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7/25/2019 La Llama Inclinada
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LA LLAMA INCLINA
Carlos Sa
premio nacional de poesa obra indi
Bogot, Colombia, abril 21 d
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Ediciones Corporacin Colombiana de Teatro
www.corporacioncolombianadeteatro.com
Impresin y armado La Libelula AZ, calle 11 #3-97
Bogot, Colombia, diciembre de 2013.
ISBN: 978-958-46-2323-2
Derechos reservados. Reproducir citando la fuente y al autor.
Carlos Satizbal
cesatizabala@unal.edu.co
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INDICE
7 LA LLAMA INCLINADA:
LA POESA DE CARLOS SATIZBAL.
Por William Ospina
15 ALGUIEN LEE
19 LA CALLE DE LOS VNDALOS
23 RO
29 UN PERRO
31 SUEO DE LA MADERA
33 RBOL
37 COLIBR
39 PALABRA
41 PRAMO
43 SUEO DE NOCHE SOLA
45 SONAJEROS DE SELVA
47 HERMANO MAYOR
49 PARTIR
51 DUERMEVELA
53 XODO
55 SOBRE PIEDRAS, AGUAS Y ARENAS
57 JUEGO DE LA PIEDRA ESCRITURA
59 LOS HUYENTES
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61 INSEPULTOS
63 1999
65 EN EL NOMBRE DE WILLIAM SHAKESPEARE
67 RO RENO
69 UNTER DEN LINDEN.
71 JOHANN SEBASTIAN BACH
73 CANCIN DE LADY MACBETH
75 CDIZ
79 ALHAMBRA
81 LLUVIA DEL INDIO LEVANTADO
85 MAYA
87 TZOTZIL
89 TZOTZIL Y TZELTAL
91 VIAJERO
93 CIUDAD DE LA LTIMA LUNA
95 SUEO DE LA ESPERA
97 CANCIN DEL OTOO
99 CIUDAD DE LAS AGUAS Y LA LUZ
101 EL VIEJO
103 PANTGRAFO Y NIO
105 ABUELO DE CAZA
107 LA VOZ
109 BEATRIZ IMPERATRIX TEATRUM SALAMANDER
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111 LOS ROS DE TINTA DE LA VERDAD
113 DIALOGO DEL NGEL, EL BRUJO DE OTRAPARTE
Y EL JOVEN POETA
115 INRIDA
119 EL EMBAUCADOR
123 LA ENVIDIA DEL EMPERADOR
125 VIAJE DE REGRESO
127 ABUELO SOMBRERERO
129 LA BSQUEDA DEL MITO
131 DESCENSO
133 RO DE TUMBAS
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LA LLAMA INCLINADA: LA POESA DE CARLOS SATIZBAL.
William
No dice: cay la nieve, dice: al amanecer el cielo descendi a n
manos. No dice: niebla, dice: una nube de fro ocult las piedras y los
apurados de las calles. No dice: Somos pesados y humanos, dice: El cielo e
pjaros. No dice: la msica nos hace participar de los atributos divinos. Di
canto asciende de los cielos de dios.
En esta poesa atareada, luminosa, numinosa, pensativa, estamos en
octavo de la creacin, donde todo ha quedado por un tiempo en las man
hombre, en las lenguas del hombre, y nada es meramente materia y n
meramente espritu. Los metales obedecen a la voluntad, el agua se niega a la
culpas, la vida es fragilidad, todo nos estremece por su dimensin csmica,
pertenencia a un orden amenazado, y todo tiene una raz mitolgica.
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Ya al ser humano no lo asombra ni lo conmueve que le ocurran las co
asombra y lo conmueve que ocurran: que la luz se refugie en el agua, que la ll
refugie en las ramas, que el amarillo se refugie en la llama. Despertar no es
despertar a la habitacin ni a la biografa, es siempre despertar al universo in
de astros y de grillos.
En La llama inclinada, Carlos Satizbal nos ensea a ver y nos ense
nos revela de pronto casi con rudeza que vivir es algo ms que dejarse llevar
vientos del da y por las olas de la historia, que seremos menos dciles si sabem
en el mar azul de Cdiz la oscura sangre de esclavos y galeotes que rum
miserias al olvido de las olas, que seremos ms firmes y ms poderosos si saver el costillar de peces de viejos galeones sepultados en oro,/ las voces mil
del vino y del salitre, / las canciones del sol que vuelve pensativo del mar de fr
Somos humanos, nunca vemos cosas: todo mirar es a la vez pensam
fantasa, memoria y deseo, investigacin y revelacin. Por eso or cantar en un
Cdiz al viejo marinero es vivir en unas horas cosas infinitas: la cara de hac
viejo marinero recuerda el olvidado remo celta, / y la fuente romana y e
visigodo y la memoria de Grecia. Hay un Sahara en el viento, los desterrado
noche cantan sus sueos de mar al viento africano del amanecer, y el bra
cantor se extiende desde el jazmn que amanece hasta el mar donde la aurora
Los que vienen del desierto saben encontrar lo perdido, y como si sacaran una
griega herrumbrada por el mar, unos seres con turbantes, encorvados por la no
exhuman de las ruinas la minuciosa voz de Aristteles.
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Cada poema una aventura poderosa y profunda. Slo la poesa sabe con
la pobreza de nuestra mirada cuadrada por las pantallas, deformada por el
empobrecida por el culto de la riqueza, cegada por la luz de los noticiero
donde los ojos ridos de los videntes a distancia ven a los inmigrantes africanos
pateras rotas por las piedras y el viento, que buscan en Europa el pan duro qu
en las esquinas desdentadas, un pequeo drama de ilegalidad en srdidas n
policiales, el poeta ve el drama verdadero, enorme, del tamao de un continen
un alma.
Los inmigrantes: los bellos muchachos y las bellas muchachas que hace
llevaron a Europa el ajedrez y las Mil y una noches, que cabalgaron en cabaLuna y construyeron ese orgullo de jardines de Espaa, los que llenaron de ng
pginas de Toms de Aquino y de azul las pginas de Rubn Daro, alzan los
negros que arrojan luz por sus dedos y vienen a cavar en las ruinas de Europ
descubrir los diamantes del futuro, pero vienen en las naves heroicas de la pob
los dioses de Ulises los combaten ante las playas inaccesibles, y un acantil
hoteles de turismo ya no es capaz de ver a los dioses, sus humildes instrumentarduos caminos, su recndito triunfo.
Cada poema un cosmos rumoroso. Cada poema un desafo esplndido
canto Lluvia del indio levantado, el poeta sugiere que un silencio anterior al
le dio a Benito Jurez la sabidura necesaria para entender a su pas, para sabe
estos pueblos diversos no se los puede gobernar desde un centro sino viaj
abriendo los cntaros de la memoria. Descifr la lengua de Castilla a los quinc
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y ahora en sus cincuenta gobierna de pueblo en pueblo: / su silla trashumante
los valles y las milpas y libera tierras y esclavos.
EnLa llama inclinadade Carlos Satizbal, ese viento que inclina la llam
es el viento del lenguaje, no es visto, como lo quiere la tradicin, como nuestromrito, como la virtud que nos hace superiores y reyes del mundo. Es tam
prueba de una prdida. Tenemos la palabra porque hemos perdido nuestro lu
la eterna armona. A las otras criaturas una ley antiqusima o divina las
nosotros, con palabras, buscamos en vano esa ley. S, es verdad, anhelamos el
la ley y en ella la cancin, una msica de palabras. Quiz pertenecer de ve
mundo. Pero en medio del maizal las torcazas alzan vuelo / al sentir la vozcorteros que se acercan.
Cali, marzo 19 d
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LA LLAMA INCLINADA
a P
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Y con todo yo
y es ansia de todos m
el llegar a m
y gozar de la luz del re
Homero, Odisea
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ALGUIEN LEE
tengo la boca llena de t
Pedro P
He anhelado el canto,
el canto para barrer la sombra, el canto para recoger mis pasos:
Las calles de la huda, las esquinas del amor, las ciudades del camino.
El pas de la muerte, el pas del retorno, el pas del agua.
Ros de la infancia: hierbas voces rboles.
Caminos del deseo: iluminaciones silencios despojos.
Y el mismo volcn de sangre en la boca, el mismo pramo calcinado bajo los pie
Un vendaval de ojos, de carne, de msica y de huesos.
Los mismos torrentes resecos de muertos que cantan con las voces de la infanci
He buscado esos cantos en los rboles que huyen,
en los ojos del miedo de los nios del camino.
