en este artículo
dado que ambas disponen ya
de abundante y bien fundada
bibliografía. Hay un caso singu-
lar que trataremos, es el Nuevo
Pueblo de San Miguel de Colera,
cuya fundación responde más a
un tipo de “desarrollo” agrícola
que al tipo de pueblo caminero
o portuario.
El puerto de los Alfaques y la Nueva Ciudad de San Carlos de la Rápita
Los intentos de facilitar la na-
vegabilidad del río Ebro se
remontan a tiempos muy ante-
riores al período ilustrado. Ya en
la antiguedad clásica la ciudad
de Dertosa (actual Tortosa) fue
objeto de interés como cen-
tro estratégico de distribución
de las producciones agrícolas,
industriales y comerciales ofre-
cidas por la cuenca ebrense,
obrando como base fluvial de
navegación y de contacto entre
el medio fluvial y el marítimo.
De hecho es muy remoto este
uso en cuanto a la pesca, extrac-
ción y exportación de la sal y a la
navegación interior de las tierras
del Ebro.
Los Alfaques fueron la base de
partida de numerosas expedicio-
nes navales en la toda la historia
medieval y fue muy importante
su actividad en la campaña de
expulsión de los moriscos de la
Corona de Aragón.
De entre las dos vías posibles
para organizar el éxodo, las
pirenaicas de Somport, de Ron-
cesvalles y la del puerto de los
Alfaques, fue la marítima la que
evacuó la mayor parte. Se cifra
en 38.286 el número de los que
embarcaron en él entre los me-
ses de junio a septiembre del
año 16107.
Es bien sabido que, desde an-
tiguo, en el curso final del Ebro
ha existido una navegación
muy activa cuyo punto central
era Tortosa. En el pasado llegó
a tener una numerosa flota de
matrícula constituida por “bar-
cas chatas”, “llaguts” de hasta
20 metros de eslora con mástil
desmontable y velas cuadras,
“muletes y “rais”; navegaban
a favor de viento y corriente o
remontaban a “sirga” y se en-
cargaban eficazmente, por su
escaso calado, del transporte
de productos agrícolas, princi-
palmente aguardientes, madera
y la sal, extraída de las sali-
nas reales de La Trinitat y de la
Rápita
El máximo esplendor se alcanzó
en el siglo XV, dando lugar a los
proyectos de construcción del
Canal Imperial durante el reinado
de Carlos V.
El ingeniero Bernardo Lana el
año 1739, en colaboración con
Sebastián Rodolfo pertenecien-
te al mismo Cuerpo, presentó un
extenso informe titulado: Razón
de los tanteos hechos sobre el
proyecto de hacer el río Ebro na-
vegable desde Zaragoza hasta el
Mar mediterráneo. En cuanto al
problema de la desembocadura
dice: “Pasado Amposta hora y
media antes de llegar a la capilla
de Jesús y María, entramos en
la Golera del Fangar, su longitud
será de 2.000 toesas y debe ser
la latitud de ocho, dándole el
escape del tercio, a diferencia
de la entrada, que será su lati-
7 IV Centenario de la Expulsión de los Moriscos. Materiales de historia. Cronología de la expulsión de los moriscos (cita
de H. Lapeyre ). www.materialesdehistoria.org
Congreso Internacional sobre los moriscos en el Cuarto Centenario de la Expulsión. Granada 13,14,15 y 16 de mayo de
2009. Escuela de Estudios Árabes de Granada . www.eea.csic.es
337tud hasta 15 toesas, según va
demarcado en el plano general
y dirá el Segundo Proyecto. La
razón que se ha tenido para pro-
yectar otro canal ha sido porque
habiendo examinado con toda
exactitud el Puerto de Los Alfa-
ques, se nota el lo mucho que le
perjudican las arenas que intro-
duce el levante, disminuyendo
siempre su fondo, de tal suerte
que al presente se reconoce ya
en más de dos tiros de fusil al no
poder llegar las embarcaciones
donde lo practicaban en tiem-
pos del mismo Gobernador de
la Torre de San Juan actual, de
quien se tomó esta relación, al
paso que se hizo para el recono-
cimiento. También se ha tenido
por motivo la mucha distancia
que manifiesta el Plano general
para llegar las embarcaciones a
otro puerto, saliendo del río, o la
dificultad de entrar en éste vi-
niendo de aguas de aquél, como
se dice en el Proyecto Segundo,
hablando del nuevo Puerto. Éste
logra la entrada y salida de él al
Canal y abriría mucho la navega-
ción […]”8.
En la política reformista y de
potenciación de la marina espa-
ñola mantenida por el marqués
de la Ensenada ocupa un lugar
de mucha importancia la figura
de D. Antonio de Ulloa. Es dig-
no de destacar el informe que
suscribió en Barcelona el 6 de
Septiembre de 1749.9 En él pone
de manifiesto la conveniencia
de realizar un Puerto de Mar
en la Bahía de San Juan de los
Alfaques acompañado de las ne-
cesarias obras de defensa con
dos fortificaciones situadas en
el extremo de la barra o Punta
del Galacho y junto a la Torre del
Codoñal que cubrirían la entrada
a la bahía, además propone dos
fortalezas más en la zona interior
de la misma, una sobre la Punta
de la Gola Vieja y otra en la Torre
de San Juan.
En este detallado informe el
ingeniero da cuenta de las
buenas condiciones del puerto
natural como abrigo a la nave-
gación en el momento vistas
la suficiente profundidad de la
bocana y del interior de la en-
senada y la parte del puerto
más resguardada.
Casi siempre la evolución del
delta fluvial dificultó, cuando
no impidió, su acceso seguro al
mar.
Como veremos no es problema
sencillo el de la accesibilidad
por mar al río Ebro.
Así las aportaciones de sedimen-
tos y penetraciones de aguas
dulces y freáticas procedentes
de los sistemas montañosos de
su cuenca, sujetos todos a un ré-
gimen muy variable, y la acción
de arrastre de los vientos y las
corrientes marinas, configuraron
un complejo sistema hidráulico.
En este largo proceso se origi-
nó un crecimiento del delta y se
formaron distintas ensenadas
o albuferas a ambos lados del
vértice.
Estas ensenadas se vieron
paulatinamente aisladas por la
formación de barreras o cordo-
nes litorales, a causa del oleaje
8 En “Canales y comunicaciones fluviales en Cataluña durante el siglo XVIII” por Jesús Maldonado de Arjona. Gene-
ral de Brigada, en “La Academia de Matemáticas de Barcelona. El legado de los Ingenieros Militares”. Ministerio de
Defensa . Barcelona 20049 “Explicación del Plano de la Bahía de San Juan de los Alfaques con las correspondientes noticias de ella y junta-
mente de la costa que sigue hasta Vinaroz”. Informe del marino Antonio de Ulloa. Servicio Histórico Militar, Madrid
1749 Ulloa, 3-1-4-6/0-3-11, 7 fols. Transcrito y glosado en su artículo “ El proyecto de fortificación y puerto de la
bahía de San Juan de Los Alfaques de Antonio de Ulloa” por Marc Lloret Piñol, Licenciado en Geografía por la Uni-
versidad de Barcelona. Publicado en la Revista bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales de dicha universidad
en su Nº 300 de 19 julio 20.
338
en los temporales de Levante en
combinación con la precipitación
del caudal sólido suspendido
en las aguas del río. Finalmen-
te, cuando aquellas quedaban
cerradas se formaban grandes
lagunas de agua dulce o salada
que fueron, a su vez colmatadas
a causa de la acción del viento y
de las aguas cargadas de limo,
dando lugar al crecimiento del-
taico hacia partes alejadas del
eje fluvial; allá donde no alcan-
zaban directamente las aguas
fluviales y por consiguiente es
en estas ensenadas donde el
calado es muy superior al de la
desembocadura10.
Así se formaron a partir del siglo
XVII los puertos naturales del Fan-
gar y de los Alfaques, al Norte y
Sur, respectivamente, del cono
deltaico. Siendo su profundidad
máxima en torno a los cuatro me-
tros es fácil comprender que fuera
posible su empleo como abrigo
portuario.
Sabemos que, hacia el año 1739
fueron iniciados los primeros
estudios para hacer navegable
el Ebro desde Zaragoza al mar.
En el reinado de Carlos III, for-
mando parte de su eficaz tarea
reformadora y, para dar solu-
ción a los frustrados intentos de
navegación del río hacia el mar,
se emprendió la construcción
de un canal navegable desde la
villa de Amposta y el puerto de
los Alfaques. Pero no fue hasta
1780 que se terminó la cons-
trucción del canal de Amposta
Fig. 03_ Cáceres, Miguel: Plano
Topográfico Del rio Ebro desde la
Plaza de Mequinenza a su desem-
bocadura en el Mediterraneo [...],
1830. (Centro Geográfico del Ejército,
Madrid. Cartoteca Histórica, 313/3ª,
TARRAGONA-TORTOSA)
10 José Cruz López, Ingeniero de Caminos .”Las obras hidráulicas en la cuenca
del Ebro”. Revista de Obras Públicas año. LXXIX núm. 2.584. 1/11/1931
339
al puerto de Los Alfaques según
un proyecto de los ingenieros
Próspero de Verboom y Miguel
Marín11.
En parte este enorme retraso fue
debido al antiguo debate que se
abrió entre los partidarios de abrir
dicho canal navegable con dos
opciones o trazados distintos.
Unos, entre los que se hallaban
aquellos cuyas mercancías se
dirigirían hacia Barcelona, pro-
ponían un corto canal entre la
ensenada del Fangar y un punto
a la izquierda del Ebro y próximo
al mar. Los otros, defensores del
comercio desde la ciudad de Am-
posta, querían un canal directo a
Los Alfaques.
La gran producción de vinos re-
sultado de haberse convertido en
el segundo cultivo agrícola esta-
blecido en este siglo en Cataluña,
que tuvo como consecuencia
los excedentes, unido a la gran
demanda comercial procedente
Fig. 04_ MARÍN, Miguel: Mapa De
una Porcion del Curso del Rio
Ebro, desde la Villa de la Higuera,
la que comprehende los Puertos
de los Alphaques, y del Fangá, con
el fondo, que tiene prim; como
assí mismo el Terreno por donde
pasa el Canal que se propone
para facilitar la navegación del
dho. Rio; Barcelona, 8 de agosto de
1749. (Centro Geográfico del Ejército,
Madrid. Cartoteca Histórica, 319,
TARRAGONA-Los Alfaques).
11 Los ingenieros militares Juan Martín Cermeño y Miguel Marín intervienieron
en sendos proyectos para la mejora y fortificación del Puerto de los Alfaques y
de un canal navegable que uniría éste con la villa de Amposta, punto de enlace
con las aguas más practicables de río. Sin embargo hasta la promulgación en
1778 de la Real cédula para el libre comercio con América no se llevaron a la
práctica
340 de países septentrionales euro-
peos y de las colonias, así como
la proliferación de alambiques
domésticos fáciles de instalar
por los propios agricultores para
obtención de alcohol por des-
tilación de los vinos, hizo de los
aguardientes un producto muy
rentable tanto para los pequeños
productores como para el erario
público. Su exportación, era por
tanto muy deseable. El canal fué
finalizado en diciembre del 1780,
pero al poco se vieron confirma-
dos los malos augurios respecto
al problema de los arrastres de
limos y de arena, haciéndolo casi
impracticable.
Sin embargo, ya entrado el si-
glo XIX, la Real Compañía de
Canalización primero, más tar-
de denominada de Canalización
y Riegos del Ebro con capital
franco-británico y actualmente
Comunidad General de Regantes
de la Derecha del Ebro, intentó
rehabilitarlo para hacer posible
la navegación. Se ideó el recurso
de aumentar el caudal median-
te la aportación de agua de otro
canal tributario procedente del
azud de Xerta y así reducir la
sedimentación.
Este segundo intento también fra-
casó, pero sirvió para irrigar una
amplia superfície a la derecha del
delta por mediación de una exten-
sa red de canales secundarios y
acequias, construidos por los pro-
pios agricultores y ayuntamientos,
transformando en fructíferos arro-
zales los que habían sido simples
eriales. De esta forma se apro-
vechó una gran infraestructura
pública concebida en la Ilustración
con el fin de favorecer el comer-
cio con América, convirtiendo en
irrigable la próspera margen dere-
cha que, junto con la creada más
tarde en la izquierda, constituyen
una gesta colonizadora digna del
mayor elogio.
El conocido viajero francés
Alexandre de Laborde, dibujante,
arqueólogo, destacado colabo-
rador de Napoleón Bonaparte y
que fue agregado de embajada
en Madrid en 1800, con la ten-
dencia a la exageración que le
caracteriza, hace breve referen-
cia a esta cuestión en su Voyage
Pittoresque et Historique en Es-
pagne publicada en París a partir
de 1806: “Amposta es una pe-
queña ciudad de 1.500 habitantes
aproximadamente. Es muy pobre,
pero podrá llegar a ser importante
si se convierte el Ebro en nave-
gable aprovechando un pequeño
canal que se ha hecho para trans-
portar a la nueva ciudad de S.
Carlos todo el material necesario
para su construcción. Aumen-
tando estos trabajos y haciendo
pasar un brazo del Ebro por este
canal se formaría fácilmente un
puerto desde su desembocadura
hasta S. Carlos, y se evitaría que
la entrada del Ebro fuese obs-
truida continuamente por bancos
de arena movedizos,que aumen-
tan con las tempestades y las
riadas. Además este canal ofre-
cería la gran ventaja de fecundar
las tierras áridas e incultas de los
alrededores de S. Carlos en una
superficie de media legua. Sería
fácil de extraer el agua por medio
de una bomba de fuego y condu-
cirla por un acueducto, hacia las
partes más elevadas, desde don-
de se distribuiría por los campos.”
Se vislumbraba cierto desenga-
ño a causa del vivo debate entre
las dos opciones, una la del canal
desde Amposta a los Alfaques y
la otra un canal desde un recodo
del Ebro a la ensenada del Fangar,
Mientras tanto, el proyecto de ex-
portación de aguardiente por el
puerto de los Alfaques sufría un
considerable retraso y el prag-
matismo de los comerciantes de
Reus hizo avanzar la opción más
eficaz por medios terrestres hasta
el puerto de Salou.
La nueva ciudad de San Carlos de la Rápita.
El gobierno del Rey Carlos III, con
el apoyo de su gabinete, abrigaba
el deseo de convertir los Alfaques
en uno de los puertos más impor-
tantes de la Península. Que fuese
a la vez, base naval militar y punto
341de salida de los productos de Ara-
gón hacia ultramar. Para esto era
necesario protegerlo de ataques
mediante obra de fortificación. El
ingeniero militar Francisco Llovet
realizó en 1778 el proyecto de una
batería de defensa junto a la torre
de la Rápita. En su informe, Llovet
justifica la conveniencia de crear
una nueva ciudad que contribuiría
al mejor servicio de la actividad
portuaria.
Aprobada por Real Cédula del año
1780, se inicia la construcción de
la Nueva Población, que en honor
al patronímico del Rey se llamaría
Real Ciudad de San Carlos de la
Rápita.
Al final de su muy positivo reina-
do, la decadencia económica hizo
que las obras proyectadas y tan
sólo iniciadas quedaran sin termi-
nar. El gran arquitecto Francisco
Sabatini, venido de Nápoles con
el séquito del rey Carlos III y con-
vertido en “arquitecto mayor del
reyno” para la continuación del
Palacio Real de Madrid, decía a
propósito del proyecto de Nueva
Población de San Carlos en la isla
de León (Cádiz): “necesidad de
hacer la obra con la mayor bre-
vedad posible si no quiere verse
aplazada para siempre”. Situa-
ción ésta que la fuerza de los
acontecimientos bélicos y políti-
cos confirmará con machacona
frecuencia.
Pero el trazado majestuoso y so-
bre todo, la iniciativa de una nueva
y próspera ciudad de San Carlos
de la Rápita junto al puerto de los
Alfaques quedó establecida para
la posteridad.
La planta augusta y armónica dis-
posición que ofrece la traza original
de San Carlos, de la que no se co-
nocen planos de su proyecto pero
sí levantamientos posteriores, par-
te de un crucero con su eje mayor
orientado de Norte a Sur formando
una gran plaza-salón que termina
en exedra semicircular por su ex-
tremo meridional.
De haberse completado con
otra exedra en el otro extre-
mo, de acuerdo con el supremo
principio de la simetría y si-
tuando en su centro una fuente
monumental “a la romana” o tal
vez con una estatua ecuestre
del Rey Carlos III y sendas fuen-
tes en cada exedra, tendríamos
hoy una gloria de la arquitec-
tura urbana digna de universal
reconocimiento. Sería, aunque
a escala menor una réplica del
gran espacio barroco que se
proyectaba para el Salón del
Prado en la capital del reino, se-
gún proyecto de los arquitectos
neoclásicos, Ventura Rodríguez
y José de Hermosilla.
José de Hermosilla fue pensio-
nado en Roma por la Academia,
donde, tal vez pudo inspirarse en
la plaza Navona12.
Lamentablemente para la mejor
riqueza de nuestro patrimonio
histórico, este espacio urbano
tampoco alcanzó su gloriosa
culminación.
En el punto central de la plaza-
salón de San Carlos de la Rápita,
señalado por una gran fuente,
cruza en dirección ortogonal un
amplio vial que desciende del
monte hacia el puerto y abre su
anchura como iniciando una “pata
de ganso”.
Estos dos magníficos ejes
ordenadores dan la idea de mag-
nitud de lo que hubiera sido una
hermosa nueva ciudad de la Ilus-
tración. Con ellos se determinó
la trama regular de manzanas
alineadas a cordel, en cuyos so-
lares algo irregulares a causa de
la indeterminación subsiguiente
al abandono sufrido por la regia
iniciativa, se dispuso la construc-
ción de cierto número de casas
12 Fernando Chueca Goitia. Doctor Arquitecto y Académico de la de San Fernando, “La época de los borbones” en “Re-
sumen histórico del Urbanismo en España” Instituto de Estudios de Administración Local. Madrid, 1968. 2ª Ed.
342 por cuenta del Rey y algunas de
particulares.
Como elementos arquitectóni-
cos más destacables tenemos
La Glorieta, rotonda apenas ini-
ciada en forma de “tholos” con
doble anillo de columnas. Des-
de su elevado emplazamiento,
algo alejado del conjunto pudo
ser posible la contemplación
de una bella perspectiva axial
característica del urbanismo
clasicista.
Además se inició la construcción
de una iglesia, el palacio del Go-
bernador y la Aduana. Entre las
casas con pórticos columnados
que se adaptan a la exedra sur
del Paseo-salón, destaca la co-
nocida como “casa de Laureano”
con un orden que podríamos
clasificar como “toscano militar”
con cuatro columnas de gran-
des dimensiones y un arquitrabe
incompleto sobre el cual apoya
una balaustrada barroquizante
y un pequeño frontón arqueado.
En el lugar donde se elevaba el
antiguo hospital existe hoy el
mercado de abastos.
La llamada Iglesia Nueva se di-
señó inscrita en un cuadrado y
responde a la tipología de planta
centralizada en cruz griega con
atrio, ábside y crucero, para ser
cubierta con una cúpula sobre
una nave única perfectamente
circular. Su fachada principal con
cuatro ventanas simétricamente
dispuestas enmarca la entrada
con sendas columnas jónicas
pareadas. En sus intercolumnios
se dispusieron sendos nichos
esféricos a modo de hornacina
para estatuas. La obra fue inicia-
da bajo la dirección de ingenieros
de la Armada y quedó detenida
a la altura de impostas. Al me-
nos tenemos la hermosa traza,
perfectamente proporcionada,
configurando un espacio barroco
de transición al neoclásico
Es de señalar que esta tipología
de iglesia de planta centraliza-
da se repite en muchos de los
proyectos de los ingenieros mi-
litares. Véanse a este respecto,
las iglesias de la capilla de Sant
Miquel del Port en La Barcelo-
neta y la de la fortaleza de San
Fernando en Figueres ambas de
la mano de los ingenieros milita-
res Juan Martín Cermeño y Pedro
Martín Paredes Cermeño, así
como también la magnífica traza
de la iglesia de la Nueva Ciudad
del Ferrol obra del académico Ju-
lián Sánchez Bort.
Es posible constatar que en la
Real Academia Militar de Mate-
máticas de Barcelona, la clase
de arquitectura civil daba cum-
plida cuenta de las tipologías
arquitectónicas en boga y de las
que mejor expresaban una idea
poderosa de unidad materializa-
da en la cúpula central como eje
vertical de elevación espiritual.
En el caso del proyecto de obras
en San Carlos de la Rápita, así
como en el Nuevo Barrio de
Salou y en la Nueva Población
de la Marina de Tarragona, sería
presumible el planteo de cierto
conflicto de competencias o atri-
buciones13 entre los ingenieros
militares egresados de la Real
Academia de Matemáticas y los
geógrafos e ingenieros navales
de la de la Real Armada forma-
dos en la Academia del Cuerpo
de Guardamarinas en Cádiz, si
bien se supone que los deberes
13 Horacio Capel “ La invención del territorio. Ingenieros y arquitectos de la Ilustración en España y América. Suplemento
Anthropos. Barcelona 1994, nº43, p. 98-115
343
de obediencia y subordinación
permitirían un perfecto trabajo en
estrecha colaboración14.
Todo tipo de obra pública fue in-
tervenida por los ex-alumnos de
la Real Academia de Barcelona.
Algunos ingenieros que actuaron
en estas obras fueron, además
de los ya citados, Miguel Marín
en el puerto del Ferrol en 1752-53
donde fue sucedido por Francico
Llovet en 1754-62; este prolífico
ingeniero intervino también en los
puertos de Salou, 1743 y de los
Alfaques, 1749; en las murallas de
Tarragona suscribió un proyecto
de viviendas, 1775. Miguel Marín
siguió en otros proyectos y obras
en la costa de Cataluña: Puerto
de Barcelona, 1733-51; Palamós,
1738; Puente de madera en el
puerto de Salou, 1739; Puerto
de Salou y Batería en el mismo
puerto, 1743; Faro-linterna del
puerto de Barcelona, 1745 y en
La Rápita-Alfaques en 1748. Otro
ingeniero con mucha actividad en
14 Juan Antonio Rodríguez Villasante Prieto “Protagonistas de la construcción
española en el siglo XVIII. Los Ingenieros militares y la Academia de Matemá-
ticas de Barcelona” trata de la Academia del Cuerpo de Guardamarinas como
centro de formación de los destacados oficiales de la Real Armada Antonio de
Ulloa y Jorge Juan Santacilia.
Fig. 05_ San Carlos de la Rápita:
templo que construía la Armada.
Planta.
Fig. 06_ Plano que manifiesta la
desembocacura del canal del
puerto de los Alfaques.
Martín Zermeño. Manuscrito.
SGE-321.
344 Cataluña fué Antonio López So-
peña, Director de Ingenieros en
1805, autor de hermosos planos
de barracas en la playa de Barce-
lona y el proyecto del nuevo barrio
de la Barceloneta, 1801.
Intervinieron también pero ya en
el siglo siguiente, el Ingeniero mi-
litar Antonio Semper en 1806 y el
Brigadier de la Real Armada, Juan
Smith15 que a la sazón tenía a su
cargo, como Ingeniero en jefe, las
obras de construcción del puerto
de Tarragona.
La nueva poblacion del puerto de Salou.
El puerto de Salou que práctic-
mente en aquella época era un
embarcadero en la playa vecina al
puerto de Tarragona, experimen-
tó en el último tercio del siglo un
intenso tráfico debido a su venta-
josa comunicación por carretera
con la ciudad de Reus, capital de
la comarca del Baix Camp y sede
de un muy próspero mercado
internacional.
Reus junto con Tortosa, fue el
gran centro regulador y expor-
tador de aguardientes hacia los
mercados de ultramar. Además,
análogamente a la población de
Vilanova, concentraba una apre-
ciable producción de barriles y
cubas, necesarios para el comer-
cio de los derivados vinícolas.
Su activo mercado fijaba la coti-
zación de vinos y aguardientes
tenida en cuenta en los mercados
financieros de París y de Londres.
De este modo Reus creció, pa-
sando de los 2.000 habitantes de
principio del siglo XVIII hasta los
cerca de 15.000 a final del mismo.
Téngase en cuenta que la pobla-
ción de Cataluña experimentó un
crecimiento espectacular en este
siglo, duplicando su censo que
pasó de los 470.000 a más de
900.000 habitantes.
La ciudad de Barcelona contaba
con 119.927 habitantes.
Reus y Tortosa (grandes merca-
dos de alcoholes y productos de
la agricultura) entre los 12.000 y
16.000 habitantes.
Lleida, Tarragona, Valls, Vilano-
va y La Geltrú, Manresa, Mataró,
Vic, Olot, Figueres, Girona, y Sant
Feliu de Guíxols estaban entre los
5.000 y los 12.000 habitantes16.
En este contexto de crecimiento
demográfico favorecido por los
avances en medicina e higiene
pública, así como por el aumento
de producción y desarrollo de las
superficies cultivadas y ganadas
al mar, se explica la necesidad
de mejorar las instalaciones por-
tuarias, máxime cuando el 2 de
febrero de 1778 se promulga el
Real Decreto de libre comercio
con América y las Filipinas, li-
mitando así la exclusividad del
puerto de Cádiz.
Por el puerto de Salou salía casi
la mitad de la exportación de los
productos vinícolas de Cataluña.
De ahí que se viera la oportunidad
de implantación de una Nueva
Población como apoyo a la activi-
dad de dicho puerto.
En el plano que manifiesta la nueva
Población que se debe construir
en el Puerto de Salou fechado en
Barcelona 10 de mayo de 1772 así
como en el plano y perfil del pro-
yecto de un muelle y castillo para
el puerto de Salou de 1782 obran-
tes en el Servicio Histórico Militar
y en el Archivo del Museo Naval,
respectivamente, puede observar-
se un trazado netamente ortogonal
15 Juan Smith, Ingeniero militar nombrado director de las obras del puerto de Tarragona el 1800, Corregidor y Gobernador
Militar de la ciudad después de la abdicación de Carlos IV. Murió en 1809.16 Agustí Alcoberro “Fusell, rella, timó” en: “Història de Catalunya. Catalunya, història i memòria” Dirigida por Francesc
Xavier Hernández. 2ª Ed. Edicions Proa. Barcelona, 1998.
345con directriz paralela a la playa con
una gran plaza, limitada por tres
de sus lados por igual número de
cuerpos de casas. El lado de Po-
niente se divide en dos cuerpos de
6 casas cada uno, mientras que al
Norte y Sur se sitúan dos hileras
de casas a cada lado con 8 ca-
sas cada una, con un total de 38
casas, más la iglesia, la Aduana,
el Cuerpo de guardia, la casa del
Gobernador, las casas de Matrícu-
la y de Resguardo, cuarteles y los
restantes servicios oficiales. Las
parcelas eran de 15 varas de fa-
chada por 45 varas de fondo.
Se incorporaban las edificaciones
existentes en la parte más proxi-
ma a la playa, cerrando con ellas
el lado de levante de la plaza.
El poco calado del antiguo puer-
to así como la ampliación del
cercano puerto de Tarragona oca-
sionó el paulatino abandono del
de Salou y la paralización del nue-
vo poblado.
