Post on 14-May-2020
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Gracia a Vosotros: Desatando la Verdad de Dios, Un Versículo a la Vez
La gloria del nuevo pacto, 7ª Parte
Escritura: 2 Corintios 3:17-18
Código: 47-21
John MacArthur
Abramos nuestras Biblias a 2 Corintios capítulo 3. Conforme llegamos a una conclusión a este
estudio maravilloso de un gran capítulo. Un capítulo acerca de la gloria de un nuevo pacto.
Tengo que disculparme con aquellos de ustedes que no han estado con nosotros en esta
serie, porque en cierta manera estamos concluyendo lo que queda pendiente. Y me disculpo
porque algo de esto es algo difícil de entender, ya que no ha tenido el beneficio de tener el
cimiento que ha sido establecido durante los últimos dos meses conforme hemos estado
estudiando este capítulo. Confiamos, no obstante, que el Espíritu de Dios ministre la verdad a
su corazón conforme Él lo hace.
En nuestro mensaje final de este capítulo rico, llegamos a un versículo que ha sido un
versículo favorito para mí durante muchos años. De hecho, con mucha frecuencia, cuando
firmo con mi nombre en un libro o en una Biblia, escribo 2 Corintios 3:18 debajo de mi nombre,
porque durante años y años me ha encantado este versículo. De hecho, solía decir que era mi
versículo favorito. Pero sigo vacilando y cambiando a versículos diferentes, de vez en cuando,
conforme el Señor los aplica a mi vida.
En una ocasión, hace años atrás, quizás hace 10, se me pidió que escribiera un libro acerca
de mí versículo favorito. Y entonces, escogí este y escribí un libro que algunos de ustedes
inclusive recordarán. Este versículo es un tesoro. Permítame leérselo. Versículo 18: “por
tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor,
somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen como por el Espíritu del Señor.”
Ahora, ese versículo en realidad presenta qué es el proceso de crecimiento cristiano.
Presenta cuál es el proceso de santificación mediante el cual un creyente está siendo
conformado a la imagen de Jesucristo. Permítame tan sólo darle un poco de trasfondo. En
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Romanos 8:29 el apóstol Pablo nos dice cuál fue el propósito de Dios al salvar a Su pueblo. Él
dice esto: “y a los que antes conoció, también los predestinó para ser conformados a la
imagen de Su Hijo.” El propósito salvador de Dios fue crear una humanidad redimida que
sería como Su Hijo. La imitación es la forma más elevada de reconocimiento. Y ciertamente,
fue el caso en la eternidad, conforme Dios le hizo una promesa eterna al Hijo de crear una
humanidad redimida que sería hecha a semejanza de Él.
Y entonces, fuimos salvos para convertirnos como Cristo. Esa es la razón por la que la Biblia
dice que aún no se manifiesta lo que seremos, pero cuando Él se manifieste, seremos como
Él. Esa es la meta. Ese es el propósito de nuestra redención. Esa es la razón por la que Dios
nos salvó, para hacernos como Cristo.
Y en el tiempo, conforme esperamos la realidad de eso, progresivamente nos volvemos más y
más como Cristo. Esa es la santificación esperando la glorificación. Nos estamos volviendo
más y más como Cristo. Pablo vio esto como la razón misma para la vida como creyentes. Él
dijo: “una cosa hago.” Esa es una formación bastante asombrosa. Si usted puede tomar toda
la teología Paulina con respecto a la vida cristiana y reducirla a una cosa, esa es una cosa
muy importante. Si él hizo una cosa, quiero saber qué fue eso. Olvidando lo que queda atrás,
él dijo: “prosigo a la meta. Al premio del supremo llamamiento de Dios.”
¿Cuál es el premio? Semejanza a Cristo. Eso es lo que seremos cuando lleguemos al cielo.
¿Cuál es la meta? El premio en la eternidad, es la semejanza a Cristo. ¿Cuál es la meta? La
meta en el tiempo es la semejanza a Cristo. Pablo dice: “sé lo que voy a hacer; y estoy
buscándolo aquí y ahora.” Conocer a Cristo, participar con Sus padecimientos, ser
conformado a Su muerte, experimentar el poder de Su resurrección, ser como Cristo fue la
pasión de su vida. Fue la meta singular en la que estaba involucrado. Fue lo que él hizo. Aquí,
en este versículo se nos dice que conforme miramos la gloria del Señor, conforme nos
enfocamos en la realidad de Jesucristo, Dios revelado en Cristo, demostrando Su gloria,
conforme vemos esa gloria somos transformados por el Espíritu Santo de un nivel de gloria a
la imagen misma. En otras palabras, el Espíritu Santo está haciéndonos más y más como
Cristo. Esto es santificación. Esta es la meta de la vida cristiana.
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Más que cualquier otro versículo, éste muestra cómo es que los creyentes se mueven y son
hechos en semejanza a Cristo. No hay duda alguna de que este es el objetivo de nuestra vida.
Todos llegamos a la medida de la plenitud de la estatura de Cristo. Según Efesios 4, Pablo,
escribiendo a los Gálatas en 4:19, Pablo dijo “estoy padeciendo dolores de parto hasta que
Cristo sea formado plenamente en vosotros.” Él les dijo a los colosenses que “enseñamos a
todo hombre para que presentemos a todo hombre perfecto.” En otras palabras, queremos
llevar a cada uno de ustedes tan cerca como sea posible a la imagen misma de Cristo.
Esa es la meta de la vida cristiana y eso es lo que ese versículo está diciendo. Dios, por
medio de Su Espíritu nos mueve hacia la semejanza a Cristo llevándonos de un nivel de gloria
al siguiente, al siguiente y al siguiente. Entonces, este versículo realmente está en el corazón
de la experiencia cristiana. También es un versículo que habla acerca de la gloria. Y la gloria
es un tema clave en este pasaje, como usted lo sabe. Y lo que está diciendo aquí es que hay
una obra de gloria que se va aumentando en la vida de un creyente.
Ahora, entienda eso. Hay una obra de gloria que se va incrementando en la vida de un
creyente. Los creyentes del nuevo pacto experimentan una gloria que se va incrementando.
En contraste a Moisés, quien en su rostro tenía ¿qué tipo de gloria? Una gloria decreciente.