A veces les veo en las grietas de la furia y del dolor.
A veces en las letras despedazadas de los muros callejeros.
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Cantos del sueo y de la muerte y de la mano dormida.
Cantos sin voz o apenas suspendidos en voltiles hilos cerebrales.
En las noches de junio,
cuando Castor y Plux cruzan con su luz mtica el cielo atormentado de la mem
oigo su msica caer de la oscuridad como frutos podridos.
Y en las tardes de agosto, cuando las cometas y los faroles de aire y de papel de
valsean sobre el valle de las garzas y los pellares, su martillo de palabras
azara el sopor de la siesta con los incendios del viento y el vuelo de las cenizas.
Sus trazos negros rayan mi mente al amanecer de enero,
bajo la inmensidad del cielo, en los amaneceres azules de la sabana sin nubes
y la quietud de las nieblas heladas que cubren mis zapatos
entre la hierba atemorizada.
Ms all del sueo y de la montaa, veo crecer esos cantos en las orillas del ro-
bajo un cielo cultivado a la sombra de todos los verdes de la selva.
Estn en la danza del abuelo Kum que atrae con su rumor de cuarzos y semilla
la balsmica intencin amarilla del sol al conuco del alma.
Y estn adentro de mi crneo, cuando la serpiente de luz une los abismos fracta
de mi rstico cerebro con el zumo ancestral de hojas y bejucos.
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Son el son de la maraca que equilibra el mundo
y los murmullos melodiosos que guardan el pensamiento.
Los veo ahora muy arriba de mis ojos, en el vuelo de las tumbas del aire:
el grajo mortecino de los gallinazos esparce por el cielo en su danza circular
el tejido mineral de mis nervios.
Ese vuelo danzado es el canto. El canto est donde estn mis muertos.
Pero dnde estn mis muertos?
He anhelado el rumor de sus canciones en mi palabra.
No su memoria escrita entre la hierba por larvas, colepteros y microscopios.
Si no la memoria viva en unas letras, un tono, un ritmo, una cancin
para cantar en la tumba de las noches con platos y flores y aguardiente.
Voy de vuelta. He anhelado el canto de la luz del regreso en el fragor del agua.
Quiz nada regrese de m ni de ellas y ellos.
Quiz slo los dientes de los muertos aren la tierra sobre los huesos rotos.
Quiz no hay palabra que descifre con su msica intil
el sentido de esta muerte sin borrachera, sin ceremonia y sin cantos.
Sin tierra en la boca de los muertos.
Ya cae la tarde de todas las tardes.
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Ayer huy de aqu el hombre de la montaa que rompa con su grito feliz
la algaraba de los loros que cruzan el valle.
Dnde estn los cantos que lo celebran?
Los he buscado para alumbrar la hora del regreso.
Con mis muertos los busco. Con sus voces imagino cmo suena su msica.
Pero ya nadie puede desandar este camino.
Quiz un poema en estas hojas ilumine con sus letras
la carne y los huesos y los nervios del olvido.
Alguien vio la huida de las multitudes
y sus ojos se hundieron en el espejo amargo del caf de la maana.
Alguien oy el ritmo medroso de sus pasos contra la tierra.
Alguien escuch el grito. Alguien ya no recuerda.
Otros dicen: Esas voces, esos pasos, y su retorno, estn siempre en los cantos.
El canto las anuncia. La memoria est en los cantos.
Pero dnde or esos cantos ahora?
Cmo saber si estn aqu, en estas hojas,
y son ahora suyos, lectora silenciosa, silencioso lector?
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LA CALLE DE LOS VNDALOS
Los vientos de agosto han apurado su lengua de cuchillos
y julio hierve an en las calles y los tejados.
He huido de la vieja muerte agazapada, all, en las rojas esquinas de la tierra.
Hoy el cielo de plomo cae humeante en el abismo de los ojos y los ciega.
La plaza se borra con mis pasos sobre el hmedo espejo de las piedras.
A lo lejos anuncian el caos de los vndalos
gritos de trompeta, estruendo de tambores.
Ya llegan. Han dejado sus altas guaridas del humo
y de nuevo baten hierros y harapos cual banderas.
Las piedras dormidas del ro y el eco rooso de los puentes
amainan la algaraba en los contracantos del agua.
Se acercan. Unos lanzan fuego por los ojos y las bocas.
Otros, en zancos, bailan la anrquica musurgia
de sus fierros, sus cueros y sus bronces.
Todos a una, cruzan la plaza e incendianShakespeare and Company.
Una nube de ceniza y memorias de papel se roba el cielo.
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Y al canto de todos, todos se arrojan a las aguas
y asaltan los muros sagrados de la Isla de Francia.
Un monstruo grita en las torres. Una mujer llora con llanto de campana.
El Papa balbuciente ora en su pequea celda de cirios y madera:
el chirriante olor del sebo ardiendo amasa la muerte con la santidad.
Adentro, en el templo sombro, de blanco puro tras el altar, cantan los nios.
El agua espesa del ro tiembla. En los hondos subterrneos de la vieja ciudad m
pasan los trenes del olvido atestados de pasajeros sin destino:
Ancianos lectores, nios envejecidos, ruinas de un mito disecado.
Por las junturas de las piedras los vndalos trepan hasta los vitrales de oro.
En lo alto, una grgola pierde su nariz. Cae y dibuja crculos concntricos
sobre la pestilencia del foso. Los vndalos gritan de gozo.
Una mano de piedra levantan las manos del vndalo ms ronco.
Una voz de granito se derrumba en trozos. Ms gritos.
El zanquero rompe un cristal rojo con el palo de su tambor,
el fuego se escapa y vuelve la arcilla a ser detritus.
Por la luz del agujero las navajas de agosto arrojan a la ciudad de las orillas
la voz blanca de los nios:Puer natus est, canta el coro.
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Otro cristal se hace polvo contra la boca herida de un demonio.
Crece y cae el canto como un mar en cada odo preso en su caracol.
Uno a uno los vndalos descienden de los muros profanados.
Han triunfado. De nuevo han triunfado los vndalos.
Ya se agazapan por los rincones donde huye la luz de la noche.
Ya ahogan su locura en el jugo tibio de las amapolas.
En la mitad del verano ha llegado el otoo con su lengua de alabastro pintada d
Amanece. Las jeringas rotas ruedan hasta el ro por las escalinatas del templo.
Se aleja el canto de los nios. Amanece y es torpe la algaraba del retorno.
Julio revienta todo su calor contra el brillo de la plaza.
Las flores lentas reverberan en el cerebro.
Ya regresan. El humo y la fetidez abarcan todo el cielo
y el viento de agosto hierve su xido de hojas
sobre el alma podrida de las aguas profundas.
Ya llegan a su calle vieja los vndalos. Ruge el pequeo sol
y con los vndalos yo me acuesto sobre las piedras rotas
a esperar la herida de los primeros cuchillos de noviembre,
la borrachera de los cuervos en la blancura del amado invierno.
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RO
Llora el agua, llora el
Canto d
Tu
dul
zura
azul
ocre
verde
malva
se anuda
en las venas
de la tierra
y brilla la piedra
y el animal respira
y el rbol germina.
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Desciendes del rastro de estrellas
que canta en mito y pensamientos
la memoria de los pueblos.
Eres anaconda celeste para los amaznicos.
Y metfora del tiempo para el griego.
Un signo de la tierra prometida muestras al bblico semita.
No hay sabidura sin tu cauce, observan los antiguos chinos.
Ni camino hacia los dioses, dicen los wergayas uwa.
Agua de la raz
agua del aire
agua del canto
agua de la pea
agua del cielo
agua de la tierra
agua del fuego
agua de los montes
agua de los desiertos
agua de las hojas
agua del pramo
agua de las selvas
agua del agua,
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ests
hecho
ro
de
to
das
las
a
g
u
a
s
y en los saltos y cadas
se hacen polvo tus caminos
y la luz se hace arco de luz.
All el anciano kum lee las seales sagradas del destino
Escritura de agua de la diosa de vix
escritura de barro de la diosa de juyungo
escritura de piedra de la diosa del ambil
escritura de viento de la blanca diosa del ayu.
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En ti estn la sed y la frescura del mundo,
la mansedumbre del aire y el fragor de las crecientes,
las orillas que se alejan incesantes y el mar que aguarda.
En las noches de Guamba el caminante conversa con tu rumor y pide permiso.
Y en tus selvas de agua, Adanes arrojados al barro guan
desde las talas y aserros hasta nuestras sillas de la tarde,
largas balsas de milenarios rboles que amargan
con sus savias moribundas
tu lento lecho
de peces.