Nueva población de San Miguel de Colera
Como la mayor parte de las
Nueva Poblaciones, tanto el
Nuevo Barrio de La Barceloneta,
como la ciudad de San Carlos
de la Rápita forman parte de
aquellas fundaciones que, en
relación al propósito repoblador
considerado primordial por la
administración ilustrada, fueron
construidas a expensas del era-
rio público y se situaron junto a
zonas portuarias o próximas a
vías de comunicación.
Como se ha dicho, se preten-
día no sólo la roturación de
tierras baldías, sino además ga-
rantizar la seguridad de largos
trechos de caminos o de litorales
semidesérticos.
El caso de la Nueva Población de
San Miguel de Colera añadía la
ventaja estratégica de su proximi-
dad a la frontera con Francia. En
esta ocasión no fué una iniciativa
del Estado borbónico la que pro-
movió su fundación. Se planteó
del modo como contempla la Real
Cédula de 25 de junio de 1767
que había regulado la repoblación
de Sierra Morena donde, como
incentivos para la iniciativa priva-
da, en sus capítulos declaraba la
franquicia de diez años para toda
carga, catastro, diezmos y novales
con la condición de que los colo-
nos fuesen “pobres y laboriosos”
y además concedía el ennobleci-
miento a los promotores.
En 1769, un rico labrador de Ga-
rriguella (Alt Empordà) llamado
Isidro Ferrán, juntamente con
otros dos socios, sobrinos del
barón de Blancafort, Ventura San-
genís, parroco de Blancafort y su
hermano José, Teniente de arti-
llería con destino en la Fundición
Real de Eguri, solicitaron licencia
para construir una Nueva Pobla-
ción que a propuesta del Excmo.
Sr. marqués de la Mina Don Jai-
me Miguel de Guzmán Dávalos,
a la sazón Capitán General del
Principado de Cataluña, se lla-
maría San Miguel de Colera en
una propiedad de más de 60.000
“vesanas” (unidad superficial
gerundense) equivalentes a unas
13 hectáreas17.
Estaba situada en una pequeña
bahía, disponía de hasta 18 fuen-
tes y se consideraba suficiente
la construcción de alojamientos
para unos 40 colonos, para la
superficie de tierra destinada al
proyecto de plantación de viñas
y olivos. Además, se obligaban
a ceder las casas gratuitamente
a los colonos por plazo de cin-
co años y a construir a su cargo
17 La vesana es una antígua medida superficial para medir terrenos en la provincia de Girona antes de la implantación de
las unidades de pesos y medidas métricas de conformidad con la Real orden del 9 de diciembre de 1852 (Gaceta de Ma-
drid 28/12/1852) si bien su uso, muy extendido en el Ampurdán se mantuvo casi hasta nuestros días. La vesana equivale
a 900 canas cuadradas o sea 2.187,4329 metros cuadrados.
346 edificio para la iglesia, el ayun-
tamiento, mesón y carnicerías.
Como contraprestación solici-
taban el ennoblecimiento para
Isidro Ferrán y una canonjía para
Ventura Sangenís así como el
ascenso a Teniente Coronel del
arma de artillería para su herma-
no José. Para su hijo Martín y sus
dos sobrinos, Vicente y Antonio,
menores de edad, la gracia de
oficiales de un regimiento del
ejército cuando alcanzasen la
mayoría de edad.
La propuesta fué aceptada en
pricipio por el Capitán General y
por el Intendente; se moderaron
algo las peticiones y se cursó la
solicitud al Fiscal del Consejo de
Castilla, quien dictaminó a favor,
pero graduando la concesión de
gracias, acompasándolas a la
efectiva construcción del pueblo.
Por su parte el Capitán General
para informar sobre el desarrollo
de las obras, recomendó la inter-
vención del Teniente Coronel de
Ingenieros Carlos Cabrer, desti-
nado a obras de fortificación en
la frontera. La aprobación final
llegó por medio de Real Reso-
lución de fecha 1 de diciembre
de 1770. Terminadas las obras
tres años más tarde, se compro-
bó que se habían construido 55
casas alineadas en las calles y
otras 10 en diseminado, la pobla-
ción real ascendía ya a más de 90
habitantes. Tan solo 17 de las ca-
sas eran de planta baja y un piso,
incluyendo las del ayuntamiento,
prevención, carnicería y mesón.
Las restantes eran tan sólo de
planta baja.
En cuanto a la iglesia tan sólo
se había explanado su empla-
zamiento con una superficie de
2.390 pies cuadrados destinados
a su construcción.
Tocante a la concesión de gracias
se ascendía a Capitán y no a Te-
niente Coronel a Jose Sangenís y
se despachaba patentes de alfé-
reces a Martín Ferrán y a Antonio
Sangenís hijos de los promoto-
res, pero se posponía la patente
de oficial a Vicente Ferrán por ser
menor y la dignidad canongil a
Vicente Sangenís por no estar ter-
minada la obra de la iglesia.
Como puede observarse, en
aquel siglo primaba el interés por
ascender en la escala social por
encima del poder dinerario, si bien
eso era casi imposible en aquella
sociedad de órdenes.
La traza urbana es en retícula,
con una plaza mayor de unos
30x30 metros prácticamente
cubierta por un solo ejemplar de
plátano (platanus hispanica) de
porte majestuoso. El proyecto
inicial, atribuido al ingeniero militar
Le Brun constaba de dos calles
paralelas que concurrían a la gran
plaza central donde se emplaza el
ayuntamiento y la posada. El tipo
de parcela permitía una edificación
de viviendas en hilera con patio
posterior en cada casa. La tipología
sería sencilla de planta baja o de
dos plantas y cubierta de teja.
Habiendo crecido al ritmo del de-
sarrollo vitivinícola de la comarca
y por la ventajosa posición sobre
la línea férrea de la antigua com-
pañía MZA, fue objetivo predilecto
de los bombardeos en la guerra
civil cuando, tratando de destruir
el puente del ferrocarril elevado
sobre el pueblo, se arrasó la casi
totalidad de éste. Fue reconstrui-
do en la postguerra y ampliado
por un nuevo poblado protegido
por el Plan Nacional de Regiones
Devastadas.
347FONDOS DOCUMENTALES DE LOS QUE SE HA HECHO USO EN
ESTE ARTICULO:
� Revista de Obras Públicas, marzo de 2000, nº 3396. Artículo “Azu-
des, molinos y otros aspectos de Los veintiún libros de los ingenios”.
Autor: Javier Goicolea Zala.
� “Real Patrimonio. Bailía Moderna”. Caja nº 75.(Contiene seis carpe-
tas de documentos del siglo XVIII). Archivo de la Corona de Aragón.
� “Mapas y Planos de Flix. Siglo XVIII”. Catálogo de Mapas y Planos
del Archivo de la Corona de Aragón. Signaturas: MP-536, MP-537,
MP-538, MP-539, MP-540 y MP-541
OBRAS MILITARES
350 LA CREACIÓN DE LA MAESTRANZA DE ARTILLERÍA Y LA FÁBRICA DE SAN SEBASTIÁN DE LA MUGA
351
Antonio de Lizaur Muerto Carlos II, el 1 de Noviem-
bre de 1700, el último rey de la
casa de Austria había reconocido
en sus últimos momentos como
heredero a Felipe de Anjou, éste
se hizo cargo del Reino inmedia-
tamente y se apresuró a organizar
el Ejército a la francesa, sustitu-
yendo los mosquetes, arcabuces
y picas, por fusiles con bayoneta
y la orgánica de las unidades por
el modelo regimental francés1.
La acción reformadora se ocupó
también de la industria militar, en
donde el Estado asumió un papel
protagonista al modelo francés,
manifestado en el sector me-
talúrgico por la creación de las
Maestranzas de Artillería y de las
Fabricas de Armamento y Muni-
ciones y se materializó mediante
el fomento de la tecnología, do-
tándose de maquinaria para el
desarrollo de los procesos de
producción, animando la investi-
gación técnica y científica con la
creación de centros de enseñanza
y la calidad de los conocimientos
al integrarse tecnológicamente
en Europa, enviando a técnicos
militares españoles a estudiar en
el extranjero e importando co-
nocimientos y al atraer diversos
especialistas de otros países a
nuestros centros de producción y
de enseñanza.
La Maestranza de Artillería de las Atarazanas de Barcelona
La experiencia de la Guerra de
Sucesión en España, indujo a
Felipe V a impulsar la industria
militar dentro del marco de la
nueva Ilustración, para eliminar
los errores que había observado
como combatiente en primera
línea.
Había que reorganizar la Artille-
ría a la usanza francesa, para ello
dictó unas Ordenanzas en donde
ponía orden en el desbarajuste de
Fig. 01_ Concepto de fundición del
siglo XVIII
1 El nuevo monarca, educado a la francesa, intentó introducir el modelo de cul-
tura francés, consiguiéndolo en muchos aspectos.
352
cañones y calibres, y en donde
remodelaba la industria artillera y
su personal.
Creó las Maestranzas, en donde
se unificaba en un solo estable-
cimiento las fundiciones y toda
la industria aneja necesaria para
fabricar cañones, los almacenes
y los polvorines, convirtiéndo-
la además en lugares maestros
donde se formaba al peonaje,
surtiéndolas de personal prove-
niente de militares no aptos para
otro servicio por motivo de la
guerra, complementando estas
acciones con un apoyo decidido
a todo adelanto industrial
Fue como consecuencia de la
Guerra de Sucesión en España,
cuando las múltiples peticiones de
urgentes reparaciones del mate-
rial hicieron patente la necesidad
de tener muchos trabajadores
con conocimientos específicos
adecuados; aunque se contaba
con personal experto muchos de
ellos no pertenecían a la plantilla
del Ejército, por lo que se intentó
proveer de trabajadores militares
que completasen a la de solda-
dos, que sólo tenían como misión
la vigilancia y custodia de las
instalaciones.
El problema de la obtención de
nuevos operarios para esa indus-
tria se solucionó debido a que el
uso de la Artillería producía gran
cantidad de heridos de guerra y
mutilados por lo que se pensó
que la mejor manera de cubrir las
necesidades de especialistas era
aprovechar los conocimientos de
algunos de ellos y así darles un
empleo digno, por lo que una vez
firmado el Tratado de Utrecht y
Fig. 02_ Perfiles del plano de las
Atarazanas en el siglo XVIII, SHM,
8610.
353
acabada la Guerra de Sucesión,
se crearon en 1717 los Batallones
de inválidos para oficiales y sol-
dados inválidos y estropeados,
siendo destinados a Barcelona
una compañía de ellos. Esta com-
pañía reunía a los inválidos útiles
de artillería, formados por artille-
ros, bombarderos y minadores,
con la finalidad de ser empleados
en las tareas propias del arma,
fundición y fábrica de armas de
las Atarazanas, la cual estaba en
proceso de expansión2, debido
a la nueva reglamentación para
las piezas de Artillería, regla-
das por la Ordenanza General
del Ejercito de 1728; en ellas el
Rey Felipe V reorganizó los cali-
bres y las piezas que tenía, que
en aquel tiempo eran muchas
y variadas, y las redujo a las
que consideró imprescindibles,
siempre siguiendo el modelo del
ejército francés, lo que obligó a
la fundición de nuevas piezas y
a la recalibración de las antiguas
que lo permitían.
2 Ésta era necesaria debido a que en 1714 Felipe V había mandado cerrar la antigua fundición del Refino en Barcelona
Fig. 03_ Perfiles de la Real
Fundición de cobres, 1741
354
En 1743 se publicaron unas
nuevas ordenanzas, en ellas se
respetaron las piezas y calibres
de las anteriores, quedando los
siguientes:
CAÑONES
Cañón de a 24 libras de bala
(de unos 15 cm)
Cañón de a 16 libras de bala
(de unos 13 cm)
Cañón de a 12 libras de bala
(de unos 12 cm)
Cañón de a 8 libras de bala
(de unos 11 cm)
Cañón de a 4 libras de bala
(de unos 9 cm)
MORTEROS3
Mortero de 12 pulgadas de pie de rey
Mortero de 9 pulgadas de pie de rey
Mortero de 6 pulgadas de pie de rey
Pedrero de 15 pulgadas de pie de rey
En 1783 el Rey Carlos III publicó
las llamadas Nuevas Ordenan-
zas, en las cuales amplió el
número de los materiales de la
Artillería de su Ejército, debién-
dose fabricar todas en bronce,
quedando las siguientes piezas
3 Cada pulgada equivalía a 2,6 cm
Fig. 04_ Operarios de la Maestran-
za de Artillería de las Atarazanas,
foto de finales del siglo XIX
Fig. 05_ Depósito de cañones en
las Atarazanas de Barcelona, foto
de finales del siglo XIX
355
CAÑONES4
Cañón de Sitio y Plaza de a 24 libras
largo
Cañón de Campaña de a 12 libras
corto y largo
Cañón de Campaña de a 8 libras
corto y largo
Cañón de Campaña de a 4 libras
corto y largo
Cañón de Montaña de a 4 libras
OBUSES
Obús de 7”
Obús de 9”
Obús recamarado de 6”
MORTEROS
Mortero de 14”
Mortero de 12”
Mortero de 7”
Mortero Cónico de 14”
Mortero Cilíndrico de 14”
Pedrero de 19”
Aunque a partir de 1783 se re-
glaron los nuevos materiales y
por tanto se formalizó una nueva
reglamentación para las municio-
nes, se continuaron utilizando las
antiguas piezas durante bastan-
te tiempo, sobre todo porque las
piezas de hierro no podían fundir-
se para hacer nuevas, ya que eran
de bronce, y porque el proceso de
renovación de los materiales era
muy costoso y por lo tanto largo,
de hecho muchas combatieron en
la Guerra de la Independencia.
De la unión de las Fundiciones
Reales, potenciadas con este
personal y de la de las “Ca-
sas de Munición”5 nacieron las
Maestranzas, con la idea de que
funcionaran como fábricas, al-
macenes y como centros de
4 Las libras indican el peso del proyectil5 Así llamaban a los depósitos de pólvoras y municiones
356
Fig. 06_ Perfiles de la estancia y
horno pequeño de la Real Fundici-
ón de Barcelona, Juan Silby 1743
Fig. 07_ Perfiles de la máquina de
barrenar y tornear cañones de
Artillería
357formación de especialistas de la
metalurgia militar6.
La modernización de las ins-
talaciones metalúrgicas de las
Atarazanas de Barcelona se inició
con la construcción de “Las Es-
tancias de Hornos de Afino”7 para
las Reales Fundiciones, proyecta-
das por el Ingeniero Militar Carlos
Beranger en 1733 y ampliadas
en 1749 según el planteamiento
propuesto por el ingeniero militar
Juan Martín Zermeño.
Los perfeccionamientos inmue-
bles se complementaron con la
incorporación de cuantos adelan-
tos técnicos se conocían, en 1758
ya había en las Atarazanas una
máquina de barrenar horizontal
para la construcción de cañones,
movidas a brazo tanto la barrena
como el cañón, siendo uno de
los primeros lugares en donde se
utilizó tal ingenio, que posterior-
mente fue mejorado en 1763, con
el nuevo sistema ensayado por
La Cavada y más tarde en 1766
por una máquina para barrenar y
tornear en sólido8, último adelanto
del momento.
Las mejoras se complementaron
con ayudas a los órganos para
el apoyo al Centro, como fue
el Real Laboratorio de Cobres
para la fabricación de piezas de
artillería que también estaba ubi-
cado en las Atarazanas9, y una
potenciación de los medios para
la investigación, así cuando se
instalaron en España bancos de
barrenar y los tornos movidos
por agua, a imitación de los sis-
temas franceses, la Maestranza
de Barcelona experimentó un sis-
tema de movimiento por motor
de sangre, por apreciarse mayor
suavidad y más perfecta uniformi-
dad en los movimientos. El 4 de
Mayo de 1778 se ordenó que en
las demás Maestranzas se cons-
truyesen máquinas de aquel tipo,
en sustitución de las anteriores.
En 1792, se eligió la Maestranza
de Barcelona para las pruebas
de introducción en España del
sistema Gribeauval para piezas
de Artillería, siendo el propio D.
Tomás de Morla el director del
proyecto. Para la experimentación
del nuevo sistema Gribeauval, se
escogió lo mejor que tenía Espa-
ña en ese momento, el conde de
Lacy, Director General de Artillería
y Capitán General de Cataluña,
había convencido al Rey de que
Morla10 y Barcelona eran los idó-
neos para la misión.
Se había considerado que la
Maestranza de Barcelona era el
lugar idóneo para emprender los
trabajos de revisión y actualiza-
ción de las técnicas de fundición
del sistema Gribeauval, debi-
do a que las Atarazanas reunían
diversos establecimientos rela-
cionados con la industria y con
la artillería al tener fundición de
bronce, maestranza, repuestos
en sus almacenes y otra serie de
industrias militares para cubrir
cualquier eventualidad. Así, apo-
yados por Lacy, se construyeron
6 Las Atarazanas, como Maestranza de Artillería, con estas nuevas misiones aumentó sus capacidades, siendo significa-
tivo que en 1732 preparase las 82 piezas de grueso calibre con sus correspondientes municiones, pertrechos y efectos,
que fueron utilizadas para la expugnación de Mahón.7 A estos locales en Barcelona se les llamaba Casa de fundición8 La instaló Jean Maritz, famoso fundidor de cañones de la época e Inspector General de fabricación de cañones y mor-
teros para la marina francesa, a iniciativa del conde de Gazóla, El sistema proponía una fundición sólida de toda la masa
del cañón y, por medio de una magria o distra, barrenar el ánima de la pieza, con lo que la fundición se lograría de forma
más homogénea y perfecta.9 Con el nº 5403 de catálogo, se conservaban los planos de su última ampliación en el antiguo Museo de Artillería, fe-
chados en el año 1777.10 Tomás de Morla tenía una merecida fama por la publicación de su Tratado de Artillería, así como por su prestigio como
profesor de la Academia de Artillería de Segovia
358
en la fundición de Barcelona por
primera vez en España, los mon-
tajes de batalla a la Gribeauval,
trabajos que levantaron gran inte-
rés y expectación.
También hubo que escribir el re-
glamento de uso y adiestrar a los
artilleros en el manejo de estos
nuevos materiales, lo que se hizo
en las mismas Atarazanas bajo la
supervisión de Morla.
A su vez, para el mantenimiento de
los nuevos materiales, el sistema
simplificaba las reparaciones al
proporcionar a los obreros, plan-
tillas, patrones, mandriles, reglas
de hierro, matrices y calibres, por
lo que hubo de adaptar las técni-
cas de trabajo de la Maestranza
de Barcelona a las necesidades
de la nueva artillería ligera, las pie-
zas y cureñas Gribeauval.
En cuanto a la fundición de mate-
rial de Artillería, en la Maestranza
de Barcelona se investigaba des-
de 1782 sobre los defectos que se
habían observado hasta entonces
en los morteros, adoptándose por
las conclusiones conseguidas,
los morteros cónicos, que se fun-
dieron inicialmente en Barcelona
bajo la dirección del propio Morla.
Lacy mandó hacer todo tipo de
pruebas con los nuevos materia-
les, dando excelentes resultados,
por lo que solicitó la aprobación
del Rey para su fabricación en lu-
gar de los de plancha.
Las dos primeras piezas de cam-
paña “de a 8” en que se montaron
las nuevas cureñas Gribeauval
de combate se utilizaron precisa-
mente para el entierro del Conde
de Lacy, principal promotor de su
fabricación, el 31 de diciembre de
1792.
Fig. 08_ Horno de fundición de
fuelle.
359
En cuanto a los morteros por
Real Orden de 9 de abril de
1793, como consecuencia de los
estudios realizados en las Ata-
razanas, se sustituyeron en el
ejército los morteros de plancha
por los cónicos, siendo Barce-
lona la principal constructora de
las cureñas de combate para es-
tos morteros.
Las actividades de la Maestranza
se complementaban con la cons-
trucción de otros elementos tales
como carros, triquivales, juegos
de armas, llaves, aparatos de
fuerza, cabrias, atalajes, montu-
ras y demás útiles11.
La última fecha conocida en que
consta la fabricación de una pie-
za de artillería en la Maestranza
de Barcelona es de 1797, con-
secuencia del tratado de San
Idelfonso, firmado por Godoy, en
el que se terminaba la neutralidad
y nos aliábamos con Francia con-
tra Inglaterra. Las circunstancias
condicionaron el traslado de lo
mejor de la fábrica a Vasconga-
das, más próxima a los armadores
de la flota atlántica, conservando
su calidad de arsenal, hasta que
en el siglo XIX se separaron de
hecho los armamentos de mar y
de tierra.
La fábrica de municio-nes de San Sebastián de la Muga (Girona)
La antigua Fábrica de muni-
ciones de San Sebastián de La
Muga fue edificada por orden
de Carlos III en 1766 y destruida
por el ejército francés en 1794,
su coste de construcción fue
enorme debido a que se preten-
11 Hay constancia por un recibo de fecha 2 de agosto de 1796, firmado por el guarda-almacén Santiago del Llano, sobre
los efectos suministrados de tales talleres.
Fig. 09 y 10_ Montajes del sistema
Gribeauval para cañón y
para mortero
360
dió realizar una fabrica modelo,
la más moderna de su época; se
proyectó en una zona montaño-
sa lejos de grandes ciudades y
en un lugar que no poseía un
sistema adecuado de comu-
nicaciones viales y se hubo de
transportar la maquinaria, las
herramientas y los elementos
para su edificación a lomos
de mulas por zonas inhóspi-
tas, además se consideró que
la mano de obra extranjera era
mejor que la foránea para esos
menesteres y se contrataron
obreros franceses para la fundi-
ción, con el consiguiente coste
adicional.
Fue tal la calidad de las insta-
laciones que Tomás de Morla
la eligió como modelo en 1786,
para ilustrar los métodos de
fabricación siderúrgica en su
Tratado de Artillería, libro de
texto para los cadetes de la
Academia de Artillería de Sego-
via durante muchos años, aun
después de haber desaparecido
la fábrica12.
Aunque su precio había sido
muy alto, una vez destruida nun-
ca se reedificó. En la actualidad
su emplazamiento está sumer-
gido bajo las aguas del pantano
de Boadellas, un destino acuá-
tico que por su originalidad
da una nota exótica a su corta
historia.
En el siglo XVIII se realizaron en
Cataluña varias de las obras mili-
tares más importantes de España,
el castillo de Monjuich y la Ciuda-
dela en la ciudad de Barcelona y
el Castillo de San Fernando de Fi-
gueres en Girona.
La evidente importancia mili-
tar que adquirió la zona puso
de manifiesto las dificultades de
abastecimiento de municiones,
ya que no existía ninguna herre-
ría con suficiente capacidad que
pudiera fabricarlas en Cataluña, a
pesar de ser en la segunda mitad
del siglo la provincia más indus-
trializada de España.
Hasta entonces la provisión y
abastecimiento de municiones
se hacía en las forjas y herrerías
próximas al lugar de ubicación de
las armas y en campaña se solían
utilizar forjas portátiles que cubrían
las necesidades del momento; al
aumentar el volumen de municio-
nes debido a la proliferación de
las armas de fuego, fue necesario
utilizar empresas de más enver-
gadura que pudieran cubrir las
nuevas peticiones.
12 Este tratado de Artillería es considerado uno de los mejores que se han escrito, y el horno que figura en el es igual a
uno de los representados en “La Enciclopedia” de Diderot y d´Alembert.
Fig. 11_ Plano de la zona de Sant
LLorenç y del pantano de Boade-
llas, iluminando los lugares donde
estaba la fábrica, acueducto y presa
de S. Sebastián de la Muga
361
Estas herrerías y fundiciones so-
lían estar en manos particulares,
cosa normal en aquella época,
perteneciendo muchas veces a ex-
tranjeros; éstas mediante licencia y
por encargo fabricaban todo tipo
de municiones, en los momentos
de escasez se compraban direc-
tamente a Francia, país aliado por
cuestiones de sangre y muy avan-
zado en los métodos de fundición
técnica, a cuyo efecto y debido a
la frecuencia de las peticiones se
habían construido diversas fundi-
ciones en el Rosellón.
El Rey Felipe V al unificar los calibres
de sus piezas en las Ordenanzas,
reglamentó también sus municio-
nes y los estudios realizados en
este campo exigían una mayor ca-
lidad en los productos y una mayor
exactitud en las calibraciones.
Los proyectiles más usuales utili-
zados en las piezas de Artillería de
ánima lisa era de dos clases:
La bala rasa, o bala normal era una
esfera sólida de hierro fundido, del
calibre de la pieza a que estaba
Fig. 12 y 13_ Útiles para la fabri-
cación de proyectiles de Artillería,
láminas del Tratado de Artillería de
Tomás de Morla
Fig. 14_ Fuelle para hornos de
fundición de material de Artillería,
láminas del Tratado de Artillería de
Tomás de Morla
362
destinada. Para dispararlas con-
tra los buques se calentaba en un
hornillo al rojo cereza, con la fina-
lidad de producir incendios en los
buques de madera y entonces eran
llamadas balas rojas.
Y los tiros de metralla, que también
podían ser de dos clases: los de
lona que consistían en un disco o
lecho de madera con un vástago
central rodeado de balas de fusil y
envueltos por un saquillo de lona; y
los botes de metralla en el que las
balas iban en el interior de un cilin-
dro de hoja de lata, estos tiros eran
el tipo de proyectil más empleado y
de mayor eficacia contra la tropa al
descubierto.
Los morteros empleaban las bom-
bas, que eran esferas de hierro
huecas rellenas de pólvora, con una
abertura llamada boquilla rodeada
por un resalte, en donde se introdu-
cía una mecha que era encendida
antes del disparo y la pollada que
era similar a los tiros de metalla de
lona llevando granadas de mano
en lugar de balas, dispuestas sobre
tres lechos o platos de madera.
Los obuses utilizaban la granada,
llamada granada real para distin-
guirla de la de mano, era esférica
y hueca, rellena con una carga de
pólvora, se diferenciaba de la bom-
ba en que no lleva resalte en la
boquilla.
Fig. 15_ Proyectiles más usuales
para piezas de ánima lisa, láminas
del Tratado de Artillería de Tomás de
Morla.
363En 1766 un civil, Pedro Grau Balló,
vecino de La Junquera, realizó una
consulta a la Junta de Comercio,
solicitando permiso para la explo-
tación de mineral de hierro en una
amplia zona que había descubierto,
por considerar la mena abundante
y de muy buena calidad13.
La consulta a la Junta se reali-
zó el 17 de septiembre de 1766,
emitiéndose una Real Célula a su
favor el 26 de octubre del mismo
año, para que con arreglo a las
Ordenanzas dictadas sobre mi-
nas pudiera explotar las que había
descubierto en la zona de los mon-
tes por donde pasa el río La Muga.
Por entonces, el Inspector de la
Artillería de España, conde de
Gazola, decidió construir unas
Reales Fundiciones de Artillería
de bronce en Barcelona, para ello
inició en 1764, las gestiones per-
tinentes con el Gobierno francés,
aliado de la España de Carlos III, a
fin de que Maritz14, se hiciera car-
go del proyecto y de la instalación
de la nueva fundición, llegando a
España en mayo de 1766.
