Post on 10-Sep-2019
J E S Ú S Z U R I T A
A r r a n c a e l p r i n c i p i o
U n p r o y e c t o
c o m i s a r i a d o p o r
Ó s c a r A l o n s o M o l i n a
p a r a l a g a l e r í a
H e r r e r o d e T e j a d a
M A D R I D
M M X V I I
Je s ú s Z u r i t a
A r r a n c a e l p r i n c i p i o
© Galería Herrero de Tejada 2017. Todos los derechos reservados.
www.herrerodetejada.comwww.jesuszurita.com
© De esta edición: Galería Herrero de Tejada. © Fotografías: Jesús Zurita.© Textos: Óscar Alonso Molina y Jesús Zurita.
Diseñado por:Galería Herrero de Tejada.
Corregido por:Marta Fernandez Marcos
Producido por:Galería Herrero de Tejada, Madrid.
Impreso por: FRAGMA (www.fragma.es)
E m p e z a r p o r e l p r i n c i p i o
p o r Ó s c a r A l o n s o M o l i n a
Je s ú s Z u r i t a 9
Empezar por el principioÓscar Alonso Molina [Naz de Abaixo, Lugo-Madrid, enero de 2017]
En 2013 presenté en el Museo ABC de Madrid una amplia
exposición de Jesús Zurita (Ceuta, 1974), centrada en el fundamen-
to dibujístico de toda su producción, que respondía a una evidencia
que todavía no se había demostrado: que era uno de los mejores
dibujantes de nuestro panorama, no sólo un gran pintor. Hasta la fe-
cha Zurita había mostrado en contadas ocasiones sus dibujos, creo
que casi siempre incentivado por mí, pero no había más que estudiar
el resto de su trabajo, o abismarse en sus cuadernos de trabajo, sus
aficiones, lo que leía y lo que veía, para constatar que ese mundo
gráfico, más seco y romo, más inmediato y dúctil, estaba allí.
Estaba allí dominándolo todo.
Fue una magnífica exposición, por qué no voy a poder de-
cirlo yo. Aunque sólo sea porque desde entonces la importancia de
esta disciplina ha ido cobrando mayor protagonismo e independen-
cia en su producción, también mayor soltura y versatilidad, hasta
el punto que hoy sus imágenes oscilan ambiguamente aunque sin
pudor entre la naturaleza pictórica y la propia del dibujo; indepen-
dientemente de los soportes que emplee Jesús para materializarlas:
papel, lienzo o incluso en esos murales que se despliegan por las
paredes de la sala expositiva, como suele ser habitual en sus pro-
yectos.
La exposición que ahora os presento reúne sus últimos e in-
éditos trabajos, y en ella el proliferante mundo de formas que le ca-
racteriza se expande una vez más por la arquitectura que los acoge,
de tal manera que más que como un marco o ambiente, hay que en-
tenderlo todo ya como diálogo o coral, incluso si se quiere, auténtica
continuidad y parte misma de la obra en las más felices ocasiones.
La tendencia expansiva de esta combinatoria, que en
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otros proyectos del artista ha dado lugar a envolventes atmós-
feras, juegos de concepción espacial desconcertantes, y se-
cuencias narrativas a medida que conducían al espectador de
sala en sala, aquí ha sido calculada, frenada cuidadosamen-
te como parte de un experimento que Jesús me ha aceptado,
pues mi intención era llevarla casi a una posición “estática”.
Mi propuesta en un principio se refería a cuestiones pu-
ramente formales, de presentación incluso: que me dejara poner
límites a su generosa visión del asunto. Y le sugerí que trabajara
en un único formato, de lienzo, papel o lo que más le apeteciera (al
final decidió como soporte el lienzo y como tratamiento el trazo del
dibujo casi como si fuera un grabado al buril), y como mucho en dos
tamaños diferentes.