Una gloria que se desvanecía.
Ahora, la gloria de Dios, el hecho de que le fue revelada a Su pueblo no es nuevo. No hay
nada nuevo acerca de la idea de que Dios reveló Su gloria a Su pueblo. Lo hizo. Reveló su
gloria a Adán y Eva y en el huerto cuando Su presencia estuvo ahí y caminaba y hablaba con
Él en el aire fresco del día. Él reveló Su gloria a los hijos de Israel cuando apareció como nube
de día y una columna de fuego de noche. Y le he dicho en el pasado que Dios literalmente
tomó todos Sus atributos: misericordia y gracia y bondad y amor y santidad; y de alguna
manera, los transformó en luz visible. Y esa fue la representación de Su presencia.
Y Él reveló Su gloria a Su pueblo. Él reveló Su gloria a Su pueblo cuando descendió al
tabernáculo y la gloria lleno al tabernáculo de tal manera que los sacerdotes ni siquiera podían
ministrar. Reveló Su gloria a Su pueblo cuando encendió al término del templo y Su gloria fue
manifiesta. Y los teólogos siempre han llamado a eso la Shekhiná, lo cual significa presencia.
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La presencia de Dios es manifiesta en Dios debido a que Dios es un Espíritu y usted no puede
ver un Espíritu, Dios se manifiesta a sí mismo en esta luz refulgente.
Pero ciertamente, la manifestación más excepcional de la Shekhiná ocurrió en Éxodo 34. En
Éxodo 34 tenemos el registro de Moisés y él asciende al monte. Y simplemente voy a
refrescar su mente, porque algunas personas quizás no lo oyeron y están detrás de este texto,
como lo hemos señalado. Moisés subió al monte, al monte Sinaí para recibir la ley de Dios y
ahí él estuvo cara cara con la gloria de Dios. Dice en Éxodo, versículo 29 de Éxodo 34: “Y
aconteció que cuando Moisés descendió del monte Sinaí y las dos tablas del testimonio
estaban en la mano de Moisés, conforme él descendió del monte, que Moisés no supo que la
piel de su rostro brillaba debido a que Él estuvo hablando con él.” Lo que había pasado era
que la gloria de Dios estaba sobre el rostro de Moisés. Estaba en él. Ahora, la gloria de Dios
no sólo había venido a los hombres, sino estaba sobre los hombres. Por primera vez, la gloria
de Dios literalmente estaba sobre el rostro de un hombre.
Entonces, cuando Aarón y todos los hijos de Israel vieron a Moisés, he aquí, la piel de su
rostro brillaba y temían acercarse a él. Estaba brillando como el sol. Entonces, después
Moisés los llamó y Aarón y todos los gobernantes regresaron a él después de que huyeron en
cierta manera por el brillo. Y Moisés habló con ellos. Y claro, él les habló de las cosas que
Dios le había dado que hablara.
Y después, todos los hijos de Israel se acercaron y él les mandó a hacer todo lo que el Señor
le había mandado que hiciera en el monte Sinaí. Cuando Moisés había terminado de hablar
con ellos, colocaba un velo sobre su rostro. ¿Por qué? Para que pudieran verlo. Para que
pudieran estar con él sin ser cegados.
Pero cuando Moisés entraba delante del Señor para hablar con Él, se quitaba el velo hasta
que salía. Y cuando él salía y hablaba con los hijos de Israel, lo que se le había mandado, los
hijos de Israel veían el rostro de Moisés de tal manera que la piel del rostro de Moisés brillaba.
Y entonces, Moisés reemplazaba, colocaba el velo sobre su rostro, hasta que entraba a hablar
con Él. Cuando él entraba a hablar con Dios, él se quitaba el velo. Cuando él salía para hablar
con el pueblo, él no se colocaba el velo, para que vieran que era la gloria de Dios
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resplandeciente. Ellos, de hecho, al ver la gloria del antiguo pacto, la gloria manifiesta en el
antiguo pacto, representada en su rostro, y después, cuando él había recitado eso del antiguo
pacto, lo que Dios quería que dijera, él se colocaba el velo para que no cegara al pueblo.
Entonces, vemos a partir de este incidente, que la gloria de Dios vino en el tiempo del Antiguo
Testamento al pueblo inclusive en esta ocasión, sobre la gente. El antiguo pacto tuvo una
gloria, tanto en su componente civil, como ceremonial, como moral. El antiguo pacto tuvo una
gloria. Fue de Dios, fue santo, fue justo y bueno. Tuvo características divinas. Fue la
revelación divina. Esto quiere decir que reveló la naturaleza de Dios, reveló la voluntad de
Dios, reveló el propósito redentor y el plan de Dios.
Sin lugar a dudas, tuvo una gloria. Y Pablo quiere que eso sea conocido. De hecho, en el
versículo 7, él dice: ese ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria.
Pablo había sido acusado por los judaizantes y por el grupo de la circuncisión de depreciar y
de denigrar la ley de Dios. Y aquí, él dice que no es así. “Vino con gloria”. De hecho, tanta
gloria, dice en el versículo 7, que los hijos de Israel no podían ver fijamente el rostro de
Moisés debido a la gloria en su rostro.
Sí el antiguo pacto tuvo una gloria. Fue de Dios. Demostró la naturaleza de Dios, la voluntad
de Dios para el hombre. El plan y el propósito redentor es de Dios. Pero el nuevo pacto, dice
Pablo, tiene una gloria mayor. Y él dice en el versículo 9 que el nuevo pacto llamado un
ministerio de justicia abunda en gloria. Tiene en el versículo 10 una gloria que sobrepasa.
Tiene en el versículo 11 una gloria permanente.
Ahora, es esa gloria, esa gloria que sobrepasa, que abunda y que permanece del nuevo pacto
que es realmente el tema del versículo 18. Ahora, escuche conforme, en cierta manera,
concluyó con esto. El antiguo pacto tuvo una gloria que fue dada a los hombres colocada
sobre los hombres. El nuevo pacto tiene una gloria que es colocada en los hombres. En los
hombres.