El Ministerio de la Guerra en-
comendó el estudio del mineral
procedente del valle del La Muga,
a Jean Maritz, que en aquel mo-
mento ya se encontraba montando
la nueva fundición de cañones de
bronce de Barcelona, el estudio se
hizo en las Atarazanas de Barce-
lona, resultando ser la muestra de
mejor calidad de la que se impor-
taba habitualmente de Francia, y
muy adecuada para la fundición
de cañones, bombas y balas.
Además del informe sobre el
análisis de la mena, recomenda-
ba Maritz la construcción de una
ferrería en un lugar próximo a la
explotación, con lo que no habría
que exportar bombas ni balas de
otros lugares con el consiguiente
ahorro, asegurando por otra par-
te, la continuidad del suministro
para Cataluña.
El Rey Carlos III, consciente de
que esa industria estaba en ma-
nos extranjeras, aprobó en abril
de 1767, la construcción de una
fundición dedicada a la fabrica-
ción de municiones, ordenando
al Intendente de Cataluña, Juan
Felipe Castaños, que proporcio-
nara los medios necesarios, y a
Jean Maritz que reconociera los
terrenos para elegir el más conve-
niente para la nueva fábrica.
También solicitaba de Maritz la
búsqueda de una zona sobre el
río La Muga, para construir una
presa necesaria según su reco-
mendación, para lo cual debía de
ir acompañado de un geómetra
para proceder al levantamiento de
un plano de la zona escogida.
Los resultados del reconocimien-
to los reflejó en una memoria
fechada en julio de 1767, en ella
estudiaba detalladamente la zona
y exponía como había de ser
el nuevo establecimiento, enu-
merando las obras necesarias y
presupuestándolas por un total de
200.000 reales.
Además se comprometía a rea-
lizar las gestiones convenientes
para conseguir en Francia los fue-
lles necesarios a la empresa, así
como la mano de obra especia-
13 La zona consignada cubría los montes situados en los términos correspondientes a Sant Llorenç de La Muga, Terra-
des, Darnius, Mont-Roch, Buscaros, Agullana, Cantallops, San Clemente, Recasens, Capmany, Masarac y otros lugares,
todos situados entre La Junquera y Figueras.14 Jean Maritz era un ingeniero suizo, contratado por Francia para la instalación de fundiciones y fabricas de cañones,
era hijo de Jean Maritz (1680-1743), inventor de un nuevo sistema de perforar el tubo de los cañones una vez fundidos
(perforación de cañones en sólido), lo que le dio un considerable prestigio y permitió a su hijo y discípulo desempeñar
importantes funciones alcanzando ambos altos cargos.
En aquel momento era el ¨Inspector General de la fabricación de cañones, morteros, pedreros y otras bocas de fuego,
tanto de bronce como de hierro colado destinados al servicio de la Artillería de tierra y de la marina de Francia¨
364 lizada15 para la instalación de la
fundición.
El proyecto consistía en la edi-
ficación de un horno y de un
martinete hidráulico, en un com-
plejo que incluía las viviendas
de los directores y trabajadores,
almacenes para los minerales y
productos elaborados y locales
necesarios para la vida como co-
rrales para animales y un horno
para hacer pan.
Para el horno de fundición y
para el funcionamiento del mar-
tinete era necesario un caudal
constante de agua, y aunque las
instalaciones estaban en la orilla
del río Muga su caudal dependía
de la época del año y de las llu-
vias anuales. Este problema se
solventó con la construcción de
una presa unos kilómetros río
arriba, con la finalidad de subir
el nivel del agua y entonces con-
ducirla en línea recta por medio
de una acequia hasta la fábrica.
Como para seguir esta línea rec-
ta la acequia debía de cruzar el
río, se construyó un acueduc-
to que posibilitó la solución del
problema.
La fundición se realizaría por el
método de forja catalana, consis-
tente en la combustión del mineral
de hierro troceado, mezclado
con carbón vegetal. Esta com-
bustión era avivada por medio de
un fuelle hidráulico alcanzando
temperaturas próximas a la fu-
sión del hierro, y obteniéndose
una masa pastosa que era some-
tida a un martilleo continuo, que
pulverizaba los restos quemados
ajenos al mineral desprendiéndo-
se la escoria y consiguiendo una
ganga de hierro de muy buena
calidad y excelente resistencia.
El martilleo se realizaba por medio
de una máquina llamada de mar-
tinete, consistente básicamente
en una especie de gran martillo
sujeto por el mango que golpeaba
rítmicamente la masa de mineral
y carbón, el movimiento se con-
seguía por un inspirado sistema
hidráulico que hacía mover una
polea para lograr levantar el gran
martillo, al caer libremente gracias
15 Los operarios franceses que contrató provenían de las fundiciones del Ro-
sellón y gozaron de grandes ventajas, su sueldo oscilaba entre los 400 y 480
reales, mucho más que el del resto de los trabajadores, habiendo cobrado ade-
más la cantidad de 400 reales en concepto de gastos de viaje por desplazarse
desde Francia y tenían como condición que una vez terminada la obra y reali-
zada la 5ª fundición tendrían tres meses de licencia cobrando el sueldo íntegro,
dándoles la libertad de dejar entonces el trabajo si así lo deseaban; también se
les respetaría el sueldo en caso de enfermedad o convalecencia.
Fig. 16, 17 y 18_ Restos de la presa,
acequia y regulador de subidas
de aguas sobre el río de La Muga,
fotos de febrero de 2003
Fig. 20 y 21_ Restos del acueducto
sobre el río de La Muga, fotos de
febrero de 2003
365a la gravedad golpeaba con gran
potencia el material expuesto.
Una vez aprobado el proyecto
se ordenó en 1768 a la Tesorería
de Cataluña que dispusiese lo
necesario para el pago fracciona-
do durante dos años de 200.000
reales y para la adquisición de
los terrenos necesarios para el
proyecto, en el lugar indicado por
Maritz.
La compra de los terrenos se rea-
lizó inmediatamente, pagándose
por ellos 15.036 reales y 10 m de
vellón, quedando pendiente, por
parte de Maritz, el nombramiento
de un Director de la obra, debido a
que sus muchos encargos reales
le impedían llevarla directamente,
quedando a su cargo el proyecto
general y su supervisión.
A Grau Balló, que tenía una Real
Cédula a su favor, se le concedió
la explotación de los minerales
en los terrenos adquiridos por el
Intendente por un espacio aproxi-
mado de quince años, ya que la
amplitud del proyecto total sólo
podía ser costeada por la Hacien-
da Real.
El lugar elegido por Maritz para
situar la fundición estaba junto
al río La Muga en un paraje lla-
mado Can Palomeras, conocido
en la región por la existencia de
una ermita dedicada a San Se-
bastián, santo muy venerado en
la zona por ser el protector contra
las pestes, frecuentes en aquellos
días y situado a pocos kilómetros
de La Junquera, junto al camino
que unía el pueblo de Sant Llo-
renç con el de Darnius.
El mismo Maritz expuso una serie
de consideraciones sobre el lugar:
Al estar sobre el río habría recur-
sos de agua suficientes durante
todo el año.
Para las épocas de sequía de-
bería construirse una canal que
conduciendo el agua, esta siem-
pre llegue a la fábrica en la misma
cantidad.
Aunque los caminos que unen
el lugar con la carretera general
de Francia son por el momento
impracticables para transportes
sobre ruedas, se considera su ha-
bilitación poco costosa.
El mineral, muy bueno y abun-
dante, se encuentra en zonas de
difícil acceso, por las que no sue-
len ir los habitantes de la zona,
por lo que no les perjudicará su
extracción ni les causará el menor
daño, más bien les beneficiará
por el dinero que circulará por la
provincia.
El carbón necesario para el funcio-
namiento de la ferrería, quedaría
garantizado por la existencia de
enormes bosques en las monta-
ñas de los alrededores, de los que
no hacen uso los habitantes de la
zona, que por otra parte se sabe
que las venden a las fundiciones
del Rosellón.
Las condiciones son tales que
permiten una fundición que pueda
fabricar además de balas y otras
municiones, cañones para la ma-
rina, facilitándolo su proximidad al
puerto de Rosas.
A su vez propone como Director
de la fábrica a D. Francisco Juan
del Rey, Subteniente del Real
Cuerpo de Artillería, que había
completado sus estudios en la
Real Academia de Matemáticas
de Barcelona y que estaba co-
misionado en aquel momento en
Lleida, considerado por Maritz
como el más idóneo para des-
empeñar tal cargo, para el cual
solicitaba concederle una gratifi-
cación de doble sueldo.
También recomendaba el nombra-
miento de un experto en esta clase
de establecimientos como fundidor
e inspector de las obras, proponien-
do a Luis Brocard, un colaborador
de Maritz desde hacia tiempo que
dejó su cargo de Director de la fe-
rrería de Uza para acompañarle
a España, a este trabajador le so-
licitó un sueldo de 1000 reales al
mes y a pesar de la opinión de no
366
Fig. 22_ Restos del conjunto de la
fábrica, visibles en la sequía de abril
de 2008
367ser necesario un operario de esas
características, fue nombrado por
deferencia a Maritz.
Antes de volver a Barcelona,
Maritz dejó planteado, marcán-
dolo con piquetes el recorrido
de la acequia y el emplazamien-
to de la casa-habitación para
empleados, iniciándose las ex-
cavaciones en mayo de 1768.
El ministerio de la Guerra debió
tratar directamente con Maritz
estos encargos, ya que hasta
el 3 de junio de 1768, no se le
comunicó al conde de Gazola
la creación de la nueva fábri-
ca, de la que era responsable,
ya que como Inspector General
de la Artillería era el Director de
Fundiciones.
El proyecto general de la obra
consistía en la construcción de
un gran local con horno side-
rúrgico, con los anexos para los
fuelles, almacenes de carbón y
de mineral, y locales de torneo,
herrería y forja, así como un hor-
no de calcinación de mena.
En la parte de viviendas se cons-
truirían viviendas para operarios
y viviendas para empleados y
directivos, también se proyectó
un horno de pan, locales para
gallinero y zona de huerto, para
cubrir las necesidades de los
que allí vivirían.
La fuerza motriz para el fun-
cionamiento fabril se proyectó
hidráulica, esto requería una co-
rriente de agua con un volumen
constante para mover las aspas
de una gran noria, a partir de la
cual mover todos los mecanis-
mos necesarios.
Para ello se buscó río arriba, en
dirección a Sant Llorenç de La
Muga, un lugar donde construir
una presa a fin de elevar el nivel
del agua a una altura conveniente,
de forma que se pudiera mante-
ner el flujo constante durante el
verano y en épocas de sequía.
A continuación se construyó una
acequia de varios kilómetros de
larga, que conducía el agua des-
de la presa hasta el lugar de la
noria en la fábrica; esta acequia
se construyó sin cubrir por con-
siderarlo Maritz innecesario, a
pesar de la opinión contraria de
Francisco Juan del Rey.
La acequia discurría ganando
altura sobre el río, debiendo en
un punto de su itinerario cruzar-
lo, para lo cual se construyó un
acueducto, que ya estaba pre-
visto, que lo hizo viable.
También se reparó el cami-
no para hacerlo apto para el
transporte rodado, para lo cual
se construyeron al menos dos
puentes.
El resultado fue una instalación
moderna, ejemplo de fábrica rural
sin muros, estando distribuidas
las edificaciones alrededor de
una gran plaza rectangular, si-
tuándose a un lado la zona fabril
y al otro las viviendas; saliendo
de esa plaza se construyó una
gran avenida de acceso que unía
esta zona con el camino de Sant
Llorenç a Darnius.
A principios de 1769 ya se había
construido junto a la presa, en el
inicio del canal, un fuerte muro que
además de facilitar la conducción
del agua serviría de apoyo a la
pared de la presa, la cual querían
dejar para terminarla en el verano,
ya que el frío del agua dificultaba
la construcción, y mientras poder
terminar la casa de empleados e
iniciar las obras de la fábrica, del
almacén, de las habitaciones para
operarios y de la fragua.
En mayo de 1769 se habían gas-
tado en las obras 125.402 reales y
17 m de los 200.000 presupues-
tados, y en noviembre al acabar
la presa apreciaron que había
costado más de lo previsto, por-
que habían encontrado multitud
de nacimientos de agua en las
arenas del río, lo que obligó a pro-
fundizar los cimientos mucho más
de lo proyectado en un principio.
Al comienzo del verano de 1770,
las obras prácticamente estaban
368 concluidas, habían construido
un horno siderúrgico dentro de
unos grandes cobertizos, sien-
do la obra principal de la fábrica
y el motivo de la misma, ins-
talando los correspondientes
fuelles, unos almacenes para
carbón y un horno para la cal-
cinación de la mena, estando
prevista la construcción de
otro, también se habían termi-
nado las casas de operarios y
de empleados, una casita para
el herrero y otra para el tornea-
dor, habían construido la presa
y una acequia, estaban todas
las máquinas instaladas y los
almacenes llenos de carbón y
de mena ya calcinada.
El presupuesto también se
había terminado, por lo que
tuvieron que solicitar nuevos
fondos para poder construir dos
rampas por donde conducir el
carbón y el mineral de los alma-
cenes a la cima del horno.
En ese mismo año, Francisco
Juan del Rey solicitó su relevo,
debido a los continuos roces
con Luis Brocard, que en su
opinión confundía su papel de
Inspector de las obras con el de
Jefe absoluto de las mismas, y
que por estar apoyado en todo
momento por Maritz considera-
ba que no le quedaba esperanza
de armonía.
Antes de marcharse, Francisco
Juan del Rey informó de una se-
rie de defectos que observaba
en las obras y que por motivos
de sus desavenencias con Bro-
card no habían sido resueltos,
consistían principalmente en
defectos de construcción en las
viviendas, en que la presa tenía
filtraciones y que las acequias
al no estar cubiertas corrían el
peligro de obturarse en las épo-
cas de grandes lluvias, debido
a que recorrían las faldas de las
montañas.
Fue relevado por Real Orden de
4 de mayo de 1771 nombrán-
dose en su lugar a D. Nicolás
Galluzo, Teniente del Real Cuer-
po de Artillería, que también
había recibido su formación en
la Real Academia de Matemáti-
cas de Barcelona.
La primera fundición se efec-
tuó en 1771, enviando parte
de los resultados16, 3 barras
y 800 balas, a Barcelona para
pruebas17.
Hasta ese momento los gastos
del establecimiento habían su-
puesto 591.225 reales y 15 m
de vellón, en los que se incluían
los gastos del viaje de Bro-
card a Francia para contratar
fundidores.
Galluzo recibió la orden de cons-
trucción de una nueva herrería y
de un martinete o fragua para
batir hierro; a unos 500 metros
más arriba de la fábrica sobre el
río La Muga debía construir unos
locales para albergar las fraguas
y los martillos, los gastos de es-
tas obras se presupuestaron por
Maritz en 162.000 reales.
A partir del 18 de abril de 1772
el Rey ordenó la transferen-
cia de la responsabilidad de
la fábrica a la Secretaría del
Despacho de Guerra, pasan-
do a ser administrados desde
ese momento por el Secretario
y dejando la Real Hacienda de
tener competencias desde ese
momento. En detrimento de la
Artillería, cuyo inspector era el
Director de Fundiciones
16 En un documento fechado el 9 de agosto de ese año, da fe de una fundición de 146 días en la que se obtuvieron 2034
quintales, 2 arrobas y 14 libras y seis onzas de hierro, peso catalán.17 Estas 800 balas se enviaron al castillo de Montjuïc de Barcelona, para la comprobación técnica de calidad.
369El Secretario ordenó que se
hicieran experiencias en Bar-
celona de los minerales que
utilizaba la fundición, tanto en
lo relativo al hierro sobrante de
la fundición como de las balas
de todos los calibres que allí se
fundían.
Posteriormente a principios de
1775, dio Maritz una instrucción
para el reconocimiento de los
materiales producidos, con nor-
mas sobre pesos y condiciones
exteriores de las bombas, balas
y granadas, advirtiéndole que
se desecharía el material que
no se ajustara, transmitidas por
el conde de Gazola se aplicaron
también en la fundición de Egui:
Fig. 23_ Pozo y restos de la chime-
nea del horno para pan.
Fig. 24_ Restos del acueducto,
visibles en abril de 2008.
Fig. 25_ Restos de horno para
fragua en las proximidades de la
fábrica, visibles en abril de 2008
370
Según lo previsto en la Real Or-
den de 20 de Octubre de 1776 el
Ministerio de la Guerra dejó de
interferir en la dirección de fundi-
ciones, volviendo a estar bajo la
responsabilidad única del conde
de Gazola, la Inspección de Ar-
tillería era la responsable de la
contratación de operarios y de la
relación con los directores de los
establecimientos, de acuerdo con
ello, conforme a la Real Orden de
30 de agosto de 1776, Gazola ex-
pidió los nombramientos de los
operarios y marcó los sueldos de
la fábrica de San Sebastián, res-
petando los acuerdos anteriores,
y resultando en reales de vellón:
RECONOCIMIENTO DE LAS BOMBAS:
Aunque tengan una línea de diferencia podrán recibirse es-
tas bombas.
Las bombas de 11 pulgadas y 9 líneas y las de 8 pulgadas
y 3 líneas, de justo diámetro, y sin ampollas o vientos ni
concavidades a la superficie exterior, la unión de las dos
semiesferas exacta y que no sean amelonadas, la boquilla
limpia y el oído limpio y liso y del diámetro del diseño, el
grueso del culote y de los lados justo y la calidad del hierro
pardo o aplomado.
Estas son las calidades de la Bomba.
Los diámetros de las Bombas de 11 pulgadas y 9 líneas y
de 8 pulgadas y 9 líneas
Se pueden recibir aquellas que tengan pocas y no juntas y
de 1 ½ de profundidadLos vientos, ampollas o hervores del hierro.
No se recibirán Las bombas amelonadas
Se debe pasar un dado por todos los oídos para ponerlos
lisos y en su calibre.El oído liso y conforme al diseño
Si tienen vientos o crasas, no se recibirán y se romperá la
boquillaLa boquilla limpia.
Se pasará de variación al culote de más o menos 1 ½ líneas El grueso del culote
También se pasará a los lados 1 ½ líneas en más como en
menos, lo cual da 3 líneas de diferencia en espesor
Los lados de la bomba a la unión de las semiesferas o
cajas.
Luego que se hayan fundido 10 bombas de cada calibre y
que se esté seguro de sus justas dimensiones, se pesaran
las 10 Bombas juntas y se calculara el peso real de una
Bomba sacando la décima parte. En adelante se concede-
rán 2 líneas de mayor o menos peso a las de 12 pulgadas
y 1 ½ a las de 9 pulgadas.
El peso de las bombas
Hecho en San Sebastián de la Muga a 22 de mayo de 1775. Maritz
371EmpleadosEl comandante de la fábrica Teniente 400 rs. más 600 de gratificaciónOtro Teniente 400 rs. más 300 de gratificaciónEl controlador Provincial de Artillería 500 rs. más 300 de gratificación Luis Brocard, fundidor 1.000 rs.El pagador 1.000 rs.El guarda almacén 300 rs.El capellán 100 rs.
Maestros y obrerosMaestro de obras 300 rs.Un Carpintero 280 rsUn Cerrajero 260 rs.Un Carpintero 220 rs.Un Sobrestante 310 rs.
Obreros franceses18
Guarda hornos 400 rs.Cargador de hornos 400 rs.Moldista 320 rs.Otra 280 rs.
Aprendices catalanes19
Tres Fundidores cada uno 200 rsUn Moldista 200 rs.Dos id. cada uno 180 rs.Uno id. 160 rs.
Celadores de hornoDos cada uno 300 rs.
Maestro mineroUno 300 rs.
Guarda bosquesUn Capataz 12 rs. diariosCuatro Guarda Bosques cada uno 4 rs. y 16 din. diarios
18 Cuando la fundición duraba más de 4 meses, se les aumentaba a estos obreros medio salario, por medio de gratifica-
ción hasta que se concluía, y hay constancia de que alguna duró 12 meses y medio. Al Guarda hornos se le ofrecieron
10.000 pesetas si enseñaba a los obreros españoles lo suficiente para valerse por sí mismos, y dando su conformidad
el contrato se cumplió.19 Estos tenían medio salario más durante el tiempo de fundición.20 Como consecuencia de la Real Orden de 14 de abril de 1779
Además tenía la fábrica una
brigada de 30 mulas con sus co-
rrespondientes mozos, que se
utilizaban para el transporte del
carbón.
Brocard continuó en la fábrica
hasta 1777, fecha en la que fue
reclamado por José de Galvez,
Ministro de Indias, para trabajar
en la fábrica de Jimena.
En el año 1779, hubo una gran ria-
da en la zona, como consecuencia
de ella la fábrica sufrió multitud
de desperfectos, para restable-
cerla se mandó que el Director de
la Fundición de Egui, el Teniente
Coronel de Artillería D. Francisco
Claryac, pasase a la de San Se-
bastián20, pudiendo llevar con él a
varios operarios de Navarra.
Al revistar los daños observó que
el lugar elegido para la cons-
trucción de la fábrica estuvo mal
escogido respecto al río y que la
acequia, al no estar cubierta se
había llenado de barro.
Sobre el mineral apreció que era
de peor calidad que el utilizado en
Egui por lo que recomendó que
372 en caso de necesidad se prove-
yeran de Navarra.
Observó también que los ope-
rarios franceses abandonaban
su trabajo y volvían a su país
cuando les parecía, por lo que
solicitó que se mantuviesen
permanentemente un cabo y
seis hombres con la corres-
pondiente gratificación, para
mantener el orden entre los tra-
bajadores, lo que le aprobaron
inmediatamente.
Expuso finalmente que el fundi-
dor Brocard en colaboración de
los operarios franceses habían
convertido todas las operacio-
nes de la fábrica en un misterio,
y hacía constar que él y los ope-
rarios que traía de Egui estaban
perfectamente capacitados para
llevarla correctamente.
Durante todo el tiempo que fun-
cionó la fábrica el horno debía de
arder continuamente parándolo
cada quince meses para sustitu-
ción de las camisas, renovando y
reconstruyendo de todo el inte-
rior. Se hacían cuatro fundiciones
diarias, aunque a veces se ha-
cían fundiciones continuadas
que podían durar mucho tiempo,
con una producción aproximada
de 21.000 quintales de hierro al
año, produciendo desde su ini-
cio hasta el 21 de junio de 1776
la cantidad de 4.577 bombas y
117.558 balas.
Los minerales se extraían des-
de el principio de los montes de
Monrroch y Murgatorta, y a pesar
de que sólo había un horno en la
fábrica la situación del suministro
del carbón era delicada, ya que
este lo vendían directamente los
Fig. 26 y 27_ Arcadas de la Iglesia
de la fábrica, visibles en abril de
2008.
Fig. 28_ Conjunto de la Iglesia de
la fábrica, dedicada a S. Sebastián,
visibles en abril de 2008.
373propietarios de los montes, sin
que hubiera una ordenanza que lo
regulara, por lo que en ocasiones
escaseaba, por estos motivos en
1781 el Director propuso la ad-
quisición de algún monte próximo
para solucionar el inconveniente.
Se decidió que los más conve-
nientes eran los de Requesens,
propiedad del conde de Perelada,
y Garriga de Mateu, propiedad de
Doña Ana de Aviñó, vecina del
pueblo de Perelada, considerando
que con su adquisición podrían
abastecer el horno actual y en
caso de necesidad otro nuevo.
Los Sitios de Mahón y Gibral-
tar ocasionaron la solicitud
extraordinaria de gran cantidad
de municiones, que llevó entre
otras medidas a volver a fundir
10.000 qq de municiones inútiles
que había en Barcelona, estas
municiones procedían de anti-
guas contratas a particulares que
por no haber existido normativas
adecuadas se habían admitido y
no eran aptas para el uso.
Una vez acabados los sitios ci-
tados, se estudio la posibilidad
de aumentar las labores de la
fábrica, pensando en adquirir
los montes que había propues-
to el director y buscando un
nuevo emplazamiento para una
fundición, exponiéndose todo
el proyecto ante el Rey, en
mayo de 1784, proponiendo la
adquisición de los montes de
Requesens y Garriga de Mateu,
y para el emplazamiento de las
nuevas dependencias un lugar
próximo a San Clemente.
Aunque en noviembre de 1785
se hizo la propuesta y por Real
Orden de 15 de enero de 1786 se
dotó el presupuesto para la com-
pra, esta nunca llegó a realizarse.
Sobre estas fechas visitó San
Lorenzo Don Francisco de Zamo-
ra21, en su diario escribe:
“Tiene el Ampurdán dos mo-
numentos recomendables: la
fortaleza de San Fernando de
21 Francisco de Zamora Peinado (1757-1812), Villanueva de Jara (Cuenca), viajero y escritor estudió la carrera judicial, fue
Alcalde del Crimen en la Audiencia de Barcelona, en donde luego fue Oidor. Posteriormente fue nombrado miembro del
Consejo de Castilla. En 1973 fue publicado su diario bajo el titulo Diario de los viajes hechos en Cataluña.
374 Figueras y la Real Fundición de
Balerio de San Sebastián de la
Muga, de que se dará razón en los
artículos correspondientes”
“Llegamos a la fábrica, viendo en
casa del director un cuerno de
cabra montés y una piña petrifica-
dos. Esta fábrica es un compuesto
de varios edificios para el único
horno que hay , en ella, cuyo edifi-
cio es mezquino: de un grandísimo
almacén para carbón que no es
conveniente ni necesario, así por-
qué todo el año puede conducirse
aquí este género, como porqué,
amontonándolo, se destroza; de
la casa de los oficiales, de las de
los demás dependientes y demás
operaciones de esta fábrica, que
se reducen a traer la mena de
estos contornos, cuyas señales
indican ser ferruinosos, a tostarla
en hornos, a echarla después en
el crisol, hacer los moldes y fun-
dir 21.000 quintales de hierro cada
año.
Nótese que la mena se halla a sal-
tos y en vetas poco ricas, y también
que antes de este establecimiento
sacaban los dueños de bosques
poco dinero y ahora los venden
bien y, con el clareo, dan mas be-
llotas No pueden vender carbón
a nadie mas que a esta fábrica, la
que también tiene dos brigadas
que lo fabrican, pagando al dueño
de él la leña.
Nótese también que por regarse
con las aguas del Muga el arroz
que se riega mas arriba, en el pue-
blo de Albañá, tiene poco agua
esta fábrica.
El horno es de piedra de estos con-
tornos y arde continuamente 15
meses seguidos que es lo que pue-
de aguantar poco mas O menos.
Luego lo fabrican del todo nuevo.
De aquí es que no hay fiestas ni
descanso alguno.
Los fuelles me parecieron muy
buenos. Los levanta una palanca
con contrapeso y los hace bajar
una rueda que mueve el agua, en
cuyo eje hay unos dientes a la ma-
nera de los que mueven el mazo de
un martinete.
Acaban de fundir dos cilindros para
Alcaras, que tornean con una rue-
da que mueve el agua; y después
los alisan con piedras de amolar y
parte de lo más fino del hierro que
de el sacan.
Ví los partes diarios de fundición
y se hacen cuatro cada día en los
cuales se gastan cada día 54 quin-
tales y otros 39.
Me enseñó el Comandante el
proyecto y planos para otra igual
fábrica en San Clemente, con las
aguas del río de este nombre, en
la montaña de Requesens, en la
cual abundan el hierro y carbón, y
se halla más cerca del mar, para su
conducción”.