Es decir, que seleccionáramos un módulo, donde el alto y
el ancho se repitiera, evitando el exceso de variantes, de tal mane-
ra que la propia premisa se encargara de controlar formalmente la
parte del dibujo/pintura, creando un ritmo estable en la variedad de
imágenes representadas. Por otro lado, la segunda limitación que
me aceptó fue que el desarrollo mural queda circunscrito exclusiva-
mente a machones, rincones y molduras verticales, muy estrechos
y estilizados, y no muy abundantes, como si de columnas adosadas
Detalle de ‘Paulatino’Acrílico sobre lienzo46x33. 2017
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a la pared o pilastras se tratara. Con ambas lo que quería era tener
a Jesús concentrado en lo verdaderamente importante, y que se
encontrara con decisiones muy
firmes, como reglas o corsé,
que le obligaran a resoplar hacia
otro lado.
El otro lado surgió de
nuestras conversaciones. Un
diálogo cada día más bonito y
profundo, que es el privilegio del
crítico y que no es el momento
aquí de describir, pero os asegu-
ro que es por lo que vale la pena
estar en esto del arte realmente.
Desde hace tiempo hablamos de un grupo de asuntos cada
vez más obsesivos, temas y genealogías que nos interesan a ambos,
amores compartidos, ridículos que sentimos juntos. Y así, el proyec-
to toma como punto de partida ciertas reflexiones sobre la figura de
la rocalla, esas formas inspiradas en el arte chino y tan profusamente
empleadas en el mobiliario, la decoración y la arquitectura del XVIII.
Junto a ella, otra fórmula estructural emparentada, aunque de tradi-
ción mucho más antigua, como es el grutesco, será el segundo foco
de inspiración para las piezas que componen este proyecto. La mez-
colanza indisociable entre los órdenes, que en el seno de ambos, da
lugar a formas caprichosas y fantásticas, se actualiza en la poética
de Zurita, quien, por su parte, a menudo ha empleado la amalgama
de lo vivo y lo muerto, o de la indiferencia entre lo mineral, lo vege-
tal y lo animal. Sobre esto creo que ya he escrito en otros lugares.
Pero semejante vaivén entre naturaleza y artificio no es lo
que marca el ritmo de la exposición, aunque sí sus ritornelos, los
estribillos. No, porque Jesús, como acostumbra, ha preparado una
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suerte de auténtica partitura visual que si en ocasiones es de ca-
rácter sinfónico, yo creo que aquí, por variadas razones, pero sobre
todo por un tema de escalas, tiende más a la música de cámara.
Un texto musical que se lee con los ojos y el cuerpo, mientras la
paseamos. Son sólo dos salas, un puñado de cuadros y unas tiras
por las paredes… pero ¡ojo! Quien disfrute de las estancias renacen-
tistas, de los grandes ciclos murales barrocos, del nervio superficial
de una fachada plateresca, de
la Villa de los Misterios o de
la Domus Aurea, sabrá de so-
bra, y a la primera, de lo que
se trata aquí… Cuidadosamen-
te dispuestas, cada una de las
escenas que enmarcan los lími-
tes de los bastidores enlaza a
modo de una gran escenografía
con esas otras intervenciones
que trepan por los ángulos y
salpican techo y paredes, en un
hermoso diálogo basado en los
compases, las líneas melódi-
cas y la composición. Estamos,
pues, en el seno de una instalación compleja, medida y pesada hasta
el último detalle -puedo dar constancia de ello por la parte que corres-
ponde al artista, que es quien ha llevado el peso del proyecto-, donde,
a modo de auténtico tableau vivant, nosotros, los espectadores so-
mos una pieza más, el punto de fuga de todo el dispositivo escénico.
El nuevo ciclo de pinturas y murales derivado de estos tan-
teos en torno a lo narrativo, lo decorativo y lo ornamental, han dado
lugar a nuevas conquistas iconográficas. Nuevos motivos, como el
de la vela, o el pabilo que humea, apagada ésta; un nuevo también
repertorio de personajes que nos ponen sobre aviso de la influencia
del cómic en un artista sobre quien la crítica destaca siempre refe-
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rentes cultos e históricos; junto a nuevas formas de tratar la mate-
ria, como las de la cera derretida, el grumo de pasta, o el chorreo,
goteo, desbordamiento y coagulación de lo líquido…
Tanteos a más, a decir cosas todavía no enunciadas por él,
novedades en el ya extenso y perturbador catálogo de temas, seres
y ambientes que le son propios a Zurita. Sólo por eso yo ya estaría
orgulloso de este trabajo que me ha vuelto a poner cerca de uno de
los que yo considero auténticamente grandes, si no el que más.