Permítame explicárselo de la manera más simple que pueda. Tenemos más en común con el
Cristo transfigurado de lo que tenemos con Moisés. ¿Por qué? Usted recordará en Mateo,
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capítulo 17, que Cristo hace a un lado el velo de Su carne. Y Él fue transfigurado ante ellos. Él
sufrió una metamorfosis, transformado. Y la gloria vino desde adentro. Como en Juan 1:14, “y
vimos Su gloria, gloria como del Unigénito de Dios, lleno de gracia y de verdad.”
Es una gloria interna que irradiaba de Cristo. Con Moisés, fue una aplicación tópica de gloria.
Fue una gloria externa. Tenemos más en común con la gloria de Cristo manifestó en Su
transfiguración que con la gloria que Moisés manifestó en el monte, porque en Cristo nuestra
gloria es una gloria interna. ¿Por qué? Porque esa es la naturaleza del nuevo pacto. La gloria
es colocada dentro de nosotros. ¿Por qué? Porque el Cristo viviente es colocado en nosotros.
“Cristo en vosotros, la esperanza de,” ¿qué? “De gloria.”
Y entonces, cuando los judaizantes se llegaron a la ciudad de Corinto o a cualquier otro lugar,
como lo habían hecho ahí, y ellos comenzaban a predicar la gloria del antiguo pacto, la ley del
antiguo pacto, la ceremonia del antiguo pacto y promovían el hecho de que el antiguo pacto
era esencial para la salvación, que el antiguo pacto tenía un componente salvador, el apóstol
Pablo negaba eso.
Y aquí él lo niega en varias maneras. Como ya lo hemos señalado, culminando al decir que el
antiguo pacto tenía una gloria externa, pero el nuevo pacto tiene una gloria interna. De hecho,
conforme contemplamos la gloria del Señor, somos movidos, literalmente transformados de un
nivel de gloria al siguiente por el Espíritu Santo.
El antiguo pacto tuvo una gloria que se desvanece. El nuevo pacto tiene una gloria que no se
desvanece. El antiguo pacto tenía una gloria que decrecía, disminuía en el rostro de Moisés y
tenía que regresar y recibir otra carga de ella. El nuevo pacto no tiene una gloria que se
desvanece, que disminuye. Tiene una gloria que se incrementa. No hay un reflejo que se
desvanece de un pacto que no puede salvar. Hay una exposición que más y más se
incrementa de un pacto que puede y salva.
Y de esta manera, el nuevo pacto es superior al antiguo pacto. Ése es el punto final de Pablo
aquí. Él se está defendiendo a sí mismo y a todos los predicadores verdaderos que predican
el nuevo pacto. Pablo reconoce que el antiguo pacto no salvador tuvo una gloria, pero fue una
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gloria que se desvaneció, fue una gloria velada. Tuvo que pasar y ser reemplazado por el
nuevo pacto. El antiguo pacto sólo podía ministrar muerte, dice el versículo 7. Sólo podía
ministrar condenación, dice el versículo 9. Sólo podía agitar el pecado y hacer que los
hombres fueran culpables. No podía salvarlos.
Por otro lado, el nuevo pacto es mucho más superior. ¿Por qué? Permítame recordarle de los
puntos. Da vida, versículo 6. La letra mata, pero el Espíritu operando mediante el nuevo pacto
da vida. En segundo lugar, provee justicia. En el versículo 9 él llama al nuevo pacto el
ministerio de justicia. Nadie por guardar la ley de Dios podía alcanzar la justicia. En tercer
lugar, es permanente. Es permanente. Permanece, dice el versículo 11. Permanece en
contraste con el antiguo pacto, el cual es reemplazado.
En cuarto lugar, el nuevo pacto es superior, porque trae esperanza. Versículo 12: “así que,
teniendo tal esperanza, usamos de mucha franqueza al hablar.” El antiguo pacto era algo que
no traía esperanza. Lo único que hacía era llevar al pecador al punto de una culpabilidad y
vergüenza abrumadoras. Él reconocía su pecaminosidad. Él reconocía que no había nada en
él que podía cambiar eso. Él no tenía capacidad de alcanzar justicia por sí mismo. Lo dejaba
en desesperanza terrible clamando por la misericordia de Dios. Pero el nuevo pacto trae
esperanza.
En quinto lugar, señalamos que el nuevo pacto es claro. En los versículos 13 al 15, Pablo
habla del hecho de que la gloria del antiguo pacto tenía que ser velada. Y ahí hay una
ilustración de la oscuridad del antiguo pacto, tipos y símbolos y retratos y ceremonias y
ofrendas, nada de lo cual fue la realidad, sino que fueron todos retratos de la realidad que
estaba por venir. Y ahí había cierta oscuridad en el antiguo pacto que es revelada en Cristo.
Los misterios son revelados en el nuevo pacto.
En sexto lugar, el nuevo pacto es superior porque está centrado en Cristo. Me encanta esto, él
dice en el versículo 14, al final, “el velo es quitado en Cristo”. Versículo 16: “pero cuando se
conviertan al Señor, el velo se quitará.” Todo se vuelve claro en una vida centrada en Cristo.
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Y entonces, el nuevo pacto es superior porque la vida, provee justicia, es permanente, trae
esperanza, es claro, está centrado en Cristo y número siete, es capacitado por el Espíritu. Me
gustaría haber terminado éste punto, la semana pasada no lo acabamos. Permítame acabarlo
hoy. Versículo 17: “porque el Señor es el Espíritu y donde está el Espíritu del Señor, ahí hay
libertad.” El agente divino operando a través del nuevo pacto es el Espíritu Santo. Y el Espíritu
no es otro más que Jehová.
En otras palabras, el mismo Dios que escribió el Antiguo Testamento es el escribió el Nuevo
mediante Su Espíritu. El mismo Dios que escribió la ley moral que condena a los hombres es
el mismo Dios que escribió el nuevo pacto que redime a los hombres. El mismo Dios que
declara que el mundo es culpable y cierra toda boca es el mismo Dios que se manifiesta a sí
mismo en Espíritu para liberar a hombres y para redimirlos. El mismo Dios que los esclavizó
bajo la ley es el Dios que les trae libertad mediante Su Espíritu.
En otras palabras, no hay conflicto. No es un Dios del Antiguo Testamento, antiguo pacto y
otro Dios del Nuevo Testamento, el nuevo pacto. Es el mismo Dios. El Señor es el Espíritu
mismo que libera de la esclavitud del antiguo pacto. Todo lo que el antiguo pacto tuvo la
intención de hacer era llevar a los hombres a la desesperanza. Y en la desesperanza, rogar
por misericordia y gracia por parte de un Dios amable y amoroso.