En las horas del odio por tu lomo sagrado
descienden las sangres y los cuerpos de nuestras vctimas.
Impasible arrastras esas cargas de olvido mientras el viento, la luz y la hormiga
anuncian que en tus altas cabeceras crece el desmande arrasador,
el tiempo descuajado de la tormenta.
Luz de agua
ojos de agua
viento de agua
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brazos de agua
piedras de agua
huesos de agua
tierra de agua
voces de agua
montaa de agua
cuerpos de agua.
Y un diluvio de ahogados
sobre calles y tejados,
bajo las ramas del cielo.
Y una antigua y hermosa luz
en el aire vaco
de promesas.
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UN PERRO
Para denigrar de la nobleza y la lealtad nombramos tu raza como insulto.
Pero gentes ms sensibles que habitan los valles de la sal
ven en ti al gua de los sueos,
al mtico seor de los caminos de la muerte.
El agua te reconoce como hermano y te lleva por sus cauces
como suave hoja que cruza las orillas.
El juego es tu elemento.
Tu olfato guarda las huellas del retorno
y tus ojos bellos recuerdan el desamparo de nuestro amor.
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SUEO DE LA MADERA
Al despertar
una imagen terrosa del rbol que he sido
traa una bruma de aguas florecidas
y sobre el cuerpo del amor la frescura olorosa del cedro
y en el toque duro de la piedra apretada de races
las hmedas armaduras del alma vegetal
que anida en las aguas ms antiguas de la tierra profunda
Y en los labios entreabiertos del sueo
el rumor de un bogavante
tallador de manos prodigiosas
y muslos de oro
y pies pequeos
de leves sandalias
que se acerca
entre el filo de las hojas
caminando sobre las aguas
Tambin viene solo
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RBOL
Alto y milenario, como los pueblos olvidados,
desde la aurora de los cantos eres smbolo de lo vivo,
imagen de lo que renace, de todo lo que fluye y crece:
Del pensamiento. De los padres.
De los dioses y las diosas. De la vida y de la muerte.
Platn cuenta que en las horas sagradas del primer sol
escuchamos las cigarras de tu voz.
Pobladores de las llanuras que bordean el Amazonas, el Orinoco y el Atrato,
cantan que los primeros abuelos derribaron el rbol de todos los frutos,
y del tocn naci el diluvio, y del tronco cado brot el gran ro,
y de sus brazos y ramas los ros pequeos,
los caos,
los arroyos,
las quebradas.
Eres para el hind la encina milenaria a cuya sombra de luz
inspira la sabidura en sus discpulos el reencarnado anciano Gautama.
Bajo tu sombra fresca resuena en sus mentes el rojo palmear de una sola mano.
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Al bblico semita entregas la ciencia del mal y del bien
y la vara que hace brotar agua de la pea y la zarza para honrar a Yahveh.
Al evangelista ofreces otro smbolo de la Jerusalem celestial
y los doce frutos del ao y el blsamo curativo de tus hojas.
Al romano honras con el laurel imperial
y con la rama de higuera para celebrar a Prapo
y el cadalso en cruz para adorar al joven dios muerto.
Para el mdico y el sabio eres metfora de los cauces de la sangre
que corre viva en los cuerpos y regin del aire en los pechos que respiran
y agua roja en la savia que baja por las noches
y agua blanca que asciende al canto de tus hojas con los vientos del sol.
Al hambriento alimentas con tus flores y tus frutos.
Das refugio al huyente en tu cama de olorosa hojarasca.
Y calor al invierno con el fuego que revive de tus ramas secas.
En ti cantamos la fortaleza de los mayores y el descanso azul de los fatigados.
Tu forma nos une a nuestros muertos
para que vivan en nosotros como carne y memoria
y pueblen nuestro tiempo de gloria u olvido.
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Moldeas la forma y la fuerza del sueo y del pensar
que se regocijan en el asombro de la diversidad.
Como un dios vivo colmas de dones la fragilidad de nuestro deseo.
Y cada maana y cada tarde, a la luz que nace o agoniza,
alegras nuestras casas con el canto de tus pjaros.
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COLIBR
acerca tu odo
en sus alas la msica
que sostiene el mundo
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PALABRA
Habla acaso el jaguar con la alondra?
Acaso el samn con las rumorosas piedras del lecho
precisa de palabras para hundir sus races y beber las aguas?
Una ley antiqusima o divina les rige.
Ah roto cerebro!
En nosotros... la Palabra.
Ella ordena la blanca certeza de la muerte,
y nos dice creer en la inocencia del tigre que la ignora,
as est escrito en su sangre y en su carne.
Palabra que an sin comprender el canto de los pjaros
cifras en lenguajes un paraso de muertes y pasiones.
En medio del maizal las torcazas alzan vuelo
al sentir la voz de los corteros que se acercan.
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PRAMO
Frgil el musgo y el liquen, y frgil la flor
-cada flor- y cada insecto que la flor abriga.
Frgil el silencio y frgil el agua
que cae numerosa en giles gotas de luz.
Frgiles los bordes delicados de la piedra
pulidos por el roce del tiempo,
y la luz y la niebla y las nubes lentas,
tan cerca del cielo.
Frgil el obscuro espejo de laguna y su suelo
de quietud, y el terso frailejn, y cada sociedad
de plantas amigas que florecen nicas
en colonias de pequeas hojas brillantes.
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Frgil el aire susurrante y su rumor,
y los altos rayos ardientes del sol.
Frgil el azufrado olor a infierno
y sus aguas y lodos de colores diversos.
Frgil el hielo y la lava fra y el peligroso viento
en las cumbres, blancas, lejanas, desiertas.
Y el cndor y su vuelo
alto y solitario sobre las nieves perpetuas.
Frgiles descendemos el frgil pramo del amor.
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SUEO DE NOCHE SOLA
He vuelto de las hondas aguas de la diosa
con este puo de niebla que ciega mis manos.
Quien suee abra sus ojos y podr verla
entre sus dedos o en los brazos dormidos del amor.
Las aguas guardan la luz de lea mansa,Elella,
luz de diosa en llamas que da calor a esta vida
con su rumor azul, con su intencin amarilla.
He vuelto, an el alma en sueos,
de la noche anterior a las noches y los das,
baada en este olor de aguas profundas.
En el palo de mi corazn se oyen las primeras melodas,
la voz de la hierba que crece, el canto de los planetas.
Estoy sola con mis ojos y mis manos y mi cuerpo.
Estoy sola con mis voces y mis lgrimas.
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SONAJEROS DE SELVA
Traes un sonajero de semillas de la selva afinado con el canto de las ranas.
Traes un sonajero afinado con el grito de las guacamayas.
Traes de la selva sonajeros con el canto de voces sin nombre.
El bocado que cortas a las semillas en una de sus puntas
y el largo de los hilos que las atan al hilo madre
y el nmero de semillas y qu semillas cortas y a l atas,
todo est considerado en tu arte sagrada.
As concedes al sonajero la semejanza para invocar al animal que imita:
para danzar con su danza, para volar con su vuelo, para curar con su canto,
para mover al pensamiento, y abrazados a la gran ceiba en el sueo del juyungo
en el viaje del gaxpi, en el vuelo de vix, se haga fuerte el pensamiento,
y ya no sea slo rumor de la luz entre las hojas,
cancin de los pjaros, baile de las ranas, meloda del agua,
serenidad del cielo nocturno, vuelo del jaguar.
Y ya sea de nuevo memoria comn, alegra compartida,
conjugada en la fiesta, en las danzas y los cantos
gozados al son de la sagrada agitacin
que concitan con su voz tus sonajeros de selva,
abuelo bailarn, abuelo cantador.
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HERMANO MAYOR
Dos modos de ver revela el anciano:
Si miras la montaa o bien ves un samn en el rbol de la tarde,
o bien una anaconda.
Dos modos de preguntar revela el anciano:
Si vas en la noche a tu hamaca o bien -como ellos- te echas a dormir
o bien sueas y encuentras el camino.
Dos modos de escuchar revela el anciano:
Si pegas tu oreja a la tierra quiz escuches la cancin del mar
o el rugir de los ejrcitos que avanzan al naufragio.
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PARTIR.
Qu pjaro afuera canta, amor mo?
Es la mirla o la alondra o el zinzontle?
Qu pjaro es aqul que afuera canta, amor mo?
No es nada. Es slo tu voz que sopla en mis odos.
Qu color dej la tarde en mi cerebro?