O b r a
Je s ú s Z u r i t a 17
Comprensión de las cosas huecasAcrílico sobre lienzo195x130. 2017
A r r a n c a e l p r i n c i p i o18
Bienvenidos todos los placeresAcrílico sobre lienzo
45x32. 2017
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ObsequiosoAcrílico sobre lienzo45x32. 2017
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En carne vivaAcrílico sobre lienzo
195x130. 2017
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El sentido de las cosas huecasAcrílico sobre lienzo195x130. 2017
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Nervio peladoAcrílico sobre lienzo
45x32. 2017
Je s ú s Z u r i t a 23
Modo y maneraAcrílico sobre lienzo45x32. 2017
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ControlAcrílico sobre lienzo
45x32. 2017
Je s ú s Z u r i t a 25
PaulatinoAcrílico sobre lienzo45x32. 2017
RO C ’ N ’ G RU T
U n a c o nv e r s a c i ó n s o b r e l o v i v o y l o m u e r t o
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ROC’N’GRUTUna conversación sobre lo v ivo y lo muerto
Óscar Alonso Molina: El punto de partida de esta exposición,
desde nuestras primeras conversaciones, tomó como eje la noción de
rocalla, su mundo proliferante, sus excesos y su particular posición
frente a la geometría y la naturaleza. Incluso frente a la arquitectura.
Me gustaría que hablaras de cómo has decidido abordarla en este pro-
yecto.
Jesús Zurita: Antes que nada, señalar que quizá el camino de
mis reflexiones resulte un poco tortuoso, pero te pido paciencia. Todas
estas curvas y requiebros en el discurrir se deben en buena medida a
que el discurso ha ido macerándose con la realización de las propias
obras. Ha sido un perfilado sinuoso y gradual, pero creo que conserva
el calor de lo vivido, de lo íntimo. Veamos esto último como un alicien-
te.
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Permíteme que de un salto te hable ahora de Hoichi, El Desorejado. Se
trata del protagonista de una leyenda tradicional japonesa, donde se
cuenta cómo éste, músico ciego que interpretaba bellísimamente cier-
to poema épico, llamó la atención de unos fantasmas que lo requerían
cada noche para actuar ante los difuntos. Hoichi no se percataba de la
situación debido a su ceguera y a los embrujos. Un sacerdote que se
apiadó de su situación decide un día ocultarlo de los ojos espectrales
cubriendo el cuerpo del músico con sutras protectores cuidadosamen-
te dibujados. A la llegada del emisario fantasmal, éste encuentra que,
donde debería estar el pobre ciego no hay nada, salvo… ¡dos orejas
flotantes! Un descuido del sacerdote dejó las orejas sin cubrir de su-
tras, razón por la cual el emisario decidió cercenarlas y llevarlas como
justificación ante la fantasmal audiencia.
Y ahora permíteme, de nuevo, otra licencia que me llevó a ciertas
reflexiones, y que espero ilustre lo que viene más abajo. Volvamos
al templo donde Hoichi permanece petrificado por el miedo y el dolor
mientras la aparición sostiene el par de orejas con desasosiego. Ima-
ginemos ahora que ésta, en vez de marcharse, vuelve la cabeza hacia
el desorejado y puede vislumbrar cómo la sangre le fluye sobre los
hombros y sobre los sutras, deformándolos, describiéndolos en formas
arbitrarias. Toma ahora el espectro una decisión: mirando de reojo,
desobedece por una única vez y se acerca a la víctima con el dedo tie-
so y trémulo. Lo enjuga con sangre y tinta, y reconduce los chorreones
en garabatos con la voluntad de constatar para nadie la fugaz ocasión
en que él, incapaz de recordarse, estuvo de nuevo en un lugar.
Los dedos del capricho aprovechan el azar pero se impregnan de esen-
cia y mismidad. Prestemos atención a lo que cuentan las monstruosi-
dades, la carne, las osamentas, las vegetaciones y todas las lacerías
que las urden. Puede que la rocalla o el grutesco no sean un texto,
pero sí son escritura. Su declamación se aleja de la doctrina hacia el
sortilegio. Los verbos se conjugan en curvas que enhebran sujetos en
una partitura, a mi entender de diletante, delicadamente crepuscular.