El Espíritu del Señor es ese poder salvador, quien aplica el nuevo pacto de salvación al
creyente arrepentido, escuche esto, en toda época. Cuando una persona en el Antiguo
Testamento veía a la ley por lo que realmente era, un ministerio de condenación, un ministerio
de muerte. Y cuando eran matados, por así decirlo, y cuando temían el infierno y cuando
reconocían su pecaminosidad y cuando la ley había llevado a cabo su trabajo y tenían un
corazón arrepentido y venían a Dios y rogaban por misericordia y rogaban por gracia y
rogaban por perdón, lo cual no merecían, pero rogaban por ello y Dios, en Su gracia los veía y
los perdonaba. Esa obra de transformación que ocurría ahí era la obra del Espíritu de Dios.
Y Él estaba aplicando, escuche, la obra del nuevo pacto de Cristo retroactivamente a ese
pecador penitente. Pero era la obra del Espíritu. La salvación en cualquier momento, fuera en
el Antiguo Testamento o en el Nuevo Testamento o bajo el antiguo pacto o el nuevo pacto era,
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es y siempre será la obra del Espíritu, quien es ningún otro que el Señor. ¿Y no es maravilloso
que el mismo Dios que escribió la ley sea el mismo Dios quien libera al pecador arrepentido
de la esclavitud de la ley? Como dice Romanos 8, lo libera para guardar la ley. No como
medio ya de muerte, sino como un medio de vida y bendición.
Ahora, al hablar de eso. Y eso fue el repaso, al hablar de eso, surgió la pregunta. ¿Cuál fue la
función del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento? Porque si usted está involucrado en un
trasfondo dispensacional y en estudiar la Biblia, quizás pensó que el Espíritu Santo no hizo
nada en el Antiguo Testamento y no llegó hasta el día del Pentecostés. Y en cierta manera,
hubo un espacio grande en el Antiguo Testamento en términos del ministerio del Espíritu
Santo.
Nada podría estar más lejos de la verdad. Comenzamos a señalar eso la semana pasada.
Permítame tan sólo recordarle lo que dijimos. En el Antiguo Testamento, vemos al Espíritu
Santo operando en cuatro áreas muy claras. Sin duda alguna, esto es revelado en las
Escrituras.
Una es la creación. Entramos en eso. Dos, es capacitación. El Espíritu Santo vino sobre tal y
cual e hizo esto. Tres, es revelación. El Antiguo Testamento en su totalidad vino a los
escritores del Antiguo Testamento por medio del Espíritu Santo claramente, lo vemos en 2
Pedro 1:21.
En cuarto lugar, y esto es algunas veces en donde la gente se confunde, el Espíritu Santo no
sólo operó en creación, capacitación, revelación, sino en la regeneración. En la regeneración.
Los creyentes del Antiguo Testamento fueron regenerados, fueron nacidos de nuevo, fueron
hechos nuevos, fueron transformados por el poder de Dios mediante la agencia del Espíritu
Santo. Eso debe ser muy obvio.
¿Por qué? Bueno, en primer lugar, todos fueron pecadores miserables. Todos fueron
totalmente depravados. Sus corazones fueron engañosos y perversos más que todas las
cosas. No tenían la capacidad de cambiar, no podían hacer nada para alterar su condición
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miserable. ¿Podrá el etíope cambiar su color y el leopardo cambiar sus manchas? Como un
profeta, la respuesta es no.
Entonces, todos fueron una humanidadatrapada en esa condición terrible de depravación e
incapacidad; ellos no podían hacer nada para agradar a Dios. Inclusive su justicia era trapos
de inmundicia. Ahora, ¿cómo, por sí mismos, van a comenzar a amar a Dios, agradar a Dios,
odiar el pecado, servir a Dios y adorar a Dios? No puede pasar. No puede pasar. Son trapos
de inmundicia. Tienen que ser regenerados.
También hemos visto en el Antiguo Testamento que el Espíritu Santo convence del pecado.
Ahí desde Génesis 6, el Espíritu Santo está luchando con los hombres. También vimos en el
Antiguo Testamento que los creyentes amaban a Dios. Ellos amaban Su Palabra. Lea el
Salmo 119: “oh, cuánto amo yo Tu ley.” Eso no es verdad de alguien que no ha sido
transformado. Ellos fueron transformados para amar a Dios, ellos fueron transformados para
amar y obedecer la Palabra, fueron transformados para odiar el pecado. Esa fue la obra del
Espíritu Santo. Ellos fueron regenerados, personas que nacieron de nuevo. Fueron personas
transformadas, así como nosotros. No hay duda acerca de eso. De otra manera, no habrían
tenido nunca la capacidad humana de cambiar. Dios tuvo que cambiarlos.
Piénselo de este modo. Hebreos capítulo 11 y usted tiene a todos estos héroes de la fe,
comenzando con Abraham y en adelante. Todo esos son héroes de la fe. Y ellos son todos
ejemplos de fe para nosotros, para saber cómo vivir la vida de fe. Estamos rodeados por una
nube de testigos dando testimonio del poder de una vida de fe. Y todos son creyentes del
Antiguo Testamento. Son nuestros modelos. Abraham es el padre de nuestra fe. Abraham fue
un hombre regenerado.
Cerramos la última vez en Juan 3. Permítame llevarlo ahí y tocar esto ligeramente en Juan 3.
En la conversación de Jesús con Nicodemo. Ahora recuerde que Jesús aún no han muerto.
Todavía no ha habido una resurrección. No hay Pentecostés. El Espíritu Santo no ha venido.
Todavía la Iglesia no ha sido formada. Y entonces, lo que usted tiene aquí es una
conversación del Antiguo Testamento, el antiguo pacto. El nuevo pacto fue ratificado en la
sangre de Cristo. Su sangre no ha sido derramada todavía, entonces el nuevo pacto todavía
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no está en vigor. Entonces, usted tiene condiciones del antiguo pacto. Y Jesús le dice a
Nicodemo, este gobernante de los judíos: “de cierto, de cierto, te digo,” en el versículo 3, “a
menos de que un hombre nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios”. Y ese es un
principio estático en el plan redentor de Dios. Tú no entras a Mi Reino a menos de que seas
regenerado. Esto no es algo que sucedió después de Pentecostés. Esto es mucho antes. Esto
es antes de que Jesús inclusive muriera. Esto está en términos de la era del antiguo pacto.