En 1794 durante la guerra de la
Convención22, la población de Sant
Llorenç y la fundición, fueron toma-
das por el Ejercito de la República
Francesa, los intentos de recupe-
ración por parte de los españoles,
recordado como la batalla de Sant
Llorenç, resultaron infructuosos.
El Gran Comité de Salud Pública
francés consideró muy peligrosa
la existencia de la fundición en un
lugar tan próximo a su frontera,
por lo que ordenó su destrucción
y sus instalaciones fueron arrasa-
das totalmente bajo la supervisión
del General francés Pierre François
Charles Augereau jefe de la fuerza
de ocupación.
Los mismos motivos que llevaron
a su destrucción hicieron que en
el año 1800 se pensase en su re-
habilitación, pero tras un detallado
estudio se llegó a la conclusión
de que habría que reedificarla de
nuevo y construir otra nueva pre-
sa, además se informó que los
montes sólo podrían abastecer de
22 Llamada en Cataluña la Guerra Gran (1793-1796)
375mineral a la fundición durante unos
40 años, por lo que se decidió su
abandono total.
S. M. el Rey Carlos IV, aprobó por
Real Orden de 17 de julio de 1800,
la venta de los terrenos a favor de
la Real Hacienda que pasaron a
manos civiles, siendo adquirida por
María Villalonga y Paler, propietaria
de una industria de ferretería en Fi-
gueres, utilizando las posibilidades
de la fábrica para su negocio.
En 1846 fue reconstruida por el ar-
quitecto de Figueres Roca y Bros,
creándose una sociedad llamada
“La Catalana” que aunque fun-
cionaba perfectamente empezó a
acusar la escasez de mineral, por lo
que los Villalonga decidieron com-
prarlo en Bilbao23, funcionando así
hasta que las nuevas técnicas la
convirtieron en obsoleta.
En 1906 la compró Gaspar Brunet,
quien la destinó para aprovecha-
miento hidráulico y producción de
electricidad.
Ya en la segunda mitad del siglo
XX, la política hidráulica de España
consideró necesario construir un
embalse alimentado por el río La
Muga, construyendo una presa a
unos dos kilómetros, río abajo, de
la antigua fabrica, que configuró el
pantano de Boadellas, quedando
bajo sus aguas las vetustas edifi-
caciones, sobresaliendo apenas
algún tejado para el recuerdo, que-
dando unos versos en la memoria
de los más ancianos:
Pam, pam, pam,
Visca la farga, visca la farga
Pam, pam, pam,
Visca la farga i el mestre Joan24.
FONDOS DOCUMENTALES DE
LOS QUE SE HA HECHO USO
EN ESTE ARTICULO:
� Archivo General de Simancas:
GM. Legajos del 458 al 465.
Siendo el más significativo el
legajo 460: “Relación de los
hechos ocurridos en el nuevo es-
tablecimiento de la fundición de
Municiones de San Lorenzo de la
Muga, próximo a Figueras en Ca-
taluña, desde 1768 hasta 1772”.
� Manuscrito de Manuel PILÓN,
de los fondos documentales de la
Academia de Artillería de Segovia.
23 El carbón era trasladado por barco a Rosas, en cuyo trayecto se tardaba
aproximadamente un mes24 Se desconoce quien fue este maestro Juan.
Fig. 29 y 30_ Restos de la fábrica,
una vez abandonada, en 1910.
Fig. 31_ Restos de la fábrica
sobresaliendo del pantano de
Boadellas como se veía en
febrero de 2003.
376 LA ARQUITECTURA PARA CUARTELES EN EL SIGLO XVIII.
377
Jordi Oliveras Desde el punto de vista de la
vivienda moderna podemos apre-
ciar como la proyectación de
edificios para residencia colectiva
se ha multiplicado y transforma-
do muchísimo en los dos últimos
siglos, sin embargo, continúa sien-
do de interés rastrear sobre los
inicios de esta forma de edificios.
Su origen moderno se encuentra
en los edificios en principio pen-
sados para colectivos especiales,
como religiosos, universitarios y
militares, cuyas formas distributi-
vas serían después extendidas a
la construcción de residencias ur-
banas para toda la población.
Así, refiriéndonos ya al caso es-
pañol, la forma de proyectar los
cuarteles para las tropas y los
oficiales durante el siglo XVIII nos
remite al origen de la residencia
masiva para las ciudades que se
desarrollaría partir de entonces.
Esta forma de grandes edificios
compactos en manzanas con
frentes alineados a calles es dis-
tinta a la otra manera de concebir
la residencia en casas aisladas
para una familia más propia de
zonas no urbanas, o casas en
parcelas urbanas. Los grandes
conjuntos de cuarteles, al ser ar-
quitectónicamente una tipología
nueva, se producen en un marco
hasta cierto punto experimental,
pues en su proyecto y realiza-
ción se conjugan los procesos de
organización del Ejército, junto
con las modalidades de arqui-
tectura y construcción presentes
durante el siglo XVIII. Los cuar-
teles responden a la demanda
de alojamiento de soldados de
una manera estable, a diferencia
de épocas anteriores en que las
tropas no eran permanentes. Be-
lidor justifica en su tratado cómo
“la experiencia enseña que las
guarniciones que están acuarte-
ladas son mucho más tranquilas
a causa de la comodidad que los
oficiales tienen para llamar a los
soldados”. En las siguientes lí-
neas y reproducciones gráficas se
1 Belidor, Bernard Forest. Edición de 1739, pag. 72.
378 intenta satisfacer la convergencia
de intereses que provienen tanto
del campo de la Historia Militar
como del campo de la Historia de
la Arquitectura.
El proyecto modelo de 1719
A principios del siglo XVIII la ten-
dencia hacia el acuartelamiento
de tropas en todos los ejérci-
tos supuso el planteamiento de
un nuevo tipo de edificio. Los
ingenieros militares fueron los en-
cargados de concebir, proyectar
y dirigir la construcción de estos
edificios. En España este nuevo
tipo de proyectos coincide con la
nueva organización del Cuerpo
de Ingenieros, los militares téc-
nicamente capacitados para este
trabajo. Correspondió al Maris-
cal Jorge Próspero de Verboom,
máxima autoridad encargada de
organizar el cuerpo de Ingenie-
ros, a partir de su creación en
1711, también idear este tipo de
edificios2.
Conocemos el proyecto modelo
fechado en 25 de marzo de 1719
“Ideado por orden de S. M. por
el Ingeniero y Teniente General
D. Jorge Próspero de Verbom”.
El proyecto está delineado por
el Caballero Don Felipe Palotta,
ingeniero ordinario de S. M.”3.
En un solo plano se representan
plantas, fachadas y secciones
que corresponden a dos propues-
tas ligeramente distintas: una
para alojar un batallón de Infan-
tería (de 500 a 600 Soldados en
13 compañías con sus oficiales),
y otra propuesta complementaria
añadiéndole caballerizas “para
alojar un regimiento de Caballe-
ría de tres escuadrones, en doce
compañías, con sus oficiales”.
El plano se complementa con
un escrito donde se explican los
materiales y otros detalles nece-
sarios para su construcción.
El edificio está formado median-
te la agregación en línea de cinco
cuerpos de edificación de dos
plantas de altura dedicados a
soldados, y en cada extremo, el
añadido de un cuerpo de tres plan-
tas de altura destinado a oficiales.
Cinco camas en cada aposento
de soldados de medidas 5 por
5,84 metros, con un total de cua-
renta aposentos, lo que da unos
200 soldados, a tres soldados por
cama o litera. Además 24 cuartos
para oficiales. Cada cuerpo de 4
cuartos en planta dispone de do-
ble escalera central. Los cuartos
de oficiales, de medidas 7,5 por
2 Joris Prosper Van Verboom (Amberes, 1667 - Barcelona, 1744) ingeniero militar español de origen flamenco, marqués
de Verboom, Capitán General y fundador del Real Cuerpo de Ingenieros, según Real Decreto de Felipe V el 17 de abril
de 1711. En 1709 fue convocado a España donde se le encargó organizar el Cuerpo de Ingenieros Militares españoles,
nombrándole por Real Decreto del 13 de enero de 1710 Ingeniero General de todos los Reales Ejércitos, Plazas y Forti-
ficaciones de todos los reinos provincias y Estados de S. M. En la batalla de Almenar, el 27 de julio de 1710 fue herido
y hecho prisionero. Conducido a Barcelona y después llevado prisionero a Viena, donde permaneció hasta 1712, hasta
la apertura de las negociaciones de paz con los austríacos que precedieron al tratado de Utrecht. Entre 1712 y 1714
planeó técnicamente el sitio de Barcelona, que duró 14 meses. Al frente de los ingenieros emprendió además la tarea
de reformar el sistema defensivo y promover las obras públicas del reino, dando un extraordinario impulso a todos los
trabajos emprendidos. Se encargó de la construcción de la Ciudadela de Barcelona, en 1715. Proyectó el nuevo barrio
de la Barceloneta en 1719 (aunque su construcción no comenzó hasta 1753). Otras obras que realizó fueron la ciudadela
de Seu d’Urgell, la reforma del castillo de Montjuïc, la fortaleza de San Fernando en Figueres, construcción de cuarteles,
hospitales, almacenes, y obras civiles como puertos (Barcelona, Málaga...), canales de riego (Murcia, Lorca...) y caminos.
Entre 1721 y 1727 realizó importantes obras en diversos puntos de España, entre ellos proyectó la defensa de Ceuta,
las construcciones de la Bahía de Algeciras destinadas a la defensa frente a Gibraltar, entre las que destacan la Línea
de Contravalación de Gibraltar (1731-35). En 1726 realizó el proyecto de fortificación de la villa de Santoña, donde se
proyectaba reconstruir un astillero permanente para la Marina Real.3 Archivo General de Simancas. Mapas Planos y Dibujos XXII-73.
379
5,8 metros (unos 44 metros cua-
drados) están formados por un
aposento en la entrada a la que da
una alcoba interior para 2 camas,
y otra dependencia con cocina
a través de la que se puede ac-
ceder a una alcoba interior para
una cama. La denominación de
“cuartos” se corresponde pues a
la cuarta parte de la planta, y tiene
una lógica constructiva, más que
de división de superficie. Es su-
mamente interesante el detalle de
esta distribución y organización,
con la coherente construcción
de estas viviendas para oficiales,
porque es una de las primeras
propuestas representadas que
encontramos de viviendas agru-
padas en edificios para vivienda
colectiva en la era moderna.
El sistema de cuartos y su sub-
división en alcobas, aposento y
cocina se idea de manera que el
sistema constructivo con muros
de mampostería portantes, y vigas
de madera y bovedillas para te-
chos, se adecua a la organización
en recintos de capacidad idó-
nea, y de dimensiones acertadas
para uso de dormitorio, cocina,
comedor y salas. Así mismo, su
acondicionamiento climático se
confía a las chimeneas hogar en
cada aposento, y su ventilación
al exterior, a una ventana para
cada aposento. Estas ventanas
asoman a la fachada delantera o
a la trasera. De esta manera, se
dobla la crujía de vigas y el con-
junto adquiere más estabilidad.
Cada cuerpo de construcción
se organiza con los cuatro cuar-
tos y un núcleo de distribución y
escalera central. Esta escalera
entre paredes se desdobla para
así permitir un acceso y descenso
desde los pisos al plano terreno
muy fluido, rápido y amplio ha-
Fig. 01_ Cuartel modelo de 1719.
Archivo General de Simancas, M.P.
y D. XXII-73.
380
Fig. 02_ “Plan de la distribution des
rues du Neuf Brisack” de Belidor,
La Science des Ingenieurs,
Liv. IV pl. 25 p. 60.
Fig. 03_ “Plan profil et elevation de
deux corps de Casernes et d’ un
Pavillon d’ officers” de Belidor,
La Science des Ingenieurs,
Liv IV, pl.29 p. 72.
381cia y desde cualquiera de las dos
fachadas. Pero también el des-
doblamiento y la situación de la
escalera responde a un motivo de
orden compositivo y geométrico,
a la vez que se concibe con una
estructura generosa, clara, y fácil
para poderlas construir.
Los distintos cuerpos del edificio
se componen de manera que un
ligero avance del cuerpo central
permite señalar la simetría de la
edificación. Este cuerpo central
se corona con frontón en el que
se inscribe el escudo de armas.
Los dos cuerpos laterales de ofi-
ciales también se ornamentan
ligeramente con impostas, tienen
puerta principal y debido además
a sus tres alturas y proporciones
distintas, rematan los extremos
del conjunto.
El edificio de forma alargada
formado por los cuerpos de es-
caleras y cuartos, más los dos
cuerpos extremos para oficiales,
responde en sus proporciones
al sistema de cuarteles a situar
junto a las puertas de las fortale-
zas, dejando el resto del recinto
para manzanas de casas urba-
nas de particulares. Tanto en el
plano de ciudad que presenta
el tratado de Belidor como en la
porción de la misma del tratado
de Muller, -para mencionar los
dos tratados más corrientes de
la época-, se muestra la situa-
ción de los cuarteles alargados
junto a murallas.4
Verboom, en su cuartel modelo,
se muestra por tanto seguidor
de las construcciones realiza-
das por el maestro de ingenieros
francés el Mariscal Sébastien
Le Prestre de Vauban. No es
de extrañar porque Verboom
, que había organizado la de-
fensa de las plazas flamencas,
también había cooperado con él
en algunas campañas. Vauban
(1633-1707), es considerado
como uno de los más grandes
ingenieros militares de la his-
toria. Bajo su dirección fueron
creadas más de 160 fortalezas
o plazas fuertes en Francia. Su
realización más perfecta, la de
la nueva ciudad de Neuf-Bres-
sach de 1699 a 1702, tiene este
tipo de cuarteles a los que se
parece el del Verboom de 1719.
En buena lógica el proyec-
to modelo de 1719 deriva de
Real Reglamento de 8 de abril
de 1718 llamado también “Pro-
yecto general impreso”5 y a su
vez deriva de la Real Ordenanza
de 4 de julio de 1718. Tal como
se señala en los textos, este
modelo de edificio estaba pen-
sado para “plazas de guerra”
o ciudades fortificadas y para
“demás parajes donde convi-
niere”. Efectivamente, si bien
es cierto que su forma alarga-
da se adapta especialmente a
los espacios junto al interior de
murallas también se utilizó en
situaciones distintas. Así el mis-
mo Verboom realizó dos en los
laterales de la plaza de armas
de la Ciudadela de Barcelona, y
en 1739 vemos su construcción
en Tortosa aplicando exacta-
mente el modelo de 1719.
Belidor en su tratado propone
también un edificio para cuarteles
4 Belidor, Bernard Forest . La science des ingenieurs dans la conduite des travaux de fortification et d’Architecture Civile.
Claude Jombert, París, 1729.Muller, John: A treatise containing the elementary part of fortification: regular and irregular. ...
For the use of the Royal Academy of Artillery at Woolwich. Illustrated with thirty-four copper plates. printed for J. Nourse,
1746
Una siguiente versión es : A treatise containing the elementary part of fortification: regular and irregular : with remarks on
the constructions of the most celebrated authors particularly of Marshal de Vauban and Baron Coehorn , 1756 La traduc-
ción española es: Tratado de Fortificación ó Arte de construir los edificios militares, y civiles. Traducido al español por
Miguel Sánchez Taramas. Editor Thomas Piferrer, Barcelona, 1769.5 Archivo General de Simancas, Guerra Moderna, legajo 2999.
382
de caballería con patio central,
aunque en realidad sólo publi-
ca una cuarta parte de la planta,
que formaría una esquina de la
totalidad del cuartel. El cuerpo
de oficiales tendría una tipolo-
gía arquitectónica parecida a la
del cuartel alargado con escale-
ras transversales pero introduce
un pasillo central para acceso a
los aposentos. Esta introducción
de pasillo central significa una
distorsión del modelo original
porque economiza en número de
escaleras pero alarga recorridos.
Por lo tanto es un modelo a me-
dio camino entre el modelo inglés
y el modelo español.
La crítica de Sánchez Taramas y
los ejemplos por él propuestos.
Miguel Sánchez Taramas , inge-
niero militar, fue profesor de la
Academia de Matemáticas de
Barcelona y nombrado su direc-
tor en 1779. En 1769 se publicó
la traducción realizada por él del
Tratado de fortificación o Arte de
construir los edificios militares
y civiles (Ed. Thomas Piferrer,
Barcelona), cuyo autor era el
inglés John Muller, profesor en
la Academia de Woolwich. En
general, la traducción represen-
taba una aportación a la ciencia
militar española, para balan-
cear la corriente dominante de
conocimientos franceses. Sin
embargo, por lo que se refiere al
capítulo dedicado a construc-
ción de cuarteles, lo propuesto
por Muller venía a reforzar el
modelo de Vauban y Verboom
con edificios agregados li-
nealmente a partir de diversos
cuerpos formados por cuartos y
escalera central.
Fig. 04_ “Plan d’un pavillon et d’un
corps de Caserne pour la Cava-
llerie” de Belidor , La Science des
Ingenieurs, Liv IV, pl.30 pag 72.
Fig. 05_ “Plano, Elevación y Perfil
de un cuartel según se construyen
ordinariamente en Inglaterra” de la
traducción española de Muller, trata-
do de Fortificación Lam. XVIII.
383
Llegados a este capítulo dedica-
do a la construcción de cuarteles,
el traductor se vio obligado a aña-
dir un largo comentario que lo
convertía en coautor de la obra.
Al sistema de Vauban, y Verboom,
ahora, Sánchez Taramas respon-
día con una razonada matización.
Primero con una crítica a este sis-
tema de cuarteles, después con
la publicación de dos ejemplos
alternativos al sistema propuesto
en 1719. Pero mejor, continuemos
al hilo del texto añadido por Sán-
chez Taramas:6
“Aunque Mr. Muller, siguiendo
a Belidor, hace preferibles los
cuarteles de Infantería y Caba-
llería, que se construyen con
un patio grande un su medio,
no trae planos ni perfiles que
los representen, contentándose
con los que sólo pueden ser-
vir para fortalezas pequeñas, y
tales como los tenemos en la
Ciudadela de esta Capital, y en
otras partes del Reyno”.
Efectivamente, la lámina que apor-
ta Muller es la de un cuartel con
el sistema conocido de escaleras
y cuartos, propio también para
otros tipos de residencia como la
de los college universitarios ingle-
ses, tal como se han conservado
hasta hoy. Anteriormente también
Belidor a partir de la página 72,
indica la disposición mejor para
6 Op. cit. Sección XX, páginas 370-386.
384
los cuarteles. Aún manteniendo
el sistema de distribución Vauban
y reproduciéndolo en una lámina
dedicada a Neuf Bresach, criti-
ca el excesivo espacio ocupado
por escaleras e introduce la pro-
puesta de un comedor central de
distribución para aposentos de la
tropa. Así reproduce los cuarteles
de Bethun del 1927. Respecto al
edificio insiste en la posibilidad
cuando se trata de Caballería.
Haciéndonos una parte de la cró-
nica histórica, Sánchez Taramas
nos explica como “esta disposi-
ción de cuarteles para la Infantería,
prevaleció en España algún tiem-
po como la más adecuada… pero
es difícil que se siga… porque
siendo aparentes las ventajas que
ofrece para la tropa, son ciertos
los inconvenientes que nacen de
ella para lograr el mejor servicio
del Rey.”
Y enumera los principales defec-
tos que él le ve:
Las escaleras ocupan excesivo
espacio.
Hay demasiadas puertas para el
uso de la tropa, lo que impide “ce-
lar su debido recogimiento”.
No es adecuado para alojar una
compañía, con una cama por
hombre, (según Real Decreto
de 4 de octubre de 1766). Tan-
tos cuartos requerirían muchos
más sargentos o cabos primera
“que mantengan el buen orden
de los soldados” y por tanto
son necesarios espacios más
grandes, por ejemplo espacios
tipo cuadra que permitan re-
unir toda la compañía, bajo sus
oficiales.
Los servicios de lavabos y las co-
cinas deben estar separados del
cuerpo de cuartel.
Fig. 06_ “Plano inferior de uno de
los cuarteles de infantería cons-
truido en la Barceloneta” según lo
publica Sánchez Taramas.
Fig. 07_ “Plano superior de uno de
los cuarteles de infantería cons-
truido en la Barceloneta” según lo
publica Sánchez Taramas.
Fig. 08_ “Perfil y elevación” Cuartel
de la Barceloneta según lo publica
Sánchez Taramas.
385Concluyendo que:
“Este género de cuarteles son in-
cómodos para la tropa, impropios
para lograr la mejor disciplina, y
costosos sobremanera, por los
muchos muros de división, y pie-
zas que se desperdician en inútil
número de escaleras”.
En cambio, como alternativa,
Sánchez Taramas nos propone
como ejemplos donde encontrar
remedio a estos defectos: el cuar-
tel de Infantería de La Barceloneta
y el cuartel de caballería de Reus.
Los dos presentan forma rectan-
gular, en vez de lineal, dejando un
patio central.
La planta rectangular del cuartel
de la Barceloneta media 105 x 64
varas con un patio de 75 x 34, con
una construcción de 14 de pro-
fundidad aproximadamente que
incluye un pórtico en los laterales.
El de Reus 102 x 84, con un pa-
tio de 62 x 44 y una profundidad
de edificación de 16 varas más un
pórtico de 3 aproximadamente.
(Una vara = 0,835 metros).
En ambos cuarteles se propo-
ne una disposición separada
en plantas, de manera que las
tropas de caballería van abajo
y los oficiales arriba. El come-
dor perimetral que se forma
en el piso superior, en la Bar-
celoneta, es muy interesante
ya que soluciona los accesos
a las puertas de las viviendas
dentro de una de las crujías de
la construcción. Las escaleras
verticales bien situadas dan a
este comedor que recorre todo
el patio por la planta alta. Las
viviendas de los oficiales se
disponen en un sistema de al-
cobas, aposento principal y
zona de cocina-despensa. Esta
distribución nos permite apre-
ciar una vivienda del siglo XVIII.
A las alcobas se entra desde el
aposento y desde la entrada. La
cocina no tiene comunicación
directa con el aposento o pieza
principal porque ocupa el cen-
tro de la vivienda.
Fig. 09_ “Plano inferior de cuartel
de caballerías en Reus” según lo
publica Sánchez Taramas.
Fig. 10_ “Perfil y elevación de
cuartel de caballerías en Reus”
según lo publica Sánchez Taramas.
386 Los cuarteles del Ferrol
Los ejemplos aportados por Sán-
chez Taramas son muy próximos
a Barcelona, y seguramente más
queridos por él, por lo que sería
interesante poder corroborar sus
opiniones vertidas por escrito
con alguna experiencia de cons-
trucción de nuevos cuarteles de
la misma época pero algo más
alejada del ámbito de su autor.
Para ello creo conveniente recu-
rrir al ejemplo del Ferrol, porque
es durante esta época, debido a
la construcción del nuevo Arse-
nal de Marina y a la construcción
de una nueva ciudad, el polo
más activo de construcciones
militares y la concentración más
numerosa de nuevos edificios
para cuartel.
Disponemos entre otros de tres
ejemplos significativos, compa-
rables por su uso y capacidad a
los cuarteles construidos según
modelo de 1719 y a los ejem-
plos de La Barceloneta y Reus.
Se trata del Cuartel para alber-
gar seis Brigadas de Marina y
sus oficiales de 17547, el cuar-
tel de Batallones de 17668, y al
7 Archivo General de Simancas.
Mapas Planos y Dibujos XXV-24 y
XXIV-36.8 Archivo General de Simancas. Ma-
pas Planos y Dibujos XII-73 y XII-74.
Fig. 11_ Plano y perfil del cuartel de
brigadas de Marina en el Arsenal
del Ferrol 1751. Archivo General de
Simancas, M. P. y D. XXV-24.
Fig. 12_ Plano y elevación cuartel
de Brigadas del Ferrol, 1751. Archi-
vo General de Simancas, M. P. y D.
XXIV-36.
387
Cuartel de Infantería de 17749.
Los tres construidos en torno a
un patio, contradicen parcial-
mente el modelo de Verboom.
Por lo que se refiere al conjunto,
se trata de edificios cuyo centro
es el patio o plaza y la edificación
lo rodea, mientras que los edifi-
cios de Verboom por ejemplo, tal
como construyeron en la Ciutade-
lla de Barcelona, hacen frente a
la plaza de armas. Por lo que se
refiere a la distribución del edifi-
cio, parten de la idea de dedicar
algún lado a oficiales y al resto
de la tropa; y en estos lados los
“cuartos” o aposentos pequeños
y con muchas escaleras son sus-
tituidos por espacios tipo cuadra
o nave alargados con mucha más
capacidad de camas.
El de Brigadas tiene una planta
rectangular de 120 x 62 varas, y
los otros dos, el de Batallones, y
el de Infantería, una planta cua-
9 Cartografía Histórica. Servicio Geográfico del Ejército, 136 y 137.
Fig. 13_ Plano cuartel de Batallo-
nes. El Ferrol. 1766. Archivo General
de Simancas, M.P. y D. XII-73.
Fig. 14_ Elevación cuartel de
Batallones. El Ferrol, 1766. Archivo
General de Simancas, M.P. y
D. XII-74.
388
drada de 100x 100 varas y de 110
x 110 varas, respectivamente. En
estos últimos vemos como el rec-
tángulo alargado ha dejado paso
al cuadrado. En los tres casos
un cuerpo añadido de pórticos
hace fachada a patio, con lo que
la actividad y las circulaciones se
vuelcan hacia el amplio patio in-
terior que se convierte así en el
elemento arquitectónico principal.
Las escaleras de acceso se sitúan
en lugares estratégicos, como los
ángulos del patio, o junto al eje de
accesos principal. Uno o dos la-
dos del cuartel están destinados a
aposentos para oficiales, evitando
así la mezcla entre soldados en
planta baja y oficiales en planta
alta. Para los servicios y letrinas,
o para las cocinas, se añade un
cuerpo de construcción a uno de
los lados, a una sola planta y con
ventilación directa mediante pa-
tios, mucho más adecuada.
El cuartel de Brigadas es un
proyecto al menos de aproxi-
madamente 1751 ya que viene
reflejado en el plano de La Croix
de este año. Con una planta
en forma de u10. Esta forma no
coincide con el plano de situa-
ción constructiva de 1751 con
los cimientos terminados, se-
gún firma Francisco Llobet. Por
10 Servicio Geográfico del Ejército. Cartoteca histórica. Ferrol. Plano 100 A.
Fig. 15_ Plano Cuartel para un
Regimiento de infantería con
pabellones para la oficialidad. El
Ferrol, 1774. Planta baja. Servicio
Geográfico del Ejército 136.
Fig. 16_ Plano Cuartel para un
Regimiento de infantería con
pabellones para la oficialidad. El
Ferrol, 1774. Planta primera. Servicio
Geográfico del Ejército 136.
389
tanto es un edificio que si bien
se empezó, no se terminó. Su
emplazamiento según La Croix
sería aproximadamente en el
baluarte de San Juan. La auto-
ría del proyecto podría ser de
Miguel Marín ya que se produce
durante su mandato11. En este
proyecto los “cuartos para la tro-
pa” ocupan tramos del edificio
separados por muros portantes,
pero estos cuartos están unidos
entre sí mediante puertas. Toda
la circulación se traslada al co-
rredor o pórtico del patio que
funciona como un claustro con
arquería en su planta terreno y
en su planta alta con ventanas.