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Ó.A.M.: Rocalla y grutesco, en efecto, encarnan la crueldad
de la forma, tanto como del deseo del placer. La naturaleza allí habla,
elocuentemente, incluso; dice lo imposible, lo que está más allá de ella
misma. Es por eso que os afecta tan directamente: porque entabla un
diálogo directo con las formas internas del cuerpo, antes que con las
externas. De hecho, en mi opinión la idea de rocalla no es sólo un pre-
texto formal, ni “espiritual”, ni argumental… es sobre todo andamiaje
narrativo: la posibilidad de contar el mundo, sus seres y sus enseres…
las relaciones y tensiones entre ellos, cómo se miran, se tocan, se
atraen y repudian. De ahí que, en mi opinión, te sea tan propia. Pero
la rocalla en este sentido es una auténtica “mirada estrábica”: aquella
que te exige correspondencia de su ofrecimiento, sí, como toda mi-
rada por lo demás, pero que en este caso no responde al modelo ha-
bitual, lineal, equitativo, mesurado, ni se conforma con tus ojos; sino
que amenaza, como la Esfinge: “Adivina o te devoro”.
J.Z.: Efectivamente, las maneras de la rocalla y el grutesco
son decididamente invasivas, lo cual implica al espectador con una
cierta violencia que puede incomodar a los amantes de lo templa-
do. Como sabes muy bien, he trabajado durante años el mural has-
ta hacerlo parte sustancial de mi discurso. Desde muy temprano
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conecté la pintura a la arquitectura para vincular al espectador en
sus recorridos. El espectador debía estar con la pintura y la arqui-
tectura en un diálogo indisoluble, y para que ello ocurra hay que ata-
ñer; debemos estar vinculados mediante aquello que nos incumbe.
Trazadas mediante fina ingeniería las acequias que condujesen mi al-
faguara, tocaba llevar al lienzo y a sus formatos homogéneos este
mundo de heterogeneidades. La rocalla y el grutesco, roc’n’grut para
abreviar e introducir una tontería que descongestione el jardín en el
avanzo, me apuntaban un territorio de comunión de opuestos que muy
bien has citado y me sugirió, además, la posibilidad de un ritual, de un
acto consciente hacia lo no consciente que se preñase de todos los
modos y maneras descritos hasta ahora.
Así pude justificar una invitación que hiciste sobre lo oportuno de
ciertos cuadros realizados recientemente, los que tenían como motivo
recurrente la representación de la cera. De ellos vino el principal mo-
tivo formal para este proyecto que he querido sublimar en una suerte
de metonimia del roc’n’grut: la cera, la que se va derramando y endu-
reciendo desde las velas que se consumen; el acto consciente y ritual
de colocar y encender esas velas y esperar a que sus miasmas cubran
ciertos motivos elegidos. Las curvas sustanciales a la caída de la cera
revelan en la panorámica las rectas subsecuentes a una fuerza mayor:
la gravedad.
Ó.A.M.: Continuo
entrar y salir de las figuras en
la rocalla… Es una idea mo-
triz de su naturaleza ambigua
y destartalada, donde la lace-
ría se convierte en fauno, el
fauno en máscara grotesca, la máscara en gruta, la gruta en cúpula
vegetal, en lacitos, cordones tensados por pájaros sobre frutos, líneas
sueltas, vibraciones… y todo ello formando una estructura –sí, un
andamiaje, flexible, pero férreo-, y que aparece en tu trabajo creo que
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desde siempre, pero de manera explícita en los últimos años. En este
sentido, rocalla y grutesco (¡grotesco!) están ya indisociablemente uni-
dos a la idea de metamorfosis, de evolución y desarrollo de la vida.