Él además dice en el versículo 6: “lo que es nacido del Espíritu, el Espíritu es.” Y después, al
final del versículo 8 habla de alguien que es nacido del Espíritu. El Espíritu es el agente de
esta regeneración. El Espíritu es el agente de esta transformación, este nuevo nacimiento,
esta metamorfosis que debe llevarse a cabo porque si no se lleva a cabo usted no puede
entrar al Reino de Dios. Y este fue el caso, eso fue verdad para Nicodemo. Y Nicodemo
estaba viviendo antes de que el nuevo pacto si fuera ratificado.
Entonces, cuando usted dice: “bueno, ¿qué es lo que el Espíritu Santo hizo con respecto a la
vida de un creyente en el Antiguo Testamento?” Le voy a decir lo que hizo. En primer lugar, Él
proveyó la revelación de la Verdad, porque el Espíritu Santo estuvo detrás del haber
revelación de la Verdad, que un creyente pudiera creer. Después, el Espíritu Santo convencía
de pecado. Después, el Espíritu Santo transformaba a la persona. Y capacitaba a esta
persona para que fuera obediente a Dios para amarlo, para odiar el pecado.
Además, voy a llevarlo un paso más allá. Yo creo que el Espíritu Santo mantenía a los
creyentes en el Antiguo Testamento, así como Él mantiene o los guarda ahora. Y usted no
podía salvarse a sí mismo. ¿Quiere saber algo? Usted no podría mantenerse a usted mismo
salvo tampoco. Usted es guardado por Su poder y eso tendría que haber sido el caso también
en el Antiguo Testamento.
Yo creo que el Espíritu Santo regeneró y preservó a todo creyente elegido. Fue Él quien operó
en sus corazones. Tome a Sansón. Sansón, quien cayó en el pecado profundo, profundo con
Dalila. ¿Cómo es que él término de manera tan triunfal? Le voy a decir como: porque fue
guardado por el Espíritu. En el medio de toda esa iniquidad, Dios nunca abandonó a ese
hombre. Él dependió del Espíritu. ¿Pudo haberse mantenido a sí mismo en la gracia
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salvadora? No. Así como él no pudo haberse colocado ahí. ¿Se acuerda usted de lo que
David dijo cuando realmente estaba derramando su corazón en el dolor de su propia
confesión en el Salmo 51, confesando el pecado de asesinar a Urías y al tener una relación
con su esposa, Betsabé? ¿Se acuerda lo que él dijo? “Crea en mí un corazón limpio, oh Dios
y renueva un Espíritu recto dentro de mí.” ¿Qué estaba pidiendo? Él estaba pidiendo
intervención divina en su vida. Estaba pidiendo un lavamiento y limpieza. Él no dijo “Señor,
esto es difícil. Y ella era guapa, pero voy a hacer mi máximo esfuerzo. Voy a hacer mi máximo
esfuerzo. Voy a tratar de resistir la próxima vez.” Él no dependía de sí mismo. Él sabía en
dónde estaba la única fuente de limpieza y fortaleza que vendría. Y esa era Dios. “Crea en mí,
oh Dios, un corazón limpio. Si no lo haces, no lo puedo hacer.” Él sabía. Pureza, santidad,
santificación, preservación, todo esto es la obra del Espíritu Santo en su totalidad.
Permítame darle otra ilustración que quizás no la haya visto y quizás nunca ha pensado en
ella. Observe en Lucas 8. Pero simplemente, me impactó esta semana. No sé si había
pensado en esto, pero conforme estaba leyendo a lo largo de Mateo esta semana, y a lo largo
de Lucas, para ver si podía encontrar alguna referencia al Espíritu Santo, me encontré con
Lucas 8:15. Y fue un versículo bastante sorprendente cuando lo leí en el contexto de la obra
del Espíritu Santo. Es acerca del sembrador y la semilla, ¿se acuerda de eso? Y dice esto: “y
la semilla en la buena tierra, estos son los que han oído la palabra en un corazón honesto y
bueno y se aferran a ella y dan fruto con perseverancia.” Y yo pensé: “ahora, ¿quiénes son
esas personas? ¿Estos son los que han oído la Palabra con un corazón bueno y honesto?
¿Quiénes son ellos?”
Ahora, usted recordará que el sembrador salió a sembrar y parte de la semilla cayó en suelo
pedregoso y parte cayó en suelo con espinas y parte cayó en suelo duro y no dio fruto. Pero
parte de la semilla cayó en tierra buena, ¿se acuerda de eso? Y la semilla es la buena tierra.
¿Qué es la buena tierra? Usted dirá “bueno, esa es la tierra, aquí está.” ¿Qué es lo que la
tierra representa? El corazón humano, ¿verdad? El corazón humano. Duro, lleno de
preocupaciones mundanas o no dispuesto a sufrir. Entonces, ¿quién tiene un corazón bueno?
¿Hay un segmento de la humanidad que simplemente tiene corazones buenos? No creo.
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El corazón es ¿qué? Engañoso y perverso. No hay quien haga el bien, no hay ni siquiera uno.
Todos son miserables, viles. Todos se echaron a perder como leche echada a perder. Veneno
de áspides hay abajo de sus labios. No conocen nada más que iniquidad. No existe algo tal
como un corazón bueno. No hay nada como eso. No hay nada que exista como un corazón
bueno y honesto. ¿Qué es eso?
Le voy a decir lo que es. Es un corazón en el que ha operado el Espíritu Santo. Ahí está.
Usted tiene que tener a la acción del Espíritu Santo para producir eso. Y los que oyeron la
palabra en un corazón preparado la retienen y dan fruto con perseverancia. ¿Usted cree que
hacen eso porque hay algo mejor en ellos que otros?
Ahora, algunas veces decimos: “oh, usted sabe, tal y tal tiene un buen corazón.” Bueno, lo
siento. Después de que el Espíritu Santo ha operado en él, es un corazón bueno. Pero antes
de eso, no lo es.