Qu escuch mi alma la ltima noche?
En qu lmite del dolor se rompi mi corazn?
No es nada, hermana ma. No es nada.
Es slo tu voz que vuelve con mi voz.
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DUERMEVELA
Quin tras estas huellas vendr, como bestia que atrae el aroma herido
bosques?
Amanece. El roco tiembla luminoso en las hojas de la niebla.
En sus gotas se sacian insomnes los ojos. Leve, desciende la mirada
al denso barro de hojas podridas que desnuda la herencia de los rboles.
Hace fro y la carne se estremece en su ensueo. Siento sangre que cae,
c
a
e
l
l
u
v
i
a
de
un
rojo
cielo.
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Lenta e implacable la diminuta bestia husmea ese rastro.
Lenta e implacable hunde en el limo su hocico.
Bajo su pezua de oro crujen ramas secas y semillas.
A la luz de su aliento vagamente la adivino en mis gestos del espejo.
En el borde remoto de lo audible oigo crecer en oleadas su fragor.
En mi sangre vagamente la presiento...
En la hora del jaguar por qu me dejas solo?
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XODO
En estos altos valles no ha brotado agua una
sola vez en noche o da, y slo blanca muerte
y negras calaveras vela la sangrienta luna.
Cantan en olas huyentes su ms trgica suerte
largas caravanas, y suean vivas con un lago
puro. Ondea en sus sienes el polvo por bandera.
- Es lluvia que se acerca ese rumor distante y vago?
Piensa ardiente el pueblo en sus cantos de la espera.
Pero el sol ya vislumbra en soledad, tras montaas
orientales, sordas horas rojas de inclemencia.
Somos fuego y agua, y sobre el mar arde el arado.
Qu hondos horizontes de vaco y demencia
buscamos? No nos bastan, amigos, las hazaas
de la muerte en los valles furiosos del pasado?
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SOBRE PIEDRAS, AGUAS Y ARENAS.
Volvern los asesinos,
pero ya no habr vida que arda para su rueda de hierro y su candela.
Cerca, como las moscas del calor,
como los pjaros de la desgracia que vuelan en la tormenta,
grazna una bienvenida.
Partir es la noche,
dijo la voz ms solitaria, la ms delicada,
al ver desde su blanca eleccin las hordas destrozar el mundo.
Es la noche. Allan a mi puerta.
Tras la ventana de humo el horizonte
arroja su marea de sangre contra las playas del alma.
Han vuelto. Oigo sus cantos y los cantos de los muertos que les siguen con el vie
de hermosos ngeles rojos asolando con sus ltigos de oro la memoria de los sig
Han vuelto. Quizs nunca se fueron. Pero ya no queda un mbar
para su rueda avariciosa. Slo arena y blancas calaveras, slo arena
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de los blancos desiertos, sagrada arena de tus huesos y mis huesos.
Y nuestros besos que valsean deliciosos sobre las bocas anglicas.
Y ms all, abajo del aire, en la espesura de las aguas quietas,
las ciudades de piedra, las hondas ciudades muertas.
Llueve. Y con la hueste la montaa florecida en los cielos del agua, tiembla.
El paisaje es apenas un destello que atardece con sus pjaros de oro
en la hondura de pramo de tus ojos al mirar en mis ojos.
Vuelo o eres t quien vuela?
Veo tus besos perdidos flotar en un sueo y esconderse en las alas de los mos.
Somos pjaros sin alas que huyen y duermen,
en las piedras,
en las aguas,
en la
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JUEGO DE LA PIEDRA ESCRITURA
La casa de la poesa florece bajo el ro.
La casa de la poesa es lmpara de agua de los inviernos en las maanas de la si
y en la noche es serpiente canoa que deja estrellas en los caminos del cielo,
serpiente ro que teje su nido en el cerebro y une las dos mitades del cerebro.
La casa de la poesa bajo las piedras del ro guarda una piedra escrita,
la olvidaron los viajeros del rbol cado y la canoa celeste
y la casa de la poesa la atesora para leer y escribir en ella
lo que ven los pjaros pero palpita invisible para la prosa del mundo.
La casa de la poesa imita y descifra esa msica y su escritura,
y con sus manos de alfarera la protege
del volcn de clavos y de venas rotas,
del ruido intolerable del martillo en la mano y la cruz de madera,
de las espinas y de las lanzas del costado
que incendiaron con sangre los palimpsestos y los pneumas de la tablatura.
En la casa de la poesa hay un jardn de nios y nias
que juegan una ronda de estrellas enanas y de estrellas fugaces
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y dibujan sus caminos con piedrecitas del ro sobre el fondo del agua,
una ronda que suena con voces blancas y con voces de pjaro del gran rgano
messin
En la casa de la poesa hay una danta que reposa en la escritura de la tortuga.
Hay un mico que alla con voz de sonajero de selva
y anuncia con elegancia palaciega a los viajeros que llegan.
Y hay un gato que juega con los hilos del alma.
Hay tambin una ciudad con barcos que arriban de los ros profundos,
una ciudad con faroles incandescentes y cables de luz en las esquinas,
y otros nios y otras nias que juegan la rayuela primordial sobre
las puertas de la piedra escrita por los viajeros de la canoa y los pjaros del poet
El fuego no toca la piedra escritura y el oleaje del sol le da apenas una tierna tib
Slo las lmparas de agua le dibujan sombras y luces
que escapan como salamandras de fuego de sus letras.
El agua s la toca, y la tocan los nios y las nias que cantan bajo el agua y juega
sobre la pu
Y las lgrimas y los pjaros de tinta que duermen en tus prpados
y en el boscaje de tus pupilas y se despiertan para tocar la piedra
cuando trazas el lienzo de tus sueos sobre ella.
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LOS HUYENTES
Fair is foul and foul
William Shake
Caer sobre los ojos sin lgrimas la sal del olvido
y sobre los labios mudos del grito el barro de la locura.
Huiremos por los campos arrasados, sin flores ni duelo
a sepultar ms hondo a nuestros muertos, con premura,
espantando a las bestias carroeras del cielo
y a los perros hambrientos que devoran lo perdido
y allan a la luna los huesos desolados de sus amos.
Una lluvia de arena roja quemar nuestros odos
y el viejo olor de la muerte ahogar las huellas que pisamos.
Ni el agua ni el viento ni la espuma de los venenos
ni el trueno de las bombas, podrn detenernos.
Lo bello es horrible y lo horrible es bello,
a travs de la niebla, por el aire impuro vagaremos.
Haremos nuevos caminos sobre la selva que se puebla.
Habr otro suelo y buenas semillas qu cultivar.
Otro azul ser el cielo y una casa nueva habitaremos,
Haremos arepas frescas y pan de maz frente al mar
y beberemos en las maanas el caf recin colado.
Somos los huyentes que siempre regresan. Los que nunca se van.
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INSEPULTOS
Rappelez-vous lobjet que nous vmes, mo
ce beau matin dt s
au dtour dun sentier une charogne
sur un lit sem de cai
Charles Bau
No cesan las lucirnagas del alma
hasta ser el cuerpo barro del aire,
agua del mundo, tierra elemental.
Desangrado mi cuerpo sobre la tierra negra
veo ascender el aura violeta de mi muerte
y veo a los vidos zamuros rodearla
y planear en altsimos crculos de sombra.
Ms all, el cielo azul y los rayos negros y rojos
en la tarde de los dioses muertos.
En sus alas vienen por m y por los otros
que aqu conmigo arrojan el alma por la boca.
Mensajeros de la nube, picos de diamante negro,
ellos esparcen por el aire y por la luz nuestra carne
y dejan al viento, a la lluvia y al rugido del sol
tallar la blancura amarillenta de nuestros huesos.
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Nuestra tumba ser su vuelo.
Sus graznidos sern nuestro arrullo.
All abajo nuestra gente creer vernos llegar cada maana,
con un plpito en sus manos que se abren al abrazo
y la felicidad del agua que lava el tiempo con sus lgrimas.
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He huido por el largo jardn de piedras
que refresca las aguas del verano.
Una riada de sangre se agolpa en los abismos cerebrales.
He huido por los largos corredores
del cerebro dormido. La noche se perfuma
con el viento de las camias.
He huido por el ardiente polvo sabanero
envidioso de los toros que bajan al mar.
La rama de laurel que levanta el vaquero
es el sistro oloroso que acompaa su canto.
He huido por las calles podridas
de un viejo puerto que canta su olvido.
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En sus esquinas de salitre vi la casa del amor
en los ojos negros de sus mujeres.