J.Z.: La propuesta de esta exposición parte de las afinidades
que concluimos evidentes entre mi trabajo y estos estilos decorativos;
todo ese mundo equidistante entre lo mineral, lo animal y lo vegetal
que es vertebral en mi repertorio. Pero esta alineación es el primer
estadio hacia algo más profundo y vinculante. La manera en que tan-
to la rocalla como el grutesco se desenvuelven en la arquitectura me
ha seducido particularmente. Toda decoración es una voz que busca
sugerir a aquel que habita la arquitectura que los contiene. No olvide-
mos que vivo en Granada, una ciudad que dormita a la sombra de un
palacio cuyas cámaras aleccionan y ensimisman desde unas paredes
ornamentadas con miles de secretos.
Pero la rocalla y el grutesco no son un texto ordenado en la exquisita
geometría. Se las considera con un cierto desprecio como extrava-
gantes y caprichosas. Adjetivos que aparecen con frecuencia en los
manuales junto a aquello de “decadente”. Adjetivos que convierten su
disfrute en lo que llaman “placer culpable”. Y me temo que soy una
persona que presta especial atención a este tipo de placeres. Lo ca-
prichoso es algo que me intriga particularmente. Se suele vincular a lo
azaroso, y aplicado a una persona la muestra dominada por sus deseos
en oposición a la norma social. Se insiste en que estas arbitrariedades
conllevan vacuidad. Pero a la hora de pesar esta pluma descubrimos
que existe una cierta entidad con la que no contábamos.
Ó.A.M.: En una de nuestras más recientes conversaciones
afloró algo que nunca habíamos abordado, y que hiciste explícito. Los
temas fundamentales de tu trabajo: el sexo y la muerte, como puntos
de fuga finales. En este sentido también te propongo una lectura de la
rocalla. La tensión sensual de lo informe, los perfumes como olores al
borde de lo pútrido y de lo que no se puede soportar (el almizcle, las
bases del perfumista…). ¿Quién hablaba de esa fascinación que nos
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Cornelis Bos,Leda y el Cisne
1530-1550
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produce el olor de nuestros propios dientes cariados, que no podemos
dejar de ir a buscar una y otra vez, tocando la “herida” con la punta
del dedo que luego nos llevamos a la nariz para comprobar, entre fas-
cinados y asqueados, su hediondez, que nos podrimos ya en vida?
J.Z.: Ahora propongo un acercamiento temeroso de las tira-
nías de lo alegórico. Y es que me gustaría hablar de la putrefacción,
la descomposición y de su hecho manifiesto: el cadáver. Como primer
paso, olvidemos la vanitas implícita en la vela que se consume; he
dado prioridad a la caída de la cera y sus retorcimientos llevados al
extremo de lo reconocible para que en esa licuación esté presente
lo orgánico: el tejido bulboso y la secreción sexual. Efectivamente,
el tiempo está implícito en este derramarse, pero es un tiempo muy
diferente al de la vela consumiéndose. En ésta, lo ocurrido pasa a la
memoria intangible con el hilo de humo que desaparece en la nada,
mientras que en el goteo se revela el trayecto completo hasta la esta-
lagmita que lo recoge; lo ocurrido está presente con morosidad en las
vías del goteo incesante en una suerte de tiempo rencoroso.
¿Es muy disparatado lo que estoy diciendo, Óscar? En cualquier caso
es así como pienso mientras línea a línea hago aflorar estas escenas
sobre el plano. Sigo, pues. Hablar de descomposición y cadáver es ine-
vitablemente hablar de muerte. Pero para esta ocasión me gustaría ex-
traer el pudrirse como un segmento exento del morir y el desaparecer.
Me gustaría atribuir al cadáver una cierta consciencia en la licuación
de su ser hacia el hueso pelado sobre una mancha húmeda en la tierra.
Sería un saberse sin juicios, en un contexto que resitúa la secreción en
una pansexualidad, cuyo objetivo es impregnar. Nos vaciamos dando
sentido a los huecos que albergó la mecánica de nuestro cuerpo. La su-
puesta consciencia de ello llevaría consigo también el signo del ritual,
aquel que glosaría el sentido y la comprensión de las cosas huecas.