Entonces, como puede ver, todo esto que leemos en el Antiguo Testamento y a lo largo de los
Evangelios con respecto a la salvación asume intervención Divina, operación Divina; y esa es
la obra del Espíritu Santo. Así como el Espíritu Santo se movió sobre la creación que no tenía
forma y estaba vacía y la hizo tener forma, así también Él es el agente del nuevo nacimiento,
la recreación o la regeneración, nacido por el Espíritu. La salvación, como cualquier otra obra
espiritual, no es por poder ni por fuerza, sino por Mi Espíritu, dice el Señor, Zacarías 4:6.
Entonces, los santos del Antiguo Testamento experimentaron la obra del Espíritu. Ahora,
además, yo creo que el Espíritu estuvo ahí con ellos en su vida. Permítame mostrarle por qué.
Observe Juan 14. Juan 14. Y esta es una parte muy, muy importante de las Escrituras.
Capítulo 14, versículo 16 y 17. Jesús está en el discurso del aposento alto, dejando a sus
discípulos y Él está a punto de morir. Y ellos están sintiendo la pérdida severamente. Y Él les
dice: “Yo le pediré al Padre y Él les dará otro ayudante, igual que Yo”. Otro allos, no heteros,
otro del mismo. Él estará con vosotros para siempre. No van a estar solos. No se preocupen.
Me voy, pero alguien más va a venir. ¿Quién es? Versículo 17 el Espíritu de verdad. El mundo
no lo puede recibir porque no lo puede ver ni conocer. Ahora escuchen esto: “pero ustedes ya
lo conocen porque Él permanece,” ¿qué? “Con vosotros.”
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Ahora, ahí hay una palabra clave. Sería imposible para esos hombres, para esos discípulos,
operar de alguna manera en agradar a Dios y el Espíritu Santo no estuviera con ellos para
guiarlos, para protegerlos, para preservarlos, para capacitarlos. “Vosotros lo conocéis porque
Él permanece con vosotros. Él está viviendo con ustedes.” Después, él dice esto: “y estará,”
¿qué? “En ustedes.” Ahora, ahí está la gloria del nuevo pacto. Él ha estado con ustedes, Él
estará en ustedes.
Usted pregunta entonces cuál es la diferencia. ‘Es difícil para mi entender esto.’ Pero hay una
plenitud, hay un grado al que experimentamos el poder y la capacitación del Espíritu de Dios
que van más allá de la experiencia de un creyente del antiguo pacto.
Regrese conmigo por un momento a Juan 7. Juan 7, y observe el versículo 37. Jesús dice: “si
alguno tiene sed, venga a Mí y beba.” Y después, en el versículo 38: “el que cree en Mí, como
dice la Escritura,” y después, Él cita a Isaías: “de su interior correrán ríos de agua viva.” “El
que crea en Mí va a tener una fuente adentro de él desde lo más profundo de su ser.” De su
interior quiere decir en la profundidad de su hombre interior.
Versículo 39: “esto Él habló del Espíritu, a quien recibirían aquellos que creerían en Él.”
¿Qué? El acaba de decir en Juan 14 que Él está con ustedes. Bueno, ¿qué quieres decir que
lo van a recibir? Bueno, lo van a recibir porque el Espíritu no había sido dado todavía, porque
Jesús no había sido glorificado todavía. Él está con ustedes, sin embargo, todavía no lo han
recibido. ¿Qué? ¿Cómo puede Él estar con ustedes si todavía no lo han recibido? Y la
respuesta es que los santos del Antiguo Testamento experimentaron la presencia del Espíritu
Santo, de lo contrario nunca habrían sido santos del Antiguo Testamento. Pero hay una
plenitud y una riqueza y un grado y una profundidad a la cual el creyente del nuevo pacto
experimenta el Espíritu Santo desconocido para ellos. Y es una plenitud. Es un río que está
brotando desde el interior. Y esa es la razón por la que vuelvo a decir que somos más
parecidos al Cristo transfigurado de lo que somos parecidos al Moisés que brillaba.
¿Cuál es la diferencia, entonces, entre la obra del Espíritu en un cristiano en el Nuevo
Testamento y un creyente en el Antiguo Testamento? La única respuesta que conozco es el
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grado es diferente. La extensión es diferente. La manifestación, la plenitud es diferente y
podemos estar agradecidos y alabar al Señor porque tenemos el privilegio inmenso de ser
creyentes del nuevo pacto. Es lo suficientemente difícil vivir esta vida cristiana. Voy a tomar
toda parte de la totalidad del Espíritu que pueda obtener, ¿usted no?
A menos de que usted crea que eso se oye como si no es exactamente justo, que esas
personas deban tener menos que nosotros, quizás de este de río de poder, quiero recordarle
que tenemos menos que el siguiente grupo que viene. Eso es correcto. Usted pregunta de
qué estoy hablando. Bueno, lo que pasó en el día de Pentecostés, cuando vino el Espíritu
Santo y Jesús fue glorificado y el Espíritu vino y el río comenzó a fluir desde el interior de los
creyentes y todavía fluye en la actualidad, bajo la obra maravillosa de Dios conforme Él nos
da a Su Espíritu y nos volvemos el templo del Espíritu Santo que tenéis de Dios y que Él está
en nosotros. Por maravilloso que fue ese acontecimiento en el día de Pentecostés, ésa sólo
fue una probada de lo que Joel dijo en Joel, capítulo 2.
Y Joel dijo en Joel capítulo 2 y es repetido por Pedro en el día de Pentecostés en Hechos
capítulo 2 “vendrá un día en los días postreros cuando Yo derramaré Mi Espíritu en toda la
humanidad. Vuestros hijos, sus hijas, profetizarán. Sus jóvenes verán visiones, sus hombres
de edad soñarán sueños. En esos días, derramaré Mi Espíritu. Ellos profetizarán. Concederé
que haya grandes maravillas del cielo arriba y señales en la tierra abajo.” Y todo esto. ¿Y de
qué está hablando? Él está hablando del gran día del Señor y el establecimiento del Reino de
Jesucristo. Escuche esto: hay una plenitud del Espíritu Santo que viene en el Reino de Cristo
que es mayor a lo que estamos experimentando en la actualidad.