En el caso del Cuartel de Batallo-
nes, la doble crujía de cada lado
permite organizar los dormitorios
de la tropa en 8 compañías de
82 soldados y 16 aposentos para
oficiales. Éstos con acceso por
escaleras y con pequeños patios
en las esquinas del lado principal
del cuadrado.
El Cuartel de Batallones fue cons-
truido y es conocido como Cuartel
de Nuestra Señora de Dolores12.
11 Vigo Trasancos, Alfredo: Arquitectura y urbanismo en el Ferrol del siglo XVIII.12 Vigo Trasancos op. Cit. Pag. 74, menciona que se constata ya su construc-
ción en una carta de 1751 (Archivo General de Simancas. Marina. Arsenales,
legajo 376).
Fig. 17_ Elevación, perfiles y vistas
del Cuartel de Infantería con
pabellones para la oficialidad.
El Ferrol, 1774. Servicio Geográfico
del Ejército 137.
390 Su situación también reflejada en
el plano del ingeniero Joseph Petit
de La Croix de la ciudad y Arsenal
del Ferrol del 175113. En 1751 se
hallaba ya en construcción pero
fue interrumpido en 1753. En 1765
se pidió a Julián Sánchez Bort que
reanudara el proyecto. Los pla-
nos del edificio definitivo son de
1766. El gran patio de armas y sus
fachadas porticadas son la prin-
cipal idea arquitectónica de este
cuartel. Los pórticos lo son en las
dos plantas con arcos carpaneles
amplios, lo que confiere al patio
una imagen de amplitud y aper-
tura de todo el edificio hacia él.
Los dibujos de 1766 -quizás para
relanzar el proyecto-, son los que
dan una mejor idea de este mag-
nífico edificio. Por la organización,
por sus fachadas, por el pórtico
interior amplio construido con ar-
cos y bóvedas, se distingue de
los otros proyectos. Las escaleras
principales laterales a la entrada
en forma imperial, que llevan a los
aposentos de mando, los patios
de luces para los aposentos de
oficiales (después suprimidos), el
muro en esquina en el centro de
las naves de tropa, y los pórticos
al patio, demuestran que su arqui-
tectura estaba mejor concebida
que en otros casos donde prima-
ba más la utilidad. Así mismo, el
tratamiento de sus fachadas con
la composición de los distintos
cuerpos que reflejan el orden de
la planta y la organización del
cuartel, también denotan que su
autor era arquitectónicamente
más diestro.
En el caso del gran Cuartel para un
Regimiento de Infantería, formado
por 18 compañías de 70 soldados
cada una con un total de 1260
soldados, más 32 viviendas para
oficiales, los dormitorios de tropa
se producen en recintos alargados
tipo nave, dejando grandes patios
de ventilación a todo un lateral de
la nave. Los aposentos de oficia-
les de unos 120 m2 construidos
cada uno, están bien distribuidos
interiormente, con una agregación
de dos por cada rellano de esca-
lera, por tanto con un sistema que
anticipa la forma de los edificios
de vivienda masiva de los siguien-
tes años.
En definitiva, organizaciones distri-
butivas que conjugan la eficiencia
con la economía, geométricamente
más compactas, con circulacio-
nes estratégicamente situadas y
por encima de todo, con un patio
central interior que además de es-
pacio de ventilación y desahogo,
pasa a ser plaza de armas, y por
tanto el centro de actividades del
cuartel. La arquitectura se adecua
a los usos establecidos y al mismo
tiempo estos se recrean a partir de
las posibilidades que los edificios
ofrecen.
13 Servicio Geográfico de Ejército. Cartoteca histórica. Ferrol. Plano 110. Plano del proyecto general del Arsenal del Ferrol
de 1747 y de su estado en septiembre de 1751 con el astillero de Monte Real y Ensenada de Carranza.
391
392 LAS MURALLAS DE BARCELONA
393
Arcadio del Pozo
No sabemos qué grupo humano fijó
su vida en la costa, en el lugar que
después se llamó monte Taber. Sí
sabemos que los layetanos primero
y los pueblos que comerciaban por
el Mediterráneo, debieron conocerlo
y se establecieron en él. Después,
los romanos, en su lucha para con�
seguir su dominio sobre el citado
mar fundaron la “Colonia Favencia
Julia Augusta Pía Barcino”, que per�
tenecía a la Hispania Citerior, que
era la provincia del imperio con ca�
pital en Tarragona, y englobaba todo
el norte de la península Ibérica.
Supieron organizarse en un lu�
gar que estaba determinado por
los cauces de los ríos Besós y
Llobregat, protegido de los vien�
tos por la sierra de Collcerola y
junto al mar para una buena na�
vegación. La pequeña altura en
donde se construyó la colonia se
apartaba de los suelos pantano�
sos que la rodeaban, pero éstos
prometían unas buenas huertas y
pastos. También aseguraban una
fácil defensa en caso de ser ata�
cada. Construirían una obra que
la rodeara, foso o empalizada con
sus puertas y sus guardias, como
acostumbraban en aquella época.
Allí llegaron las primeras predica�
ciones cristianas y, más adelante,
grupos de judíos a los que se les
había expulsado de su patria al
final del siglo l. También llegaron
las persecuciones por motivos
religiosos.
En el siglo III la presión de los pue�
blos bárbaros sobre las fronteras
del imperio era cada vez mayor.
Consiguieron avanzar destruyen�
do a su paso la magnífica obra
conseguida con la paz romana.
En el caso de la colonia Favencia
los francos, que irrumpieron por
la frontera germana, ocuparon la
Galia y avanzaron hacia la Penín�
sula y África.
En el año 263 arrasaron Ampurias,
Barcelona y también Tarragona.
Fig. 01_ Plano de la ciudad de
Barcelona en 1848. Manuel Saurí y
José Matas.
394
Durante dos años se instalaron
en la zona y, finalmente, fueron
expulsados por el ejército del em�
perador Claudio ll.
Los habitantes decidieron amu�
rallarse, para evitar otro desastre
como el que habían sufrido, y
empezaron la gran obra que más
adelante influirá en la capitalidad
de la ciudad en la región. Dicha
obra, comenzada en el año 268,
se continuó en lo que quedaba de
siglo y se terminó ya en el siguien�
te. Para ello aprovechan todos los
restos de la ciudad devastada y
las piedras de la cantera de Mont�Mont�
juïc, de magnífica calidad.
Los fragmentos de muralla que
quedan nos dan idea de la colo�
sal obra que se construyó. En un
perímetro de 1.270 m y una su�
perficie de 103.588 m2, el recinto,
como casi todos los romanos,
estaba organizado a base de
dos calles principales que se
cortaban perpendicularmente
enlazando entre sí, dos a dos, las
cuatro puertas que lo franquea�
ban. La calle más larga iba desde
la puerta en la Plaza Nueva, cu�
yas torres aún existen, hasta algo
más allá de la plaza del Regomir;
la otra más corta llevaba desde
la Plaza del Ángel hasta la que
estaba situada entre las calles
del Call y Fernando. Junto a la
Puerta del Mar (Regomir), había
un pequeño castillo que la defen�
día y cerca ya, junto a la arena de
la playa, unas atarazanas. El mar
llegaba hasta la actual calle An�
cha. Esta muralla estaba formada
por lienzos de una altura media
de 10 metros y un grueso de unos
cuatro, siendo un paramento de
grandes sillares en la parte exte�
rior y un núcleo de hormigón que
lo unía a los sillarejos de la parte
interior. Se reforzó el muro con to�
rres situadas cada 8 o 10 metros y
sobresaliendo 3,80 de los lienzos.
Estas torres tenían dos pisos más
y dos huecos semicirculares en
las tres caras exteriores en cada
piso, de los que se conservan
muchos. La primera planta tiene
una puerta que la comunica con
el paso de ronda de la muralla. La
parte inferior de la torre es total�
mente maciza y está coronada por
unas piezas de sillería. Hay varias
torres de las 74 que son circula�
res o poligonales. En las cortinas
intermedias se encuentran restos
de grandes almenas.
Dentro del recinto, estaban todos
los edificios de carácter religioso
y oficial además de viviendas. Se
alzaba en el punto más alto el tem�
plo de Augusto, del que también
nos han llegado restos situados en
la calle Paradís, y en caso de peli�
gro todos los habitantes de la zona
se reunían al amparo de las mura�
llas y participaban en la lucha.
El valor militar para la defensa era
extraordinario y si se quería con�
Fig. 02_ Reconstrucción de un
trozo de la muralla romana
395
quistar debía hacerse empleando
pesadas máquinas de guerra, que
debían construirse en la zona por
ser difíciles de transportar. El arie�
te, la catapulta, la balista o la torre
eran las más empleadas y poco
podían hacer contra una ciudad
bien amurallada y defendida. Sólo
quedaba el recurso de rendirla por
hambre o por traición.
Pronto Barcelona adquiere impor�
tancia y cuando Ataúlfo, rey de
los visigodos sucesor de su cuña�
do Alarico l, decide en el año 415
situar la capital del reino que iba
formando, lo hace en esta colonia
romana por la fortaleza de sus de�
fensas. Desde el año 410, que le
proclamaron rey en el sur de Ita�
lia, dirigió su pueblo contra Roma
que conquistó, pactó con el em�
perador romano Teodosio y casó
con su hija Gala Placidia. Atrave�
só los Alpes y, extendiéndose por
la Provenza y la Aquitania, llegó a
la península Ibérica.
Ataúlfo fue asesinado por los que
se oponían a su acercamiento a
Roma, que él consideraba impor�
tante. Gala Placidia, prisionera,
fue liberada más tarde y llegó a
emperatriz, siendo la madre del
emperador romano de occidente
Valentiniano lll.
En el reinado de Eurico (467 – 484)
Barcelona dejó de ser romana.
Las murallas preservaron a la ciu�
dad de las diversas luchas entre
godos y ostrogodos, finalmen�
te, la llegada de los árabes creó
una época de tranquilidad que
le permitió el comercio por el
Mediterráneo
A partir des año 770, los francos
avanzaron a través del Pirineo
creando el emperador Carlo�
magno la Marca Hispánica, que
mantuvo relación con los go�
bernadores árabes de Huesca y
Barcelona.
En el año 797 conquistó la ciu�
dad Alhaquen, califa de Córdoba,
ya que ésta se había sublevado
contra él, y más adelante, en el
año 801, el rey franco Ludovico
Pío continuó su avance hacia el
sur y puso sitio a Barcelona, que
duró varios meses y finalmen�
te la tomó por asalto. A partir de
este momento será una parte del
Imperio Franco con guarnición
propia. Desde este año hasta el
864 los condes son designados
por el rey y después el condado
es hereditario.
En el 852, un ejército árabe man�
dado por Adb el Kerym ocupó la
ciudad apoyado por los judíos
que residían en ella y la abando�
naron a la muerte, aquel año, de
su califa.
Para mejorar sus defensas se
construyeron varias obras: el
Castillo Viejo en la puerta de la
plaza del Ángel, que siglos des�
Fig. 03_ Plano del recinto romano.
396 pués fue cárcel; el Castillo Nuevo
en la puerta del Call�Fernando; y
el Castillo del Port, en un altoza�
no sobre la playa del Morrot. Del
primero se conservaba el recuer�
do, ya que la parte más baja de la
calle Libretería se llamaba Bajada
de la Cárcel, del segundo des�
aparecieron sus restos cuando en
el año 1846 se abrió la calle Fer�
nando y del último queda alguna
piedra que lo recuerda en la vieja
subida al castillo de Montjuïc.
En tiempo de Wifredo el Velloso
(895 – 898), conde de Barcelona
y de otros condados de la Marca
Hispánica, el Rey Carlos el Calvo
le concedió el título de Príncipe,
con lo que sus descendientes
podían heredarle en el cargo. Su
hijo Borrell I (898 – 912) edificó la
colegiata de San Pablo del Cam�
po, situada al sur de la ciudad,
que tuvo importancia al formarse
años más tarde un barrio alrede�
dor de ella. Lo mismo ocurrió con
el Monasterio de San Pedro de las
Puellas, fundado por su sucesor y
hermano Suñer (912 – 954) cerca
del camino hacia Francia, que in�
fluyó en las nuevas defensas que
se construyeron en el siglo XII.
En el año 986, rigiendo el Califato
de Córdoba Hixém II, el caudillo
Mohamed Abu Amer (Almanzor)
atacó la ciudad por mar y por
tierra, desembarcando aparatos
de sitio para dominar las mura�
llas y asaltarlas por la puerta de
Regomir. La devastaron y se lle�
varon cautivos a la mayoría de la
población.Fig. 04_ Plano de Barcelona, 1100.
397
El Conde Borrell II (954–992) la re�
conquistó y, aprovechando las
luchas entre los pretendientes Fran�
cos, alcanzó la independencia.
Aún hubo ataques mahometanos
en los años 1000 y 1001, pero
las fuertes murallas facilitaron
la defensa. Barcelona crecía
aprovechando años de paz y lo
hacía extramuros, alrededor de
la carretera de Francia y de la
playa. Son años que facilitan el
comercio por el mar Mediterráneo
y el aumento de la población.
Una afortunada expedición a
Córdoba en el año 1010 da
cuenta de la fortaleza alcanzada.
Hubo más ataques, esta vez de
los almorávides el año 1108, que
invadieron el Penedés sin atacar
Barcelona y otros de los mismos
en el año 1014, que en el Congost
de Martorell fueron vencidos por
el Conde Borrell lll (992 – 1018).
En el año 1134 el conde Ramón
Berenguer IV (1131 – 1162) in�
trodujo la Orden del Temple, que
adquirió una propiedad junto al
castillo de Regomir y se cons�
truyó lo que se llamó el palacio
de los Templarios situado junto y
encima de la muralla. Casó el ci�
tado Conde con la heredera del
reino de Aragón, Doña Petroni�
la con lo que en el año 1137 se
consolidó la unión de Aragón y
Cataluña. Posteriormente, con
ayuda de pisanos y genoveses,
se conquistó Tortosa y más tar�
de Lleida. A partir de 1153 no
quedaba poder árabe en tierras
de Cataluña.
La vida barcelonesa se extendía ya
entre los ríos Besós y Llobregat y
huertas, molinos y nuevas edifica�
ciones habían dejado las murallas
romanas totalmente superadas.
La ciudad avanzaba hacia el mar y
hacia la montaña creándose nue�
vos barrios y parroquias.
Murallas del siglo XIII
La necesidad de defender toda
la nueva urbanización, capital
del condado y principal centro
comercial de todo el territorio,
decidió al Rey Jaime I (1213 –
1276) ordenar un nuevo circuito
de defensa que englobara todos
los barrios que se habían cons�
truido alrededor de las iglesias
del Pino, Santa María del Mar,
Santa Ana y San Pedro de las
Puellas. Debía, si era posible,
apoyarse en algún accidente del
terreno y en parte se encontró
con las Ramblas, en las que se
recogían las aguas que llegaban
de la montaña y las pluviales. La
obra se empezó por allí y duró
todo lo que quedaba de siglo y
parte del siguiente.
Fig. 05_ Plano de Barcelona duran-
te el sitio de 1706.
398 Las torres, menos abundantes
pero más altas que las romanas,
se construyeron con piedra de las
canteras de Montjuïc y las corti�
nas tenían almenas. Los trabajos
duraron buena parte del siglo XIII
y parte del XIV.
En la zona norte se situaron las
puertas siguientes:
� Puerta de San Daniel: que co�
municaba con la zona de la costa.
� Puerta Nueva: de ella salía el
camino llamado de Francia. Aún
hoy se conserva su recuerdo con
la calle Portal Nou.
� Puerta de Junqueras: al final de
la calle de la Junquera, que toma
el nombre de un convento de
monjas de la Orden de Santiago
que habían llegado desde un lu�
gar solitario a la ciudad. Cuando
se urbanizó el ensanche, la iglesia
gótica y el claustro se trasladaron
a la calle Aragón y hoy es la Parro�
quia de la Concepción.
� Puerta del Ángel: de la que
saldría más adelante la comuni�
cación con el pueblo de Gracia.
En las Ramblas, se situaron los si�
guientes portales:
� El de Santa Ana: estaba en la
confluencia de dos calles, la del
mismo nombre y la de Canuda. Y
por el otro lado, dos caminos que
son actualmente las calles del
Buensuceso y la de Tallers.
� El de Puertaferrisa: en la que
desembocaba la calle actualmen�
te del mismo nombre. Al otro lado
estaba el camino, hoy calle del
Carmen.
� El de la Boquería: al que llega�
ban la calle del mismo nombre y
la del Cardenal Casañas. Al otro
lado encontramos los viejos cami�
nos, hoy calles de San Pablo y del
Hospital.
� El de Escudillers o Trenta Claus:
en donde se secaban los mate�
riales que se producían en los
talleres de cerámica situados en
la zona.
� El de Fra Menors o de Ata�
razanas: era el que facilitaba la
comunicación de estas últimas
cuando se empezó en tiempos de
Pedro III el Grande (1276 � 1285).
A partir del año 1248 se permitió
construir apoyando las obras en la
muralla romana o derribándola si
era necesario. La nueva catedral
se hizo aprovechando muchos de
los bloques de ella.
El citado rey Pedro III, en su
guerra contra Francia que decla�
ró Felipe el Atrevido, empujó la
construcción de la muralla ya que
el ejército francés llegó a ocupar
Gerona. Finalmente fueron ven�
cidos en la batalla del Coll de
Panisars.
Entre 1286 y 1295 se construyó el
tramo de muralla que unía el Por�
tal Nuevo, junto al monasterio de
San Pedro de la Puellas, del que
partía el camino de Francia con el
de Junqueras.
Murallas del Siglo XIV
El tataranieto del rey Jaime,
Pedro IV “El Ceremonioso”
(1335–1387), disfrutó de un reina�
do largo y tuvo un carácter fuerte.
Terminó la muralla de la Rambla y
continuó las obras de las Ataraza�
nas, que tan necesarias eran para
seguir la política mediterránea de
sus antecesores. Organizó los
trabajos de mejora de las mura�
llas en las plazas del reino que las
tenían y decidió construir nuevas
donde hicieran falta. Para lo cual
ordenó que trabajaran todos los
que vivían en el recinto y los que
en caso de guerra podían refu�
giarse en ellas. Los que no podían
trabajar debían apoyar las obras
económicamente.
En Barcelona acabó las murallas
iniciadas por su tatarabuelo, Jai�
me I, y empezó el nuevo tramo
que englobaba la zona del Raval,
barrio al otro lado de la Rambla.
Dicha zona se había ido poblando
399por talleres, almacenes, huertas y
varios monasterios, ya que no au�
torizó que se fundaran más dentro
de las murallas.
Si bien se hacía un nuevo tramo,
se conservó las de la Rambla
como un segundo recinto en caso
necesario y no se continuó la fa�
chada marítima, el arenal, hasta
bien entrado el siglo XV. La obra
se empezó desde los muros de
Tallers siguiendo hasta la Capi�
lla del Hospital de San Antonio y
continuando hasta la Colegiata
de San Pablo del Campo a la que
se llegó en el año 1398. El último
tramo hasta las Atarazanas se
terminó en 1454. Poco antes se
había acabado el tramo del barrio
de la Ribera que había quedado
por hacer. Las nuevas puertas
fueron las de Tallers, San Antonio
y Santa Madrona o Atarazanas.
Mientras la población del reino
disminuyó debido al azote de la
peste, llegada desde oriente en
el año 1348, y que reapareció en
fechas posteriores. Los habitan�
tes de la ciudad se redujeron a
30.000, cifra que no crecerá sus�
tancialmente hasta mediados del
siglo XVII.
Al final del siglo XIV el descontento
social aumenta al decaer el poder
y la economía del reino. Pero ya
en el siglo XV la presencia de la
piratería, la competencia comer�
cial con genoveses y venecianos
y la pérdida de las relaciones con
los países musulmanes hizo nece�
sario el aumento de los impuestos
y se creó un movimiento “La Bus�
ca” contra las clases dominantes
“La Biga”. Varias poblaciones se
sublevaron contra los malos usos
y empezó la guerra de la Remen�
sa. El Rey Juan II (1458–1479)
apoyó las aspiraciones del primer
movimiento citado, ya que las
considera justas. La “Biga” for�
mó una junta y se opuso al Rey.
Éste, con su ejército, sitió en sep�
tiembre de 1462 a Barcelona y lo
levantó al mes siguiente. La gue�
rra duró nueve años y finalmente
la sitió otra vez, el 29 de noviem�
bre de 1471, y ésta capituló casi
un año después, el 16 de octubre
de 1472.
En Europa aparecen tiempos
nuevos, ya en la batalla de Cre�
cy en 1346 al principio de la
guerra de los Cien Años, los ar�
queros ingleses del rey Felipe
III con el arco galés vencieron
a la caballería francesa forma�
da por la nobleza y apoyada
por ballesteros. Aparece tam�
bién entonces la Artillería que
cambiará completamente los
sistemas de ataque y defensa.
Las bombardas que pronto se
convirtieron en tiro tenso, cule�
brinas y las de tiro de elevación,
morteros. Los adelantos fueron
rápidos y tuvieron importan�
cia en la fortificación. Por otra
parte se arma a la Infantería
con el arcabuz, arma portátil
que durante un siglo comparti�
rá las batallas con la pica y se
transformará en mosquete, más
ligero y manejable.
A finales del siglo XV se afirmaron
en Occidente las grandes monar�
quías nacionales después de un
período de luchas entre la reale�
za y la aristocracia. En España,
los Reyes Católicos terminaron la
Reconquista y desarrollaron una
política interior muy firme que re�
dujo el poder de la aristocracia y
de los municipios, implantando su
autoridad.
A principios del reinado de Car�
los I (1519–1556), el Principado
mantenía el orden constitucional
establecido por el rey Fernando
“El Católico” (1479–1516) y se
solicitó tener un virrey, en lugar
de un lugarteniente como hasta
entonces. Uno de ellos, Francis�
co de Borja, duque de Gandía
(1539–1543), se distinguió en su
lucha contra el bandidaje y la pi�
ratería y le correspondió nueva
guerra con Francia, en la que fue
nombrado Capitán General del
Ejército en Cataluña el duque de
Alba, el cual animó a las autori�
dades a mejorar y actualizar las
murallas. Francisco de Borja fue,
después, el tercer superior gene�
ral de la Compañía de Jesús.
400 La Artillería seguía mejorando,
aumentando su eficacia lo mismo
que todas las armas, lo que cam�
bió decididamente el valor de las
murallas que existían obligando a
adaptarlas a los nuevos sistemas
de ataque y defensa. Para la bar�
celonesa se proyectaron baluartes
(obra defensiva de carácter pen�
tagonal que en uno de sus lados
�la gola� se une a la muralla) que
permitían los asentamientos de
las piezas artilleras. Se derribaron
las torres de la parte norte y oes�
te y se quitaron las almenas. De
las torres quedaron las que iban
a ser dominadas por los proyec�
tados baluartes y las del lado de
Montjuïc.
En 1527 se puso la primera piedra
al baluarte del Mediodía, en 1536
al de Levante, en 1540 al de la
puerta del Ángel y en 1553 al de
Poniente o Atarazanas. En 1555
se abrió el portal de Mar, que co�
municaba con los terrenos que
iban dejando las corrientes y que
se poblaba con gente marinera y
pescadora. Dicha puerta estaba
en donde ahora se levanta la Es�
cuela Náutica. La ciudad quedaba
descubierta por la parte del mar y
el Emperador Carlos I empujó para
que se construyera un muro entre
el Convento de San Francisco y
Atarazanas, que se terminó en el
año 1562. Lentamente se siguió la
obra de los baluartes que se irían
aumentando años después.
Durante el reinado de Felipe IV
(1621 – 1665), los problemas de
la monarquía se complicaron. La
posesión de Flandes costaba mu�
chos esfuerzos. Francia realizaba
una política de expansión que�
riendo ocupar los territorios que
habían formado las Galias. Del
gobierno de las extensas posesio�
nes del reino se encargó al Conde
Duque de Olivares, Don Gaspar de
Guzmán, nombrado Valido apenas
llegado al trono el Rey.
Se terminó una tregua de doce
años y se continuó la guerra
que se extendía por las diversas
fronteras que nos unían a los terri�
torios franceses.
El Conde Duque quiso unificar
las leyes de los diferentes reinos
que formaban España y que crea�
ban una enorme dificultad para
gobernarla.
En 1618 había empezado la gue�
rra de los Treinta Años y desde
1635 Francia se había situado sin
disimulo en primer plano. El ata�
que a las plazas del Rosellón, la
presencia del ejército real en Ca�
taluña, el maltrato a la población
civil debido a la falta de pagas
hizo que diversos pueblos se
fueran sublevando. El 7 de Junio
de 1640, Corpus Christi, la tradi�
cional reunión de los segadores
se convirtió en un levantamiento
contra las autoridades y todo lo
que representaba el poder real.
Fue asesinado el Virrey, conde
de Santa Coloma, y se genera�
lizó la Guerra de Secesión que
iba a durar doce años. Pronto
se organizó un Ejército al man�
do del marqués de los Vélez que
entró en Cataluña ocupando
Tortosa, Tarragona y llegando
ante las murallas de Barcelona
en enero de 1641. Mientras, la
Diputación, que ya había pedido
ayuda a Francia y la había con�
seguido, mejoró sus defensas y
en especial fortaleció la batería
de Montjuïc creando obras y
rodeándola de un campo atrin�
cherado. Rocaberti, su mando,
se pasó al ejército real y ante
esto se reforzó la guarnición.
La llamada Batalla de Montjuïc se
planteaba con una columna que
subía desde el sur otra desde el
oeste y una reserva numerosa.
Otra fuerza estaba preparada para
asaltar la muralla por las puertas de
San Antonio y de las Atarazanas.
Empezado el ataque al castillo,
su defensa sorprende a los ata�
cantes y los rechaza. Las baterías
de las murallas han sido refor�
zadas y aumentan el desorden y
las fuerzas que debían asaltar las
puertas se encuentran entre dos
fuegos. La caballería que intenta
actuar acaba diezmada y el mar�
qués de los Vélez encarga a Juan
de Garay la retirada, que se reali�
za con un cierto orden. El ejército
401real se concentra en Tarragona y
la guerra entra en una fase de pe�
queñas acciones que se alargarán
durante los años cuarenta. El apo�
yo del ejército francés a Cataluña
se convierte en una carga para la
población, ya que se comportan
como si fuera un país conquista�
do. Francia, dividida por la guerra
de la Fronda, firma las Paz de
Münster en 1645 y la de de Wes�
tfalia en 1648 con las naciones
aliadas; la guerra queda limitada a
las fronteras con España. El can�
sancio de los catalanes hace que
vean su solución aceptando al rey
Felipe.
En Agosto de 1651 el marqués de
Mortara, al frente de 11.000 hom�
bres, puso sitio a la ciudad. Una
escuadra cerró toda posibilidad
de apoyo por mar y por tierra, una
fuerza se distribuyó entre Sans y
Las Corts y otra en el resto. Con
la caballería impide la llegada de
provisiones a la plaza que está
superpoblada, ya que se ha re�
fugiado en ella muchos de los
huidos de otros lugares.