Las cosas huecas no están vacías. Contienen la posibilidad de un fan-
tasma. No me refiero a un alma descarriada, sino el resultado de diso-
ciar el ser del estar. Del ser sin estar y del estar sin ser, según aparezca
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dentro o fuera del hueco. El aparecido permanece como el testigo de
estos procesos, y dialoga con la consciencia de la materia en disolu-
ción, contrastándola y otorgándole su especificidad. Pero esta presen-
cia, pobre pelele, no puede reconocerse a sí misma. El tiempo se le
revela simultáneo en vivencias que han sido y serán, pero no participa
en ninguna de ellas. Sin embargo, con determinación, levanta su dedo
tieso y trémulo para dibujar sobre la cera el sutra que le permita, de
algún modo, constar.
Ó.A.M.: Al hilo de lo anterior, la rocalla también permite con-
jugar en un mismo orden lo dispar, los elementos heterogéneos, lo que
se rechaza: rocalla es la conjunción de los distintos órdenes (mineral,
vegetal, animal), sí, pero también de lo muerto y lo vivo, de lo dinámi-
co e inerte por lo tanto. Su mezcla de naturaleza y artificio es algo muy
propio de tu pintura… Pero lo que más me interesa, es la capacidad de
la rocalla de organizar, articular este mundo de discontinuidades, de
saltos entre esferas lejanas.
Cartouches F. X. Habermann. Rocallas
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J.Z.: Con la rocalla y el grutesco es bastante común pasar
de largo ante las guirnaldas y lacerías asumiéndolas como parte de
los modos y costumbres de una época. Es sin embargo mucho más
raro destrenzar esas escenas e intentar recorrerlas; cuestionar a sus
personajes y, muy lejos de buscar una trama o historia, caminar con
ellos, despacio, dejándolos a su ritmo. En este deambular deberíamos
mantener una mirada intensa y exacta, como la de un niño que per-
manece escondido. Acercándonos y alejándonos, vemos qué ocurre
sobre las molduras, hacia las esquinas, en los pilares, entre las venta-
nas…Vamos buscando con la mirada y la mirada queda presa, con una
extraña pertenencia, en las curvas que nos deslizan sobre raíles por
estos mundos, siempre al encuentro de formas y motivos que van de
lo abyecto a lo bucólico en una convivencia a fin de cuentas veraz. El
pajarillo que vuela y transporta la guirnalda sabe que acabará posándo-
se junto a aquello que no puede tolerar, porque la fragancia y el hedor,
el crecimiento y el retraimiento son fases de un ciclo al que se supedita
pero no entiende. Todos estos mecanismos y retóricas son los mismos
a los que suelo recurrir en mis murales.
La curva es la pauta básica de estas maneras decorativas. La curva
es, también, sustancia última de todo aquello que se desarrolla en lo
biológico o permanece en lo mineral. Mediante la curva se nos mues-
tran sus esplendores y decrepitudes. La curva es su ensalmo. Lo cón-
cavo que recoge y lo convexo que acomete unen a monstruos, niños,
floraciones y los híbridos despiezados de todo lo anterior. La curva es
también la pauta de los cuadros realizados para esta exposición bajo la
contrapauta que me proponías a modo de filacterias.
Ó.A.M.: Jesús, hojeando tu última publicación, la editada en
el Centro José Guerrero de Granada, con motivo de tu diálogo-home-
naje con la obra del artista, me encuentro, en el mismo arranque del
catálogo, una fotografía inesperada que no sé si ocupa ese espacio
por pura casualidad o como declaración de principios. Allí, en lo que
aparentemente es el recorte de una toma mayor, se te ve parcialmen-
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te, cara al mural, con el puño en alto. Suponemos que pintando, pero
quizá no… ¿Qué tiene el arte de radical en nuestros días?, ¿y tu propia
postura dentro de él? Tú y yo pertenecemos a unas generaciones que
le han dedicado mucho esfuerzo a la idea de que el arte se encuentra
en compromiso con las urgencias sociales y políticas. Sin embargo,
pocos alcanzarían a interpretar tu posición frente a la creación como
un ejercicio conscientemente ligado a la polis.
Y sin embargo, en un presente como el actual, pensar la rocalla, la
historia del arte, la idea de belleza y artificio, suponen ya en su propia
elección un posicionamiento muy concreto...