He huido por las olas lunticas
que deploran las miserias de la guerra
y me llaman con sus algas desde el fondo
de los naufragios y los peces ciegos.
He huido por los caminos de la vieja Europa.
He huido bajo los cielos incendiados de nuestros pueblos.
Hoy, en la quietud de mi hamaca, un milenio termina
y la noche vuelve cargada de presagios:
La voz moribunda de un abuelo indio, las Alturas de Machu Picchu,
Bolvar que ara sobre el mar, la flor de Emily,
la desolada torre de Hlderlin, la palabra de Gaitn,
y un viento de cenizas que anuncia por el cielo
el horror, all, de nuevo, en los caseros del camino.
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EN EL NOMBRE DE WILLIAM SHAKESPEARE
Will I am shake spear : Ser el que soy, agitador de las lanzas.
a William, que descifr esta m
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RO RENO
On entend dans les bois lointains des ha
Ri
Atan tus orillas puentes colosales de hierro y de concreto,
de plsticos y metales nuevos. Bajo los arcos, sin cesar,
barcos enormes, barcos livianos y fantsticas mquinas flotantes
o lanchas de pasajeros, veloces, remontan la corriente o bajan al mar.
Sobre el asfalto y el acero, en trenes, autos y tranvas
habitantes impasibles o viajeros asombrados van de una orilla a otra orilla.
Monstruos ciegos ahogan el agua bajo tu cauce.
Varias veces destruidas,
crecen al borde de tus diques nuevos ciudades de humo y de titanio.
Celosas, esas urbes guardan an el legendario esplendor imperial.
Y en sus nombres germnicos se escucha la msica latina:
Colonia en Kln, Bona en Bonn, Aquisgran en Aachen.
En sus nombres y en sus piedras se siente lo que queda en el olvido,
as como en tu nombre, Rhein, ro,
resuena el clamor de vastas manadas de renos eternos
que levantan al cielo sus cornamentas de belleza y orgullo
anunciando el destino.
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UNTER DEN LINDEN.
Bajo los tilos.
Al amanecer el cielo descendi a nuestras manos
y una nube de fro ocult las piedras y los rostros apurados de las calles de Berl
Todo el tiempo hel.
Ahora el cielo es azul y el horizonte rojo de sol
y en las piedras ametralladas de las cornisas y en las copas deshojadas de los til
un viento de cuervos grazna su cancin.
Los caminantes miran a lo alto y aligeran el paso, temerosos del negro gritero.
Una mujer cubre el cochecito de su hijo y se adentra presurosa en un alto zagu
Un hombre levanta el cuello de su abrigo y baja sobre su rostro el ala del sombr
Y una viejecita de rostro aterido
abre sus ojos y susurra con dulzura:
El cielo es de los pjaros.
Cae la nieve,
lenta,
leve.
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JOHANN SEBASTIAN BACH
Un canto asciende de los cielos de dios
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CANCIN DE LADY MACBETH
Agua, si limpias el polvo del aire con tu lluvia.
Si sacias la sed del hombre fatigado por el sol.
Si llenas de esplendor al rbol y al jardn.
Si de ti crecen las nubes y su fragor.
Si das a nuestra tierra su color de cielo.
Si todo lo llenas de vida, agua,
por qu rehsas lavar la sangre de mis manos?
no oyes esos golpes que claman en las puertas?
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CDIZ
Amanece. En el verdeazul de tus orillas, jvenes buscadores de tesoros
rastrean las joyas de los amantes de la noche, perdidas en la sal de tus arenas.
Bajo los negros ojos augurales de una nia que cruza la noche de las noches,
arden muertos tus lagos de coral, el costillar de peces
de viejos galeones sepultados en oro, las voces milenarias del vino y el salitre,
las canciones del sol que vuelve pensativo del mar de frica.
En tus orillas palpita la oscura sangre de esclavos y galeotes que rumian sus mis
al olvido de las
En tus rodos laberintos de calicanto flota Miranda en el vuelo de su hamaca de
y rompe con su voz de loco el manto de Iris
sobre el vestido de oro de Catalina de R
y dibuja sobre el aire apestoso de la sangre los mapas de nuevas mquinas de gu
y los planos de asalto a los fuertes invencibles.
La fiebre de la muerte es menos voraz que la traicin:
Por qu el joven Simn Bolvar me entreg al espaol? Ah, Simn,
en la alameda de Mutis tendrs una estatua ecuestre, sin espada, la mano abiert
Que me das por tus ochocientos soldados que tengo prisioneros.
Dice tu mano gene
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Pero el general espaol, vencedor de Napolen en estas marismas gaditanas,
elegir el org
y t, joven que me entregaste al espaol, arrojars sus ochocientas cabezas al m
Cada noche salen del mar en su ola de sangre y cabalgan la lnea de estas playas
ochocientos fantasmas de soldados imperiales sin cabeza.
Tanta sangre y tanta mierda derramadas para nada.
Otro imperio viene ya sobre noso
Las frgiles fronteras del sueo americano ya son sal y carne de los traidores.
Y la oscura paz de la memoria desatada con su proftico delirio
a las puertas de la mu
slo hace ms incierto el camino de luz que vemos los muertos al llegar a tus cos
En tus celdas conventuales, Mutis, con su frente incendiada de hojas y de pjaro
vuelve a cruzar el valle ardiente de Yuma, el ro grande de la Magdalena,
y contempla los fantsticos trazos de los maestros quiteos,
copistas de flores, ramas, hojas y frutos, asombros de la nueva ciencia,
y siembra de borracheros y de sanpedritos la alameda de la muralla y las hornac
En tus plazas los muros celebran la libertad, la revolucin y la independencia.
Con gratitud te llamas a ti misma: Puerta de Amrica.
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En el caf de enfrente, los desterrados de la noche cantan sus sueos de mar
al viento africano del amanecer, rojo y blanco de gaviotas pintadas por el sol.
La cara de hacha del viejo marinero recuerda el olvidado remo celta
y la fuente romana y el acero visigodo y la memoria de Grecia:
Seremo tan viejos como er gran Sahara der viento
ar final de la espuma,
y an mr viejo que er mar, ya ni ruina tenemo,
solo er cante y la luna
-canta el viejo marinero- y extiende su brazo como ola fresca
desde el jazmn que abandona la noche
hasta el mar abierto al cielo de sangre del amanecer.
Cdiz Andalus, hace ms de mil aos en tu cante rabe
la joven Europa escuch la perdida voz de Grecia, de Platn, de Aristteles.
Con los ltimos grillos y las primeras cigarras dormidas del sol,
entre risas y besos de la noche huyente,
llega del jardn del malecn la voz y el canto de los muchachos y las muchachas
borrachos de vino del jardn griego y alunados con el kif de los baos de Al.
Un ulular y una alarma de algaraba nos arranca
de la barra somnolienta y de las hierbas amorosas
y de las olas de ojos sin sueo reventando con voz de acantilado.
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Tras el pan duro que brilla en las esquinas desdentadas de la pequea Europa,
mi frica de los vientos ha lanzado sus hijos a la brisa azarosa del estrecho
mare no
En la noche del alma las olas vinosas han roto sus frgiles pateras
contra el fro de los vientos y la locura de las piedras.
La guardia costera los trae. Sobre el puente de la barcaza
un terco brazo levantado al cielo sale del hule negro que oculta la muerte.
frica de mi sangre, somos ese brazo, somos esa mano, somos ese cielo que desp
frica de mi sangre, en ella suena tu voz y tu ola y tu kora y tu tambor, y nadie le
Llegan los cuerpos de tus bellos muchachos y tus bellas muchachas
rescatados de las aguas tremendas del mito, y nadie los ve.
Pasa la algaraba y pasan las sirenas y todos vuelven a la barra para ver la traged
con sus ojos ya cegados por la luz de los noticieros.
Dnde est, Cdiz, tu msica? Dnde, Al Andalus, tu cancin?
Dnde frica ma el amor de Yemay?
Dnde el llanto de Ochn, el roto tambor de la rebelin?
Dnde la Amrica libertaria que celebras en tus plazas?
Dnde hermosa nia de la maana, tus ojos que incendien con su ternura
la noche sin
a Pepe Bable y Charo
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ALHAMBRA
Costilla roja
alcazaba
de aguas
perfumadas
patio de arrayanes
corriente de azahar
en el mrmol
de las fuentes
las siete sangres
de cada general
rastro imborrable
del alfanje Nazar
decapitador
Calados en lo alto
tamiz de luz
rayos de luz
nicos
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Patios de msica
salas aromadas
almohadas
agua florecida
de la sierra
nevada
hornacinas
columnas
irrepetibles
La simetra
es soberbia
de la imitacin
Slo T eres grande.