Dios tiene la libertad de manifestar estos niveles de plenitud, al nivel y al grado que Él escoge.
Los santos del Antiguo Testamento no fueron hechos perfectos sin nosotros. Ellos carecían
algo del flujo, del río interno, el poder del Espíritu Santo que nosotros disfrutamos. Pero
nosotros carecemos algo de la plenitud de la expresión del Espíritu Santo que disfrutarán en
el futuro los que estén en el Reino venidero, en el Reino futuro cuando Jesús reine en la tierra.
Entonces, los santos del Antiguo Testamento fueron renovados. Fueron salvos. Fueron
guardados por el poder del Espíritu Santo. Fueron ayudados por el Espíritu Santo. Él estuvo
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ahí con ellos. Motivándolos hacia el amor y a la obediencia y a un odio del pecado. Pero en el
nuevo pacto, Él viene adentro y hay una plenitud y riqueza que no han sido conocidas antes.
Yo creo que viene mediante una intimidad en fortaleza, en poder, en coherencia, conforme
nos volvemos el templo en el que Él mora. Y después, usted tiene que añadir la dimensión de
1 Corintios 12:13, en donde el Espíritu Santo nos hace un cuerpo al constituir a la Iglesia.
Entonces, esa es la obra del Espíritu Santo. Regrese a 2 Corintios capítulo 3. Y como puede
ver, no es diferente en tipo. Es sólo diferente en grado entre el antiguo y el nuevo. Y las
grandes noticias son, versículo 17, en donde el Espíritu del Señor viene y ministra
regeneración, ahí hay libertad. Ahí hay libertad. Ya no hay esclavos a la ley, ya no hay
esclavos a Satanás, ya no hay esclavos al temor, ya no hay esclavos a la corrupción, ya no
hay esclavos al pecado, ya no hay esclavos a la muerte. El Espíritu libera a personas de toda
esa esclavitud y le digo que el Dios que dio la ley, no dio la ley para condenar a hombres. Él
dio la ley para llevarlos al hecho de que necesitaban un Salvador, para que pudieran venir a
Su provisión en el nuevo pacto. El mismo Dios por Su Espíritu, revelando el antiguo pacto, Él
reveló la libertad y la liberación que viene del nuevo pacto.
Eso nos lleva, entonces, al último punto. Finalmente, llegamos al versículo 18, parte de lo cual
ya explicamos. El nuevo pacto es superior porque da vida, provee justicia, es permanente,
tiene esperanza, es claro, se centra en Cristo y es capacitado por el Espíritu. Y finalmente, el
nuevo pacto es transformador. Es transformador. Es transformador de una manera
maravillosa. Cuando el velo es quitado, Cristo es visto. Capítulo 4, versículo 6: “vemos la
gloria de Dios revelada en la faz de Jesucristo.” Cuando esto sucede, somos transformados.
Veamos el versículo 18. “Nosotros todos,” no sólo un hombre, no sólo Moisés, sino todos,
todos nosotros, “mirando a cada descubierta como en un espejo la gloria del Señor somos
transformados.” Una vez que usted ve a Cristo y usted ve la gloria de Dios revelada en Cristo,
eso es lo que el capítulo 4, versículo 6 está diciendo. Dios ha revelado Su gloria en la faz de
Cristo y una vez que ve la faz de Cristo y usted ve la gloria brillante de Dios, esto es todo lo
que Dios es, es revelado en Cristo, una vez que ve que Cristo es Dios y que Dios es revelado
en Él, una vez que lo ve por quien Él es, eso está hablando de salvación. Una vez que el velo
es quitado y usted ve tan claramente como si usted estuviera viendo en un espejo que está
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enfrente de sus ojos, sin ninguna obstrucción. Y usted ve la gloria del Señor, se lleva a cabo
un proceso de transformación. Metamorphoō es la palabra. Una acción de transformación
continua, progresiva. ¿Y en qué somos transformados? En la misma imagen. ¿Qué? En la
imagen de la gloria de Dios. La imagen de la gloria de Dios revelada en la faz de Jesucristo.
¿Qué significa? Continuamente estamos siendo transformados a semejanza de Cristo.
Continuamente siendo transformados a semejanza de Cristo, moviéndonos de un nivel de
gloria a otro nivel, a otro nivel, a otro nivel, a otro nivel.
Esto simplemente está hablando de santificación progresiva, lo opuesto a la gloria sobre el
rostro de Moisés, la cual estaba decreciendo, decreciendo, decreciendo. Como creyentes del
nuevo pacto, la gloria está incrementándose. Incrementándose, incrementándose. No es una
gloria que se desvanece. Es una gloria brillante que se va incrementando. Vamos, como dice
el Salmo 84:7, de fortaleza, a fortaleza, a fortaleza, a fortaleza.
¿Y quién está haciendo eso? Al final el versículo 18: “como por el Espíritu del Señor.” El
Espíritu es el Espíritu quien nos da libertad de la ley. Él no quiere que nosotros regresemos al
antiguo pacto. No se enreden otra vez con un yugo de esclavitud. Cristo nos ha hecho libres,
dice Gálatas 5. No regresen. Si regresan a un yugo de esclavitud, han hecho que Cristo no
sirva de nada. Tienen el nuevo pacto, ¿por qué regresar a una gloria que se desvanece?,
¿Que decrece? Cuando puede usted venir al nuevo pacto, ver la gloria de Jesucristo. Y
conforme usted ve Su gloria, ser transformado de un nivel de gloria al siguiente. Nada puede
tener eso. A los que antes conoció, Él predestinó. A los que predestinó, Él llamó. A los que Él
llamó, Él justificó. A los que Él justificó, Él ¿qué? Glorificó.
Nada puede detener el proceso, simplemente nos estamos moviendo de un nivel de gloria al
siguiente, de un nivel de manifestar a Cristo al siguiente. Cuando usted es un nuevo cristiano,
Cristo es, usted es un poco como Cristo, Él es manifestado un poco en su vida. Oiga, tanto
que los paganos inclusive lo pueden llamar cristiano. Lo hacían como un término de burla
porque estas personas estaban actuando como Cristo. Y conforme usted crece, Cristo es más
y más evidente en su vida. En eso, estamos involucrados. En eso estamos involucrados, en
santificación progresiva. Esa es la meta de mi vida. Yo sólo quiero moverme de un nivel de
gloria al siguiente, más y más como Cristo.