J.Z.: Jejeje…, lo cierto es que en ese momento estaba mili-
tando arduamente sobre el muro, sí. Comprendo que, a estas alturas,
aparezca un tipo y se ponga denso con rocallas, grutescos, lacerías,
puede invitar a la huida inmediata. Sé que hay fórmulas más apeteci-
bles. La radicalidad como demanda cultural es un fenómeno sin cen-
tro, un acelerador de partículas que cambia de forma con cada nueva
temporada (unidad cultural establecida por ciertos fastos y publica-
ciones especializadas), aunque, paradójicamente, sedimenta irritantes
academicismos. Por otro lado, la radicalidad como posicionamiento
y militancia creo que nos remite a alguien que no puede huir ni huir-
se. Tiene que ver con afrontar, asumir, pelear y todas las soledades
que aglutinan esas meras palabras. Característico es también cierto
deleite voyerista que produce en determi-
nados connoisseur el dolor y naufragio de
los que llevan su compromiso hasta las
últimas consecuencias: los malditos y el
malditismo.
Soy ciudadano antes que artista. Ejerzo,
cumplo y cuestiono mis derechos y debe-
res en la medida que éstos me permiten
ser quien quiero ser (o su ilusión equiva-
lente). El Arte es la arista de todas las
Je s ú s Z u r i t a 39
facetas que me componen, y además canaliza todo aquello que me
concierne para poder comprender el mundo. El Arte me permite pen-
sarme, lo cual no es algo exclusivo de artistas. Creo que el artista es
un fenómeno contextual, difícil de enajenar de dónde, cuándo y cómo
está. Entro en mi estudio desde un mundo agrietado, permanezco di-
bujando o pintando grietas y salgo hacia un mundo agrietado que me
advierte sobre la inminencia del colapso. Pero me propongo a menudo
no ser apocalíptico a la hora de citar la actualidad, así que voy a ofre-
certe una alternativa, esa tierna imagen en la que explico a mi hija que
hay casas bien construidas que aguantan terremotos.
Pero vamos, en definitiva, la opción que ejerzo como artista no admite
un repertorio discursivo que otorgue la idoneidad. No asumo las co-
yunturas de “lo apropiado” que facilitarían muchas cosas y enfrento
las consecuencias. Y confieso que lo hago lleno de miedo y duda, muy
lejos del heroísmo y sus relatos ejemplarizantes. Mi relato describe una
honestidad que es cabezonería y una coherencia que esconde el no
saber hacer otra cosa.
Y continuando en tono fabulador, y para acabar ya, imagino ahora un
bosque primordial y nocturno en el que un yo remoto y en cuclillas se
afana reiteradamente en algo erróneo y seductor, que pueda oponer a
lo que no lo es. Algo que acabe siendo familiar, recurrente y atávico.
Las cosas que están enraizadas se quedan en nosotros y vuelven una
y otra vez. Nuestro encuentro con el roc’n’grut y estas alambicadas
digresiones me descubren a vueltas con algo familiar: saber que voy a
desaparecer y, mientras esto ocurre, busco entenderlo a través de la
nada que pueda haber en mí, de sus vestigios en lo que me es inme-
diato. De comprender que no hay angustia ni tristeza en ello. No se
trata del trayecto doloroso. Tampoco se trata del fin, sino del principio.
Empezar como hecho en sí porque es cuando podemos intuir con cer-
canía la nada que se desprende de los finales. Todos estamos siempre
empezando. Arranquemos ese principio y quedémonos con él, en él.
A r r a n c a e l p r i n c i p i o40
Esta publicación se terminó de imprimir con motivo de la exposición “Arranca el principio” de Jesús Zurita comisariada
por Óscar Alonso Molina e inaugurada el 11 de febrero y clausurada el 25 de marzo de 2017 en la galería Herrero de
Tejada de Madrid.
Agradecimientos
A Antonio Pazos Bazán, Yago Alonso Molina, Simón Zabell, Perla Achuel, Gonzalo Mayoral,
Francisco Baena, Carmen Zurita, Julia Rodríguez, Antonio Montalvo, Álvaro Albadalejo y al
Centro José Guerrero (Granada)
H E R R E R O D E T E J A D A
C/ Hermosi l la 49 MAD91 435 12 15
info@herrerodetejada.comwww.herrerodetejada.com
H E R R E R O D E T E J A D A