Alhambra
Alhama.
Slo T
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LLUVIA DEL INDIO LEVANTADO
...del aire al aire una red... de
Pablo N
Benito recorre los dominios ancestrales en su silla de poder,
su silla rodante, su silla viajera.
Donde llega, Benito dicta los decretos tejidos en cuatrocientos aos:
Ordena devolver la tierra sagrada a los rezos,
a las diosas y a los dioses y a las manos nacidas de la tierra.
Curas y obispos huyen con sus cruces en alto por las naves de oro de las iglesias
y se ocultan bajo el moho de los huesos en las tumbas del conquistador.
Ateridos entre el humo, el incienso y las velas de sebo ardiendo,
rezan y conspiran con el dios muerto y murmuran bajo sus grasientas sotanas:
el indio masn viene, el indio masn llega.
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Benito descifr la lengua de Castilla a los quince aos
y ahora en sus cincuenta gobierna de pueblo en pueblo:
su silla trashumante galopa los valles y las milpas y libera tierras y esclavos.
En la capital de piedras indias invertidas se levantan cruces e iglesias
sobre las pirmides de sangre. Desde los plpitos y los manteles tejidos de oro
los seoritos perfumados imploran por un prncipe al cielo europeo.
El Papa y los reyes de la Santa Alianza envan a Maximiliano de Habsburgo.
Mxico se corona imperial,
y desde las tierras profundas del nopal y del maz, del agave y el peyotlel,
el indio levantado en su silla trashumante lanza sus rezos y su armada
ancestral y mes
En Quertaro Maximiliano muere fusilado, aunque nadie ordena disparar.
Por todas partes se desbanda su ejrcito imperial de ltima hora, indio y mestiz
i
Al triunfo de Benito seguirn nuevas revoluciones y nuevas derrotas.
Y las pedregosas montaas a donde huyeron los abuelos en las auroras de la san
volvern a guardar en sus ridas gargantas de piedra, la danza, el rezo y el canto
rituales que hacen florecer las milpas prodigiosas del polvo y de las rocas.
Armados de la ley y las cananas, astutos seores perfumados,
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estirpes de tinta y de abolengos comprados
-iguales a los viejos seores de armadura y sobaquina-
roban en las revueltas los valles de agua,
las vastas encomiendas de abajo, las ricas montaas florecidas.
Sobre el triunfo de Benito se levantan nuevas derrotas,
y sobre el odio de las derrotas nuevas revoluciones.
Pero ahora, en esta noche de los marakames, de las hilolas y los hiloles,
de lo alto de las mticas montaas dormidas
y del fondo de la memoriosa marea de la sangre
por el camino de vivos colores de las plantas sagradas,
retorna el bello Benito, Benito el rebelde, Benito el levantado
y asienta su sombra india bajo el espejo de obsidiana de las piedras orientadas
y riega el polvo de las milpas y las selvas azules del alma chulel
con el agua de sus rezos,
con el rezo de sus cantos,
con el canto de sus lgrimas.
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MAYA
Consume su calma
la llama inclinada.
Apaga su nada
la vela del alma.
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TZOTZIL
El ave del corazn
se escapa por tu boca.
Vuela. Y si la atrapa
el hambriento nagual,
la muerte nos toca.
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TZOTZIL Y TZELTAL
Cada lengua en tu odo
es todos los pjaros en tu lengua.
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VIAJERO
Dices que ellos sienten en el rbol la presencia del pensar
y en el pensar la ley y en ella la cancin, una msica de palabras.
As, al parecer, sucede, si fuera el relato su estilo.
Dices que las guilas tijeretas no dejaron en las rocas de lo alto
la ruta de su vuelo ni la anaconda un ro de estrellas
ni la ceiba sagrada la hondura de cuencas y vertientes.
Eso dices que digo, pero la msica est en los cantos, no es slo un vago rumor.
Dices que en las noches de los desiertos hay un ruido de aguas,
y que en las noches de las praderas la voz del bho es la maana.
Eso, creo, he odo. Pero no es slo de agua esa voz
ni de hoja
ni de pjaro.
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CIUDAD DE LA LTIMA LUNA
Ella el suspiro final de todos los muertos
y el viento de amor de los que cantan
el retorno bajo el cielo mudo del incendio.
Ella todos los besos y todos los gritos:
las voces ascienden, piedra, oro y nube, y caen
al rojo acantilado piramidal: sol de otro sueo.
Dura y fra para mis huesos y tus recuerdos,
Ella -ciudad dormida- es ardiente piedra viva:
En Ella otros pueblos del patriarca cultivaron
con sangre joven el retorno de la maana.
En Ella tu voz es arena sobre los huesos
que mueren insepultos bajo las lluvias solares,
ltima luna en las noches de la lucirnaga,
Diosa mujer que puebla mi sueo del retorno
de lgrimas y frgiles estrellas que caen
y caen
y caen...
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SUEO DE LA ESPERA
Quin eres t, tan alto tu vuelo y tu desdicha?
Hombre he sido y tambin sombra y amor y olvido.
Y quin eres t que hablas sin msica ni lgrimas,
y derraman tal tristeza tus ojos con su dulce luz?
Nadie. O apenas una voz que llega a su silencio.
Nada. O un vuelo de almas muertas bajo el cielo de humo.
Calla y duerme este sueo.
Agua y lamentos traes en tu canto,
hlito del ltimo funeral que martilla sus campanas
contra los muros incendiados de mi cerebro.
Calla y huye en la desdicha.
Calla y suea alguna luz para estos tiempos.
No traigo profecas, slo hechos:
Una antigua meloda asciende de las hondas gargantas de la tierra,
Del sueo de las diosas dormidas crece un nuevo mito, un canto nuevo.
Duerme y suea. Y sabrs despertar.
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CANCIN DEL OTOO
El viento
azul
hiela
Las hojas
rojas
pasan
La lluvia
fina
hiere
El que huye
canta
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CIUDAD DE LAS AGUAS Y LA LUZ
Al oriente, catedrales de nube
levantan sus cristales de incendio
bajo el azul ms alto de los cielos.
Al occidente, entre bosques de bruma
la msica de todos los pjaros
saluda a la luz que agoniza.
Tras los Andes an duerme la Luna.
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EL VIEJO
agua mansa a mi corazn
vuelve su voz
flor de roble mayor
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PANTGRAFO Y NIO
Aplicado a la transparencia iluminada del invento
el nio calca la sombra de su taln sobre cristales rotos.
Al lado de la noche el padre imita la huella memoriosa
de los pinceles de laca y tintas orientales:
Un vivo dragn de oro traza su mano restauradora
sobre el azul cobalto de la sedosa tnica del mandarn loco.
El padre esquiva el vaho del cigarro apretado entre los labios
y afina la mirada en la tersa hondura de los trazos.
Como una flor mstica en su arquetipo de perfumes eternos
en las manos del nio cada punto de este mundo se repite en otro mundo simult
El padre termina y absorto en el humo de sus labios
cruza el corredor de las habitaciones tras el jardn del sueo. El nio se queda.
Si acortas mis brazos crecern de sangre los ojos del esbirro, dice la madera.
La ruidosa luz de neones blancos bajo el cristal esmerilado
es casi msica que espanta a los muertos en el odo del nio,
embebido aprendiz de copista que antes de ceder a las orillas fatigadas del sueo
calca las enloquecidas barbas de barro y de oro
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de los asesinos, las espadas herrumbradas de sangre
que amargan el viento del olvido con sus gritos.
El horror desmembrado, la estrella proftica en el cielo,
el perfil herido de las vastas cordilleras, la tibieza medicinal de los frailejones,
los espejos de negra hondura en el agua de las altas lagunas,
vientres de arcilla y de fuego, pectorales de oro, balsas de iraca, cnticos de amo
rumores en las empalizadas...
Todo arde bajo el incendio de los lpices en las manos del nio.
La selva memoriosa graba estas huellas en las savias
para los ojos de ayahuasca del kum, del jaguar y de la danta,
para la nariz de yopo y la lengua de ambil del soador.
Cabeceando, el aprendiz de demiurgo ve pasar al pie de esas imgenes
las leyendas que rezan el odio orgulloso de los vencedores.
Gua hasta el final los brazos sumisos del invento.