José de Viure y Margarit, que di�
rige a los sitiados, consigue que
Francia envíe con su nuevo virrey,
el mariscal La Mothe, una fuerte
columna que pretenderá levan�
tar el sitio pero al no conseguirlo
penetra en la plaza, acentuando
el problema del hambre que su�
fren los sitiados. Poco después,
toma el mando de las fuerzas rea�
les el archiduque Juan José de
Austria y la Diputación Catalana,
que estaba en Manresa, busca su
contacto y espera su benignidad.
Toda Cataluña, menos Barcelona,
ya se había pasado al bando real.
El 10 de octubre de 1652, Barce�
lona capitula, escapa Margarit y
las fuerzas francesas parten ha�
cia el norte de los Pirineos que a
partir de la Paz de este nombre,
firmada en 1659, será la frontera
franco�española.
Las murallas y Montjuïc pasan a
depender del poder real y la ciu�
dad pierde el privilegio militar.
En cuanto a las murallas, ya en
1636 se había empezado la me�
jora del baluarte del Mediodía,
se hace el terraplén que desde
el portal de Santa Madrona (Ata�
razanas) llega hasta el Portal de
San Antonio. Entre 1672 y 1675 se
trabajó en los baluartes de Santa
Madrona y del Ángel y durante
la guerra contra los franceses,
en el año 1694, se terminó el de
San Francisco de Paula. De otra
parte, en la muralla de la Rambla,
en 1661, ya se permitió construir
ventanas y balcones.
Cuando empezó el reinado de
de Carlos II (1665–1700), Espa�
ña estaba en plena decadencia.
Francia era la primera potencia
europea, pero deseaba asegu�
rar sus fronteras y se produjeron
diversas guerras, en cada una
de las cuales conseguía algún
avance territorial. Por el tratado
de Aquisgrán (1668), y por el de
Nimega (1677), obtenía ciudades
en la frontera norte. Europa formó
contra ella la Liga de Augsburgo
pero otra vez la guerra fue favo�
rable a Francia (1688� 1697). En
agosto de 1697 Barcelona fue
ocupada por el ejército francés
mandado por el mariscal Vendô�
me, que juró su cargo como virrey
en la catedral. El 20 de septiem�
bre se firmó la paz de Ryswick y
el ejército francés abandonó la
ciudad. El asalto se hizo entre el
baluarte del Portal Nuevo y el de
Santa María y la media luna de
Santa Catalina.
En la defensa destacaron dos mil
alemanes, enviados por el em�
perador al mando de Jorge de
Darmstadt, primo de la reina de
España Mariana de Neoburgo, al
que una vez acabada la guerra se
le nombró virrey.
El sistema empleado para la
conquista de la ciudad fue el
preconizado por el ingeniero
francés Sebastián de Preste,
Señor de Vauban (1633–1707),
el cual modernizó la táctica de
ataque y defensa de las plazas
fuertes. Para conquistarlas se
debían establecer líneas de cir�
cunvalación y efectuar acciones
402 engañosas. Se elegía un sector
de ataque reducido, por ejemplo
dos baluartes y un revellín, y se
construían tres trincheras en zig�
zag en dirección a las tres obras,
que se unían entre sí por dos o
tres paralelas que servirían para
que las tropas esperaran para el
asalto y adelantar la artillería. So�
bre las trincheras se almacenaría
la tierra para formar parapeto y
poder dominar por el fuego el ca�
mino cubierto.
A la muerte de Carlos II le su�
cede Felipe V, que era nieto
de Luis XIV �el Rey Sol�. Llega
a reinar con apoyos y sin duda
con adversarios, puesto que en
Cataluña se odiaba a los fran�
ceses. Por otra parte, el Imperio
Austríaco veía el peligro de que
Francia y España desequilibraran
la política europea. Fuertes par�
tidos, seguidores de la dinastía
austríaca, apoyaron en España
y Portugal la candidatura del Ar�
chiduque Carlos, como querían
diversos países europeos. Felipe
V declaró la guerra a Portugal
(30/4/1704). La flota anglo�ho�
landesa atacó Cádiz y apareció
en aguas de Barcelona el 27 de
mayo de 1704. Iba en la expe�
dición Jorge de Darmstadt, que
se entrevistó con el virrey Velas�
Fig. 06_ Maqueta de la Ciudadela.
403co intimándole a la rendición. Al
no aceptar, se ordenó reembar�
car a los marineros que habían
situado en la orilla del Besós y
bombardearon la ciudad.
Jorge de Darmstadt convenció al
Archiduque Carlos que desem�
barcara en Cataluña, en la cual
ya se producían acciones a su
favor. Una flota, integrada por 58
navíos y 30 fragatas al mando del
almirante inglés Peterborough,
estuvo en la costa valenciana
animando la insurrección. El 22
de agosto llegó al litoral barcelo�
nés, desembarcando en la zona
del Besós y ocupando San An�
drés de Palomar.
Más tarde fueron rodeando la
ciudad por las estribaciones de
Collcerola y Sants. El Archidu�
que se alojó en el convento de
los Capuchinos de Sarriá. El
virrey Velasco no atacó, pero
organizó la defensa dentro de la
ciudad.
El 14 de septiembre de ese
mismo año (1704) los aliados
atacaron Montjuïc, apoyados por
migueletes llegados de Vic. En el
ataque murió Jorge de Darmstadt
y hubo muchas bajas. A partir del
día 15, se inició el bombardeo de
la ciudad desde los barcos y des�
pués del 17 desde Montjuïc, que
ya se había rendido. Hubo mu�
chas bajas en las murallas y en la
ciudad. El 9 de octubre el virrey
Velasco firmó la capitulación. Sa�
lieron formadas las tropas que se
consideraban felipistas. El 6 de
noviembre el Archiduque Carlos
entraba en Barcelona.
El bombardeo sobre la muralla se
efectuó en la zona del baluarte
de San Antonio hasta la puerta
de San Pablo y las baterías es�
taban situadas en la carretera de
la Cruz Cubierta y en la falda de
Montjuïc.
La guerra fue larga. La causa aus�
tracista no ganaba partidarios. El
día 3 de abril de 1705 el ejército de
Felipe V había rodeado Barcelona.
Atacaron Montjuïc, que no pu�
dieron conquistar. El 19 de mayo
empezaron el bombardeo, pero
ante la llegada de una flota alia�
da de 50 navíos abandonaron el
sitio y se retiraron. Más adelante,
el 25 de abril de 1707 se produ�
jo la batalla de Almansa en la que
las tropas aliadas fueron derrota�
das por las franco�españolas del
Rey Felipe. El 17 de abril de 1711
murió el Emperador y le sucedió
su hermano el Archiduque Carlos,
que se fue a Viena dejando a su
esposa Isabel de Brunswick como
Lugarteniente.
Todos los estados deseaban la
paz. El 11 de abril de 1713, en la
ciudad de Utrecht, se reconocía a
Felipe V rey de España.
El 9 de julio del mismo año, la
Diputación catalana declaró ser
fiel al Emperador y que con�
tinuaría la resistencia contra
Felipe V. El ejército felipista, que
fue ocupando todas las plazas
catalanas, llegaba el 25 de julio
de 1713 a Hospitalet al mando
del duque de Pópuli. Su prime�
ra acción fue envolver la ciudad
por la línea Sants, las Corts,
Sarriá, y extremo norte de Gra�
cia hasta la desembocadura del
Besós.
La junta que se formó para la
defensa nombró comandante
jefe de las fuerzas catalanas al
Tte. Mariscal Antonio Villarroel.
Los barceloneses habían esta�
blecido, además del castillo de
Montjuïc, una serie de defensas
adelantadas a la muralla, las
más importantes eran: conven�
to de Santa Madrona (junto al
Pueblo Español), Cruz Cubierta
(cerca de la plaza de España),
convento de Capuchinos (Dia�
gonal � Paseo de San Juan) ,
convento de Jesús (Paseo de
Gracia – Aragón), Cruz de San
Francisco (Arco de Triunfo) etc.
La primera acción fue conquis�
tar el convento de Capuchinos,
el 17 de mayo de 1714, y el 22
del mismo mes se inició un fuer�
te bombardeo masivo sobre la
ciudad que duró hasta el 6 de
julio.
404 El duque de Pópuli fue sustitui�
do, el mismo día 6 de julio, por el
duque de Berwick, el cual llegó
con refuerzos y además se mejo�
ró el bloqueo por mar. Se fueron
conquistando todas las defensas
exteriores y se construyeron las
trincheras de ataque en las di�
recciones del Portal Nou y Santa
Clara, de manera que la tercera
paralela se situó a veinticinco me�
tros de la muralla.
El día 11 de septiembre, a las cua�
tro y media de la madrugada, se
inicia el asalto y en una hora los
atacantes se habían apoderado de
los baluartes de Santa Clara, Puer�
ta Nueva y Levante, así como del
monasterio de Santa Clara. Se lu�
chaba en el baluarte de San Pedro.
Ante estos logros, el General
Villarroel era partidario de la ca�
pitulación. El Conseller de Cap,
Rafael de Casanova, salió con
la bandera de Santa Eulalia para
animar la defensa pero fue heri�
do en una pierna, también lo fue
Villarroel. La lucha era feroz, se
atacaba y se defendían pero no
había posibilidades de resistir y
se decidió capitular para evitar
el saqueo y el asesinato. A las
tres de la tarde se paró el fuego
y se firmó la capitulación dos
días después. Las fuerzas bar�
celonesas tuvieron el 60% de
bajas y sobre la ciudad cayeron
20.000 proyectiles.
La Ciudadela
Pronto se empezó la reconstruc�
ción de las murallas en el baluarte
de Tallers, Atarazanas, Santa
Mónica y además del Castillo de
Montjuïc.
En junio de 1715 el nuevo Capi�
tán General, Don Francisco Pío
de Saboya, Correteal y Montcada,
—marqués de Castel Rodrigo y
duque de Nocera— (1715�1719),
dio la orden de levantamiento de
la Ciudadela. El proyecto de la
obra era del General de Ingenie�
ros Jorge Próspero de Verboom,
oriundo de Flandes y de gran
prestigio en el ejército. Se esco�
gió para su construcción el lugar
en que la lucha había sido más
fuerte, la parte de los baluartes
de Santa Clara y de Levante. El
proyecto suponía ocupar un terre�
no que llegaba hasta la plaza del
Borne y desaparecían los conven�
tos de Santa Clara y San Agustín.
Afectaron a unas dos mil perso�
nas que se trasladaron al Raval y
a barracones en el arenal a la sali�
da de la puerta de mar.
Según se ve en la maqueta, la
ciudadela era de planta pentago�
nal y la puerta estaba orientada
hacia la ciudad. Constaba de cin�
co baluartes, el del Rey, el de la
Reina, el de Don Felipe, el de Don
Fernando y el del Príncipe. Tenía
los correspondientes revellines
y todas las obras que en aquella
época rodeaban a las fortalezas.
Se conservó la Torre de San Juan
del Convento de Santa Clara. El
total de casas afectadas era de
1.252, de las cuales 900 estaban
destruidas por el efecto de la gue�
rra. Formaban los barrios de la
Fusima y de la Ribera, en los que
además de edificios de buena
construcción había los sencillos
que ocupaban la gente de mar.
Se prometió que harían viviendas
nuevas.
El primero de marzo de 1716 se
puso la primera piedra en el ba�
luarte del Rey. La obra se fue
haciendo con rapidez y en mayo
del 1718 ya estaban acabados los
baluartes. La puerta principal es�
taba donde ahora se encuentra el
monumento al General Prim y la
de socorro entre los baluartes de
Don Felipe y Don Fernando. Las
obras finales tardaron más. La
residencia del Gobernador (hoy
Instituto Verdaguer) y el cuartel
de Caballería fueron los últimos.
En la actualidad se conserva la
iglesia, la citada residencia y el
arsenal (Parlamento). Tenía una
completa defensa de Artillería y
grandes almacenes.
A la vez y con motivo de la guerra
con Francia (1719) se constru�
yó rápidamente el Fuerte Pío, en
el camino que conducía al norte
(Portal Nuevo). Tenía forma rectan�
405
gular, 22 troneras en el parapeto y
bóvedas debajo el terraplén. No
tenía camino cubierto y era difícil
apoyarlo desde la plaza. El Fuer�
te Don Carlos, proyectado con la
Ciudadela, no se empezó hasta el
reinado del Carlos III. Defendía la
costa y el acceso por la playa. Su
nombre correspondía al entonces
Príncipe de Asturias. Aún en el
siglo XVIII se construyeron las ba�
terías: la de la Linterna (faro), la de
la Escollera y la de la Barceloneta.
Esta última situada en lo que es
ahora en aquel barrio la calle del
Baluarte.
Por el Decreto de Nueva Planta,
en 1716, Cataluña perdió todos
sus particulares sistemas de go�
bierno y se unificó con el resto de
España, gobernándose a partir de
entonces con las leyes de Castilla.
Sobrevivieron las Leyes de Dere�
cho Catalán y los Consulados
de Mar. La nueva autoridad pasa
a ser el Capitán General, que no
puede actuar en contra de la Real
Audiencia.
En 1743, el Capitán General era
Santiago�Miguel de Guzmán y
Spínola, marqués de la Mina,
que ocupó el cargo desde el año
1742 hasta el 1767, con una inte�
rrupción en el 1746. Desde 1759
reina Carlos III. Cuando lleva diez
años en el mando se decidió em�
Fig. 07_ Plano de Barcelona 1849.
406 prender la construcción del barrio
proyectado al hacer la Ciudade�
la, para alojar a los que tuvieron
que dejar sus casas. Se proyectó
en la zona del muelle primitivo,
fuera de murallas, junto a la sa�
lida del Portal de Mar, en donde
vivían en un barrio anárquico los
pescadores y marineros. El pro�
yecto primitivo ya se había hecho
en tiempo de Verboom, pero no
se realizó entonces. El nuevo lo
hizo el ingeniero militar Juan Mar�
tín Cermeño. Estudió hasta el tipo
de casas que fueron de una sola
planta, para no dificultar los tiros
de las baterías de la Ciudadela.
Empezado en 1753, derribando
todo el entramado de barracas
que existía, la construcción fue
muy rápida dirigida por el inge�
niero militar Francisco Paredes.
En 1760 ya estaba virtualmente
acabado. Al nuevo barrio se le lla�
mó la Barceloneta. Al marqués de
la Mina se le enterró en la iglesia
de Sant Miquel del Port, parroquia
del citado barrio.
También en estos años se pro�
yectaron mejoras en el Castillo de
Montjuïc. Pero fue en 1753 que,
dirigidas por el ya citado Juan
Martín Cermeño, se hicieron las
obras que en general vemos en la
actualidad. Dos recintos situados
a distinto nivel. Dos baluartes con
un hornabeque con su revellín for�
man el primer recinto, en el cual
en su centro se sitúa un patio con
edificios abovedados para aloja�
miento y almacenes, y el segundo
recinto tiene un hornabeque irre�
gular con dos medios baluartes.
Por el lado de mar tiene una gran
pendiente. En los otros lados se
complementa con glasis, fosos,
camino cubierto y las correspon�
dientes traveses.
Zona Polémica
En estos años Barcelona vive un
gran cambio, puesto que alcanza
180.000 habitantes y mantiene
industrias y vida comercial. Al no
poder construir fuera de mura�
llas por la zona llamada polémica
debe hacerlo en los pueblos de
alrededor: Sants, Gracia, San
Martín de Provensals, etc.
La citada “zona polémica” era la
que se marcaba alrededor de las
fortificaciones de cualquier tipo
para facilitar los tiros de sus ar�
mas y defenderse de las de los
enemigos. Debía estar despeja�
da. En el caso de las ciudades
amuralladas como Barcelona se
creaba un problema, ya que su
crecimiento estaba limitado por la
falta de espacio dentro del recinto
y por la imposibilidad de construir
fuera de él. Al aumentar el alcan�
ce de las armas aumentaba dicha
zona. En 1713 se prohibió la edifi�
cación de casas y de paredes de
albañilería a una distancia de 250
toesas (1 toesa = 1,949 m) que
correspondía a la que el sitiador,
según las tácticas de la época,
abría la primera paralela, lugar en
donde colocaba la artillería para
abrir brecha para el asalto. Se fue�
ron sucediendo las ordenanzas
para reducir los abusos que se
hacían y, finalmente, en 1768, se
fijaba la “zona polémica” en 1.500
varas (1.253,85 m) distancia a me�
dir desde el camino cubierto. Esto
fue muy importante para el futuro
de Barcelona, ya que al derribar
las murallas existía alrededor de
ellas una amplia zona vacía y por
tanto fácil de urbanizar.
A finales del siglo XVIII, la artillería
disponía de cañones que tenían
un alcance en parábola de 3.500
m, pero en la práctica se dispa�
raba a 600 y 800 m para tiros de
rebote y de 400 a 500 m para el
tiro tenso efectivo.
Durante su mando, el Capitán
General Francisco González de
Bassencourt, conde de Asalto y
marqués de Grigny (1777–1789),
vista la necesidad de poder
mover las piezas de artillería y
las reservas rápidamente para
llegar a las murallas, apoyó la
apertura de la calle Nueva y la
mejora de las calles Barbará y
Trenta Claus, haciendo nuevas
subidas a los terraplenes.
Durante años la citada calle
Nueva llevó su nombre.
407La revolución francesa de 1789,
motivó la llegada de muchos
refugiados que el Capitán Ge�
neral Francisco de Lacy, conde
de Lacy (1789–1792),distribuyó
en toda la región. El ánimo es�
pañol se rebeló contra las ideas
y los hechos revolucionarios. Al
declararse la guerra contra la
Convención que gobernaba en
Francia, Barcelona se distinguió
por el apoyo que prestó al ejér�
cito tanto en combatientes como
en esfuerzo económico. El Capi�
tán General Antonio Ricardos y
Carrillo de Albornoz (1793–1794),
dirigió la campaña hasta su falle�
cimiento y le sucedió el General
Luis Fermín de Carvajal Vargas
y Brum, conde de la Unión, que
murió en la batalla del Roure en
noviembre del 1794. Para sus�
tituirle se nombró al General
José de Urrutia. La guerra ter�
minó con la paz de Basilea. La
suspensión del comercio con
Francia durante la lucha favore�
ció las industrias barcelonesas.
Se construyó en el Raval y en los
pueblos de alrededor.
A final del siglo XVIII, el Capitán
General Agustín de Lancáster y
Araciel (1797–1799), barcelonés,
tuvo que afrontar el tiempo de
la guerra contra Inglaterra con
dificultades de navegación con
América y propuso un plan de
obras contra el paro obrero, en�
tre las que destacó el paso de la
Explanada entre la Ciudadela y la
ciudad.
Guerra de la Independencia
España firmó el tratado de Fontai�
nebleau (1807), El ejército francés
se desplegó en España para ocu�
par Portugal pero se adueñó,
prácticamente, de las plazas
fuertes de media Península, en�
tre ellas de Barcelona. Al estallar
la Guerra de la Independencia,
el 2 de mayo de 1808 en Madrid,
se unieron todas las provincias y
Barcelona estuvo ocupada por los
franceses hasta su evacuación en
la noche del 27 al 28 de mayo.
En noviembre de 1808, el General
Juan Vives sitió la ciudad apoya�
do por la escuadra inglesa que
bombardeó Montjuïc y la Ciuda�
dela. Se conquistaron los pueblos
de alrededor y se intentó el asal�
to, pero no tuvo éxito. La llegada
de una fuerte columna francesa
mandada por el General Saint
Cyr obligó a levantar el cerco.
La guerra fue muy dura. Barce�
lona estuvo siempre vigilada y
sometida y diversos actos contra
la guarnición fueron duramente
castigados.
Las murallas seguían modifi�
cándose de acuerdo con las
necesidades de cada momento.
Así la muralla de Mar, paseo pre�
ferido en 1627, se amplió en 1767,
construyendo almacenes debajo.
La parte ocupada por el convento
de San Francisco (donde hoy está
situado el Gobierno Militar), se en�
sanchó en 1823 y aún se modificó
en 1844.
En el año 1815 el Capitán General
Francisco Javier Castaños, duque
de Bailén (1815–1820), fundó el
Jardín del General �situado entre
el paseo de San Juan (calle Co�
mercio) y el de la explanada de la
Ciudadela.
La familia Renard y su relación con las murallas
Entre mediados del siglo XVIII y
parte del siglo XIX destaca, con
respecto a las obras en las mu�
rallas barcelonesas, la familia
Renard. El primero de ellos Fran�
cesc (1723 –1791), fue encargado
por el Ramo de Guerra de mu�
chas de las obras de reparación
y conservación. De sus hijos,
Josep Renard y Closes (1746–
1824), intervino como su padre
en dichos trabajos y completó la
ampliación de las Atarazanas. Su
hermano Francesc (1750–1822),
fue el Técnico del ayuntamiento.
La colaboración de los dos fue in�
teresante para Barcelona. El nieto
Francesc Renard y Arús continuó
la tradición y fue además un buen
escritor. En la Biblioteca de Ca�
408 taluña se conservan los legajos
Renard y uno de los paseos del
parque de la Ciudadela lleva el
nombre del primero de ellos.
Siglo XIX: sus problemas
Los años que siguen a la ocupa�
ción francesa son difíciles por las
luchas políticas entre absolutistas
y liberales. Pero el peor momen�
to fue cuando llegó la epidemia
de la fiebre amarilla, en la que
de una población que llegaba a
los cien mil habitantes fallecieron
8.840. Pero siguieron las obras en
una ciudad activa y se derribó lo
que quedaba de las murallas de
la Rambla y se abrió el trozo que
quedaba de la calle Fernando VII.
También entonces el Comandante
de Ingenieros Manuel Plana pro�
yectó una alameda que ampliara el
camino que conducía al Convento
de Jesús (Aragón – Paseo de Gra�
cia) y que seguía hasta el pueblo
de Gracia. Empezado en 1822,
se terminó en tiempo del Capi�
tán General Francisco Bernaldo
de Quirós y Lobera, marqués de
Campo Sagrado, en el año 1827.
El citado Capitán General mandó
la Región en los años 1814–1815
y 1826–1827.
La imposición de la Constitución
de carácter liberal el año 1820,
decidió al Congreso de Verona
(octubre–diciembre de 1822) re�
unida la Santa Alianza, terminar
con los gobiernos representativos
de cualquier estado de Europa y
se confiaba a Francia restablecer
la autoridad absoluta en España
y Portugal. Entró en España un
ejército formado por tropas fran�
cesas y los españoles emigrados
mandados por el Mariscal Mon�
cey. A pesar de la oposición del
Capitán General Espoz y Mina
(1823), los aliados llegaron el mes
de julio a sitiar Barcelona que re�
sistió al mando del Gobernador
Militar General Rotten hasta el 4
de noviembre. El nuevo Capitán
General fue Joaquín Ibáñez Cue�
vas y Balonga, barón de Eroles
(1823–1824), que intentó hacer
una política de concordia y paz.
En 1826 se produce un movimien�
to absolutista ( los Agraviados),
que fueron vencidos. El Rey
nombró como nuevo Capitán Ge�
neral a Charles d´Espagne y de
Cusserans, conde de España, el
cual entró en Barcelona el mis�
mo día que salían los franceses.
En los cinco años que mantuvo el
mando (1827–1832) dejó un mal
recuerdo.
A la muerte del Rey Fernando VII
(1833), su viuda María Cristina de
Nápoles ejerció la Regencia en
nombre de su hija Isabel. Pronto
empezó la guerra entre liberales
y carlistas que ocasionó graves
problemas en toda España. Ter�
minó el 31 de agosto de 1839
con el abrazo de Vergara entre
el General Espartero, liberal, y el
General Maroto, carlista. Pero en
Cataluña continuó hasta el 4 de
julio de 1840. Durante ella hubo
una serie de actos violentos en
diversas ciudades. En Barcelona,
el 25 de julio de 1835, después
de una corrida de toros en la pla�
za de la Barceloneta estalló un
motín, que supuso asesinatos de
carlistas, quema de iglesias y mo�
nasterios, asalto a la Ciudadela y
quema de algunas fábricas. Tuvo
que actuar el ejército para resta�
blecer el orden.
Esta guerra tuvo mucha importan�
cia en el desarrollo de la vida y la
economía de la ciudad. Cataluña
se dividió en dos bandos irrecon�
ciliables. Una vez terminada, se
crearon dificultades al continuar
la lucha política entre liberales y
moderados, a la que se añadían
los progresistas, los republica�
nos federales y los unitarios, etc.
Acabaron dandole regencia al
general Espartero, que era libe�
ral, y pronto tuvo enemigos en
la sociedad civil y en el ejército.
Se trataba de defender las leyes
proteccionistas de la industria y
el comercio de las que era ene�
migo su partido. Durante estos
disturbios se decidió derruir los
muros de la Ciudadela que mira�
ban a la ciudad y así se hizo en
el mes de octubre del año 1841.
409Más adelante, en el mes de no�
viembre del año siguiente �1842�,
el descontento siguió y cuando el
General Van Halen intenta redu�
cir el movimiento se encuentra
que el pueblo y los milicianos
han ocupado la Ciudadela y las
demás defensas de la plaza y
sólo queda en manos del ejército
el Castillo de Montjuïc, desde el
cual Espartero ordena bombar�
dearla. Se dispararon más de mil
proyectiles y cuatrocientos edi�
ficios quedaron dañados. Al día
siguiente la ciudad se rendía.
Al principio de 1843, moderados y
progresistas se unieron para pro�
vocar la caída de Espartero. En
mayo del citado año se subleva�
ron en Reus el Coronel Prim y el
Capitán Milans de Bosch.
Se formó una Junta Suprema que
pidió la mayoría de edad de Isa�
bel II y la Constitución de 1837.
La sublevación tuvo éxito y Es�
partero abandonó el gobierno y
España. La Junta que se formó
nombró al Brigadier Juan Prim y
Prats, Gobernador Civil de Bar�
celona. Se formó un gobierno en
Madrid que las juntas provinciales
no aceptaron, ya que querían que
continuara la Junta Central. Se su�
blevaron los batallones de Milicias
y se hicieron dueños de la ciudad.
El General Prim situó su puesto
de mando en Gracia el día 2 de
septiembre de 1843 y estableció
sistemas de vigilancia alrededor
de la ciudad. A partir de enton�
ces la Junta, que contaba con
movimientos parecidos en otros
pueblos, empezó a dictar órdenes
disparatadas. Muchos de los ha�
bitantes pudieron huir, sus casas
fueron asaltadas y se cometieron
toda clase de desmanes. Inten�
taron ocupar la Ciudadela pero
fracasaron.
Para dominar el movimiento se
ordenó disparar desde todos los
asentamientos disponibles y se
empezó un bombardeo desde: la
Ciudadela, Montjuïc, Don Carlos,
Fuerte Pío, la Barceloneta, la Lin�
terna Vieja, Buenavista y el Llano
de Barcelona.
Fig. 08_ Puerta de Atarazanas o de
Santa Madrona.
410 El número de proyectiles dispara�
dos fue:
Montjuïc 3.759
Ciudadela 3.853
Fuerte Pío 2.943
Don Carlos 1.356
De las otras baterías no hay dato.
Hubo 335 muertos y 354 heridos
en los hospitales y quedaron muy
deterioradas muchas partes de la
muralla y muchos edificios.