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¿Se acuerda de la historia del patito feo? Gran cuento. Él era más grande, más raro y menos
atractivo que los otros patitos. Y se reían, se burlaban de su torpeza y su apariencia rara.
Abatido y desolado, él buscó un refugio en un hogar cuyas mascotas eran un gato y un pollo.
Pero también se burlaban de él, porque no podía ronronear o poner huevos. “Ustedes no me
entienden,” él se quejó, pero tan solo se burlaron más de él.
Un día, mientras que él estaba ahí afuera nadando en el lago, haciendo su mejor esfuerzo por
ser como los otros patos, él vio a algunos cisnes hermosos, elegantes. Él pensó que eran las
aves más hermosas que jamás había visto. Y conforme observaba sus movimientos
hermosos, los movimientos de los cisnes, un sentimiento extraño vino sobre él. Él no podía
quitar sus ojos de ellos. Y él no podía quitarse el nuevo sentido de destino que de alguna
manera lo había abrumado. Los cisnes volaron y conforme él estiró su cuello para tratar de
seguirlos, él pensó que le encantaba ver a esos cisnes más de lo que él había visto antes en
su vida.
Vino el invierno y durante todos los meses de frío, el patito feo pensó en las hermosas aves
que él había visto. Él no tenía ni idea de cómo se llamaban o de dónde habían venido. Pero el
esperaba volverlos a ver algún día. Finalmente, después de mucho tiempo, la primavera
derritió el hielo congelado sobre el lago y el patito feo pudo volver a nadar. Y un día, cuando
comenzaba la primavera, él vio a más de estas aves hermosas. Ellas nadaron directamente
hacia él. Y el temor acogió su corazón. Él estaba apenado porque criaturas tan hermosas
vieran el pato tan feo y torpe que él era. Y conforme se acercaron a él, él inclinó su cabeza en
humildad y cubrió su rostro con sus alas. Cuando él hizo eso, le sorprendió ver por primera
vez su reflejo en el agua. Él era exactamente como esas criaturas hermosas. Él nunca fue
hecho para ser un pato. Él era un cisne. Conforme quitó sus alas de su rostro, él levantó su
cabeza, no derecha como un avestruz, sino inclinado un poco en gratitud y humildad.
Puedo ver una analogía en eso. Mi propia experiencia como cristiano es parecida. Mi primera
mirada a Cristo fue como la de un patito feo que vio por primera vez al cisne. Tuve un sentido
abrumador de pecaminosidad e indignidad y, sin embargo, una atracción irresistible a Cristo
que volteó mi corazón. Respondí desde lo más profundo de mi ser porque sabía que Él
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representaba lo que yo fui hecho para ser. Y estoy tanto humillado como emocionado por
reconocer que el proceso de transformación se está llevando a cabo y que yo me estoy
volviendo más y más y más como Él todo el tiempo, por el Espíritu Santo. Y esa es una
operación del nuevo pacto.
¿No es verdad, usted sabe, que en definitiva nos convertimos como aquello que adoramos?
Si adoramos el dinero, nos volvemos materialistas. Si adoramos el poder y el prestigio nos
volvemos fríos. Si adoramos un ídolo, nos volvemos espiritualmente muertos como una piedra
sin vida. Por otro lado, si adoramos a Cristo, seremos conformados a Su imagen. Si el velo es
quitado y vemos la gloria del Señor que brilla en la faz de su Cristo, si Él es lo que más nos
preocupa, entonces, de manera imperceptible, somos transformados a Su imagen por el
Espíritu Santo.
Esta es la meta del nuevo pacto y este versículo monumental nos muestra la gloria que se va
incrementando de la santificación que se lleva a cabo por el Espíritu Santo en el nuevo pacto.
Las obras ceremoniales, sacramentales, sacerdotales, sistemas de justicia, no nos ofrecen
nada. No le ofrecieron nada a los corintios y no le ofrecen tampoco nada a usted. Lo único
que usted necesita es Cristo. Lo único que necesita es quitarse el velo, ver el rostro, la faz de
Jesucristo. El Espíritu de Dios comienza el proceso de conformarlo a usted más y más a Su
imagen. Eso es el cristianismo. No son silbatos y campanas, no son velas y túnicas. No son
Papas y cardenales. El cristianismo es una relación con Jesucristo. Es la vida que consiste en
una cosa: ver la gloria del Señor que brilla en la faz, en el rostro de Jesucristo y ser
transformados a Su imagen. Es la relación lo que importa. Inclinémonos en oración.
Padre, Te damos gracias otra vez por Tu Verdad, el poder de Tu Verdad. Te damos gracias
por el privilegio de ser creyentes del nuevo pacto que han recibido todos los beneficios: vida,
justicia, esperanza, Cristo, el Espíritu Santo, transformación. Oh, Padre, Te damos gracias
porque no necesitamos buscar más allá del Evangelio puro; todo está ahí. Ayúdanos a hacer
eso, a enfocarnos en Cristo, de manera exclusiva para que la gloria que brilla desde nuestro
interior incremente más y más; y el mundo verdaderamente nos llame cristianos, Cristos
pequeños, porque manifestamos Tu gloria de tal manera que brilla en Él.
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Oramos Señor porque Tú quites de nuestras vidas esas cosas que disminuyen la gloria, que
las reemplaces con mayor gloria. Que conforme nos enfocamos, no en nosotros mismos, sino
en la gloria del Señor revelada en la faz de Cristo, conforme nos perdemos a nosotros mismos
en Cristo, que Tú nos muevas por Tu Espíritu para volvernos como Él. Que Cristo sea el
enfoque de nuestra vida, que Él sea nuestra preocupación. Y sabemos que verlo a Él y a Su
gloria significa abrir la Palabra y verlo en toda Su belleza.
Haznos fieles para mirar a ese espejo que es las Escrituras, que reflejan a nosotros la gloria
de Cristo y así volvernos más como Él, para que Él verdaderamente sea el primogénito entre
muchos hermanos, no sólo en la vida venidera, sino en esta vida. Que seamos un honor para
Su nombre, cuyo nombre llevamos y en cuyo nombre oramos. Amén.
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