Termina y se levanta, casi ciego, delirantes los ojos, con lneas de fuego,
y tras el camino de humo del padre, entra, por el zagun de llamas inclinadas,
al otro s
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ABUELO DE CAZA
Ya llega el abuelo pay con su lanza sonajera.
Ya llega con su maraca. Ya viene cantando.
El cuarzo blanco brilla en su cuello.
Ya viene el abuelo cantando y bailando.
Ya ha aspirado el polvo de vix.
Ya ha bebido su totuma de gaxpi, su toma de yaj.
Ya baila y agita su maraca.
Ya canta y golpea la tierra con su lanza.
Ya habla con el seor de los animales.
Ya habla el abuelo y pregunta:
por la danta parida, por la danta en celo, por la danta preada.
Ya pronto sabremos si es bueno salir de caza.
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LA VOZ
S que la noche vendr,
pura y profunda,
e ir cubriendo cada tomo de mi carne
y un da, al fin, ser del todo sombra.
Sombra de espesas frondas de acacia o de samn
que invita al caminante a disfrutar el fresco aroma del jardn.
O agua que desciende sonora en el arroyo y sacia tu sed
y la del bello e inocente animal.
Yo s que quedamente,
sin siquiera el sordo ruido
de una hierba que se quiebra
o el ms leve de la gota de roco,
vendr la noche con su rumor sereno,
luna nueva con su cielo de estrellas,
e irn con ella este barro de sombras,
y esa voz
y esa voz.
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BEATRIZ IMPERATRIX TEATRUM SALAMANDER
Leo tu canto en la ltima hora antes del medio siglo...
Contamos el tiempo con los dedos, que son diez,
y con el sol y con la luna que al esplendor de la tarde y del amanecer
nos ensearon la redondez.
Sharahazad supo volver esa luz cero: el comienzo y el fin:
volver a empezar diez veces ms all.
Una y mil noches nacen de slo diez dedos
y del sol y de la luna, y de la voz de la contadora de historias,
cuentos que crecen adentro de otras historias.
La contadora sabe detener su voz al azul reproche del alba, al iniciar el nuevo cu
La mano que tiembla en el alfange quiere or lo que vendr.
Hay que dormir ahora -dice Sharahazad- maana sabremos el final.
Pero en la noche siguiente el rbol de los mitos florece con otra luz.
En la mitad de la noche la mitad de cien se enreda en mis huesos,
y busco la ltima letra de tu voz, la zeta de Beatriz para sonrer
en el sueo.
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LOS ROS DE TINTA DE LA VERDAD
A orillas de la pequea biblioteca
lea aquellas pginas de historia China
donde Hegel desdea la quietud del espritu.
Pronto ca en el sueo esquivo y pronto en el ensueo,
las letras brotaron entre las hojas de los libros,
y, una tras otra, en interminables cascadas,
rodaron por los estantes, hasta cubrirme.
El peso de la verdad se hizo intolerable
y ya no pude levantar el pecho y respirar. Despert.
Mi mano segua abierta sobre el libro y el dedo del medio
en la clebre cita de Confucio:
Debes mirar directo al corazn.
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DIALOGO DEL NGEL,
EL BRUJO DE OTRAPARTE Y EL JOVEN POETA
enivrez-vous, enivrez-vous sans
Charles Bau
Brujo: Por qu no has venido en tantos aos?
Poeta: Estuve en el reformatorio. Estuve preso.
Brujo: No te hara mal. En la crcel te ensean carpintera, u
esotrico, mstico. Acariciar la vena de la madera, el l
escuadra, la sierra, el martillo, los clavos, las gubias. Jess, d
meditaba recostado sobre las cruces que Jos fabricaba por e
del centurin.
ngel: La justicia imperial siempre ha precisado de cadalsos y mazm
Yo traigo el blsamo generoso del olvido, de la msica, el vi
conversacin.
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Brujo: S, la conversacinLa rebelin de los espritus, la desobedie
autarqua, la disolucin de los gobiernos, el visible hundimie
los Estados. Cuerpos, cuerpos, cuerpos Lo semejante c
semejante. Lo bello es lo sencillo que arroja vida desde dentro.Poeta: Escap, maestro, me buscan para encerrarme. Me querrn
Aplicarme la ley de fuga...
Brujo: No chilles. Ignralos. Has renegado de su mundo. Pues desp
l. Somos dioses cagados, muy respetables y despreciables. Alg
nos hacemos cadveresAgua sobre agua.
ngel: Salud fugitivo. Bebe. Con agua pura y cristalina floreci estSalud!
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INRIDA
Los raudales
la luz
y tus ojos
de pjaros
de agua
dormida,
dibujan
en sus saltos
pjaros azules
pjaros rojos
pjaros iris
y en el fondo
del rumor
pjaros
de piedra
que vuelan
a tus manos.
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He soado
estos cantos
de agua tallada
por la escritura
de piedra
de las constelac
En enero
la caliginosa humedad
del verano
deja discurrir el raudal
bajo la aren
y las piedras pjaro
las alondras rumorosas
los colibrs
de vuelo exttico
y msica d
las piedras
de ranas cantadoras
de micos aulladores
de tortugas de concha
mem
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esas runas sumergidas
trazadas en la piedra
por los primeros viajeros
de la canoa celeste
ap
Inrida
es el ro biblioteca
la piedra biblioteca
el agua libro
las slabas piedra
la escritura
de la e
geometra
de la memoria mtica
que descifra en sus trazos
el lenguaje vivo
del c
para que tus ojos
de pjaro dormido
que suean la poesa
no despierten.
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EL EMBAUCADOR
An ear can break a huma
As quickly as a
Emily Dic
Paez Tama, hijo de la laguna y de la estrella,
subi del pramo de las lagunas
al alto valle de los caciques de piedra.
Al canto, Paez Tama ense el arte
de las lanzas de chonta y de los rezos
que protegen los pilares de la tierra,
el secreto de los ros profundos
que guardan la olla del equilibrio,
el eje sagrado de los valles,
el blanco corazn que truena en las cordilleras.
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Riendo va Paez Tama por las chozas terrosas
y cielo de paja de iraca. Riendo sube y el frailejn le calienta.
Riendo vuelve a sus aguas de obscura cabellera.
Las flores de ajenjo, las ramas de ruda, la amapolasolferina,
llaman al baile con chirimas de tambor y caas de viento.
Paez Tama canta. El tabaco y las semillas de ans estrellado,
arden con el ritmo, con el soplo y el ensalmo.
Pero no lleva el viento la invocacin
ni siembra con sus vuelos los murmullos
ni rumorean las hojas de los rboles
ni se alegran los pjaros de pequeas alas.
Paez Tama canta contra el viento de rfagas de niebla.
Sordos de chirrinche y engao bajamos y subimos las lomas
mientras teje de cal viva su red de espejos y palabras el embaucador
y esconde bajo su ruana la mano para robar la secreta alfarera del equilibrio
que amansa y contiene el furor turbio de las aguas con cantos y ofrendas y rezos
Bajo la luna negra una sombra incendia de rayos la noche.
Llueve en las altas lagunas del pramo florecido. Llueve en los filos azules del hi
Borrachas trepan las cumbres del olvido la oreja, la cancin y la palabra,
sin voz, sin labios, sin cntaros de fuego que retumben en el alma terrosa del ray
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Y con sus ros de piedra y su trueno de huesos y sus casas y sus huertas de papas
se arroja la montaa sagrada sobre gargantas y valles:
Borracha baja el agua del diluvio y deshilacha el manto de los sueos.
Y bajo el agua atormentada y la estrella solitaria, llora Paez Tama,
Llora y vuelan sobre sus lgrimas nios
que cantan dormidos en chozas terrosas de cielo de paja de iraca.
Llora Paez Tama
y el frailejn le calienta
y las flores de ajenjo
y las ramas de ruda
y la amapola solferina
y el ans estrellado
y la coca sagrada
y el tabaco
y el agua
y la estrella
y el viento.
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LA ENVIDIA DEL EMPERADOR
Chi Huang Ti imagin la maledicencia confuciana
y asalt el Templo de las columnas florecidas
que celebran al maestro de diez mil generaciones,
levantado piedra a piedra por sabios y lectores.
El ms humano y terrenal de todos los Templos.
Su expedicin tom la montaa sagrada
e incendi las murallas de piedra,
las calles de piedra, las columnas de piedra,
las flores de piedra, los libros de piedra,
los puentes de piedra, los arroyos de piedra.
Y pas a cuchillo a los cuatrocientos lectores.
a Henri, que vi el poema.
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VIAJE DE REGRESO
El que parte ya ha reg
Por caminos de vientos perdidos para el alma memoriosa
llegas a la noche sosegada del solitario reposo pensativo.