El 20 de noviembre de 1843 se
rindieron, después de ochenta y
cuatro días de desorden. Firmó la
capitulación el General Laureano
Sanz y Alfeiránan, como Jefe del
Ejército de Operaciones. A este
movimiento se le llamó “la Jaman�
cia”, de jamar (comer, empleado
lenguaje gitano) y que se tradujo
como lo muertos de hambre que
eran los revolucionarios.
El Final de las Murallas
Después de los movimientos re�
volucionarios de 1835, 1841, 1842
y 1843, la tranquilidad no llegaba.
Se sufría la segunda Guerra Car�
lista (1846–1849), y continuaba la
agitación obrera.
Las murallas se repararon en
parte y en el año 1847 se abrió
una puerta al final de la Rambla,
junto a las torres de Canaletas,
que se llamó de Isabel II. Ha�
bía desaparecido el edificio de
los Estudios (que dio nombre a
esta parte del paseo). En 1849
en la zona de la playa también
se abrió una puerta que se lla�
mó de la Paz, por la alcanzada
entonces en la ya citada Guerra
Carlista.
Dentro de la muralla se habían
ocupado todas las zonas libres.
A los edificios se les había aña�
dido plantas y el conjunto era
insalubre. La falta de espacio
hizo que al otro lado de la Zona
Polémica crecieran los pueblos
cercanos en donde se instalaban
las fábricas y talleres además
de viviendas. Eran éstos: Sants,
Hostafrancs, las Corts, Sarriá,
San Gervasio, Gracia, Guinar�
dó, Horta, San Martín, Clot, La
Sagrera, San Andrés, Pueblo
Nuevo, etc. La ciudad perdía
habitantes que se trasladaban a
estos nuevos barrios y munici�
pios. De los 169.000 que había
en el año 1848 se pasó a 160.000
en el año 1854.
En 1841, el periodista Monlau
escribió un artículo que tuvo re�
sonancia: ¡Abajo las Murallas!,
que se hacía eco del malestar
en una ciudad, Plaza Fuerte, que
estaba sujeta constantemen�
te al estado de guerra, ya que
entonces lo estuvo ocho años
seguidos.
En 1854 se declaró la epidemia
del cólera, huyó de la ciudad
mucha gente pero llegaron más,
buscando solución al hambre y a
la miseria. La citada epidemia dejó
alrededor de cinco mil muertos.
En Vicálvaro, pueblo cercano a
Madrid donde existía un regimien�
to de la Guardia Real, se reunieron
todos los regimientos de Ca�
ballería de la guarnición cuyo
Director era el General Domingo
Dulce y junto al General Leopoldo
O´Donell, se sublevaron y se diri�
gieron hacía Alcalá de Henares,
pero una fuerza leal al gobierno
los derrotó. Sin embargo, la citada
sublevación tuvo eco en muchas
ciudades y el gobierno dimitió y
se llamó al General Espartero para
presidir el nuevo.
Domingo Dulce, que en 1860
le concederían el título de mar�
qués de Castellflorite, fue el
nuevo Capitán General y a él le
correspondió pacificar la región y
transmitir, el 12 de agosto de ese
año, la autorización del gobierno
para el derribo de las murallas.
Siete mil obreros, entre los des�
ocupados de la ciudad y muchos
que llegaron para la obra, tra�
bajaron en ella. Se pagaron sus
jornales con la venta de los te�
rrenos que ocupaban y de los
materiales de derribo. Barcelona
dejaba de ser Plaza Fuerte. Apo�
yó decididamente esta decisión el
411ministro Pascual Madoz, que ha�
bía sido un buen gobernador civil
de la provincia.
En 1856, el gobierno pasó al Par�
tido Moderado y su Presidente
fue el General Leopoldo O´Donell,
conde de Lucena y más tarde
duque de Tetuán. Con fecha 7
de junio de 1859, se aprobó el
proyecto del ingeniero Ildefonso
Cerdá del Ensanche de Barcelona.
Pasaron los años y, cuando se
abrió la Vía Layetana, fueron apa�
reciendo torres y cortinas de la
vieja muralla romana y aún hoy
se van añadiendo metros que for�
man paredes en casas del viejo
barrio barcelonés. En el Paralelo,
sigue como testigo de la historia
la puerta de Santa Madrona o de
Atarazanas con su foso, que se
restauró el año 1955. Junto a la
calle Marina existe un barrio que
se denomina Fort Pienc, en re�
cuerdo del Fuerte Pío.
El Castillo de Montjuïc, perfecta�
mente conservado, complemento
importante de las obras de defen�
sa, cedió su Zona Polémica para
la Exposición Universal de 1929.
FONDOS DOCUMENTALES DE LOS QUE SE HA HECHO USO EN
ESTE ARTICULO:
� Legajos de la Familia Renart. Depositados en la Biblioteca de
Cataluña.
� Acontecimientos Políticos e históricos de Barcelona desde el 2 de
Septiembre de 1843 hasta la entrada de las tropas Nacionales. Varios
Autores. Barcelona 1843.
� Las Murallas Romanas de la Ciudad. Ayuntamiento de Barcelona.
1958.
� Historia de Barcelona. Enciclopedia Catalana La ciudad a través del
Tiempo.
Fig. 09_ Murallas romanas.
412 LAS ATARAZANAS, EL URBANISMO Y EL PATRIMONIO CULTURAL
413
Francisco Segovia La deconstrucción de las Atarazanas.
De todos es conocido el diseño
actual de la plaza del Portal de
la Pau así como el trazado de los
tramos finales de la Rambla y el
Paral.lel y el espacio urbano exis-
tente entre ellos con el conjunto
monumental de las Drassanes,
pero si vamos efectuando unos
saltos atrás en el tiempo nos en-
contraremos con unas imágenes
diferentes en diversa medida.
En el pasado siglo, en dos mo-
mentos, la fisonomía de la plaza
se va acercando a la actual. En el
año 1935 es derruido un cuartel, el
cuartel de Atarazanas, que ocupa-
ba el solar de la actual Delegación
de Defensa y se prolongaba hacia
el mar hasta enrasar con la calle
Anselm Clavé y hacia las Drassa-
nes ocupando la calle que hoy las
separa de la Delegación. A partir
de 1929, a impulso de la Junta
Mixta de Acuartelamientos, se
levanta el edificio del Gobierno
Militar, sede de la actual Subins-
pección General Pirenaica; se
erige en el espacio que ocupaba
un conjunto de edificios de poca
altura y almacenes que consti-
tuían el Parque de Ingenieros y
albergaban el anterior Gobierno
Militar.
En el año 1871, se decide una
cesión de terrenos para la remo-
delación del frente marítimo de
la ciudad. Esta cesión permitirá,
por un lado, la creación de la pla-
za y su entronque con la Rambla
gracias a la demolición de una for-
tificación, el medio baluarte de las
Atarazanas o de San Francisco,
que cerraba la parte inferior de la
misma y enlazaba con la Muralla
de Mar y, por otro, la terminación
del Paral.lel y la disponibilidad de
parte del terreno necesario para
la que posteriormente será plaza
de las Drassanes con el derribo
de otra fortificación, el Baluarte
del Rey, edificado por Calvi en
Fig. 01_ Plaza del Portal de la Pau.
Vista general, año 1925.
414 el siglo XVI. El tramo de muralla
existente entre ambas fortificacio-
nes también desaparece así como
las instalaciones que había entre
ella y las Atarazanas permitien-
do la urbanización de este tramo
del frente marítimo, que hoy es
la calle Josep Carner. Es el final
del denominado Fuerte de las
Atarazanas, que adquiere esta ca-
tegoría a partir de 1776, fecha en
que se termina el medio baluarte
citado y otro, que todavía se con-
serva, el de Santa Madrona.
El Fuerte alcanza su momento de
máximo esplendor a lo largo del
último cuarto del siglo XVIII, sus
instalaciones albergan la Real
Fundición de Bronces y el Taller
de Barrenado de Cañones, crea-
dos una década antes, el Parque y
Maestranza de Artillería, cuarteles
y diversos organismos militares.
La construcción de la Fundición
modificó el aspecto de este rincón
de la ciudad, que cambió en par-
te su imagen marítima por una de
zona industrial con sus hornos y la
circulación de las materias primas
necesarias para su funcionamiento.
El cuartel hizo aumentar la pobla-
ción de la zona y la proliferación de
establecimientos comerciales y de
ocio. Por otro lado las fortificacio-
nes cerraron el conjunto.
Este proceso constructivo y la
posterior deconstrucción, posi-
blemente salvaron las antiguas
Atarazanas de Barcelona de su
desaparición, como ha sucedi-
do en otras ciudades. Al cesar
la necesidad de las galeras que
fabricaban, las mantuvieron ce-
rradas en un recinto militar con
otros usos ajenos a los navales y
las devolvieron a la ciudad en una
época en la que la sensibilidad ha-
cia la conservación del Patrimonio
ha permitido que no se perdiera
este magnífico monumento.
De este proceso de crecimiento
de las Atarazanas fueron prota-
gonistas los ingenieros militares
que como Cuerpo tomaron carta
de naturaleza a principio del siglo
XVIII y no solamente crearon los
elementos constructivos de ca-
rácter estrictamente militar sino
otros, que indudablemente estan-
do unidos a los ejércitos, tenían
unas finalidades industriales o de
alojamiento de oficiales, los pabe-
llones, o de tropa, los cuarteles.
Las Atarazanas, la política naval y la construcción de galeras.
Las Atarazanas fueron creadas y
ampliadas para la fabricación de
galeras, embarcación que cons-
tituía el núcleo principal de las
escuadras de guerra en el Medite-
rráneo, mar en el que ejercieron su
dominio hasta que fueron despla-
zadas por buques potentemente
artillados.
Los monarcas españoles se ase-
soraban, desde 1522, en los
temas militares por el Consejo
de Guerra. Debido a la crecien-
te importancia del dominio de
los mares, Felipe II lo estructuró
internamente en dos, para inde-
pendizar los asuntos terrestres de
los navales, e incluso para tratar
los asuntos relativos a las escua-
dras oceánicas de galeones hizo
depender estas de la Junta de Ar-
madas y las de galeras de la Junta
de Galeras.
Debido al importante papel de las
escuadras de España en la lucha
contra el Islam, el Papado había
creado un sistema muy peculiar
para contribuir al sostenimien-
to de las escuadras españolas
de galeras, era el llamado de las
“Tres Gracias: la Cruzada, el Sub-
sidio y el Excusado”. La Cruzada
fue creada, por medio de una
bula, para conmemorar la toma
de Granada por los Reyes Cató-
licos en 1492, mediante ella los
fieles redimían los pecados y se
les permitía comer carne en Cua-
resma. El Subsidio, desde 1560,
era un impuesto directo para el
clero, con motivo de la creación
de las escuadras para dar la bata-
lla al poder otomano. También fue
un impuesto para el clero el Excu-
sado que, aunque se creó en 1567
415
durante el reinado de Felipe II para
atender los gastos ocasionados
por las campañas en Flandes, se
aplicó a la atención de las galeras
a principios del siglo siguiente. El
total recaudado anualmente, fue
variable y en descenso, no llegan-
do a cubrir todas las necesidades.
Los datos relativos a 1620, año de
bonanza recaudatoria, fueron de
1.600.000 ducados1.
Las escuadras de galeras con las
que operaba la monarquía espa-
ñola en el siglo XVII eran las de
España, Nápoles y Sicilia además
de la de Génova puesta al servi-
cio de la corona por Andrea Doria
a partir de 1528. Los principales
astilleros, a principio del siglo
eran los de Nápoles, Barcelona y
Mesina.
Las Atarazanas de Barcelona
podían fabricar ocho naves al
año pero esta cantidad no se
llegó a alcanzar debido a los en-
frentamientos políticos, falta de
financiación y escasez de mano
de obra cualificada2, en realidad
entre el 1607 y 1617 sólo se fa-
bricaron catorce3, ritmo que no
aumentó posteriormente ya que
diez años después el Superinten-
1 AGS. JG. Leg. 1305. 03.07.1620.2 AGS. GA.CG. Leg. 3146. 30.01.1609.3 AGS. GA. carta de Carlos de Alzatte a Felipe III. 09.09.1617.
Fig. 02_ Plano de las Atarazanas
trazado con motivo de la cesión
de terrenos para la remodelación
del frente marítimo. 1871.
CHCM Cartoteca.
416
Fig. 3_ Plano del Arsenal de las
Atarazanas. Koblinau. W. A. 1709.
CDM. de les Drassanes, 717 P.
417dente de las Atarazanas informaba
que su capacidad era de una al
año4. La Guerra dels Segadors
y la posterior conflictividad en la
zona boscosa pirenaica catala-
na paralizaron el astillero que no
volvió a botar galeras hasta 1665,
año en el que se puso la quilla a
tres5. En las últimas décadas del
siglo la galera perdió su importan-
cia y sus cometidos se redujeron
a la protección de costas, lucha
contra la piratería y trasporte.
La finalización de la Guerra de
Sucesión paralizó de nuevo el as-
tillero barcelonés hasta los años
veinte en que volvió a entrar en
actividad, pero duró poco esta
situación ya que por Real Decre-
to fue suprimido con fecha 1 de
enero de 1746. De todos modos
durante estos años se benefició
de la política naval de los dos
grandes impulsores del renacer
de la Armada: José Patiño y Ro-
sales y Zenón de Somodevilla
y Bengoechea, marqués de la
Ensenada.
Las Atarazanas y el proyecto de Verboom.
El estado en que se encontraban
las instalaciones militares de las
Atarazanas a principios del siglo
XVIII, nos lo muestra un plano de
Koblinau, fechado en 1709. Nos
trasmite la imagen de un conjunto
cerrado formado por un astillero
y un cuartel con fortificaciones
importantes cara al mar, situado
en el espacio existente entre las
antiguas murallas de la Rambla y
el Raval.
Su frente marítimo, hacia levante,
comienza con la plataforma de la
Torre de las Pulgas, fortificación
que le sirve de engarce con la Mu-
ralla de Mar, y se extiende hasta
el Baluarte de Calvi, denominado
también de Poniente o del Rey,
en el que se observan claramen-
te las dos construcciones que lo
coronan. Entre estas dos obras
se extiende un lienzo de muralla
dividido en varios tramos para
permitir la entrada y salida de ga-
leras. Desde el baluarte el recinto
aprovecha la muralla del Raval,
con sus dos primeras torres, has-
ta el Portal de Santa Madrona
que da acceso directamente a la
ciudad por el camino del mismo
nombre. Este camino bordea,
por su parte posterior, las naves
del astillero y una de las alas del
cuartel del que la otra sigue el
trazado final de la Rambla hasta
cerrar el recinto en la plataforma.
La entrada principal terrestre se
sitúa frente al último portal de la
muralla de la Rambla, el de San
Francisco, que daba paso a la
actual calle Anselm Clavé, permi-
tiendo una circulación directa con
los barrios marineros. Otras entra-
das se localizan en la inmediación
del Portal de Santa Madrona y en
la unión del cuartel con el astillero.
Del arsenal están claramente di-
ferenciados los dos cuerpos de
naves, el medieval con ocho y el
moderno, denominado de la Ge-
neralitat, con tres, los dos con
salidas independientes al mar. La
configuración interior de la parte
final del primero no permite ver la
actual sala Marqués de Comillas.
El edificio Pere IV, está delimitado
así como el patio, entre los dos
conjuntos de naves.
Del cuartel trataremos posterior-
mente al plantearse el tema de su
sustitución. La existencia de una
unidad de caballería nos la indi-
can los diversos abrevaderos en
el patio para el ganado.
Cinco años después del trazado
del plano anterior finaliza la resis-
tencia de Barcelona en la guerra
de Sucesión y la ciudad es ocu-
pada por las tropas de Felipe
V. Jorge Próspero de Verboom,
primer Ingeniero General del
recientemente creado Cuerpo, di-
seña la Ciudadela y tras comenzar
4 AGS. GA. Leg. 959. Carta de Bernardino de Marimón, Superintendente de las Atarazanas a Felipe IV. 12.04.1625.5 AGS. GA. Leg. 3352. Informe a Juan Arespacochaga. 10.10.1665.
418
su construcción considera conve-
niente la creación de otra, en el
extremo de poniente de la ciu-
dad, aprovechando la existencia
del complejo de las Atarazanas.
Aunque esta nueva ciudadela no
se llegó a construir constituye el
primer proyecto de los ingenieros
militares en relación al astillero y
en parte de las obras del mismo
hay una gran visión de futuro en
relación con la necesidad de, si
no una ciudadela, un gran fuerte
en esta zona de la ciudad.
El plano de Verboom nos traza
una ciudadela que no desperdi-
cia ninguna de las instalaciones
existentes pero que necesita el
doble de superficie. En el fren-
te del mar conserva todas las
fortificaciones y transforma la
plataforma de la Torre de las
Pulgas en un medio baluarte.
Por la Rambla amplía el terre-
no disponible, incluyendo en el
recinto el ancho de la misma,
utilizando su muralla como pro-
pia hasta la altura de la calle
del Arc del Teatre, donde dise-
419ña otro medio baluarte. Por el
lado opuesto engloba el Portal
de Santa Madrona y la mura-
lla hasta la citada calle, donde
planifica la construcción de otro
medio baluarte. Estas dos obras
enlazan con un baluarte potente
a la altura del cruce de la calle
con la avenida de las Drassanes.
Dentro del recinto quedaban
todas las instalaciones ante-
riores y el convento de Santa
Mónica. Preveía la construcción
de diversas instalaciones: cuar-
teles para tropa, polvorines y
almacenes. El conjunto debía
de disponer de un espacio des-
pejado alrededor por lo que se
señalan las casas que debían
derribarse en el interior del re-
cinto amurallado de la Rambla y
en los huertos del Raval.
Artillería y galeras, una dificil convivencia.
Finalizada la guerra de Suce-
sión las Atarazanas se habían
convertido en un gran almacén,
parque en el lenguaje militar,
de material de artillería y puen-
tes así como de todo tipo de
pertrechos. Por otro lado la
nueva política de construccio-
nes navales y las ambiciones
de dominio del Mediterráneo
contemplaban la activación
de la fábrica de galeras de las
Atarazanas. La convivencia de
ambas actividades, artilleras y
navales, se presentaba difícil,
por la falta de espacio, a pe-
sar de que, una vez finalizada
la Ciudadela, el tren de sitio se
trasladó al magnífico arsenal
de que esta disponía, perma-
neciendo en el astillero el tren
de campaña.
En el año 1723 la nueva políti-
ca naval asignaba al astillero la
construcción de cuatro galeras6
de las cuales dos eran de gran
porte ya que tenían la categoría
de capitana y patrona. Ob-
servando el plano de la fig. 3,
podemos ver que de las naves
medievales no hay huellas de
salida o entrada de naves mien-
tras que de las modernas sí, lo
que es debido a que el tipo de
galeras de esta época no tenían
cabida en los estrechos arcos
de las primeras y sí en los de las
segundas. Se enfrentan dos opi-
niones encontradas, una de que
las Atarazanas se dediquen a
astillero y otra de que se reparta
su espacio para la construcción
de galeras y para almacenes de
artillería y pertrechos de guerra.
A este respecto Alejandro de
Rez, Ingeniero Director, elabo-
6 AGM. GM. Leg. 257. Carta de Joseph Pedrajas, Intendente General del Prin-
cipado al marqués de Castelar. 20.02.1723.
Fig. 4_ Plano de las fortificaciones
nuevas a construir en las Atara-
zanas. Jorge Próspero de Verboom.
1715. IHCM. Cartoteca B-05-18.
420 ra un informe7 dirigido a José
Carrillo de Albornoz y Montiel,
conde de Montemar, que ejercía
interinamente el cargo de Capitán
General, en el que aboga por la
coexistencia de funciones y apun-
ta las obras a realizar y el reparto
de espacios.
El propio de Rez firma el pro-
yecto del reparto de espacios y
obras previstas que se plasma
en un plano fechado en febrero
de 1725. La solución que aporta
no contempla la utilización de los
arcos modernos sino la modifica-
ción de la estructura de dos naves
medievales demoliendo los pila-
res que las unían y las dos hileras
de arcadas, sustituyéndolas por
una de mayor altura y solidez de
los pilares. En el mismo plano, se
refleja la necesidad de disponer
de mayor superficie al proyectar,
aprovechando la mayor altura de
los arcos de las naves modernas,
construir un segundo piso, para lo
cual intercala entre cada hilera de
pilares otra para apoyar el tablero
del mismo, y las correspondientes
escaleras de acceso.
La polémica entre los partidarios
de las opciones citadas y pos-
teriormente sobre el reparto del
espacio no acabó hasta que se
tomaron las decisiones de aban-
donar la idea de traslado de más
materiales artilleros a la Ciuda-
dela, de construir la nueva nave
proyectada por de Rez, trasla-
dar fuera de las Atarazanas el
Almacén de Vestuario y ser más
generosos de lo previsto en la
asignación de espacios para usos
artilleros. El conflicto resurge por
las interferencias que ocasiona la
circulación entre los espacios, que
pone en evidencia en el año 1739
el Superintendente de la Fábrica
de Galeras8, que se cierra defini-
tivamente con el aislamiento de
esta del resto de las instalaciones.
Las obras y distribución de es-
pacios están reflejadas en un
plano, sin fecha ni firma, que
estimamos es del citado 1739
o fechas inmediatas. En cuanto
a las obras se ha construido la
nave nueva, se han cerrado los
accesos al mar excepto el de
la citada nave, no se ha reali-
zado la obra del segundo piso,
se ha modificado el interior del
conjunto con tabiques y se han
practicado nuevos accesos. Los
espacios asignados a la Artillería
están definidos por números y
los de la Fábrica de Galeras con
letras. El Almacén de Vestuario
que ocupaba más de la mitad,
concretamente la parte inmedia-
ta al acceso, de la actual Sala
Marqués de Comillas se trasladó
a unos almacenes de la Aduana9
asignándose esta dependen-
cia para almacenar materiales
de artillería. El último espacio
cedido a los artilleros fue, posi-
blemente para compensar la no
construcción del segundo piso,
la mitad posterior del arco que
limita con el edificio Pere IV10,
edificio que estaba dedicado a
Sala de Armas11.
A partir del cierre del astillero por
el Real Decreto citado de 1745,
todas las dependencias pasaron
a ser utilizadas por el ejército;
existen planos que se citan y des-
criben en la obra aludida en la
nota 11.
7 Ibíd. Carta a la que se adjunta informe de Alejandro de Rez al Capitán General José Carrillo de Albornoz. 04.04.1724.8 AGS. SM. Leg. 309. Carta del conde de Revilla, Superintendente del astillero al Intendente de Marina, marqués de la
Ensenada. 20.09.1739. 9 AGS. GM. Leg. 257. Carta del Capitán General Guillaume de Melun, marqués de Risbourg al marqués de Castelar.
03.11.1725.10 Ibídem. Carta de Antonio de Marimón, Superintendente de las Atarazanas al Capitán General marqués de Risbourg.
03.10.172511 Para una descripción más amplia ver Las Reials Drassanes de Barcelona entre 1700 y 1936. (Pag,s 50 a 56). F. Segovia.
Colección Estudis nº 13. Museu Maritim de Barcelona.
421
Fig. 5_ Planta de las Atarazanas
con el trazado de la nueva nave.
Alexandre de Rez. 1725. AGS. MP y
D. X-121.
Fig. 6_ Plano que señala la distri-
bución de las Atarazanas entre la
Fábrica de Galeras y la Artillería.
AGS. MP y D. XXV- 40.
422
Los alojamientos de tropa de las Atarazanas en el siglo XVIII.
Antes del siglo XVIII sólo dis-
ponían de alojamientos fijos
ciertas unidades militares y
las que guarnecían fortalezas
o plazas fuertes. En las Atara-
zanas del inicio de este siglo
existían alojamientos para tro-
pa en el denominado Cuartel
Viejo y en el Baluarte del Rey.
En el plano de la fig. 3 distin-
guimos claramente estas dos
construcciones.
Si comparamos la fig. 7 con la ci-
tada fig. 3 observamos que sobre
la plataforma de la Torre de las
Pulgas aparece una construcción
de nueva planta que se denomi-
na como Cuartel de la Torre de
las Pulgas. Fue la primera obra
de importancia de los ingenieros
militares en el recinto construida
a instancias del conde de Monte-
mar, tal como se recoge en una
carta12 fechada en 1720 relati-
va a obras en el vecino Cuartel
Viejo que alude a la terminación
del mismo en dichas fechas.
Era una construcción sencilla,
12 AGS. GM. Leg. 3305. Carta de Rodrigo Caballero, Intendente General, a Miguel Durán. 02.05.1720.
423
de planta rectangular que unía
la plataforma con el cuerpo de
guardia, cerrando el final de la
Rambla. Contaba con planta y
primer piso sustentado por dos
órdenes de seis pilares. Al piso
se accedía por dos escaleras ge-
melas situadas a la altura de los
primeros pilares. En la fachada
que miraba al mar estaba situada
la puerta y dos ventanas y en la
opuesta otras tres.
En el citado informe de 1720 ya
se destacaba el mal estado de
los cuarteles, situación que se
reitera en otro13 de Miguel Ma-
rín del año 1739 en el que se
denuncian los problemas de la
parte del Cuartel Viejo, que de-
nomina “Cuartel Baixo”, limítrofe
con la Rambla a causa de que al
no tener los cimientos suficien-
temente profundos corría peligro
de desplomarse. Su propuesta
consistía en derribar dicho tra-
mo de cuartel y sustituirlo por
otro, además proponía la cons-
trucción de otro para caballería,
de nueva planta, a elevar en
los huertos existentes entre el
convento de Santa Mónica y la
muralla, al otro lado del camino
del Portal de Santa Madrona.
Ninguna de las dos obras pro-
puestas por Marín se realizaron
pero los planos de las figuras 3 y
7, así como el de la 8, del mismo
proyecto que el anterior, firmados
por Miguel Marín el año 1739, nos
permiten poder describir el Cuar-
tel Viejo y el que se proyectó para
reemplazarlo.
El Cuartel Viejo se edificó en la
última década del siglo XVII si-
guiendo el modelo Vauban,
imperante en la época, consis-
tente en edificios alargados de
dos crujías, sencillos, con poca
ventilación y de escasa altura. Al
13 AGS. GM. Leg. 3652. Informe emitido por Miguel Marín. 31.03.1739.
Fig. 7_ Proyecto de reedificación
del Cuartel Viejo. Miguel Marín.
1739. AGS. MP y D. VIII-157
Fig. 8_ Elevación y perfiles del
Cuartel Viejo y el proyecto de su
reedificación, en el tramo que daba
frente a la Rambla. Miguel Marín.
1739. AGS. MP y D. XX-33.
424 diseñarse se le dio en el cuerpo
limítrofe con la Rambla la misma
forma que esta, y por lo tanto
paralelo a los lienzos finales de
la muralla, y en el resto se le ali-
neó con el camino de la Puerta de
Santa Madrona de modo que se
cerraba de esta manera el recinto
de las Atarazanas dejando entre
las naves y el cuartel un amplio
patio.
La parte del edificio paralelo a la
Rambla tenía dos plantas, en la
inferior se alojaba un batallón de
infantería en escasas condiciones
higiénicas por la poca ventilación
que proporcionaban sus escasas
ventanas y en la superior los ofi-
ciales del mismo, por lo que en
algunos documentos se le desig-
na como “de los Pabellones”. La
parte del camino y la esquina del
edificio eran de mayor altura y es-
taban destinadas para alojamiento
de una unidad de caballería. Todas
las puertas las tenía en la fachada
que daba al patio que disponía de
contrafuertes para sostener una
galería corrida de la planta alta. En
el patio se localizan los abrevade-
ros para el ganado.
En la fig. 8 podemos comparar las
fachadas y los perfiles del Cuartel
Viejo y del que le iba a sustituir. En
este último destaca la importancia
que se daba a la ventilación de los
cuarteles y la nueva puerta de las
Atarazanas que, al estilo de la épo-
Fig. 9_ Plano y perfil del Cuartel
Nuevo para Infantería y Caballería.
Francisco Llobet. 1777. IHCM.
B-55-13.
425ca, presenta un diseño cuidado y
rico destacando los escudos de la
monarquía. El nuevo cuartel debía
alojar dos batallones de infantería
en su planta baja y las otras dos se
destinaban a pabellones.
Los problemas presupuestarios
no llevaron a buen término este
proyecto ni el del cuartel de ca-
ballería cuyo plano14 trazó Marín
en las mismas fechas. Estos
proyectos habrían resuelto los
problemas que constantemente
presentaba el Cuartel Viejo, que
obligaba a continuos reparos,
y lo que era más importante, el
alojamiento de las tropas de la
guarnición de Barcelona que se
alojaban, parte de ellas, en edifi-
cios públicos y religiosos.
En el último cuarto del siglo se re-
toma la construcción del cuartel de
la mano de Francisco LLobet que
presenta su proyecto, detallado en
el plano de la fig. 9, en el año 1777.
El proyecto del cuartel para infan-
tería y caballería es aprobado por
el conde de Ricla y Francisco Sa-
batini, a la sazón responsable de
los edificios militares en el Cuerpo
de Ingenieros. Se presupuesta en
dos millones de reales que se irían
aportando por anualidades.
Las nuevas tendencias construc-
tivas de Belidor son aplicadas por
Llobet que traza un cuartel de recin-
to cerrado, formando un trapecio
que dejan en su interior un patio
triangular. Este “Cuartel Nuevo”, de
planta baja y dos pisos, gana su-
perficie a costa de la Rambla con
respecto al viejo ya que la recien-
te elevación del medio baluarte de
las Atarazanas ha sido precedida
del derribo de la muralla y las pri-
meras líneas de casas, por lo que
se dispone de más espacio. El ala
correspondiente a la base mayor
se diseña para caballería estando
destinada la planta baja para 490
caballos y las dos superiores para
la tropa. En el ala de la base me-
nor se sitúa la puerta con el cuerpo
de guardia y demás dependencias
anejas. Los dos lados restantes son
gemelos y debían alojar dos bata-
llones de infantería. El patio está
recorrido por una galería porticada
que se corresponde con un corre-
dor en cada planta mediante el que
se accede, como se ve en la figura,
a las diferentes estancias dormito-
rios. En total podían alojarse 1.572
soldados y los citados caballos, no
disponiendo de pabellones.
El proceso de la construcción no
fue fácil por los problemas presu-
puestarios agravados por el mayor
costo a medida que se retrasaba
la construcción y lo inamovible de
la cantidad presupuestada. En el
año 1784 Llobet se ve obligado a
emitir un informe15 aconsejando
reducir la construcción a las alas
que limitan con la Rambla y ca-
mino de Santa Madrona. Roncali,
que es el nuevo Ingeniero Jefe,
determina16 al año siguiente res-
petar la construcción excepto el
ala limítrofe con las Atarazanas.
Para cerrar el recinto se propuso17
un edificio de cocinas y luga-
res comunes, de la misma altura
y una sola crujía. Finalmente la
solución que se adoptó fue más
sencilla, figura 10, diseñada por
López Sopena en el 1792, con-
sistente en una edificación de una
planta y tres cuerpos con un to-
tal de 172 hornillos. Tengamos en
cuenta que en aquella época se
proporcionaban los componentes
del rancho por grupos de solda-
dos que se elaboraban la comida
independientemente.
14 AGS. PM y D. XX-34. “Plano del terreno de las huertas de la calle de Santa Madrona, a las espaldas de las Atarazanas
donde se propone un quartel para un regimiento de Cavallería con los alojamientos correspondientes de oficiales, solda-
dos y cavallerizas de los tres escuadrones.” Miguel Marín. 31.03.1739.15 AGS. GM. Leg. 3558. Informe de Francisco Llobet que remite Juan Caballero al Secretario del Despacho de la Guerra,
conde de Gausa. 12.08.1784.16 Ibíd. Informe del Ingeniero Jefe, conde de Roncali a Juan Caballero. 22.01.1785.17 Ibíd. Informe del brigadier Ricardo Aylmea a Juan Caballero. 08.02.1786.
426
Al finalizar el siglo el aspecto del
Cuartel Nuevo, del medio ba-
luarte y las instalaciones hasta
el mar lo recoge el plano de la
fig.11, fechado en 1792 y trazado
por Antonio López Sopena, cuya
leyenda nos ayuda a identificar
la finalidad de cada edificación.
No será hasta mediados del si-
guiente siglo cuando el cuartel se
da por concluido derribándose
el edificio de cocinas y eleván-
dose uno18 de tres plantas y dos
crujías.
18 IHCM. Cartoteca. B-03-08. “Proyecto para acabar el Cuartel Nuevo de la for-
taleza de Atarazanas en la plaza de Barcelona”. Aprobado por el Ingeniero Jefe
Francisco Camino. 30.04.1856.
Fig. 10_ Plano, perfil y elevación
que sirvieron de base para la eje-
cución de las cocinas y lugares
comunes del Cuartel Nuevo. An-
tonio López Sopena. 1792. IHCM.
Cartoteca B-54-05.
Fig. 11_ Planta del Cuartel Nuevo y
del Baluarte con las construccio-
nes existentes entre ellos y el mar.
Antonio López Sopena. 1792. IHCM.
Cartoteca B-34-16.
427Los alojamientos de oficiales en las Atarazanas en el siglo XVIII.
El alojamiento de los oficia-
les, aunque no tan numerosos
como los soldados, también
fue un problema por la esca-
sez de cuarteles. En campaña
vivaqueaban con el resto del
ejército o se repartían entre las
casas de las poblaciones pero
cuando estaban sus unidades
acantonadas en alguna ciudad,
durante los largos periodos de
paz, el problema se agravaba
por lo estable de la situación y
el que convivían con sus fami-
lias. Los oficiales subalternos
solían ser solteros y su vivien-
da, su pabellón, era común para
cada dos, en el caso de los ca-
pitanes era individual y para los
mandos superiores cada vez
era de mayor superficie según
su rango y les servía no sólo
para vivir sino que también los
despachos y oficinas se encon-
traban en ellos.
Tras la caída de Barcelona en
la guerra de Sucesión, se en-
contraban de guarnición en la
ciudad una gran cantidad de
unidades no sólo para su con-
trol sino el de todo el territorio,
concretamente sabemos19 que
para Barcelona, en el 1724, se
necesitaban 8 batallones y tres
escuadrones, cantidad que a lo
largo del siglo se mantiene. La
Ordenanza de 1719 estipulaba
que los oficiales de cada unidad
se alojasen con independen-
cia de la tropa pero próximos
a ella. Aunque no llegó a ma-
terializarse en ninguno de los
proyectos que se realizaron es
conveniente conocer como se
pensó resolver el problema en
las Atarazanas.
En el 1724 Alejandro de Rez pre-
senta un proyecto con su plano,
fig. 12, correspondiente en el
que para alojar a los oficiales de
cuatro batallones proyecta ur-
banizar, entre el convento de los
Agustinos Descalzos de Santa
Mónica y la muralla, el espacio
necesario al otro lado del cami-
no para elevar cuatro edificios
y otras instalaciones. El recinto
estaba suficientemente cerca
de los cuarteles de las Ataraza-
nas, señalizados en el plano, y
comunicado con ellas sin cerrar
el camino del Portal de Santa
Madrona.
Llegado el 1738 no se ha cons-
truido nada y el Capitán General
ordena20 a Miguel Marín que re-
dacte un informe sobre el estado
del problema en Barcelona. Las
enemistades entre los respon-
sables de aprobar los proyectos
y las prioridades que se dan a
otras obras, sobre todo la de los
pabellones del Cuartel de la Lon-
ja frente a los Encantes, hacen
que se vaya dilatando la solución
para las Atarazanas. Parece que
tres años después se encuen-
tra una solución de consenso y
Marín la presenta21, basada en la
anterior de Rez, ocupando más
espacio y situando los edificios
formando un recinto cerrado, al
estilo Belidor. En este proyec-
to22 se diferencian claramente
los tipos de viviendas aludidos
anteriormente.
Éste, como el resto de
los proyectos del siglo XVIII, no
tuvieron buen fin, ni tampoco los
del siguiente, de los que desta-
19 AGM. GM. Leg. 3652. Informe sobre el ”Estado de los batallones y esquadrones que se proiecta deve haver en cada
Plaza…”. 22.10.1724.20 Ibíd. Carta de Joseph de Contamina, Intendente General, al Secretario del Despacho de la Guerra, duque de Mon-
temar. 21 AGS. MP y D. XVIII-93. “Proyecto de un Quartel para los Ofic,s de los 4 Batall,s que están alojados en las Ataraz,s de
Barc. En el mismo terreno de las Huertas….que en el año 1724 propuso el Ingeniero Director Don Alexandro de Rez…”.
Miguel Marín. 01.07.1741.22 AGS. MP y D. VIII- 134. “Proyecto de quarteles para los oficiales…” Miguel Marín. 01.07.1741.
428
caremos por su magnitud el de la
figura 13, obra del coronel de inge-
nieros Juan Porcel en el 1858, que
implicaba el derribo del segun-
do cuerpo de naves medievales,
conservando solo el primero, las
fachadas las podemos ver en otro
plano23 del mismo ingeniero.
Las instalaciones industriales de las Atarazanas.
Barcelona disponía de una fun-
dición de bronce para fabricar
piezas de artillería desde el si-
glo XVI. Estaba en la Rambla
23 IHCM. Cartoteca B-34-12. Juan Porcel. 22.01.1856.
Fig. 12_ Plano de ubicación de pa-
bellones para cuatro batallones.
Alejandro de Rez. 1724. AGS. MP y
D. XIX-92
Fig. 13_ Planta principal y segunda
y tercera planta de los pabellones.
Juan Porcel. 1858. IHCM. Cartoteca
B-34-11.
Fig. 14_ Plan general del Arsenal
con la nueva Fundición y Máquinas
de barrenar y tornear cañones.
Álbum de Jean Maritz. 1766-1767.
IHCM. Cartoteca. Álbum 7030.
429
ocupando desde el Portal de
la Boquería hacia su cabecera
y tuvo ampliaciones y modifi-
caciones a lo largo de los dos
siglos siguientes. Los proyec-
tos más importantes, de la ya
Real Fundición, fueron de Car-
los Berenguer en el 1733 y de
Juan Silby al año siguiente24.
En el año 1749 se vuelven a
ampliar las instalaciones y de
los dos proyectos presenta-
dos, del propio Silby y de Juan
Martín Zermeño25, se ejecutó
el del segundo, extendiéndose
la Real Fundición extramuros
desde el portal citado hasta la
Portaferrisa.
24 IHCM. Cartoteca B-17-4. “Plano del Edificio que se ha de construyr afín de colocar en el los Hornos de Refinar los
Metales”. Carlos Berenguer. 1743. AGS. MP y D. X-110. “Plano y Perfiles de la Estancia y Horno pequeño de esta Real
Fundición”. Juan Rafael Silby. 1743. 25 AGS. MP y D. VIII-115. Juan Rafael Silby. 12-04.1749. y VIII- 116. Juan Martín Zermeño. 22.11.1749.
430 En los años sesenta razones
urbanísticas, de seguridad y de
racionalización de los trabajos
imponen un cambio de ubica-
ción de la fundición. En efecto,
en aquellos años se iba a remo-
delar el tramo de la Rambla que
esta ocupaba, los frecuentes
problemas bélicos y de orden
público hacían sentir la nece-
sidad de situarla en un recinto
más seguro y si se trasladaban
a las Atarazanas se unificaban
todas las funciones encomen-
dadas a los artilleros.
Decidido el traslado, siendo
Inspector General de Artillería
el conde Gazola y Capitán Ge-
neral el marqués de la Mina, se
encarga el proyecto de la nueva
fundición y taller de barrenado
de cañones a Jean Maritz; este
llega a la ciudad en el 176626.
La llegada de este suizo, hasta
entonces al servicio de Francia,
iniciará el proceso de industria-
lización de las Atarazanas ya
que se instalarán en las mismas
hornos y diversos talleres de los
cuales el más importante fue
el de barrenado y torneado de
cañones, con máquinas dise-
ñadas por el propio Maritz27, y
posteriormente las nuevas he-
rrerías obra de Miguel Moreno.
Pero no nos detendremos en las
funciones de estas importantes
y modernas instalaciones, com-
petencia de los artilleros, sino
del proceso de su construc-
ción de manos del Cuerpo de
Ingenieros.
En las Atarazanas, antes del
traslado de la fundición, que-
daba mucho espacio libre y se
determinó que esta ocupara,
figura 14, los primeros siete ar-
cos diafragmáticos de la nave
reformada por de Rez, las tres
de su derecha y las dos de su
izquierda, separándose física-
mente este espacio del resto
por medio de tabiques. En este
recinto se construyeron dos
hornos de fundición, dos de
afino de metales, el taller de
moldería y diversos almacenes
de material.
El horno mayor tenía una ca-
pacidad de 500 quintales y
ocupaba de la nave principal28
los primeros cuatro arcos más
el quinto para las escaleras que
daban acceso a la plataforma
sobre la que estaba construido.
En la fig. 15 vemos el volumen
del horno que ocupaba toda la
planta de la nave y se elevaba
hasta la cubierta de la misma.
En la figura de la planta de la
fundición podemos ver la si-
tuación del otro horno, de 100
quintales, de los dos de afino
de cobre, los talleres de moldes
y lavado y los almacenes de
metales y herrajes. En el mis-
mo plano se localiza el taller de
barrenado y torneado y las dos
máquinas instaladas en el, al
fondo de la actual sala Marqués
de Comillas. Las obras de horno
principal tienen principio en el
verano del mismo año de llega-
da de Maritz, 1766, extremo del
que da cuenta el conde de Ga-
zola al Secretario del Despacho
de la Guerra, Juan Gregorio Mu-
niaín y en julio del año siguiente
se dan por finalizadas con la
conclusión del horno mayor29.
La planificación de la fundición
y su construcción adolecieron
de dos grandes defectos, los
materiales y la previsión de fu-
turo. Para los hornos se utilizó
26 AGS. GM. Leg. 742. Carta del Capitán General, marqués de la Mina. 12.04.1766.27 IHCM. Cartoteca. Álbum 7030. “Perfil de la máquina para barrenar y tornear cañones”, “Planta de la….”. Jean Maritz.
1766-1767. CHCM. Biblioteca. “Tratado para el uso de la Academia de Caballeros Cadetes del Real Cuerpo de Artillería”.
Tomo 1º. Tomás de Morla. 1784-1786. 28 Ibíd. “Planta del horno principal…” y mismo tratado. 29 AGS. GM. Leg. 742. Informe del conde de Gazola al Secretario del Despacho de la Guerra Juan Gregorio Muniaín.
14.06.1766. Leg 743. Informe mismas personas. 31.01.1767.
431piedra, que diez años después
al calcinarse los inutilizó por lo
que tuvieron que ser reconstrui-
dos con ladrillos refractarios,
obras que finalizaron en di-
ciembre de 177630. Aunque se
le aumentó en cien quintales la
capacidad al horno principal, al
igual que los de la Real Fundi-
ción de Sevilla, la fundición se
quedó pequeña y se recomen-
dó la elevación de otro, pero
quizá era tarde ya que aunque
se construyó “el Refino”31 al
otro lado de la Rambla, instala-
ción industrial complementaria
de la Real Fundición de las
Atarazanas para incrementar el
suministro de cobres y estaño,
al final se ordenó su cierre en
el 1802, como consecuencia de
la Real Ordenanza de Artillería
de dicho año, que determina-
ba que la única fundición de
cañones de bronce que debía
permanecer en servicio era la
de Sevilla.
Como hemos visto en los pla-
nos la fundición y el taller de
barrenado estaban bastante
distantes y el traslado de los
cañones para ser horadados
obligaba a atravesar los alma-
cenes de madera que ocupaban
el resto de las naves medievales
por lo que, como consecuencia
de un informe de Maritz de 1775,
se decidió realizar las obras ne-
cesarias para comunicar estas
instalaciones, consistentes en
restar espacio a los almacenes
y practicar bajo el terrraplén de
la muralla una galería aboveda-
da32. Esta obra fue realizada por
José Renart y finalizada en mar-
zo de 1776.
La última obra ejecutada en las
Atarazanas para fines industria-
les fue la construcción de un
edificio dedicado a albergar un
gran taller de herrerías. En el
plano de la figura 16 podemos
localizar fraguas y pequeños
hornos en dos lugares; el prime-
ro en las naves de la Generalitat
en las que están dedicados dos
locales, en sus esquinas exte-
riores, a dicho fin y el segundo
en el lado del actual patio de
entrada al museo que limita con
el antiguo camino de Santa Ma-
drona. El número de fraguas se
había quedado corto para las
necesidades complementarias
de la Fundición y de la Maes-
tranza de Artillería, por otro lado
la existencia de almacenes de
maderas, talleres de fabricación
de carruajes, y que las armadu-
ras de las techumbres eran de
madera presentaban un claro
riesgo de incendios, sin olvidar
que en el mismo recinto coexis-
tían con alojamientos de tropa;
estos extremos se habían hecho
notar en varios informes del año
1773.33
Se decide construir unas nuevas
herrerías y Miguel Moreno pre-
sentó un proyecto, valorado en
veinte mil libras, que es aproba-
do por una Real Orden de 23 de
octubre de 1773. Pero como en
otras ocasiones hubo dilacio-
nes, el proyecto fue modificado
por Moreno a instancias del In-
geniero Director Pedro Martín
30 AGS. GM. Leg. 761. Informe emitido por Lasso de la Vega al Inspector General de la Artillería, conde de Gazola.
03.07.1776. Informe mismos personajes. 07.12.1776.31 AGS. GM. Leg, 760 y 761. Varios documentos se cruzan entre las autoridades competentes hasta determinar el trasla-
do de los restos de la antigua fundición, que seguía afinando cobres, al nuevo emplazamiento al abrigo del nuevo medio
baluarte de las Atarazanas. Febrero-julio de 1776. Real Decreto de 12.11.1776. 32 AGS. GM. Leg. 761. Proyecto. MP y D. IX-109. “Plano de una porción de las Reales Atarazanas, que comprende la
nueva Fundición de Artillería y Máquinas de barrenarla y tornearla en donde se manifiesta la comunicación que se debe
hacer desde estas a la citada Fundición.”33 AGS. GM. Leg. 375. Informe de Agustín de Iraola al Capitán General interino J. Phelipe de Castaños. 27.02.1773. Carta
al Capitán General Ambrosio Funes de Villalpando, conde de Ricla. 20.03.1773.
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Fig. 15_ Perfil del horno principal. Álbum de Jean Maritz. 1766-1767. IHCM. Cartoteca. Álbum 7030.
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Zermeño siendo finalmente las
obras autorizadas en mayo de
1774.
El proyecto de la fig. 16, que
liberaba totalmente las naves
de la Generalitat, proponía la
demolición del anterior edificio
de hornos y fraguas del patio y
la construcción de uno de dos
cuerpos, con planta baja abo-
vedada para usos industriales
y alta para lo que se conside-
rase necesario. De este modo
el patio quedaba cerrado al
extenderse uno de los cuerpos
hasta las naves y el otro hasta
el viejo cuartel de caballería,
recordemos que el proyecto de
la construcción del nuevo se
emitirá tres años más tarde. El
número de fraguas disponibles
se elevó a 27 regulares y una
grande, además de la posibili-
dad, caso necesario de duplicar
dicha cantidad.
Las fortificaciones de las Atarazanas.
Las Atarazanas medievales
estaban fuera del recinto amu-
rallado de la ciudad, formando
un recinto cerrado con defensas
propias. Tras la construcción de
la muralla del Raval, necesa-
ria ampliación de las defensas
debido al crecimiento de dicho
barrio, quedaron englobadas en
el conjunto y sus obras defensi-
vas reforzadas.
En la fig. 3 podemos ver las de-
fensas existentes en 1709, entre
Fig. 16_ Plano y perfil de la Nueva
Herrería. Miguel Moreno. 1774. AGS.
MP y D. XLVI-62.
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34 AGS. GM. Leg. 3558. Carta al conde de Ricla. 02.09.1774.35 Ibíd. Carta del ingeniero Miguel Moreno al conde de Ricla. 15.11.1774.36 Ibíd. Carta de Phelipe de Cabanes al conde de Ricla. 04.09.1774.
las que destaca el Baluarte del
Rey o de Poniente, diseñado
por Giovan Battista Calvi que
se hizo cargo del proyecto en el
1552, aunque la obra no se dio
por finalizada hasta cuatro años
más tarde aunque le faltaban
algunos elementos defensivos.
Era un baluarte muy sólido que
defendía el extremo de poniente
de la franja marítima de la mu-
ralla de la ciudad, de forma de
cuadrilátero sus caras mayo-
res, las que miraban al mar y a
montjuïc, medían 35 y 45 canas
y las que lo unían al arsenal y
a la muralla del Raval 12 y 18.
Este baluarte, la plataforma de
la Torre de las Pulgas, la mura-
lla que las unía y el tramo de la
muralla hasta el Portal de Santa
Madrona eran las fortificaciones
de que disponían las Ataraza-
nas, el resto de su perímetro
era cerrado pero sin defensas
ya que daba al interior de la
ciudad.
En las Atarazanas desde el fi-
nal de la guerra de Sucesión
estaban ubicados el Parque y
Maestranza de Artillería; entre
los años 1766 y 1767 se habían
trasladado al antiguo astillero
la Real Fundición y los talleres
de barrenado y torneado de
cañones de bronce y en mayo
del 1774 se dio el último visto
bueno y comenzaron la cons-
trucción de las nuevas herrerías,
por lo que en las Atarazanas
se encontraban todas las ins-
talaciones de fabricación y
depósito de armas y materiales
artilleros. Estas instalaciones,
debido a la situación política de
la época, hacían necesario que
la seguridad del conjunto fue-
ra mayor, además la necesaria
sustitución del Cuartel viejo y
la inclusión en el recinto de una
gran cantidad de dependencias
complementarias también lo
aconsejaban.
Hemos hecho referencia al pro-
yecto de Verboom, figura 4, que
no llegó a convertirse en reali-
dad, el cual pretendía crear una
ciudadela con defensas integra-
les englobando las Atarazanas;
una de las obras de su recinto,
concretamente el medio baluar-
te que está trazado en el vértice
limítrofe con el convento de San
Francisco, lo vemos de nuevo
en los proyectos del principio
del último cuarto del siglo XVIII.
En efecto, la necesidad cita-
da de asegurar las Atarazanas
hace surgir el proyecto de llevar
a cabo la construcción de dos
medios baluartes, uno de di-
seño parecido al de Verboom y
en el mismo lugar y otro en las
inmediaciones y a retaguardia
del Portal de Santa Madrona; se
denominarían de las Atarazanas
o San Francisco y de Santa Ma-
drona respectivamente.
El plano, figura 17, del proyecto
de Miguel Moreno, fechado el
15 de noviembre de 1774, nos
da una visión no sólo del medio
baluarte de San Francisco sino
de cómo iba a quedar el final de
la Rambla tras el derribo de la
muralla de la misma y las casas
de la zona, la construcción del
medio baluarte y la sustitución
del Cuartel Viejo. El plano del
medio baluarte de Santa Ma-
drona, fig. 18, lo traza el mismo
ingeniero. Lo primero que había
que hacer era eliminar el tramo
de muralla y las casas y huer-
tos, cuyo costo34 era de 78.243
libras y 17 sueldos; estas accio-
nes estaban acabadas antes de
fin de año35.
La valoración del coste de las
dos obras defensivas, según
el Ingeniero Director Francisco
Llobet, se elevaba a 84.170 es-
cudos36, aunque esta cantidad
se quedó corta en unos 30.000
436 escudos. Tras las demoliciones
comenzaron los trabajos de
construcción que se termina-
ron37 en mayo de 1776.
El medio baluarte de San Fran-
cisco ocupaba casi toda la
plaza del Portal de la Pau, pues,
como podemos ver en la fig. 17,
llegaba hasta la acera del edifi-
cio de Gobierno Militar y desde
la esquina de la calle Anselm
Clavé enlazaba perpendicular-
mente con el proyectado Cuartel
Nuevo. Recogía en su interior la
Torre de las Pulgas, su cuartel y
el resto de las instalaciones de la
plataforma; estaban rodeadas sus
dos caras por un foso y la ram-
pa de subida a la Muralla de Mar
quedaba entre él y el citado edi-
ficio. La obra tenía planta baja y
un piso y estaba construida con
bóvedas a prueba de bomba. Dis-
ponía de troneras y en su terraza
se podían asentar baterías. La
puerta se abría en la cara menor,
la que miraba a la Rambla, que se
convertiría en la única del, a partir
de entonces, Fuerte de las Ata-
razanas. En el exterior del foso y
frente a la puerta se construyó un
tambor, es decir una obra auxiliar
aspilleada para permitir el fuego
de la fusilería. Su función era la
defensa marítima en su zona, el
flanqueo de la Muralla de Mar y el
batir la Rambla y la calle antes lla-
mada de los Franciscanos,
El medio baluarte de Santa Ma-
drona es una obra defensiva de
menor importancia que el ante-
rior, de una sola planta con dos
estancias que mediante bóvedas
a prueba de bomba sostienen la
terraza, que dispone de parapeto
al aprovechar parte de la muralla
medieval, pudiendo asentar arti-
llería. También disponía de foso
y de tambor a la altura de puerta.
Sus fuegos podían enlazar con los
del Castillo de Montjuïc y batir de
flanco el tramo de muralla del Ra-
val y de frente el camino del Portal
de Santa Madrona.
Una vez levantados los dos me-
dios baluartes y terminado el
Cuartel Nuevo, el Fuerte de las
Atarazanas se había concluido. A
partir del principio del siglo XIX se
inicia el proceso de desmantela-
miento de instalaciones fabriles
y deconstrucción de edificios y
fortificaciones que tiene sus hitos
más destacados en 1802 con el
cierre de la fundición, 1871 con la
demolición de las fortificaciones
y 1935 con el derribo del cuartel
y entrega a la ciudad del antiguo
astillero.
37 Ibíd. Nueva cara entre las mismas autoridades. 07.05.1776.
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Fig. 17_ Plano de detalle y perfil
del medio baluarte proyectado en
parte de la huerta de San Fran-
cisco. Miguel Moreno. 1774. IHCM.
Cartoteca B-51-10.
438 Fig. 18_ Plano de detalle y perfil del
medio baluarte de Santa Madrona.
Miguel Moreno. 1774. IHCM. Carto-
teca B- 12-11.
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