Sellados los cerrojos a las muchedumbres oscuras,
sus voces tormentosas apenas se dibujan en remotos crculos cerebrales.
Con la cara oculta en las arenas de la mente,
aprietas tus ojos con las palmas de tus manos
y un firmamento de destellos azules, blancos y dorados
te ciega a los otros que cruzan la memoria sin rumbo.
Luego lavas esa huella borrosa en las aguas subterrneas
de una lenta duermevela que tiembla sobre el lecho primordial de los sueos.
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La noche del cielo revela en el fondo del pozo la moneda gastada de tu cifra.
Y la voz de agua, de tierra y de hojas del pueblo que engendr tu oscura carne,
y la carne fatigada de tu lengua, callan. Y el silencio crece como un cosmos.
Quiz antes o despus de volver a jugar
en la libre cada al vaco blanco de los huesos de las hondas ciudades del abismo
otro u otra vengan a morder esta tierra simple de serenos vientos sin destino.
Y quiz hablemos entonces una y otra vez la voz lenta de los antiguos pensamie
Quiz antes o despus, por las avenidas luminosas del agua,
vuelvan los pueblos cantando. Quiz ya nunca ms oigamos esos cantos.
Ahora -si hay ahora- ya duermes otro sueo
en la vieja esquina roja de tu tierra.
Y en el sueo quiz veas el trazo de las voces en la piedra,
y oigas otros rumores, otros secretos, otros cantos.
Y el maz blanco y el maz amarillo y el maz morado
y el yopo y el ambil y el ayuu y el juyungo germinen
en los ojos abiertos de la ciega serpiente que une
con mticos recuerdos los abismos de tu roto cerebro...
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ABUELO SOMBRERERO
Las manos encallecidas, las tejedoras de iraca
lo saludan desde el aire aromado de hierbas.
Para l tejen la fibra ms tersa,
para l guardan la obra ms bella.
Un ngel de las lomas an rumora su nombre
en las calles de Aguadas y en las hondonadas
del Pata y del Tambo.
Y en las costas de su valle, entre mareas de espigas
y hojas de caa, con gritos de bienvenida
entre golpes de pacora y cantos de los bogas
lo esperan los negros y las negras,
las totumas llenas de agua cruda de panela
y guarapo refrescado con limn y yerbabuena.
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En maanas de Palmira la abuela tambin lo aguarda
la cocina perfumada, pilado el maz y la lea ardiendo,
el revuelo amoroso de los perros en el zagun
y el canto de los pjaros en el limonero.
La luz azul de sus ojos es la alegra del nio
y la fortaleza del amigo descaecido
y la amargura por la sangre amiga y la matanza.
Siglos acallados de nobleza y de memorias
le signaron generosos con los dones ms amables.
Ahora vuelve bajo el sol del alma a pasar su esbelta sombra
con el diente de len y las motas de los balsos
que florecen en los vientos del destino.
Su llegar sereno se adentra en el ardor de la ltima tarde
tras el vuelo blanco en el rbol de las garzas,
tras los ojos agoreros del perro mstico
que lo aguarda para cruzar las aguas.
Y con su voz de visiones saluda en lengua india
a su gua en los caminos de la muerte.
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LA BSQUEDA DEL MITO
El loco levant sus harapos de sueo
y vio el ala del tiempo rota en las aguas espesas del pozo:
Quin dej la palabra abandonada a la suerte del sentido,
al viejo logos que nace del sueo olvidado en este cuerpo?
Mis costillas se resienten an del fro vaho de la serpiente.
Oye su voz silbante ascender por el rbol Yggdrasil,
encina de oro, raz de la sangre. Ofrenda.
Siete palabras que perdieron el temblor del aire,
la msica de su entonacin. El aherrojado gesto
sobre el alma de madera y saeta y espina,
oculta la peste, la deuda, la muerte,
el viento de agua en el pas del agua,
las frgiles pateras en el estrecho de acantiladas piedras,
la sagrada voz vegetal de diosas y abuelos danzarines.
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Las calles avanzan, sordas, los cristales ciegos.
Al renovado canto de los pjaros se sucede la luz.
Al sueo otro sueo.
La frescura roza los prpados.
El colibr bebe en la flor de sbila.
El loco besa el jardn, y grita:
Siempre amanece...
Hay una luz de agua en el cielo,
un ro se desmanda de su cauce,
una llama se inclina sobre los huesos.
Oye la hierba crecer,
el ruido de los planetas en su canto.
Es el amor,
es el Amor que mueve al sol y a las dems estrellas.
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DESCENSO
No nac para compartir
nac para compartir e
An
No aprieta este nudo. No siento aire en mi voz.
Hablo y no oigo mis palabras. Slo veo una luz
Talla tu espada en el costado, hermoso amado. Arde tu sangre.
Siento su hilo correr desde mi hombro. Es roja? An es sangre?
Una llama, una corriente, un arroyo delicado calienta mi pecho.
Hermoso y amado amigo, te ver en el descenso?
Cruzaremos en la barca de bano las aguas finales?
Y all en las honduras, tendr ojos mi padre?
O al menos podr ver con la luz de sus cuencas vacas?
Y mi madre y hermana y abuela, tendr voz
o an los nudos del amargo dogal ciegan el aire a su garganta?
Y mi hermano desterrado,
an viajar por los cielos en los picos de las aves algeras?
Y an as, tambin l vendr por algn recodo del oscuro descenso?
Y mi otro vengativo y codicioso hermano, habr cruzado ya las negras aguas?
All, arriba, ignorante y temerosa, la ciudad espera.
Hermana ma, presiento el saqueo de los ejrcitos extranjeros,
les oigo en mi mente acercarse vengativos, epgonos de sus capitanes muertos.
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Veo el hierro, la candela, el fragor, la desnudez bajo la espada. Y tu frgil peplo
desgarra
A la hora que lleguen, podrs huir, hermana ma? Huirs?
Acaso el anciano vidente advierta en el graznar enloquecido de los pjaros
los incendios que se acercan y lleve la ciudad por los caminos de huda.
Y t vayas con l.
Entonces lleva contigo las cenizas amadas. Haznos altares en los caminos,
y en las ciudades hospitalarias que te acojan, canta, danza, liba y pon piedra
sobre pied
Ay hermana acaso te rapten en el camino?
acaso seas esclava de un tosco militar?
Ismene, hermana ma,
cabeza de mi sangre,
mi pequea
hermana,
oigo voces,
voces.
a Carolina Torres y Sindy G
Patricia Daz, Aura Bastidas y ngela
Antgonas A
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RO DE TUMBAS
Esta tierra es muy suave, muy tibia, nada
y la fecundan largos ros de
Porfirio Barb
He descendido de otras orillas,
mis ojos vuelan en la hondura,
mis labios no musitan quejido alguno
pero oigo y pienso y hablo pensamientos.
Otros vienen conmigo, los siento y los sueo.
Oigo el rumor de sus espritus y les pienso
y ellos piensan y suean para m sus recuerdos.
Muchos llevan quinientos y ms aos navegando.
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La loca algaraba de los peces
se enreda en el tejido de tantas voces mudas.
Alguien canta y el agua apenas se detiene
y tierra abajo besa su canto las rojas orillas.
El humo y las llamas y el aullido solitario
de los perros sin amo se alzan a dios,
muerto tambin. Dios no viaja con nosotros.
Dios vaga solo en el alto aire sagrado.
Los perros persiguen su cola y gruen y allan.
Oigo en el sueo las varias voces de mi perro
y el ronronear de mis gatos en el jardn.
Igual otros piensan y oyen la voz de sus animales:
sus vacas perezosas arrimando al ordeo,
sus mulas tercas subiendo y bajando las lomas del invierno.
A mi lado la maestra canta nuevas rondas africanas
y los nios dibujan en el cielo de humo los mapas perdidos.
Somos pueblos del agua, de la tierra ardiente, del mar amoroso,
de los pramos de luz, de las altas lagunas de alabastro.
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Unos apenas recuerdan el rumor del agua
en la orilla arcillosa del ro donde nacieron.
Y otros guardan slo una sombra del relmpago de las altas lagunas.
O un rojo destello del calor en el espejo del medioda.
Pero todos en nuestro ro anhelamos una arena ltima. Una playa sola.
Una roca serena que lenta se disuelva en el viento de los siglos.
Todos. An aquellos que llegamos del ro ms secreto u olvidado,
y ya somos slo canto, rumor del agua en la memoria intil.